Jovenes Des Orden Cultural y Palimpsesto
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Diego Pérez Guzmán, “elementos para una comprensión socio-cultu- La diferencia es de E. Durham, en: A aventura antropológica, Río de
ral y política de la violencia juvenil”, en: Revista Nómadas [Bogotá, Janeiro, Paz e Terra, 1986.
3
DIUC]. No. 4 (1996). En ese mismo número se recogen algunas de las Alonso Salazar, No nacimos pa’ semilla, Bogotá, CINEP, 1990.
investigaciones que inician la ruptura con la criminalización de la ju-
ventud, en especial las de Coljiventud, el proyecto Atlántida, y el De-
partamento de Investigaciones de la Universidad Central.
JÓVENES: DES-ORDEN CULTURAL Y PALIMPSESTOS DE IDENTIDAD – JESÚS MARTÍN-BARBERO
con sus ruidos, sus sonidos, sus velocidades y su visualidad Para hablar del des-ordenamiento cultural voy a basarme en dos
electrónica. Desde esa mirada cambia el sentido en que los jó- análisis del cambio de época que estamos viviendo. El primero
venes sicarios constituyen el desecho de la sociedad, pues es un libro de Margaret Mead7, la antropóloga quizá más im-
desechable significa tanto la proyección sobre las personas de portante que han tenido los Estados Unidos, escrito cuando su
la rápida obsolescencia de que están hechos hoy la mayoría de autora era ya anciana, y publicado en inglés en 1970. El se-
los objetos que produce el mercado, como tiene que ver tam- gundo es el libro de un sociólogo, norteamericano también, que
bién con desecho, esto es, con aquello de lo que una sociedad estudia las relaciones entre los cambios que atraviesan las for-
se deshace o se quiere deshacer… porque le incomoda, le es- mas humanas de comunicar y las de producir conocimientos8.
torba. Salazar nos ha ayudado a comprender de qué dolorosas Escribe Margaret Mead: “nuestro pensamiento nos ata todavía
y a la vez gozosas experiencias: de qué sueños, frustraciones y al pasado, al mundo tal como existía en la época de nuestra in-
rebeldías está hecho ese desecho social que conforman las ban- fancia y juventud, nacidos y criados antes de la revolución elec-
das juveniles, esas que desde los barrios populares llevan la pe- trónica, la mayoría de nosotros no entiende lo que ésta significa.
sadilla hasta el centro de la ciudad y sus barrios bien habientes Los jóvenes de la nueva generación, en cambio, se asemejan a
y bien pensantes. los miembros de la primera generación nacida en un país nuevo.
Un segundo desplazamiento vino del libro que recoge el primer Debemos aprender junto con los jóvenes la forma de dar los
debate colombiano sobre la contradictoria modernidad de este próximos pasos; pero para proceder así, debemos reubicar el
país4, y en el que dos economistas tuvieron la valentía de escri- futuro. A juicio de los occidentales, el futuro está delante de
bir: “El marginado que habita en los grandes centros urbanos, nosotros. A juicio de muchos pueblos de Oceanía, el futuro re-
y que en algunas ciudades ha asumido la figura del sicario, no side atrás, no adelante. Para construir una cultura en la que el
es sólo la expresión del atraso, la pobreza o el desempleo, la pasado sea útil y no coactivo, debemos ubicar el futuro entre
ausencia del Estado y una cultura que hunde sus raíces en la nosotros, como algo que está aquí listo para que lo ayudemos y
religión católica y en la violencia política. También es el re- protejamos antes de que nazca, porque de lo contrario, será de-
flejo, acaso de manera más protuberante, del hedonismo y del masiado tarde”9. De lo que habla Mead es del surgimiento de
consumo, de la cultura de la imagen y la drogadicción, en una un nuevo tipo de cultura entre la juventud contemporánea de la
palabra de la colonización del mundo de la vida por la moder- revolución electrónica, y explica ese cambio a partir de su con-
nidad”5. Pero donde esa perspectiva ha hallado mayor densidad traste con los dos tipos de cultura que ella ha vivido: el uno
es en la reflexión de intelectuales y escritores que, al no estar como ciudadana norteamericana y el otro en su experiencia de
atrapados en las demarcaciones disciplinarias, perciben mejor antropóloga. Llama postfigurativa a aquella cultura en la que el
la multiculturalidad y la hondura de los cambios que atraviesa futuro de los niños está por entero plasmado en el pasado de los
la identidad de los jóvenes como actor social: “En nuestras ba- abuelos, pues la esencia de esa cultura reside en el convenci-
rriadas populares urbanas tenemos camadas enteras de jóvenes miento de que la forma de vivir y de saber de los ancianos es
cuyas cabezas dan cabida a la magia y a la hechicería, a las cul- inmutable e imperecedera. Llama cofigurativa a otro tipo de
pas cristianas y a su intolerancia piadosa, lo mismo que a utó- cultura en la que el modelo de los comportamientos lo consti-
picos sueños de igualdad y libertad, indiscutibles y legítimos, tuye la conducta de los contemporáneos, lo que le permite a los
así como a sensaciones de vacío, ausencia de ideologías totali- jóvenes introducir algunos cambios por relación al comporta-
zadoras, fragmentación de la vida y tiranía de la imagen fugar miento de sus mayores. Finalmente llama prefigurativa a una
y el sonido musical como lenguaje único de fondo”6. nueva cultura que ella ve emerger a fines de los años sesenta y
que caracteriza como aquella en la que los pares reemplazan a
los padres, instaurando una ruptura generacional sin parangón
TRANSFORMACIONES DE LA SENSIBILIDAD Y DES- en la historia, pues señala no un cambio de viejos contenidos
ORDENAMIENTO CULTURAL en nuevas formas, o viceversa, sino un cambio en lo que deno-
¿Hay algo realmente nuevo en la juventud actual? ¿Y si lo hay, mina la naturaleza del proceso: la aparición de una “comuni-
cómo pensarlo sin hipostasiar tramposamente la diversidad so- dad mundial” en la que hombres de tradiciones culturales muy
cial de la juventud en clases, razas, etnias, regiones? Pienso que diversas emigran en el tiempo, “inmigrantes que llegan a una
la respuesta a esas preguntas pasa, primero, por aceptar la po- nueva era, algunos como refugiados y otros como proscritos”,
sibilidad de fenómenos trans-clasistas y trans-nacionales, que a pero todos compartiendo las mismas leyendas y sin modelos
su vez son experimentados siempre en modalidades y modula- para el futuro. Un futuro que sólo balbucean los relatos de cien-
ciones que introduce la división social y la diferencia cultural, cia-ficción, en los que los jóvenes encuentran narrada su expe-
lo que implica un trabajo de localización de la investigación, riencia de habitantes de un mundo cuya compleja heterogenei-
que no es el propósito de este texto ya que lo que se plantea es dad “no se deja decir en las secuencias lineales que dictaba la
algo mucho más limitado: introducir algunas cuestiones cuya palabra impresa”, y que remite entonces a un aprendizaje fun-
ausencia ha estado lastrando seriamente la investigación y el dado menos en la dependencia de los adultos que en la propia
debate sobre la problemática de los jóvenes. Y en segundo lu- exploración que los habitantes del nuevo mundo tecnocultural
gar, la respuesta pasa por asumir un doble recorrido: el del pro- hacen de la visión, de la audición, del tacto o la velocidad.
ceso de desorden cultural que hoy cataliza la juventud, y el de Los jóvenes, según M. Mead, no son hoy simplemente la espe-
la inversión de sentido que el mercado parece ser el único en ranza del futuro, sino el punto de emergencia de una cultura a
saber aprovechar para hegemonizar la construcción imaginaria otra, que rompe tanto con la cultura basada en el saber y la me-
de lo joven. moria de los ancianos, como en aquella cuyos referentes, aun-
que movedizos, ligaban los patrones de comportamiento de los
jóvenes a los de padres que, con algunas variaciones, recogían
4 7
F. Giraldo, y F. Viviescas [comps.], Colombia: el despertar de la mo- M. Mead, Cultura y compromiso, Buenos Aires, Granica, 1971.
8
dernidad, Bogotá, Foro, 1991. J. Meyrowitz, No Sense of Place, University of New Hampsphire,
5
F. Giraldo, y H.F. López, “La metamorfosis de la modernidad”, en: 1992.
9
Colombia: el despertar de la modernidad, p. 260. M. Mead, op. cit., pp. 105 y 106.
6
F. Cruz Kronfly, La sombrilla planetaria, Bogotá, Planeta. 1994, p.
60.
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y adaptaban los de los abuelos. Que sea una antropóloga, ex- los juegos de seducción eróticos, a los interludios sexuales, a
perta por oficio en descifrar la continuidad que subyace a los las intrigas criminales. La pequeña pantalla les expone a los te-
cambios, la que caracterice el cambio que culturalmente atra- mas y comportamientos que los adultos esforzaron por ocultar-
viesan los jóvenes como ruptura, nos está señalando algunas les durante siglos”13. Mientras la escuela a través de la “historia
claves sobre los obstáculos y la urgencia de comprenderlos, patria” sigue contando una bellísima historia de los padres de
esto es sobre la envergadura antropológica, y no sólo socioló- la patria y del hogar como héroes, abnegados y honestos, que
gica, de las transformaciones en marcha, dada la larga tempo- los libros infantiles corroboran, la televisión expone cotidiana-
ralidad en que se inscriben nuestros miedos al cambio, tanto mente a los niños a la hipocresía y la mentira, a la corrupción y
como los nuevos escenarios del diálogo entre generaciones y la violencia que entreteje la vida cotidiana de los adultos. Ese
entre pueblos. bien significativo: mientras los niños siguen gustando de libros
Desde la Europa actual. Marc Augé se ha atrevido a recoger el para niños, prefieren sin embargo —varias encuestas hablan
desafío lanzado por M. Mead, de hacer antropología de la con- que en un 70% y más— los programas de televisión para adul-
temporaneidad, de aprehender en una misma sociedad no sólo tos. Y ello porque al no exigir un código complejo de acceso,
lo que perdura sino aquello que la transforma en profundidad10. como el que exige el libro, la televisión posibilita romper la lar-
Dedicada a estudiar la diferencia en el espacio, y no en el gamente elaborada separación del mundo adulto y sus formas
tiempo —que era el objeto propio de la historia— la antropolo- de control. Mientras el libro escondía sus formas de control en
gía debe interrogarse hoy por esas nuevas migraciones que tie- la complejidad de los temas y del vocabulario, el control de la
nen como escenario el tiempo, y por los nuevos regímenes de televisión exige hacer explícita la censura. Y como los tiempos
historicidad, en los que “la frontera entre historia y actualidad no están para eso, la televisión, o mejor la relación que ella ins-
se hace cada día más imprecisa. Los parámetros del tiempo, así tituye de los niños y adolescentes con el mundo adulto, va a re-
como los del espacio, experimentan una evolución, una revolu- configurar radicalmente las relaciones que dan forma al hogar.
ción sin precedentes. Nuestra modernidad crea historia de ma- Es obvio que en este proceso la televisión no opera por su pro-
nera desenfrenada aun cuando pretenda estabilizar la historia y pio poder sino que cataliza y radicaliza movimientos que esta-
unificar el mundo […] Hoy todos los hombres pueden conside- ban en la sociedad previamente, como las nuevas condiciones
rarse contemporáneos y el advenimiento de esta contempora- de vida y de trabajo que han minado la estructura patriarcal del
neidad define las condiciones de una investigación antropoló- a familia: inserción acelerada de la mujer en el mundo del tra-
gica renovada pues le suministra un objeto de estudio”11. Es la bajo productivo, drástica reducción del número de hijos, sepa-
experiencia de esa contemporaneidad ya no entre hechos sino ración entre sexo y reproducción, transformación en las rela-
entre temporalidades la que hace de los jóvenes de hoy (en la ciones de pareja, en los roles del padre y del macho, y en la
bella metáfora de Mead) los “primeros habitantes de un país percepción que de sí misma tiene la mujer. Es en ese debilita-
nuevo”. Comprender las modalidades etno/sociales de esa ex- miento social de los controles familiares donde se inserta el des-
periencia constituye el reto de fondo que la juventud plantea al ordenamiento cultural que introduce la televisión. Pues ella
a investigación. rompe el orden de las secuencias que en forma de etapas/edades
Apoyándose en investigaciones históricas y antropológicas so- organizaban el escalonado proceso del aprendizaje ligado a la
bre la infancia12, en las que se des-cubre cómo durante la Edad lectura y las jerarquías en que éste se apoya. Y al deslocalizar
Media y el Renacimiento los niños han vivido todo el tiempo los saberes, la televisión desplaza las fronteras entre razón e
revueltos en los mayores, revueltos en la casa, en el trabajo, en imaginación, saber e información, trabajo y juego.
la taberna y hasta en la cama, se concluye que es sólo a partir Lo que hay de nuevo en la juventud de hoy, y que se hace ya
del siglo XVII que la infancia ha empezado a tener existencia presente en la sensibilidad del adolescente, es la percepción aún
social. Y ello merced en gran medida al declive de la mortalidad oscura y desconcertada de una reorganización profunda en los
infantil y a la aparición de la escuela primaria en la que el apren- modelos de socialización: ni los padres constituyen el patrón-
dizaje pasa de las prácticas a los libros, asociados a una seg- eje de las conductas, ni la escuela es el único lugar legitimado
mentación en el interior de la sociedad que separa lo privado de del saber, ni el libro es el centro que articula la cultura. La lúci-
lo público y que en el interior de la casa mismas instituye la da mirada de Mead apuntó al corazón de nuestros miedos y zo-
separación del mundo de la infancia del mundo del adulto. zobras: tanto o más que en la palabra intelectual o en las obras
Desde el XVII hasta mediados del siglo XX el mundo de los de arte, es en la desazón de los sentidos de la juventud don-de
adultos ha creado unos espacios propios de saber y de comuni- se expresa hoy el estremecimiento de nuestro cambio de época.
cación de los cuales mantenía apartados a los niños, hasta el
punto que todas las imágenes que los niños tenían de los adultos
eran filtradas por las imágenes que la propia sociedad, especial- VISIBILIDAD SOCIAL Y DENSIDAD CULTURAL DE LA
mente a través de los libros escritos para niños, hacía de los JUVENTUD
adultos. Desde mediados de nuestro siglo esa separación de Los procesos y sensibilidades que articulan la ruptura genera-
mundos se ha disuelto en gran medida por la acción de la tele- cional al cambio de época que vivimos han comenzado a ha-
visión que, al transformar los modos de circulación de la infor- cerse socialmente visibles. Y de un modo especial en la inver-
mación en el hogar rompe el cortocircuito de los filtros de au- sión de sentido que, catalizada por el mercado, le está permi-
toridad parental. Afirma Meyrowitz: “Lo que hay de verdade- tiendo capitalizar en su provecho la construcción social de lo
ramente revolucionario en la televisión es que ella permite a los joven. Como dice Beatriz Sarlo “el mercado está en la curva en
más jóvenes estar presentes en las interacciones de los adultos que se cruzan el peso descendente de la escuela y la hegemonía
[…] Es como si la sociedad entera hubiera tomado la decisión ascendente del consumo”14. ¿Cuáles son los referentes de esa
de autorizar a los niños a asistir a las guerras, a los entierros, a
10 13
M. Augé, Hacia una antropología de los mundos contemporáneos, J. Meyrowitz, “La télèvision et l’intégration des enfants: la findu se-
Barcelona, Gedisa, 1996. cret des adultes”, en: Reseaux (París), No. 74 (1995), p. 62.
11 14
Ibid, pp. 26 y 55. B. Sarlo, Escenas de la vida postmoderna, Buenos Aires, Ariel, 1994,
12
Ph. Aries, L’enfant et la vie familial sous l’Ancien Regune, París, p. 42.
Plon, 1960; M. Mead, Childwood in Contemporary Cultures, Univer-
sity of Chicago Press, 1955.
JÓVENES: DES-ORDEN CULTURAL Y PALIMPSESTOS DE IDENTIDAD – JESÚS MARTÍN-BARBERO
inversión de sentido? Dos: el valor positivo que ha adquirido lo sexualidad e inocencia perversa. Pero nunca como hoy la ju-
joven y la experiencia de identidad social que los propios jóve- ventud ha sido identificada con la permanente novedad que ca-
nes tienen. Durante siglos decir adolescente, joven, era igual a racteriza a lo moderno. Y es en esa identificación donde el mer-
decir inmadurez, inestabilidad, irresponsabilidad, improducti- cado trabaja. Mediante una doble operación: de un lado, la ju-
vidad; todos esos “in” señalan una negación, aquella en que se ventud es convertida en sujeto de consumo, incorporándola
constituía socialmente el ser joven. Como durante siglos lo po- como un actor clave del consumo de ropa, de música, de refres-
pular se constituyó por la exclusión de la riqueza, la educación cos y de parafernalia tecnológica. Y de otro, ello se produce
y la cultura —ser del pueblo y ser inculto eran sinónimos—, así mediante una gigantesca y sofisticada estrategia publicitaria
ser joven se identificó con la negación de la responsabilidad y que transforma las nuevas sensibilidades en materia prima de
la productividad. Hoy ser joven ha invertido su sentido, y está sus experimentaciones narrativas y audiovisuales. Frente a las
pasando a significar la matriz de un nuevo actor social, de un reticencias del intelectual, y en buena medida de los artistas, a
nuevo valor que se confronta con lo que representó ser viejo: hacerse cargo de las sensibilidades y narrativas que emergen n
experiencia y memoria. Pero no nos apresuremos a moralizar. el espesor cultural de la tecnicidad electrónica, la publicidad
Después que se complete el circuito temporal del péndulo, el está fagocitando y explotando dimensiones y dispositivos cla-
valor de ser joven no tiene por qué ser necesariamente antinó- ves de esa cultura como la fragmentación del discurso, la ace-
mico con los haberes y saberes del ser viejo. Los pueblos no leración de las imágenes y el estallido del relato.
pueden construir el futuro sin memoria, pero en los momentos Pero lo joven es identificado con lo moderno no sólo en su sen-
en que arrecian los cambios no es extraño que sean los jóvenes tido fuerte, el de la innovación, el de lo nuevo, sino también en
quienes más los sientan y los expresen. su sentido débil, post o tardo-moderno, de la actualidad y lo
La prueba de que los cambios que experimenta lo joven no son actual, que es el que corresponde a la percepción de una reali-
una mera operación de mercado sino que éste está sabiendo fa- dad aligerada “por estar menos netamente dividida entre lo
gocitar su secreta conexión con el cambio de época, se halla en verdadero, la ficción, la información y la imagen”18. Lo joven-
el segundo referente de la inversión de sentido: el de la conver- moderno pasa a significar entonces lo fresco, lo espontáneo, lo
sión de la juventud en elemento constitutivo de identidad. informal, esto es, lo que converge en los valores de la edad con
Pienso que el mejor argumento acerca de ese cambio no son las la sobrevaloración actual del cuerpo. Lo joven es entonces el
proclamas de los jóvenes —que tienen su inicio en los graffiti doble imaginario de un cuerpo sano y bello, es decir ágil y
del 68— sino en los testimonios que nos proporcionan los adul- atractivo, y una moda espontánea e informal. Lo joven es ahora,
tos explicitando cómo la juventud no marcó identidad para rizando el rizo, el cuerpo sin arrugas y la moda con ellas, el
ellos. En una entrevista reciente Carlos Monsivais afirma: “Yo mundo de las drogas adelgazantes y los aeróbicos, de la comida
no me consideraba joven con el énfasis de ahora. Tenía certi- vegetariana y los orientalismos de la nueva era. Lo joven “se
dumbres sobre mi edad, pero me consideraba lector, estudiante, libera” entonces de la edad y se convierte en el imaginario que
simpatizante de izquierda, incluso mexicano, pero no joven, ca- obsesiona a los viejos haciéndoles soñar con la hormona mila-
tegoría irrelevante culturalmente hablando antes del rock”15. Y grosa que renueva los tejidos, lubrica las arterias y potencia in-
poniendo en historia su experiencia Monsivais analiza cómo ni definidamente la atracción erótica.
siquiera durante la revolución soviética lo de jóvenes contó, La clave del éxito de la juventud en nuestros días la tienen a
aunque la mayoría de sus líderes lo fueron; sólo a partir del 68 medias los publicistas y los diseñadores de modas, pues son
puede localizarse “una transformación definitiva” en la que la ellos los que parecen haber captado mejor el sentido de la in-
revolución de las costumbres es obra de los jóvenes como tales. versión que hace que hoy ya no sean los jóvenes los que imitan
Beatriz Sarlo ubica el cambio más notorio en los sectores po- a los adultos, sino los adultos (y hasta los ancianos) los que
pulares: “Antes los pobres sólo excepcionalmente eran jóvenes, imitan a, sueñan obsesivamente en ser como, parecerse a, los
y en su mundo se pasaba sin transición de la infancia a la cultura jóvenes. Pero de lo que ese éxito nos habla no es sólo del dinero
del trabajo; quienes no seguían ese itinerario entraban en la ca- que con ello ganan los comerciantes, nos habla también de la
lificación de excepcionalidad peligrosas: delincuentes juveniles capacidad del mercado para descifrar el sentido de lo que en
cuyas fotos muestran pequeños viejos, como las fotos de niños este “tiempo de cambio” carga de simbolización a la juventud,
raquíticos”; pero también plantea que “ni Brecht, Adorno o y construir con ellos imaginarios de felicidad y plenitud. Y de
Benjamin fueron jóvenes, y las fotos de Sartre o R. Aron esa forma, en una sociedad que padece el déficit simbólico
cuando apenas tenían veinte años, muestran una gravedad po- quizá más grande de la historia, y que lo tapona saturándose de
sada con la que sus modelos quieren disipar toda idea de inma- signos, lo joven atraviesa nuestros imaginarios y pesadillas co-
durez”16. También Sarlo ubica alrededor de los sesenta y de la brando sentido de símbolo. Y si la juventud simboliza no es por
cultura del rock ese cambio que acorta la infancia y prolonga la la tramposa operación del mercado sino porque ella condensa,
juventud hasta más allá de los treinta, convirtiendo la juventud en sus desasosiegos y desdichas tanto como en sus sueños de
en un territorio de experimentación, movilización y resistencia: libertad, o en sus complicidades cognitivas y expresivas con la
“La rebeldía del rock anuncia un espíritu de contestación que lengua de las tecnologías, claves de la mutación cultural que
no puede ser escindido de la oleada juvenil que ingresa en él la atraviesa nuestro mundo.
escena política a fines de los sesenta”17.
Si la ruptura generacional a que nos enfrentan los jóvenes hoy
La otra cara de ese movimiento en lo social y lo cultural, que el está siendo impensada (y en alguna medida impensable) en el
mercado cataliza y aprovecha, es la conversión de lo joven en marco de los saberes académicos sobre lo social, no es porque
paradigma de lo moderno. Ese movimiento viene de más lejos: los investigadores no perciban las conexiones que la ligan al
los románticos fueron los primeros en hacer de la juventud un desasosiego y la incertidumbre que acarrean los cambios que
elemento clave de la modernidad estética, y los surrealistas vivimos, sino porque esa ruptura descoloca y desautoriza las
construyeron un héroe cuya modernidad se identifica con tran-
15
C. Monsivais, en: Jóvenes. Revista de estudios sobre juventud (Mé- 17
Ibid, p. 36.
18
xico). No. 1 (1996), p. 9 G. Vattimo, El fin de la modernidad, Barcelona, Gedisa, 1985, p.
16
B. Sarlo, op. cit., p. 38 158.
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jerarquías y segmentaciones en que se basan muchos de aque- los jóvenes habita casas sin apenas memoria arquitectónica y
llos saberes, y eso parece darnos aún más miedo que los cam- con pocos objetos que recuerden y exijan conversar con otras
bios mismos. generaciones. De ahí la configuración de una identidad mar-
cada menos por la continuidad que por una amalgama en la que
aun la articulación de los tiempos largos la hacen los tiempos
PALIMPSESTOS DE IDENTIDAD cortos, son ellos los que vertebran internamente el palimpsesto
Utilizo la metáfora del palimpsesto para aproximarme a la com- tanto de las sensibilidades como de los relatos en que se dice la
prensión de un tipo de identidad que desafía tanto nuestra per- identidad. Es de lo que habla esa cultura de la fragmentación23
cepción adulta como nuestros cuadros de racionalidad, y que se que se expresa en la cada día más intensa identificación de los
asemeja a ese texto en que un pasado borrado emerge, tenaz- adolescentes con los relatos fragmentados del vídeo y del úl-
mente aunque borroso, en las entrelíneas que escriben el pre- timo cine. Frente a las culturas letradas, ligadas a la lengua y al
sente. Es la identidad que se gesta en el doble movimiento des- territorio, las electrónicas audiovisuales, se basan en comuni-
historizador y des-territorializador que atraviesan las demarca- dades hermenéuticas que responden a identidades de tempora-
ciones culturales. Y des-localizadas las culturas tienden a hibri- lidades menos largas, más precarias, pero también más flexi-
darse como nunca antes. Un mapa a mano alzada de esos tra- bles, dotadas de una elasticidad que les permite amalgamar in-
yectos resalta como elementos más notorios la devaluación de gredientes que provienen de mundos culturales muy diversos,
la memoria, la hegemonía del cuerpo, la empatía tecnológica y y por lo tanto atravesadas por discontinuidades y contempora-
la contracultura política. neidades en las que conviven reflejos modernos con gestos atá-
vicos.
La devaluación de la memoria la vivimos todos, pero mientras
los adultos la sentimos como mutilación, la gente joven la Hegemonía del cuerpo habla de entrada de la contradicción
siente como la forma misma de su tiempo. Un tiempo que pro- cultural señalada pioneramente por D. Bell24 entre una econo-
yecta el mundo de la vida sobre el presente, un presente conti- mía del cálculo, el ahorro y el rendimiento y una cultura del
nuo cada vez más efímero19. La identificación de la juventud hedonismo, la experimentación y el derroche que desde los
con el presente tiene a mi ver dos escenarios claves: el de la años sesenta trastorna, a la vez que moviliza, al capitalismo. La
destrucción de la memoria de nuestras ciudades, y el de la ace- hegemonía del cuerpo se hace primeramente visible en el mo-
lerada obsolescencia de los objetos cotidianos. Des-espaciali- vimiento que todos los analistas señalan como decisivo para el
zado20 el cuerpo de la ciudad por exigencias del flujo/tráfico de surgimiento de una cultura de los jóvenes: el hipismo, y su ha-
vehículos e informaciones, su materialidad histórica se ve de- cer del cuerpo el territorio y símbolo de la liberación social y
valuada a favor del nuevo valor que adquiere el “régimen ge- sexual mediante la experimentación de los sentidos, la bús-
neral de la velocidad”21, que pasa a legitimar el arrasamiento de queda erótica y el tatuaje. Pero desde los años ochenta la hege-
la memoria urbana. Esto hace que los jóvenes, aunque compar- monía del cuerpo significa otra cosa: la cruzada obsesión por la
tan la misma casa, no habiten la misma ciudad de los adultos, salud y la belleza, movilizada desde el mercado del deporte, los
pues mientras estos viven no sólo la ciudad que ven sino la que aeróbicos y las dietas, y que la moda potencia al estilizar los
les falta y recuerdan, dando así cohesión a su ciudad, los jóve- cuerpos redoblando la mediación entre sujeto y cuerpo. Y con-
nes habitan otra ciudad, sin apenas raíces —las que conserva el vertido en centro del cuidado y de la experimentación, el
barrio— y como estallada, como la única real. Doblemente cuerpo emerge como sustrato a la vez de una estetización y una
real, puesto que es la ciudad que ven y desde la que ven: una erotización generalizadas25 que devalúan al mundo del trabajo
ciudad descentrada y caótica, hecha de restos, pedazos y como eje de la vida y fuente de riqueza. E inaugura el “cre-
desechos, de incoherencias y amalgamas que es la que real- púsculo del deber”26, que era la forma social de lo religioso,
mente conforma su mirada, su modo de ver. El des-arraigo, que poniendo las bases al segundo ciclo de la secularización de las
padecen los adultos se ha transformado en un des-localizado costumbres: superado el ideal de la abnegación pasan a susti-
modo de arraigo desde el que los jóvenes habitan nómadamente tuirlo “la estimulación sistemática de los deseos inmediatos, la
la ciudad22, desplazando periódicamente sus lugares de encuen- pasión del ego, la felicidad intimista y materialista”.
tro, atravesándola en una exploración que tiene muchas relacio- Con empatía tecnológica apuntamos al surgimiento de una “ge-
nes con la travesía televisiva que permite el zappear, esa pro- neración cuyos sujetos culturales no se constituyen a partir de
gramación errante hecha de restos y fragmentos de novelas, in- identificaciones con figuras, estilos y prácticas de añejas tradi-
formativos, deportes y conciertos. De otro lado, entre ese des- ciones que definen ‘la cultura’ sino a partir de la conexión/des-
localizado habitar de los jóvenes y la temporalidad productiva conexión (juegos de interfaz) con los aparatos”27. Lo que se
de una sociedad, que torna cada vez más aceleradamente obso- apoya en una plasticidad neuronal que dota a los jóvenes de
letos los objetos que pueblan la cotidianidad, hay una conexión una enorme facilidad para los idiomas de la tecnología. Empa-
que refuerza el desarraigo hasta hacerlo completamente indo- tía que va de la enorme capacidad de absorción de información
loro. En nuestros países, unos por ser pobres, emigrados del vía televisión o videojuegos computarizados —que erosiona la
campo y emigrantes ellos mismos (sus padres o sus abuelos) autoridad de la escuela como única instancia legítima de trans-
dentro de la ciudad a medida que se van valorizando las inva- misión de saberes— a la facilidad para entrar y manejarse en la
siones, y otros porque su capacidad económica y su estatus so- complejidad de las redes informáticas. Frente a la distancia con
cial les exigen estar al día, a la moda, la inmensa mayoría de
19 23
N. Lechner, “La democracia en el contexto de una cultura postmo- V.S. Bioasca, Una cultura de la fragmentación, Valencia, Filmoteca
derna”, en: Cultura política y democratización, Buenos Aires, Flacso. de la Generalitat, 1995.
24
1987, p. 260. D. Bell, Las contradicciones culturales del capitalismo, Madrid,
20
Sobre la des-espacializción de la ciudad: Jesús Martín-Barbero, “De Alianza, 1977, pp. 45 y ss.
25
la ciudad mediada a la ciudad virtual”, en: Revista Telos (Madrid). No. J. Baudrillard, “Transestética” y “transexual” en: La transparencia
44 (1995). del mal, Barcelona, Anagrama, 1991, pp. 20 y ss.
21 26
P. Virilio, La máquina de visión, Madrid, Cátedra, 1989, p. 81; del G. Lipovetsky, Le crépuscule du devoir, París, Gallimard, 1992, p.
mismo autor Estética de la desaparición, Barcelona, Anagrama, 1988. 14.
22 27
M. Maffesoli, El tiempo de las tribus, Barcelona, Icaria, 1990; J.M. S. Ramírez y S. Muñoz, Trayectos del consumo, Cali, Univalle, 1996,
Pérez Tornero y otros, Tribus urbanas, Barcelona Gedisa, 1996. p. 60.
JÓVENES: DES-ORDEN CULTURAL Y PALIMPSESTOS DE IDENTIDAD – JESÚS MARTÍN-BARBERO
que gran parte de los adultos resienten y resisten esa nueva cul-
tura —que desvaloriza y vuelve obsoletos muchos de sus sabe-
res y destrezas— los jóvenes responden con una cercanía hecha
no sólo de facilidad para relacionarse con las tecnologías au-
diovisuales e informáticas sino de complicidad expresiva: es en
sus relatos e imágenes, en sus sonoridades, fragmentaciones y
velocidades que encuentran su ritmo y su idioma28. Idioma en
el que la oralidad que perdura en estos países como experiencia
cultural primaria de las mayorías entra en complicidad con la
oralidad secundaria29 que tejen y organizan las gramáticas
tecnoperceptivas de la visualidad electrónica: televisión,
computador, vídeo. Se trata de una visualidad que ha entrado a
formar parte de la visibilidad cultural, a la vez entorno tecno-
lógico y nuevo imaginario “capaz de hablar culturalmente —y
no sólo de manipular técnicamente— de abrir nuevos espacios
y tiempos a una nueva era de lo sensible”30. Las nuevas gene-
raciones saben leer pero su lectura se halla reconfigurada por la
pluralidad de textos y escrituras que hoy circulan, de ahí que la
complicidad entre oralidad y visualidad no remita al analfabe-
tismo sino a la persistencia de estratos profundos de la memoria
y la mentalidad colectiva “sacados a la superficie por las brus-
cas alteraciones del tejido tradicional que la propia aceleración
modernizadora comporta”31.
Finalmente la contracultura política apunta, de un lado, a la
experiencia de desborde y des-ubicación que tanto el discurso
como la acción política atraviesan entre los jóvenes. La política
se sale de sus discursos y escenarios formales para reencon-
trarse en los de la cultura, desde el graffiti callejero a las estri-
dencias del rock. Entre los jóvenes no hay territorios acotados
para la lucha o el debate político, se hacen desde el cuerpo o la
escuela: erosionando la hegemonía del discurso racionalista-
mente maniqueo que opone goce a trabajo, inteligencia a ima-
ginación, oralidad a escritura, modernidad a tradición. Donde
esa contracultura se está haciendo estos últimos años más ex-
presiva es en el rock en español. Identificado hasta hace bien
poco con el imperialismo cultural y los bastardos intereses de
las trasnacionales, el rock adquiere en los años ochenta una sor-
prendente capacidad de decir, en nuestros países, algunas trans-
formaciones claves de la cultura política32. En Colombia el rock
en español nace ligado —primeros años ochenta— a un claro
sentimiento pacifista con los grupos Génesis o Banda Nueva,
pasando estos últimos años a decir la cruda experiencia urbana
de las pandillas juveniles en los barrios de clase media-baja en
Medellín y media-alta en Bogotá, convirtiéndose en vehículo
de una conciencia dura de la descomposición del país, de la pre-
sencia cotidiana de la muerte en las calles, de la sin salida labo-
ral, de la exasperación y lo macabro. Desde la estridencia so-
nora del Heavy Metal a los nombres de los grupos —La pesti-
lencia, Féretro, Kraken— y de la discoteca alucinante al con-
cierto barrial, en el rock se hibridan hoy los sones y los ruidos
de nuestras ciudades con las sonoridades y los ritmos de las
músicas indígenas y negras, y las estéticas de lo desechable con
las frágiles utopías que surgen de la desazón moral y el vértigo
audiovisual.
28 31
E. Gil Clavo, Los depredadores audiovisuales. Juventud urbana y G. Marramao, “Metapolítica: más allá de los esquemas binarios”, en:
cultura de masas, Madrid, Tecnos 1988; R. Mier y M. Piecini, El de- Razón, ética y política, Barcenola, Anthropos, 1988, p. 60.
32
sierto de espejos. Juventud y TV en México, México, Plaza y Valdés, N. Casullo, “Argentina: el rock en la sociedad política”, en: Comuni-
1987. cación y Política (México). No. 12 (1982); L. Brito García, El imperio
29
El concepto ha sido elaborado por W. Ong, Oralidad y escritura, contracultural: del rock a la postmodernidad, Caracas, Nueva Socie-
México, FCE, 1987. dad, 1991.
30
A. Renaud, Videoculturas fin de siglo, Madrid, Cátedra, 1989, p. 17.