Underhill-Características Mística

Descargar como pdf
Descargar como pdf
Está en la página 1de 30
La mistica Estudio de la naturaleza y desarrollo de la conciencia espiritual Evelyn Underhill Prélogo de Juan Martin Velasco Traduccién de Carlos Martin Ramirez OLECCION ESTRUCTURASY IPROCESOS Serie Meligién Titulo original: Mysticism. A Study in the Nature and Development of Spiritual Consciousness © Editorial Trotta, S.A., 2006 Ferraz, 55. 28008 Madrid Teléfono: 91 543 03 61 Fox: 91 543 14 86 E-mail: [email protected] http://www.trotta.es © Excelentisimo Ayuntamiento de Avila Centro Internacional de Estudios Misticos, 2006 Pza. del Mercado Chico, 1 - 05001 Avila Teléfono: 920 21 21 54 Fax: 920 25 50 99 E-mail: [email protected] http://www.ciem.es © Evelyn Underhill, 1911, 1930 © Juan Martin Velasco, para el prélogo, 2006 © Carlos Martin Ramirez, para la traduccién, 2006 ISBN: 84-8164-724-1 Depésito Legal: M. 37.698-2006 Impresién Ferndndez Ciudad, S.L. INDICE Prélogo a la edicién espafola: Juan Martin Velasco Ix Evelyn Underhill, la persona y su vida... . . x La mistica, algunas claves para su lectura . . XIII Prélogo a la duodécima edicién ........0...4. 3 Pr6logo a la primera edicion 8 Parte Primera EL HECHO MISTICO I. El punto de partida .... 15 II. Mistica y vitalismo 39 III. Mistica y psicologfa 59 IV. Las caracteristicas de la mistica 87 V. Mistica y teologia ..... 11s VI. Mistica y simbolismo. . . 147 VII. Mistica y magia 173 Parte Segunda LA ViA MISTICA I. Introduccién 193 Il. El despertar del yo..... 203 III. La purificacién del yo .. 229 1. El distanciamiento 0 desapego 236 2. La mortificaci6n 250 TV. La iluminacién del yo 267 1. La conciencia de lo Absoluto, 0 el «sentido de la Presencia de Dios» 277 2. La visién iluminada del mundo 290 V. Voces y visiones . 305 La audicién . 313 La visién .. . 318 Escritura automatica 334 VI. Introspeccién. Parte I: Recogimiento y quietud . 339 Vil VII VIL IX. x Conclusién INDICE Recogimiento . Quietud. ... . Introspeccién. Parte I! . Extasis y rapto Rapto o Arrebatamiento . . La noche oscura del alma. La vida unitiva : Contemplacién Apéndice. Bosquejo hist6rico de la mistica europea desde el comienzo de Bibliografia ...... Indice analitico . .. la era cristiana hasta la muerte de William Blake. . VIII 355 359 371 403 421 427 463 497 505 531 581 PROLOGO A LA EDICION ESPANOLA Juan Martin Velasco El pasado siglo xx, en los paises occidentales, aparece para muchos, des- de el punto de vista espiritual y religioso, como el siglo de la seculari- zacién progresiva e irreversible, la puesta en cuestién de las religiones establecidas y una profunda crisis espiritual que ha Ilevado a algunos a advertir del peligro de «la muerte del espiritu». Pero no faltan indicios de que tales hechos no agotan una situacién que se muestra notablemente mds compleja. La presencia en nuestros dias de nuevas formas de religiosidad, movimientos de revitalizacién y radicalizacién en religiones tradicionales e inciertas bisquedas espiritua- les hacen que socidlogos y fildsofos de diferentes orientaciones se vengan pronunciando en las tiltimas décadas sobre una nueva actualidad de la religion y el retorno de lo sagrado. A la constatacién del «desencanta- miento del mundo» esté asi sucediendo ahora la de su «reencantamien- to». Los estudios religiosos, la atencién prestada a las diferentes tradicio- nes religiosas, y particularmente a sus misticos, desde las mas variadas perspectivas: ciencias de las religiones, psicologfa, sociologia, filosofia y estudios literarios, han constituido a lo largo de todo el siglo pasado una prueba de la permanente importancia de la religion y de la renovaci6n del interés por ella. Pocas obras tan importantes, en el 4mbito de los estudios misticos, como la de Evelyn Underhill. Mysticism es su libro fundamental. De su valor da idea el que, publicado en 1911, no haya dejado de ser reeditado hasta nuestros dias. De él dice B. McGin que es uno de los libros sobre mistica més lefdos en los tiltimos cien afios. Cualquier estudioso del fend- meno mistico puede atestiguar que pocos son citados tan frecuentemente como él en la literatura especializada. Se trata, sencillamente, de un cla- sico. Su edicién en castellano viene a llenar una laguna en este terreno IX JUAN MARTIN VELASCO en el que tan notable es la presencia de los grandes misticos espafioles como la ausencia, con escasas excepciones, de estudios en castellano. Si estoy bien informado, esta traduccion de Mysticism es, ademés, la prime- ra al castellano de un escrito de la amplia produccién de su autora. Tales circunstancias explican la presencia de este prdlogo. En él me propongo ofrecer algunos datos indispensables para el conocimiento de la persona y la vida de la autora —tomados sobre todo de la excelente introduccién de Charles Williams a una edicién de sus cartas—, asf como claves para la comprensién de su obra. Evelyn Underhill, la persona y su vida Evelyn Underhill nacié en Wolverhampton el 6 de diciembre de 1875, hija tinica de sir Arthur Underhill, prestigioso abogado, y de Alice Lucy Ironmdafer. Recibié una cuidadosa educacién en centros privados y en el King’s College para mujeres en Londres. Estudié letras, historia, botanica y filosofia. Sus aftos de formacién le procuraron una amplia cultura que se transparenta en todos sus escritos. Consagrada desde muy joven a la escritura, dedicé sus tiempos de ocio a los deportes nduticos, con su pa- dre en el yate familiar, y a viajar con su madre por Europa, especialmente por Francia, Suiza e Italia. Las impresiones de estos viajes, plasmadas muy vivamente en escritos ocasionales, fueron publicadas tras su muerte con el titulo Shrines and Cities of France and Italy. Casada en 1907 con Hubert Smart Moore, abogado como su padre, sin hijos, mantuvo a lo largo de toda su vida, notablemente activa, una feliz relacién familiar en contacto con numerosas amistades. De su intensa vida, aqui nos interesan sobre todo su condicién de escritora, su itinerario espiritual y algunos rasgos de su vida religiosa, indispensables para penetrar en sus numerosos estudios sobre temas re- ligiosos y misticos. Su carrera de escritora comenzé en 1902 con un libro humoristico, en verso, relacionado con el mundo de la justicia, del que un comenta- rista diria después que seguia haciendo reir a los ingleses cuarenta afios més tarde. En los afios siguientes publicé tres novelas que, aunque no carecieran de interés, no parecen haber contribuido considerablemente a la fama de escritora que le proporcioné su obra posterior. Su labor de escritora se desarrollé en actividades diversas: colaboraciones en distin- tos periddicos, redactora en varias revistas, y editora teologica de The Spectator. Firm6 también numerosas recensiones generalmente estima- das. Con todo, lo que la ha hecho pasar a la historia han sido sus trabajos sobre espiritualidad y mistica. Algunos de ellos consisten en ediciones y Xx PROLOGO A LA EDICION ESPANOLA comentarios de autores y obras clasicas como Ruysbroeck, La Nube del no Saber, La Escala de Perfeccién, Oraciones de la liturgia Antigua, ete: Los més importantes constituyen aportaciones personales al estudio de la mistica entre las que destaca el libro que presentamos, seguido después por otras muchas publicaciones, tales como The Mystic Way: A Psycho- logical Study in Christian Origins (1913), Practical Mysticism: A Little Book for Normal People (1914), The Essentials of Mysticism and Other Essays (1920), The Mystics of the Church (1925), The Life of the Spi it and the Life of To-day (1922), Man and the Supernatural (1928), The Spi- ritual Life (1936), etc., muchos de los cuales siguen siendo reeditados. Sus biégrafos sefialan los afios 1907 y 1911 como fechas decisivas en su vida. En 1907 tuvo lugar un acontecimiento que ella misma identifica como su conversion. Su contacto con la religion hasta ese momento ha- bia sido escaso. De su educacién dira mas tarde que habfa sido «no orto- doxa». En su casa confiesa «no haber sido educada en la religién». En el colegio, en cambio, recibié una educaci6n convencional que la llevé a ser confirmada, hacer su primera comunion y a ser iniciada en la lectura de textos y autores importantes. Uno de sus bidgrafos sospecha, sobre la base de algunos textos suyos, que el contacto con el arte en Italia habria tenido algo que ver con su descubrimiento personal de la religién y de la Iglesia. Otros acontecimientos y algunos encuentros personales le fue- ron descubriendo la «red cristiana», en la que encontré «una energia que no esperaba», y las figuras de los santos. Todo ello la puso en contacto con el «modelo catélico», para cuya aceptacién no estaba preparada. Su conversién ocurrié durante una breve estancia, con su amiga Ethel Ross Barner, en un convento franciscano, y supuso para ella el paso del agnos- ticismo a la conciencia de la presencia de Dios, con referencias al «sistema cat6lico». En febrero de 1907 anota en su diario refiriéndose a esos dias: «La semana maravillosa comenz6». Mas tarde escribe: «El dia después sali... bastante conmovida, pero no convencida. Habia sido convertida de forma totalmente repentina, definitivamente, por una poderosa vision que no tenia elementos especfficamente cristianos pero que me conven- cié de que la religidn catélica era verdadera». Catélica quiere decir aqui «cat6élica romana». Tras varias consultas a comienzos de abril del mismo afio, llega a la conclusion de que es la hora de dar el paso definitivo. Pero en aquel momento se interponen algunas dificultades personales, como la inminencia de su matrimonio, y el estallido de la crisis modernista en el catolicismo, con la publicacién de la enciclica Pascendi del papa Pio X, que le impiden dar el paso de la plena adhesién a la Iglesia de Roma. En 1907 comienza también la autora la recogida de materiales para su libro Mysticism, que publicaria cuatro afios después. En esa época toma contacto con el bar6én Friedrich von Hiigel (1852-1925), con quien XI JUAN MARTIN VELASCO mantendra estrecha amistad y a quien en 1921 convertiré formalmente en su director espiritual hasta la muerte de éste en 1925. Todos los bid- grafos de Underhill y todos los comentaristas de su obra subrayan la gran influencia de esta extraordinaria figura del catolicismo de comienzos del siglo xx sobre nuestra autora. ¢Quién era el que a partir de ese momento se va a convertir en el mentor espiritual de la recién convertida? Von Hiigel, persona de gran influencia en la escena catélica en la turbulenta época del modernismo, se distinguié sobre todo por sus esfuerzos por mantener en el seno de la Iglesia a algunos de los mas notorios modernistas catélicos y por su actividad para evitar, sin éxito, la condena de éstos por las autoridades romanas. En el terreno de los estudios misticos realizé una aportacién de gran valor con su obra The Mystical Element of Religion as Studied in Saint Catherine of Genoa and Her Friends (1908). En ella defiende que la mistica es sdlo uno de los elementos de toda religién y de toda personali- dad mistica. Junto al elemento mistico existen en toda religién otros dos: el doctrinal o racional y el social e institucional, en constante tensién con el primero. Los tres forman parte integrante de la religién. Cada uno de ellos se asienta en una facultad humana y todos se encuentran en todas las €pocas y en todas las personas. En sus formas mds perfectas las religio- nes consisten en el equilibrio arménico de las tendencias representadas por los tres elementos. El elemento mistico se basa para este autor en la presencia «ontolé- gica» y la penetracién activa del Espiritu infinito en el espfritu finito. Esa presencia se le manifiesta al hombre, indirectamente, en el sentido de la contingencia y la finitud que le sobrecoge cuando considera el alcance de su querer, su inteligencia y sus actos més propia y perfectamente hu- manos. El elemento mistico consistirfa segtin von Hiigel en «un sentido complementario que actiia en grados infinitamente variados en toda alma suficientemente abierta y le hace presentir, desear, echar vagamente de menos, llamar y, en los uiltimos grados, “tocar”, por experiencia directa, en los bienes finitos que le rodean, y después en ella misma, al Infinito que sostiene esos bienes por dentro, los penetra y los desborda. En este “sentimiento” consiste la experiencia mistica fundamental». Del conocimiento por nuestra autora de la obra de su mentor da idea su escrito titulado Finite and Infinite: a Study of the Philosophy of Baron Friedrich von Hiigel, al que aftadié una nota sobre Von Hiigel as a Spiritual Teacher. De la conciencia de su influjo sobre ella da idea su confesién: «A él, después de Dios, debo toda mi vida espiritual». Los aspectos concretos més importantes de ese influjo podrian re- sumirse en éstos: en primer lugar, el paso de una visién de lo mistico de orientacién neoplaténica, puramente teocéntrica, con gran insistencia en XI PROLOGO A LA EDICION ESPANOLA Jos aspectos subjetivos y sin apenas sensibilidad ‘Para los aspectos doc- trinales, hist6ricos e institucionales que tendia a interpretar en términos puramente simbélicos, a una conciencia mds clara y un mayor aprecio de Jos elementos que ella consideraba centrales en la interpretaci6n de su maestro: la trascendencia, la encarnacién y lo institucional. Asi, del teo- centrismo inicial pasard a una espiritualidad cristocéntrica reforzada ya en Jos afios veinte por la «experiencia del Sefior» que hasta entonces no se le habia dado, y que formularé en los términos clasicos: «Nosotros estamos en Cristo y él est4 en nosotros». Ahondando en esta misma direccién de- sarrollard una espiritualidad y una doctrina espiritual —términos que pre- ferird después al de «mistica», por prestarse menos a malentendidos que este tiltimo— que unan los aspectos practicos de la vida cotidiana simbo- lizados en la figura evangélica de Marta, a la contemplaci6n representada por la figura de Maria. El barén la habria conducido asf a incorporar, en la vivencia y en la interpretacion de la experiencia de Dios, a «Cristo, la Iglesia y los pobres». Porque no se puede, escribira con palabras muy ex- presivas, «adorar la cabeza de Cristo e ignorar a los que son sus pies». Todos estos rasgos de una espiritualidad tipicamente catélica no la Ievardn, sin embargo, al abandono de la confesi6n anglicana para some- terse a la obediencia de la Iglesia de Roma. Al contrario, pasar4 a una per- tenencia practicante del anglicanismo, con una espiritualidad marcada por el catolicismo, al que no prestar4 su adhesion formal, por pensar que Dios, que la ha llevado hasta ese punto, no le pide ese paso y, en cambio, le ofrece la ocasién de ayudar a numerosas personas como gufa espiritual en el seno del anglicanismo. De hecho su obra gana con los afios una orientacién marcadamente practica que la convierte en guia espiritual a través de retiros, charlas y conferencias en los més variados circulos de la Iglesia de Inglaterra. Asi, sin poseer grados académicos en teologia —aunque sera declarada doctora honoris causa por la Universidad de Aberdeen y profesora en el King’s College— fue una de las primeras mujeres que pronunciaron conferencias, dirigidas incluso al clero, en co- legios y universidades, y estimada como una de las escritoras cristianas y una de las maestras espirituales mas importantes de su tiempo. Evelyn Underhill murié en Hampstead el 15 de junio de 1941. La mistica, algunas claves para su lectura Los pocos datos ofrecidos sobre la vida y la persona de la autora de este libro introducen ya en alguna medida en la comprensién de la que es sin duda su obra maestra. Pero estoy seguro de que la lectura de ésta enri- queceré y completard el conocimiento de la persona que lo ha escrito. La XIII JUAN MARTIN VELASCO mistica ofrece, como dice el subtitulo, «un estudio sobre la naturaleza y el desarrollo de la conciencia espiritual del hombre». La expresién ma- nifiesta el enfoque de la aproximacién a la mistica contenida en el libro y resume el contenido de la segunda parte. Porque el libro consta de dos partes, cada una de las cuales puede ser considerada un todo completo, aunque a la vez se complementen perfectamente entre si. La primera, consagrada al estudio del «hecho mistico», se refiere al conjunto del fe- némeno que designa la palabra «mistica» empleada como sustantivo ylo describe, en un intento de «fenomenologia» avant la lettre, exponiendo las visiones del mismo obtenidas desde la filosofia, la teologia, la psi- cologia, el simbolismo y la visién magica de la realidad. Sus resultados aparecen concentrados en un capitulo central: «Las caracteristicas de la mistica». El libro en su conjunto ofrece un excelente resumen de los da- tos obtenidos por los estudios especializados aparecidos en los tiltimos afios del siglo xix y los primeros del xx. El valor de sus paginas esta en la riqueza y la variedad de la informacién, la claridad de la exposicion y la seguridad de los criterios que guian la interpretacion ofrecida por la au- tora. El libro, en efecto, no ofrece tan sdlo la descripcién de los hechos, ni se limita a resumir los resultados de las investigaciones existentes. Su autora propone, ademis, una «justificacién» de las experiencias que sub- yacen a esos hechos con las consecuencias extrafdas de ellas. De los presupuestos que subyacen a esa justificacién queda clara cons- tancia desde las paginas de lo que la autora llama su «punto de partida». En ellas se refiere a la necesidad de superar los habitos del pensamiento ordinario centrado en el mundo como conjunto de titiles para el desarro- Ilo de la vida. El estudio de lo mistico supone también la superacién de las filosoffas naturalista, idealista y escéptica condenadas sin remedio a ignorarlo, asi como abrir el pensamiento, con ayuda de una auténtica pu- rificacién de la mente, al orden de realidad de los valores trascendentes: Verdad, Bondad y Belleza, en el que surge y se desarrolla la conciencia religiosa, matriz de las experiencias misticas. A este peculiar orden de realidad orienta el «instinto» que lleva a los misticos a no contentarse con el mundo de lo visible, a aventurarse a la btisqueda de ese otro mundo que les hace presentir el «hambre de Realidad», la «sed de Absoluto», Presentes en todo ser humano pero de las que ellos son especialmente conscientes. De ese otro orden de realidad informan los misticos, esos «exploradores del Espiritu», que nos aseguran recibir mensajes del orden de realidad al que identificamos como lo Trascendente. Su testimonio, ademas, no se reduce a informar de su existencia, sino que lleva la huella de una «comunién inmediata» con él. La confesién contenida en ese «punto de partida», ademas de los da- tos que el libro aporta, explican la impresién que su lectura provoca en XIV PROLOGO A LA EDICION ESPANOLA sus lectores. Impresi6n de realidad, de autenticidad, de verdad, Eanes una descripcién que se alimenta de los incontables textos surgidos BP ecicicias realmente vividas por sus autores, y seleccionados, leidos 4 terpretados por alguien que, si como ella misma reconoce, no puede ee iderada entonces una mistica cristiana, da muestras de percibir a ee cor el eco de lo que ellos dicen, de «encontrarse con ellos ame- ee cnicons de experimentar la «nostalgia apasionada», el «sentimiento amargo de exilio y de pérdida» que esos textos irradian. 1 i Resumiendo mucho, la raz de las demas caracteristicas . esta obra, Jo que, probablemente, le ha permitido desafiar el paso 7 tos afios, es la percepciOn por sus lectores de que, si es verdad que «sdlo 7 misticos pueden hablar y escribir sobre mistica», también lo es que el SACOM HS fiar a sus mentes», aunque sea en formas humildes, en esa exploracién en la que se aventuran, produce una «extrafia euforia», que su autora consigue transmitir: «Como si nos acercdramos a alguna fuente te ser y estuyiéramos por fin al borde del secreto que todos buscamos». ra si «los mensajes procedentes de alguien que ha penetrado en el orden de Jo Trascendente» despertasen en nosotros las profundidades de nuestro propio ser que tantas veces nos pasan desapercibidas. Lumsden Bake en el prdlogo a una antologia de textos de nuestra autora, explica asi la impresién que produce la lectura de sus obras: La forma en que habla siempre de Dios, con Ja amplia perspectiva que le abren sus conocimientos académicos, la claridad analitica de su mente dis- ciplinada y la piadosa devocién de su corazén, asegura al lector que est ante una testigo en la que puede confiar porque no da nada por garanti- zado de antemano y habla siempre desde la plenitud de su exploracién y experiencia personal. Conviene anotar, con todo, que la visién interior del mundo mistico que el libro ofrece no impide a su autora reconocer los diferentes as- pectos y niveles de la realidad que estudia y entablar didlogos llenos de interés con los que los estudian desde los correspondientes saberes de la psicologia, la filosofia o la teologia. : No creo necesario, ni siquiera particularmente util, ofrecer el resu- men de los resultados de un libro que se distingue por la claridad de la exposicién y la fluidez de su escritura. Me limitaré, pues, a subrayar las intuiciones fundamentales de la autora, las convicciones personales mds intimas a las que llega y las «evidencias» que traslada a los lectores de sus Paginas. 7 A lo largo del libro se insintia toda una comprensién del ser humano, que en ningiin lugar se convierte en una antropologia explicita, pero que contiene la suma de los elementos que permite a cualquier lector aten- XV JUAN MARTIN VELASCO to formularla. Su descripcién del hecho mfstico pone de manifiesto una concepcién del hombre que integra la més clara conciencia de su emi- nente dignidad. En el ser humano que se hace presente en el fendmeno mistico confluyen una pluralidad de dimensiones a las que remiten los términos de «mente» o poder cognitivo, «voluntad» 0 impulso «conativo» y sentimientos 0 «coraz6n», hogar del amor. Pero todas estas «facultades» pueden ser ejercidas en una pluralidad de niveles que se resumen en el yo superficial del trato con el mundo de la vida ordinaria, el sujeto pensante capaz del conocimiento racional que explica la realidad —animus en la terminologia de H. Bremond— y el yo profundo —anima en la misma terminologia—, sujeto del conocimiento mistico y poético, que realiza no ya el conocimiento, sino la comunién con la Realidad, el Absoluto, el Dios de las tradiciones religiosas. Este ltimo nivel constituye ese «algo misterioso que hay en noso- tros», el fondo de la personalidad por el que somos conscientes de la exis- tencia de una verdad mayor. Es una especie de «instinto incrustado en la especie» que conduce al espfritu hacia adelante y hacia arriba y lo espolea eternamente hacia un fin que siente que ha de ser definitivo, aunque no pueda definirlo. Es el corazén o las entrafias de la tradicién biblica; «el mas intimo santuario del ser personal», la profunda rafz de su amor y su voluntad, la fuente misma de su energia y de su vida. Es también el «otro ojo del alma», «la cima de la mente», la «chispa», «el centro del alma»: es lo que la antropologia tripartita cristiana define como el espiritu, la «zona», la dimensi6n por la que el hombre linda con el Infinito y se hace capaz de entrar en relacién con él. En ese fondo del ser humano, verda- dera imagen de Dios en él, late el deseo de infinito, el deseo natural de Dios que sélo Dios mismo ha podido poner y que no tiene en Dios su objeto, sino su rafz y su término, y que por eso constituye su fuerza gravi- tatoria —amor meus, pondus meum (san Agustin)— que lo atrae perma- nentemente hacia si. Como acabamos de indicar, los textos de La mistica se refieren a él con una pluralidad de términos. La importancia que dan los mfsticos a este «yo profundo» y la «congenialidad» de la autora con sus textos convierte en ocasiones la descripcién en exhortacion al lector a ponerlo en ejercicio: Entreguémonos, pues, a esta vida divina e infinita, a esta misteriosa ac- tividad césmica en la que estamos inmersos, de la que hemos nacido... Sélo asi, mediante el contacto con lo real, conoceremos la Realidad: cor ad cor loquitur. La condicién de los misticos de «expertos» en el ejercicio de este nivel de realidad explica que la autora los califique a lo largo del libro como «aventureros del Espfritu», «pioneros» y «exploradores naturales XVI PROLOGO A LA EDICION ESPANOLA de la eternidad», «peregrinos de una odisea interior», «escaladores de altas cimas», y la «extraordinaria», Pero el hecho de que se hayan producido estas discusiones es significativo por si mismo, y requiere de la psicologia de la religion el reconocimiento de una auténtica duplicidad de Ja naturaleza humana: la diferencia de indole entre el Animus, el yo superficial, y el Anima, el yo trascendental, en contacto con las realidades sobrenaturales. A este respecto, el trabajo mas importante se ha hecho en Francia, especialmente por parte del abad Bremond, cuyas obras Priére et Poésie e Introduction a la Philosophie de la Priére —basadas en un am- plisimo conocimiento de la literatura mistica— marcan, a mi parecer, el comienzo de un nuevo modo de entender la contemplacién. La filosofia tomista de Maritain y las investigaciones psicolégicas de Maréchal tien- den a servir de apoyo a esta visién de la experiencia mistica que se estd desarrollando, incluso en sus formas elementales, en cuanto actividad del yo trascendental; genuinamente sobrenatural, aun cuando no impliquen necesariamente manifestaciones anormales, y vinculada, por los «grados de la plegaria» ascendentes, con la vida religiosa «ordinaria» del sujeto. Este desligamiento de la sustancia de la mistica respecto a los accidentes psico-fisicos del trance, el éxtasis, las visiones y otros fendmenos anor- males que suelen acompajiarla, y su vindicacién como algo que otorga al yo un conocimiento auténtico de la Realidad trascendental —con la con- comitante demostraci6n de la sobriedad y cordura de los grandes santos contemplativos— es el tiltimo de los grandes cambios benéficos que han transformado nuestro estudio de los misticos. En Inglaterra, este cambio se ha identificado con la obra de dos estudiosos benedictinos: el abad Chapman de Downside y Dom Cuthbert Butler, cuyo Western Mysticism es una magistral exposicion de la normalidad religiosa y psicolégica de la vida contemplativa cristiana, tal como la han desarrollado sus mas nobles representantes. Desde que se escribié este libro, nuestro conocimiento de los misti- cos se ha visto ensanchado en gran manera por la aparicién de edicio- nes criticas de muchos textos que sélo habfamos conocido en versiones confusas, o en traducciones hechas pensando mas en la edificacién que en la exactitud. Asf, la publicacién de las auténticas revelaciones de An- gela de Foligno —uno de los interesantisimos descubrimientos de los liltimos afios— ha puesto de manifiesto el inesperado esplendor de su experiencia mistica. Los textos crfticos de santa Teresa y de san Juan de la Cruz, de los que ahora disponemos, enmiendan anteriores versiones en PROLOGO A LA DUODECIMA EDICION aspectos importantes. Tenemos ediciones fiables de ar ie oeck; de The Cloud of Unknowing (La nube del no-saber| y le ti as de Walter Hilton. Del renovado interés por la mistica del ne lo mv y lo en gran parte a la gran obra del abad Bremond, se ha Ae i blicacion de muchos de sus documentos. Empiezan a enten i asimismo, los vinculos literarios, sociales histdricos que or e jos misticos, la influencia de su entorno, el importante papel que oni efiado movimientos espirituales olvidados y santos que no Tas clarided en su expresion. En la preparacién de la presente i6n se ha sacado provecho de estos hechos. Se ha revisado toda 7 las citas de los misticos comparandolas con los mejores textos ea c. La mayor dimension del apéndice histérico y de la bibliogra! fa son 7 i- vos de la masa de nuevo material de la que actualmente disponen los hic sos, material que debe examinarse con paciente amor a la verdad, con Be patia, y sobre todo con humildad, por todos cuantos deseen hacer jones valiosas a nuestro conocimiento de las condiciones en las que el espiritu humano entra en comunién con Dios. she Pascua de 1930 S38 E.U. PROLOGO A LA PRIMERA EDICION Por su naturaleza se divide este libro en dos partes, cada una de las cuales, en realidad, es completa en si misma, aunque, en un cierto sentido, son complementarias la una de la otra. Mientras que la segunda parte —la més extensa— contiene un estudio bastante detallado de la naturaleza y el desarrollo de la conciencia espiritual o mistica del ser humano, la primera intenta ofrecer més bien una introduccién al tema general del misticismo. La exposicién adopta unas veces el punto de vista de la me- tafisica; otras el de la psicologia o el del simbolismo, y es un intento de reunir, entre las tapas de un volumen, informacién que actualmente esta dispersa por miltiples monografias y libros que contienen textos escritos en diversas lenguas, y de ofrecer al estudioso, de forma compacta, al menos los hechos elementales de cada una de las materias que estén mas estrechamente relacionadas con el estudio de los misticos. Los misticos, hablando en propiedad, s6lo pueden estudiarse en sus obras, y esas obras, en su mayor parte, no las han leido quienes hoy ha- blan tanto de la mistica. Sin duda tiene el lector general la excusa de que las obras maestras de la literatura mistica, por mds que estén Ilenas de extrafia belleza, ofrecen considerables dificultades a quienes se acercan a ellas sin preparacion. En los primeros siete capitulos de este libro he tratado de eliminar algunas de estas dificultades, proporcionar la necesa- ria preparacion y exponer la relacién que existe entre la mistica y otras formas de vida. Si esta seccién ayudara a sus lectores a acercarse a la literatura mistica con una capacidad de comprension mejor dispuesta que la que previamente poseian, habra servido al propésito por el que fuera compuesta. Es probable que casi cada uno de estos lectores, segiin el angulo des- de el que se aproxime al tema, halle aqui muchas cosas que se le antojen superfluas. Pero las mentes de distinto tipo encontraran esta innecesaria elaboracién en distintos lugares. Para el psicdlogo que enfoca el tema des- PROLOGO A LA PRIMERA EDICION de el punto de vista cientifico, avido de fendmenos mérbidos, seran de i. utilidad las disquisiciones sobre el simbolismo, religioso o de otro Sorel simbolista, que lo aborda desde una perspectiva artistica, rara vez admira los procedimientos de la psicologia. Creo, no obstante, que nadie jienes deseen conseguir una idea de la mistica en su totalidad, como forma de vida, puede permitirse descuidar ninguno de los aspectos que estas paginas se aventuran a tocar. Serdn poco prudentes el metafisico y el psicdlogo si no tienen en cuenta la luz que arroja sobre las ideas 7 los misticos su actitud hacia la teologia ortodoxa. Y atin menos lo sera el ted- Jogo que se niegue a escuchar la evidencia de la psicologia. En beneficio de aquellos cuyo interés por la mistica es principalmente literario, y alos que puedan querer que se les proporcione una clave del elemento sim- pélico y alegérico de las obras de los contemplativos, se ha afiadido una breve seccin acerca de los simbolos de los que éstos hacen més frecuente uso. Por tiltimo, la persistencia entre nosotros de la falsa opinion que confunde el misticismo con la filosofia oculta y los fenémenos psiquicos ha hecho necesario ocuparnos de la vital distincién entre el misticismo y toda forma de magia. 9 _ Alosespecialistas de estos grandes departamentos del saber les disgus- tar probablemente el trato elemental y superficial que se ha dado aqui a sus ciencias especfficas. Pero el presente libro no cae en el atrevimiento de dirigirse a los especialistas. De quienes son versados en las materias que se tocan pedimos la indulgencia que los adultos de buen corazén siempre estan dispuestos a dispensar a los esfuerzos de la juventud. A los filésofos les recomendamos encarecidamente que se salten los dos prime- tos capitulos, y a los tedlogos que ejerzan igual comprensién respecto a Ja seccién que trata de su ciencia. No forma parte del presente plan ofrecer informacién meramente hist6érica, excepto en la medida en que la cronologia tiene que ver con Ja més fascinante de todas las historias: la historia del espiritu humano. Muchos libros sobre la mistica se han basado en el método histérico. Entre ellos, obras tan distintas como el libro de Vaughan Hours with the Mystics, desdefioso y poco digno, y las lecciones académicas Bampton Pronunciadas por el doctor Inge. Se trata de un método al que cabe hacer alguna objecién, puesto que la mistica se refiere claramente al individuo NO en su situacién relativa a la civilizacién de su tiempo, sino a su situa- ci6n en relacién con verdades que son atemporales. Todos los misticos, dice Saint-Martin, hablan la misma lengua y proceden del mismo pais. Frente a ese hecho, poco importa el lugar que ocupen en el reino de este mundo. No obstante, quienes no estén familiarizados con la historia del misticismo propiamente dicha, y a quienes los nombres de los grandes Contemplativos no ofrecen ninguna precisa sugerencia de periodo o na- LA MISTICA cionalidad, pueden alegrarse de tener algunos datos sobre el orden que ocupan en el tiempo y su distribucién en el espacio. También es de desear algéin conocimiento de la genealogfa del misticismo si hemos de poder diferenciar las aportaciones originales de cada individuo de la masa de es- peculacion y de afirmaciones que hereda del pasado. Quienes desconoz- can totalmente estas cuestiones pueden hallar util consultar el Apéndice antes de proceder a la lectura del cuerpo de la obra, pues pocas cosas son més desagradables que el constante encuentro con personas que no nos han sido presentadas. La segunda parte del libro, para la que los primeros siete capitulos in- tentan proporcionar una preparaci6n, es manifiestamente psicolégica. Es un intento de establecer y justificar una definitiva teorfa de la conciencia mistica del ser humano: de las necesarias etapas de crecimiento organico — por las que atraviesa el mistico tipico; del estado de equilibrio al que tiende. Cada una de estas etapas —asi como las experiencias, caracteristi- camente misticas y todavia en gran parte misteriosas, de las visiones y las voces, de la contemplacién y el éxtasis—, aunque contempladas desde el punto de vista de la psicologia, las ilustra la vida de los misticos y, siempre que es posible, con sus propias palabras. Al planear estos capitulos me han servido de considerable ayuda los brillantes Etudes sur le Mysticisme del sefior Delacroix, aunque no haya podido aceptar sus conclusiones, y me alegra poder tener aqui la oportunidad de reconocer mi deuda para con él, y también para con la clasica obra del barén von Hiigel Elementos misticos de la religion. Este tiltimo libro, que sdlo lleg6 a mis manos cuan- do mi propio libro ya estaba planeado y en parte escrito, ha sido desde entonces una constante fuente de estimulo y aliento. Quiza convenga, por ultimo, decir algo respecto al sentido en el que se entiende el concepto de «la mistica». Es uno de los conceptos que, en la lengua inglesa, ha sido objeto de un uso més abusivo. La religion, la filosoffa y la poesia han utilizado el término en diferentes sentidos, a menudo mutuamente excluyentes. Ha sido reclamado como excusa para toda clase de ocultismo, para un trascendentalismo diluido, insfpido sim- bolismo, sentimentalismo religioso 0 estético, y mala metafisica. Lo han utilizado libremente, por otra parte, como término despectivo, quienes han criticado estas cosas. Es muy de esperar que, antes o después, se res- taure su viejo significado de ciencia o arte de la vida espiritual. Entretanto, quienes utilizan términos como «mistica» o «misticismo» se ven obligados, en defensa propia, a explicar lo que quieren decir con ellos. En un sentido amplio entiendo que la mistica es la expresién de la tendencia innata del ser humano hacia la completa armonja con el orden trascendental, sea cual fuere la formulacién teoldgica con la que se entienda ese orden. En los grandes misticos, esta tendencia va captan- 10 PROLOGO A LA PRIMERA EDICION do gradualmente todo el campo de la conciencia, domina su vida y, en la experiencia denominada «unién mistica», alcanza su fin. Tanto si se aeste fin Dios del cristianismo, como si se llama Alma Universal del pantefsmo, 0 se considera que lo constituye lo Absoluto de la filoso- fia, el deseo de alcanzarlo y el movimiento hacia él —siempre y cuando sean un proceso vital auténtico y no una’ especulacién intelectual— son Ja materia propiamente dicha de la mfstica. Creo que este movimiento representa la verdadera linea de desarrollo de la més alta forma de con- ciencia humana. y . . ee Bs un placentero deber para mi testimoniar mi mas sincero agrade- cimiento a tantos amables amigos y estudiosos, de todo matiz de opi- ‘nién, que me han dado su ayuda y su aliento. Entre aquellos con quienes he contrafdo una mayor deuda de gratitud se cuentan el sefior W. Scott Palmer, por la valiosisima, laboriosa y muy generosa ayuda que me ha prestado, sobre todo en relacién con el capitulo dedicado al vitalismo, y la sefiora Margaret Robinson, quien, ademés de otros muchos amables servicios, ha hecho todas las traducciones de los textos del Maestro Eck- hart y de Matilde de Magdeburgo. El reverendo doctor Inge, la sefiora May Sinclair y la sefiora Eleanor Gregory han tenido la amabilidad de leer partes del manuscrito. De to- dos ellos he recibido valiosos consejos. Quiero expresar especialmente mi agradecimiento, y el de mis lectores, al sefior Arthur Symons, pues gracias a su generosa autorizacién puedo hacer pleno uso de sus bellas traducciones de los poemas de san Juan de la Cruz. Otras personas que me han servido de gran ayuda en distintos sentidos, y a quienes ofrezco aqui mi mayor agradecimiento son las sefioras Constance Jones y Ethel Barker, y el sefior J. A. Herbert, del Museo Britanico —que Ilamaron mi atenci6n sobre el Mirror of Simple Souls, que acababa de ser descubier- to*—, el reverendo doctor Arbuthnot Nairn, y los sefiores A. E. Waite y H. Stuart Moore, E.S.A. Lo esencial de dos capitulos —los dedicados a «Caracterfsticas de la mistica» y «Mistica y magia»— se ha publicado ya en las paginas de The Quest y The Fortnightly Review. Estas partes se teproducen aqui con la autorizaci6n que amablemente me han concedido los respectivos editores. Festividad de san Juan de la Cruz, 1910 E.U. * En contra de lo afirmado en su tiempo por la autora sobre esta obra (véase, p. Sj. infra, p. 516) hoy se sabe que El espejo de las almas simples se debe a Margarita Po- Fete, Véase infra la Bibliografia, p. 531. Sobre el texto y su autora puede consultarse B. McGinn, The Flowering of Mysticism, Crossroad, New York, 1998. 11 LA MISTICA NOTA DEL TRADUCTOR Las citas de los misticos espafioles las hemos tomado de la edicién en es paiiol que se cita en cada caso y en sustitucion de la correspondiente e. ci6n inglesa. En ocasiones hemos tenido que ampliarlas, porque el te: citado por la autora en inglés cambiaba en algo el original, lo resumia 9 introducia palabras que servian de ilacién con el contexto expositivo en el que aparece la cita. Cuando estas ampliaciones tienen alguna entidad lo hemos sefialado entre corchetes. Hemos respetado casi siempre el uso de mayrisculas que hace la auto. ra en palabras comunes con la intencién de resaltar los conceptos. J La Bibliografia est4 considerablemente ampliada con respecto a la edicién original, para incluir las ediciones mas recientes en castellano, catalan, euskera y gallego de los autores mencionados. También recoge- mos alguna edicién antigua cuando no existe edicién moderna de deter. minado autor. 12 Parte Primera EL HECHO MISTICO EL HECHO MisTICO nuestra alma, de la clara luz de nuestra raz6n, y del firme recuerdo qu tenemos de Dios...»5. Pero, écual es el orden de precedencia que estas actividades debep adoptar en la obra que es una? Todas, como hemos visto, deben realiza, la parte que les corresponde. Pues nos incumbe la respuesta del ser huma. no en su totalidad a la abrumadora atracci6n que ejerce Dios. Pero, é de ellas predominard? La naturaleza tiltima de la experiencia que el yo tiene de esta realidad dependeré de la respuesta que dé a esta pregunta, éCudles son aqui los valores relativos de la Mente y del Coraz6n, la vidg real en la que el alma est4 inmersa? ¢Cudl de ellas, fomentada y conver. tida en dominante, es la que, con mas probabilidad, pondré al alma armonfa con lo Absoluto? El Amor a Dios, que siempre esta en el cora z6n de los santos, y a menudo en sus labios, es el deseo apasionado de esta armonfa; el «mal del pensamiento» es su equivalente intelectual. Aun cuando podamos escapar de Dios, no podemos escapar a alguna fot de este anhelo, excepto al precio del total estancamiento. Volvamos, pues, a la afirmacién con la que abriamos el presente capitulo: la de los dos deseos gobernantes que comparten la prisién del yo. Vemos ahora que representan los anhelos del intelecto y las emociones del tinico final de todas las biisquedas. La voluntad disciplinada —el «poder conativo»—, con todas las facultades que puede despertar y utilizar, puede venir en ayuda de una de ellas. éDe cual? La cuestién es crucial. Pues el destino del yo depende de la compafifa que la voluntad elija. Capitulo IV LAS CARACTERISTICAS DE LA MISTICA storia espiritual del ser humano pone de manifiesto dos actitudes y fundamentales hacia lo no visto, y dos métodos con los que ado ponerse en contacto con ello. Para los fines que aqui per- denominaré a estos métodos, la «via de la magia» y la «via de rica». Una vez dicho lo cual hemos de afiadir de inmediato que, e en sus formas extremas estos dos métodos muestran un marcado te, sus fronteras distan mucho de estar claramente definidas; que, ndo desde el mismo punto, muchas veces confunden al indagador e el uso del mismo lenguaje y de idénticos instrumentos y mé- s. De ahi que muchas cosas que en realidad son magia se definen rmente, con escaso rigor, como mistica. Sin embargo, la magia y la | representan los polos opuestos de una misma cosa: la conciencia dental de la humanidad. Entre estos dos polos se encuentran las s religiones, que cabria definir diciendo que representan las regio- esa conciencia habitables de ordinario. Asi, en uno de los extremos sala, la mistica pura «se desvanece» en la religién y, desde algunos de vista, parece tener su origen en ella. Ninguna persona profun- e religiosa carece de un toque de misticismo, y ningtin mistico le no ser religioso, en el sentido psicoldgico de la palabra, si es que | el teolégico. Al otro extremo de la escala, como veremos mas ade- » la religion, con no menos certeza, se desvanece en la magia. fundamental diferencia entre las dos es ésta: la magia quiere con- la mistica quiere dar, inmortales y antagénicas actitudes que apa- , con uno u otro disfraz, en cada era del pensamiento. Tanto la 2 como la mistica, en su pleno desarrollo, hacen que toda la mental inaria, consciente o inconsciente, tenga que ver con su empresa. proclaman que dan a sus iniciados poderes desconocidos para las 53. Juliana de Norwich, Revelations of Divine Love, cap. LV. (Libro de visiones y rev® laciones, p. 162.] 86 87 EL HECHO MisTICO personas normales. Pero difiere enormemente el centro en torno al se agrupan esos mecanismos, asi como los fines a los que se aplican Jp mencionados poderes. En la mistica, la voluntad esta unida a las emocig nes en un apasionado deseo de trascender el mundo de los sentidos, co el fin de que el yo pueda unirse, mediante el amor, al tinico Objeto titi y eterno del amor, cuya existencia es percibida de manera intuitiva va lo que soliamos llamar alma, pero a lo que ahora encontramos mas £4 referirnos como sentido «césmico» o «trascendental». Este es el tempe ramento poético y religioso que acttia en el plano de la realidad.| En |, magia, la voluntad se une con el intelecto en un apasionado deseo de ¢o nocimiento suprasensible. Este es el temperamento intelectual, agresivo cientifico, que trata de extender su campo de conciencia para que incly el mundo suprasensorial: evidentemente la antitesis del misti ‘ismo, aun que muchas veces adopte su titulo y su estilo. Mas adelante consideraremos con més detalle las caracteristicas y significacion de la magia. Baste decir por ahora que debemos clasifi como magicas, en un sentido amplio, todas las formas de trascendey talismo en busca de sf mismo. Poco importa que el aparato del que sirvan sean los encantamientos de los viejos magos, las plegarias de congregaci6n pidiendo la Iluvia que dirigen los clérigos ortodoxos, 0 | dispositivos para conseguir conscientemente la autohipnosis del «Nuevo Pensamiento»; que la finalidad propuesta sea la evocacién de un Angel, el poder de trascender las circunstancias, o la curacién de enfermedades. Bl objeto es siempre el mismo: la exaltacién deliberada de la voluntad, hasta que trascienda sus habituales limitaciones y alcance para el yo o grupo de yoes algo que él, 0 ellos, no posefan previamente. Se trata de una ciencia individualista y adquisitiva, y es, en todas sus formas, una actividad del intelecto que busca la Realidad para sus propios fines, o para los de la humanidad en general. La mistica, cuyo gran nombre se da con harta frecuencia a estas ac- tividades suprasensoriales, no tiene nada en comin con esto. 'No es in dividualista. Implica, en rigor, la abolicién de la individualidad, de esa rigida separacién, ese wera mii: | sl = 9. En relacién con esto, Godfernaux (Revue Philosophique [febrero de 1902]) hace pes probable gue'el maistics pudierg oltecet sume una observaciGn sumamente significativa respecto a que el romanticismo representa la if vasi6n de la literatura secular por la emocién mistica o religiosa. Es, dice, la secularizaciOn de la vida interior. Cf. asimismo H. Bremond, Priére et poésie. Dentro de esta teoria, se piensa que toda obra de arte es una encarnacié del genio del ritmo, que manifiesta el espiritu vivo de las cosas con una h lleza mas clara y més intensa fuerza de las que los groseros impedimento de la compleja materia permiten que se transmita a nuestros sentidos en @ mundo visible que nos rodea. Se concibe una pintura como una suerte d, aparicién procedente de un mundo mds real de esencial vida’. Ese «mundo mis real de la vida esencial» es el mundo en el que mora. el «alma libre» del gran mistico, suspendido en el aire como el serafin de seis alas ante el rostro de lo Absoluto’. También el artista puede que cruce sus limites en sus breves momentos de creacién. Pero no puede quedarse all. Vuelve a nosotros y nos trae sus nuevas, con el lamento de Dante en sus labios: .. Non eran da cié le propie penne se non que la mia mente fu percossa da un fulgore, in che sua voglia venne’. PAM € le permite el lenguaje. Pues debemos recordar que no hay ninguna a salvo la de la comodidad para la preeminencia entre los modos de 92 93 EL HECHO MISTICO LAS CARACTERISTICAS DE LA MISTICA expresién que acordamos a las palabras. Estas se corresponden tan bi 1es, la vida del universo visible e invisible consiste en una fuga con el plano fisico y sus vicisitudes que olvidamos que no tienen sino mas minima relaci6n con las cosas trascendentales. Incluso el artista, ant de que pueda hacer uso de ellas, se ve obligado a reordenarlas de acuerd con las leyes del ritmo, obedeciendo inconscientemente la regla por que todas las artes «tienden a aproximarse al cardcter de la miisica», Asi le ocurre también al mistico. La mistica, la mas romantica de |g aventuras, el arte de las artes, desde un cierto punto de vista, fuente finalidad de éstas, encuentra su correspondencia mas cercana, como ¢ natural, en la més puramente artistica y mas profundamente significati de todas las formas de expresidn. Rara vez se percatan del misterio de | miisica quienes con mayor facilidad aceptan sus dones. Y sin embargo, todas las artes, es la musica la tnica que comparte con la gran literatur mistica el poder de despertar en nosotros una respuesta al movimient, de la vida del universo, que nos trae —no sabemos cémo— noticia de sy exultantes pasiones y de su incomparable paz. Beethoven escuché la yo misma de la Realidad, y poco de esa voz se le escap6 cuando la traduje para nuestros ofdos!°. 4 La mente medieval, mas naturalmente mistica que la nuestra, y con aguda conciencia por lo tanto del papel que la armonfa ritmica desempei en los mundos de la naturaleza y de la gracia, daba a la misica importancia césmica, y discernia su intervencién en muchos fenémenos que actual: mente atribuimos a la triste invencién que llamamos Ley. Dice Hugo de San Victor: Hos un contemplativo, Ricardo Rolle de Hampole, «padre de inglesa» era plenamente consciente de esta miisica del alma, a en ella una correspondencia con las medidas armonfas del spiritual. En esas descripciones entusiastas de sus experiencias que se cuentan entre las joyas de la literatura mistica, nada es le que su constante y deliberado empleo de las imagenes mu- camente éstas, segtin parece, podian captar y traducir para a e su experiencia de la Realidad. La condicién del amor jubiloso por la que atraviesa el mistico una vez que ha finalizado su 6n es para él, por encima de todo, el estado de Cancién. No nundo espiritual; lo «escucha». Para él, como para san Francisco una «celestial melodfa, insoportablemente dulce»'?. 10 Cancién», dice, «cuando, en el alma henchida, con ardor se dulzura del amor eterno, y térnase en cancién el pensamiento, -mase la mente en dulce y pleno sonido»'’. Aquel que experi- 1 gozosa exaltacién «no dice sus plegarias como otros hombres s», sino que «es arrebatado por una maravillosa alegria, y un enéfico desciende hasta él, cual si fuera con notas que cantara ias»'4, Y asi dice Gertrudis More: «Oh, déjame que sola me silente para todo el mundo y para mi, que me sea dado aprender ién del Amor»'’. periencia de la alegria mistica del propio Rolle parece haberle ealmente de esta forma: las percepciones de su exaltada concien- sresentan a su entendimiento en condiciones musicales, del mismo ue otros misticos las han recibido en forma de imagenes o de pa- i €2CO, en sus propias palabras, la clasica descripcién de su paso r estado de «amor ardiente» al segundo estado de «amor canoro» or al canor— cuando «en canto de alegria tornase la meditacion: Hay tres clases de mtisica, la mtisica de los mundos, la musica de la huma: nidad y la miisica de los instrumentos. En la miisica de los mundos cab distinguir la miisica de los elementos, la de los planetas y la del Tiemp En la de los elementos, la del ntimero, la de los pesos y la de la medida. la de los planetas, la del lugar, la del movimiento y la de la naturaleza. En la del Tiempo, la de los dias y las vicisitudes de la luz y la oscuridads otra que es de los meses y del crecer y menguar de la luna; otra de los afios y de los cambios de la primavera, el verano, el otofio y el invierno. Enla miisica de la humanidad cabe distinguir la que es del cuerpo, la que es del alma y otra que esta en la conexion que hay entre ellos!!. la noche, antes de la cena, cuando entonaba mis salmos, era como si ese el sonido de los lectores o de los cantores en torno a mi lo que con- plaba. Mientras, también orando, con todo deseo prestaba atencién al lo, de repente, sin que supiera en qué manera, en mf sentf el sonido de . Fioretti. Delle Istimati, en The Little Flowers of St. Francis of Assisi. Richard Rolle, The Fire of Love (Early English Text Society), libro I, cap. XV. En Posteriores citas del Incendium Amoris de Rolle he adoptado habitualmente la 10. Tomo de la monografia de Hebert Le Divin dos ejemplos de la analogfa que existe entre la emocién mistica y la musical. En primer lugar, el de Gay, quien tenia «el alma, él corazén y la cabeza llenos de miisica, de una belleza diferente que la que se formula por \ i ndo era medio de sonidos». En segundo lugar, el de Ruysbroeck, quien, en un pasaje que podtia cién del siglo xv de Misyn, modernizando ligeramente la ortograffa y, a haber escrito Keats, habla de la Contemplacién y del Amor como de «dos flautas celestiales* tio, corrigiendo, a partir del texto latino, los errores y oscuridades del traductor. que, tafidas por el Espiritu Santo, tocan «sin tono» (p. 29). - Ibid., libro 1, cap. XXIII. Cf. libro TI, caps. V y VI. 11. Hugo de San Victor, Didascalicon de Studio Legendi. Spiritual Exercises, p. 30. 94 95 EL HECHO MisTICO LAS CARACTERISTICAS DE LA MISTICA Tan natural les resulta que a veces olvidan explicar que sus palabras g tinicamente simbélicas: un desesperado intento de traducir la verd, ese mundo en la belleza de éste. Es aqui donde la mistica enlaza con, miuisica y con la poesfa. Si este hecho lo hubieran reconocido siempre d criticos, se habrian librado de caer en muchos malentendidos lamentab y a veces ridiculos. El simbolo —ropaje que lo espiritual toma preg del plano material— es una forma de expresion artistica. Es decir. » hay que tomarlo en sentido literal, sino por lo que sugiere, aun cuadl el artista que se sirve de él pueda a veces perder de vista esta distincig, Asi, las personas que imaginan que el «Matrimonio Espiritual» de s Catalina o santa Teresa esté cubriendo visién del Sagrado Corazén conllevab verdadero misticismo es activo y practico, no pasivo y tedrico. ceso vital organico, un algo que hace la totalidad del yo; no cto a lo cual su intelecto mantiene una opini6n. 7 ‘objetivos son totalmente trascendentales y cspirituales. Su o es en modo alguno afiadir nada al universo visible, explorar- izarlo ni mejorarlo. El mistico aparta a un lado ese universo, sus manifestaciones supranormales. Aunque no descuida su para con la mayoria, como afirman sus enemigos, su coraz6n apre pendiente de lo Uno inmutable. : ant ste Uno no es para el mistico, meramente, la Realidad de cuanto una sexualidad pervertida; que | no también un Objeto de Amor, viviente y personal. Nunca un s c a una increible experiencia anat > exploracién. Lleva hacia casa a todo su ser, pero siempre bajo mica, 0 que la divina embriaguez de los suffes es la apoteosis de la borra | coraz6n. chera, no hacen sino proclamar su ignorancia de los mecanismos de g ) Li unién viva con este Uno —que es el término de su aventu- se sirven las artes, como aquella sefiora que pens6 que Blake tenia eye un estado definitivo o forma de vida realzada. No lo consigue estar loco, porque dijo que habia tocado el cielo con el dedo. bie una concepcién intelectual de sus deleites, ni de los anhelos Es més, el estudio de los misticos, el acompafiar a sus mentes, po les mas agudos. Aun cuando éstos puedan hallarse presentes, no humildemente que sea, trae consigo, como lo hacen la miisica o la oes; e Iega a ella mediante un arduo proceso psicoldgico y espiritual —Pero en un grado mucho més alto— una extrafia euforia, como si nos mada Via Mistica— que implica una reconstitucién del caracter y acercdramos a alguna poderosa fuente del Ser, y estuviéramos por fin Pica de una forma de conciencia nueva, o mds bien latente, que al borde del secreto que todos buscamos. Los simbolos mostrados, las al yo el estado al que a veces se llama inexactamente «éxtasis», palabras reales empleadas, cuando son objeto de andlisis, no bastan para 1 que es preferible denominar Estado Unitivo. explicar tal efecto. Ocurre, antes bien, que estos mensajes procedentes isticismo, asi pues, no es una opinién, ni una filosoffa. No tiene del yo trascendental de otro que ha despertado remueve nuestros yoes ver con la busqueda de conocimiento oculto. No es, por una profundos en su suefio. No seria extravagante decir que esos escritos, a mera facultad de contemplar la Eternidad; ni cabe identificarlo, que son el resultado de una experiencia mistica verdadera y de primera con ninguna clase de rareza religiosa. La mistica es el nombre mano pueden ser reconocidos por el poder de impartir al lector el sen- da a aquel proceso orgdnico que supone la perfecta consumacién tido de la vida exaltada y expandida. «Todos los misticos», dice Saint- mor de Dios: la consecucién, aqui y ahora, de la herencia inmortal Martin, «hablan la misma lengua; pues proceden del mismo pais». La Seriano. O, si se prefiere —pues significa exactamente lo mis- vida profunda, no moral, que hay en nosotros también ha venido del es el arte de establecer su relacién consciente con lo Absoluto. mismo pais, y reconoce los acentos de casa, aunque no siempre entienda | movimiento de la conciencia mistica hacia esta consumacién no es lo que dicen. amente la sibita admision de una abrumadora visidn de la Verdad, Ahora bien, volviendo a nuestra or iginal empresa, la de definir, si esas deslumbradoras visiones momentdneas pueden concedérsele podemos, las caracteristicas de la verdadera mistica, creo que hemos al- en cuando al alma. Es, antes bien, un ordenado movimiento hacia canzado el punto en el que no nos satisfacen las célebres «cuatro marcas» s de realidad cada vez mis elevados, una identificaci6n cada vez caracteristicas del estado mistico que sefialaba William James: la Inefa- ana a lo Infinito. Dice Récéjac: bilidad, la Cualidad Noética, la Fugacidad y la Pasividad?!, En su lugar Propongo establecer, ilustrar y, segtin espero, justificar otras cuatro reglas © Notas que puedan aplicarse como pruebas a cualquier caso dado que pretenda clasificarse entre los mfsticos. La experiencia mistica concluye con las palabras «Vivo, pero no yo, sino Dios en mi». Este sentimiento de identificacién, que es la expresién de la actividad mistica, tiene una gran importancia. En sus primeras etapas, la conciencia mistica siente lo Absoluto en oposicién al Yo, conforme avanza esta actividad, tiende a abolir esta oposicién... Cuando ha alcanzado su término, la conciencia se encuentra posefda por un Ser que es al mismo 21. W. James, Varieties of Religious Experience, p. 380. 98 99 EL HECHO MISTICO. tiempo mayor que el Yo e idéntico con él: lo suficientemente grande eg para ser Dios; lo bastante intimo como para ser yo”. Esta es la unidn mistica, que es la Ginica consumaci6n del amor tico, ya que: Todo lo que no es Uno debera sufrir siempre la herida de la Ausencia, y quienquiera que entre en la ciudad del Amor sélo hallara sitio para Uno y, sdlo en lo Uno, Unidn®, q La historia de la mistica es la historia de la demostraci6n de esta en el plano de la realidad. Ahora bien, écomo encajan estas afirmaciones con la practica de k grandes mifsticos, y con las diversas formas de actividad que, en uno. otro momento, se hayan clasificado como misticas? 1. La mistica es practica, no te6rica. Esta afirmacién, por si sola, no basta desde luego para identificar ] practica mistica, ya que puede hacerse asimismo en relacién con la ma que también se propone como algo que ha de hacerse, en lugar de al; que ha de creerse. Pero esto entra inmediatamente en colisién con la opiniones de quienes creen que la mistica es «la reacci6n del platénico nato a la religién». La diferencia entre estos devotos fildsofos y el verdadero mistico es la diferencia que George Tyrrel sostenfa que distingue la revelacién de la teologia™4. La mfstica, como la revelacién, es definitiva y personal. No ¢s meramente un bello y sugestivo diagrama, sino que es experiencia en forma mas intensa. Segtin Plotino, esa experiencia es la aventura solitari del alma: «el vuelo de lo Solo a lo Solo»?5. Proporciona el material, la sustancia sobre la que reflexiona la filosofia mistica. Del mismo modo que los tedlogos reflexionan sobre la revelacién, que constituye la base de la fe. Asi pues, aquéllos a los que hemos de aceptar como misticos tendran que haber tenido intuiciones de una Verdad que es para ellos absoluta, y tendran que haber actuado sobre la base de tales intuiciones. Si hemos de reconocer que «conocfan la doctrina», tendran que haber «vivido la vida», que haberse sometido al trabajo interior de la Via Mis- tica, y no haberse limitado a razonar acerca de las experiencias misticas 22. E. Récéjac, Les Fondements de la Connaissance Mystique, p. 45. 23. Al-Jami. Citado en «Jalalu “d Din» («Wisdom of the East Series»), p. 25. 24. G. Tyrrel, Through Scylla and Charybdis, p. 264. 25. Plotino, Enéadas, VI, 9. 100 va Bie LAS CARACTERISTICAS DE LA MISTICA podriamos prescindir de nuestros platénicos Soa y os misticos. Son los escalones que nos permiten subir a ev quienes interpretan para nuestras mentes embotadas, mundo de los sentidos, la ardiente vision de quienes nos la dimensién de la Realidad. Jos mojones de la Carretera ais. Hay veces en ence pal ero no pueden ser— 5 Fs cee que Indica la direccion del mar despietta e el espiritu aventurero. Hay también muchos ejemplos de sticos, como Eckhart, que han filosofado sobre sus Propias as, con gran provecho para el mundo. Y hay otros, entre | los ‘onicos —Plotino es el caso mas caracteristico—, que han ido 14 de los limites de su propia filosofia, y han abandonado la 6n de diagramas por una experiencia, aunque imperfecta, 4s la que estos diagramas aluden. Seria mas exacto invertir ¢ que incluimos antes y decir que el platonismo es la reaccion del I ante la verdad mistica. % otra vez, los grandes misticos nos cuentan, no como han espe- no como han actuado. Para ellos, la transicion de la vida de los vida del espfritu es una empresa formidable, que demanda onstancia. La paraddjica «quietud> del contemplativo es la erior esencial para el trabajo interior. Sus simbolos favoritos acci6n: la batalla, la busqueda, el peregrinaje. Pero no son misticos, del mis- de Dover no son viajeros que Jabras —las melancélicas pa- producen misticos. Como En una noche oscura, con ansias, en amores inflamada, ioh dichosa ventura!, salf sin ser notada, estando ya mi casa sosegada’*. dice san Juan de la Cruz en su poema de la brisqueda mistica. e hizo evidente», dice Al Gazali en su_ propia biisqueda de la | mistica, «que los suffes son hombres de intuici6n y no hombres bras. Reconoci que habfa aprendido del sufismo cuanto aprender por el estudio o por el habla»*”. «Que nadie suponga», dice la Germdanica, «que nos es dado alcanzar esta luz verdadera y per- «En una noche oscura», estrofa I. Tomo la cita [dice la autora, refiriéndose 16- nte al original inglés de su libro] de la bella traduccién de Arthur Symons, ue se nel vol. II de los Poemas completos. [En la presente versi6n espafiola transcribimos ii6n del texto anotado que se incluye en la Biblioteca Virtual del Instituto Cervantes.] ‘A. Schmélders, Les Ecoles Philosophiques chez les Arabes, p. 55 101 EL HECHO MISTICO fecto conocimiento... de ofdas, o leyendo y estudiando, ni atin con sup 2 destreza y gran erudicién»**. «No es suficiente», dice Gerlac Petersen, «saber por mera estimaci6n, sino que hemos de saber por experienciay2 Y Maltilde de Magdeburgo dice respecto a sus revelaciones: «La escritur, de este libro fue vista, ofda y experimentada en cada miembro... Lo ye, con los ojos de mi alma, y lo oigo con los ofdos de mi espiritu eterno»30_ Quienes suponen que la experiencia mistica es una mera conciencig) placentera de lo Divino en el mundo, un sentido de la «otredad» de lag cosas, un disfrutar de los rayos de la Luz Increada, no estan sino jugando con la Realidad. La verdadera consecucién mistica es la mas completa yla més diffcil expresién de la vida que hasta ahora le es posible al ser huma- no. Esa la vez un acto de amor, un acto de entrega y un acto de suprema, d, sabra que el Proveedor de la verdadera vida esta presente. No percepcién: una triada de experiencias que corresponde y satisface a las asimismo nada més, sino que, al contrario, ser4 requisito dejar tres actividades del yo. La religién podria ofrecernos el primero de estos {o otras cosas, detenerse en esto s6lo, amputar cualquier otra cosas procesos, y la metafisica, el tercero. Tan sdlo la mistica puede ofrecer e] que esté rodeada»*. término medio de la serie, el vinculo esencial que junta en uno los tres, El asunto y el método de la mistica es el Amor. «Los secretos», dice santa Catalina de Siena, «se le revelan a un amigo que j qui una de las notas distintivas de la verdadera mfstica, que la ha Ilegado a ser una misma cosa con su amigo, y no a un criado»!, |y diferencian de toda otra clase de teorfa y practica trascenden- 2. La mistica es una Actividad Espiritual por entero. ‘que aporta la respuesta a la pregunta que nos haciamos al cerrar Esta regla nos proporciona una limitacién mds, que excluye desde lo anterior. Se trata de la actividad entusiasta, extravertida cuya luego a todos cuantos practican la magia o la religién magica, incluso en mpulsora es el amor generoso, no de la actividad absorbente, sus formas mas exaltadas y menos materialistas. Tal como veremos cuan- ida, que se esfuerza Gnicamente por conseguir mas conocimien- do nos pongamos a considerar a estas personas, su objetivo —que no es una actividad fructifera tanto en el mundo espiritual como en el necesariamente ilicito— es mejorar y elucidar lo visible con la ayuda de fisico. lo invisible; utilizar las facultades supranormales del yo para incremen- Ahora bien, habiendo dicho esto, hemos de afiadir —como hicimos tar el poder, la virtud, la felicidad 0 el conocimiento. El mistico nunca lo hablabamos del «coraz6n»— que la palabra Amor, tal como se se vuelve a sf mismo de este modo, ni intenta combinar las ventajas que 1 a los misticos, debe entenderse en su sentido mas profundo, mas ofrecen los dos mundos. Al término de su desarrollo conoce a Dios me- 0; como la expresién tiltima de las tendencias més vitales del yo, no diante la comunién, y esta directa intuicién de lo Absoluto mata todos los el efecto o la emoci6n superficial que suele dignificarse con este demas anhelos. Posee a Dios y no necesita mas. Aunque incesantemente El Amor Mistico es una total dedicacién de la voluntad: el deseo se dedique a otros, y se convierta en «agente de la Bondad Eterna», ca- endencia, profundamente asentados, del alma hacia su Fuente. Es una rece de ambiciones suprasensibles y no anhela conocimientos ni poderes licién del acceso humilde, un movimiento vital del yo; més directo ocultos. Habiendo puesto sus ojos en la eternidad, teniendo la concien- ;métodos, mas valido en sus resultados —incluso en manos del me- cia embebida en ella, se puede permitir perfectamente tolerar las trabas Ito de sus adeptos— que la més penetrante visién intelectual de la del tiempo. «Su espfritu», dice Tauler, «es como si estuviera hundido y de mente filos6fica. Una y otra vez, el mistico insiste sobre esto. perdido en el Abismo de la Deidad, y pierde la conciencia de todas las , el silencio no es Dios, ni és Dios el hablar; el ayunar no es Dios, ni distinciones criaturales. Todas las cosas se retinen en una con la divina ios el comer; no es Dios la soledad, ni es Dios la compajfifa; ni tampo- y el ser del hombre est4 tan penetrado de la divina sustancia erde en ella, como una gota de agua se pierde en un barrill de . Y, de ese modo, el espiritu del hombre esta tan hundido en divina union, que pierde todo sentido de la distincién... y 4 unin secreta, silente, sin nube ni color»**. «No deseo», dice talina de Génova, «nada que proceda de Ti, sino tan sdlo a Ti, ilcfsimo Amor!»°3, «Cualquier participacién de este mundo», dice que Tu me otorgues, otérgasela a Tus enemigos, y cualquier cién del mundo venidero que me des, dalo a Tus amigos. iTa ante para mi!»*. «El Alma», dice Plotino en uno de sus pasajes ofundos, . , gozamos y la celeste escala ascendemos»*?. quel que ama conoce la llamada de esta voz. Pues este ardiente Para el mistico, el amor es, asi pues, a) la expresion activa, conativa, 0 del alma es un fuerte grito en los ofdos de Dios, cuando clama: de su voluntad y deseo por lo Absoluto; 5) su innata tendencia a ese Dios, Mi Amor, Tii eres todo mio y yo soy todo Tuyo”»*. Absoluto, su peso espiritual. Sélo es totalmente natural, est4 plenamente ‘Hasta aqui el mistico cristiano. Escuchemos ahora al persa: vivo, cuando obedece a la voz del amor. Este es para él la fuente del g6z0, F Mientras el pensamiento del Amado llena nuestro corsz6n / a 1 todo nuestro obrar es servirLe y dedicarLe nuestra vida. 36. An Epistle of Discretion. Este bello librito en inglés antiguo, debido probable- mente al autor de La nube del no-saber, lo reproduce E. Gardner, The Cell of Self Knowlege, p. 108. 37. Ruysbroeck, De Ornatu Spiritalium Nuptiarum, libro I, cap. XXVL. 38. Plotino, Enéadas, VI, 9. 39. Richard Rolle, The Mending of Life, cap. XI. E, Récéjac, Fondements de la Connaissance Mystique, p. 7. Santa Catalina de Siena, Dialogo, cap. XVI. Tomas de Kempis, De Imitatione Christi, libro II, cap. V. 104 105 EL HECHO MISTICO LAS CARACTERISTICAS DE LA MISTICA Cada vez que enciende su antorcha destructora con ella arden mirfadas de almas amorosas. Los amantes que en el santuario moran polillas son, quemadas con la antorcha de la faz del Amado. iOh corazén, aprestirate hacia alli! pues brillara sobre ti, y, en vez de un terror, se te antojara un dulce jardin. En tu alma infundiré un alma nueva, hasta Ilenarte, como un céliz, de vino. iAcepta tu morada en Su Alma! iToma tu morada en el cielo, oh brillante luna llena! Cual el celeste Escriba, abriré el libro de tu alma, para que pueda revelarte misterios*. dice con conmovedora simplicidad en la portada, «Amor ordinem levociones de una Ideota. Su tinico padre y director espiritual, Baker, les dio el titulo de Confessiones Amantis: confesiones de te. Amans Deum anima sub Deo despicit universa: un alma que Dios desprecia todas las cosas que son inferiores a El“, spiritu de su librito se resume en dos epigramas de los que se ntido orgulloso su contempordneo Crashaw. «Darlo todo por n dulcisimo trato»*”. «iDéjame amar, o no me dejes vivir!»**. El en verdad, su vida, y escribe de él con un entusiasmo que por recuerda la exuberante poesia de Jacopone da Todi y, en otras , las canciones amorosas de los poetas isabelinos. G Con raz6n dirfa Hilton que «el amor perfecto hace que Dios y el alma sean como si ambos juntos fuesen una sola cosa»“, y Tauler que «la fuen- te de la vida es el amor, y aquel que no mora en el amor est4 muerto»45, Estas son, no obstante, proposiciones objetivas y didacticas. Aunque: en sustancia puedan ser —probablemente son— personales, su forma no . t es “Di lo es, Pero, si queremos saber lo que realmente significa estar «enamora- cerme consuelo mientras vivo separada de ti, sino recordar que mi Dios, do de lo Absoluto» —hasta qué punto es intensamente real para el misti- a. . mfo de lo que soy mfa yo misma, es a bsoltita € ‘naltnbaoaaatie . oe 3 ‘ feliz?... De este amor verdadero entre el alma y tti surge tal conocimiento co el Objeto de su pasién, hasta qué punto esta alejado de las esferas de | ‘enel alma que abomina ésta de cuanto sea impedimento en la prosecu- la pia obligacién o de la especulacién filosdfica, hasta qué punto puede i6n de su Amor de ti. Oh Amor, Amor, con sélo nombrarte se pierde mi ser concreta, positiva y dominante una pasién asi—, hemos de estudiar la enti... Nada puede Saciar a un alma razonable sino ta. Y teniéndote literatura autobiogrdfica, no la de la poesia o la exhortaci6n. Para este fin, “ati, que en verdad eres todo, de nada puede decirse que carezca... Bien- en vez de los autoanilisis, bien conocidos, de san Agustin, santa Teresa 0 enturados sean los limpios de corazén, porque ellos verdn a Dios. Oh Suso, que son accesible a todo el mundo, prefiero elegir las confesiones i6n para ser querida, deseada y anhelada, pues haberte visto una vez es privadas de la notable mistica dame Gertrude More, incluidas en sus haber aprendido todas las cosas. Nada puede llevarnos a esta visi6n sino «Ejercicios espirituales». el amor. Pero, ¢qué clase de amor sera No un amor sensato, un amor 1 ! : , pueril, un amor que se busca mas que busca al amado. No, no, sino que Esta monja, tataranieta de sir Thomas More [Tomas Moro], y discipula __ ha de ser un amor ardiente, un amor puro, un amor valeroso, un amor favorita del célebre contemplativo benedictino, venerable Agustin Baker, _ de caridad, un amor humilde, y un amor constante, no gastado por los muestra el lado roméntico y personal del misticismo de manera atin mds - trabajos, no desalentado por las dificultades... Pues el alma que ha puesto perfecta que la propia santa Teresa, cuyas obras fueron compuestas para todo su amor y todo su deseo en ti, no puede hallar, sino en ti, ninguna la edificacién de sus hijas espirituales. Fue avida estudiosa de san Agustin, _ Satisfaccin verdadera®. «mi queridisimo santo», como le llama mas de una vez. Es evidente que 2: dee éste influy6 en su lenguaje. Pero la pasi6n es totalmente de ella. ¢Quién no veré que no tenemos aqui ningiin ejercicio literario, sino Recuérdese que las confesiones de Gertrude More representan las frutos de una experiencia de peculiar intensidad? Responde con iexace mis secretas conversaciones de su alma con Dios. No estaban destinadas auna de las mejores definiciones de la mistica como «en esencia, la a ser publicadas. Escritas en su mayor parte en las hojas en blanco de su breviario, se descubrieron y publicaron después de su muerte. «Las llama Nunca ha habido, ni puede imaginarse, un Amor tal como el que existe tre un alma humilde y ta. {Quién puede describir lo que acontece entre ‘un alma semejante y ti? En verdad que ni hombre ni Angel es capaz de acerlo cabalmente... Tan sdlo en tu alabanza soy feliz, en la que, Deleite nfo, me regocijaré con todos cuantos te aman. Pues, équé puede ofre- Se imprimieron en 1658, «en Paris, por Lewis de la Fosse, en la rue du Carme, Signo del espejo», y recientemente se han vuelto a editar. Cito a partir de la edicién 7. P138. PR 181. Op. cit., pp. 9, 16, 25, 35, 138 y 175. 43. Jalalu ‘d Din (Wisdom of the East Series»), p. 79. 44, Walter Hilton, Treatise to a Devout Man, cap. VIII. 45. Tauler, Sermon for Thursday in Easter Week (Winkworth, p. 294). 106 107 EL HECHO MISTICO concentracién de todas las fuerzas del alma en un Objeto sobrena; concebido y amado como una Persona viviente»?. «

También podría gustarte