8 El Baile Mexipan Maquetado
8 El Baile Mexipan Maquetado
8 El Baile Mexipan Maquetado
ISSN: 2014-4660
Cita recomendada:
Villa Hernández, Héctor R. 2016. “El Baile de Mexicapan: paradigma de una tradición”.
Cuadernos de Etnomusicología. Nº8. <URL> (Fecha de consulta dd/mm/aa)
Resumen
Abstract
This work is the result of the study of a cultural event in the mining
districts of the city of Zacatecas (Mexico) of the mid-nineteenth century and
early Twentieth century: The Dance Mexicapan, deeply rooted in Zacatecas has
kept a bit variable expressive and emotional pattern distinctive and compelling
tradition. This dance reflects the behavior of the Zacatecas miner within a
society framed in a certain cultural environment. Paraphrasing Lomax (1962:
225-457), it can be said that as common sense dance expresses some emotion
mode and in the case of Dancing Mexicapan can see a characteristic set of
emotional needs or impulses that are in some way satisfied or evoked by this
dance demonstration.
This paper describes how the Zacatecas mining company at the time, their
customs and their relation to dance. By studying this demonstration, I will be
showing a human behavior that has left a strong imprint on contemporary
society of Zacatecas. In addition to showing this group from an anthropological
framework, I expound how was the recovery of this dance in the decade of the
40s of the last century and how it was handled this tradition a decade later. In
addition to this, I perform a musical analysis of the Mexicapan Dance Suite.
Introducción
Estos barrios están situados al norte de la capital del Estado y antiguamente fueron
peligrosos rivales; pero en tanto que La Pinta se distinguía por lo pendenciero y aguerrido
de sus pobladores, Mexicapan sobresalía por su famoso baile anual que tenía lugar la
noche del 2 de febrero, al culminar las festividades de nuestra Señora de la Candelaria.
Unos cuantos eran los invitados “fuereños”, quienes procedían de otros barrios como
Cinco Señores, Chepinque, y Tlacuitapán, o bien, de Vetagrande (Esparza 1976: 39).
En estos barrios se bailaba desde mediados del siglo XIX las polcas, los
valses y las varsovianas,
hacia los ochentas, pero entonces un aire local: “Barrio nativo de Mexicapan” destronó de
inmediato a todos los demás debido principalmente a que tiene una estrecha relación con
la mina, pues refleja el movimiento corto y a la vez largo y violento del minero, obligado a
moverse en pequeños espacios, de ahí que, justamente con las polcas norteñas y
corridos mineros bailados paso más corto que en la llanura zacatecana, denoten de
inmediato la rigidez de la tierra y la rudeza de movimientos del trabajador nativo, quien
por otra parte obligaba a la compañera a seguir su paso (Esparza 1976: 39).
El uso de la tradición
Ya no estaba bien visto decir “fui a la fonda” a comer, pues decir “la fonda” era muy
vulgar. Había que decir “fui al restaurant”. Y tampoco se consideraba elegante pedir un
vulgar “caldo” de pollo, sino un “rico consommé de pollo”, ni un platillo de “hongos” sino
de “champignons”; tampoco se acostumbraba pedir un “pastelillo hojaldrado” sino “vol-au-
vent” (Flores 1979: 51).
“Buletín de la refolúfia”
El Gobierno federal va a echar la ley sobre suspensión de galantías y hasta puede que a
estas horas haiga echao.
El Presidente D. Porfirio, carculando que ya es mucho lo que lastán haciendo pesada los
refolúfios, lechó un proyecto de ley sobre suspensión de galantías a ver si quere dar el sí,
a la Comisión permanente del Congreso de lunión, questá compuesta de los congreseros
y senadores que se quedan allí a ver qué sofrece, mientra los otros salen a descansar,
porque disque ese quiacer es pero rete pesado.
La ley está juerte como un dianchi, pos a todos los que descarrilen ú nomás detengan sin
derecho los trenes de carga ú de pasajeros, a los que quiten ú malmodién los rieles, los
clavos, los tornillos ú los durmientes del camino del ferro, a los que destruigan los
puentes ú los telégrafos; a los que pongan sobre la vía anchetas con que puedan
descarrilarse las máquinas; a los que disparen balazos contra los trenes, a los que roben
en despoblao mediante ataque a las poblazones ú rancheros, serán castigaos con
afusile…
…de golpe sobrevenía la discusión por el efecto de las bebidas alcohólicas y el deseo de
disputarse el derecho de bailar con una linda mujer. Un barretero caía asesinado con el
cuerpo atravesado por el puñal traicionero de un amigo ocasional. Muchas tragedias se
suscitaron en estos barrios mineros; se decía: ¡si no hay muertito, el baile no sirve! (Villa
1994: 46).
Huarache de pata de gallo -con tres agujeros-, es decir, con correa entre el dedo gordo y
el siguiente o bien, huarache de petatillo. El de más categoría, era aquél que tenía varías
suelas.
Calzón largo de manta blanca, en una de cuyas bolsas llevaban pesos de balanza que al
sonar le daban ritmo al baile, demostrando así sus habilidades al efectuar los
contratiempos de zapateado.
Camisa de cuello cerrado y manga larga y sobre ella el chaleco de gamuza, semejante a
la chaqueta de charro, pero exenta de adornos, aunque con botonaduras de plata.
Fajado a la cintura llevaba el típico cotense o tapío, pequeño mandil de manta trigueña
como de un metro de largo, que se doblaba esquinado en forma de triángulo, con una de
las puntas colgando por delante hasta cerca de la rodilla para protegerla, la otra bajaba
por atrás reforzando el calzón al sentarse.
El sombrero era de palo colorado o de palma que variaba, según el trabajo que
desempeñaba. El del barretero era un camalote de tejido grueso y trenzado, alas de
treinta centímetros y copa baja, para que no estorbara al cargar el metal en la espalda. El
del minero era de ala corta y lata copa, igual a éste era el de los paleros y tireros, pero
Los pobladores usaban camalotes de lana y jarcia, de copa baja y ala galoneada y con
toquilla, con excepción de los empleados superiores que usaban vestimenta diferente.
Estos trajes eran comunes en todas las regiones del Estado; pero al finalizar el siglo XIX,
los mineros empezaron a usar prendas semejantes a las de los “curros”. Cambiaron los
huaraches por zapatos de una pieza y el calzón de manta blanca por el calzón de
casimir; aunque esto jamás aconteció en la Pinta y Mexicapan, sobre todo en este último,
donde se dice que era común usar el sombrero arrequintao o achivatao, es decir, el ala
ancha hacia arriba por delante y echada hacia atrás “a lo maldito”, como se estilaba en la
región (Esparza 1976: 39).
Bota alta o botines de charol de color brillante repiqueteado y con botonadura corrida,
medias blancas de popotillo, ancha falda de color fuerte “bajada hasta el huesito” que
cubría el zagalejo.
Blusa blanca ricamente bordada en colores chillantes y corrida hasta la oreja. La blusa de
las casadas llevaba un cierre de jareta para facilitar las tareas maternales; se fajaba la
cintura generalmente con cinto de rebocillo, entretejía sus trenzas con listones de colores
chillantes y cordones de lana; se cubría con reboza de bolita de muy vivos tonos y el cual
lucía con garbo y elegancia; usaban alhajas de vistosos colores, de cuentas de vidrio,
aretes y pulseras huicholas de chaquira y de lana tejida, con su nombre como adorno, o
bien, pulseras de plata para darle también ritmo al bailable. Se pintaba la cara en forma
discreta y también muy discretamente se perfumaba con agua florida.
Daban a su indumentaria un aire local: los tres vivos negros que usaban en el vestido y
que simbolizaban el luto eterno que guardaban por los difuntos de las minas de San
Rafael y Quebradilla en Zacatecas y tocayos en Sombrerete.
Si alguna vez el hombre o la mujer dejaban de usar su vestimenta típica, influidos por
otras costumbres, sobre todo en Mexicapan, no se les permitía entrar al baile, ni mucho
menos formar parte de la peregrinación anual al santuario del barrio; además eran mal
vistos, todo ello debido a un sentimiento profundo de apego al origen, a un celo
exagerado hacía las costumbres del suelo zacatecano (Esparza 1976: 40).
Hombre:
La camisa es de tela de algodón de color blanco, corte europeo, con cuello ancho,
pechera adornada con tira bordada, mangas largas con puños con el mismo adorno; la
camisa se abotona al frente.
Patío o cotens: paño de algodón blanco cortado en cuadro, que doblado a las esquinas
se coloca sobre la cadera amarrada al lado derecho.
Calzado: botines negros de piel. Sombrero tipo zacatecano de fieltro, con copa alta.
Mujer:
Blusa: de tela blanca, de mangas cortas y escote redondo, con un holán de tela de
cuadrillé al que se borda flores predominando rojos, verdes y amarillos.
Falda: tela de paño rojo con una franja de cuadrillé de color blanco, con los mismos
bordados que lleva blusa; a la orilla de la falda lleva un holán de tela de algodón de color
rojo.
Enagua y calzonera: tela de algodón blanco adornado con encaje a la orilla (Zamarripa y
Medina 2001: 108).
Metamorfosis.
3 El tamborazo está compuesto por dos trompetas, un saxo o un trombón, una caja y una
tambora o bombo. Es originario de Zacatecas.
Una de las condiciones que definen a la cultura tradicional viva es precisamente la idea
de continuidad, es decir, siguiendo la línea ininterrumpida de una tradición, lo cual
contrasta con la discontinuidad que implica el folklorismo, ya que este último nos ofrece la
realidad de otra época o de otras latitudes (Martí 1996: 24).
a = suspendida
a´= conclusiva.
b= suspendida.
b´= conclusiva.
a= suspensiva.
a´= conclusiva.
b+b´= suspendida.
c+c´= conclusiva.
A).
B)
C)
El diablo verde.
Conclusiones
Bibliografía
Amador, Severo. 1931. Las baladas del terruño. México. Edición en homenaje a
la memoria del artista, México.
Lomax, Alan. 1962 “Song Structure and Social Structure”, Ethnology I, Ed. En
castellano: “Estructura de la canción y estructura social”, en Francisco Cruces
(ed.) (2001, 2008) Las Culturas Musicales (Lecturas de etnomusicología)
Madrid: Totta, (trad. de Irma Ruíz). Revisión de Enrique Cámara de Landa.
Vega, Carlos. 1956. El origen de las danzas folklóricas. Buenos Aires: Ricordi.
Villa, Elio. 1994. Anécdotas de la Escuela Normal de los años 40´s. Acervo
familiar.
Referencias de internet