PELLICER, Rosa. Borges y El Sueño de Cervantes

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BORGES Y EL SUEO DE CERVANTES

Rosa Pellicer

E n la futura Enciclopedia Sudamericana, que se publicar en San-


tiago de Chile en 2074, leeremos que las preferencias del escri-
tor argentino Jos Francisco Isidoro Luis Borges fueron la literatu-
ra, la filosofa y la tica. Prueba de los primero es lo que nos ha lle-
gado de su labor, que sin embargo deja entrever ciertas incurables
limitaciones. Por ejemplo, no acab nunca de gustar de las letras
hispnicas (OC I: 573). Borges repite una y otra vez que la literatura
espaola es tediosa. En el cuento La otra muerte, de El aleph, el
narrador pregunta a Patricio Gannon sobre su prometida traduccin
del poema The Past de Emerson, a lo que responde que no pensaba
traducirlo y que la literatura espaola era tan tediosa que haca in-
necesario a Emerson (OC I, 573); afirmacin que reitera lo expresa-
do aos atrs en el ensayo El idioma de los argentinos:

Confieso -no de mala voluntad y hasta con presteza y dicha en el


nimo- que algn ejemplo de genialidad espaola vale por literatu-
ras enteras: don Francisco de Quevedo, Miguel de Cervantes. Quin
ms? Dicen que don Luis de Gngora, dicen que Gracin, dicen que
el Arcipreste. No los escondo, pero tampoco quiero acortarle la voz a
la observacin de que el comn de la literatura espaola fue siempre

Variaciones Borges 20 (2005)


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fastidioso. Su cotidianera, su trmino medio, su gente, siempre vivi


de las descansadas artes del plagio. (152-153)

Lo primero que salta a la vista en esta limitada enumeracin tan


semejante a las Palabras liminares a Prosas profanas de Daro- es
que, salvo el Arcipreste, los nombres corresponden a escritores ba-
rrocos, y las letras barrocas son las que ms atrajeron su atencin,
como demuestran sus tempranos ensayos de los aos veinte. Por
otra parte, la lectura de estos primeros libros muestra la influencia
de la prosa barroca en su estilo, como l mismo ha reconocido. En
una conferencia pronunciada en Madrid en 1973, Borges comentaba
a propsito de estos textos:

Quise ser tambin un prosista barroco, quise ser Quevedo, Saavedra


Fajardo y Gngora. [] Entonces publiqu un libro titulado Inquisi-
ciones, escrito en espaol latinizado, en un espaol que trataba de
plagiar a Quevedo, digamos, y a Saavedra Fajardo, y a Gracin
(Belleza:59). 1

Si bien la escritura de Borges se alejara pronto de la imitacin de


los barrocos espaoles, el Borges de Tln, Uqbar, Orbis Tertius,
cuando el mundo est siendo invadido por Tln, sigue revisando
en los quietos das del hotel de Adrogu una indecisa traduccin
quevediana (que no pienso dar a la imprenta) del Urn Burial de Sir
Thomas Browne; y entre la obra visible de Pierre Menard se en-
cuentra una traduccin manuscrita de la Aguja de navegar cultos de
Quevedo, intitulada La boussole des prcieux (OC I: 443 y 445).
Acercarse una vez ms al lugar que ocupa Cervantes en la obra de
Borges es un ejercicio intil puesto que los estudiosos han abundado
en el tema y soy incapaz de ofrecer una lectura original. As las co-
sas, se me plantearon dos posibilidades de acercamiento: la primera,
menardiana, consistira en repetir palabra por palabra los escritos
sobre el tema, aunque no s si mi segundo texto lograra ser infini-
tamente ms rico, como el Quijote de Menard; la segunda, ms mo-
1 Aos despus, en el prlogo a El otro, el mismo (1964), reflexiona: Es curiosa la suer-

te del escritor. Al principio es barroco, vanidosamente barroco, y al cabo de los aos


puede lograr, si son favorables los astros, no la sencillez, que es nada, sino la modesta y
secreta complejidad (OC I: 858).
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desta, sera repasar los textos en los que Borges menciona la novela
de Cervantes, considerar la evolucin de sus ideas, proyecto poco
novedoso pero, quiz, ms honesto. 2
Es bien sabido que Borges tuvo un contacto temprano con el Qui-
jote: a los ocho aos lee una traduccin inglesa en la ilimitada biblio-
teca de libros ingleses de su padre. Este hecho tiene cierto inters
porque en una remota instancia Cervantes formara parte del resto
de las lecturas anglosajonas de su niez. Por otra parte, el Quijote
est unido a la edicin de Garnier, con sus peculiaridades fsicas.
As, leemos en Un ensayo autobiogrfico:

Cuando despus le Don Quijote en su lengua original, me son como


una mala traduccin. Todava recuerdo aquellos volmenes rojos
con letras doradas de la edicin de Garnier. En algn momento, la
biblioteca de mi padre fue dispersada y cuando le el Quijote en otra
edicin tuve la sensacin de que se no era el verdadero Quijote. Ms
tarde, un amigo me consigui el Garnier, con los mismos grabados
en acero, las mismas notas al pie y las mismas erratas. Todas esas co-
sas forman para m parte del libro: el que considero como verdadero
Quijote. (16)

La temprana influencia del Quijote se manifiesta en la escritura,


cuando tena ocho aos, de su primer cuento La visera fatal, hecho
a la manera cervantina. Aos ms tarde, en los textos relacionados
con la elaboracin de su credo vanguardista se desvanece un poco la
presencia de Cervantes, ya que la atencin de Borges se dirige al
elogio ambivalente de Quevedo y a manifestar su rechazo a Gngo-
ra 3 . Sin embargo, existe alguna constancia de que la admiracin por

2 Excluyo las menciones al Quijote que aparecen en las entrevistas con Borges, ya con-

sideradas por Julio Rodrguez-Luis (489-496), excepto la de Alifano, ya mencionada.


3 Evangelina Rodrguez Cuadros analiza con detenimiento los tres puntos que expli-

can la reticencia de Borges ante Gngora: a) su actitud ante el estilo; b) su concepcin


particular de la sintaxis potica de la metfora y c) su enfrentamiento a la realidad y al
lenguaje. (184). Gloria Videla, al considerar el poema Gngora de Los conjurados,
advierte: Pero ya desde el comienzo se insina la identidad Gngora-Borges (69);
identificacin que Manuel Fuentes desarrolla en su anlisis del poema, al considerar
extrao oficio del poeta. La conclusin es la siguiente: Y en la ficcin el verdadero
dominio de la poesa, un Gngora anciano, quizs a punto de morir, imaginado por un
anciano Borges, rememora un viejo soneto de molde petrarquista que escribi con ape-
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12 ROSA PELLICER

Cervantes no disminuye; as, en carta a su amigo Sureda (1922), para


expresar la dificultad de dar cuenta de todos los amigos, alude al
Quijote:

El Quijote cuenta tres volmenes, y slo hay en l tres hombres re-


ales: don Quijote, Sancho y el Bachiller Sansn Carrasco. Si Cervan-
tes que es el primero del mundo (ests de acuerdo conmigo?) nece-
sit un noveln en dos partes para dar vida valedera a tres personas,
mal puedo yo animar en una carta brevsima a tanta gente. (Recobra-
dos I: 427).

Poco despus, en los primeros libros de ensayos, donde muestra


su preocupacin por la expresin literaria, Cervantes asomar de
modos diversos en sus reflexiones. As en el Prlogo a Inquisicio-
nes, figura el Quijote como digno de una inmortalidad de renom-
bre, al lado, por ahora, del Fausto de Estanislao del Campo. Tam-
bin en este libro se inicia una consideracin sobre el estilo cervanti-
no, que perdura durante varios aos. As al hablar del conceptismo
de Quevedo, opone dos tipos de estilo. Dice Borges en Menoscabo
y grandeza de Quevedo:

El conceptismo -la solucin que dio Quevedo al problema- es una se-


rie de latidos cortos e intensos marcando el ritmo del pensar. En vez
de la visin abarcadora que difunde Cervantes sobre el ancho decur-
so de una idea, Quevedo pluraliza las vislumbres en una suerte de
fusilera de miradas parciales. (Inquisiciones 48) 4

Poco ms encontramos en este libro de 1923, aunque cabra obser-


var que el joven Borges inicia una prctica que luego ser habitual:
utilizar la obra de Cervantes como ejemplo, en el caso siguiente, pa-

nas poco ms de veinte aos. Y frente a la exuberancia ornamental, frente a los laberin-
tos del tiempo y de las voces, que destruyen y ocultan las cosas y sus nombres, aboca-
do a la muerte, el poema se cierra, quiz con un secreto homenaje compartido (137).
4 Como seala Jaime Alazraki, el desplazamiento de Quevedo por Cervantes en las

preferencias de Borges tiene que ver con el cambio del concepto del estilo, que inevita-
blemente se refleja en su prctica: la riqueza verbal del Quevedo de 1925 se ha conver-
tido, en este Quevedo ms tardo, en derroche. Ahora le interesa mucho menos el os-
tentoso despliegue verbal que hipnotizara al poeta ultrasta y le preocupa, en cambio,
las ideas y la precisin con que el lenguaje las representa (15).
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ra un tipo de metfora, la artimaa que sustantiva negaciones:


habla el silencio all (Inquisiciones 80), y es interesante observar
que los otros ejemplos son de Garcilaso y de Macedonio Fernndez,
definido en 1921 como Don Quijote sonriente y meditabundo (Reco-
brados I: 133), y cuya opinin sobre Cervantes influy notablemen-
te 5 . Esta actitud se manifiesta en Ejercicio de anlisis, de El tamao
de mi esperanza (1926) dedicado a analizar dos versos que aparecen
en El curioso impertinente (I, cap. 34): En el silencio de la noche,
cuando/ocupa el dulce sueo a los mortales 6 . El perverso proce-
dimiento para analizarlos consiste en considerar prcticamente cada
palabra por s sola para demostrar que en el caso de que hubiera
creacin potica, sta solamente es obra del lenguaje. El comenta-
rio es duro y tpico de un Borges joven e intransigente:

Idola Fori, embustes de la plaza, engaos del vulgo, llam Francis Ba-
con a los que del idioma engendran y de ellos vive la poesa. Salvo
algunos renglones de Quevedo, de Browning, de Whitman y de
Unamuno, la poesa entera que conozco: toda la lrica. La de ayer, la
de hoy, la que ha de existir. Qu vergenza grande, qu lstima!
(Tamao 115)

En el libro siguiente, El idioma de los argentinos (1928), volvemos a


ver aplicado este procedimiento de anlisis, aunque en el caso de
Indagacin de la palabra el propsito es intentar explicar cul es
el mecanismo psicolgico que hace que comprendamos una frase,
un texto. Para ello utiliza, como har luego con diversos fines, el c-
lebre comienzo del Quijote y considera el significado de cada pala-
bra. La cuestin radica en si la compresin viene determinada por
cada palabra, como quieren los gramticos, o se abarca de un solo
vistazo mgico. Borges analiza la propuesta de Spiller: la divisin
en unidades de representacin. Con el mismo fin didctico contina

5 Borges en el prlogo a una antologa publicada en 1961: A los espaoles prefera

juzgarlos por Cervantes que era uno de sus dioses, y no por Gracin o por Gngora,
que le parecan meras calamidades (Prlogos 53)
6 Se trata del soneto que escribe Lotario a la ingratitud desta Clori: En el silencio

de la noche, cuando/ ocupa el dulce sueo a los mortales,/ la pobre cuenta de mis ri-
cos males/estoy al cielo y a mi Clori dando, etc. (Cervantes 399)
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utilizando a Cervantes; as en La fruicin literaria para demostrar


que el tiempo puede construir un texto no slo destruirlo, debido al
cambio el sentido de las expresiones, se detiene en el primer verso
del poema ms clebre, e irnico, de Cervantes, Al tmulo del rey
Felipe II se hizo en Sevilla: Vive Dios, que me espanta esta gran-
deza!, y lo compara con lo sera su versin actual:

Cuando el inventor y detallador de Don Quijote lo redact, vive Dios


era interjeccin tan barata como caramba y espantar vala por asom-
brar. Sospecho que los contemporneos suyos lo sentiran as:
Vieran lo que me asombra este aparato!
o cosa vecina. Nosotros lo sentimos firme y garifo. El tiempo amigo
de Cervantes- ha sabido corregirle las pruebas. (Idioma 96-97) 7

Borges hace una acotacin semejante al comentar el ttulo de uno


de los ms famosos libros del mundo, El ingenioso hidalgo don Quijote
de la Mancha para ejemplificar el cambio que produce el tiempo en
las palabras y cmo puede ennoblecerlas. Deca en la conferencia El
enigma de la poesa:

La palabra hidalgo tiene hoy una peculiar dignidad por s misma,


pero, cuando Cervantes la escribi, la palabra hidalgo significaba
un seor del campo. En cuanto al nombre Quijote era conside-
rada ms bien una palabra ridcula, como los nombres de muchos
personajes de Dickens (Pickwick, Swiveller, Chuzzlewit,
Twist, Squears, Quipu y otros por el estilo). Y adems tienen
ustedes de la Mancha que ahora nos suena noble en castellano, pe-
ro que Cervantes, cuando lo escriba, quiz pretendi que sonara (y
pido disculpas a cualquier vecino de esa ciudad) como si hubiera es-
crito don Quijote de Kansas City. (Arte 26-27)

Esta costumbre de utilizar textos del Quijote como ejemplo de al-


gn problema perdura en los ensayos de Borges. As, por lo menos
en dos ocasiones, al aludir al problema clsico de los mentirosos, el
silogismo dilemtico o bicornuto, relacionado con las series infinitas,

7 En 1938, vuelve a repetir estas palabras, sin modificacin alguna en la resea a In-
troduction la Potique, de Paul Valry (Cautivos 242).
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ofrece la versin de Cervantes, antes de proponer su solucin 8 . O, al


hablar de cmo el gnero policaco condiciona un tipo de lectura, la
de la sospecha, acude una vez ms al comienzo del Quijote para ex-
plicarlo. En El cuento policial, se dice a un supuesto lector que es-
te libro es una novela policaca:

vamos a suponer que ese hipottico personaje haya ledo novelas


policiales y empiece a leer el Quijote. Entonces, qu lee? En un lugar
de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme, no hace mucho tiempo
viva un hidalgoy ya ese lector est lleno de sospechas, porque el
lector de novelas policiales es un lector que lee con incredulidad, con
suspicacias, una suspicacia especial. Por ejemplo, si lee: En un lugar
de la Mancha, desde luego supone que aquello no sucedi en la
Mancha. Luego: de cuyo nombre no quiero acordarme, Por qu no
quiso acordarse Cervantes? Porque sin duda Cervantes era el asesi-
no, el culpable. Luegono hace mucho tiempoposiblemente lo que
suceda no ser tan aterrador como el futuro. (Borges oral 73)

Borges contina utilizando las mismas frases para muy diversos


propsitos, como el de ilustrar el mecanismo de la cbala. El perpe-
trador de este tipo de lectura delirante no poda ser otro que un
cervantista:

Pues bien, si a un cervantista se le ocurriera decir: el Quijote empieza


con dos palabras monoslabas terminadas en n: (en y un), y sigue con
una de cinco letras (lugar), con dos de dos letras (de la), con una de
cinco o de seis (Mancha), y luego se le ocurriera derivar conclusiones
de eso, inmediatamente se pensara que est loco. La Biblia ha sido
estudiada de este modo. (Siete noches 129)

Finalmente, la novela cervantina puede servir para comparar esti-


los o personajes. En la resea a la novela La historia de Geny de Mu-
rasaki (1938), despus de dejar claro que no se puede equiparar su
genio al de Cervantes, advierte su mayor complejidad, debida en
buena parte a su cultura, y pone como ejemplo la descripcin: En el

8 Aparece en Dos antiguos problemas, Crtica, Revista Multicolor de los Sbados,

Buenos Aires, ao I, nm.40, 12 de mayo de 1934 (en TR2: 91-94) y en Notas de Dis-
cusin (OC1: 277). Se trata de la pregunta que le hace un forastero a Sancho, gobernador
de la nsula Barataria (II, cap. 51) (Cervantes, 1999: 1045-1047)
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16 ROSA PELLICER

Quijote, Cervantes se limita a distinguir el da de la noche; Murasaki


(El puente de los sueos, captulo diez) nota en una ventana: las
estrellas borrosas detrs de la nieve que cae(Cautivos 261). En
cuanto a los personajes, opina con Lugones que Vizcacha es ms
natural que Sancho, ya que suprime el recurso literario de la
oposicin simtrica (OCC: 551); o, que el carcter de Falstaff, caba-
llero ridculo y querible, como don Quijote, y, a diferencia de ste,
dotado de un sentido del humor, del todo anmalo en las letras del
siglo XVII (OCC: 821).
Como vemos, ya en los aos veinte Borges inicia una de sus cos-
tumbres literarias: utilizar casi siempre los mismos textos de Cer-
vantes para dar cuenta de un problema literario o lingstico, como
por otra parte hace con Quevedo y otros escritores. Tampoco poda
faltar el fcil recurso a la parodia del famoso comienzo del Quijote en
el inicio de un ensayo; slo un ejemplo de Carriego y el sentido del
arrabal:

En una calle de Palermo de cuyo nombre s quiero acordarme y es la


de Honduras, vivi all por los aos enfticos del centenario un en-
trerriano tuberculoso y casi genial que mir al barrio con mirada
eternizadora. (Tamao 32)

Finalmente, al hablar sobre la cuestin de la pureza del espaol,


Cervantes, que italianiz, acompaa a Gngora, Quevedo, Fray Luis
y Gracin, para concluir siempre que la tradicin espaola no es
tan tradicional, como los tradicionalistas pretenden (Idioma 65).
El ensayo de 1928 La conducta novelstica de Cervantes abre
otro de los puntos de inters en la lectura que Borges hace del Quijo-
te. En primer lugar, aparece la palabra destino en relacin al per-
sonaje, y la creencia del creador en su invulnerabilidad, que lleva a
audacias en su construccin: Ninguna otra conducta fue tan delibe-
radamente paradjica y arriesgada como la de Cervantes, y esto es
lo que pretende razonar en su alegato. Como seala Teodosio Fer-
nndez, este ensayo muestra un nuevo inters hacia el Quijote, la
consideracin del personaje, a la que, como veremos, volver pron-
to. Borges condena las lecturas que reducen a la novela de Cervantes
a la parodia o a la alegora:
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BORGES Y EL SUEO DE CERVANTES 17

Quienes ponderan que Sancho y Quijote sean mitos, suelen asimis-


mo abundar en la opinin de que son smbolos. []
Mi propsito no es controvertir esa mgica afirmacin; lo que niego
es la hiptesis monstruosa de que esos espaoles, amigos nuestros,
no sean gente de este mundo sino las dos mitades de un alma. El
Sancho y el Quijote de la leyenda pueden ser abstracciones; no los
del libro, que son individuales y complejsimos, y que el anlisis po-
dra partir en otros Quijote y Sanchos. (Recobrados II: 252-253)

La hazaa de Cervantes consistira, por tanto, en la creacin de


un personaje. Borges define as al Quijote: es la venerable y satisfac-
toria presentacin de una gran persona, pormenorizada a travs de
doscientos trances, para que lo conozcamos mejor. Es decir, no es
ms ni menos que el ttulo (Idioma 123). Para persuadirnos de ello,
Cervantes adopta un mtodo desaforado, que le lleva a valent-
as, como el episodio de la muerte del hroe, que Borges considera-
r en otras ocasiones, basada en la mencionada invulnerabilidad del
personaje:

Cervantes teje y desteje la admirabilidad de su personaje. Impertur-


bable, como quien no quiere la cosa, lo levanta a semidis en nuestra
conciencia, a fuerza de sumarias relaciones de su virtud y de encar-
nizadas malandanzas, calumnias, omisiones, postergaciones, incapa-
cidades, soledades y cobardas. (Idioma 123-124)

Tres aos despus, Borges condena la lectura estilstica que lleva


al culto del escritor al declarar que su prosa es perfecta: Entre noso-
tros, Lugones y Groussac denunciaron la idolatra cervantina (Re-
cobrados I: 290). Esta idea se desarrolla en La supersticiosa tica del
lector, de Discusin, uno de los textos ms citados en los estudios
dedicados al tema que nos ocupa. Por mi parte, no eludo el lugar
comn. Escribe Borges:

La crtica espaola, ante la probada excelencia de esa novela, no ha


querido pensar que su mayor (y tal vez nico irrecusable valor) fue-
ra el psicolgico, y le atribuye dones de estilo, que a muchos les pa-
recern misteriosos. En verdad, basta revisar unos prrafos del Qui-
jote para sentir que Cervantes no era estilista (a lo menos en la pre-
sente acepcin acstico-decorativa de la palabra) y que le interesa-
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18 ROSA PELLICER

ban demasiado los destinos de Quijote y de Sancho para dejarse dis-


traer por su propia voz. (OC I: 202-203)

El prrafo interesa tanto porque Borges ve en el Quijote la invisibi-


lidad y la eficacia que debe poseer todo buen estilo, como porque
vuelve a insistir en que su importancia reside en la creacin de sus
personajes y sus destinos, idea anunciada casi diez aos atrs, y que,
como otras, enunci Groussac 9 . El valor del libro no reside, pues, en
su estilo ni en lo original de su lengua, sino en la presentacin del
personaje: Ms vivo es el fantasma alemn o escandinavo o indos-
tnico del Quijote que los ansiosos artificios verbales del estilista.
(OC I: 204) 10 . Por ello Borges siempre censura a los cervantistas
que ven en el Quijote una especie de almacn de proverbios, arcas-
mos e idiotismos; ste sera uno de los elementos de la gloria para-
djica de Cervantes. sta, conducta de los cervantistas, segn Bor-
ges, los diferencia, por ejemplo, de los shakespearianos, que son
menos gramticos, ms educados. En Sobre los clsicos (1966) po-
ne como ejemplo a

el P. Cortejn, autor de Duelos y quebrantos y de La iglesia catlica es la


protectora y mejor amiga de la agricultura, cuando no un coleccionador
de refranes (ejemplo: el Sbarbi, autor de Esplendidez espaola, de
Cuervos y plumas, de Preliminares para un tratado completo de paremiolo-
ga comparada, de Ambig literario y de El elemento corngero) o de co-
plas: Francisco Rodrguez Marn. (Pginas 230)

Como podemos ver Borges se muestra malicioso al citar estas


obras de Jos Mara Sbarbi y Osuna (1834-1910), ya que poda haber
elegido El refranero general espaol (1876) u otros libros sobre prover-
bios. En cuanto al Padre Clemente Cortejn y Lucas la cita, al ser in-

9 Las relaciones de la lectura borgesiana del Quijote con las opiniones de Paul Grous-
sac, as como su posible identificacin con Menard han sido consideradas por Nora
Pasternac.
10 Aos ms tarde, al hablar de los problemas de la traduccin, Borges comenta: La

prueba de que la prosa s puede traducirse est en el hecho de que todo el mundo est
de acuerdo en que el Quijote es una gran novela y, sin embargo, como lo hizo notar
Groussac, los mayores elogios han sido hechos por personas que leyeron esa obra tra-
ducida (Borges en Sur 322).
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BORGES Y EL SUEO DE CERVANTES 19

completa tampoco lo favorece; el ttulo completo del opsculo de


treinta pginas es Duelos y quebrantos. Comentario a una nota de la pri-
mera edicin crtica del Don Quijote (1907). 11
El segundo error se refiere al culto a Alonso Quijano, no a su au-
tor, en la lnea del libro de Unamuno, que nunca le gust, a pesar de
que -como ha estudiado Manuel Fuentes- su influencia es notoria en
sus argumentos sobre el estilo de Cervantes y en la creacin de Pie-
rre Menard 12 . Leemos en Nota sobre el Quijote (1947):

Del culto a la letra se ha pasado al culto del espritu; del culto de Mi-
guel de Cervantes al de Alonso Quijano. ste ha sido exaltado a se-
midis; su inventor el hombre que escribi: Para m solo naci
Don Quijote, y yo para l; l supo obrar, y yo escribir- ha sido reba-
jado por Unamuno a irreverente historiador o evangelista incom-
prensivo y errneo. (Recobrados II: 251)

Esta exaltacin es tambin lamentada por Pierre Menard:

El Quijote me dijo- fue ante todo un libro agradable; ahora es una


ocasin de brindis patriticos, de soberbia gramatical, de obscenas
ediciones de lujo. La gloria es una incomprensin y tal vez la peor.
(OC I: 450) 13

11 Debo la informacin sobre estos autores a la generosidad de Jos Enrique Laplana.


12 Manuel Fuentes ha estudiado la influencia de Unamuno en las reflexiones de Bor-
ges sobre el estilo de Cervantes, su crtica al cervantismo y su influencia en Pierre
Menard, autor del Quijote.
13 En Una sentencia del Quijote encontramos algo semejante: Si la vida pstuma

de Cervantes nos interesa, debemos rescatarla del purgatorio extrao en que sufre. Su
novela, su nica novela, el Quijote -lenta presentacin total de una gran persona, a tra-
vs de muchsimas aventuras, para que la conozcamos mejor- ha sido denigrada a libro
de texto, a ocasin de banquete y de brindis, a inspiracin de cuadros vivos, de suple-
mentos domingueros en rotograbado, de obscenas ediciones de lujo, de libros que ms
parecen muebles que libros, de alegoras evidentes, de versos de todos los tamaos, de
estatuas. Es la comn tarifa de la gloria, se me dir. Pero hay algo peor. La Gramtica
que es el presente sucedneo espaol de la Inquisicin- se ha identificado con el Quijo-
te, nunca sabr por qu. El Purismo, no menos explicable y violento, lo ha hecho suyo
tambin pese a aficiones itlicas de Cervantes. (Recobrados II: 65)
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20 ROSA PELLICER

Referencias a estos dos tipos de lectura equivocada la de los


cervantistas y la de los mitgrafos- las encontramos tambin el los
primeros versos del poema Espaa, de El otro, el mismo:

Ms all de los smbolos,


ms all de la pompa y la ceniza de los aniversarios,
ms all de la aberracin del gramtico
que ve en la historia del hidalgo
que soaba ser don Quijote y al fin lo fue,
no una amistad y una alegra
sino un herbario de arcasmos y un refranero,
ests, Espaa silenciosa, en nosotros. (OC I: 931)

Con el paso de los aos, en la dcada de los sesenta, Borges habla


del Quijote como una amistad: en primer lugar, la existente entre el
caballero y el escudero, que sera el argumento ntimo, el verda-
dero tema de la novela; en segundo lugar, la amistad que sentimos
los lectores hacia don Quijote. Esta hazaa se debe, principalmente,
a la voz de Cervantes que logra hacernos creer en su personaje:
Tal vez la eficacia del Quijote se debe, sobre todo, a lo que podra-
mos llamar la voz de Cervantes; una voz amable y natural; una
imaginacin que fluye, que se deja llevar por la fbula de don Quijo-
te y de Sancho. La palabra es all como un instrumento dcil (Ali-
fano 55 y 32); de modo que es la voz, ms que las tecniqueras esti-
lsticas la que logra esa eficaz persuasin, similar a la de Shakespea-
re 14 , que hace que creamos, pase lo que pase, en el personaje como
creemos en la personalidad de un amigo. Por ello aunque sepa, co-
mo observara Stevenson que los personajes de un libro son sartas
de palabras y a eso, por blasfematorio que nos parezca, se reducen
Aquiles y Peer Gynt, Robinson Crusoe y don Quijote(Nueve ensayos
110), sentimos que son algo ms puesto que cuando pensamos en
ellos lo reconocemos como reales: Cuando nos encontramos con un
verdadero personaje en la ficcin, sabemos que ese personaje existe

14 Hay escritores en los cuales no sentimos el lenguaje, sentimos directamente su

emocin o sus conceptos, pero en el caso de Joyce, sentimos ante todo el lenguaje. Si
leemos a Shakespeare o Cervantes, por ejemplo, sentimos que nos estn contando sus
emociones; Cervantes nos cuenta un sueo, y ese sueo importa ms que sus pala-
bras. (Alifano 109)
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BORGES Y EL SUEO DE CERVANTES 21

ms all del mundo que lo cre (Ortega 3). El crculo de amistades


literarias de Borges es reducido. Podemos encontrar la lista en varios
lugares; todos ellos tienen en comn que son protagonistas de di-
versas aventuras, que deben formar parte de su carcter. Dice en la
conferencia Pensamiento y Poesa, de 1967:

Si se cuenta una historia sobre un hombre, entonces esa historia se


parece a l; esa historia es su smbolo. Cuando pienso en queridos
amigos mos como don Quijote, el seor Pickwick, el doctor Watson,
Huckleberry Finn, Peer Gynt y otros por el estilo (no estoy seguro de
tener muchos amigos ms), siento que los hombres que escribieron
esas historias contaban cuentos chinos, pero las que las aventuras
que desarrollaron eran espejos, adjetivos o atributos de esos hom-
bres. (Arte 115-116) 15

Esto hace que aunque en el futuro se hayan olvidado sus aventu-


ras, estos personajes don Quijote y Sancho, Holmes y Watson- se-
guirn existiendo, porque los hombres, en otros idiomas, seguirn
inventando historias para atriburselas a esos personajes: historias
que sern espejos de los personajes. Es algo, a mi entender, posible
(Arte 126). El mismo Borges plane un cuento, a partir de una espe-
cie de tercer argumento del Quijote, que arrancara del ltimo ca-
ptulo, el que ms inters ha despertado a lo largo de sus escritos:
esta ser la historia de Alonso Quijano que quiere ser don Quijote y
trata de serlo, ya sobre el final de su vida (Alifano 52). Es decir, se-
ra invertir la conducta de Cervantes y el sentido del libro, escrito
para llegar a este final, al que llega con aparente indiferencia, como
ha dicho en muchas ocasiones. Borges escribe en Anlisis del lti-
mo captulo del Quijote (1956):

La forma de la novela exige que don Quijote vuelva a la cordura, y


tambin que este regreso a la cordura es ms pattico que el morir
loco. Es triste que Alonso Quijano vea en la hora de su muerte que
su vida entera ha sido un error y un disparate. El sueo de Alonso

15 Lo mismo le comenta a Roberto Alifano: podemos imaginar que en el curso de los

siglos desaparecen todos los ejemplares del Quijote, desaparece el libro, pero que estoy
seguro que la imagen del hidalgo y su escudero no se borrar, porque esos personajes
ya son parte de la memoria de los hombres. (Alifano 56)
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22 ROSA PELLICER

Quijano cesa con la cordura y tambin el sueo general del libro, del
que pronto despertaremos. (Pginas 206-207)

La famosa idea que apunta aqu, la literatura como sueo, Borges


la contina desarrollando en relacin con el Quijote en varios lugares
y, fundamentalmente, en los poemas que se ocupan de la gnesis de
la novela y del personaje 16 . Un soldado de Urbina, publicado en El
otro, el mismo y en El oro de los tigres, nos muestra a un Cervantes a
srdidos oficios resignado vagando por la dura Espaa; frente a
esta realidad se refugia en lo soado, en los libros, los ciclos de Ro-
lando y de Bretaa, y la conjuncin de realidad y ficcin engendra-
r el futuro Quijote: Atravesando el fondo de algn sueo,/por l
ya andaban don Quijote y Sancho (OC 1:878)
El Quijote plantea el conflicto entre la realidad y el sueo, los li-
bros de caballeras y la Espaa de principios del siglo XVII, pero los
dos planos aparentemente opuestos acabarn por unirse, como lee-
mos en Parbola de Cervantes y de Quijote, de El hacedor:

Para los dos, para el soador y el soado, toda esa trama fue la opo-
sicin de dos mundos: el mundo irreal de los libros de caballeras, el
mundo cotidiano y comn del siglo XVII.
No sospecharon que los aos acabaran por limar la discordia, no
sospecharon que la Mancha y Montiel y la magra figura del caballero
seran, para el porvenir, no menos poticas que las etapas de Simbad
o que las vastas geografas de Ariosto.
Porque en el principio de la literatura est el mito, y asimismo en el
fin. (OC I: 799)

No hay que olvidar que esa realidad a la que se enfrenta don


Quijote forma tambin parte del sueo de Cervantes, y a lo largo de
toda la novela se mezclan los dos planos, en los que est incluido el
autor. Deca en 1969:

As un personaje que es un sueo de Cervantes y que, a su vez, sue-


a con Cervantes y lo convierte en un sueo. Despus, en la segunda

16 Para Stelio Cro la concepcin ilusoria de la realidad y la idea de la literatura como

sueo tiene mucho que ver con los escritores espaoles que ms le interesaron, Cervan-
tes, Quevedo, Gngora, Unamuno.
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BORGES Y EL SUEO DE CERVANTES 23

parte del libro, descubrimos, para nuestro asombro, que los persona-
jes han ledo la primera parte y que tambin han ledo la imitacin
del libro que ha escrito un rival. Y no escatiman juicios literarios y se
ponen de lado de Cervantes. As que es como si Cervantes estuviera
todo el tiempo entrando y saliendo fugazmente de su propio libro y,
por supuesto, debe haber disfrutado mucho su juego. (Ortega 4)

Esta sera una de las magias del Quijote: la confusin de lo obje-


tivo y lo subjetivo, el mundo del lector y el mundo del libro (OC I:
667); y tambin una de las razones por las que Borges siempre ha
preferido la segunda parte a la primera, por llevar ms lejos el juego
entre los dos planos, cuyo mximo ejemplo es el hecho de que sus
personajes no slo hayan ledo la primera parte, sino tambin el
apcrifo. Por medio de este mtodo se logra una insinuacin de lo
sobrenatural, sin tener que recurrir a lo fantstico. 17
En cuanto al procedimiento de interpolar una ficcin dentro de la
ficcin, recurso frecuente de la novela episdica, no tiene la misma
eficacia que el anterior puesto que no se funden los dos niveles.
Leemos en Cuando la ficcin vive en la ficcin, ensayo de 1939:

Al procedimiento pictrico de insertar un cuadro en un cuadro, co-


rresponde en las letras el de interpolar una ficcin en otra ficcin.
Cervantes incluy en el Quijote una novela breve; Lucio Apuleyo in-
tercal famosamente en El asno de oro la fbula de Amor y Psiquis:
tales parntesis, en razn misma de su naturaleza inequvoca, son
tan banales como la circunstancia de que una persona, en la realidad,
lea en voz alta o cante. (Cautivos 325-326)

La devocin sentida por el Quijote no est exenta de algunas crti-


cas, que hacen, como sucede con otros libros, que se haya hablado

17 Como ya seal Ana Maria Barrenechea: La realidad del autor mismo entra as en
las mltiples experiencias de la ficcin, les presta el sostn de su existencia, y a su vez
se deja penetrar del misterio, se siente amenazado por haberlo descubierto o traspasa-
do por el milagro de la revelacin; en ltima instancia queda siempre absorbido y des-
integrado por lo fantstico. Por su parte, los seres ficticios que viven y se codean con el
autor y sus amigos, estn amenazndolos con su condicin de simulacros, pronto a
disolverlos en su nada(179).
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24 ROSA PELLICER

de ambigedad en la valoracin hecha por Borges 18 . No parece que


sea tan evidente en nuestro caso como en otros; los defectos que en-
cuentra en la novela se deben a las razones que conforman su consi-
deracin del gnero. Podemos recordar que en el clebre prlogo a
La invencin de Morel, de Bioy Casares, muestra su rechazo a la nove-
la psicolgica y a la realista, entre otras cosas por su tendencia al
desorden, y su preferencia por la novela de aventuras:

La novela de aventuras, en cambio, no se propone como una trans-


cripcin de la realidad: es un objeto artificial que no sufre ninguna
parte injustificada. El temor de incurrir en la mera variedad sucesiva
del Asno de oro, del Quijote o de los siete viajes de Simbad, le impone
un riguroso argumento. (Prlogos 23)

Este uno de los motivos porque los que prefiere el cuento a la no-
vela: La sensacin de que las grandes novelas como Don Quijote o
Huckleberry Finn son virtualmente informes ha servido para afianzar
mi gusto por la forma del cuento (Ensayo 74). A Borges, leemos en
Sobre The Purple Land (1941), de Otras inquisiciones, le disgus-
tan el desorden, la incoherencia y la variedad en la que puede caer
la novela de aventuras si no existe un orden secreto, que debe des-
cubrirse paulatinamente 19 . El ejemplo que pone a continuacin son

18 Emir Rodrguez Monegal, al considerar las preferencias de Borges en la dcada de

los veinte, comenta: Una rpida compulsa de otros textos coetneos de Borges permite
advertir que en tanto que Quevedo siempre es mencionado con elogio, y todos los co-
mentarios revelan una familiaridad excepcional con su obra, Cervantes se reduce prc-
ticamente para Borges al Quijote, libro que fue su primera lectura espaola y que lo
acompaar toda su vida, como una vieja amistad. (461). Por su parte, Teodosio Fer-
nndez escribe al respecto: Ajeno a las vacilaciones que sufri su amistad con Queve-
do, la que Borges profes a Cervantes parece constante a lo largo de toda su vida
(Borges 33). Sin embargo, Nora Pasternac afirma, y es uno de los objetivos de su en-
sayo que desde el principio [] estn los dos elementos, el de la veneracin y el de la
reticencia. Porque al lado de ese entusiasmo, y hasta de esa obsesin (si tomamos en
cuenta la persistencia increble, hasta el final de su vida, de la figura de Cervantes y del
Quijote en su obra y en su evocaciones, aunque tiene tendencia a repetir cclicamente
cierto tipo de argumentos sin renovarlos) hay en Borges una serie de comentarios irri-
tados, reticentes y devaluadores sobre el Quijote y sobre lo que lo rodea en la cultura
espaola (954).
19 Al hablar de las narraciones interpoladas y su falta de relacin con el argumento
principal, dice Javier Gonzlez Rovira a propsito de Cervantes: Desde La Galatea has-
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BORGES Y EL SUEO DE CERVANTES 25

los personajes antagnicos por excelencia, don Quijote y Sancho. Es-


cribe con una dureza que desaparecer con los aos:

Cervantes moviliza dos tipos: un hidalgo seco de carnes, alto, as-


ctico, loco y altisonante; un villano carnoso, bajo, comiln, cuerdo y
dicharachero: esa discordia tan simtrica y persistente acaba por qui-
tarles la realidad, por disminuirlos a figuras de circo. (OC I: 733)

Esta observacin se condice con una de las prohibiciones de lo


que hay que evitar en literatura, que elabor junto a Adolfo Bioy
Casares y Silvina Ocampo, realizada al mismo tiempo que Pierre
Menard, autor del Quijote 20 : Parejas de personajes burdamente
dismiles: Quijote y Sancho, Sherlock Holmes y Watson (Bioy 178),
parejas que luego sern para Borges ejemplo de amistad y la cervan-
tina, el afortunado vaivn de Sancho y Quijote (OC I: 660), se con-
vertir en un smbolo. Pero, si continuamos leyendo el ensayo sobre
Hudson, observamos que el reproche se debe a que las aventuras
del hroe no modifican su carcter, como ocurrira en la primera
parte; sin embargo en la segunda, su preferida, ya existe una inter-
accin, ya muestra mayor complejidad: el hroe modifica las cir-
cunstancias, las circunstancias modifican el carcter del hroe. (OC
I: 733). Por esta razn, y por lo anteriormente anotado sobre la crea-
cin del carcter, Borges reitera que el Quijote es la primera y la
ms intensa novela de caracteres y el mejor de los libros de caballe-
ras (Nueve ensayos 43). Como sucede con otros textos, la lectura de
esta novela nos impulsa a leer sus precedentes, a la vez que modifica
su lectura, del mismo modo que la obra rige al autor. Dice en Des-
tino y obra de Camoens (1972):

ta el Persiles, pasando por el Quijote, especialmente la primera parte, se encuentran en


sus obras narraciones cuya relacin directa con la trama principal es ocasional, a pesar
de sus declaraciones acerca de la unidad de la obra. Sin embargo, Cervantes intenta
mantener cierto equilibrio cuantitativo entre fbula y episodio( 94).
20 Dice Bioy en Libros y amistad: Menard, el del precepto citado ms arriba, es

el hroe de Pierre Menard, autor del Quijote. La invencin de ambos cuentos, el publica-
do y el no escrito, corresponde al mismo ao, casi a los mismos das; si no me equivoco,
la tarde en que anotamos las prohibiciones, Borges nos refiri Pierre Menard (181).
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26 ROSA PELLICER

El caso clsico sera el de Cervantes, que se propuso escribir una s-


tira contra los libros de caballeras, cuya lectura haba caducado en-
tonces y escribi un libro que ha hecho entre tantas otras cosas que
recordemos esos libros de caballeras. Yo estuve releyendo el Amads
de Gaula, el Palmeirim que es un libro portugus y descubr que esos
libros mereceran ser ledos, como sin duda lo sinti Cervantes, que
acaso escribi el Quijote para librarse de esa pasin por esos libros, y
una prueba es que despus escribi Los trabajos de Persiles y Sigis-
munda en la cual l vuelve a las extravagancias que ahora llamara-
mos romnticas, que l haba satirizado en su libro anterior. (Nueve
ensayos 235) 21

Apenas hay ms valoraciones acerca de la obra de Cervantes, y las


referencias a otros textos, an conocindolos, son escasas. Este des-
inters tiene que ver con el falso lugar comn segn el cual Cervan-
tes, ingenio lego, sera inferior a su creacin; hecho que, para Borges
de algn modo, corroborara el resto de la obra cervantina. El frag-
mento del Eplogo citado al comienzo de estas pginas continuaba
as: Fue partidario de la teora de su amigo Luis Rosales, que arga
que el autor de los inexplicables Trabajos de Persiles y Segismunda no
pudo haber escrito el Quijote (OC I: 1143) 22 . Muy frecuentemente
Borges pone al lado los nombres de Cervantes y Quevedo, uno de
sus hbitos, y afirmar que prefiere el quevedismo al cervantis-
mo. En unas ocasiones la contraposicin sirve para ilustrar dos ti-
pos de estilo muy diversos, pero en otras, para manifestar que como
hombre de letras Quevedo es muy superior a Cervantes, sin me-
noscabo de su gloria (OC I: 507). Sin embargo, Espaa se ve repre-
sentada no por Lope de Vega, Caldern o Quevedo, sino por Miguel
de Cervantes, un hombre distinto a buena parte de sus coetneos,
como le sucede a Shakespeare:

21 En el prlogo de Borges a las Novelas ejemplares dice casi lo mismo: mucho de

aquella extravagancia que condenaron el cura y el barbero y que lograra su increble


culminacin en los ulteriores Trabajos de Persiles y Segismunda (Prlogos 42).
22 La atribucin a Luis Rosales de esta afirmacin parece arbitraria; en su trabajo ma-
yor sobre Cervantes (1996) no aparece ninguna consideracin sobre esta cuestin.
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BORGES Y EL SUEO DE CERVANTES 27

Cervantes es un hombre contemporneo de la Inquisicin, pero es


tolerante, es un hombre que no tiene ni las virtudes ni los defectos de
los vicios espaoles.
Es como si cada pas pensara que tiene que ser representado por al-
guien distinto, por alguien que pueda ser, un poco, una suerte de
remedio, una suerte de triaca, una suerte de contraveneno de sus de-
fectos. (Borges oral 21)

Un buen ejemplo de esta tolerancia es el episodio de los galeotes,


donde las palabras del caballero sirven para establecer lazos de
unin entre los argentinos y los espaoles, y acercar don Quijote a
Martn Fierro, como repite en varios lugares. As en Nuestro pobre
individualismo, de Otras inquisiciones:

Siento con D. Quijote, que all se lo haya uno con su pecado y que
no es bien que los hombres honrados sean verdugos de los otros
hombres, no yndoles nada en ello (Quijote, I, XXII). Ms de una
vez, ante las vanas simetras del estilo espaol, he sospechado que
diferimos insalvablemente de Espaa; esas dos lneas del Quijote
han bastado para convencerme del error; son como el smbolo tran-
quilo y secreto de nuestra afinidad. (OC I: 658) 23

La cercana a don Quijote convierte las ltimas entregas poticas


en una nueva indagacin sobre el carcter de personaje de Alonso
Quijano. Si con anterioridad haba dedicado varios poemas a su
creador, ahora el protagonista es su creacin. As Ni siquiera soy
polvo, de Historia de la noche (1977), es una nueva consideracin de
su naturaleza ficticia, un ser soado, que suea ser otro:

Quiera Dios que un enviado restituya


A nuestro tiempo ese ejercicio noble.
Mis sueos lo divisan. Lo he sentido

23El texto del que extrae las frases es el siguiente: Cuanto ms seores guardas
aadi don Quijote-, que estos pobres no han cometido nada contra vosotros. All se lo
haya cada uno con su pecado. Dios hay en el cielo, que no se descuida de castigar al
malo ni de premiar al bueno, y no es bien que los hombres honrados sean verdugos de
los otros hombres, no yndoles nada en ello. (Cervantes 244). Borges dedica un ensa-
yo a esta frase en Una sentencia del Quijote, Boletn de la Biblioteca Popular 4, oct. 1933
(en Recobrados II). Tambin aparecen estas palabras en Evaristo Carriego.
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28 ROSA PELLICER

A veces en mi triste carne clibe.


No s an su nombre. Yo, Quijano,
Ser ese paladn. Ser mi sueo.
[]
Ni siquiera soy polvo. Soy un sueo
Que entreteje en el sueo y la vigilia
Mi hermano y padre, el capitn Cervantes,
Que milit en los mares de Lepanto
Y supo unos latines y algo de rabe
Para que yo pueda soar al otro
Cuya verde memoria ser parte
De los das del hombre, te suplico:
Mi Dios, mi soador, sigue sondome. (OC II: 177-178)

Pero no hay que olvidar que a su vez el personaje suea a su


creador, como leemos en los versos finales de Suea Alonso Quija-
no: Quijano duerme y suea. Una batalla:/Los mares de Lepanto
y la metralla (OC I: 1096 y 1989; OC II: 94). Como seala Robin Le-
fere, Alonso Quijano se convierte en una rica figura simblica: la
del hombre que, insatisfecho de su avara suerte, suea una vida
ms satisfactoria, pero es un soador soado (216). Esta idea lleva a
la identificacin del propio Borges con el hidalgo: un ser que vive
aventuras imaginarias sin salir de la biblioteca. Leemos en Lecto-
res de El otro, el mismo:

De aquel hidalgo de cetrina y seca


Tez y de heroico afn se conjetura
Que, en vspera perpetua de aventura,
No sali nunca de su biblioteca.
La crnica puntual de sus empeos
Narra y sus tragicmicos desplantes
Fue soada por l, no por Cervantes.
Y no es ms que una crnica de sueos.
Tal es tambin mi suerte. (OC I: 892)

En el Prlogo a Prlogos con un prlogo de prlogos imagina un


libro de prlogos sobre libros que no existen, y esboza un nuevo tra-
tamiento del soador soado, adaptando el cuento del emperador y
la mariposa:
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BORGES Y EL SUEO DE CERVANTES 29

Prologaramos, acaso, un Quijote o Quijano que nunca sabe si es un


pobre sujeto que suea con ser un paladn cercado de hechiceros o
un paladn cercado de hechiceros que suea ser un pobre sujeto. (9)

De igual modo, Borges so el destino pico de sus antepasados y


las peleas de cuchilleros. En su obra potica, Alonso Quijano se con-
vierte en una especie de alter ego gracias a una identificacin ms n-
tima. En Alguien soar, de Los conjurados, escribe: Qu soar
el indescifrable futuro? Soar que Alonso Quijano puede ser don
Quijote sin dejar su aldea y sus libros. (OC II: 473). En otros textos
Borges es todava ms explcito, como en el Eplogo de Historia de
la noche: Me ser permitido repetir que la biblioteca de mi padre
ha sido el hecho capital de mi vida? La verdad es que nunca he sali-
do de ella, como no sali nunca de la suya Alonso Quijano (OC II:
202). Asimismo en La fama, de Los conjurados, expresa la misma
idea: No haber salido de mi biblioteca/Ser Alonso Quijano y no
atreverme a ser don Quijote (OC II: 325). A pesar de que adverti-
mos cierta mala conciencia en estos textos, se pueden leer de una
forma ms positiva dentro del discurso de Borges sobre las armas y
las letras: la cualidad fundamental de lector que comparten Quijano
y Borges les permite realizar lo imaginado, transformarse en otro,
como lo hizo Quijano al convertirse en don Quijote. Dice en Varia-
cin (1976): Doy gracias por aquel Alonso Quijano que, a fuer de
crdulo lector, logra ser don Quijote. (Borges en Sur 73). 24
Hemos visto que el Quijote acompaa a Borges desde el comienzo
de su labor hasta el final. Segn los intereses de cada etapa, la nove-
la le sirve en su reflexin sobre el estilo, los problemas de la forma
de la novela, la relacin entre literatura y realidad, es ejemplo de la
idea de la literatura como sueo y, finalmente en los ltimos aos, el
soador soado que es don Quijote se convierte en reflejo de su
propia imagen. Al recorrer las reflexiones de Borges sobre el Quijote

24 Lelia Madrid, al considerar los textos que Borges hace del Quijote, escribe: En cada

uno de ellos resuenan Cervantes y Borges, ya sea a travs de distintas voces narrativas
o de variados enfoques sobre la materia. Esos textos y sus diferencias son una especie
de metfora del acto de leer un mismo libro y re-escribirlo en cada lectura en versiones
diferentes (159).
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30 ROSA PELLICER

tal vez sintamos lo que sinti el exegeta de Pierre Menard al consi-


derar su obra:

He reflexionado que es lcito ver en el Quijote final una especie de


palimpsesto, en el que deben traslucirse rastros tenues pero no in-
descifrables- de la previa escritura de nuestro amigo. Desgracia-
damente, slo un segundo Pierre Menard, invirtiendo el trabajo an-
terior, podra exhumar y resucitar esas Troyas (OC I: 450).

Rosa Pellicer
Universidad de Zaragoza

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