Tabero Pepa - Manual de La Casa Limpia Y Ordenada
Tabero Pepa - Manual de La Casa Limpia Y Ordenada
Tabero Pepa - Manual de La Casa Limpia Y Ordenada
Dedicatoria
Agradecimientos
Introducción
1. PLANIFICANDO LA LIMPIEZA
Organización del trabajo
La agenda de la casa
Pautar los tiempos
El temporizador
Dividir la casa en sectores para trabajar menos
Rutinas de destrasteo
Destrasteo básico
Destrasteo temático
Destrasteo extremo: una mudanza rápida sin cambiar de vivienda
2. RUTINAS DE LIMPIEZA
Rutinas diarias de limpieza
Rutinas matutinas
Rutinas de mediodía
Rutinas nocturnas
Rutinas semanales de limpieza
Créditos
Dedicado a mi marido, Rafael, y a mis hijos, Rafael, Álvaro
y Gonzalo. Juntos formamos el mejor equipo y construimos día a día
nuestro hogar. Como escribió Jane Austen, no hay nada como el hogar
y la familia para estar realmente cómodos.
Agradecimientos
Una casa, un piso... Decimos «es mi casa», «voy a tu casa», «llegaré tarde
—o temprano— a casa»... Pero... ¿qué es una casa? Una casa son paredes, techo y
suelo. El lugar donde guardamos nuestras cosas con idea de mantenerlas cuidadas
y apartadas del resto del mundo.
Por ello nuestra casa debería ser el lugar que, una vez que cerramos la
puerta de la calle, sentimos como nuestro refugio, el lugar en el que al fin podemos
relajarnos, descalzarnos, dejar de fingir y ser nosotros mismos sin tener que
guardar las apariencias.
Una cosa que creo que todos sabemos, pero que algunas veces, por
circunstancias de la vida, decidimos ignorar (la mayoría de ocasiones de modo
inconsciente), es que nuestro hogar refleja a gritos silenciosos el estado de nuestro
«yo» interior. Tal como nos sentimos por dentro, así luce también el lugar donde
vivimos, y por esto mismo el estado de limpieza y organización en que
mantengamos nuestra casa influirá de manera determinante en nuestro ánimo —y
no solo en el nuestro, sino también en el de nuestra familia— en el mismo
momento en que traspasemos el umbral. Y de nosotros, de la importancia que
concedamos a los cuidados básicos del hogar, depende que esa influencia sea
positiva o negativa.
Imagina lo que es llegar a casa después de una jornada agotadora en el
trabajo. Es uno de esos días en que hace frío, humedad, te duele la cabeza y te has
pasado la tarde mirando el reloj, deseando llegar a casa para quitarte los zapatos y
poder acurrucarte un rato en el sofá.
Y entonces llegas, abres la puerta y te lo encuentras todo revuelto. Sueltas el
bolso y la chaqueta en el perchero de la entrada y rebuscas debajo de los sobres y
los folletos de propaganda que recogiste ayer del correo aquella bandejita tan
mona que compraste un día en que, aburrida de pasar una hora diaria buscando
las dichosas llaves a la hora de salir, se te ocurrió que la causa de ese problema era
que no tenías un sitio fijo donde dejarlas al entrar en casa. Así que ese mismo día,
sin pensarlo mucho más, te compraste la bandeja y despejaste la consola del
recibidor con la seguridad de haber solucionado un problema y el convencimiento
de que, a partir de ese momento, al dejar las llaves «en su sitio», nunca se volverían
a extraviar.
Pero no contaste con que la novedad de la bonita bandeja portallaves se
pasaría en unos pocos días, y que después volverías a apilar ahí todo lo que fueses
sacando del buzón, de modo que tras un par de semanas te ves teniendo que
buscar dónde poner las llaves debajo de una pila de facturas que por sí mismas te
ponen mal cuerpo, porque te recuerdan pagos pendientes y encima, para rematar,
vienen acompañadas de un montón de folletos de propaganda que te tientan con
artículos rebajados que te encantaría comprar. Y a todo ese ciclo de gastos reales y
deseos por cumplir se te une el remordimiento más o menos encubierto de que
estás buscando una bandeja que compraste para dejar las llaves y que cumplió su
función dos días, porque al tercero estaba ya oculta bajo los papeles que llegan a
diario a tu buzón.
Al fin aparece la bandeja. La colocas encima de todos los folletos, sueltas las
llaves y te diriges al dormitorio para cambiarte de ropa, y de refilón ves la cocina a
través de la puerta abierta, con el lavaplatos probablemente vacío porque hay una
pila de platos y vasos sucios del desayuno rebosando en el fregadero.
En los dormitorios las camas siguen sin hacer... Sí, es cierto que hace algún
tiempo leíste un artículo donde explicaban los resultados de un estudio científico
que demostraba que era mejor no hacer las camas recién levantados, porque
hacerla favorecía la proliferación de ácaros, y oye, la verdad es en ese momento te
sorprendió y te encantó, porque con él viste el cielo abierto. Después de todo, por
las mañanas vas a escape, y ese artículo, que tuvo mucha repercusión en las redes
sociales y que incluso comentaron en el telediario, hablaba de un estudio muy
serio. Durante una temporada te ofreció la excusa perfecta que necesitabas para
ahorrarte hacer la cama y ganar por la mañana unos minutos extra, que los
primeros días usabas para ponerte la sombra de ojos en casa en lugar de hacerlo
utilizando el espejo retrovisor del coche y tenías tiempo, incluso, de pasarte el
rodillo quitapelusas tranquilamente por la ropa antes de salir de casa, en lugar de
usar el de emergencia que guardas en la guantera del coche («madre mía, ese gato,
la cantidad de pelo que suelta»); pero ahora mismo acabas de llegar a casa y no te
acuerdas ni de estudios ni de ácaros ni de otras mil historias. Porque a día de hoy,
esos diez minutos que ganaste la primera semana se han difuminado por completo
y no tienes ni pajolera idea de en qué los gastas, porque aunque te levantas a la
misma hora y la cama no la haces, llevas muchos días otra vez aprovechando el
atasco matutino para terminar de maquillarte y de nuevo has sacado el rodillo
quitapelusas de la guantera al dejar el coche en el aparcamiento.
Y ahora acabas de llegar a casa después de un día interminable y solo ves un
revoltijo de sábanas, mantas y ropa sin guardar que hay sobre el colchón, y en lo
único que piensas es que si tan solo hubieses estirado un poco la cama por la
mañana, ahora mismo el dormitorio no tendría este aspecto desastrado y tan poco
acogedor. Y la ropa limpia y planchada que sacaste del armario pensando en qué
ponerte hoy está ahí medio arrugada y mezclada con las sábanas... Y la cama sin
hacer, porque aunque hubieses pensado hacerla hoy, esta mañana el tiempo voló
de nuevo y saliste de casa otra vez escopetada y sin tiempo ni para colgar la ropa
que sacaste el armario, aunque sabías que probablemente se iba a volver a
arrugar...
En el cuarto de baño, la cesta de la ropa sucia te la encuentras llena hasta el
punto de que no cabe un calcetín. Junto a la tabla abierta de la plancha, la canasta
de la ropa por planchar también está hasta arriba y el salón, ese sitio donde
soñabas acurrucarte cuando subías en el ascensor, se te presenta con el sofá
cubierto por un lío de mantas y los cojines revueltos de tal modo que parece que
mientras estabas fuera ha pasado por allí un tornado.
Si la bandejita de las llaves estuviese a la vista, las cartas y sobres apilados
en una esquina de la consola, en la cocina el lavaplatos lleno y el fregadero vacío, si
la cama estuviese hecha (aunque ese vestido y esos pantalones y esa blusa
estuviesen encima de la colcha) y si en el salón los cojines y las mantas del sofá
estuvieran mínimamente doblados y ordenados, el aspecto general al llegar a casa
sin duda se vería un poco más recogido y en orden, y esas son las claves para
lograr tener un hogar acogedor. Llegamos a casa y tenemos mucho por hacer, pero
si la sensación general al entrar es de orden, podemos tomarnos un ratito de
descanso sin remordimientos antes de revisar el correo, vaciar el lavaplatos (que
está ya todo limpio porque lo dejamos puesto anoche antes de irnos a la cama),
meter lo del desayuno y guardar la ropa en el armario.
Es muy complicado relajarse cuando se nos acumulan las tareas, y lo peor es
que cuantas más tenemos pendientes, más nos cuesta ponernos a ellas, sobre todo
si estamos cansados y deseando desconectar. Si no las hacemos, al final todo se
convierte en una espiral de dejadez doméstica de la que cada vez nos cuesta más
salir. Nos acostumbramos a malvivir en medio del caos y nos conformamos con
marcar límites de vez en cuando al desbarajuste generalizado que nos rodea,
mintiéndonos a nosotros mismos, alegando que nuestra casa no es un desastre
organizativo, sino que está revuelta porque «es una casa vivida, no un museo».
No nos engañemos. La verdad es que a nadie le gusta enseñar su casa
cuando está desordenada, y que todos tenemos muy claro que no es lo mismo vivir
en una sala de museo que en una casa familiar. En los museos nada se puede tocar,
y la limpieza se soluciona vaciando una papelera, pasando una mopa y un
plumero. Eso es muy diferente de pretender justificar el hecho de tener que pasar
un sofocón buscando la grapadora porque no tenemos ni idea de dónde la
soltamos la última vez que la utilizamos, y acabar usando un clip que casualmente
encontramos en un cajón, porque cuando por fin aparece, resulta que no tiene
grapas... Y la cuestión no es que no nos acordemos de dónde guardamos las
grapas, sino que ni siquiera sabemos si nos quedan... Y compramos una caja, y de
repente, otro día rebuscando un bolígrafo en un cajón, nos tropezamos con la
dichosa caja llena de grapas, porque resulta que no se habían acabado, es que las
habíamos «guardado en su sitio».
Llegar de la calle y hallarte en un hogar confortable, acogedor y ordenado
no tiene precio. Entrar por la puerta y ver que las cosas están en su sitio, justo
donde las dejamos porque es donde deben estar; necesitar algo y no tener que
buscarlo, sin saber si aparecerá ahora, que es cuando lo necesito, o estará en
cualquier otro lugar; sencillamente ir a cogerlo donde está guardado es una
sensación estupenda que todos nos merecemos tener.
Porque las tareas de la casa son ese trabajo que solo se nota cuando no se
hace.
Debemos comprender que un hogar no son cuatro paredes de ladrillo.
Nuestro hogar es un ser vivo que hay que cuidar con mimo y es muy especial,
porque, queramos o no, refleja el tipo de persona que lo habita. Si quienes viven en
él son personas organizadas, el hogar transmitirá armonía y organización. En una
casa con mil chismes por medio siempre es más fácil acabar discutiendo, porque el
desorden llama al caos, y en el caos no se puede estar en paz.
Mantener el orden en el hogar nos conduce a vivir de manera más positiva y
relajada, nos hace ir por el mundo con la satisfacción de sentir que por muy
complicado que sea nuestro trabajo, al entrar en casa todo será fácil y fluido, lo que
además aporta beneficios directos sobre nuestra salud, ya que reduce el estrés. El
equilibrio será el que defina un hogar ideal. Todos —niños, adultos, familias,
personas que viven solas o las que comparten piso— necesitamos un hogar en
equilibrio. La armonía es algo fundamental para los seres humanos y, cuando a
nuestro alrededor lo que tenemos es desorden y caos, nos cuesta mucho
desconectar del resto del mundo y relajarnos.
Hay estudios que indican que el ambiente en que vivimos no es más que el
reflejo de nuestra personalidad. Hay otros, en cambio, que demuestran la enorme
influencia que tiene nuestro entorno en la forma en que sentimos o nos
comportamos. A veces esa influencia ambiental la sentimos de modo consciente.
Mirar un paisaje en calma, una puesta de sol o una obra de arte bonita nos influye
de forma positiva en el ánimo, utilizando los mismos canales emocionales que
hacen que, cuando observamos un entorno devastado, feo y desagradable a la
vista, nos sintamos primero abrumados por el desastre y, después, saturados por
todo el trabajo que habrá que realizar para reparar los daños. La falta de orden
siempre nos predispone a sentirnos cansados o tristes, lo cual muchas veces
desemboca en el enfado.
Efectivamente, hay personas más ordenadas que otras. No todos prestamos
la misma atención a los detalles ni le damos la misma importancia a las mismas
cosas, pero estoy convencida de que el entorno influye de un modo determinante
en el estado general del ánimo. Por optimistas y pacíficas que seamos, a todos nos
molesta buscar algo en un cajón y darnos cuenta de que no está, porque la última
vez que alguien lo utilizó no lo devolvió a su lugar. Si pequeños detalles como este
suceden de forma habitual y se convierten en nuestra forma de vida, poco a poco
esa persona, inicialmente amigable y positiva, puede acabar enfrentándose con el
«culpable» que no se molestó en guardar el objeto en su sitio. Y si es él mismo es el
que no lo guarda, entrará en una cuesta abajo de desidia y dejadez cada vez mayor.
Todos podemos tener un mal día, de esos en los que, desde que suena el
despertador a las 6.30, nos sentimos con el mal humor instalado, ya sea porque no
hemos descansado lo suficiente o porque tenemos mucho trabajo, o tal vez por
alguna situación desagradable que nos tocará vivir en las próximas horas, pero si
el ambiente que nos rodea está organizado de forma que nos ayude a fluir en las
tareas sin escollos, es muy probable que acabemos el día cansados pero con una
sonrisa.
El aspecto físico personal y la imagen cuidada con esmero resultan
primordiales para dar buena impresión y en esto no importa ni el barrio donde
vivas ni el ambiente en te que muevas. Siempre hay que estar bien aseado y llevar
una ropa y calzado en armonía con el entorno y con el trabajo que vas a realizar.
No nos arreglamos igual para ir de compras al supermercado que a una reunión de
alto nivel, pero para afrontar ambas situaciones sin percances es importante que
todos los aspectos de nuestra vida estén interconectados con cierta armonía.
La mayor parte de las veces se nos olvida que los demás, al estar junto a
nosotros, perciben lo que proyectamos al exterior exactamente del mismo modo
que nosotros percibimos (aunque sea de modo subconsciente) lo que ellos
proyectan.
En el hogar, nuestro objetivo principal va a ser mantenerlo bajo control.
Siempre dentro de los parámetros básicos de orden y limpieza que podamos, pero
recordando aquello de que no es más limpio el que más limpia, sino el que menos
mancha. Lo haremos lo mejor posible, marcando pautas claras y mínimos
imprescindibles, pero sin amargar la vida de los que conviven con nosotros y sin
amargarnos nosotros mismos porque los objetivos que nos hemos impuesto son
imposibles de conseguir sin estar todo el día con la bayeta en la mano o riñendo a
todo el mundo porque los niños tocaron los cristales y dejaron la marca.
La forma de lograr ese equilibrio pasa por tener una actitud positiva y un
buen método que nos enseñe a priorizar. Luego ya solo tenemos que aplicarlo
mientras nos dejamos llevar por el ritmo cotidiano de nuestra vida, con sus
horarios, quehaceres… Desde luego no hay que dormirse en los laureles, porque
una cosa es fluir y otra muy distinta dejarse arrastrar. Lo que hay que tener muy
claro y no olvidar es que lo que nos rodea nos influye del mismo modo que
nosotros y nuestra actitud influimos a nuestro alrededor.
Yendo a lo práctico, para lograr un hogar armonioso tenemos que procurar
vivir rodeados de unas pocas cosas escogidas por nosotros a nuestro gusto.
Objetos, muebles, ropa... bonitos y prácticos y que tenemos porque nos encantan y
nos dan el servicio necesario. De esa predisposición positiva hacia los objetos que
nos rodean nace de modo natural el deseo instintivo de mantenerlos siempre
cuidados, limpios y ordenados, y ese cuidado es lo que en realidad nos transmite la
sensación de paz interior al llegar a casa.
El caos, el desorden constante y el rodearnos de cosas feas nos afectan de
modo negativo y nos inclinan a la depresión y a la violencia. En nuestra mano está
romper ese círculo vicioso en el que vivimos incómodos y estresados en mitad de
un desorden que nosotros mismos generamos constantemente cada vez que
apartamos con desgana cualquier chisme de los que tenemos rodando por la casa,
porque no lo valoramos como digno de ser cuidado. Para ser capaces de romper
ese círculo y sustituirlo por un fluir hacia lo positivo, el ambiente de nuestro hogar
debe enfocarse también en esa dirección. Medita si tu mal humor viene provocado
porque te sientes incómodo contigo mismo y con los que te rodean y, aunque lo
sabes, te cuesta modificar tu forma de ver la vida; prueba a comenzar cambiando el
lugar en el que vives, adaptándolo a lo que te gustaría lograr y convierte tu casa en
la proyección física del estado mental que quieres conseguir. Adapta a tu vida las
palabras de Gandhi:
PLANIFICANDO LA LIMPIEZA
ORGANIZACIÓN DEL TRABAJO
Caso 1: eres una persona recién independizada. Hasta ahora
vivías en un hogar casi mágico, en el que todo era semiautomático: la
ropa sucia pasaba, en el mejor de los casos, del cesto del cuarto de baño
al armario de forma casi instantánea. En ese proceso, se lavaba, se
secaba, se planchaba y se doblaba. Las manchas desaparecían a la vez
que las arrugas e ir de compras era poco más que salir de paseo al
centro comercial con una tarjeta de crédito. El mayor problema con la
ropa era escoger talla y modelo. La limpieza de la casa no te preocupaba
demasiado, y cuestiones como descongelar la nevera o limpiar las
lámparas eran temas totalmente ignorados salvo cuando te daban
instrucciones específicas acerca de cuándo y cómo hacerlo.
Ahora llegas a la que será tu nueva casa, entras, cierras la puerta... y no
sabes por dónde empezar.
Caso 2: eres una persona que lleva tiempo siendo
independiente. Diariamente, dispones de poco tiempo libre, porque el
trabajo, la pareja o los niños te lo absorben. Estás cansada y saturada, y
tienes la impresión de pasarte el día limpiando y recogiendo trastos
para conseguir una armonía que dura menos de la mitad de lo que
tardaste en organizarlo todo.
Y encima, para rematar, vas de visita o a casa de una vecina y se te van
los ojos hacia los muebles porque te admira lo limpio y organizado que
se ve todo siempre: da igual el día o la hora a la que vayas, siempre
reluce como si acabase de terminar de recoger. Y escuchar la frase
«perdona el desorden, es que aún no he tenido tiempo de limpiar hoy»
te deja un mal cuerpo mezcla de envidia, vergüenza y también cierto
remordimiento al pensar en el estrés que a ti te causa que se te presente
una visita sin avisar, porque para que tu casa luzca tan ordenada a
diario, necesitarías contratar a una persona... a diario. O un milagro,
porque para el poco tiempo que tienes libre, en lo último que piensas es
en ponerte a limpiar «por si acaso viene alguien».
Esto va a cambiar. A partir de ahora mismo. Da igual cuál sea tu situación.
Da igual si eres novata en esto de vivir sola o si llevas años buscándote la vida. Da
igual si trabajas fuera de casa. Da igual si compartes con alguien las tareas o lo
haces todo tú, y da igual también si tienes hijos, y sus edades.
Has decidido tomar las riendas y organizar la casa, y para empezar a
hacerlo solo haces falta tú (ya habrá tiempo de ir incluyendo al resto). Dice el
refrán que donde no hay cabeza, todo se vuelven pies. ¡Enhorabuena por tomar la
decisión de empezar a ser «la cabeza»!
La agenda de la casa
La agenda es una de las herramientas más útiles que podemos encontrar a la
hora de planificar el trabajo en el hogar. Una agenda bien organizada nos va a dar
la oportunidad de instaurar las rutinas en modo de piloto automático.
Para saber qué toca hacer en cada momento, con una agenda bien llevada
nos vamos a poder relajar por completo, porque nunca se nos volverá a olvidar
una cita ni una tarea de ningún tipo. Podemos anotar lo que queramos hacer en un
momento determinado y luego ya dejar la mente en blanco, olvidarnos por
completo de esa cuestión y pasar a otra cosa. Ya está anotado, así que cuando
toque hacerlo, ya nos avisará la agenda. Dediquemos mientras tanto nuestra
energía a otras cosas y olvidémonos del asunto hasta que llegue su momento.
Estamos acostumbradas a que en todos los «trabajos serios» utilizan las
agendas. ¿Por qué entonces el llevar una agenda doméstica nos parece algo tan
raro? ¿Acaso sacar una casa adelante no necesita organización? Claro que sí, lo que
ocurre es que en la sociedad en que vivimos estamos acostumbrados a tomar las
tareas de la casa como algo natural, que surge de forma espontánea, todo en plan
improvisado, como si se hicieran las cosas solas, vaya. Así nos pasamos el año
acometiendo las tareas cuando nos parece que «hace falta» o utilizando el método
de «ni recuerdo cuándo fue la última vez que se hizo».
Siguiendo el sistema de la improvisación, tareas que no entran dentro de la
rutina habitual diaria, como son lavar las cortinas, limpiar las lámparas o las
paredes, o dar la vuelta a los colchones, se demoran más meses de lo que sería
conveniente, no por dejadez, sino por simple olvido. De modo que no lavamos las
cortinas hasta que las vemos grises de polvo, y en muchas casas directamente
achacan el «cambio de color» de las paredes a que hace mucho que pintaron y la
pintura se oscurece, así que lo solucionan pintando encima de la suciedad, cuando
si las limpiaran, aunque solo fuese el polvo de vez en cuando, tal vez no fuese
necesario repintarlas.
En una casa hay muchas tareas mensuales (limpiar filtros del lavaplatos y
lavadora, por ejemplo), trimestrales (dar vuelta a los colchones, desparasitar a las
mascotas), semestrales (darle un buen fregado a las persianas) y anuales
(revisiones de gas, ITV del coche, pago de impuestos y seguros). Son quehaceres
que, si los hemos anotado, no tenemos que pensarlos. Simplemente están ahí, y no
se nos olvida realizarlos ni nos llevamos sorpresas de tipo «se me olvidó que era
este mes».
Y todo esto sin contar las reuniones y tutorías del colegio, los cumpleaños y
celebraciones de los amigos de los niños, las revisiones veterinarias de las
mascotas, las vacunas, la cita del dentista o del oculista... Con la agenda todo eso se
soluciona. Anotamos la fecha en que hacemos esas tareas, los compromisos, las
citas... Y nos olvidamos de ello hasta que llegue el momento. Puede que no te des
cuenta, pero se pierde muchísimo tiempo simplemente en pensar, tratando de
recordar algo, y si al final nos acordamos, estupendo, pero ¿cuántas veces no
recordamos, no somos capaces de quitarnos de encima esa sensación de que se nos
olvida algo? Y luego está el sentimiento de impotencia que te entra cuando al fin te
acuerdas, normalmente cuando ya es tarde para solucionarlo. Entonces te enfadas
contigo mismo y piensas: «Debería haberlo anotado».
Pues ya está. Para evitar todo eso es para lo que necesitamos una agenda.
Servir, sirve cualquiera que tenga un espacio suficiente para anotar, y hay algo
básico que tenemos que tener muy claro: por muy bonita y divina que sea, por
mucho dinero que nos cueste, si al final no la usamos, no nos servirá para nada. No
obstante, vamos a procurar buscarnos una a nuestro gusto, porque siempre es más
placentero trabajar rodeados de cosas bonitas, agradables a la vista y al tacto.
Muchas veces me preguntan por el tipo de agenda que «es mejor» para
llevar la gestión de la casa. Yo, como tengo niños que van al colegio y mi casa se
rige básicamente por el calendario de vacaciones escolares, utilizo una agenda
escolar, que procuro buscar de dieciocho meses. Estas agendas son muy útiles,
porque comienzan en septiembre y terminan en diciembre del siguiente año. De
este modo, yo comienzo en septiembre a organizar el año. Voy anotando lo que me
va surgiendo, y cuando el siguiente septiembre cambio la agenda, copio las
anotaciones que tenga la vieja en los meses de septiembre a diciembre, y las
páginas que sobran las utilizo para apuntar la lista de la compra o para dejar
alguna nota y arrancar la hoja. Para mí este es el sistema más práctico, pero si no
tienes niños y tu año comienza en enero, una agenda tradicional de enero a
diciembre te irá de fábula, y suelen ser más sencillas de encontrar en cualquier
papelería.
El formato que yo uso para la casa es el de semana vista, preferiblemente
que la semana ocupe la doble página, para que haya espacio suficiente para anotar.
La semana vista tiene la ventaja de que con solo echar un vistazo tienes la
planificación completa de toda la semana. No tienes que volver páginas para
buscar si mañana toca médico porque te suena que era el miércoles. Simplemente
la abres y ahí está, todo cómodamente visible.
El trabajo diario conviene planificarlo el domingo por la tarde, o el lunes por
la mañana. Te sientas un rato tranquilamente con una taza de café y piensas «lo
que vas a hacer» cada día de la semana. Y lo anotas en ese día. Así, cuando te
levantes por la mañana o llegues del trabajo por la tarde, no tendrás que pensar
nada, tan solo abrirla para ver «qué toca hoy». Si tienes la suerte de contar con
ayuda doméstica que se ocupa de las tareas mientras estás en el trabajo, puedes
dejárselas anotadas en la agenda, además de algún aviso especial para un día
concreto.
Y ya para terminar, a mí me encantan los bolígrafos de colores y las
pegatinas divertidas. Son fáciles de encontrar en cualquier papelería y animan
mucho a la hora de anotar y leer el trabajo que hay que realizar. No es lo mismo
abrir una agenda y encontrarte con todas las anotaciones escritas en el clásico azul
o negro que una que cuando la abres está llena de colores: rosa, azul, verde,
violeta, con las tareas más importantes subrayadas con marcadores llamativos y
con los imprevistos señalados con pegatinas. Aprovecha este recurso tan sencillo y
echa mano del color.
El temporizador
Desde el clásico huevo de cocina, pasando por la alarma del reloj o la del
teléfono móvil, seguro que tienes alguno por casa; si no (o te suena, pero no sabes
dónde puede estar), comienza utilizando el del teléfono móvil. Si no das con él,
recurre a alguna aplicación gratuita y descárgatela. No busques nada sofisticado:
cuantas más opciones ofrezca, más difícil será aprender a usarla. Escoge una
sencilla, en la que marques el tiempo y al terminar suene un timbre. No
necesitamos nada más.
Al principio, para comprobar lo que eres capaz de hacer en poco tiempo,
vamos a trabajar en series de solo cinco minutos.
Como estábamos con las ventanas y tenemos ya el limpiacristales y el papel
en la mano, vamos a seguir con ellas: programa cinco minutos. Pulsa el botón de
puesta en marcha de la cuenta atrás y limpia los cristales. Sin parar ni distraerte.
Limpia a fondo y con entusiasmo. Échale energía y ganas, a ver hasta qué ventana
eres capaz de llegar. Cuando suene el timbre, paras. Ya.
Ahora aléjate tres pasos y suelta lo que tienes en la mano. ¿Ves lo que has
logrado? ¿Cuántos cristales brillan? Cuéntalos. ¿Sorprendida de todo lo que te han
cundido esos aparentemente míseros cinco minutitos? Pues esta va a ser a partir de
ahora la dinámica de limpieza. Se acabó el pensar en limpiar u organizar por
lugares o trabajos específicos. A partir de ahora, vamos a pensar en bloques de
tiempo. En principio, bloques pequeños. Sacar cinco minutos de cualquier
momento del día es sencillo. Por muy ocupados que estemos, cinco minutos «no
son tiempo», así que vamos a empezar por ahí.
El «qué» tenemos que hacer está anotado en la agenda, de modo que la
miramos, cogemos lo necesario, programamos nuestros cinco minutos, y al lío.
Cuando suene el timbre, paramos y recogemos los útiles de limpieza. Si vemos que
podemos arañar un poco más de tiempo, cuando nos pite el reloj programamos
otros cinco minutos.
Vamos poco a poco. La cuestión es preparar el trabajo para terminar la tarea
y recoger los materiales en cuanto nos avise el timbre del temporizador. Porque,
como dije antes, la tarea no es «limpiar las ventanas», la tarea es «limpiar cinco
minutos las ventanas», y hasta donde lleguemos, llegamos. Si nos ha dado tiempo
solo a una, una se limpia, y es estupendo. Si ha dado tiempo a limpiar dos, es
estupendo también. Anotamos lo que hemos hecho en la agenda, y así la próxima
vez que nos pongamos a limpiar las ventanas, sabremos que esas dos no las
tenemos que limpiar, porque ya lo hemos hecho hoy.
Del mismo modo lo hacemos todo: quitar el polvo, pasar la mopa, arreglar
el aseo, la cocina, las lámparas...
Según le vayamos cogiendo confianza al temporizador, iremos aumentando
el tiempo, siempre en bloques de cinco minutos. Ya sabemos todo lo que nos da
tiempo a hacer en cinco minutos, así que según el tiempo de que dispongamos,
podremos aumentar el bloque a diez minutos, quince, veinte... Para planchar, por
ejemplo, como la plancha suele tardar un ratito en calentarse, es mejor marcarnos
un tiempo un poco más largo, digamos unos veinte minutos, y cuando suene el
timbre, en función de lo que nos quede en el cesto, del tiempo de que dispongamos
y (esto es importante) de las ganas que nos queden de seguir planchando, pues nos
marcamos otra tanda de veinte minutos más, o menos, o sencillamente damos por
concluida la sesión de plancha y nos vamos rápidamente a guardar la ropa en los
armarios antes de que se arrugue.
Para no cansarnos, es importante que los tiempos que programemos
seguidos nunca sean de más de treinta minutos. Sea cual sea el tiempo que
pongamos —cinco minutos, diez minutos, o tal vez treinta—, lo más importante es
que ese tiempo sea de trabajo real, intensivo y sin distracciones. Por eso hay que
trabajar con tiempos cortos, y cuanto más cansada estés, más cortos deben ser,
porque si ya es difícil mantener la atención en algo fijo durante mucho rato, cuanto
más cansados, peor, porque más nos distraemos.
De modo que series de tiempos cortos y las repetimos las veces que hagan
falta. Resulta de suma importancia no estar nunca más de una hora con la misma
tarea, para que no se nos haga pesada. Si marcamos un tiempo inicial de treinta
minutos, como máximo podremos volver a pautar el temporizador con otros
treinta, con lo que el total será una hora, así que cuando suene la alarma por
segunda vez, recogemos, anotamos lo que hemos hecho en la agenda y nos
dedicamos a otra cosa.
Yo, particularmente, rindo mucho más si me marco tiempos de diez en diez
minutos. Se me hace mucho más ameno, me distraigo menos porque me resulta
más sencillo focalizar la atención en periodos cortos que largos, pero cada cual
debe encontrar su ritmo, y por eso lo mejor es comenzar por tiempos cortos e ir
subiendo hasta ver a cuál nos adaptamos mejor. Además, al margen del ritmo
personal, no siempre podremos disponer de una hora (ni media) completa para
dedicar a una tarea. Marcando tiempos cortos nos aseguramos de poder avanzar
en lo que tenemos que hacer, aunque sea poquito a poco. Tal vez te parezca que
dedicando tan poco rato a la casa no avanzamos. En ese caso piensa que
haciéndolo de este modo, avanzar, tal vez avancemos despacio, pero como mínimo
no seguimos acumulando. Porque aunque lentamente, en realidad sí que
avanzamos. A un ritmo que tal vez te parezca al principio un poco lento, pero que
es constante, y ahí es donde radica la clave del éxito, como el agua que poco a poco
va desgastando por donde pasa. Porque lo que verdaderamente funciona a largo
plazo no es hacer mucho hoy y nada mañana, sino un poquito cada día.
Cada uno de estos sectores tiene una temática muy concreta y es totalmente
independiente de los demás, de modo que llevar la casa al día con ellos es muy
sencillo. Una característica de este sistema que me gusta mucho es que al ser
diferente cada semana, las tareas no se hacen monótonas, porque nos encargamos
de cosas nuevas cada semana.
Ten a mano los rotuladores porque ha llegado el momento de empezar a
dividir el plano. La división de nuestra casa en los sectores que conformarán
nuestras semanas temáticas queda del siguiente modo:
Destrasteo básico
Es muy sencillo. Lo más básico del mundo. La clave es la constancia, pero
una vez que lo asimiles, es una de esas cosas que vas a hacer sin darte cuenta.
Bueno, allá va:
Y eso es todo. No hay más. Las tres cosas que nos llevemos con nosotras al
salir irán a su lugar correspondiente. La basura irá directamente al cubo, y lo que
sea para guardar, a su sitio. Si de momento no tiene sitio específico porque estamos
empezando, llevamos prisa o no tenemos claro dónde ponerlo, al menos lo
dejaremos en la habitación que le corresponda. Así, cuando lo necesitemos, no
habrá que buscarlo por toda la casa, y cuando arreglemos ese espacio, lo podremos
colocar en su lugar.
Las tres cosas no tienen que ser algo especial. Un papel de chicle, el vaso de
agua que se quedó sobre la mesa y el cargador del móvil, que tenemos ahí a la
vista sin recoger, ya cumplen el objetivo de las tres cosas que, cuando salgamos del
salón, habremos quitado de la vista. El papel directo a la basura. El vaso al
lavaplatos y el cargador a su cajón (y si no hay lavaplatos disponible, no se tarda
nada en dar un enjuagado rápido en el fregadero y colocar en el escurridor).
Ese simple gesto, repetido todas las decenas de veces que pasamos de un
cuarto a otro de la casa, consigue por sí mismo mantener el orden de una manera
asombrosa. Al principio cuesta un poco porque las rutinas nuevas lleva un tiempo
instaurarlas (dicen los estudios que el cerebro tarda entre veinte días y un mes en
asimilar una nueva rutina como algo propio) de modo que se queden impresas en
nuestro cerebro de manera automática. Para compensar esos olvidos, al menos los
primeros días, son muy útiles los carteles. En principio no hace falta llegar al punto
de pegar un folio enorme en las puertas con el recordatorio (podemos poner un
pósit), aunque si tenemos familia a la que queremos implicar en el proceso (y nos
interesa mucho implicarla, sobre todo a los niños, que aunque por un lado suelen
ser los que más chismes sueltan en sitios estratégicos a lo largo del día, por otro
también son los que más rápidamente asimilan las nuevas rutinas), poner carteles
de forma intensiva (y temporal) puede ser bastante útil.
De modo que colgamos nuestros carteles, y así del mismo modo que nos
ayudan a nosotras a recordar la rutina, de vez en cuando les recordamos a su vez a
los demás miembros de la familia que las cumplan. Sin riñas ni enfados y dejando
margen para que cada uno asimile a su ritmo la nueva estrategia de organización,
pero con el convencimiento de que en unas cuantas semanas todos la habrán
asumido como algo natural y que solo necesitarán un breve recordatorio de vez en
cuando.
Destrasteo temático
Este tipo de destrasteo es tremendamente eficaz a corto plazo. Se trata de
entrar cada día, durante un ratito muy corto de cinco minutos de temporizador, en
una de las habitaciones que componen el sector, con dos bolsas de las que usamos
para la basura y dos cajas de cartón.
En cuanto a las bolsas, una de ellas será para todo lo que claramente vemos
que es basura: folletos, papeles, cosas rotas... La otra bolsa será la de «reciclar». En
ella vamos a ir poniendo todo lo que no sea basura y que, aunque nosotros no
utilizamos, vemos que aún puede tener vida útil: trapos viejos, juguetes desfasados
(no rotos, los rotos son basura), artículos de propaganda... Según se vayan
llenando, hacemos doble nudo, etiquetamos y sacamos (si es posible) a la entrada
de la casa, lejos de la habitación, con idea de meterlas en el maletero del coche para
llevarlas al punto limpio, a una ONG o simplemente depositarlas en algún
contenedor de reciclado la próxima vez que salgamos. Donde sea que llevemos las
bolsas, seguro que le van a dan mejor uso a esos trastos del que les estábamos
dando nosotros, teniéndolos esparcidos o arrinconados y cogiendo polvo en casa.
Vamos con las cajas. Una de ellas la rotulamos como «guardar», y la otra va
a ser la de «colocar en su sitio».
En la de guardar, vamos a meter todos esos artículos que hace meses que
tenemos rodando por todas partes y que solo nos están ocupando sitio en los
cajones o cogiendo polvo fuera de ellos, porque verdaderamente no los usamos,
pero sentimos, por la razón que sea, que no estamos preparados emocionalmente
para desprendemos de ellos.
De momento no los vamos a sacar de casa, pero sí vamos a quitarlos de la
vista, así que mete en la caja para «guardar» absolutamente todo aquello que hace
tiempo que no usas y que al mirarlo veas que no te gusta o que te produce esa
sensación incómoda en el estómago que es como un pellizco de culpabilidad.
Mete dentro cualquier objeto que al cogerlo sientas que es un trasto y
también todo aquello que te cause cualquier tipo de remordimiento.
Deja fuera únicamente esos trastos que sabes que son trastos pero que,
aunque no los uses, solo con mirarlos ya te hacen sentir bien. Los trastos no se
pueden ordenar. Está demostrado que únicamente organizamos las cosas que nos
gustan, así que deja solo esas.
Una vez que adquieras el hábito de clasificar, verás que empiezan a llegar a
tus manos artículos estupendos pero que en la vorágine de limpieza en la que estás
inmersa ahora mismo no tienes claro si utilizas o no: todo eso, colócalo en la caja
para guardar. Cuando la caja esté llena o se termine el tiempo que nos hemos
propuesto dedicar hoy a destrastear, cierra la caja con precinto, ponle la fecha y
llévala al trastero o ponla en algún sitio en el que pueda quedarse durante un
tiempo indefinido sin que estorbe. Si se llena antes de que se termine el tiempo,
precíntala, sácala fuera de la habitación y coge otra caja rápidamente. Antes de
cerrarla no te pares a revisar el contenido. Haciéndolo corres el riesgo de acabar
sacando algo. Simplemente precinta y rotula la fecha con un marcador indeleble de
punta gruesa. En la caja con la etiqueta «colocar en su sitio» pon todo lo que no sea
basura, ni para donar ni reciclar, ni sea tampoco para guardar, pero que no deba
estar en esa habitación. Si tienes dos o más unidades de algo que de verdad
utilizas, mete en la caja de «colocar en su sitio» el que más te guste y el resto, en la
caja de «guardar».
Si en algún momento necesitas algo de lo que guardaste en esas cajas,
ábrela, saca lo que sea y colócalo en su sitio después de usarlo. Mantén el resto de
objetos en la caja, vuelve a cerrarla y a colocarla en su lugar.
Cuando lleven las cajas tres meses cerradas, cógelas tal cual están y llévalas
a alguna tienda donde compran objetos usados. Tal vez puedas venderles algo y
sacar un dinerillo. Lo que no merezca la pena vender, dónalo a alguna
organización benéfica. Nada que lleve más de tres meses dentro de una caja
precintada es necesario guardarlo en casa.
Destrasteo extremo: una mudanza rápida sin cambiar de
vivienda
El mejor día para llevar a cabo este destrasteo es uno en el que no tengamos
que salir, de modo que podamos dedicarle todo el tiempo necesario. Bien hecho,
no debería llevarnos más de una tarde o una mañana, pero es muy probable que
será completa, en plan intensivo, por lo que acabaremos algo cansadas, y es mejor
no tener gran cosa que hacer el resto del día.
Nos ocuparemos de una única habitación cada día que le dediquemos a este
destrasteo, de modo que no vamos a llegar a sentirnos abrumados por el exceso de
trabajo en ningún momento.
Este sistema de destrasteo extremo, resulta ideal para aquellas personas con
tendencia a acumular trastos al punto de tener en su casa una habitación trastero,
tan llena de chismes que al pasar por la puerta y mirar hacia dentro, aparte del
sentimiento de culpa por ver semejante desorden, a la hora de plantearse arreglar
la habitación sienten tal cansancio y sensación de impotencia, por no saber por
dónde empezar, que mentalmente bromean con la idea de tapiar esa puerta y
hacerse a la idea de que esa estancia no existe.
Si tiendes a acumular objetos sin demasiado orden; si a todo lo que entra
por tu puerta le encuentras alguna utilidad pero, a la hora de la verdad, nunca lo
utilizas; si te da pena deshacerte de todas esas menudencias que consigues por
promociones, primeras ediciones de coleccionables, de esas que salen en los
quioscos a precios irrisorios y que siempre compras porque son baratas, sin tener
ninguna intención de completarlas..., te va a venir de perlas.
Y ¿qué me dices de los regalos recibidos por compromiso de gente que no
acertó y que tienes rodando por casa porque te parece feo deshacerte de ellos?
Para solucionar todo esto sin caer en el remordimiento, no hay nada mejor
que una buena mudanza... Y si el lugar adonde nos trasladamos es un piso más
pequeño, mejor. Piensa en lo que necesitas realmente. En las cosas que usas y lo
que te quieres llevar a tu nueva casa. Busca cajas: te estás mudando. Necesitarás
también un paquete de bolsas de basura, cinta de embalar y rotuladores de punta
gruesa.
Como realmente se trata de un simulacro, vamos a ir por estancias a nuestro
ritmo. Únicamente respetaremos la norma de no empezar una habitación hasta no
haber terminado otra. Comenzaremos por la habitación más alejada de la puerta de
la calle para ir siguiendo el orden «de dentro hacia fuera», e ir sacando las malas
sensaciones acumuladas desde el fondo del hogar hacia la superficie hasta lograr
expulsarlas a la calle.
¿Cómo lo hacemos?
Bien. Lo primero es preparar el equipo que necesitaremos: cajas, bolsas,
rotuladores, el temporizador y la agenda, una escoba con recogedor, una bayeta y
un espray multiusos.
Todo esto lo dejaremos a la entrada y nos paramos un momento en el quicio
de la puerta abierta. Echamos un vistazo general al interior. Programamos el
temporizador cinco minutos, nos giramos a nuestra derecha, y comenzamos a
meter en las cajas todos los objetos que vamos encontrando. Los que realmente
utilizamos de forma habitual, los colocamos en una que rotularemos «mantener».
Los que son útiles pero tal vez tengamos repetidos van dentro de otra rotulada
«donar» junto con los que no usamos hace tiempo y no sabemos tampoco cuándo
los vamos a volver a necesitar, y los rotos o verdaderamente inútiles a una bolsa de
basura. En caso de duda, guárdalo en «donar».
Vamos a poner en la caja rotulada «mantener» únicamente lo que nos
llevaríamos a la casa nueva. El resto irá para donaciones o directamente a la
basura. Según vayas llenando cajas, cierra con precinto y rotula. Déjalas en el
pasillo hasta que suene la alarma del reloj. En cuanto se termine el tiempo, haz a
las bolsas de basura un doble nudo y llévalas a la puerta de la calle para
depositarlas en el contenedor la próxima vez que salgas. Las cajas para donación
las rotulas como tal, las cierras con precinto y las metes en el maletero del coche
para acercarlas dondequiera que las recojan o al contenedor de reciclaje.
Cuando hayas terminado de guardar todos los objetos de la habitación en
cajas, aprovecha para barrer y quitar el polvo de los muebles, con la comodidad de
tener únicamente una pila de cajas precintadas que solo contienen objetos que
realmente merece la pena guardar. Aprovecha para revisar también los muebles.
Cambiarlos de sitio, repara alguno si hiciera falta, pinta, renueva la decoración y
dale a todo un aire nuevo. Una lata de pintura, un rodillo de espuma y una
paletina bastan para cambiar por completo el aspecto de cualquier mueble
desvencijado. Lleva la basura al contenedor y las cajas para donar al maletero del
coche. La próxima vez que salgas podrás acercarlas a la organización de
beneficencia a la que donas habitualmente las cosas. Importante: lo que sale hacia
el coche, nunca vuelve a entrar en casa. Hazte a la idea de que esas cajas se
perdieron en la mudanza.
Si no sabes dónde llevar lo que quieres donar, localiza un punto limpio y lo
entregas allí, o deposítalo en un contenedor de reciclaje.
Recoloca los muebles y vacía las cajas colocando cada cosa en su sitio.
Procura que no haya nada fuera de su lugar. Tal vez necesites comprar algún cesto
o alguna caja decorada, pero lo más probable es que una vez que hayas sacado la
gran cantidad de chismes que no usas, te sobrará sitio y se verá la habitación
mucho más amplia.
2
RUTINAS DE LIMPIEZA
Creo que no hay mejor forma de comenzar este capítulo que copiando lo
que Flylady llama «mandamientos». Detrás de este nombre hay once sencillas
instrucciones que conforman la base de las rutinas necesarias para mantener un
hogar confortable y una apariencia personal agradable.
Estas pautas no son nuevas. Seguro que reconoces la mayoría por habérselas
escuchado mil veces a tu madre cuando vivías con ella. El «¿no pensarás estar todo
el día en pijama?» es la frase estrella en muchas casas los fines de semana, cuando
al fin después de toda la semana corriendo contrarreloj nos podemos levantar sin
prisa y comenzar el día desayunando tranquilamente... Si no tenemos gran cosa
que hacer, ni hemos previsto salir a ningún sitio esa mañana, no es demasiado
complicado llegar al mediodía en pijama.
RUTINAS DIARIAS DE LIMPIEZA
Las rutinas diarias son las tareas de mantenimiento de nuestra casa que,
como su propio nombre indica, hay que hacer a diario, de lunes a domingo, para
mantenerla aseada y recogida. No son en absoluto una limpieza a fondo ni
profunda, al contrario: se trata más bien de una mera tarea de supervivencia, lo
que de toda la vida se ha llamado «limpiar lo que ve la suegra».
Quiero aclarar que el concepto de las rutinas no es limpiar propiamente
dicho, sino mantener lo que tenemos, tal cual, sin dejar que se nos acumulen el
polvo, las pelusas o la ropa semisucia en la percha de detrás de la puerta del cuarto
de baño. Por mucha prisa que llevemos por la mañana o muy cansados que
estemos por la noche antes de ir a dormir, implementar una serie de rutinas es
necesario para mantener la casa al día con el mínimo esfuerzo.
Las rutinas son eso que hacemos de manera automática, sin darnos cuenta
ni pararnos a pensar. Lo hacemos y punto. Por ejemplo: siempre nos lavamos los
dientes después de desayunar y nos peinamos antes de salir de casa. Lo hacemos
por rutina, sin decidir hacerlo. Sin pensar. Y de este modo, salimos siempre de casa
bien peinados y con los dientes limpios. Pues del mismo modo que hacemos esto,
vamos a implementar una serie de rutinas para mantener nuestra casa y que se vea
siempre limpia y recogida sin tener que hacer trabajo extra ni pasarnos horas
limpiando ni recogiendo.
Según está la vida organizada, en el día tenemos tres momentos clave: por la
mañana al levantarnos, a mediodía a la hora del almuerzo, y por la noche a la hora
de cenar y acostarnos. Esos son tres momentos del día en que ya hacemos
muchísimas cosas en piloto automático: por la mañana, nos levantamos, nos
aseamos y nos vestimos antes de salir de casa. A mediodía almorzamos y
procuramos descansar aunque sea un momento antes de ponernos de nuevo en
marcha, y por la noche cenamos, ducha y relax hasta la hora de dormir.
Vamos a aprovechar estos tres momentos para sacar unos minutos que nos
van a ayudar a mantener la casa sin esfuerzo. Como cada cual tiene unos horarios
y unas necesidades diferentes, lo ideal es que cada familia organice y distribuya las
tareas en la franja horaria que mejor se adecue a sus características. No es lo mismo
trabajar por la mañana que por la noche, o a turnos, ni se puede ceñir al mismo
horario quien sale de casa a las siete de la mañana y vuelve a las nueve de la noche
que quien trabaja desde casa, por ejemplo. En el primer caso, tienes menos tiempo
para estar en casa, pero por eso mismo las cosas duran más tiempo limpias y
recogidas... A no ser que tengas niños, claro, pero una casa con niños nunca puede
estar perfecta sin ayuda (y muchas veces, ni aun así).
El horario y la distribución de tareas varían en función de la familia y de los
horarios por los que esta se rija, pero lo que hay que tener claro y asumir es que las
tareas que hay que realizar son exactamente las mismas en todos los casos. Habrá
quien podrá hacerlas con más desahogo, y quien tendrá mayor dificultad para
llevarlas a cabo, pero lo básico hay que hacerlo sí o sí.
Y ¿qué es «lo básico»?
Lo básico es lo justo e imprescindible para que no nos coman la suciedad y
los chismes: dejar el dormitorio recogido, con las camas estiradas, sin zapatos por
el suelo ni la ropa arrugada sobre la silla; el cuarto de baño con las puertas y los
cajones del mueble cerrados, sin toallas arrugadas ni ropas tiradas por el suelo, y
con el inodoro y el lavabo limpios; la cocina debe estar recogida, con la encimera y
la mesa despejadas y el fregadero vacío; en el salón, las fundas de los sofás
colocadas, los cojines en su sitio y que no haya una capa de polvo en la que se
pueda escribir sobre los muebles ni en la pantalla de la televisión; los libros
colocados en su estantería, o apilados sobre la mesa de centro los que se estén
leyendo; los mandos de los equipos en su sitio y que no haya juguetes
desperdigados por todas partes con los que podamos acabar tropezando.
En resumen: «lo básico» es tener la casa de modo que cuando llamen al
timbre y te digan: «Estoy abajo, abre que subo un momento a verte», no te dé un
ataque de ansiedad porque no tienes la casa en condiciones de recibir a nadie.
Levántate y ponte en el centro de la habitación en la que estás ahora mismo.
¿Cómo la ves? Si no sabrías por dónde comenzar, claramente necesitas
implementar rutinas. Es muy fácil, y aunque al principio puede costarte un poco
por la falta de costumbre, en poco tiempo verás como de repente lo haces sin
pensar, de manera automática.
A continuación te voy a dar una lista de tareas básicas que puedes tomar
como ejemplo. No hace falta que las hagas todas a la vez desde el principio; de
hecho, tal vez te abrume a simple vista, pero vas a comprobar que muchas de ellas
ya las realizas de forma rutinaria, tal vez no todos los días, pero seguro que sí que
de vez en cuando (si no, sería imposible vivir en tu casa).
Comienza por las que sueles hacer más a menudo. Las que sean diarias o
una o dos veces por semana. Como no son nuevas, sino que ya las conoces, te
resultará más sencillo comenzar por ellas. Anótalas en tu agenda para realizarlas
todos los días. Búscales una hora fija, la que mejor te convenga según tus
obligaciones, y cíñete lo máximo posible a ese horario. Imagina la rutina de tareas
anotadas como si estuvieses administrando una medicina a un perro enfermo: hay
que hacerlo a diario y sin excusas si queremos que mejore nuestro animalito.
Recuerda que un hogar es como una mascota, y queremos mantenerla sana y feliz.
Comienza por fijarte una o dos. Ponte metas cortas y tareas fáciles. De todas
las que hay anotadas, escoge para empezar las que te resulten más agradables.
Como hay que hacerlas todas, da igual comenzar por una u otra.
Además de anotarlas en la agenda, para facilitar la colaboración del resto de
la familia vamos a hacer carteles. Los carteles son un recurso que ayuda mucho.
Hazlos. Si pegas en la puerta del dormitorio un letrero (sirve desde un folio a un
pósit... algo que se vea como recordatorio) que diga «hacer la cama», no se
olvidarán de hacerla. Igual que si en el cuarto de baño colocas una nota que diga
«ropa sucia al cesto», cualquiera que se duche recordará que el suelo no es el sitio
donde dejar las toallas. Si tienes niños que no saben leer, haz dibujos y explícales lo
que significan.
Verás como poco a poco las rutinas se van integrando en tu vida y cada vez
cuesta menos llevarlas a cabo. Además, según se van viendo las cosas más limpias
y recogidas, nos va desapareciendo, sin darnos cuenta, el desánimo de ver siempre
el mueble cubierto de polvo, nos da menos pereza coger el plumero y nos ponemos
a ello de mejor humor. El estado de ánimo nos cambia de forma inconsciente.
Estas son las tareas básicas de una casa de dos plantas con varios niños
pequeños o en edad escolar, divididas en los tramos más usuales.
Rutinas matutinas
Rutinas de mediodía
Esta rutina es la más suave. Todos los días a mediodía hay que:
Poner la mesa.
Almorzar.
Recoger la mesa.
Echar los desperdicios a la basura.
Guardar los restos en su sitio (pan a la bolsa, comida a la
nevera).
Sacudir el mantel/limpiar el hule.
Meter lo sucio en el lavaplatos o fregarlo.
Secar o poner a escurrir lo fregado.
Dejar el fregadero limpio y seco.
Recoger la encimera, limpiarla y secarla.
Pasar una microfibra húmeda y escurrida por el frente de la
hornilla.
Barrer la cocina.
Ordenar durante cinco minutos los cajones o armarios.
Tirar tres cosas.
Pasar la fregona si hace falta.
Ratito de descanso y café.
La rutina que hay que seguir por la noche es la más importante del día.
Todo lo que hagamos antes de acostarnos será trabajo que no tendremos que
realizar al día siguiente. Acostumbrarnos a adelantar tarea por la noche nos
ayudará a no ir con tantas prisas por la mañana.
Rutinas nocturnas
Todas las noches antes de ir a dormir hay que:
Meter los tendederos si la ropa no está seca.
Organizar baños o duchas con pijamas o ropa cómoda.
Terminar de hacer la cena.
Poner la mesa.
Cenar.
Recoger la mesa.
Llevar la basura al cubo.
Guardar los restos de comida en su sitio (nevera, despensa...).
Sacudir el mantel o limpiar el hule.
Llenar el lavaplatos y conectarlo, o fregar.
Escurrir/secar lo fregado y guardarlo en su sitio.
Dejar el fregadero impoluto, limpio y seco, y el desagüe
despejado.
Recoger, limpiar y secar la encimera.
Pasar una bayeta escurrida por los frentes de los muebles y la
placa.
Barrer y pasar la fregona.
Ratito de juego relajado con los niños antes de acostarlos.
Sacar la basura.
Programar la lavadora si hiciera falta.
Preparar la ropa y los zapatos para mañana.
Revisar mochilas y bolsos.
Ordenar durante cinco minutos el salón: recolocar fundas del
sofá, ahuecar cojines, apilar libros y revistas, ordenar los chismes que
estén por en medio...
Acomodarse en el sofá en modo «OFF»: peli tranquila,
lectura...
Darse cremitas de antes de dormir y a la cama.
Parece mucho, ¿verdad? Así, leído todo de corrido, es cierto que puede dar
la impresión de ser «demasiadas cosas para el poco tiempo del que dispongo»,
pero vuelve a leerlo. Coge un lápiz y puntea todas las cosas que ya haces
normalmente. ¿A que cambia la lista? Hay muchísimas tareas que hacemos a diario
sin darnos apenas cuenta y que necesitamos anotar para ser conscientes de ellas.
También hay cosas que no hacemos, no porque no las creamos necesarias,
sino sencillamente porque al no tenerlas anotadas, se nos olvidan. Para evitar
olvidos es precisamente para lo que nos sirven las listas. Listas, carteles y la agenda
son recursos fantásticos al alcance de cualquiera que nos ayudan a recordar sin
esfuerzo. Una máxima que yo tengo ya asumida es: si no esta anotado, no existe.
La utilidad de anotarlo todo me ha quedado patente alguna vez que me han
llamado para confirmar o cambiar la hora de alguna consulta de esas del médico
especialista de la Seguridad Social en que la cita te la dan casi de un año para otro...
Te suelen enviar una carta con la información, pero de repente te llaman porque
hubo algún cambio en la visita, y ponte ahora a buscar la carpeta donde guardaste
la carta para anotar en ella los cambios... En lugar de eso, coge la agenda. Anota los
nuevos datos en el día correspondiente a la visita, y olvídate del tema.
Volviendo a las listas de rutinas que he señalado antes. La división de lo que
hay que hacer por la mañana, por la tarde y por la noche es totalmente
modificable. Depende por completo de los horarios de la familia. Lo único que hay
que tener claro es que todo lo que hagamos antes de acostarnos, nos ayudará a
adelantar el trabajo cuando nos levantemos.
La de la noche es, con diferencia, la rutina más importante del día, porque
es la que nos va a hacer comenzar por la mañana desde cero, con la dinámica del
nuevo día ya planteada. Antes de ir a la cama, resulta tremendamente útil dar un
último paseo por la casa para comprobar que todo está bien. A mí, por ejemplo, me
resulta muy frustrante levantarme por la mañana y comprobar que, después de
recoger la cocina y llenar el lavaplatos, se me olvidó pulsar el botón de puesta en
marcha. Me sienta fatal cuando me ocurre eso porque yo suelo poner un programa
ecológico, que a cambio de ser el que menos gasta tarda una eternidad en lavar, de
modo que olvidarme de pulsar el botón por la noche implica llegar con el
lavavajillas ocupado hasta mediodía. Con la lavadora me pasa tres cuartos de lo
mismo. Como tiene la ventaja de que se puede programar para que comience a
lavar a una hora determinada, yo procuro dejarla programada por la noche de
modo que termine de lavar a la hora en que me levanto. Tendiendo en cuanto
termina, sin dejar asentarse la ropa en el bombo, evito que se marquen las arrugas
y me ahorro mucha plancha... Y me da mucha rabia cuando me levanto con el cesto
preparado para tenderlo todo en un pispás y me encuentro que está la ropa sucia,
porque me olvidé darle al botón.
Te cuento esto para que te fijes en cómo algo tan simple como dejar
programado el lavaplatos o la lavadora por la noche, para encontrarnos por la
mañana limpias la vajilla y la ropa, nos ayuda en casa a comenzar el día de una
forma mucho más sencilla y eficaz. Acostarnos diez minutos más tarde por la
noche por dejar algunas tareas del día siguiente preparadas nos hace ganar mucho
tiempo. Y es que pararse un par de minutos antes de ir a dormir para extender las
fundas del sofá, poner el mando de la tele en su lugar, colocar los cojines y dejar la
mesa de centro ordenada hace que entremos en el salón por la mañana con una
sensación de orden que nos va a acompañar todo el día, y así será como nos lo
encontremos al volver a casa, aunque hayamos salido pitando bien temprano.
Por el contrario, si en lugar de recoger por la noche, dejamos las fundas de
los sillones caídas y arrugadas, los cojines revueltos, el mando por cualquier parte
y la mesa de centro llena de libros y revistas sin control, eso será exactamente lo
que nos recibirá cuando volvamos a casa a mediodía o por la tarde.
Y por eso precisamente, porque a nadie le apetece llegar del trabajo y
ponerse otra vez a trabajar, es por lo que las tareas domésticas hay que ir
haciéndolas poco a poco, porque no es lo mismo dedicar media o tal vez una hora
seguida que quizá no tenemos que hacerlo repartiendo el tiempo en periodos
cortos de cinco a diez minutos en varias veces a lo largo del día, y eso como mejor
y más relajado se hace es implementando unas rutinas diarias, breves y adaptadas
a nuestro modo de vida en particular.
RUTINAS SEMANALES DE LIMPIEZA
Además de las rutinas diarias, que como he explicado son las tareas que se
hacen todos los días, vamos a implementar una rutina semanal dos días fijos a la
semana: el repaso y el minirrepaso. Pondremos uno el lunes, para recuperar la casa
de los desmanes y el desorden habitual que se producen el fin de semana, y el otro
el viernes, como preparación para tener las cositas organizadas y poder recibir el
fin de semana, salidas, visitas inesperadas... con toda la tranquilidad del mundo.
SECTOR 1 O PRINCIPAL:
SEMANA DE LA COCINA
(Y DESPENSA) Y DEL CUARTO DE BAÑO
INTRODUCCIÓN
Al sector 1 o sector principal de nuestra casa le vamos a dedicar en exclusiva
la llamada «semana de la cocina y del cuarto de baño». Lo componen la cocina, la
despensa y los cuartos de baño que tengamos en casa. Este es el sector que
conforman el corazón y los pulmones de la casa, de modo que procuraremos
mantenerlo siempre limpio y recogido en cualquier circunstancia.
Unos párrafos antes comenté mi idea de que un hogar es un ser vivo, y que
para mantenerlo sano hay que cuidarlo y mimarlo como tal. Si no lo atendemos
como necesita, enferma él y además nos contagia a los que vivimos dentro, con lo
que nuestra calidad de vida se resiente. Piensa en cuando tienes gripe, o cuando
alguna vez te da un ataque de alergia... A no ser que verdaderamente no puedas
levantarte de la cama (y aun así a veces lo hacemos), seguimos yendo a trabajar y
cumpliendo con nuestras obligaciones diarias, pero a un ritmo muy bajo, aplicando
la ley del mínimo esfuerzo, no por desidia, sino porque realmente no podemos, en
plena crisis por la enfermedad, hacerlo mejor.
Pero una casa son paredes, así que ¿cómo enferma una casa? Es muy fácil.
Piensa en un animal doméstico cualquiera —un perro, un gato, pájaros...—, el que
más te apasione o menos te moleste. Si convives con alguno, piensa en todos los
cuidados que necesita y en los que recibe. Míralo y analiza lo que ves: ¿qué aspecto
tiene? ¿Se ve limpio, bien aseado y alimentado? ¿Tiene el pelo lustroso y bien
cepillado, o por el contrario muestra calvas y nudos por falta de higiene?
El caso es que tengas o no un animal en casa, eres consciente de que
requiere una serie de cuidados, y necesita, por tanto, de una persona responsable
que se encargue de él. Pues lo mismo, exactamente lo mismo, ocurre con tu casa.
Con todas las casas. Para convertirse en un hogar agradable, necesitan de alguien
que se encargue de ellas. ¿Quién? Eso da igual, pero alguien tiene que hacerlo. Por
mucho que los niños lloren pidiendo un cachorro, por mucho que prometan que se
harán cargo de cuidarlo, bañarlo y alimentarlo, todos sabemos lo que suele ocurrir:
empiezan con muchas ganas, pero al poco tiempo los niños se olvidan, y los
cuidados básicos del animalito acaban siendo responsabilidad de uno de los
adultos de la familia, que es el que acaba dándole de comer y sacándolo a pasear a
diario. ¿Qué ocurriría si todos en la familia se lavasen las manos diciendo que no
es problema suyo y, por tanto, eludiesen esa responsabilidad? Que el pobre
animal, como mínimo, lo pasaría bastante mal, ¿verdad? Pues con los hogares
sucede lo mismo.
Todas las casas necesitan ser ventiladas, limpiadas, organizadas de chismes.
Todas requieren de alguien que abra las ventanas, pase la mopa y lleve la basura al
contenedor. ¿Qué pasaría si nadie se hiciera cargo? El cemento y los ladrillos no
sufren ni se entristecen, pero nosotros, que vivimos dentro, sí, y si por unos
motivos u otros nadie se ocupa de ella, al final entramos en una espiral de dejadez
que nos contagia la negatividad del ambiente. Lo mismo que comentaba antes:
empezamos dejando cosas sin recoger y tareas sin realizar, y acabamos volviendo a
una casa que nos recibe hecha un desastre, donde no nos podemos relajar, porque
todas esas habitaciones que vemos desordenadas y sucias nos gritan
constantemente que así no se puede vivir, que ellas necesitan de alguien que les
abra las ventanas para que entre el aire fresco y renovado de la calle, les limpie el
polvo, el suelo y les coloque en su sitio lo que está desordenado.
Como por algún sitio hay que comenzar, y tenemos ya claro el concepto de
cuidados que necesita nuestra casa para transformarse en un hogar acogedor,
vamos a empezar a organizar.
Seguimos con la idea de cuidarla como si de una mascota se tratase, de
modo que partimos de esa base: ¿cuáles son los órganos básicos que debemos
cuidar? Corazón y pulmones. Si falla cualquiera de los dos, la vida se vuelve
complicada, así que vamos a centrarnos en ellos, en el corazón y en los pulmones
de nuestro hogar, para mantenerlos impolutos, en perfecto estado de revista. Con
el corazón no valen excusas. Se cuida sí o sí, o nos quedamos sin casa. Con los
pulmones ocurre otro tanto.
Y si el corazón de nuestro hogar es la cocina, los pulmones son los cuartos
de baño.
La cocina
Manteniendo la cocina y el cuarto de baño limpios y ordenados, el estado
del resto de la casa se difumina. Ellos son los que marcan la pauta de organización
que va a regir en las demás estancias, de un modo que entra maravillosamente en
sintonía con aquello que decían nuestras abuelas: «Una casa con la cocina recogida
y las camas hechas siempre está ordenada».
Caprichos útiles
Caprichos, a poco que te guste cocinar, tendrás muchos. Lo complicado es
definir la palabra «útiles» porque a las que somos socias del club CVCQ (culo veo,
culo quiero), casi cualquier cacharrito que vemos en los catálogos se nos antoja
inmediatamente imprescindible. Lo malo es que hay muchos que usas dos veces y
quedan arrinconados.
Después de varias experiencias de este tipo, mi consejo es no comprar.
Nada. Nunca. Olvídate de bazares temporales y de las recomendaciones
entusiastas de amigas que lo acaban de comprar hace dos días y te cuentan que no
saben cómo han podido vivir sin ellos tanto tiempo, porque salvo unas pocas
excepciones, el entusiasmo no dura más de unas pocas semanas. Las justas para
que caduque el tique y no puedas devolverlo.
Esto, claro, depende del ritmo y los gustos de cada casa. Hay quien compra
la máquina de hacer pasta, la usa casi cada vez que toman pasta en casa y no
vuelve a comprarla envasada salvo en situación de emergencia, y quien la
arrincona a los tres días para seguir comprando paquetes de macarrones porque
eso de tener que pasar un rato por la mañana haciendo tallarines el día que toca
pasta, con la mesa de la cocina salpicada de harina, una vez pasada la novedad le
parece muy pesado.
La sandwichera, si te gustan los sándwiches y los tomáis habitualmente, es
una máquina estupenda. En mi caso, tengo un grill que, aunque no me los sella
como la sandwichera, me permite hacer ocho de una vez. Aparte, con la rustidera,
me sirve para hacer pequeños asados, y abierto, también como plancha. Antes de
comprar una sandwichera sencilla, valora si no te merece más la pena esta otra
opción. Ahora los hay de placas intercambiables que vuelven el aparato mucho
más versátil.
Otra máquina útil, si la usas, es la panificadora. Lo único malo es que ocupa
mucho sitio, pero vuelvo a decir: «si la usas», es muy práctica. Si no te adaptas al
pan casero, acabarás con un chisme enorme, del tamaño de una freidora grande,
sin saber dónde meterlo. Y todo esto sin hablar de lo que pagaste por ella.
Las gofreras, donuteras, barquilleras, maquinitas de esas que hacen
magdalenas, pistolas de masas, picadoras que hacen galletas... todas esas monerías
son estupendas y resultan muy útiles para evitar comprar dulces procesados de
dudosa salubridad y hacerlos en casa, muy sanos y con ingredientes controlados,
pero si no coméis bollos dulces a diario, en mi opinión no merece la pena
comprarlas, a no ser que tengas una cocina suficientemente grande como para
poder guardarlos con comodidad, aunque sea para usarlos solo una vez cada
varios meses.
Necesitamos:
Un bote con pulverizador de 3/4 de litro.
Alcohol de limpieza (primera A).
Amoniaco (segunda A).
Agua (tercera A).
Preparación:
Limpiar azulejos
Los azulejos se limpian muy bien con una mopa de microfibra. Lo ideal es
tener dos recambios. Ponemos en un cubo limpio agua caliente, un chorrito de
detergente de lavar los platos a mano y un vaso de amoniaco, o un tapón de
detergente específico de cocinas, que trae quitagrasa incorporado. Mojamos uno de
los recambios de la mopa, escurrimos un poco con la mano para que no chorree
demasiado y lo colocamos en la base. Y le vamos damos a la pared. De vez en
cuando, dependiendo de lo sucia que esté, lo quitamos, aclaramos y volvemos a
colocar. Cuando ya está todo pasado, cambiamos al recambio seco y damos un par
de pasadas para secar los azulejos y quitarles las posibles marcas de agua si son
mates o sacarles brillo si son brillantes.
La primera vez, si está muy sucio, puede que se tarde un poco en dejarlos
perfectos, pero una vez que compruebes lo rápido y fácil que se limpian de este
modo, el trabajo de mantener los azulejos brillantes dejará de ser una tarea pesada
que te lleva toda la mañana para convertirse en un movimiento de rutina que se
hace en un momento. Se tarda más en llenar el cubo y coger la mopa que en
limpiar una pared.
Control de plagas
Cucarachas
Las cocinas son, por mucho que se limpien, el lugar ideal para que
proliferen estos insectos que se alimentan de los restos de comida y necesitan el
calor y la humedad que hay habitualmente en ellas. Los motores de frigorífico,
congelador, horno... producen un calor que a estos bichos les encanta. Además,
como suelen ser electrodomésticos pesados difíciles de mover, los mantenemos en
un lugar casi fijo sin quitarlos para limpiar por detrás más que unas pocas veces al
año. El mueble de debajo del fregadero es otro lugar clásico donde se esconden. Se
trata de un sitio húmedo, cálido y muchas veces lleno de productos de limpieza
que comparten hueco con el cubo de la basura. ¡Es como Disneylandia!
En estas zonas cálidas, húmedas y con abundancia de comida, es donde
suelen hacer su nido y criar. Por ello resulta imprescindible mantener el lugar lo
más ordenado, limpio y seco posible, para evitar que entren sin ser vistas y, en caso
de entrar, poder detectarlas inmediatamente, erradicarlas lo antes posible e
impedir que se nos cree un problema sanitario repugnante y complicado.
Para evitarlas, nada mejor que las cajitas de cebo que venden ya preparadas.
Si te parece que tienes muchas y aun poniendo cajitas sigue alguna con vida,
existen en el mercado unos dosificadores con forma de jeringuilla con un cebo
envenenado en su interior. Esto, que se aplica en forma de gotas en rincones
estratégicos y poco accesibles a niños o mascotas, es muy efectivo para los lugares
en los que no se pueden poner cajitas.
Por supuesto, hay que mantener los suelos limpios y el cubo de la basura
cerrado, y barrer y fregar de forma constante y rutinaria para que no queden migas
bajo los muebles ni otros restos de comida que las puedan atraer.
Como curiosidad, el olor de los plátanos muy maduros les encanta, así que
en verano y en épocas de mucho calor lo mejor es guardar los plátanos en la
nevera, porque aunque el frío los ponga negruzcos por fuera, siempre es mejor
tener un plátano feo que un nido de estos bichos.
Hormigas
Las hormigas están en todas partes. Gracias a su pequeño tamaño se meten
por cualquier rendija, por diminuta que sea, y una vez encuentran lo que buscan —
comida—, vuelven al hormiguero a dar el aviso. El resultado es que nos podemos
encontrar de la noche a la mañana con una plaga que nos inunda y se nos cuela por
todos los rincones.
Como en el caso de las cucarachas, lo mejor es la prevención: los paquetes
abiertos, en botes herméticos a los que no puedan acceder; limpieza pulcra para
evitar migas y restos de alimentos, y mantener limpias y ordenadas todas las
superficies de trabajo, incluido el suelo. Si localizamos la rendija por la que entran
en la cocina, podemos taparla con un poco de silicona, o incluso un poco que pasta
de dientes blanca, pero si no acabamos con la colonia, emergerá por otro lado.
Para acabar con la plaga de forma doméstica, existen, como en el caso de las
cucarachas, unas trampas especiales para ellas: la hormiga llega, lleva el cebo que
ha encontrado al hormiguero y allí mueren todas las que lo tomaron, incluida la
reina, que es la que pone los huevos para que el hormiguero siga subsistiendo.
Cocos
Los cocos o gorgojos de la harina son unos escarabajos pequeñitos,
diminutos, poco más grandes que la cabecilla de un alfiler de costura. Suelen llegar
los huevos en los paquetes de harina, legumbres, cereales o pasta. También es muy
habitual que vengan acompañando a las infusiones.
Los huevos eclosionan en primavera, cuando empieza el calor, y los detectas
porque de repente un día entras y te encuentras la cocina llena de puntitos
diminutos que se mueven, y algunos ves que vuelan. Si intentas aplastarlos,
comprobarás que son muy duros. El modo de acabar con ellos es buscar el foco y
limpiar todo muy bien, y la manera de que no te inunden la cocina o la despensa es
meter todos los alimentos en tarros herméticos en cuanto llegas del supermercado.
Si venían los huevos ya dentro del paquete, no se nota, y cuando les toque salir,
van a eclosionan igual que si estuviesen en el envase original, pero se quedarán
dentro del tarro y será muchísimo más sencillo dominar la plaga.
Polillas
Las polillas de la comida son esas mariposas diminutas marrón claro que
aparecen de repente revoloteando por la cocina. No son las mismas que las que se
comen la ropa, aunque se parecen mucho. Son lo que se llama «una plaga de
almacén», lo que significa que si ves una revoloteando, te toca revisar a fondo
todos y cada uno de los envases que tienes en el armario, por si acaso vienen
larvas. Estas polillas ponen los huevos en los paquetes de alimentos de harina,
pero también aprovechan los rincones de los envases de cartón. Las larvas son
unos gusanitos blancos que se meten en un capullo formando una especie de
telaraña. La forma de prevenirlas es la misma que los cocos: sacar de los envases la
comida al llegar a casa y pasarlo todo a tarros herméticos. Si vemos el arroz, los
macarrones o la harina con cosas raras que parecen «así como telarañas», o vemos
que tienen algo parecido a un «polvillo raro» dentro del paquete cerrado, es
porque están infectados.
Para controlar las mariposas adultas, que son las que ponen los huevos,
venden unas pegatinas estupendas con atrayente específico para poner en los
armarios de la despensa. La polilla adulta se siente atraída por las feromonas que
desprende la trampa y al acercarse se queda pegada al cartón. Si te da asco verlas
ahí pegadas, piensa si no te daría más asco ver las larvas dentro de la comida. De
todos modos, ahora venden unas trampas diseñadas con un sistema de ventanas
dispuestas de tal modo que se disimula un poco la visión de los bichos pegados al
cartón. Cuando hay muchas pegadas, se tira el carboncillo a la basura y se pone
uno nuevo. Es un sistema barato, muy cómodo y efectivo.
Madera
Últimamente se han puesto de moda estas encimeras. Son las más delicadas
y las que más mantenimiento necesitan, pero a cambio aportan mucha calidez a la
cocina y una estética preciosa. Conviene que sean de alguna madera dura
resistente, por lo que las mejores son de maderas tropicales y las de contrachapado
marino. Los cuidados básicos son utilizar una tabla de cortar y no hacerlo nunca
directamente sobre ella para evitar marcas y cortes y dar una capa de aceite
protector un par de veces al año que selle los poros para protegerla de las manchas
y de la humedad propia de la cocina. A la hora de instalarla en la cocina, sería
interesante buscar un modelo de fregadero en el que el grifo pueda ir incorporado
a la base, sin necesitar taladrar la encimera para ponerlo. Esto es porque los grifos
algunas veces pueden perder algo de agua y salpican, y es mejor que esa humedad
extra no dé directamente en la madera. Si la ponemos de tablero marino en lugar
de maciza, evitamos los inconvenientes de la humedad, porque lleva incorporado
un tratamiento hidrófugo para que el agua no la estropee.
Laminados
Las encimeras laminadas son las más baratas de todas. Están compuestas de
un tablero de aglomerado recubierto de una lámina de algún material resistente al
agua y a las manchas. El cuidado básico es como el de las demás: mantenerla
limpia y recogida, utilizar siempre una tabla de cortar para no estropear el acabado
y no poner recipientes excesivamente calientes que la puedan quemar, dejando la
marca.
Estando bien selladas las juntas para que se mantenga estanca, de modo que
la humedad no se cuele y estropee por dentro, son unas encimeras estupendas.
Acero inoxidable
Son los más comunes en las cocinas convencionales por prácticos, por precio
y por ser muy resistentes al manejo diario y a los productos de limpieza más
habituales. Suelen ser de acero cepillado, que los hace más resistentes a los
arañazos y evita las marcas de huellas.
Acrílicos
La ventaja principal que tienen es que se pueden hacer de colores que
combinen con el resto de la cocina. Hay que tener un poco de cuidado con la
temperatura si ponemos una olla directamente de la placa, porque se podría
quedar la marca.
Piedra sintética
Modernos y prácticos, su principal ventaja, aparte de la estética de colores,
es que se pueden hacer de una pieza con el resto de la encimera, por lo que evitan
las juntas donde puede acabar acumulándose la cal.
Chapa antihumedad
Para proteger de la humedad, se coloca en el suelo del mueble, por dentro,
una plancha metálica que hace de base estanca para aislar del agua y de la
suciedad. Como los muebles suelen ser medida estándar, se compra de la medida y
no es complicado encajarla dentro. Una vez colocada ya no hace falta moverla.
Mueble estantería
Para mantener el hueco lo más organizado posible, conviene comprar un
mueble estantería de esos que venden específicos para este espacio. La clave que
los convierte en muy prácticos es que son de material inoxidable y se limpian
fácilmente. Normalmente la estructura es de aluminio y las baldas de plástico. La
estructura suele ser extensible para cubrir el hueco que necesitamos, y las baldas
están compuestas por secciones de quita y pon, de modo que podemos ajustar la
colocación de las mismas para salvar las tuberías, el cableado y los sifones de
desagüe sin mayor problema. Cabe muchísimo en estos muebles. Dan para
mantener ordenados la mayor parte de los productos y utensilios de limpieza.
Cubo de basura
Tener el cubo de la basura debajo del fregadero es todo un clásico. Pueden
ser desde los modelos más antiguos y clásicos, redondos con tapadera que se
levanta con la mano, a los modernísimos y especiales para reciclar con un montón
de compartimentos. Sea cual sea el nuestro, es importante que el lugar que
destinemos a la basura orgánica tenga una tapadera lo más hermética posible para
evitar malos olores.
Yo pongo varias bolsas dentro del cubo, una dentro de otra. Así a la hora de
tirar la basura solo tengo que anudar, sacar la llena y queda listo con otra colocada.
Si la bolsa que está llena chorrea, lo hace dentro de la siguiente, por lo que el cubo
queda siempre limpio. El número de bolsas que se pueden poner cómodamente
varía de un modelo a otro de cubo, así que es cuestión de probar. Yo coloco cuatro.
Vitrocerámica
Gasta mucha luz y tarda un poco más que el gas en cocinar. Se limpia con
crema limpiavitros y queda como nueva con dos pasadas. Si tiene mucho pegado
porque se derramó algo y se quemó, lo quitamos con la rasqueta o con un estropajo
tipo nanas impregnado en limpiador frotando en círculos. Para limpiarla hay que
esperar a que se enfríe para no quemarnos, excepto si lo que se derramó fue algo
con azúcar, ya que entonces hay que limpiarlo sobre la marcha, con cuidado para
evitar quemarnos.
Inducción y flexinducción
No pueden utilizar las placas de inducción las personas que llevan
marcapasos, porque cocinan con un campo electromagnético; por otra parte, los
recipientes deben ser los adecuados. La prueba es poner un imán en la base. Si se
queda pegado, sirve para cocinar. La limpieza es la más sencilla de todas, porque
como solo se calienta lo que hay dentro de la olla, la placa siempre está fría, y lo
que se derrame nunca se quema. Hay que tener en cuenta que el sitio donde está
apoyada la olla mientras se está cocinando estará caliente, porque la comida
calienta la olla, y la olla calienta la placa, así que cuidado de no quemarnos.
La flexinducción son placas de inducción normales pero que no tienen
zonas delimitadas para poner las cazuelas, sino que podemos usar toda la
superficie de la placa para cocinar. Si tenemos varios recipientes de distintos
tamaños es lo más cómodo, porque podemos ponerlos todos a la vez.
Placas tipo dominó
En lugar de una cocina con solo gas o solo inducción, podemos poner varias
placas distintas y tenerlo todo. Son más pequeñas, lo justo para ser cómodas y
útiles. A mí me encantan porque hay cosas que se guisan mejor en cocina de gas, a
veces necesitamos la rapidez de la inducción y otras veces apetece poner algo a la
plancha. Hay muchísimas combinaciones posibles con estas placas.
Limpieza de filtros
Los filtros pueden ser de acero o de aluminio, y la mejor forma de limpiarlos
es en el lavaplatos. Los de aluminio tienen la desventaja de que en el lavavajillas el
brillo se pierde y el color se estropea, así que antes de meterlos hay que valorar que
realmente merezca la pena perder un poco de estética para ganar en comodidad y
limpieza. A mí, personalmente, esto me compensa con creces, pero cada uno en su
casa tiene que tomar la decisión.
Para lavarlos a mano, hay que pulverizar en el fregadero con quitagrasa por
todos lados, para que penetre bien por la malla que forma el filtro. Se deja reposar
un buen rato para que todo se ablande bien y luego se aclara con la ducha del
grifo. Si el grifo del fregadero tiene manguera extensible es muy sencillo, pero si es
fijo y no tiene opción de ducha, tal vez sea mejor hacer esto en la bañera.
Los filtros de acero inoxidable se limpian igual, pero no corren el riesgo de
estropearse en el lavaplatos. Al contrario, salen relucientes y brillantes.
Limpieza de filtros
Los filtros de la base de la cubeta del lavaplatos se desmontan a rosca y se
limpian en el fregadero con detergente de lavar a mano y un cepillo. Si lo hacemos
por costumbre y no dejamos que se acumulen restos, será más fácil.
Malos olores
Para evitar malos olores en el lavaplatos lo mejor es mantener los filtros
limpios y una rendija siempre abierta para que circule el aire. Aunque lo vayamos
llenando a lo largo del día para ponerlo a lavar por la noche, si no lo cerramos del
todo nunca nos olerá mal. Es decir, lo más importante para evitar malos olores es
adquirir la costumbre de cerrarlo herméticamente solamente para que no se salga
el agua cuando está lavando. Atención: siempre abierto, aunque solo sea una
rendija.
Si somos pocos en casa y no ponemos el lavaplatos todos los días, por la
noche conviene hacer aunque solo sea un ciclo de enjuagado con un poco de
detergente. Estos ciclos duran pocos minutos y no calientan el agua, así que
programamos y en cuanto termine lo abrimos para que ventile. No obstante, con
los programas automáticos que hay hoy en día, de media carga y la función de
ahorro de agua que traen incorporada, la mayoría de máquinas solo toma el agua
que realmente necesita en función de la suciedad de la vajilla, y ya que se pone a
aclarar, se pone a lavar, porque la diferencia real de consumo es mínima. Por este
mismo sistema de cálculo de agua en función de la suciedad, no hace falta enjuagar
las cosas antes de meter en el lavaplatos. Al contrario, según están programados
los ciclos y el consumo estimado, puede resultar incluso contraproducente, porque
no lava igual de bien. Con sacar lo más gordo con una servilleta de papel en el
cubo de la basura es suficiente.
Frigoríficos y congeladores. Mantenimiento y limpieza
El frigorífico y el congelador tienen que estar siempre muy limpios y
organizados. Para ello lo mejor es asignar un día específico para organizarlos, que
programaremos dependiendo de cuándo acostumbremos a ir a la compra. Hay que
tener en cuenta que cuanto más lleno, más trabajo, así que es mejor aprovechar uno
de esos días de final de mes en los que está más despejado. De este modo, cuando
lleguemos del supermercado con las bolsas nos será más sencillo ubicar los
alimentos que necesitan frío.
Alimentos básicos
Los alimentos básicos son los que nos salvan de tener que pedir comida
rápida en caso de no disponer ni de dos minutos para apañar una comida o que se
nos presenten visitas sin dar tiempo para ir a comprar. El «fondo de despensa»
equivale al fondo de armario del vestidor, y depende de lo que sea costumbre
comer en cada casa, pero el tomate frito, varias conservas de pescado, algunos
botes de verduras o legumbres cocidas, alguna lata de comida cocinada (fabada,
garbanzos...), un paquete de macarrones, frutos secos y algún encurtido, no
deberían faltar en la despensa, porque nos hacen salir airosos de un apuro en
cualquier circunstancia inesperada. Aunque no se consuman de forma habitual en
casa, tampoco debería faltar alguna lata de refresco y cerveza que poner a enfriar
en un momento dado.
Lista de la compra
Nunca se debe ir a comprar sin llevar la lista de lo que necesitamos. Y hay
que aprender a ceñirse a la lista para evitar, por un lado, gastar de más, y por otro,
acabar comprando un montón de productos que no son comida sin tenerlo previsto.
Las especias
Lo ideal es guardarlas en un sitio oscuro y fresco, en su propio envase, o en
un tarro opaco donde no pase la luz si se compran a granel. Tenerlas en un
expositor encima de la campana o en los tarros imantados en la puerta de la nevera
solo es práctico para aquellas que se utilizan muchísimo a diario y no da tiempo a
que se estropeen, porque tanto la luz como el calor y los vapores de cocinar las
echan a perder.
Es mejor comprar, siempre que se pueda, las especias en grano y molerlas
en casa, porque aguantan mucho más tiempo. Para molerlas, los molinillos típicos
de pimienta son baratos y se pueden tener varios para las que son en grano. En el
caso de las diminutas, como el comino, la mostaza o el azafrán, se envuelven en un
paquetito de papel de aluminio y se muelen en el mortero. Para la nuez moscada
existe un rallador específico pequeñito, muy práctico y muy barato.
Limpieza específica
Muebles
Los muebles más prácticos para un cuarto de baño que se use a nivel
familiar son los de aluminio. En un buen acabado de madera, apenas hay
diferencia con los auténticos, porque dan la misma calidez pero sin necesitar
apenas mantenimiento. Un paño humedecido en prácticamente cualquier
limpiador los deja impecables, sin riesgos de estropear los acabados de laca o
barniz. No se oxidan ni se hinchan con la humedad.
La otra opción buena es poner laminados especiales para cuarto de baño. Se
pueden limpiar también casi con cualquier producto. La madera maciza es muy
bonita pero hay que tratarla cada cierto tiempo. Se limpia con una bayeta mojada
en vinagre o un poco de limpiador jabonoso para madera. Dependiendo del
acabado, puede necesitar cera o nutrirse con aceite. Si no es específicamente apta
para ambientes húmedos, a la larga se hincha, se deforma y se acaba estropeando.
Sanitarios
Todo lo que sea cerámica sanitaria —lavabos, bidé o inodoros— se limpia a
fondo con un estropajo blanco de baño o de los azules de cocina que no rallan y un
poco de lejía densa. Se aclara con una bayeta y agua limpia, y se seca
perfectamente con un paño. Da igual el material del lavabo, se limpian siempre así.
Los grifos quedan muy brillantes secándolos una vez limpios con una
bayeta de microfibra. Las manchas de cal se frotan con estropajo y vinagre, y en las
zonas difíciles, con un cepillo que llegue hasta los rincones.
Desagües
Si un sumidero se atasca, se desatornilla y se saca lo que podamos por el
hueco. Normalmente son restos de pelos y jabón que además de no dejar correr el
agua, huelen muy mal. Unos buenos guantes vienen bien para esta tarea. Una vez
quitado el pegote que podamos, una cucharada de sosa cáustica en escamas, un
vaso de agua caliente, esperamos media hora y volcamos un cubo de agua limpia
para aclarar y arrastrar toda la porquería. Cepillamos la parte metálica del desagüe
para que quede bien limpia y la volvemos a atornillar.
Bote sifónico
El bote sifónico tiene la función de crear una barrera de agua para evitar que
suban insectos y malos olores por la cañería de desagüe. Cuando notamos que
ninguno de los desagües del aseo traga bien el agua, tal vez es que llegó el
momento de limpiarlo de pelos y restos de jabón que se van por las tuberías. Para
localizarlo buscamos un disco metálico del tamaño de un plato de postre que está
atornillado en el suelo, normalmente cerca del inodoro. Conviene ponerse ropa de
faena, un buen delantal y guantes resistentes, porque el acúmulo de restos de jabón
y cabellos en proceso de descomposición forma una masa negra que huele muy
mal y da mucho asco. Se desatornilla la tapa externa, se saca la tapa interna de
plástico y ahí está lo que tenemos que limpiar. Sacamos todo lo que podamos a una
bolsa de basura, lo limpiamos y echamos un chorreón bien generoso de lejía.
Conviene abrir los grifos con la tapa abierta para comprobar que el agua corre sin
problema hacia el bajante. Si no corre, es que el atasco está por dentro de la tubería
y hay que meter el cable de fontanero para desatascarlo. Luego ya se vuelve a
tapar, se atornilla y listo.
Grifos
Igual que en la cocina, interesa que los grifos tengan algún dispositivo de
ahorro de agua, sobre todo los del lavabo y bidé, y el teléfono de la ducha. La cal se
limpia del mismo modo que en la cocina, con vinagre o algún antical específico y
un cepillo que llegue a los rincones más escondidos.
Papelera
A la papelera se le pone una bolsa limpia y se vacía a diario. Si la ponemos
de pedal no hay que tocar la tapa con la mano, pero hay que acordarse de limpiar
el mecanismo.
Inodoro y cisterna
Hay que procurar que la cisterna no gotee. Si suena sin descanso, lo más
probable es que esté perdiendo agua, lo que aparte del desperdicio nos puede
suponer un aumento considerable en la factura por un gasto que estamos teniendo
que no vemos, porque va directamente a la alcantarilla.
Lo mejor es instalar un sistema de doble descarga, que vacía toda o la mitad
de la cisterna según lo que necesitemos, y nunca, nunca, nunca usar el inodoro
como si fuese una papelera donde echar los algodones, las toallitas de
desmaquillar o el pañuelo de papel usado. Para eso está la papelera.
Cercos de agua
Los de dentro del inodoro que se producen en la zona por donde resbala el
agua de la cisterna salen muy bien con lejía espesa con detergente. Se deja actuar y
luego se frota con la escobilla o un estropajo.
Atascos en el inodoro
Los atascos en el inodoro suelen ocurrir porque alguien, normalmente niños
pequeños, tiran objetos que no son capaces de pasar el codo del sifón y colarse por
la tubería de desagüe. También las toallitas húmedas, incluso las que se supone
que son aptas para tirar por el inodoro, si se acumulan lo acaban atascando. La
forma más práctica y rápida de solucionarlo es ponerse un guante de goma, meter
la mano en una bolsa de plástico y coger directamente lo que sea que esté
obstruyendo.
Si el atasco no está en el sifón, sino que viene de la tubería general, tenemos
el inodoro lleno de agua y notamos que aunque sea despacio, va desaguando,
podemos probar a echar medio vaso de escamas de sosa cáustica cuando
calculemos que la cisterna no desbordará la taza y darle un par de horas para que
actúe. Pasado ese tiempo descargamos la cisterna completa. Normalmente si el
tapón ha sido por papel o toallitas, la sosa lo habrá disuelto lo suficiente como para
solucionar el atasco. Si persiste, tal vez haya llegado la hora de llamar a un
fontanero.
Bidé
Se limpia igual que el lavabo.
Bañera
Normalmente las bañeras son de chapa esmaltada o acrílicas. En realidad no
importa porque se limpian igual que el lavabo, con estropajo blanco que no ralla y
un poco de lejía densa o algún limpiador específico de baños.
Si es de las de hidromasaje que tienen chorros de aire o agua, se quitan los
embellecedores, se limpian con vinagre para quitarles la cal y se vuelven a colocar.
Para los circuitos de tuberías internas hay que usar de vez en cuando un
desinfectante específico y seguir las instrucciones del fabricante, que normalmente
son llenar la bañera de agua, añadir el desinfectante y conectar el circuito quince o
veinte minutos para que actúe. Se vacía la bañera, se vuelve a llenar con agua
limpia y se conecta de nuevo unos minutos para aclarar el sistema. Se vacía y se
seca.
Ducha
La placa se limpia igual que la bañera. Si no hay placa, sino que está
integrada en el suelo, se le da con la fregona como al resto de la solería.
Mampara
La mampara, sobre todo en la ducha, viene genial para evitar inundaciones
y charcos. Hay que dejarlas secas cuando se usan para evitar las manchas de cal y
las marcas de agua. Para eso da muy buen resultado una rasqueta de cristalero.
Con un poco de práctica la deja impecable en tres segundos.
Cuando ya se acumuló la cal, frotar con una bayeta de microfibra mojada en
vinagre ayuda. Si hay mucha cal, el limpiador piedra verde/blanca va genial.
Mojamos la esponja que trae, frotamos la pastilla y le damos. Deja la mampara
limpia en un momento. Luego solamente aclarar y secar.
Los marcos y rieles se limpian con lo mismo.
Alfombrillas de tela
Las alfombrillas de tela del cuarto de baño se lavan igual que las toallas.
Espejos
Los espejos se limpian mojándolos con una bayeta de microfibra en agua, y
una rasqueta de cristalero para secar; quedan impecables en un momento sin
ningún esfuerzo. Para evitar que se empañen con los vahos, algunas veces
funciona añadir un poco de gel de baño al agua cuando se limpian, pero lo ideal, si
podemos, es comprar un espejo con sistema antivaho. Llevan una resistencia
interna que cuando encendemos las lamparillas del espejo se activa y lo calienta de
forma muy suave, evitando que se forme el vaho.
Lámparas y apliques
Hay que procurar siempre que sean específicos para cuartos de baño y
ambientes húmedos. Se limpian como cualquier otra lámpara.
Calefactores
Para mantener el cuarto de baño caliente cuando hace frío, como no van a
estar todo el día encendidos, sino que solo los conectamos cuando se van a usar,
los mejores son los que calientan rápido con chorro de aire. En un par de minutos
tenemos el aseo caliente, y aunque no suelen bajar de los 1000 W, el tiempo de uso
es tan reducido que compensa el consumo.
En general constan de un ventilador que empuja el aire que coge por la
parte trasera hacia una resistencia que lo calienta. Por ello si se sitúan en el suelo
suelen tener efecto aspiradora y chupar por detrás todos los pelos que haya en su
radio de acción, lo que hace que se acaben estropeando por acúmulo de pelusas
tanto en el motor como en la resistencia. Lo mejor es buscar uno que se pueda
colocar en alto para evitar esto. Si no es posible, al menos que sea desmontable,
para poderlo limpiar de vez en cuando.
Toalleros y perchas
Imprescindibles para colgar y tener siempre a mano las toallas, los
albornoces y la alfombra de goma antideslizante.
4
La entrada o recibidor
La entrada o recibidor es lo que causa la primera impresión de la casa y de
las personas o la familia que la habitan. Si vivimos en un bloque de pisos, «la
entrada» comprende desde nuestro felpudo en el descansillo de la escalera común,
al recibidor que está dentro de casa.
Aunque es un lugar de paso, o precisamente por ser sitio de paso, donde no
nos detenemos demasiado, debemos procurar que los muebles y la decoración
sean bonitos, porque es lo que seguro ve toda persona a la que le abrimos la
puerta.
No suelen ser espacios demasiado grandes, por lo que procuraremos
decorarlo del modo más funcional posible. Un espejo para echarnos el último
vistazo antes de salir de casa y un estante con una bandeja donde soltar las llaves
al entrar resultan casi imprescindibles. A partir de ahí, según el espacio de que
dispongamos, podemos poner un armario o un perchero para dejar el bolso y los
abrigos, incluso un zapatero, donde dejaremos los zapatos al entrar en casa para
calzarnos las zapatillas; en invierno, cuando llueve, viene muy bien para no dejar
el rastro de agua de las suelas mojadas por todo el piso. Si colocamos una
alfombrilla, aunque fuera de la puerta tengamos un felpudo, nos ayudará a que
mucho del polvo de las suelas no pase al resto de la casa.
El salón
El salón es un escaparate donde las visitas verán reflejado el estado general
en que mantenemos nuestra casa. Disponer de un salón de visitas como recién
salido de las páginas de una revista de decoración, con una tele enorme y
estupenda que se ve genial, una alfombra divina que la ves y te da pena pisarla, su
mesita de centro con algún adorno elegante y unos sofás enormes y preciosos...
para acabar toda la familia apiñada a diario en una salita de estar con una tele
enana, porque el espacio entre pared y pared no da para más pulgadas, no tiene
sentido. Lo único práctico realmente de esta habitación es la mesa camilla, que está
tan pegada al sofá por falta de espacio que en invierno no hace falta ni poner la
calefacción, porque con el braserillo de la mesa y tapándonos con los faldones es
más que suficiente para estar calentitos.
Esta es la forma, desde luego, de no sufrir estrés cuando se nos presenta una
visita inesperada. Con cerrar la puerta de la salita podemos enseñar siempre un
salón divino e impecable, pero que nadie disfruta porque es más un museo que
una parte importante de la casa. Qué pena tener tantos metros de salón
desaprovechados y tanto gasto en decoración para no poderlo disfrutar salvo
cuando viene gente a casa.
El cuarto de juegos/despacho
Es la opción más práctica si tenemos una habitación extra: en lugar de la
salita y el salón de enseñar, montar un cuarto de juegos. Si tenemos niños, la
funcionalidad de tener una habitación específica donde guardar sus juguetes y
libros, con una alfombra para jugar en el suelo tranquilamente, es más que obvia.
Aunque luego en la práctica a los niños lo que les gusta realmente es jugar allí
donde estamos los adultos y nos siembran de juguetes los suelos de cualquier
lugar de la casa en la que estemos, disponer de una habitación específica donde
tenerlos guardados y organizados en cajas, estanterías y armarios cuando terminan
resulta una ayuda maravillosa.
Según van creciendo los niños, necesitan cada vez menos espacio para sus
juguetes, que poco a poco dejan de ser tan coloridos y complicados de mantener
organizados. Mientras, aumentan los aparatos tecnológicos, como ordenadores,
consolas y tabletas. A pesar de que nos parezca que llevan ya años entreteniéndose
solamente con consolas de videojuegos, los legos, los puzles y los mecanos
deberían ser los últimos juguetes en salir de una habitación de juegos.
Aunque los niños estén ya creciditos, esa habitación sigue siendo de plena
utilidad como espacio de estar y desahogo. Podemos poner un ordenador y una
consola de videojuegos, forrar una pared de librerías y montar una pequeña
biblioteca. Con una butaca cómoda, una lámpara adecuada para leer
tranquilamente y un equipo de sonido aceptable para escuchar música tendremos
un espacio ideal para relajarnos un rato y desconectar del mundo.
Una diana de dardos en la pared no ocupa espacio, y si nos cabe y nos
gusta, podemos incluso plantearnos poner una mesa multijuegos, que junto a
varios tableros de juego integra una mesa de billar en miniatura y un futbolín.
Si trabajamos desde casa es casi imprescindible tener un espacio específico
para usarlo como despacho o taller donde recibir de forma profesional a las
posibles visitas que tengamos por motivos laborales. Este espacio de trabajo
debería mantenerse fuera de la zona de estar familiar.
PLAN DE ORGANIZACIÓN Y LIMPIEZA
La entrada o recibidor
Lo primero, como siempre, es reunir todos los útiles y productos que nos
van a hacer falta: limpiador multiusos, bayetas, mopa, escoba y recogedor. Los
dejamos en la puerta junto al cesto donde colocaremos todo lo que no sea de la
entrada para ponerlo en su habitación correspondiente más tarde, cuando se nos
acabe el tiempo y nos suene la alarma del temporizador. La bolsa de basura y la
caja de donar las colocamos al lado del cesto.
Bien, ya tenemos lo que necesitamos. Llegó el momento de empezar. Todos
los días, de lunes a viernes, durante nuestra semana temática destinada al sector de
las visitas, nos vamos a dedicar en exclusiva a limpiar a fondo la entrada, el salón y
el cuarto de juegos/despacho. El primer día comenzaremos por la puerta de
entrada; agenda, bolígrafo para apuntar y temporizador bien a mano. Marcamos el
tiempo (diez minutos) y al lío sin pensar en otra cosa. Primero sacudimos el
felpudo o lo aspiramos. Barremos el descansillo del polvo que hayamos podido
generar y ponemos en un barreño agua tibia con detergente jabonoso para fregar
bien la puerta de entrada. A las partes metálicas les sacamos brillo con un
limpiametales y secamos bien.
Vale, ya está nuestra puerta limpia. Paramos el tiempo y anotamos en la
agenda lo hecho y lo que hemos tardado, para ajustar bien la próxima vez.
Ahora estamos dentro de casa, con la puerta ya limpia. Nos paramos,
revisamos en la agenda el trabajo hecho en días anteriores para ver dónde nos
quedamos y echamos un vistazo general a lo que tenemos por delante para hoy;
programamos el temporizador diez minutos y comenzamos por lo que tenemos
justo a nuestra derecha si es el primer día de la semana, o continuando por donde
lo dejamos el día anterior. No pensamos, porque nos da exactamente igual lo que
sea. Tenemos activado el piloto automático, y mientras el temporizador está en
funcionamiento, a nosotros nos da igual lo que tengamos enfrente o a la izquierda.
No nos importa el estado del resto de la habitación: comenzamos por la derecha. Y
sin parar, vamos organizando y limpiando a fondo lo que nos vamos encontrando.
Trabajamos en círculo, hasta completarlo y llegar a la puerta de nuevo por el lado
de la izquierda. Pam, pam, pam, pam. Sin parar, vamos limpiando y ordenando lo
que nos va llegando a las manos, sin dejar nada atrás ni para luego. Lo que toca
tocó. Una cosa detrás de otra, incluidos paredes, interruptores, enchufes y puertas
(sí, las paredes también se limpian). Cuando completamos la habitación y llegamos
de nuevo a la puerta, al ser una zona de paso no debería haber en el centro nada
más que la alfombrilla (si es que tenemos una ahí), de modo que solo nos queda ya
aspirarla o sacudirla, y, si es posible, meterla en la lavadora. La lámpara del techo
(y el techo) se dejan para el final. Cuando suene el temporizador, paramos.
Llevamos la cesta de objetos que no son de la entrada a su habitación
correspondiente. A no ser que tengan su sitio muy a mano y a la vista, no
colocamos nada. Nos limitamos a soltarlos ahí y seguimos vaciando la cesta.
Generalmente, como la estancia suele ser pequeña, con diez minutos a buen
ritmo el recibidor queda listo, pero si es grande y tiene armarios para los abrigos
reconvertidos en trasteros o muchas cosas por en medio —bicicletas, patinetes o el
zapatero lleno de zapatos pendientes de embetunar— y no nos dio tiempo, cuando
esté vacía la cesta de cosas que no son del recibidor volvemos, programamos otros
diez minutos y seguimos por donde lo dejamos. Cada vez que se acabe el tiempo
hacemos lo mismo: recorremos la casa con el cesto soltando las cosas cada una en
su habitación y, si nos queda tarea, volvemos a programar otra serie de diez
minutos.
Respetamos el planteamiento de la semana pasada: no enlazaremos más de
tres series de diez minutos el mismo día. Nunca haremos más de treinta minutos
de limpieza y organización real, con dos descansos intermedios de unos pocos
minutos para colocar los objetos en su estancia respectiva.
No te debes preocupar porque pueda parecer que avanzas despacio. Lo
importante es que ese avance se está produciendo de forma fluida, sin cansarnos,
sin agobios... y sin dejarnos nada atrás. Como dice Azucena Caballero, «maratones
NO, rutinas diarias SÍ». De modo que nos centramos en lo que estamos haciendo y
vamos sin prisa, pero sin pausa, como la tortuga de la fábula. Cuando lleguemos
de nuevo a la puerta por el otro lado, significa que ya estamos terminando.
Aprovechamos y llevamos para repartir lo que hay en el cesto y nos traemos de
camino la escalera y la mopa con dos recambios limpios, porque los necesitamos
para limpiar la lámpara del techo, el techo mismo y las paredes. Y lo hacemos
rápidamente.
Una vez limpios la lámpara, el techo y las paredes, pasamos por el suelo la
misma mopa que acabamos de utilizar, para recoger el polvo del suelo, una pasada
con la fregona y paramos el temporizador. Ahora anotamos en la agenda lo que
hemos hecho y el tiempo que nos ha llevado, para tenerlo de referencia la próxima
vez que nos toque ordenar la entrada, anudamos la bolsa de la basura, la dejamos
al lado y nos vamos hacia el salón.
Si nos suena el temporizador antes de terminar porque el acúmulo de
trabajo es realmente grande y necesitamos más de tres sesiones de temporizador,
colocamos lo del cesto en su sitio, anudamos la bolsa de la basura, la bajamos al
contenedor y anotamos en la agenda dónde nos hemos quedado, para mañana
dedicarle una primera tanda de diez minutos, en la que avanzaremos todo lo que
podamos antes de que suene el timbre.
El salón
Aquí hacemos exactamente igual que en el recibidor: arsenal de utensilios y
productos de limpieza preparados, cesta de «colocar en su habitación» y caja de
«para donar» en la puerta, bolsa para la basura en la mano, programamos el
temporizador y nos paramos en el marco de la puerta, echamos un vistazo general,
revisamos la agenda para ubicarnos y saber por dónde empezar... Y pulsamos la
puesta en marcha del temporizador para comenzar la cuenta atrás. Como siempre,
comenzamos por lo que tenemos a nuestra derecha o por donde lo dejamos la
última vez y trabajamos siempre rodeando la habitación por la pared, hacia la
izquierda. Sin parar, diez minutos, o si veníamos del recibidor y nos sobraron unos
minutos, hasta que suene el timbre de la alarma. Cosas de otra habitación al cesto,
donaciones a la caja y basura a la bolsa. Cuando se acabe el tiempo, paramos,
agarramos el cesto y colocamos sin distraernos lo que hemos sacado de la parte del
salón que acabamos de arreglar en las habitaciones respectivas. Puede ser
simplemente un cajón del mueble o la mitad de la balda de una librería. Lo que nos
haya dado tiempo, sin permitirnos la sensación de haber hecho poco, porque lo
hecho, hecho está, y aunque no se note mucho, siempre es mejor poco que nada.
Recuerda que mantener no es lo mismo ni cuesta tanto como limpiar y organizar. A
partir de ahora ya verás como es mucho más sencillo, cuesta menos tiempo y
esfuerzo mantener ese trocito en orden, y después de ese cajón, viene el resto.
En total hemos dicho que diariamente dedicaremos a la semana temática un
máximo de tres series de diez minutos, y que las podemos distribuir a lo largo del
día. Según esto, si veníamos del recibidor, ahora tienes que calcular los tiempos
totales que llevas y que puedes dedicar en este momento. Si hoy te queda tiempo,
puedes llegar a hacer las tres series, si ya las has terminado o sencillamente tienes
que dejarlo para continuar mañana, anota en la agenda lo que hiciste y hasta
dónde llegaste, recoge los avíos de limpiar y mañana seguimos.
El cuarto de juegos/despacho
Este sector es grande y tiene mucha tarea, de modo que si cuentas con
cuarto de juegos/despacho, ya que hoy comenzamos en el salón, mañana cambia y
lo dedicaremos a esa otra habitación. La idea es ir alternando para no dejar nada
atrás: lunes, la entrada y un trozo de salón (si nos da tiempo), martes, si queda algo
de la entrada, le dedicamos una primera serie de diez minutos y pasamos al salón,
el miércoles cuarto de juegos/despacho. El jueves volvemos al salón, y así vamos
alternando.
Si en casa no tenemos nada más que un salón, pues le dedicamos a él todos
los días hasta terminar la semana. La técnica general siempre es la misma:
reunimos todo lo que necesitamos para limpiar, repasamos la agenda y
programamos la alarma. De pie en la puerta, un vistazo general para hacer una
composición de lugar, vista a la derecha... y al lío.
Esta habitación puede ser un poco desesperante al principio, así que vamos
a comenzar entresacando. Hoy en día los niños tienen muchos juguetes.
Demasiados, porque durante todo el año les estamos regalando cosas. Al menos
dos/tres veces al año (cumpleaños, santo y Navidad) tienen asegurada una lluvia
de juguetes, y luego aparte durante el resto del año también reciben muchas cosas.
Esto hace que tengan más de lo que pueden usar y se convierte en una pesadilla a
nivel organizativo cuando hay que guardarlos en casa. De modo que un juguete
roto, cuando hay otros diez esperando en el baúl, debe ir directamente a la bolsa de
la basura.
Tiramos todo lo roto o que esté muy gastado (y no jueguen con ello).
Aquellos juguetes a los que les falten piezas clave, como los puzles, también deben
ir a la basura. Saldrán seguro algunos prácticamente nuevos pero que quedaron
desfasados por edad, y también otros que pasaron de moda y con los que ya nunca
juegan. Esos los ponemos todos en la caja de donar. Da pena —a mí muchísima—,
sobre todo si era algo con lo que jugó mucho, pero la idea de donarlo es
precisamente que otros niños puedan disfrutarlos tanto como los disfrutó nuestro
hijo cuando era pequeñín.
Las guarderías y escuelas infantiles siempre agradecen que les lleves una
caja con juguetes en buen estado y adecuados a la edad de los niños. Otro sitio
donde los suelen aceptar de buen grado sin límite de edad son las plantas
infantiles de los hospitales, donde los prestan a los niños ingresados. En Navidad
se hacen muchas campañas de recogida de juguetes, y también aceptan los usados
si están en perfectas condiciones, y siempre tenemos la opción de las ONG que
ayudan a personas con pocos recursos.
Los juguetes en buen estado que vayamos a conservar los limpiamos por
encima con la bayeta y el pulverizador multiusos, y los colocamos en su sitio. Con
los libros hay que hacer lo mismo: los muy viejos y rotos, a la basura (al contenedor
de reciclado de papel), los que ya no van a volver a leer porque quedaron
desfasados por edad, puedes preguntar si los aceptan para la biblioteca del colegio.
La mayoría de las bibliotecas públicas también aceptan libros de todo tipo; sobre
todo para la sección infantil siempre les vienen genial para reponer los que se
rompen.
A los libros que vayan a quedarse, pasada de bayeta y a la estantería.
Esto, como todo lo demás, lo hacemos al ritmo que nos marca el
temporizador. Cuando se acabe el tiempo y suene el timbre, anotamos lo que
hemos hecho y por dónde nos paramos, para continuar por ahí cuando retomemos
la tarea.
En caso de tener montado un despacho con ordenadores, archivos y zona de
trabajo formal, hay que plantearse la limpieza como si de una oficina externa se
tratase. Es decir, todo lo que no sea laboral, debe ir fuera. En este caso el orden
debe de ser prioritario. Dedicar unos días únicamente a destrastear, seguramente
será lo que más nos ayude.
TRUCOS Y CONSEJOS DE ORDEN Y LIMPIEZA
PARA EL SECTOR 2. EL RECIBIDOR
El felpudo
Su función es limpiar la suela de los zapatos antes de entrar. Hay que
sacudirlo o aspirarlo de vez en cuando para mantenerlo limpio. Los de fibras
naturales no se deben mojar, de modo que si la entrada de tu casa está a la
intemperie a pie de calle y se moja cuando llueve, lo mejor es poner uno de goma y
una alfombrilla donde secar la suela de los zapatos en la entrada de la casa, por
dentro. La alfombrilla de la entrada lo mejor es comprarla lavable, para poder
meterla en la lavadora y que esté siempre limpia. Al fin y al cabo, en ella es donde
va a quedar la mayor parte de la suciedad que traigamos de la calle pegada a los
zapatos.
La puerta de la calle
Las más prácticas son las de chapa metálica, que se pueden pintar o lacar
para darle aspecto más estético, imitando madera o en colores lisos. Las de madera
maciza barnizada son muy bonitas para los pisos, pero se estropean mucho si están
a la intemperie, y hay que hacerles un tratamiento intensivo todos los años para
mantenerlas en perfectas condiciones.
Cuantos menos adornos o molduras tengan, más fáciles resultan de limpiar.
Primero se quita el polvo con una bayeta y después se limpian con una esponja y
agua en la que disolvemos un poco de detergente de platos. Los pomos, las aldabas
y partes de latón, con limpiador de metales. Si está muy sucia, con estropajo del
que se usa para las sartenes antiadherentes puedes frotar sin miedo a arañarla.
La alfombrilla de la entrada
Lo ideal es que sea de algún tejido lavable, con el fin de meterla en la
lavadora una vez a la semana. Para que no resbale ni se mueva del sitio, resulta
muy práctico ponerle debajo una base de esas de goma que venden especialmente
para ello. Algunas ya traen la base engomada y no hace falta añadírsela, pero hay
que tener cuidado de que sean alfombras compradas en tiendas fiables y de
calidad, para que en la lavadora no haya riesgo de que esa goma se estropee al
lavarla y atasque los filtros.
Las llaves
Para tenerlas bien organizadas, un llavero de pared, con ganchitos, es
imprescindible. Si el cuadro de la luz está en la entrada, la misma tapa decorativa
de madera con que lo cubrimos a modo de cuadro nos puede servir, poniéndole
unas alcayatas en el interior de las puertas si es que no las trae ya puestas.
Si en un llavero tenemos varias llaves iguales, para diferenciarlas se pinta la
parte plana con esmalte de uñas de colores, cada llave de un color. Venden unas
fundas de goma de colores para esto, pero la pintura resulta más práctica. Las que
se usen varias veces al día, como la de la puerta de casa o el coche, donde mejor
están es en una bandeja sobre la mesita o colgadas, pero aparte de las del llavero
general; es decir, bien a mano.
La costumbre de dejarlas puestas en la cerradura no es buena, ya que se
corre el riesgo de salir y que la puerta se quede cerrada por dentro.
Si dejarla en la cerradura es por motivos de seguridad, con idea de evitar
que se abra desde fuera, es mucho mejor poner un pestillo simple o un cierre de
cadena.
Los paraguas
En zonas lluviosas los paraguas son complementos imprescindibles que hay
que tener siempre a mano, pero por poco que llueva en tu ciudad, un par de
paraguas grandes en casa nunca sobran. Lo ideal es un paragüero, pero si no tienes
y crees que no te merece la pena comprar uno, cuando llueva puedes meter los
paraguas en un cubo en la entrada de casa para que escurran. Para que se sequen
bien antes de guardarlos, los puedes dejar abiertos en la ducha.
Abrigos y chaquetas
Si tu recibidor tiene espacio suficiente, lo ideal es tener un armario para
colgar en perchas esta ropa, pero si no es el caso, es suficiente con poner un
perchero; si hay algún rincón adecuado, que sea uno de pie. Unos ganchos
decorativos en la pared o una simple percha colgada detrás de la puerta también
nos hacen mucho apaño para dejar en ellos los abrigos al entrar en casa.
Hay que tener cuidado de no acumular toda la ropa de abrigo de la familia
en la entrada de casa. De hecho, solo debe estar ahí la que se use realmente en ese
momento. Si tenemos dos abrigos o dos chaquetas, la que no se esté usando, debe
guardarse en el armario.
Zapatos y zapatillas
Acostumbrarse a dejar los zapatos en la entrada y cambiarlos por unas
cómodas zapatillas de casa ayuda, por un lado, a relajar los pies y, por otro, a
mantener el polvo de la calle fuera de la casa. Se puede poner un zapatero discreto
o algún mueble con el calzado más a la vista, pero al igual que con los abrigos, solo
debe mantenerse en la entrada el calzado que en ese momento estemos usando.
Tela
Para limpiarlos, lo primero que hay que hacer es aspirarlos a fondo para
quitarles la mayor cantidad de polvo posible. Viene estupendo el cepillo de
tapicerías de la aspiradora. Un par de veces al año conviene pasarles una vaporeta
con función tapizados para eliminar los ácaros que puedan tener.
La mayoría de las manchas se quitan frotando con un paño mojado y
escurrido en agua y amoniaco. Como en cualquier tejido tapizado, cuanto más
reciente es la mancha, mejor se elimina.
Sofás cama
Son estupendos si no tienes habitación de invitados y te gusta recibir visitas
de las que se quedan a dormir. Conviene abrirlos al menos un par de veces al año
para limpiar las estructuras y airear los colchones.
Hay varios tipos de apertura, y unos más cómodos que otros a la hora de
dormir. Antes de comprar uno u otro, es imprescindible tener claro el uso principal
que se le va a dar. Si va a ser usado diariamente como cama porque vivimos en un
estudio y durante el día lo necesitamos como sofá pero todas las noches vamos a
dormir en él, tiene que ser, sobre todo, cómodo para dormir y fácil de pasar de sofá
a cama y viceversa, pero si el uso va a ser más esporádico, solo para cuando venga
alguna visita una noche puntual, no importa que el mecanismo sea un poco más
complejo.
A no ser que los colchones donde se duerme sean los mismos cojines del
sofá, merece la pena invertir en cambiar la colchoneta básica que trae el sofá por un
colchoncillo con un poco más de calidad, porque el básico de serie suele ser muy
fino y bastante incómodo.
Sillas tapizadas
Quedan estupendas si las limpias con algún producto con oxígeno activo.
Aspira a fondo los tapizados para eliminar la mayor cantidad de polvo posible. En
un bote con pulverizador, pon dos cucharadas de percarbonato, una cucharada de
detergente en polvo y un vaso de agua caliente. Remueve para que se mezcle todo
bien y rocía los asientos con esta mezcla. Deja ablandar unos minutos, vuelve a
pulverizar si crees que hace falta y frota con un cepillo con movimientos circulares
sobre las manchas, para no correr el riesgo de extenderlas. Intenta no mojar
demasiado la esponja del asiento cuando hagas esto.
Una vez eliminadas las manchas, limpia también y frota toda la superficie
del asiento para evitar que queden marcados los cercos. Aclara bien la tela con un
paño de algodón blanco y un barreño de agua limpia. El que sea blanco el paño es
para evitar un desteñido accidental cuando frotes con él para aclarar la silla. Por
último, saca las sillas a la terraza para que se sequen bien. Si la tela del tapizado es
clarita, puestas a secar directamente al sol hará que se blanqueen. Si es oscura o
estampada, mejor procura que se sequen a la sombra, para que no se decoloren.
No dejes nunca esta mezcla dentro del envase cerrado, porque el
percarbonato libera oxígeno en forma de gas y explotaría el bote. Prepara
solamente la cantidad de limpiador que vayas a necesitar, y cuando acabes, tira lo
que haya sobrado.
Mesas camilla
Está claro que hoy en día las mesas camilla son cuestión de estilo de
decoración y costumbres familiares, porque con la calefacción central, falta, lo que
se dice falta, no hacen, porque se mantiene toda la habitación calentita, pero si eres
de las personas a las que les gusta acurrucarse en el sofá arropada con las faldas de
la mesa y las piernas calentitas, aquí te traigo un par de consejos que seguro que te
van a venir estupendamente.
El primero es que las faldas de la mesa las busques de una tela que se pueda
lavar en la lavadora, y procurar que admita también secadora. Puedes pensar que
es una obviedad, pero no sería la primera vez que al ir a comprar unas faldas para
la mesa te tropiezas con una sorprendente etiqueta que señala que hay que lavarlas
en seco. Esto es sobre todo importante cuando se confeccionan a medida,
comprando la tela por metros. Hay que asegurarse en la tienda de que el tejido que
escojamos admite lavado sin estropearse.
Mi otra recomendación es que en lugar del clásico brasero redondo utilices
un radiador de aceite. ¿Por qué? Pues porque los braseros típicos de camilla suelen
tener un consumo de electricidad elevado, ya que constan de una resistencia que
únicamente calienta mientras está encendida. Si pones un radiador de aceite de
pocos elementos debajo de las faldas, el calor va a durar mucho más tiempo que el
brasero, porque aunque se desconecte el radiador, mientras esté el aceite caliente
nos seguirá calentando.
Una cosa a tener en cuenta acerca del radiador es que es mucho mejor poner
uno de alto normal y pocos elementos. Si la camilla tiene tarima, los radiadores
estrechos altos caben en el hueco redondo del centro sin problema, además de que
calientan mucho más rápido que los pequeños. Si no tiene tarima, lo puedes poner
en cualquier parte porque aunque roce accidentalmente la tela, al tener el radiador
un termostato y mantener controlada la temperatura bajo la mesa, no resulta
peligroso.
Limpiar cortinas
Las cortinas se lavan en la lavadora en función del tejido que tengan, se
programa un centrifugado suave y, en cuanto termina el lavado, se sacuden y se
vuelven a colgar todavía mojadas. De este modo, el peso del agua al secarse hace
caer las arrugas y no hace falta plancharlas. Si de todos modos son de un tejido que
se arruga mucho o tú eres de las que les gusta dar siempre una pasadita con la
plancha aunque sea a los bajos, verás como de este modo la tarea es mucho más
cómoda. Pon la tabla de la plancha junto a la cortina y plancha primero los bajos
con la cortina colgada. Luego, descuélgala, plancha la parte de arriba y vuelve a
colgarla.
Mesa de trabajo
Mantener ordenada la mesa es imprescindible para dejar fluir el trabajo y no
perder el tiempo. Hoy en día se hace prácticamente todo con ordenadores, pero no
deja de haber herramientas y papeles físicos que es preciso organizar. Depende del
tipo de trabajo —las necesidades cambian de una persona a otra—, pero, para
poder realizarlo en condiciones, todas requieren una mesa despejada.
Aprovecha la oferta de elementos de ordenación que hay en el mercado.
Coloca una bandeja portapapeles para dejar el papeleo pendiente de tramitar, con
un espacio donde almacenar los documentos según vayan saliendo. Cuando
termines la jornada, archiva en su carpeta correspondiente para dejar siempre la
bandeja vacía.
Utiliza cajas, bandejas y cubiletes para mantener la superficie ordenada. Tira
lo que no sirva. El bolígrafo que no pinta no sirve para nada, de modo que sácalo
del cubilete y a la papelera. La máxima a seguir es la de tener cada cosa en su sitio.
Busca un sitio para cada cosa, y si no lo encuentras, plantéate si realmente lo
necesitas. No olvides que del mismo modo que el desorden organizativo
determina el desorden visible en la mesa, una mesa perfectamente ordenada ayuda
a aumentar la serenidad mental.
No te creas la falacia esa tan de moda del «desorden dentro de un orden»,
que implica que cuando en casa alguien te pide que le prestes un momento algo
que utilizas en tu trabajo, por ejemplo, las tijeras, para que las localice tienes que
dar mil indicaciones.
—Me hacen falta las tijeras, ¿me prestas las tuyas un momento?
—Claro, cógelas, ahí por la mesa están.
—¿Dónde? No las veo...
—En la mesa, en el eso... Mira al lado de ahí...
Al final tienes que ir tú a cogerlas, de debajo de una carpeta que has movido
buscando, porque tú, en tu mesa de trabajo, no coges las cosas. Tú, las buscas, y
como sabes que tienen que estar, y la mesa no es muy grande, las encuentras, pero
para otra persona no hay forma de localizar nada porque solo tú sabes dónde es
«ahí».
Llegó pues el momento de plantearte cambiar ese desorden organizado por
un orden de verdad, del que te hace dar indicaciones precisas y coger sin tener que
buscar.
—Necesito las tijeras, ¿me las prestas?
—Claro, están en el cajón de la derecha.
—Gracias.
Pasillo estrecho
Un pasillo largo y estrecho puede convertirse en un lugar muy agradable de
paso solamente atendiendo un poco a la iluminación y decoración que le
proporcionemos. Debe estar siempre bien iluminado y con el suelo y las paredes
libres de objetos susceptibles de engancharnos la ropa o tropezar.
Si está bien iluminado porque tenga alguna ventana por la que entre luz
natural, la cortina procuraremos que sea tipo visillo, para aprovechar esa ventaja.
Si no nos gustan las miradas indiscretas pero no queremos perder claridad, los
llamados «estores noche y día» son ideales. Son enrollables y están fabricados con
un tejido de bandas horizontales que alterna tela normal con rejilla fina
transparente. Se pueden regular de modo que entre la luz y se vea a través de las
bandas de rejilla, o totalmente cerrados como un estor o cortina normal de tela
opaca. Además, al ser enrollables, caen muy rectos en paralelo a la pared, sin
pliegues ni frunces que ocupen espacio en el pasillo como haría una cortina.
La pintura nos puede servir también de mucho para ampliar visualmente el
pasillo. Pintar las paredes laterales de colores muy claros y la del frente en un tono
vivo lo va a acortar visualmente de modo notable.
Si el pasillo es oscuro, una buena iluminación artificial es importante para
no dar sensación de túnel. Potencia el efecto de mayor amplitud pintando de
blanco o colores muy claros y pon focos o apliques en el techo que proporcionen
buena luz —evita los clásicos de pared, que, al sobresalir, hacen que parezca más
estrecho—. En los extremos, las lámparas con luces intensas también acercan las
paredes; sitúa una en cada uno para acortarlo.
Para que las paredes no se vean vacías, cuelga una línea de cuadros con
marcos que se integren en color y en diseño unos con otros; coloca espejos
horizontales en la pared de enfrente para que se reflejen los cuadros y el pasillo
parecerá mucho más ancho.
Pasillo ancho
Si el pasillo es muy ancho o lo que tenemos es un distribuidor, su
decoración dependerá del hueco de pared disponible entre las puertas. De
cualquier modo, la pintura clara aumenta la sensación de amplitud.
Si es largo y la anchura del pasillo lo permite, plantéate la posibilidad de
aprovechar ese espacio para poner un mueble librería a lo largo. A lo mejor cabe
un pequeño escritorio para poder crear un rincón de trabajo, un mueble para la
ropa blanca, un ropero o incluso una despensa con apartado de mueble escobero.
Todo es cuestión de medir y aprovechar el espacio.
Lo importante es tener buena luz, natural o con lámparas, y que lo que se
ponga no dé sensación de agobio. Si no se te ocurre nada, no hace falta que pongas
nada. Los espacios diáfanos también son necesarios, y recargar un ambiente
solamente para que no se vea vacío es un error.
5
El dormitorio principal
El dormitorio debería ser la habitación de la casa dedicada al descanso por
excelencia. Es el cuarto donde más horas seguidas pasamos de nuestra vida, así
que hay que tener esto en cuenta para que ese descanso sea lo más fructífero y
reparador posible. Según cómo durmamos, así nos levantaremos, y el haber o no
descansado convenientemente nos marca la disposición y la energía que
tendremos a lo largo del día.
No voy a extenderme acerca de la importancia de un buen descanso, pero sí
quiero hacer hincapié en que una persona cansada, mal dormida, está muchas
veces de peor humor y no rinde ni muchísimo menos igual que otra que ha
dormido a pierna suelta y se levanta después de varias horas de sueño reparador.
El sueño es un estado más complejo de lo que mucha gente cree. El cuerpo
aprovecha ese tiempo de desconexión para regenerarse cada noche, y nos podemos
ayudar aplicando al dormitorio una serie de pautas muy sencillas, como las
siguientes:
Conserva una buena ventilación en el dormitorio.
Usa tejidos de algodón y transpirables.
Mantén el polvo alejado.
Emplea colores suaves tanto en paredes como en tejidos de
cortinas y ropa de cama.
Aplica la técnica del menos es más a la hora de decorar el
dormitorio. Te evitará mucho trabajo a la hora de limpiar y de arreglar
la habitación por las mañanas.
Evita recargar el ambiente con estampados llamativos o
colores fuertes. La vista, al pasearla por la habitación, debe fluir con
suavidad.
Crea un ambiente armónico que invite al relax y al descanso, y
huye de estímulos fuertes. Relax.
Presta atención a las ondas electromagnéticas. Si tienes
televisión en el dormitorio, desenchufarla antes de dormir es buena
idea. Procura no dejar tampoco el wifi conectado y trata de evitar los
teléfonos inalámbricos junto a la cabecera.
No dejes cargando el teléfono móvil en la mesita de noche.
Utiliza otro tipo de despertador y conecta el modo avión.
El armario
Qué gozada esos armarios grandes, amplios, con mucho espacio y
numerosos cajones y baldas para la ropa. Son maravillosos... hasta que llega la hora
de vestirse y los abres, y rebuscas: esto está arrugado, esto no me pega, esto me
hace gorda, esto tiene la cremallera rota... Al final un armario estupendo, sí, pero
lleno de ropa que parece que la puso ahí la vecina, porque entre lo que no te sirve,
no te gusta o no te sienta bien, acabas siempre con los mismos dos pantalones
combinados con tres blusas y un vestido, y esperando que llegue el sábado para
salir a comprar algo de ropa.
Vas a aprender a priorizar. Dentro de unos días, ese armario que ahora
mismo es como un pozo sin fondo quedará ordenado de modo que a un golpe de
vista te va a presentar las prendas conjuntadas como en la mejor de las boutiques. Y
te garantizo que todo lo que veas en las perchas y cuando abras los cajones será
precioso, de tu talla y te va a sentar genial. A partir de este momento, se acabó el
«no tengo nada que ponerme».
El lavadero
Es donde está la lavadora y, si disponemos de ella, la secadora. Da igual que
la tengamos en la cocina, en el cuarto de baño, en la galería o en una habitación
específica: hay que mantenerlo todo ordenado. Lo ideal es tener cestas ventiladas
para la ropa sucia y un armario o al menos una caja donde guardaremos los
detergentes y los aditivos, los quitamanchas, los antical y los suavizantes y las
bolsas de red para la ropa delicada. Quien tenga la suerte de contar con un
lavadero amplio, incluso puede instalar un tendedero pequeño para las prendas
delicadas que no se pueden secar en la secadora.
Si la lavadora la tenemos que colocar en la cocina, conviene dejar hueco en
un armario, preferiblemente debajo del fregadero, para organizar los detergentes.
Si los ponemos todos juntos en una caja, cuando toque poner la lavadora solo
habrá que poner la caja encima de la mesa y escoger lo que necesitemos en función
del tipo de colada.
El cuarto de la plancha
Puede estar integrado en el lavadero o simplemente tener la tabla de la
plancha apoyada o colgada detrás de una puerta con la plancha en un armario. La
ropa para planchar acumula mucho polvo, así que mejor que amontonada encima
de una silla, la colocaremos en cestas o en bolsas de esas de rafia del
supermercado. Un paso muy importante que nos va a ahorrar mucho esfuerzo es
que cuando la recojamos ya seca del tendedero o de la secadora, la iremos
doblando, como si fuese a pasar directamente al cajón. Si te acostumbras a hacerlo,
cuando la vayas a planchar te darás cuenta de que muchas prendas apenas
necesitan una pasadita rápida porque el peso de la ropa que tienen encima ya quitó
la mayoría de las arrugas. De modo que necesitas bolsas de rafia para la ropa
pendiente de planchar y una caja donde tenerlas guardadas, dobladas a la espera
de darles uso.
Viene bien tener una cesta o una caja bonita, que no tiene por qué ser muy
grande, para poner ahí la ropa que, al comenzar a plancharla, vemos de repente
que tiene alguna mancha. Si el espacio es limitado, utiliza esa misma cesta para
guardar dentro los productos necesarios para planchar: el agua destilada, el
pulverizador de agua de plancha, el paño con el que cubrir para evitar los brillos
en la ropa, el apresto, la máquina para quitar las bolas de las prendas de lana y un
pequeño costurero con una aguja y un par de bobinas de hilo por si es necesario
apuntar sobre la marcha algún botón o algún dobladillo que se deshizo en la
lavadora.
PLAN DE ORGANIZACIÓN Y LIMPIEZA
El dormitorio principal
Temporizador, agenda y avíos de limpieza en la puerta junto a la bolsa de
basura, el cesto de «colocar en su sitio» y la caja de donar. Vistazo general, diez
minutos al temporizador, y al lío. Lo primero es abrir la ventana de par en par y
dejarla abierta durante esos diez minutos porque ese es el tiempo que necesita una
habitación para ventilarse por completo y renovar todo el aire. Ahora se hace la
cama y se sacan las alfombras de la habitación. El primer día de la semana del
dormitorio comenzamos con una pasada de mopa y fregona, sacudimos las
alfombras, las colocamos en su sitio, nos ponemos en la puerta o donde la agenda
marque que nos quedamos la última vez y comenzamos a organizar y limpiar de
derecha izquierda, y lo que toque, tocó.
Cuando termine el tiempo y suene el temporizador nos vamos rápidamente
a colocar lo del cesto en su lugar. Da igual si nos dio tiempo a arreglar todo el
zapatero o nos quedamos paradas en el primer cajón de la mesita de noche. Lo que
sea que dio tiempo, bien hecho está, de modo que lo anotamos en la agenda y
mañana seguimos por ahí. Eliminamos el polvo de todas las superficies con una
bayeta humedecida y bien escurrida, y apilamos lo que quedó y no dio tiempo a
recoger. Las cajitas sobre la cómoda tal vez sigan desordenadas, y a lo mejor sobre
la mesilla de noche quedaron algunos libros, pero se verán controlados y no
tendrán polvo.
Cuando lleguemos de nuevo a la puerta después de haber recorrido toda la
habitación, hacemos como la semana anterior en el salón: llevamos para repartir lo
que hay en el cesto y nos traemos de camino la escalera y dos recambios limpios
para la mopa, porque los necesitamos para limpiar la lámpara del techo, el techo
mismo y las paredes. Y lo hacemos rápidamente. Primero limpiamos el techo con
la mopa seca, cambiamos el recambio, y le damos a las paredes. Una vez limpios la
lámpara, el techo y las paredes, ya está la habitación terminada. Antes de cerrar la
puerta, recogemos el polvo del suelo con la mopa seca que acabamos de utilizar en
el techo, una pasadita con la fregona y paramos el temporizador.
Anotamos en la agenda lo que hemos hecho, y el tiempo que nos llevó
hacerlo para tenerlo de referencia la próxima vez, anudamos la bolsa de la basura,
la dejamos al lado y nos centramos en el armario o el vestidor.
El armario
El armario es muchas veces un auténtico agujero negro de una casa, que
más que tener lo que se suele llamar «fondo de armario», a menudo se parece más
bien a un «armario sin fondo». Ordenarlo da pereza, pero no es complicado con
este sistema.
Vamos a ir sacando y clasificando la ropa comenzando por la izquierda.
Ponemos el temporizador dos minutos y sacamos toda la ropa encima de la cama.
Dos minutos para sacar, diez minutos para clasificar. Si tienes más tiempo, repite la
serie. Todo lo que avances será trabajo que te quitas la próxima vez que toque
organizar el armario. Vamos a poner en la caja «donar» toda esa ropa que tenemos
que no es de nuestra talla. Toda. No mires la etiqueta. Pruébatela. Si adelgazas, ya
tienes excusa para premiarte con ropa nueva de la última temporada. No querrás
lucir tipo usando esa ropa pasada de moda... Si piensas que es buena idea guardar
«por si engordo», te diré que si tienes ropa grande en el armario, engordar es más
probable, porque es más complicado controlar ese par de kilos (y ese otro, y ese
otro...) cuando tienes prendas de tallas mayores a la tuya habitual en el armario. Si
te pasa como a mí y tienes tendencia a engordar, mientras cuentes con ropa que
ponerte sin tener que ir a comprarla, el drama de aumentar de talla se hace de
modo mucho más fluido, sin apenas darte cuenta.
La ropa rota, vieja o muy pasada, a la bolsa del contenedor de reciclaje. La
ropa no se tira. Ni los bolsos, zapatos o complementos. O se donan, o se ponen
para reciclar en su contenedor correspondiente. Si encuentras ropa monísima que
no te pones porque a esa blusa le falta un botón, hay que coserle un dobladillo a
esos pantalones o resulta que la falda necesita un pequeño arreglo de costura,
apártalo junto al costurero un par de semanas. Si transcurrido ese tiempo sigue el
botón caído, el dobladillo sin apuntar y la costura descosida, aparta esas prendas
para donar. Estamos descartando ropa para quedarnos únicamente con la que
verdaderamente uses.
Bien, ya nos hemos quedado tan solo con la ropa nueva de tu talla actual.
Únicamente con eso es muy posible que hayas reducido el volumen del armario
aproximadamente a la mitad. La que te pones habitualmente, ahora la doblas o
cuelgas, y se guarda en su sitio. La que tienes pero no te pones mucho, pruébatela.
¿Cómo te sienta? ¿Bien? ¿Te ves divina? Si te sienta bien y te gusta, guárdala. Si te
ves «rara», ponla en la caja para donar. Si te sienta bien pero no te gusta demasiado
porque hayas cambiado de estilo de vestir o la veas un poco pasada de moda,
piensa en alguna ocasión en que te la pondrías. Una reunión de trabajo, un día de
parque, una cena... Si te viene a la cabeza rápidamente el momento de lucirla,
cuélgala en el armario, pero coloca las perchas del revés de como tú las pones
habitualmente. Si finalmente te pones esa ropa, cuando la guardes de nuevo ya la
colocas normal, como el resto de la ropa. Si pasados tres meses las perchas siguen
en la misma posición, contraria a la de la ropa que sí te pones habitualmente,
significa que en toda la temporada no te la has puesto ni una vez, y por lo tanto no
tienen cabida en el armario.
La única prenda que seguro que no te pones nunca y a pesar de ello tiene
derecho propio a un hueco exclusivo en el armario, es el traje de la boda que
guardamos por motivos sentimentales.
Con los zapatos se hace igual. Hay que sacar los zapatos y calcular los que
necesitamos realmente fijándonos en la ropa que vamos organizando en el
armario. Todo lo que no hayamos usado en el último año, es porque no nos hace
falta y debe ir fuera de casa. Bien donado, bien reciclado.
Anotamos en la agenda por dónde nos quedamos para continuar la próxima
vez por el mismo lugar.
El lavadero
El lavadero, como ya comenté antes, se organiza en cajas. Si hay armarios
donde guardar los productos, pues como los de la cocina: se sacan los botes,
pulverizador multiusos por dentro, bayeta de microfibra para secar, bayeta a los
botes por si tuvieran algo de polvo, y se vuelven a guardar.
Lo ideal es tener tres cestas para la ropa sucia: la de blanco y colores muy
claros, la de negro y colores muy oscuros, y una más pequeña para la ropa delicada
de lavado a mano. Es importante que las cestas tengan buena ventilación, porque
la ropa, cuando está sucia, si la metemos en sitios cerrados coge muy mal olor, y
esa peste a rancio luego cuesta mucho sacarla.
Para limpiar esta zona, como siempre, revisamos agenda, programamos una
primera tanda de diez minutos en el temporizador, y de izquierda a derecha. Pon
en la bolsa de la basura los botes vacíos que solo ocupan sitio. Si le quedan dos
dedos, ponlos boca abajo y delante del todo, para no olvidarte de ellos la próxima
vez que pongas la lavadora, y gástalos. Luego, a la basura.
¿Cuántos dosificadores de detergente tienes? No los guardes. Deja uno y
tira el resto. Los envases de detergente ya suelen traer, por eso tienes tantos. Así
que deshazte de ellos, porque no los necesitas. Si conoces alguna campaña
solidaria de recogida de tapones, llévalos allí. Si no, su lugar está en el contenedor
de reciclado de plásticos. Las cosas que aparezcan que no sean del lavadero, a la
cesta de «colocar en su sitio», y lo que salga para donar lo mismo. A la caja de
«donar».
Cuando suene el temporizador avisando de que se terminó el tiempo, valora
si puedes añadir otra tanda de diez minutos o anota en la agenda por dónde te
quedaste para continuar el próximo día. Recoge bártulos de limpiar y ponlos en su
sitio. Barrido, polvo, una pasada con la fregona y reparte por las habitaciones lo
que haya en la cesta de «colocar». Lleva la basura al contenedor; las donaciones, en
el maletero del coche, y las dejas de camino.
El cuarto de la plancha
Para limpiar y organizar este espacio, como siempre, revisamos la agenda,
programamos temporizador y, de izquierda a derecha. Si nuestro cuarto de la
plancha se reduce a una cesta con productos y plancha tras la puerta, revisamos
que no haya botes vacíos, los tiramos y anotamos lo que haga falta comprar. La
tabla de la plancha se limpia bien de polvo con el multiusos y una microfibra. La
funda se saca de la tabla también, para lavarla en la lavadora. Si es de las de
aluminio de fácil planchado y no está muy sucia, se puede limpiar con la bayeta
humedecida solo con agua limpia, para evitar dejar restos de jabón o detergente en
la funda que a la hora de planchar puedan manchar la ropa. Si tiene manchas
visibles, a la lavadora. El muletón, al ir siempre debajo de la funda de la tabla, no
hace falta lavarlo. Si de todos modos se quiere meter en la lavadora, enrollado
sobre sí mismo haciendo un cilindro y dentro de una bolsa de red no debería
estropearse. Cuando termine el tiempo, anotamos, recogemos, y a otra cosa
mariposa.
TRUCOS Y CONSEJOS DE ORDEN Y LIMPIEZA PARA EL SECTOR 3
Cama doble o dos colchones
Las camas de matrimonio modernas llevan todas ya de serie colchones de
150 centímetros de ancho porque se ha visto que resultan mucho más amplias y
cómodas que las clásicas de 135 centímetros y apenas ocupan unos pocos
centímetros más en el dormitorio.
El siguiente paso, que te aconsejo si estás pensando renovar el colchón de la
cama de matrimonio o es la primera vez que compras uno, es que en lugar de
formar la cama con un colchón de 150 centímetros, compres dos colchones
individuales de 80 centímetros de anchura. Puestos juntos sobre una base,
formarán una cama amplia de 160 centímetros de ancho. El sistema de dos
colchones tiene muchas ventajas, aparte de la mayor anchura y espacio para
dormir. Lo ideal es ponerlos con su base canapé individual, porque esto facilita
mucho la limpieza. No es lo mismo mover una mole de 150 x 200 centímetros para
limpiar por debajo que una cama individual, y ni hablemos de la diferencia de
peso a la hora de voltear los colchones. Otra ventaja más de poner dos colchones es
que a la hora de comprarlos no tienen que ser exactamente iguales. Mientras
tengan el mismo grosor y el mismo largo para que en la cama no haya escalones,
cada miembro de la pareja puede y debe escoger el tipo de colchón con el nivel de
dureza que mejor le convenga. Si lo piensas, es absurdo comprar un solo colchón
para una pareja en la que uno mide 190 centímetros y pesa 85 kilos mientras que el
otro mide 160 centímetros y pesa 50 kilos. Las necesidades de descanso son muy
diferentes entre las personas, y cada uno debería poder escoger la fórmula que
mejor se adapte a su constitución física y sus gustos. Incluso siendo dos personas
de talla similar, una puede preferir un colchón firme y la otra uno un poco más
blando. Si no te gusta la idea de tener un corte a mitad de la cama, puedes poner
un colchoncillo fino que unifique y cubra toda la superficie.
La ropa de cama no es un problema. Con la variedad de tallas de colchones
que hay en el mercado, encontrar sábanas bajeras para la cama de 160 centímetros
no es ningún problema, y los cobertores de las camas de 150 sirven perfectamente.
El canapé
El canapé bajo el colchón es uno de los mejores inventos que se han
desarrollado para aprovechar el espacio en las casas, al convertir el hueco debajo
del colchón, que solo servía para acumular polvo y pelusas, en un espacio de
almacenaje maravilloso.
Los hay de tipo arcón, en los que, tirando de un asa, se levanta la tapa (y el
colchón) con un sistema de pistones de aire comprimido, y de cajones, en los que
en lugar de elevar el colchón, lo que tiene son una serie de cajones de apertura
lateral y la base del colchón no se mueve. Este sistema de cajones resulta
estupendo para las camas individuales de los niños, pero las camas grandes
precisan de mucho espacio alrededor para poder abrir los cajones con comodidad,
y en los dormitorios actuales no es sencillo. Poniendo un ejemplo, si la cama mide
150 centímetros de ancho y 2 metros de largo y el arcón lleva cajones laterales y
uno a los pies de la cama, para abrirlos se necesitará un espacio libre alrededor de
aproximadamente un metro a los pies de la cama y 70 centímetros por cada lateral.
En la mayoría de dormitorios no es sencillo disponer de ese espacio vacío. Para los
colchones individuales, en cambio, los canapés con cajones son una solución muy
cómoda, y también son prácticos los de pistones que se abren por el lateral.
Almohadas
Para un buen descanso es tan importante contar con un buen colchón como
con una buena almohada que se adapte a nuestras necesidades y a nuestra postura
al dormir. Por eso, de la elección adecuada de la almohada depende en buena
medida que nos levantemos por la mañana bien descansados o, por el contrario,
con la sensación de no haberlo hecho lo suficiente.
Los expertos en descanso aconsejan escoger el tipo de almohada en función
de su grosor y su firmeza. Al dormir de lado se necesita una almohada firme y más
gruesa que sujete bien la cabeza y mantenga alineada la columna cervical. Los que
duermen boca abajo precisan, por el contrario, una almohada fina, y si eres de las
personas que duermen boca arriba, la que mejor te irá será una de término medio:
que te sujete el cuello y no deje que se caiga la cabeza hacia atrás, ni tampoco que
te haga dormir encogido, con la barbilla pegada al pecho. Por supuesto, la
almohada es siempre de uso individual. Cada uno debe tener la suya, la que mejor
se adapte a su cuerpo y a su forma de dormir.
Lavar almohadas
La almohada hay que lavarla de forma regular, del mismo modo que
lavamos las sábanas de las camas. No necesariamente con tanta frecuencia, pero al
menos una vez cada tres meses debería lavarse a fondo.
A la hora de comprar una almohada, además de las características de
descanso, hay que fijarse en la composición. Las mejores a la hora de lavarlas son
las de fibra. Se meten en la lavadora sin problema y la mayoría también admite
secadora a baja temperatura. A la hora de comprarlas, son las más económicas. El
único inconveniente que tal vez puedan tener es que con los lavados se van
aplanando y apelmazando las fibras, lo que hace que a partir de los tres años
vayan perdiendo las características de firmeza iniciales y vaya siendo necesario
pensar en cambiarlas por unas nuevas.
Las viscoelásticas y de látex no pierden propiedades con tanta facilidad,
pero no se pueden meter en la lavadora. Si lo haces, corres el riesgo de que
directamente se rompan por un lado, y, además, que al empaparse de agua el peso
excesivo descomponga los sistemas de giro de la lavadora y la rompan. Lavarlas en
la bañera tampoco es buena idea porque una vez empapado de agua el núcleo
interno es prácticamente imposible de que se seque. Dejándola varios días en
verano al sol directo, por supuesto que acabará secándose, pero hacerlo de este
modo no es ni cómodo ni práctico. Lo más probable es que no quede bien seca y,
convertida en un foco de humedad y moho, haya que acabar tirándola.
La única forma de limpiar este tipo de almohadas es por fuera, con un paño
húmedo. Para las manchas superficiales, será suficiente. Para eliminar los ácaros,
se le puede pasar la vaporeta, dejándola luego secar al sol directo.
Sábanas
Excepto en los pueblos pequeños, donde aún hay costumbre de hacerlo, ya
pocas familias se preocupan de ir preparando un ajuar completo de casa. Al
perderse esta costumbre por los modos de vida actual, se acabaron también los
interminables juegos de sábanas bordadas que la mayoría de las veces pasaban los
años guardadas en un baúl. Ahora la mayoría de la gente va a una tienda y los
compra. No obstante, lo que no hemos perdido es la costumbre de acumular
sábanas que acaban como aquellas, guardadas, porque a la hora de la verdad no
las usamos.
Para vestir una cama convencional no hacen falta más de tres juegos de
sábanas: la puesta, la guardada y la tendida. Con la tendida, me refiero a la que
acabamos de quitar de la cama, que se está lavando y secando. Podríamos apurar y
tener solo dos juegos, el puesto y el guardado, pero es más arriesgado porque si
ocurre algo que nos obligue a cambiar las sábanas mientras se esté lavando la de
repuesto, nos podemos ver en un aprieto, sobre todo si no contamos con secadora.
Fundas nórdicas
Las fundas nórdicas con un buen relleno resultan muy prácticas a la hora de
hacer la cama. Simplemente dando un tirón y alisando un poco las arrugas, ya no
hay que andar como antes, estirando y ajustando la sábana, una o dos mantas y la
colcha. Con la funda nórdica tenemos la cama hecha en un solo gesto. Además de
la comodidad para hacer la cama, en verano nos podemos ahorrar la colcha
sacando el edredón de relleno grueso de invierno. Dependiendo de la temperatura,
se cambia por un edredón más fino o simplemente se deja la funda vacía, hace las
veces de colchita de verano.
Edredón nórdico
Hay dos tipos principales de rellenos: los de plumas y los sintéticos. Dentro
de cada uno de estos tipos, hay una diversidad de calidades inmensa. Los mejores
edredones, y también los más caros, son los de plumón de oca o pato. Son muy
ligeros y abrigados, una auténtica gozada meterse bajo ellos en invierno porque
mantienen la temperatura corporal sin hacernos pasar calor. La única desventaja
de las plumas frente a los acrílicos es que limpiarlos puede resultar un poco más
complejo. Muchos necesitan tintorería, y los aptos para la lavadora requieren
siempre secarse en la secadora para que queden las plumas sueltas, sin
apelmazarse y bien secas, para evitar malos olores y problemas de humedad.
Los edredones sintéticos pueden resultar igual de abrigados que los de
plumas y tienen la ventaja de ser antialérgicos. Un buen edredón sintético muchas
veces es más caro que uno de plumas barato, y da mucho mejor resultado. En otras
cosas tal vez no merezca la pena, pero en cuestión de rellenos nórdicos y
edredones, salvo algunas excepciones, el precio suele ser lo que marca la calidad
del producto.
Tanto los de plumas como los acrílicos, conviene lavarlos mínimo cada tres
meses, y siempre en los cambios de temporada, para guardarlos limpios.
Mantas
Las mantas para la cama no son necesarias si el relleno nórdico es bueno.
Las antiguas de lana resultan muy cálidas, pero pesan y son difíciles de lavar. Las
mejores son las acrílicas, que abrigan mucho, pesan poco y se meten en la lavadora
y luego en la secadora tantas veces como sea preciso. Se lavan como mínimo cada
tres meses y en los cambios de temporada, para guardarlas limpias.
Fundas de colchón
Independientemente de que el colchón sea de muelles, viscoelástico, látex...,
etcétera, conviene ponerle una funda completa con cremallera. Esta funda lo
protege del polvo y solo hace falta lavarla una, o como mucho, dos veces al año,
aprovechando una de las veces que se voltee el colchón. Son ideales las fundas
antiácaros, que, además de polvo, impiden que el colchón se convierta en un nido
de estos bichos causantes de alergias.
Además de esta funda, si hay riesgos de manchas porque haya niños que
puedan tener escapes o nos gusta desayunar en la cama, viene siempre bien poner
una funda impermeable ajustable. Se pone sobre el colchón, debajo de la sábana
bajera, para protegerlo en caso de que algo se derrame. Las buenas suelen ser
transpirables, por lo que no dan calor ni se nota que están puestas, y se lavan como
una sábana normal.
Si hay niños en esa etapa en la que hay que cambiarles la cama más de una
vez en la misma noche, es muy práctico tener varias fundas impermeables
intercaladas con las sábanas bajeras. De esta forma, cuando mojen la cama, solo
hay que tirar de la sábana mojada y la funda, y debajo está la sábana seca, de modo
que no hay que desvestir y volver a vestir la cama por completo.
Mesitas de noche
Depende mucho del tipo de decoración del dormitorio, pero conviene que
como mínimo tengan un cajón donde poder guardar el libro que estemos leyendo
antes de dormir o unos pañuelos.
Espejos
Los espejos son estupendos en los dormitorios porque dan mucha amplitud,
pero precisamente porque reflejan todo lo que esté frente a ellos, según las normas
del feng shui nunca deben ponerse justo enfrente de la puerta, ni reflejando
directamente la ventana ni la cama. En los manuales, se dice que en un espejo
situado en estas ubicaciones rebotan las energías y que no podremos descansar
bien si, estando acostados, nos podemos ver reflejados en él. Independientemente
de si creemos esto o no, nunca está de más tenerlo en cuenta si estamos
planteándonos colocar uno. No habría ningún problema en colocarlos en cualquier
otro lugar del dormitorio y de hecho resulta ideal poner un espejo grande, de
vestidor, junto al armario. Quedan preciosos los de pie, que tienen una pata en el
marco y se apoyan en el suelo; si no hay espacio para poner un espejo de este tipo,
son muy prácticos también los que se cuelgan directamente sin marco y nos
permiten vernos de cuerpo entero, al tiempo que amplían visualmente la
habitación.
Cambios de temporada
El cambio de ropa de temporada es uno de los más cansados de todo el año.
No tanto físicamente, sino a nivel psicológico, sobre todo en esas dos semanas (a
veces más) en las que la climatología nos juega la mala pasada de volver atrás con
la temperatura, de modo que de repente hace calor y luego vuelve el frío... Yo
considero especialmente difícil el cambio de invierno a verano. Son unos días en
que nos vemos con toda la ropa de todas las temporadas fuera, sin saber qué
guardar porque hoy toca manga corta y sandalias, y mañana a lo mejor tenemos
que volver a usar las botas, el chaquetón y los polares.
Lo ideal, desde luego, sería tener un vestidor con armarios para cada
temporada de modo que solo hubiese que ir y cogerlo, pero en la mayoría de las
casas no tenemos espacio para un vestidor y nos toca conformarnos con poner en
el dormitorio un armario con altillos donde guardar la ropa de fuera de temporada
en cajas que hay que abrir, vaciar y volver a llenar en cada cambio de estación.
Tipos de perchas
Perchas hay de muchos tipos, desde las de alambre fino en las que nos viene
la ropa que llevamos a la tintorería, a las gruesas forradas de tela, pasando por las
de plástico básicas en las que cuelgan la ropa en muchas tiendas.
Para tener el armario organizado y la ropa bien cuidada, y que la sensación
que nos dé al abrirlo sea agradable, las perchas son una parte esencial. Hay que
huir de las de alambre porque se clavan en los hombros y estropean mucho la
ropa. Si tienes perchas de estas en tu armario, lo mejor que puedes hacer por tu
ropa es tirarlas. Las mejores perchas son las de madera, pero si las usas de plástico,
procura al menos que sean anchas, de las que tienen la parte de los hombros plana.
La ropa pasa mucho tiempo colgada, y una percha poco adecuada la deforma y
deja marcas que pueden acortarle la vida útil de forma considerable.
Las chaquetas, sobre todo las que tienen hombreras, como las de los trajes,
es imprescindible colgarlas en perchas especiales que cuiden la forma de los
hombros. Las faldas, en perchas con pinzas, y los pantalones, colgados por la
mitad en la barra. Los que se planchan con ralla, donde mejor están es colgados a
lo largo en perchas pantaloneras especiales que no marquen los dobleces. De
cualquier modo, cuanto más gruesa es una percha, menos marcas dejará en la ropa.
Fulares y bufandas
Los fulares y las bufandas que no se usen a diario se guardan limpios y bien
doblados en un cajón. Puedes fijar un cable o una barrita fina de esas que se usan
para los visillos en el lateral del armario o en la parte de dentro de la puerta y dejar
ahí los que más utilices, o usar una percha especial para colgar las corbatas. De este
modo, tendrás a mano los que más uses y no los revolverás todos cada vez que
necesites coger uno.
Cinturones y corbatas
Los cinturones se guardan en un apartado específico del cajón, enrollados
sobre sí mismos con la hebilla hacia fuera, o colgados por la hebilla en una percha
específica con ganchitos dentro del armario; las corbatas, limpias, enrolladas flojas,
con la parte más ancha hacia fuera o colgadas por la mitad en una percha que no
resbale.
El zapatero
Para organizar el mueble de los zapatos, lo primero que hay que hacer es
vaciarlo entero. Una vez vacío, limpia el polvo por dentro y coloca todos los
zapatos en línea. Revísalos y aparta en un grupo los que usas normalmente. Reúne
en otro grupo los que usas poco y los de fiesta. Los que usas, límpialos y vuelve a
guardarlos.
Del grupo que queda, separa los que no usas porque son para ocasiones
especiales y los que están muy viejos o pasados de moda. Mete en una bolsa todos
los pasados de moda, todos los viejos, y los de fiesta que no hayas usado en los
últimos dos años. Limpia y guarda en el mueble los zapatos restantes y baja la
bolsa al coche para ponerla en el contenedor de reciclaje o llevarla a donar.
Si hay algún zapato de los que guardaste que necesitan un repaso en el
zapatero para poner unas tapas o arreglar alguna suela, llévalo.
El lavadero
El lavadero, como estancia independiente, como rincón en la cocina o en
algún cuarto de baño, es el sitio donde está la lavadora. Cuanto más organizado lo
tengamos, menos trabajosa nos resultará la tarea de hacer la colada.
Si tienes poco espacio para una secadora, como menos sitio ocupa es
poniéndola en columna sobre la lavadora. Otra opción si hay espacio, es poner la
secadora en paralelo a la lavadora. Con una encimera de cocina sobre ellas se
forma una superficie estupenda para doblar e incluso planchar la ropa si se pone
una manta de algodón doblada para proteger la superficie del calor de la plancha.
Pon junto a la lavadora dos cestas grandes para la ropa sucia: una para
blanca y colores claros, otra para los colores oscuros, y viene muy bien también
situar una más pequeña para la ropa delicada y que necesite lavarse a mano.
Es muy práctico además tener bandejas o cestas planas para la ropa limpia.
Si las pones todas iguales, apilables, y tienes una por cada miembro de la familia,
cuando estén vacías ocuparán muy poco sitio, y cuando esté la ropa limpia y
doblada, cada uno tendrá su bandeja preparada con su ropa para llevarla a su
armario y guardarla.
Para los productos de limpieza y lavado de la ropa conviene tener un
mueble con estanterías y puertas opacas que nos dejen ver lo que hay dentro. Una
idea de decoración que queda muy estilosa es poner los detergentes y distintos
aditivos que se usan en el lavado en botes de cristal transparentes en una estantería
a la vista. Colocando todos los botes iguales con una bonita etiqueta que
identifique el producto, estos frascos decorativos se van rellenando con los envases
originales, que como suelen ser de tamaños y colores dispares no quedarían
demasiado estéticos dispuestos en una balda a la vista.
La lavadora
A la hora de comprar una lavadora hay que tener claro que hoy en día la
mayoría de fabricantes las hacen para que tengan una duración media de unos
ocho o, como mucho, diez años. De modo que si tienes un presupuesto ajustado, lo
mejor es que calcules lo que te quieres gastar en función a esa duración media
estimada.
Cuando hayas decidido lo que te vas a gastar, empieza a mirar
características: dentro de las que entren en ese importe, busca la que más
capacidad tenga, la que a más revoluciones centrifugue y la que cuente con un
menor gasto energético. Las lavadoras modernas con buena clasificación energética
casi todas tienen un sistema de ahorro de agua y energía en función de la cantidad
y del tipo de ropa que se lava. De este modo, hay lavadoras de 10 kilos de carga
máxima y con programas de lavado a partir de 1 kilo de ropa en las que podrás
lavar desde el edredón y las mantas de la cama grande hasta los pantalones, la
camiseta y la toalla que usaste en el gimnasio, porque gastan únicamente el agua
que necesitan. Si te preocupa el impacto medioambiental que pueda causar poner
la lavadora solo con tres prendas, busca una lavadora que cuente con este sistema.
Por supuesto, siempre será más ecológico si la llenas, pero más que por el agua o la
electricidad que emplee, el despilfarro es porque a la hora de calcular la cantidad
de detergente necesaria, es más fácil calcular mal y excederse cuando se programa
para lavar un kilo de ropa que cuando se llena el cacillo medidor para lavar a carga
máxima.
Si usas secadora, recuerda que cuanto mayor sea la velocidad de
centrifugado al lavar, más seca sale la ropa y menos tiempo de secado va a
necesitar. Destierra el mito de que la ropa centrifugada a velocidades altas se
arruga mucho. Tengo más que comprobado que lo que realmente arruga la ropa no
es centrifugar a 1.400 rpm, sino llenar demasiado el bombo y luego, en lugar de
procurar sacarla en cuanto termina, dejarla dentro al terminar el lavado. Dado que
esto es muy habitual si ponemos la lavadora justo antes de salir por las mañanas,
lo mejor será buscar una lavadora en la que puedas programar la hora a la que
empiece a lavar, para que siempre haya alguien en casa que pueda sacar la ropa en
cuanto termine. Hay lavadoras que incluso disponen de un programa antiarrugas
en el que centrifugan a poca velocidad y que, una vez terminado, no se paran, sino
que el bombo lleno de ropa da unos cuantos giros despacio cada pocos minutos
hasta que alguien lo para. De esta manera la ropa mojada no se aplasta y no se fijan
las arrugas.
Programas de lavado
Aunque las lavadoras suelen contar con muchos programas distintos, es un
hecho —y los fabricantes lo saben— que la mayoría de las veces utilizamos
siempre los mismos. Tener mil combinaciones de tiempo, intensidad, temperatura
o centrifugado es para que en cada casa ajustemos el programa de lavado a
nuestras preferencias, según el estado de suciedad y el tipo de ropa.
No es lo mismo lavar la toalla que usamos para secarnos la cara que un
mono de mecánico. Cada prenda tiene un nivel de suciedad diferente y, por lo
tanto, necesita un tipo de lavado distinto. Lo ideal es comenzar por los programas
cortos, y por los llamados «eco». Los cortos suelen lavar poca cantidad de ropa que
no esté sucia, en unos pocos minutos. El corto de quince minutos, por ejemplo, es
ideal para la ropa del gimnasio, que no está sucia de manchas y que solamente
necesita lavarse para eliminar el sudor.
Para las coladas normales, el eco puede parecer que tarda mucho en acabar,
y en efecto puede tardar mucho, pero precisamente porque remueve mucho la
ropa y lava a baja temperatura, el gasto de agua y electricidad es muy reducido.
Centrifugado
Como he dicho antes, las lavadoras que cuentan con revoluciones muy altas
de centrifugado son unas estupendas aliadas en el ahorro de luz y, además, no
arrugan la ropa. De todos modos, la mayoría tiene un botón para regular la
velocidad e incluso excluir por completo el centrifugado, aunque sea suave, para
evitar que las prendas más delicadas sufran.
Mantenimiento de la lavadora
Para mantenerse en perfectas condiciones, las lavadoras, así como el resto
de electrodomésticos, necesitan un mantenimiento periódico para funcionar
correctamente y proteger los circuitos interiores de restos de productos
detergentes.
Revisa el manual de instrucciones de tu lavadora, porque es muy probable
que traiga algún apartado con el modo recomendado de limpieza interna. A lo
mejor cuenta incluso con algún programa específico para realizar esta limpieza. Si
no encuentras ninguna referencia, o no tienes ya el manual de instrucciones para
comprobarlo, hazlo del siguiente modo: lo primero es comprobar en el manual que
se puede usar estando vacía; en caso de duda, mete siempre una toalla vieja, para
no jugártela. Programa un ciclo de lavado medio, ni muy largo ni muy corto, a 60
ºC de temperatura. Quita el centrifugado, que no nos va a hacer falta (si has metido
la toalla, puedes dejarlo a velocidad mínima, para no sacarla chorreando).
Desmonta el cajetín del detergente para limpiarlo. En el lavabo, con un cepillo,
elimina todos los restos de detergente y suavizante que tenga adheridos. Limpia
también el hueco en el que va metido dentro de la lavadora (es probable que
también contenga antiguos restos de detergente). Vuelve a colocar el cajetín. Si
hace mucho que no lo desmontas, es probable que esté pegado y bastante sucio.
Tira con cuidado para no romperlo. Si no lo has quitado nunca, revisa el manual
para ver cómo se hace.
Pon una cucharadita de tamaño café del detergente que uses habitualmente
en el cajetín ya limpio, y prepara una botella de un litro de vinagre corriente (el
más barato que encuentres). Cuando la lavadora comience a tomar agua, espera a
que coja el detergente y dé varias vueltas el bombo, para que quede bien disuelto
en el agua. Una vez disuelto, vuelca todo el vinagre por el cajetín del detergente
mientras está terminando de entrar el agua, y espera a que termine el ciclo de
lavado. Una vez terminado, desmonta el filtro y límpialo. Pasa una bayeta de
microfibra por la goma de la puerta y por el cristal, y deja la lavadora abierta para
que se seque bien por dentro.
Si la goma tiene manchas negras de moho, la noche anterior a la limpieza
empapa un paño en lejía y cubre toda la goma manchada con él. Para hacer esto,
resulta ideal la lejía densa porque como no chorrea resulta bastante más fácil de
manejar. Aclara y seca la lejía de la goma, y cuando pongas el ciclo de limpieza,
aprovecha y mete también el paño, de modo que la lejía que lo empapa mate el
moho que puedan contener los conductos internos.
Es básico para evitar malos olores en la lavadora que la puerta se quede
SIEMPRE abierta cuando no está lavando.
Detergente
Usar detergente líquido o en polvo es cuestión de gustos, pero hay que tener
claro que el cuidado y la buena limpieza de la ropa depende en gran parte de
lavarla con productos de buena calidad.
Además del detergente, viene bien tener en el armario percarbonato, para
añadirlo a aquel cuando la ropa esté muy sucia. Para aplicar directamente en las
manchas, pulverizador quitagrasa de cocina, limpiador quitamanchas específico
para grasa o una botella del detergente concentrado que usemos para lavar los
platos a mano. La ropa delicada o de lavado a mano hay que lavarla con un
detergente específico; los normales suelen ser muy agresivos y estropean los
tejidos finos.
Como suavizante, da muy buen resultado el vinagre corriente. Obviamente,
cuando se seca no deja en las prendas olor a flores durante una semana, pero
tampoco nos va a oler la ropa a vinagre, sino al detergente que usemos para
lavarla. Yo llevo muchos años que para casi lo único que utilizo el suavizante es
para dar buen olor a la habitación cuando lavo las cortinas y las cuelgo mojadas, y
para las fundas y mantas de los sofás. Para el resto, uso vinagre.
Dependiendo del tipo y los colores de la ropa que más utilicéis en casa, es
mejor un detergente en polvo o uno en gel. Los detergentes en polvo, a no ser que
especifiquen que son para ropa de color, suelen traer blanqueantes y lejía en polvo
que a la larga estropean los colores vivos de la ropa. Para ropa blanca son ideales,
pero en los colores vivos es mejor utilizar un detergente en gel que proteja los
colores. Si la ropa es delicada, hay que emplear un detergente específico. La ropa
negra queda muy limpia y no sufre el color si se añade al lavarla un vaso de
amoniaco.
Detergente concentrado
En el supermercado, dentro de la amplísima variedad de detergentes que
hay, podemos encontrarlos en formato convencional y concentrados. Si son de
buena marca, o tenemos comprobada la buena calidad del producto, lo mejor es
comprarlos concentrados. Aparentemente el envase es más caro, pero en lo que
hay que fijarse es en el número de lavados que marca el envase y mirar el coste por
dosis. Luego, a la hora de poner la lavadora, obviamente hay que medir la
cantidad para no malgastarlo.
Los detergentes concentrados tienen la ventaja de que lavan igual de bien
que los clásicos, pero ocupan muchísimo menos espacio de almacenaje. A la hora
de transportarlos del supermercado a casa, está claro que no es lo mismo cargar
con una caja de detergente de 6 kilos que según la etiqueta nos va a servir para
unos treinta lavados, que si esos mismos treinta lavados los tenemos concentrados
en un envase de kilo y medio. La cantidad de producto limpiador es la misma en
uno y otro. La diferencia de volumen es relleno que le añaden, que no solo no lava
mejor la ropa, sino que podría, con el tiempo, llegar a estropear la lavadora, al ir
quedándose adherido por los conductos internos.
Jabón de Castilla
Este es un jabón auténticamente multiusos realizado con la siguiente receta
base original, sin añadidos de esencias, colorantes u otros químicos. Es por ello que
se puede utilizar sin riesgo de reacción alérgica o por personas especialmente
sensibles a estos productos.
Puede aplicarse en todo aquello que necesite limpiarse con agua; desde
cuidar la piel por un brote de dermatitis hasta quitar una mancha rebelde
incrustada en un tejido. Rallado y disuelto en un cubo de agua caliente, usado con
regularidad, proporciona un brillo muy bonito y natural a los suelos de mármol o
terrazo.
Necesitamos:
1 litro de aceite de oliva (nuevo o, si es de la freidora, reposado
y bien filtrado).
1 litro de agua.
200 g de sosa cáustica en escamas.
Un barreño de plástico.
Una paleta de madera.
Un molde no metálico (fiambrera de plástico, caja de madera,
brik de leche cortado a lo ancho...).
Papel de periódico o de cocina.
Protecciones (delantal, guantes, mascarilla...).
Vinagre (del barato).
Preparación:
Necesitamos:
Una bolsa de jabón natural en escamas o un taco de jabón
casero (en total, unos 300 g).
2 litros de agua caliente.
Una paleta para remover.
Un rallador, como los de queso, para hacer las escamas (si el
jabón viene en un taco).
Preparación:
Suavizante
Si algún miembro de la familia sufre brotes de dermatitis y el dermatólogo
recomienda prescindir de los suavizantes químicos al hacer la colada, se puede
sustituir perfectamente por vinagre corriente. Al secarse, el olor a vinagre
desaparece por completo, por lo que no hay ningún riesgo de ir por la calle oliendo
a ensalada. Pero eso sí, hay que tener claro que, obviamente, la ropa tampoco va a
oler a flores. Si usas detergente comercial con aromas añadidos, olerá al detergente
que hayas utilizado para lavarla; si utilizas el casero hecho a base de jabón natural,
al secarse tendrá un aroma muy sutil a limpio.
Aditivos
1. Percarbonato
2. Bicarbonato
3. Carbonato sódico
En casa va muy bien para poner la ropa en remojo cuando tiene manchas
imposibles. Una cucharada bien disuelta en el agua, se mete la ropa y se deja a
remojo entre un par de horas y la noche entera, dependiendo siempre de la prenda
y del tipo de mancha. Para las de grasa va increíble.
Un apunte importantísimo que hay que fijar en la memoria es que no tiene
absolutamente nada que ver con la sosa cáustica, de modo que cuando alguien te
recomiende poner a remojo «en sosa» o en «soda» hay que tener claro que se habla
de sosa de carbonato, no de cáustica, que es muy corrosiva. Por supuesto, cuando
alguna vez recomiendes a alguien poner una prenda a remojo en sosa, insiste en
que no confunda la sosa de carbonato con la sosa cáustica, porque aunque con las
dos se hace jabón y detergente, a la hora de usarlas puras no tienen nada que ver.
4. Amoniaco
5. Lejía
5. Toallitas atrapacolores
La secadora
En la lucha contra las arrugas de la ropa, no hay que olvidar que la
secadora, bien utilizada, no solo no hace arrugas, sino que ayuda a tener que
planchar menos. Lo importante es, como en la lavadora, no llenarla por encima de
su capacidad. Si la ropa queda suelta, se arruga bastante menos y además se seca
antes que si estuviese apelotonada, por lo que el gasto de electricidad se reduce
notablemente.
La secadora es, junto con el horno, el electrodoméstico que con diferencia
más luz gasta en una casa. Por eso a la hora de comprarla resulta primordial buscar
un modelo con la mejor calificación energética posible. En pocos electrodomésticos
vamos a notar tanto como con la secadora la inversión que hagamos en una que
tenga buena calificación. Al igual que comenté al hablar de la lavadora, conviene
recordar que los electrodomésticos se fabrican con idea de que tengan una
duración que no suele superar los ocho años.
Hay tres tipos de sistema de secado. Las primeras secadoras eran todas de
evacuación. Estas son las que necesitan un tubo que saca el aire caliente de la
secadora a la calle. Estas secadoras necesitan estar cerca de una ventana por la que
extraeremos el tubo de salida de aire caliente. Son las que más consumen, aparte
del inconveniente de necesitar una ubicación específica.
Tras este sistema los fabricantes sacaron al mercado las secadoras de
condensación. Básicamente el sistema de secado es el mismo. La diferencia
principal es que el aire caliente y húmedo se dirige por un circuito que lo enfría, de
modo que la humedad acaba condensada en un depósito que hay que vaciar. El
consumo energético de este sistema es algo menor que el de las de evacuación.
Por último, las secadoras más modernas son las que llevan un sistema de
secado por bomba de calor. Estas son, con diferencia, las secadoras que menos
electricidad necesitan. Por contra, el tiempo de secado aumenta, porque el aire
caliente no llega a alcanzar las temperaturas tan altas de los otros sistemas. Lo que
parece que podría ser un inconveniente, se transforma en una gran ventaja, pues al
no alcanzar el aire una temperatura tan elevada, la ropa se estropea muchísimo
menos.
En las secadoras por bomba de calor, el aire caliente circula de igual forma
que en las de condensación, por un condensador, y muchas traen la opción de no
necesitar una bandeja o un depósito que haya que vaciar, sino que se puede
conectar directamente el condensador a un desagüe en la pared por medio de una
manguera de desagüe, como tienen la lavadora o el lavavajillas.
Como ya hemos visto, el sistema de secado influye, y mucho, en el gasto
energético. Hoy en día, las secadoras que menos luz gastan son las que incorporan
sistema de bomba de calor. A la hora de comprarlas son algo más caras, pero a la
larga, calculando la inversión inicial en el aparato y el consumo eléctrico durante
toda su vida útil, resultan más baratas.
Programas de secado
Suele haber programas específicos para casi cada tipo de prenda, y la
temperatura del aire caliente se ajusta automáticamente. Las mejores secadoras
traen un sensor que mide la humedad de la ropa y que finaliza el programa
cuando detecta que está seca; al terminar de secar, dan varias vueltas soltando aire,
que enfría la ropa, y, pulsando el botón antiarrugas, una vez que terminan por
completo, el bombo gira cada pocos minutos a velocidad muy reducida, de modo
que la ropa no se aplasta y las arrugas no se marcan. Generalmente se mantiene
girando cada pocos minutos durante un tiempo determinado o hasta que se abre la
puerta para sacar la ropa.
Además de los programas predeterminados por sensor de humedad, todas
traen la opción de programar el tiempo de secado con un temporizador. Con esta
opción se corre el riesgo de que la ropa se seque antes de que termine el tiempo
estipulado, por lo que la máquina seguirá gastando electricidad y la ropa se
resecará y se estropearán las fibras. Siempre es mejor que la ropa salga un poco
húmeda a que salga reseca. También es mejor secar a la mínima temperatura que
podamos programar la secadora; tardará más tiempo, pero el total de consumo
eléctrico es menor y la ropa sufre menos.
Mantenimiento de la secadora
El mantenimiento de la secadora es muy sencillo. Se limita a mantener la
puerta abierta entre ciclos de secado, para evitar malos olores que se puedan
producir en caso de que quede algo de humedad, vaciar los depósitos de agua de
condensación y limpiar el filtro de las pelusas.
En las secadoras de condensación y en las de bomba de calor además hay
que mirar las instrucciones para ver cómo y cada cuánto tiempo conviene limpiar
el condensador. El sensor de humedad se limpia pasando un algodón mojado en
vinagre, y luego se seca.
Tendederos
Tender la ropa en un tendedero para que se seque es, con diferencia, la
forma más ecológica y económica de secar la ropa. Lo único que hay que tener en
cuenta es que, si el tendedero está en la calle, las cuerdas deben permanecer
limpias, sin polvo que manche la ropa. Se soluciona de un modo tan sencillo como
es pasando una bayeta húmeda por la cuerda antes de tender.
La plancha
Planchar, como todo el mundo sabe, es quitar las arrugas de la ropa. A lo
mejor tú eres de las personas a las que planchar les relaja y les gusta plancharlo
todo, o quizá eres del bando contrario: planchar te da pereza y, cuando vas a
comprar ropa, una de las primeras cosas en que te fijas es en que en la etiqueta
ponga «no necesita plancha», o al menos algo similar a «fácil planchado».
Sea como sea, siempre viene bien tener una plancha en casa, porque por
poco que se planche, alguna vez es necesario dar una pasadita a la ropa. Tiene la
ventaja de ser mucho más portátil que el centro de planchado. Si no dispones de un
sitio fijo donde tener instalada la tabla para ponerte a planchar en cualquier
momento, sino que cada vez que toca plancha debes sacar del armario y meter
todos los chismes, una buena plancha te resultará mucho más práctica.
Ahora hay modelos que llaman «generadores de vapor» que no tienen nada
que envidiar a un centro de planchado grande, salvo la capacidad del depósito,
que obviamente es menor. En cuanto a potencia, golpes de vapor y presión del
vapor continuo, no solo no hay gran diferencia, sino que una de las buenas puede
dar mejor resultado que un centro de planchado corriente.
El centro de planchado
La diferencia principal entre un centro de planchado y una plancha de
vapor tradicional es que en el primero el agua y el vapor se producen fuera de la
plancha que deslizamos sobre la ropa. Al ser un elemento externo, les permite una
mayor capacidad de depósito de agua, y como para planchar lo único que cogemos
es la plancha en sí, los fabricantes no tienen que tener presente el peso del aparato,
por lo que pueden innovar para lograr calderas con mayor presión y potencia, y
depósitos de agua más grandes que, sin añadir peso extra, nos permitan planchar
sin contar con la botella de agua para ir rellenando cada poco tiempo. La presión se
mide en bares y el vapor se mide en gramos, así que, cuanto más tenga de ambas
cosas, más fácil y rápido será planchar.
Otra característica a considerar es si, para producir vapor, el depósito del
centro de planchado tiene lo que se llama «autonomía ilimitada». Esto no es más
que la posibilidad de que se pueda ir rellenando el depósito de agua según se
vacía, en lugar de funcionar con un calderín, que una vez creado el vapor, para
rellenar te obliga a esperar que se vacíe y pierda la presión interna. En general
todos los de calidad llevan ya depósitos rellenables sin tener que esperar, pero por
si acaso, conviene confirmarlo para no llevarnos una sorpresa.
Otra ventaja práctica del depósito rellenable, además de no tener que
esperar a que pierda la presión, es que el calentamiento hasta alcanzar la
temperatura para empezar a planchar con vapor es muchísimo más rápido. Frente
a los veinte o treinta minutos que fácilmente tardaban los antiguos, ahora tardan lo
mismo que una plancha normal, no más de unos cinco minutos. Esto, como es
lógico, se traduce en menos tiempo de plancha y menos de gasto de electricidad.
Mantenimiento y limpieza
El mantenimiento básico, tanto del centro de planchado como de la plancha,
pasa, en primer lugar, por seguir las instrucciones del fabricante en cuanto a qué
tipo de agua utilizar, la frecuencia de las descalcificaciones y el tipo de producto
descalcificador. Lo recomendado es descalcificar un par de veces al año como
mínimo —cada seis meses—, y no esperar a que deje de salir vapor para hacerlo. Si
esperas, corres el riesgo de que los conductos estén tan obstruidos que cueste
muchísimo trabajo dejarlos limpios. En muchos sitios recomiendan usar vinagre
diluido, ya que es un antical potente y barato, pero a no ser que lo autoricen
expresamente en las instrucciones, yo no te lo recomiendo, salvo que haya llegado
al punto de que «o se limpia o se tira». No cabe duda de que el vinagre limpiará los
conductos, pero puede que, además de eliminar la cal acumulada, estropee los
circuitos internos porque el poder corrosivo del vinagre sea demasiado potente
para los materiales.
Lo más seguro es utilizar un descalcificador específico de los que venden en
el supermercado. Es solamente muy poco más caro que el vinagre y te garantiza el
mantenimiento del circuito interno en buenas condiciones.
Limpieza de la suela
¿A quién no le ha pasado alguna vez? Estás planchando una camiseta y
¡plas!, plantas la plancha más caliente de la cuenta sobre el dibujo estampado y se
te queda pegado. Al mosqueo por haber estropeado la prenda se une que ahora
hay que limpiar la suela porque, aparte de que así no desliza bien, puede
mancharte el resto de la ropa. Limpiarla es muy sencillo, y existen varias formas. A
mí la que más me gusta, por práctica, fácil y rápida, es usar nanas seco con la
plancha tibia. Esperas un poco a que se temple y frotas en círculos lo pegado con el
estropajo. El nanas no araña las suelas normales. Si la plancha tiene base de teflón
o algún tratamiento especial, en las instrucciones pondrá el modo de limpieza más
adecuado, así que síguelo. La primera plancha que tuve, traía en la caja un nanas
para limpiarla, así que cuando se rompió y tuve que comprar otra, ya ni me
planteé un método diferente.
Otra forma es esparcir un puñado de sal gorda en un papel y planchar
encima de esa sal, para que con la fricción se arranque lo pegado.
Y siempre puedes comprar las barras esas que venden con forma de vela,
que son especiales para limpiar las suelas, pero eso ya implica tener que comprar y
emplear productos químicos, así que es mejor dejarlo como última opción, en caso
de que fallasen el nanas y la sal, para darle ya en plan desesperado, pero no me lo
plantearía nunca como remedio diario.
ORGANIZACIÓN DE LA COLADA
Cestos para la ropa sucia
Para mantener la ropa sucia organizada, resulta necesario tener puntos fijos
donde dejarla a la espera de ponerla a lavar. Los cestos para dejar la ropa sucia
resultan imprescindibles en cualquier casa, y deben estar en los lugares donde
habitualmente nos cambiamos de ropa. Si la casa es muy grande, ir del dormitorio
hasta el lavadero con unos calcetines se puede convertir casi en una excursión, de
modo que el cuarto de baño, el dormitorio y el vestidor se convierten en los
mejores sitios donde colocar pequeñas cestas decorativas, siempre con tapadera
para disimular su función, de modo que solo haya que ir vaciándolas en la grande,
que es la que llevaremos hasta la lavadora. Si la casa es más modesta, bastará con
poner una en el cuarto de baño, aunque en el dormitorio de los niños siempre
viene bien tener una a su disposición.
Las mejores cestas son transpirables, de plástico con agujeros de ventilación,
o las de materiales naturales que por su diseño dejan ventilar. Las clásicas de
mimbre forradas de tela rústica son muy bonitas, pero obligan a lavar muy a
menudo la funda de tela porque de estar siempre llena de ropa sucia acaba
adquiriendo mal olor. Por mi parte, si tengo que recomendar alguna, son las de
plástico. Me parecen las más prácticas porque no hay que forrarlas para que no se
enganchen las prendas delicadas, no cogen olores y se lavan en un momento con el
teléfono de la ducha sin riesgo de que la humedad las estropee o se oxiden. Por
supuesto, al final todo depende del resto de la decoración de la habitación donde la
pongas. En las tiendas hay mil modelos distintos que se adaptan a todas las
necesidades.
Si dispones de espacio, lo ideal es tener tres cestas: dos iguales, más
grandes, una para la ropa blanca y colores claros, otra para la negra y los colores
oscuros, y una más pequeña para la ropa delicada y de lavado a mano.
Organizar la plancha
Una vez tenemos la ropa seca y doblada en la cesta, toca separar la que irá
directamente a los cajones de la destinada a pasar por la plancha. Si optaste por
separarla en dos al recogerla del tendedero, este paso te lo ahorras.
Guarda rápidamente en su sitio la ropa que no necesites planchar, antes de
que te surja algo que te haga dejar la tarea a la mitad. La cesta para planchar,
acércala a la tabla y enciende la plancha para que se vaya calentando mientras
terminas de organizar y sacar lo que necesitas.
La tabla de planchar
Las mejores son las que tienen la base de rejilla inoxidable. Estas rejillas
dejan pasar sin problema el vapor de la plancha. Por supuesto, la altura debe ser
regulable y tienen que tener unas patas estables que hagan que la tabla no se
mueva ni oscile. Si no tienes mucho espacio donde ponerla, las hay con patas
cortas, que se ponen directamente sobre una mesa. Con este tipo de tablas de
sobremesa conviene siempre poner sobre la mesa primero una mantita o un paño
grande y grueso, doblado, para proteger la superficie del calor, el vapor y la
humedad que genera la plancha.
El muletón
El muletón es esa capa de acolchado blanco que se pone debajo de la funda
de la tabla. Sirve para que cuando pasemos la plancha esté «blandito» y no se pase
la plancha casi directamente sobre la chapa de la tabla. Aunque las fundas buenas
ya traen incorporada una capa, suele ser bastante fina, por lo que conviene
comprarlo aparte y colocarlo debajo, sobre la rejilla. Se lava en la lavadora cuando
lavemos la funda, pero el muletón no se cambia. Cuando cambiemos la funda, si
ves que con el uso el muletón se ha quedado demasiado fino, compra uno nuevo y
lo colocas encima del que ya tienes.
Quitar manchas
Amarillas de guardado
Hay que dejar la ropa a remojo por la noche en agua con detergente para
ropa blanca, preferiblemente en polvo. Las manchas se frotan con una pasta hecha
con jabón de platos y percarbonato y por la mañana se frota un poco, se pone a
lavar en la lavadora a 40 ºC en un ciclo apropiado según el tejido y el tipo de
prenda, centrifugado al mínimo o sin centrifugar, y se tiende a secar a pleno sol. Si
queda algún resto de manchas, repetir el proceso.
Barro
Las manchas de barro fresco se quitan raspando todo lo que se pueda con el
canto de un cuchillo. Luego se pringa bien la mancha de detergente de lavar los
platos a mano y a la lavadora normal. Si el barro está seco, se raspa igual, y luego
se cepilla bien y se sacude antes de empapar con lavavajillas y meter en la
lavadora.
Barniz
Las manchas de barniz se quitan con aguarrás (trementina) y se lavan
después normalmente.
Caca de pájaro
Cuanto tendemos al raso, puede ser que algún pájaro nos manche la ropa.
Esas manchas hay que quitarlas bien porque el excremento de pájaro es muy
corrosivo y puede comerse el color de la ropa en la zona manchada. La forma de
quitarlas es raspando y mojando la zona con vinagre rebajado en agua.
Café
Frotar un poco la mancha con jabón de platos y lavadora normal a 40 ºC.
Cera
Los goterones de cera se quitan de la ropa raspando con un cuchillo lo más
posible. Luego se ponen dos papeles de cocina bajo la mancha, y otros dos encima
y se pasa la plancha muy caliente. La cera que queda en el tejido pasará al papel. Si
aparece alguna marca de grasa cuando ya no queda cera, se unta con jabón de
platos y se lava normalmente en agua templada tirando a caliente.
Chocolate
Como el café, un poco de jabón de platos a la mancha, y lavado normal a 40
ºC.
Cola
Las manchas de cola salen bastante bien con acetona y agua tibia.
Crema hidratante
Se unta la mancha con jabón de platos y se añade percarbonato al detergente
para hacer un lavado normal. Se sustituye el suavizante por vinagre corriente.
Crema de zapatos
La crema de los zapatos de colores se quita con aguarrás (trementina); luego
se lava normal con agua y detergente.
Esmalte de uñas
El esmalte de uñas se quita empapando un bastoncillo de algodón en
quitaesmalte con acetona, y frotando la mancha de fuera hacia dentro, para no
extenderla; si es muy grande, con un paño de algodón. Para los restos de color que
puedan quedar, se pone la prenda a remojo en amoniaco y se lavan frotando con
jabón de Castilla y un cepillo.
Fruta y zumo
Las manchas de fruta salen muy bien pulverizando quitagrasa de cocina o
algún producto quitamanchas genérico antes de echar a lavar a mínimo 40 ºC con
detergente y percarbonato. Si la ropa es blanca de algodón, por ejemplo, camisetas
infantiles o baberos, además hay que añadir un chorro de lejía. Luego se tienden a
secar a pleno sol. Si quedasen restos, remojo largo con detergente en polvo y
percarbonato, y repetir el lavado. Si aun así persisten, lejía directa a las manchas,
esperar a que aclaren, enjuagar y a la lavadora.
Si la ropa es de color, lo mismo pero sustituyendo la lejía de ropa blanca por
lejía de color.
Gelatina
Las manchas de gelatina se quitan lavando normal con agua caliente.
Grasa
Las manchas de grasa comestible se eliminan pulverizando con quitagrasa
de cocina y lavado normal. Para las de grasa mecánica, o si no se sabe de qué son,
se deja a remojo la prenda con agua bien caliente y amoniaco, y al día siguiente se
lavan en programa largo y lo más caliente que admita, añadiendo un vaso de
amoniaco al detergente.
En cualquier caso, si están muy incrustadas hay que dejar a remojo la ropa
en un barreño con agua, detergente y un vaso de amoniaco bien disuelto
removiendo de vez en cuando.
Hierba
Las manchas de hierba salen empapando bien con lavavajillas la mancha y
metiendo un lavado largo a 40 ºC con detergente y percarbonato. Luego se tiende a
secar de modo que dé directamente el sol en la zona donde estaba la mancha.
Huevo
La mancha de huevo, sobre todo la yema, cuando se seca puede costar
quitarla. Hay que rascarla y frotar con una pasta hecha de jabón de platos y
percarbonato. Luego se lava en la lavadora normalmente.
Las manchas de clara, si no salen con el lavado normal, se quitan con agua y
un poco de amoniaco, y se aclaran en agua fría.
Leche
Las manchas de leche se quitan mejor en agua fría, con detergente y
percarbonato. Si no salen o quedan restos, hay que poner a remojo en agua con un
chorreón de amoniaco y lavar después.
Lejía
En la ropa que no es blanca pueden estropearse los colores si salpica lejía en
ella, y no tiene arreglo. Lo único que se puede hacer es intentar decolorar toda la
prenda y ponerle un tinte. Si es ropa negra y las manchas son pocas y pequeñas, se
puede intentar disimular pintándolas con rotulador negro indeleble.
Licor
En agua caliente con detergente. Si no salen, se frota con un paño blanco
empapado de alcohol, de fuera hacia dentro de la mancha, para no extenderla, y se
lava después con agua.
Maquillaje
Se eliminan estupendamente de la ropa frotando con toallitas
desmaquillantes. También untando la mancha con leche limpiadora, con jabón de
platos o con amoniaco y poniendo luego la prenda a lavar normalmente. De las
toallas de algodón se quitan lavando a 40 ºC en un ciclo normal con una cucharada
de percarbonato añadida al detergente y sustituyendo el suavizante por vinagre
corriente.
Nicotina y tabaco
Se pulveriza bien con limpiador triple A (amoniaco, alcohol y agua a partes
iguales) y cuando está húmedo se frota la mancha con zumo de limón de fuera
hacia dentro, para no extenderla.
Orina
Las manchas de orina nunca se limpian con amoniaco, para no potenciar el
olor. La mejor forma de quitar la mancha es con agua, percarbonato y un poco de
detergente. En los colchones de muelles, lo mejor es sacarlos a la terraza y dejarlos
secar al sol para que se sequen por dentro lo máximo posible. Luego se frota la
mancha con un paño, agua y jabón, y se le puede dar con el secador para que se
seque antes.
De la ropa se quita en un lavado normal y se seca al sol.
Resina
Después de pasar un día estupendo en el campo cogiendo piñas, la resina
de la ropa la quitamos ablandando con aceite de cocina y frotando luego con
aguarrás (esencia de trementina).
Sangre
Las manchas de sangre fresca salen empapando la mancha en agua
oxigenada. También se eliminan bien frotando en el chorro de agua fría con un
poco de jabón. Si la sangre está ya seca se pone el agua oxigenada para que
empape bien la mancha, se frota con una pasta hecha con un poco de agua fría y
percarbonato, y se deja en remojo un rato. Luego se lava normalmente y se tiende
al sol directo.
Si la ropa es blanca, se puede poner unas gotas de lejía de lavadora
directamente en la mancha y, en cuanto se disuelvan, enjuagar bien y lavar
normalmente.
La sangre es importante lavarla siempre con agua fría. Si se usa agua
caliente se cuece, se incrusta en la trama del tejido y resulta muy complicado
sacarla.
Suciedad de las moscas
La suciedad de las moscas son esos puntitos negros que aparecen sobre todo
en las cortinas. Normalmente salen en la lavadora normal cuando las lavamos,
pero si no, hay que frotarlos con amoniaco o humedecerlos con un poco de
trementina (aguarrás) antes de volverlas a lavar.
Suciedad en general
La suciedad general, si es mucha, se quita dejando la ropa a remojo en agua
fría donde se haya disuelto detergente de lavadora y un par de cucharadas de
percarbonato. Se deja toda la noche y se cambia el agua al día siguiente. La forma
de cambiar el agua consiste en sacar las prendas, escurrirlas un poco del agua sucia
y dejarlas aparte. Se tira el agua, se llena de nuevo del mismo modo y se vuelven a
meter las prendas de una en una. Se remueve un poco para que cojan el agua
limpia y el detergente y se vuelven a dejar en remojo. Al día siguiente se meten en
la lavadora, a 40 ºC, con detergente y un chorreón generoso de amoniaco.
Tinta
Las manchas de tinta se quitan metiendo la zona manchada en leche
corriente y dejándola remojar toda la noche. Por la mañana se frota un poco con
jabón y se lava normal. También puede funcionar rociar bien con laca del pelo, se
deja secar y luego se lava. Como última opción, en la droguería venden
quitamanchas específicos para tinta.
Vino tinto
Las manchas de vino recientes salen frotando con una pasta hecha con agua
y percarbonato antes de ponerlas a lavar en ciclo largo a 40 ºC.
Vómito
De la ropa se sacan los restos de suciedad y se aclara bien con agua fría.
Luego se lava en agua templada con detergente, percarbonato y sustituyendo el
suavizante por vinagre corriente.
De las tapicerías se raspa lo que se pueda y se frota con un paño empapado
en algún limpiador con oxígeno activo. Si no tienes, se puede hacer casero
disolviendo dos cucharadas de percarbonato en un vaso de agua templada. Se
frota bien con esto, luego se cepilla con un paño mojado en amoniaco, se aclara con
agua fría usando un paño limpio y se deja secar.
Yodo
Las manchas de yodo salen pulverizando la mancha con quitagrasa de
cocina antes de poner la ropa a lavar. También se quitan poniendo un rato en
remojo en agua con amoniaco y frotando un poco con jabón, o untando la mancha
con una mezcla de jabón de platos y percarbonato. Con cualquiera de estas tres
formas la ropa saldrá limpia de la lavadora.
6
SECTOR 4 O INFANTIL:
SEMANA DE LOS NIÑOS
INTRODUCCIÓN
El sector de los niños es uno de los más peligrosos a nivel organizativo en
una casa. Si se descuida, es capaz de crecer por todas partes hasta llegar a anular
los otros sectores y convertir la casa entera en un único ambiente, y esto es peor
cuanto más pequeños son los niños. ¿Cómo es posible? Cualquier familia con hijos
tiene la respuesta: los niños, sobre todo los más pequeños, tienen juguetes,
¡muchos juguetes!
Esos juguetes ocupan espacio. Procuramos mantener el orden con cajas,
estantes... pero a los niños resulta que lo que les gusta es vaciar las cajas. Lo sacan
todo, juegan un rato, y en cuanto se aburren, ahí lo dejan y van a por la siguiente
caja, que también vacían... De nosotros, como adultos, depende ir enseñando a los
peques a volver a poner los juguetes en su sitio al terminar de jugar, pero aun así
hay que cuidar el orden de las estanterías y las cajas donde se colocan. Mantener
sus dormitorios limpios y ordenados es el punto clave de este sector.
La semana de los niños la vamos a dedicar casi en exclusiva a ellos, a
limpiar, ordenar y clasificar su ropa, sus juguetes y, sobre todo, los espacios que
más utilizan en casa. Su dormitorio va a quedar estupendo, limpio y ordenado.
También vamos a centrarnos esta semana en organizar y limpiar las escaleras si
nuestra casa tiene más de una planta, y los pasillos y distribuidores de
habitaciones.
Juguetes y libros
Cuantos menos juguetes y libros en el dormitorio, mejor. Si no hay otro
lugar más adecuado para guardarlos, se debe procurar tenerlos en cajas cerradas,
con su tapadera, para que no se acumule el polvo. Los libros igual, alguno siempre
hay que dejar a mano, pero no convertir el dormitorio en una biblioteca, porque los
libros en las estanterías acumulan mucho polvo, y el dormitorio, cuanto más fácil
sea de limpiar, más saludable el aire, menos ácaros y mejor se descansa. Por
supuesto que los cuidados respecto a las ondas electromagnéticas hay que
mantenerlos igual, o incluso con más precauciones que con los adultos. Para
asegurar a los niños un buen descanso, no debería haber nada enchufado en su
habitación salvo las lamparillas de las mesitas de noche y la luz nocturna
encendida, pero nada de televisión, ordenadores o consolas en stand by. Por
supuesto, teléfonos móviles y tabletas, fuera, o como mucho en modo avión.
Los peluches y muñecos de dormir donde mejor están durante el día es en
un cesto con tapa. Mucho mejor que encima de la cama, adornándola y
acumulando un polvo que respirarán los niños por la noche cuando los achuchen
para dormir.
Hay quien hace fotos a la ropa a la que tiene especial aprecio antes de
pasarla a otros niños de la familia, donarla o sencillamente depositarla en un
contenedor de reciclaje de ropa. Yo lo hice un par de veces al principio y tal vez a ti
también te ayude, sobre todo a darte cuenta de que el encanto de una prenda no
son los diseños, ni los colores, sino los recuerdos que nos quedan de los días que la
usamos. A mí, verlas en fotos, estiradas sobre la cama, me ayudó a desprenderme
emocionalmente de ellas como objeto material y ya hace muchos años que no
necesito hacer ninguna foto antes de meter algo en la bolsa de donaciones y bajarlo
al maletero del coche camino de su nuevo destino.
Queda solamente un montón sobre la cama, el de la ropa estropeada. Abre
el armario y los cajones y obsérvalos tal como están ahora mismo, ordenados y
organizados sin agobios ni revoltijos, y toda la ropa que hay en ellos es nueva y
estupenda. Mira ahora el montón de ropa vieja: ¿crees realmente que toda esa ropa
en mal estado te hace falta? ¿Cuántos pantalones, camisetas, vestidos... hay
colocados en su lugar? ¿Cuántos conjuntos tienes colgados disponibles para usar
en cualquier momento? La semana tiene siete días, la lavadora hace su función y
hay tiendas en que por muy poco dinero puedes comprar un par de camisetas o
pantalones nuevos que aguantan perfectamente la temporada.
Si lo roto son desgarrones en las rodillas de pantalones que merece la pena
conservar, tipo uniforme escolar de emergencia o pantalones vaqueros todavía
aprovechables, apártalos para comprar rodilleras de pegar con la plancha. Si te
pasa como a mí, que odias los pantalones con parches en las rodillas, pégalas por
dentro. Si lo haces con un poco de esmero, apenas se notará el desgarrón y
parecerá que lo has comprado ya así. Recuerda que las rodilleras puedes
recortarlas a la medida del roto, dejando dos dedos alrededor para pegarla bien.
Como no hace falta utilizar la pieza entera, un paquete te sirve para remediar
varios enganchones.
Una vez definido ya el montón de ropa no utilizable, mételo en bolsas y
llévalo al coche. Cuando pases por un contenedor de reciclaje de ropa, déjalas allí.
Si al clasificarlas, la empresa que las recoja opina como tú, que ya no son útiles
para vestir, seguro que sirven para trapos. Sean como sean esas prendas, los
contenedores de reciclado son el lugar donde deben depositarse, mejor que
ocupando un sitio precioso en tu casa.
Juguetes y libros
Como dije antes, el dormitorio no es el sitio ideal para almacenar juguetes y
libros de los niños. Para descansar, necesitan un espacio lo más relajante posible, y
si se lo presentamos abarrotado de estanterías con libros y muñecos, y cajas llenas
de juguetes, aparte del trabajo que nos supone la limpieza exhaustiva para
mantener alejado el polvo, convertimos el espacio de descanso en la zona de
juegos.
Lo ideal es mantener separadas ambas actividades, pero si no hay más
remedio, nos toca trabajar.
Los libros, como la ropa, tienen edades apropiadas, de modo que sácalos,
porque los vamos a clasificar. Comenzamos por apartar los rotos y estropeados.
Libros sin tapas, desencuadernados, que les faltan páginas, pintarrajeados... Esos
todos fuera, a un montón.
Libros muy infantiles, que los niños ya hace años que no leen ni van a
volver a leer, a otro montón.
Yo todos esos libros, tanto los rotos como los pasados de edad, los llevo a la
biblioteca pública. Allí los clasifican de modo que los que están en buen estado los
ponen en las estanterías para préstamo, y los inservibles se encargan ellos mismos
de llevarlos a reciclar. Casi todas las bibliotecas públicas admiten donación de
libros, sobre todo para la sección infantil, porque los niños los rompen. Pregunta
en la que tengas más cercana y llévalos. Los colegios y guarderías también suelen
aceptarlos si están en buen estado. Los inservibles ponlos en el contenedor de
reciclado de papel.
Deja en los estantes solo los libros actuales, los que les interesan, los que a
pesar de haber leído ya, de vez en cuando vuelven a hojear.
¿Leonera o paraíso?
El único control que hay que llevar realmente en la habitación de los peques,
es que no se transforme de palacio de la Sirenita a cueva de Alí Babá, con todos los
juguetes, libros o zapatos esparcidos por todas partes. Entrar en un dormitorio
donde hay que ir esquivando zapatos no es agradable, ni para nosotros ni para
ellos.
Los niños, sobre todo cuando son más pequeños, para jugar necesitan tener
fuera y a la vista muchos chismes. Aunque estén con un coche en la mano, muchas
veces sacan otros mil cacharritos que usan puntualmente con los que van
hilvanando la historia del juego. Para muchos de ellos, una parcela de suelo
tapizada de juguetitos en perfecto (des)orden es lo más parecido al paraíso. El
problema suele venir cuando dejan de jugar y queda todo por en medio. Para que
esto no ocurra, hay que ayudarles poniendo a su alcance métodos de almacenaje
cómodos y a su medida, y recordándoles que hay que guardar las cosas.
Como ya he comentado, la mejor forma de meter a los niños en la rutina de
mantener su habitación recogida es hablar siempre en positivo. Si te tropiezas con
los zapatos en mitad de la alfombra, es más práctico decir: «Me tropecé con ese
zapato y casi me caigo» que algo similar a «este cuarto es un desastre, siempre los
zapatos por medio». Aunque las cosas estén siempre por medio, a los niños hay
que hablarles como si el desorden fuese algo accidental, algo puntual de momento.
Y ayudarles a recogerlo. Si llevan mucho con todo por en medio, es probable que
uno de los motivos de esa desidia, sobre todo en los adolescentes, es que hayan
llegado a un punto en el que no sepan ni por dónde empezar a organizar y
necesiten ayuda para planificar (y realizar) la tarea. A nadie le gusta limpiar (y
menos a estas edades), pero siempre es más agradable si se hace en compañía.
Compartiendo el dormitorio
Cuando hay varios niños en la casa, muchos hermanos comparten
dormitorio. A lo mejor puedes pensar que es algo obligatorio porque la casa es
pequeña y no hay habitaciones para todos, pero lo cierto es que,
independientemente del tamaño y de la cantidad de habitaciones, a la mayoría de
los niños les gusta hacerlo y son muy pocos los que desean realmente dormir solos.
Incluso los jóvenes que reclaman independencia y habitaciones individuales
muchas veces lo hacen no por el hecho de dormir solos, sino por tener un espacio
individual propio donde estar tranquilos sin que nadie les moleste.
Amiguitos a dormir
Según van creciendo, cada vez es más habitual que se inviten entre amigos a
jugar, a pasar el día y a dormir. Para triunfar con estas visitas, muchas veces nos
complicamos demasiado pensando en camas supletorias o nidos. Eso sería lo ideal,
claro, pero en realidad no hace falta tanto. La mayoría de las veces basta con tener
unas colchonetas inflables de las de camping. Guardadas ocupan muy poco y basta
llenarlas y ponerles una sábana para convertir la visita en una aventura de
acampada, aunque sea en el suelo del dormitorio o del salón.
Tipos de cama
Cabecero
Son la opción más versátil para montar una cama a nuestro gusto, porque la
cantidad de opciones de decoración es infinita: desde los cabeceros clásicos de forja
comprados en una tienda de mueble, a los fabricados en casa con materiales
reciclados. Metálicos, de madera, tapizados... La imaginación no tiene límites a la
hora de diseñar un cabecero para la cama. Pueden tener patas para apoyarse en el
suelo, pero conviene de todos modos fijarlos a la pared para que no se mueva y
evitar golpes y ruidos. Son estupendos también los que no llevan patas, sino que se
cuelgan de la pared a la altura del colchón, como si fuesen un cuadro.
La cama en sí se forma con un somier o una base con patas y el colchón
encima.
Cama clásica
Si no hay problemas de espacio en la vivienda y el dormitorio tiene
zapateros y armarios de sobra, puedes optar por poner una cama clásica de las de
toda la vida, tipo bañera o un somier o canapé con sus patas para separar el
colchón del suelo. Desde luego, estas son las más sencillas para pasar la mopa por
debajo y limpiar el polvo, y en un momento dado, siempre se puede poner una caja
de esas planas con ruedas que venden específicas para guardar cosas bajo la cama.
Nidos y compactos
La cama nido es aquella en la que se aprovecha el hueco bajo el colchón de
la cama para colocar a ras del suelo un somier, generalmente con ruedas y patas
plegables, y otro colchón. De este modo, en un dormitorio donde durante el día
conviene tener solo una cama para dejar espacio libre para jugar o estudiar, al
llegar la hora de dormir pasamos a tener dos simplemente tirando y sacando la de
abajo, que se guarda ya hecha y lista para usar.
Las camas compactas o módulos compactos son los que en lugar de tener
bajo el colchón una segunda cama o un canapé abatible, disponen de un módulo
con cajones. Hay algunos compactos que cuentan con la cama superior, la inferior
y, además, el módulo de cajones. Son estupendos porque en el sitio que ocupa una
sola cama duermen dos niños y además cuentan con un espacio aprovechado como
lugar de almacenaje. Otra ventaja que tienen estos compactos es que aunque la
cama de arriba está un poco más alta que si fuese una cama normal, es bastante
más baja que una litera, por lo que hacerla es muy sencillo y además los riesgos de
las posibles caídas se reducen si la cama de abajo se saca del todo.
Hay compactos triples que sustituyen la fila de abajo de cajones del nido
compacto por un tercer somier o base, al que añadiendo otro colchón, forma una
tercera cama, y resultan ideales para evitar agobiar durante el día el espacio en
habitaciones pequeñas compartidas por tres hermanos. También son muy prácticas
cuando solo hay dos niños a los que se les prepara el dormitorio con vistas a que
cuando crezcan puedan invitar a amiguitos a dormir.
Colchones
A la hora de comprar los colchones para las camas de los niños, aparte de
que sea un producto de calidad garantizada, mi opinión es que es mejor no elegir
los más caros de gama. Muchos fabricantes tienen lo que llaman «modelos
juveniles», especiales para niños, y que son ideales para las camas de los niños por
varios motivos. Uno de ellos, importante, es que están adaptados al menor peso de
los niños. Nunca va a necesitar el mismo tipo de amortiguación interna un adulto
de 90 kilos que un niño de 20. Por este motivo, sobre todo porque no necesitan
tantas capas ni tanta tecnología de acolchado, los colchones júnior suelen ser
bastante más baratos que los colchones pensados para adultos.
Buscar pagar el menor precio a la hora de comprar un colchón para los
niños, aun sacrificando un poco la tecnología, tiene su principal razón de ser en
que los colchones se recomienda cambiarlos cada diez años, aunque «aparenten»
estar nuevos. Hay que saber (y los vendedores se encargan de que no lo
olvidemos) que después de esos años, aunque el tapizado exterior esté en
apariencia en perfecto estado, por dentro, el corazón interno de muelles, guata y
espuma, se ha deteriorado por la condensación del sudor y la acumulación de
ácaros; en el caso de los niños, además, seguro que habrá habido escapes de pipí y
habrá vomitado y traspasado la funda impermeable, y seguro que habrá
derramado agua, leche o cualquier otro líquido alguna que otra vez. Todo esto,
aunque en el tapizado no haya dejado marcas o lo hayas limpiado o aspirado con
regularidad, ha pasado a la parte interna, envejeciendo y estropeando el interior.
Otra cuestión interesante es que los fabricantes siempre recomiendan no
saltar en los colchones porque estropean la amortiguación, pero a los peques les
encanta hacerlo, de modo que si les prohíbes saltar en la cama que sea porque lo
consideras peligroso, no porque temas que se vaya a estropear el sistema de
muelles del colchón tan caro que les compraste.
Básicamente, estos son los motivos por los que conviene cambiar el colchón
cuando los niños entran en la adolescencia, y como resulta que coincide bastante
bien con los diez años que nos dicen que dura el colchón en buen estado, ya el
nuevo colchón que se compre cuando el chico o la chica tenga doce o quince años y
peso y talla casi de adulto, sí conviene que sea de mayor calidad, porque ya pesan
más y le tiene que durar otros diez años en perfecto estado (con suerte, les durará
hasta que se vayan de casa), y el riesgo de derramar líquidos en la cama que
estropeen el interior no resulta ya mayor que en el caso de cualquier adulto.
Barreras
Son la opción más clásica para evitar las caídas, al convertir una cama
grande en lo más parecido a una cuna, con la ventaja de que se pueden quitar. Al
no cubrir por completo el perímetro, el niño no tiene problemas a la hora de subir o
bajar de la cama a voluntad. Hay que tener la precaución de que no queden huecos
entre el colchón y la barrera, para que no se quede atrapado sin poderse mover en
caso de que durmiendo ruede hacia el borde. Las camas de diseño suelen tener
barreras a juego que se compran aparte, y para las camas convencionales están las
barreras de sistema universal que se venden en cualquier hipermercado y tiendas
de puericultura.
Sábana de seguridad
La sábana de seguridad consiste en una sábana bajera de tejido muy elástico
que lleva en el centro una camiseta cerrada con cremallera. Se ajusta sobre la
sábana bajera normal al colchón, se mete al niño en la camiseta y se evita de este
modo que se caiga de la cama y se destape. El niño queda sujeto a esta funda de
sábana por el cuerpo, con los brazos y las piernas libres para poder moverse y
darse la vuelta en la cama sin riesgo de caídas.
Almohadas y cojines
Quedan muy bonitos sobre la cama, pero en el dormitorio de los niños es
mejor limitarse a los mínimos imprescindibles que realmente utilicen para dormir.
Cuanto más almohadones, más polvo se acumula. Lo más práctico es que tengan
su almohada y, si se quiere tener varios cojines sobre la cama, poner un cesto junto
a la cama donde dejarlos por la noche cuando vayan a dormir
Juegos de sábanas
Para vestir la cama de los niños, el número mínimo de juegos completos sin
sufrir agobios es cinco si es hijo único (el que está puesto y otros cuatro). Si hay
varios hermanos, con tres juegos de cama hay más que de sobra, porque en caso de
que uno de los niños enferme o moje la cama y haya que cambiar las sábanas
varias veces durante la noche, podemos contar con los repuestos de las camas de
los hermanos.
Fundas de colchón
Cuando se compra el colchón nuevo, independientemente del tapizado que
tenga, resulta imprescindible ponerle una funda completa con cremallera. Si es
especial antiácaros, mejor. Las fundas protegen el colchón de entrada de polvo y
manchas y, como es lógico, hay que lavarlas de vez en cuando. Contra la humedad
hay protectores de colchón impermeables y transpirables que se ponen encima de
la funda del colchón. Los hay que tienen la forma de una sábana bajera con la parte
superior de rizo de algodón y la de abajo de goma, y otros más rígidos, parecidos a
un colchoncillo, que se sujetan al colchón con unas gomas. A la hora de comprarlo,
hay que mirar que sea a la vez impermeable y transpirable.
La funda de cremallera hay que quitarla y meterla en la lavadora siempre
que sea necesario porque se moje o se manche, y como mínimo, una vez al año.
El orden imprescindible
Para mantener el orden imprescindible de un dormitorio real lo primero que
hay que hacer es tener claro el uso que se da a ese cuarto: si es solo para dormir y
vestirse, si también tiene un rincón de jugar y es en él donde se almacenan la
mayoría de los juguetes de los peques... O tal vez los peques ya crecieron y
sustituyeron las cocinitas y los garajes por una mesa de escritorio para hacer
deberes y estudiar.
Cada necesidad requiere una solución específica, pero prácticamente todas
pasan por tener lo necesario, no acumular chismes que no se utilizan y emplear
cajas con tapadera que en el caso de los más mayores se sustituyen
preferentemente por un mueble archivador con varios cajones. Todo lo que haya
en un dormitorio debe ser fácilmente lavable para mantener el polvo a raya.
El orden imprescindible para que la visión global sea armónica pasa por
mantener las camas hechas y con los cobertores sin arrugas. Estando estirados y
bien colocados sobre el colchón, con la almohada en su sitio bien puesta, tenemos
el 90 por ciento del dormitorio arreglado.
Mesillas de noche
Aunque no parezcan imprescindibles y de hecho muchos dormitorios de los
que se ofertan en los catálogos ya no las tienen, siguen siendo un mueble muy útil
en un dormitorio de niños, exactamente igual que en el de los adultos. Para apoyar
un vaso de agua, para colocar una lamparita que puedan encender si necesitan
algo durante la noche, o simplemente para dejar el libro que estén leyendo antes de
dormir. Si la falta de espacio y la distribución de la cama y resto de muebles no
permite poner una mesilla con cajones, al menos debería poder ponerse una balda
en la pared que la sustituya.
Iluminación
Durante el día, por supuesto necesitan contar con una buena ventana por la
que entre mucha luz natural, pero por la noche o en los días oscuros, los
dormitorios de los niños también deben estar siempre bien iluminados. Una buena
lámpara, que dé buena luz general, es imprescindible. Además hay que poner una
lamparita en la mesilla de noche o en la pared junto a la cama con el interruptor al
alcance del niño, para dar luz ambiente que ilumine lo justo, y para leer o hacer
deberes, un foco con buena luz que no canse la vista.
Poner una lamparita de las que llaman «quitamiedos» y dejarla encendida
durante toda la noche apenas gasta electricidad y resuelve muchísimos problemas
de sueño y de posibles accidentes si hay que entrar o salir de la habitación a
oscuras. Aunque en el mercado hay mil modelos, las mejores son las que dan luz
de color rojo, porque el rojo es el único color que ilumina en la oscuridad sin
deslumbrar la vista ni desvelar. Merece mucho la pena buscarlas de este color en
lugar de comprar la primera que nos encontremos.
Espejos
Los espejos en los dormitorios de los peques deben llevar las mismas pautas
que en los dormitorios de los mayores. No deben reflejar directamente a la ventana
o a la puerta, ni tampoco la cama, de modo que los niños puedan verse mientras
están tumbados en ella. Según el feng shui, el motivo es porque reflejan las energías
y rompen la armonía y la estabilidad del dormitorio, pero en caso de los niños,
además, hay un motivo bastante menos sutil y mucho más terrenal: por la noche
podrían ver algún reflejo puntual y asustarse: el brillo de las luces de un coche que
pase, un pájaro volando o su propio reflejo mientras están tumbados. La oscuridad
de la noche hace juegos de sombras que podrían activar su imaginación y hacerles
pasar un mal rato sin necesidad. Si el único sitio para colocar un espejo es alguno
de estos puntos, lo más adecuado es cubrirlo cuando se vayan a acostar, o buscar
uno con puertas que podamos cerrar.
Huelga decir que los espejos tienen que ser de materiales seguros. Hay
modelos que traen de fábrica un sistema que, si se parten, se quedan los cristales
pegados a una lámina y no caen al suelo. Otra opción es comprar nosotros la
lámina transparente y pegársela.
Heredando la ropa
Si en la casa hay varios niños, lo normal es que la ropa pase de uno a otro
según se le va quedando pequeña al mayor. Si las prendas son de buena calidad y
se cuidan un poco a la hora de lavarlas, normalmente admiten ser reutilizadas por
varios niños sin estropearse.
Para guardar la ropa de un hermano a otro, como puede pasar varios años
en una caja, lo mejor es revisar muy bien que no tenga desperfectos ni manchas y
conservar solamente la que realmente merezca la pena. No lo guardes todo, porque
a los peques al final también se les compra ropa, y te vas a acabar juntando con
toda la ropa usada del mayor más la que compres nueva. Por eso, quédate solo las
prendas realmente buenas y las que estén en perfecto estado.
Para organizarla, en lugar de hacerlo por temporada es mejor hacerlo por
tallas. Usa cajas o bolsas pequeñas y rotúlalas con la talla de la ropa que contienen.
De este modo, cuando el peque tenga esa talla, será el momento de abrirla y
pasarla al armario. Si la temporada no coincide porque por ejemplo es ropa de
invierno y ahora está empezando el calor, métela en la caja donde estés guardado
la ropa de esa temporada para sacarla y probársela cuando vuelva el frío.
Tipos de perchas
Así como para los mayores las perchas mejores son las de madera, para los
niños ocurre lo mismo. Cuanto mejor sea la percha, más cuidada está la prenda
que se cuelga en ella y mejor se conserva, pero también hay que tener en cuenta
que las prendas de los niños, salvo tal vez los abrigos, son muy temporales. Les
duran poco tiempo, bien porque las estropean o porque al crecer se les quedan
pequeñas. Por eso, a la hora de escoger las perchas, podemos ser un poco más
flexibles, siempre que no sean las de alambre. Para mantener la armonía conviene
que sean todas iguales. Si hay varios niños, como dije antes, se le asigna a cada uno
un color. De este modo se guarda el orden visual y se facilita mucho la tarea de
guardar la ropa en el armario y vestirse.
Cajoneras y baúles
Las cajoneras y baúles, si hay espacio disponible, vienen muy bien para
mantener organizada la ropa más pequeña. La lencería, los calcetines o los pijamas
están mucho más a mano en un mueble de cajones independiente que dentro del
armario. Del mismo modo, un pequeño baúl donde guardar desde juguetes hasta
la ropa de cama de repuesto puede resultar muy práctico. Todo depende, como
siempre, de si el dormitorio dispone de espacio. Si los metros son escasos, cabe
recordar que todo lo que pongas en el suelo es sitio que restas para jugar, y que
cuanto más despejado esté el suelo, menos esquinas y menos patas tengan los
muebles, más sencillo será mantenerlo limpio. En ese caso lo mejor es contar con
un buen armario con altillos donde poder meterlo todo para dejar el ambiente lo
más diáfano posible.
El zapatero
En el zapatero de los niños se pueden dar dos casos extremos: uno es que
los niños sean de los que van todo el día en zapatillas deportivas y que además
siempre quieran usar las mismas hasta que se caen a trozos, porque son con las que
más cómodos van, y el otro el de la niña que necesita un par de zapatos diferente a
juego con cada conjunto que tiene colgado en el armario. Estos dos casos extremos
son en realidad los más sencillos de organizar. En el caso de las deportivas, por
falta de interés no necesita más que unos zapatos de vestir o escolares para cuando
tenga que ir arreglado a alguna visita o al colegio si va de uniforme, de modo que
con tres pares de zapatos está servido para todo el año: las deportivas de diario, los
de vestir y las sandalias de verano o las botas de agua si las usa. Los deportivos y
los escolares de diario se suelen renovar cuando se rompen. No es rara la imagen
en la zapatería del niño que entra con unas zapatillas reventadas y sale caminando
directamente con unas nuevas. Los zapatos de vestir y las sandalias, en cambio, se
suelen renovar cuando se quedan pequeños, porque se usan menos y se suelen
quedar bastante nuevos.
En el otro caso, el de la niña con unos zapatos para cada conjunto,
dependerá del número de conjuntos que tenga. Estos zapatos sí que se suelen
quedar todos nuevos. Por eso, dentro de que el calzado infantil debe ser siempre
de buenos materiales porque protege el pie en fase de crecimiento, no merece la
pena gastarse mucho en ellos.
Entre ambos extremos, hay toda una escala de grados que hay que ser capaz
de organizar, y aquí viene lo complicado. Ser capaz de decidir qué merece la pena
comprar y cuánto gastar en cada uno depende en exclusiva del estilo de vestir y de
la economía familiar. De cualquier modo, donde mejor se guardan los zapatos es
en un mueble zapatero, que hay que mantener limpio de polvo y que hay que
revisar de vez en cuando para comprobar que los zapatos son todos de la talla que
usa el niño en ese momento. De nada sirve tener una exposición de ocho pares de
zapatos cuando de todos ellos solo se puede poner tres porque el resto son
pequeños, o le aprietan en algún lado, o están pendientes de llevarlos a arreglar.
Una vez al mes conviene probarle todos los zapatos para ir descartando los que se
van quedando pequeños, y anotar lo que hace falta comprar. Todos los que
descartes ponlos en una bolsa y llévalos al coche, para donar o ponerlos en el
contenedor de reciclado de ropa.
Colchones de aire
Los colchones de aire son la solución perfecta para suplir la falta de
habitaciones extra que la mayoría tenemos en nuestra casa. Cuando no se usan, se
guardan en una bolsa en el armario, y cuando hace falta sacarlos, se inflan en un
momento y se pueden colocar en cualquier lugar en el que podamos hacer un
hueco. Vestidos con las sábanas, constituyen una cama cómoda y práctica.
Muebles funcionales
Los muebles de la salita o habitación de invitados deben ser lo más
funcionales posible. Dentro del estilo decorativo que le demos a la estancia, colocar
muebles a los que se pueda dar varios usos siempre es una estupenda idea.
SECTOR 5 O DE EXTERIORES:
SEMANA EXTRAORDINARIA
INTRODUCCIÓN
Así, poco a poco y como quien no quiere la cosa, hemos llegado a mi sector
favorito de la casa. Este es el sector que tenemos fijo para hacer todos los sábados,
y al que dedicaremos, además, la quinta semana de todos los meses que tienen
cinco semanas. Al principio puede que lo tengas como un sector similar a un cajón
desastre, pero ya verás como en poco tiempo acaba transformándose en un perfecto
cajón de sastre. Este es el sector donde vamos a encajar todas aquellas tareas que no
tienen cabida en los otros sectores, las que no da tiempo entre semana por culpa de
los horarios laborales y las que se realizan de forma esporádica a lo largo del año.
Realizaremos aquí, pues, la limpieza de las terrazas y balcones; el cuidado
de las plantas o, si tenemos, jardines; las tareas de mantenimiento del coche; si
tenemos animales domésticos, los cuidados básicos que no sean diarios; todos los
trabajos especiales como limpiar las persianas, las vitrinas del salón por dentro, las
cortinas, alfombras a fondo, limpieza de fundas del sofá, mantenimiento de los
colchones, las tareas de bricolaje doméstico... En fin, todo lo relacionado con el
mantenimiento de la casa; las tareas que requieren una dedicación especial y que
no da tiempo intercalar dentro del trabajo diario.
Terrazas y jardinería
Tanto si tienes varias terrazas y jardines en tu casa, como si solo cuentas con
un balcón y dos macetas, o simplemente una planta en el salón, está claro que
necesitan un mantenimiento. El césped en época de crecimiento hay que cortarlo al
menos una vez por semana; las terrazas, patios y balcones, por pequeños que sean,
hay que mantenerlos con el suelo limpio, y las macetas con plantas naturales
precisan riego, trasplantes y un mínimo de cuidados. Lo bueno es que con realizar
el mantenimiento un día por semana suele ser suficiente. Incluso las plantas, a no
ser que sea verano y haga mucho calor, suelen sufrir más por exceso de riego que
por falta de agua, por lo que pautar el sábado como día fijo en la agenda para
regarlas una vez a la semana suele ser suficiente para ellas, al menos para no
morirse de sed.
El coche
Rueda por Internet un chiste «de padres» que explica con bastante
veracidad en lo que se puede llegar a convertir el coche cuando hay niños en la
familia: «Cambie el coche deportivo por un monovolumen y no lo lave nunca más.
Después de todo, es un vehículo familiar, sin valor de reventa. Compre un helado
de chocolate y aplástelo en la guantera. Meta dos monedas de 10 céntimos en el
reproductor de CD. Ahora, compre un paquete familiar de galletitas. Macháquelas
un buen rato sobre los asientos traseros. Salga del coche y arañe ambos lados del
vehículo con la llave. ¡Perfecto!».
A esta imagen, que puede parecer exagerada cuando no tienes hijos, yo
puedo añadir: mete varios libros infantiles y déjalos en los asientos traseros.
Cuando vaya a montarse alguien, dile que los tire al suelo sin remordimiento. Da
igual cómo caigan. Varios botellines de agua también son imprescindibles, y
juguetitos, y si vas al campo a pasar el día, imprescindible guardar alguna piña y
uno o dos palos, y piedras. Las piedras no pueden faltar...
En fin, sin llegar a estos extremos, lo cierto es que el coche, cuando hay
niños pequeños, muchas veces ya no es cuestión de limpiarlo a fondo pasándole la
aspiradora o quitando el polvo del salpicadero, simplemente, hay que vaciarlo,
aunque solo sea para poder entrar sin pisar chismes y sentarse sin riesgo de
aplastar gusanitos rancios.
Por otro lado, el mantenimiento mecánico del coche suele ser el gran
olvidado, salvo la semana antes de llevarlo a pasar la ITV. Sobre todo cuando es el
de uso doméstico diario, para ir al trabajo, a la compra o a llevar a los niños al
colegio, muy raramente le revisamos los niveles de líquido del radiador (lo que se
le suele decir «el agua») o del aceite. ¿Sabes dónde están los depósitos y cómo se
revisan? Mucha gente apenas si sabe cómo rellenar el depósito de líquido
limpiaparabrisas cuando se vacía sin depender de otra persona, o directamente lo
delega en el taller dentro de la revisión anual pre ITV.
Con la presión de los neumáticos suele ocurrir otro tanto. A no ser que
veamos alguna rueda claramente más floja, no solemos pararnos a comprobar que
esté dentro de los valores adecuados, a pesar de ser tareas muy importantes, y
sobre todo, muy, muy fáciles de realizar. En esta época que vivimos, con los
presupuestos ajustados que manejamos la mayoría de familias, aprender a hacer
nosotras mismas estas minirrevisiones básicas nos va a ayudar a ahorrar un
dinerito en taller y posibles averías, sin contar lo bien que sienta la sensación de no
depender de nadie porque tú sabes hacerlo (y si luego te lo hacen, pues eso que
ganas, pero que llevarlo al taller sea por decisión propia, no por ignorancia).
Mascotas
Se dice que en las casas donde viven animales domésticos, las personas son
más felices. Los animales dejan de ser considerados mascotas y pasan a ser
miembros de la familia de pleno derecho. Unos se humanizan, y otros guardan las
distancias entre especies, pero sea como sea la relación, todos los animales de
compañía necesitan unos cuidados básicos de alimentación, aseo de sus espacios,
higiene básica corporal y revisiones veterinarias.
Excepto los cuidados diarios de alimentación y limpieza mínimos e
imprescindibles para mantener el orden, el resto suelen ser tareas que
perfectamente se llevan a cabo de forma semanal, como la limpieza de jaulas y
camas, los cepillados exhaustivos o los cambios parciales de agua de acuarios y
peceras; mensuales, como los baños con champú y cambios completos de arena
sanitaria; trimestrales, tipo desparasitaciones internas o externas con collares o
pipetas, y anuales, como los cortes veraniegos de pelo de los perros, las vacunas y
las revisiones veterinarias de rutina.
Trabajos especiales
Los trabajos especiales son todas aquellas tareas que no hacemos a diario; en
primer lugar, porque no hace falta hacerlas todos los días, y en segundo, porque
son tareas largas que pueden ser más o menos pesadas, pero que siempre necesitan
mucho más tiempo del que solemos disponer diariamente para dedicar en
exclusiva.
Aquí entran tareas como limpiar las persianas, las cortinas, la vitrina de la
cristalería, el aparador donde guardamos la vajilla buena, esa que solo usamos en
las comidas especiales...
También entran en los trabajos especiales del sector 5 el dar la vuelta a los
colchones para mantenerlos en buen estado durante más años, la limpieza de los
edredones y mantas, para que no se acumulen los ácaros del polvo, y la limpieza
doméstica a fondo de las alfombras; si hay alguna bombilla fundida, colgar un
cuadro, una lámpara o una cortina nueva, arreglar o pintar un desconchón de la
pared...; los líquidos preventivos de atascos en los desagües, la limpieza de las
mosquiteras de las ventanas... Todas esas tareas de mantenimiento que son
ineludibles van en este sector.
Hoy en día la mayoría de las familias no tenemos la suerte de contar con
una casa con garaje como en las películas, pero prácticamente todas tenemos, por
pequeña que sea nuestra casa o piso, algún armario o, como mínimo, un rincón de
alguna habitación que utilizamos como «trastero«. Este trastero hay también que
organizarlo de vez en cuando, tirar, regalar o poner para reciclar lo inútil, y así
hacer hueco para lo nuevo que nos va llegando. La caja de herramientas, los
adornos de Navidad, las sillas de la playa, la tienda de campaña o los sacos de
dormir... hay que tenerlos organizados.
Para todas estas tareas, la agenda se muestra como una herramienta
imprescindible, porque la mayoría de estos trabajos no se hacen todas las semanas.
Muchos, ni siquiera todos los meses. Por eso es fácil olvidarlos o despistarnos con
la fecha si no la tenemos anotada.
PLAN DE ORGANIZACIÓN Y LIMPIEZA
Terrazas y jardinería
Como siempre, la agenda de la casa es nuestra herramienta imprescindible.
Como siempre, bolsas de basura y si hacemos mucha vida en el exterior, caja de
«reciclar/donar» y la cesta de «colocar en su sitio». Desde la puerta, echamos un
vistazo general para ubicarnos en lo que hay que hacer y ponemos el temporizador
diez minutos. El primer día nos va a ayudar a no distraernos y a calcular el tiempo
que realmente tardamos. Ya a estas alturas del método, sabes que aunque parezca
poco tiempo, bien trabajados esos pocos minutos dan para hacer muchísimas
cosas. Así que venga, al lío.
Para limpiar las terrazas, vamos a empezar barriendo bien el suelo. Si se
puede, porque sea una planta baja, luego se baldea, con cubos o una manguera, y
se frotan las manchas con un cepillo de raíces. Todo lo roto, va a la basura. Todo lo
que no usemos, pero no esté roto, a la caja de reciclar o donar. Todo lo que deba
estar en otro lugar de la casa, a la cesta de «colocar en su sitio».
En cuanto suene el temporizador, reparte rápidamente por las habitaciones
correspondientes lo que haya en la cesta de colocar, pon la caja de «donar» junto a
la puerta de la calle para llevarla al maletero del coche y de allí a la organización
benéfica que corresponda, y lleva la basura al contenedor.
Riega las plantas y ocúpate de los trabajos de jardinería necesarios:
trasplantes, podas, cortar el césped... Cuando acabes o lo dejes, anota en la agenda
lo que hiciste, lo que falta y la fecha en que hay que volver a hacerlo. Si necesitas
comprar alguna cosa (tierra, abono, algún plaguicida, nuevos guantes...), anótalo.
De este modo, la próxima vez sabrás dónde lo dejaste, tendrás ya comprado lo que
necesites y solo deberás continuar la tarea por ahí.
El coche
Lo primero que vamos a hacer es lo que yo llamo «desescombrar». Esta
tarea es clave para mantener el coche en un estado aceptable de limpieza, y hay
que hacerla como mínimo una vez a la semana.
«Estado aceptable» significa poder llevar a alguien en el coche sin que tenga
que sortear libros, juguetes o botellas de agua vacías; que cualquiera pueda
sentarse sin tener que mirar dónde pone los pies, y que se identifique el color del
salpicadero sin tener que jugar a adivinarlo bajo una capa de polvo indefinido.
La tarea de desescombro es muy sencilla. Tan solo necesitamos dos bolsas
—una para basura y otra para guardar las cosas que hay que devolver a casa— y
una bayeta humedecida y escurrida con agua donde habremos disuelto un poco
(muy poco) de jabón de platos. Todo lo que se pueda coger con la mano, irá una de
esas dos bolsas. Cuando terminemos y esté el coche vacío, ponemos la bolsa de la
basura en la papelera y sacamos las alfombrillas. Se sacuden un poco a pie de calle
para eliminar la tierra que puedan tener y se vuelven a colocar.
Solamente con hacer esto, el coche adquiere otro aspecto completamente
diferente. Ahora no queda más que limpiar el polvo, así que pasamos la bayeta por
el salpicadero, las manillas internas y los marcos internos de las ventanas; por
todas las partes de plástico que no sean tapicería.
Listo. Ya tenemos el coche desescombrado y preparado, si tenemos tiempo,
para pasarle el aspirador. Si no, pues lo dejamos aquí y anotamos en la agenda.
La aspiradora a fondo por raíles de asientos del suelo y las tapicerías
conviene realizarla una vez al mes o al menos cada tres meses, pero haciendo el
desescombro semanal, el interior del coche no parecerá un híbrido entre el
basurero y la trastienda de un supermercado.
Los cristales se limpian rápidamente con papel de cocina y limpiacristales.
Primero por dentro y después por fuera.
El maletero también hay que desescombrarlo. Para mantenerlo organizado y
limpio resultan muy prácticas las bolsas especiales que venden para el maletero y
que se fijan con velcro a la moqueta; son perfectas para guardar el botiquín y las
pocas herramientas y utensilios que conviene llevar en el maletero, porque queda
todo recogido sin que rueden por todas partes. También son estupendas para
guardar plegadas las bolsas de la compra cuando vamos al supermercado.
Cada tres meses, después de pasar la aspiradora, conviene también dar un
repaso a las tapicerías con un paño mojado y escurrido de agua tibia con un
chorreón de amoniaco. También se pasa el paño humedecido por los cinturones de
seguridad.
El mantenimiento casero básico del coche se limita a revisión de niveles de
líquido del radiador, líquido limpiaparabrisas, aceite y presión de neumáticos. En
las instrucciones del coche viene dónde están los depósitos de estas cosas, pero si
se te hace un mundo, basta que sepas qué luz del salpicadero corresponde a cada
una, y si se encienden, revisar el libro de instrucciones del vehículo para saber qué
hacer.
La presión de las ruedas se comprueba en la gasolinera. En la tapa del
depósito de combustible, por la parte de dentro, hay una etiqueta que marca la que
tiene que tener cada rueda, dependiendo de si el coche normalmente va vacío o a
tope de carga.
Si el limpiaparabrisas se queda sin agua y tu coche no tiene mensaje de
aviso, lo notarás enseguida porque al darle para limpiar los cristales no sale agua.
Si te ocurre, rellena el depósito con limpiaparabrisas específico, o con
limpiacristales normal rebajado en agua destilada. No pongas todo el depósito con
limpiacristales normal, porque hace mucha espuma.
Otra luz que se puede encender en el salpicadero, y que puede
preocuparnos si no sabemos que es, es la que indica la limpieza del catalizador.
Tiene la forma de un muelle de color amarillo. Normalmente ocurre porque el
filtro del catalizador se llena de partículas por conducir mucho por ciudad con el
motor a pocas revoluciones, y si no se limpia, puede provocar una avería
importante en el sistema; no obstante, podemos hacer que salte el limpiado
automático con solo sacar el coche a la carretera y conducir con las revoluciones
altas durante una media hora. En principio no es un hecho preocupante, pero si no
se apaga, hay que llamar al taller y consultarlo. Se evita que se encienda del mismo
modo que se fuerza la limpieza: saliendo de vez en cuando con el coche a la
carretera y aumentando las revoluciones del motor durante un rato.
Mascotas
Depende del animal, pero todos necesitan una limpieza a fondo de sus
camas y entorno como mínimo una vez a la semana.
A los peces hay que sifonearlos y hacerles cambios parciales de agua en el
acuario. A los perros y gatos, como mínimo un aspirado de camas, mantitas y
colchonetas, y en el caso de los gatos, aunque se limpie el arenero a diario,
agradecen disponer de arena limpia al menos una vez a la semana.
Si tenemos pájaros, lo mismo. Los días que dedicamos al sector 5 son
perfectos para cambiar el papel a las bandejas y limpiar bien las jaulas y los
cacharritos de agua y comida.
Como siempre hacemos, anotamos en la agenda lo hecho, y apuntamos y
revisamos las fechas de los tratamientos veterinarios que se hacen cada varios
meses para que nos coincidan en este sector.
A modo de recordatorio no quiero dejar de señalar aquí que las
desparasitaciones de perros y gatos se realizan cada tres meses, y la necesidad de
llevarlos a revisión veterinaria y vacunar una vez al año. Los collares
antiparasitarios hay que cambiarlos, según el fabricante, cada tres o cuatro meses,
y las pipetas se aplican con la periodicidad que indique el prospecto.
Trabajos especiales
Para realizar trabajos especiales como lavar cortinas, edredones, mantas,
alfombras... necesitamos más de una mañana los sábados, y además, son tareas que
basta acometer cada tres o cuatro meses. Mucha gente se ocupa de ellas
coincidiendo con los cambios de estación, pero de ese modo se les suele juntar con
el cambio de ropa de temporada y los días de vacaciones (Navidad, Semana Santa
o verano).
Yo antes también lo hacía así, hasta que me di cuenta de que lo único que
hacía era perder varios días de descanso por tener que ocuparme de la ropa y de
estas tareas acumuladas.
Fue entonces cuando se me ocurrió la idea de implementar el sector 5 fijo los
sábados, y además dedicarle en exclusiva toda la última semana de los meses que
según el calendario traen cinco semanas.
Para llevarlo a cabo es imprescindible la agenda, porque hay muchísimas
tareas que hacer y no de todas hay que ocuparse cada tres meses. Algunas son
anuales, como la ITV, que para que no se nos descuadre vamos a anotar en la
agenda de modo que nos encaje en el calendario en esta quinta semana. De este
modo no tenemos la necesidad de perder media mañana en cualquier otro sector
porque hay que pasar la revisión del coche.
Las vitrinas y aparadores, lo mismo. No hace falta vaciarlos y limpiarlos a
fondo todos los meses, y además son muebles, que ocupan mucho tiempo y que, al
menos a mí me pasa, una vez que empiezo a limpiar copas, hasta que no termino
no lo dejo. Es una de las pocas cosas que espero a tener tiempo para hacer de una
tacada... Y eso ocurre cada varios meses. De modo que lo anoto en la agenda y a
esa tarea le doy la misma prioridad que a una cita con el médico. Haciéndolo con
tiempo, es raro que surjan imprevistos que te obliguen a posponer la limpieza. Si
ocurre y tienes que dejarla, anota la tarea en la fecha más cercana posible que
tengas libre en este sector.
El trastero, al ser normalmente un sitio medianamente grande y estar lleno
de chismes, es mejor hacerlo con el temporizador, todos los sábados, tal como
hacemos el resto de sectores.
TRUCOS Y CONSEJOS DE ORDEN Y LIMPIEZA PARA EL SECTOR 5. EL
COCHE
El coche cambia mucho, muchísimo, dependiendo del propietario y de los
ocupantes habituales. Y no, no tiene nada que ver el modelo ni la potencia ni la
cantidad de extras que tenga, ya sea que vengan de serie o se los pongamos luego,
ni marca más o menos cara... Dos coches idénticos cuando salen del concesionario,
al cabo de un año pueden ser totalmente irreconocibles. Por dentro, sobre todo.
Depende del nivel de limpieza y mantenimiento que se le haya dado en ese
tiempo.
La única diferencia entre dos coches iguales, comprados principalmente
para ir por ciudad, del trabajo a casa, de casa al trabajo, al supermercado y salir a la
carretera un par de veces al mes... es que uno de ellos te lleva a diario al gimnasio y
el otro lleva a los niños al colegio. Parecen iguales, pero pasado un año, el primero,
sin hacerle nada especial seguirá oliendo a nuevo, mientras el segundo, si no se le
ha hecho un mantenimiento exhaustivo desde el primer momento, parecerá que
salió hace mil años del concesionario. Y es que los coches con niños es lo que
tienen: galletitas, juguetitos, tierra, botellas de agua, papelillos... Y después de
venir del parque, a poco que te descuides, incluso palos y piedras. Y, claro, todo
esto junto, si no se limpia de vez en cuando, acaba formando un ecosistema propio.
Desescombrar
«Desescombrar» es, según la RAE, desembarazar de escombros un lugar
para dejarlo llano, limpio y despejado. Seguramente no trabajas en una obra ni
picando piedra en una mina, y lo más probable es que tampoco estés de obras en
casa, por lo que tu coche no debería estar lleno de piedras, ladrillos o cemento,
pero, sobre todo si tienes niños, échale un vistazo. ¿Cómo lo ves? ¿Hay papelitos
de caramelo, palos de pirueta, botellitas de agua, arena de tamaño de piedrecillas,
un lápiz de colorear, una semilla, un palo del parque, una bolsa de gusanitos vacía
(o lo que es peor, a la mitad y pisoteada en el suelo), migas y trozos de galleta,
libros, tebeos, juguetes varios?
Si no tienes niños, no te rías, que tampoco te libras: ¿tienes tiques de
aparcamiento, papelillos de zona azul, la botella de agua vacía, el recibo de la
gasolinera (pendiente de tirar, sí, pero ahí se quedó olvidado), folletos de esos de
propaganda que te dejan en el limpiaparabrisas y soltaste en el asiento para tirarlo
al llega a casa (y no lo hiciste)? ¿Rellenaste el líquido del limpiaparabrisas y dejaste
la botella en el maletero porque en el aparcamiento del supermercado no había
dónde tirarla? ¿Y desde cuándo están ahí, ocupando sitio, las sillas de la playa y la
sombrilla?
Pues todo eso es lo que yo llamo escombros. Se acumulan poco a poco, hoy
una cosa, mañana otra, pasado otra... y si no los limpiamos de forma rutinaria,
acaban transformando el coche en algo muy similar a un contenedor de basura con
ruedas. La mayoría es simplemente basura, pero hay mucha parte también de
cosas que un día entraron en el coche porque fueron necesarias en su momento y
ahí se quedaron, ya no volvieron a salir. Olvidadas, ocupando sitio sin necesidad,
simplemente porque no nos acordamos nunca de sacarlas y colocarlas de nuevo en
su lugar.
Hoy vamos, pues, a desescombrar el coche. Necesitamos dos bolsas (o tres,
depende del tiempo que pasó desde la última vez y el estado en el que esté el
interior el coche): una será la de la basura; en la otra ponemos lo que haya que
volver a meter en casa. Es así de simple. No hay más. El desescombro termina
cuando hayas colocado en una de las dos bolsas todo aquello que hay en el coche
que puedas coger con la mano. El tema del aspirado y la limpieza del polvo y las
manchas lo dejamos para otro momento. Ahora estamos simplemente sacando los
escombros.
Cuando esté ya todo fuera y tengas el coche vacío, saca las alfombrillas, las
sacudes un poco y las vuelves a colocar. Tira la bolsa de basura al contenedor o a la
papelera más cercana, lleva la otra a casa y coloca los objetos en su sitio.
Y ya está. De verdad. Es así de fácil.
Limpieza a fondo
La limpieza a fondo conviene hacerla una vez al mes. Como muy tarde, una
vez cada tres meses, y resulta imprescindible justo antes del verano y también al
terminar la temporada de playa, para sacar la arena acumulada.
Lo primero que hay que hacer es desescombrar el coche. Luego hay que
aspirarlo. Si no podemos hacerlo en casa porque no tenemos la suerte de poder
sacar el cable de la aspiradora por la ventana, pues nos lo llevamos a una
gasolinera de esas que tienen aspiradoras de monedas. Lo primero es desmontar
todo lo desmontable. Esto es: quitar las alfombrillas y las sillas de los niños y sacar
del maletero la bolsa de herramientas, el extintor y cualquier otro objeto que
guardes en él. Como está recién desescombrado, no debería haber gran cosa. Para
aspirar con estas máquinas, conviene poner una media en la boca del tubo en la
primera pasada rápida, para que la aspiradora no se trague las monedas y
juguetitos que puedan haber caído al suelo y estén escondidos tras algún raíl de los
asientos. Ahora, mete la moneda y aspira. Con la media habrá arena y piedrecillas
que no se aspiren, pero se trata de una primera pasada rápida para sacar los
tesoros que no queremos que se trague la máquina. Una vez fuera y a mano, se
recogen, se quita la media y se mete el tubo a fondo por todos los rincones,
incluidas las juntas de los asientos con el respaldo. Por ahí se acumula mucho
polvo. También hay que pasarla por los respaldos y los asientos, sobre todo por los
traseros, que es donde más acumulación suele haber de migas.
Alfombrillas
Todas, las de moqueta y las de goma, se limpian con agua, jabón y un
cepillo o una escoba vieja y se ponen a secar al sol mientras terminamos de limpiar
el coche. Las de moqueta tardan en secar, así que es buena idea limpiarlas antes de
aspirar o hacer cualquier otra cosa en el coche, para dar tiempo a que se sequen.
Las de goma se secan muy rápido, en cuanto escurren el agua.
Tapicerías
Una vez todo aspirado, llegó el turno de limpiar la tapicería. Con una
bayeta, un chorro generoso de amoniaco y un poco (muy poco) de jabón de los
platos en un cubo de agua, hay que frotar bien los tejidos. Si hay manchas, insistir
en ellas, como siempre, de los bordes al interior, para que no se extiendan. Y se
dejan las puertas abiertas para que se vayan secando.
Cristales y espejos
Los cristales y los espejos, incluidos los faros, como mejor y más rápido se
limpian es con limpiacristales y un rollo de papel de cocina.
El salpicadero
Las manchas del salpicadero salen estupendamente cuando se limpia con
una bayeta de microfibra y el limpiador multiusos que usamos habitualmente en
casa. Se moja en agua la bayeta, se escurre bien y se pulveriza el limpiador sobre
ella un par de veces. Y con eso se limpia. Nunca hay que pulverizar directamente
el limpiador sobre el salpicadero porque pueden salir manchas. Una vez limpio,
conviene secarlo con otra bayeta de microfibra seca.
En cualquier caso, en las tiendas de repuestos de automóviles venden
productos específicos según el salpicadero sea mate o brillante.
El maletero
El maletero depende mucho del tipo de coche. No es lo mismo una berlina
que un monovolumen, así que en función de eso, así se limpia. De cualquier modo,
todos agradecen la bayeta de microfibra humedecida y el limpiador multiusos
triple A (agua, alcohol y amoniaco a partes iguales).
Llantas y ruedas
Las llantas se limpian con quitagrasa de cocina. Pulveriza, deja que se
ablande todo unos minutos, y aclara bien con una esponja y agua limpia o con
agua a presión.
Carrocería
Donde mejor y más barato se limpia es en un lavadero de coches que tienen
en las gasolineras, de esos que van con monedas y pistolas de agua a presión. Si
tiene mosquitos pegados, manchas de resina o de pájaros, pulveriza un poco de
quitagrasa de cocina para ablandar los pegotes. En cualquier caso, con un cubo de
agua caliente con un chorro de amoniaco y un poco de detergente de platos, y una
esponja o una bayeta de microfibra, quedará como nuevo. Otro cubo de agua y
otra bayeta limpia para aclararlo y quitarle el jabón, y una bayeta para secarlo al
terminar y, quedará listo.
Mantenimiento básico
Entre una visita al taller y la siguiente, hay una serie de puntos que
debemos saber controlar. La mayoría de los coches modernos ya traen chivatos en
el salpicadero que se encienden y nos avisan de cualquier anomalía, pero nunca
está de más saber qué puntos básicos son importantes. De modo que coge el libro
de instrucciones del vehículo, que vamos a levantar el capó y buscar algunas cosas.
Líquido limpiaparabrisas
Esto es lo más básico de todo. Se trata del depósito donde va el
limpiacristales. Muchos coches llevan de serie un aviso de que hay que rellenarlo
cuando se vacía, y si no, pues nos damos cuenta de que hay que rellenarlo un día
que le damos a la palanca para limpiar la luna y vemos que, aunque se mueven las
escobillas sobre el cristal, no sale agua. En cualquier supermercado venden el
limpiador listo para usar, pero también lo podemos preparar nosotros en casa con
agua destilada a la que se añade un chorro de limpiacristales corriente. No
conviene poner mucho líquido limpiacristales porque hace mucha espuma, y el
agua es importante que sea destilada, para que no tenga cal, que a la larga acaba
estropeando los circuitos. Busca el tapón. Suele ser de algún color fácil de
identificar, para que destaque del resto del motor. Simplemente se saca el tapón, se
rellena y se vuelve a cerrar.
Escobillas limpiaparabrisas
Hay que revisarlas cada cierto tiempo, y cambiarlas cuando notemos que los
cristales no quedan bien limpios, señal inequívoca de que están estropeadas.
Nivel de aceite
La varilla del aceite es lo primero que miran todos los mecánicos cuando les
llevas el coche al taller, de modo que, a no ser que cuando lo saques del garaje haya
una mancha grande y negra en la plaza de aparcamiento o que se te encienda el
chivato en el salpicadero, no hace falta hacer nada más que lo que pone en las
instrucciones del coche, pero conviene saber en qué lugar está el depósito del
aceite. Saca la varilla, que estará llena de grasa. Límpiala con un papel y vuelve a
meterla en el depósito; sácala de nuevo para comprobar el nivel real del depósito.
Tiene que estar entre las dos muescas de la varilla. Si falta o sobra, hay que ir al
taller, a rellenar o a que extraigan el exceso. Esta operación debe hacerse con el
vehículo frío, antes de arrancar o cuando ya lleve un tiempo detenido, y cabe
recordar que el aceite del coche no se gasta, de modo que si falta es porque lo
pierde por algún sitio y hay que comprobar por dónde, y si sobra suele ser porque
en la revisión le echaron de más, y es conveniente sacar el exceso para evitar
averías en el motor.
Hoy en día hay muchas casas en las que conviven personas con animales:
perros, gatos, conejos, pájaros, hurones, peces... Y eso sin contar las especies
exóticas, como serpientes o arañas. Estos animales dependen por completo de sus
dueños y en muchas ocasiones pasan a ser uno más de la familia. Por desgracia no
siempre es así, y ya sea por desconocimiento o por falta de interés, los hay que
después de un cierto tiempo de convivencia, en cuanto pasa la novedad y sus
cuidados empiezan a resultar un trabajo extra y una carga incómoda, acaban
siendo desatendidos en la casa. Muchos de ellos, tras esa falta de cuidados inicial,
terminan abandonados todos los años. Los que más suerte tienen son llevados a
algún albergue, normalmente saturado de animales a la espera de adopción, pero
los menos afortunados suelen acabar en el arcén de alguna carretera.
Antes de pensar en aumentar la familia con un animal, por favor,
conciénciate de que es un compromiso a largo plazo. Que los perros, incluso los
más buenos y mejor educados, manchan y sueltan pelos por todas partes, que los
gatos, por mansos que sean, además de soltar pelo, arañarán más de una vez el
sofá y las cortinas, y a los pájaros hay que limpiarles la jaula al menos una vez por
semana y revisar a diario que dispongan de agua limpia y comida. Si no soportas
una casa con pelos, no tengas animales, porque un animal no es un juguete.
Si decidiste aumentar la familia, antes de acercarte a la tienda de animales a
comprar un cachorrito, plantéate pasarte por alguna protectora o refugio de
animales que haya cerca de tu domicilio. En los centros de adopción tienen
animales de todas las edades, tanto mestizos como de raza, a la espera de
encontrar una nueva familia, y es muy probable que localices lo que buscas. Como
los voluntarios que trabajan allí conocen el carácter de los animales que cuidan,
puedes tener la tranquilidad de llevarte justo el animalito que mejor se acople a lo
que tu familia necesita.
Olores. El baño
Que los animales huelen es un hecho, igual que olemos las personas.
Dependiendo de la edad, de la especie o de la alimentación, hay unos que huelen
más que otros, y, dentro de la especie, también unos individuos huelen mucho y
otros apenas nada. Lo que hay que tener claro es que el hecho de que nuestro
peluchín huela no es excusa para que el olor a corral llegue hasta el rellano de la
escalera.
Los que convivimos con animales, si el olor no es excesivo, muchas veces no
nos damos cuenta, pero no ocurre lo mismo con quien viene de visita. Si al entrar
en casa huele y el que llega se da cuenta por el olor de que en el domicilio viven
animales, hay que buscar la causa y tratar de erradicarla.
Lo primero que hay que hacer para eliminar olores es limpiar; una limpieza
exhaustiva, sobre todo de los lugares donde pasa más tiempo. En lugar de
limpiadores con químicos convencionales, los olores corporales como mejor se
eliminan es utilizando vinagre. Se aspira bien y se limpia con vinagre. Después se
espolvorea bicarbonato en los tejidos, se deja actuar unas horas y se aspira de
nuevo. El vinagre limpia y neutraliza los olores, y el bicarbonato los absorbe. Los
tejidos desenfundables —mantas, colchas, fundas de los sofás...— hay que meterlos
en la lavadora una vez por semana con detergente y percarbonato, sustituyendo el
suavizante por vinagre.
Si el olor viene de que el perro se hace pipí en casa, conviene lo primero
limpiar con agua con detergente y aclarar con agua y vinagre corriente. Nunca hay
que limpiar los pises con lejía o amoniaco, porque su olor les atrae a utilizar ese
lugar como cuarto de baño. Para desinfectar a fondo se deben usar limpiadores a
base de oxígeno activo y, como solución a largo plazo, hay que sacarlo más a la
calle para que se acostumbre a hacer sus necesidades afuera. A los cachorros se les
puede enseñar a usar una bandeja de gato sin arena, poniendo unos papeles de
periódico en la base o una empapadera desechable de esas que se usan para los
niños cuando están soltando el pañal o cuando alguien está enfermo en la cama.
De este modo siempre lo hacen en el mismo sitio controlado y solo hay que tirar lo
sucio a la basura.
Muchas veces los perros, sobre todo los machos, van levantando la patita y
soltando gotitas por todas las esquinas. Es lo que más fuerte huele, porque es un
acto que realizan de forma instintiva para marcar lo que consideran que es su
territorio. La única solución para evitarlo es castrarlos.
En el caso de los gatos, esto que acabo de comentar de marcar el territorio lo
hacen tanto los machos como las hembras. Es el clásico «olor a gato» que hay en
algunas zonas. Un olor realmente fuerte que apesta la casa entera. La única
solución es castrarlos cuanto antes, porque una vez cogida la costumbre de hacerlo,
hay gatos que pueden tenerla tan arraigada que lo siguen haciendo después.
Si lo que huele no es el ambiente, sino que es el propio animal el que
desprende un fuerte olor corporal, hay que plantearse otras medidas. La primera,
el tema del baño. Con bañarlos una vez al mes es más que suficiente. A no ser que
vengan del paseo revolcados en barro, en cuyo caso obviamente hay que lavarlos,
hacerlo más de una vez por mes solo sirve para estropearles el pelo y la capa de
grasa natural que tiene su piel, con lo que si el objetivo es que dejen de oler, lo más
probable es que al romperles el equilibrio hidrolipídico de la piel lo único que
conseguiremos será el efecto contrario. Por supuesto, siempre hay que secarlos
muy bien, primero con una toalla y luego con el secador, y cepillarlos bien.
Aunque los gatos se asean ellos solos y tienen fama de odiar el agua,
muchos, sobre todo si se les acostumbró desde cachorros, disfrutan de un buen
baño en agua calentita. Luego hay que envolverlos en una toalla caliente para
retirar el exceso de agua y que se sequen sin enfriarse.
Tanto para bañar a los gatos como a los perros, hay que utilizar un champú
específico adecuado a las características del pelo y al pH de su piel, que varía
según la especie. Emplear un champú inadecuado puede causarles eccemas,
picores y otras enfermedades capilares, y agravar el problema del mal olor. En la
peluquería del veterinario es donde mejor te pueden aconsejar uno que le vaya
bien.
En cualquier caso, si tras limpiar a fondo y de forma continuada, bañarlos y
mantener estas normas básicas de higiene, sigue oliendo demasiado, conviene
acercarse al veterinario para consultarle el problema y que nos oriente al respecto.
Posiblemente recomendará un cambio en la dieta.
Comida y agua
La alimentación es básica para mantener a nuestros animales sanos, alegres
y con un aspecto saludable. En el mercado hay infinidad de marcas de pienso,
tanto seco, en forma de lo que llaman croquetas (yo las llamo «bolas»), como
fresco, enlatado o en barras de embutido similares a las salchichas, más o menos
gruesas. Se comercializan también infinidad de galletitas de «premio» que
realmente no alimentan gran cosa, pero que se venden del mismo modo que las
chucherías infantiles.
Excepto los etiquetados como «premio», que en el mismo envase ya advierte
el fabricante que son un complemento porque por ellos solos no forman una dieta
equilibrada, el resto se supone que cubre todas las necesidades nutricionales de la
especie y la edad a la que va dirigido. A pesar de ello, estos piensos completos
tienen una disparidad de calidades tremenda.
La calidad del pienso la marcan los ingredientes y el orden en que aparecen
en la etiqueta, pero, generalmente, el precio puede darnos también una pista acerca
de la calidad del producto. En Internet se pueden encontrar también propuestas de
dietas naturales, alternativas a los piensos procesados. En cualquier caso, conviene
consultar las distintas opciones de alimentación con el veterinario.
Las recomendaciones generales dictan que la comida hay que ponerla a
horas fijas y no dejarla todo el día a su libre disposición. El agua, en cambio, debe
estar siempre a su alcance, para que beban cada vez que les apetezca o lo necesiten.
Forma de regar
Aunque dependiendo de la planta se riegan de un modo u otro, la mayoría
agradecen que sea por inmersión. Esto es, en lugar de echar el agua sobre la tierra
desde arriba, se coge la maceta y se mete tal cual en un barreño con agua, de modo
que el agua entre por los agujeros de drenaje de la parte de abajo de la maceta
directamente a las raíces, y llegue hasta la mitad del tiesto. Se deja así un par de
horas, se saca y se pone sobre un plato por si hace falta que escurra algo de agua
sobrante, que luego habrá que vaciar del plato para que no queden charcos que
puedan pudrir las raíces.
Si la maceta es demasiado grande para hacer esto, habrá que regarla por
arriba. Las primeras veces conviene medir con una botella el agua que admite la
tierra antes de que comience a salir por debajo, para que en los riegos sucesivos
esto no ocurra. El agua que escurre de la maceta va lavando la tierra y se lleva con
ella los nutrientes que la planta necesita, por lo que cuanto menos agua escurra,
mejor.
Si la tierra estaba muy reseca y al regar por arriba el agua pasa directamente
al plato, hay que meterla en el barreño para regarla y, cuando esté bien empapada,
remover la tierra con un palo para esponjarla. Hay que hacerlo con cuidado para
no romper las raíces, pero es la única forma de que en riegos sucesivos el agua
permanezca en la tierra de la maceta y la planta la pueda aprovechar, y no se
desperdicie por las grietas resecas hacia el suelo.
Las plantas generalmente agradecen que, al tiempo que se les riegan las
raíces, se pulverice agua sobre sus hojas. Esto crea un momento de bruma y las
hojas perciben el aumento del nivel de la humedad ambiental, como si hubiese
llovido.
A las plantas con hojas «peludas», como las violetas o las begonias, no hay
que pulverizarlas, porque se pudren las hojas. Tampoco las flores deben mojarse,
porque les salen manchas y se estropean.
Forma de podar
Es conveniente recurrir a la poda cuando la planta crece mucho, para
mantener el tamaño y la forma, y para revitalizar el crecimiento. Hay que esperar a
la parada de crecimiento de otoño y nunca hacerlo en plena floración, porque
podría secarse, ni tampoco en pleno invierno, para no perder los brotes nuevos que
se estarán preparando para florecer en primavera.
A las plantas pequeñas y a las que presentan un aspecto desangelado y poco
armónico, con ramas muy largas pero poco frondosas, conviene despuntarlas de
vez en cuando. Esto es, pellizcar la punta de las ramas para romper los nuevos
brotes. Esto potencia el crecimiento de ramificaciones laterales y al hacer que la
rama no siga creciendo a lo largo ayuda a dar un aspecto más espeso a la copa. El
despunte se hace en cualquier época del año, según vamos viendo que la planta lo
requiere.
Siempre que se poda, hay que dejar al menos una yema en la rama para que
pueda seguir creciendo a partir de ella. De lo contrario se secaría la rama entera, y
el corte conviene darlo de modo que quede con la cicatriz hacia abajo, para que se
mantenga seco y si cae agua no se pudra.
Forma de trasplantar
Cuando una planta ya no cabe en la maceta, la mejor forma de trasplantarla
es hacerlo a un tiesto de un tamaño inmediatamente superior al que tenía. No es
bueno pasar una planta que tenía las raíces comprimidas en una maceta diminuta a
un tiesto enorme, porque el exceso de tierra hará que las raíces crezcan mucho,
mientras la planta que vemos fuera de la tierra se queda parada. Lo ideal es hacerlo
cada dos años, o cuando veamos que las raíces salen por el agujero de drenaje.
Forma de abonar
El abono o fertilizante es imprescindible para mantener las plantas bonitas y
bien alimentadas. Se disuelve en el agua de riego y con ella llega a las raíces para
ser aprovechado por la planta.
Hay principalmente dos tipos: el líquido, que se disuelve directamente en el
agua de riego, y el sólido, que se mezcla con la tierra y va liberando los nutrientes
al regar. Conviene leer las instrucciones del envase para ajustar la dosis al tipo de
planta y a la época del año, porque el exceso de producto podría llegar a quemarla.
La norma básica es abonar sobre todo en primavera y verano, que son las épocas
principales de crecimiento y floración, y descansar en invierno.
Sacar esquejes
Los esquejes son una forma de reproducir las plantas por medio de
estaquillas que se les cortan a las ramas. La nueva planta es un clon de la madre. El
modo más sencillo de hacerlo es simplemente cortar y meter la ramita en un vaso
con agua para que le salgan raíces. Una vez las raíces han salido, se planta en una
maceta y se riega a diario para mantener la tierra húmeda, hasta que veamos que
crece o comienza a sacar hojas nuevas, señal de que la nueva planta ya ha
arraigado.
Los geranios, la planta del dinero, el incienso, los kalanchoes, los ficus, los
jazmines o los rosales son ejemplos de plantas que se propagan fácilmente por
esquejes. También hay plantas que se reproducen por esquejes, pero no de ramas,
sino de hojas. Las begonias, las violetas y las crasas de hojas gruesas son ejemplos
de este tipo.
Las begonias
Se corta la hoja que queramos trasplantar, se le hacen unos cortes a los
nervios y se posa sobre la tierra húmeda de modo que los cortes estén en contacto
permanente con la tierra. En unos días arraiga y comienza a sacar hojas nuevas.
Las violetas
Simplemente se siembra el tallo de la hoja en una maceta nueva y se riega a
diario hasta que le comiencen a salir hojas nuevas.
Las crasas
Se siembra la hoja por la parte en que estaba unida a la planta madre y se
riega, pero no demasiado, para que no se pudra. No hay que olvidar que las hojas
de las plantas crasas son gruesas porque almacenan mucha agua en su interior, y
que el exceso de humedad, más que ayudar, resulta perjudicial.
Hormigas
Para acabar con las hormigas, lo más efectivo son los polvos que se compran
en la droguería. Se esparcen en la entrada del hormiguero y en poco tiempo acaban
con toda la colonia.
Hojas secas
Las plantas con las hojas secas de aspecto crujiente generalmente suelen
padecer la escasez de agua. Por tanto, hay que regar más a menudo. Márcate en la
agenda un día fijo para no olvidarlo.
Si lo que tienen seco no son las hojas en sí, sino las puntas de las hojas, que
están amarillentas o marrones, puede ser que, por el contrario, se las esté regando
demasiado. En ese caso, toca la tierra para comprobar el nivel de humedad, y deja
que se seque un poco entre riego y riego. Si al tacto superficial se palpa seco,
escarba un poco con un palito, porque si el drenaje no es muy bueno, es posible
que aunque la superficie permanezca seca, las raíces se hallen encharcadas, y la
planta podría llegar a pudrirse desde abajo si no se airean y se retira ese exceso de
humedad.
Moho
Si en la tierra de las macetas sale moho blanco, suele ser casi siempre por
exceso de humedad. La solución es quitar esa primera capa de sustrato y
sustituirlo por uno nuevo, airear bien la tierra con un palito o un lápiz y regar
menos, para darle tiempo a secarse. Este tipo de moho no afecta al crecimiento de
la planta, pero al estar producido por un exceso de humedad, esta podría pudrir
las raíces, y la planta moriría.
No hay que confundir el moho blanco con las manchas blancas que salen a
veces por exceso de minerales del agua, que se solucionan regando con agua más
blanda, de lluvia si es posible, y dejando de añadir fertilizante al agua de regar
durante una buena temporada, para darle tiempo a la planta a absorber el que
tiene la tierra.
Herramientas básicas
Ya tengamos en casa una sola maceta en el salón como un jardín, hay una
serie de herramientas básicas que conviene tener en la caja donde guardamos el
fertilizante, la regadera, el pulverizador de agua y los demás útiles de jardinería.
Aunque muchas veces nos apañamos con los utensilios de cocina —un cuchillo,
una cuchara...— es recomendable contar con herramientas específicas. Son baratas,
cuidadas duran mucho y, aunque después se laven, es mejor no mezclar la tierra
de las macetas con lo que luego nos vamos a llevar a la boca. Si aun así usas una
cuchara o un cuchillo de la cocina, procura hacerles una marca y reservarlos en
exclusiva para las macetas.
Tijeras de podar
Resultan muy cómodas para cortar sin esfuerzo flores y pequeñas ramas, y
su forma específica evita accidentes, como cortar o arañar las ramas que no
queremos tocar.
Pala de macetas
Para rellenar las macetas y remover la tierra.
Escardillo
El escardillo es como una azada pequeñita pero con forma de corazón y
acabada en pico. Puede tener dos lados: uno recto de azada, y el otro forma un pico
o un rastrillo de dos pinchos. Es una herramienta muy útil para trasplantar y airear
la tierra, y también para escardar (arrancar) las malas hierbas que queramos
eliminar y remover la tierra.
El drenaje imprescindible
El buen drenaje en las plantas sembradas en macetas es imprescindible. Si el
agua se queda estancada, las raíces se pudren y la planta se muere. La forma
correcta de crear un buen sistema de drenaje en una maceta en la que vamos a
plantar es la siguiente:
El tiesto debe tener un buen agujero por el que saldrá el agua de riego, en la
parte más baja, bien en la base, bien en un lateral. Este agujero se tapa con un trozo
de tiesto roto o una piedra, de forma que cree una pequeña cámara de aire entre el
agujero y la tierra que lo cubrirá por encima. Viene bien poner una pequeña capa
de piedras o trozos de maceta encima, para que el agua chorree y asegurarnos de
que no quedará el agujero de drenaje obstruido por la tierra. Ya encima de esta
capa final, se pone la tierra y se planta.
Plantas de interior
Las plantas de interior en realidad no existen. Se las llama «de interior»
porque las tenemos en climas inadecuados para ellas, y en el campo morirían.
Normalmente se trata de especies tropicales que nacen a la sombra de otras más
grandes y no toleran el sol directo, o son plantas de climas muy cálidos que no
soportan las heladas y los rigores del invierno demasiado frío del lugar en que
vivimos.
Estas plantas necesitan unos valores de humedad ambiental generalmente
bastante altos, por lo que conviene tener a mano un pulverizador de agua para
rociar de vez en cuando las hojas y envolverlas en una bruma húmeda. Hay que
mantenerlas alejadas de corrientes de aire, del sol directo de las ventanas, de la
calefacción y del chorro frío que sale del aire acondicionado. Las plantas que tienen
pelo en las hojas no se pueden mojar, así que esas hay que colocarlas con la maceta
sobre en un plato con agua, que al evaporarse proporcionará a la planta la
humedad que necesita, pero situando unas piedrecillas o canicas en el plato, de
modo que la base de la maceta no esté dentro del agua, para que la tierra no se
moje.
Plantas de exterior
Las plantas de exterior se dividen básicamente en plantas que necesitan sol
directo y plantas que requieren sombra. A la hora de poner las plantas en la terraza
o en el jardín, es muy importante tener en cuenta la orientación, porque de ello
depende que prosperen o no. Del mismo modo, hay que tener presente la
temperatura que se alcanza en la calle durante todo el año. Hay plantas que
resisten las heladas fuertes sin problemas, y otras que se queman con la escarcha,
las hay que no toleran el sol y otras que necesitan muchas horas de sol directo para
florecer, y lo mismo pasa con la temperatura y la humedad ambiental.
La mejor forma de acertar es fijarse en qué plantas tienen bonitas las casas
de los alrededores y acercarse a un vivero llevando anotadas la orientación de la
terraza y las horas de sol directo que pueden recibir en el lugar en que queremos
colocarlas.
Plantas crasas
Las plantas crasas son estupendas para exterior en lugares en los que hay
mucho sol, altas temperaturas y llueve poco. Almacenan agua en su interior, como
los cactus, y cuentan con la ventaja respecto a ellos de que no tienen espinas. Son
plantas de exterior en climas cálidos en los que llueve poco, y de interior en las
zonas en que las heladas son frecuentes y las temperaturas muy bajas. Necesitan
sol directo y muy poca agua, dejando que se seque por completo la tierra. Si se les
mantiene la tierra húmeda entre regados, se pudren. En verano se riegan una vez a
la semana o cada diez días, y en invierno con hacerlo una vez al mes es suficiente.
Los meses más fríos las plantas hacen parada estacional y no precisan riegos. En
caso de duda con estas plantas, lo mejor es no regar y esperar a que se ponga
mustia para hacerlo.
TRUCOS Y CONSEJOS DE COSTURA
Arreglar el bajo de un pantalón, coser un dobladillo a unas cortinas o
apuntar los botones de la camisa que nos acabamos de comprar eran tareas básicas
que antes se hacían en todas las casas. Hoy en día, en cambio, hay mucha gente
que ni siquiera tiene un costurero básico, y cuando necesitan algún trabajo de
costura, llevan la ropa a arreglar.
Hay, sin embargo, pequeños arreglos que no necesitan grandes
conocimientos de costura, y además de aguja e hilo, tenemos pequeños trucos que,
si bien no son lo ideal ni lo más ortodoxo, nos sirven perfectamente para salir del
paso.
Costurero básico
Lo que lleva dentro el costurero mínimo necesario para esos pequeños
arreglos es: agujas para coser a mano, un dedal, alfileres de cabecilla, un acerico,
un carrete pequeño de hilo bueno de poliéster blanco, uno de hilo negro y alguno
más de los colores que más predominen en la ropa del armario (ocre, rojo y azul
siempre vienen bien), unas tijeras de costura, imperdibles de distintos tamaños,
cinta elástica de un centímetro de ancho, cinta métrica y una cajita donde iremos
guardando todos los botones que suelen venir de repuesto cuando compramos
alguna prenda; también es recomendable conservar los botones de las camisas,
vestidos y otras prendas que desechas para trapos porque están ya estropeados y
no sirven para donar, porque puedes necesitarlos cuando menos te lo esperas; una
cajita de corchetes medianos y otra de automáticos sacan del apuro más de una
vez; y unos parches de pegar con la plancha y un rollo de fliselina de doble cara,
aunque no sean costura propiamente dicha, conviene también tenerlos en el
costurero. Para marcar la tela hace falta una tiza de sastre, un rotulador de tinta al
agua especial para costura o un bolígrafo de los que se borran con calor al planchar
encima.
Dobladillos
Saber coger el dobladillo a unos pantalones o una falda de diario es una de
las cosas más útiles que podemos aprender. Si es que se descosió, hay que planchar
por la costura, para marcarla bien de nuevo. Luego, una vez bien marcado por
donde tiene que ir, se cose con hilo del mismo color.
Si lo que ocurre es que queda largo, se sujeta con alfileres por donde deba ir
la costura, se hilvana y se plancha, o plancha directamente con los alfileres puestos,
con cuidado de no pisarlos con la plancha para que no se marquen, y ya luego se
cose por donde corresponda.
La solución rápida sin tener que coser es pegar la tela con fliselina. Para que
quede bien, hay que marcar con la plancha el dobladillo, y luego se pone la cinta
de fliselina por dentro de la costura y se plancha sin vapor y bien caliente para
derretir el pegamento, cubriendo la suela de la plancha con un pañuelo de hilo, de
forma que si traspasa algo los restos queden en el pañuelo.
Botones
Los botones que traen las prendas de fábrica muchas veces vienen cosidos
de modo que si se afloja el hilo, el botón se suelta por completo y se pierde. Para
evitarlo, lo mejor es acostumbrarse a dar unas puntadas de seguridad siempre
antes de usarla por primera vez. De este modo no habrá riesgo de que se descosan
y se acaben perdiendo.
La solución rápida de poner una gota de esmalte de uñas transparente para
fijar los hilos puede servir para salir del paso en caso de urgencia, pero no deja de
ser una chapuza que es mejor evitar. Merece la pena, para solucionarlo de verdad,
apuntar los botones con hilo cuando tengas un ratito libre.
Zurcidos imprescindibles
Hoy en día, con los precios tan baratos que tiene la ropa, hay muy pocas
cosas que realmente merezca la pena llevar zurcidas. Como mucho, puede
interesar pararse a zurcir unas medias buenas que tengan algún agujero o una
carrera en las partes que no se ven con la ropa, como las punteras o los talones, los
leotardos de diario si el agujero no es muy grande, y algún desgarrón puntual que
esté en algún sitio poco visible. Como menos se nota es con un hilo del mismo
color y siempre cosiendo por el revés de la tela.
Reciclado de ropa
Básicamente hay dos formas de reciclar la ropa que ya no está en
condiciones de ser usada con normalidad: una es la clásica de desecharla, bien para
trapos, bien en los contenedores de reciclaje de ropa y zapatos que hay en los
puntos limpios, y otra es la de emplear la maña para modificarla un poco,
cambiarle una costura, pegarle algún aplique decorativo..., con intención de
renovarla y ponerla de moda otra vez. En Internet hay miles de ideas en blogs,
vídeos, fotos... Es fácil encontrar unos tutoriales estupendos con consejos
fantásticos para adaptar las viejas glorias del armario a todos los gustos y estilos
modernos.
TRABAJOS ESPECIALES
Mantenimiento doméstico
Colgar cuadros
Los cuadros ligeros, que pesan poco, se pueden colgar en la pared con
cuelga fácil, de forma muy sencilla y cómoda, no solo a la hora de colgarlos, sino
con la ventaja de que este sistema no deja marcas de agujeros en la pared. En los
azulejos, como no se pueden usar los cuelga fácil, dan un resultado bastante
apañado las cintas adhesivas de doble cara. Las hay específicas para zonas
húmedas, como pueda ser la cocina o los cuartos de baño, y para cuadros de poco
peso van muy bien. Se venden en las tiendas de bricolaje.
De cualquier modo, si nos queremos asegurar de que aguante en su sitio
muchos años, lo mejor es usar el taladro.
Para colgar un cuadro con el taladro lo que necesitamos es, obviamente, el
taladro, una broca, el taco del mismo número de la broca, y una alcayata también
del mismo número. Normalmente con el número 5 tenemos suficiente para
prácticamente cualquier cosa que necesitemos colgar en una casa. El número lo
pone en la broca y en el taco, y la alcayata se pide al comprarla del número que
necesitemos. Hay que marcar con un lápiz el lugar donde irá el agujero, y hacerlo
con el taladro perpendicular a la pared, apretando hacia dentro hasta que esté el
agujero hecho. Se mete el taco y la alcayata, al girar, lo abre por dentro, dejándolo
completamente fijado a la pared. No hay más que colgar el cuadro introduciendo
la alcayata por el cáncamo del marco.
En ocasiones el cáncamo no está exactamente en el centro y el cuadro queda
torcido. La solución más sencilla sin tener que andar midiendo al milímetro es
poner un cáncamo en cada lateral del marco, a media altura, y pasar un cable entre
ellos de modo que será este cable el que colgaremos de la alcayata de la pared. Hay
que dejarlo un poco holgado para que al colgarlo se pueda corregir la inclinación y
ponerlo derecho, a ojo o usando un nivel.
Revisar enchufes
Los enchufes son uno de los puntos más importantes que hay que tener en
cuenta para evitar accidentes eléctricos. Para limpiarlos por dentro, se puede
utilizar un paño bien escurrido, ligeramente húmedo de agua y jabón, con el que
quitaremos el polvo superficial acumulado.
Una norma básica a la hora de enchufar varios elementos a una única toma
es no usar los llamados «ladrones», sino una regleta con cable, que será el que se
conecte a la red. Hay que fijarse en la potencia máxima que marca la regleta y no
conectar juntos electrodomésticos que superen ese límite, para evitar riesgos de
sobrecalentamiento y posibles accidentes asociados. Son estupendas las que
cuentan con un botón para desconectar la corriente sin tener que desenchufar, y las
que tienen un fusible de seguridad que la desconecta de forma automática si se
recalienta por exceder la potencia al enchufar demasiados aparatos.
Los enchufes nunca debe estar cubiertos por elementos inflamables, y las
regletas hay que mantenerlas alejadas de visillos, cortinas o muebles que en caso
de sobrecalentamiento o cortocircuito con chispas pudieran salir ardiendo. De vez
en cuando hay que revisar que no se recalienten o cambien de color. Si esto ocurre,
hay que desconectar la red eléctrica, desenchufar el aparato que estuviese
conectado y no volver a utilizar ese enchufe hasta que no lo revise un electricista.
Cambiar bombillas
De unos años a esta parte, con el avance de la tecnología, sustituir una
simple bombilla se ha convertido en toda una aventura. Pero cuando una bombilla
se funde, es evidente que toca cambiarla.
Ya apenas quedan bombillas incandescentes a la venta en ningún comercio,
salvo las de tamaños especiales como, por ejemplo, la del frigorífico, porque el
ahorro visible en la factura de la luz que suponen las de bajo consumo nos ha
convencido a todos de los beneficios de sustituirlas, antes incluso de que se
estropearan. Ahora, además de las clásicas de bajo consumo, tenemos la novedad
de las bombillas tipo led, que son las que menos electricidad gastan, y las que más
tiempo duran. Por contra, también su precio es bastante más elevado que el de una
bombilla de bajo consumo convencional. A la hora de cambiar una bombilla que se
funde, gracias a estos bajos consumos, como ya no hay riesgo de
sobrecalentamiento de la instalación eléctrica, no hay que fijarse en los watios que
soporta el portalámparas.
Comprar una bombilla de bajo consumo es sencillo, porque en la caja viene
el equivalente a la bombilla incandescente. Así, las de 7 W alumbran lo mismo que
las pequeñas de 40 W, y las de 20 W equivalen a una incandescente de 100 W.
Además del menor gasto, la duración estimada de las de bajo consumo es de
aproximadamente seis veces más, por lo que se amortiza rápidamente el mayor
precio.
El «problema» lo podemos tener al comprar las bombillas de leds. En estas,
el consumo es un poco menor que las bajo consumo, y muchísimo menor que las
incandescentes. Además prometen una duración extraordinaria: veinticinco mil
horas, frente a las seis mil de las de bajo consumo y las mil doscientas de las
incandescentes. Parecería que merezca la pena correr a cambiar de nuevo todas las
bombillas de la casa y pasar de bajo consumo a led, pero el elevado precio de estas
nuevas bombillas hace que, en realidad, no compense el cambio radical: la
diferencia de ahorro energético no es demasiado significativa y el precio es muy
elevado, de modo que se tarda varios años en amortizar la inversión. Así que, sí,
sin dudarlo, merece la pena pasar de incandescentes a leds, pero las de bajo
consumo que tengamos en casa es mejor ir sustituyéndolas a medida que se vayan
fundiendo, y no antes.
Para escoger bombillas led, como cada fabricante tiene sus estándares
propios y varían de uno a otro, más que en el consumo de watios hay que fijarse en
la luz que emiten. Los dos valores principales que hay que tener en cuenta son: los
lúmenes y la temperatura que marca la caja, que se miden en grados Kelvin (K).
Así, una bombilla clásica incandescente o halógena de 100 W equivaldría a una led
de entre 700 y 1.200 lúmenes; el color de luz amarillento cálido que proporcionan
las bombillas incandescentes clásicas se logra con una led que marque alrededor de
3.000 K, mientras que la luz blanca clásica de las halógenas corresponde a una
temperatura de unos 6.000 K. Es decir, a mayor número de temperatura, más
blanca y fría será la luz que emita la bombilla led.
Ya por último, en la caja viene también marcado el ángulo de apertura del
foco de luz. Depende de dónde vaya a ir colocada la bombilla, nos convendrá un
ángulo mayor o menor de apertura. No necesitamos el mismo ángulo de luz en
una lámpara de sobremesa que da luz ambiente en el salón, que en un foco
empotrado en el techo del cuarto de baño, por ejemplo.
Arreglar persianas
Si la persiana se descuelga o tiene láminas rotas, antes de llamar a la
empresa de reparaciones podemos intentarlo en casa y ahorrarnos un dinerillo. Es
un trabajo más aparatoso que complicado.
Lo primero que hay que hacer es quitar la tapa de la caja de la persiana, y
descolgar esta por dentro. Se comprueba cuántas son las láminas rotas que hay que
sustituir, y se cambian por unas nuevas del mismo tamaño y color. Las láminas se
compran en la ferretería o en alguna tienda de bricolaje. Es recomendable
aprovechar que la persiana está accesible para fregarla bien. Luego se vuelve a
colocar en su sitio, se pone la tapa, y listo.
Remozar juntas
Las juntas de suelos o azulejos se pueden ir desgastando con el tiempo,
sobre todo si para limpiarlas usamos productos agresivos que lo hacen a base de
desgastar la primera capa de cemento.
Para reponerlas sin tener que llamar a un albañil, se compra un renovador
de juntas, que se usa siguiendo las instrucciones que marque en el envase, o un
poco de cemento blanco que se mezcla con agua hasta que adquiera una
consistencia fluida pero que no chorree, y se van rellenando las juntas.
Independientemente del producto que hayamos empleado, antes de que se
endurezca del todo hay que pasar un paño húmedo para igualar las juntas y quitar
el exceso de producto. Una vez bien endurecido, los azulejos se limpian bien
frotando con un estropajo verde seco para quitar el velo que haya podido quedar.
Si cayó algún pegote que no se limpió antes de que endureciera, se quita con una
rasqueta del tipo de la vitrocerámica o un poco de producto quitacemento.
Control de gastos
Una vez anotado todo lo que entra en casa, comenzaremos el control de
gastos en otra hoja. En una casa, hay tres tipos de gastos principales:
Los fijos, como son la hipoteca o el alquiler, la letra del coche,
la cuota de autónomo, las mensualidades de colegios, comedor y
extraescolares, sueldos que paguemos, asociaciones, clubes o
hermandades, el gimnasio, impuestos, seguros... Son gastos que se
pagan a lo largo del año y por norma no suele variar el importe entre un
recibo y otro.
Luego tenemos los fijos-variables, que son los servicios que hay
que pagar de forma periódica, pero cuyos importes varían entre un
recibo y otro, como pueden ser la luz, el agua, el teléfono, la gasolina...
Y por último, los variables, que son, sobre todo, los dedicados a
los gastos puntuales, más o menos imprescindibles, como la ropa,
gastos de ocio, caprichos... Es este apartado el que suele ser el que se
lleva el presupuesto que más fácilmente podemos reducir cuando
entramos en la dinámica de llegar justos a fin de mes. Los «gastos de
supermercado» (alimentación, cosmética, droguería, productos de
limpieza...) quitando fechas señaladas como Navidad, suelen ser
bastante estables a lo largo del año, pero los incluimos en este apartado
porque nos pueden dan mucho margen a la hora de ajustar el
presupuesto.
Normalmente los gastos del primer y segundo apartados —los fijos y los
fijos-variables— casi todos los tenemos domiciliados y pagamos directamente por
el banco o con tarjeta. Para calcularlos suele ser tan simple como revisar los
movimientos de las cuentas bancarias y anotarlos en la libreta. Los fijos variables,
al no ser siempre los mismos importes (no se paga la misma calefacción en
diciembre que en mayo), lo mejor es sumarlos todos y luego dividir el total entre
doce, para hacer una media con redondeo al alza y repartir ese importe durante
todo el año.
Los gastos variables suelen ser los que pagamos en efectivo. Para calcularlos
de la forma más real posible, hay que revisar los movimientos de haber sacado
dinero en efectivo del cajero automático y sumarle los movimientos de cuentas que
se registran al pagar con la tarjeta las compras y los servicios puntuales (ir a cenar,
al cine o comprarse unos zapatos...) y las cuentas del supermercado.
Abre la aplicación online que tiene tu banco para revisar todos los
movimientos de las cuentas, porque tienes que anotarlo todo para saber cuánto
gastáis en casa realmente. Cuanto más atrás te remontes, más fiable será el cálculo
de las medias de gasto. Especifica todos los gastos domiciliados. Si ves demasiada
tarea controlar el último año completo de gastos sueltos, al menos trata de anotar
todos los movimientos de los últimos tres meses.
FÓRMULA DE AHORRO
Una vez anotado el total de ingresos y el total de gastos, la diferencia entre
ambas columnas es lo que determina si en casa vivimos habitualmente al límite o
tenemos alguna capacidad de ahorro.
Con los sueldos que manejamos últimamente y el bombardeo constante de
publicidad de «productos imprescindibles» (sic) a que estamos sometidos, lo cierto
es que hay muchas casas en las que el ahorro ha pasado a ser poco menos que una
utopía, pero teniendo como objetivo no caer en gastos superfluos, casi todos
podemos rebañar aunque sea un mínimo margen si no para ahorrar, al menos para
no llegar a fin de mes con demasiadas estrecheces.
Una vez que tenemos claro el total anual de gastos fijos y los fijos-variables,
sumamos y dividimos el resultado en doce meses. Esa cantidad es la intocable que
tenemos que apartar todos los meses nada más entrar la nómina en casa. Lo ideal
es contar con una cuenta adicional donde tener domiciliados todos estos gastos y
una orden al banco para que nada más nos ingresen la nómina o los pagos, se
transfiera el importe necesario a esa cuenta.
Lo que quede lo repartimos en tres columnas: una para supermercado, otra
para ahorro y la tercera para gastos imprevistos y ocio. Y hay que procurar no
salirse de ellas.