Dos Crímenes en México
Dos Crímenes en México
Dos Crímenes en México
Dos crmenes.
Causas clebres del Mxico decimonnico
En este artculo, el autor analiza dos de In this article, the author discusses
las causas clebres de fines del siglo XIX two of the famous Mexican causes
mexicano: El crimen de Tacubaya y El of late nineteenth century: The
crimen de Santa Julia, con un enfoque crime of Tacubaya and Santa Julia,
novedoso, basndose para sus resultados with a novel approach, based for
de investigacin en lo que algunos autores their research results in what some
denominan la historia del delito. Se trata, authors call history crime. It is, in
en ambos casos, de procesos penales muy both cases, criminal proceedings very
controvertidos y desahogados mediante controversial and vented by popular
jurados populares; razn por la cual el juries; reason why the author, in
autor, adems de reinterpretarlos desde una addition to reinterpret them from a
reflexin contempornea, da cuenta de las contemporary reflection, informs to
empresas editoriales, de los editores y de the publishing companies, publishers
los abogados involucrados en la defensa and lawyers involved in the defense of
de los penitenciados, con el propsito de the penitent, in order to demonstrate
demostrar la relevancia de los impresos de the relevance of the printed matter of
causas clebres como un medio eficaz para the celebrated causes as an effective
mantener el control sobre los lectores de la means to maintain control over
noticia criminal y sobre el pblico de las criminal readers of news and the
audiencias. public of the hearings.
* Dr. en Derecho por la UNAM, Profesor-Investigador del Departamento de Derecho UAM-A, miembro
del Sistema Nacional de Investigadores (SNI).
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Seccin Artculos de Investigacin
Introduccin
La historia del delito en el Mxico decimonnico es un campo de estudios en for-
macin. Se trata de un terreno relativamente joven y profundamente influido por el
arribo de una mirada multidisciplinar: incluye trabajos histricos, antropolgicos,
sociolgicos, de historia de la fotografa como dispositivo para el control, e incluso
incorpora la mirada de algunos investigadores de la cultura jurdica.1 Esto ocurre
no slo en nuestro pas, se trata de un fenmeno global, ms all de las importan-
tes variaciones locales. Pasa tambin en otros campos relacionados con la cuestin
criminal; en aos recientes han proliferado investigaciones sobre los orgenes de los
sistemas de identificacin en los pases de Europa, en Estados Unidos, en Mxico
y algunos pases del Cono Sur como Argentina y Chile. Lo mismo acontece con la
historiografa que da cuenta de la formacin de las policas, con la proliferacin de
investigaciones relacionadas con determinados casos de infractores en contra de la
propiedad y con los estudios historiogrficos sobre las crceles y otros lugares de
encierro; campos todos relacionados estrechamente con el reconocimiento central
que ahora se le da a los procesos de construccin del Estado y a su vinculacin con
el diseo del orden.
En este artculo planteo un abordaje a dos causas clebres que quedaron en el
olvido; lo hago desde una serie de indagaciones que van ms all de la narrativa li-
teraria del hecho criminal cuyo recuerdo es quiz lo nico que perdura con la
intencin de que los impresos sobre estos crmenes nos cuenten aristas generalmen-
te descuidados o pasados por alto en este tipo de estudios: tienen los actores involu-
crados una historia contextual que contar?, quin fue el abogado defensor?, cules
fueron los motivos que llevaron al impresor a emprender la aventura de la publica-
cin?, cul fue la imprenta que se distrajo de su trabajo rutinario y habitual y cules
los motivos que la llevaron a imprimir la causa?
Este tipo de aproximacin a la historia del delito, en donde se integra la historia
social y cultural, confluye con una serie de investigaciones que en los ltimos aos
han replanteado temticas relativas al control social, integrando por ejemplo, los
anlisis de gnero o estudios sobre la alteridad. Sin duda este tipo de trabajos se de-
1 De manera principal se conocen los trabajos de Nydia Cruz Barrera (1999: Las ciencias del hombre en
el Mxico decimonnico. La expansin del confinamiento); Beatriz Uras Horcasitas (2000: Indgena y
criminal: interpretaciones del derecho y la antropologa en Mxico 1871-1921); Antonio Padilla Arrollo
(2001: De Belem a Lecumberri: pensamiento social y penal en el Mxico decimonnico); Robert Buff-
ington (2001: Criminales y ciudadanos en el Mxico moderno); Elisa Speckman (2002: Crimen Y Cas-
tigo: Legislacin Penal, Interpretaciones de la Criminalidad y Administracin de Justicia. Ciudad de
Mxico, 1872-1910); Sergio Garca Ramrez (2002: Los personajes del cautiverio); Pablo Piccato (2010:
Ciudad de sospechosos: crimen en la Ciudad de Mxico 1900-1931); Jorge Alberto Trujillo Bretn (2011:
Entre la celda y el muro. Rehabilitacin social y prcticas carcelarias en la penitenciara jalisciense
Antonio Escobedo, 1844-1912); Gerardo Gonzlez Ascencio (2012: Los orgenes de la Criminologa en
Mxico. La recepcin del positivismo y los gabinetes antropomtricos en las crceles de la Ciudad de
Mxico (1867 - 1910); y Elisa Speckman (2014: Del Tigre de Santa Julia, la princesa italiana y otras
historias. Sistema judicial, criminalidad y justicia en la Ciudad de Mxico [siglos XIX y XX]).
ben de manera principal aunque no nica a una relectura sobre la obra de Michel
Foucault Vigilar y Castigar, misma que ha posibilitado en el campo de las dis-
ciplinas humansticas el florecimiento en sentido metafrico de un archipilago
disciplinario orientado a garantizar la reproduccin de la conformidad.
En esta vertiente, en la que inscribo Dos crmenes, los actores relevantes de la
historia del delito y sus agentes defensores, adems del Estado y sus cientficos y
expertos, guardan un papel tambin protagnico como sujetos y no como mero
objeto, que contribuyeron a delinear las polticas de control social que fueron im-
plementadas desde las nacientes instituciones del sistema de justicia penal.
2 Este gnero fue iniciado en Francia por el abogado Francois Gayot de Pitaud (1673-1743) quien compil
una famosa coleccin de relatos, en 18 volmenes, llamados precisamente Causes clbres et intressan-
tes, avec les jugemens qui les ont dcides y que aparecieron publicados durante los aos de 1734-1743.
3 Hasta donde he podido indagar, el primer libro de amplia divulgacin fue: Causas clebres. Criminales
y correccionales, de todos los pueblos, redactadas por Charles Dupressoir, aparecido en 1853 con la in-
tencin de que formara parte de lo que el impresor y librero Andrs Boix denomin: Biblioteca Universal
Econmica Ilustrada.
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Seccin Artculos de Investigacin
4 Existen muchas reimpresiones de El libro rojo, en 2005 CONACULTA edit dentro de la coleccin los
Cien de Mxico dedicada a obras clsicas de la historia y ciencias sociales una excelente versin
que incluye el prlogo de Carlos Montemayor de referencia. Recientemente (2008) el Fondo de Cultura
Econmica, bajo la direccin y curadura editorial de Gerardo Villadelngel Vias, le dio continuidad al
proyecto decimonnico con tres maravillosos volmenes, el primero de ellos abarca de 1868 a 1928, el
segundo va de 1928 a 1959 y, finalmente, el ltimo llega hasta 1979.
En las 184 pginas de Historia del crimen de Tacubaya se contienen los abun-
dantes datos de los asaltantes e integrantes de la cuadrilla: Manuel lvarez,
quien haba tomado parte de las revoluciones que agitaron al pas antes de 1876
y quien se haba alistado en todo bando que pudiera y, bajo el pretexto de estar
pronunciado, como se les deca en esa poca a los alzados, cometa desmanes al
por mayor. Manuel lvarez contaba con registros criminales pues fue partcipe de
un famoso asalto en Puente de Alvarado efectuado en pleno da y a mano arma-
da a un funcionario pblico que llevaba el dinero de la recaudacin de la Garita de
Jurez situada en Buenavista, a las oficinas principales de la administracin.
Contiene tambin los datos de Jos Vieyra, durante mucho tiempo considerado
el terror del Estado de Mxico, quin es descrito por Hilario S. Gabilondo, autor
del libro, con apego a los arquetipos de criminal influidos por Cesare Lombroso y
muy en boga en los tiempos del crimen de Tacubaya:
Su fisonoma es naturalmente repulsiva. Llena la cara de los hoyos
producidos por las viruelas, de mirada hosca y aspecto altanero, inspira
Vieyra una antipata instintiva. Al observarlo, no se extraa que fuera el
antiguo asaltante de las diligencias de Toluca, el espanto de las comarcas de
Ixtlahuaca y el bandido del cerro de la media luna.5
Se narra la amplia biografa delictiva del encargado de la pulquera La Mexicana,
Miguel Arrieta descrito como criminal hipcrita y astuto para que el pblico
lector que se mantena vido de las noticias del crimen pudiera enterarse de que el
establecimiento era el lugar de reunin de la cuadrilla; all combinaban los pla-
nes y concertaban los infames medios para realizar sus criminales proyectos6 ya
que, por estar avecindado a la casa del Sr. Hube, la noche del crimen, despus de
dejar a su mujer y a sus hijos, y cuando calcul que:
[] estaban profundamente dormidos, se levant y con zaleas en los pies
deslizndose como un reptil hasta llegar a la puerta que abri sigilosa-
mente, dirigindose con la misma cautela a las tapias de la casa que salto
brincando para la calle. Despus de cometido el crimen practic la misma
operacin en sentido inverso, es decir, de afuera para adentro, y fue a acos-
tarse y all lo vieron su mujer y sus hijos cuando despertaron, creyendo
que haba dormido tranquilamente toda la noche, y los vecinos en general
notaron que sala de su casa a la hora acostumbrada a abrir la pulquera.7
En la Historia del crimen de Tacubaya se da cuenta de la participacin del resto de
los integrantes de la cuadrilla: Jess Arredondo; Jos Bermdez el ingrato y desleal
5 Gabilondo, Hilario S., Historia del crimen de Tacubaya. Robo en cuadrilla, asalto y heridas perpetrados
en la casa del seor Don Federico Hube la noche del 19 al 20 de julio de 1882, Mxico, Imprenta del
Socialista, 1882, p. 48.
6 Gabilondo, Hilario S., Historia del crimen de Tacubaya..., op. cit., p. 50.
7 Ibidem, p. 51.
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Seccin Artculos de Investigacin
caballerango del Sr. Hube; Jos Mara Garca, con larga trayectoria como ladrn y
ratero y conocido en los mundillos de la criminalidad tambin como Julin Hernn-
dez alias el Indio como le denominan sus cmplices, o como el Indio Ber-
nardo o como Bernardo Fernndez alias el Marigano (sic), quien era en realidad
Loreto Segovia, pues as lo identific la polica al salir del Hospital ya que se le
conoca de su asociacin con Jess Arriaga alias Chucho el roto donde estuvo
curndose de una luxacin que intent ocultar por tener pendientes varias causas y
dos ingresos anteriores a la crcel de Belem.8
La insistencia en los problemas que acarreaba en esos tiempos la correcta iden-
tificacin de un sospechoso es oportuna, ya que deben recordarse las dificultades
que durante el siglo XIX se tuvieron para la identificacin de los delincuentes; pues,
hasta antes del surgimiento de la antropometra criminal, sta se haca bsicamente
a partir de lo que el propio reo deseara aportar y de la toma, por parte de la autori-
dad investigadora, de lo que en la jerga jurdica se conoce como los generales. De
lo anterior da cuenta Historia del crimen de Tacubaya al indicar que fue un agente,
quien:
[] lo llev (a Loreto Segovia) con el activo Sr. Lagarde, gefe (sic) de las
fuerzas de seguridad y ste, cotejando las seas particulares de el indio
con la filiacin que le haba sido remitida por el seor Juez de la Instruc-
cin lo identific y lo consign al Sr. Sagaseta como uno de los autores del
crimen cometido en Tacubaya.9
El que facilit la casa de San Juanico en la que la cuadrilla se reuni despus de
cometer el robo para efectuar el reparto de lo hurtado al Sr. Hube, fue Rosalo Ama-
ya, de quien tambin se aportan sus principales datos biogrficos, as como los de
Victoria Nava y Francisca Guerrero, cocineras de la casa del Sr. Hube, sealadas co-
mo cmplices en el crimen de Tacubaya, aunque ambas lograron durante el proceso
demostrar su inocencia.
8 No es sino hasta la ltima dcada del siglo XIX, con la aparicin del Bertillonaje, que se puede hablar
del gabinete de antropometra y de sistemas cientficos de identificacin criminal en la crcel de Belem.
Ver: Gonzlez Ascencio, Gerardo, Los sistemas de identificacin criminal en el Mxico decimonnico
y el control social, Revista Alegatos, nm. 61, Mxico, septiembre-diciembre 2005, pp. 559-590.
9 Gabilondo, Hilario S., Historia del crimen de Tacubaya..., op. cit., p. 70.
del mismo. Pasados los aos, Hilario fue minero, dueo de importantes fundos de
cobre en Cananea, como la Empresa Minera Mexicana, antecedente inmediato de
The Cananea Cooper Co., y otras empresas subsidiarias que en 1899 constituyeron
la Cananea Consolidated Cooper Company. Tambin se le reconoce su labor en la
fundacin y direccin de un Liceo, en Magdalena, Sonora.10
Adems de su autora en Historia del crimen de Tacubaya [] se le conocen los
siguientes libros: La libertad profesional por Hilario S. Gabilondo [] Series de ar-
tculos publicados en el diario La Repblica, Mxico, Tip. de G.A. Esteva, 1882; una
traduccin que realiz del francs al espaol del libro Una noche de Verano. Por el
poeta annimo de Polonia, traducida al francs por Ladislao Mickiewicz y publica-
da en Mxico tambin en 1882 y; finalmente, un libro de poemas: Murmullos vagos;
ensayos poticos (Mxico, s. d.).11
10 Alguna informacin sobre su biografa fue tomada del artculo El cobre y el algodn en huelga, direc-
cin de noticias de MVS [en lnea]: Disponible en: http://www.noticiasmvs.com/#!/noticias/el-cobre-y-
el-algodon-en-huelga-708.html, [fecha de consulta: 15 de Abril 2015].
11 Antoln C. Snchez Cuervo, Krausismo en Mxico, primera edicin julio de 2004 Mxico, en coedicin
UNAM/FFyL-Red Utopa, A. C./jitanjfora Morelia Editorial, p. 174.
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Seccin Artculos de Investigacin
12 El relato fue reconstruido, respetando la redaccin y la ortografa original, con base en la informacin
de la obra citada.
13 Plotino haba llegado a Mxico por el puerto de Veracruz en febrero de 1861, atrado por la noticia de un
decreto del 1 de febrero de 1856, promulgado por Ignacio Comonfort, en el cual se haca hincapi en el
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Seccin Artculos de Investigacin
18 Ciencia auxiliar en la que intervienen peritos para aportar sus conocimientos, mtodos y tcnicas de
investigacin aplicados en la investigacin de un hecho criminal, frecuentemente se confunde con la
Criminologa, disciplina cientfica que construye teoras para entender el fenmeno criminal.
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Seccin Artculos de Investigacin
19 Aunque el libro no lo menciona, debi de haber sido tan eficaz la defensa de Francisco A. Serralde, que
Timoteo Andrade no slo se salv de la pena capital sino que en 1911 recuper su libertad, despus de
diecisis aos de prisin.
20
La mayor parte de la informacin biogrfica fue obtenida de la base de datos del Seminario de Genealo-
ga Mexicana (Sanchiz), construida por Javier Sanchz (IIH-UNAM) y Vctor Gayol (CEH-Col-Mich),
de acuerdo con el proyecto acadmico denominado Familias Novohispanas. Un sistema de redes. Con-
sultada en Internet y disponible en: http: //gw.geneanet.org/sanchiz?lang=es&p=francisco+de+asis&n=
serralde+martinez, [fecha de consulta: 11 de mayo del 2015].
21 Cfr. Andrea vila, Cumple un siglo la Casa Morisca, diario El Universal, 8 de octubre de 2003, Con-
sultada en Internet y disponible en: http://www.eluniversal.com.mx/estilos/30817.html, [fecha de con-
sulta: 11 de mayo del 2015.
22 Idem.
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Seccin Artculos de Investigacin
23 Ralph Roeder, Hacia el Mxico moderno: Porfirio Daz, citado por Barrera, Jacinto, El crimen de Santa
Julia o los signos fsicos y la defensa grfica, Mxico, Revista Luna Crnea, nm. 18, mayo-agosto de
1999, p. 24.
24 Paul Vanderwood, Los rurales mexicanos, citado por Barrera, Jacinto, El crimen de Santa Julia, op.
cit., p. 24.
25 Julio Guerrero, La gnesis del crimen en Mxico. Estudio de psiquiatra social, citado por Barrera,
Jacinto, Idem.
26 Francisco A. Serralde, El crimen de Santa Julia. Defensa grfica que sirvindose de signos fsicos en-
contrados en los cuerpos de las vctimas del crimen, presenta el Lic. Francisco A. Serralde, defensor
del Coronel Timoteo Andrade, citado por Barrera, Jacinto, El crimen de Santa Julia, op. cit., p. 25.
27 Jess M. Rbago, Historia del gran crimen, citado por Barrera, Jacinto, Idem.
28 Miguel ngel Sedano Pealoza, Emiliano Zapata, revolucionarios surianos y memorias de Quintn
Gonzlez, citado por Barrera, Jacinto, El crimen de Santa Julia, op. cit., p. 26.
29 Jos C. Valds, Breve historia del porfirismo (1876-1911), citado por Barrera, Jacinto, Idem.
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Seccin Artculos de Investigacin
Por ello es que de sus quehaceres sola dejar constancia por medio de folletines que
l mismo mandaba publicar y repartir entre los concurrentes a juzgados y funciona-
rios. Entre ellos destaca El crimen de Santa Julia. Defensa grfica que sirvindose
de signos fsicos encontrados en los cuerpos de las vctimas del crimen, presenta el
Lic. Francisco A. Serralde, defensor del Coronel Timoteo Andrade.
Ah, luego de descartar la publicacin ntegra del extenso proceso, Serralde se
pregunta:
Ante semejante artefacto, no puede uno sino extraarse de que los carica-
turistas polticos contemporneos desperdiciaran un modelo tan a modo
para emblematizar las versiones oficiales de los crmenes polticos.30
Efectivamente, al observar con detenimiento las imgenes de El crimen de Santa
Julia, se puede constatar que las inslitas fotografas de las esculturas en yeso de
Timoteo Andrade tienen en los mrgenes inferiores la siguiente inscripcin: Agn.
Jimnez foto y en el rengln inferior, el ao de 1899. Las marcas anteriores corres-
ponden a las iniciales de Agustn, seguidas de su apellido, del ao en el que se to-
maron y del oficio del autor, que resulta ser, nada ms, pero nada menos, que padre
del ahora revalorado fotgrafo Agustn Jimnez Espinoza (1901-1974)31 y quien fue
fotgrafo oficial de la Escuela Nacional de Bellas Artes y en la dcada de los aos
30 considerado como el fotgrafo con la trayectoria ms consolidada en el terreno
de arte; en sus ltimos aos, se mantuvo activo como fotorreportero en Exclsior,
Revista de Revistas y Mexican Life.
III.Conclusiones
Cuando pensamos en la formacin de la nacin mexicana, durante las cinco dca-
das posteriores a nuestra independencia, es importante tener siempre en cuenta que
la mayora de las instituciones republicanas necesarias para el buen funcionamiento
de la administracin estatal nacieron muchos aos despus de haberse instaurado
en los pases en donde triunf el iluminismo a pesar de la existencia de una lite
con pensamiento ilustrado, estrechamente vinculada con el acontecer europeo y es-
tadounidense o sufrieron frecuentes retrasos e interrupciones que complicaron,
en ocasiones hasta el extremo, su vida normal y su consolidacin. Los problemas
propios de la nacin mexicana, estudiados profusamente por la historia, y tiles para
entender la frgil situacin econmica; la prdida de territorio; las guerras fratrici-
das; y las frecuentes invasiones; son tambin indispensables para entender con ma-
yor cabalidad en qu tipo de instituciones penales transitaba el delito y el crimen y
la manera en la que se haca participar a la sociedad del acontecer criminal.
El equilibrio inestable que caracteriz la vida independiente, es til para en-
tender los rezagos en la imparticin de justicia penal y la lentitud con la que nace y
se consolida el sistema judicial en general.
El pensamiento penal ilustrado de los novohispanos y de los liberales mexicanos
no vino acompaado de grandes transformaciones prcticas en materia de justicia
penal32 con respecto a lo que se viva ya en la Nueva Espaa desde la segunda mitad
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Seccin Artculos de Investigacin
del siglo XVIII. A propsito de esta paradoja la recepcin temprana del derecho
penal clsico y la construccin tarda de nuestras instituciones penales, vale la
pena recordar que el primer cdigo penal de nuestro federalismo republicano se pro-
mulg hasta los aos de la Repblica restaurada, en 1871, es decir, cincuenta aos
despus de declarada la independencia. Lo mismo ocurre con el penitenciarismo hu-
manitario y con la pena privativa de la libertad, que haban sido temas de agitacin
en contra de las formas de castigo corporal usadas por la monarqua europea y que
como nuevas formas de castigo se vieron reflejadas en la ideologa secular por
primera vez a fines del siglo XVIII en los nacientes Estados Unidos de Norteamri-
ca. Para el caso mexicano, nuestro proyecto humanista de penitenciarismo no crista-
liz sino hasta la inauguracin de la Penitenciara de Lecumberri, en septiembre de
1900; ms de 100 aos despus de la inauguracin de la prisin en Walnut Street,
en la Ciudad de Philadelphia, Pennsylvania y cuando en Europa el positivismo cri-
minolgico estaba en pleno auge.
En esta historia de continuidades, ms que de rupturas evidenciadas en un
penitenciarismo (y no slo por lo que hace a su arquitectura) que mostraba todava
un fuerte msculo heredado de las pocas pasadas; evidenciadas tambin en una
legislacin penal dispersa y propia de una forma de Estado ya derrotado, primero
por la razn, y luego por la guerra de independencia, y a cuya historia y entendi-
miento debe agregarse tambin la realidad de un pas agrcola, cuya poblacin vi-
va en su inmensa mayora en el campo y con tasas de analfabetismo cercanas al
80% del total resultan comprensibles algunas de las caractersticas propias de
la manera en la que se imparta justicia en el Mxico decimonnico; se puede en-
tender tambin la forma en la que operaba la legislacin penal y cmo se aplicaba
sta para ajusticiar al penitenciado y; finalmente, la manera en la que se daba a co-
nocer la noticia criminal y se haca participar en el acontecimiento a la sociedad.
Podemos concluir que tanto en el caso de el Crimen de Tacubaya, como en el de
El Crimen de Santa Julia y muchos otros que fueron clebres durante el siglo XIX,
hasta la forma de darlos a conocer hoy ya desaparecida est vinculada con la
ayuda necesaria que la autoridad responsable requera para asegurar la atencin e
interesar a la audiencia y a un pblico amplio, pues es pertinente no olvidar que la
forma procesal en la que se desahogaban a travs de juicios por jurado con-
vocaban a una gran cantidad de gente, no slo porque las audiencias eran pblicas,
sino tambin porque para mantener su atencin, en ocasiones por varios aos, se re-
quera de la ayuda de la prensa, de las hojas sueltas con grabados populares (cono-
cida tambin como literatura de cordel u hojas de ahorcados, de la cual el trabajo
como grabador de Jos Guadalupe Posadas es el mejor ejemplo de supervivencia),
de la oralidad que transmita el da a da de los avances relevantes, de los pregone-
ros, y tambin de la edicin de los alegatos y de las noticias extractadas de los pro-
cesos criminales.
de Alfonso el sabio; otras, de origen castellano en su mayora, como la Novsima Recopilacin de 1805
y, finalmente tambin lleg a incorporarse en esta dispersin legislativa, la produccin novohispana,
conocida como derecho indiano.
Fuentes de consulta
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