Cuento S
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EL CRISTO DE MARCABALITO
Este relato no debería estar entre estos cuentos, pues geográficamente Marcabalito no pertenece
a Cajabamba, sino a la provincia José Faustino Sánchez Carrión; pero para las celebraciones
religiosas de esta imagen de ese distrito, casi todo el pueblo de Cajabamba se vuelca en fervor y
fe hacia la sagrada imagen de dicho lugar, distancia a solo dos horas a pie.
El tiempo exacto de cuando sucedieron estos hechos no se sabe a ciencia cierta, pero debe haber
sido a mediados o fines del siglo pasado.
Dice la leyenda que una pastorcita habitante del pequeño grupo de casuchas dispersas del lugar
llamado Marcabalito, pasteaba como siempre, por cierto, lugar cercano del caserío. Un día
mientras las ovejas y cabras comían libremente los pastos y las zarzas del lugar, ella recostada
bajo la sombra de un imponente árbol de cedro dormitaba o daba rienda suelta a su imaginación;
el hecho es que de pronto empezó a gotear un líquido rojo de aquel inmenso árbol. En un principio
pensó que tal vez serían gotas de lluvia, más al ver el líquido rojo se alarmo sobre manera y
pensando que el árbol llora sangre, corrió a su casa a dar la noticia. Muy pronto cundió la alarma
y todos los pobladores, hombres, mujeres y niños corrieron al lugar alarmados y asustados,
comprobaban que era verdad, gruesas gotas de una roja savia caían del árbol cada vez que la
pastorcita se acercaba.
¡El árbol llora sangre!, ¡llora sangre! exclamaban los asustados campesinos al ver tan rarísimo
fenómeno; otros, no se cansaban de repetir: ¡Milagro! ¡Milagro!
La noticia se difundió por lugares bastante lejanos, y muchos eran los curiosos que llegaban a
presenciar el hecho, pero el árbol solo respondía cuando la pastorcita se encontraba presente.
Un día domingo, poco después del descubrimiento de este fenómeno se presentó un hombre
desconocido un tanto misterioso; pero que les inspiraba respeto y cierta confianza. Al
principio pensaron que sería uno de los tantos que concurrían. Este hombre tenía algo raro que
los campesinos no podían descubrir porque se diferenciaba de los demás.
Luego que el personaje desconocido les dijo que la sangre que goteaba del árbol era la divina
sangre de Cristo y que era un pedido divino para que le hagan una imagen y para que se conviertan
y arrepientan de sus pecados. Los campesinos más asustados aún, preguntaron qué es lo que
tenían que hacer, y el hombre les dijo que cortaran el árbol y lo trasladaran a Marcabalito y que el
mismo iba a realizar la obra escultórica por fe y devoción, pues no iba a cobrar nada.
Al día siguiente, muy temprano, los rudos brazos de manos encallecidos de los campesinos,
derribaron el árbol divino y luego de dividirlo en tres partes, con la ayuda de una yunta de bueyes
procedieron a transportarlo; mas al llegar al cruce de Marcabalito, Huamachuco, cosa que les fue
imposible pues nadie, ni aún los bueyes, pudieron mover los troncos que inexplicablemente le
habían vuelto pesadísimo. Después de tanto esfuerzo por mover los troncos, cansados y
extrañados por lo ocurrido decidieron seguir por le camino a Marcabalito, volviendo la carga
nuevamente a su peso normal.
Antes de llegar al caserío de dispersas y pobres casuchas encontraron una choza vacía, pero en
buen estado, y allí estaba esperando el extraño personaje, quien les dijo que colocasen los troncos
dentro de la cabaña. Los campesinos obedecieron y asombrados vieron como al entrar con los
troncos, estos se tronaron extrañamente livianos.
Dentro de la choza no había absolutamente nada, ni banco de carpintería, ni herramienta de
ninguna clase; el forastero no pidió nada y solo les dijo que si todo sale bien y no hay contratiempos
entregaría la obra en dos semanas, luego, les recomendó mucho que por ningún motivo lo
debieran molestar. Cuando los campesinos le preguntaron si bajaría al caserío a comer, el les
contestò que le hagan el favor de colocar la comida en el saliente de la ventana que había en
choza, pero que no tratasen de comunicarse con él.
Paso el tiempo y todos los días se turnaban las familias para dejar los alimentos al escultor.
Para los marcabalinos todo lo que estaba pasando les parecía extraño; escucharon el golpe de la
suela, el martillo y el formón moldeando la madera, pero aquel hombre cuando se encerró no tenía
ninguna herramienta, nunca se dejaba ver y además apenas tocaba la comida que le ponían en la
ventana.
Todo esto colmo la paciencia de los campesinos y pensando que forastero los engañaba o se
estaba burlando de ellos, furiosos fueron a la choza a ver qué pasaba; tocaron y llamaron a la
puerta muy impacientemente, pero nada se escuchaba. Empujaron la puerta insultando y lanzando
grandes improperios en contra del hombre que, pensaba, se escondía y se hacia el sordo.
“Derribemos la puerta”, dijeron, y llevando un pedazo de tronco arremetieron contra la puerta,
luego contra la pared de quincha; pero nada sucedía, más bien, parecía que golpeaba contra la
pared de una fortaleza de piedra. Fueron por la pequeña abertura o ventana por donde colocaban
los alimentos y vieron que estaban intactos; entonces le dio remordimiento por su falta y paciencia
y se marcharon cada quien, a su casa, cabizbajos y pensativos.
No pasó mucho tiempo después de este incidente que, un domingo, la misma pastora que
descubrió el árbol, volvió con la noticia de que la puerta de la choza estaba abierta y que una luz
enceguedora salía de adentro.
Corrieron los campesinos hacia la choza llenos de curiosidad y al entrar poco a poco y temerosos
de la intensa luz que había en el lugar, asombrados y estupefactos contemplaron la imagen de
Cristo crucificado.
Al extraño hombre que esculpió la imagen, nadie lo volvió a ver desde que entró a la choza a
realizar su trabajo.
Tiempo después se propagó la devoción por el Cristo de Marcabalito y en el lugar de la choza se
construyó la iglesia y el pueblo actual.
Existe también otra versión de la aparición de la imagen de este Cristo, la cual prácticamente es
la misma que la primera, con la única diferencia que quien descubrió el árbol no fue una niña, sino
un viejo leñador al ir a cortar un añoso árbol en el cerro Llaigán y al dar los primeros hachazos
para derribar el árbol, este manchó de sangre a la filuda hoja del hacha, el hombre lleno de miedo
y de confusión, dejó de cortarlo; pero al extenderse la noticia de tan extraño hecho, casi todos los
vivientes del lugar llenos de curiosidad fueron a verlo y pensando que era un milagro y que de tal
árbol debería de hacerse una imagen del Señor crucificado, decidieron cortarlo y llevarlo al
pueblo; y así sucedía lo que ya se mencionó anteriormente.
Las celebraciones religiosas de este Señor de la Misericordia, como también se le llama, se
realizan en el mes de octubre, donde acuden muchos peregrinos de diferentes lugares del país,
en especial de Cajabamba, Huamachuco y alrededores, quienes van en carro o a pie llevando sus
penas, problemas, pedidos y esperanzas, las cuales casi siempre se realizan dependiendo de la
fe del devoto por eso los milagros de oro y plata llenan cuartos enteros.
EL TESORO DE PIEDRA CRUZ
Corría el año de 1822 y Cajabamba, población que contaba con muchos españoles, empezó a
sentir el malestar de las guerras y revoluciones que se aproximaban presagiando la independencia
del yugo español.
Bolívar todavía no había pasado por estas tierras, pero muchos indios y esclavos se escapaban y
otros se revelaban contra sus amos y señores. Hacendados, mineros y negociantes vivían en
completa zozobra por la situación de guerra que veían aproximarse con la amenaza de perder sus
propiedades y negocios.
Don Sebastián Alarcón (nombre supuesto), era uno de
los españoles que vivía con mucha tranquilidad. Había
venido al Perú desde muy joven y había hecho una
inmensa fortuna explotando una mina de oro que
posiblemente quede en un lugar llamado Opagoto
(Nor–Este de Cajabamba). Su fortuna estaba hecha,
pero para mala suerte de este caballero, la revolución
de la independencia había estallado. Los indios que
trabajaban con el habían escapado y, don Sebastián
temía por su vida y su fortuna; así que antes de que
llegue el rebelde de Bolívar y se beneficie con su
enorme tesoro, llevo sus codiciados lingotes de oro en
un lugar que en aquella época se llamaba “Piedra Cruz”, por haber en este cerro una enorme
piedra en la cual aparecía una especie de cruz natural por las caprichosas formaciones de la
naturaleza; luego de enterrar su preciado tesoro, levanto un croquis del lugar, pensando regresar
a sacarlo tan pronto las guerrillas termine.
Don Sebastián Alarcón no regreso jamás de su patria como había pensado, mas dejo
encomendado a sus hijos y nietos que hicieron lo posible por volver al Perú y recuperar el tesoro,
pero éstos tampoco pudieron regresar.
Después de 150 años, aproximadamente, uno de los descendientes de San Sebastián llego por
esta provincia con la esperanza de tal vez encontrar el lugar donde su bisabuelo enterró el fabuloso
tesoro. Este personaje era nada menos que Doña María Jesús Hurtado, enfermera de profesión y
bisnieta de don Sebastián, y que por razones laborales llego como directora del pobre y viejo
hospital del pueblo, y conocedora de la historia de su bisabuelo, no se cansaba de preguntar a
toda cuanta persona del campo creía que le pudiera dar información de donde quedaba Piedra
Cruz; pero aquel nombre ya había sido olvidado y nadie le dio razón del lugar, hasta que fue un
tanto desilusionada.
El autor, después de algunas caminatas e indagaciones, llegó al lugar, una ladera de enormes
piedras y caprichosas formas, pero, ¿Qué hacer sin el croquis ni el equipo adecuado?
De aquí a dos horas más llegaremos a nuestro destino – dijo el jefe de los aborígenes incas
llamado Llampucimi, mientras descansaban de un largo y tedioso día de camino.
- Ojalá así sea – respondió uno de ellos llamado Apucachay.
- Estamos retrasados más de 6 días – comento uno más llamado Huacacolqui.
- Si, contesto Llampucimi; pero no es nuestra culpa, los ríos no nos dejan pasar, y si nos
arriesgamos correríamos el riesgo de perder el cargamento.
- Duerman, duerman ordeno el jefe indio, ojalá mañana lleguemos hasta Pomarongo.
- ¿Qué será de mi señor? Musito el más joven de los indios de nombre Huaynacari ¡Que
humillación! ¡Nuestro señor encerrado!
- Será la voluntad de Wiracocha, dijo
Llampucimi.
Al oír este nombre todos los indios que
estaban acostados y sentados,
inmediatamente se pusieron de rodillas, con
la cara inclinada al suelo, durante medio
minuto aproximadamente reino el silencio,
luego volvieron a su posición normal.
Wiracocha era el nombre más sagrado del
imperio y la sola mención de ello merecía
respeto y adoración.
Al siguiente día por la tarde llegaron al punto
antes previsto, Pomarongo, lugar donde
cruzaban un puente natural de piedra para
salvar una profundidad de más de 60 metros, cerca de allí volvieron a acampar pesando que será
la última noche que pasaban afuera de sus casas, al final llegarían con parte del tesoro que los
españoles pedían para el rescate de Atahualpa.
Cuando al amanecer emprendieron nuevamente el viaje hacia Cajamarca, recibieron la terrible
noticia que su amo y señor Atahualpa, había sido ejecutado en plena plaza de armas.
Huaynacari cayó de rodillas, llorando y golpeando con las manos al suelo ¡Es nuestra culpa! Decía
- ¡Es nuestra culpa1 ¡No llegamos a tiempo!
¡No! Es su culpa, nuestro amo y señor cumplió su promesa; llenó 2 cuartos de plata y uno de oro
tal como había prometido.
EL MEJOR CAZADOR
EL DUENDE
LA VIUDA
Víctor Hernán no tenía hermanos. Desde que cumplió los 15 años se escapaba todas las noches
de su casa para estar con sus amigos, beber y dar serenatas; pese a los consejos y represiones
de sus padres de que salir todas las noches era
peligroso, Víctor Hernán salió a recorrer la ciudad, esta
vez solo y ya era casi de madrugada cuando al pasar
por detrás de la iglesia y de la capilla de Lourdes, vio a
una hermosa mujer sola, pensó que eran visiones, pues
nadie así había llegado a Cajabamba, esta mujer con
suave voz y dulce manera le dijo: Que se acercara, le
daría consejos de cómo tratar a sus padres
incomprensibles.
Víctor Hernán se fue acercando, vi su radiante belleza,
pero observo los detalles resaltantes, dos anillos en su
mano izquierda y uno chispeantes ante la impresión,
sospecho algo malo y se acordó de los consejos de su
madre persígnate cada vez de que el diablo se te
presente, aún más cuando se trasforme, en hermosa viuda entonces inconscientemente se
santiguó.
Al momento todo volvió a nada, allí comprendió de la calle no se saca nada, regreso a su casa y
pidió perdón a sus padres.
EL GRINGO DE LA CONFIANZA
EL CHIVATO
Esta historia es muy antigua, pero tras el pasar del tiempo aún se conserva y a su vez agrega un
valor adicional a todas las personas que desean visitar este sitio turístico. A unas horas de la
ciudad de Cajabamba se encuentra un lugar llamado "El Chivato" este nombre está dado por la
historia que se cuenta tuvo como sede estas 7 pozas que están unidas a través de pequeñas
cascadas que recorren la unión de dos montañas. Se dice que a partir de las 6 de la tarde aparece
un ser mitad humano y mitad chivo (cabra) que recorre las pozas y alrededores con el fin de
encontrar algún animal para tomarlo como alimento este chivato busca y atrapa los animales que
encuentre y algunos que crían los campesinos, ágilmente los lleva a las pozas en donde se da un
gran banquete dejando los restos tirados en ese mismo lugar, los cuales muchas personas de la
zona aseguran ver tales restos, huesos, pellejos, cabeza de animales y escuchar gritos siniestros
en las noches, tras la mañana al amanecer el chivato desaparece aguardando la noche para
buscar ansioso su siguiente presa, aun es típico escuchar que a partir de las 6 de la tarde andar
por aquellas zonas es demasiado peligroso pues podrías encontrarte con el chivato ...