Eco - Antiporfirio PDF
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controlarse y es susceptible de transformaciones regidas un término lingüístico son infinitas en pot~rtcia. Un
por reglas determinadas, esta lengua habría de constar de ho~bre es anin:ial racional mortal, pero tamJ:>iénes bípe-
un conjunto finito de expresiones, correlativas a un con- do, implume, tiene dos ojos, un sistema circulatorio ve-
noso y arterial, un páncreas, se aparea normalmente sólo
junto finito de contenidos.. . .
El único modo de relacionar un con¡unto finito de ex- . con seres de 1~mis_maespecie, puede tener barba o bigo-
presiones eón un conjunto finito de c_onte~i~oscon~isti- te, etc. Esta mfirndad de marcas posibles torna difícil
ría en recurrir a un criterio chato de smommia, en virtud co~cebir una lengua utilizable por un pensamiento fuer-
del cual a cada expresión corresponda, como contenido, te. Cuando la química inorgánica define el ácido clorhí-
la expresión de otro lenguaje o una expresión distinta~ drico HCl'. se preoc~pa de señalar simplemente aquellas
del mismo lenguaje, sin que puedan darse q.sos de equ1- características o prop1ed~9es del compuesto que permiten
calcular su capacidad de combinación con otros com-
vocidad. puestos, e ignora forzosamente los distintos usos indus-
Por razones que aquí no analizamos, pero que atesti-
gua la entera historia del pensamiento semán~ico, seme- triales que posee, las circunstancias de su descubrimiento,
jante criterio no parece fructífero porque de ninguna ma- o el hecho de que en ciertas novelas de ciencia ficción fi-
nera refleja el modo en que funciona una lengua natural. guren personajes capaces de respirar esa sustancia.
En los anales del pensamiento semántico podemos en- En est~s casos, ~na ciencia decide qué propiedades de-
contrar otras dos soluciones más rentables y,· por otra ben definir a su ob¡eto, de modo que sin ellas no podría
parte, recíprocamente reductibles; ~n ellas, la des~~ipdóIJ comportarsé como ácido clorhídrico, y relega las restan-
del contenido se lleva a cabo mediante una definmonfor- tes-no esenciales des~e ese punto de vista científico---
mulada en la misma lengua-modelo, o a través de una se- ª los dominios de las propiedades accidentales; aquellas
rie más o menos jerarquizada de componentes semánti- que pertenecen, sin ninguna duda, a lo que denominamos
cos elementales (raíces*, marcas semánticas; nombres de nuestro conocimiento del mundo pero no a las reglas de
propiedades), expresados en el me?t.alenguaje de la. teo- ese lenguaje específico. De esta manera, podría pensarse
ría. En los dos casos, tanto la definición como la sene de que para predecir el buen funcionamiento de la lengua
las marcas son intercambiables con lo que debe definirse. e~pañola,_resulte necesario establecer que «hombre» sig-
«Hombre» equivale a «animal racional mortal», y vicever- mfica ammal. del género masculino, humano y adulto,
sa; así como «hombre» se equipara a «humano + mas- pero no que el hombre es el animal que en el siglo xx lle-
gó a 1~luna. La, di~tinción entre los dos tipos de repre-
culino + adulto», y al contrario. .
En esta perspectiva semántica se suscita de inmediato sentaciones semant1cas que acabamos de esbozar se deno-
un problema fundamental; si atendemos a la manera en mina normalmente diferencia entre la semántica(propia)de
que utilizamos una lengua natur~l, parecería que la~ defi- (un) diccionario
y la semántica(propia)de (una) enciclopedia.
niciones o la serie de marcas asignables al contenido de En consecuencia, un pensamiento fuerte debe intentar
construir ~~~ semántica de diccionario que dé razón de la
* El término italiano -seme-- se traduciría, de forma más directa como «se- comprens1bihdad y e_Ifuncionamiento de una propia len-
mill:>.>, ((germen», pero el uso ha impuesto, en castellano, las voces «raíz» o,
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gua-modelo establecida, homóloga a una lengua natural
más frecuentemente, ((matriz». (N. del T.)
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--. •--·........
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dada, sin que las reglas de esta lengua pretendan ~xplicar que una enciclopedia, por representar idealmente todo el
todos los tipos de significación o de designació_n que conocimiento del mundo, puede englobar también 'el co~
esta lengua puede r(!vestir, a la luz de determmados nocirrúento lingüístico. Está claro que un diccionario de
este tipo -y es precisamente ese límite el que constituye
contextos.
Las dos características de un diccionario ideal son las su «fuerza»-- no sirve para establecer las condiciones de
uso de los términos en referencia a las cosas o estados del
siguientes:
mundo, sino que simplemente garantiza los requisitos de
1) Éste ha de ser capaz de representar el significado buena formación de las expresiones de una lengua dada.
de un número indefinido de unidades léxicas, mediante la Por tanto, dicho diccionariQ sólo debe dar razón de fenó-
articulación de un número finito de eleméntos. menos como la sinonimia, la paráfrasis, las relaciones de
2) Estos elementos no deben a su vez resultar des- hiponimia e hiperonimia, la diferencia entre verdades
componibles en elementos menores ~n-ese caso no s_e a_nalíticas(dependientes de las señales o elementos primi-
cumpliría la condición anterior-, sino que deben consti- tivos que constituyen el diccionario) y verdades sintéticas
(relativas a los conocimientos del mundo no incluidos en
tuir elementos primitivos.
el diccionario), la contradictoriedad, la inconsistencia, la
Aunque de manera no totalmente satisfactoria --cfr. anomalía y la_redundancia semántica'( cfr. ,Katz, 1972: 6).
Haiman, 1980; Eco, 1983-, las distintas teorías se en- Este trabaJo trata de demostrar que la idea teórica de
frentan de modos diversos tanto con el problema de u?~iccio?ari? no puede l~evarse a la práctica, y que todo
cómo limitar los elementos, cuanto con el de determinar dicc10nar10 riguroso contiene elementos de enciclopedia,
su naturaleza; sea ésta, por ejemplo, la de constructores • que empañan su pureza. Desde este punto de vista se de-
.teóricos, ideas platónicas, o palabras-objeto primitivas, muestra irrealizable la idea de un pensamiento fuerte del
. cuyo significado no puede definirse, sino que s~ nos da lenguaje.
en una manifestación primaria, que los ha unido a un La demostración que pretendemos podría tomar como
punto de partida las semántkas normales más actuales de
qato de experiencia elemental._ . . .
· Debe quedar claro que las nociones de d1cc1?nar10y de las lenguas naturales. Pero, en este caso, preferimos se-·
enciclopedia son nociones teóricas, perteneciente~ ª. l~s guir otro camino; pr~tendemos demostrar que la defi-
r
':ategorías de una semiódca g~n~ral, que en .prmc1R10 ciencia lógica que afecta a cualquier diccionario teórico se
manifiesta en los orígenes mismos del problema, es decir,
nada tienen que ver con los d1cc1onar1osy enc1clQped1as
«de carne y hueso». Estos últimos son instrum~nt?s e~- en la teqría de la definición que -con base en ideas aris-
píricos, y con frecuencia lo que llamamos d1:c10n~10 totélicas,· pero en oposición al espíritu de Aristóteles-
contiene mucha información propia de una enc1cloped1a; nos ofrece la Isagogéde Porfirio el Fenicio, escrita en el si-
también las enciclopedias incluyen informaciones más glo III a1iiEli1l5.
de Cristo. El equívoco de Porfirio se trans-
propias de los diccionarios, pero esto _esm~nos gra~e, ya mite a través de las decenas de comentarios medievales
que un diccionario representa una s~ne d~ ~nforma_oones de ese texto, empezando por el de Boecio; y, como pre-
«lingüísticas» que :-xcluyen las enc1cloped1cas, mientras tenden mostrar las páginas que siguen, dicha ambigüedad
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afecta todavía, aunque no se reconozca su o~ig~n, a_la mente, puede referirse a otras realidades; por ejemplo, los
idea contemporánea de una semántica de d1cc1on:ir10. caballos. son animales mortales, y los dioses, según la
También mostraremos que muchos pensadores medi~~a- concepción neoplatónica, son animales y racionales; pero
e han dado cuenta de la existencia de tal confus10n, to~ada la e~presión _comoun todo, como un «grupo» de,.
les S . l 6 fimdor, «animal racional y mortal» es aplicable· sólo al
pe~o que tenían distintas razones para no exam~~ar a su 1-
hombre, y viceversa (sólo el hombre puede definirse
cientemente. como animal racional mortal). U na definición no es una
demostra:ión. Mostrar. la esencia de algo no equivale a
probar nmguna proposición acerca de ello. Una defini-
2. EL ÁRBOL DE PORFIRIO
c~~nexpresa lo que una ~03a•es,al paso que una demostra-
c1on prue?~ que algo existe (91 a 1). Por consiguiente, en
2. 1. Aristótelesy la definición u~a: defimc1ón ~amos por supuesto lo que la demostra-
Aristóteles (SegundosAnalíticos,II, 90 b 30) di~e que lo c1on, al contrario, debe probar (91 a 35); al definir no se
que se define es la esencia o la naturaleza esencial. ~efi- prueba 9ue algo exista (92 a 20). Esto quiere decir que,
nir una sustancia equivale a establecer, entr~ sus atribu- para Aristóteles, la definición apela a la intensióny no esti-
tos, cuáles se demuestran esenciales y, parttc_ularmente, mula ningún proceso (relativo a la extensión)de referencia
cuáles son la causa de que la sustancia sea precisamente la a un_determinado estado del mundo. La definición expli-
que es; en otras palabras, significa establecer su forma su.r.- ca el significadodel nombre (93 b 30).
Al tratar de descubrir el método apropiado para inferir
tanéial. buenas definiciones, Aristóteles desarrolla la teoría de los
El problema es encontrar los atributos exactos,_9~e
edan ser predicados como elementos de la defimc10n ,, predicables;~s decir, de los modos como las categorías
f;6 a 15). Aristóteles pone el ejemplo del núme:o 3. Un pueden aplicarse a un sujeto o predicarse de él. En los
atributo como el ser califica, ciertamente, al numer~ 3, Tópicos(101 b 17-24), Aristóteles enumera sólo cuatro
pero también a cualquier otra cosa q_ueno sea ur: nume- predicables: el género, el propio, la definición y el acci-
ro. Por el contrario, el carácter de impar se atn~uy~ _al den~e. ~orfirio hablará de cinco predicables (género, es-
número 3 de tal manera que, aun teniendo ':1naaphcac1on pecie, diferencia, propio y accidente); pero existen algu-
más extensa -pues también puede predicarse, pon~ nas razones -si no evidentes, por lo menos razonables-
por caso, del 5-, no se extiende, sin embarg~, más alla para que Aristóteles no incluya la diferencia entre los
del género de los números. Son estos los atributos que predicables: la diferencia es «genérica.» por definición
debemos buscar «hasta el punto en qu~, aunque c~da uno de~e r~gi~trars: junto al género (Top., 1.1O1 b 20); y de~
de ellos tenga una extensión más a~~ha que e~su¡.eto,,to- finir sig~·ufi~amcl~ir el sujeto dentro del género y, por
dos juntos posean la misma extens\on. de~ suJeto. Y ~sta tant?, anadir}e la diferencia (Top., VI, 139 a 30). En este
será la esencia de la cosa» (96 a 35). Ans~óteles quiere sentido, la diferencia, a través del género y la definición
. .
se encu~ntra automáticamente ~omprendida en la lista de
'
decir que, si se define al hombr~ como animal m~rtal Y
racional, cada uno de estos atributos, tomados aislada- los predicables. Con otras palabras: la definición -y, por
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tanto, la especie-- es el resultado de la conjunci~n del gé- na que traduce a ~ris_tóte~esen términos de árbol; y, cier-
nero y de la diferencia; por consiguiente, si se incluye en tamente, ~esult~ difícil evitar la sospecha de que, al obrar
la lista la definición, ya no es necesario hacer con~tar la así, sea tnbutano de la concepción neoplatónica de la ca-
diferencia; si se enumera la especie, no es necesario que dena de los seres. Pero podemos perfectamente olvidar-
figure la definición¡ y si se hace constar al género _Yla es- nos de la metafísica que subyace al Árbol de Porfirio
pecie, no es preciso añadir la diferencia. ~orfir10, P?r 1:mesto que_lo que nos _preocupa es el hecho de que ·est~
tanto incurre en un defecto de redundancia. Ademas, arb~l, con independencia de sus puntos de referencia me-
Aristóteles no puede englobar la especie entre los predi- tafís1~os, y ~n. cuanto concebido como representación de
cables porque la especie no se p~edica d 7 na_~ª• sino q1:1e r~lac1ones log1cas, ha influidC! en todas las teorías poste-
es ella el sujeto último de cualquier pred1cac1on. Porfirio riores de la definición.
inserta la especie en la -lista porque la especie es lo expre-
No. nos importa_n. las, razones metafísicas por las que
sado por la definición. Porfirio traza un umco arbol de las sustancias, mientras
puede suponerse que Aristóteles hubiera sido más flexi-
ble, imaginando más árboles, tal vez complementarios
2.2. El árbolde Porfirio unos de otros, y dependientes, en cada caso, del tipo de
problema que pretendía resolver. Aristóteles utiliz·a el
En una larga discusión contenida en los SegundosAna- método de la división con mucha cautela y, podría decir-
líticos(II, XII, 96 b 25-97 b 15), Aristóteles expone una se, con gran escepticismo. Parece que le concede mucho
serie de reglas a las que hay que atenerse si s~ quiere de- valor en los SegundosAnalíticos,pero se demuestra más re-
sarrollar una división precisa, que vaya desde los géneros • serva~o en ~l De partibus animalium(64 2 b ss.), en donde
más universales hasta las infimaespecies,señalando en cada ~a la impresión de estar dispuesto a delinear árboles dis-
paso de la división la diferencia que corresp~:mde. tintos en función del problema con el que se enfrenta, in-
Porfirio adopta este método en la Isagoge.EL hecho de cl~so cuando ~e trata de definir la misma especie (con-
que Porfirio desarrolle una teoría de la división com~n- frontese el con¡unto de reflexiones acerca de los animales
tando las Categorías--en las que el problema de 1~d1~e- con cuernos, recogido efl Eco, 1 981 a).
rencia apenas si se menciona- es objeto de una seria dis- Pero Porfirio ha diseñado un único árbol de las sus-
cusión (cfr., por ejemplo, Moody, 193~).' pero no P?see tancias. En este modelo, y no en la discusión del verda-
un particular relieve para nuestro aná~s1s. De la misma de.i;opensamiento de Aristóteles, tiene su origen la idea
manera puede evitarse la vexata quaesho_ de la_na~uraleza de ~n~ estructura de la definición apropiada a un diccio-
de los universales, problema que Boec10 transmite a la narto; idea que, a través de Boecio, ha llegado hasta nues-
Edad Medía tomando pie, precisamente, de la lsagogé. . tros días, aun cuando los defensores de una semántica de
Porfirio manifiesta la intención, sincera o no, de de1ar di~cionario no sepan exactamente de quién son deudores
a un lado la pregunta acerca de si los géneros _Ylas espe- en este punto. Por otra parte, la idea de un diccionario
cies existen en sí mismos o son meras concepc10nes de la semá?tko ha alcanzado su pleno desarrollo en los campus
mente. A nosotros nos interesa por ser la primera perso- americanos; y no puede pretenderse, si tomamos en
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t la ley de Taylor, que en esas latitudes un experto se halla el genusgenera/issimum,representado por el nom-
cuen a , . 1 ea también en historia de la filosofía. bre de ·1a categoría, que no puede ser especie de ningún
en semant1ca o s . . •,
Por todo ello, es necesario ini~iar nuestra m\~stigac1on otro. De esta suerte, cada especie exige la existencia del
propio género superior, pero no puede asegurarse lo con-
considerando el árbol de Porfirio. . . .
Como decíamos, Porfirio en_umera ~meo predica~les. trario. Un género puede ser predicadode las propias espe-
énero, especie, diferencia, pi;_op10y accidente. Los cir~co cies, al paso que las especies pertenecenal género. La rela-
g redicables establecen el modo en que debe ser definida ción de la especie al género superior es la que se da entre
~ada una de las diez categorías. Por tanto, cabría_pensar · los hipónimos y los hiperónimos. Este fenómeno garanti-
en diez árboles de Porfirio. Uno para las sustancias, qu~ zaría la finitud de la estructura del árbol, ya que, supuesto
permitiera, pongo por caso, definir al hombre como ani- un número de especies especialísimas, y teniendo en
mal racional y mortal, y uno para cada una de la~ otras cuenta que existe un sólo género para dos (o más) espe-
nueve categorías; por ejemplo, un árbol de las cuahdade~, cies, si avanzamos hacia la parte superior, el árbol no
en el que el color púrpura se definiera como un~ especie puede disponerse sino en la forma de un cono cuyo vérti-
del género de lo rojo .. (En efecto, Aristó~eles sostien~ ~ue ce sería la intersección suprema. En este sentido, el árbol
. 'n los accidentes son .susceptibles de defimc1o_n, daría respuesta a todas las funciones exigidas por un
tam b ie . t nc1a· buen diccionario. Pero un árbol de Porfirio no puede es-
aun ue necesariamente en referencia a ~na. sus a . '
Met; Vll, 1028 a 10-1O31 a 1O). Por consiguiente, exis- tar compuesto sólo por géneros y especies. Si fuera así,
ten di~z árboles posibles, pero no puede darse un árbo} asumiría la forma de la figura 1, y en un árbol de este
de los árboles, puesto que el Ser no es un summumgenus.. tipo el hombre y el caballo --o el hombre y el gato-- no
Sin ninguna duda, el árbol porfirian~ de las ~ustanc1~s podrían distinguirse tnutuamente. Un hombre es diferen-
aspira a constituir un conjunto jerárquico y finito d~ ,e- te de un caballo, porque, a pesar de ser ambos animales,
neros y especies; no está claro si los otros nueve ár o es el primero es racional y el segundo no. La racionalidad es
serían finitos o no, y Porfirio inte~t~ por todos los me- la diferenciadel hombre. La diferencia se configura como
dios eludir. esta cuestión. La defimc1on d~ género pro- el elemento crucial, pues los accidentes no son necesarios
puesta por Porfirio es netamente formal: genero ~s aiue- para constituir una definición, y el propio posee un esta-
llo a lo que se encuentra subordinada una espec1~. d su tuto muy curioso; pertenece a la especie, y solo a ella,
vez la especie se define como lo que está subordina o a pero no forma parte de su definición. Existen distintos
un ' énero. Género y especie se definen recíp~oca°;ente tipos de propios: unos, que se dan en una sola especie,
y' p~r ello, resultan compleme~tarios. Cualqmer gene_ro pero no en todos los miembros de ésta, como la capaci-
situado en la parte superior del arbol con:prende espe~1es dad de sanar, propia del hombre; otros, presentes en una
ue dependen de él; toda especie sub~rdmada ~ un_gene- especie completa, pero no sólo en ella, como el tener dos
;º constituye un género para_la espec1~que est,a baJOell;,
así hasta llegar a la extremidad mfenor del a~bol_,en a
piernas; otros que se hallan en toda la especie y sólo en
ella,_pero únicamente en un determinado tiempo, como
;ue se encuentran colocadas las esp~?ies e~pec1alís1mads o el encanecer cuando se alcanza cierta edad; otros, por fin,
. das En la intersecc1on mas alta de to as exclusivos de una especie, a la que acompañan a lo largo
sustancias segun •
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Volvamos, pues, a la diferencia. Hay diferencias que
Figura 1 pueden separarse de su sujeto, como la calvicie, el movi-
sustancia miento, la enfermedad; en este caso no son más que acci-
dentes. Pero también pueden ser inseparables; algunas, a
~-· mcorporea
pesar de ser accidentes, como el tener la nariz chata; y
otras, por pertenecer al sujeto por sí mismo, o esencial-
mente, como el ser racional o mortal. Estas últimas reci-
~.
no viva ben el nombre de diferencias especffecas, y se añaden al gé-
viva
nero pata formar la definición de la especie.
.~
amma 1 · .
no animal
Las diferencias pueden ser o divisivas o constitutivas.
Y así, el género «ser vivo»'resulta potencialmente divisi-
ble en las diferencias «sensible/ insensible», mientras que
la diferencia «sensible» puede entrar en composición con
1
hombre el género «viviente» para constituir la especie «animal».
caballo,etc. «Animal», a su vez, es un género divisible en «racion_al/
irracional», pero la diferencia «racional» constituye, con
de toda su historia, como la capacidad de reír que carac- el género que divide, la especie «animal racional». En
teriza a los hombres. Este último tipo es el más frecuen- consecuencia, las diferencias dividen a un género -que
temente citado en la literatura al respecto, y pres_enta la las contiene como opuestos potenciales- y son seleccio-
interesantísima característica de corresponderse bmnívo- nadas con objeto de constituir en acto a una especie su-
camente con la especie (sólo el hombre es capaz de reír, Y • byacente, destinada a transformarse, a su vez, en un gé-
sólo quienes poseen esta facultad son homb:es ). Desde nero divisible en nuevas diferencias.
esta perspectiva, el propio a que estamos alu?1endo goza- La Jsagogésugiere la idea del árbol sólo verbalmente,
_ría de pleno derecho para pertenecer es~nc1almente a la pero la tradición medieval ha representado gráficamente
definición; por el contrario, resulta ex~lu1do y es presen- ese proyecto, tal como aparece en la figura 2.
tado como un accidente, aunque provisto de un ~~tatuto En el árbol de la figura 2, las líneas discontinuas seña-
particular. La razón más_evidente de_esta exclu~1on po- lan las diferencias divisivas, mientras que las continuas
dría ser que para descubrir un d~termmado propio es n~- indican las diferencias constitutivas. Recordemos que
cesario un juicio bastante ·complicado, en tanto que ~l ge- «dios» aparece como animal y como cuerpo porque en la
nero y la especie, según se pensaba: son «ap~ehendidos» teología platónica, de la que deriva Porfirio, los dioses re-
de manera intuitiva; en efecto, Tomas de Aqumo y la tra- presentan fuerzas naturales intermedias, que no deben
dición aristotélico-tomista hablan de una simplex apreben- identificarse con el Uno. La tradición medieval recoge
sio. En cualquier caso, puesto q~e. ~l propio no ~ntra a esta idéa por simples razones de fidelidad al ejemplo tra-
formar parte del juego de la defimc1on, n~ es preciso que dicional, igual que toda la lógica moderna acepta, sin ve-
nos ocupemos de él, ál menos en los límites de este tra- rificarlo ulteriormente, que el lucero vespertino y el luce-
bajo.
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90
debería haberse enriquecido con una serie de disyuncio-
Figura 2
nes ulteriores, situadas en el lado derecho; de esta suerte,
Diferencias
Diferencias
Géneros y especies resultarían aislados no sólo los animales racionales, sino
SUSTANCIA también los irracionales y.mortales. Es verdad que, inclu-
r --- ·------------------
.
i
--------- ---------7
incorpórea
so en este caso, el caballo no hubiera podido distinguirse
del asno, pero, para lograrlo, bastaría con complicar to-
corpórea davía más la sección derecha del árbol.
L---------:--__,-cuERPO Ahora bien, bastaría con analizar los problemas con
----------------------'------------------7 los que Aristóteles se enfrenta en el De partibus animalium
f inanimado para advertir que esta opepción no es tan simple como
animado
parece a primera vista; con sólo plantearse, desde el pun-
L----------- . ______, _______---------7
SER VIVO
to de vista teórico, qué lugares ocuparían el asno y el ca-
r---------------- ·. . insensible ballo en el árbol de la figura 2, surgiría un problema ver-
sensible daderamente serio.
L----------- ANIMAL
Intentemos distinguir el caballo del hombre. Sin nin-
guna duda los dos son animales; y, también sin ninguna
----------------------'------------------7
f ,. irracional duda, los dos son mortales. En consecuencia, lo que los
racional distingue es la racionalidad. Por tanto, el árbol de la figu-
L----------- ANIMAL RACIONAL ra 2 está equivocado, pues la diferencia «mortal / inmor-
f ---------------------- ' ---.---------------7
inmortal • tal» es la que debería figurar como divisiva del ·género
«animab>,y sólo en un segundo momento habría que acu-
mortal
.dir a la diferencia divisiva «racional / irracional». Pero
L-----------HOMBRE / DIOS
obsérvese a qué consecuencias formales lleva esta opera-
ción, según el esquema de la figura 3.
ro matutino se identifican con el planeta V ~nus, o que en
la actualidad no existe ningún rey de Francia. Figura 3
ANIMAL
la diferencia entre dios y el hombre, pero no la q~e ~~l ta ._ __________ ANIMAL MORTAL
ejemplo de propio.)
En los SegundosAnaJíticos (II, 90 b ss.), Aristóteles ~
suma o msuma
~
primo no primo
muestra que es posible llegar a una definición no ambi- producto ni producto
A
de otros de otros
gua del número 3. Si tenemos en cuenta que pa~a los
griegos el 1 no era un número, sino la fuente y la medida -~
de todos los restantes números, el 3 puede definirse no .r11ma noprod11cto no .r11ma noprod11cto
como aquel número impar que es el primero en los dos
sentidos; es decir, que no es suma ni producto de otros 1 l 1 1
2 2 3 3 9
números. Esta definición sería perfectamente intercam-
94 95
·. I
97
96
poner una nueva versión del árbol de Porfirio, de acuer-
do con el modelo de la figura 6. Por lo que respecta a la característica a), ya hemos vis-
Este nuevo árbol presenta características muy intere- to lo que Boecio afirmaba sobre los cuerpos celestes, En
santes: relación a la nota b), está claro que este árbol se compone
de puras diferencias. Géneros y especies so? sólo nomb?s
a) Permite representar un posible universo en el que que damos a los resultados de sus. intersecciones. Boec!º•
cabría prever y situar multitud de géneros naturales toda- Abelardo y otros pensadores medievales estaban obses1?-
vía desconocidos (por ejemplo, el de las sustancias incor- , nados por el problema d~ la penuri~ nominum;, es dec1r,
póreas, animadas e irracionales). por el hecho de que no existían sufic:entes vo~ablos para
b) Muestra que lo que estábamos acostumbrados a aplicar uno de ellos a cada ;1r.1áde las m:ersecciones de las
considerar como géner9s y especies --que en el esquema diferencias. En caso contrario, se habr1a encontrado una
se incluye entre paréntesis y en letra cursiva- son sim- expresión que sustituyera a «animal racional»; pues ésta,
ples nombres o etiquetas, aplicables a distintos grupos de como puede observarse, se obt!ene repitiendo el nomb~e
diferencias. del género próximo y el de la d1fe~enc1aespecífic~. Admi-
e) Prueba que sus elementos no guardan entre sí rela- tamos que el lamento de los med1eva~es s,ea deb1d~ a ra-
ciones similares a las que existen entre los hipónimos y zones empíricas. Igual que nosotros, ¡amas se hab1an. to-
los hiperónimos: en este árbol no puede establecerse que pado con otros animales racionales que el hombre y los
si algo es mortal resultará, en consecuencia, racional; o dioses, concebidos como fuerzas naturales. Por otra par-
que si es irracional tiene que ser un cuerpo, etc. te el nexo de estas dos realidades a través de un género
' .
,
d) • Como consecuencia de e), el árbol puede organi- común no era en absoluto intuitivo ni, por cons1gu1ente,
zarse una y otra vez, si se adoptan distintas perspectivas podía quedar registrado en el lenguaje. Así se explicaría el
jerárquicas entre las diferencias que lo constituyen. origen ~ccidental de este caso _concret,°de f~lta de ex~re-
siones adecuadas. Pero en realidad, notese bien, no existe
Figura 6 razón alguna por la que debiera existir un n~mb:~ para
,u:.1.uu:i.1
ese otro «nudo» más alto, resultado de la cop1unc1on del
género «vivo» con la diferer.1~ia«sensible»; y 1~ mismo
l'Ctrpti(l"U inrc>rpdn.--a
(nurp,,) (?) podría argumentarse en relac1on a los «nudos» o mter~ec-
~~
ciones superiores. En. realidad, los nombres de los gene-
:mim:uL'\
~
¡,.:\nim:ul:i animada inanimada
ros son insuficientes porque son inútlics: un género no es
(rivi,111,) {n/Jlu-n1N) (·) (?) más que una conjunción de diferencias. .
sen.sible in:ii.cnsiblc Aristóteles no había enumerado la especie entre los
---------------
( =1Íma/J {,~g,1,,/)
(?)
--------------- (?)
---------------
(?) (?)
predicables porque ésta es el .i;esultado de _lafusión, de un
racional irncional
~ racionaJ irr.acion.11 género con una diferencia. P~ro, por 1~:111sma_razon, de-
(?) (?) (?) (?) bería haber eliminado de la lista tamb1en al genero, que
~ ~
mortal inmortal mona! inmortal es la simple conjunción de una diferencia co_n~tra, uni~a
{ditJJ) (1-,br,) (?)
{hrNlo}
a su vez a otra distinta ... hasta llegar a la cusp1de del ar-
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bol. Sólo en ella, tal vez,· se encuentre la única entidad duro y _líquido, pueden construirse multitud de árboles
que cabría considerar como un género: la sustancia; pero alternativos,_según muestra la figura 7.
su índole genérica es tan amplia que se podría leer el ár-
bol al contrario, y sostener que la sustancia no es sino la
matriz vacía de un juego de diferencias. Génerós y espe- A A ro,.,llqu;d., ro=du=
~
cies son fantasmas verbales que encubren la auténtica na-
turaleza del árbol y del universo que éste representa: un lfquidas duras líquidas duras ' bl~
universodepuras diferencias. 1 [ I l. ancas negras blancas negras
En lo que respecta a la característica e), puesto que las
diferencias inferiores no exigen necesariamente las del
«nudo)) superior, el árbol no puede ser finito. Aunque ne-
leche perla ? lbano
'"
I L ¡ PL J ef/0110
A
«mortal», y no al contrario, como sucede en el árbol clá- o bien
sico de la figura 2? Boecio lo sabía muy bien, y al inter-
pretar un pasaje del De divisione,VI.7, aparece claramente
lo que sigue: con un grupo de sustancias, como la perla,
la leche y el. ébano, y otro de accidentes, como blanco;
racional irracional A
mortal inmortal
Figura8
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101
la razón es que diferencia específica equivale a «accidente
2. S. Las diferencias y comosignos
comoaccidentes esenciah>.Pero este «oxímoro» esconde (o desvela, según
se mire) una contradicción ontológica mucho más grave.
~as diferencias son ;ccidentes; y los accidentes son in- Quien ha captado el problema en toda su gravedad
firutos o, al menos, indefinidos en cuanto al número -aunque, como de costumbre, lo ha hecho notar muy
Las difer~ncias son cualidades; por eso no resul¡a ca- prudentemente-- ha sido Tomás de Aquino. En el De
sual q~e, mientras los géneros y las especies -presuntas enteet essentiasostiene que la diferencia específica corres-
expresiones de la sustancia- se designan por medio de ponde a la forma sustancial, lo que constituye otro «oxí-
nombres comunes, las diferencias sean indicadas a través moro» ontológico -si es que puede hablarse así-, en
~e adjetivos. Las diferencias provienen de un árbol dis- uanto la entidad más sustancial que podemos concebir
tmto que el de las sustancfas, y su número no puede ser resulta identificada con uno o varios accidentes. Pero d
c?nocido a p~ior~(Met., VID, 2. 6104 b 2 - 1043 a). Es pensamiento de Tomás de Aquino no da pie a equívocos.
c1e_rt?que Anstoteles, al decir esto, se refiere a las dife- Según afirma, la diferencia corresponde a la forma, y el
r:n:1as ~o ese1:ciales,pero, a estas alturas, ¿quién podría género a la materia; y, del mismo modo que materia y
dis?n?P1r las _cJfferencias esenciales de las que no lo son? forma constituyen la sustancia, también género y diferen-
Anstoteles utiliza unos pocos ejemplos (racional, ·mortal), cia configuran la especie. El razonamiento es, con tcida
pero cuando habla de especies distintas de la del hombre claridad, analógico; pero el recurso a la analogía no ex-
como las de las bestias a los objetos artificiales se tom~ cluye el hecho de que sea la diferencia, concebida como
mucho más impreciso,_ las diferencias se multiplican, etc. accidente, quien define a la forma sustancial.
Desde ~n, punto de vista teórico, nada impide suponer Para justificar una conclusión tan gravemente escanda-
que Anstoteles no habría sabido construir un árbol de losa, Tomás• da a luz --con el ingenio a que nos tiene
. Po_rfirio finito; pero también en la práctica --o, si se acostumbrados- una solución muy brillante. ((fn rebus
qmere, con base en la evidencia filológica-, cuando lee- sensihilibus-nos dice-- etsi ipsaedtfferentiaeessentialesnobis
n:ios el De partibus animalium,vemos que, de hecho,renun- . ignotaesunt:undesignificatur per dijferentiaeaccidentales
quaeex
~1óa elaborar un únic~ árbol, y que introduce y combina essentialibusoriuntur,sicut causasignificaturper suum effectum,
arboles complementarios en función de las propiedades sicut bijesponit dtfferentiahominisJ)(De ente,VI). Por consi-
cuya causa y naturaleza esencial pretende explicar (cfr. guiente: a), existen diferencias esenciales; b), no sabemos
Eco, 1981 a, y Balme, 197.5).La noción de diferencia es- lo que en realidad son; e), lo que denominamos diferen-
pecífica constituye, desde el punto de vista retórico un cias específicas no son las diferencias especiales, sino
«oxfmoro», algo destinado a una muerte inminente;. y -por decirlo así- sus signos, sus síntomas, sus indicios;
d), es decir, constituyen manifestaciones superficiales del
* E~ it~!iano, ossimoro,figura retórica con la que se designa una especie de ser de algo distinto, que no podemos conocer. Inferimos
com_radiccion ° paradoja. En griego, roxúµopoc;denota aquello destinado a la presencia de diferencias esenciales a través de un pro-
morir pr?n~o o d~ _muerte rápida. El término «oxímoro» no figura en el DRAE; ceso semiótico a partir de los accidentes cognoscibles.
los especialista utilizan con frecuencia la voz «oximoróm, campo ·¿
el DRAE (N del TJ , co recog1 a por
Que el efecto sea signo de su causa es una idea recu-
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rrente en el A quin ate; y, en buena parte, su teoría de la de que el árbol reproduce la estructura de la realidad
analogía depende de la ~ceptació~ de este nexo, que ~n (sospecha neoplatónica de la que no se ven libres ni los
úÍtima instancia es de origen estoico: los efectos son. sig- más rigurosos aristotélicos).
nos indicativos.La idea se encuentra confirmada, por e¡em- Pero nosotros podemC?safirmar sin ningún tipo de re-
plo, en S. Th., I, 29, 2 ad 3, o en S. Th.,_ I, 77, 1 ad 7; allí paros que el árbol de los géneros y las especies, se cons-
se afirma que una diferencia com~ «r~c1onal»no es la au- truya como se construya, acaba por fragmentarse, convir-
téntica diferencia específica constitutiva de la forma sus- tiéndose en· una nube de minúsculas diferencias, en un
tancial. La ratio, en cuanto potentiaanimae,se muest~a ex- torbellino infinito de accidentes, en una red de qualia,en-
. teriormente verbo et Jacto, mediante acciones exter~ores, tre los que no cabe establecer una jerarquía. Desde la
comportamientos psicológi_cos y _físicos(iy las acciones perspectiva que ahora nos interesa· -y que nos permite
son accidentes, no sustancias!). S1 podemo_s afirmar que mirar con cierto distanciamiento el universo neoplató-
los hombres son racionales, es porque manifiestan su l?º- nico que subyace a toda esta concepción-, podemos
tencia racional a través de actos de conocimiento; bien afirmar que todo diccionario se disuelve necesariamente,
por medio de reflex!?nes ·_internas, pr~suntamente cono- por su propia dinámica interior,. en una galaxia potencial-
cidas por introspecc1on, bien con un discurso externo, es mente desordenada e ilimitada, de elementos de conoci-
decir, con el lenguaje (S. Th., I, 78, 8 c). En un te~to ~e- miento del mundo. Por consiguiente, se transforma en
cisivo de la Summa Contra Gentiles(III, 46), Tomas dice una enciclopedia; y lo hace porque, de hecho, era ya una
que el ser humano no sabe~ que"'es (quid est), sino que enciclopedia que ignoraba su condición, o bien un artifi-
conoce que es de una determinada manera (q~o~est) en la cio ideado para enmascarar el carácter inevitable de la en-
medida en que se percibe como autor de act1v1dades ra- ciclopedia.
cionales. En realidad, sabemos lo que son nuestras po-
tencias espirituales «ex ipsorumactuumqual!tateJ>.
· Así que también «racionah} es un accidente, como ~o 3. LA ENCICLOPEDIA COMO LABERINTO
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distinciones de enorme relevancia teórica: antes que miento5 expresados por el lenguaje constituye j~más,
nada, la de la lengua natural y la lengua modelo, y, de re- cuando la cuestión se considera a fondo, un pensamiento
sultas, la que existe entre el metalenguaje teórico de la se- «fuerte» del objetodinámico(o cosa en sí), sino un pensa-
mántica y la lengua-objeto; miento de objetosinmediatoso de puro contenido; éstos, a_
Pierde vigencia la primera distinción porque la enci- su vez, han de explicarse por medio de distintas expresio_-
clopedia representa el modelo teórico que permite expli-: nes, que remiten a otros objetos inmediatos, en un proce-
car una lengua natural en toda su complejidad y contra- so semiótico que se sostiene a sí mismo. Ciertamente, hay
dict~riedad; y porque la idea de una enciclopedia surge que reconocer que, desde la perspectiva. de Peirce, este
precisamente cuando el modelo «fuerte» del diccionario multiplicarse de los intérpretes genera hábitos y, en conse-
se demuestra no sólo inadecuado, sino estructuralmente cuencia, modalidades de transformación del mundo natu-
insoluble. Con otras palabras, para que exista una teoría ral; pero el resultado de esta acción sobre el mundo
semántica fuerte es preciso construir (establecer) un mo- . -entendido como Objeto Dinámico-- debe a su vez ser
delo reducido de lengua de alguna maneta análoga en su descifrado con ayuda de otros objetos inmediatos, de
funcionamiento a una lengua. natural; pero no sólo esa modo que el círculo semiótico, que se abre continuamen-
lengua establecida no es homóloga a la dada, sino que ni te fuera de sí mismo, se cierra también sin intermisión
siquiera puede ser establecida: porque, en el momento sobre sí mismo, y de una manera más radical (cfr. Eco;
sí
mismo en que lo es, se debilita por misma, estalla. 1979, 2). .
También se viene abajo la segunda distinción, ya que Un pensamiento semántico de enciclopedia no es «dé-
resulta imposible confeccionar un metalenguaje que sea bil» en el sentido de que no alcance a explicar cómo usa-
un constructo teórico compuesto de elementos primiti- . . mos el lenguaje para significar algo a través de él. Lo es,
vos universales limitados en cuanto al número. Ese cons- más bien, porque somete las leyes de la significación a la
tructo, como ya se ha visto, estalla; y, al hacerlo, pone de determinación continua del contexto y de las circunstan-
manifiesto que sus propios constructos teóricos no eran cias. Una semántica de enciclopedia no renuncia a pro-
sino términos del lenguaje-objeto dado. Los universales porcionar las reglas necesarias para engendrar e interpre-
semánticos -como los géneros y las especies- son pu- tar las expresiones de una lengua; pero estas normas se
ros nombres de la lengua natural. Y, en cuanto tales, han encuentran orientadas hacia los contextos, de modo que
de ser interpretados por medio de diferencias que a su la serrtántica incorpora a la pragmática y el diccionario
vez, desde el punto de vista ontológico, constituyen qua- hace suyo, aunque revestido con rasgos semióticos, el co-
lia concebidos como síntomás, como indicios, como sig- nocimiento del mundo. Lo que torna fructíferamente dé-
nos (esto es, puro material semiótico utilizable para esta- bil la enciclopedia es el hecho de que jamás se presenta
blecer conjeturas); y, desde una perspectiva lingüística, como una representación definitiva y cerrada: una· repre-
son a su vez nombresde indicios. sentación enciclopédica no es nunca global, sino siempre
La enciclopedia se encuentra dominada por el princi- local, aparece en cada caso revestida con determina~os
pio de la interpretaciónacuñado por Peirce y, en. conse- contextos y circunstancias, y constituye una perspectiva
cuencia, por la semiosisilimitada. Ninguno de los pensa- limitada en torno a la actividad semiótica. Como vere-
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mos enseguida, si el modelo enciclopédico provee de al- ra definitiva la posibilidad de jerarquizar de una forma
goritmos, de operaciones de cálculo, estos algoritmos no única e indiscutible las marcas semánticas, las propieda-
pueden ser sino «miopes», aproximados, como aquellos des, las raíces.
que permiten recorrer un laberinto. La enciclopedia no
ofrece un modelo completo de racionalidad, ya que i::iore-
fleja de manera unívoca un universo ordenado, sino tan 3.2. Laberintos
sólo leyes de racionabilidad, es decir, reglas para determi-
nar en cada caso las condiciones que nos permiten usar el · ~l proy:cto que tiende a sustituir el diccionario por la
lenguaje con el fin de explicar -de acuerdo con un cier- enc1cloped1a se encuentra gobernado por una metafísica
to criterio provisional de orden- un mundo desordena- muy influyente; •ésta podría. representarse a través de la
do o cuyos principios jerárquicos no alcanzamos a com- metáfora del laberinto, que a su vez remite al modelo to-
prender. pológico de la red pluridimensional. A lo largo de la his-
No podemos aquí pasar revista a los modelos de se- toria d~l pensami~nto fuerte, el árbol de Porfirio repre-
mántica ery:lopédica propuestC?s hoy por la literatura ~e- senta. siempre el intento de reducir el laberinto, pluridi-
miótica (entendida en sentido lato). Por eso me permito mensional, a un esquema bidimensional. Pero ya hemos
remitir al lector a las recensiones (parciales) esbozadas en visto que el árbol vuelve a engendrar, a cada momento,
Eco, 1975, 1979, 1981 b, 1983. Gramáticas casuales, re- el laberinto de las dlferencias.
presentaciones realizadas a través de selecciones circuns- Existen tres tipos de laberinto. El laberinto clásico, el
tanciales y contextuales, semánticas relativas a instruccio- de Cnossos, es -por así decir- unidireccional. Una vez
nes orientadas segµn el contexto, experimentos de inteli- que _seentra en él se alcanza necesariamente el centro, y a
gencia artificial que, en lugar de procuramos códices de- partir del centro se llega forzosamente a la salida. Si este
finitivamente concluidos, ofrecen modelos inferenciales tipo de laberinto pudiera ser «desenredado», nos dejaría
· basados en frames, scripts,goals... Estos y otros son los entre las manos un único hilo. El hilo de Ariadna, que la
ejemplos de saber enciclopédico que cabría aducir. leyenda nos presenta como el medio extraño al laberinto,
Los modelos propios de las enciclopedias incluyen en que nos permite salir de él, en realidad no es sino el labe-
la representación semántica las · eventuales propiedades rinto mismo. Incidentalmente, en este laberinto debe ha-
analíticas, pero sólo en cuanto saben que éstas pueden ber un Minotauro, cuya misión sería la de dar interés a la
funcionar como artificios estenográficos para englobar aventura; pues el recorrido del laberinto -si prescindi-
otras propiedades;' directamente buscan, más bien, intro- :nos de la pérdida inicial de Teseo, que no sabe adónde
ducir en la representación distintos estereotipos que ex- irá a parar- .lleva siempre allí donde debe conducir y
pliquen el modo cómo se representan los contenidos ~e adonde no puede dejar de conducir.
las expresiones, en función de los contextos y de las ·cir- El segundo tipo es el laberinto manierista o lrrwcg.El
cunstancias, quienes utilizan una lengua natural, · lrrwegpresenta opciones alternativas, y todos los recorri-
El modelo eni:lopédico asesta un golpe mortal a los dos desembocan en un punto muerto, con excepción de
propios de los diccionarios, puesto que excluye de mane- uno, que lleva hacia la salida. Si se despliega, el Irnveg
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adopta la forma de un árbol; constituye una estructura de nectan los nudos del árbol. El árbol puede transformarse,
callejones sin salida. Dentro de él pueden cometerse erro- de manera pluridimensional, en un P?lígono, un sistema
res, y uno se ve obligado, entonces, a tornar sobre sus de polígonos interconectado:: o un mmens~ megaedro.
propios pasos. En este segundo caso podría ser de utili- Pero también esta comparac1on resulta enganosa, ya que
dad un hilo de Ariadna. Pero de lo que no existe ninguna un polígono tiene límites externos, mientras que el mo-
necesidad es del Minotauro; el Minotauro es el -propio vi- delo abstracto de la red no los pasee. El modelo de la red
sitante, capaz de engañarse a sí mismo acerca de la natu- es un modelo no una metáfora.
raleza del árbol. · A mitad d~ camino entre. el modelo y la metáfora se
El laberinto del tercer tipo es una red,en la que cual- ... encuentra el riz.oma(Deleuze ,Y Guattari, 197 6), que goz_a
quier punto puede ser conectado con cualquier otro. No de las siguientes características: a), cu~lquier punto del _n-
cabe desenredarlo, entre otras razones porque, mientras zoma puede empalmarse con cualqmer otr~; _h), se ~ice
los dos primeros tipos de laberinto poseen un interior (su que en el rizoma no existen puntos o posic10nes, smo
propio enredo) y un exterior, desde el que se entra y ha- sólo líneas; pero esta característica es d~d~:ª' ya que _en
cia el que se sale, el laberinto del tercer tipo, extensible al cada intersección de líneas se crea la posibilidad de sena-
infinito, no tiene ni interior ni exterior. Puede ser finito lar un punto; e), el rizoma puede ser_desmontad? y r(::-
o también, con tal de que tenga posibilidad de expansión, compuesto en cualquier punto; ti),el n~oma es ª1:tige~ea-
infinito. En los dos casos, cada uno de sus puntos puede lógico; no constituye un árbol 1erarqu1zado; e), s1 e! nzo-
empalmarse con cualquier otro, y el proceso de acopla- ma poseyera una parte exte:ior, é~ta po~ría dar º:1gen ~
miento constituye también un proceso continuo de co- otro rizoma· en consecuencia, no tiene nI dentro n1 fuera,
rrección de las conexiones; por consiguiente, este labe- ./), el rizom~ es desmontable y reversible, ~usceptible de
rinto será siempre ilimitado,puesto que su estructura, en modificaciones; g), una red de árboles abierta e~ c_ual-
cada momento, resultará distinta de la que tenia en el ins- quier dirección puede originar un rizoma; ~sto s1gr11fica
tante anterior, y cada vez podrá ser recorrido siguiendo que cada una de las secciones lo~ales del rizoma puede
líneas diversas. En consecuencia, el que viaja por él debe ser representada como un árbol, siempre que s_etenga en
aprender a corregir constantemente la idea que se. forma cuenta que estamos ante una ficción, introducida por ra-
del laberinto, ya se trate de la representación concreta de zones de comodidad provisional; h), no puede hac~rse
un solo sector (local), ya de la imagen reguladora e hipo- una descripción global del rizoma, ni en el tiempo nI. en
tética que concierne a su estructura global, incognoscible el espacio; i), el rizoma justifica y predispone a la contra-
tanto por razones sincrónicas cuanto por motivos diacró- dicción, pues si cada uno de sus nudos puede conectarse
nicos. Una red no es un árbol. El territorio italiano no con cualquier otro, desde cada uno de_~llos pued~ llegar-
obliga a nadie a llegar a Roma desde Milán a través de . se hasta todos los demás; pero tamb1en es posible que
Florencia; también se puede pasar por Génova, Pisa, G,. desde cada uno de esos nudos no se pueda jamás alcanzar
vitavecchia, o decidir hacer el recorrido R.írnini-Nápoles- el nudo previsto, sino que siempre se retorne al punto de
Roma. Pierre Rosenstiehl (1879) sugiere que una red es partida; por tanto, en relación al ri~oma, tan verda~ero, es
un árbol, al que se suman infinitos corredores, que co- afirmar que si p, entoncesq como s1p, entoncesno q;J), solo
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pueden darse descripciones locales del rizoma; k ), en 1:1-na
estructura de este tipo, que no posee una parte exterior, nuestros conocimientos. Este último consiste en reunir-
cualquier mirada o perspectiva provendrá siempre de un l?s en el menor espacio posible y -por así decir- en
situar al filósofo por encima de este extenso laberinto
punto interior; y, como sugiere Rosenstiehl, estamos ante
e~ ~n punto de vista muy elevado, desde el que pued~
un algoritmomiope,pues cualquier des_cripción loc~l _apunta dt:is~r contemporáneamente las ciencias y las artes
a una simple hipótesis sobre la totalidad del con¡unto: en prmctpal~s; ver, con una sola o¡eada, los objetos de sus
el rizoma, la ceguera es la única posibilidad de visión, y especulaciones y las operaciones que puede realizar·con
pensar significa moverse a tientas, es decir, por medio de e~o~objetos; distinguir las ramas generales de los cono-
conjeturas. . . cimtent~s humanos, los puntos que las separan o las
El laberinto del tercer tipo no es ni un modelo de la unen, e incluso .llegar a entrever, a veces, las vías secre-
esencia de la razón ni el de un universo irracional. Es el tas que las unen. E~· ü;i~ especie de mapamundi, que
modelo escogido por un pensamiento débil por antomo- debe mostrar los pnnc1pales países, su posición y sus
masia, el de los enciclopedistas del siglo xvm; un pensa- mutuas dependencias, así como el camino en línea recta
que va de uno a otro; camino frecuentemente interrum-
miento de la racionabilidadiluminista, y no de la racionali-
pido por mil o~stáculos, que en cada país sólo pueden
dad triunfante. V ale la pena releer las páginas introducto- conocer los habitantes y los viajeros, y que no podrían
rias de la Encyclopédie,
escritas por D' Alembert: ser mostrados más que en mapas muy minuciosos. Es-
tos mapas particulares serán los distintos artículos de la
... El sistema general de las ciencias y de las artes es Encic~opedia,y el árbol o sistema figurado será al mapa-
una especie de laberinto, de camino tortuoso que el es- mund1.
píritu afronta sin conocer demasiado la vía que debe se-
guir ... Pero este desorden, por _másque pued~ resultar La Encyclopédie no tiene un centro; presenta una serie
filosófico para la mente, desfiguraría ?•al menos, ª?~la- de pseudo-árboles, _q_ueparecen conatos de mapas locales.
rfa por. completo al árbol enciclopéd1co que lo ~ulSlera Al ?ablar de crisis de la razón se piensa en la razón
representar. Por otra parte, como ya hemos mi3.nt~esta~o globahza??ra, que q~ería ofrecer una imagen «fuertemen-
a propósito de la lógica, la mayor parte de ~as_ci~nc1as te» defirut1va del umverso al que se aplicaba, fuera éste
dado ~ establ.ecido. El pensamiento del laberinto, y el de
en las que consideramos englobados los prmc1p1osde
todas las demás -y que por esta razón deberían ocupar
el primer puesto en el orden enciclop~d~co--, no ~zan la enc1cloped1a~es débil en cuanto se compone de conje-
del primer puesto en el orden geneal'?g1code las ideas, t~ras y atiende al _context?; pero es razonable, pues con-
ya que no han sido inventadas en Rni:1er lugar... Ade- siente un control Intersub¡ettvo, y no desemboca ni en la
más,· el sistema de nuestros conoc1m1entos,está com- r:nuncia ni en ~l solipsismo. Es razonable porque no as-
puesto por distintas ramas, muchas de las ~uales se cru- pira a la glogahdad; es débil como débil es el luchador
zan en un único punto; y, puesto que partiendo de este oriental, que hace suyo el ímpetu del adversario y parece
punto resulta imposible adentrarse ~ont~:1'1poráneam~~- ceder a él, para después encontrar, en la situación que el
te por todos los caminos, la de:e~mmac1on?e la opc1on otro ha cre~do, _los modos (siempre sólo probables) de
remite a la naturaleza de los distintos espfrttus... Por el responder v1ctor10samente. El luchador oriental no tiene
contrario, esto no sucede con el orden enciclopédico de
una regla establecida de antemano; posee matrices ·de
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conjeturas que le sirven para regular, de forma provisio-
nal, cualquier evento que proceda del exterior. Y goza
también de la capacidad de transformarlo en una propia
propuesta resolutoria. Es«débil» frente a quien cree que
la lucha dependa de un diccionario fuerte. Es fuerte y
vence, en. ocasiones, porque se contenta con ser razo-
nable.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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