Agua de Constitución
Agua de Constitución
Agua de Constitución
Traducción:
Definición:
Agua que forma parte de un compuesto del suelo y no puede eliminarse sin
provocar su descomposición.
Según el autor Alvaro Galiano, agua de constitución — “se llamaba así a la que
se admitía que formaba parte integrante de las moléculas de los cuerpos, de tal
modo que no era posible quitarla sin alterar sus propiedades”.
En primer lugar, los repartos de poder. Este proyecto es ciego ante la realidad, y
pareciera estar obnubilado con la supuesta necesidad de entregar todo el poder a
la administración del Estado, como si sólo la burocracia pudiera resolver los
problemas de gestión y uso de las aguas. Éxitos y fracasos actuales quizás
implican cambios en diversos frentes, pero no parece una buena idea debilitar sólo
los elementos no estatales de la regulación.
Las tres dominaciones del agua funcionan con una dinámica que no cabe alterar
tan radicalmente y sin previos análisis serios y rigurosos: los usuarios
(agricultores, indígenas, industriales y empresas), la Administración Central, esto
es, la Dirección General de Aguas (que en medio de sus dificultades burocráticas
cumple un rol de ordenación) y el mercado (los ciudadanos individuales, titulares
de derechos seguros, y que hasta ahora pueden ser transferidos libremente).
Estas tres instancias ejercen distintas funciones, con autonomía una de otra. Ni el
mercado obstaculiza a las organizaciones de usuarios ni a la administración; ni
viceversa. Por lo tanto, es un error el intento de los proyectos de instaurar una
especie de despotismo administrativo, para que la Dirección General de Aguas
tenga un predominio tan absoluto y, por ejemplo, declarar caducidades, o alterar la
autonomía de los usuarios y del mercado, transformando a todos los titulares de
derechos de aguas en nuevos y dóciles súbditos del poder de turno.
1. Antecedentes
Esta ley se mantuvo vigente por un espacio de 29 años, hasta que en el año de
1,974, se emite el Decreto 58-74, que se constituye en la Tercera Ley Forestal, y
en su parte esencial se crea al Instituto Nacional Forestal –INAFOR-, como ente
autónomo y descentralizado, responsable del sector forestal del país. Durante este
período se iniciaron esfuerzos para tecnificar la actividad forestal, pero los mismos
se diluyeron entre el manejo administrativos de los permisos por parte de las
autoridades. Esta Ley mantuvo su vigencia hasta el año de 1,984, cuando la
misma fue modificada por el Decreto 118-84, que dio origen a la Cuarta Ley
Forestal del país.
Esta misma Ley, sustituye el antiguo Servicio Forestal y crea al Instituto Nacional
de Bosques –INAB-, como una entidad estatal, autónoma, descentralizada, con
personalidad jurídica, patrimonio propio e independencia administrativa; con la
designación de ser el órgano de dirección y autoridad en Materia Forestal. Entre
sus principales atribuciones, la ley le establece: “Ejecutar las políticas forestales
que cumplan con los objetivos de esta Ley”, “Promover y fomentar el desarrollo
forestal el país mediante el manejo sostenido de los bosques, ...”, “Otorgar,
denegar, supervisar, prorrogar y cancelar el uso de concesiones forestales, de las
licencias de aprovechamiento de productos forestales, fuera de las áreas
protegidas”, entre las más importantes.
Bajo los anteriores conceptos, se definieron las líneas de política, entre las cuales
es importante resaltar el “Fomento al Manejo Productivo de Bosques Naturales “,
la que tiene como premisa que “la incorporación del bosque natural a la actividad
económica permitirá su conservación en la medida que la población dependa de
ellos y perciba beneficios”, a través de la incorporación de prácticas intensivas
silviculturales que permitan mayores incrementos volumétricos por hectárea,
incrementar la calidad de la madera y reducir los ciclos de corta.
Cuando se analiza la cobertura forestal total, con relación a los diferentes tipos de
bosques presentes, es posible observar que los bosques latifoliados, son los más
abundantes, seguidos por los bosques secundarios/arbustales.
Es importante notar que la mayor área con cobertura forestal de Guatemala esta
representada por bosques latifoliados, los que representan el 57.31% del total. Un
21.20% del total de la cobertura corresponde a bosques secundarios y/o
arbustales.
Los bosques que se encuentran dentro del SIGAP, tienen funciones importantes
para la sociedad guatemalteca, como la de preservar el estado natural de las
comunidades bióticas, los fenómenos geomorfológicos, el suministro de agua, la
calidad de los suelos agrícolas y otros elementos que permitan tener opciones de
desarrollo sostenible.
Para el año de 1999, el SIGAP incluía 91 áreas protegidas que en general fueron
declaradas para proteger bellezas escénicas, rasgos culturales o para proteger
vegetación o fauna silvestre. Tomando en consideración el inventario de áreas
protegidas que se encuentran representadas en el SIGAP, para el año de 1,999
estas cubrían el 28.45% del territorio guatemalteco, con una extensión total de
3,098,706 hectáreas. Este territorio puede dividirse en: áreas protegidas con
límites definidos con 2,149,810 hectáreas, que equivalen al 19.74% del territorio
nacional, y zonas de amortiguamiento con 948,896 hectáreas que equivalen al
8.71% del territorio nacional.