Agua de Constitución

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Agua de constitución

Traducción:

Inglés: constitutional water

Definición:

Agua que forma parte de un compuesto del suelo y no puede eliminarse sin
provocar su descomposición.

Según el autor Alvaro Galiano, agua de constitución — “se llamaba así a la que
se admitía que formaba parte integrante de las moléculas de los cuerpos, de tal
modo que no era posible quitarla sin alterar sus propiedades”.

Agua de constitución es agua asociada a la molécula, por ejemplo de una sal


digamos NaNO3. La denominación es de esta manera:
NaNO3.2H2O. Esto significa que la molécula de Nitrato de Sodio viene
acompañada de 2 moléculas de agua y son inseparables, es decir, que se debe
tener en cuenta los cálculos estequiométricos pensando en esa asociación como
una nueva molécula.

El agua de constitución forma parte de la molécula de la sal y está presente en


cantidades constantes (como la del ejemplo) no se le puede separar por medios
físicos sino destruyendo el compuesto por eso es o se le considera agua de
constitución de la molécula.

Aguas y cambios constitucionales

Autor: Alejandro Vergara

LA MODIFICACIÓN constitucional en materia de aguas se ha venido adelantado


mediante varios proyectos, que pretenden cambiar el Código de Aguas y la
Constitución, re-nacionalizando las aguas y alterando de manera radical el actual
modelo legislativo que consagra tres dominaciones: sociedad, mercado y
administración del Estado.

El diagnóstico de esos proyectos es incompleto y existe el grave riesgo de romper


las dinámicas actuales.

En primer lugar, los repartos de poder. Este proyecto es ciego ante la realidad, y
pareciera estar obnubilado con la supuesta necesidad de entregar todo el poder a
la administración del Estado, como si sólo la burocracia pudiera resolver los
problemas de gestión y uso de las aguas. Éxitos y fracasos actuales quizás
implican cambios en diversos frentes, pero no parece una buena idea debilitar sólo
los elementos no estatales de la regulación.

Las tres dominaciones del agua funcionan con una dinámica que no cabe alterar
tan radicalmente y sin previos análisis serios y rigurosos: los usuarios
(agricultores, indígenas, industriales y empresas), la Administración Central, esto
es, la Dirección General de Aguas (que en medio de sus dificultades burocráticas
cumple un rol de ordenación) y el mercado (los ciudadanos individuales, titulares
de derechos seguros, y que hasta ahora pueden ser transferidos libremente).
Estas tres instancias ejercen distintas funciones, con autonomía una de otra. Ni el
mercado obstaculiza a las organizaciones de usuarios ni a la administración; ni
viceversa. Por lo tanto, es un error el intento de los proyectos de instaurar una
especie de despotismo administrativo, para que la Dirección General de Aguas
tenga un predominio tan absoluto y, por ejemplo, declarar caducidades, o alterar la
autonomía de los usuarios y del mercado, transformando a todos los titulares de
derechos de aguas en nuevos y dóciles súbditos del poder de turno.

No parece conveniente romper la democracia que permite el actual sistema, sin


perjuicio de que algunas modificaciones más prudentes, y adecuadamente
diagnosticadas y debatidas, son atendibles.

En segundo lugar, el sistema actual de aguas ha drenado otras regulaciones


sectoriales, y sería incomprensible la actual confianza, seguridad y certeza de las
actividades hidroeléctrica, sanitaria (de agua potable), minera, frutícola, industrial y
otras, sin la confianza que ofrece el actual sistema para recibir el insumo de agua,
sin intromisiones unilaterales o arbitrarias de algunas de estas instancias de
dominación. No ha sido necesario, por ejemplo, declarar formalmente el derecho
humano al agua (como lo destaca La Tercera en su editorial del lunes 26), ni en la
Constitución ni en el Código de Aguas, para que se haya producido en la práctica
la cobertura casi total de agua potable en las ciudades, a través del sistema de
concesiones sanitarias (paradojalmente, un derecho humano logrado por un
modelo de mercado).

En fin, la crítica al actual proyecto no significa negar que existan desafíos en la


regulación de aguas (que, por cierto, los hay); pero ellos debiesen ser motivo de
una discusión democrática real y transparente.

VI. ESTADO ACTUAL DE LA INFORMACION SOBRE MANEJO FORESTAL


(MARCO AURELIO JIMENEZ, CONSULTOR FAO)

1. Antecedentes

El manejo forestal en Guatemala, ha sido una intención que se ha planteado en


las diferentes legislaciones con las que el país ha contado, sin embargo, los
resultados obtenidos han sido reducidos, principalmente por falta de objetivos de
largo plazo concretamente definidos, además de la falta de claridad conceptual del
manejo forestal como base de una adecuada ordenación forestal, falta de políticas
estatales de desarrollo coherentes que apoyaran el uso adecuado de los recursos
naturales, entre las principales.

La falta de claridad en las acciones que las autoridades deberían implementar,


permitió que el manejo de los recursos forestales haya sido orientado
principalmente al aprovechamiento forestal, con el principio de extracción minera,
lo que permitió la destrucción de importantes reservas forestales del país tanto en
cantidad como en calidad.

La primera referencia concreta en la historia del país relacionada al manejo


forestal se inicia en el año de 1,920, con la emisión del Decreto Gubernativo 670,
el cual se le establecieron al Ministerio de Agricultura, las atribuciones
relacionadas con la conservación e incremento de los bosques, así también como
la reglamentación para su aplicación.

Posteriormente, en el año de 1,925 se emite el Decreto Ley 1,364, con el cual se


promulga la Primera Ley Forestal en Guatemala, misma que estaría vigente por
casi 20 años, hasta que en el año de 1,945, se promulga la Segunda Ley Forestal,
mediante la cual se designo al Ministerio de Agricultura, a través de la División
Forestal, la administración de los recursos forestales del país.

En 1,956 se emite el Decreto 543, que reglamenta la explotación de los bosques


nacionales. La esencia de esta normativa pretendía reglamentar las grandes
transnacionales dedicadas a la explotación forestal, principalmente en el
departamento de El Petén. En esta ley, se definieron las “unidades industriales de
explotación forestal en bosques nacionales”, introduciendo una definición técnica
de “unidad industrial”, como “una extensión de terreno cubierta de bosque con
suficiente volumen productivo, capaz de sostener una corta anual que constituya
la base económica para el mantenimiento de una industria permanente”.

Durante estos períodos, se emitieron Decretos Legislativos y Presidenciales, en


donde se establecieron impuestos por árboles cortados en terrenos nacionales,
vedas, establecimiento de reservas forestales, áreas de protección, fondo forestal,
condecoraciones y declaratorias de parques, que en alguna medida pretendían
reglamentar los aspectos específicos de tipo técnico-económicos, con el objetivo
de darle viabilidad a la actividad forestal en el país.

Esta ley se mantuvo vigente por un espacio de 29 años, hasta que en el año de
1,974, se emite el Decreto 58-74, que se constituye en la Tercera Ley Forestal, y
en su parte esencial se crea al Instituto Nacional Forestal –INAFOR-, como ente
autónomo y descentralizado, responsable del sector forestal del país. Durante este
período se iniciaron esfuerzos para tecnificar la actividad forestal, pero los mismos
se diluyeron entre el manejo administrativos de los permisos por parte de las
autoridades. Esta Ley mantuvo su vigencia hasta el año de 1,984, cuando la
misma fue modificada por el Decreto 118-84, que dio origen a la Cuarta Ley
Forestal del país.

En el año de 1,989, se promulgó el Decreto 70-89, el cual suprimió al INAFOR, y


creó la Dirección General de Bosques y Vida Silvestre –DIGEBOS-, como una
Dirección administrativa, adscrita al Ministerio de Agricultura. Este mismo Decreto
emite la siguiente Ley Forestal, que se constituye en la Quinta de la historia de
Guatemala, la que en sus aspectos más importantes referentes al manejo forestal,
lo constituye la declaración del enunciado de “promover el manejo forestal en
forma racional y sostenible”, aunque en las fincas, las actividades de manejo
forestal se orientaron principalmente al aprovechamiento selectivo de las masas
existentes no al manejo de las mismas, lo que motivo una degradación cualitativa
de ciertos bosques del país.

Finalmente, en 1,996, se emitió el Decreto 101-96, actual Ley Forestal, en la que


se declara de urgencia nacional y de interés social la reforestación y conservación
e los bosques, para lo cual se propiciará el desarrollo forestal y su manejo
sostenible, mediante el cumplimiento de algunos objetivos como: “Incrementar la
productividad de los bosques existentes, sometiéndolos a manejo racional y
sostenido de acuerdo a su potencial biológico y económico, ...”, “Conservar los
ecosistemas forestales del país, a través del desarrollo de programas y estrategias
que promuevan el cumplimiento de la legislación respectiva”.

Esta misma Ley, sustituye el antiguo Servicio Forestal y crea al Instituto Nacional
de Bosques –INAB-, como una entidad estatal, autónoma, descentralizada, con
personalidad jurídica, patrimonio propio e independencia administrativa; con la
designación de ser el órgano de dirección y autoridad en Materia Forestal. Entre
sus principales atribuciones, la ley le establece: “Ejecutar las políticas forestales
que cumplan con los objetivos de esta Ley”, “Promover y fomentar el desarrollo
forestal el país mediante el manejo sostenido de los bosques, ...”, “Otorgar,
denegar, supervisar, prorrogar y cancelar el uso de concesiones forestales, de las
licencias de aprovechamiento de productos forestales, fuera de las áreas
protegidas”, entre las más importantes.

Dentro del articulado de la Ley Forestal, define al Instituto Nacional de Bosques,


como el responsable de la administración de la actividad de manejo forestal en
Guatemala fuera de las áreas protegidas, mientras que dentro de estas el
responsable es el Consejo Nacional de Areas Protegidas, institución creada y
regida por medio del Decreto No. 4-89 y sus Reformas contenidas en los Decretos
No. 18-98, 110-96 y 117-97.

A partir de 1,998, las instituciones encargadas el manejo de los recursos naturales


del país, inician un proceso de formulación de políticas específicas con horizontes
en el mediano y largo plazo, es así como el Ministerio de Agricultura, Ganadería y
Alimentación define su papel, identificando su misión como “la entidad encargada
de consensuar y administrar políticas y estrategias que propicien el desarrollo
sustentable del sector agropecuario, forestal e hidrobiológico, ....”. Dentro de este
proceso el Ministerio emite la Política Agraria y Sectorial, como marco general,
dentro del cual las políticas específicas como la forestal, deberán tener su marco
de referencia y contribuir a la consecución de los objetivos, especialmente en lo
referente al ordenamiento territorial, del uso y manejo de los recursos hídricos y de
la conservación de otros recursos naturales vinculados al forestal.

Con esta base, en el año de 1,999, se promulga la Política Forestal, como un


instrumento que permita orientar a los principales actores de este sector,
facilitándoles los procesos de planificación, ejecución, administración, gestión y
evaluación, siendo la primera vez en la historia del país que se ha emitido una
política explícita por parte del gobierno de Guatemala.

Una de las principales herencias negativas de las anteriores políticas y acciones a


que fue sometido el sector forestal, es la desvalorización de los bosques, lo cual
favoreció la destrucción del recurso, la pérdida de biodiversidad, pérdida de
competitividad del sector, y lo que es peor, se contribuyó a fomentar el circulo
vicioso de pobreza y destrucción ambiental, por lo que la revalorización de los
bosques y su transformación hacia un sector dinámico generador de empleo y
divisas ha sido uno de los principales objetivos de la Política Forestal.

Bajo los anteriores conceptos, se definieron las líneas de política, entre las cuales
es importante resaltar el “Fomento al Manejo Productivo de Bosques Naturales “,
la que tiene como premisa que “la incorporación del bosque natural a la actividad
económica permitirá su conservación en la medida que la población dependa de
ellos y perciba beneficios”, a través de la incorporación de prácticas intensivas
silviculturales que permitan mayores incrementos volumétricos por hectárea,
incrementar la calidad de la madera y reducir los ciclos de corta.

Como parte del proceso de acciones de la Política, el Instituto Nacional de


Bosques, presentó en su Plan Estratégico, el programa de Fomento y Desarrollo
Forestal, en donde se indica que se deberá promover la incorporación de áreas
naturales con bosque a la producción sostenible, particularmente en sitios de
mayor potencial productivo. Para esto se plantean instrumentos como, pago de
incentivos, mecanismos de desarrollo limpio y producción de agua, como los
mecanismos más importantes.

2. Estado actual del manejo forestal en Guatemala

El análisis del estado del manejo forestal en Guatemala, es necesario realizarlo


con base a la cobertura forestal total del país, tomando como referencia los
resultados obtenidos por el proyecto “Monitoreo de la Cobertura Forestal de
Guatemala”, efectuado por el Instituto Nacional de Bosques –INAB- e instituciones
afines. Para el año de 1,999, Guatemala contaba con un total de 4,946,603
hectáreas con cobertura forestal total, equivalente al 45.33% del territorio nacional,
distribuida de la siguiente forma:
• 3,772,716 hectáreas (equivalentes al 34.57% de territorio nacional) cubiertas con
bosques diversos y puros, que se encuentran representados en unidades mayores
de 500 hectáreas (unidad mínima de mapeo);

• 1,173,887 hectáreas (equivalentes al 10.76%) de áreas boscosas asociadas con


cultivos, o sea, áreas de bosques que no llegan a la unidad mínima de mapeo
(500 has.), encontrándose junto a áreas de cultivos u otros usos de la tierra.

Cuando se analiza la cobertura forestal total, con relación a los diferentes tipos de
bosques presentes, es posible observar que los bosques latifoliados, son los más
abundantes, seguidos por los bosques secundarios/arbustales.

Tipo de Bosque Area (hectáreas) % territorio nacional


• Bosques de Coníferas 227,183.3 2.08

• Bosques de Latifoliadas 2,834,637.9 25.98

• Bosques Mixtos 819,080.0 7.50

• Manglares 17,726.87 0.16

• Bosque Secundario/Arbustal 1,047,975.5 9.61


4,946,603.14 45.33
TOTALES

Con relación a la cobertura total, la relación de los diferentes tipos de bosques en


Guatemala se puede observar en la siguiente gráfica:

Es importante notar que la mayor área con cobertura forestal de Guatemala esta
representada por bosques latifoliados, los que representan el 57.31% del total. Un
21.20% del total de la cobertura corresponde a bosques secundarios y/o
arbustales.

Tomando como base la utilización de los recursos forestales, los bosques de


coníferas (227,183 has.) y los bosques mixtos (819,080 has.), son los que generan
la mayor cantidad de productos forestales aprovechados en Guatemala, en
contraste de la productividad de los bosques latifoliados (2,44,432 has.).

2.1 Relación de los Bosques con las Areas Protegidas

De acuerdo a la legislación guatemalteca y a la función de los bosques, se puede


efectuar una gran división: los que se encuentran localizados dentro de las áreas
protegidas (conformadas por el Sistema Guatemalteco de Areas Protegidas, -
SIGAP-) y los que se encuentran fuera de ellas.

Los bosques que se encuentran dentro del SIGAP, tienen funciones importantes
para la sociedad guatemalteca, como la de preservar el estado natural de las
comunidades bióticas, los fenómenos geomorfológicos, el suministro de agua, la
calidad de los suelos agrícolas y otros elementos que permitan tener opciones de
desarrollo sostenible.

Para el año de 1999, el SIGAP incluía 91 áreas protegidas que en general fueron
declaradas para proteger bellezas escénicas, rasgos culturales o para proteger
vegetación o fauna silvestre. Tomando en consideración el inventario de áreas
protegidas que se encuentran representadas en el SIGAP, para el año de 1,999
estas cubrían el 28.45% del territorio guatemalteco, con una extensión total de
3,098,706 hectáreas. Este territorio puede dividirse en: áreas protegidas con
límites definidos con 2,149,810 hectáreas, que equivalen al 19.74% del territorio
nacional, y zonas de amortiguamiento con 948,896 hectáreas que equivalen al
8.71% del territorio nacional.

En su mayoría las áreas protegidas están representadas por áreas pequeñas


(menores a 1,000 has.), y únicamente 5 áreas representan casi las tres cuartas
partes del SIGAP. La distribución por tamaños de las diferentes áreas, se puede
apreciar a continuación:
Número % del SIGAP
Tamaño de Areas Protegidas
• Menores a 1,000 has. 43 0.58

• De 1,001 a 10,000 has. 28 4.05

• De 10,001 a 50,000 has. 12 13.88

• De 50,001 a 100,000 has. 3 8.35

• Mayores a 100,000 has. 5 73.14


91 100.00
TOTALES

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