PELLICER, Rosa. Borges y El Sueño de Cervantes
PELLICER, Rosa. Borges y El Sueño de Cervantes
PELLICER, Rosa. Borges y El Sueño de Cervantes
Rosa Pellicer
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desta, sera repasar los textos en los que Borges menciona la novela
de Cervantes, considerar la evolucin de sus ideas, proyecto poco
novedoso pero, quiz, ms honesto. 2
Es bien sabido que Borges tuvo un contacto temprano con el Qui-
jote: a los ocho aos lee una traduccin inglesa en la ilimitada biblio-
teca de libros ingleses de su padre. Este hecho tiene cierto inters
porque en una remota instancia Cervantes formara parte del resto
de las lecturas anglosajonas de su niez. Por otra parte, el Quijote
est unido a la edicin de Garnier, con sus peculiaridades fsicas.
As, leemos en Un ensayo autobiogrfico:
2 Excluyo las menciones al Quijote que aparecen en las entrevistas con Borges, ya con-
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nas poco ms de veinte aos. Y frente a la exuberancia ornamental, frente a los laberin-
tos del tiempo y de las voces, que destruyen y ocultan las cosas y sus nombres, aboca-
do a la muerte, el poema se cierra, quiz con un secreto homenaje compartido (137).
4 Como seala Jaime Alazraki, el desplazamiento de Quevedo por Cervantes en las
preferencias de Borges tiene que ver con el cambio del concepto del estilo, que inevita-
blemente se refleja en su prctica: la riqueza verbal del Quevedo de 1925 se ha conver-
tido, en este Quevedo ms tardo, en derroche. Ahora le interesa mucho menos el os-
tentoso despliegue verbal que hipnotizara al poeta ultrasta y le preocupa, en cambio,
las ideas y la precisin con que el lenguaje las representa (15).
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Idola Fori, embustes de la plaza, engaos del vulgo, llam Francis Ba-
con a los que del idioma engendran y de ellos vive la poesa. Salvo
algunos renglones de Quevedo, de Browning, de Whitman y de
Unamuno, la poesa entera que conozco: toda la lrica. La de ayer, la
de hoy, la que ha de existir. Qu vergenza grande, qu lstima!
(Tamao 115)
juzgarlos por Cervantes que era uno de sus dioses, y no por Gracin o por Gngora,
que le parecan meras calamidades (Prlogos 53)
6 Se trata del soneto que escribe Lotario a la ingratitud desta Clori: En el silencio
de la noche, cuando/ ocupa el dulce sueo a los mortales,/ la pobre cuenta de mis ri-
cos males/estoy al cielo y a mi Clori dando, etc. (Cervantes 399)
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7 En 1938, vuelve a repetir estas palabras, sin modificacin alguna en la resea a In-
troduction la Potique, de Paul Valry (Cautivos 242).
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Buenos Aires, ao I, nm.40, 12 de mayo de 1934 (en TR2: 91-94) y en Notas de Dis-
cusin (OC1: 277). Se trata de la pregunta que le hace un forastero a Sancho, gobernador
de la nsula Barataria (II, cap. 51) (Cervantes, 1999: 1045-1047)
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9 Las relaciones de la lectura borgesiana del Quijote con las opiniones de Paul Grous-
sac, as como su posible identificacin con Menard han sido consideradas por Nora
Pasternac.
10 Aos ms tarde, al hablar de los problemas de la traduccin, Borges comenta: La
prueba de que la prosa s puede traducirse est en el hecho de que todo el mundo est
de acuerdo en que el Quijote es una gran novela y, sin embargo, como lo hizo notar
Groussac, los mayores elogios han sido hechos por personas que leyeron esa obra tra-
ducida (Borges en Sur 322).
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Del culto a la letra se ha pasado al culto del espritu; del culto de Mi-
guel de Cervantes al de Alonso Quijano. ste ha sido exaltado a se-
midis; su inventor el hombre que escribi: Para m solo naci
Don Quijote, y yo para l; l supo obrar, y yo escribir- ha sido reba-
jado por Unamuno a irreverente historiador o evangelista incom-
prensivo y errneo. (Recobrados II: 251)
de Cervantes nos interesa, debemos rescatarla del purgatorio extrao en que sufre. Su
novela, su nica novela, el Quijote -lenta presentacin total de una gran persona, a tra-
vs de muchsimas aventuras, para que la conozcamos mejor- ha sido denigrada a libro
de texto, a ocasin de banquete y de brindis, a inspiracin de cuadros vivos, de suple-
mentos domingueros en rotograbado, de obscenas ediciones de lujo, de libros que ms
parecen muebles que libros, de alegoras evidentes, de versos de todos los tamaos, de
estatuas. Es la comn tarifa de la gloria, se me dir. Pero hay algo peor. La Gramtica
que es el presente sucedneo espaol de la Inquisicin- se ha identificado con el Quijo-
te, nunca sabr por qu. El Purismo, no menos explicable y violento, lo ha hecho suyo
tambin pese a aficiones itlicas de Cervantes. (Recobrados II: 65)
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emocin o sus conceptos, pero en el caso de Joyce, sentimos ante todo el lenguaje. Si
leemos a Shakespeare o Cervantes, por ejemplo, sentimos que nos estn contando sus
emociones; Cervantes nos cuenta un sueo, y ese sueo importa ms que sus pala-
bras. (Alifano 109)
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siglos desaparecen todos los ejemplares del Quijote, desaparece el libro, pero que estoy
seguro que la imagen del hidalgo y su escudero no se borrar, porque esos personajes
ya son parte de la memoria de los hombres. (Alifano 56)
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Quijano cesa con la cordura y tambin el sueo general del libro, del
que pronto despertaremos. (Pginas 206-207)
Para los dos, para el soador y el soado, toda esa trama fue la opo-
sicin de dos mundos: el mundo irreal de los libros de caballeras, el
mundo cotidiano y comn del siglo XVII.
No sospecharon que los aos acabaran por limar la discordia, no
sospecharon que la Mancha y Montiel y la magra figura del caballero
seran, para el porvenir, no menos poticas que las etapas de Simbad
o que las vastas geografas de Ariosto.
Porque en el principio de la literatura est el mito, y asimismo en el
fin. (OC I: 799)
sueo tiene mucho que ver con los escritores espaoles que ms le interesaron, Cervan-
tes, Quevedo, Gngora, Unamuno.
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parte del libro, descubrimos, para nuestro asombro, que los persona-
jes han ledo la primera parte y que tambin han ledo la imitacin
del libro que ha escrito un rival. Y no escatiman juicios literarios y se
ponen de lado de Cervantes. As que es como si Cervantes estuviera
todo el tiempo entrando y saliendo fugazmente de su propio libro y,
por supuesto, debe haber disfrutado mucho su juego. (Ortega 4)
17 Como ya seal Ana Maria Barrenechea: La realidad del autor mismo entra as en
las mltiples experiencias de la ficcin, les presta el sostn de su existencia, y a su vez
se deja penetrar del misterio, se siente amenazado por haberlo descubierto o traspasa-
do por el milagro de la revelacin; en ltima instancia queda siempre absorbido y des-
integrado por lo fantstico. Por su parte, los seres ficticios que viven y se codean con el
autor y sus amigos, estn amenazndolos con su condicin de simulacros, pronto a
disolverlos en su nada(179).
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Este uno de los motivos porque los que prefiere el cuento a la no-
vela: La sensacin de que las grandes novelas como Don Quijote o
Huckleberry Finn son virtualmente informes ha servido para afianzar
mi gusto por la forma del cuento (Ensayo 74). A Borges, leemos en
Sobre The Purple Land (1941), de Otras inquisiciones, le disgus-
tan el desorden, la incoherencia y la variedad en la que puede caer
la novela de aventuras si no existe un orden secreto, que debe des-
cubrirse paulatinamente 19 . El ejemplo que pone a continuacin son
los veinte, comenta: Una rpida compulsa de otros textos coetneos de Borges permite
advertir que en tanto que Quevedo siempre es mencionado con elogio, y todos los co-
mentarios revelan una familiaridad excepcional con su obra, Cervantes se reduce prc-
ticamente para Borges al Quijote, libro que fue su primera lectura espaola y que lo
acompaar toda su vida, como una vieja amistad. (461). Por su parte, Teodosio Fer-
nndez escribe al respecto: Ajeno a las vacilaciones que sufri su amistad con Queve-
do, la que Borges profes a Cervantes parece constante a lo largo de toda su vida
(Borges 33). Sin embargo, Nora Pasternac afirma, y es uno de los objetivos de su en-
sayo que desde el principio [] estn los dos elementos, el de la veneracin y el de la
reticencia. Porque al lado de ese entusiasmo, y hasta de esa obsesin (si tomamos en
cuenta la persistencia increble, hasta el final de su vida, de la figura de Cervantes y del
Quijote en su obra y en su evocaciones, aunque tiene tendencia a repetir cclicamente
cierto tipo de argumentos sin renovarlos) hay en Borges una serie de comentarios irri-
tados, reticentes y devaluadores sobre el Quijote y sobre lo que lo rodea en la cultura
espaola (954).
19 Al hablar de las narraciones interpoladas y su falta de relacin con el argumento
principal, dice Javier Gonzlez Rovira a propsito de Cervantes: Desde La Galatea has-
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el hroe de Pierre Menard, autor del Quijote. La invencin de ambos cuentos, el publica-
do y el no escrito, corresponde al mismo ao, casi a los mismos das; si no me equivoco,
la tarde en que anotamos las prohibiciones, Borges nos refiri Pierre Menard (181).
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Siento con D. Quijote, que all se lo haya uno con su pecado y que
no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros
hombres, no yndoles nada en ello (Quijote, I, XXII). Ms de una
vez, ante las vanas simetras del estilo espaol, he sospechado que
diferimos insalvablemente de Espaa; esas dos lneas del Quijote
han bastado para convencerme del error; son como el smbolo tran-
quilo y secreto de nuestra afinidad. (OC I: 658) 23
23El texto del que extrae las frases es el siguiente: Cuanto ms seores guardas
aadi don Quijote-, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. All se lo
haya cada uno con su pecado. Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al
malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de
los otros hombres, no yndoles nada en ello. (Cervantes 244). Borges dedica un ensa-
yo a esta frase en Una sentencia del Quijote, Boletn de la Biblioteca Popular 4, oct. 1933
(en Recobrados II). Tambin aparecen estas palabras en Evaristo Carriego.
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24 Lelia Madrid, al considerar los textos que Borges hace del Quijote, escribe: En cada
uno de ellos resuenan Cervantes y Borges, ya sea a travs de distintas voces narrativas
o de variados enfoques sobre la materia. Esos textos y sus diferencias son una especie
de metfora del acto de leer un mismo libro y re-escribirlo en cada lectura en versiones
diferentes (159).
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Rosa Pellicer
Universidad de Zaragoza
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