Conciencia Misionera II PDF
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MISIONERA II
(Volumen II)
ANDRÉS ROBERT
COMIBAM Internacional
CONCIENCIA MISIONERA II
© Andrés Robert
[email protected]
www.concienciamisionera.com.ar
A menos que se indique otra cosa, las citas bíblicas están tomadas de la versión
Reina Valera 1995 © Sociedades Bíblicas Unidas
Índice
Parte I
LA PROBLEMÁTICA MISIONERA EN LA IGLESIA LOCAL
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
1. Primer problema: el desconocimiento de las multitudes
aún no evangelizadas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23
2. Segundo problema: la poca cantidad de misioneros transculturales . 35
3. Tercer problema: centenares de iglesias que no participan
en las misiones transculturales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49
4. Cuarto problema: la falta de recursos abundantes para sostener
misioneros. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 59
5. En búsqueda de la solución al problema financiero. . . . . . . . . . . . . . 65
6. Otras claves para el mismo problema. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 75
7. Dónde está el dinero que reclaman las misiones . . . . . . . . . . . . . . . . 83
Parte II
CÓMO PASAR DEL PROBLEMA A LA SOLUCIÓN
Introducción . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91
8. Un misionero zapatero nos muestra el camino. . . . . . . . . . . . . . . . . . 93
9. La primera conferencia misionera de la iglesia . . . . . . . . . . . . . . . . . 99
10. Dos herramientas excelentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 105
5
Parte III
DOS HERRAMIENTAS ÚTILES Y EFICACES
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115
11. Qué es una Conferencia Misionera Anual . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 117
12 . Cómo se prepara una Conferencia Misionera Anual . . . . . . . . . . . 121
13. Las metas de una Conferencia Misionera Anual . . . . . . . . . . . . . . 129
14. El desarrollo de la Conferencia Misionera Anual. . . . . . . . . . . . . . 135
Parte IV
EL PLAN DE LA PROMESA DE FE
Introducción. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 143
15. Antecedentes bíblico-históricos de la Promesa de Fe. . . . . . . . . . . 145
16. Cuando Dios me enseñó a dar . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151
17. Cómo hacer una Promesa de Fe . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 155
18. Después de la Conferencia y la Promesa de Fe . . . . . . . . . . . . . . . 161
19. Los quince errores más frecuentes . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 165
20. Misión global: cómo llegar hasta lo último. . . . . . . . . . . . . . . . . . . 169
21. Un ejemplo inspirador . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 177
22. ¡SOS misionero! . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 193
Palabras finales . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 199
Escríbame . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 201
6
A quiénes ayudará este libro
DANIEL BIANCHI
Director Agencia Misionera Internacional
9
Dedicatoria
14
Propósitos
16
Sigamos orando y pidiendo por un genuino avivamiento que res-
taure no solo el primer amor, sino también con él la dedicación a la
prioridad número uno, puesto que la suprema tarea de la iglesia es la
evangelización del mundo. Y que la mentalidad y la actitud de Aquel
que dijo: «Mi comida es hacer la voluntad del que me envió y que
acabe su obra» se encarne en cada iglesia y en cada uno de los que
formamos parte del pueblo de Dios.
EL AUTOR
17
Parte I
LA PROBLEMÁTICA MISIONERA
EN LA IGLESIA LOCAL
Introducción
22
C A P Í T U L O 1
Primer problema:
el desconocimiento de las multitudes
aún no evangelizadas
J car y a salvar lo que se había perdido» y para cumplir con esa mi-
sión, entre otras muchas cosas que hizo, debió enfrentarse con
las multitudes necesitadas. Después de haber vivido sus primeros
treinta años de preparación, luego de bautizarse y recibir la unción
del Espíritu Santo, habiendo vencido a su fiero enemigo y tentador
en el desierto, decididamente comenzó a predicar el evangelio y a in-
vitar a sus contemporáneos a entrar en el reino de Dios.
Mateo relata que recorría toda la provincia de Galilea y estaba en
contacto con mucha gente que provenía de Decápolis, de Jerusalén,
de Judea y del otro lado del Jordán. El sermón del Monte (Mateo 5 al
7) fue pronunciado «viendo la multitud», y en una de las citas que
encabeza este capítulo, lo encontramos nuevamente con la visión de
la multitud de seres humanos que lo rodeaban.
23
Jesús y las multitudes
¿Qué sentía Jesús al contemplar las multitudes de su tiempo? Él po-
día apreciar sus profundas necesidades, y la compasión brotaba de
su corazón. No se equivocaba al considerar las condiciones materia-
les y espirituales en que se encontraban. Las veía «desamparadas y
dispersas [«cansadas y abatidas», traduce otra versión], como ovejas
que no tienen pastor». En otras palabras, a punto de ser devoradas
por los lobos de la maldad y el error. Esta descripción parece un eco
de lo que Dios dice en Proverbios 24.11: «Libra a los que son lleva-
dos a la muerte, salva a los que están en peligro de muerte». Detrás
de esta expresión se ha imaginado que estos que son llevados a la
muerte podrían ser comparados con los animales que en un matadero
van en fila por un estrecho pasillo al final del cual los espera un afi-
lado cuchillo, y en un instante más... ¡mueren sin sospechar que iban
a morir! A semejanza de esos animales que ignoran por completo el
destino que les espera, hay multitudes de hombres y mujeres que hoy
se dirigen lentamente a la eternidad, totalmente inconscientes de que
les espera la muerte y la perdición eterna. ¿Podría ser este cuadro
más dramático, más triste y más doloroso?
28
oído vamos a escuchar el llamado de miles de pueblos que con sus
apremiantes necesidades materiales y espirituales por medio de uno
de sus representantes que bien podemos imaginar, nos están rogan-
do, como el varón macedonio: «¡Vengan a ayudarnos!»
¿Dónde están estas etnias, pueblos y tribus necesitadas?
31
do debería leerlo y usarlo. Seguramente le dará una visión mundial
como ningún otro medio.
Hace más de quince años que este verdadero manual de geografía
mundial misionera está en las librerías de nuestro país. Por medio de
él podemos aprender —por ejemplo— que hay en el mundo actual
más de doscientos cuarenta países, y que dentro de ellos conviven al-
rededor de veinticuatro mil grupos étnicos diferentes (tribus, etnias,
pueblos, naciones) y se estima que ocho mil de esos grupos disper-
sos y escondidos en los cinco continentes, que totalizan unos mil
quinientos millones de seres humanos, todavía no cuentan con el mí-
nimo conocimiento de Jesucristo y su gran salvación. ¿Cuál es la ex-
plicación de esta dolorosa situación? Sencillamente, que hasta ellos
todavía no han llegado los misioneros pioneros, por consiguiente to-
davía no hay entre ellos convertidos, ni discípulos, ni iglesia autóc-
tona, ni proclamación del evangelio.
Otro medio, también muy especial, es la Guía mundial de ora-
ción Adopte un Pueblo (etnia).4 Procede de la División Latinoameri-
cana del Centro Estadounidense de Misiones Mundiales, en Pasade-
na, California. Actualmente se publica en varios idiomas y, entre
ellos, en castellano y en la Argentina. Su lectura ayuda a tomar con-
ciencia de las zonas que quedan por evangelizar.
Aparece mensualmente y en cada número expone la situación de
alguna parte del mundo. Por ejemplo, presenta los grupos no alcan-
zados del mundo malayo, los grupos de Mindanao (Filipinas), los
grupos budistas de la China, las tribus, lenguas y castas de Uttar Pra-
desh (India), etnias de la Costa de Marfil (África); los pueblos de
Oaxaca (México), etcétera.
Cada día relata una anécdota de un grupo diferente que habita
dentro de la zona que está mostrando durante el mes; menciona sus
características, necesidades, creencias, cantidad de habitantes, cuá-
les son sus dioses, lo que se está haciendo para alcanzarlos, y lo que
falta por hacer. Menciona cuáles son los temas de oración más ur-
gentes y al pie de la página acompaña cada día una meditación sobre
un pasaje bíblico relacionado con las misiones.
32
La suscripción anual a esta Guía ampliará su visión misionera, le
dará motivos de oración para su devoción personal, reuniones de
oración, culto familiar, etcétera, y le permitirá unir su oración a mi-
les de cristianos que en un mismo día oran por el mismo pueblo y sus
necesidades.
El tercer punto que puede interesar a muchos es conectarse con la
Red Misiones Mundiales (COMIBAM Argentina) que dispone de un
departamento denominado Alcance un Pueblo (AUP)5 que puede ser
consultado por internet y está en condiciones de ofrecer información
actualizada de los pueblos no alcanzados.
Oremos para que, con la bendición de Dios, pastores, líderes, cre-
yentes e iglesias, podamos vencer la ignorancia que todavía prevale-
ce acerca de las multitudes que esperan en lo que Jesús denominó:
«lo último de la tierra», y que el conocimiento que recibamos pro-
mueva la oración y la acción misionera.
5 wwwm.mm comibam.org/departamentoaup.
33
EL CLAMOR MISIONERO
Hay cien mil almas cada día
Que pasan a la eternidad,
Sin Cristo y su amor;
Sin ningún rayo de la luz
Que resplandece de la cruz.
A noche eterna van.
A noche eterna van.
CORO
Sí, pasan, pasan sin cesar,
Los miles sin Jesús
Que al infierno van,
Que al infierno van.
34
C A P Í T U L O 2
Segundo problema:
la poca cantidad de misioneros
transculturales
ALIMOS a la calle en el
mismo centro de Buenos Aires, y pode-
S mos ver una larga fila de personas que se extiende por más de
doscientos metros. ¿Qué hace ese numeroso grupo de hombres,
mujeres, adultos y jóvenes en fila en la puerta de un local comercial?
Están tratando de conseguir trabajo porque una agencia ha publicado
un aviso solicitando un empleado. Hay una sola vacante, ¡y más de
trescientas personas procuran conseguir ese puesto!
35
«No hay vacantes». Esta frase y todo su trágico trasfondo, se ha
convertido en los últimos años en la Argentina en el símbolo de una
dolorosa realidad. Fábricas, grandes empresas, negocios, laborato-
rios y numerosas empresas pequeñas y medianas han despedido a
sus obreros, porque no tienen trabajo.
Médicos, abogados, ingenieros y otros profesionales calificados
se emplean como taxistas, vendedores y otras ocupaciones menos re-
muneradas porque ¡no hay trabajo! Triste vivencia que la globaliza-
ción, la tecnología y otras yerbas han producido en nuestro país.
Pero todo lo contrario ocurre en la Gran Empresa de la obra mi-
sionera mundial. En las oficinas receptoras de las agencias misione-
ras se produce un fenómeno exactamente inverso. Hay muchísimo
trabajo, hay numerosas vacantes, pero relativamente muy pocos
obreros que se ofrezcan. Digámoslo con números concretos: si toda-
vía falta plantar la iglesia en alrededor de estos ocho mil grupos hu-
manos, y suponiendo que decidamos enviar a cada uno de esos pue-
blos, como mí ni mo, un equi po de seis a diez per so nas,
necesitaríamos por lo menos ochenta mil obreros para cumplir me-
diana e inicialmente este objetivo. ¡Hay vacantes! Pero ¿dónde están
los candidatos deseosos de cubrirlas?
Los informes que conocemos dicen que han salido de las iglesias de
la Argentina a los campos del exterior alrededor de seiscientos mi-
sioneros. (Para los líderes que opinan que la cantidad de evangélicos
en nuestro país es de unos tres millones o más, la diferencia entre lo
que podría haber y lo que hay sería mayor todavía.)
Comprendemos el sentir de aquellos hermanos a quienes este
asunto de las cantidades, estadísticas y proporciones no les resulta
muy agradable. Pero tal vez sea oportuno recordar que hay un libro
en la Biblia que se denomina Números, y en él consta que por man-
dato de Dios, Moisés tuvo que contar a todo el pueblo que estaba en
condiciones de salir a la guerra, a fin de conquistar la tierra prometi-
da, y hasta les instruyó acerca del sonido con que deberían tocar las
trompetas para convocar al pueblo a la lucha. Nos preguntamos: ¿se-
rá que el clarín misionero no habrá sonado con suficiente fuerza y
claridad, y por eso muchos soldados del ejército de Dios que debe-
rían estar en el frente de batalla, se han quedado tranquilos en sus
iglesias y en sus casas? No será ni la primera ni la última vez que
esto ocurra; ya sucedió en los tiempos de Débora y Barac (Jueces
38
5.16-18). Hubo tribus que se quedaron, y otras que se jugaron ente-
ras y arriesgaron sus vidas.
Nos parece que tenía razón aquel estudiante que en una de las
conferencias misioneras que se celebraron en Urbana, hace algunos
años, al escuchar un informe sobre la cantidad de habitantes que hay
en el mundo que aún no han escuchado el evangelio, y conocer el
número de creyentes que hay en las iglesias, imprevistamente, desde
la parte posterior del auditorio gritó en alta voz:
—¿Cómo es posible? ¿Cómo es posible que habiendo tantos se-
res humanos que se están perdiendo, haya tan pocos cristianos que
vayan a evangelizarlos?
—Esa es una muy buena pregunta —replicó McQuilkin, el predi-
cador que estaba hablando en ese momento—. De hecho —prosi-
guió—, yo conozco a Alguien que hace esa pregunta diariamente.
—¿Y quién es? —preguntó el estudiante.
McQuilkin entonces, hizo una seña apuntando al cielo, y un pro-
fundo silencio se produjo en todo el auditorio.
¿Cómo es posible?
No ha respondido al llamado
¿Es posible hacer esta afirmación? Admitimos que parece un tanto
atrevida. Tal vez si presentamos la cuestión desde otro ángulo, sea
más fácil entenderlo. La forma de plantearlo sería así: ¿puede un cre-
yente, un hijo de Dios, desobedecer a Dios? ¿Puede una persona que
ha nacido de nuevo obrar carnalmente? ¿Puede alguien que ha expe-
rimentado la salvación ser vencido por las tentaciones y hacer cosas
desagradables a Dios? A estas y a otras preguntas semejantes tene-
mos que contestar afirmativamente. La conversión, la salvación, la
nueva relación que entablamos con Dios al recibir a Cristo, no can-
celan ni anulan el ejercicio de nuestra voluntad.
Numerosos ejemplos consignados tanto en el Antiguo como en el
Nuevo Testamento así lo prueban. Las frecuentes desobediencias del
pueblo de Israel, los casos de Sansón, David y Salomón entre otros.
La negación de Pedro y los ejemplos de Ananías y Safira, de Juan
Marcos y Demas, en ciertos momentos alejándose del camino divi-
namente señalado, nos muestran que no importa cuán espiritual lle-
gue a ser un creyente, puede bajo ciertas circunstancias desobedecer
a Dios y apartarse, aunque sea por breve tiempo. Y cuando esto ocu-
rre, como en el caso de David, puede dar origen a tristes consecuen-
cias que después no se pueden modificar, aunque el pecado haya
sido perdonado, y la comunión con Dios haya sido restaurada.
El misionero G. C. Weiss relata en uno de sus libros9, que cuando
era estudiante en un seminario, uno de los profesores al comenzar
una clase los sorprendió diciendo: «Yo he vivido la mayor parte de
mi vida en la segunda opción u oportunidad [¿el plan B?] que Dios
me ha dado». Seguidamente, se sintió guiado por el Espíritu a con-
tarnos su historia. Nos dijo que en su juventud, Dios claramente lo
había llamado a ser un misionero, pero una equivocada elección en
40
su matrimonio lo desvió del camino; prácticamente se apartó de la
iglesia, se dedicó a los negocios con la idea de hacer dinero, tener
una linda casa y pasarla bien. El Espíritu de Dios siguió hablándole,
pero él no hizo caso de sus indicaciones.
Pasaron los años, hasta que un día recibió en el banco donde tra-
bajaba un llamado telefónico, con una triste noticia. Su hijito se ha-
bía caído de una silla y había fallecido. Inmediatamente sintió que
Dios tuvo que permitir esa amarga experiencia para llevarlo al lugar
de rendición. A solas con Dios reconoció su desobediencia y se rin-
dió para hacer su voluntad. Pero ya era demasiado tarde para ir al
África. Esa puerta se había cerrado para siempre, aunque él sabía
que Dios, una vez claramente lo había llamado.
Clamó a Dios y le pidió que tomara nuevamente su vida. Dios
oyó su oración y le concedió un fructífero ministerio para capacitar y
ayudar a otros a ir a los campos misioneros, pero testificó con lágri-
mas que por desobedecer, había perdido el primer y más excelente
plan que Dios tenía para su vida. ¡Si hubiera obedecido habría sido
un misionero más! Muchas personas han dado un testimonio pareci-
do.
Tan pronto como usted decida llegar a ser un misionero, el enemigo hará todo
lo que pueda para desalentarlo. Procurará que tenga dificultades para juntar el
dinero que necesita para su preparación. Puede hacer que los miembros de su
familia se opongan a su decisión. Si no puede lograrlo de esa manera, él
intentará lo que ha hecho en centenares de casos. Tratará de que usted, una
mujer joven, se sienta atraída por un compañero que no tenga ninguna idea de
llegar a ser misionero, y si usted se casa con él, jamás llegará a cumplir su
llamado. O él procurará que usted, un excelente joven, se enamore de una
señorita que no está pensando en ser misionera, y si usted se casa con ella, allí
termina para siempre su vocación misionera.
Me es imposible decirles cuántas personas de mediana edad han venido a
encontrarse conmigo para decirme: «Dr. Smith, Dios me llamó a la obra
misionera, pero me casé con un hombre que no sentía ese llamado, y ahora
tenemos una familia, estamos en la mitad de nuestra vida y ya es muy tarde.
41
He perdido el plan más excelente que Dios tenía para mí, y debo aceptar su
segundo mejor», y al decir esto, se han puesto a llorar.10
42
más, cada uno de nosotros estaríamos absorbidos por nuestras preocupaciones
y trabajos.
¡Qué noche aquella! Dios obró con poder. El predicador habló de la
evangelización del mundo, de la tarea inconclusa, de cien mil almas que viven,
luchan, sufren y mueren cada día, sin Cristo y sin esperanza. Habló de doradas
mieses que pacientemente esperaban porque no había quién las cosechara. Dijo
que Dios necesitaba hombres que estuvieran dispuestos a dejarlo todo, que
estuvieran prontos aún al sacrificio, y que fueran a anunciar a Cristo.
Luego de la invitación, cuando todo aparentemente concluía, diez jóvenes,
entre ellos tú, respondieron. Recuerdo muy bien tus ojos enrojecidos por el
llanto y tu oración entrecortada por la emoción, y los sollozos. Se lo prometías
todo, se lo dabas todo al Maestro: vida, tiempo, talentos... prometiste ir con él
hasta lo último de la tierra. Los otros también lo hicieron. Ahora todo ha
pasado.
Sé que Carlos es médico y ejerce, Alfredo concluye ingeniería, Margarita se
casó, y Ana María es profesora de matemáticas. De los otros nada sé. No tengo
noticias de que alguno de ellos haya hecho su solicitud para ingresar a algún
seminario o instituto bíblico.
Creí en ti. Durante estos dos años oré por ti cada día. Siempre pensé que tenías
todas las condiciones para ser un siervo de Dios. Te imaginé con tu recia
personalidad, tu voz sonora, tu viril estampa proclamando a Cristo a
multitudes deseosas de oír. Y ahora, todo se acabó, ¿qué quieres que te diga?
Tu decisión me desilusiona y me sume en profunda tristeza. Creo que al
Maestro también.
Eduardo, Dios no necesita tanto abogados, ingenieros o médicos, como
hombres y mujeres que habiéndole rendido sus vidas en una entrega total,
absoluta y definitiva, sean capaces de oír su voz y estén dispuestos a ir donde
Él los envíe. Ante la imperiosa y urgente necesidad de concluir la tarea en esta
hora final, cuando el día declina y la noche viene, créeme, Dios no necesita
otra cosa que segadores, independientemente de que El pueda usar también
otras profesiones.
Sé que esta carta te entristecerá como me entristeció la tuya, mas espero y
ruego al Señor de la mies que sirva para que reconsideres tu decisión. Todavía
estás a tiempo. Obedece al Señor.
Recibe mi aprecio y mis mejores deseos para ti y tu futuro.
Quien te ama,
Ricardo
43
¡Cuántos potenciales misioneros se habrán descalificado por algunas
de las causas que hemos mencionado!
45
mismos y depender del poder del Espíritu porque siendo débiles se han hecho
fuertes. Que se decidan los que están dispuestos a no gloriarse en sí mismos
sino en la cruz de Cristo. Que se decidan los que quieren ser colaboradores con
Dios llamando a los hombres para que se reconcilien con Él. Que se decidan
los que oyendo el llamamiento: «¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?»,
oren, busquen la voluntad de Dios y, finalmente, respondan sin vacilar: ¡Heme
aquí, envíame a mi!13
46
allí, lo transformará, y al volver lo impulsará a compartir con la igle-
sia la visión, la carga, y lo motivará a enseñar y exhortar a la iglesia a
orar y pedir por obreros, recursos y todo lo que sea necesario para
evangelizar a estas comunidades que nunca han oído del amor y la
gracia del Dios verdadero.
3. Predicación y enseñanza bíblica sobre misiones. Una Confe-
rencia Misionera Anual es lo mínimo que toda iglesia evangélica de-
bería realizar. Esta siembra debe hacerse continuamente a fin de pro-
fun di zar la vi sión, las con viccio nes y los compro mi sos. La
consideración de estos temas crea el clima o ambiente espiritual
ideal para que respondan aquellos que Dios está llamando a dedicar
totalmente sus vidas. Este desafío que generalmente se presenta en
los congresos, también debería hacerse en la iglesia local. ¿Cuántos
obreros pediremos al Señor durante este año? La cifra debería figu-
rar en las metas de la conferencia misionera de la iglesia local. De
esto se puede decir lo que Pablo decía de las ofrendas, que: «El que
siembra escasamente [predica pocas veces sobre el llamado a la
obra] también segará escasamente; y el que siembra generosamente,
generosamente también segará».
4. Ejercicio de la fe. Continuamente el Señor exhorta a sus discí-
pulos a ejercitar y desarrollar la fe, y censura duramente la increduli-
dad. Toda la Biblia ilustra las tristes consecuencias de la increduli-
dad y los gloriosos resultados que se logran por la fe. Los israelitas
que por fe salieron de Egipto y por fe cruzaron el mar Rojo, por cau-
sa de su incredulidad vagaron cuarenta años por el desierto y no pu-
dieron entrar en la tierra prometida. Bajo el liderazgo de Josué, por
la fe cayeron los muros de Jericó, por la fe conquistaron reinos y to-
maron posesión de la tierra que Dios les había regalado. El capítulo
11 de Hebreos nos da una lista de las hazañas que hombres y mujeres
realizaron mediante la fe. La pregunta obligada es ésta: como pueblo
de Dios ¿estamos usando adecuadamente este tremendo potencial
que es la fe? Jesús nos dio una idea de lo que ella puede lograr cuan-
do dijo: «De cierto os digo, que si tuviereis fe, y no dudareis, no sólo
haréis esto de la higuera, sino que si a este monte diréis: Quítate y
échate en el mar, será hecho. Y todo lo que pidiereis en oración cre-
yendo, lo recibiréis» (Mateo 21. 21-22).
En Hebreos 11 está escrito que:
47
• Algunos «por la fe conquistaron reinos».
• Algunos «por la fe alcanzaron promesas».
¿Se podrá leer algún día en la eternidad, en la continuación de He-
breos 11 (pues se dice que continúa abierto) que:
• La iglesia A por fe evangelizó a la tribu B.
• La iglesia C por fe sostuvo durante diez años al misionero D
que plantó la iglesia en la etnia E.
• La iglesia F por fe logró que el pueblo G en lo último de la
tierra, recibiera a los misioneros, y se plantara entre ellos una
iglesia.
• La iglesia H por fe logró que el país I, que prohibía la
predicación del evangelio abriera sus puertas y...
48
C A P Í T U L O 3
Tercer problema:
centenares de iglesias que no participan
en las misiones transculturales
E
S VERDAD
participan del propósito de enviar y sostener misioneros con el
fin de evangelizar a los centenares de etnias, tribus, pueblos y
culturas que nunca han escuchado las buenas noticias de la salvación
que Dios provee por medio de su Hijo Jesucristo? Esta pregunta
—que en realidad es una afirmación— pareciera ser una herejía, pero
14 Patrick Johnstone: The Church is Bigger than You Think, Christian Focus
Publications, 1998, pág. 181.
15 David Aléncar: «El ciclo de vida de una iglesia misionera», en Ayudas mi
sioneras, Misiones Mundiales, Santa Fe, Argentina, pág. 3.
16 Mobilizer Magazine, vol. 9:1: citado por Larry Walker, pág. 15.
49
no lo es. Alejandro Duff, el gran misionero que gastó su vida en la
India afirmaba:
Ningún cristiano puede correctamente decir que no cree en las misiones,
porque implicaría decir que no cree en su propia religión. ¿Por qué? Porque la
razón de la existencia de la iglesia como cuerpo de Cristo en la tierra, es el
resultado de la obra misionera mundial.17
50
Si quisiéramos ampliar el tema un poco más, comprobaríamos
que, como la historia de las misiones y la experiencia lo atestiguan,
dentro de la iglesia como cuerpo de Cristo se pueden distinguir tres
componentes que es imposible negar o descartar:
1. La iglesia como congregación local.
2. Las instituciones de enseñanza y capacitación: seminarios, ins-
titutos bíblicos, centros de preparación transcultural, escuelas de mi-
siones, etcétera.
3. Las agencias de envío: investigación, promoción, y acompaña-
miento de los misioneros enviados por las iglesias al exterior.
Cada una de estas tres instituciones forma parte de toda la iglesia
y tienen, cada una de ellas, una contribución definida y particular
que hacer en el proceso de enviar misioneros.
Pero la iglesia local, a la que bien se la ha llamado la plataforma
de lanzamiento de misiones, es evidente que ocupa un lugar irreem-
plazable y debe cumplir una función fundamental. Sin ella la evan-
gelización del mundo no es posible.
G. W. Peters afirma con claridad:
Creemos que estamos en armonía con el pensamiento del Nuevo Testamento si
establecemos que la congregación local de creyentes está en una única relación
con Cristo, y que la asamblea local llega a ser la mediadora y el autorizado
cuerpo de envío del misionero del Nuevo Testamento. Este es un principio
bíblico vital que no deberíamos debilitar, despreciar ni ignorar.20
51
Una parte de la realidad actual
Recordamos que Ralph Winter en un reportaje usó una conocida
comparación para ilustrar la realidad misionera actual. Dijo que se
asemeja a un vaso que está la mitad lleno y la mitad vacío, y advirtió
que siempre es posible enfatizar un aspecto e ignorar el otro. La mi-
tad del vaso lleno significaría el evidente progreso que la obra misio-
nera está experimentando prácticamente en todos los campos del
mundo. En algunos informes se habla de miles de conversiones dia-
rias, centenares de iglesias que se abren cada semana, decenas de mi-
sioneros entrenados y enviados, y muchos datos más. ¡Gloria a Dios
por todo esto! ¡Nos motiva para agradecer y adorar por cada avance
y progreso que se está produciendo en nuestro país, en América lati-
na, y en todo el mundo!
Es un dato bien conocido por todos los que están interesados en
el tema de las misiones, que en los últimos veinte años, este aspecto
fundamental del plan de Dios ha tenido un avance positivo muy im-
portante también en nuestro país. A través de instituciones como la
Red Misiones Mundiales, COMIBAM Internacional, JUCUM, Opera-
ción Movilización, Cruzada Estudiantil, departamentos de misiones
denominacionales como la Unión de las Asambleas de Dios, los bau-
tistas, y otros, se han celebrado muchos congresos misioneros en
distintas partes del país, así como numerosas conferencias misione-
ras en iglesias locales. La enseñanza y predicación de este tema prio-
ritario de la Biblia ha dado sus frutos. Todos estamos agradecidos a
Dios por esta lluvia de bendición sobre la iglesia.
Pero la finalidad de este capítulo es que también nos fijemos en lo
que representa la mitad del vaso vacío. ¿Cuál es esa otra parte? ¿Qué
nos muestra el otro medio vaso?
La cruda realidad pone de manifiesto que si bien es cierto que hay
una cantidad de iglesias que están creciendo y esforzándose para
cumplir con el último mandato de Cristo de proclamar el evangelio
hasta lo último de la tierra, también es verdad que hay un porcentaje
mucho mayor que parece ignorar o pasar por alto este encargo fun-
damental.
Tal vez un ejemplo práctico, puede ilustrar mejor lo que desea-
mos decir. Una importante denominación, la Unión de las Asam-
bleas de Dios, que cuenta con líderes que han tomado a las misiones
52
muy en cuenta, ha tenido el coraje de publicar una estadística en su
revista Edifiquemos sobre el estado y la participación de sus iglesias
en la obra misionera. Ellos hace un tiempo ofrecieron el siguiente
cuadro. Dijeron que sobre mil iglesias que la denominación tenía:
• Cincuenta iglesias ofrendaban y enviaban misioneros.
• Doscientas iglesias hacían algo, pero no de acuerdo con su
potencial.
• Setecientas cincuenta iglesias no apoyaban a ningún
misionero.
Entendemos que estos números han cambiado un poco. En los últi-
mos años (hay más iglesias) las ofrendas han crecido pero también
se nos ha informado que la proporción arriba presentada no ha varia-
do mucho. La pregunta que surge lógicamente es la siguiente: si esta
denominación que entendemos es la que más misioneros ha enviado
al exterior y es también la que, creemos, mayor cantidad de dinero
ofrenda para las misiones está en esta condición, ¿cómo estarán las
otras iglesias o denominaciones? En el mismo artículo citado arriba
se informó que en la Argentina había en ese momento doce mil igle-
sias evangélicas, pero se afirmaba que nueve mil no participaban en
misiones transculturales de ninguna manera.
Roy C. Smith21, un líder de misiones que pertenece a la ACMC y
ha visitado nuestro país en los últimos años, comentó que en los
Estados Unidos hay más de trescientas mil iglesias protestantes de
las cuales:
• Una tercera parte son liberales.
• Una tercera parte están comprometidas con las misiones.
• Una tercera parte no manifiestan ningún interés en las misiones.
La conclusión que podemos sacar de esta fotografía de la mitad del
vaso vacío es la siguiente: si estas cifras son más o menos reales, es-
tamos como peleando una batalla pero ¡con solamente el treinta por
ciento de las fuerzas disponibles! El Dr. John Stott ha expresado un
53
hecho que es muy evidente: «A menos que se movilice toda la igle-
sia, no es probable que la totalidad del mundo sea alcanzada».
Recientemente por una circunstancia especial, tuvimos la oportu-
nidad de visitar en un mismo día domingo la reunión principal de
tres iglesias de distintas denominaciones del Gran Buenos Aires y la
Capital Federal. Participamos del programa completo de cada una y
registramos estos datos que nos llamaron la atención. En ninguna de
las tres se hizo referencia a la obra misionera en el desarrollo del
programa. En ninguna se dio algún informe misionero, tampoco
hubo alguna oración por las misiones. Por lo menos de dos de esas
iglesias sabemos que aportan para el sostén de misioneros, pero no
se los mencionó en ningún momento. Lejos sea de nosotros emitir un
juicio definitivo sobre esta observación, pero nos preguntamos en
cuántas iglesias del país pasará lo mismo cada domingo. Y si habrá
algún domingo en el cual el énfasis sea diferente.
54
las cuales hemos estado encerrados. Dios quiere que la iglesia invada el mundo
(Thomas Wang).24
La visión por la evangelización mundial tiene que ser impartida a los pastores
durante su capacitación teológica (Patrick Johnston).27
55
misionero de su iglesia surgió del pastor». Esto nos hace pensar en la
formación misionera de estos hombres (David Alencar).28
Como en forma pintoresca, alguien lo ha expresado: «El pastor es la
clave o el clavo para la actividad misionera de una iglesia». Es muy
probable, y también es normal que un pastor no sienta que Dios lo ha
llamado para ser misionero. Pero es necesario, fundamental y muy
importante que al concluir su preparación teológica tenga una clara
visión misionera que le permita guiar a su iglesia a participar en pla-
nes y programas que tengan como meta lo último de la tierra, porque
en la dirección que va el pastor, en esa dirección irán también las
ovejas que lo siguen.
El pastor S. Earle Taylor cuenta que le preguntó una vez a un mi-
sionero:
¿Cuál es el más grande obstáculo para la evangelización del mundo?» El
misionero contestó: «No tengo ninguna duda en decir que el más grande
obstáculo reside, no en los peligros que hay en el África, ni en el fanatismo de
los musulmanes, como alguno pudiera pensar. El más grande obstáculo es la
indiferencia que prevalece en muchos miembros de la iglesia; está en el
corazón del cristiano individual.29
Conclusiones
Debemos orar para que:
• La iglesia en su totalidad, como cuerpo, restituya y devuelva
al tema de las misiones el primer lugar, el que ocupó en la
iglesia de la primera centuria.
• Los seminarios e instituciones de educación teológica
coloquen a las misiones en el lugar prioritario y central, que
es el que tienen en el corazón de Jesús, y el que tuvieron en la
teología de la iglesia primitiva.
• Los pastores capten la visión misionera (Lucas 24.45) para
que, aunque ellos hayan sido llamados a un ministerio
diferente, sean fieles en enseñar, dirigir y apoyar a las iglesias
56
que pastorean en el cumplimiento de la evangelización
mundial.
• Que las iglesias venzan el egocentrismo que les impide ver y
actuar como Cristo ordenó y que el Espíritu Santo pueda
usarlas para ir lejos a los pueblos que nunca han oído el
mensaje.
• Que cada iglesia llegue a ser una iglesia enviadora como la de
Antioquía, y que apoye y sostenga misioneros como lo hizo la
iglesia de Filipos.
57
C A P Í T U L O 4
Cuarto problema:
la falta de recursos abundantes para
sostener misioneros
C
UANDO
vez a las ovejas perdidas de la casa de Israel, les dio instruc-
ciones precisas para cumplir esta misión, y entre ellas les or-
denó que no llevaran consigo dinero, ni provisiones, ni ropas, porque
como Él mismo declaró: «El obrero es digno de recibir su salario».
Al parecer, Él contaba con la tradicional hospitalidad de los hogares
judíos para suplir sus necesidades. Se daba por sentado que aquéllos
que los recibieran en sus casas, les proveerían de comida, hospedaje
y cualquier otra cosa necesaria. Cuando un tiempo después Jesús les
preguntó si en esa salida evangelística les había faltado algo, ellos
respondieron que no les había faltado nada. El plan para proveer a
sus necesidades de ese momento, y en ese país, dio buen resultado.
Esta orden estaba diseñada en parte para que sus discípulos
aprendieran desde el comienzo de su formación a confiar en Dios
59
para la provisión de sus necesidades. En ese sentido, mantiene su va-
lidez para todos los que son llamados a dedicar sus vidas a extender
el reino de Dios. Es evidente que en esa ocasión, el Señor se valió de
la instrumentalidad y generosidad de su pueblo.
Desde la antigüedad Dios fue un fiel proveedor para Israel y para
sus siervos. Está escrito que cuando ellos salieron libertados de
Egipto, Dios les envió alimentos durante los cuarenta años que estu-
vieron en el desierto. Cuando poseyeron la tierra de Canaán fueron
prosperados, y los sacerdotes y levitas recibían su sustento a través
de las ofrendas de las familias de Israel. Los tiempos, las costumbres
y las culturas han variado a través de los años, y aunque Dios conti-
núa siendo el proveedor de todos los recursos que se necesitan, se
nota frecuentemente, que para muchos proyectos misioneros faltan
los medios necesarios. Entonces se impone la pregunta: ¿Por qué
muchos siervos de Dios que han experimentado un claro llamado y
se han preparado para ir como misioneros a pueblos no alcanzados,
ven demorada y a veces impedida su partida por falta de dinero?
63
C A P Í T U L O 5
En búsqueda de la solución al problema
financiero
65
que necesiten». Y si insistimos preguntando cuáles son esas claves,
en sus palabras probablemente nos diría, en primer lugar.
Nehemías fue otro hombre que Dios usó para restaurar el cumpli-
miento de las leyes al volver del destierro de Babilonia, y entre ellas
se menciona la entrega de los diezmos (Nehemías 10.37-38).
73
«¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?»
(Lucas 6.46).
La obediencia gozosa a esta sencilla ley proporcionaría abundan-
tes recursos ya destinados por Dios para las misiones.
74
C A P Í T U L O 6
Otras claves para el mismo problema
C
REEMOS
ción con las riquezas o bienes materiales que nos confía y que
deberían gravitar con fuerza para proveer dinero para la obra
misionera mundial, sería la instrucción que el dio en el sermón del
Monte a sus discípulos con referencia al manejo de nuestras riquezas.
Jesús no nos entregó un tratado académico calculado meramente para
estimular nuestro intelecto. Creo que su intención al pronunciar el sermón del
Monte fue que éste se obedeciera. Por cierto que, si la iglesia aceptara en
forma realista las normas y valores de Jesús tal como aquí se exponen, y
viviera por ellos, sería la sociedad alternativa que Jesús siempre se propuso
que fuera y ofrecería al mundo una auténtica cultura cristiana.33
Oswald Chambers dice que:
75
«Las enseñanzas del Sermón del Monte producen desesperación en
el hombre natural —y comenta en otro lugar que—: las verdades
contenidas en el mismo, a primera vista despiertan admiración, pero
obedecerlo y ponerlo en práctica es una imposibilidad para quien no
haya nacido de nuevo».34
¿Cómo se explica esta imposibilidad? La respuesta bíblica es
simple. La Biblia enseña que todos hemos nacido en este mundo
como miembros de una humanidad esclavizada por el pecado, y por
lo tanto nos es difícil responder a estas demandas de Cristo antes de
experimentar el poder del evangelio, por el cual somos: «librados de
la potestad de las tinieblas y trasladados al reino de su amado Hijo»
(Colosenses 1.13). En otras palabras, hemos cambiado de reino.
Esto, unido al hecho de que por la fe en Cristo hemos nacido de nue-
vo y por nuestra unión con Él somos nueva criatura (2 Corintios
5.17), y formamos parte de una nueva humanidad. Según el lenguaje
de 2 Pedro 1.4: «Hemos sido hechos participantes de la naturaleza
divina», y por tal razón, ahora tenemos una mentalidad diferente y la
potencialidad necesaria para actuar de una manera distinta.
Para todos los que han experimentado esta nueva vida y forman
parte del reino de Dios, Jesús, su legítimo e indiscutido rey, expone
en el sermón del Monte lo que alguien ha denominado la «platafor-
ma del reino», o sea los principios éticos que deben gobernar la vida
y la conducta de sus seguidores.
Los seguidores de Jesús afirma John Stott deben ser diferentes.
Diferentes, tanto de la iglesia nominal como del mundo secular. El sermón del
Monte es la delineación más completa de la contracultura cristiana que existe
en el Nuevo Testamento. Aquí hay un sistema de valores cristianos, una ética
de devoción religiosa, de actitud hacia el dinero, de aspiraciones de estilo de
vida y gama de relaciones del cristiano, todos y cada uno de los cuales están
totalmente en discordancia con los modos del mundo no cristiano. Y esta
contracultura cristiana es la vida del reino de Dios, una vida plenamente
humana en verdad, pero vivida con eficacia bajo el régimen divino.35
76
Jesús y las finanzas
¿Qué es lo que Jesús tiene que decir sobre el dinero a sus súbditos?
Estas significativas palabras:
No amontonen riquezas aquí en la tierra, donde la polilla destruye y las cosas
se echan a perder, y donde los ladrones entran a robar. Mas bien amontonen
riquezas en el cielo, donde la polilla no destruye, ni las cosas se echan a perder
ni los ladrones entran a robar. Pues donde está tu riqueza, allí estará también tu
corazón (Mateo 6.19 21).
El Dr. Stott interpreta este mandato de Jesús de la siguiente manera:
«Es importante encarar leal y honestamente la cuestión. ¿Qué prohi-
bía Jesús al decirnos que no hiciéramos tesoros para nosotros en la
tierra?» Puede ser útil comenzar haciendo una lista de lo que Él no
prohibía (ni prohíbe):
En primer lugar, no censura a las posesiones en sí mismas (las
Escrituras no prohíben en ninguna parte la propiedad privada).
En segundo lugar, no se prohíbe a los cristianos ahorrar para el
futuro o para imprevistos, o en relación con ello, tener una póliza de
seguro de vida, que es un tipo de ahorro obligatorio autoimpuesto.
Por el contrario, las Escrituras alaban a la hormiga que almacena en
el verano la comida que necesitará en el invierno, y declaran que el
creyente que no provee para su familia es peor que un incrédulo.
En tercer lugar, no debemos despreciar, sino por el contrario dis-
frutar, las cosas buenas que nuestro Creador nos ha dado en abun-
dancia para que las disfrutemos.
De modo que ni tener posesiones, ni proveer para el futuro, ni
disfrutar de las dádivas del buen Creador están incluidas en la censu-
ra de la acumulación de tesoros en la tierra.
¿Qué se prohíbe entonces? Lo que Jesús prohíbe a sus seguidores
es la acumulación egoísta de bienes;36 la vida extravagante y opulen-
ta, la dureza de corazón que no siente la necesidad colosal de los des-
heredados del mundo, la fantasía insensata de que la vida de una per-
sona consiste en la abundancia de los bienes que posee, y el
materialismo que ata nuestros corazones a la tierra. Porque el ser-
món del Monte se refiere repetidamente al corazón, y aquí Jesús de-
77
clara que nuestro corazón siempre va a donde está nuestro tesoro,
sea abajo en la tierra o arriba en el cielo.
¿Qué significa, entonces, hacer tesoros en el cielo? El mismo au-
tor citado continúa:
Jesús no lo explica, aunque con seguridad podemos decir que «hacer tesoros
en el cielo» es hacer en la tierra cualquier cosa cuyos efectos duran por la
eternidad... Estos tesoros parecen más bien referirse a cosas tales como: el
desarrollo del carácter semejante a Cristo (ya que todo lo que podemos llevar
al cielo es nuestro propio ser); el aumento de la fe, esperanza y caridad, que
todas dijo Pablo «permanecen»; crecimiento en esfuerzo activo (mediante
oración y testimonio) de presentar a otros a Cristo, para que puedan también
heredar la vida eterna; y el uso de nuestro dinero en causas cristianas, que es la
única inversión cuyos dividendos son perdurables. Jesús parece decirnos: «Si
estás buscando una inversión segura, ninguna podría ser más segura que ésta»;
es el único valor de inversión de la más alta calidad, cuyo brillo nunca se
opacará.
La única manera de atesorar en el cielo es invertir nuestro dinero en
lo que va al cielo. La casa, el automóvil, las propiedades, estas y
otras cosas materiales que a veces es necesario tener y usar, no irán
al cielo. Las almas de quienes hayan sido alcanzados con el biena-
venturado evangelio de Cristo, sí irán al cielo. Entonces invirtamos
nuestros bienes en la salvación de miles de seres humanos que nunca
han oído las benditas noticias del amor y la gracia de Dios.
Stott nos aconseja usar el dinero para apoyar causas cristianas.
¿Es necesario decir que a la cabeza de la lista de esas causas está el
mandato de ir a predicar hasta lo último de la tierra, o sea la obra mi-
sionera mundial?
Algunas preguntas, tal vez podrían ayudar a profundizar este
tema. Teniendo en mente las instrucciones que Jesús da en el sermón
del Monte:
1. ¿Tendría que haber diferencia entre la manera de invertir dine-
ro de un cristiano y uno que no lo es?
2. Este mandato de Jesús de «amontonar riquezas en el cielo» ¿es
tenido en cuenta por los creyentes a quienes Dios ha honrado con
abundantes riquezas materiales?
3. ¿Se nota claramente que los cristianos inviertan las remesas
más importantes en los proyectos que se acreditan «en el cielo»?
78
Los cristianos, mayordomos de Dios, debemos agradecer esta re-
comendación de Jesús, en cuanto al banco donde más nos conviene
invertir.
Y si lo escuchamos, y resolvemos sabiamente, destinaremos re-
mesas más abundantes a los proyectos que apuntan a la salvación de
las almas, dando prioridad a los programas más urgentes, o sea a los
involucrados en la evangelización de las etnias no alcanzadas.
Pedid y se os dará
He aquí otra de las grandes promesas de Dios que está a nuestra dis-
posición. Pero conviene que nos preguntemos ¿qué cosas podemos
pedir basándonos en estas palabras de Jesús? Casi podríamos decir
que cualquier cosa que necesitemos: trabajo, salud, alimentos, ayuda
en momentos difíciles, solución para problemas, dinero, etcétera.
Casi no podemos pensar en algo que no se pueda pedir. Pero ¿no es
verdad que generalmente relacionamos esta promesa, y lo que pedi-
mos, con nuestras necesidades personales y familiares, y pocas ve-
ces la usamos para reclamar recursos para la extensión del reino de
Dios?
Por ejemplo, imaginemos que Dios pone sobre el corazón de una
iglesia a cierto pueblo, etnia o tribu que está en el Amazonas, o en el
África. Ese grupo de creyentes que ora frecuentemente por la obra
misionera, ha llegado a la convicción de que es la voluntad de Dios,
que ellos se ocupen de la evangelización de esa población. Hacen un
estudio de ese pequeño lugar, se informan de sus características, su
cultura, su religión, la cantidad de familias, de habitantes, etcétera.
Finalmente, elaboran un presupuesto de lo que les costará instalar un
misionero con su familia, y cuánto costará sostenerlo, digamos por
80
cinco años consecutivos. ¿Cómo hacen los hermanos de esa iglesia
para reunir el dinero que necesitan para cumplir con este proyecto
que están convencidos que es la voluntad de Dios para su congrega-
ción? ¿No debería ser lo normal pedir a Dios los recursos que se ne-
cesitan para hacer algo que él claramente ha mostrado que se debe
hacer?
Frente a una situación como esta, una de las reacciones más co-
munes es responder: «Para llevar a cabo la evangelización de este
grupo no tenemos dinero. Es demasiado lo que se necesita. Espere-
mos que lo haga otra iglesia u otra misión». ¡Como si Dios alguna
vez nos hubiera mandado hacer una tarea sin facilitarnos los recur-
sos que necesitamos y que Él claramente ha prometido dar si los pe-
dimos!
Pero la reacción suele ser muy distinta si se trata de conseguir di-
nero para comprar una casa, un automóvil, hacer un viaje costoso, y
para muchas otras demandas que tienen como centro a nuestra perso-
na o nuestra familia. En esos casos, «Pedid y se os dará», «todo lo
que pidiereis en mi nombre yo lo haré», y otros versículos parecidos,
aparecen en nuestra mente y en nuestras oraciones con facilidad.
Lo que intentamos señalar es que los inconmensurables recursos
de Dios están a disposición de la iglesia para cumplir los más caros
deseos que Él tiene para con este mundo. Sus numerosas promesas
ponen esos recursos a nuestra disposición. Pero nuestra tendencia
natural es pedir para nosotros con más frecuencia que para comple-
tar la tarea que se nos ha encomendado.
Muchas promesas, desde las páginas de la Biblia, relativizan
nuestras necesidades y desafían nuestra incredulidad, como por
ejemplo:
• Mateo 6.33: Pongamos el Reino en primer lugar, y todas esas
cosas que consideramos tan necesarias e importantes, las
recibiremos como una «yapa», o como se dice ahora, un
«plus».
• 2 Corintios 9.8: Dios es poderoso para que tengamos todo lo
que necesitemos, y nos sobre para «toda buena obra» (de las
cuales la obra misionera es la prioritaria).
81
• Malaquías 3.10: Dios promete derramar bendición hasta que
sobreabunde.
• Filipenses 4.19: De sus riquezas maravillosas, mi Dios les
dará por medio de Jesucristo «todo lo que les haga falta»
(¡para concluir la misión!)
Conclusión
¿Ha contestado Jesús la pregunta que le hicimos sobre dónde está el
dinero para la obra misionera? ¿Qué tal si repetimos resumidamente
sus respuestas?
Habrá dinero más que suficiente si:
1. Ejercemos con dignidad nuestra función de mayordomos sobre
todo lo que ha sido puesto bajo nuestra administración, observando
la prioridad que tiene el reino de Dios, y dentro de él, la obra misio-
nera.
2. Con una actitud de fe, obediencia y gratitud, damos a Dios los
diezmos de todo lo que nos da.
3. Como súbditos del reino de Dios, empleamos el dinero según
las directivas que Jesús dio en el sermón del Monte.
4. Reclamamos las promesas que nos ha dado, a través de las cua-
les pone a nuestro alcance todo lo que necesitamos para terminar la
tarea.
82
C A P Í T U L O 7
Dónde está el dinero
que reclaman las misiones
84
usted a Dios la más grande y jugosa de las manzanas o le entregará
solamente las sobras?37
Seria muy importante averiguar, de cada cien miembros de una
congregación, ¿cuántos estarán procediendo con el diezmo como
hizo el hombre de esta parábola?
Mientras este vocablo bíblico (diezmo) siga siendo una mera palabra en la
Santa Biblia; mientras creyentes en general sigan desdeñando el sabio plan de
Dios para el sostenimiento de su obra en la tierra, y a despecho de tantas
prudentes indicaciones quieran establecer su propio sistema en la recaudación
de dinero para la extensión del reino de Cristo en el mundo; mientras todo esto
ocurra y el diezmo quede relegado por tacañería, convencionalismo, prejuicio
doctrinal, etcétera, las iglesias podrán tener sus tesorerías, podrán seguir
votando sus mezquinos presupuestos, pero la pobre viuda que Jesús observó
(Marcos 12.43 44) que tal vez no ha gozado de los privilegios que nosotros
tenemos, que tal vez nunca aspiró a ningún cargo oficial en el templo, ni
conocía teología, ni sabía leer, seguirá haciendo sombra sobre nuestra vida de
cristianos, pues ella, movida por el poderoso resorte de la fe en Dios,
consideraba humilde y sabiamente que la peor ofensa que podía hacerle a su
Señor era echar las sobras en el arca de las ofrendas.38
85
iglesia. Como en muchas iglesias de nuestras áreas, había habido mucho
progreso entre los creyentes y no siempre esto es tenido en cuenta. Se buscó
primero promediar el numero de familias que tuvieran ingresos seguros. Luego
se calculó el promedio de ingresos de esas familias. Se buscó más bien ser
pesimistas en el cálculo evitando que un desmesurado optimismo provocara
cifras equivocadas. Descubierto el valor promedio de ingresos mensuales se
llegó al ingreso total anual. Lograda esa cifra, se procuró ver cuál seria el
diezmo de toda la congregación.
Allí descubrimos la gran sorpresa. La iglesia tenía un presupuesto de tres
millones de pesos, y los cubrían sin problemas. Pero el diezmo real de la
congregación que descubrimos era de ¡diecisiete millones! Esto es una muestra
del potencial de nuestras congregaciones. Dinero del Señor que no llega a la
iglesia donde se necesita y se queda en mayores cantidades en nuestros
hogares, utilizando así lo que no es nuestro.
86
cosa sino confirmar que los recursos para completar el plan global de
evangelización están dentro de las iglesias y deben ser detectados y
puestos a disposición de los misioneros pioneros que urgentemente
los necesitan para llevar a cabo su tarea.
Conviene hacer notar que casi toda la explicación y los datos que
hemos presentado hasta ahora toman como base o punto de referen-
cia solo el diezmo. Pero como alguien bien ha expresado: «El diez-
mo es el piso y no el techo». Más todavía, algunos expertos en finan-
zas han expresado que cuando hablamos de mayordomía, no
deberíamos incluir el diezmo, pues sobre eso no tenemos nada que
decidir, ya que está establecido. Es decir, es lo mínimo que debería-
mos dar. Lo cual para el buen entendedor, significa que si dando los
diezmos se pueden reunir cantidades de dinero abundantes y volumi-
nosas, ¿cuánto más se podría recaudar si como mayordomos del res-
tante noventa por ciento, nos dispusiéramos a destinar partidas im-
portantes de nuestros presupuestos personales para usar el dinero
que el Señor nos ha confiado, en aquel programa que está en el mis-
mo centro del corazón de Dios: la rápida evangelización del mundo?
87
FIEL MAYORDOMO SERÉ
CORO
Todo buen don viene del Señor
¿Cómo negarlo podré?
Fiel mayordomo de Cristo seré,
Y un día «Fiel siervo», oiré.
88
Parte II
CÓMO PASAR DEL PROBLEMA
A LA SOLUCIÓN
Introducción
92
C A P Í T U L O 8
Un misionero zapatero
nos muestra el camino
95
2. Un compromiso, estructurado a través de la formación de la
Sociedad Bautista Misionera, a la cual cada uno debía suscribirse
aportando como mínimo la mitad de una guinea.
97
C A P Í T U L O 9
La primera conferencia
misionera de la iglesia
E
S EVIDENTE
nuado —como si fuera una crónica o un acta— de los mensa-
jes, talleres y plenarias de esta conferencia. Pero, como espera-
mos demostrar, contamos con muchos datos que nos permiten hacer
una aceptable reconstrucción del intenso programa del que participa-
ron Jesús y sus discípulos durante los cuarenta días que duró esa im-
portante convocatoria.
Aunque no hubo un programa impreso, ni un orden del día, al ob-
servar los siguientes detalles tal vez descubramos que sí existió pro-
grama y orden:
99
INFORME
1. TEMA GENERAL (en el corazón del Señor)
Predicar el evangelio del Reino en todo el mundo, para testimonio a todas las
naciones (etnias, Mateo 24.14).
2. RESERVA DE FECHA
«Cuando yo resucite, los volveré a reunir en Galilea» (Mateo 26.32, VP).
3. SECRETARIO Y PROMOTORES
Un ángel del Señor y uno o más ayudantes celestiales, anunciaron que Cristo
había resucitado y convocaron a asistir al encuentro (Mateo 28.2 7; Marcos
16.7; Lucas 24.4 7).
4. INVITACIÓN ESPECIAL
«Decid a Pedro» (Marcos 16.7).
5. CONVOCATORIA
«Id... va delante de vosotros a...» (Mateo 28.7).
6. FECHA
Comenzó el primer día de la semana en que Jesús resucitó y prosiguió hasta el
día y momento preciso en que Él ascendió al cielo (Lucas 24.1; Hechos 1.9).
7. DURACIÓN
Clases, diálogos, encuentros, mandatos y explicaciones durante cuarenta días
(Hechos 1.3).
8. DIRECTOR GENERAL
Jesucristo (Mateo 28.20; Juan 13.13).
9. LUGARES UTILIZADOS
Mayormente un monte de Galilea (Mateo 26.32; 28.10; Marcos 14.28) pero
también otros sitios:
Jerusalén, donde los discípulos estaban reunidos (Lucas 24.33, 36 49).
El monte donde Jesús les había ordenado (Mateo 28.16).
Junto al mar de Tiberias, con desayuno gratuito incluido, servido por el
mismo Señor (Juan 21.1 13).
El monte del Olivar en Betania, cerca de Jerusalén (Lucas 24.50; Hechos
1.12).
10. SERVICIO DE COMIDAS
Pescado asado con postre de miel (Lucas 24.42).
De desayuno: pescado a la parrilla con pan caliente (Juan 21.12 13).
Otras comidas y bebidas (Hechos 10.41).
11. LIBRO DE TEXTO
Las Sagradas Escrituras (Lucas 24.32, 44 45).
100
12. PLAN BÁSICO
Consideración del plan divino de salvación que, según la síntesis de Lucas
24.46 47, se compone de dos partes necesarias e irreemplazables:
Primera parte: Cristo debía morir y resucitar (¡cumplida!).
Segunda parte: los discípulos debían predicar en su nombre el
arrepentimiento y el perdón de los pecados (¡a realizar!).
13. TEMARIO A CONSIDERAR
La evangelización mundial.
La Gran Comisión, que incluye: qué hacer, cómo, cuándo y dónde.
a. La predicación del evangelio del Reino:
Arrepentimiento (Marcos 16.15 16).
Perdón de pecados (Lucas 24.47).
Recepción del Espíritu Santo (Hechos 2.38).
Hacer discípulos; a los que creen, bautizarlos; formar iglesias, y enseñarles
todo lo que el Señor mandó (Mateo 28.19 20).
b. Modelo y estrategia:
«Como el Padre me envió a mí, yo los envío a ustedes»; es decir, en los
mismos términos y condiciones (Juan 5.30; 20.21).
c. Dónde llevar a cabo la misión: en cada pueblo, aldea, ciudad, etnia, nación,
y a cada persona (Marcos 16.l5).
Simultáneamente: Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra
(Hechos 1.8).
d. Provisión segura e infinita:
La Palabra de Dios, viva y eficaz (Hebreos 4.12).
La presencia, poder y dirección del Espíritu Santo (Hechos 1.8).
«Yo mismo prometió Jesús estaré con ustedes todos los días hasta el fin
del mundo» (Mateo 28.20).
14. RESULTADOS OBTENIDOS
Por medio de esta conferencia se vencieron:
Temores (Mateo 28.5; Marcos 16.8; Lucas 24.37).
Dudas (Mateo 28.17).
Sustos (Marcos 16.6).
Tristezas y lágrimas (Marcos 16.10; Lucas 24.17).
Miedo (Juan 20.19).
Ignorancia (Hechos 1.6 7; Lucas 24.45).
También se logró:
Paz (Lucas 24.36; Juan 20.21).
Gozo (Lucas 24.41, 52).
Entendimiento (Lucas 24.45).
101
Fe (Juan 20.8, 27).
Autoridad (Mateo 28.19 20).
Ministerio (Juan 21.15 17).
Llamado (Juan 21.19).
Mandato (Marcos 16.15 16).
El Espíritu Santo (Juan 20.22; Hechos 1.8).
Su presencia (Mateo 28.20).
Hubo respuestas de:
Alabanza (Lucas 24.53).
Adoración (Mateo 28.17; Lucas 24.52).
Oración (Hechos 1.14).
Obediencia (Marcos 16.20).
15. ASISTENCIA
Los once discípulos (Mateo 28.16).
Los que estaban con los once (Lucas 24.33).
¿Los ciento veinte? ¿O algunos de los ciento veinte? (Hechos 1.12 15,
21 22).
Más de quinientos hermanos a la vez (l Corintios 15.6).
16. OBJETIVO LOGRADO
«Ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor, y
confirmando la palabra con las señales que la seguían» (Marcos 16.20).
17. CRONISTA
Lucas, el médico amado (Lucas 1.1 4; Hechos l.1 2).
18. ENTREVISTAS PERSONALES
A María Magdalena (Juan 20.11 18).
A Pedro (Lucas 24.34; l Corintios 15.5).
A Jacobo (l Corintios 15.7).
A Tomás (Juan 20.26 29).
l9. RECOMENDACIÓN FINAL
«Enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado».
103
C A P Í T U L O 10
Dos herramientas excelentes
En la obra del Señor debemos probar y usar todos los métodos. (Carlo
s H. Spurgeon)
Desde la cuna hasta la tumba, los seres humanos somos imitadores.
(Norman Lewis)
Yo estoy convencido de que el modelo es bíblico y práctico, y si es
seguido en cualquier iglesia normal demostrará ser eficaz. (G.
Christian Weiss)
Aprendemos mejor y más rápidamente observando modelos. (Rick
Warren)
106
con la cantidad de miembros que tenía la iglesia? Para cada
una de estas posibles explicaciones la respuesta era una
rotunda negativa, porque Weiss conocía la congregación
bastante bien, lo que le permitía llegar a tal conclusión.
Herramientas eficaces
Estos eran, sin duda alguna, los factores que hicieron de tal congre-
gación, una iglesia misionera sobresaliente. Para verificar su descu-
brimiento, Weiss siguió averiguando: ¿hay otras iglesias que em-
plean este mismo procedimiento? Y si es así, ¿cuáles son los
resultados que obtienen? De esa manera observó los programas mi-
sioneros de otras congregaciones. El resultado de esa consulta lo
convenció del hecho de que una Conferencia Misionera Anual, y el
plan de la Promesa de Fe para las ofrendas misioneras, constituyen
dos herramientas esenciales para lograr un programa misionero
triunfante y continuado en cualquier iglesia local.
Finalmente, el Dr. Weiss afirmó:
Estoy convencido que el modelo en general es bíblico y práctico, y si es
seguido en cualquier iglesia normal demostrará ser eficaz. Cabe destacar que
en este modelo, la conferencia misionera en la iglesia local debe tener la
máxima prioridad en el programa anual y que el pastor debe ser su principal
promotor y conductor.
El Dr. Pablo B. Smith confirma estos conceptos en uno de sus libros
diciendo:
El mejor método para lograr el dinero suficiente para financiar ésta, que es la
más grande de todas las empresas del mundo, es comprometer a los miles de
cristianos de las iglesias evangélicas a través de las conferencias misioneras.
107
Algunos datos importantes complementarios
Por informes publicados por la congregación mencionada en el pá-
rrafo anterior sabemos que:
• En los primeros tiempos de la vida de esa iglesia, la
conferencia duraba cuatro semanas y abarcaba cinco
domingos, dejando libres los lunes para descanso. Más
adelante la redujeron a quince días. Como se puede apreciar
por este dato, se destaca la intensidad de la predicación sobre
las misiones.
• El pastor de esta congregación afirmó: «Por cada peso que
usamos para la iglesia local, damos seis para la obra
misionera». En una ocasión les pidió a los tesoreros un
informe sobre lo ofrendado en estos dos rubros y ellos
respondieron: «Este año se han dado treinta y nueve mil
dólares para el ministerio local y doscientos ochenta y dos mil
para misiones». «¿No será al revés?» —preguntó el pastor—.
«No —respondieron los tesoreros—, esas cifras son correctas.
Hemos dado seis veces más para misiones de lo que
invertimos en el trabajo local». Esta declaración muestra la
elección de dar prioridad a las misiones.
• En otros informes se hizo notar que la mayor cantidad de
dinero que componen estas ofrendas proviene de muchos
dadores de cantidades pequeñas.
• Esta iglesia en un tiempo llegó a sostener más de quinientos
misioneros (proveyendo para una cantidad de misioneros el
sueldo total, y para otros la mitad) que trabajaban en sesenta y
siete países, a través de treinta y cinco agencias.
Si algún lector pensara: «Bueno, eso ocurrió en Canadá, las condi-
ciones en nuestro país son muy distintas», tenemos que reconocer
que tiene parte de razón; sin embargo le sugerimos que recuerde lo
mencionado en el capítulo 7. En ese capítulo se cuenta el caso de una
congregación que estaba ofrendando tres millones de pesos anuales,
pero descubrió que su potencial era de diecisiete millones. Otra que
pasaba necesidades se decidió a duplicar la cifra de su presupuesto, y
al recibir las promesas para el mismo, se sorprendió de que pudiera
108
dar el doble del presupuesto ya duplicado. Sabemos de otras iglesias
que al adoptar el plan de la Promesa de Fe, lograron reunir una canti-
dad igual a la que estaban dando para el presupuesto local. ¿En cuán-
tas iglesias, si se hiciera la cuenta se podría repetir esta agradable
sorpresa? Sería cuestión de averiguarlo. Y después, ¿qué hacer?
110
No: 165 (92%).
No contestaron: 12 (7%).
Pregunta 6: Las ofrendas para el presupuesto local ¿han aumentado con el uso
de este plan?
Sí: 148 (83%).
No: 16 (9%).
No contestaron: 15 (8%).
Pregunta 7: ¿Ustedes sienten que prestarían un buen servicio a otras iglesias si
las alentaran a adoptar este plan?
Sí: 172 (96%).
No: 1 (1%).
No contestaron: 6 (3%).
111
EL LLAMADO DEL MAESTRO
Hoy Jesús te llama a ti, ven y sigue en pos de mí,
Aún millones en error, no conocen pues mi amor.
Unos oran, otros dan, muchos sueñan, pocos van,
Pronto dile: «Heme aquí, correré en pos de ti».
112
Parte III
DOS HERRAMIENTAS
ÚTILES Y EFICACES
Introducción
115
C A P Í T U L O 11
Qué es una Conferencia
Misionera Anual
Su importancia fundamental
Por la lectura del capítulo 9 se puede apreciar la variedad de objeti-
vos y propósitos que Jesús logró en ese encuentro con sus discípulos
después de resucitar (ver especialmente los puntos 12 y 13). Sin
duda, uno de los resultados más importantes fue concienciar a sus
discípulos (y a través de ellos a la iglesia naciente) que en adelante,
la prioridad absoluta divina era la evangelización mundial. Es decir,
que así como fue necesario que Cristo muriera y resucitara, ahora
también era necesario que ellos predicaran esta buena noticia del
evangelio en todas las etnias del mundo.
Este mismo énfasis necesitan las iglesias de nuestro tiempo, de
modo que el propósito de la conferencia no es otro que el obedecer
las palabras de Cristo: «Enseñándoles que guarden todas las cosas
que os he mandado» (Mateo 28.20).
118
Durante esos cuarenta días de contacto prolongado con los após-
toles, se destaca con claridad que la primera actividad que realizó
después de resucitar (Lucas 24.36-48), el único tema que ocupó su
mente (Hechos 1.3), y las últimas palabras que pronunció antes de
ascender al cielo (Hechos 1.8) se referían y recalcaban la primordial
importancia de la evangelización global. Esta verdad que palpitaba
en el corazón de Jesús, debe ser el centro y motor de toda conferen-
cia misionera.
120
C A P Í T U L O 12
Cómo se prepara una Conferencia
Misionera Anual
Los planes bien meditados dan buen resultado; los que se hacen a la
ligera causan la ruina. (Proverbios 21.5, VP)
Jesús dio instrucciones para que sus discípulos prepararan la pascua.
(Mateo y Marcos)
Pablo envió a tres de sus colaboradores a Corinto para que ayudaran a
la iglesia a preparar una ofrenda abundante, para los santos de
Jerusalén. (2 Corintios 8 9)
Todo lo que está bien preparado sale mejor. (Proverbio chino)
L
A CELEBRACIÓN
ser el evento más impactante del año, especialmente si es obje-
to de una cuidadosa preparación. Son muchos los factores que
pueden contribuir para que ella sea una verdadera fiesta espiritual y
logre los mejores resultados.
Colaboradores
La preparación de una serie de reuniones de cualquier índole, presu-
pone una serie de tareas que alguien tendrá que realizar. ¿Quién se
ocupará de ellas? La clave del éxito de cualquier programa, es el ca-
libre espiritual y el entusiasmo de quienes lo preparan. El pastor va
delante de las ovejas con su visión, convicción y entusiasmo, pero él
no puede hacerlo todo. Puede y debe orientar y guiar, pero necesita
estar acompañado por un grupo de hermanos, representantes de dis-
tintos sectores de la iglesia, interesados en la obra misionera, que
formen una comisión o departamento de Misiones, planeen y organi-
cen la conferencia. Si este departamento aún no existe, puede ser
muy oportuno iniciarlo en este momento. Un equipo así constituido,
al reunirse semanalmente o cada quince días con el pastor para orar y
hablar sobre el evento, irá formando el clima que favorecerá las de-
cisiones a tomar y la disposición positiva para realizar las tareas ne-
cesarias.
La oración debe ocupar un lugar especial en la preparación. Ora-
ción ferviente y definida en los encuentros del departamento y tam-
bién en la congregación. Se necesita la dirección divina y también su
bendición para cada paso del programa.
La mejor fecha
La fecha más conveniente será la semana del año en la cual se pueda
contar con la mayor concurrencia de la membresía y de los simpati-
122
zantes. Determinar esto puede llevar algún tiempo de consultas y
averiguaciones, pero es un elemento muy importante, si la iglesia
está apuntando a lograr los mejores resultados.
Ocurre que los meses de intenso frío pueden hacer disminuir la
asistencia de los hermanos de mayor edad; los meses de exámenes
distraen la atención y asistencia de muchos jóvenes. También los
meses de vacaciones conspiran contra una concurrencia ideal. ¿Cuál
es la semana del año en la cual se puede lograr la mayor concurren-
cia? Cada iglesia tendrá una respuesta diferente y procederá usando
su mejor criterio.
Cuando se descubre la fecha que se considera más apropiada para
la congregación, es conveniente mantenerla año tras año, colocándo-
la en el calendario anual, y acostumbrando a la membresía a reser-
varla para la conferencia.
La experiencia también ha demostrado que no da resultado mez-
clar esta actividad con otras, tales como el aniversario de la iglesia,
campaña de mayordomía, evangelismo, etcétera. La intención puede
ser elogiable, pero el proceder se asemeja a intentar apuntar con un
rifle a dos objetivos distintos al mismo tiempo; generalmente no se
alcanza plenamente ninguno de los dos.
Programa
Preparar reuniones interesantes, entusiastas, de inspiración y desafío
para la congregación no es fácil pero se puede lograr. Sugerimos
pensar en un programa equilibrado, con exposiciones que presenten:
• Una visión de la condición y cantidad de etnias y grupos
humanos que nunca han escuchado el evangelio ni una sola
vez.
• Las bases bíblicas de la evangelización mundial.
• El significado que la Gran Comisión debe tener para cada
creyente y para cada iglesia.
• El llamado divino a dedicar la vida para llevar el evangelio a
los campos misioneros.
• El desafío de la oración intercesora y las ofrendas para
misiones.
• Qué significa apoyar y sostener un misionero.
Debe haber en las conferencias un balance entre la instrucción bíblica,
la inspiración, las motivaciones y el desafío y compromiso personal.
128
C A P Í T U L O 13
Las metas de una Conferencia
Misionera Anual
Las metas y las visiones van mano a mano. Las metas sin visiones
simplemente representan una lista de cosas para lograr, pero nunca
llevan a nada realmente grande. Por otra parte, las visiones sin metas,
son realmente quimeras. Nunca se convierten en realidad. (Harold
Finch)42
42 Harold Finch: Las tres llaves, Editorial Mundo Hispano, 1991, pág. 31.
129
Mirar a nuestro alrededor
130
Mirar un poco más lejos
Dios puede iluminar a otros hermanos a levantar la vista y mirar un
poco más lejos: pensar en alguna ciudad, pueblo o etnia, dentro del
país o fuera de él, y sentir que podría ser alcanzado enviando un mi-
sionero sostenido totalmente o en parte por la congregación. Cada
día se está divulgando más la ubicación de los grupos humanos que
carecen de los conocimientos mínimos del evangelio, situados a lo
largo y a lo ancho de la Argentina, de la América del Sur, y también
de otros continentes.
En uno de los congresos misioneros más bendecidos que hubo en
el país (MISIÓN 89, en Mar del Plata) se difundió una lista elaborada
por líderes cristianos de nuestro continente que establecía que de los
doce mil grupos no alcanzados que había en ese entonces en el mun-
do, los cristianos latinoamericanos deberíamos comprometernos a
alcanzar a tres mil. Luego esa cifra fue prorrateada a cada país según
la cantidad de creyentes que había en cada uno, y quedó establecido
que a la Argentina le correspondía alcanzar un mínimo de ochenta
etnias no evangelizadas. Han trascurrido algo más de quince años
desde que se aceptó ese desafío, y algunos informes nos dicen que
misioneros argentinos han iniciado trabajo pionero en quince de esos
grupos más necesitados. De modo que todavía hay mucho lugar para
que iglesias y enviados argentinos avizoren, adopten y a su tiempo
planten la iglesia en culturas que todavía están en tinieblas (ver capí-
tulos 1 y 22 para más datos).
133
C A P Í T U L O 14
El desarrollo de la Conferencia
Misionera Anual
Sabemos por las Escrituras que estas incontables almas sin Cristo
están definitivamente perdidas, y que nosotros tenemos el remedio en
Cristo, por lo tanto tenemos la obligación de hablarles acerca de Él.
(R. D. Fontana)
La gente que conoce lo que la Biblia enseña, está mejor preparada
para hacer lo que la Biblia manda. (R. Van Gorder)
Una Conferencia Misionera es, sobre todo, una experiencia espiritual
que ningún creyente genuino olvidará y que contribuirá a su
crecimiento y madurez. (Edison Queiroz)
B
IENAVENTURADA
miembros, habiendo sentido el llamado misionero, se han pre-
parado concienzudamente y han sido enviados por ella a algu-
nos de los muchos campos blancos necesitados de obreros. Al minis-
trar en esos lugares, predican el evangelio, ganan almas, hacen de
ellas personas rescatadas de las tinieblas.
Cada cuatro o cinco años, esos obreros vuelven y comparten con
la congregación sus experiencias, sus dificultades, y también sus
triunfos. La iglesia de Antioquía vivió ese emocionante capítulo de
la obra cuando Pablo y Bernabé volvieron de su primer viaje misio-
nero y presentaron el informe de todo lo que habían vivido durante
varios años de cumplir su tarea.
Necesitamos que se multipliquen en la Argentina y en América
latina las iglesias que sigan este modelo. Demos gracias por las que
ya lo están haciendo y sigamos pidiendo por muchas más. Para po-
135
der alcanzar este objetivo y final feliz, las reuniones de una Confe-
rencia Misionera Anual pueden hacer una importante contribución.
Damos por sentado que cada iglesia tiene su propio formato y
plan de reunión, y este debe ser respetado. De todas maneras, cree-
mos que algunas sugerencias, no estarán de más.
Concentración
Habiéndose elegido una semana del año para celebrar la Conferencia
Misionera Anual, es muy importante que durante ese período toda la
iglesia esté concentrada en la consideración de ese tema, excluyendo
a cualquier otra actividad —por buena que sea— que se pueda reali-
zar en otra fecha. Ninguna otra actividad oficial, social, deportiva o
de cualquier otra índole, debería consentirse en esos días. Lograr
distraernos de lo que es más importante, es una de las tácticas favori-
tas del enemigo, y debemos estar alertas y no darle lugar. Cuando el
pueblo de Dios está pensando y planeando cómo suplir la necesidad
de etnias y grupos que están muriendo sin conocer a Cristo, el adver-
sario hará todo lo posible para interferir y obstaculizar el programa,
y sería contraproducente prestarse inconscientemente para ese pro-
pósito.
El programa
Puesto que el departamento de Misiones o la comisión designada al
efecto lo ha pensado y diagramado cuidadosamente, es justo que se
tomen las medidas necesarias para que el programa se lleve a cabo
con reverencia y seriedad. Comenzar y terminar las reuniones pun-
tualmente, promueve en la mayoría de los casos la disposición de los
asistentes a seguir concurriendo cada día sin faltar. Una buena reu-
nión entre semana de una Conferencia Misionera Anual no debería
durar más de noventa minutos, y comenzar y terminar a la hora indi-
cada. Si se está de acuerdo con esa duración, es necesario que la mi-
tad de ese tiempo se dedique a la presentación del mensaje de la Pa-
labra de Dios. Si se hace una larga introducción de dos horas o más
—como ha ocurrido en varios casos— finalmente se le ofrece el púl-
pito al orador cuando la mente de los oyentes está cansada, y cuando
un porcentaje del público se está levantando de sus asientos para
volver a sus hogares, porque al otro día debe ir temprano a trabajar.
136
Este proceder a veces conspira contra el dinamismo y éxito de la
conferencia.
Algunos modelos de programa podrían ser los siguientes:
Alabanza.
Oración.
Desfile de banderas.
Alabanza.
Informe de África: 10 minutos.
Himno lema.
Sermón.
Himno.
Anuncios.
Bendición.
(Edison Queiroz)
Otro modelo:
Himno.
Oración.
Bloque musical: 10 minutos.
Testimonio de un misionero: 20 minutos.
Himno misionero.
Segundo bloque musical: 7 minutos.
Sermón.
Himno final.
Anuncios.
(Paul B. Smith)
Oración
«La oración eficaz del justo» que Santiago menciona en su epístola,
es un arma poderosísima con la cual Dios ha dotado a su iglesia para
la extensión de su reino. En cada reunión debería dedicarse un perío-
do de por lo menos quince minutos para que los asistentes, en peque-
ños grupos de dos o tres personas, eleven oración unida por asuntos
puntuales que los que presiden harán conocer.
Un misionero señaló en una ocasión que en los seminarios se dan
cursos para toda clase de actividades, pero no para la oración. Jesús
enseñó a sus discípulos a orar, y en una conferencia de misiones, de-
bemos compartir y practicar las enseñanzas que Él nos dejó: orar en
137
las reuniones y aprender cómo hacerlo durante el curso de la semana
en los hogares.
A través de la oración se piden y reciben los obreros que se nece-
sitan, se logra que se abran las puertas que están cerradas, se deman-
dan y se reciben los recursos financieros que posibilitarán el envío
de misioneros, se derriban las fortalezas satánicas que se oponen al
reino de Dios, y muchas cosas más.
Llamado
No debe faltar en estas jornadas el vibrante sonido de la trompeta
que convoca a la juventud a la batalla espiritual. El resultado será
que centenares responderán y se ofrecerán al Señor para prepararse y
a su debido tiempo saldrán como misioneros pioneros para cubrir los
numerosos campos que claman como el varón macedonio. Es emo-
cionante oír la estadística que afirma que hay actualmente en el mun-
do, entre la membresía de las iglesias evangélicas, cien millones de
jóvenes creyentes, virtuales candidatos a ocupar puestos de avanza-
da en la extensión misionera. ¡Que ninguno que haya participado de
una conferencia, algún día tenga que decir como los desocupados de
la parábola de la viña: «Estamos aquí [sin hacer nada] porque nadie
nos ha contratado» [llamado] (Mateo 20.6-7)!
Clímax y compromiso
Es lo normal, y casi siempre ocurre que el programa, a medida que
avanza, va abriendo los ojos para concienciar las tremendas realida-
des de numerosos grupos de seres que naufragan sin esperanza en el
inmenso mar de la humanidad, viviendo como esclavos del pecado y
Satanás. Pero también se va creando, porque la predicación de la Pa-
labra de Dios produce fe, una santa expectativa y un deseo de desa-
rrollar en forma práctica la obediencia a toda la luz que se ha recibi-
do.
Felizmente, hay muchas maneras de concretar este anhelo, pero
la principal es una conciencia despierta en cuanto a nuestra respon-
sabilidad con los perdidos que nos rodean en nuestro entorno fami-
liar, en el barrio, en la oficina, en la escuela, en la fábrica, acompaña-
da de la determinación de orar por ellos y comunicarles la verdad
que salva y que nosotros conocemos. Finalmente, como fieles ma-
138
yordomos, descubrimos que debemos integrarnos a un plan sistemá-
tico de ofrendas abundantes que harán posible sostener de manera
seria y digna a los hombres y mujeres que Dios ha llamado, prepara-
do y designado para que nos representen, y realicen el trabajo evan-
gelizador en los lejanos lugares, adonde nosotros jamás podremos
llegar con nuestra presencia, testimonio y servicio.
La visión de las necesidades de los pueblos sin la salvación, la ac-
ción de renovar en nuestra mente y corazón las demandas de la Gran
Comisión, el ver cómo los jóvenes responden al llamado divino y es-
tán dispuestos a ofrendar sus vidas para cumplir con la misión en
otras regiones lejanas y peligrosas, van creando el ambiente propicio
para que los creyentes despierten y se decidan a dedicar e invertir en
la empresa mundial misionera los bienes y dineros que Dios les ha
entregado y confiado como mayordomos, para promover sus intere-
ses, evangelizar el mundo, y extender su Reino.
Una conferencia que no concluye con un claro y firme compro-
miso financiero, sería como lo que hicieron el sacerdote y el levita
de la parábola del buen samaritano: ir por el camino de la vida, ver
miles de etnias heridas de muerte y pasar de largo mirando para otro
lado. Sigamos el ejemplo del samaritano que se comprometió con su
prójimo necesitado. En los próximos capítulos veremos cómo este
compromiso vital está a nuestro alcance.
139
TORMENTA EN LA NOCHE
Tormenta en la noche, peligro en el mar;
Un alma se pierde que hay que salvar.
Las olas funestas de duda y dolor,
La arrastran y hunden, ¡corred por amor!
140
Parte IV
EL PLAN
DE LA PROMESA DE FE
Introducción
143
C A P Í T U L O 15
Antecedentes bíblico-históricos
de la Promesa de Fe
S
IEMPRE
De éste se puede decir que ha sido usado durante más de ochen-
ta años por iglesias de distintas denominaciones: bautistas,
presbiterianos, independientes, Alianza Cristiana y Misionera, me-
nonitas, pentecostales, y otras, para apoyar el empuje misionero has-
ta lo último de la tierra. Cuando se le preguntó al doctor A. W. Tozer
sobre el origen del plan, él dijo que fue el doctor A. B. Simpson (fun-
dador de la Alianza Cristiana y Misionera) quien lo usó por primera
vez en conferencias misioneras. Pero añadió: «Simpson pensaba que
había aprendido este procedimiento del apóstol Pablo y tenía razón
en afirmarlo así, porque en 2 Corintios 8 y 9 se encuentra abundante
evidencia de una ofrenda prometida por fe con anterioridad de un
año, que logró el propósito para el cual había sido destinada».
Consideremos los siguientes datos que se desprenden de estos ca-
pítulos:
145
1. Esta ofrenda no era parte del diezmo. Era una ofrenda diferente
para ayudar a los cristianos de la Palestina, que estaban pasando por
una gran crisis.
2. Estaba destinada a cubrir una necesidad que se conocía con an-
ticipación, es decir antes que llegara a ser un problema apremiante (2
Corintios 8.6, 10; 9.2).
3. Ellos prometieron, con un año de anticipación, dar una canti-
dad lo suficientemente específica, como para que fuera completada
totalmente y mencionada por Pablo como un modelo para otros (8.6,
11; 9.2).
4. La promesa fue hecha gozosamente y sin apremios (8.2; 9.7).
5. Confiando en la capacidad que Dios les proveería, los creyen-
tes macedonios fueron elogiados porque dieron por fe «conforme a
sus fuerzas, y mas allá de sus fuerzas» (8.3).
6. Más allá de la habilidad o posibilidad de cada uno, Dios era la
fuente infalible que supliría los recursos.
7. Se les pidió que cada semana pusieran dinero aparte para este
propósito (1 Corintios 16.2).
8. Los macedonios se dieron primeramente al Señor (2 Corintios
8.5) y luego a servir al equipo misionero de Pablo.
Es muy probable que los cristianos de Corinto, desafiados por la
manera de ofrendar de los macedonios, hayan sido los primeros en
hacer una promesa de fe. Aunque, si colocamos un lente de aumento
a nuestra mirada, tal vez descubriremos que la viuda de Sarepta, al
dar lo poco que tenía, para sostener a un misionero por muchos días,
y el muchacho que dio los cinco panes y dos peces, con los cuales
una multitud fue alimentada, ellos también estaban jugándose en una
aventura, por fe, y sabemos que no fueron defraudados.
147
sino suscripciones prometidas para el futuro. Los papeles fueron co-
lectados en una caja.
Las promesas eran como sigue:
Juan Ryland . . . . . . . . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . . 0
Reynaldo Hogg . . . . . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . 2 . . . . . . . . . . 0
Juan Sutcliff . . . . . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . 0
Andrés Fuller . . . . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . 0
Abraham Greenwood . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . 0
Eduardo Sharman. . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . 0
Samuel Pearce . . . . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . 0
José Timms . . . . . . . . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . 1 . . . . . . . . . . 0
Josué Burton . . . . . . . . . . . . . . . 0 . . . . . . . . 10 . . . . . . . . . . 6
Tomás Blundel . . . . . . . . . . . . . . 0 . . . . . . . . 10 . . . . . . . . . . 6
Guillermo Heighton . . . . . . . . . . 0 . . . . . . . . 10 . . . . . . . . . . 6
Juan Ayres . . . . . . . . . . . . . . . . . 0 . . . . . . . . 10 . . . . . . . . . . 6
Anónimo . . . . . . . . . . . . . . . . . . 0 . . . . . . . . 10 . . . . . . . . . . 6
149
C A P Í T U L O 16
Cuando Dios me enseñó a dar
P
RESENTAMOS
Smith48 aprendió lo que significa dar a través de una Promesa
de Fe:
Nunca olvidaré la forma como Dios me enseñó a dar. Había sido pastor de una
gran iglesia en la ciudad de Toronto, pero renuncié a ella, y el primer domingo
de enero llegué a ser pastor de una iglesia que sabía cómo dar en una forma
que yo nunca había conocido. Comencé este pastorado cuando la iglesia estaba
celebrando su Conferencia Misionera Anual.
No sabía nada sobre una conferencia misionera. No había visto una en toda mi
vida. Mientras estaba sentado en la plataforma esperando el momento de
predicar, vi que los ujieres iban de un lado a otro en el auditorio repartiendo
unos sobres. Uno de ellos tuvo la audacia de subir a la plataforma y
entregarme uno a mí, ¡al pastor! Miré el sobre y leí en él: «Confiando en Dios,
me esforzaré por dar para la obra misionera de mi iglesia la suma de $...
151
durante el corriente año». Nunca había leído una declaración como esta. No
me daba cuenta de que Dios iba a tratar conmigo esa mañana y me iba a
enseñar una lección que nunca olvidaría, una lección que iba a compartir con
centenares de pastores e iglesias por todo el país en los años venideros.
Comencé a orar diciendo:
Señor, yo no puedo dar nada. Tú sabes que no tengo nada. No tengo ni un
dolar en el banco, no tengo ni un centavo en mi bolsillo. Esta iglesia me paga
sólo veinticinco dólares por semana, y tengo que mantener a mi esposa y a mi
hijo. Estamos tratando de comprar una casa. El precio de todo está por las
nubes.
Todo esto era verdad. Estábamos viviendo en el tiempo de la Primera Guerra
Mundial.
Yo lo sé el Señor parecía decirme . Sé que sólo ganas veinticinco
dólares por semana, sé que no tienes nada en tu bolsillo, y que no tienes nada
en el banco.
Bueno pensé un poco aliviado esto da por terminado el asunto. No
tengo nada, por lo tanto no puedo dar nada.
Fue en ese momento que el Señor habló a mi corazón, y nunca lo olvidaré.
Yo no te estoy pidiendo lo que tienes ahora me dijo.
¿No me estás pidiendo lo que tengo ahora? Entonces ¿qué es lo que me
estás pidiendo? repliqué.
Yo te estoy pidiendo una promesa de fe. En otras palabras: Hasta qué
cantidad puedes confiar en mí, para que yo te dé para ofrendar para la obra
misionera.
¡Oh Señor exclamé eso es diferente! ¿Hasta cuántos dólares puedo
confiar en ti, que tú me darás si yo prometo ofrendarlo?
Claro, yo no sabía nada de lo que significaba hacer una promesa de fe, nunca
había dado esta clase de ofrenda, pero sabía que el Señor me estaba hablando.
Pensaba que podría prometer cinco dólares por año, o tal vez diez. Una vez,
como pastor de otra iglesia había dado cinco dólares para misiones. En otra
ocasión había dado tres. Otra vez había dado dos. Pero nunca, en ninguna
ocasión había dado más que cinco. Casi temblaba cuando esperaba la
respuesta.
De repente la respuesta vino. No les voy a pedir que crean que Dios me habló
con una voz audible, pero bien podría haberlo hecho. Casi no estaba
consciente de que me encontraba frente a la congregación, cuando sentado y
con los ojos cerrados escuchaba la voz de Dios.
152
¿Cuánto puedo dar? pregunté.
Cincuenta dólares.
¿Cincuenta dólares? exclamé . ¿Por qué, Señor? ¡Eso es lo que gano en
dos semanas! ¿Cómo podré yo jamás juntar cincuenta dólares?
Pero una y otra vez el Señor me habló y siguió insistiendo con la misma
cantidad, y como ya dije, esto para mí era tan claro como si me lo hubiese
dicho al oído. Mi mano temblaba cuando firmaba la tarjeta, escribía mi
nombre y dirección y la cantidad: ¡cincuenta dólares!
Cómo hice para ofrendar esa suma, hasta el día de hoy no lo sé. Lo que sí sé es
que cada mes oraba por aquellos cuatro dólares y monedas, y cada mes de una
u otra forma el Señor me los envió, y que al fin del año, había dado los
cincuenta dólares prometidos.
Pero esto es lo que deseo dejar en claro. ¡Cuando terminé de pagar la cantidad
prometida, experimenté tal plenitud del Espíritu, que me di cuenta de que
había recibido la bendición más grande de mi vida!
Había confiado en Dios por cierta cantidad de dinero, y Él me la había suplido.
Tan grande fue la bendición recibida, que al año siguiente en la Conferencia
Misionera dupliqué la cantidad y prometí dar cien dólares. Al otro año,
dupliqué otra vez la cantidad y di doscientos. En otra conferencia, otra vez
prometí el doble y di cuatro cientos. Al otro año ocho cientos, y así por más de
treinta años he enviado miles de dólares al banco del cielo.
Si yo hubiera esperado hasta tener el dinero, tal vez nunca habría dado, porque
nunca lo habría recibido. Pero prometí dar cuando no tenía. Hice una Promesa
de Fe. Creí que Dios quería que diera cincuenta dólares a través de un año, y
prometí darlos. Dios honró la promesa, y me dio lo necesario para cumplirla.
Esta fue la primera vez, yo diría, que di lo que llamo una ofrenda escritural, o
una ofrenda paulina. Ustedes recordarán que Pablo a menudo tomó ofrendas
basadas en promesas de fe. Él lograba que una iglesia prometiera una cierta
cantidad, y luego les daba un año para pagarla. Cuando se acercaba el final del
año, enviaba a algunos de sus colaboradores a recordarle a la iglesia la
promesa que habían hecho, de esta manera no pasaría vergüenza si él llegaba y
la ofrenda no había sido completada (2 Corintios 9). Quería estar seguro de
que la misma sería entregada. Una ofrenda a través de una Promesa de Fe, es
una ofrenda escritural, es una ofrenda paulina, y Dios la bendice.
¿Usted sólo ha dado ofrendas en efectivo? Hace muy bien, pero po-
ner en la ofrenda lo que usted tiene, no requiere ninguna fe. Si tiene
diez pesos en el bolsillo, todo lo que tiene que hacer es ordenarle a la
153
mano que vaya al bolsillo, que tome los diez pesos y los ponga en la
ofrenda. Para hacer esto no necesita orar, ni necesita pedirle nada a
Dios. No tiene que confiar en Él por ninguna suma. Solamente tiene
que tomar esa cantidad y darla.
Pero con una Promesa de Fe el proceder es diferente. Es necesa-
rio pedirle a Dios que nos muestre lo que quisiera que demos, y lue-
go prometer esa suma por fe, y confiar en Él para que la provea. No
hay aventura más emocionante ni maravillosa que esta. Hágalo usted
y lo comprobará. ¡Hágalo hoy mismo!
Este relato ilustra muy bien lo que significa hacer una Promesa
de Fe, y cuáles son los positivos resultados que puede producir. Por
muchos años en las varias congregaciones en las cuales hemos servi-
do, hemos recomendado y usado este método, y hemos comprobado
su eficacia. Tenemos en nuestro poder testimonios de iglesias de va-
rias denominaciones, que no sólo han sido bendecidas y enriqueci-
das por esta práctica: muchas han visto su visión, avance y proyec-
ción misionera totalmente revolucionadas por el uso de este sistema
de ofrendas. En los próximos capítulos nos proponemos explicar en
qué consiste el plan.
154
C A P Í T U L O 17
Cómo hacer una Promesa de Fe
155
MI PROMESA DE FE Pesos
Algunas características
No todos los modelos de tarjetas son iguales, pero el propuesto en
este libro permite hacer notar los siguientes detalles. La promesa, y
el compromiso que con ella se asume:
• Es personal. El texto dice: «Mi promesa». ¿Hemos notado que
todo en la vida cristiana es personal? La conversión, la fe, el
bautismo, el testimonio, la oración... Ningún familiar o amigo
puede hacer ninguna de estas cosas por nosotros. Lo mismo
debe ocurrir con la participación personal en la evangelización
mundial. Los padres, el esposo, la esposa, los hijos, cada uno
debe decidir e involucrarse individualmente.
• Es una promesa. No es un contrato legal ni un pagaré. Los
israelitas acostumbraban a hacer votos y promesas al Señor
(Deuteronomio 12.6; Salmos 50.14; 76.11) como expresión de
gratitud por favores especiales recibidos. La versión Versión
Popular traduce «promesas» donde la anterior decía «votos».
Debemos cuidar que nuestra promesa no tenga una
motivación carnal, o basada en nuestras fuerzas, como la que
hizo Pedro (Mateo 26.33). Prometer hacer lo que Dios quiere
que hagamos, confiando en Él, sin duda será un proceder que
le agradará y recibirá su bendición.
• Es una promesa de fe. «Tened fe en Dios», dijo Jesús. Debo
pensar no sólo en cuánto daré de lo que tengo; también hasta
cuánto me atrevo a creer que Dios puede darme para este
sagrado propósito. Cuando estamos dependiendo de Dios, y
Él inspira por medio de su Palabra, por alguna promesa, o por
alguna circunstancia, nadie puede anticipar cuál es el límite o
el horizonte de la fe. Ella ve más allá de los cálculos, de las
posibilidades y de las circunstancias.
• Tiene un objetivo definido. Moisés pidió ofrendas para
construir el tabernáculo. David las dio y las pidió al pueblo
157
para construir el templo. Pablo las solicitó para socorrer a los
santos necesitados de Jerusalén. El tesorero o el pastor
exhortan a dar para cubrir el presupuesto de la iglesia. Esta
ofrenda es específicamente para sostener misioneros y
terminar la evangelización del mundo.
• Es para el Señor. Él es el Señor de la mies. Tomó los cinco
panes y dos peces y los bendijo, multiplicó y repartió. Elogió
las dos blancas que dio la viuda pobre en el templo. También
tomará y bendecirá lo que decidamos dar —poco o mucho—
por amor y obediencia a su voluntad.
• Es inteligente y resultado de una decisión. En 2 Corintios 9
hay evidencias de que los corintios «habían prometido» dar.
Pablo les exhorta a dar conforme a lo que se habían propuesto.
• Es voluntaria. Cada uno delante de Dios en oración,
«conforme a su fe», decide la cantidad que cree que puede
prometer, según Él le guía. El Espíritu Santo nos ha sido dado
para guiarnos en todas las cosas, y en esto también desea
hacerlo, incluso está escrito que: «Ayuda nuestra flaqueza».
• Es sistemática. La Biblia enseña a dar regularmente (1
Corintios 16.1), no de vez en cuando. Esta ofrenda tiene una
periodicidad mensual. En algunos países y culturas se da
semanalmente.
• Es para todos sin excepción. El comerciante o el profesional
pueden dar mil o cinco mil pesos. El empleado cincuenta, cien
o doscientos. Los jubilados tal vez diez o veinticinco. Los
niños uno, dos o cinco. Todas las ofrendas son necesarias y
ayudan a formar un gran total.
• Es un desafío a la abnegación. Esto significa rescatar los
muchos pesos que a veces gastamos en cosas superfluas,
innecesarias y hasta perjudiciales, para invertirlos en la
empresa más importante de la tierra. ¿Cuánto dinero se nos
escurre cada mes en dulces, helados, revistas, lujos,
comodidades, hobbies, diversiones?
158
Cómo se introduce en el programa
El plan de la Promesa de Fe se explica al público durante la confe-
rencia. Para muchos miembros de nuestras iglesias este método es
una novedad, por eso es importante que entiendan las bases bíblicas
y también su funcionamiento. Se debe aclarar que en el transcurso de
la conferencia no se pide una ofrenda en efectivo, solamente la pro-
mesa: el dinero prometido se recogerá el mes siguiente.
Se exhorta a confiar en Dios haciendo un desafío a la fe de cada
uno. La participación es totalmente voluntaria, y si por algún motivo
una persona no puede cumplir con su promesa de fe, nadie le pedirá
explicaciones ni le reclamará su pago. Se enfatiza que no se trata de
un pagaré cuyo monto pueda ser reclamado, sino que es más bien
una relación vertical y personal entre Dios y el dador.
Cada uno, según su comprensión y fe, determina la suma men-
sual, con la cual siente que puede contribuir. Frecuentemente se ex-
horta a dar un diezmo generoso para el presupuesto de la iglesia lo-
cal, pues sin una iglesia local fuerte no se puede hacer obra
misionera. Además, se anima a ofrendar una cantidad adicional para
las misiones, practicando la abnegación y ejerciendo sabiamente la
función de mayordomos sobre todo lo que poseemos.
Las tarjetas se pueden ir repartiendo durante el transcurso de la
conferencia para que los hermanos puedan familiarizarse con ellas y
orar sobre el significado de ese compromiso, pero se reserva el acto
de llenarlas para el último día de la serie, cuando —en un momento
solemne— se las completa y recoge.
Al llegar la conferencia a su clímax, la congregación ha ensancha-
do su visión, ha oído de miles de pueblos, tribus y grupos culturales
no alcanzados, ha meditado en las órdenes de Cristo, ha escuchado
mensajes sobre cómo ofrendar para sostener misioneros, ha visto a jó-
venes responder al llamado de Cristo al ministerio. Entonces (y no an-
tes), dentro de ese clima creado por la predicación de la Palabra de
Dios, la visión de las necesidades, y la guía del Espíritu Santo se invita
a la congregación a orar, a decidir, y a llenar las Promesas de Fe.
Al finalizar la Conferencia
Seguidamente las promesas son recogidas, sus cifras sumadas (sin
mención de los nombres de los dadores), y el total alcanzado es
159
anunciado en público. Habitualmente sobrepasa la meta fijada y pro-
porciona un nuevo motivo de alabanza y gratitud a Dios por su pro-
visión, y por el privilegio que le da a su pueblo de participar en una
empresa tan importante y gloriosa.
Es muy difícil explicar con palabras lo que está involucrado en
esa decisión cuando se la hace en el contexto y el final de una Confe-
rencia Misionera Anual que ha impactado en el pueblo de Dios. La
respuesta que se da llenando esta tarjeta, generalmente cristaliza el
compromiso que cada creyente asume ante Dios de orar y ofrendar
sistemáticamente para el plan misionero de la iglesia.
Muchas congregaciones están comprobando que pueden dar
mensualmente sumas abundantes y significativas para sostener mi-
sioneros. No sólo sin menoscabo de las ofrendas para la obra local,
sino por el contrario, viendo como éstas se acrecientan, pues el prin-
cipio y la promesa: «dad y se os dará» sigue vigente, y Dios es fiel.
Si las iglesias de nuestro tiempo van a cumplir con su vocación
misionera es imperioso que dediquen tiempo y esfuerzo para consi-
derar los varios aspectos que abarca esta importante misión. Las
iglesias que practican la Conferencia Misionera Anual, confirman
que es el método idóneo para lograr ese fin.
El pastor Pablo B. Smith, líder de la avanzada misionera mundial,
ha dicho con gran visión y agudeza espiritual:«La única manera de
reunir suficiente dinero para financiar la más grande de todas las em-
presas (la obra misionera mundial) es integrar y comprometer a mi-
llones de cristianos por medio de Conferencias Misioneras Anua-
les».
160
C A P Í T U L O 18
Después de la Conferencia
y la Promesa de Fe
Procedimiento sugerido
Las tarjetas con las Promesas de Fe, recibidas durante la conferen-
cia, deben ser registradas en una planilla (privada) colocándoles un
número de orden y consignando el nombre y apellido del dador y la
cantidad prometida. Se debe asignar a cada donante un número iden-
tificatorio para su sobre de ofrenda misionera. Este número repre-
sentará a la persona en los informes y planillas de recaudación, y es-
tará impreso en los sobres que se entreguen para ofrendar. Si la
persona ya tiene un número asignado para sus diezmos y ofrendas,
conviene mantener el mismo, para evitar confusiones.
Después de la conferencia es recomendable que la comisión en-
víe una carta de agradecimiento a cada persona que haya hecho una
Promesa de Fe. Tal proceder indica la apreciación de la iglesia por la
decisión del dador. Conviene devolver en esa carta la Promesa de Fe
que la persona entregó en la conferencia, sugiriéndole que la colo-
que en una contratapa de su Biblia, para recordarle orar por la obra
misionera de la iglesia y también para pedirle a Dios la cantidad que
prometió por fe. Junto a esa carta deben acompañarse una cantidad
de sobres especiales (para los próximos cuatro o seis meses) que por
su color y leyenda se identifiquen rápidamente como destinados al
fondo misionero.
Es necesario contar con un cuaderno en que se puedan hacer pla-
nillas por triplicado, en las cuales se registren las recaudaciones. El
día que se reciben las ofrendas, el tesorero acompañado por dos per-
sonas (pro tesoreros o recaudadores) abren los sobres, anotan en
cada uno la suma que contenían, y llenan la planilla consignando la
fecha, y por orden el número de cada sobre y lo que cada uno ha
ofrendado. Las tres personas que han efectuado la recaudación fir-
man la planilla y dejan la primera hoja fija en el cuaderno, la segun-
da la colocan en el tablero de informes y la tercera se archiva junto
con el comprobante que da el banco al ser depositado el importe.
Designar por lo menos un domingo por mes como el domingo
misionero, en el cual, ya sea usando toda la reunión o una parte de
ella, se leen cartas de misioneros, se dan informes, se mencionan te-
163
mas de oración, se presenta un mensaje alusivo y se recibe la ofrenda
comprometida en las Promesas de Fe. Muchas iglesias han designa-
do el segundo domingo del mes como domingo misionero, pues se
supone que en el primero, los que han cobrado sus sueldos entrega-
rán sus diezmos, y dejar para el tercer o cuarto domingo la entrega
para misiones, podría ser desacertado.
Tener un fondo aparte para las misiones y un tesorero o comisión
que se ocupe de la recaudación ha demostrado ser en la práctica una
medida muy sabia, que ayuda a no ceder a la tentación muy común:
la de usar fondos destinados a las misiones para cubrir necesidades
de la obra local.
Periódicamente se deben dar informes escritos que incluyan la ci-
fra que se recaudó mensualmente, la suma que se recibió de cada da-
dor, la cantidad que se envió a la agencia o al misionero y lo que que-
da en caja. Las cuentas claras conservan la amistad y también la
confianza de la membresía en la seriedad del plan misionero y de las
personas que lo llevan a cabo.
Si los miembros de la comisión o departamento de Misiones se
reúnen por lo menos una o dos veces por mes para orar por su trabajo,
realizar sus tareas y planear las actividades, inclusive la próxima con-
ferencia, en alguna medida estarán obedeciendo el mandato y reco-
mendación de Cristo de poner en primer lugar el Reino de Dios y su
justicia, y la bendición divina estará seguramente acompañándoles.
164
C A P Í T U L O 19
Los quince errores más frecuentes
167
C A P Í T U L O 20
Misión global:
cómo llegar hasta lo último
La iglesia durará por toda la eternidad. Vale la pena dar nuestra vida
por ella, teniendo en mente que merece lo mejor de nosotros. (Rick
Warren)
Que todas las iglesias hagan de la Gran Comisión su primordial
objetivo de ministerio. (Operación Movilización)
Jesucristo ha dado una orden: «Predicar el evangelio, hasta lo último
de la tierra». Él proveerá para el cumplimiento de su propio deseo.
Obedezcámosle. (Allen Gardiner)
El desafío pendiente
Pero lo expresado hasta aquí es sólo una parte de la realidad total. La
verdad es que a pesar de toda la actividad desplegada, entre un quin-
ce a veinticinco por ciento de la población del mundo, aún no ha es-
cuchado el evangelio de una forma que pueda responder al ofreci-
miento de salvación por medio de Cristo.
Dentro de ese grupo necesitado se encuentran las ocho mil etnias,
tribus indígenas, y pueblos cuyas culturas, lenguaje, religión y otras
características hacen más difícil la comunicación, pero que la iglesia
debe alcanzar si desea obedecer las últimas palabras de quien ordenó
ir a «cada criatura», y «hasta lo último de la tierra».
¿Qué necesitamos hacer para lograr esta meta? La primera nece-
sidad es la:
170
Conciencia
«Concienciar» significa tomar conciencia y conocimiento de algu-
nos hechos, verdades y realidades, y luego actuar de acuerdo con
ellos.
Una de las verdades fundamentales que necesitamos concienciar
es la suprema importancia de la evangelización mundial, o sea, la
obra misionera global.
Después de resucitar de entre los muertos, Jesús dedicó cuarenta
días a inculcar esta verdad en la mente y el corazón de sus discípu-
los. Si meditamos en lo que pensó, habló e hizo durante ese tiempo,
comprobaremos que para Él, después de haber consumado la salva-
ción del ser humano mediante su muerte y resurrección, lo más im-
portante era que esa gloriosa verdad fuese proclamada y comunicada
a cada persona viviente en esta tierra. Tal era su interés de que com-
prendieran cabalmente la importancia de esa proclamación, que lo
primero que habló y conversó con sus discípulos en la primera oca-
sión que se en con tró con ellos des pués de re su ci tar (Lu cas
24.46-48), fue una síntesis perfecta de la Gran Comisión. Además,
su tema permanente durante los encuentros que tuvo con ellos en
esos días fue la extensión del reino de Dios en toda la tierra (Hechos
1.3). Y sus últimas palabras, antes de elevarse y ascender al cielo
fueron: «Quiero que sean mis testigos hasta lo último de la tierra»
(Hechos 1.8-9).
Lo que era prioritario y de capital importancia para Jesús, tam-
bién debería serlo para sus seguidores. Las órdenes que el Señor nos
ha dejado son claras, precisas y permanentes. No hay lugar para du-
das ni ambigüedades. Tomemos conciencia como individuos y como
iglesia de la suprema importancia del plan divino para evangelizar el
mundo.
Visión
J. Oswald Sanders expresó con mucha claridad que: «La visión sin
una tarea hace un visionario, la tarea sin una visión, es labor monóto-
na, la visión con una tarea hace un misionero». Jesús sabía desde el
principio de su ministerio que sin visión no habría iglesias misione-
ras ni misioneros. Por eso una de las primeras órdenes que dio a sus
171
discípulos fue: «Alzad vuestros ojos, y mirad los campos, porque ya
están blancos para la siega» (Juan 4.35). Este es un mandamiento de
Jesús que —como todos los demás— debe ser obedecido. Si la ju-
ventud y los líderes de nuestras iglesias no captan la visión misione-
ra, se desperdiciará el tremendo potencial existente y los millares de
granos de trigo (de vidas jóvenes) que podrían llevar abundante fru-
to en los necesitados campos del mundo, nunca cumplirán su voca-
ción.
Alcemos los ojos y miremos el campo que rodea nuestra iglesia,
ya sea que estemos en un pueblo o en una ciudad importante. Segu-
ramente encontraremos barrios, poblaciones cercanas, o aldeas que
necesitan que alguien llegue con las buenas noticias del amor de
Dios.
Si levantamos la mirada un poco más, nos encontraremos con los
departamentos de nuestra provincia, y dentro de ellos muchos pue-
blos, zonas rurales y barrios en donde todavía no hay una avanzada
evangélica.
Pero el mundo no termina en nuestra provincia. Formamos parte
del continente sudamericano, compuesto por varios países, algunos
de los cuales están mucho más necesitados que nosotros. Hace más
de cien años que tenemos el evangelio en la Argentina: debemos lle-
var esta riqueza a muchas poblaciones de América que todavía no la
conocen.
Pero lo último de la tierra está más lejos aún: el mundo musul-
mán, con más de mil millones de adherentes, los centenares de etnias
africanas, los países de la ventana 10/40, las naciones del círculo
asiático, y los centenares de tribus indígenas, constituyen un vasto
campo blanco que debemos cosechar.
«Donde no hay visión, el pueblo se extravía» (Proverbios 29.18,
Nueva Versión Internacional) porque no descubre su vocación prin-
cipal, y sin visión de la iglesia los pueblos no evangelizados se pier-
den sin esperanza.
Estrategia
¿Cómo concretaremos la tarea que responde a la visión que hemos
recibido? Jesús nos muestra cómo hacerlo. Cuando Él iba cumplien-
do su ministerio terrenal, trazaba un camino y diseñaba algunos pa-
172
sos sencillos que formaban un plan o estrategia. Aunque no contaba
en su tiempo con la mayoría de los inventos y adelantos tecnológicos
que hoy están a nuestro alcance (literatura, medios de comunicación,
radios, televisión, transportes, películas, computadoras, etcétera), Él
conocía y practicaba un plan sencillo que se convierte en una estrate-
gia general básica y fundamental y que todo creyente e iglesia puede
practicar. Ella, por fluir de Alguien que es la sabiduría encarnada,
nos señala un derrotero que está al alcance de todos, y por supuesto,
por tener a Dios como su origen, producirá los mejores resultados.
¿En qué consiste este plan?
1. Jesús colocó en primer lugar la oración. Frente a una multitud
necesitada (Mateo 9.37-38) pidió a sus discípulos que rogaran al Se-
ñor de la mies pidiendo obreros. Tal vez como resultado de la obe-
diencia a este mandato, posteriormente setenta discípulos estuvieron
alistados y fueron enviados a predicar. Esta necesidad de oración si-
gue vigente: la iglesia necesita enviar todavía miles de obreros.
La oración también es el medio ideal para muchas otras peticio-
nes:
• Que países cerrados se abran a la predicación.
• Que sean provistos los recursos financieros.
• Que se reciba sabiduría para iniciar la tarea en un nuevo lugar
no alcanzado.
• Que Dios conceda la lista de peticiones que los obreros y
misioneros necesitan para cumplir su labor.
La oración es un engranaje insustituible en la maquinaria de la Pro-
videncia que dirige la evangelización del mundo.
2. El llamado a la oración, fue seguido por el mandato de ir a pro-
clamar las buenas nuevas del Reino a las poblaciones de Israel, y
posteriormente a todo el mundo. «Como me envió el Padre, así tam-
bién yo os envío» (Juan 20.21).
Todo cristiano es un enviado a alguna parte: cerca, lejos, o más
lejos.
• Al endemoniado gadareno Jesús lo envió a su casa (y se fue a
toda la ciudad).
173
• A los doce, los envió a toda ciudad adonde Él iba a ir, y sin
duda recorrieron toda Judea y Galilea.
• Al apóstol Pablo lo envió «lejos, a los gentiles», y lo convirtió
en el ejemplo y símbolo del misionero pionero que va
entrando en otras culturas, predicando a Cristo, haciendo
discípulos y plantando iglesias.
¿Adónde le ha enviado Dios a usted? ¿Ha encontrado el lector el lu-
gar donde Dios lo necesita? ¿Será el barrio, pueblo o ciudad donde
usted vive? ¿O puede ser que el Señor lo quiera enviar a alguna pro-
vincia o país más necesitado?
Miles de etnias no alcanzadas esperan a los misioneros que, como
Pablo, dediquen totalmente su vida a llevarles el mensaje de libera-
ción.
3. Si Dios el Padre nos dio a su Hijo, y si el Hijo de Dios nos dio
su maravillosa vida sobre la cruz para salvarnos ¿cómo podemos co-
rresponder a tan grande entrega de amor? La manera ideal es como
lo hicieron los hermanos de Macedonia: «Se dieron primeramente al
Señor, y luego a nosotros por la voluntad de Dios» (2 Corintios 8.5).
Como consecuencia de esa entrega total, ofrendaron «conforme a
sus fuerzas y más allá de sus fuerzas». Dar forma parte de la natura-
leza de Dios, y tendrá sin duda una expresión práctica en la vida de
sus hijos, que han sido hechos «participantes de la naturaleza divi-
na» (2 Pedro 1.4). Todo lo que tenemos lo hemos recibido, y en gran
parte lo hemos recibido para darlo, para compartirlo con otros (1 Co-
rintios 4.7).
Hagamos memoria de todo lo que Dios nos ha dado. ¿De quién
hemos recibido la vida, la fuerza física, las capacidades, los talentos,
los dones; de quién hemos recibido la salud que disfrutamos, el dine-
ro, y el tiempo de que disponemos? Todo lo hemos recibido directa o
indirectamente de Dios. Entonces, ¿para quién debería ser usado
prioritariamente sino para Él?
La parábola de los talentos (Mateo 25.14-30) nos enseña que tan-
to los recursos humanos como el dinero que se necesitan para evan-
gelizar el mundo están en las manos de los creyentes y de su iglesia.
Debemos invertir nuestras vidas y los múltiples recursos económi-
174
cos que Dios nos ha confiado como mayordomos suyos en la exten-
sión del Reino y en terminar la tarea que nos ha mandado realizar.
Jesús es nuestro ejemplo y nuestro poder en estas tres acciones
fundamentales de orar, ir y dar. Sigamos en la senda que Él nos ha
marcado.
Acción
¿Cómo implantar e incorporar las prácticas arriba mencionadas a la
vida de la iglesia, de tal manera que pronto disfrute de la aventura de
ver hombres y mujeres llamados por Dios, preparados eficientemen-
te, y oportunamente enviados como misioneros a los pueblos necesi-
tados del mundo?
Entre la variedad de medios y métodos que Dios ha instrumenta-
do en los últimos ochenta o cien años, se destaca nítidamente lo que
denominamos la Conferencia Misionera Anual, complementada con
la ofrenda Promesa de Fe para las misiones. Como se explica en
otras partes de este libro, esta consiste de una serie de cinco a siete
reuniones consecutivas en las cuales se consideran los temas claves
de la acción misionera y generalmente produce los siguientes resul-
tados:
• La toma de conciencia de la iglesia sobre la Gran Comisión.
• Una visión misionera más amplia.
• El gozo de ver a los que sienten y responden al llamado a ser
misioneros.
• Intensificación de la oración intercesora por las misiones.
• Promesas y recepción de ofrendas crecientes para el
sostenimiento de misioneros.
Casi sin excepciones, el logro de todos o algunos de estos objetivos
producirá una legítima satisfacción y será motivo de una genuina ex-
presión de gozo, gratitud y alabanza a Dios.
176
C A P Í T U L O 21
Un ejemplo inspirador50
N
O DEBERÍA
conferencias misioneras por treinta años, como tampoco de-
bería asombrarnos que predique el evangelio, consecutiva-
mente, a lo largo de ese tiempo. Si no nos llama la atención esto últi-
mo, tampoco debería hacerlo lo anterior. Sin embargo, comprendo
que para algunos pudiera resultar llamativo, máximo si tenemos en
cuenta que hay aún un número importante de pastores para quienes el
tema de las misiones resulta si no desconocido, al menos relativa-
mente novedoso.
En nuestro caso, la Iglesia Nordeste ha atravesado un largo pro-
ceso que se remonta a la década del sesenta, cuando quien esto escri-
be fue marcado por Dios de manera especial, en una etapa de su vida
177
en que apenas comenzaba a dar sus primeros pasos en Cristo. Y no
puedo sustraerme a tener que hacer referencia a mi experiencia per-
sonal si habremos de explicar cómo se dieron algunas cosas.
Cuando tenía diecisiete años y cursaba la escuela secundaria,
acostumbraba a ir al cine los fines de semana. Al consultar con tal
propósito la cartelera de espectáculos en el vespertino de mi ciudad,
El Litoral (en aquel entonces se ofrecían tres películas en continua-
do, más el Noticiero Argentino y las colas de las películas por estre-
nar), me llamó la atención un anuncio recuadrado sobre el programa
de los cines, que rezaba algo como: «Las profecías bíblicas sobre el
fin del mundo. Escuche al orador internacional Samuel O. Libert.
Entrada libre y gratuita». Como yo había adquirido una Biblia algu-
nos años atrás en un stand de Sociedad Bíblica, en la exposición ru-
ral anual de mi ciudad, y la estaba leyendo, ese anuncio del diario me
produjo gran inquietud, así que en vez de ir al cine fui a escuchar a
un para mí desconocido conferencista.
Entré por primera vez al templo de la que llegaría a ser «mi» igle-
sia por cuarenta años. Me senté y escuché atentamente la exposición
del pastor Libert, y cuando hizo la invitación para aceptar pública-
mente a Cristo, yo fui el primero que me puse de pie y pasé al frente.
La noche siguiente la llevé a mi madre, quien igualmente tomó una
decisión pública por Cristo. Impactado por aquella experiencia, se-
guí asistiendo a Nordeste durante medio año más, hasta que por ra-
zones familiares viajé con mi madre a Berlín Occidental (en aquellos
momentos).
51 Oswald J. Smith: Pasión por la almas, Editorial Clie, Barcelona, 2003, 180
págs.
180
sino de Dios, y su campo de acción no es la congregación local sino
todo el mundo». Esta proyección de ministerio que había inculcado
ayudó enormemente para que el programa misionero se instalara
posteriormente con facilidad.
El 6 de enero de 1974, con veinticinco años, fui ordenado al pas-
torado, y dado que tenía fijo en mente que adonde fuera a servir al
Señor procuraría hacer frente al desafío de la obra misionera mun-
dial, propuse a la congregación que ese mismo año celebráramos una
conferencia misionera (entendía que esa era mi responsabilidad, tal
como lo había leído que hacía Oswald Smith en la Iglesia de los Pue-
blos, de Toronto, Canadá).
Para aquella primera ocasión invitamos como orador a Jack
Shannon, quien era profesor del Instituto Bíblico Buenos Aires. Él
apenas estaba regresando del Congreso Mundial de Evangelización
que se había realizado en Lausana, Suiza. Nos trajo así, aparte de la
medular inspiración bíblica que siempre lo caracterizó, información
misionera «bien fresquita» de los campos del mundo. Por otro lado,
la misionera Raquel Grazioli, santafecina que trabajaba entre los
aborígenes tobas del Chaco, nos compartió de la importante labor
desempeñada en el norte argentino. Esa primera conferencia misio-
nera fue realmente impactante para la pequeña congregación, que a
la sazón contaba con un poco más de cincuenta miembros en comu-
nión. La visión misionera comenzaba a forjarse.
Aseguramiento de la continuidad
Luego de que el pastor Zarazaga fuera enviado y sostenido en el ex-
terior como misionero, la iglesia quedó en manos del cuerpo de an-
cianos por tres años y medio. Durante ese tiempo se estuvo orando y
procurando un nuevo pastor, y la pregunta que más de uno se hacía
era de si habría continuidad de la visión. No es novedad que con los
cambios de pastores las iglesias cambian con facilidad también los
énfasis. ¿Qué acontecería luego de dos pastorados de doce años cada
uno, más tres años y medio sin pastor? Pero la iglesia había tomado,
sabiamente, una previsión para asegurar la continuidad. En el perfil
del nuevo pastor que se había elaborado y aprobado por asamblea,
constaba una cláusula que establecía que el futuro pastor debería:
«continuar con la celebración de una Conferencia Misionera Anual
y la administración de un fondo de uso exclusivo para las misiones».
Luego de búsqueda en oración y de contactos diversos, surge el nue-
vo siervo que Dios enviaba a la congregación, quien reunía las con-
diciones esperadas. Así el pastor Pedro Slachta se hizo cargo de la
iglesia en 1998, dando continuidad al programa misionero.
Debemos reconocer que no fue siempre fácil mantener la conti-
nuidad de este programa anual. Sin convicciones firmes acerca de su
187
importancia, cualquier nuevo viento de doctrina puede desviarnos
hacia otros énfasis. Y hoy, más que nunca, cuando somos bombar-
deados por una abundante artillería de libros que nos vienen casi
siempre traducidos de otras culturas, así como por emprendimientos
novedosos que se introducen al país por el aeropuerto de Ezeiza, no
es cosa extraña que algunos pastores se dejen atrapar por estas ocu-
rrencias del momento (algunas de la cuales son por demás extrava-
gantes). A programas empaquetados que prometen grandes benefi-
cios y crecimiento (algunos dignos de considerar), ¿cómo hacerles
frente con un programa tan sencillo y bíblico como lo es una Confe-
rencia Misionera Anual? ¿Y que la misma no pierda su fuerza a lo
largo del tiempo? ¿Cómo lograr que una suerte de evangelio light (o
de la prosperidad), de rápida propagación, no mate el nervio misio-
nero de la iglesia?
Sobre este particular, hasta donde haya podido observar en mis
viajes por Latinoamérica, cuando ese énfasis se infiltra en una con-
gregación, por más comprometida que haya estado, termina matando
el espíritu misionero. Y no debería costar entender lo que sucede: las
misiones tratan de renunciamiento, de negarse a sí mismo, de entre-
garse, de sacrificio, de morir al yo, de cargar la cruz de Cristo, pero
ese evangelio va precisamente en una línea contraria. La consigna
que se oye en ciertos encuentros multitudinarios o en programas te-
levisivos es: «¡Venga y reciba!», mientras que el llamado misionero
va en dirección opuesta: «¡Vaya y comparta!» La cruz es central para
que las misiones germinen, y cuando ella es obviada, las misiones no
pueden florecer. ¡Así de sencillo! Eso explica también el porqué al-
gunos temas pueden convocar a multitudes y porqué misiones no
«vende tanto».
Siempre que realizamos las conferencias anuales hemos procura-
do, tanto como nos fuera posible, darles toda la trascendencia públi-
ca que pudiéramos. Personalmente me he encargado de llevar a los
conferencistas para ser entrevistados por las radios de la ciudad, la
televisión y los diarios. Hemos hecho los anuncios bien públicos y
notorios. Los afiches se pegaban en las vidrieras y los folletos con
invitaciones se repartían abundantemente. ¿Qué objeto tiene hacer
eso si se trata de reuniones de puertas adentro? Que todos sepan que
nosotros consideramos las misiones en serio. Además, en un contex-
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to de cultura católica, esto no debería significar una rareza. Los in-
conversos deben captar que tomamos muy a pecho el predicar y ser-
vir al prójimo hasta los rincones más apartados del planeta. Que para
eso trabajamos, nos esforzamos, oramos y contribuimos sacrificial-
mente. Que la salvación eterna de las almas que nunca oyeron del
amor de Jesucristo nos es una carga pesada, y que no escatimamos
esfuerzo para que la afligente situación en que viven millones de se-
res humanos, desprovistos de esperanza y amor, cambie para bien
por el poder del evangelio.
Por eso en nuestras conferencias misioneras nunca hemos tenido
dudas en invitar a los inconversos para que asistan. Y tampoco he-
mos cambiado el énfasis del culto de clausura del domingo por la no-
che. Hemos predicado de misiones esa noche de la forma más con-
tundente posible, apelando a la consagración y a la entrega de las
Promesas de Fe, y si había presente quienes no conocían a Jesús per-
sonalmente, les hemos instado a que se arrepientan y conviertan. Ja-
más desaprovecharíamos el clímax misionero que se produce en la
finalización de la conferencia para ponernos «a evangelizar» (como
comúnmente se entiende). Hemos notado que los inconversos son
impactados cuando observan que los cristianos tomamos en serio las
misiones, y si se convierten en un ambiente así, ¡serán los primeros
propulsores de las misiones!
Otro dilema que se presenta es: ¿a quién invito como orador? Al
fin y al cabo no hay tantos que puedan ocupar el púlpito y usarlo con
propiedad al hablar sobre este tema. Es cierto, los que pueden hacer-
lo no serán demasiados, pero si antes, cuando ni se hablaba del tema
los conseguíamos, ¿cuánto más podremos hoy, cuando el movimien-
to se ha extendido grandemente? En la actualidad contamos en la
Argentina con más de seiscientos obreros transculturales, en su in-
mensa mayoría sirviendo fuera del país, con iglesias que están detrás
sosteniéndoles. Pues, bien, estemos con el ojo atento, y procuremos
los mejores oradores y los mejores misioneros para nuestras confe-
rencias misioneras.
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C A P Í T U L O 22
¡SOS misionero!
África
En medio de guerras civiles y otros problemas, la iglesia y la obra
misionera han crecido, se ha producido un avivamiento y los cristia-
nos se cuentan por millones, pero también quedan muchos desafíos
que se deben enfrentar.
• Norte del África. En Marruecos, Argelia, Túnez y Libia está
prohibido predicar el evangelio públicamente. Más de cien
grupos étnicos musulmanes no alcanzados.
• Argelia. Los no alcanzados comprenden a casi toda la nación.
Hay diecisiete grupos étnicos diferentes.
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• Camerún. Se estima que hay más de quinientos grupos étnicos
distintos, de los cuales más de doscientos no tienen todavía
una iglesia autóctona.
• Hay en África catorce grupos de pueblos con su cultura y
lenguaje diferentes y están esparcidos en distintos países. Los
más necesitados suman 1.335 etnias.
Europa
Grandes zonas de la parte occidental son verdaderamente poscristia-
nas y necesitan ser evangelizadas otra vez. Por ejemplo, el norte de
Alemania, partes de Suiza, las zonas rurales de Inglaterra y Gales, y
gran parte de Francia.
• Italia. De las 33.500 comunidades existentes solo mil
quinientas tienen un testimonio evangélico establecido.
• España. Más de trece millones de españoles viven en más de
siete mil pueblos, aldeas y distritos donde no hay ninguna
iglesia evangélica.
• Portugal. De las 4.400 localidades que registra el país, solo
768 tienen un testimonio evangélico estable.
• Bélgica. En la zona de Flandes y Wallonia hay 284 distritos
administrativos en los cuales no hay todavía un testimonio
evangélico.
• Rumania. En el sudeste del país hay siete mil pueblos y aldeas
sin una iglesia evangélica.
• Rusia. Puede haber alrededor de cien grupos étnicos
minoritarios en los cuales no hay una iglesia y donde el
trabajo pionero está en sus comienzos.
Asia
• Japón. Ha crecido el número de conversiones y de iglesias
desde 1990, pero todavía hay nueve ciudades sin una iglesia y
1.733 aldeas y poblaciones de quince a treinta mil personas
que todavía no tienen un testimonio evangélico.
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• India. Es el país que tiene la mayor cantidad de grupos en los
cuales no hay ninguna iglesia, ningún cristiano, ningún
misionero. En sus veintinueve estados y seis territorios
quedan miles de grupos étnicos y castas sin ningún
testimonio. Las seis castas más altas suman más de 86
millones de personas y entre ellos no hay más de cinco mil
cristianos. Las cinco castas más bajas suman más de 96
millones, y no hay más que algunos centenares de cristianos
conocidos entre ellos. Hay 205 grupos con poblaciones de
más de diez mil habitantes totalmente no alcanzados.
• China. Quinientos millones de niños y jóvenes menores de
dieciocho años tienen prohibido por el gobierno recibir
cualquier tipo de instrucción religiosa. Más de 368 grupos
étnicos, que totalizan más de 83 millones de personas, tienen
menos del uno por ciento de cristianos. De 259 grupos étnicos
que suman más de cinco millones de personas, no hay entre
ellos ningún cristiano conocido. En las provincias del norte
hay numerosos grupos étnicos y poblaciones sin iglesia.
• Turquía. Sigue siendo la nación más grande del mundo que
continúa no alcanzada. De las ochenta y una provincias que
tiene la nación, en cincuenta de ellas no hay testimonio ni
iglesia establecida.
• Indonesia. Más de trescientos grupos etnolingüísticos con
ciento treinta millones de individuos se consideran no
alcanzados. De las setenta y seis mil aldeas, ciudades y
pueblos, cincuenta mil todavía no tienen una iglesia
establecida.
Oceanía
• En el interior de Nueva Guinea permanecen algunas tribus
que recién están siendo descubiertas y deben ser
evangelizadas.
• Hay muy pocos creyentes en algunas partes de Nueva
Caledonia y Polinesia Francesa. Algunos grupos necesitan ser
nuevamente evangelizados.
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• Los aborígenes de las islas Fijí son el grupo étnico más grande
de Oceanía que todavía permanece no alcanzado.
CORO
¡Mantened el faro ardiendo!
¡Arrojad su luz al mar!
Que si hay nautas pereciendo,
Los podréis así salvar.
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Palabras finales
200
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