Contra el Imperio del Bien

Philippe Muray y la demolicin del progresismo (y II)

Tal como habamos anunciado, proseguimos hoy la publicacin de la segunda y ltima

parte del artculo que nuestro colaborador Rodrigo Agull ha dedicado a presentar al
pblico espaol la obra del escritor francs Philippe Muray.

Rodrigo Agull

Cuando los castradores pasan por liberadores

Las sociedades post-histricas se caracterizan por un odio rayano en lo patolgico por
el Patriarcado como configuracin arquetpica de los tiempos histricos, que se
identifica adems con el orden arcaico de diferenciacin entre los sexos. Una
diferenciacin que se ve asimilada a los vestigios de la soberana masculina y del antiguo
rgimen machista. La supresin de todo principio de contradiccin exige eliminar ese
antagonismo bsico, esa vieja distincin sexual que era demasiado ofensiva, demasiado
constatable, demasiado cargada de sentido. Homo Festivus cultiva un ideal unisex. Y en
los tiempos hiperfestivos la figura del Paterfamilias no tiene otra asignacin que la de
convertirse en residuo naftalinoso o clown irrisorio, abocado a su reeducacin por las
Madres y por los Nios dos figuras dominantes en el orden simblico de los tiempos
post-histricos.
Las formas hegemnicas de produccin de lo social concurren a realizar un ideal
andrgino conforme a la idea de que todo sujeto porta en s una bisexualidad variable,
y de que en cualquier caso el ser hombre o mujer son roles socialmente inducidos,
susceptibles de ser re-fijados en cualquier estadio de la vida. La invencin
estadounidense de la ideologa de gnero acude al rescate para decir que la vieja
humanidad estaba equivocada al creer que sus miembros podan definirse en funcin del
sexo. Lo que procede es definirse en funcin del gnero, masculino o femenino a gusto
del consumidor. Basta ya de ese insoportable escndalo de naturaleza que consiste en no
poder elegir el sexo! Los transexuales son portadores de un mensaje de esperanza para la
humanidad. La liquidacin de los viejos roles sexuales no puede reducirse al mbito de lo
social maternalizacin de los padres, virilizacin de las mujeres, sino que debe
extenderse al plano psicosomtico: la nueva moral impele a los hombres a dejar hablar
al lado femenino, el mercado les anima a repulir su aspecto, y el sacrosanto principio de
transparencia les exhorta a reconocer la bisexualidad latente cuando no a salir del
armario. La bisexualidad psquica infantil ser cuidada como delicada planta por una
pedagoga que se apresurar a erradicar cualquier brote considerado homfobo, y los
juguetes considerados sexistas sern prohibidos. Tal vez, al cabo de una o varias
generaciones, se habr conseguido olvidar de una vez por todas la antigua y maldita
divisin de sexos.
Esta abolicin de la distincin sexual en realidad una des-sexualizacin en toda regla
se acompaa de dos fenmenos a los que Muray reserva sus crticas ms acerbas: la
feminizacin y la infantilizacin del cuerpo social. El nio es el Rey de los tiempos post-
histricos. Desde el momento en que el pasado se condena en su conjunto, la ventaja del
adulto sobre el nio desaparece, y es el nio, la inocencia, el que pasa al primer plano. En
la publicidad y en el cine es el nio el que siempre sabe lo que hay que hacer, el adulto
sobre todo el padre aparece como un imbcil inadaptado al que slo se tolera si se
pliega a las reglas de los nios que evolucionan bajo el ojo tierno de las mams-todo
amor.[1] Toda la post-historia es una regresin a la infancia, y Homo Festivus es un nio
consentido al que hay que organizar distracciones para que no se aburra. Los nios viven
en un eterno presente, son los mejores consumidores y tienen todos los derechos. La
maternidad-mundo seala Muray se encarga de convencernos de que somos nios
irresponsables rodeados de programas higienistas, caritativos, humanitarios, protectores,
y de que no tenemos otra cosa que hacer que flotar como fetos andrginos en la msica
del hiperfestivismo como en el bao matricial de los orgenes.
Lo ms curioso es que, para algunos cerebros hibernados en la mitologa sesentayochista,
esta des-sexualizacin inducida todava se considera una sublevacin heroica, una batalla
a muerte contra el puritanismo y la reaccin. Cuando se trata precisamente de lo
contrario: de la destruccin de la antigua libido considerada como negativa,
jerarquizante y conflictiva y de su sustitucin por un sistema de asepsia absoluta.
Llegamos al mundo del Progenitor A, Progenitor B, al mundo donde para evitar
traumas se reclama la supresin de la mencin sexo de los papeles de identidad, a un
mundo en que el auto-engendramiento y la clonacin son perspectivas reales. Y en el que
el sexo entendido como actividad higinica y cuasi-deportiva marca el fin del erotismo.
El sexo es omnipresente, pero los sexos desaparecen. Un solo sexo, el mismo para todos.
El sexo como consumo, el placer como obligacin. No ocultar nada, mostrarlo todo. Es el
reino de la Transparencia total, el fin de la porosidad de la vida. Qu queda del antiguo
libertinaje de aquella parte maldita hecha de claroscuros y de penumbras? El Imperio
del Bien alcanza cotas que ni el viejo puritanismo religioso lleg a soar. [2]
El escritor Philippe Muray es un sujeto histrico extraviado en la post-historia, es un
sujeto sexual que describe la desaparicin de la sexualidad. Y esa descripcin es una
llamada implcita a recuperar ese punto fundamental del equilibrio humano: la relacin
humana franca, y tradicional porque histrica, es decir real, entre el hombre y la mujer
sabiendo que la mujer desea al hombre que desea a la mujer que a su vez desea al hombre
como un hombre, y no como una mujer.[3] Restaurar la sexualidad sera una forma de
reconquistar lo real, de restaurar la Historia.
El progresismo y sus cipayos
Muray est muy lejos de ser un polemista. No aspira a emprender un dilogo, a
intercambiar ideas, a debatir. Mucho menos a convencer. Para l la actividad literaria es
slo un medio de restaurar su distancia frente al mundo moderno. Porque la catstrofe no
tiene remedio, la liquidacin de la vieja humanidad y las viejas condiciones de vida es
irreversible. Y si hay un enfrentamiento, no es entre conservadores y progresistas, sino
entre las diversas facciones que, dentro de la modernidad, mantienen la ficcin de que la
Historia contina. Moderno contra Moderno, esa es la realidad. Su tarea herclea
consiste en elaborar una recensin minuciosa a travs de la stira, la literatura y la
sociologa de los dogmas y aberraciones de un mundo que pretende extirpar toda
negatividad e instaurar una visin arcanglica de lo real. Entresacamos algunos retratos
de los diferentes rostros de Homo Festivus.
0 El rebelde
Para Muray es muy fcil reconocer a un rebelde: es el que siempre dice s! a todo lo
que, de un modo u otro, se le propone como nuevo. Eso es lo poco que Homo Festivus
ha retenido del marxismo: la creencia enternecedora en que lo nuevo es invencible, que
el futuro es para l y que el viento de la Historia sopla en sus velas.
En los tiempos hiperfestivos la transgresin, lo subversivo y lo polticamente incorrecto
estn en el puente de mando. Y as se impone la Cultura como consenso anticonsensual,
la transgresin como rutina artstica, la subversin como subvencin y la provocacin
como paquete-regalo en todas las buenas causas mediticas que son presentadas como
conquistas radiantes, pero tambin peligrosas, del espritu.[4] La transgresin como
nuevo academicismo aspira a mantener la ilusin de ruptura, de continuidad de los
tiempos histricos: la ficcin de lo negativo se manifiesta por un elogio continuo de todo
lo que antes se manifestaba como negatividad, como combate contra el Orden moral.
Pero desde el momento que todo el mundo se pretende subversivo, ya no hay subversin.
Si todo el mundo se aparta de la norma, esa norma es puramente ilusoria. La ruptura
reemplaza a la norma, y el conformismo toma la mscara de la subversin[5].
Para Muray el fin del mundo consiste en el fin de la dialctica real y en su sustitucin por
parodias ms o menos conseguidas. Los rebelcratas son los grandes figurantes de esa
parodia. Pero es una parodia en la que ya nadie cree. En un mundo sin alteridad, sin
enfrentamientos, sin posibilidades mltiples, es decir, sin negatividad, las palabras
subversivo, transgresor, iconoclasta o provocador son vocablos que han conservado tanto
poder de mordiente como las encas podridas de un nonagenario.[JRP2]
1 El artista
Ejemplo ms ntido de la subversin de cartn piedra, el artista reclama no slo el
derecho a la transgresin sin sancin, sino a la institucionalizacin de la transgresin y
slo un espritu de los de antes podra ver la contradiccin que ello implica. La Cultura
es uno de esos sustantivos que sobreviven a la transformacin de su contenido. Lo que
hoy se llama cultura es uno de los agentes ms eficaces del Bien radical. Y los
artistas alegremente asimilados a los intelectuales son los mejor situados para
diseminar el imaginario del Bien entre el cuerpo social. Como seala el filsofo Jean
Claude Micha, el reciclaje de la mitologa romntica del artista rebelde permite a todos
los artistas oficiales del showbusiness encontrarse en la escena de todos los combates en
los que est en juego la defensa del orden econmico y cultural que asegure su rentable
celebridad[6]. La rebelin es una operacin de blanqueo por la cual el capitalismo se
rehace una virginidad, lo que a su vez permite reconciliar el nivel de vida burgus con el
estilo de vida del artista: el artista se beneficia de las ventajas materiales y morales del
conformista, adems del prestigio del disidente. En su boca, la cultura y el arte slo
sirven para instrumentalizar la historia secular de la conciencia inmaculada de la
izquierda que slo ahora comienza a verse que no es ms que una historia de
tartuferas. El artista es progre por definicin.
Nunca antes los artistas habran pretendido ser los mdicos de la humanidad sufriente,
los lderes, los comprometidos, los solidarios, los liberadores y los redentores del mundo.
Nunca antes se les hubiera ocurrido auto-designarse como conciencia moral perpetua,
poco menos que por derecho divino. Nunca antes habran exigido que los poderes
pblicos les subvencionen su libertad privada, y que esa subvencin tenga que defenderse
con uas y dientes como si fuera una conquista social inalienable. lite autodesignada,
aristocracia ilustrada, su buena conciencia tan astuta como ingenua les mantiene en la
ilusin de creerse la gua y la conciencia del pueblo. Muray tiene un nombre para ellos:
artistcratas.[7]
2 El turista
Alguien dijo que el turismo es la industria que consiste en transportar a gente que estara
mejor en su casa a sitios que estaran mejor sin ellos. Para Muray el turista autntico
Quinto jinete del Apocalipsis de la modernidad es sin duda alguna el rostro ms verdico
de Homo Festivus. Buscad al turista y encontraris la fealdad! El turismo produce en el
espacio lo que la modernidad produce en el tiempo: hacer feo todo lo que fue hermoso,
hacer accesible todo lo que era inaccesible, hacer moderno o tourist-friendly todo lo que
no lo era.[8]
El turista es la criatura moderna y festivista por excelencia, porque es el mejor agente de
aquello que Braudillard denominaba el asesinato de la realidad. Al paso del turista,
todo se convierte en simulacro. Todo lo que no es susceptible de ser visitado
tursticamente, es decir, todo lo que no se pliega de forma beata a la modernidad inocente
e hipersensible, debe ser ms pronto que tarde normalizado, aseado y aseptizado para su
consumo por Homo Festivus. El turista es el gran museificador de la humanidad. Cmo
transformar a los seres parlantes en excursionistas? La gloria de Walt Disney consiste en
haber sido el primero que presinti que la Historia terminaba, y que el globo, explorado
por entero y visitable por cualquiera, estaba a punto de perder sus ltimos atractivos. Ya
no hay planeta. Ya no hay Historia. Ya no hay Tiempo. Slo queda el pasatiempo.[9]
3 El gay
Desde el momento en que la homosexualidad se funda en la valoracin de lo mismo o en
la devaluacin de la diferencia ello debera ya asegurarle un lugar de privilegio dentro
de la mitologa festivcrata. De entrada, se presupone que un homosexual piensa o
debera pensar bien. Pero cuando Muray describe el festivismo gay no trata en modo
alguno de denigrar a la homosexualidad en s una orientacin o preferencia particular
merecedora, a lo ms, de una perfecta indiferencia, sino de preguntarse por qu la
homosexualidad como militancia necesita poco menos que obtener la ovacin admirada
de una humanidad agradecida. Lo que nos lleva a eso que denomina la gaytitud, y que
consiste en asimilar una orientacin sexual particular a una cosmovisin, a una categora
socio-poltica y a una forma de redencin del gnero humano.
Seala Muray que los gays militantes han sido los ms eficaces portavoces en Europa de
la ideologa correctista norteamericana. Es la cruzada por excelencia de los tiempos
hiperfestivos, que conducida con la buena conciencia a prueba de bomba de todas las
vctimas profesionales para conseguir sus objetivos ha utilizado la provocacin, la
exigencia de proteccin, la culpabilizacin, la persecucin, el chantaje y las
reivindicaciones particulares camufladas bajo la retrica de la igualdad y de la libertad.
Segn una lgica binaria quien no est con nosotros est en contra que ha conducido
a una situacin inversa a la de hace dcadas: la homofobia es hoy susceptible de
sancin penal, y homfobo ser todo aquel que presente alguna objecin o que no
muestre una aprobacin genuflexa ante tan buena causa.
As resulta extraordinario verles combatir contra enemigos a los que se oye tan poco,
verles denunciar de forma rutinaria los tabes sobre temas de los que no se cesa de
hablar, verles partir en cruzada contra censuras que nadie ha visto, verles universalmente
aplaudidos por derribar prejuicios sociales que no son ms que lejanos recuerdos, verles
ocupar todo el escenario para denunciar que son rechazados, verles mantener el fuego
sagrado de un combate que encuentra tan pocos opositores.[10] Y por eso la gaytitud se
aferra como a un clavo ardiendo cuando, por ventura, encuentra a un puado de creyentes
en la antigua religin, o a un puado de sostenedores del viejo mundo que quieran
prestarse a jugar el papel de fantoche reaccionario, intolerante y homfobo, y a darle as
un semblante de herosmo a la causa ganada de antemano.
Al gay homofestivo se le debe el impagable invento de la Pride, punto de arranque de la
Fiesta moderna, indisociable del movimiento homosexual. Es al gay a quien Occidente le
debe el icono insuperable de la Fiesta, con los confetis, los pompones, las panderetas y
las mil y una maravillas del festivismo moderno.
4 El progre
Sntesis, quintaesencia o denominador comn de todas las encarnaciones festivcratas, el
progre lo que hoy es tanto como decir la izquierda es el dealer universal de esta
humanidad en secesin de humanidad. En su alucinante conviccin de encarnar la
guerra contra el Mal, la izquierda es hoy el partido meapilas contemporneo. En su
sedicente bsqueda de un maana radiante, a la izquierda le es preciso incriminar
constantemente al mundo, al tiempo que acelera el proceso de festivizacin. Con una fe
ferviente en la idea en el fondo consoladora de la (des)alienacin, la izquierda es
congnitamente incapaz de comprender la post-historia, y es por tanto un factor de
mistificacin, es decir, un lastre para comprender el mundo en el que se vive.[11]
Hay salida?
Philippe Muray, reaccionario? No en el sentido ms habitual del trmino el de alguien
que quiere volver al pasado, porque el escritor francs carece del optimismo de los que
piensan que eso sera posible. El fin de la Historia es como el fin de la virginidad: no hay
vuelta atrs. Pero son los directores de escena de la festivocracia los primeros interesados
en negarlo. Y pretenden que la Historia contina cada vez que cualquier sobresalto les
amarga el desayuno. Pero no son ms que accidentes. En el futuro habr sin duda
conflictos, rupturas y convulsiones los espasmos agonizantes del viejo mundo. Pero es
preciso no engaarse: stos no harn ms que reforzar el proceso, porque, ante el horror
que generan, siempre se preferir la placidez y la sedacin hiperfestivas.
Un ejemplo: es habitual pretender que las manifestaciones histricas violentas
terrorismo, integrismo islmico son prueba irrefutable de la continuidad de los tiempos
histricos. Pero incluso si tales violencias durasen cientos de aos, para Muray no son
ms que pervivencias transitorias que slo tratan de negar una realidad: el deseo profundo
y tal vez inconsciente de todos los pueblos digan lo que digan y hagan lo que hagan de
alinearse con la agona occidental, entendida ya como el nico modelo viable para la
humanidad del futuro. Y la locura sanguinaria de los fanatismos probablemente slo
encubre una cosa: la frustracin de no haber llegado todava a ese estadio. Adems, el
combate entre el terrorista islmico y Homo Festivus es un combate desigual, que slo
puede saldarse con la victoria del segundo. Venceremos [] porque somos los ms
muertos, afirma Homo Festivus por boca de Muray. El ltimo hombre prevalece sobre
el guerrero de la Dhijad. Nadie puede matar a un muerto.[12]
Es tambin habitual sealar a los movimientos altermundialistas y antiglobalizacin
como otros tantos rechazos a la uniformizacin festivcrata. Nada ms lejos de la
realidad. De nada sirve protestar contra la globalizacin a travs de grandes algaradas
festivas si no se empieza por abandonar el ideal anglico de un mundo sin fronteras, que
es precisamente la nueva frontera de la globalizacin, su ilusin lrica especfica. Los que
defienden furiosamente la libre circulacin de capitales y los que defienden con furia la
libre circulacin de personas de los sacrosantos inmigrantes estn del mismo lado.
Todos ellos son partidarios de la des-territorializacin, de un mundo confuso-onrico
donde las antiguas soberanas, producto de la humanizacin, se vean abolidas para
siempre. Los activistas antiglobalizacin estn tan sometidos a la modernidad
matriarcal y planetaria como los Amos transnacionales a los que dicen combatir. Y sus
furibundas guerrillas callejeras no son ms que teatro callejero, una forma como
cualquier otra artstica, luego doblemente culpable de la sumisin.[13]
Otros hablan de un supuesto revival religioso del auge de los integrismos, de nuevas
formas de espiritualidad y quieren ver un retorno de lo sagrado. No hay tal, dice Muray.
No hay ningn retorno de la religin. Ninguna re-espiritualizacin. Lo que s hay es
una puesta en escena de residuos religiosos bajo las formas ms delirantes por el
Espectculo mismo y en beneficio del Espectculo. Se trata de reavivar el ncleo duro
de lo irracional, de retomar una ficcin mstica consistente sin la cual ninguna
comunidad, ningn colectivismo puede aguantar el tirn.[14] Todo cabe ah: las
bufonadas New Age, las extravagancias ocultistas, la moda budista o las Jornadas
catlico-espectaculares en las que la Iglesia trata de adaptarse al lenguaje del da.
Festivpolis encuentra as el suplemento de Trascendencia necesario para poder afirmar
que la perfeccin se encuentra en ella. Show must go on.
Pero es el populismo esa bestia negra favorita de la festivocracia el que aporta el
plus de negatividad necesario. Es ese populismo que asoma cuando en algn referndum
se produce el resultado equivocado, o cuando el pueblo dice mierda! y vota a algn
partido de sulfurosas ideas y de groseros modales. En ese caso se impone una labor de
paciente pedagoga, para que los obtusos que no acaban de enterarse de en qu mundo
viven dejen de fastidiar y no tengan otras ideas y deseos que los que para ellos deciden
las lites transnacionales. El trmino populismo encubre, en este sentido, un profundo
desprecio por el pequeo pueblo por ese conjunto de paletos, xenfobos, cerriles,
sexistas, residuos del pasado. Evidentemente seala Muray quedan todava brotes del
viejo mundo, vestigios aislados aqu y all que an pueden dar algn que otro susto. Pero
se encuentran de tal modo rodeados y de tal modo trabajados por el Imperio del Bien que
es difcil pensar que puedan hacer gran cosa. Y si bien es cierto que entre mucha gente tal
vez perviva algn terror oscuro y profundo sobre la marcha del mundo, ese terror se ve
tambin combatido, en el interior de cada uno, por una tendencia a la sumisin
igualmente oscura y profunda, por el deseo de adaptarse a las nuevas condiciones, por la
sensacin de que no hay eleccin. Muray no alberga esperanza alguna sobre hipotticas
capacidades de resistencia de pueblos que hubiesen permanecido sanos.
Si Muray es reaccionario no lo es en sentido pesimista, sino en un sentido trgico, de
aceptacin de lo real. Tampoco es un nihilista, porque cuenta con slidos asideros. Uno
de ellos es su creencia en el potencial liberador de la literatura. Otro estriba en su
creencia en las virtudes guerreras y estticas de la risa. Hay un tercero, sorprendente por
inesperado: su adhesin confesada a la fe catlica y a la Iglesia de Roma!
Es ste un punto desconcertante, sobre el que los comentadores de Muray no acaban de
ponerse de acuerdo. Lo cierto es que no hay en su obra apologtica alguna. Se ha llegado
a sealar que, ms que un catolicismo ontolgico, de lo que se trata en su caso es de un
uso instrumental del catolicismo: ste le proporcionara un punto de vista exterior sobre
las cosas, al servicio de su visin del mundo. Porque en esa visin, como hemos visto, la
idea de negatividad es esencial. Y el catolicismo es decir, la antimodernidad por
excelencia sera para l un instrumento de la Historia para mantener la contradiccin en
el seno de lo real. De aceptar esta idea, el suyo sera un catolicismo dialctico, un
peculiar catolicismo hegeliano condicionado adems por su ideologa literaria, en la
que el inters por el pecado y por la culpa como presupuestos para la descripcin de los
fallos humanos son elementos destacados.[15] Es Muray en cualquier caso un extrao
tipo de catlico, desprovisto de la esperanza que se les supone a los seguidores de Cristo.
Un Muray sin esperanza? Todo lo ms, tal vez sobre ciertas posibilidades de que la
modernidad se autodestruya. Moderno contra Moderno[16]
Muray Superstar?
Varios aos tras su muerte Muray se ha convertido en referencia intelectual de moda en el
pas vecino. En previsible irona festivcrata, el inconformista Muray ha sido lanzado
como producto al mercado cultural. Sus textos se leen en el teatro y las tiradas de sus
libros se multiplican. Una paradoja que se explica en la medida en que su obra responde a
una demanda latente: la de convertir la edad de vaco en material literario y adems rerse
con ello. Muray ese aguafiestas vocacional transforma el idioma francs en una fiesta,
lo retuerce en juegos de palabras y en neologismos de comicidad nunca vista, y forja un
nuevo vocabulario para describir una poca privada de toda forma, de toda razn y de
toda belleza. La poca de Homo Festivus. Muray es, en ese sentido, muy dependiente de
la lengua francesa. Su eficacia retrica y esttica siempre quedar mermada por muy
buena que sea la traduccin.
Muray es un escritor, no un idelogo o un filsofo. No trabaja sobre las causas de lo que
describe. No busca soluciones o recetas. No es objetivo. No se oculta tras la solidez de
los argumentos como se supone lo hara un intelectual. l es demasiado brillante,
demasiado protagonista. La exageracin la reduccin al absurdo es una de sus armas.
Y con ella retoma la gran tradicin volteriana que ana elegancia formal y ferocidad en la
caricatura, para ridiculizar as los nuevos dogmas, moralismos e hipocresas. Su obra es
una Comedia Humana de los inicios de la post-historia. Una creacin filosfica y
poltica, pero ante todo artstica y literaria.
Y es ah donde los fariseos intentan embalsamarlo. Llegados el reconocimiento y la fama,
es preciso desactivarlo, normalizarlo. Una vieja historia. Ya los sesentayochistas se
aliaron un Nietzsche libertario y juguetn a su medida, y evacuaron su lado incmodo
su aristocratismo, su antidemocratismo. De Philippe Muray se pretende ahora hacer un
antimoderno a la moda, un dandy reaccionario en el fondo encantador; un enfant terrible
ocurrente a quien se toleran los desbarres qu cosas tiene Muray!, un esteta
provocador a colocar en las estanteras de la cultura-espectculo.
Es un intento que traduce una creciente desazn. Porque lo cierto es que, hoy por hoy, la
intelectualidad francesa ms brillante ya no se encuentra donde se supone debera estar
en la militancia bienpensante de la izquierda divina sino en otra historia. El discurso de
Philippe Muray no es un fenmeno aislado. Encuentra sus ecos filosficos y literarios en
autores como Jean Braudillard, Marcel Gauchet, Michel Houellebecq, Alain Filkienkraut,
Jean Clair, Jean Claude Micha, Gilles Lipovetski, Renaud Camus, Richard Millet Lo
que no es extrao. Es en Francia donde los procesos de ingeniera social ms se han
acelerado, hasta hacerla casi irreconocible. Es en Francia donde la dictadura del
pensamiento nico se ha hecho ms agobiante, precisamente all donde el pensamiento
crtico y la libertad de espritu son tradiciones seculares. No es extrao que sea tambin
en Francia donde se alzan las primeras disidencias importantes tambin las resistencias
ms ruidosas frente al nuevo mundo que se alza sobre las ruinas de la vieja civilizacin
europea y de sus valores. [17]
Toda disidencia autntica consiste en una leccin sobre cmo estar en el mundo sin
pertenecer a l. Mal que les pese a sus recuperadores, el mensaje de Muray para quien
quiera escucharlo es radical: no se puede transigir con el mundo contemporneo, hay
que rechazarlo en bloque. Lo cul no significa predicar el desnimo. Todo lo contrario.
Gracias a Muray sabemos que el rechazo de la Fiesta es tambin una invocacin a la
alegra. A la alegra de la lucidez, y al jbilo de la inteligencia. Ambas hacen libres, y son
escasamente progresistas.
NOTA:
El nico texto de Philippe Muray hasta el momento publicado en espaol es: Queridos
yihadistas, Editorial Nuevo Inicio, Granada 2010.
En Internet, el texto: Retrato del Vanguardista,
en:http://refinerialiteraria.wordpress.com/2011/12/19/muray-el-inedito-3/
Tambin puede encontrarse una entrevista en:
http://poesiaargentina.4t.com/deriva/deriva2/sigloceline.htm
Artculo anterior en El Manifiesto

[1] Cyril de Pins, La barbe altire et riante de Philippe Muray. En Les Cahiers dHistoire de la
Philosophie. Philippe Muray. Cerf 2011, p. 495.
[2] Michel Houellebecq en su novela Plataforma describe cmo, a la hora de encontrar pareja, un
nmero creciente de occidentales de ambos sexos se dirigen a pases menos modernos donde el proceso
de indiferenciacin sexual est menos avanzado. Un polmico retrato del turismo y de la miseria sexual de
los europeos de la post-historia.
[3] Alexandre de Vitry, Linvention de Phillipe Muray, Carnetsnord, 2011, p. 256. Maxence Caron, Muray
au sens insu de son uvre, en Cahiers dHistoire de la Philosophie: Philippe Muray, Cerf 2011, p. 658.
[4] Philippe Muray, Dsaccord Parfait. Gallimard, 2000, p. 17.
[5] Alexandre de Vitry, Linvention de Phillipe Muray, Carnetsnord 2011, pag 22.
[6] Jean Claude Micha, Impasse Adam Smith, Champs, Flammarion, 2002, p. 60.
[7] Concluye: Les artistocrates a la lanterne! (los artistcratas a colgarlos de las farolas!), juego de
palabras con la conocida cancin revolucionaria francesa: Ah! a ira! a ira! a ira! les aristocrates la
lanterne!. Philippe Muray, Chre Madame, en Moderne contre Moderne. Exorcismes spirituelles IV.
Les belles lettres, 2006, pp. 145-147.
[8] Cyril de Pins, La barbe altire et riante de Philippe Muray. En Les Cahiers dHistoire de la
Philosophie. Philippe Muray. Cerf 2011, p. 488.
[9] Philippe Muray, La colonie distractionnaire. En Dsaccord parfait. Gallimard 200, p. 149.
[10] Philippe Muray, Aprs lHistoire, Gallimard, 2000, p. 244.
[11] Philippe Muray, Festivus Festivus, Fayard, 2005, p. 168. Cabra matizar que antao hubo una
izquierda no progre, y por lo tanto histrica, y por lo tanto real.
[12] Philippe Muray, Chers djihadistes Mille et une nuits, 2001, p. 118.
[13] Philippe Muray, Festivus Festivus. Conversations avec Elisabeth Lvy. Fayard, 2005, p. 106.
[14] Philippe Muray, LEmpire du Bien. Les Belles Lettres, 2006, p. 155.
[15] Maxence Caron, Philippe Muray, la femme et Dieu. Artge, 2011, pp. 24-30.
[16] Philippe Muray, Festivus Festivus. Conversations avec Elisabeth Lvy. Fayard, 2005, pp. 86-88. Al
final de este libro el ltimo de Muray el escritor francs proclama su fe catlica y su respeto por la figura
del Papa.
[17] Un don Nadie llamado Lindenberg intent estigmatizar a varios de estos autores en un panfleto
llamado Los nuevos reaccionarios, publicado en 2003. Un tiro por la culata que despert las alarmas sobre
la nueva polica del pensamiento y sus hbitos intimidatorios, y otorg a los inculpados una considerable
repercusin meditica. Mas informacin en: Disidencia perfecta, Rodrigo Agull, ltera, 2011 (Los
Nuevos reaccionarios, pp. 465-479).