Badeni
Badeni
Badeni
lo que los tribunales nacionales determinen como causas de utilidad pública, interés
social e indemnización justa. 3) El art. 5°, inc. 3°, de la Convención debe
interpretarse en el sentido que la pena no puede trascender a la persona del
delincuente. Se excluyen las sanciones penales vicariantes. 4) El art. 7°, inc. 7°, debe
interpretarse en el sentido que la prohibición de la detención por deudas "no
comporta vedar al Estado la posibilidad de supeditar la imposición de penas a la
condición de que ciertas deudas no sean satisfechas, cuando la pena no se imponga
por el incumplimiento mismo de la deuda sino por un hecho penalmente ilícito
anterior independiente". 5) El art. 10 de la Convención debe "interpretarse en el
sentido de que el error judicial sea establecido por un Tribunal Nacional". Ese error
no puede ser declarado por un tribunal internacional.
Estas reservas y aclaraciones son importantes porque, la incorporación de la
Convención al derecho interno no se operó con su aprobación legal, sino con su
ratificación internacional y depósito del instrumento ratificatorio. (2) Tales son las
"condiciones de su vigencia".
Conforme a la CADH existen dos órganos competentes para intervenir en los asuntos
relacionados con el cumplimiento de los compromisos contraídos por los Estados
que son parte de ella: la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y la Corte
Interamericana de Derechos Humanos.
La Comisión es un organismo de naturaleza política que integra la Organización de
los Estados Americanos. Representa a todos los Estados miembros de esa
Organización y sus integrantes son elegidos por la Asamblea de la Organización. Es
un ente previsto en la Carta de la Organización de los Estados Americanos que, al
margen de las funciones que le asigna ella —presentar informes sobre el
cumplimiento de la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del
Hombre— también le corresponde igual potestad con referencia a la CADH pero
limitada respecto de los Estados Partes de ella.
La CADH dispone que cualquier persona puede denunciar ante la Comisión el
incumplimiento de la Convención por un Estado Parte, y también un Estado Parte
respecto de otro. Para dar curso a la petición es requisito que se hayan agotado los
recursos de jurisdicción interna, salvo que en el Estado Parte su legislación interna
no se adecue a los principios del debido proceso para la tutela de los derechos que
habrían sido violados, o no se haya permitido al denunciante el acceso a la
jurisdicción interna, o exista un retardo injustificado en la tramitación de las vías
jurisdiccionales internas.
Si se cumplen los requisitos formales y sustanciales por el peticionario y sobre la
base de los elementos analizados, la Comisión se pondrá a disposición de las partes
para concretar una solución amistosa en función del resguardo de los derechos
humanos comprometidos. Si se arriba a esa solución, la Comisión redactará un
informe que hará conocer a las partes y a la Secretaría General de la Organización de
los Estados Americanos para su publicación. De no concretarse la solución, la
Comisión elaborará un informe con sus conclusiones que podrá contener
proposiciones y recomendaciones.
¿Son obligatorios para el Estado? Considerando que no se trata de un organismo
jurisdiccional sino político, cuya función es procurar la concreción de una solución
consensuada o aceptada por las partes, se entiende que los informes y
recomendaciones no son vinculantes para el Estado. (3)
3
El 19 de abril de 1991, Walter David Bulacio, fue detenido por personal de una
seccional de la Policía Federal cuyo titular era el comisario Miguel Angel Espósito.
Al día siguiente fue trasladado a un hospital con motivo del traumatismo craneano
que registraba y que habría sido provocado por los golpes que recibió del personal
policial. Cinco días después falleció, determinando la apertura de una causa penal.
Espósito fue procesado por privación ilegal de la libertad, abuso de autoridad e
incumplimiento de los deberes de funcionarlo público. Dictada su prisión preventiva,
posteriormente, fue dispuesto su sobreseimiento provisional que, el 13 de noviembre
de 1992, la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional transformó en
definitivo. Interpuesto el recurso de queja por denegación del extraordinario, el 5 de
abril de 1994 la Corte Suprema revocó el sobreseimiento por entender que, "en
virtud de las particulares circunstancias en que ocurrieron los hechos", se había
prescindido de considerar debidamente las constancias de la causa. Así lo resolvió
ordenando la prosecución de la causa. (14)
Debido a las dilaciones producidas en la causa donde, en abril y mayo de 1996 el
fiscal y la querella habían formulado sus acusaciones, la querellante requirió a la
Corte Suprema que se avocara al conocimiento del proceso y dispusiera lo necesario
para encauzar su tramitación, subsanando la denegación de justicia que se estaba
produciendo. El 7 de diciembre de 2001 la Corte ordenó a los jueces intervinientes
en los diversos incidentes planteados que adoptaran las medidas necesarias para
evitar la paralización del plenario. (15)
En el ínterin el 13 de marzo de 1997, y pese a que no se habían agotado las
instancias judiciales internas, la querellante planteó la cuestión ante la Comisión
Interamericana que, a su vez, el 24 de enero de 2001, sometió la cuestión a la Corte
Interamericana.
El 3 de marzo de 2003, la Comisión Interamericana, los familiares de Bulacio y el
Estado presentaron ante la Corte Interamericana un acuerdo de solución amistosa.
El 18 de septiembre de 2003 la Corte Interamericana emitió su pronunciamiento
aceptando el convenio y la responsabilidad internacional reconocida por el Estado.
Asimismo dispuso: 1) el Estado debía proseguir y concluir la investigación de los
hechos y sancionar a los responsables; 2) el Estado debía garantizar que no se
repitieran hechos como los del caso, adoptando las medidas necesarias para adecuar
su ordenamiento interno a las normas internacionales de derechos humanos; 3) el
Estado debía pagar en concepto de indemnización de daño U$S 334.000 y U$S
40.000 en concepto de costas, todo ello en el plazo de seis meses. La Corte
Interamericana falló que el Estado había violado los derechos consagrados en los
arts. 4, 5, 7 y 19 de la CADH en perjuicio de Walter Bulacio y los arts. 8 y 25 en
perjuicio de él y sus familiares.
La Corte Interamericana formuló ciertas consideraciones que importaron la emisión
de juicios de valor sobre los hechos producidos en la causa tramitada ante el Poder
Judicial argentino, y sobre sus normas de derecho interno destinadas a garantizar el
debido proceso legal. Así, sostuvo que los jueces locales debían evitar "dilaciones y
entorpecimientos indebidos" como las defensas planteadas por el patrocinio de
Espósito; que la eventual prescripción de la causa resultaba inadmisible, así como
también cualquier otro obstáculo que impidiera la investigación y sanción de los
responsables por la violación de derechos humanos.
En la causa penal, Espósito planteó un incidente por prescripción de la acción que
fue aceptado por el juez de primera instancia y confirmado por la Cámara de
15
Cámara por no haber ponderado las secuelas del juicio, idóneas para interrumpir la
prescripción. Pero también, aunque con mayor amplitud, desarrolló los argumentos
que hemos atribuido a los dos primeros magistrados en el punto 2). En modo alguno
asigna una jerarquía supraconstitucional a los tratados internacionales. Considera que
las normas de los tratados sobre derechos humanos que enuncia el art. 75, inc. 22, de
la Ley Fundamental, tienen igual jerarquía que las normas constitucionales y que
ninguna de aquellas puede ser considerada inválida por colisionar con la
Constitución porque ello es imposible. Acudió a una interpretación netamente
dogmática carente de realismo: los constituyentes al incorporar ciertos tratados al art.
75, inc. 22, efectuaron un juicio de comprobación, en virtud del cual, "han cotejado
los tratados y los artículos constitucionales y han verificado que no se produce
derogación alguna, juicio que no pueden los poderes constituidos desconocer o
contradecir". Afirmación que podrá ser válida en abstracto, pero que puede ser falsa
con respecto a los efectos que en algún caso concreto se pretenda atribuir a las
normas internacionales. (17) Además, y con referencia a los tratados que, por
aprobación del Congreso, se incorporan al art. 75, inc. 22, Boggiano elabora una
teoría que no compartimos: la Constitución autoriza al Congreso a efectuar un "juicio
constituyente", lo cual importa admitir que en 1994 también se reformó el art. 30 de
la Ley Fundamental autorizando al Congreso a ejercer una función constituyente de
carácter limitado.
La jueza Elena Highton de Nolasco, tras reflejar los fundamentos expuestos por los
Jueces Petracchi y Zaffaroni, en el punto 1), destacó categóricamente que "con
independencia de que en la decisión de la Corte Interamericana se hayan considerado
—entre otros elementos— hechos reconocidos por el gobierno argentino en el marco
de un procedimiento de derecho internacional del que no participó el acusado, resulta
un deber insoslayable de esta Corte, como parte del Estado Argentino, y en el marco
de su potestad jurisdiccional, cumplir con los deberes impuestos al Estado por la
jurisdicción internacional en materia de derechos humanos".
En definitiva, y con la salvedad del juez Fayt, los restantes magistrados de modo
expreso o implícito, admitieron en el caso "Espósito" que integran un tribunal de
jerarquía inferior a la Corte Interamericana en materia de derechos humanos, y que
no existe posibilidad alguna de desconocer su interpretación de la CADH, aunque
ella no sea compartida y aunque se considere que vulnera los preceptos de la
Constitución nacional. (18)
3. EL CASO "KIMEL".
Eduardo Kimel es un periodista que, en 1989, publicó el libro titulado "La Masacre
de San Patricio". En su obra describió el homicidio de tres sacerdotes palotinos y dos
seminaristas en 1976, y comentó los hechos que se suscitaron posteriormente
realizando un análisis crítico de la actuación que le cupo al Poder Judicial en el lapso
comprendido entre ese año y fines de 1983. Sus críticas se extendían al entonces juez
Guillermo Rivarola, a cuyo cargo estaba la sustanciación de la causa penal. Rivarola
consideró que la publicación lesionaba su derecho al honor, y el 28 de octubre de
1991 promovió una querella por calumnias contra Kimel, que quedó radicada ante el
juzgado a cargo de la entonces jueza Angela Braidot.
Si bien la querella sólo había sido promovida por el delito de calumnias, la jueza
interviniente, tras desechar la posible comisión de ese delito, entendió que se había
incurrido en el de injurias y condenó a Kimel a la pena de un año de prisión, en
suspenso, y al pago de $ 20.000 en concepto de indemnización del daño moral
18
Poder Judicial posee sensibilidad y franqueza suficientes como para admitir la crítica
cívica y los juicios históricos que le correspondan, siempre y cuando se respete la
dignidad de las personas, que es idéntica para periodistas y jueces, si cumplen
responsablemente su cometido".
Las opiniones expuestas en el libro, de las cuales se agravió el querellante, decían:
"el juez Rivarola realizó todos los trámites inherentes. Acopió los partes policiales
con las primeras informaciones, solicitó y obtuvo las pericias forenses y balísticas.
Hizo comparecer a una buena parte de las personas que podrían aportar datos para el
esclarecimiento. Sin embargo, la lectura de las fojas judiciales conduce a una
primera pregunta: ¿se quería llegar a una pista que condujera a los victimarios? La
actuación de los jueces durante la dictadura fue en general condescendiente, cuando
no cómplice de la represión dictatorial. En el caso de los palotinos el juez Rivarola
cumplió con la mayoría de los requisitos formales de la investigación, aunque resulta
ostensible que una serie de elementos decisivos para la elucidación del asesinato no
fueron tomados en cuenta. La evidencia de que la orden del crimen había partido de
la entraña del poder militar paralizó la pesquisa, llevándola a un punto muerto".
El 22 de diciembre de 1998 la Corte Suprema de Justicia revocó el fallo. (23) Los
jueces Nazareno, Moliné O'Connor, López y Vázquez sostuvieron que solamente "de
una lectura fragmentaria y aislada del texto incriminado puede decirse —como lo
hace el a quo— que la imputación delictiva no se dirige al querellante". Agregaron
"que carece de sustento jurídico la afirmación referente a que por tratarse el
querellado de un lego en la pesquisa del caso, no tendría entidad calumniosa el
párrafo que al referirse al magistrado expresa que resulta ostensible que una serie de
elementos decisivos para la investigación no fueron tenidos en cuenta". Entre tales
elementos, asignaron importancia a las constancias, de las cuales surgía que el juez
Rivarola "habría hecho caso omiso a los reiterados requerimientos de sobreseimiento
provisional del sumario formulados por el fiscal Julio Strassera".
Los jueces Fayt y Boggiano, también votaron por la revocación del fallo sobre la
base de la doctrina de la "real malicia". Entendieron que "se ha demostrado que bajo
la invocación del derecho de crónica, el encartado actuó con temerario desinterés en
determinar la verdad o falsedad de los hechos, distorsionando maliciosamente el rol
que le cupo al magistrado en la investigación del crimen y poniendo seriamente en
duda su idoneidad para el desempeño del cargo". Tales hechos habrían consistido, en
no haber expuesto la reiterada negativa del juez Rivarola a los pedidos de
sobreseimiento provisional requeridos por el fiscal.
Votando en disidencia, los jueces Belluscio, Bossert y Petracchi, se pronunciaron por
el rechazo del recurso extraordinario planteado por considerarlo inadmisible en
función de su regulación procesal.
Dando cumplimiento a la sentencia de la Corte, el 17 de marzo de 1999 la sala IV de
la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional condenó a Kimel
a la pena de un año de prisión, como autor responsable del delito de calumnias, y al
pago de una indemnización por resarcimiento de daños de $ 20.000 en beneficio del
querellante. (24) El recurso extraordinario fue rechazado por la Cámara, y el de queja
desestimado in limine por la Corte el 14 de septiembre de 2000. (25)
La solución otorgada al caso "Kimel" fue objeto de severas críticas emitidas por
entidades periodísticas argentinas e internacionales (ADEPA y SIP), así cómo
también por otras empeñadas en la salvaguarda de los derechos humanos como el
CELS y el CEJIL. Considerando que la sentencia vulneraba principios contenidos en
20
por el cargo que ocupan y que aceptaron voluntariamente. Se trata de una carga
democráticamente previsible que acarrea el cargo asumido. En tales casos, la
actividad del funcionario se aparta del dominio de la esfera privada para incorporarse
a la esfera del debate público. Se proyecta a una dimensión institucional. Añadió la
Corte que, en el debate sobre temas de elevado interés público, se protegen todas las
expresiones, incluyendo las que irritan o inquietan a los funcionarios públicos o a
cualquier sector de la sociedad.
Para la Corte, se realizó una reconstrucción de la investigación judicial, y a partir de
ella un juicio de valor crítico sobre el desempeño del Poder Judicial durante cierta
época. De manera que, por tratarse de opiniones, las expresiones de Kimel no podían
ser consideradas como verdaderas ni falsas. No podían ser sometidas a la prueba de
veracidad.
El argumento de la Corte no nos resulta convincente. Toda información genera una
opinión, y toda opinión se basa sobre la información de hechos. Kimel practicó una
investigación; describió los hechos resultantes de ella; y finalmente emitió un juicio
de conocimiento, similar al del juez Elbert. (27) Si tengo conocimiento que un juez
es alcohólico, podré sostener que "el vicio de la sentencia es fruto del estado de
ebriedad del Juez" o "puede ser que el vicio de la sentencia sea fruto del estado de
ebriedad del juez". En ambos casos, como consecuencia del conocimiento de un
hecho, emito un juicio de conocimiento y no de valor. A lo sumo, si se quiere, se
trata de una opinión fundada.
La Corte, compartiendo el allanamiento del Estado, sostuvo que en el caso se había
violado la CADH que impone un plazo razonable para el juzgamiento de una
persona. La querella fue promovida el 28 de octubre de 1991 y concluyó el 14 de
septiembre de 2000 cuando, la Corte Suprema, desestimó in limine el recurso de
hecho planteado por Kimel contra la denegación del recurso extraordinario dispuesta
por la Cámara de Apelaciones que le aplicó la condena definitiva. Habían
transcurrido casi 9 años. En primera instancia la causa tramitó durante casi 4 años.
En la Cámara, más de un año. En la Corte Suprema casi 2 años. El lapso restante fue
insumido por la nueva sentencia de la Cámara y el fallo final del Alto Tribunal.
No cabe duda que el plazo no fue razonable especialmente en primera instancia. Pero
también es cierto que la tramitación de la causa ante la Comisión y la Corte
Interamericana se extendió desde el 6 de diciembre de 2000 hasta el 2 de mayo de
2008. Algo menos de 8 años, que también constituye un plazo manifiestamente
irrazonable. Es cierto que el Estado vulneró el art. 8.1 de la CADH, pero también lo
hicieron los organismos internacionales que le formularon ese cargo. Sería bueno
que, en lo sucesivo, tanto la Comisión como la Corte Interamericana se esmeraran en
actuar con más celeridad para cumplir lo que exigen que cumpla el Estado.
La Corte no aceptó el reclamo indemnizatorio por el daño emergente sufrido por
Kimel pero sí aceptó el pedido de lucro cesante, reconocido sin cuantificar por el
Estado, que fue fijado en US$ 10.000. En cuanto al daño moral, respecto del cual el
Estado se abstuvo de alegar, su monto indemnizatorio se estableció en US$ 20.000.
También ordenó al Estado para que, en el plazo de seis meses, dejara sin efecto la
condena impuesta a Kimel en todas sus partes, y que procediera a divulgar la
sentencia en un diario oficial y otro de amplia circulación nacional.
Finalmente, la Corte reiteró que el Estado debía dar cumplimiento al principio de
legalidad penal adecuando "en un plazo razonable su derecho interno a la
Convención, de tal forma que las imprecisiones reconocidas por el Estado se corrijan
23
"Kimel" y obligando a los jueces a paliar la inoperancia del Congreso y del Poder
Ejecutivo sobre la materia?
(1) (1) Nos remitimos a las consideraciones que formulamos en "El caso Simón y la
supremacía constitucional" (LA LEY, 2005-D, 639) y "Supremacía de la
Constitución, jerarquía de los tratados internacionales e interpretación
constitucional" (Anales de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales de
Buenos Aires, segunda época, N° 43, pág. 11, Buenos Aires 2006).
(2) (2) Conf. Germán BIDART CAMPOS, "Tratado Elemental de Derecho
Constitucional Argentino", T. III, pág. 115, Ediar, Buenos Aires 1989.
(3) (3) Sobre el particular son ilustrativas las publicaciones de Siro DE MARTINI y
Francisco PONT VERGES, "Valor de los pronunciamientos de órganos de derechos
humanos previstos en la Convención Americana de Derechos Humanos en nuestro
derecho interno", El Derecho, Buenos Aires 7, 8 y 11 de agosto de 2008; Juan C.
HITTERS, "¿Son vinculantes los pronunciamientos de la Comisión Corte
Interamericana de Derechos Humanos?", LA LEY, 2008-E, 1169.
(4) (4) Fallos C.S. 318:514; 319:1840; 315:319; 321:3555; 322:2488; 323:4130;
325:2322; 328:3399 y 4343; 329:3681.
(5) (5) Asdrúbal AGUIAR, "Código de Derecho Internacional", pág. 276 y sig.,
Universidad Católica Andrés Bello, Caracas 2006.
(6) (6) Hasta el presente jamás se presentó el caso concreto.
(7) (7) Hans MORGENTHAU, en "Teorías contemporáneas sobre relaciones
internacionales", pág. 93, Ed. Tecnos, Madrid 1963.
(8) (8) Néstor P. SAGÜES, "Manual de Derecho Constitucional", págs. 176 y 395,
Ed. Astrea, Buenos Aires 2007.
(9) (9) Augusto M. MORELLO, "Estudios de Derecho Procesal", T. II, pág. 1209,
Abeledo Perrot, Buenos Aires 1998.
(10) (10) Germán BIDART CAMPOS, "Manual de la Constitución Reformada", T.
III, págs. 556/559, Ediar, Buenos Aires 2001.
(11) (11) Fallos C.S. 319:1780.
(12) (12) En el orden internacional la causa tramitó durante 6 años.
(13) (13) Fallos C.S. 326:2968.
(14) (14) Fallos C.S. 317:320.
(15) (15) Fallos C.S. 324:4135.
(16) (16) Fallos C.S. 327:5668.
(17) (17) El argumento del Juez Boggiano fue adoptado, en varias oportunidades por
algunos de los miembros de la Corte Suprema, como en el caso "Monges" (Fallos
C.S. 319:3148).
(18) (18) Cabe acotar que los jueces Petracchi, Zaffaroni y Boggiano propiciaron la
remisión de los antecedentes del caso al Consejo de la Magistratura para investigar
si, la conducta de los jueces intervinientes en el caso "Espósito" resultaba "tolerante
y permisiva" de las dilaciones experimentadas en la causa según lo entendió la Corte
Interamericana.
(19) (19) Causa N° 2564.
(20) (20) "New York Times v. Sullivan" (376 US 255 de 1964).
(21) (21) LA LEY, 1997-E, 403.
(22) (22) Ese criterio no fue aceptado por la Corte Suprema de Justicia, pese a las
presiones "de la entraña del poder militar", cuando en dos oportunidades hizo lugar a
la acción de hábeas corpus promovida en beneficio de Jacobo Timerman. El 20 de
julio de 1978 (Fallos C.S. 300:816) y el 17 de septiembre de 1978 (Fallos C.S.
301:771).
26