Género Dramático Primero
Género Dramático Primero
Género Dramático Primero
Objetivo del instrumento evaluativo : 1.- Consolidar conocimientos adquiridos de la unidad de género
dramático.
2.- Leer, comprensivamente, textos dramáticos diversos , aplicando técnicas de comprensión vistas.
Indicaciones generales :
1.- Dispone de una hora y treinta minutos para responder su instrumento evaluativo.
2.- La prueba contiene 27 preguntas, responda cada una de ellas en el espacio asignado al final del instrumento.
Escriba una sola letra , de caso contrario se invalidará su respuesta.
3.- Para responder use lápiz pasta azul o negro.
4.- Responda sólo cuando esté seguro , ya que no se aceptarán correcciones ni enmiendas ;de lo contrario , se anulará
su respuesta.
5.- El tiempo mínimo de tenencia de la prueba es de una hora.
Selección única. Marque la alternativa que considere correcta de acuerdo a los contenidos vistos o comprensión de textos. 1
1. Las obras dramáticas tienen como finalidad:
A) Expresar sentimientos. B) Ser representadas. C) Ser poéticas. D) Poseer personajes.
A) Sólo I
B) Sólo II
C) Sólo III
D) I y II
E) I y III
Marcela: (Arreglando una lavadora) Pásame el alicate, Carmelo, que no puedo ajustar estos
endemoniados tornillos.
(Carmelo le alcanza el alicate silbando. Entra una bruja de cuentos con su escoba y una varita en
la mano)
Bruja: Disculpe, joven, ¿aquí arreglan varitas mágicas?
Carmelo: No, señora. ¿Acaso no sabe leer?
Bruja: (Enojada) Claro que sé leer, jovencito. Antes de que naciera el primer triceratops, mi tío
Hermenegildo me enseñó a leer. El cartel dice claramente: “Se reparan equipos de sonido” y sepa
usted que mi varita es mejor que un equipo de sonido. ¡Escuche! (Mueve la varita y se escuchan
campanillas). Usted escoja, lo convierto en sapo al ritmo del Rock and Roll o prefiere que lo haga
al son de una buena cumbia.
Isabel Mesa, Cosas de la Edad Media.
Georgina: Ahora quiero que tú me digas el porqué de la determinación que has tomado con
respecto a Jorge.
Natacha: Pero ¿no te lo ha explicado él?
Georgina: ¿Qué quieres que explique él si todo lo ignora?
Natacha: ¡Pobrecito, santo inocente! ¿Qué te ha dicho?
Georgina: Que ha venido a verte, como todos los días, como siempre…
Natacha: Es verdad.
Georgina: Que tú, tras breve conversación, le has dicho que habías reflexionado y que no piensas
casarte.
Natacha: Efectivamente.
(…)
Georgina: Natacha, parece increíble que a mí, tu hermana, el único pariente que tienes, me trates
con tanto desapego. Comprende que si te pregunto y me intereso es porque pienso en ti; ya no
eres una chica.
Natacha: Tengo cuatro años menos que tú.
Georgina: Yo deseo que normalices tu situación.
Georgina: Entonces, ¿el estado de soltera es anormal?
Natacha: Anormal, no. He querido significarte que lo lógico, humano y natural es que te cases.
Somos solas, no podemos saber qué nos depara la vida.
Armando Moock, Natacha.
Helmer . ¿Es que iba a estar constantemente teniéndote al tanto de preocupaciones de las que tú no podías hacer nada para
resolverlas?
Nora . No estoy hablando de preocupaciones. Lo que te digo es que no hemos intentado nunca seriamente llegar al fondo de un
asunto.
Nora . De eso se trata. Nunca me has entendido… He sufrido muchas injusticias, Torvaldo. Primero de papá y después de ti.
Helmer . ¿Cómo? ¿De nosotros dos... de nosotros, que te hemos querido más que nadie?
Nora . (Negando con la cabeza). Nunca me habéis querido. Tan sólo os parecía divertido quererme.
Nora . Sí, así es, Torvaldo. En casa papá me comunicaba todas sus opiniones, con lo que yo tenía las mismas; y en caso de tener
otras, las ocultaba; porque no hubiera sido de su agrado. Me llamaba su muñequita, y jugaba conmigo, lo mismo que yo jugaba con
mis muñecas. Después vine a esta casa contigo…
RANCISCA Como estaba usted acabando su carta, mamá, por no estorbarla me he venido aquí, que estáA
IRENE Pero aquella muchacha, ¿qué hace que no trae una luz? Para cualquiera cosa se está un año... Y yo que
tengo un genio como una pólvora. (Siéntase.) Sea todo por Dios... ¿y Don Diego? ¿No ha venido?
DOÑA FRANCISCA Me parece que no.
DOÑA IRENE Pues cuenta, niña, con lo que te he dicho ya. Y mira que no gusto de repetir una cosa dos veces.
Este caballero está sentido, y con muchísima razón.
DOÑA FRANCISCA Bien; sí, señora; ya lo sé. No me riña usted más.
DOÑA IRENE No es esto reñirte, hija mía; esto es aconsejarte. Porque como tú no tienes conocimiento para
considerar el bien que se nos ha entrado por las puertas... Y lo atrasada que me coge, que yo no sé lo que hubiera
sido de tu pobre madre... Siempre cayendo y levantando... Médicos, botica... Que se dejaba pedir aquel caribe de
Don Bruno (Dios le haya coronado de gloria) los veinte y los treinta reales por cada papelillo de píldoras de
coloquíntida y asafétida... Mira que un casamiento como el que vas a hacer, muy pocas le consiguen. Bien que a
la oración de tus tías, que son unas bienaventuradas, debernos agradecer esta fortuna, y no a tus méritos ni a mi
diligencia... ¿Qué dices?
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DOÑA FRANCISCA Yo, nada, mamá.
15- Dentro de la estructura de la obra dramática el choque de fuerzas que representan Doña Irene y Francisca se
conoce con el nombre de
17.- Se puede entender que el conflicto del fragmento anterior se produce porque:
Don Cayetano. —Esto es por lo que toca a ellos. Ahora, por lo que atañe a nosotros… Es menester que sigamos
el ejemplo que ellos nos dan.
Doña Bernarda. — ¿Qué dice usted?
Don Cayetano. —Digo, señora, que aquí la perdí y aquí la he de hallar. Yo no soy de esos hombres que se ahogan
en poca agua. He venido a casarme, y volveré casado a mi hacienda. ¿Qué le parece a usted?
Doña Bernarda. —Que es una resolución muy cristiana; pero todavía no sé lo que usted quiere decir…
Don Cayetano. —Que, bien pensando, señora. Debemos agradecerles a estos muchachos la jugada que, sin
saberlo ellos mismos, nos han hecho. Hemos olvidado aquello de “Cada oveja con su pareja”, y hemos cambiado
los frenos, como dicen en mi tierra. Hagámonos perdonar nuestra locura, con una gran cordura, volviendo sobre
nuestros pasos. Si ellos se casan allá entre sí, casémonos nosotros acá inter nos.
Doña Bernarda. — ¡Oh!, en cuanto a eso… yo…
Don Cayetano. — Si me hallaba bueno para marido de su hija, ¿por qué no me encuentra regularcito siquiera para
usted?
Doña Bernarda. —Con esa razón quedo convencida. Acepto.
18.- Se puede entender que el conflicto del fragmento anterior se produce porque:
A) Don Cayetano quiere casarse. B) doña Bernarda quiere que se aleje de ella.
C) Don Cayetano quiere que su hijo se case. D) doña Bernarda fue abandonada por su hijo.
El rey Agamenón vuelve de la guerra de Troya a su patria luego de la victoria. Viene acompañado por su criada
Casandra. En su regreso se enfrentará al odio disfrazado de su esposa Clitemnestra, porque el rey mató a su hija
para tener el favor de los dioses. Lo cierto es que ella planea la muerte de Agamenón junto a su amante Egisto.
CASANDRA: ¡Ay, ay, oh desventura! Otra vez el terrible sufrimiento de la adivinación me vuelve en todas
direcciones, turbándome con sus preludios. ¿Veis esos niños, ahí, junto a la casa, cual las formas de un sueño?
Semejan niños muertos por sus parientes, asiendo carne en sus manos, un alimento que es su propio cuerpo:
se les ve que sustentan entrañas e intestinos –carga lamentable- de que gustó su padre. Alguien medita, yo lo
afirmo, su venganza por esto, un león cobarde que, casero, se revuelca en el lecho contra el que ha retornado,
mi Señor: así le llamo, pues debo soportar el yugo de esclava; capitán de las naves y destructor de Troya, no
sabe lo que ha dicho y ha declamado largamente la lengua alegre de esa perra odiosa, la Reina, ni lo que, cual
Ruina traidora, hará con malas artes. Esta es su audacia: una mujer es asesina del varón. Ella es -¿dándole el
nombre de qué odioso monstruo acertaría? ¿Dragón que avanza y retrocede o Escila habitante de las rocas,
ruina de navegantes?- ¡A ella, madre de Hades frenética, que alienta guerra implacable contra los suyos! ¡Cómo
ha gritado la imprudente, como tras la victoria en la batalla! ¡y pretende alegrarse porque el esposo ha vuelto a 6
salvo! Si no os persuado en algo de esto, me es igual. ¿Qué importa? Lo que ha de ser vendrá. Pronto, presente
aquí, vas a llamarme con verdad demasiado verídica adivina.
CORIFEO: El banquete de Tiestes, que probó carne de sus hijos, lo he reconocido y siento horror y me aprisiona
el miedo de oírte en verdad y ya no con imágenes. Lo demás que he escuchado, corro ya fuera del camino.
CASANDRA: Digo que vas a ver la muerte de Agamenón.
CORIFEO: Duerme tu boca, desgraciada, no hables de cosas dolorosas.
CASANDRA: No es un dios salvador el que preside mis palabras.
CORIFEO: No, si va a ser así: pero ojalá no sea.
CASANDRA: Tú haces plegarias: ellos se ocupan de matar.
CORIFEO: ¿Y qué varón prepara este dolor?
CASANDRA: Te extravías lejos de mis profecías.
CORIFEO: Sí, porque comprendo los recursos del criminal.
CASANDRA: Sin embargo, sé demasiado bien la lengua griega.
CORIFEO: También lo saben los oráculos de Delfos: y, sin embargo, son oscuros.
CASANDRA: ¡Ah, ah! ¡Qué fuego! ¡Caen sobre mí! ¡Oh, oh! ¡Apolo Licio, ay, ay de mí! Esta leona de dos pies que
yace junto con el lobo, por ausencia del león generoso, me dará muerte a mí, la miserable. Cual si un veneno
preparara, también añadirá a su poción mi muerte: se jacta, afilando el puñal contra el varón, de darle muerte por
castigo por haberme traído. ¿Por qué llevar este ornamento, irrisión para mí, el cetro y las guirnaldas fatídicas
en torno al cuello? Te destruiré antes de mi hora. Perdeos: os pago así arrojándoos al suelo. Haced crecer otro
infortunio en lugar mío. (Arroja el cetro y las guirnaldas) Helo aquí, Apolo, desnudándome él mismo del vestido
de profetisa, mirándome burlada, incluso en esos ornamentos, junto con mis amigos, por los que son mis
enemigos, y no sin duda en vano. Que me llamaran, como a una vagabunda, mendiga, miserable, hambrienta, lo
soportaba; ¡y ahora el profeta, de que rehízo profetisa, me trajo hasta este tránsito de la muerte! ¡En lugar del
altar familiar me aguarda el tajo rojo del cálido degüello de la sacrificada!
Mas nuestra muerte no quedará impune a los dioses: vendrá un vengador nuestro, un hijo matricida que hará
pagar la muerte de su padre. Desterrado, errante, extranjero a esta tierra, volverá a coronar el edificio de la ruina
de su raza; pues ha sido jurado por los dioses un fuerte juramento, que ha de traerle la plegaria del padre
muerto.
¿Por qué gemir así de enternecida? Ya que he visto el destino de Troya y que los que tomaron la ciudad
terminan de este modo por juicio de los dioses, voy a obrar, entraré: aceptaré la muerte. Yo saludo a estas
puertas, que son las puertas del dios de los Infiernos: pido un golpe certero para, sin convulsiones, manando un
río dulce que mate dulcemente, cerrar mis ojos.
CORIFEO: Mujer muy desgraciada y muy sabia también, largo te has extendido. Pero si realmente sabes tu
muerte, ¿cómo a manera de la vaca que impulsa un dios, marchas valiente hacia el altar?
CASANDRA: No hay escape, extranjeros, si el tiempo está cumplido.
Esquilo. Agamenón.
20. ¿Cómo se entera Casandra de que Agamenón será muerto?
A) Corifeo le cuenta de la conspiración. B) Escucha una conversación de Clitemnestra con su amante.
C) Unos niños que jugaban le comentaron la noticia. D) Ella tenía poderes adivinatorios.
La escena, frente al palacio real de Tebas con escalinata. Al fondo, la montaña. Cruza la escena Antígona, para
entrar en palacio. Al cabo de unos instantes, vuelve a salir, llevando del brazo a su hermana Ismene, a la que
hace bajar las escaleras y aparta de palacio.
ANTÍGONA: Hermana mía, Ismene querida, tú que conoces las desgracias de la casa de Edipo, ¿sabes si Zeus 7
no ha cumplido alguna de sus desgracias después de nacer nosotras? No, no hay vergüenza ni ofensa, no hay
cosa insufrible que se aparte del mal destino, y hoy, encima, ¿qué sabes de la ley que dicen que Creonte acaba
de imponer a todos los ciudadanos? ¿Te has enterado ya o no sabes los males que tramaron enemigos contra
nuestros seres queridos?
ISMENE: No, Antígona, a mí no me ha llegado noticia de seres queridos, ni dulce ni dolorosa, desde que nos
vimos las dos privadas de nuestros dos hermanos, por mutuo golpe fallecidos en un solo día. Después de partir
el ejército griego, ya no sé nada que pueda hacerme ni más feliz ni más desgraciada.
ANTÍGONA: No me cabía duda, y por esto te traje aquí, para que me escucharas, tú sola.
ISMENE: ¿Qué pasa? Se ve que lo que vas a decirme te entristece.
ANTÍGONA: Y, ¿cómo no, pues? ¿No ha juzgado Creonte digno de honores a uno de nuestros hermanos
muertos, y en cambio al otro tiene deshonrado? Eso dicen: le ha parecido justo honrar a Etéocles, y le ha hecho
enterrar de forma honorable, bajo tierra. El pobre cadáver de Polinices, en cambio, dicen que dictó una ley a los
ciudadanos prohibiendo que alguien le dé sepultura, que alguien le llore, incluso. Y esto es, dicen, lo que el buen
Creonte tiene decretado, también para ti y para mí; y que viene para anunciarlo con claridad a los que no lo
saben, todavía, que no es asunto de poca monta ni puede así considerarse, sino que el que transgreda alguna de
estas órdenes será reo de muerte, públicamente lapidado en la ciudad. Ya no te queda sino mostrar si haces
honor a tu linaje o si eres indigna de tus ilustres antepasados.
ISMENE: No seas atrevida: Si las cosas están así, ate yo o desate en ellas, ¿qué podría ganarse?
ANTÍGONA: ¿Puedo contar con tu esfuerzo, con tu ayuda? Piénsalo.
ISMENE: ¿Qué ardida empresa tramas? ¿Adónde va tu pensamiento?
ANTÍGONA: Quiero saber si vas a ayudar a mi mano a alzar al muerto.
ISMENE: Pero, ¿es que piensas darle sepultura, sabiendo que se ha públicamente prohibido?
ANTÍGONA: Es mi hermano —y también tuyo, aunque tú no quieras—; cuando me prendan, nadie podrá
llamarme traidora. Creonte no tiene potestad para apartarme de los míos.
ISMENE: Ay, reflexiona, hermana, piensa: nuestro padre, cómo murió, aborrecido, deshonrado, después de
cegarse él mismo sus dos ojos, enfrentado a faltas que él mismo tuvo que descubrir. Y después, su madre y
esposa, pone ella fin a su vida en infame, entrelazada soga. Más tarde, nuestros dos hermanos, en un solo día,
consuman, desgraciados, su destino, el uno por mano del otro asesinados. Y ahora, que solas nosotras dos
quedamos, piensa que deshonroso fin tendremos si violamos lo prescrito y trasgredimos la voluntad o el poder
de los que mandan. Yo, con todo, pido, sí, a los que yacen bajo tierra su perdón, pues que obro forzada, pero
pienso obedecer a las autoridades: esforzarse en no obrar como todos carece de sentido, totalmente.
ANTÍGONA: Aunque ahora quisieras ayudarme, ya no lo pediría: tu ayuda no sería de mi agrado; en fin,
reflexiona sobre tus convicciones: yo voy a enterrarle, y, que venga la muerte: amiga yaceré con él, convicta de
un delito piadoso; por más tiempo debe mi conducta agradar a los de abajo que a los de aquí, pues mi descanso
entre ellos ha de durar siempre. En cuanto a ti, deshonra lo que los dioses honran.
ISMENE: Al menos, guarda en secreto tu acción, que yo te ayudaré en esto.
ANTÍGONA: ¡Ay, no, no: grítalo! Mucho más te aborreceré si callas, si no lo pregonas a todo el mundo.
ISMENE: De entrada, ya, no hay que ir a la caza de imposibles.
ANTÍGONA: Si continúas hablando en ese tono, tendrás mi odio y el odio también del muerto, con justicia.
ISMENE: Ve, pues, si es lo que crees; quiero decirte que, con ir demuestras que estás sin juicio, pero también
que amiga eres, sin reproche, para tus amigos. (Sale Ismene hacia el palacio; desaparece Antígona en dirección
a la montaña. Hasta la entrada del coro, queda la escena vacía unos instantes.)
CORO: Rayo de sol, luz la más bella —más bella, sí, que cualquiera de las que hasta hoy brillaron en Tebas—, ya
has aparecido, párpado de la dorada mañana. Con rápidas riendas has hecho correr ante ti, fugitivo, al hombre
venido de Argos, de blanco escudo, con su arnés completo, Polinices, que se levantó contra nuestra patria
llevado por dudosas querellas, con agudísimo estruendo, como águila que se cierne sobre su víctima; por sobre
los techos de nuestras casas volaba, abriendo sus fauces, lanzas sedientas de sangre, pero hoy se ha ido, antes
de haber podido saciar en nuestra sangre sus mandíbulas y antes de haber prendido pinosa madera ardiendo en
las torres de la muralla.
24.- A la luz de las intervenciones de Antígona, ¿qué opinión tiene acerca de la autoridad de Creonte?
A) No tiene valor, porque era el principal enemigo de Polinice.
B) A pesar de su rango y la situación, ha mostrado misericordia por su familia.
C) Es absoluta, por lo que nada de lo que ella haga cambiará las cosas.
D) Es inferior a la ley divina, porque hay espacios donde no puede regir.
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25.- ¿Cuál de las siguientes opciones sintetiza mejor el punto de vista de Antígona frente al hecho relatado?
A) Antígona está muy dolida por la muerte de sus hermanos.
B) El hermano preferido de Antígona era Polínices y no Etéocles.
C) Antígona desprecia a Creonte y a su hermana.
D) Antígona considera necesario rendir honor a Polínice, porque es su hermano.
27 .- ¿Cuál es el propósito que tiene Antígona para comunicarse con su hermana Ismene?
A) Persuadirla para que haga honor a su linaje.
B) Convencerla de guardar el secreto de su acción.
C) Prevenirla de situarse al lado de Creonte.
D) Reprenderla por darle sepultura a su hermano.
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