8 Historias Eroticas - Michelle Maxwell PDF

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8 Historias Eróticas

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Queda rigurosamente prohibida, sin la autorización del propietario del Copyright, bajo las sanciones
establecidas en las Leyes, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento,
así como la distribución de copias ilegales.
Nota del autor:
Antes de empezar quiero aclarar que todos los personajes que están en actos sexuales tienen más de 18 años
y que no tienen ninguna relación familiar, también que los personajes son muy variables, que incluso puedes
ponerte a ti mismo o a ti misma como un personaje como ¨amigo¨ o ¨tutor¨, siendo así los personajes o su
origen no son lo importante. La importancia de estas historias es disfrutar la esencia erótica sin más que
agregar espero lo disfrutes.
¿Qué es un tutor?
Persona que se encarga de la tutela de una persona, en especial la nombrada para encargarse de los bienes o
de una persona con incapacidad mental y para representarlos en los actos jurídicos, a esta persona se le
denomina tutorado o tutorada, un tutor o tutora puede ser cualquier persona.
Ejemplo: "los padres podrán en testamento o documento público notarial nombran un tutor; los sujetos a
tutela deben respeto y obediencia al tutor"
La relación de dominante y sumisa o sumiso, siempre es consensuada.
Recuerda que debes practicar el BDSM siempre con seguridad tanto para ti, como para tu pareja.
Novia
A continuación paso a describirnos y como empezamos esto.
Físicamente mi novia, Andrea, es morena, tanto de pelo como de piel,
ojos verdes, el pelo lo lleva tanto ondulado como liso, recogido ,sus
pechos son firmes acompañados de un culito respingón. Yo soy
castaño, tanto de pelo como de ojos, atlético, de piel blanca y con una
poya de unos 20 cm, así que no me puedo quejar. Actualmente los dos
estamos depilados aunque no siempre fue así como ya iréis viendo,
siempre que está conmigo nunca llevamos nada debajo.

¿ Como empezamos? Salimos juntos desde que ella tenía 21 años, ella
era virgen, aunque le costó poco perder la virginidad a la 3ª cita o así,
e decir en cuanto se lo pedí, mismo con el sexo oral o con el anal, cada
vez hacíamos más cosas, una vez lo experimentaba más le gustaba
todo lo que le pedía, así que con 21 años era una autentica putita a la
cual había conseguido domar a mi gusto y hacer con ella todo lo que
me apetecía en cualquier momento y lugar, nuestros encuentros
tomaron caminos más atrevidos, aquí va nuestra 1ª experiencia.

1º EXPERIENCIA

Como cada sábado salimos a tomar algo por ahí, unos cuantos cubatas
y nos calentamos mutuamente como casi siempre, salimos del bar, y
cogimos el coche en busca de un lugar un poco apartado y
empezamos a hablar de lo que me excitaba hacerlo en la calle, de que
nos pudieran pillar, de que pudiéramos hacer un trío con otra mujer,
de que me obedeciera en todo pero ella nunca decía nada,. Así que le
pregunte:

¿ Tú no tienes ninguna fantasía?

Me gusta todo lo que me haces, respondió ella

Ya, pero algo te gustará más que otras cosas, ¿no?


Sí, pero me gusta complacerte en todo y además a mí también me
excita

Esto me dejo pensativo, y aparque el coche en una calle un poco


alejada aunque no mucho, dispuesto a ver hasta ver donde podía
llegar.

Desnúdate entera, le dije

Nos pueden ver….

Eso es lo que te gusta, ¿no?

Dicho y hecho, lentamente se empezó a quitar toda la ropa,


quedándose completamente desnuda, se le veía que estaba muy
excitada, pero había que seguir

Ahora bájate del coche, solo con los zapatos (chanclas de tacón, era
verano), abre mi puerta y después me la empezarás a chupar la polla

¿ No puedo hacerlo aquí?

No, le contesté

Y lo hizo, me estaba comiendo la polla en medio de una calle


completamente desnuda, se le notaba muy excitada. Me baje del
coche y empecé a follarla allí mismo, la puse boca abajo en el capó de
espaldas y se la metía con grandes embestidas. Pero de repente,
salieron de la esquina de la calle 3 hombres, negros, viéndonos, ya no
se podía hacer nada, nos habían pillado. Primero se echaron a reír,
pero viendo que no nos íbamos (era muy excitante), se sacaron los 3
las poyas, más o menos como la mía aunque había una descomunal, y
se la empezaron a cascar a escasos metros de la cara de mi novia, esto
la estaba excitando muchísimo, se le notaba en sus embestidas, la cosa
fue subiendo de tono y empezaron a decirle que estaba muy buena,
que se veía que follaba muy bien,…Entonces la cogí del pelo la levante
del capó la puse de rodillas entre los 4 y le dije que empezara a
chupárnosla a todos, a mi novia le cambio la cara, se volvió loca,
chupaba las 4 como una loca, 2 en la boca, dos en la mano, se las
restregaba por la cara, entonces me tumbe en el suelo para que ella
misma se penetrara por el culo, otro por delante y los otros 2 en la
boca de ella, y fuimos alternando durante un rato durante unos 20
minutos hasta que no pudimos más y nos corrimos los 4 en la boca,
cara y pechos de mi novia, ella trataba de tragarse todo, pero era
demasiado y se le escurría por todos los sitios, una vez acabado, nos
fuimos del lugar y le pregunte a mi novia:

- ¿Qué te ha parecido?

- ¿La verdad?, contestó ella, me ha encantado, me he corrido 4 ó 5


veces, aunque me halla sentido como una zorra

- ¿No era eso lo que querías?

- Sí, me gusta

- ¿ A partir de ahora harás todo lo que te ordene en cuestión de sexo?

- Desde luego, voy a ser tuya

- Bien pues ahora que yo echo realidad una fantasía tuya, tu harás una
mía, ¿de acuerdo?

- Ya te he dicho que soy tuya


Después de la experiencia que tuvimos esa noche, me di cuenta que
tenía entre mis manos una zorra en potencia, así que decidí buscar por
internet una mujer para realizar mis fantasías, a la vez que hacíamos
más cosas, como que siempre que estuviera conmigo sin sujetador,
cambiar todas sus bragas por tangas de hilo dental (adivinar cual sería
el siguiente paso), e ir depilando el coño cada vez más hasta dejarle sin
nada de vello en el coño y en el ano (aún pasaría un poco de tiempo
hasta que sucedió esto), cambiar la forma de vestir, etc.

2ª EXPERIENCIA

A la semana, encontré varias candidatas, con las cuales intente


contactar, bien por correos electrónicos, bien por Hotmail, hasta que
encontré a la idónea. Fue en una página de contactos, donde ella
buscaba aventuras y donde, entre otras cosas, ponía que le gustaba "
todo" y además era de mi ciudad, así que al principio nos
intercambiábamos correos, incluso con fotos que me mandaba, ella era
morena, treinta y pocos, estatura media, coño completamente
depilado y de constitución normal, ni gorda ni delgada, pero con
bastante pecho, y con muchas ganas de follar y de divertirse, hasta que
a los 2 ó 3 días, contacté con ella en el msn:

Hola, ¿Qué tal?

Bien y ¿tu?

También, deseando que entraras

¿Sí? ¿Para qué?

Para conocerte y proponerte una cosa

Mmmm…..¿Qué?

Entre cosas, follar contigo, pero a mi manera

Sí, ya, con tu novia (ella sabía que yo quería hacer un trío con ella), no
me importa, es una experiencia más, igual hasta me gusta, jejeje,
seguro, vamos.

Pero hay algo más, tu si quieres puedes parar ahora, pero si sigues,
implicará que aceptas mis condiciones, y que harás todo lo que te diga
yo o mi novia ( que aún no sabía nada)

Déjame pensarlo

Piénsatelo, quedamos el viernes, a las 18h, en el bar "estrella" ,si no


vienes lo entenderé

Vale, de acuerdo

El viernes fui al bar y me senté en una mesa esperando que viniera, a


las 18h en punto apareció por la puerta, llevaba una camiseta roja, una
falda vaquera a la altura de las rodillas y unas chanclas. Se sentó y
comenzamos a hablar

Hola, ¿Tú novia?¿Estas solo?

Hola, primero pregunto yo, ¿estas dispuesta a seguir?

……si

¿Si?

Si, amo

Muy bien, no te he dicho nada y sabes lo que tienes que decir. Mi


novia la llamare enseguida, no te preocupes. ¿Estas excitada, verdad?
No sé por qué, pero sí

Pues aún no hemos empezado, jejeje, ¿Me has hecho caso?

¿Caso?¿En qué?

Veo que no, en lo de la ropa interior

No me dijiste nada, solo era un ejemplo, ¿no?

Pensaba que eras más lista, nada, ya sabes lo que te toca

¿Qué me la quite?¿Y luego donde la dejo?

Ese no es mi problema, ve al lavabo y quítatela, a la vuelta te sentarás a


mi lado, de cara a la puerta

Dicho y hecho, se levantó y se fue al lavabo a quitarse las bragas y el


sujetador, cuando volvió, se le marcaban los pezones en la camiseta y
los pechos le "bailaban" ostensiblemente. Me di cuenta que el
camarero y dos amigos suyos se habían percatado de que algo "raro"
había pasado. Una vez sentada, proseguimos con la conversación

¿Dónde dejo esto? Me parece que se han dado cuenta

Sí, yo también lo creo, déjalo en la silla que tienes al lado, y ni se te


ocurra cerrar las piernas en toda la tarde

Pero….

Si eres una zorra y estas disfrutando más que yo pensando lo que


dicen esos 3 de ti, y de que cualquiera que entre te puede ver tu coño
depilado, para hacerlo más fácil, súbete más la falda

Sí…..amo

Una vez dominada la situación, había que poner en escena a mi novia,


así que la llame por teléfono para que viniera al bar, diciéndole que
tenía una sorpresa preparada para ella. Mientras tanto, para no
aburrirme, le dije a mi "nueva aprendiz", que me sacara la poya del
pantalón y me la empezase a cascar de forma disimulada, las miradas
del camarero y sus amigos delataban nuestra situación, pero….

Al rato llego mi novia, vestía con una palabra de honor blanca,


minifalda negra, zapatos de tacón, y sin sujetador (llevaba un tanga), su
cara denotaba extrañeza, se sentó y le explique la situación, y que al
igual que yo podía hacer con ella lo que me viniera en gana, ella
podría hacer lo propio con nuestra invitada. Una vez echas las
presentaciones, nos fuimos del bar a casa de nuestro nuevo juguete,
no sin antes mandarle un deber, el cual consistía en escribir una nota, y
dársela a nuestros amigos mirones, la nota decía:

"Hola, soy la puta sumisa de esta pareja, os dejo de recuerdo mi ropa


interior que he dejado en esa silla"

Una vez hecho esto, cogimos el coche, yo conduciendo y mi novia al


lado, mientras a nuestra nueva amiga le ordene que se pusiera de
rodillas enfrente de mi novia y que empezara a lamerle el coño una vez
nos diese las indicaciones de donde vivía, y así llegamos al garaje de
nuestra invitada, cogimos el ascensor, y otra orden, le ordene que se
desnudara y que fuera solo con los zapatos de tacón hasta la puerta de
su piso, pero sin abrir, una vez en la puerta, le pedí que se arrodillara y
que me la chupase, lo cual también hizo, pedí a mi novia que
comprobara si estaba mojada, cosa que hizo, y me respondió
afirmativamente, después de esto entramos a su piso y empezamos a
pasarlo bien en condiciones, no sin antes preguntarle qué tal le iba, su
respuesta fue, "casi no me habéis tocado y me he corrido 3 veces",
esto no dio lugar a más comentarios.
Al entrar, lo primero que había que hacer era levantar las persianas,
por si alguien afortunado podría llevarse una sorpresa, mientras mi
novia estaba ordenando a nuestra puta particular que le comiera el
coño, yo me senté en sofá para ver bien el espectáculo, mi novia ahora
le ordeno que le quitara la ropa lentamente y mientras lo hiciese que le
fuera besando y lamiendo el cuerpo, eso sí, el tanga que llevaba se lo
mandó quitar con la boca, así se quedaron las dos "vestidas" con los
zapatos, dándose largos besos con lengua, pellizcándose los pezones,
mordiéndoselos, haciendo un 69, hasta que mi novia volvió a tomar el
mando, se sentó a mi lado, se abrió bien de piernas, y le ordeno que
empezara a lamerle el ano, le metía la lengua hasta dentro, mientras
me sacó la polla y empezó a chupármela con afán y devoción, así
durante unos 10 minutos, donde pase a tomar el mando de la
situación y les pedí que me desnudaran, a mi novia le pedí que siguiera
chupándome la polla, mientras que a la otra le ordene que me lamiera
el ano y los huevos, luego las dos me chupaban la polla a la vez, luego
mientras me follaba a una la otra le lamía el coño o el culo, luego al
revés, luego se lamían el culo la una a la otra por turnos para lubrificar
el culo y poder penetrarlas a mi placer, hasta que no podía más y tenía
que correrme, decidí hacerlo en la boca y cara de mi novia para que
luego nuestra "perra particular" lamiera todo sin dejar ningún rastro.

Este fue el principio de una amistad que duró mucho tiempo, hasta
que por motivos de trabajo, nuestra amiga tuvo que trasladarse a otra
ciudad, no sin antes darle la despedida que se merecía.
Habíamos acordado con nuestra sumisa a las 22.00, en la esquina de
una calle, con la orden de no llevar más que un abrigo, medias y
zapatos de tacón, o sea, como yo. La recogimos, e intercambiamos
unas palabras:

Hola perra

Hola ama

¿ Preparada para nuestra gran fiesta de despedida?


Si ama, tengo muchas ganas de ver lo que me habéis preparado.

Te gustará, no lo dudes, yo tampoco se nada, pero conociendo a


nuestro amo será algo grande.

Marcos aún no había abierto la boca, pasados 15 minutos aparco, y


nos dijo un escueto: "Seguidme zorras", tras el cual lo seguimos sin
saber a dónde. Pronto lo descubriríamos, íbamos a entrar a un sex-
shop, así que allí estábamos, 2 mujeres sin nada debajo del abrigo en
un sex-shop, con nuestro amo, el dependiente y 8 hombres
mirándonos, la situación era de lo más morbosa y ya empezaba a
mojarme, que lo haría aún más, por supuesto:

Hola, ¿Venía buscando 4 consoladores y lubrificante para dar por el


culo?, es para estas dos de aquí, que son unas viciosas.

Sin problema, voy a buscarlo

La cara del dependiente fue un poema, el tratarnos así delante de toda


esa gente, sin saber por qué nos excitaba a ambas de sobremanera, el
dependiente, vino con lo que le habíamos pedido, pero cual fue mi
sorpresa, cuando oí las palabras de nuestro amo:

Bien, habrá que probarlos, ¿cierras la tienda por unos minutos como
hemos acordado?

Eso está hecho.

Venga zorras, quitaros los abrigos, y meteros estos consoladores


mutuamente

Aquí…..
¿Decíais?

Nada, nada, lo que tu ordenes amo

Así que nos quitamos los abrigos, demostrando que no llevábamos


ropa debajo, más que las medias y los zapatos, una vez quitados los
abrigos, todos hicieron un círculo alrededor nuestra para vernos mejor
y sacarse sus poyas para pajearse mientras nos miraban, nosotras por
otro lado empezábamos a estar muy excitadas, debido al show que
estábamos montando y ver a toda esa gente masturbándose, así que,
ordene a mi sumisa que se arrodillara y empezase a lamerme el coño y
el culo, dios mío! Que lengua tenía! Y como la manejaba, entre tanto se
oían comentarios de todo tipo, que aún me excitaban más, tales como:
"Que buenas están las zorras estas", " Mira qué cara puta pone", y
demás soeces de ese tipo, mientras tanto levante a mi sumisa del suelo
y le ordene que pizcara los pezones y me los mordiera, como me
estaba poniendo, una vez hecho esto un par de veces para deleite de "
nuestros espectadores", nuestro amo ordeno que hiciéramos un 69, no
para lamernos el coño, que también, sino para lamernos el ano,
mientras el lubrificaba 2 consoladores, de unos 25 cm de largo y 5 cm
de ancho cada uno, después de unos 5 minutos nos los dio para que
procediéramos a metérnoslos por el culo, uff!!, primero me lo metió a
mí, cuanto costo que entrara, eso sí, al principio, luego ya llego hasta el
fondo, era una mezcla de dolor y placer muy intensa que me estaba
volviendo loca, y antes de asumir esto, me metió otro igual por el
coño, eso sí, sin lubrificar, naturalmente no hacía falta, jejeje, dios que
gusto me estaba dando, no solo por los consoladores que me acaban
de meter, sino por las caras de salidos que ponían los " mirones",
ahora era el turno de mi sumisa, la cual estaba exactamente en mí
misma situación, excitadísima, el amo nos dio la orden de que
paseáramos por todo el circulo, primero de pie y luego a 4 patas, para
que nos vieran muy bien, e incluso nos llevamos algún pellizco o
alguna cachetada que otra en el culo, hablo por las dos, cuando digo
que nos sentíamos las más zorras y a su vez las más deseadas, era una
sensación increíble, y como ya he dicho muchas veces, me encantaba!.
Cuando pensé que ya habíamos sido exhibidas suficientemente y que
nos íbamos a ir a casa, oí las ordenes de nuestro amo:

Bien, ahora tu (por mí), vas a buscar un vaso o un recipiente

Y tu (por nuestra sumisa), vas a hacerles una paja a todos estos


señores, la puedes hacer con la mano, menos al dependiente, que se la
mamarás por la cortesía de cerrar la tienda y regalarnos estos juguetes,
además te dejarás meter mano.

Vosotros os correréis en el vaso que lleva la zorra de mi novia.

¿Todos de acuerdo?

Una vez explicado todo, nos pusimos manos a la obra, una haciendo
pajas y yo llevando el vaso para que se corrieran dentro, ni que decir
tiene, que nos metieron mano por todos los sitios, y que la puntería la
tenían en el culo, porque mitad iba para el vaso, mitad para mi mano,
pero no me podía limpiar ( orden de mi amo), así que una vez llenado
el vaso por la lefa de todos, menos de mi amo, el cual me hizo
chupársela para terminar corriéndose en mi boca, que bien me sabe la
leche de mi amo, no derramo nada, me supo y me sabe exquisita.

A continuación, ordeno a nuestra sumisa, la cual estaba de rodillas


limpiando las pollas de todos, se estaba convirtiendo en una excelente
puta sumisa, incluso mejor que yo, que dejara de hacer eso y que me
limpiara la mano con la lengua, y una vez hecho esto le ordeno
beberse el vaso con las corridas de todos, una vez hecho esto, le
preguntó:

¿ Como te sientes?
Como la mayor de todas las zorras

¿ Te gusta?

No, me encanta.

Bien, porque la noche no acaba sino que comenzar.

Y dicho esto, nos fuimos del sex-shop, con una duda, ¿Que nos
esperaba?, no tardaríamos mucho en comprobarlo. Aparcamos el
coche en una calle donde no habíamos estado nunca, ordeno a
nuestra perra que antes de salir se quitara el abrigo, y nos fuimos para
una casa, por supuesto ella desnuda, y por gusto le pase la mano por
el coño, y lo tenía choreando (no sé si por los consoladores o por ir
desnuda por la calle), jajaja, sí, estaba claro que era muy zorra, el mío
también me lo quite y me lo guarde debajo del brazo, mi novio al ver
lo que había hecho, puso una sonrisa de satisfacción, era super-
excitante. De esta guisa, y con la suerte, de que no nos viera nadie,
llegamos a la casa y llamamos a la puerta, nos abrieron y entramos.
Nos abrió puerta un hombre joven, de unos 30 años, solo iba vestido
con una toalla atada a la cintura e intercambió unas palabras con mi
amo:

Hola, ¿Está todo preparado?

Sí, ya estamos todos, solo faltaban tus zorras, ¿Quién de ellas es la


protagonista de la fiesta?

La puta del pelo corto, la otra es la zorra de mi novia, que aún le queda
un poco para ser una buena perra

Jajaja, no te preocupes que hoy saldrán las dos de aquí escocidas de


tanto follarlas.
Al entrar al salón, me quede de piedra, había más de 10 hombres
esperándonos, en total eran 20 con mi amo (me entere después, claro),
todos solamente vestidos solamente con una toalla, la cual al llegar
nosotras, se fueron quitando y poniendo en medio de la habitación. Mi
amo me ordeno que nos pusiéramos en el medio y montáramos otra
escena lésbica como en el sex-shop, al oír esto, los hombres le
preguntaron por lo sucedido en dicho sex-shop, mi amo, mientras
nosotras estábamos a lo nuestro, se lo contó con todo lujo de detalles,
y mientras lo hacía, solo se oían carcajadas y expresiones típicas que ya
estaba acostumbrada a oír, que sí que buena estoy, que pintas de
zorras tenemos, como nos chupamos el coño……..Lo peor es que
deseaba oír todo eso porque me excitaba muchísimo.

Así que hay estaba, con mi sumisa particular, chupándonos el coño la


una a la otra, mordiéndonos los pezones, sacándonos los
consoladores, volviéndonos a meter, chupándolos, lamiéndolos,….hasta
que a orden de mi amo, fui a su lado, mientras ordeno a nuestra perra
que se pusiera en medio de las toallas, una vez dicho esto y se pusiera
en medio, todos los hombres menos mi amo fueron rápidamente hacia
ella, y empezaron a sobarla, yo podía ver que ella no daba abasto,
chupando pollas de 3 en tres, cascando pajas de dos en dos,….uff!!qué
envidia me estaba dando!!

Mi amo al verme mi cara, me cogió del pelo y me llevo con el hasta un


sofá cercano, hizo que me pusiera a su izquierda, a 4 patas, y me
ordeno que le chupara la poya sin perder de vista el espectáculo,
mientras el me saco los consoladores del culo y del coño, para poder
meterme los dedos mientras veíamos todo sin perder detalle.

Enseguida, ellos también se los sacaron, y empezaron a darle por el


culo, follarla, y ponerle pollas en la boca y en la mano para que jugaran
con ellas, para que os hagáis una idea, uno tumbado en el suelo boca
arriba dándole por el culo, otro follándola por el coño, dos pollas en la
boca, con las manos cascando pajas, otras dos pollas, y otros
afortunados tocándole las tetas, pellizcándole los pezones,…el
problema es que como mucho podía atender a diez los otros se la
estaban cascando mirando el espectáculo, pobres, jejeje, o eso
pensaba yo, porqué mi amo me ordeno que me enculara con su poya
para luego avisar a esos "pobres" para que vinieran hacerme lo mismo.

Vinieron rápidamente, era algo increíble, sentía manos por todos los
sitios de mi cuerpo, pellizcos, no veía más que pollas a mi alrededor de
todas clases, yo intentaba satisfacer a todos chupándolas, cascando
pajas, pidiendo que me follaran, estaba en la gloria, mi novio y amo
follandome el culo, otro follándome a la vez, y dos pollas en la boca,
que sensación!!Me sentía muy puta pero me gustaba ver como todos
esos hombres me miraban con ganas de hacerme de todo.

Y así estuvimos un rato, los hombres turnándose entre una y otra, y


con momentos de descanso, lo que pasa que había algo que me
extrañaba, ninguno se corría, cuando iba a pasar eso, paraban y
descansaban un rato, eso me extrañaba.

El único que se corrió, fue mi novio, pero porqué estuvo casi una hora
dándome por el culo y ya no debió aguantar más, una vez hecho esto
se fue y su lugar fue ocupado por otro, mientras hablaba con el dueño
de la casa, aunque no podía ver muy bien lo que pasaba porqué entre
orgasmos y pollas, no es que viera mucho la verdad, no tenía ni noción
del tiempo, aunque tampoco importaba, la verdad, jejeje.

El dueño de la casa salió de la habitación, y después el dueño de la


casa entró a la habitación con una mujer negra, joven, de unos 25
años, guapísima, completamente desnuda, grandes pechos, labios
carnosos, coño completamente depilado, y con un pendiente en cada
pezón y en el coño, la verdad es que era una mujer impresionante.
Llevaba un collar y una cadena que sostenía su amo, con un tirón de
esta se puso a gatear por la habitación, y mientras pasaba entre todos
se llevaba cachetadas en el culo, en un momento se cruzaron nuestras
miradas y ella me miro con deseo para posteriormente pasarse la
lengua por los labios y yo me excite, no sé si era porque me estaban
follando por todos los sitios, o era que me estaban empezando a
gustar las chicas
La llevo gateando hasta la altura de mi novio, que estaba en otro sofá
y empezó a chuparle polla con gran devoción, que zorra!!, mientras lo
hacía, no hacía más que repetir que le encantaba chupar pollas,
tenerlas en la boca, que le haría muy feliz si se corriera en la suya,…y
cosas de ese tipo. Yo me pique un poco y empecé a decir cosas
parecidas a todos los que me estaban follando, pero me decían que no
se podían correr, que tenían una sorpresa preparada para mi sumisa, y
yo que!! Les decía, " quiero beber vuestra leche" " dármela por favor",
…..estaba pidiendo beber semen!!!me sentía muy zorra, al oír esto,
todos los que me follaban se calentaban sobremanera, y tenían que
rotar más rápidamente, jejeje, me encantaba que les pasase esto, por
lo menos, ya que mi sed no era saciada…

Mientras la negra, no hacía más que chuparles la polla a los dos, luego
se la chupaba a uno y el otro se la follaba, luego lo mismo pero por el
culo, luego uno por el culo y otro por el coño, luego intercambiando
entre ellos, hasta que se corrieron en su boca los dos a la vez, ella se
bebió todo.

Una vez limpió todo, me llamo mi novio para cambiar, la negra para
donde estaba yo y yo para mi novio y el dueño de la casa, al cruzarme
con ella le pegue un morreo con lengua buscando semen, pero nada,
solo un poco de sabor, lastima…

Los diez que me estaban follando, después del beso, se abalanzaron


sobre ella dispuestos a follarsela como me habían hecho a mí. Yo
entretanto me acerque a mi amo, el cual me ordeno que le chupara la
poya, los huevos y el ano al dueño de la casa, cosa que hice
gustosamente, mientras el preparaba otras filas para los dos para
aguantar el tirón, una vez se las metieron, yo empecé a chupárselas a
los dos a la vez, para que al final me pasara lo mismo que a la negra,
acabar siendo follada por todos los sitios, y después de bastante rato
acabar bebiendo su manjar, que por cierto después de haberse corrido
2 y 3 veces aún era abundante, que bueno me supo!!

Mi amo de repente miro su reloj, se puso de pie y dijo: " Ya es la hora


chicos" , dejaron de follarse a la negra, que vino gateando hasta los
pies de su amo, y a mi puta sumisa, la cual tenía una cara de placer y
de zorra como nunca antes la había visto, nuestro amo, le ordeno que
pusiera de rodillas en el medio de las toallas, así que fue gateando y se
puso de rodillas, acto seguido 5 chicos se pusieron a su alrededor y se
la empezaron a menear, ella les ayudaba, chupándoselas y
cascándoselas a la vez, la teníamos bien amaestrada, jejeje.

Esta escena nos excito mucho a los 4 que estábamos mirando, yo, mi
amo, la negra y su amo, así que me levante y le ofrecí mi coño y mi
ano a la negra, la cual acepto gustosa, para que simultáneamente, mi
amo y su nuevo compañero de aventuras me ofrecieran sus poyas para
que las chupase, lo que pasa, es que así nos perdíamos el espectáculo,
y eso no podía ser de ninguna manera, así que se sentaron y nosotras
una a cada lado les seguíamos chupando las poyas a la vez que
veíamos lo que sucedía.

¿ Y qué sucedía? La primera tanda de hombres empezaba a correrse


encima de nuestra zorra particular, en su cara, en la boca, en las tetas,
en la espalda, cada uno donde le gustase más, para luego limpiarse en
la cara o en el pelo de nuestra sumisa, que imagen!!, ahora entendía
todo, la iban a bañar en semen. Y así pasaron los 18 chicos, porqué
había dos que ya se la estábamos chupando, ella estaba impregnada
de semen por todos los sitios, se le escurría por la boca, por la cara,
por las tetas,……

Se fue a levantar pero mi amo le dijo que no lo hiciera que se quedara


un segundo allí, mientras nuestros " amigos" comenzaban a vestirse,
de repente mi amo me cogió del pelo y me puso entre medio de los
dos para que nuestro amigo me culeara, yo estaba disfrutando como
nunca, mientras la negra les lamía el culo a los dos alternándose de
uno a otro, a la vez que éramos jaleadas y animadas por todos los
hombres de la fiesta hasta que se corrieron en mi cara y en mi culo,
corridas la cual la negra limpio generosamente.

La gente se fue yendo de la fiesta, hasta quedar solo nosotros 5, así


que mi amo ya hablo con ella:
¿ Qué tal? ¿Te ha gustado?

Increíble!! Muchas gracias por esta fiesta de despedida, me he sentido


la reina de las zorras.

No hay porqué darlas, solo he hecho lo que tu querías.

Nos fuimos de la casa, no sin antes despedirme de la negra, con un


largo beso con lengua, hay que ver cómo me ponía!!

Ya en el coche, mi amo me dijo:

¿ Que tal hoy?

Bufff!!! Muy bien, me lo he pasado como nunca!!


Aburrido
Estaba solo y aburrido, así que decidí llamar mi mejor amigo, quería
ver si deseaba salir a dar una vuelta conmigo, cogí el teléfono, se puso
su amiga, me dijo que se estaba duchando y en ese momento no
podía ponerse, le comente mi situación , ella me dijo que me acercase
porque había oído que su amigo tenía pensado quedarse toda la
tarde en casa.

Cuando me abrieron la puerta apareció Cynthia, su amiga. Es una


chica muy atractiva y que moviliza a los chicos. Su pelo rizado y ojos
verdes le dan un carácter alegre.

Me dijo que su amigo había salido a realizar unas compras, pero que
pasara y esperara. Bueno, ya me había acostumbrado a esperarlo. La
casa de mi amigo, era uno de esos pisos grandes del centro, viejos y
cargados de objetos, con la poca iluminación que se filtraba a través
de unas persianas. Siempre había estado ese piso a oscuras.

Cynthia me invito a sentarme en el sillón, delante del televisor. Fue a su


cuarto y volvió con una cinta de video en la mano.- Es una película que
estaba viendo, no te importa que la ponga, ¿no?.

Creo que debí asentir, pero ella ya había introducido la cinta en el


video y cogiendo el mando a distancia la puso a correr.

Se acerco a mí y miramos a la pantalla. En el televisor tras un par de


segundos de espera apareció una escena en la que dos chicas vestidas
de cuero rodeaban a una tercera, acariciándola y despojándola de su
ropa. Le habían desabrochado los últimos botones de su blusa y tras
quitársela empezaban a manosearle los senos a través del sostén.

-Voy a sentarme.- Dijo Cynthia con voz temblorosa. Pero fue a sentarse
sobre mis piernas y adentrando su trasero fue a ponerlo sobre mi
entrepierna.
Rápidamente intuí lo que se proponía, pero era tan increíble que no
sabía cómo responder. Pero ella, en su último acto antes de que yo
tomara el mando, empezó a moverse adelante y atrás. Mi miembro, ya
estaba excitadísimo.

En la película, una chica pasaba sus manos por debajo de la falda de la


otra chica mientras la tercera hacía chocar sus pechos. Pero yo ya no
prestaba atención a la película, estaba excitado. Pero aún más me
excito el calor que tiene, con la mano libre me dirigí hacia sus piernas.

-Mira la película, te voy a meter la mano bajo la falda. Tu amigo vendrá


, pero quizás podamos hacer algo.

Conduje mi mano un poco más arriba de la rodilla, ella temblaba.


Acaricie un poco su pierna y subí hacia su muslo interno donde le
empecé a devolver su juego. Mis caricias hacían su efecto y me pidió
que le acariciara el coño. Subí mi mano y palpe sus braguitas, de fino
algodón que dejaban traspasar el tacto de los pelos de su pubis.

-Voy a meterte la mano bajo las bragas. - En la película las dos chicas
ya habían despojado de su falda a la otra chica, solo le restaba un
tanga, pero yo no podía hacer eso con su amigo a punto de venir. Mi
mano buscó el elástico y lo supero, introduje mi mano en su frondoso
bosque. Baje hasta la abertura de su vagina y lo acaricie.

-¿Lo estabas deseando desde hace mucho?

-Sí, siempre me has gustado y te he deseado.

-Sabes, a mí también me gustas mucho.

-Calle y siente.

-¿Notas mi pene bajo tu cuerpo? Esta tan grande por ti. Mira la tele, -
en esos momentos una chica besaba a la joven iniciada mientras la
otra la masturbaba con un dedo, luego introdujo dos. - ¿quieres que te
haga lo mismo?

-Sí, rápido.

Introduje mi dedo corazón en su cuerpo, su vagina estaba tan


lubricada que penetro fácilmente. Conforme movía mi dedo ella
empezó a moverse volviendo a golpear contra mi miembro. Por unos
momentos hicimos un dueto perfecto.

Pero como tenía que ocurrir se oyó la voz de mi amigo que llegaba.

Ella se levantó de un salto mientras yo recupere mi mano como pude.


Fue hacia el video y recupero la cinta. Yo ya sabía que ella quería más y
pensaba como podíamos reunirnos. Ella misma me lo confirmó. Volvió
con la cinta hacia mí e inclinándose me beso. Yo separe mis labios,
ante todo quería darle un mensaje.

-He venido con mi coche. Voy a despedirme de tu amigo y quiero que


bajes dentro de cinco minutos. Dile que pasarás el resto de la tarde en
casa de una amiga.

Ella sonrió y yo la bese. Le pase la mano debajo de la falda y la apreté


contra sus braguitas. La bese fuertemente durante unos largos
instantes y luego la deje. Ella corrió a su cuarto y cerró la puerta.
Apenas se fue yo lamía e introducía en mi boca el dedo que había
estado dentro de su cuerpo, mi amigo llego al salón, pero
inmediatamente invente una excusa para irme pronto.

Le dije que tenía prisa porque había quedado con una chica para ir al
cine y que había ido no para hablar, sino para que me diese un
compact porque esa chica me lo había pedido. El comenzó a buscar el
compact y a hablar sobre qué película íbamos a ver y de cómo le había
parecido aquella. Para quitármelo de encima le dije que le llamaría por
la noche y ya hablaríamos de todo, pero que ahora me tenía que ir. Se
quedó muy sorprendido, pero conseguí que dejara de acosarme.

Tardé medio minuto más en salir del piso y llegue hasta mi coche.
Entre y tire el compacto por el salpicadero. Mire el reloj y comencé a
esperar. El hinchazón de mi entrepierna comenzaba a bajar y yo
comencé a preguntarme que pasaría, si ella bajaba estaba claro y si no
también, tendría que calmarme ese picor por mis propios medios.

Normalmente aguanto bien las esperas, pero esos minutos fueron los
más largos de mi vida.

Continuamente miraba por el retrovisor hacia el portal del edificio


hasta que por fin surgió. Buscó mi coche y cuando lo encontró vino
directa. Se monto en el coche y arranqué incorporándome a la
circulación.

-Vamos a mi casa, estaremos tranquilos durante unas horas. ¿Quieres?

-Sí. -Dijo Cynthia recostándose sobre mi hombro.

Yo aparte mi mano de la palanca de cambios y puse mi mano sobre su


rodilla, subí lentamente la mano levantando su faldita, pero el cielo
estaba muy cubierto y tampoco las luces de la ciudad no me permitían
ver mucho. Y yo quería calentar más el ambiente.

-Cynthia, antes no pude verte las braguitas, descríbemelas.

-Son blancas, unas braguitas de algodón con unos dibujos rosas y


verdes, son flores. Tienen un encaje en los bordes y un lacito rojo
delante. Las compre yo misma hace unos meses pensando en una
ocasión especial. Las acabo de estrenar y las siento calentarse con mi
cuerpo y humedecerse por mi flujo.
Me desabrochó el cinturón y el botón, me bajó la cremallera. - sacando
un poco mi pene. Luego cogido una de sus manos, tan dulces y
delicadas, y la posó sobre mi miembro. Ella, tímidamente, lo reconoció
y lo rodeó. Este comenzó a crecer de nuevo. Era un poco incomodo
pero continuaba siendo muy satisfactorio y me indicaba que todo iba
por buen camino.

Ella, con sus especiales manos, empezó a bajar y subir sobre mi


miembro.

Un poco más adelante la descubrí masturbándose. Había separado sus


piernas y una mano esta debajo de su falda. Se estaba metiendo un
dedo y su cintura se movía al ritmo. Estaba absorta en sus maniobras,
llegamos a mi casa.

Salimos del coche corriendo y fuimos a refugiarnos en el portal de mi


casa. Conseguí abrir la puerta a la primera y entramos. Pero la lluvia y
el viento nos habían mojados completamente en el medio minutos
que estaríamos fuera del coche. Daba igual, la contemple y estaba más
excitante. Sin poderlo evitar le bese sus empapados labios mientras
con una mano le recorría su cara y pelo y la otra se metía debajo de la
falda para cogerle las nalgas. Todo chorreando y muy excitante.

Ella respondió cogiéndome las nalgas y usando su boca. Tenía


verdadera hambre y por un momento pensé en follarmela ahí mismo.
Pero eso no era lo mejor y la cogí conduciéndola a la cocina.

La cocina de mi casa tiene todos los electrodomésticos habituales pero


yo buscaba como un loco otras cosas. Cogí primero un spray de nata,
caramelo líquido, y un tarro de miel.

-Vamos a desnudarnos un poco.- Le dije mientras volvía a besarla, esta


vez en el cuello. Ella empezó a desabrocharse la blusa, pero yo no la
deje terminar. - Bájate esa falda. - Ella se desabrochó los botoncitos y
dejo deslizarse lentamente su faldita. Entre los pliegues de su blusa
podía ver sus braguitas, como ella de las había descrito e hinchadas.
Ella estaba tan nerviosa que movía un poco las piernas. Sus mejillas se
habían sonrojado. Todo lo que más me excitaba se reunía en ella, una
abultada vagina, un pelo corto y mojado, el rubor de su cara, inocencia
y picardía.

Yo me puse en cuclillas y empecé a recorrer lentamente su cuerpo, de


abajo a arriba, con mis manos por detrás tanteando y acariciando
mientras besaba sus piernas, luego vinieron sus muslos y sus
braguitas. Las bese repetidamente mientras mis manos tomaban sus
nalgas ligeramente húmedas.

Seguí subiendo y deje más bese en su pecho dedicando uno a cada


seno y llegue al cuello. Estuve unos instantes y subí a su barbilla y a su
boca.

Allí los besos dejaron de ser dulces y románticos y se convirtió en un


beso salvaje y muy largos. Sentí su húmeda lengua, recorrí toda su
boca y sus perfectos dientes. La primera fase llegaba a su fin.

-Esto te va a gustar.- Cogí el bote de nata y empecé a moverlo.- Voy a


comerte toda.

Primero apunte a su boca y deje una montaña de nata que su lengua


empezó a comer. Yo también participe en el banquete. Después deje
nata sobre su cuello, a continuación uno de sus pechos, repetí con el
otro y baje hasta sus braguitas. Se las quite, y aplique la nata sobre su
monte de venus.

Tire el bote y me fije en sus axilas. Me encanta verlas depiladas. Las


suyas estaban perfectas, no llegue a besarlas entonces, pero mis
manos las acariciaron mientras yo comía la nata de su cuello.

Una vez estuvo limpio comí de sus senos, pude limpiarlos


completamente. Estaban totalmente endurecidos y los pezones eran
grandes y hermosos. Le comí también el ombligo.

Desde la boca hasta su ombligo su placer, y el mío, había ido


aumentando. Cuando succione sus pezones habían alcanzado sus
cotas más altas, pero sabía que aquello iba a aumentar. La nata le
formaba una delgada capa en su pubis. Primero comí los laterales y
aproveche para besar sus muslos. Sabía que aquello le debía gustar
mucho y ella me dio la razón, empezó a frotarse los pechos con sus
manos y a pedirme que le comiera su "coñito".

Obedecí, la eche sobre la mesa de manera que sus piernas quedaran


colgando y su repleto sexo estuviera en el filo.

Muy lentamente comencé a lamer las zonas al descubierto, no estaba


depilada. No me gustaba eso de comer pelitos y luego encontrarte
uno en la boca. ¿La depilaba?

Ella debió advertirlo pues ceso sus gemidos y me pregunto:

-¿Pasa algo?

- No.- De todas formas dado como estaba de excitado decidí dejarlo


para otro momento.

-Llevaba mucho tiempo buscando un coñito como este. ¿Nunca te han


dicho lo maravilloso que es?

-Es un coñito precioso, sus labios externos son blandos y dulces, muy
apetecibles.- Comencé a contarle.

- Sus labios internos sobresalen ligeramente, parecen tímidos, cuando


los separo con mi lengua apenas si dejan un camino, pero desean ser
abiertos y darte placer. Tu clítoris permanece escondido, pero pronto
lo haremos despertar. ¿Te has mirado alguna vez tu coñito? Es una
maravilla, dulce y cálido. Abajo está tu culito, pero más tarde nos
ocuparemos de él.

Había terminado, sobre su piel quedaba dispersa aún mucha nata. Se


me ocurrió una idea, con este paño, de buen tacto, sabor, limpie
cuidadosa y cariñosamente su pubis de nata. A Cynthia esto también le
gustaba tal era mi habilidad.

Yo introduje mi lengua entre sus labios y comencé a penetrarlo. Su


sabor salado era más fuerte e inmenso. Pero apenas si podía separar
sus labios internos. Continúe un poco más.

Era momento de penetrarla, comencé a deslizar mi dedo corazón por


sus labios para que se llenara de sus jugos y se lo lleve a la boca para
que me lo lamiera y lo mojara con su saliva.

-Moja también uno de tus dedos, quiero ver cómo te lo metes.

Se acariciaba el pecho con una mano y bajo hasta mí su mano con


uno de sus dedos impregnados de su boca. Yo desee lamer esa saliva,
pero lo deje seguir su camino. La vi, a apenas unos centímetros,
separar sus labios e introducir este dedo en su conducto más privado.

Lo introdujo hasta la segunda falange y comenzó a moverlo. Yo seguí


este movimiento con los ojos como medio minuto, después puse mi
mano sobre la suya y mi dedo humedecido sobre su dedo penetrador.
Ella lo comprendió y lo guio hasta el interior de su cuerpo.

Ella se estaba masturbando muy suavemente.

-Cynthia, lo haces muy bien, pero creo que esto te gustara más.
Acaríciate los pechos.

Dejo su mano. Tome entonces algo que ella no se esperaba, un


plátano que se hallaba en el frutero, al sentir la diferencia de
temperatura dio un respingó. Lo introduje lentamente en su húmeda
gruta hasta que se halló por completo dentro de ella, sus movimientos
se hicieron más rápidos, entonces yo me prepare, saque la sabrosa
fruta que después me comería e introduje dos dedos en su boca y
después los deslice por todo su cuerpo abajo hasta llegar a su vagina.
Con una mano separe sus labios mientras con la otra la penetre como
nunca ella hubiera imaginado. A los pocos segundos mis dedos
aumentaban su excitación y volvía a gemir. Aumentando mi velocidad
sus susurros aumentaron y su cuerpo se volvía al ritmo de mis dedos.

Se lo estaba pasando fenomenal, ahora sí que me pedía: -No pares, no


pares. - con insistencia. Y más pronto de lo que hubiera podido pensar
su cuerpo fue recorrido por una descarga eléctrica, su espalda se
arqueo levantándola de la mesa y cesaron sus movimientos y gemidos
con un profundo gemido de satisfacción. Toda mi mano se vio
humedecida por una descarga de sus fluidos. Descubrí porque ella me
había seducido, necesitaba rápidamente descargar su cuerpo del
deseo que acumulaba. Sus labios estaban ahora más abiertos,
esperándome y por su vagina hubiera podido introducir toda mi mano.

Me fije en los reflejos del orgasmo en su cara, contento por haber


contribuido a él. Cynthia, con los ojos cerrados, aún se estaba
regocijando.

Empecé a desvestirme. Cogí mi camiseta y la tire encima de su blusa.


Iba a continuar cuando ella abrió los ojos y me paro.

-Deja que eso lo haga yo.

Y se incorporó. Ahora sus hermosos senos se mecían en su pecho y


sentí las ganas de acariciarlos. Los cogí con mis manos y los contuve.
Sentía todo su frescor y su peso. Estaba deseando volver a saborearlos,
pero Cynthia me recordó que ahora me tocaba a mí. Abrió el tarro de
miel y cogió una buena cantidad con la mano, lo esparció sobre mi
desnudo pecho y empezó a lamerlo como yo había hecho con ella.
Aquello era una gloria indescriptible. Sentía su húmeda lengua sobre
cada centímetro de mi torso.

Subió y lamio la miel de mis pectorales. Pero lo mejoro...

Como una verdadera experta cogió entre sus labios mis pezones y tiro
de ellos. Note como mi miembro, que hacía un rato que estaba más
tranquilo, pero sin decaer del todo, volvía a engordar al máximo y a
dolerme dentro de mis apretados slips. Yo deseaba apretar mis
pantalones contra algo para aumentar el placer que sentía. Así que
deje sus senos y empecé a quitarme el cinturón. Ella lo vio y no me
dejo. Aparto mis manos. Dejándome los pantalones abrochados me
bajo la cremallera e introduciendo sus manos por ella encontró mi
miembro y lo cogió, apretándolo.

Yo no sabía cuándo iba a poder soportarlo, deseaba empezar a


penetrarla, abrir sus carnes con mi carne.

Ella también lo deseaba urgentemente, porque rápidamente me bajo


los pantalones y los slip. Se quedo contemplando mi miembro. Lo
cogió con sus manos y empezó a moverlo muy poco.

Se quedo erguida sobre la mesa, abriendo aún más las piernas y con
sus manos separando sus labios vaginales. Veía su entrada claramente,
aún continuaba muy abierta y aproxime mi miembro a su vagina. Pase
la punta de mi húmedo capullo por su vagina, dando círculos. Me
gustaba recibir el tacto de su piel, una carne blanda, muy húmeda.
Después lo deje unos instantes junto debajo de su entrada y, ante su
atenta mirada, le di arriba y adentro. Mi primera penetración fue sólo
de tanteo, lo retire y esta vez si la penetre completamente, acabe
introduciéndome plenamente en su cuerpo.

Apenas escuche su gemido saque medio pene y la volví a penetrar. Y


así sucesivamente... Cada vez más rápido y como había unos minutos
habían hecho mis dedos ella empezó a subir por el sendero del
orgasmo.

Cynthia dejo de abrirse su vagina y empezó a acariciarse los pechos. Se


tendió sobre la mesa sin dejar de mirarme y contonearse. Me miraba y
yo apreciaba su buen cuerpo. Mi pene bombeaba sensaciones
placenteras a mi cuerpo....

Llevamos un rato así, yo penetrándola casi con furia y ella pasándoselo


muy bien. Pero yo quería hacerle más cosas, fantasías que tenía y que
pronto realizaría con ella.

Por todo esto me salí de ella y le pedí que se diera la vuelta. Ella lo
hizo. Después de asegurarle que no se echó sobre la mesa, vi sus
pechos sostenerla sobre la mesa doblando su cuerpo. Baje mi cabeza
hasta la altura de su trasero y contemple. Tenía las piernas demasiado
cerradas. Las cogí por los muslos y las fui abriendo. Ahora la vista era
mucho mejor.

Volví a tomar mi miembro dispuesto a volver a penetrarla cuando vi su


ano, muy cerrado y cerca de su vagina y me entraron ganas de
abrírselo, pero pensé que eso podía esperar, se lo había prometido.
Volví a guiar mi pene en su sexo y a introducirlo gloriosamente en su
cuerpo.

Agarre con mis manos su trasero y lo lanzaba hacia mí a la vez que la


penetraba. Era algo muy fuerte. Cynthia jadeaba y gritaba, el placer era
aún mayor que la vez anterior. Yo me eche sobre ella, quería acariciarle
los pechos y sentir nuestros cuerpos pegados.

Pegue mi cadera a su trasero y nos movimos suave. Pero ella quería


más.

-De acuerdo, ahora vas a mandar tú. - Le dije.


Dejamos la mesa y me senté en una de las sillas de la cocina. Tenía en
mi mano mi pene, enseñándoselo. Ella vino inmediatamente, sabía lo
que había que hacer. Abrió sus piernas y se sentó encima de mí,
dándome la cara. Habiendo cogido mi miembro con sus manos lo
conduje hasta su entrada. Allí entro sin ningún problema. Cynthia
empezó a subir y bajar, marcando el ritmo que más le agradaba. Yo la
rodee con mis brazos y la apreté sobre mí, quería sentir sus duros
pechos sobre mi torso.

Rápidamente ya me cabalgaba frenéticamente. Empecé a acompañar


sus gemidos por los míos. Su cuerpo se estaba cubriendo de sudor y
ahora era yo el que la animaba. Me hacía daño, me lanzaba andanadas
de placer cada instante. Los gemidos se convirtieron en gritos. Pronto
no pude más y explote dentro de ella, llenándola con mi semen, el
placer entonces me dejo exhausto, durante unos segundos solo sentí
el bombeo de mi pene dentro de su cuerpo. Solo lance un apagado
grito.

Cynthia empezó a sentir su segundo orgasmo en unos minutos. Su


cuerpo subía y bajaba, como sus gritos, sobre el mío. Pronto, una
repetida serie de gritos me lo indicaron. Su movimiento se calmó y
paro. Entonces se echó sobre mí para descansar unos instantes.

-¿Qué te ha parecido?

-Maravilloso, eres maravilloso. Nunca había sentido nada igual.

Sus ojos seguían reflejando el placer que había sentido. No pude dejar
de besarla.

Permanecimos abrazados largos minutos, después pensé que lo mejor


era llevarla a mi habitación. Ella se levantó y la contemple.

-Eres preciosa.
-Gracias, ¿Qué hora es?

Mire el reloj: - Las siete. Pero aún podemos hacer más cosas. Recoge
tus cosas y vayamos a mi cuarto.

Ella obedeció y tras recoger nuestras ropas me siguió a mi habitación.

Entramos en mi habitación. Cerré la puerta. Ella la observaba, tenía


muchos detalles. Yo mire la ventana, todavía estaba lloviendo. Me puse
a su lado y le di un beso

-Vamos a sentarnos en la cama. Quítate los zapatos.

Nos sentamos en la cama, con las piernas entrecruzadas. Le agradaba


el tacto del edredón. Estábamos completamente desnudos los dos.

Pase mi mano por su vagina.

- Te la voy a depilar. ¿Cuándo vas a la piscina te afeitas?

-Recuerdo que el año pasado me afeitaba los laterales. -Cogió mi


mano y la estrecho contra su vagina. -¿Me vas a afeitar?

-Sí.

-¿Y esto como lo mejoramos? -Pregunto cogiendo mi flácido pene.

-Eso pronto. Me excitaba la idea de poseerla de nuevo.

-Sí, me encantaría. Dos veces en una tarde. Me gustaría que esta tarde
no terminara nunca. Se echo sobre mí para besarme. Luego me dijo:
-Abrázame.

Yo me eche hacia atrás sosteniendo su cuerpo, comprobé que le


encantaba permanecer abrazada después de hacer el amor. Cynthia
me echo las manos por la espalda y yo la abrace también.

-¿Te gusto?

-Mucho. No se apenas nada de ti, pero me gusta tu cuerpo, tu


atrevimiento, tu libertad...

La conversación siguió por derroteros parecidos. Recuerdo que


hablamos de muchísimas cosas, con los chicos con los que había
salido, de cómo se masturba una chica y sus fantasías, grupos de
música,...

Durante ese tiempo y mientras yo le acariciaba las nalgas.

-Acaríciame - me pidió

Ella estaba echada sobre mí, dándome la cara, ahora subió unos
centímetros. Su boca cayó cerca de mi oído y su pubis estaba sobre el
mío. Deje sus nalgas e introduje mis manos en el poblado hueco. Pasé
una mano por su vagina y tantee su rajita, estaba muy húmeda y eso
me excitaba. Cogí mi pene y acaricie con la punta su vulva.

-Con la mano, por favor. - Me dijo, yo obedecí dejando mi pene y


procedí a acariciarla muy suavemente.

- Así, así. Te recompensare..

Acaricié su poblado de vello. Introduje dos dedos en la rajita y los


moví rítmicamente. Aquello le gustaba.

Estuvimos así varios minutos, se estaba excitando .para un poco.


"Sigue" Y puso mi mano sobre su coño. Lo apretó un poco contra él,
deseosa de que empezara. "Acaríciame" Empezó a mover mi mano y
luego seguí, intentado adivinar lo que quería. “Muy bien, continua". Yo
continúe masturbándola, lo que hacía empezaba a gustarme de veras.
Cogí sus le pedí que me dejara besarla. Pronto acerco su boca,
"Déjame besarte", me dijo y me beso.

Sus pechos se había endurecido, mi boca contenía su lengua húmeda y


cálida y por último sentía la humedad en su sexo Aumenté el ritmo de
sus caricias y ella empezó a mover el cuerpo a su ritmo, no podía
mantenerlo quieto. Pronto disfrutó de un primer orgasmo. Fue una
sensación tan fuerte que durante unos instantes se quedó pensando
en la satisfacción que le había producido. Mi mano salió
completamente mojada. De pronto me sentí muy contento, y nos
besamos un buen rato. Esta vez también yo metí mi lengua en su boca.
Luego permanecimos abrazados, mi corazón se tranquilizó.

Mire su desnudez y comencé a besarla. Fueron besos cortos. Baje por


el cuello hasta sus pechos y empecé a besarlos mientras los acariciaba.
Aquello empezó a gustarla. Después subí y la besé en la boca. Su
mano llegó a mi pubis y yo hice lo mismo. Empezamos a
masturbarnos.

Empecé acariciándole toda la zona con mis manos, luego pasé a su


rajita. Separé los labios e introduje dos dedos en medio. Arriba y abajo.
Luego con esos dedos empecé a trazar círculos alrededor de la entrada
de su vulva. Se sentía húmeda. El placer era muy suave y dulce.

Notaba como el agujero de su vagina se ampliaba y se acercaba el


momento culminante. uno de mis dedos invadía el interior de su
cuerpo. Apenas lo dejé pasar, lo saque y la volví a penetrar más fuerte.
Comencé a retirarlo y penetrar, el placer electrificaba su cuerpo. Poco
a poco se dejó llevar por mí y el placer aumento. Fueron minutos de
gloría, la bese. Fue uno de esos besos largos, húmedos y profundos
que tanto le gustaban. Nuestras lenguas se encontraron en su boca y
en la mía. A mi encanto y a ella mucho más, pues conforme seguía el
beso aceleraba mi dedo.

Comenzó a gemir, sentía mucho placer. Y sentí un orgasmo más fuerte,


intenso y profundo que el anterior la invadía. Cese los movimientos y
chupe el dedo con el que la había penetrado sus movimientos y
cuando baje los ojos la descubrí chupando el dedo con el que me
había penetrado. Ella sonrió.

Nos relajamos y dormimos abrazados

Al despertar me dijo:

-Eres un amor.

Podría leer sus pensamientos, deseaba volver a follar, y yo también. Mi


pene reclamaba entrar otra vez en las carnes de Cynthia.

También me había cansado de permanecer tanto tiempo en aquella


posición, soportando su peso. La hora de la segunda vuelta había
comenzado, había que volver a activarse.

-Y tú eres la mejor chica. - Le dije lo primero de todo, luego la bese y la


levante para besarle sus pechos. Ella pensó que iba a volver a
penetrarla, pero todavía no.

Ella rio.

Yo estaba pegado a ella, por mi pene erecto y con unas ganas locas de
follar. Deseaba ponerme a su espala y penetrarla mientras la besaba y
la acariciaba.
Ella estaba excitadísima, cuando no pudiendo más, baje mi mano para
acariciarle su sexo, este estaba incluso más húmedo que después de
aquella primera vez. Y mi pene estaba totalmente erecto, así que nos
miramos preguntándonos que hacía falta para empezar. Un segundo
después nos lanzamos los dos y empezamos con un beso salvaje. Ella
me rodeó con sus brazos y yo también. Recorrí con mis brazos su
espalda hasta sus nalgas, que acaricie y apreté contra mí.

Pensaba que iba a penetrarla, pero no lo hice. Pase unas veces mi pene
por sus senos.

-Eres la chica más húmeda que he conocido.

-Eso te excita.

-Claro, no hay otra cosa igual. Indica que... siempre quieres hacerlo.

-Sí, tenía muchas ganas. Volvamos a hacerlo, quiero sentir tu dura


polla en mi coñito.

-Espera, primero debo afeitarte. El próximo día untare de miel tu coño


y te lo comeré todo. Espérate, voy a por unas cosas.

Me levante de la cama.

-Voy contigo, -Me siguió.- desde que empezamos cada vez que me
tocas el coño sintió que me voy a venir.

También me cogió la mano. Íbamos por el pasillo los dos desnudos,


bonito retrato, yo con mi pene erecto y ella con su poblado pubis al
aire. Debíamos parecer dos amantes que van por donde sea como si
no hubiera nadie más.
-Este es el cuarto de lavabo. - Ella entró.

Yo entre en la habitación para coger las cosas que iba a necesitar, una
maquinilla, un bote de espuma y una toalla.

-Cynthia, ¿nunca has hecho una mamada?

Me coloque delante de ella y cogí mi pene. Ella había levantado la


cabeza y cuando la volvió a bajar se encontró con mi miembro muy
cerca.

-No. - Estaba nerviosa, nunca había intentado nada de ese tipo.

-Cógeme tú el pene.

Veía a través de su piel desnuda como se le aceleraba el corazón al


levantar sus brazos y coger mi miembro. Lo solté cogiéndola por la
cabeza y los hombros.

-Ahora quiero que me masturbes, mueve tus manos arriba y abajo. ¿Se
lo habrás hecho ya a algún chico?

Ella respondió un débil "Sí". Completamente absorta en el trabajo que


le había encomendado. Movía sus manos lentamente sobre mi pene,
llenándolo de calor. Aquellas finas manos eran realmente
encantadoras, casi olvido lo que iba buscando.

-Cynthia, ahora quiero que me beses el glande. Saca la lengua y


humedece tus labios. - Alzo su cabeza y me miro mientras pasaba
repetidamente su lengua por sus labios. - Suavemente.- Bajo su cabeza
y poso sus labios sobre la punta de mi pene. Y repetidamente me beso.
-¿Te gusta?

-Mucho- saco la lengua y recorrió la punta con ella.

Si sentir sus labios estuvo bien con su húmeda lengua recorriendo mi


glande alcance la gloria, incluso tuve unos espasmos de placer.

Ahora no tuve que indicarle nada más. Había visto tantas películas
porno y algunas amigas le habían contado como ellas les comían el
pene a sus novios que Cynthia sabía perfectamente como continuar.

Abrió su boquita e introdujo mi pene en ella. Inmediatamente empezó


a moverlo y lamerlo con su lengua. Como describir el placer que me
diste, querida Cynthia. Yo deseaba correrme.

Era su primera felación, fue muy intensa. Era increíble la sabiduría que
tenía mi chica.

Me cogió los testículos unos momentos, luego su mano desapareció.


Descubrí que se la había llevado a su sexo y que se masturbaba con
ella. Desee poder llegar hasta su sexo y acariciarlo e introducirme por
él hasta llenarlo. Como no podía metí mis dedos entre sus pelos e
intente devolverle el placer que me estaba dando.

Cuando ella separó su boca y saco su lengua para acariciarme la punta


vi restos de semen y liquido preseminal en sus labios. Me encantaba la
estampa, su cara juvenil y mis fluidos. Cynthia recorrió entonces mi
pene con su lengua. Varias veces. Me estaba tambaleando de placer. Si
no hubiera sido porque hace apenas una hora había eyaculado no
hubiera aguantado tanto. Volvió a comerme dentro de su boca y
entonces, a pesar del placer, supe que debía parar.
-Levántate, ya es suficiente. - La cogí por las axilas y la levante. - Ahora
debo afeitarte, pero luego podrás continuar.

Cynthia no lo comprendió, pero me obedeció. Allí estábamos los dos


pegados y no pude dejar de besarla. Ella, en unas horas, me estaba
dando más placer que cualquier otra chica con la que he estado.

Recibir mi propio semen de su boca me excito tanto que note el picor


de mi miembro y cogiéndolo lo golpee contra sus muslos. Ella me
contempló divertida y luego los dos miramos su pubis, poblado de
vello negro y húmedo.

-Míralo por última vez, en mucho tiempo no lo volverás a verlo así.

Ella asintió.

- Vamos a mojarlo un poco. - Y lo moje con agua del grifo,


acariciándolo y sintiendo sus formas, aquello era delicioso. - Cogí una
maquinilla preciosa, había sido un regalo de una amiga y siempre la
había estado reservando. También una toalla y un bote de espuma. -
Alguna gente esparce la espuma con una brocha, pero yo prefiero
hacerlo con los dedos. Te gustara. Vamos a mi cuarto.

En mi cuarto la tendí sobre la cama, ocupándola a todo lo largo. Fui al


otro lado de la cama solo para besarla y decirle al oído, como si fuera
un secreto: - Esto te va a gustar, pero disfrutaras más si conforme te
toco te acaricias los pechos. Ella lo agradeció, me beso y tomo con sus
manos sus pechos.

Le separe más las piernas y eche sobre una mano una buena cantidad
de espuma del bote. Iba a esparcirla cuando algo me paro, era su
agujero anal. Algo me incitaba a descubrirlo y jure que pronto lo
penetraría. Pero no ahora y proseguí lo que llevaba entre manos. Con
la otra la recogí y le cubrí todo su pubis, cuidándome de darle el
máximo placer. Ella se estaba contorneando, además de mis caricias
ella misma se acariciaba los pechos y se pellizcaba los pezones.

-Ya está. Dime, ¿te ha molestado?

-No, ha sido muy dulce. Ahora noto toda esa espuma sobre mi coño.

-Ahora voy a afeitarte.

Empecé la delicada operación. Coloque unos dedos sobre la parte


superior de la vagina y tense su piel. Yo entonces apenas si había
comenzado a depilar la parte superior de su pubis, la zona más fácil.
Pero me estaba encantando poder ayudar de esa manera a mi nueva
amante. Además del sonido del rasurado podía disfrutar con manejar
con toda naturalidad sus partes más íntimas. Además, yo seguía con
mucha atención sus gestos, como siempre excitantes.

Sumergido en los movimientos sexuales de mi descarada compañera


había afeitado todas sus partes íntimas. Había repasado varias veces
cada centímetro de piel, ganando tiempo, naturalmente para
acariciarla. Con la toalla procuraba limpiar los restos de espuma y darle
un poco de placer. Así se lo dijo y la anime a que ella también lo
descubriera.

-Es increíble, no puedo recordar desde cuando no lo veo así.

Yo deseaba follarmela en esos momentos.

Cogí su mano y la levante para llevarla de nuevo a la ducha.


Lo que hice fue meterla en la bañera y coger el extremo de la ducha.
Ella comprendió mis propósitos y abrió los grifos.

- Ya está. -Dijo y poniendo un pie en alto en el borde de la bañera


abrió completamente sus piernas.

Su abultada vagina sobresalía aún más. Desnuda de todo resto de vello


el agua que yo lanzaba recorría toda si piel, caía sobre la abertura de
su vagina y mojaba sus labios. Ahora estos labios internos están
perfectamente visibles, semiabiertos y atrayentes. Y yo había abierto
esas carnes con mi miembro para hundírselo, recordaba esos
momentos de placer. Me di cuenta de que Cynthia no prestaba la
misma atención a su ducha. Como otras chicas se retorcía disfrutando
del caudal de agua sobre su sexo y de las caricias de sus senos. Con los
ojos fuertemente cerrados se regocijaba en su placer olvidándose de
mí y dejando ver el valioso espectáculo.

Me encantan las chicas y una parte importante es verlas.

Aquello era el sumo espectáculo que podían contemplar mis ojos, una
chica con su sexo rasurado masturbándose ante el leve contacto con el
agua que yo le proporcionaba. Tuve que coger mi pene y
masturbarme.

Estuvimos los dos en esa situación como medio minuto. Ella, sin
ninguna causa, debió pensar que no se lo quería hacer sola y paro
mirándome. Al descubrirme en esa situación sonrío y me lanzo un
beso. Ninguno habíamos alcanzado el orgasmo y ahora no importaba.
Ambos deseábamos follar pero aquel todavía no era el momento. Le di
el mango de la ducha, y me separé para mirarla.

Cynthia volvió a comprenderme y separo las piernas aumentando el


doble el tamaño de su rajita. Seguí mirándola mientras ella bajaba su
mano libre y se acariciaba. Le gustaba el juego y se exhibió delante de
mí. Se dio fuertes refregones, introdujo uno y dos dedos en su vagina,
se separó los labios ante mí,... hacía todo eso por mí. Hace unos
momentos la había descubierto envuelta en sus instintos más íntimos,
masturbándose mientras se duchaba, miré su espléndido trasero. Tan
apetitoso como dos frutas y totalmente perfectos.

Nos fundimos en un abrazo. Cogió la flor de la ducha de mi mano y se


encargó de mojarnos. Nos besamos. Fueron besos profundos, le
entregue mi lengua y después Cynthia me penetro con la suya. Me
gustaba su sabor, indefinido, pero cálido y húmedo. Compartimos
nuestras bocas mientras con los brazos nos acariciábamos desde el
pelo hasta las nalgas. Cogí las suyas entre mis manos y procure
acapararlas en mis manos. Eran fuertes y frescas. También ella cogió las
mías, pero además subió una pierna y me masajeó toda la entrepierna.
Con las caricias mi pene aumento de tamaño y empezó a decirme que
lo utilizara. Me picaba tanto que nos separamos y bajando una mano,
le acaricie su tierna y depilada vulva. Cynthia lo comprendió y cogió el
pene acariciándomelo.

Entonces le introduje un dedo en su vagina y jugué con él. Cynthia se


agitaba y más fuerte me masturbaba, hasta que tuvo que dejar de
estar de pie. Entonces se arrodillo ante mí y me miro.

-Te agradezco lo que has hecho por mí.

Ante mi sorpresa inicio por su cuenta una de las mejores felaciones


que he recibido. Con una mano me cogió mi erecto pene, con la otra
los testículos. Bajo su boca hasta que se puso a la altura de mi glande y
como maravilloso preludio descargó su aliento cálido y húmedo.
Inmediatamente empezó. Con mi mano meneaba arriba y abajo mi
miembro mientras su lengua recorría todo mi glande. Luego recorrió
con su lengua mi miembro mientras me lanzaba miradas. Me
convenció de que era una chica que aprendía rápido. Introdujo en su
boca mi pene y me lo acariciaba mientras, por dentro su boca, seguía
recorriéndolo. El juego aumento en intensidad hasta que me hizo
tambalearme de placer. Entonces, separo su boca y me dijo:

-¿Te gusta?

-Mucho, sigue así. - A riesgo de caerme y pegarme un buen golpe, le


permitir seguir. Ella también se divertía con el juego.

Arrecio en sus maniobras por complacerme y pronto sentí que iba a


eyacular. Ella también lo sintió de algún modo, saco mi pene de su
boca y empezó a golpearlo contra su cara. En instantes sentí un
orgasmo tan profundo que casi me caigo encima de ella. Mientras yo
temblaba, ella seguía.

-¡Vamos, vamos! - Me gritaba.

-Sí, sí. - Le respondí.

Ella subió después, majestuosamente y sacando un poco la lengua


para incitarme. En el lado derecho de su cara tenía mi semen. Le cubría
la mejilla, la oreja y el pelo. No era mucho, lo que combinado con su
cara le daba un aspecto de chica atrevida muy excitante. Cynthia elevo
el brazo para limpiarse, pero la detuve. El semen brillaba sobre su piel
y gotas adornaban su pelo como si fuera un árbol de navidad.

-Eres preciosa

Pero no podía quedarme contemplándola, así que la cogí por sus axilas
y la alce. La bese profundamente. Tenía en mente uno de sus juegos.
Se separo mínimamente y pasándose dos dedos por la mejilla recogió
una parte de mi semen. ella acercó sus dedos a su boca y los paso por
todos sus labios y finalmente los limpio con su boca. Todo tan
voluptuosamente que me indujo a que volviera a besar sus labios más
húmedos que nunca. Había cumplido su objetivo y se entregó en un
largo beso.

Al poco me di cuenta de que mientras yo la acariciaba no encontraba


sus manos. Ella se retorcía, descubrí que estaba preparando su vagina
para un nuevo contacto con mi cuerpo. Había puesto una de sus
piernas sobre el borde de la bañera abriendo al máximo su sexo.
Frenéticamente se masajeaba a la vez que proseguía nuestro beso.
Cuando supo que me había dado cuenta se apartó un poco de mí.

-Follame. Necesito que me folles.

Era lo que yo más deseaba en aquellos momentos. Después de haber


probado su boca deseaba penetrarla. Su cuerpo me incitaba y repetía
mi nombre.

Con mi última eyaculación mi pene se había debilitado. Era muy


urgente actuar. Cogí mi pene en mi mano y lo agite para que se
volviera a endurecer. Me acerque.

-Espera, quiero hacerlo bajo el agua. - Y se agacho para recoger la flor


de la ducha. Una idea se cruzó en mi mente cuando la cabeza de mi
pene se encontraba a centímetros de su entrada.

-¿Quieres hacerlo bajo la lluvia?

-Sería estupendo, ¿pero cómo lo hacemos?

-Sígueme. Tenemos una terraza que da a un patio interior. - Salimos


del cuarto. Yo continuaba agitando mi miembro para no perder la
erección. Abrí una puerta de cristal y entramos en la terraza. La lluvia
seguía cayendo. Hacía frío y sobre el suelo aun debía de hacer más,
pero yo nunca lo había hecho así y me anime a continuar.

-Vamos a hacerlo inmediatamente. Vamos a probar otra postura. - Me


senté sobre el suelo y estire las piernas, levante los brazos para
recibirla. - Vamos siéntate. - Ella la conocía. paso primero una pierna
sobre mí, luego bajo y se sentó sobre mi entrepierna.

- Muy bien, déjame que yo te la meta. - Se levanto unos centímetros y


pude introducir mi pene en su cuerpo. El frío y la lluvia contrastaban
enormemente con la calidez de su sexo. Aquel abrazo en el que nos
fundimos era, poéticamente hablando, nuestra barrera contra el frío.

Cynthia, como una experta, alzo su cuerpo y empezó a penetrarse con


mi pene.

-Te siento dentro de mí. - Exclamaba. - Es maravilloso. Viva el sexo.

-Viva. - Replique, porque era lo que de verdad sentía. Era increíble lo


que me estaba pasando esas últimas horas y me puse a recordar todo
lo que me había contado. Me excité de nuevo como lo había hecho
antes.

-Eres maravilloso. - Dijo Cynthia entre los primeros gemidos.

Así que baje un poco más una de mis manos que sostenían su trasero
y tras encontrarlo penetre también aquella entrada. A pesar de que
apenas pude entrarle dos centímetros ella lo sintió y se animó
muchísimo. Acelero sus movimientos de manera que casi sacaba mi
pene de su cuerpo en las subidas y entraba todo mi pene en su
cuerpo. Yo también acelere el provocador masaje de mi dedo en su
ano y provoque unos movimientos más salvajes.

Su vagina se había convertido en una boca que recibía perfectamente


mi pene aún en aquella situación. Sus constantes gemidos me
mostraban que era ella la que conducía aquella orgía. Mi dedo dentro
de su cuerpo había conseguido entrar más profundamente y provocar
más placer.
Yo, casi completamente pasivo, resultaba agotado de aquellos
ejercicios, pero ella había encontrado una fuente inagotable de fuerza.

El frío y la lluvia nos congelaban las espaldas, pero nuestros pechos


chorreaban de sudor. Acababa de eyacular y si antes me parecía que
sería imposible volver a estar a punto, ahora lo veía como una meta
cercana. Me acercaba pues a mi tercer orgasmo, cuando Cynthia gemía
cada vez más fuerte. Sus gritos se hicieron más fuertes, llevaban
tiempo estallando en mi cabeza como un grupo de rock. Y después sus
movimientos se hicieron más débiles. Se abrazo a mí. Compartía con
ella aquel dulce orgasmo a través de su piel. Después de nuestras
salvajadas su cuerpo se detenía. La deje saborear su orgasmo.

Después, yo deseaba alcanza también el mío y culminar una tarde


maravillosa.

-Échate para atrás, ahora me toca a mí.

Plácidamente me obedeció y se recostó sobre el mojado suelo. Abrió


su boca para saborear el agua mientras yo me colocaba encima de ella.

-Vamos a empezar el segundo tour. Agárrate Cynthia.

Suavemente empecé a penetrarla. Le daba tiempo para que se


recuperara de su orgasmo. Después empezaron embestidas más
fuertes. Cynthia volvió a abrir los ojos y a desafiarme para que la
penetrara más fuerte. La seguía penetrando, mi ansiado orgasmo se
mostraba distante. Cynthia comenzó a gemir de nuevo, más
suavemente y me pedía que continuara follandola.

Con los minutos el cálido ardor había desaparecido. Nuestros cuerpos


estaban fríos por la lluvia y si bien ella disfrutaba yo continuaba casi
igual. Creo que un instinto salvaje me hizo levantarme y levantarla y
comenzar a penetrarla contra una pared. Mis embestidas retomaron
por unos instantes la fuerza perdida y sus gemidos aumentaron.
Comencé a penetrarla tan salvajemente como ella lo había hecho
antes. Ella lo sintió, pero no pudo hacer nada. Continúe sintiendo un
sentimiento de impotencia por no poder llenarla de nuevo. Luego
decayeron mis fuerzas y solo quedo un leve rescoldo que siguió
impulsando mis movimientos. Ella, más agotada que yo, tampoco
podía más y mantenía un leve equilibrio contra la pared. Esperaba mis
maniobras y saborear otros instantes de gloria. Largo tiempo estuve
penetrándola. Sentí como las sensaciones desde mi miembro
aumentaban y me entregue a ellas mientras continuaba penetrándola.
Tan débil me encontraba que un profundo orgasmo me atravesó.
Aquel orgasmo, después de haber llegado al límite de mis fuerzas fue
insuperable. También mi querida Cynthia había experimentado una
experiencia parecida. Cuando después de haber llenado su cuerpo caí
sobre ella no pudo hacer nada y caímos sobre el suelo. Permanecimos
inmóviles, saboreando el placer.
Cynthia también se recuperaba. Estábamos muy cansados para
besarnos, acariciarnos o para cualquier cosa.

-Que polvo, me has dejado destrozada.

La tuve que ayudar a llegar a mi cuarto y nos echamos sobre la cama.


Sin secarnos ni nada. Sabiendo que la tarde había terminado,
planeábamos nuestros próximos encuentros.
Una noche
Una localidad en la costa, lo suficientemente lejos de la metrópolis
como para conservar una fachada de vida plácida, pero a la vez lo
suficientemente cerca de ella como para absorber muchos de esos
ciudadanos, ávidos de playa, en los meses estivales. Situado en el
pueblo.

La calle principal, la que daba la espalda a la playa, constituía el punto


de encuentro. Por el contrario, en el extremo más alejado del mar, el
único hotel de la localidad rivalizaba en fealdad arquitectónica con un
inmenso edificio de apartamentos.

Mi objetivos vital inmediato era en aquel momento mi ingreso en la


Universidad, así que tuve la feliz idea de ponerme a trabajar esos
veranos. Mi destino, un bar.

El verano transcurría frenético en jornadas laborales interminables, de


media mañana a media madrugada.

Me sentía un espectador de una vida sin héroes, observador de


actitudes, gestos y de conversaciones a distancia.

Súbitamente, después de devolver unas monedas de cambio y


limpiarme las manos con el trapo correspondiente, alcé la vista y vi que
el ancho de la vitrina estaba ocupado por un grupo de cuatro chicas,
turistas a todas luces, con la sonrisa anclada en todas ellas. Supe al
instante que eran alemanas. Ordenadamente, pidieron cada uno el
suyo en el inglés.

La primera en pedir fue una morena, moderadamente la más alta del


grupo, con el cabello ligeramente ondulado, el rostro redondo, los
dientes largos y brillantes, unos senos y un escote generosos, y unos
ojos grises que sonreían solos. Stracciatella, bola grande, galleta de la
buena.
La segunda en pedir, a la izquierda de la primera, era realmente
menuda, graciosa, con ojos grandes, con el pelo largo, y una camiseta
que ocultaba el discreto tamaño de sus pechos, que cubría
instintivamente con sus brazos cruzados. Limón, bola mediana y galleta
de batalla.

La tercera era rubia, de ojos ligeramente verdes y rasgados, cejas


cuidadas y una sonrisa intencionada, rasgos angulosos. El cabello
descansando encima de los hombros se confundía con una camiseta
de tirantes ajustada al cuerpo. Parecía que cualquier trapo tenía que
sentarle bien. Vestía también unos vaqueros y mantenía una mano
permanentemente en uno de los bolsillos.
La última en pedir fue una morena con el cabello a lo chico, pero se
había dejado un flequillo intencionadamente desequilibrado. Esbelta y
con los ojos negros permanentemente curiosos, parecía querer
dominar su entorno. Doble bola en galleta de la buena, vainilla y fresa.

La morena de cabello corto soltó al despedirse un “nos vemos” en


inglés que sonó como la orden a las demás para que se giraran y se
dirigieran a la puerta, sabían todas ellas que mi atención seguía sus
pasos.

A primera hora de la mañana siguiente, aparecieron dos de ellas, la


morena de cabello corto y la rubia, para proveerse de latas. Iban
vestidas para ir a la playa y presumí que las otras dos estaban ya en
ella o aun durmiendo en el hotel. La comunicación se hizo en inglés,
corta, agradable e intrascendente. Contesté que efectivamente era del
lugar, y a la siguiente pregunta que el trabajo era temporal, ya que el
bar cerraba de octubre a primavera. Me contaron que eran de la
ciudad de Essen, y la situaron en el este del país, cerca de la frontera
holandesa, en el valle del Ruhr, a mucha distancia de la costa. Viendo
cómo sentaba a sus cuerpos la escasa ropa de playa que llevaban.
Conocí también sus nombres: Ushi era la morena, Kerstin la rubia. Las
ausentes, Viebke y Jutta.

La próxima visita la realizaron al cabo de dos días, a media tarde, esta


vez las cuatro juntas, y fui advertido de ello por uno de mis
compañeros, que se acercó a la barra y, justo después de cantar el
pedido, me soltó medio en broma medio ofendido que echara una
mirada a la terraza, que alguien había preguntado por mí. Preparé los
batidos y me ofrecí a sacarlos yo. En la terraza habían escogido una
mesa a medio sol, y lo primero que hice fue felicitarles el bronceado,
mientras les colocaba las bebidas enfrente de cada una. Continuaban
vestidas cada una a su estilo, como si sólo hubieran cambiado el color
de sus prendas. Jutta, me preguntó de improviso si fumaba. Respondí
que sí, al mismo tiempo que hice el gesto de golpearme los bolsillos
para indicar que en ese momento no llevaba la cajetilla conmigo.
Kerstin se adelantó asegurando que no era para ese momento, que ya
tendría ocasión de invitarlas. Mi educado “espero que sí” fue pisado
otra vez por Jutta, que afirmó que regresaban al día siguiente a
Alemania. “Cuatro cigarrillos los tengo; hará falta darse prisa”, solté,
abrumado, mientras sonreía y cogía la bandeja.

Fue Ushi, quién no, la que entró para abonar la cuenta. Mientras
alargaba las monedas del cambio, sus dedos acariciaron sin disimulo
mi mano y fijó su mirada gris brillante en mis ojos.

Supongo que no duermes en el bar... - espetó.

No, claro que no...

Pues, ¿a qué hora libras?

Siendo entre semana, sobre las dos de la madrugada.

Bien. No te olvides de los cigarrillos.

Su mano se deslizó bajo la mía, recogió las monedas y exhibió su


sonrisa a lo largo de todo el pasillo de salida.
Esa noche pedí cenar en el último turno, La mujer del jefe, al regresar a
la barra, alzó una ceja por mi afición por el tabaco. Cuando te alzan
una ceja, mi táctica suele ser elevar mis dos cejas dejando la resolución
del misterio a criterio del curioso.

Mientras las últimas personas acababan sus combinados, aparté unos


cuantos vasos en mi mochila, acompañados de tres botellas grandes.
En la acera, en una de las pocas mesas visibles desde la barra,
apuraban sus copas las cuatro amigas. Su pedido me había dirigido a
la hora de seleccionar las botellas.

Cuando finalmente salí, un poco más tarde de la hora prometida, la


bolsa colgada al hombro, las cuatro chicas se turnaron para darme dos
besos sonoros y mientras a saltitos me contaban entre todas lo que
habían hecho esos escasos días, dirigimos nuestros pasos hacia la
estación. Viebke y Kerstin me rodearon a ambos lados y entre juegos y
risitas se preguntaban qué llevaba en la mochila. Sin darme cuenta del
silencio que rodeaba el paseo, me encontré que las dos chicas
rodeaban mi cintura con los dos brazos. Les rodeé los hombros con
mis manos y un flash inesperado me reveló, Jutta se había adelantado
unos pasos para hacernos una fotografía. Inmediatamente, me vi entre
Ushi y Jutta para repetir la operación. Delante nuestro aparecía la
playa, y sin que nadie nos dirigiera y nadie se quejara, nos
encaminamos hacia ella.

La playa, Una caseta de máquinas, que se usaba para izar las barcas de
pesca cuando regresaban, era el único elemento arquitectónico
presente. El resto de mobiliario lo constituían cuatro barcas grandes de
pesca, que descansaban a pocos metros de las olas sobre traviesas de
tren untadas de sebo, una docena de barcas de madera más modestas
aparcadas de la misma manera, y dos filas de barquitas de todos los
diseños, tumbadas boca abajo, y que servían a fines deportivos y
lúdicos a sus propietarios. La arena era gruesa y la playa, llena de
pisadas, parecería a ojos de una hormiga un sinfín de pirámides
molestas. El amasijo de casas que nos rodeaba por el oeste parecían
tranquilas, unas con luz, otras dormitando.
Nos acercamos pacíficamente hasta cerca de la orilla, donde el mar
ofrecía un aspecto especialmente calmado, y su negrura se veía orlada
con una delgadísima línea de espuma que las minúsculas olas
producían con un sonido sordo. En los ojos de alguna de las chicas
detecté una cierta impresión.

Nos sentamos en corro, y los siguientes minutos los dedicamos a llenar


los vasos y servirnos la primera tanda de bebidas. La luz de la luna, nos
bastaba para apreciar cada detalle de los presentes. Quizá el reflejo de
la misma poca luz en la arena daba un brillo espeso al círculo.
Clavamos los vasos en la arena firmemente para que no volcaran. A mi
lado izquierdo, Ushi discutía con Jutta en alemán. La conversación no
parecía agradar a la segunda, que aparecía inopinadamente con una
cierta desgana. Kerstin y Viebke iniciaron al mismo tiempo conmigo un
interrogatorio. Aproveché para sacar el tabaco y todas se sirvieron,
mirándose mutuamente como si estuvieran orgullosas. En unos
minutos, se creó un silencio entre los cinco, Jutta suspiró y con una
mezcla de temor y fascinación, dijo que el mar de noche resultaba muy
intrigante, y que de ninguna manera se lo podía haber imaginado así
antes. Surgieron adjetivos como profundo, magnético y misterioso. Sin
pensármelo dos veces, propuse a las cuatro quién se venía conmigo al
agua. Viebke respondió que no se pensaba meter sola en el agua, y le
prometí que así sería, al mismo tiempo que me levantaba para no dar
lugar a dudas. Se levantó desafiante y me imitó mientras me quitaba
tranquilamente la ropa. Mi miembro se mostraba ligeramente
despierto. El hecho de que no llevara ropa interior y que mi pubis
apareciera totalmente afeitado pareció causar cierta sensación y
alguna sonrisa. Los pechos de la morena, enormes y con unos pezones
ligeramente alzados, bailotearon al librarse de la camiseta, y cuando
terminó de desnudarse, mostró un vello púbico sin rasurar pero
extremadamente escaso. Sus axilas presentaban el mismo aspecto, al
estilo alemán. Cuando las últimas prendas quedaron apiñadas de
cualquier manera encima de la mochila, le tendí una mano, invité a las
otras tres chicas a acompañarnos, y entre risas sordas acompañé a
Viebke a poner los pies en el agua. Ella emitió un grito de sorpresa al
comprobar la temperatura tibia del agua, y comunicó su
descubrimiento con entusiasmo a las otras tres chicas. La chica poseía
un culo redondeado, basado en dos muslos fuertes y potentes. Me
pregunté qué deporte practicaba. La imaginé lanzando una jabalina.
Dado que mi miembro empezaba a reaccionar nada sospechosamente,
decidí lanzarme de cabeza al agua. Siempre que me he lanzado al mar
oscuro de la noche me ha maravillado la sensación de llevar la luz
conmigo, ya que te rodea de inmediato un halo verde oscuro de baja
fosforescencia que permite ver iluminado un posible abismo bajo tus
pies. Cuando saqué la cabeza, vi a Viebke lanzar una última mirada a
sus compañeras y me imitó, zambulléndose en el agua y buceando
hacia mí. Emergió del agua justo delante y, sin disimulo, sin sacar la
mano del agua, acarició levemente mi miembro, mientras dibujaba una
sonrisa abierta y sus pechos se hinchaban producto de su respiración.
Se giró por completo y, echándose para atrás, me sujeto el pene entre
sus nalgas y reclamó divertida la presencia de sus amigas. El agua nos
cubría, y mientras Ushi se levantaba siete metros más allá, Viebke se
dedicó a masajearme el miembro con sus manos y su cuerpo.

Ushi se desnudó con parsimonia, como si se exhibiera para sus


compañeras. Las dos que permanecían sentadas en la arena
contemplaban la escena con la cabeza levantada como si se les
presentara una reliquia inédita con la que alimentar eternamente su
espíritu. Sin temor a despeinarse, la chica se libró de la camiseta de
tirantes y de la falda larga de algodón fino que llevaba para
mostrarnos que no llevaba más ropa interior que unas minúsculas
bragas blancas. Se contorneó un momento entre sus compañeras y se
colocó las manos en la nuca provocadoramente. La rubia, aceptando el
juego, fue quien incorporándose hasta quedarse de rodillas se encargó
de bajar lentamente las bragas a la morena. Ésta se inclinó brevemente
para besar por medio segundo los labios de Kerstin y mientras se
incorporaba y se acercaba al agua, se arregló inexplicablemente el
flequillo. Su sexo, admirablemente cuidado, aparecía depilado por
completo, dejando a la vista unos labios prietos y densos.

Se hundió rápidamente en el agua y vino a nuestro encuentro. Cuando


llegó a nuestra altura, nos besó a los dos también brevemente, Viebke
soltó la mano de mi miembro para coger la de Ushi y acompañarla
nuevamente hacia el objeto de sus caricias. Quedamos encarados
completamente, y mis manos terminaron por examinar a la vez los
pechos de las dos chicas mientras se cruzaban sonrisas incrédulas. Mis
manos bajaron sin precipitación bajo el agua con la intención de
establecer contacto con sus sexos. Ellas respondieron cogiéndose por
la cintura, abriendo ligeramente los muslos, y acariciándome aquello
de mí que estaba a su alcance.

Yo me mantenía acarado a la playa mientras mis dedos alcanzaban el


clítoris de las dos chicas, que empezaron a emitir gemidos sordos.
Entre sus dos cabezas, pude ver claramente como Kerstin, la rubia, y
Jutta, permanecían sentadas, apoyadas en sus tobillos, una frente a la
otra, la mirada fija en nosotros. Jutta se vio rodeada lentamente por el
brazo de la rubia, y la atrajo hacia ella. Le tomó delicadamente la
barbilla con dos dedos y dirigió el rostro de Jutta hacia sus labios, que
fueron absorbidos largamente. Mis dos acompañantes en el agua me
llevaron repentinamente hasta el borde del agua cogido de la mano.
Una vez allí, Ushi se tumbó boca arriba y ofreció su sexo a la lengua de
su amiga, que se situó a cuatro patas y empezó a succionarlo con
énfasis. Los pies de Viebke, por efecto de la inclinación de la playa, aún
quedaban dentro del agua. Me puse por detrás y después de sorber
los jugos de su sexo, la penetré asiéndola por la cintura. En ese
momento, lo único que era capaz de ver de las otras dos chicas eran
piernas entrelazadas, ya que se encontraban tumbadas.

Viebke contrajo sus músculos vaginales unos segundos antes de


explotar en un orgasmo que la hizo tiritar. Mientras yo permanecía
inmóvil, se desplomó encima de Ushi a la que besó largamente. Sin
desenredar el beso, abrazó a su compañera y se giró de manera que
quedó Ushi encima de ella. Viebke con sus manos abrió las nalgas a la
chica. Deslicé mi lengua alternativamente por el ano y la vagina de
Ushi hasta hacerla murmurar. Dubitativo, apunté mi miembro a la
estrecha y depilada abertura anal de la morena. pausadamente
introduje el pene en la cueva.
Mientras tanto, a tres metros de nosotros, Kerstin se había tumbado
boca arriba y nos ofrecía una panorámica frontal de su sexo abierto,
con los labios depilados, y que ella misma se encargaba de masturbar.
Su cara permanecía oculta, hundida en el sexo poblado de Jutta, que
gemía incontroladamente con las manos en la cintura, meciendo sus
menudos senos, mientras recibía una sesión de lengua por parte de su
compañera.
Poco a poco, Kerstin iba aumentando el ritmo de sus caricias y ante la
mirada de todos, su orgasmo fue acompañado de una expulsión
generosa de flujo, las gotas más audaces del cual aterrizaron en la
cálida arena a pocos palmos de nosotros. Estrepitosamente, Jutta se
volcó encima del sexo de su compañera y recibió los últimos chorros
en su cara. Mis embestidas en el culo de Ushi iban en aumento, y
preferí frenarlos poco a poco porque no sabía aún qué me esperaba.

Kerstin y Jutta se levantaron, se aproximaron hasta nosotros, me


desengancharon literalmente de su compañera, aplicaron dos
fricciones con agua a mi miembro, se arrodillaron delante de mí y
empezaron a pasear sus lenguas desde la punta del pene hasta la base
de los testículos. Las otras dos permanecieron acostadas a nuestro
lado, con la mano de Viebke entre las piernas cerradas de Ushi. Las
escasas olas mecían mis tobillos y ocultaban ocasionalmente las
rodillas de las dos chicas.

Jutta finalmente se incorporó y abrazando mi cuello, elevó sus piernas


por encima de mi cintura. La sostuve por las nalgas, sorprendido de la
facilidad con la que podía sujetar a la chica. La rubia aprovechó la
ocasión para ayudar a mi miembro a introducirse en la húmeda y
poblada vagina de la chica y se escurrió debajo de nosotros para
acariciar con los dedos y ocasionalmente con su lengua mis testículos y
el culo de Jutta. Las otras dos, que habían permanecido tumbadas en
el suelo, se incorporaron de improviso. Viebke se situó de rodillas
detrás de Jutta y untando sus dedos en saliva, empezó a hurgar el culo
de ella, que se mantenía abrazada a mí concentrada en los suaves
vaivenes que íbamos ejecutando. Cuando fue evidente que la morena
no se iba a auto limitar y introdujo un dedo en el ano de Jutta, sentí
cómo se clavaban en mi espalda los pezones erectos de Ushi y sus más
que perfectos dientes se clavaban suavemente en el lóbulo de mi
oreja. Inmediatamente tuve claro el que sería el objetivo de la morena
del flequillo, sentí un dedo intentando masajear los músculos de mi
ano. Mientras iba introduciendo el dedo con toda la delicadeza, me
rodeó con la otra mano y sujeto mi miembro con dos de sus dedos,
como quien sujeta un habano. Jutta empezó a sentir simultáneamente
mi pene moviéndose dentro de su vagina, los dos dedos de Ushi
tamborileando a cada vaivén en sus labios, y el dedo -o dedos, no lo
sé- que Viebke mantenía en su culo, y la situación termino en un grito
que la sacudió por completo durante un sólo segundo. La escena se
desmontó por completo en un abrazo colectivo en el que sentí que
entre ellas se cruzaban muchos silencios.

Cuando nos separamos ligeramente, hubo un par o tres de frases


cortas en alemán entre ellas, después de las cuales Kerstin y Viebke se
pusieron en cuclillas delante de mí y me observaron como si estuvieran
esperando algo. Jutta y Ushi se metieron en el agua y buscaron ya
sumergidas un ángulo de visión apropiado. Comprendí lo que
solicitaban. Así mi miembro y empecé a sacudirlo con movimientos
obviamente consolidados. Las dos chicas, aparentemente fascinadas
por lo que veían, unieron levemente sus mejillas cuando notaron
próximo mi orgasmo, estalló sin freno alguno. Los rostros de las dos
chicas, sus cuellos, y el cabello de la rubia quedaron adornados
grotescamente por las oleadas que solté, y que fui poco a poco
espaciando haciendo mis movimientos más lentos.

Empapadas, sonrientes, y con algún ojo medio cerrado, se


incorporaron y nos unimos a la ducha nocturna de sus dos
compañeras.
Cuando salimos del agua, notamos que la temperatura de la
madrugada estaba bajando por momentos, o sea que el siguiente
juego consistió en recuperar cada uno a velocidad supersónica la ropa
del montón que habíamos formado.

Una vez vestidos, volvimos inocentemente a formar el mismo corro, se


volvieron a rellenar los vasos. Ya muy pocas ventanas conservaban la
luz, pero la conversación fluyó durante una hora más. Nos despedimos,
besamos y cruzamos direcciones postales con los pies aún hundidos
en la arena. No pude evitar, antes de dirigir los pasos a mi casa,
girarme en redondo y contemplar las cuatro alemanas, que andaban
cogidas de la mano unas y con las cinturas entrelazadas las otras,
camino de su hotel.
No volvieron nunca más, ni las cuatro ni ninguna de ellas por
separado. No había motivo. Lo que sucedió permanece registrado en
la memorias de cinco personas. Por supuesto, mantuvimos contacto
por carta, siempre de manera individualizada, ya que por lo que supe,
ese mismo septiembre se separaron para cursar estudios superiores en
distintos lugares.

Quizá me equivoqué. A lo mejor no había compartido esa noche con


un grupo de amigas, sino sólo con un grupo de compañeras de
estudios con algún secreto deseo en común, formulado en voz alta o
no. Nunca lo pregunté en ninguna de las cartas.
Mi chica
Entré en el jardín y descarté la puerta principal porque llevaba las
manos llenas de bolsas y las llaves en el fondo de alguno de los
bolsillos. Resolví seguir la alfombra verde, rodear la casa de una sola
planta y entrar por el porche posterior. La parte posterior de la casa
dispone de sol suficiente para dar luz al lavabo, a mi habitación y a la
sala de estar-comedor. Después de repartir el contenido de las bolsas
entre armarios y frigorífico, decidí dedicar mis esfuerzos a cuidar las
hierbas del jardín.

La parte posterior de la casa da al jardín de los vecinos, una casa de


dos plantas. Las personas que lo habitan es de pocas palabras, y las
escasas apariciones que protagonizan en su jardín se reducen a las
barbacoas. Desde mi casa se observa la cocina y el comedor, adornado
veinticuatro horas al día por una indefinible escultura de cristal rojo
iluminada desde dentro.

Mientras preparaba el pulverizador para aplicar el herbicida selectivo,


observé que la vecina andaba trajinando por su habitación. Yo no lo
veía a causa de la diferencia de altura, pero adivinaba por los
diferentes movimientos una sesión matinal de espejo y armario
abierto.

Cuando accioné el pulverizador, el sonido atrajo su atención, ya que se


aproximó a la ventana sujetando una prenda delante de sus discretos
pechos. Me dedicó una de esas miradas orgullosas tan propias de ella
mientras con la otra mano intentaba en vano ordenar su melena caoba
de tirabuzones. Seguimos dedicándonos cada uno a lo suyo y noté
cómo ponía música en su habitación. El volumen subió cuando sustituí
el pulverizador por la máquina de segar rincones. Las miradas y
apariciones en la ventana no se interrumpieron. Cuando terminé mi
trabajo en el jardín, efectué la limpieza de la maquinaria. observé de
reojo cómo se acercaba a la ventana. Vestía sólo unos tirantes finos,
pero no pude ver más abajo de la altura de sus hombros.

Mi bañera dispone de una vidriera ahumada, que permite ver el


exterior y es absolutamente opaco desde fuera. Mientras el jabón, el
champú y el suavizante hacían su trabajo, observé que la vecina había
dejado de asomarse a la ventana.

Nunca me había llamado la atención esa chica más allá de sus modales
y actitudes. Llegué a la conclusión que cuando estuviera con sus
amigos incluso sonreiría y se divertiría, hecho que no sucedía en su
casa y que seguramente yo nunca vería. Cuando la veía haciendo
cualquier cosa en casa, incluso cocinando, me pareció siempre ausente,
como si llevara el piloto automático puesto para evitar tener que
pensar.

Me dirigí a mi habitación para vestirme. A causa de la costumbre


vecinal de ignorarnos mutuamente, no me molesté en bajar el estor y
sorprendí a la vecina asomada al balcón observándome sin rubor.
Aguanté la mirada lo que pude para intentar detectar cualquier
expresión en su rostro. En vano.

Antes de comer, el teléfono sonó en casa. Era mi chica. Después de


contarme su propia andadura, me preguntó por mi día. Como era mi
costumbre, se lo conté todo, incluyendo la anécdota con la vecina. Ella
la recordaba de sus estancias en casa, y le pareció divertido. Su
carácter encantadoramente confabulador se desató y cinco minutos
después colgué el auricular con una sonrisa en los labios y deseando
que los días pasaran lo más rápidamente posible. Mi chica venía a
pasar el fin de semana conmigo.

Esa misma noche, antes de bajar el estor, desnudo y a punto de


echarme en la cama, vi cómo se iluminaba su habitación. Entera
casualidad. La conversación mantenida con mi chica me motivó a
mantenerme ahí. Por su parte, la vecina se atareó en ponerse su
pijama. Vi finalmente unos pechos redondos, de pezones rosados con
la mirada fija hacia adelante, perfectamente alineados, a los que no
había tocado el sol en la playa, y que ponían de manifiesto la belleza
de las formas discretas. Finalmente, tras recrearse en el ritual de
manera poco disimulada, los dos cerramos definitivamente nuestros
observatorios.
En los días siguientes, repetimos las escenas, y siguiendo los consejos
de mi chica no vacilé en ofrecerle el mejor ángulo de visión mientras
me cambiaba de ropa. La única variante que la chica aportó fue el
jueves al mediodía. Yo me encontraba después de comer en mi porche
tomando un café y aprovechando los suaves rayos de sol de ese
momento del día. Ella se encontraba en su cocina, que disponía de una
puerta acristalada de acceso al jardín y que me permitía verla de pies a
cabeza. Iba vestida con un pantalón sin forma y una sudadera. Dedicó
cierto tiempo a ordenar las cosas de los cajones inferiores. Mi café
estaba prácticamente terminado cuando decidió subir a su habitación.
Me pareció que barajaba el armario y, de manera sorpresiva, se subió a
la cama para despojarse del pantalón y de la sudadera, de manera que
podía apreciar todo lo que había por encima de sus rodillas. Llevaba
sólo encima un sujetador blanco y unas braguitas. Se quito el
sujetador, se sujetó el cabello con una goma y procedió a aplicarse
algún tipo de crema hidratante por sus brazos y su torso. El mismo
movimiento de fricción provocó algún que otro desequilibrio sobre la
cama, que corrigió con rapidez y temple. El último sorbo de mi café
coincidió con mi vecina colocándose de espaldas a la ventana y
aplicándose un masaje en los glúteos introduciendo sus manos por
dentro de las braguitas. Esa noche hablé otra vez por teléfono con mi
chica, que se mostró interesada por todas las novedades.

El viernes a primera hora de la tarde decidí cortar el césped, antes de


que llegara mi chica. La casa de los vecinos parecía desierta y las
persianas echadas. No tardé en darme cuenta, tras dos pasadas con la
máquina, que junto al muro que separaba los dos jardines, por mi lado,
había algo imprevisto. No me costó distinguirlo. Las bragas habían
volado desde no se sabía dónde hasta aterrizar en mi jardín. Las recogí
y las guardé, antes de seguir con la tarea.

Había anochecido cuando llegó mi chica y mientras me encontraba en


la cocina, la puse al día de los últimos acontecimientos. Ella me
escuchaba sonriendo mientras el mechón de su flequillo rubio le
acariciaba la frente y sus dedos jugaban con el borde del vaso largo de
Martini. Sus ojos se tornaban divertidos y el color avellana limpia
parecía que brillaba mientras sus labios mostraban una sonrisa
inquietante y divertida a la vez. En mi chica esa sonrisa y ese brillo en la
mirada solía significar que su mente trabajaba en algo que
seguramente habría que aplazar un tiempo pero que en cualquier caso
valdría la pena. Me esmeré en que la cena saliera bien.

Respetando las costumbres, cenamos en el porche.

Cuando, dos horas después, nos despertamos en el sofá a causa del


volumen de los anuncios de la televisión, observamos que había luz en
la habitación de la vecina. El sofá da la espalda a la cristalera que da al
jardín y por lo tanto a la casa de los vecinos. Mi chica me hizo sentar y
anunció el principio de su plan de acción. Se sentó de lado, como
mirándome, postura que le permitía echar un ojo a la ventana de la
vecina. Al cabo de tres minutos, se puso tensa, hecho que me indicó
que había advertido movimiento en la habitación de la vecina. Se puso
frente a mí – frente a la chica también, claro-, en pie, apartando la
mesilla de delante del sofá, y reveló en voz baja que la vecinita se
encontraba en la ventana y que acababa de cerrar la luz de su
habitación para quedarse sólo con una luz de mesa, que permitía
revelar perfectamente su perfil. Aceptaba ser la espectadora de lo que
iba a suceder delante de mí. Mi chica empezó a desnudarse poco a
poco. Despojándose del sujetador, dejó ver sus pechos, discretos, del
tamaño suficiente para revelar una gravedad deliciosa. Pasó sus manos
por ellos, masajeándolos repetidamente y noté que su mirada pasaba
de mis ojos a un punto elevado detrás de mí. La sonrisa empezaba a
dibujarse en forma de juego perverso. Mientras se volvía para bajarse
los vaqueros, me ordenó que no me girara por nada. Se arqueó y
pareció desperezarse en un gesto que la mostraba en todo su
esplendor. Su cintura estrecha, su pelo rubio y liso descansando
encima de su espalda, sus piernas firmes, fuertes, atractivas. Paseó sus
manos por sus suaves nalgas, ese culo que siempre me ha hechizado,
dos óvalos perfectos y tersos que se juntan en dos formas
encantadoras. Por su parte superior, las nalgas parecen diseñadas
perfectamente para alojar esos tangas con el triángulo curvo, y
después, más abajo, se separan muy pronto, enmarcando las dos sin
esfuerzo los centros de placer más exquisitos.
Perezosamente, mi chica se volvió, para mostrar su excelente aspecto
frontal pero también para cerciorarse que la vecina continuaba allí. Su
mirada me lo confirmó. Me pidió que me arrodillara delante de ella y
que le sacara el tanga con los dientes. Sin girarme, añadió. Así lo hice.
Lentamente, mientras ella cruzaba los dedos de sus manos detrás de la
cabeza. Apareció finalmente su coño, enteramente depilado excepto
una mancha vertical de vello frontal, no más ancha que cualquiera de
mis dedos. Su sexo ya estaba húmedo y el piercing que lleva situado
en la funda del clítoris se hizo evidente. Terminé de desnudarla,
aprovechando para pasear la lengua por sus muslos, y jugar
brevemente con su botón rosado, primero con los dedos, y después
con los labios y mi lengua.

Me levanté, quedándome delante de ella mientras me iba desnudando


con agilidad. Esta vez fue ella quien se arrodilló para endurecer mi
miembro con su boca. En un gesto que raramente puedo evitar, me
dediqué a acariciar su cabello mientras la felación conseguía poco a
poco el efecto deseado. Cuando la firmeza ya estaba asegurada, un
ligero empujón me volvió a sentar en el sofá mientras ella se
incorporaba. Separó sus muslos y se masturbó para mí –otra de mis
debilidades-. Cuando el mordisco que se estaba dando a su labio
inferior se interrumpió, fue para susurrarme que alguien tenía una
mano oculta por debajo de la ventana. Ella sonrió.

Sin dejar de sonreír, se arrodilló en el sofá separando las piernas a lado


y lado de las mías. Asió mi miembro con una de sus manos mientras
con la otra presionaba mi nuca. Lentamente, penetré en ella al ritmo
que quiso.

La cadencia de sus golpes fue aumentando paulatinamente mientras


yo empecé a jugar con sus pezones. El bronceado conquistado
recientemente en una semana de isla que habíamos disfrutado hacía
un mes aún era evidente. Mi chica gemía con cada pellizco o caricia.

Repentinamente, una serie de espasmos vaginales fueron el preludio


de su orgasmo, que repartió generosamente por toda mi zona genital
sus jugos más tentadores. Su capacidad para eyacular ha sido siempre
fantástica y esa vez no fue menos abundante.

Aun temblando, se levantó y dirigió mi boca a su sexo, que sorbí con


pasión y sin disimulo. Sin perder de vista la orientación a la vecina, mi
chica terminó por arrodillarse delante de la mesita del sofá, y se reclinó
en ella. Separó sus rodillas y se introdujo dos dedos en el coño, con
una agilidad que nunca dejará de sorprenderme. Lentamente, esos
dedos pasaron a masajear sus labios internos y, ya lubricados, llegaron
finalmente a su objetivo, pues ascendieron hasta introducirse en su
culo. Dejó que dos minutos maravillosos pasaran en esa situación
hasta que, sin decir nada, sacó los dedos del templo y los deslizó uno a
cada lado, como invitándome a pasar. Ahora te toca a ti, murmuró.

Puse un pie en los escasos centímetros que su cuerpo había dejado


libre en la mesilla para mejorar la visión desde detrás y penetré
despacio en la fantástica cueva, manteniendo una mano en su costado.
Sus gemidos empezaron a acompañar a los míos a cada embestida de
mi miembro.

Cuando detectó mi cercanía al orgasmo –qué maravilla conocerse


tanto-, un gesto desmontó la escena, y me encontré acto seguido
sentado en el sofá con su cabeza entre mis piernas. La explosión fue
fulminante e intensa, y sus labios entreabiertos recogieron buena parte
de las consecuencias de mi orgasmo, que le dibujó aguas desde casi la
oreja, la totalidad de su mejilla, y parte de su cuello.

Se incorporó ligeramente y desvió la vista una vez más hacia la


ventana, mientras paseaba su lengua entre sus labios y sus ojos
adquirían tintes felinos. Nos levantamos, yo siempre de espaldas a la
ventana, y rodeando mis hombros con sus brazos, procedimos a sellar
nuestra unión con un largo beso lento. Un cambio de luz se produjo
durante ese beso. Alguien había bajado la persiana de su habitación.

A la mañana siguiente, mi cuerpo dijo basta al sueño antes que el de


ella, así que me dispuse a tomar una ducha. Desde debajo del chorro
de agua aprecié como a ventana batiente se estaba ventilando la
habitación de la vecina. Me puse un pantalón corto y salí al porche
después de preparar dos cafés. Me senté en el suelo apoyando mi
espalda en uno de los pilares y dejando que mi rostro se bañara de sol,
mis oídos de silencio y mis pies de hierba húmeda. La vecina parecía
moverse inocentemente por su habitación cambiando la ropa de la
cama. En eso estaba cuando mi chica me dio los buenos días desde la
cristalera. Le informé que su café también estaba junto a mí y salió, me
dio un beso fresco y la observé cómo se sentaba a mi lado, apoyaba su
mejilla en mi antebrazo, y sorbía una primera gota de café, sólo vestida
con unas braguitas que, sorpresivamente, me parecieron muy
sugestivas.
Habían pasado más de diez días desde que mi chica y yo hicimos el
amor a la vista de la vecina, en el sofá. Entre el horario de trabajo y el
hecho de que mi pareja y yo habíamos decidido pasar el siguiente fin
de semana en su casa, no había vuelto a ver a la vecina. Esa tarde,
cuando llegué a casa y abrí el acceso a la parte posterior del jardín,
sorprendí a la vecina en su jardín.

Mi vecina tras mirarme sin entretenerse pero sin disimulo, entró en la


casa. Yo había cogido la manguera y fumaba tranquilamente mientras
rociaba el césped. Dos minutos más tarde, subió al piso superior de la
casa y se asomó a la ventana de su habitación. Mientras tanto, recordé
que tenía que tender la lavadora que había puesto al mediodía. El
lugar usual es el mismo cuarto trastero donde está la máquina, pero
recordé las instrucciones de mi chica al respecto de cierto detalle textil.
Haciéndole caso, tendí la ropa en el interior del trastero menos las
bragas que dos semanas atrás mi vecina había dejado caer en mi
jardín. Las mismas con las que mi chica salió a desayunar al porche del
jardín la mañana siguiente del espectáculo casero con que
obsequiamos a la vecina. Mi chica me había dicho que las tienda en el
mismo porche, cosa que hice de manera disimulada. decidí dejarlas
descuidadamente en una de las sillas del porche, de manera que sólo
fueran visibles desde el piso superior de los vecinos. En esos
momentos, la chica se encontraba en camiseta de tirantes aplicándose
una crema hidratante, con actitud de querer a su cuerpo, y mientras yo
centraba mi atención en el jazmín y los bulbos recién plantados,
observé cómo su mirada se dirigía inequívocamente hacia las bragas
expuestas, sin que por ello dejara de frotarse los brazos y los hombros.
Su mirada me pareció perdida por un momento, y seguidamente
desapareció de la ventana. Cumplido el encargo, entré la prenda
dentro de casa para hacerla descansar sobre un radiador y cuando
oscureció llamé a mi chica y le conté lo que había sucedido. Me
prometió que no se perdería el próximo fin de semana.

Una vez con mi chica en casa, y aprovechando el buen tiempo,


decidimos aprovechar la mesa del porche y comer fuera. Con las
semanas, su piel se iba bronceando ligeramente, dando a su pelo rubio
un contraste delicioso. Sus ojos, del color de una almendra tostada y
caramelizada, brillaban mientras comíamos y nuestras miradas se
dirigían alternativamente al jardín de delante. Los vecinos también
estaban comiendo. La chica, con su melena larga ensortijada, el cuerpo
enjuto y ligeramente envarado, parecía silenciosa. Le pregunté a mi
chica qué pensaba de lo que había sucedido días atrás. Se limitó a
sonreír y a afirmar que le había gustado. Decidimos aprovechar el sol
de primavera y acercarnos a pasear por la playa esa tarde.

Escogimos una playa ancha, larguísima, que compartían muchas


poblaciones de la costa. nos decidimos a andar. Veinte minutos más
tarde, sentados, nos rodeaba una cierta sensación de amplitud,
enmarcada por las cercanas olas a un lado. Mi chica me rodeó las
piernas con los brazos y descansó la mejilla encima de mi sexo, aun
oculto por los pantalones. Sus ojos sonrieron ligeramente mientras
musitaba que parecía mentira pero que tenía ya ganas de merendar. Le
respondí que el menú no sería muy variado, comentario que devolvió
con un gesto de conformidad cómplice, mientras apartaba los
pantalones y se introducía mi miembro en la boca con un movimiento
queridamente lento. El calor húmedo proporcionado por mi chica hizo
reaccionar a mi miembro mientras mi mano recorría su espalda hasta
el inicio de las nalgas. Ella se apretó contra mí de manera que mi mano
podía recorrer su culo por entero y llegar a mojar mis dedos en su
coño. El viento se fue desatando y el sordo ruido del mar emergió
como acompañante a las oleadas de placer a que nos sometíamos.

Decidí pedirle que se acostara de lado y le bajé los pantalones hasta la


rodilla. La imité y me encajé de manera que ella pudiera seguir
devorándome el miembro mientras yo apartaba con dos dedos su
tanga negro y empezaba a lamer los labios de su vagina, ya
humedecidos. Abracé su cadera y sostuve un momento una de sus
nalgas. Uno de mis dedos de deslizó a la entrada de su ano y hurgó
delicadamente en la zona. Hice coincidir el momento en que mi lengua
se concentraba en su clítoris para introducir una falange entera de mi
dedo en su culo. Su cuerpo se tensionó y enarcó, para relajarse
posteriormente, a medida que mi lengua y mi dedo se concentraban
más profundamente en sus respectivas actividades.

Diez minutos después, Terminamos el paseo no sin antes besarnos


larga y lentamente.

Subiendo al coche le recordé a mi chica que esa semana había estado


lloviendo más o menos generosamente, y le propuse acercarnos al
bosque. Con un poco de suerte, esa noche cenaríamos una buena
tortilla de espárragos silvestres. Accedió con entusiasmo. Después de
diez segundos de silencio, pude notar su mirada en mi perfil de
conductor, y me preguntó si nos concentraríamos en los espárragos.
No le prometí nada. Adoro a mi chica.

Los caminos que cruzan el bosque cerca de mi casa no suelen ser


anchos, sólo lo justo para acceder a un margen y otro sin variar la
dirección de tus pasos. Pinos, alcornoques y robles en proporciones
variables.

Mi chica se había recogido el pelo rubio en una coleta alta, y las


últimas mechas de color brasa encendida que se había hecho lucían
especialmente cuando el sol llegaba ocasionalmente a iluminarla. La
espalda y los hombros rectos, perfectamente definidos, iban
protegidos por un top negro. La cintura aparecía desnuda. Llevaba
unas deportivas azules en los pies. Siempre me atrajo la alineación
paralela de sus pies, al andar o al pararse.

Mi chica me sacó de mis pensamientos cuando giró levemente la


cabeza para mostrarme su perfil, sonrió, y me comunicó que esa noche
ponía yo los huevos para la tortilla. Su gesto divertido y irónico me
hizo ver que el volumen del racimo de espárragos en su mano
izquierda doblaba sobradamente el que tenía yo en la mía. Mi
respuesta, en el mismo tono, fue que andando ella por delante de mí,
mis dotes de concentración vegetal disminuían dramáticamente. Se
detuvo en seco, las manos caídas a lado y lado de sus caderas, y me
preguntó con fingida inocencia por qué razón me sucedía eso. Me
paré justo detrás suyo, y cogí su mano derecha para dirigirla hacia el
bulto que sobresalía en mi pantalón. El silencio pareció adueñarse del
bosque en ese momento. Mis pantalones habían caído a mis tobillos
cuando mi chica se inclinó hacia adelante, doblando ligeramente las
rodillas y apoyando sus manos en la parte anterior de sus muslos,
hecho que me ofreció una panorámica más que tentadora de su culo.
Con un dedo, retiré el tanga negro a un lado y paseé el prepucio de mi
miembro a lo largo de los labios exteriores de su vagina, que se abrió
dócilmente para bañar la punta de mi verga con sus primeros jugos. La
flor se fue abriendo atendiendo al frote y noté el piercing de su clítoris.
Retiré una de mis dos manos de sus caderas y masajeé el clítoris
mientras su vagina parecía querer abrazar la punta de mi miembro,
que suavemente aceptó el abrazo. Una descarga eléctrica nos sacudió.
Mientras iba penetrándola lentamente, centímetro a centímetro, mi
mano ascendió lentamente hasta encontrar el pezón de uno de sus
pechos. Esa fricción provocó en mi chica un suspiro, y instintivamente
acabé de penetrarla hasta el fondo de un sólo golpe. De su garganta
brotó algo parecido a un maullido lejano. Con una de mis manos en su
pecho, con la otra así la tira horizontal del tanga de mi chica dejando la
tira vertical entre los dedos corazón y anular, y inicié una serie de
embestidas que provocaron el inicio por parte de mi chica de
movimientos complementarios, que provocaban que sus nalgas se
estrellaran con un sonido seco y lleno contra mi pelvis.

Después de tres minutos de embestidas, ralenticé el ritmo y acerqué


mi boca a su oído. 'Al árbol', le susurré, mientras mi lengua recorría los
delicados pliegues de su oreja. Con ese tono entre anhelante y sumiso
que sólo he oído en ella y que constituye otra de las maravillas
irreemplazables de mi chica, musitó un sí, nos separamos por un
instante, y se giró para besarme. Buscó con la mirada a lado y lado y
escogió un alcornoque la base del cual rozaba el camino. Con el tanga
aún puesto y con los vaqueros en las rodillas, se acercó al árbol y
levantando sus brazos, apoyó sus manos en él. Tardé dos segundos en
despertarme de esa imagen maravillosa y volví a penetrarla. Empuje
con cuidado a mi chica contra el tronco. Tardó sólo cinco segundos en
interpretar mi intención y en pocos instantes quedó abrazada al árbol
con las piernas abiertas, mientras que yo tenía que doblar ligeramente
las rodillas y arquear mi espalda hacia atrás para penetrarla más
cómodamente. Su rostro, encajado en la corteza del árbol por la
mejilla, dibujaba expresiones de placer y emitía bufidos sordos.
Ocasionalmente mi chica no podía evitar intentar girar el cuello al
máximo para dar un vistazo a la escena que estábamos
protagonizando. A la tercera vez que lo intentó volví a disminuir el
ritmo de embestidas y le pedí que se girara. Lo hizo y descansó
lánguidamente la espalda en el tronco del árbol con la respiración
entrecortada y su entrepierna brillante de jugos.

La atraje hacia mí y la besé con deseo, entrelazando mis manos con las
suyas. Con dos movimientos coordinados entre los dos, nos quitamos
el calzado y le quité los vaqueros. Cuando volví a apoyar su espalda en
el tronco, lo hice en el ángulo necesario para alzar sus brazos y hacerle
notar que treinta centímetros por encima de su cabeza, una gruesa
rama sobresalía del tronco. Volviéndome a inclinar hacia atrás, la
penetré. Esta vez el ángulo era óptimo para su visión de los hechos, y
su coño respondió generosamente a base de flujo, un manantial
maravilloso que hacía que mi excitación también aumentara. El ritmo
fue aumentando hasta que me decidí a deslizar mis manos por debajo
de sus muslos. Ella interpretó mi intención y levantó sus muslos para
permitir que mis manos le sostuvieran las nalgas. Perdió contacto con
el suelo y abrazó mi cintura con sus pies. Su orgasmo, precedido
siempre de contracciones vaginales muy fuertes, tardó un único
minuto en producirse, mientras nos mirábamos fijamente. Su vista se
nubló hasta cerrarle los ojos, sus labios se contrajeron en forma de
tímida intención de besar y un torrente de flujo salió proyectado de su
vagina.

Para hacer más cómodo su retorno, la sujete suavemente con mi


pecho contra el tronco del árbol, hecho que permitió que se abrazara a
mí. La separé del árbol y su abrazo se fue deslizando hasta que quedó
de rodillas con mi miembro en su boca, mientras me masajeaba
suavemente las nalgas con una mano. Con la otra, abrazó mis
testículos con la palma mientras que el miembro era dirigido hacia el
interior de su boca. Esa presión provocó mi orgasmo en oleadas. Me
vacié también cerrando los ojos y acariciando su cabello. Las descargas
eléctricas que sentía aún en mi miembro un minuto largo después del
orgasmo motivó que fuera yo quien diera un paso atrás para
separarnos momentáneamente, ayudarla a levantarse y abrazarnos. A
dos dedos de mi rostro, enlazados, aún se relamía cuando un beso
urgente selló el silencio del bosque.

Una vez recompuestos y vestidos, nos lanzamos a la busca de


espárragos.

Con las manos razonablemente llenas, ya de vuelta en el coche,


mientras el sol acariciaba indolente el horizonte, tan cansado como
nosotros, mi chica me recordó la escena del mediodía en casa de los
vecinos. Con expresión pícara, aventuró que la chica llevaba algo en
mente. Que de alguna manera tenía que responder a nuestros juegos
sexuales en su presencia. Que alguna sorpresa nos prepararía, y
aseguró que verla a ella ese mediodía le había metido la prisa en el
cuerpo. La conducción por caminos de tierra entre campos permitía
una relajación. Con una mano acaricié la nuca de mi chica y le respondí
que, si ella pensaba eso, yo no podía contradecirla con argumentos
más sólidos. La miré afectuosamente un instante antes de volver mi
vista enfrente. Con mi chica al lado, el horizonte parecía estar siempre
más lejos. Nítido, pero lejos. Me encantan las distancias por recorrer.
Mi chica y yo llegamos a casa justo cuando el sol estaba decidiendo
ponerse. Mis piernas tenían ese hormigueo suave de cansancio
después de dedicarnos en el bosque a nuestros juegos sexuales y
posteriormente a procurarnos un acompañamiento suculento para la
cena. La provisión de espárragos era más que suficiente, y en seguida
me dediqué a preparar las cosas en la cocina. Mi chica se sirvió una
cerveza de la nevera y anunció que iba a ducharse.

En lugar de eso, observé cómo apoyaba su hombro en el ventanal que


daba a la casa de los vecinos y se mantenía con la vista fija, dando
sorbos de la lata verde. Como adivinando mis pensamientos, mi chica
giró su rostro, me sonrió, me dio un sonoro beso en la mejilla. Los
vecinos tardaron medio minuto más en recoger sus abalorios de fiesta
y cerraron la puerta tres segundos antes de empezar a oír el motor de
un coche arrancar y alejarse. Mi chica susurró que quizá la vecina se
había procurado la noche libre, para seguidamente dejar el ventanal
abierto y dirigirse a la ducha. Las duchas de mi chica suelen ser lentas,
pausadas. Cuando decide darse una ducha completa, con espuma
incluida, el tiempo queda suspendido.

En diez minutos tenía la ensalada y la tortilla de espárragos


preparados, y aún oía el correr del agua en la ducha. Dejé la mesa
preparada en el porche del jardín y preparé dos vermuts. vi
fugazmente a mi vecina, vestida con una camisa a cuadros y unos
pantalones anchos, bebiendo agua en la cocina a grandes sorbos.
Nuestras miradas se cruzaron un momento. Le hice un gesto vago con
uno de los vasos que llevaba en la mano y me dirigí al cuarto de
lavabo. Se trata de un grueso cristal que permite la visión del exterior
sin que el interior sea visible desde fuera. Eso en circunstancias
normales, ya que cuando ha oscurecido, el efecto es el contrario. Para
eso el cristal estaba dotado de una persiana exterior. Mi chica se
encontraba ya recostada en la bañera, los ojos cerrados, con una capa
de espuma apreciable, y aspirando el vapor que emanaba de la propia
agua caliente. Su ropa aparecía amontonada en un rincón. La persiana
estaba subida. Con el sol ausente ya del cielo, era evidente que en esos
momentos éramos visibles desde el exterior. Dejé los martinis en la
repisa de obra que tan sabiamente instalaron al lado de la bañera y me
desnudé sin ceremonias. Mi chica había abierto los ojos y me sonreía
directamente. Me instó a meterme dentro.

Cuando lo hice, dispuesto a sentarme delante de ella, asió por sorpresa


mis muslos con sus manos y susurró que de la limpieza se encargaba
ella. Me quedé quieto viendo cómo, sentada, empezaba a pasear la
esponja por mi torso y adiviné un par de miradas ciegas hacia el cristal.
Le dije que se estaba portando muy mal, porque sabía perfectamente
que la vecina podía estar de nuevo contemplando la escena. Me
respondió con una sonrisa y con un chorro de agua directo a mi
miembro, que reaccionó a medias cuando mi chica acercó sus labios y
los posó suavemente en el prepucio, emitiendo un sonido arrastrado y
gutural. Los labios se abrieron para abrazar en su totalidad la punta de
mi polla y su lengua empezó a juguetear por debajo del capuchón
mientras esparcía suavemente espuma, y acabó deslizando una mano
entre mis piernas para masajear con dos dedos sublimes la zona
comprendida entre mis testículos y el ano.

Sonriendo, sostuvo la maquinilla de afeitar que descansaba en la repisa


mientras me sonreía. Mi peluquería inferior llevaba diez días
descuidada y necesitaba atención, me indicó. La aplicó suavemente en
mi zona púbica y emprendió un rasurado diestro y rápido que alternó
con agua y excursiones de su lengua. Cuando estuvo satisfecha no
quedaba rastro de pelo alguno, y viendo mi hinchazón, decidió seguir
el masaje manual y con lengua. La palma de su mano envolvió mis
testículos dejando mi miembro entre sus dedos índice y corazón. La
boca, cálida, hizo el resto. Se aplicó con dulzura y energía en sabias
combinaciones temporales, y terminé por eyacular. Sus labios
quedaron totalmente embadurnados, y alzando la vista, me regaló esa
sonrisa indefinible que sólo acompaña esos momentos. Con un suave
dolor en mis huevos, acabé sentándome en la bañera y me dediqué a
limpiar su rostro advirtiéndole que me estaba dejando en fuera de
juego. Su réplica fue inmediata. Me quedaba tarea por hacer.

Esta vez se incorporó y hizo cambiar mi orientación para que ella


quedara de cara a la posible visión de la vecina. Su sexo,
perfectamente depilado, quedaba a escasos veinte centímetros de mi
rostro, distancia que me encargué de reducir. Paseé la punta de mi
nariz de manera suave por los pliegues de su vagina, jugando a
adivinar su flexibilidad. Una serie de bufidos por su parte me indicaron
que su capacidad de experimentar placer estaba despierta. Finalmente,
acoplé la punta de mi nariz en su sexo y inicié un movimiento de
retroceso al mismo tiempo que desplegaba mi lengua, que inició una
persecución calmosa de la nariz hasta detectar el clítoris. En ese
momento, cerré los labios y sujete el botón de mi chica junto con el
piercing que lo adornaba. Con los labios cerrados, succioné y activé los
movimientos de mi lengua. Cuando liberé el clítoris, inicié una serie de
idas y venidas recorriendo la longitud de sus labios exteriores y volví a
concentrarme en la rosada protuberancia, esta vez con la lengua a la
vista. Su manera de morderse el labio inferior me animó a ofrecerle ese
contacto también en modo visual. Mis dos manos recorrían su culo,
que ella movió invitándome a experimentar con él. Pocas invitaciones
me hacen falta, Dos dedos de una de mis manos buscaron su ano y
abrieron sin disimulo las deliciosas masas de carne que lo ocultan. La
otra mano viajó a través de sus piernas y los tres dedos centrales se
dedicaron a masajear la entrada mientras mi lengua jugueteaba con su
piercing. Apliqué unos tímidos golpecitos al ano con los dedos y
notando su receptividad, el dedo corazón decidió adentrarse curioso y
flexible entre los músculos anales de mi chica. Redoblé el ritmo de mi
lengua y en pocos segundos sus mano asieron mi cabeza, hecho que
hizo entrar en juego a mis labios, que succionaron su orgasmo
repentino y generoso con placer. Dos minutos más tarde, brindábamos
con nuestros martinis, cubiertos de espuma y relajados como si nada
más fuera a suceder.

Nos sentábamos para cenar en el porche. Mi chica se había vestido con


un pantalón ancho y un ajustado jersey negro, sin sujetador. La
ausencia de luz provocaba que sus ojos brillaran en un tono más claro.
La cena transcurrió tranquila y lejana a los problemas cotidianos. Mi
chica me hizo observar en tres momentos distintos de la cena que la
vecina se había asomado a su ventana, pero yo no conseguí verla a
causa del ángulo en que estaba sentado. El comedor de la casa de la
vecina permanecía a oscuras, y sólo se apreciaba luz en el piso de
arriba.

Terminamos de cenar y acepté la invitación de mi chica para tomar un


café en el porche mismo. La humedad de la noche hacía brillar en
miles de puntos el césped y el silencio era casi general. Cuando mi
chica se acercaba con los cafés, la luz del piso superior de la casa de
los vecinos se apagó y, casi teatralmente, se iluminó la sala de estar. Mi
chica, sin decir una sola palabra, se acercó a los interruptores y apagó
definitivamente nuestras luces. Nos quedamos a oscuras. El salón de
los vecinos era en ese momento como un gran televisor delante
nuestro.
La vecina hizo su aparición en pocos instantes, descalza, con una
camisa excesivamente grande que le cubría hasta medio muslo.
Llevaba el cabello ensortijado y se acercó hasta la cristalera, donde
permaneció unos instantes. Del bolsillo superior sacó el teléfono móvil
y estuvo hablando por espacio de un minuto, acompañando su
conversación con una inclinación inocente de su cuello. Sonreía
mientras hablaba. Mi chica, que estaba sentada de frente a la casa de
los vecinos, me animó a desplazarme y a instalarme a su lado. Lo hice
sin demora, y fijé mi mirada en su rostro, que permanecía concentrada
intensamente en la visión de la vecina. Mi pareja se dio cuenta que la
estaba mirando y relajó una sonrisa maliciosa. Mi mano se posó en su
muslo y la cubrió con la suya. En un segundo, sorprendida, mi chica
enarcó las cejas y mi mirada se fijó al instante en la escena que se nos
ofrecía en el salón de los vecinos. Un chico se aproximaba por detrás a
la vecina. Iba desnudo de cintura hacia arriba, y era evidente que
acababa de bajar las escaleras. La chica colgó el teléfono al tiempo que
él reparaba en nosotros y se quedaba clavado en medio del comedor.
Era moderadamente más alto que mi vecina, debía estar a la mitad de
la veintena y aparecía como alguien que suele hacer ejercicio pero sin
desequilibrios musculares. Un rombo de pelo aparecía en su pecho. El
rostro era redondeado, y su mal afeitado revelaba un tapizado
irregular en su mandíbula. La vecina se giró hacia él, se colgó
literalmente de sus hombros y le besó. El chico pareció dudar un
instante pero los labios de ella se acercaron a su oreja y el susurró
surtió el efecto deseado. Las manos de él se deslizaron por detrás de la
chica hasta sus muslos y lentamente ascendieron hasta descubrirle las
nalgas. Un vistazo fugaz a mi chica me indicó que mantenía una
concentración circunspecta. Cuando volví a dirigir mi atención a la
escena que teníamos delante, observé cómo mi vecina se había
despojado de la camisa y permanecía de rodillas dedicada a darle
placer al chico, que se había desabrochado el pantalón. La espalda de
la chica, estilizada y de hombros anchos, terminaba en una cintura
estrecha y en un culo breve y compacto, abierto levemente en su parte
inferior. Las nalgas aparecían brillantes, nacaradas, efecto quizá
magnificado por la luz artificial y por las marcas que deja el bronceado,
y dedicaba una mano a acariciárselas mientras su boca se llenaba del
pene del chico.

Con un movimiento ágil, se incorporó y con dos pasos se acercó a la


mesa del comedor, hecho que nos permitió ver el largo y delgado
miembro del chico, que se descolocó por un instante al verse
enfrentado a nosotros. Cuando se dio la vuelta, la vecina se había
sentado en el borde de la mesa, y descansaba sus pies en dos de las
sillas. Sus dedos pasaron alternativamente un par de veces de su
lengua a su sexo mientras los labios parecían retar al chico, que
denotaba por su actitud que estaba recibiendo instrucciones. Se plantó
delante de ella y empezó a sacudirse el miembro mientras el discurso
de ella parecía por su expresión facial que casi llegaba al insulto. Los
dedos de mi vecina pronto se concentraron en su propia
masturbación. El sexo aparecía abierto, con los labios interiores
desarrollados y de un color mucho más intenso que los exteriores.
Rodeando a éstos, dos afluentes de pelo escaso convergían en un
triángulo frontal recortado y coqueto. Sus pechos eran redondos pero
sin volumen. Su rostro adquirió toques de tensión a medida que se
acercaba al orgasmo, cuadró los labios enseñando los dientes
apretados y frunció las cejas al tiempo que parecía retar con los ojos a
su acompañante, que mantenía su nivel de sacudidas casi de espaldas
a nosotros. La mano de mi chica se posó inmóvil en mi pecho y vi
cómo empezaba a divertirse y torcía la sonrisa. Detecté un brillo
especial y nada inocente en sus ojos.

La proximidad del orgasmo pareció hacerse inevitable en él, y dio un


paso adelante, que fue frenado inmediatamente por mi vecina, que le
mantuvo a distancia poniéndole la mano en el cuello y manteniendo el
brazo recto y en tensión. El chico arqueo el cuerpo hacia adelante y
cuando parecía que iba a correrse, fue ella la que emitió un grito,
sordo para nosotros, y tuvo un clímax corto pero eléctrico. Resoplando,
sin dar más tregua, abrió sus brillantes labios a la contemplación del
chico, y a una orden suya el paciente compañero pudo soltar
finalmente en descargas breves su semen, que se esparció
generosamente por el abdomen y el pecho de mi vecina.

El tiempo que empleó ella en hacerse con una toalla y limpiarse lo


utilizó él para vestirse y desaparecer sin ningún beso de por medio.
Mientras la vecina permanecía desnuda en el salón, ocupada en
recomponer los muebles, comenté con mi chica qué le había parecido
la escena. Inclinó el rostro, se mordió brevemente un dedo, y girando
intencionadamente sus ojos hacia mí me dijo que por ella eso no había
terminado, que quedaba algo pendiente. Percibió mi mal disimulada
expresión de desconcierto y, en respuesta, una mano me recorrió la
mejilla. Repuso que estuviera tranquilo, dio un sorbo largo a su café, y
inquirió si me sabía mal. La comisura de mis labios se contrajeron para
indicarle que la reina era ella. La vecina se había puesto un albornoz
color pera, mientras nos observaba recostada en la cristalera con rostro
interesado.

El momento que siguió es de aquellos que en la mente de cualquiera


sería increíble, pero que en mi caso es simplemente memorable como
otros gracias a disfrutar de la compañía de alguien tan extraordinario
como mi chica. Su mente obviamente no se había conformado con
contemplar la escena que nos había sido ofrecida, y sus ojos ahora
reflejaban decisión. Se acercó innecesariamente a mi oído, mordió
suavemente el lóbulo con sus labios, y me susurró que dejara aquello
en sus manos. Te quiero, dijo, antes de levantarse, rodear la mesa, y
plantarse desafiante delante de la vecina, que alzó levemente el rostro
en un deje de orgullo. Mi chica levantó decidida el brazo y le mostró
simplemente la palma de la mano. La vecina pareció comprender
porque, aun sin moverse, pareció fijar su atención lejos de nosotros y
se sumergió en pensamientos propios. Mi chica se giró hacia mí. Con
voz absolutamente neutra, me preguntó dónde estaban las bragas que
mi vecina había dejado caer en mi jardín semanas atrás. Le informé de
dónde las había dejado, y la vi desaparecer en el interior de la casa,
desde donde se empezaron a oír diversos ruidos por la distancia.
Menos de dos minutos después, mi chica salía de casa, dejándome un
beso y un grueso vaso de cristal lleno de whisky y pedazos de hielo,
sentado aún en el porche. Intenté sin éxito realizar el tour mental que
había recorrido mi chica para hacer lo que en aquellos momentos ya
no tenía marcha atrás. Encendí un cigarrillo y esperé.

La vecina, absorta en sus pensamientos, pero con una media sonrisa


colgada en el rostro, se paseaba en ese momento por el salón, y luego
entro en la cocina. A través de la puerta acristalada de la cocina pude
ver cómo rellenaba su taza de agua caliente y le añadía una bolsita de
algún tipo de infusión. Mientras se afanaba con la cuchara, giró
asustada la cabeza hacia un punto determinado. Entró en el salón
camino de la puerta y se paró un instante para certificar que
seguíamos ahí. Yo sí, pero mi chica no. Se dirigió hacia la entrada de su
casa. Quince segundos después, entraba mi chica siguiendo los pasos
a mi vecina, que se sentó directamente en una de las sillas mientras mi
pareja permanecía de pie y me teledirigía una breve sonrisa.

Aunque mi vecina me quedaba en un perfil exacto, pude ver que se


debatía entre la incomodidad y la tensión. Mi chica era la que llevaba
la voz cantante y la otra parecía acompañar la locución con breves
monosílabos de signo variado mientras se mesaba los rizos
nerviosamente. Finalmente, el macuto reveló uno de sus secretos. De
él, mi chica extrajo las bragas y las sostuvo con un sólo dedo a veinte
centímetros de su rostro, que pareció hipnotizado por unos instantes
mientras seguían hablándole. Inesperadamente, mi vecina se
incorporó, se situó justo detrás del ventanal y se subió el albornoz
hasta la cintura, ofreciéndome una panorámica frontal de su sexo.
Mientras seguía hablando, mi chica se situó detrás de ella en cuclillas y
le ayudó a ponerse las bragas. La vecina soltó el albornoz y cruzó los
dedos de las manos detrás de la nuca, al tiempo que mantenía los pies
separados unos cuarenta centímetros. Mi chica, que no dejaba de dar
instrucciones, se incorporó y me dirigió una sonrisa de complicidad
que me secó la boca. Algo se proponía. Mientras fijaba mi atención en
el otro rostro y bebía un sorbo de whisky, mi compañera se dedicó a
desnudarse con rapidez y eficacia, dejándose un tanga negro y sin
adornos puesto. El rostro de mi vecina podía contener preocupación
pero, en un movimiento hidrató sus labios con la lengua. A un
movimiento de labios de mi chica, la vecina se giró, quitándose las
bragas, mostrándome su culo inmaculado, y contempló durante largos
segundos el panorama que se le ofrecía a la vista: Mi chica estaba casi
desnuda delante de ella, invisible para mí, pero la cabeza de la vecina
pronto se desvió a mano derecha. Encima de la mesa, colocados con
esmero, aparecían dos objetos: un plug y un consolador de mayor
tamaño de color uva, que habíamos comprado hacía meses y que iba
acompañado de un arnés.

La vecina se arrodilló y vi cómo sujetaba tímidamente las tiras del


tanga de mi pareja para acabar de desnudarla. Lo hizo. Se situó a
cuatro patas y empezó a lamer con extraña fruición el coño de mi
chica. Los muslos de la chica enmarcaban de manera ascendente una
vagina carnosa, de labios generosos. Los ojos de mi chica se desviaban
a veces hasta localizarme. Yo permanecía en la oscuridad, absorto,
acompañado del sonido agudo del hielo chocando contra las paredes
del vaso.

Sin soltar el pelo de mi vecina, un estirón fue suficiente para que


quedara tumbada boca arriba, con su sexo expuesto. Sin darle tiempo
a respirar, mi chica se sentó a horcajadas sobre su rostro y acopló su
coño a la cara de la otra, que reemprendió en proceso de succión
inmediatamente. El piercing del clítoris de mi chica estaba en un
movimiento continuo. Mi pareja se inclinó hacia adelante lo suficiente
para abrir el coño de la chica y mostrármelo en toda su brillantez. Le
aplicó unos golpecitos con dos dedos encima del clítoris . Repitió el
juego durante dos largos minutos hasta que la escena se desmontó de
repente. En quince segundos mi chica hizo el prodigio de ajustarse el
arnés mientras mi vecina recuperaba su posición vertical y sin abrir la
boca, se situaba encarada hacia mí, apoyaba los dos brazos abiertos en
el cristal y esperaba la intervención de mi pareja, que sujetó con su
mano, parsimoniosa pero con firmeza, un hombro de la chica, y
pareció apuntar el consolador de color uva hacia su objetivo. Las dos
se quedaron mirándome un segundo antes de acoplarse. Las
embestidas acabaron haciéndose rítmicas y implacables en poco
espacio de tiempo. Los ojos de mi vecina estaban cerrados y su rostro
reflejaba placer.

Sin cesar el bombeo, mi pareja echó un brazo hacia la mesa, asió el


plug, y se lo llevó a la boca mientras sus ojos me miraban directamente
a mí. Se quedó quieta un instante, que la vecina recibió con evidente
fastidió. Una voz de mi chica bastó para que se quedara inmóvil. Se
colocó el plug sujetándolo con dos dedos a medio camino de su
ombligo y su coño, y adiviné de repente su intención. Cuando empujó
hacia adelante, mi vecina abrió desmesuradamente los ojos al notar el
segundo accesorio introduciéndose en su ano. Giró levemente la
cabeza y empezó a complementar las embestidas de mi chica con
movimientos pélvicos acompasados. El ritmo fue en aumento y, con la
mano libre, mi chica soltó unos cachetes insonoros para mí en las
nalgas de mi vecina, que no tardó en gritar, lo suficiente para traspasar
mínimamente la barrera fónica que el doble cristal mantenía.

Medio minuto después mi chica se estaba quitando el arnés mientras


la vecina recuperaba su albornoz y cerraba la persiana sin atreverse a
levantar la vista. Quedé completamente a oscuras, tanteando el vaso
con los dedos y respirando profundamente las temperaturas suaves de
la noche. Encendí otro cigarrillo y permanecí absorto y con la mente
incrédula y maravillada a la vez. Me di cuenta sólo que la persiana del
piso de arriba de los vecinos se cerraba también al tiempo que se
terminaba mi cigarrillo y que a mis espaldas oía el golpeo de la puerta.
Mi chica apareció en el porche, me abrazó desde detrás, me dio media
docena de besos y acercó sus labios a mi oído. Susurró: Se llama
Cristina, buena chica. Te quiero. ¿Nos vamos a la cama?
Matrimonio
Somos un matrimonio de Palma y vamos a la playa siempre que
podemos, ya que nos gusta el mar, la arena, y sobre todo la
tranquilidad, y por eso nos vamos a calitas que hay repartidas por
nuestra costa.

Todo ocurrió hace dos semanas cuando empezó el buen tiempo.


Decidimos "inaugurar" la temporada de ducha y a través de un amigo
que nos guio hasta una playa que se tiene que llegar andando.

Yo tengo 38 años, no estoy mal, soy del montón, 1'77 y peso 88 kg,
pelo castaño y unos ojos azules. De dotación normal unos 15 cm. Mi
mujer tiene 45 años, es más bajita que yo 1'65, pesa 55 kg, y pelo
rubio.

Pues nos decidimos a ir, teníamos los dos libre de nuestro trabajo y lo
mejor era que estábamos a martes, así que o no encontraríamos a
nadie o poca gente, ya que los fines de semana siempre se llena. Eran
las 10 de la mañana cuando cogimos el coche y llevábamos nuestra
neverita con unos refrescos, un par de bocadillos, una tortilla de patata
y unas aceitunas, ya que pensábamos disfrutar lo máximo posible del
día. Tardamos 50 minutos en llegar, aparcamos el coche bajo unos
árboles que había y nos pusimos a andar. Cuando llegamos nos
quedamos de piedra. Era increíble la cala, o más bien la calita, por qué
no debía medir más de 100 metros, como mucho 80, y en ese
momento no había nadie. Así que llegamos y nos pusimos a montar
todo.

Lo primero que hicimos fue poner la sombrilla, las toallas y la nevera


debajo de la sombrilla. Nos empezamos a desvestir y mi mujer llevaba
un conjunto que aunque no enseñaba nada, insinuaba todo. Se le
marcaban los pezones y la raja. Y de solo verlo se me puso dura. Yo me
desvestí también y me quedé con un bañador de natación, ajustado y
de color blanco. Y ya con los bañadores decidimos meternos en el
agua.
Estaba aún fría, pero para no entrar poco a poco y hacerlo eterno, nos
cogimos de la mano, contamos hasta 3 y empezamos a correr hacia el
agua. Joder que fría estaba. Estuvimos nadando unos minutos y
cuando ya tuvimos bastante salimos a secarnos y estirarnos en la
toalla.

Llegamos y nos secamos y nos pusimos crema. Cada uno nos pusimos,
pero llegó un momento que habían zonas que no llegábamos, mi
mujer me dio a mi primero por la espalda, las piernas, y cuando llegó a
mi culo hizo que el bañador se me metiera entre los glúteos y me dio
por todas las zonas. Luego le hice estirar a mi mujer, pero cuando
llegué a la zona de arriba se la desabroché y aproveché para sobarla
un poquito. Luego las piernas, y cuando llegué yo a su culo le quite los
lazos que anudaban su parte de abajo, y ella me dice: -Que haces?, y
yo le dije: -Tranquila que no hay nadie, y así no te mancharé nada del
bañador.

Proseguí masajeando su culo, pero con las manos llenas de crema


poco a poco empecé a acariciarle el ano, alrededor, poco a poco, y
luego introduje un dedo bien lubricado, y en ese momento dio un
gemido, y me dijo: -Sigue así no pares. Y yo no paré, si no que
continué comenzando un mete-saca con un dedo, para luego meter
dos y luego tres. Con la otra mano aproveché para empezar a tocar
toda su vagina, y luego el clítoris, ella poco a poco abría más las
piernas y empezaba a gemir. Notaba como poco a poco se empezaba
a convulsionar y moverse como cuando va a correrse. Aceleré mis
movimientos y en menos de un minuto empezó a gritar que se corría: -
SIGUE!! NO PARES!! QUE ME CORROOOOO!!! AAAHHHGGGG!!!

La había dejado extasiada y ahora le apetecía dormir, pero antes me


dijo: -Luego me tocará a mí, y te voy a hacer lo mismo!! Yo me estiré
también y estuvimos adormilados un tiempo.

Habría pasado una media hora cuando me desperté y vi que había más
gente, había a nuestra derecha una pareja de dos chicas de unos 30
años, un poco más a la derecha un grupo de 2 chicos y 2 chicas de
unos 24 años, y a nuestra izquierda a unos 10 metros una pareja que
por el tono de piel debían ser del norte, eran totalmente blancos y
rondarían los 40. Lo que más me sorprendió de todo es que estaban
todos desnudos, y comprendí que era una zona nudista. Desperté a mi
mujer: -Luisa, despierta, creo que nos hemos equivocado. Y ella con las
gafas de sol (debía tener los ojos medio cerrados) me dice: -Que?

- Cariño, es una playa nudista, no somos los únicos que estamos aquí y
están todos desnudos!!

En seguida levantó la cabeza y miró a todos nuestros vecinos y


efectivamente iban desnudos, ella entonces me dice:

- Bueno, ya que estamos aquí.....por qué no probamos?

Me resultó raro porqué jamás había querido venir a una playa nudista,
con las ganas que tenía yo de ver a mujeres desnudas. Y le dije que de
acuerdo. Y ella sin mediar palabra, alargó sus brazos y me quitó el
bañador.

- Con razón querías tú venir a una playa nudista!! Estás todo excitado!!!

- Pero si me has dejado a medias!! Estoy muy caliente!! Pero eso lo


soluciono yo ahora mismo, voy a darme otra ducha.

Me levanté de un salto y corrí hasta el agua, hice unas cuantas


inmersiones, pensando en otras cosas que no fueran las chicas que
habían en la playa, pero no había manera.

Desde el agua pude ver como las dos parejas de chicos recogían sus
cosas y emprendían el viaje de regreso, así que sólo quedaríamos las
dos chicas, la otra pareja y nosotros. Pude ver como la pareja de chicas
se untaban ellas ahora crema por todo sus cuerpos, y por la forma que
lo hacían juraría que eran lesbianas, pero el espectáculo era increíble.
La otra pareja estaban tomando el sol y apenas se veía nada. Así que
decidí nadar un poco más y luego volver para beber algo que tenía la
boca seca.

Cuando empiezo a salir del agua veo que mi mujer está hablando con
una de las chicas y justo cuando llego a su altura la chica se levanta y
aun llevando gafas de sol pude notar como me miraba de arriba a
abajo, y mostró una sonrisa, a lo mejor le gustó lo que vio, hasta que
me di cuenta que iba erecto, porqué estaba viendo ese cuerpo
desnudo todo depilado. Entonces ella dijo:- Adiós.

Me estiré en la toalla viéndola marchar hacia su pareja.

Yo no dejaba de mirarla...que cuerpo, toda depilada…y su pareja igual


que ella. Como me gustaría estar entre ellas.

Eran cerca de la una del mediodía cuando decidimos comer algo, así
que sacamos los bocadillos que traíamos, la bebida y la tortilla de
patata. Mientras comíamos se nos acercó el hombre de nuestra
izquierda y en un castellano perfecto nos preguntó si le podíamos dar
un poco de tortilla, le apetecía probarla. Mi mujer les dijo que si, que le
dábamos un poco de tortilla, pero que en vez de llevársela, por qué no
se acercaban a donde estábamos nosotros y comíamos todos juntos? Y
él dijo que sí. Entonces le pregunté a mi mujer:

- Por qué les has dicho que vengan? Con lo bien que estamos solos...

- Para estar un poco más acompañados, que no pasa nada, luego ellos
se volverán a donde estaban y listos.

- No, ya se lo que pasa, le has visto el rabo que tiene y has pensando
en tener buena vista!!

- Jajajajaja!! rio ella. -Cómo me conoces!! La verdad es que la debe


tener grande, porqué la tiene normal y mide casi como la tuya!!
- Vale de acuerdo!!

Al cabo de dos minutos ya estaban con nosotros bajo la sombrilla. Nos


dijeron que se llamaban Carl y Catherine, que eran británicos. La
verdad es que tanto Carl como Catherine estaban muy bien para la
edad que tenían, él tenía 51 y ella 48, pero parecían más jóvenes. Él
tenía buen cuerpo, todo depilado y la verdad es que parecía que tenía
una buena polla. Ella también todo depilado, y unos pechos grandes,
ya empezaban a caer un poco, pero tenían un morbo...

Tanto mi mujer como yo lo tenemos todo natural, no nos depilamos,


nunca nos lo hemos propuesto, a mí me gusta tal y como lo lleva, y a
ella como yo lo tengo.

Estuvimos hablando un poco de todo mientras comíamos. Trabajaban


en una inmobiliaria y tenía una casa cerca de Palma, en una zona alta
próxima, en Calviá.

Cuando acabamos Catherine, que quería que le llamásemos Cat, nos


preguntó:

- Quien ha preparado la tortilla?

Y mi mujer le dice:- He sido yo, a José apenas se le da bien la cocina.

- Pues yo he intentado hacer muchas veces tortilla española y nunca


me salen bien, y lo he probado todo, hasta me compré una sartén
doble para cuando tengo que dar la vuelta que no se cayera nada,
pero ni aun así.

Mi mujer en plan broma va y le dice:


- El secreto está en la forma de tratar a los huevos. Hay que tratarlos
con suavidad y trabajarlos bien para que saquen todo el aroma y se
vuelvan lo más líquido que se pueda!!!

Todos empezamos a reír, ellos también habían cogido la indirecta, y


Cat dice:

- Pues me tendrás que enseñar un día, porqué ya te digo que no hay


manera!!

Todos reímos, y le dice mi mujer:

- Pues si quieres te lo demuestro ahora mismo.

Tal y como estábamos sentados hombre, mujer, hombre y mujer


haciendo un corrillo, a mi derecha Luisa, a su derecha Carl y a su
derecha Cat. O sea, que Cat estaba a mi izquierda.

Entonces sin ningún tipo de pudo mi mujer se levanta un poco y se


coloca más pegado a Carl y alarga la mano para tocar sus huevos.

- Fíjate Cat, mira como lo hago, suave y dulcemente.

La cara de Carl era un poema, se había recostado un poco hacía atrás


dejando vía libre a mi mujer para poderlos tocar bien y a todos para
ver lo que hacía.

Entonces Cat, mirando a mi mujer alarga su mano hacia mis huevos.


Buf como lo hacía!! sabía lo que hacía, y poco a poco mi polla que
había estado acostumbrado a la desnudez empezaba a notar como se
ponía dura y dice Cat:

- Mira lo que estoy logrando!!!


- Así se hace!! Ves que es fácil!

- No sabía cómo hacerlo, ahora sabré como.

Yo ya la tenía dura. Mi mujer alargó su otra mano hacía la crema que


traíamos y puso un poco sobre la polla y los huevos de Carl. A partir de
ahí mientras con una mano tocaba sus huevos, con la otra recorría
todo su tronco, bajando su piel y dejando al descubierto su glande.
Poco a poco empezaba a coger dureza. Y mientras pasaba todo esto,
Cat ya había puesto sus manos por toda mi polla y mis huevos. Poco a
poco me masturbaba y producto de ello empezó a salir un poco de
líquido.

- Mira!! lo estoy haciendo bien!! Mira qué cara tiene tu marido!!

Y la verdad es que lo estaba haciendo muy bien. Me recosté un poco y


cerré los ojos. Al cabo de unos segundos noté algo húmedo, y abrí los
ojos y vi que Cat estaba con la lengua lamiendo mi polla. Buf!! Como lo
estaba haciendo, y de reconocer que lo estaba haciendo mejor que mi
mujer. Vi como mi mujer hacía lo mismo a Carl.

Estuvimos así un rato, intentando yo aguantar lo máximo posible pero


sabía que iba a durar poco, no más de un minuto, entonces Carl
empieza a gemir, y vimos como empezaba a lanzar chorros de leche.
No pensaba que pudiera tener tanta leche ahí guardada. Alcanzó a mi
mujer por su cara y por sus pechos y no dejaba de mover esa polla que
debía medir unos 22 cm. Hasta que no salía más y dejó de pajearle
para pasar a darle un masaje por los huevos. Se acercó a su punta y le
dio un beso. Tenía toda la cara y el pecho lleno de semen. Eso me puso
más cachondo y empecé a correrme.

Esta vez Cat no dejó ni una gota y se la guardó toda en la boca.


Mientras iba soltando leche, ella no paraba de subir y bajar con la boca
y no dejaba de tocarme los huevos hasta que vio que no salía más. Se
levantó con la boca cerrada, me miró y abrió la boca y poco a poco la
leche que tenía almacenada empezó a brotar de su boca para ir a parar
a su cuerpo, y con las manos se la extendió por todo el cuerpo.

Acabamos los chicos extasiados y con ganas de recuperarnos un poco.

Las chicas fueron a bañarse y limpiarse y quedamos los hombres. Carl


me dice:

- Que bien lo hace tu mujer, y yo le dije:

- Tu mujer tampoco se queda corta!.

- Sí, la verdad es que hemos tenido mucha suerte. Por cierto, por qué
no os venís a nuestra casa a disfrutar de la piscina y os invitamos a
cenar!?

- No lo sé, todo dependerá de lo que diga Luisa.

- Pues parece que se lo están pasando bien ellas dos en el agua.

Vi que estaban juntas, lavándose la una a la otra, pero las manos no


solo iban a donde estaba el semen, acariciaban sus pechos y alguna
que otra mano iba a para bajo el agua, solo estaban cubiertas de
cintura para abajo. Al cabo de un rato salieron del agua y se acercaron
a nosotros. Carl les dijo:

- Luisa, le he dicho a tu marido que os invito a probar nuestra piscina y


os invitamos a cenar, y no acepto un NO por respuesta, así que... qué
dices?

- Pues .... QUE SI!!


Se sentaron con nosotros. Yo giré mi cabeza hacia la derecha donde
estaban las dos chicas y vi que ellas tampoco habían perdido el
tiempo, estaban las dos excitadas y parecía por sus caras que se lo
habían pasado igual de bien que nosotros dos.

Así que recogimos todo y mientras íbamos hacia los coches Cat nos
dijo:

- Ahora faltamos nosotras!!


Aún era pronto, no eran más de las seis de la tarde cuando llegamos a
su casa cerca de Palma. Era más que una casa, una mansión!! Era
impresionante. Estaba situada en una zona alta residencial, en la que
apenas habían coches por la calle. Estaba rodeada de un muro alto
para evitar miradas indiscretas. Cuando pasamos la puerta para los
coches ya nos dimos cuenta de que jamás íbamos a conseguir vivir en
un sitio así, pero al menos lo íbamos a disfrutar durante unas horas.

El jardín era impresionante, todo verde, con muchos árboles. Llegamos


hasta la entrada de la casa donde dejamos nuestro coche, ellos fueron
a dejar el suyo al garaje. Nos bajamos del coche y la verdad es que
estábamos impresionados y un poco asustados, pero decididos.

La casa era enorme, con unos ventanales que desde fuera se veía muy
bien decorada. En ese momento llegaron caminando Cat y Carl y nos
abrieron la puerta. En ese momento apareció una chica, una española
que tiene 22 años. No iba con uniforme, iba sencillamente con una
camiseta y unos pantalones cortos, y la verdad es que tenía muy buena
pinta, tenía unos pechos muy generosos.

La chica les preguntó al matrimonio si quería algo, que los había visto
entrar y que si les preparaba alguna cosa. Carl le dijo que si, que
preparase unos sándwiches, unas cervezas y unos refrescos y que los
llevase a la piscina.

Después de cruzar el vestíbulo que era más grande que nuestro


comedor, pasamos a una sala de estar que medía como tres veces
nuestro piso. Unos sofás que tenían la pinta de cómodos, una
televisión enorme...increíble. Cruzamos la sala de estar, para ver, detrás
de unas puertas enormes la piscina.

Llegamos a una piscina enorme, no era olímpica, pero casi. A un lado


habían unas tumbonas, una ducha, y dos mesas con varias sillas a su
alrededor. Lo que me sorprendió más fueron unos focos que habían a
un lado apuntando a la piscina, y al quedarme parado mirándolos, me
dijo Carl:

- Que estás mirando? Los focos? Los utilizamos siempre que queremos
utilizar la piscina de noche, y más de una vez hemos tenido una "fiesta"
y el mejor momento es cuando apagamos las luces y ...

Me dijo esa frase con una sonrisa picarona.

Al cabo de cinco minutos vino la otra chica con los bocadillos y las
bebidas y Cat le dijo que si quería se podía ir, que por hoy ya había
sido suficiente. Ojalá se hubiera quedado, pero decidió irse. Así que
nos quedamos los cuatro solos.

Ahora nadie quería desnudarse, todos nos fuimos a coger una cerveza
bien fría, ya que aunque el sol había bajado aún hacía calor, y eso que
no estábamos ni en verano. Empezamos a hablar un poco de nosotros,
nos preguntaban si lo hacíamos a menudo lo del intercambio y le
dijimos que no, que era una fantasía pero que no había pasado más
allá, así que ellos eran los primeros. También nos preguntaron sobre
nuestros trabajos ... en un momento que estábamos hablando y viendo
que nadie se quitaba nada, me levanté y empecé a desvestirme
quitándome toda la ropa. En ese momento los tres empezaron a
aplaudirme y me quedé de pie esperándolos a ellos. El siguiente fue
Carl, que en un abrir y cerrar de ojos se quitó todo. Luego se levantó
mi mujer para empezar a quitarse la ropa y también se levantó Cat. Yo
pensé que cada una se quitaría la ropa, pero fue mi mujer la que se
acercó a Cat para ayudarla. Con sus manos cogió la camiseta y se la
quitó poco a poco. Luego le bajó la falda que llevaba y pasó una de
sus manos por el coñito todo depilado. Cat abrió un poco las piernas
para facilitar el trabajo. Con la otra mano le tocaba un pecho, y acercó
su boca a la otra. Se fundieron en un beso con lengua.

Tanto Carl como yo estábamos ya excitados, y la verdad es que tenía


una herramienta que aparte de larga era gruesa.

En ese momento Carl tomo la iniciativa y se acercó por detrás a Luisa y


le fue quitando la camiseta, los pantalones y la parte de abajo que le
quedaba del bikini. La verdad es que le costó un poco porqué las dos
mujeres estaban enganchadas, las dos tocándose. Carl le masajeaba la
espalda, el cabello, los brazos, le recorría todo el cuerpo. En ese
momento se separaron y Luisa se giró y se encontró con la cara de Carl
a la que también besó.

Cat se dirigió hacia mí y nos besamos. Tenía unos labios carnosos y


dulces, no me extraña que me corriera tan rápido. Con mis manos
recorrí todo su cuerpo hasta llegar a su coñito todo depilado y
blanquito. Me arrodillé y empecé a lamerlo entero, pero Cat me cogió
de la mano y me dijo: Sígueme. Nos fuimos a una tumbona y se tiró
encima abriendo las piernas y dejándome todo para entrar mejor. No
lo dudé ni un momento y empecé a comérmelo. Vaya labios y clítoris
que tenía!! De un color rosadito, y un clítoris un poco prominente. Me
dediqué a chuparlo, a lamerlo con la lengua, a sorberlo poco a poco
viendo como cada vez tenía unos "espasmos" y sabía que estaba muy
caliente. Y me dice:

- Quiero que me folles!!

- No, aún no te voy a follar, primero te voy a comer entera!!

Y fue así, no dejé ni un momento de comérselo entero. Poco a poco


veía como se movía más, y con una de sus manos me abría más los
labios para que yo metiese la lengua dentro de ese agujero, y con la
otra mano se masajeaba un pecho. Poco después empezó a gemir y
sabía que se corría:

- AAAAHHHGGGG!!!! SIGUE!!!! NO PARES!!!!

Y yo no paraba, tuvo dos orgasmos casi seguidos, hasta que con la


mano me apartó y me acercó a su boca y nos fundimos en un beso.

Levanté la vista y vi a mi mujer también tumbada pero encima de una


mesa boca abajo y Carl le estaba comiendo el culo!! Buf!! Eso le
encantaba, siempre me pedía que se lo comiese.

Me acerqué a ella y le pregunté cómo se encontraba y me dijo que


bien. Carl se levantó y me dijo:

- Tu mujercita se encuentra a mitad de camino del cielo! Se ha corrido


una vez y ahora la estoy preparando para una nueva experiencia,
encontrarás a una verdadera mujer.

Yo me quedé asustado porqué sabía lo que quería decir, se la iba a


clavar por el culo.

Yo la miraba y veía en un cara una sonrisa de felicidad y satisfacción,


así que la dejé y me fui con Cat.

Estaba fumando un cigarrillo, pero lo tiró cuando me acerqué. Se sentó


en la tumbona y acercó su boca a mi polla que estaba dura después de
un rato. Empezó a chupar primero el glande, poco a poco con la
lengua, repasándola y luego bajando a mis huevos. Con una mano
apartó mi polla y empezó a chupármelos primero un y luego el otro.
Con una maestría increíble.

En ese momento giré mi cabeza y vi a Carl embadurnándose la polla


con un gel y sabía lo iba a suceder. Mi mujer tenía la cabeza girada
mirando lo que se iba a meter por el culo. Carl acercó su polla al culo
de mi mujer y me miró. Empezó a meterla suavemente, centímetro a
centímetro, y cuando había metido el glande y un poco más, mi mujer
empezó a gemir, se veía que le dolía un poco pero tenía una cara de
satisfacción, tenía los ojos cerrados y relamiéndose los labios con la
lengua, se lo estaba pasando de miedo.

Giré mi cabeza y me concentré en mí y en Cat. Me continuaba


chupando los huevos y la tenía a punto de reventar, así que la levanté
y la puse a cuatro patas, apoyando las manos en la tumbona y vi su
culo. Para no ser menos, empecé a comérmelo, pero ella me dijo que
adelante, que se la metiese que lo estaba deseando. Así que si más
espera, se la clavé de un solo golpe. Debido al tamaño de la polla de
su marido y de las juergas que se había metido, tenía el ano dilatado y
no le dolió nada. Empecé un mete saca, se la metía hasta el fondo y
luego la sacaba entera para repetir la misma operación. Estuve un rato
así, hasta que oí a la otra pareja como gemía y gritaba más alto cada
vez más y más seguido y sabía que estaba a punto de correrse los dos.
Y no me equivoqué, en un momento dado, las envestidas de Carl se
pararon, levantó la cabeza y se puso tenso, y sabía que se había
corrido. Estuvo unos segundos así y se quedaron un momento así.

Yo continuaba con mis penetraciones. Cuando me cansé, la cogí y me


la llevé a la otra mesa que había, la senté encima y la dejé en el borde
mismo, acerqué mi polla a su chochito y se la metí. Me la follé lo mejor
que supe y se corrió una vez más. Entonces con su brazos me abrazó y
me tiró hacia ella, inclinándome un poco. Yo continuaba pero en ese
momento siento una mano en mi culo que me masajeaba. Me giré y vi
a Carl como arrodillado me sobaba el culo, los glúteos y con las manos
poco a poco me separaba las piernas. No sabía lo que quería, así que
las separé y noté una de sus manos en mis huevos y la otra buscaba mi
ano, que con un dedo iba poco a poco introduciéndolo. Buf!! Eso me
estaba poniendo más a mil, y sabía que no iba a tardar en correrme,
seguí más rápido y Carl que lo notó empezó con otro mete-saca
rápido al mismo ritmo, notaba como estaba a punto de correrme.
Saqué mi polla del coño de Cat y empecé a masturbarme y con dos
sacudidas más saqué toda mi leche descargando encima de ella, unos
chorros que hacía tiempo que no salían de mi polla. Fueron tres
chorros potentes que uno cayó en sus tetas, y las otras dos encima de
su monte de venus.

Me quedé extasiado y me separé de ella.

Los cuatros nos miramos satisfechos, y nos fuimos a duchar en la


ducha que había al lado. Con un poco de jabón cada uno íbamos
pasando por debajo para quitarnos la leche que había aún.

Cuando me acerqué a mi mujer le pregunté:

- Que quieres hacer, te quieres quedar y continuar o quieres irte?

Ella me dijo, Quiero quedarme.....

Y así continuó hasta la madrugada, follando los cuatro.


Ciber
Vi su perfil en una página web de contactos BDSM.

Le dejé un mensaje en su buzón, donde me presentaba, sin esperar


ninguna respuesta por su parte.

Así que fue una buena sorpresa recibir noticias suyas. Ella me decía
que mi mensaje le había picado la curiosidad y que si yo quería
podíamos seguir conociéndonos por mail.

Pasamos unas tres semanas hablando por mail y conociendo mejor los
gustos del otro.

Finalmente quedamos en persona para ir a tomar una copa y


conocernos.

Aunque nos habíamos intercambiado algunas fotos, verla en directo


era, sin duda, mucho mejor e interesante.

La verdad es que lo que había intuido en las fotos y los mails quedó
reafirmado en nuestra primera cita: Berta me gustaba mucho.

Vestía una falda unos centímetros por encima de la rodilla, camisa con
2 botones desabrochados, tacones y chaqueta.

Parecía algo nerviosa y cortada, pero seguimos adelante y la llevé a un


bar tranquilo del centro de Barcelona.

Eran las seis de la tarde y entre gin-tonic y gin-tonic estuvimos


charlando y riendo hasta las nueve de la noche. Luego nos fuimos a
cenar y después fuimos a otro bar a tomar la última.

Me encontraba muy cómodo con ella e intuía que ella también sentía
algo parecido por mí.

En el último bar, pensé que ya era hora de poner toda "la carne en el
asador".

La música sonaba algo fuerte.

Le hice señas para que se acercara a mí.

Yo: ¿Sabes qué me apetece mucho en este momento?

Berta: ¿Qué te vaya a buscar otra copa a la barra?

Y: No.

En ese momento le pegue un buen morreo que duro como un par de


minutos. Ella me correspondía con su húmeda lengua mientras me
tocaba el torso y la cara.

Y: Te apetecía hace rato, ¿verdad?

Ella sólo sonrió.

Y: Ahora quiero que hagas algo por mí.

B: Dime lo que deseas.

Y: Quiero que vayas al lavabo te saques las bragas y me las traigas.

Espere dos o tres minutos y ella volvió donde yo estaba entregándome


con una gran sonrisa la preciada prenda.
Y: Parece que ya estás bastante caliente, golfa.

De nuevo una sonrisa por respuesta.

Sentados los dos de nuevo uno delante del otro, la cogí de la nuca y
volvimos a tocarnos. Mientras, con cierta habilidad, le sobaba las
piernas subiendo hasta debajo de su falda.

Realmente tenía el coño muy mojado y totalmente depilado.

Seguimos disfrutando en el bar durante una media hora hasta que


decidí que lo mejor era irnos.

En la calle seguí metiéndole mano mientras nos morreábamos bien a


gusto.

B: ¿Quieres venir a mi casa que está aquí al lado?

Y: ¿Crees que te lo mereces, perrita?

B: Eso debes decidirlo tú.

Eran como las 3 de la mañana, y allí en medio de la calle casi desierta,


le desabotoné la camisa y le saque los dos pechos del sujetador. Jugué
con ellos, le di unas buenas palmadas hasta enrojecerlos.

Y: Está bien, vamos a tu casa.

Dentro del ascensor le dije que se desnudara. Estábamos los dos muy
calientes.
Llegamos a su piso que era compartido con dos chicos y otra chica
más. Ella me dijo que esa noche sólo estaba uno de los chicos que
como observamos al entrar, debía estar en su habitación ya que había
calma total.

Entramos en su habitación y cerramos la puerta.

Y: Ponte de rodillas delante de mí.

La cogí de la nuca y le frote la cara contra mi polla durante unos


minutos. La verdad es que me había puesto muy cachondo.

Y: ¿Te gustaría comerme la polla, putita?

B: Es lo que más deseo.

Y: Estoy seguro de que así es. Eres una cerda viciosa que se excita
porque la ponga en su sitio y la trate como se merece, ¿verdad?

Asintió con un gesto desde el suelo.

Y: Contéstame perra!!!

B: Sí. Tengo muchas ganas de tenerla en la boca y darte mucho placer.

Y: Tengo sed golfa. ¿Tienes algo de beber?

B: Sí vamos a la cocina. ¿Puedo ponerme de pie?

Y: Sí zorra, ponte de pie y llévame a la cocina.


Una vez allí y después de beber un par de vasos de agua la cogí del
pelo y la apoyé sobre la mesa.

Y: Abre las piernas para mí. Me gusta tu culo, tan blanquito.

Entonces empecé a pasar mi mano suavemente sobre esos dos


sabrosos y voluptuosos pedazos de carne que tanto me gustaban.

Cuando ella menos lo esperaba empecé a azotarle el culo con mi


mano. Iba de una nalga a otra.

Y: No grites perra, a ver si vas a despertar a tu compañero de piso.

La verdad es que la situación era muy morbosa, Acababa de conocer a


Berta en persona, hacia unas pocas horas y allí estaba, en medio de su
cocina compartida, azotándole el culo y pudiendo ser descubiertos en
cualquier momento.

Cuando la tenía delante de mí, le azoté un poco más los pechos y le di


una par de bofetadas flojas, sólo para marcar territorio y para llamar su
atención.

Y: Vamos a tu cuarto, cerdita.

Una vez dentro y con la puerta cerrada, la volví a coger del pelo y la
puse de nuevo de rodillas.

Y: Sácamela, que ya veo que estás salivando de deseo…

Por la cara que puso cuando la tuvo delante me pareció que le gustaba
lo que veía. Intento metérsela en la boca, con ansia, pero yo la retuve
cogiéndola del pelo.
Y: No tan deprisa, primero bésala entera, despacito, con mucha
suavidad…

Al cabo de unos minutos…

Y: Buena perrita. Ahora quiero que te la vayas metiendo en la boca


poco a poco.

Así estuvimos un buen rato. Entonces decidí ir más allá, la cogí bien del
pelo y la penetre, se la metí hasta el fondo.

B: ufff, ufff… blugh… -estaba teniendo arcadas.

Y: Bueno, veo que esto vas a tenerlo que practicar mucho. Me gusta
que mi zorra se la trague entera.

B: Así lo haré. Entrenaré lo que haga falta para darte lo mejor de mí y


satisfacerte siempre que pueda.

Y: Puedes estar segura de que lo harás, puta. Deja mi polla y ponte


sobre la cama, con las piernas bien abiertas.

Volví a azotarle los pechos, la cara y luego empecé a darle palmadas


en su bonito coño. Me encantaba como gemía, esa mezcla de dolor y
placer que tanto nos gusta a los dominantes.

Entonces decidí meterle varios dedos en su coño. Primero uno, dos…

Cuando estaba a punto de correrse…

Y: Como es el primer día voy a dejar que te corras ahora mismo pero
no te acostumbres.
B: Gracias señor (me encantó lo de señor, sin habérselo ordenado, le
salió del alma). Debo decirte que cuando me lo hacen bien me corro
de una manera bastante especial…

Y: A ver qué sorpresas guarda esta perra…

Y entonces se corrió a chorros. La verdad es que era la primera vez que


me encontraba con una mujer con semejante corrida. Me dejó la mano
y el brazo empapados.

Obviamente también empapó buena parte de las sábanas.

La cogí del pelo, le di un buen morreo.

Y: ¿Te has corrido a gusto cerdita?

B: Me ha encantado. Casi nadie ha logrado que me corra así la primera


vez.

Y: Me alegro. Ahora quiero que te pongas de rodillas y me la chupes


hasta que me corra.

Así lo hizo. Después de un buen rato sentí que me llegaba el orgasmo,


así que se la saque de la boca y me corrí sobre su cara y sus pechos.

Y: Me gustas, perra.

B: Gracias Amo. ¿Puedo llamarte así?

Y: Gracias por el cumplido pero no puedes todavía. Aún debes


demostrarme que mereces pertenecerme y ser educada y adiestrada
por mí. No nos precipitemos.

B: Será como tú digas. Me hace mucha ilusión satisfacerte.

Y: Ya lo sé perrita y lo valoro mucho.

B: ¿Quieres quedarte a dormir?

Y: No. Prefiero marchame. Me gusta dormir en mi casa.

Su cara mostró desilusión.

B: Como tú quieras.

Y: Te llamaré.

Le di un buen morreo, un par de azotes en su precioso culo y me


marché.

Cuando llegué a casa y bajé de la moto tenía un sms:

"Me ha encantado conocerte. Ha sido un día genial. Un beso de "tu"


perrita."
Parecía que las cosas con mi nueva sumisa Berta habían ido muy bien,
francamente bien, añadiría.

Decidí que lo mejor sería esperar dos o tres días para volver a ponerme
en contacto con ella.

A los dos días recibí un nuevo sms:


"Tu perrita obediente está ansiosa porque empieces su educación y
adiestramiento. Te envío un beso húmedo y muy caliente."

Así que tuve que contestarle:

"No te preocupes puta, que en breve recibirás instrucciones para


vernos y continuar con lo que empezamos el otro día. Un beso, perra"

Estaba muy contento con el comportamiento de Berta, parecía ser la


zorra que estaba buscando y con la que seguro iba a pasar grandes
momentos de satisfacción personal.

No obstante, esa tarde me dio por entrar de nuevo en la página de


contactos donde había conocido a Berta.

Me llamó la atención el anuncio de una pareja que buscaba a un


hombre y firmaba Cornudo Barcelona.

Igual que en la otra ocasión, les envié un mensaje diciéndoles que me


gustaría charlar con ellos y ver si nos podíamos entender. También,
como en la otra ocasión, no esperaba que aquello llevase a nada
interesante. De hecho, no pensaba ni que me contestaran.

Pero parecía que el destino estaba de mi parte, y al cabo de unas


horas, me contestaron diciendo que aceptaban mi propuesta y me
daban su Messenger.

Decidí esperar unas horas en abrir el MSN, hasta las 23h más o menos.
Lo abrí y allí estaba la parejita.

Paso a transcribiros la conversación que mantuvimos:

Yo: Buenas noches parejita.


Pareja: Buenas noches.

Y: Me ha gustado vuestro anuncio. Así que buscáis a un hombre para


satisfacer a tu esposa?

P: Bueno, realmente buscamos algo más…

Y: Explícate.

P: No buscamos un polvo fácil y ya está.

Y: Yo tampoco. Busco una posible relación larga, buen rollo, amistad…


sexo…

P: Precisamente eso es lo que buscamos nosotros y alguna cosa más…

Y: ¿¿¿???

No tenía ni idea de por dónde me iban a salir aquellos dos.

P: Te explico. Hace tiempo que mi mujer y yo tenemos fantasías donde


un hombre dominante nos somete a los dos… Igual te parece algo raro
y enfermizo…

Sí señor, la suerte volvía a sonreírme. Está claro que el que persevera…


tarde o temprano logra sus metas.

Y: Pues fíjate que no me lo parece en absoluto. De hecho soy un


hombre dominante y tengo bastante experiencia en educar.
P: ¿En serio? Pues qué bien que nos hayamos encontrado.

Y: Pues sí. ¿Qué edades tenéis? Yo 37.

P: Ella 32 y él 34.

Y: ¿Y vivís en Barcelona capital?

P: Sí y ¿tú?

Y: También.

Y: Entiendo que no tenéis experiencia en todo esto, que sois novatos.

P: Así es. Por eso queremos hacerlo bien, conocernos, lograr que haya
confianza entre los 3, etc.

Y: Entiendo. Es lo mismo que busco yo.

P: ¿Has estado con parejas sumisas?

Y: Sí. He tenido algunas parejas sumisas y sumisas solas.

P: ¿Y qué tal?

Y: Hasta el momento muy bien. Aunque todo se puede mejorar, y


esperemos que este sea el caso… ¿No?

P: jejejeje Sí. La verdad es que nos gustaría mucho encontrar un


verdadero AMO al que servir y que nos domine a los dos.
Y: Bien. Por cierto, soy hetero…

P: Yo también. Aunque Clara, es mi mujer, me ha follado el culo alguna


vez con una polla con arnés que tenemos.

Y: Interesante. En mi caso, si eres muy obediente, igual me corro


encima de ti. Algunas veces igual te dejo que me chupes los pies, el
culo y alguna cosa más…

Me sorprendí a mí mismo dando aquella respuesta. La verdad es que


nunca había dejado que un hombre me chupase nada. No sé qué me
indujo a escribir aquello, igual la excitación del momento. Veremos…

P: Me gusta eso. Lo de correrte encima de mí suena muy humillante.

Y: Busco obediencia, respeto, sinceridad, disciplina y ganas de


aprender…

P: Nos parece bien.

Y: Me gusta atar, azotar, insultos, tirar del pelo, bofetadas…

P: mmmmmmm Nos estamos poniendo cachondos.

Y: Menuda pareja de viciosos.

P: jejejeje Sí lo somos.

Y: Eso me gusta. Me gustaría ver una foto de ella.

Al cabo de unos segundos pusieron una foto de Clara en la ventanita


del MSN. La verdad es que la zorrita estaba buena, me gustaba.
P: Nos gustaría ver una foto tuya.

Puse mi foto.

Y: Y bien?? Debo deciros que gano al natural.

P: A Clara le pareces interesante y atractivo.

Y: Bien…

Estuvimos charlando por MSN unos días. Al cabo de una semana,


decidimos ir a tomar una copa juntos para conocernos en persona.

Mientras, debido al trabajo y al tiempo dedicado a mis nuevos


sumisos, no tuve tiempo de quedar con mi sumisa Berta.

Eso sí, le envié un par de sms diciéndole que me apetecía hacerle


esperar, ya que así tendría más ganas de verme.

También no le deje que se tocara hasta que yo le diera permiso, cosa


que no le gustó nada pero aceptó como muestra de obediencia hacia
mí. La verdad es que quería tener ardiendo para cuando quedáramos
el primer día en mi casa.

Llegué al pub donde había quedado con mi parejita de sumisos. Me


retrasé unos 20 minutos expresamente, tenía ganas de crear
expectativas. Los vi al fondo del local.

Yo: Buenas noches pareja.

Ambos se levantaron de su asiento. Le di dos besos a Clara y estreché


la mano de Pedro.

Pedro: Buenas noches Carlos.

Clara: Buenas noches Carlos.

Estuvimos charlando de cosas sin importancia, incluso de la maldita


crisis y de fútbol.

En un momento dado, cuando ya teníamos más confianza, puse la


mano sobre una pierna de la perrita, que las tenía cruzadas.

Y: Separa las piernas perrita. Cuando estés sentada delante de mí


siempre las quiero abiertas. ¿Vas sin tanga como te ordené?

C: Sí Amo.

Y: Buena perrita. Así me gusta, que obedezcáis a vuestro Señor.

Dije esto mirando primero a Clara y luego a Pedro.

Y: Me apetece probar la boca de esta zorra. ¿Qué te parece?

P: Pues que deberías hacerlo sin dudar. Noto que ella tiene muchas
ganas desde que has llegado.

Y: ¿Es eso verdad putita? Te apetece probar la boca de vuestro Amo?

C: Sí Señor. Me encantaría que el Amo me diera el placer de


morrearme con él.
Y: Ven aquí.

Ella acerco su boca a la mía, la empecé a morrear mientras la cogía del


pelo.

Estuvimos un buen rato jugando con nuestras lenguas. Y aproveché


para sobarle los pechos.

Y: Me gusta como besa mi puta. También me gustan tus pechos.

C: Gracias Amo.

Noté como Pedro se sobaba la polla por encima del pantalón.

Y: ¿Te pone cachondo la situación? ¿Viendo cómo trato a tu esposa, mi


puta?

P: Sí Amo. Me estoy poniendo a cien. Y ella también, lo veo en su


mirada.

Y: Sí. Me gusta esa mirada de perra en celo. Vamos a ver si se


confirman tus sospechas sumiso.

Puse la mano por debajo de la falda y empecé a subir lentamente


hasta el coño de mi nueva perra sumisa. Estaba realmente empapado.
Le metí dos dedos mientras no dejaba de mirar al cornudo. Jugué con
ellos un par de minutos, metiéndolos y sacándolos. Podía sentir su
respiración acelerada.

En ese momento saqué los dos dedos y se los metí en la boca.

Y: ¿Te gusta tu sabor, zorra?


C: Si me gusta. Estoy muy caliente Señor. Quiero que me folle.

Y: Tú querrás lo que tu Amo te diga. ¿Verdad puta? No me seas


impaciente.

C: Perdón Señor, soy una puta viciosa e indisciplinada.

Y: Eso está mejor. Decidme una cosa, cuando el sumiso la tiene así de
dura y se la chupas. ¿Cuánto tiempo suele tardar en correrse?

C: Unos 4 o 5 minutos.

Y: Bien. Ahora quiero que os vayáis los dos al lavabo de mujeres y que
se la chupes, pero sólo durante 2 minutos. Y tú, puta, por supuesto, no
te dejo tocarte mientras lo haces. Comprobaré que aún la tienes dura
cuando salgas, así que sed obedientes.

P: Así lo haremos Amo.

Los dos se marcharon muy contentos al lavabo. A los 7 minutos


aparecieron.

Y: Habéis tardado.

C: Es que había una chica y hemos tenido que esperar a que saliera.

Y: OK. ¿Habéis hecho todo lo que os he dicho?

C: Sí Amo. Se la he chupado con ganas y no he dejado que se corra.


Y: Muy bien. Veo que todavía la tienes dura. ¿Estáis muy calientes
verdad, cerdos viciosos?

P: Mucho Señor.

C: Estoy súper caliente Amo.

Y: Paga la cuenta, y vámonos a vuestra casa.

Cogimos un taxi para ir hasta allí. Le dije a Pedro que se sentara


delante y la perra se sentó conmigo detrás.

Una vez le dio la dirección al taxista, Pedro, siguiendo mis


instrucciones, empezó a darle conversación. Que como iba la noche,
que si mucha crisis en el sector…

Mientras, le desabroche un par de botones a Clara.

Después le cogí del pelo y empecé a morrearla, mientras metía mi


mano por debajo de la falda y jugaba con su culo y su coño. Su
respiración volvía a acelerarse.

El taxista no paraba de mirarnos por el retrovisor y Pedro tampoco se


perdía una mirándonos descaradamente.

Y: Mira para adelante Pedro.

P: Sí Amo.

En ese momento miré la cara del taxista por el espejo y era todo un
poema. No parecía entender nada. Me gustaba aquella situación.
Y: Parece que esta puta está muy caliente.

Cuando paramos en un semáforo le abrí del todo la camisa a mi golfa


y le dije al taxista.

Y: ¿Le gusta mi puta? ¿Está buena eh?

Taxista: Jejeje… Sí la verdad es que está bien rica.

Llegamos al edificio, una vez en el ascensor les ordené que se


desnudaran y les hice entrar a casa a 4 patas…
Allí estaba yo, en un pedazo de casa que quitaba el hipo de la zona
más pija de Barcelona, a las 00:30 horas de la noche, con sus dueños
desnudos y a 4 patas en el recibidor.

Yo: Creo que habéis disfrutado bastante hasta ahora, ¿verdad?

Clara y Pedro (al unísono): Mucho Amo!!!

Y: Ya me lo imaginaba. Ahora le toca disfrutar al Amo, pero antes


quiero que mi puta me enseñe la casa. Tú, cornudo, puedes ir
preparándome un Gin-tonic bien frío. Venga, espabila coño!!!
P: Sí Señor.

Pedro se levantó. Entonces le puse la mano en el hombro y le dije que


esperara. Le di dos sonoras bofetadas al sumiso.

Y: ¿Te he dado permiso para que te levantes?

P: No, Amo.

Dos bofetadas más.

Y: A menos que yo os indique lo contrario seguiréis siempre en la


posición en la que estéis. ¿Está claro?

C y P: Sí Amo!!!
Y: Pues venga puto, a 4 patas y a prepararme esa bebida.

P: Sí Amo.

Y: Tú te puedes levantar, zorra. Quiero que me enseñes toda la casa de


pie y desnuda. Quiero disfrutar viendo de tu cuerpo moverse.

Clara se levantó y se quedó delante de mí esperando mis órdenes. Yo


la miraba fijamente a los ojos.

Realmente era muy atractiva y además tenía unos rasgos de viciosa


que me ponían mucho.

Ella aguantaba la mirada seria.

Y: Me gustas mucho puta. Sé que me harás sentir muy orgulloso de ser


tu Amo.

En su cara apareció una sonrisa.


C: Gracias Amo. Espero aprender y ser cada día una mejor puta para mi
Amo y Señor.

Le cogí del pelo y le pegué unos largos morreos. Yo tenía la polla


como una estaca, a punto de reventar.

Me encantaba jugar con aquella lengua libidinosa y salvaje que


momentos antes, había hecho las delicias del amigo taxista.

Le cogí la mano y se la llevé a mi rabo para que notara como me


estaba poniendo la muy zorra.

Y: ¿La notas perra?

C: Sí mi Amo. ¿Puedo chupártela? Tengo muchas ganas de darte


placer.
Espere unos segundos antes de contestar, sin dejar de mirarle a los
ojos y con su mano en mi polla.

Sonreí. Entonces le di dos bofetadas. Ella se quedó sorprendida.

Y: ¿No puedes aguantarte, puta viciosa? Si sigues portándote igual de


bien que hasta ahora, quizá te doy la oportunidad de que disfrutes de
tu premio y te dejo probarla.

Dos bofetadas más.

Y: Por cierto, me hablarás de usted. Que no se te olvide.

C: Perdón. Sí Amo.

Y: Bien. Ahora enséñame la casa.


C: Sí Señor. ¿En algún orden especial, Señor?

Y: No. Improvisa, puta.

Se puso delante, le di dos sonoros azotes en su precioso culo y


empezó a mostrarme todas las habitaciones.

La verdad es que la casa estaba cojonuda, decorada con muy buen


gusto, cosa que aprecié desde el primer momento en que les conocí,
viendo como vestían y se comportaban. Tenían clase, como yo.

Cuando llegamos al dormitorio le ordené que se pusiera de rodillas.


Me encantaba su sonrisa y ella, estaba claro que también estaba
encantada de haberse convertido en mi perra.

Y: Cornudo!!! ¿Viene o no viene ese Gin-tonic? Puedes ponerte de pie


para traérmelo.
A los pocos segundos apareció Pedro con mi copa.

P: Es que a 4 patas no sabía cómo traerlo…

Y: Está bien. Ya lo he pensado. Tardabas mucho. Pero no pasa nada, es


tu primera vez, ya aprenderás. Ponte a 4 patas sobre la cama, sumiso.

Pedro obedeció sin rechistar mientras Clara no perdía detalle.

Y: La manera para que aprendáis más deprisa es mediante la técnica


castigo-premio. Ponte de pie, perra.

La volví a coger del pelo y me la llevé hasta la altura de la cara del


marido, para que así nos viera bien.

Empecé a morrearla de nuevo y a tocar sus pechos. Tenía los pezones


duros como el diamante.
Pasados unos minutos y poniéndome muy caliente, le sobe el coño
para ver cómo iba el tema.

Y: Parece que tienes problemas de humedades por esta zona.

Ella sonrió.

Y: ¿Por qué estás tan caliente, cerda?

C: Porque mi Amo sabe muy bien como calentarme. Me pone a mil


todo lo que me hace, Señor!!!

Yo solté una gran carcajada.

Y: ¿Has oído a tu mujercita, sumiso cornudo? Por fin ha encontrado un


macho que sabe cómo tratarla y ponerla en su sitio.

P: Si Señor!!!
Y: Bien. Ahora ha llegado la hora de tu castigo, sumiso. Es por no
haberme preguntado que tenías que hacer cuando has acabado de
prepararme la copa. ¿Te queda claro?

P: Totalmente, Amo.

Y: Pero no te voy a dar yo el castigo, va a ser esta perra tragasables con


la que estás casado.

Pude ver como a mi perra se le dibujaba una sonrisa en el rostro.

Y: A ver puta, quiero que le des 10 azotes en cada nalga.

C: Si Amo. ¿Con la mano, no?

Y: Sí perra, hay que ir poco a poco en vuestra educación. Y tu puto,


quiero que cuentes cada azote que te dé.

Mi perra Clara se puso a darle los azotes. Yo no sabía si lo había hecho


antes, pero se le veían maneras. Lo estaba disfrutando. El culo del
cornudo se iba poniendo rojo por momentos.

Y: Muy bien los dos. Sois muy obedientes.

C: Gracias Señor.

P: Gracias por su castigo para corregir mis faltas, Amo.

Y: Ahora sumiso, ponte de rodillas en el suelo. Te dolerá un poco el


culo, así recordarás mejor tu castigo.

P: Si Amo.

Una vez colocado en esa posición, le dije a mi perra que se acercara a


mí.

La cogí del pelo y le di un buen morreo.

Y: Lo has hecho muy bien puta.

C: Gracias Señor.

Y: Pero ahora tengo que castigarte a ti.

Se puso seria.

C: Si Amo.

Y: Es por tu bien. Para que aprendas. Te castigo por no haberme


llamado de usted desde el principio y por haber disfrutado tanto
comiéndote una polla que no era la mía. ¿Está claro, zorra viciosa?

C: Si Señor!

Y: Bien.

Me senté en el borde de la cama y le dije que se pusiera bocabajo


sobre mis rodillas.

Y: ¿Estás preparada, perra?

C: Sí Señor.

Y: Te voy a dar unos azotes y quiero que los cuentes. Además me darás
las gracias por cada uno.
C: Sí Amo.

Empecé a azotarla y ella iba respondiendo muy bien. En algún


momento le di alguno más fuerte y no pudo contener soltar algún
grito.

Entonces desplacé mi mano hasta su coño y noté que todavía estaba


más mojado.

Y: Lo estás disfrutando, ¿verdad putita?

C: La verdad es que mucho, Señor.

Comencé a pajearla. Me encantaba sentir como aquella mujer, mi puta,


lo estaba disfrutando de verdad.

Y: Nunca debes correrte sin mi permiso.


C: Ahhh, ufff, mmmm, no Señor, mmmm, mmmm, ahhhh…

Seguí mezclando los azotes con la masturbación. Todo ello sin dejar
que mi bonita perra se corriera.

Y: Bueno ya está bien. Espero que hayas aprendido con tu primer


castigo, puta. Ponte de rodillas.

Le acaricie la cara dulcemente y le volví a dar un buen morreo.

Pedro tenía una buena erección después de haber disfrutado con el


castigo de su mujercita.

Y: Veo que te ha gustado lo que has visto puto.

P: Sí Amo. Me ha puesto muy caliente.


Y: Así me gusta, que todos lo pasemos muy bien. Además la noche es
larga y promete.

Clara sonreía.

Y: Bueno puta, ¿crees que te mereces el premio de disfrutar de la polla


del Amo?

Se le iluminaron los ojos, estaba pletórica.

C: No lo sé Amo, eso debe decidirlo usted. Pero la verdad es que me


encantaría. De verdad.

Yo volví a soltar una carcajada como antes.

Y: Creo que te lo mereces y quiero disfrutar de tu, bueno ahora es Mi


boca en Mi polla.
C: Gracias Amo.

Y: Desnúdame puta.

C: Si Amo.

Una vez desnudo me estiré en la cama y le dije que podía empezar.

Y: Una cosa puta. Como es la primera vez, quiero que me demuestres


tus habilidades, ahora no te voy a follar la boca. Quiero que me lo
lamas todo: los huevos, el culo, la polla. Pero tienes que hacerlo lento,
quiero disfrutarte de verdad. Muy despacio. Y sólo lamer, de momento
nada de chupar.

C: Sí Amo.

Clara siguió mis instrucciones al pie de la letra. Lo lamía todo con una
exquisita lentitud y entrega.

Yo lo estaba disfrutando de verdad. Tenía toda la zona llena de saliva


de mi puta viciosa.

Y: Así, así puta, sigue… Lo haces muy bien. Me encanta. Sigue lamiendo
así perra…ahhhh, uffff…

Pasado un rato me incorporé, la cogí del pelo y la traje hacia mi boca.


Me encantaba besarla y jugar con aquella lengua que me estaba
dando tanto placer.

Y: Me gustas mucho puta. – Le di un bofetón suave y seguí con el


morreo - ¿Lo sabes verdad? Me encanta que seas mi puta. – Otro
bofetón y más morreo. Me gustaba de verdad!!!

Ella también disfrutaba de lo lindo jugando con mi lengua y la suya.

Y: Ahora quiero que me chupes bien los huevos…


C: Si Amo – Con una gran sonrisa.

Empezó a chupar y lamer, que gusto que me daba, vaya gran perra,
ufffff, sólo recordarla…

Y: Ahora a por tu polla, cerda!!!!

Siguió chupando y lamiendo, yo le hacía parar, jugaba con sus


pezones, le azotaba el culo, le pajeaba, le cogía del pelo… Finalmente…

Y: Bueno puta, voy a darte el desayuno de mañana por anticipado, la


leche calentita del Amo toda para ti.

Me puse de pie y cogiéndola del pelo le hice ponerse de rodillas en el


suelo.
Y: Toma puta!!! Toda para mi viciosa!!! Agggg. No te la tragues. Quiero
que la mantengas en la boca…siiiiii, ahhhhh, mmmmm. Si,
todaaaaaaaa. Diossssssssssssss!!!!

Me vació enterito.

Y: A ver puta, abre la boca. Así me gusta. Ahora le vas a dar un beso
blanco al sumiso. Venga.

Dicho y hecho. Clara le paso toda mi leche al puto.

Y: Tú no te la tragues Pedrito, guárdala en la boca también. A ver


enséñamela… Bien ahora, vuélvesela a pasar a mi puta… Enseña… Ya te
la puedes tragar toda. Abre. Muy bien. Ven aquí puta.

La cogí del pelo y le di otro morreo.

Y: Os habéis portado muy bien. Estoy muy contento con los dos. Intuyo
que pasaremos grandes momentos juntos.
Mujer de mi amigo
Mi trabajo en una empresa a nivel nacional me hacía estar
constantemente de visita en las diferentes delegaciones del país y
haciendo seguimiento a los distribuidores.

A mis 45 años me sentía realizado en el campo laboral. En el personal


todo marchaba como se podía esperar en mi situación. Un matrimonio
normal creo, y una fama de mujeriego que no era real.

Físicamente me cuido, hago el deporte que puedo y cuando puedo.

Para no desviarme mucho de la historia os comentaré que todo


comenzó con el nombramiento de una nueva secretaria en una de las
delegaciones. Esta secretaria además resultaba ser la mujer del
delegado de zona (amigo mío)

El día que la conocí me llevé una gran sorpresa. Aunque solía hablar
mucho con mi amigo y tras las largas charlas profesionales siempre
había tiempo para apuntes personales, lo que me había dicho de su
mujer no me hizo imaginar lo que me encontraría.

Pilar es una de esas mujeres prototipo de muchos hombres. Estatura


de 1,60 que ayudada de los tacones la hacía más llamativa, cuerpo muy
bien proporcionado, las curvas en su sitio, buenos y firmes pechos que
se adivinaban con unos pezones duros y sensibles, muslos torneados
que se dejaban ver en la falda a medio muslo de cuero que llevaba.
Manos delicadas con uñas muy bonitas sonrisa abierta y directa. Ojos
color miel que destacaban en su melena de color castaño claro con
mechas.

El resumen sería de una mujer femenina y muy sensual, como dije, el


tipo de mujer que, al menos, a mí me encanta.

En mis muchas visitas a la delegación se intensificó el contacto con


Pilar. Por la amistad con su marido yo intentaba mantener las formas
pero me podía aquella belleza de mujer. Estaba claro que existía
química porque a ella se lo notaba, en nuestras charlas, en
comentarios, en las confidencias que compartíamos, en el tono cada
vez más pícaro y picante de nuestros comentarios, en los roces de
nuestras manos o de nuestras rodillas cuando me acompañaba a
comer algo rápido cerca de la oficina.

Pilar se estaba convirtiendo en la imagen de un deseo sexual que me


podía.

Todo comenzó una tarde de verano en la que me encontraba en la


zona. Las muchas reuniones y el calor sofocante que hacía me tenían
de mal humor. Terminé tarde las últimas gestiones y me dirigí a la
delegación a sabiendas de que, al ser verano, no encontraría a nadie
en aquellas horas pues sólo se trabajaba hasta las 15 horas.

Eran casi las 18h cuando, entrando en la oficina, me vi sorprendido al


encontrarme a Pilar tras una montaña de papeles.

Una falda larga blanca de corte Ibicenco, unas zapatillas de medio


tacón y un top también blanco que realzaba sus pechos, dibujaba el
mejor “canalillo” que he visto, de piel morena y con un ombligo
deseoso de juego.

Tras nuestros saludos iniciales y las quejas por tener que estar
trabajando en aquellas condiciones, cada uno se centró en sus labores.

Mi mente no me dejaba concentrarme pues, a través de la pared de


cristal de mi despacho, no dejaba de ver a Pilar, su cuerpo moviéndose
por toda la oficina, sus nalgas marcadas en la falda, sus pechos
balanceándose cada vez que se agachaba para colocar algo.

Estaba yo en estos pensamientos cuando la veo dirigirse hacia la


puerta del despacho abriéndola y entrando con un refresco en la mano
¿Un descansito? Me dice con una sonrisa mientras se acercaba a la
mesa.

Claro, creo que lo necesitamos y nos lo merecemos, dije. Ella da la


vuelta a la mesa para medio sentarse en el borde de mi lado,
mirándonos a los ojos mientras me tendía su refresco para que
bebiera.

Mientras lo hacía mis ojos hicieron un repaso por su cuerpo, repaso


que ella aceptó.

Mantuvimos esas posiciones mientras charlábamos amigablemente,


comentando temas lúdicos que, como siempre en nuestras últimas
conversaciones, derivaron a los pícaros y morbosos.

Sin darnos cuenta, mientras hablábamos, nuestros cuerpos se fueron


aproximando y, entre risas y comentarios, mi mano descansaba ya en
la dureza de su muslo. Nada dijimos y nada cambiamos, seguimos
mirando y comentando hasta que Pilar, para ver mejor, se giró y apoyó
sus manos en la mesa mientras yo sentado, tenía una visión perfecta
de sus nalgas.

No me pude contener y empecé a acariciárselas. Se hizo el silencio,


ninguno de los dos se movía ni dijo nada, sólo mi mano acariciando
sus nalgas por encima de la tela. En esto que veo que ella deja caer
para atrás su cabeza y da un suspiro. Me incorporo sin dejar la caricia y
me sitúo detrás de ella para con mi otra mano tomarla de la cintura
mientras mi boca busca su cuello para besarlo.

Mi boca pasa de besar su cuello, a lamerlo, morderlo notando como su


piel se erizaba. Mis manos ansiosas dibujando su figura para rodearla
con mis brazos mientras pegaba la dureza de mi erección a sus nalgas.

Pilar se incorpora pegándose más a mí y, aun de espaldas, alza sus


brazos para acariciarme la cabeza, la nuca y en un movimiento lento y
meditado, girarse para encararse a mí. Nos miramos y nuestras bocas
se buscaron, nuestras lenguas se unieron.

A estas alturas ya todo era desesperado por la excitación, ella me quitó


con furia la corbata, la camisa y lamia y besaba mi pecho mientras mis
manos liberaron su cinturilla y le quité la falda.

El espectáculo de su cuerpo era fascinante, delicioso, y su entrega y


deseo sexual me podían. Pilar se apartó un momento para serenarse,
respiraba profundamente mientras me miraba directamente a los ojos
trasmitiéndome deseo y lascivia contenida. Con una sonrisa en sus
labios se dirigió a mí, se pegó a mi cuerpo y contemplé como se
arrodillaba para desabrocharme el pantalón y quitármelo. Mientras
nuestras miradas se cruzaban y se mantenía, la veo lamer mi pene por
encima del bóxer, mordisquear juguetonamente mientras sus manos
me liberaban del bóxer. La veo mirar asombrada la extensión y dureza
de mi pene mientras valora, medita, saca la lengua para lamerlo y
finalmente, empieza a tragárselo.

Yo contemplo la escena con el deleite de tener esta hembra deseada a


mi entera disposición, con excitación de su cuerpo, de la situación en la
oficina, de saberla compañera de trabajo, con el morbo de ser la mujer
del delegado, de mi amigo

Todo esto endurecía más mi pene, alimentaba más mi deseo de ella.

Las sensaciones de su lengua en mi capullo, verla tragar y chupar,


sentirlo, oírla me tenían loco. Recuperando un poco el sentido mi
mano la tomó de la nuca para indicarla que se incorporara y ponerla
de pie para besarla y acariciar su cuerpo liberándola ya del corpiño y
tener sus pechos a mi disposición. Pezones durísimos que sentí entre
mis dientes, que acaricié con mi lengua acompañado de los jadeos de
Pilar.
La tomé en brazos para tenderla en la mesa y tirar de sus tangas para
quitárselas, separar sus muslos mientras miraba absorto lo espléndido
de su vulva, los carnosos labios de su sexo húmedos, empapados del
deseo.

Mi lengua dibujaba caminos hacia su coño y en el momento de sujetar


su clítoris en mi boca, tuvo un potente y sonoro orgasmo que
convulsionó su cuerpo. No paré, seguí bebiendo de la fuente de su
placer, pasando mi lengua por su coño, lamiendo su clítoris hasta su
segundo orgasmo que llegó más sonoro y convulso que el primero.

Me separé un poco para ver su cuerpo y tomándola de la mano, la


ayudé a incorporarse para besarla y decirle…

“Eres mía Pilar, a partir de ahora eres mía, me perteneces….eres y serás


mi hembra dispuesta. Te daré el placer que no conoces y quiero tu
entrega total…”

“Soy tuya, soy tu hembra, tu puta, hazme lo que desees…pero hazlo


ya¡¡. Lo necesito…te necesito”…dijo ella entre lamidas y besos

Me senté de nuevo en mi silla y la atraje hasta mí y separando las


piernas mientras me mantenía la mirada, se dejó caer lentamente
sobre mi pene erecto. La sensación de la punta de mi capullo entrando
en su coño fue deliciosa. Más cuando yo miraba cómo se mordía los
labios y como, premeditadamente, ralentizaba el movimiento para
alargarlo al máximo.

Hubo un momento que no pudo más y se dejó caer hasta clavársela


del todo mientras soltaba un sonoro quejido. Una vez repuesta, sus
caderas comenzaron a moverse en una cadencia que se incrementaba
a la par que aumentaban sus quejidos, sus jadeos.

Mis manos tomaban fuertemente sus nalgas para aumentar e


incrementar esa secuencia mientras mi boca viajaba de la suya a los
pezones duros que mordía y lamia alternativamente.

Otra explosión, otro orgasmo suyo mientras yo me recreaba en


analizar sus reacciones y le decía al oído “amante esposa…pero mi puta
personal”

Diciendo esto la tomé en brazos mientras me incorporaba para


colocarla nuevamente en la mesa, boca abajo, su culo y sus nalgas
dispuestas y a mi antojo, sus pechos aplastados y sus pezones
doloridos.

La visión de ese cuerpo ansioso y entregado, de sus nalgas dispuestas


para mí, me enloqueció y tomándola de la cintura se la clavé hasta el
fondo de su coño de un solo golpe.

Ahora la cadencia de la follada la marcaba yo mientras ella sólo se


dejaba hacer. Unas veces enérgica, otras veces cadente y lenta, pero en
todo momento buscando el placer compartido, viendo a una hembra
entregada.

En un momento me detuve y valorando la situación, me incliné para


decirle al oído…

“Ahora Pilar…me lo vas a pedir…quiero oírlo, quiero saber quién eres,


qué eres….ahora está en tus manos que esto continúe…convénceme…”

Dicho esto sólo la punta de mi capullo se alojaba en su coño, sin


moverme y manteniéndola totalmente sujeta, aunque ella intentaba
penetrarse moviendo sus caderas, no se lo permitía.

El aumento de su entrega se manifestó en sus palabras…

“Tu puta…soy tu puta…me entrego a ti para lo que quieras…cómo


quieras y cuando quieras… hazme tuya…”
“Falta algo…” le dije

“Por favor…rómpeme el culo, márcame, córrete y lléname….deja tu


firma en mí, tu amante, tu puta…”

Dicho esto pasé mi polla entre sus nalgas y lubricada como estaba de
corridas y flujos, lentamente empecé a introducirla en su ano.

Enseguida noté que era la primera vez y decidí ser delicado. A partir de
ahora gozaría de ese cuerpo en cada viaje…y me follaría este culo cada
vez que me apeteciera y Pilar lo disfrutaría tanto como yo

Cuando ya estaba relajada, dilatada y comenzando a disfrutarlo, fue


cuando la tomé de las caderas y realmente empecé a follarla. Mis
acometidas eran acompañadas de mis palabras…

“Recuerda…mi hembra…mi puta…me perteneces…. Y ahora….te voy a


marcar…”

Y dicho esto tuve una de las mayores corridas que recuerdo. Chorros
de leche caliente y espesa fueron a parar al fondo de su culo,
llenándole el ano de mí, marcándola mientras ella se retorcía con otro
demoledor orgasmo.
Tras nuestra primera cita, Pilar y yo, aumentamos el nivel de picardía,
complicidad y morbosidad de nuestros juegos.

Eran muchas las veces que estando en aviones, usaba el tiempo


recapacitando sobre lo que estaba haciendo, a quién me estaba
tirando y beneficiando, la mujer de un compañero, de un amigo y
cómo podría esto complicarse.

También es verdad que todo este pensamiento se evaporaba cuando


recordaba el tacto del cuerpo de Pilar, el sabor de sus labios, de su
coño empapado pidiéndome guerra, de sus gemidos y, sobre todo,
cualquier duda era despejada con sus palabras de entrega total a mí.

Nuestros correos eran constantes y muy subidos de tono. Empezamos


a marcar horarios (ella mujer casada) que no nos delataran. Nuestros
teléfonos no paraban de intercambio de imágenes, de fotos o de
mensajes.

Lo que era indiscutible es que los dos, ansiábamos y buscábamos los


contactos. Provocábamos las casualidades para vernos y estar juntos.

En mis paseos por la delegación ya era costumbre que marcháramos a


comer con su marido (delegado y amigo) no sabía lo que pasaba por
debajo de la mesa, entre Pilar y yo. Roces de rodillas, manos en los
muslos, juegos de pie….

Cada día más entregada a mí y a nuestro juego me anunció una


sorpresa para mi próxima visita. Yo lo deseaba como loco porque, en
cada visita, buscábamos la forma y manera, el lugar y el tiempo para
tener, al menos, un polvo salvaje y escondido.

En esa nueva visita descubrí la sorpresa. Para demostrarme su entrega


y queriendo colmar todos mis gustos, se había teñido el pelo de
oscuro, casi de negro.

Pilar la superaba ya que el contraste de su nueva cabellera con sus


ojazos verdes era de infarto.

Esa visita tuvo la culminación de un polvo rápido y escondido


alimentado por nuestro juego. Un polvo en el lavabo de un centro
comercial cercano donde mientras mi pene dilataba y penetraba
repetidamente su ano, mientras ella gemía.

En esa visita no se pudo más, pero me prometí que todo cambiaría.


De una de las firmas que trabajamos recibí la noticia de un curso de
gestión de oportunidades sobre el sistema que tenemos implantado.
No tuve que pensármelo dos veces y organicé el plan.

Por supuesto el curso era en Alemania e inscribí a Pilar como persona


en la que la empresa y yo estábamos confiando muchas gestiones, y
yo como director comercial e involucrado en todos los cambios para la
empresa.

Por supuesto el primero en saberlo fue su marido, dónde le pedí


perdón por tener que inscribirla y dándole todas las explicaciones para
que estuviera tranquilo. Sólo serían 4 días y como yo también estaría,
no tenía que preocuparse de nada.

Por supuesto la confianza y amistad que nos unía lo facilitó todo.


Cuando Pilar recibió la noticia, no paraba de enviarme mensajes
transmitiéndome la ilusión y excitación al saber que todo estaba
tramado por mí.

Allí la miré, la tomé de la cintura, le di el beso más húmedo que se ha


visto en aquel aeropuerto y le dije “ahora eres mía y sólo para mí sin
molestias ni prisas.”

Mirándome a los ojos me dijo “ahora vuelvo” y se encaminó al lavabo.

La estaba esperando cuando, mirando la puerta, me quedé perplejo


con su imagen. Su vestimenta para la llegada al aeropuerto era de lo
más formal a su estado de casada.

En el lavabo se cambió y salió a mi encuentro como la mujer dispuesta


y entregada que se me ofrecía en cada encuentro.

Su nueva cabellera negra hacía resaltar más sus verdes ojos. Una blusa
corta de seda color rosa con transparencias que dejaba ver debajo un
sujetador negro. Seguramente el momento era lo que mantenía esos
pezones tan duros que eran visibles través de la blusa. El canalillo bien
marcado por los botones cuidadosamente desabrochados. Falda de
tubo negra y muy justa por encima de medio muslo. Zapatillas de
tacón negras que tenían unas tiras atadas en sus tobillos. La perfecta
piel morena de su cuerpo hacia resaltar más aún su belleza.

Al llegar a mi lado me miró y dijo ¿a tu entero gusto?

Sí, dije.

Quiero que todos vean y te envidien, que sepan que sólo estoy por y
para ti. Que eres mi dueño, mi macho y al que entrego mi cuerpo al
completo.

No tengas dudas de que así lo verán y es, le dije terminando mi frase


con otro húmedo beso y mis manos en sus nalgas, apretándolas
mientras el resto de viajeros nos miraban.

El viaje lleno de toqueteos y deliciosas caricias, la complicidad a flor de


piel y la sensualidad en todos los gestos.

Nada más llegar a Alemania, la urgencia que teníamos por llegar al


hotel fue notoria. En el taxi estuvimos a punto de tener un problema ya
que, el pobre taxista, no podía evitar mirar por el retrovisor nuestros
besos, como le lamía el cuello, o su cara cuando, metiendo mi mano
entre sus muslos, comencé a masturbarla allí mismo hasta conseguir su
primer orgasmo silencioso.

Registro en el hotel, habitaciones separadas y directos a las mismas.


Instintivamente entramos en la de ella que sería la común de ambos.

Pilar llamó a su casa, para comentar su llegada, para tranquilizarlos por


todo. Mientras ella hablaba mis manos viajaban por todo su cuerpo.
Intentaba centrarse en la conversación mientras yo la despojaba de la
falda, mientras abría su blusa.

Se entrecortó su voz mientras mi lengua lamía sus muslos, los besaba y


ascendía hasta llegar a la tela de su tanga ya húmeda de placer,
excitación y por el orgasmo en el taxi.

Ella intentaba acortar la llamada pero se ve que su marido quería


seguir con ella. Me aparté un momento para dejarla hablar mientras
me desvestí por completo.

Cuando colgó se giró hacia mí y disfruté del espectáculo de su cuerpo


vestido ya sólo con las zapatillas de tacón, la ropa interior y la blusa
desabrochada. Su cara de lujuria era todo un poema mientras miraba
mi pene erecto que la señalaba.

“Ven” le dije y cuando ella iniciaba el camino dije “alto”. Se paró en


seco

Quítate la blusa y ven a mí como has de venir. Me sonrió y lo entendió,


se quitó su blusa y, arrodillándose, vino a gatas hasta mis pies. Verla así
es algo que siempre me gusta.

Sin decirme nada empezó a acariciarme y lamer mi pene. Sabe que me


gusta que me mire a los ojos cuando lo hace y no dejó de hacerlo.
Cuando empezó a chupármela la tomé con mi mano del cabello para
sentir más su ritmo. Cuando empecé a correrme, tomo toda mi
eyaculación, tragando y sin dejar de mirarme. Dejó que un poco saliera
de su boca para verlo correr hacia sus pechos, por su cuello y volvió a
tragar y chupar como posesa.

Mi priapismo me permite mantener esas erecciones seguidas para mi


deleite y placer, y para el goce de mi pareja en esos momentos.
Poco a poco se incorporó y se alejó mimosamente, movimientos
cadenciosos, dejándome ver su cuerpo mientras me decía..

“Cuatro días para ti, solo tuya, su esposa, tu acompañante, tu amante y


tu puta. Cuatro días en los que seré lo que quieras que sea y haré lo
que me pidas”

“Sí Pilar, cuatro días. En los que sabrás el placer que hay en ti, en tu
cuerpo y cómo me perteneces”

Dicho esto me abrazó mientras me besaba.

Yo la giré llevándola ante el espejo, apoyando sus manos en él


mientras la tomaba por las caderas

“Cuatro días en los que te follaré, en los que todos tus agujeros serán
saciados con mi pene, en los que te llenaré de mi leche y te haré gritar
de placer…”

Terminando la frase mi pene, lentamente pero de un certero


movimiento, entró en su ano.

Empecé a follarla así, de pie, mirándonos en el espejo. Sus pechos


balanceándose, mis manos sujetándola de las caderas, su boca
entreabierta jadeante de placer…

“Esa es la imagen que quiero que mires, Pilar. Tu cara de placer, de


deseo mientras sientes cómo te follo el culo, mientras notas mi pene
en lo más profundo de tu ano”

Seguí con mis embestidas mientras ella se retorcía de placer, gemía


cada vez más alto para lanzar un grito a la llegada de su orgasmo.
Orgasmo que coincidió con mí corrida en su interior.
Poco a poco nos reponíamos mientras la mantenía penetrada. Nos
enderezábamos mientras besaba su cuello, su espalda y ella se
recuperaba.

“Vamos a la ducha Pilar…nos esperan para cenar…”


Salimos de la ducha y como dos enamorados no parábamos de darnos
arrumacos, besos y caricias.

Un rato haciendo zapping con el mando por los diferentes canales


(todos en Alemán, por lo que no entendíamos nada) frescos, limpios y
abrazados encima de la cama.

“Pilar, sé que esto no está bien y que puede traerte muchas


complicaciones.

“Mira cari, no voy a decirte que dejaría a mi marido por ti. Estoy
enamorada de él y jamás le haría eso, pero…

Lo nuestro es diferente.”

Meditó unos instantes antes de continuar…

“Una mujer siempre tiene fantasías, siempre está a la espera de que


llegue esa hora de sentir, de poder ser y a mí me llegó contigo.
Contigo soy más que mujer, soy hembra, tu hembra…me siento tu
amante y quiero ser tu puta. Eso jamás lo seré con él.

Con él soy su mujer…muy diferente que contigo.

Cuando intenté decir algo, cerró mis labios con su mano para
continuar…
“Recuerda, eso soy contigo y para ti. Para nadie más. Si lo nuestro
termina…volveré a ser amante y esposa, pero contigo quiero seguir
siendo lo que soy y sentirme como me siento”

El silencio reinó en la habitación unos segundos hasta que sentencié…

“Lo eres y lo seguirás siendo, mi amante, mi juguete, la mujer de mi


amigo y mi puta particular. Es lo que eres y serás para mí y así te haré
sentir..”

Dicho esto me levanté y empecé a vestirme ya que nos estarían


esperando para recibirnos e irnos a cenar.

Como terminé antes que Pilar, bajé a la cafetería del hotel diciéndola
que la esperaba abajo.

Efectivamente ya nos esperaban compañeros de otros países, de otras


delegaciones así como los organizadores de la formación. Rato de
saludos, alguna presentación (una que me impactó fue la de Mayrelis,
la delegada de México. Toda una bomba de mujer que prometía en
muchos aspectos), risas y cervezas.

Wolfang y Uwe (los organizadores de la formación) me preguntaron


por mi compañero y les dije que era compañera, que ya bajaba. En
esto se abrió el ascensor y apareció Pilar para deleite de todos.

Vestía un traje muy ceñido de algodón color negro y corto. Este por
encima de medio muslo. Con generoso escote delantero (dejando
visible su canalillo) y espalda cubierta. Zapatillas de medio tacón
negras también.

En seguida me fijé que no llevaba sujetador, la dureza marcada de sus


pezones en la tela del traje así lo evidenciaban.
Inicié la ronda de presentaciones (me llamó la atención la mirada
fugazmente entre ella y Mayrelis al saludarse) y los últimos Wolfgang y
Uwe que enseguida hicieron corro con ella para atenderla.

La cena fue de lo más ligera (típico en aquellas tierras) en el


restaurante del hotel que, al modo de los hoteles de la zona, eran un
espacio compartido, el único espacio lúdico del local

Zona de restaurante, tres pistas de bolos, dos dianas para dardos y una
barra de bar. Estaba claro que allí pasaríamos el resto de la noche.

La cena de lo más dicharachera y cordial. No dejaba de admirar como


pilar se los “metía en el bolsillo” con su simpatía y feminidad. Mientras
le miraba no dejaba de pensar en la hembra caliente, entregada y
ansiosa que era para mí. Si ellos supieran…

Tras la cena las ganas de juerga de los asistentes hizo que Uwe hablara
con el encargado y nos pusieran algo de música para bailar, en el
mismo recinto.

Las solicitudes centradas en Pilar para sacarla a la pista improvisada de


baile.

Mientras la contemplaba alegre y picarona con nuestros anfitriones


una voz me sacó de mis ensoñaciones. Mayrelis me dice ¿sólo?

No, con esta maravillosa cerveza y ahora contigo, le respondo.

Dicho esto se sentó a mi lado en la barra cruzando sus hermosas


piernas y haciendo que su rodilla entrara en contacto con la mía.

Varias cervezas después, yo no dejaba de contemplar a Pilar mientras


mantenía la conversación con Mayrelis. Una conversación normal en el
inicio que, poco a poco, pasó a pícara y más tarde insinuante y sensual.
Llena de carga erótica en los comentarios y, con su mano en mi muslo,
con una invitación directa.

“Me encantaría mucho, de verdad que sería un sueño, pero tengo ….” Y
sin terminar la frase miré a Pilar. Mayrelis me siguió con la mirada y me
dijo “lo entiendo, pero que sepas que no me rindo”

Tragué el último sorbo de mi cerveza y me fui a la pista a bailar con


Pilar.

Movimientos sensuales y sonrisas compartidas hasta que, tomándola


de la cintura le dije “nos vamos”

Sin mediar palabra con nadie la tome de la mano y la arrastré hasta el


ascensor. Los tres pisos de ascenso fueron de besos.

Llegada a nuestro piso y mis manos levantaban su traje para acariciar


sus nalgas, besos tropezones, caricias hasta que llegamos a la puerta
de nuestra habitación donde la apoyé. Su espalda en la puerta, su traje
levantado hasta la cintura y yo arrodillado ante ella, acariciando sus
muslos, lamiéndolos, subiendo por ellos con mi lengua en la búsqueda
de su sexo, caliente y mojado. Aparté la tela de la tanga y me lancé a
comerme aquel manjar que me pertenecía.

Tras un par de minutos en los que Pilar cabeceaba, no se pudo


contener más y se corrió mientras se mordía una mano para acallar sus
gritos y yo bebía afanosamente de sus flujos.

Abrí la puerta y entramos, terminé de desvestirla mientras la arrastraba


al centro de la habitación.

“Desnúdame” le ordené y desesperadamente me quitó la camisa para


pasar a lamer mi pecho, besarlo mientras manipulaba el cinturón.
Se arrodilló para quitarme los pantalones y los zapatos y, mientras no
dejaba de mirarme, empezó a lamer mi pene por encima del bóxer. Sus
manos lo deslizaron por mis muslos hasta quitármelos y, tomándome
de las nalgas, se la metió en la boca tragándosela con glotonería.

Me encanta verla así, entregada a mis pies, mirándome a los ojos


mientras su boca está llena con mi pene. Escuchando el sonido de sus
lametones, de sus chupadas húmedas, de sus jadeos.

Tomándola del cabello la aparto mientras con mi otra mano le acaricio


la cara. Así me gusta Pilar.

Tomo una silla y la coloco delante del espejo, encarándolo y


sentándome en ella. La miro y le digo “fóllame, Pilar”

Veo como se dirige a mí y pasando una pierna a cada lado de la silla.


Toma mi pene en su mano llevándolo a su sexo. La otra mano apoyada
en mi hombro y poco a poco se deja caer para clavársela hasta el
fondo.

Una exclamación gutural sale de su garganta al sentirse penetrada. Mis


manos sujetándole las nalgas mientras miro en el espejo la imagen de
su espalda. Su cuerpo sentado sobre mi regazo mientras ella agita sus
caderas penetrándose, realizando la orden que le di, follándome.

Ritmo a veces cadencioso, otras veces rápido y furioso, pero


acompañado siempre de sus jadeos, de sus besos y caricias, de sus
palabras…”recuerda, cari…tu amante.,…tu juguete…soy tu puta”

Esto último en el instante de su tercer orgasmo.

La tomo de la cintura y se la saco de golpe.

En brazos la llevo hasta la cama y, sin decirle nada, se coloca en cuatro


dejándome ver sus nalgas ansiosas. “Todo tuyo cari, márcame…hazme
sentirte…”

De un solo golpe de caderas penetro su ano, lento y buscando la


mayor profundidad, dilatándola hasta hacerla gritar de placer.
Movimientos suaves al inicio que se incrementan ya sólo buscando mí
placer

“Dámela cari, rómpeme…márcame…” me dice una y otra vez hasta que


siente mis contracciones y su orgasmo coincide con el mío mientras la
lleno con mi leche.

El descanso del primer día llega a estas horas de la noche con el


cuerpo de Pilar entre mis brazos. Follada por todos sus agujeros. En el
conocimiento de que se entrega a mí para ser mi amante y puta.

Con todos estos pensamientos…me venció el sueño reparador que


ambos necesitábamos.
Una sensación extraña tuve mientras intentaba despertarme.

Dormir plácidamente al lado de Pilar, acariciando su cuerpo,


sintiéndolo, me relajó hasta el punto de dejarme llevar un rato más en
la cama.

Con los ojos cerrados analizaba la sensación que tenía y enseguida me


di cuenta. Lentamente fui abriendo los ojos para encontrarme la mejor
imagen con la que puede despertar un hombre.

Pilar entre mis piernas, lamiendo y chupando mi pene mientras me


miraba. Que despertar ¡

Me dejé ir y disfruté de sus manipulaciones, de las sensaciones de su


boca en mi miembro cada vez más duro. Tras un rato en esta situación,
la tomé del cabello anunciándole el fin inminente, mi corrida directa en
su boca que chupó y trago golosamente. Una vez terminado siguió
lamiendo hasta dejarla reluciente.

“Uhmm, quiero desayunar así cada día” me dijo con una sonrisa

“Eres una gatita caliente y vas a tener esto y más” le dije mientras
acariciaba sus mejillas.

Saltamos los dos dispuestos a la ducha para vestirnos e irnos a la


formación.

Me adelanté y ya estaba desayunando cuando llegó ella, colgada al


móvil y hablando con su marido sobre su viaje

“Si, no me puedo quejar, me tratan bien”….”Yo también te echo de


menos”…

Mientras escuchaba estos comentarios no podía dejar de mirarla. Pilar,


compañera de trabajo, amante esposa de mi amigo, una belleza
encaprichada en satisfacerme, mi amante, mi juguete sexual, mi puta
personal y particular….

En el desayuno me convertí en la persona más envidiada del hotel y


del grupo, flanqueado por Pilar (a mi derecha) y por Mayrelis (a mi
derecha) las dos en un juego. Roces de rodillas, frases a medias, chistes
pícaros, insinuaciones….

Con todo esto en mi cabeza entramos en el curso de formación y en la


distribución de asientos volví a verme sorprendido al lado de Mayrelis
mientras Pilar tuvo que sentarse delante de mí.

Estas jornadas suelen ser muy intensas, con temario muy concentrado
y tanto Uwe como Wolfgang, muy centrados, dando todo tipo de
detalles formativos.
Con todo esto, Mayrelis no paraba, comentarios al oído,
definitivamente esta mujer sabe cómo llamar la atención de alguien.

11:00 am, hora de un café y, siguiendo el horario, sólo 15 minutos de


reloj para las visitas al aseo.

Mayrelis aparece.

Me mira y sonríe, camina hacia dónde me encuentro y me empuja


hacia una de las cabinas cerrando la puerta tras de ella. Toma mi pene
que aún no estaba encerrado y, arrodillándose, me mira y me dice
“vengo a por la leche para mi café, me gusta cremoso y calentito” y de
un solo movimiento la mete en su boca.

Yo estoy que no me lo creo, dos hermosas mujeres me la maman en la


misma mañana.

Tras unos segundos de incertidumbre, Ella sube la falda de su traje de


ejecutiva y se sienta sobre de mí encajándosela en lo más profundo de
su sexo.

Empieza a moverse de forma cadenciosa mientras me dice “esto es


sólo la muestra de lo que te puedo dar. Si ella es buena yo puedo ser
mejor. Si ella es tu puta puedo superarla…tú decides bombón, pero
date prisa…solo estaremos aquí unos días”

Dicho esto incrementó sus acometidas de caderas hasta correrse dos


veces y llevarme a mí a mi segundo orgasmo del día.

Resoplando se desacopló de mi pene, se lanzó a chupármelo hasta


dejarlo inmaculado, me ayudó a recomponer mi vestimenta,
recompuso la de ella y salió del aseo antes de que yo lo hiciera
segundos después.
Regresamos a la formación a tiempo del inicio de la misma y ante la
mirada de Pilar que analizó la situación y me dedicó una mueca de
desaprobación.
Lo bueno de estos cursos es que suelen terminar temprano (por la
tarde) y dejar tiempo libre antes de la cena. Tiempo que Pilar y yo
pensamos aprovechar.

Agarrado a su cuerpo iniciamos un paseo por el singular pueblo. Eran


las 6 pm y hasta las 8 pm no vendrían a buscarnos para la cena.
Recorrimos la margen del rio, nos deleitamos con paisajes y parques y,
de repente, nos vemos en el final de la zona comercial, parados en la
acera donde, del otro lado de la calle, las luces y un Sex Shop nos
llamó la atención.

Nos miramos y le dije “no es lugar para una mujer casada”…

Shhhh… me silenció poniendo los dedos de su mano en mis labios


mientras me decía “aquí y ahora…siempre contigo, tu amante, tu puta”
y dándome un tirón del brazo nos encaminamos a la puerta de entrada
del local.

Más grande por dentro de lo que aparentaba por fuera lo primero que
hice fue centrarme en el lugar, posicionarme. Estanterías de productos
de todo tipo, juguetes sexuales, zona de lencería, video club (cabinas
de visionado y venta de películas) y al fondo, un show con cabinas
dispuestas en círculo.

Pero lo que más analicé era las personas que allí había. Tres o cuatro
hombres de mediana edad, uno calvo. Otro atlético y muy fornido y los
dos últimos con pinta de camioneros. Estos dos daban miedo,
gigantescos, sin afeitar y con cara de muy necesitados.

Por supuesto todos se quedaron perplejos ante la presencia de Pilar,


mientras ella, seguía agarrada a mi mano, mirando las estanterías y
haciéndome comentarios.

Vimos un huevo vibrador, escogimos uno para nuestros juegos así


como un par de muñequeras preparadas para sujetar, tobilleras de la
misma forma, un conjunto de lencería, un traje de látex muy corto y
ajustado y descubrí, en una estantería, un collar de cuero a modo de
gargantilla que se ajustaba perfectamente a su cuello. Muy trabajado
parecía una pieza fina de peletería, adornado con unas cadenillas muy
finas, a la altura de la nuez donde se fusionaban en una argolla.

La puse esta gargantilla en su cuello y vi un brillo en sus ojos.

Lo llevé todo a caja para separarlo y seguir revisando por si


comprábamos algo más. Así iniciamos nuestro set particular de
accesorios, un set que me encargaría de usar con ella para el placer de
los dos.

A Pilar le dio curiosidad por las cabinas y me preguntó, yo sin decirle


nada, la llevé a una de ellas y entramos.

Cabinas orientadas a un escenario central giratorio y del que te separa


una pared de cristal. Cabinas, donde ese cristal se descubría para
dejarte ver el espectáculo de la rubia preciosa que nos deleitaba con su
juego, un juego en el que se metía varios vibradores de diferentes
tamaños por todos sus agujeros, cambiando de posiciones.

Me fijé que el resto de cabinas se llenaban, allí estaban los profesores,


una mujer sola y en las dos cabinas frontales, los camioneros que, lejos
de mirar el espectáculo de la rubia, no dejaban de mirar a Pilar

Ella estaba hipnotizada, recreándose con el espectáculo, mientras yo la


coloqué casi pegada al cristal tomando sus manos y apoyándolas en el
mismo, quería que fuera visible el momento en que desabotoné su
blusa dejando sus pechos visibles. Los pezones acariciados y
pellizcados ya despuntaban erectos y duros.
Mientras veía a los camioneros ya masturbándose mientras la
contemplaban, pasé a desabrocharle el pantalón tirando de él hasta
dejarlo en sus tobillos.

Desde mi posición detrás de Pilar, podía maniobrar en su cuerpo y no


perderme el espectáculo de las otras cabinas. Una de mis manos viajó
hasta su boca para que chupara y lamiera dos dedos, los humedeciera
para llevarlos después hasta su sexo ardiente. Empecé a frotarle el
clítoris mientras ella jadeaba.

A estas alturas ya nadie se fijaba en la rubia de los dildos, todas las


cabinas miraban a Pilar mientras yo la masturbaba. Uno de los
camioneros ya se la meneaba descaradamente mientras la miraba y
pasaba la lengua por el cristal.

Mientras este camionero ya hacía movimientos muy obscenos, aparté


la tanga para penetrar profundamente a Pilar. Sexo salvaje, fuerte, todo
su cuerpo se balanceaba en cada embestida mía. Su cara de placer
contemplada por desconocidos, nuestros jadeos en la cabina, sus
pechos colgando. El primer orgasmo de Pilar, el segundo más intenso
aún y con un giro, se agacha para recibir mi corrida en su boca,
tragándolo todo.

Cuando terminamos la incorporé y la giré nuevamente para que la


contemplaran nuestros vecinos de cabinas. Mientras desde atrás la
vestía ella los miraba y ellos realizaban toda clase de gestos.

Una vez recompuestos, salimos de la cabina dirigiéndome rápidamente


a la caja para abonar nuestra compra y rápidamente salimos del local

“Ha sido increíble” me dijo mientras me abrazaba en plena calle y me


besaba intensamente

“Has estado fabulosa” le dije mientras apretaba sus nalgas con mis
manos y respondía a su beso

“Convéncete, tu amante y tu puta dispuesta para lo que desees” dijo


Pilar mientras me mordía el cuello

“Así te siento, y en eso terminaré de convertirte” dije mientras me


quedé mirando el otro lado de la calle.

Allí, mirando con cara de cómplice pícara estaba Mayrelis.


Estaba claro que Mayrelis nos seguía la pista.

Nuestras miradas se cruzaron mientras yo seguía abrazado a Pilar,


tocándole descaradamente las nalgas y dejando que, desde el otro
lado de la calle, Mayrelis lo viera.

Mientras volvía a besarla, ambos salimos de nuestro ensueño cuando


escuchamos una voz que nos dice “Hola, no esperaba encontrarlos
aquí”

Pilar y yo dejamos nuestros besos y caricias para saludarla y continuar


con un rato de charla intrascendente mientras caminábamos los tres
juntos.

Finalmente nos metimos en una cervecería y bebíamos mientras


continuaba nuestra conversación. Inicialmente de temas laborales, de
los temas del curso de formación, de la situación de nuestros países
respectivos…..

Tras varias cervezas los temas fueron derivando a cosas más


personales. Yo analizaba esta especie de interacción entre Pilar y
Mayrelis, no sabía si catalogarlo de complicidad entre ambas o tanteo
y marcaje del terreno de cada una. Pilar por su posesión y Mayrelis por
la conquista.
De cualquier manera todo transcurría con armonía y mucho doble
sentido.

Vaciando la tercera cerveza Mayrelis comentó “¿al final compraron


muchos juguetes en el sex shop? Esa bolsa está llena…pillines”

Risas cruzadas y el comentario de Pilar ¿quieres verlo? Y para mi


asombro empezó a enseñarle parte de las cosas que compramos esa
tarde. Las esposas y la tobillera, algo de la lencería la gargantilla… y
enseguida el comentario de Mayrelis “no sabes cuánto deseo yo tener
una de estas” “Será que te la pongan” dijo Pilar.

Eso, eso, respondió Mayrelis mirándome y girándose hacia Pilar le dice


“no sabes la suerte que tienes”

Pilar se inclina hacia mí, me come la boca muy húmedamente y le


responde sin dejar de mirarme “tienes razón, tengo mucha suerte”

Para enfriar un poco la situación dije de comer algo, ya era la hora de


la cena y estaba claro que pasábamos del grupo.

Allí mismo, en la cervecería, pedimos unos platos combinados.

¿Quieres jugar? Le dije a Mayrelis…

“Claro” me respondió mirándome a los ojos mientras acariciaba mi


mano. Lo de ayer…me supo a poco, quiero más…

Pero yo estoy con Pilar, es ella quién me pertenece

“Si quieres, la puedes compartir y saldrás ganando” me dice


Estaba claro que saldría ganando, más claro me quedó cuando,
pasando su lengua por mis labios, agarró mi pene ya duro por encima
del pantalón.

Ok, se me ocurre algo, dame tu número de móvil. Espera a que te avise


y vente a mi habitación pero has de estar dispuesta a todo ¿lo estás?

“Ponme a prueba, como te dije…puedo y seré lo que tú quieras” me


dijo.

El resto de la cena fue épico. Yo sentado con las dos mejores y más
apetecibles mujeres del local, ambas deseosas de encamarse conmigo
y yo imaginando lo que daría de sí la velada.

De regreso al hotel yo agarrado a la cintura de ambas, pero dedicando


mis más húmedos besos a Pilar (para el desespero de Mayrelis)

Cada uno a su habitación

Cuando cerré la puerta abracé a Pilar de la forma más intensa que


pude, con mis manos recorriendo su cuerpo hasta desnudarla. De pie,
solo con las zapatillas de tacón y el tanga, le coloqué su gargantilla
“quiero que la lleves puesta todo el tiempo que estemos juntos, no te
la quitarás hasta que regresemos a España” a lo que ella, en silencio,
asintió. Posteriormente le coloqué las muñequeras y las tobilleras y la
situé delante del espejo mientras yo me colocaba detrás de ella.

Mientras miraba su cuerpo reflejado, mis manos la acariciaban por


completo y le decía al oído “Mi amante, mi juguete, mi sumisa y mi
puta entregada” y ella respondió “eso y todo lo que desees...sólo para
ti y contigo”. Mi mano en su sexo, acariciándolo y sintiendo la
humedad en la tela del tanga mientras nos mirábamos a los ojos en el
espejo. Su primer orgasmo con la introducción de mis dedos para
comprobar su dilatación.
Entonces tomé un pañuelo de ella y le vendé los ojos “tu entrega total”
le dije a lo que simplemente sonrió.

La llevé a la cama colocándola boca arriba y llevando sus manos a la


cabecera para, ayudado de las muñequeras, sujetarla. Me incorporé
para desnudarme por completo y situar mi pene en su cara, que giró
inmediatamente para sujetarlo con su boca y lanzarse a una salvaje y
ansiosa mamada.

Mientras hacía esto mis dedos regresaron a su sexo, dilatado, ardiente


y dispuesto. Me situé encima de ella y la penetré de golpe con un
gemido de placer en sus labios. Sus piernas me rodearon la cintura y
sus caderas empujaban rítmicamente buscando más. Yo la follaba
salvajemente y sin miramientos hasta coincidir un nuevo orgasmo de
ella con mi eyaculación en su interior.

La saqué aún chorreante para llevarla a sus labios y que chupara hasta
la última gota, me encanta verla así.

Mi erección no podía bajar con lo que mi mente maquinaba. La tome


de las caderas para girarla y colocarla a cuatro, rodillas separadas y
dejando ver mi corrida en su sexo. Tomé el huevo vibrador y se lo
introduje totalmente. Tomé el mando y lo puse en marcha a velocidad
media. Sé cómo mantenerla excitada para mí.

Tomé el móvil y envié un SMS situándome pegado a la puerta mientras


miraba a Pilar como agitaba las caderas con el vibrador en su coño.
Pasos que se aproximan, abro la puerta y entra Mayrelis que se queda
perpleja mirando la escena.

Pongo dos dedos de mi mano en sus labios para silenciarla y ella,


mirándome a los ojos, empieza a chuparlos mientras se quita el traje
que tenía puesto para enseñarme un delicioso cuerpo desnudo al que
sólo le deja las zapatillas.
Mirando a Pilar la llevo hasta el borde de la cama y tomándola de la
nuca, la hago inclinarse. Enseguida lo entiende y, manteniéndose de
pie, separa sus piernas e inclina el dorso para besar las nalgas de Pilar.
La escena es brutal ya que Pilar está muy excitada por las vibraciones
del huevo en su sexo y Mayrelis situándose, la toma de las caderas
para hundir su lengua y sus labios entre las nalgas de Pilar. Mientras
veo como lame sus orificios tragándose mi corrida, Pilar no deja de
jadear y me sitúo detrás de Mayrelis a la que, tomando de las caderas,
penetro lentamente hasta el fondo.

Sincronía perfecta entre los tres, Pilar con la boca de Mayrelis en sus
nalgas y sus orificios y ésta corriéndose abundantemente mientras la
follo.

Al segundo o tercer orgasmo de ambas, saco mi pene del coño y la


penetro por el ano mientras veo que Mayrelis manipula el cuerpo de
Pilar para colocarla boca arriba, piernas abiertas al máximo para
continuar con la comida que le estaba dando.

El ano de Mayrelis es maravilloso, pero ni comparación con el prieto de


Pilar.

Un orgasmo simultáneo de los tres, Pilar sujetando con sus muslos a


Mayrelis

Mayrelis convulsionando con un tremendo orgasmo anal mientras yo


me corría llenando su interior.

Al final los tres sudorosos y jadeantes buscando un poco de descanso.

Le quito el vendaje a Pilar que mira la escena y valora lo sucedido. No


dice palabra. Me siento en la silla y le digo a Mayrelis “ven”

Ella lo entiende y gateando se aproxima mientras nos miramos, la


tomo del cabello y sin decir palabra se lleva mi pene a su boca. Lo
lame, lo besa y se lo traga mientras pongo mis manos en su cabeza
acompañando su ritmo y miro a Pilar que, boca arriba y manos sujetas
en la cabecera, no para de mover las caderas por el efecto del vibrador
que aún tiene dentro. Nuestras miradas incrementan el deseo y tomo a
Mayrelis y la hizo para que me cabalgue.

Inmediatamente se sitúa clavándose mi poya hasta el fondo y


moviendo desesperada y rítmicamente sus caderas. Todo esto bajo la
atenta mirada de Pilar.

May estalla en un orgasmo brutal, con gritos, insultos y arañazos


mientras sigo mirando a Pilar.

Cuando se ha recuperado un poco, la levanto de las caderas para


salirme de ella, la incorporo, le doy un beso intenso y húmedo, le
entrego su traje y le digo “Ahora déjanos solos, ya te volveré a llamar…
si quieres”

“Si no me llamáis…vendré a buscaros” dijo mientras me devolvía el


beso y salía de la habitación.

Me dirigía a la cama mirando y deseando el cuerpo de Pilar cuando


ella se gira colocándose a cuatro, enseñándome sus nalgas abiertas y
me dice “tuya y sólo tuya, dispuesta a dártelo todo, rómpeme…lo
necesito”

Y sin más la penetré analmente hasta el fondo. Tomé el mando del


vibrador y lo puse a máxima velocidad.

Pilar no gemía, gritaba de auténtico placer mientras yo reventaba su


maravilloso culo y sentía las vibraciones en su coño. Nuestro orgasmo
fue colosal.
Tras recuperarnos un poco la desaté y saqué el huevo vibrador de su
sexo.

“Has estado maravillosa” le dije mientras la besaba

“Recuerda, todo lo que me pidas, por ti y para ti de tu amante, de tu


sumisa, de tu puta..” me dijo

Pasamos a darnos una ducha y regresar a la cama para descansar algo.

En la mesilla vi su móvil iluminado, 5 llamadas perdidas de su marido.


Último día de Formación

Una noche de sexo salvaje con Pilar. Estaba recordándolo todo


mientras ella dormía abrazada a mi cuerpo.

Pilar y Mayrelis, dos hembras entregadas para mi placer.

Lentamente ella despierta, abre los ojos, me mira y sonríe para situarse
entre mis piernas para darme los buenos días con su mamada
matutina.

Mientras estaba sintiendo su boca en mi pene, mi mente recordaba la


imagen de la pantalla de su teléfono móvil, las 5 llamadas perdidas de
su marido. En mitad de este pensamiento y a punto de correrme, sonó
su móvil.

Lo tomé de la mesilla y vi que era su marido, me aparté y le entregué


el teléfono para levantarme y encaminarme a la ducha para
refrescarme, bajar mi calentura y dejarla a solas con su llamada.

Me vestí en silencio mientras la vi sentada en la cama envuelta en la


sábana, continuaba hablando por teléfono.
Bajé al bar para el desayuno, necesitaba reponer fuerzas tras esa
noche. Enseguida vino a mí Mayrelis que, sentándose a mi lado, me
susurró al oído que quería repetir la noche y lo que había disfrutado.

Me la quedé mirándola y le entregué una de mis tarjetas de visita


“Cuando quieras pasar unas vacaciones en España, mi casa es tu casa
y…mi cama es la tuya” le dije

Ella tomó la tarjeta, la miró y me dijo “¿Aquí se termina?” “No”, le


contesté. “Termina aquí porque quiero estar y dedicarme a Pilar, pero
te repito la invitación, cuando quieras ir me avisas y …” dejé la frase sin
terminar para analizar su reacción. Me sonrió, sopesó mis palabras y
dijo “respeto y agradezco tus palabras, Pilar no sabe la suerte que
tiene”

“Y la que tendrás tú cuando estés y seas para mí” sentencié sin más
mientras continuamos con el desayuno.

Llegó Pilar, espléndida. Vestida con unos tejanos súper ajustados,


botines de tacón, una camisa blanca semitransparente y abotonada
por delante, la transparencia dejaba intuir el sujetador de encaje y los
botones desabrochados hasta el punto de enseñar el canalillo de sus
pechos. Y en su cuello donde vi su collar que compramos el día
anterior.

Dándome un beso en la mejilla me entregó el mando del huevo


vibrador, lo llevaba puesto. Sonrió y saludo a Mayrelis sentándose con
nosotros.

Risas y comentarios varios entre ellas, complicidad mientras yo era


espectador. Confesiones de ambas

Pilar “es que mi marido…” “¿estás casada?” se interesó Mayrelis


Sí, respondió a lo que Mayrelis le dijo “pues yo ya por el segundo
matrimonio”

Yo seguía disfrutando del espectáculo de estas dos bellezas mientras


pensaba….

“Casadas las dos, parece mi especialidad descubrirles lo que pueden


llegar a ser y descubrirlas a ellas mismas…”

En esto me suena el móvil, lo miro y me aparto de la mesa para


responderle, era G. el marido de Pilar

“Hola compañero ¿cómo va todo?” me dice a modo de saludo. Yo


tragando saliva e intentando aparentar naturalidad… “bien, ya sabes el
coñazo de estas reuniones, me has acompañado a varias..” para
continuar respondiéndole ya cercano a la mesa y con intencionalidad
de que se me oyera.. “la verdad que poco, si te la estamos cuidando.
Bueno, más Uwe y Wolfgang que yo, como han unificado la formación
con reunión de delegaciones…no coincidimos casi en ningún momento
del día…” dije mientras miraba a Pilar que enseguida lo entendió.

“Bueno, bueno, ya te queda poco sin ella, mañana la tendrás allí”

“Que sí, tranquilo, la cuidaré. Un abrazo” y colgué el teléfono mientras


la miraba, sonreímos y continuamos con el desayuno.

La mañana no fue nada tediosa, me dedicaba a poner en marcha el


vibrador de rato en rato viendo la transformación en el cuerpo de Pilar.
Cómo se erizaban sus pezones, como se cruzaba de piernas, cómo se
pasaba los dedos por el canalillo…

En varias ocasiones me indicó “si continuas voy a tenerlo aquí mismo y


no sé si podré disimular..”
En el momento de la pausa ya no aguantaba más y con una mirada
cómplice me la dirigí al lavabo. Al momento entró Pilar y nos
enganchamos en un pasional y húmedo beso mientras la arrastraba
hacia dentro de la cabina para cerrar la puerta tras de ella.

Me desabrochó los pantalones con furia y, se arrodilló y empezó a


lamer y chupar mi pene erecto como ella sabe que me gusta,
golosamente y mirándome a los ojos. En eso tomé el mando del
vibrador y lo puse al máximo mientras la sujetada a ella de los cabellos.

De pronto paró de chupármela y cerró los ojos encogiéndose y


manteniendo la respiración hasta que, con visibles espasmos llegó su
orgasmo. Los latigazos del placer sacudían su cuerpo visiblemente
mientras yo jugaba con la intensidad del dispositivo.

Ella desesperada se lanzó nuevamente a chupármela y mi eyaculación


llegó con su segundo orgasmo. Lo tragó todo.

Tras recomponernos salimos para volver a la reunión justo a tiempo.


En la puerta de la sala nos esperaba Mayrelis que, con una sonrisa
pícara le dijo a Pilar “que envidia me das..”

Continué con el juego de conectar y desconectar el dispositivo para


mantener su estado de excitación al más alto nivel hasta la hora de la
comida. Lo desconecté para dejarla descansar, mantenerla toda la
mañana al borde del orgasmo sin conseguirlo, puede ser frustrante y
agotador y mi interés era mantenerla ansiosa.

Tras la comida terminamos rápido pues era la última noche y nos


ofrecían una cena de despedida.

Como quería mantener fuerzas para una noche especial, nuestro paso
por la habitación se limitó a charlar un rato, ducharnos (me encanta
enjabonar con mis manos todo su cuerpo), ella realiza la llamada a su
marido para tranquilizarlo.

Yo bajé primero para reunirme con Uwe y Wolfgang, compartir unas


cervezas y charlar. Poco a poco fueron llegando los demás. La llegada
de Mayrelis fue provocativa, zapatillas de tacón alto, minifalda de
cuero negra (ajustadísima) y una camiseta también negra de gran
escote delantero y media espalda abierta. Quedaba claro la ausencia
de sujetador.

Besos, comentarios y miradas insinuantes mientras compartíamos otra


cerveza. En un momento de descuido Mayrelis me susurra al oído
“todo esto y más tendrás en España cuando llegue para que me
disfrutes” y me dedicó una sonrisa cómplice que nuestros dos
anfitriones entendieron.

“Perdón por ser la última” escuchamos que dijo Pilar a lo que Uwe se
lanzó a decir “Realmente la espera ha valido la pena” con su acento
germano-hispánico.

Realmente era así. Pilar se presentó con zapatillas negras de tacón y un


traje muy corto también negro (el color de la noche) de punto muy
ajustado. Con un escote en la espalda que llegaba hasta su cintura y
delante recogido en un tirante único al hombro derecho. Sus pezones
marcadísimos en la fina tela y en su cuello su gargantilla-collar de
entrega.

Miradas de todo tipo, comentarios y yo el hombre más feliz de


Alemania al estar entre estas dos bellezas y siendo envidia de
anfitriones, compañeros, personal del hotel y resto de comensales en
el restaurante.

En el bolsillo de mi pantalón estaba el mando a distancia del vibrador,


lo palpé con mis dedos y mirando a Pilar lo conecté. Al ver cómo se
tensó su cuerpo y la reacción inmediata de sus pezones, supe que lo
tenía dentro, lo desconecté.
Tras una opípara cena con cervezas de varios tipos y vinos del Rin,
estaban todos muy, pero que muy animados y la sala de baile
enseguida se llenó mientras yo me dirigía a la barra del bar. Ver desde
allí a todos mis compañeros moviéndose a los ritmos que sonaban era
de lo más divertido y entretenido.

Pilar es una enamorada de la música y el baile y tras un beso en la


mejilla, allí se dirigió ocupando el centro de la pista. Inmediatamente
se vio rodeada de compañeros que intentaban seguirle el ritmo.
Mayrelis, a mi lado, me comentaba “No sabes cuánto me gustaría estar
contigo esta noche, pero aceptó la invitación a tu país, a tu casa, y a tu
cama”

“¿Con todas las consecuencias?” le dije. “Si. Lo acepto todo y seré tu


sumisa personal y obediente además de tu puta caliente. Quiero sentir
todo ese placer”

“Así será, no tengas dudas” y me incliné para morderle los labios


suavemente.

Desde mi posición vi los sensuales movimientos de Pilar en la pista y


como Uwe, bailando a su lado, no dejaba de admirarla e insinuarse.
tomo el mando en mis manos y lo enciendo a velocidad media y me
quedo contemplando. Pilar que desde la pista me mira, sonríe y cierra
los ojos mientras se mueve cadenciosamente para que yo la
contemple. El momento de su silencioso orgasmo lo intuyo cuando se
muerde el labio, suspira para después abrir los ojos y mirarme. Todo
sin dejar de moverse en la pista. Sujeto la rodilla de Mayrelis, sentada a
mi lado, me inclino para decirle algo al oído mientras mi mano sube
por su muslo…

“Esto es un adelanto” le digo cuando mis dedos llegan a la tela de su


tanga y empiezo a recorrer su vulva de arriba abajo para después
centrarme en su clítoris y frotarlo con fuerza.
Su orgasmo llega al minuto, ansiosa de sexo noto las contracciones de
su coño en mis dedos, el flujo que sale, los espasmos callados mientras
se lanza a morderme el cuello.

“Gracias” me dice cuando retiro mi mano y nos miramos.

Voy a la pista y tomo a Pilar de la cintura para bailar con ella, muy
pegados y de forma sensual. Uwe nos mira, me sonríe y con una
palmada en mi espalda, se gira para seguir bailando en otro lado de la
pista.

Mientras marcábamos este ritmo volví a conectar el vibrador, lo subía


de potencia, lo bajaba…en un juego morboso compartido por ambos.

Cuando ya no aguantaba más, la tomé de la mano y ante todos, me la


llevé en dirección al ascensor. Por las miradas de todos estaba ya
entendida la situación. Dentro del ascensor volví a poner en marcha el
vibrador mientras nos comíamos a besos. Al llegar a la planta y salir al
pasillo, la despojé del vestido llevándola desnuda hasta la puerta de la
habitación. Tomados de la mano ella paseó su cuerpo sólo cubierto
por las zapatillas, la tanga negra y su collar de perra entregada.

En la habitación me ayudó a desnudarme y se arrodilló para meterse


toda la dureza de mi pene en su boca. Puse el vibrador al máximo y
cuando intuí que estaba a punto de correrse, lo paré y se la saqué de la
boca. La tomé de la mano llevándola hasta el balconcillo que teníamos,
salimos y la apoyé en la barandilla, de espaldas a mí y sus manos en la
baranda, separé sus piernas y contemplé como se erizaba su piel con el
frio aire de la noche.

Puse nuevamente el vibrador en marcha suave mientras me arrodillaba


entre sus nalgas, las besé, las lamí, las separé, las mordisqueé hasta
que mi lengua se dirigió hasta su ano para lamerlo viendo como
reaccionaba.
Los jadeos de Pilar eran audibles desde la calle cuando me incorporé y
penetré su ano ya dilatado y lubricado. En ese momento puse al
máximo el vibrador. Sentía en mi pene la estrechez de su ano, deliciosa
sensación acompañada de las vibraciones transmitidas por el artefacto
que aún estaba dentro de ella. Creo que fue demasiado ya que
empezó a contraerse, a agitarse y con un grito desgarrador, tuvo uno
de los mayores orgasmos que he visto. En ese momento me vacié en
su interior.

Cuando se recuperó ella misma se desacopló para girarse y besarme


con pasión. La tomé del collar y tiré de ella hacia la cama donde la
tendí para colocarme encima y volver a penetrarla a más clásico estilo
misionero. Ella entregada al máximo rodeaba mi cuerpo con sus
piernas y su boca buscaba la mía ansiosamente para besarla con furia.

Me tendía en la cama para que ella me cabalgara y vaya si lo hizo.


Penetrada salvajemente por mi pene. Este orgasmo la dejó rendida y
recostada sobre mi pecho.

De madrugada me despertó su lengua en mi pene, nuevamente


dispuesta a que la usara.

“¿Quién soy?” le dije

“Mi dueño, mi amo y señor. La persona a la que pertenezco en cuerpo


y alma”

“¿Qué eres?” volví a preguntar

“Tu amante, tu sumisa más entregada y complaciente, tu puta más


caliente” y dicho esto dejó de chuparme para colocarse a cuatro
dándome su retaguardia, su sexo y su ano a mi disposición.
La tomé de las caderas para penetrar su sexo

“¿Qué quieres?” dije mientras la penetraba

“Servirte como amante, como sumisa, como puta caliente. Mi cuerpo te


pertenece y estoy dispuesta para ti. Haz conmigo lo que te plazca.
Hazme tuya, fóllame, te pertenezco”

Dicho esto saqué mi pene de su sexo y lo introduje hasta el fondo de


su ano para continuar poseyéndola, haciéndola mía.

Su tercer orgasmo coincidió con mi eyaculación en su interior. Caímos


nuevamente dormidos en la cama, abrazados en uno al otro.

Como cada mañana mi despertar fue con su boca y para mi asombro,


con la reacción de mi pene. Su buen hacer, lo delicioso de las
sensaciones y el morbo de todo lo vivido hizo que reaccionara. Esta
vez tiré de ella colocándola encima de mí y girándola para un 69
perfecto, yo también quería mi desayuno y lo tuve, un orgasmo
delicioso por su parte sintiendo las contracciones de su cuerpo con el
orgasmo vespertino mientras saboreaba sus flujos.

Tras las batallas de la noche anterior me encontraba con capacidad,


fuerzas y aguante por lo que contuve mi orgasmo. Me incorporé
dirigiéndome a la silla mientras tiraba de ella conmigo. No hizo falta
decirle nada. Yo sentado mientras ella toma mi pene y, sentándose
sobre mi cuerpo, se lo encajaba hasta el fondo. El movimiento de sus
caderas mientras nos besábamos, mis manos en sus nalgas, sus
gemidos, sus jadeos, mis lamidas en sus pezones, su explosión en otro
orgasmo, su cuerpo relajándose en mis brazos.

Se incorpora y tomándome de la mano, me lleva nuevamente a la


cama donde ella se sitúa a cuatro, mirando al espejo y me dice
“reviéntame, revienta a tu amante, a tu sumisa, a tu puta…”
La tomo de las caderas mientras nos miramos en el espejo y de una
sola embestida, vuelvo a penetrar su ano. No llevo la cuenta de las
veces que lo he penetrado en este viaje, sí sé que quiero complacerla
en su petición.

Con furia salvaje la penetro una y otra vez, follo su ano con
desesperación mientras nos miramos en el espejo. La tomo de los
cabellos tirando hacia mí para arquear su espalda. La veo cabecear en
cada embestida, sus pechos balanceándose con los pezones durísimos.
Su cara transformada por el placer mientras el sudor baña nuestros
cuerpos. llega su orgasmo y como acelera el movimiento de su cuerpo,
como ella misma toma el ritmo para una follada más intensa.

Me corro dentro de ella con un orgasmo increíble mientras la sigo


manteniendo sujeta de las caderas

“Así” dice ella “así...córrete en el cuerpo de tu sumisa, baña con tu


esencia a tu sumisa, usa a tu puta” dice mientras seguimos mirándonos
en el espejo.

Tras esto un rato para reponernos, mirar el reloj y comenzar a toda


prisa nuestra preparación, ducha, vestimenta, cierre de maletas y….el
móvil que suena

Nuevamente su marido… “Siiii, no te preocupes, ahora no puedo


hablar que se me hace tarde”

“Está bien”

Nuestras miradas cómplices mientras bajábamos en el ascensor.


Despedidas de los compañeros y un taxi en dirección aeropuerto.

El vuelo de regreso lo hicimos como dos enamorados, sentados


mientras charlábamos, tomándonos de las manos, besándonos con
pasión, acariciando con determinación aun estando a la vista de todos
en el avión.

Llegada y retirada de maletas, nuestros últimos momentos en este


viaje, un beso húmedo e intenso y salimos de la terminal cómo dos
compañeros más.

Allí le esperaba su marido para llevarla a casa.

“¿Qué tal ha estado todo?” saludaba mientras nos estrechábamos las


manos

“Bien, como te dije agotador pero muy bien” Le dije. “En lo que
respecta a Pilar ha estado fantástica, no sólo por su simpatía, sino que
les ha mostrado gran dominio en el sistema y quieren que asista a un
par de formaciones más este año para su capacitación y certificación”

Dije todo esto sin pensármelo y sin mirarla. Tragué saliva por si había
metido la pata mientras la escuchaba decir… “es verdad G. Pero
tranquilo, aunque son viajes agotadores… es el trabajo y si hay que
hacerlo…lo haré.”

Al escuchar esto estuve a punto de soltar una carcajada.

Me despedí de ellos ya que yo entraba de nuevo en otro avión que me


llevaría a mi destino. Pero me giré para verlos salir, una pareja como
otra, un matrimonio más, ella abrazada a él. Él tirando de la maleta.

“Esa mujer es tu esposa G., pero es mía, mi amante, mi sumisa, mi puta


particular” pensé yo mientras los seguía con la mirada.

Me giré y entré de nuevo en la terminal.


Verano
Ya había llegado el verano, ¡por fin tenía vacaciones! Llamé a mi novia
y le dije que si quería ir a dar una vuelta, de tiendas, a lo que ella me
respondió que sí, muy contenta.

Fui a darme una duchita, me depilé enterita para la ocasión, pues hacia
un par de semanas que no podíamos vernos por culpa de mi trabajo.
Me ricé el pelo, me maquillé un poquito, un poco de rímel y
pintalabios rosa. Me dirigí al armario para ver que me ponía, al final
escogí la minifalda vaquera, una camiseta rosa escotada y las sandalias
romanas, no me puse ropa interior, pues me encanta ir sin nada.

Preparé mi bolso y la cámara de fotos y fui a coger el coche, en 15 min


habíamos quedado y ella vivía a 10 min de mi casa.

Llegué a su casa y le mandé un mensaje “ Cariño ya estoy abajo, ¡baja


ya!” Salí del coche a esperarla fuera. A los dos minutos salió de su
portal, iba vestida con unos pantalones tejanos y una camisetita lila de
tirantes, y bambas, estaba preciosa, me entraron ganas de hacerle de
todo nada más verla. Vino corriendo hacia mí, me abrazó y nos
besamos. Entramos en el coche y nos dirigimos al centro de la ciudad,
donde estaban todas las tiendas y los bares. Por el camino no paraba
de decirme lo guapa que estaba y lo bien que me sentaba el “verano”
sin dejar de echar ojo a mi escote y a la minifalda.

Llegamos, aparcamos en mi parking y salimos a dar una vuelta.

Ambas estábamos muy contentas de vernos por fin, íbamos cogidas de


la mano, viendo como algunas personas miraban mucho. Lo primero
que hicimos fue ir al bar irlandés a tomar unas cervezas fresquitas para
poder charlar un rato. Nos sentamos en la terraza, contándonos como
había ido nuestra semana, mientras fumábamos un cigarro y
tomábamos la cerveza.

De repente recibí un mensaje al móvil,


-No fumes que es malo!

Miré alrededor pero no le veía -me está viendo? – o es una casualidad..


debe ser eso, no puede ser que esté aquí, él nunca viene por aquí. Así
que decidí ignorarlo.

-Estás preciosa con esa minifalda supongo que sin tanga debajo,
verdad?

-¿Dónde estás? ¿Qué quieres?

-Aquí las preguntas las hago yo, quiero ver si aún sigues tan bien
enseñada como antes.

-No, no llevo tanga. Ya sabes que me encanta ir sin.

-Demuéstramelo, ve al lavabo y hazte una foto.

-Si, Amo.

Me levanté de la silla algo nerviosa,

-Cariño voy un momento al lavabo.

Entré en el lavabo, me subí un poco la falda y me hice la foto que me


ordenó y se la mandé.

Estaba asustada pero a la vez me mojaba por momentos.

Me volví a poner bien la falda y fui a fuera. Me senté delante de mi


novia y seguí tomándome la cerveza.

A los dos minutos me llegó otro mensaje,

-Sigues siendo una buena perrita, ese coñito es mío. Te dejo tomarte la
cervecita con tu novia.

Por fin, pensé. Que angustia, si mi novia se entera de esto, no le haría


ninguna gracia. Me relajé y seguí charlando con ella. Íbamos a pasar la
noche juntas, pues estaba sola en casa y tenía muchas ganas de
follármela.

Nos acabamos las cervezas y nos fuimos a la zona de tiendas. fuimos a


comprar ropa, que a las dos nos hacía falta, empezamos a mirar ropita,
cada una con su estilo, completamente distinto. Cuando ya teníamos
mucha, nos dirigimos al probador, no nos dejaban ir en el mismo, así
que nos pusimos en dos probadores que estaban de lado para poder
enseñarnos la ropita.

Me estaba probando la ropa cuando me llegó otro mensaje,

-Vístete y entra al probador de tu novia. Quiero que te la folles para


mí, y quiero fotos.

-Si, Amo.

-Ah, y ni se te ocurra correrte.

-De acuerdo, Amo.

Me puse otra vez mi ropa y entré en el probador de mi novia.


-¿Qué haces?¡ Que nos pueden pillar!

-Me da igual, quiero follarte, aquí y ahora.

Sin mediar palabra se lanzó a besarme, empezó a meterme mano,


mientras yo la quitaba la camiseta, metió la mano entre mis piernas,
subiendo hacia mi coño, de golpe se paró, me miro y me dijo,

-¿No llevas bragas?

-No, ¿te disgusta?

-Al contrario, me pone mucho más cachonda.

La cogí del pelo y me senté, haciendo que se arrodillara ante mí,

-Cómeme el coño

-Pero…¿Aquí?.

-Si, venga.

Me subí la falta y tiré de su pelo, acercándola a mi coño. Yo estaba


muy mojada, estaba muy cachonda, hacía tiempo que no lo estaba
tanto y ella nunca había hecho algo tan atrevido como eso. Empezó a
comerme el coñito solo como ella sabe, con más ganas que nunca.

Yo estaba cardíaca y tuve que retener mis gemidos, porqué sino


podrían escucharnos.

Saqué el móvil y le hice algunas fotos, no se veía su cara, solo mi coño


y su boca. Esas fotos son increíbles, era la primera vez que le tiraba
fotos así.

Tiré de su pelo y la aparté de mí, hice que se levantara, la besé


llenándome de mis propios flujos, relamiendo su boca, sus mejillas..

-Bájate los pantalones, y tócate.

Asintió con la cabeza y lo hizo. Ahí la tenía en el probador de una


tienda, de rodillas ante mí, tocándose para mí. Yo no dejaba de pensar
en él, en los mensajes, en porqué hacía eso, pero eso aún me ponía
más cachonda. Le hice algunas fotos también, donde se me veía a mí
también por el espejo.

Ella no dejaba de tocarse, mientras yo no podía evitar tocarme


también.

Recordé que no podía correrme, así que paré. Me levanté del asiento,
me arrodillé al lado de mi novia, la besé y me acerqué a su oído,

-Córrete, córrete para mí.

Ella me miró, estaba muy sofocada, notaba que estaba a punto de


explotar, así que empecé a besarle el cuello, a acariciarle los pechos y
cuando noté que se iba a correr la besé, notando como se corría.

Cuando recuperó la respiración, nos vestimos, cogimos la ropa que


queríamos y fuimos a pagar. Mientras mi novia pagaba la ropa, mande
las fotos a él.

-Aquí las tiene, espero que le gusten.

Al minuto respondió,
-Sigues sorprendiéndome, estoy orgulloso de ti.

-Gracias, Amo.

Durante un buen rato no recibí más mensajes suyos. Así que yo y mi


novia seguimos dando un paseo por el centro, disfrutando de ese día
soleado. Planeando unas vacaciones a la playa para ese mismo fin de
semana, teníamos que aprovechar las vacaciones.

De repente me paró, me besó y me dijo,

-No me esperaba que hicieras algo así, en un lugar público..

-¿No te ha gustado?

-No, no es eso… me ha encantado, ha sido.. muy excitante, has estado


increíble.

-Tu más, después miraremos las fotos.

-¡De acuerdo!

Estaba anocheciendo, pronto cerrarían las tiendas, así que empezamos


a buscar un sitio bonito para cenar, me apetecía una cenita romántica
con ella.

Pasamos por delante de un sex shop nuevo, tenía pinta de ser muy
grande. Me hubiera gustado entrar pero a ella le dan un poco de
vergüenza estas cosas.

A los 2 min me llegó otro mensaje,


-Retrocede, entra en ese sex shop y cómprale algo bonito a tu perrita,
ya me entiendes ;)

-Sí, Amo

Me paré y le dije a mi novia que me esperara, que iba entrar al sex


shop, le iba a comparar una sorpresilla. Se quedó un poco asombrada,
pero no se opuso.

Entré en el sex shop y busqué cuatro cosillas, un collar negro, un huevo


vibrador rosita y un vestidito de rejilla. Fui a pagarlo. Salí a buscarla,
metí todo en el bolso, dejando a mano el huevo.

Fuimos a cenar a un restaurante italiano que nos gusta mucho. Mi


novia se sentó y me acerqué a ella, le besé la mejilla y le dije- toma, ve
al lavabo y póntelo-. Sin mirar siquiera lo que era, se dirigió al lavabo.
Yo la esperé sentada, mientras miraba qué cenaríamos esa noche.

Cuando volvió estaba sonrojada, excitada y nerviosa. La miré y sonreí


pícaramente.

Vino el camarero y empezamos a pedir la cena, yo jugué un poco y


encendí el huevo, ella dio un salto y yo me reí.

El camarero hizo como si no hubiera visto nada y se fue.

Durante la cena seguí jugando con ella a mi antojo, estaba pasándolo


en grande, ya estaba yo más relajada y ella también se estaba
divirtiendo, aunque sé que le daba vergüenza todo eso.

Cuando estábamos tomando los postres volví a recibir otro mensaje,

-Lo estás haciendo muy bien, ya es tuya. Esta noche cuando lleguéis a
casa, dejarás la puerta entreabierta, te estaré viendo, hazme sentir
orgulloso. Me encantas.

-Si, Amo, así lo haré.

Nos acabamos los postres, pagamos y fuimos a por el coche. Por el


camino estábamos las dos muy alteradas, ella cachonda por la
situación, y yo por pensar en lo que iba a hacer esa noche, que él me
estaría viendo y que no sabía que es lo que pasaría luego.

Cogimos el coche y nos fuimos para casa. Por el camino yo seguía


jugando con el huevo, riendo al ver a mi novia gemir de placer.

Cuando llegamos a mi casa, sabía que él no tardaría en llegar, así que


dejé la puerta entreabierta y me dirigí a la habitación con mi chica. Abrí
el bolso y saqué lo que le había comprado. Le tapé los ojos, quería que
lo viera hasta que lo llevara puesto.

Empecé a quitarle la ropa poco a poco, mientras besaba su piel por


casa sitio donde pasaban mis manos. Una vez desnuda le puse el
vestido de rejilla, y el collar. Estaba preciosa.

La abracé por detrás,

La coloqué delante del espejo y por fin le quité la venda, al verse


vestida así, se quedó sin palabras, se acarició el cuerpo cubierto por
esa red, tocó el collar, me miró a través del espejo y me sonrió
pícaramente. Buena señal, pensé.

La hice sentar y fui a vestirme yo, es noche iba a llevar yo también mi


vestido de red. Pero esta vez no sería yo quien llevaría collar.

Volví a la habitación, y encendí unas velitas para crear más ambiente.


Ella me miraba inquieta, me seguía con la mirada por toda la
habitación, nerviosa, excitada, impaciente.

Sin esperarlo recibí otro mensaje,

-Tan obediente como siempre, os estaré viendo. Estoy impaciente por


ver qué le has comprado.

-Ya sabe que siempre obedezco, Amo. Disfrute del espectáculo, me


encanta sentirle cerca otra vez.

Abrí la puerta de la habitación, para que él pudiera vernos. Volví a


vendarle los ojos a mi chica.

A ella le gustó la idea, pues todos los sentidos se disparan cuando no


ves lo que pasa.

Cogí una cadena de tenía en el cajón y se la até al collar,

-¡Arrodíllate! Ven hacia mí.

A cuatro patas la paseé por la habitación, hasta al dar media vuelta, no


me había percatado de que él estaba en la puerta mirando, sin mediar
palabra, mirándonos a las dos de arriba abajo.

El corazón me dio un vuelco, no podía creer que estuviera allí de


verdad y que yo estuviera haciendo esto sin que mi novia supiera nada
de esto.

Tiré de la cadena de mi chica, hice que se levantara, la puse contra la


cama, con el culo en pompa. Preparé mi fusta y las esposas.

Llevé sus brazos a la espalda, y le puse las esposas, al notar el frio del
metal se estremeció.

Empecé a acariciarla por todo el cuerpo, la espalda, el culo, las piernas,


su suave coñito, ella también estaba muy mojada. Introduje dos dedos
en su coñito y suavemente empecé a masturbarla, acariciando su
clítoris con el dedo pulgar. Aumentaba el ritmo cada vez más, notaba
como su respiración se aceleraba mucho y empezaba a gemir,

-Vamos a jugar un poco. Demuéstrame lo que puedes aguantar.

-Si!

Cogí la fusta y le acaricié el culo con ella, los muslos, el coño…


suavemente para que se hiciera a la idea de qué podía ser.

Primero empecé con golpecitos, ella reaccionaba bien. Seguí un poco


más fuerte, se quejaba un poco más, pero aguantaba. Finalmente
empecé a golpearla más seguidamente y mucho más fuerte, a lo que
ella no reaccionó tan bien, se quejaba mucho, pero yo no paraba, sabía
que podía soportar eso.

Dejé la fusta y seguí con la mano, ya tenía el culo muy rojo y dolorido,
La azoté un poco.

Le miré a él que miraba con los ojos abiertos como platos, me miró a
los ojos y me hizo una señal para que parara. Cogió el móvil y me
mandó un mensaje, ya que no podíamos hablar.

-Eres sorprendente, lo haces muy bien. Deja que se corra, cómele el


coño que quiero ver como lo haces. Ah, y nada de correrte, cuando
acabe ella a dormir.

Le miré y asentí con la cabeza. Me acerqué a mi chica, la abracé y la


besé,
-Ya está, lo has hecho muy bien, has aguantado como una campeona.

-Gracias, lo he hecho por ti.

-Lo sé, gracias.

Le quité las esposas, la tumbé en la cama, sin quitarle la venda de los


ojos, la besé, seguí besándola por el cuello, los pechos, lamiéndole los
pezones, mientras bajaba mi mano a su entrepierna, y empezaba a
acariciarla. Enseguida empezó a gemir, fui bajando, besando, hasta
llegar a su coñito. Lamí las inglés y poco a poco fui acercándome a su
coño, notando su calor y su humedad. Empecé a comérselo, jugando
con su clítoris, con sus labios, acariciando su cuerpo a la vez. Notaba
que iba a correrse, aceleré el ritmo, sin parar, hasta que se corrió en mi
boca, paré y entre sus temblores, subí a besarla. Le miré a él en la
puerta, temblando, con un enorme bulto en la entrepierna.. Le señalé
que se escondiera un poco, que le iba a quitar la venda a ella.

Me puse encima de ella y le quité la venda poco a poco, mirándola a


los ojos y sonriendo.

Sonrió y me besó. Me preguntó si yo no iba a correrme, pues le


parecía raro y le respondí que no, esa noche era para ella, yo no iba a
correrme.

Nos quitamos la ropa, ella duerme desnuda, pero yo me puse mi


camiseta rosa de tirantes.

Nos tumbamos en la cama,

-Buenas noches cariño, me ha gustado mucho lo de hoy, me siento


más cerca de ti ahora.
-Buenas noches, esto es solo el principio, duerme bien.

Ella se durmió enseguida, pues estaba exhausta, yo estaba a punto de


caer también, pero estaba nerviosa porque no sabía que es lo que iba
a hacer mi Amo.

Cuando estaba medio dormida ya, note que alguien se metía en la


cama y se arrimaba a mí, me besaba el cuello, me acariciaba los
pechos..

Ese cuerpo, esas manos y esos labios...Eran muy conocidos, deseaba


volver a tenerlos cerca.

Sin decirme nada, me puso mi collar, no sabía de donde lo había


sacado, imagino que yo estaba medio dormida y no me habría
enterado.

-Esto es tuyo, ¿o acaso te habías olvidado ya?

-No, Amo, no lo había olvidado.

Estaba algo nerviosa, porque mi novia estaba durmiendo a medio


metro de nosotros.. y nos podía pillar.

Notaba como él estaba ardiendo, podía notar su polla dura dentro del
pantalón.

Me acarició el culo, el coño, las piernas, el pecho. Se bajó los


pantalones un poco para sacar la polla, me tapó la boca con una mano,
y empezó a follarme en cucharilla, primero poco a poco, notaba como
entraba su polla dentro de mí, yo estaba muy mojada, hacía meses que
no sentía su polla y eso me ponía perrísima. Empezó a follarme más
rápido, más duro, yo era casi incapaz de contener mis gemidos, pero
me daba igual todo en ese momento.
Paró en seco y se levantó de la cama, cogió la correa y me la puso,

-Arrodíllate y sígueme. Quiero verte como la perrita que eres.

Yo asentí con la cabeza y hice lo que me dijo, me llevó hasta la


habitación de al lado,

-Túmbate en el suelo perrita.

Me tumbé, y él empezó a follarme en el suelo. Me cogió del pelo,


empezó a tirar cada vez más, sin parar de follarme.

Me hizo levantar y me tiró contra la cama,

-Pon el culo en pompa.

Me puse en pompa y segundos después me azotó. Paró y me dijo que


ahora venía, que me estuviera quieta.

Volvió al minuto y note un fuerte fustazo en el culo.

-Ven aquí.

Me acerqué a él, me besó y se puso de pie al lado de la cama, yo me


arrodillé en el suelo y empecé a chupársela. Él empezó a follarme la
boca más fuerte que nunca, yo babeaba. La sacó de mi boca, yo la abrí
y él se corrió dentro de mi boca, llenándomela completamente.

-No te la tragues.
Me esperé en esa posición, con su leche en mi boca, rebosando, y él
me hizo un par de fotos.

-Trágatela.

Me cogió del pelo, me levantó y me tiró en la cama. Me puse


bocarriba, mirándole.

Él se puso encima, me besó, y me volvió a besar una y otra vez. Bajó


con la boca a los pezones, empezó a lamerlos, luego a morderlos.
Empecé a gemir.. y con la mano empezó a masturbarme.

Había olvidado sus dedos, siempre me habían hecho estremecer, no


pude aguantar ni un minuto, me corrí, me corrí en sus manos,
temblando, todo el cuerpo me temblaba, no podía controlarlo,
intentando respirar, él me cogía las piernas para que no me hiciera
daño. Se me quedó mirando un buen rato, sonriendo, como siempre
hacía, me acarició la cara, y me besó.

-Sigues siendo mía, ahora y siempre, no lo olvides nunca.

-Siempre tuya, Amo.


Fin.
Espero te haya gustado y te haya dejado con ganas de más, espero me
sigas leyendo.
Gracias.

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