Acorazado Richelieu
Acorazado Richelieu
Acorazado Richelieu
olvidado: El
acorazado Richelieu
y la Segunda
Guerra Mundial”
Desde la época de los grandes navíos de línea, en los siglos XVII y XVIII, y
hasta bien entrado el XIX, con la aparición de las máquinas de vapor y la sustitución
progresiva de la navegación a vela, los grandes imperios coloniales basaron su riqueza y
poder en la columna vertebral de potentes armadas que permitían las comunicaciones
entre la metrópoli y sus lejanas colonias, los intercambios comerciales y la defensa de
tan vitales y extensas rutas transoceánicas. Así, los corsarios ingleses hostigaron durante
décadas los convoyes de galeones españoles que desde las Indias cruzaban el Atlántico
cargados del oro y plata hacia la península, vitales para el mantenimiento de los
costosísimos gastos de la Corona y las guerras que se libraban en innumerables frentes.
El debilitamiento progresivo del control de las rutas, junto con otros muchos factores,
conduciría finalmente a la independencia de las colonias de la América Latina y en un
postrero estertor, a la pérdida de los últimos territorios de ultramar en los episodios de
1898.
Mientras tanto, en España, y tras el desastre naval del 98, nuestra Armada
emprendió un ambicioso plan de rearme y modernización con la Ley de Escuadra del 7
de enero de 1908 y que recibiría su impulso definitivo con la Ley Miranda de 1915,
colocando nuestro poder naval dentro del ranquin de las más modernas del mundo, si
bien a una clara distancia de las principales, aunque con un cierto peso y poderío en el
Mediterráneo hasta el comienzo de la Guerra Civil, situación que se tornaría en
ciertamente preocupante a la finalización de ésta.
Una versión reducida de los Dreadnought británicos fueron la clase España, de
construcción nacional que con una eslora de 140 metros, desplazaban algo más de
16.000 toneladas a una velocidad de 19,5 nudos embarcando como batería principal
ocho cañones Vickers de 305/50 mm en montajes dobles. En la imagen podemos ver al
Jaime I, tercero y último de la serie, gemelo del España y el Alfonso XIII, fondeado en
el puerto de Cartagena.
Saltamos en el tiempo unas dos décadas hasta situarnos en los convulsos años 30.
La aparición de los regímenes fascistas en la Europa de entreguerras, y especialmente,
el desarrollo de la potente escuadra de la Regia Marina Italiana, con la que Mussolini
pretendía satisfacer sus ansias expansionistas por el Mediterráneo, hizo necesario que el
gobierno de París reforzara igualmente su flota con nuevas y modernas unidades. La
serie Richelieu, que originalmente conformarían cuatro unidades, de las que sólo fueron
finalizadas dos (el Richelieu y el Jean Bart) fue diseñada en respuesta a los acorazados
clase Littorio.
Derivados de la clase Dunkerque, más pequeños que éstos, compartían con ellos
una característica muy significativa y es que su batería principal de 381 mm se
distribuía en dos torres cuádruples a proa, mientras que la secundaría de 152 mm estaba
situada a popa de la superestructura y chimenea. Esta curiosa disposición artillera,
distintiva de los acorazados franceses, conllevaba una serie de ventajas e inconvenientes
que a lo largo de su vida operativa quedaron puestos de manifiesto algunas de las cuales
se reseñan a continuación:
Entre las primeras destaca la consiguiente disminución de pesos y aumento de
velocidad, al eliminar dos torres artilleras, dadas las restricciones internacionales
impuestas por el tratado de Washington, en el que se limitaba el tonelaje de las unidades
militares. También hay que destacar, el enorme poder de fuego que presentaba el
acorazado en caza, pues podía disparar describiendo un amplio semicírculo al tiempo
que avanzaba hacia el enemigo; tal combinación de potencia de tiro y velocidad, hacían
del Richelieu, un adversario temible y mortífero.
Pero sus mayores ventajas constituían al tiempo sus principales inconvenientes
en el combate: Así, por ejemplo, si decíamos que toda la potencia de fuego se
concentraba en caza, el acorazado no podía utilizarla en el caso de que sus objetivos se
situaran a popa. Por otra parte, y constituyendo quizás lo que suponía su talón de
Aquiles, era el hecho de que para albergar los cuatro cañones en una sola torre artillera,
hubo de construirse barbetas más grandes de las convencionales con la consiguiente
reducción de blindajes y debilitamiento estructural. Por otra parte, existía el peligro de
que en caso de impacto de un obús, o avería de la propia torre, los cuatro cañones en
ella alojados, quedaban inutilizados para el combate, de modo que el poder artillero de
la batería principal se vería reducido a la mitad de un plumazo, hecho que efectivamente
ocurriría más tarde, tal y como veremos a continuación.
IV.- El Richelieu Vs “las estrellas”
Decía hace un momento, que el Richelieu está considerado como el quinto mejor
acorazado de la Segunda Guerra Mundial, y esto a pesar de tratarse de un gran
desconocido para el público en general, ya que si preguntamos a muchas personas a
cerca de los nombres de algunos de los más famosos buques de guerra que participaron
en el conflicto, casi con toda seguridad que nombres como Bismarck, Yamato o
Missouri, no serán del todo desconocidos debido a la enorme cantidad de bibliografía y
títulos cinematográficos que estas y otras unidades han protagonizado a lo largo de
décadas.
Vamos a realizar ahora una breve mención a cinco de estos famosos barcos, dos
del bando aliado y tres del bando del Eje, estableciendo unas sencillas comparaciones
con el Richelieu.
El acorazado Bismarck.
Orgullo de la Kriesgsmarine
alemana, aunaba una formidable
potencia de fuego, con un
blindaje asombroso que le
permitió hundir al acorazado
británico HMS Hood, buque
insignia de la Home Fleet, con
tan sólo seis andanadas y a siete
minutos de comenzado el
combate, por impacto directo en
los pañoles de las torres traseras
haciendo estallar la cordita allí
almacenada y arrastrando al fondo a sus 1400 tripulantes de los que tan sólo se salvaron
tres. Del mismo modo, cuando el buque alemán fue atrapado por la flota británica, su
blindaje hizo que el combate se prolongara durante horas y curiosamente, el pecio del
mismo manifiesta que se encuentra hundido de una pieza y perfectamente reconocible,
al contrario que su antagonista del que sólo se conservan intactas algunas secciones,
quedando el resto, reducido a un extenso campo submarino de escombros.
El acorazado Yamato. El buque de este tipo más grande jamás construido, pues
pese a ser siete metros más corto que el Missouri, desplazaba más de 72.000 toneladas,
15.000 más que el estadounidense, y esto debido a su formidable coraza y a las enormes
piezas de 460 mm que embarcaba, los cañones navales más grandes jamás construidos.
Orgullo de la Armada Imperial, hay que decir de él que prácticamente no hizo nada
reseñable a lo largo del conflicto pues el alto mando japonés lo protegió especialmente
por temor a la cada vez más poderosa aviación norteamericana que fue extendiendo su
férreo control aéreo desbaratando una vez tras otra, todas las incursiones japonesas.
Cuando se realizaban las
operaciones anfibias para el desembarco
en Okinawa, el alto mando nipón,
decidió utilizar lo que quedaba de la
Flota Combinada Japonesa para atacar a
las unidades allí concentradas. El Yamato
era uno de los buques destinados a esa
misión suicida. Detectado desde su salida
a la mar por submarinos estadounidenses,
el convoy fue atacado a 200 kilómetros
de su objetivo por 386 aviones, siendo alcanzado el coloso por no menos de 8 bombas y
10 torpedos. 2.475 hombres perecieron con él.
De similares características al
Richelieu, aunque ligeramente más
artillado, este navío fue el primer
acorazado italiano que excedió los
límites del tratado de Washington
(35.000 Tons), y asimismo el
primero en instalar sistema de radar.
Por otra parte, se observa que los calibres de las baterías principales rondan
medidas igualmente parecidas, entre los 356 mm y los 406 mm, de nuevo con la
excepción del Yamato que con sus cañones de 460 mm podía lanzar un proyectil de casi
1.500 kilogramos a más de 40 kilómetros de distancia. También se puede añadir que
esta relativa desigualdad de calibres, era a menudo compensada con el embarque de más
cañones, como vemos en el caso del Prince Of Wales, que disponiendo de piezas de
menor calibre, artillaba diez unidades frente a las ocho de 380 mm del Bismarck.
Nombre Eslora Manga Desplaza Velocidad Artillería Artillería
miento Principal Secundaria
Richelieu 248 m 35 m 47.548 Tn 30 nds 8x381 mm 9x152 mm
Como conclusión a este epígrafe, diré que las armadas beligerantes continuaron
con la carrera armamentística de la Primera Guerra Mundial, pretendiendo poner en la
punta de lanza de sus flotas a los más potentes navíos: más rápidos, más blindados y
más artillados pero con una estrategia que los hechos demostraron que había quedado
obsoleta. El rápido desarrollo de los portaaviones y la aviación naval, puso de
manifiesto que los nuevos señores del mar no eran ya los acorazados, herederos de los
antiguos navíos de línea que habían impuesto su ley en los mares, sino la aviación
embarcada con la que las flotas podían extender su poder ofensivo mucho más allá del
alcance de la artillería, por lo que ésta, tal y como he mencionado, quedó relegada al
apoyo de las operaciones anfibias, preparando con sus descargas sobre las unidades
defensoras atricheradas en la costa, los desembarcos de las fuerzas aliadas.
V.- Su historia
La ambigüedad política del gobierno de Vichy, tras la firma del armisticio con
Alemania, provoca el temor de los británicos de que la notable escuadra francesa
anclada en Mers-el-kebir pudiera luchar del lado de las potencias del Eje, de manera que
la Royal Navy decide atacarla a partir del 8 de julio, combates que se prolongarán a lo
largo de la costa hasta el 24 de septiembre, en la batalla de Dakar, en la que finalmente
las fuerzas británicas son rechazadas. Pero el buque francés había sido seriamente
dañado y un certero impacto en su torre principal número 2 había inutilizado la mitad de
su artillería principal, hecho que ya había mencionado anteriormente como uno de sus
grandes defectos de diseño.
Es ahora, para concluir, cuando conviene que recordemos la pregunta que hice al
comienzo de mi exposición: ¿Resulta procedente y en tal caso, útil, cuestionarse el valor
de conocer la historia? En este país tenemos en mi opinión, una historia, que no
solamente merece la pena que conozcamos, sino que además, y concretamente en lo que
se refiere a la historia de nuestra Armada, podemos sentirnos orgullosos de hacerlo. En
una época en la que hablar en estos términos resulta para muchos sinónimo de atraso
intelectual y de pensamiento cuanto menos retrógrado, y a los que así pensamos se nos
tilda con toda suerte de epítetos, que nada tienen que ver con la realidad, en aras de un
progresismo mal entendido, bien podemos reivindicar que dicho conocimiento, nos
servirá para que valoremos aquellas riquezas que el paso de los siglos ha depositado en
nuestras manos, para su conservación y divulgación, y asimismo, los aciertos y errores
de los que hemos sido protagonistas, para aprender de ellos, y construir de este modo,
un estado de derecho en el que se ponga en valor todo cuanto construye y coopera al
enriquecimiento de una sociedad que comparte unos valores y respeta las diferencias.
Muchas gracias.