Investigaciones Lógicas, Tomo I - Edmund Husserl
Investigaciones Lógicas, Tomo I - Edmund Husserl
Investigaciones Lógicas, Tomo I - Edmund Husserl
INVESTIGACIONES
LÓGICAS
fi
FILOSOFÍA Y PENSAMIENTO
Alianza
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INVESTIGACIONES LÓGICAS, i
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FILOSOFÍA Y PENSAMIENTO
ENSAYO
EL LIBRO UNIVERSITARIO
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EDMUND HUSSERL
INVESTIGACIONES
LÓGICAS, i
Versión dc
Alianza Editorial
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Titulo original:
Logische Untersuchungen
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ESTA ES UNA COPIA PRIVADA PARA FINES
EXCLUSIVAMENTE EDUCACIONALES
QUEDA PROHIBIDA
LA VENTA, DISTRIBUCIÓN Y COMERCIALIZACIÓN
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Indice
Lo NUEVO DE LA FFNOMENOLOG.A, de José Ortega y Gasset 19
PRÓLOGO.................................................................. 21
PRÓLOGO k LA SEGUNDA EDICIÓN ............................................. 2)
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8 Indice
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Indice 9
175
§ 60 185
1k 61. Necesidad de investigaciones especiales para la justificación de la
lógica prira desde el punto de vista dc la crítica del conoci-
míento y para la realización parcial de dicha idea ............ 187
APENDi(:E
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lo Indice
l 71. División del trabajo. La labor de los matemcicos y Ia de los fi-
lósofos................................................ 207
ï 72. Ampliación de la idea de la lógica pura. La teoria pura de la pro.
babilidad como teoria pura del conocimiento empírico ...... 209
i Adiciones
.................................
investigaciones analíticas
................................................ 224
6. 226
7. El principio de la falta de supuestas» en tas investigaciones epis-
1
temológicas............................................. 227
INVE5T1GAC[ON FRIMERA
EXPRESION Y SIGNIFICACION
CAPÍTULO 1.-LAS DISTINCIONES ESENCIALES
1 1. Doble sentido dei término signo .............................. 233
1 2.
3.
La esencia de Ia señal
Mostrar y deniostrar
.......................................
....................................... 234
i 235
* 4. ............
Digresión sobre la génesis dei signo por asociación 237
§ 5. Las expresiones como signos significativos. Exclusión de un sen-
tido de la expresión, que no pertenece a este tema ......... 238
1 6. La cuestión de las distinciones fenomenológicas e intencionale5
que pertenecen a las expresiones como tales ............... 239
1
ï
7,
8.
Las expresiones en función comunicativa .....................
Las expresiones en la vida solitaria del sIma .................. 239
241
1 9. Las distinciones fenomenológicas cntre el fenómeno fIsico expre-
sivo, el acto de dar sentido y el acto de cumplir el sentido ... 242
1 10. Unidad fenomenológica de estûs actos ........................ 244
ï 11. Las distinciones ideales: primero entre expresión y significación
como unidades ideales .................................... 246
i 12. Continuación. La objetividad expresada ........................ 248
§ 13. La conexión entre la significación y la referencia objetiva ...... 250
§ 14. El contenida coma objeto, como sentido impletivo y conio sen-
1 15.
tido o significación puro y simple ........................
[.as equívocos que, en relación con estas distinciones, se produ-
251
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I-tdwe 11
tNVESTt(ACION SEGUNDA
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12 IndIce
314
ï 12. La doctrina de las irngens coniunes .
317
CAFÍTCI() 3.-ABSTRACCION Y ATENCION
ï 1 3 Teorías nominalistas quc concibcn la abstracción como esulick,
de la atención 319
14. Obfcione, que alcanzan ambién soda forma dc nominalismo.
a} La (alta dc una fijación descriptiva de los puntos de mira . . . 321
§ i 5. b) Origen dcl nominalismo moderno como reacción excesiva con
ir a Teoría dc las ide universales de Lûcke. EI carcicr esen-
cial de este nominalismo y la teoria de la abstracción por
atención--------------------------------------------- 323
16. t) La universalidad de la (unción psicológica y la universalidad
como forma sìgniócativa. Dìstiiiio sentido de la referencia de
Io universal a una e,ttensjóri ------------------------------ 326
1 17. di Aplicación a la crítica del nominalismo --------------------- 328
1 18. La teoria de la atención como fuersa eneralisadora ------------ 329
1 19. Objeciones.
a) EI atender exclusivamente a una nota no anula la individua-
lidad de esta nota 330
1 20. b) Re1utació del argumento sacado del pensar geométrico ...... 332
1 21. Diferencia entre atender a un momento no-indettetidiente dei ob-
ido intuido y atender al correspondiente atributo «in species. 333
1 22. Defectos fundamentales en el anIisis fenomenológico de la
atención --------------------------------------------------335
1 23. El término de atención, empleado en su sentido iusto, comprende
toda la esfera del pensamiento y no sólo Ia de la intuición - - 337
CAPÍTULO 4.-ABS1RACC!ON E IDEA REPRESENTANTE
§ 24. La representación universal como artificio
que economiza pensa-
miento................................................ 341
1 25. De ei ser representantes universales constituye la característica
si
esencial dc ls representaciones universales .................. 343
1 26. Continuación. Las diferentes modificaciones de la conciencia de
la universalidad y la intuición sensible --------------------- 344
§ 27. El sentido legítimo del representante» universal --------------- 346
1 28.
29.
El representante como sustituto. Locke y Berkeley
(.rítica de la teoría dc Berkeley
.............
..............................
347
§ 349
1 30. Continuación. El argutnento sacado por Berkeley de la dernostra-
ción geométrica 351
§ 31. Las fuentes principales de los errores seiialados ............... 352
CAPÍTULO 5.-ESTUDIO FENOMENOLOGICO SOBRE LA TEORIA DE LA
ABSTRACCION DE HUME
1 32. Hume, sucesor de Berkeley --------------------------------- 355
§ 33. Crítica que hace Hume de las ideas abstractas. Su presunto re-
sultado. Hume no atiende a los puntos capitales fenomeno-
l6icos................................................... 356
1 34 Reducción de la investigación de Hume a dos problemas 358
1 35. El principio director, el resultado y los pensamientos capitales
en el desarrollo de la teoría de la abstracción, de Hume ...... 359
f 3G La teoría de la «distinctio rationis» de Hume en sus interpreta.
dones moderada y radical .............................. 3
§ 37. Objeciones a esta doctrina en su interpretación radical ...... 362
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Indice 13
Observaciones-
38. Ei escepticismo referente s los contenidos parcia1e abstractos tras-
ladado a todas las partes en general .
367
39. Ultima exaltación dei escepticismo s su refutación - 369
APEND1 CE
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Lo nuevo de la fenomenología'
1
Para replicar a unas observaciones que Eugenio d'Ors habfa publicado sobre la
filosofia fenomenológica en 1929, redactó Ortega unas paginas que comenzaron a
imprimirse mas no llegaron a edtsrae, y permanecen todavía indiras. Al frente de
esca nueva edición de las Thveztigacioner lógicas, he creído oportuno adelantar este
párrafo que las concierne y precisa una cuestión sustancial de la filosoffa fenome-
nol6gica SPaulino Garagorri).
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A CARLOS STUMPF
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Prólogo
servar la palabra alemana Einsicht, que traducimos por ivtelecrión. (N. de ¿os T.)
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22 Edmund [-lusserl
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Inveitigacio!les lógicas 23
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Prólogo a la segunda edición
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26 Edmund Husserl
creEo ciertdmente, pert necesitadas aún de coordinación literaria, de nuevi
exposición en muchos casos y de corrección tamhn en puntos difíciles-,
]a realización de este plan exigiría ain muchos a?ios. Me decidí, pues, a
eshozr primero las ldts
que habían de ofrecer una representación gene-
rl aunque rica en contenido por estar fundada completamente en un tra-
bajo lJcvado realmente a cabo) de la nueva fenomenología: de su mrodo,
dei conjunto sistemático dc sus problemas, de su función en la empresa de
hacer posible una filosofía rigurosamente cieuífica y una teoría racional dc
la psicología empírica. Después deberían reeditarse las lnvestiaciones ló-
gkas, corregidas en forma ajustada Io ms posible a punto de vista de las
ideas y ue pudiese servir para iiiicìar al lector en la índole peculiar dei
verdadero trabajo fenomeiiológico y episremoldgico. Pues si estas nvestiga-
dones son estimadas como un buen auxilio por los interesados en la feno-
menología, ello se debe a que no ofrecen un mero programa (y menos uno
de esos programas de alio vuelo, tan frecuentes en la filosofía), sino ensayos
de un trabajo fundamental efectivo sobre las cosas miradas y tomadas direc-
tamente; y a que, incluso allí donde proceden críticamente, no se pierden
en discusiones sobre los puntos de vista, sino que dejan la última palabra
a las cosas mismas y al trabajo sobre ellas. En sus efectos, las ldea.t debían
apoyarse sobre los efectos producidos por las invesugaciones lógicas Una
vez que mediante éstas el lector se hubiese ocupado, en investigación ex-
plícita, con un grupo de cuestiones fundamentales, podrían venir las ideas,
con su modo de explicar el método por sus últimas fuentes, de bosquejar
las principales estructuras de la conciencia pura y de plantear sistemáti-
camente los problemas de la misma, y servir al lector para realizar nuevos
progresos independientes.
La ejecución de la primera parte de mi plan fue relativamente fácil; y
aunque la inesperada extensión de los dos primeros libros de las Ideas,
esbozados de una vez {y que eran esenciales para mis fines(, me obligó
durante la impresión a dividir la publicación, en último término podía
bastar provisionalmente el libro I. Mucho mayor era, empero, la dificultad
de realizar mi segundo propósito. El conocedor comprenderá desde luego
la imposibilidad de elevar Ia antigua obra al nivel de las Ideas. FIlo signi-
ficaría una completa refundición de la obra..., un aplazamiento ad kalendas
graecas. Pero por otra parte renunciar a hacer la refundición y reimprimir
la obra de un modo mecánico, me parecía más cómodo que concienzudo, en
vista de los fines que justificaban la reedición. ¿Erame lícito extraviar una
vez más al lector con todos los errores, fluctuaciones y malas inteligencias
por mí mismo cometidas y tan propias para dificultar de modo innecesario la
clara comprensión de lo esencial, aunque eran difícilmente evitables y dis-
culpables en la primera edición de una obra semejante?
No quedaba, pues, sino intentar un camino intermedio; y sacrificarme
en cierto modo, pues ello significaba dejar en la obra ciertas oscuridades
e incluso errores que pertenecen al estilo general de la misma. Las siguientes
máximas son las que presidieron a la refundición:
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Invest/aczones lógicas 27
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28 Edmtrnd Husserl
y siguienteS.
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Thvestiacio,ws iógicas 29
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30 Edmund Husserl
presión de que esta Investigación ha sido demasiado poco 1eídi. A mí me
prestó un gran auxilio, y que es antecedente esencial para la plena corn-
prensión de las investigaciones siguientes.
Algo semejante a Io sucedido con la tercera, sucede con la cuarta nves-
tigación: Sobre la diferencia entre hs sìnìf:caczones ùidependienies y de-
pendtenies y la idea de la gramática pura. Mi punto de vista no ha cambiado
tampoco en esto. El texto ha sufrido, aderns de correcciones, muchas adi-
ciones de contenido que se relieren de antemano a futuras publicaciones
dc mis lecciones sobre lógica.
Profundas reformas ha experimentado la quinta investigación: Sobre las
vivencias intencionales sis contenidoN. En ella ataco problemas cardinales
'
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Investigaciones 1óicas 31
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Prolegómenos a la lógica pura
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Introducción
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36 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 37
ni mucho menos de todas estas cosas juntas. Pues bien; cuando un grupo de
conocimientos y prob1ems se impone como grupo coherente y conduce a
la constitución de una ciencia, la inadecuación de su delimitación puede
consistir meramente en que se concilDa al principio a esfera de un modo
demasiado estrecho, con respecto a lo dado, y que las concatenaciones de los
nexos fundamentales rebasen la esfera considerada y se concentren en una
unidad sistemática cerrada más amplia. Esta limitación dei horizonte no
influye necesariamente en detrimento del próspero desarrollo de la ciencia,
Puede suceder que ei interés teorético encuentre inicialmente su satisfac-
ción en el círculo más estrecho; que el trabajo posible, sin tomar en cuenta
las ramificaciones lógicas más hondas y más amplias, sea en verdad lo nico
que urja al principio.
Incomparablemente más peligrosa es, en cambio, otra imperfección en
la delimitación de la esfera, a saber, la confusión de esferas, la mezcla de
lo heterogéneo en una presunta unidad, sobre todo cuando esta mezcla ra-
dica en una interpretación completamente falsa de los objetos, cuya investi-
gación debe ser el fin esencial de la ciencia intentada. Una Etäia5 tG
ivoç, de esta suerte inadvertida, puede tener los efectos más no-
civos: fijación de objetivos falsos; empleo de métodos radicalmente erró-
neos, por inconmensurables con los verdaderos objetos de la disciplina;
confusión de las capas lógicas, de tal suerte que las proposiciones y las teo-
rías verdaderamente fundamentales, con frecuencia ocultas bajo los disfraces
más singulares, vayan a perderse entre series de ideas completamente extra-
ñas, como factores al parecer secundarios o consecuencias incidentales, etc...
Estos peligros son considerables justamente en as ciencias filosóficas; y por
eso el problema de la extensión y de los límites tiene una importancia in-
comparablemente mayor para ei fecundo desarrollo de estas ciencias que
para las ciencias de la naturaleza exterior, las cuales gozan de la ventaja
de que en ellas el curso de nuestras experiencias nos impone divisiones,
dentro de las cuales es posible al menos organizar provisionalmente una in-
vestigación fructífera. Especialmente con respecto a la lógica, ha emitido
Kant la célebre sentencia, que nos apropiamos en este punto: «No es en-
giandecer, sino que es desfigurar las ciencias, ei confundir sus límites.» En
la siguiente investigación esperamos poner en claro, en efecto, que la lógica
tradicional y principalmente la lógica actual, de base psicológica, han sucum-
bido casi sin excepción a los peligros que acabamos de explicar, y que el
progreso de los conocimientos lógicos ha sido seriamente dificultado por la
errónea interpretación de los fundamentos teoréticos y por la confusión
subsiguiente de las esferas.
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38 Edmund Husserl
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CAPITULO
ß ra' ctica
4. La imperJecció teorética de las ciencias particidares
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40 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 41
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42 Edmund Husserl
y nos referimos en este respecto a ciertas «notas», que nos notifican la exis-
tencia de la situación objetiva admitida, o hi justcza del juicio pronunciado.
L nota m5 perfecta de la justeza es la evidencia, que es para nosotros
como una conciencia inmediata de la verdad misma. Pero en la inmensa
mayoría de los casos carecemos de este conocimiento absoluto de la verdad;
en su lugar nos sirve (pinsese en la función de ia memoria en los ejemplos
anteriores) la evidencia de la probabilidad mayor o menor de la situación, a
la cue' suele adherirse el juicio resuelto, cuando el grado de probabilidad
es relativamente «elevado». La evidencia de la probabilidad de una situaci6n
objetiva A no funda Ìa evidencia de su verdad; pero funda esas valoracio-
nes comparativas y evidentes, por virtud de las cuales logramos distinguir.
según los valores positivos o negativos de probabilidad, las hipótesis, opi-
niones y sospechas razonables de las irracionale5, y las mejor fundadas de las
que lo están peor. Todo auténtico conocimiento y en especial todo conoci-
miento científico descansa, pues, en último término, en la evidencia; y hasta
donde iiega la evidencia, llega el concepto dei saber.
No obstante subsiste una duplicidad en e1 concepto del saber (o lo que
para nosotros es sinónimo: del conocimiento). Saber en el más estricto
sentido de la palabra es evidencia de que cierta situación objetiva existe o
no existe; por ejemplo, de que S es o no es P. Según esto la evidencia de
que cierta situación objetiva es probable, en este o aquel grado, es -en lo
tocante a ser tal- un saber en el sentido más estricto; por el contrario,
en lo tocante a la existencia de la situación objetiva misma (y no de su pro-
babilidad) es un saber en sentido más amplio y diferente. En este último se
habla de un grado de saber ya mayor, ya menor, paralelamente a los grados
de probabilidad; y se considera el saber en sentido e5tricto -la evidencia
de que S es P- como el límite ideal y absolutamente fijo, a que en su serie
ascendente se acercan asintóticamente las probabilidades de que S sea P.
Pero el concepto de la ciencia y de su misión implica algo más que
mero saber. Cuando vivimos percepciones internas, aisladas o agrupadas,
y las recohocemos como existentes, tenemos saber, pero estamos lejos de
tener ciencia. Y no otra cosa acontece con grupos inconexos de actos de
saber. La ciencia aspira a darnos multiplicidad de saber; pero no nera mul-
tiplicidad. Tampoco la afinidad de las cosas constituye la unidad caracte-
rística en la multiplicidad del saber. Un grupo de conocimientos químicos
aislados no justificaría ciertamente la expresión de «ciencia química». Ma-
nifiestamente es necesario algo más, a saber: conexión sistemática en sentido
teorético; y esto implica la fundamentación del saber y el enlace y orden
pertinentes en la sucesión de las fundamentaciones.
La esencia de la ciencia implica, pues, la unidad deI nexo de las funda-
mentaciones, en e que alcanzan unidad sistemática no sólo los distintos
conocimientos, sino también las fundamentaciones mismas y con éstas los
complejos superiores de fundamentaciones, que llamamos teorías. El fin de
esta unidad es justamente proporcionarnos no saber puro y simple, sino
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Investigaciones lógicas 43
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44 Edmund Huscerl
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Inveseigacicrnes lógicas 4
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46 Edmwd Husserl
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¡iv?s(igacOneS lógicas 47
análoga. Si no
dieron por resultado anteriormente conc'usiones de forma en cierto
es un daro y verdadero recuerdo, algo anJogo, es un recuerdo
inconsciente» (en el sentido de B. Erd-
modo latente, es una <excìtación para
caso algo que se tevela corno sumamente fecundo
rnannj, es en todo
no en las esferas
el mís fócil logro y construcción de las pruehas (y
SÓlO
El
en que preponderan los argzmenia in forma, como en la matematica).
encuentra pruebas mós fácilmerne que ei no ejercitado.
pensador ejercitado toado
¿Per qué? Porque los tipos dc pruebas se han grabado en l de un tanto
mediante una variada experiencia; par lo
cada vez ms profundo,
mucho
han de influir en él y determinar la dirección de sus pensamientos
de cualquier género que sea.
más fácilmente. El pensamiento ciendilco,
sirve de ejercicio en cierta medida para todo pensamiento cientíco; mas
sin-
por otra parte es cierto que el pensamiento matemático predispone en
físico para lo físico, etc, Lo primero
gular medida para lo matemático, el
las cien-
obedece a la existencia de formas típicas, que son comunes a todas
que tienen una relación
cias; lo segundo a la existencia de otras formas,
las distintas ciencias y que pueden caracre-
especial con la especialidad de
eventualmente como complejos de aquéllas en una forma determi-
rizarse
de la
aada. Las cualidades del tacto científico, de la intuición previsora y
adivinación están en relación con esto. Hablamos de tacto y vista filológicos,
mtuemáticos, etc. ¿Quién los posee? El filólogo o el matemático. etc., adies-
ob-
trados por una práctica de muchos años. En la naturaleza general de los
correspondiente radican ciertas formas de conexiones
jetas de Ja esfera formas
objetivas, y éstas determinan a su vez peculiaridades típicas en las
justamente en dicha esfera. En esto re-
de fundamentación preponderantes
side la base de las rápidas presunciones científicas. Toda prueba, invención y
(independencia que existe en amplia medida) hace posible, por otra parte,
una teoría de ía ciencia. Sì no fuese cierta esta independencia,
habría una
serie de lógicas coordinadas entre sí y correspondientes aisladamente a las
habría una lógica general. Mas en verdad encon-
distintas ciencias; pero no ciencia,
tramos necearias ambas cosas: investigaciones sobre teoría de la
concernientes por igual a rodas las ciencias y, como complemento de las
especiales, concernientes a la teoría y al método
mismas, investigaciones
ellas.
de las distintas ciencias y dedicadas a investigar lo peculiar de
peculiaridades que resaltan al estu-
De este modo, la indicación de las
comparativamente las fundamentaciones no habrá sido inútil para arro-
diar
en el sentido
jar alguna luz sobre nuestra disciplina misma, sobre la lógica
de una teoría de la ciencia.
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48 Edmund HsserJ
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Investigaciones lógicas 49
Ejemplos dei primer grupo de métodos nos ofrecen los métodos algorít-
micos, tan fecundos, cuya función peculiar es ahorrarnos la
mayor parte
posible dei verdadero trabajo intelectual deductivo, mediante ordenaciones
artificiales de operaciones mecánicas con signos sensibles. Por maravillosos
justili-
que sean los resultados de estos métodos, deben todo su sentido y
fundamentador. En este grupo entran
cación a la esencia dei pensamiento
aparatos
también los métodos literalmente mecánicos -piénsese en los
de integración mecánica, en las máquinas de calcular y otros semejantes-
y los procedimientos metódicos para establecer
juicios de experiencia ob-
jetivamente válidos, como los múkiples métodos para determinar la posi-
ción de una estrella, una resistencia eléctrica, una masa inerte, un expo-
nente fraccionario, las constantes de la gravedad terrestre, etc. Cada uno
de estos métodos representa un suma de dispositivos, cuya selección
y
orden están determinados por un complejo de fundamentaciones, que prue-
realice de
ba en general que un procedimiento de esta forma, aunque se
un modo ciego, ha de proporcionar por necesidad un juicio particular,
objetivamente válido.
Pero basta de ejemplos. Está claro que todo verdadero progreso del
conocimiento se verifica en Ja fundamentación; a ella se refieren, pues, todos
los dispositivos y artificios metódicos, de que además de las fundamenta-
ciones trata la lógica. A esta referencia deben también su carácter típico,
que entra esencialmente en la idea del método. Y por virtud de este carác-
ter tipico entran igualmente en las consideraciones del parágrafo anterior.
de la ciencia
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50 Edmund Husserl
de Jo que determina su recíproca limitación y su interna división
en esferas,
en teorías relativamente cerradas, de sus distintas especies
o formas esen-
ciales, etc.
Cabe subordinar igualmente este tejido sistemático de fundamentaciones
alconcepto dei método, y adjudicar por tanto a la teoría de Ía ciencia la
misiór de tratar, no sólo de los métodos dei saber, que se presentan
en las
ciencias sino también de aquellos que se llaman ciencias, La teoría
de la
ciencia no sólo debe distinguir las fundamentaciones válidas y no válidas,
sino también las teorías y las ciencias válidas y no válidas. La misión
que
se le adjudica con esto no es independiente de la anterior,
como se ve pal-
mariamente, sino que supone en considerable medida su previa resolución;
pues la investigación de Jas ciencias como unidades sistemáticas no es
con-
cebible sin la previa investigación de las fundamentaciones. En todo caso
entran ambas en el concepto de una ciencia de la ciencia como tal.
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Investigaciones ló,gicas 51
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Edmund Husseri
tación- debemos esperar ante todo «que enseñe Io que se debe hacer para
Bevar a cabo rectamente la actividad respectiva, por ejemplo, cómo se debe
coger y manejar el pincel en la pintura, cómo se deben usar el pecho, la
garganta y la boca en e! canto, cómo se deben apretar y aflojar las riendas
y oprimir el caballo con los muslos en la equitación». De este modo en-
trarían en la esfera de ta lógica doctrinas totalmente extrañas a ella'.
Más se acerca a 1a verdad seguramente la definición de la lógica que da
Schleiermacher, diciendo que es el arte dei conocimiento científica. Pues
naturalmente en la disciplina así definida sólo habrá que considerar las
peculiaridades dei conocimiento científico e investigar k que pueda fomen-
tarlo, mientras aquellas condiciones más lejanas que favorecen el desarrollo
del conocimiento en general quedarían entregadas a la pedagogía, la hi-
giene, etc. La definición de Schleiermacher no expresa con toda claridad, sin
embargo, que a este arte le compete establecer Jas reglas conforme a las
cuales deben definirse y construirse las ciencias, mientras que, a la inversa,
este lin incluye el dcl conocimiento científico. Excelentes ideas sobre la de-
finición de nuestra disciplina se encuentran en ta Wissenschafilehre (Teoría
de ía Ciencia) de Bolzano, pero más en las previas investigaciones críticas
que en la definición que l mismo preconiza. Esta resulta bastante extraña:
la teoría de la ciencia (o lógica) es «aquella ciencia que nos enseña cómo
debemos exponer las ciencias en tratados adecuados» .
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CAPITULO
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54 Edmund HasseH
' Lóg,ca. l c
EI hecho de que Kant considere una lógica general con una parie práctica
como una coniradictio za ad/ei-to y rechace por ende la división de ta lógica en
teórica y práctica (L6ca, Introducción II, sub. 3), no nos impide en modo alguno
estimar como lógica práctica la que él llama lógica aplicada. Una «lógica práctica» no
supone necesariamente en modo alguno Isi se toma la expresión en au sentido usual)
«el conocimiento de cierta clase de objetos a tos cuales se uplique», aunque sí el dc
un espíritu, cuyas aspiraciones en orden al conocimiento deben ser satisfechas por
ella. La aplicación puede tener lugar en una doble dirección (on ayuda de las leyes
lógicas podemos obtener provecho para una esfera particular del conocimiento
corresponde a ta ciencia particular y a Ia metodología referente a ella-. Mas por
-y
esto
otra parte es también concebible que cori ayuda de las leyes ideates de la lógica pura
(caso de que tal haya), independiente de la particular naturaleza del espíritu humano,
deduzcamos regIas prácticas, que tengan en cuenta la naturaleza humana (in specie)
En este caso tendríamos una lógica general y, sin embargo, práctica
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¡nves(igacwner lógicas 5i
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56 Edmund Husserl
Los numerosos tratados de lógica que han aparecido en este siglo casi
nunca hacen resaltar con claridad ni examinan con cuidado el punto de
diferencia de que tratamos. Teniendo en cuenta que hi exposición de la
lógica, desde el punto de vista práctico, es perfectamente compatible con
ambas posiciones y que ambas partes han concedido por lo regular su
utilidad, la discusión sobre el carácter (esencialmente) práctico o teorético
de la lógica ha parecido a algunos exenta de importancia. No han visto
éstos nunca coi claridad la diferencia entre 1a5 posiciones.
Nuestros fines no exigen que entremos en la crítica de las disputas
entre los antiguos lógicos: si la lógica es un arte, o una ciencia, o ambas
cosas, o ninguna; si en el segundo caso es una ciencia especulativa, o prác-
tica, o ambas cosas a la vez. Sir William Hamilton juzga sobre elIas, y a la
vez sobre eÌ valor de estas cuestiones, como sigue: «The controversy..
is perhaps one of ¿he most futile in the history cf speculation. In so far as
Logic is concerned, the decision of the question is not of the very smallest
import. It was #0/ in consequence of any diversity of opinion in regard
lo the scope and nature of this doctrine, that philosophers disputed by
what name it should be called. The controversy was, in fact, only about
what was properly an art, and what was properly a science; and as men
attached one meaning or another to ¡hes e terms, so did they affirm Logic
so he an art, or a science, or both, or neilher» Es de advertir, empero,
.
Sir William Hamilton, Lecta res on Logic, vol. 1 (Lect. on Metaphysics ard
Logic, vo1. tU), 1884, pp. 9-10.
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Investigaciones lógicas 57
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Edmund Husserl
Kant mismo, aunque opone a las leyes psicológicas, que dicen «cómo
piensa ei entendimiento», las leyes lógicas, «reglas necesarias» que dicen «cómoes y
bería proceder at pensar» (cf. tas Lecciones dc lógica, Obras, Edición Hart., VIII de-
p. 14), no tenía en ólrimo término la intención de considerar la lógica como una
disciplina normativa (eri e1 sentido de una disciplina que mide y estima la adecuación
a determinados fines). Así lo indica inequívocamente su
coordinación de la lógica y
la estética, con arreglo a las ds «fuentes fundamentales del espriru»,
ésta como
«ciencia (sc. racional) de las reglas de la sensibilidad en genera!», aquélla como la la
correlativa «ciencia de las reglas del entendimiento en general». Así como la esré-
tica en el sentido kantiano no puede pretender pasar por una disciplina
regulativa
conforme a ciertos fines, tampoco puede pretenderla su lógica. (Cf. Crítica de la razón
pura, introducción a la lógica irascendenial, I, final del segundo aparte.)
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Investigaciones lógicas 59
pre-
mente teoréticas, el otrD se atenía a 15 discutibles definiciones de
1
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60 Edmund Husserl
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Investigaciones iógica 61
Hay tantos modos de hablar del deber, como distintas clases de valoracio-
nes, esto es de valores reales o supuestos.
nega-
Los enunciados flegativo5 dei deber no han de interpretarse como
ciones de los afirmativos correspondientes. Tampoco en el sentido habitual
la negación de una exigencia tiene el valor de una prohibición. Un
guerrero
no debe ser no significa
cobarde1
que sea falso que guerrero
im deba ser
cobarde, sino que un guerrero cobarde es un mai guerrero. Son equivalences,
pues, estas fórmulas: «un A no debe ser B» y «un A que es B es en general
un mal A» o «sólo un A que no es B es un buen A».
Es consecuencia lógico-formal de los enunciados interpretativos, que el
deber y el no deber se excluyan; y lo mismo cabe decir dei principio de
que los juicios sobre un deber no implican ninguna afirmación sobre un ser
correspondiente.
Los juicios de forma normativa, que acabamos de explicar, no soir evi-
dentemente los únicos que pueden considerarse como tales, aunque en la
expresión no se emplee Ja palabra «debe». Es inesencial que en lugar de
«A debe (o no debe) ser B», digamos «A tiene que (o no puede) ser 13».
Más importante es señalar las dos nuevas formas. «A no tiene que ser B»
y «A puede ser B», que representan las contradictorias de las anteriores.
«No tiene que» es la negación de «debe», o -lo que es lo mismo- de
«tiene que». «Puede» es la negación de «no debe» o -lo
que es lo mismo-
de «no puede»; corno se ve fácilmente por los juicios de valor interpreta-
tivos; «un A no tiene que ser B» «un A que no es B no es por ello un
mal A»; «un A puede ser B» = «un A que es B no es por elio un mal A».
Pero aún deberemos incluir aquí otras proposiciones, por ejemplo; «para
que un A sca un buen A, basta (o no basta) que sea B». Mientras que las
proposiciones anteriores concernían a 155 condiciones necesarias para con-
ceder o negar los predicados de valor, positivos o negativos, en las actuales
proposiciones se trata de las condiciones ruficienles. Otras expresarán a la
vez condiciones necesarias y suficientes.
Con esto quedan agotadas las formas esenciales de las proposiciones
normativas generales. Hay también, naturalmente, formas correspondientes
de juicios de valor particulares e individuales; pero no aportan nada impor-
tante al análisis, y en todo caso las últimas no entran en cuenta para nuestros
fines; todas tienen una relación próxima o remota con ciertas proposiciones
normativas generales y, en las disciplinas normativas abstractas, sólo pueden
entrar como ejemplos de las proposiciones generales que las regulan. Dichas
disciplinas se mantienen, en general, más allá de toda existencia individual;
sus proposiciones generales son de indole «puramente conceptual», tienen
el carácter de leyes en el verdadero sentido de la palabra.
Vemos, pues, por estos análisis que toda proposición normativa supone
cierta clase de valoración (apreciación, estimación),
por obra de la cual
surge el concepto de lo «bueno» (valioso) o «malo» (no valioso) en un
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62 Edmivid Hiuserl
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1nvestiaciones 1ózcas 63
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64 Edmund Husserl
se dirige a la investigación de io que se implica objetivamente (esto es, Leo-
réticamente, por virtud de las leyes inmanentes a los objetos) y debe, por
tanto, investigarse en su implicación.
Es fácil ver ahora que toda disciplina normativa, y a fortiori toda disci-
plina práctica, supone como fundamento una o varias disciplinas teoréticas,
en el sentido de que ha de poseer un contenido teorético independiente de
toda formación, el cual tend.rá su sede natural en alguna o algunas ciencias
teoréticas, ya constituidas o todavía por constituir.
La norma fundamental (o el valor fundamental, el fin uíltimo) es la que
determina, como hemos visto, la unidad de la disciplina; ella es también la
que introduce en todas las proposiciones normativas de la misma la idea de
la normación. Pero estas proposiciones, además de esta idea común de la
conmensurabilidad con la norma fundamental, poseen también un contenido
teorético propio, que las distingue unas de otras. Todas expresan la idea
de una relación de conmensurabilidad entre la norma y lo sometido a Ia
norma; pero esta relación se caracteriza objetivamente -si
prescindimos
del interés valorador- como una relación entre condición y condicionado,
relación que se presenta como existente o no existente en la proposición
normativa correspondiente. Así, por ejemplo, toda proposición normativa de
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Investigacwnes lógkas
65
«sólo un A
a forma: «un A debe ser B» implica a proposición teor&ica: con C el con-
que es B tiene las cuilidades C», en la que representamos (por ejemplo,
tenido cOnstitutivO dei predicado «bueno» que da la norma
bueno en el círculo
el placer, el conocimiento en suma, lo designado conio proposición es
dado, por obra de la vloraci6n fundamental). La nueva Y a la
puramente teorétka; nu contiene ya nada de la idea de normadón
proposición de iiiltima forma y surge como algo
inversa, si es válida una esta
re1e
nuevo la valoración de una cosa C, corno cosa que hace deseable una
forma normativa
rencia normativa a ella, la proposición teorética toma la
bueno», es decir, «un A debe ser B». Por eso pue-
«sólo un A que es es
en complejos de pensamientos
den aparecer proposiciones normativas incluso a la existencia
teoréticos. El interés teorético da valor en estos complejos
equilateralidad de
de una situación objetiva de la clase M (verbigracia, a
Ia
y mide con él otras situaciones
un triángulo que se trata de determinar)
objetivas (por ejemplo, la igualdad de los ángulos: si el
triángulo ha de ser
es, en las ciencias teo-
equilátero necesita ser equiángulo). Pero este giro se dirige
pues la última intención
réticas, meramente pasajero y secundario; resultados
propio, teorético, de los objetos. Por eso los
en ellas al orden
formas de co-
definitivos no se formulan en forma normativa, sino en las
nexión objetiva, que son aquí las de la proposición general.
Ahora bien, es claro que las relaciones teoréticas, que están implícitas,
de tener
según In dicho, en las proposiciones de las ciencias normativas, han nor-
determinadas ciencias teoréticas. Luego si la ciencia
su lugar lógico en las re-
mativa ha de merecer este nombre, deberá investigar cientificamente
que se trata de someter a norma y la
laciones entre las situaciones objetivas
para ello será menester que estudie el fondo teoré-
norma fundamental; y
ciencias teoré-
tico de estas relaciones y entre, por tanto, en la esfera de las exige el
ticas respectivas, Con otras palabras: toda disciplina normativa
de ciertas verdades no normativas, las cuales toma de ciertas
conocimiento de éstas
ciencias teoréticas, u obtiene aplicando las proposiciones tomadas Esto es
a las constelaciones de casos determinados por el interés normativo.
en mayor
naturalmente aplicable al caso especial dei arte, y evidentemente han de
agregar los conocimientos teoréticos que
medida aún. Pues hay que
servir de base a una realización fecunda de los fines y los medìos.
teoré-
Una observación más, en interés de Io que sigue. Estas ciencias
participar naturalmente en distinta medida de la fundamen-
ticas pueden
correspon-
tación y conformación científicas de las disciplina5 normativas o menor.
significación para ellas puede ser mayor
dientes; y también su
disciplina normativa
Puede resultar que para satisfacer los intereses de una clases de nexos
sea necesario en prirneni liner cl conocimiento de ciertas
cultivo la apropiación dei dominio teorético
teoréticos, y que por ende el y
la disciplina
del saber, a que pertenezcan, sean decisivos para hacer posible
normativa. Por otra parte puede suceder que
ciertas clases de conocimien-
tos teoréticos sean útiles y eventualmente muy importantes para la cons-
trucción de dicha disciplina y, sin embargo, sólo tengan una significación
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6' Edmund Husserl
secundaria, en cuanto que su desaparición limitaría La esfera de La disciplina,
pero no la aniquilaría. Piénsese, a modo de ejemplo, en la relación entre la
ática meramente normativa y la érica práctica Ninguna de las proposi-
ciones que se refieren a la posibilidad de la realización práctica toca al
circulo dc Ìa meras normas de la valoración ética, Si desaparecen estas nor-
mas, o los conocimientos teoréticos que les sirven de base, no hay ética; si
desaparecen, en cambio, aquellas primeras proposiciones, lo único que
ocurre es que ya no hay posibiLidad de una práctica érica, o de lin arte de la
vida moral.
Con referencia a estas distinciones debe entenderse la expresión que
habla de fundamentos teoréticos esenciales de una ciencia normativa. Signi-
ficamos con ellos las ciencias teoréticas absolutamente esenciales para su
construcción; pero eventualmente también aquellos grupos de proposicio-
nes teóricas, que tienen una importancia decisiva para la posibilidad de la
disciplina normativa,
Cf. supra, § 15
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CAPITULO
tos usuales
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68 Edmutid Husserl
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Investigaczones lógicas 69
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70 Edmtrnd Husserl
l6gics especiales? Pero tampoco esto sería admisible. Las leyes normales
det pensamiento sólo aspiran a indicar -se dice- cómo se ha de proceder,
supuesto que se quiera pensar rectamente. «Pensamos justamente, en sentido
material, cuando pensamos las cosas corno son. Pero que las cosas sean de
este o aquel modo, segura e indubitablemente, signihca en nuestra boca que
no podemos pensarlas de un modo distinto, como consecuencia de la natu-
raleza de nuestro espíritu. No es necesario repetir, en efecto, lo que se ha
dicho con harta frecuencia: que no hay ninguna cosa que nosotros podamos
pensar, o que pueda ser objeto de nuestro conocimiento, tal como ella es.
prescindiendo de la forma en que hemos de pen5arla; que, por ende, quien
compara sus pensamientos sobre las cosas con las cosas mismas, sólo consi-
gue de hecho medir su pensamiento contingente, influido por el híbito, la
tradición, las inclinaciones y las aversiones, con aquel pensamiento que.
libre de tales influencias, no obedece a otra voz que la de sus propias leyes.
aPero entonces las reglas conforme a las cuales debemos proceder para
pensar justamente no son otra cosa que las reglas conforme a las cuales
debemos proceder para pensar como piden la naturaleza propia del pensa-
miento y sus leyes especiales; o dicho mis brevemente, estas reglas son
idénticas a las leyes naturales del pensamiento mismo. La lógica es una física
del pensamiento, o no es absolutamente nada» .
Acaso diga a esto el lado antipsicologista Sin duda, los distintos gé-
neros de representaciones, juicios, raciocinios, etc., en cuanto fenómenos
y disposiciones psíquicas, entran también en la psicología; pero ésta tiene
con respecto a ellos un problema distinto que la lógica. Ambas ciencias
investigan las leyes de estas operaciones; pero «ley» significa para ambas
algo totalmente distinto. El problema de la psicología es investigar las
leyes de la conexión real de los procesos de conciencia entre sí, como
también con las disposiciones psíquicas respectivas y con los correspondien-
tes procesos del organismo corporal. La ley significa aquí una fórmula sin-
tética del enlace necesario y sin excepción en la coexistencia y en la suce-
sión. La conexión es causal. Pero la misión de la lógica es de índole total-
mente distinta. La lógica no pregunta por los orígenes y consecuencias cau-
sales de las operaciones intelectuales, sino por la verdad de su contenido;
pregunta qué cualidades deben tener y cómo deben transcurrir estas opera-
ciones, para que los juicios resultantes sean verdaderos. Los juicios justos
y los falsos, los intelectivos y los ciegos, van y vienen según las !eyes natu-
rales, tienen sus antecedentes y sus consecuencias causales, como todos los
fenómenos psíquicos. Pero estas conexiones naturales no interesan al lógico;
éste busca las conexiones ideales, que no encuentra realizadas siempre, sino
sólo excepcionalmente, en el curso efectivo del pensamiento. Su objetivo
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lnvestigacwnes lógicas 71
no es una física, sino una ética dei pensamiento. Con razón subraya, por
tanto, Sigwart que en la consideración psicológica dei pensamiento no desem-
peña «la antítesis de lo verdadero y Io falso ningtn papel..., como tampoco
es psicológica la antítesis de k bueno y Io malo en las acciones humanas»
Con semejantes medias tintas -responderán los psicologistas- no po-
demos darnos por contentos. Cierto es que la lógica tiene un problema to-
talmente distinto del problema de la psicología. ¿Quién lo negará? La
]ógica es una tecnología del conocimiento. Pero ¿cómo podría prescindir de
la cuestión dc las conexiones Causales? ¿Cómo podría buscar las conexiones
ideales sin estudiar las naturales? «Como si rodo saber no necesitase fun-
darse en un ser y toda ética no fuese a la vez una física «La cuestión
de lo que se debe hacer es reductible siempre a la cuestión de lo que hay
que hacer para alcanzar un objetivo determinado; y esta cuestión es sinó-
nima a su vez de la cuestión de cómo se alcanza efectivamente el objetivo.» °
El hecho de que la antítesis de lo verdadero y lo falso no entre en cuenta
para la psicología, a diferencia de la lógica, «no puede significar que la
psicología considere iguales estos factores psíquicos, distintos el uno dcl
otro, sino tan sólo que explica ambos dei mismo modo» Desde ei punto
13,
Logik, I, p. ift Sin duda, el sentido en que el propio Sigwart trata la lógica
se mueve (como veremos en el capItulo 7) en dirección totalmente psicologlsrica.
Lippa, Die Au/gabe der Erkeentnistheoree. 1. c., p. 529.
Lipps, Grundzüge dei' Logik, 1.
Lipps, op. ciL, § 3, p- 2.
1
Este punto de vista resalta con creciente claridad eri las obra', de Mili, Sigwarr,
Wundi, Höfler-Meinong. Cf. sobre él las citas y las criticas del cap. 8, § 49 y s.
V. Lotze, Logik, 332, pp. 43-44. atorp, Über objektive end stabjeklivs
Begründung der Erkeintnis. PbrIo. Monatshefte, XXIII, p. 264. También la Lógica
de B. Erdmann, I, p- 18. Frente a estos véase Stumpf, Psychologie und Erkennttjis-
theorie (Abhendluegen der K. bayer Akad. d Wits., I, Kl. XIX Bd., Il Abt., p- 4691
Aunque Stumpf hab!a de teoría del conocimiento y no de lógica, esto no hace dife-
rencia esencial.
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72 Edmund Flusserl
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Investigaciones lógicas 73
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CAPITULO 4
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76 Edmand Husserl
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Investigaciones lógicas 77
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78 Edmund Husserl
22. Las leyes del pensamiento como supuestas leyes naturales que cau-
sanel pensamiento racional, en actuación aislada
Expondremos una sola entre las graves consecuencias de esta teoría. Las
leyes del pensamiento, consideradas como leyes causales del proceso del co-
nocimiento, en Ia vida psíquica, sólo podrían darse en Ia forma de la pro-
babilidad. Pero según esto no podría juagarse con certeza sobre Ia rectitud
de ninguna afirmación; pues si las normas de toda rectitud son meramente
probables, imprimirán necesariamente a todo conocimiento el sello de ta
mesa probabilidad. Estaríamos, pues, ante el probabilismo más extremo. La
misma afirmación de que rodo saber es meramente probable sería sólo pro-
bablemente válida; y lo mismo esta nueva afirmación, y así in infinitum.
Como cada nuevo paso rebaja en algo el grado de probabilidad del anterior,
deberíamos inquietarnos seriamente por el valor de todo el conocimiento.
Por dicha podemos esperar que el grado de probabilidad de estas series
infinitas tenga en todo momento e! carácter de Tas «series fundamentales» de
Cantor, de tal suette que el valor límite definitivo de la probabilidad de!
conocimiento en cada caso sea un número real > O. Naturalmente, se escapa
a estos peligros escépticos, admitiendo que las leyes del pensamiento son
conocidas con intelección apodíctica. Pero ¿cómo podríamos entonces tener
intelección de leyes causales?
Y aun supuesto que no existiese esta dificultad, podríamos preguntar:
¿cuándo, dónde, cómo se ha hecho la prueba de que 'os actos justos de
pensamiento broten de la actuación pura de estas leyes (ni de ningunas
otras)? ¿Dónde están los análisis descriptivos y genéticos que nos autoricen
a explicat los fenómenos dei pensamiento por dos cIases de leyes naturales,
unas que determinen exclusivamente el curso de aquello5 procesos causales
que hacen surgir el pensamiento lógico, y otras que determinen el pensa-
miento alógico? Cuando aplicamos a un pensamiento la medida de las leyes
lógicas, ¿quiere esto Ser acaso la demostración de que tal pensamiento tiene
su origen causal en esas mismas leyes como leyes naturales?
Cf., por ejemplo, las frases del articulo de [Appt sobre el problema de la
teoría del conocimiento, citadas antes en la p. 70.
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Inves/igaciones ¡óicas 79
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8() Edmund Husserl
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1nvestigacones lógicas 81
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82 Edmund Husserl
tradicional las establece para que sirvan de normas a los actos d juzgar.
Pero ¿es afirmada implícitamente en ellas la existencia de un sdo acto de
juzgar, o de cualquier otro fenómeno psíquico? Si alguien es de esta opinión,
Je pedimos la prueba. Lo que estí afirmado implícitamente en una propo-
sidón debe poder deducirse de ella mediante un silogismo válido. Pero
¿dónde están las formas del silogismo que permitan deducir de una ley
pura un hecho?
No se objete que en ninguna parre del mundo se hubiese podido llegar a
hablar de las leyes lógicas, si nunca hubiésemos tenido representaciones y
juicios en vivencias actuales, ni hubiésemos abstraído de ellos los respectivos
conceptos lógicos fundamentales. No se diga que en todo acto de compren-
Sión y de afirmación de la lev ests implicita la existencia de representaciones
y de juicios que, por ende, podría inferirse de ella. Pues apenas es necesario
decir que esta consecuencia no esté sacada de la ley, sino del acto de com-
prensión y de afirmación de la ley; que la misma consecuencia podría sacarse
de cualquier afirmación; y que los supuestos o los ingredientes psicológicos
de la firmczón de una ley no deben confundirse con los elementos 16-
gicos de su contenido.
Las «ieyes empíricas» tienen co ipso un contenido de hechos. Como
leyes impropiamente tales, sólo afirman, dicho grosso modo, que Con arre-
glo a la experiencia suelen darse ciertas coexistencias o sucesiones en ciertas
circunstancias, o que, segón éstas, son de esperar con mayor o menor pro-
babilidad. Esto implica la existencia efectiva de raies circunstancias, de tales
coexistencias y sucesiones. Pero tampoco las leyes exactas de las ciencias
empíricas dejan de tener un contenido de hechos. No son meramente leyes
sobre hechos, sino que implican también la existencia de hechos.
Mas en este punto es menester una mayor exactitud. Las leyes exactas
en su formulación normal tienen, sin duda, el carácter de leyes puras y no
encierran ningón contenido existencial. Pero si pensamos en ras fuiidamen-
taciones de donde obtienen su justificación científica, está claro que esta
justificación no pueden obtenerla como leyes puras de la formulación nor-
mal. La verdaderamente fundamentada no es la ley de la gravitación, tal
corno la astronomia la formula, sino sólo una proposición de esta forma:
en la medida de nuestros conocimientos actuales, es una probabilidad teo-
réticamente fundada y de la mayor dignidad, que para la esfera de la ex-
periencia asequible con los instrumentos presentes es válida la ley de
Newton o una de las infinitas leyes matemáticas concebibles, que sólo
difieren de la ley de Newton dentro de r05 límites rie los inevitables errores
de observación. Esta verdad está cargada con un rico contenido de hechos;
no es, pues, una ley en el auténtico sentido de la palabra. Encierra tam-
bién, como es patente, varios conceptos de contornos vagos.
Y así, todas las leyes de las ciencias exactas sobre hechos son sin duda
auténticas leyes; pero, consideradas desde el punto de vista epistemológico,
sólo son ficciones idealizadoras, aunque ficciones rum /undamento in re
Estas ficciones cumplen la misión de hacer posibles las ciencias teoréticas.
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Investigaciones lógicas 83
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84 Edmund Husserl
§ 24. Conlinuación
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Investigcwne lógicas 85
sentes a nuestros ojos y sobre la «base» de los cuales tiene lugar el cono-
cimiento intelectivo de la ley, tengan hi función de fundamentos lógicos, de
premisas, como si de in existencia de lo particular se infiriese la icy generai.
La aprehensión intuitiva de la ley puede exigir psicológicamente dos pasos:
la mirìda a las particularidades de la intuición y la intelección de la ley
referente a ellas. Pero lógicamente sólo hay una cosa. El contenido de la
intelección no es una consecuencia de la individualidad.
Todo conocimiento «empieza con la experiencia», pero no por esto
«surge» de la experiencia. Lo que nosotros afirmamos es que toda ley para
hechos surge de la experiencia, y esto implica el que sólo pueda fundarse
en la inducción, partiendo de experiencias particulares. Si hay leyes conoci-
das con intelección, no pueden ser (inmediatamente) leyes para hechos.
Hasta ei presente, siempre que se ha admitido la intelección inmediata de
leyes de hechos, ha resultado que o se han mezclado verdaderas leyes de
hechos -esto es, leyes de la coexistencia y de la sucesión- con leyes idea-
les, a las que en sí es extraña la referencia a lo temporal, o que se ha
confundido ei vivo impulso de convicción, que traen consigo las leyes em-
píricas muy familiares, con la intelección que sólo vivimos en la esfera de Io
puramente conceptual.
Si un argumento de esta naturaleza no puede obrar inaujos decisivos,
siempre puede robustecer la fuerza de o Eros argumentos. Añadamos uno más.
Difícilmente negará nadie que todas las leyes lógicas puras son de un
mismo carácter; luego si logramos demostrar de algunas que es imposible
considerarlas como leyes de hechos, esto mismo será necesariamente válido
para todas. Pues bien, entre dichas leyes se encuentran algunas que se refie-
ren a verdades en general, esto es, en las cuales los «objetos» regulados son
verdades. Por ejemplo, es válido para toda verdad, A, que la proposición
contradictoria no es una verdad; es válido para todo par de verdades, A, B,
que también las proposiciones conyuntivas y disyuntivas formadas con ellas
son verdades; si tres verdades, A, B, C, están en tal relación que A es el
fundamento de B y B el de C, A es tambiért el fundamento de C, etc. Ahora
bien, es absurdo considerar como leyes para hechos leyes que son válidas
para las verdades como talcs. Una verdad no es nunca un hecho, esto es,
algo temporal. Una verdad puede tener la significación de que una cosa
es, o un estado existe, o un cambio tiene lugar, etc. Pero la verdad misma se
halla por encima de toda temporalidad, es decir, que no tiene sentido atri-
buirle un ser temporal, un nacer o un perecer. Donde el absurdo resalta
con mayor claridad es en las leyes mismas de las verdades. Como leyes rea-
les, serían reglas de la coexistencia y la sucesión de ciertos hechos, más
especialmente de las verdades; y entre estos hechos, que ellas regularían,
figurarían por necesidad ellas mismas, en cuanto verdades. Entonces una
Entiendo por éstas el sentido de las proposiciones oA y B», esto es, ambas
son validas, y «A o B», esto es, una de las dos es válida, Io que no implica que sólo
una Io sca.
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86 Ed,iund Husserl
Cf. las consideraciones sistemticas dei cap. 7 dc esta obra sobre el contra-
sentido escéptico relativista de toda concepcidn, que haga las leyes l6gicas dependientes
de hechos.
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CAPITULO
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88 Edifiund Husserl
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Investigaciones lógicas 89
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90 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 91.
lando las actividades dei juicio, para reconocer que su sentido es muy dis-
tinto. En su formulación normativa dice evidentemente esto y nada ms
que esto: cualquiera que sea el par de actos de fe opuestos que se escojan
-lo mismo si pertenecen aI mismo individuo que si están repartidos entre
distintos; lo mismo si coexisten en el mismo espacio de tiempo que si están
separados por algún intervalo- es cierto con absoluto rigor y sin excep-
ción, que los dos miembros del par en cuestión no son ambos justos, esto
es, conformes a la verdad. Creo yo que no se podrá dudar de la validez de
esta norma, ni siquiera por el lado empirista. En todo caso la lógica, cuando
habla de las leyes del pensamiento, sólo trata de esta segunda ley, de la
ley lógica, y no de aquella vaga <ley» de la psicología, totalmente distinta
por su contenido y ni siquiera formulada hasta el presente.
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92 Edmund Husserl
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investigaciones lógicas 93
Es fácil ver que objeciones como las que hemos formulado en los últi-
mos parágrafos alcanzan necesariamente toda falsa interpretación psicológica
de las llamadas leyes del pensamiento y leyes dependientes de éstas. No
serviría de nada apelar a la «confianza de la razón en sí misma», o a la evi-
dencia que acompaña a dichas leyes en el pensamiento lógico, para escapar
a nuestra requisitoria, que pide la definición y la fundamentación de las
interpretaciones psicologistas. La inteligibilidad de las leyes lógicas se man-
tiene firme. Pero si se entiende su contenido ideal como psicológico, se
altera totalmente su sentido originario, al cual está vinculada la inteligibi-
lidad. Unas leyes exactas se han convertido, como vimos, en vagas univer-
salidades empíricas, que pueden tener cierta validez, respetando debida-
mente su esfera de indeterminación, pero que están muy lejos de toda evi-
dencia. Siguiendo el impulso natural de su pensamiento, pero sin tener
clara conciencia de él, los psicologistas empiezan por entender todas estas
leyes en el sentido objetivo, antes de iniciar su arte de interpretación filosó-
fica. Pero luego incurren en el error de extender la evidencia -que se
refería exclusivamente al sentido propio de las leyes, garantizándales la
validez absoluta de las mismas- a las interpretaciones esencialmente dis-
tintas que creen deber dar a las fórmulas de dichas leyes, a1 reflexionar pos-
teriormente sobre ellas. Si hay caso en que esté justificado hablar de Ia
intelección con que nos apoderarnos de la verdad misma, es ciertamente
al formular el principio que dice que dos proposiciones contradictorias no
son ambas verdaderas; y viceversa: si hay algún punto en que debamos
negar que dicha intelección esté justificada, es sin duda en la interpretación
psicologista del mismo principio (o de sus equivalentes), por ejemplo, que
«la afirmación y la negación se excluyen en el pensamiento», que «en una
conciencia no pueden existir simultáneamente juicios reconocidos como
contradictorios» 6, que es para nosotros imposible creer en una contradicción
que nadie puede admitir que algo sea y no sea a la vez; y
explícita7,
otras semejantes.
Fórmulas de Heymans (Die Gesetze r#sd E'emente des wissenschaftlicheu Den-
kens, 1, § 19 y s). Análoga a ta segunda es la de Sigwart, Logik, 1, p 419: «es impo-
sible afirmar y negar conscientemente a la vez la misma proposición»
Cf. ei final de la cira de la obra de Mill contra Hamilton, supra, pp. SS y s.
(texto). Igualmente se lee op. cit., p. 484, infra: two arsertions, one of winch denìe
what the other affirms, cannot be thought together, co que ei thought es interpretado
inmediatamente como believed.
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94 Edmwd Husserl
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Inrestigac'rnes Iózcai 9
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96 Edmund Huser1
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Investigaciones lógicas 97
Sabido es que Ia teoría dei conocimiento de Kant tiene partes que tienden a
superar y superan de hecho este psicologismo de las facultades del alma, como fuen-
tes del conocimiento. Pars nosotros es bastante que tenga otras partes muy relevantes
que llegan al psicologismo lo que no excluye naturalmente una viva polémica contra
otras formas de fundamentación psicologista del conocimiento. Por lo demis, no
solo Lange pertenece a la esfera de la teoría del conocimiento psicologista, sino tam-
bién una buena parte de los filósofos neokantianos, aunque ellos no quieran. La psi-
cología trascendental es también psicología.
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98 Ednurnd Husserl
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Investigaciones lógicas 99
sistematico que desarrolla la teoría del conocimiento sobre una hase psico-
lógica con la mayor consecuencia posible. Como experimento mental aproxi-
madamenre puro, sea bien venido este ensayo; pronto encontraremos oca-
Sión de tomarlo en cuenta. Ideas semejantes encontramos expuestas por
Liebmann; y para sorpresa nuestra, en medio de consideraciones que atri-
buyen a la necesidad lógica, con completa exactitud, una validez absoluta
para todo ser pensante y racional, lo mismo si «el resto de su constitución
concuerda con la nuestra que si no concuerda» '.
Lo que hemos de objetar a estas teorías es claro, después de lo dicho
anteriormente, No negamos los hechos psicológicos tan vivamente expues-
tos en la obra de Lange; pero echamos de menos todo cuanto podría jus-
tificar ei hablar aquí de una lev nataral Si se comparan con los hechus la
distintas fórmulas incidentales de la supuesta ley, resultan éstas una ex-
presión muy imperfecta de aquéllos. Si Lange hubiese hecho el ensayo de
describir y definir con exactitud nuestras experiencias familiares, hubiese
visto que no pueden considerarse en modo alguno como casos particulares
de una ley, en ei sentido exacto de que se trata cuando se habla de prin-
cipios lógicos. Lo que se nos ofrece como «lev natural de la contradicción»
se reduce de hecho a una grosera universalidad empírica, sometida como
tal a una esfera de imprecisión que no puede fijarse de modo exacto. Ade-
más, sólo se refiere a los individuos psíquicos normales, pues la experiencia
cotidiana del individuo normal, que es la que viene a cuento, no puede
decir nada sobre la conducta de los individuos psíquicamente anormales.
En suma, echamos de menos la rigurosa actitud científica, que es absoluta-
mente debida siempre que se utilizan con fines científicos juicios de la ex-
periencia precienrífica. Rechazamos del modo mós resuelto la confusión de
esa vaga universalidad empírica con la ley absolutamente exacta y pura-
mente conceptual, que tiene su tínicu puesto en la lógica; consideramos
como un contrasentido el identificar la una con la otra, o derivar la una de
la otra, o amalgamar ambas en la supuesta doble ley de la contradicción.
Unicamente por no atender al sentido escueto de la lev lógica ha podido
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100 Edmund Husserl
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Inves4gaaones 1óicas 101
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102 Edmund Husserl
descrita por Sigwirr °. En una conciencia semejante estarían usados iodo
kis conceptos (Con mís exactitud, todas las expresiones) con una significa-
ción absolutamente i&ntica; no habría significaciones fluctuantes, equívocos
ni quaterniones. Pero las leyes lógicas no tienen en sí ninguna relación
esencial con este ideal, que nos formamos más bien inspirándonos en ellas.
EI continuo recurrir a la conciencia ideal suscita el desagradable sentimiento
de que las leyes lógicas sólo son en rigor validas para casos ideales ficticios
y no para los casos empíricos reales. Hemos dilucidado hace un momento
en qu sentido las proposiciones lógicas puras «suponen» conceptos idén-
tiens. Cuando fluctuan las representaciones conceptuales, esto es, cuando
cambia el contenido conceptual de la representación, al repetirse la misma
expresión, ya no tenemos en sentido lógico el mismo concepto, sino un
segundo concepto; y del mismo modo tenemos un concepto nuevo a cada
nuevo cambio, Pero cada uno de ellos por sí es una unidad supraempírica
y cae bajo las verdades lógicas, relativas a su forma peculiar. Así como
el flujo de los colores empíricos y la imperfección de la identificación cua-
litativa no afecta a las diferencias de los colores, como especies cualitativas;
así como la especie una es un objeto ideal idéntico frente a la multitud
de los posibles casos individuales (que no son colores, sino casos de un
color); así sucede también con las significaciones idénticas o los conceptos
idénticos, en relación con las representaciones conceptuales, cuyos «conte-
nidos» son. La facultad de aprehender ideativamente lo general en lo indi.
vidual, de aprehender intuitivamente el concepto en la representación em-
pírica y de asegurarnos de la identidad de la intención conceptual en las
repetidas representaciones, es el supuesto de la posibilidad del conocimiento.
Y así como aprehendemos intuitivamente una unidad conceptual en ei acto
de la ideación -como la especie una, cuya unidad frente a la multitud
de los casos individuales reales, o representados como reales, podemos de-
fender con intelección-, dei mismo modo podemos obtener la evidencia
de las leves lógicas que se refieren a las distintas formas de estos conceptos.
Lo «conceptos», en este sentido de unidades ideales, abrazan también las
proposiciones de que habla el principium cotradictionis, y en general las
significaciones de los símbolos que se utilizan en las fórmulas que expresan
los principios lógicos. Dondequiera que realizamos actos de representación
conceptual tenemos también conceptos; las representaciones tienen sus «con-
tenidos», sus significaciones ideales, de que podemos apoderarnos abstrac-
tivamente, en la abstracción ideatoria; y con esto se nos da también la
posibilidad general de la aplicación de las leyes lógicas. Pero la validez de
estas leves es absolutamente limitada; no depende de que nosotros ni otros
podamos realizar, efectivamente, representaciones conceptuales y sostener-
las o repetirlas con 1a conciencia dc una intención idéntica.
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CAPITULO
psicologista
En las consideraciones der último capítulo hemos tomado por base con
preferencia el principio de contradicción; porque ta tendencia a la inlerpre-
tación psicologista es justamcnte muy grande tratándose de este principio,
como de todos los principios en general. Las razones que impulsan a esta
interpretación tienen, en efecto, una gran apariencia de patentes y convin-
centes. Por otra parte, raramente se llega a aplicar en especial la doctrina
empirisra a las leyes silogísticas; porque son reductibles u tos principios, se
cree innecesario todo nuevo esfuerzo referente a ellas. Puesto quc los axio-
mas son leyes psicológicas y puesto que las leyes silogísticas son puras con-
secuencias deductivas de los axiomas, también las leyes silogísticas serán
-se dice- necesariamente psicológicas. Debiera caerse en la cuenta de que
toda paralogismo suministra necesariamente una instancia decisiva contra
esta creencia, y que por ende más bien cabría sacar de esta deducción un
argumento contra la posibilidad de toda interpretación psicológica de los
axiomas. Debiera pensarse, además, que el cuidado necesario para fijar con-
ceptual y verbalmente ei supuesto contenido psicológico de los axiomas,
convencería necesariamente a los empiristas de que con su inierpretacidn
no logran aportar nada a la demostración de las fórmulas silogísticas, y de
que dondequiera tiene lugar esta demostración los puntos de partida, como
los puntos de llegada, tienen siempre el carácter de leyes, tote rocio distintas
de las que se llaman leyes en psicología. Peio hasta las más claras objecio-
nes fracasan contra la convicción de la teoría psicologista. G. Heymans, que
ha desarrollado por extenso recientemente esta teoría, no ve la menor difi-
cultad en la existencia de los paralogismos, hasta el punto de que llega a
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104 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 105
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106 Edmund Hg4sserl
será menester decir que en general dos juicios de las formas XeM y MeY
dan per resultado en la conciencia un nuevo juicio, «en apropiadas circuns-
tandas». La analogía con las fórmulas químicas es exactamente tan justa o
tan errónea en este caso como en los demás. Naturalmente, no es admisible
la réplica de que las «circunstancias» no son iguales en uno y otro caso.
Psicológicamente son rodas del mismo interés y las leves empíricas corres-
pondientes tienen el mismo valor, ¿Por qué hacemos, pues, esta (undamental
distinciór entre las dos clases de fórrnuIas Si se nos hiciese a nosotros
esta pregunta, responderíamos naturalmente: porque hemos llegado a la
intelección de que lo que expresan las unas son verdades y lo que expresan
las otras falsedades. Pero ei empirisra no puede dar esta respuesta. En el
supuesto de las interpretaciones admitidas pur él, las leyes empíricas corres-
pondientes a los paralogismos son tan válidas como las correspondientes a
los demás raciocinios.
El empirista 'apela a la «inconmovible necesidad» que «dadas las pre-
misas, nos /uerza a tener por verdadera la conclusión, Pero todos los ra-
ciocinios, tanto los que están justificados lógicamente como los que no lo
están, se desarrollan con necesidad psicológica, y también la violencia sen-
tida (en rigor sólo en ciertas circunstancias) es siempre Ta misma. Quien se
alcira al paralogismo cometido, a pesar de todas las objeciones críticas.
siente la «inconmovible necesidad», la fuerza del no poder Ser de otra
manera; y la siente exactamente como aquel que raciocina rectamente y es
fiel al raciocinio, cuya rectitud conoce. Como no lo es el juzgar, tampoco es
el raciocinar cosa deI libre arbitrio. La inconmovilidad sentida es tan mez-
quino testimonio de una inconrnovilidad real, que puede ceder ante nuevos
motivos, e incluso en el caso de los raciocinios justos y conocidos cornu
justos. No es lícito confundirla, por tanto, con la auténtica necesidad ló-
gica, que es peculiar a todo raciocinio justo, y que no significa ni puede
significar nada más que la validez dei raciocinio con arreglo a una icy ideal,
validez que puede ser conocida con intelección, aunque no 10 sea realmente
L. e.. p. 57.
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Investigacwrns Jónicas 107
por todo el que juzga. Que la validez es conforme a una lev, sólo resalta
cuando se descubre intelectivamente la ley del raciocinio. Cuando esto su-
cede, ei carácter intelectivo del raciocinio realizado hic et mmc aparece
como Sa intelección de la validez necesaria dei caso particular, esto es, de la
validez del mismo como fundada en la ley.
El empirista cree que «ignoramos por completo a la sazón» por qu
las combinaciones de premisas rechazadas en la lógica «no dan ningún re-
sultado». ¿Espera, pues, mejores enseñanzas de un futuro progreso dei co-
nocirniento? Debiera pensar que en csto sabemos todo cuanto se puede saber.
puesto que tenemos la thtetccciót de que cualquicr forma de conclusiones
posibles (esto es, comprendidas en el marco de las combinaciones siloís-
ricas) unida a las combinaciones de premisas en cuestión daría una fa!sa ley
silogística. Debiera pensar que en estos casos es absolutamente imposible
un aumento de saber, incluso para un intelecto infinitamente perfecto.
A estas objeciones y otras análogas podría afladirse una más, de distinta
índole, la cual, aunque no parece menos fuerte, sí empero parece menos
importante para nuestros fines. Es indudable que la analogía con las fórmu-
las químicas no llega muy lejos; quiero decir no tan lejos que encontremos
motivo para colocar patéticamente junto -a las leyes lógicas las leyes psico-
lógicas confundidas con ellas. En ei caso de la química conocemos las
«circunstancias» en las cuales se producen las síntesis expresadas por tas
fórmulas; estas circunstancias pueden determinarse exactamente en medida
considerable, y por eso contamos las fórmulas químicas entre las induc-
ciones más valiosas de la ciencia natural. En ei caso de la psicología, pur el
contrario, cl conocimiento de las circunstancias, asequible para nosotros,
significa tan poco, que lo más que podemos llegar a decir es que los hombres
raciocinan frecuentemente conforme a las leves lógicas, siendo ciertas cir-
cunstancias no determinables exactamente -como cierta «concentración dc
la atención», cierta «frescura intelectual», cierta «preparación», etc.-,
condiciones favorables para que se produzca un acto de raciocinio lógico.
Las circunstancias o las condiciones en sentido estricto, en que surge con
necesidad causal el acto de juicio concluyente, nos son totalmente descono-
cidas. Dada esta situación, es bien comprensible por qué no se le ha ocurrido
hasta ahora a ningún psicólogo exponer detalladamente en la psicología,
y honrar con el título de «leyes del pensamiento», las leyes empíricas que
corresponden a las múltiples fórmulas silogísticas y están caracteriaadas por
esas vagas circunstancias.
Después de todo Io dicho, bien podemos contar entre los ensayos descs-
peradcs, en el sentido kantiano, este ensayo hecho por Heymans «de una
teoría del conocimiento que podría Il-aniarse también química de los jui-
cios» y que «no es más que una psicología dcl pensamiento» . ensayo por
lo demás interesante y atractivo en muchos detalles no referidos aquí. En
Heymans, I. c, p. 10.
L. e., p- 30.
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108 Edmund Husserl
todo caso no podemos vacilar cuando se trate de rechazar las interpreta
dones psicologistas. Las fórmulas silogísticas no tienen el contenido em-
pírico que se les supone; su verdadera significación resalta con la mayor
claridad si las expresamos en forma de incompatibilidades ideales equiva-
lentes. Por ejemplo, es absolutamente cierto que dos proposiciones de la
forma todos los M son X» y cningún P es M» no son verdaderas, sin que
sea verdczdera también una proposición de la forma «algunos X no son P».
Y así en todos Jas casos. En ninguno se habla para nada de una conciencia,
ni de los actos de juicio, ni de las circunstancias dd juzgar. etc. Si se tiene
presente el verdadero contenido de las leyes silogísticas, desaparece Is erró-
nea ilusión según Ia cual la producción experimental dei juicio intelectivo
en que reconocemos la Icy silogística pudiera significar o aportar una de-
mostración experimental de Ia ley misma.
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CAPITULO
La objeción más grave que se puede hacer a una teoría, y sobre todo a
una teoría de la l6gica, consiste en decirle que choca contra las condiciones
evidentes de la posibilidczd de una teoría en general. Sentar una teoría y
conculcar en su contenido, sea expresa o implícitamente, los principios en
que se fundan el sentido y la pretensión de legitimidad de toda teoría, no
es meramente falso, sino absurdo radicalmente.
En un doble sentido puede habla rse de las «condiciones evidentes de la
posibilidad» de toda teoría. Primero, en sentido subjetivo. Se trata entonces
de las condiciones a priori, de las cuales depende Ia posibilidad dei cono-
cimiento inmediato y mediato', y por ende la posibilidad de la /ustificación
racional de toda teoría. La teoría, como fundamentación del conocimiento,
es ella misma un conocimiento, cuya posibilidad depende de ciertas condi-
ciones, que radican en el concepto puro de conocimiento y la relación de
éste con el sujeto cognoscente. Por ejemplo, el concepto de conocimiento,
en sentido estricto, implica ser el conocimiento un juicio que no sólò tiene
Is pretensión de alcanzar la verdad, sino que está cierto de lo justificado de
esta pretensión y posee realmente esta justificación. Pero si ei que juzga
no estuviese nunca en situación de vivir en su interior el carácter distintivo
que constituye la justificación del juicio, y aprehender este carácter como tal;
si le faltase en todos sus juicios la evidencia, que los distingue de los pre.
juicios ciegos y que le da la luminosa certeza, no sólo de tener algo por
verdadero, sino de poseer ta verdad misma, no se podría hablar en él de
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110 Edmund Husserl
un establecimiento ni de una fundamentación racionales dei conocimiento,
no se podría hablar de teorfa alguna ni de ciencia, Una teoría choci, pues,
centra las condiciones subjctivas de su posibilidad como teoría, cuando,
conforme a este ejemplo, niega toda preeminencia dei juicio evidente sobre
el juicio ciego, pues anula can ello Io que la distinguiría a ella rni5ma de una
aíirmaci6n arbitraria e injustificada.
Así, pues, por condiciones subjetivas de la posibilidad no entendemos
las condiciones reales que radican en el sujeto individual del juicio o en la
variable especie de lus seres capaces de juzgar (por ejemplo. en la especie
humana), sino las condiciones ideales que radican en la forma de la subie-
zividad en general y en la relación de ésta con el conocimiento. Para distin-
guir unas de otras, llamaremos a estas tltimas las condiciones noéicas.
En sentido objetivo cuando hablamos de las condiciones de la posibi-
lidad de toda teoría, no nos referimos a la teoría cama unidad subjetiva de
conocimientos, sino a la teoría como unidad objetiva de verdades o de pro-
posiciones enlazadas por relaciones de fundamento a consecuencia. Las con-
diciones son en este caso todas las leyes que radican puramente en
concepto de teoria; o dicho de un modo ms especial, las leyes que radican
puramente en el concepto de verdad, de proposición, de objeto, de cualidad,
de relación y otros semejantes; en suma, en los conceptos que constituyen
esencialmente el concepto de unidad teorética. La negación dc estas leyes
es equivalente a Ia afirmación de que todos esos términos -teoría, verdad,
objeto, cualidad, etc,- carecen de un sentido consistente. Una teoría se
anula a sí misma, en este sentido lógico-objetivo, cuando choca en su con-
tenido contra las leves sin las cuaIe ninguna teoría tendría un sentido
«racional» (consistente).
Los yerras lógicos de una teoria pueden residir en sus supuestos, en las
f armas de ilación teorética, y finalmente en la misma tesis sentada. La in-
fracción ms parente de las condiciones lógicas tiene lugar evidentemente
cuando el sentido de la tesis teorética implica la negación de esas leyes,
de las cuales depende la posibilidad racional de toda tesis y de toda fun-
damentación dc una tesis. Y lo mismo es válido de las condiciones noéticas
y de las teorías que chocan contra ellas, Distinguimos, pues (naturalmente
no con el designio de hacer una clasificación), teorías falsas, absurdas, lógica
y noéticamente absurdas, y finalmente teorías escépticas; y comprendemos
bajo este último título todas las tcorías cuyas tesis afirman expresamente,
o implican analíticamente, que las condiciones lógicas o noéticas de la posi-
bilidad de una teoría, en general, son falsas.
Esto nos proporciona un concepto riguroso del término escepticismo
y a la vez una clara división de éste en escepticismo lógico y noético. Res-
ponden a este concepto, por ejemplo, las formas antiguas del escepticismo,
que sostienen tesis como las de que no hay ninguna verdad, ningún conoci-
miento, ninguna fundamentación deI conocimiento, y otras semejantes.
También ei empirismo, el moderada no menos que et extremo, es según
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Investigaciones lógicas 111
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112 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 113
En esto tendrían que darle la razón los que creen deber distinguir entre ver-
dades objetivas y verdades meramente subjetivas, negando el catheter de la objeti-
viciad a los juicios de percepción sobre las vivencias de la propia conciencia; como ci
el ser-para-mf dei contenido de conciencia no fuese a la vez como tl un ser-en-sí, o
como si la subjetividad eri sentido psicológico pugnase con la objetividad en sentido
lógico.
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114 Edmund Husserl
homo y f1so para un sujeto de otra especie distinta. Pero un mismo con-
tenido de juicio no puede ser ambas cosas, verdadero y falso. Esro se funda
en el simple sentido de las palabras verdadero y falso. Si el relativista
emplea estas palabras con et sentido, que les es propio, su tesis dice lu
contrario de su propio sentido.
Podría decirse que el tenor literai dei aducido principio de contradicción,
con que hemos formulado el sentido de las palabras verdadero y falso, es
incompleto y que en él se alude a o humanamente verdadero y a lo huma-
namente falso. Pero esta salida es evidentemente nula. El subjetivismo vu1-
gar podría decir, de un modo anlogo, que los términos de verdadero y de
falso son inexactos, que lo significado es «lo verdadero o lo falso para el
sujeto individuali>, Y naturamenre le responderíamos; Una Icy evidente-
mente válida no puede mentar lo que es un patente contrasentido; y un
contrasentido es, en efecto, hablar de una verdad para éste o aquél. Contra-
sentido es la posibilidad que queda abierta de que el mismo contenido de
juicio (o como decimos con equívoco peligroso; ei mismo juicio) sea ambas
cosas, verdadero y falso, según quien juzga. IDe un modo análogo dirá, pues,
nuestra respuesta al relativismo específico; una «verdad para esta o aquella
especie», por ejemplo, para Ia humana, es, dada la forma en que se entrende
esta expresión, un contrasentido. Ciertamente, cabe usarla también en un
buen sentido; pero entonces se refiere a algo totalmente distinto; al círculo
de verdades que son asequibles o cognoscibles para el hombre en cuanto tal.
Lo que es verdadero es absolutamente verdadero, es verdadero «en sí». La
verdad es una e idéntica, sean hombres u otros seres no humanos, ángeles
o dioses, los que la aprehendan por el juicio. Esta verdad, la verdad en el
sentido de una unidad ideal frente a la multitud real de las razas, los indi-
viduos y las vivencias, es la verdad de que hablan las leye5 lógicas y de que
hablamos todos nosotros, cuando no hemos sido extraviados por ei rela-
tivisrno.
2. Esta objeción podría formularse también de otro modo, teniendo
en cuenta la mencionada circunstancia de que lo afirmado por los principios
de contradicción y del tercero excluso está implícito en el mero sentido de
las palabras verdadero y falso. Cuando el relativista dice que podría haber
seres que no estuviesen sometidos a estos principios (afirmación equivalente
a la tesis relativista, antes formulada, como se ve con facilidad quiere
f,
decir; o que podrían figurar en los juicios de estos seres proposiciones y
verdades que no fuesen conformes a aquellos principios, o que el proceso
del juicio no está regulado psicoógkamente en ellos por estos principios.
Por lo que afecta a esto último, no vemos en ello absolutamente nada que
nos extrañe, pues nosotros mismos somos estos seres (recuérdense nuestras
objeciones contra las interpretaciones psicologistas de las leyes lógicas).
Mas por Io que afecta a lo primero, replicaríamos sencillamente: O bien
entienden esos seres las palabras verdadero y falso en nuestro sentido, y
entonces no cabe hablar racionalmente de que los principios no son válidos,
pues están implícitos en el simple sentido de dichas palabras, tal como
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lnvcsiacwner lógicas ti
nosotros las entendemos, de suerte que eri parte Iguna llamaríamos verdt-
dero o falso a nada que pugnase contra ellos: o bien emplean dichas pala-
bras en otro sentido, y entonces a discusión toda es una discusión de pa-
labras. Si llaman, por ejemplo, rhoIes a la que nosotros llamamos propo-
siciones, no son v1idos naturalmente los enunciados en que aprehendemos
los principios; pero pierden también el sentido en que !os afirmábamos. El
rehnivismo se reduce, por ende, a alterar totalmente ei sentido de Ia pa-
sabra verdad, pretendiendo empero hablar de la verdad, en el sentido en que
la definen los principios I6gicos y en que todos nosotros la entendemos
cuando hablamos de ella. En un solo sentido sólo hay una verdad; en un
sentido èquívoco hay naturalmente tantas «verdades» como equívocos se
quiera producir.
3. La constitución de una especie es un hecho. Y de hechos sólo pueden
sacarse hechos. Fundar la verdad en la constitución de una especie, aI modo
relativista, signilica darle, pues, el carácter dc un hecho. Peto esto es uii
contrasentido. Todo hecho es individual, o sea, determinado en el tiempo.
Pero hablar de una verdad temporal sólo tiene sentido reliriéndose a un
hecho afirmado por ella (caso de que sea una verdad de hecho), mas no refi-
riéndose a ella misma. Concebir las verdades corno causas o efectos, es
absurdo. Ya hemos hablado de esto. Si se pretendiera argumentar diciendo
que también el juicio verdadero brota, como todo juicio, de la constitución
de] ser que juzga, con arreglo a las leyes naturales respectivas, replicaría-
rnos que no se debe confundir el juicio, en cuanto contenido del juicio, esto
es, en cuanto unidad ideal, con el acto de juzgar concreto y real. Aquel
contenido es el que mentamos cuando hablamos del juicio: «2 x 2'=4»; el
cual es el mismo, sea quien quiera el que lo pronuncie. No debe conf und irse
tampoco el juicio verdadero, en el sentido del acto de juzgar rectamente
o conforme a la verdad, con la verdad de tal juicio o con el contenido ver-
dadero del mismo. El acto en que juzgo que 2 2 4 está sin duda deter-
minado causalmente; pero nola verdad: «2 x 2'=4».
4. Si toda verdad tuviese su origen exclusivo en la constitución de la
especie humana, como sostiene el antropologismo, resultaría que, si no exis-
tiese semejante constitución, tampoco existiría ninguna verdad. La tesis de
esta afirmación hipotética es un contrasentido; pues h proposición «no exis-
ae ninguna verdad» equivale por su sentido a la proposición, «existe la
verdad de que no existe ninguna verdad». El contrasentido de la tesis exige
el contrasentido de la hipótesis. Pero ésta puede ser falsa, en cuanto ne-
gación de una proposición válida con un contenido de hecho; mas no puede
set nunca un contrasentido. De hecho no se le ha ocurrido todavía a nadie
rechazar por ahsurdúj- las conocidas teorías físicas y geológicas, que seflalan
aI género humano un principio y un fin en el tiempo. La objeción del con-
trasentido afecta, por Consiguiente, a la afirmación hipotética en su con-
junto, porque enlaza una consecuencia contra sentido («lógicamente impo.
sible»j a una hipótesis, que en su sentido es congruente (lógicamente posi-
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I 16 Edmund Husserl
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Investigacione.c lógicas 117
Las dos formas del relativismo son casos especiales del relativismo, to-
mado en un sentido más amplio de la palabra, en e1 cual significa toda teoría
que deriva los principios lógicos de hechos. Los hechos soi «contingences»;
podían muy bien no ser; podían ser de otro modo. Por lo tanto, a otros
hechos, otras leyes lógicas, las cuales a su vez serían contingentes, serían
re.ZtiVS a los hechos que les sirviesen de base. En contra de esto no me
referiré meramente a la evidencia apodíctica de las leyes lógicas y a los
demás argumentos que hemos aducido en los capítulos anteriores, sino a
otro punto, aquí más importante Como se desprende de Io dicho hasta
ahora, entiendo por leyes lógicas puras todas las leyes ideales que se fundan
puramente en el sentido (en la «esencia», en el «contenido») de los con-
ceptos de verdad, proposición, objeto, cualidad, relación, síntesis, ley, hecho,
etcétera. Dicho más generalmente, estas leyes se fundan puramente en el
sentido de aquellos conceptos que pertenecen al patrimonio de toda ciencia,
porque representan las categorías de los sitiares con que está edificada la
ciencia como tal, con arreglo a su concepto. Ninguna afirmación teorética,
ninguna fundamentación ni teoría puede menoscabar leyes de esta especie;
no sdio porque sería falsa -que esto lo fuera también por pugnar con una
verdad cualquiera-, sino porque sería en sí misma un contrasentido. Así,
por ejemplo, una afirmación cuyo contenido choque contra los principios
que se fundan en el sentido de la verdad como tal «se anula a sí misma».
Pues afirmar es enunciar que este o aquel contenido existe en verdad. Una
fundamentación que choque por su contenido contra los principios que se
fundan en el sentido de la relación de fundamento a consecuencia, se des-
truye a sí misma. Pues fundamentar equivale a enunciar que existe esta o
aquella rciación del fundamento a consecuencia, etc. Decir que una
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118 Edmund Husserl
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investigaciones lógicas 119
Sigwar, Logik, I, p. 22
' L.c.,4,p.16.
L, c., p 21.
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120 Edmund Husserl
cipios y teoremas lógicos puros (en k medida en que caen dentro del círculo
visual, tanto de la lógica tradicional como de la lógica de Sigwart). Estos
principios y teorías tienen, pues, para Sigwart un efectivo fundamento psi-
cológico.
El detalle de la exposición concuerda con esto. Los principios y las
teorías lógicas puras, así como los elementos objetivos que los constituyen,
no se separan jamas del curso de la investigación psicológica y práctica del
conocimiento. Una y otra vez se habla de nuestro pensamiento y de sus
funciones, justamente cuando se trata de caracterizat la necesidad lógica y
sus ieyes ideales, en oposición a las contingencias psicológicas. Principios
puros, como el de contradicción, o el de razón, son designados repetidamente
como leyes funcionales o formas fundamentales dei movimiento de nuestro
pensar , etc. que la negación radica
Así leemos, por ejemplo: «Si es cierto
en un movimiento del pensar, que se remonta sobre lo que es y coteja lo
incompatible, no lo es menos que Aristóteles só.o puede referirse, en su
principio, a la natural'za de nuestro pensar» «La validez absoluta dei
.
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Investigaciones lógicas 121
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122 Edmund Husserl
dea1es, pensadas en los disüntos actos. Y se trata de una identidad en el
auéntico y mth riguroso sentido: es la misma especie, o son especies del
mismo género, etc.
Pues bien, también verdad es una idea.
Ist La vivimos, como todas his
derruís ideas, en un acto de ideación fundada en la ¡ntuición tste es natural.
mente el acto de la intelección); y de su unidad idéntica frente a una multi-
md dispersa de casos individuales concretos (o sea. aquí de actos de juicio
evidentes) adquirimos la evidencia mediante la comparación. Y así como eI
ser o la validez de los objetos o de las generalidades posee también en otros
casos el valor de posthilidades ideales -con respecto al ser posible de las
individualidades empíricas que caen bajo aquellas genera]idades-, así tam-
bién vemos aquí que los enunciados: «la verdad es válida» y «son posibles
seres pensantes, que tengan intelección de los juicios dei correspondiente
contenido significativo», son del mismo valor. Si no hay seres inteligentes,
si el orden de la naturaleza los excluye de antemano, esto es, si son impo-
sibles realmente, o si no hay seres capaces de llegar a conocer ciertas clases
de verdades, entonces estas posibilidades ideales quedan sin realidad que
las cumpla; ra aprehensión, ei conocimiento o la conciencia de la verdad )o
de ciertas clases de verdades) no se realiza nunca n en ninguna parte. Peru
roda verdad en sí sigue siendo lo que es, conserva su ser ideal, No existe
«en un punto dei vacío», sino que es una unidad de validez en el reino
intemporal de las ideas. Pertenece a la esfera de lo que vale de un modo
absoluto, en la cual incluimos en primer término, todo aquello de cuya
validez tenemos intelección, o al menos presunción fundada, y en segundo
lugar, el círculo -para nuestra representación vago- de aquello cuya va-
lidez presumimos de un modo indirecto e indeterminado, o sea, de aquello
que es v]ido, mientras que nosotros no hemos llegado todavía, ni quizí
lleguemos nunca, a conocerlo.
Sigwart no llega, a mi parecer, a una posición clara en estas relaciones.
Quiere salvar la objetividad de la verdad y no dejarla hundirse en el feno-
nienalisnio subjetivista. Pero si preguntamos cuál es el camino por el que
la teoría psicologista del conocimiento, profesada por Sigwart, cree poder
llegar a la objetividad de la verdad, tropezamos con declaraciones como la
siguiente: «La certeza de que se mantendrá el juicio, de que la síntesis
es irrevocable, de que diré siempre lo mismo esta certeza sólo puede
13
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lnves/iaczones lógicas 123
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124 Edmund Husserl
actos subjetivos de este o aquel contenido psìcol6gico. Pero el qué» de
estas representaciones, el concepto no puede considerarse en ningún sentido
como un fragmento real dei contenido psico1ógico como algo aquí y ahora,
algo que aparece y desaparece con e] acto. Puede ser mentado en e pensa-
miento pero no puede ser producido en ei pensamiento.
La misma relativización que en el concepto de la verdad lleva a cabo
Sigwart consecuentemente en los conceptos de fundamento y de necesidad,
tan próximamente relacionados con ei de verdad. «Un fundamento lógico,
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Investiacìones lógicas 125
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126 Ed,rn.nd Husserl
psicoIogismo e revela, sobre todo, n his ideas que expone sobre ta run-
damental división leibniziana de Jas verdades en tiéritês de raison et vérités
de fait. La nece5idad» de ambas especies es, opina Sigwart, «en último
término una necesidad hipotética», pues <de que Io contrario de una verdad
de hecho no sea imposible a priori, no se sigue que no sea necesario para
nosotros afirmar el hecho, después de haber sucedido ni que la afirmación
opuesta sea posible para el que conoce el hecho» '. «Por el otro lado, la
posesión de los conceptos generales en que descansan las proposiciones
idénticas es, en última término, asimismo un hecho, que ha de existir antes
de que pueda aplicrsele el principio de identidad, para producir un juicio
necesario.» Y así cree Sigwart poder concluir que la distinción leibniziana
«se esf urna por lo que toca al carkter de la necesidad» .
Lo que se empieza aduciendo es justo sin duda. Es necesario para
nosotros afirmar todo juicio, mientras lo pronunciamos; negar su contrario,
estando ciertos de ¿1, nos es imposible. Pero ¿es esta necesidad psicológica
la que tiene presente Leibniz cuando niega a las verdades de hecho la nece-
sidad, la racionalidad? Es cierto que no cabe conocer ninguna icy sin po.
seer los conceptos generales con que estg edificada. Y esta posesión es
ciertamente un hecho, como todo conocimiento de la ley. Pero Io que
Leibniz ha llamado necesario, ¿es e1 conocimiento de la ley? ¿No es mís
bien la verdad conocida de la ley? ¿No se compadece muy bien la necesidad
de las vérités de raison con la contingencia del acto de juicio en que tene-
mos eventualmente conocimiento intelectual de aquéllas? Unicamente la
confusión de ambos conceptos de necesidad, el subjetivo del psicologismo
y el objetivo de] idealismo leibniziano, conceptos esencialmente distintos,
explica que la argumentación de Sigwart llegue a la conclusión de que la
distinción de Leibniz «se esfuma por lo que toda a] carícrer de la necesi-
dad». A la fundamental distinción ideal objetiva entre la ley y el hecho,
responde fielmente una diferencia subjetiva en el modo de vivir una y otro.
Si nunca hubiésemos vivido 1a conciencia de la racionalidad, de lo apodícti-
co, en su característica diversidad respecto de la conciencia de la efectividad,
no poseeríamos en absoluto e1 concepto de Jey; seríamos incapaces de dis-
tinguir la ley del hecho; la generalidad ideal, legal y la generalidad real,
contingente; la consecuencia necesaria (también general e idea!) de la conse-
cuencia efectiva (universal y accidental); todo esto, por cuanto es verdad
que lus conceptos, que no nos sean dados como complejos de conceptos
conocidos (y además como complejos de forma conocida) tienen su único
origen posible para nosotros en la intuición de los casos individuales. Las
vérités de raison lcibnizianas no son otra cosa que las leyes, en e! sentido
riguroso y puro de verdades ideales «fundadas puramente en los conceptos»,
que nos son dados y conocidos en proposiciones lógicas puras, apodktica-
mente evidentes. Las vérités de fait leibnizianas son las verdades indivi-
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Investigaciones lógicas 127
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128 Edi,und Husserl
No podemos inferir que A se siga de B porque B se siga de A. Lo que se
ha querido decir es evidentemente que la imposibilidad de negar los prin-
cipios lógicos encuentra su explicación en la circunstancia de que estos
principios «reflejan la esencia de nuestra representación y de nuestro pen-
samiente». A su vez, lo que se ha querido decir con esto último es que los
principios Son leyes que definen lo que es inherente a la representación y al
pensamiento humanos en general, «que los principias indican las condicio-
nes a las cuales estamos sujetos en todas nuestras representaciones y pen-
samientos». Y porque los principios hacen eso, los juicios que los con tradi-
cen son impracticables, como admite Erdmann.
Por mi parte no puedo asentir, ni a este razonamiento, ni a las afirma-
ciones de que se compone. A m me parece muy posible que justamente
por virtud de las leyes a que está sometido todo el pensamiento de un ser
(por ejemplo, de un ser humano), aparezcan in individuo juicios que nie-
guen la validez de esas leyes. La negación de estas leyes contradice su afir-
mación; pero la negación, como acto real, puede muy bien ser compatible
con la validez objetiva de las leyes, o con la actuación real de las condi-
ciones, acerca de las cuales la icy hace un enunciado general. Si en la con-
tradicción se trata de una relación ideal entre los contenidos de los juicios,
aquí, en cambio, se trata de una relación real entre el acto de! juicio y las
condiciones que le prescriben sus leyes. Admitiendo que las leyes de la
asociación de las ideas fuesen leyes fundamentales de la representación y
juicio humanos, como Is psicología asociacionista enseñaba en efecto, ¿sería
una imposibilidad merecedora de ser rechazada como absurda, que un
juicio que negase estas leyes debiese su existencia justamente a la influencia
de las mismas? (Cf. supra, pp. 68 y s.).
Pero aun cuando el razonamiento fuese justo, erraría necesariamente su
fin. Pues el absolutista lógico (sit venia verbo) objetará con razón: o las
leyes del pensamiento, de que habla Erdmann, no son las leyes de que
hablo yo y habla todo el mundo, y entonces Erdmann deja intacta mi tesis;
o les atribuye un carácter que pugna en absoluto con su claro sentido.
Y objetará una vez más: o la imposibilidad de pensar las negaciones de
dichas leyes -imposibilidad que es consecuencia de ellas- es la misma
que entiendo yo y entiende todo el mundo por esas palabras, y entonces
habla en favor de mi concepción; o es otra, y entonces no alcanza tampoco
a mi tesis.
Por lo que concierne a lo primero, los principios lógicos no expresan
más que ciertas verdades, las cuales se fundan en el mero sentido (conte-
nido) de ciertos conceptos, como los de verdad, falsedad, juicio (proposición)
y otros semejantes. Pero según Erdmann, son «leyes del pensamiento»,
leyes que expresan la esencia de nuestro pensamiento humano; indican las
condiciones a las cuales está sujeto todo humano pensamiento y represen-
tación; cambiarían, si cambiase la naturaleza humana, como enseña Erd-
mann expressis verbis inmediatamente después. Por consiguiente, segtin
Erdmann, tendrhn un contenido real. Pero esto contradice su carácter de
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Investigaciones lógicas 129
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130 Edmund Husserl
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Investigaciones 1óicas 131
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132 Edmund Hus.er1
por tanto, de conformidad can nuestros anulisis. como Ia suma de las kyes
ideales que definen la congruencia formal del pensamiento pretenderíamos
naturalmente haber demostrado con rodo rigor Io que Erdmann considera
indemostrable: que ta esencia del pensamiento es inmutable e incluso la
mnica posible etc. Pero es claro que a] negar esto, no tiene pre-
Erdmann1
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Investigaciones lógicas 133
no tienen ningún sentido practicable para nosotros. Puede ser que no po-
d2mos hacernos ninguna «justa representación» de tales formas de pensar;
puede que sean impracticables para nosotros en sentido absoluto; pero
esta impracticabilidad no es en ningimn caso imposibilidad, en e! sentido
dei absurdo, del contrasentido.
Acaso la siguiente comparación no sea inútit para aclarar lo dicho. Los
teoremas de la teoría de las trascendentes de Abel no tienen ningún «sen-
tido practicab1e para un niño pequeño, ni lo tienen para el profano (el
niño matematico, como los matemáticos suelen decir humorísticamente).
Ello depende de las condiciones individuales de su representacitSn y de su
pensamiento. Pues bien, exactamente en la misma relación en que nosotros,
los adultos, nos encontramos con respecto al niño, o el matemático con
respecto al profano, podría encontrarse en general una especie más alta
de seres pensantes, digamos los ángeles, con respecto a nosotros, los hom-
bres. Sus palabras y conceptos no tendrían para nosotros ningún sentido
practicable; ciertas propiedades específicas de nuestra constitución psíquica
no permitirían que lo tuviesen. El hombre normal necesita, para entender
la teoría de las funciones de Abel, y aun simplemente para entender sus
conceptos, algún tiempo, pongamos cinco años. Pues bien; pudiera ser que
para entender la teoría de ciertas funciones angélicas necesitase, dada su
constitución, un milenio, siendo así que apenas alcanza a vivir un siglo, en
el caso más favorable. Pero esta impracticabilidad absoluta, condicionada
por los límites naturales de la constitución de la especie, no sería, natu-
ralmente, la imposibilidad que nos imponen los absurdos, las proposiciones
contra sentido. En un caso se trata de proposiciones que no podemos en-
tender pura y simplemente; pero que consideradas en sí mismas son con-
gruentes e incluso válidas. En el otro caso, por el contrario, entendemos
las proposiciones muy bien, pero son contrasentidos y por eso «no podemos
creer en ellas»; esto es, entendemos que son inadmisibles, como contra-
sentidos.
Consideremos ahora las consecuencias extremas que Erdmann saca de
sus premisas. Apoyándonos en e] «postulado vacío de un pensamiento
intuitivo», debemos, según él, «conceder la posibilidad de que haya un
pensamiento que sea esencialmente distinto de! nuestro», de donde saca la
conclusión de que los principios lógicos sólo son válidos para la esfera
de nuestro pensamiento, sin que tengamos ninguna garantía de que este
pensamiento no pueda cambiar de constitución. Pues sigue siendo posible,
según esto, un cambio semejante, ya alcance a todos estos principios, ya
sólo a algunos, puesto que no todos pueden derivarse de uno analíticamente.
Es indiferente que esta posibilidad no encuentre, en los enunciados de la
conciencia sobre nuestro pensamiento, ningún apoyo que permita prever
su realización. Existe a pesar de todo. Pues nosotros sólo podemos tomar
nuestro pensamiento como es. No tenemos poder para encadenar su cons-
titución futura a la presente. En particular somos impotentes para inter-
pretar la esencia de nuestros procesos espirituales, en suma, de nuestra
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134 Edmund Husserl
alma, de tal suerte que pxlamos deducir de elIa la inmutabilidad dei pen-
Cf. I. c, núm. 369, sub e, pp. 377-378. Uns vez familiarizados con la posibili
dad de un cambio del pensamiento lógico, era inminente la idea de una r-volurió, del
mismo. Según G. Ferrera (Les ¿ois psvchotogiqoes du symbolisme, París, 1895) «debc
la lógica -así leo en una reseña de A. Lasson en la Zeiischrifi für Philosophic, tamo
113, p. 85- hacerse positiva y exponer las leyes del raciocinio según la antigüedad
y hasta el grado de evolución de la cultura; pues también la lógica cambia con la
evolución del cerebro.. - La antigua preferencia por la lógica pura y el método deduc-
tivo ha sido siempre percas mental; y la metafísica es el colosal monumento de esta
pereza, conservado hasta el dia de hoy, aunque felizmente solo sigue influyendo en
algunos retrasados».
' CI. 1. e., núm. 370, p. 378.
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In'estzgaciones lógicas i 3)
¿Cómo podrían tener de hecho una apariencia tan favorable, que ciega in-
clusû a significados pensadores?
Hablar de la posibilidad de «leyes del pensamiento» variab'es, enten-
didas como leyes psico1ógicss de la representación y del jukio -las cuales
diferirían mucho segin las distintas especies de seres psíquicos y cambia-
rían incluso en una misma de tiempo en tiempo- tiene seiitido. Pues por
«leves» psico'ógicas solemos entender leyes empíricas», generalidades apro-
xmadas de coexistencia y sucesión, referentes a hechos que pueden ser de
un modo en un caso y de otro modo en otro caso. Tambi&i concedemos
gustosus [a posibilidad de leyes variables del pensamiento, entendidas como
leyes normativas de la representación y del juicio. Las leyes normativas
pueden, ciertamente, estar adaptadas a la constitución específica de los
seres que juzgan, siendo por tanto variables con éstos. Esto afecta mani-
fiestamente a las reglas de la lógica práctica, considerada como metodo-
logía; y afecta también a los preceptos metódicos de las ciencias particu-
lares. Los ángeles matemáticos pueden tener otros métodos de calcular que
nosotros. Pero ¿tendrán también otros axiomas y teoremas? Esta pregunta
nos lleva más allá; Hablar de leyes variables del pensamiento sólo resulta
un contrasentido cuando entendemos por ellas las leyes lógicas puras (a las
cuales podemos incorporar las leyes puras de la teoría de los números car-
dinales, de la teoría de los números ordinales, de la teoría pura de con-
juntos. etc.). La vaga expresión de <deyes normativas del pensamiento», con
que también se las designa, induce en general a confundirlas con aquellas
otras leyes del pensamiento, fundadas en la psicología. Pero son verdades
teoréticas puras, de naturaleza ideal, que radican puramente en su conte-
nido significativo y no lo rebasan jamás. Por eso no pueden ser afectadas
por ningún cambio real o ficticio, en el mundo de la matter o/fact.
En el fondo tendríamos que considerar propiamente una triple antítesis:
no solamente la antítesis entre la regla práctica y la ley teórica, o la antí-
tesis entre la ley ideal y la ley real, sino también la antítesi5 entre la ley exac-
ta y la «ley empírica» (esto es, la ley como término medio del cual se dice
que «no hay reg]a sin excepción»). Si tuviésemos intelección de las leyes
exactas de los procesos psíquicos, también éstas serían eternas e inmutables.
como las leyes fundamentales de las ciencias teoréticas de Ia naturaleza; ''
serían válidas, por tanto, aun cuando no hubiese ningún proceso psíquico.
Si fuesen aniquiladas todas las masas gravitatorias, no quedaría anulada
por ello la ley de la gravitación; quedaría simplemente sin posible aplicación
electiva. Esta ley no dice, en efecto, nada sobre la existencia de masas gravi-
tatorias, sino sólo sobre lo que es inherente a las masas gravitatorias como
tajes, (Hemos reconocido en un pasaje anterior «, que el establecimiento
dc las leyes exactas de la naturaleza tiene por base una ficción idealizadora;
pero prescindimos de ella en este momento, ateniéndonos a la mera inten-
ción de estas leyes.) Tan pronto como se concede, pues, que las leyes lógicas
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136 Edmund Husserl
son exactas y que tenemos intelección de su exactitud, queda excluida la po-
sibitidad de su cambio, porque cambie la estructura dei ser efectivo y, a
consecuencia de este cambio, se transformen las especies naturales y espiri-
tuales; o sear IUd g.ranLizada su «eterna» validez.
Desde el lado psicologista podrfa replicar a'guien que toda verdad, y,
por tanto, también la de las leyes lógicas, reside en el conocimiento, y
que éste, como vivencia psíquica, ests sometido por definición a leyes psi-
cológicas. Pero sin discutir exhaustivamente la cuestión del sentido en que
la verdad reside en ei conocimiento, digo que no hay cambio de los hechos
psíquicos que pueda convertir el conocimiento en error y el error en cono-
cimiento. La aparición y desaparición de los conocimientos, como fenóme-
ios, depende naturatmente de condiciones psicológicas; lo mismo que la
aparición y desaparición de otros fenómenos psíquicos; por ejemplo, de los
sensibles. Pero así como ningin proceso psíquico puede hacer que ei rojo,
que estoy intuyendo, sea un sonido, en lugar de un calor, o que el más
bajo de los sonidos sea el más alto, o, dicho de un modo más general: así
como todo lo que está implícito y fundado en lo universal de la vivencia,
dada en cada caso, se halla por encima de todo cambio posible, porque todo
cambio afecta a lo individual, pero carece de sentido con respecto a Io
conceptual; esto mismo es aplicable a los «contenidos» de los actos de
conocimiento. Es inherente al concepto del conocimiento que su contenido
tenga el carácter de la verdad. Este carácter no conviene a] fenómeno pasa-
jero del conocimiento, sino al contenido idéntico dei mismo, a lo ideal
o universal, que todos tenemos a la vista, cuando decimos: conozco que
a-4- b = b a y otros muchísimos conocen Io ifitifflo. Es posible, naturalmen-
te, que de conocimientos salgan errores, por ejemplo, en un sofisma. Mas
no por esco se convierte eI conocimiento mismo en un error; lo que ha
sucedido es que lo uno ha seguido causalmente a lo otro. Es posible tam-
bién que en una especie de seres, capaces de juzgar, no se desarrollen co-
nocimientos; que todo cuanto consideren como verdadero sea falso y todo
cuanto consideren falso sea verdadero. Pero en sí, la verdad y la falsedad
permanecen intactas; ambas son, por esencia, cualidades de los correspon-
dientes contenidos de los actos de juicio, no de estos actos; ambas son pro-
pias de aquéllos, aunque no sean reconocidas por nadie; enteramente lo
mismo que los colores, tos sonidos, tos triángulos, etc., tienen en todo
tiempo las cualidades esenciales que les son propias como colores, sonidos,
triángulos, etc., haya o no haya en el mundo quien pueda conocerlas.
No podemos conceder, pues, la posibilidad que Erdmann trata de fun-
damentar, esto es, la posibilidad de que otros seres tengan principios to-
talmente distintos. Una posibilidad, que implica un contrasentido, es jus-
tamente una imposibilidad. Probemos a sacar una vez más las consecuencias
implícitas en la teoría de Erdmann. Según ella, podría haber seres de una
naturaleza peculiar, por decirlo así, superhombres lógicos para tos cua'es no
serían v6.'idtìs nuestros principios, sino otros principios muy distintos: de
tal suerte que toda verdad para nosotros resultase una falsedad para ellos.
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Investigaciones lógicas 137
Para ellos sería posible no vivir los fenómenos psiquicos que estuviesen
viviendo. Nuestra existencia y la de ellos, aunque fuese para nosotros ver-
dadera, sería para ellos falsa, etc. Pero nosotros, lógicos vulgares, juzgarf-
mos que esos seres están locos, que hablan de la verdad y destruyen sus
leyes, que afirman tener sus propias leyes de pensamiento y niegan aquellas
de las que depende la posibilidad de toda ley; afirman algo y admiten a la
vez la negación de lo afirmado; el sí y cl no, la verdad y el error, la exis-
tenda y la inexistencia, pierden en su pensamiento todo signo mutuamente
distintivo. S610 que ellos no notan sus concrasentidos, mientras que nosotros
los notamos, los conocemos como tales con la ns
luminosa intelección,
Quien conceda semejantes posibilidades sólo está separado dei más extremo
escepticismo por matices; refiere la subjetividad de la verdad a la especie,
en lugar de referirla a la persona. Es un relativista específico, en el sentido
definido por nosotros anteriormente, y sucumbe a las objeciones expuestas,
que ahora no repetimos. Por lo dens no entiendo por qué hemos de dete-
nernos en tos límites de unas fingidas diferencias de raza. ¿Por qué no
reconocer como igualmente justificadas tas diferencias de razas reales, las
diferencias entre la razón y la locura y, por iíltimo, Jas diferencias indivi-
duales?
Acaso el relativista oponga a nuestra apelación a la evidencia (o al evi-
dente contrasentido de la posibilidad que se pretende hacernos reconocer)
Ita frase antes citada: que es «indiferente que esta posibiidad no encuentre
apoyo en el testimonio de la conciencia de nosotros mismos», que es com-
prensible de suyo que no podemos pensar contrariamente a nuestras fermas
de pensar. Peto prescindiendo de esta interpretación psicologista de las
formas del pensamiento que ya hemos refutado, decimos que esta salida
significa el escepticismo absoluto. Si no pudiésemos confiar en la evidencia,
¿cómo podríamos hacer afirmaciones ni defenderlas racionalmente? ¿Consi-
derando acaso que los demás hombres están constituidos lo mismo que
nosotros, o sea, que se inclinarán a juzgar de un modo análogo, en virtud
de las mismas leyes del pensamiento? Pero ¿cómo podremos saber esto,
si no podemos saber absolutamente nada? Sin intelección no hay saber.
Es harto singular que se otorgue confianza a afirmaciones tan dudosas,
como son las referentes a lo humano en general, y en cambio no a esas
trivialidades puras, cuyo contenido doctrinal es sin duda muy escaso, pero
que nos proporcionan la más clara intelección de lo poco que afirman. En
ellas no se puede encontrar nunca nada absolutamente, que sea relativo a
seres pensantes ni a sus peculiaridades especfficas.
El relativista no debe tener esperanza de alcanzar una posición mejor
(aunque sólo sea provisionalmente) diciendo: tú me tratas como un relati-
vista extremo, pero lo soy inicamente respecto de los principios lógicos;
todas las demás verdades quedan intactas. En ningún caso escapará a las
objeciones generales contra el relativismo específico. Quien relativiza las
verdades lógicas fundamentales, relativiza también todas las demás verda-
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138 Edmund Husserl
des. Basta considerar el contenido dei principio de contradicción y sacar las
consecuencias fáciles de sacar.
Erdmann mismo está muy lejos de estas medias tin las. Ha tomado de
hecho por base de su lógica el concepto relativista de la verdad, que exige
su teoría. La definición dice: «La verdad de un juicio consiste en que Ia
inmanencia lógica de su objeto sea subjetivamente cierta y en especial obje-
tivamente cierta y que Ia expresión predicativa de esta inmanencia sea lógi-
camente necesaria» °. Permanecemos, pues, sin duda, en la esfera psicológi-
ca. Pues ei objeto es para Erdmann el representado; y éste es a su vez
identificado expresamente con la representación. Asimismo la «certeza obje-
tiva o universal» es sólo aparentemente algo objetivo, pues se funda en la
universal concordancia de los que juzgan» No falta ciertamente en Erd-
mann la expresión de «verdad objetiva»; pero identificada con «validez
universa]», esto es, validez para todos. Pero ésta se divide según él en
certeza para todos y, si no entiendo ma], necesidad lógica para todos. La
definición anterior quiere decir eso precisamente, Pero cabría dudar de que
lleguemos en un solo caso a afirmar justificadamente la verdad objetiva en
este sentido, y de que escapemos al regreso hasta eI infinito que implica
la definición y ha sido advertido por ei eminente investigador. Por des-
gracia, la salida que encuentra no es suficiente. Ciertos son -dice--- los
juicios en los cuales afirmamos en congruencia con los demás, pero ne esta
congruencia misma. Pero ¿de qué puede servirnos esto y la certeza subjetiva
que tengamos de ello? Nuestra afirmación sólo sería justificada, cuando
supiésemos de esta congruencia; y esto significa, cuando conociésemos su
verdad. También cabría preguntar cómo llegaríamos simplemente a tener
Ia certeza subjetiva de Ia congruencia de todos; y por último, para prescin-
dir de esa dificultad, si es posible justificar la exigencia de la certeza uni-
versal, como si la verdad fuese patrimonio de todos y no más bien de
algunos escogidos.
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CAPITULO
Hasta ahora hemos combatido at psicologismo, sobre todo por sus con-
secuencias. Ahora vamos contra sus mismos argumentos, tratando de de-
mostrar que las supuestas razones comprensibles de suyo, en que se apoya,
son prejuicios ilusorios.
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140 Edmund Husserl
(a+h) (a.__b)=aa__ba
afirma, por ejemplo, que el producto de la suma y la diferencia de dos
números cualesquiera es igual a la diferencia de sus cuadrados. Este teorema
no habla para nada de nuestros juicios, ni de la forma en que deben tener
lugar. Tenemos ante nosotros una ley teorética y no una regla prktica. Si
consideramos, en cambio, esta proposición paralela: «para encontrar el pro-
ducto de la suma y la diferencia de das números, basta obtener la dife-
rencia de sus cuadrados», hemos expresado una regla práctica y no una ley
teorética. También en este caso la introducción del pensamiento normativo
es lo único que transforma la ley en regla, la cual es la consecuencia apo-
díctica y por sí misma comprensible de la ley, pero se distingue de ésta
por los pensamientos que implica.
2
En esta convicción de que el pensamiento normativo, el deber ser, no es inhe-
rente aI contenido de los principios lógicos, coincido para satisfacción mía con Natorp,
que la ha expresado breve y claramente hace poco en su Sozialpädagog:k (Stuttgart,
1899, § 4) [Pedagogía social, Madrid, La Lectura]. «Las leyes lógicas no dicen, soste-
nemos, ni cómo se piensa de hecho en estas o las otras circunstancias, ni cómo se
debe pensar.» Relriéndose a! ejemplo del silogismo de igualdad: «si A y B C,
A = C», dice: «Esco es evidente, sin tener a la vista nada ms que los términos
de la comparación y las relaciones entre los mismos dadas simultáneamente, y sin
necesidad de pensar en el curso o en el funcionamiento deI pensamiento correspon-
diente, ni cómo es de hecho, ni como debe ser» (I. e., pp. 20 y 21, respectivamente).
Mis Prolegómenos se rozan también en algunos otros puntos, no menos esenciales
con esta obra del sagaz investigador, la cual no ha podido servirme de mis, por cies-
gracia, en la gestación y la exposición de mis ideas. En cambio me han proporcionado
algunas sugestiones dos trabajos ms antiguos de Natoep, el artículo de los Phil.
Monaish, XIII, y la Einleitung in die Psychologie, aunque en otros puntos me han
incitado vivamente a la contradicción.
L «macemtica formal» o «pura», en el sentido de que yo uso esce término,
comprende íntegras Ia aritmética y la teoria de la muiriplicidad puras; pero no Is
geometría. En la matemítica pura corresponde a ésta la teorf a de la multiplicidad
euclidiana de tres dimensiones; esta multiplicidad es la idea genérica del espacio, pero
no éste mismo.
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Investigaciones lógicas 141
Podemos avanzar más aín. Es claro que toda verdad general, cualquiera
que sea la esfera teorética a que pertenezca, puede
servir en igual modo
una norma general para juzgar correctamente. Las leyes
de fundamento a
en respecto. Por su propia
l6gicas no se distinguen de ningún modo este
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142 Edmund Hg.sser1
Toda proposición teorética puede adoptar, come hemos visto, una for-
ma normativa. Pero las reglas para juzgar justamente, que surgen así, no
son en general las que necesita un arte lógico; sólo algunas de ellas están
predestinadas, por decirlo así, a la normación lógica. Puesto que este arte
pretende prestar enérgica ayuda a nuestras aspiraciones científicas, no puede
lener por base esa plenitud dei conocimiento, que sería propia de las cien-
cias acabadas y que nosotros esperamos alcanzar mediante dicha ayuda. La
traducción sin fin de todos los conocimientos científicos dados en normas, no
puede aprovecharnos de nada; o que necesitamos son normas generales y
que en su generalìdad se levanten por encima de todas Jas ciencias determi-
nadas, para la crítica valorativa de los conocimientos teoréticos y de sus
métodos; y análogamente regIas prácticas para el fomento de los mismos.
Esto precisamente es Io que pretende realizar el arte lógico; y puesto
que pretende realizarlo como disciplina científica, necesita tener por base
ciertos conocimientos teoréticos. Ahora bien, es claro desde luego que
han
de ser para él de un valor excepcional todos los conocimientos que se
funden puramente en los conceptos de verdad, proposición. sujeto, predi-
cado, objeto, cualidad, fundamento y consecuencia, punto de referencia y
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143
Investzgaciones lógwas
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144 Edmund Husserl
Canzar, delimitar y exponer siscemticamente Jos
conocimientos de esta o
aquella esfera de la verdad. Estos dispositivos son los que
llamathos mé-
todos, por ejemplo, el cáLculo con bacos y columnas, con signos
gráficos
sobre superficies planas, con esta o aquella máquina de calcular, con
loga-
ritmos, tablas de seros o de tangentes etc. ; o también, los métodos
astronó-
micos que utilizan el retículo y el teIescopio los métodos fisiológicos
de Ia
técnica microscópica! como los métodos de coloración, etc. Todos
estos
métodos, io mismo que las formas de exposición, estén adaptados a la cons-
titución humana en su estado normal actual; y aun son en parte
modalidades
accidentales de índole incluso nacional. Todos ellos serían, como es notorio,
totalmente inútiles para seres constituidos de otra manera. La misma orga-
nización fisiológica representa aquí un papel no inesencial. ¿De qué servi-
rían, por ejemplo, nuestros más hermosos instrumentos ópticos a un
ser
cuyo sentido visual estuviese ligado a un órgano terminal considerablemente
distinto del nuestro? Y así en general.
Pero toda ciencia puede considerarse desde otro punto de vista: desde
el punto de vista de lo que enseña, de su contenido teorético. Lo
que cada
proposición enuncia es -ene! caso idea!- una verdad. Pero ninguna
verdad está aislada en la ciencia; toda verdad entra coi-i otras verdades
en asociaciones teoréticas, unidas por relaciones de fundamento a
consecuen-
cia. Este contenido objetivo de la ciencia es -en
la medida en que la
ciencia realiza su intención- independiente por completo de la subjetividad
del investigador y en general de las peculiaridades de la naturaleza humana;
esestrictamente una verdad objetiva.
Pues bien, la lógica pura se refiere a este lado ideal, o más concreta-
mente, a su forma; es decir, no se refiere a io que entra en la materia
especial de las ciencias particulares, a lo peculiar de sus verdades y de sus
formas de conexión, sino que se refiere a las verdades y a las asociaciones
teoréticas de verdades en general. Por eso a sus leyes, que son de un ca-
rácter puramente ideal, debe ajustarse toda ciencia en su aspecto teorético
objetivo.
Pero con esto adquieren igualmente estas leyes ideales una significación
metodologica; Ia cual poseen también, porque la evidencia mediata nace en
los complejos de fundamentación, cuyas normas no son más
que giros
normativos de esas leyes ideales fundadas puramente en las categorías ló-
gicas. Las peculiaridades características de las fundamentaciones,
que fueron
puestas de relieve en el capítulo tienen todas su fuente y en-
primero4,
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Thvestigaciones lógicas 14
insu/i-
43. Ojeada retrospectiva a tos contraargumentos idealistas. S
ciencia y su recto sentido
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146 Edmund Husserl
En rodo caso los antipsicologistas no debliin insistir en su argumentación
de que la psicoIogi trata de las leyes naturales, y Ia lógica, por el contrario,
de las leyes normales. Lo contrario de la ley natural, corno regIa empírica-
mente fundada dei ser y de los procesos reales, no es ¿a ley normal como
precepto, sino la ley ¡deal, en el sentido de ley fundada puramente en los
conceptos (ideas, esencias conceptuales puras) y por ende no empfrica. Los
lógicos formalistas se referfan en su argumentación a algo indudablemente
justo, puesto que tenían presente este carkter puramente conceptual y
a prior, en este sentido, cuando hablaban de las leyes normales. Pero no
veían el carácter teorético de los principios lógicos puros; ignoraban la
diferencia entre las leyes teoréticas, que están predestinadas por su conte-
nido a la regulación del conocimiento, y las leyes normativas, que tienen
de suyo y esencialmente e! carácter de preceptos.
Tampoco es enteramente exacto que la antítesis entre verdadero y falso
no tenga ningún puesto en la psicologia 8; Ja verdad es «aprehendida» en el
conocimiento, y lo ideal se convierte de este modo en determinación de la
vivencia real. Mas, por otro lado, los principios que se refieren a esta deter-
minación en su pureza conceptual no son leyes del proceso psíquico real;
en esto erraban los psicologistas, que desconocían la esencia de lo ideal en
general y principalmente la idealidad de la verdad. Este importante punto
será discutido aún más extensamente.
Finalmente hay en el fondo de] último argumento de los antipsicolo-
gistas junto a Io erróneo, algo justo. Como ninguna lógica, ni la formal
ni la metodológica, puede dar criterios para conocer oda verdad como tal,
no existe seguramente ningún círculo en una fundamentación psicológica de
]a lógica. Pero una cosa es la fundamentación psicológica de Ia lógica, en el
sentido habitual del arte lógico, y otra cosa la fundamentación psicológica
de ese grupo teoréticamente cerrado de principios lógicos, que llamamos
«lógicos puros». Y en este respecto es, sin duda, un craso error -aunque
sólo en ciertos casos una especie de círculo- derivar del contenido contin-
gente de una ciencia particular cualquiera, y menos de una ciencia de he-
chos, principios que se fundan en los elementos constitutivos esenciales de
toda unidad teorética y por ende en la forma conceptual dei contenido sis-
temático de la ciencia como rai. Póngase en claro este pensamiento acu-
diendo al principio de contradicción; ilnaginese éste fundado por una cien-
cia particular, o sea, imagmnese una verdad, que radica en el sentido de la
verdad como tal, fundada en verdades sobre los números, o los segmentos
u otras cosas semejantes, o incluso en verdades sobre los hechos físicos y
psíquicos. Los defensores de la lógica formal veían este error; sólo que la
confusión de las leyes lógicas puras con unas leyes normativas o criterios
enturbiaba su acertado pensamiento de un modo que Io despojaba necesa-
riamente de toda eficacia.
Cf. capra, principalmenic la p. 70 y la cira de Drobisel-i, p. 57.
Cf. supra, p. 7L
Cf. supra, p. 71.
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investigactones lógicas 147
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148 Edmund Husserl
fieren a su vez a los juicios; lo que mientan sólo puede encontrarse, esto es,
vivirse, en los juicios. ¿No es singular, pues, que se haya pretendido excluir
de la psicologia principios y teorías que se refieren a fenómenos psíquicos?
La distinción entre principios lógicos puros y principios metodolágicos es
inútil en este respecto; la dificultad alcanza a unos tanto como a otros. Todo
intento de sustraer a la psicología una parte de la lógica, como supuesta
lógica «pura», debería considerarse, pues, como radicalmente absurdo.
Por manifiesto que todo esto pueda parecer, tiene que ser erróneo.
Enséñanlo los contrasentidos que, corno sabemos, son consecuencia inevita-
ble del psicologismo. Pero hay aún otra cosa que debería invitar a la re-
flexión: el natural parentesco entre las doctrinas de la lógica pura y las de la
aritmética, que ha conducido con frecuencia a afirmar incluso su unidad teo-
rética. Según ya indicamos incidentalmente, Lotze ha ensefiado que la ma-
temática debe considerarse como «una rama de la lógica general, que se ha
desarrollado por sí misma». «Sólo una división práctica de Ia enseñanza»,
opina Lotze, «impide ver el perfecto derecho de naturaleza que tiene la
matemática en eI reino general de la lógica» '.
E incluso, según Riehl, «po-
dría decirse con razón que la lógica coincide con la parte general de la ma-
temática formal purs, tomado este concepto en e! sentido de H. Hankel. .» -
Pero sea de esto lo que quiera, el argumento, que era justo para la lógica,
habrá de ser aplicado también a la aritmética, Esta formula las leyes de Tos
números y de sus relaciones y combinaciones. Pero los números nacen del
coleccionar y del contar, que son actividades psíquicas. Las relaciones nacen
dei acto de relacionar; las combinaciones, del acto de combinar. Sumar y
multiplicar, restar y dividir.., no son más que procesos psíquicos. Nada
importa que necesiten de apoyos sensibles; Io mismo le pasa a todo pensar.
Por tanto, las sumas, productos, diferencias, cocientes, y todo lo demás que
pueda ofrecerse en las proposiciones de la aritmética, como objeto de regu-
lación, no son otra cosa que productos psíquicos, sometidos como tales a las
leyes psíquicas. Ahora bien, aunque la psicología moderna, en su serio
deseo de exactitud, encuentre sumamente aceptable todo enriquecimiento
por teorías matemáticas, es difícil que estuviese mucho más adelantada el
día en que se le incorporase la matemática como una de sos partes. La
heterogeneidad de ambas ciencias es innegable. Por otro lado, el matemático
se limitaría a sonreír, si se le quisiera imponer estudios psicológicos, con eI
pretexto de una fundamentación presuntamente mejor y más profunda de
12
Lotze, Logik, § 18, p. 34, y § 112, p. 138.
A. Rieh, Der philosophische Kritizismss und seine Bedeutung für die positive
Wissenschaft, tomo II, primera parte, p. 226.
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Investigaciones lógicas 149
Con estas objeciones hemos vue Ito. alas argumentos sacados de las con-
secuencias. Pero si miramos a su contenido, encontramos e1 medio de poder
señalar el error básico de la concepción contraria. Sírvenos de pauta segura
ia comparación de la lógica pura con la matemática pura, disciplina hermana
y ya adulta, que no necesita conquistarse el derecho a una existencia inde-
pendiente Miremos, pues, en primer término a la matemática.
Nadie considera las teorías matemáticas puras, y en especial, por ej em-
pio, la aritmética pura, como «partes o ramas de la psicología», aunque sin
contar no tendríamos números, ni sin sumar sumas, ni sin multiplicar pro-
ductos, etc. Todas las operaciones aritméticas aluden a ciertos actos psí-
quicos, en que se llevan a cabo estas operaciones; sólo reflexionando sobre
ellos puede «mostrarse» qué es un 1nimero, una suma, un producto, etc.
Y a pesar de este «origen psicológico» de los conceptos aritméticos, todos
reconocen que sería una errónea I1EdtC considerar las leyes matemáticas
como psicológicas. ¿Cómo explicar esto? Sólo hay una respuesta. La psico-
logia trata naturalmente del contar y del operar con los números, en cuanto
hechos, en cuanto actos psíquicos, que trascurren en el tiempo. La psico-
logía es, en efecto, la ciencia empírica de los hechos psíquicos en general.
La aritmética es algo muy distinto. Su esfera de investigación es bien co-
nocida; está definida íntegramente y sin posibilidad de ampliación, por la
serie de especies ideales, bien familiares para nosotros, 1, 2, 3... En esta
esfera no se habla para nada de hechos individuales, ni de la localización en
el tiempo. Los nímeros, las sumas, los productos de los números y demás
cosas semejantes no son los actos de contar, sumar, multiplicar, etc., que se
verifican accidentalmente aquí y allí. Naturalmente, también los nmeros
son distintos de las representaciones en que son representados en cada caso.
El niimero cinco no es mi acto de contar el cinco, ni el de ningún otro; ni
es mi representación dei cinco, ni la de otro. En este último respecto, es
objeto posible de actos de representación; en el primero, es la especie ideal
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150 Edmund H(4sserl
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Inverti gaciones lógicas 15 1
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1Y2 Edmund Husser'
se trata de ellas psicol6gicamente; se iflve5tigan con li mayor profundklad
posible los procesos en que brotan las representaciones. Pero
aperceptivos1
tan pronto como se pasa a las diferentes «formas» esenciales de las repre-
sentaciones, se inicia un cambio de punto de vista, que se acenta en la
teoría de las formas del juicio y se consuma en la teoría de las formas del
silogismo y de las correspondientes leyes del pensamiento. EI término de
representación pierde súbitamente el carácter de un concepto psicológico de
clase. Esto resalta con evidencia tan pronto como preguntamos concreta-
mente por Io que cae bato el concepto de representación. Cuando el Lógico
fija diferencias como la diferencia entre las representaciones singulares y
universales S&raies -elhombre en generaI; el número cuatro- el nú-
mero en general), o entre las atributivas y las no atributivas (Sócrates, eI
blanco -un hombre, un color-), etc. ; o cuando enumerai las varias for-
mas de combinación de las representaciones en nuevas representaciones,
como las combinaciones conjuntiva, disyuntiva, determinativa, etc.; o cuando
clasilica las relaciones esenciales entre las representaciones, como las rda-
dones de comprensión y de extensión; cualquiera ve que ya no habla de
individualidades fenoménicas, sino específicas. Supongamos que alguien
enuncia, como ejemplo lógico, esta proposición: la representación «trin-
gulo» comprende la representación «figura» y la extensión de ésta abraza
en sí la extensión de aquélla. ¿Se habla aquí de las vivencias subjetivas de
alguna persona, ni de Ia inclusión real de unos fenómenos en otros fenóme-
nos? ¿Entran como disti,'rtos miembros en la extensión de Io que se llama
repesentcción en este contexto y en todos los semejantes, Ia representación
dei triángulo que tengo ahora y la que he tenido hace una hora, o no más
bien como miembro único la representación «triángulo», y junto con ella, y
también como individualidades, ia representación «Sócrates», la represen-
tación «león», etc.?
En toda lógica se habla mucho de los icios,' pero también existe aquí
un equívoco. En las partes psicológicas del arte lógico se habla de los juicios
como czsentimienos, es decir, de vivencias de Ia conciencia, que tienen una
naturaleza determinada. En las partes de lógica pura ya no se habla de éstas.
juicio significa en lógica pura proposición entendida no como unidad gra-
matical, sino como unidad ideal dc significación. Y esto alcanza a todas las
diferenciaciones entre los actos de juicio (y las formas que suministran las
necesarias bases de las leyes lógicas puras). Juicio categórico, hipotético, dis-
yuntivo, existencial o como quieran ilamarse, no son en lógica pura títulos
para ciertas clases de juicios, sino títulos para ciertas formas ideales de
proposiciones. Lo mismo debe decirse de las /ormas del silogismo, del silo-
gismo existencial, dei silogismo categórico, etc. Los respectivos análisis son
análisis de significaciones, o sea, todo menos análisis psicológicos. No se
analizan fenómenos individuales, sine formas de unidades intencionales;
no las vivencias del razonar, sino los silogismos. Quien, con el designio de
hacer im análisis lógico, dice: el juicio categórico «Dios es justo» tiene por
sujeto la representación «Dios», no habla seguramente del juicio como vi-
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Investigaciones iógica I 53
vencia psíquica vivida por él o por otro individuo, ni tampoco dei acte
sino
psiquico que ests incluido en ella y es suscitado por la paliibra «Dios»,
que habla de ¡a roposid6n «Dios es jUSTO», que es Ufla pese a la multipli-
cidad de vivencias posibles, y habla de la representación «Dios», que
es
también una como no puede menos de ser, tratándose de la parte singular
de im todo. Y en consonancia con esto, Ja expresión «todo juicio» no mienta
para el lógico «todo acto de juicio», sino «toda proposición objetiva». En
la extensión dei concepto lógico de «juido» no entran en pie de igualdad
el juicio «2 x2=4» que estoy viviendo ahora y el juicio «2 2=4»
x que
fue vivencia mía ayer, o en cualquier otra fecha, o de cualquier otra persona.
Ni uno sólo de estos actos figura en la extensión de que se trata, sino pura
y simplemente «2 x 2=4» y junto a éste, por ejemplo, «la
tierra es un
cubo», el teorema de Pitágoras, etc., y cada uno conio un miembro. Exacta'
mente lo mismo sucede, come es natura], cuando se dice: «e juicio C se
sigue dei juicio P»; y así en todos los casos semejantes.
Esto determina también el verdadero sentido de les principios lógicos;
El
y lo determina tal como Io han caracterizado nuestros análisis anteriores.
principio de contradicción es -se
enseña- un juicio sobre juicios. Pero si
entendemos por juicios ciertas vivencias psíquicas, ciertos actos de asenti-
miento o de fe, etc., forjamos una concepción que no puede tener validez.
Quien enuncia el principio, juzga; pero ni el principio, ni aquello sobre lo
cual juzga, son juicios. Quien enuncia esta proposición: «de dos juicios con-
tradictorios uno es verdadero y otro falso», no pretende enunciar una ley
para Jas actos cJe juicio -amenos que se entienda mal a sí mismo, lo que
muy bien puede suceder en una interpretación ulterior-, sino una ley para
los con tn1dos de los juidos o, con otras palabras, para las significaciones
ideales que solemos llamar abreviadamente proposiciones. Mejor fórmula
sería, pues, la que dijese: «de dos proposiciones contradictorias una es ver-
dadera y otra falsa» '.
Es claro también que, para entender el principio de
contradicción, no necesitamos más que hacernos presente el sentido de las
significaciones preposicionales opuestas. No necesitamos pensar en los juicios
como actos reales, y en ningún caso serían éstos los objetos pertinentes.
Basta fjarse en esto, para ver intelectivamente que en la extensión de esta
ley lógica sólo entran los juicios en un sentido ideal -según el cual «el»
juicio -«2 2= » es uno junto «al» juicio «hay dragones», junto «al» teo-
rema de la suma de los ángulos, etc.-, pero no entra uno solo de los actos
No se confunda ei principio de contradicción con ei principio normativo de lo,
juicios, que es su consecuencia evidente: «de dos juicios contradictorios une
es recto
cuando
Ei concepto de rectitud es correlativo del de verdad. Recto es un juicio,
es uns
tiene por verdadero lo que es verdadero, o seo, un juic[o cuyo contenido
proposición verdadera. Lo predicados lógicos de verdadero y falso se refieren,
con
arreglo a su sentido propio, exclusivamente los proposiciones, en ei sentido de sig-
t
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154 Edmund Husserl
de juicio reates o representados que corresponden en
a cada una de estas unidades ideales. Lo mismo
muchedumbre infinita
que decimos dei principio
de contradicción cabe decir de todos Ins principios lógicos
puros, por ejem-
pio, de los silogísticos.
La diferencia entre el punto de vista psicológico (que emplea
¡os tér-
minos como términos de clases de vivencias psíquicas) y ei punto
de vista
objetivo o ideal (desde el cual exactamente los mismos términos representan
géneros y especies ideales) no es secundaria y meramente subjetiva;
deter-
mina la distinción de ciencias esencialmente distintas. La lógica pura
y Ia
aritmética, como ciencias de las individualidades ideales de ciertos géneros,
o de lo que se funda a priori en la esencia ideal de estos
géneros, sepíranse
de la psicología, como ciencia de los ejemplares individuales de
ciertas clases
empíricas.
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Investigaciones lógicas
se
clones, juicios, nte1ecciones, presunciones, preguntas, etc., en las cuales
investigación, o en las cuales es pensada intelectivarnente la teoría
verifica la
descubierti desde hace tiempo.
b) La conexión de los objetos investigados en la ciencia y conocidos
teorétkmente; los cuales constituyen por lo mismo k es/era de esta cien-
cia. La conexión del investigar y el conocer es visiblemente distinta de
Ja
de lo investigado y conocido.
c) La conexión lógica, eslo es, la conexión específica de las ideas teo-
réticas, la cual constituye la unidad de las verdades de una disciplina cien-
o
tífica, o ms especialmente, de una teoría científica, de una demostración
de un raciocinio; o también la unidad de los conceptos en la pro posición
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156 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 157
forma
expresamente: «el pensamiento psicológico sigue siendo siempre la
20
más generai»
evidencia,
Esta interpretación de la lógica como una psicología de la
en difusión, de un modo innegable,
aplicada prácticamente, gana en rigor y
fines dei último Merece especial mención la
en la literatura lógica de siglo.
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158 Edmund Husserl
telección de la verdad. Por Io mismo tampoco dudamos de que
el arte Io-
co deba investigar his condiciones psicológkas
para que hi evidenda brille
en nuestros juicios. Podemos acercarnos incluso un paso más
a la concep.
ción discurida. Aunque pensamos aplicar tambn ahora la
disrinción entre
los principios lógicos puros y los principios metodoidgicos,
concedemos ex-
presamente, respecto de los primeros, que tienen cierra relación con el dato
psicol5gico de la evidencia y denuncian en cierto sentido condiciones psico-
lógicas dei mismo.
Pero esta relación es para nosotros puramente ¡deal e indirecta. Negamos
que los principios lógicos puros enuncien lo ms mínimo sobre la evidencia
y sus condiciones. Creemos poder mostrar que sólo consiguen alcanzar esa
relación con las vivencias de la evidencia, por vía de aplicación o adapta-
ción; de igual modo que toda ley «fundada puramente en conceptos puede
Iransportarse a la esfera (representada en general) de los casas particulares
empíricos de esos conceptos. Pero los principios de la evidencia, que así
brotan, conservan después lo mismo que antes su carácter a priori; y la5
condiciones de la evidencia que ellos enuncian son todo menos condiciones
psicológicas o reales. Los principios conceptuales puros se transforman en
este caso, como en todos los análogos, en enunciados sobre incompatibili-
dades (o posibilidades) ideaks.
Una sencilla consideración pondrá esto en claro. De toda ley lógica
pura pueden extraerse mediante una transformación posible a priori (evi-
dente), ciertos principios de la evidencia o, si se quiere, ciertas condiciones
de la evidencia. El principio combinado de contradicción
y de tercero cx-
ciuso es con seguridad equivalente a este principio: la evidencia
puede
aparecer en uno, pero sólo en uno de dos juicios contradictorios EI modus .
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¡nvesgaciones lógicas 19
verdad», y: «es posible que alguien juzgue con evidencia que A es. Los
principios, a cuyo sentido es inherente enunciar las leyes de o que está
implícito en el concepto de la verdad, y que la vcrdad de las proposiciones
de cierras formas proposicionaes condiciona la verdad de las proposicio
nes de las formas proposidonales correlativas, admiten naturalmente trans
formaciones equivaientes en las cuales la posible aparición de la evidencia
queda puesta en relación con lai formas proposicionales de los juicios.
Pero la intelección de todo esto nos ofrece a la vez e1 medio de refutar
el intento de subsumir la lógica pura en la psicología de la evidencia. La
proposición: «A es verdad» no significa en sí lo mismo que su equivalente:
«es posible que alguien juzgue que A es». La primera no habla del juicio dc
nadie; ni siquiera en general. Sucede aquí enteramentc lo mismo que con
las proposiciones matemáticas puras. EI enunciado a-i-b-b a dice que el
-
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160 Edmund Husserl
leyes iógicas, con respecte a Ia evidencia del juicio, y que se nos presentan
Como v1idas a priori en evidencias apodkticas, no pretendemos negar de
ningún modo su uiilidad psicológica. Cuando de la ley que dice que «de das
proposiciones contradictorias una es verdarera y otra falsa» derivamos la
verdad segn la cual «en un par de juicios contradictorios posibles uno y
sólo uno puede tener et carácter de la evidencia» -derivación evidentemen-
te justa, si deñnimos la evidencia como la vivencia en la cual un sujeto que
juzga se percata de la rectitud de su juicio, esto es de su conformidad con
Ja verdad-, la nueva proposición expresa una verdad sobre las compatibi.
lidades o incompatibilidades de ciertas vivencias psíquicas. Pero de este
modo, también toda proposición matemática pura nos instruye sobre aconte-
cimientos posibles e imposibles en Ja esfera de lo psíquico. No es posible
ninguna enumeración ni cálculo empirico, ningún acta psíquico de cransfor
mación algebraica o de construcdón geométrica, que contradiga las leyes
ideales de la matemática. Estas leyes son, pues, utilizables psicológicamente.
Podemos extraer de ellas en todo tiempo posibilidades e imposibilidades
a priort, que se refieren a ciertas dases de actos psíquicos, a los actos de
contar, sumar, multiplicar, etc. Pero no por ello son estas leyes en sí mis-
mas leyes psicológicas. Pertenece a la psicología, como ciencia natural de las
vivencias p5íqucas, el investigar las condiciones naturales de estas viven-
cias. Su esfera abarca también, pues, las condiciones reales empíricas de las
operaciones matemáticas y lógicas. Pero las condiciones y las leyes ideales
de éstas forman un reino por sí. Este se compone de puras proposiciones
generales, construidas con «conceptos» que no son conceptos de clases de
actos psíquicos, sino conceptos ideales (conceptos de esencias) que tienen
su base concreta en estos actos o en sus carrelatos objetivos. EI número
tres, la verdad que lleva el nombre de Pitágoras, etc., no son, como va he-
mos expuesto, individualidades empíricas, ni clases de éstas; son objetos
ideales, que aprehendemos ideatoriamente en los correlatos de los actas de
contar, de juzgar con evidencia, etc.
Así, pues, con respecto de la evidencia, la mera misión de la psicologia
es decubrir las condiciones naturales de las vivencias comprendidas bajo este
título, o sea, investigar las conexiones reales, en que la evidencia nace y
desaparece segin eI testimonio de nuestra experiencia. Estas condiciones
naturales son la concentración dei interés, cierta frescura espiritual, la prác-
tica y otras semejantes. Su investigación no conduce a conocimientos de un
contenida exacto, ni a proposiciones generales intelectivas, con auténtico ca-
rácter de leyes, sino a vagas universalidades empíricas. Pero la evidencia del
juicio no está sometida meramente a estas condiciones psicoló,gicas, que po-
demos llamar también externas y empíricas (puesto que no se fundan pura-
mente en la forma y la materia específicas del juicio, sino en la coordinación
empírica de éste con el resto de la vida psíquica); la evidencia del juicio
está sometida también a condiciones ideales. Toda verdad es una unidad
ideal frente a una muchedumbre infinita e ilimitada de posibles enunciados
justos, de Ia misma forma y materia. Todo acto de juicio, perteneciente a
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IwestigadOfte5 lógicas 161
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162 Edmund Husserl
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Invettgacroncs lógicas I
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CAPITULO
52. Int,oducción
Estrechamente emparentada con el psicologismo (cuya refutación nos
ha ocupado hasta ahora) se halla otra forma de fundamentación empirista
de la lógica y de la teoría dei conocimiento, que en los últimos años se
ha difundido en singular medida: la fundamentación biológica de estas dis-
ciplinas, por medio dei principio del menor esfuerzo, como lo llama Avena-
rius, o del principio de la economía dei pensamiento, como lo llama Mach.
Pero también esta nueva dirección desemboca finalmente en ei psicologis-
mo, como se ve con la mayor claridad en la Psicología de Cornelius. En
esta obra es considerado el principio en cuestión expresamente como «ley
fundamental de la razón» y a la vez como una «ley psicológica general» '.
La psicología -en especial Ia psicología de los procesos del conocimiento-
edificada sobre este principio, debe suministrar a la vez la base de la filo-
sofía en genera] 2
A mi parecer, hay en estas teorías económicas de la lógica pensamientos
bien justificados y muy fecundos dentro de justos límites, pero expuestos
en giros que, de ser aceptados generalmente, acarrearían la ruina de toda
auténtica lógica y teoría dei conocimiento por un lado, y de la psicología
por otro3.
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166 Edmund Husserl
Avenarius, Philos«phie al Denken der Welt gemass dosi Prinzip de.c klei«-
R.
cien KrczftmasresProtegonensa ta einer Kritik der reinen Er/abrang, Leipzig, 1876, pá-
ginas III y s.
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Investigaciows 1ógicas 167
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168 Edmund Husserf
moe exactamente lo que implica la idea de adaptación. Un ser se halla ma-
nifiestamente constituido dc un modo tanto más adecuado, esto es, tanto
mejor adaptado a sus condiciones de vida, cuanto más rápidamente y con
menor gasto dc fuerzas puede llevar a cabo en cada caso las operaciones
necesarias o favorables a su propia conservaci6n. A la vista de cualesquiera
circunstancias nocivas o ventajosas (que pertenezcan por término medio a
cierta esfera, y sólo aparezcan con cierta frecuencia) estará dispuesto rápi-
damente a la defensa o at ataque, y por tanto tendrá más probabilidades
de éxito; conservará un resto mayor de fuerza superflua, para hacer frente
a nuevos peligros o conseguir nuevas ventajas. Como es natural, se trata en
todo esto de circunstancias vagas, que sólo convergen y s6lo podemos apre-
ciar de un modo aproximado, pero de las cuales es posible hablar con su-
ficiente precisión, y que se prestan en conjunto a una ponderación útil, ai
menos dentro de ciertos lImites.
Esto es ap4icable, con seguridad, a la esfera de las actividades espiri-
tuales. Una vez demostrado que las actividades espirituales contribuyen a la
conservación, cabe considerarlas desde el punto de vista econ6mico y exa-
minar teleológicamente las actividades ejercidas de hecho por el hombre.
Cabe también demostrar, por decirlo asf a priori, que ciertas perfecciones
se recomiendan porque economizan pensamiento y hacer ver luego que son
realizadas en las formas y por las vías de nuestra actividad mental -ya
sea en general, ya sea en los espíritus más adelantados o en los métodos
de la investigación científica-. En todo caso se abre aquí una esfera de
extensas, fecundas e instructivas investigaciones. La esfera de lo psíquico
es una esfera parcial de la biología y, por tanto, no sólo ofrece espacio para
tas investigaciones psicológico-abstractas, que tienen por objetivo las leves
elementales, al modo de las investigaciones flairas, sino también para las
investigaciones psicológico-concretas y especialmente para las teleológicas.
Estas últimas constituyen la antropología psíquica, necesaria pareja de la
fisica, considerando al hombre en la comunidad de vida de la humanidad
y, más ampliamente, en la de la vida terrestre entera.
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Inve::igackmes lógicas 169
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1170 Edmund Husserl
Est3 amplia reducción de los ,raccsos intelectivos ¿et pensamienlo I
procesos mecánkos del mismo, mediante la cual son dominados por Vía in-
directa enormes círculos dc operones mentaIc, irrealizables por vIi
directa, descansa en la nawraleza pskológka del pensamiento signicivo-sini-
bólico. Este representa un inmenso papel, no sáb en la construcción de
mecanismos ciegos -al
modo de las reglas de ls
cuatro operaciones a rit-
méticas y de otras operaciones superiores con los números dei sistema de-
cima!, en las cuales surge et resultado (eventualmente con ayuda de las ta-
blas de logaritmos, de funciones trigonométricas, etc.) sin ninguna coope-
ración dei pensamiento intdectivo- sino también en las conexiones de
investigación y demostración intelectivas. Aquí podríamos citar, por ejem-
plo, la notable duplicación de todos los conceptos matemáticos puros, por la
cual, en particular en la aritmética, lus símbolos aritméticos generales em-
piezan siendo símbolos de los conceptos aritméticos respectivos, en e! sen-
tido de ¡a definici6n primitiva, y acaban funcionando como puras símbolos
operatorios, esto es, como símbolos cuya signilicación está definida exclusi-
vamente por las formas externas de las operaciones cada símbolo viene a
ser meramente algo con que se puede manipular sobre el papel en deter.
minadas formas Estos conceptos operatorios sustitutivos, mediante los
.
cuales los símbolos se convierten en una especie de frhas de juego, son los
exclusivamente decisivos para las más amplias zonas deI pensamienln y aun
de la investigación aritméticos. Representan una enorme facilitación de los
mismos, desplazándolas desde las penosas alturas de la abstracción a las
cómodas vías de la intuición, en que la fantasía, guiada por Ia intelección,
puede moverse libremente y con un esfuerzo relativamente pequeio, dentro
de los límites de las reglas; aproximadamente como en los juegos sometidos
a reglas.
En conexión con esto, podríamos indicar también cómo, en las discipli-
nas matemáticas puras, Ja conversión económica ciel pensamiento propia-
mente dicho en pensamiento Signitivo, que sustituye a aquél, da ocasión a
generalizaciones formales dc las primitivas series de pensamientos e incluso
de las ciencias, en un principio de un modo totalmente inadvertido; y
cómo bra tan de este modo, casi sin trabajo intelectual dirigido propiamente
a ello, disciplinas deductivas de un horizonte infinitamente más amplio.
De la aritmética, que es primitivamente la ciencia de los números concretos.
surge así -en cierro modo espontáneamente-, la aritmética general o for-
mal, en relación con la cual los números y las magnitudes concretos sólo
son objetos accidentales de aplicación, pero ya no conceptos básicos. E in-
' cn vez de tomar las íorinas externas de las operaciones, se toman, por dc-
Si
cirio así,las internas, cincndicndo los símbolos en el sentido de unos objetos
del penssrTiiento que esten en tciertas» relaciones y admiten «ciertas» combinavio»es
siendo v1i4zi para en e sentido formd correspondiente, l.a Leyes de operación
y de retación: a + b = b + a, ese., nace uiia nueva serie de conceptos, que es La que
conduce a la generalización afomsal» & las disciplinas primitivas, de que se hablará
en seguida en ci
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Invstigacime lógicas iii
teoria
ddiendo aq*d la teflexî6n consciente. nace una nueva amp1ìaci6n la posibles,
de la muItpliddad pura, pe braz3 todos lo sistemas deduvtivos
de vista de su orna, y para la cual el mismo sistema de
desde ci punte par
por un mero caso
formas de la arítmtica formas representa. tanto1
tícuar'.
El aniljsis de estos tipos de mrodos y otros scmejante3, y la cxplica
dön perfecta de sus fncione, constituyen acaso el campo ms hermoso, y
principal'
en todo caso el menos cultivado, de una teoría de la ciencia, pero
niente de Sa teoría tan importante e instructiva de los métodos deductivos
o matemáticos, en el sentido más amplio de la palabra. No bastan, natural'
mente, las meras generaiidades, el hablar vagamente de la función sustitu-
tiva de los símbolos, el citar mecanismos ahorradores de fuerzas y otras
cesas semejantes; son menester análisis profundos y es necesario llevar
a cabo realmente la invc5tigaci6n dc cada método tipicamente distinto, V
demostrar realmente la función económica del método, junto con la expli-
cación exacta de la misma.
Cuando se ha comprendido claramente cl sentido de los problemas que
hay que resolver aquí, reciben también nueva luz y nueva forma los
pro-
blemas de economía mental que hay que resolver respecto de] pensamiento
pcentffico y extracíentthco. La propia conservación exige cierta adapta-
ción a la naturaleza exterior; pide, según dijimos, la facultad de
juzgar rec-
tamente en cierta medida las cosas, de prever el curso de los acontecirnien-
ros, de apreciar justamente los procesos causales, etc. Pero un conocimiento
real de todo esto sólo se consigue (si se consigue) en la ciencia. ,Cómo po
demos, pues, juzgar y razonar justamente en la práctica sin intelección, que
en suma sólo puede ofrecer la ciencia, don de pocos? A las necesidades
prácticas de la vida precientíñca sirven, en efecto, muchos procedimientos
muy complicados y eficaces; piénsese tan sólo en el sistema de numeración
decimal. Si tampoco ellos han sido descubiertos intelectivamenre, sino que
ban brotado naturalmente, será necesario preguntarse cómo es posible se-
mejarbte cosa, cómo operaciones ciegamente mecánicas pueden coincidir en
su valor final con lo que la intelección reclama.
Consideraciones corno las que ya hemos apuntado nos señalan el camino.
Para explicar la teleologia de los procedimientos precientificos y extracien-
tucos, habrá que poner al descubierto en primer término lo efectivo, el
mecanismo psicológico del respectivo proceder mental, mediante un análisis
exacto de los complejos de representaciones y de juicios, así corno de las
disposiciones que actian en éstos. La función económica resalta tan prontr.1
corno se demuestra que este proceder debe ser fundamentado indirecta-
mente y con intelección lógica, como un proceder cuyos resultados han de
coincidir con la verdad, ya sea necesariamente, ya con cierta probabilidad
no demasiado pequeña. Finalmente, para que la génesis natural de la ma-
quliath económica no parezca un milagro (o lo que es lo mismo, el resulta-
Cf. algo sobre esto en d capitulo lt. § 9 y 70, pp. 204 y s.
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172 Edmund Husserl
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Irn.iestgaciones lógicas 173
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174 EwwiA Hussei
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Investigaciows 1ôkas 175
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i 76 Edmund Husserl
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Investigaciones 16iczs 177
No
presión no es lo mismo que la natutal, elevada a un grado superior.
mismo fin; o mejor dicho, tiene un fin, mientras que en Ia «teoría
tiene el
medimos
naturat» el fin lo introducimos nosotros. Como hemos indicado,
lógicas, que son las que pueden Ilamarse propiamente teorías,
por las teorías
significa aquí inintelecti-
ciertos procesos de pensamiento naturales (y esto
psicológicos
ves) que llamarnos teorías naturales sólo porque dan resultados corno si
si procediesen del pensamiento intelectivo lógico,
que son como
nos hace cometer invo-
fuesen realmente teorías. Pero esta denominación
propiedades esenciales de las ver-
luntariamente el error dc adjudicar las
teorías «naturales», viendo en ellas, por decirlo así,
daderas teorías a estas
lo propiamente teorético, Por muchas analogías que estas pseudoteorías ten-
gan, en cuanto procesos psíquicos, con las verdaderas teorías, unas y otras
resultan radicalmente distintas. La teoría lógica es teoría por la conexión
ideal necesaria que impera en eIla mientras que lo que llamamos
teoría
natural es un proceso de representaciones o convicciones contingentes, sin
una
conexión intelectiva, sin fuerza para obligar, pero prácticamente de
utilidad media, como si estuviese fundado cii algo así como una teoría.
que
Los errores de esta dirección económica nacen, en conclusión, de
el interés cpistemológico de sus representantes -como el de
los psicolo-
gistas en general- está orientado hacia el lado empírico de la ciencia. En
la
cierto modo los árboles no les dejan ver el bosque. Se afanan sobre
siquiera tocan el
ciencia como fenómeno biológico y no advierten que ni
problema epistemológico de la ciencia como unidad ideal de verdad objetiva.
La pasada teoría del conocimiento, que veía un problema en lo
ideal, es
puede ser todavía objeto digno
para ellos un extravío, que sólo de un modo
de estudio científico: enderezándose a demostrar su función relzttvamente
más
económica en un estadio inferior de la evolución lilosófica. Pero cuanto
filosofía semejante valoración de los prin-
amenacc ponerse de moda en la
cipales problemas y direcciones de la teoría del conocimiento, tanto
más
necesario será la vez
deberá oponerse a ella la investigación, y tanto más a
de
llevar a cabo un discusión lo más completa posible de las cueStiOfle5
posible de las di-
principio y principalmente un análisis lo más profundo
lo
recciones fundamentales del pensamiento, en las esferas de lo real y
camino esa intelectiva claridad, que es el supuesto
ideal, que abran el a
contribuir
de una fundamentación definitiva de la filosofía. Y a esto espera
un poco la presente obra.
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CAPITULO 10
1 F 1 7
Seri justo Io que O. Kölpc (Einleitung in die Philosophic, 1847. p. 44) dice
de la lógica: que es, «sin duds, no sólo una de las disciplinas losó1icas ms desarro
liadas, sino también una de las ms scguras y perfectas»; pero dada fa forma de
apreciar la seguridad y la perfección de la lógica, con que me he encontrado. habré
de considerar esto también como sírïbolo del bajo nivel en que ha caído la filosofía
científica en nuestros días. Y Iurt.fiíndonie en esto haría ia siguiente pregunta: no
seria posible poner paulatinamente término a esta triste situación, si toda la energía
dei pensamiento científico se dirigiese a resolver aquellos problemas que pueden forinu-
laNe cern todo rigor y resoiverse con maor seguridad, por muy limitados, pobres
hasta interesantes que paretean, considerados en sí y por sí? Como es fcilment.
visible, esto concierne en primera línea a la lógica pura y a la teoría del conocrmiento.
flay en ellas sobra de trabajo exacto y susceptible de ser emprendido con seguridad
Las
y acabado de una vez pars siempre. No se necesita mí' que slargar la mano.
«ciencias exactas» lentre ls cuales se contarán un día seguramente as disciplinas
nombradas) deben roda su grandeza a esta modestia, que se contenta con Lo meno
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8O Edmund Husserl
y, para emplear una expresión conocida, «concentra todas sus fuerzas en el punto más
pequeño». Los principios humildes desde el punto de vista dcl conjunto, pero ónico-
seguros, se acreditan en ellas urta y Otra vez como hases de grandes progresos. Es
cierto que esta manera de pensar se abre paso ya actualmente por todas partes en ra
filosofia; pero be visto que casi siempre en dirección errónea: las mejores energ las
científicas se dedican a la psicología, como ciencia natural explicativa en la cual la
filosofía no está más interesada, ni de distinto modo, que en las ciencias dc los
procesos físicos, Pero esso precisamente es lo que no se quiere conceder; antes se
habla de los grandes progresos alcanzados, rcfirindose justamente a la fundamentación
psicológica de las disciplinas filosóficas. Y no es Ia lógica donde menos se hace esto.
Si no me equivoco, es concepción muy difundida la que Elserihans expresa reciente-
mente con estas palabras: «Si la lógica actual trabaja con éxito creciente en los pro-
blemas lógicos, lo debe ante todo a haber profundizado psicológicamente en su objeto.»
(Zeitschri/ t ür Philosophie, tomo CIX [1896], p. 203.) Sospecho que yo habrí'
hablado exactamente igual, antes de emprender las presentes investigaciones, o antes
de tener conocimiento de las insolubles dificultades en que me enredó la concepción
psicológica en la filosofía de la matemática. Pero ahora que veo con intelección el
error de esta concepción, fundándome en las razones más claras, puedo sin duda con-
giatularme del desarrollo de la psicología científica, por lo demás muy prometedor,
y sentir el más vivo interés por él, pero no como quien espera de ¿I explicaciones
propiamente filosóficas. Sin embargo, para no ser totalmente mal entendido, he de
añadir en seguida que distingo con todo rigor entre la psicología empirica y la feno'
menologia, que la fundamenta (como fundamenta, aunque de un modo muy distinto,
la crítica del conocimiento); entendiendo esta fenomenología como una teoría eidética
pura de las vivencias. Esto resaltará claramente en las investigaciones siguientes.
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Investigaciones lógicas L1
la lógica tradickrnal. Pero difícilmente podremos esperar con semejantes
referencias vencer toda desconfianza y evitar de antemano el falseamiento
de nuestras intenciones.
conoce las lecciones de Kant editadas por Jäsche y sabe en qué criticable
grado responden a esta característica exigencia. ¿Será, pues, esta lógica in-
deciblemente pobre el modelo a que debemos tender? Nadie querrá fami-
liarizarse con la idea de este retroceso de la ciencia a la situación de la
lógica aristotélico-escolástica. Y a ello parece conducir lo que Kant mismo
enseña cuando dice que la lógica tiene desde Aristóteles el carácter de una
ciencia perfecta. El hilado escolástico de la silogística, precedido de algunas
definiciones solemnemente expuestas, no es precisamente una perspectiva
alentadora,
Crítica de la razón para Introducción a la lógica trascendental. Traducción es-
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182 Edmund Husserl
psicología i-
«Todo objeto pensado» -leemos, por ejemplo, en su obra maestra de
«considerado meramente según su cualidad, es un concepto
en sentido lógico». En este respecto «no se trata para nada del sujeto pen-
sante; sólo en sentido psicológico cabe atribuir conceptos a este sujeto.
mientras el concepto de hombre, de triángulo. etc., no son propiedad priva-
da de nadie. En sentido lógico, cada concepto existe sólo una vez; lo cual
no sería posible, si el número de los conceptos aumentase con el número
de los sujetos que los representan, ni menos con el número de los distintos
actos de pensamiento mediante los cuales un concepto, psicológicamente
considerado, es engendrado y producido». «Los nuie de la antigua filosofía,
e incluso todavía en Wolff -seguimos leyendo en el mismo párrafo I. c.-.--.
no son más que conceptos en sentido lógico... También entra aquí cl anti-
guo principio ¿sseriulae rerum sunt immutabiles. Este principio no significa
más que esto: los conceptos son dgo completamente intemporal; io cual es
verdadero de ellas en todas sus relaciones lógicas, y por eso también los
principios y los raciocinios científicos, formados con ellos, son y seguirál'
siendo verdaderos para nosotros lo mismo que para los antiguos y en el cielo
igual que en la tierra. Pero los conceptos en este sentido, en el cual re-
presentan un saber común para todos los hombres y tiempos, no son abso-
lutamente nada psicológico... En sentido psicológico, un concepto es aquella
representación que tiene por objeto representado e! concepto en sentido
lógico, o mediante la cual este último (el objeto que debe ser representado)
es representado realmente. Así tomado, cada cual tiene sin duda sus con-
ceptos privativos; Arquímedes investigaba su propio concepto del círculo
Newton igualmente e] suyo; estos conceptos eran dos en sentido psico-
lógico, aunque en sentido lógico sólo haya uno para todos los matemóticos.»
Análogas declaraciones encontramos en e1 capitulo II de Introducción
herbait, Psychologie als Wissenschaji. Il, § 120. (Edición oriinaI, p. 175.
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Investzgaciones lózcas i 83
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184 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 18,
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186 Edmund Hgsçer/
sentido cuantitaEivo (la cual constituye & concepto estricto de Mathesis
univcrs1ts en Leibniz), sobre todo pUeSEU que ht designado repetidamente
eri otros 'ugares los argumentos matemáticos puros como argrvnenta
in for-
ma. AnIogamente debería de entrar también en aquélla la Ars combinato-
ria, seu cpcciosa generalis, seu doctrint de Jorniis abstracta (cf. las obras
matemáticas de la edición de Pertz, romo ViI, págs. 24, 49 y 55., 4, 159,
205 y y otras), que constituye la parte fundamental de la Matheis
universa/ls en un sentido sato, pero no en el sentido más lato arriba indi-
cado, mientras que esta misma es distinguida de Ia lógica como una esfera
subordinada. Leibni, define, L e., VII, píg. 61, la Ars combinatoria, par-
ticuliirmente interesante para nosotros, como docirina de frmti1is seu ordi.
n/s. similitudinis, relationis, etc., expression/bus in universum. Y es opuesta
aquí, como scientia general/s de qual/tate, a la scie.t/a general/s de quanti-
late matemática general en el 5efltido habitua]). Cf. el
(la
precioso pasaje
en edición de ]as obras filosóficas de Gerhardt, tomo
Ia
Vil, pág. 297 y
siguiente Ars conibinatoria special/rn rn/hi est sc/en/ia ilk (quac etiam ge-
neral/ter character/si/ca sitie spec/nsa dici posset), in qua tractatur de reram
fornis sitie formulis in universum, hoc est de qual/tate in genere sitie de
simili et dissimili, prout al/ac atque aliac formulae ex ipsis
a, b, e, etc. (5/ve
cuanhitate.c sitie aliad quoddam repraesenterzt), Inter
se corn hinaus of/untar,
et distingutiur ab Algebra quae agit de forma/is ad quantilatem ap p1/cat/s.
5/ve de aequali ei macqua/i. Itaquc Algebra subordinata,- Combinatoriac,
eusqae- regal/s Cntìnue ut/tar, quae tarnen longe general/ores tant nec
in Algebra antum sed el in arte deciphratoria, in var/is ludorum generibus,
n ipsa geometria linear/ter and veterum morem tractata, den/que in
omni-
bus ahi sirnilitadinis raEo habetur locurn habeet. Las intuiciones de Leibniz,
que tanto se adelantan a su tiempo, parecen al conocedor de la moderna
matemática «formal y de la lógica matemática, rigurosamente definidas y
admirables en alto grado. Esto úhimo alcanza también, como advierto ex-
presamente, a los fragmentos de Leibniz sobre la scientia generahs o el
calculus ratiocinator, del cual tan pocas cosas útiles supo sacar la crítica
elegante pero superficial de Trendelenburg (Historische Beiträge zur Philo-
sophie, tomo 11[).
Leibniz indica al mismo tiempo, en repetidas e insistentes manifesta-
dunes, la necesidad de ampliar Ia lógica con una teoría matemática de las
probabilidades. Pide a los matemáticos un análisis de los problemas, impli-
cados por los juegos de azar y espera de él grandes progresos del pensa-
miento empírico y de su crítica lógica En suma, Leibniz ha previsto en
r
Ci., poi cicnipo, \'otiv. !-.u, L. (V, ch. XVI. § 5. Opp. phil., F,rdni., pp. 38
y ,, L. 1V, ch. 1, § 14 I. e., p 343 CI tanhirs los fragnicntos sabir Is icicOie,ì
cnerali.. I. e., pp X4-85, etc
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investigaciones lógzcas 187
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188 Edmund Husserl
singular puesto entre todas las demás ciencias constituye una de las cues-
tiones más importantes de la teoría de! conocimiento, será también de interés
vital para esta ciencia filosófica fundamental el que se exponga realmente
la lógica pura en su pureza y autonomía. Naturalmente, habrí a que entender
la teoría del conocimiento, no como una disciplina que sigue a la metafísica,
ni menos que coincide con ella, sino que la precede, como a la psicología y
a todas las demás disciplinas.
APENDJCE
Por grande que sea la dis Eancia que separa mi concepción de la lógica
de la de F. A. Lange, estoy de acuerdo con éste -y considero como un
mérito contraído con nuestra disciplina- en abogar resueltamente -y más
en una época en que imperaba el menosprecio de la lógica pura- por la
convicción de que la czencia debe esperar un impulso esencial del ensayo
de tratar por separado los elementos forrnaes puros de 12
la lógica EI
acuerdo llega todavía más lejos; alcanza en sus rasgos más generales a la
idea de la disciplina, que Lange no logró, empero, aclarar de un modo esen-
cial. La separación de la lógica pura equivale para él, no sin fundamento, a
la separación de aquellas teorías que él designa como «lo apodíctico de la
lógica», a saber, «aquellas teorías que se pueden desenvolver de un modo
absolutamente necesario, igual que Tos teoremas de la matemática».. Y es
muy digno de consideración lo que añade: «El mero hecho de Ia existencia
de verdades necesarias es tan imporlante, que debe perseguirse cuidadosa-
mente toda huella de las mismas. Desde este punto de vista, habría que
rechazar como una confusión de los fines teoréticos cori ios prácticos el
abandono de esta investìgación, a causa del escaso valor de la lógica formal
o de su insuficiencia como teoría dei pensamiento humano. Semejante ob-
jeción sería comparable al hecho de que un químico rehusara analizar un
cuerpo compuesto, porque es muy valioso en su estado compuesto, mien-
tras que los elementos aislados no tienen probablemente ningún valor» '.
Con igual exactitud, dice en otro pasaje: «La lógica formal tiene como
12
A. Lange, Logicbe Studien, p. t.
L c., pp. 7 y s.
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Investigaciones lógicas 189
L. c., p. 127.
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J 90 Edrrnnd Husserl
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CAPITULO
Para obtener al menos una imagen provisional, con sólo algunos rasgos
característicos, dei fin a que tienden las distintas investigaciones que si-
guen, vamos a intentar ei ensayo de elevar a la claridad dei concepto la
idea de la lógica pura, que esté preparada en cierta medIda por las consi-
deraciones críticas hechas hasta aqu(.
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192 Edmund Husserl
de las cosas. Pero Tas conexiones de las verdades son distintas de lits cone-
xiones de las cosas, que son «verdaderas» en aquéllas. Esto se revela mme-
diatamente en Ia circunstancia de que las verdades referentes a otras ver-
dades no coinciden con las verdades referentes a 'as cosas afirmadas en
estas otras verdades.
Para evitar malentendidos, advierto expresamente que ]as palabras obje-
tividd, objeto, cosa y otras semejantes son usadas aquí continuamente en
su sentido ms amplio, o sea, en armonía con el sentido pur mf preferido
dei término conocimiento. Un objeto (dei conocimiento) puede ser tanto
un objeto real como un objeto ideal, tanto una cosa materia! como un
proceso o como una especie o como una relacidn matemática, tanto un ser
como un deber ser. Esto se extiende de suyo a expresiones como las de
unidad de la objetividad, conexión de las cosas y otras semejantes.
Estas dos unidades, la unidad de la objetividad y a unidad de la verdad.
que sólo abstractivamente pueden pensarse una sin otra, nos son dadas en
el juicio; o, con más exactitud, en e! conocimiento. Esta expresión es bas-
tante amplia para abarcar con los actos simples de conocimiento todas las
conexiones de conocimiento lógicamente unitarias, por complicadas que
sean: cada una como un todo es también un acto de conocimiento. Pues
bien, cuando llevamos a cabo un acto de conocimiento, o como prefiero ex-
plesarme, cuando vivimos en él, estamos «ocupados con lo objetivo» de
que hace mención y posición cognoscitiva, y si es un conocimiento en sen-
tido estricto, esto es, si juzgamos con evidencia, lo objetivo nos es dado ori-
ginariamente. La situación objetiva no se halla entonces frente a nosotros de
un modo meramente presunto, sino que está realmente ante nuestros ojos,
y en ella el objeto mismo como lo que es, o sea, exactamente tal como es
mentado en este conocimiento y no de otra manera: como sede de estas
propiedades, como miembro dc estas relaciones, etc, No tiene presunta,
sino realmente, tal naturaleza y ccmo dotado realmente de tal naturaleza
está dado a nuestro conocimiento. Pero esto no quiere decir sino que, en
cuanto tal, no es meramente mentado (juzgado) en general, sino conocido;
o que el ser tal es una verdad que se ha hecho actual y se ha individualizado
en la vivencia del juicio evidente. Si reflexionamos sobre esta individualiza-
ción y llevamos a cabo una abstracción ideatoria, la verdad misma se con-
vierte en objeto aprehendido en lugar de aquella primera objetividad. Apre-
hendemos en este caso la verdad como e] correlato ideal del acto de cono-
cimiento subjetivo y pasajero, como la verdad única frente a la muchedumbre
ilimitada de posibles actos de conocimiento y de individuos cognoscentes.
A las conexiones de conocimiento corresponden idealiter las conexiones
de verdades. Justamente entendidas, éstas no son só]o complejos de ver-
dades, sino verdades complejas, que se subordinan por ende -en cuanto que
son todos- al concepto de la verdad. Entre ellas figuran también las cien-
cias, tomada la palabra objetivamente, o en e1 sentido de la verdad unificada.
Dada la correlación general que existe entre verdad y objetividad, también
corresponde a la unidad de la verdad en una misma ciencia una objetividad
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Investigaciones lógicas 193
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194 Edmzwd Husserl
Cuando la conexión de un hecho con otros hechos está sujetì a una ley, el
ser de este hecho se presenta como un ser necesario, sobre la hase de las
leyes que regulan las conexiones de la clase respectiva y en el supuesto de que
se den las circunstancias correspondientes.
Si no se Lrata de la fundamentación de una verdad de hecho, sino de
lina verdad general (que tiene a su vez e! cdnicter de una ley con respecto
a ]ì posible aplicación i los hechos que caen bajo ella) nos encontramos
remuidos a ciertas leyes generales, que dan la proposicián, que se trata
fundar, por vía de especialización (no de individualización) y de inferencii
deductiva. La fundamentación de las leves generales conduce necesariamente
a ciertas 1eyes, que ya no son fundamentables por esencia (o sea, en sí» y
no de un modo meramente subjetivo o antropológico). Estas leves se llaman
princE pbs.
La unidad sistemática de la totalidad ideal de las leves que descansan en
¿Eflprincipio, como su último fundamento, y que surgen de él mediante
una deducción sistemática, es la uriidod de la leona sisttrnálicamenle eon-
elusa. EI principio consiste o en un solo principio o en un grupo de prin-
cipios homogéneos.
Poseemos teorías eri
este sentido riguroso. L son la aritmética general.
la geometría,mecánica analítica las astronomía matemática, etc. Habitual-
la
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1westigaczúnes lógicas 195
irnidad a la
64. Los priwipios esenciúles y extrascnciales que dwi
ciencia. Ciencias abstracias, concretas y norrnalivas
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196 Edmund Husserl
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197
Investigaciones lógicas
las ciencias normativas
Según io que hemos expuesto anteriormente, teoréticas en el sentido
dependen de las teoréticas -y
sobre todo de las
vez podemos decir que ex-
estricto de nomológicas- de tal modo que otra que es precisamente lo
científico,
traen de éstas cuanto hay en ellas de
teorético.
la posibilidad de la ciencia
f,5. La cuestión de las condiciones ideales de
o de la teoría en general
de plantear la cuestión
de la unidad dedr4ctiva en generaL En la forma Nos encontra-
antecedentes históricos.
tenemos en cuenta, naturalmente, los necesaria de
mos, como es notorio, ante una generalización absolutamente
posibilidad de una experiencia». La
la cuestión de las «condiciones de la
las leyes objetivas; cae,
unidad de la experiencìa es para Kant la unidad de
pues, bajo ei concepto de la unidad teorética.
precisado con más exac-
El sentido de la cuestión necesita, empero, ser
en primer término en un sentido sub-
titud. La cuestión puede entenderse cuestión de las condi-
jetivo, en el cual sería expresada mejor llamándola general o, más amølia-
teorético en
ciones de la posibilidad dei conocimiento en general; y bien
mente, dei raciocinio en general y del conocimiento cualquiera. Estas
ser humano
entendido que es de la posibilidad para un Prescindamos de las pri-
condiciones son en parte reales y en parte ideales.
refiérense a la posi-
metas, de las psicológicas. Como de suyo se comprende, condiciones cau-
psicológico. todas las
bilidad dei conocimiento, en sentido condiciones ideales de la
pensar. En Cuanto las
saies de que dependemos al
S
según lo oue va he-
posibilidad dcl conocimiento, pueden ser de dos clases, la idea dei conoci-
mos expuesto O son noéticas, es decir,
.
se fundan en
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98 Edmund Husserl
miento como Lai, y eIo a priori, 5m tener pan nada en
cuen1 la peculiaridad
empírica dei humano conocer en su condidones psicológicas;
o
mente lócEcas. esro es, se fundan puramente en el «contenido» son pura-
miento. Tocante a las primeras, es evidente a priori que dei conac-
os sujetos pensantes
en generar deben ser capaces, por ejemplo, de llevar
a cabo rndas las clases
de actos en que se realiza el conocimiento teorético. En
tener, como seres pensantes, la facultad de ver especial debemos
intelecrivamente las propo-
siciones como verdades y las verdades como consecuencias
de otras verdades;
y de ver intelectivamente también las
leyes como tales, las leyes como
fundamentos explicativos, los principios como ultimos principios, etc.
por el otro lado es también evidejite que la.s verdades mismas en Mas
las leyes, los fundamentos y los principios, son lo que son,
y especial
tengamos o no
inelección dc ellos. Y como no son válidos porque tengamos intelección de
ellos, sino que tenemos intelección de ellos porque son
válidos, deben ser
considerados como condiciones objetivas o ideales de la posibilidad de
su
conocimiento, Por consiguiente, las leyes a priori, que son
inherentes a la
verdad como tal, a la deducción como tal y a la teoría como tal (esto
es, a
la esencia general de estas
unidades ideales) deben ser caracterizadas como
leyes, que expresan condiciones ideales de la posibilidad
del conocimiento
en general, o del conocimiento deductivo y teorético en
general; y condi-
cioiies, que se fundan puramente en eI ocontenido» del
conocimiento.
Manifiestamente se trata de condiciones a priori deI conocimiento,
p'aeden ser consideradas e investigadas abstrayendo de toda que
sujeto pensante y con la idea de la subjetividad en general. relación con cI
Las leyes en
cuestión están en su contenido significativo enteramente
libres de
ción; no hablan -ni siquiera de un modo ideal- del conocer, esta rela-
2onar, representar, fundamentar, etc., sino de la verdad, del juzgar, ra-
concepto, de la
proposición, del raciocinio, del fundamento y de la consecuencia,
hemos expuesto extensamente . Pero conio de suyo se etc., como
comprende, estas
leyes pueden recibir giros evidentes, mediante los cuales
cia expresa al conocimiento y al sujeto de éste y enuncian
obtienen referen-
entonces posibili-
dades reales del conocer. Aquí como en todo, prodúcense
afirmaciones a
priori sobre posibilidades reales -aplicando las relaciones ideales
por proposiciones generates puras) a los casos empíricos (expresadas
particulares
En el fondo, las condiciones ideales del conocimiento que
hemos
noéticas, distinguiéndol-as de las lógico-objetivas, no son otra cosa llamado
giros dc aquellas intelecciones )inherentes por lev al contenido que esos
puro dei co-
nocimiento), mediante las cuales dichas intelecciones se hacen fecundas
para
plegarse dc uii modo msí claro. Lo mismo cabe decir respecto
de Is consideración quc
hacemos también aquí dc las condiciones subjciivo.emt->írícas
del conocimiento. junio
a las noéticas y a las lógicas puras. Como
es manilicsto, aprovechamos las considera-
cione criticas sobre la teoría evidencialisia de la lógica. Cf. supra,
evidencia no es, en electo, otra cosa que e1 canicter del pp. 160 y s. La
conocimiento como tal
Cf. 5apra, § 47. pp. 151 y ss.
Cf. el ejemplo aritmético, § 23.
p- 81.
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Inves/iackrnes lÓicczS 199
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200 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 20J
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202 Edmund Htisserl
Hay, pues, que fijar todos estos conceptos; hay que investigar el arigen
de cada uno, Pero esto no quiere decir que la cuestión psicológica de la
génesis de las correspondientes representaciones conceptuales o disposicio-
nes de representaciones, tenga el menor interés para la disciplina en cues-
tión. Nu se trata de esta cuestión, sino del cfi,en /rnomenológico; o pres-
cindiendo completamente del término de origen, término inexacto y fruto
de la oscuridad- se trata de la intelección de la esencia de los respectivos
conceptos y, desde el punto de vista metodológico, de fijar en forma inequí-
voca y con rigurosa distinción las significaciones de las palabras. A este fin
sólo podemos llegar mediante la representación intuitiva de la esencia en
una ideación adecuada, o, tratándose de conceptos más complicados, me-
diante ei conocimiento de la esencialidad de las conceptos elementales im-
plkiros en ellos y de los conceptos de sus formas de combinación.
Todos éstos son problemas preparatorios y en apariencia baladíes. Por
necesidad se disfrazan en medida considerable bajo 'a forma de discusiones
terminológicas y parecen con mucha facilidad a los profanos mezquinos y
estériles verbalismos. Pero mientras no hayamos distinguido y aclarado los
conceptos remontándonos a su esencia en una intuición ideatoria, es vano
cualquier otro esfuerzo. No hay ninguna esfera dei conocimiento donde el
equívoco revele ser más fatal que la esfera de 'u lógica pura; no hay ninguna
en donde la confusión de los conceptos haya dificultado tanto el progreso
dei conocimiento, haya detenido tanto su mismo comienzo, la intelección
de los verdaderos fines. Los análisis críticos de estas prolegómenos lo han
puesto de relieve en todas partes.
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Investigaciones kgicas 203
mento de su posibilidad y validez cada una de esas leves. Las teorías y las
leyes categoriales ccnstiwven más bien, en su integridad ideal, el fondo uni-
versal, de donde cada determinada teoría válida extrae los fundamentos idea-
les de sii esencialidad correspondientes a su forma; estos fundamentos
son las leves a las cuales se ajusta en su curso y partiendo de las cuales
puede ser justificada en última instancia corno una teoría «válida» por lo
que toca a su «forma». Puesto que una teoría es una unidad amplia, que
se compone de distintas verdades y conexiones, de suyo se comprende que
las leves inherente5 al concepto de la verdad y a Ia posibilidad de las
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204 Edmund Husserl
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Irwesrigacione.c lógicas 20i5
sino un enlace en general, del que son válidas leyes de la forma a-brb+a,
etcétera. La multiplicidad está definida por la circunstancia de que sus obje-
tos mentales hacen posibles estas «operaciones» y otras, de que pueda
demostrarse que son compatibles a priori con ellas.
La idea más en era! de una teoría d la multiplicidad es ser una ciencia
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206 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 20 /
71. Divisió, del trabajo. La labor dr- los matemáticas y Ici dr los filósofos
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208 Edmund Huscerl
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Irtvestigaciones lógicas 209
cuales podamos predecir el curso venidero de las COSaS y reconstruir el
pasado, sino que quiere poner en claro la esencia de «cosa», «proceso»,
«causa», «efecto», «espacio», «tiempo», etc., y la admirable afinidad que
esta esencia tiene con la esencia del pensamiento, que puede ser pensada;
con la del conocimiento, que puede ser conocida; con la de fas significacio-
nes, que puede ser significada, etc. Si la ciencia construye teorías para
resolver sistemáticamente sus problemas, el filósofo pregunta cuál es la
esencia de la teoría, qué es lo que hace pasible una teoría en general, etc. La
reflexión filosófica es la que completa los trahaos científicos del físico y de!
matemático, perfeccionando de esta suerte el conocimiento puro y autén-
ticamente teorético. La ars invCntiva del especialista y Ia crítica episremo-
lógica del filósofo son actividades científicas complementarias, mediante las
cuales se produce la plena intelección teorética, que abarca todas las rela-
ciones esenciales.
Las investigaciones siguientes, preparatorias de nuestra disciplina en 5U
aspecto filosófico, pondrán de manifiesto, por lo demás, lo que el matemá-
tico no puede ni pretende conseguir, y sin embargo debe ser conseguido.
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210 Ed7rnnd Husserl
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Investigaciones lógicas 211
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Investigaciones para la fenomenología
y teoría dei conocimiento
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Intro dzicción
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216 Edmt4nd Husserl
Véase capítulo final dc los Prolegómenos, sobre todo § 66 y as. (pp. 199 y s.).
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Investigaciones lógicQs 217
ponde cierto rasgo común dc todas las vivencias particulare5. Mas como al
lógico puro no le importa Io concreto, sino la idea correspondiente, lo uni-
versal aprehendido en la abstracción, resulta que, según parece, el lógico
no tiene motivo alguno para abandonar el terreno de la abstracción y poner
en lugar de la idea la vivencia concreta como objetivo de su interés inves-
tigador.
Sin embargo, aun cuando el análisis fenomenológico de las vivencias
Concretas del pensamiento no pertenece a los dominios primarios y más
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218 Edmund Husserl
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I nvestzgaciones lógicas 219
Husserl di5ringue
noesi y noenia -los adietvos correspondientes son noéicu
y noeniático-, siendo
en general Ia nû'szs rI pensamienw dei objeto y el rnenia e!
objeto pensado en cl pensamiento. (N. de Inc iraducinrei.)
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220 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 221
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222 Edmtínd Husserl
objetividad se constituye, sólo pueden ser designadeis por urus cuantas pa-
labras, harto equívocas, como sensación, percepción, representaci6n Y adc-
mís hemos de acudir a expresiones que nombren lo intencional en esos
actos, la objetividad a que esos actos se enderezan. Es absolutamente impo-
sbk describir los actos de mención, sn recurrir en la expresión a as cosas
mentadas. Y cuán hciI es entonces olvidar que esa «objetividad», incluida
en la descripción y que necesariamente ha de ser tenida en cuenta en casi
todas las descripciones fenomenológicas, ha recibido una modificación de
sentido, por la cual pertenece ella misma a la estera lenomenológica!
Y si prescindimos de estas dificultades, resulta que se presentan otras
nuevas al querer transmitir persuasivamente a los demás las intelecciones
conseguidas. Sólo pueden ser contrastadas y confirmadas estas inteleccio-
nes por quien haya adquirido la capacidad bien ejercitada de ejecutar la des-
cripción pura en ese habitus antinatural de 1a reflexión, esto es, de dejar
que actúen sobre él puras las relaciones fenomenológicas. Esta pureza exige
prescindir de toda faiseadora mezcla dc enunciados que procedan de la in-
genua aceptación y juicio de las objetividades puestas como existentes en
los actos estudiados fenomenológicamente. Pero también prohíbe toda salida
de otro género allende el contenido esencial propio de los actos, esto es,
todo empleo de apercepciones y posiciones naturales referentes a dichos ac-
os mismos, es decir, toda consideración de dichos actos como realidades
psicológicas (aunque sólo sea en sentido indeterminadamente universal y
ejemplar), como estados de «seres anímicos» de la naturaleza o de cualquier
naturaleza. La aptitud para semejante modo de investigación no es fácil de
adquirir y, por ejemplo, no puede ser adquirida o sustituida por el ejer-
cicio --pur amplio que sea- de la experimentación psicológica.
Ahora bien, por grandes que sean las dificultades con que tropieaa Ía
fenomenología pura en general y especialmente la fenomenología pura de
las vivencias lógicas, esas dificultades no son de tal índole que nos hagan
considerar como desesperado eJ intento de vencerlas, La colaboración re-
suelta de una generación de investigadores, conscientes de su fin y entregados
completamente a la gran tarea, conseguiría (me atrevo a esperarlo) resolver
por completo las cuestiones más importantes de esta esfera, las cuestiones
referentes a su constitución fundamental. He aquí un círculo de descubri-
mientos que es accesible y fundamental para Ía posibilidad de una filosofía
czenti/ù'o Sin duda son descubrimientos a los que falta el brillo cegador
no tienen relación de utilidad inmediata palpable con la vida práctica o el
fomento de superiores necesidades espirituales; tampoco hay en ellos ese
imponente aparato del método experimental, merced al cual la psicología
experimental ha conseguido captar la confianza del público y reclutar un
ejército de colaboradores.
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Invesiiacwnes lógicas 223
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224 Edmund Husserl
sólo las diferencias de matiz, así como las tendencias estéticas dei discurso,
que contradicen la escueta uniformidad de las expresiones y sus cacofonías
o rítmicas y por lo tanto reclaman provisión de expresiones sinó-
n mas.
A consecuencia de la coincidencia en bloque de las diferencias verbales
con las diferencias mentales y sobre todo de las /crmas verbales con las
formas mentales, existe una tendencia natural a buscar una diferencia 16-
gica detrás de cada diferencia gramatical bien marcada; por lo cual resulta
de importancia lógica el procurar reducir a claridad analitica la relación entre
la expresión y la significación y el reconocer que el retroceso
de la sig-
nificación vaga a la correspondiente significación articulada, clara, satu-
rada y cumplida con plenitud de intuición ejemplar, es el medio adecuado
para resolver en cada caso dado la cuestión de si una diferencia debe consi-
derarse como lógica o como simplemente gramatical.
Pero no basta el conocimiento general -de
adquisición fácil por medio
de ejemplos adecuados- de la distinción entre diferencias gramaticales y
diferencias lógicas. Este conocimiento general de que las diferencias grama-
ticales no siempre caminan de la mano con las diferencias lógicas; o, dicho
con otras palabras, de que los idiomas crean diferencias materiales de signi-
ficación con utilidad amplia comunicativa, en formas tan enérgicas como las
diferencias lógicas fundamentales (esto es, las diferencias fundadas a priori
en la esencia universal de las significaciones), este conocimiento general
puede incluso preparar ei terreno para un radicalismo perjudicial, que limite
con exceso la esfera de las formas lógicas, rechace un gran número de dife-
rencias lógicamente importantes, tomándolas por meras diferencias grama-
ticales, y sólo conserve unas pocas, las justamente suficientes para
dejar
algún contenido a la silogística tradicional. Es sabido que el valiosisimo
ensayo llevado a cabo por Brentano para reformar la lógica formal hubo de
caer en esta exageración. Sólo una exposición clara de la relación esencial
fenomenológica entre expresión, significación, intención significativa y cum-
plimiento significativo, podrá proporcionarnos la segura posición media y
dar la necesaria claridad a la relación entre el análisis gramatical y el análisis
de significación.
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Investigadones lógicas 225
como lógicas, que pertenecen a priori a las expresiones ; cómo deban luego
-prefiriendo primero el lado knornenológico de las expresiones- descii-
hirse las vivencias con arreglo a su esencia y a qu puros géneros deban
coordinarse, que sean aptos a priori para esa función de significar; en qué
relación se halle el «representar» y el «juzgar» -ejecutado en ellas- con
la «intuición» correspondiente; cómo ese representar y juzgar se haga «intui-
tivo» y eventualmente se «fortifique» y se «cumpla» y encuentre su «evi-
dencia», etc., etc. Es fácil llegar a la intelección de que las investigaciones
a estos puntos referentes deben preceder a todas aquéllas que se refieran a la
aclaración de los conceptos fundamentales, de las categorías lógicas. En la
serie de estas investigaciones introductivas está contenida también la cues
tión fundamental acerca de los actos (y respectivamente de las significaciones
ideales) que bajo e título de represen/ación son estudiados por la lógica.
La adaración y separación de los muchos conceptos, que confunden la psico-
logía, la teoria del conocimiento y la lógica, y que la palabra representación
ha asumido, es una importante tarea. Otros análisis semejantes recaen sobre
el concepto de juicio, tomado el término en el sentido que interesa a la
lógica. Esto es lo que se propone la llamada «teoría dcl juicio»; la cual
empero es una «teoría dc la representación» en su parte principal y respec-
tivamente en sus dificultades esenciales. Naturalmente no se trata de nada
que se parezca a una teoría psicológica, sino de una fenomenología de las
vivencias de representación y de juicio, circunscrita pur intereses que se re-
fieren a la crítica del conocimiento.
Detenida indagación exige no sólo ei propio contenido esencial de las
vivencias expresivas, sino también su contenido intencional, el sentido ideal
de su intención objetiva, es decir, la unidad rie la significación y la unidad
de! objeto. Pero sobre todo exige detenida indagación la relación entre am-
bas partes, el modo (al pronto enigmático) cómo una misma vivencia puede
tener un contenido en doble sentido; cómo una vivencia, además de su con-
tenido propio real, puede y debe tener un contenido ideal, intencional.
En esta dirección se encuentra la cuestión de la «objetividad» o «falta
de objetividad» de los actos lógicos, la cuestión acerca de! sentido que tiene
la distinción entre objetos intencionales y objetos verdaderos, la aclaración
de la idea de verdad en su relación con la idea de evidencia del juicio y asi-
mismo la aclaración de las restantes categorías lógicas y noéticas, íntima-
mente relacionadas unas con otras. Parcialmente son estas investigaciones
idénticas a las referentes a Ia constitución de las formas lógicas, en cuanto
que, naturalmente, la cuestión de admitir o rechazar una pretendida forma
lógica (la duda de si se diferencia sólo gramaticalmente o lógicamente de las
formas ya cunocidas) queda resuelta con Ja aclaración de los conceptos que
dan forma, los conceptos categoriales.
Así, pues, quedan en cierto modo designados los círculos de prob]emas
que han sido norte de las investigaciones siguientes. Las cuales no tienen
la pretensión de ser completas y ofrecen no un sistema de lógica, sino estu-
dios preliminares para una lógica filosófica, aclarada en las fuentes prístinas
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226 Edmund H,sser1
6. Adiciones
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investigaciones lógicas 227
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228 Edmund Husserl
querer decir otra cosa que la rigurosa exclusión de todo enunciado que no
pueda ser realizado fenomenológicamente con entera plenitud. Toda investi-
gaci5n cpisteinológica ha de ilevarse a cabo sobre base puramente fenonie-
nológica. La «teoría» a que en ella se aspira, no es otra cosa que meditación
y evidente acuerdo sobre lo que sea en
general pensar y conocer, de confor-
midad con su esencia pura genérica; sobre cwules sean las especies y formas
a que, por esencia, el pensar y el conocer estén ligados;
sobre qué digan con
respecto a tales estructuras ]as ideas de valìdez, legitimidad, evidencia me-
diata e imediata y sus contrarias; sobre qué particularizaciones admitan estas
ideas paralelamente a las regiones de posibles objetividades del conocimien-
to; sobre cómo Jas leyes formales y materiales «del pensar» se aclaren en su
sentido y en su función mediante referencia apriorística a aquellas conexio-
nes estructurales esenciales de la conciencia cognoscente, etc. . Para que esta
.
vivencia de que se trata; y así ci sentido de esa tal mención tiene que po-
derse aclarar y fijar sobre la base de la vivencia misma; de otra suerte fuera
ésta imposible.
Distinta de la pura teoría dei conocimiento es la cuestión de la legiti-
midad con que admitimos realidades «psíquicas» y «físicas» trascendentes
a la conciencia; de si los enunciados que sobre esas realidades hacen los in-
vestigadores de la naturaleza, deben ser entendidos en sentido real o im-
propio; de si tiene sentido y es legítimo contraponer a la naruralexa, que se
nos manifiesta, a la naturaleza como correlato de la física, otro mundo tras-
cendente en sentido potenciado, etc., etc... La cuestión de la existencia y
naturaleza dei «mundo exterior» es una cuestión metafísica, La teoría del
conocimiento, como aclaración general de la esencia ideal y sentido v-
lido del pensar cognoscitivo, comprende sin duda la cuestión general de si
-y hasta dónde- es posible un saber o una presunción racional acerca de
objetos «reales», que tengan el canícter de cosas trascendentes en principio
de las vivencias en que son conocidas; y también la cuestión de a cmules
normas haya de ajustarse el verdadero sentido de ese saber. Pero no com-
prende la cuestión, empíricamente planteada, de si nosotros, hombres, sobre
Ja base de los datos que de hecho tenemos, podemos alcanzar ese
saber;
ni menos aón comprende el problema de realizar dicho saber. Segn nuestra
concepción, la teoría del conocimiento no es, hablando propiamente, una
teoría, No es ciencia en el sentido escueto de unidad de explicación teorética.
Explicar, en el sentido de la teoría, es hacer concebible lo singular por la
ley universal y ésta, a su vez, por el principio fundamental, En la esfera
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Investigzciones lóg:cas 229
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230 Edmund Husserl
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Investigación primera
Expresión y significación
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CAPITULO
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234 Edmwul husserl
2. La esêCia de la señal
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lwestiaciones 1dicas 23)
3, Mosirar y demostrar
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236 Ednund Husserl
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Investigaciones lógicas 237
conscientes a! mismo tiempo, o una tras otra, sino que suele también im-
ponerse una conexión palpable, según la cual la una señala a la otra y ésta
existe como perteneciente a aquélla. Configurar las cosas coexistentes, de
suerte que aparezcan como pertenecientes unas a otras -ø
para expresarlo
A. von Meinong, Gött, gel. Anz., p. 446.
Naturalmente et giro que personìflca la asociación y dice que la asociación
crea -aal como otras expresiones metafóricas que usaremos- no debe rechararse
pues representa sólo una expresión cómoda. Aunque importa mucho la descripción
científica exacta -que sería entonces muy circunstanciada- de los hechos aquí alu-
didos, sin embargo, no será nunca posible prescindir del lenguaje metafórico, teniendo
en cuenta la más fácil comprensión, en direcciones en que no es exigida una óltima
exactitud.
HaIø de contenidos vividor, no empero de objetos o procesos que se mani
flesran y son mentados. Todo aquello sobre Io cual se constituye real,ncnte la con
ciencia individual, la conciencia «que vive», es contenido vivido. Lo que la conciencia
percibe, !o que recuerda, lo que representa, etc., es objeto mentado (intencionall. Véase
sobre esto la Investigación quinta.
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238 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 239
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240 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 241
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242 Edmund Husserl
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Investiac:ones lógicas 243
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244 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 245
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246 Edmund Husserl
Ya, por las descripciones provisionales que hasta ahora hemos dado,
puede verse que no se requiere poco detenimiento para describir exacta-
mente la situación fenomenológica. Ese detenimiento aparece, en efecto,
como inevitable, en cuanto que vemos claramente que todos los objetos y
relaciones objetivas son para nosotros lo que son, merced tan sólo a los
actos de mención -esencialmente distintos de ellos-, en !os cuales los
representamos y en los cuales ellos se nos enfrontan como unidades menta
das. Para la consideración puramente fenomenológica no hay más que tejidos
de tales actos inrencionale5. Cuando predomina no el interés fenomenoki-
gico, sino el ingenuo objetivo; cuando vivimos en los actos intencionales
en vez de reflexionar 5obre ellos, el discurso naturalmente resulta llano,
daro y sin rodeos. En nuestro caso se habla entonces simplemente de la
expresión y lo expresado, del nombre y lo nombrado, de desviar la atención
de uno a otro, etc. Pero cuando el interés fenomenológico predomina, tro-
pezamos con la dificultad de tener que describir relaciones fenomenológicas,
que sin duda hemos vivido innumerables veces, pero que normalmente no
son conscientes; y tenemos que describirlas con expresiones que están -acor-
dadas a ht esfera del interés normal, a las objetividades que se nos ofrecen
en la percepción.
Hasta ahora hemos considerado l-a expresión llena de sentido como una
vivencia concreta. En vez de los das factures: e1 fenómeno de la expresión
y las vivencias de dar sentido (y respectivamente de cumplir el sentido),
vamos a considerar ahora lo que en cierto modo está dado «en» ellos: la
expresión misma, su sentido y la objetividad correspondiente, Uacemos.
pues, un giro que, apartándose de la relación real entre los actos, se vuelve
hacia la relación ideal de sus objetos (y respectivamente de sus contenidosl.
La consideración subjetiva deja el paso a la objetiva. L-a idealidad de ta
relación entre la expresión y la significación se revela en seguida, con res-
pecto las dos miembros, en el hecho de que, cuaiido preguntamos por la
significación de una expresión (por ejemplo, «residuo cuadrado»), no enten-
demos naturalmente por expresión este producto sonoro exteriorizado hic
et nane, la voz fugitiva que jamás retorna idéntica, Entendemos Ia expresión
in specie. La expresión «residuo cuadrado» es idénticamente la misma, pro-
núnciela quien la pronuncie. Otro ttnto puede decirse de Ia signi/icación,
que no es, claro está la vivencia de dar significación.
Cualquier ejemplo demuestra que aquí existe una diferencia esencial.
Cuando -en discurso verídico, que es e! que suponemos aquí siem-
pre- enuncio: Zas ires aliaras de un trìánuZo corten en un pan/o, este
,c
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Investigaciones ¿ó,gicas 247
que juzga Ahora bien, ee mi juzgar, que he notificado aquí, ¿es acaso
la significaci6n de la proposición enunciiti'ì? ¿Es lo que el enunciado dice
y en este sentido expresa? Claro eslá que no. La cuestión sobre el sentido
y significación dei enunciado no seri normalmente entendida por nadie de
tal modo que vaya a recurrir al juicio como vivencia psíquica. Todo el
mundo contestará a esa cuestión, diciendo que io que el enunciado enuncia
es siempre o mismo, sea quien sea el que lo formule afirmativamente y sean
cuales sean las circunstancias y tiempos en que lo haga; y ei10 es precisa-
mente eso: que las tres alturas de un iriángulo se corlan ei un punto, ni
más, ni menos. En esencia se repite, pues, «el mismo enunciado; y se
rcpite porc.]uc es justamente la forma de expresión una y propia de ese quid
idéntico que se llama su significación. En esa significación idéntica, que
como idéntica podemos siempre traer a conciencia evidente en la repetición
del enunciado, no se descubre nada de un juicio ni de una persona que
juzga. Hemos creído estar seguros de la validez objetiva de una situación
objetiva y 'e hemos dado expresión en la forma de la proposición enuncia-
tiva. La situación objetiva misma es Io que es, va afirmemos, ya neguemos
su validez. Es una unidad de validez en sí. Pero esa validez se nos manifes-
tó; y objetivamente, como se nos manifestó, la formulamos, Dijimos: así
es. Claro está que no habríamos podido hacerlo, no habríamos podido enun-
ciar, si no se nos hubiese manifestado; o, con otras palabras, si no hubié-
semos juzgado. Este juzgar está, pues, comprendido en el enunciado como
un hecho psicológico y pertenece a la notificación. Pero sólo a la notifica-
ción. Pues mientras ésta consiste en vivencias psíquicas, lo que en el enun-
ciado es enunciado no tiene absolutamente nada de subjetivo. Mi acto de
iuzgar es una vivencia efímera, que nace y muere. No lo es, empero, Io que
dice e! enunciado; no lo es este contenido: que tres alturas de un triángulo
se cortan en un punto, este contenido no nace ni muere. Tantas veces como
yo -y otro cualquiera- exteriorice con igual sentido ese mismo enunciado,
otras tantas se producirá un nuevo juicio. Les actos de juzgar serán en cada
caso diferentes. Pero lo que juzgan, Io que ei enunciado dice, es siempre
lo mismo. Es algo idéntico, en estricto sentido de las palabras; es una y la
misma verdad geométrica.
Así acontece en todos los enunciados, aunque lo que dicen sea falso
e incluso absurdo. También en estos casos distinguimos, entre las efímeras
vivencias dei asentir y dei enunciar y su contenido idea!, Ia significación del
enunciado como unidad en la multiplicidad. Esa significación, que es io
idéntico de la intención, la reconocemos siempre en actos evidentes de la
reflexión. No la introducimos caprichosamente en los enunciados, sine que
la encontramos en elles.
Cuando falta la «posibilidad» o la «verdad», entonces la intención dcl
enunciado no puede realizarse más que simbólicamente. De la intuición y
de las funciones categoriales que actúan en su fondo no puede tomar la
abundancia que constituye su valor cognoscitivo. Le falta entonces, como
suele decirse, la significación «verdadera». «propia>. Más adelante investi-
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248 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 249
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250 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 251
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252 Edmtrnd Husserl
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Investigaciones 1gicas 253
otros más que a éstos se añaden. En modo muy perjudicial para la claridad
lógica entiéndese por sentido o significación de una expresión a veces -y
dentro de una y la misma serie de pensamientos- ora los actos de noti-
ficación, ora el sentido ideal, ora a objetividad expresada. Y como no existe
una firme separación terminológica, resulta que los conceptos mismos se
mezclan y Oscurecen.
En conexión con esto se producen contusiones fundamentales. Una y
otra vez han sido confundidos, por ejemplo, los nombres universales y los
nombres equívocos, porque, faltando conceptos fijos, no se sabía discernir
bien entre la mutivocidad de tos últimos y la plurivalencia de los primeros,
o sea, su capacidad de referirse predicativamente a una pluralidad de obje-
tos. También se relaciona con esto la falta de daridad, que no pocas veces
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254 Edmund Husserl
e mani6esta, sobre la esencia propia de la diferencia entre nombres cokc-
lvo, y nombres universales. Pues cuando las sgiiificaciones colectivas se
cumplen, preséntase en ja intuición una p1urlidad, o dicho de otro modo.
el cumplimiento se artidua en una pluralidad de intuidones singulares;
así resulta que, si aquí la intención y el cumplimiento nu son distinguidos,
puede en realidad parecer que la expresión colectiva correspondiente tiene
muchas significaciones.
Pero más importnLe para nosotros es explicar exactamente los equi-
Yocos -muy perjudiciales por sus consecuencias- en los términos dc
significación y sentido y, respectivamente, en los términos de «sin sentido»
o «rin significación». Si separamos los conceptos que aquí se juntan, tene-
rnos la siguiente serie:
1." El concepto de expresión implica el tener una significación. Esto
justamente k distingue de los demás signos, como hemos visto. Una ex-
presión sin significación no es, pues, propiamente hablando, una expresión;
en cl mejor caso sería algo que suscita la pretensión o la apariencia dc ser
una expresión, no siéndolo, si se la examina de cerca. Aquí podemos colo-
car los sonidos articulados que suenan a palabras, como abracadabra; y poi
otra parte los complejos de expresiones reales, a los que no corresponde
ninguna significación unitaria, siendo así que parecen pretenderla por ci
modo como se manifiestan exteriormente. Por ejemplo: Verde ¡o casa.
2. En la significación se constituye la referencia al objeto. Así, pues,
usar con sentido una expresión es lo mismo que referirse expresivamente
il objeto representar el objeto). No importa que el objeto exista o sea fic-
ticio y aun imposible. Pero si la siguiente frase: la expresión, por tener
'igniflcación, se refiere a un objeto, se interpreta en sentido propio, esto es.
en e! sentido que incluye la existencia del objeto, entonces la expresión tiene
3igni/icación cuando existe un objeto correspondiente a ella, y no tiene sig.
lU/icación cuando no existe tal objeto. En realidad se oye muchas veces
hablar de significaciones en tal forma que se ve que por significación se
entienden los objetos significados, uso que difícilmente habrá sido mante-
nido con consecuencia, pues nace de una confusión con el auténtico con-
cepto de significación.
3. Si, como en este último caso, Ja significación se identifica con la
objetividad de la expresión, resultarán sin significación nombres como «mon-
taña aurea». Peru, en general, se distingue entre «sin sentido» y «sin obje.
tu». En cambio, suelen llamarse «sin sentido» o suele negrsele significación
en giros equivalentes) a expresiones contradictorias o gravadas con eviden-
tes incompatibilidades, como cuadrado redondo. Así, por ejemplo, según
Sigwart , una fórmula contradictoria, como círculo cuadrado, no expresa
ningún concepto que podamos pensar, sino que representa sólo palabras
que contienen un problema insoluble. La proposición existencial: «no hay
ningún círculo cuadrado» no haL-c -según él- sino rechazar la posibilidad
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hrvestigaczones l6gicas 255
de unir uit concepto a esas palabras. En esto Sigwarr entiende por concepto
«la significación general de una palabra», esto es -si
comprendemos
bien-, lo mismo exactamente que entendemos nosotros. De modo análogo
juzga Erdmann con respecto al ejemplo: «un círculo cuadrado es liviano».
Pero entonces consecuentemente deberíamos llamar «sin sentido» no sólo
las expresiones inmediatamente absurdas, sino también las mediatamente
absurdas, esto es, las innumerables expresiones que los matemáticos, por
rnLdio de demostraciones indirectas circunstanciadas, prueban ser a priori sin
objeto; e igualmente deberíamos negar que conceptos como el dc decaedro
re guiar sean conceptos.
Marty objeta a los investigadores citados: «Si las palabras no tuviesen
sentido, ¿cómo íbamos a poder comprender la pregunta de si existe tal o
cual y negarla? Incluso para rechazarla necesitamos representar de una u
otro moda esa materia contradictoria.
10
-«Si a esos absurdos se les llama
«sin sentido», esto no puede significar sino que no tienen evidentemente
ningón sentido racional» Estas objeciones son totalmente certeras, en
h1
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256 Edmund Husserl
los nombres de atributos (por ejemplo: blanco). Mill compara tos nombres
propios con las señales de tiza que el ladrón puso sobre la casa en el
13
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investigaciones lógicas 257
ccuando ponemos im nombre propio, llevamos a cabo una operación que es,
en cierto modo, anlaga a o que se proponía el ladrón con la raya de riza.
Colocamos una señal no sobre el objeto mismo, sino, por decirlo así, sobrc
la representación del objeto. Un nombre propio es sók un signo sin sig-
ni/icación, que nosotros asociamos en nuestro espíritu con la representadón
dei objeto para -tan pronto como e! signo hiera nuestra vista o surja en
nuestro pensamiento- pensar en el objeto individua1.
«Cuando nosotros -dice otro apartado de la misma obra- enuncia-
miDs de una cosa su nombre propio; cuando señalando a un hombre, dcci-
0)05: ése es Pérez o Fernández', o 5eñatando a una ciudad decimos: 'C5o
es Paris', no comunicamos al oyente un conocimiento acerca de dichos ob-
jetos, sino sólo que ése es su nombre.. Otra cosa sucede cuando de un
-
Otto pasaje dice: «Cuando los nombres, quc se dan a los objetos, comunicai.
algo, es decir, cuando tienen, en sentido propio, una signiEicación, entonces lia signiñ
cación reside no en lo que designan, sino en lo que connotan.»
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258 Edrnw:d f hisser!
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CAPITULO
confieren signiJicacio'n
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260 Edmund Husserl
consideración comparativa de esos concomitantes, que en ocasiones existen
en la fantasia, nos hace ver: por una parte, que cambiaü mucho, aun cuando
la significación siga siendo Ia misma, y que muchas veces mantienen con
esta significación relaciones muy remotas; mientras que, por otra parte, la
provocación de las imágenes, que propi,amente hacen sensible la expresión
y en tas cuales Is intención significativa de la expresión se cumple o robus-
tece, cuesta trabajo y aun a veces queda malograda. Leed un libro que trate
de una ciencia abstracta y observad lo que -siguiendo con plena com-
prensión las frases del autor- halláis allende las palabras entendidas.
Y conste que las circunstancias de la observación son las más favorables
para la concepción que combatimos, pues el interés por encontrar imágenes
de la fantasia -interés que dirige aquí toda la observación- favorece psi-
cológicamente la aparición de dichas imágenes y, dada nuestra propensión
a atribuir al hecho inicial lo hallado por reflexión posterior, es seguro que
codas las imágenes de la fantasia que afluyan durante la observación serán
atribuidas al contenido psicológico de Ia expresión. Pues bien; a pesar de
estas circunstancias favorables, la concepción combatida, que pone la esencia
rie la significación en tas citadas imágenes de la fantasia, habrá de renunciar
a obtener patentes confirmaciones en la observación psicológica, aI menos
en la clase referida de casos. Tomad, por ejemplo, signos algebraicos bien
comprendidos, o fórmulas enteras, o frases como: toda ecuación algebraica
de grado impar tiene por ¿o m-enos una raiz real, y disponed las necesarias
observaciones. Si he de referir lo que personalmente encuentro en mí, diré
ue en el iltimo ejemplo citado veo: un libro abierto (que reconozco ser el
Agebra, de Serret), luego el símbolo de una función algebraica en et tipo
conocido de Teubner y en la palabra raíz hallo el conocido símbolo V-
Entretanto he leído la frase una docena de veces, entendiéndola perfecta-
mente, sin encontrar el menor rastro de fantasías concomitantes, que pue-
dan pertenecer a tos objetos representados. Otro tanto nos sucede aI querer
representarnos sensiblemente términos como cultura, religión, ciencia, arte,
calculo diferencial, etc- - -
Se objetará que cn estos casos la fantasía actúa también, pero con gran
fluidez, y que Ia imagen interior aparece para desaparecer a] punto. A lo cual
contestamos que la plena comprensión de las expresiones, su sentido pleno
y vivo, persiste después de desaparecida la imagen y, por tanto, no puedc
residir en dicha imagen.
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investigaciones lógicas 261
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262 Edmund Husserl
tricas. En estos procesos intelectivos del pensaniento geométrico se consti-
tuve la idea dcl cuerpo geométrico, que halla su acuñcin en la significadón
fija de la expresión delinitoria. La ejecución actual de esos procesos inelec-
tìvo es el supuesto para la primera formación la confirmación cognoscitiva
de las expresiones geométricas primitivas; pero no para su comprensión
reviviscente y su uso continuado con pleno sentido. Las imágenes fluctuantes
funcionan, empero, eri modo fenomenológicamente aprehensible y describi-
hie, como meros auxilios de la comprensión y no como significaciones o dc-
positarias de la significación.
Acaso se haga a nuestra concepción el reproche de caer en el nomi-
nalismo extremo, de identificar a palabra y el pensamiento. Algunos consi-
derarán incluso como absurdo que un símbolo, una palabra, una Erase, una
fórmula, haya de ser comprendida, siendo así que, según nuestra doctrina,
no existe intuitivamente nada más que el cuerpo del pensamiento (cuerpo
sensible sin espíritu), el rasgo perceptible sobre el papel, etc... Pero, como
demuestran las consideraciones del capítu[o anterior (véase, por ejemplo,
IO), estamos bien tejos de identificar la palabra y e pensamiento. Nos-
otros no creemos de ninguna manera que, cuando comprendemos símbolos
sin el apoyo de imágenes concomitantes, exista el símbolo solo; ahí está
además la comprensión, vivencia de un acto peculiar, que se refiere a la
expresión, dándole luz, prestándole significación y con ella referencia obje-
tiva. Por propia experiencia sabemos muy bien lo que distingue la mera
palabra, como complejo sensible, de la palabra significativa. Podemos, sí,
prescindiendo de la significación, volvernos exclusivamente hacia el tipo
sensible de la palabra. También sucede que un tipo sensible despierte prime-
ramente nuestro interés y sólo posteriormente se nos haga consciente su
carácter de palabra o de símbolo de otra clase, El «habitua» sensible de Uil
objeto no cambia cuando asume para nosotros la validez de un símboto
o inversamente cuando en el objeto, que normalmente hace de símbolo,
prescindimos de su significación. Tampoco ha sida añadido un nuevo conte-
nido psíquico a antiguo, como si ahora tuviésemos ante nosotros una suma
o un enlace de contenidos por igual justificados. Pero uno y el mismo con-
tenido ha cambiado su «habitus» psíquico nuestro modo de tenerlo es
otro; ya no nos aparece meramente como unas rayas sobre papel, sino que
la apariencia física vale ahora como un signo, que corn prendemos Y al vivir
en su comprensión, no ejecutamo5 un representar o un juzgar que se refiera
Il signo como objeto sensible, sino algo totalmente distinto y de distinta
especie, algo que se refiere a la cosa designada. Así, pues, en el carácter
del acto que da sentido -'carácter que es diferente, según que el interés
se dirija al signo sensible o al objeto representado mediante ei signo (aunque
na imaginado con imágenes de la fantasía)-.- es en donde reside la sig-
nificación.
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InvestiRaciunes lógicas 263
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264 Edmund flusserl
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Investigaciones lógicas 265
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266 Edmund Husserl
que pata llevar a «clara conciencia» cl sentido de una expresión (el contenido
de un concepto) hace falta acudir a una intuición correspondiente, en la cual
se aprehende Io que propiamente «está mentado» en la expresión.
Sin embarc,, también la expresión c.juc funciona simbólicamente mien Id
algo y no otra cosa que Ia intuitivamente aclarada. E significar no puede
haber hl1do su complemento por medio de la intuición, pues en tal caso
deberíamos decir que lo que vivimos en Ia incomparablemente mayor parte
de nuestro hablar y leer es mera percepción o imaginación externa de com-
plejos acisticos y ópticos. No necesitamos repetir una vez ms que a esto
contradice evidentemente el contenido de los datos knomenológicos, a
saber: que con los signos vocales y escritos inenlanros esto o aquello y que
ese mentar es ur carkter descriptivo deE hablar y el oír comprensivo, aun-
que puramente simbólico. Pero la contestación a la pregunta hecha eu
primer lugar viene dada por la observación de que las meras intenciones
significativas simbólicas no se separan unas de otras claramente muchas
veces y no hacen posible esa facilidad y seguridad de las identificaciones
y distinciones que necesitamos para los fines de un juicio prkticamente
útil, bien que no evidente. Para conocer diferencias de significación, como
la que hay entre mosquito y elefante, no hace falta tomar disposiciones
especiales. Pero cuando las significaciones fluyen unas en otras y su imper-
ceptible vacilación confunde los límites, cuyo mantenimiento viene exigido
por ta seguridad del juicio, entonces la intuición es el medio natural dc
ac!ararlo rodo. AI cumplirse la intención significativa de la expresión en dis-
tintas intuiciones, que no se implican conceptualmente, resalta claramente
con la dirección del cumplimiento, netamente diferenciada, también la dife-
rencia de la intención significativa.
Por lo que se refiere a la segunda pregunta, hay que tener en cuenta
que ¡odc evidencia del juicio (todo conocer actual en sentido riguroso)
supone significaciones intuitivamente cumplidas. Cuando se trata de conoci-
imenros que «brotan de! mero arnilisis dc las significacione5», mentamos algo
distinto de lo que las palabras parecen sugerir, mentamos conocimientos
para cuva evidencia sólo hace falta representarse la «esencia conceptual».
en la cual la5 significaciones universales de las palabras hallan cumplimiento
de modo perfecto. En cambio, la cuestión de la existencia de ùhjetos que
correspondan a los conceptos -y
respectivamente se subordinen a la esen-
cia conceptual- queda fuera del tema. Ahora bien; estas esencias concep-
tuales no son en modo alguno las significaciones mismas de las palabras.
por lo cual los dos giros: «fundarse puramente en los conceptos (o en las
esencias)» y «brotar del mero análisis de las significaciones» no pueden
decir lo mismo, como no sea que haya algún equívoco. Más bien puede
afirmarse que esas esencias conceptuales no son otra cosa que e1 sentido im-
pletivo, e! cual es «dado» en cuanto que las significaciones de las palabras
-o dicho más exactamente, las intenciones significativas de las pala-
bras- terminan en representaciones correspondientes, escuetamente intui-
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Investigaczrnes lógica. 267
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268 Edm'und Husserl
Riehl ha llamado «carácter de conocido» y flöffding con menos fortuna,
2
A. Rieb!, Dr
phiIosophisch Kriiziimus, lomo II, parte 1, p. 199.
a
H. Höffding, Uber Wiedererkennen, Association und psychische Aktivität Vier
teljahrschrifc wits. Philos., tomo XIII, p. 421i.
.
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lnvcthgacirnes lógicas 269
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270 Edmiirnl Husserl
expresión, usada con pleno sentido y ora con, ora sin intuición iEustrativi.
no puede hacer brotar e] manantial de su significación en distintos actos.
No es fácil, desde luego, analizar la situación -en sentido descriptivo-
en sus más finas gradaciones y ramificaciones, que aquí no consideramos.
Sobre todo ofrece dil:icultades & comprender rectamente la función de las
representaciones destinadas a hacer intuitiva la sig'tiiflcación -su función de
robustecer o incluso evidenciar la intención significativa, su relación con el
carácter de la comprensión o de la significación, carácter que ya en la expre-
sión sin intuición sirve de vivencia significante. Hay aquí ancho campo para
el aná]isis fenomenológico, un campo que el lógico no puede soslayar, si
quiere dar claridad a la relación entre la significación y cl objeto, el juicio y
la verdad, la opinión confusa y ia evidencia aseverativa. Más adelante (In-
vestigación VI) nos ocuparemos detcnidamenre de los análisis correspon-
dientes.
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CAPITULO
verbales y la idealidad de la
unidad significativa
24. Introducción
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272 Edmtmnd Husserl
de tal enunciado reside en ese juicio, mientras que las respectivas vivencias
íntimas pertenecen a los objetos sobre los cuales se juzga. Ahora bien, si se
consideran como pertenecientes a la. notificación (en sentido estricto) sólo
las vivencias indicadas, que llevan en sí la significación de la expresión, que-
dan, en este como en todo caso, separados los contenidos de la notificación
y de Ia nominación.
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Invest igaczories lógicas 273
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274 Edmund Husserl
suerte que le es esencial el orienrar su significación ictuiI, en cada caso, por
Ja ocasión y por la persona que hab1 y la situaci6n de ésta. Sólo conside-
randa las efectivas circunstancias de la manifestación, puede constituirse para
el Oyente una signficaci6n determinada, entre las significaciones conexiona-
das. En la representación de dichas circunstancias y su relación regulada
con la expresión misma han de residir, pues puesto que la comprensión
se produce siempre en rekciones normales), para cada cual puntos de apoyo
suficientemente sólidos, que sean capaces de empujar al oyente hacia la sig-
nificación mentada en cl caso dado.
Entre las expresiones objetivas figuran, por ejempJo, todas las expre-
sinnes teorétkas, esto es, las expresiones sobre las cuales se construyen los
principios y los teoremas, las pruebas y Las teorías de las ciencias «abs-
tractas». Sobre lo que, por ejemplo, una expresión matemática significa no
tienen el más leve influjo las circunstancias dei discurso actual. Leemos y
entendemos, sin pensar siquiera en una persona que hable. Muy otra cosa
sucede con las expresiones, que sirven a las necesidades prácticas de la vida
común; como también con las expresiones que coadyuvan en las ciencias
a preparar los resultados teoréticos. Me refiero, en este último respecto a
las expresiones por medio de las cuales el investigador acompaña su propia
actividad mental o notifica a otros sus consideraciones y esfuerzos, sus dis-
positivos metódicos, sus conviccione5 provisionales.
Toda expresión que contenga un pronombre personal, carece de sentido
objetivo, La paJabra «yo» nombra en cada caso una persona distinta y Io
hace mediante una significación siempre nueva. Sólo el discurso viviente y
sus circunstancias intuitivas pueden dar a entender cuál sea en cada caso la
significación de «vo». Si leemos esta palabra, sin saber quien la haya es-
crito, tenemos una palabra que, aunque no carece de sentido, está al menos
desposeída dc su significación normal. Claro está que no se nos ofrece
como un arabesco caprichoso; sabemos que es una palabra y una palabra
con la cual ei que habla se designa a sí mismo. Pero la representación con-
ceptual asi instigada no es la significación de la palabra «yo». Si Io ruera
podríamos sustituirla simplemente por: «el que habla y se designa a sí
mismo». Es notorio, empero, que tal sustitución conduciría no sólo a ex-
presiones desusadas, sino a expresiones de significación distinta. Por ejem-
plo, si en vez de «yo estoy contento» dijéramos: «ei que habla y 5e designa
a sí mismo está contento». La ¡uncìór significativa general de la palabra
«yo» consiste en designar al que habla; pero el concepto con el cual expre-
samos esta función no es el concepto que inmediata y propiamente consti-
tuye su significación.
En el discurso monológico, la significación del «yo» se verifica esencial-
mente en la representación inmediata de la propia personalidad; y en ella
reside también la significación de la palabra en el discurso comunicativo.
Cada uno de los que hablan tiene su representación del yo (y con ella su
concepto individLlai de «yo»l y por eso es en cada uno distinta 1a significa-
ción de la palabra. Mas como caria uno, al hablar de sí mismo, dice «yo»,
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Invcsigaciones 1óicas 275
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276 Edmund Husserl
manera conceptual fija, a argo que es comprendido como mentado así, sin
necesidad de considerar para nada la manifestci6n actual. Así, por ejemplo.
cuando ta exposición después de haber citado expresamente una
matemática1
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Investigaciones (Ógicas 277
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278 Edmund Husserl
110 queremos decir que en general iiueve, sino que aquí y fuera llueve
ahora. Lo que falta a 1a expresión no está solamente callado, sino que nu
está expresamente pensado, y, sin embargo, pertenece con seguridad a lo
que en er discurso ests mentado. La adición de complementos hace brotar
notoriamente expresiones que pueden caracterizarse como esencialmente
ocasionales en el sentido definido antes.
Mayor es aún la diferencia entre el contenido propiamente expresado
dc un rmino -esto es, el señalado y aprehendido por Jas funciones de
significación siempre homogéneas que desempeñan las palabras en cues-
ti6n- y lo que ocasionalmente mienta ese término, cuando las expresiones
esLn tan abreviadas que, sin los auxilios suministrados a la comprensión
por la ocasión accidental serían inaptas para dar expre5ión a un pensa-
miento concluso. Son, por ejemp'o: Fuera! ¡Usted! ¡Hombre!, etc. Merced
a la situación objetiva en que se encuentran juntamente el que habla y cl
que oye, compltanse o diferéncianse las significaciones, ora defectuosas, ora
subjetivamente indeterminadas, y hacen comprensibles las expresiones in-
completas.
Entre las distinciones que se refieren a la multivocidad de las expresio-
nes, hemos nombrado antes la de expresiones exac/as y expresiones vagas.
Vagas son las expresiones corrientes de la vida común, como «árbol» y
«arbusto», «animal» v «planta», etc. Exactas son rodas las expresiones que
entran como elementos en las teorías y leyes puras. Las expresiones vagas
no poseen un contenido de significación que sea idéntico en todos los casos
de su aplicación; orientan su significación según ejemplos típicos, pero sólo
parcialmente concebidos con claridad y determinación, ejemplos que en di-
ferentes casos e incluso en uno y el mismo curso mental suelen variar bas-
tante. Estos ejemplos, tomados de una esfera objetivamente unitaria (o al
menos, como tal. valida en apariencia), determinan distintos conceptos, aun-
que regularmente afines o relativos unos a otros, de los cuales -según las
circunstancias del discurso y las excitaciones mentales que éste sufre- des-
taca ora uno, ora otro; pero esto acontece las mts veces sin posibilidad
de identificación '' diferenciación segura, que pudiera evitar las impercep-
tibles confusiones de los conceptos conexionados.
En conexión con la vaguedad de estas expresiones se encuentra la de
aquellas que designan géneros y especies relativamente simples de determi-
naciones, que se funden continuamente tinas en otras, como las espaciales.
temporales, cualitativas, intensivas. Los caracteres típicos que se ofrecen
sobre Ia base de la percepción y experiencia, por ejemplo, los caracteres
típicos de las figuras espaciales temporales, cron1tica5 y sonoras, etc., de-
'i
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!nvestiaciones 1ógicac 279
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280 Edmund Husserl
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Investigaciones fóicas 281
esforzarnos nosotros por aclarar las relaciones apriorísdcas (en esa esencia
fundadas) de la adecuación a la objetividad significada, nos hallamos en la
esfera de la lógica pura.
Esto es, desde luego, claro si por uia parte pensamos en la posición
que la lógica ocupa con respecto a las diversas ciencias -posición según
a cual la lógica es la ciencia nomológica que se refiere a la esencia ideal de
la ciencia como tal ciencia, o, lo que es lo mismo, la ciencia nomológica
dei pensar científico en general, considerado puramente en su contenido y
nexo teoréticos- y por 01ra parte observamos: que ei contenido teorético
de una ciencia no es otra cosa que e] contenido significativo de sus enun-
ciados teoréticos, contenido independiente de toda accidentalidad de los que
juzgan y de las ocasiones dei juicio; que en esto los enunciados son unos
en la forma de la teoría, y que, a su vez, la teoría debe su va]idez objetiva
a la acomodación legal ideal de su unidad, como unidad significativa, con
]a objetividad significada (y «dada» a nosotros en el conocimiento evidente).
No cabe desconocer que lo que en este sentido se llama significación com-
prende tan sólo unidades ideales, que son expresadas en diferentes expre-
siones y pensadas en diferentes vivencias de actos; estas unidades ideales,
deben, sin embargo, distinguirse muy bien tanto de las expresiones acci-
dentales como de las vivencias accidenta]es dei que piensa.
Si toda unidad teorética dada es en su esencia unidad de significación.
y si la lógica es la ciencia de la unidad teorética en general, resulta al mismo
tiempo evidente que la lógica ha de ser la ciencia de las significaciones como
tales y sus especies y diferencias esenciales, así como de las leyes fundadas
puramente en ellas (esto es, ideales). Pues a esas diferencias esenciales
pertenecen as diferencias entre significaciones objetivas y sin objeto, ver-
daderas y falsas; y a esas leyes pertenecen también, pues, las puras «leyes
del pensamiento» que expresan la conexión a priori entre la forma cale-
gorial de las significaciones y su objetividad o, respectivamente, su verdad.
Sin duda, frente a esta concepción de la ]ógica como ciencia de las
significaciones hállase la terminología general y eI niodo general de estudiar
la lógica tradicional, que opera con términos psicológicos o psicológica-
mente interpretables, como representación, juicio, afirmación, negación,
supuesto, consecuencia, etc., y que cree realmente perseguir meras diferen-
cias psicológicas y las regularidades psicológicas a ellas referentes. Pero
después de las investigaciones críticas que hemos expuesto en los Prolegó-
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282 Edmund Husserl
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lnvestiaciones lógicas 283
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284 Edmund Husserl
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CAPITULO
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IPwes(;gaciones lógicas 287
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288 Edmund Husserl
Lugar celeste.
Sobre la esencia de los objetos universales véase Is lnvestigaci6n segunda.
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Investigaciones lógicas 289
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290 Edmund Husserl
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Investigacìoves lógicas 291
vida del alma humana. No podemos, pues, afirmar tampoco que todas las
unidades ideales de esa especie scan significaciones expresas Cada caso de
nueva formación de un concepto nos enseña cómo se realiza una significa-
ción que nunca an les fuera realizada, Así como los ntmeros -en
el sen-
tido ideal presupuesto por la aritmética- no nacen y perecen con e1 acto
de numerar; así como, por tanto, la serie infinita de los números representa
un conjunto dc objetos generales objetivamente fijo, rigurosamente delimi-
tido por una ley ideal, así también sucede con las unidades ideales, pura-
mente lógicas, los conceptos, las proposiciones, las verdades, en suma, las
significaciones lógicas. Estas forman un conjunto -ideal y cerrado- de
objetos genéricos, a los cuales les es accidental el ser pensados y expresados
Hay, pues, incontables significaciones que en ei sentido corriente relativo
de la palabra son significaciones meramente posibles, no llegando nunca
a expresión e incluso no pudiendo llegar nunca a expresión, a causa de las
limitaciones de las fuerzas cognoscitivas en el hombt,e,
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Investigación segunda
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Introdu ccio'n
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296 Edmund Husserl
razones: una, porque entre las di5tinciones categoriales de las significacio-
nes -que ha de tener esencialmente en cuenta Ia iógica pura- se halla
la distinción que corresponde a la oposición entre objetos individuales y
objetos universales; y otra, muy especialmente, porque las significaciones
en general -las significaciones en el sentido de unidades específicas- COfl s-
tituyen el patrimonio rk la lógica pura y, por tanto, todo desconocimiento
de la esencia de la especie ha de alcanzar a la propia esencia de las signi-
ficaciones. Seri, pues, conveniente atacar va en la serie inicial de las inves-
tigacione el problema de Ia abstracción y, defendiendo la legitimidad de los
objetos específicos (o ideales) junto a los individuos (a reales), asentar el
fundamento principal para la lógica pura y la teoría pura dei conocimiento,
En este punto es en el que el psicologismo relativista y empirista se dis-
tingue del idealismo, que representa la única posibilidad de una teoría dei
conocimiento congruente consigo 'misma.
Naturalmente la expresión de idealismo no se refiere aquí a ninguna doc-
trina metafísica, sino a aquella forma de la epistemología que reconoce, en
general, lo ideal como condición de la posibilidad dei conocimiento objetivo
y no Io elimina deshaciéndolo en consideraciones psicologísticas.
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CAPITULO
de la universalidad
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298 Edmund Htsserl
Los excesos del realismo de los conceptos han side causa de que se
hava negado no sólo la realidad, sino también la objetividad de hi especie.
Desde luego, sin razón. Para contestar la pregunta de si es posible y nece-
sario concebir las especies como objetos, hace falta notoriamente remon-
tarse a la significación (al sentido, a la mención) de los nombres que nom-
bran especies y a la significación de los enunciados que reclaman validez
para especies. Si estos nombres y enunciados admiten ser interpretados
-o sì la intención de los pensamientos nominales y proposicionaìes que les
dan significación, admite ser entendidu- de tal manera que los objetos
propios de la intención sean individuales entonces debemos abrir paso a Ja
doctrina contraria, Pero si ello no es posible, si 'al analizar ia significación
de esas expresiones t'esulta que su intención directa y propia no va endere-
zada evidentemente a ningún objeto individual; si resulta sobre todo que
la referencia de universalidad con que esas expresiones recaen sobre una
esfera de objetos individuales es sólo indirecta, aludiendo a conexiones 16-
giras cuco contenido (sentido) sólo se despliega en nuevos pensamientos
y exige nuevas expresiones, entonces la doctrina contraria es evidentemente
falsa. En verdad es totalmente inevitable distinguir entre singularidades in-
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Jnves/iaczones 1óicas 299
Jicos, COmO: todas las funciones analíticas son diferenciahies o todas las
proposiciones lógicas puras son a priorL
Estas y otras distinciones semejanes son imposibles de anular. Nu se
trata de expresiones meramente abreviativas, pues ningún desarrollo verbal
de la descripción puede evitarlas.
Por lo demás, cualquier ejemplo puede noluriamente convencernos dr
que enel conocimiento una especie se convierte realmente en objeto y que
en referencia a ella sun posibles juicios de iguales formas lógicas que en
referencia a objetos individuales. Tomemos un ejemplo del grupo que par-
ticularmente nos interesa. Las representaciones lógicas, las significaciones
unitarias son -decíamos- objetos ideales, ya representen universalidades
o individualidades. Por ejemplo: la ciudad de Berlín. como sentido idéntico
en repetidos discursos y menciones; o la representación directa del teorema
de Pitágoras, cuya expcesióii no necesitamos formular explícitamente, o tam-
bién la representación siguiente: el teorema de Pitágoras.
T)esde nuestro punto de vista podríamos señalar que toda significación
semejante vale en el pensamiento indudablemente como unidad y sobre ella
en ciertos casos cabe incluso juzgar unirariamente con evidencia; toda Sig.
nificación semejante puede ser comparada con otras significaciones y distin-
guida de ellas, puede ser sujeto idéntico de muchos predicados punto
idéntico de referencia en múltiples relaciones, puede ser colegida con otras
significaciones y contada como unidad; siendo idéntica, es también ella, a
su vez, objeto con respecto a múltiples nuevas significaciones, y todo esto
lo mismo exactamente que otros objetos que no son significaciones, como
caballo, piedra, acto psíquico. etc. Sólo porque es algo idéntico puede la
significación ser tratada como algo idénticu Esto es para nosotros argu-
mento inatacable y vale, naturalmente, para todas la unidades específicas.
incluso para aquellas que son no-significaciones.
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300 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 301
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302 Edmund Husserl
pueden, por tinto, agotar la extensión totaL SeÑ, pues, lícito preguntar:
Qué es lo que produce la unidad de la exrensi6n? ¿Qué es lo que la hace
posib'e para nuestra conciencia y nuestro saber si nos falta la unidad de la
especie y al mismo tiempo la forma mental de la totalidad, por medio de
la cual adquiere referencia a Ia total multiplicidad de las A, mentalmente
representada (mentada en el sentidode la expresión: la zotalidaddelas A)?
Naruralmente no resuelve nada e1 aludir al <mismo» momento comtn en
todos. Este existe numéricamente tantas veces como objetos singulares de
la extensión sean representables. ¿Cómo, pues, lo que de por sí necesita
unificación va a poder unificar?
Tampoco resuelve nada el apelar a la posibilidad objetiva de reconocer
todos los miembros de la extensión como iguales entre sí. Esta posibilidad
no puede dar unidad a la extensión para nuestro pensar y conocer; pues no
es nada para nuestra conciencia si no es pensada y vista con intelección.
Mas, por una parte, el pensamiento de la unidad de la extensión esta ya
presupuesto, y, por otra parte, esa unidad misma se nos ofrece como unidad
ideal. Es notorio que todo intento de transmutar en la interpretación el
ser de lo ideal en un ser posible de lo real, tiene que fracasar, por cl hecho
de que las posibilidades mismas son también objetos ideales. En el mundo
real no se encuentran números en general, triíngulos en generaL Pero tam-
poco se encuentran posibilidades.
La concepción empirista pretende evitar la necesidad de admitir los ob-
jetos específicos, retrocediendo a la extensión de éstos. Pero, como vemos,
esta concepción es imposible. No puede decirnos qué es lo que da unidad a
la extensión. La objeción siguiente nos Io hace ver particularmente claro.
Li concepción combatida opera con «círculos de semejanza»: pero toma
harto ligeramente la dificultad que representa el hecho de que cada objeto
pertenezca a una pluralidad de círculos de semejanza y de que sea preciso
contestar a la pregunta acerca de lo que separa unos de otros esos círculos
de semejanza. Se ve claramente que, sin tener ya la unidad de la especie,
sería inevitable un reressus in in/inh/um. Un objeto A es semejante a otros
objetos; a unos desde el punto de vista a y a otros desde el punto de visa b,
Ctcétera. El punto de vista mismo no debe, empero, significar que exista una
especie que crea unidad. ¿Qué es. pues, lo que hace, por ejemplo, que el
círculo de semejanza condicionado por Ja rofrz sea uno frente al condicio-
nado por la 1rhngularidad? La concepción empirista sólo puede decir: son
semejanzas distintas; si A y B son semejantes con respecto a la rojez, y
A y C sen semejantes con respecto a la triangularidad, estas semejanzas son
de especie diferente. Esto es, que de nuevo tropezamos con las especies.
Las semejanzas mismas son comparadas y forman géneros y especies, lo
mismo que sus miembros absolutos. Tendríamos, pues, que remitirnos tam-
bién a hs semejanzas de estas semejanzas. Y así sucesivamente in ir/bni/um
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Investigaciones lógicas 303
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304 Edmund Husserl
nombre es concebido como uno, aun cuando tailtas veces como sea pronun-
ciado corresponderá a sensaciones sonoras numéricamente distintas.» Ex.
trafia ilusión Como si por decretar un modo de hablar pudiéramos deter-
I
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1nvesíìaciunes lógkas 305
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306 Edmund Husserl
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CAPITULO
La hpóstasis psicológica de lo
universal
8. Un pensamiento engañador
intemporal de lo ideal,
También es seguro, además, que lo universal, tan pronto como de él
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Investigaciones lógicas 309
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310 Edmund Husserl
rica con las leyes a ella coordenadas determina (o presupone) ei sentido dei
objeto ideal. Si todo lo que es vale para nosotros, con como siendo
razón1
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tnVestdCiOYte.t tóicas 311
sin embargo, de las más amplias y difíciles)? Porque ese triángulo no deberá
ser ni acutángulo, ni rectángulo, ti equilátero, ni isósceles, ni escaleno, sino
todo eso y nada de eso a la vez. En realidad es algo imperfecto que no puede
existir, una idea en la cual están reunidas ciertas partes de ideas diferentes
e incompatibles. Sin duda, e] espíritu, en ese su estado imperfecto, necesita
de tales ideas y se apresura a adquirirlas para mayor comodidad de la co-
municacián y ampliación del saber... Sin embargo, puede presumirse, con
razón, que esas ideas son signos de nuestra imperfección»
10. Cruica
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512 Edmund Huser1
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Investigcciones 1óicas 313
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314 Edmund Husserl
la nota como momento c- la nota como atributo específico 6, resulta que con
su «idea universal» o que hace, en realidad, es una hipóstasis psicclóìca de
lo unzverscil, y Io universal se convicrte en dato real de la conciencia .
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ïnvesezgcciones lógicas 315
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316 Edmund Husserl
Nota. Que los errores de la teoría de Locke sobre las ideas universales
no han sido hasta ahora puestos en dare, demustralo entre otras cosas
la nueva manera de tratar ¡a doctrina de los objetos universales, los cuales,
siguiendo el precedente de Erdmann, vuelven a ser admitidos junio a tos
objetos individuales -aunque no desde luego en el sentido por nosotros
representado-. Así, Twardowski piensa que «lo que es representado me-
diante la representación universal es un objeto que le es específicamente
propio» ', «un grupo de partes integrantes' que son comunes a varios ob-
jetos» . El objeto de la representación universal sería, pues, «una parte
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Investigrciones lógicas 317
Después de estas reflexiones resulta claro, sin más análisis, que esa oEra
forma de hipóstasis de lo universal, que aparece en la lógica tradicional
bajo el título de imágenes comunes, está gravada con iguales absurdos y ha
nacido de las mismas confusiones que la de Locke. Lo impreciso y fugaz de
las imágenes comunes respecto de las diferencias espedficas no cambia nada
a su concreción. La imprecisión es una determinación de ciertos contenidos;
consiste en cierta forma de continuidad en los tránsitos cualitativos. Mas,
por 10 que se refiere a la fugacidad, ésta nada altera a la concreción de cada
uno de los contenidos cambiantes. Lo esencia! de la cuestión no estriba en el
contenido cambiante, sino en la unidad de la intención enderezada hacia las
notas constantes.
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CAPITULO
Abstracción j atención
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320 Edmund Husserl
parte de una conglomeración mayor, tenemos el poder de fijar nuestra aten-
clón sobre ellos, haciendo caso omiso de los demás atributos con los cuales
los pensamos combinados. Mientras ta conceritraci6n de la atención está
actuando, si esta es suficiente, podemos no tener conciencia, durante algún
tiempo, de algunos de los demás atributos y, durante un breve intervalo,
podemos realmente no tener presente en nuestro espíritu más que los atri-
butos que constituyen el concepto. En general, sin embargo la atenci6n no
es tan completamente exclusiva; deja espacio en la conciencia para otros
elementos de la idea concreta; a pesar de éstos, la conciencia desmaya en
proporción a la energía dei esfuerzo de concentración, y el momento de la
atención se relaja si la misma idea concreta continúa siendo contemplada,
es decir, si otros elementos entran en la conciencia. Por esto, hablando en
propiedad, no tenemos conceptos universales; tenemos solamente ideas com-
plejas de objetos en lo concreto. Pero somos capaces de atender exclusiva-
mente a ciertas partes de la idea concreta y, merced a esta atención exclusiva,
capacitamos estas partes para determinar exclusivamente ei curso de nuestro
pensamiento tal como subsiguientemente es enlazado por asociación; y es-
tamos en condiciones de mantener un curso de meditación o razonamiento,
que se refiera tan sólo a esas partes, exactnmente como si pudiésemos con-
cebirlas separadas dei resto.
»Lo que principalmente nos capacita para hacer esto es el empleo de
signos y particularmente la más elicaz y familiar clase de signos, a saber, los
nombres.»
Y sigue MilI diciendo, con referencia a un pasaje de las Lectures, de Ha-
milton: «Lo racional de esto es que cuando queremos pensar objetos con
respecto a alguno de su atributos -de evocarlos en cuanto que están inves-
tidos de estos atributos y con nuestra atención dirigida exclusivamente a
dichos atributos- lo hacemos dando un nombre especí&o a esa combina-
ción de atributos o a Ia clase de objetos que los poseen. Creamos una aso-
ciación artificial entre esos atributos y cierta combinación de sonidos articu-
lados, asociación que nos garantiza que, al bir los sonidos a al ver escritos
los caracteres correspondientes, se alzará en nuestro espfritu la idea de un
objeto que posea dichos atributos; y en esta idea sólo esos atributos serán
vivamente presentados al espíritu, permaneciendo, en cambio, desmayada
nuestra conciencia dei resto de la idea concreta. Como el nombre no ha sido
dircctamnte asociado más que con esos atributos, resulta que, en sí mismo,
es tan probable reevocarlos en una combinación concreta como en otra cual-
quiera. La combinación que en cada caso particular haya de ser evocada, de-
penderá de la mayor o menor antigüedad de la experiencia, de los accidentes
de Ia memoria, de la influencia de otros pensamientos, que haya pasado o
estén pasando por la mente. Por tanto, la combinación está muy lejos de ser
siempre la misma y rara vez está una misma firmemente asociada con el
nombre que la sugiere. En cambio, la asociación dei nombre con los atri-
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fnvrstigacicrnes lógicas 321
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322 Elm urni JJwer
trozo o apeco 4e tal gnj,o; pues od ptc es, xmc prtc de w indvi-
duo, taithién inivjduaL J-hcr de aleo w
de prvdicacice o atribuciones, o
cio. conjx Jo n
Q c:Kpr6n para decir: repre-
sentar tomando e;t p4abr e w setído que e ei .que cia Ja patita
toda lógica (aunque no es d imíco). As pues. i7uetr1 evidencia .di que
hay epresentiones universalcs», esto es. representaciones de lo spod-
fico, io mismo que }iay representaciones de lo individual.
Hemos haUado de evidencia. La ciridencia referente a ilerencias obje-
tivas entre siniílcaciones supone que trascendemos de Ja esfera dei uso
meramente sirnbóJico de las expresiones y nos volvemos 3acia la intuición
correspondiente pera bailar la enseíanza definitiva. Sobre Ja base de una
representación intuitiva verificamos ins cumplimientos significativos que
corresponden a las meras intenciones significativas y xealirarmos su propia»
mención. Hagamos, pues, eSto eri nuestro caso. Y hallamos que desde luego
se nos ofrece la imagen de cierto grupo de cuatro, imagen que constituye,
por tanto, la base de nuestra representación y juicio. Pero no es sobre dicha
imagen sobre io que juzgamos; no es ditha imagen io que mentamos en la
representación del mieto en ei ejemplo anterior. No el grupo imaginado..
sino el nuímero cUatro, la unidad específica, es el sujeto dei que decimos que
es primo relativamente a siete. Y, naturalmente, esa unidad específica. ha-
blando propiamente, no es nada que esté en ei grupo imaginado; pues algo
que estuviese en ei grupo sería algo individuai, sería algo aquí y ahora.
Ahora bien, nuestra mención, aunque es algo aquí y ahora, no mienta nada
que sea aquí y ahora, sn0 que mienta ei cuatro, la unidad ideal, intem-
poral.
Las ulteriores descripciones fenomenológicas habrían de ser llevadas a
cabo en reflexión sobre las vivencias de las menciones individuai y esped-
flea -de la mención puramente intuitiva, de Ja puramente simbólica y dc
la simultáneamente simbólica e impletiva de su intención significativa-.
Esas descripciones fenomenol6gicas tendrí:an por objeto exponer las rela-
ciones --fundamentales para la aclaración dei conocimiento- entre la men-
ción ciega (es decir, puramente simbólica) y la mención intuitiva prupia
explicar en la esfera de la irnuitiva los diferentes modus que tiene de fun-
ciona.r en l.a conciencia la imagen individual, según que la intención se
enderece a lo individual o a lo específico. De esta suerte, nus colocaríamos.
por ejemplo, en situación de conies tar a la pregunta de cómo y en qu
sentido puede Jo universal llegar a ser consciente subjetivamente y even-
tualmente a ser dado con intelección en cl acto mental singular, y de cómo
puede entrar en relación con la esfera ilimitada (y por tanto imposible de
reptesentar en imagen adecuada) de las singularidades subordinadas.
En la discusión de Mil] -como en rudas las discusiones semejantes-
no hay una palabra que reconozca escuetamente lo que es dado con evi-
dencia; ni tampoco hay la menor descripción dc] curso de pensamientos que
acabamos de bosquejar. Lo que debìra preseritarse como punto fijo, en la
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1nvesti,acioiws 2ógicas 323
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324 Edrnnd H.vyert
no ya n rcchazar el realismo, sino en rechazar e! conceptualismo (bien
ntedido). Es decix, que 'os impugnadores de Locke rechazaron no sólo
las absurdas ideas genéricas de éste, tho también los conceptos universales,
en el sentido pleno y auténtico de la palabra, en ei sentido que el aniisis
dei pensamieitu en su contenido objetivo de significación, ofrece como
evidente y como constitutivo para la idea de la unidad mental.
Malentendidos de] análisis psicológico son los que hacen caer en esa
opinión. La propensión natural a dirigir ¡a vista hacia lo primariamente
intuitivo y, por decirlo así, palpable de ]os fenómenos lógicos, seduce e
incita a considerar las imágenes interioret, que están junto a los nombres,
como las significaciones de los nombres. Pero si comprendemos claramente
que la significación no es otra cosa que io que mentamos por medio de la
expresión, o lo que entimdemos por elia, no seni ya posible mantener aque-
lla concepción. Pues si la mención residiese en las representaciones singula-
res intuitivas, que nos aclaran» e] sentido de] nombre universa], entonces
los objetos de esas representaciones serían -en absoluto tal y como son
representados intuitivamente- lo mentado, y todo nombre sería un nom-
bre propio equívoco. Ahora bien, para hacer justicia a la distinción, dicen
los empiristas que las representaciones singulares intuitivas, cuando apare-
cen en conexión con los nombres universales, son la sede de nuevas fun-
ciones psicológicas, de tal suerte que determinan otros cursos de las rcpr-
senlaciones, se insertan de otro modo en cl flujo de los procesos mentales
o lo gobiernan de otra manera,
Sin embargo, esto no es dccii- nada que sea parte, en modo alguno, de
la situación fenomenológica. Ahora y aquí, en e1 momento en que pronun-
ciamos con sentido el nombre universal, estamos mentando algo universal:
y esta mención es distinta de aquella en la cual mentamos algo individual.
Y esta diferencia debe ser señalada en el contenido dcscriptivo de la viven-
cia aislada, en la realización singular actual del enunciado genérico. Aquí
no nos interesan para nada lo que pueda enlazarse casualmente con dicha
Vivencia, las consecuencias psicológicas que la vivencia pueda tener. Esto
compete a la psicología de ]a abstracción; no, empero, a la fenomenología.
Bajo la influencia de la corriente nominalista de nuestro tiempo, ame-
naza desviarse el concepto del conceptualismo; de tal manera que J. St. Mill,
que tan resueltamente se caracteriza a sí mismo como nominalista, pretende
discutir el nominalismo '. Pero no debemos considerar que lo esencial en el
nominalismo sea el perderse en el ciego juego asociativo de los nombres
-como meros sonidos verbales- con el propósito de poner en claro el
sentido y la función teorética de lo universal. Lo esencia! en el nominalis.
mo es que, con el propósito de llevar a cabo dicha aclaración, pasa por
alto la conciencia peculiar que se manifiesta, por una parre, en el sentido
viviente de los signos, en su comprensión actual, en e1 sentido inteligente
de la enunciación, y por otra parte, eri los actos correlativos de cumpli-
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Investgacioes lógicas 325
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326 Edmund Husserl
cuanto que consideran garantizada l.a existencia de las significaciones urti-
versales por medio de ese interés exclusivo con que la atención hace obje-
tivos los «atributos». Pero, en verdad, su doctrina es y permanece una
doctrina nominalista.
La universalidad sigue siendo en todas esas concepciones obra de la
función asociativa de los signos y consiste en la unión -psicológicamente
regulada- «de] mismo signo con el mismo momento objetivo»
bien con el momento que retorna siempre en igual determinación y que en
más -o
cada caso es acentuado por Ja atención-. Pero esa universalidad dc hi
/unción psicnlózca no es en manera alguna la un:verialidad que pertenece
al rt.ntiudo mteneicnal dc las vivencias lógu:as mismas; o dicho de modo
objetivo e ideal: la universalidad que pertenece a tas rinificacwnes y a los
cumpinnienìos de óstas. Esta óltima universalidad se evapora en eJ nomi-
nalisnio.
fOrt'.t. )
sn tndas las dlemais significaciones, debe ser negacis', la especie A «reside» en esas
significaciones, pero sólo potencialmente r no corno obeicc mentado,
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Thvstzgacione lógua 327
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328 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 329
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330 Edmund Husserl
19. ()/eciones
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InvestiQciones lógicas 331
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332 Edmund Husserl
¿Qué sucede, empero, con las ventajas que la teoría promete para com-
prender el pensar universal? ¿No es exacto eso que de tan penetrante modo
expone Berkeley, cuando dice que en la demostración geométrica de una
proposición referente a todos los triángulos sóio tenemos a la vista un
triángulo -el triángulo dibujado-, en el cual, empero, no hacemos uso
más que de las determinaciones que caracterizan al triángulo como trián-
gulo, prescindiendo de todas las demás? Decir que no hacemos uso más
que de esas determinaciones, es decir que sólo a ellas atendemos corivir-
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Investigaciones lógicas 333
salir
tiéndolas en objetos de una atención exclusiva. Así, pues, podríamos
adelante sin necesidad de admitir ideas universales.
Y en efecto, esto óltimo es verdad, si por ideas universales entendemos
no hace falta
las ideas de la teoría de Locke. Pero para evitar ese escollo
perderse en los extravíos de la doctrina nominalista. Podemos aprobar en lo
esencial las manifestaciones de Berkeiey; pero hemos de rechazar la inter-
abstrac-
pretación que este pensadoi les da. Berkeley confunde la base de la
ción con lo abstraído, el caso concreto singular -dei cual saca la conciencia
de la universalidad su plenitud intuitiva- con el objeto de la
intención
mental. Berkeley habla como si la demosttación geométrica se desarrollase
tiza
para el triángulo de tinta pintado sobre el papel o para el triángulo de
trazado sobre el encerado; y como si en el pensar universal los objetos
singulares, que accidentalmente imaginarnos, fueran rio simples apoyos para
nuestra intención mental, sino los objetos mismos de ésta. Un método geo-
métrico que en el sentido de Berkeley se rigiese por la figura dibujada,
daría resultados muy notables, pero no muy gratos. Para lo dibujado no
vale en sentido estricto ninguna proposición geométrica, porque lo dibu-
jado no es nunca ni puede ser propiamente una recta, ni una figura geomé-
trica. En lo dibujado no se encuentran las determinaciones geométricas idea-
les, como, por ejemplo, el color se encuentra en la intuición de lo coloreado.
Sin duda, el matemático mira al dibujo, y este dibujo se le ofrece en el
modo de un objeto cualquiera de intuición. Pero en ninguno de sus actos
mentales mienta el matemático ese dibujo, ni ningún rasgo individual en ¿I.
Lo que el matemítitco mienta -si no se aparta de su pensar matemático-
es «una recta en general». Este pensamiento es el miembro sujeto de su de-
mostración teorética.
Aquello, pues, a que atendemos no es ni el objeto concreto de la intui-
ción, ni un «contenido parcial» abstracto (esto es, un momento no-indepen-
diente). Es lo abstracto en sentido lógico. Y, por consiguiente,
debemos de-
signar como abstracción, en sentido lógico y epistemológico, no el simple
subrayado de un contenido parcial, sino la peculiar conciencia, que aprehen-
de directamente la unidad específica sobre la base intuitiva.
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334 Ed7nz4nd Bzzserl
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Investigaciones lógicas 335
inútí] y, bien mirado, incluso absurda En los casos frecuentes, en que ex-
.
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336 Edmund Husserl
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F'zvestigaciones lógwas 337
actos cons-
cuales está idado» intuitivamente un momento atributivo y los
truidos sobre estos. Estos segundos actos no son actos de mera atención a
dicho momento, sino actos nuevos que, generalizando, mientan la especie
correspondiente. Y no importa que la intuición ofrezca o no el momento
atributivo en modo adecuado. Como complemento, distinguirlamos también:
por una parte, los casos de abstracción sensible, es decir, de abstracción
la intui-
que con cuerda de modo escueto y (eventualmente) adecuado con
ción sensible; y por otra parte, los casos de abstracción no sensible o, a lo
que la conciencia de la
sumo, parcialmente sensible, es decir, los casos en
se basa a lo sumo en parte sobre actos
universalidad, una vez realizada,
sensibles, pero en la otra parte está edificada sobre actos no
de intuición
sensibles y por tanto está referida a formas mentales -categoriales-- que
por su naturaleza no pueden hallar cumplimiento en ninguna sensibilidad.
mez-
De los primeros casos ofrécennos ejemplos adecuados los conceptos no
clados, procedentes de la sensibilidad externa o interna, como color, ruido,
suma,
dolor, juicio, voluntad. De los segundos, los conceptos como serie,
disyuntivo, identidad, ser, etc. Esta distinción será objeto de serios estudios
en las investigaciones siguientes.
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338 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 339
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342 Edmtnd Fusser/
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Investigaciones lógzcas 343
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344 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 345
individual no es
ciara diversamente en su esencia descriptiva. Ya lo intuido apariencia, sino
mentado pura y simplemente, tal y como se ofrece en la
ideal (por ejemplo Ic
que unas veces es mentada la especie en su unidad
tonalidtd de do mayor, el número 3); otras, la clase como totalidad de las
singularidades participantes en lo universal ( todas las notas de esta tondi-
los otras, un individuo indeterminado
dadi o dicho formalmente: todos A) ;
de esa clase (uno de los A); este individuo in
es esta especie (un A) o otras1
tuido, pero pensado como depositario dei atributo (este A aquí). etc. Cada
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346 Edmund Husserl
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Jnvertigaciones lóg.cas 347
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348 Edmund Husserl
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Investigaciones lógicas 347
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350 Edmund Husserl
Pero Berkeley toma como efectiva la sustitución y e basa para
dllù.
por una parte, en el sentido de los enunciados universajes,
y por otra parte
en eJ papel ue las figuras desempelian en a demosracón
geomérrk. Lu
primero es aplicable a la cita anterior de i de hi Introducción a sus
Prihciples Curndo juzgamos: todo la extenso es
divisible. queremos decir:
cualquier extenso quc consideremos, sea lo que fuere, se revc1ar divisible.
El nombre universa' (o respecivamcnre la idea si11guar,
siempre concomi-
tante) e represeiltante -según el sencillo sentido de la &ae- de roda
extensión singular no imporra cuál. Así, pues, la idea singular dada sugiere.
«evoca indistintamerne en el espíritu» orra cuÍqL1iera idea singular
de la
Clase extensión.
Aquí, empero, confunde Berkeley dos cosas esencialmente diferentes:
1.' El signo Inombre o idea singular) es representante de todo indi-
viduo que se halle en la extensión del concepto, cuva representación incluso
evoca (sa,ggr'sls), según Berkeley.
2. El signo tiene la significación, el sentido de: todas los A o un A.
scu el que hiere.
En ei segundo caso no puede hablarse de representante en el sentido
de
sustituto. PodÑn ser evocados uno o varios A o representados con plena
intuición; pero el A singular que tengo ahora ante los ojos (sin haberlo
bus-
cado) no señala a ningún otro, del cual sea sustituto; y menos aún
señala a
todos los dei-ns de la misma especie. En un sentido muy distinto son repre-
sentados todos los A o cualquier A, a saber: son rnts,talmerate representados
En una pulsación unitaria, en un acto honiogneo y peculiar se
verifica la
conciencia de iodes los A Y ese acto no tiene componentes que se
refieran
a todos los A singulares; nu es producible
o sustituible por ninguna suma
o trama de actos singulares o de
sugestiones singulares. Por su «contenido»,
por su sentido ideal, refirese dicho acto a todo miembro de la extensión;
mas nu en modo real, sino en modo ideal, es decir, lógico.
Lo que enun-
ciamos de todos los A, esto es, lo que enunciamos en una proposición
uni-
taria de la forma: lodos los A 50e B, vale notoriamente a prior,
y para todo
A que determinadamente se ofrezca presente. La
conclusión que va de lo
universal a lo singular ha de verificarse en cada caso dado; y de A
ha de
enhinciarse el predicado B con legitimidad lógica. Mas no por eso
el juicio
universal contiene en sí realmente el juicio particular, ni la represen-
tación universal contiene realmente la representación singular (que
cae bato
ella), cualquiera que sea e] sentido, psicológico o
lenomenológico, en que
se tome. Por tanto, tampoco la contiene en el modo
de un haz de sustitu-
ciones, Es infinita la extensión de todos los conceptos universales «puros».
no mezclados con posiciones empíricas de existencia, cornu
número, figura
espacial, color, intensidad. Esta infinitud caracteriza va como un contrasen-
tido la interpretación que combatimos.
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1nvestigacicnes ¿gicas 351
V-ea- § 20, p. 332. Vasc sobre esio tamhiën Locke, Ubre IV. capliulo t. § 9
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352 Edmud Husserl
§ 15, p. 323.
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InvestigaCiO?es lógicas 33
-fundamental eri la teoría dei conocimiento- entre las significaciones sim-
bólicas vacías y las intuitivamente llenas, y, por otra parte, habrá que es-
tudiar las especies esenciales y formas de enlace de as
significaciones. Esta
actual dc la significación. Resolvemos SU5 prahle-
es la esfera del anMisis
mas haciéndonos presentes los actos y lo que en los actos está dado. En
identificación y diferenciación, enlace y separación puramente fcnoinenoló-
gicos, romo umbién por abstracckSri enera1ìzadora, adquirimos las esencia-
les especies y formas de significación; o dicho de on-o modo adquirimos
los conceptos lógicos elementales, que no son otra cosa sino formaciones
ideales de las diferencias primitivas de significación.
Pero en vez de analizar fenomenológicamente las significaciones para de-
terminar las formas lógicas fundamentales; o viceversa, en vez de compren-
der claramente que las formas lógicas fundamentales no son otra cosa que
los caracteres típicos de tos actos y sus formas de enlace (en la formación
de intenciones complejas), se verifican análisis lógicos en et sentido usual,
se reflexiona sobre lo que en Jas significaciones constituye el objeto dc la
intención y se busca luego en la realidad de los actos eso que ha sido men-
tado para los objetos. Se piensa en las significaciones en vez de pensar sobre
tas significaciones. Se trabaja con las situaciones objetivas representadas y
juzgadas, en vez de ti-abajar con las representaciones y los juicios (esto es,
las significaciones nominales y proposicionales). Se pretende y se cree
haber
llevado a cabo un análisis descriptivo de los actos, cuando Jo que se ha
becho ha sido abandonar e1 terreno de la reflexión y sustituir al análisis
fenomenológico el objetivo. Y objetivo es también el análisis puramente
lógico que indaga lo que bay en tc.s meros conca pEas (o significaciones),
esto es, lo que deha atribuirse a priori a objetas en general. como pensados
en esas formas. En este sentido se producen los axiomas de la lógica pura
y de la matemática pura «por simple análisis de los conceptos».
En sentido
muy distinto indaga el análisis actual de la significación «lo que hay en las
siiii6caciones», Aquí es donde el modo de expresarse resulta en verdad pro-
in-
pio las significaciones son convertidas, reflexivamente, en objetos de l-a
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CAPITULO
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356 Edmund Hussr1
33. Critica que hace Hume de h'zs ideas abstractas. Su p'esunto rsu1-
tado. Hume no atiende a ¿os puntos api1ales fenomenológicos
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I?westigactofles 1ógicas 157
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358 Edmund Husserl
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Xnvestiacioney (ö.gicas 359
a'
dAvi6n (reen acçt Gruse, .1 p. 332
J,oc q, p. 330.
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360 Edmund Husserl
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Investgacioues lógicas 361
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362 Edrnrnd Hldssrcf
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j.pvai)nCs lógwas 363
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364 Edmund Huser/
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Iet,acions 1áiras 365
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366 Ednund Husserl
Observaciones
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lógicas 367
Investigaciones
con la evidencia de
nial, la primera evidencia coincide, según von Meinong, en cues-
referente a la existencia de la representacIón
la percepción interna, evidencia que
misma
izón. Pero entonces no puede haberse referido a
la
concepción es también que ei llamado
nosotros en el texto. Naturalmente, mi la represen-
objeto inmanente no es, en ningón modo serio, un objeto en no
tación (Como aún creía Twardowski) ';
por el lado de
por
Ja representación
decirlo así, el conte-
existe nada más que la mención de ese objeto, o,
que con la re-
nido signiflcatitvo de la representación. Pero la evidencia de
árbol de especie
presentación de pino miento precisamente un pino, un
no un escarabajo, no podtá asig-
determinada por estas o aquellas notas, y
vi-
percepción, aunque sea la referente a la mere
narse jamás a una mfra
de representación. Más bien se trata de una evidencia de enunciados
vencia
cuya compleja intención significativa se cumple sobre la
base de variados
identificaciones y distinciones que en-
actos, múltiples representaciones, e
representaciones. Y aun cuando no contemos los actos que están
lazan cstas
del lado dc la intención, no llegamos con meras percepciones internas al
percepción interna de los actos citados de identi-
lado dei cumplimiento. La
de
ficación o distinción no pcde notoriamente producirse para la evidencia
la existencia de identidades y diferencias.
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368 Edmund Husserl
nuidades, no es idéntico al contenido primitivo,
parado. «Las panes en que se puede pensar totalmente uniatio e inse-
dividida semejante unidad, son
partes fingidas» 12
Sobre la base dei contenido de conciencia,
visible, ejercitemos cierras actividades de la contenido indi-
fantasía y del juicio, y Io que
éstas crean lo incluimos en el contenido
primitivo.
Pero la duda se extiende más an cuand
nos
deración de] Caso. que primeramente perrnanecid volvemos hacia la consi-
el contenido de la intuición muestre inatacado, el caso de que
ya divisiones. ¿No nos ofrece Ja vi-
vencia también aquí primero un cierto contenido
liamos como un contenido compuesto dc unitario, que luego desig-
parres al verificar nosotros otras
operaciones, de las que esa designación se
suele decirse- en el contenido ahora esta desprende? Advertimos -como
y luego aquella otra parte. Pero
a cada paso que damos varía la vivencia.
dir los contenidos sentidos con los objetos causa de la tendencia a confun-
A
percibidos o imaginados, susti-
tóy'ense al contenido primitivo, paso a paso,
tintos, la parte atendida no se halla solamente contenidos notablemente dis-
en el punto central de la
atención, sino también -y más literalmente- en el punto central de
la visión, proporcionando así otras sensacjones
cionaba cuando se hallaba en segundo plano. distintas de las que propor-
Si nos atenemos estríctamente
a los contenidos, resulta que cl
contenido privilegiado estí como envuelto
por una masa totalmente caótica, que no se
a él, un fringe (flecoj, un cerco o
separa de él, sino que adhiere
como quiera nombrarse Jo innombrable.
Al pasar de una a otra parte, la situación
es, en genera], la misma; pero
es en su contenido cada vez diferente,
y lo es incluso si no hacemos resbalar
la mirada. Reproduciría muy
torpemente la situación descriptiva quien ex-
pusiera la atención a esta o aquella parte de lo
coirespondiente parte de la vivencia), como siindirectamente visto (o de hi
en la unidad idéntica del
contenido fuera notable tan sólo una parte, sin
que fueran de temer va-
riaciones en la vivencia misma. Motivos
genéticos nos señalan aquí -como
en los contenidos abstractos- ciertas
conexiones de experiencia que hacen
posible ci notar por sí y que se anuncian en la
Lo indirectamente visto actila como señal de conciencia por sus efectos.
algo que pertenece a tina esfera
de semejanza delimitada conforme a la
experiencia. Al destacar algo mediante
la atención, queda dada al mismo
tiempo una interpretación y regularmente
también una modificación de! contenido (una
Mas si se objeta que la repetida «elaboración de la fantasia»).
dos y la comparación nos enseña que rememoración de los contenidos vivi-
es lícito hablar de división incluso
los contenidos, habrá de acudir el en
escéptico a las constantes ilusiones en
que caen esas comparaciones, a la confusión
e! contenido vivido, entre comparación
entre la cosa que aparece y
objetiva y comparación de con tenido.
etcétera.
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369
Investigaciones ¿ógicas
refutacióN
39. Ultima exaltación dei escepticismo y su
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370 Edmund Husserl
APENI)ICE
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1nvetgaciones lógicas 371
ticularmente en la esfera de los problemas que aquí nos ocupan. Por in-
terés de la cuestión misma nos detendremos, pues, un instante y lo haremos
ver con auxilio de algunas citas -tomadas en parte de la Psicología y en
parte también de un estudio complementario del mismo autor-. Para la
demostración de que una corriente científica ha tomado rumbos falsos, nc
hay nada más instructivo que estudiar en sus representantes la consecuencia.
con que ]a hayan desenvuelto, y convencer5e de que la teoría rotunda, que
creen haber conseguido, no hace sino complicarlas en evidentes incompa.
tibilidades. -
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372 Edmund Husserl
' Op ci p. 104.
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Thveshacrones lógkas 373
supuesto.
En diversos pasajes de Cornelius se manifiesta cierto sentimiento de que
la conciencia de la universalidad es también algo que se impune descripii-
vatnCn/e, con la prctcnsión de ser puesto en claro. Leemos por ejemplo:
«la palabra predicado señala en su origen y significación no este o aquel
contenido particular. ni tampoco un cierto número de contenidos particu-
lares, sino más bien aigo que es común a todos esos contenidos; la «repre-
sentación universal» que está asociada al predicado y cuva significación con-
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374 Edmund Huser1
diciona, e recuerdo -.-imposible de describir, pci-o conocido
de todos
inmediatamente por percepdán interna.- de la semejanza qe une
a io-
dos esos conienidos». Naturalnient; eso que
«no puede describirse y es
conocido inmediatamente de todos por percpcón interna»
es justamente
la candencia peculiar de la significación, el acto dei
significar unversai. En
ks palabras citadas está en cierto modo descrita esa cosa
está descrita, a mi parecer, inexactamente, porque al indescriptible; y
carácter de acto se le
Sustituye un contenido sensible que, además, es &tido o
por lo menos nu
se puede hallar fenomenológicamente.
Mas si no queremos coger a Cornelius por la palabra,
en este pasaje.
busquemos otras enseñanzas en su exposición de la psicología.
Y viendo
cómo este autor hace justicia al carácter del acto que da
rácter que, sin embargo, debiera quedar fijado como Io significación -ca-
que propiamente
reclarn.a explicación y debiera quedar distinguido en
sus esenciales modifica-
ciones y preceder segón sus fijas distinciones a todo análisis
servamos en él dos confusiones fundamentales, Primcro.' la
genético- ob-
el hecho objetivo de que el
confusión entre
nombre universal esté limitado al círculo de
semejanza por las conexiones asociarívas, y el hecho
subjetivo de que en
el acto singular mantenemos lo universal y, por tanto,
en una sola intención
hagamos referencia a la clase, a un individuo Indeterminado,
bro de la clase, a Ja especie unitaria, etc. Esta es la como miem-
confusión de que
se nutre, pur decirlo así, el nominalismo extremo; es
la confusión
posible el nominalismo, porque el nominalismo nace y muere que hace
con ella.
Y unida a esa confusión se nos presenta en la
psicologia de Cornelius
una segunda, en la cual una vez más se mezclan
cosas fundamentalmente
diferentes. Es la confusión de la inexactitud de la memoria, o la
y fluencia de los fantasmas «oscuramente» borrosidad
reproducidos, con el carácter de
/a unversalzdad que pertenece a
ja conciencia de la universalidad como for-
ma de su acto, o también con la indeterminación en el
contenido
intención, que constituye la signicación determinada del artículode aquella
minado», Sirvan dc ejemplo las citas siguientes: «indeter-
«Cuanto más frecuentemente son vividos contenidos semejantes,
menos sus imágenes rnemorativas nos remiten a contenidos tanto
determinados
en el tiempo y tanto más adquieren dichas imágenes e]
carácter de repre-
sentaciones universales y pueden servir de símbolos para
nido, dentro de determinados límites de semejanza» cualquier conte-
Al lado de estas
afirmaciones ponemos el pasaje siguiente: «Una palabra, que
vez primera, no puede ser entendìda.; peto tan
oímos por
pronto como uno de los
contenidos enlazados a su tiempo con el complejo de sonidos oídos
evocado por e] recuerdo de la palabra, queda dada una primera resulta
n significación
de la palabra Correspondiendo a la inexactitud dcl recuerdo, será al
Pszchoiop,,ie Mt Erfahrungs'zrcenscbat, p. 58.
La circunstancia de que a evoque ci recuerdo de h
,çonvierte acao a b eri
signx1icacióru de la 'expresiôn» a? Lntonccs ]a iglesia sería la
del cura. est aignthcaciôn de i casd
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lnveszgaciones lógicas 375
la extensión de la -en
nominación posible contraste con el giro: «nacimiento de la
5ignhfJcacióa», que se refiere al sentido verbal vivo en cada caso singular-. Pero la dit.
como tentido y la significación como nominación no ltega
rinción entre la significación
en Cornelius a clara separación.
Op. ci., pp. 66 y
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376 Edmwzd Husserl
mezcla de ese algo singular con otras singularidades
semejantes-
todo miembro de una serie de semejanzas, esto es, pueda recordar designe
cada uno
de ellos, es ya, según Cornelius un símbolo universaL La
indiferencia dcl
concepto universal con respecto a las determinaciones del objeto
no pertenecientes a su contenido, queda también
conceptual,
identificada con la va-
guedad de la imagen memorativa. Y en el párrafo final cree
Cornelius poder
mediar en la disputa entre Berkeley y Locke acerca de la idea
de triángulo, sustituyendo al problema de la representabilidad universa]
sensible de
un triángulo con determinaciones incompatibles, el otro prob]ema
de si po-
demos bosquejar en nuestra fantasía un triángulo geométricamente
deter-
minado, de dimensiones dadas, o reconocer un triángulo dibujado
como
correspondiente al ideal geométrico y distinguirlo de otros poco diferentes.
En todo esto confunde Cornelius Ia indeterminación, en el sentido de
va-
guedad, con Ia inexactitud en la ejemplificación del ideal. Según
es posible que ma idea sensible dc triángulo reúna en sí
Cornelius
propiedades con-
tradictorias en número infinito, con tal de que no sean diferencias tan
burdas como las que median entre el triángulo acutángulo y el obtusángulo.
Difícilmente podremos asentir a esta rehabilitación psico]ogístìca de la idea
del triángulo de Locke, ni aun limitada a las diferencias más finas. No
nos
decidimos a asumir la convicción de que sea psicológicamente posible lo
que lógica y geométricamente significa un contrasentido.
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CAPITULO
aburado, que
40. Con/usiones de los conceptos de abstracción y de
no-independientes
unas veces se refieren a contenidos parciales
otras vCceS a especies
la teoría de
La teoría de la abstracción por atención presupone algo que
a dsiinctio ratíonis niega, esto es, que en (os contenidos mismos existe cier-
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378 Edifiund Husserl
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Thvestigaciones lógicas 379
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380 Edmund Husserl
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Irwstigacioncs lógicas 381
en torno at concepto
42. Separación de tos conceptos que se agrupan
de especie
se
a) Se distingue entre concepcs abstractos y conceptas concretos, y a
entiende por conceptos is sigificacionex Por
de tos wmbres. lo iancc
concretos.
virtud, btancura semejanza. A los primeros se les llama nombres que co-
A los nombres abstractos. Las expresiones predicativas,
cuentan
segundos1
empero, se prefiere otro sentido del término concepto, que hace et concepto
igual al atributo, entonces l.a distinción es la de significaciones
que repre-
objetos conceptuales como
sentan conceptos y significaciones que representan
relativa, puesto que los objetos conceptuales mis-
tales. Esta diferencia es
pueden tener a su ve el carácter de conceptos, a saber, en relación
mos
con ciertos nuevos objetos. Pero esto no puede proseguir in
infinitum y
llegamos a la distinción absoluta entre conceptos y objetos con-
timaruente
ceptuales, que ya no pueden funcionar como conceptos; por un lado, pues,
atributos; por otro lado objetos, que «tienen» atributos, pero que nu son
mismos atributos. Así, a la diferencia de las significaciones corresponde
ellos
la diferencia
una diferencia en la esfera objetiva; es, en otras palabras,«universales»).
entre objetos individuales y objetos específicos (los objetos
universales
Equívocamente, empero, llámanse «conceptos» tanto los objetos o más
como las representaciones universales (significaciones universales)
representaciones dirccias de objetos universales. El con-
exactamente las contra-
cepto rojez es o Ia rojez misma -como cuando a este concepto se
de! nombre
-pcnen sus múltiples objetos, las cosas rojas- o la significación
Ambos se hallan notoriamente en la misma relación que la significa.
rojez.
ción Sócrates y Sócrates mismo. Sin duda, la palabra
significación se hace
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382 Edrnu,rd Hgssuri
tamhén equívoca, a causa de la mezcla de estas distinciones; de suerte
que nadie vacila en llamar significación, unas veces at objeto de la repre-
sefltacjófl, otras veces al «contenido» de la misma (al sentido del nombres.
En cuanto que signi&acióri quiere decir tarnbin concepto, törnanse
rum-
bién equívocos os t&minos de referencia: concepro y objeto conceptual;
pues unas veces se trata de la relación (que antes era dominantej entre
el
atributo (rojez) y el objeto a que este atributo conviene (la cosa roja, y
otras veces, de la relación completamente distinta entre la representación
lógka (por eemp!o, lu si8nificación de la palabra rojez o del nombre propk
Thetis) y el objeto representado (el atributo rojez, la
diosa Thetis}.
b) La distinción entre representaciones concretas s' representaciones
abstractas puede, empero, entenderse también de otro modo, a saber; lla-
mando concreta a una representación cuando representa directamente un
objeto individual, sin la mediación de representaciones conceptuales (atri-
butivas); y abstracta en el caso contrario. De una parte se hallan entonces
en la esfera de la significación las significacio-nes de 4OS nombres propios,
y de otra parte, todas las denths significaciones
ncrnzìnales.
e) A las significaciones ames señaladas de la palabra abstracto corres-
ponde también un nuevo circulo de significación para el término de abstrac-
ción. Este circulo comprenderá los actos por medio de los cuales se pro-
ducen los «conceptos» abstractos, Dicho ms exactamente: se trata de ¡os
actes en los cuales los nombres universales adquieren su referencia directa
a unidades específicas; y también de los actos que
pertenecen a estos
nombres en su (unción atributiva o predicativa, en la cual se constituyen,
pues, formas como un A, todos (os A, algunos A, S que es A, etc.,
y, por
últimu, de los actos en los cuales los objetos aprehendido5 en esas múltiples
formas mentales nos son «dados» evidentemente como 'así aprehendidos;
o con otras palabras: de los actos en los cuales se cumplen las
intenciones
conceptuales, consiguiendo su evidencia y claridad. Así aprehendemos la
unidad específica: rojez, directamente, «ella misma» sobre la base dc una
intuición singular de algo rojo. Miramos al momento de rojo, pero realiza.
mos un acto peculiar, cuva intención esté dirigida hacia la «idea», hacia
lo «universal», La abstracción en el sentido de este acto, es
completamente
distinta de la simple atención o destacamiento dei momento de rojo; para
indicar la diferencia hemos hablado repetidamente de abstracción ideatoria
o generalizadora, A este acto se refiere el término tradicional
de abstracción.
En su sentido, io que adquirimos por «abstracción» no son rasgos singula-
res individuales, sino conceptos universales (representaciones directas de
atributos, como unidades mentales). En todo caso, el mismo término se
extiende también a las representaciones conceptuales de las formas ms
complicadas, a que hemos aludido; en hr representación un A, varios A.
etcétera, se ha hecho abstracción de todas las demás notas;
lu representación
abstracta A asume nuevas «formas», pero no nueva «materia».
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NOTA FINAL
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Las INVES11GACIONES LÓGICAS surgieron
de los problemas que Husserl encontró
en sus largos esfuerzos por «obtener una
explicación filosófica de la matemática
pura». Estos ensayos constituyen una
nueva fundamentación de la lógica pura
y de la teoría dei conocimiento. El
primer volumen incluye los
prolegómenos a la lógica pura y las dos
primeras investigaciones, tituladas
«Expresión y significación» y «La unidad
ideal de la especie y las teorías modernas
de la abstracción». EI segundo volumen
contiene las otras cuatro: «Sobre la teoría
de los todos y las partes», «La diferencia
entre las significaciones independientes y
no-independientes y la idea de la
gramática pura», «Sobre fas vivencias
intencionales y sus contenidos» y
«Elementos de un esclarecimiento
fenomenológico del conocimiento».
3492046
ISBN 84-206-8191-1
EL Libro universitario
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EditoriaL