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Estudios de Teora Literaria

Revista digital, Ao 2, Nro. 3, 2013


Facultad de Humanidades / UNMDP, ISSN 2313-9676

Proximidades de Tierra Adentro. Escuchar y hablar en


Una excursin a los indios ranqueles
Ins de Mendona1

Resumen
Una excursin a los indios ranqueles es el relato de un viaje a lo desconocido y presumiblemente hostil. Una
excursin que se dirige no tanto hacia un lugar como hacia un colectivo: a los indios ranqueles; pero
tambin es la inscripcin autobiogrfica del autor en una voz narradora que exhibe las ambigedades de su
identidad. Nos interesa rastrear las modulaciones de esa voz y su encuentro con otras, as como los diseos
proxmicos que dibuja este cuerpo (representado en la escritura) en los espacios descriptos y atravesados, en
las instancias conversacionales y en las imaginaciones colectivas que propone.

Palabras clave
Literatura Argentina - siglo XIX voces cuerpo - Lucio V. Mansilla fogn autobiografa

Abstract
A visit to the ranquel Indians is the story of a journey into the unknown and presumably hostile. A "trip" that
goes not so much to a place but to a collective: "to the ranquel Indians"; but also is the autobiographical
inscription from the author into a narrator voice that exhibits the ambiguities of its identity. We want to trace
the modulations of that voice and his encounter with others, as well as the proxemics designs that draws this
body (represented in writing) in the spaces crossed and described, in conversational instances and the
collective imaginations proposed.

Key words
Argentine Literature XIX Century voices body Lucio V. Mansilla Campfire -Autobiography

1. La voz de la experiencia

Una excursin a los indios ranqueles es en primer lugar el relato de un viaje a lo


desconocido y presumiblemente hostil.2 3 Una excursin, como nos informa el ttulo, que
se dirige no tanto hacia un lugar como hacia un colectivo: a los indios ranqueles. Como
es sabido, se trata de un texto que Mansilla publica peridicamente y por entregas en el
diario La Tribuna y, a pesar de referir una travesa que dur 18 das, se transform en una
publicacin de varios meses (de mayo a septiembre de 1870) que hacia finales de ese

1
Licenciada en Letras por la Universidad de Buenos Aires, docente en la materia Literatura Argentina I B y
doctoranda de la misma universidad. Es becaria de CONICET. Investiga sobre literatura argentina del siglo
XIX, en particular sobre el fin de siglo en Buenos Aires. Ha publicado artculos y ponencias sobre estos temas
en libros y revistas especializadas y actas de congresos. Es miembro del consejo editorial de la revista
electrnica El interpretador. Arte, literatura y pensamiento. Forma parte del Instituto de Literatura
Hispanoamericana. Ha recibido becas de la Agencia de Ciencia y Tcnica y del Fondo Nacional de las Artes.
Contacto: [email protected]
2
De aqu en ms lo mencionaremos como Ranqueles.
3
La hostilidad presumible en el espacio posterior a la frontera tiene, para cuando se publica la Excursin
una tradicin ya consolidada en la literatura argentina y es parte del intertexto explcito y connotado con el
que trabaja el texto. Las reversiones, menciones y crticas a La Cautiva de Esteban Echeverra son un ejemplo
y, por supuesto, el dialogo y debate con la propuesta geogrfico-poltica que D. F. Sarmiento gener en su
biografa de Facundo Quiroga.

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mismo ao fue publicado en forma de libro.4 Sin adentrarnos en un anlisis especfico del
folletn, en Ranqueles interesa reconocer el impacto de la detencin en la narracin del
viaje, la bsqueda de continuidad y la necesidad del efecto de suspenso que genera el corte
y el relato de un suceso incompleto. Y cmo ese formato de publicacin implica un modo y
ciertas caractersticas observables en la escritura. No se trata, sin embargo, de un clsico
relato de viajes que recurre a la tcnica folletinesca del corte en las aventuras, la emocin
hacia el final del captulo y la bsqueda de resolucin en la entrega siguiente. Y si algo de
eso hay, ciertamente eso no es todo lo que hay.
Esta excursin a tierra adentro es tambin una presentacin y una indagacin de
un sujeto sobre s mismo, de sus ideas polticas, de sus puntos de vista y de sus experiencias
pasadas. Un yo que se textualiza en una voz narradora que pretende dar cuenta de una
experiencia. Esta fuerte impronta autobiogrfica comparte con otras textualidades de la
ltima mitad del siglo XIX la prctica del viaje tierra adentro con otra prctica que teja la
raigambre de la intemperie pero tambin de la introspeccin: la prctica de la escritura
(Torre 2010: 11). Intentaremos en este trabajo esbozar una respuesta posible a la pregunta
por la identidad que en el comienzo de Ranqueles refirindose al personaje narrador
aparece enunciada como: y, porque al fin ese mozo quin es?.
El relato se sostiene en un yo con nombre, nombre de autor en la firma del texto y
nombre de personaje que se cuenta a s mismo. Pero sobre todo, un yo que se propone
como garante de veracidad: lo que cuenta, aun en sus versiones maravillosas, en sus
ensoaciones o en sus dudas se presenta como veraz porque se ha estado all.

La tensin entre ese nombre propio y las instituciones del Estado moderno es central
en el interior de todas estas obras [] La dimensin autobiogrfica de estos escritos
permite recuperar una complejidad porque es en el cruce entre la demanda del
Estado y la respuesta personal y experiencial a esa demanda, precisamente en ese
contrato, donde se juega la escritura. (Torre 2010: 26)

Esa posicin gramatical y textual sugiere o evoca la posibilidad de un cuerpo con el


que estar vinculada y, por ende, tal vez la inscripcin de una subjetividad. Por eso lo que se
presenta en un texto con esta fuerza experiencial ms que un nombre es una voz. La
nocin de voz que proponemos insina la ilusin de la presencia pero la elude; seala a
ese cuerpo-sustento del yo, ya no como referencia sino como evocacin (simultneamente
resto y produccin). Nos interesa rastrear las modulaciones de esa voz y su encuentro con
otras, as como los diseos proxmicos que dibuja este cuerpo representado en la escritura.
Se trata de los rasgos que contribuyen a la identificacin identitaria de un discurso y al
cuerpo enunciante con el que se relaciona histricamente un determinado enunciado; lo que
D. Maingueneau (1996) analiza en trminos de ethos.5
Podramos objetar que toda escritura del yo juega con esta evocacin o
sealamiento del cuerpo. En trminos generales, es la lengua la que permite el tropo de la

4
El texto de la Excursin a los Indios Ranqueles fue publicado en 100 das de entregas a modo de folletn en
el peridico que conforman las 68 cartas de lo que ms tarde fuera el libro- en La Tribuna (Ao XVIII, no.
5876) a partir del viernes 20 de mayo de 1870. El viaje haba partido de Fuerte Sarmiento el 20 de marzo.
5
Como plantea Maingueneau (1996): No es posible reducir la problemtica de la voz a la oralidad en el
sentido trivial del trmino, es decir, a los enunciados trasmitidos al odo mediante las ondas sonoras; tampoco
se puede aislar la cuestin de la voz de la representacin del cuerpo que le est asociada.

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prosopopeya en el pronombre yo (como ha analizado agudamente Paul de Man (1991) en


su estudio sobre el gnero autobiogrfico). E incluso podramos extremar esta lectura y
pensar en la lengua entera como una gran prosopopeya: signos que otorgan animacin a
entidades no presentes o muertas. Pero la relacin entre la presencia y la ausencia como
vnculo cierto con la veracidad de una voz ha sido (y seguir siendo) largamente discutida.
Valga sealar como diferencia que, en este relato, es el yo textual el que plantea el juego
entre estar y no estar, decir y no decir, y, sobre todo, vincular una voz, un tono y su
discurso a un cuerpo en accin. Las otras voces que se oyen y miran en este texto tanto en
su nivel representacional como tipogrfico-espacial tambin se presentan en una relacin
estrecha a gestos, movimientos y recorridos.
Lejos de ser una propuesta o juego inocente a nivel mimtico, Una excursin a los
indios ranqueles abisma la relacin entre el yo y el espacio vital, entre el contar y la
experiencia. En su compleja distribucin diegtica y extradiegtica el yo puede estar
conversando en un fogn en tierra ranquelina y en el Club del Progreso al mismo tiempo (y
en la misma pgina). Esos saltos o errores en la continuidad refuerzan la autoridad
enunciativa del yo, conduciendo al menos dos conversaciones simultaneas. El causeur
atrapa y atrae a su alrededor a la tropa y a los lectores; y tiene las competencias lingstico
culturales necesarias para cambiar el cdigo y adecuarlo al entorno.
Esa capacidad es, generalmente, propiedad del lenguaraz (intrprete), del que
conecta dos mundos, y representa un ideal del viajero experimentado. Esta plasticidad
comunicativa es una de las habilidades ms valoradas para s y para los dems, no por nada,
Mansilla (1894) acusar en una virulenta estampa necrolgica a Sarmiento como aquel que
no posea las lenguas de contacto.
Hay dos entornos y dos cdigos en los que el personaje Mansilla se maneja
cmodamente: el coronel con su tropa, y el gentleman en el club. Ambas son escenografas
que proponen espacios de conversacin y que validan la vocalidad de la escritura en el
folletn. 6 Estas dos discursividades y espacios se cruzan en una tercera dimensin (que es,
por otro lado, contenedora y constitutiva de toda su escritura) que es la charla mediatizada
con los lectores del peridico. De este modo, el pblico del folletn puede asumir las dos
posiciones de escucha, incorporndose a la marcha militar o identificndose con el tono
amistoso de los pares (duplicados y sintetizados en el personaje del destinatario explcito, el
querido amigo, Santiago Arcos). 7
No hemos mencionado todava, la posibilidad de incorporacin de las voces
ranquelinas en la identificacin con el lector y en la dctil labor del coronel intrprete.
Qu sucede con las voces que se encuentran que se van a buscar- en Tierra Adentro?

2. Acercarse a lo mltiple: curiosidad y utilidad

6
Sigo tambin en esta denominacin a la propuesta de Maingueneau (1996), en tanto la escenografa es una
inscripcin (-grafa) de la escena que valida y genera, paradjicamente, al ethos del discurso.
7
La identificacin de ese pblico con el grupo efectivo de amigos del autor (los socios del club y los nombres
listados en las dedicatorias y menciones de las entregas) que ha analizado David Vias (1966) para las
causeries (pero que extiende a la obra general de Mansilla) no alcanzan, segn mi criterio, para igualar el
nivel discursivo potencial de la circulacin pblica que tiene el texto en tanto material del peridico y que, de
hecho, atestigua nuestra lectura actual.

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El texto oscila, e incluso superpone dos grandes lneas narrativas y estticas: una tendencia
al humor y al juego, ms cercana al goce del viajero (un tourist en la denominacin del
propio texto), pero tambin otra que intenta posturas polticas crticas, denuncia errores
militares y estratgicos del gobierno y brinda consejos o apreciaciones morales a sus
interlocutores (personajes que se encuentra en el camino y lectores reciben por igual esas
mximas que le gusta atesorar a un Mansilla aforstico). En la primera tiende a borronearse
la posicin jerrquica, en la otra se sostiene.
La hiptesis de David Vias al sealar a Mansilla como arquetipo del gentleman
militar es que la lectura posterior del texto y, en particular el discurso literario
administativo de la Argentina (Vias 2003: 159) produjo un borramiento de los aspectos
conflictivos en la obra rescatando esa coleccin de pequeas historias a la que denomina
como biografismo de minucias. El desplazamiento neutralizador de los componentes
ms virulentos del texto, dice Vias, ha logrado convertir a Ranqueles en un libro ameno e
infantil y a su narrador en una suerte de Viejo Vizcacha, dicharachero y seductor (161).
Sin embargo, al recuperar la dimensin completa y contradictoria de la multiplicidad de
voces en el texto (y las dos lneas estticas que sealbamos), la habilidad detallista de
Mansilla y su manejo de la movilidad en el espacio concentra un aspecto poltico que se
constituye en ambas dimensiones, intrincadas y dependientes. Ya no interesa cul funciona
mejor o si una borra a la otra, si la jerarqua se suspende o se afirma, si los indios son
amigos o enemigos sino la continuidad contradictoria a veces, compleja siempre, de las
diversas aproximaciones. El xito literario, la felicidad de su escritura, consiste en esa
oscilacin que evita figuraciones maniqueas.
Cmo se inscribe, entonces, la fascinacin por el brbaro?8 Ese ir hacia el otro
que, lejos de constituir una frase vaca, instaura una direccin y un mandato que funciona
como motor narrativo. Es en esa direccin donde el narrador expedicionario se encuentra
con formas nuevas.9 La voluntad de conocer al otro implica un cambio de posicin riesgoso
(un riesgo de prdida la muerte por ejemplo- que, de hecho, le costar una sancin
disciplinaria al coronel Mansilla10) y es impulso para el viaje as como justificativo
legitimante para la escritura. Los lectores no conocen nada de tierra adentro, amigo
Santiago le dice Mansilla a su destinatario explcito. Parte del juego de conocer-
desconocer es lo que el autor va a explicitar en los motivos de su aventura literaria,
apelando a la curiosidad por lo distinto.11
8
En la medida en que podemos leer este texto tambin como una rescritura de Facundo, ser interesante
confrontar cmo se da esa fascinacin por el otro en uno y otro caso. No para hacer una cuestin meramente
opositiva sino para ver opciones de escritura. Tal vez en los ttulos y en el modo de construir personajes
encontremos una clave. Por supuesto, la idea del grande hombre, que no es pertinente en este ramillete de
historias que es Ranqueles. La eleccin de contar la historia en el relato de un hombre significativo dista
mucho de la seleccin de pequeas historias y de la apreciacin colectiva de un grupo. Aunque hay relatos
incrustados en Facundo (como analiza C. Iglesia [2003b] en su artculo La ley de la frontera. Biografas de
pasaje en el Facundo de Sarmiento que podran leerse en serie con Ranqueles) no es lo preponderante en el
libro.
9
Las formas a las que nos referimos incluyen a los sujetos como objetos de conocimiento y fascinacin del
viajero pero tambin a las geografas, costumbres, sonidos, sabores, ensoaciones y, en trminos generales, la
ampliacin perceptiva que produce en el narrador la experiencia del viaje.
10
Riesgos y obstculos: miedos que se cuentan. Riesgo de perderse, de perder el decoro, de perder la
jerarqua, de excederse, de salirse del camino, de no llegar, de aburrir al lector.
11
Cristina Iglesia (2002) llam a este descubrimiento de ofrecer un espacio desconocido pero prximo a los
lectores, el exotismo cercano y puede leerse en serie con el aumento del pblico lector en Buenos Aires,

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Preguntadle dnde queda el Ro Chalileo o el cerro Nevado, y ya veris qu sabe el


respetable pblico sobre las cosas que pueden interesarle maana, distrado como
vive por las cosas de actualidad.
Hasta cierto punto yo le hallo razn. No paga su dinero para que cotidianamente le
den noticias de las cinco partes del mundo, le enteren de la poltica internacional de
las naciones, le tengan al cabo de los descubrimientos cientficos, de los progresos del
vapor, de la electricidad y de la pesca de la ballena? (Ranqueles, cap. IV)

En la satisfaccin de esa curiosidad se sostiene, en parte, la lectura de todo relato de


viajes y es constitutiva de la serie de textos que se adentraron en los territorios ajenos pero
prximos al colectivo nacional. Una exterioridad en el territorio interior. Esta voluntad
de acercamiento moviliza intereses militares pero tambin un deseo subjetivo de bsqueda
de lo distinto, e incluso, un gesto esnob hacia la novedad. En su estudio sobre el viaje como
topoi de la literatura y el pensamiento occidental, Van den Abeele (1996) seala esta
tendencia a lo banal del viaje como motivo cultural. Pero esa banalidad no le quita la
posibilidad liberadora que abre nuevos horizontes y que, paradjicamente, implica esa
posible prdida que mencionbamos antes.12
Es el funcionamiento de una mirada turstica, del dandy que ya est de vuelta, que
ya lo ha visitado todo y que se arriesga. Como bien analiza Vias (1966), Mansilla ya ha
pasado por una experiencia consumidora en Europa y Asia en su viaje como heredero que
va a disfrutar y liquidar la herencia paterna. Esa postura entre investigadora y superada que
va en busca de lo extico moviliza al narrador a incorporar detalles y ancdotas para
seducir a su interlocutor suponiendo lo que puede interesarle. En la imposibilidad de esa
constatacin vuelve al s mismo como punto de referencia de la curiosidad y medida. Pero
este no es el nico dispositivo para percibir y apropiarse del territorio que arma el texto ni
el nico modo de la curiosidad.

3. Conocer es escuchar

El problema del conocimiento, empero, plantea cules son los modos de adquisicin y
reconocimiento del saber. Si en Facundo, como dice Ricardo Piglia (1980), conocer es
comparar, en Ranqueles, conocer es recorrer, avanzar, percibir y, especialmente, escuchar.
Tal vez se trate de un esfuerzo logrado en la escritura por mostrar el viaje como espacio de
transformacin. Transformar al indio en un sujeto a conocer y escuchar no es la propuesta
ms esperable en el horizonte de expectativas contemporneas ni en la tradicin romntica

vido de historias y personajes nuevos. Sobre las modificaciones en el pblico hacia el fin de siglo XIX vase
la obra clsica de Adolfo Prieto sobre la literatura criollista (2006).
12
Casi todas las nociones ms preciadas de Occidente apelan al motivo del viaje: el progreso, la bsqueda
del conocimiento, la libertad como libertad de circular, la autoconciencia como una empresa odisea, la
salvacin como destino a alcanzar siguiendo un camino prescripto (tpicamente derecho y angosto). Sin
embargo, si hay una inversin cultural tan grande en el viaje, ese lugar de inversin es no obstante aquel cuya
posibilidad de apropiacin tambin implica la amenaza de una expropiacin. El viaje pone en peligro esos
valores culturales en la misma medida en que supone que los garantiza: algo siempre puede salir mal. El
lugar del viaje no puede ser un lugar estable. Van den Abeele (1992).

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de representacin del desierto. 13 Es necesario conocer ms del otro, como en todo relato de
avance sobre un territorio, para dominarlo pero tambin como posibilidad de
cuestionamiento y conocimiento del s mismo. No se va al espacio del otro para confirmar
las hiptesis previas, se permite descubrir emociones, sensaciones y saberes nuevos y, para
ello, la presencia de la corporalidad, situada, histrica y sugerida en la inscripcin del yo,
implica un compromiso vital con la narracin.
Volvamos, entonces, al texto y situemos la propuesta enunciativa. Estamos en 1870,
en un fortn fronterizo, a punto de adentrarnos en Tierra Adentro. Diecinueve
expedicionarios se dirigen a las tolderas del cacique Mariano Rozas en una misin
diplomtico militar para resolver una cuestin de lmites, para lo cual deben internarse en
un terreno desconocido (topogrficamente hablando) y en un territorio (poltico) enemigo.
Esa es la situacin de partida que plantea el narrador para relatar su experiencia aunque,
estrictamente, el texto comienza con un guio que luego ser un clsico del estilo
mansillesco y que manifiesta la superposicin de niveles y vaivenes narrativos antes
mencionados. Se explicita la dedicatoria a su amigo Santiago Arcos y la referencia a una
apuesta ganada: haber sido el primero de los dos en comer una tortilla de avestruz en
Nahuel Mapo. Entonces, en esa veleidad cosmopolita que presenta el yo viajero respecto de
s ese gourmet experimentado que bien puede comer trufas en Pars como una tortilla de
huevos de avestruz en la pampa hay un gesto, una inscripcin escrita que se vuelve
poltica.
Jens Andermann menciona la liminaridad de este texto, su carcter de utopa final,
en un momento en que la imaginacin territorial de la nacin aun no ha consolidado lmites
pero ha comenzado a ingresar otros sujetos en la representacin colectiva. El utopismo
final de Mansilla propone la incorporacin de nuevos sujetos polticos acordando y
estableciendo (en un pacto validado en su doble legalidad oral, en la junta ranquel, y
escrita, en las formas oficiales del coronel del ejrcito) una refundacin simblica de la
nacin en sus confines. Es en este espacio del confn, ms all de la frontera, donde puede
intentarse un modelo nuevo que ampla el mapa territorial y cultural de la comunidad
imaginada para la nacin, all donde la patria es ms autntica y joven (Andermann 2000;
119).
La adjetivacin nacional para el sintagma indios argentinos con el que sostiene el
coronel Mansilla su argumentacin final (para firmar el tratado de paz en que expropia
nuevos territorios) llega a su expresin ms extrema en la propuesta de un linaje comn. Un
linaje de padres blancos y madres indias, una identidad compartida que guarda, como es de
esperar, una posicin subalterna para los indios que se sumen al proyecto enunciado por el
coronel. No es verdad que somos argentinos? [] Pues yo tambin soy indio o qu
creen qu soy gringo?, interpela el narrador a sus interlocutores en la agitada junta final.
La identidad se propone comn y diversa, tolerando la mezcla, siempre y cuando se ingrese
en los lmites propuestos como mano de obra subalterna y en un colectivo criollo-nativo
que anticipa la conjura contra el inmigrante europeo (ya presente, por ejemplo, en otro
clebre relato de frontera contemporneo a Ranqueles: El gaucho Martin Fierro [1872]).
La argentinidad comn de todas las voces odas y escritas en este relato y la proximidad de
estas en un contacto que llega hasta el cuerpo a cuerpo se superpone con la multiplicidad de

13
Respecto del trmino indio, uso la denominacin propia de los textos del siglo XIX y de ste en
particular.

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orgenes, relatos y legalidades. La ambigedad circula en sus apreciaciones respecto de los


indios pero tambin en sus actitudes hacia el pblico lector, tambin circulan las
identidades ambiguas con las que se va topando y, por supuesto, la propia subjetividad
oscilante del narrador que se permite extraar su perspectiva (agachndose a mirar entre las
piernas) para ver de otro modo el territorio de la Guerra del Paraguay, que se despierta en
un fogn donde los cuerpos se superponen sin recordar lo acontecido la noche anterior o
que suea con ser emperador de los ranqueles.
Encontrarse con otras vidas y contarlas puede ser una de las formas de entender este
texto por eso en una narracin que prometa dedicarse a los Ranqueles encontramos, en
realidad, casi tantos gauchos y otras formas del mestizaje como indios (indios gauchos,
gauchos indios, cautivos, refugiados polticos, mestizos, soldados, chinas, cautivas).

4. Hacerse baqueano para contar, describir y mapear el territorio

A partir de una perspectiva que podemos llamar etnogrfica el narrador va a buscar esas
historias y, explcitamente, estudiar sus usos y costumbres, necesidades, ideas, religin, su
lengua. lvaro Fernndez Bravo (1999) propone para su estudio de la frontera en la
literatura argentina que la etnografa es la escritura de las etnias en el cuerpo de la nacin,
considerndola una ciencia que traduce y transcribe a diferencia de la antropologa, que
sera una disciplina de las teoras generales. Ms all de la exactitud epistemolgica de esta
distincin, considero que Mansilla realiza una mirada etnogrfica inscribiendo una grafa
traductora que transpone e imita palabras, sistemas semiticos y gestualidades. Da
indicaciones y renombra lugares, por ejemplo Ramada Nueva (Trapalc) que quiere decir
agua de totora. La operacin es, tal vez, un movimiento de todo el libro: sobrescribe lo
existente pero menciona lo anterior en lengua ranquelina y, adems, aporta su traduccin
explicando la morfologa de la palabra. Trapal es totora, Co, agua. El texto sobrescribe pero
no borra, acota y conserva el significado originario.
Es interesante que esta mirada y conocimiento etnogrfico coinciden con el que
Mansilla encuentra, del otro lado de la frontera, en Mariano Rosas. En la mencin a esta
capacidad, el texto enuncia una inversin significativa que constituye una de las crticas
fuertes a su propia clase, el cacique parece haber hecho lo que el ejrcito, el Estado y en
trminos generales, el discurso cristiano aun est por hacer. Mariano Rosas, seala, ha
estudiado bastante el corazn humano, conoce a fondo las inclinaciones y gustos de los
cristianos. Y no solo el cacique tiene informacin sobre sus vecinos los cristianos,
tambin Baigorrita posee un secretario que lee y escribe San Martin, un roto chileno-
que le sirve para decodificar y aprender.

Calcul si ellos conocern bien a los cristianos, sus ideas, sus tendencias, sus
proyectos futuros, teniendo a su lado secretarios, lenguaraces, amigos ntimos por el
estilo del que te acabo de bosquejar. Aquel mundo es realmente digno de estudio.
(Ranqueles, Captulo XLV, la cursiva es ma)

Por eso, entre otras cosas, Ranqueles se presenta como texto necesario y su narrador
como el autor-viajero que debe reponer ese vaco cognoscitivo que implica la cultura
ranquel y que coloca en una posicin de inferioridad al expedicionario.

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Una tercera perspectiva, tambin enunciada desde el principio como motivo del
viaje y la escritura, desplaza la curiosidad turstica y etnogrfica, e instaura la
funcionalidad. Se trata de la mirada y accionar militar que inspecciona y releva el terreno
por donde alguna vez quiz tendrn que marchar las fuerzas y que menciona el avance
que se ha producido como conquista de muchas miles de leguas cuadradas de tierra para
la cra de ganado. El tipo de pulsin catalogadora que manifiesta el etngrafo en su deseo
de adentrarse en el saber del otro se complementa con el catastro topogrfico militar. El
narrador reivindica la necesidad del conocimiento acumulado y formalizado para el
ejrcito, la necesidad de no depender de un pobre paisano que [] no le sugerir
pensamiento estratgico. El militar de rango debe volverse l mismo un baqueano. El
espacio ser cuantificado en la enumeracin: pastos y fuentes de agua que pudieran generar
riqueza, valor, utilidad. Simultneamente, el croquis topogrfico realizado a la vuelta del
viaje, es uno de los resultados que primero se mencionan en el texto para ser ofrecido a la
industria rural. Todo esto lo explica el narrador en las primeras cartas y, de algn modo,
no deberamos olvidarlo cuando nos fascinamos con sus juegos y su ambivalencia.
Habitualmente no esperaramos un saber dubitativo en un texto que se propone estas
conquistas. Es en esta tensin de ambigedades que se juega la riqueza del texto y la
experiencia del lector.
Los tres dispositivos para visualizar, aprehender y representar el territorio que
mencionamos aparecen conjuntamente y son solidarios entre s. Para lograr el goce del
turista y la acumulacin de saber etnogrfico y militar incluyendo lo topogrfico pero
tambin lo diplomtico y estratgico- el texto propone la necesidad proxmica de la
inmersin. De este modo, aquello que se ofrece en la escritura se sustenta en la
acumulacin de la experiencia. Dice el narrador:

No hay un arroyo, un manantial, no hay una laguna, no hay un monte, no hay un


mdano donde no haya estado personalmente para determinar yo mismo su posicin
aproximada (Ranqueles; cap. I)

No es que estas miradas no estuvieran presentes en la literatura argentina, de hecho,


en aquello que Adolfo Prieto (1996) ha estudiado como red previa e influyente en la
emergencia de la literatura nacional que son los relatos de los viajeros europeos al Ro de la
Plata ya haba un cruce de miradas y poticas entre lo utilitario y lo subjetivo de matriz
humboldtiana, que incorporaba el goce por la experiencia misma. Pero este texto de
Mansilla tal vez tenga como innovacin la construccin de un sujeto de la enunciacin que
condensa esas miradas, complejizndolas sin abandonar las perspectivas y que utiliza una
matriz genrica flexible que le permite combinarlas y excederlas. Nos referimos a la
dimensin marco que mencionamos anteriormente como condicin de posibilidad de las
distintas posiciones del charlista y el militar: la posicin y la escritura de un cronista. Es en
la forma de crnicas que pretenden ser cartas, o cartas que se saben crnicas para la prensa,
donde el yo aventurero y narrador puede experimentar y hacer ingresar sus diversos
intereses.

5. Experimentar con los sentidos

Solo en la prctica se comprende...

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Una excursin a los indios ranqueles cap. IV

Cuando [Mora] vacila (respecto de dnde est) se


apea, arranca un puado de pasto, lo prueba y sabe
dnde est. Conoce los vientos por el olor.
Una excursin a los indios ranqueles cap. XLII

Parafraseando a Barthes, este texto construye la ilusin de lo real en su pretensin de


verosimilitud detallista. Propone un rgimen de representacin que excede lo visual. Para
(re) producir la experiencia en el lector inscribir la percepcin requerir no solo sostenerse
en la mirada, sino en lo que se oye, en lo que se degusta, en lo que se toca. Aquello que se
va descubriendo a travs de la visin del nuevo territorio se complejiza con la aparicin de
lo sonoro y, ms aun, con el registro kinestsico de la experiencia corporal en el territorio.
Entre la configuracin romntica del desierto como vaco (de sentido) que sintetiza esa
vista distante e incierta del horizonte de la Pampa propuesta en el captulo II del Facundo
en la que se ve la nada14 y este ir a ver, en el sentido de introducirse corporalmente en el
territorio hay una diferencia significativa respecto de la concepcin de la territorialidad
nacional.
Mansilla observa y nos muestra muchas cosas en ese ms all de la frontera. En el
captulo XX, al divisar Leubuc, se nos ofrece una descripcin de las rutas que atraviesan
el supuesto desierto y la sensacin de movimiento sorpresivo que enfrenta el viajero
contradice aquella imagen vaporosa e indefinida con la aparicin de sujetos que
modifican el paisaje con sus trayectorias y lo alejan de aquel estatismo ensoado. La pampa
de Ranqueles no es un lugar vaco, es en trminos de De Certeau (1980) un espacio
transitado.

El camino de Calcumuleu a Leubuc corra en lnea paralela con el bosque que


tenamos hacia el naciente buscando una abra, que formaba una gran ensenada. De
trecho en trecho se bifurcaba, saliendo ramales de rastrilladas para las diversas
tolderas. Reinaba mucho movimiento en el desierto. De todos lados asomaban
indios (Ranqueles, cap. XX)

En lugar de encontrarse con la nada, el desierto que conoce Mansilla est lleno
de movimiento. Tiene prcticas, formas y tradiciones propias. Sobre todo, hay gente que
pasa de un lado al otro, como bien nos informa el relato de Miguelito, un no cautivo
blanco escapado de la justicia que elige esconderse en Tierra Adentro: las fronteras no
tienen puertas. Ya volveremos sobre este punto pero sealemos que los Ranqueles hacia
los que llega la excursin incluyen en su comunidad a refugiados polticos como Miguelito,
Camargo o el negro del acorden, fracasados como el Dr. Macas quien mantiene un
estatuto extrao de servicio y proteccin con la corte de Leubuc- indios blancos, indios
gauchos y otras denominaciones mixturadas. Est cruzado por caminos y por discursos,
orales y escritos, de distintas voces. En los polos ms extremos de las voces que Mansilla
14
Qu impresiones ha de dejar en el habitante de la Repblica Argentina el simple acto de clavar los ojos en
el horizonte, y verno ver nada; porque cuanto ms hunde los ojos en aquel horizonte incierto, vaporoso,
indefinido, ms se le aleja, mas lo fascina, lo confunde, y lo sume en la contemplacin y la duda?.
Sarmiento, D. F. Facundo, [1845]

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Ins de Mendona

nos hace or aparecen, por ejemplo, la voz escrita de la prensa de Buenos Aires, leda y
relatada por Mariano Rosas al quejarse con Mansilla de las intenciones ocultas de su viaje y
la voz de Chailao, que tambin se llama Manuel Alfonso, un gaucho clebre, cordobs que
ha decidido vivir entre los indios. Es lo que Mansilla llama un gaucho neto, un fronterizo
irreductible, a quien describe prcticamente como un nihilista. Entonces, la voz de la
civilizacin leda y procesada por Mariano Rosas y la voz de la barbarie electiva en el
gaucho-indio Chailao.
Hay un captulo muy interesante para observar los modos de transitar este territorio
y este terreno (lo topogrfico en s, sus modulaciones, sus obstculos) en el que aparecen
las definiciones de rastrillada y bagual (vase Iglesia 2003a) y se incorpora la
denominacin local para dar indicaciones respecto de una localizacin (arriba y abajo en
lugar de los puntos cardinales oeste y este) remitiendo a la sensacin fsica respecto del
espacio que, efectivamente, sube hacia la cordillera y baja hacia la pampa.
Y, luego, en el captulo XX, mientras la comitiva cambia de caballos y aparece un
nuevo grupo de indios, otra denominacin refuerza la representacin territorial no
cartogrfica sino kinestsica. Dice el texto: llegaron varios indios del norte, de afuera,
como dicen ellos. Nosotros le llamamos as al sur. Entonces, la mirada ptica que se
vuelve hptica /tctil requiere de la percepcin del cuerpo para permitir hacer sentido al
sistema nominativo: arriba, abajo, afuera, adentro. Solo en la prctica se comprende la
ventaja de la sustitucin dir el narrador de su aprendizaje. Los diseos coreogrficos a los
que son sometidos los viajeros para atravesar las complejas instancias diplomticas
ranquelinas demoran el avance y generan detencin reforzando el registro de lo corporal en
la figuracin espacial.

6. Perder el sentido

De vez en cuando llegaban a mis odos estos ecos: "Ese coronel Mansilla
muy toro; ese coronel Mansilla cargando; ese coronel Mansilla lindo".
Y esto diciendo, un sinnmero de curiosos se acercaban a m, hasta
estrecharme y no dejarme mover del sitio. Mirbanme de arriba abajo []
Y despus de mirarme, bien, me decan alargndome la mano:
-Ese coronel, dando la mano, amigo. -Y no slo me daban la mano, sino que
me abrazaban y me besaban, con sus bocas sucias, babosas, alcohlicas,
pintadas.
Una excursin a los indios ranqueles, cap. XXV

Este cronista viajero tiene un impulso catalogador, transcriptor, para el cual sostiene la
distancia del observador etngrafo pero tambin un deseo de contacto que lo lleva a
experimentar aquello para lo que no tiene todava- descripcin o sentido y que implica
dejarse atravesar por el flujo de los estmulos que le propone el viaje. Como plantea Le
Breton:

La experiencia del etnlogo o del viajero a menudo es la del extraamiento de sus


sentidos, resulta enfrentado a sabores inesperados, a olores, msicas, ritmos, sonidos,
contactos, a empleos de la mirada que trastornan sus antiguas rutinas y le ensean a
sentir de otra manera su relacin con el mundo y con los dems. (2007: 16)

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Proximidades de Tierra Adentro. Escuchar y hablar en Una excursin a los indios ranqueles

Hablbamos del yo como garante del relato, de esa referencia al haber estado all
que apela directamente a la experiencia vital y que asume la presencia intensa de lo
sensorial en descripcin y narracin. Haber estado, haber olido, haber tocado, haber
comido, haber dormido, haber sufrido, haber soado, haber amado. Y todas las versiones de
esos verbos en sus versiones pasivas. Haber sido olido, tocado, comido (o casi), soado,
amado. Estar all como productor de relato, experimentar que no es lo mismo que saber o
conocer y eso implica producir un texto con interrogantes, un texto que se permite exponer
las razones del otro y, en algunos momentos, dudar.
Hay dos situaciones que cifran el arco que va de una a otra posicin, de la distancia
necesaria para escuchar y transcribir, al mximo contacto en el que lo visual y auditivo
ceden su preponderancia a la dimensin tctil. En el captulo XXI (fundamental para la
comprensin de los intercambios diplomticos a los que es sometido el visitante) se ensaya
un manual sociolingstico que clasifica los modos de la conversacin ranquel en familiar,
parlamento y junta e intenta explicar el tono, el comps e incluso el sonido de ciertos
vocablos y su modo de pronunciacin. En el captulo XXX La orga ranquel,
paradigmticamente, pero tambin en cada uno de los acercamientos en los que Mansilla
topa con las diversas comitivas de recepcin y en el largo ceremonial de apretones y
saludos del captulo XXV que citamos ms arriba, la distancia entre los cuerpos se
suspende proponiendo una inversin en la que el sujeto de la observacin es ahora el
narrador. El yo que narra se expone a la mirada del otro y a ser tocado hasta el riesgo de
perder conciencia de s. En el momento del riesgo ms intenso durante la orga, cuando el
cuerpo se expone al contacto mximo, el narrador salta a la historia incluida de Miguelito
que dura cuatro captulos. Al volver a la escena, el coronel Mansilla aparece en otro tipo de
fogn, el fogn de descanso despus de la fiesta. Los cuerpos juntos y la memoria aturdida.
La elipsis que genera el parntesis del cuento de Miguelito sugiere la contaminacin del
cuerpo pero lo salva.
Julio Schvartzman (2002) propone observar esta digresin como la posibilidad de
cortar el riesgo, por un lado, y por otro, exponer la historia de un gaucho hablando por y de
s mismo en un gesto que sale de la narrativa expedicionaria e ingresa (anticipadamente) en
la gauchesca.

7. Charlas en (desde) la frontera

El texto empieza como una charla (escrita) con Santiago Arcos, en su forma epistolar.15
Observemos el tono de esa escritura: una carta que imposta fuertemente la situacin de
encuentro de una charla entre amigos. Podramos pensar cmo se tensiona lo pblico y lo
ntimo (o ms privado) en este arco de variaciones de conversacin. En el captulo IV se
dice que si en lugar de estar conversando pblicamente con el amigo estuviera
hacindolo en reserva no se detendra en muchos detalles. Lo hace porque el pblico
ignora muchas cosas. Entonces se trata de una conversacin pblica mediada por la carta y
por el peridico, ese carcter implica una audiencia; luego propone una escritura til, es en

15
Vase Amante (2010) y Ramos (1996) para la cuestin de lo epistolar como marco y sutura entre espacios
discontinuos.

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Ins de Mendona

el no saber en lo que justifica extenderse en cosas de la tierra. Y lo explica en el deseo de


novedad (moderna y europea) que tiene el lector de peridicos.
En un texto donde las voces son protagonistas, vamos a prestar atencin a las
situaciones de conversacin en las que aparecen. Y en qu espacios. Vamos a dejar de lado,
en este artculo, a las escenas de conversacin diplomticas (parlamentos y juntas) para
ocuparnos de espacios y modos de la conversacin ms ntima o amistosa. Ms cerca de la
charla para pasar el rato, para sentirse acompaado, para entretenerse. El fogn, entonces,
disea un espacio privilegiado, un crculo brbaro (Vias 1996), para la emergencia de
relatos y voces. Sentarse a la mesa, podramos decir, es otro espacio-tiempo que propicia la
conversacin y que, en el caso del club, cierra ese otro diseo al que Vias llam crculo
civilizado.

Ya lo he dicho: el fogn es la tribuna democrtica de nuestro ejrcito. El fogn


argentino no es como el fogn de otras naciones. Es un fogn esencial () Una voz
murmur, como para que yo la oyera: -Si contara algn cuento el Coronel. Era mi
asistente Calixto Oyarzbal, de quien le habl en una de mis anteriores; buen
muchacho ()
S, s! dijeron los franciscanos al orle los oficiales y dems adlteres-, que cuente
un cuento el Coronel! Me hice rogar y ced. Es costumbre que los hombres tomamos
de las mujeres. Y sabes Santiago que cuento cont? Uno de los tuyos.
El del arriero. Vamos a que te has olvidado?. Voy a contrtelo a tres mil leguas. El
respetable pblico que asiste a este coloquio me dispensar. () Ya somos puras
orejas, empiece usted a contar. Tom la palabra y hable as. (Ranqueles, Cap. XII)

El fogn plantea un diseo proxmico en el que los que van a llevar adelante el
dilogo ocupan posiciones en un diagrama circular. Aunque no implica que no haya un
control, s sugiere al menos la posibilidad de suspensin momentnea de las jerarquas
como algo ms sencillo que en otras circunstancias por lo que implica ese esquema en
trminos de posibilidades en la toma de la palabra. Los cuerpos se acercan unos a otros, por
miedo, por disfrute, para estar juntos, por jerarqua, para combatir el fro, para pasar la
noche. (Tal vez el fogn junto al que despierta Mansilla luego de la orga ranquel sea uno
de los momentos en que vemos la posibilidad de contacto ms fuerte) La intimidad del
fogn evidencia la presencia de sentidos como el olfato por ejemplo y la comunin sonora.
Ser todo orejas como el compaero asistente de Mansilla promete al escuchar a su jefe en
el fogn sugiere la utopa de la percepcin total. Un rgano sensorial sin filtro, que captura
todo, y al que todo penetra. Ya no se trata de la proximidad impuesta de las ciudades
modernizantes si no de una intimidad hermanada a la intemperie.16
En el fogn emergen cuentos que relata Mansilla, cuentos que relatan otros
personajes y relatos de vida o de experiencias, de sus soldados, de indios y de gauchos
(algunos cautivos, otros no). En el caso de algunos crculos que comparten cristianos y
ranqueles hay que agregar a estos relatos el brindis, como otra forma codificada de
encuentro oral alrededor del fogn en tanto gnero discursivo primario que, si bien no es el
relato de un cuento, y tampoco una charla, es un tipo de dialogo pautado que nos ofrece la
16
Claudia Torre (2010) caracteriza estas situaciones de vivac militar en trminos de camaradera y utiliza la
nocin de cuento de milico que bien puede funcionar para muchos de los cuentos que se dicen y oyen al
borde de los fogones narrados en Ranqueles.

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Proximidades de Tierra Adentro. Escuchar y hablar en Una excursin a los indios ranqueles

posibilidad de escuchar voces y ver movimientos de los cuerpos. Me estoy refiriendo por
supuesto a esos captulos fascinantes en los que Mansilla participa de la orga ranquel.
Y en trminos extradiegticos, podramos decir que publicar las entregas del texto
es, en la apuesta de Mansilla y en su explcita posicin escrita, proponer una conversacin
con los lectores. El espacio sera la prensa. El lector, atrado por un ethos envolvente e
invisible, no slo alcanza a descifrar los contenidos sino que est "fsicamente" implicado,
a travs de la voz del garante, en el mundo del discurso. La proximidad del lector
incorpora ese mundo, segn Maingueneau, al hacer cuerpo la voz del texto.
Tal como leemos en Ranqueles, no siempre el fogn es espacio de divertimento. Es,
en primer lugar, un tiempo-lugar de descanso necesario en el que parar el avance y reponer
energas. Estamos hablando de una situacin social, de un momento de encuentro
mnimamente pautado, con sus ritos (el mate), sus comidas (el asado, el puchero) y sus
expectativas comunicacionales. Hay fogones ms charlados que otros. Pero siempre hay
fuego, siempre hay encuentro y siempre hay detencin. Esta nocin es fundamental en el
texto que estamos leyendo. E implica, por un lado, que se frena el avance sobre un
territorio, y que ese hiato tambin se produce en el relato que da cuenta de ese avance.
Cmo se sostiene el relato de una excursin (viaje) sin prcticamente producirse avance?
Cmo sostener la lectura del folletn sin relato? Nunca deja de haber pequeas historias.
De hecho, el texto se abre al cuento cuando frena la marcha. Juega con la demora y el
desvo, se aleja un tanto del rumbo y resplandece la digresin. Y mientras la prdida de
tiempo es un problema para el viaje no lo es para el texto. Iglesia seal la posibilidad de
salirse del curso y caerse en el guadal como una metfora procedimental de la digresin y el
goce en la detencin.

El fogn es la delicia del pobre soldado, despus de la fatiga. Alrededor de sus


resplandores desaparecen las jerarquas militares. Jefes superiores y oficiales
subalternos conversan fraternalmente y ren a sus anchas. Y hasta los asistentes que
cocinan el puchero y el asado, y los que ceban el mate, meten, de vez en cuando, su
cuchara en la charla general, apoyando o contradiciendo alguna agudeza o alguna
patochada. (Ranqueles, Cap. V)

Habitualmente estos espacios de conversacin que elige Mansilla estn relacionados


con el consumo de comida o bebida. Podramos llamarlos espacios nutritivos, en los que
se combinan la satisfaccin de un placer y una necesidad. La comida es excusa,
experimento y experiencia de viaje y un tpico habitual en la escritura del autor.
Habitualmente podemos leer analogas entre los modos de comer y el texto, o entre sus
gustos para comer y la escritura/lectura.17 En el caso del fogn, es explcito: hasta los
asistentes que cocinan el puchero y los que ceban mate meten de vez en cuando la cuchara
en la charla. La frmula se repite a nivel de la fbula: en la pausa para comer se arma el
crculo del fogn y surge la aparicin de un personaje al que vale la pena estudiar y
escuchar. Podemos imaginarnos esas voces que van agregando detalles, cambiando cosas y
que el narrador ha incorporado en su relato. La situacin del fogn exhibe la
experimentacin de una escritura que pretende emular una situacin de intercambio oral y
permite observar en el texto una sntesis perfecta de la ficcin superpuesta de auditorios, el

17
Vase Pauls, 1984.

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Ins de Mendona

destinatario explcito de las cartas y el pblico lector del peridico. Est multiplicacin de
audiencias est vinculada con la nocin de espectculo que maneja tan bien Mansilla para
la que presta su cuerpo y su palabra con el fin de entretener.

Las cabalgaduras se dieron all una buena panzada, que no se les indigest. Ojal que
a ti y al lector le sucediera lo mismo con el cuento del cabo Gmez! Si sucediese lo
contrario, me vera en el caso de suprimir otros que deben venir a su tiempo.
(Ranqueles, Cap. IX)

Entre mate y mate cada cual cuenta una historia y Mansilla cuenta la propia. Se hace
una parada que es cambio en la narracin y alto en el avance. Se olvida la preocupacin del
trabajo y se hace espacio para los cuentos. Yo cont la ma y un cabo Gomez... Tiene algo
de fantstico y maravilloso propone el narrador al comenzar las varias cartas que tratan la
historia del cabo Gomez. Por un lado abre la historia a lo extrao, al gusto por lo que no
tiene explicacin y, por otro conserva a los lectores interesados, aun en la dilacin. Si no
te aburres y no te urge llegar a Leubuc, maana te la contar. Interesa registrar qu
decisiones toma el escritor en relacin a la lengua oda del protagonista de su cuento. En el
caso del cabo Gomez, por ejemplo, el texto nos dice: hablaba con la tonada guarantica,
mezclando, como es costumbre entre los correntinos y entre los paraguayos vulgares, la
segunda y la tercera persona ahora bien, qu hace el texto con esta explicacin?, Cmo
juega en el relato?
Es por la tonada, esta vez vuelta a poner en la letra escrita, que el cuento adquiere
un nuevo giro extrao. De espaldas, cuando ya se ha fusilado a Gmez, Mansilla vuelve a
escuchar su voz. Sera una segunda resurreccin. Luego nos enteramos la procedencia de
esa voz: era su hermana que, en sueos, presinti la muerte del cabo Gmez y se dispone a
hacerle un velorio. El cuento permite ingresar elementos histricos: una postura crtica a
ciertos aspectos de la Guerra del Paraguay, la cercana entre paraguayos y correntinos, el
valor y herosmo aun en la precariedad del ejrcito. Tambin exhibir otra modalidad de las
identidades ambiguas en relacin a los gneros. Sandra Gasparini (2008) lee este cuento
anmalo en su trnsito hacia el policial y el fantstico.
Considero que el cuento contribuye al clima enrarecido, la presentacin del
escenario anticipa una situacin de peligro a travs de la oscuridad. Hay elementos
presentes en el cuento del Cabo Gmez que repiten otra situacin relatada al comienzo de
la travesa, cuando Mansilla se lleva al franciscano para contarle su propsito. En ese caso
no aparece un cuento de fogn pero s se anticipa el peligro al que se abre el viaje.
Entonces, hay matrices literarias jugando tambin, adems de las perspectivas militar,
etnogrfica y turstica. En ese lugar oscuro del que se cuentan las ms extraas fechoras,
as como en la memoria del relato oral del Cabo Gmez, Mansilla nos introduce en otro
mundo, da lugar al miedo y a lo desconocido y, sobre todo, sostiene la incertidumbre en
primera persona. El narrador que intenta ocupar el lugar del detective, interroga al
sospechoso, tiene sus hiptesis y duda. El riesgo de cometer una injusticia se superpone al
riesgo de aburrir y dormir a los lectores.

8. Cuntame tu vida

-A comer -llam.

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Proximidades de Tierra Adentro. Escuchar y hablar en Una excursin a los indios ranqueles

Y sentndonos todos en rueda, comenz el almuerzo, ocupando las visitas los


asientos preferentes, que eran al lado de los franciscanos y de m. (Ranqueles, Cap.
XX)

En una nueva situacin de fogn, despus de comer, con una audiencia mixta de indios y
soldados, Mansilla decide llamar al Cabo Mendoza para saber algo que pas y que ha odo
en rumores. -Bueno, pues, cuntame lo que te ha sucedido, invita el narrador a la
participacin de la otra voz. Es esa predisposicin a la escucha la que abre el espacio al
relato. Es otra modulacin del cuntame tu vida que abra los captulos dedicados al
drama poltico-melodramtico de Miguelito. Es la misma actitud con la que convoca a un
blanco que anda con los indios y que se encuentran en el camino: -Gracias, hijo -le
contest-, para qu te has incomodado? Apate, tomaremos un mate y me contars tu
vida. Y as da comienzo a la historia de Crisstomo.
En Ranqueles escuchando se aprende, como dijimos, es una de las vas privilegiadas
de conocimiento del relato. Escuchar a la china Carmen, por ejemplo, que habla
relativamente bien el castellano, le aporta las nociones generales sobre creencias y
conductas ranquelinas funcionando como lo que hoy denominaramos (en antropologa o
lingstica) un informante.
Aunque, como mencionbamos previamente, el fogn sugiere la suspensin de las
jerarquas, encontramos ciertos momentos donde esa ilusin se detiene y vuelve a resurgir
con fuerza la autoridad (o no) en la toma de la palabra. La escena de dialogo con Chailao-
Manuel Alfonso muestra el tono de una amenaza a la que Mansilla reacciona prohibindole
la palabra argumentando que este es mi fogn, aqu se dice lo que yo quiero. En ese
fogn el narrador se da cuenta de que hay espas entre los ranqueles y que su compadrazgo
con Baigorrita trae problemas. Restablece los derechos o no a la palabra y vuelve a
diseminar la heterogeneidad de su propio yo.

-Y este fogn es mo -le agregu, como dicindole: "No quiero que en l se hablen
cosas que no me gustan".
-Y usted quin es? -repuso, jugando siempre con el rebenque y fijando la vista en el
fogn.
-Averige -le contest. (Ranqueles, Cap. LII)

Otro modo de la pregunta por la identidad est ligado a la intriga diplomtica. En la


visita que Mansilla hace al toldo de Baigorrita, se encuentra con dos desconocidos a los que
se ponen a interrogar. Uno de ellos termina siendo cristiano, el hijo del mayor Colchao
que haba peleado con el Chacho, al otro no lo conoce nadie. All la necesidad de saber
tiene que ver con el miedo al espionaje, a la pregunta por su procedencia. Avergenle la
vida ordena el coronel Mansilla y as se entera que es espa de Calfucur. Algunos
captulos despus, Mansilla se acerca a un fogn del que no forma parte a escuchar, como
metido, a quien habla: espa de Calfucur est contando su vida. Es un blanco que ha
formado parte de varias de las guerras internas. Era de Buenos Aires y conoci al coronel
Murga, amigo de la infancia de Lucio que cuenta ancdotas de la niez. Entonces Mansilla
se anima, ingresa a la ronda y le pregunta por su nombre:

Cmo te llamas?

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Ins de Mendona

Uchaima (ojos grandes).


Te pregunto tu nombre de cristiano.
Se me ha olvidado.

Cuando hablamos del yo de Mansilla y las perspectivas que asuma su discurso


veamos que no haba una presentacin homognea, sino que el texto se animaba a mostrar
posibles fisuras, dudas y contaminacin de esa subjetividad. Tambin observamos algunas
identidades que se encuentra del otro lado de la frontera y podramos aventurar que en este
libro no hay purezas.
Y, aunque Una excursin a los indios ranqueles exhibe, describe y releva un mundo
organizado y jerrquico en Tierra Adentro, hay tambin de ese otro lado un universo
complejo y diverso donde conviven identidades, costumbres, lenguas y creencias
diferentes. La subjetividad del espacio ranquel tampoco es homognea.
El otro, aunque haya sido presentado inicialmente como un diferente-extico, no es
nunca un otro nico o aislado. Todos los indios han negociado, por ejemplo, con el blanco
en algn momento y tienen algn conocimiento civilizado.
El caso del lenguaraz Mora resulta ejemplificador: Slo estudiando con mucha
atencin su fisonoma se descubre que tiene sangre de indio en las venas. Su padre era indio
araucano, su madre chilena. Vino mocito con aqul a las tolderas de los ranqueles,
formando parte de una caravana de comerciantes y se enamor de una china, se enred con
ella, le gust la vida y se qued agregado a la tribu de Ramn.

9. De ambivalencias est hecho el texto

A pesar de que en el cierre de la negociacin con los ranqueles, Mansilla expresa y


defiende todos los intereses del gobierno de Buenos Aires y rebate las razones lgicas que
le plantean Mariano Rosas y su gente, esas argumentaciones las razones indias quedan
escritas con una claridad asombrosa en el texto y publicadas en la prensa de Buenos Aires.
La queja de los indios en el ltimo parlamento reclama la falta de cuidado, la invasin y la
injusticia del acopio de sus tierras por parte del estado nacional.
La experiencia individual de Mansilla abri el espacio textual a otros y dispuso esas
voces alrededor del fuego y en la hoja del peridico pero tambin inscribi la prctica del
comandante en un texto de carcter institucional, no literario, que puede leerse como el
contrapunto oficial del folletn. La accin militar de la expedicin termin corriendo la
frontera hacia el Ro Quinto y entregando un mapa de instrucciones para atravesar ese
terreno ahora conocido y llegar a esos otros indios argentinos.
Podramos pensar que la excursin es el resto, lo que queda, pero no en el sentido
de residuo sino de exceso. Lo que se sali del camino esperado. El informe Arredondo y el
Cuadro completo del estado de los Toldos son el otro texto, como dira Vias, el revs de la
trama del placer de un yo que se ofrece a s mismo al contacto ranquel. Son el producto que
ofrece la tecnologa necesaria para aplicar ya no un pacto pacfico sino una resolucin
violenta para el problema del indio. Conocer el terreno del otro, mapearlo, ponerle
nuevos nombres, y describir las conductas del que se presupone aliado pero maana puede
ser enemigo tambin son discursividades presentes en la escritura de esta experiencia.

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Proximidades de Tierra Adentro. Escuchar y hablar en Una excursin a los indios ranqueles

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