Representación Social
Representación Social
Representación Social
ELEMENTOS DE DEFINICIÓN
El término representación designa una actividad mental a través de la cual se hace presente,
mediante una imagen, un objeto o un acontecimiento ausentes. Se verán de acuerdo a Fischer las
definiciones más significativas en la página Número 116.
Para Moscovici, es un sistema de valores y prácticas relativas a los objetos del medio social que
permiten la estabilización del marco de vida de los individuos y grupos y además es un
instrumento de orientación para las percepciones de situaciones y la elaboración de respuestas
Para Herzlich, las representaciones son un proceso de construcción de lo real, basado en sus
estudios de enfermedad y salud.
Para Jodelet, la representación social designa una forma de conocimiento, el saber del sentido
común.
CARACTERISTICAS:
CARACTERÍSTICAS
A nivel de la estructuración
a) transformación de una realidad social en un objeto mental: como vimos en las imágenes
del símbolo de la paz o del cristianismo, estos íconos son una expresión de la realidad social en
un objeto mental compartido por todos.
b) Proceso relacional: es una elaboración mental que se desarrolla en función de la situación
de una persona o grupo de una categoría social en relación con otra persona o grupo de otra
categoría social. Permite la comunicación y el intercambio.
c) Proceso de remodelado de la realidad: la representación aparece como una elaboración
dinámica, producida por determinados individuos, en un tiempo y espacio particular, con lo cual se
verá influida por los valores, cultura y factores ideológicos del momento de su creación.
d) Trabajo de naturalización de la realidad social: interpreta los hechos sociales, es como un
inventario de vivencias o fenómenos sociales que economiza nuestra percepción en tanto y en
cuanto nos hace familiar la elaboración de determinada realidad.
A nivel de contenido
Ampliando y sintetizando:
Conceptualizar las representaciones sociales, quiere decir que están siempre referidas a
un objeto. No hay representación en abstracto. La representación para ser social, siempre es
representación de algo.
Las representaciones sociales mantienen una relación de simbolización e interpretación
con los objetos. Resultan por tanto de una actividad constructora de la realidad (simbolización) y
también de una actividad expresiva (interpretación).
FUNCIONES
Se presentarán las funciones: objetivación y anclaje que muestran cómo lo social se apodera de
un objeto, de una información, de un acontecimiento y los transfigura. Son procesos integradores
que articulan interacciones que relacionan lo psicológico con lo social. A la vez, son funciones
psíquicas que conjugan mecanismos mentales y fenómenos sociales. Finalmente garantizan a
través de la interactividad una función de filtrado cognitivo que permite que aquello que es nuevo o
inesperado se transforme en una visión aceptable y comprensible.
OBJETIVACION
En este proceso, la intervención de lo social se traduce en el agenciamiento y la forma de los
conocimientos relativos al objeto de una representación, articulándose con una característica del
pensamiento social, la propiedad de hacer concreto lo abstracto, de materializar la palabra. De
esta forma, la objetivización puede definirse como una operación formadora de imagen y
estructurante.
La representación permite intercambiar percepción y concepto. Al poner en imágenes las nociones
abstractas, da una textura material a las ideas, hace corresponder cosas con palabras, da cuerpo
a esquemas conceptuales. Procedimiento tanto más necesario en cuanto que, en el flujo de
comunicaciones en que nos hallamos sumergidos, el conjunto demasiado abundante de nociones
e ideas se polariza en estructuras materiales. Es decir, mediante este proceso se materializan un
conjunto de significados, se establece la relación entre conceptos e imágenes, entre palabras y
cosas. "Objetivar es reabsorber un exceso de significados materializándolos" (Moscovici, 1976).
Así, la objetivación reconstruye el objeto entre lo que nos es familiar para poder controlarlo. En el
caso de un objeto complejo como es una teoría, la objetivación puede dividirse en tres fases:
a) Selección y descontextualización. La selección y descontextualización es la primera fase del
proceso imaginante. Informaciones concretas son seleccionadas y fuera del contexto en que
aparecían pueden ser reorganizadas, pero para ello es necesario extraer el objeto del espacio en
que se presenta.
b) Formación del núcleo o esquema figurativo
La formación de un esquema figurativo corresponda a la fase en que la información seleccionada
es estructurada y organizada en un esquema que esta formado por las imágenes que reproducen
visiblemente la estructura conceptual.
La caja de Pandora
La imagen de la mujer y su cuerpo hacen que ese orden moral pueda ser identificado con quien
desde nuestro nacimiento forma parte, con su presencia, de nuestra vida cotidiana y, por tanto, de
nuestro conocimiento más inmediato del mundo. El cuerpo de la mujer representa además el
cuerpo social, pues en él se inscriben todos los temores que acechan a cada época histórica. Y si
el cuerpo de la mujer representa un enigma, pues para eso están artistas y médicos que lo
diseccionan y nos muestran las diferentes partes de las que está compuesto.
En tercer lugar, ese proceso de familiarización con un orden social que se inscribe en el cuerpo de
la mujer, señalando sus amenazas, consigue mediante su representación, naturalizar valores
culturales como si de elementos de una biología femenina se trataran. De esta forma resulta fácil
transformar algo abstracto, como los valores hegemónicos de una sociedad dominada por
hombres, en algo tan concreto como la imagen corporal de la mujer, transformando una realidad
mental en una realidad física. Cada valor social y su trasgresión están representados en una
imagen de mujer y en cada parte de su diseccionado cuerpo.
Este proceso de objetivación se acompaña de un proceso de categorización que sitúa y fija las
ideas que dan lugar a las prácticas culturales dominantes en un contexto de “categorías e
imágenes ordinarias” Y ese cuerpo ideológico es el que ha dado lugar a nuestras actitudes hacia
las mujeres y el que ha ido constituyendo nuestra ambivalente representación de la mujer. La
representación social de la mujer ha hecho posible poner rostro al mal, al tiempo que ha generado
una visión estereotipada de ésta que perdura en nuestra contemporaneidad. En su cuerpo
deforme o seductor, diseccionado o no, en su representación monstruosa e imaginaria están los
miedos que constituyen y dan forma a nuestra propia identidad, la de hombres y mujeres cuyas
acciones individuales y colectivas se han visto determinadas por esas representaciones sociales
que han dado forma a algo más que nuestra conducta e interacción. Han sido el reflejo y la causa
de las acciones que han hecho posible la reproducción del orden social. De nosotros depende
cambiarlo. Y, no, claro está, en un hada madrina.
Conclusiones
Tras constatar la actualidad de una teoría como la de las representaciones sociales, podemos
concluir afirmando que es una herramienta útil para analizar cómo la representación del cuerpo de
la mujer, como ser monstruoso e imaginario, ha contribuido a la difusión de los valores sociales
dominantes transformándolos en un conocimiento de sentido común. En este proceso, la
representación pictórica de la mujer forma parte de la construcción histórica del orden social. El
cuerpo de la mujer representa, por tanto, el campo donde objetivamos y categorizamos todo un
acervo de creencias sobre las que se asentaba y se asienta el orden moral, así como los valores y
conductas que acompañan a dicho orden. Todo poder se gestiona a través de un sistema
ideológico que necesita de una imagen que le represente. El cuerpo de la mujer y su
representación han sido un instrumento icónico-simbólico de dicho poder. Al mismo tiempo, la
representación en el cuerpo de la mujer de los vicios y prescripciones del orden moral ha
contribuido a naturalizar procesos que son de origen social y cultural. En la anatomía del cuerpo
de la mujer están representados nuestros propios miedos a lo desconocido y para ello nos
representamos el mal surgiendo de sus entrañas. Las representaciones de la mujer a las que
hemos hecho referencia vienen a recordarnos nuestra propia naturaleza imperfecta y las
consecuencias que se derivan de nuestra imperfección. Al recordarnos los efectos de la
desviación, la perversión, los vicios y el alejamiento de la virtud, los seres imaginarios que pueblan
las representaciones de la mujer contribuyen a construir un orden moral en el que ésta,
representa, en la mayoría de los casos, aquello que debe ser reprimido o estigmatizado.