Seis Beneficios Del Evangelismo para El Discipulado
Seis Beneficios Del Evangelismo para El Discipulado
Seis Beneficios Del Evangelismo para El Discipulado
«El evangelismo cambió mi vida» John, mi conductor de taxi, me dijo lo siguiente mientras
manejaba por la autopista de Orlando hacia la conferencia donde asistiría. Nuestra conversación
se convirtió rápidamente en algo relacionado a la fe cuando él descubrió que no había venido a
Orlando para ir a Disney World como la mayoría de sus pasajeros.
«¿Qué quieres decir?» le pregunté, esperando que él explicara la manera en que alguien lo había
guiado a Cristo, pero eso no fue lo que él quiso decir. Él quería decir que el evangelismo había
cambiado su vida.
Él explicó: «aprender a compartir mi fe me hizo enfocar en muchos asuntos importantes. Me
hizo ocuparme de cosas de las que nunca había pensado antes. Y, oye, después que guías a
alguien a Cristo nunca lo olvidas. ¡Es algo de lo que no puedes detenerte! ¡No hay nada como
eso!».
El testimonio de John del efecto espiritual que tiene compartir la fe con alguien hizo eco sobre
todo lo que había experimentado en mi propio caminar con Cristo y en 22 años como estudiante
de ministerio y líder de iglesia.
Sin embargo, ¿cuán frecuentemente pensamos en el discipulado y el evangelismo como dos
aspectos separados y desconectados de nuestra vida en Cristo? Más perjudicial aún,
frecuentemente consideramos el discipulado como algo necesario y el evangelismo como algo
opcional. O pensamos que el evangelismo es sólo para los que tienen más celo y están «dotados
espiritualmente» para ello en nuestras iglesias.
3. El evangelismo motivado de manera apropiada hace que nuestro amor por Dios y el
prójimo aumente
Todas las personas son llamadas a amar a Dios y al prójimo con todo su corazón (Marcos 12:28-
31). Compartir nuestra fe porque amamos a Dios y a las personas aviva el fuego de su amor aún
más. Nunca he visto que el evangelismo que es motivado de manera apropiada haga lo contrario.
Si no has dirigido a alguien a Cristo, sólo puedo describirte el gozo de ver el poder transformador
trabajar en una persona que es nueva en el evangelio. Ver su corazón quebrantado por su pecado
rompe mi corazón más que por mi propio pecado. Verlos gozarse en la libertad del perdón me
hace querer disfrutarlo más yo mismo. Experimentar el privilegio de llevar a alguien a Cristo nos
recuerda lo poderoso, santo, y misericordioso que es Dios, más de lo que frecuentemente
pensamos que es.
Igualmente, cuando compartimos el mensaje de la esperanza del evangelio con otros, Cristo nos
promete que a veces lo rechazarán o nos rechazarán a nosotros (Juan 15:18-20). Cuando eso
sucede mi corazón es más quebrantado por la prisión y ceguera que el pecado trae consigo.
Reflexiono sobre el juicio venidero con mucha urgencia. Y pienso una vez más en el hecho de
porque Dios me salvó, tan pecador como la persona que me rechazó a mí y al mensaje del
evangelio.
5. El evangelismo nos protege de asumir de manera errada que los que están a nuestro
alrededor son salvos
Las personas no regeneradas no pueden ser discipuladas en ningún sentido bíblico. No pueden
crecer en santidad (Romanos 8:5-8).
Un gran peligro que corre la iglesia de hoy en día está en asumir la salvación de las personas que
dicen ser «cristianos» o están involucrados en actividades de la iglesia. No siendo cuidadosos
sobre aquellos en que aquellos que consideramos «nacidos de nuevo» pueden tener sus raíces en
conceptos no bíblicos de la conversión (ver la revista de 9Marcas sobre la conversión). O algunas
veces el temor del hombre nos disuade de tomar el riesgo de ofender a uno que profesa ser
creyente al decir que ellos pueden no estar confiando en Cristo después de todo.
Pero hacer del evangelio una parte de nuestra conversación diaria frecuentemente tendrá como
resultado cristianos nominales que nacen de nuevo del Espíritu.
El sembrador esparce la semilla libremente, sin preocuparse por el lugar donde caerá (el camino,
rocas, espinas, tierra; Marcos 4:2-8). Nosotros también deberíamos compartir el evangelio
ampliamente y sin discriminación, permitiendo que nuestro Dios soberano lo use como considere
para salvar al perdido y motivar a los santos.
Aunque no deberíamos buscar sufrir por el bien del sufrimiento, deberíamos estar preparados
para abrazar el sufrimiento por el bien del evangelio (2 Timoteo 1:8; Romanos 8:17). De hecho,
el sufrimiento por el evangelismo debería ser una motivación para nosotros como lo fue para la
iglesia primitiva (Hechos 5:41). Y compartir nuestra fe ayuda a asegurar que sufriremos por el
evangelio en lugar de hacerlo por decisiones equivocadas o por ofensas innecesarias. Sufrir por
nuestra proclamación del evangelio puede profundizar nuestra fe mientras observamos a nuestro
Salvador sufriente.
PRECAUCIÓN Y MOTIVACIÓN
Una palabra de precaución: mientras presionas hacia el evangelismo como parte de tu
discipulado, ten cuidado con los programas evangelísticos. Describí el evangelismo como algo
que necesariamente debe ser «normal y natural».
Cuando sólo lo hacemos porque estamos participando en un programa, entonces no estamos
actuando conforme a lo que las Escrituras describen como evangelismo en la vida de los
creyentes. Tratar el evangelismo como un programa puede separarlo del discipulado y de nuestra
vida diaria. Las ruedas de entrenamiento eventualmente necesitarán ser removidas de la bicicleta
de un niño. De la misma manera, los programas están bien siempre que los veamos como
maneras y estructuras que eventualmente usaremos a favor de una integración más natural y
normal en la fábrica de nuestras vidas.
Finalmente, la mayor motivación para tu congregación y amigos cristianos para compartir
activamente su fe debe ser vista y escuchada a través de los pastores y ancianos que comparten
su fe. Las personas aprenderán mejor sobre aquello que te emociona. Y crecerán como discípulos
de Jesús mientras lo hacen.
Jesús le dijo a sus apóstoles en la Gran Comisión, «hagan discípulos… enseñándoles que
guarden todas las cosas que les he mandado» (Mateo 28:19). Mientras hacemos discípulos,
asegurémonos de modelar y enseñarles todo lo que Él ordenó—incluyendo el gran gozo y la gran
bendición de una vida de evangelismo.