Celebrar La Semana Santa para Seminaristas 1
Celebrar La Semana Santa para Seminaristas 1
Celebrar La Semana Santa para Seminaristas 1
COMUNIDADES.
Libro para animadores sin Presbítero.
DOMINGO RAMOS
DE LA PASIÓN DEL SEÑOR O DE RAMOS
NOTAS DOCTRINALES Y PASTORALES
I - Sentido de la celebración de este domingo
1. El domingo de la Pasión o de Ramos es fundamentalmente un domingo que, como
los demás domingos, celebra la Pascua del Señor, es decir, su tránsito de la muerte a
la resurrección. Los ritos litúrgicos de este domingo —la celebración eucarística en
primer lugar, pero también los otros ritos más propios del día— conmemoran y
actualizan el tránsito pascual de Jesús para que el pueblo fiel, unido a su Señor, pase
también con él de la muerte a la vida.
2. Los ritos más propios de este domingo son dos: la conmemoración de la entrada del
Señor en Jerusalén y la solemne proclamación de la Pasión. Estos ritos propios
resultan especialmente populares y eficaces para subrayar lo que significa y contiene
el domingo cristiano como contemplación y aclamación a la victoria de Cristo sobre
la muerte.
3. En la celebración de este domingo conviene, pues, se subraye por encima del mero
hecho histórico de la entrada del Señor en Jerusalén el significado espiritual de este
acontecimiento: el Señor entra en la Jerusalén de este mundo como profecía de su
entrada en la Jerusalén definitiva del reino eterno.
4. A través de los ritos de la celebración Jesús invita hoy nuevamente al pueblo
congregado a que le siga en su camino hacia la victoria pascual (las palmas
simbolizan bien esta victoria) aunque para ello sea necesario el camino de la cruz (que
se recuerda en la larga lectura evangélica).
5. Aunque la forma más tradicional y más expresiva para significar y revivir la
entrada mesiánica de Jesús en Jerusalén sea la procesión del pueblo que sigue al
Señor (representado en el celebrante) y lo aclama con palmas en las manos y cantos
en los labios, también los otros ritos, más simples y más fáciles de realizar en las
pequeñas comunidades —la procesión simple por el interior de la iglesia o la sola
lectura del salmo 23 al comienzo de la misa—, si se realizan debidamente pueden
expresar de manera suficiente los matices mayores del misterio de este día.
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7. En la celebración de este domingo los cantos tienen, como siempre, gran influencia
para la vivencia del misterio del día. Por otra parte, en las comunidades pequeñas —a
veces constituidas preferentemente por ancianos— pueden presentar especial
dificultad. En estas circunstancias hay que procurar, en la medida de lo posible, usar
aquellos cantos conocidos, pero que se adapten bien a la celebración de este día. La
melodía del Bendito el que viene en nombre del Señor, aunque usada habitualmente
en la misa, puede resultar expresiva para intercalar en diversos lugares del rito propio
de este día, como se indica en el interior de los ritos. Unos cantos demasiado comunes
alejarían del misterio celebrado y, de hecho, impedirían una verdadera participación
espiritual en el mismo. Por lo que se refiere a la misa, en este domingo el pueblo
debería cantar por lo menos el Santo.
IV - Preparativos
8. Altar y presbiterio: Es oportuno adornar discretamente la mesa del altar con
algunas ramas de olivo, palma o laurel. Es mejor hacerlo a manera de guirnalda que
colocar los ramos en floreros. También se puede adornar discretamente con ramas la
cruz que preside el presbiterio.
9. Atrio de la iglesia u otro lugar oportuno: Si se hace la Entrada solemne, es oportuno
colocar un facistol para la proclamación del evangelio en el atrio de la iglesia o en el
lugar donde se realice la bendición de los ramos. También debe estar preparado un
recipiente con agua bendita, a no ser que un acólito o alguno de los presentes lleve
este agua. En este lugar no debe, en cambio, colocarse ningún altar.
Llegado el celebrante al lugar donde está congregada la asamblea, saluda a los fieles
como de costumbre:
V. El Señor esté con vosotros.
R. Y con tu espíritu.
Si durante la entrada del celebrante no ha sido posible el canto pero se dispone de un
lector, éste, después del saludo del celebrante, puede recitar la siguiente antífona:
Antífona Mt 21,9
¡Hosanna al Hijo de David! Bendito el que viene en nombre del
Señor, el Rey de Israel ¡Hosanna en el cielo!
Seguidamente el celebrante puede leer la siguiente monición:
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Monición inicial
Queridos hermanos: Ya desde el principio de Cuaresma nos venimos
preparando, por medio de la oración y de la penitencia, para las
celebraciones pascuales. Hoy, cercana ya la Noche santa de Pascua,
nos disponemos a inaugurar las fiestas de la Muerte y Resurrección de
Jesucristo, y lo hacemos conmemorando su entrada en la ciudad santa
de Jerusalén, entrada que simboliza ya su llegada victoriosa al reino
del cielo después de la resurrección. Que esta celebración y los demás
actos que celebraremos durante la Semana Santa nos ayuden a
acompañar a Jesús participando de su cruz, para que tengamos
también parte en el triunfo de su resurrección.
Luego, con las manos juntas, dice una de las siguientes oraciones:
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
santifica con tu bendición estos ramos,
y, a cuantos vamos a acompañar a Cristo,
aclamándolo con cantos,
concédenos entrar en la Jerusalén del cielo,
por medio de él.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
O bien:
Oremos.
Acrecienta, Señor, la fe de los que en ti esperan
y escucha las plegarias de los que a ti acuden,
para que quienes alzamos hoy los ramos
en honor de Cristo victorioso
permanezcamos en él
dando fruto abundante de buenas obras.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
A continuación rocía con agua bendita los ramos. Seguidamente se lee el evangelio
del ciclo que corresponda.
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Evangelio
Año A:
† Lectura del santo evangelio según san Mateo 21, 1-11
Cuando se acercaban a Jerusalén y llegaron a Betfagé, junto al monte
de los
Olivos, Jesús mandó dos discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente, encontraréis en seguida una borrica atada
con su pollino, desatadlos y traédmelos. Si alguien os dice algo,
contestadle que el Señor los necesita y los devolverá pronto.»
Esto ocurrió para que se cumpliese lo que dijo el profeta:
«Decid a la hija de Sión: "Mira a tu rey, que viene a ti, humilde,
montado en un asno, en un pollino, hijo de acémila".»
Fueron los discípulos e hicieron lo que les había mandado Jesús:
trajeron la borrica y el pollino, echaron encima sus mantos, y Jesús se
montó. La multitud extendió sus mantos por el camino; algunos
cortaban ramas de árboles y alfombraban la calzada. Y la gente que
iba delante y detrás gritaba:
—«¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor! ¡Hosanna en el cielo!»
Al entrar en Jerusalén, toda la ciudad preguntaba alborotada:
—«¿Quién es éste?»
La gente que venía con él decía:
—«Es Jesús, el Profeta de Nazareth de Galilea.»
Palabra del Señor.
Año B:
† Lectura del santo evangelio según san Marcos 11, 1-10
Se acercaban a Jerusalén, por Betfagé y Betania, junto al monte de los
Olivos, y Jesús mandó a dos de sus discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente y, en cuanto entréis, encontraréis un
borrico atado, que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si
alguien os pregunta por qué lo hacéis, contestadle: "El Señor lo
necesita y lo devolverá pronto."»
Fueron y encontraron el borrico en la calle, atado a una puerta, y lo
soltaron.
Algunos de los presentes les preguntaron:
—«¿Por qué tenéis que desatar el borrico?»
Ellos les contestaron como había dicho Jesús; y se lo permitieron.
Llevaron el borrico, le echaron encima sus mantos, y Jesús se montó.
Muchos alfombraron el camino con sus mantos, otros con ramas
cortadas en el campo. Los que iban delante y detrás gritaban:
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—«Hosanna, bendito el que viene en nombre del Señor. Bendito el
reino que llega, el de nuestro padre David. ¡Hosanna en el cielo!»
Palabra del Señor.
O bien:
† Lectura del santo evangelio según san Juan 12, 12-16
En aquel tiempo, la multitud que había acudido a la fiesta, al oír que
Jesús llegaba a Jerusalén, salió a recibirlo con ramos de palma,
gritando:
—«¡Hosanna! ¡Bendito el que viene en nombre del Señor, el que es
rey de Israel!»
Pero Jesús encontró un borriquillo y se montó en él, como estaba
escrito:
«No temas, ciudad de Sión, mira a tu rey que llega montado en un
borrico.»
Sus discípulos no comprendieron esto a la primera, pero, cuando Jesús
fue glorificado, se acordaron de que habían hecho con él lo que estaba
escrito.
Palabra del Señor.
Año C:
† Lectura del santo evangelio según san Lucas 19, 28-40
En aquel tiempo. Jesús echó a andar delante, subiendo hacia
Jerusalén.
Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los
Olivos, mandó a dos discípulos, diciéndoles:
—«Id a la aldea de enfrente; al entrar, encontraréis un borrico atado,
que nadie ha montado todavía. Desatadlo y traedlo. Y si alguien os
pregunta: "¿Por qué lo desatáis?", contestadle: "El Señor lo necesita."
Ellos fueron y lo encontraron como les había dicho. Mientras
desataban el borrico, los dueños les preguntaron:
—«¿Por qué desatáis el borrico?»
Ellos contestaron:
—«El Señor lo necesita.»
Se lo llevaron a Jesús, lo aparejaron con sus mantos y le ayudaron a
montar.
Según iba avanzando, la gente alfombraba el camino con los mantos.
Y, cuando se acercaba ya la bajada del monte de los Olivos, la masa
de los discípulos, entusiasmados, se pusieron a alabar a Dios a gritos,
por todos los milagros que habían visto, diciendo:
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—«¡Bendito el que viene como rey, en nombre del Señor! Paz en el
cielo y gloria en lo alto.»
Algunos fariseos de entre la gente le dijeron:
—«Maestro, reprende a tus discípulos.»
Él replicó:
—«Os digo que, si éstos callan, gritarán las piedras.»
Palabra del Señor.
Después puede hacerse una breve homilía que conviene concluya invitando a los
fieles a participar espiritual y conscientemente en el significado de la entrada de Jesús
en Jerusalén, entrada que se simboliza en la procesión del celebrante que va hacia e!
altar como figura del Señor que se dirige a Jerusalén para inaugurar su tránsito
pascual.
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Antes de iniciar esta entrada, si no se ha invitado al pueblo a participar en las
anteriores aclamaciones, el celebrante puede decir la siguiente monición:
Monición
Sosteniendo los ramos en honor de Cristo, el Rey del universo,
acompañad, hermanos, al Señor que, simbolizado en mi persona, se
dirige a su victoria pascual.
Mientras el celebrante se acerca al altar, si es posible, un lector puede recitar el salmo
46 y los fieles pueden intercalar la antífona Bendito el que viene en nombre del Señor
u otro canto mientras sea verdaderamente apropiado al significado de esta
celebración.
Salmo 46
Pueblos todos, batid palmas,
aclamad a Dios con gritos de júbilo;
porque el Señor es sublime y terrible,
emperador de toda la tierra.
R. Bendito.
Él nos somete los pueblos
y nos sojuzga la naciones;
él nos escogió por heredad suya:
gloria de Jacob, su amado.
R. Bendito.
Dios asciende entre aclamaciones;
el Señor al son de trompetas:
tocad para Dios, tocad,
tocad para nuestro Rey, tocad;
porque Dios es el Rey del mundo:
tocad con maestría.
R. Bendito.
Dios reina sobre las naciones,
Dios se sienta en su trono sagrado;
los príncipes de los gentiles se reúnen
con el pueblo del Dios de Abrahán;
porque de Dios son los grandes de la tierra,
y él es excelso.
R. Bendito
7
Cuando el celebrante llega al presbiterio, si se dispone de un lector, éste puede leer el
responsorio Al entrar el Señor, y los fieles pueden intercalar la antífona Hosanna en el
cielo.
CELEBRACIÓN DE LA PALABRA
Cuando el celebrante llega al presbiterio va a la sede y, omitido el acto penitencial y
el Señor, ten piedad, dice la siguiente oración colecta:
Oración colecta
Oremos:
Dios todopoderoso y eterno,
tú quisiste que nuestro Salvador se hiciese hombre
y muriese en la cruz,
para mostrar al género humano
el ejemplo de una vida sumisa a tu voluntad;
concédenos
que las enseñanzas de su pasión nos sirvan de testimonio,
y que un día participemos en su gloriosa resurrección.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Luego la misa sigue con la Liturgia de la Palabra.
LITURGIA DE LA PALABRA
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Dada la importancia que tiene en este día la proclamación de la Pasión, nunca se
omitirá su lectura, por lo menos en su forma más breve aunque los fieles sean poco
numerosos. En caso de verdadera necesidad puede omitirse, en cambio, una o incluso
las dos lecturas de antes de la Pasión.
Primera lectura
Del libro de Isaías 50, 4-9a
Mi Señor me ha dado una lengua de iniciado,
para saber decir al abatido una palabra de aliento.
Cada mañana me espabila el oído,
para que escuche como los iniciados.
El Señor me abrió el oído; yo no resistí
ni me eché atrás:
ofrecí la espalda a los que me apaleaban,
las mejillas a los que mesaban mi barba:
no me tapé el rostro ante ultrajes ni salivazos.
El Señor me ayuda, por eso no sentía los ultrajes:
por eso endurecí el rostro como pedernal,
sabiendo que no quedaría defraudado.
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 21, 8-9. 17-18a. 19-20. 23-24 (R.:2a)
Se reparten mi ropa,
echan a suertes mi túnica.
Pero tú. Señor, no te quedes lejos;
fuerza mía, ven corriendo a ayudarme. R.
Segunda lectura
De la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 2,6-11
Cristo, a pesar de su condición divina,
no hizo alarde de su categoría de Dios
al contrario, se despojó de su rango
y tomó la condición de esclavo,
pasando por uno de tantos.
Y así, actuando como un hombre cualquiera
se rebajó hasta someterse incluso a la muerte
y una muerte de cruz.
Por eso Dios lo levantó sobre todo
y le concedió el «Nombre-sobre-todo nombre
de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble
en el cielo, en la tierra, en el abismo
y toda lengua proclame:
Jesucristo es Señor,
para gloria de Dios Padre.
Palabra de Dios.
Evangelio
Antes de empezar la lectura de la Pasión, no se dice: El Señor esté con vosotros, ni se
signa el Evangelio, pero se dice el título: Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san
N.
Si se dispone de dos lectores, éstos pueden proclamar respectivamente las partes del
cronista (C) del pueblo (S) mientras el celebrante lee las palabras del Señor (†).
Año A.
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo 26, 14—27, 66
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S. —«¿Dónde quieres que te preparemos la cena de Pascua?»
C. Él contestó:
† —«Id a la ciudad, a casa de Fulano, y decidle: "El Maestro dice: Mi
momento está cerca; deseo celebrar la Pascua en tu casa con mis
discípulos."»
C. Los discípulos cumplieron las instrucciones de Jesús y prepararon
la Pascua.
Al atardecer se puso a la mesa con los Doce. Mientras comían dijo:
† —«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar.»
C. Ellos, consternados, se pusieron a preguntarle uno tras otro:
S. —«¿Soy yo acaso, Señor?»
C. Él respondió:
† —«El que ha mojado en la misma fuente que yo, ése me va a
entregar. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay
del que va a entregar al Hijo del hombre!, más le valdría no haber
nacido.»
C. Entonces preguntó Judas, el que lo iba a entregar:
S. —«¿Soy yo acaso, Maestro?»
C. Él respondió:
† —«Tú lo has dicho.»
C. Durante la cena. Jesús cogió pan, pronunció la bendición, lo partió
y lo dio a sus discípulos, diciendo:
† —«Tomad, comed: esto es mi cuerpo.»
C. Y, cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias y se la dio,
diciendo:
† —«Bebed todos; porque ésta es mi sangre, sangre de la alianza,
derrama da por todos para el perdón de los pecados. Y os digo que no
beberé más de fruto de la vid, hasta el día que beba con vosotros el
vino nuevo en el reino d mi Padre.»
C. Cantaron el salmo y salieron para el monte de los Olivos. Entonces
Jesucristo les dijo:
† —«Esta noche vais a caer todos por mi causa, porque está escrito:
"Herir al pastor, y se dispersarán las ovejas del rebaño." Pero cuando
resucite, ir antes que vosotros a Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. —«Aunque todos caigan por tu causa, yo jamás caeré.»
C. Jesús le dijo:
† —«Te aseguro que esta noche, antes que el gallo cante, me negarás
tres veces.»
C. Pedro le replicó:
S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.»
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C. Y lo mismo decían los demás discípulos.
Entonces Jesús fue con ellos a un huerto, llamado Getsemaní, y les
dijo
† —«Sentaos aquí, mientras voy allá a orar.»
C. Y, llevándose a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, empezó a
entristecerse y a angustiarse.
Entonces dijo:
† —«Me muero de tristeza: quedaos aquí y velad conmigo.»
C. Y, adelantándose un poco, cayó rostro en tierra y oraba diciendo:
† —«Padre mío, si es posible, que pase y se aleje de mí ese cáliz. Pero
n se haga lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Y se acercó a los discípulos y los encontró dormidos.
Dijo a Pedro:
† —«¿No habéis podido velar una hora conmigo? Velad y orad para
no caer en la tentación, pues el espíritu es decidido, pero la carne es
débil.»
C. De nuevo se apartó por segunda vez y oraba diciendo:
† —«Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba,
hágase tu voluntad.»
C. Y, viniendo otra vez, los encontró dormidos, porque tenían los ojos
cargados. Dejándolos de nuevo, por tercera vez oraba, repitiendo las
mismas palabras.
Luego se acercó a sus discípulos y les dijo:
† —«Ya podéis dormir y descansar. Mirad, está cerca la hora, y el
Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando apareció Judas, uno de los doce
acompañado de un tropel de gente, con espadas y palos, mandado por
los sumos sacerdotes y los ancianos del pueblo. El traidor les había
dado esta contraseña:
S. —«Al que yo bese, ése es; detenedlo.»
C. Después se acercó a Jesús y le dijo:
S. —«¡Salve, Maestro!»
C. Y lo besó. Pero Jesús le contestó:
† —«Amigo, ¿a qué vienes?»
C. Entonces se acercaron a Jesús y le echaron mano para detenerlo.
Uno de los que estaban con él agarró la espada, la desenvainó y de un
tajo le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote.
Jesús le dijo:
† —«Envaina la espada; quien usa espada, a espada morirá. ¿Piensas
tú que no puedo acudir a mi Padre? El me mandaría en seguida más
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de doce legiones de ángeles. Pero entonces no se cumpliría la
Escritura, que dice que esto tiene que pasar.»
C. Entonces dijo Jesús a la gente:
† —«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un
bandido? A diario me sentaba en el templo a enseñar y, sin embargo,
no me detuvisteis.»
C. Todo esto ocurrió para que se cumpliera lo que escribieron los
profetas.
En aquel momento todos los discípulos lo abandonaron y huyeron.
Los que detuvieron a Jesús lo llevaron a casa de Caifás, el sumo
sacerdote, donde se habían reunido los escribas y los ancianos. Pedro
lo seguía de lejos, hasta el palacio del sumo sacerdote, y, entrando
dentro, se sentó con los criados para ver en qué paraba aquello.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un falso
testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte y no lo encontraban,
a pesar de los muchos falsos testigos que comparecían. Finalmente,
comparecieron dos, que dijeron:
S. —«Éste ha dicho: "Puedo destruir el templo de Dios y reconstruirlo
en tres días."»
C. El sumo sacerdote se puso en pie y le dijo:
S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que
levantan contra ti?»
C. Pero Jesús callaba. Y el sumo sacerdote le dijo:
S. —«Te conjuro por Dios vivo a que nos digas si tú eres el Mesías, el
Hijo de Dios.»
C. Jesús le respondió:
† —«Tú lo has dicho. Más aún, yo os digo: Desde ahora veréis que el
Hijo del hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que
viene sobre las nubes del cielo.»
C. Entonces el sumo sacerdote rasgó sus vestiduras, diciendo:
S. —«Ha blasfemado. ¿Qué necesidad tenemos ya de testigos?
Acabáis de oír la blasfemia. ¿Qué decidís?»
C. Y ellos contestaron:
S. —«Es reo de muerte.»
C. Entonces le escupieron a la cara y lo abofetearon; otros lo
golpearon, diciendo:
S. —«Haz de profeta, Mesías; ¿quién te ha pegado?»
C. Pedro estaba sentado fuera en el patio, y se le acercó una criada y
le dijo:
S. —«También tú andabas con Jesús el Galileo.»
C. Él lo negó delante de todos, diciendo:
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S. —«No sé qué quieres decir.»
C. Y, al salir al portal, lo vio otra y dijo a los que estaban allí:
S. —«Éste andaba con Jesús el Nazareno.»
C. Otra vez negó él con juramento:
S. —«No conozco a ese hombre.»
C. Poco después se acercaron los que estaban allí y dijeron a Pedro:
S. —«Seguro; tú también eres de ellos, te delata tu acento.»
C. Entonces él se puso a echar maldiciones y a jurar, diciendo:
S. —«No conozco a ese hombre.»
C. Y en seguida cantó un gallo. Pedro se acordó de aquellas palabras
de Jesús: «Antes de que cante el gallo, me negarás tres veces.» Y,
saliendo afuera, lloró amargamente.
Al hacerse de día, todos los sumos sacerdotes y los ancianos del
pueblo se reunieron para preparar la condena a muerte de Jesús. Y,
atándolo, lo llevaron y lo entregaron a Pilato, el gobernador.
Entonces Judas, el traidor, al ver que habían condenado a Jesús, sintió
remordimiento y devolvió las treinta monedas de plata a los sumos
sacerdotes y ancianos, diciendo:
S. —«He pecado, he entregado a la muerte a un inocente.»
C. Pero ellos dijeron:
S. —«¿A nosotros qué? ¡Allá tú!»
C. Él, arrojando las monedas en el templo, se marchó; y fue y se
ahorcó. Los sumos sacerdotes, recogiendo las monedas, dijeron:
S. —«No es lícito echarlas en el arca de las ofrendas, porque son
precio de sangre.»
C. Y, después de discutirlo, compraron con ellas el Campo del
Alfarero para cementerio de forasteros. Por eso aquel campo se llama
todavía «Campo de Sangre». Así se cumplió lo escrito por Jeremías, el
profeta:
«Y tomaron las treinta monedas de plata, el precio de uno que
fue tasado, según la tasa de los hijos de Israel, y pagaron con
ellas el Campo del Alfarero, como me lo había ordenado el Señor.»
Jesús fue llevado ante el gobernador, y el gobernador le preguntó:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Jesús respondió:
† —«Tú lo dices.»
C. Y, mientras lo acusaban los sumos sacerdotes y los ancianos, no
contestaba nada. Entonces Pilato le preguntó:
S. —«¿No oyes cuántos cargos presentan contra ti?»
p. Como no contestaba a ninguna pregunta, el gobernador estaba muy
extrañado. Por la fiesta, el gobernador solía soltar un preso, el que la
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gente pidiera. Había entonces un preso famoso, llamado Barrabás.
Cuando la gente acudió, les dijo Pilato:
S. —«¿A quién queréis que os suelte, a Barrabás o a Jesús, a quien
llaman Mesías?»
C. Pues sabía que se lo habían entregado por envidia. Y, mientras
estaba sentado en el tribunal, su mujer le mandó a decir:
S. —«No te metas con ese justo, porque esta noche he sufrido mucho
soñando con él.»
C. Pero los sumos sacerdotes y los ancianos convencieron a la gente
que pidieran el indulto de Barrabás y la muerte de Jesús.
e1 gobernador preguntó:
S. —«¿A cuál de los dos queréis que os suelte?»
C. Ellos dijeron:
S. —«A Barrabás.»
C. Pilato les preguntó:
S. —«¿Y qué hago con Jesús, llamado el Mesías?»
C. Contestaron todos:
S. —«Que lo crucifiquen.»
C. Pilato insistió:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho?»
C. Pero ellos gritaban más fuerte:
S. —«¡Que lo crucifiquen!»
C. Al ver Pilato que todo era inútil y que, al contrario, se estaba
formando un tumulto, tomó agua y se lavó las manos en presencia de
la multitud, diciendo:
S. —«Soy inocente de esta sangre. ¡Allá vosotros!»
C. Y el pueblo entero contestó:
S. —«¡Su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos!»
C. Entonces les soltó a Barrabás: y a Jesús, después de azotarlo, lo
entregó para que lo crucificaran.
Los soldados del gobernador se llevaron a Jesús al pretorio y
reunieron alrededor de él a toda la compañía: lo desnudaron y le
pusieron un manto de color púrpura y, trenzando una corona de
espinas, se la ciñeron a la cabeza y le pusieron una caña en la mano
derecha. Y, doblando ante él la rodilla, se burlaban de él, diciendo:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Luego le escupían, le quitaban la caña y le golpeaban con ella la
cabeza. Y, terminada la burla, le quitaron el manto, le pusieron su ropa
y lo llevaron a crucificar.
Al salir, encontraron a un hombre de Cirene, llamado Simón, y lo
forzaron a que llevara la cruz.
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Cuando llegaron al lugar llamado Gólgota (que quiere decir: «La
Calavera»), le dieron a beber vino mezclado con hiel; él lo probó,
pero no quiso beberlo. Después de crucificarlo, se repartieron su ropa,
echándola a suertes, y luego se sentaron a custodiarlo. Encima de su
cabeza colocaron un letrero con la acusación: «Éste es Jesús, el rey de
los judíos.» Crucificaron con él a dos bandidos, uno a la derecha y
otro a la izquierda.
Los que pasaban lo injuriaban y decían, meneando la cabeza:
S. —«Tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate
a ti mismo; si eres Hijo de Dios, baja de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas y los ancianos se burlaban
también, diciendo:
S. —«A otros ha salvado, y él no se puede salvar. ¿No es el rey de
Israel? Que baje ahora de la cruz, y le creeremos. ¿No ha confiado en
Dios? Si tanto lo quiere Dios, que lo libre ahora. ¿No decía que era
Hijo de Dios?»
C. Hasta los bandidos que estaban crucificados con él lo insultaban.
Desde el mediodía hasta la media tarde, vinieron tinieblas sobre toda
aquella región. A media tarde, Jesús gritó:
† —«Elí, Elí, lama sabaktaní.»
C. (Es decir:
† —«Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Al oírlo, algunos de los que estaban por allí dijeron:
S. —«A Elías llama éste.»
C. Uno de ellos fue corriendo; en seguida, cogió una esponja
empapada en vinagre y, sujetándola en una caña, le dio a beber.
Los demás decían:
S. —«Déjalo, a ver si viene Elias a salvarlo.»
C. Jesús dio otro grito fuerte y exhaló el espíritu.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
Año B:
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14, 1—15, 47
C. Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos. Los sumos
sacerdotes y los escribas pretendían prender a Jesús a traición y darle
muerte. Pero decían:
S. —«No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.»
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a
la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo
puro; quebró el frasco y lo derramó en la cabeza de Jesús. Algunos
comentaban indignados:
S. —«¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido
por mas de trescientos denarios para dárselo a los pobres.»
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
†—«Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está
bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis
socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha
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hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la
sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se
proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.»
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos
sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le
prometieron dinero. Él andaba buscando ocasión propicia para
entregarlo.
El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual,
le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. —«¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»
C. El envió a dos discípulos, diciéndoles:
†—«Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de
agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: "El
Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la
Pascua con mis discípulos?" Os enseñará una sala grande en el piso de
arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo
que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.
Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo, dijo
Jesús:
†—«Os aseguro que uno de vosotros me va a entregar: uno que está
comiendo conmigo.»
C. Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro:
S. —«¿Seré yo?»
C. Respondió:
† —«Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que
yo. El Hijo del hombre se va, como está escrito de él; pero, ¡ay del
que va a entregar Hijo del hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!»
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo
partió y se lo dio, diciendo:
† —«Tomad, esto es mi cuerpo.»
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y
todos bebieron.
Y les dijo:
†—«Ésta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os
aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que
beba el vino nuevo en el reino de Dios.»
C. Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.
Jesús dijo:
18
† —«Todos vais a caer, como está escrito: "Heriré al pastor, y se
dispersarán las ovejas." Pero, cuando resucite, iré antes que vosotros a
Galilea.»
C. Pedro replicó:
S. —«Aunque todos caigan, yo no.»
C. Jesús le contestó:
† —«Te aseguro que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos
veces, me habrás negado tres.»
C. Pero él insistía:
S. —«Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.»
C. Y los demás decían lo mismo.
Fueron a un huerto, que llaman Getsemaní, y dijo a sus discípulos:
† —«Sentaos aquí mientras voy a orar.»
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y
angustia, y les dijo:
† —«Me muero de tristeza; quedaos aquí velando.»
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era
posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
† —«¡Abbá! (Padre), tú lo puedes todo; aparta de mí este cáliz. Pero
no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.»
C. Volvió y, al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
† —«Simón, ¿duermes?; ¿no has podido velar ni una hora? Velad y
orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne
es débil.»
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió,
y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y
no sabían qué contestarle. Volvió por tercera vez y les dijo:
†—«Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad
que el Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los pecadores.
¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.»
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los
Doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos
sacerdotes, los escribas y los ancianos. El traidor les había dado una
contraseña, diciéndoles:
S. —«Al que yo bese, ése es; prendedlo y conducidlo bien sujeto.»
C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —«¡Maestro!»
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los
presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al
criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo:
19
†—«¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a un
bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me
detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.»
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho, envuelto sólo en una sábana, y le
echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos
los sumos sacerdotes y los ancianos y los escribas. Pedro lo fue
siguiendo de lejos, hasta el interior del palacio del sumo sacerdote; y
se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el Sanedrín en pleno buscaban un testimonio
contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues,
aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no
concordaban. Y algunos, poniéndose en pie, daban testimonio contra
él, diciendo:
S. —«Nosotros le hemos oído decir: "Yo destruiré este templo,
edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por
hombres."»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —«¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que
levantan contra ti?»
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de
nuevo, preguntándole:
S. —«¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?»
C. Jesús contestó:
†—«Sí, lo soy. Y veréis que el Hijo del hombre está sentado a la
derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.»
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras, diciendo:
S. —«¿Que falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué
decís?»
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a
escupirle y, tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —«Haz de profeta.»
C. Y los criados le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo
sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró y dijo:
S. —«También tú andabas con Jesús, el Nazareno.»
C. Él lo negó, diciendo:
S. —«Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.»
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
20
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —«Éste es uno de ellos.»
C. Y él volvió a negar.
Al poco rato, también los presentes dijeron a Pedro:
S. —«Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.»
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —«No conozco a ese hombre que decís.»
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó un gallo. Pedro se acordó de
las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos
veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes, con los ancianos, los
escribas y el Sanedrín en pleno, se reunieron, y, atando a Jesús, lo
llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él respondió:
†—«Tú lo dices.»
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. —«¿No contestas nada? Mira cuántos cargos presentan contra ti.»
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la
cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un
homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto
de costumbre.
Pilato les contestó:
S. —«¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?»
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por
envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la
libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —«¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?»
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —«¡Crucifícalo!»
C. Pilato les dijo:
S. —«Pues ¿qué mal ha hecho?»
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —«¡Crucifícalo!»
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a
Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
21
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio— y
reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una
corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el
saludo:
S. —«¡Salve, rey de los judíos!»
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las
rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo
sacaron para crucificarlo.
Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre
de Alejandro y de Rufo, lo forzaron a llevar la cruz, Y llevaron a Jesús
al Gólgota (que quiere decir lugar de «la Calavera»), y le ofrecieron
vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron
sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la
acusación estaba escrito: «El rey de los judíos.» Crucificaron con él a
dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda.
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —«¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días,
sálvate a ti mismo bajando de la cruz.»
C. Los sumos sacerdotes con los escribas se burlaban también de él,
diciendo:
S. —«A otros ha salvado, y a sí mismo no se puede salvar. Que el
Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y
creamos.»
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía, toda la región quedó en tinieblas hasta media
tarde.
Y, a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
†—«Eloí, Eloí, lama sabaktaní.»
C. (Que significa:
†—«Dios mío. Dios mío, ¿por qué me has abandonado?»)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —«Mira, está llamando a Elías.»
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó
a una caña y le daba de beber, diciendo:
S. —«Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.»
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
Todos se arrodillan, y se hace una pausa.
Año C:
Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Lucas 22, 14—23, 56
C. Llegada la hora, se sentó Jesús con sus discípulos y les dijo:
†—«He deseado enormemente comer esta comida pascual con
vosotros, antes de padecer, porque os digo que ya no la volveré a
comer, hasta que se cumpla en el reino de Dios.»
C. Y, tomando una copa, pronunció la acción de gracias y dijo:
†—«Tomad esto, repartidlo entre vosotros; porque os digo que no
beberé desde ahora del fruto de la vid, hasta que venga el reino de
Dios.»
C. Y, tomando pan, pronunció la acción de gracias, lo partió y se lo
dio, diciendo:
†—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros: haced esto en
memoria mía.»
C. Después de cenar, hizo lo mismo con la copa, diciendo:
†—«Esta copa es la nueva alianza, sellada con mi sangre, que se
derrama por vosotros.
Pero mirad: la mano del que me entrega está con la mía en la mesa.
Porque el Hijo del hombre se va, según lo establecido; pero, ¡ay de
ése que lo entrega!»
C. Ellos empezaron a preguntarse unos a otros quién de ellos podía ser
el que iba a hacer eso.
23
Los discípulos se pusieron a disputar sobre quién de ellos debía ser
tenido como el primero. Jesús les dijo:
†—«Los reyes de las naciones las dominan, y los que ejercen la
autoridad se hacen llamar bienhechores. Vosotros no hagáis así, sino
que el primero entre vosotros pórtese como el menor, y el que
gobierne, como el que sirve.
Porque, ¿quién es más, el que está en la mesa o el que sirve? ¿Verdad
que el que está en la mesa? Pues yo estoy en medio de vosotros como
el que sirve.
Vosotros sois los que habéis perseverado conmigo en mis pruebas, y
yo os transmito el reino como me lo transmitió mi Padre a mí:
comeréis y beberéis a mi mesa en mi reino, y os sentaréis en tronos
para regir a las doce tribus de Israel.»
C. Y añadió:
†—«Simón, Simón, mira que Satanás os ha reclamado para cribaros
como trigo. Pero yo he pedido por ti, para que tu fe no se apague. Y
tú, cuando te recobres, da firmeza a tus hermanos.»
C. Él le contestó:
†—«Señor, contigo estoy dispuesto a ir incluso a la cárcel y a la
muerte.»
C. Jesús le replicó:
†—«Te digo, Pedro, que no cantará hoy el gallo antes que tres veces
hayas negado conocerme.»
C. Y dijo a todos:
†—«Cuando os envié sin bolsa, ni alforja, ni sandalias, ¿os faltó
algo?»
C. Contestaron:
S. —«Nada.»
C. Él añadió:
†—«Pero ahora, el que tenga bolsa que la coja, y lo mismo la alforja;
y el que no tiene espada, que venda su manto y compre una. Porque os
aseguro que tiene que cumplirse en mí lo que está escrito: "Fue
contado con los malhechores." Lo que se refiere a mí toca a su fin.»
C. Ellos dijeron:
S. —«Señor, aquí hay dos espadas.»
C. El les contestó:
†—«Basta.»
C. Y salió Jesús, como de costumbre, al monte de los Olivos, y lo
siguieron los discípulos. Al llegar al sitio, les dijo:
†—«Orad, para no caer en la tentación.»
24
C. Él se arrancó de ellos, alejándose como a un tiro de piedra y,
arrodillado, oraba, diciendo:
†—«Padre, si quieres, aparta de mí ese cáliz; pero que no se haga mi
voluntad, sino la tuya.»
C. Y se le apareció un ángel del cielo, que lo animaba. En medio de su
angustia, oraba con más insistencia. Y le bajaba hasta el suelo un
sudor como de gotas de sangre. Y, levantándose de la oración, fue
hacia sus discípulos, los encontró dormidos por la pena, y les dijo:
†—«¿Por qué dormís? Levantaos y orad, para no caer en la
tentación.»
C. Todavía estaba hablando, cuando aparece gente; y los guiaba el
llamado Judas, uno de los Doce. Y se acercó a besar a Jesús.
Jesús le dijo:
†—«Judas, ¿con un beso entregas al Hijo del hombre?»
C. Al darse cuenta los que estaban con él de lo que iba a pasar,
dijeron:
S. —«Señor, ¿herimos con la espada?»
C. Y uno de ellos hirió al criado del sumo sacerdote y le cortó la oreja
derecha.
Jesús intervino, diciendo:
†—«Dejadlo, basta.»
C. Y, tocándole la oreja, lo curó. Jesús dijo a los sumos sacerdotes y a
los oficiales del templo, y a los ancianos que habían venido contra él:
†—«¿Habéis salido con espadas y palos, como a caza de un bandido?
A diario estaba en el templo con vosotros, y no me echasteis mano.
Pero ésta es vustra hora: la del poder de las tinieblas.»
C. Ellos lo prendieron, se lo llevaron y lo hicieron entrar en casa del
sumo sacerdote. Pedro lo seguía desde lejos. Ellos encendieron fuego
en medio del patio, se sentaron alrededor, y Pedro se sentó entre ellos.
Al verlo una criada sentado junto a la lumbre, se lo quedó mirando y
dijo:
S. —«También éste estaba con él.»
C. Pero él lo negó, diciendo:
S. —«No lo conozco, mujer.»
C. Poco después lo vio otro y le dijo:
S. —«Tú también eres uno de ellos.»
C. Pedro replicó:
S. —«Hombre, no lo soy.»
C. Pasada cosa de una hora, otro insistía:
S. —«Sin duda, también éste estaba con él, porque es galileo.»
C. Pedro contestó:
25
S. —«Hombre, no sé de qué me hablas.»
C. Y, estaba todavía hablando, cuando cantó un gallo. El Señor,
volviéndose, le echó una mirada a Pedro, y Pedro se acordó de la
palabra que el Señor le había dicho: «Antes de que cante hoy el gallo,
me negarás tres veces.» Y, saliendo afuera, lloró amargamente.
Y los hombres que sujetaban a Jesús se burlaban de él, dándole
golpes.
Y, tapándole la cara, le preguntaban:
S. —«Haz de profeta; ¿quién te ha pegado?»
C. Y proferían contra él otros muchos insultos.
Cuando se hizo de día, se reunió el senado del pueblo, o sea, sumos
sacerdotes y escribas, y, haciéndole comparecer ante su Sanedrín, le
dijeron:
S. —«Si tú eres el Mesías, dínoslo.»
C. Él les contestó:
†—«Si os lo digo, no lo vais a creer; y si os pregunto, no me vais a
responder.
Desde ahora, el Hijo del hombre estará sentado a la derecha de Dios
todopoderoso.»
C. Dijeron todos:
S. —«Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?»
C. Él les contestó:
†—«Vosotros lo decís, yo lo soy.»
C. Ellos dijeron:
S. —«¿Qué necesidad tenemos ya de testimonios? Nosotros mismos
lo hemos oído de su boca.»
C. Se levantó toda la asamblea, y llevaron a Jesús a presencia de
Pilato. Y se pusieron a acusarlo, diciendo:
S. —«Hemos comprobado que éste anda amotinando a nuestra nación,
y oponiéndose a que se paguen tributos al César, y diciendo que él es
el Mesías rey.»
C. Pilato preguntó a Jesús:
S. —«¿Eres tú el rey de los judíos?»
C. Él le contestó:
†—«Tú lo dices.»
C. Pilato dijo a los sumos sacerdotes y a la gente:
S. —«No encuentro ninguna culpa en este hombre.»
C. Ellos insistían con más fuerza, diciendo:
S. —«Solivianta al pueblo enseñando por toda Judea, desde Galilea
hasta aquí.»
26
C. Pilato, al oírlo, preguntó si era galileo; y, al enterarse que era de la
jurisdicción de Herodes, se lo remitió. Herodes estaba precisamente
en Jerusalén por aquellos días.
Herodes, al ver a Jesús, se puso muy contento; pues hacía bastante
tiempo que quería verlo, porque oía hablar de él y esperaba verle
hacer algún milagro.
Le hizo un interrogatorio bastante largo; pero él no le contestó ni
palabra.
Estaban allí los sumos sacerdotes y los escribas acusándolo con
ahínco.
Herodes, con su escolta, lo trató con desprecio y se burló de él; y,
poniéndole una vestidura blanca, se lo remitió a Pilato. Aquel mismo
día se hicieron amigos Heredes y Pilato, porque antes se llevaban muy
mal.
Pilato, convocando a los sumos sacerdotes, a las autoridades y al
pueblo, les dijo:
S.—«Me habéis traído a este hombre, alegando que alborota al
pueblo; y resulta que yo lo he interrogado delante de vosotros, y no he
encontrado en este hombre ninguna de las culpas que le imputáis; ni
Heredes tampoco, porque nos lo ha remitido: ya veis que nada digno
de muerte se le ha probado. Así que le daré un escarmiento y lo
soltaré.»
C. Por la fiesta tenía que soltarles a uno. Ellos vociferaron en masa,
diciendo:
S. —«¡Fuera ése! Suéltanos a Barrabás.»
C. A éste lo habían metido en la cárcel por una revuelta acaecida en la
ciudad y un homicidio.
Pilato volvió a dirigirles la palabra con intención de soltar a Jesús.
Pero ellos seguían gritando:
S. —«¡Crucifícalo, crucifícalo!»
C. Él les dijo por tercera vez:
S. —«Pues, ¿qué mal ha hecho éste? No he encontrado en él ningún
delito que merezca la muerte. Así es que le daré un escarmiento y lo
soltaré.»
C. Ellos se le echaban encima, pidiendo a gritos que lo crucificara; e
iba creciendo el griterío.
Pilato decidió que se cumpliera su petición: soltó al que le pedían (al
que había metido en la cárcel por revuelta y homicidio), y a Jesús se
lo entregó a su arbitrio.
27
Mientras lo conducían, echaron mano de un cierto Simón de Cirene,
que volvía del campo, y le cargaron la cruz, para que la llevase detrás
de Jesús.
Lo seguía un gran gentío del pueblo, y de mujeres que se daban
golpes y lanzaban lamentos por él.
Jesús se volvió hacia ellas y les dijo:
†—«Hijas de Jerusalén, no lloréis por mí, llorad por vosotras y por
vuestros hijos, porque mirad que llegará el día en que dirán:
"Dichosas las estériles y los vientres que no han dado a luz y los
pechos que no han criado." Entonces empezarán a decirles a los
montes: "Desplomaos sobre nosotros", y a las colinas: "Sepultadnos";
porque, si así tratan al leño verde, ¿qué pasará con el seco?»
C. Conducían también a otros dos malhechores para ajusticiarlos con
él.
Y, cuando llegaron al lugar llamado «La Calavera», lo crucificaron
allí, a él y a los malhechores, uno a la derecha y otro a la izquierda.
Jesús decía:
†—«Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen.»
C. Y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte.
El pueblo estaba mirando.
Las autoridades le hacían muecas, diciendo:
S. —«A otros ha sal vado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías
de Dios, el Elegido.»
C. Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y
diciendo:
S. —«Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.»
C. Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Este
es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
S. —«¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.»
C. Pero el otro le increpaba:
S. —«¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y
lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en
cambio, éste no ha faltado en nada.»
C. Y decía:
S. —«Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino»
C. Jesús le respondió:
†—«Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.»
C. Era ya eso de mediodía, y vinieron las tinieblas sobre toda la
región, hasta la media tarde; porque se oscureció el sol. El velo del
templo se rasgó por medio. Y Jesús, clamando con voz potente, dijo:
28
†—«Padre, a tus manos encomiendo mi espíritu.»
C. Y, dicho esto, expiró.
Profesión de fe
Creo en un solo Dios,
Padre todopoderoso,
Creador del cielo y de la tierra,
de todo lo visible y lo invisible.
Creo en un solo Señor, Jesucristo,
Hijo único de Dios,
nacido del Padre antes de todos los siglos:
Dios de Dios,
Luz de Luz,
Dios verdadero de Dios verdadero,
engendrado, no creado,
de la misma naturaleza del Padre,
por quien todo fue hecho;
que por nosotros, los hombres,
29
y por nuestra salvación
bajó del cielo,
En las palabras que siguen, hasta se hizo hombre, todos se inclinan.
y por obra del Espíritu Santo
se encarnó de María, la Virgen,
y se hizo hombre;
y por nuestra causa fue crucificado
en tiempos de Poncio Pilato;
padeció y fue sepultado,
y resucitó al tercer día, según las Escrituras,
y subió al cielo,
y está sentado a la derecha del Padre;
y de nuevo vendrá con gloria
para juzgar a vivos y muertos,
y su reino no tendrá fin.
Creo en el Espíritu Santo,
Señor y dador de vida,
que procede del Padre y del Hijo,
que con el Padre y el Hijo
recibe una misma adoración y gloria,
y que habló por los profetas.
Creo en la Iglesia,
que es una, santa, católica y apostólica.
Confieso que hay un solo bautismo
para el perdón de los pecados.
Espero la resurrección de los muertos
y la vida del mundo futuro.
Amen.
Luego sigue la oración de los fieles:
Conclusión
Dios todopoderoso y eterno,
que enviaste al Hijo al mundo,
para que, con su muerte, destruyese el pecado y la muerte
y, con su resurrección, nos devolviese la vida y la felicidad,
escucha las plegarias de tu pueblo
y haz que podamos gozar de los frutos
de la cruz gloriosa de Jesucristo,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén
RITO DE LA COMUNIÓN
Concluida la oración de los fieles, el ministro se acerca al lugar en que se guarda la
Eucaristía, toma el vaso o copón con el Cuerpo del Señor, lo pone sobre el altar y
hace una genuflexión.
32
Y con tu espíritu.
Antífona de comunión
Padre mío, si este cáliz no puede pasar sin que yo lo beba, hágase tu
voluntad.
Durante la comunión, si es posible, el pueblo entona, como habitualmente, algún
canto apropiado.
Luego distribuye la Eucaristía a los fieles, como habitualmente.
Terminada la comunión de los fieles, si se encuentra algunos fragmentos sobre la
patena, el celebrante los echa en el copón y se purifica las manos, si lo juzga
necesario. Si quedan algunas formas, guarda el sacramento en el sagrario y hace una
genuflexión. Entonces si se juzga conveniente, se puede observar algún momento de
silencio, o se puede entonar algún salmo o cántico de alabanza. Luego el celebrante
dice la oración después de la comunión:
34
JUEVES SANTO
DE LA CENA DEL SEÑOR.
NOTAS DOCTRINALES Y PASTORALES
I - Las celebraciones del Jueves Santo durante el día
1. En las celebraciones del Jueves Santo conviene distinguir entre las que tienen lugar
durante el día —que pertenecen aún al tiempo de Cuaresma y, por ello, continúan
teniendo un marcado matiz penitencial y de contemplación de la Pasión del Señor— y
la misa vespertina que forma ya parte del Triduo pascual.
35
7. El gran día de la Eucaristía, el día en que ésta debe celebrarse con la Mayor
solemnidad y expresividad es, por consiguiente, la Noche santa de Pascua y el
domingo cristiano en general, días en los que se da gracias por la victoria del Señor ya
realizada. La misa vespertina del Jueves Santo representa más bien como la profecía
de lo que será el triunfo pascual que la Iglesia se dispone a celebrar con especial
solemnidad en la Noche pascual.
36
16. Aunque no se trate de un rito litúrgico propiamente dicho, acabada la misa y la
reserva de la Eucaristía, conviene invitar a los fieles a una adoración eucarística
prolongada hasta medianoche. Pasada esta hora, si la adoración continúa, debe
hacerse en todo caso sin solemnidad, pues sería deseducativo convertir el Jueves
Santo en un día de adoración eucarística, cuando lo que debe subrayarse es la relación
de la Eucaristía con la "Muerte-Resurrección" del Señor.
37
Jesucristo); este contenido debe reflejarse también en los textos semejantes de que
habla la Carta circular sobre las fiestas pascuales (42: pardo 4485).
V - Preparativos
Altar y credencia:
a) el sagrario vacío y abierto;
b) todo lo habitual para la misa;
c) pan suficiente para la comunión de este día y del siguiente;
d) velo humeral blanco;
e) algunos cirios para la procesión;
f) si hay ministrantes: Cruz procesional, incienso e incensario;
g) si se hace el lavatorio de los pies: lebrillo, jarro y toallas.
Capilla de la reserva:
El sagrario abierto (como no se celebra la Eucaristía, no es necesario que haya altar),
discretamente adornado, con luces pero mejor sin flores, para expresar mejor el
carácter austero de la primera parte del Triduo pascual.
RITO DE ENTRADA
Mientras el celebrante se dirige al presbiterio, el pueblo puede entonar algún canto
que sea verdaderamente apropiado para este día.
El celebrante, una vez en la sede, dice:
Acto penitencial
El celebrante dice:
Pidamos humildemente al Señor Jesús, que nos invita a su mesa, que
nos conceda también un sincero arrepentimiento de nuestros pecados:
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V. Tú que has puesto la salvación del género humano en el árbol
de la cruz:
Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
V. Tú que padeciste por nosotros para darnos ejemplo de
humildad:
Cristo, ten piedad.
R. Cristo, ten piedad.
V. Tú que, cargado con nuestros pecados, subiste al leño para
que nosotros, muertos al pecado, vivamos en la santidad:
Señor, ten piedad.
R. Señor, ten piedad.
Luego el celebrante con toda la asamblea dicen:
V. Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. Amén.
A continuación el celebrante y el pueblo dicen el Gloria a Dios en el cielo. Mientras
tanto, pueden hacerse sonar las campanas de la iglesia.
Oración Colecta
Oremos:
Señor Dios nuestro,
nos has convocado hoy (esta tarde)
para celebrar aquella misma memorable Cena
en que tu Hijo, antes de entregarse a la muerte,
confió a la iglesia el banquete de su amor,
el sacrificio nuevo de la alianza eterna;
te pedimos que la celebración de estos santos misterios
nos lleve a alcanzar plenitud de amor y de vida.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
Primera lectura
40
Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de
Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos
jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.
Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin
fermentar y verduras amargas.
Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un
bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua,
el paso del Señor.
Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos
sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos
los dioses de Egipto. Yo soy el Señor.
La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis; cuando vea la
sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando
yo pase hiriendo a Egipto.
Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del
Señor, ley perpetua para todas las generaciones."»
Palabra de Dios.
Salmo responsorial Sal 115, 12-13. 15-16bc. 17-18 (R.: cf. lCo 10, 16)
Segunda lectura
41
De la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios 11, 23-26
Hermanos:
Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os
he transmitido:
Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y,
pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:
—«Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en
memoria mía.»
Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo:
—«Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto
cada vez que lo bebáis, en memoria mía.»
Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz,
proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.
Palabra de Dios.
Evangelio
I
Cf. Jn 13,4.5.15
El Señor, después de levantarse de la Cena, echó agua en la jofaina y
se puso a lavarles los pies a los discípulos. Éste fue el ejemplo que les
dejó.
II
Jn 13,6.7. 8
«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Si no te lavo a ti
los pies, no tienes nada que ver conmigo.»
Llega a Simón Pedro y éste le dice: —«Señor, ¿lavarme los pies tú a
mí?»
Jesús le replicó: «Si no te lavo a ti los pies, no tienes nada que ver
conmigo.»
«Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más
tarde.»
—«Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?» Jesús le replicó: «Si no te lavo
a ti los pies, no tienes nada que ver conmigo.»
43
III
Cf.Jn 13, 14
Si yo, vuestro Maestro y Señor, os he lavado los pies, cuánto más
vosotros habéis lavaros los pies unos a otros.
IV
Jn 13,35
«La señal por la que conocerán que sois discípulos míos será que os
amáis os a otros.»
Dijo Jesús a sus discípulos: «La señal por la que conocerán que sois
discípulos míos será que os amáis unos a otros.»
V
Jn 13,34
«Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a otros como yo
os he amado», dice el Señor.
VI
1Co 13, 13
Queden en vosotros la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más
grande es el amor.
Ahora quedan la fe, la esperanza, el amor, estas tres: la más grande es
el amor. —Queden en vosotros la fe, la esperanza, el amor, estas tres:
la más grande es el amor.
VII
Al terminarse el lavatorio de los pies el lector puede añadir:
Conclusión
Señor Jesucristo,
ya que, mientras estamos todavía en la tierra,
nos invitas a tomar parte
45
en la mesa que prefigura el banquete eterno
y es pregustación del mismo,
escucha nuestras plegarias
y haz que quienes ahora nos reunimos
para celebrar los sacramentos de tu triunfo
podamos ser también tus comensales
en el banquete de la Pascua eterna.
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
R. Amén.
LITURGIA EUCARÍSTICA
RITO DE LA COMUNIÓN
Concluida la oración de los fieles, el ministro se acerca al lugar en que se guarda la
Eucaristía, toma el vaso o copón con el Cuerpo del Señor, lo pone sobre el altar y
hace una genuflexión.
47
Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Este cáliz es la nueva
alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo toméis en
memoria mía.
Durante la comunión, si es posible, el pueblo entona, como habitualmente algún
canto apropiado.
Luego distribuye la Eucaristía a los fieles, como habitualmente.
Acabada la distribución de la comunión, se deja sobre el altar el pixis con el pan
consagrado para la comunión del día siguiente.
48
y, después de vivir en este suelo
y de esparcir el germen de su verbo,
cerró su acción con una maravilla.
En la cena final cumplió con celo
las prescripciones de la ley antigua,
y, terminado el ágape fraterno,
dio su cuerpo y la sangre de su cuerpo
a cada comensal, como comida.
Con su palabra el encarnado Verbo
cambia el pan en su carne siempre viva,
y en sangre suya el vino verdadero:
Si los sentidos no perciben esto,
la fe se lo revela al alma limpia.
Cuando la procesión ha llegado al lugar de la reserva, el celebrante coloca la
Eucaristía en el sagrario y, antes de cerrarlo, se canta, si es posible, el Tantum ergo o
algún otro canto de adoración a la Eucaristía.
Si no es posible el canto, pero, en cambio, se dispone de un lector, colocada la
Eucaristía en el sagrario y antes de cerrarlo, éste puede leer las dos últimas estrofas
del himno anterior:
49
VIERNES SANTO
DE LA MUERTE DEL SEÑOR
NOTAS DOCTRINALES Y PASTORALES
I - Sentido de las celebraciones de este día
1. El Viernes Santo no forma ya parte de la Cuaresma, sino que es el primer
día del Triduo pascual y como tal debe presentarse a los fieles y vivirse tanto
en la oración personal como en las celebraciones litúrgicas. La celebración de
la muerte del Señor, como parte de su Pascua, queda especialmente
subrayado en la primera colecta de la celebración: Jesucristo... instituyó, por
medio de su sangre, el misterio pascual. Por la Sangre de Cristo, es decir, por
su muerte, empieza pues la Pascua o tránsito del Señor.
2. Todas las celebraciones del Triduo tienen como objeto el conjunto del
Misterio pascual o tránsito de Jesucristo que, a través de las tres facetas de
muerte, sepultura y exaltación al cielo, pasa de este mundo al Padre y hace
pasar también consigo de la muerte a la vida y del pecado a la vida de
amistad y comunión con Dios a la humanidad entera.
3. Todos, pues, y cada uno de los días del Triduo y todas y cada una de sus
celebraciones conmemoran la totalidad del Misterio pascual. Este único
misterio se celebra, con todo, con matices propios y algún tanto diversos en
cada uno de los días del Triduo. No hay pues celebraciones ni días exclusivos
para celebrar la muerte o la resurrección del Señor, sino celebraciones del
único Misterio pascual con matices diversos.
4. La característica más propia y el matiz más subrayado del Viernes Santo,
primer día de Pascua, es la contemplación de Cristo que, con su muerte,
inaugura la Pascua venciendo la muerte de toda la humanidad. La Iglesia,
pues, en este primer día pascual contempla y celebra la totalidad del Misterio
pascual, pero subrayando sobre todo su punto de arranque: la muerte gloriosa
del Señor que sube a la cruz para pasar de ella a su reino. Pero, al subrayar en
este día la muerte del Señor, no se olvida la resurrección. Bajo este aspecto es
especialmente significativa la antífona: Tu Cruz adoramos. Señor, y tu santa
resurrección alabamos y glorificamos, antífona que es uno de los cantos más
antiguos de este día.
50
5. La austeridad de los signos litúrgicos y el ayuno de este día no son pues ya
signos o prácticas penitenciales ni signos de tristeza como lo eran en
cuaresma. Se trata más bien de signos sacramentales con los que se expresa y
se ayuda a los fieles a que, unidos intensamente a Jesucristo que pasa de la
muerte a la resurrección, vivan también su propio tránsito del pecado a la
gracia.
6. Para vivir y expresar, pues, este sentido dinámico de la Pascua como
tránsito o paso, las celebraciones litúrgicas de la primera parte del Triduo
pascual (Viernes y Sábado Santos) son intensamente sobrias (supresión de
flores, alfombras, música, etc.) mientras que las de la Noche santa y día de
pascua tienen un marcado sentido festivo que va aumentando en intensidad
desde el pregón pascual hasta el anuncio evangélico de la resurrección y la
eucaristía pascual.
7. En este contexto dinámico propio de las celebraciones pascuales es
importante dar todo su realce a la normativa que exige una fuerte austeridad
en el comienzo de Triduo (incluso por lo que se refiere a las flores de la
capilla de la reserva en el Jueves Santo) y el uso en cambio de elementos
muy festivos en la noche y día de Pascua.
54
IV - Algunos puntos de la normativa del Viernes Santo especialmente
importantes para las pequeñas comunidades
31. La norma del Misal (rúbrica 19) según la cual la adoración de la Cruz
podía hacerse sea de manera personal sea de manera comunitaria ha sido
modificada por la Circular sobre las fiestas pascuales. Vista, en efecto, la
importancia y significación que tiene para la piedad de los fieles la adoración
de la Cruz en el rito de este día, se ha establecido que cada uno de los
presentes adore personalmente el madero santo. Sólo en el caso de una
concurrencia de fieles verdaderamente extraordinaria —concurrencia que
nunca se da en las pequeñas comunidades— puede optarse por la adoración
común (cf. 69: pardo 4512).
32. En aquellas iglesias o comunidades en las que no se ha celebrado la misa
vespertina del Jueves Santo, tampoco pueden celebrarse en el Viernes Santo
los ritos de la Muerte del Señor.
33. Desde la adoración de la Cruz hasta el principio de la Vigilia pascual, se
hace genuflexión a la cruz.
34. Durante todo el día del Viernes Santo se puede llevar la comunión a los
enfermos: con todo, debido al carácter austero de este día, no parece ser el
más oportuno para llevar la Eucaristía a los enfermos, a no ser que se trate o
del Viático o de aquellos que comulgan con frecuencia.
VI - Preparativos
46. Altar y presbiterio: Totalmente desnudo, sin manteles, ni cruz, ni
candelabros, ni alfombras. Si se quiere, se puede colocar al pie del altar un
cojín rojo para la postración del celebrante. Si, para la adoración de la Cruz o
terminada la misma, la cruz debe colocarse sobre una peana, esta peana debe
prepararse cerca del altar en un lugar poco visible.
Credencia: Un mantel muy simple y sencillo para colocar en su momento
sobre el altar simple (mejor que cubra únicamente la superficie de la mesa);
corporales y purificador.
Para el celebrante, las mismas vestiduras que en la misa (incluso la casulla),
de color rojo.
En una capilla lateral o en la misma sacristía. Una cruz grande y lo más bella
posible para la adoración de los fieles, cubierta con un velo rojo (a no ser que
la presentación de la cruz se haga sin descubrirla), y dos candeleros, si hay
ministrantes.
Altar de la reserva eucarística'. Velo humeral blanco o rojo y, si hay
ministrantes, dos candelabros que pueden iluminarse al empezar la
celebración (en esta capilla no debe haber ningún otro cirio encendido, sólo
la lámpara habitual de la reserva).
LITURGIA DE LA CELEBRACIÓN
DE LA MUERTE DEL SEÑOR
RITO DE ENTRADA
El celebrante, revestido de alba, se dirige al presbiterio y, hecha la debida
reverencia, se postra ante el mismo, mientras el pueblo permanece de rodillas
y todos oran en silencio.
56
Oración
Recuerda, Señor,
que tu ternura y tu misericordia son eternas;
santifica a tus hijos
y protégelos siempre,
pues Jesucristo, tu Hijo,
en favor nuestro
instituyó, por medio de su sangre,
el misterio pascual.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
O bien:
Oh Dios, tu Hijo Jesucristo, Señor nuestro,
por medio de su pasión ha destruido la muerte
que, como consecuencia del antiguo pecado,
a todos los hombres alcanza.
Concédenos hacernos semejantes a él.
De este modo, los que hemos llevado grabada,
por exigencia de la naturaleza humana,
la imagen de Adán, el hombre terreno,
llevaremos grabada en adelante,
por la acción santificadora de tu gracia,
la imagen de Jesucristo, el hombre celestial.
El, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA
La Liturgia de la Palabra se desarrolla como habitualmente en la misa. Si, por
falta de lectores, el celebrante debe proclamar todas las lecturas, conviene
que se haga un brevísimo silencio entre cada una de ellas, para que los fieles
capten el paso de un texto a otro.
Primera lectura
Palabra de Dios.
Segunda lectura
Hermanos:
Mantengamos la confesión de la fe, ya que tenemos un sumo
sacerdote grande, que ha atravesado el cielo, Jesús, Hijo de
Dios.
No tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de
nuestras debilidades, sino que ha sido probado en todo
exactamente como nosotros, menos en el pecado. Por eso,
acerquémonos con seguridad al trono de la gracia, para alcanzar
misericordia y encontrar gracia que nos auxilie oportunamente.
Cristo, en los días de su vida mortal, a gritos y con lágrimas,
presentó oraciones y súplicas al que podía salvarlo de la muerte,
cuando en su angustia fue escuchado. Él, a pesar de ser Hijo,
aprendió, sufriendo, a obedecer. Y, llevado a la consumación, se
ha convertido para todos los que le obedecen en autor de
salvación eterna.
Palabra de Dios.
Evangelio
I
Oremos, hermanos, por la Iglesia santa de Dios, para que el
Señor le dé la paz, la mantenga en la unidad, la proteja en toda
la tierra, y a todos nos conceda una vida confiada y serena, para
gloria de Dios, Padre todopoderoso.
II
Oremos también por nuestro Santo Padre, el papa N., para que
Dios, que lo llamó al orden episcopal, lo asista y proteja para
bien de la Iglesia como guía del pueblo santo de Dios.
68
Oremos también por todos aquellos hermanos nuestros que
creen en Cristo, para que Dios nuestro Señor asista y congregue
en una sola Iglesia a cuantos viven de acuerdo con la verdad que
han conocido.
VI
Oremos también por el pueblo judío, el primero a quien Dios
habló desde
antiguo por los profetas, para que el Señor acreciente en ellos el
amor de su
nombre y la fidelidad a la alianza que selló con sus padres.
VII
Oremos también por los que no creen en Cristo, para que,
iluminados por el Espíritu Santo, encuentren también ellos el
camino de la salvación.
IX
Oremos también por los gobernantes de todas las naciones, para
que Dios nuestro Señor, según sus designios, les guíe en sus
pensamientos y decisiones hacia la paz y libertad de todos los
hombres.
ADORACIÓN DE LA CRUZ
Terminada la Oración universal, el celebrante puede leer la siguiente
monición:
Monición
Ahora vamos a realizar un gesto lleno de significado:
venerar la Cruz santísima de Jesucristo. Que nuestro beso al
leño santo esté lleno de unción y de amor, que este nuestro
gesto sirva para manifestar nuestro agradecimiento a Jesucristo,
que por nosotros derramó su sangre en la cruz. Que, mientras
escuchamos (cantamos) los antiguos textos de lamentación del
71
Señor y la gloria de su Cruz, sepamos meditar y ahondar el
significado de la muerte del Señor.
El celebrante va a buscar la santa Cruz y la lleva al presbiterio, cubierta con
un velo rojo. Luego, de pie ante el altar, la muestra tres veces al pueblo,
descubriendo primero su parte superior, luego el brazo derecho y finalmente
todo el madero santo.
Cada una de las veces que muestra la cruz, dice o canta:
Mirad el árbol de la Cruz,
donde estuvo clavada
la salvación del mundo.
El pueblo responde cada vez:
Venid a adorarlo.
Y todos se arrodillan unos momentos en silencio y adoración, mientras el
celebrante sostiene la santa Cruz.
72
b) El celebrante, descubierta la cruz la entrega a dos ministrantes o fieles (a
poder ser varones) y ellos la sostienen por sus brazos apoyada la base en el
suelo. El pueblo mientras tanto canta los improperios o bien un lector o el
mismo celebrante los lee.
II
Oremos.
Dios todopoderoso, rico en misericordia,
que nos has renovado
con la gloriosa muerte y resurrección de Jesucristo,
nos dejes de tu mano
la obra que has comenzado en nosotros,
para que nuestra vida,
por la comunión en este misterio,
se entregue con verdad a tu servicio.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Luego, con las manos extendidas sobre el pueblo, dice:
78
Oración sobre el pueblo
79
DOMINGO DE PASCUA
DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
NOTAS DOCTRÍNALES.
I - Sentido de la Vigilia pascual
1. De la misma manera que el Triduo pascual es la celebración culminante
del año litúrgico, así la Noche de Pascua es a su vez el punto culminante del
Triduo pascual. La Vigilia pascual es, pues, la mayor de las celebraciones del
año litúrgico, y como tal debe vivirse y presentarse a los fíeles.
2. Esta celebración, por un lado, forma parte del Triduo pascual y es el punto
culminante del mismo y, por otro, inaugura la Cincuentena festiva de Pascua
que, a la manera de un gran domingo, se prolonga desde esta noche hasta la
solemnidad de Pentecostés. La Noche pascual, por tanto, pertenece por una
parte el Triduo y por otra parte, sin dejar de formar parte de este Triduo,
inaugura a su vez la Cincuentena festiva de Pascua, de la que no formaron
parte ni el Viernes ni el Sábado Santos, aunque fueran ya parte de la
solemnidad pascual.
3. A partir de la Noche santa la Iglesia vive y manifiesta, con unos signos
más festivos y extraordinarios que habitualmente, como un anticipo de la
vida futura y de aquella felicidad en la que cree y en la que espera compartir,
ya sin velos ni figuras ni sombras, la vida del Resucitado.
4. Para expresar y vivir este como anticipo de la vida del cielo, a partir de la
misa de la Noche de Pascua, cambian muchos de los signos celebrativos
habituales en los otros tiempos. Así. si en los otros ciclos algunos signos
recuerdan las limitaciones de la vida peregrina propia de los días terrenos,
durante los días pascuales, en cambio, se suprimen estos signos y todo alude
a la vida definitiva de gozo y de victoria en la que pasada la etapa de las
figuras, el Resucitado introduce a la humanidad.
5. Por esta razón, en las celebraciones eucarísticas de los días pascuales se
omiten, por ejemplo, las lecturas del Antiguo Testamento, que constituyen
únicamente como una figura de los bienes futuros, se repite sin cesar el
Aleluya, que resuena en el cielo, se suprimen muchos de los signos
penitenciales, etc.
6. La Noche pascual fundamentalmente tiene el mismo contenido que la
celebración eucarística habitual: contemplar el mensaje de Dios (liturgia de la
Palabra) y actualizar esta misma buena nueva (ritos sacramentales del
bautismo y de la eucaristía). Pero en la Noche santa estas dos partes de la
celebración presentan una mayor expresividad y amplitud.
80
7. En la Vigilia pascual, en efecto, la liturgia de la palabra tiene más lecturas
presenta como una síntesis de toda la buena nueva evangélica, desde la
creación del mundo hasta el punto culminante de la historia, la resurrección
final de la humanidad, inaugurada ya por la resurrección de Jesucristo.
8. La liturgia sacramental, por una parte, celebra la Eucaristía con mayor
solemnidad, y, por otra, a ella se añaden los ritos litúrgicos de la iniciación
cristiana (Bendición del agua —bautismal o por lo menos común—,
Bautismo, Confirmación de los catecúmenos, renovación de las promesas
bautismales, la aspersión de la asamblea).
9. Incluso los mismos ritos iniciales de apertura son más amplios y
expresivos: la procesión de entrada no se limita al solo ingreso habitual de
los ministros, sino que incluye una expresiva procesión de toda la asamblea y
el acto penitencial queda substituido por el rito más solemne del Pregón
pascual.
10. Para esta solemne Vigilia, conviene que, incluso en las iglesias menores,
haya por lo menos un ministrante que sirva al celebrante. Hay ritos, en
efecto, que difícilmente se celebrarán con decoro si el celebrante está solo en
el altar piénsese, por ejemplo, en la iluminación y adorno del altar durante el
canto del gloria). También hay que procurar, por lo menos, dos lectores que
proclamen alternativamente las lecturas y los salmos responsoriales. En los
monasterios conviene que, por lo menos, dos monjas de las que lean con
claridad se alternen con las lecturas y salmos responsoriales.
11. Por lo que atañe a las pequeñas parroquias hay que procurar que en la
noche pascual se reúnan entre sí en una celebración común (o bien pasando
la celebración de un pueblo a otro en años sucesivos o bien acudiendo todos
a una Iglesia mayor). Es, en efecto, importante que ningún fiel se vea privado
de la riqueza de los signos y textos de esta Vigilia que es la celebración
culminante del Triduo pascual e incluso de todo el año litúrgico; y esta
riqueza difícilmente se logra en una asamblea de pocos fieles y con un
número de ministros limitado
(Cfr. Circular sobre las fiestas pascuales. Documentación litúrgica
posconciliar. Enquiridión, preparado por Andrés Pardo [Barcelona, Editorial
Rebina, 1992], 1337).
12. Cuando varias pequeñas parroquias celebran conjuntamente la Noche
Pascual cada una de ellas puede llevar a la celebración común un cirio,
adornado a la manera del Cirio pascual; estos cirios pueden colocarse
estéticamente en los lugares donde están los fíeles de los respectivos pueblos
e iluminarse después de los cirios de los fieles, cuando, repetida por tercera
vez la aclamación Luz de Cristo, "se encienden las lúcesele la iglesia" (Misal
Romano, Vigilia pascual, n. 17). Terminada la Vigilia, cada parroquia puede
llevar su cirio iluminado en la Noche Santa a la propia parroquia y
81
encenderlo allí, a la manera del Cirio pascual, en las celebraciones de la
Cincuentena.
13. En aquellos casos en que resulte imposible la reunión de varias pequeñas
comunidades en una celebración común, como acontece por ejemplo en los
monasterios obligados a la ley de clausura, hay que hacer todos los esfuerzos
para que la Vigila pascual no se vea privada de sus elementos constitutivos,
celebrados con la máxima expresividad y participación espiritual posibles.
Debe evitarse sobre todo que esta Vigilia se asemeje simplemente a una misa
vespertina de un domingo celebrada al atardecer del sábado (Circular sobre
las fiestas pascuales 3: pardo 4446).
14. Por lo que respecta a los monasterios de monjas, debe subrayarse la
urgencia de que esta Vigilia se celebre ampliamente y durante gran parte de
la noche pues "a los que se dedican a la vida contemplativa les compete de
modo singular la oración en la noche, ya que con ella se expresa y se aviva la
espera del Señor que ha de volver: 'A medianoche se oyó una voz que decía:
Mirad, el Esposo viene, salid a su encuentro'9' (IGLH 72). La Vigilia pascual
es, en efecto, la "Madre" de todas las demás celebraciones nocturnas con las
que la Iglesia expresa y acrecienta el deseo de la venida del Señor. "Vigilia,
la de esta noche —afirma san Agustín—, que es tan grande que ella sola
reclama para sí como propio el nombre que luego pasó a ser común de todas
las demás vigilias" (Serme Guelferbytanus 5).
15. La celebración de la Vigilia pascual de forma abreviada o adelantada y la
omisión de alguna de las lecturas de esta Noche santa sería especialmente
grave si se tratara de comunidades contemplativas, pues resultaría
contradictorio con lo más específico de la vocación contemplativa. "Los
Padres, en efecto, con muchísima frecuencia, exhortan a los fieles, sobre todo
a los que se dedican a la vida contemplativa, a la oración en la noche, ya que
con ella se expresa y se aviva la espera del Señor que ha de volver: 'A
medianoche se oyó una voz que decía: Mirad, el Esposo viene, salid a su
encuentro'.'Velad, pues, porque no sabéis cuándo vendrá el amo de la casa; si
por la tarde, si a medianoche, o al canto del gallo, o a la madrugada: no sea
que, viniendo de repente, os encuentre dormidos'" (IGLH 72). El hecho de
que estas comunidades no tengan ministrantes no impide que las monjas sean
cristianas para las que la celebración nocturna tiene una especial importancia
y significatividad.
16. En las comunidades contemplativas, en las que el matiz orante de la
celebración nocturna resulta tan importante, conviene que las lecturas vayan
precedidas de una breve introducción que ayude a las monjas a orar a través
de unos textos que quizá no siempre comprenden en su significación más
plenamente cristiana.
17. En ninguna de las pequeñas comunidades —tanto si se trata de pequeños
monasterios como de pequeñas parroquias— puede permitirse que la
brevedad de la liturgia de la Palabra de esta Noche asemeje simplemente la
celebración de la Vigilia a una misa habitual de un domingo cualquiera
82
celebrada en las últimas horas del sábado (cf. Circular sobre las fiestas
pascuales 78: pardo 4521).
18. Los ritos introductivos (bendición del fuego y del Cirio pascual,
procesión de entrada y pregón pascual) conviene que guarden una cierta
sobriedad y proporción con las dos partes fundamentales de la celebración de
la Vigilia, la proclamación de las lecturas y los ritos del Bautismo y de la
Eucaristía.
84
30. Si el bautisterio es muy pequeño, terminada la homilía, los ministrantes
—o algunos fieles, hombres o mujeres— colocan un recipiente con el agua
en el presbiterio. Situado el recipiente del agua bautismal en su lugar, el
celebrante, frente al mismo, procede a la bendición del agua.
31. Si ha de celebrarse algún bautismo, bendecida el agua bautismal, se
procede a la celebración del sacramento, tal como figura en las páginas 185-
187 (cf. también Ritual del Bautismo de niños, nn. 149-151 y 153-155 si se
trata de un niño no llegado al uso de razón, o en el Ritual de la iniciación
cristiana de los adultos si se trata de un niño con uso de razón, nn. 353-365 o
de un adulto, nn. 217-231). El rito bautismal en esta noche empieza
directamente por las renuncias (los ritos previos deben haberse celebrado en
otro día o en otro momento). En la profesión de fe se omite el asentimiento
de la asamblea, porque ésta tendrá lugar después de celebrado el bautismo.
Bendición del agua común en los monasterios o iglesias sin bautisterio:
32. En las iglesias no parroquiales (a no ser que se celebre eventualmente
algún bautismo), terminada la homilía, los ministrantes o algunos fieles—
hombres o mujeres— colocan ante el celebrante un recipiente con agua, sea
en el mismo suelo, sea en una mesita (la mesita, en caso de usarse, puede
recubrirse con algún paño festivo, pero que no parezca un mantel blanco a la
manera de los del altar); el recipiente del agua conviene sea suficientemente
grande para que sea significativo.
33. El celebrante, colocado ante el recipiente del agua, procede a su
bendición, tal como figura en las páginas 187-188.
34. Bendecida el agua —o celebrado el bautismo y, en el caso de bautizados
llegados al uso de razón, la confirmación—, se procede a la renovación de las
promesas bautismales. El celebrante se sienta en la sede y los fieles
encienden sus velas: el celebrante procede como se describe en las páginas
189-191.
35. Terminada la renovación de las promesas bautismales, el celebrante,
discurriendo por la iglesia, asperge al pueblo con el agua bautismal o pascual.
36. Durante la aspersión, el pueblo, si es capaz, canta la antífona Vi que
manaba agua u otro canto verdaderamente apropiado. Si los fieles no son
capaces de cantar pero se dispone de un lector o ministrante, éste puede
recitar con solemnidad y pausa durante la aspersión la antífona Vi que
manaba agua, en la que el pueblo puede ir intercalando Aleluya.
37. Acabada la aspersión, el celebrante retorna a la sede donde dirige la
oración de los fieles. Terminada ésta, el celebrante se sienta y los
ministrantes —o, si no hay ministrantes, algunos fieles, hombres o mujeres—
colocan sobre el altar los corporales, el misal, la patena, el cáliz, el pan y el
vino para la Eucaristía y todo prosigue como se indica en la página 192.
38. La liturgia de la Eucaristía pascual, aunque se trate de pequeñas iglesias,
debe hacerse con la máxima solemnidad y expresividad. La Plegaria
eucarística de esta noche, en concreto, es el punto culminante de la
solemnidad de Pascua, del Triduo pascual e incluso de todo el año litúrgico
(cf. Circular sobre las fiestas pascuales 91: pardo 4534). En esta noche
85
conviene usar el canon romano porque en él figuran para esta noche
embolismos propios y muy significativos.
39. Téngase también presente que para que el significado de la Eucaristía
alcance toda su plenitud en esta noche está recomendado que, con el
consentimiento del Ordinario, todos los fieles reciban la comunión pascual
bajo las dos especies (cf. Circular sobre las fiestas pascuales 92: pardo 4535).
86
apenas venga y llame, Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los
encuentre en vela Lc 12, 35ss.).
43. En la catequesis de la Vigilia pascual conviene subrayar también que el
esquema de la celebración coincide fundamentalmente con el esquema de la
celebración eucarística habitual. La Vigilia pascual, como la misa, está
formada fundamentalmente por una liturgia de la palabra y una liturgia
sacramental. La principal diferencia que media entre la celebración de esta
noche y la celebración eucarística habitual es que en la Vigilia los dos ritos
fundamentales —liturgia de la palabra y liturgia sacramental— están más
desarrollados y son más solemnes, expresivos e incluso más prolongados (la
liturgia de la palabra tiene hasta nueve lecturas en lugar de las tres habituales
y abarca contemplativamente desde el origen del mundo hasta la "etapa final
de la historia", la resurrección de Cristo) y la liturgia sacramental, por su
parte, queda enriquecida con la celebración —o por lo menos el recuerdo—
del bautismo, de la confirmación, y la eucaristía es celebrada con mayor
expresividad y solemnidad.
44. Otro aspecto importante que debería recalcar la catequesis es el sentido
global de las lecturas de esta Noche: se trata no de enterarse de unos hechos
desconocidos, sino de contemplar y revivir, a través de unas páginas muy
conocidas de la Escritura, las grandes maravillas de la Historia de la
salvación, desde los orígenes de la humanidad hasta la plenitud de los
tiempos que se inauguran para la humanidad con la resurrección de
Jesucristo. Esta finalidad de síntesis contemplativa de toda la historia santa
que tienen las lecturas de esta Noche comporta dos aspectos (a veces no
suficientemente valorados): la invariabilidad de las lecturas de Vigilia (en
todos los ritos y en todos los tiempos se han leído más o menos estas mismas
lecturas en la noche pascual) y la suma conveniencia de que en esta Noche,
más que en otras ocasiones, se hagan más breves moniciones que subrayen el
sentido de síntesis de la historia santa que arranca de la creación y culmina
en la resurrección. Como este dinamismo, cuya significatividad hoy los fieles
no siempre lo captan, conviene por ello antepondrá una breve monición a
cada lectura.
45. Otro punto que conviene subrayar es el paso de un grupo de lecturas a
otro. En nuestro ritual lo indicamos tanto por medio de títulos antepuestos a
cada grupo de lecturas como a través de las breves moniciones que
sugerimos.
Los diversos grupos son: a) lecturas de la Ley (la a 3a lectura); b) lecturas de
los Profetas (4a a 7a), y c) lecturas del Nuevo Testamento. Para subrayar el
paso del Antiguo al Nuevo Testamento al llegar a este momento aparecen en
la celebración la mayor parte de elementos festivos: entre la última lectura
profética y la primera del Nuevo Testamento se ilumina y adorna el altar, se
canta el Gloria, suenan festivamente las campanas y la música instrumental y
se entona el Aleluya pascual.
46. Otro aspecto a recalcar es el intenso significado que tiene en esta Noche
la Oración de los fieles (cf. Circular sobre las fiestas pascuales 91: pardo
87
4534). Si ha habido bautismo de adultos, los recién bautizados participan por
vez primera en esta oración de los fieles, pues por el bautismo y
confirmación han entrado a formar parte de los fieles, inaugurando así, al
orar por todos los hombres, su sacerdocio bautismal (Misal Romano, Vigilia
pascual, 49); por ello también es aconsejable que uno de ellos proponga en
esta noche las intenciones a la asamblea.
47. Con respecto a los ritos sacramentales conviene subrayar la presencia de
los ritos alusivos a la iniciación cristiana (Bautismo, Confirmación, o alusión
a estos sacramentos a través de la bendición del agua, renovación de las
promesas bautismales y aspersión del pueblo).
48. También hay que destacar la especial significatividad de la Misa de esta
Noche de Pascua, presentándola como la más importante Misa del año. Si la
Eucaristía siempre celebra y hace presente "la victoria y el triunfo de la
muerte de Cristo" {Sacrosanctum Concilium 6: pardo 6), este triunfo se
manifiesta especialmente en los signos de esta Noche en la que también la
liturgia de la palabra ha proclamado el mismo triunfo que luego se hace
presente en el sacramento.
49. De la centralidad de la misa de la Noche de Pascua se deriva la suma
conveniencia de que, por lo menos en esta noche, la comunión alcance "la
plenitud del signo eucarístico". En este contexto conviene explicar el sentido
de plenitud que incluye el comulgar bajo las dos especies (cf. IGMR 240:
pardo 787; y Circular sobre las fiestas pascuales 92: pardo 4535).
50. En las pequeñas comunidades en las que el canto resulta siempre difícil,
conviene, como ya hemos advertido, jerarquizar los mismos según las
posibilidades de cada asamblea y la importancia de cada celebración. Es
necesario velar para que, entre los pocos que generalmente pueden aprender
los fieles de estas pequeñas comunidades para los días del Triduo, se de la
primacía sobre todo a los más importantes y significativos que son, sin duda,
los de la Noche pascual.
51. Por otra parte se presenta la dificultad de que las pequeñas comunidades,
formadas sobre todo por ancianos, no acostumbran estar preparadas para ver
la Noche pascual como la celebración culminante, pues en el tiempo de su
formación catequética era común celebrar más la Semana Santa o el llamado
Triduo sacro (Jueves, Viernes y Sábado Santos) que el Triduo pascual, y el
Triduo sacro tenía su cumbre celebrativa en el Jueves y Viernes Santos; por
ello difícilmente los ancianos saben cantos apropiados a la celebración de la
Vigilia pascual.
52. En este difícil contexto habrá que contentarse con poco; pero al mismo
tiempo hay que hacer los esfuerzos posibles para que este poco responda lo
mejor posible al contenido más propio de la Noche Santa.
53. Entre los cantos a aprender los más necesarios son: un Aleluya que puede
servir tanto para el triple Aleluya de después de la epístola como para otros
88
momentos de la celebración (v. gr. para insertarlo en la antífona leída durante
la aspersión del agua; además podrá servir también para otras celebraciones,
sobre todo durante la Cincuentena pascual).
54. Un segundo canto importante en la Vigilia —que como el anterior podrá
servir en otras ocasiones— es el Gloria a Dios en el cielo, para el que
posiblemente sea suficiente el repaso de alguna melodía ya conocida.
55. Por lo que se refiere a los cantos de la parte eucarística de la Vigilia, éstos
no se distancian mucho de los de una celebración eucarística habitual. Aquí
deberán cuidarse sobre todo los más fundamentales que son: las
aclamaciones del Santo, Anunciamos tu muerte y Amén del final del Canon.
56. Un canto que acostumbran saber los fieles de las pequeñas comunidades
y que, sobre todo para los menos jóvenes, puede ser muy expresivo de
Pascua, es la antífona latina Regina caeli. Esta antífona podría servir muy
bien para el final de la celebración, antes del Podéis ir en paz, aleluya,
aleluya.
57. Por lo que se refiere a los demás cantos hay que evitar los textos
demasiado comunes y poco apropiados y los que den una ambientación poco
expresiva de los misterios propios de esta solemnidad pascual, centrada sobre
todo en la victoria del Resucitado (cf. Circular sobre las fiestas pascuales 42:
pardo 4485). Es preferible cantar menos cantos que dar al conjunto de la
celebración una ambientación excesivamente común.
V - Preparativos
RITOS INICIALES
Monición.
Hermanos: Hace ya más de tres mil doscientos años, durante
una vela nocturna como la que ahora nos disponemos a iniciar, el
Señor libró a nuestros padres de Israel de la dura esclavitud de Egipto.
También en una noche como la de hoy, hace casi dos mil años, nuestro
Señor Jesucristo resucitó victorioso de entre los muertos y arrancó así
a la humanidad de la esclavitud de la muerte.
90
Para celebrar, pues, estas maravillas, para participar de la libertad de
la Pascua definitiva, nos reunimos en esta Noche santa, como lo hacen
también los demás cristianos diseminados por el mundo, y velaremos
largamente para contemplar, cantar y revivir la libertad de la Pascua
del Señor.
Iniciaremos la celebración con una procesión siguiendo el Cirio
pascual, figura de Cristo, como los israelitas siguieron la columna de
fuego y de nube que los conducía a la libertad.
Luego escucharemos y meditaremos, larga y pausadamente, la Palabra
de Dios, que nos irá anunciando las maravillas del Señor a través de la
historia, y finalmente haremos memoria de nuestro Bautismo y
celebraremos la Eucaristía pascual para hacer presente y para
participar en la maravilla culminante de la historia, el triunfo de
Jesucristo sobre la muerte.
Que, por la celebración de estos misterios, el Señor nos conceda llegar
un día a vivir, ya sin velos ni símbolos, sino en la plena visión de su
reino, aquella misma victoria sobre la muerte, el pecado y todo mal,
que ahora nos disponemos a celebrar por medio de los ritos de esta
Noche santísima de Pascua.
Oremos.
Oh Dios, que por medio de tu Hijo
has dado a tus fieles el fuego de tu luz,
santi † fica este fuego
y concédenos
que la celebración de estas fiestas pascuales
encienda en nosotros deseos tan santos
que podamos llegar con corazón limpio
a las fiestas de la eterna luz.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
А
2 0
0 5
Ω
Luego incrusta en el Cirio los granos de incienso, diciendo:
La luz de Cristo,
que resucita glorioso,
disipe las tinieblas
del corazón y del espíritu.
PROCESIÓN
Monición
Como en otro tiempo los hijos de Israel, guiados en la noche por la
columna de fuego, pasaron de la esclavitud de Egipto a la libertad de
Canaan, así también ahora nosotros, iluminados por la luz del Cirio
pascual, seguiremos a Cristo que sale resplandeciente del sepulcro y, a
92
la luz de su triunfo, nos dispondremos a inaugurar las fiestas
pascuales.
Luz de Cristo.
O bien:
Oh luz gozosa de la santa gloria
del Padre celeste inmortal,
santo y feliz Jesucristo.
PREGÓN PASCUAL
93
Colocado el Cirio, el celebrante inciensa el libro y el Cirio pascual, y luego
proclama el Pregón. Durante el Pregón los fieles tienen en sus manos las
velas encendidas.
______________________________________________________________
LITURGIA DE LA PALABRA
Terminado el Pregón pascual, se apagan las velas de los fíeles y el celebrante,
sentado en la sede, puede leer la siguiente monición introductoria a la
Liturgia de la Palabra.
Monición
Hermanos: Con el Pregón solemne de Pascua, hemos entrado
ya en la Noche santa de la resurrección del Señor. Escuchemos ahora,
largamente y en silencio meditativo, la palabra de Dios. Recordemos
las muchas y variadas maravillas que Dios ha realizado a través de
la historia para salvar al primer Israel y cómo, al llegar los últimos
tiempos, envió al mundo a su Hijo para que, con su muerte y
resurrección, la salvación alcanzara a todos los hombres. Mientras
contemplamos la gran trayectoria de esta Historia santa, oremos
intensamente, para que el designio de salvación universal, que Dios
inició con la creación del mundo, prosiguió salvando a Israel y
culminó con la resurrección de Jesucristo, llegue a su plenitud con
el anuncio del Evangelio a todos los pueblos y con la incorporación de
toda la humanidad a la victoria de la resurrección del Señor.
Primera lectura
Monición
97
Todo era bueno al comienzo de la creación. Sobre todo el
hombre que, hecho a imagen y semejanza del mismo Creador, fue la
cumbre de la magnífica obra de Dios. Pero el pecado destruyó la
hermosura y la bondad de la creación primera. Una nueva creación
fue entonces necesaria. Dios recreó entonces su obra, y otro hombre.
Cristo resucitado, ha sido la cumbre de esta nueva creación, más
hermosa aún y más llena de bondad que la primera.
98
La tierra brotó hierba verde que engendraba semilla según su especie,
y árboles daban fruto y llevaban semilla según su especie.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día tercero.
Y dijo Dios:
—«Que existan lumbreras en la bóveda del cielo, para separar el día
de la noche, para señalar las fiestas, los días y los años; y sirvan de
lumbreras en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra.»
Y así fue.
E hizo Dios dos lumbreras grandes: la lumbrera mayor para regir el
día, la lumbrera menor para regir la noche, y las estrellas. Y las puso
Dios en la bóveda del cielo, para dar luz sobre la tierra; para regir el
día y la noche, para separar la luz de la tiniebla.
Y vio Dios que era bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto.
Y dijo Dios:
—«Pululen las aguas un pulular de vivientes, y pájaros vuelen sobre
la tierra frente a la bóveda del cielo.»
Y creó Dios los cetáceos y los vivientes que se deslizan y que el agua
hizo pulular según sus especies, y las aves aladas según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Y Dios los bendijo, diciendo:
—«Creced, multiplicaos, llenad las aguas del mar; que las aves se
multipliquen en la tierra.»
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día quinto.
Y dijo Dios:
—«Produzca la tierra vivientes según sus especies: animales
domésticos, reptiles y fieras según sus especies.»
Y así fue.
E hizo Dios las fieras según sus especies, los animales domésticos
según sus especies y los reptiles según sus especies.
Y vio Dios que era bueno.
Y dijo Dios:
—«Hagamos al hombre a nuestra imagen y semejanza; que domine
los peces del mar, las aves del cielo, los animales domésticos, los
reptiles de la tierra.»
Y creó Dios al hombre a su imagen; a imagen de Dios lo creó; hombre
y mujer los creó.
Y los bendijo Dios y les dijo:
99
—«Creced, multiplicaos, llenad la tierra y sometedla; dominad los
peces del mar, las aves del cielo, los vivientes que se mueven sobre la
tierra.»
Y dijo Dios:
—«Mirad, os entrego todas las hierbas que engendran semilla sobre la
faz de la tierra; y todos los árboles frutales que engendran semilla os
servirán de alimento; y a todas las fieras de la tierra, a todas las aves
del cielo, a todos los reptiles de la tierra, a todo ser que respira, la
hierba verde les servirá de alimento.»
Y así fue.
Y vio Dios todo lo que había hecho; y era muy bueno.
Pasó una tarde, pasó una mañana: el día sexto.
Y quedaron concluidos el cielo, la tierra y sus ejércitos.
Y concluyó Dios para el día séptimo todo el trabajo que habían hecho;
y descansó el día séptimo de todo el trabajo que había hecho.
Palabra de Dios.
Salmo Responsorial.Sal 103. 1-2a. 5-6. 10 y 12. 13-14.24 y 35c (R.: cf. 30)
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
admirable siempre en todas tus obras,
que tus redimidos comprendan
cómo la creación del mundo
liturgia de la palabra - 163
en el comienzo de los siglos
no fue obra de mayor grandeza
que el sacrificio pascual de Cristo
en la plenitud de los tiempos.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén
Segunda lectura
Monición
Abrahán es como una profecía de la acción de Dios que, «para
rescatar al esclavo, entregó al Hijo». El Señor le había prometido una
numerosa descendencia, pero Abrahán sólo pudo ver realizada esta
promesa de una manera inesperada: después de aceptar el sacrificio de
su hijo. Abrahán es así «el Padre de nuestra fe», pues, seguro de que
Dios podría incluso resucitar a su hijo después de sacrificado, no dudó
en entregar a Isaac. Isaac, salvado de la muerte, alcanza la vida y es
como una figura de Cristo que resucita de entre los muertos y la
primicia y el inicio de la resurrección universal.
101
—«Toma a tu hijo único, al que quieres, a Isaac, y vete al país de
Moria y ofrécemelo allí en sacrificio en uno de los montes que yo te
indicaré.»
Abrahán madrugó, aparejó el asno y se llevó consigo a dos criados y a
su hijo Isaac; cortó leña para el sacrificio y se encaminó al lugar que
le había indicado Dios.
El tercer día levantó Abrahán los ojos y descubrió el sitio de lejos. Y
Abrahán dijo a sus criados:
—«Quedaos aquí con el asno; yo con el muchacho iré hasta allá para
adorar, y después volveremos con vosotros.»
Abrahán tomó la leña para el sacrificio, se la cargó a su hijo Isaac, y él
llevaba el fuego y el cuchillo. Los dos caminaban juntos.
Isaac dijo a Abrahán, su padre:
—«Padre.»
Él respondió:
—«Aquí estoy, hijo mío.»
El muchacho dijo:
—«Tenemos fuego y leña, pero, ¿dónde está el cordero para el
sacrificio?»
Abrahán contestó:
—«Dios proveerá el cordero para el sacrificio, hijo mío.»
Y siguieron caminando juntos.
Cuando llegaron al sitio que le había dicho Dios, Abrahán levantó allí
el altar y apiló la leña, luego ató a su hijo Isaac y lo puso sobre el
altar, encima de la leña. Entonces Abrahán tomó el cuchillo para
degollar a su hijo; pero el ángel del Señor le gritó desde el cielo:
—«¡Abrahán, Abrahán!»
Él contestó:
—«Aquí me tienes.»
El ángel le ordenó:
—«No alargues la mano contra tu hijo ni le hagas nada. Ahora sé que
temes a Dios, porque no te has reservado a tu hijo, tu único hijo.»
Abrahán levantó los ojos y vio un carnero enredado por los cuernos en
la maleza. Se acercó, tomó el carnero y lo ofreció en sacrificio en
lugar de su hijo.
Abrahán llamó aquel sitio «El Señor ve», por lo que se dice aún hoy
«El monte del Señor ve».
El ángel del Señor volvió a gritar a Abrahán desde el cielo:
—«Juro por mí mismo —oráculo del Señor—: Por haber hecho esto,
por no haberte reservado tu hijo único, te bendeciré, multiplicaré a tus
descendientes como las estrellas del cielo y como la arena de la playa.
102
Tus descendientes conquistarán las puertas de las ciudades enemigas.
Todos los pueblos del mundo se bendecirán con tu descendencia,
porque me has obedecido.»
Palabra de Dios.
Oremos.
Oh Dios, Padre supremo de los creyentes,
que multiplicas sobre la tierra
los hijos de tu promesa con la gracia de la adopción
y, por el misterio pascual,
hiciste de tu siervo Abrahán
el padre de todas las naciones,
como lo habías prometido:
concede a tu pueblo
responder dignamente a la gracia de tu llamada.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén
Tercera lectura
Monición
103
La salida de Egipto, a través del paso del mar Rojo, fue el
nacimiento de Israel como pueblo y, al mismo tiempo, es como una
profecía o figura del nacimiento del pueblo cristiano. El Faraón,
hundido en el agua, y los israelitas, liberados de la esclavitud, son la
imagen de un evento que nunca cantaremos demasiado: el mar Rojo
prefigura el bautismo; el faraón, hundido en el agua, es imagen de la
destrucción de nuestros enemigos, la muerte y el pecado; el pueblo,
que, atravesando el mar Rojo, alcanza la libertad, profecía del pueblo
cristiano que, a través del agua bautismal en que es sumergido, se ve
libre del pecado y de la muerte, absorbidos en la victoria de Cristo.
Cantemos, pues, al Señor porque su victoria es sublime.
El Señor es un guerrero,
su nombre es «Yahvé».
Los carros del Faraón los lanzó al mar,
ahogó en el mar Rojo a sus mejores capitanes. R.
Oremos.
Oh Dios, que has iluminado los prodigios
de los tiempos antiguos
con la luz del Nuevo Testamento:
el mar Rojo fue imagen de la fuente bautismal,
y el pueblo liberado de la esclavitud
imagen de la familia cristiana;
concede que todos los pueblos,
elevados por su fe a la dignidad del pueblo elegido,
se regeneren por la participación de tu Espíritu.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
LECTURAS DE LOS PROFETAS
Cuarta lectura
Monición
La creación primera, culminada por la nueva creación en
Cristo, el sacrificio de Isaac, figura de muerte y resurrección, el paso
del mar Rojo, profecía de nuestro camino hacia la libertad, han sido
páginas que nos han hecho orar en esta Noche contemplando la
Historia santa como acción de Dios en favor nuestro. Vamos ahora a
responder con nuestra propia historia a la historia que Dios ha
realizado. Las palabras que ahora escucharemos tienen, pues, otro
matiz: los profetas nos invitarán a la conversión como respuesta
nuestra a la salvación que Dios nos ha ofrecido. Y la primera llamada
a la conversión será un recordatorio de cómo el Señor está dispuesto a
acogernos y a renovar su amor, a pesar de nuestra infidelidad.
107
Señor, sacaste mi vida del abismo,
y me hiciste revivir cuando bajaba a la fosa. R.
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
multiplica, fiel a tu palabra,
la descendencia que aseguraste a la fe de nuestros padres,
y aumenta con tu adopción los hijos de la promesa;
para que tu Iglesia vea en qué medida se ha cumplido ya
cuanto los patriarcas creyeron y esperaron.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Quinta lectura
Monición
En esta Noche santa en muchos lugares del mundo serán
agregados a la Iglesia por el Bautismo nuevos cristianos. Y quienes
seguimos a Jesucristo, quizá incluso desde largos años, renovaremos
las promesas de nuestro Bautismo y nos propondremos avanzar, con
nuevo coraje si es posible, por las sendas de la vida cristiana. A los
nuevos cristianos, pues, y a quienes nos disponemos a renovar la
gracia de nuestro Bautismo Dios, por medio de un profeta, va a
describirnos el camino que tenemos por delante y las riquezas de la
salvación que se nos ofrece.
108
«Oíd, sedientos todos, acudid por agua,
también los que no tenéis dinero:
venid, comprad trigo, comed sin pagar
vino y leche de balde.
¿Por qué gastáis dinero en lo que no alimenta,
y el salario en lo que no da hartura?
Escuchadme atentos, y comeréis bien,
saborearéis platos sustanciosos.
Inclinad el oído, venid a mí:
escuchadme, y viviréis.
Sellaré con vosotros alianza perpetua,
la promesa que aseguré a David:
a él lo hice mi testigo para los pueblos,
caudillo y soberano de naciones;
tú llamarás a un pueblo desconocido,
un pueblo que no te conocía correrá hacia tí;
por el Señor, tu Dios,
por el Santo de Israel, que te honra.
Buscad al Señor mientras se le encuentra,
invocadlo mientras esté cerca;
que el malvado abandone su camino,
y el criminal sus planes;
que regrese al Señor, y él tendrá piedad,
a nuestro Dios, que es rico en perdón.
Mis planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos
—oráculo del Señor—.
Como el cielo es más alto que la tierra,
mis caminos son más altos que los vuestros,
mis planes, que vuestros planes.
Como bajan la lluvia y la nieve del cielo,
y no vuelven allá sino después de empapar la tierra,
de fecundarla y hacerla germinar,
para que dé semilla al sembrador
y pan al que come,
así será mi palabra, que sale de mi boca:
no volverá a mí vacía,
sino que hará mi voluntad
y cumplirá mi encargo.»
Palabra de Dios.
109
Salmo responsorial Is 12, 2-3. 4bcd. 5-6 (R.: 3)
Oremos.
Dios todopoderoso y eterno,
esperanza única del mundo,
que anunciaste por la voz de tus profetas
los misterios de los tiempos presentes:
atiende los deseos de tu pueblo,
porque ninguno de tus fieles
puede progresar en la virtud
sin la inspiración de tu gracia.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Sexta lectura
Monición
Con harta frecuencia nos sentimos insatisfechos de nosotros
mismos, decepcionados de nuestra propia vida, sin ánimos incluso
para seguir el camino que quizá en otro tiempo habíamos proyectado
con una fe y una entrega que hoy quizá encontramos a faltar. ¿No será
quizá porque nos hemos dejado cautivar por otras sabidurías, por otros
110
«evangelios» que no son el de Jesucristo? ¡No entreguemos a otros
nuestra gloria! ¡No nos dejemos dominar por pueblos extranjeros, es
decir, por ideales ajenos al Evangelio!
Oremos.
Oh Dios, que sin cesar haces crecer a tu Iglesia
agregando a ella nuevos hijos:
defiende con tu constante protección
a cuantos purificas en el agua del bautismo.
Por Jesucristo nuestro Señor.
112
R. Amén.
Monición
Séptima lectura
A Israel, desterrado por sus culpas en Babilonia, el Señor le
anunció su futura restauración. Pero el oráculo del profeta se realiza
más plenamente aún en nosotros: el Señor, por medio del agua del
Bautismo —y por las lágrimas de la penitencia de nuestra Cuaresma
—, nos ha purificado y, sobre todo por medio de la Confirmación, nos
ha dado la efusión de su Espíritu y nos ha reunido en su nuevo pueblo,
que es la Iglesia.
114
hasta tu morada. R.
Que yo me acerque al altar de Dios,
al Dios de mi alegría;
que te dé gracias al son de la cítara,
Dios, Dios mío. R.
Oremos.
Oh Dios, poder inmutable y luz sin ocaso,
mira con bondad a tu Iglesia,
sacramento de la nueva alianza,
y, según tus eternos designios,
lleva a término la obra de la salvación humana:
que todo el mundo experimente y vea
cómo lo abatido se levanta,
lo viejo se renueva
y vuelve a su integridad primera,
por medio de nuestro Señor Jesucristo,
de quien todo procede.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Oremos.
Oh Dios, que iluminas esta noche santa
con la gloria de la resurrección del Señor,
aviva en tu Iglesia el espíritu filial,
para que, renovados en cuerpo y alma,
nos entreguemos plenamente a tu servicio.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo,
115
que vive y reina contigo
en la unidad del Espíritu Santo y es Dios,
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
Epístola
Seguidamente, un lector —o, en su defecto, el mismo celebrante— proclama
desde el ambón la lectura apostólica:
Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos
incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así
como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del
Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Porque, si nuestra existencia está unida a él en una muerte como la
suya, lo estará también en una resurrección como la suya.
Comprendamos que nuestra vieja condición ha sido crucificada con
Cristo, quedando destruida nuestra personalidad de pecadores, y
nosotros libres de la esclavitud al pecado; porque el que muere ha
quedado absuelto del pecado.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también
viviremos con él; pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de
entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio
sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para
siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios
en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
116
conocida por los fieles. El pueblo repite este Aleluya también tres veces en el
mismo tono que ha usado el celebrante.
Evangelio
Año A:
117
No está aquí. Ha resucitado, como había dicho. Venid a ver el sitio
donde yacía e id aprisa a decir a sus discípulos: "Ha resucitado de
entre los muertos y va por delante de vosotros a Galilea. Allí lo
veréis." Mirad, os lo he anunciado.»
Ellas se marcharon a toda prisa del sepulcro; impresionadas y llenas
de alegría, corrieron a anunciarlo a los discípulos.
De pronto, Jesús les salió al encuentro y les dijo:
—«Alegraos.»
Ellas se acercaron, se postraron ante él y le abrazaron los pies.
Jesús les dijo:
—«No tengáis miedo: id a comunicar a mis hermanos que vayan a
Galilea; allí me verán.»
Palabra del Señor.
Año B:
Año C:
Luego prosigue:
Señor Dios nuestro,
escucha las oraciones de tu pueblo
que vela en esta noche santa,
en que celebramos
la acción maravillosa de nuestra creación
y la maravilla, aún más grande, de nuestra redención;
dígnate ben † decir esta agua.
La creaste para hacer fecunda la tierra
y para favorecer nuestros cuerpos
con el frescor y la limpieza.
119
La hiciste también instrumento de misericordia
al librar a tu pueblo de la esclavitud
y al apagar con ella su sed en el desierto;
por los profetas la revelaste
como signo de la nueva alianza
que quisiste sellar con los hombres.
Y, cuando Cristo descendió a ella en el Jordán,
renovaste nuestra naturaleza pecadora
en el baño del nuevo nacimiento.
Que esta agua, Señor, avive en nosotros
el recuerdo de nuestro bautismo
y nos haga participar en el gozo de nuestros hermanos
bautizados en esta Pascua.
Por Jesucristo nuestro Señor.
R. Amén.
Bendecida el agua bautismal o pascual, en te das las iglesias se procede a la
renovación de las promesas bautismales.
Celebrante:
¿Renunciáis a Satanás?
Todos:
Sí, renuncio.
Celebrante:
¿Y a todas sus obras?
Todos:
Sí, renuncio.
Celebrante:
120
¿Y a todas sus seducciones?
Todos:
Sí, renuncio.
Celebrante:
¿Creéis en Dios, Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra?
Todos:
Sí, creo.
Celebrante:
¿Creéis en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que nació de santa
María Virgen, murió, fue sepultado, resucitó de entre los muertos y
está sentado a la derecha del Padre?
Todos:
Sí, creo.
Celebrante:
¿Creéis en el Espíritu Santo, en la santa Iglesia católica, en la
comunión de los santos, en el perdón de los pecados, en la
resurrección de la carne y en la vida eterna?
Todos:
Sí, creo.
Todos:
Amén.
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Vi que manaba agua del lado derecho del templo, aleluya.
R. Aleluya.
LITURGIA EUCARÍSTICA
RITO DE LA COMUNIÓN
El celebrante inicia la preparación a la comunión, diciendo:
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para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado
y protegidos de toda perturbación,
mientras esperamos la gloriosa venida
de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo aclama:
Tuyo es el reino,
tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.
El celebrante prosigue:
Señor Jesucristo,
que dijiste a tus apóstoles:
«La paz os dejo, mi paz os doy»,
no tengas en cuenta nuestros pecados,
sino la fe de tu Iglesia
y, conforme a tu palabra,
concédele la paz y la unidad.
Tú que vives y reinas
por los siglos de los siglos.
R. Amén.
El sacerdote añade:
La paz del Señor esté siempre con vosotros.
El pueblo responde:
Y con tu espíritu.
RITO DE CONCLUSIÓN
Seguidamente dice:
V. Podéis ir en paz. Aleluya, aleluya.
R. Demos gracias a Dios. Aleluya, aleluya.
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