Borges: La Palabra Silenciosa - María Zorraquín
Borges: La Palabra Silenciosa - María Zorraquín
Borges: La Palabra Silenciosa - María Zorraquín
2003
María Zorraquín
BORGES: LA PALABRA SILENCIOSA
Signos Filosóficos, enero-junio, número 009
Universidad Autónoma Metropolitana - Iztapalapa
Distrito Federal, México
pp. 299-310
http://redalyc.uaemex.mx
Signos filosóficos, núm. 9, enero-julio, 2003, 299-310
María Zorraquín *
Universidad de Buenos Aires
I.
E
l cometido del presente ensayo atiende una lectura de determinados relatos
de Jorge Luis Borges que, considero, trazan la pregunta acerca de los lí-
mites y superación del lenguaje. Los intrincados avatares suscitados por la
cuestión lingüística superan mi capacidad argumentativa, pero intentaré sumergirme
en las profundidades de los textos y, desde allí, concebir una exégesis acerca de
la relación existente entre la palabra, el arte y el sentido. Me entrego, pues, a la
aventura de leer: “El espejo y la máscara”, “Undr”1 y “La escritura del dios”.2
En Borges: Una estética del silencio,3 Gabriela Massuh afirma que, ante la
insuficiencia del lenguaje para reproducir una experiencia determinada, se abre el
ámbito del silencio que trasciende la palabra en el éxtasis. La búsqueda de la
palabra absoluta culmina en el silencio, en un espacio mudo abierto al final de los
*
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1
Jorge Luis Borges, El libro de arena, Madrid, Alianza Editorial, 1996.
2
Jorge Luis Borges, El Aleph, Madrid, Alianza Editorial, 1997.
3
Gabriela Massuh, Borges: Una estética del silencio, Buenos Aires, Editorial de Belgrano, 1980.
relatos que, lejos de ser una estructura vacía, es un triunfo sobre la incapacidad
verbal para expresar la multiplicidad de sentidos posibles. El silencio no aniquila la
palabra: engendra la posibilidad de la polisemia. La apertura al silencio determina
el acontecimiento estético. El silencio habla de la inminencia de una revelación no
producida. La palabra escrita es una prisión laberíntica porque pertenece al mundo
fenoménico y se encuentra ligada a un significado único. El arte tiene la misión de
trascenderla, ubicándola en un espacio de significaciones plurales. De esta manera,
el no explicitar cuál es aquella palabra anhelada por los protagonistas de los textos
se convierte en una manera más radical de decir. La sugerencia es, desde esta
perspectiva, el único modo de crear sentidos múltiples superando, en el silencio de
la palabra, los límites a los cuales nos somete la estructura inherente al lenguaje.
Fuera de las concatenaciones de tiempo y espacio, la palabra manifestada
en el éxtasis se vuelve sobre sí misma, se anula, y mediante esta anulación
logra expresar infinitamente. “El hecho de insinuar se convierte en una manera
más eficaz de decir [...] mediante un camino que culmina en el éxtasis Borges
logra romper las barreras de la ficción y acceder a un espacio más eficaz que la
palabra escrita”.4
Sigo los pasos de Massuh en la interpretación del silencio, no como una
estructura vacía, sino como la superación del presunto fracaso lingüístico. Pero
sostengo que esta apertura a la ausencia del verbo gira más allá de las múltiples
significaciones, pues expresa la presencia de un sentido imposible de ser englobado
y contenido dentro de las estructuras racionales de la conciencia. El silencio póstumo
es la mano que rasga el velo y descubre, por un lado, la insuficiencia del lenguaje en-
tendido como reproductor del pensamiento lógico discursivo y, por otro, se enfrenta
con lo infinito o lo absolutamente otro, que es preparación para una reflexión
ubicada más allá del pensamiento tradicional y de los usos corrientes de la mente.
El silencio alumbra nuevas formas de pensamiento de la conciencia desposeída de
sí, aniquilada, trascendida, eyectada sobre lo otro de sí misma; incapaz de absorber
eso otro dentro de sus propios límites. Existe un encuentro con una “presencia
real”5 perpetrado en los relatos. Pero, como la presencia no puede ser poseída y
transformada en discurso, deviene silencio, recorte, sugerencia, polisemia, arte.
4
Ibid., p. 221.
5
George Steiner, en Presencias reales (traducción de J. G. López Guix, Barcelona, Destino, 1992),
sostiene que hay una presuposición de presencia en el acto artístico y en su recepción. Concibe la
existencia de la irreductible autonomía de la presencia, la otredad. La tarea de lo estético es activar, en
Borges: La palabra... 301
II.
presencia iluminada, el continuum entre la temporalidad y eternidad, entre materia y espítitu, entre el
hombre y El Otro. Desde esta concepción, el arte es una apertura a lo religioso y lo metafísico. En lo que
decimos hay una presencia real, divina. Mi interpretación versa acerca del sentido anunciado por
una presencia ajena al yo, al cogito; pero no identifico la otredad con la presencia efectiva de la sustancia
divina. Me inclino a pensar que todo aquello que me trasciende y, al mismo tiempo, me contiene es una
presencia real en tanto se manifiesta a mi conciencia en una aparición que la excede. Este exceso o resto
de algo indecible es lo que no puede parcializarse materialmente; pero es, paradójicamente, el sustento
vital del arte.
302 María Zorraquín
EL ESPEJO Y LA MÁSCARA
6
Emmanuel Levinas, Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro, traducción de J. L. Pardo, Valencia,
Pre-textos, 1993, p. 75.
7
Jorge Luis Borges, “El espejo y la máscara”, en El libro de arena, op. cit., p. 59.
Borges: La palabra... 303
—En el alba —dijo el poeta— me recordé diciendo unas palabras que al principio no
comprendí. Esas palabras son un poema. Sentí que había cometido un pecado, quizá el
que no perdona el Espíritu [...] El que ahora compartimos los dos —el Rey musitó—. El
de haber conocido la Belleza, que es un don vedado a los hombres. Ahora nos toca
expiarlo.9
¿Por qué es un pecado imperdonable haber conocido la Belleza? Y, ¿por qué de-
viene en la aniquilación? ¿Cuál es la profanación de la mirada extendida demasiado
lejos? El poeta ha entrevisto la Belleza. Ha objetivado verbalmente la forma
más pura de la Belleza en un poema y ha compartido la revelación con el rey.
Ahora ambos deben expiar la culpa de haber nombrado lo innombrable, de haber
rasgado el velo con la palabra para descubrir en ella, y por ella, el fondo crudo,
insoportablemente real, de la Belleza. La sugerencia del pecado y la culpa no
denuncian la irresponsabilidad moral, sino la imposibilidad de traspasar ciertos
8
Ibid., p. 60.
9
Ibid.
304 María Zorraquín
límites —acaso los del lenguaje— sin verse destituido de sí, convertido en otro;
fulminado. ¿Por qué el éxtasis sugiere la muerte? ¿Por qué esta presencia no
debe aparecer? La disolución de la identidad individual (la muerte del poeta, el rey
convertido en mendigo) expresan que la revelación supera las estructuras del
pensamiento discursivo. La ordenación espacio-temporal efectuada por el aparato
lingüístico queda fracturada frente a la plenitud de eso que, en su aparecer,
despliega un sentido fugitivo. La palabra del poeta dice la Belleza y en su atroz
encarnación liquida la estructura lógico-discursiva. La muerte del poeta es la
expresión de la insuficiencia del lenguaje para tejer un pensamiento absoluto. La
palabra total se dice, pero ello conduce a la muerte. La búsqueda estética, en su
momento más álgido, encuentra un sentido cuyo eco lingüístico dilapida la identidad
del buscador, pues se enfrenta en esta cima con lo otro de sí mismo: demasiado
otro como para ser objetivado, identificado. La última instancia de la búsqueda
culmina en el esplendor de un sentido inasible. Y, como si los ojos se hubieran
cerrado después de haber visto la luz incandescente del sol y guardado bajo la
oscuridad de los párpados, queda ahora el silencio.
UNDR
10
Jorge Luis Borges, “Undr”, en El libro de arena, op. cit., p. 66.
Borges: La palabra... 305
Dijo la palabra “Undr” que quiere decir maravilla [...] Me sentí arrebatado por el canto
del hombre que moría, pero en su canto y en su acorde vi mis propios trabajos, la esclava
que me dio el primer amor, los hombres que maté, las albas de frío, la aurora sobre el agua,
los renos. Tomé el arpa y canté con una palabra distinta.12
11
Ibid.
12
Ibid., p. 68.
306 María Zorraquín
¿Qué tipo de sentencia (me pregunté) construiría una mente absoluta? [...] Consideré
que en el lenguaje de un dios toda la palabra enunciaría esa infinita concatenación de los
hechos, y no de un modo implícito, sino explícito, y no de un modo progresivo, sino
inmediato [...] Un dios, reflexioné, sólo debe decir una palabra y en esa palabra la
plenitud. Sombras o simulacros de esa voz que equivale a un lenguaje y a cuanto puede
comprender un lenguaje son las ambiciosas voces humanas, todo, mundo, universo.13
13
Jorge Luis Borges, “La escritura del dios”, en El Aleph, op. cit., pp. 137 y 138.
Borges: La palabra... 307
Es una fórmula de catorce palabras casuales (que parecen casuales) y me bastaría decirla
para ser todopoderoso [...] Pero yo sé que nunca diré esas palabras, porque ya no me
acuerdo de Tzinacán [...] Que muera conmigo el misterio que está escrito en los tigres.
Quien ha entrevisto el Universo, quien ha entrevisto los ardientes designios del Universo,
no puede pensar en un hombre, en sus triviales dichas o desventuras, aunque ese hombre
sea él. Ese hombre ha sido él y ahora no le importa. Qué le importa la suerte de aquel
otro, qué le importa la nación de aquél otro, si él, ahora es nadie. Por eso no pronuncio
la fórmula, por eso dejo que me olviden los días, acostado en la oscuridad.14
Susan Sontag, en su ensayo “La estética del silencio”, escribe: “la plenitud —el
experimentar que todo el espacio está completo, de modo que no pueden entrar en
él ideas— significa impenetrabilidad”.15 En Borges, la impenetrabilidad se expresa
en el silencio final al cual arriban los relatos. La detención del tiempo en el instante
eterno, en el éxtasis de la Palabra total, es síntoma de plenitud. Frente a ella,
Borges destaca la imposibilidad de urdir mentalmente un concepto capaz de
identificarla. Sostengo que el sentido hallado por los buscadores de la Palabra es
esta sensación de plenitud cuyos símbolos literarios son el descubrimiento de los
designios del Universo, la Belleza y la Palabra distinta del cantor. No es un
14
Ibid., pp. 139 y 140.
15
Susan Sontag, “La estética del silencio”, en Estilos radicales, traducción de E. Goligorsky, Buenos
Aires, Taurus, 1985, p. 31.
308 María Zorraquín
16
Jorge Luis Borges, “La escritura del dios”, en El Aleph, op. cit., p. 139.
17
Susan Sontag, “La estética del silencio”, op. cit., p. 33.
18
Emmanuel Levinas, Entre nosotros..., op. cit., p. 74.
19
Ibid., p. 75.
Borges: La palabra... 309
20
Jorge Luis Borges, Obras completas, Buenos Aires, Emecé, 1974, p. 635: “La música, los estados de
felicidad, la mitología, las caras trabajadas por el tiempo, ciertos crepúsculos y ciertos lugares, quieren
decirnos algo, o algo dijeron que no hubiéramos debido perder, o están por decir algo; esta inminencia de
una revelación que no se produce es, quizá, el hecho estético”.
21
T. S. Eliot, “Miércoles de ceniza”, en Poesía reunida 1909/1962, traducción de J. M. Valverde,
Madrid, Alianza Editorial, 1978, p. 114.
310 María Zorraquín
BIBLIOGRAFÍA
Obras de Borges
BIBLIOGRAFÍA GENERAL
Steiner, George, Lenguaje y silencio. Ensayos sobre la literatura, el lenguaje
y lo inhumano, traducción de M. Ultorio, Barcelona, Gedisa, 1982.
, Presencias reales, traducción de J. G. López Guix, Barcelona, Des-
tino, 1991.
Sontag, Susan, Estilos radicales, traducción de E. Goligorsky, Buenos Aires,
Taurus, 1997.
Levinas, Emmanuel, Entre nosotros. Ensayos para pensar en otro, traducción
de J. L. Pardo Torío, Valencia, Pre-textos, 1993.