Poesias 7
Poesias 7
Poesias 7
poesías
I •
NÚM.
DIPUTACIÓN DE OVIEDO
INSTITUTO DE ESTUDIOS ASTURIANOS
DEL P A T R O N A T O J O S É M- a Q U A D R A D O ( C . S. I. C.)
POESÍAS
EDICIÓN CRÍTICA, P R Ó L O G O Y NOTAS
DE
OVIEDO
1 9 6 1
Depósito Legal: 0 - 8 3 - 1 9 6 2
1NTRODUCCION 5
I. La poesía de Jovellanos 7
Situación histórica de la poesía de Jovellanos 7
Jovellanos. lector de poesia 10
Ideas estéticas de Jovellanos 13
Jovellanos y el amor 19
La poesía amorosa de Jovellanos 23
Otros poemas líricos 27
Jovellanos y los poetas de Salamanca 34
El poeta satírico 37
La poesía didáctica y filosófica 46
La "Epístola a Inarco" 48
Otras Epístolas 51
La técnica del endecasílabo 54
II. Manuscritos y ediciones 61
l.°) Manuscritos: A) Manuscritos perdidos 62
B) Manuscritos conocidos 64
2.°) Ediciones 70
Genealogía de las fuentes anteriores. Algunos datos de cronología. 76
Nuestra edición 80
Siglas y abreviaturas más frecuentemente empleadas 83
POESÍAS ORIGINALES 97
525
3. Soneto tercero. A Enarda 101
4. Idilio primero. Anfriso a Belisa 102
5. Elegía a la ausencia de Marina 106
6. Idilio segundo. Historia de Jovino. A Mireo 108
7. Oda primera. En la muerte de doña Engracia Olavide 113
8. Epístola primera. Carta de Jovino a sus amigos salmantinos, 117
9. Epístola segunda. Al Abad de Valchrétien 129
10. Idilio tercero. A Botilo 136
11. Idilio cuarto. A Galatea 137
12. Idilio quinto. Al cumpleaños de Galatea 138
13. Idilio sexto. A la misma 139
14. Idilio séptimo. A la misma 141
15. Idilio octavo. A Mireo 142
16. Oda segunda. Al nacimiento de don Antonio María de Cas-
tilla • 143
17. Epístola tercera. A sus amigos'de Sevilla 148
18. Cantilena a don Ramón de Posada y Soto 156
19. Epigramas 158
20. Soneto cuarto. A Enarda 161
21. Idilio noveno. A un solitario 163
22. Idilio décimo. Al Sol 164
23. Iilio undécimo. Jovino a Enarda 166
24. Idilio duodécimo. A Enarda 171
25. Idilio decimotercero. A las manos de Clori 172
26. Idilio decimocuarto. A Anfriso 173
27. Epístola cuarta. De Jovino a Anfriso desde el Paular 175
28. Kimno a la Luna en versos sáficos 188
29. Idilio decimoquinto. A los días de Alcmena 190
30. Soneto quinto. A Alcmena 191
31. Soneto sexto. A Enarda 192
32. Epístola quinta. A Batilo 194
33. Prólogo para la representación del "Pelayo" 200
34. Idilio decimosexto. A Meléndez 204
35. Romance primero. Nueva relación y curioso romance en que
se cuenta cómo Antioro venció por sí y ante sí a un ejército
de follones transpirenaicos. Primera parte 206
36. Romance segundo. Segunda parte de la historia y proezas
del valiente caballero Antioro de Arcadia 217
Págs.
TRADUCCIONES • 333
APÉNDICES 407
NOTAS 435
A la Carta Dedicatoria 437
A. las Poesías originales 440
A las Traducciones 514
A las Poesías atribuidas : 520
A los Fragmentos y Borradores 521
528
INTRODUCCIÓN
I
LA POESÍA DE JOVELLANOS
*
todavía entona un himno patriótico y guerrero. Es decir, Jovellanos
escribe poesía desde su juventud hasta su muerte. No es ciertamente-
prolífieo. pero el trato con las musas lo cultiva con cierta asiduidad
durante más de cuarenta años.
En 1764. cuando Jovellanos tenía 20 años y empezaba proba-
blemente a escribir sus primeros versos, ya han muerto o pasan de los
60 años todos los poetas que representan durante la primera mitad del
siglo la lírica postbarroca. Han muerto también Jorge Pitillas y Luzán ;
los dos principales innovadores de la época. Sin embargo, el ambiente
poético sigue dentro de la tendencia barroca, ya totalmente degenerada.
El poeta que triunfa en Madrid es García de la Huerta (nacido
en 1734). en cuya obra apunta tímidamente un intento de orden y me-
sura, aunque sigue unido en espíritu a los grandes poetas del XVII. El
mismo año en que Jovellanos cumple la veintena empieza a publicar don
Nicolás Fernández de Moratín (tres años más joven que Huerta) su re-
vista El Poeta. Cadalso, que sólo tenía entonces 23 años, también goza-
de prestigio en el ambiente poético madrileño. Estos dos últimos, junto
con Ayala. Iriarte, Cerda, otros autores menos importantes, y los italia-
nos Signorelli y Conti, fundan la tertulia de la Fonda de San Sebastián,.
Son los momentos en que comienza la renovación de la poesía española,
lo que corrientemente se llama neoclasicismo, y que preferimos llamar
seudoclasicismo (1). La reacción contra los excesos de la poesía barroca
se caracteriza de forma muy especial por el estudio y la imitación de
Garcilaso. de fray Luis de León y de otros poetas de nuestro siglo XVI.
entre los españoles; de Petrarca, de Ariosto y de Tasso, entre los italia-
nos, y de Boileau entre los franceses. No por ello el influjo de nuestra
poesía del XVII cesa por completo. Los hermanos Argensola, Villegas
y el Góngora de los romances son muy estimados. Villegas dará lugar
al nacimiento de la poesía anacreóntica del siglo XVIII español, sobre
la cual influye también el italiano Chiabrera, autor muy leído y comen-
tado en la tertulia de la Fonda de San Sebastián. Frente a la poesía en-
8
crespada y llena de pompa del barroco, se levanta ahora una poesía
sencilla, en la que no caben las metáforas más atrevidas, las paronoma-
sias, los retruécanos y otros juegos de ingenio. Trata de ser, sin em-
bargo, una poesía clásica a la manera española, y por eso se estudian
los poetas del XVI. El principio de imitación, entendido ciertamente de
forma muy diversa que lo entendieron los poetas barrocos, es un prin-
cipio fundamental de la nueva poesía, que también enlazará, y cada día
más decididamente, con los clásicos latinos y griegos.
De este foco de renovación lírica que fue la Fonda de San Se-
bastián, se extenderán después las nuevas tendencias a otros lugares es-
pañoles. Jovellanos confiesa con toda honradez la importancia que tuvo
en él el contacto con Cadalso, que en 1771 dará también vigor a la na-
ciente escuela salmantina. En la Historia de ]ovino (1775) reconocerá
nuestro poeta la importancia de Cadalso como impulsor de las rena-
cientes musas hispanas.
El grupo salmantino lo formaban principalmente Meléndez Val-
dés, precoz poeta que gozaba de merecida fama incluso fuera de Sala-
manca antes de cumplir los 20 años, y fray Diego González —22 años
más viejo que Batilo—. fervoroso lector e imitador de fray Luis de
León, y como éste, agustino. Iglesias, Forner y Fernández de Rojas co-
mienzan también allí su vida literaria. Pero sobre este grupo pronto
ejerce Jovellanos su magisterio, desde Sevilla. De este magisterio, tan
mal juzgado por los críticos, volveremos a tratar. Lo que ahora nos in-
teresa subrayar es que a él se debió la inclinación de Meléndez hacia la
nueva poesía europea, teñida ya en todas partes de elementos prerromán-
ticos, jovellanos era quizá el espíritu más ávido de novedades que en-
tonces había en España, y al mismo tiempo el más deseoso de juntar lo
nuevo con lo auténticamente español.
La poesía postbarroca había desaparecido ya casi por completo
cuando Jovellanos liega a Madrid en 1778. Son los años de su madurez
lírica. Si por su formación se inclinaba a lo didáctico, Jovino necesitaba
para ello violentar el espíritu lírico que había en él. En 1779 escribe
uno de sus mejores poemas amorosos, la primera versión de la Epístola
del Paular: pero al año siguiente la transforma por completo, huyendo
acaso de la exteriorización de sus sentimientos más íntimos. Sus con-
sejos empiezan a dar resultado en cuanto a Meléndez, del que se deri-
vará poco después lo mejor de nuestra poesía prerromántica; pero en
Madrid, y por los mismos años, también ejerce Jovellanos su magisterio
9
sobre poetas tan neoclásicos como don Leandro Fernández de Moratín.
En 1790, cuando abandona Madrid honrosamente desterrado a Asturias,
hay dos bandos poéticos (1), y ambos consideran a nuestro poeta como
consejero y maestro. La poesía caminará ya decididamente por la senda
de las novedades: prerromanticismo o neoclasicismo. En Sevilla había
renacido también el afán por imitar a otro grande del siglo XVI, He-
rrera; pero Jovellanos, si no está totalmente al margen ele este movi-
miento, es ciertamente ajeno a él.
(1) Puede aplicarse a 1790 lo que de 1806 dice Alcalá. Galiano en sus
Recuerdos de un anciano, Madrid 1890, págs. 63 ss. Claro está que en 1790
sao estaba todavía perfectamente clara la división que él advirtió años más
tarde.
(2) B. A. E„ II, pág. 167 a.
10
ticia. La Epístola a los Pisones de Horacio se la sabía de memoria. Entre
las Poéticas modernas, la de Boileau era también de su predilección. Es
curioso el elogio que hace del P. Juvencio, es decir, el jesuíta francés
José Jouvancy, cuyas Instituciones poéticas no pasan de ser un buen
compendio de la retórica jesuítica y de las más elementales reglas de la
preceptiva clásica. También merece subrayarse la ausencia de Luzán de
la lista anterior. Sin embargo, en las obras de Jovellanos aparece citado
varias veces, pero nunca con elogio. En 1790 pidió a Londres las
Letters on Rethoric de Blair (Londres. 1783), libro que le inte-
resó tanto, que al iniciar el Curso de Gramática General en el insti-
tuto, recién inaugurado éste en enero de 1794, escribe en los Diarios que
sus principales guías serán Blair y Condillac. El Curso de Humanidades,
que sólo en parte es obra de jovellanos, sigue para la Poética a Blair,
acaso a través de la traducción castellana de Munárriz. Jovellanos debió
aconsejarlo así. No encontramos ninguna referencia a la famosa obra
de Batteux; sin embargo, en el original o en la traducción de Arrieta, es
muy posible que Jovellanos la conociera. En 1790, cuando pidió a
Londres el Blair, encargó también la obra de Burke sobre lo sublime
y lo bello.
Jovellanos no sabía griego. Por esto los clásicos griegos tuvo que
leerlos en traducción. Algunos debieron encantarle, como Anacreonte y
Teócrito. Pero más influencia ejercieron sobre él los clásicos latinos.
A Virgilio y a Horacio, a Juvenal y a Tíbulo, a Catulo y a Persio. a Pro-
percio y a Ovidio, los cita bastantes veces. De alguno de ellos conocía mu-
chos versos de memoria. Desde muy joven había dedicado largo tiempo
a estudiarlos. A Virgilio y a Horacio los llama "los padres y primeros
modelos de la poesía latina". El principal modelo de sus sátiras fue
Juvenal.
Los poetas italianos le gustaban mucho, A Petrarca no le encon-
tramos citado nunca, pero en 1787 escribe a Jovellanos desde Avignon
Leandro Moratín, y al hablarle de Petrarca dice: "cuyos excelentes
versos sabe usted de memoria". Del Tasso había leído la Jerusalén,
pero acaso estimaba más el Aminta, obra que junto con El Pastor Fido
de Guarini recomienda a Meléndez como modelos para la composición
del drama pastoril Las bodas de Camacho, cuyo plan le había enviado él.
El Orlando de Ariosto era también obra que le encantaba.
Este gusto por la poesía épica que revelan las lecturas del Tasso
y del Ariosto está acreditado por otra larga serie de autores. El primero
11
de todos Homero, del que conocía la Ilíada en la traducción latina de'
Clarke, en la francesa de Bítaubé y en la inglesa de Pope. Esta última
la había leído en Bellver en 1805 y le había hecho entusiasmarse con
Homero. "dios de la poesía", y con el traductor. Su entusiasmo era tal
que lamentaba que no existiera ninguna traducción castellana de ella.
Conocía también la Odisea a través de la traducción de Gonzalo
Pérez. La Eneida era otro de los poemas leídos con gran atención. El
Paraíso perdido de Milton le gustó hasta el punto de traducir el pri-
mer canto. La Henriada de Voltaire le agradaba bastante menos. En
cuanto a la épica castellana, "nada hay bueno", dice en una ocasión.
Lo mejor de todo le parecen la Araucana de Ercilla y el Viaje del Par-
naso de Cervantes. Del Bernardo de Balbuena dice que tiene "excelentes
trozos de poesía". Las Lágrimas de Angélica de Barahona cree que estu-
vieron bien libradas de las llamas por Cervantes. A la misma altura sitúa.
a Juan Rufo, y algo inferiores a los Pelayos del Pinciano y de Solís.
12
diado por Joaquín Arce Fernández (1). Muy cerca de ellos están para
don Gaspar Herrera. los Argensola y Rioja, a quien él consideraba autor
de la Canción a las ruinas de Itálica. Villegas fue otro autor muy leído
por Jovellanos. Frente a todos éstos los poetas propiamente barrocos le
merecen una general censura. Estimaba mucho, sin embargo, las" poesías
en metros cortos de Góngora. Lope de Vega, Paravicino, Rebolledo, Ran-
ees Candamo. Eugenio Gerardo Lobo, he aquí los poetas que corrompie-
ron el gusto o que mantuvieron por algún tiempo el crédito de la mala
poesía, afirma Jovellanos.
Pasando ahora a Francia, de las lecturas de Lafontaine y de
Montesquieu nos quedan tres traducciones. A Delille le llama el tierno
cantor de los jardines. El Poema de las Estaciones de Saint-Lambert,
leído en 1777, le había gustado, según dice a Meléndez Valdés. Le en-
cantaba, y por ello lo leyó varias veces, el Praedium rusticum de Jac-
ques Vaniére. También conocía los Idilios de Gessner, probablemente
en la traducción francesa de Huber.
Los poetas españoles contemporáneos estaban la mayor parte de
ellos en relación directa con Jovellanos: así fray Diego González, Me-
léndez Valdés, Samaniego, Leandro Moratín, Quintana. Su disconfor-
midad con García de la Huerta, Iriarte, Trigueros, Forner, a pesar de
que alguno era amigo suyo, la manifestó de diversos modos. Su rela-
ción con Cadalso ha sido ya aludida. De Cienfuegos, de Lista, de Arria-
za había leído composiciones sueltas, y su juicio no siempre había
^ido favorable.
13
en el terreno Je las ideas, más que por la originalidad o la grandeza de
sus creaciones, por la nitidez y el atractivo de ellas. Así, cuando Francia
dominaba en Europa y cuando sus científicos, sus literatos y sus ar-
tistas ofrecían una cultura perfectamente madura, todas las demás na-
ciones tenían que sentir más o menos su influjo. En cada una de ellas
esta influencia produjo frutos, sino dispares, sí distintos. Todo dependía
de las circunstancias de la cultura de cada nación.
En España el clasicismo francés viene tras la decadencia del
barroco, cuando los valores esenciales de éste se habían transformado
en puro virtuosismo o en rutina. Frente al desorden reinante, el clasi-
cismo francés era el orden; frente a las extravagancias sin ideas, el
arte medido; frente al capricho de cada uno elevado a categoría esté-
tica, la regla universal. El deslumbramiento de lo francés impedía bus-
car en su origen las aguas que, al pasar por Francia, habían adquirido
coloraciones ajenas. Todavía en el Prólogo del Pelayo dice Jovellanos:
14
Jovellanos no tenía necesidad de haber leído a Boileau para
pensar y creer que el poema debe ser el producto del arte y del genio
unidos. Esta idea central de todo el neoclasicismo es expuesta por todos
sus poetas y críticos. Forner acaso sea el que mejor lo ha dicho:
í;
El ingenio sin arte es un caballo sin freno que le
sujete, expuestísimo a desbocarse: el arte sin ingenio,
un cadáver inanimado, una flor marchita, un árbol árido,
seco, sin jugo ni amenidad" (1),
15
la poesía nocturna y sepulcral, el otoño, irrumpen decididamente en la
literatura. Es decir, el subjetivismo va abriendo una brecha en el im-
perio absoluto de la razón.
Por todo esto el seudoclasicismo español aparece bastardeado
desde el principio, porque se juntan en él autores postclásicos franceses
con autores italianos y con los nuevos autores ingleses, suizos y fran-
ceses. Además de ello, es en el siglo XVIII cuando se revalorizan poetas
españoles como Garcilaso, fray Luis de León, Herrera o Rio ja, y pro-
sistas como Guevara, los dos Luises o Mariana, además de que siguen
influyendo el Góngora de los romances y letrillas, Villegas, Solís, Mon-
eada y Saavedra Fajardo.
En medio de todo este conglomerado de corrientes literarias
surge el prerromanticismo español, bien distinto del nórdico y aun del
francés. En él encontraremos elementos clásicos en cuanto a la forma,
como la tragedia y la comedia, que perduran incluso a lo largo del
siglo XIX: encontraremos el respeto a las reglas, el absoluto dominio
de la razón en ciertos campos culturales; pero al mismo tiempo el sen-
timiento empieza a ocupar un lugar destacado, la libertad del individuo
aparece proclamada cada vez con mayor firmeza, y unas nuevas ten-
dencias morales surgen por doquier. Ciertos conceptos clásicos, como
el de la sociedad, entran en crisis.
Las doctrinas estéticas y preceptivas de Jovellanos son princi-
palmente las del neoclasicismo: el principio fundamental del arte es la
imitación; pero en lo moral esta imitación debe preferir lo universal
a lo particular; por lo tanto existe una belleza ideal, de la que todos los
seres participan, sin que ninguno sea absolutamente perfecto; ni el arte
sin el sentimiento, ni el sentimiento sin el arte; la verosimilitud es otro
de los principios fundamentales; verosimilitud no significa realismo;
efectivamente, lo no real puede tener derecho a la existencia artística,
pero siempre que al mismo tiempo sea verosímil; por la ley imprescrip-
tible de la verosimilitud nada que no sea racional cabe en el arte; líri-
camente, una fantasía desbocada, no regida por las normas universales
de belleza, puede engendrar monstruos; por la misma ley de la verosi-
militud las obras dramáticas deben ajustarse a la regla de las unidades:
'belleza y utilidad son dos conceptos que deben ir unidos, y el más puro
deleite estético debe servir para mover el ánimo hacia lo bueno; por
ello se condenan todas las obras inmorales; si en la imitación de lo
: moral era preferible la imitación de lo universal, en la imitación de la
16
naturaleza material no cabe más que la imitación de lo particular, y el
artista no tiene derecho a buscar en cada cosa concreta el rasgo más
bello, para unirlos todos, haciendo un árbol ideal o una luz ideal; pero
ello no impide que el artista pueda embellecer cada cosa concreta; lo
natural será siempre superior a lo artificioso, por esto es más bello
el cuerpo desnudo que el vestido; éste es uno de los grandes principios
estéticos de Jovellanos: insiste mucho en que el artista debe estudiar la
Naturaleza antes de imitar a los grandes modelos; los géneros son ca-
tegorías inconfundibles; de aquí una estricta separación entre ellos, de
manera que lo que es propio del género oratorio no va bien al didác-
tico, ni lo propio de la lírica cabe en la dramática (1).
Estas ideas fundamentales no son exclusivas de Jovellanos; pero
al lado de ellas encontramos elementos nuevos, algunos de los cuales,
sin ser originales, son valorados y propagados por él en la literatura
española. Nos referimos concretamente al lugar que concede al senti-
miento como fuente de belleza, al concepto de la obra dramática y a
sus ideas sobre el arte medieval o cristiano. En poesía lírica acaso sea
él el único autor del siglo XVIII que lleva la preocupación técnica al
punto de analizar detalladamente los valores intrínsecos del verso, como
el acento y la cesura, deduciendo de este análisis unas reglas. Advirta-
mos que es precisamente el hecho de estudiar en los modelos con toda
parsimonia el por qué de que unos versos suenen mejor que otros y el
por qué de que el poeta llegue a conseguir determinados efectos, lo que
hace a Jovellanos deducir las leyes de la belleza del verso. No se
trata de dictar leyes caprichosas, sino de encontrar las razones supre-
mas que permitieron a los poetas anteriores la perfección. Esto mismo
vale para todos los demás puntos de técnica artística. Por eso las reglas
son universales, o se pretende que lo sean, y por eso se supone que los
aciertos no casuales obedecen a tales reglas, y éstas son, por lo tanto, las
que deben tenerse presentes para poder llegar de nuevo a repetir el
•acierto. Pero Jovellanos, como todos los neoclásicos, no cree en ningún
momento que siguiendo las reglas se pueda llegar a ser artista genial, si
:al mismo tiempo el artista no posee el genio. Las reglas son sólo las
(1) Para hacer esta síntesis no nos hemos servido del llamado Curso
de Humanidades, a pesar de ser un tratado sistemático, a causa de las dificul-
tades que hay para aceptar la paternidad jovelletiista. Aparte de todo, este
Curso, y en especial las Lecciones de Retórica y Poética, proceden casi al
pie de la letra del Blair traducido por Munárriz.
17
normas generales; pero la belleza particular no la alcanzará más que'
el hombre que posea la inspiración. He aquí lo que escribe en 1801 em
el Tratado teórico-práctico de enseñanza:
18
veniencia de los sonidos con las imágenes que represen-
tan: he aquí lo que constituye el [en]canto de la poesía r
y he aquí la armonía musical, sin la cual la más bella
dicción poética será siempre lánguida e insonora" (1).
JOVELLANOS Y EL AMOR
19
simo de la justicia. Jamás se prestó a medias o equívocas tintas. Y no
sólo la justicia, sino la vida entera la vio él desde este ángulo serio.
Como magistrado fue siempre incapaz de preparar un informe o de
llevar a cabo una comisión sin entregarse plenamente a la tarea; como
poeta, cuando escribió sátiras puso cara triste, con un rictus de amar-
gura, y flageló despiadadamente a los satirizados. Cuando las circuns-
tancias pedían una sonrisa y tomar a burla las cosas, o le costaba tra-
bajo, o renunciaba a ello; sus romances burlescos no son un producto
espontáneo, sino una variante de la seriedad, que adopta entonces la
mueca exigida por las circunstancias. Cuando en León alguno de sus
acompañantes le insinúa que el interés de la Majestuosa podría anun-
ciar boda, reprende al atrevido, sin acertar a admitir la broma. De aquí
el finchamiento o estiramiento de Jovellanos, que algún contemporáneo
señala: de aquí sus choques con la corte, por donde sólo marcha bien
el que sabe doblegarse en el momento preciso; de aquí sus enemistades
y sus fracasos, sus destierros y su prisión.
20
Algo, sin embargo, se ha podido adelantar en este terreno con la re-
ciente publicación de algunas poesías inéditas.
El nombre de mujer que más veces aparece en las poesías de
Jovellanos es el de Enarda. El soneto "Cuando de Amor la flecha pene-
trante" dice que Enarda fue el primer amor del poeta y Jovellanos el
primer amor de Enarda; que hubo después una ausencia de la amada,
causa, de que ésta se olvidara de sus amores; que al cabo de diez años
volvieron a encontrarse, renaciendo entonces la vieja pasión, y que
durante otra ausencia de Jovellanos ella se entrega a otro, que finge
quererla. Así las cosas, la Historia de Jovino nos aclara el primer dato
cronológico: cuando escribe el poeta este idilio, esto es, a finales de
1775 o principios de 1776, hace ya algún tiempo que los amores de
Enarda y Jovino son pura melancolía, pues los olmos en que ambos
escribían sus nombres han sido "encumbrados a más alta región" por
el raudo tiempo. Por lo tanto, en 1775 se había producido ya el primer
olvido de Enarda.
La primera versión de la Epístola del Paular aclara que en Ma-
drid, y entre noviembre de 1778 y el verano de 1779, se reanudaron las
relaciones entre ambos amantes, relaciones que en el momento de es-
cribir la Epístola estaban de nuevo rotas. Teniendo en cuenta los diez
años de que habla el soneto antes citado, y suponiendo que fue en 1778
cuando volvieron a encontrarse en Madrid Jovino y Enarda, el primer
encuentro y el primer enamoramiento hubo de producirse en Sevilla,
recién nombrado don Gaspar Alcalde de la Cuadra. La primera ausen-
cia de Enarda ocurriría al año siguiente.
Como todas las poesías dedicadas a Enarda, salvo el soneto
"Cuando de Amor la flecha penetrante", que quedó inédito, habían sido
incluidas en el manuscrito del Instituto, copiado en 1779, es en este
año cuando sospechamos que ocurrió la ruptura definitiva.
Pero en las poesías de Jovellanos aparecen otros nombres poé-
ticos femeninos: Clori, Marina, Belisa, Alcmena, Calatea, Esta última
es mujer de Sevilla, que en Sevilla queda cuando Jovellanos es ascen-
dido a Alcalde de Casa y Corte, y por tanto distinta a Enarda. Por otra
parte parece que entre Jovino y Calatea hubo más una amistad entraña-
ble con algunos ribetes amorosos, que una verdadera pasión. Alcme-
na. que no aparece en ninguna composición del manuscrito del Insti-
tuto, es nombre poético posterior a 1779. Las relaciones con Jovellanos
21
duraban aún en 1782, puesto que una carta de Meíéndez Valdés deí %
de abril de ese año termina con esta frase: ""Sea enhorabuena por el bello
niño de Alcmena la bella" (1). Si ese bello niño era de carne y hueso,
no cabe dudar que las relaciones con Alcmena no fueron precisamente
platónicas; pero tampoco cabe dudar que Jovellanos no ocultó el hecho,
por lo menos en el reducido círculo de sus amigos íntimos,, acaso por-
que se alegraba de él. Pero de Alcmena y de su "bello niño" no vuelve
a hablarse nunca más. Por otra parte. Alcmena ¿es la misma mujer
que Enarda? En tal caso la ruptura no había sido definitiva en 1779,
¿Sería ésta la razón de que Jovellanos corrigiera su Epístola del Paular
hasta hacer desaparecer de ella toda alusión a Enarda? Pertenezcan o
no los dos nombres a la misma mujer, ¿qué pudo ocurrir después para
que se perdiera todo rastro suyo y de su niño? Por el momento todo
esto es un misterio indescifrable.
22
LA POESÍA AMOROSA DE JOVELLANOS
23
a ese mismo tipo de poesía; pero el principio y el fin del poemita es-
tán dentro de una concepción poética algo más moderna.
El poema más innovador, a pesar de estar dentro de una tra-
dición secular, es, en el grupo de la poesía amorosa, la Elegía a la au-
sencia de Marina, fuera de la primera versión de la Epístola del Pau-
lar, Demerson ha advertido que el verso inicial y algunos detalles de
fondo y forma recuerdan el canto de Salicio de la primera Égloga dé
Garcilaso. Como en el caso de la Epístola a sus amigos de Sevilla, aun-
que sin caer en el extremo que allí, esta Elegía utiliza palabras de-
sabor arcaizante, epítetos tradicionales en abundancia, imágenes cono-
cidas, todo ello al lado de vocablos que Hermosilla llamaría vulgares.
como mayoral, pescante, muías, zagal, estribo. Aquí aparece acaso por
primera vez en la poesía de Jovellanos el tema de la diligencia, pero sin
el valor de contraste con que es utilizado en la Epístola a los amigos
de Sevilla.
Por otra parte, todo el poema se centra en un tema prerromán-
tico; la Ausencia, que, derivado de la poesía anterior, es entonces re-
elaborado, impregnándolo de lágrimas, "en actitud de voluptuosidad sen-
timental, escribe Arce Fernández, que rompe la línea expresiva con
fiecuentes exclamaciones, aves entrecortados e interrogaciones retóri-
cas sin posible respuesta". En el mismo vocabulario hay una desvia-
ción hacia palabras que indican dolor y tristeza (lágrimas amargas,
míseros ojos, cuitado Anselmo, Marina desdichada, amargura y palidez,
mortales congojas, terrible ausencia).
En suma, una temprana muestra (acaso de 1796) de cómo el
prerromanticismo español se amparaba en los poetas renacentistas, es-
pecialmente Garcilaso y fray Luis de León (aquí no visible), para des-
arrollar, por exageración de los elementos tristes, melancólicos y amar-
gos, una nueva poesía.
Pero el mejor poema amoroso de Jovellanos es la primera ver-
sión de la Epístola del Paular. Su tema es el siguiente: en medio de la
soledad del Paular, Jovellanos no puede echar de sí el triste, el dolo-
roso pensamiento de las infidelidades de Enarda; en ello piensa cons-
tantemente y a Enarda recuerda en el silencio del bosque umbrío; al
contemplar la paz del monasterio y de los monjes que lo habitan, por
la mente de Jovino cruza la idea de encerrarse allí; pero aquella paz
está reñida con quien lleva el corazón cargado de ideas mundanales, de-
amor por una ingrata, de pasión.
24
El poeta piensa que el mundo sólo le guarda sobresaltos, peligros--
y dolores; que su angustiado pecho desea el reposo y la paz, y que
esto no podrá encontrarlo más que en El Paular, lejos del mundanal
ruido. Pero su corazón ama. La pasión le llena de tal manera, que
el silencio de los claustros, la ausencia de ruido entre el cual esconderla.
le deja a solas con su dolor. Jovellanos lo dice en versos plenamente-
románticos:
pero del que después se añade que los rayos del sol no alcanzan a él,
que el canto de las aves no existe, salvo el de la tórtola viuda y el me-
lancólico ruiseñor, y el céfiro suave nos lleva al otoño.
25
Algo se lia ido o se está yendo en medio de este paisaje. Obser-
vemos lo primero que. si nuestros datos son ciertos, la Epístola no se
compuso en el otoño, sino a finales de la primavera o principios del
verano. El paisaje otoñal no fue. por tanto, el paisaje real entre el que
Jovino paseó su tristeza. En la égloga podía ocurrir que la Naturaleza
se uniera al poeta para llorar con él: era una ficción para indicar el
estado sicológico del poeta amante y cómo él podía ver con ojos tris-
tes, en el momento de la calamidad, lo que en sí seguía siendo peren-
nemente primaveral. Ahora no es la angustia del poeta la que transfor-
ma el paisaje: es el mismo paisaje el que aparece transformado, para
ofrecer la mansión justa al estado del poeta. Es éste el que selecciona
e] paisaje, para adaptarlo a lo que lleva dentro del alma. Y a pesar de
todos los recuerdos de Garcilaso que hay en estos versos, el poeta apa-
rece aislado en medio del paisaje, en una actitud intimista. sin que eí
bosque sea más que el motivo para darle rienda suelta. Si la soledad
pasa de ser amable a triste es porque allí sintió más acerbamente el
dolor de su alma, porque no le ha servido de alivio, porque no ha co-
mulgado con ella, ni se ha liberado de su angustia, como hubiera he-
cho el clásico.
Por eso cuando llega la noche y vuelve a su morada, todos los
versos están ya plenamente dentro de una literatura que nada tiene de
clásica: los claustros son medrosos, la luz escasa, su reflejo pálido y
distante, los pasos inciertos, hay silencio y horror, el corazón palpita,
los cabellos se erizan, las carnes se estremecen, se oyen voces medrosas
y en medio de la fiebre de la imaginación esas voces le hablan y le
mandan huir y no profanar con su planta sacrilega el monasterio; el
paso se hace vacilante, los sentidos no recobran la suspirada calma, está
lleno de congojosos pensamientos, la noche es triste y perezosa, el sue-
ño no viene y la vigilia es molesta; y al alborear la luz es aborrecida y
sólo sirve para comenzar de nuevo el llanto y el dolor.
Puede afirmarse que, aunque por entonces empiecen a aparecer
en la literatura española rasgos semejantes a éstos, nadie expresó tan
románticamente la impresión que al hombre de mundo le causa la en-
trada en un monasterio por la noche, ni nadie acertó a expresar como
él el contraste que el silencio, la oscuridad y la paz producen en quien
vive entre el ruido de la ciudad, las luces de sus salones y el tumulto
de sus calles y de sus casas. El tema es eminentemente romántico y de
él encontraremos ejemplos en todos los poetas. Unos pretenderán huir,
26
horrorizados; otros cantarán el bien que a su alma herida de desen-
gaños y de preocupaciones íes hace la paz del claustro nocturno. Pero
es posible que sólo Jovellanos haya acertado a expresar con tanta jus-
teza y con tal precisión la adecuación del mundo exterior a un estado
.de alma derivado de un concepto del amor que nada tiene de clásico.
27
El aristarco y neoclásico Hermosilla no tuvo apenas elogios pa-
ra la Epístola a sus amigos de Sevilla, aunque no le faltaron defectos
que notar (1). En seguida veremos que algunos de tales defectos son
todo lo contrario, cuando se juzga con un criterio menos cerrado que
el dé Hermosilla; pero en los otros casi estamos de acuerdo con él. Le
critica, efectivamente, palabras como agora, tristura, remembranza, la-
síncopa solmente, la contracción de uo en o en virtuosa y la división
de los adverbios en -mente, poniendo una parte al final de un verso y
la otra al comienzo del siguiente. En nuestra versión no aparece la for-
ma virtosa; pero además de las palabras señaladas por Hermosilla en-
contramos los arcaísmos mormurante [y. 55), invidia (v. 71) y leda
(v. 193), el posesivo precedido del artículo (la su lira, v. 122; los tus
amigos, v. 194) y la aféresis hora (vs. 61, 140, 159). A todo esto hay
que añadir; un grupo abundante de palabras que sin ser arcaísmos
propiamente dichos, como manida (vs. 211 y 226), sin duda son uti-
lizadas por impulso arcaizante; el uso abundante de esquemas lingüís-
ticos procedentes de Garcilaso y de la poesía del siglo XVI; los epíte-
tos tradicionales (verde orilla, santa virtud, fieras alimañas, constante
amor), en número muy abundante; la imitación de la musicalidad blan-
da y dulce del endecasílabo del Renacimiento. Todos estos rasgos dan
a la Epístola un carácter retórico y afectado.
Pero no es eso sólo lo que contiene. Decir que la Epístola es
retórica sería falsear por completo su valor poético. Porque éste de-
pende precisamente del sentimiento, auténtico, según afirma Ceán, y de
la actitud estética del poeta ante los hechos que sirven de base al poe-
ma. Al ser ascendido a Alcalde de Casa y Corte, Jovellanos siente tener
que abandonar a Sevilla, y sobre todo pasar a Madrid, una corte que
no le gustaba. Verdaderamente le arrancaban de aquella ciudad. Por
eso Jovellanos llora realmente, y en Aldea del Río, como afirma Ceán,
compone la Epístola. Pero es de suponer que Jovellanos no se detu-
viera más que breves horas en aquel pueblecillo de la provincia de Cór-
doba, término de Posadas. En tal caso no es creíble que Jovellanos
redactase de una sentada los 244 versos de la Epístola. Es más, las
alusiones a las colonias de Sierra Morena hubieran sido en ese momen-
to falsas en sí y retóricas, porque todavía no había llegado a ellas; ni
(2) JOSÉ GÓMEZ HERMOSILLA. Juicio crítico cíe los principales poetas-
españoles de la última era. París, 1855. págs. 320-322.
28
había llegado tampoco a Córdoba, aludida en el v. 65. Para quien lea
la Epístola con estas premisas está claro además el carácter menos es-
pontáneo de los versos en que se describe el paisaje o de aquellos que
se refieren a los amigos. Los 39 primeros versos, alguno de los com-
prendidos entre el 85 y el 122. y alguno de los 30 últimos tienen un
tono de inmediatez menos perceptible en los otros. Con seguridad, Jo-
vellanos redactó en Aldea del Río y en los días inmediatos un núcleo
de Epístola, de unos 60 ó 70 versos, que más tarde en Madrid amplió,
intercalando la descripción del paisaje andaluz atravesado y la referen-
cia concreta a los amigos lejanos.
Hecha esta diferencia, un análisis detallado muestra claramente
que en los pasajes menos espontáneos la huella de la poesía renacentis-
ta es más visible, mientras que los que surgen del dolor mismo del
poeta son mucho más prerrománticos. La base de este carácter está, en
el alma sensible del autor. Ceán dice-,
Y de Madrid escribe:
29
cia. Y así surge el contraste. El tema de la diligencia servirá al autor
para expresar la diferencia entre el movimiento y la vida de lo que le
rodea y la muerte sentimental que siente él dentro del alma. Y aquí
está uno de los mayores aciertos del poema y uno de los fragmentos
más poéticos de toda la obra de Jovellanos, Las veloces muías
30
to dé la sensación de dinamismo que se opone al estado de alma, de
muerte ("un rígido c a d á v e r " ) , del que es trasladado de ciudad en ciu-
dad, de venta en venta. Son versos que nacen allí mismo, dentro de la
diligencia, sin un asomo de literatura detrás de ellos. P o r esto le ex-
trañaban al frío y retórico Hermosilla. que era incapaz de sentir la
vehemencia de un corazón que llora.
La Epístola, dijo el citado aristarco,, tiene el defecto de ser de-
masiado larga. Efectivamente. Hay una parte elaborada después, sin-
cera, por qué no. pero que está ya lejos de la espontaneidad del núcleo
inicial. Obra de gabinete, en la que los modelos lo son todo.
31
..sus párpados con mano amiga, ahuyentando el susto y las fantasmas de
la noche.
Fray Luis presta al poeta palabras para expresar esta felicidad,
y acaso Horacio, o quizá Horacio a través de fray Luis. Gerardo Diego,
que sólo conocía ía segunda versión, escribió a propósito del pasaje de
la noche:
32
¡Oh alma heroica! ¡Oh grande y noble esfuerzo
de la amistad! ¿Podré olvidarlo? ¡Oh, antes
me olvide yo de mí, si lo olvidare!
33
"besar solía las amigas huellas", dice Jovellanos en un verso de Ios-
más acertados, Pero si esto no fuera así. si Dios tiene decretada otrs>
cosa,
34
ciales de la inspiración verdadera... Fray Diego Gonzá-
lez y Meléndez se desviaron de la senda de su vocación
verdadera" (1).
Gerardo Diego había del estupendo magisterio, "que hoy nos parece
inverosímil", ejercido í>or Jovino sobre los poetas de Salamanca, y más
adelante afirma que les desvió de sus legítimas vocaciones. Real de la
Ríva va más allá: habla de la "grave, autoritaria e incomprensible in-
fluencia de Jovéllanos" y de su ''insensibilidad poética", para concluir
que "cualquiera que sea de vista medianamente perspicaz comprende-
rá fácilmente que las recomendaciones de Jovéllanos constituían un
grave desacierto, que para nada tenían en cuenta el origen, el carácter
ni las condiciones de los poetas de esta Escuela" (3).
Todos estos juicios, elegidos entre otros muchos idénticos, se
fundan exclusivamente en la consideración de que la verdadera poesía
del grupo salmantino era la pastoril —idealista— y la anacreóntica
—poesía suave, muelle, ligera, de amores y placeres. Pero tanto si se
leen sin prejuicios las obras de esos autores, como si se atiende a un
criterio histórico, es necesario afirmar que Meléndez es mucho más
poeta en sus obras filosóficas y en general en las posteriores a 1780 que
en las anacreónticas y pastoriles, y que fray Diego demostró ser capaz
de hacer algo más que insulsos idilios amorosos o desvaídas églogas.
35
Además el verdadero influjo de MeLéndez sobre los poetas de la gene-
ración siguiente no se funda en las poesías de juventud, que obedecían
a una estética y a una actitud literaria que iba perdiendo terreno a me-
dida que avanzaba el siglo XVIII y se penetraba en el XIX, sino a las
poesías serias, en las que la Naturaleza ya no es la riente y bucólica
y menuda Naturaleza de antes, y en las que iba cobrando fuerza una
idea plenamente romántica, la de la "misión" del poeta. Por esta ra-
zón el juicio de Arce Fernández nos parece el más exacto; La obra de
Jovellanós acredita su multiforme grandeza, porque está todavía viva por
su riqueza ideológica y por su abierta sensibilidad moderna; por eso
con la Epístola de Jovino a sus amigos de Salamanca ;4lo que Jovella-
nós demostraba una vez más era. y en plena juventud, su potentísima
visión de águila que le hacía adelantarse al momento histórico en que
vivía" (1).
No podemos seguir considerando al verdadero Meléndez sólo
como poeta anacreóntico, ni podemos aceptar que la verdadera musa
de Delio fuera la del amor, ya que ni su condición ni su edad eran las
más adecuadas para cantar amores, por muy platónicos que fueran. No.
Jovellanós no tenía "insensibilidad poética", ni tal cosa puede afir-
marse de quien escribió la maravillosa Epístola del Paular. Por el con-
trario, sentía la poesía mucho mejor que entonces la sentían Delio, Ba-
tilo y Liseno: y por sentirla les llamaba la atención, para que aban-
donaran un juego fácil e intrascendente. A nuestro modo de ver Jove-
llanós no se equivocaba en la parte negativa de sus consejos.
Otra cosa es, sin embargo, la parte positiva. Pedía a Delio una
poesía filosófica, moral y religiosa; a Batilo que se dedicara a la poe-
sía épica, y a Liseno a la dramática. En el primer caso pedía lo justo,
aunque más adelante se convencería de que el numen de Delio no era
capaz de subir muy alto: en el segundo erró totalmente, pero a causa
de que Meléndez traducía por entonces a Homero.
Pero hay otro aspecto del influjo de Jovellanós que está prácti-
camente sin estudiar. Nos referimos al técnico, que todos los poetas
del grupo, y alguno más que no perteneció a. él, confiesan. El mismo
Ceán lo vio claramente cuando escribió:
36
"Si la elegancia, fluidez y armonía con que desem-
peñó este entusiasmo poético [el de la Epístola] no pro-
dujeron todo el efecto que deseaba el autor por lo to-
cante al de los. objetos que les proponía, al menos me-
recieron la admiración de los Salmantinos, y motivaron
la mejora de sus versos, y que se estrechase más la amis-
tad y la correspondencia con Jovino" (1).
EL POETA SATÍRICO
38
«íeínpre- en ellas". Buena prueba son las leyes contra las muselinas,
.•siempre desobedecidas, Jovellanos afirma:
(!) B. A . E . . 11,-pág. 47 b.
<2> B..A. E . , J I . p á g . 4.7.
39
La vejez hedionda,
la sucia palidez, la faz adusta,
fiera y terrible, con igual derecho
vienen sin susto a negociar contigo.
Daste al barato, y tu rosada frente,
tus suaves besos y tus dulces brazos,
corona un tiempo del amor más puro,
son ya una vil y torpe mercancía.
40
ye, o la sátira no es sátira, o ha de herir a alguna o a muchas personas-
de carne y hueso". Con lo cual se subraya el carácter general y poco-
personalista, de la crítica hecha en la sátira primera.
Le señala después que es de poco efecto contra el enemigo que
se dirige. Y se detiene exactamente en los latinismos y en las alusiones
clásicas señaladas.
41
Es necesario afirmar que Jovellanos no ataca a la nobleza por
-ser enemigo de ella. Es, al contrario, uno de los pocos defensores que
le quedaban a la nobleza como clase social. Para él era necesaria social
y políticamente, y por eso lo que le duele es que se haya hecho indigna
del respeto de los ciudadanos e inhábil para representar su alto papel (1).
Los tiros de Jovellanos en la sátira van en dos direcciones: la
del noble aplebeyado (vs. 1-197) y la del noble afrancesado y degene-
rado (vs. 198-274).
El primer verso señala ya directamente al noble vestido de majo.
No hay introducción de ningún género. Por medio de una interrogación
retórica Jovellanos nos sitúa ante el primer objeto de su sátira. Se
trata de un noble de la más alta alcurnia, a pesar del traje y del as-
pecto. Sobre el portón de su palacio está grabado en berroqueña un
ilustre escudo; pero al entrar en su casa, y comienzan ya los contras-
tes, todo es viejo y ruinoso. En pocos versos se hace su retrato cultural:
es casi analfabeto, no ha viajado y los mayores disparates geográficos
-o históricos ni los advertirá, porque ni siquiera leyó el catecismo del
P. Astete. Pero su memoria no está vacía: nada ignora de toros y de
cómicas. No podía ser de otro modo. Su ciencia
(1) Los modelos literarios que Jovellanos pudo tener presentes son:
Juvanal, Que vedo, Argensola, Jáuregui, Clavijo y Fajardo, Cadalso e Iríarte.
Se ha citado también a Parini, pero no encontramos huella clara del Gttmio
en los versos de Jovellanos.
42
¿Será más digno, Arnesto, de tu gracia
un alfeñique perfumado y lindo,
de noble traje y ruines pensamientos?
Débiles pigmeos
te esperan; de tu corva cimitarra
ai solo amago caerán rendidos.
43
Sea todo infame behetría: no haya
clases ni estados. Si la virtud sola
les puede ser antemural y escudo,
todo sin ella acabe y se confunda.
Una tercera sátira, que hemos titulado Sátira contra los letrados?
debió ser compuesta muy poco después que la segunda. Se diferencia de
las dos anteriores por estar escrita en tercetos. El mismo Jovelianos
había dicho en una carta a su hermano que si la sátira segunda tuviera
rima poseería más mérito. Sin embargo, es posible que el tener que
sujetarse a un esquema métrico haya hecho al satírico perder mordaci-
dad y que su estilo se parezca más al de Argensola o al de algún otro
satírico del siglo XVIII,. como Hervás.
El tema se desarrolla también de forma distinta..-En las dos pri-
meras sátiras el poeta hablaba con otra persona y le describía el objeto
de su sátira; aquí se dirige directamente a las personas satirizadas y
la crítica se hace en forma de consejos irónicos, lo cual es menos eficaz
(1) ÁNGEL DEL Río, Introducción al.t.-l de las Obras escogidas• d#v.Jo-
velianos en la colección de "Clásicos castellanos", pág. XLIV.
44.
y menos personal. El profesional del derecho, de ideas nuevas, vuelve
a aparecer. Frente al juez o al abogado "práctico" se coloca el juez o
el abogado "ilustrado": frente al letrado con vocación y con ideal, aquél
a quien sólo importa ganar dinero. Acaso los versos más interesantes
sean aquéllos en que el poeta truena contra los que hablan mal de los
Colegios Mayores y de las órdenes religiosas:
46
Los veinticuatro primeros versos no ofrecen gran cosa de origi-
nal. Son una descripción de un paisaje sentido a través de modelos lite-
rarios, Pero en el verso 25 las cosas cambian: el sentimiento que ahora5
expresa el poeta no es nuevo en él, porque ya anteriormente había dicho
que prefería la tranquilidad del campo al bullicio de la ciudad, o eí
reposo de una villa reducida al afán de una grande. A continuación:
Jovellanos se pregunta:
El universo
es un código; estudíale, sé sabio.
Entra primero en ti, contempla, indaga
la esencia de tu ser y alto destino.
Conócete a ti mismo, y de otros entes
sube al origen. Busca y examina
el orden general, admira el todo,
y al Señor en sus obras reverencia.
47
subir hasta él por medio de las criaturas: "Admira el todo", dice Jo-
vellanos, Y esto acaso sea lo más importante de su visión del Universo:
un todo compuesto de individuos, sometidos a un orden, obra de Dios:
el cielo, el sol. las estrellas, la luna y la vega del Bernesga son elemen-
tos de ese todo, ante el cual no cabe más que reconocer la omnipotencia
del Dios creador.
En el prerromanticismo lo primero había sido la descripción
objetiva de la naturaleza, después la naturaleza como puente que nos
lleva a Dios. Ambas actitudes ante la naturaleza morirán también con
el prerromanticismo. Jovellanos participa de las dos, y enlaza ideas
novísimas en la literatura europea con. una tradición clasicista de la
literatura española.
X a "Epístola a Inarco"
48
«el que viola sus eternas leyes por la loca ambición, causando "guerra,
furor, desolación y m u e r t e " (vs. 26-36); el que sube al cielo alzado
por la virtud y, en la tierra, con el pecho henchido de piedad, se da al
.amor y a la fraternal concordia; o el que baja al Averno y, b r a m a n d o
frenético, quema, mata y asuela cuanto encuentra (vs. 3 6 - 5 0 ) ; pero
esto no durará siempre: el hombre es perfectible, y si puede perfeccio-
nar su razón, también perfeccionará su corazón; si esto es así ; ¿no
llegará un día en que la humanidad viva tranquila "en santa paz, en
mutua unión fraterna"? ¿En que reinen la paz y la justicia de uno al
.otro polo? (vs. 51-81). Sí, vendrá ese día: entonces será desconocido
.el fatal nombre de propiedad, que desterró los inocentes y serenos días
de los siglos de o r o : caerán detrás la hipocresía, la envidia, el dolo,
la codicia y todos los monstruos que la ambición alimentó; una nueva
generación cubrirá la tierra, todos serán hermanos y todos trabajarán
para todos (vs, 82-113); no h a b r á más que un solo pueblo, unido por
un solo idioma; los campos no serán regados de inocente sangre, ni
turbados por la frenética ambición; todo será común: no h a b r á colo-
nos para dueños, ni marineros que busquen el oro para un malvado, ni
artesanos que p a r a él trabajen en sótanos hediondos; todo será c o m ú n :
"afán, reposo, pena y alegría", trabajo y frutos (vs. 114-134). Y el
poeta termina con estos versos:
49
y a lo más para el amigo inquisidor; no sea que los que
me notan de lastrar mal el buque, crean que quiero in-
clinarle del todo" (1).
Con este texto por delante, de una carta a un amigo íntimo, de-
bemos interpretar el contenido de la Epístola.
La idea base de que Jovellanos parte en su poema es la de la
perfectibilidad indefinida del hombre. Pero esta perfectibilidad inde-
finida no la entiende Jovellanos al estilo de Condorcet y los progre-
sistas de la época, como aclara en el siguiente párrafo de las inéditas
Cartas sobre educación:
iS
Si yo hubiera dicho que el hombre era infinitamen-
te perfectible, mi proposición fuera, sobre falsa, muy
temeraria, ¿pues quién no toca a cada paso que el hom-
bre es un ente limitado? Y, ¿quién, al lado de los gran-
des y portentosos descubrimientos que hizo, no ve la
oscuridad y ignorancia en que vive respecto de sí mismo
y de la naturaleza? Quedamos, pues, en que es cierta-
mente un ente limitado, y ésta es una de las verdades que
ha descubierto él mismo... Sentemos, pues, que la per-
fectibilidad del hombre no es infinita: lo es (sic), que
hay un término ai cual no puede llegar jamás; pero tam-
bién lo es que dentro y aun fuera de este término puede
recibir una extensión indefinida^ esto es, que no hay lí-
mite conocido al cual no pueda alcanzar. Así que, cuando
llamamos indefinida a la perfectibilidad del hombre, que-
remos decir que el hombre puede perfeccionarse hasta,
un punto no conocido aún y que no se puede conocer''' (2),.
50
hombres han vuelto tantas veces sus tristes ojos de desterrados, el mis-
mo que había circulado ampliamente en la literatura clásica española,
y que en el siglo XVIII sería también recordado por el naciente socia-
lismo. Uno de los puntos centrales de esa leyenda era precisamente la
inexistencia de la propiedad. Permítasenos copiar un conocidísimo
párrafo -de Cervantes:
Otras Epístolas
51
"¿Creerá usted, escribe a Posada el 31 de agosto
de 1806. que todos [sus versos] salieron de un aliento, y
sin tener reposo? Pues no es chanza, ni mentira, ni hi-
pérbole. Verdad es que después se revieron y retocaron
despacio, y aun así se conoce la priesa con que salie-
ron." (1)
52
No sabemos qué golpe de fortuna había sufrido su fiel Ceán:
Bermúdez. Jovellanos se lo imagina agobiado bajo el peso de la des-
gracia. Así nace este poema, titulado Sobre los vanos deseos y
estudios de los hombres. El mismo título indica las dos partes en
que se divide. En la primera jovellanos va presentando al hombre en-
tregado a diversas pasiones: ambición de gloria, ambición de mando,
afán de riquezas, el juego, los placeres sexuales, el ocio y la gula. Pero-
la felicidad no está en ninguna de ellas. Desde el verso 155 el poeta
se enfrenta con otro tipo de placeres o de instintos. El ansia de indagar
y saber, ¿será culpable? No, en la Sabiduría no hay engaño, pero puede
haberlo en el culto que le rinden sus adoradores, los que creen en la
ciencia por la ciencia, sin que su orgullo y su soberbia les permitan
elevar los ojos más arriba. Jovellanos nos presenta al astrónomo, al
biólogo, al filósofo. Es la crítica de la filosofía materialista de su tiem-
po. ¿Podrá un átomo, sin más lumbre que su razón, comprender lo
incomprensible? No. el estudio, el deber y la dicha sólo están en cono-
cer a Dios, adorarle en sus obras, derretirse de amor por tantos bienes
como derrama. La senda del saber está abierta: ilustra la razón, purifica
el corazón, estudíate a ti mismo, pero busca la luz en Dios. Y así podrás
leer un destello del saber y del amor de Dios
53
Mas ya en el lecho está: cédele al sueño
la mitad de la vida, y aun le ruega
que la enojosa luz le robe. ¡Oh necio!
¿A la dulzura del descanso aspiras?
Búscala en el trabajo. Sí, en el ocio
siempre tu alma roerá el fastidio.
54
"Jovellanos fue uno de los pocos, quizá el primero,
que empezó a manejar el verso suelto entre nosotros, con
el tino y la gracia que necesita para agradar" (1).
55
Acaso por esto, cuando escribe la sátira tercera, que no llegó
a publicar, ni acaso a corregir totalmente, se sirve del terceto encade-
nado, estrofa qu recomendaba a su hermano para la traducción para-
frástica de una sátira de Juvenal. La rima no peca precisamente de
pobre; más bien es rica y sonora, aunque acaso producto de una afa-
nosa búsqueda. Sin embargo, el estilo cambia totalmente respecto de
las dos sátiras anteriores: se hace más ceñido, más conciso y, cosa in-
teresante, más parecido al de Bartolomé Leonardo de Argensola.
Pero la preferencia por el verso suelto no obedecía al deseo de
eliminar dificultades, pues precisamente Jovellanos hace un estudio tan
hondo de los recursos rítmicos que deben ocupar el primer plano a
falta de consonante, que llega a establecer un técnica detallada.
Luzán había expuesto una teoría bastante minuciosa del verso
suelto, que es exactamente la de Jovellanos:
(1) LUZÁN, La Poética ed. de 1789, lib. II, cap. 23, pág. 373.
56
Jovellanos tuvo una preocupación constante por la técnica del
verso suelto. En 1777 escribió una larga carta a Meléndez Valdés, de-
dicada en su mayor parte a este tema ( 1 ) ; de él trataba otra carta a
fray Diego González, que Ceán fecha en 23 de noviembre de 1776 ( 2 ) ;
el 21 de mayo de 1796 escribe otra, desconocida como la anterior, al
conde del Carpió, compañero suyo en el Consejo de Ordenes; a Posada
le habla de la misma materia en cartas de 5 de mayo de 1792 y 7 de
agosto de 1793, y a Caveda y Solares vuelve a explicarle su teoría en
carta de 31 de diciembre de 1796.
57
razón de que sólo puede haber una cesura, que irá después de la pala-
bra que lleve el acento de cuarta. Atenido a estas normas distingue
cinco tipos de endecasílabos: de 4 más 7, de 5 más 6, de 6 más 5, de
7 más 4 y de 8 más 3 sílabas respectivamente. En el primer caso se
trata de endecasílabo en cuarta con el primer hemistiquio agudo, en el
segundo de endecasílabo en cuarta con el primer hemistiquio llano,
en el tercero de endecasílabo en sexta con el primer hemistiquio agu-
do, en el cuarto de endecasílabo en sexta con el primer hemistiquio
llano y en el quinto de endecasílabo en sexta con el primer hemistiquio
esdrújulo. Al clasificar estos cinco tipos de endecasílabos por su musi-
calidad establece el siguiente orden:
1.° Endecasílabos de 5 más 6.
2.° Endecasílabos de 6 más 5.
3.° Endecasílabos de 4 más 7.
4." Endecasílabos de 7 más 4.
5.° Endecasílabos de 8 más 3.
Para establecer este orden se funda exclusivamente en su oído
particular, aunque cree que cualquier oído delicado convendrá en él;
.aparte de esto cree encontrar un argumento de su preferencia en que
.es más musical el endecasílabo dividido en partes casi iguales, que el
que tiene ruptura por los extremos. Pero de aquí se derivará a su vez
una importante ley: la ruptura del verso en sus extremos puede tener
un valor estilístico aplicable en aquellos casos en que se quiere expresar
una idea violenta, dura o terrible. Estos varios tipos de endecasílabos
deben mezclarse convenientemente en el poema, para evitar la monoto-
nía que produciría la constante repetición de acentos y cesuras.
En la cesura o pausa o acento principal está, pues, según Jovella-
jios, la base de la musicalidad de los versos y es, por tanto, lo que prin-
cipalmente debe cuidar el que escribe endecasílabos sueltos.
Un ejemplo de cómo practicaba Jovellanos su teoría puede ser
la temprana Elegía a la ausencia de Marina. De sus 52 versos casi la
mitad tienen acento principal en sexta, 17 lo llevan en cuarta y octava
y nueve en cuarta y sexta, pero con cesura después de la quinta, y por
tanto acento principal en la cuarta. Atendiendo a la cesura, ocupa el
primer lugar el endecasílabo de 5 más 6, con 21 versos, pero le sigue
e] de 7 más 4 con 18, a pesar de que este tipo ocupaba el cuarto lugar
•en el orden por él establecido. Los casos de primer hemistiquio con ter-
iminación aguda son sólo 10, pero bastante expresivos:
58
¿Y podrá Anselmo, el sin ventura Anselmo,
en cuyo blando corazón apenas
caber la dicha y el placer podían,
podrá sobrevivir al golpe acerbo
con que cruel tu brazo le atormenta?
59
y detenido sobre este punto, a pesar de que estilísticamente lo merece.
Que toda cesura exige que la palabra anterior lleve el acento principal
del endecasílabo nos parece totalmente exacto, aunque habría que de-
terminar qué relación hay entonces entre esto y el período rítmico. Sin
embargo, que tras toda palabra con acento principal exista cesura es
cosa bastante dudosa, a menos que la pequeña pausa normal entre pa-
labra y palabra, a veces, como en algunos casos de sinalefa, inexistente
en la realidad física, se llame sistemáticamente cesura. Pero a pesar
de esto, la relación entre cesura y acento principal desde el punto de-
vista de la musicalidad del verso es exacta.
60
II
MANUSCRITOS Y EDICIONES
61
nadie había vuelto a preocuparse por los manuscritos ni por los impre-
sos anteriores.
Estas razones nos obligan a entretenernos en estudiar el valor
de las fuentes que vamos a utilizar. Trataremos primero de los manus-
critos perdidos de que tengamos noticia, después de los que nos han
servido para la edición crítica, y finalmente de las ediciones que hemos
tenido a la vista.
1.a) MANUSCRITOS
A) MANUSCRITOS PERDIDOS.
(1) Lo mismo repitió en el Inventario, pág. 82, variando poco los tér-
minos.
62
neja sin plumas de Forner, y añade: "¿Cómo culpa de plagio él. que-
se dijo y se dice autor de los romances contra Huerta, que trabajó
ésta?... Entre mis libros hay un manuscrito de letra de Ceán que los
contiene, con otras frioleras de aquella época" (1). De lo cuaí se
deduce:
1.° Que se copió después de 1785, fecha de los romances contra.
Huerta, y probablemente antes de 1790. año en el que Ceán es desti-
nado a Sevilla.
2.° Que era distinto del ?ns. del Instituto, porque éste no con-
tenía dichos romances.
6a
sos. Jovellanos anota: "No serán muchos los que reserve, aunque a vista
de los que se hacen entre nosotros pudieran hacer buena figura los
m í o s " (1).
B) MANUSCRITOS CONOCIDOS.
64
Núm. 26; Oda a Poncio "Dejas ¡oh Poncio! la ociosa Mantua"
(núm. 45 de nuestra edición).
Núm. 27: Idilio a Enarda "Mientras los roncos silbos" (núm. 23).
Núm. 28: Elegía a la ausencia de Marina (núm. 5).
Núm. 29: Prólogo para la representación del Pelayo (núm. 3 3 j .
Núm. 30: Cuatro redacciones de la primera parte del romance
contra Huerta; una de la segunda parte; el romance contra Forner
(núms. 35? 36 y 4 0 ) .
Núm. 3 1 : A Galatea, "Mientras de Galatea" (núm. 11).
Núm. 32: Otra copia de la primera parte del romance contra
Huerta (no es autógrafo de Jovellanos).
Núm. 33: A Meléndez, "¿Quién me dará que pueda?" (núme-
ro 34).
Núm. 34: A un supersticioso (núm. 43).
Núm. 35: Soneto a Enarda "Cuando de Amor la flecha pene-
trante" (núm. 31).
Los números 28, 29. 35 y el romance contra Forner del 30 es-
tuvieron inéditos hasta que los publicó Georges Demerson en el Bulletin
hispanique, LVIIL 1956, págs. 36-47.
Los números 28, 30, 31 y 35 fueron comprados por la Biblioteca
Nacional a don Cesáreo Orbera en 9 de noviembre de 1888.
65
escritura para los versos endecasílabos es de 23 X 9^5 cms., por tér-
mino medio. Las poesías que contiene, después de la doble Dedicatoria-
en prosa y verso, son las siguientes de nuestra numeración: 56, 9. 8. 16,.
7, 53, 54, 17, 20, 3, 1, 2, 6, 55. 22, 4, 23, 24, 11, 12, 13, 14, 25, 15, 1 8 r
10, 21, 19, 26 y 27. Delante de todas ellas se leen estos versos de Jacques
Vaniére:
66
de verso endecasílabo y después las de verso corto. Sólo es excepción
la Epístola del Paular, colocada en último término. Parece como si di-
cha Epístola no se hubiera escrito hasta después de formada la colec-
ción, o como si no se hubiera decidido su inclusión hasta el último mo-
mento. De ser así, la compilación del ms. se habría hecho en el verano
de 1779. Esta suposición adquiere caracteres de verosimilitud al com-
probar que la versión manuscrita de la Epístola es muy distinta de la
que publicó Ponz en 1781, y a todas luces anterior a ella. Es decir,
entró en la colección cuando apenas había sido corregida, y por tanto
muy poco después de escrita. Por todas estas razones, el ms. del Instituto
debe fecharse en la segunda mitad de 1779.
Otro problema distinto, y de difícil solución, es el de la fecha
de las correcciones de letra de Jovellanos que Somoza atestigua en el
ms. del Instituto. Si nos atenemos a los datos más seguros, debe adver-
tirse en primer lugar que, por testimonio de Somoza, no todas las poe-
sías tenían correcciones de letra de Jovellanos; entre las no retocadas
quizás una fuera la Epístola del Paular, porque ya había sido publi-
cada en versión muy distinta. De otro lado sabemos, por testimonio
del propio Jovellanos, que el 26 de mayo de 1796, según dice en los
Diarios, empezó a corregir la traducción de Milton. Aunque nada per-
mite asegurar que se hubiera servido para ello del ejemplar de su her-
mano (ms. del Instituto), el hecho de que los primeros 340 versos de él
se diferencien mucho de los demás manuscritos y de la edición, y de
que en el resto de los versos abunden también las variantes, nos hace
sospechar que Jovellanos trabajó entonces sobre la colección de su
hermano. Es muy posible que en algunas otras poesías hubiera hecho
también en 1796 retoques. Por lo tanto, en principio puede aceptarse
que el ms. Cavanilles ofrece lecciones posteriores al ms. B (fechado en
1796), del que hablaremos a continuación; posteriores también al ms.
de Ceán, ya citado entre los perdidos, y posteriores a los que se deriva-
ron de ellos o están relacionados con sus fuentes.
67
7, 45, 22, 28, 2 3 , 24, 1 1 , 13, 14, 12, 25, 15, 10, 34, 2 1 , 4 3 , 26, 29, 18, 6,
9, 27, 8, 17, 38, 39, 30, 20, 3, 1, 2, 19, 55, 53, 54, 56, 35, 36 y 37. En-
tre las poesías 22 y 28 se incluye la Oda a don Salvador de Mena, que
es de Meléndez Valdés. Al final del manuscrito, al fol. 168, hay una copia
de la Epístola de Meléndez a Llaguno en la elevación de éste al Minis-
terio de Gracia y Justicia; encuadernada a continuación está la Oda a
Verilo " T r a s el árido invierno la florida", que es de J u a n López de
Peñalver (impresa).
En esta colección se incluye todo lo del ms. del Instituto, menos
la doble Dedicatoria y los cuatro idilios de Anfriso a Eclisa (nuestro
núm. 4 ) ; pero comprende además la Oda sáfica a Pondo, el Himno a
la luna, el idilio A Batilo "Quién me dará que pueda", el idilio A un
supersticioso, el idilio A los días de Alcmena. el soneto A Alcmena. las
dos sátiras, los dos romances contra Huerta y la J á c a r a en miniatura.
De estas poesías algunas tienen fecha cierta. Las otras pueden datarse,
en principio, entre 1780 y 1796.
Hay un detalle que nos permite rastrear algo de la génesis de
esta colección. En el ms. 12.958, núm. 27, se conserva una copia en
limpio, autógrafa de Jovellanos, del idilio A Enarda "Mientras los ron-
cos silbos". En el ángulo superior derecho del fol. 1 r. se ve un 6, que
parece indicar algún orden. Efectivamente, en el ms. B está en sexto
lugar, si prescindimos de la Oda a don Salvador de Mena, de Meléndez
Valdés, que se coló inadvertidamente entre las poesías cuarta y quin-
ta (1). Esto puede significar que B depende de otra colección formada
por el propio Jovellanos, copiada por él mismo. Pero ¿procede direc-
tamente de esa hipotética colección? Sólo sabemos que el ms. B} el ms. C
y el perdido ms. de Navarrete, utilizado en parte por Cañedo, están re-
lacionados entre sí, como lo demuestra el que la oda de Meléndez apa-
rezca en todos ellos, incluso en Cañedo. Sin embargo, no hay depen-
dencia directa entre unos y otros, porque en el idilio A Myreo faltan
en Cañedo los versos 30-31, en B falta el 3 1 , pero no el 30, y en C están
ambos: en el idilio A Anfriso "Con dulce y triste acento", el verso 28
falta en B, pero no en C ni en Cañedo. En resumen: hubo una hipoté-
68
tica colección, autógrafa de Jovellanos, de la cual proceden los ms, B
y C, aunque no directamente (1).
La fecha que lleva el manuscrito en la portada (1796) debe de
ser exacta. La poesía más moderna que incluye es la Oda a Pondo en
sáficos ( 1 7 9 3 ) ; quedan fuera todas las posteriores, entre ellas algunas
de 1795. más o menos de circunstancias, y sobre todo la Epístola a
I narco „ escrita entre enero y abril de 1796, y que a juzgar por el con-
cepto que Jovellanos tenía de ella, y por la multiplicación de sus co-
pias, no hubiera dejado de incluirla en una colección formada con pos-
terioridad. Más adelante aclararemos algo sobre la fecha real de los
textos recocidos en este manuscrito.
(1) Ya hemos dicho antes que el ms. de Cedn y el ms. Vargas Ponce
tenían relación con el ms, B. Por tanto, estos tres, el ms. Na-varrete y el ms.
C (del que trataremos a continuación) forman grupo con la hipotética
colección de Jovellanos.
69
Es copia más incorecta que la del ms. 3.809. Tampoco recoge
ninguna poesía posterior a 1793; pero el ms. podría ser incluso de los
primeros años del siglo XIX, a juzgar por la letra.
2.°) EDICIONES
70
dispersas en la obra de Pons, en la de Sempere Guarnios, en la vida
del capitán Cadalso, en Meléndez, en ir. Diego González, en el Censor
Cañuelo. e inéditas en poder de usted, de Moratín, de Ceán} etc. Yo
tenga ánimo de publicar las que el autor me dirigió, para suplemento
,del apéndice de Ceán, y así, arrimando a él las que se vayan descu-
briendo y las descubiertas, quedará hecha la colección, y luego se
.harán buenas ediciones para las aulas de poética, y aun para las de
.elocuencia, en que estas obras deben ser preferidas a todas las cas-
tellanas" (1). Este intento de Posidonio fracasó. En consecuencia la
primera colección de poesías de nuestro poeta se publicó en 1830.
71
ble vertueux, Líen que Somoza parece no haber visto ningún ejemplar.
Esa edición, u otra de 1780, podría ser el Recueil de Bocous. Quizá sea.
significativo que este autor cite en francés el título de la edición de
que tratamos, cuando en otros casos los transcribe en español. Confesa-
mos que hasta ahora hemos fracasado en el intento de encontrarla y
que han fracasado igualmente buenos amigos que se ofrecieron a re-
currir directamente a empleados de la Biblioteca Nacional de París.
(1) Vid. una corta, biografía de Ramón Maria Cañedo y del Riego en
CONSTANTINO SUÁREZ, Escritores y artistas asturianos. II, Madrid. 1936. pá-
gina 306.
(2) Vid. un juicio de esta edición y una descripción pormenorizada- de
su contenido en SOMOZA. Inventario, págs. 29-37. Las poesías son los ordina-
les 1 a 15, 79, 81 y 100 a 141.
(3) Catálogo, pág. 71.
(4) Amarguras, pág, 15.
72
1901 duda ya de que Cañedo hubiera estado en Gijón y copiado direc-
tamente los citados originales, porque Junquera Huergo y Victoriano
Sánchez, que habían confrontado una serie de obras con sus originales;
subrayaron o anotaron marginalmente las muchas y graves varian-
tes (1).
Ahora bien, en la Razón de esta obra que precede al primer tomo,
dice Cañedo: "En los versos de Jovellanos se notarán quizá algunas
faltas, nacidas de que no llegó a limarlos, como él mismo confiesa en
una carta con que los dirigió a su hermano". Esto quiere decir que
Cañedo disfrutó del ms. del instituto, único que contenía dicha carta,
o de una copia de él. La Carta la edita en el tomo séptimo, pero, como
acabamos de ver, la conocía ya al publicar el primer cuaderno. Ade-
más, al final de este primer cuaderno escribió (pág. 94 del tomo prime-
r o ) ; "Tengo a esta hora reunidas casi todas las demás composiciones
poéticas del autor, las que se pondrán por apéndice en otro cuader-
no" (2). Por lo tanto, el hecho de no haber publicado todas las poesías
del ms,-del Instituto en el tomo primero no significa que.no las cono-
ciera, sino que fue? bueno o malo, un simple método editorial. Pero
Cañedo pudo no haber estado en Gijón, y sin embargo haber utilizado
copias de los originales del Instituto, aunque no se hubieran hecho di-
rectamene para él. (3). Si la copia no fue muy fiel, ni la edición lo
fue a la copia, quedarían explicadas todas o casi todas las variantes
que se habían advertido. Ál menos esta poca fidelidad está patente en la
Epístola a Bermudo? tomada del Apéndice de Ceán (4),
Creo que además del ms, del Instituto, o su copia, de la colec-
ción de Navarrete, del Apéndice de Ceán, y acaso de algún otro impre-
so. Cañedo utilizó las copias que poseía González Posada, ya que pu-
blica las cartas que Jovellanos le escribió, probablemente por copia fa-
cilitada por el mismo canónigo. Entre estas cartas estaban la oda sáfica
"Ya cierra Febo plácido la línea", y el soneto A Enarda "Quiero que
mi pasión, oh Enarda, sea".
^3
Queda por resolver de dónde tomó Cañedo algunas poesías no
«conservadas en ninguno de los manuscritos conocidos, ni editadas antes,
y de las que no conocemos testimonio anterior a 1830. Tales son el so-
neto A la mañana, el idilio A la luna, el soneto A la noche, la oda Al
Amor, la oda Manifestación del estado de España, y el Epitalamio a
don Felipe Rivero. Quede, pues, hecha esta advertencia, por lo que nos
pueda servir en adelante.
El texto de Cañedo es bastante deficiente y poco digno de con-
fianza, a juzgar por lo que es posible comparar; de aquí que deba to-
marse con bastantes precauciones.
74
•clonadas son los idilios Al Sol, A la luna, A un supersticioso, A Anfri-
so. Á Meléndez ("¿Quién me dará que pueda?"), los dos sonetos
A Clori, la Epístola del Paular, las dos sátiras y la Epístola a Bermudo.
El idilio Al Sol, las dos epístolas y las dos sátiras corrían impresas,
pero no las otras poesías, para las que hubo de servirse de manuscritos,
•por lo que en la pág, XLIIÍ, al enumerar algunas obras de Jovellanos
.añade: "y diferentes poesías líricas que corren manuscritos". En cuan-
to a las variantes de su versión que no aparecen ni en los manuscritos
ni en las ediciones anteriores son probablemente correcciones suyas,
porque Quintana solía retocar libre y sistemáticamente los textos de su
.anioíogía crítica" (1).
75
conocida de todos los demás editores, y que se había publicado por
primera vez en la edición de las Cartas a Ponz hecha en La Habana
en 1848.
La relación entre el texto de Nocedal y el de Cañedo salta a
la vista, aunque no es una reproducción exacta. Si en ocasiones la va-
riante puede ser una simple errata o mala lectura, en otros casos pa-
rece obedecer a corrección del editor, que era aficionado a enmender la
plana, como hemos podido comprobar al cotejar las copias enviadas
desde Gijón por Junquera Huergo, hoy en parte en la Biblioteca de
Menéndez Pelayo. con el texto impreso derivado de ellas. A pesar de
esto, es posible que algunas variantes no sean correcciones suyas, sino
tomadas de la copia de Cavanilles. ya que Artigas afirma: "Prefirió
Nocedal seguir el texto de Cañedo y sólo alguna vez parece haber con-
sultado la copia del manuscrito gijonés" (1). Esta "copia del manuscrito
gijones", el que llamamos ms. Cavanilles. era suyo: pero la verdad es
que debió aprovecharlo poco, como se puede comprobar por las notas
críticas de la presente edición.
GENEALOGÍA D E L A S F U E N T E S A N T E R I O R E S , A L G U N O S
DATOS DE CRONOLOGÍA
76
Pero estos datos son poca cosa, y por ello se necesario profundizar
algo más, con el fin de aclarar la cronología. El problema quedaría
resuelto si supiéramos algo fijo de la colección autógrafa de Jovella-
nos. Pero de ella no hemos podido identificar más que el citado ms. del
idilio A Enarda "Mientras los roncos silbos".
Veamos lo que él nos dice. Tres de sus versos permiten hacer al-
guna hipótesis sobre precedencias:
77
recogida en el ms. del Instituto, en el ms. B y en el ms. C. El verso 9'
de ese borrador dice: "tú lo eres por acaso", y lo mismo se lee en B
y en C; sin embargo, Cavanilles y Cañedo escriben: Cítú lo eres por des-
gracia", y la coincidencia de ambos demuestra que tal lección estaba-
en el ms. del Instituto. Como es posterior, porque consta la prioridad de
"tú lo eres por acaso", el grupo B C recoge una versión anterior a la
del Instituto, reflejada esta última en Cavanilles y en Cañedo.
Estos detalles son, desde luego, muy poca cosa para poder dedu-
cir de ellos conclusiones definitivas; pero a falta de otros mejores cabe
aceptar como principio cronológico que ios textos del grupo B C son
anteriores a los del ms. del Instituto, incluso a la primera versión de éste,
Pero ¿cómo explicar entonces que un ms, de 1796, como es el B,
ofrezca lecciones anteriores a las de un ms. fechado en 1779? La única
explicación posible es la siguiente: El ms. B no se copió en Gijón, ni
per orden de Jovellanos; hubo de ser obra de algún admirador o amigo
del autor, que juntó copias sueltas a una colección existente en poder
de alguien. Por ello se explica la intercalación de una Oda de Melén-
dez y el copiar ai final una Epístola del mismo poeta no dirigida a Jo-
vellanos, pero en la que se habla de él. La colección que sirvió de ori-
ginal era semejante a la que poseía Ceán. Posiblemente representaba un
texto poco diferente del primitivo del ms. del Instituto. Pero jovella-
nos, en fecha posterior a la copia del ms. de Ceán, y acaso después de
1790, retocó sus poesías anteriores. Este trabajo lo hizo sobre el ms.-
del Instituto, o al menos pasó a él las correcciones hechas en otro lugar.
Por otro lado, Cañedo utilizó una copia del ms. del Instituto.
Basta comparar su edición con la copia de Cavanilles, en aquellos tex-
tos que necesariamente proceden del Instituto, para convencerse de que
la copia de Cañedo era bastante incorrecta. Y si la traducción de Milton
procede también del ms. del Instituto, la copia de Cañedo era anterior
a 1796, pues no recoge las muchas y graves variantes que hay en el
ms, Cavanilles. En cuanto a éste no cabe duda ninguna de que su texto
representa el último estado del manuscrito original, puesto que se copió
años después de muerto Jovellanos.
En consecuencia, el ms. Cavanilles es el último de todos y el que
representa la versión más retocada de las poesías en él incluidas. Para-
las que no están en él, el ms. más correcto parece B, aunque no en todos
los casos.
73
Dicho esto, creemos poder sintetizar en el siguiente esquema laí
relaciones de nuestras fuentes:
Originales de Joveüanos
(perdidos en su mayor parte)
Copia utilizada
Ms. de Vargas Ponce por Cañedo
Ms. B
Copias y edicio-
nes sueltas
Ms. C * Ms. Navarrete
Ed. Cañedo
Ed. Mellado
Ed. Zaragoza
Ed. Nocedal
79
NUESTRA EDICIÓN
-80
-pero totalmente necesaria, si de veras se quiere conocer el pensamiento
•de Jovellanos.
81
SIGLAS Y ABREVIATURAS MAS FRECUENTEMENTE
EMPLEADAS
MANUSCRITOS
83
Cavanilles = Copia del ms. del Instituto que se conserva en la Biblioteca
de Menéndez Pelayo, Santander.
Instituto = Ms. perdido titulado Entretenimientos juveniles de ¡ovino,
que estaba en la desaparecida Biblioteca del Real Instituto de
Gijón.
Ceán — Ms. perdido que poseía Agustín Ceán Bermúdez.
Jovellanos = Ms. perdido, copiado por Ceán Bermúdez, que poseía el
propio Jovellanos.
Navarrete = Ms. perdido que poseía Martín Fernández de Navarrete.
Vargas Ponce = Ms. perdido que copió Vargas Ponce del ms. de Ceán,.
EDICIONES
84
inventario = JULIO SOMOZA, Inventario de un jovellanista, Madrid, 1901 r
Lima = Epístola moral del Señor Jovellanos, sobre los vanos deseos y
estudios de los hombres, Lima, 1815. por don Bernardino Ruiz,
Memorias — Vid CEAN, Memorias.
Milá = MlLÁ y FONTAJVALS, Arte Poética, en Obras Completas, L Bar-
celona, 1888.
Morel-Fatio = ALFRED MOREL-FATIO, La satire de Jovellanos contre la
mauvaise éducation de la noblesse. suplemento al BHi de 1899.
Nocedal = En las variantes equivale a B.A.E., I o II.
Quintana = QUINTANA, Poesías selectas castellanas, tomo IV, Madrid,
1830.
Valencia = Sátira de los grandes y alta nobleza de España..., Valen-
cia, 1814.
CARTA DE JOVELLANOS
Por fin, querido Frasquito, van a tus manos estos versos, que
son el único fruto de mis ocios juveniles, y en ellos te envío u n a
5 firme prueba de mi amor y confianza fraternal. Mil razones, que no
se ocultarán a tu penetración, me han obligado siempre a escon-
derlos, no sólo de la vista del público, sino también de la mayor
parte de mis amigos. Viéronlos solamente aquellos pocos a quie-
nes una íntima y sensible amistad y una perfecta confrontación de
10 sentimientos y de ideas tuvo siempre abiertas las puertas de m i co-
razón. P a r a los demás estos versos han sido siempre un misterio
ignorado o escondido. 2
Es verdad que. prescindiendo de la materia sobre que gene-
ralmente recaen estas composiciones, he creído que debía también
39
ocultarlos por su poco mérito; porque siendo hechos rápida y des-
cuidadamente en los ratos que se llaman perdidos, y no habiendo
recibido aquella corrección y pulimento sin los cuales ninguna
obra es acabada, 3 no hay duda que serán muy defectuosos y que
5 no merecerán aprecio alguno, por más que hayan tenido algún
día el mérito respectivo a la ocasión y al tiempo en que se hicieron. 4
Pero sobre todo, nada debió obligarme tanto a reservarlos y
esconderlos, como la materia sobre que generalmente recaen. En
medio de la inclinación que tengo a la poesía, siempre he mirado
!0 la parte lírica de ella como poco digna de un hombre serio, es-
pecialmente cuando no tiene más objeto que el amor. Sé muy bien
que la juventud la prefiere en sus composiciones, y no lo repruebo.
Es natural que un poeta joven busque el objeto de sus composicio-
nes entre los que ocupan su corazón más dulcemente: lo primero,
15 porque así sentirá mayor placer en hacer versos, y lo segundo,
porque los hará mejores. Aun por eso vemos que los que nacieron
para grandes poetas han hecho sus ensayos en las poesías amoro-
sas y tiernas. Estoy persuadido a que no tendríamos los grandes
poemas, cuya belleza nos encanta y sorprende después de tantos
:20 años, si sus autores no hubiesen desperdiciado muchos versos en
objetos frivolos y pequeños. Cuando Virgilio dio principio a su
Eneida, había ya admirado a Roma con sus Bucólicos y con los
inimitables Geórgicos; de manera que primero cantó de amores,
después de los placeres y ejercicios del campo, y al fin los hechos
25 grandes y memorables que precedieron a la fundación de la so-
berbia Roma.
Pero vuelvo a decir, sin embargo, que la poesía amorosa me
parece poco digna de un hombre serio; y aunque yo por mis años
pudiera resistir todavía este título, no pudiera por mi profesión,
30 que me ha sujetado desde una edad temprana a las más graves y
delicadas obligaciones.5 Y ve aquí la razón que me ha obligado a
ocultar cuidadosamente mis versos, conociendo que pues al com-
90
ponerlos había seguido el impulso de los años y las pasiones, no
debía hacer una doble injuria a mi profesión con la flaqueza de
publicarlos. 6
Dirás acaso que en esto he pensado con demasiada delicadeza,
5 y lo mismo que he dicho en favor del uso de la poesía ligera en
los primeros años, te inclinará tal vez a desaprobarla. Pero debes
considerar, que aunque las obligaciones del hombre en la vida pri-
vada son iguales en todos los estados, su pública conducta debe
variar según ellos. Los hombres se revisten de tales personalidades
10 hacía el público por su profesión y sus destinos, que lo que es en
unos una amable galantería, pasa justamente en otros por una li-
viandad reprensible. Entre todos son los magistrados los que están
más obligados a guardar unas costumbres austeras, porque el pú-
blico tiene un derecho a ser gobernado por hombres buenos, y por
15 lo mismo quiere que los que mandan lo parezcan; exige de nos-
otros un porte juicioso y una conducta irreprensible; quiere que
le dirijamos con nuestra doctrina, y que le edifiquemos con nuestro
ejemplo; y así como premia la aplicación y la virtud de los buenos
magistrados con un tributo de estimación y alabanza, cuyo precio
20 es inmenso, se venga, por decirlo así, de los malos, censurando sus
errores y extravíos con la mayor severidad, castigándolos con el
odio y el desprecio. De este modo se compensa la desigualdad de
las condiciones, y se igualan las suertes de los que obedecen y los
que mandan. 7
25 Estas razones, que me obligaron a entregar al fuego la mayor
parte de mis versos y a sepultar en el olvido esos pocos, que por no
sé qué casualidad se libraron de él, deben obligarte a tí también
a ser muy circunspecto en el uso de esta confianza.8 Mis versos
contienen una pequeña historia de mis amores y flaquezas: ¡mira
30 tú, si estando yo arrepentido de la causa, podré hacer vanidad de
sus efectos!9 Por lo común a cualquiera de estas composiciones
sigue un pronto arrepentimiento de haberlas hecho. Y apenas se
desvanece el entusiasmo con que se escribieron, cuando empieza a
mirarlas con desprecio el mismo que las produjo. Por eso, si des-
35 pues de haberlos leído quisieres quemarlos, podrás hacerlo a tu
21 y castigándolos Cañedo.
91
salvo, pues nunca estarán más secretos que cuando se hayan re--
ducido a ceniza.
Es verdad que entre estas composiciones hay algunas de que
no pudiera avergonzarse el hombre más austero, al menos por su
5 materia. Pero, prescindiendo de su poco mérito, es preciso ocul-
tarlas sólo porque son versos.10 Vivimos en un siglo en que la poesía
está en descrédito, y en que se cree que el hacer versos es una ocu-
pación miserable. No faltan entre nosotros quienes conozcan el
mérito de la buena poesía, pero son muy pocos los que saben, y
10 menos los que se atrevan a premiarla y distinguirla. Y aunque no
sea yo de esta opinión, debo respetarla, porque cuando las preocu-
paciones son generales, es perdido cualquiera que no se conforme
con ellas. 11
Bien sé que no pensaban así los antiguos. El inmortal Cicerón
15 no se desdeñó de hacer versos, sin embargo de que obtuvo las pri-
meras magistraturas de Roma; PHnio el Mozo, magistrado, orador
y filósofo del tiempo de Trajano, se ocupaba muchos ratos en hacer
versos. Es muy notable lo que dice sobre esta materia, corno se
puede ver en la carta 14 del libro IV, y en la cuarta del libro VII,
20 que no copio por la brevedad con que escribo.
Hubo también entre nosotros un tiempo en que la poesía era
ocupación de los hombres más doctos y más graves, y en el catálogo
de nuestros poetas se leen gentes de todas dignidades y profesiones:
ni falcan en él obispos, sacerdotes, doctores, religiosos, magistrados,
25 y cuando no hubiese más ejemplos que los del célebre obispo Bal-
buena, del sabio Arias Montano, del elocuente fray Luis de León,
sin contar los Mendozas. los Rebolledos, los Crespis, Vegas y Cal-
derones, bastarían para probar cuánto y por cuan grandes perso-
najes fueron cultivadas las Musas entre nosotros otras veces."
•30 Pero vuelvo a decir que es preciso respetar la preocupación al
mismo tiempo que se trabaje en deshacerla. Yo encuentro la causa
del descrédito de la poesía en el mal uso que hicieron de ella los
poetas del siglo pasado, y ya que la casualidad me ha conducido
hasta este punto, discurramos un poco sobre esta decadencia, y
35 para averiguar un punto tan importante en nuestra historia Iitera-
2 cenizas Cañedo.
8 no falta Cavanilles, pero la concordancia exige el plural.
29 otras veces falta en Cañedo.
ria, acumulemos nuestras reflexiones sobre las que han hecho anti-
cipadamente otros eruditos.
En la restauración de los estudios se empezaron a cultivar cui-
dadosamente entre nosotros las humanidades o bellas letras, y par-
5 ticularmente tuvo la poesía muchos y muy distinguidos profesores.
Empezaron éstos a imitar los grandes modelos que h a b í a produ-
cido la Italia, así en tiempo de los Horacios y Virgilios, como en el
de los Petrarcas y los Tassos. Entre los primeros imitadores hubo
muchos que se igualaron a sus modelos. Cultiváronse todos los ramos
10 de la poesía, y antes que se acabase el dorado siglo XVI había ya
producido España muchos épicos, líricos y dramáticos comparables
a los más célebres de la antigüedad.
Casi se puede decir que estos bellos días anochecieron con el
siglo XVI. Los Góngoras, los Vegas, los Palavicinos, siguiendo el
15 impulso de su sola imaginación, se extraviaron del buen sendero que
habían seguido sus mayores. La novedad, y más que todo la reputa-
ción de estos corrompedores del buen gusto, arrastró tras de sí a
los demás poetas de aquel tiempo, y poco a poco se fue subrogando
en lugar de la grave, sencilla y majestuosa poesía, una poesía hin-
20 chada y escabrosa, llena de artificio y extravagancias.
Cuando hablo generalmente de la poesía, no se crea que quiero
calificar en particular los poetas. Sé que el siglo XVII produjo
muchos de gran mérito, y sé que algunos de ellos, en medio de la
corrupción y el mal gusto, han producido algunos poemas exce-
25 lentes. Pero esto debe mirarse como un argumento de lo que puede
hacer un grande ingenio por sí solo, mas no como una prueba en
favor de la bondad de la poesía de aquel tiempo en general. Segu-
ramente Góngora, por no poner otro ejemplo, estimaba más sus
Soledades y sus sonetos que sus bellos romances. ¡Cuánta diferen-
30 cia, sin embargo, se halla entre una y otra poesía!
Muchas veces he reflexionado que este mal gusto hizo m á s
daño que utilidad había causado el bueno a la poesía. Ningún siglo
crió tan prodigioso número de poetas como el p a s a d o ; en ninguno
tuvo la poesía tan grande estimación. El reinado de Felipe IV era
93
el de Augusto y de Mecenas. Ei mismo rey se complacía en hacer
versos, y a su imitación no había persona que desdeñase un arte
que hallaba estimación hasta en el trono. Pero esto mismo acabó
de arruinar la poesía. Todos quisieron ser poetas en un tiempo en
5 que se hacía granjeria de los versos; y como para serlo al modo
y gusto del tiempo no era menester otra cosa que un poco de in-
genio, eran pocos los que no podían ser poetas. Creció ilimitada-
mente el número de los cultivadores de las Musas, y entre tantos
era preciso que hubiese muchos despreciables y extravagantes, y
10 lo que es peor, muchos que hicieron servir el lenguaje de los dio-
ses a su ambición, y a su codicia. ¡Qué inmenso número de poesías
pudiera recogerse entre las de aquel tiempo en que no se halla más-
lenguaje que el de la lisonja, más calor que el del odio y la ven-
ganza, ni más moral que la de los vicios y pasiones!
15 Con esto empezaron poco a poco a ser aborrecidos o despre-
ciados los poetas, y al fin el descrédito de los poetas se comunicó
a la poesía.
Así entró el presente siglo, que debía formar una nueva época
para nuestras Musas. Los Candamos, los Lobos y los Silvestres man-
20 tuvieron por algún tiempo el crédito de la mala poesía; pero poco
a poco fue naciendo el buen gusto y ya en el día vemos con grande
complacencia amanecer de nuevo los bellos días en que las Musas
españolas deben recobrar su antigua gloria y esplendor.
Sin embargo, la preocupación dura todavía. Las gentes de jui-
25 ció no se atreven a divulgar un talento que no tiene seguros el
aprecio y estimación del público. Entre tanto es preciso que las
Musas anden como unas ninfas vergonzantes y que, no se atreven
todavía a parecer en público por no recibir algún insulto de las
personas ignorantes, austeras o preocupadas.
30 En cuanto a mí, estoy muy lejos de creer que mis versos ten-
gan un gran mérito; pero sí aseguraré que no se parecen a los del
mal tiempo. Si por otra parte no merecen ser estimados, ésta no
será falta de crítica, sino de ingenio. Sin éste nadie puede ser poeta,
y como dice el Horacio francés:
94
C'est en vain qu'au Parnasse un temeraire auteur
Prétend de l'art des vers atteindre la hauteur,
S'il ne sent point du ciel Tinfluence secrete.
Si son astre en naissant ne l'a formé poete.1''
41 culparé Cavanilles.
95
otros de los negocios que al público capricho
en medio del bullicio, de la común censura
y otros, al fin, en medio salgáis inadvertidos:
del fuego más activo 65 no sea que os prevenga.
de amor, y en el tumulto como a otros, el destino
de los años floridos. borrascas, escarmientos,
Empero, si os disculpa, naufragios y peligros. 1 '"
piadoso y compasivo, Vivid por tiempo largo,
de ser de él estimados 70 contentos y escondidos,
vivid desvanecidos. en el virtuoso pecho
Vividlo, mas no tanto de mi caro Paulino,
POESÍAS ORIGLNALES
SONETO PRIMERO
A CLORI
99
2,
SONETO SEGUNDO
A CLORI
100
3.
SONETO TERCERO
A ENARDA
101
4.
IDILIO PRIMERO
ANFRISO A BELISA
102
y del contino llanto Estos que en mi semblante
las mire yo marchitas; ves de dolor indicios, 21
entonces, solazada, 15 no son exequias tristes
30 la triste ánima mía hechas a un bien perdido,
olvidará sus penas, ni son a tu hermosura
sus males y sus cuitas; tributos ofrecidos:
entonce el llanto ardiente de tu perfidia sólo
que hoy aiega mis mejillas, 20 son argumento fijo,
35 a vista de tu llanto horror de tus engaños,
convertiráse en risa; baldón de mis delirios.
entonces las angustias No lloro tus rigores,
que el corazón me atristan, ni siento haber perdido
las ansiag que le aquejan, 25 correspondencias falsas,
40 los celos que le aguijan, favores fementidos;
se trocarán en gusto, de mi ceguedad sólo
consuelo y alegría. y mis engaños gimo;
lloro a un ingrato numen
II 30 los hechos sacrificios,
En vano te deleitas y el exhalado incienso
al ver el llant© mío, sobre un altar indigno;
cruel Belisa, En vano lloro el recuerdo infame
celebras mis suspiros. del cautiverio antiguo,
5 De lágrimas ardientes 35 y el peso vergonzoso
mi rostro humedecido, de los llevados grillos.
con las vigilias flaco, En mi memoria triste
con el dolor marchito, revuelvo de contino
tu liviandad arguye, obsequios mal pagados,
10 reprende tus caprichos, 40 desdenes mal sufridos,
y al mundo entero grita pospuestas y olvidadas
tu infamia y tu delito. finezas y suspiros.
37 entonce Cañedo.
39-40 los celos que le agobian, / las ansias que le aguijan Cañedo.
3 cruel Enarda Cañedo.
17 no san Cañ-edo.
41 pospuestos y olvidados Cañedo.
43 pero ¡ay Enarda! Cañeña.
49 perderlas Cañedo.
103
Pero, Belisa, en vano ni su color se muda,
te agrada el llanto mío, ni pierde su sosiego,
45 Amor, que ya me mira 25 ni el corazón le avisa
con ojos compasivos, del ya pasado incendio. 23
mil veces reprendiendo Sobre los mismos labios
mis lágrimas, me dijo: que en el antiguo tiempo
—Nada en perderla pierdes, sólo íormar sabían
50 ¿por qué lloras, mezquino? 30 querellas y lamentos,
residen ya los chistes,
III la risa y el contento,
las sazonadas burlas,
Ya, gracias a los dioses, los dichos placenteros.
Belisa, estoy contento; 22 35 Sus ojos deslumhrados,
ya está mi rostro alegre, que antes el dios pequeño
mis ojos ya están secos, cerró con tierna mano
5 Aquel cuitado Anfríso, del mundo a los objetos,
que en el pasado tiempo dejándolos ¡oh cruda!
en pos de tus encantos 40 para ti sola abiertos,
corría sin sosiego; hoy llenos de alegría,
aquél que en tu semblante vivaces y traviesos,
10 buscaba iluso y necio siguen el dulce hechizo
delicias engañosas, de mil semblantes bellos,
mentidos pasatiempos. 45 y de otros bellos ojos
aquél que en tus dos ojos beben el dulce incendio:
hallaba dos luceros, que ni los turba el llanto,..
15 mil perlas en tu boca, ni ofuscan los desvelos.
mil flores en tu seno;
ya sin amor, sin susto,
IV
sin ansias ni deseos,
lejos de ti o contigo. Belisa, ai fin los cielos-
20 tranquilo está y sereno. de mí se han apiadado:
Si al paso de ios suyos tú lloras y te afliges,
salen tus ojos bellos, yo estoy alegre y canto.
2 Enarda Cañedo,
40 sólo Cañedo.
1 Enarda Cañedo.
5 engañada Cañedo.
104
5 Al que antes, engañado, 15 tu honor y tu decoro,-
favoreciste tanto, con engañoso trato.
ya con dolientes voces Por él, en fin violaste
el nombre das de ingrato. mil juramentos santos»
Por él tu amor sin seso rompiste mil promesas,
10 rompió los dulces lazos 20 forjaste mil engaños.
que mi inocente cuello Ahora, despreciada,
uncían a tu carro. 24 derramas llanto amargo:
Por él abandonaste pues llora, injusta, llora,
mi fe, mi amor, mi llanto, que Anfriso está vengado •
105-
5.
ELEGÍA
A LA AUSENCIA DE MARINA5
106
de las tiernas alianzas, ¿quién, oh cruda,
entre dos almas que el amor unía
25 con vínculos eternos, te interpuso?
¿Y podrá Anselmo, el sin ventura Anselmo,
en cuyo blando corazón apenas
caber la dicha y el placer podían,
podrá sobrevivir al golpe acervo
30 con que cruel tu brazo le atormenta?
¡Ah! ¡Si pudiera en este aciago instante,
sobre las alas del amor llevado,
alcanzarte, Marina, en el camino!
¡Ay! ¡Si le fuera dado acompañarte
35 por los áridos campos de la Mancha,28
siguiendo el coche en su veloz carrera!
j Con cuánto gusto al mayoral unido
fuera desde el pescante con mi diestra
las corredoras muías aguijando! 29
40 ¡O bien, tomando el traje y el oficio
de su zagal, las plantas presuroso
moviera sin cesar, aunque de llagas
mil veces el cansancio las cubriese!
¡Con cuánto gusto a ti de cuando en cuando
45 volviera el rostro de sudor cubierto,
y tan dulce fatiga te ofreciera!
¡Ah! ¡Cuan ansioso alguna vez llegara,
envuelto en polvo, hasta tu mismo lado,
y subiendo al estribo te pidiera
50 que con tu blanca mano mitigases
el ardor de mi frente, o con tus labios
dieses algún recreo a mis fatigas!
6.
IDILIO SEGUNDO
HISTORIA DE JOVINO
A MIREO 30
108
de claros capitanes que me pasó a Compluto
y heroicos semideos; desde el hogar paterno. 34
de aquellos santos reyes Mezclado a los ilustres
que a España redimieron hijos del gran Cisneros,
25 del vu«o berberisco 55 allí me vio Dalmiro, 33
fue corte y real asiento.31 al margen por do el viejo
En él nací, del sumo y sabio Henares fluye
rector del universo con pasos graves, ledo.
sin duda descendido; Allí me vio Dalmiro;
30 que a tanto dios debieron, 60 Dalmiro, cuyo ingenio,
si no mintió la fama, ya entonces celebrado,
su origen mis abuelos. daba con vario efecto
Jovino me llamaron cuidados a las ninfas
desde los años tiernos y a los pastores celos.
nr 1 * 0 '* 32
65 De allí, quizá aguijado
oi> las nmias gejionenses;
de tan ilustre ejemplo,
y allí do va el sereno
trepar osé al Parnaso
Pilas 33 al mar de Asturias
por cima de escarmientos.
sus aguas refluj^endo,
Imberbe aún, y falto
el nombre de Jovino,
70 de inspiración y fuego,
40 con resonantes ecos,
tenté del sabio Apolo
náyades y tritones
subir al trono excelso.36
mil veces repitieron.
Luego al intonso numen
No aún mi blanca barba
enderecé mis ruegos,
manchara el pardo vello,
75 y aunque de tal descaro
45 y ya del nombre mío
mostrarse pudo ofenso,
volaba el dulce acento,
la juvenil audacia
llevado por las auras
me perdonó, y risueño
al complutense suelo.
me dio de alumno suyo
Minerva despiadada
80 el nombre y los derechos.
50 firmó el cruel decreto
35 gijonenses Cañedo.
36 el violento B.
37 Piles Cañedo, Piles es el verdadero nombre del río al que se refiere el
Voeta.
40 en resonantes B,
43 aun no B,
41 el aura B.
51 al Henares B.
67 pude B.
71 osé del mismo Apolo B.
109
Bajo de tal auspicio semblante me miraba;
viví rail días bellos, quise obligarla atento,
gocé mil dulces dichas 115 rogué, seguí sus pasos
y obré mil altos hechos. y huyóme con desprecio.
85 Bebí de la armoniosa Mas ¡ oh natura extraña
corriente del Permeso,37 del hombre en sus deseos..
después la de Hipocrene, que el fuego los entibia,
y al fin, a tragos luengos, 120 y los enciende el hielo! :43
en el raudal castalio la fuga de la ninfa
90 sacié mi afán sediento. irrita mi deseo;
Mónteme en el Pegaso,'^ la sigo a todas partes:
y en él volé ligero la busco entre los griegos,
al elevado Pindó 125 y sólo hallé sus huellas,
y al muy más alto Pierio, 39 que ya al latino pueblo
95 donde las nueve hermanas del ático pasara;
favores mil me hicieron: corrí el país que un tiempo-
de Erato, 40 aunque voluble, fue trono de las musas,
fui fino chichisbeo, 130 y ya sobre su suelo,
que en mi favor con ella de sangre, de despojos
100 tal vez intercedieron y ruinas mil cubierto,
Teócrito, Virgilio, la ninfa no habitaba;
Catulo y Anacreon; 41 desde uno al otro extremo
galanteé a Talía 135 crucé la sabia Europa,
también por algún tiempo, y al fin la hallé en los pueblos-
105 y entonces la taimada, a que uno y otro margen
con aire zahareño, del Sena dan asiento.
enmascaró mi rostro, Con culto majestuoso
y ai pie, que del proscenio 140 la ninfa vive entre ellos
el polvo nunca hollara, tenida en grande estima:
110 calzó el humilde zueco; 42 allí escuchó mis ruegos,
la grave Melpomene y dio a mis inquietudes
en tanto con severo y largo afán el premio,
110
145 subiéndome al heroico y con tirano imperio
coturno desde el zueco,44 pretende ser la sola
¡Oh cuántos ricos dones 180 señora de mi ingenio.4¡J
a sus influjos debo! Mal de su grado cede
Diome que en largos hilos mi corazón al peso
150 de los humanos pechos de ley tan inhumana,
mil lágrimas sacara, y no sin gran tormento
mil quej as y lamentos; 185 a tan severo numen
diome que hacer pudiese ofrece sus inciensos.
amables los senderos ¡Ay, Dios, los bellos días
155 de la virtud, por más que pasaron! ¡Pasó el tiempo
el fraude, el odio negro de holganza, de venturas
y la traición los pinten 190 y de contentamientos!
penosos y molestos; Pero, pues ya mis dichas
diome que al hombre hiciera, y glorias perecieron,
160 con sabios documentos, ¿por qué no fue mi nombre
de lealtad amigo en hondo olvido envuelto?
y a vil perfidia adverso; 195 ¿Por qué me habéis dejado ?
que a los potentes reyes cruel diva, en el recuerdo,
mostrase el fiero ceño de tan sabrosos gustos
165 de la fortuna airada, tan amargo tormento?
y a los sufridos pueblos ¡Oh, cuan dulces instantes,
el celo vigilante 200 qué días tan risueños
con que un poder supremo los que pasar solía
refrena los designios al margen del Permeso!
170 de príncipes aviesos: 43 ¡ Cuántas veces mi nombre
diome... Pero no digas y el de mi Enarda fueron
cuánto me dio, Mireo: 205 escritos de consuno
sus dones no divulgues, sobre los olmos tiernos,
que Astrea tendrá celos; que ya encumbró a más alta
175 Astrea, que hoy me tiene región el raudo tiempo!... 4 7
en sus cadenas preso, ¡De hiedra y verde mirto-
me trata con ley dura, 210 ornado, el suave plectro
nr
cuántas veces tañía, extiende por el viento
y al dulce son atento el triunfo de ios sabios
cantaba mis venturas, ministros de tu templo;
que duplicaba el eco! a Delio, al hijo ilustre,
215 ¡De Enarda cuántas veces 240 imagen y heredero
la gracia y dulce ingenio del gran León, tu alumno,
loaba, y sus encantos tu gloria y tu recreo.*3
encaramaba al cielo! Oh genio peregrino!
Cantaba de sus ojos Oh inimitable Delio!
220 el rutilante fuego, 245 Oh honor, oh prez, oh gloria
su frente hermosa y grave de los presentes tiempos!
y los cabellos luengos, Ya las hispanas musas,
que airosos abajaban que en hondo y vil desprecio
sobre su blanco pecho... yacían, por ti vuelven
225 Perdona, oh santa Temis, 250 a su esplendor primero;
perdona estos recuerdos: a ti fue dado sólo
Mireo los exige obrar el alto hecho.
v los conduce a Delio: Y pues tamaña empresa
J 7
112
7.
ODA PRIMERA
ODA SAFICA
5 mientras el cielo B.
6 tristes envidian B C.
8 Chinchan B C, Los presentes lloran y cruzan de los versos i y 12 exigen
también presente de indicativo en éste, en cuyo caso B C usarían el verbo
hinchar, menos poético que henchir.
9-12 Faltan estos versos en B C.
US
ven tú, Lisardo, ül y con veloces planta©
huye ligero del funesto clima
15 que a la divina, a la inocente Filis
causó la muerte.
114
¿dónde se ha ido? ¿Cómo no resuenan
en los amenos carolíneos valles
sus peregrinos melodiosos ecos
dulcisonantes?
55 dulce canto C.
61 del recinto humilde C.
115
cuando sus lares consagraba pía,
70 cuando sus fueros repetía humana,
cuando ayudaba en la civil faena
al sabio Elpino:
hoy le afrenta B i
8.
EPÍSTOLA PRIMERA
CARTA DE JOVINO
117
cuyo nombre, hasta ahora retirado
de la común noticia, ya resuena
por las altas esferas, difundido
en himnos de alabanza bien sonantes,
15 merced de vuestros cánticos divinos
y vuestra lira al sonoroso acento.
Salud os apetece en esta carta,
que la tierna amistad y la más pura
gratitud desde el fondo de su pecho
20 con íntima expresión le van dictando;
que pues le niega el hado el dulce gozo
de estrechar con sus brazos vuestros pechos,
de urbanidad y suave amor henchidos,
podrá al menos grabar en estas letras
25 la dulce sensación que en su alma imprime
del vuestro amor la tierna remembranza.
Y no extrañéis que del eolio canto6l)
cansada ya su musa, se convierta
al compás lento y numeroso que ama
30 tanto la didascálica poesía; 61
que en vano de su pecho, penetrado
del forense rumor, y conmovido
al llanto del opreso, de la viuda
y el huérfano inocente, presumiera
35 lanzar acentos dulces, ni su lira,
otras veces sonora, y hora falta
de los trementes armoniosos nervios,
al acordado impulso respondiera,
ni en fin a los avisos que me dicta
40 tu voz, oh Polimnía, con astuta
y blanda inspiración fuera otro verso
que el verso parenético oportuno. 62
¡Ah, mis dulces amigos, cuan ilusos,
cuánto de nuestra fama descuidados
32 el forense B.
34 y huérfano Cañedo.
39-42 Faltan estos versos en Cañedo,
44 cuan de B.
118
45 vivimos! ¡Ay, en cuan profundo sueño
yacemos sepultados, mientras corre
por sobre nuestras vidas, aguijada
del tiempo volador, la edad ligera!
¿Por ventura queremos que nos tope
50 sumidos en tan vil e infame sueño
la arrugada vejez, que poco a poco
se viene hacia nosotros acercando?
¿O que la muerte pálida sepulte
con nosotros también nuestra memoria?
55 Y el hombre a quien el Padre sempiterno
ornó con alto ingenio y con espíritu
eternal y celeste, ¿estará siempre
a escura y muelle vida mancipado,
sin recordar su divinal origen
60 ni el alto fin para que fue nacido?
¡Ay, Batilo! ¡Ay, Liseno! ¡Ay, caro Delio!
¡Ay, ay, que os han las magas salmantinas
con sus jorguinerías adormido!
¡Ay, que os han infundido el dulce sueño
•65 de amor, que tarde o nunca se sacude!
No lo dudéis: mis ojos, aún no libres
del susto, en un sueño misterioso
sus infernales ritos penetraron.
¿Contárosle he? ¿Qué numen me arrebata
70 y fuerza a traspasar de mis amigos
el tierno corazón? Acorre ¡oh diva!,
y pues mi voz, a tu mandar atenta,
renueva en triste canto la memoria
del infando dolor, acorre, y alza
75 con soplo divinal mi flaco aliento.
Yacen del Tormes a la orilla, ocultos
entre ruinas, los restos venerables
de un templo, frecuentado • en otros siglos
92 y hasta B,
103 -Envidia B Cañedo; lo mismo en los vs. 113, 150, 158, 176, 193 y 251
ñedo también Envidia en 231.
110 figuras horrendas B, lo que hace verso largo.
del congreso infernal la fiera Invidia
venía, de serpientes coronada
115 la frente, triste, airada, desdeñosa,
y de los Celos y el Rencor seguida.
En medio del silencio un gran suspiro
lanzó del hondo pecho, y revolviendo
la sesga vista en torno: "Nunca tanto,
120 "dijo, de vuestro auxilio y vuestras artes-
"necesité, oh amigas, ni tan fiero,
"ni tan grave dolor clavó algún día
"en mi sensible corazón su punta.
"¡Oh, si capaz de aniquilar el orbe
125 "fuese la llama atroz que le devora!
"Tres aborridos bu nombres (y con rabia
"Batilo pronunció su torpe boca,
"Delio y Liseno) por el ancho mundo
"va esparciendo la Fama, mi enemiga,
130 "Su trompa los proclama en todas partes,
"y ya a más alto vuelo preparada,
"si no la enmudecemos, estos nombres
"serán muy luego alzados a las nubes,
"y sonarán del uno al otro polo.
135 "Febo, loe patrocina, y no le es dado
"a mi flaco poder mancharlos; pero
"se rendirán al vuestro, si adormidos
"en blando amor..." No bien tan fiera idea
cayó del sucio labio, cuando en torno
140 del demolido templo en raudos giros
dio el maléfico coro siete vueltas.
Después alternativas susurraron
muchos versos de ensalmo, con palabras
de mágico vigor y rabia henchidas,
145 a cuya fuerza desde la honda entraña
de la tierra salieron redivivos
122
en tierno llanto entonces anegados,
vieron ¡oh maravilla! los tres nombres,
los dulces nombres de Ciparis bella,
de Julinda y de Mirta la divina, 71
185 que estaban allí escritos. Y cual suele
—si tiene tal prodigio semejante—
brillar con propia luz en noche oscura
la lícnide purpúrea, 7 2 que en su rumbo
suspende al receloso caminante,
190 así en la oscuridad resplandecían
los tres amados nombres. Entre tanto
mi corazón absorto palpitaba
de pasmo y de temor. La Invidia entonces,
dividiendo en pedazos muy menudos
195 las esplendentes nóminas, de esta arte
habló a sus compañeras: "Consumemos
" ¡ o h amigas! nuestra obra, y estos nombres,
"adorados de Delio y sus secuaces,
"a la maligna confección mezclemos,
200 "Su virtud penetrante, aun más activa
" q u e los venenos mismos, irá recta-
"mente a iludir sus tiernos corazones;
"y a blando amor eternamente dados,
"la vida pasarán adormecidos,
205 " y morirán sin gloria". Dijo, y luego
mezcló los rutilantes caracteres
al cruel maleficio, e infundióles
nuevo vigor con su maligno soplo.
Repitieron Fas brujas el susurro
210 sobre la masa ponzoñosa, y dieron
alegre fin a la perversa junta.
Yo en tanto, lleno de dolor, enviaba
184 Juaiinda B; Ceán, al citar a las ninfas de los tres voetas (íiMemorva8,'>;
pág. 291), también Juaiinda.
189 el Cavanilles.
195 este Cañedo.
196 compañeros B.
199 la maglina B.
209 sus susurros B.
del hondo pecho a Apolo ardientes votos.-
"Brillante dios, decía, si la gloria
215 " d e tan dignos alumnos interesa
"tu pía omnipotencia en favor suyo,
" ¡ a h , destruye la fuerza venenosa
"del duro encantamiento, y de la infamia
"y de la eterna escuridad redime
220 "los nombres que otra vez has protegido!
" ¡ D e s a t a el preparado encantamiento,
"y sálvalos, oh Dios, p a r a que eterna-
"mente suba a tu trono el dulce acento
" d e su lira, en cantares eucarísticos
225 "gratamente empleada!" Aquí llegaba
el bien sentido ruego, que sin duda
oyó piadoso el numen, porque al punto
descendió un resplandor desde lo alto,
al meridiano sol m u y semejante,
230 que iluminando el pavimento ombrío,
al golpe de su luz postró a la Invidia
y a sus viles ministras, y arrojólas
precipitadas hasta el hondo abismo.
¿Será estéril, oh amigos, de este ensueño
235 el misterioso anuncio? ¿Siempre, siempre
dará el amor materia a nuestros cantos?
¡De cuántas dignas obras, ay, privamos
a la futura edad por una dulce
pasajera ilusión, por una gloria
240 frágil y deleznable, que nos roba
de otra gloria inmortal el alto p r e m i o !
No, amigos, n o ; guiados por la suerte
a más nobles objetos, recorramos
en el afán poético materias
245 dignas de una memoria perdurable. 7 3
217 ay Cañedo.
219 oscuridad B uañedo.
225 empleado Cañedo, concertando con acento y no con lira.
230 umbrio Cañedo.
237 cuántas obras dignas B.
245 de una gloria B.
124
Y pues que no me es dado que presuma
alcanzar por mis versos alto nombre,
dejadme al menos en tan noble empeño
la gloria de guiar por la ardua senda
250 que va a la eterna fama, vuestros pasos."
Ea, facundo Delio, tú, a quien siempre
Minerva asiste al lado, sus, asocia
tu musa a la moral filosofía,
y canta las virtudes inocentes
255 que hacen al hombre justo y le conducen
a eterna bienandanza. Canta luego
los estragos del vicio, y con urgente
voz descubre a los míseros mortales
su apariencia engañosa, y el veneno
260 que esconde, y los desvía dulcemente
del buen sendero, y lleva al precipicio.
Después con grave estilo ensalza al cielo
la santa religión de allá abajada,
y canta su alto origen, sus eternos
265 fundamentos, el celo inextinguible,
la fe, las maravillas estupendas,
los tormentos, las cárceles y muertes
de sus propagadores, y con tono
victorioso concluye y enmudece
270 al sacrilego error y sus fautores.7'1
Y tú. ardiente Batilo, del meonio
cantor émulo insigne,76 arroja a un lado
el caramillo pastoril, y aplica
a tus dorados labios la sonante
275 trompa, para entonar ilustres hechos.
Sean tu objeto los héroes españoles,
las guerras, las victorias y el sangriento
furor de Marte. Dinos el glorioso
incendio de Sagunto, por la furia
280 de Aníbal atizado, o de Numancia,
terror del Capitolio, las cenizas.
292 también y el B.
293 metellhimeo B.
303 las empresas Cavanilles.
307 B escribe scena. Igual en el verso 322.
126
Despierta, pues, oh amigo, y levantado
sobre el coturno trágico, los hechos
sublimes y virtuosos, y los casos
lastimeros al mundo representa.
320 Ensalza la virtud, persigue el vicio,
y por medio del susto y de la lástima
purga los corazones.79 Vea la escena
al inmortal Guzmán, segundo Bruto,
inmolando la sangre de su hijo,
325 de su inocente hijo, al amor patrio...
¡Oh espirtu varonil I ]Oh patria! ¡Oh siglos?
en héroes y altos hechos muy fecundos!
Vuestro auxilio también en esta empresa
imploro, oh mi Batilo, oh sabio Delio.
330 ¡Ah, vea alguna vez el pueblo hispano
en sus tablas los héroes indígenas
y las virtudes patrias bien loadas ! sc
Bajar podréis también al zueco humilde,
y describir con gesto y voz picantes
335 las costumbres domésticas, sus vicios
y sus extravagancias... Pero, ¿dónde
encontraréis modelos? Ni la Grecia,
ni el pueblo ausonio, 81 ni la docta Francia
han sabido formarlos. Reina en todos
340 el vicio licencioso y la impudencia.
Mas cabe el ancha vía hay una trocha,
hasta ahora no seguida, do las burlas
y el chiste nacional yacen en uno
con la modestia y el decoro aliados.
345 Seguid, pues, este rumbo. ¡Qué tesoros
descubriréis en él! ¡Será el teatro
escuela de costumbres inocentes,
de honor y de virtud! Será... Mas, ¿dónde
del bien común el celo me arrebata?* 2
127
¡Ah. si su llama alcanza a vuestro pecho,
de los trabajos vuestros cuan opimos
frutos debo esperar! ¡Y cuánta gloria
estará en otros siglos reservada
al celo de Jovino, si esta insigne,
si esta dichosa conversión, que tristes
y llenas de rubor tanto ha que anhelan
las musas españolas, fuese el fruto
de sus avisos dulces v amigables!
9.
EPÍSTOLA SEGUNDA
AL ABAD DE VALCHRETIEN
S3
Mr. D'EYMAR
6 costumbres mediando B.
129
el ayo de Nerón y el numeroso
cantor de los farsálicos horrores; 36
que en pos de ti discurra el ancha falda
20 de los Marianos montes,87 patria un tiempo
de fieras alimañas, y hoy milagro
del arte y de la industria ;S8 que penetre
por ios sedientos campos de la Mancha,
tumba del Guadiana memorable, 89
25 no hollados ya de héroes ni gigantes; 90
que te acompañe, en fin, hasta que pueda
besar contigo la imperial corriente
del pobre y respetado Manzanares.
Permítela también que al lado tuyo
30 pise después con planta temerosa
el suelo carpentano,1'1 la dorada
arena de Carpento, do tuvieron
su cuna y su mansión mil altos reyes,-
Juntos allí veremos las grandezas
35 del imperio español, y reducidos
a muy breve recinto, admiraremos
el sudor y opulencia de dos mundos.
Luego entraremos tímidos del trono
que ocupa Carlos82 a la augusta gloria,
40 y asentados verás allí a su diestra
la religión, el celo, la justicia,
la piedad y el amor, firmes apoyos
de su poder, su gloria y ornamento.
De su real familia en los semblantes
45 verás la tierna humanidad pintada,
cautivando mil almas, y el glorioso
espirtu varonil del cuarto Carlos,
19 la ancha B.
25 hallados Cavanilles.
37 los mundos Cavanilles.
38-39 al trono / q. o. C. con a. Cañedo.
40 sentados Cañedo; tu diestra Cavanilles.
41 celo y la B.
47 espíritu Cavanilles B. cosa que repiten en todos los casos en que la me-
dida exige espirtu.
sucesor destinado a sus virtudes
y su trono, y objeto ya constante
50 de amor a los hispanos corazones.
Después que beses las augustas manos
con labio reverente, y reflexivo
tanto esplendor y majestad contemples
huiremos de allí, no sea que al soplo
55 del aire palaciego algún maligno
influjo dañe tu alma generosa;
huiremos de allí, y atrás dejando
la oficiosa ambición, el necio orgullo,
la negra invidia, el fraude, la lisonja
60 y otros áulicos monstruos, a más dignos
objetos volveremos nuestros ojos.
Más bien será que en la intrincada senda
del matritense laberinto guíe
la alma filosofía nuestros pasos;
65 la alma filosofía, a cuyas voces
tan avezada, Eymar, está tu oreja.
Con ella subiremos a los templos
do tiene culto Astrea,93 y do del numen
atentos a la voz de sus oráculos,
70 la infalible sanción escucharemos.
Allí verás, sentados a la sombra
del solio, en alto escaño, a los severos
ministros de la diosa, con oscuras
y luengas vestiduras ataviados;
75 de la suprema voluntad del numen
son órgano sus bocas, y dos mundos
ven su felicidad de ellas pendiente.
El celo del bien público las abre
y las hace elocuentes, y del numen 94
80 calor e inspiración reciben sólo.
Pero si alguna, al interés movida,
132
que te ofrece la patria, mientra el cielo
labra más alto premio a tus virtudes! 98
Mira también entre los mismos muros,
Eymar, otros alumnos de Minerva,
120 deteniendo del tiempo el raudo curso: 99
míralos renovando la memoria
de los pasados héroes, sus nombres
a los siglos futuros perpetuando.
Otros allí verás, atentos siempre
125 a conservar la gloria y la pureza
del lenguaje español, de sus dominios
las ajenas y bárbaras palabras
y las espurias frases desterrando.1"0
Admíralos, Eymar, mientras, muy dignos
130 de eterna gratitud, al bien consagran
de su patria y hermanos sus fatigas.
Ven conmigo después a la ancha casa
do están depositados los milagros
de arte y naturaleza.1"1 ¡Dulce amigo!,
135 ve aquí de tu atención dulces objetos.
Cuanto produce el ámbito espacioso
de uno y otro hemisferio, en aire, en tierra,,
en fuego, en mar, aquí verás cifrado.
Sacia tu sed, y por las varias clases
140 de entes, o ya perfectos o monstruosos,
ricos, raros, hermosos o terribles,
tiende la experta y penetrante vista.
Carlos redujo toda la natura
a tan breve recinto. También mora,
145 gracias a su piedad, con ella el arte; 102
el arte, imitador de la natura. lu3
1X6 mieoitras B.
1.17 alto imperio B.
119 a otros B.
120 raudo vuelo B,
122 y sus Cañedo.
135 dignos B Cañedo.
137 aire y tierra B.
145 en ella B.
pues cuanto ella produce y perfecciona
la mano del artista imita diestra,
en lienzo, en piedra o en sempiterno bronce.
150 ¡Oh, benéficas artes, que el muy Alto
para alentar a la virtud produjo!
¡A vosotras es dado solamente
el hacer inmortales! ¡Almas grandes,
corred al heroísmo! Vuestros nombres
155 ya no irán con vosotros al sepulcro:
Carlos hará que vivan respetados
en la posteridad, y en vuestra muerte
no moriréis del todo.
Pero vamos,
Eymar, y nuestros pasos a más dulces
160 objetos dirijamos, también dignos
de tu especulación. Amables ninfas
del claro Manzanares, salid prontas,
salidnos al encuentro, y por un rato
permitidnos llegar a vuestros coros.
1.65 ¿No vea, Eymar, la gracia y gentileza
que brilla en sus semblantes? La alma Venus
su imperio les cedió; su dulce imperio,
sobre esforzados pechos ejercido,
donde viven esclavos los más altos,
170 nobles y generosos corazones.
Ea/ pues, moradoras de Carpento.
venid, y con guirnaldas de odoroso
mirto tejidas, y de verde hiedra,
venid y coronad al nuevo huésped;
175 venid a coronarle, y pues su lira,
diestramente tañida tantas veces
a orillas del Secuana,104 fue embeleso
134
de sus graciosas ninfas, de vosotras
logre también el galardón debido.
180 Llega, Eymar, nada temas: el agrado
es su virtud genial.10" ¡Ah, si al hechizo
de sus ojos resistes; si no rindes
tu albedrío al imperio de sus labios;
si las ves, si las oyes con tranquilo
185 y libre corazón... Guárdate, oh amigo,
guárdate de pasar por insensible;
guárdate... Mas permite que mi musa
vuelva sus pasos a la fresca orilla
deí Betis, do, quejosas de esta ausencia,
1L90 la esperan ya las ninfas sevillanas.
IDILIO TERCERO
10ü
A BATILO
136
11.
IDILIO CUARTQ
A CALATEA
9 por acaso B C.
20 martirios JB C.
137
12.
IDILIO QUINTO
AL CUMPLEAÑOS DE CALATEA
138
13.
IDILIO SEXTO
A LA MISMA
10 el cielo B C.
36 su lindeza Cavanüles.
24 su esfera Cavanüles,
29 m e dirá C.
33 su brillo B C.
34 su gracia y su viveza B.
.35-36 Faltan estos versos en B C.
139
y del clavel purpúreo ¡Ah, no me las ocultes,.
tus labios son afrenta. oh cruda Galatea!
45 Juegan sobre tu boca 55 ¡Guarte, que no se enoje r
las risas halagüeñas, si al mundo se las niegas,.
y en el ebúrneo pecho la mano bienhechora
la candida azucena de la Naturaleza!
derrama su blancura, ¿Criólas por ventura
50 ¡Ay Dios, cuántas bellezas 60 para que no se vieran?
mis ojos inflamados Si es ella generosa,
registran en tu esfera! ¿por qué eres tú avarienta?
50 oh Dios B C.
52 su esfera Cavanilles B C,
53 ay Cañedo.
140
14.
IDILIO SÉPTIMO
A LA MISMA
141
15.
IDILIO OCTAVO
IOS
A MIREO
142
16.
ODA SEGUNDA
143
¿Y a quién, oh lira mía,
debes encaminar el alto acento?
.15 ¿Dónde de tu armonía
el objeto se halla? ¿El firmamento
le encierra acaso? ¿Habita en el profundo.
o se oculta en los ámbitos del mundo?
25 El tronco derivado
del real augusto tronco de Castilla.
al noble y sin mancilla
tronco de los Vélaseos enlazado,
germina, reflorece,
30 y nuevos frutos a la tierra ofrece.
144
Sobre las nubes veo
una turba de héroes congregados.
45 Se ofrecen al deseo
sacerdotes, guerreros, magistrados,
cuya virtud se mira ejercitada
en la toga, en la mitra y en la espada.
65 Un delicado infante,
más que el lucero matutino hermoso,
y como el sol brillante,
preside a todo el escuadrón glorioso;
sobre su tierna frente ¡oh maravilla!
70 impreso miro el nombre de Castilla.
45 ofrece C.
53 a una verdad B C.
59 inmortal nombre C.
62 eregidos B.
Í64 oirán el turco y el peruano y chino Cañedo ; persiatfio B C,
del honor y el valor acompañado^
los tiernos pasos del infante guía;
75 le dirige, y presenta a su memoria
los templos del honor y de la gloria,
85 también tú en el congreso,
de tantos descendientes rodeada,
estabas arrullando al tierno infante.
Tú eras de tantos héroes embeleso,
de gracias y virtudes coronada,
90 a la estrella de Venus semejante,
o cual se ve la Aurora en el oriente,
viva, graciosa, clara y refulgente.
80 del padre B C.
87 el tierno B C.
88 tú serás B C.
99 descubrirás la mía Cañedo.
100 mi voz detiene B C.
146
Mándanme ya que calle,
y una mano invisible
corta a mi musa el temerario vuelo.
Mortales que habitáis en este valle
105 de confusión, estirpe corruptible,
que de males y horror henchís el suelo,
vosotros no sois dignos
de penetrar arcanos tan divinos.
EPÍSTOLA TERCERA
3 continuo Cavanüles.
8 eras centro feliz Nocedal.
10 me detienes Cañedo.
14 absencia B Cañedo.
148
¡Ayi ¿dónde iré a esconder, de ti distante
y de su dulce vista, mi congoja?
¿En qué clima del mundo hallar pudiera
algún solaz esta ánima mezquina? 1 1 "
20 Sumergido mi espirtu en un profundo
golfo de congojosos pensamientos,
va mi cuerpo arrastrado al albedrío
de los crueles hados, ¡Ay cuan rauda-
mente me alejan las veloces muías
25 de tu ribera, oh Betis deleitoso!
Siguen la voz. con incesante trote,
del duro mayoral, tan insensible,
o muy más que ellas, a mi amargo llanto.
Siguen su voz; y en tanto el enojoso
30 sonar de las discordes campanillas,
del látigo el chasquido, del blasfemo
zagal el ronco amenazante grito,
y el confuso tropel con que las ruedas
sobre el carril pendiente y pedregoso
35 raudas el eje rechinante vuelven,
mi oído a un tiempo y corazón destrozan. 116
De ciudad en ciudad, de venta en venta
van trasladando mis dolientes miembros,
cual si ya fuese un rígido cadáver,
40 ¡Ah, cuál me lleva triste y mal p a r a d o
el acerbo dolor! ¡Ay, cuál me lleva,
de tal arte abatido que no hay cosa
que vuelva el gozo a mi ánima angustiada!
Ni los alegres campos, del otoño
45 con las doradas galas ataviados,
ni la inocente v rústica algazara
17 tu dulce B.
20 espíritu Cavanilles B.
22 arrastrando B.
25 deleitosa B Cañedo; éste y Nocedal consideran a Betis como femeninc?
a juzgar por la puntuación.
30 ruido de las B.
40 ay cuál me tiene B.
41 cuál me tiene B.
con que hace resonar los hondos valles
la bulliciosa juventud, que roba
del padre Baco los opimos dones;
50 ni en las verdes laderas ios rebaños,
do con las llenas ubres de su madre
juega balando el tierno corderillo;
ni las canoras aves por el viento;
ni en su argentado margen, por mil giros
55 serpeando el arroyuelo mormurante,
ni toda, en fin, la gran naturaleza
en su estación más rica y deleitosa
te causa algún placer al alma mía.
En vano se presentan a mis ojos
60 la ancha y fecunda carmonense vega,
hora de sus tesoros despojada; 117
la orilla del Geni!, ceñida en torno
del árbol a Minerva consagrado,
donde ya el pingüe fruto bermejea;
65 los cordobenses muros, con la cuna
de tanto ilustre vate ennoblecidos;
mil pueblos que del seno enmarañado
de los Marianos montes, patria un tiempo
de fieras alimañas, de repente
70 nacieron cultivados, do a despecho
de la rabiosa invidia, la esperanza
de mil generaciones se alimenta;
lugares algún día venturosos,
del gozo y la inocencia frecuentados,
75 y que honró con sus plantas Galatea,
mas hoy de Filis con la tumba fría
y con la triste y vacilante sombra
del sin ventura Elpino ya infamados,118
y a su primer horror restituidos;
48 ni la bulliciosa fí, qve hace largo el verso y deja sin sujeto el veroo
hace del verso anterior,
54 argentada Cañedo.
•55 murmurante B Cañedo.
71 envidia Cañedo,
150
SO en vano todo aquesto mis cansados
ojos, al llanto solamente abiertos,
en sucesiva progresión repasan;
que aunque tal vez en lágrimas bañados
del sol los halla el rayo refulgente,
:85 nada les da placer. Por todas partes
descubren cólo un árido desierto,
y esles molesta hasta la luz del día.
Mas ¡ay! lejos de ti, Sevilla, lejos
de vosotros, oh amigos, ¿cómo puede
90 ser de mi corazón huésped el gozo?
¿Por ventura moraron de consuno
alguna vez la pena y el contento?
La clara luz del sol más enemiga
no es de la negra noche y su tiniebla
'95 que lo es de la alegría mi tristura.
Busco sólo la acerba remembranza
del bien perdido, y sólo me consuela
llorar mi desventura y mi mancilla.
Van por el aire vago mis querellas,
100 capaces de ablandar las rocas duras,
do las repite el eco lastimado.119
Vosotros, vientecillos, que batiendo
las alas odoríferas, al clima
que el meridiano sol inflama y dora
105 lleváis el refrigerio apetecido,
¡ay! sobre ellas también llevad piadosos
mis flébiles acentos a su esfera.
Y tú, piadoso Betis, que al encuentro
tantas veces me sales, condolido
110 de mi dolor, y en tu corriente pura
mis lágrimas recoges tantas veces,
¡ay! llévalas do puedan con las suyas
mezclarlas Calatea y mis amigos;
95 de mi alegría JS.
96 busca Cañedo.
106 piadosas B.
llévaselas, oh padre venerando,
115 que, si por otras dotes eminente,
de hoy más serás por tu piedad famoso.
De hoy más serás nombrado, y de tu orilla
los cisnes cantarán en loor tuyo
frecuentes himnos; subirá tu fama
120 sobre la fama del sagrado Tibre,
y en tu alabanza emplearán por siempre
Jovino y sus amigos la su lira.
Mas ¡ay!, ¿dó estáis agora, oh mis amig
Tú, mi dulce Miguel, 120 tú, gloria mía,
125 gloria y honor del hispalense suelo,
de pundonor y de amistad dechado,
tesoro de virtud y de doctrina,
oculto empero en ejemplar modestia
y abierto sólo al pecho de Jovino;
130 tú, amado Caltojar, 121 que en floreciente
y hermosa juventud eres espejo
y flor de la andaluza gallardía,
buen esposo, buen padre, buen patriota,
en fe constante, en amistad sincero;
135 y tú, querido I s i d r o , 1 " otra esperanza,
ausente yo, de la hispalense Temis,
perseguidor del vicio, y de la santa
virtud apoyo: eternos compañeros
de mi florida edad, dulces amigos,
140 pedazos de mi alma, ¿dó estáis h o r a ?
¿Acaso vais al ancho consistorio
a consagrar, alumnos de Sofía, 123
vuestros talentos a la dulce patria?
¡Ay, os diera yo ejemplos otras veces
145 de esta virtud honrada y provechosa,
de este amor patrio, y juntos le buscabais
152
en pos de mí con generoso anhelo!
¿ P o r ventura pisáis la verde orilla
del ancho Beti, y con discursos graves
150 o sazonados chistes, vais las horas,
las fugitivas horas engañando?
¡Ay! en tan dulce y noble compañía,
¿por qué no se halla el triste de Jovino?'
¿Quién le arrancó de tan feliz m o r a d a ?
155 ¿Quién le privó de tan cabal ventura?
¡Ah, ya no volverán esos lugares,
do el alma paz, el gusto y la alegría
moran de asiento, a recrear sus ojos!
Mas hora que en las aguas lusitanas
160 su rostro esconde el p a d r e de las luces,
¿acaso vais en dulce compañía
a ver a ía angustiada Galatea?
¡Ay! ¿dó se esconde? ¿Acaso en la espesura
del verde enmarañado laberinto
165 del real jardín, m o r a d a deliciosa,
do al canto de ella en tiempo más felice,
de vosotros también acompañado,
se solazaba el triste de Jovino?
¿Acaso, avergonzada, entre las murtas
170 esconde su semblante, aquel semblante,
trono de la modestia y alegría,
y agora en tristes lágrimas b a ñ a d o ?
¡Ay! di, ¿por qué te escondes, Galatea?
Divina Galatea, ¿desde cuándo
175 la natural ternura es un delito?
¿El ojo más procaz notar pudiera
las lágrimas vertidas en el seno
de una amistad virtuosa y sin m a n c i l l a ?
Su llanto escondan los que en él al mundo
182 solamente B.
183 en su Cañedo.
205 competer Cañedo.
2X1 y se mofaban B.
154
y tú con blando enojo los reñías.
215 ¡Ay! ¿qué maligna estrella, qué hado impío
le arrebató a Jovino esta ventura,
esta feliz y llena bienandanza?
¡Ay! ¿dó le arrastra su fatal destino?
Llévale en corta edad a que se engolfe
220 en alta mar, donde al continuo embate
de afanes y vigilias, de ti ausente,
su vida a un tiempo y su ventura acabe.
Llévale a sepultar su triste llanto
en lejana región, sólo habitada
225 de pechos insensibles, do no tienen
la compasión ni la piedad manida.
Llévale a ser esclavo de una austera
terrible obligación, ¡ay, cuan costosa,
ay, de su blando pecho a la ternura!
230 Llévale, en fin, a que en afán contino
espere la vejez, la edad del llanto,
de cuidados y males combatida,
y de los dulces años con la triste
remembranza, más triste y congojosa.
235 Vendrá en pos de ella, aunque con lento paso,
la perezosa muerte, único puerto
a los extremos males; más vendráse
lentamente la cruda, sólo pronta
a cortar con segur inexorable
240 la flor de juventud viva y alegre,
empero siempre sorda y detenida
al infeliz que en su favor la invoca.
¡Ay, cuándo, cuándo el deseado día
vendrá a acabar con mi perenne llanto!
214 mas tú B.
219 a corta Cañedo.
220 el continuo Cañedo. En el texto convendría corregir: contino.
222 y ventura B.
226 y la piedad Cañedo.
228 y cuan Cañedo.
232 de males y cuidados B Cañedo.
155
13.
CANTILENA
Los manuscritos que la recogen son: Cavanilles, fcl. 86, y B, fol. 46.
Fué editada por Cañedo, VII, pág. 266. Preferimos el texto de Cavanilles..
Por formar parte del manuscrito Cavanilles ha de ser de 1779 o ante-
rior. Don Ramón de Posada pasó de Guatemala a Méjico, para desempeñar
el cargo de fiscal de su Audiencia, en 1779; pero el citar en el titulo dicho
cargo no implica que la poesía tenga que ser de ese año pues basta que el
manuscrito en que se incluyó sea posterior al nombramiento. No puede ser
anterior a 1774, año en que Posada obtuvo su primer cargo en América.
8 otros tiempos B.
19 que a plantas B.
20 otro tiempo B.
28 se ostenta! Cuando menos Cañedo.
156
tomó la melodía, y Amor le inspiró versos,
la exactitud del metro, ¿Debió tal vez Leonarda
35 el número armonioso, a Amor su magisterio?
los agudos conceptos, ¡Ah, cuántos envidiosos
la gracia y la dulzura 50 tendrá tu entendimiento,
que hierven en sus versos? discreta Safo! ¡A cuántos
El rubio y claro Apolo inflamarán sus celos!
40 fue acaso su maestro? ¡Dichoso el que alcanzare,
¿Acaso de las musas con bien tañido plectro,
los virginales pechos 55 loar condignamente
tocó algún día? ¿Acaso tan peregrino ingenio!
crióse en el Permeso? ¡Y mucho más dichoso
45 Safo a Faón quería, quien logre ser tu empleo!
3T y la hermosura B.
46 la inspiró Cañedo.
56 tu peregrino B.
58 logra Cavanilles Cañedo.
157
19.
EPIGRAMAS
A UN AMIGO
Pregúntame un amigo
cómo se habrá de hoy más con las mujeres;
y yo a secas le digo
que, bien que en esto hay varios pareceres,
ninguno que llegare a conocellas,
podrá vivir con ellas, ni sin ellas.
II
158
III
A LA MISMA
IV
A UN MAL ABOGADO
VI
A UN PREDICADOR
159'
contra las de ancho vestido
y las de estrecho calzado.
5 Por eso alguno ha notado
tu sermón de muy severo;
yo que no se engaña infiero
de que, olvidando tu oficio,
sola la virtud y el vicio
10 te dejaste en el tintero.
3 los B.
4 los B.
7 pero que se engaña infiero Cañedo; y que no se engañó infiero E.
8 porque olvidando Cañedo; de que llenando tu o. B.
9 sólo B Cañedo.
160
20.
SONETO CUARTO
A ENARDA
PRIMERA VERSIÓN
161
SEGUNDA VERSIÓN
1 Anarda Cañedo, que creemos debe considerarse como errata, sin rela-
ción alguna con la condesa de Montijo, a quien Melendes Valdés d&
alguna vez el nombre de Anarda.
21.
IDILIO NOVENO
A UN SOLITARIO
163
22.
IDILIO DÉCIMO
AL SOL125
Hay copia ele este idilio en los siguientes manuscritos: Cavanilles, fol. 72
v., B, fol. 16, y C, fol. 118 v. Lo publicó por primera vez SEMPERE Y GUARINOS,
Ensayo de una Biblioteca española de los mejores escritores del reinado de
Carlos III, III, Madrid, 1786, pág. 145. Fué recogido después por Cañedo, I,
pág. 92, y seleccionado por QUINTANA en sus Poesías selectas castellanas, IV,
Madrid, 1830, pág. 309. Preferimos como en otros casos la lección de Cava-
nilles.
En cuanto a su fecha sólo cabe afirmar que es anterior a 1779 por ha-
ber sido recogido en el manuscrito Cavanilles.
3 a cuyos B C Sempere.
4 influjos B C Sempere.
8 de 1' alba Cavanilles B; de la alba C.
9 sales sobre el oriente B C Sempere.
14 curso las diamantinas Quintana.
25 la tenebrosa noche B ® Sempere Cañedo.
164
y busca en los profundos por las eoas cimas 1 2 6
30 abismos su guarida. 45 rigiendo tus caballos
El sueño perezoso, con las doradas bridas:
las sombras, las mentidas o ya el luciente carro
fantasmas y los sustos, con nuevo ardor dirijas
su horrenda comitiva, al reino austral, de donde
35 se alejan de nosotros, 50 más luz y fuego vibras;
y en pos del claro día o en fin, precipitado
el júbilo, el sosiego sobre las cristalinas
y el gozo nos visitan. occiduas aguas caigas
Las transparentes horas, con luz más blanda y tibia f
40 de clara luz vestidas, 55 tu rostro refulgente,
señalan nuestros gustos tu ardor, tu luz divina
y miden nuestras dichas. del hombre serán siempre
O bien brillante salgas consuelo y alegría.
165
23.
IDILIO UNDÉCIMO
JOVINO A ENARDA
9 la diva B C.
14 Falta y por indudable error de copia en C.
28 es dueño y soberano C.
166
sus leyes reconocen se rinden, y a su carro
.'30 la tierra y cielo esclavos. uncidos, todos vienen
Los Globos christalinos, 60 sus triumphos celebrando.
de sólo amor guiados, Pero entre todos ellos
giran en torno al mundo el hombre más colmados
con buelo arrevatado; obsequios, omenages
35 y del Amor las Leyes más puros va prestando;
eternas observando, 65 que otros vivientes aman
cuentan en raudos giros, de su instinto arrastrados.
sonoros y acordados, empero el Hombre sólo
las Horas y los Días. de la razón guiado.
-40 los Meses y los Años. El Hombre venturoso
Pero en la tierra egerce 70 encierra en los arcanos
imperio más templado de su razón las Leyes
el ciego Dios, más dulce, que Amor le ha señalado.
más firme y dilatado, El Hombre apreciar solo
45 y no hai viviente alguno con dignos holocaustos
que de él no viva esclavo. 75 sabe de la Hermosura
Allá en los altos montes la gracia y el encanto.127
y en los escuros antros Dígalo ¡ai Dios! ¡o Enarda!
sienten de amor la llama Jovino enamorado,
-50 los Brutos abrasados. que vive de tus ojos
Los Peces en el golfo 80 reconocido esclavo.
del tiro envenenado Un corazón lo diga
salvarse no han podido; donde gravó con rasgos
ni sobre el aire vago de fuego \a tu imagen
.55 las Aves por su buelo Amor con tierna mano.
ni por su dulce canto. 85 ¡Ai! yo era todavía
Todos de amor al yugo entonces un muchacho
167
L. Afín****
•A* A~¿*"»
JU a**
fe. &£&*&£&•
n'omt* 11 d» r « t Af í t * H
J-t*" A*t*\
S*frr+se¿, ,
« ^
168
¿^í A*f f¿*¿~ >••• i~,
>
/ * » / • * - - > i í » ^ ^.•fc^.
!¿&*¿m * ^ - X u Jhn+~e
&
p»fy#», •pJíffra/fm~¿+*
i
\ ;
169
alegre y bullicioso, 105 curso de la Fortuna
sencillo y agraciado, ni el tiempo, ni el amargo
y oi ya sobre mí siento dolor de larga ausencia,
90 el peso de los años, ni el incesante llanto
Dígalo una alma fina. que derramó al mirarte
do tiene lebantado 110 alegre en otros brazos,
su trono tu hermosura, mudar nunca pudieron,
y do, bibrando rayos, y en quien estorvos tantos
95 tus ojos egercitan del fuego primitivo
el peligroso mando. la llama no apagaron. 128
¡ Ai! ¡ Quántas veces, quántas, 115 Cantemos, pues, ¡o Enarda!
los míos al estraño en Hymnos acordados
ardor de sus pupilas de Amor y sus dulzuras
100 quedaron abrasados! el delicioso encanto,
Dígalo, en fin, Jovino, mientras los roncos silvos
a quien ni los alhagos 120 del Aquilón elado
de otras mil hermosuras, llenan a los mortales
ni estorvos mil, ni el vario de susto v sobresalto.
91 un alma B.
.94 vibrando rasgos B
170
24.
IDILIO DUODÉCIMO
A ENARDA
171
25.
IDILIO DECIMOTERCERO
2 tanridios campos B C.
5 pudo Cañedo.
7 en triunfos ni blancura B C; en triunfo ni en blancura Cañedo.
172
26.
IDILIO DECIMOCUARTO
A ANFRISO
173
"qué dios, qué avieso genio, con quejas vergonzosas,
30 "con influencia esquiva, con lágrimas indignas.
"pudo apartar dos almas 55 ¡Ay! guarte, no te dobles;
"que el blando amor unía?" ¡ay! guarte, no te rindas.
Mas ¡ay!, que son acaso, Si te ama, sufre y deja
oh Ainfriso, de tu Lisa que con crueza impía
35 fingidos los enojos: traspase sus entraña^,
que a veces desconfían 60 la flecha vengativa
celosas las mujeres con que ella herir de lleno
de nuestra fe. v altivas. tu corazón medita.
para probarnos sólo, Verás que amor la vuelve
40 nos niegan sus caricias. a tus halagos fina,
Cubren la ardiente llama 65 y aquella que a tu pecho
que el pecho les agita hizo sentir esquiva
y en vez del dulce agrado tan fieros sobresaltos,
y en vez de blanda risa, de su desdén corrida,
45 ofrece su semblante hará, por obligarte,
enojo y crueles iras. 70 finezas exquisitas;
Mas guarte, no la creas, y tú estarás vengado,
Anfriso, a la maligna; cuando ella arrepentida.
¡ay! guarte, no te engañe Mas, si no te ama, ¡ay! guarte,.
50 con sus astucias Lisa. no adules su perfidia
Cuando se muestre airada, 75 con quejas vergonzosas,
no adules su malicia con lágrimas indignas.
174
27.
EPÍSTOLA CUARTA
DE JOVINO A ANFRISO,
ESCRITA DESDE EL PAULAR130
PRIMERA VERSIÓN
EPÍSTOLA ELEGIACA
Credibile est Mi Numen inesse loco.,
(OVIDIO),..
175
dulce parar con su cantar sabroso
10 del Manzanares la imperial corriente
y la atención de sus soberbias ninfas.
¡Plugiera a Dios, oh Anfriso. que el cuitado
a quien su hado no guarda tal ventura
supiera huir del mundo los peligros!
15 ¡Plugiera a Dios que ya que a tan seguro
puerto arribó su pobre navecilla,
supiera entrarla cuerdo en este abrigo
de tan santos ejemplos enseñado!
Huyera así la furia tempestuosa
20 de los contrarios vientos, los escollos
y las fieras borrascas, tantas veces
¡ay! entre susto y lágrimas corridas.
Así también del mundanal tumulto 133
lejos, y en estos montes guarecido,
25 gozara alguna vez jay! del reposo,
que hoy desconoce mi angustiado pecho.
Mas jay de mí!, que hasta en el santo asilo
de la virtud me acosa y me persigue
la imagen enemiga, la importuna
30 divina imagen de la infiel Enarda.
Busco por estos claustros silenciosos
el reposo y la paz que mora en ellos,
y sólo encuentro la inquietud funesta
que mi razón altera y mis sentidos.
35 Busco paz y reposo, pero en vano
los busco, oh dulce Anfriso, que estos dones,
herencia santa que al subir al cielo
dejó a su prole el penitente Bruno, 134
nunca en profano corazón entraron,
40 ni a pecho esclavo del amor se dieron.
Conozco bien que fuera de este asilo
sólo me guarda el hado sinrazones,
crudos desdenes, fieros desengaños,
19 En el manuscrito hubiera.
176
susto y dolor; empero todavía
45 a estar en él no -puedo resolverme.13,3
No puedo resolverme, y despechado,
sigo el impulso del fatal destino,
que a tanta ruina y tanto mal arrastra.
Sigo su fiero impulso, y llevo siempre
50 por todas partes fija en mi memoria
la imagen enemiga, y en mi pecho
del crudo amor la Hecha atravesada.
De amor y angustia el alma malherida,
pido a la muda soledad consuelo
55 y con dolientes quejas la importuno.
Salgo al ameno valle, subo al monte,
sigo del claro río las corrientes,
busco la fresca y deleitosa sombra-
corro por todas partes, y no encuentro
60 en parte alguna la quietud perdida.
¡Ay, Anfriso, qué escenas a mis ojos
ofrece el cielo, de llorar cansados! 138
Rodeado de frondosos y altos montes
se extiende un valle, que de mil delicias
65 con sabia manó ornó Naturaleza.
Pártele en dos mitades, despeñado
de las vecinas rocas, el Lozoya,
por sus truchas famoso y dulces aguas. 1;
Del claro río sobre el verde margen
70 crecen frondosos álamos, que al cielo
ya erguidos alzan las plateadas copas,
o ya sobre las aguas encorvados,
en mil figuras miran con asombro
su forma en los cristales retratada.
75 De la siniestra orilla un bosque ombrío
hasta la falda del vecino monte
se extiende, sitio ameno y delicioso,
morada de algún dios, o a los misterios
de las silvanas ninfas consagrado.
92 En el manuscrito tampo,
95 Falta este verso en el manuscrito, pero por ser necesario lo tomamos de
la segunda versión.
178
de la inconstante Enarda los desdenes
115 y el acerbo dolor de mi destino.
Aquí solo, a mis penas entregado
y sumergido en tristes pensamientos,
las pasadas venturas y el presente
funesto mal renuevo en mi memoria.
120 ¡Ay, Dios! ¡Qué diferencia tan notable
va del presente tiempo al ya pasado!
¡De aquel tiempo en que Enarda la inconstante^
de ardiente amor el corazón tocado,
sólo por su Jovino suspiraba!
125 ¡Tú lo sabes, oh Anfriso! ¡Cuántas veces
fuiste en nuestros amores medianero!
¡Cuántas con amistad tierna y sencilla
la fee de una perjura me afianzabas,
la fee violada ya, que desde entonces
130 ser falsa y desleal me parecía!
"No lo dudes, decías, no, Jovino:
"Enarda te ama, y de su fee sincera
"yo puedo darte el parabién cumplido;
"Enarda te ama: Lisi/ 40 confidente
135 "de su pasión, lo sabe de su boca,
"y me lo dijo anoche; Enarda te ama,
"y en su sencillo corazón no caben
"engaño ni doblez. ¡Ojalá Anfriso
"tanto, añadías, confiar pudiese
140 "de la fee y las promesas de su Lisi."
¡Cuitados de nosotros, cómo entrambas
de nuestro amor sencillo se burlaron!
¡Cómo a los dos las pérfidas vendieron!
Creámoslas incautos, y en pos de ellas
145 corrimos sin recelo ai precipicio,
do nuestro error y su doblez guiaba.
Corrimos en pos de ellas, como suele
correr a la dulzura del reclamo
SEGUNDA VERSIÓN
79 umbrío Cañedo.
,86 umbrío Cañedo.
pues sólo de la viuda tortolilla
se oye tal vez el lastimero arrullo,,
100 tal vez el melancólico trinado
de la angustiada y dulce Filomena.
Con blando impulso el céfiro suave
las copas de los árboles moviendo,
recrea el alma con el manso ruido;
105 mientras al dulce soplo desprendidas
las agostadas hojas, revolando,
bajan en lentos círculos al suelo;
cúbrenle en torno, y la frondosa pompa1
que al árbol adornara en primavera,
110 yace marchita, y muestra los rigores
del abrasado estío y seco otoño.
¡Así también de juventud lozana
pasan } oh Anfriso, las livianas dichas!.
Un soplo de inconstancia, de fastidio
115 o de capricho femenil las tala
y lleva por el aire, cual las hojas
de los frondosos árboles caídas.
Ciegos empero y tras su vana sombra
de contino exhalados, en pos de ellas
120 corremos hasta hallar el precipicio,
do nuestro error y su ilusión nos guían.
Volamos en pos de ellas, como suele
volar a la dulzura del reclamo
incauto el pajarillo. Entre las hojas
125 el preparado visco le detiene;
lucha cautivo por huir, y en vano,
porque un traidor, que en asechanza atisba,
con mano infiel la libertad le roba
y a muerte le condena, o cárcel dura.
130 ¡-A-h, dichoso el mortal de cuyos ojos
un pronto desengaño corrió el velo
de la ciega ilusión! ¡Una y mil veces
dichoso el solitario penitente,
que, triunfando del mundo y de sí mismo,
135 vive en la soledad libre y contento! 144
Unido a Dios por medio de la santa
contemplación, le goza ya en la tierra,
y retirado en su tranquilo albergue,
observa reflexivo los milagros
140 de la naturaleza, sin que nunca
turben el susto ni el dolor su pecho.
Regálanle las aves con su canto
mientras la aurora sale refulgente
a cubrir de alegría y luz el mundo.
145 Nácele siempre el sol claro y brillante,
y nunca a él levanta conturbados
sus ojos, ora en el oriente raye,
ora del cielo a la mitad subiendo
en pompa guíe el reluciente carro,
150 ora con tibia luz, más perezoso,
su faz esconda en los vecinos montes.
Cuando en las claras noches cuidadoso
vuelve desde los santos ejercicios,
ía plateada luna en lo más alto
155 del cielo mueve la luciente rueda
con augusto silencio; y recreando
con blando resplandor su humilde vista,
eleva su razón, y la dispone
a contemplar la alteza y la inefable
160 gloria del Padre y Criador del mundo.
Libre de los cuidados enojosos,
que en los palacios y dorados techos
nos turban de contino, y entregado
a la inefable y justa Providencia,
165 si al breve sueño alguna pausa pide
de sus santas tareas, obediente
viene a cerrar sus párpados el sueño
con. mano amiga, y de su lado ahuyenta
el susto y las fantasmas de la noche.
170 i Oh suerte venturosa, a los amigos
139 reflexible B, que puede ser la lección auténtica, si se atiende a lo, tra-
ducción de Müton (núm. 56), verso 727,
185
de la virtud guardada! ¡Oh dicha, nunca
de los tristes mundanos conocida!
¡Oh monte impenetrable! ¡Oh bosque ombrío!
¡Oh valle deleitoso! ¡Oh solitaria
175 taciturna mansión! ¡Oh quién, del alto
y proceloso mar del mundo huyendo
a vuestra eterna calma, aquí seguro
vivir pudiera siempre, y escondido!
Tales cosas revuelvo en mi memoria,
180 en esta triste soledad sumido.
Llega en tanto la noche, y con su manto
cobija el ancho mundo. Vuelvo entonces
a los medrosos claustros. De una escasa
luz el distante y pálido reflejo
185 guía por ellos mis inciertos pasos;
y en medio del horror y del silencio,
¡oh fuerza del ejemplo portentosa!,
mi corazón palpita, en mi cabeza
se erizan los cabellos, se estremecen
190 mis carnes y discurre por mis nervios
un súbito rigor que los embarga.
Parece que oigo que del centro oscuro
sale una voz tremenda, que rompiendo
el eterno silencio, así me dice:
195 "Huye de aquí, profano, tú que llevas
"de ideas mundanales lleno el pecho,
"huye de esta morada, do se albergan
"con la virtud humilde y silenciosa
"sus escogidos; huye y no profanes
200 "con tu planta sacrilega este asilo".
De aviso tal al golpe confundido,
con paso vacilante voy cruzando
los pavorosos tránsitos, y llego
por fin a mi morada, donde ni hallo
186
205 el ansiado reposo, ni recobran
la suspirada calma mis sentidos.
Lleno de congojosos pensamientos
paso la triste y perezosa noche
en molesta vigilia, sin que llegue
210 a mis ojos el sueño, ni interrumpan
sus regalados bálsamos mi pena.
Vuelve por fin con la risueña aurora
la luz aborrecida, y en pos de ella
el claro día a publicar mi llanto
215 y dar nueva materia al dolor mío." 5
187
28.
HIMNO
A LA LUNA
EN VERSOS SAFICOS
183
ya que de la alta región celeste
bajas tranquila el silencioso carro
hasta la cima do el pastor latmeo
20 yace dormido.
18 al silencioso C.
38 unidos C.
41 unidos C Cañedo.
43 le adoren Cañedo.
29.
IDILIO DECIMOQUINTO
190
30.
SONETO QUINTO
A ALCMENA
191
31.
SONETO SEXTO
A E N A R D A150
192
' A ^ * > - *»
W « - í » Jt-/t++-0u <-,n^ii
193
32
EPÍSTOLA QUINTA
1
A B A T I L O
194
5 bordáis en torno. ¡Ah5 cuánto gozo, cuánto
a vuestra vista siente el alma mía!
¡Cuan alegres mis ojos se derraman
sobre tanta hermosura! ¡Cuan inquietos,
cruzando entre las plañías y las flores,
10 ya van? ya vienen por el verde soto
que ai lejano horizonte dilatado
en su extensión y amenidad se pierde!
Ora siguen las ondas transparentes
del ancho río. que huye murmurando
15 por entre las sonoras piedrezuelas;
ora de presto impulso arrebatados
se lanzan por las bóvedas sombrías
que a lo largo del soto entretejiendo
eus copas forman ios erguidos olmos,
20 y mientras van acá y allá vagando,
la dulce soledad y alto silencio
que reina aquí, y apenas interrumpen
el aire blando y las canoras aves,
de paz mi pecho y de alegría inundan.
25 ¿Y hay quien de sí y vosotros olvidado
viva en afán o muera en el bullicio
de las altas ciudades? ¿Y hay quien, necio,
del arte las bellezas anteponga,
nunca de ti, oh Natura, bien copiadas,
30 a ti ; su fuente y santo prototipo? 132
jOh ceguedad, oh loco devaneo,
oh míseros mortales! Suspirando
vais de contino tras la dicha, y mientras
seguís ilusos una sombra vana
35 os alejáis del centro que la esconde.
¡Ah! ¿dónde estás, dulcísimo Batilo,
que no la vienes a gozar conmigo
en esta soledad ? Ven en su busca,
47 es su código Habana.
54 bóvedas Habana.
63 este prado Habana.
70 inocentes himnos Habana.
ei río. y cuyas torres eminentes
a herir se atreven las sublimes nubes,
75 ofrece asilo a ia virtud, que humilde
en él se oculta y vive respetada.1,34
Huyendo un día del liviano mundo,
halló tranquilo, inalterable albergue
entre los hijos del patrón de España.
80 que adornados de blancas vestiduras
y ía cruz roja en los ilustres pechos
llevando, aquí sus leyes reconocen,
y a Dios entonan santas alabanzas,
perenne incienso enviando hasta su trono.
85 jAh!, si no es dado a nuestra voz, Batilo.,
turbar su trono con profano acento,
ven, y en silencio al Padre Omnipotente
humilde y pura adoración rindamos.
Después iremos a gozar, subidos
90 en el alto terrero, ele la escena
noble y augusta que se ofrece en torno.
De allí verás el tortuoso giro
con que el Bemesga la atraviesa, y como,
su corriente por ella deslizando,
95 ora se pierde en la intrincada selva,
cual de su sombra y soledad ansioso,
ora en mil arroyuelos dividido,
isietas forma, cuyo breve margen
va de rocío y flores guarneciendo.
100 Después reúne su caudal, y cuando,
robadas ya las aguas del Torio,
baña orgulloso los lejanos valles,
súbito llega do sediento el Ezla
sus ciaras ondas y su nombre traga.
105 Allí Naturaleza solemniza
tan rica unión, poblando todo el suelo
198
mi canto enciende la española musa,
fuera para un tirano berberisco
hoy por sus fuertes hijos cultivado.
145 y la dorada mies para sustento
de un pueblo esclavo y vil en él creciera.
De infamia tal salvóla vuestro esfuerzo:
de vuestro brazo a los mortales golpes
cavó aterrado el fiero mauritano:
'L50 su sangre inundó el suelo, y con las aguas
del Bernesga mezclada, llevó al hondo
océano su afrenta y vuestra gloria.
Ven. pues, Batilo, ven, y tu morada
por este valle mágico trocando.
155 la vana ciencia, la ambición y el lujo
a los livianos pechos abandona,
y el tuyo, no, para ellos no nacido,
con tan gratas memorias alimenta.
PROLOGO
PARA LA REPRESENTACIÓN DEL 'PELAYO"
200
a expensas del decoro y la modestia,
con un frivolo y vano pasatiempo.
No, su objeto es más noble y encumbrado,
y su intención más digna del esfuerzo
25 de espíritus sublimes, que propicio
a cosas grandes encamina el cielo.
El amor de la patria, que fue el numen
a cuya ardiente inspiración el fuego,
la pasión y el furor debió el poeta,
30 y el horror y ternura dio a sus versos,
será también quien mueva nuestro labio,
quien dirija y encienda nuestro acento,
para excitar con fuerza irresistible
la lástima y el susto en vuestros pechos.
35 Feliz el corazón que los virtuosos
extremos de Rogundo, el lastimero
gemir de la inocente y fiel Dosinda,
y los nobles y heroicos sentimientos
del gran Pelayo. honrare con su llanto.
40 Sus lágrimas serán noble argumento
de que la humanidad tierna y sensible
y el patrio amor habitan en su centro.
¿ Y quién, en medio del afán y el susto
en que veréis fluctuar por algún tiempo
45 la suerte d e la patria, quién sus ojos
podrá tener enjutos y serenos?
Así también con abundoso llanto
201
honró algún día el delicado griego
los trabajos de Aquiles, que de infamia
•50 libró a su patria en T r o y a ; así un tiempo
sintió el fuerte romano de sus héroes
los ilustres afanes, cuando al pueblo
de Atenas y de Roma en sus teatros
los ofrecía el peregrino ingenio
55 de Eurípides y Séneca, Si humilde
aún no pudo igualar tan alto ejemplo
el coturno español, la culpa es suya.
Sólo ocupada en lúbricos objetos
la ibera musa casi por tres siglos.
60 no aspiró a celebrar los altos hechos
que de esplendor llenaron nuestra patria
y de pasmo algún día al universo. 156
¿ Y n o ha de haber quien libre de esta nota
al Parnaso español? ¿Ni quien oyendo
65 de la vehemente y grave Melpomene
la flébil voz, se rinda a sus preceptos?
202
Sea tuyo, oh Gijón, aqueste lauro,
y ele ti España el generoso ejemplo
reciba de loar en sus escenas
70 las domésticas glorias. Si este intento
imitan otros pueblos, ¡cuántos héroes,
cuántas hazañas y gloriosos hechos,
dignos de eterna y singular memoria,
saldrán del hondo olvido! Tal deseo,
75 si no os parece de alabanza digno,
oh caros compatriotas, a lo menos
lo será de disculpa a vuestros ojos.
Oíd, y perdonad nuestros defectos.
203
34.
IDILIO DECIMOSEXTO
A MELENDEZ
204
de un estro más divino, al peregrino encanto
las liras, por la mano de nuestra voz, los hombres
de la amistad guarnidas huyeran desde el ancho
de oro y marfil, tocando, 45 camino de los vicios
'35 los cielos de harmonía hasta los poco hollados
hinchéramos, en tanto senderos que conducen
que la parlera Fama a la virtud, ganando
llevaba resonando con santo ardor la altura
unidos nuestros nombres 50 do tiene el soberano
40 desde el Arcturo al Austro; rector del cielo al justo
entonces sí que, absortos su galardón guardado.
205
35.
ROMANCE PRIMERO
206
conservan en un manuscrito sin portada ni titulo que el señor Rodríguez
Moñmo compró en 1957 al librero Monterrey de Vigo (411 fols.; 4.°; letra
del siglo IÍ.VIID. compuesto todo él de obras de Forner; el romance de Jo-
vellanos. en el fol. 1 (en las variantes designamos este manuscrito con la
sigla F). Editó las des partes, la primera de Jovellanos y la segunda de
Porner, atribuyendo las dos a este último. CUETO, Poetas líricos del siglo
XVIII- II (B. A. E., 63. pág. 3S2) (en as variantes P).
Todas estas versiones se dividen en dos grupos principales. Es bastan-
te uniforme el constituido por C Cañedo I J F P, versiones muy semejantes a la
de A, mientras que L B M representan una versión distinta. El primero de-
bió ser el que corrió más, como lo demuestra el encontrarse en Porner; acaso
fuera el texto entregado para la imprenta; el segundo es sin duda posterior,
ya que ofrece correcciones sólo explicables a partir de! texto del primero.
En cuanto a la fecha, este romance se compuso en 1785, según Ceán
(Memorias, pag. 295). siendo Jovellanos Consejero de las Ordenes Militares,.
Primera parte
207
20 los ecos de mi corneta.
Llévenlos, y vuele el nombre
de este fénix de la escena
desde la tórrida Angola
hasta la helada Noruega.
25 que no al magnilocuo vate100
han de dar siempre materia
los fieros botes de lanza
con que el numen de la guerra
bate de las altas torres
30 las titubantes almenas;
ni siempre del ciego niño
las mal seguras ternezas
se han de publicar en breves
y almibaradas endechas.
35 Venga, pues, el estro hinchado
del dios rubicundo, venga
a ahuecar mi voz y henchirla
del nombre y timbres de Huerta;
y dime tú, musa mía.
40 cuál grata deidad horrenda
dio a su vencedora pluma
21 llévelos M.
22 la esfera P,
24 a la frígida Noruega A; hasta la nevada Noruega C, que hace verso
largo.
28 En A escribió primero: con que el gran dios de la guerra. Tachado gran
dios, escribió encima: numen.
30 titubeantes C I J P Cañedo.
32 las más seguras M.
• 34 Falta y en A C J Cañedo.
35 el otro hinchado C, por grosero error de copia.
37 Tuvo en A tres redacciones: 1.a, a divinizar mi voz;a 2.a, a ilustrar mi
voa (faltan tres sílabas para completar el verso); 3. , a ahuecar mi voz
i a un tiempo. En I J F P y a henchir; y a henchirla M.
38 el nombre y timbres A I J F P.
39 En A escribió primero: 39venga, y tú, musa, qué dios / 40poderoso, 39
di,
a su excelsa / "vencedora pluma dio; después los corrigió así: dime
tú, musa, qué dios / 40 tan poderoso a su excelsa / "vencedora pluma
dio; y dime tú, heroica musa C J Cañedo.
40 Para variante de A vid. nota antecedente; qué dios tremendo a su ex-
celsa C I J F P Cañedo.
41 vencedora pluma dio A C 1 J F P Cañedo.
208
tan descomunales fuerzas,
fuerzas que abatir lograron
las arrogancias tifeas ltU
45 de los necios botarates
cimbrios, lombardos y celtas; 102
di cómo la heroica fama
de este paladín poeta,
desde la Puerta del Sol
50 (a cuya chorreante alberca
pudo agotar los raudales)
fue llevada en diligencia
de las regiones de Arcadia 1 6 3
hasta las ignotas tierras;
55 y cómo arrancó a los vates
que las ilustran y pueblan
los altisonantes nombres,
que impresos en gordas letras,
antioran y aletofilan
60 su furibunda cabeza:
di la destemplada trompa
con que cantó las proezas
de aquel rayo de Neptuno,
de aquel capitán Tempesta,
65 a cuya vista temblaron.
con más miedo que vergüenza,
las inhospitales playas
de la Numidia altanera,
y hasta los viejos escombros
209
70 de las ruinas tagasteas; 1 0 4
di la horrenda tiritona
de Alecto, Cronos y aquella
peste de sacres nadantes,
los rayos, Vesubios, Etnas,
75 los tremendos estallidos,
y el humo, el polvo y la gresca
de demonios coronados
que ennegrecieron la esfera;
di t ú . . . ; pero nada digas,
80 que para tamaña empresa
no basta ¿qué digo un cuerno?,,
mas ni cuatro mil trompetas.
Pero si en cantar insistes,
pídele prestado a Huerta
85 el ronco favot con que
sus jácaras pedorrea, 1 6 5
y con él a fuego y sangre
guerra, inexorable guerra
puedes declarar a cuantos
90 malandrines y badeas
del antihortense partido
siguen las rotas b a n d e r a s ;
declárala a aquel pobrete 100
que en discordantes corcheas
95 solfeó las maravillas 1 6 7
del arte de las cadencias;
al que en cien metros, medidos
210
sin cartabón y sin regla,
fue p o r más de cinco días
100 Mimi-Esopo de las letras,
hasta q u e un tunante, envuelto
en jironadas bayetas,
le hizo fábula del P r a d o
con rebuzno y con orejas;1*38
105 ni te arredre el tal sopista,
que calada otra visera,
quiso desfacer, Quijote,
los entuertos de Minerva,
y echando por estos trigos,
110 se desnucó en la Academia; 11 ' 0
declárala al andaluz,
que con su porraza enhiesta,
para disfrazar la suya
va magullando molleras; 1 ' 0
115 ni a aquel gavilán Garnacha,
archibufón de la legua,
perdones que ande adobando
las navajas y lancetas; 1 ' 1
aquél que en lánguidos versos,
120 zurcidos a la violeta,
quitó el crédito a Celinda
y el buen n o m b r e al mal profeta;
211
ni al otro culto prosista,
lagrimeníaco en melena,
125 que autorizó el desafío
contra las Musas y Astrea. 172
Pero sobre todo acosa
hasta las hondas cavernas
del Báratro a aquel follón
130 que con su azote y palmeta
fahulizó una doctrina
digna de niños de escuela:
a aquel momo vascongado,
que al compás de su vihuela,
135 calado el yelmo y cubierto
con máscara aragonesa,
supo epistolar sus pullas
y encartar sus cuchufletas; 1 7 3
y en fin. después que tendido
140 hubieres en la palestra
a tanto ruin endriago.
y que con sus calaveras
alfombrada y deslucida
dejares la ilustre arena.
212
145 haz que en volandas te lleven
hasta la orilla del Sena,
y allí las gálicas huestes
reta a más cruda pelea.
Rétalas, y no te asusten
150 en tan peligrosa guerra
ni la borlada Sorbona,
ni ios temidos Cuarenta, 174
ni los Doce de la Fama,
ni toda la vil caterva
155 de futres ni de gabachos
que con nevadas cabezas
ya en los Tejares cabriolan,
v va en Luxemburír gallean. 1 '"
Querrán, ya se ve, asustarte
160 con las sombras lastimeras
de aquellos que, maridando
consonantes machos y h e m b r a s . m
dieron a luz no sé cuántas
trivialísimas tragedias;
165 y querrán que humilde inclines
la inhumillable cabeza
al catequista de Jaira 1 7 7
y al adúltero de Fedra; 1 7 3
pero tú. tiesa y finchada
170 cual matrona portuguesa,
ni al uno ni otro espantajo
145 le lleven M.
146 a ias orillas del Sena escribió primero en A.
147 allí a las M.
149 rétala y no te amedrenten A.
150 peligrosa, escena A C I J M Cañedo F P.
151 borleada A C J Cañedo.
155 futres y de gabachos A C I J Cañedo F P,
157 los texados M.
158 ya en el Luxemburg gallean P; o allá en Luxemburg F.
167 engendrador A,
168 o al A I J Cañedo F P.
169 pero tú, tieso que tieso A,
170 sacudiendo las guedejas A.
171 ni a uno ni otro A J: ni a uno ni a otro C / Cañedo F P.
rendirás la erguida cresta.
Antes, por broquel tomando
él cartón de taracea
175 (que salpicado y repleto
por toda su vara y media
de diámetro, de rimbombos-
de azafrán y unciales letras,
fue en la Imprenta Real blasón
180 digno del valle de Ruesga) ,179
embrázale, y denodado
brincando por la palestra.
para los soberbios botes
con que las picas francesas
185 para herirte en la tetilla
se enristrarán a docenas:
y si por suerte flaqueare
tan tremebunda rodela,
para más fortificarla.
190 pon el retrato de Huerta,
a guisa de ombligo, en medio,
y por debajo esta letra:
"Dióme cuna Zafra, abuelos
"me dio Castilla la Vieja,
195 "diome fama Oran, y diome
"Carnicero vida eterna.
"quam mihi et vobis, amén",180
Verás cuál la vil caterva
estupefacta a la vista
200 de su frente medusea,
huye de tanto conjuro
con el rabo entre las piernas.
214
Entonces sí que triunfante,
con más de veinte carretas,
205 ¿que es veinte?, más de cien mil,
de entremeses, de comedias.
tragedias, saínetes, follas.
autos, loas y zarzuelas. lvt
podrás entrar sin embargo
210 por las calles de Lutecia.182
donde si acaso topares
con aquel joven badea,
que prestó su bolsa a un loco,
como un tieso, y con afrenta
215 de la razón y el buen seso,
se hizo aprendiz de Mecenas,
empobreciendo su fama
por enriquecer a Huerta, 1 ^
dile... Pero, musa, ¿qué
220 le dirás que bien le venga?
Dile: "Salve, oh patroncito
de las musas jacareras;
salve, limosnero andante
de las Piérides iberas,
225 por quien España con H1S4
alcanzó tan estupendas
victorias como hoy publican
los eruditos horteras,
parientes de Mariblanca,
230 por el lado de las tiendas .185
r
salve, nata; salve, espuma;
216
36.
ROMANCE SEGUNDO
Esta segunda parte del Romance de Antioro circuló mucho menos que
la primera, por lo que sólo hemos visto de ella cuatro manuscritos: En el A
(Bibl. Nacional, ms, 12.958-30) hay un borrador autógrafo de Jovellanos (8
íols. en 4.°); otra copia está en el manuscrito M que hemos reseñado para la
primera parte, fol. 35; está también incluido en los manuscritos B, fol. 152.
y C, fol. 144. Fue editado por Cañedo, VII, pág. 192. Seguimos el texto de B>
ya que el de A, por las muchas correcciones que tiene, no puede considerarse
versión definitiva. O Á N , Memorias, pág. 298, ofrece como muestra los 30 pri-
meros versos; hay en ellos dos variantes: la del verso 9 no concuerda con
ningún otro texto, pero la del v. 17 coincide con B. Es posible que Ceán m a -
nejara una versión posterior a la recogida en este último manuscrito. L. VILLA-
NUEVA publicó en el Semanario pintoresco español (1844. págs. 210-212, 222-224
y 238-240) como verdadera segunda parte de este romance la original de For-
ner. que empieza: "Ya que limpia mi corneta", atribuyéndosela a Jovellanos.
Por las alusiones a folletos de Fomer y de Huerta, este romance es de
1
~l°fí.
-l I I . U .
3 sembrando aljófar A.
4 verdes campiñas A.
5 desde las tiendas salla A; después tachó y escribió encima el texto de-
finitivo.
9 el pecho Ceán.
217
10 y de venablos la vista.
De un largo alazán candongo
la aguda espalda ceñía,
tan seguro en los estribos,
cuanto brioso en la silla.
15 No vieron tan bizarroíe
las guadianesas orillas
al paladín de la Mancha
allá, cuando peregrinas
aventuras demandando,
20 de Rocinante oprimía
el flaco armazón, al peso
de espaldar, casco y loriga,
como vosotras, oh vegas
que el claro Alfeo ameniza, 16 ''
25 al triunfador pirenaico
visteis con pasmo este día.
Por todas partes las aves
salvas a su nombre hacían;
sahumábanle las flores,
30 le abanicaban las brisas.
Hubiera salido en busca
de un gigantón que en el día
de la pasada refriega
logró escapar de sus iras; 1 8 7
35 mas no bien diera de Arcadia
por las campañas floridas
su alazán treinta corcovos,
cuando hétele que a su vista
se apareció Polifemo
40 (que así al gigante apellida
218
la fama, pródiga siempre
en elogios y mentiras).
Dime tú, chuscante musa.
tú, que la pasada riza
45 cantando, supiste el cuerno
henchir de flatos y chispas;
tú, que en la parte primera,
con tan pomposa armonía,
de los gálicos pendones
50 pintaste la triste ruina,
y de mi campeón el triunfo
a las celestes guardillas
encaramaste ingeniosa;
dime ahora, por tu vida,
55 ¿quien era, o de dónde vino
a nuestra tierra esta hidra
infernal, este vestiglo,
este monstruo y esta arpía,
que del invencible Antier o
60 pudo despreciar las iras?
¿No es éste aquél a quien juntos
Guadiana y Turia prohijan, 188
y a cuyo ingenio oficiosas
de uno y otro las orillas
219
65 dieron sales de secano
con liviandad regadía?
¿No es aquél que con Proteo
puede apostar a engañifas,
pues sabe cascar las liendres
70 bajo mil formas distintas?
¿No es el que osó dar asalto
a los muros de la China,
y hacer en sus mandarines
horrenda carnicería? l s y
75 ' O h malhadada victoria.
por el tiempo oscurecida!
Desluciéronte los brujos.
pifiáronte las jorquinas.
¿No es aquél que allá del Betis
80 en las desmandadas linfas
zabulló qué sé yo a cuántas
deidades hechas de prisa,
ya de recia carne humana,
y ya de estraza y de tinta? 1 0 0
85 ¡Épico divinizante!,
tú lo dirás, o lo digan
las prensas, que ya en tu abono,
sino resudan, rechinan,
¿No es, en fin, quien nuevas armas
90 fundiendo está a la sordina
220
contra el Thealro Hespañol,
allá en las forjas sanchinas?
El mismo es pintiparado,
que con el albor del día
95 al encuentro de Antioro
se salió medio en camisa.
solo- y sin más armadura
que su astucia serpentina.
Va caballero en un asno.
100 ducho ya en cruentas rizas 132
Apenas le ve Antioro.
cuando clavando en las tripas
de su hipogrifo tres palmos
de acicate, a suelta brida
105 corre, a él, y puesto en jarras,
de esta suerte le exorciza:
"Ven acá. desacordado
"gigante, a quien apellidan
"azote de altos ingenios
110 "las gálicas sabandijas;
"ven acá. follón cobarde,
"tú que nunca abierta liza
"otorgaste en campo raso,
"sino que con ruin perfidia
115 "parapetado y cubierto
"detrás de cien celosías, 193
"contra la flor del Parnaso
"tu munición encaminas:
221
"en mala hora a mis manos
í4
120 te cabestró tu desdicha,
" q u e has de perecer en ellas
"sin más ni más. como hay viñas".
Dijo, y blandiendo el lanzón,
con tal aire a la telilla
125 le apuntó, que ya le enviara
a almorzar a la otra vida,
a no ser porque en un punto
(¡ésta sí que es m a r a v i l l a ! )
se le convirtió en barbero
130 con guitarra y con bacía. u ' 4
¿Quién podrá contar la rabia,
la furia, el livor, la tirria
con que el bueno de Antioro
tragó la burla maldita?
135 Pero, por fin, reparado
de su vergüenza, a la liza
vuelve, diciendo al endriago
estas dulces palabritas:
"Ya, ya conozco, espantajo,
140 "tus mágicas arterías,
"y estoy bien seguro de ellas
"por la estafeta m a m b r i n a :
"más no te valdrán por cierto,
"pues j u r o a la charca estigia
120 cabestreó M.
126 almorzar en la otra ACM Cañedo.
127 En A escribió antes de corregir: a no ser que de repente.
128 oh estupenda maravilla A.
131-132 Faltan estos versos en M.
132 la furia, el rencor A.
136 venganza M.
137-146 La primera redacción de A dice así: vuelve, y... por esas: / O en-
diablada sabandija. / te librarás de mis garras, j que van a nacerte
ceniza; / ya te conozco, trasguelo, / pues de tus mañas mambrinas
/ no menos que por dos cartas / tuve abundantes noticias; / pero las
habrás conmigo, / juro a Dios, y ardiendo en ira.
139 conozco tus mañas A.
140 endiablada sabandija A,
222
145 "de no rizarme los tufos
"en más de cuarenta días,
'"hasta poner fin y postre
"a tu duendesca estantigua".
Dijo, y ya iba el lanzón
150 a alzar, cuando una neblina,
que no sé de dónde diablos
bajó, robó de su vista
el burro, el flebotomiano,
la guitarra y la bacía,
155 y en su lugar ¡oh portento!
quedó un ciego romancista
con su garrote, su perro,
lazarillo y sinfonía.193
¡Válame Dios, y qué burla
160 tan pesada y tan rolliza!
¿Viste alguna vez chasqueado
por la astucia peregrina
de Pepeíllo un torazo
de Gijón,196 cuál las sortijas
165 del negro testuz encrespa,
brama, bufa, y con la vista
torva al débil enemigo
impropera y desafía?
Pues así, ni más ni menos,
170 Antioro. ardiendo en ira
y echando trinos y tacos,
por la estrada corre y brinca
173 trastuelo M.
174 quiere tragar A.
176 ciego en su sinfonía A.
177 la triste rota A.
178 de las tropas cisalpinas A.
179-180 En A antes de corregir: y el rapazuelo danzaba / al son de las sor-
tijillas; el ISO corregido después en: con la vara y sortijillas.
184-190 Estos versos fueron oJñadidos a la primera redacción de A, en cu-
yo margen se leen en la forma siguiente: o hallar alguna maldita (pri-
mero xorquina) / bruja que le convirtiese / en moro de Berveria. / en
judía de Toledo (primero en coribante, o al menos) / o en locazo de
Chinchilla / ai menos; pero membrando / de corazón la alta estima
(primero más remembrando la estima, escrito así detrás del verso 183
en la primera redacción).
185 trastocase C.
19?, que juraba B.
193 Primera redacción de A: de todo el género humano; segunda: de los
parientes horteras; tercera: de los horteras parientes; por fin vuelve
a la, primera.
194 En A escribió primero: nada valdrán ya, decía.
224
195 "ni el valor, ni tan tremendas
"armas contra una estantigua
"mágicamente endiablada,
"venza otro encanto sus iras,
"que industrias contra finezas*00
200 "dijo una pluma erudita".
Y al punto arrojó la lanza
tan veloz, que por la limpia
región del aire crujiendo,
fue a dar en la puerta misma
205 de la tienda de Copín,
donde hasta hoy se divisa
profundamente clavada,
y aun hay quien diz que se cimbra.
"Ahora las habrás conmigo",
210 dijo entonce el sinfonista.
¿Y qué hace? ¡Quién lo creyera!
Toma y coge... ¡oh maravilla!
el prólogo del Theatro
con toda su ortografía,
215 preñada de HH y XX,
de tal temple y con tan finas
puntas armadas, que un muro
de diamante herir podrían; 201
añadióle por contera
220 la Advertencia de Jaira,
las Obras sueltas,, El pedo
dispersado?', y una ristra
de romanzones heroicos
y jácaras, embutidas
225
225 con desvergüenzas tamañas
como el puño. A tan dañina
metralla, ¡qué hombre, qué ángel,
qué dios resistir podría!
Y porque a ningún ensalmo
230 se doblase, la exorciza.
leyendo en alto el romance
de las playas de Numidia,
con sus horrendos conjuros
y sus nombres de paulina."1''2
235 Conoció el riesgo el gigante,
y la mortal batería
temiendo, vuelve a su forma,
y se presenta a la liza.
Empero, viendo la rabia
240 con que hacia él se movía
su fiero rival, turbóse.
y con voz interrumpida,
puesto en cuclillas el b u r r o
y él de jinojos encima:
245 "Bravo campeón, le dijo,,
"en vano la industria mía
"contra tu invencible diestra
"se movió ; cuando aturdidas
:í
no quieren venir las hadas
250 "a darle ayuda; en tal cuita,
"duélete por Dios, y triunfa
2-26
"de mí y mis hechicerías,
"que yo juro de no ser
"a tu pesar ni helenista,
255 "ni volterista. ni Brujo
"en los días de mi vida".
¡Qué corazón tan guijarro,
qué alma tan diamantina
a tan modesta plegaria
260 no envainara su ojeriza!
Pero ai contrario, Antioro,
regoldando nuevas iras,
y con voz aún más tremenda
que la del trueno, decía:
265 "No, juro a Dios, no me duelo
"de tu susto ni tus cuitas,
"follón, y haz cuenta que ya
"te cayó la lotería".
Viendo, por fin, que al combate
270 se preparaba, su ruina
temió Polifemo, y para
evitarla, con gran prisa
dio de varazos al burro,
y acá y acullá la brida
275 moviendo, pensó burlarse
de la cólera antiorina;
mas el héroe, echando rayos
por la boca y por la vista,
le enderezó sil metralla
280 con tal tino y tanta dicha,
que en la frente del gigante
enclavó una octava rima,
227
enredada entre dos HH
y la X de Xaíra,
285 con que le estrelló, y dejóle
tuerto por toda su vida.
Desconcertado, sin pulsos,
sin voz. y al golpe rendidas
su fuerza y las de sus magos,
290 sobre la arena batida
cayó ele su burro el triste
Poli-femó, y con su ruina
acreditó al orbe entero
que no hay ni en las hondas simas
295 del Averno, ni en la tierra
ni en el cielo tan divina
pujanza, que a la pujanza
de Antioro no se rinda.
228
37,
JÁCARA EN MINIATURA
3 Teniendo en cuenta Ja forma reedor de los versos 42 y 174, redor puede ser
considerado como error de copia.
22 su contradición Cañedo.
37 eburna Cañedo.
42 los zumba al redor Cañedo.
229
les ladra, los muerde mas hueca su voz„
y sin compasión le trajo de Arcadia
45 los roe y engulle un mote burlón,
con rabia feroz. y Antioro Deliade
Dígalo uno de ellos. 80 también le llamó.
lo diga, si no, Ni así la perversa
aquel ingeniazo sació su rencor:
50 de los de a doblón, sus dichos, sus hechos
aquel gran poeta sangrienta infamó,
que al mundo aturdió 85 y a Resina, y Gutiérrez
de Aranda a París, (¡qué mala intención!)
de Zafra al Tirol; en prosa y en verso
55 aquel cuyos versos, su nombre igualó.
sonando a tambor, Mas todo a la Envidia
atruenan y aturden 90 lo pasara yo,
oído y razón, si no fuese un cuento
¡ Oh qué testimonios de ruin invención,
60 que le levantó que para reírse
la Envidia! ¡Qué chismes! la picara urdió.
¡ Qué enredos! j Qué horror! 95 Contarle quisiera,
¡Qué cosas no dijo! señor don Simón,
¡Con cuánta pasión pero habéis de oirle
65 de apodos y motes con grande atención,
su nombre cubrió! como que os le cuenta
Llamóle trompeta 100 la Envidia, y no yo.
de Puerta del Sol. En fin, como digo,
chispero del Pindó, amigo y señor,
70 pluma de antuvión, entre otras cosuelas
autor de desván, que le levantó,
candil y jergón. 105 decía la Envidia
Y para que fuese (¡vea usted qué invención!)
su fama mayor, decía que cuando
75 más lindo su nombre, al suelo hespañol
230
del vientre materno de su m a m a n t ó n :
"110 cayó este señor, " ¡ O h nene!, le dijo,
bajaron las musas, " ¡ q u é fama, qué honor,
y en un corralón 145 "qué glorias, qué timbres,
juntaron concejo "el tiempo andador
con grande rumor. "guardados te tiene
115 ¡Qué miraos no hicieron "en su gabetón!
al niño rollón, " U n día en la corte
qué cocos, qué muecas! 150 "del reino hespañol
¡Sea todo por Dios! "serás tú u n gazapo
Erato primero " d e marca mayor,
120 sus dones le dio, "Tus obras por calles,
le untó con meló ja " p o r tiendas, y por
la lengua y pulmón, 155 "zaguanes, traídas
y p a r a que un día "como en procesión,
cantase de amor, "de viejos, de niños,
125 en vez de su lira " y aun fembras de pro,
le dio un guitarrón, "serán ensalzadas
"Clarín y trompeta 160 "sin ton ni sin son:
"no te daré yo, "y entonces tu nombre,
"dijo doña Clío "impreso al primor,
130 "con tono burlón; "por esos dinteles
" m a s , p a r a que cantes " y esquinas de Dios,
"al gran Barceló, 204 165 "será en letras gordas
"zampona y corneta "sobre un cartelón
"te daré, por Dios, "rumboso, pomposo,
135 "y p a r a otros dropes "tamaño o mayor
" u n ronco fagot". " q u e el que a sus bragueros
Con aire gitano, 170 "Menitie ofreció.
ladino y chuscon, "A oscuras, en medio
la buena ventura " d e tanto esplendor,
140 U r a n i a le echó, " q u e d a r á n los nombres
y el signo anunciando "que estén al reedor,
141 anunciado B.
145 gloria Nocedal.
147 guardadas Cañedo.
160 sin son y sin ton Cañedo.
174 redor Cañedo.
231
175 "incluso el frescote "que a Octavio y Mecenas
"y atroz titulón "sin tino aduló,
"del santo Concilio, 215 "las reglas me asustan
"paz sea al traductor". "que en larga lición
Pero sobre todas "dictó a los Pisones,
180 las musas mostró "ni las que le hurtó,
Talía aquel día "sin Dios ni conciencia,
su garbo y primor. 220 "el chusco Boileau,
Al vate en mantillas • "para irlas cantando
de dijes l l e n ó ; " e n su Facistol;2l)i>
185 chillóle, arrullóle, "ni temo a otros tantos
cantóle el ron ron. "poetas de pro.
besóle en la boca, 225 " q u e de preceptistas
y el rubio pezón "tienen opinión,
para almibararle "y van con sus reglas
190 en ella ordeñó, "vendiendo alfajor
diciendo: " H i j o mío. "desde el Tajo al Sena,-
"bendito sea Dios, 230 "desde el Duero al Po c
" q u e para mi gloria "Más que ellos y ellas
"al mundo te echó. "valemos tú y yo,
195 "Tú serás un día "amén de Moreto,
" m i lustre, mi honor, "Lope y Calderón,
"y aun mi patroiicito, 235 "y toda la chusma
"por vida de briós. "del zueco hespafwl".
" P o r ti ya no temo Así de las musas
200 " a aquel regañón la risa y favor
" q u e del Peripato gozaba este niño
"la jerga inventó. 240 desde que nació.
"y las unidades Sólo Melpornene
"sacó en procesión; en tal ocasión
205 "aquel viejo chocho adusta y tacaña
" q u e el Pindó pensó con él se mostró,
"rendir a sus leyes 245 puesto que ni un dije'
"como el Macedón, ni un beso le dio. 2oe
"su cría, a porrazos La causa, señores,
210 "el mundo r i n d i ó ; de tanto rigor,
"ni del venusino, decía la Envidia,
"rancio preceptor, 250 bien me la sé yo.
232
¿ Y quién no la sabe? 185 con tocas flamantes.
Oídme, por Dios, refajo y jubón,
lo que andando el tiempo y en fin, de tal arte
con él sucedió: me la disfrazó,
255 Un día el tal nene que no la extremara
(si fue chanza o no 290 ni quien la parió.
ninguno lo sabe) Después su manceba.
al templo subió sin ley y sin Dios
de la cancamusa, la hizo; dotóla
260 y en él de rondón con gran profusión.
entrando, el coturno 29= le dio su retrato
izquierdo le hurtó. en arras, y aun hoy
Calzóle en chancleta. perdido por ella
y aunque le atisbo anda el pobretón.
265 y siguió un portero, ¿Quién tal pensaría
infame y ladrón 300 de un hombre de h o n o r ?
llamándole a aritos Más caro la fiesta,
por fin se escapó, pardiez, le costó,
cojeando y saltando, pues tal amorío
270 por un corredor. en suma purgó,
De allí por las tapias 305 no sé si en Melilla,
del corral ganó Oran o Peñón. 208
la casa de Ulloa, 2,JT Con todo, hay quien j u r a
que estaba con Dios. que no escarmentó,
275 Ni sala, ni cuarto, y debe ser cierto,
ni alcoba dejó 310 según la opinión
que no pescudase, de aquellos que dicen
cual diestro l a d r ó n ; que a Oliva robó
hasta que la moza después los gregüescos
280 por fin le sopló. de su Agamenón r" 9
Montóla a las ancas 315 y a otros... Mas basta
de un rucio frisón; de chismes, señor.
llevóla a Toledo. y aun éstos los dice
y allí la atavió la Envidia, y no yo.
233-
Vea usted aquí un cuento, ¿No lo dice el duende?
320 señor don Simón, Pues apuesto yo
que, así Dios me ayude. a que para ello
no puede ser peor. ya tiene razón,
¡Qué embrollo! ¡Qué enredo! 345 ¡Hay diablo de duende!
Parece invención No hay bicho peor.
325 del tuerto Segarra:" llJ ¡Y qué polvareda
mas temóme yo ai fin levantó
que en otra oficina por dar vaya al nuevo
tal vez se forjó, 350 Theatro hespañoW
¿Qué va que aquí anduvo ¡Que viva, que viva
330 algún camastrón por tal invención!
medio farmaceuta? Voltaire y Ráeme,
¿Qué va. en conclusión. Linguet y Carón,
que a modo de emplasto 355 el buen Signorelli,
el cuento amasó. Fomer y el bufón
335 y no hubo almirez. de Cosme Damián.
mortero, perol. con toda la flor
retorta, alambique de los antihortenses,
ni matraz, que no 360 al duende inventor
saliese a la danza darán mil palmadas,
340 en esta ocasión? y harán bien, por Dios,
234
DO
OO.
SÁTIRA PRIMERA
A ARNESTO211
235
5 de esta prisión la pena me consuma,
déjame ai menos que levante el grito
contra el desorden; deja que a la tinta
mezclando hiél y acíbar, siga indócil
mi pluma el vuelo del bufón de Aquino.' 1 ^
10 ¡Oh cuánto rostro veo a mi censura
de palidez y de rubor cubierto!
Animo, amigos, nadie tema, nadie,
su punzante aguijón, que yo persigo
en mi sátira al vicio, no al vicioso,
15 ¿Y qué querrá decir que en algún verso,
encrespada la bilis, tire un rasgo,
que el vulgo crea que señala a Alcinda.
la que olvidando su orgullosa suerte/ 1 '
baja vestida al Prado, cual pudiera
20 una maja, con trueno y rascamoño,
alta la ropa, erguida la caramba,
cubierta de un cendal más transparente
que su intención, a ojeadas y meneos
la turba de los tontos concitando?
25 ¿Podrá sentir que un dedo malicioso,
apuntando este verso, la señale?
Ya la notoriedad es el más noble
atributo del vicio, y nuestras Julias,"1,1
más que ser malas, quieren parecerlo.
30 Hubo un tiempo en que andaba la modestia
dorando los delitos; hubo un tiempo
en que el recato tímido cubría
la fealdad del vicio; pero huyóse
el pudor a vivir en las cabanas.
35 Con él huyeron los dichosos días,
que ya no volverán; huyó aquel siglo
en que aun las necias burlas de un marido
las Bascuñanas210 crédulas tragaban;
236
mas hoy Alcinda desayuna al suyo
40 con ruedas de molino; triunfa, gasta,
pasa saltando 2 1 ' las eternas noches
del crudo enero, y cuando el sol tardío
rompe el oriente, admírala golpeando,
cual si fuese una extraña, al propio quicio.
45 Entra barriendo con la undosa falda
la alfombra; aquí y allí cintas y plumas
del enorme tocado siembra, y sigue
'*on débil paso soñolienta y mustia,
yendo aún Fabio de su mano asido,
50 hasta la alcoba, donde a pierna suelta
ronca el cornudo y sueña que es dichoso.
Ni el sudor frío, ni el hedor, ni el rancio
eructo le perturban. A su h o r a
despierta el necio; silencioso deja
55 la profanada holanda, y guarda atento
a su asesina el sueño mal seguro,
¡Cuántas, oh Alcinda, a la coyunda uncidas,
tu suerte envidian! ¡Cuántas de Himeneo
buscan el yugo por lograr tu suerte,
60 y sin que invoquen la razón, ni pese
su corazón los méritos del novio,
el sí pronuncian y la mano alargan
al primero que llega! 2 1 5 ¡Qué de males
esta maldita ceguedad no aborta.!
65 Veo apagadas las nupciales teas
por la discordia con infame soplo
a], pie del mismo altar, y en el tumulto,
brindis y vivas de la tornaboda,
una indiscreta lágrima predice
70 guerras y oprobrios a los mal unidos.
Veo por mano temeraria roto
237
el velo conyugal, y que corriendo
con la impudente frente levantada,
va el adulterio de una casa en otra.
75 Zumba, festeja, ríe, y descarado
canta sus triunfos, que tal vez celebra
un necio esposo, y tai del hombre honrado
hieren con dardo penetrante el pecho.
su vida abrevian, y en la negra tumba
80 su error, su afrenta y su despecho esconden,
¡Oh viles almas! ¡Oh virtud! ¡Oh leyes!
¡Oh pundonor mortífero! ¿Qué causa
te hizo fiar a guardas tan infieles
tan preciado tesoro? ¿Quién, oh Temis,
85 tu brazo sobornó? Le mueves cruda
contra las tristes víctimas, que arrastra
la desnudez o el desamparo al vicio;
contra la débil huérfana, del h a m b r e
y del oro acosada, o ai halago,
90 ia seducción y el tierno amor r e n d i d a :
la expilas, 219 la deshonras, la condenas
a incierta y dura reclusión.""" ¡Y en tanto
ves indolente en los dorados techos
cobijado el desorden, o le sufres
95 salir en triunfo por las anchas plazas,
la virtud y el honor escarneciendo!
¡Oh infamia! ¡Oh siglo! ¡Oh corrupción! Matronas
castellanas, ¿quién pudo vuestro claro
pundonor eclipsar? ¿Quién de Lucrecias 2¡21
2
79 abrevia D.
90 Falta y en B; al tierno Arrieta.
91 espías Cañedo, pero Nocedal expilas.
95 anchas calles D, pero subrayó la última palabra y escribió al margen;
plazas.
96 iianor atrepellando D Arrieta.
100 Tais D.
238
el Lilibeo" ; ! . ni las arduas cumbres
de Pirene pudieron guareceros
del contagio fatal? Zarpa, preñada
105 de oro, la nao gaditana, aporta
a las orillas gálicas, y vuelve
llena de objetos fútiles y vanos;
y entre los signos de extranjera pompa
ponzoña esconde y corrupción, compradas
110 con el sudor de las iberas frentes.
Y tú, mísera España, tú la esperas
sobre la playa, y con afán recoges
la pestilente carga y la repartes
alegre entre tus hijos. Viles plumas,
115 gasas y cintas, flores y penachos,
te trae en cambio de la sangre tuya,
de tu sangre joh baldón!, y acaso, acaso
de tu virtud y honestidad. Repara
cuál la liviana juventud los busca.
120 Mira cuál va con ellos engreída
la imprudente doncella; su cabeza,
cual nave real en triunfo empavesada,
vana presenta del favonio al soplo
la mies de plumas y de agrones, y anda" 3 6 ' 5
125 loca, buscando en la lisonja el premio
de su indiscreto afán. ¡Ay triste, guarte,
guarte, que está cercano el precipicio!
El astuto amador ya en asechanza
te atisba y sigue con lascivos ojos;
130 la adulación y la caricia el lazo
te van a armar, do caerás incauta,
en él tu oprobrio y perdición hallando.
¡Ay, cuánto, cuánto de amargura y lloro
te costarán tus galas! ¡Cuan tardío
136 ya en el rico D.
137 no bastan Cañedo.
143 riqueza viuda D.
159 adoración ni ofrendas D.
240
39.
SÁTIRA SEGUNDA
A ARNESTO
241
timos (idénticos en Melendez, Ceán y B), que como habiamos dicho habíara-
sido suprimidos por El Censor, por cierto sin permiso de Jovellanos, que se
queja de ello a su hermano Francisco de Paula en carta del 3 de julio de
[1788] (B. A. E., II, pág. 315 o).
En El Censor precede a la Sátira la siguiente nota del editor: "Esta
"sátira la recibí sin otra carta alguna por el correo de Andalucía del día 10
"de este mes [mayo de 1787]. Dióme gran cólera ver un pliego tan abultado,
"y que tan caro me costaba, y estuve por devolvérselo al cartero sin abrirlo,
"discurriendo que era de un antiguo corresponsal mío, que ya gracias a Dios
'•hace algunos meses que me deja descansar. Pero, lo confieso, como mi cu-
riosidad llega a tanto en punto de papeles, que tengo hecha una colección
'•no pequeña de los que suelen venir envolviendo algo de la tienda (y a fe
''que hay en ellos cosas muy buenas), no pude reducirme a dejar de leer este
'•pliego. Abrile después de haberle arrojado dos o tres veces al suelo: vi ver-
"sos, comencé a leer, y desde luego di por bien empleados, no sólo el porte
"del pliego, sino también el mal rato que me habían hecho pasar. No sé si ten-
"drian parte en que me pareciesen tan bien el haberse desvanecido el dis-
g u s t o de que me creía amenazado. Como quiera que sea, el público, a quien -
•'me parecen dignos de comunicarse, juzgará de su mérito"".
En cuanto al título de la Sátira sólo el manuscrito D y la edición de
Valencia le dan el de Sátira de los Grandes y alta nobleza de España. Mo-
dernamente se impuso el que hemos adoptado.
La sátira se publicó en 1787, probablemente el 31 de mayo. Cabe supo-
ner que Jovellanos trabajó en ella el año anterior.
242
10 no te lo han dicho: si los mil botones
de filigrana berberisca, que andan
por los confines del jubón perdidos,
no lo gritan, la faja, el guadijeño,
el arpa 231 , la b a n d u r r i a y la guitarra
15 lo cantarán. No hay duda: el tiempo mismo
lo testifica. Atiende a sus blasones:
sobre el portón de su palacio ostenta,
grabado en berroqueña, un ancho escudo
de medias lunas y turbantes lleno.
20 Nácenle al pie las bombas y las balas
entre tambores, chuzos y banderas,
como en sombrío matorral los hongos.
El águila imperial con dos cabezas
se ve picando del morrión las plumas
25 allá en la cima, y de uno y otro lado,
a pesar de las puntas asomantes,
grifo y león rampantes le sostienen.
Ve aquí sus timbres; pero sigue, sube,
entra, y verás colgado en la antesala
30 el árbol gentilicio, ahumado y roto
en partes mil; empero de sus ramas,
cual suele el fruto en la pomposa higuera,
sombreros penden, mitras y bastones 232 .
En procesión aquí y allí caminan
35 en sendos cuadros los ilustres deudos,
por hábil brocha al vivo retratados.
13 guadajeño D.
14 la charpa, la bandurria D Valencia.
17 de su alta casa ostenta Meléndez: la versión definitiva volvió a la pri-
mera lección: palacio.
20 crecen al pie las bombas y granadas Primera; crecen al pie las bombas
y las balas Meléndez.
21 entre banderas, chuzos y tambores Primera; atambores S.
24 al morrión D Valencia.
25 cima, de uno D.
27 lo sostienen D Valencia.
?ñ he (ve Valencia) aquí todos sus timbres, sigue, sube D Valencia.
31 mil, verás que de S Arrieta.
24-38 Estos versos no estaban en Primera, pero fueron añadidos por Me-
léndez.
243
¡Qué gregüescos! ¡Qué caras! ¡Qué bigotes!
El polvo y telarañas son los gajes
de su vejez 23 ". ¿Qué más? Hasta los duros
40 sillones moscovitas y el chinesco
escritorio, con ámbar perfumado.
en otro tiempo de marfil y nácar
sobre ébano embutido 2 3 4 , y hoy deshecho.
la ancianidad de su solar pregonan 23 ''.
45 Tal es. tan rancia y tan sin par su alcurnia,
que aunque embozado y en castaña el pelo 23íJ .
nada les debe a Ponces ni Guzmanes.
No los aprecia, tiénese en más que ellos,
y vive así. Sus dedos y sus labios,
50 del humo del cigarro encallecidos.
índice son de su crianza. Nunca
pasó del B-A ba. Nunca sus viajes
más allá de Getafe se extendieron.
Fue antaño allá por ver unos novillos
55 junto con Pacotrigo y la Caramba. 2 3 7
P o r señas, que volvió va con estrellas,
beodo por demás, v durmió al raso.
Examínale. ¡Oh idiota!, nada sabe.
Trópicos, era. geografía, historia
60 son para el pobre exóticos vocablos.
Dile que dende el hondo Pirineo 2 3 S
234
corre espumoso el Betis a sumirse
de Ontígola en ei mar. 233 o que cargadas
de almendra y gomas las inglesas quillas.
65 surgen en Puerto Lápichi," 40 y se levan 241
llenas de estaño y de abadejo. ¡Oh!, todo,
todo lo creerá, por más que añadas
que fue en las Navas Wbitiza el santo"'12
deshecho por los celtas, o que invicto
70 triunfó en Aljubarrota Mauregato.
¡Qué mucho. Arnesto, si del padre Astete
ni aun leyó el catecismo! Mas no creas
su memoria vacía. Oye. y diráte
de Cándido y Marchame la progenie;" 4 ' 1
75 quién de Romero o Costillares saca"44
ia muleta mejor, v quién más limpio
hiere en la cruz al bruto jaramefio.
Haráte de Guerrero y ia Catuja"4'1
larga memoria, y de la malograda
80 de la divina Lavenant," 4 " que ahora
anda en campos de luz paciendo estrellas,1'11'
ia sal, el garabato, el aire, el chiste,
la fama y ios ilustres contratiempos 2 ' 1 "
recordará con lágrimas. Prosigue,
85 si esto no basta, y te dirá qué año,
qué ingenio, qué ocasión dio a los chorizos" 40
245
eterno nombre, y cuántas cuchilladas,
dadas de día en día, tan pujantes
sobre el triste polaco los mantiene.""0
90 Ve aquí su ocupación; ésta es su ciencia.251
No la debió ni al dómine, ni al tonto
de su ayo mosén Marc,252 sólo ajustado
para irle en pos cuando era señorito.253
Debiósela a cocheros y lacayos,
95 dueñas, fregonas, truhanes y otros bichos
de su niñez perennes compañeros;
mas sobre todo a Pericuelo el paje,
mozo avieso, chorizo y pepillista""4
hasta morir, cuando le andaba en torno.
100 De él aprendió la jota, la guaracha.
el bolero, y en fin, música y baile.
Fuele también maestro algunos meses
el sota Andrés, chispero de la Huerta, 235
con quien, por orden de su padre, entonces
105 pasar solía tardes y mañanas
jugando entre las muías. Ni dejaste
de darle tú santísimas lecciones,
oh Paquita, después de aquel trabajo
de que el Refugio236 te sacó, y su madre
110 te ajustó por doncella. ¡Tanto puede
la gratitud en generosos pechos!
De ti aprendió a reirse de sus padres,
y a hacer al pedagogo la mamola,
a pellizcar, a andar al escondite,
89 mantienen Nocedal.
90 he aquí D Valencia.
95 a dueñas y fregonas y otros bichos Primera.
96 perpetuos compañeros Primera.
97 Periquillo Primera.
99 cuando le doctrinaba Primera.
100 la jota, el pasacalle Primera: y la guaracha S Arrieta Valencia,
101 música y danza Primera.
107 tus santísimas B D; tú sanísimas Valencia.
108 después que de aquel Arrieta.
113 y hacer Arrieta.
114 pellizcar y andar Primera; pellizcar, andar S Arrieta.
246
.115 tratar con cirujanos y con viejas,
beber, mentir, trampear, y en dos palabras,
de ti aprendió a ser h o m b r e . . . y de provecho.
Si algo más sabe, débelo a la buena
de doña Ana. patrón de zurcidoras."'"
120 piadosa como Enone,2oi> y más chuchera
que la embaidora Celestina. ¡Oh cuánto
de ella alcanzó! Del Rastro a Maravillas,
del alto de San Blas a las Bellocas."^
no hay barrio, calle, casa ni zahúrda
.125 a su padrón negado. ¡Cuántos nombres
y cuáles vido en su líbrete escritos!
Allí leyó el de Cándida, la invicta," 00
que nunca se rindió, la que una noche
venció de once cadetes los ataques,
130 uno en pos de otro, en singular batalla.
Allí el de aquella siete veces virgen,
más que por esto, insigne por sus robos,
pues que en un mes empobreció al indiano,
y chupó a un escocés tres mil guineas,
135 veinte acciones de banco y un navio.
Allí aprendió a temer el de Belica 2<il
la venenosa, en cuyos dulces brazos
más de un galán dio el último suspiro;
247
y allí también en torpe mescolanza
140 vio de mil bellas las ilustres cifras.
nobles, plebeyas, majas y señoras,
a las que vio nacer el Pirineo,
desde Junquera basta do muere el Miño,
y a las que el Ebro y Turia dieron fama
145 y el B a r r o y Betis todos sus encantos;
a las de rancio y perdurable nombre,
ilustradas con turca y sombrerillo,~ (> "
simón y paje, en cuyo abono sudan
bandas, veneras, gorras y bastones
150 y aun (chito, Arnesto) cuellos y cerquillos:
y en fin. a aquellas que en nocturnas zambras.,
al son del cuerno conareoadas. dieron
fama a la Unión 2 6 3 que de una imbécil Temis
toleró el celo y castigó la envidia. 204
155 ¡Ahj cuánto allí la cifra de tu nombre
brillaba, escrita en caracteres de oro.
oír Cloe! El solo deslumhrar pudiera
a nuestro jaque, apenas de las uñas
de su doncella libre. No adornaban
160 tu casa entonces, como hogaño, ricas
telas de Italia o de Cantón, ni lostros~,Ji"
venidos del Adriático, ni alfombras,
sofá, otomana o muebles peregrinos.~ w;
Ni la alegraban, de Bolonia al uso,
165 la simia, il pappagallo e la spinetta.~ü'
La salserilla, el sahumador, la esponja,
241
cinco sillas de enea, un pobre anafe ?
un bufete, un velón y dos cortinas
eran todo tu ajuar, y hasta la cama,
170 do alzó después tu trono la fortuna,
¡quién lo diría!, entonces era humilde.
Púsote en zancos el hidalgo y diote
a dos por tres la escandalosa buena 268
que treinta años de afanes y de ayuno
175 costó a su padre. ¡Oh, cuánto tus jubones ?
de perlas y oro recamados, cuánto
tus francachelas y tripudios dieron
en la cazuela, el Prado y los tendidos
de escándalo y envidia! Como el humo
ISO todo p a s ó : duró lo que la hijuela.
¡Pobre galán! ¡Qué paga tan mezquina
se dio^ a tu amor! ¡Cuan presto le feriaron
al último doblón el postrer beso!
Viérasle. Arnesto. desolado, vieras
185 cuál iba humilde a mendigar la gracia
de su perjura, y cuál correspondía
la infiel con carcajadas a su lloro.
No hay m e d i o : le plantó; quedó por p u e r t a s . . .
¿Qué h a r á ? ¿Su alivio buscará en el juego?
190 ¡Bravo! Allí olvida su pesar. Prestóle
un amigo... ¡Qué amigo! Ya. otra nueva
esperanza le anima. ¡Ah! salió vana...
Marró la cuarta sota. Adiós, bolsillo...
1€9 era D; en vez de cama puntos suspensivos en ESE Censor Arrieta Ceán.
Cañedo.
170 tu fortuna Primera.
173 en cinco meses la espantosa buena Primera; escandalosa suma Cañedo..
174 de ayunos D S Arrieta Valencia.
175 costara al padre Meléndez; costó a tu padre B E.
177 francachelas y locuras Primera.
1ÍÍ2 te feriaron Primera Meléndez D Valencia,
]S4 vístela. Amesto, desolado, viste Primera.
185 cuál iba a mendigar la gracia y vieras D Valencia.
.'53 de la Primera; cual perjura D Valencia; de la perjura Primera Meléndez...
157 SIÍS lloros D Valencia.
131 y qué amigo Primera.
adiós dinero Primera.
249
Toma un censo... Adelante; mas perdióle
195 al primer trascarten, y quedó asperges.
No hay ya amor ni amistad. En tan gran cuita
se halla ¡oh Zulem Zegrí! tu nono nieto. 269
¿Será más digno, Arnesto, de tu gracia
un alfeñique perfumado y lindo.
200 d e noble traje y ruines pensamientos?
Admiran su solar el alto Auseva,
Limia, Pamplona o la feroz Cantabria, 270
m a s se educó en Sorez. 2 n París y Roma
nueva fe le infundieron, vicios nuevos
205 le inocularon; cátale perdido,
no es ya el mismo, ¡Oh, cuál otro el Bidasoa
tornó a pasar! ¡Cuál habla por los codos!
¿Quién calará su atroz galimatías?
Ni Du Marsais ni Aidrete le entendieran. 2 7 2
210 Mira cuál corre, en polisón vestido, 273
por las mañanas de un burdel en otro,
y entre alcahuetas y rufianes bulle.
No importa, viaja incógnito, con palo,
sin insignias y en frac. 274 Nadie le mira.
250
215 Vuelve, se adoba, sale y huele a almizcle
desde una m i l l a . . . ¡Oh, cómo el sol chispea
en el charol del coche ultramarino !2T5
¡Cuál brillan los tirantes carmesíes
sobre la negra crin de los frisones!...
220 Visita, come en noble compañía;
al P r a d o , a la luneta, a la tertulia
y al garito después, ¡Qué linda vida.
digna de un noble! ¿Quieres su compendio?
Puteó, jugó, perdió salud y bienes,
225 y sin tocar a los cuarenta abriles
la mano del placer le hundió en la huesa.
¡Cuántos. Arnesto. así! Si alguno escapa,
la vejez se anticipa, le sorprende.,
y en cínica e infame soltería,
230 solo, aburrido y lleno de amarguras,
la muerte invoca, sorda a su plegaria.
Si antes al ara de himeneo acoge
su delincuente corazón, y el resto
de sus amargos días le consagra,
235 ¡triste de aquella que a su yugo uncida
víctima cae! Los primeros meses
la lleva en triunfo acá y allá, la mima,
la galantea... Palco, galas, dijes,
251
coche a la inglesa... ¡Míseros, recursos!
240 El buen tiempo pasó. Del vicio infame
corre en. sus venas la cruel ponzoña.
Tímido, exhausto, sin vigor... ¡Oh r a b i a !
El tálamo es su p o t r o . . .
Mira. Arnesto,
cuál desde Gades a Brigancia el vicio 27 '
245 ha inficionado el germen de la vida,
y cuál su virulencia va enervando
la actual generación, ¡Apenas de hombres
la forma existe...! ¿Adonde está el forzudo-
brazo de Villandrando? ¿Dó de Arguello
250 o de Paredes los robustos hombros?"'*
El pesado morrión, la penachuda
y alta cimera, ¿acaso se forjaroxi
para cráneos raquíticos? ¿Quién puede
sobre la cuera y ía enmallada cota
255 vestir ya el duro y centellante peto?
¿Quién enristrar la ponderosa lanza?
¿ Q u i é n ? . . . Vuelve ¡oh fiero berberisco!, vuelve,,
y otra vez corre desde Calpe al Deva,L'7<J
que ya Pelayos no hallarás, ni Alfonsos
260 que te resistan; débiles pigmeos
te esperan. De tu corva cimitarra
al solo amago caerán rendidos...~ S:|
¿Y es éste un noble. Arnesto? ¿Aquí se cifran
252
los timbres y blasones? ¿De qué sirve
265 la clase ilustre, una alta descendencia,
sin la virtud? 2 * 1 Los nombres venerandos
de Laras. Tellos. Haros y Girones,
¿qué se hicieron? ¿Qué genio ha deslucido
la fama de sus triunfos? ¿Son sus nietos
270 a quienes fía su defensa el trono?
¿Es ésta la nobleza de Castilla?
¿Es éste el brazo, un día tan temido,
en quien libraba el castellano pueblo
su libertad? ¡Oh vilipendio! ¡Oh siglo!
.275 Faltó el apoyo de las leyes. Todo
se precipita: ei más humilde cieno
fermenta, y brota espíritus altivos,
que hasta los tronos del Olimpo se alzan.
¿Qué importa? Venga denodada, venga
280 la humilde plebe en irrupción y usurpe
lustre, nobleza, títulos y honores. 232
Sea todo infame behetría: no haya
clases ni estados. Si la virtud sola
les puede ser antemural y escudo,
285 todo sin ella acabe y se confunda.
253
40.
ROMANCE TERCERO
CONTRA FORNER283
254
15 girones y telarañas.
allá de Atocha en el templo,
do abierto un palmo de boca
la señalen con el dedo
m saeeula saeculorum
20 los devotos madrileños.
?\o bien Polifemo el brujo 2;i4
con su bálsamo hechicero
curado hubo las heridas
que en los pasados encuentros
25 íe diera el fuerte Antioro,
cuando ¡qué buen escarmiento!.
vuelto a su disforme forma,
tan loco andaba y tan tieso
por esas calles de Dios.
30 cual pudiera un Gerineldos.
Otra estupenda batalla,
transformado en escudero,
riñó después con Antioro
por desagraviar el tuerto
35 que hiciera el bergante a un manco,
bien querido en todo el pueblo.2Si>
Huho en ella horribles lances,
y aunque dudoso el suceso,
todavía le aguijaban
40 a buscar nuevos trofeos,
cuando hétele que a la plaza
salió un nuevo aventurero, 2 8 6
hombre avezado a las lides 287
V cual ninguno en esfuerzo.
17 Tuvo tres redacciones: 1.a) donde la miren pasmados; 2.a) donde con la-
bees abierta; 3.a) do abierto un paimo de boca. Entre este verso y el si-
guiente hay otros dos tachados- que tendrían relación con las sucesivas
redacciones del 17: la admiren por tu trofeo; en señal de tus trofeos.
2í> Primero: más loco andaba y más tieso.
30 Debajo y tachado: echando piernas y retos.
rS Debajo y tachado: riñera con su contrario.
35 Corrigió: que le hiciera, pero tachó le.
255-
4o Era este tal... Aquí, aquí,
numen mío. está el aprieto.
Vamos a pintarle al punto,
y quiera Dios se esté quedo.
Era de cuerpo muy flaco,
50 mas de espíritu muy recio; 258
duro y firme de mollera.
cual chinarlo berroqueño,
y aunque en miembros alfeñique,
¡ira de Dios! no hay celebro
55 que no magulle a los golpes
que da su brazo derecho. 2 ' 3
Nacido allá en la Cosmosia,"10
junto a los quintos infiernos,
criárale una amazona291
60 que le dio por madre el cielo,
no con leche ni papilla,
sino con hiél y veneno.
Ya crecido, fue el asombro
de los mozos de su tiempo :''J~
65 siempre adusto y siempre solo,
campando por su respeto.
¡Qué corazón! Más bizarro
n.i más duro no le hubieron
ni Ferraaut ni Galafre,
70 ni don Roldan ni Oliveros.
¡Nunca fueron su solaz
juveniles pasatiempos,
que era el lidiar su descanso
y era el vencer su recreo.29"
75 Armado de fuertes armas,
aue le labró un hechicero,
ele su tierra andaba siempre
invulnerable y cubierto; 204
pero entre todas brillaba,
48 Primero escribió: quiera Dios que se esté quedo; al tachar que antspwi y
51 Primero fue: firme de cabeza.
52 Primera redacción: cual peñasco.
256
80 alto y bien guarnido, el yelmo
que le dio un dey cosmosiano
cuando ie armó caballero.
Este y la diestra manopla
de muy bien templado acero
85 eran su salud, porque
tenía ¡raro portento!
toda su fuerza cifrada,
como el otro en los cabellos,
nuestro Sansón de Cosmosia
'90 en el testuz y en los dedos,
con que la tajante espada
blandía a diestro y siniestro.
Con tal brío y tal defensa
salía de tiempo en tiempo
95 el paladín cosmosiano
solo a desfacer entuertos,
y ni en yermos ni en poblados,
ni aun en palacios ni templos,
ningún malandrín seguro
100 se pudo hallar de sus retos.290
Rindió en singular batalla
a aquel gigantón protervo, 296
que dos siglos ha en la Nescia
se alzara rey de los pueblos,
105 y de sus pingües provincias
le despojando, en un credo
hasta más allá de Calpe
llevó el cosmosiano imperio.
¡Válasme Dios, qué de brujos,
110 de adivinos, de hechiceros,
de astrólogos, de poetas,
a sus manos perecieron!
Aun dicen que el fuerte Antioro
anduvo rodando entre ellos,
115 pero convertido en odr
257
logró escapar del aprieto,
que le salvaba el dios Momo
p a r a burla del Permeso.
Ni pudo huir de sus golpes
120 Tartufo, aquel caballero
que nacido en la Nigricia
se unió al bando de los nescios.
y con el gran cosmosiano
tuvo tan duros encuentros." JT
125 ¡Cuántas formas el bribón
no tomó, nuevo Proteo,
para vencer en batalla
^a su contrario! Yo mesmo.
vo vi sus transformaciones.
130 yo las vi. y aún no las creo.
Hétele vuelto en urraca,
cátale mudado en cuervo,
allí va con capa parda
y aquí en sayo ceniciento:
135 ya se le muestra ensañado,
y ya con rostro balaguero
le regala, le acaricia,
íe enlabia con sus consejos,
para llevarle a las trampas
140 que le iba armando con queso..
Nada le valió: no importa,
que al que no es buen caballero
un cantazo por detrás,
y adelante con el cuento.
145 Digo, pues, que al tal Tartufo
tentó la ropa en mil duelos,
hasta que por fin un día
que lidiaron cuerpo a cuerpo,
descargó en él tal diluvio
258
150 de embestidas y de encuentros,
que a los ciento y veinte y tres
rae le derrocó en el suelo,
y con la tajante espada
de par en par le abrió el pecho.298
155 No sacaron mejor suerte
muchos que con él se hubieron
allí, pero fue entre todos
celebrado el escarmiento
de Tormentorio de Hispalia,~üy
Íí)0 jayán tan vano y contento
de su poder, que aun rendido,
apaleado y casi muerto,
todavía cantó el triunfo
con bramidos tan horrendos.
165 que no hubo quien no le oyese
desde Estremoz a Murviedro. 800
De tales, de tan ruidosas
hazañas, de pueblo en pueblo
la siempre parlera fama
170 iba esparramando el eco.
Cantábanse ai cosmosiano
himnos, trovas y sonetos,301
puestos en solfa por uno
y tarareados por ciento.
175 Cuál ensalza su osadía,
cuál encarece su ingenio,
éste alaba su pujanza
y aquél el bizarro aliento
con que desprecia a los flacos
180 y hace cara a los soberbios,
"] Qué fuera de ti, oh Redondo 302V
260
asendereado y maltrecho,
no es lo mismo que estar siempre
bailando al son del p a n d e r o . . .
Pasáraie por la chola,
220 como digo de mi cuento,
decir mal, o maldecir,
que al cabo al cabo es lo raesrao,.
de los valientes campeones
que lidiaran cuerpo a cuerpo
225 con aquel ruin magancés, 300
Masolín el embustero."1"1
aquel pagano hiperbóreo,
que. descreído y protervo,
con mentiras y baldones
230 mancillar quiso el respeto
de la sin par doña Iberia,
el más preciado portento
de nobleza y cortesía
que jamás vio el Universo.
235 Dijo, pues, el cosmosiano
hablando por todos ellos;
d i j o . . . ¡nunca tal dijera!,
que ni eran fuertes ni diestros^
cual convenía a campeones
240 de tal nombre y en tal duelo; 3 0 '
que eran viejos sus rocines;
que sin escudos ni yelmos
por el palenque anduvieran,
sin poder tocar al pelo
245 de la ropa al magancés;
que eran de muy ruin acero
223 Antes de este verso empezó a escribir: mancillar quiso, con que comien-
za el siguiente, pero tachó las dos palabras, para redactar antes: con.
mentiras y baldones,
236 Primera redacción: sin duda hablando por ellos.
241 Primera redacción: que eran viejos sus caballos; corrigió: que eran fal-
sos, y volvió a corregir: que eran viejos sus rocines.
243 Primero: ruin acero; corrigió*. falso acero; por fin volvió a la primera
redacción.
261
sus espadas, y muy flojas
sus manoplas y aun sus dedos;
y por fin, vino a decir...,
250 dijo, en fin, y aquí fue ello,
que la tal dueña acuitada
no había en todo el su reino
quien de lavar su mancilla
fuese capaz... 308 No hay remedio,
255 ya lo dijo. ¡Ira de Dios,
y la que se armó al momento!
¡Qué blasfemias, qué brabatas,
qué votos y qué reniegos,
ya dichos y ya mascados,
260 no produjo el tal denuesto!
Pero nadie más furioso
se mostró que Polifemo;
y es el caso que escondido309
saliera también al cerco,
255 llamado de la nodriza
de Iberia, 310 que oído el tuerto
de su ama, sábelo Dios,
tomó gran parte en su reto,
y llamando a la defensa
270 príncipes y caballeros,
ofreció su blanca mano
a quien la salvase en duelo.
Oyó, pues, los dicharachos
de Zonzorín, Polifemo;
275 oyólos, y no más listo
se armó el gallardo Oliveros,
cuando, aunque herido y doliente,
llegó a saber los denuestos
que contra Cario y SUSÍ doce
262
refunfuñaba el tremendo
Fierabrás de Alejandría,
que se arreó Polifemo
para la lid, y tomando
lanza y broquel, caló el yelmo,
y en demanda del bastardo
Zonzorín salió tan tieso.
Hallóle que estaba entonces
asestando a un escudero, 511
a quien por mote llamaban
Bocacerrada en el pueblo." 1 "
el cual, viéndose con armas
y con razón, quiso atento
por tan ilustre princesa
quebrar dos lanzas; 31 " por cieño
que dio al bastardo once botes
tan firmes, que el uno de ellos,
resbalando a la manopla,
le hubo ele quebrar los dedos, 314
Mas Zonzorín. nunca débil,
reparóse, tomó alien Lo,
volvió a la carga, y tal vez
rematara al escudero
a no haber salido entonces
tan gran contrario a su encuentro.
Viéronee en fin. No se paran
allá en los campos del cielo
dos nubarrones, batidos
de dos encontrados viento»,
más terribles frente a frente
uno de otro, ni más fieros,
que frente a frente se paran
Zonzorín y Polifemo:
—"'Caballero, si lo sois,
'Mijo aquésíe, pues no creo
" q u e tanta descortesía
"quepa en quien es caballero,
"non fundedes vuestra gloria
263
"en tan mezquinos trofeos,
"que si de fama y renombre
320 "andáis por caso sediento,
"aquí estoy yo en quien podéis
"buscar triunfos de más precio.
Dijo, y largando el bridón,
tal bote dio contra el yelmo
325 de Zonzorín, que ¡sor poco
no se le derriba al suelo;
mas le abolló, por San Jorge,
y fuera el golpe tan recio,
que casi cien chapas de oro
330 le quitó del guarnimiento.
41.
SÁTIRA TERCERA
26"
AI mundo aturdirás y en su baraja,
5 pésele a quien pesare, harás figura,
más que allá en Avapiés::1<; una real niaU,
Crecerá dos pulgadas tu estatura
con la peluca blonda y el manteo:
digno juez ele sabia catadura.
10 Y con que ande limpko aqueste' arreo
podrás, al primer paso de la curia,
subir hasta el cénit con tu deseo.
Jamás del h a m b r e sentirás la injuria,
porque nunca a garguero engolillado
15 osó tocar su devorante furia.
Antes que bachiller hazte abogado,
mas sin tocar al Tormes y al Pisuerga,
do se corona sólo al que ha luchado.
que no es para letrados la monserga
20 que suena allí, ni el bárbaro ergoteo,
tanto distante de su culta jerga.
Haz lo que otros: escribe tu deseo
a algún sopista de Osrna,'"17 y tendrás una
panza de oveja a vuelta de correó;" 1 1
25 pues hay mil alquilones de la tuna
que 5 prestando su ciencia a cualquier nombre,
saben bachillerear aun en la cuna. 319
Logra tu fin y el medio no te asombre,
que en esta edad tan cara a maravilla
30 sólo cuesta muy poco hacerse hombre.
Gana, junta, rellena tu alforjilla,
y vende a la fía a todo pleiteante
que al bufete acercare su mancilla,
Ni para ser verboso o retumbante
35 sigas de Fabio o Cicerón la guía,
sino sólo tu labia y tu talante;
que yo conozco un quídam que salía,
lleno de orgullo y de sudor, de estrados
do charló u n día. y otro, y otro día.
40 Gritó, pateó, sopló por todos lados,
y en diluvios de citas y palabras
se dejó a los vivientes abismados.
Serás tú un Papiníano sí aú labras
tu suerte, y sabes desde pobre a rico
45 subir mientras tu padre guarda cabras.
¡Cuántos no hacen fortuna por el pico!
Y aun sin él, con descaro y con pulmones,
la puede hacer también cualquier borrico.
Ríete de elocuentes oraciones
50 llenas de fuego y de filosofía,
con tal que ahuches duros y doblones.
Consultas y alegatos a porfía
zurce, y largos papeles en derecho,"'20
y habla, y consulta, y dicta todo el día.
55 Así con mano larga y fuerte pecho
se echan de una gran casa los cimientos,
que en hablar y escribir está el provecho.
Por varas medirás tus pedimentos,
tus informes por triduos, sin cuidado
60 de estilo ni doctrina, que son cuentos.
Con el dicho, y el suso, y el narrado,
el otrosí, el y porque, el juro, el pido,
costas, protesto, etcétera, forjado,
harás un pedimento muy cumplido,
65 y capaz de apurar la negra honrilla
del contrario más culto y presumido.
Cuando ya absorto el vulgo de la villa
te agregare a los doce de la fama,
desata sin piedad tu taravilla.
70 Desgañítate, indígnate y declama,
y lleno de estro y espumante [el] labio,
esparce en torno la plectórea llama;
que así a tu voz tremenda no hará agravio,
si por doctrina vierte espumarajos.
75 ningún juez que pretenda hacer el sabio.
Atruénalos con fieros latinajos,
y ensarta acá y allá textos y citas,
267
y haz pompa y vanidad de calandrajos.
Nunca al sentido de la ley permitas
80 que desluzca tu ingenio y travesura.
pues lo que a éí le das a ti lo quitas.
Fuera de que la judicial mesura
de un vejancón rejileto de experiencia
mal de las leyes sufre la p r e m u r a :
85 dar quiere a su talante la sentencia,
y eructando al Acurcio y a Molina.' 521
alarde hacer de su profunda ciencia.
Pero, si a gloria tu afición te inclina,
y a meter ruido y a llamar la gente,
90 daréte yo una astucia peregrina:
échate a canonista osadamente.
v sabio de la noche a la mañana
serás, y problemista de repente.
Estudiar, ¿ p a r a qué? ¡Ni una semana!
95 ¿No es m á s barato hurtar los quodlibetos*2*
a algún autor de pluma inocenciana?
Retócalos e ingiere tus secretos.
y habla ai gobierno, adula, ofrece, manda,
y así a la gloria irán los mamotretos.
100 ¿Hizo más que esto el bello Peñaranda, 3 2 4
que ahora entre danzantes y libreros
en cálculos y arpegios se desmanda?
Mas. guay. que mientras, infalible, agüeros
de próspera abundancia desperdicia,
105 va por las calles su guitarra en cueros.
No creas, no, dichoso al que se inicia
de esta alquimia civil en los arcanos
y es pobre y nada para sí codicia.
Antes te afana y echa los livianos 3 " 4
110 por ganar oro y plata, y no renombre,
cual otro que ya nada en mejicanos.
Disfraza tú, como él, la patria y nombre,.
y dora tus mentiras y tus plagios
con algún ilustrísimo cognombre.
115 Tendrás así del vulgo los sufragios
y vendiendo tu bodrio a peso de oro 325
rico serás sin riesgo de naufragios.
¡Oh, cuál vendrán, temiendo tu desdoro,
los letrados de aldea y de guardilla
120 a traer la garrama 3211 a tu tesoro!
Todos te comprarán a maravilla,
y a dos por tres excederás en renta
a cualquier ilustrísimo golilla.
¡Esto sí que e» saber hacer la cuenta!
125 ¡Esto sí que es vender gato por liebre,
y lo que diez no vale por cuarenta!
Harás también que en himnos te celebre
de culto y sabio el vulgo romancista,
si delirante y con ardor de fiebre
130 m u r m u r a s del cuitado manteista,
que sabe enjaretar un silogismo
v ergotear en forma sumulisla,.
Di que toda su ciencia es b a r b a r i s m o ;
haz burla de Dónelo y de Cujacio, 827
135 y echa venablos contra Amoldo mismo, 328
que no es digno de henchir tu cartapacio,
si ya no embarbascaron su doctrina
Sala, Magro, el Beleña muy despacio. 3S9
Mueve otrosí tu crítica dañina
140 contra todo monuelo que de Groeio 330
o Puffendorf 331 guisare en la cocina,
y con Nela y Castillo haz tu negocio, 332
llamando a boca llena tu maestro
al culto Gómez y Aillón su socio. 333
145 Tendránte así por eminente y diestro
el foro, la academia y el bufete.
y serás de mil jóvenes cabestro.
Tus estantes atente, y el bonete
rellenarán Martínez y Elizondo, 334
150 charcos do bebe ya cualquier pobrete;
270
a la mofa de todo maldiciente.
que así a la fama de hombre de talento
se va,, y siguiendo tan trillada senda
'hicieron su agostillo más de ciento.3"N
190 Le hicieron, juro a tal, y nadie entienda
q u e pasaron su vida mal seguros.
m de títulos faltos ni de hacienda.
Pero si de esta trocha en los apuros
has de cejar al riesgo o al trahajo.
195 no ataques, no, tan veneran!, s muros.
Huye } y buscando más seguro atajo.
por no quedar de bruces en la brecha,
date a zarabutear de vuelo bajo.
Huele, rastrea, caza, atisba, acecha,
200 codicilos. reclamos, matrimonios.
y haz con tontos y tercos tu cosecha.
Urde embustes, falsea testimonios,
prevarica, cohecha, y como ganes,
da tu fama y tu punto a los demonios:
205 que ésta fue de otros bravos perillanes
de tres siglos acá la noble ciencia,
y éste el fruto y el fin de sus afanes.
Después hicieron santa penitencia,
y hoy comen sin zozobra sus biznietos
210 lo que hurtaron con trémula conciencia.
Huye también el riesgo y los aprietos
en que del patrio amor puedan ponerte
los sublimes y rígidos preceptos,
que eso de provocar la negra suerte
215 por librar a la patria de ruina
es buscar santa, pero triste muerte.
Acusó Tulio al fiero Catilina,
loó a Pompeyo y puso miedo a Antonio,
mas punzaron su lengua, aunque divina.
220 Si tal pensares tú serás bolonio,
por más que tengas a la vista alguno
tan claro y menos triste testimonio.
Pues si columbras en la cima a uno
que allá trepó por tan difícil senda,
.225 di que es dichoso y sabio cual ninguno,
mas no le imites, no, ni des la rienda
a un deseo que daña y no aprovecha,
ni da para la plaza ni la tienda.
Y aunque el Estado vieres en deshecha
230 tormenta zozobrar, vencido el cable
de la esperanza, y rota y trozos hecha
la proa, en medio de la mar instable,
duerme tranquilo, y del timón la guía
abandona a la chusma irrefrenable.
235 Verás cuál se abalanzan a porfía
uno y otro grumete hasta empuñarle,
y alargando el naufragio solo un día
regir el buque, no para salvarle,
sino para escapar con su tesoro
240 y echarle a pique en vez de marinarle,
CARTA DE UN QUÍDAM
A UN AMIGO SUYO,
273
Y en efecto, ¿quién no se sentirá penetrado de la mayor edi-
ficación al ver que los que ayer han representado los tiranos, los
impíos, los traidores y los disolutos: los que han remedado los
tramposos, los estrafalarios, los tontos y los abates, hoy, llenos de
20 humildad y compunción y sellados con el clavo de siervos de María,
se entregan fervorosísimamente al culto de esta gran Reina, y como
que renuncian al derecho que les dan a la admiración pública su in-
genio, su destreza, sus sales y gracejos, por adquirir la más digna
suerte con su piedad, su fervor y su humildísima modestia? CuáL
25 enarbolando el estandarte, se presenta más contento que cuando re-
presenta en su corral a un famoso maese de campo colocando una
bandera sobre la más alta almena del más alto alcázar de una for-
tísima ciudad, redimida a punta de lanza del infame yugo de los
moros, y cuál, gobernando la procesión con su vara de plata, va-
30 más hueco que cuando contrahace a Carlos V dirigiendo sus hues-
tes al asalto de la rebelde Túnez, o al insigne Menolo (sic) condu-
ciendo su gallarda comparsa, restituida de las inhospitales playas de
Numidia. Así es que trocados los oficios del arte histriónica acredi-
tan cuánto mejor es en su idea edificar que entretener, excitar la
35 devoción que la risa, y adquirir las bendiciones que las palmadas
del pueblo.
Pero lo que más digno de alabanza me pareció fue el ingenioso
medio que inventaron estas devotas gentes para dotar su Rosario y
los demás piadosos, festivos, solemnes cultos de su santa Herman-
40 dad. Confieso que le ignoraba hasta ahora, y que le he sabido core
grandísima complacencia. Haber señalado partido de primera dama
a la Virgen Santísima en una y otra compañía, y además dar una
comedia en su obsequio, para atribuirle todo su producto, es una
gracia que sólo pudo ocurrir a unas personas que tienen tantas y
45 que están acostumbradas a hacer reír a los demás. Ayúdeme Vmd..-
pues, a celebrarla y congratúlese conmigo de la excelencia de nues-
tras instituciones, que saben tan bien conciliar la piedad con el
entretenimiento, y sacar, por decirlo así, sabrosa miel de devoción
de las amargas y venenosas flores del vicio y la impiedad. Madrid..,
50 1 de agosto de 1788.
274
EPILOGO
275
43.
IDILIO DECIMOSÉPTIMO
A ÜN SUPERSTICIOSO340
276
Implórale, i no fíes momento de tu muerte
30 tu dicha a los arcanos sobre el fogoso Tauro;
del tiempo, ni al incierto ora por las Pleyadas
compás del Astrolabio. no visto, del Aquario
Implórale, i no alces 45 guardado esté en la urna r
tus ojos al Zodiaco, respeta de su brazo
35 que a sus constelaciones la fuerza omnipotente,
del hombre no ligaron y adórala postrado:
las dichas ni el contento que no de los Planetas
con ciega ley los hados. 50 ni los volubles astros
Implórale, i ahora pendiente está tu vida,
40 escrito esté el amargo mas sólo de su brazo.
30-31 Había escrito: tu dicha a los errados / anuncios; ai corregir puso entre
líneas, sin tachar lo primero: arcanos / del tiempo; dicha én los Quintana.
44 de B C Quintana Cañedo.
277
44.
ODA TERCERA
278
15 y al diligente labrador intima
su largo imperio.
279
al que su patria vigilante ilustra,
y los varones ínclitos ensalza,
y sabio alza a la región etérea
su claro nombre;
ODA CUARTA
JOVINO A PONCIO341
1 V ociosa A.
5 grand' armada A,
8 fió '1 tridente A.
9 t'espera A B.
281
sobre la playa su valor, de triunfos
impaciente!
15 irá bramando Cañedo, que parece error de copia, pues el presente sube d¿l
v. 13 exige también presente en éste.
17 huye a su vista A.
20 sigue proterva Cañedo.
21 horribl' estruendo A.
25 cuentos ritos C.
32 al olvido C.
33 ay de ti A; guay Cañedo: lo mismo en el verso 37; q' el A.
34 inociencia B.
282
¡Guar de ti, loca nación, que al cíelo
con tan horrendo escándalo afligiste,
cuando tendiste la sangrienta mano
40 contra el ungido! 340
37 q' al A.
38 scándalo A.
41 1' decreto A.
42 a 1' España A.
43 1' golfo A.
46 l'empresa A B; en A el apóstrofo es posterior.
47 l'almiranta A B; como en el caso anterior el apóstrofo de A fue puesto
después, y la 1 unida a la palotira siguiente con un rasgo que intenta
tachar la a de la; desparcier' en A.
49 1' lado A.
:53-54 diva. Del laurel sagrado / ciñe su frente, y la graciosa A; ciñe a su
frente Cañedo; nos parece más propio y más de acuerdo con la estrofa
anterior el texto de B.
283
46.
PROLOGO
284
Luego, ¿conocéisme? Luego,
acertasteis que soy el...
Tente, lengua... Por San Pedro,
que iba a decirlo. ¡Caramba!
30 Buena la hubiéramos hecho.
¡Vaya!, ¿qué va que me voy?
Sí, voime. Adiós, caballeras...
{Saliendo)
285
es la risa del conejo.
El asunto es que yo trato
60 de divertiros riendo,
pero se entiende con juicio,
sin melindres ni entrecejo.
Allá mi amigo don Placer,
que en mi conciencia sospecho
65 que es un poco extravagante,
suele (j qué gran maj adero!)
divertirse con sollozos,
con lágrimas y aspavientos,
y aun con muerte y puñales,
70 como si un hombre vertiendo
el lagrimón como el puño
pudiese hallarse contento.
No, señor, no más tragedia:
mal parece. ¡Vade retro!
75 Si quieres furias y llantos,
téntelas, y buen provecho;
que yo quiero risa y zambra,
y para eso me atengo
al crótalo y las sonajas
80 de Talía, mi cortejo;
la taimada Talía,
que cuando uno la está viendo
con tanta bocaza abierta
suele encajar al más serio
85 dos verdades como el puño,
que le dejan patitieso.
¡He!, ya lo dije, me voy.
Adiós, mis señores, pero...
286
47.
EPÍSTOLA SEXTA
287
El hablarte de coche ni equipaje,
20 reposteros, lacayos y cantina
ni de otro señoril matalotaje,
fuera de más, que es algo teatina
mi condición, y va siempre de gorja,
y con tanto boato se amohina.
25 En mi cuartago, y llena bien la alforja,
me voy cantando, y no se me da un bledo
por los inventos que el melindre forja.
Quiero ver el gran mundo abierto y ledo,
cual le supo adornar la industria humana,
30 y escudriñarle cuanto gusto y puedo.
¿Hay por ventura angustia más tirana
que andarse emparedado entre ladrillos, 300
sin ver más que la torda y la gitana,
ni oír más que rechinos y chasquidos,
35 o al son de las malditas campanillas,
ajos, votos, blasfemias y aullidos? 351
Ténganse ese regalo otros golillas,
y buena pro, mientras que yo, escotero,
llevo a salvo de vuelcos mis costillas.
40 Pues, señor, como digo, salí entero,
montado en mí capón, contento y libre,
no sin buena compaña y mal dinero.
No me asustaban Rosas ni Colibre,
ni la furia que allá mata y arrolla
45 al choque horrendo de infernal calibre.302
Me importaba dormir, comer mi olla,
y hallar sereno y esplendente el día,
más que tan triste y bárbara bambolla.
A dos por tres doblé con alegría,
50 aunque sudando, los ervasios puertos,353
y llevé hasta León mi correría.
De allí vi ya horizontes más abiertos,
y aun también más ajenos de conhorte,
32 Debe haber error en el impreso, porque este verso no rima con el terceto
siguiente.
268
pobres, incultos, rasos y desiertos,
55 hombres tristes, de oscuro y sucio porte,
casas de barro, calles de inmundicia,
pueblos, en fin, sin dicha ni deporte.304
Tal vez en torno de ellos la codicia,
si no ya la miseria, labra un poco,
60 sin afán, sin provecho ni pericia.
De árboles no hay que hablar; éste es un coco
que asusta al propietario y al labriego,
y a quien los planta le apellidan loco.
"Los habrá, dicen, cuando venga el riego."
65 Mas cielo y tierra, ¿no sabrán criarlos,
sin andar con los ríos en trasiego ?3oi>
Eh, ya le tienen... Pero ve a buscarlos,
y ninguno hallarás sino en la orilla
del canal que nos trajo monsieur Carlos,33"
70 ¡Ay!, aquí es do el ánimo se humilla,
viendo tan malogrado el beneficio
y vuelta la esperanza en gran mancilla;
campos sin árbol, seto ni edificio,
plagados de amapola y jaramago,
75 y aguas, bueyes y brazos sin oficio.
Aún vi las huellas del horrendo estrago
que desoló a Castilla cuando andaba
matando moros el señor Santiago.357
¿Qué hacen las leyes?, me dirás. Estaba
80 por decirte que duermen, mas no puedo;
que antes bien, su desvelo nos acaba.
Siempre duras y firmes en su quedo
de mandar y vedar, y siempre iguales
en enseñarnos su importuno dedo,
85 cierran a toda industria los canales,
y halagan y alimentan la pereza,
y acrecen y eternizan nuestros males.
Bórralas de una vez, y la cabeza
verás sacar al laborioso ingenio,
90 y aliarse con la gran naturaleza.
Libre de susto y sujeción el genio
sus premios buscará, y a nuestro clima,
con Baco y Ceres. traerá a Cilenio; 35S
cercará, poblará, pondrá en estima
95 el riego, y su sudor sobre la tierra
derramará, si no halla quien le oprima.
No son las leyes las que harán la guerra
al ocio, que las burla y las quebranta,
y cuanto más le gruñen más se emperra:
100 el interés, unido con la santa
necesidad, le arrojarán del mundo,
que él los imperios a esplendor levanta...3,19
Mas. mientras torres en el aire fundo,
el hilo voy perdiendo y la jornada.
105 Va de viaje. Capítulo segundo.
Llegué a Burgos. ¡Oh corte derrotada!
Ya vuelve a ser ciudad. Planta, edifica,
limpia, proyecta; pero ¿instruye? Nada
Aún la pereza allí se santifica
110 y la ignorancia se regala.:if!0 ¿Esperas
que estas dos Melisendras la hagan rica?
A Briviesca, a Pancorvo, y de sus fieras
escenas alejándome, en la Rio ja
me entré, cruzando prados y laderas.
115 Juntas las aguas del Tirón y el Oja
forman un ancha y venturosa vega,
do con la industria la abundancia aloja,
y allí con rica profusión allega
mieses y viñas, y árboles y prados,
120 cuanto el raudal fertilizante riega.
Por el pie de sus muros derrotados
Haro los ve correr al padre Ibero,
de cederle agua y nombre no asustados.
Corta el gran río, o plácido o severo,
125 no sin desdén, la playa polvorosa,
que alguna vez inunda osado y fiero;
mas ¡qué dolor!, la tierra, siempre ansiosa.
290
de abrir a su onda la sedienta entraña,
le pide auxilio, y dársele no osa.
130 Y mientra el borde de sus labios baña,
pierde sus aguas la vecina orilla
y su esplendor el árida campaña.
Después se traga al rico Najerilla,
que de su altivo puente envanecido,
135 tarde y mal de su grado se le humilla. 301
Disculpárasle acaso, si el florido
país que riega, como yo, observaras,
desde do muere hasta do fue nacido.
Caen sus aguas, rápidas y claras,
140 de la cana Cogolla a dar recreo
de Emiliano a las devotas aras,
y de allí al valle do encendió Berceo,
aunque con vieja y mal templada lira,
de otros más altos vates el deseo.302
145 Más impetuoso Najera le admira,
cuando a postrar su vacilante muro
a sus rotos alcázares aspira.
¡Oh qué de bienes a su raudal puro
deben, y encantos, la comarca y valle,
150 do el premio del afán siempre es seguro!
¿Cuándo So-malo deja de gozalle,
allá escondido en el ornbrío soto,
entre encinas y chopos de alto talle? 363
Después ni sufre márgenes ni coto,
155 hasta que Manso osado le refrena
con su puente invencible, si antes roto.
Se humilla al fin, y con desmayo y pena,
herido de los fuertes tajamares,
muere del Ebro en la desierta arena;
160 del Ebro, que desdeña otros solares,
y a ver unidos, vano, se apresura
de Tobía y Bazán los nobles lares.364
¿Temes que aquí yo diese en la censura
que coge a tanto caballero andante?
165 No, no lo permitiera mi ternura. 365
De amigo el nombre, más que de informante,
dictó el obsequio, y supo la confianza
unirse a la amistad fina y galante.
He aquí do fue colmada mi esperanza.
170 ¡Oh, Fuenmayor! ¡Oh plazo venturoso
de amistad, de alegría y bienandanza!
¡Fértil Buicio! ¡Valle deleitoso!
¡Campos que siempre enriqueció Lieo! 363
¡Santa hospitalidad! ¡Dulce reposo!
175 Nunca os olvidaré; continuo empleo
seréis de mi ternura y mi memoria,
y aunque en vano, también de mi deseo.
Mas vamos con el viaje y con su historia
a Logroño, do apenas sobrevive
180 la sombra débil de su anciana gloria.367
Pero capaz de recobrarla vive
un sabio allí, de ardiente celo henchido,
que sin cesar inspira, instruye, escribe.
¡Oh Barrio, si así fueras atendido! 368
185 Recibe al menos éste de mi aprecio
testimonio sincero y bien sentido.
De sus pingües campiñas alza el precio
el árbol de Minerva, cuyo fruto
mira Baco en las otras con desprecio.
190 ¡Cómo el ingenio roba y vierte, astuto,
por ellas del Iregua los raudales,
que al fin a Ibero rinden su tributo!
¡Campos de Navarrete, do con Pales,
Minerva y Ceres anda Baco asido,
195 por entre olivos, mieses y frutales,
con cuánto gozo os admiré, subido
al cerro del altísimo homenaje,360
que el tiempo y la codicia han dirruido!
Volví después a Nájera mi viaje,
193 Palas en el impreso, pero Jovellanos tuvo que escribir Pales, para rimar
con frutales.
198 En el impreso diruído.
200 donde a los padres de ía patria, Hervías
a un tiempo daba ejemplo y hospedaje.370'
¡Oh qué noble espectáculo! Verías
los claros hijos de la Rio ja unidos
trabajar en su bien noches y días;
205 viéraslos ya luchar, enardecidos,
con la pereza, y ya de la ignorancia
parar los rudos golpes repetidos,
hollar la envidia, y desde aquella estancia?
abriendo rocas, puentes y caminos,
210 llamar a todas partes la abundancia.
Los vi, los admiré, loé sus dinos
esfuerzos, y con voz quizá atrevida
predije de su patria los destinos.371
"Llevad, les dije, la onda fugitiva
215 del Ebro en torno hasta tocar la sierra;
293
vi venerados, y en prolij a historia
los triunfos de Millán vieron mis ojos.373
235 Mejor culto después di a la memoria
del eremita que granjearse supo
con su puente y calzada nombre y gloria.874
Tanta ni tal ¿a qué otro santo cupo?
Mas a otra parte vuelvo rienda y boca,
240 que por demás con fábulas te ocupo.
Por fin doblé los altos montes de Oca,
y fui por Burgos y Patencia al valle
do el Carrión en Pisuerga desemboca.
Vi allí a Batilo.375 El gozo de abrazalle
245 tú lo concebirás sin que lo cuente,
como también la pena de dejalle.
Después, de senda en senda y puente en puente,
sufriendo soles, lluvias y pedriscos,
malas posadas y bendita gente,
250 volví a León y a los paternos riscos,
y caí de sus altos vericuetos
a este emporio de peces y mariscos,
donde, en tanto que duermen mis folletos,
me harto de sueño, frutas y pescados,
255 y aun (¿lo oyes, alma mía?) de tercetos.
48.
EPÍSTOLA SÉPTIMA
Y RESPUESTA DE ESTE376
295
Estos que formo de primor desnudos.
15 no castigados de tu docta lima,
fáciles versos, la verdad te anuncien
de mi constante fe;3T7 y el cielo en tanto
vuélvame presto la ocasión de verte
y renovar en familiar discurso
20 cuanto a mi vista presentó del orbe
la varia escena. De mi patria orilla
a las que el Sena turbulento baña,
teñido en sangre; del audaz britano,
dueño del mar, al aterido belga;
25 del Rin profundo a las nevadas cumbres
del Apenino, y la que en humo ardiente
cubre y ceniza a Ñapóles canora,
pueblos, naciones, visité distintas:
útil ciencia adquirí, que nunca enseña
30 docta lección en retirada estancia,
que allí no ves la diferencia suma
que el clima, el culto, la opinión, las artes.
las leyes causan. Hallarásla sólo
si al hombre estudias en el hombre mismo.
35 Ya el crudo invierno que aumentó las ondas
del Tibre, en sus orillas me detiene,
de Roma habitador. ¡Fuéseme dado
vagar por ella, y de su gloria antigua
contigo examinar los admirables
40 restos que el tiempo, a cuya fuerza nada
resiste, quiso perdonar! Alumno
tú de las musas y las artes bellas,
oráculo veraz de la alma historia,
¡cuánta doctrina al afluente labio
45 dieras, y cuántas, inflamado el numen,
imágenes sublimes hallarías
en los destrozos del mayor imperio!
Cayó la gran ciudad que las naciones
más belicosas dominó, y con ella
50 acabó el nombre y el valor latino;
y la que osada desde el Nilo al Betis
296
sus águilas llevó, prole de Marte,.
adornado de bárbaros trofeos
el Capitolio, conduciendo atados
55 al carro de marfil reyes adustos,
entre el sonido de torcidas trompas
y el ronco aplauso de los anchos foros;,
la que dio leyes a la tierra, horrible
noche la cubre, pereció. Ni esperes
60 del antiguo valor hallar señales.
Estos desmoronados edificios,
informes masas que el arado rompe,
circos un tiempo, alcázares, teatros,
termas, soberbios arcos y sepulcros,
65 donde {fama es común) tal vez se escucha.
en el silencio de la sombra triste
lamento funeral, la gloria acuerdan
del pueblo ilustre de Quirino, y solo
esto conserva a las futuras gentes
70 la señora del mundo, ínclita Roma.
¿Esto, y no más, de su poder temido,
de sus artes quedó? ¡Qué!, ¿no pudieron..
ni su virtud, ni su saber, ni unida
tanta opulencia mitigar del hado
75 la ley tremenda, o dilatar el golpe?
¡Ay!, si todo es mortal, si al tiempo ceden*
como la débil flor los fuertes muros,
si los bronces y pórfidos quebranta
y los destruye y los sepulta en polvo,
80 ¿para quién guarda su tesoro intacto
el avaro infeliz? ¿A quién promete
nombre inmortal la adulación traidora,
que la violencia ensalza y los delitos?
¿Por qué a la tumba presurosa corre
85 la humana estirpe, vengativa, airada,
envidiosa... ¿De qué, si cuanto existe
y cuanto el hombre ve todo es ruinas?
Todo: que a no volver huyen las horas
precipitadas, y a su fin conducen
90 de los altos imperios de la tierra
el caduco esplendor. Sólo el oculto
numen que anima el universo, eterno
vive, y él sólo es poderoso y grande.
8 lograses Nocedal.
298
30 por los esfuerzos de la industria humana,
varia, fecunda, gloriosa y llena
de amor, de unión, de movimiento y vida;
o ya violadas sus eternas leyes
por la loca ambición, con rabia insana,
35 guerra, furor, desolación y muerte;
tal es el hombre. Ya le ves al cielo
por la virtud alzado, y de él bajando,
traer el pecho de piedad henchido,
y fiel y humano y oficioso darse
40 todo al amor y fraternal concordia...
jOh cuál entonces se solaza y ríe,
ama y socorre, llora y se conduele!
Mas ya le ves que del Averno escuro
sale blandiendo la enemiga antorcha,
45 y acá y allá frenético bramando,
quema y mata y asuela cuanto topa.
Ni amarle puedes, ni odiarle; puedes
tan solo ver con lástima su hado,
hado cruel, que a enemistad y fraude
50 y susto y guerra eterna le conduce.
Mas ¿por ventura tan adverso influjo
nunca su fuerza perderá? ¡Qué!, ¿el hombre
nunca mejorará?... Si perfectible
nació; si pudo a la mayor cultura
55 de la salvaje estúpida ignorancia
salir; si supo las augustas leyes
del universo columbrar, y alzado
sobre los astros, su brillante giro,
su luz, su ardor, su número y su peso,
•60 infalible midió; si, más osado,
voló del mar sobre la incierta espalda
a ignotos climas, navegó en los aires,
dio al rayo leyes» y a distantes puntos,
como él veloz, por la tendida esfera
65 sus secretos envió; por fin, si puede
perfeccionarse su razón, ¿tan sólo
será a su tierno corazón negada
la perfección? ¿Tan sólo esta divina,
deliciosa esperanza? 3 " ¡Oh caro Inarco!
70 ¿No vendrá el día en que la humana estirpe.,.,
de tanto duelo y lágrimas cansada,
en santa paz, en mutua unión fraterna,
viva tranquila? ¿En que su dulce imperio
santifique la tierra, y a él rendidos
75 los corazones de uno al otro polo,
hagan reinar la paz y la justicia?
¿No vendrá el día en que la adusta guerra
tengan en odio, y bárbaro apelliden
y enemigo común al que atizare
80 de nuevo su furor, y le persigan
y con horror le lancen de su seno? 3S0
¡Oh sociedad! ]Oh leyes! ¡Oh crueles
nombres, que dicha y protección al mundo-
engañado ofrecéis, y guerra sólo
85 le dais, y susto y opresión y llanto!
Pero vendrá aquel día, vendrá, Inarco,
a iluminar la tierra y los cuitados
mortales consolar. El fatal nombre
de propiedad, primero detestado,
90 será por fin desconocido. ¡Infame,
funesto nombre, fuente y sola causa
de tanto mal! Tú solo desterraste,
con la concordia de los siglos de oro,,
sus inocentes y serenos días; 381
95 empero al fin sobre el lloroso mundo
a lucir volverán, cuando del cielo
la ahna verdad, su rayo poderoso
contra las torres del error vibrando,
las vuelva en humo, y su asquerosa hueste?
100 aviente y hunda en sempiterno olvido.
Caerán en pos la negra hipocresía,
la atroz envidia, el dolo, la nunca harta^
codicia, y todos los voraces monstruos
que la ambición alimentó, y con ella
105 serán al hondo báratro lanzados,
300
allá de do salieran en mal hora,
y ya no mis insultarán al cielo.
Nueva generación desde aquel punto
la tierra cubrirá, y entrambos mares;
110 al franco, al negro etíope, al britano
hermanos llamará, y el industrioso
chino dará, sin dolo ni interese,
al transido lapón sus ricos dones.
Un solo pueblo entonces, una sola
115 y gran familia, unida por un solo
común idioma, habitará contenta
los indivisos términos del mundo.
No más los campos de inocente sangre
regados se verán, ni con horrendo
120 bramido, llamas y feroz tumulto
por la ambición frenética turbados.
Todo será común, que ni la tierra
con su sudor ablandará el colono
para un ingrato y orgulloso dueño,
125 ni ya, surcando tormentosos mares,
hambriento y despechado marinero
para un malvado, en bárbaras regiones,
buscará el oro, ni en ardientes fraguas
o al banco atado, en sótanos hediondos,
130 le dará forma el mísero artesano.
Afán, reposo, pena y alegría,
todo será común; será el trabajo
pensión sagrada para todos; todos
su dulce fruto partirán contentos.
135 Una ivYÓn común, un solo, un mutuo
amor los atarán con dulce lazo;
una sola moral, un culto solo,
en santa unión y caridad fundados,
el nudo estrecharán, y en un solo himno,
140 del Austro a los Triones resonando,
la voz del hombre llevará hasta el cielo
la adoración del universo, a la alta
fuente de amor, al solo Autor de todo.382
49.
EPÍSTOLA, OCTAVA
JOVINO A POSIDONIO3
302
10 tentó privarnos de este mutuo alivio,
la péñola rompiendo, a duros hierros
mi mano aprisionando, sus decretos
la amistad quebrantó, y a su despecho
me dicta ahora intrépida estas líneas.38'1
15 ¿Resistirla podré? ¿Quién a su impulso
no rinde el corazón? Tú, Posidonio,
cual nadie, tú la imperiosa fuerza
conoces de su voz v la seguiste,
¡con qué presteza, oh Dios!, cuando bramaba
20 más fiero el monstruo, y de uno en otro clima
a tu inocente amigo iba arrastrando.
¿Detúvote su ceño? ¿Su amenaza
te intimidó? ¿Cediste o te humillaste
ni al rumor ni al aspecto del peligro?
25 No; cuando todos, al terror doblados,
medrosos se escondían, tú, tú solo
te acreditaste firme, y a su furia
presentantes impávido la frente.38"
¡Oh alma heroica! ¡Oh grande y noble esfuerzo
30 de la amistad! ¿Podré olvidarlo? ¡Oh, antes
me olvide yo de mí, si lo olvidare.
303
Nunca será, que en rasgos indelebles
está grabado en el profundo centro
de mi inocente corazón, que prueba
35 cada momento cuánto de dulzura
sobre mi alma derramó, cuan grata
me es su memoria, y cuánto me consuela
en mi suerte infeliz, ¿Infeliz dije?
¿Acaso puede un inocente serlo?
40 Con la virtud, con la inocencia nunca386
morará el infortunio. El justo cielo
no lo permite, caro Posidonio.
El las sostiene, las conforta y tiende
para apoyarlas su invencible mano.
45 En mí lo siento, y sin temor lo afirma,
serena y pura mi conciencia. Nada
la turba: ni voraz remordimiento,
que es del crimen la fea adusta imagen,
ni ingratitud, ni deslealtad, ni alguno
50 de los verdugos de las almas viles
sus senos agitó. Contra esta blanda
consoladora voz, ¿qué vale el ronco
rumor de la calumnia? ¿O qué la envidia,
aunque con soplo venenoso incite
55 las furias del poder, su fragua encienda,
y sus rayos fabrique en mi ruina?
Yo en tanto escucho intrépido su alarma.3"'
¿Qué me podrá robar, di, Posidonio?
304
¿La libertad? En vano sus cadenas
60 el tirano forjara, presumiendo
hasta el alma llegar, donde se anida
de su poder exenta; que esta pura
emanación de la divina Esencia,388
este sutil y celestial aliento389
65 que nos anima y nos eleva, nunca
podrá ser entre muros ni con hierros
encadenado ni oprimido. Mira
cómo cruzando el piélago tendido
se lanza hora hacia ti, te abraza y busca
'70 conhorte y paz en tu amigable pecho;
y ¡oh cuál los busca cierto de encontrarlos!
Y luego en torno a los amados lares
que me vieron nacer rápido vuela;
besa el virtuoso umbral, se postra humilde
75 ante las santas sombras que le guardan,
y con piadosas lágrimas le riega,
i Oh sombra ilustre de Paulino, cuánto
de amargura y rubor te ahorró la muerte! 390
Libre está el alma, sí. Del globo entero
SO las regiones recorre contemplando
cómo la vida y la abundancia llenan
sus vastos climas; los remotos mares
surca veloz; desprecia entrambos polos
y a las altas esferas se remonta.
85 Ya en el éter se espacia; atravesando
^\/i^
los campos de la luz. sobre las lunas
de Herschel se encumbra; 301 rápida las puertas
eternales penetra, y a los coros
querúbicos unida, allí extasiada
90 su patria encuentra y su Hacedor venera.
¿Y es esto esclavitud? No, Posidonio.
Por más que esta porción de polvo y muerte
yaga en estrecha reclusión sumida,
libre será quien al eterno alcázar
95 puede subir; al Protector, al Padre
de la inocencia y la virtud postrado
extático adorar, y ver el rayo
que arde en su mano omnipotente, cómo
contra la iniquidad vibrado, llena
100 de espanto a la calumnia... Mas ¿si acaso
manchó este monstruo con su voz mi fama?
Si esta segunda y más preciada vida
del hombre...? ¡Ay!, de tu angustiado amigo
lie aquí el mayor, el más cruel tormento.
105 Mas ¿qué es la fama? ¿Quién la da y mantiene?'
¿No es el supremo Arbitro del mundo
su fiel dispensador? Suyo es, no nuestro
tan suspirado bien: próvido y justo
le da al que firme en la palestra lucha.
110 La inocencia le alcanza, con la egida
87 rápido Moñino.
89 unido, allí extasiado Moñino.
90 Hacedor adora Moñino.
91 Falta y en Moñino.
93 austera reclusión Moñino.
96 y de la vida, absorto Moñino.
97 y postrado adorar, ver cómo el rayo Moñino.
98 arde en su mano omnipotente, y cómo Moñino.
99 iniquidad alzado Moñino.
100 si en tanto Moñino.
101 mancha Moñino.
102 preciosa vida Moñino.
103 ay, Posidonio, de tu amigo Moñino.
104 ve aquí... más voraz Moñino.
108 tan estimable bien Cañedo.
109 le da a quien fiel por merecerle lucha Moñino.
110 sú egide Moñino; para esta forma cfr. poema 45, v. 51.
306
de la virtud cubierta, y el que supo
respetarlas y amarlas le conserva,
¿Le. perderá quien nunca holló los santos
fueros de la verdad? ¿Quién obediente
115 a su voz, del error y la ignorancia
fue jurado enemigo? Tú lo sabes,
tú, compañero y siempre fiel testigo
de mi vida interior, de mis designios,
de mis estudios, y tal vez en ellos
120 auxilio y consultor... ¡Oh, cuánto ahora
de esta feliz seguridad la idea
es a mi corazón dulce y sabrosa!
Tú de la atroz calumnia el grito infame
desmentir puedes; sabes que mis días,
125 partidos siempre entre Minerva y Temis?
corrieron inocentes, consagrados
sólo al público bien. Viste que en ellos
sumiso y fiel la religión augusta
de nuestros padres, y su culto santo,
130 sin ficción profesé; 302 que fui patrono
de la verdad y la virtud, y azote
de la mentira, del error y el vicio;
que fui de la justicia y de las leyes
apoyo y defensor; leal y constante
135 en la amistad; sensible, compasivo
a los ajenos males; de la pura
y candida niñez padre, maestro,
celoso institutor; y de la patria...
¡oh cara patria!, de tu bien, tu gloria
140 adicto, ciego promotor y amigo.393
307
Di, ¿son otros mis crímenes? El alto
testimonio que grita en mi conciencia,
¿qué digo?, el testimonio de la tuya,
el de todos los buenos, la voz misma,
145 esa voz fuerte y vigorosa que oye
la envidia con terror: la voz del pueblo,
la pública opinión, ¿qué otros me imputa?
¿Mas por ventura sueño? ¿ 0 el orgullo
adula mi razón y la perturba
150 con tan grata ilusión? ¿ 0 es la voz pura
de la inocencia? Ella es, oh Posidonio,
que el delito es cobarde. Sí, ella sola
valor dar pudo a un corazón que firme
desconoce el temor, y fiel al cielo,
155 a la patria, al honor, adora humilde
la Providencia altísima, y tolera
del infortunio el golpe, resignado.
¡Ah!, si el destino de rubor y angustia
tal peso carga sobre mí; si tantos
160 bienes me roba, y de tan caras prendas
(¡oh dulces prendas, por mi mal perdidas!)
me priva injusto y de su amor me aparta;
si, en fin, las heces del amargo cáliz
he de apurar, mi alma en tal conflicto
165 contrastada será, mas no vencida.
¿No ves siempre indefenso, empero nunca
308
rendido al fiero embate de las ondas
inmoble estar el risco de Antromero,39*
cual roquero castillo a los doblados
170 ataques de rabiosos enemigos?
Así ella inmoble esperará sus golpes.
Lloro, es verdad, negártelo no debo.,
lloro la ausencia de mi amada patria,
de mis caros penates, de mis pocos
175 fieles amigos, y de todo cuanto
mi corazón amaba, y reunido
colmo era de mi gloria y mi ventura...
Entre tantos, un alto, un digno objeto
jay! cada instante su llorosa imagen,
180 a mis ojos presente, las paredes
de esta medrosa soledad conturba.
Ya adivinas cuál es. Tú mismo viste
el generoso afán con que mi mano,
allá donde el paterno Piles corre
185 a morir entre arenas, una hermosa
viña plantó, que con ardientes votos
consagraba a Sofía, a cuyo amparo,
por siete abriles de abundancia llena,
mostró su esquilmo, y ya de la comarca
190 era delicia y gloria... y lo era mía.335
¡Oh cuál sus tiernos vastagos tendidos
por el terreno fértil, cuál lozanos
sus pámpanos frondosos de frescura
y verdor la cubrían! Tú admiraste
310
225 me lo anuncia el gran Ser: "Sufre, me dice,
"y espera. De los míseros mortales
"las suertes todas son en mi albedrío.
"Pende en mi mano la balanza, y sólo
"puedo yo dar a la inocencia el triunfo
230 "y bendecir y eternizar su obras".
He aquí mi apoyo y mi esperanza, amigo.
Seguro de él, ni temo ni provoco
de la suerte el rigor; sufro y espero
sin susto y sin afán... Tal vez un día
235 a vernos volverá, gozosa entonces,
la triste Gigia,397 unidos y felices.
Las verdes copas de los tiernos chopos,
con que la ornó mi mano, y que ya el tiempo
alzó a las nubes, cubrirán a entrambos
240 con su filial y reverente sombra.
En grata unión las playas resonantes
tornaremos a ver; aquellas playas
tantas veces pisadas de consuno,
mientras el sol buscaba otro hemisferio,
245 y el mar cántabro con alternas olas
besar solía las amigas huellas,
j Oh, si nos diese el cielo tal ventura,
cuánto dulces serán nuestros abrazos!
¡Oh, cuánto nuestras pláticas sabrosas!
250 Y contaremos, de zozobra exentos,
de la pasada tempestad la furia
y el horrendo peligro, mientra alegres
312
50,
EPÍSTOLA NOVENA
JOVINO A POSIDONIO400
No conocemos más texto que el editado por Cañedo, I, pág. 79, que es
el que reproducimos.
I*a fecha que figura en la edición anterior (13 de agosto de 1806) debe
corregirse de acuerdo con las anotaciones de los Diarios: redacta Jovellanos
el borrador de la Epístola del 19 al 23 de agosto de 1806; el 28 se copió el se-
gundo borrador, y el 1 de setiembre se sacaron dos copias en limpio, la una
para González Posada, a quien iba dirigida, y la otra para Ceán Bermudez
(B. A. E., IV, págs. 102-104).
313
que ya no más recrearán tu alma
ni de la aurora el rosicler dorado
25 cuando al oriente asoma, ni eJ brillante
dosel que de encendidos arreboles
retoca el sol para hermosear su lecho.
No gozarás ya allí del claro cielo
la vasta, augusta escena, ni en tu oído
.30 sonarán las canoras avecillas,
si ya no alguna, como tú enjaulada,
por su perdida libertad suspira.
La pompa vegetal tendida al viento
en árboles frondosos, o en mil flores
35 y plantas ricamente derramada
por los abiertos campos y colinas,
no más verán con éxtasis tus ojos.
¡Oh, cuánto menos echarán ahora
el rico esmalte de los verdes prados,
40 do con incierto giro serpentea
el arroyuelo, que del monte cae
sonando, y de su margen tortuosa
las tiernas camamilas salpicando!
¡Cuánto su aspecto y cuánto su frescura
45 refrigeraba tus cansados miembros!
¡Qué bien clamó León! ¡Oh necio, oh necio
el que de tantos bienes y delicias
voluntario se aleja, y aquél triste
a quien los niega mísero destino!40*
50 Pero ¿qué digo? ¿Al hombre pueden sólo
recrear los sentidos? ¿Por ventura
verá en ellos el único instrumento
de su felicidad, o podrá iluso
colocarla en sus ojos y su vientre?
55 ¡Oh blasfemia de Tíbulo! ¡Oh descuido
de la musa del Darro, 405 profanada
al repetirla en su sagrada lira!
Carlos, guarte, no hagas en la tuya
tal injuria a tu ser. Pues ¡qué! ¿en tu pecho
60 no hay un sentido superior que anima
cuanto en su imperio la natura ostenta?
Su riqueza magnífica, sus gracias,
¿para el bruto qué son? Nada sin vida,
que él pace y bebe estúpido, y vagando,
65 huella las flores, el arroyo enturbia,
y ni ama el campo ni a los cielos mira.
No así tú, Carlos. Tu razón, imagen
de la divina inteligencia, y ese
espíritu sublime que a una ojeada
70 cíelos, tierra y abismos ve, no esclavo
se hará de sus esclavos, ni a ellos solos
felicidad demandará. Más noble,
más encumbrado objeto va buscando,
de su destino y alto ser más digno.
75 Por él suspira de contino y vuela
sin descanso ni paz hasta encontrarle.
¿De vista le perdió? ¿Desconocióle?
¿Se lanzó acaso descarriado y ciego
en pos de alguno de su alteza indigno?
80 Pues todavía huyendo de él le busca,
y en él tan solo puede hallar reposo.
¡Oh alto, oh inmenso, oh sumo bien! ¡Tú solo
puedes saciar las almas que criaste!
Hacia ti vuelan cuando van perdidas
85 en pos de las bellezas, que benigno
criaste tú también. Pero ninguna
hinche su corazón, y de ti lejos,
nada le harta, todo le fastidia.
¡Oh divina virtud! A ti fue dado,
90 a ti sola entrever de bien tan sumo
la sublime morada. Tú, tú solo
en este valle, de amargura lleno,
puedes gustar con labio reverente
alguna gota del raudal inmenso
95 de gozo y paz que en torno de su alcázar
corre perenne, y que en reposo eterno
a luengos tragos beberás un día.
Dichoso tú, doquiera que morares,
oh Carlos, si andas en la sola senda
100 por do seguro la virtud te guía
hacia tan alto bien. ¿Qué puede, dime f
causar enojo al que fiel la sigue?
Tú lo conoces; tú, que en el bullicio
de la ciudad de Augusto, o ya ejercitas
105 la santa caridad, suma y tesoro
de todas las virtudes, o alejado
del liviano rumor, días y noches
entre el estudio y la oración repartes,
y en píos o inocentes ejercicios
110 santificas tu ocio. Y no presumas
que tal consuelo a la virtud400 no alcance
cuando aherrojada está, víctima triste
de la calumnia y del poder. No, Carlos,
no; que su escudo de templado acero,
115 tres veces doble, las agudas flechas
rechaza, y ni le vence ni traspasa
su venenosa punta. Sufre, es cierto;
pero sufre tranquila. Ve el insano
triunfo de la injusticia, ve el ultraje
120 de la inocencia desvalida, y sufre;
mas sufriendo, su mérito acrisola,
su fuerza aumenta y su corona labra.
La ve, la espera, y aun vencida vence.
¿Dúdaslo acaso? Dime, ¿qué en su daña
125 puede el rencor de un enemigo crudo?
¿Encadenar su cuerpo? Pero, libre,
¿no romperá su espíritu los fierros?
¿No volará por la sublime esfera?
¿Y no columbrará de aquella altura,
130 al través de los muros transparentes
del alcázar eterno, la corona
que está allí a su paciencia preparada?
Y entonces, di, ¿no volverá a su cárcel
con tan rica esperanza conhortado,
135 y el alma henchida en celestial consuelo?
¡Oh cómo entonces del destino triunfa!
316
Tal vez alegre al olvidado plectro
la mano alargará, y en dulce rapto
al son de las cadenas acordándole,
140 ensayará sobre sus cuerdas de oro
liras a la amistad, himnos al cielo.
Y si la tierna compasión,, rompiendo
los pechos de diamante, ¡ay Dios! abriese
la hermosa luz del éter a sus ojos
.145 y el verdor de los campos, ¡cuánto, oh, cuánto
dulce placer rebosará en su pecho!
Entonces sí que de naturaleza
gozaría el espectáculo, subiendo
desde él a contemplar el sumo Artífice,
150 que con benigna omnipotente mano
tantas lumbreras encendió en el cielo
para aumentar su gloria, y en la tierra
tanta belleza y tantos ricos dones
en bien del hombre derramó piadoso.
155 ¡Ah!, desdichado el que a tan alta dicha
y inefable consuelo abrir no puede
su duro corazón, y no conoce
que no hay desdicha en la virtud, y solo
la virtud santa puede hacer dichosos.
51.
EPÍSTOLA DECIMA
A BERMUDO,
SOBRE LOS VANOS DESEOS Y ESTUDIOS DE LOS HOMBRES
3 te acecha Lima.
9 inocencia debes Lima.
318
10 Tal es su condición, que no tolera
que a su despecho el hombre sea dichoso.
Así a tus ojos insidiosa ostenta
las fantasmas del bien, que va sembrando
sobre la senda del favor, y pugna
15 por arrancar de tu virtud los quicios.
Guay, no la atiendas; mira que robarte
quiere la dicha que en tu mano tienes.
No está en la suya, no; puede a su grado
venturosos hacer, mas no felices.
20 ¿Lo extrañas? ¿Quieres, como el vulgo idiota^
de la felicidad y la fortuna
los nombres confundir, o por los vanos
bienes y gustos con que astuta brinda
el verdadero bien medir? ¡Oh engaño
25 de la humana razón! Di, ¿qué promete
digno de un ser, que a tan excelsa dicha
destinado nació? [Pesa sus dones
de tu razón en la balanza, y mira
cuánta es su liviandad! Hay quien, ardiendo
30 en pos de gloria y rumoroso nombre,
suda, se afana, y, despiadado, al precio
de sangre y fuego y destrucción le compra;
mas si la muerte con horrendo brazo
de un alto alcázar su pendón tremola,
35 se hincha 4üS su corazón, y hollando fiero
cadáveres de hermanos y enemigos,
un triunfo canta, que en secreto llora
su alma horrorizada. Altivo menos,
empero astuto más, otro suspira
40 por el inquieto y mal seguro mando,
y adula, y va solícito siguiendo
el aura del favor; su orgullo esconde
en vil adulación; sirve y se humilla
26-27 digno de un ser que a hollar el alto cielo / y allí gozar de tan excelsa
dicha / destinado nació Lima.
39 pero astuto muy más otro Lima.
para ensalzarse; y si a la cumbre toca,
45 irgue altanero la ceñuda frente,
y sueño y gozo y interior sosiego
al esplendor del mando sacrifica;
mas mientra incierto en lo que goza teme,
a un giro instable de la rueda cae
50 precipitado en hondo y triste olvido.
Tal otro busca con afán estados,
oro y riquezas; tierras y tesoros,
¡ah! con sudor y lágrimas regados,
su sed no apagan. Junta, ahorra, ahucha,
55 mas con sus bienes crece su deseo,
y cuanto más posee más anhela.
Así, la llave del arcón en mano,
pobre se juzga, y pues lo juzga, ©s pobre.
A otra ilusión consagra sus vigilias
60 aquel que, huyendo de la luz y el lecho,
de la esposa y amigos, la alta noche
en un garito o mísera zahúrda
con sus vi'les rivales pasa oculto.
Entre el temor fluctúa y la esperanza
65 su alma atormentada. Hele: ya expuso,
con mano incierta y pecho palpitante,
a la vuelta de un dado su fortuna.
Cayó la suerte; pero ¿qué le brinda?
¿Es buena? Su ansia y su zozobra crecen.
70 ¿Aciaga? ¡Oh Dios!, le abruma y le despeña
en vida infame o despechada muerte.
¿Y es imás feliz quien fascinado al brillo
de unos ojuelos arde y enloquece,
y vela, y ronda, y ruega, y desconfía,
45 ergue Lima.
46 e interior Lima.
48 mas mientras Ceán.
66 Falta este verso en Lima,
67 de un dado al vuelco toda su fortuna Lima,
69-70 En Lima en lugar de estos dos versos, se lee el siguiente: ¿Es buena?
¡Oh Dios!, le abruma y le despeña.
320
75 y busca al precio de zozobra y penas
el rápido placer de un solo instante?
No le guía el amor, que en pecho impuro
entrar no puede su inocente llama.
Sólo le arrastra el apetito; ciego
80 se desboca en pos de él. Mas ¡ay!, que si abre
con llave de oro al fin el torpe quicio,
envuelta en su placer traga su muerte.
Pues mira a aquél, que abandonado al ocio,
ve vacías huir las raudas horas
85 sobre su inútil existencia. ¡Ah! lentas
las cree aún. y su incesante curso
precipitar quisiera; en qué gastarlas
no sabe, y entra, y sale, y se pasea,
fuma, charla, se aburre, torna, vuelve,
90 y huyendo siempre del afán, se afana.
Mas ya en el lecho está: cédele al sueño
la mitad de la vida8 y aun le ruega
que la enojosa luz le robe. ¡Oh necio!
¿A la dulzura del descanso aspiras?
95 Búscala en el trabajo. Sí, en el ocio
siempre tu alma roerá el fastidio,
y hallara en tu reposo su tormento.
Mas ¿qué, si a Baco y Ceres entregado
y arrellanado ante su mesa, engulle
100 de uno al otro crepúsculo, poniendo
en su vientre a su dios y a su fortuna?
La tierra y mar no bastan a su gula.
Lenguaraz y glotón, con otros tales
en francachelas y embriagueces pasa
105 sus vanos días, y entre obscenos brindis,
carcajadas y broma disoluta,
322
Huye, y era la virtud busca tu asilo,
que ella feliz te hará. No hay, no lo pienses,
dicha más pura que la dulce calaría
que inspira al varón justo. Ella modesto
145 le hace en prosperidad, ledo y tranquilo
en sobria medianía, resignado
en pobreza y dolor, Y sí bramando
el huracán de la implacable envidia,
le hunde en infortunio, ella piadosa
150 le acorre y salva, su alma revistiendo
de alta, noble y longánime constancia.
¡Y qué si hasta su premio alza la vista!
¿Hay algo, di, que a la esperanza iguale
de la inmortal corona que le atiende?
155 Mas te oigo preguntar: aqueste instinto.,
que mi alma eleva a la verdad, esta ansia
de indagar y saber, ¿será culpable?
¿No podré hallar, siguiéndola, mi dicha?
¿Condenarás-la? No, ¿Quién se atreviera,
160 quién, que su origen y su fin conozca?
Sabiduría y virtud son dos hermanas
descendidas del cielo para gloria
y perfección del hombre. Le alejando
del vicio y del engaño, ellas le acercan
165 a la divinidad. Sí, mi Bermudo;
mas no las busques en la falsa senda
que a otros, astuta, muestra la fortuna.
¿Dónde pues? Corre al templo de Sofía?
y allí las hallarás. Ruégala... ¡Mira
170 cuál se sonríe! Instala, interpone
la intercesión de las amables musas,
y te la harán propicia. Pero guarte,
que si no cabe en su favor engaño,
324
205 sobre un átomo vil. -jCuán necio triunfa,
si allí le ofrece el mágico instrumento
leve señal de movimiento y vida!
Su forma indaga, y demandando al vidro
lo que antevio su ilusa fantasía,
210 cede al engaño y da a la vil materia
la omnipotencia que aí gran Ser rehusa,.
Así delira ingrato, mientras otro
pretende escudriñar la íntima esencia
de este sublime espirtu que le anima.
215 ¡Oh cuál le anatomiza, y cual si fuese
un fluido sutil, su voz, su fuerza,
y sus funciones y su acción regula!
Mas ¿qué descubre? Sólo su flaqueza,
que es dado al ojo ver el alto cielo,
220 pero verse a sí, en sí, no le fue dado.
Con todo, osada su razón penetra
al caos tenebroso; le recorre
con paso titubeante, y desdeñando
la lumbre celestial, en los senderos
225 y laberintos del error se pierde.
Confuso así, mas no desengañado,
entre la duda y la opinión vacila.
Busca la luz, y sólo palpa sombras.
Medita, observa, estudia, y sólo alcanza.
230 que cuanto más aprende, más ignora.
Materia, forma, espirtu, movimiento,
y estos instantes que incesantes huyen,
y del espacio el piélago sin fondo,
sin cielo y sin orillas, nada alcanza,
235 nada comprende. Ni su origen halla,
ni su término, v todo lo ve, absorto
326
Estúdiate a ti mismo, pero busca
la luz en tu Hacedor. Allí la fuente
de alta sabiduría, allí tu origen
275 verás escrito, allí el lugar que ocupas
en su obra magnífica, allí tu alto
destino, y la corona perdurable
de tu ser, sólo a la virtud guardada.
Sube, Bermudo, allí; busca en su seno
280 esta verdad, esta virtud, que eternas
de su saber y amor perenne manan;
que si las buscas fuera de él, tinieblas,
ignorancia y error hallarás sólo.
Deste saber y amor lee un destello
285 en tantas criaturas como cantan
su omnipotencia, en la admirable escala
de perfección con que adornarlas supo,
en el orden que siguen, en las leyes
que las conservan y unen, y en los fines
290 de piedad y de amor que en todas brillan
y la bondad de su Hacedor pregonan.
Esta tu ciencia sea, ésta tu gloria.
Serás sabio y feliz si eres virtuoso,
que la verdad y la virtud son una.
295 Sólo en su posesión está la dicha,
y ellas tan sólo dar a tu alma pueden
segura paz en tu conciencia pura,
en la moderación de tus deseos
libertad verdadera, y alegría
300 de obrar y hacer el bien en la dulzura.
Lo demás, viento, vanidad, miseria.
CANTO GUERRERO
PARA LOS ASTURIANOS
328
ante Asturias sus águilas sólo
detuvieron el vuelo feroz,
y el feliz Octaviano a su vista
20 desmayado y enfermo tembló,
Corred;, corred briosos, etc.
Cuando suevos, alanos y godos
inundaban el suelo español;
cuando atónita España rendía
25 la cerviz a su yugo feroz;
cuando audaz Leovigildo, y triunfante^
de Toledo corría a León;
vuestros padres, alzados en Arbas,
refrenaron su insano furor.
30 Corred, corred briosos, etc.
Desde el Lete hasta el Piles Tariquef
con sus lunas triunfando llegó,
y con robos, incendios y muertes
las Españas llenó de terror;
35 pero opuso Pelayo a su furia
el antiguo asturiano valor,
y sus huestes el cielo indignado,
desplomando el Auseva, oprimió. 418
Corred., corred briosos, etc.
40 En Asturias Pelayo alzó el trono y
que Ildefonso afirmó vencedor;
la victoria ensanchó sus confines,
la victoria su fama extendió.
Trece reyes su imperio rigieron,
45 héroes mil realzaron su honor,
y engendraron los héroes que altivos
dieron gloria a Castilla y León.
Corred, corred briosos, etc.
Y hoy, que viene un villano enemigo
50 libertad a robaros y honor,
329
¿en olvido pondréis tantas glorias?,
¿sufriréis tan indigno baldón?
Menos fuerte que el fuerte romano,
más que el godo y el árabe atroz,
55 ¿sufriréis que esclavice la patria,
que el valor de Pelayo libró?
Corred, corred briosos, etc.
No creáis invencibles ni bravos
en la lid a esos bárbaros, no;
60 sólo en artes malignas son fuertes,
sólo fuertes en dolo y traición.
Si en Bailen de sus águilas vieron
humillado el mentido esplendor,
de Valencia escaparon medrosos,
65 Zaragoza su fama infamó.
Corred, corred briosos, etc.
Alcañiz arrastró sus banderas,
el Alberohe su sangre bebió,
ante el Tormes cayeron batidos,
70 y Aranjuez los llenó de pavor.
Fue la heroica Gerona su oprobio,
Llobregat reprimió su furor,
y las ondas y muros de Gades
su sepulcro serán y baldón.
75 Corred, corred briosos, etc.
Y vosotros de Lena y Miranda
¿no los visteis huir con terror?
¿Y no visteis que en Grado y Boriga
su vil sangre los campos regó?
80 Pues ¿quién hoy vuestra furia detiene?
Pues ¿quién pudo apagar vuestro ardor?
Los que ayer eran flacos, cobardes,
¿serán fuertes, serán bravos hoy?
Corred, corred briosos, etc.
85 Cuando os pide el amor sacrificios,
cuando os pide venganza el honor,
¿cómo no arde la ira en los pechos?
¿Quién los brazos nerviosos ató?
330
A las armas, valientes astures,
90 empuñadlas con nuevo vigor,
que otra vez con sus huestes el Corso
el solar de Pelayo manchó.
Corred, corred briosos,
corred a la victoria,
y a nueva eterna gloria
subid vuestro valor.
331
TRADUCCIONES
TRADUCCIONES
53,
LA ENCINA Y LA CAÑA
(FÁBULA DE LAFONTAINE)
335
y el soplo más ligero,
que puede apenas encrespar la tersa
superficie del agua,
10 te obliga a dar de hocicos en el polvo.
Al contrario, mi copa,
cual eminente Cáucaso elevada,
del sol se opone a los ardientes rayos,
e insulta y desafía
15 al ímpetu ruidoso de los vientos.
Al menos si te hubieses
criado aquí al abrigo de los ramos
con que cubro este monte,
vivieras más segura,
20 guarecida por mí de las tormentas;
pero tú, desdichada,
creces sobre esa descubierta playa,
a ser débil juguete de los cierzos.
Por cierto que contigo
25 anduvo bien cruel naturaleza,
—Amiga, yo agradezco
tu compasión, le respondió la caña;
mas no tengas cuidado,
pues yo, doblando el cuello a los embates
30 del viento, más segura
estoy que tú, por más que hayas altiva
resistido hasta ahora. Vamos viendo.
Mientras la caña hablaba,
del opuesto horizonte
35 un recio vendaval se precipita
con furia tempestuosa.
Al punto se encorvó la débil caña,
mas la robusta encina
336
resiste a los embates,
40 hasta que al fin, doblando sus esfuerzos
el viento asolador, descuaja y troncha
al árbol que escondía
su alta copa en las nubes
y su raíz en el profundo abismo.
33-
54.
(FÁBULA DE LAFONTAINt)
3 Falta un en B dañeáo.
27 que ahora B; que agora Cañedo.
338
*50e
IDILIO
DE MONTESQUIEU
339
45 Ella se fue entre tanto para que cuando vengan
a do el Amor yacía: los juegos y las risas
— E n sueño sepultado en busca de él, no le hallen.
está, dijo Censa, 80 Écheselas encima.
de tan frecuentes tiros y luego la taimada
50 rendido a la fatiga. se holgaba y se reía
Vamos a atar con flores de ver que al diosecillo
sus pies y manecillas. del todo le cubrían.
— N o . dije yo, no lo hagas, 35 —-Pero ¿ q u é es esto que h a g o ?
que a su deidad mil dichas No. no, dijo Cefisa.
55 debemos, y favores, cortémosle las alas.
— P u e s voy. dijo la ninfa. que así no h a b r á en la vida
a dispararle un dardo más hombres inconstantes,
de los que el malo tira, 90 porque éste se ejercita
con cuanta fuerza pueda, en inspirar a todos
60 — P e r o ¿no ves- Cefisa, mudanzas y perfidias.
que puedes despertarle? Dicho esto, saca luego
— Y bien, si nos divisa, sus tijeras la ninfa;
¿ p o d r á hacer otra cosa 95 sentóse, y con gran tiento
que hacernos m á s heridas? asió las puntéenlas
65 —iNo, no, dije, dejemos de las doradas alas
que duerma sin fatiga, del dios, que aún dormía.
y estémonos sentados Yo entre tanto, sintiendo
cabe él en compañía, 100 mi alma conmovida,
p a r a q u e a nuestras almas de susto y temor lleno,
70 inflame más su vista. —Tente, dije, Cefisa.
Entonces recogiendo Mas ella sin oírme.
de mirtos que allí había, de las alas divinas
y rosas, muchas h o j a s : 105 las puntas corta; suelta
—"Voy, prosiguió Cefisa, las tijeras deprisa,
75 voy a tapar del niño y huyendo del castigo,
el cuerpo y la carita. salvarse solicita.
341
la hizo la más voltaria ya par Cleón suspira.
de todas las bonitas. 175 ¿No ves, Amor tirano,
Con una nueva llama que soy yo a quien castigas?
J.70 la enciende cada día: Pronto a sufrir la pena
primero a m i m e quiso, estoy de su osadía.
a poco tiempo ardía mas no con sus desprecios,
por Dafnis, y al pr?&Mita 180 oh dios cruel, nv; aflijas.
342
56.
EL PARAÍSO PERDIDO
PRIMER CAJNTTO
34.5
de un puro y recto corazón, instruye
con ciencia divinal mi torpe lengua.
25 Tú. que desde el principio fuiste a todo*
presente, y cobijando el ancho abismo
so tus inmensas alas, con activo
prolífico calor le fecundaste.
ven, y eleva mi voz. y lo que es débil
HO en mí sostén, y limpia y ilumina
lo inmundo y tenebroso, porque pueda
subir de un vuelo al encumbrado asunto,
justificar la eterna Providencia
de Dios, y abrir al hombre sus caminos.42
35 Pero primero di. pues nada esconden
de tu vista los cielos ni las hondas
cavernas del infierno, di qué causa
indujo a nuestros padres, en tan llena
bienandanza nascidos, a que. ingratos
40 a su Hacedor, violasen el precepto,
el único precepto que, al hacerles
dueños del Paraíso, les pusiera.
A tal traición ¿quién los llevó engañados?
El dragón infernal, cuya malicia,
45 íle n<i£ia invidia y de venganza armada,
engañe a la gran madre de los hombres,,
poco después que fuera con sus haces
de espíritus íebeldes de la clara
región del cielo echado.4'22 Allí soberbio.-
50 en su partido y fuerzas confiado,
sobre toda criatura alzarse quiso,
y aun presumió que, opuesto, igualaría
al Altísimo en gloria. Así, ambicioso,
contra el reino de Dios y su alta silla
344
55 enarboló el pendón, y tocó al arma
en los celestes campos; pero hallóse
burlado en sus intentos, porque armado
de santa ira el brazo omnipotente,
le derrocó del alto firmamento,
60 con horrísono estruendo y gran ruina.
precipitado hasta el inmenso abismo,
do el que insultó, atrevido, al Poderoso
yace agora en cadenas de diamante
preso, y á eterno fuego condenado.
65 Nueve veces el tiempo que en el mund
mide la duración de noche y día
corriera, y otro tanto, con sus fuertes
batallones, 423 anduvo el fiero jefe
en un lago de llamas revolcado;
70 revolcado, vencido y confundido,
aunque inmortal. Pero a mayor venganza
le guardaba su suerte, porque agora
de las pasadas dichas y el presente
eterno mal le aflige la memoria.
75 En derredor de sí sus tristes ojos,
do profunda ambición y caimiento
con odio amargo y pertinaz orgullo
brillan mezclados, vuelve y en un punto
,:on perspicacia angélica su suerte
J
Í>Q T enetra de una vez- su triste, horrenda,.:.
i y s s
42 1
desesperada suerte. ' A todas partes
ve un hondo calabozo y un inmenso
horno, con negras llamas encendido, 4 " 1 "
a cuya escasa luz pudiera apenas
346
'¿No eres tú aquél!...? Mas ¡ay, a cuál bajura
'caído! ¡ Cuál mudado 428 del que un día
'allá en los reinos de la luz brillaba
115 'con resplandor y gloria transparente
'entre todos los ángeles! ¿No eres
'el que en valor y heroicos pensamientos
'igual casi conmigo, en la gloriosa
'facción siguió brioso mis banderas,
120 'compañero del riesgo y la esperanza?
'¡Ay! Agora nos hizo la desdicha
'pares en la ruina. ¡A qué profunda
'sima, de cuál altura hemos caído!
'¡ Tanto pudo del Todopoderoso
125 'el trueno destructor!,,. ¡Ah! ¿quién probara
'el poder de sus armas hasta entonces?
'Mas las armas, ni los fieros males
'que el vencedor en su ira nos reserva,
'arrepentir me harán, ni de mi pecho,
130 'aunque de tanta gloria despojado,
'borrar podrá jamás la cruel memoria
'de la pasada injuria, de la injuria
'hecha al mérito nuestro, que grabada
altamente en mi alma contra el sumo
135 'ofensor encendió la cruda guerra 429
'y horrenda conmoción que de su lado
347
"tantos espirtus apartó, que altivos
"mi estandarte siguieron, y oponiendo
"nuestro unido poder al poder suyo.
140 "por los llanos del cielo, en lid dudosa,
"hicimos vacilar su santo trono.
" P o r fin. se perdió el campo. Mas ¿ q u é importa?
"No todo se perdió, que inconquistable
" d u r a nuestro albedrío Y odio eterno,
145 "y de venganza el íntimo deseo,
"su valor inflexible a los reveses
"del caso o de la fuerza. N o ; tal gloria,
"la ira del vencedor ni su soberbia
" j a m á s de mí tendrán, 4 "" ni nunca espere
150 "ver que. acatando su deidad, postrado
"y lleno de rubor, su gracia implora
"el que antes hizo con heroico brazo 4 " 1
"indecisa la suerte de su imperio;
"que abatimiento tal más doloroso
155 "y más infame fuera que el desaire
"de la pasada ruina. Y pues no puede
"ni la sustancia celestial ni el brío
"perecer "de los dioses, y más cautos
"la experiencia os hará, ¡sus!, declaremos.
160 "de mejor suerte y gloria esperanzados,
348
"guerra al gran enemigo, eterna guerra,
"por fuerza y por astucia peleada
"contra el duro opresor, que agora triunfa
"desvanecido y sin rival impera.
165 "solo, tirano del inmenso cielo".
Así el ángel infiel, mientra el despecho
roía sus entrañas, se jactaba;
y así su compañero le responde:
"¡Oh príncipe, oh caudillo de las altas
170 "potestades del cielo, que. guiando
"con tu falange numerosa al choque
"los bravos serafines, fuiste asombro
"con altos hechos del Empíreo/'' 2 y diste
"susto al eterno Rey, y disputaste
175 "la excelsa primacía, que la fuerza
"y fortuna tal vez le adjudicaron!
"Por demás siento el caso lastimoso
"de la pasada rota, que con mengua
"nos arrancó del cielo, derribando
180 "nuestro brillante ejército a este abismo,
"do yace destruido, cuanto pueden
"ser las sustancias puras destruidas.
"Empero vive el ánimo invencible,
"y aunque ofuscada la nativa gloria
185 "y todo nuestro bien, en este hondo
"piélago de miserias anegado,
162 Cavanilles por guerra, que debe ser errata del copista; en Milton by
forcé.
171-173 los bravos serafines a la guerra, / en cerrada falange fuiste asom-
bro / con hechos memorables del Empíreo B Cañedo.
174 del Rey eterno B Cañedo,
175 que a él la B Cañedo.
176 el hado o la fortuna adjudicaron B Cañedo.
177-179 demasiado conozco y siento el triste / caso de aquella rota igno-
miniosa / que nos privó del cielo derribando B Cañedo.
181 deshecho y destruido B.
182 puras sustancias B Cañedo.
183 empero aún vive B Cañedo.
184 y bien que oscurecida nuestra gloria B Cañedo.
185 y todas nuestras dichas en B Cañedo.
186 anegadas B Cañedo.
U9
"el antiguo vigor renacer siento.
"Mas ¡ay!, si el Vencedor omnipotente
"•—^que tal le creo, pues vencernos pudo-—
190 "conserva astuto la nativa fuerza
"de nuestro espirtu, solo para hacernos
"resentir más y más los crueles males
"que su implacable ira nos prepara;
"o si, pues la ley dura de la guerra
195 "nos hizo esclavos suyos, quiere solo
"que cual esclavos viles le sirvamos
"en este horrible infierno, ejecutores
"por la honda escuridad, de sus designios,
"¿de qué nos sirve, di, sentir sin mengua
200 "nuestro angélico brío, o del ser nuestro
"la eterna duración, eterna sólo
"para sufrir sin fin eternos males?"
A esto Satán así responde al punto:
"Caído querubín, mostrar flaqueza
205 "en la prosperidad o en la desgracia
"cosa es indigna de tu ser."183 No pienses
"que podrá el bien de las acciones nuestras
"ser objeto jamás. El mal solmente
"lo puede ser; el mal. tan odioso
210 "de la alta Voluntad que resistimos,
"Y pues de nuestro mal su Providencia
"sacar pretende el bien, sea nuestro empeño
350
" q u e del bien mismo el mal resulte, y esta,
"esta gloria, que, o miente rni esperanza
215 " o será m u y colmada, nos consuele;
"la gloria de afligirle, conturbarle
"y trastornar sus íntimos designios. 431
"Vímosle ufano refrenar la saña
"de los ministros de su injusta ira
220 "que airados nos cargaban, y a las puertas
"los obligó a volver del alto cielo.
" U n a lluvia de azufre tempestuosa,
"que arrojó tras nosotros, cerró el paso
"a esta h o n d a cueva, en que de allá caímos.,
225 "Ya ni la luz medrosa del relámpago
"deslumbra en el infierno, ni resuena
"por su hueca extensión del trueno h o r r e n d a
"el retumbante son.48:' Agotó acaso
"toda su furia en la cruel venganza.
230 "Mas, ya nos dé tan no esperada tregua
" h a r t a su saña, o altivo su desprecio, 4 ""
'"no la desperdiciemos. Mira a aquella
"parte un desierto y solitario llano,
"triste mansión de horror, do escasamente
235 "llega el medroso y pálido reflejo
"que esta lúgubre llama de sí envía.
"Guiemos allá el paso, y retirados
"de este golfo de fuego, allí busquemos,
353
con inflamado azufre y fuego sólido,,
como con llamas fluidas el lago.
Tal parecía en su candente forma
como tal vez de fuerza soterraña
300 el choque arranca un cerro del Peioro,
o de la étnea tronadora cumbre.
en cuj^a entraña henchida de inflamable
materia prende el fuego y agitado
hierve con furia mineral; revienta
305 violento al aire libre, y la comarca
de humo se cubre y de betún ardiente.
tal era el suelo do asentó la planta
el protervo Satán. En pos le sigue
Beleebub. necios presumiendo entrambos
310 haber la estigia cárcel escalado
por su antigua virtud, cual altos dioses,
y sin que otro mayor lo consintiese.
" ¿ E s aqueste el país?, exclamó entonces í : , s
"el fiero Arcángel, ¿la región es ésta
315 " a do lanzados desde el alto Empíreo
"venimos a m o r a r ? ¿ A esta medrosa
"escuridad, del alma luz del cielo?
"Sí lo será, que así mandarlo plugo
"ai tirano que hoy triunfa: sea en buen hora.
320 "Vivamos lejos de su vista- libres,
"ya que. a pesar de la razón, la fuerza
"le juzgó superior a sus iguales.
354
"Adiós, dichosos campos, donde siempre
"moran el alma paz y la alegría.
325 "¡Salve, horrible mansión! ¡Infierno, salve!
"¡Y tú, profundo abismo, abre tu seno
"al nuevo habitador, cuyos designios
"jamás el tiempo mudarán ni el hado!
"El vivirá en sí mismo, y con su gloria
330 "del infierno hará cielo. Si uno siempre
"es su ser inmutable, nada importa
"que mude de lugar, que estará en todos
"sobre toda criatura, inferior sólo
"a uno a quien el trueno hace más grande,
335 "En este reino oscuro, do la invidia
"no llegará del Todopoderoso,
"viviremos ai menos sin el susto
"de ser más desterrados. Reinaremos
"independientes, y reinar es siempre
340 "noble ambición, aun en el hondo abismo^
"y mejor suerte que la vergonzosa
"servidumbre del cielo. ¿Por qué causa
"dejamos, pues, que los amigos fieles,
"de nuestro riesgo y ruina compañeros,
345 "yagan sumidos en el hondo lago,
"y de mortal asombro poseídos?
"¿Por qué no los llamamos a que gocen
"también su parte en este suelo infame,
"o para que, de nuevo reunidas
350 "nuestras fuerzas, probemos si ser puede
"algo del cielo aún reconquistado,
"o si algo más perdido en el infierno?"
355
Esto dijo Satán, y tal respuesta
le diera Belcebut: "Noble caudillo
355 "de aquel brillante ejército, que sólo
vencer pudiera el brazo omnipotente,
si ellos oyen tu voz, la más segura
prenda de su esperanza en los peligros,
tantas veces oída en más extremos
360 "casos, y en el conflicto arduo y dudoso
de la cruel batalla en los asaltos,
y en todo trance su señal segura.
tú los verás volver con nuevo aliento
al antiguo vigor. Que no es extraño
365 "que dende el alto cielo a este hondo abismo
caídos, yagan hora cual nosotros
poco ha, de horror y asombro penetrados"
Apenas acabó, cuando a la orilla
el fiero capitán se fue acercando.
370 De temple celestial, ancho y macizo,
era el redondo escudo que pendía
de sus robustos hombros, semejante
en su circunferencia al orbe lleno
de la luna, mirado por la tarde
375 a través de algún óptico instrumento.
Tal cual con firme vista, desde lo alto
de Fesol, o en Valdarno, le observaba
el inventor etrusco,4"9 y descubría
tierras, ríos y montes en su globo,
380 El más gigante pino de Noruega,
en los montes cortado para mástil
de una grande almiranta, un junco leve
sería, comparado con la lanza
en que apoyaba sus molestos pasos
385 (no cuales en el cielo dio algún día)
por la inflamada arena, mientra el ígneo
356
muro y la ardiente bóveda le herían
con fuego abrasador por todas partes.
Empero él lo sufría, y procediendo
390 hasta el vecino golfo, allí parado,
llamó a sus tercios de ángeles, que yacen
rendidos al terror y agonizantes
sobre la herviente onda, tan espesos
como las secas hojas que al otoño
395 cubren de Valumbrosa las corrientes,
de los frondosos árboles caídas;
o como cuando Orion con turbulento
soplo azota las playas eritreas
nadan sobre las ondas las livianas
400 algas, sobre las ondas que sorbieron
un día a Faraón con su robusta
caballería de Menfis, cuando airados
las rescatadas tribus perseguían,
mientras seguras, de la opuesta orilla
405 vieron ellas hundirse sus jinetes,
3relmos. banderas, carros y caballos;
tan espesos cubrieron los rebeldes
espíritus el lago, al fiero asombro
de la mudanza súbita rendidos.
410 Llamólos, pues, y a la gran voz los huecoa
senos del hondo infierno resonaron: 440
"Príncipes, potentados y guerreros,
"flor del cielo, antes nuestro y ya perdido;
"pues qué, ¿pudo infundirse en inmortales
415 "espíritus tal pasmo? Por ventura
"después del duro afán de la batalla,
"¿pensáis hallar aquí sueño y reposo
"cual si estuvierais en el blando,cielo?
"¿O es que así prosternados heis jurado
420 "dar culto al vencedor, que hora se goza
"en ver desde su trono a tantos fuertes
357
"querubines y excelsos serafines
"en este golfo hundidos, con sus rotas
"armas y sus banderas revolcados,
425 "mientras que de las puertas eternales
"caen sobre nosotros sus ministros
"prontísimos, del fuerte rayo armados
"y el aterrante trueno, y os traspasan
"con más crueles heridas, y al más hondo
430 "fondón de aquesta cueva os precipitan?
"¡Sus!, despertá o queda por siempre hundidos".
Oyéronle, y al punto avergonzados
volaron hacia arriba, y como suele
una guardia tal vez en torpe sueño
435 por su mayor tomada, a la tremenda
voz correr presta al arma y darse prisa,
no bien despierta aún5 así los diablos,
que ni el horrendo pozo en que cayeron,
ni los fieros tormentos, ocupados
440 del terror, percibieron, Mas con todo
la voz del general obedecieron
innumerables. Tal, en el mal día
de Egipto, apenas hubo al alto cielo
tendido la su vara portentosa
445 Moisén, cuando he aquí que dende oriente
una muy densa nube de langostas
viene, cubriendo el aire, y sobre el reino
del duro Faraón se extiende negra,
como la noche, del fecundo Nilo
450 las dilatadas playas asombrando.
Tan sin número entonces parecían
los ángeles precitos, so la ardiente
copa revolteando del infierno,
353
de tres voraces fuegos, alto, bajo
455 y lateral, en torno acometidos;
hasta que su lanzón Satán moviendo,
señaló el sitio do posar debían;
y ellos en ala igual bajaron prontos
al sulfúreo terreno, hinchiendo el llano
460 Jamás tal muchedumbre el populoso
norte arrojó de su escarchado seno,
cuando sus hijos bárbaros. pasa2ido
el Danubio o el Rin, como un diluvio
inundaron el sur,441 y hasta las playas
465 de la arenosa Libia se extendieron.
Desde cada escuadrón y tercio al punto
los jefes destacados vienen prontos
de su gran comandante a la presencia,
semidioses en aire y estatura,
470 de formas sobrehumanas; personajes
de real dignidad, que allá en el cielo
antes en altos tronos se asentaran,
bien que hoy en los registros eternales
no se halla ya memoria de sus nombres,
475 para siempre borrados y raídos,
por su traición, del libro de la vida.
Ni entre los hijos de Eva otros tuvieron
hasta mucho después, que sobre el mundo
por alta permisión de Dios vagando,
480 para probar al hombre, corrompieron
con fraudes y mentiras muy gran parte
de la raza mortal. Los desviaron
del Dios que los criara, hasta que torpe-
mente trocando su invisible gloria
485 en la imagen de un bruto, muchas veces
erigieron en dioses los demonios,
y entre oro y pompa y ceremonias vanas,
360
520 el nunca oído grito de los tiernos
hijuelos, por el fuego devorante
a su horroroso ídolo arrastrados.
Allá en Rabba y sus llanos aguanosos
le adoró el ammonita. hasta do corren
525 por Argob y Basan de Anión las aguas..
Ni se hartó su altivez con esta aioria;
antes del más sapiente de los hombres
corrompió el corazón., y con engaños
hizo que el viejo Salomón le alzara
530 sobre el monte de Oprobio un alto templo,
frente al templo de Dios, y que por bosque
le consagrara el antes deleitoso
valle de Hennón. Tofet después llamado,.
y negro Gehemna. imagen del infierno.
535 Gamos viene tras él. terror inmundo
del moabita. de Aroer a, Nebo.
y hasta el austral desierto de Abarimo ? -
por Hesebón y Horonaim, dominios
del rey Seón, y aún más allá de Si-bma.,
540 de sus viñedos y floridos valles,
desde Eleale al lago de Asfaltite.
So el nombre de Fegor también sedujo-
a Israel en Sitim. a su partida
del Nilo. y logró de él obscenos ritos..
545 después con duros males castigados.
Mas todavía sus orgías torpes
extendió al monte infame, cabe el bosque~
de Hennón. juntando el odio a la lujuria.-
hasta que el b-uen Josías. con ardiente
550 celo, los arrojó de allí al infierno..
Tras éstos parecieron los que dende
ia cofinante onda del Eufrates
362
cayó de vanos dioses, por la astucia
585 de sus idolatre-gas enlabiado. 4 "
En pos vino Tamud, de quien la herida
atraía cada año a la alta cumbre
del Líbano las vírgenes sirianas,
a plañir tiernas todo un día estivo
590 su desventura con devoto llanto;
mientras que el dulce Adonis, desprendido
de su nativa roca, la purpúrea
corriente enviaba al mar. teñido en sangre
de Tamud, según dicen, analmente.'*'14
595 Igual lamento hicieron con la torpe
fábula, ilusas, de Sion las hijas,
cuyas livianas lágrimas rociando
los umbrales del templo vio en su rapto" 5
Ecequiel, cuando puesta ante sus ojos
600 le fue ¡oh Judá! tu negra idolatría.
Aquél vino después, que gran tormento
sintió cuando cautiva el arca santa
mutiló la su imagen, derribando
allá en su mismo templo sobre el polvo,
605 sin brazos ni cabeza, el tronco horrible,
afrenta de su culto y sacerdotes.
Llamáronle Dagón, monstruo marino,
hombre del medio arriba, el resto pece.
Tuvo, empero, en Azot también su templo
610 temido por la costa palestina,
en Gath, en Ascalón, y en las fronteras
de Acarón y de Gaza. Y a él seguía
Rimmón, que tuvo asiento allá en Damasco,
588 vírgines B.
593 teñida B Cañedo,
597 lágrimas vertidas B Cañedo.
598 a la puerta del templo vio en su rapto B Cañedo.
600 su negra Cavanüles.
609 Azorb B Cañedo,
610 la corta B Cañedo.
612 Falta él segundo y en B; él se seguía Cañedo.
=613 Bimmón B Cañedo; pero Nocedal Rimmón.
en la fecunda y deleitosa orilla
615 de Abana y Fárfar, transparentes ríos..
Rival también de Dios y de su templo ;
si perdió a un rey leproso, otro (su necios
conquistador Acaz) vino a su culto,
y derribó en su obsequio el altar santo,
620 poniendo en su lugar otro erigido
a la siriana moda, do quemase
vergonzosas ofrendas, adorando
los mismos dioses que vencido hubiera^
Detrás venía innumerable turba,
625 por diferentes nombres distinguida,
de no reciente fama: Osiris, Isis,
Horo y su comitiva, que con formas
espantables y extrañas brujerías
al fanático Egipto embaucaron,
630 y aun a sus sacerdotes, que buscaban
sus dioses vagabundos, en figuras
de animalías torpes escondidos.
También dañó a Israel el mal contagio.,
cuando adoró en Oreb sus arracadas,
635 por el arte fusoria convertidas
en un becerro de oro, cuya culpa
dobló en Bethel y en Dan el rey protervo
que contrahizo su Dios, y en vez del santo
Jehová, quemó incienso a un buey rumiante.
640 Por eso, oh Egipto, en una triste noche
fueron tus primogénitos despojo,
y tus balantes dioses, de su ira.
Belial vino por fin, que igual del cielo,
ningún más torpe espíritu cayera,
615 Abaña B.
620 uno erigido B Cañedo
623 vencido había B Cañedo.
627 Hero B.
631 vagamundos B Cañedo.
632 animales B.
634 Falta adoró en B, indudable errata.
643 que el cual Cavanüles.
364
645 ni que más suciamente el vicio amase.
No tuvo templo alzado, ni humo nunca
de altar suyo subió. Mas ¡ay!, ¿quién tiene
culto mayor en templos y en altares,
cuando niegan a Dios sus sacerdotes,
•650 cual los hijos de Eíí, que el santo templo
con lujuria y violencia profanaron?
Reina también en cortes y palacios
y en las ciudades, de torpeza asiento,
donde del alboroto y las injurias
•655 sube el rumor sobre las altas torres,
cuando a la sombra de la noche negra
salen los hijos de Belial, de orgullo
y vino henchidos, a rondar sus calles.
Testigüenlo las tuyas, oh Sodoma,
660 y las de Gabaá, do sin respeto
a Ja hospitalidad fue escarnecida
la dueña de Bethel, cuyo alto ultraje
libró de otro más torpe a su velado/"
Estos eran en orden los primeros,
665 y en brío. Los demás eran sin cuento
y largos de expresar, aunque famosos
dioses, a quienes de Jaban los hijos
adoraron en Jonia, más recientes
empero, que sus padres cielo y tierra:
670 Titán el primogénito, y su enorme
familia, de la herencia por Saturno,
bien que hermano menor, desposeídos,
aunque el hijo tonante justo pago
le dio, usurpando el usurpado cetro;
675 primero en Ida y Creta conocidos,
después también sobre la cana cumbre
367
Entonces éi por las armadas filas
745 tendió la experta vista, y travesando
rápido los inmensos batallones,
vio el orden de los suyos, sus semblantes,
su aire y estatura, cual de dioses;
al fin sumó su número, y henchido
750 su corazón entonces de soberbia,
se glorió en su poder vano y protervo,
porque jamás desde su infancia el mundo
viera ejército tal, ni comparados
con él los más famosos, parecieran
'755 otro que cual la enana infantería
que lidia con las grullas, aunque a un tiempo
se ayuntasen la prole gigantea
de Flegra y los heroicos escuadrones
que lidiaron en Teba y Troya en uno
'760 revueltos con sus dioses auxiliares;
los que ensalza y describe el fabuloso
cuento de Artús. seguido de sus fuertes
caballeros britanos y bretones;
los que después, ya infieles, ya cristianos,
765 en Montalván justaron o Aspremonte,
en Marruecos, Damasco o Trebisonda;
y los que, en fin, Biserta envió de África
cuando allá Carlomagno y los sus pares
fueron en Roncesvalles derrotados. 447
770 ¡Tanto dista el ejército tartáreo
de las mortales fuerzas! Todavía
guardaban sujeción al gran caudillo.
El, entre los demás sobresaliendo
en aire y gentileza, estaba erguido
775 como una torre, ni del todo hubiera
su lustre original perdido, y gloria;
antes como un arcángel relucía,
con luz, empero, y esplendor menguados.
368
Tal al romper el día el sol naciente
780 lanza al través de niebla matutina
su luz remisa, o tras la luna oculto
en pardo eclipse, a la mitad espanta
de las naciones crédulas, y anuncia
ruinas y susto a los medrosos reyes;
785 así, aunque escurecido todavía,
entre todos brillaba el alto arcángel.
Del rayo celestial las cicatrices
señalaban profundas su semblante,
y los fieros cuidados le anublaban;
790 empero heroico aliento y concentrada
soberbia a la venganza siempre pronta
anunciaba su ceño, aunque feroces
todavía en sus ojos parecían
gran lástima y cruel remordimiento,
795 al ver de su traición los compañeros,
o más bien los secuaces (¡cuan distintos
de lo que un tiempo fueran!) condenados
también con él, a pena perdurable.
Mil millones de espirtus por su culpa
800 arrojados del cielo, de la eterna
lumbre inmortal por su traición privados,
y fieles a su alianza, aunque perdido
su nativo esplendor. Así de fuego
del cielo heridos los montanos robres,
805 o los pinos de un bosque, aunque desnudos
de su frondosa copa, y chamuscados
sobre el marchito suelo, todavía
duran erguidos los eternos troncos.
369
Dispuesto a razonar, hace que al punto
810 plieguen las dobles filas de ala a ala;
luego en medio sus grandes le tomaron.
Tres veces quiso hablar, y tres las lágrimas.
cual verter puede un ángel, a sus ojos.
a pesar de su orgullo, se asomaron.
815 Por fin rompió, y mezcladas con suspiros
hallaron su camino estas palabras:
"¡Oh ejército de espirtus inmortales,
'héroes sin par! ¡Oh al Todopoderoso
'solmente comparables i Nuestra empresa
820 no tuvo infame fin. aunque esta horrible
prisión y tan acerba y espantosa
mudanza, el triste caso testifiquen.
Mas ¿qué penetración, qué agudo ingenio.
por más que diestro combinar supiese
825 lo presente y pasado, adivinara
que un tal poder, tan grande y tan unido
como el que aquí miramos, cedería
vencido y rechazado? Y ¿quién, no obstante...
aun después de tal rota, habrá que dude
830 que estas fuertes legiones, cuya ruina
tiene vacío el cielo, reanimadas
podrán con nuevo ardor subir de un vuelo
a recobrar sus tronos primitivos?
En cuanto a mí, testigos sean los altos
835 moradores del cielo, si dudoso
en la resolución o en los peligros
cobarde, malogré vuestra esperanza;
pero el supremo Rey, que hasta aquel día
ocupara su trono muy seguro,
840 sólo en su antigua posesión fundado,
o en la opinión y tolerancia nuestra,
descubriendo la gloria majestuosa
de su real dignidad, mantuvo oculto
370
"el lleno de sus fuerzas, y este engaño
845 "nos deslumhró y atrajo a nuestra ruina.
" P e r o en fin. ya desde hoy son conocidos
"nuestro poder y el suyo; y si sería
"locura provocarle a nueva guerra,
"fuera infamia evitarla, provocados,
850 " p o r q u e de nuestro ser la mejor parte
" n o está vencida aún. El alto ingenio
"nos queda para obrar por escondidos
"fraudes aquello do el poder no alcanza.
"Esto a lo menos hallará en nosotros,
855 "que no vence del todo a su contrario
"quien sólo en fuerza le aventaja y vence.
"Ya sabéis que criarse nuevos mundos
"pueden en el vacío, y que el muy Alto,
"según la tradición que dende antiguo
860 "corría por el cielo, proyectaba
"formar p a r a estos tiempos uno. donde
"plantase cierta gente venturosa,
"caro objeto de todas sus delicias,
"e igual en dicha a sus celestes hijos.
865 "Probemos, pues, y a él o a otro hagamos
"nuestra primer salida; que no siempre
"han de vivir en esta sima hundidos
"los hijos de la luz, ni por más tiempo
"cubiertos de las sombras baratrales.
870 " P e r o esto debe consultarse agora
"con maduro consejo, pues perdida
"la esperanza de paz. ¿quién hay que opine
"por la vil sumisión? Guerra, pues, guerra,
"abierta o oculta, resolver debemos".
372
a sacar los tesoros que piadosas
escondían. Ai jjunto sus soldados
abren en medio eí monte una ancha boca.
910 y grandes peñas de metal brillante
sacan. Nadie se admire si el infierno
engendra tal riqueza, que es muy digno
este precioso mal de aquel terreno.
Vosotros, que ensalzáis los mundanales
9J5 bienes, y con asombro andáis loando
las obras que erigieron los monarcas
de Babilonia y Menfi a tanta costa,
ved aquí sus famosos monumentos,
milagros de arte y fuerza, traspasados
920 por espirtus malditos, que en un hora
acaban lo que apenas en un siglo
logró el continuo afán de tantas manos.
En el próximo llano, en muchas fraguas
que el lago ardiente por ocultas venas
925 del derretido fuego bastecía,
el macizo metal con arte extraño
fundía otra cuadrilla, y le afinaba.
Y otra que ya en la tierra varios moldes
había formado, por ocultas vías
930 llena sus huecos del metal herviente.
bien cual suele en los órganos un soplo
henchir toda la máquina, infundido
el aire a un tiempo por diversos tubos.
Al punto sale de la tierra, pronto
935 como una exhalación, un ancho templo,
al son de melodiosas sinfonías
de instrumentos y voces, todo en torno
cercado de pilastras, y en robustas
columnas de orden dórico apoyado,
940 que el dorado arquitrabe sostenían.
3"
Ni friso ni cornisa allí faltaban
de exquisitos relieves, y era de oro
ricamente labrado el alto techo.
Las grandezas de Menfi y Babilonia
945 en su más alta gloria no igualaron
a éstas, ni los templos de sus dioses,
Belo y Serapis, ni el dorado asiento
de sus reyes, entonces, cuando A-siria
y Egipto en fausto y pompa compitieran.
950 Subió la excelsa mole, y se mantuvo
sobre su mismo peso. De repente
se abren las bronceas puertas, y descubr
de lo interior el ámbito espacioso
y el liso y bien labrado pavimento.
955 Sendas filas de lámparas pendían,
y de ardientes faroles, de la arqueada
bóveda, que alumbraban por encanto,
de asfalto y pingüe nafta bastecidos,
y daban clara luz cual la del cielo.
960 Entra la muchedumbre presurosa
y admirada; la obra alaban unos,
y otros del diestro artífice el ingenio,
cuya mano de antiguo conocida
fuera en el cielo, por las altas torres
965 que allá labrara, asiento y residencia
de los excelsos tronos; a quien tanto
ensalzó el Rey supremo, que les diera
el cargo de reglar en varias clases
las brillantes etéreas jerarquías.
970 Ni de la antigua Grecia fue ignorado
su nombre, ni del Lacio, do le dieron,
so el de Mulcíber, culto los ausonios.
Y como dende el cielo había caído,
fingiéronle arrojado de las altas
375
suelen tornear los bravos campeones,
y a vista del Soldán, al más cumplido
1.010 paladín, a batirse cuerpo a cuerpo
provocan, o a justar con lanza en ristre),
como un inmenso enjambre los espirtus
cubren el suelo, y al través del aire
sacuden sesgos las silbantes alas.
1.015 Así en la primavera, cuando monta
el sol ardiente en el bicorne signo,
sacan su prole numerosa en torno
de los melifluos corchos las abejas,
y ellas entre las flores, de suave
1.020 rocío humedecidas, susurrando.
vuelan, girando acá y allá ligeras.
o por la lisa tabla y odorosa,
ancho arrabal de su ciudad pajiza,
se solazan paseando, y los negocios
1.025 tratan de su gobierno; tan espesa
la aérea muchedumbre se estrechaba.
Mas dada la señal ¡portento extraño!,
los que mucho en tamaño a los terrígenas
gigantes excedieran, reducidos
1.030 a más breve estatura, ya parecen
enanos. Más espesos e incontables
que la pigmea gente colocada
allende el monte indiano, o que los duendes,
cuyos nocturnos juegos a la orilla 449
1.035 de un solitario bosque o fuente clara
mira tal vez, o sueña que los mira,
un rústico extraviado en su camino,
mientras la luna, presidiendo en alto,
se descubre, y más cerca de la tierra
1.040 lanza su tibia luz, en tanto hierve
376
la bulliciosa danza, y la festiva
música encanta el alma y el oído
del rústico, medroso y solazado;
de esta arte los espíritus encogen
1.045 su talla gigantea, a breve forma
reduciéndola, y bien que innumerables^,
quedaron a su holgura en la gran sala
del infernal palacio. Más adentro,
y en su propia estatura, retirados,
1,050 formaban su sesión los serafines
y querubines, grandes y señores
de ía tartárea corte, y en doradas
sillas, de gloria y majestad cubiertos,,
más de mil semidiosas se sentaban.
1,055 Puesto' silencio, y la convocatoria
leída en alta voz, la junta empieza.
381
63. Somoza publicó por primera vez esta poesía en la pág. 12 de s a
obra Nuevos datos para la biografía de Jovellanos (Madrid, 1885), con el
título Versos enmendados por Jovellanos. Kl mismo Somoza la incluyó des-
pués en la lista de las poesías de don Gaspar, y como suya fue publicada
últimamente en B. A. K, V. pág. 409. titulándola Fragmento poético. Somoza
la había editado a continuación de las Memorias familiares, intercalando en
el títuio la palabra "enmendados". Se trataba posiblemente de un poema
(lo de '•fragmento^ nos parece inexacto} escrito por alguno de los que acom-
pañaron a Jovellanos en el viaje de Cádiz a Muros, y que con él vivió las
horas angustiosas de la tormenta que les alcanzó a la altura de la isla de Ons.
Por olvido, o porque la copia fuera para él, pudo dejarla Jovellanos entre el
borrador incompleto de las Memorias, donde la encontró Somoza, El estilo
se parece muy poco al de don Gaspar, aunque es necesario advertir que por
jas mismas fechas compuso el Canto guerrero para los asturianos, escrito tam-
bién en romance decasilábico. El poema que nos ocupa tiene un primer ser-
ventesio de rima consonante, le sigue otro de rima asonante en á en los ver-
sos pares, y después hay 16 versos de rima asonante en ó Posiblemente esto
significa que se trata simplemente de un borrador.
64 a 66. SOMOZA, Inventario, pág. 131. daba como existentes en la Bi-
blioteca de D. José Gómez de Arteche dos sonetos y un epigrama (ord. 420)
contra les criticastros de Huerta. Nuestro amigo M. Georges Demerson pudo
localizar los papeles de Gómez de Arteche, y allí encontró este ord. 420, igual
que el 421 (nuestro número 46). Amablemente nos cedió su copia, pero am-
bos dudamos mucho que. se trate realmente de tres poesías de Jovellanos, a
juzgar por el estilo y por las ideas. Las incluímos, sin embargo, por haber
sido atribuidas a nuestro poeta por Somoza. que posiblemente nos las había
visto.
57.
A LA MAÑANA
382
58.
A LA NOCHE
59.
A, LA LUNA
.384
SO los hombres y los dioses.451
Y en tanto que, corrida,
quisieras las regiones
trocar del alto cielo
por los tartáreos bosques,
55 del duro amor guiada,
registras todo el orbe,
las playas y los valles,
los mares y los montes,
buscando ansiosa y triste
60 al barragán 452 que sobre
las cumbres de Tesalia
el hado de ti esconde.
Le hallas por fin, mas cuando,
amante, reconoces
65 de tu pasión la causa,
y al dulce triunfo corres,
el mísero, insensible
y hundido en sueño torpe,
ni a tu esplendor despierta,
70 ni aun sueña tus favores.
60.
AL AMOR
385
el justo censo a tu piedad debido,
grata y humilde,
Y si no aplacan tu deidad severa
tan pura ofrenda, tan humilde ruego,
15 has que tu fuego en mis entrañas prenda
rápido y fiero.
Y ai dan- y suba hasta el Olimpo el humo,
con tal que al cabo tu rigor mitigue,
y que te obligue a lastimar mi cuita
20 fausto y propicio.
Mas jay!j que en tanto que a tu sordo numen
mi voz con ruego fervoroso clama.
<x>n nueva llama el corazón derrites
fiero y terrible.
61.
EPITALAMIO
386
15 que el alborozo deí vecino pueblo
canta a tu nombre.
D e j a pobreza y la orfandad escudo
firme te aclama, y de virtud dechado
en el senado que las santas leyes
20 dicta y protege.
Te aclama, y vuela presuroso el eco
de tus loores por la gente ibera,
que alegre espera de tu recta mano
paz y justicia.
25 Óyele alegre la amistad, y henchido
de amable risa y de candor el pecho,
tu casto lecho y tus ilustres lares
siembra de flores.
Después al estro abandonada entona,
30 con voz que excede al lírico de Tracia,
la amable gracia y celestial modestia
de tu alma esposa.
Y con ardor fatídico predice
paz a la España y general ventura,
35 y tu futura descendencia iguala
con las estrellas.
62.
ODA45'
38?
La ponderosa lanza que terciaba
ViUandrando en sus hombros/ 0 3
y a doquier que forzado la vibraba,
10 lanzaba muerte, asolación y escombros,
yace ha tiempo olvidada,
envuelta en polvo y del orín tomada.
Las ruinas de Sagunto son padrones
que al pie del Turia undoso
15 explican con silencio majestuoso
que fueron sus indómitos campeones
confusión del romano,
hoy vergüenza y baldón del castellano.
El atrevido, el ínclito extremeño,
20 que con las huestes fieles
fió su vida al ponto en frágil leño,
y se orló en otro mundo de laureles,
desde la fría tumba
nos da en rostro con Méjico y Otumba.
25 Sí. Arnesto. disipóse cual espuma
el tiempo bienhadado
en que el valor de España vio asombrado
el lacio imperio, el moro y Motezuma:
hubo, Arnesto, hubo día
30 en que la patria tuvo nombradla.
Mas hoy triste, llorosa y abatida,
de todos despreciada,
sin fuerza^ casi al empuñar la espada
que ha sido en otros tiempos tan temida,
35 mueve apenas la planta
y los ojos del suelo no levanta.
A su lado se ve el pálido miedo,
la encogida pobreza,
la indolente y estólida pereza,
40 y la ignorancia audaz que con el dedo
señala a pocos sabios,
y con risa brutal cierra sus labios.4'"5
La religión del cielo descendida,
con tanto acatamiento
45 por abuelos a nietos transmitida,
ve en el retiro de su augusto asiento
que los hijos que crecen
bajo su sombra, la ajan y escarnecen.
Los ministros sacrilegos de Astrea
50 penetran en el templo,
y con maldad horrible, sin ejemplo,
pisan, rompen el velo de la dea,
y el fiel de su balanza
lo inclinan al poder o a la venganza.
55 El adulterio por los patrios lares
entra y sale corriendo,
y las palmas con júbilo batiendo.
cuenta ufano los triunfos a millares:
los justos se comprimen.
60 llora Himeneo, las Virtudes gimen.
La devorante fiebre ultramarina
al suelo híspano pasa,
deja yermo el tugurio, al pueblo arrasa,
y el sacro Betis la cabeza inclina
65 sobre su barba cana,
viendo el estrago de la peste insana.
Nuestras naos preñadas de riqueza
de las minas indianas
surcan el golfo, navegando ufanas
70 al puerto hercúleo. ¡Ay. qué de tristeza.
de males y de estrago
las de Albión preparan sobre el Iago!'1;,r
Al mismo tiempo de su templo Jano
va las puertas abriendo.
75 y el aldabón los clavos sacudiendo,
forma un ruido que aterra el pecho humano;
da el bronce el estampido,
salta la sangre, escúchase el quejido.
En tanto España, flaca y amarilla,
80 el ropaje rugado,
destrenzado el cabello, y a su lado
postrados los leones de Castilla,
alza las manos bellas
a los cielos, de bronce a sus querellas.
85 ¿Hasta cuándo, prorrumpe, Dios eterno,
ha de estar levantada
la veneranda, la terrible espada
de tu justicia inmensa? Tu amor tierno,
tu piedad sacrosanta,
90 ¿a mis hijos no acorre en pena tanta?
Los talleres desiertos, del arado
arrumbado el oficio,
el saber sin estima, en trono el vicio,
la belleza a la puja, Marte airado,
95 sin caudillo las tropas...
¿Tornan, Señor, los tiempos de don Opas?
¿En esto había de parar mi gloria?
¿Mi fin ha de ser éste,
y falsías, y guerra, y hambre, y peste
100 los postrimeros fastos de mi historia?
Mi llanto continuado.
¿no podrá contener tu brazo airado?
Vuelve, Señor, el rostro a mis pesares,
vuelve al arco la guerra,
105 pureza al éter, brazos a la tierra,
el debido respeto a tus altares,
prez y valía al bueno,
a Temis libertad, paz a Miseno.
108 Salva (reedición del "Juicio crítico" de HermosiUa, París, 1855, pág. 379)
corrigió en el v. 104 orco donde Cañedo leía arco, y en éste mi seno
donde había dicho Miseno.
390
63.
SONETO
66.
AL CENSOR Y SU CORRESPONSAL
I.
SÁTIRA CUARTA4
397
Si el mordicante Juvenal dejado
10 me hubiera un poco de la sal aguda,
en vez del apellido prolongado,
ya me tardaba, sin temor ni duda.
la férula empuñar, y el duro azote,
que puso a Codro y otros mil en muda. 461
15 Yo le aseguro entonces al don Zote
H.
ROMANCE BURLESCO
393
con sobrenombre de rubio.
que hoi por la negra ventura
volvió su semblante en l u t o :
al que un día, cuando Dios
10 andaba por este mundo,
era en portales y estrados
venturoso qual ninguno,
y ya sin voz y sin sombra
zriáa. a tientas y hace el m u d o ;
15 a] que confiado en su labia
hizo un chistoso renuncio.
y de amor en la partida
perdió el plato y perdió el fruto;.
al que en ayre de soflama
20 era de sosos conjuro,
y ya de sosos y sosas
huie espantado y confuso.
un quídam de esta ciudad,
hombre que vive en lo obscuro
25 p a r a ver más a las claras
tropezones y columpios,
Je quiere dar dos consejos,
que serán de hombre sesudo,
porque a verdes lozanías
30 quadren consejos maduros.
"Don Juan, de estas burlas, pocas
dixo un poeta. ¡Qué tuno
era [el] tal! P u e s otro tanto
399
íe dice un amigo suio.
35 Cuenta con la recaída,
señor don Juan, que no es justo
que vuelva a brindar (sic)
el que quebró por contuso.
Recoje velas, y estáte
40 dentro del puerto, seguro,
que no es bien seguir el viage
después de perdido el rumbo,
Si el piloto de Caracas
logró redondear el suio,
45 no te hubieras tú dormido
mientras él velaba astuto.
La proa volviste a Luanco,
de la bonanza seguro.
y él en tanto ciñó el viento,
50 dio caza y echó el chalupo.
¡O maña, y lo que tú puedes!
Y jo venturoso el que supo
a tu favor tomar puerto,
descansar y andar seguro.
400
III.
ROMANCE AMOROSO
401
¡Quántas veces de una fuente
los vio a la margen tendidos,
dándoles sombra los sauces
i blando asiento los mirtos!
25 ¡Quántas en las concurrencias
de general regocijo.
de los honestos favores
fue todo un pueblo testigo!
Ni el labio de una pastora
30 sellaba el rubor maligno,
ni la vergüenza ponía
al pie de su amante grillos.
Sólo era arcaduz la lengua
de los amantes designios,
35 y traficaban las almas
sin medianeros ni escritos.
Mas ¡ai!, que tan bellos días
pasaron ya con los siglos
que producían mortales
40 de tal bienandanza dignos.
Huióse también con ellos
la fee del amor sencillo,
i entró en su lugar el fraude
a contrahacer los cariños.
45 Sólo han quedado los nombres
vilmente prostituidos,
que la verdad auientada
hizo plaza al artificio.
Debajo de la apariencia
50 de amor se disfraza el vicio,
402
i con el nombre de obsequio
va el desenfreno escondido.
Si alguno sigue las huellas
de los amantes antiguos,
55 o se le burla quaí necio,
o se le deja por tibio.
Ya no da la preferencia
la razón, sino el capricho,
ni se unen en un sugeto
60 lo venturoso i lo digno.
Triste de aquel que no sabe
con falsedad ni artificios
querer al uso del tiempo,
más temerario que fino.
65 Triste de aquel que a las leies
del honor siempre sumiso,
más quiere morir de atento
que no triunfar de atrevido.
Triste de aquel... Pero en vaní
70 con mi débil voz persigo
errores que aprueba el uso
y hace el interés precisos.
Si yo, Marisol, te amara
según la moda del siglo.
75 para ser m á s venturoso
sería menos remiso,
Pero yo te amo a la m o d a
de aquellos tiempos sencillos
en que la verdad hacía
80 un crimen del artificio,
i era el amor más durable
quanto más cierto i más fino.
403
IV.
404
la venerable faz más rico rompes
10 por los tendidos valles, donde moras
magestüoso, y los floridos prados,
los verdes sotos y las ricas vegas
generoso fecundas. ¡Guau, n 0 tanto
aceleres tu curso, y oie un poco
15 del desengaño que en tu orilla mora
la saludable voz. Óyela y sigue.
De Ovila ahier los venerables muros 462
presuroso besaste, y a los hijos
de Ciar aval tus imprudentes ojos
20 volviste apenas. ¡Ai!, imprudente viste
gemir después sobre tu verde orilla
la humanidá doliente.4*33 Allí tus aguas,
por entre riscos ásperos filtrada,
sorbió la tierra en sus ocultas venas,
25 y la impregnando de salud y vida,
generosa rebrota socorriendo
al infeliz, que triste y aquejado
de horribles males y dolores, traga
su benéfico humor, o en él se inunda,
30 y del la vida y la salud recibe.
Mientras, sin duelo las antiguas ruinas
de la romana Búrsada dejando,40'4
por entre hondas cañadas y altas peñas
corres, tu gloria y esplendor buscando,
35 ¡Ah!, quánto, quánío
de aquel candor con que te ornaba el cielo
en tu rústica cuna! ¡Quánto de ella
olvidado y distante, y quán ageno
de tu varia fortuna! Si ver ante
40f>
40 romper un día por los anchos campos
que Aurelia defendió, la altiva frente
de myrto y rosas coronado
V.
4
RESPUESTA AL MENSAJE DE DON QUIJOTE
POR UN AMIGO DEL SETABIENSE".465
Lo único que conocemos de este romance son los cuatro versos que cita
Ceán en sus Memorias, pág. 304. Se trata de un romance escrito en 1805.
406
APÉNDICES
APÉNDICE í
POESÍAS D E S C O N O C I D A S D E J O V E L L A N O S , D E L A S Q U E E X I S T E
ALGÚN TESTIMONIO
409
Pclayo, Santander, 1921, pág. 3 5 ) . Probablemente j u n q u e r a lo había
visto en Gijón. Acaso este Pastor de Felanitx tenga algo que ver con don
Miguel Juan de Padrinas, vecino de Felanitx, que escribió una Noticia
histórica de la misma villa, y al que Jovelianos dirigió dos cartas ( A R -
TIGAS, Op. cit., pág. 3 4 ) . A este mismo Padrinas se le cita también en el
.Diario XII (B. A. E., IV, pág. 103 a ) , como autor de una Descripción
del castillo de Santueri, próximo a Felanitx.
410
"González. Ellas prueban que tenía amigos, y que no eran de aquellos a
"quienes las Musas miran con ceño. ¡Ojalá que cualquiera de ellos se hu-
"biera tomado el trabajo de escribir estas Memorias del Maestro Gon-
z á l e z . , . ¡Jovino! ¡Oh elocuentísimo jovino! He aquí el Lysippo que
"debería sólo formar la estatua de Alejandro.'' Ahora bien, esas poesías
de amigos de fray Diego incluidas al final son cuatro; de ellas hay tres
que en la primera edición o en las sucesivas tienen nombre de autor:
Luis Folgueras y Sión, Juan Sánchez y Manuel Pedro Sánchez Salvador.
Sólo la Égloga carece de indicación sobre el autor, y sólo ella parece
debe ser de Jovellanos.
Pero se trata de una Égloga entre Liseno y Rogelio, nombres que
corresponden al mismo P. Fernández de Rojas. Es extraño que si nuestro
poeta hubiera sido el autor no hubiera incluido su propio nombre. Ade-
más Eustaquio Fernández de Navarrete, en una nota que copia Cueto
(B. A, E., 61, pág. CLXXXV, n. 1), dice que esta Égloga es del P . Fer-
nández de Rojas. Quede, por tanto, en suspenso la atribución de este
poema, hasta que aparezcan testimonios más claros.
411
APÉNDICE II
VERSIÓN PRIMERA
Mientras de Calatea,
o incauto Paxarillo*
ocupas el regazo,
dexa que entristecido
5 tan venturosa suerte
te embidie el Amor mío.
De un mismo hermoso Dueño
los dos somos cautivos:
tú lo eres por acaso.
10 mas yo por al ved río.
¡Ahí. con los dos quán vario
se porta el Dueño esquivo:
conmigo, ¡Ay!. ¡quán tirano! ;
contigo, ¡quán benigno!
15 Mil noches de desvelo.
mil días de martirio,
mil ansias, mil finezas,
mil ruegos, mil suspiros,
y en fin un amor puro
20 y eterno no han podido
grangearme la ventura
que deves tú a un capricho,
Sin alma, sin deseo,
ni racional instinto,
25 tú gozas insensible
de aquel feliz destino
que fue de mi esperanza,
que fue de mis suspiros,
jay Dios, quán vanamente!
30 obgeto apetecido.
Pero, ¿por qué te alhaga
risueño a ti el destino,
que a mis merecimientos
fue siempre tan maligno?
35 Mira quán gran distancia
va de tu afecto al mío:
violento en la cadena
maldices tú al destino,
y io agravar pretendo
40 el peso de mis grillos.
Con planta irreverente
tú huellas sin castigo
la esfera, donde apenas
llegar ha presumido
45 el buelo arrevatado
del pensamiento mío.
Y tú, cruel obgeto
del llanto que destilo,
tú, dulce Calatea,
50 mi Gloria<y mi martirio,
¿por qué eres tan tirana
con estos dos cautivos?
Si ser con ambos justa
quieres a un tiempo mismo,
55 que a su región se buelba
el necio paxarillo,
y ocupe mi esperanza
la esfera que ha perdido:
así verás a un tiempo
60 mi premio v su castigo.
VERSIÓN SEGUNDA
Mientras de Galatea.
o incauto Paxarillo,
ocupas el regazo,
dexa que entristecido
5 tan venturosa suerte
te embidie el Amor mío.
De un mismo hermoso Dueño
los dos somos cautivos;
tú lo eres por acaso,
10 mas yo por alvedrío.
¡Ah!, con los dos quán vario
se porta el Dueño esquivo:
conmigo, ¡Ay!„ ¡quán tirano!,
contigo, ¡quán benigno!
15 Mil noches de desvelo.
mil días de martirio,
mil ansias, mil finezas.
mil ruegos, mil suspiros,
y en fin. un amor puro
20 y eterno no han podido
grangearme la ventura
22 que deves tú a un capricho.
31 Pero, ¿por qué te alhaga
risueño a ti el destino,
que a mis merecimientos
34 fue siempre tan maligno?
23 Sin alma, sin deseo
ni racional instinto.
25 tú gozas insensible
de aquel feliz destino
que fue de mi esperanza.
que fue de mis suspiros.
¡ay Dios, quán vanamente!
30 obgeto apetecido.
41 Tu planta irreverente
huella(s) —cruel destino—
la esfera donde apenas
llegar ha presumido
45 el huelo arrevatado
del pensamiento mío,
Y tú, cruel obgeto
del llanto que destilo.
tú. dulce Galatea,
50 mi Gloria y mi martirio.
¿por qué eres tan tirana
52 con estos dos cautivos?
37 Violento en la cadena
maldice uno al destino
y el otro bien hallado
40 besando está sus grillos.
53 Sé. pues, con ambos justa,
cruel: dispon que al giro
55 de su región se torne
el necio paxarillo,
y ocupe mi esperanza
la esfera que ha perdido:
tendremos así a un tiempo
60 yo premio y él castigo.
VERSIÓN TERCERA
Mientras de Galatea.
o incauto Paxarillo,
ocupas el regazo,
dexa que entristecido
5 tan venturosa suerte
te embídie el Amor mío.
De un mismo hermoso Dueño
los dos somos cautivos:
tú lo eres por acaso.
10 mas yo por alvedrío.
37 Violento en la cadena
maldice uno al destino.
y el otro bien hallado
40 besando está sus grillos.
11 ¡AhL con los dos quán vario
se porta el Dueño esquivo:
conmigo, ¡Ay!, ¡quán tirano!,
contigo, ¡quán benigno!
15 Mil noches de desvelo.
mil días de martirio.
mil ansias, mil finezas.
mil ruegos, mii suspiros,
y en fin, un amor puro
20 y eterno no han podido
grangearme la ventura
22 que deves tú a un capricho.
31 Pero, ¿por qué te alhaga
risueño a ti el destino.
415".
que a mis merecimientos
34 fue siempre tan maligno?
23 Sin alma, sin deseo
24 ni racional instinto,
4 1 tu planta irreverente
huella —cruel destino—
la esfera donde apenas
llegar ha presumido
45 el huelo arrevatado
del pensamiento mío.
Y tú, cruel obgeto
cel llanto que destilo,
tú, dulce Galatea,
50 mi gloria y mi martirio,
¿por qué eres tan tirana
con estos dos cautivos?
Sé, pues, con ambos justa,
cruel: dispon que al giro
55 de su región se torne
el necio paxarillo,
y ocupe mi esperanza
la esfera que ha perdido:
tendremos así a un tiempo
60 yo premio y él castigo.
A3
Cese ya el clarín sonoro Cese ya el clarín sonoro
•de la Fama vocinglera, de la Fama vocinglera.
416
r *¿
?
¿ í ^ \? |
i « , í, ^ *Í
•i.
5 1
M1"i Vi Jt
J ! ¿si i ^ t " «^ i.
^ i •K
K 1
& 4 i
;•!
I*
i
í
•r
s
<3 *<1 ¿
^ I^ 1 1* -^ * ^ i
~Y?
fe
11
«si
FoL 2 del Idilio a Galatea y un folio del segundo borrador del Romanee de Antioro.
mientras que mi cuerno entona mientras que mi cuerno entona
las alabanzas del Cesas: las alabanzas de Huerta,
monstruo de ingenio y fortuna, 5 monstruo de ingenio y fortuna,
a cuia voz se esperezan a cuia voz se esperezan
de las pirenaycas cimas de las pyrenaicas cumbres
las erguidas eminencias. las erguidas eminencias.
Llene, pues, el ronco estruendo Llene, pues, el ronco estruendo
10 de mi retumbante [vena] 10 de mi retumbante vena
todo el ámbito anchuroso todo el ámbito anchuroso
de las cerúleas/ esferas; de las cerúleas esferas;
y ya que justa la Fama y ya que justa la fama
quiso encaramar sobre ellas quiso encaramar sobre ellas
15 el rumor de sus hazañas, 15 el ruido de sus victorias,
tan grandes como estupendas, tan grandes como estupendas,
estienda ahora del mundo lleven ahora del mundo
en las partes descubiertas a las partes descubiertas
sus nuevos heroicos triunfos sus nuevos heroicos triunfo»
.20 el eco de mi corneta. 20 los ecos de mi corneta.
Llévenlos, y vuele el nombre
de este fénix de la escena
desde la abrasada Angola
hasta la helada Noruega;
.25 Que no al maniloquo vate 25 que no al magniloquo vate
ha[n] de dar siempre materia han de dar siempre materia
los fieros botes de lanza los fieros botes de lanza
con que la Deidad guerrera con que la deidad guerrera
bate de las altas torres bate de las altas torres
30 las titubantes almenas; 30 las titubantes almenas;
ni siempre del ciego niño ni siempre del ciego niño
las mal seguras ternezas las mal seguras ternezas
han de ser asunto digno se han de publicar en breves
de almivaradas endechas almivaradas endechas.
35 Las fuertes inspiraciones 35 Venga, puest el estro hinchado
del Dios rubicundo vengan del Dios rubicundo, venga
a ilustrar mi voz a un tiempo a ilustrar mi voz y a un tiempo
y el alto nombre de Huerta. los altos timbres de Huerta.
Dime, musa, Ía¿ Deidades Di tú, musa, las Deidades
40 tremebundas que a su (el) excelsa 40 tremebundas que a su excelsa
vencedora pluma [dieron] vencedora pluma dieron
tan descomunales fuerzas: tan descomunales fuerzas:
fuerzas que abatir lograron fuerzas que abatir lograron
las arrogancias Tipheas las arrogancias Tipheas
4 5 (que) de los ruines, deslumbrados 45 de los ruines, deslumbrados
cinabrios, lombardos y celtas. cinabrios, lombardos i celtas.
Di cómo la heroica fama Di cómo la heroica fama
417
de este campeón poeta de este Paladín poeta
desde la Puerta del Sol. desde la puerta del Sol
50 de cuia fuente su excelsa 50 —a cuia chorreante alberca:
musa agotó los raudales, supo agotar los raudales—
llegar pudo en diligencia volar pudo en diligencia
de las regiones de Arcadia de las regiones de Arcadia
a las ignoradas tierras. a las ignoradas tierras,
55 Di cómo arrancó a los vates 55 y cómo arrancó a los vates
que las adornan y pueblan, que las adornan y pueblan,
los altisonantes timbres los altisonantes timbres
que impresos en gordas letras que impresos en gordas letras - '
antioran y aletofilan antioran y aletofilan
60 su furibunda cabeza. 60 su furibunda cabeza.
Di cómo cantó con trompa Di la destemplada trompa
destemplada y vocinglera con que cantó las proezas
los diabólicos ataques de aquel capitán famoso,
de aquel rayo de la esfera, de aquel rayo de la esfera,
65 a cuia vista temblaron 65 a cuia vista temblaron
con más miedo que vergüenza:
las inhospitales playas
de Numidia y lo$ escombros
70 las ruinas Tagasteas 70 de las ruinas Tagasteas.
Di la horrenda tiritona
de \en blanco] y Cronos las cumbres de Cronos y Áleto, aquella
y con razón más [en blanco] chusma de sacres nadantes
los rayos,, vesubios y etnas,
(El primer borrador deja aquí media 75 los tremendos estallidos
línea en blanco, pero continúa inmedia- el humo, el polvo y la gresca
tamente con el verso 174). de demonios colorados
que ennegrecieron la esfera.
Di tú...; pero nada digas}
80 que para tamaña empresa
no alcanza ¿qué digo un cuerno?"
mas ni quatro mil trompetas;
y si es que en decirlo insistes
pídele prestado a Huerta
35 el ronco favot con que
sus xácaras pedorrea,
y con él a sangre y fuego,
guerra, inexorable guerra
puedes declamar a cuantos
90 malandrines y badeas
del antihortense partido
siguen las rotas banderas.
Declárala a aquel pobrete
que en discordantes cadencias
418
95 solfeó las maravillas
de la octava y las corcheas,
aquel que en quarenta metros
justos, sin compás ni regla^
fue por más de cinco días
100 protozoilo de las letras
hasta que el [ilegible] paysano
de tu héroe; diextro en tretas,
le hizo fábula del prado
con rebuzno y con orejas.
105 Declárala al que des fizo
108 los entuertos de minerva,
y echando por esos cerros
100 se desnucó en la Academia,
Declárala al andaluz
que con la gran porra enhiesta
para disfrazar la sida
va encelando calaveras.
115 Ni a aquel insigne togado,
archibufón de la. legua,
perdones que está adobando
sus navajas y lancetas,
aquel que en lánguidos verso$P
120 zurcidos a la ligera,
fue estuprador de celinda
y desfloró al gran profeta;
o al otro llorón prosista,
introductor de melenas,
125 que autorizó el desafío
contra las musas y Astrea.
Pero sobre todo acosa
hasta en las hondas cavernas
del báratro a aquel follón
130 que con su azote y palmeta
paraboleó una doctrina
digna* de niños de teta,
aquel momo bascongado
que al compás de su vihuela^
135 calado el yelmo y cubierto
con máscara Aragonesa,
escribió a Huerta dos cartas
con más de mil cuchufletas.
En fin, después que tendidos
140 hubieres en la, yalestra
a tantos ruines endriagosT
419
y que de sus calaveras
alfombrada y deslucida
dejares la ilustre arena
145 haz que en holandas te lleven
a las orillas del Sena,
y allí las gálicas huestes
reta a más cruda pelea.
Rétala y no te amedrenten
150 en tan peligrosa escena
ni la borlada. Sorbona,
ni los temidos quarenta,
ni los doce de la fama,
ni en fin toda la caterva
155 de futres y de gavachos,
que con nevadas cabezas
ya en los tejares cabriolan,
ya en el Luxembur gallean.
Querrán, visto está, asustarte
160 con la[s] sombras lastimeras
de aquellos que maridando
consonantes machos y hembras
dieron a luz no se quántas
trivialísimas tragedias;
165 querrán que cobarde inclines
la inhumillable cabeza
al gran suegro de tu Xaira
o al melifluo autor de Fedra;
pero tú tieso que tieso,
170 sacudiendo las guedejas,
ni a uno ni a otro espantajo
rendirás la erguida cresta;
173 antes por broquel tomando
a a la prodigiosa Hebrea,
b hija de Ulloa y N
c y prohijada por Huerta,
d sacúdeles bien las liendres,
198 y verás con qué presteza
201 huien de tal exorcismo
e con el rabo entre las piernas,
í Ve aquí, heroica musa mía,
g el instante en que tu diextra
h puede convocar al triunfo
i a sus tropas pedantescas.
j Lope (a quien Fénix un día
k de nuestro Pa.rnaso, aquella
420
I chispa del focus de Febo}
m a cuio calor la vena
n de tanto rastrero vate
£i en estro y grandilocuencia
o se encendió en tiempos de antaño)
p salir podrá a la palestra.
421
treinta carros de comedias con más de veinte carretas
¿qué es veinte?, más de cien
(Aquí acaba la hoja y el borrador de de entremeses y comedias
la primera versión). 209 podrás pasear victorioso
210 por las calles de Lutecia.
Y si por allí encontrares
a aquel barragán Mecenas
213 que quitó a su bolsa el nudo
y en desdoro de las letras
217 quiso empobrecer su fama
por enriquecer a Huerta,
cántale de tus victorias
220 la gran suma, y haz que puesta
de hinojos la vil canalla
qual enviaba a Dulcinea
el de la triste figura
los que derribó su diestra,
225 publique que no hubo en toda
248 la redondez de la tierra,
desde Augusto acáf tal obra,
250 tal autor ni tal mecenas.
422
APÉNDICE III
DISCURSO CVIII
423
de que la publicase. Después acá no nos ha vuelto Vm. a decir tampoco'
ni una palabra sobre el asunto. ¿Qué es esto, señor Censor, o señor don:
Quijote a lo filósofo? ¿Si será otra que la que Vm. nos dijo en su
Discurso LXVIII, la Dulcinea señora de ese corazón? ¿Si habrá por
ahí alguna alta y fermosa princesa, o si será alguna duquesa, que se
divierta con Vm. y que le haya favorecido como a la flor y nata de los
escritores andantes, aquella por cuyos respetos no haya Vm. querido
acometer esta aventura, que parece estaba guardada para ese invencible
brazo? Si así no es, no sé qué otra cosa pueda Vm. alegar en su disculpa.
Porque vamos claros, señor mío: si es que Vm. trata seriamente de en-
mendar abusos de importancia, ninguno lo es ni puede serlo tanto cóme-
oste, ¿Lo confesará Vm., pero dirá que le ha faltado el valor, pues ha
confesado que en esto no se le parece mucho a don Quijote? No lo
creo. Si así fuese, no se hubiera Vm. metido, ni se estuviera metiendo
a cada paso, en otras aventuras que no son menos peligrosas, y de las
cuales no es Vm. tan lerdo que no conozca que lo único que tiene que
esperar son palos y pedradas cuando menos. ¿Lo confesará Vm., pero
tendrá este vicio por irremediable, a menos que no se dé el golpe, como
Vm. dice, en otros que son sus causas, o lo tendrá por irremediable'
absolutamente por vía de sátira e invectivas? No va Vra. muy fuera de
camino en cuanto a lo primero; mas si ha de valer esta razón, podía Vm,.
haber liado sus bártulos y volverse a toda priesa y calladitamente a
meter en sus casillas. Mas supuesto que no ha de valer, respondo a Vm.
cuanto a lo segundo, que aunque la citada carta del Discurso XCIX em-
pieza con estas palabras: Si la adjunta sátira no corrí je, será porque
nuestros males no tienen remedio, yo le digo que ni la tal sátira corrige
ni corregirá, y que no por eso nuestros males dejan de tener remad LO.
Sí, señor, sanabilibus aegrotamur malis, y particularmente el de que se
trata es sanable y muy sanable con el remedio de la sátira, y no quizá
con otro alguno. Acuérdese Vm. de lo que nos tiene dicho en su Dis-
curso VIII de la admirable efi[ca]cia de este remedio,. Mas, ¿quién no
ve, señor Censor, que para que fuese tal, era necesario que fuese pro-
porcionado a la gravedad del mal? De que la quina sea un excelente
remedio contra las fiebres intermitentes, ¿inferirá alguno que en cual-
quiera dosis que se administre curará la terciana más maligna? De que
sea menester a veces para curar otra enfermedad sacar la sangre del
cuerpo, ¿se seguirá que bastará siempre hacerlo de una sola gota, o de
una onza, pues que esto efectivamente es sacarla? ¿Quién no ve aquí
un equívoco miserable? Yo siempre llamaré una buena sátira, como
un buen remedio, a aquella que, todo considerado, es capaz de tener
efecto.
Ni nos venga Vm. con el buen ni con el mal gusto, si es que lo
que intenta no es puramente lucir. Demás de que, señor mío, si se con-
sidera bien se hallará que la principal de las leyes del buen gusto y de
donde se derivan las demás, es la utilidad o aptitud, o verdadera o nl
424
monos menos {sic) aparente y verisímil, de una cosa respecto de los
fines a que se destina. Ni yo tendré jamás tampoco por bella ni de buen
gusto una sátira incapaz de producir efecto. Comparémosla a una arma,
y dígame Vm.. por su vida, si se podrá llamar hermosa y trabajada con
buen gusto aquella que relativamente a otras no es capaz de servir tan
bien a la defensa o a la ofensa. Yo le confieso a Vm. que si se tratase
sólo de ahuyentar los importunos pajarillos que picotean y dañan las
frutas y flores de un hermoso jardín, sería muy suficiente para esto una
escopetita muy ligera y primorosa, que no pudiéndose cargar sino con
sólo mostacilla, los hiriese a ellos y no lastimase los árboles ni las plan-
tas. Cuanto más proporcionada o apta fuese esta escopeta para estos
dos fines; cuanto sus adornos y los primores con que la trabajó el ar-
tífice tuviesen más relación con ellos, o verdadera o a lo menos aparente,
tanto sería más bella o hermosa y de tanto mejor gusto, Pero suponga
mos que o no pudiesen existir tales fines, o, lo que equivale a lo mismo.
fuesen ignorados o desconocidos; digo y aseguro que todos tendrían 1*
tal escopeta, como escopeta, no sólo por inútil y mala, sino por fea. del
mismo modo que otra cualquiera escopeta que no sirviese a los fines que
sirven todas. De suerte que si por ventura agradaba a alguno, sería no
en cuanto escopeta, sino en cuanto era una imitación de las verdaderas
escopetas: razón por la cual agradan a los niños sus juguetes, aunque
inútiles para los fines respecto a los cuales son útiles las cosas de que
son imitaciones. Agradaría porque se maravillase el artificio o trabajo
difícil de la ejecución, como agrada un ramillete cuyos adorno? no
tienen relación alguna con el agrado del paladar. Agradaría por lo pre-
cioso de la materia, como los anillos de oro y piedras de valor, que
p a r a ninguna otra cosa sirven, sino para estorbar el uso de los dedo?.
y afear las m a n o s ; o como unas hebillas muy afiligranadas y de media
vara, lo cual ninguna conexión tiene con ajustar el zapato. Agradaría
en fin, por otras semejantes causas, que hacen a las cosas agradables
herniosas o bellas; pero o sólo en ínfimo grado, o para aquéllos mera-
mente que no tienen formado el gusto o le tienen corrompido. Sí, señor,
como en las obras de la naturaleza, así sucede en las del arte: lo que
las constituye hermosas o bellas, y aun buenas, es la aptitud, utilidad o
conformidad respecto a un fin; y tanto más hermosas, m á s bella?; serán
cuanto esta aptitud sea mayor o más perfecta. Esto, me parece, es lo
que encierra esta sentencia de Boileau;
426
entiendan lo que se les dice, y que no les quede género alguno de duda.
¿Piensa Vm. que ellos saben quiénes son las Julias, ni las Vascuñanas?
¿Quién es el señor Himeneo, ni qué cosa son las nupciales teas y el velo
conyugal? ¿Quién es la señora Themis, ni las tristes víctimas contra
las que mueve cruda (esto es. cruel, y no sin cocer, como más de cuatro
habrán entendido) su brazo sobornado? ¿Quiénes son las Lucrecias, ni
las Lais. ios señores Lylybeo y Pyrene, ni quién es la preñada gaditana
que aporta a las orillas gálicas? Crea Vm, que más de ocho no han
venido en conocimiento del asunto de esta sátira, sino por estas últimas
palabras. No sé si por esta causa la sátira debe ser escrita en estilo
humilde, y se disputaba ya en tiempo de Horacio si pertenecía a la
poesía. Lo que sé es que mientras Vm. se nos ande con finuras o deli-
cadezas lleve el diablo lo que adelantare. Desengáñese Vm., que siempre
que no sea cada sátira de las que Vm. use como un cañón de a veinte
y cuatro, que hienda, que rompa, que derribe, que destruya, que truene,
que aterre, que haga estremecerse a todos, cuente Vm. con nue todo lo
demás es tiempo perdido.
Pero particularmente aquella de que Vm. haya de usar contra
el vicio de que tratamos es preciso que sea una sátira Menipea, mordaz,
cruel; una sátira que, como dice Juvenal de las de Lucillo, avergüence,
que saque los colores a la cara, que arranque iras y lágrimas. Cualquiera
otra sátira es inútil, Y la razón es, porque, como se dice en la del Dis-
curso XCIX:
Nuestras Julias
más que ser malas quieren parecerlo.
427
DISCURSO CIX
No manda mi censura,
señora, que seas casta;
solamente te ruega,
que disimules cauta.
Señor Censor: Vea Vm. aquí la traducción de la oda VI, libro III,
Carmines de Horacio,, que le prometí en mi ante sedente carta. Yo no he
hecho esta traducción para modelo de traducciones; he procurado vertir
el sentido, ateniéndome cuanto me ha sido posible a la letra, y la he
hecho en versos que reconozco no sólo muy inferiores a los de la sátira
publicada en su Discurso XCIX, sino también con varios defectos contra
las leyes de la versificación. Pero esto no me importa nada, porque no
he tenido otra mira en todo que facilitar a Vm. la comparación entre la
oda y la sátira, a fin de persuadirle que si aquélla no es sátira, ni ésta
tampoco, y por consiguiente no podrá Vm. conseguir el fin que es propio
de toda sátira. Esto no quita que yo le haga a Vm. la justicia de creer
que aunque no sátira es un poemita muy gracioso, ameno, perfecto, y
lleno de imágenes y sentimientos bien vivos. No digo esto, sino porque
así lo siento y no por lavarle a Vm. los cascos, cosa de que estoy muy
lejos. Por lo demás, amigo, si Vm. me dijere que nuestras costumbres
no sufren la sátira cual yo me la imagino y cual en efecto- debe ser, no
me meteré yo en negarlo, pero volveré a decirle que no será Vm. el que
enderece más tuertos que enderezó don Quijote, y que por tanto, aunque
se volviese Vm. a encerrar en sus casillas, o por mejor decir, no hubiese
salido jamás de ellas, maldita la falta que hacía en el mundo. Demás
de que, aunque nuestras costumbres no permitan, generalmente hablando,
la sátira verdadera, hay no obstante casos en que la importancia del
asunto permite y requiere se use de la más agria. Pero de esto hablaré
a Vm. después que haya leído mí traducción.
ODA
Sin merecerlo tú. pueblo romano,
de tus antepasados los delitos
lias de pagar, en íanto que los templos
(que su poca piedad ha destruido),
en tanto que las ca¡sas de tus dioses,
que ya ruina amenazan, tú, más pío,
42;
no reedifiques y sus simulacros
sucios y como el humo denegridos
no restaures. Si del imperio gozas
sabe que es porque siempre a ellos sumiso
estuviste. De aquí el principio toma,
aquí refiere el fin de tus designios.
Su culto descuidado, ¡cuántos males
a la afligida Hesperia no ha atraído!
De Moneses y P acor o las tropas
por una y otra vez han reprimido
todos nuestros conatos e incursiones
que sin su auspicio habernos emprendido;
y los Partos ostentan sus collares,
mezquinos antes, hoy enriquecidos,
con los despojos nuestros. Ocupada
en sediciones toda Roma ha sido
por el escita, diestro sagitario,
y la temible armada del egipcio
expuesta, casi a su total ruina.
En maldades fecundos nuestros siglos
lo primero de todo han matrimonios,
linajes y familias corrompido.
Y es la fuente de donde derivada
toda calamidad ya se ha extendido
por todo el pueblo y por la Italia toda.
De aprender gusta, hoy bailes lascivos
la romana doncella; a ellos adiestra
todos sus miembros; un amor indigno
desde su niñez misma ya ejercita.
Después casada, enmedio el regocijo
del convite nupcial anda buscando
adúlteros más mozos. Ni elegido
alguno de ellos es, al cual conceda
con apresuración no permitidos
y secretos favores. Se da a todos
sin que pueda ignorarlo su marido;
en su presencia misma se levanta
del mercader llamada, o bien del rico
gobernador de la española na.o,
que compra a cualquier precio los delitos,
429
de unos soldados era, endurecidos
en rústicas labores, enseñada
la tierra a revolver con el sabino
azadón, que tornaba del trabajo
cargada de la leña que al arbitrio
de la severa madre había cortado,
cuando ya el sol había convertido
las sombras de los montes hacia Oriente.
Y a los cansados bueyes, desuncidos,
y a los hombres, el tiempo del descanso,
ausente ya, su carro había traído.
Mas ¡qué no alteran los voraces días!
La edad de nuestros padres, que ya ha sido
peor que la de los abuelos nuestros,
nuestra edad aún peor ha producido;
y nosotros después de dar habernos
hijos aún todavía, más perdidos.
Vea Vni. ahora, señor Censor, lo primero, cómo una simple de-
clamación contra algún vicio o una simple reprehensión, no puede lla-
marse una sátira, o por lo menos no llama Horacio así a ésta ni a otras-
odas en que reprehende aun a personas particulares, porque no tienen-
aguijón, no punzan, no hieren vivamente. Y lo segundo y principal,
cómo, según su opinión y según la razón, la corrupción de los matrimo-
nios es muy bastante para acarrear la ruina de los estados. Yo creo que
este desorden amenaza hoy la de los más florecientes y poderosos de
Europa. Porque, corroídas por él o cortadas enteramente las coyundas-
del amor conyugal, paternal y fraternal, que une, liga y forma las fa-
milias particulares, ¿cómo podrá dejar de disolverse a la corta o a la
larga esta gran familia llamada Estado o sociedad civil, disueltas las
otras de que ella se compone? Por otra parte, de la educación penden
las costumbres y de las costumbres la prosperidad o la infelicidad de
un Estado. Pues ahora, aunque faltasen otras mil causas dimanadas de
la misma pestilencial fuente, ¿qué educación se podrá dar a una prole,
que tantos motivos se tienen de creerla incierta? ¿Y será una juventud
así educada la que no esté sumamente envilecida, aunque se mire here-
dera de inmensos tesoros? ¿La que sea sensible al verdadero honor, a
la gloria, a la virtud? ¿La que tenga amor a su patria y cuente por una
dicha el derramar su sangre por ella? ¿La que, en fin. la quiera y la
pueda servir de algo? No por cierto.
Considere Vra. según lo dicho, si es éste asunto de ironías deli-
cadas o de puras declamaciones y lamentos. El estrago de nuestras eos*
tumbres en este punto ha llegado sin duda a más alto grado que llegó
en Roma, No es maravilla que por flaqueza se posponga tal vez el honor
y la conciencia al deleite, a la codicia o a otra pasión. Pero que se pierda
430
el honor por sólo perderlo, que se guste del desorden por sólo ser des-
orden, es un grado de corrupción tal, que no es posible imaginarse otro
mayor. No parece sino que ha venido a cumplirse en nosotros la lamen-
table profecía con que Horacio remata la citada oda. Yo no puedo per-
suadirme que hubiese algunas romanas que, como sucede ahora a muchas
de nuestras señoras principales, pusiesen su gusto y su gloria en que
las tuviesen los que no las conocían por públicas rameras; que afectasen
sus modales, sus trajes, sus meneos, sus contorsiones, etc. Supongamos
que sean lo que quieren parecer. No es milagro, porque en un abismo
semejante puede precipitar a cualquiera la violencia de sus pasiones.
Pero, ¿por qué no disimularlo? ¿Por qué hacer ostentación de ello?
¿Por qué portarse de un modo que lo sepa todo Madrid? ¿Por qué
sacar a esas públicas calles y plazas lo que debía estar oculto bajo las
más densas tinieblas? Esta es ya locura y locura ciertamente incon-
cebible.
431
personas más viles y despreciables del Estado. Así que trate Vm. de
herirlas por la parte única por la que son vulnerables. Arroje Vm. como
Paris su saeta contra el talón del pie de estos Aquiles; dígales Vm. que
mientras vivan en el desorden en que viven, o a lo menos mientras no
procuren ocultarlo en el centro de la tierra, tanto menores motivos
tienen que otra cualquiera persona honrada, aun de una clase inferior,
para gloriarse de su descendencia, cuanto sus acciones están más ex-
puestas a los ojos de todo el mundo; porque ellas inducen la presunción
de que sus padres y sus madres no vivirían en su tiempo más arregla-
damente; y por otra parte disminuyen al mismo paso, o por mejor decir,
casi redue:n a cero, por lo respectivo a sus descendientes, aquella pre-
sunción que tenemos todos de que un hombre es hijo o nieto del que
llama padre o abuelo; lo que no sucede respecto de aquellas personas
que por confundirse en la multitud no son notadas ni tan conocidas sus
acciones; y por lo tanto esta presunción que todos formamos no es de-
bilitada respecto de ellas por ningún indicio contrario.
Por lo que mira a sus riquezas, dígales Vm. que no tienen más
motivos para pretender ser respetadas por ser ricas, que el que tendría
un ladrón o un usurpador injusto, pues no habiéndolas ganado por ningún
mérito propio, sino poseyéndolas únicamente por la voluntad de los
fundadores de sus mayorazgos, como quiera que éstos no quisieron lla-
mar al goce de ellos a sus descendientes meramente putativos, se sigue
de aquí que cuanto su conducta hace más incierta la descendencia que
estas personas traen y la que vendrá de ellas, tanto más este único título
viene a ser más y más débil y a quedar en los términos de meramente
colorado. Con que así dígales Vm. que, puesto que su escandalosa con-
ducta las despoja a ellas y a sus descendientes de los únicos motivos por
los cuales podrían exigir nuestros respetos, si por ventura se los tribu-
tamos no es sino por alguna causa semejante a aquellas que hacen
muchas veces humillarse al hombre más digno delante del más indigno.
Mas no por eso dejamos de conocer que cualquiera persona de un ho-
nesto nacimiento o que no padezca sobre este punto alguna falta dema-
siado visible y grosera, y principalmente si esta persona ha adquirido
o conservado sus riquezas por su trabajo, su aplicación o su mérito, es
a todas luces y en todos los sentidos que se dan a esta expresión mejor
que ellas.
He aquí, señor Censor, los materiales que le presento para la for-
mación de su sátira. Vm. podrá fundirla en la fragua de su ingenio en-
cendido en justa ira, afilándola hasta hacerla capaz de herir y penetrar
a lo más vivo. Y en consideración a la importancia del asunto, manos a
la obra y no perdamos más tiempo. Si Vm. hiciere lo que por el bien de
todos le aconsejo, y en los términos que se lo aconsejo, cuénteme Vm.
desde este punto en el número de sus mayores apasionados. Pero si
Vm. no quisiere hacerlo, tenga entendido que he de ser un Sansón
Carrasco que le haga a Vm.. mal de su grado, volver a encerrarse en sus
432
casillas, de donde si volviere a hacer cuarta salida al mundo literario,
sea sólo en cualidad de escritor de poesías pastoriles, de anacreónticas
sobre los perjuicios de los coches, de apologista de la nación o de cosas
semejantes, que si bien nada tendrá Vm. que sentir por ellas, también
ie aseguro, a fe mía, que no será mucho lo que gane. Nuestro Señor, etc.
El Conde de las Claras
433
despoblación universal y la ruina de la religión, que sucederá luego que
llegue el caso de dudar si será posible hallar mujer que pueda ser de
uno solo.
Yo no he tomado providencia, ya por estar vacante la Fiscalía de
este ramo, ya por la delicadeza de la materia, y ya principalmente por-
que gracias a nuestra buena suerte en ninguno de los expedientes que
penden en mi tribunal hay la justificación bastante, ni yo espero que
la haya, pues todos saben que delitos de esta naturaleza no se pueden
probar nisi inveniatur solus cum sola, nudus cum nuda in eodem lecto
iacentes. Y así se lo prevengo, con fecha de hoy, al señor Conde de las
Claras para su gobierno; a quien así mismo respondo que. aunque tu-
viese razón en cuanto a las demás extravagancias que dice acerca de la
naturaleza de la sátira, debería eso entenderse cuando los vicios son
reales y legítimamente justificados y no puramente presuntos o colegidos
de unas acciones o de una conducta con la que no tienen una conexión
metafísicamente necesaria.
434
NOTAS
N OTAS
(2) Anota Gerardo Diego (Op. cit., pág. 211), que estas frases recuer-
dan el principio de la Dedicatoria a don Pedro Portocarrero que fray Luis de
León puso al frente de sus poesías: "Entre las ocupaciones de mis estudios
en mi mocedad, y casi en mi niñez, se me cayeron como de entre las manos
437
estas obrecülas, a las cuales me apliqué, más por inclinación de mi estrella,
que por juicio o voluntad. No porque la Poesía, mayormente si se emplea
en argumentos debidos, no sea digna de cualquier persona y de cualquier
nombre...; sino, porque conocía los juicios errados de nuestras gentes, y su
poca inclinación a lo que tiene alguna luz de ingenio o de valor; y enten-
día las artes y maña de.la ambición, y del estudio del interés propio, y de
la presunción ignorante, que son plantas que nacen siempre y crecen juntas,
y se enseñorean agora de nuestros tiempos". Si el teólogo y escriturario fray
Luís sintió la necesidad de disculparse por escribir poesías, el magistrado
Jovellanos también tenia miedo a ser despreciado "y dar materia de h a -
blar a los que no viven de otra cosa". Meléndez Valdés, que publicó la pri-
mera edición de sus poesías cuando era Catedrático de Humanidades, tam-
bién se disculpó en la segunda (Valladolid. 1797), cuando era ya magistrado,
Jovellanos lo seguía de tal forma, que todos los originales que se nos con-
servan están llenos de tachaduras y enmiendas, llegando algunos a ser de
difícil lectura por esta causa. No perdonaba siquiera los escritos curiales-
cos, como se puede ver en la minuta que él mismo redactó para la Real Or-
den que le nombraba Visitador del Colegio de Calatrava en Salamanca
(A. H. N„ Consejo de Ordenes, leg. 3.649-2.°). Los originales poéticos que se
conservan demuestran lo mismo (vid. como ejemplo las notas correspon-
dientes de los romances de Antioro y el Apéndice II). Incluso limaba y cas-
tigaba escritos que estaban ya en limpio. Así pues. la frase "no habiendo
recibido aquella corrección y pulimento sin los cuales ninguna obra es
acabada" debe entenderse en el sentido de que Jovellanos no las corrigió
tanto como hubiera querido, y no en el de que no las hubiera corregido en
absoluto. Incluso sabemos que la traducción del primer canto del Paraíso
perdido incluida en el ms, del Instituto, fue también corregida por Meléndez
Valdés (B. A. E., 63, pág. 78), al igual que más adelante la Sátira segunda
(vid. las notas correspondientes), de acuerdo con el precepto horaciano.
438
(5) Si escribía estas frases en 1779, como creemos, tenía entonces
35 años. Su ejercicio de la magistratura había comenzado a los 24 años,
cuando en el de 1768 fue nombrado Alcalde del Crimen de la Audiencia de
Sevilla.
(8) Gerardo Diego. Op. cit„ pág. 213, apostilla: "Tan difícil es que un
poeta juvenil entregue al fuego sus versos, como que una muchacha conde-
ne al mismo suplicio sus cartas de amores". Pero ninguna de ambas cosas
nos parece difícil, y la de quemar versos en quien tiene 35 años muy ve-
rosímil.
(13) Son los cuatro versos iniciales del Canto I de L'Art Poétique de
Boileau. Hay alguna diferencia entre el texto de Jovellanos y el publicado
por Charíes-H. Boudhors en la colección '"Les textes trancáis" (Société Les
J3elles Lettres. París. 1952, pág. 81 del volumen correspondiente):
439
C'est envain qu'au Parnasse un temeraire Auteur
Pense de l'Arfc des Vers atteíndre la hauteur.
S'il ne sent point du Ciel l'influence secrete,
Si son Astre en naissant ne l'a formé Poete.
Dans son genie étroit il est toujours captif.
(14) Paulino, su hermano don Francisco de Paula.
(15) En una carta al canónigo González Posada del 22 de octubre de
1791 escribe: "Jamás he hecho un verso que no fuese movido del corazón"
(B. A. K, II, pág. 172 b).
POESÍAS ORIGINALES
SONETO PRIMERO
(18) Torres-Rioseco comenta a propósito de este soneto: "Dejando
a un lado el nombre, que nada significa, ¿no es de corte modernísimo? El
corazón desnudo del poeta está en este soneto que anuncia una manera
estética especial, muy favorecida más tarde por los representantes del Ro-
manticismo" (G. M, de Jovellanos poeta romántico, en "Rev. de Estudios
hispánicos", Madrid, I, 1928, pág. 147). Nos parece exagerado este ¿aicío,
pues de la misma manera pueden señalarse otros sonetos de los siglos XVI y
XVII, sino como modelos, sí como antecedentes de la forma de expresar la
idea del soneto: el poeta ama intensáronte a quien no acaba de coi-respon-
derle.
SONETO SEGUNDO
(19) Aparte de encontrarse la variante aceptada en mejores manus-
critos, la hemos preferido porque cebarse en 'ensañarse' nos parece mejor
que el int. cebar en 'prender, agarrar1, y porque de aceptar cebar y no ce-
barse no sería posible la sinalefa en tú en, lo que resultaría muy forzado,
440
IDILIO PRIMERO
(20) Silva, lat. frecuente en los siglos XV a XVII, pero poco usado
en el XVIII.
(23) Fucilla cree ver también en los vs. 17-26 una imitación de los
siguientes del poema de Metastasio anteriormente citado:
Lungi da te m'aggiro
senza bramarte mai;
son teco e non mi fai
né pena né placer...
Non cangio piü colore
quando il tuo nome ascolto;
quando ti miro in volto,
piü non mi batte il cor...
So che non ere di es tinto
in me 1' incendio antico...
441
el verso el al final se desarrolla el núcleo central del poema, con un des-
bordamiento romántico en lo expresivo, que lleva al poeta a identificarse
unas veces en primera persona con el protagonista y a objetivarse en terce-
r a persona otras."
IDILIO SEGUNDO
(30) Según cuenta Ceán (Memorias, pág. 289) fr. Miguel Miras (Mi-
reo), agustino que residía en Sevilla, enseñó a Jovellanos unos versos de
fr. Diego González (Delio); le agradaron mucho a nuestro poeta, y quiso
por ello enviar al grupo de Salamanca una muestra de los suyos. Para ello,
a persuasión del P. Miras, y por su mano, envió este idilio, que fue causa de
la correspondencia poética y de la amistad entrañable que entonces se ini-
cia entre ellos. De las influencias recíprocas hemos tratado en la Introduc-
ción, págs. 34-37 y passim. Jovellanos se erigió pronto en consejero, y prue-
ba de ello son la Didáctica, que decía Meléndez Valdés. o Epístola a los sal-
mantinos (nuestro núm, 8), la carta dirigida al mismo poeta que hemos
publicado en el "Bol. del I. D. E. A", núm. 39. 1960, y otra carta al P. Gon-
zález de que habla Ceán. fechada por éste en ?3 de noviembre de 1776. en
la que le recomendaba el verso endecasílabo para el poema de las Edades
y le hacía observaciones sobre el artificio del metro; carta ésta que nos es
desconocida, pero que muy bien podría encontrarse entre los papeles del
agustino.
El valor poético de este idilio es ciertamente escaso, pero el histórico
es grande, hasta el punto de que ningún estudio de conjunto sobre la poe-
sía de nuestro autor puede prescindir de él.
442
Además de inaugurarse con la Historia de Jovino las relaciones entre
el grupo de Salamanca y nuestro poeta, tanto Delio como Batüo respondie-
ron a ella. La del primero puede leerse en B. A. E,, 61, pág. 188, y la del se-
gundo en B. A, E.. 63. pág. 215.
(33) Pitas. Se refiere al Piles, río que corre por términos de Gijón y
desemboca al extremo oriental de la playa de San Lorenzo. El nombre
Pilas era frecuente en la toponimia antigua. Jovellanos relaciona con él el
asturiano Piles. El ms. B dice en el verso anterior "el violento". Este
adjetivo es impropio aplicado al humilde y tranquilo Piles de Gijón;
pero no cabe duda de que Jovellanos lo había escrito, pues en la
oda o canción con que en marzo de 1776 responde Meléndez Valdés a la
Historia de Jovino se habla, en el verso 62. de "el violento Pilas", tomán-
dolo del original de Jovellanos. Por ello parece que "sereno" sea posterior
a "violento". Esto comprueba nuestra opinión de que la versión más anti-
gua es la del grupo B - Ceán - Navarrete, y la más moderna la del grupo
Cavanilles - Cañedo,
(34) La autobiografía que aquí traza el poeta sólo recoge lo más so-
bresaliente. Por ello pasa por alto los estudios en Oviedo y en Avila. Disfru-
tó Jovellanos una beca jurista con voto en el Colegio Mayor de San Ilde-
fonso, en donde estuvo de 1764 a 1767, salvo unos meses que pasó en Astu-
rias con sus padres.
La cronología que da CFÁN, Memorias, págs. 8 y ss.. está embrollada y
es errónea, Joxrellanos hizo oposición a una beca jurista de voto los días 1 y
2 de febrero de 1764; fue electo Colegial nemine discrepante el 10 de mayo
del mismo año; está presente en actos colegíales hasta el 25 de octubre de
1767. salvo el período comprendido entre finales de abril de 1765 y junio de
1766, tiempo durante el cual realizó un viaje a Asturias; las oposiciones que
hizo a la Cátedra de Decreto de la Universidad de Alcalá se celebraron en
junio de 1767. y en el informe impreso elevado por la Universidad al Consejo
de Castilla el 29 de dichos mes y año figura el último de los 32 opositores. El
nombramiento de Alcalde mayor de la Cuadra de la Audiencia de Sevilla
tiene fecha de 13 de febrero de 1768 (A. H. N„ Universidades, libs. 711. 1139 y
1141; Consejos, leg. 5429-9 y lib. 738).
443
Obras de D. José Cadahalso, I, Madrid, 1803, pág. VII. Tenia Cadalso entonces
26 años y nuestro poeta 23.
(36) Según Julián Juderías en los versos 6S-72 alude muy especial-
mente a su estancia en Alcalá {Don Gaspar Melchor de Jovellanos, Madrid,
1913, pág. 24). No se conserva, sin embargo, ninguna obra que pueda fe-
charse con seguridad en aquellos años.
(44) Primero escribió comedia, después tragedia: sólo así puede subir
desde el zueco al coturno. Sin tmbargo, las fechas de las dos únicas obras
dramáticas conocidas indican lo contrario, ¿Habrá destruido Jovellanos al-
guna temprana comedia?
Este reconocimiento de la influencia de la tragedia francesa está
también explícito en el Prólogo (1773) al Pelayo: "Yo no traté de imitar,
en la formación de esta tragedia, a los griegos ni a los latinos. Nuestros ve-
cinos los imitaron, los copiaron, se aprovecharon de sus luces, y arreglaron
el drama trágico al gusto y a las costumbres de nuestros tiempos; era más
natural que yo imitase a nuestros vecinos que a los poetas griegos... Si [Hora-
cio] viviese en el día, y nos diese reglas, acaso nos mandaría que leyésemos
a Racine y Voltaire" (B. A. E., I, pág. 51),
444,
(45) Para Jovellanos el arte trágico ha de ser: l.°) Capaz de mover
por el sentimiento; 2.°) medio para hacer amable la virtud; 3.°) escuela de
lealtad, y 4.°) ejemplo a los poderosos de que no lo pueden todo, y a los dé-
biles de que la Providencia rige los destinos humanos. Doctrina semejante
expone Luzán en su Poética (lib. 2.°, cap. 2.°); "No es menor [que la de la
epopeya] la utilidad que produce la tragedia, en quien los príncipes pueden
aprender a moderar su ambición, su ira y otras pasiones, con los ejemplos
que allí se representan de príncipes caídos de una suma felicidad a una ex-
trema miseria, cuyo escarmiento les acuerda la inconstancia de las cosas
humanas y los previene y los fortalece contra los reveses de la fortuna. Ade-
más de esto el poeta puede y debe pintar en la tragedia las costumbres y
los artificios de los cortesanos aduladores y ambiciosos, y sus inconstantes
amistades y obsequios; todo lo cual puede ser una escuela provechosísima
que enseñe a conocer lo que es corte y lo que son cortesanos y a descifrar
las dobleces de la fina política y de ese monstruo que llaman razón de estado."
Es constante doctrina de Jovellanos que no basta enseñar la virtud, ya
que es necesario también mover al hombre a amarla: "No bastará que se dé
a los jóvenes, dice en el Tratado teórico-práctico de enseñanza, una idea
exacta de la virtud, si además no se los mueve a amarla, porque en esta cien-
cia, a diferencia de las otras, se trata más de mover la voluntad que de con-
vencer el entendimiento. La norma está escrita con más o menos claridad
en el espíritu de todos. Importa sin duda desenrollarla, aclararla, ampliarla;
pero importa más todavía arraigarla en el corazón de los jóvenes, moverlos a
amarla y abrazarla, y fortificarlos contra los estímulos del apetito inferior,
que tiran a oscurecerla o desconocerla". De aquí la importancia dte los sen-
timientos. Cfr. también Epístola a sus amigos de Salamanca, versos 251 y ss.
(47) Cuando esto escribía tenía Jovellanos 31 años. Hacía unos cua-
tro que Enarda había salido de Sevilla y olvidado a nuestro poeta, como he-
mos dicho en la Introducción, pág. 21.
ODA PRIMERA
445
íntimos, a todos ocultó la verdad. Recientemente Marcelin Defourneaux ha
publicado un trabajo definitivo sobre los lazos familiares de Filis y Elpino,
apoyado en documentos del A. H. N. (Pablo de Olavide et sa famille, en ñrti,
LVI, 1954, págs. 249-259). Martín de Olavide casó en primeras nupcias, en
Lima, con doña María Ana de Jáuregui, de la cual tuvo tres hijos: Pablo.
Micaela y Josefa. Ai enviudar contrajo nuevo matrimonio en su pueblo na-
tal de Lacar (Navarra), el 14 de junio de 1736, con María Josefa de Lezaún.
de la cual le nacieron Pedro Esteban y Gracia Estefanía. Nació esta Ultima
el 23 de febrero de 1744. Cuando su padre volvió a América, Gracia quieto ai
cuidado de su hermano Pablo, que vino a la Península en 1752, cuando tenia
ya 27 años. La educo y la amó como si fuera su hija. Ella le acompaño <_n
sus viajes a Francia. El 8 de abril de 17 63, Gracia se casó en Maaricl con
Francisco Luis de Urbina. heredero del marqués de Alameda y c a ñ i l e r o de
Calatrava. Entre 1767 y 1775 Gracia acompaña a Olavide, participando con
él en las fundaciones de Sierra Morena, a lo que alude Jovelianes en ios ver-
sos 53 y ss. En 1768, según escribe Femán-Núñez a su amigo foairn-fca.m en
carta del 1,° de diciembre, malparió la Gracia Olavide en La Parnlia: pero
cuatro años más tarde tuvo un hijo, bautizado con el nombre de Fabio María
en La Carolina el 27 de mayo de 1772. De salud frágil, murió doña Engracia
el l¿8 de setiembre de 1775. (Remitimos además al lector a la tesis doctoral
del mismo DEFOURNEAUX, Pablo de Olavide ou lafrancesado, París. Pres-
ses Universitaires de France, 1959, que es el mejor estudio sobre Olavide de
que hasta ahora disponemos).
De esta Oda escribió Hermosilla que es '-bastante regular, de propor-
cionada extensión, y no carece de afectos. Sin embargo notaré algunos des-
cuidos: 1.°) Estrofa tercera, verso primero. Para que sea sáfico. es necesario
cortarle así: Mientras al son de / roncos instrumentos; pero además de que
haciéndolo.. la cesura cae donde no hay ninguna pausa de sentido, todavía
resultaría insonoro por la razón indicada poco ha [no tener acentuada la oc-
tava silaba]. 2.") El que sigue tampoco lo es en rigor: Van entonando / lúgu-
bres endechas. Lo mismo sucede con el segundo de la estrofa sexta: No quede
expuesto / el huérfano inocente, 3.°) Estrofa nona, verso tercero: Y los fe-
roces brutos / extraía. En éste, para que sea buen verso, es necesario hacer-
la en la séptima. Si se hace en la quinta, resulta insonoro. Estrofa 14.a. verso
primero: En otro tiempo, / oh triste remembranza. Tampoco tiene acentuada
la octava.—'Hay además él descuido de poner seguidos dos versos asonantes.
Tales son:
Dulcisonantes?
Cuando a la excelsa Venus semejante.
Luego brotaban.
En otro tiempo ¡oh triste remembranza!"
446
acento en octava, y sólo el 17 por 100 escaso en sexta. En cuanto a los acen-
tos de las sílabas primera o segunda, Jovellanos lo cumplió en algo menos
del 80 por 100. prefiriendo el de primera en el 43 por 100 de los casos. Res-
pecto de los adónicos, Jovellanos acentúa en primera y cuarta el 63 por 100
de sus versos, y el resto en segunda y cuarta.
De acuerdo con todo esto sólo ios dos versos siguientes: Y los feroces
brutos extraía, En otro tiempo oh triste remembranza, parecen sálicos cri-
ticables por lo forzado del acento de segunda sílaba.
(51) Lisardo es el capitán don José de Álava, según dice una nota
del ms. Cavanilles.
(56) Sobre los juicios adversos de esta Epístola algo hemos dicho ya
en la Introducción, págs. 34 y ss. También hemos citado allí el de Arce Fer-
nández, mucho más comprensivo que todos los otros. No estará de más co-
447
piar aquí algunos párrafos de Quintana sobre las relaciones de Meléndez con
Jovellanos:
"El hombre que, aunque ausente, contribuyó tal vez más que otro
alguno al adelantamiento de Meléndez fué el insigne Jovellanos... Consér-
vase todavía una gran parte de aquella primera correspondencia, monu-
mento precioso en que se ven retratados al vivo... el respeto profundo y
casi idolatría con que veneraba a su Mecenas" (B. A. E., 19, pág. 110). "Ai
fijar en esta época literaria la vista sobre Meléndez, se presenta al instan-
te a par de él el ilustre Jovellanos como amigo, como Mecenas y como com-
pañero en los progresos del arte... A los progresos de la poesía puede decirse
contribuyó Jovellanos todavía más con sus consejos y su influjo que con su
ejemplo, con ser éste .tan grande y poderoso. Comenzóse a formar en Se-
villa al mismo tiempo que Meléndez en Salamanca; y amigos comunes les
hicieron conocerse, escribirse y formar aquella conexión que duró la mayor
parte de su vida y que tan provechosa fue a Meléndez y tan gloriosa a los
dos" (B. A. E., 19, pág. 155).
Tampoco sobrará copiar el juicio del aristarco Hermosilla:
"No quisiera yo. por honor de Jovellanos, que hubiese escrito esta com-
posición; o ya que la escribió, que se hubiese publicado. Debió quedar se-
pultada en el olvido, porque ni corresponde a las otras, ni es muy a pro-
pósito para aumentar la reputación literaria del autor.
l.° La ficción de que en sueños presencia el conventínculo de las
brujas, se prolonga demasiado, y es pueril, ridicula, ajena del siglo en que
vivimos, indigna de un poeta filósofo, e incongruente para conseguir con
ella el fin que se proponía. ¿Qué fuerza podía tener para Meléndez y los
ilustrísimos agustinos un argumento fundado en cuentos de brujas?
"2.° Cuando la ficción no fuese en sí misma tan absurda e imperti-
nente, ¿qué necesidad había de recurrir a ella, para hacerles ver que si
aspiraban a la verdadera gloria poética, que sólo adquiere el que junta la
utilidad con la dulzura, debían abandonar los asuntos de amoríos, frivolos
siempre e inútiles, cuando no sean perjudiciales a las costumbres? Esta idea
capital, que el autor apunta como de paso, es la que debió amplificarse e
ilustrarse en toda la epístola.
"3.° Dejando aparte estos dos sustancialísimos defectos, y limitándo-
nos a la sola elocución, ésta adolece de vicios imperdonables: En primer
lugar, el autor se tomó varias veces la licencia de repartir entre dos versos
algunos adverbios en Tríente..., no pudiendo ignorar que semejante licencia,
concedida a los poetas líricos griegos y latinos, y sólo disimulable entre nos-
otros en un fray Luis de León, no es permitida en ningún otro género, y me-
nos en una epístola.
"En segundo lugar, mezcló también versos esdrújulos con los ende-
casílabos llanos, cosa no permitida tampoco en composiciones de esta clase.
"En tercer lugar, alteró la prosodia de algunas voces, diciendo v. g., en
sus tablas los héroes indígenas; donde para que haya verso endecasílabo,
es preciso leer no indígenas, sino indígenas, debiendo saber que semejante
licencia no es un adorno legítimo, sino pobreza en el versificador.
"En cuarto lugar, toda la epístola está escrita con una conocida afec-
tación de arcaísmo y neologismo, que sólo pueden perdonarse a los joven-
zuelos condiscípulos de Andrés; pero que incomoda en la pluma de u n Jo-
vellanos: 1.°) Hispáneas Musas. Este puede ser yerro de imprenta, sin embargo
de que el acento puesto sobre la a primera da a entender que no lo fue.
2.°) Ecuóreo Betis, para significar que este río desmboca en el mar. 3.°) La
tierna remembranza, habiendo precedido en el verso anterior la dulce sen-
sación* voz filosófica, nada poética. 4.° Lanzar acentos, como si fueran fle-
448
chas o dardos. 5.° De los trementes armoniosos nervios. Disimúlese alguna
vez el verbo tremer en los tiempos en que es usado, pero en el participio
activo, ¿quién puede usarlo sin conocida afectación? 6.° ¿Por ventura que-
remos que nos tope?, etc ¡Y qué bien sienta esta vulgarísima y plebeya acep-
ción del verbo topar, al lado de aquel trementes que precedió, y del espirtu
y la escura, y el mancipado y las jorginerías que siguen! 7.°) En esto, hacia
los ángulos internos. Expresión técnica. 8.°) El preparado adormeciente lodo.
Otro participio nuevo que para nada necesitamos.
"Finalmente hay versos duros, por haberse hecho en ellos violentas
contracciones, como en éstos:
Tanto la didascálica poesía;
¿Contárosle he? ¿Qué numen me arrebata?, etc;
y hay otros descuidos en la versificación que el lector advertirá fácilmente.
"Añadiré sin embargo que aprovechando algo del principio, omitiendo
el cuento de las brujas, salvando el hemistiquio siempre, siempre, conservando
lo restante y haciendo en todo ello algunas correcciones, pudiera conser-
varse esta epístola que entonces tendría una extensión proporcionada y se
leería con placer" (Juicio crítico de los principales poetas españoles de la
última era, París. 1855 págs. 320-322).
Algunas observaciones a estas críticas:
1.° En el verso 331 no hay ncesidad de cambiar el acento de indígenas.
si se lee ia palabra héroes como trisílaba.
2.c El adj. hispáneas del verso 4 es ciertamente yerro de imprenta,
como lo demuestra el que sólo aparece en Cañedo.
3; Para ecuóreo Betis vid. la nota 59.
De las demás no merece la pena tratar.
Esta Epístola fue recibida por Meléndez y sus amigos con gran entu-
siasmo. Sus consejos no produjeron, como dice Ceán, todo el efecto que se
proponía su autor; pero con ella se estrechó la amistad casi recién iniciada
entre unos y otros. En cuanto al influjo de la Epístola, no podemos desen-
tendemos de los versos de Jovellanos al estudiar el nuevo rumbo que tomó
por entonces la poesía de Meléndez. Por lo pronto este autor respondió
con i¡na larga Epístola titulada Sobre mi amor, Silva poética en verso blanco
endecasílabo, escrita entre diciembre de 1776 y abril de 1777 (la ha publi-
cado Foulché-Delbosc en RHi, I. 1894, pág. 167; opina el editor que acaso
sea de 1779; sin embargo, las cartas que citamos después demuestran que
se envió a Sevilla en abril de 1777, y que la había iniciado en diciembre o
en enero anterior Poulché la publicó por un ms. que poseía él, pero hay
otro en la Bibl. Nac. de Madrid, con vanantes;_vid. SERRANO y SANZ, RHi,
IV, 1897, pág. 266). En dicha epístola habla Meléndez de cómo se libró del
amor gracias a los versos de Jovino. He aquí algunas frases de Meléndez
sobre este poema: "Ahí va la respuesta a la exquisita Didáctica de v. s.: el
parto de los montes después de cuatro meses y tantas promesas, es lo que
v. s. verá, en mil maneras defectuosa y que apenas se sostiene en los 100
primeros versos... Denla mil vueltas y no la perdonen, pues nada hay más
apreciable que una crítica desapasionada y juiciosa... Nada de cuanto digo
en mi respuesta es dictado por la lisonja; la aborrezco y aborrezco a los
que se humillan hasta esta bajeza, pero la idea que yo he formado de v. s. es
tal que aunque pusiera otros ciento o doscientos versos no pudiera expli-
carla y el excesivo cariño que profeso a v. s." (Carta a Jovellanos. Sala-
manca. 14 de abril de 1777; en RHi, IV, 1897. pág. 304). A principios de
mayo debió contestar Jovellanos a la anterior carta de Meléndez. Este res-
ponde, entre otras cosas: "Sólo el efecto pudo guiar la pluma de v. s. en el
449
juicio de mi respuesta a la excelente epistola Didáctica; al paso que hallo-
en ésta mil primores y una invención enteramente nueva, la de la mía no
tiene novedad y está llena de los mucnos defectos que v. s. le habrá notado...
Espero con vivísimos deseos las observaciones y ya me complazco en su de-
licadeza y acendrado mérito. V, s., adornado de un gusto exquisito y tan
delicado entendimiento, ¿qué puede producir sino nermosurasv Estimare
mucho que v. s. en esta censura se desnude de toda inclinación hacia mí
y mude, borre, quite y añada cuanto le parezca conveniente, por manera
que refunda la pieza y la haga de nuevo si fuere menester" (Carta a J o -
vellanos, Segovia, mayo de 1777; en RHi, IV, 1897, págs. 305-306). Las ob-
servaciones a que aquí se hace referencia son las de la carta de Jovellanos.
a M;eléndez de mayo o junio de 1777 que hemos publicado en nuestro ar-
tículo Teorías métricas de Jovellanos en dos cartas inéditas, en "Bol, del
Inst. de Estudios Asturianos", núm. 39, 1960.
Ya en prensa esta parte de nuestro libro nos llega el esperado trabajo
de GEORGES DEMERSON, Don Juan Meléndez Valdés et son temps. Pa-
rís, Librairie C Klincksíeck, 1962, en el que se habla de las relaciones y las
influencias mutuas entre Jovellanos y Meléndez Valdés.
450
(65) Aborridos, are. "aborrecidos".
(66) A las que antes llamó Lamias (monstruos con rostro de mujer
y cuerpo de dragón, de las que se decía que por envidia comían a los n i -
ños) ahora las llama sagas ('hechiceras, encantadoras 1 ), por la acción con-
creta que las Lamias van a realizar a continuación. El nombre sigue siendo
clásico.
(68) De los cuatro tipos de yerba mora o solanum que describe La-
guna, se refiere aquí Jovellanos al solanum manicum, del que dice: "Bebida
con vino una drama de su raíz representa ciertas imagines vanas, aunque
muy agradables a los sentidos; y bebiendo en cantidad doblada tiene fuera
de sí al hombre tres días, y de hecho le mata si se bebe cuadruplicada" (Dioscó-
rides traducido por Laguna, Amberes, 1555, pág. 420). Y Laguna comenta:
"Aquesta, pues, debe ser, según pienso, la virtud de aquellos ungüentos con
que se suelen untar las brujas; la grandísima frialdad de los cuales de tal
suerte las adormece, que por el diuturno y profundísimo sueño las impri-
men en el celebro tenazmente mil burlas y vanidades, de suerte que después
de despiertas_confiesan lo que jamás hicieron" (pág. 421). Cuenta después
una historia de brujería, y dice que en la ermita de los brujos, muertos
éstos, encontró la justicia, -una olla medio llena de un cierto ungüento ver-
de, como el del Populeón, con el cual se untaban, cuyo olor era tan grave y
pesado que mostraba ser compuesto de yerbas en último grado frías y sopo-
ríferas, cuales son la cicuta, el solano, el beleño y la mandragora."
(72) Se refiere a la planta que Plinio llama lychnisr cuya flor tiene
pétalos de color de fuego. Dice Laguna, sotare Dioscórides (Amberes, 1555,
pág. 336) de la lícnide salvaje: -'Ansí como los ojos del gato y algunas cepas
mohosas suelen resplandecer de noche, de la mesma suerte y manera luce
en las tinieblas la lychnide, y dando de sí claridad, alumbra a los cami-
iiantes".
451
(74) Más de una vez dijo Jovellanos que no se consideraba un gran
poeta, y esta confesión debia de ser sincera. Sin embargo, siempre creyó que
era muy capaz de dirigir a los otros, de lanzar ideas. Su vida fue, efectiva-
mente, un poco eso, y no sólo en el terreno literario. Pero al mismo tiem-
po tenia alma de poeta de grandes alientos, como demostró tanto en verso
como en prosa.
452
(80) Esta idea de una tragedia de tema nacional era entonces una
novedad. Jovellanos la había sostenido poco antes en el prólogo del Pelayo,
y la volvería a exponer más veces. Hay que advertir que la tragedia clásica
francesa versaba exclusivamente sobre temas mitológicos o de historia de
la antigüedad. Voltaire, sin embargo, y tras de él otros autores franceses,
hablan iniciado ya el camino que llevaría a Mme. de Stael a teorías plena-
mente románticas, al tratar en su libro De rAüemagne (1810) de la tragedia
histórica.
EPÍSTOLA SEGUNDA
453
(87) "Sierra Morena. Llamóse antiguamente montes de Mario o Ma-
rianos. La voz sierra, derivada de la lengua árabe, significa monte; y asi
debió llamarse Sierra Mariana, y por corrupción se dijo Sierra Morena"
(Nota de los manuscritos B y CavaniUes). Esta nota, como todas las otras
de estos manuscritos, son muy probablemente de Jovellanos. No tiene nin-
gún interés señalar los errores que hay en ellas. La expresión "montes Ma-
rianos" se encuentra también en la Oda primera, v. 54. y en la Epístola ter-
cera, v. 68.
(90) "Alude a las aventuras que acometió don Quijote en los cam-
pos de la Mancha" (Nota de los manuscritos B y CavaniUes).
454
librándole de palabras ajenas y bárbaras y de frases espurias. Jovellanos
alude sin duda tanto a los extranjerismos de léxico y sintaxis, como a los
latinismos de todo tipo propios del culteranismo.
(102) "La Real Academia de las tres nobles artes", según los manus-
critos B y Cavanüles.
IDILIO TERCERO
IDILIO OCTAVO
455
tuvo inconveniente ninguno en publicar las poesías amorosas de su querido
amigo el P. González (Delio) que fueron inspiradas por mujeres de carne
y hueso, como aclara el editor en su prólogo. Le bastó con alabar las poe-
sías amorosas de Delio, diciendo que estaban escritas "en unos versos tan
puros y castos como su alma".
ODA SEGUNDA
456
EPÍSTOLA TERCERA
(113) Ceán describe así su vida en Sevilla: "iQué días tan llenos y
bien aprovechados, tan alegres y tan lisonjeros los que disfrutó el señor
don Gaspar en Sevilla! Allí entregado a la reforma de sus estudios, halló
457
la senda que le condujo a su perfección; allí rodeado de sabios y verdade-
ros amigos, gozó los placeres de aquellos amenos campos y de una ilustrada
compañía; y allí, celebrado por su mérito, logró el premio de sus virtudes
con general estimación de todo el pueblo. iAh! i Cuántas veces se arrepin-
tió de haberle dejado! i Cuan feliz hubiera sido si hubiese tenido efecto la
propuesta del conde de Gausa para asistente de aquella ciudad! Su casa era
concurrida de los sabios y literatos, donde se ventilaban los asuntos más
importantes a la república, y los más instructivos en ciencias y artes: estaba
abierta a todas horas a los que le consultaban sus negocios e intereses, a
los artistas y menestrales que hallaban en ella protección y recursos; y a
los necesitados, que si no encontraban grandes socorros, topaban eficaces
influjos para que se los prestasen los poderosos. Por eso fue tan general-
mente sentido en aquella ciudad la noticia de haberle nombrado el rey Al-
calde de su Casa y Corte, pues en vez de congratularse por aquel ascenso, se
daban todos el pésame por la pérdida de tan digno magistrado, de tan dulce
amigo y de tan decidido protector" (Memorias, pág. 23).
458
y los vocablos vulgares, pero exactos; todo contribuye a poner de relieve la
idea de movimiento y ruido, que se opondrá a la pasividad del rígido cadá-
ver "arrastrado" de ciudad en ciudad, de los versos siguientes,
IDILIO DÉCIMO
459
IDILIO UNDÉCIMO
(127) Este tema del amor fuerza motora de todos los viviente es a
un tiempo muy viejo y muy nuevo. Baste recordar la estrofa 71 del Arci-
preste de Hita, que alega además como autoridad a Aristóteles. Jovellanos
llamará incluso ley de amor a la de la gravedad. En la Memoria sobre ad-
mitir o no a las señoras en la Sociedad Económica de Madrid escribe: "Co-
nozcamos los hombres, y si los conocemos, aprovechémonos de este deseo
de agradar al otro sexo, que los acompaña desde la cuna. Este deseo no es
peculiar del joven, del frivolo, del libertino; es un deseo del hombre en
todas las edades, en todos los tiempos, en todos los estados de la vida.
¿A quién fueron nunca ingratas sus alabanzas? ¿Quién es el que desdeña
sus aplausos? Yo invoco a los hombres de todos los siglos, a todos los lite-
ratos, a todos los filósofos, al mismo Catón, que me digan si los vivas h a -
lagüeños de esta bella porción de la humanidad les h a n sido alguna vea
desagradables'" (B. A, E., II, pág. 55 6). Y en el Discurso sobre las Ciencias
Naturales la ley del amor preside toda la economía y todo el orden del
Universo. La sola diferencia entre los hombres y los demás seres radica en
que aquél es guiado por la razón y éstos sólo por el instinto.
IDILIO DECIMOTERCERO
(129) Se refiere a Diana, pero con una alusión poco conocida: la Dia-
na Aricina. o Diana Nemorensis, fue asimilada a la Artemisa Táurica de
los griegos, a causa de la criminal costumbre de dar el oficio de sacerdote
a un esclavo, que huía al bosque y mataba allí en combate cuerpo a cuer-
po a su predecesor. La Artemisa Táurica, adorada en Esparta y otros lu-
gares, era una deidad escita, traída de Táuride, la actual Crimea, y que
se acabó identificando con la Artemisa griega. Así la alusión de Jovellanos
a la diosa "montivaga" y cazadora se hace por medio de la expresión "tau-
ridios campos'', campos de Táuride, por donde corría primitivamente la
cruel Artemisa Taurópolos, transformada después en la Artemisa griega,
más tarde en la Diana Nemorensis, y por último simplemente en Diana,
la diosa de la luna, del aire libre y del campo abierto. Del adj. tauridios no
encontramos ningún otro testimonio ni en español ni en latín.
EPÍSTOLA CUARTA
460
camos la primera. Pero posiblemente de haberse conocido ésta los elogios
hubieran sido los mismos, y además se hubiera podido añadir el de que
Jovellanos era también un gran poeta amoroso. He aquí algunos de los jui-
cios cue ha merecido esta Epístola del Paular:
Ceán Bermúdez dice que el público la juzgó cerno una de ]as me-
jores composiciones de aquel siglo (Memorias, pág. 295).
'Es bellísima, escribe Hermosílla. está escrita con naturalidad y ma-
je?.tv;r.£?, sencillez, no hay en ella magüerismo, y detenerse a notar uno u
otro díscuido en la versificación sería insufrible pedantería. Sólo recordaré
a los principiantes.,, que la contracción del ea en una sílaba es dura. Así
quisiera yo que Jovellanos en lugar de: Rodeados ele frondosos y altos mon-
tes, hubiera dicho: Cercados, etc.: y en lugar de: Ya erguidos alzan las
plaiccdas copas, hubiese escrito: Ya ufanos alzan las erguidas copas. Tam-
bién cuisiera no hallar en tan linda composición el verso prosaico y arras-
tradizo: Tales cosas revuelvo en mi memoria" (Juicio crítico, París. 1855.
págs. Se9-340).
Para Quintana el estilo poético de Jovellanos fue más bien una prosa
nocle y culta, "hasta que compuso la descripción del Paular y las dos sá-
tiras", ene -por la belleza, brío y perfección con que están ejecutados, el
auter nudo ponerse en primera línea a par de los que entonces cultivaban
el arto con más acierto y mayor reputación" (Introducción a la poesía cas-
tellana del siglo XVIII, en Poesías selectas castellanas, IV. Madrid, 1830.
pág. XLIII).
iuanuel Cañete creía que esta epístola es no sólo la mejor composi-
ción de Jovellanos. sino también la más perfecta y acabada de cuantas se
escribieron en el siglo XVIII. Nocedal, después de citar el juicio anterior.
anace: "Es que brota espontáneamente del corazón, es que nace de la ins-
piración verdadera, es que educado en las máximas de buen gusto y de
sana critica, y seguro en ellas, deja volar su fantasía por los ricos hori-
zontfs de la belleza moral y material oue descubren, sus ojos extasiados. y
acierta su pluma con la dicción poética cuando su alma se ha empapado en
las regiones de la más sublime poesía"- (B.A.E., I. pág. XIV).
Azorín escribe: "En el poema en que nuestro poeta expresa tales
agudas sensaciones se contiene en germen toda la poesía romántica que más
tarde ha de surgir en España. Está ahí, en esa lucecita que brilla allá a
lo lejos en los desiertos claustros; en esa voz pavorosa que cree oír el poe-
ta: en esos pasos que resuenan en el silencio; en esa melancolía íntima,
profunda, inquietadora, que al poeta sobrecoge y desasosiega en las horas
nocturnas". Y más adelante: "Dos notas capitales caracterizan el movi-
miento romántico: una el individualismo vehemente, ensoñador; otra, la
tendencia realista, en oposición a la frialdad, la rigidez, la monotonía del
clasicismo. Por esas dos características resaltan —anticipándose a la revo-
lución romántica— los versos de nuestro poeta"" (Un poeta, en Clásicos y
modernos, Madrid. Renacimiento. 1913. págs. ?6 y 29).
Para Gerardo Diego "el sublime pasaje de la noche en el Paulri* es
el memento más inspirado de Jovellanos y quizá ele toda la poesía de su
tiempo". Y después añade: "Jamás el verso de D. Gaspar, austero y rí-
gido, se conmovió de estremecimiento casi romántico, se humedeció de lá-
grimas y coloreó de reflejos como en esta meditación del Paular. Más de un
siglo antes de Enrique de Mesa y los paisajistas pensionados, el Paular es
descubierto para la emoción serrana, religiosa y poética por el grave y
melancólico Jovino en el ápice de su madurez madrileña. Admirable ecua-
ción del paisaje exterior y del estado de alma, solución romántica y eterna
de un problema de estética, pese al ademán clásico y a las reminiscen^-'
de fray Luis" (La poesía de Jovellanos, en BBMP, XXII. 1926, págs. 223-225).
461
(131) En este perfecto bimembre es la contraposición lo que da va-
lor significativo a los dos adjetivos. La ventura de Anfriso se aclara en el
verso 11; la tristeza de Jovino nace de no poder amar más que a una mu-
jer, que una vez más ha sido infiel al amor de nuestro poeta.
(132) Nos consta que Anfriso, don Mariano Colón de Larreategui. es-
cribió poesías; pero no hemos encontrado ninguna, y por ello no sabemos
si el elogio de Jovellanos es sólo efecto de la amistad o no.
(133) Claro recuerdo de fray Luis de León, como tantas otras ex-
presiones, ideas y versos de esta epistola.
462
(140) En el idilio A Anfriso la amada de Colón de Larreáutegui se
llama Lisa,
(141) Las musas mantuanas son las musas madrileñas. En las Tablas
de Tolomeo se habla de una Mantua Carpetana, identificada, aunque falsa-
mente, con Madrid, y de aqui el llamar a Madrid poéticamente Mantua, y a
los madrileños mantuanos He aquí algunos ejemplos más: Nicolás de Mo-
ratín en La Petimetra; "Ya por antonomasia / (sin hacer cuenta ni caso / de
tan bellas damas como / tiene el recinto mantuano) i la Petimetra la lla-
man. / título con que se ha alzado / y en Madrid es conocida" (acto I, esc. 1.a,
vs. "¡2-78). El mismo autor, en la Elegía III. puso una nota que dice: '-Mere-
dit, Majerit. Mantua o Madrid". Porner escribió: "El padre Manzanares, el
que inspira / blando acento en los cisnes mantuanos, / le desprecia, no sólo
no le admira*- (Exequias de la lengua castellana, B.A.E., 63. pág. 384 a). Otros
ejemplos en GARCÍA DE LA HUERTA, Canto para la distribución de pre-
mios en la Academia de San Fernando, B. A. E., 61, pág. 215 b; UANDEO F. DE
MORATÍN, Oda IV A don Gaspar de Jovellanos, v. 5; LISTA, Oda XXI (B. A. E..
67. pág. 300 a), y soneto XXXVIII (de 1828), v. 1; J. N. GALLEGO, El dos de
mayo, v. 29. El mismo Jovellanos. en la Oda sáñca Jovino a Pondo, versos
1-2, vuelve a hablar de la ''ociosa Mantua*' y de sus musas. Por tanto, la
interpretación de -'musas mantuanas"" como "musas virgilianas" no tiene fun-
damento, aunque incluso se haya citado como autoridad el verso de Jove-
llanos que comentamos.
(142) El uso de tal vez... tal vez en cláusulas distributivas, con el va-
lor de ya... ya, es muy frecuente en Jovellanos. De este uso no encontramos
ejemplos en KENISTON, The Syntax of castüian Prose, Chicago, 1937, por
lo que no parece clásico.
(145) Esta Epístola del Paular, conocida del público desde 1781 por
su inclusión en el Viage de España de Ponz, ejerció bastante influencia. Re-
cordemos los versos 52-58 y 71-74 del Panteón del Escorial de Quintana, la
epístola de Tapia escrita desde el monasterio de Guisando ("bien pensada y
escrita, aunque la daña sobremanera la comparación con la del insigne pa-
tricio asturiano"', dice Mnéndez Pelayo), y algunas epístolas de Pedro José
Pidal y de Manuel Cañete, inferiores a la de Tapia.
463
HIMNO A LA LUNA
IDILIO DECIMOQUINTO
(148) "No sé por qué se intitula idilio, dice Hermosilla; es una odita
filosófica en verso septisílabo'", que no le parece tan buena cerno el idilio
A un supersticioso (Juicio crítico de los principales poetas españoles de la
última era, París, 1855, pág. 372).
SONETO SEXTO
464
E P Í S T O L A QUINTA
465
(152) La naturaleza es superior al arte: importantísima afirmación
estética, que aleja a Jovellanos del clasicismo y del idealismo.
(155) Se refiere al Faso honroso que don Suero de Quiñones, hijo del
Merino mayor de Asturias y de Oviedo, defendió durante treinta días, a
partir del 10 de julio de 1434, cerca del puente de Orbigo -a seis leguas de
la noble cibdad de León, e a tres de la cibdad de Astorga".
ROMANCE PRIMERO
(157) Las polémicas literarias han sido siempre muy frecuentes; pero
en ciertos momentos de la historia las pasiones o la bilis de los literatos se
irritan más de lo habitual, hasta el punto de que por una nimiedad hay
quien descubre, sin pudor alguno, su animalidad. Tal ocurrió en el Rena-
cimiento, y tal ocurrió en la segunda mitad del siglo XVIII. Hombres ilus-
tres por muchos conceptos se unían entonces a otros pobres diablos que no-
vivían más que para escribir artículos o folletos polémicos. Es muy conve-
niente que se haga un estudio completo de estas polémicas, porque en me-
dio de t a n t a insulsez como en ellas hay, aparecen en las del XVIII los temas
capitales de la cultura y de la ideología de la época.
Jovellanos tuvo la virtud de permanecer generalmente al margen de
las guerras literarias de su tiempo, cosa que le permitió escribir obras de
primera importancia. Pero alguna vez entró en ellas, como en el caso de
la que surgió al publicar García de la Huerta su colección titulada Theatro
hespañol. Esta polémica es bien conocida y ha sido narrada varias veces. El
número de escritos que produjo fue enorme. Damos a continuación una lis-
ta cronológica de los principales impresos, apoyándonos en la Gaceta de Ma-
drid para establecer con bastante aproximación la fecha de aparición de
cada uno:
1785.
5-4.—TTieatro hespañol. Por Don Vicente García de la Huerta... Con.
licencia en Madrid, en la Imprenta Real. MDCCLXXXV. (Par-
te primera, tomos 1.° y 2.°).
466
17-5.—Continuación de las Memorias críticas, por Cosme Damián (el
autor de este folleto fue Samaniego).
24-5.—Theatro hespañol, parte primera, tomos 3.° y 4.°.
3-6,—Impugnación de las Memorias críticas de Cosme Damián (acaso
sea del mismo Huerta).
24-6.—Theatro hespañol, parte segunda, tomos 1.° y 2.°.
8-7.—Lección crítica a los lectores del papel intitulado: -'Continuación
de las Memorias críticas, de Cosme Damián", por Don Vicente
García de la Huerta. Madrid, Imprenta Real, MDCCLXXXV.
12-8.—Theatro hespañol, parte segunda, tomos 3.° y 4.u.
6-9.—Theatro hespañol, parte segunda, tomos 5.° y 6.°.
11-10.—Theatro hespañol, parte segunda, tomos 7.° y 8.°.
15-11.—Tentativa de aprovechamiento crítico en la Lección crítica de
Don Vicente García de la Huerta... Dala a la luz en defensa del
inimitable Miguel de Cervantes Saavedra. D. Plácido Guerrero..,
año 1785 (folleto de Joaquín Esquerra).
25-11.—Theatro hespañol, parte tercera, tomos 1." y 2.°.
23-12.—Theatro hespañol, parte tercera, tomos 3.° y 4.a.
1786.
24-3.—Reflexiones sobre la Lección crítica que ha publicado D. Vicente
García de la Huerta: Las escribía en vindicación de la buena
memoria de Miguel de Cervantes Saavedra Tomé Cecial, ex-es-
cudero del bachiller Sansón Carrasco. Las publica don Juan Pa-
blo Forner. En Madrid. En la Imprenta Real. 1786.
28-3.—Tragedias de D. Vicente García de la Huerta. Suplemento al
Theatro hespañol.
5-5.—Lección crítica... por D. Vicente García de la Huerta, segunda
edición.
16-5.—Tentativa crítica en defensa del autor de D. Quijote, contra los
insultos de D. Vicente García de la Huerta (anunciado en la
Gaceta, pero no lo hemos visto).
26-9.—La Escena Hespañola defendida en el Prólogo del Theatro hes-
pañol, y en su Lección crítica. Segunda impresión... Madrid, 1786
(es de Huerta).
17-10,—Diálogo céltico transpirenaico e hiperbóreo en defensa de la Es-
cena Hespañola, entre el Corresponsal del Censor y su maestro
de Latinidad... con apostillas, de D. Vicente García de la Huerta
(escrito contra el folleto anterior).
De finales de 1785 o de 1786 es la Primera parte del romance de An-
tioro. Muy poco posterior, pero seguro de 1786, es la Segunda parte, que Ceán
fecha también en 1785, igual que la Jácara en miniatura. Entre las poesías
467
burlescas que entonces se escribieron, los dos romances de Jovellanos son de
lo mejor, con no tener gran valor poético. Los compuso al estilo de los ro-
mances de ciego, que entonces se escribían en un estilo barroco degenerado.
Jovellanos imita además los romances del Romancero general, inclinándose
al estilo burlesco de Góngora. La segunda parte, que es historia de la
polémica de Huerta con Forner, nos parece superior a la primera.
La intención de las dos es clara: poner en ridículo al soberbio don Vicente.
Sin embargo, este mismo Jovellanos, que, resguardado en el anónimo, to-
maba parte abiertamente contra el partido hortense, se manifestaba de mo-
do muy distinto en público, según se deduce del siguiente párrafo de Mo-
ratín: "En Madrid siguen las guerrillas literarias con un encarnizamiento
lastimoso; se tratan como verduleras, se escriben prosas y versos ponzoño-
sos, se ridiculizan unos a otros, se zahieren y se calumnian, en términos
que nada falta para llegar a los puños, y concluirse las cuestiones de crí-
tica y buen gusto con una tollina general. Ni sé lo que puede ganar en esto
la instrucción pública, ni alcanzo cómo es posible que los que hacen pro-
fesión de literatos se olviden tanto de lo que enseñan la buena educación
y la cortesía. / / Nuestro buen Llaguno. que respira concordia y paz. quisiera
hacerlos amigos a todos, y persuadirlos a que, estimándose recíprocamente,
ocuparan la atención del público de otra manera, dedicándose cada uno de
ellos, según su genio y su humor, a escribir obras que adelantasen algo
nuestros conocimientos e inspirasen a la juventud el amor al estudio; pero
se fatiga en vano. Jovellanos le acompaña en los mismos honrados deseos,
y yo tengo para mí que si uno y otro lograsen juntar un día a los tales
iracundos sabios para que merendasen y brindaran y se prometiesen eterna
amistad, la merienda se acabaría como la turbulenta cena de los lapitas y
centauros" (Carta de Leandro P. de Moratín a Juan Bautista Conti. París. 26
de junio de 1787. en Obras postumas, II. págs. 105-106).
Por las mismas fechas escribía Jovellanos el romance contra Porner.
que editamos más adelante, romance que quedó inconcluso. Sus deseos de
paz no significaban, por tanto, que no estuviera en un caso contra Huerta,
y en otro contra Porner. y que no lo manifestara. Pero comprendía que
tanta polémica impedía el trabajo serio, reposado y útil,
Del éxito de los romances de Antioro algo hemos dicho ya. Huerta
debió sentir profundamente el burlesco ataque, porque, que sepamos, no
respondió a él. La primera parte fue incluso imitada por algún otro an-
tihortense.
Terminamos esta nota con el siguiente breve retrato de Huerta: "Aque-
lla dulzura de carácter que tanto había celebrado en él su amigo Cadalso,
se había convertido r después de sus destierros] en desabrimiento y cru-
deza de genio habituales. Existen retratos suyos de esta época, en que apa-
rece de fisonomía severa, espesas y anchas cejas, ojos grandes, pero de mi-
rada dura; nariz larga y recta, y boca pequeña: la contracción de sus del-
gados labios indica bien su humor desequilibrado" (COTARFLO Y MORÍ,
Iriarte y su época, Madrid, 1897, pág. 190).
468
se critica, entre otras palabras del lenguaje de Huerta, la de magnilocuo, que
para Ezquerra debe ser grandílocuo.
(162) Entre los nombres aplicados por Huerta a sus enemigos fue
uno el de hispano.celtas, además de ultramontanos y transpirenaicos.
469
(168) En 1789 la Academia Española concede a Iriarte el accésit por
su égloga en elogio de la vida del campo; el premio lo obtuvo Meléndez
Valdés con la égloga Batilo. Iriarte se sintió defraudado y publicó unas Re-
flexiones en torno a la égloga Batilo. Forner para defender al amigo ata-
cado escribe el Cotejo de las dos Églogas premiadas (editado en 1951 por
FERNANDO LÁZARO en "Trsis y estudios salmantinos". IX). Peco después
aparecen las Fábulas literarias (1782) de Iriarte. y ésta fue la señal para
transformar en polémica pública lo que había sido hasta entonces simple
comidilla de grupos y tertulias: Forner publica El asno erudito, Fábula ori-
ginal, Obra postuma de un poeta anónimo. Publícala D. Pablo Segarra
(Madrid, 1782), obra a la que alude Jovellanos en el verso que comenta-
mos fed. moderna por MANUEL MUÑOZ CORTÉS, Valencia. Editorial Cas-
talia. 1948, n.° VII de la colección "Gallardo").
(178) Racine.
470
(178) El Memorial literario de julio de 1784, pág. 55, al hacer la Des-
cripción de las fiestas públicas con que... Madrid celebró la paz y el feliz
nacimiento de los dos Serenísimos Infantes D. Carlos y D. Felipe, dice:
"En ia Imprenta Real a cada lado del retrato del rey se dejaban ver dos
.tarjetones orlados de un tejido de laurel y rosas pintadas con sus vivos
colores, en los cuales estaban inscritos con letras unciales... dos... sonetos".
471
Era una estatua de Venus que había en la famosa fuente churrigue-
resca, obra del célebre don Pedro Rivera, que estaba delante de la fachada
de la iglesia del Buen Suceso (vid. MESONERO ROMANOS, El antiguo Madrid,
Madrid, 1861, pág. 268).
ROMANCE SEGUNDO
(188) Forner había nacido en Mérida, pero sus padres y sus abuelos
eran valencianos.
(193) Recuérdense las engañifas del verso 68, es decir, los múltiples
seudónimos utilizados por Forner.
(196) Miguel Gijón, ganadero de toros. Para Pepeillo vid. nota 254,
472
(191) Alusión a Los Bereberes, Égloga africana (1772),
JÁCARA EN MINIATURA
473
SÁTIRA PRIMERA.
(211) Las dos sátiras a Amesto han gozado siempre de justa y gene-
ral fama entre todos los lectores y críticos. He aquí algunos de los juicios
más interesantes que ha merecido la primera de ellas:
"Versificación más llana y robusta, mejores cortes, más fuego y más
elocuencia que en las anteriores composiciones, y bien imitado y sostenido
el tono de Juvenal, a quien no quisiera yo que el señor Jovellanos hubiese
llamado bufón, porque nada tiene de eso'- (GÓMFZ HEEMOSILLA, Juicio
crítico de los principales poetas españoles de la última era, París. 1855, pá-
gina 343).
Quintana alaba las dos sátiras "por la belleza, brío y perfección con
que están ejecutadas", añadiendo eme con ellas y con la Descripción del
Paular se colocó el autor a par de los mejores poetas de su tiempo (Intro-
ducción a la poesía castellana del siglo XVIII, en "Poesías selectas caste-
llanas", IV. Madrid, 1830, pág. XLIII).
"A Juvenal se propuso imitar nuestro Jovellanos en sus dos sátiras a
Arnésto, a nuestro parecer las mejores entre las muchas morales y litera-
rias, buenas y medianas que poseemos" ( M I I Á Y FONTANALS, Obras com-
pletas, I, Barcelona. 1888. pág. 447).
Gerardo Diego señala que los Argensola han influido mucho en am-
bas sátiras a Amesto. Y añade: "Esta es, sin duda, la parte más viva hoy
de la poesía de Jovellanos. Su cálida dicción, su encrespado movimiento, la
felicidad continua de la adjetivación, la audacia léxica y el soberbio equili-
brio entre el humor grave y la mal represada indignación, eleva a estas pie-
zas sobre el nivel de casi toda la poesía de su siglo". Sólo le superó Leandro
Moratín. en sus incomparables sátiras (La poesía de Jovellanos, en BBMP,
XXII. 1946. pág. 228).
"La riqueza de vocabulario popular [en las Sátiras], la plasticidad y
la evidencia de los más mínimos detalles del ambiente, la precisión des-
dibujo y la delicadeza del color, lo animado y vivido de la composición no
tienen semejante dentro de la lírica de su tiempo" (Luis ROSALFS, La
poesía de Jovellanos, en Sí, suplemento de "Arriba*', 9 de enero de 1944).
Vid. además lo que hemos dicho en nuestra Introducción, pág. 37 y ss.
(214) Jovellanos usa más de una vez el adjetivo orgulloso con el valor
de-' 'lo que tiene nobleza', sobre todo, 'alta nobleza'. Hay en la palabra una
intención crítica.
474
(215) Se refiere sin duda a Julia, la hija de, Augusto y de Scribonia
(39 a, C.— 14 d. O . Casada en segundas nupcias con el viejo Agrippa. cavó
en el más vergonzoso libertinaje. Mujer más tarde de Tiberio, fue deste-
rrada y condenada a morir de hambre. También podría referirse a la hija
de la anterior y de Agrippa. cantada por Ovidio bajo el nombre de Corina;
o a Julia Livilla. hija de Agrippina y de Germánico. Las tres fueron famo-
sas por su deshonestidad pública.
(223) Promontorio al N.O. de Sicilia, famoso por los bajos qu? allí
hay.
475
cuando la hermosura le desdeñaba si las marciales gracias del valor no
le ennoblecían? Figúrese usted por un rato el coro de la juventud militar.
reunido al de las graves matronas y modestas damiselas, sólo accesibles ai
trato en semejantes concurrencias. No crea usted, no, que su conversación
versaba sobre brocados y cintas, airones y tocados, o adornos mujeriles, sino
sobre los varoniles ejercicios de la liza y la caza; y si alguna vez se des-
viaba hacia la parte más agradable de ellos, era para fijar con sus decisio-
nes el gusto de las sobrevistas y plumajes, y la agudeza de las divisas y
empresas amorosas de los caballeros. Jueces de la gallardía y del gusto, ja-
más negaban su aprecio al valor discreto, y en sus danzas y banquetes, en
sus cacerías y deportes privados, para él reservaban el agrado y la dulce
sonrisa, mientras su ceño y desvíos arredraban al necio orgullo y a la flaca
cobardía, y los escarmentaban" (B.A.E.. I, pág. 396 a).
SÁTIRA SEGUNDA
476
caballos y muías de que se sirve, e ignore cómo se llaman y en qué sobresa-
lieron los héroes más aplaudidos de la historia? ¿Que aprenda a distin-
guir y manejar con inteligencia las figuras de una baraja antes de conocer
por retratos a los mismos ascendientes que ennoblecieron su casa con h a -
zañas militares? ¿Que al modo que tiene coche y cama de respeto, tenga
también biblioteca de respeto, en que sólo entren criados a sacudir de tiem-
po en tiempo el polvo, y que esté acaso en igual o en menor aprecio que otra
cual quiera oficina de su casa, como la repostería?"
Iriarte dedicó también al mismo tema de la mala educación de la
nobleza la comedia El señorito viimado, escrita en 1783, pero no estrenada
hasta 1788. Mariano es un joven que no sabe ganar un ochavo, pero sabe
derrochar: que tuvo maestros y ayos descuidados, necios y aduladores; oue
a los 20 años no sabe ni persignarse, está lleno de resabios y preocupaciones,
es afeminado, insolente, superficial y enemigo del trabajo, e incapaz de su-
jetarse a seguir ninguna carrera: que como tiene una renta de cinco a seis
mil ducados no se afana en ser buen ciudadano ni buen padre de familia;
que costó mucho trabajo enseñarle a l^er y fue un milagro que aprendiera
a firmar antes de los catorce años; que no fue capaz de aprender el fran-
cés: oue los amigotes le enseñaron a gastar y a frecuentar los lugares de
Cupido y Baco y a jugar: que cree en duendes y alquimistas; que se pasa
el cía entre el paseo, el juego, los teatros, los bailes, la tertulia y alguna
partida de campo; que jamás abre un libro, y que no tiene maneras cortesas.
José Clavijo y Fajardo, en El Pensador, tocó varias veces el mismo
tema. He aquí un párrafo de muestra: "En cierta provincia vive don Ma-
crobio, un caballero de los más esclarecidos, con seis o siete mil ducados de
renta. Su tren fuera decente para un grande: su mesa más abundante oue
culta. De las funciones repetidas, que sin motivo urgente tiene en su casa,
pudiera servirle alguna el día oue casara a un hijo; pero después de toda
esta profusión, no puede costear una educación correspondiente a tres
hijos, que ya cuenta con el primogénito. Su cuidado es criarlos en el orgu-
llo de señores: procura imponerles en eme no se deien tratar sino de seño-
ría, que se tuteen con los de su clase, aunque puedan ser sus abuelos. Sin-
gularmente el primogénito lee muy mal y escribe mucho peor; pero sabe
cuál es mejor cochero, cuál muía es mejor para guía, cuál para tronco; si
es mejor el tiro de su padre que el de el marqués fulano, y otras erudiciones
de esta importancia, como tocar un guitarrillo y fumar con los lacayos en
la caballeriza" (El Pensador, Pensamiento XLI).
Recuérdese también la séptima de las Cartas marruecas de Cadalso,
donde Ñuño habla de la educación recibida por el señorito andaluz que se
encontró al ir a Cádiz.
Podrían citarse muchos textos más. Incluso podría acudirse a la li-
teratura extranjera, donde se encontrarían abundantes testimonios de la
falta de educación de la clase noble, o por el contrario de una educación
que la ha pervertido y afeminado. Terminaremos con un texto del propio
Jovellanos. unos años posterior a la sátira. Al hacer la crítica de la novela
Historia del distinguido y noble caballero asturiano don Pelayo Infanzón de
la Veaa, de Bernardo Alonso Ribero y Larrea, resume así los vicios de la
nobleza: "El más común es el de aquellos nobles que creyendo oue el serlo
los dispensa de toda obligación, ni se aplican, ni se instruyen, ni se hacen
en manera alguna útiles a la sociedad: que creen oue todos han nacida
para servirlos y adorarlos; que las leyes no se han formado para ellos: oue
los ministros de la religión y la justicia no tienen derecho a castigarlos o
reprenderlos; que sus casas deben ser un asilo de cuantos se acogen a su
sombra; eme el lulo y la ociosidad deben vivir con ellos; oue la frugalidad
y el trabajo son virtudes de la plebe; que son orgnilrs^s. opresores, descorte-
ses, tramposos, etc.. y. en fin. que el lustre de su familia y de su nombre los
477
autoriza para ser orgullosos, insolentes, opresores, tramposos y desarregla-
dos -•'. k-ts. A. L., xv, pag. 185J.
De los elogios que mereció esta sátira desde el mismo momento de su
publicación hapia el propio Jovellanos en carta a su hermano de 'ó de juiio
de liba (B. A. E., II, pag. óií>). Algunos de los elogios que hemos recogido
en la nota ü n sobre ia sátira primera se reneren tamQien a ia segunda,
cuando no están fundados preierenuimen&e en eüa. Añadimos ios siguieuces:
••j-guai y aun superior a la primera, escribe Cxomez üermosilla, y solo
pueden notarse algunas expresiones uemasiado luertes que na sido necesario
omitir ai imprimirla... 'rambien nay alguna frase que no me parece ia más
propia... En castellano se dice levar anclas, pero creo que no se dice ia nave
se leva, para dar a entender que sale del puerto. Le advierto para enseñan-
za de los principiantes, no para menoscabar el mérito de esta bellísima sá-
tira, la mejor en verso suerco que tendría el Parnaso español, si después
no se nubiesen publicado las de marco celenio [Moratínj" (Juicio critico de
los principales poetas españoles de la última era, París, 1855, pág. ¿5ü). Ad-
virtamos que levar, según el D. H. A. L., puede significar 'nacerse a ia vela".
Para García de Arrieta la segunda sátira es -bastante superior a la
primera"', y ambas "dos obras maestras en su género, superiores a cuanto
en él tenemos hasta el día en nuestro Parnaso". Y añade: "Ridiculiza y es-
carnece, sin morder ni ensangrentarse con personalidades; es ya serio, ya
jocoso; pero siempre con gravedad y decencia; su moral es la más severa
y acendrada; su dicción es varonil y nerviosa; su estilo puro y correcto, aun-
que no muy fluido y armonioso" (Apéndice sobre la sátira española, en los
Principios filosóficos de la literatura, de BATTEUX, V. Madrid, 1801. pág. 329).
.La sátira de Jovellanos ejerció gran influencia. Fue incluso imitada
muy de cerca en una firmada por "Granada... Marón", publicada en el pe-
riódico de Madrid Minerva o el revisor general, págs. 155-164, y que podría
titularse Sátira de la nobleza de Granada.
Finalmente, debemos advertir que esta segunda sátira ofrece no po-
cas dificultades de interpretación. Como dijo Menéndez Pidal: "Por todas
partes hormiguean las menciones de costumbres olvidadas, de usos pasaje-
ios y de pormenores de época", por lo que "ofrece a cada paso no pocos
tropiezos" (Nota bibliográfica a MOREL-FATIO, La satire de Joveüanos, en
RABM, 1900, pág. 4c¡6). INio podemos alabarnos de haberlo podido aclarar
todo, pero hemos avanzado bastante más en la interpretación que Morei-
Fatio.
(227) La capa "ni debe exceder de siete varas, ni recortarse hasta las
cinco de paño, que aquello es embarazoso y de estorbo, y esto es perder la
prosapia de capa y trasladarse a la estructura de mal capote" (ESTÉBANEZ
CALDERÓN, Escenas andaluzas, Madrid, 1883, pág. 324).
(228) -El traje del pueblo era diferente del de las personas de alta
y mediana clase. Con el sombrero de picos cubrían su cabeza los hombres,
prenda que disonaba de la chaqueta; pero desde el famoso motín de los
días de Carlos I I I estaba prohibido el uso del sombrero gacho, cuya supre-
sión fué origen de aquel exceso, y vino a ser obligatorio el de picos. Así. ios
señores que por capricho imitaban en su traje y modos a la plebe, entre
los cuales se distinguían el marqués de Perales y el de Torrecuéllar. lleva-
478
barí con vestidos casi de majos, un sombrero propio para ei traje más G¿
.be¿-emoma. j_n cuanto a las mujerbS, lac ñamadas manólas vestían mas o
menos según están pintadas en los linaos versos, tan popuiaies un cua, y
dignos de su fama, con que en época muy posterior las lia inmortalizado
Bretón de los Herreros"' (ALCALÁ GALIANO, Recuerdos de un anciano, Madrid,
iByO, pág. 51). Adviértase que el mai-qués de Torrecuéllar pertenecía, como
Jovellanos, al Consejo de las Ordenes Militares. Es curioso el siguu-nte pá-
rrafo de García de ia Huerta: "El vestido de majo, y aiiun el mismo nom-
bre es muy moderno en Hespaña, y tanto, que no se hallará en escrito que
tenga cincuenta años de antigüedad. Por esta razón, a mi parecer, la Acade-
mia Hespañola, ahunque le incluyó en su Diccionario en ei año IÍ'ÓI, en que
se imprimió el tomo IV, le dexó sin autoridad que le comprobase; sai duda,
por no nabería hallado a causa de su modernía... De esto se infiere ±a nece-
dad crasa de algunos, que dicen y piensan que ei traje de maju es ei pro-
prio y cnaracteristíco de nuestra nación; siendo constante que es el más
opuesto a su charácter grave y circunspecto, como lo prueba ei no usarse
ni ahun entre la gente ordinaria por ningún sujeto de mediano seso, y ei
que entre la gente de distinción se usa solamente por disfraz o desaiiogo"
(Theatro Hespañol, parte 2.a, t. i, Madrid, 1785, págs. XIV-XV).
(229) Gerardo Diego dice de este verso: "Tres siglos desde Boabdil a
tres generaciones por siglo, la cuenta justa" (La poesía de Jovellanos, en
BBMP, XXII, 194(5, pág. 320). Claro está que la precisión es sólo poética:
adviértase que la primera redacción decía -octavo nieto", y que ei cambio
de numeral parece indicar un afán de exactitud.
479
tos y tan variados bufetes, unos embutidos con diferentes piedras, otros de
plata, otros de ébano y marfil, y otras mil diferencias de maderas traídas de
Asia'".
480
(240) Puerto Lápiche, partido judicial de Alcázar de San Juan, donde
se celebró el combate entre D. Quijote y el vizcaíno.—Milá corrigió: "Swr-
ean el Puerto Lápiche", olvidando que no es puerto de mar.
481
•Cañizares. Esto nos hace sospechar que Cotarelo juntó en una sola perso-
n a a los dos.
482
pañías, hombre de buen ingenio, de pocas letras, y de conducta menos con-
forme de lo que debiera ser a la austeridad de su profesión, se presentaba
disfrazado de seglar en el primer asiento de la barandilla inmediato a las
tablas, y desde allí solía llamar la atención del público con los cnistes que
dirigía a los actores y a las actrices; les nacía reír, les tiraba grajea, y les
remedaba en los pasajes más patéticos" (B. A. E,t 2, pág. 315).
(253) "Lo que más hiere mi vista son aquellos clérigos a quien se
fía la educación de los hijos de los poderosos. Un mal latino y un moralista
de Lárraga es el comúnmente encargado en formar la alma de quien ha de
ser mirado como uno de los proceres de la nación. ¿Y quién sino un sabio
de esta clase había de abandonar sus dulces Musas por estar tocio el día
entregado a la servil y materialísima obligación de acompañar inseparable-
mente a un niño'? Sí, señor Censor, este es el oficio de nuestro clérigo des-
pués de enseñar a su alumno a rezar con la boca, o a recitar de memoria
algunas oraciones o artículos de nuestra religión santa; en el paseo, en la
tertulia, en la comedia, en los toros, en el dormitorio y en todas partes, ve-
remos a este docto clérigo pensionado con la compañía de su educando"'
(El Corresponsal del Censor, carta XXXVIII, 1787, pág. 626).
483
(256) La Real Hermandad de Nuestra Señora del Refugio, creada
en 1615, asociación de caridad que se ocupaba especialmente de los niños
abandonados, y a toda clase de obras caritativas, y estaba compuesta de gen-
tes de la más alta sociedad.
(262) "El verso 147 nombra entre las prendas del lujo femenino la
turca: quizá sea la misma "ropa turca para levantar", cuyos patrones del
siglo XVI nos da Alcega en su libro de Geometría práctica y traca, el qual
trata de lo tocante al oficio de sastre (Madrid, 1589), advirtiéndonos que
se hacía de seda o de paño o de raja. Claro es que la turca de la sátira no
h a de ser por fuerza una prenda de introducción reciente en el uso, por el
solo hecho de mentarla Joveilanos al lado del sombrerillo, contra cuya adop-
ción truena el Curioso Parlante en el Panorama Matritense, quejándose de
"la sustitución del sombrerillo extranjero en vez de la mantilla, que en todos
tiempos ha dado celebridad a nuestras damas" (MENÉNDE^ PIBAL, Op. cit.,
página 435).
484
(263) La Bella Unión era una sociedad pornográfica, que organiza-
ba bailes nocturnos. Sus componentes, en buena parte gentes de la alta no-
bleza u oficiales de los regimientos establecidos en Madrid, fueron descu-
biertos y encarcelados o desterrados, igual que las mujeres que formaban par-
te de la Sociedad (Biblioteca Nacional, ras. 13.990, núm. 2 "Papeles de Bar-
bieri). Vid. la nota siguiente,
(267) No hemos podido determinar qué uso bolones era éste, ni las
personas a quienes hemos pedido ayuda han logrado desentrañar este verso.
485
nono nieto dé Zulem-ZegrF (El Corresponsal del Censor, carta XXXI. 1787.
página 503).
(273) Morel-Fatio comenta: "Le mot a ici les' sens que nous lui
donnions jadis; en polisson, en homme étourdi. de mauvais ton et débraiDé;
"Tenez. Madame. je suis polisson au supréme degré. et de polisson á petit-
maitre. il n'y a que la main". Exemple de la fin du XVIIe siécle cité par Lit-
tré". Polisón es desde luego un galicismo, cuyo valor más ordinario es en
castellano el de 'armadura que se ponían las mujeres debajo de la falda
para darle forma'; pero se utilizó también en el sentido que aqui le da J o -
vellanos de 'vestido liviano, inmodesto' (vid. COBOMINAS, Diccionario etimoló-
gico, III, pág. 918; y corríjase allí la fecha de la primera documentación).
486
Si me buscan, que digan que no estoy...
Polvos... Venga el vestido verdemar...
¿Si estará ya la misa en el altar?...
¿Han puesto la berlina? Pues me voy...
Hic= ya t-es visitas. \ cerner...
Traigan barajas. Ya jugué. Perdí...
Pongan el tiro. Al campo, y a correr...
Ya doña Eulalia esperará por mí...
Dio la una. A cenar y a recoger...
¿Y es éste un racional? —Dicen que sí.
La diferencia entre ambas pinturas es, sin embargo, considerable: e t
eaballerito de Iriarte es más un vago que un vicioso, mientras el de Jove-
II anos es al revés. De otro lado, los versos de nuestro autor son muy s u p e -
riores a los del fabulista.
(277) Del Sur al Norte. Brigantia era la capital de los cántabros ju-
liobrisenses. Sxi localización es discutida.
487
tanto eruditas, aun a riesgo de no ser entendido" (MENÉNDEZ PIDAL, Nota bi-
bliográfica citada, págs. 435-436).
(282) "No tributaría yo más aprecio, ni más respeto que el que manda
la caridad y política, al magnate, al título, al caballero, al empleado, etc., sí
son de aquellos: Qui Curios simulant, et Bacclianalia bibunt. Porque, ¿cuán-
tos de éstos disipan sus copiosas rentas en el demasiado lujo, en la Venus
vaga, en el juego, en la cómica, en el torero y otros hombres viles, blasonando
al mismo tiempo del nombre que los ilustra, pero que su conducta envilece?
Suele ser grande y aun profusión desbaratada su liberalidad (que llaman im-
propiamente generosidad) con los picaros que les sirven en sus diversiones
y extravíos, y si llega un hombre honrado y pobre con necesidad urgente y
digna de ser socorrida con muy corta cantidad, lo despiden con ignominia...
¿Cuánto más vale que éstos el plebeyo humilde, que ajustándose a su estado
vive honradamente de su trabajo, cumple las obligaciones de cristiano, de
vasallo fiel y de buen ciudadano" (El Corresponsal del Censor, carta XXXIV,
1787, págs. 551-553).
ROMANCE TERCERO
483
sores permanentes del periódico, D. Casimiro Flórez Canseco y D. Ignacio
López de Ayala, son reprendidos por el poco cuidado que ponen en recono-
cerlo y por dejar pasar 'asuntos que no conviene publicar"). La segunda in-
terrupción no sabemos a qué haya obedecido, pero en ambos casos se trataba
de las ideas avanzadas y reformadoras del periódico, El núm. LXXIX fue
también prohibido y recogido por Real Orden de 2y de noviembre de 1785. En
el.primer trimestre de 1787 dejó de salir algún jueves, aunque no puede preci-
sarse la fecha exacta.
Eran los redactores del periódico Luis Carmelo, abogado de los Reales
Consejos, y Luis Pereira. El primero fue sentenciado por la Inquisición a
abjurar de levi y a puerta cerrada, a causa de las ideas estampadas en algu-
nos Discursos. Esporádicamente colaboraron otros escritores, entre ellos J o -
vellanos, que publicó en el periódico sus dos famosas sátiras A Arnesto, y
Meléndez Valdés, que dio a luz en el núm. CLIV la Despedida del anciano.
Era un folletito de corto tamaño, cuyo número de páginas oscilaba
entre 12 y 50, aunque lo corriente eran Ib (vid. el verso 4¡) de nuestro ro-
mance). La empresa de sus redactores es digna de todo encomio. Aunque no
faltaran exageraciones y desaciertos, Cañuelo y sus colaboradores la em-
JJJ. enaieroii valientemente con todo lo que creyeron digno de ser criticado.
i_>as altas miras de su batalla arrastraron a su bando a hombres como Jove-
ilanos, que también fue acusado, como ellos, de impío y otras lindezas se-
mejantes. Menéndez Pelayo o no leyó el periódico o lo leyó muy aprisa. Su
juicio (Heterodoxos, ed. C. S. I. C, V, págs. 311-313) es de segunda mano,
•tomado de Forner, aunque sin citarle. Y Porner era enemigo acérrimo del
periódico, a causa de lo que en éste se le criticó. No creemos que de otra
forma Menéndez Pelayo hubiera tergiversado también ciertas ideas del Dis-
curso CXIII, Discurso que motivó una lluvia de folletos, escritos unos de
mala fe, y otros para demostrar cosas que El Censor no negaba. No estará de
más advertir que el juicio que al autor de La ciencia española le mereció
Porner no era compartido por los mejores hombres de finales del siglo XVIII.
Este romance es un testimonio de ello. Recuérdese también el duro párra-
fo post-mortem que Jovellanos le dedica en los Diarios (II, págs. 333-334).
Creemos que la simpatía con que hoy generalmente se le mira se debe en
buena parte a Menéndez Pelayo y al aparente españolismo de su Oración
apologética; pero visto dentro de las contiendas y de las ideas de la década
1Í»0-1'Í90, Porner aparece muy de otra manera, y no ciertamente tan favo-
rable. Ya para entonces estaba abierta la sima entre tradicionalistas e inno-
vadores, origen de las dos extremas del siglo pasado. Pomer puso sus amplios
conocimientos de nuestra historia cultural al servicio de los primeros, a pe-
sar de que en el fondo de su alma estaba al lado de los segundos. Pero con
éstos no pudo entenderse, porque su genio rudo y acre le empeñó en contien„
das poco afortunadas que le apartaron de ellos y le lanzaron a una continua
actividad polémica, excesivamente apasionada y con frecuencia injusta.
Recogemos a continuación dos opiniones sobre el tema de las apologías
de la ciencia española:
"Alabar lo bueno que ha habido o que se establece en la nación y pre-
dicar sobre lo que nos falta es el carácter de un patriota celoso. El que bla-
sona de lo que la nación nunca ha tenido, ni en el día puede decir que tiene,
es el mal patriota, el que engaña a sus conciudadanos y nos hace a todos
ridículos en el concepto de los extranjeros. Lo particular es que algunos de
los mismos, cuando sobresale algún ingenio entre nosotros, intentan deprimirle,
¡ Qué grande amor a la patria el que se sacrifica a una envidia personal!...
Nada prueba tanto nuestro atraso como los mismos loables esfuerzos del Go-
bierno en enviar a estudiar jóvenes a París la maquinaria, hidráulica, física,
historia natural, mineralogía y hasta la cirugía y anatomía. El grabado de
láminas, el de sellos, el de mapas, el arte de encuadernar, etc., se deben a
489
Carmona, Gonzalo, López, Cruz, Sancha y otros que han salido del reino.
En las artes mecánicas nada sabemos. El buen patricio será, no el que de-
clame, sino el que obre, el que escriba alguno de los infinitos libros que nos
faltan. Hablando sólo de las buenas letras, no tenemos una buena Gramá-
tica castellana, ni un poema épico, ni un tratado de sinónimos, ni un buen
tratado de arte métrica, ni etc., etc. En cuanto a industria y comercio,
cuando la camisa que nos ponemos sea nuestra, cuando no salgan del reino
las primeras materias tan preciosas como la lana, cuando, etc.. entonces
blasonaremos. ¡Ojalá sea pronto! Mientras esto no suceda, son infundadas
y sofísticas todas las apologías; y en sucediendo serán inútiles'' (IRIAETE, Co-
lección de varios papeles sueltos pertenecientes a Iriarte, Bibl. N a c ; cit. por
COTAEELO, Iriarte y su época, pág. 323).
"Deje usted que los extranjeros nos muerdan; deje usted que otros
nos apologicen bien o mal; escriba usted obras útiles, que éstas serán nues-
tra mejor apología. Cuando los pocos hombres de genio que poseemos se
ocupen en obras dignas, en obras que sirvan al meioramiento de nuestro
gobierno, nuestras leyes, nuestras máximas y nuestras ideas, no serán me-
nester mayores esfuerzos para hacer callar a la envidia y a la maledicen-
cia". (Carta de Jovellanos a Cándido María Trigueros, sin fecha, en B. A. E..
II, pág. 164 a).
Y para terminar, he aquí lo que de sí mismo dijo Cañuelo en el Dis-
curso CXXXVTII (t. VII, págs. 101-103) de su periódico: "Yo estoy bien cier-
to de que nada he escrito a que no precediese un examen tan detenido co-
mo el asunto lo pedía y las circunstancias y mi poco o mucho talento me
lo permitían; nada que no fuese con la más sana intención; nada en que
el deseo del bien de mis conciudadanos no fuese el móvil único de mi
pluma. Y en esta seguridad, satisfecho, como también lo estoy, de que no
lie dado fundamento razonable para que se atribuya a mala parte nada de
cuanto llevo estampado, tengo espíritu bastante para mirar con indiferencia
cuanto se piense mal de mí y para no inquietarme por nada que pueda
sobrevenirme. Porque yo siempre he creído que la buena o mala opinión de
los hombres sólo es un verdadero bien o un verdadero mal en cuanto es
conforme con la razón divina...
"¿Y sería yo tan insensato, que emprendiendo una obra en que iba
a decir a mi nación las verdades más duras y más nuevas para ella, a de-
rribar el trono que de largo tiempo ocupaban el error y la ignorancia, y a
quitar la máscara a los q".e se interesan en su defensa para a su sombra
y por su medio oprimir al resto del pueblo, no previese que me conciliaria
de ellos un odio inextinguible, y que me atraería de su parte la guerra más
sangrienta? ¿Que no se omitiría medio de hacerme pasar ahora por un
ignorante presumido, ahora por un enemigo del estado y de nuestra consti-
tución, ahora p . r un fautor de la impiedad, o cuando menos por un hombre
de dudosa fe y de principios equívocos en punto de religión?"
490
guardan las leyes de la comedia, nos tienen por bárbaros e ignorantes,
viendo los disparates y absurdos de las que hacemos." Le contesta Huerta
con un folleto que se titula: Lección crítica a los lectores del papel intitu-
lado "Continuación de las Memorias críticas" de Cosme Damián (Madrid,
en la Imprenta Real. 1785; 2.a ed.. abril de 1786). En son de defender a
Lope la emprende Huerta con Cervantes, tildándole de mentiroso y envi-
dioso de las glorias ajenas. Ante la injusticia de este ataque salen a luz
uno tras otro dos folletos, el uno titulado Tentativa de aprovechamiento
crítico de la Lección crítica. Dala a luz D. Plácido Guerrero (Madrid. 1785;
2.a ed.. mayo de 1786), obra de Joaquín Ezquerra. que era redactor del pe-
riódico Memorial literario: el otro lleva el siguiente título: Reflexiones so-
bre Ja Lección crítica que ha publicado D. Vicente García de la Huerta. Las
escribía en vindicación de la buena memoria de Níquel de Cervantes Saa-
vedra. Tomé Cecial, ex-escudero del bachiller Sansón Carrasco. Las publica
don Juan Pablo Forner (Madrid, en la Imprenta Real. 1786; hacia finales
de marzo). Ezauerra critica el lenguaje de Huerta- censura que haga sinó-
nimas las palabras crítico, satírico y envidioso: defiende que Cervantes dijo
verdad en lo eme dijo, y prueba oue no envidió la gloria d^ Lope. El folleto
de Forner está mejor escrito, con más doctrina y mayor erudición; usa de
me.iores argumentos que Fzquerra. y en estilo más acre y atildado defien-
de a Cervantes de los exabruptos de Huerta, iguai que aquél, pero añadien-
do aigunas cosas más, como, por ejemplo, un juicio de La Raquel, que sale
de sus manos cual digan dueñas.
(988) Placo era el cuerpo del Censor, por su tamaño y por el núme-
ro de sus páginas: pero cada Discurso del periódico era un ataque contra
los más extendidos y profundos errores en materia literaria, política, reli-
giosa o social. Para Jovellanos el espíritu eme informaba estas críticas era
muy recio, esto es. bien fundado, bien meditado y bien expresado.
491
i'91) ¿Quién era esta amazona? ¿Acaso la condesa de Montijo? ¿Per-
tenecerían Carmelo y Pereira a su tertulia? ¿Sería ella la que les anima-
ría a luciiar sin descanso por el mejoramiento de España? ¿Vendría de allí
la amistad que unía a Jovellanos con los autores del periódico?
(294) Ciertamente la idea fija del Censor fue la de acabar con deter-
minados vicios españoles, la de luchar sin descanso por la reforma de las
ideas. Por esto iba "cubierto' 5 constantemente de su tierra, pues no de otra
cosa hablaba que de ella; con ella cubierto andaba "invulnerable", porque
sólo quería su corrección, sin mediar ningún otro interés, y porque decía
verdades innegables.
492
de la riqueza y de la pompa de la Iglesia; su conducta contradice la doc-
trina que predica; su poder es excesivo); núm. 78 (la mayor parte de las
fundaciones pias están hechas por vanidad o por deseo de gloria"; núm. 94
^critica del catolicismo español: su fe es muerta y falsa, porque no va acom-
pañada de obras); núm. 96 (crítica de los clérigos ignorantes, para quienes
todo aquello que no conviene en el orden de las ideas es tomado de Voltaire
o de Rousseau); núm. 100 (el mismo tema del 94. tratando especialmente
del ayuno de la Cuaresma).
Algunos Discursos dedicados a los -palacios**: núm. 70 (las riquezas
que no circulan, como las vajillas de oro y plata, se contraponen a los su-
dores de los que extraen dichos metales de las minas o a los muchos mise_
lables que se podrían beneficiar de la acuñación y circulación de tales me-
tales^; núm. 73 (critica el mal empleo de las riquezas por parte de los
nobles); núm. R0 (la vagancia de la nobleza, la afición de las damas al m a -
jísmo. las modas, las tonterías y ridiculeces de ciertas minucias de los usos
sociales).
493
tal caso no hace "peor la' condición de su causa"5. Aparte de alusiones sin
gran interés en otros Discursos, no sabemos que se hayan publicado más
papeles en este pleito. El cantar el triunfo después de casi muerto debe de
reierirse a la frueba, después del Discurso XCVIII. Además Castro parece
que cifraba toda su gloria literaria en "dar capuces"', como dice una y otra
vez; él se alaba de habérselos dado a Feijoo y a Acebedo, a Lardizábai y al
Censor; pero más que capuces a los otros la verdad es que era él, Heno de
vanidad, el que caia "rendido, apaleado y casi muerto", el que recibía el
escarmiento. Su fama traspasó las fronteras y su Defensa motivó que Brissot
de Warville atacara la filosofía de la jurisprudencia española, en su Biblio-
théque phüosophique du législateur, du politique et du jurisconsulte (1782-
1785), al cual respondió Sempere y Guarinos en el t. I de su Biblioteca
(1785), págs. 84 y ss.
(303) Fraso, o Lo Fraso, poeta sardo del siglo XVI, de cuyos malos
versos se burló Cei"vantes en el Viaje del Parnaso. Creemos que Jovellanos
se refiere aquí al P. Centeno, autor del periódico El Apologista universal,
en el que hacia chacota de libros y folletos semejantes a los versos de Lo-
fraso. Precisamente en el núm. 5 apostilla los folletos de Patricio Redondo.
En los núms. G, 10, 12, 13 y 14 trata también de temas relacionados con El
Censor. Los versos 181-190 de nuestro romance no se refieren a. ningún pá-
rrafo concreto, o al menos no lo hemos encontrado, pero sintetizan bien el
tono general de las criticas del Apologista. En cuanto a Lofraso aparece
citado por algunos otros autores del XVIII, como prototipo del poeta soez y
chabacano (cfr. JORGE PITILLAS, Sátira, v, 231).
494
(307) He aquí un párrafo del Censor: ''Aquí tiene usted a un nuevo
atleta... Nuestra lid ha de ser a lo caballero, y como conviene a quien toma
a su cargo la defensa de una dama de tanto respeto cual es la nación espa-
ñola. Afuera toda arma desigual; afuera toe*a follonería" (Discurso CXXIX,
2 de noviembre de 1786, págs. 1161-1162).
(312) El mote Bocacerrada está tomado del título del primer folleto,
de Redondo. Vid. nota siguiente.
495
vivere, Villa que pudo ser en Campos de los Godos. Comienza afirmando que
El Censor injurió a la nación por sacar a la plaza pública sus defectos con
"un atrevimiento sin segundo, un descaro y una impudencia sin igual";
estos defectos, sean ciertos o no, no debieran sacarse a la vergüenza públi-
ca; El Censor quiere enmendar a España con torpes injurias y falsedades.
Hace después la crítica de once proposiciones (once botes, vid. verso siguien-
te), que encuentra o cree encontrar en el Discurso, En la primera se dice
que es muy cierto que -nos deben muy poco o nada las ciencias y artes que
sirven a la gloria de una nación, a la utilidad temporal suya, al conocimien-
to de la verdadera religión, de sus dogmas, de su moral, del espíritu de la
Iglesia y del Evangelio" (pág. 843), a lo que contesta Redondo que nuestros
oradores, nuestros juristas y nuestros teólogos enseñaron en escuelas ex-
tranjeras, *' pone de relieve la influencia de España en el Concilio de Trento.
En "ñ segunda proposición afirma El Censor que es disparate pensar
que hayamos tenido tantos sabios como en cada una de las naciones de
Europa, a lo cual responde Redondo que lea el Nicolás Antonio y algunos
otros libros sobre pintura, escultura y arquitectura.
En la sexta proposición, que es en la que más se ensaña Redondo,
hasta dejar caer absurdas especies de herejía, se decía que "en ninguna
otra parte de Europa h a florecido más esta cierta teología, esta cierta mo-
ral, e t c . que nos ha proporcionado nuestra pobreza e ignorancia" (pág. 85*?).
Estas frases del Censor no fueron entendidas por Redondo ni por Forner.
o no quisieron entenderlas. Con ellas se refiere a la teoíogía escolástica
degenerada del siglo XVIII, que fue múltiples veces blanco de las iras del
periódico; a una moral, no ya casuística, sino sencillamente monstruosa,
que entonces estaba muy extendida, en la que por medio de absurdas sutile-
zas aristotélicas llegaban a sostenerse verdaderas aberraciones morales: a
una jurisprudencia ininteligible y desordenada, a veces totalmente injusta,
cuando no decididamente opuesta a las más elementales normas de un es-
píritu de rectitud. Contra esto protestaba El Censor, no contra Ja teología
o la moral que los españoles enseñaron en Trento. En el Discurso CXX había
escrito: "Lo ame el señor ??edondo y Jos demás apologistas prueban, si por
ventura prueba algo oue no sea nuestra misma inferioridad, nrobará cuan-
do más que hemos sido m otro tiempo superiores o iguales a las demás n a -
ciones, cosa que yo no he negado, antes sí supuesto; probará eme entre nos-
otros hay artes y hay ciencias, aue no somos una nación absolutamente sin
relaciones algunas con el mundo político, comerciante y literario, y final-
mente probará aue no somos incapaces de sabiduría, de rinueza y de poder;
de todo 10 cual hasta ahora nadie ha dudado, y de lo último dudo yo menos
oue ninguno. Eso es justamente lo que me obliga a lamentarme, que pu-
diendo ser sabios, y más sabios que los pueblos más sabios, seamos no obs-
tante más ignorantes que ellos; que pudiendo ser más ricos, seamos más
pobres; oue pudiendo ser más poderosos, seamos más débiles" (t. VI, pá-
ginas 984-985).
Redondo hace además unas alusiones de mal gusto a la Inquisición,
insinuando oue es a ella a la que se refiere El Censor cuando habla d a los
obstáculos que se oponen a la propagación de las luces (adviértase aue Ca-
ñ u d o había sido ya procesado y condenado a abjurar de levi). Pl párrafo
con aue termina el folleto En boca cerrada no entra mosca es dieno df co-
piarse íntegro como testimonio: "Ps verdad que no hemos tenida los Boíles,
los Lokes. los Leibnizios, los Grocios, los Puffendorfios y demás filósofos
modernos, cuyo agudo y brillante ingenio ha dado a la luz del mundo nueves
sistemas filosóficos, y hecho algunos descubrimientos. Pero, ¿nué falta nos
h a c m ? Sean originales en hora buena, pues ahora no me meto en dispu-
társelo, Mas. ¿qué gloria resulta a un autor orierinal de un nuevo sistema.
si le funda en principios falsos, y tal vez ofensivos a Dios y perjudiciales a
496
los hombres? Exceptúense en las obras de todos estos algunos pocos pun-
tos y materias que les ofreció la casualidad, ¿qué otra cosa h a n inventado
y producido para utilidad del humano linaje, que no fuera mejor que se
hubiese sepultado en un profundo y eterno olvido? La mayor parte de las
obras de varios de éstos en vez de elogios merecen el desprecio y la abomi-
nación de los hombres juiciosos y sabios. Ellas están llenas de unos principios
que han sido la semilla de donde h a n salido los deístas, los libertinos y los
perturbadores de la paz y tranquilidad de las naciones. La religión y el es-
tado corren el riesgo de un general trastorno. La república se ve en peligro
de perder su libertad, cayendo en manos de un tirano, que guiado por seme-
jantes principios filosóficos se imagina con derecho para someterla a su
dominio. La monarquía no queda segura en su constitución a la vista de un
filósofo que puede seducir al pueblo, induciéndole a sacudir un yugo que le
parece intolerable y ajeno de justicia. La religión sin piloto ni norte que la
guie y puesta en las manos y capricho de cada uno es preciso que naufra-
gue o se aleje del camino verdadero. La irreligión, el libertinaje, la des-
obediencia, el orgullo y la confusión, rodeada de todos los vicios, son las
consecuencias que se infieren de muchas de las máximas y principios de
esta filosofía, que no se ha podido sembrar en el talento sólido, sutil y des-
pejado de los españoles" (págs. 58-60). Creemos que huelga todo comentario.
E n este párrafo los argumentos aceptables se mezclan absurdamente con
ios más insensatos, y él prueba que El Censor era odiado más que otra cosa
por poner el dedo en la llaga. Cuando contesta al anterior folleto en el Dis-
curso CXX puede afirmar que no se trata de juzgar la pasada grandeza
de España, sino de ver las causas de su decaimiento. Y entonces puede decir
a los apologistas de España que pretenden adormecerla en sus males, que
mienten a la nación, que quieren hacerla creer las patrañas más manifies-
tas, y que la máxima de que hay verdades que no se pueden decir es la ley
primera del Código del reino del Engaño y la Mentira, sito en Cosmosia, y
que le parece "ésta una máxima diabólica, propia sólo para paliar y sostener
todo error de alguna importancia, porque jamás estas verdades que no se
pueden decir serán otras que las que a cada uno en particular nos acomo-
de que se callen, por mucho que importe a los demás su conocimiento" (pá-
gina 991). Y así puede decir a Redondo que el fin de éste í;no ha sido otro
que acriminar todas sus proposiciones, interpretar malignamente todas sus
cláusulas, dándoles el peor sentido posible y sacarle a cada página por reo
contra la nación, contra el gobierno o contra la religión" (pág. 996).
Redondo lanzó un segundo folleto, que no hemos visto, al que contesta
El Censor en una breve nota del Discurso CXXI, ratificándose en las once
proposiciones, pero pidiendo que se queden vírgenes o enteras, es decir, co-
m o él las engendró, sin adulterarlas ni truncarlas, sin añadirles ni quitar-
les palabras, comas ni puntos, y sin darles otro sentido que el que natural-
mente presenten.
En el Discurso CXXIX vuelve a replicar a Redondo. Su actitud puede
condensarse en estos principios: el amor a la patria no es hacerla pasar entre
los extranjeros por lo que no es, ni adularla, ni decirle que sean perfecciones
sus defectos, sino contribuir con todos los esfuerzos posibles a que sea en
realidad feliz; la aspereza con que h a hablado es efecto de un exceso de
amor a la patria; lo que se trata es de saber si España ha adelantado en las
ciencias tanto como otras naciones de Europa; si hasta Felipe II estuvimos
al nivel de las demás naciones, esto prueba que la decadencia es tanto más
ignominiosa cuanto más hayan florecido antes las ciencias.
497
SÁTIRA TERCERA
(319) Parece referirse a los que, sin mejor oficio, entonces como aho-
ra, "alquilaban" su ciencia, esto es, escribían para otros y por dinero las
tesis necesarias para conseguir los títulos,
498
(322) Cuodlibeto, tratado de cuestiones propuestas al arbitrio del
autor.
499
(331) Samuel Puffendorf (1632-1694), estudió en Jena, haciéndose fer-
viente secuaz del cartesianismo y del método geométrico. En La Haya pu-
blicó su Elementa iurisprudentiae universalis (1960), sobre los orígenes de la
sociedad humana. Estuvo después en Heidelberg, y más tarde en Lund (Sue-
cía), donde publica De iure naturale et gentium (1672), que fue reimpreso
muchas veces y traducido a todos los idiomas cultos de Europa, y que tuvo
amplia repercusión. Seguía principios formulados por juristas anteriores,
especialmente Grotius, poniendo más de manifiesto las tendencias burgue-
sas, laicas, anticlericales, materialistas, empíricas y antihistóricas de la
escuela,
(333) Antonio Gómez, del que dice Nicolás Antonio: "Apud Salman-
ticenses multam ex iuri studio laudem reportavít". Sus obras son: Variarum
Resolutionum iuris civilis communis et regis (1552), que tuvo muchas
ediciones, dentro y fuera de España; In Legis Tauri Commentarius (1555).
Su socio fue Juan de Aillón Laynez, autor de las Additiones ad Antonü Go-
mezii celebérrimos variarum libros (1654).
500
de ambos en la reforma de los Colegios Mayores es bien conocido. Con los dos
tomos del verso 164 acaso se aluda al memorial Por la libertad de la Literatu-
ra española de Pérez Bayer. Vid. Luis SALA BALUST, Visitas y reforma de
los Colegios Mayores de Salamanca en el reinado de Carlos III, Valladolid.
1958.
501
IDILIO DECIMOSÉPTIMO
ODA CUARTA
(341) Jovellanos dirigió esta oda a José Vargas Ponce, cuando éste
iba a embarcarse en Cartagena en el San Fulgencio, perteneciente a la es-
cuadra que al mando de don Juan de Lángara envió España contra Fran-
cia, después de haber declarado la guerra a la República francesa el 7 de
marzo de 1793. Esta guerra fue popularísima entre los españoles: no sólo
se puso en pie un respetable cuerpo de voluntarios, sino que el sostenimien-
to de la campaña se hizo con los donativos y ofertas que por propio im-
pulso entregaban todos. Jovellanos participaba sin duda de este entusiasmo
popular, cuando llega a imaginarse vencida a la naciente república, que
pinta con t a n oscuras tintas. Vargas estaba entonces en Madrid, trabajando
en el Atlas hidrográfico. Como teniente de navio participó en varias campa-
ñas de la escuadra de Lángara y especialmente en la ayuda al almirante
Hood en el bloqueo y ocupación de Tolón. A la oda de" Jovellanos contestó
Vargas Ponce con la anacreóntica "Hombres sandios, ¿dó vais?" (B. A. E., 67,
página 612 b) y con otra poesía, fechada "a bordo del San Fulgencio, en el
crucero del Golfo de León, hoy 23 de agosto de 1793", y que se encontraba
en el archivo de la casa de Jovellanos (SOMOZA, Inventario, pág. 127). Empe-
zaba: "En el silencio grave qué de veces". A juzgar por la anacreóntica Oa
segundo poesía no la conocemos) Vargas estaba muy lejos de participar del
entusiasmo de Jovellanos.
(343) Sube las naves (la juventud) es una construcción calcada de las
latinas ascenderé navem y conscendere navem, 'embarcarse 1 , muy frecuentes
en los clásicos, sobre todo la última.
502
un esparcimiento más desordenado y extendido" (B. A. E., II, pág. 186 b).
El carácter transitivo de este verbo ha sido aceptado después por la Academia.
EPÍSTOLA SEXTA
503
Asturias de León: "Conservaron el nombre de Pirineos desde los romanos h a s -
ta muchos siglos después, por ser ramos del que divide los reinos de España
y Francia, distinguiéndose también con el particular de Narvasios o Erbasios,
que se mantiene con poca mudanza en las montañas que en instrumentos an-
tiguos y en la edad presente se llaman de Arvas'* (España Sagrada, t. 37, Ma-
drid, 1789, pág. 8 6).
(355) Para este tema de ía lucha por y contra el árbol vid. SAHEAII-H,
L'Eapagne éclairée de la seconde ?noitié áu. XVIIIe siécle, París, 1954. pági-
nas 34-37, donde se cita varias veces a Jovellanos.
(359) Las ideas expuestas en los versos 79-102 son la síntesis de una
gran parte del Informe en el expediente de Ley Agraria: los legisladores de-
504
bieron tener en cuenta que la primera ley del progreso de la agricultura, de
la industria y del comercio es la del interés individual; pero han hecho todo lo
contrario, y h a n dictado leyes que coartan por todas partes la libertad, por
lo que "su desvelo nos acaba''.
(360) En los Diarios, II, págs. 35-39, se pueden leer las notas de la
estancia en Burgos, y concretamente lo referente al Santo Cristo de Burgos
y al de los Trinitarios.
(362) Este juicio sobre Berceo no tiene nada de extraño. Era muy di-
fícil que un critico clásico, aunque fuera tan abierto como Jovellanos, pudiera
comprender a nuestros poetas medievales. Vid. nuestra Introducción, pág. 12.
(367) Anciana gloria, no es galicismo, sino uso del adjetivo con sig-
nificación ya anticuada entonces.
505
(368) Don Santiago del Barrio, que visita a Jovellanos en Navarrete
el 30 de abril. Ei día anterior había leído don Gaspar sus Deseos de un rio-
jano, "que trae excelentes cálculos y ideas' 1 . Jovellanos escribe de él: "Sujeto
de gran bondad, conocimientos y experiencia; abrimos nuestra conversación
de negocios económicos". AI parecer intentó traducir a Columela.
EPÍSTOLA SÉPTIMA
(376) Vid. en nuestra Introducción, pág. 48, los principales datos so-
bre la composición de esta epístola. En B. A. E., 2. págs. XXIX.XXX, hay
más datos.
La Epístola de Moratin gustó bastante a Jovellanos, que la defendió
contra González Posada y otros (B. A. E., II, pág. 196 a). Es digno de no-
tarse en ella la influencia de la Canción a las ruinas de Itálica de Rodrigó
Caro, poema que debió haber sido estudiado muy detenidamente por Moratin.
Jovellanos empleó en redactar su respuesta bastante tiempo. El mis-
mo confiesa que encontraba su musa algo vieja. Como hacía con frecuencia,
la lee después a algunos amigos, y observa sus reacciones. Así el 15 de marzo
de 1796 la lee a Peñalva, "y no le desagrada, pero no la halla sublime o no
la siente"' (Diarios, II, pág. 228). Pudo muy bien ser esto último.
Sobre su interpretación hemos dicho ya lo suficiente en nuestra Intro-
ducción, págs. 48 y ss. Completaremos nuestro juicio con lo que han dicho
Julián Juderías, Yaben Yaben, Torres-Rioseco y Gerado Diego:
506
"Este concepto de la humanidad futura, al cual ni siquiera le falta
la alusión al "misero artesano", que trabaja en sótanos hediondos, parece
escrito a fines del siglo XIX por algún apóstol de las nuevas teorías socia-
les. La visión de la paz futura es digna de los actuales propagandistas del
pacifismo. Una diferencia radical existe, sin embargo, entre las ideas de J o -
vellanos y las concepciones modernas. Jovellanos, eminentemente religioso,
ve el triunfo de las corrientes de paz y fraternidad humanas en el predo-
minio de la moral, pero no de una moral atea sino de una moral fundada
en el sentimiento religioso, en la unión entre el hombre y su Criador, unión
derivada y afianzada por el amor a la naturaleza, a la cultura y a la jus-
ticia" (JULIÁN JUDERÍAS, Don Gaspar Melchor de Jovellanos, Madrid, 1913,
página 92),
";¿Qué interpretación debemos dar a la epístola? ¿Es un mero ejercicio
íetórico que no responde a convicciones ni a esperanzas realmente existentes
en el ánimo de Jovellanos?... Pudo ser su epístola una utopía como la de
Tomás Moro, pura fantasía del espíritu, expresión de un ideal que se reco-
noce como inasequible para el hombre en este mundo. Pudo ser una expre-
sión de las aspiraciones del alma a la justicia perfecta, a la igualdad h u m a -
na, a. la paz inalterable y a otros bienes que no están en este mundo al alcance
del hombre. Ciertamente es imposible hallar en este mundo la justicia ab-
soluta, Pero ya que no pueda hallarse realizado en este mundo el ideal de
la justicia, al menos puede lograrse que las injusticias sean menores y las
desigualdades menos profundas. Y ¿quién sabe si Jovellanos, aun conside-
rando imposible la realización completa de su programa, esperaba que pu-
diera realizarse una parte del mismo?... ¿Quién sabe si Jovellanos aspiraba
a que todos los hombres poseyesen algo y a que todos ellos juntasen la pose-
sión con el trabajo? Lo que a Jovellanos parece durísimo es que uno cultive
la tierra para otro, o que por un salario recorra los mares o trabaje en una
fábrica en beneficio de otro" (HILARIO YABEN YABEÜST, Juicio crítico de las
doctrinas de Jovellanos en lo referente a las ciencias morales y políticas,
Madrid. 1913, pág. 407).
"¿Estamos escuchando a un poeta de España del siglo diez y ocho o
p, un comunista de 1926? Las teorías igualitarias h a n existido siempre, pero
vale la pena oírlas en boca de un poeta lírico de la España teocrática"
(ARTURO TORRES-RIOSECO, Gaspar Melchor de Jovellanos poeta romántico, en
"Rev."" de Estudios Hispánicos". Madrid, I. 1928. pág. 158).
"La Epístola a Moratín no es. por cierto, de lo mejor suyo, pero sí de
lo más interesante como revelador de su candidez progresista" (GERARDO D I E -
GO, La poesía de Jovellanos, en BBMP, XXII, 1946, pág. 220).
507
eilasso de la Vega (1580), pág. 337; y ESPINOSA, Obras, ed. Rodríguez Marín,
páginas 107 y 312.—Obsérvese también el hipérbaton del verso siguiente en
la frase prepositiva a despecho de.—En el verso 17 se refiere a Bélgica y a
Holanda, liberadas por la Revolución francesa de la dominación austríaca.
508
arrollan ]as mismas leyendas. Es entonces cuando se vuelve a hablar de la
Edad de Oro y de una comunidad primitiva sin régimen de propiedad. El tema
en que se concretan estas leyendas en el siglo XVIII es el del buen salvaje,
cuyos orígenes remontan unos a las cartas de Cristóbal Colón, y otros a
Bruñetto Latini. Los relatos de los misioneros, de los exploradores y de los
geógrafos de los siglos XVI a XVIII están llenos de descripciones de institu-
ciones comunistas o colectivistas, atribuidas muchas veces sin fundamento
serio a las correspondientes tribus. Las ideas socialistas son dearrolladas
después muy especialmente por Morelly. por J. J. Rousseau (que es muy in-
dividualista al mismo tiempo), y por Mably. Todos ellos profesan el retorno a
la naturaleza, y Morelly y Mably un igualitarismo consistente en la comu-
nidad de bienes. Jovellanos condena la propiedad, pero no la desigualdad.
La propiedad del trabajo queda siempre a salvo. La virtud y el trabajo son
las dos fuentes de la desigualdad. Pero pi'ofesa el pacifismo, y por tanto
condena la opresión de los unos por los otros, y en particular la opresión
económica.
A Morelly no sabemos que lo haya leido don Gaspar, pero si a Rou-
sseau y a Mably, varias veces condenados por él. En diciembre de 1810, en
carta a lord Holland. hablando de los diputados a Cortes, dice: 4:Sé que hay
otros cuyos principios políticos son bebidos sin reflexión en Juan Jacobo,
Mably. Locke, Milton y otros teoréticos que no h a n hecho más que delirar
en política' (B. A. E., IV, pág. 471 b).
EPÍSTOLA OCTAVA
509
un período de lucha, pudo producir que la extrema derecha considerase igua-
les al centro y a la extrema izquiera. por eso se establece entre I7yi) y ifcsOO
una dura lucna. En 1797 la partida parece ganada por los innovadores, cuan-
do suben ai ministerio Joveüanos y tóaaveara. Pero ante la política de des-
amortización, de reformas universitarias y de reformas religiosas que ios
nuevos ministros inician, se fragua una intriga que darla ai traste con todo,
y se instaura un periodo de reaccionarísmo, que Caballero, sucesor de Jove-
llanos, dirige. Godoy, que llevaba algún tiempo apartado de ia política acti-
va, desea volver a ella, y comprende que esto sólo le es posible si se une al
mismo partido que le había combatido y derrocado. Por eso llega a ocuparse
en transmitir a ia reina papeles y documentos preparados por miembros del
partido reaccionario, y a insinuar los medios de que deben servirse para eli-
minarles de la vida activa. De este modo se llega en 1801 a una gran cam-
paña, que suprime a todos los que más molestaban entonces, campaña de la
que Joveilanos es la principal y la más ilustre víctima.
510
muerto el 4 de agosto de 1798, antes de que Jovellanos fuera exonerado del
Ministerio.
(396) '"Fuente muy celebrada de Candas, patria del que recibió esta
epístola, y visitada muchas veces del autor. Llama a su agua ingeniosa,
porque se cree que forma los ingenios de aquella villa, y por eso se canta
en la comarca: La fuente de Saltarúa / hace la gente aguda" (Nota de Ca-
ñedo).
511
(398) Reminiscencia de la conocida frase de Horacio "Impavidum fe-
rient ruinae" (Odas, III, 3, 8).
EPÍSTOLA NOVENA
(401) Son los versos ?-3 de la traducción que fray Luis de León hizo
de la Elegía III. lib. II, de Tibulo: Rura tenent.
(405) Todos los críticos del siglo XVIII consideraban a fray Luis de
León natural de Granada, error que perduró hasta que se publicó el Proceso,
en el cual hay una declaración del poeta de 1 de abril de 1572 en la que dice
haber nacido en Belmonte (Cuenca).
512
E P Í S T O L A DECIMA
(409) Especias.
513
CANTO GUERRERO PARA LOS ASTURIANOS
(416) Parece que Jovellanos quiso decir: "El cielo indignado opri-
mió sus huestes desplomando el Auseva sobre ellas", en cuyo caso la palabra
''desplomando" está usada metafóricamente. Recuérdese la descripción le-
gendaria de la batalla de Covadonga.
TRADUCCIONES
514
mente en Milton. un pensamiento completo. De esta manera la versión de
Cavanilles más que una corrección es una adaptación a los gustos posterio-
res del autor, sin que represente una mejora sustancial de la primera ver-
sión, que es más espontánea, sencilla y cercana a nuestro gusto actual.
Sin embargo, las modificaciones de Cavanilles, aunque más estilísti-
cas que semánticas, fueron realizadas a la vista del texto original, pues en
ocasiones aparecen puntualizaciones literales que lo demuestran. Así en el
verso 274, donde Milton decía: "dark: designs", B Cañedo había traducido
"a sus astucias", y Cavanilles "maligna astucia".
En resumen: el texto de Cavanilles, por su carácter de ultracorrección,
es posterior al de J3 Cañedo.
515
camente por su carácter curioso, ya que en forma alguna son lunares ni
incorrecciones.
Tenemos en primer lugar el verso 24. donde traduce la expresión de
Mil ton: "ínstruct me for thou knowest , por: "Instruye / con ciencia divinal
mi torpe lengua". Es posible que el adjetivo "torpe" redondeara el verso, pero
constituye un ejemplo típico de la forzada humildad jovellanesca, que natu-
ralmente no aparece en Milton, puritano bien consciente de su valer como
poeta.
Variante curiosa es la del verso 768, donde Jovellanos traduce i4by Pon-
tarabia" por -fueron en Roncesvalles derrotados", históricamente más exac-
to. Es el único caso en que, arrastrado por un prurito de precisión, se atreve
a rectificar al poeta inglés. También merece destacarse la omisión del verso
3C3. donde Jovellanos traduce "como un diluvio inundaron el Sur'*, cuando
Milton había escrito "beneath Gibraltar".
Señalemos, finalmente, los versos 658-662, en los cuales el traductor in-
troduce elementes que no están en Milton, acaso por deseo de mostrar su
cultura bíblica.
Todos estos pequeños detalles hacen destacar aún más la perfecta
fidelidad de la traducción de Jovellanos. Pero su preocupación por ajustarse
al original, y también la dificultad de resumir a estricta medida poética las
imágenes miítonianas. provocan una cierta frialdad en la versión de Jove-
llanos, que rara vez alcanza el sorprendente aliento poético y épico de)
Paradise Lost. Ciertamente es muy difícil para cualquier poeta remontarse a
la extraordinaria altura miltoniana, pero justo es consignar que Jovino,
prescindiendo de la consideración que pueda merecer como poeta original,
sólo pretendió con su traducción del Paraíso perdido trasladar al idioma cas-
tellano el espíritu y la forma del poema inglés, sacrificando a la fidelidad
todo posible lucimiento personal.
Pese a ello la traducción de jovellanos alcanza en muchos momentos
notable elevación, con auténticos atisbos románticos, y logra expresar con
gran delicadeza y emoción el sentido de la naturaleza, que constituía, como
sabemos, una de sus fibras más queridas. Podemos señalar a este respecto los
versos 225-228. llenos de romántica y sonora onomatopeya, la cual natural-
mente no está en Milton. Muy notable es también su traducción de la ex-
presión miltoniana: "while night / invests the sea and wished morn delays".
cuando dice:
La noche en tanto asombra el mar, y lenta
vuelve con pasos tardos la mañana.
La traducción, además de exacta, es de gran altura poética, superior aquí
al original. Véase también como traducción muy expresiva la de los versos
768-770.
En resumen, la traducción del Paraíso perdido debe quedar como un
ejemplo de fidelidad extraordinaria y generosa, en la que cada verso está
cuidadosamente trabajado para transmitirnos el más leve matiz o la más
alada imagen del original, y constituye otra luminosa prueba de la hones-
tidad no sólo moral sino intelectual de Jovellanos.
516
(419) Al gitano pastor. En Milton sólo "shepherd". es decir, 'pastor'
Es Moisés. Gitano, a r e , 'egipcio'.
(421) Sus caminos 'los caminos de Dios'. En Milton: "the ways of God
to men". El posesivo resulta aqui. como tantas veces, un poco ambiguo.
(423) Las dos versiones son malas. En Milton "horrid crew, es decir,
'hórrida hueste'.
(424) Compárese con Milton: "At once, as far as angels ken, he views
/ the dismal situation waste and wild". Nótese la perfección, belleza y conci-
sión de la expresión miltoniana. Los dos adjetivos paralelos "waste and wild"",
con cierta aliteración. llenos de profundidad, son muy superiores a los de
Jovellanos: "horrenda y desesperada suerte". Por otra parte es inteligentísi-
ma la traducción de "as far as angels ken" por ''perspicacia angélica".
(4?5) El Milton: "yet from those flames / no light but rather darkness
visible". Esta paradoja miltoniana de que las llamas no produzcan luz, sino
oscuridad, está expresada exacta y poéticamente por Jovellanos con sus
-negras llamas'".
(430) Milton dice "extort". que significa 'arrancar', por lo que nos
parece mejor la traducción de B Cañedo ("obtendrán") que la de Cavanilles
517
("tendrán"). Por otra parte la palabra soberbia (Milton "might" 'poderlo')
tiene un sentido peyorativo, que no resulta bien referido a Dios.
(436) Estos versos han sido muy trabajados por Jovellanos. La va-
riante de B Cañedo es más simple, menos hiperbática y suficientemente
literal. Sin embargo, en Cavanilles se observa una preocupación por conse-
guir un matiz más exacto. El verso 231 de Cavanilles es sin duda espléndido
por la alternancia de adjetivos y por la armonía de su colocación. De nuevo
la impresión de que Cavanilles es posterior a B Cañedo.
(437) En los versos 274-278 hay ligeras variantes entre las dos ver-
siones, pero aquí Cavanilles es más literal que B Cañedo. Así. Milton dice:
t:
dark dcsigns", que B Cañedo traduce por "a sus astucias", y Cavanilles por
"maligna astucia"; en Milton: "reiterated crimes-'. que es en B Cañedo " d e -
litos reiterados", y en Cavanilles "repetidos crímenes". Esto prueba nueva-
mente que la versión de Cavanilles. aunque frecuentemente más libre, hiper-
bática y trabajada, se hizo teniendo presente el texto inglés.
(438) Milton había dicho: "Is this the región, this the soil, the clime?"
La versión de B Cañedo es aquí exactamente literal. ¿Por qué suprime J o -
vellanos en la corrección "el suelo, el clima", que son conceptos importantes?
518
(439) Jovellanos tradujo la expresión miltoniana "the Tuscan artist"
por "el inventor etrusco", Milton se refiere a Galileo. La imagen viene for-
zada y es difícil de seguir.
519
Por primera vez Jovellanos elude la traducción literal, introduciendo ele-
mentos que no están en Mil ton. El poeta inglés, como se h a visto, relata
vel adámente el hecho, sin citar en forma alguna nombres ni detallar los
sujetos. ¿Necesidad del verso o deseo de Jovellanos de expresar su cultura
bíblica?
POESÍAS ATRIBUIDAS
A LA LUNA
520
ees. Es sin duda una sátira bastante dura de lo que ocurría en España ha-
cia 1805. pero está llena de retórica, de una retórica que poco después, du-
rante la Guerra de la Independencia, sería característica de la poesía pa-
triótica. Obsérvese también que está escrita en estrofas de seis versos, con
el siguiente esquema de rimas: A_b-B-A-c-C. salvo las estrofas cuarta y
octava, que cambian las cuatro primeras rimas: A-b-A-B-c-C. El único caso
en que Jovellanos utilizó una estrofa semejante fue en la oda segunda (vid,
nota 110).
(456) Parece alusión clara a los que. como Jovellanos, habían sido en
aquellos años perseguidos y encarcelados, tras el triunfo hacia 1800 del gru-
po reaccionario.
FRAGMENTOS Y BORRADORES
SÁTIRA CUARTA
521
DESCRIPCIÓN DEL TAJO
522
ADICIONES Y ENMIENDAS
Pág. 84. Línea 20, añádase: '"En las variantes. Cañedo designa también
a las ediciones posteriores, especialmente Nocedal a menos que se advierta
otra cosa':
Pág. 109. Verso 58, dice: -pasos graves"; debe decir: "graves pasos'".
Variante al verso 58: "pasos graves B Cañedo".
Pág. 114. Verso 21, dice: "guay"; debe decir: "guar".—Variante al verso
21. dice: "guar BC": debe decir: "guay Cañedo".
Pág. 131. Verso 56. dice: "dañe tu alma'"'; debe decir: "dañe a tu alma".
Pág. 142. Verso 29, dice: "sus manos"; debe decir: "sus brazos*'.—Va-
riante al verso 29: "sus manos B C Cañedo".
523
Pág. 174. Variante al verso 43. añádase: "Cavanilles".—Variante al ver-
so 47, añádase: "que dice: la crea".
524
ÍNDICE
Pásts.
_ i. _
1NTRODUCCION 5
I. La poesía de Jovellanos 7
Situación histórica de la poesía de Jovellanos 7
Jovellanos. lector de poesia 10
Ideas estéticas de Jovellanos 13
Jovellanos y el amor 19
La poesía amorosa de Jovellanos 23
Otros poemas líricos 27
Jovellanos y los poetas de Salamanca 34
El poeta satírico 37
La poesía didáctica y filosófica 46
La "Epístola a Inarco" 48
Otras Epístolas 51
La técnica del endecasílabo 54
II. Manuscritos y ediciones 61
l.°) Manuscritos: A) Manuscritos perdidos 62
B) Manuscritos conocidos 64
2.°) Ediciones 70
Genealogía de las fuentes anteriores. Algunos datos de cronología. 76
Nuestra edición 80
Siglas y abreviaturas más frecuentemente empleadas 83
POESÍAS ORIGINALES 97
525
3. Soneto tercero. A Enarda 101
4. Idilio primero. Anfriso a Belisa 102
5. Elegía a la ausencia de Marina 106
6. Idilio segundo. Historia de Jovino. A Mireo 108
7. Oda primera. En la muerte de doña Engracia Olavide 113
8. Epístola primera. Carta de Jovino a sus amigos salmantinos, 117
9. Epístola segunda. Al Abad de Valchrétien 129
10. Idilio tercero. A Botilo 136
11. Idilio cuarto. A Galatea 137
12. Idilio quinto. Al cumpleaños de Galatea 138
13. Idilio sexto. A la misma 139
14. Idilio séptimo. A la misma 141
15. Idilio octavo. A Mireo 142
16. Oda segunda. Al nacimiento de don Antonio María de Cas-
tilla • 143
17. Epístola tercera. A sus amigos'de Sevilla 148
18. Cantilena a don Ramón de Posada y Soto 156
19. Epigramas 158
20. Soneto cuarto. A Enarda 161
21. Idilio noveno. A un solitario 163
22. Idilio décimo. Al Sol 164
23. Iilio undécimo. Jovino a Enarda 166
24. Idilio duodécimo. A Enarda 171
25. Idilio decimotercero. A las manos de Clori 172
26. Idilio decimocuarto. A Anfriso 173
27. Epístola cuarta. De Jovino a Anfriso desde el Paular 175
28. Kimno a la Luna en versos sáficos 188
29. Idilio decimoquinto. A los días de Alcmena 190
30. Soneto quinto. A Alcmena 191
31. Soneto sexto. A Enarda 192
32. Epístola quinta. A Batilo 194
33. Prólogo para la representación del "Pelayo" 200
34. Idilio decimosexto. A Meléndez 204
35. Romance primero. Nueva relación y curioso romance en que
se cuenta cómo Antioro venció por sí y ante sí a un ejército
de follones transpirenaicos. Primera parte 206
36. Romance segundo. Segunda parte de la historia y proezas
del valiente caballero Antioro de Arcadia 217
Págs.
TRADUCCIONES • 333
APÉNDICES 407
NOTAS 435
A la Carta Dedicatoria 437
A. las Poesías originales 440
A las Traducciones 514
A las Poesías atribuidas : 520
A los Fragmentos y Borradores 521
528
IDEA