Unidad 1 Teoria General Del Contrato-1

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Tema por ver Unidad 1. Teoría General de los Contratos.

1.1 Concepto de contrato, en sus diversas acepciones.

Concepto
Debe en principio destacarse que es indudable que de los actos jurídicos que
son fuentes, tanto de derechos reales por una parte, como de derechos personales,
de crédito u obligaciones por otra, el de mayor importancia -como habrá de
advertirse de su respectivo análisis- resulta ser el contrato.

El tratadista mexicano Rojina Villegas, nos precisa lo siguiente: “El contrato


se define como un acuerdo de voluntades para crear o trasmitir derechos y
obligaciones; es una especie del género de los convenios. El convenio es un acuerdo
de voluntades para crear, transmitir, modificar o extinguir obligaciones y derechos
reales o personales; por lo tanto, el convenio tiene dos funciones: una positiva, que es
crear o transmitir obligaciones y derechos, y otra negativa: modificarlos o
extinguirlos... al contrato se le ha dejado la función positiva, es decir, el acuerdo de
voluntades para crear o transmitir derechos y obligaciones, y al convenio en sentido
estricto, le corresponde la función negativa de mo dificar o extinguir esos derechos y
obligaciones”.

Al considerar al contrato como una especie del género de los convenios,


nuestro Código Civil define primero éstos de manera o en un sentido amplio,
asignándoles las mencionadas cuatro funciones fundamentales, que son: crear,
transmitir, modificar y extinguir derechos y obligaciones, para fijarle a aquél en
sentido estricto las dos primeras, que son positivas y, las dos últimas que resultan
negativas, al convenio propiamente dicho; los preceptos de mérito del ordenamiento
vigente, a la letra establecen:

1792.-Convenio es el acuerdo de dos o más voluntades para crear, transferir,


modificar o extinguir obligaciones.
1793.-Los convenios que producen o transfieren las obligaciones y derechos
toman el nombre de contratos.

1.2. Distinguir entre convenio y contrato

Sin existir problemática alguna en la definición del convenio y del contrato,


podemos hacer la distinción, ya que el contrato es: El acuerdo de dos o más
voluntades que tiene por objeto la creación o trasmisión de derechos y
obligaciones, y el convenio es: El acuerdo de dos o más voluntades que tiene
por objeto la modificación o extinción de derechos y obligaciones,

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1.3 Clasificación de los contratos civiles, y las reglas para interpretarlos.

Principales clasificaciones de los contratos.——— Estas clasificaciones se


presentan en la doctrina y en el derecho positivo, desde diversos puntos de vista, se
distinguen:

1. Contratos bilaterales y unilaterales.

El contrato unilateral es un acuerdo de voluntades que engendra sólo obligaciones


para una parte y derechos para la otra. El contrato bilateral es el acuerdo de
voluntades que da nacimiento a derechos y obligaciones en ambas partes. (Artículos
1835 y 1836 CCDF).

2. Contratos onerosos y gratuitos.—— Es oneroso el contrato que impone


provechos y gravámenes recíprocos. Es gratuito aquel en que los provechos
corresponden a una de las partes y los gravámenes a la otra. (Artículos 1837
y 1838 CCDF).

De tal manera que podemos señalar que no todo contrato bilateral sea oneroso
y todo contrato unilateral sea gratuito.
V.gr. El comodato en el que a pesar de que se engendran obligaciones para
ambas partes, no se originan gravámenes recíprocos.

3. Contratos conmutativos y aleatorios.—— Los contratos onerosos se


subdividen en conmutativos y aleatorios. (Artículo 1838 CCDF)
4. Contratos sinalagmáticos.—— Las características de bilateralidad,
onerosidad y conmutabilidad, sirven de presupuesto a los mencionados
contratos sinalagmáticos, al conceptualizarse éstos como pactos o
convenciones en los cuales las partes contratantes estipulan prestaciones
recíprocas que guardan una cierta equivalencia entre sí.

5. Contratos formales y consensuales.——

El contrato formal es aquel en el que el consentimiento debe manifestarse por


escrito, como un requisito de validez, de tal manera que si no se otorga en escritura
pública o privada, según el acto, el contrato estará afectado de nulidad relativa. Por
lo tanto el contrato formal es susceptible de ratificación expresa o tácita; en la
expresa se observa la forma omitida; en la tácita se cumple voluntariamente y queda
porgado el vicio.
El contrato consensual en oposición al formal, es aquel que para su validez no
requiere que el consentimiento se manifieste por escrito y, por lo tanto, puede ser
verbal, o puede tratarse de un consentimiento tácito, mediante hechos que
necesariamente lo supongan, o derivarse del lenguaje mínimo, que es otra forma de
expresar el consentimiento sin recurrir a la palabra o a la escritura.

(Artículos 1832 al 1834 CCDF)

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6. Contratos principales y contratos de garantía o accesorios.——

Los contratos principales son aquellos que existen por sí mismos, en tanto que
los accesorios son los que dependen de un contrato principal. Los accesorios siguen
la suerte de los principales porque la nulidad o la existencia de los primeros origina
a su vez, la nulidad o la inexistencia del contrato accesorio.
Estos contratos accesorios son llamados también “de garantía”, por que
generalmente se constituyen para garantizar el cumplimiento de una obligación que
se reputa principal, y esta forma de garantía puede ser personal, como la fianza o
real como la hipoteca.

7. Contratos reales y consensuales.—— Respecto a la entrega o realización de


las prestaciones, los contratos se clasifican en reales o consensuales.

Los contratos reales son aquéllos que para su perfeccionamiento requieren de la


entrega de las prestaciones —la que puede ser real, jurídica o virtual—; en tanto
que, los contratos consensuales en oposición a reales no requieren de la aludida
entrega de las prestaciones, perfeccionándose por el mero consentimiento de las
partes contratantes.

8. Contratos instantáneos y de tracto sucesivo.—— Los instantáneos son los


contratos que se cumplen en el mismo momento en que se celebran, de tal
manera que el pago de las prestaciones se lleva a cabo en un solo acto; y los
de tracto sucesivo son aquellos en que el cumplimiento de las prestaciones se
realiza en un periodo determinado. Por ejemplo, es un contrato instantáneo la
compraventa al contado, la permuta. En cambio el arrendamiento es de
tracto sucesivo, porque durante un tiempo determinado la cosa estará en
poder del arrendamiento y a su vez éste pagará periódicamente una renta.

CLASIFICACIÓN DE LOS CONTRATOS DE ACUERDO A NUESTRA LEGISLACIÓN

1.- Contratos preparatorios………………………………………La promesa

2.- Contratos traslativos de dominio------La compraventa, la permuta, la donación y


el mutuo.

3.- Contratos traslativos de uso o disfrute---------El arrendamiento y el comodato.

4.- Contratos de custodia-----------El depósito y el Secuestro.

5.- Contratos de trabajo y de gestión.----------------El mandato, la prestación de


servicios profesionales, de obras a precio alzado, de los porteadores, de los
alquiladores y del hospedaje.

6.- Contratos constitutivos de personalidad jurídica y de realización de un fin


común.--------------La asociación civil, la sociedad civil y la aparcería.

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7.- Contratos aleatorios.------------Del juego y de la apuesta, la renta vitalicia y la
compra de esperanza.

8.- contratos de garantía.--------------la fianza, la prenda y la hipoteca.

9.- Convenios (en sentido estricto)----------bajo el rubro de “transacciones”.

Reglas para interpretar los contratos. (Arts. 1851-1857 CCCDMX)

Si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención


de los contratantes, se estará al sentido literal de sus clausulas.
Si las palabras parecieren contrarias a la intención evidente de los
contratantes, prevalecerá esta sobre aquellas
Cualquiera que sea la generalidad de los términos de un contrato, no deberán
entenderse comprendidos en el cosas distintas y casos diferentes de aquellos sobre
los que los interesados se propusieron contratar.

Si alguna clausula de los contratos admitiere diversos sentidos, deberá


entenderse en el más adecuado para que produzca efecto.

Las clausulas de los contratos deben interpretarse las unas por las otras,
atribuyendo a las dudosas el sentido que resulte del conjunto de todas.

Las palabras que pueden tener distintas acepciones serán entendidas en


aquella que sea más conforme a la naturaleza y objeto del contrato.

El uso o la costumbre del país se tendrán en cuenta para interpretar las


ambigüedades de los contratos.

Cuando absolutamente fuere imposible resolver las dudas por las reglas
establecidas en los artículos precedentes, si aquellas recaen sobre circunstancias
accidentales del contrato, y este fuere gratuito, se resolverán en favor de la menor
transmisión de derechos e intereses; si fuere oneroso se resolverá la duda en favor
de la mayor reciprocidad de intereses.
Si las dudas de cuya resolución se trata en este artículo recayesen sobre el
objeto principal del contrato, de suerte que no pueda venirse en conocimiento de
cuál fue la intención o la voluntad de los contratantes, el contrato será nulo.

1.4. Elementos Esenciales y de validez del contrato

Integración del contrato


Al conformar los contratos una categoría o especie de su género, que lo es el
acto jurídico, el cual se concibe como: la expresión de una voluntad o de un
acuerdo de voluntades, que tiene por objeto la creación intencional de
consecuencias jurídicas, en el análisis de su naturaleza jurídica, se requiere de

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una necesaria reflexión en torno a sus elementos esenciales y de validez, es decir,
estudiarse en función de su esencia misma de acto jurídico.

En ese sentido, cabe indicar en primer término que la nota distintiva del acto
jurídico es la relativa a la intencionalidad del o de los autores del mismo,
dirigida de manera ex profeso hacia la consecución de efectos jurídicos, la cual
no se encuentra en el hecho jurídico voluntario.

De la definición del acto jurídico, se pueden advertir en primer término sus


elementos esenciales o de existencia; los que de manera indispensable requiere,
pues al faltar cualquiera de ellos será inexistente; dichos elementos, son:

1. Una expresión de voluntad, si el acto es unilateral, es decir, que en el mismo


intervenga tan sólo una voluntad, o bien, la conformación de un consentimiento o
acuerdo de dos o más voluntades, si en el mismo participan dos o más sujetos y,
2. Un objeto física y jurídicamente posible.

Refiriéndose al contrato en particular, como principal especie de los actos


jurídicos, el Código Civil Federal hace un reconocimiento y alusión expresos a sus
elementos esenciales, a través de su artículo siguiente:

1794.-Para la existencia del contrato se requiere:


I. Consentimiento;
II. Objeto que pueda ser materia del contrato.

A. Consentimiento
Si el acto jurídico es unilateral, es decir, que en el mismo intervenga tan sólo
una voluntad -como en el testamento o en la declaración unilateral de voluntad-, su
elemento esencial o de existencia de carácter subjetivo lo será la manifestación o
expresión de dicha voluntad; por otra parte, si en ese acto participan dos o más
voluntades -como sucede en los contratos-:-, ese elemento recibe entonces la
denominación de acuerdo de voluntades o consentimiento; palabra esta última que
se forma literalmente por el prefijo co, con, com, que significa juntamente y por el vo-
cablo sentimiento, el cual indica una derivación del verbo sentir, que denota
percepción o experimentación de sensaciones o impresiones, por lo que en su
integración en esa connotación de consentimiento, nos sirve para precisar el acuerdo
de dos o más voluntades en el sentido o dirección que se determina a través de esta
especie de actos jurídicos.
De esa manera, puede expresarse que en atención a este elemento de carácter
volitivo, es decir, de voluntad o voluntades del o de los sujetos que en cada acto
jurídico intervienen, éstos se clasifican:

Unilaterales (Conformados por una sola) Expresión de la voluntad


Bilaterales o plurilaterales (Conformados los primeros por dos y los
segundos por dos o mas) Consentimiento

En la integración o formación de esos dos tipos de actos jurídicos, es decir,


unilaterales y bilaterales o plurilaterales, el papel que desempeña el elemento
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esencial que es la expresión de voluntad o consentimiento, presenta distintos
matices.
En el acto jurídico unilateral, basta la sola expresión de voluntad de su autor,
con las formalidades que exija la ley, para que éste elemento esencial se considere
perfeccionado.
Por otra parte, ese elemento de voluntad que en materia de contratos recibe la
denominación de consentimiento, el jurista italiano Ruggiero, lo concibe en la
siguiente forma: “Es la coincidencia de dos declaraciones de voluntad que
procediendo de sujetos diversos concurren a un fin común y se unen. Dirigidas una
de ellas, a prometer y la otra a aceptar”.

En atención a que el consentimiento es el acuerdo de dos o más vo-


luntades encaminadas intencionalmente a producir consecuencias jurídicas,
las que se pueden traducir en las funciones de crear, transmitir, modificar O
extinguir derechos y obligaciones, surge la necesidad de determinar el
momento en que se considera integrado ese acuerdo de voluntades.

Su integración

En los actos jurídicos bilaterales o plurilaterales, que son aquéllos que se


realizan mediante la intervención de dos o más voluntades, es necesario distinguir
como se integra el consentimiento ante dos posibles situaciones: en primer lugar,
entre contratantes que se encuentran presentes y, en segundo término, cuando
éstos se hallan ausentes.

a. Integración del consentimiento entre partes presentes

En cuanto a la integración que nos ocupa, nos dice el tratadista Rojina


Villegas: “El consentimiento, dada su naturaleza, se forma por una oferta o
policitación y por la aceptación de la misma. Como es el acuerdo de dos o más
voluntades, necesariamente una voluntad debe manifestarse primero y es la oferta o
policitación; es decir, que una parte propone algo a otra respecto a un asunto de
interés jurídico. La aceptación implica la conformidad con la oferta”.

En virtud de que a través de los medios de comunicación actuales -tales como


teléfono, correo electrónico, fax y télex-, las partes de un contrato se encuentran en
la posibilidad material de discutir, negociar y aprobar las estipulaciones que habrán
de convenir y pactar; para la integración del consentimiento del acto jurídico de que
se trate, se considerará como concertado entre personas presentes, toda vez que los
contratantes se hallan en la situación de contar con una comunicación directa e
inmediata.

Se corrobora lo expresado en relación a la integración del consentimiento


entre presentes, de acuerdo a los artículos 1796 y 1805 del CCDF.

Respecto a la comunicación por vía telegráfica, ésta no se considera que pueda


dar lugar al perfeccionamiento de un contrato como si fuera entre personas
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presente, como puede advertirse de la opinión de Martínez Alfaro: “El
consentimiento que se forma mediante la comunicación telegráfica; es un
consentimiento entre ausentes, pues las partes no están una frente a otra, ni
disponen de un medio de comunicación directa e inmediata... para que sean eficaces
la oferta y la aceptación telegráficas, es necesario que el oferente y el aceptante
previamente hayan estipulado por escrito utilizar la vía telegráfica; además, que los
originales de los telegramas contengan sus firmas, así como los signos
convencionales que establecieron”.

Encuentra su apoyo legal la opinión antes transcrita, en el contenido del


artículo 1811 del CCDF.

b. Integración del consentimiento entre partes ausentes

En cuanto a la integración del consentimiento entre ausentes, resulta de


bastante claridad y contenido el comentario del autor Rojina Villegas que nos
permitimos transcribir: “Entre ausentes pueden presentarse, cuando contratan,
cuatro momentos posibles, según la doctrina y las legislaciones, para la formación
del contrato. Estos cuatro momentos corresponden a su vez a cuatro sistemas que
sucesivamente se presentan en la formación del consentimiento, denominados
respectivamente: de la declaración, expedición, recepción e información. En el
primero, el contrato se forma, cuando el aceptante declara su conformidad con la
oferta; en el segundo, cuando expide la contestación afirmativa (deposita la carta o
telegrama en la oficina respectiva); en el tercero, hasta que el oferente recibe la
conformidad del aceptante y el cuarto, hasta que se informa de la misma”.
De acuerdo con nuestra legislación vigente, en lo concerniente a la formación
del consentimiento entre personas que se encuentran ausentes, se ha establecido
que este elemento esencial se integra en el tercer momento, o sea, cuando el
oferente recibe la aceptación a su propuesta por su contraparte o aceptante, es
decir, que admite el momento de la recepción de la aceptación a la oferta o
policitación.; textualmente la disposición relativa del Código Civil Federal, dispone:

1807.-El contrato se forma en el momento en que el proponente recibe la


aceptación, estando ligado por su oferta según los artículos precedentes.

El Código de Comercio -que es un ordenamiento de naturaleza federal-, de


igual manera acepta en la integración del consentimiento el momento de la
expedición, como puede advertirse de la lectura de su artículo:

80.-Los convenios y contratos mercantiles que se celebren por correspondencia,


telégrafo, o mediante el uso de medios electrónicos, ópticos o de cualquier otra
tecnología, quedarán perfeccionados desde que se reciba la aceptación de la
propuesta o las condiciones en que ésta fuere modificada.

Por otra parte, para la posible solución de toda posible problemática derivada
de la integración del consentimiento entre ausentes, en su ámbito de aplicación, el
Código Civil Federal, establece las bases a que debe sujetarse ésta, las que
destacamos en seguida:
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1ª. Cuando una persona propone a otra la celebración de un contrato, deberá
fijarse un plazo para la aceptación, tiempo durante el cual quedará obligada aquélla
a sostener y cumplir su oferta; cuando no exista determinación de dicho plazo, se
considerará para el efecto el de tres días, más el tiempo necesario para la ida y
vuelta del correo público, atendiendo a las condiciones de distancias y
comunicaciones siendo inoperante toda retractación, si la aceptación se da dentro
del plazo de vigencia de la policitación (artículos 1804 y 1806).

2ª. Para que se pueda considerar la operabilidad de la retractación de la oferta


o de la aceptación por su autor, será necesario que el correspondiente retiro se haga
siempre y cuando el destinatario la reciba antes que cualquiera de éstas, según sea
el caso (artículo 1808).

3ª. Para el caso de muerte del proponente, estando vigente el plazo de la


oferta, al no tener conocimiento el aceptante, los herederos de aquél, quedarán
obligados a sostener el contrato (artículo 1809).

4ª. Al no existir una respuesta lisa y llana a la oferta, el oferente quedará libre
de su propuesta, considerándose la respuesta como una nueva propuesta del
aceptante, que deberá sujetarse a las reglas antes señaladas (artículo 1810 CCDF).

c. El silencio en la integración del consentimiento

Precisadas las formas de integración del consentimiento en los actos jurídicos


bilaterales o plurilaterales ante esas dos posibles situaciones comentadas, entre
presentes y entre ausentes, otra particularidad que debe ser analizada, es la que
atañe al valor que el silencio pudiese tener o desempeñar en la formación de este
elemento esencial en los contratos, es decir, determinar la posibilidad de que se
perfeccionen ante el silencio de una de las partes.
De acuerdo con el criterio sostenido por el autor Martínez Alfaro, coincidimos
en que: el que calla, otorga,... no lo es en materia jurídica, porque en el derecho
el silencio no puede tener el efecto jurídico de una aceptación, en atención a que
aceptar significa jurídicamente obligarse y, en tal virtud, habría que concluir que el
que guarda silencio consiente en obligarse,... en materia jurídica el silencio no
significa una manifestación de voluntad hecha en el sentido de obligarse; es decir, la
regla general es que en derecho quien guarda silencio no manifiesta su volun-
tad aceptando obligarse; o sea, el que calla no otorga jurídicamente, no
consiente.

Con relación a lo anterior, debe apuntarse y destacarse que -por vía de


excepción- el único caso en que se reconocen efectos al silencio se presenta en el
contrato de mandato, en el cual se permite la integración de su elemento esencial
consentimiento ante el silencio de una de sus partes, que lo es el mandatario, por el
hecho de no rehusar en un plazo de los tres días siguientes. La propuesta que le
hace su contraparte, o sea, el mandante; textualmente en sus párrafos segundo y
tercero del precepto siguiente, el Código Civil Distrito Federal, al respecto dispone:

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2547.-...
El mandato que implica el ejercicio de una profesión se presume aceptado
cuando es conferido a personas que ofrecen al público, el ejercicio de su profesión, por
el solo hecho de que no lo rehúsen dentro de los tres días siguientes.

La aceptación puede ser expresa o tácita. Aceptación tácita es todo acto de


ejecución de un mandato.

B. OBJETO FÍSICA Y JURÍDICAMENTE POSIBLE

La intencionalidad que tiene el acto jurídico encaminada a producir


consecuencias de derecho, viene a determinar que su objeto se traduzca en esos
efectos, es decir, crear, transmitir, modificar o extinguir derechos y obligaciones;
luego entonces, el objeto del acto jurídico se constituye por esas referidas
funciones.

Ese elemento esencial de los actos jurídicos, constituye lo que se conoce como
su objeto directo, que nos permite distinguirlo de otros de distinta especie o
naturaleza jurídica, por ejemplo: en tanto que en la compraventa su objeto directo lo
constituye la trasmisión del dominio de un bien a cambio de un precio cierto y en
dinero, en la donación lo es la trasmisión gratuita de determinados bienes presentes
del donante al donatario, quien los recibe sin estar obligado a contraprestación
alguna. Por otra parte, en lo que recaigan los respectivos contratos de manera
específica, será su objeto indirecto; que lo será en cada caso lo que constituye
materia de la compraventa y su respectivo precio, o bien, los bienes donados.

En alusión al contrato como especie de los actos jurídicos, Rojina Villegas


comenta: “Se distingue el objeto directo que es crear o transmitir obligaciones
en los contratos, y el objeto indirecto, que es la cosa o el hecho que asimismo
son el objeto de la obligación que engendra el contrato”.

Clasificadas las obligaciones fundamentalmente en: de dar (que recaen en


prestaciones sobre cosas) y de hacer (quedando incluidas en éstas las de no hacer y
que recaen en prestaciones o abstenciones sobre conductas a realizar por el sujeto
obligado), debe distinguirse el objeto en atención a la naturaleza de sus
prestaciones; encontrando de esta manera el objeto del acto jurídico regulado de
esta forma en el Código Civil para el Distrito Federal:

1824.-Son objeto de los contratos:


I. La cosa que el obligado debe dar;
II. El hecho que el obligado debe hacer o no hacer.

En atención entonces a que el objeto del acto jurídico recaiga en obligaciones de


dar o de hacer, su posibilidad física y jurídica debe ser analizada desde ese doble
enfoque.
De esta forma, el Código Civil para la Ciudad de México, a través de sus
numerales 1825 y 1827 prevé las necesarias condiciones de posibilidad física y jurí-

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dica del objeto de todo acto jurídico, distinguiendo según éste re caiga en obligaciones
de dar o en obligaciones de hacer, expresando sus correspondientes textos:

1825.-La cosa objeto del contrato debe:


1°. Existir en la naturaleza;
2°. Ser determinada o determinable en cuanto a su especie y,
3°. Estar en el comercio.

1827.-El hecho positivo o negativo, objeto del contrato debe ser:


I. Posible;
II. Lícito.

En consecuencia, al seguir el criterio establecido por nuestra legislación, se


debe analizar tanto la posibilidad física como jurídica del objeto de los actos
jurídicos, como elemento integral de los mismos, según recaiga éstos en obligaciones
de dar o en obligaciones de hacer.

1. POSIBILIDAD FÍSICA DEL OBJETO CUANDO RECAE EN OBLIGACIONES DE


DAR

En el análisis del artículo 1825 de nuestra legislación civil en vigor antes


transcrito, en cuanto a la posibilidad física del objeto, nos parece bastante acertada
la opinión del autor Rojina Villegas: “La cosa es físicamente posible cuando existe en
la naturaleza o puede existir; por lo tanto, hay una imposibilidad física cuando no
existe, ni puede llegar a existir”.

La posibilidad física del objeto cuando recae en obligaciones de dar no ofrece


problemática alguna en cuanto a su explicación; pues el propio ordenamiento de la
materia nos señala imperativamente que la cosa debe existir en la naturaleza, o
bien, ser susceptible de llegar a existir; permitiendo en la segunda hipótesis la
existencia y validez de los actos jurídicos sobre cosas futuras; lo que se encuentra
plasmado en la disposición del Código Civil para el Distrito Federal, siguiente:

1826.-Las cosas futuras pueden ser objeto de un contrato. Sin embargo, no


puede serlo la herencia de una persona viva, aún cuando ésta preste su
consentimiento.

Debe advertirse que en la disposición legal antes transcrita, se contiene en su


segunda parte una imposibilidad no de naturaleza física, sino totalmente jurídica, al
no reconocer ni otorgar de manera absoluta efecto legal alguno, a la transmisión de
la herencia de una persona viva, por razones lógicas bastante obvias, de carácter
moral.

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2. POSIBILIDAD FÍSICA DEL OBJETO CUANDO RECAE EN OBLIGACIONES DE
HACER

Al igual que en el análisis anterior, debe estudiarse la posibilidad, tanto física


como jurídica del objeto, pero ahora cuando el mismo recae en obligaciones de
hacer, es decir, cuando se persigue una prestación o una abstención que se traduce
en una conducta a observar o a realizar por el sujeto obligado.
La posibilidad física del objeto del acto jurídico cuando recae en obli-
gaciones de hacer se hace consistir en que la conducta a realizar por el
obligado sea de acuerdo y lo permitan las leyes de la naturaleza.

Aunado a lo anterior, debe agregarse que el hecho o conducta a realizar por el


obligado, debe ser personal de éste, en virtud de que no puede haber un objeto
consistente en una conducta ajena; siendo interesante en este sentido el comentario
del autor Rojina Villegas: “El hecho debe ser personal del obligado,
sobreentendiéndose que el deudor en las prestaciones de hacer, debe prometer un
hecho propio. La promesa respecto del hecho ajeno (promesa ‘porte fort’) no puede
obligar al tercero por quien se hace dicha promesa”.

Lo dispuesto por el artículo 1829 del Código Civil para la Ciudad de México,
en vigor, viene a confirmar lo expuesto con antelación, en lo referente a que el hecho
a realizar debe ser personal del obligado:

1829.-No se considerará imposible el hecho que no pueda ejecutarse por el


obligado, pero sí por otra persona en lugar de él.

En cuanto a la situación contraria, es ,decir, a determinar cuando no es


posible la realización del hecho objeto del acto jurídico, desde el punto de vista
físico, el jurista antes citado considera: “Se dice que hay una imposibilidad física
para ejecutar una obligación de hacer, cuando una ley de la naturaleza impide la
realización del hecho, constituyendo un hecho insuperable, de tal manera que en
forma absoluta y para toda persona no podrá realizarse la prestación convenida... la
imposibilidad física de las obligaciones de hacer debe conceptuarse en términos
absolutos cuando el hecho vaya en contra de una ley de la naturaleza que
constituye un obstáculo insuperable para su realización”.

No obstante que en los criterios siguientes se manejan los conceptos de


inexistencia y de nulidad como análogos cuando en realidad no los son, advertimos
la alusión a la imposibilidad física en los términos que antes han quedado
precisados.

3. POSIBILIDAD JURÍDICA DEL OBJETO CUANDO RECAE EN OBLIGACIONES


DE DAR

En cuanto a esta posibilidad del objeto de los actos jurídicos cuando recae en
obligaciones de dar, misma que se precisa en el sentido de que las cosas sobre las
cuales recaen deben existir en el comercio y ser determinadas o susceptibles de
determinación, podemos aseverar que de acuerdo a nuestra legislación vigente,
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interpretadas las disposiciones relativas a contrario sensu, existirá imposibilidad
jurídica cuando las cosas estén fuera del comercio por su naturaleza o porque así lo
establezca la ley; precisándose para la primera hipótesis, que estarán fuera del
comercio aquellas cosas que por su naturaleza no puedan ser poseídas por un indi-
viduo en particular y, para la segunda, cuando los ordenamientos legales declaren
las cosas irreductibles a propiedad particular.

En segundo término, acorde a la opinión del tratadista Rojina Villegas: “Para


que la cosa sea posible jurídicamente debe estar determinada en forma individual o
en su especie. La determinación en género, que tiene interés para las ciencias
naturales, carece de valor en el derecho, porque se considera que cuando la cosa
está determinada sólo en cuanto al género, no es determinable jurídicamente... se
dice que la cosa es posible jurídicamente cuando se determina o en forma individual
o en especie... la indeterminación del objeto origina la imposibilidad para celebrar el
contrato... por otra parte, pueden ser objeto de apropiación todas las cosas que no
estén excluidas del comercio”.

4. POSIBILIDAD JURÍDICA DEL OBJETO CUANDO RECAE EN OBLIGACIONES


DE HACER

La posibilidad jurídica del objeto del acto jurídico se hace consistir en que la
conducta a realizar por el obligado tenga el reconocimiento por el derecho positivo de
producir consecuencias legales, de tal manera que de no tenerlo, el acto jurídico
será inexistente, no produciendo efecto jurídico alguno.

Se corrobora lo expresado con antelación, de acuerdo al contenido del texto


del artículo del Código Civil para el Distrito Federal vigente, que a continuación se
transcribe:

1828.-Es imposible el hecho que no puede existir porque es incompatible con


una ley de la naturaleza o con una norma jurídica que debe regirlo necesariamente y
que constituye un obstáculo insuperable para su realización.

Con relación a la falta del reconocimiento de mérito, el autor Rojina Villegas


considera: “Se dice que hay una imposibilidad jurídica, cuando el hecho no puede
realizarse porque una norma de derecho constituye a su vez un obstáculo
insuperable para su ejecución,... en la imposibilidad jurídica no se trata de violar
una norma de derecho, sino que ni siquiera llega a realizarse la prestación por
cuanto que la ley impide de plano su posibilidad de ejecución... en la imposibilidad
jurídica el acto no tiene ningún principio, ni de nacimiento ni de ejecución, porque
en tal forma la norma impide, por la inobservancia de ciertos supuestos necesarios,
que la prestación se realice, que en rigor se trata de una situación inexistente”.

Un aspecto de singular importancia en el análisis de la posibilidad jurídica del


objeto del acto jurídico cuando recae en obligaciones de hacer, es el referente a
necesaria distinción y precisión de los conceptos: imposibilidad jurídica e ilicitud,
que en muchas ocasiones se mal interpretan y confunden.

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Imposibilidad jurídica e ilicitud, no son términos sinónimos; en tanto que el
primero nos indica la falta de un elemento esencial que es el objeto posible
jurídicamente, que trae consigo la inexistencia del acto, la cual no produce efectos
jurídicos, el segundo concepto se refiere a la falta de un elemento de validez, que es
la licitud, lo que trae consigo la nulidad del acto, bien relativa o absoluta, según lo
disponga la ley, produciendo efectos jurídicos.

En tanto que la imposibilidad jurídica implica la falta de reconocimiento de


producir consecuencias o efectos legales por parte del derecho positivo, la ilicitud se
conceptúa como la contravención a las disposiciones vigentes, que sí produce
efectos jurídicos.

Opina el referido autor Rojina Villegas en torno a este importante


cuestionamiento entre imposibilidad jurídica e ilicitud: “La imposibilidad jurídica se
distingue de la ilicitud, porque en ésta el acto jurídico se realiza, llega a tener
nacimiento y puede tener consecuencias según el grado de nulidad; pero la norma
no ha impedido que el acto o la prestación tengan nacimiento. Lo ilícito es lo posible
prohibido; en cambio, lo imposible jurídicamente hablando, es aquello que no llega a
realizarse, porque la norma de derecho supone ciertos supuestos necesarios, que de
no observarse en el acto, aun cuando tenga aspecto material, no tendrá existencia
jurídica. En el Código vigente ya no se incurre en esta confusión, sino que se
distingue perfectamente entre imposibilidad jurídica e ilicitud”.

ELEMENTOS DE VALIDEZ DEL CONTRATO

1. ENUMERACIÓN

Para la integración de todo acto jurídico que tenga el reconocimiento y eficacia


para producir consecuencias de derecho, se requiere que el mismo además de sus
elementos esenciales, reúna sus elementos de validez.

Interpretado a contrario sensu el artículo 1795 del Código Civil para la


Ciudad de México, podemos advertir que los elementos de validez de todo acto
jurídico, son:
1. Capacidad de su autor o autores;
2. Ausencia de vicios en la expresión de voluntad o consentimiento;
3. Licitud en su objeto y,
4. La forma que la ley exija para su exteriorización.
Para confirmar lo antes precisado, transcribimos el texto de la disposición en
comento:

1795.-El contrato puede ser invalidado:


I. Por incapacidad legal de las partes o de una de ellas;
II. Por vicios del consentimiento;
III. Porque su objeto, o su motivo o fin sean ilícito;
IV. Porque el consentimiento no se haya manifestado en la forma que la ley
establece.
13
A mayor abundamiento del tema, resulta interesante lo que nos comenta el
jurista Rojina Villegas: “Son elementos de validez de los actos jurídicos, los
siguientes: 1°. Que el acto tenga un fin, motivo, objeto y condición lícitos, llamamos
a este elemento licitud del acto jurídico; 2°. Que la voluntad se exteriorice de
acuerdo con las formas legales. Este elemento se denomina formalidad del acto
jurídico; 3°. Que la voluntad se exprese sin vicio alguno (error, dolo, violencia o
lesión), es decir, que sea una voluntad libre y cierta. Este elemento se expresa en
forma negativa indicando simplemente que haya ausencia de vicios en la voluntad;
4°. Que la voluntad se otorgue por persona capaz. Se llama este elemento capacidad
en el acto jurídico. Cuando hay ilicitud en el objeto, motivo, fin o condición del acto,
se presenta generalmente la nulidad absoluta, pero puede ser relativa por
disposición de la ley.

A. CAPACIDAD

Éste es el atributo de las personas físicas y morales consistente en la


aptitud o facultad para ser titular y hacer valer directamente derechos y
obligaciones; consecuentemente, reviste dos modalidades, que son: la ca-
pacidad de goce y la capacidad de ejercicio.

La primera, es decir, la capacidad de goce, que es la aptitud para ser ti-


tular de derechos y obligaciones, se concede a toda persona, tanto física como
moral, por el solo hecho de serlo y, sólo por vía de excepción, se encuentra
restringida por el derecho objetivo; como sucede, por citar algunos ejemplos: en
las limitaciones impuestas a personas físicas y morales extranjeras para adquirir
bienes inmuebles en determinadas zonas de nuestro territorio nacional; en la
celebración de contratos entre cónyuges, así como en otros más.

Por otra parte, la capacidad de ejercicio se refiere a la aptitud para hacer


valer y ejercitar esos derechos o para cumplir obligaciones; presupone la
existencia de la capacidad de goce, es decir, si no se cuenta con ésta, no se puede
tener la capacidad de ejercicio.

En lo concerniente a este análisis, la que nos interesa es la especie de


capacidad que se requiere como elemento de validez de los actos jurídicos, que
es la capacidad de ejercicio, concebida como aptitud específica para contratar
y obligarse en los términos exigidos por la ley que -como ya se apuntó-,
presupone la capacidad de goce.

El Código Civil para la Ciudad de México, de manera muy breve, hace alusión
a este elemento de validez, en los siguientes términos:

1798.-Son hábiles para contratar todas las personas no exceptuadas por la ley.

Con relación a los conceptos anteriores, el autor Martínez Alfaro nos comenta:
“La capacidad es la aptitud para ser titular de derechos y sujeto de obligaciones; así
como para, por sí mismo, hacerlos valer, cumplirlas y comparecer en juicio. La
capacidad puede ser de goce y de ejercicio. Capacidad de goce es la aptitud para ser
14
titular de derechos y sujeto de obligaciones. Capacidad de ejercicio es la aptitud
para, por sí mismo, hacer valer los derechos, cumplir las obligaciones y comparecer
en juicio. La capacidad de ejercicio implica la de goce, pero la de goce no presupone
la de ejercicio; en tal virtud, quien es capaz de goce no lo es necesariamente de
ejercicio, pero quien es capaz de ejercicio tiene capacidad de goce”.

Nos indica el jurista Rojina Villegas al hacer alusión al contrato como especie
en particular de los actos jurídicos: “Para que el consentimiento pueda, por
consiguiente, existir válidamente, debe ser emitido por persona capaz, en forma
cierta, es decir, libre de error o dolo, y en forma libre, no afectado por violencia.
Tienen capacidad total de ejercicio los mayores de edad en pleno uso de sus
facultades mentales; tienen capacidad parcial de ejercicio los menores emancipados,
que pueden hacer valer sus derechos personales y sus derechos reales sobre bienes
muebles. A su vez, tienen incapacidad total de ejercicio los menores de edad y los
sujetos a interdicción por locura, idiotismo o imbecilidad, los sordomudos que no
sepan leer y escribir y los que suelen usar drogas enervantes, a pesar de que tengan
intervalos de lucidez”.

De esa manera, la capacidad de ejercicio como necesaria integración de


condiciones físicas y mentales, referidas a mayoría de edad y plenitud de facultades
de discernimiento, no debe ser confundida con dos conceptos de importancia, con
los cuales guarda relación: la personalidad y la legitimación.

Respecto a la primera distinción que en este sentido debe hacerse, cabe


señalar que, en tanto que la capacidad de ejercicio se conceptúa como la integración
de las condiciones o requisitos antes referidos en un plano genérico, la personalidad
aparece de manera específica como la adecuación de esos elementos que implica
aquélla, sobre un sujeto en particular, como aptitud para obrar en un proceso.

Acerca de este tema, el procesalista Becerra Bautista considera: “Se suelen


distinguir estas dos capacidades diciendo que la primera corresponde a la capacidad
de derecho civil y la segunda a la capacidad de obrar en juicio... la capacidad que se
necesita para ser parte en un proceso, la legiümatio ad processum es diversa a la
capacidad de derecho civil, pues pueden ser parte procesalmente los incapaces
civilmente considerados, aun cuando por ellos comparezcan sus representantes
legales; y no pueden comparecer por ellos mismos, sino a través de sus
representantes, los entes colectivos, no obstante que estén en pleno goce de sus
derechos civiles”.

En ese contexto, de ser la personalidad una adecuación de la capacidad de


ejercicio a los aspectos procesales, los autores De Pina Vara y Castillo Larrañaga nos
dicen: “La facultad en virtud de la cual una acción o derecho pueden y deben ser
ejercitados por o en contra de una persona en nombre propio se llama legitimación
en causa, o facultad de llevar, gestionar o conducir el proceso, activa para aquel que
puede perseguir judicialmente el derecho, y pasiva contra el cual éste se ha de hacer
valer”.

15
En cuanto a la necesaria distinción que debe hacerse entre los conceptos
capacidad de ejercicio y legitimación, cabe indicar que en tanto que la primera se
concibe como esa necesaria conjunción o integración de condiciones, que al
adecuarse como una facultad para realizar una actividad procesal se conceptúa
como personalidad, conforme a los términos que antes han quedado precisados, la
legitimación es la aptitud para ejercitar un derecho sustantivo, es decir, es la
facultad exacta o precisa para ejercitar un derecho específico.

1. LA REPRESENTACIÓN JURÍDICA

La representación jurídica que se conceptúa como: la acción y efecto de


actuar a nombre y por cuenta de otro; surge en el derecho positivo como una
institución auxiliar de la incapacidad de ejercicio, respecto de los derechos de los
cuales son titulares las personas físicas que se encuentran impedidas para hacerla
por sí mismas en todos aquellos casos en que lo determina la ley, así como de las
personas morales, para actuar éstas a través de sus respectivos órganos sociales; de
otra forma, es decir, de no existir la representación jurídica, no habría modo de
ejercitar los derechos de los incapacitados o imposibilitados, lo que equivaldría a
tanto como negar la capacidad de goce de éstos.

El Código Civil para el Distrito Federal, regula en principio esta figura de la


representación, en los siguientes artículos:

1697.-El que es hábil para contratar, puede hacerla por sí o por medio de otro
legalmente autorizado.
1698.-Ninguno puede contratar a nombre de otro sin estar autorizado por él o
por la ley.

El tratadista Martínez Alfaro concibe la representación de la siguiente forma:


“Representar es la acción de sustituir a uno o hacer sus veces. Por tanto, la
representación consiste en que una persona, el representante, substituye a otra, el
representado, actuando en su nombre y por su cuenta o únicamente por su cuenta;
dicha actuación se realiza mediante la celebración de actos jurídicos; cuyos efectos
se producen sólo en el patrimonio del representado, como si él hubiera celebrado el
acto que materialmente otorgó el representante”.

En ese contexto, la representación jurídica presupone dos condiciones


fundamentales:

1. Que el representante actúe en nombre del representado o en el suyo propio


y,
2. Que su actuación sea por cuenta del representado.

Estas dos importantes condiciones implícitas en la representación jurídica,


nos las explica el tratadista Rojina Villegas: “El acto jurídico se ejecuta por el
representante en nombre del representado.-Esto significa que es la voluntad jurídica
del representado, aunque no su voluntad psicológica, la que concurre para la validez
del acto jurídico... El acto jurídico se realiza por cuenta del representado. En este
16
caso, el patrimonio del representado resulta afectado reportando las obligaciones
que contrajo el representante; asimismo, ese patrimonio resulta beneficiado
adquiriendo los derechos que nacen del acto jurídico que llevó a cabo éste”.

Ahora bien, la representación jurídica puede ser de dos clases: legal o


voluntaria. La primera, o sea, la representación legal, es aquella que es impuesta
por los ordenamientos vigentes, como una medida necesaria para tutelar intereses
en los casos en que se requiere de una protección por las normas de derecho; en
tanto que, la representación voluntaria es la que nace de un acuerdo de voluntades
entre representado y representante, a través de la figura del contrato de mandato.

Casos en los que la representación legal tiene lugar.

1.- Tratándose de menores o incapacitados;


2.- En declaraciones de ausentes;
3.- En las sucesiones hereditarias y,
4.- En las declaraciones de concursos civiles o mercantiles
En cuanto a la representación voluntaria -que como apuntamos-, nace del
acuerdo entre representado y representante mediante la figura del mandato; puede
ser: 1. Representativa y No Representativa y, 2. General y Especial. Es
representativa cuando el representante o mandatario actúa en nombre propio, pero
por cuenta del representado o mandante y, no representativa cuando actúa a
nombre y por cuenta del representado. Por otra parte, es general cuando el
representante cuenta con las facultades legales para efectuar actos de dominio,
actos de administración y para pleitos y cobranzas y, será especial cuando al
representante se le otorgan una o dos, pero no las tres, de las facultades antes
mencionadas.

B. FORMA
La forma es el elemento de validez de los actos jurídicos consistente en el
cumplimiento a las exigencias para la exteriorización de la expresión de voluntad o
consentimiento de su autor o autores, acorde a los requisitos que para tal efecto
exigen las normas legales.
En atención a este elemento de validez, los actos jurídicos se clasifican en:
formales, consensuales y -en forma por demás excepcional, como sucede en el
caso del matrimonio-, solemnes.

Los actos formales son aquellos en los que la expresión de voluntad o


consentimiento requiere exteriorizarse de manera expresa y por escrito.
Estima el tratadista Rojina Villegas, en cuanto a estos actos formales: “Es
necesario que la voluntad se exprese por escrito para que tengan validez, por lo
tanto, sólo se acepta el consentimiento expreso y por escrito. La voluntad expresada
a través del lenguaje oral o de la mímica no es bastante para los actos formales. El
acto, se considera afectado de nulidad relativa, si no se observa la forma escrita.
Dentro de la expresión escrita caben dos formas: el documento público y el privado.
Se llama documento público al que se otorga ante un funcionario que tenga fe
pública, por ejemplo, ante un notario, ante un secretario de juzgado, un funcionario
administrativo que conforme a la ley esté dotado de fe pública”.
17
Las disposiciones relativas a este elemento de validez en comento del Código
Civil para el Distrito Federal, son las siguientes:

1803.-El consentimiento puede ser expreso o tácito. Es expreso cuando se


manifiesta verbalmente, por escrito o por signos inequívocos. El Tácito resultará de
hechos o de actos que lo presupongan o que autoricen a presumirlo, excepto en los
casos en que por ley o por convenio la voluntad deba manifestarse expresamente.
1832.-En los contratos civiles cada uno se obliga en la manera y términos que
aparezca que quiso obligarse, sin que para la validez del contrato se requieran
formalidades determinadas, fuera de los casos expresamente designados por la ley.
1833.-Cuando la ley exija determinada forma para un contrato, mientras que
éste no revista esa forma no será válido, salvo disposición en contrario; pero si la
voluntad de las partes para celebrarlo consta de manera fehaciente, cualquiera de
ellas puede exigir que se dé al contrato la forma legal.
1834.-Cuando se exija la forma escrita para el contrato, los documentos re-
lativos deben ser firmados por todas las personas a las cuales se imponga esta
obligación.
Sí alguna de ellas no puede o no sabe firmar, lo hará otra a su ruego, y si el
documento fuere privado deberá además ser ratificado el contrato ante Notario o
ante la autoridad judicial: Juez de Primera Instancia, Menor o de Paz.

Consideramos conveniente mencionar que con relación a los actos jurídicos de


la primera categoría, o sean, los formales, el elemento de validez de la formalidad en
muchos casos no tan sólo se circunscribe o limita a que el consentimiento se
exprese por escrito, en virtud de requerirse además, que conste en escritura pública
o privada y ésta se inscriba en el Registro Público; lo cual sucede en todo tipo de
enajenaciones sobre bienes inmuebles, en las constituciones de personas morales de
derecho privado, como lo son las asociaciones civiles, las sociedades civiles y las so-
ciedades mercantiles, en los otorgamientos de poderes, en los testamentos Y otros
casos más. Lo que nos lleva necesariamente a tratar de precisar, distinguiéndolos
entre sí, los conceptos relativos a esas denominaciones de: escrituras públicas y
escrituras privadas.

Conforme a lo anterior, podemos expresar que por escritura pública


debemos entender el instrumento o documento que consta en el protocolo de
un fedatario público, en tanto que por escritura privada, la formulada por las
partes y que no consta en el mencionado protocolo, pero que puede ser
ratificada ante funcionario que tenga la facultad de dar fe pública.

Por otra parte, puede expresarse que los actos jurídicos consensuales son
aquellos en los cuales la ley no exige una forma determinada para su validez,
exteriorizándose la expresión de voluntad o acuerdo de voluntades de manera
expresa o tácita. Por expresa se entiende la manera verbal, escrita o mímica; en
tanto que, por tácita se hace alusión a hechos o actos que hagan presumir la
voluntad o voluntades, sin mediar la palabra o la escritura.

Por último, los actos jurídicos solemnes son aquellos en los que el elemento de
validez forma es elevado al rango de elemento de esencia o existencia, de tal manera
18
que su inobservancia traerá consigo, no la nulidad del acto, sino su inexistencia. En
nuestro sistema jurídico puede decirse que el único acto reconocido como solemne
por las normas vigentes es el matrimonio, en el cual la participación del Estado a
través del Oficial del registro Civil se considera esencial para la integración de este
acto jurídico, según se puede advertir de la lectura del texto que enseguida se
destaca del Código Civil Federal: l46.-El matrimonio debe celebrarse ante los
funcionarios que establece la ley y con las formalidades que ella exige.

C. AUSENCIA DE VICIOS DE LA VOLUNTAD


Con relación a este elemento de validez de los actos jurídicos que se expresa
en sentido negativo, puede expresarse que consiste en que la manifestación de la
voluntad o del consentimiento de que se trate en cada caso, no debe presentar
cualquiera de estos vicios: error, dolo, mala fe y violencia, que puedan afectar,
no a la existencia de los actos jurídicos, sino a su validez; es decir, que estos vicios
no influyan en la integración de la voluntad como elemento esencial del acto
jurídico, pero sí a su eficacia, al grado de que en caso de haber conocido el vicio de
que se trate con anterioridad, la parte afectada no hubiere celebrado el acto.

Determina el Código Civil para el Distrito Federal en vigor, con relación a los
vicios de la voluntad.

l8l2.-El consentimiento no es válido si ha sido dado por error,


arrancado por violencia o sorprendido por dolo.

Con el objeto de conocer este elemento de validez en detalle -ausencia de


vicios de la voluntad o del consentimiento-, procedo al análisis en particular de cada
uno de estos vicios:

1. EL ERROR
Este vicio de la voluntad suele definirse como: “Un falso concepto de la
realidad”. Se concibe como un estado subjetivo en el cual un juicio o idea, no
concuerda con una realidad o verdad objetiva.

El error como vicio de la voluntad que nos ocupa, lo regula el Código Civil
Federal en vigor, a través de sus artículos 1813 y 1814 que a continuación se
transcriben, considerándolo en tres tipos: de derecho, de hecho y de cálculo; y
asimismo, determinando que los dos primeros dan motivo a la nulidad relativa
del acto jurídico, en tanto que el tercero sólo da lugar a una rectificación:

1813.-El error de derecho o de hecho invalida el contrato cuando recae sobre el


motivo determinante de la voluntad de cualquiera de los que contratan, si en el acto
de la celebración se declara ese motivo o si se prueba por las circunstancias del
mismo contrato que se celebró éste en falso supuesto que lo motivó y no por otra
causa.
1814.-El error de cálculo sólo da lugar a que se rectifique.

19
2. EL DOLO

La definición legal, se desprende del Código Civil para el Distrito Federal, ya


que en su artículo 1815, prescribe lo siguiente:

1815.- Se entiende por dolo en los contratos, cualquiera sugestión o artificio que
se emplee para inducir a error o mantener en él a alguno de los contratantes…

En opinión del autor Rojina Villegas, al igual que en el caso del vicio de la
voluntad precedente, el dolo admite una clasificación, al expresar que: “Se admite en
el Código Civil una clasificación del dolo distinguiendo lo que la doctrina ha llamado
dolo principal y dolo incidental. El dolo principal o determinante es el que motiva la
nulidad del acto, porque engendra un error que es a su vez la causa única por la
cual se celebró. El dolo incidental origina un error de importancia secundaria, que a
pesar de conocerse se hubiera celebrado la operación. El dolo incidental, por
consiguiente, no nulifica el acto jurídico”.

Encontramos el fundamento legal a las consideraciones anteriores, respecto al


dolo principal y al dolo incidental, de que nos habla Rojina Villegas, en los artículos
1816 y 1821 del actual Código Civil para el Distrito Federal; disposiciones que al
efecto transcribo:

1816.-El dolo o la mala fe de una de las partes y el dolo que proviene de un


tercero, sabiéndolo aquélla, anulan el contrato si ha sido la causa determinante de
este acto jurídico.
1821.-Las consideraciones generales que los contratantes expusieren sobre los
provechos y perjuicios que naturalmente pueden resultar de la celebración o no
celebración del contrato, y que no importen engaño o amenaza a alguna de las
partes, no serán tomadas en cuenta al calificar el dolo o la violencia.

3. LA MALA FE

Al igual que en el concepto anterior, en el Código Civil para la Ciudad de


México, encontramos una precisa definición de este vicio de la voluntad:

1815 por mala fe, la disimulación del error de uno de los contratantes,
una vez conocido.

En la determinación del concepto mala fe, a mayor abundamiento de lo


expuesto, encontramos las consideraciones del autor Rojina Villegas, siguientes:
“Además del error existe la mala fe, que en el derecho se equipara al dolo. Ésta es la
disimulación de error por parte de un contratante una vez conocido, para que el otro
se obligue, bajo esa falsa creencia; es decir, en la mala fe no se provoca el error,
simplemente el contratante se aprovecha del que advierte en la otra parte, y esta
actitud pasiva para aprovecharse de la otra parte y obtener ventajas indebidas, se
equipara al dolo, por cuanto que también origina la nulidad del contrato, siempre y
cuando el error en que incurrió voluntariamente la parte contratante, sea
20
determinante de la voluntad. Es decir, el dolo es activo; implica maquinaciones o
artificios para inducir a error. La mala fe es pasiva; simplemente se aprovecha un
contratante del error en que la otra parte está incurriendo, y no le advierte de esta
circunstancia, con la dañada intención de aprovecharse de e11a”.

Una observación de gran importancia nos hace el antes citado autor, con
relación al vicio de la voluntad que se analiza: “En cuanto a la mala fe, no obstante
que se equipara al dolo, es que no puede existir de parte de tercera persona. Como
supone una actitud pasiva en que una parte se aprovecha del error en que ha caído
la otra, sólo cuando es el contratante el que conoce ese error y se aprovecha de él,
puede considerarse que hay mala fe; si es un tercero, se requeriría además que
aquél tuviere conocimiento y, por lo tanto, ya la mala fe sería suya”.

En materia de contratos, este vicio de la voluntad que es la mala fe, puede ser
sufrido por una de las partes contratantes, caso en el cual es la única facultada
para promover su nulidad, o bien, puede suceder que resulte atribuible a ambas en
perjuicio de terceros, por lo que, ante esta situación, son éstos los titulares del
ejercicio de la acción de nulidad por esta causa.

4. La violencia
Este vicio de la voluntad lo concebimos como: “La coacción física o moral que
se ejerce en contra de la persona, de su cónyuge o de sus familiares hasta el
segundo grado colateral, con el fin de obtener de aquélla la celebración de un acto
jurídico en contra de su voluntad.
El Código Civil para la Ciudad de México, a través de su artículo 1819, precisa
cuales son el contenido y los alcances de este vicio de la voluntad:

1819.-Hay violencia cuando se emplea fuerza física o amenazas que importen


peligro de perder la vida, la honra, la libertad, la salud o una parte considerable de
los bienes del contratante de su cónyuge de sus ascendientes, de sus descendientes o
de sus parientes colaterales dentro del segundo grado.

De la lectura de los párrafos precedentes se puede advertir que este vicio de


la voluntad que es la violencia, reviste dos modalidades: la física y la moral.
Cuando el atentado contra los valores consagrados en la disposición aludida se
produzca por medio de la fuerza física, la violencia será física y, cuando sea
como consecuencia dé amenazas o intimidaciones, será moral.

D. LA LICITUD
Este elemento de validez de los actos jurídicos, consiste en la no con-
travención a las disposiciones vigentes de interés público, a las buenas costumbres
y al acatamiento de imperativos de conducta.

A través de sus artículos 1830 y 1831, el Código Civil para la Ciudad de


México, hace alusión a este elemento de validez:

1830.-Es ilícito el hecho que es contrario a las leyes de orden público o de las
buenas costumbres.
21
1831.-El fin o motivo determinante de la voluntad de los que contratan, tampoco
debe ser contrario a las leyes del orden público ni a las buenas costumbres.

a. La lesión
Ubicada por unos autores como vicio de la voluntad y por otros como una
conducta carente de licitud, encontramos la figura de la lesión en los contratos,
misma que el Código Civil para el Distrito Federal, regula en la siguiente disposición:

17.-Cuando alguno explotando la suma ignorancia, notoria inexperiencia o


extrema miseria de otro, obtiene un lucro excesivo que sea evidentemente
desproporcionado a lo que él por su parte se obliga, el perjudicado tiene derecho entre
pedir la nulidad del contrato o la reducción equitativa de su obligación, más el pago
de los correspondientes daños.

El derecho concedido en este artículo dura un año.


Asimismo, una observación de trascendental importancia que debe hacerse de
la lesión en los contratos, es que ésta sólo se presenta en los contratos
sinalagmáticos, que son aquellos que revisten las características de ser: bilaterales,
onerosos y conmutativos; lo que significa que dichos contratos: 1. Deben imponer
derechos y obligaciones recíprocos entre las partes, guardando una equivalencia en
sus contraprestaciones; 2. Deben imponer provechos y gravámenes recíprocos y, 3.
Sus prestaciones deben ser ciertas y conocidas por los contratantes.

1.5 Modalidad de los contratos.

Compraventa, arrendamiento, asociación civil, prenda, comodato, etc.

1.6 Cláusulas que deben contener los contratos. (Arts.1839-1850 CCDF)

Los contratantes pueden poner las clausulas que crean convenientes; pero las
que se refieran a requisitos esenciales del contrato, o sean consecuencias de su
naturaleza ordinaria, se tendrán por puestas aunque no se expresen, a no ser que
las segundas sean renunciadas en los casos y términos permitidos por la ley.
Pueden los contratantes estipular cierta prestación como pena para el caso de
que la obligación no se cumpla o no se cumpla de la manera convenida. Si tal
estipulación se hace, no podrán reclamarse, además, daños y perjuicios.
La nulidad del contrato importa la de la clausula penal; pero la nulidad de
esta no acarrea la de aquel.
Sin embargo, cuando se promete por otra persona, imponiéndose una pena
para el caso de no cumplirse por esta lo prometido, valdrá la pena aunque el
contrato no se lleve a efecto por falta del consentimiento de dicha persona.
Lo mismo sucederá cuando se estipule con otro, a favor de un tercero, y la
persona con quien se estipule se sujete a una pena para el caso de no cumplir lo
prometido
Al pedir la pena, el acreedor no está obligado a probar que ha sufrido
perjuicios, ni el deudor podrá eximirse de satisfacerla, probando que el acreedor no
ha sufrido perjuicio alguno.

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La clausula penal no puede exceder ni en valor ni en cuantía a la obligación
principal.
Si la obligación fuere cumplida en parte, la pena se modificara en la misma
proporción.
Si la modificación no pudiere ser exactamente proporcional, el juez reducirá la
pena de una manera equitativa, teniendo en cuenta la naturaleza y demás
circunstancias de la obligación.
El acreedor puede exigir el cumplimiento de la obligación o el pago de la pena,
pero no ambos; a menos que aparezca haber estipulado la pena por el simple
retardo en el cumplimiento de la obligación, o porque esta no se preste de la manera
convenida.
No podrá hacerse efectiva la pena cuando el obligado a ella no haya podido
cumplir el contrato por hecho del acreedor, caso fortuito o fuerza insuperable.
En las obligaciones mancomunadas con clausula penal, bastara la
contravención de uno de los herederos del deudor para que se incurra en la pena.
En el caso del artículo anterior, cada uno de los herederos responderá de la
parte de la pena que le corresponda, en proporción a su cuota hereditaria.

1.7 La teoría de las nulidades aplicada al contrato y las modalidades de éste.

Ver artículos 2224 al 2242 del CCDF.

1.8 Los principios “pacta sunt servanda” y “rebús sic Stantibus”, en el


cumplimiento de los contratos.

Se ha dicho que el contrato obliga a los contratantes y debe ser cumplido sin
excusa ni pretexto, lo que se resume en el principio latino: “pacta sunt servanda”.
Pero, ese cumplimiento ineludible del contrato, ¿debe darse en todo evento, aun
cuando produzca un resultado económico inequitativo e inesperado debido al
cambio imprevisto de las circunstancias que prevalecían cuando se concertó el acto?

Ejemplo Usted se obliga a venderme 100 mil balas de determinado calibre,


cada mes, durante el próximo año, a razón de un peso la unidad.
Dos meses después de celebrado el contrato estalla una guerra civil en el país
y el precio por unidad aumenta sensiblemente.

Usted sólo podría seguir cumpliendo sus obligaciones contractuales con


pérdida y yo, por mi parte, tendré un provecho inesperado, por el aumento
experimentado en el precio comercial de la mercancía. ¿Debe, no obstante,
cumplirse puntualmente el contrato? o, por el contrario, ¿deberá éste ser ajustado a
las nuevas circunstancias?

La teoría de la imprevisión adopta esta última posición al postular que la


fuerza obligatoria del contrato debe ceder y debe hacerse un ajuste de las cláusulas
del mismo cuando el acto se tornó inequitativo por el cambio imprevisto de las
circunstancias.

23
Ese ajuste o revisión del contrato debe ser efectuado por los jueces, quienes
tendrán así el poder de pasar sobre los términos del contrato, para adaptarlo a las
nuevas condiciones económicas y equilibrar las prestaciones, impidiendo que sea
sumamente oneroso para una de las partes y notoriamente favorable para la otra.

Son diversas las denominaciones de la teoría en estudio, entre las más


conocidas encontramos la “imprevisión”, “riesgo imprevisible”, “presuposición”,
imposibilidad de la prestación”, lesión sobreviviente”, “derecho al sobreprecio”.
Podemos definir la cláusula rebus sic stantibus, como aquella cláusula que se
entiende implícita en los contratos para que en el supuesto de ocurrir un evento
imprevisible, que afecte gravemente al deudor para cumplir con su obligación, le
permita rescindir ese contrato.

REQUISITOS

El doctor Isidro Goldenberg considera diversos requisitos para la aplicación de


la cláusula rebus sic stantibus, los cuales son:

a) Que se trate de contratos de trato sucesivo, en donde las prestaciones se


cumplen en forma diferida.
b) El surgimiento de hechos excepcionales, anormales de magnitud suficiente
que afecten a toda una categoría de personas situadas en idénticas
condiciones.
c) Que el evento suscitado no se hubiese previsto ni aun razonablemente.
d) Que el cambio de circunstancias bajo las que se contrato (con motivo del
evento excepcional), imponga a alguno de los obligados un grave sacrificio
para poder cumplir con su obligación.
Cabe señalar que la diferencia de esta teoría con la del caso fortuito, está
en la posibilidad de poder cumplir, pues en este último supuesto las
circunstancias de aplicación implican la imposibilidad material de
cumplimiento con motivo de un evento natural.
e) Que el evento excepcional posterior a la celebración del contrato no se
deba a culpa del deudor sino a causas externas a él.
f) Que el contrato no sea aleatorio, ya que en tal caso el deudor asume
voluntariamente los riesgos y contingencias y se presume que el
contratante convino su contraprestación atendiendo a esa circunstancia.
g) Que se trate de contratos onerosos.
h) Que se trate de contratos conmutativos.

1.9 Efectos del contrato entre las partes y en relación con terceros

En el análisis de todo contrato, es importante precisar los alcances de sus


normas en relación a las partes que en el mismo intervienen, así como a las
personas que sin participar en su celebración, pueden quedar comprendidas en sus
efectos; en otras palabras, conocer el contenido de su ámbito personal, que en

24
principio nos lleva a determinar conceptos fundamentales en materia contractual,
como lo son: partes, terceros y causahabientes.

Al constituir el contrato el medio a través del cual los contratantes se


convierten en propios legisladores, mediante la creación de normas de conducta -en
este caso individualizadas-, luego entonces, se hace necesario establecer y
determinar el alcance de obligatoriedad de dichas normas en cuanto a ellas
mismas como partes, así como a personas físicas y morales que no participan en
su celebración e integración y aquellas que guardan una relación de dependencia
con aquéllas.

Con relación a esas personas que sin participar en un contrato y a las cuales
pueden alcanzar sus efectos, el tratadista Sánchez Medal, considera: “Entre las
partes y los terceros hay tres categorías de personas intermedias: 1) Los
causahabientes a título universal, que son aquellos que suceden a una persona en
todo o en una parte alícuota de su patrimonio, considerado como una unidad de
derecho y compuesto de todos los derechos y obligaciones que no están
estrictamente ligados a dicha persona; 2) Los causahabientes a título particular,
que son aquellos que adquieren de una persona un determinado bien en concreto o
un derecho real sobre el mismo y, 3) Los acreedores quirografarios que son
aquellos que sólo tienen un crédito sin ninguna garantía real en contra de otra
persona”.
1. Partes
Dentro del estudio del ámbito personal de los contratos, a efecto de
determinar sus alcances jurídicos -pues éstos no siempre comprenden tan sólo a
quienes los celebran, como sería en el caso de la concertación por medio de
representantes-, resulta de fundamental importancia establecer o precisar el
concepto: partes contratantes.
Para el autor Sánchez Medal, este concepto de referencia, se puede considerar
en los siguientes términos: “Son partes en un contrato las personas que a la vez han
emitido su voluntad en la policitación o en la aceptación de voluntades de ese
contrato y que son también los titulares del interés jurídico o de la relación jurídica
materia de dicho contrato. Parte en un contrato es la persona titular del interés
o de la relación jurídica materia de ese contrato (parte en sentido material),
aunque no haya sido ella la autora de las voluntades que formó el
consentimiento de dicho contrato (parte en sentido formal)”.

Conforme a lo anterior, por partes en un contrato debemos entender las


personas físicas o morales que al tener un interés jur1dico en el mismo,
habrán de reportar las consecuencias que deriven, aun y cuando no hubieren
tenido una participación formal, pero s1 material, en la integración del
consentimiento.

2. Terceros

En sentido opuesto al de las partes en un contrato, encontramos a los


terceros, que son las personas que no participan en su integración y a quienes,
en estricto rigor, no deben alcanzar sus efectos.
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Literalmente por tercero en un contrato debe entenderse aquella persona
que no ha intervenido de manera alguna en su celebración, que permanece
ajena al mismo.

Puede explicarse lo anterior de una manera más clara y sencilla, en los


términos siguientes: al entender que toda relación entre personas -la que puede ser
de naturaleza contractual, procesal, crediticia o de cualquier otro género-,
necesariamente tiene dos extremos; por ejemplo, en un contrato de compraventa se
forma por comprador y vendedor, en un juicio por actor y demandado, en una
obligación por acreedor y deudor; el tercero en este plano, será aquel que no es ni
uno ni otro de esos extremos de la relación de que se trate, es decir, ni el primero ni
el segundo, o sea, ni comprador ni vendedor, ni actor ni demandado, ni acreedor ni
deudor.

De manera por demás clara y sencilla, el autor Palomar de Miguel, define al


tercero en los siguientes términos: “Tercero es la persona que no es ninguna de
dos o más de quienes se trata o que intervienen en un negocio cualquiera”.

3. Causahabientes

Debe reiterase que aún y cuando en materia de contratos rige el principio de


que éstos sólo surten sus efectos entre las partes que los celebran (res Ínter alios
acta), existen personas que guardan una estrecha relación de dependencia con ellas,
que son: los causahabientes de los contratantes, que en esa situación aparecen
como causantes de los cuales dependen aquéllos.

Esos dos conceptos antes mencionados, el autor Palomar de Miguel, los


explica en términos breves y sencillos: “Causahabiente es la persona que ha
sucedido o se ha subrogado por cualquier título en el derecho de otro u otros.
Causante es la persona de quien procede el derecho que alguien tiene”.

Con relación a este tema, el autor Sánchez Medal expresa: “Los derechos y las
obligaciones dimanadas de un contrato sólo aprovechan o perjudican directamente a
las partes, hayan actuado éstas por sí o por medio de representante suficiente, y a
los causahabientes de ellas a título universal, pero no aprovechan ni perjudican
directamente ni a los causahabientes a título particular de las mismas partes, ni
tampoco a los acreedores quirografarios de ellas... Los causahabientes a título
universal, son aquellos que suceden a una persona en todo o en una parte alícuota
de su patrimonio, considerado como una unidad de derecho y compuesto de todos
los derechos y obligaciones que no están estrictamente ligados a dicha persona...
Los causahabientes a título particular son aquellos que adquieren de una persona
determinado bien en concreto o un derecho real sobre el mismo”.

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1.10 Reglas de interpretación, para el caso de oscuridad en sus cláusulas. (Arts.
1851-1857 CCDF)

Si los términos de un contrato son claros y no dejan duda sobre la intención


de los contratantes, se estará al sentido literal de sus clausulas.
Si las palabras parecieren contrarias a la intención evidente de los
contratantes, prevalecerá esta sobre aquellas

Cualquiera que sea la generalidad de los términos de un contrato, no deberán


entenderse comprendidos en el cosas distintas y casos diferentes de aquellos sobre
los que los interesados se propusieron contratar.

Si alguna clausula de los contratos admitiere diversos sentidos, deberá


entenderse en el más adecuado para que produzca efecto.

Las clausulas de los contratos deben interpretarse las unas por las otras,
atribuyendo a las dudosas el sentido que resulte del conjunto de todas.

Las palabras que pueden tener distintas acepciones serán entendidas en


aquella que sea más conforme a la naturaleza y objeto del contrato.

El uso o la costumbre del país se tendrán en cuenta para interpretar las


ambigüedades de los contratos.

Cuando absolutamente fuere imposible resolver las dudas por las reglas
establecidas en los artículos precedentes, si aquellas recaen sobre circunstancias
accidentales del contrato, y este fuere gratuito, se resolverán en favor de la menor
transmisión de derechos e intereses; si fuere oneroso se resolverá la duda en favor
de la mayor reciprocidad de intereses.
Si las dudas de cuya resolución se trata en este artículo recayesen sobre el objeto
principal del contrato, de suerte que no pueda venirse en conocimiento de cuál fue
la intención o la voluntad de los contratantes, el contrato será nulo.

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