Rojas - Martí en Las Entrañas Del Monstruo PDF
Rojas - Martí en Las Entrañas Del Monstruo PDF
Rojas - Martí en Las Entrañas Del Monstruo PDF
del monstruo
J
osé Martí no sólo narra la nación cubana naciente.
Rafael Rojas
Narra, también, otras experiencias post-coloniales, más
o menos consolidadas, como la mexicana, la guatemalteca
y, sobre todo, la norteamericana.1 Después de Cuba, el
país que más ocupa la escritura de Martí es, sin lugar a
dudas, Estados Unidos. La inscripción de quince años de
exilio neoyorquino en los textos de Martí es, probable-
mente, la huella más perceptible de la formación de su
autoría literaria e histórica. Su obra contrajo, pues, una
cuantiosa deuda intelectual con la cultura y la política nor-
teamericanas de la segunda mitad del siglo XIX. De ahí
que, todavía hoy, resulte asombrosa la fuerza ideológica de
un muy difundido estereotipo de Martí como escritor pri-
mordialmente hispánico o latinoamericanista acérrimo,
cuando no decididamente sajonófobo y antinorteamerica-
no ¿Cómo pudo haber narrado una nación «abominable»,
que únicamente odiaba o aborrecía? ¿Acaso se puede
narrar una cultura sin eso que Lezama llamaba el eros cog-
noscente, sin una simpatía doméstica, sin cierta pasión veci-
nal por lo que se narra?
Una prueba, más bien simbólica, de la presencia de los
Estados Unidos en la escritura de Martí es el hecho de que
la propia metáfora que usó para ilustrar su largo exilio en
ese país —«viví en el monstruo y le conozco las entra-
intelectuales
1
Iván A. Schulman, Relecturas martianas: Nación y narración. Editions
34 Rodopi B. V., Amsterdam-Atlanta, GA, 1994, pp. 4-9 y 44-57.
encuentro
Martí en las entrañas del monstruo
2
Cintio Vitier, Las imágenes en Nuestra América. La Habana: Casa Editora Abril, 1991, pp. 15-16.
3
Richard Rorty, La filosofía y el espejo de la naturaleza. Madrid: Ediciones Cátedra, 1983, pp. 10-30.
4
José Martí, Crónicas. Madrid: Alianza Editorial, 1993,p.133.
5
José Martí, ibid, p. 18. 35
encuentro
Rafael Rojas
6
Sobre el reflejo ambivalente de la modernidad norteamericana en las crónicas de Martí ver Julio
Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina. Literatura y política en el siglo XIX. México: FCE,
1989; Susana Rotker, Fundación de una escritura. Las crónicas de José Martí. La Habana: Casa de las Amé-
ricas, 1992; y el estremecedor ensayo de Arcadio Díaz Quiñones, «Martí: la guerra desde las nubes»,
Revista del Centro de Investigaciones Históricas de la Universidad de Puerto Rico. Núm. 9, 1997, pp. 201-227.
7
Fina García Marruz, Temas martianos. Tercera serie. La Habana: Centro de Estudios Martianos/
ARTEX, 1995, pp. 175-178.
36 8
Homi K. Bhabha, The Location of Culture. London and New York: Routledge, 1994, p. 9.
encuentro
Martí en las entrañas del monstruo
9
Karl Krause, Compendio de Estética. Buenos Aires: Editorial Tor, p. 26.
10
María Zambrano, Senderos. Barcelona: Anthropos, 1986, p. 11.
11
Ralph Waldo Emerson, The Selected Writings of Ralph Waldo Emerson. New York: The Modern
Library, 1992, p. VI; Henry David Thoreau, Walden and Other Writings. New York: The Modern
Library, 1992, pp. V-VI.
12
José Martí, Obras Completas. La Habana: Editorial Lex, 1953, t. I, p. 1522. 37
encuentro
Rafael Rojas
De modo que Martí percibe en los textos de Irving sobre España, en Vida y
viajes de Cristóbal Colón y en los Cuentos de la Alhambra, una mirada abierta que
representa lo hispánico como un mundo culturalmente diverso, es decir,
como un mosaico de razas, religiones, hablas y costumbres. Con esa mirada,
Irving «vé por entre los sutiles encajes de piedra del balcón» y describe los
«sueños de moros y moras». Su narrativa ha logrado traspasar, pues, la dura
fachada de los estereotipos y ha tocado el fondo plural de la nación española,
donde la diversidad de presencias culturales conforman algo mucho más
complejo que esa férrea identidad hispano-católica. Pero Martí sospecha, ade-
más, que dicha mirada también transforma al que la experimenta. Por eso
dice que Irving, «hombre de una nación», va más allá de los «lindes de su
patria», que su «frente maciza de hombre norteño» es batida por el «viento
del desierto» y que su «pluma de poeta» no parece de «acero inglés», sino de
«ave del Paraíso». Vemos aquí una intuición de lo que hoy, en el multicultura-
lismo, se ha vuelto tan familiar: la mirada del otro desestabiliza las identidades
del sujeto y del objeto, descentra tanto a quien mira como a quien es mirado.
Algo parecido debió encontrar Martí en otra mirada norteamericana hacia
España, más lejana y, por tanto, más lírica: la mirada de Henry Wadsworth
Longfellow. Este poeta bostoniano, criatura del puritanismo de la Nueva
Inglaterra, sintió siempre una particular fascinación por lo mediterráneo
católico. De joven viajó por Italia, Francia y España, conoció sus respectivas
literaturas y ya de regreso a Harvard se dedicó al estudio y la traducción de los
clásicos latinos. De ese peregrinaje salió su excelente traducción de la Divina
Comedia y su temprano libro The Spanish Student, de 1843, al que se refiere tan-
gencialmente Martí: «hizo el poeta canoso versos varios, y supo de finlandeses
y noruegos, y de estudiantes salmantinos, y de monjas moravas, y de fantasmas
suecos, y de cosas de la colonia pintoresca, y de la América salvaje».13 Martí vio
en esta errancia literaria de Longfellow, en «aquellos vagares de sus ojos y
efluvios de su espíritu», un claro ejemplo del cosmopolitismo a que aspiraba
la propia poesía modernista latinoamericana.
Sin embargo, la imagen más penetrante del mundo hispánico no la encon-
tró Martí en un novelista o en un poeta, sino en un historiador: el también
bostoniano John Lothrop Motley. Este intelectual, a quien unas veces llama el
«perfecto», «el colorido» y otras el «bello» o el «caballeresco» Motley, fue
diplomático en Alemania, Austria, Rusia y Holanda y aprovechó su estancia en
esos países europeos para rastrear los archivos en busca de información históri-
ca. Así, llegó a escribir varios libros exhaustivamente documentados como The
intelectuales
Rise of the Dutch Republics (1856), The History of the United Netherlands (1871) y
The Life and Death of John of Barneveld (1874). Martí, al parecer, pudo leer las
que él mismo traducía como Historia de Holanda e Historia de la revuelta de los
Países Bajos, dos libros que seguramente le ofrecieron analogías sobre la frag-
mentación del imperio español en nuevos estados nacionales.
38 13
Ibid, p. 1196.
encuentro
Martí en las entrañas del monstruo
En Boston lució Nictley (Motley), tan bello como Byron, autor de un libro que
encadena y nutre, y no ha de faltar en anaquel muy a la mano, de librería de
hombre de ahora: la Historia de la revuelta de los Países Bajos. Es más que historia,
es procesión de vivos: Felipe II, lamido el pie de llamas, garduñosas las manos,
lívido, como de reflejo de lumbre sulfurosa el rostro; Granville, el Cardenal
acomodaticio, que se sacó del pecho, como prenda de andar que estorba para
el camino, la conciencia; Don Juan de Austria, lindo loco; Alba, Hiena, y Gui-
llermo de Orange, incontrastable, que es de aquellos que aparecían en la hora
del cómputo, con un pueblo sobre los hombros, y tuvo en vida la grandeza
serena, pujante y tenaz de los creadores.16
14
Ibid, p. 752.
15
En sus primeros textos newyorkinos Martí confunde a menudo los nombres. Tal vez, por el
hecho de que algunos los conocía de oídas. En varias ocasiones, por ejemplo, escribe Mottey o
Mobley, en vez de Motley. A no ser que los errores provengan de una mala paleografía de los edi-
tores de las dos primeras Obras Completas, las de 1953 y las de 1963-65.
16
Ibid, p. 1493. 39
encuentro
Rafael Rojas
Así parece Whitman, con su «persona natural», con «su naturaleza sin freno en
intelectuales
17
Ibid, p. 1476.
18
Ibid, p. 1171.
19
Ibid.
40 20
Ibid, p. 1134.
encuentro
Martí en las entrañas del monstruo
pregunta: «¿se quiere verle concebir? ¿se quiere oir cómo habla?». Y como si
quisiera demostrar que ese texto que él ha hecho suyo existe, es real, cita varias
frases de Emerson; una detrás de la otra, sin que guarden una conexión
semántica, pero buscando ilustrar siempre el estilo poético de los Ensayos.22
21
Ibid, p. 1135.
22
Ibid, p. 1062. 41
encuentro
Rafael Rojas
Así, al final de la crónica, la cita, más que una señal de extrañamiento apa-
rece como un recurso para diferenciar dos discursos casi idénticos: el de
quien lee (Martí) y el de quien es leído (Emerson). Esta simbiosis, a los ojos
del cubano, debió ser otra confirmación más del principio de la analogía
natural y espiritual que Emerson desarrolló, críticamente, a partir de Platón.
Para Martí la forma en que el filósofo norteamericano plasmaba sus ideas por
escrito era perfectamente asumible, a pesar de las barreras del idioma y de la
religión. A Borges, por cierto, también le fascinó esa conexión emersoniana
entre la teoría del alma de Platón y el panteísmo escéptico de Montaigne.
Sólo que Borges, a diferencia de Martí, imaginaba al sabio de Concord como
un personaje libresco: «Ese alto caballero americano / Cierra el libro de Mon-
taigne y sale / En busca de otro goce.../ Piensa: Leí libros esenciales.../ No he
vivido. Quisiera ser otro hombre».23 Pero Emerson —según la lectura martia-
na del trascendentalismo, que es un vislumbre de la de Borges— no escribía
desde su intelecto o su imaginario, sino desde la naturaleza y el alma universa-
les. Su saber se inspiraba en una revelación natural y, a la vez, trascendental:
23
Jorge Luis Borges, Obra poética. 1923-1967. Buenos Aires: Emecé Editores, 1967, t. I, p. 245.
42 24
José Martí, Obras Completas. La Habana: Lex, 1953, p. 1057.
encuentro
Martí en las entrañas del monstruo
Se siente como perder los pies y nacer alas... Todo es cúspide y nosotros sobre
ella... Y esos carros que ruedan, y esos mercaderes que vocean, y esas altas chi-
meneas que echan al aire silbos poderosos, y ese cruzar y caracolear, disputar,
vivir de los hombres, nos parecen en nuestro casto refugio regalado, los ruidos
de un ejército bárbaro que invade nuestras cumbres, y pone el pie en sus faldas,
y rasga airado la gran sombra, tras la que surge, como un campo de batalla
colosal, donde guerreros de piedra llevan coraza y casco de oro y lanzas rojas,
la ciudad tumultuosa, magna y resplandeciente.25
25
Ibid, p. 1051.
26
F. O. Matthiessen, American Renaissence. Art and Expression in the Age of Emerson and Whitman. New
York: Oxford University Press, 1968, pp. 157-175.
27
Simon Schama, Landscape and Memory. New York: Alfred A. Knopf, 1995, pp. 571-578. 43
encuentro
Rafael Rojas
poco místicas. Alcott, aunque «fue mal hombre de negocios», enseñaba, con
ese método «conversacional y gentil» que obtuvo de Sócrates y Pestalozzi, «el
amor al trabajo, a la vida natural», y en «los paseos por la campiña sus discípu-
los aprendían el alma de la botánica, que no difiere de la universal».28 Al igual
que para Emerson y Thoreau —el más solitario de los tres— su pedagogía,
basada en el principio de «awaken the soul», buscaba educar «en el hábito de
la investigación, en el roce de los hombres y en el ejercicio constante de la pala-
bra, a los ciudadanos de una república que vendrá a tierra cuando falten a sus
hijos esas virtudes».29 Fruitlands, Temple School, Alcott House, Walden Pond y todas
las utopías comunitarias de los trascendentalistas no estaban reñidas con los
fines políticos republicanos, ni con la ética laboriosa de la modernidad.
Thoreau, a quien Martí sólo cita tangencialmente, es el mejor ejemplo de
esa modernidad alternativa que proponían los naturalistas de Concord. Si
bien en Walden, en Cape Code, en Slavery in Massachusetts y otros de sus ensayos
había una propuesta de economía comunitaria y autosuficiente, muy similar a
la que defendía Henry George en Progress and Poverty, no es menos cierto que
su involucramiento en las campañas antiesclavistas y pacifistas y su difundida
idea de la «desobediencia civil» hablan de una personalidad ubicada en el
centro del debate político norteamericano.30 Aún así, una buena prueba de
que su naturalismo fue, tal vez, el más radical dentro de aquel movimiento
filosófico es el hecho de que hoy Lawrence Buell y otros autores ecologistas
no vacilan en considerarlo como el precursor de la imaginación ambiental
contemporánea y el ecocentrismo postmoderno.31
El escaso interés de Martí por Thoreau contrasta, en cambio, con sus
recurrentes alusiones al economista Henry George, cuyo concepto del single tax
le llamó poderosamente la atención. De él dice que «predica la justicia de que
la tierra pase a ser propiedad de la nación», que es «amigo de los que padecen
y amado por el pueblo» y «uno de los pensadores más sanos, atrevidos y lim-
pios que ponen hoy los ojos sobre las entrañas confusas del nuevo Univer-
so»...32 No hay en el ambiguo pensamiento económico de Martí una señal de
afinidad más clara que la que trasmite su alta valoración de la obra de George:
28
José Martí, op. cit, pp. 1170-1171.
29
Ibid, p. 1172.
30
Henry David Thoreau, Walden and Other Writings. New York: The Modern Library, 1992, pp. 3-
76, 665-694, 695-714.
31
Lawrence Buell, The Environmental Imagination. Thoreau, Nature Writing, and the Formation of
American Culture. The Belknap Press of Harvard University Press, Cambridge, Massachusetts,
1996, pp. 1-27.
44 32
José Martí, op. cit, pp. 954, 1518.
encuentro
Martí en las entrañas del monstruo
En esta recepción positiva de Henry George, como en tantas cosas, Martí fue
un precursor de la cultura política latinoamericana del siglo XX. Unos años
después de la muerte del héroe cubano, Andrés Molina Enríquez, Luis Cabre-
ra y otros intelectuales revolucionarios de México se basaban en un principio
semejante para dar forma al artículo 27º de la Constitución de 1917, que esta-
bleció que «la tierra pertenecía naturalmente a la Nación y que, por tanto,
era justificable la expropiación por causa de utilidad pública». En Martí, al
igual que en Molina Enríquez, pesaba tanto la valoración de las ventajas eco-
nómicas que reportaría este principio, como la perspectiva moral que supo-
nía, esto es, la disponibilidad de un mecanismo fiscal que permitiera combatir
la pobreza y lograr una mejor distribución del ingreso.
No hay dudas de que Martí pudo absorber la cultura y la política norteame-
ricanas durante esos quince años que vivió en Nueva York. En ocasiones su
interés traspasaba la mera curiosidad periodística y se acercaba a una pasión
por lo extraño, a cierto morbo antropológico que nutre el imaginario del inmi-
grante. Así, no deja de asombrar su fascinación por el poeta cuáquero John
Greenleaf Whittier, de quien reseña casi toda su obra, o sus comentarios sobre
otros dos poetas menores: Wendell Holmes y Russell Lowell.34 Es en este senti-
do que puede afirmarse que la escritura de Martí no sólo contiene una «narra-
tiva del nacimiento de la nación cubana», sino, también, y en grado poco
advertido por la crítica, una «narrativa del renacimiento de la nación nortea-
mericana». E incluso, se podría ir más allá y afirmar que no pocas de las ideas
que Martí compromete en su obra de fundación nacional, en Cuba, provienen
de su experiencia del exilio neoyorkino. El humanismo natural de Emerson, la
pedagogía neoplatónica de Alcott, el nacionalismo agrario de George y tantos
otros tópicos de la cultura y la política de los Estados Unidos son piezas centra-
les de su proyecto de una «República con todos y para el bien de todos».
intelectuales
el aprendizaje de la cera
La política norteamericana entre 1880 y 1895, es decir, entre el año final de
Rutherford Brichard Hayes y la segunda presidencia de Grover Cleveland, es
33
Ibid, p. 1787.
34
Ibid, pp. 1285-1286. 45
encuentro
Rafael Rojas
Mas las lides políticas que ya en estos días cobran aire y vigor de novedad,
cesaron en la semana de la ceremonia fúnebre, avergonzadas, y no llegaba de
intelectuales
35
Ver Jürgen Habermas, Historia y crítica de la opinión pública. Barcelona: Gustavo Gili, 1981, p. 68.
36
Ver el excelente estudio de Agnes Lugo-Ortiz, Identidades imaginadas. Biografía y nacionalidad en
el horizonte de la guerra (Cuba, 1860-1898). San Juan: Editorial de la Universidadde Puerto Rico,
1999, pp. 111-121.
46 37
José Martí, Crónicas. Madrid: Alianza, 1993, p. 36.
encuentro
Martí en las entrañas del monstruo
han llorado y lloran, en común, la pérdida del Jefe honrado; y en aquella estu-
penda mole viva que se acumuló en Washington a ver los restos del Magistrado
difunto, era de ver con júbilo, como por primera vez, después de la guerra, los
odios de los hombres se endulzaban frente a la tumba de un hombre que no
tuvo nunca odio.38
38
Ibid, p. 53.
39
José Martí, Obras completas. La Habana: Editorial Lex, 1953, t. I, p. 1097.
40
Ibid, t. I, p. 1092.
41
Ver Plutarco, Vidas paralelas. Barcelona: Planeta, 1991, pp. 495-504.
42
Salvador Morales, La Primera Conferencia Panamericana. Raíces del modelo hegemonista de integración.
México: Centro de Investigaciones Jorge L. Tamayo, 1994, pp. 132-140. 47
encuentro
Rafael Rojas
arte que, según Martí —quien debió practicarlo muchas veces en su vida—
consiste en «llegar, deslumbrar e irse».43
Uno de los textos donde mejor se plasman las asimilaciones y rechazos de
Martí frente a la modernidad política de los Estados Unidos es el dedicado a las
convenciones de los partidos demócrata y republicano, en el verano de 1888.
Martí comienza la crónica describiendo cómo en aquellos meses ningún otro
espectáculo veraniego, ni las playas ni el baseball —cuyos «jugadores no sólo
ganan fama en la nación, enamorada de los héroes de la pelota, y aplausos de
las mujeres muy entendidas en el juego, sino sueldos enormes»—, ni los bailes
en vapor ni la Estatua de la Libertad, ni Búfalo Bill en Erastina ni las comparsas
de St. George... lograba disminuir el interés de la ciudadanía en las elecciones
de los dos candidatos a la presidencia de los Estados Unidos.44 Curiosamente,
Martí, quien desde 1880 ha demostrado más simpatías por los republicanos
que por los demócratas, se siente ahora más identificado con la cerrada cohe-
sión de los segundos en torno a la candidatura de Grover Cleveland:
43
José Martí, Obras Completas. La Habana: Editorial Lex, 1953, t. I, pp. 1156 y 1259-1263.
44
José Martí, Crónicas. Madrid: Alianza Editorial, 1993, pp. 255-257.
45
Ibid, pp. 261-262.
46
Ibid, p. 257.
48 47
Ibid, p. 266.
encuentro
Martí en las entrañas del monstruo
48
Philip Pettit, Republicanismo. Una teoría sobre la libertad y el gobierno. Barcelona: Paidós, 1999, pp.
149-169.
49
José Martí, Crónicas. Madrid: Alianza Editorial, 1993, p. 52.
intelectuales
Hold On (1996)
(Esperando)
49
encuentro