Educación Cristiana de Los Hijos - P. Lucas Prados
Educación Cristiana de Los Hijos - P. Lucas Prados
Educación Cristiana de Los Hijos - P. Lucas Prados
En muchas ocasiones padres, que apenas conozco, pues no suelen venir frecuentemente por
la Iglesia, se me acercan realmente agobiados solicitando recomendaciones para solventar los
graves problemas que están teniendo con sus hijos adolescentes. Yo intento ayudarles en
cada caso concreto, y aunque siempre se puede hacer algo, en la mayoría de las ocasiones el
daño es tan profundo que una reparación íntegra es casi imposible.
Otro hecho también muy frecuente, es el de los padres realmente católicos y preocupados de
formar cristianamente a sus hijos que se sienten angustiados y sin herramientas para luchar,
pues ven cómo sus hijos, que habían sido formados en un ambiente realmente cristiano y de
fe, conforme van llegando a la adolescencia, son absorbidos, embelesados y envenenados por
el mundo. Llega un momento en el que estos jóvenes ya no quieren saber nada de la Iglesia,
de su religión e incluso de sus propios padres. ¿Cómo puede ser, que estos jóvenes que habían
sido educados según unos principios cristianos hayan sido destruidos tan fácilmente en el
corto plazo de dos o tres años? ¿Qué pueden hacer los padres para que el mundo no destruya
lo que a ellos les ha costado tanto trabajo? ¿Qué pueden hacer los padres para que los hijos
realmente se llenen de Dios y luego tengan armas suficientes para luchar contra este mundo?
La solución no es fácil, pero a lo largo de varios artículos1 intentaremos analizar los problemas
más frecuentes con los que se tienen que enfrentar los padres en la educación de sus hijos
1Originalmente, esta publicación surgió como una serie de artículos para el sitio Adelante la fe. Presentamos aquí una
compilación de los mismos. Los artículos originales pueden visualizarse en el siguiente link: http://adelantelafe.com/tag/la-
educacion-cristiana-de-los-hijos/.(NdC)
El primer problema que tenemos que afrontar es el hecho de que los padres sean conscientes
de la gravedad de la situación actual, con el fin de que desde la infancia empiecen a educar
cristianamente a sus hijos siguiendo unas pautas correctas.
Un hecho muy común que me encuentro a diario, es el de que cuando le aconsejo a los padres
que se preocupen de educar cristianamente a sus hijos desde la más tierna infancia, se sonríen
y me responden inocentemente: “mis hijos son buenos y a ellos no les va a pasar nada de lo usted dice”.
Pero la triste realidad es que cuando esos niños tienen quince o dieciséis años, le preguntas
de nuevo por sus hijos, y te dicen ya bastante preocupados: “nuestros hijos son buenos, pero…”. En
esa respuesta uno es capaz de adivinar su angustia y preocupación, pues ya no pueden
controlarlos. En una palabra “el mundo ya se los ha tragado”.
Uno de los problemas más graves y preocupantes con el que se han de enfrentar los padres
verdaderamente cristianos, es el de la formación humana y cristiana de sus hijos. Es por ello
que este escrito está dirigido especialmente a esos padres buenos y preocupados.
Hay otros padres, que desgraciadamente son la mayoría, y que se llaman a sí mismos,
cristianos, que nunca se han preocupado seriamente de educar a sus hijos según los
principios cristianos. Estos padres, no creo que saquen mucho provecho de la lectura de estos
artículos –si es que cayeran en sus manos-, pues les supondría un cambio de actitudes tan
radical que nunca estarían dispuestos a realizarlo. Ahora bien, que estos padres sepan, que
serán severamente juzgados por Dios cuando les toque presentarse ante el Trono del
Altísimo.
Aunque los padres son tales durante toda su vida, sólo disponen de los primeros quince o
veinte años de sus hijos para realizar de un modo eficaz esta labor. Pasados esos años, los
hijos ocasionalmente oirán algún consejo de sus padres. En la mayoría de los casos ya se verán
con la suficiente autonomía para tomar sus propias decisiones y elegir los caminos, buenos o
malos, que prefieran tomar. Y si me aprietan un poco, y dada la situación actual de nuestra
sociedad, los padres sólo disponen realmente de los primeros diez o doce años de sus
hijos; al cabo de los cuales, en la mayoría de casos, los hijos se cerrarán en banda y antes
escucharán a los amigos que a sus progenitores.
Les cuento un hecho real que me ha ocurrido este mismo año. Hace dos años comencé en una
de mis parroquias catequesis de Confirmación con un grupo de unos veinte jóvenes de entre
10 y 12 años. El primer día le hice un plan general y ya les dije que lo primero que tenían que
hacer era confesarse cuanto antes para que la catequesis diera fruto y al mismo tiempo
pudieran recibir la Comunión. Ese mismo día se confesaron prácticamente todos. Yo me
alegré tremendamente. Así siguieron haciendo la gran mayoría durante el primer año de la
catequesis.
Este septiembre pasado, comenzábamos el segundo año. Los chicos ya habían pasado de los
10-12 años a los 11-13 años. El primer día les hice el mismo llamado para que se confesaran, y
cuál fue mi sorpresa que ya no se acercó a confesarse ninguno. Después de mucho insistir
semana a semana he conseguido que se confiesen cinco o seis de esos veinte que comenzaron,
pero los demás están esperando a que llegue el día anterior de la Confirmación para
confesarse; pues ya les he dicho que, si no se confiesan, no pueden confirmarse.
Sólo ha pasado un año; pero en ese año han ocurrido muchas cosas; cosas que han ensuciado
su corazón y como consecuencia ya no se atreven a confesarse.
Es duro decirlo, pero una vez que se confirmen probablemente ya no veré a muchos hasta…,
hasta el entierro.
Todos hemos oído miles de veces el famoso ejemplo del arbolito que es plantado y que hay
que guiar y enderezar cuando todavía es tierno. Cuando el tronco se haga leñoso ya será casi
imposible enderezarlo. Esa es la razón por la cual los padres han de extremar el cuidado
Los defectos que tienen los padres son casi siempre “heredados” por los hijos. Las virtudes,
en cambio, en ocasiones sí y en otras no.
Con bastante frecuencia los padres se quejan de las malas costumbres de sus hijos y no se
dan cuenta de que, en muchas ocasiones, esos malos hábitos que tienen sus hijos los han
aprendido en el hogar familiar. Si los padres no son honestos, virtuosos, veraces, ordenados,
piadosos…, difícilmente podrán esperar que sus hijos lo sean.
Me hace mucha gracia cuando los padres de los niños de la catequesis de primera comunión
dejan a sus hijos para la Misa, y mientras tanto, ellos se van al bar más cercano para ver el
partido de fútbol. Acabada la Misa vuelven a recoger a los niños y les preguntan: “¿te lo has
pasado bien?” Cuando ese niño crezca, lo más probable es que haga con sus hijos exactamente
lo mismo.
Cuando un niño de siete años suelta una blasfemia, si hacemos una investigación podremos
comprobar, que la ha aprendido de otro niño o de sus padres. Y si la ha aprendido de otro
niño, es porque éste a su vez la aprendió de sus padres. Los padres son los primeros
formadores de sus hijos, tanto para lo bueno como para lo malo.
Hace años oí una simpática historia de una familia de cangrejitos que es muy reveladora. La
historia decía así:
“Érase una vez una familia de cangrejitos que vivía en el fondo del mar. Un buen día el padre cangrejo,
preocupado por la formación de sus hijos le dijo a su querida mujer:
—Vida mía. Sería para mí un gran placer si nuestros hijos fueran el día de mañana cangrejos bien
formados, que caminaran siempre hacia adelante y no de lado como lo hacemos nosotros. Así que,
para conseguirlo, mañana a las doce del mediodía reúne a todos nuestros hijitos cerca de aquella
roca, y tú y yo les enseñaremos a caminar de frente.
—Queridos hijos, tanto vuestra madre como yo queremos que seáis cangrejos bien formados y que
caminéis siempre hacia adelante. Así que a partir de hoy nos reuniremos todos aquí para hacer
prácticas y enseñaros a caminar de ese nuevo modo.
Los cangrejitos pequeños se quedaron extrañados ante la ocurrencia de su padre. Mamá cangrejo no
pudo decir nada, pues no quería dejar en mal lugar a su marido.
Durante varios días estuvieron haciendo prácticas. Papá cangrejo se ponía el primero de la fila y
detrás de él, en fila india, cada uno de los niños. La comitiva estaba cerrada por la madre, la cual
llevaba en brazos al cangrejo más pequeño que todavía estaba aprendiendo a andar.
Acabado el exitosamente el experimento, papa cangrejo volvió a reunir a todos sus hijos y les dijo:
—Ya sabéis queridos hijos. De ahora en adelante tenéis que andar siempre así. No andéis nunca más
de lado como hacen el resto de los cangrejos. Vosotros tenéis que ser los cangrejos del futuro.
Papá cangrejo, muy orgulloso de la lección enseñada, cogió del bracete a su mujer y se fueron los dos
caminando a visitar a otra familia de cangrejos que vivía cerca; pero no se percataron de que iban
caminando de lado. Cuando los cangrejitos vieron a sus padres andar, se miraron los unos a los otros
y dijeron:
—¡Y para qué cambiar! ¡Hagamos lo mismo que nuestros padres pues es mucho más fácil!
Y es que no es suficiente con dar buenas lecciones; si los padres no son los primeros que las
ponen en práctica, difícilmente los hijos las seguirán.
A lo largo de los próximos capítulos, analizaremos e intentaremos ayudar a los padres.
Comenzaremos analizando cuál ha de ser su modo de actuar durante los primeros diez o doce
años de los chicos (asistencia a Misa, oraciones, lecturas, uso de la TV, internet, móviles, qué
hacer durante las vacaciones, horas de sueño, enseñarles a comer, y un larguísimo etcétera).
Posteriormente entraremos en los años más problemáticos que suelen ser desde los doce
hasta los veintitantos. Y por último intentaremos dar algo de luz para que puedan seguir
ayudando a sus hijos cuando estos ya se han emancipado pero no han tomado el camino
Antes de ocuparnos del análisis de todos aquellos elementos que tendremos que tener en
cuenta para educar cristianamente a los hijos, es conveniente considerar otros factores no
menos importantes, y que sin los cuales, una adecuada educación sería prácticamente
imposible: los padres, el colegio y la Iglesia.
Los padres (padre y madre) son los primeros y más importantes educadores de sus hijos. La
ayuda que reciban de los abuelos, colegio e incluso de la Iglesia, es subsidiaria y/o
complementaria. En ningún momento podrán los padres abandonar, posponer o descuidar la
obligación más importante que tienen sobre sus hijos y de la que tendrán que dar cuentas a
Dios.
Para formar hijos cristianos lo primero que hace falta es que los padres también lo sean.
Y cuando decimos padres realmente cristianos me refiero a que estén casados
sacramentalmente, vivan su fe, practiquen la religión, lleven una seria vida de piedad
personal y familiar, se acerquen a los sacramentos, acepten la voluntad de Dios, estén abiertos
a una paternidad generosa, se tomen en serio la educación de sus hijos, no tengan miedo a
realizar los sacrificios que sean necesarios para que estos se puedan educar adecuadamente,
dediquen el tiempo suficiente a ellos, sean capaces de renunciar, total o parcialmente al
menos uno de ellos al trabajo, si fuera necesario por bien de los chicos, etc… Si aquellos que
han de ser modelos para sus hijos ya tienen defectos graves, lo más seguro es que esos mismos
defectos, pero todavía más acusados, se presenten también en los hijos.
Los colegios, y en general cualquier centro de enseñanza, están para ayudar a los padres en
la educación humana y cristiana de sus hijos. En ningún momento los colegios pueden
reemplazar a los padres; ni los padres pueden evadir su principal responsabilidad que tienen
ante sus hijos confiando ese trabajo exclusivamente en manos de terceros.
Hasta hace cincuenta años era relativamente fácil encontrar buenos colegios religiosos que
tenían incluso internado en algunos casos, que realizaban una encomiable labor de
formación. Pero en los últimos cincuenta años, como consecuencia de la gravísima crisis que
está sufriendo la Iglesia y todas las instituciones que dependen de ella, encontrar un “colegio
católico” que haga honor a su nombre es realmente difícil.
En estos días pasados he recibido correos de padres pidiendo que les orientara sobre colegios
católicos de confianza en España. Tristemente tengo que decir que, aunque pudiera haber
alguno aislado, yo no conozco ninguno que pueda aconsejar. Antiguamente mandar a los
Algunos de ustedes han apuntado la posibilidad de enseñar a sus propios hijos en casa.
Respecto a este modo de enseñanza les digo lo siguiente:
He vivido nueve años en Estados Unidos y conozco bien este sistema de enseñanza, pues allí
es bastante común. Hay muchos padres católicos que dándose cuenta de que la problemática
de los colegios públicos y privados (religiosos…) es tan grave, han optado por formar a sus
hijos en sus propios hogares. Aunque en un principio puede ser una buena idea, los
Del mismo modo que decíamos que los colegios vienen a ayudar a los padres en la educación
de los hijos, la Iglesia ha de realizar – a su nivel – una función similar. La principal función
de la Iglesia (independientemente de los colegios católicos) será ayudar a los padres para que
los hijos se formen debidamente en las áreas moral, catequética, litúrgica y sacramental.
La educación “religiosa” de los niños en la Iglesia debería comenzar desde la más tierna
infancia. Son los padres los responsables ante Dios de llevar a sus hijos a la Misa desde que
empiezan a darse cuenta de las cosas. Es más, a mí personalmente me encanta ver a los padres
venir a la Iglesia con sus bebés de pocos meses. La Iglesia es un organismo vivo; Cristo es el
Buen Pastor, y en su redil hay corderitos pequeños que saltan inquietos y balan, pero que
hacen la alegría de toda la congregación. Cuando esos niños tienen poco menos de un año,
me causa gran deleite ver a los padres que llevan a sus hijos a una imagen de la Virgen y le
dicen: “mándale un beso a la Mamita del cielo”. La fe la recibieron en el bautismo; ahora toca a
los padres ayudar a Dios para que esa fe se vaya formando; al principio mandándole besos
a la Virgen, luego enseñándoles el “Ángel de mi guarda”, el Ave María y el resto de las
oraciones. De tal modo que cuando lleguen a la catequesis de Primera Comunión a los seis o
siete años ya sepan las oraciones más elementales, estén acostumbrados a rezar, sepan quién
es Dios, cómo murió Jesús, qué es la Eucaristía, hayan aprendido a comportarse en la Iglesia,
Es curioso que el teléfono, que fue inventado como medio de comunicación entre las
personas, se haya convertido ahora para muchas familias en causa de aislamiento. Algo, que
Cuando en alguna ocasión he sido invitado a comer a una casa, me llama la atención que,
junto a los cubiertos, el vaso o la servilleta, se encuentra el teléfono móvil. La finalidad es no
perderse nada de lo que está ocurriendo en la cuenta de Facebook, Twitter o WhatsApp. Da
la impresión que eso es más importante que disfrutar de ese maravilloso momento en familia.
La mesa, que siempre fue un centro de reunión de la familia y el momento en el que se
intercambiaban opiniones acerca del día a día, se ha convertido ahora en centro de
comunicaciones (telefónicas), donde todo el mundo está hablando con los de afuera, pero
ninguno con los que tiene delante.
Llama la atención ver a los jóvenes de catequesis de confirmación (12-14 años) que acuden al
templo con el móvil en la mano o “incrustado” en el bolsillo de atrás del pantalón. El móvil se
ha convertido para ellos en un instrumento imprescindible para, para… ¿para qué?
Es opinión mía personal que un joven no debería tener móvil hasta los 18 años. La razón es
muy sencilla, porque antes no lo necesita. ¿Y después? Después tampoco; pero al menos
podría ser conveniente. ¿Y si el hijo se va de viaje con el colegio? ¿No sería bueno que llevara
móvil por si le pasa algo? Tampoco. La razón es muy simple, si pasara algo, tenga por seguro
que habrá muchos móviles disponibles para avisar a los padres.
Los beneficios que puede reportar llevar un móvil antes de los 18 años no compensan los
peligros a los que se va a someter a ese joven. ¿Cuáles son?:
Mal uso de las redes sociales (donde cuentan miles de cosas íntimas y personales;
donde mandan fotos, supuestamente privadas, pero que están al alcance de todos).
Fácil acceso a contenidos inmorales.
Peligro de acoso por parte de otras personas.
Aunque el uso de internet ha supuesto una gran ayuda a la hora de buscar contenidos y
realizar investigaciones, su uso ha de ser controlado cuando son los jóvenes los que han de
acceder a él.
La fiebre de las tabletas en los colegios como sustitutivo del libro físico
Es un error muy grave que están cometiendo muchos colegios el hecho de sustituir los libros
físicos por las famosas “tabletas”. Bajo la “mentira” de que allí lo tienen todo al alcance de la
mano; que a partir de ese momento no van a tener que gastar dinero en la compra de libros;
que los contenidos van a estar siempre actualizados, y mil razones más, el hecho real es que
un niño que se acostumbre al uso de las tabletas para leer y estudiar, cogerá “odio” a los libros
en papel. Por otro lado, dado que la lectura de libros es imprescindible para la formación de
los jóvenes, si usted le da una tableta a su hijo, olvídese de que su hijo adquiera hábito de
lectura. El día de mañana será un experto en tabletas, pero no habrá leído prácticamente nada
y como consecuencia su formación humana e intelectual será totalmente deficiente.
Aunque el número de horas que un niño-joven pasa delante del televisor ha descendido
mucho como consecuencia del uso de los ordenadores, móviles y tabletas, es una realidad que
muchos padres usan la televisión como medio de distracción de los niños, especialmente
cuando éstos tienen menos de diez años. Una vez que llegan del colegio les preguntan si han
hecho la tarea. Ellos responden rápidamente que “la profe” no les ha puesto tarea. Entonces
la mami les enciende el televisor, les pone el canal de dibujos o el Disney y allí se quedan
embobados durante tres o cuatro horas, malgastando el tiempo, quemando neuronas y
perdiendo la vista. Contrólese el tiempo y el contenido en el uso de la televisión.
Por otro lado, cuando a los niños de la catequesis de primera comunión les explico el sexto y
el noveno mandamiento, como son inocentes (aunque a veces el inocentón es el cura), les
dices que esos pecados son las cosas feas que a veces se ve hacer a los mayores en la televisión.
El dormitorio recibe su nombre porque es el lugar donde se duerme y descansa. Hoy día, bien
por comodidad o por falta de espacio, el hecho es que los dormitorios se han transformado
en Centros de Telecomunicaciones: TV, DVD, ordenador portátil, tableta, móvil, consola de
videojuegos. Tener todo eso en la habitación, y más todavía cuando se es joven, es como tener
un quiosco con revistas porno al alcance de la mano y sin que te cueste un céntimo.
Si el joven precisa de esos artilugios, úselos en lugar público, con las puertas abiertas y el
volumen encendido; de tal modo que pueda ser visto por cualquier otra persona que esté allí
o pase por delante.
Y si esto no fuera razón más que suficiente, les cuento brevemente lo que me pasó a finales
del verano pasado.
A principios de septiembre recibí en mi domicilio una carta circular del pedáneo de la
localidad donde vivo, en la que se nos convocaba a una reunión para detener la instalación
de una antena de telefonía móvil en el centro del pueblo. La razón que se aducía era el peligro
que suponía para la salud de todos, las ondas que estas antenas emitían.
Consolas de juegos
Una de las tecnologías que bien usadas pueden ayudar en la distracción de los hijos es el uso
prudente y controlado de los videojuegos.
Se ha de hacer un control tanto de los contenidos de los mismos como del tiempo que los
chicos dedican a ellos. Si un uso prudente puede ser beneficioso, pasarse gran parte del fin
de semana y las horas libres después del colegio, jugando a videojuegos les puede crear
adicción, distraerle de sus labores educativas, hacer que no consigan tener hábito de lectura,
y al mismo tiempo hacerles “vivir” en un mundo virtual con el consiguiente peligro de
confundirlo con el mundo real.
Conclusión
El buen uso de las tecnologías es muy importante para la formación de los hijos. Esta es un
área en la que la mayoría de los padres ni se han planteado el problema. Pero luego no se
quejen, si pasando el tiempo comprueban por ustedes mismos, el influjo perverso que han
tenido sobre sus hijos si no fueron controladas debidamente.
Es un hecho más que comprobado que en los tiempos que corren, los padres sólo disponen
de los primeros doce años de sus hijos para crear en ellos unos buenos cimientos. A partir de
ese momento, la autoridad de los padres caerá en entredicho, la influencia exterior será
realmente virulenta y la atracción de nuevas experiencias propias de la edad les hará en
muchos casos cerrarse en banda y no querer escuchar ningún consejo que venga de cualquier
persona que para ellos suponga una limitación a su libertad.
El hombre es un ser con una dimensión social; es función de los padres atemperar y corregir
el influjo negativo que la sociedad pudiera tener sobre sus hijos. Mientras que los hijos tienen
menos de 18 años, es obligación grave de los padres vigilar este influjo y corregir las
desviaciones que pudieran aparecer. Tan malo es despreocuparse del problema y dar a los
hijos plena libertad sin control, como aislarlos del mundo exterior. Una dosis prudente de
uno y otro será necesaria para su correcto crecimiento.
Con bastante frecuencia me llegan preguntas de padres realmente angustiados que no saben
qué hacer con sus hijos que oscilan entre los 15 y los 18 para controlarlos. Si usted no desea
que le ocurra lo mismo, ha de empezar a educar a sus hijos desde que estos son bien pequeños.
Cuando el árbol ya tiene el tronco rígido es realmente difícil ponerlo derecho.
Durante los doce primeros años de la vida de los niños no suelen aparecer problemas graves
de comportamiento, es por ello que muchos padres se despreocupan de la formación de
Los primeros errores que cometen muchos padres, que se consideran a sí mismos como
católicos, son dos: posponer el bautismo por meses y reducir el bautismo a un mero
acontecimiento social de bienvenida de la nueva criatura.
Antiguamente, cuando los partos no tenían las facilidades médicas y hospitalarias que
existen hoy día, los hijos eran bautizados durante la primera semana de vida, pues los
padres tenían una conciencia clara de la importancia del mismo. En algunas ocasiones
incluso, estando la madre todavía en la casa recuperándose del alumbramiento.
Hoy día, cuando la gran mayoría de los partos se celebran en la clínica y las madres están en
la casa a los tres o cuatro días, vemos que los bautismos se postergan por meses sin haber
una causa real que lo justifique. El bautismo, para muchos padres, ya no es un sacramento
que los hijos han de recibir cuanto antes para borrar el pecado original y hacerse hijos de
Dios, sino la presentación de su nuevo hijo al resto de la familia y a los amigos. De ser una
ceremonia íntima y eminentemente religiosa, ha pasado a ser una ceremonia que tiene
poco de religiosa y mucho de pagana, en la que los padres gastan un dinero que muchas
veces necesitarán para otras cosas más urgentes; y la madre, madrina y demás invitadas ven
una oportunidad única para lucir el último modelito que acaban de comprar para la ocasión;
atuendos que en muchas ocasiones no cumplen con un mínimo requisito de decencia ni de
ser los más apropiados para una ceremonia religiosa.
Es verdad que la misma Iglesia tiene también parte de culpa, pues movida por un deseo no
muy claro de darle a la ceremonia un talante festivo y comunitario, obliga a los padres a
cumplir muchos requisitos previos que ya de por sí retrasan la recepción del sacramento:
pedir cita para rellenar los documentos pertinentes, recibir un cursillo prebautismal,
ajustarse al día cuando se celebren bautismos en la parroquia y alguna que otra ocurrencia
del párroco de turno.
Una etapa muy importante en la formación íntegra de la nueva criatura es la que corresponde
a los seis primeros años de su vida. Desgraciadamente esta etapa es desaprovechada por
la gran mayoría de los padres, los cuales andan más atareados en sus propios trabajos, no
practican debidamente su fe y están casi únicamente preocupados porque el niño crezca
saludablemente. En cambio, la gran mayoría de ellos olvidan comenzar enseñarle a reconocer
una imagen del Señor o de la Virgen, rezar antes de irse a la cama, dar gracias por los
alimentos, asistir con los padres a Misa, aprender a comportarse en la Iglesia…
Es realmente llamativo, yo diría más, inmensamente triste, ver a los niños cuando acuden por
primera vez a la catequesis, que saben cómo usar a la perfección un teléfono móvil, pero en
cambio no conocen ni lo más elemental de nuestra fe.
Este es el segundo grave error de los padres. Se han preocupado de alimentar el cuerpo
de sus hijos, han intentado darles una adecuada enseñanza preescolar, pero han
descuidado casi en totalidad todo lo referente a la fe. Si estos son los comienzos,
fácilmente se puede adivinar cómo serán esos hijos cuando empiecen a ponerse un poco
rebeldes.
Los niños han de empezar a asistir a la Misa dominical desde que tienen pocos meses.
Los padres deberán cuidar, en la medida de lo posible, que el niño se comporte
adecuadamente en el templo. Es normal que en algunas ocasiones el padre o la madre tengan
que salirse de la iglesia si el niño se pone demasiado nervioso; pero lo que no es razón alguna
es creerse los padres que están excusados de asistir a la Santa Misa porque el niño es
pequeño, inquieto o llorón. Los bebés siempre asistieron a la Misa con sus padres; ellos eran
quienes ponían una nota de inocencia en el templo, nos hacían a todos crecer en la virtud de
la paciencia y al mismo tiempo eran esos “corderitos alegres” que saltaban en el redil junto a
sus madres. Y para ellos era la primera ocasión en la que se ponían en contacto con lo sagrado
Dado que la mayoría de los padres no se han preocupado de enseñar a sus hijos pequeños los
contenidos básicos de la fe y empezar a practicar con ellos las devociones más sencillas,
cuando estos niños llegan a la catequesis el desconocimiento es total; no sólo en cuanto
a los contenidos básicos (Santiguarse, Padrenuestro, Ave María, coger agua bendita al entrar
en la iglesia, arrodillarse ante el Santísimo y otras pequeñas oraciones y prácticas
elementales), sino en cuanto al hecho de que no saben quién es Dios, la Virgen María, no
saben lo que es una iglesia, cómo han de comportarse en ella. La fe que se les dio en el
bautismo está totalmente sin desarrollar.
Estos niños nunca han tenido contacto previo con un sacerdote, y la prueba de ello es que
cuando se dirigen a ti por primera vez te llaman “profe”. Para ellos la catequesis es una
“obligación” a la que en un principio no quieren asistir pues les aburre. Para nosotros los
sacerdotes, se nos hace una labor muy difícil ya que no sólo tenemos que empezar desde cero,
sino que también tenemos que infundir en sus hijos sentimientos de piedad y amor a Dios
que los padres nunca se preocuparon de alimentar.
Para aquellos padres que no suelen practicar la fe pero desean que su hijo haga la Primera
Comunión, la etapa de la catequesis es difícil pues les obliga a asistir a la Misa semanalmente.
Los más listillos aprovechan para irse al bar mientras que se está celebrando la Santa Misa; o
si es una mujer, irse de compras para “aprovechar” el tiempo. Con ello les dan un ejemplo
“muy edificante” a sus hijos. Estos aprenderán muy pronto la lección recibida de sus
padres y acabada la catequesis no volverán a ir más a la iglesia.
Por otro lado, si esta es la relación que los padres mantienen con Dios, no se extrañen luego
que sus hijos sigan los mismos pasos, e incluso peores. A estos padres les aviso que Dios será
un severo juez con ellos, pues no se preocuparon de educar cristianamente a sus hijos ni de
darles un buen ejemplo.
La experiencia que yo tengo de este período después de más de treinta años de sacerdocio es
bastante negativa. Es un hecho muy común que más del 95% de los niños que hicieron la
Primera Comunión ya no vuelven a pisar la Iglesia por muchos años. La semana posterior a
Si el descuido de los padres en la formación religiosa de sus hijos es grave, no es menos serio
el poco cuidado que tienen en la formación de las virtudes humanas más básicas. A saber: a
comer de todo, el valor del sacrificio, aprender a ayudar en casa haciendo labores sencillas, el
valor de la generosidad, aprender a renunciar a los caprichos, el cuidado de las cosas, no hacer
siempre su santísima voluntad, el sentido de la obediencia y el respeto a los padres, y un largo
etcétera de virtudes básicas.
Con el fin de no alargarme mucho en este artículo, me limitaré a enunciar algunos apartados
que ya han sido estudiados en artículos anteriores e intentaré detenerme algo más en las
nuevas ideas.
a. Es muy importante enseñarles a comer de todo. Hace unos meses una sencilla
familia de la parroquia me invitó a su casa a comer. La primera impresión era buena
pues los padres me pidieron que bendijera la mesa; pero el resto de la comida todo
fueron sorpresas. La comida no era la misma para todos, pues al padre no le gustaba
el tomate, a la madre “le sienta mal” el pimiento, y a los hijos, ¡para qué seguir! Si los
padres son los primeros en tener “alimentos prohibidos, no por cuestiones médicas,
sino sencillamente porque no les gustan, ¿qué será de los hijos? Al final cada uno iba
Aunque el tema daría para mucho más, creo que al menos lo dicho puede ser útil para que los
padres, si es que fuera necesario, corrijan algunas de las cosas que no estén haciendo
correctamente. Como les decía al principio del artículo, los primeros doce años de la vida de
los niños son esenciales; no llevar el cuidado necesario en su formación puede causarles una
deficiencia, que cuando sean más mayores podría ser muy tarde para corregirla.
El periodo que va desde los 12 a los 18 años siempre fue una etapa difícil en la vida de los
jóvenes. Era el momento en el que ellos empezaban a solidificar sus cimientos, fundamentar
sus propios criterios, y en muchos casos era el tiempo en el que algunos jóvenes recibían la
vocación. Hoy día, como consecuencia de una deficiente educación y el influjo negativo que
hace sobre ellos el ambiente, se ha transformado en una etapa de tortura para los padres; y
para algunos jóvenes -los más piadosos-, en periodo de sufrimiento, pues su fe se ve
continuamente atacada por el ambiente, los amigos, el colegio, los medios de
comunicación…Es, desgraciadamente para muchos de ellos, la época en la que se separan de
Dios, pierden su virtud, abandonan la práctica de la religión, no asumen sus
responsabilidades, se hacen rebeldes, e incluso en algunas ocasiones dan los primeros pasos
hacia el mal camino.
Es por ello que analizar las causas de este fenómeno, intentar reducir el impacto de todos
estos factores en nuestros jóvenes, e intentar ayudar a padres e hijos para que culminen
felizmente esta etapa, es el propósito de este capítulo.
Es relativamente frecuente comprobar que, aunque los padres se hayan esforzado en formar
a sus hijos siguiendo los caminos de las virtudes humanas y cristianas, el golpetazo que
sufren los jóvenes en esta etapa es tan fuerte que raro es el que no tambalea y cae. No
obstante, aunque el hijo cayere, si la formación previa fue buena, es bastante frecuente que
ese joven se recupere pronto; y si no es así, cuando haya madurado un poco y haya tenido que
hacer frente a la vida, vuelva si cabe con más intensidad a su fe y a la práctica religiosa.
Primero de todo, los padres han de darse cuenta que sus hijos ya no son niños; están
creciendo, por lo que han de darles un poco más de espacio, pero sin llegar a abrir totalmente
la mano pues entonces se escaparían. Saber guardar un equilibrio adecuado será realmente
difícil, pues habrá padres que se excedan en el control, y otros padres que sean demasiado
laxos y permisivos. Ambas posturas extremas serán incorrectas. Es por ello que hablar padre
y madre entre sí para hacer una “estrategia” común e incluso buscar la ayuda de terceros
que tengan cierta experiencia será siempre muy necesario.
Del mismo modo que el padre o la madre acompañan al niño cuando da sus primeros pasos
para evitar que se caiga, los hijos necesitan la compañía y el consejo de los padres en este
periodo difícil. Con los años, el estudio, la formación dada por la familia y la Iglesia…, los
hijos van comenzando a formar su propio criterio sobre las cosas. Será de gran ayuda si
hubiera entre padres e hijos la suficiente confianza para hablar (sin perder los nervios),
intercambiar opiniones y corregir las pequeñas desviaciones que pudieran aparecer. Si los
padres tienen “habilidad y paciencia” para tratar con ellos, y los hijos, “humildad e
inteligencia” para aceptar el consejo, ya habremos logrado bastante.
Todos los padres suelen conocer suficientemente a sus hijos y saben bastante bien de qué pie
cojea cada uno. En esta etapa, esas virtudes y defectos tienden a hacerse más evidentes.
Es conveniente que los padres sepan hacer una educación diferenciada según “las cualidades”
de cada hijo.
Lo que sí es muy importante es que los padres, se dejen o no los hijos ayudar, en ningún
momento se desentiendan y tiren la toalla, o sencillamente no presten ninguna atención o
interés. El tener mucho trabajo no es excusa alguna. Si los padres trabajan es principalmente
para sacar la familia adelante; por lo que no tendría sentido que para sacar la familia adelante
hubiera que desentenderse de los problemas por los que ésta pasa.
Por otro lado, el marido (o la mujer, pues a veces también ocurre) no pueden descargar esta
responsabilidad en el otro cónyuge. Es una obligación que han de cumplir los dos en
armonía, si es posible.
Aunque esta frontera oscila en un año o dos, ya sea hacia arriba o hacia abajo, hay un
momento bastante puntual en muchas ocasiones, en el que de pronto se ve que el hijo “ha
dado un bandazo”. Aunque este cambio ha sido precedido de bastantes señales que
indicaban la cercanía de la tormenta, un buen día empiezan los rayos y centellas. El cambio
es tan brusco que los padres han de estar al tanto para percibirlo y salir en su ayuda cuanto
antes. Podríamos decir que es cuando ese niño se empieza a hacer hombrecito (o mujercita)
y empieza a preguntarse el porqué de muchas cosas: cuando no entiende porqué tiene que
seguir obedeciendo a sus padres si ve que están equivocados; cuando no entiende porqué
tiene que ir a la Iglesia todos los domingos si no “siente” nada; cuando quizás en un
Hasta que los jóvenes lleguen a los 18 años, los padres deberían estar en continua vigilancia
día y noche e ir achicando agua para sacar a flote al hijo cuantas veces haga falta. Los padres
deberán tener en cuenta que sus hijos están levantando sus propios cimientos y no tenderán
a oír lo que los padres le digan por el mero hecho de ser sus padres. Cada consejo que le den
tendrá que ir acompañado de razonamientos sencillos y nunca impositores. El ordeno y
Otros consejos prácticos para los padres durante esta edad difícil
Igual que las aves que están haciendo sus primeros aleteos antes de marcharse
definitivamente del nido, los hijos, llegados a los 18 años, suelen hacer los primeros vuelos
cortos. La primera salida suele ser como consecuencia del inicio de los estudios
universitarios. Si los hacen cerca de casa, suelen marcharse el domingo por la tarde y volver
el viernes. Será algunos años más tarde, cuando ya tengan su carrera acabada y hayan
encontrado el primer trabajo, cuando se decidan a salir definitivamente del nido para formar
su propio hogar.
Esta es una edad difícil, tanto para los padres como para los hijos. Los hijos ya son mayores
de edad, por lo que los padres tienen que darles más libertades y responsabilidades; pero, por
otro lado, los padres han de saber estar atentos para salir en su ayuda si lo precisaran y éstos
se dejaran ayudar.
Saber cuál ha de ser la actitud de los padres en este periodo será el propósito de este capítulo.
Una vez que los hijos alcanzan los 18 años y llegan a la mayoría de edad, la actitud de los
padres respecto a ellos ha de cambiar ligeramente, al menos en cuanto al modo de proceder.
Primero de todo, los padres han de tomar conciencia de que su hijo ya ha llegado a la
mayoría de edad legal, por lo que ya no lo puede tratar como un joven adolescente sino como
En el área religiosa
En el campo religioso, se les deberá dar más libertad. Ya no es lo mismo como cuando el niño
tenía 10 o 12 años y se le podía “presionar” para que asistiera a Misa. Ahora habrá de dejarles
libertad para que ellos hagan lo que crean deben hacer. Si la educación fue buena, y los
jóvenes crecieron y maduraron siguiendo las virtudes cristianas, no supondrá ningún cambio
esencial. Es más, en algunas ocasiones serán ellos mismos los que cojan la iniciativa. Tampoco
hay que obligarles a que asistan a Misa con toda la familia; si desean hacerlo por su cuenta o
con sus amigos no hay problema alguno. Los padres tendrán que aprender a ir “abriendo la
mano” para permitir que el hijo haga sus primeros vuelos.
Ahora bien, mientras que ese hijo goce de los beneficios que los padres le proporcionan,
tendrán que respetar el hogar y las normas de convivencia que los padres hayan puesto.
Aunque el hijo sea ya mayor de edad, no puede hacer en la casa de sus padres (que también
es la de él) lo que le dé la gana. El padre sigue siendo el cabeza de familia, y él como hijo, tiene
que seguir cumpliendo el cuarto mandamiento (“Honrarás a padre y madre”).
Es por ello que los padres podrán exigir que el hijo cumpla con las directrices dadas en
la casa: hora de vuelta a casa si se sale con los amigos, disposiciones comunes respecto al uso
del alcohol, tabaco y drogas. Al mismo tiempo, el hijo en ningún momento se deberá sentir
liberado de las obligaciones propias, que, como hijo, ha de cumplir en la casa: ayudar a su
padre en el negocio, a la madre a barrer, o lo que fuera necesario. Los hijos, aunque mayores
de edad, están gozando del beneficio de la casa, por lo que es de justicia que cumplan con las
obligaciones que los padres les pidieran respetuosamente.
Exigentes en el estudio
Es bueno también que los padres sean exigentes con sus hijos en los estudios que estos
hagan, dentro de la capacidad de cada uno. No es bueno que los padres se desentiendan o
caigan en el error de pensar que “mi hijo se mata a estudiar, lo que pasa es que los estudios
son muy fuertes y por eso siempre suspende”. Tampoco caigan en el error contrario. Los
padres han de conocer las posibilidades de cada hijo y exigirles de acuerdo a ellas.
Lo que no es bueno es que los padres permitan que sus hijos, con cualidades para el estudio
o no, malgasten siete u ocho años de su vida en la universidad si no aprovechan y además se
dedican al botellón, los bailes, salir con los amigos, y un largo etcétera que ustedes conocen
muy bien.
Es relativamente frecuente en la época actual que un hijo que haya acabado la carrera tenga
que permanecer en casa durante unos cuantos años porque no encuentra trabajo. Si ese fuera
el caso, el trato que se le ha de dar ha de ser particular.
A este respecto me he encontrado con un amplio abanico que cubre todo el espectro; desde
hijos que se esfuerzan por encontrar trabajo sea donde sea, hasta otros que se apoltronan en
su habitación, se levantan a las mil y quinientas y viven como reyes a costa de sus padres por
largos años.
a. Si el hijo fuera respetuoso con los padres: Si el hijo fuera respetuoso con la familia,
hiciera todo lo posible por encontrar trabajo, y mientras tanto ayuda a su padre y a
su madre en las tareas del hogar o en el negocio de su padre…, ha de ser bienvenido y
se le deberá atender mientras que no tenga suerte y encuentre un trabajo digno. Ahora
bien, el hijo deberá cumplir con las directrices propias que dan los padres en el hogar
y ayudar en la medida de sus posibilidades.
b. Si el hijo fuera un gandul y un aprovechado: Si el hijo saliera gandul, y después de
acabar la carrera se aprovechara de la bondad de sus padres y viviera a costa de ellos,
no haciendo esfuerzo para encontrar trabajo. Más todavía, si fuera un obstáculo para
la felicidad de la familia y un mal ejemplo para sus hermanos. Y más todavía, si hiciera
ya sus travesuras, y aprovechara la ausencia de sus padres del hogar para traerse a la
amiguita a casa, o se dedicara a la bebida o a las drogas…, los padres tienen la
obligación y el derecho de darle un severo aviso; y si pasado un tiempo prudencial no
se ve cambio alguno, entonces de ponerlo de patitas en la calle. La casa no es ningún
hotel donde se tengan todos los derechos y ninguna obligación que cumplir.
Si su hijo se marcha del hogar para formar otro y acude al sacerdote para casarse y recibir
todas las bendiciones, ¡enhorabuena! Ustedes lo hicieron bien y su hijo supo aprovechar sus
enseñanzas. Pero desgraciadamente, esta situación que hasta hace no muchos años era lo
habitual se ha transformado ahora en muy poco común.
Un problema muy frecuente con el que se tienen que enfrentar los padres católicos hoy día
es cuando los hijos se marchan del hogar y se “juntan” con su enamorada sin haber
sacramento del matrimonio por medio.
Cada vez es más frecuente que los hijos, que de pequeños hicieron la primera comunión y
algunos también la confirmación, llegado el momento de casarse, no quieran dar el paso y
prefieran vivir en situación de pecado. Las razones más frecuentes que suelen aducir son:
falta de dinero para la fiesta o querer conocerse más antes de dar el gran paso. Pero la razón
real es “no atarse definitivamente” por el sacramento.
Aunque cada día es más frecuente la mentalidad divorcista en las nuevas parejas que se casan
sacramentalmente; mentalidad causada culpablemente por la misma Iglesia como
consecuencia de conceder la nulidad matrimonial sin haber justificación legal, la realidad es
que prefieren no atarse por el sacramento. Y dado que la vida espiritual de la gran mayoría
está totalmente ausente, no les importa vivir en pecado durante muchos años. De los que
proceden así, y lo sé por experiencia propia, menos del 30 % llegan a casarse más tarde por la
Iglesia. De hecho, lo más frecuente es que, dada la poca vida espiritual y el materialismo en el
que viven, esas uniones pecaminosas acaben con ruptura antes de los diez años.
El problema que se les plantea a los padres católicos si sus hijos viven con su pareja sin
haber bendición sacramental es realmente serio. Por un lado, siguen siendo sus padres, por
lo que han de rezar por ellos, aconsejarles si éstos se dejan, atender a los nietos…; pero lo que
nunca pueden hacer es “la vista gorda” y aceptar a esa pareja como si nada pasara. Los padres
han de actuar con caridad y al mismo tiempo han de hacer ver a sus hijos que están viviendo
en situación de pecado. Se les podrá recibir en casa a comer, ayudarles económicamente si lo
necesitaran…, pero lo que nunca pueden hacer es darles cobijo como esposo y esposa y
darles una habitación como si nada pasara. Los padres deberán ser firmes en este punto y
.:.
Con esto, acabamos esta serie dedicada a la “Educación cristiana de los hijos”. No olviden
nunca las ideas centrales: dar ejemplo, tener paciencia, ser firmes y al mismo tiempo flexibles,
y, sobre todo, rezar mucho.
Puede llegar un momento en el que los padres se desanimen porque lo hayan intentado “todo”
y tengan la tentación de tirar la toalla; que eso no ocurra nunca. Aunque aconteciera lo peor
y el hijo abandonara la fe, la familia…, sigan rezando, Dios todo lo puede. Y si en algún
momento su fe vacila, acuérdense del ejemplo que nos dejaron Santa Mónica y San Agustín.
Capítulo I: La educación cristiana de los hijos: Cómo afrontarla frente al mundo actual .......... 3
Gravedad de la situación actual ................................................................................................... 4
Una labor urgente y sin posible demora ...................................................................................... 5
Las virtudes y defectos de los padres en los hijos ........................................................................ 6
Capítulo II: Padres, colegios e Iglesia .............................................................................................. 9
Un primer factor a tener en cuenta: Los padres .......................................................................... 9
La función subsidiaria de los colegios ........................................................................................ 11
“Homeschooling” o Escolarizar en casa.................................................................................... 12
El papel de la Iglesia en la educación de los hijos ..................................................................... 14
Capítulo III: Las nuevas tecnologías .............................................................................................. 17
La móvil-manía, pandemia del siglo XXI ................................................................................. 17
No le dé a su hijo un teléfono móvil antes de los 18 años ........................................................ 18
El acceso a internet por parte de los jóvenes ............................................................................. 19
La fiebre de las tabletas en los colegios como sustitutivo del libro físico ................................ 21
El uso de la televisión como medio de entretenimiento y formación ...................................... 21
Las nuevas tecnologías han de estar fuera de los dormitorios ................................................. 22
Consolas de juegos ...................................................................................................................... 23
Conclusión ................................................................................................................................... 23
Capítulo IV: Los doce años más importantes en la vida de una persona.................................... 25
Hasta los doce años ..................................................................................................................... 25
Los primeros errores que cometen muchos padres ................................................................... 26
Desde el nacimiento hasta la catequesis de Primera Comunión ............................................. 27
La etapa de la catequesis de la Primera Comunión .................................................................. 28
Desde que hacen la Primera Comunión hasta los doce años ................................................... 29
Otros temas importantes relacionados con esta etapa .............................................................. 30
Capítulo V: La edad difícil .............................................................................................................. 35
Entre los 12 y los 18 años ............................................................................................................ 35
Los padres han de ser los primeros en tomar conciencia de que su hijo ya no es un niño .... 36
La frontera de los doce años ....................................................................................................... 37
Hasta los dieciocho años ............................................................................................................. 38
Otros consejos prácticos para los padres durante esta edad difícil .......................................... 39
Capítulo VI: Cuando los hijos vuelan de casa ............................................................................... 43
Desde los 18 años hasta que acaban la carrera .......................................................................... 43
Confiar en ellos si se lo merecen............................................................................................. 43
En el área religiosa................................................................................................................... 44
Respetar el hogar y sus costumbres ........................................................................................ 44
Exigentes en el estudio ............................................................................................................ 45
Acabada la carrera y mientras que el trabajo no aparece ......................................................... 46
Cuando se marchan a formar un nuevo hogar .......................................................................... 47
Padre Lucas Prados