Rincón Del Maestro: WWW - Rinconmaestro.es
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— ¡Tom!
Silencio.
— ¡Tom!
Silencio.
— ¿Dónde andará metido ese chico?... ¡Tom!
La anciana se bajó las gafas y miró por encima, todo alrededor del
cuarto; después se las subió a la frente y miró por debajo. (…)
— ¡No se ha visto cosa igual que ese chico!
Fue hasta la puerta y se detuvo allí, recorriendo con la mirada las
plantas de tomate y las hierbas silvestres que constituían el jardín. Ni
sombra de Tom. (…)
Oyó tras ella un ligero ruido y se volvió a punto para atrapar al rapaz
por el borde de la chaqueta y detener su vuelo.
— ¡Ya estás! ¡Qué no se me haya ocurrido pensar en esa despensa!... ¿Qué
estás haciendo ahí?
— Nada.
— ¿Qué es eso pegajoso?
— No lo sé, tía.
Bueno, pues yo sí lo sé. Es dulce, eso es. Mil veces te he dicho que, como
no dejes en paz ese dulce, te voy a despellejar vivo. Dame esa vara.
La vara se cernió en el aire. Aquello tomaba mal cariz.
— ¡Dios mío! ¡Mire lo que tiene detrás, tía!
La anciana se giró en redondo, recogiéndose las faldas para evitar el
peligro, y en el mismo instante escapó el chico, se encaramó por la alta
valla de tablas y desapareció tras ella. Su tía Polly se quedó un momento
sorprendida, y después se echó a reír.
— ¡Diablos de chico! ¡Cuándo acabaré de aprender sus mañas! ¡Cuántas
jugarretas como ésta no me habrá hecho y aún le hago caso!