Cien Dias de Felicidad

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SELLO Planeta

COLECCIN PI
FORMATO 15 x 23
R

SERVICIO xx

n r e r e s u n d a p s d e f e li c i d a
d a

Fausto Brizzi Cien das de felicidad


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Un
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PRUEBA DIGITAL

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VALIDA COMO PRUEBA DE COLOR
Os preguntaris: Un libro sobre
i Fau Fausto Brizzi (Roma, 1968) es EXCEPTO TINTAS DIRECTAS, STAMPINGS, ETC.
la muerte? No, una novela llena de toda la sto director, escengrafo y productor de cine.
Bri

C
vida que nos olvidamos de vivir pensando Con su primera pelcula, Notte prima
que somos inmortales. zz DISEO 22/1 sabrina

Gioia No tengo ningn mrito i degli esami, gan los premios David di
Donatello y el Nastro dArgento, as como EDICIN
para que se me recuerde el reconocimiento del pblico y la crtica.
oficialmente. Para justificar una Cien das de felicidad es su primera
Es un libro que debera ser triste, placa de mrmol en un edificio. novela, que ser publicada en una
pero en vez de eso te hace sonrer y Una placa por delante de la cual veintena de pases.
te recuerda que la vida es sorprendente. alguien pase y diga: Djame que
ELLE
mire en la Wikipedia quin era CARACTERSTICAS
ese Battistini!.
IMPRESIN 4/0
Y, sin embargo, tengo una mujer y dos hijos
a los que quiero, unos amigos maravillosos,
un equipo de chicos que daran la vida por m.
PAPEL XX
He cometido errores, y cometer otros, pero yo
tambin he participado en la fiesta. Yo tambin PLASTIFCADO brillo
estaba. Quiz en un rincn, no era el homenajeado,
UVI XX
pero estaba. El nico pesar es haber tenido que
descubrir que voy a morir para empezar a vivir. RELIEVE XX

Saborea cada segundo de la vida. BAJORRELIEVE XX

STAMPING XX

FORRO TAPA XX

17,95
PVP xx,xx 10039342
10039342

Diagonal, 662, 08034 Barcelona Diseo de la cubierta: Departamento de Arte y Diseo.


GUARDAS XX
rea Editorial Grupo Planeta
www.editorial.planeta.es
Fotografa de la cubierta: Jack Yong
www.planetadelibros.com
INSTRUCCIONES ESPECIALES
XX

24 mm
FAUSTO BRIZZI

CIEN DAS DE FELICIDAD

Traduccin de
Maribel Campmany

pInternacional

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Resumen de los captulos anteriores

Llegados a este punto, es necesario dar un pequeo paso atrs, o


sea, realizar una breve recapitulacin de mi existencia hasta hace
unos meses; de lo contrario, ser difcil entender lo que pasa, sera
como si vierais la sexta temporada de Lost.
Intentar no ser demasiado aburrido: primero os contar los
principales acontecimientos de mi vida, despus os presentar a
los personajes, y al final me conceder, si me lo permits, algn co-
mentario y consideracin sueltos, as enseguida llegaremos al gra-
no, es decir, al da en que el amigo Fritz hizo toc-toc en mi puerta.

Me llamo Lucio, que, en la lista de xitos de los nombres feos,


se sita en el sptimo puesto despus de Pino, Rocco, Furio, Rug-
gero, Gino y el insuperable Genaro. Mi madre era una fan del buen
Battisti, que en aquellos aos entonaba La canzone del sole desde
los tocadiscos, y de ah surgi mi autgrafo para toda la vida: Lucio
Battistini. Lo pillis? Pues s, porque aqu est la verdadera irona,
en el apellido de mi padre: Battistini! Veis ahora por qu mi vida
siempre ha sido cuesta arriba? Imaginaos a un chiquillo de los aos
setenta, rechoncho y lleno de granos, con gafotas de cegato, que se
llama casi igual que el cantautor ms famoso de Italia... Confesad
lo: vosotros tambin os habrais cachondeado de m.
Lo admito, estaba acomplejado, era infeliz y un pupas. Hoy, de
manera ms sinttica y casi afectuosa, me llamaran pringado. Lo

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tena todo para ahuyentar a las chicas, como si fuera el propagador
de la peste que sale en la novela de Manzoni, incluida la pasin por
los tebeos, las pelculas gore y las canciones de cantautores suici-
das. Slo tena dos alternativas vlidas en la vida: o me converta en
un genio de los ordenadores, ideaba un sistema operativo en un
garaje y ganaba millones de dlares, o bien entraba en un super-
mercado con una escopeta y provocaba una carnicera. Al enterar-
se, todos mis vecinos, familiares y amigos, habran comentado sin
inmutarse: Un poco raro s que era!.
Sin embargo, descubr una tercera va y, del patito feo que era,
me convert en un cisne. No en un supercisne de cuento, sino en
un cisne normalito, bastante aceptable. A los catorce aos adelgac
veinte kilos, gracias en gran parte a mis impetuosas hormonas, y
me puse lentes de contacto (elaboradas, nadie lo sabe, por un hu-
rao oculista alemn, un tal Adolf Gaston Eugen Fick, un genio
absoluto del siglo xx, pero inventadas nada menos que cuatro-
cientos aos antes por su majestad Leonardo da Vinci). Tres
aos ms tarde, todava sin alcanzar la mayora de edad, me con-
vert en el jugador italiano ms joven en ganar la Liga de Primera
Divisin de waterpolo, que no es ninguna tontera. Lo cierto es que
slo era el segundo portero y casi siempre calentaba banquillo en
albornoz, pero ese ao jugu algn ratito en dos partidos, incluso
par un penalti, de modo que el ttulo es merecido.
La natacin siempre fue mi pasin; me gustaba sobre todo la
especialidad de mariposa, a la que de pequeos todos llamba-
mos delfn a causa de un innato sentido de la lgica, ya que las
mariposas no nadan. Nunca fui un fuera de serie por el conflicto
de intereses que exista con mi otro y correspondido amor: el pan
con mantequilla y mermelada. 110 caloras de una rebanada de
pan ms 75 de mantequilla y 80 de mermelada: total, 265 caloras.
Una lucha desigual.
Con esfuerzo me vi dotado de unos abdominales de tableta de
chocolate durante diez aos; despus, hacia los veintisis, abando-

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n la competicin por culpa de un accidente en Vespa que me des-
troz el ligamento de la rodilla y provoc inexorablemente que
perdiera la lnea. Segn mi antiptica bscula recuper los veinte
kilos perdidos en la adolescencia y puede que alguno ms. Me con-
vert en un Chewbacca de metro noventa y ciento diez kilos. As
que no hagis que me ponga nervioso y seguid leyendo.

Bachillerato de letras, waterpolo, diplomatura en el Instituto


Superior de Educacin Fsica, ISEF para los amigos. A los veintio-
cho aos encuentro un trabajo fijo en un gimnasio. No un gimna-
sio reluciente y perfecto como los de las pelculas de John Travol-
ta, sino uno de barrio, encajonado en el stano de un deprimente
complejo de edificios de los aos cincuenta. Dentro, incluso tiene
una pequea piscina con losetas de un azul descolorido que suean
con volver a nacer y encontrarse pegadas en la pool infinity de un
resort caribeo. Soy monitor msica triunfal, gracias de nata-
cin, aerbic, GAP (que sera glteos, abdominales y piernas) y,
principalmente, de aquagym. A veces tambin hago de entrenador
personal, si alguien me lo pide, por lo general desesperadas amas
de casa de talla grande que no se rinden a la liposuccin. Total, in-
tento ganarme el pan con las manos, que huelen perpetuamente a
cloro. A propsito, sabis que el olor a cloro que todos recono-
cemos perfectamente desde pequeos procede de la combina-
cin qumica del propio cloro con la orina de los baistas? Cuanto
ms olor notis, menos deberais sumergiros en la piscina. Des-
pus no digis que no os he avisado.
En resumen, yo, que soaba con ser capitn de la seleccin na-
cional, conocida como el Settebello, y con ver colgada la medalla
olmpica en mi pecho mientras sonaba el himno de Mameli a todo
volumen y se me pona la piel de gallina, tena que resignarme al
trabajo que la vida haba elegido para m. Seis horas al da en un
gimnasio soterrado donde el olor del esfuerzo se confunde mgi-

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camente con el del restaurante vietnamita de al lado. Sin embargo,
en el tiempo libre he conseguido hacer realidad mi pequeo sueo:
entrenar a un equipillo de waterpolo. De chicos entre los catorce y
los quince aos, la peor edad. Los he seleccionado en el instituto
donde ensea mi mujer y los entreno en una piscina municipal un
par de tardes a la semana, con resultados, la verdad, bastante de-
cepcionantes. El ao pasado, a pesar del empeo que pusimos, nos
marcaron muchos goles. En la Liga provincial de nuestra categora
quedamos en un brillante penltimo puesto; por suerte, no se pue-
de retroceder porque no existe una categora inferior. Este ao, sin
embargo, nos movemos por la mitad de la tabla, sin pena ni gloria.
Pero no puedo quejarme; ensear a los chicos el amor por el de-
porte es lo ms bonito del mundo.

sta es mi vida desde el punto de vista profesional, despus est


la parte ms importante, que ya os he comentado: mi familia. Co-
noc a Paola cuando tena veinte aos, en una cervecera, era amiga
de una amiga de una compaera ma del ISEF. Por lo general, las
amigas de las amigas de mis compaeras del ISEF eran fideos ins-
pidos y desgarbados. Paola, en cambio, cuando entr en el bar, re-
fulga como un marcador fluorescente y destacaba sobre todas las
dems chicas. Era como si una marca amarilla le recorriese com-
pletamente la lnea del cuerpo subrayndola como las cosas que no
hay que olvidar. Como las frases que hay que aprenderse de me-
moria. Diez minutos ms tarde ya la haba invitado en plan lign a
presenciar un partido de waterpolo (en el que habra suplicado de
rodillas a mi entrenador que me dejara jugar por lo menos diez
minutos). En aquella poca, yo todava era profesional, y ella tra-
bajaba en la pequea pastelera de sus padres, algo que posterior-
mente ha contribuido de manera fundamental en la prdida de mi
peso ideal y de los abdominales. La especialidad de la casa eran y
son los donuts fritos con azcar. Perfumados, esponjosos, con sa-

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bor a infancia. Es una tradicin que existe desde hace treinta aos
o ms. Oscar, el padre de Paola, sube la persiana a media altura a
las dos de la madrugada, de modo que los znganos y las sangui-
juelas que pululan por el Trastevere pueden hincarles el diente a
los donuts, an calientes y untuosos. Ahora que su mujer ya no
est, se ha quedado l solo en la pastelera con un ayudante cinga-
ls que siempre se re, mientras que Paola se licenci en Filosofa y
Letras y, despus de pasar algn tiempo sin plaza fija, obtuvo una
ctedra en un instituto de la rama de ciencias.
Tras un par de meses de historia de amor (todo el mundo sabe
que los dos primeros meses son siempre los mejores), hice que
Paola me dejara, con habilidad, como slo los hombres saben ha-
cer, para flirtear con una tal Monica, una mocetona marquesana
que estudiaba Psicologa y odiaba depilarse las axilas.
Perd de vista a Paola durante ocho aos. El amor es slo una
cuestin de sincrona, y nosotros en aquella poca no estbamos
sincronizados: ella deseaba tener una familia mientras que yo so-
aba con aparearme con todas las mujeres en edad frtil del plane-
ta, depiladas o no. Era difcil conciliar las dos exigencias.
Despus, un da, el destino hizo que nos encontrramos de nue-
vo en la cola de un supermercado. En realidad, a causa de la trans-
formacin de pelo largo rubio a casquete castao, al principio
ni siquiera la reconoc, y estuve hablando diez minutos con ella
convencido de que se trataba de la nieta de una amiga de mi abue-
la. Aunque nunca se lo he dicho.
Enseguida la invit a cenar y desenvain mi consumada tcnica
de leer las cartas. Os lo explicar.
En la piazza Navona trabaja una anciana y legendaria carto-
mntica, la ta Lorenza. Tiene un mazo de cartas de tarot desgas-
tadas, el pelo blanco recogido en un moo y mucha labia. No sabe
ni jota del futuro, pero consigue liar a cualquiera, sobre todo si
juega sucio. Yo siempre la utilizaba para impresionar a las chicas.
La tctica era la siguiente (usadla tranquilamente, no tiene dere-

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chos de autor): paseo romntico por la plaza ms bonita de Roma,
un rato de charla, y, mientras cruzamos por delante del puesto de
la hechicera, yo, sin que se note, le tiro una hoja de papel arruga-
da como una pelota. Escritos en ella, mi cmplice encuentra to-
dos los datos biogrficos de la chica en cuestin, sus gustos y la
poca informacin que ya conozco. En la siguiente vuelta a la plaza
ya he introducido hbilmente el tema paranormal, mostrndo-
me escptico si ella cree, y creyente si ella es escptica. Arranca la
fase dos del plan: la invito a que le echen las cartas, as, por rer-
nos. Ninguna mujer en el mundo lo rechaza. Y, entonces, la ta
Lorenza puede exhibirse en una increble reconstruccin de la
vida presente, pasada y futura de la incrdula clienta. El pasado y
el presente se lo he sugerido yo, el futuro no se puede comprobar,
de modo que el efecto de misterio est garantizado, sobre todo
cuando afirma: El nombre del hombre de tu vida empieza por
ele. Ele de Lucio. Si la chica-cobaya crea ya en la quinta dimen-
sin, la noche se convierte en una experiencia fundamental de su
vida espiritual; si, en cambio, era escptica, ahora est en estado
de shock. En ambos casos, yo me aprovecho de su confusin: el
haber asistido juntos a un acontecimiento paranormal no puede
ms que unir nuestras almas y, por lo general, tambin nuestros
cuerpos. No s si alguna se lleg a dar cuenta del truco, pero pue-
do aseguraros que funciona. A quienes me dicen que lo paranor-
mal es una patraa tremenda, les contesto que es verdad, nadie
puede predecir el futuro..., excepto yo cuando llevo a una mujer a
la piazza Navona. En ese caso ya s cmo acabar la cosa. Y Paola
no fue la excepcin. Pero, os lo juro, fue la ltima vez que utilic
ese truco. Aquella noche, acariciados por la brisa de poniente, nos
dimos nuestro segundo primer beso. Nos comprometimos ofi-
cialmente, y no haban pasado ni tres meses que ya vivamos
juntos en un estudio frente a la isla Tiberina. Lo tpico cuando
vuelve a encenderse la llama. Aunque esta vez, por fin, sincro-
nizados y enamorados.

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Como ya os he dicho, nos casamos en una pequea iglesia de la
provincia de Miln, San Rocco Flagelado y Mrtir, lo que oblig a
todos los invitados romanos a hacer un pesado desplazamiento.
Pero detrs de esa decisin haba un motivo romntico. Unos cin-
cuenta aos antes, en la misma iglesia, se haban casado mis abue-
los (por parte de madre), los gloriosos porteros Alfonsina y Miche-
le. Tras la desaparicin de mis padres (s, desaparecieron, no en el
sentido de que muriesen, sino eso, desaparecieron, pero no hagis
preguntas, ya os he dicho que quiz os hable de ello ms tarde), los
abuelos han sido toda mi familia.
Creo que Dios, el sptimo da, en vez de cogerse vacaciones,
invent a los abuelos. Y, cuando se dio cuenta de que se trataba de
la ms genial de sus creaciones, se tom un da libre para pasarlo
con ellos.
Viv con los abuelos casi quince aos y nuestras cenas para tres
con pavo empanado y pur, con la mozzarella haciendo hilos, son
un recuerdo tan imborrable que, todava hoy, si cierro los ojos,
puedo sentir el olor a frito llegando desde la cocina y la voz lejana
de la abuela gritando: A la mesa, que se enfra!. Cuando paso
por delante de la portera en la que trabajaban y vivan, siempre me
parece verlos todava all: al abuelo con sus gafas, clasificando el
correo, y a la abuela regando amorosamente sus geranios.
Alfonsina y Michele fueron mis testigos de boda y creo que se
trat del da ms bonito de su vida. Nunca he visto a unos abuelos
de ochenta aos llorar tanto de alegra. En un momento dado, el
sacerdote, el padre Walter, un fideo con un marcado acento cala-
brs, hasta interrumpi la ceremonia para llamarles la atencin.
Todo el mundo se rio.
Hace unos aos, mis abuelos se apagaron con pocas semanas
de distancia. Murieron mientras dorman, on/off, sin molestar. No
podan estar lejos el uno del otro. Vivieron justo el tiempo de co-
nocer a mis dos hijos: Lorenzo y Eva.
No vale.

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Los abuelos son como los superhroes. No deberan morir
nunca.
Unos meses despus, cerr para siempre su vivienda de dos ha-
bitaciones junto a la garita de la portera y en el altillo encontr una
maleta modelo emigrante. Dentro haba fotos, muchas fotos. No
las clsicas instantneas de recuerdo de las vacaciones en la playa,
cumpleaos de desconocidos y episodios varios. No. El abuelo ha-
ba sacado a la abuela una fotografa cada da durante los ltimos
sesenta aos. Todos los das. Sin saltarse ninguno, detrs de cada
copia haba una fecha distinta, fotos en blanco y negro y despus
poco a poco en color, Polaroid, hasta las ltimas, hechas con una
cmara digital. Todas sacadas en lugares distintos: en la portera,
en la calle, en la playa, en la panadera, en el supermercado, delante
de la Capilla Sixtina, en la piazza del Popolo, en la vieja noria del
parque de atracciones del EUR, en San Pedro, all donde el destino
los haba llevado en su larga vida. No poda dejar de mirarlas. Pri-
mero la abuela joven, despus, poco a poco, con ms arrugas en la
expresin, el pelo ms gris, los kilos en aumento; la sonrisa era lo
nico que no cambiaba nunca. No era el envejecimiento lo que
ms me impresion, sino los fondos. Detrs de la abuela, Italia se
iba transformando. Se vea la historia. Se entrevean desenfocados
los smbolos y los personajes de cada poca: el Fiat 1100 y el Ci-
tron Tiburn; los melenudos, los pijos y los punks; los psteres de
los conciertos de Paul Anka, Charles Aznavour y Robbie Williams;
las Lambrettas, las Vespas y las scooters; los muecos Big Jim, las
bicicletas Graziella y los cubos de Rubik; las cabinas telefnicas de
la Sip, los taxis amarillos y las tiendas con los letreros pintados a
mano. Un melanclico viaje en el tiempo. Qu gran invento, la fo-
tografa. A propsito, el primer fotgrafo, casi nadie lo sabe, es
francs y se llama Joseph Nicphore Nipce, un genio absoluto del
siglo xix. Aunque tambin en este caso los primeros experimentos
fueron del buen Leonardo da Vinci, el decatleta del ars inventandi.
Incluso hay quien sostiene que la Sbana Santa es un experimento

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de una rudimentaria placa fotogrfica realizada por el hiperactivo
toscano. Fascinante hiptesis.

Disculpad, estoy divagando un poco. Despus de la muerte, los


recuerdos se vuelven confusos, podis creerme. Reordenemos las
ideas.
As pues: personajes.

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Mi familia

Cinco de los protagonistas de mi vida ya han aparecido tmida-


mente en escena, o sea: mi mujer Paola, mi suegro Oscar, mis dos
hijos, Lorenzo y Eva, y mi amigo Umberto, el veterinario goloso al
que le falta una muela. A ellos aadira a Corrado, otro amigo del
alma, que trabaja como piloto en Alitalia, est pluridivorciado y es
bastante previsible (el tpico comandante fascinante que seduce a
todas las azafatas).
Pero, por encima de todos, Paola. Paola. Paola.
Mi Paola.

Paola es guapsima. Para m es guapsima. Para los dems es sim-


ptica. Es esa chica del pupitre de la tercera fila con los ojos avellana,
trenzas y las caderas redondeadas que te ama mientras t has puesto
estpidamente los ojos en la rubita coqueta de la primera fila. Igno-
rando que y esto es una regla cientfica las rubitas coquetas de la
primera fila se enrollan con los repetidores del ltimo curso. Pero
nunca contigo, incluso cuando ests en el ltimo curso y haces que
te suspendan aposta para adquirir atractivo y posibilidades.
Paola es una Bridget Jones italiana. Alegre, irnica, afectuosa,
con una 95 de sujetador. Una mujer tan rara como la nieve en las
Maldivas. Le apasionan los libros, devora una novela tras otra con
famlica curiosidad. En particular, su libro preferido es El principi-
to, del que colecciona ediciones de cualquier formato y lengua.

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Como ya os he comentado, es profesora en un instituto. Mejor
dicho, es la Maradona de las profesoras. Ensea italiano, latn, his-
toria y geografa, pero de una manera genial que ni a Leonardo da
Vinci se le habra ocurrido esta vez.
Y no lo digo porque sea mi mujer. Es realmente una docente
especial.
Me explicar.
El trabajo ms importante del mundo, es decir, el de profesor,
aparte de estar mal pagado, tambin es el ms montono. Cada
ao el profesor de historia tiene que contar por ensima vez a sus
alumnos quines fueron los fenicios y por qu estall la segunda
guerra mundial, el de matemticas explica integrales y derivadas,
el de latn ensea a declinar las palabras y a traducir las poesas de
Horacio, y as sucesivamente los de las dems asignaturas. A veces
los profesores se aburren y se cansan. Y eso los hace menos eficaces
y empticos. En dos palabras, menos buenos. Paola, muy cons-
ciente de esta limitacin, se invent un original mtodo para ven-
cer el aburrimiento que provoca repetirse constantemente: cada
curso interpreta a un profesor distinto. Es decir, cada ao elige
unas caractersticas, una manera de vestir y de hablar y no se sale
del papel hasta el final de las evaluaciones. Un curso puso en esce-
na a la profesora solterona y antiptica, otro a la deportiva y ama-
ble, otro a la hiperactiva e inconstante, y otro a la frvola y capri-
chosa. Sus alumnos la ven cambiar ao tras ao y se lo pasan en
grande. La profesora actriz es su dolo absoluto, incluso cuando
les asesta un deprimente cuatro en un examen. El director, en cam-
bio, la envidia por la popularidad de que goza y no la mira con
buenos ojos. Desde hace quince aos, Paola prosigue impertrrita
su personal espectculo didctico y siempre logra el resultado que
todos los actores anhelan: la atencin y el asentimiento de su pla-
tea (en este caso limitada a unas decenas de alumnos). Yo me ro
cuando la veo volver a casa en versin profesora sexy de las pelcu-
las de los aos setenta o como la seorita Rottenmeier. Ya os lo he

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dicho, es un genio. Habra sido una actriz fantstica si no hubiera
sentido la pasin por la enseanza. Una pasin que nos une, aun-
que yo en realidad enseo vaselinas y contraataques a mis chicos.
Es una mujer especial, pero eso no me impidi engaarla hace
unos meses. Lo s, os estabais encariando un poco conmigo y os
he decepcionado. Qu puedo decir en mi defensa? Quiz os po-
dra ensear una foto de lo guapa que era la mujer con la que ca en
la tentacin. No, me temo que empeorara mi posicin. En resu-
men, chicos, es intil seguir dndole vueltas, despus de once aos
de matrimonio he cado en la tpica trampa de la infidelidad. Lo
siento, y os ruego que creis que tengo algunos atenuantes. Pero
vayamos por orden. Personajes.
Lorenzo y Eva. Mis hijos.

Lorenzo siempre va despeinado, cursa tercero de primaria y es


el burro de la clase. Su maestra est desesperada y no hay da que
no me repita el clsico de los clsicos: Es inteligente, pero no se
aplica. Y, como si no fuera suficiente, mi primognito adems es
bastante indisciplinado. Paola dice que es culpa ma porque no
estoy nunca, siempre ocupado con el gimnasio y el waterpolo, y
suelo dejar que se salga con la suya. Pero la verdad es que el peque-
o Lorenzo tiene otros intereses. No le importa nada saber que los
egipcios utilizaban limo del Nilo para que el desierto fuera frtil o
descubrir adnde porras han ido a parar los asirios o los babilo-
nios, sino que dedica el tiempo a cultivar sus hobbies. Principal-
mente dos: tocar el piano y desmontar objetos electrnicos caros.
Dos actividades ms bien creativas. Y a veces molestas.
El piano de pared era de mis abuelos porteros, y en casa nunca
nadie supo tocarlo, ni siquiera ellos. Quiz ellos tambin lo here-
daron. Un da o unos acordes casi armnicos procedentes del fi-
nal del pasillo del piso de tres habitaciones en el que vivimos. Era
Lorenzo aventurndose en sus primeros intentos de concertista

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autodidacta. Hoy es capaz de tocar de odo cualquier cancin de la
radio. No estoy diciendo que tenga a Wolfgang Amadeus Mozart
en casa, pero el pequeo msico promete.
El segundo hobby es ms inquietante. En cuanto aprendi a
utilizar sus manitas, Lorenzo empez a desmontarlo y a diseccio-
narlo todo con la precisin de un especialista en anatoma patol-
gica. Pero practica sus autopsias a corazn abierto en objetos que
todava funcionan. Desde el televisor hasta el lavaplatos, pasando
por el motor del coche, el dispensador de aperitivos de la escuela,
la batidora o el semforo de debajo de casa. Tiene un verdadero
inters por la mecnica y la electrnica. Y, si todo quedara en esto,
su pasatiempo resultara incluso divertido e instructivo; el proble-
ma es que no vuelve a montar nunca nada y all por donde pasa
deja una destruccin como la de Atila, transformando cada objeto
en un mueble de Ikea sin instrucciones. En resumen, es evidente
que el tiempo que le queda para estudiar es realmente poco. Mi
mujer, como buena y diligente profesora, est muy preocupada.
Yo no. Ms bien me preocupa (digamos mejor que me duele) que
Lorenzo todava no haya aprendido a nadar, es ms, que incluso le
d miedo el agua. Su lnea de flotacin es idntica a la que tiene el
Titanic en la actualidad. En cuanto se mete en el agua, sin necesi-
dad de la ayuda de ningn iceberg, se va al fondo de manera natu-
ral. Lstima.

Eva, en cambio, tiene la cara llena de pecas, cursa primero de


primaria y es el ojito derecho de todas las maestras. Es una ecolo-
gista en ciernes de armas tomar. Nos ha engatusado para criar ani-
males en casa y ahora convivimos con un perro lobo cojo y bizco
(al que para simplificar hemos llamado Lupo), un hmster blanco
incontinente y mordedor (Alice) y al menos tres gatitos excalleje-
ros y ociosos que hemos llamado como a los Aristogatos: Bizet,
Matisse y Minou.

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En casa, Eva es un huracn de palabras. Habla, habla, habla sin
parar. Antes de llegar al grano de la cuestin llena el discurso de
una serie de porqus y de cmos, de descripciones y circunstan-
cias. Ni Perry Mason cuando est en apuros consigue producir
tanto humo en el momento de hacer el alegato final. Estoy seguro
de que de mayor ser presentadora de televisin o poltica, lo que
al fin y al cabo es el mismo oficio. Aplica su pasin ecologista a
todo, nos obliga a reciclar con tanto fervor que nuestra cocina ms
bien parece una coleccin de cubos de basura, dividida por for-
mas, materiales, olores y colores. Es muy mona, pero no se aprove-
cha de ello. nicamente esgrime su sonrisa y los ojazos de color
azul cielo estival para convencer al prjimo de que la apoye en su
exagerado sentido del civismo. Cuando saluda dice Miau en vez
de Hola o Adis, porque afirma que en su vida anterior era un
gato.
De vez en cuando todava se acuerda de que tiene seis aos y
medio y viene a acurrucarse encima de m en el sof delante de los
dibujos animados de la tele. En ese momento, para m el tiempo se
ralentiza hasta pararse. Dicen que el amor por los hijos es el ms
genuino, por el que se franquean montaas y se escriben cancio-
nes. Es absolutamente cierto. Cuando Eva viene corriendo hacia
m, o cuando en las noches de tormenta se mete en nuestra cama,
mi corazn sonre, mis arrugas se distienden y mis msculos vuel-
ven a tener veinte aos.
Es la mejor de las medicinas.
Eva es el ojito derecho de otro protagonista de esta historia. El
ms voluminoso. Mi suegro Oscar.

Oscar no es difcil de imaginar: es idntico a Aldo Fabrizi, el


mismo fsico redondeado, los mismos andares, incluso refunfua
y masculla de la misma manera. Su vida se divide en antes del ac-
cidente y despus del accidente. Hace diez aos, su mujer, Vitto-

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ria, la persona ms callada y buena de todos los tiempos, muri
atropellada por un pirata de la carretera mientras acompaaba a
hacer pip a su labrador bulmico, Gianluca.
Oscar nunca se ha perdonado no haber bajado l aquella no-
che, apoltronado delante de un partido de la seleccin, que encima
perdi dos a cero contra Dinamarca, puntualiza siempre.
Desde entonces, mi suegro ha cambiado. Despus de la conmo-
cin de los primeros meses, se volvi ms sociable, incluso empez
a leer novelas y, de ser un simple pastelero, se convirti en un fil-
sofo, un poltico y un predicador romano. Cada da se dirige con
vehemencia a sus clientes como si fueran posibles electores: Mu-
chachos, yo tengo la solucin para arreglar Italia, olvidaos de las
monsergas de nuestros polticos. Dejad el poder en mis manos y
ya veris. La solucin es facilsima: invadiremos San Marino y el
Vaticano. Sin derramamiento de sangre; total, unos tienen cuatro
guardias suizos que parecen figurines y los otros se dedican a co-
leccionar sellos... Tardaremos dos minutos, y pondremos la ban-
dera italiana en la cpula de San Pedro. Despus le daremos al
papa un papel de representante, crearemos un ministerio intil
para l, algo como el Ministerio de la Religin. Mientras tanto, re-
quisaremos todas las maravillas que posee el Vaticano y daremos
una parte en beneficencia al Tercer Mundo, y as quedaremos muy
bien, y con el resto sanearemos las finanzas italianas. Y lo mismo
con San Marino, lo convertiremos en una bonita multipropiedad y
se la venderemos a los japoneses. La baslica de San Pedro la pon-
dremos a subasta al mejor postor, t sabes qu pedazo de apar-
camiento puede quedar? Despus lo importante es no volver a es-
tropear Italia otra vez. Por ejemplo, poniendo en la picota a los
evasores de impuestos quedar todo arreglado, no? Para m, el
problema nmero uno es el trfico. La solucin la tenemos delante
de nuestros ojos: asfaltemos el Tber! Qu hace falta? Una buena
circunvalacin interior. Por lo tanto, una rotonda alrededor de la
isla Tiberina, y santas pascuas.

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En la pastelera, todo el mundo se re. Y se marchan sin darse
cuenta de que el bueno de Oscar, italiano medio purasangre, ha
olvidado darles el ticket.
No puedo evitar enzarzarme con l, a pesar de que, cuando em-
pieza a aventurar hiptesis sobre el sentido de la vida, me lo paso
tan bien que me gustara tenerlo como gur personal. Estoy seguro
de que un da lo estudiarn en los libros de texto y los estudiantes
lo odiarn del mismo modo que a sus colegas Scrates y Platn.
Su caballo de batalla es la vida ms all de la vida. Tiene la
teora de que la realidad que conocemos no es ms que la segunda
vuelta de tiovivo de cada uno de nosotros en el mundo, lo que co-
mnmente se conoce como infierno y paraso. Los que han sido
buenos en su vida anterior nacen en una familia de industriales,
sanos, inteligentes y guapos. Los que han sido malos nacen feos,
lisiados, tontos y pobres, o bien mueren jvenes o se ponen en-
fermos. Una teora que, por lo que dice, justificara todas las
injusticias del mundo; en resumen, quien es afortunado se lo ha
merecido, y quien es desgraciado, tambin. Un concepto tomado
prestado de la Epifana, creo: si has sido bueno, los Reyes Magos te
traen dulces; si has sido malo, carbn. Yo me divierto alimentando
siempre la discusin y pinchndolo un poco:
Entonces no vale la pena hacer nada? Ya est todo escrito?
Oscar sacude la cabeza y contina friendo donuts. No conoce la
respuesta, esboza dudas, plantea problemas, pero nunca da solu-
ciones; como todos los filsofos, por otra parte.
Al final, querido Lucio, el sentido de la vida es dar un bocado
a un donut caliente.
Sonro y le hinco el diente a uno. Como siempre, tiene razn.

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