Psicobiología Del Estrés
Psicobiología Del Estrés
Psicobiología Del Estrés
Introducción......................................................................................................................... 6
1.1 El estrés..................................................................................................................... 7
2.2 Introversión.............................................................................................................. 19
2.3 Neuroticismo............................................................................................................ 20
2.4 Alexitimia.................................................................................................................21
2.6 La hostilidad.............................................................................................................22
5. El gran debate...........................................................................................................32
Resumen........................................................................................................................... 33
Bibliografía........................................................................................................................ 35
Psicobiología del estrés
Este curso persigue proporcionar un conocimiento biológico de los procesos adaptativos
del ser humano desde el marco de la biología contemporánea, articulada sobre la teoría
de la evolución de las especies y la teoría general de sistemas. Desde esa perspectiva, el
cerebro es un órgano de conocimiento emocional que procesa la información que recibe
del entorno y regula la homeostasis del organismo a partir de las conjeturas que establece
sobre las posibles interacciones que mantendrá con él. Esas apreciaciones o conjeturas
reciben el nombre de cogniciones, y deciden el tipo de activación emocional que
experimentará el sujeto en el transcurso de sus experiencias. Si la cognición cerebral no
suscita respuestas emocionales desorganizadoras de los parámetros fisiológicos decimos
que el organismo se adapta. Si en cambio el cerebro hace una cognición alarmante o
desesperanzadora, el organismo se mantiene en estado de activación biológica y se
expone al riesgo de presentar síntomas, disfunciones y enfermedades. La psicobiología
del estrés ha estudiado los procesos y mecanismos responsables de la adaptación
biológica, y ha inspirado la investigación médica de las últimas tres décadas.
Es bien sabido que los procesos de adaptación biológica son muy semejantes en todos
los mamíferos y que son subliminales a la conciencia, pero ello no ha impedido el estudio
de variables psicológicas y conductuales potencialmente participantes en los procesos
adaptativos del ser humano. Así, por ejemplo, la introversión, la hostilidad, la
hiperemotividad y algunas dimensiones de personalidad participan en la interacción del
individuo con su entorno, cualificando la naturaleza de sus respuestas emocionales y
fisiológicas. En el curso vamos a describir con cierto detalle esas variables psicológicas
intervinientes y su relación con la aparición de síntomas, disfunciones y enfermedades.
Por otra parte, vamos a comentar los hallazgos psicobiológicos en relación con la
nosología psiquiátrica y la práctica médica, y a proponer su posible inclusión en la
anamnesis de los pacientes médicos y psiquiátricos. La propuesta trata de paliar la
insuficiente atención que se presta en las historias clínicas a las variables psicológicas,
conductuales y ambientales (es decir, a las variables idiosincrásicas que configuran la
biografía del sujeto).
Por último, vamos a definir cuáles son los recursos terapéuticos disponibles para reducir
la activación estresante y tratar los síntomas y disfunciones corporales que resultan de la
inadaptación biológica. Como veremos, estos recursos tienen una capacidad limitada para
cambiar la historia natural de las enfermedades pero son de indiscutible utilidad para
modificar las respuestas emocionales y restablecer la homeostasis orgánica.
Objetivos
Este curso se propone analizar la información disponible sobre los efectos de las variables
psicológicas y conductuales en la adaptación del organismo humano a su medio, y sobre
el papel de esas variables en la aparición y desarrollo de síntomas, disfunciones y
enfermedades corporales.
1.1 El estrés
La psicobiología contemporánea ha ido constatando progresivamente que el cerebro
humano es un órgano de conocimiento emocional, que procesa los estímulos
exteroceptivos e interoceptivos en relación con las posibilidades de supervivencia,
estableciendo conjeturas para anticipar los acontecimientos. Estas conjeturas no resultan
de la evaluación racional que hace el sujeto de la información que le llega del entorno,
sino que emergen del procesamiento cortico-límbico de la información biológica
(bioeléctrica, molecular y simbólica), que es subliminal a la conciencia y comparte
procesos con el sistema cerebral de los mamíferos. Por lo tanto, la regulación
homeostática del organismo humano depende de la apreciación (cognición) de las
posibilidades de control sobre la situación que haga el cerebro, que opera con información
aparentemente ajena a la conciencia del sujeto (y, por tanto, a sus conocimientos).
Para adecuar la fisiología del organismo a las demandas del medio, el cerebro hace un
escrutinio del entorno, responde emocionalmente, y emite conductas. Este escrutinio es
de naturaleza animal (es decir, subliminal a la conciencia del sujeto) y se establece en
términos de control o no control sobre la situación. Cuando el cerebro establece una
cognición de no control pasa a regularse por los circuitos cerebrales responsables de la
activación estresante, y el organismo entra en riesgo de disfunción.
La piscobiología del
estrés ha recurrido al
uso de modelos de
control, en el marco
de la teoría cognitiva
de la emoción, para
explicar el
funcionamiento del
cerebro a la hora de
establecer
cogniciones y decidir
las respuestas
biológicas más
adecuada para cada contexto.
2. Otro grupo de respuestas tienen que ver con el desafío, el reto, la lucha y la
competición (sistema de lucha / huida), constituido por circuitos complementarios e
interrrelacionados: el de lucha, que incluye la corteza temporal y la amígdala
dorso-medial, y el de huida, formado por la corteza temporal y la amígdala basal.
3. El tercer sistema tiene que ver con las conductas de indefensión, frustración,
derrota y fracaso, que implican cogniciones de no control y emociones
displacenteras. Estas conductas están reguladas por el sistema inhibidor de la
acción (periventricular o de castigo), de bioquímica básicamente serotonérgica y
cortico-suparrenal, que está constituido por la corteza órbito-frontal, el área septal
media y el hipocampo. Los tres subsistemas nervioso-centrales confluyen en el
hipotálamo-ventromedial, que es la estación transductora de las señales que
decidirán la pauta de secreción hipofisaria. Por lo tanto, el estrés (agudo) se
produce como resultado de una cognición pesimista y desesperanzada del
cerebro, que se acompaña de emociones desagradables, de activación
autonómica y neuroendocrina y de inhibición inmunológica y conductual (Valdés y
de Flores, 1990; Cohen y cols, 1997; Valdés, 1997).
La identificación de los efectos del estrés materno antenatal sobre el desarrollo fetal ha
proporcionado argumentos a la teoría de los orígenes de la enfermedad durante el
desarrollo (developmental originis of disease) (Gillman, 2005; Gluckman y Jackson, 2005)
que postula la existencia de enfermedades que ya empiezan a activarse a partir de los
procesos de transformación genotípica en determinados períodos críticos del crecimiento
fetal. Eso quiere decir que la acción del estrés materno prenatal promueve en el feto
modificaciones estructurales (formación de órganos y sistemas vulnerables) y funcionales
(disfunciones en los sistemas adaptativos que regularán la homeostasis), que aumentarán
la probabilidad de que diversas enfermedades se expresen fenotípicamente a lo largo del
desarrollo postnatal.
Visto así, el ser humano empieza su periplo vital desde el acto de fe de que sus
congéneres van a cuidarlo, y luego configura una visión del mundo a partir de sus
aprendizajes sociales; es decir, descubre que existe el engaño, la mentira, el disimulo, la
traición, la competencia y la agresividad de sus iguales (como en el mundo animal). De
ahí que el desarrollo del ser humano no pueda entenderse sin referencia al medio social
-es decir, al entorno cargado de significados compartidos-, que se impone por encima del
ambiente físico, que ha dejado de ejercer presión selectiva, gracias a su modificación
tecnológica. Naturalmente, la incidencia de los otros en el desarrollo y adaptación del ser
humano no es igual durante las etapas de crecimiento, en las que cambian los entornos
(uterino, postnatal-familiar y social) y la naturaleza de la estimulación interpersonal, que
va siendo más simbólica a medida que el sujeto madura.
La desincronización entre las disfunciones corporales y los estados subjetivos explica las
dificultades para identificar como “psicosomáticos” muchos síntomas corporales que no se
acompañan de malestar emocional. Este perfil de respuestas asimétricas ante la
activación estresante se ha observado también en los estudios psicofisológicos que han
puesto de relieve que cada individuo tiende a responder con patrones fisiológicos
idiosincrásicos; es decir, tiende a activar de manera selectiva o preferente el mismo grupo
de parámetros fisiológicos (por ejemplo, la frecuencia cardíaca, la tensión arterial o el tono
muscular), al margen de la naturaleza de la amenaza. La teoría de la especificidad
(relativa) de respuesta sirvió de
importante apoyo a la teoría de
la vulnerabilidad, que sugiere
que la activación se expresa
disfuncionalmente a través de
los órganos, aparatos o
sistemas genéticamente
vulnerables o que se han vuelto
vulnerables como resultado del
desarrollo (Hubdard y
Workman, 1998; Valdés, 2000;
Lovallo, 2005; Levenson, 2006).
Los síntomas somáticos sin explicación pueden aparecer en cualquier aparato, órgano o
sistema, y provocar desde malestar ocasional a invalidez total, según su número, tipo,
frecuencia o intensidad. En el caso del trastorno de somatización –que sería la categoría
psiquiátrica que reúne los casos más graves- los pacientes presentan muchos síntomas
durante mucho tiempo, no pueden seguir una actividad socio-laboral regular y pueden
llegar al estado de invalidez, con frecuente psicopatología asociada. Estos pacientes no
reciben la atención que necesitan en la red de asistencia médica y lo habitual es que
acaben siendo tratados por psicólogos y psiquiatras. Recientemente, se ha sugerido
denominar a los síntomas somáticos sin explicación síntomas funcionales o síntomas
corporales de estrés porque, aunque no se expliquen en términos nosológicos, sí pueden
explicarse desde la psicobiología de la adaptación.
En conjunto, los
estudios biológicos,
etológicos,
psicológicos,
epidemiológicos y
clínicos han
demostrado de
manera concluyente
que tanto el estrés
agudo como el estrés
crónico constituyen estados antihomeostáticos que aumentan la probabilidad de que los
sujetos que los sufren acaben presentando síntomas psicopatológicos y somáticos,
disfunciones, y enfermedades potencialmente generadoras de mortandad precoz (Valdés
y de Flores, 1990; Hubbard y Workman, 1998; Lovallo, 2005; Levenson y cols, 2009).
2. Variables psicológicas y conductuales que intervienen en la
regulación homeostática
2.2 Introversión
La introversión (I) es
una dimensión
temperamental
propuesta por la teoría
factorial de Eysenck
(1990) y por casi todas
las teorías de la
personalidad, que
describe a sujetos
subjetivos, tímidos,
persistentes, rígidos, y
con propensión a la irritabilidad. La teoría de Eysenck, basada en las tipologías nervioso-
centrales paulovianas, presupone que los sujetos introvertidos están más activados
corticalmente que los extrovertidos, de ahí que tiendan a rehuir los estímulos y a
establecer respuestas condicionadas más resistentes a la extinción. Para Gray (1982), los
introvertidos serían individuos selectivamente atentos a los estímulos sugerentes de
castigo, de manera que la introversión máxima constituiría un extremo del eje de ansiedad
que ese autor postula como nueva dimensión de personalidad (el otro eje sería el de
impulsividad, con la máxima extroversión en uno de sus extremos). La teoría de Gray
propone que la respuesta de ansiedad aparece como resultado del procesamiento de la
información cerebral por parte del sistema septo-hipocámpico o inhibidor de la acción, que
es el mismo subsistema nervioso-central que regula la psicobiología del estrés (Gray,
1993).
Por lo tanto, los introvertidos estarían basalmente más activados que los extrovertidos, y
serían más propensos a hacer cogniciones pesimistas a partir de su estilo perceptivo y de
su peculiar procesamiento de la información, muy contaminado por sus estados
subjetivos. La idea de que los introvertidos estarían más próximos a la activación
estresante se ha confirmado en diversos estudios epidemiológicos, en los que se ha
constatado la mayor proclividad de estas personas a presentar malestar psicológico,
preocupaciones por la salud (aprensiones hipocondríacas) y manifestaciones
psicofisiológicas.
2.3 Neuroticismo
El neuroticismo (N) es
una dimensión de la
personalidad propuesta
por la teoría factorial de
Eysenck (1990) y por
otras teorías afines, y
describe la tendencia a
responder
emocionalmente ante
una amplia gama de estí-
mulos del entorno, con
una activación emocional intensa y duradera. Esta facilidad para la activación simpático-
suprarrenal aumenta la probabilidad de aparición de malestar, ansiedad y síntomas
corporales (cansancio, anorexia, insomnio, etc.), y se acompaña de fatigabilidad psíquica
y física, experimentación de estados emocionales negativos y oscilaciones anímicas
frecuentes.
2.4 Alexitimia
Por alexitimia se
entiende la
incapacidad o
dificultad para
hacer lecturas
verbales de las
sensaciones y de
los estados
emocionales, de
manera que la
información
interoceptiva es
experimentada “en
bruto”, sin
cogniciones que la vertebren. Se trata de un concepto de origen psicoanalítico, que
describe la pobreza de introspección, de actividad imaginativa y de comunicación no
verbal, y un estilo de conducta basado en el aislamiento social y en la acción como
estrategia de afrontamiento.
2.6 La hostilidad
La hostilidad es una actitud que puede predisponer a la aparición de respuestas
emocionales de ira o cólera, y a la emisión de conductas agresivas, y su evaluación se ha
llevado a cabo con diferentes instrumentos, entre los que cabe destacar la escala Ho de
Cook y Medley, derivada del MMPI (Minnesota Multiphasic Personality Inventory), y las
elaboradas por Spielberger y cols: State-Trait Anger Scale y Buss y cols: Buss-Perry
Agression Questionnaire.
La hostilidad forma parte del patrón A de con¬ducta y ha demostrado ser un determinante
de-cisivo del riesgo coronario: los sujetos A más hostiles tienen una prevalencia mayor de
car-diopatía isquémica y de muerte por infarto de miocardio que los sujetos A menos
hostiles, y se ha constatado una relación directa entre las puntuaciones de distintas
escalas que evalúan la hostilidad y el porcentaje de oclusión coronaria, determinado
angiográficamente. Además, la hostilidad no solo incrementa el riesgo coronario y
complica la evolución de la car-diopatía isquémica en ambos sexos, sino que también va
asociada a la presencia de mayor cantidad de síntomas médicos, bajas laborales por
distintas causas médicas, trastornos del sueño y consumo de alcohol y de tóxicos (Valdés,
2005).
La importancia del patrón A de conducta en relación con la salud quedó demostrada en di-
versos estudios prospectivos de la década de 1980, en los que se hizo patente su
condición de factor independiente de riesgo coronario, al margen de los factores de riesgo
tradicionales, y en estudios de décadas posteriores han podido identificarse los
componentes realmente coronariopáticos del patrón A de conducta (la hostilidad y el
neuroticismo) y su asociación con una mayor prevalencia de accidentes, suicidios,
homicidios, problemas conyugales, síntomas somáticos, hipertensión arterial y
hospitalizaciones de urgencia por diversas causas.
Todos esos datos invitan a que nos preguntemos si el malestar psicológico (es decir, el
sufrimiento) acorta nuestras vidas.
___________________________________________________________
DSM-IV DSM-V
Entre las estrategias dirigidas a atenuar los efectos de la activación emocional sobre el
organismo y el estado psíquico del sujeto se encuentran las técnicas de relajación
(Cautela y Groden, 1985) –básicamente cognitivas- y el ejercicio físico regulado, que
perseguiría reducir la activación biológica a través de los efectos fisiológicos de la
conducta.
En realidad, no puede decirse que existan técnicas específicas contra el estrés puesto
que cualquier tratamiento psicológico que promueva el bienestar subjetivo es capaz de
reducir la activación antihomeostática.
En el ámbito de la llamada
Medicina Psicosomática –
es decir, de la que se
ocupa de los tratamientos
de los síntomas somáticos
sin explicación y de otras
categorías diagnósticas
incluidas en los trastornos
somatomorfos- la eficacia
de las técnicas de intervención psicológica y conductual ha sido objeto de evaluación en
las últimas décadas, a través de diversos meta-análisis (Henningsen y cols, 2007). Ese
tipo de estudios son de una notable complejidad por la heterogeneidad de los trastornos,
de los criterios diagnósticos y de las técnicas de intervención, pero han demostrado que
los tratamientos psicológicos activos (como, por ejemplo, la psicoterapia y el ejercicio
físico) son más eficaces sobre los síntomas somáticos que los tratamientos médicos
paliativos (masajes, perfusiones, intervenciones, etc.)
5. El gran debate
Link externo Aunque han sido numerosas las aportaciones de los estudios sobre las
relaciones entre variables psicológicas y conductuales y síntomas y enfermedades
somáticas, en la actualidad sigue sin estar claro si existen enfermedades (psicosomáticas)
desencadenadas y mantenidas por variables psicológicas, y si la evolución biológica de
estas enfermedades es modificable a través de intervenciones psicológicas y
conductuales. Con la finalidad de aclarar este aspecto conceptualmente crítico, la
Sociedad Americana de Medicina Psicosomática dedicó su encuentro anual del año 2001
a debatir si las intervenciones psicosociales mejoraban objetivamente (es decir, a través
de mecanismos biológicos identificables) la evolución clínica de enfermedades orgánicas
o, si por el contrario, esas intervenciones se limitaban a mejorar la calidad de vida de los
pacientes de modo inespecífico, sin cambiar el curso biológico de sus patologías (Williams
y cols, 2002). La polémica fue muy enconada y planteaba cuestiones teóricas de
envergadura (no se trataba de discutir la eficacia de las intervenciones psicosociales en
las enfermedades médicas sino de demostrar los efectos biológicos de esas
intervenciones sobre la historia natural de las enfermedades) y el encuentro se saldó con
un match nulo, como no podía ser de otra manera por las complejidades metodológicas
propias de este tipo de estudios.
Cinco años más tarde se celebró otra reunión para glosar los resultados de la anterior y
analizar información procedente de estudios más recientes y, aunque se aceptaron
nuevas pruebas a favor de la acción biológica específica de los tratamientos psicológicos,
se subrayó la necesidad de especificar de manera más precisa las formas “tóxicas” de
disregulación emocional, de definir las variables médicas sobre las que influyen y de
identificar los mecanismos biológicos que ponen en marcha las intervenciones
terapéuticas (Freedland y cols, 2006).
Hemos visto también que la Psicobiología del Estrés ha estudiado los procesos y
mecanismos responsables de la adaptación biológica, y ha inspirado la investigación
médica de las últimas tres décadas.
Si bien sabemos que los procesos de adaptación biológica son muy semejantes en todos
los mamíferos y que son subliminales a la conciencia, ello no ha impedido el estudio de
variables psicológicas y conductuales potencialmente participantes en los procesos
adaptativos del ser humano. En ese sentido nos hemos referido a la introversión, la
hostilidad, la hiperemotividad, etc. Algunas dimensiones de personalidad participan en la
interacción del individuo con su entorno, cualificando la naturaleza de sus respuestas
emocionales y fisiológicas. En el curso se han descrito con cierto detalle esas variables
psicológicas intervinientes y sus relaciones con la aparición de síntomas, disfunciones y
enfermedades.
Texto de referencia
Valdés, M. (en prensa) Psicobiología de la adaptación y del estrés (Texto docente).
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interventions can improve clinical outcomes in organic disease. Rebuttals and closing argu-
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Pregunta 1
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Enunciado de la pregunta
El estrés materno prenatal puede producir en la futura vida del feto la aparición de:
Seleccione una:
a. deterioro cognitivo
b. síndrome metabólico
c. trastorno obsesivo-compulsivo
Pregunta 2
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Enunciado de la pregunta
d. la amígdala
Pregunta 3
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Enunciado de la pregunta
a. son infrecuentes
Pregunta 4
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Pregunta 5
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Enunciado de la pregunta
a. hipervigilancia
b. obnubilación y embotamiento
d. activación inmunitaria
Pregunta 6
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Enunciado de la pregunta
a. reactivación de la inmunovigilancia
b. hipersecreción de cortisol
d. reactivación de la ansiedad
Pregunta 7
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Enunciado de la pregunta
a. irritabilidad
b. persistencia
c. timidez
d. impulsividad
Pregunta 8
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Enunciado de la pregunta
a. hostilidad
b. inhibición social
c. amplificación somatosensorial
d. alexitimia
Pregunta 9
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Enunciado de la pregunta
Señalar cual de las siguientes variables psicológicas no forma parte del patrón A de
conducta:
Seleccione una:
a. impaciencia
b. dominancia
c. afectividad negativa
d. actividad
Pregunta 10
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Enunciado de la pregunta
a. responsabilidad
b. sociabilidad
c. introversión
d. control emocional
Pregunta 11
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Enunciado de la pregunta
b. psicopáticos
c. obsesivo-compulsivos
d. neuróticos
Pregunta 12
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