Ciao, Verona Cortázar PDF

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EN PORTADA / El relato

Ciao,
Julio Cortzar,
en Pars en 1969.
Foto: Pierre Boulat/Getty Images

Verona
El escritor no lleg a publicar este relato, que ahora ha sido recuperado por la agente
Carmen Balcells entre el legado que Aurora Bernrdez, viuda y albacea del escritor, le
entreg. Ciao Verona da respuesta a algunos enigmas literarios del gran autor argentino

Por JULIO CORTZAR

lentas charlas que nos salvaban de la bruma lo que quiero decirte, no ya que te amo donde hablaba de l y de m usando el plu-
Tu na pas su me conqurir pronona burocrtica, de los papeles como polvorien- porque eso lo sabes desde siempre y te da ral completaban una visin de conjunto y
Vally, lentement. Tu na eu ni la force, tos sobre nuestros escritorios, urgente, tra- igual y no es noticia, realmente no es noti- me concedan la parte que me tocaba, el
ni la patience, ni le courage de vaincre duccin inmediata, el placer de ignorar un cia para ti all donde ests amando a otra ngulo visual que yo hubiera tenido el dere-
mon repliement hostile vis--vis de ltre mundo al que nunca pertenecimos de veras, o solamente mirando el ro de mujeres cho de reclamar en ese texto. La ventaja de
qui veut me dominer. la esperanza de inventarnos otros sin prisa que el viento de la calle acerca a tu mesa y no ser escritora es que ahora te voy a hablar
pero tenso y crispado y lleno de torbellinos e se lleva en lentas bordadas, cedindote de l honesta y simple y epistolarmente en
Je ne lignore point, Vally. Je ne inesperadas fiestas. Hablo por m, claro, t por un instante sus singladuras y sus ms- primera persona; y no guardar copia, La-
formule pas le plus lgre reproche, la no lo viste nunca as pero cmo poda yo caras de proa, las regatas multicolores que mia, y nadie podr enviarle una postal a
plus lgre plainte. Je te garde saberlo entonces, Lamia, cmo poda adivi- alguna ganar sin saberlo cuando te levan- Javier con una broma irnica sobre esto.
linexprimable reconnaissance de mavoir nar que al hablarme te estabas como peinan- tes y la sigas, la vuelvas nica en la muche- Porque es tiempo de ver las cosas como
inspir cet amour que je nai point su te do o maquillando, siempre sola, siempre dumbre del atardecer, la abordes en el son, para l su texto contena la verdad y era
faire partager. vuelta hacia ti, yo tu espejo Mireille, tu eco instante preciso, en el portal exacto donde as, pero slo para l. Demasiado fcil ha-
Mireille, hasta el da en que abrieras la puer- tu sonrisa, tu pregunta, tu manera de ofre- blar de las caras de la medalla y creerse
RENE VIVIEN, Une femme mapparut ta del fin de tu contrato y saltaras a la vida cer la llave de la noche sean exactamente capaz de ir de una a otra, pasar del yo a un
calle afuera, aplastaras el pie en el acelera- halcn, festn, hartazgo. plural literario que pretenda incluirme. A
dor de tu Porsche que te lanzara a otras Digamos entonces que te voy a hablar de veces s, no lo niego, no estoy diciendo re-
cosas, a lo que ahora estars viviendo sin Javier para divertirte un rato. A m no me sentidamente todo esto, Javier, creme que

F
UE EN BOSTON y en un hotel, imaginarme aqu escribindote. divierte, te lo ofrezco como una libacin no (Lamia me perdonar esta brusca sustitu-
con pastillas. Lamia Maraini, Digamos que te hablo para que mi carta ms a las tantas que he volcado a tus pies cin de corresponsal, en la maana de los
treinta y cuatro aos. A nadie llene una hora hueca, un intervalo de caf, (compraste al fin esos zapatos de Gregsson hechos y sus razones y sus no explicaciones
le sorprendi demasiado, al- que alzars la vista entre frase y frase para que habas visto en Vogue y que burlona- vaya a saber si no te estoy escribiendo a ti,
gunas mujeres lloraron en mirar cmo pasa la gente, para apreciar mente decas desear ms que los labios de pobre amigo mojado de imposible), pero
ciudades lejanas, la que viva esas pantorrillas que una falda roja y unas Anouk Aime?). No, no me divierte pero a la era necesario que la otra cara de la medalla
en Boston se fue esa noche a un night-club botas de blando cuero delimitan impecable- vez necesito hablar de l como quien vuelve tuviera su verdadera voz, te mostrara tal co-
y lo pas padre (as se lo dijo a una amiga mente. Dnde ests, Lamia, en qu playa, y vuelve con la lengua sobre un trocito de mo es un hombre cuando lo sacan de su
mexicana). Entre los pocos papeles de la en qu cama, en qu lobby de hotel te alcan- carne trabado entre los dientes; me hace cmoda rutina, lo desnudan de sus trapos y
valija haba tarjetas postales con solamente zar esta carta que entregar a un emplea- falta hablar de l porque desde Verona hay sus mitos y sus mscaras.
nombres de pila, y una larga carta romnti- do indiferente para que le ponga los sellos y en l algo de scubo (de ncubo? Siempre Por lo dems te debo una aclaracin,
ca fechada meses antes pero apenas leda, me indique el precio del franqueo sin mirar- me corregiste y ya ves, sigo en la duda) y Lamia, aunque no dejars de observar que
casi intocada en el ancho sobre azul. No s, me, sin ms que repetir los gestos de la entonces el exorcismo, echarlo de m como no es a ti sino a Javier a quien se la debo, y
Lamia una escritura redonda y aplicada, rutina? Todo es impreciso, posible e impro- tambin l busc echarme de l en ese texto desde luego tienes razn. Si leste bien su
un poco lenta pero viniendo evidentemente bable: que la leas, que no te llegue, que te que tanta gracia te hizo en Mxico cuando texto (a veces una crueldad instantnea te
de alguien que no haca borradores, no s llegue y no la leas, entregada a juegos ms leste su ltimo libro, tu tarjeta postal que lleva a superponer la irrisin al juicio, y na-
si voy a enviarte esta carta, hace ya tanto ceidos; o que la leas entre dos tragos de tard en comprender porque jugabas con da ni nadie te hara cambiar esa visin de-
que tu silencio me prueba que no las lees y vino, entre dos respuestas a esas preguntas cada palabra, enredabas las slabas y escri- monaca que es entonces la tuya), habrs
yo nunca aprend a enviarte notas breves que siempre te harn las que viven la indeci- bas en semicrculos que se seccionaban visto que a su manera le da vergenza ha-
que acaso hubieran despertado un deseo de ble fortuna de compartirte en una mesa o mezclando pedazos de sentido, descarrilan- berlo escrito, son cosas que no puede dejar
respuesta, dos lneas o uno de esos dibujos una reunin de amigos; s, un azar de instan- do la mirada. Es curioso, Lamia, pero de de decir pero que en el fondo hubiera prefe-
con flechas y ranitas que alguna vez me tes o de humores, el sobre que asoma en tu alguna manera ese texto de Javier es real, l rido callarse. Desde luego para l tambin
enviaste desde Ischia, desde Managua, des- bolso y que decides abrir porque te aburres, pudo convertirlo en un relato literario y dar- era un exorcismo, necesit sufrir como ima-
cansos de viaje o maneras de llenar una o que hundes entre un peine y una lima de le un ttulo un poco numismtico y publicar- gino que sufri al escribirlo, confiando en
hora de hasto con una mnima gentileza un uas, entre monedas sueltas y pedazos de lo como pura ficcin, pero las cosas pasa- una liberacin, en un efecto de sangra. Y
poco irnica. papel con direcciones o mensajes. Y si la ron as, por lo menos las cosas exteriores por eso cuando se decidi a hacerme llegar
Ves, apenas empiezo a hablarte se siente lees, porque no puedo tolerar que no la leas que para Javier fueron las ms importantes, el texto, mucho antes de publicarlo junto
t lo sentirs ms que yo y rechazars esta aunque slo sea para interrumpirla con un y a veces para m. Su estpido error entre con otros relatos imaginarios, agreg una
carta con un malhumor de gata mal des- gesto de hasto, si la lees hasta aqu, hasta tantsimos otros estuvo en creer que su carta donde confesaba precisamente eso
pierta que no podr ser breve, que cuando esta palabra aqu que se aferra a tus ojos, texto nos abarcaba y de alguna manera nos que t habas encontrado intolerable. Tam-
empiezo a hablarte hay como un tiempo que busca guardar tu mirada en lo que si- resuma; crey por escritor y por vanidoso, bin l, Lamia, tambin l. Te copio sus
abolido, es otra vez la oficina del CERN y las gue, si la lees, Lamia, qu puede importarte que tal vez son la misma cosa, que las frases Pasa a la pgina siguiente

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EN PORTADA / El relato

Viene de la pgina anterior trato. No dijo nada, claro, mir las dos puer-
palabras: Ya s, Mireille, es obsceno escri- tas y no dijo nada. Otro me hubiera repro-
bir estas cosas, darlas a los mirones. Qu chado la crueldad de esa cercana, o pre-
quieres, estn los que van a confesarse a las guntado si era una simple casualidad en el
iglesias, estn los que escriben intermina- mecanismo del hotel. Lo era, sin duda, pero
bles cartas y tambin los que fingen urdir tambin era verdad que yo no haba pedido
una novela o un cuento con sus acontece- expresamente que nos alojaran en pisos di-
res personales. Qu quieres, el amor pide ferentes, difcil decirle eso a un gerente ita-
calle, pide viento, no sabe morir en la sole- liano y adems pareca una manera de que
dad. Detrs de este triste espectculo de las cosas fueran limpias y claras, un encuen-
palabras tiembla indeciblemente la esperan- tro de amigos que se quieren bien.
za de que me leas, de que no me haya muer- Me doy cuenta de que todo esto se esfu-
to del todo en tu memoria. Ya ves el tipo de ma en una linearidad perfectamente falsa
hombre, Lamia; no te enseo nada nuevo como todas las linearidades, y que slo pue-
porque para ti todos son iguales, en lo que de tener sentido si entre tus ojos (siguen
te equivocas, pero por desgracia l entra siendo azules, siguen reflejando otros colo-
exactamente en el molde de desprecio que res y llenndose de brillos dorados, de brus-
les has definido para siempre. cas y terribles fugas verdes para volver con
No me olvido de tu mueca el da en que un simple aletazo de los prpados al agua-
te dije que Javier me daba lstima; era exac- marina desde donde me enfrenta para siem-
tamente medioda, bebamos martinis en el pre tu negativa, tu rechazo?), entre tus ojos
bar de las estacin, te ibas a Marsella y y esta pgina se interpone una lupa capaz
acababas de darme una lista de cosas olvi- de mostrarte algunos de los infinitos puntos
dadas, un trmite bancario, llamadas telef- que componen la decisin de citarse en
nicas, tu recurrente herencia de esas peque- Verona y vivir una semana en dos piezas
as servidumbres que acaso inventabas en separadas apenas por un pasillo y por dos
parte para dejarme por lo menos una limos- imposibilidades. Te digo entonces que si
na. Te dije que Javier me daba lstima, que respond a la carta de Javier, si lo cit en
haba contestado con dos lneas amables su Verona, esos actos se dieron dentro de una
carta casi histrica de Londres, que lo vera admisin tcita del pasado, de todo lo que
conociste hasta el punto final del texto de
Javier. No te ras pero ese encuentro se basa-
ba en algo as como un orden del da, mi
voluntad de hablar, de decirle la verdad, de
Me expongo a tu acaso encontrar un terreno comn donde
el contento fuera posible, una manera de
desprecio o a tu lstima, seguir marchando juntos como alguna vez
pero a esa hora l era en Ginebra. No te ras pero en mi acepta-
cin haba cario y respeto, haba el Javier
como un puerto despus de las tardes en mi cabaa, de las noches de
concierto, el hombre que haba podido ser
de ti en Ginebra mi amigo de vagabundeos, de Schumann y
de Marguerite Yourcenar (no te ras, Lamia,
eran playas de encuentro y de delicia, all s
haba sido posible esa cercana que l acab
Los silencios se abran haciendo pedazos con su torpe conducta de
oso en celo); y cuando le expuse el orden
necesarios y bellos como del da, cuando acept un reencuentro en
Verona para decirle lo que l hubiera debi-
esas pausas en una do adivinar desde tanto antes, su alegra me
hizo bien, me pareci que acaso para noso-
msica que tambin son tros se abra un terreno comn donde los
msica; estbamos bien juegos fueran otra vez posibles, y mientras
bajaba para encontrarme con l en el bar y
salir a la calle bajo la llovizna de medioda
me sent la misma de antes, libre de los
recuerdos que nos manchaban, de la infini-
tres semanas despus en un plan de turis- ta torpeza de las dos noches de Ginebra, y l
mo amistoso. No te burlaste directamente, tambin pareca estar como recin lavado
pero la eleccin de Verona te llen de chis- de su propia miseria, esperndome con pro-
pas los ojos, reste entre dos tragos, evitaste yectos de paseos, la esperanza de encontrar
las citas clsicas, por supuesto, te fuiste sin en Verona los mejores spaghettis de Italia,
dejarme saber lo que pensabas; tu beso fue las capillas y los puentes y las charlas que
quizs ms largo que otras veces, tu mano ahuyentaran los fantasmas.
se cerr un momento en mi brazo. No alcan- Veo, cmo podra no verla, tu sonrisa
c siquiera a decirte que nada poda ocurrir entre maligna y compasiva, te imagino enco-
que me cambiara, me hubiera gustado de- gindote de hombros y acaso dando a leer
crtelo slo por m, puesto que t te alejabas mi carta a la que bebe o fuma a tu lado,
otra vez hacia una de tus presas, se lo senta tregua amable en una siesta de almohadas y Julio Cortzar fotografiado en Managua, una imagen que inspir a Sergio Ramrez para escribir Ests en Nicaragua. Foto
en tu manera de mirar el reloj, de contar murmullos. Me expongo a tu desprecio o a
desde ese instante el tiempo que te separa- tu lstima, pero a esa hora l era como un
ba del encuentro. No lo creers pero en los puerto despus de ti en Ginebra. Su mano pequea historia sin salida. Nos sentimos sobre todo habamos venido a Verona pero
das que siguieron pens poco en ti, tu au- en mi brazo (ests bastante abrigada, no bien mientras bebamos el caf y la grappa l no haca preguntas, puerilmente asom-
sencia se volva cada vez ms tangible y casi te molesta la lluvia?) me guiaba al azar por (sabes que soy experta en grappa y l acep- brado de verme ah, sintindome otra vez
no era necesario verte, la oficina sin ti era tu una ciudad que yo conoca mejor que l t mi eleccin y la aprob con un gesto tan cerca, sentada a lo yoga en su cama. Se
territorio terminante, tu lpiz imperioso a hasta que en algn momento le mostr el infantil, tmidamente pasando un dedo por lo dije, esperaramos a maana, hablara-
un lado de tu mesa, la funda de la mquina camino, bajamos a la Piazza delle Erbe y mi nariz y recogiendo la mano como si yo mos; l baj la cabeza y dijo s, dijo no te
cubriendo el teclado que tanto me gustaba fueron el rojo y el ocre, la discusin sobre el fuera a reprochrselo); ya entonces haba- preocupes, hay tiempo, djame estar tan
ver cuando tus dedos bailaban envueltos en gtico, el dejarse llevar por la ciudad y sus mos comparado planos y preferencias, yo bien as. Por todo eso fue bueno volver a mi
el humo de tu Chesterfield; no necesitaba vitrinas, disentir sobre las tumbas de los habra de guiarlo por palacios e iglesias y cuarto al anochecer, perderme largo rato en
pensar en ti, las cosas eran t, no te habas Escalgeros, l s y yo no, la deriva deliciosa adems l necesitaba un paraguas y paue- una ducha y mirar los tejados y las colinas.
ido. Poco a poco la sombra de Javier volva a por callejas sin destino preciso, el primer los y tambin quera mi consejo para com- No me creas ms ingenua de lo que soy,
entrar como tantas veces haba entrado l a almuerzo all donde yo haba comido maris- prar calcetines porque ya se sabe que en esa tarde haba sido lo que Javier, inexpli-
la oficina, pretextando una consulta para cos alguna vez y no los encontrara ahora Italia. Amigos, s, derivando otra vez, bus- cablemente entusiasta del boxeo, hubiera
demorarse de pie junto a mi mesa y al final pero qu importaba si el vino era bueno y la cando San Zeno y cruzando nuestro primer llamado el primer round de estudio, la
proponindome un concierto o un paseo penumbra nos dejaba hablar, nos dejaba puente con un sol inesperado que temblaba cortesa sigilosa de quienes buscan o te-
de fin de semana. Enemiga de la improvisa- mirarnos sin la doble humillacin de las fro y dudoso en las colinas. men los flancos peligrosos, el brusco ata-
cin y del desorden como me conoces, le ltimas miradas en Ginebra. Lo encontr el Cuando volvimos al hotel con proyectos que frontal, pero detrs de la cordura se
haba escrito que me ocupara de reservar de siempre, dulce y un poco brusco al mis- de paseo nocturno y cena suntuosa, jugan- agazapaba tanto sucio pasado; ahora sola-
hotel, de fijar los horarios; l me lo agrade- mo tiempo, la barba ms corta y los ojos do a ser turistas y a tener por fin un largo mente esperbamos, cada cual de su lado,
ci desde Londres, lleg a Verona media ms cansados, las manos huesudas trituran- tiempo sin oficinas ni obligaciones, Javier cada cual en su rincn.
hora antes que yo una maana de mayo, do un cigarrillo antes de encenderlo, su voz me invit a beber un trago en su habitacin El otro da lleg despus de caminar con
bebi esperndome en el bar del hotel, me en la que haba tambin una manera de y yo convert su cama en un divn mientras fro y jugando, chianti y mariscos, el Adige
apret apenas en sus brazos antes de quitar- mirarme, una caricia que sus dedos no po- l abra una botella de coac y se sentaba crecido y gentes cantando en las plazas. Ah
me la maleta, decirme que no lo crea, rerse dan ya tender hasta mi cara. Haba como en el nico silln para mostrarme libros in- Lamia, es difcil escribir frases legibles cuan-
como un chico, acompaarme a mi habita- una espera tcita y necesaria, un lento inte- gleses. Sentamos pasar la tarde sin premu- do lo que quiero reconstruir para ti para
cin y descubrir que estaba enfrente de la rregno que llenbamos de ancdotas, traba- ra, hablbamos de Verona, los silencios se qu para ti, ajena y sarcstica contiene ya
suya, apenas algo ms al fondo del corredor jos y viajes, recuento de vidas separadas co- abran necesarios y bellos como esas pausas el final y el final no es ms que palabras
amortiguado de estucos y cortinados marro- rriendo por pases distantes, Eileen evocada en una msica que tambin son msica; mezcladas y confusas, ciao por ejemplo, esa
nes, el mismo hotel Accademia de otro viaje pasajeramente porque l siempre haba si- estbamos bien, podamos mirarnos. En al- manera de saludar o despedirse indistinta-
mo, la seguridad de la calma y del buen do leal conmigo y tampoco ahora callaba su gn momento yo debera hablar, por eso mente, o botn, pipa, rechazo, cine soviti-

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no lo aceptaba, bruscamente se ergua y se
apretaba a m para besarme en el cuello y
en el pelo, no importa que sea as Mireille,
no s si es verdad hasta ese punto o sola-
mente un filo de navaja, un caminar por un
techo a dos aguas, quiz quieres librarme
de mi propia culpa, de haberte tenido entre
los brazos y solamente la nada, el imposible
encuentro. Cmo decirle que no, que acaso
s, cmo explicarle y explicarme mi rechazo
ms profundo fingindose tan slo timidez
y espera, algo como un cuerpo de virgen
contrado por los pavores de tanto atavismo
(no te ras, pantera de musgo, qu otra cosa
puedo hacer que alinear estas palabras), y
decirle a la vez que mi rechazo no tena
remedio, que jams su deseo se abrira paso
en algo que le era ajeno, que solamente
pudo haber sido tuyo o de otra, tuyo o de
cualquiera que hubiese venido a m con un
abrazo de perfecta simetra, de senos contra
senos, de hundido sexo contra hundido
sexo, de dedos buscando en un espejo, de
bocas repitiendo una doble alternada suc-
cin interminable.
Pero son tan estpidos, Lamia, ahora s
puedes estallar en la carcajada que te que-
ma la garganta, qu se puede esperar o ha-
cer frente a alguien que retrocede sin retro-
ceder, que acata la imposibilidad a la vez

Yo me dejaba resbalar en
la cama y me aferraba al
ltimo resto de silencio
que l destrua con
su apagado soliloquio

Qu te puedo decir? Que


s, acaso, que acaso en ese
momento lo esper, que l
estaba all para eso, para
que yo lo esperara

que se rebela intilmente. Ya s, a eso le


ests llamando esperanza, si estuvieras con-
migo me miraras irnica, preguntaras en-
tre dos bocanadas de Chesterfield si a pesar
de todo yo esperaba de m algo como una
mutacin, lo que l haba llamado caminar
sobre un techo a dos aguas y entonces resba-
lar por un momento a su lado; si a pesar de
tantos aos de solitaria confirmacin toda-
va esperaba un margen suficiente como pa-
ra darme y dar una breve felicidad de llama-
Foto: Susan Meiselas/Magnum rada. Qu te puedo decir? Que s, acaso,
que acaso en ese momento lo esper, que l
estaba all para eso, para que yo lo esperara,
co, ltima copa de whisky, insomnio, pala- tras pasebamos y saba adnde debamos quien me escuchaba con los ojos cerrados, pero que para esperarlo tena que pasar
bras que me lo dicen todo pero que es preci- ir para que yo eligiera la pipa que iba a acaso un poco plido aunque siempre la otra cosa, un rechazo total de la amistad y la
so alisar, conectar con otras para que com- regalarme, el paquete de horrible tabaco palidez me pareciera un simple recurso de cortesa y Verona by night y el puente Risor-
prendas, para que el discurso se tienda en la que no era ms que una de mis aberracio- escritores romnticos. gimento, que su mano saltara de mi rodilla
pgina como las cosas se tendieron en el nes, sentir que era tan feliz dicindomelo, De l no esperaba ms que una admi- a mis senos, se hundiera entre mis muslos,
tiempo de esos das. Botn por ejemplo, jugando conmigo a que yo me conmoviera sin y acaso, despus, que me dijera que me arrancara a tirones la ropa, y en cambio
llev una camisa de Javier a mi cuarto para y aceptara su regalo y entre los dos sopesra- estaba bien, que no haba nada que decir y l era el perfecto emblema del respeto, su
coserle un botn, o pipa, ves, al otro da mos largamente las pipas hasta encontrar la nada que hacer frente a eso. Rete triunfal- deseo se meca en humo y palabras, en esa
despus de vagar por el mercado de la Piaz- justa medida y el justo color. Volvimos a mente, dale a tu perversa sapiencia el cauce mirada de perro bueno, de mansa desespe-
za delle Erbe pas que l me mir con esa instalarnos en su cuarto, los pequeos ritua- que te pide ahora. Porque no fue as, por rada esperanza, y solamente pedirme que
cara lisa y nueva con que me miraba como les se repitieron acompasadamente, fuma- supuesto, solamente su mano otra vez apre- fuera ms all, pedrmelo como el caballero
deben mirar los boxeadores en el primer mos mirndonos con aire apreciativo, cada tando mi rodilla como una aceptacin dolo- que era, rogarme que diera el salto tras del
round, convencido acaso de que todo esta- cual su tabaco pero un mismo humo llenan- rosa, pero despus empezaron las palabras cual poda nacer al fin la alegra, que en ese
ba bien as y que todo seguira sin cambios do poco a poco el aire mientras l callaba y mientras yo me dejaba resbalar en la cama mismo instante me desnudara y me diera,
en esa nueva manera de mirarnos y de an- su mano vena un segundo hasta mi rodilla y me aferraba al ltimo resto de silencio que ah en esa cama y en ese instante, que fuera
dar juntos, y despus tuvo una gran sonrisa y entonces s, entonces era la hora de decir- l destrua con su apagado soliloquio. Ya en suya porque solamente as sabramos lo
misteriosa y me dijo que ya estaba entera- le lo que l ya saba, torpemente pero al fin Ginebra, en el otro contexto, lo haba odo que iba a venir, la orilla opuesta del verdade-
do, que me haba visto buscar en mi bolso decrselo, poner en palabras y pausas eso abogar por una causa perdida, pedirme que ro encuentro. Y no, Lamia, entonces no, si
cuando charlbamos en su cuarto, mi gesto que l tena que saber de alguna manera fuera suya porque despus, porque nada en ese segundo yo no era capaz de saber lo
un poco desolado al descubrir que me ha- aunque creyera no haberlo sabido nunca. poda estar dicho ni ser cierto antes, porque que sucedera si sus manos y su boca caye-
ba dejado la pipa en Ginebra, mi placer de Cllate, Lamia, cllate esa palabra de burla la verdad empezara del otro lado, al trmi- ran sobre m como el violador sobre su pre-
las tardes junto al fuego en la cabaa cuan- que siento venir a tu boca como una burbu- no del viaje de los cuerpos, de su lenguaje sa, en cambio yo misma no hara el primer
do escuchbamos Brahms, mi cmica enter- ja cida, no me dejes estar tan sola en esa diferente. Ahora era otra cosa, ahora l sa- gesto de la entrega, mi mano no bajara al
necedora hermosa semejanza con George hora en que baj la cabeza y l comprendi ba (pero lo haba sabido antes sin de veras cierre de mis pantalones, al broche del cor-
Sand, mi gusto por el tabaco holands que y puso en el suelo la pequea lmpara para saberlo, su cuerpo lo haba sabido contra el pio. Mi negativa fue escuchada desde un
l detestaba, fumador de mezclas escoce- que slo el fuego de nuestras pipas ardiera mo y sa era mi falta, mi mentira por omi- silencio donde todo pareca hundirse, la luz
sas, y no poda ser, era absolutamente nece- alternativamente mientras yo no te nombra- sin, mi dejarlo llegar dos veces desnudo a y las caras y el tiempo, me acarici apenas
sario que esa tarde encendiramos al mis- ba pero todo estaba nombrndote, mi pipa, mi desnuda entrega para que todo se resol- la mejilla y baj la cabeza, dijo que com-
mo tiempo nuestras pipas en su cuarto o en mi voz como quemada por la pena, la sim- viera en fro y vergenza de amanecer entre prenda, que una vez ms era su culpa, su
el mo, y ya haba mirado las vitrinas mien- ple horrible definicin de lo que soy frente a sbanas intiles), ahora l lo saba por m y Pasa a la pgina siguiente

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EN PORTADA / El relato

Viene de la pgina anterior estilos, un autobs que nos llev a un pue- da despus de pipas y paseos y esa tarde en esos montajes en que todo bascula sin ra-
inevitable manera de echarlo todo a perder, blo cercano donde nos perdimos. Era ya el que nos perdimos en un pueblo cercano y zn aparente, tijeras manejadas por monos
otro coac, acaso, irse a la calle como una cuarto da, despus de un viaje hasta Vicen- hubo que andar dos horas por senderos en- mentales y de golpe estbamos en Verona,
manera de olvido o de recomienzo Verona, za para visitar el teatro olmpico del Palla- tre bosques buscando un restaurante y una en el presente y en San Zeno pero era una
de recomienzo pacto. Le tuve tanta lstima, dio, all busqu un bolso de mano y Javier parada de mnibus. Los calcetines eran es- iglesia a la espaola, un vasto pastiche con
Lamia, nunca lo haba deseado menos y por me ayud y finalmente lo eligi por m tra- plendidos, elegidos por m para que Javier enormes esculturas grotescas en los porta-
eso poda tenerle lstima y estar de su lado tndome de Hamlet de barraca de feria, y no reincidiera en sus tendencias abigarra- les que franquebamos para recorrer las na-
y mirarme desde sus ojos y odiarme y com- yo le dije que nunca haba podido decidir- das que le quedaban tan mal, y el paraguas ves, y sin transicin estbamos otra vez en
padecerlo, vmonos a la calle, Javier, apro- me en seguida y l me mir apenas, habl- sirvi para protegernos de la llovizna rural y una cama pero ahora en la misma iglesia,
vechemos la ltima luz, admiremos el im- bamos de compras pero l me mir y no anduvimos bajo el fro del atardecer oliendo detrs de un gigantesco altar o acaso en una
probable balcn de Julieta, hablemos de dijo nada, eligi por m, prcticamente orde- a gamuza mojada y a cigarrillos, amigos en sacrista. Tendidos en diagonal, sin zapatos,
Shakespeare, tenemos tantas cosas para ha- nando a la vendedora que empaquetara el Verona hasta esa noche en que l tomara Mireille con un abandono satisfecho que
blar a falta de msica, cambiemos Brahms bolso sin darme ms tiempo a dudar, y yo le su tren a las once y yo me quedara en el nada tena que ver conmigo. Y entonces mu-
por un campari en los cafecitos del centro o dije que me estaba violando, se lo dije as, hotel hasta la maana siguiente. La vspera jeres embozadas se asomaban por una puer-
vayamos a comprar tu paraguas, tus calceti- Lamia, sin pensarlo se lo dije y l volvi a Javier haba soado conmigo pero no me ta estrecha y nos miraban sin hablar, se mi-
nes, es tan divertido comprar calcetines en mirarme y comprend y hubiera querido haba dicho nada, slo supe de su sueo raban entre ellas como si no lo creyeran, y
Verona. que olvidara, era tan intil y tan de tu lado dos meses despus cuando me escribi a en ese segundo yo comprenda el sacrilegio
Ya ves, ya ves, son tan estpidos, Lamia, decirle una cosa as, le di las gracias por Ginebra y me lo dijo, cuando me envi esa de estar all en una cama, hubiera querido
pasan como topos al lado de la luz. Ahora haberme sacado de esa tienda donde ola ltima carta que no le contest como tam- decrselo a Mireille y cuando iba a hacerlo le
que recuerdo, que reconstruyo nuestro di- podridamente a cuero, al otro da fuimos a poco t me contestars sta, dentro de la vea de lleno la cara, me daba cuenta de que
logo con esa precisin que me ha dado el Mantua para ver los Giulio Romano del Pala- justa necesaria simetra que parece ser el no solamente lo saba sino que era ella
infierno bajo forma de memoria, s que l cdigo del infierno. Gentil como siempre, quien haba orquestado el sacrilegio, su ma-
dej pasar todo lo importante, que el pobre quiero decir estpido como siempre, no me nera de mirarme y de sonrer eran la prueba
estaba tan desarmado tan deshecho tan de- habl del sueo del ltimo da aunque de- de que lo haba hecho deliberadamente,
solado que no se le ocurri lo nico que le ba carcomerle el estmago, un sordo can- que asista con un gozo innominable al des-
quedaba por hacer, ponerme cara a cara grejo mordindolo mientras comamos las cubrimiento de las mujeres, a la alarma que
contra m misma, obligarme a ese escruti- delicias del ltimo almuerzo en la trattora ya deban haber dado. Slo quedaba el fro
nio que en otros planos hacemos diariamen- preferida. Creo que nada hubiera cambiado horror de la pesadilla, tocar fondo y medir
te ante nuestro espejo, arrancarme las ms- si ese da Javier me hubiese hablado del la traicin, la trampa ltima. Casi innecesa-
caras de lo convencional (eso que siempre sueo, aunque acaso s, acaso yo habra ter- rio que las mujeres hicieran seas de com-
me reprochaste, Lamia), del miedo a m mis- minado por darle mi cuerpo reseco como plicidad a Mireille, que ella riera y se levanta-
ma y a lo que puede venir, la aceptacin de una limosna o un rescate, solamente para ra de la cama, caminara sin zapatos hasta
los valores de mam y pap (ah, por lo que no se fuera con la boca amarga de pesa- reunirse con ellas y perderse tras la puerta.
menos sabes que ellos y el catecismo te dic- dilla, con la sonrisa fija del que tiene que El resto como siempre era torpeza y ridcu-
tan las conductas, otra vez t, por supues- mostrarse corts hasta la ltima hora y no lo, yo tratando de encontrar y ponerme los
to), y as sin lstima como la forma ms manchar el pacto de Verona con otra intil zapatos, creo que tambin el saco, un ener-
extrema y ms hermosa de la lstima irme tentativa. Ah Lamia, anoche rele estas pgi- gmeno vociferando (el intendente o algo
llevando al grito y al llanto, desnudarme de nas porque te escribo fragmentariamente, as), gritndome que yo haba sido invitado
otra manera que quitndome la ropa, invi- pasan das y nubes en la cabaa mientras te a la ciudad pero que despus de eso era
tndome al salto, a la implosin y al vrtigo, voy escribiendo este diario de improbable mejor que no fuera a la fiesta del club por-
quitndome la mscara Mireille mujer para lectura, y entonces soy yo quien las relee y que sera mal recibido. En el instante de
que l y yo viramos al fin la verdadera cara eso significa verme de otra manera, enfren- despertarme se daban al mismo tiempo la
de la mujer Mireille, y decidir entonces pero tar un espejo que me muestra fra y decidi- necesidad rabiosa de defenderme y lo otro,
no ya desde las reglas del juego, decirle vete Firma de Cortzar. da frente a una torpe esperanza imposible. lo nico importante, el indecible sentimien-
de aqu ahora mismo o sentir que tenamos Nunca lo traicion, Lamia, nunca le di una to de la traicin tras de lo cual no quedaba
tantos das por delante para hundirnos el mscara a besar, pero ahora s que su sue- ms que ese grito de bestia herida que me
uno en el otro, bebernos y acariciarnos, los o de alguna manera contena Ginebra, el sac del sueo.
sexos y las bocas y cada poro y cada juego y no haber sido capaz de decirle la verdad Tal vez hago mal en contarte esto que
cada espasmo y cada sueo ovillado y mur- Escuch todava su voz, cuando su deseo era ms fuerte que su ins- conoc mucho despus, Lamia, pero tal vez
murante, ese otro lado al que l no era ca- tinto (words, words, words?), cuando le ced era necesario, otra carta de la baraja, no s.
paz de lanzarme. Qu hubiramos perdido,
solamente mi nombre dos veces mi cuerpo para nada, para orlo El ltimo da de Verona empez apacible-
qu hubiramos ganado? La ruleta de la ca- como quien echa llorar con la cara hundida en mi pelo. No mente con un largo paseo y un almuerzo
ma, ah donde yo segua sentada todava, el era traicin, te digo, simplemente imposibi- lleno de caprichos y de bromas, vino la tarde
rojo o el negro, el amor de frente y de espal- una botella al mar. lidad de hablarle en ese terreno y tambin y nos instalamos en el cuarto de Javier para
das, la ruta de los dedos y las lenguas, los la vaga esperanza de que acaso encontrara- las ltimas pipas y una renovada discusin
olores de mareas y de pelo sudado, los inter- Me volv y le dije ciao mos un contento, una armona, que tal vez sobre Marguerite Yourcenar, creme que yo
minables lenguajes de la piel. Todo lo que ms tarde empezara otra manera de vivir, estaba contenta, finalmente ramos amigos
enumero sin verdaderamente conocerlo, La- sin mutaciones espectaculares, sin conver- y el pacto se cumpla, hablamos de Ingmar
mia, todo lo que t no quisiste nunca darme sin aconsejable, simplemente yo podra de- Bergman y ah s, creo, me dej llevar por lo
y que yo no supe buscar en otras, barrida y
destrozada por las lejanas inepcias de la ju-
Nadie ha vuelto a cirle entonces la verdad y confiar en que
comprendiera, que me quisiera as, que me
que t hubieras apreciado infinitamente y
en algn momento (es curioso cmo se me
ventud, la estpida iniciacin forzada en un llamar, tampoco t, aceptara en un futuro donde quiz habra ha quedado en la memoria aunque Javier
verano provincial, la reiterada decepcin Brahms y viajes y hasta placer, por qu no disimul limpiamente algo que deba llegar-
frente a esa llaga incurable en la memoria, el solamente me llaman para tambin placer. Ves, su impotente descon- le como una bofetada en plena cara) dije lo
temor de ceder al deseo descubierto una cierto, su doble fiasco habra de asomar en que pensaba de un actor norteamericano
tarde en una galera de Lausanne, la parli-
nada, hay tantos amigos en el sueo de Verona ahora que saba mi inter- con el que habra de acostarse Liv Ullmann
sis de toda voluntad cuando slo se poda
hacer una cosa, asentir a la pulsin que me
Ginebra minable intil esperanza de ti, de mi antago-
nista semejante, de mi doble cara a cara y
en no s cul de las pelculas de Bergman, y
se me escap y lo dije, s que hice un gesto
golpeaba con su ola verde frente a esa chica boca a boca, del amor que acaso ests dn- de asco y lo trat de bestia velluda, dije las
que beba su t en la terraza, ir a ella y dole a tu presa del momento all donde te palabras que describan al macho frente a la
mirarla, ir a ella y ponerle la mano en el hayan llegado estos papeles. rubia transparencia de Liv Ullmann y cmo,
hombro y decirle como t lo haces, Lamia, cio del T, un almuerzo y otros campari, las Quieres or el sueo? Te lo dir con sus cmo, dime cmo, Lamia, cmo poda ella
decirle simplemente: te deseo, ven. cenas de vuelta en Verona, las buenas no- palabras, no las copio de su carta sino de mi dejarse montar por ese fauno untado de pe-
Pero no, son estpidos, Lamia, en esa ches cansadas y soolientas en el pasillo memoria donde giran como una mosca in- los, dime cmo era posible soportarlo, y Ja-
hora en que pudo abrirme como una caja donde l me acompaaba hasta la puerta soportable y vuelven y vuelven. Es l quien vier escuch y un cigarrillo, s, el recuento
donde esperan flores, como la botella don- de mi cuarto y all me besaba livianamente lo cuenta: Estbamos en una cama, tendi- de otras pelculas de Bergman, La vergen-
de duerme el vino, una vez ms se retrajo y me daba las gracias, se volva a su cuarto dos sobre un cobertor y vestidos, era eviden- za, claro, y sobre todo El sptimo sello, la
sumiso y corts, comprendiendo (compren- casi pared por medio, insomnio por medio, te que no habamos hecho el amor, pero a vuelta al dilogo ya sin pelos, el escollo mal
diendo lo que no bastaba comprender, La- vaya a saber qu consuelos bastardos entre m me desconcertaba el tono trivial de Mi- salvado, yo ira a descansar un rato a mi
mia, lo que haba que forzar con una espln- dos cigarrillos y la resaca del coac. reille, sus casi frvolas referencias al largo pieza y nos encontraramos para la ltima
dida marea de injurias y de besos, no hablo Nada haba sucedido que me diera el silencio que haba habido entre nosotros cena (ya est escrito, ya te habrs sonredo,
de seduccin sexual, no hablo de caricias derecho de volverme antes a Ginebra, aun- durante meses. En algn momento le pre- dejmoslo as) antes de que l se fuera a la
erticas, lo sabes de sobra), comprendien- que nada tena ya sentido puesto que el gunt si no haba ledo mi carta enviada estacin para su tren de las once.
do y quedndose en la comprensin, perro pacto era como un barco haciendo agua, desde Londres mucho despus del ltimo Aqu hay un hueco, Lamia, no s exacta-
mojado, topo inane que slo sera capaz de una doble comedia lastimosamente amable encuentro, del ltimo desencuentro en Gi- mente de qu hablbamos, haba anocheci-
escribir de nuevo alguna vez lo que no ha- en la que de veras nos reamos, estbamos nebra. Su respuesta era ya la pesadilla: no, do y las lmparas jugaban con los halos del
ba sabido vivir, como ya lo haba hecho contentos por momentos y por momentos no la haba ledo (y no le importaba, eviden- humo. Slo recuerdo gestos y movimien-
despus de Ginebra para tu especial delecta- lejanamente juntos, tomados del brazo en temente); desde luego la carta haba llegado tos, s que estbamos un poco distantes
cin de hembra de hembras, t la plena- las callejas y los puentes. Tambin l deba porque en la oficina le haban dicho que como siempre antes de una despedida, s
mente seora de ti misma mirndonos y desear el regreso a Londres porque el balan- pasara a recogerla, una carta certificada en tambin que no habamos hablado de un
rindote, imposible amor mo triunfando ce estaba hecho y no nos dejaba el menor un sobre alargado, pero ella no haba baja- nuevo encuentro, que eso esperaba el lti-
una vez ms sin saberlo en una pieza de un pretexto para un encuentro en otra Verona do a buscarla, probablemente estaba toda- mo momento si es que realmente espera-
hotel de Verona, ciudad de Italia. del futuro, aunque tal vez hablaramos de va all. Y mientras me lo deca con una ba. Entonces Javier me vio levantarme para
As escrito parece difcil, improbable, pe- eso ahora que ramos buenos amigos como tranquila indiferencia, la delicia de haber- volver a mi cuarto y vino hacia m, me
ro despus lo pasamos bien aquella tarde, ves, Lamia, tal vez fuera Amsterdam dentro me encontrado otra vez con ella, de estar abraz mientras hunda la cara en mi hom-
ramos eso, ves, y por la noche hubo el de cinco meses o Barcelona en primavera tendido a su lado sobre ese cobertor mora- bro y me besaba en el pelo, en el cuello, me
descubrimiento de una trattora en una ca- con todos los Gaud y los Joan Mir para ir a do o rojo empezaba a mezclarse con el des- apretaba duramente y era un murmullo de
lleja, la gente amable y riente a la hora de la ver juntos. No lo hicimos, ninguno de los concierto frente a su manera de hablarme, splica, las palabras y los besos una sola
difcil eleccin entre lasagne y tortellini; pue- dos adelant la menor alusin al futuro, nos su displicente reconocimiento de una carta splica, no poda evitarlo, no poda no
do decirte que tambin hubo un concierto mantenamos cortsmente en ese presente no buscada, no leda. amarme, no poda dejarme ir de nuevo as.
de arias de pera donde discutimos voces y de pizza y vinos y palacios, lleg el ltimo Un sueo al fin, los cortes arbitrarios de Era ms fuerte que l, por segunda vez rom-

8 EL PAS BABELIA 03.11.07


pa el pacto y lo destrua todo si ese todo
significaba todava algo, no poda aceptar
que lo rechazara como lo estaba rechazan-
do, sin decirle nada pero helndome bajo
sus manos, helndome Liv Ullmann, sin-
tindolo temblar como tiemblan los perros
mojados, los hombres cuando sus caricias
se pudren sobre una piel que los ignora.
No le tuve lstima como se la tengo ahora
mientras te escribo, pobre Javier, pobre pe-
rro mojado, pudimos haber sido amigos,
pudimos Amsterdam o Barcelona o una
vez ms los quintetos de Brahms en la caba-
a, y tenas que estropearlo de nuevo entre
balbuceos de una ya innoble esperanza,
dejndome tu saliva en el pelo, la marca de
tus dedos en la espalda.
Me olvido casi de que te estoy escribien-
do a ti, Lamia, sigo viendo su cara aunque
no quera mirarlo, pero cuando abr mi
puerta vi que no me haba seguido esos
pocos pasos, que estaba inmvil en el mar-
co de su puerta, pobre estatua de s mismo,
espectador del castillo de naipes cayendo
en una lluvia de polillas.
Ya s lo que quisieras preguntarme, qu
hice cuando me qued sola. Me fui al cine,
querida, despus de una muy necesaria du-
cha me fui al cine a falta de mejor cosa y
pas delante de la puerta de Javier y baj las
escaleras y me fui al cine para ver una pel-
cula sovitica, se fue mi ltimo paseo den-
tro del pacto de Verona, una pelcula con
cazadores en la zona boreal, herosmo y ab-
negacin y por suerte nada pero absoluta-
mente nada de amor, Lamia, dos horas de
paisajes hermosos y tundras heladas y gen-
te llena de excelentes sentimientos. Volv al
hotel a las ocho de la noche, no tena ham-
bre, no tena nada, encontr bajo mi puerta
una nota de Javier, imposible irse as, estaba
en el bar esperando la hora del tren, te juro
que no te dir una sola palabra que pueda
molestarte pero ven, Mireille, no puedo ir-
me as. Y baj, claro, y no era un bello espec-
tculo con su valija al lado de la mesa y un
segundo o tercer whisky en la mano, me
acerc un silln y estaba muy sereno y me
sonrea y quiso saber qu haba hecho y yo
le cont de la pelcula sovitica, l la haba
visto en Londres, buen tema para un cuarto
de hora de cultura esttica y poltica, de un
par de cigarrillos y otro trago. Le conced
todo el tiempo necesario pero an le queda-
ba ms de una hora antes de irse a la esta-
cin, le dije que estaba cansada y que me
iba a dormir. No hablamos de otro encuen-
tro, no hablamos de nada que hoy pueda
recordar, se levant para abrazarme y nos
besamos en la mejilla, me dej ir sola hacia
la escalera pero escuch todava su voz, sola-
mente mi nombre como quien echa una
botella al mar. Me volv y le dije ciao.
Dos meses despus lleg su carta que no
contest, curioso pensar ahora que en su
sueo de Verona haba una carta que yo ni
siquiera haba ledo. Da lo mismo al fin y al
cabo, claro que la le y que me doli, era
otra vez la tentativa intil, el largo aullido
del perro contra la luna, contestarla hubiera
abierto otro interregno, otra Verona y otro
ciao. Sabes, una noche son el telfono en
la cabaa, a la hora en que l en otro tiempo
me llamaba desde Londres. Por el sonido
supe que era una llamada de larga distan-
cia, dije el hola ritual, lo repet, t sabes lo
que se siente cuando alguien escucha y ca-
lla del otro lado, es como una respiracin
presente, un contacto fsico, pero no s, aca-
so uno se oye respirar a s misma, del otro
lado cortaron, nadie volvi a llamar. Nadie
ha vuelto a llamar, tampoco t, solamente
me llaman para nada, hay tantos amigos en
Ginebra, tantas razones idiotas para llamar
por telfono.
Y si en definitiva fuera Javier quien escri-
be esta carta, Lamia? Por juego, por rescate,
por un ltimo msero patetismo, previendo
que no la leers, que nada tienes que ver
con ella, que la medalla te es ajena, apenas
una razn de irnica sonrisa. Quin podr
decirlo, Lamia? Ni t ni yo, y l tampoco lo
dir, tampoco l. Hay como un triple ciao
en todo esto, cada cual volver a sus juegos
privados, l con Eileen en la fra costumbre
londinense, t con tu presa del da y yo que
escucho a Brahms cerca de un fuego que no
reemplaza nada, que es solamente un fue-
go, la ceniza que avanza, que veo ya como
nieve entre las brasas, en el anochecer de
Julio Cortzar ojeando libros en una calle de Pars en 1969. Foto: Pierre Boulat/Getty Images mi cabaa sola.

EL PAS BABELIA 03.11.07 9

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