Grimson Alejandro Interculturalidad y Comunicación

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Enciclopedia Latinoamericana

de Sociocultura y Comunicacin

I n t e r c u l t u r a l id a d
Y COMUNICACIN
j f a c i l i t a d de C e ta s . P o lt ic a s y % c c ia ;e s j]
I Om ecaON EC0NC*^!Cf F l i y h l ' . z A I
j Cerris^onte a ficha ds ik v an tario.*

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Alejandro Grimson

r ae. de Ccias. Po!. y Socaes U .R .C u vo


3ISlioleca Dr. 0 . UUUMh CAu^BA
Ciudad Universitaria - Mondo?

Grupo Editorial Norma


http://wwvf.narma.com
Bogot, Barcelona, Buenos Aires. Caracas, Guatemala, Lima, Mexico,
Panam, Quito, San Jos, San Juan, San Salvador, Santiago, Santo Domingo
[ Fa c u lta d de C ie n cia s Pofticas y S e s ia i* U.n.C. '
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2000. De esta edicin:


Grupo Editorial Norma

Diseo de tapa; Ariana Jenik


Fotografa de tapa: Alejandro Elfos
Diagramacln: Daniela Coduto
Impreso en Colombia por Cargraphics S.A -Impresin digital
Printed in Colombio

Primera edicin: Julio de 2001

cc: 24806
ISBN : 958-04-6241-0

Prohibida la reproduccin total o parcial por


cualquier medio sin permiso escrito de la editoriat
Tabla de contenidos

Introduccin 13

Captulo 1. Cultura, nacin y campos


de interlocucin 21

Captulo 2. Dimensiones de la comunicacin 55

Captulo 3. Posibilidades y
dificultades analticas 95

Reflexiones finales 125

Bibliografa 133
Al hijo de un cura que fue llamado Belmonte,
al rabino Glasserman, al pastor Grimson
y a sus esposas, mis bisabuelas, que aprendieron
les ensearon a los suyos a comprender lenguajes
que les eran extraos, a hacer en comn.
Es tan distinto del nuestro el pensamiento zande
que slo podemos describir su lengua y sus acciones
sin comprenderlas, o bien es esencialmente igual
a nuestro propio pensamiento puesto en un idioma
al que no estamos habituados?
E. E . E vans -P ritchard
ili:
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Il .
M!
Mil
Introduccin

El siglo xxl comienza lejos de las utopas. La contra-


cara de la globalizacin es la cotidianidad de la gran
mayora de la poblacin mundial. Ms all y ms ac
de los datos econmicos no tan fros que muestran un
incremento de la brecha entre ricos y pobres, se encuen
tran las noticias -y las vivencias- de conflictos tnicos,
migraciones forzadas, refugiados polticos y fronteras po
lticas militarizadas. Las desigualdades econmicas y
polticas entre pases y clases sociales se incrementan
mientras crecen los reclamos de autonoma poltica o
reconocimiento cultural de los ms diversos grupos:
movimientos indgenas y de mujeres, minoras tnico-
nacionales y de migrantes reclaman no slo sus derechos
a la igualdad sino tambin sus derechos a la diferencia.
Estas situaciones son cotidianas en el mundo con
temporneo, mundo de contacto entre sociedades y cul
turas, dilogos, malentendidos, alianzas y conflictos. Un
mundo donde esos contactos, que tienen una larga his
toria, son cada vez ms visibles. Slo que ahora hay
ms posibilidades de que por migracin, por negocios
o por turismo una persona entre en relacin con otra
cuya primera lengua es diferente, con sentido comn"
A lejan d r o G r m s o n

divergente. Cada da tiene ms vigencia la pregunta de


un antroplogo britnico que estudiaba el pueblo afri
cano de los zande: somos todos iguales y hablamos
una lengua diferente?, o nuestras culturas son incon
mensurables?
Cmo entender estas situaciones muchas veces crti
cas? Se trata de la condena a Babel, el destino inexora
ble de la incomprensin? Acaso estamos presenciando,
como algunos pretenden, un lamentable choque de civi
lizaciones que slo puede solucionarse permaneciendo
cada uno en su lugar de origen? Ser inevitable la xe
nofobia, la discriminacin, la guerra entre sociedades y
culturas? Estaremos ante una caracterstica gentica
de la humanidad?
El mundo actual, y quiz cualquier sociedad humana,
resulta incomprensible sin atender a las relaciones en
tre grupos, sociedades y culturas. Relacin es la palabra
clave. En sus mltiples formas: contacto, alianza, some
timiento, conflicto, exterminio. Ninguna sociedad puede
ser comprendida en s misma, rastreando en un supues
to origen o en la pretendida continuidad de sangre de su
poblacin. El anlisis de sociedades como si estuvieran
aisladas fe una de las primeras alternativas de las
ciencias sociales que, en versiones vetustas, perdura
hasta la actualidad. Esta alternativa es equivocada por
que ningn grupo humano existe, ningn conjunto de
personas se agrupa y define ese acto de agruparse, sino
en relacin a otras que perciben, sienten y definen co
mo diferentes.
As, a lo laigo del siglo xx, las ciencias sociales fueron
colocando el nfasis en el contacto de culturas y en las
culturas de contacto. Aunque expresiones como stas

14
Interculturalidad y comunicacin

nos llevarn a debatir la validez actual del concepto cul


tura y su relacin con otros como sociedad o identi
dad, digamos por ahora que los estudios se desplazaron
de las comunidades a las relaciones de comunidades, de
lo grupal a lo intergrupal, a las relaciones intersocietales
e interculturales.
A su vez, otro desplazamiento conceptual implic de
jar de concebir a las comunidades como entidades fijas
y objetivas, y reponer el carcter de imaginacin que
implica el sentido de pertenencia a un colectivo. Todas
las comunidades mayores que las aldeas primordiales
de contacto directo (y quizs incluso stas) son imagi
nadas porque, a pesar de que los miembros de la na
cin ms pequea jams conocern a la mayora de sus
compatriotas, en la mente de cada uno vive la imagen
de su comunin (Anderson, 1991:23-24).
Estos desplazamientos son decisivos en un contexto
mundial de nuevos agolpamientos tnicos y nacionales,
atravesado por un amplio proceso de culturizacin de
las disputas polticas. Modos de identificacin que se con
sideraban archivados en la historia reaparecen con
fuerza inusitada, mientras nuevos colectivos de identifi
cacin surgen en las ms diversas ciudades. Estos proce
sos se designan a travs de conceptos como etnognesis
o etnicizacin, que dan cuenta de la construccin de gru
pos sociales como agrupamientos de identidad. De ese
i/: modo, la cultura aparece en el centro de la arena de las
; ;: luchas de poder.
Este libro se ocupa especficamente de los contactos
entre personas y grupos de sociedades y culturas diferen
tes. La interculturalidad abarca un conjunto inmenso
de fenmenos que incluyen la convivencia en ciudades

15
A l e ja n d r o G r im s o n

multitnicas (concurrir a la escuela o trabajar con per


sonas que llegaron de otras zonas de un pas o de otros
pases), Estados multitnicos, proyectos empresarios,
el turismo, la vida fronteriza y los medios masivos de
comunicacin, entre otros. De ese modo, la intercultura-
lidad incluye dimensiones cotidianas, a veces personales,
de extraamiento frente a la alteridad, desigualdades
sociales, as como dimensiones polticas, grupales y esta
tales, de reconocimiento e igualdad. A lo largo de estas
pginas, espero, podr percibirse cmo estas dimensio
nes se encuentran imbricadas: la diferencia cultural vivi
da en la cotidianidad puede llevar o ser utilizada como
excusa para desarrollar polticas discriminatorias; con
flictos sociales pueden llevar a inventar o recrear supues
tas diferencias culturales; polticas estatales pueden tener
un impacto notorio en prcticas cotidianas de relacio-
namiento, reconocimiento o exclusin.
Este trabajo no pretende abarcar la totalidad de los
fenmenos interculturales, sino proponer y sintetizar
lincamientos para su estudio en los procesos comuni
cativos. En los ltimos aos, tambin el concepto de
comunicacin fue cambiando. Desde los modelos pen
sados para telfonos hasta los diseados para la radio y
televisin masivas, el concepto de transmisin de infor
macin fue acotado a operaciones tcnicas. Los estudios
sociales recuperaron una etimologa ms productiva: co
municar es poner en comn, es hacer comn, pblico,
algo. Para poner en comn, se supone, tiene que haber al
go previo en comn, un sentido compartido de ciertas
cosas. Para entender un mensaje debo comprender el
cdigo de mi interlocutor. Hay algo en comn entre
esas personas y grupos que se relacionan adems del

16
Interculturalidad y comunicacin

hecho de ser humanos? Es posible escapar a Babel? Es


posible, y si fuera, es deseable una utopa de absoluta
comprensin de todos los hombres y mujeres? Qu
implicara esa sociedad transparente?
Una gran parte de los estudios de comunicacin
an presuponen que las culturas contemporneas son
un producto de procesos tecnolgicos y de los conteni
dos difundidos en los medios masivos. El desafo, como
ya propona Schlesinger (1989), es invertir los trminos
del argumento convencional y no comenzar con la co
municacin y sus supuestos efectos sobre identidad y
cultura nacional, sino por la proposicin del problema
de la identidad nacional misma. Los procesos comuni
cativos son una dimensin de procesos socioculturales.
Por lo tanto, es necesario empezar por la sociedad y la
cultura. El sentido de la interaccin simblica y de las
interpretaciones de mensajes masivos surge, no del
texto mismo, sino de la sedimentacin de la historia
social y de las disputas ms amplias que se producen
en un contexto especfico.

Este libro est destinado a estudiantes de ciencias


sociales y humanidades, as como a todos los profesio
nales y personas involucradas en la interculturalidad.
Para ello, se ha buscado ofrecer una primera aproxi-
" macin al tema, realizando una sntesis particular de
una gran variedad de trabajos de investigacin y textos
tericos poco difundidos o, simplemente, no publicados
en espaol.
La obra se organiza en tres captulos. En el prime
ro, se revisan los debates actuales sobre el concepto de
cultura y se sealan los dos modos especficos en que
A l e ja n d r o G r im s o n

se utiliza en el resto del trabajo. A partir de esto, se discu


te el concepto de nacin y la capacidad estructuradora
de los Estados en la formacin de modalidades peculia
res de organizar el conflicto social en distintos pases.
Las culturas nacionales, se argumenta, no existen como
conjunto objetivable de rasgos tpicos -msica, comi
da, vestimenta, etc.-. Desde una perspectiva histrica y
constructivista los espacios nacionales pueden compren
derse como campos de interlocucin en los que algunas
formas de identificacin son legitimadas en los procesos
de alianza y conflicto, mientras otras son invisibilizadas.
En cada espacio nacional se ha instituido una forma es
pecfica de articular y ocultar la diversidad.
El segundo captulo busca analizar las mltiples di
mensiones de los procesos comunicativos: el lenguaje
verbal, el espacio, el tiempo, los gestos, los olores, en
tre otros. En cada caso, se discuten los conceptos ms
importantes y se ofrecen ejemplos de cmo opera cada
dimensin en los escenarios interculturales. Los proce
sos de comunicacin intercultural constituyen una si
tuacin a veces extrema del encuentro de diferentes
cdigos. Sin embargo, esa diferencia, que lleva a ma
lentendidos y a situaciones de incomprensin, es cons
titutiva de la comunicacin humana. Por lo tanto, ese
anlisis intercultural permite a la vez repensar cuestiones
centrales de una teora de la comunicacin.
Por ltimo, el tercer captulo est dedicado a consi
derar las dificultades y posibilidades conceptuales de un
anlisis comunicacional desde una perspectiva intercul
tural. Para ello, se proponen cuatro campos analticos,
considerando tanto la comunicacin directa (cara a
cara) como la tecnolgicamente mediatizada, as como

18
Interculturaldad y comunicacin

los procesos interculturales e intraculturales. A partir


de ese esquema, se desarrollan ejemplo empricos de
investigaciones sobre reas diversas: los movimientos
culturales, los medios transculturales, la publicidad y
los empresarios.
Quiero agradecer los comentarios y crticas de Karina
Grazina y Gerardo Halpern, que realizaron una lectura
de un primer borrador de este libro. Fabiola Ferro contri
buy con aportes importantes para el apartado sobre el
lenguaje verbal. Todas las citas de bibliografa en otras
lenguas son traduccin del autor y para algunas citas
del ingls cont con la colaboracin de Rodrigo Moli
na Zavalia. Como indica la frmula, ninguno de ellos
es responsable de los errores que pudieran contener
estas pginas. Desde hace varios aos, cuando comen
zaba a trabajar en los temas de este libro, tengo el apoyo
y aliento permanente, adems de mltiples sugerencias y
correcciones, de Lucila. Y desde hace menos tiempo,
la pasin que Matas nos despierta a ambos.

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C u l t u r a , n a c i n
Y CAMPOS DE INTERLOCUCIN

' Este captulo propone un recorrido sobre el concep


to de cultura, los modos de identificacin y sus usos en
relacin al estudio de las naciones. l_as diferencias entre
las naciones es considerada a partir de concebir a los
Estados nacionales como organizadores de su diversi
dad interna. As, el nfasis se coloca sobre los procesos de
constitucin de los espacios nacionales como campos
de interlocucin, es decir, la institucin de lenguajes
especficos para hacer referencia a la diferencia y la de
sigualdad. En ese sentido, se critica la concepcin de
las culturas nacionales como un conjunto de rasgos (la
: comida, la msica, la lengua) y se hace hincapi en
la posibilidad de concebir los Estados nacin a partir del
hecho histrico de que diversos grupos, con intereses
contrapuestos, comparten la forma en que las disputas
entre ellos deben realizarse y expresarse. Para ejempli
ficar esta propuesta se contraponen esquemticamente
los casos de Estados Unidos, Brasil y Argentina.

Cultura
-' El concepto de cultura es uno de los ms controver-
*' tidos y polismicos de las ciencias sociales. Una de las
A l e ja n d r o G r im s o n

primeras tareas de la antropologa ha consistido, preci


samente, en criticar el sentido elitista de bsqueda de
perfeccin espiritual a travs de las bellas artes (que lle
va a la pretendida distincin entre una minora culta",
con cultura, y una mayora inculta, sin cultura). Sin
embado, la antropologa no ofrece una nica definicin
de cultura. Algunos antroplogos podran acordar que la
cultura, como objeto de estudio, es aquello que distingue
a la humanidad del resto de los seres vivientes, separn
dolos del estado de naturaleza. En ese sentido, la cultura
se presenta como constitutiva del ser humano. Los seres
humanos comparten la unidad biolgica y el hecho de ser
animales culturales. Esa caracterstica universal de la hu
manidad es a la vez la fuente de su diversidad. Todos
los seres humanos tienen cultura: sea sta entendida co
mo estilo de vida de un grupo, patrones de conducta",
valores y significados, conocimientos, creencias, artes,
leyes, moral y costumbres. Tales estilos de vida, prcticas
y creencias pueden ser infinitamente variables entre los
seres humanos.
Durante una larga etapa de la teora antropolgica se
tendi a aceptar que cada comunidad, grupo o sociedad
era portadora de una cultura especfica. As las cosas, los
estudios se dirigan a describir y comprender una cultu
ra particular o reas culturales. Esa descripcin se con
centraba fundamentalmente en los valores o costumbres
compartidos por los miembros de una sociedad. De ese
modo, el nfasis fue colocado en la homogeneidad y
uniformidad de cada uno de los grupos.
Una serie de artculos y libros han apuntado sus cr
ticas contra el concepto de cultura considerando que ha
sido utilizado para demarcar diferencias entre grupos o

22
Interculturaldad y comunicacin

pueblos de un modo hegemnico. Es decir, segn una


see de autores, la cultura seria un tropo ideolgico del
colonialismo, clasificando y encerrando pueblos perifri
cos en espacios de sujecin y legitimando las desigualda
des caractersticas del funcionamiento del capitalismo
occidental. La cultura, escribi Lila Abu-Lughod, es una
herramienta esencial para la fabricacin de alteridades"
(1991). Los crticos del concepto de cultura apuntan
contra considerada objetivada, reificada, esencial, primor
dial, homognea, sistemtica.
Otros autores, que rechazan concepciones reicadas
de la cultura, sostienen que hay una vasta historia de
crticas a "cultura que deriv a otras conceptualizaciones,
antes que a la renuncia a utilizar el concepto (vase Bru-
mann, 1999). Sahlins (1997) ha criticado esa reduccin
funcional de la cultura como instrumento de diferen
ciacin. La tradicional tarea antropolgica de explicar
la diversidad cultural o indagar la naturaleza de las di
ferencias y semejanzas es sustituida por la demarcacin
de la diferencia en s misma: el contraste como medio de
conocimiento se cambia por conocimiento como modo
de contraste, reduciendo la comparacin cultural a dis
tincin discriminatoria. Sahlins afirma que en s mis
ma la diferencia cultural no tiene ningn valor. Ese
valor depende de la situacin histrica mundial. En
las ltimas dos dcadas, varios pueblos del planeta han
contrapuesto conscientemente su cultura a las fuerzas
del imperialismo occidental que los viene afectando ha
ce tanto tiempo*. De ese modo, la cultura aparece como
anttesis de un proyecto colonialista ya que los pueblos
la utilizan como herramienta para retomar el control
de su propio destino. A diferencia de un trmino como
A l e ja n d r o G r i m s o n

civilizacin, utilizado para establecer supuestos grados


o para referir a la ausencia de civilizacin, el trmino
antropolgico de cultura fue creado para establecer va
riedades, no jerarquas, y en ese sentido -desde la pers
pectiva de Sahlins- su origen seria anticolonialista. Por
ello, Sahlins ha planteado que la cultura no tiene posi
bilidades de desaparecer como objeto principal de la
antropologa y como preocupacin fundamental de to
das las ciencias humanas, ya que distingue un fenmeno
nico: la organizacin de la experiencia y de la accin
humana por medios simblicos" (41).
En relacin a este debate sobre el uso del concepto
cultura, Hannerz (1999) ha sealado que existen abo
licionistas (generalmente llamados posmodernos) y re
formistas (tal como l o Sahlins podran identificarse).
Bsicamente, un concepto actual de cultura debe servir
para lidiar con cuestiones como lmites y mixturas, va
riaciones internas, cambios y estabilidad en el tiempo,
integracin y coherencia1.
Las conceptualizaciones homogeneizantes y reifi-
cantes de grupos o sociedades que se manifiestan en
frmulas del tipo los guaranes son..." o los argentinos
son... deben quedar atrs. Esos modos de tipificacin
y operaciones de esencializacin son incapaces de se
parar radicalmente lo natural y lo social, lo biolgico y
lo cultural. Por lo tanto, el concepto de cultura es po
tenciado a travs del uso sistemtico de dimensiones
temporales y espaciales. La cultura es histrica y nin
guna sociedad puede comprenderse sin atender a su

1 Una bibliografa muy completa sobre este debate se encuentra


en Bruhmann, 1999.

24
Interculturalidad y comunicacin

historicidad, a sus transformaciones. A su vez toda so


ciedad se ubica en un espacio y se encuentra en inte-
rrelacin con otras sociedades. Entre otras razones, esa
interrelacin hace imposible una homogeneidad cultural.
Por lo tanto, los estudios sobre sociedades y culturas ana-
tizan necesariamente su historia y su contacto.
A pesar de la heterogeneidad cultural de cualquier so
ciedad o grupo, es riesgoso pasar por alto dos cuestiones.
Por un lado, existen experiencias histricas compartidas
que constituyen la base tanto de sentidos comunes (en
la doble acepcin de compartidos y prcticos) como de
ciertas prcticas cotidianas. Esa experiencia compartida
puede implicar haber participado en el mismo escena
rio de disputas, aunque fueran contendientes enfrenta
dos. Cultura, en este caso, da cuenta de aquello que dos
grupos comparten y que hace posible que desarrollen un
conflicto, para el cual -obviamente- necesitan comuni-
carse. Una sociedad, en un contexto histrico especfico,
comparte una serie de presupuestos, sentidos y prcti
cas que, a la vez, son la base de disputas, en el inte
rior de esa sociedad, de otros presupuestos, sentidos y
prcticas. Por otro lado, cuando dos personas o grupos
de diferentes zonas del mundo entran en contacto, am
bos reconocen que estn en presencia de una cultura
diferente (o -en las variantes de dominacin- sin cultu
ra): alguien que habla otro idioma", que se comporta de
un modo extrao, que no entiende nuestras palabras o
nuestras acciones tal como esperamos. Este captulo se
refiere especialmente a la primera situacin, mientras
el prximo enfatiza la segunda. Por lo tanto, creemos
que el concepto de cultura es til, entre otros aspec
tos, para entender cmo se organizan las diferencias
A l e ja n d r o G r im s o n

y los conflictos en una sociedad, as como para analizar


las relaciones entre personas y grupos que hablan idio
mas diferentes.
Ahora bien, el uso de la palabra cultura como sustan
tivo no deja de ser problemtico. Por ejemplo, la alusin
a culturas nacionales puede referir ms a polticas
oficiales que procuraron en cierto momento instaurar un
conjunto de smbolos como propios de la cultura de
un pas, o a formas hegemnicas que, aunque produje
ron en muchos casos efectos profundos en la poblacin
a travs de la escuela y los medios de comunicacin,
distan de describir realidades multifacticas.
La imposibilidad de llenar de contenidos frmulas
como cultura argentina o cultura nacional" mues
tra ese carcter de proyecto ms que de constatacin.
La cultura argentina, a pesar de aparecer incluso en t
tulos de libros actuales, no constituye algo descriptible,
relativamente fijo, caracterizable a travs de un conjun
to de elementos lingsticos, musicales, gastronmicos.
Veamos: un intent de definir la cultura argentina a
travs del lenguaje verbal se encuentra con el proble
ma de que en muchos pases vecinos se habla la misma
lengua. Y la pretensin de sostener el argumento en
la sutilezas de la tonada o la pronunciacin revela que
amplias zonas del pas tienen ms en comn con los
pases vecinos que con Buenos Aires. Y no slo en la
tonada o la pronunciacin. Cul es la msica na
cional? Hay una msica que se intent identificar con
la Argentina, el tango. Pero el tango no da cuenta de la
enorme diversidad de msicas con las que elegiran
identificarse diferentes poblaciones del denominado
interior.

26
Interculturalidad y comunicacin

Al mismo tiempo, esas polticas y representaciones


tienen un carcter performativo. La definicin del tango
como msica nacional, aunque no describe una reali
dad, la modifica: es un (actor nacionalizador del tango.
El alcance de esos efectos son diversos en distintas socie
dades y en diversos sectores de ellas. Pero as como no
deben asumirse como descripciones, tampoco dejan de
constituir datos elocuentes. De hecho, en una sociedad
no es posible cualquier representacin: si el chamam
o el rock no son postulados como msicas nacionales
y el tango s, esto da cuenta de procesos histricos y es
tructurales que se refieren al lugar de Buenos Aires en
la poltica oficial de representacin de la nacin.
Los argentinos comen, leen y hacen cosas muy dis
tintas. Sin embargo, es poderosa la creencia social de
que el conglomerado de seres humanos pertenecientes
a un Estado nacional poseen una cultura homognea
que seria la causa de la existencia de ese Estado. Esa
pretensin de homogeneidad cultural constituye antes
un instrumento de legitimacin del poder estatal que una
realidad verificable. Los seres humanos que llamamos
pueblo argentino no remiten a una identidad cultural.
De ese modo, la pretensin de denir una identidad ar
gentina uniforme e inmutable debe comprenderse como
un acto poltico.
Quiere decir esto que los argentinos no tienen na
da en comn? No. La cuestin es que los elementos
compartidos no deben buscarse entre supuestos rasgos
culturales objetivos, sino en las experiencias histricas y
en las creencias y prcticas que esa experiencia ha genera
do. Una formulacin de este tipo implica necesariamente
la imposibilidad de establecer creencias y prcticas
A l e ja n d r o G r im s o n

inmutables, ya que nuevas experiencias implicarn dife


rentes modificaciones. Por otra parte, implica tambin
que no hay uniformidad, ya que cada experiencia es vi
vida y procesada de modos diversos por distintas clases,
regiones, grupos etarios, tnicos, hombres y mujeres.
El interrogante acerca de la potencialidad de la cul
tura como objeto y como concepto nos lleva a considerar
otras nociones, no menos problemticas, y a discutir sus
relaciones con trminos como etnia y nacin.

Categoras de identificacin
Si hay un concepto que es permanentemente con
fundido con el de cultura es el de identidad. En di
ferentes reas de estudio de relaciones intergrupales/
societales (sociedades nacionales, pueblos originarios,
migraciones, entre otros) ha habido una vasta bibliogra
fa que tenda a identificar grupo humano con cultura
homognea y con identidad. Por lo tanto, el contacto
entre grupos era considerado a partir de conceptos co
mo acul turacin, asimilacin o integracin. Es decir, se
supona que grupos en contacto podan tender a confor
mar una sociedad nica que tendra, por consiguiente,
una cultura uniforme y una identidad derivada de esa
cultura. En esos estudios existieron dos presupuestos
equivocados. Uno, una teleologa de esa transformacin
afirmaba que las sociedades nacionales terminaran por
homogeneizarse, los pueblos aborgenes por occidentali-
zarse y los migrantes por integrarse. Dos, que las cultu
ras eran compartimentos estancos que se modificaban
tambin homogneamente en la situacin de contacto.
El estudio de las afiliaciones identitarias y sus sig
nificados remite a la problemtica de las condiciones

28
Interculturalidad y comunicacin

histrico-culturales en las que se definen las categoras


de alteridad. Las referencias de identificacin como na
cin regin, provincia y otros pueden comprenderse
como modalidades categoriales y taxonmicas de gru
pos humanos con un origen social. La incgnita es qu
ocurre con esas nociones cuando cambian fundamen
talmente las condiciones socioculturales en las que se
originaron.
Ningn grupo y ninguna persona tienen una identi
dad, ninguno de ellos tiene alguna esencia. Las personas
y tos grupos se identifican de ciertas maneras o de otras
en contextos histricos especficos y en el marco de rela-
dones sociales localizadas. Por ello, el primer elemento
de toda identificacin es su carcter relaond: al mismo
tiempo que establece un nosotros define un ellos.
La nacin, el gnero, la clase, la raza, la etnia, pueden
constituir en diferentes contextos de interaccin par
metros perceptivos que definen relaciones sociales entre
nosotros y los otros.
La escuela sociolgica francesa encontraba el origen
de las clasificaciones y taxonomas cognitivas en las re
laciones sociales y, particularmente, en la percepcin
de la alteridad. Es decir, todas las clasificaciones de
rivan de algn modo de las clasificaciones que cons
truyen los seres humanos sobre ellos y sus diversos
grupos. Durkheim planteaba que las nociones funda
mentales del espritu, las categoras esenciales del pen
samiento pueden ser el producto de factores sociales
(1968; 135) y encontraba en la idea de gnero un instru
mento del pensamiento manifiestamente construido
por los hombres. El modelo indispensable para llevar
a cabo esa construccin tiene que haberse encontrado
A l e ja n d r o G r im s o n

en el espectculo de la vida colectiva. Un gnero, para


Durkheim, es una agrupacin ideal, pero netamen
te definida", experimentada a travs de los grupos que
forman los hombres al asociarse.
De ese modo, los seres humanos han organizado
sistemas de similitudes y diferencias a partir del cono
cimiento de los otros, otros organizados de manera di
ferente de un nosotros". Esa diferencia implica un hecho
cognitivo fundamental, en el sentido de que permite es
tablecer un primer limite, concepto fundacional de toda
clasificacin. Esas taxonomas tienen por objeto estable
cer relaciones de subordinacin y coordinacin, cuyas
partes quedan dispuestas segn un orden jerrquico, lo
cual muestra nuevamente el origen social de las clasifica
ciones ya que slo en la sociedad existen los superiores,
los inferiores, los iguales" (1968:138). La sociedad slo
es posible si los individuos y las cosas que la componen
se encuentran repartidos entre diferentes grupos, es decir,
clasificados, y si esos mismos grupos se encuentran cla
sificados unos con relacin a otros. La sociedad supone,
pues, una oiganizacin consciente de si, lo que no es otra
cosa que una clasificacin (Durkheim, 1968:411).

Ser Marcel Mauss quien desarrolle el concepto de in


consciente colectivo, abriendo un nuevo horizonte de
reflexin. En efecto, es quien seala la orientacin de la
Escuela Francesa de Sociologa hacia la investigacin de
la historia social de las categoras del espritu humano a
travs de la descripcin de determinadas formas en de
terminadas civilizaciones, intentando con este sistema
comparativo hallar su naturaleza mvil y la razn de que
sea as" (Mauss, 1991:309).

30
Interculturalidad y comunicacin

Su naturaleza mvil es, en efecto, la naturaleza


histrica de los modos en que los hombres piensan y,
en particular, en cmo se piensan a s mismos y a los
tros. Entonces, el segundo elemento de toda clasifi
cacin y. por lo tanto, de toda identificacin es su ca
rcter histrico: ese nos/otros es al mismo tiempo el
resultado de sedimentaciones de un proceso histrico
tomo una contingencia sujeta a transformaciones. As
hay diversas categoras histricas de pueblitud que
resultan de momentos diferentes y de composiciones
alternativas del sistema mundial y que se reproducen en
f l l r ^ Pract'cas de la vida cotidiana. En otras palabras, ms
que haber etnias distribuidas por el mundo, existen
grupos de personas que, en determinadas circunstancias,
se constituyen como etnias, asi como en otras circunstan
cias pueden hacerlo como naciones o como razas (vase
Wallerstein, 1991; Guber, 1996).
Un punto de inflexin de los estudios sobre relacio-
" fs ' nes intergrupales/societales es la publicacin a fines de la
$ :>| dcada del sesenta de Los grupos tnicos y sus fronteras,
,S de Fiederik Barth, abriendo una perspectiva que transfor-
^^ itt los enfoques sobre las relaciones intertnicas. Barth
| introduce el giro conceptual clave para comprender la
dimensin relacional y otganizacional de las identificacio-
' nes. Entre otras cosas propona considerar al hecho
<fV de compartir una cultura comn ms como una im-
l pcacin o un resultado que como una caracterstica
- primaria y definitiva de la organizacin del grupo t-
| nico (1976:12). As distingua entre, por un lado, la
* \ organizacin tnica de un grupo y la identificacin
7 tnica de los individuos y, por otra parte, la asi llama
da cultura objetiva, perceptible, investigable, a travs

31
A l e ja n d r o G r im s o n

de la cual los grupos tnicos eran definidos conceptual


mente hasta ese momento. Para Barth, un grupo tnico
es, antes que nada, una forma de organizacin social
en la cual los participantes por s mismos hacen uso de
ciertos rasgos culturales de su pasado, un pasado que
puede o no ser histricamente verificable. Estos rasgos
culturales que son postulados como emblemas exter
nos (vestimenta, lengua, etc.), o incluso como valores
fundamentales, pueden ser tomados de la propia tra
dicin, de la de otros pueblos o, simplemente, pueden
ser creados.
Las fronteras de los grupos tnicos que analizaba
Barth no eran fronteras espaciales, sino entre distin
ciones colectivas de grupos sociales y la distribucin de
rasgos culturales. Entre otros elementos clave, Barth
sealaba que las fronteras eran situacionales y no pri
mordiales, que la comunicacin y el contacto entre los
grupos no implicaba una tendencia a la homogenei-
zacin y que la etnicidad puede ser mejor compren
dida si se la analiza como una cuestin de organizacin
social. Las fronteras entre grupos no son naturales ni
esenciales; a convivencia cotidiana de diferentes
grupos no se traduce necesariamente en fusin o asi
milacin, sino que la propia dinmica de la interaccin
cotidiana plantea en muchos casos un crecimiento de
los roces y os conflictos. Las identificaciones dife
renciales que surgen y se negocian en estos procesos
no son producto de una realidad anterior de cultu
ras homogneas, sino que se vinculan a intereses de
grupos y a sus necesidades de organizacin social.
Adems, los rasgos culturalmente compartidos con
los otros miembros del grupo que los diferencian de

32
Interculturaldad y comunicacin

los no miembros podrn ser acentuados en diferentes


circunstancias histricas en relacin a contextos e in
tereses especficos.
Una conceptualizacin de este tipo desafa los an
lisis culturalistas de la globalizacin como proceso de ho-
tnogeneizacin. Justamente, la argumentacin de Barth
hace treinta aos se enfrentaba con la opinin simplista
que considera al aislamiento geogrfico y al aislamiento
social como los factores crticos en la conservacin de
la diversidad cultural (1976:9). Por el contrario, es en la
interaccin y de modo relacional como esa diversidad
se procesa y se construye. As, Barth postulaba una au
tonoma entre fronteras y comunicacin que puede apli
carse a los estudios contemporneos de estos procesos:
Los lmites persisten a pesar del trnsito de personas
a travs de ellos. En otras palabras, distinciones tnicas
categoriales no dependen de una ausencia de movilidad,
contacto e informacin; antes bien, implican procesos
sociales de exclusin e incorporacin por los cuales son
conservadas categoras discretas a pesar de los cambios
de participacin y afiliacin en el curso de las historias
individuales. [...] las distinciones tnicas no dependen
de una ausencia de interaccin y aceptacin sociales;
por el contrario, generalmente son el fundamento mismo
sobre el cual estn construidos los sistemas sociales
que las contienen (1976:10).
Las enseanzas de Barth y de otros autores (Cardoso
deOliveira, 1976; Gramsc, 1986; vase Hall, 1996)
sobreviven a la retrica posmodema, ahora demod, de
las identidades mltiples y fragmentadas que preten
di construir un panorama estetizado de la conflictividad
social. Actualmente, existe un amplio consenso acerca
A l e ja n d r o G r im s o n

de la imposibilidad de una definicin objetiva y est


tica de la identidad de cualquier grupo humano. Es
decir, hay un cierto acuerdo sobre la necesidad de con
cebir las identificaciones como proceso relaciona! que
resulta de condiciones y construcciones histricas. Esto
implica que ningn grupo humano es esencial o natu
ralmente tnico, nacional o racial, sino que esas cate
goras refieren a los modos en que un grupo se vincula
a los otros en un momento histrico. Las adscripciones
identitarias no son naturales, no estn determinadas
ni por la sangre ni por el lugar de nacimiento y son
productos de incesantes construcciones, imaginaciones
e invenciones.
Anular el carcter relacional e histrico, los intere
ses y sentimientos, sea por la va del naturalismo o del
esteticismo, implica ocluir una dimensin clave de toda
identificacin; la produccin de la diferencia es consti
tutiva de toda relacin de desigualdad. Por lo tanto, no hay
identidad fuera d t relaciones de poder.
De las diversas construcciones sociales de culturas
e identidades aqu nos interesa la nacin en sus dos
dimensiones. La nacin como sentido de pertenencia,
como referencia identitaria, y la nacin como una orga
nizacin especfica de la heterogeneidad y desigualdad
en una sociedad determinada.

Ficcin y realidad en la imaginacin nacional


Durante la Segunda Guerra Mundial un grupo de
antroplogos estadounidenses, discpulos de Franz Boas
-fundador de la escuela histrico cultural o cultura-
lismo- , convirti a las naciones en objeto explcito de
anlisis inaugurando los estudios de carcter nacional.

34
Interculturalidad y comunicacin

Mead, Bateson y otros destacados investigadores pro


curaron colocar la antropologa al servicio del esfuer
zo de la guerra con un compromiso activo2. Cada pas
y sus habitantes comenzaron a ser considerados uni
versos culturales: Las fronteras entre pases fueron
traducidas en trminos culturales y las fronteras cultu
rales definidas en trminos nacionales, delineando,
asi, los lmites de las nuevas unidades de anlisis (Gold
man y Neiburg, 1998:108). Esto implicaba una cultu-
rizacin de las fronteras polticas entre Estados y el
presupuesto de que todas las sociedades tenderan a
percibir y establecer diferencias entre sus modos de
ser y hacer y aquellos de sus vecinos", lo que implica
ba naturalizar y unlversalizar la nocin de carcter na
cional (dem: 114). Los estudios de carcter nacional
de la escuela de cultura y personalidad tienen una va
riedad de matices y ofrecen alternativas diferentes. Un
etifoque sofisticado para la poca puede encontrarse
en un artculo de Bateson escrito en 1942 en res
puesta a las acusaciones de esencialismo cultuialista que
$6 imputaban a estos estudios. Bateson (1976a) afir
maba que no se trata de establecer uniformidades
nacionales, sino ciertas regularidades. Esas regulari
dades no reeren a patrones de conducta iguales para
todos los miembros de una sociedad, sino al carcter
relacional (complementario) de las diversas conduc
tas de los diferentes miembros. Adems, el hecho de
que los caracteres nacionales" (en plural) sean construi
dos no implica que no terminen marcando diferencias
culturales.

2 Sigo aqu el anlisis de Goldman y Neiburg (1998).


A l e ja n d r o G r im s o n

Goldman y Neiburg plantean las disyuntivas actua


les del debate sobre la existencia del carcter nacional
y sostienen que si el carcter nacional es el resultado
de un proceso de produccin y objetivacin involu
crando al mismo tiempo relaciones sociales, estrategias
polticas y discursos tericos, eso no significa -bien por
el contrario- que no sea nada (dem: 132). As, conclu
yen que aquellos estudios fueron un ejemplo de cmo
se pueden estudiar temas centrales de nuestra sociedad
en la medida en que se eviten dos riesgos: convertirse
irreflexivamente en un foco ms de produccin de re
presentaciones colectivas o, bajo el pretexto de perma
necer libre de toda contaminacin ideolgica, perder el
contacto con las propias representaciones que circulan
en esa sociedad (134). El riesgo de que el dentista social
se convierta en un productor de identificaciones nacio
nales comienza por asumir a la nacin como unidad
natural de estudio y presuponer que las relaciones en
tre sociedades nacionales son siempre relaciones entre
culturas nacionales. Un enfoque de este tipo entiende
a las naciones como entidades objetivas que evolucio
nan a partir de un principio inherente. En contrapo
sicin se ha desarrollado desde los aos ochenta una
perspectiva relacional vinculada al constructivismo
histrico. Hobsbawm rechaza considerar a la nacin
como una entidad primaria e invariable y plantea que
hay un carcter de artefacto, invencin e ingeniera
social que interviene en la construccin de naciones
(1992:18). En el mismo sentido, Anderson afirma que
la nacionalidad, o la calidad de nacin (...) al igual
que el nacionalismo, son artefactos culturales de una
clase particular y plantea que todas las comunidades

36
Interculturalidad y comunicacin

mayores que las aldeas primordiales de contacto di


recto (y quizs incluso stas) son imaginadas. Las co
munidades no deben distinguirse por su falsedad o
legitimidad, sino por el estilo con que son imaginadas
(1993:24).
Sin embargo, el carcter contingente, imaginado, de
constructo histrico de las comunidades e identificacio
nes nacionales no debe hacer perder de vista el hecho de
que su mismo proceso de constitucin es un proceso
material que implica la definicin de territorios dentro
de los cuales un Estado se erige como autoridad para
ejercer la violencia legtima y, en ese marco, para definir
polticas que involucran y producen impactos concretos
en la vida cotidiana de sus habitantes y ciudadanos. En
ese proceso, los Estados nacionales fueron construidos
a partir de un lmite externo con otros Estados y las
identificaciones nacionales se han construido por con
trastes con otras naciones, que se supone que tienen su
propia historia y su propia cultura. Es decir, no se de
be concebir a las identidades nacionales en s mismas
sino en procesamiento y en definicin con relacin a
las fronteras, tanto polticas como identitarias que no
siempre coinciden (vanse Barth, 1976; Leach, 1977;
Gupta, 1992).
El desarrollo de las perspectivas constructivistas
para el estudio de las naciones ha sido contemporneo
de nuevos brotes nacionalistas, de la constitucin de
nuevas etnicidades y de ineludibles conflictos tnicos
y tnico-nacionales. Por eso, Garca Canclini constata
que los relatos de la multiculturalidad se [encuentran)
hoy escindidos entre la teorizacin acadmica y los mo
vimientos sociopoliticos porque las ciencias sociales
A l e ja n d r o G r i m s o n

y las humanidades conciben las identidades como


histricamente constituidas, imaginadas y inventadas,
mientras que muchos movimientos sociales y polticos
absolutizan el encuadre territorial originario de las etnias
y naciones, y afirman dogmticamente los rasgos bio
lgicos y telricos asociados a ese origen (1995:92). En
ese sentido, parece necesario preguntarse acerca del
sentido prctico de esa utilizacin de las identificaciones
por parte de los grupos en el marco de la sociedad y la
cultura contempornea. Por eso, es imprescindible in
vestigar las dinmicas especficas de las identificacio
nes nacionales, locales y globales, los modos en que se
plantean las fronteras entre nosotros" y los otros, los
sentidos de pertenencia, de historia, de comunidad y
de sus fronteras.
As, puede entenderse por nacin una categora de
clasificacin de grupos humanos que implica un senti
miento de pertenencia a una comunidad horizontal.
En su forma institucionalizada, como otros sistemas de
clasicacin, el parmetro nacional establece territorios
de autoridad y legitimidad a travs de las categoras que
ja, y hace que esas categoras parezcan a la vez natural
y socialmente reales. La nacin es en consecuencia un
aspecto del orden poltico y simblico/ideolgico y
tambin del mundo de la interaccin social y del sen
timiento" (Verdery, 1996:226).
La nacin se caracteriza por referirse a cierta clase
de estado territorial moderno, el 'Estado-nacin1(Hobs-
bawm, 1992:18). Su carcter de artefacto cultural puede
sintetizarse en que las naciones no construyen Esta
dos y nacionalismos, sino que ocurre al revs (ibdem).
La nacionalidad es un parmetro clave de percepcin y

38
Interculturaldad y comunicacin

accin originado en la instrumentacin de polticas


identitarias de los Estados articuladas por diversos me
diadores. Hace referencia simultneamente a la rela
cin entre los Estados y sus sujetos, y entre los Estados
y otros Estados (Verdery, 1996:227). El significado de la
nacin es caractersticamente ambiguo y, por lo tanto,
su invocacin puede utilizarse para objetivos dismiles:
desde la unidad del pueblo-nacin contra la tirana
hasta la unidad del Estado-nacin contra otras nacionali
dades (vase Todorov, 1991:207).
El nacionalismo se sustenta en la nacionalidad pa
ra predicar una supuesta identidad cultural y moral de
un nosotros" contra un los otros. Es un principio
que afirma que la unidad poltica y nacional debera ser
congruente" (Gellner, 1991) y que los deberes de los
ciudadanos para con el Estado -u otra organizacin po
ltica que represente a la nacin- se encuentran por
encima de toda otra obligacin pblica (Hobsbawm,
1992:17). El nacionalismo es la utilizacin poltica
del smbolo nacin a travs del discurso y la actividad
poltica, tanto como el sentimiento que atrae a la gente
a responder al uso de este smbolo (Verdery 1996:227).
Es un discurso homogeneizador y diferenciador por
excelencia.
En otras palabras, nacin y nacionalismo son parte
de una dimensin ideolgica y de un sistema clasificato-
rio que se articula con la afectividad. La nacionalidad,
por una parte, se refiere al acceso y los derechos de ciu
dadana y, por otra, es la vivencia subjetiva de la nacin
como parmetro de relacin e interaccin entre perso
nas y grupos sociales.

39
A l e ja n d r o G r im s o n

Campos de interlocucin, caja de herramientas


y sentidos
El estudio de las naciones plantea una tensin com
pleja, presente en todo el recorrido realizado en esta
seccin, entre homogeneidad y heterogeneidad, unifor
midad y diversidad. Segato ha propuesto un concepto
que puede contribuir a superar estas dicotomas al enten
der la sociedad nacional como configuracin especfica,
como formaciones de diversidad. Diversos autores, entre
ellos el propio Bateson, propusieron comprender a la
nacin ms que como estilo uniforme- como sistema
de diferencias.
El modelo de Segato, sin embargo, reintroduce en
el centro la relacin entre cultura, nacin y Estado. En
efecto, el Estado nacional ha tenido -y tiene- un papel
clave como productor de diversidad, como forjador de
alterdades, dando forma al otro interior por su ca
pacidad de interlocucin (Segato, 1998:163-165). Las
naciones, en una dimensin, son campos de interlocu
cin en las cuales el Estado es un interpelador central
(nunca el nico). En ese sentido, cada Estado nacional
ha tenido estrategias de unificacin y los diversos sec
tores sociales respondieron de diferentes formas a estas
polticas. De esas tensiones sociales surgieron formacio
nes nacionales de diversidad que establecieron clivajes
peculiares, culturas distintivas, tradiciones reconoci
bles e identidades relevantes en el juego de intereses
polticos" (dem: 171). De ese modo, se foij un estilo
especfico de interrelacin entre las partes de un pas.
As, la idea de nacin se vincula a tres conceptos estre
chamente relacionados: campo de interlocucin, caja
de herramientas identitaria y sentidos de las categoras.

40
[nterculturalidad y comunicacin

En primer lugar, cualquier grupo humano y cualquier


persona se encuentra, en un contexto espacio-temporal
determinado, dentro de un campo de interlocucin es
pecfico. Un campo de interlocucin es un marco dentro
del cual ciertos modos de identificacin son posibles
mientras otros quedan excluidos. Entre los modos posi
bles de identificacin, existe una distribucin desigual
del poder. Cada Estado nacional constituye un campo
de interlocucin en el cual los actores y grupos se po-
sicionan como parte del dilogo y el conflicto con otros
actores y grupos. El Estado nacin es uno entre muchos
otros campos de interlocucin, pero aqu nos interesa
particularmente por la relevancia poltica, cultural, cog-
nitiva y afectiva que ha tenido en los ltimos siglos.
El concepto de formaciones nacionales de diversidad
especficas de Segato implica que en un Estado nacin
ciertas modalidades de identificacin cobraron especial
relevancia mientras otras pasaron a un segundo plano.
Esos modos de privilegiar ciertas modalidades de posi-
cionamiento son histricas, resultado de un entramado
de fuerzas sociales, interpelaciones y resistencias. Es po
sible considerar que un proyecto estatal fue exitoso (en
este plano) no porque haya anulado la oposicin, sino
en la medida en que la resistencia a los sectores dominan
tes se haya realizado en los trminos en que los actores
fueron interpelados, como obreros, como negros, como
indgenas, como campesinos. En diferentes contextos
histricos los Estados buscan modificar esos modos de
interpelacin, consiguiendo xitos o fracasos de di
versa magnitud. Por ejemplo, despus de la Revolu
cin Nacional boliviana de 1952 el Estado interpel a
las poblaciones que habitaban las zonas rurales como

41
A l e ja n d r o G r im s o n

campesinos, buscando sustituir la identificacin de ind


genas. Sin embargo, pocos aos despus, resurgieron
poderosos movimientos sociales que privilegiaban (y
en otros casos, articulaban) la identificacin tnica a la
de clase. Es decir, el conjunto de actores e institucio
nes interviene en la definicin de las caractersticas del
campo de interlocucin, aunque partiendo de un poder
desigual. Por ello, aunque es parte de un conjunto de
fuerzas dispares, el Estado ocupa una posicin clave3.
De ese modo, la historizacin de los campos de in
terlocucin es fundamental para no caer en esenciali
zaciones y tipificaciones que anulen el hecho de que
as como hay disputas dentro de un campo de interlo
cucin, tambin hay luchas sobre la propia definicin
del campo. Casi todo nuevo movimiento o actor social
busca producir una modificacin en el campo para lograr
constituirse como un interlocutor legtimo. El movimien
to obrero, el de mujeres, los grupos aborgenes y muchos
otros debieron, en su momento (y en algunos pases ese
momento es el actual), luchar persistentemente para
poder convertirse en un actor socialmente reconocido.
A su vez, la relevancia de la historizacin tiene otro
aspecto. A lo largo de la historia, una sociedad crea in
cesantemente categoras identitarias. Las personas apre
henden esas categoras en la vida social y las incorporan
como sentido comn. Por lo tanto, tienden a creer que
existieron desde siempre. Sin embatgo, cualquier conjun
to de categoras identitarias y cada una de ellas tiene una

3 En palabras de Boutdieu: El Estado es el gemetra de todas


las perspectivas [...] un ibitro, pero muy poderoso, en las luchas por
ese monopolio de violencia simblica legtima (1988:139-140).

42
lnterculturalidad y comunicacin

historia especfica que es posible reconstruir Si se consi


deran algunas categoras vigentes en la sociedad argentina
-indio, quechua, criollo, argentino, cabecita negra, pero
nista- puede percibirse que cada una de ellas surgi en un
contexto histrico especfico. Las poblaciones que habita
ban lo que se convirti en el Imperio Incaico utilizaban
otras referencias identitarias hasta que fueron conquis
tados por los incas. No hace falta abundar sobre la ca
tegora indgena que refiere al malentendido original
Oerror inicial de los conquistadores. Su persistencia cons
tituye una muestra del poder de la nominacin.
Ahora bien, cada una de esas categoras surge en un
momento de la historia aludiendo a una determinada
poblacin y adquiere, a veces desde sus inicios, una ga
ma de significados. Ni la definicin de la poblacin ni
los sentidos son naturales. Ambos son la consecuen
cia de luchas sociales. Por ejemplo, una nacionalidad
(argentino, alemn, francs) difcilmente haga referencia
a todos los habitantes de un territorio, ya que en todos
esos pases viven migrantes extranjeros. Decidir, en
tonces, si el gentilicio refiere a todos los nacidos en un
territorio o a todos los hijos de los ciudadanos de esa
nacionalidad contina hasta nuestros das siendo objeto
de controversia y cada pas adopta criterios diferentes.
Al mismo tiempo, aquella categora que actualmente
refiere a una nacionalidad no siempre funcion de ese
mismo modo.
En las primeras dcadas del siglo XIX, antes y despus
de la Independencia, argentino significaba porteo.
Eventualmente, en algunas ocasiones los trminos ar
gentino o argentina fueron usados como calificativos
del resto del territorio rioplatense, en la medida en que
A l e ja n d r o G r i m s o n

los supone dependencias de aquella ciudad (Chiara-


monte, 1997). El trmino es utilizado por primera vez
en 1602 por Martn del Barco Centenera en el poema
Argentina y Conquista del Ro de la Plata. El significado
es rioplatense. El uso ampliado del trmino despus de
la Independencia es un modo de expresar la tendencia
hegemnica de Buenos Aires sobre el conjunto de las
ciudades y provincias de un territorio an sin nombre
definido. Constituye un antecedente de las primeras
tendencias centralistas para las que la nueva nacin
deba ser una dependencia de esa ciudad: tendencias
resistidas por la mayora de las ciudades del Ro de la Pla
ta (dem:70). En otras palabras, la denominacin del
pas y sus habitantes como Argentina y argentinos fue el
resultado de un proceso de luchas sociales y culturales:
El trnsito de su sinonimia con porteo a su utilizacin
como denominador del conjunto de los pueblos rio-
platenses refleja la aceptacin o resignacin a la hege
mona de Buenos Aires en el conjunto rioplatense. Re
signacin que, como en el caso de su ms fiera enemiga,
Corrientes, puede remitir tambin a una estrategia en pos
del objetivo sustancial. Es decir, admitir una nacin
con denominacin de argentina mientras por medio de
ella se pudiese lograr la libre navegacin de los ros, el
control del comercio exterior y el usufructo de las rentas
de la Aduana de Buenos Aires (dem: 123). En otras pa
labras, cuando entre fines de los aos veinte y principios
de los treinta del siglo xix las provincias reclamaban la
urgente organizacin constitucional de la nacin que
Buenos Aires resista, el uso de argentino permite a esos
lderes construir y ratificar un colectivo social que sus
tenta su posicin poltica y su reclamo econmico.

44
Interculturalidad y comunicacin

A lo largo de su historia una sociedad crea un am


plio conjunto de categoras. A ese conjunto podemos
denominarlo caja de herramientas identitarias. Cada
grupo o actor, en un momento especfico, podr iden
tificarse con algunas de esas categoras, y no con otras,
si pretende convertirse en interlocutor. El carcter com
plementario de las categoras con las cuales los actores
se identifican resulta en una formacin de diversidad
especfica. La caja de herramientas cambia (agrega
mucho ms de lo que pierde definitivamente) y las
formaciones se modifican. Las identificaciones que en
otros contextos fueron poderosas (por ejemplo, iden
tificaciones polticas o de clase) pierden fuerza en otros
contextos histricos y pueden reaparecer en situacio
nes futuras.
Las sociedades comparten esa caja de herramientas
y comparten los criterios de interlocucin. Sin embar
go, los sentidos de cada una de las categoras son uno
de los principales objetos de disputa en la lucha social.
Indgena, paraguayo, negro, pueden tener una carga
negativa en los discursos y polticas hegemnicas. Los
sectores dominantes pueden buscar asociarlas al desor
den o el atraso, a la suciedad o la delincuencia. Si esas
categoras constituyen herramientas de interlocu
cin, entonces sectores subalternos buscarn instituir
otros sentidos positivos. As, toda lucha social es en
Una de sus dimensiones una disputa sobre los sentidos
de las identificaciones en juego en el proceso.
Esto se vincula al carcter contextual de las catego
ras identitarias. Las identidades polticas ligadas a la terri
torialidad tienden a operar como cajas chinas. As, por
ejemplo, hacia finales del siglo xvili y principios del xix,

45
A l e ja n d r o G r im s o n

en el Ro de la Plata use era espaol frente al resto del


mundo, espaol americano frente a lo espaol penin
sular, rioplatense frente a lo peruano, provinciano frente
a lo capitalino, porteo frente a lo cordobs (Chiara-
monte, 1997:62). As, tambin en la actualidad, existen
figuras sucesivas como latinoamericano, sudamericano,
argentino, porteo, que siempre son inteligibles en un
contexto relacional especfico. El hecho de que esas fi
guras no son una naturaleza que se imprime sobre el
individuo nacido en esas tierras, sino producto de la
sociedad y la historia, puede verse en dos ejemplos. En
primer lugar, aunque se supone que Brasil es parte de
Amrica Latina, en la vida cotidiana los brasileos sue
len hablar de los latinoamericanos en tercera persona,
otorgndole un significado ms cercano a Hispanoam
rica' A veces sucede lo mismo entre los argentinos, pero
por razones diferentes: la imagen europea de s mismos
que gustan cultivar es ratificada al hablar de ellos, all,
Latinoamrica. Un segundo ejemplo es el modo en que
los estadounidenses se refieren a los migrantes latinoa
mericanos: los hispanks. Esto no slo incluye a mexica
nos, colombianos y argentinos, sino tambin a brasileos
que, a decir verdad, no se sienten muy cmodos con esa
confusin (Lins Ribeiro, 1998a).
Este ltimo ejemplo nos lleva a la cuestin de que
las sociedades no slo pueden disputar los sentidos de las
categoras identitarias, sino las categoras mismas4. Los

4 En palabras de Boundieu: La lucha de las clasificaciones es


una dimensin fundamental de la lucha de clases. El poder [del una
visin de las divisiones, es decir, el poder de hacer visibles, explcitas,
las divisiones sociales implcitas, es el poder poltico por excelencia"
(1988:141).

46
Interculturalidad y comunicacin

brasileos rechazan ser identificados como hispanics, as


como los bolivianos rechazan en Buenos Aires ser lla
mados bolitas". En ambos casos la primera reaccin
de quien no conoce el uso del apelativo es de incompren
sin: los brasileos creen que hay alguna confusin (y, en
efecto, es as) mientras que los bolivianos terminan enten
diendo que la categora explcita la carga negativa y discri
minatoria con que muchos porteos usan boliviano.
Rechazar una apelacin, no reconocerse en una interpe
lacin, lleva a otro plano la lucha cotidiana y muchas
veces invisible sobre los sentidos de las categoras, trans-
formndola en una disputa explcita sobre la nominacin
y su significado. Evidentemente, no es lo mismo hablar
de negros que de afroamericanos", de sudaca que de
colombiano", de paragua que de paraguayo.
En sociedades que se pretenden democrticas* iguali
tarias y no racistas surgi una tendencia a la institucio-
nalizacin de los apelativos polticamente correctos. Un
grupo de personas, comnmente denominado a travs
de una categora insultante o discriminatoria, deben
ser llamados de un modo diferente, supuestamente no
valorativo. Esa institucionalizacin prescriptiva debe
considerarse ms como un tipo de intervencin en las
disputas de identidades que como una suerte de verdad
sobre los grupos y las personas que nunca son fyos.
Adems, debe reconocerse que una lista de eufemismos
to garantiza nada sobre relaciones sociales y desigual
dades estructurales.

Tres formaciones nacionales de diversidad


Segato compara las formaciones de diversidad en Es
tados Unidos, Brasil y Argentina. Los tres pases usan el

47
A l e ja n d r o G r im s o n

mismo trmino para referir a su constitucin como na


cin: melting pot" en Estados Unidos, crisol de razas
en la Argentina, "cadinho de rafas" o fbula de las tres
razas en Brasil. Esa misma expresin refiere a imgenes
completamente diferentes. En Estados Unidos, donde
tempranamente se desarrollaron crticas a la fusin, la
formacin de diversidad refiere a un mosaico tnico,
un conjunto de unidades segmentadas, segregadas y
enfrentadas de acuerdo con una estructura polar de
blancos y negros. Esto ha sido sintetizado por DaMatta
en la frase iguales pero separados como caracterizacin
de Estados Unidos. En Brasil, en cambio, la norma sera
diferentes pero juntos, una fuerte interpenetracin de
los grupos (a veces llamada sincretismo") normatizada
por la jerarqua. El relato nacional brasileo habla de
la fusin de blancos, negros e indios. Para DaMatta, en
Brasil no es necesario segregar al mestizo o al indio o
al negro porque las jerarquas aseguran la superiori
dad del blanco como grupo dominante (1997:75). El
contraste entre el racismo en Estados Unidos y Brasil es
tara, para DaMatta, en que, mientras en el primero el mal
no est en las diferencias, sino en las relaciones, en Brasil
el pecado est justamente en la ausencia de relaciones.
Ya Nogueira (1954) haba planteado que, mientras el es
quema del preconcepto racial americano es de origen,
el brasileo es de marca. O sea, el sistema americano no
admite gradaciones y es axiomtico, mientras que Bra
sil admite y produce diversas gradaciones que establecen
toda una jerarqua (blanco, mulato, negro, indio, mame
luco, cafuso). El racismo americano teme la miscigena-
cin y define que cualquier persona que tenga sangre
negra (concepto social) ser considerada negra.

48
lnterculturalidad y comunicacin

A diferencia de la imagen del mosaico americano y


de la fusin de las tres razas brasileas, el crisol re
itere en la Argentina a la mezcla de razas europeas. No
hay lugar para los indgenas ni para los negros en el re
lato oficial de la nacin. Mientras en Estados Unidos
las seales diacrticas de la afiliacin tnica se exacer
baron y, actualmente, el acceso a los derechos se da en
gran medida a travs de la pertenencia a una minora
(afroamericano, hispano, etc.), en la Argentina hubo un
proceso de desetnicizacin por el cual la nacin se
construy instituyndose como la gran antagonista de
las minoras (Segato, 1998:183). El papel del Estado
argentino fue el de una verdadera mquina de aplanar
las diferencias: las personas tnicamente marcadas
fueron convocadas o presionadas para desplazarse de
sus categoras de origen para, solamente entonces,
poder ejercer confortablemente la ciudadana plena
(dem). La formacin argentina se asentara en el pni
co a la diversidad y en una vigilancia cultural a travs
de mecanismos oficiales y oficiosos: desde el uniforme
- blanco en el colegio, la prohibicin de lenguas indgenas*
hasta la burla del acento que aterroriz a migrantes euro
peos, internos y limtrofes. Los mecanismos capilares
de homogeneizacin implicaron que el judo se bur
l del tao, el tao del gallego, el gallego del judo, y
todos ellos del cabecita negra o mestizo de indio,
bajo un imperativo de apagar las huellas de origen
(dem: 176). Incluso en la actualidad, toda persona que
no hable con acento porteo (sea tonada cordobesa o
correntina, la V de zonas del noroeste o la falta de "s")
puede ser objeto de ridiculizacin. No es casual que
argentinos de sectores medios se sorprendan frente a

49
A l e ja n d r o G r im s o n

las vestimentas poco convencionales (segn sus par


metros) que puedan usar brasileos o americanos.
El lugar de las minoras y el clivaje poltico es
muy diferente en los tres pases. Mientras en Estados
Unidos prim el mosaico y la etnicidad constituye una
clave de todo el lenguaje poltico, Brasil construy su
imagen de nacin procurando incorporar elementos
clave de la cultura afrobrasilea (desde sus cultos a los
que asiste poblacin de cualquier marcacin tnica,
hasta el carnaval) e idealizando al indgena como an
cestral mtico-ednico comn a la nacin en su tota
lidad (vase Ramos, 1998). De ese modo, el clivaje
principal no es tnico, sino social: la cuestin social,
con grados de exclusin y pobreza altsimos, no coin
cide siempre con la lnea racial. El Movimiento Sin
Tierra no habla un idioma tnico o racial, sino fuerte
mente social.
La formacin aigentina es muy diferente. La presin
del Estado nacional para que la nacin se comportara
como una unidad tnica result en que toda diferen
ciacin o particularidad fuera percibida como negativa
o, directamente, resulte invisibilizada. En la medida en
que ese proyecto era existoso, la etnicidad era un idio
ma poltico prohibido o, al menos, institucionalmente
desalentado. El conflicto social, estructurado sobre la frac
tura persistente capital/interior, adquiri un lenguaje
directamente poltico.
El caso argentino constituye una matriz en la cual
el modo cultural en el cual se desarrollaron las luchas
sociales fue fundamentalmente en un lenguaje poltico.
En trminos generales, la cuestin tnica nunca ha te
nido un peso hegemnico ni en las polticas de Estado

50
Interculturalidad y comunicacin,^
t' fr
" " .
ni: en las afiliaciones de los principale^ &WiiMerin5s ?
sociales. Durante el siglo XX no ha habid&iftanteos se-A
cesionistas ni agrupamientos partidarios (r^Updln
katarismo boliviano) sustentados en un origen cultu
ral comn. La cultura de la disputa social ha utilizado
un cdigo poltico. Incluso, los usos de frmulas raciali-
zadoras -como cabecita negra- han tenido una funcin
eminentemente poltica.
Las condiciones sociales que forjaron esta modalidad
especfica en que se formularon las luchas de poder se
vinculan a las caractersticas de la Organizacin Nacio
nal iniciada de 1880. A travs de la Conquista del De
sierto" los aborgenes fueron aniquilados o dispersados
en la periferia, y a travs del servicio militar obligatorio
y de la escuela pblica se instrument una poltica de
argentinizacin del enorme contingente migratorio.
Y esa compulsin asimilacionista o poltica de desetnid-
zacin (Segato, 1997) fue ampliamente exitosa. No por
que no se hubiesen planteado reacciones xenfobas hacia
los mismos inmigrantes europeos, sino porque la polti
ca de Estado implic otorgarles mayores beneficios que
a los nativos (Halpern Donghi, 1987) y combatirlos en
ciertas coyunturas no por su origen migratorio, sino
en tanto socialistas y anarquistas que promovan la or
ganizacin obrera.
En la medida en que el dispositivo de produccin
identitario del propio Estado articulaba su doctrina
con la nacin, uno de sus xitos consisti justamente
en que cualquier imaginacin diferente de la Argentina
partiera de la premisa de la liquidacin de sus adver
sarios. La fabricacin de dicotomas polares, de identifi
caciones polticas contrapuestas, se remonta al siglo xix.
A l e ja n d r o G r im s o n

Los mismos padres fundadores haban elaborado sus


proyectos de nacin en base a la contraposicin de rivi-
lizacin y barbarie; desde poco despus de la Indepen
dencia hasta mediados del siglo xix el pas vivi una
guerra civil entre unitarios y federales', hasta la actualidad
un parmetro taxonmico bsico entre los argentinos
divide a los de la capital y los del interior". sta fue la
estructura dicotmica histrica sobre la cual el gran eje de
la segunda mitad del siglo xx se constituy. El peronis
mo y el antiperonismo actualizaron y resignificaron las
dicotomas histricas del pais.
Significa esto que la igualdad en el plano cultural
fue realmente asumida por la poblacin y excluy las
operaciones racistas, tan fuertes en Estados Unidos o
Brasil? Veamos un ejemplo paradigmtico: el cabedla
negra, la frmula estigmatizante con la cual las clases
altas y medias de las ciudades aluden a la masa inmigra
toria proveniente del interior del pas. Evidentemente,
constituye una operacin racista. Pero la peculiaridad
del caso argentino consiste justamente en que ese ra
cismo se encontraba en funcin de una operacin po
ltica. Los obreros-morenos-provincianos se sintetizan
en una identidad poltica: el peronismo. Y en cabecita
negra estaba el matiz poltico que puso sal en el en
frentamiento cuasi racista de porteos y provincianos:
ser negro era ser peronista, y viceversa. Y los negros
pisaban fuerte (Ratier, 1971:13; vase Guber y Visa-
covsky, 1998).
En estas dcadas la Argentina cambi en muchos
aspectos y aquella matriz de cultura poltica parece co
menzar a articularse actualmente con otras, ms vincu
ladas a las polticas de identidad. Al comps de procesos

52
Interculturalidad y comunicacin

de transnacionalizacin y tambin de cierta percepcin de


agotamiento de los modelos polticos tradicionales, no
slo los inmigrantes limtrofes se organizan en trmi
nos tnicos, sino que se esbozan procesos de etnici-
zacin de "antiguas colectividades y aparecen en la
escena pblica grupos indgenas que se consideraban
extinguidos. Un siglo despus de que la aplanadora
cultural del Estado consiguiera invisibilizar las di
ferencias y constituir una formacin de diversidad
sustentada en el presupuesto de homogeneidad, una
multiplicidad de fenmenos abren la incgnita acerca
de cmo se resolvern las articulaciones entre las matri
ces histricas y los procesos contemporneos. Es posible
que la formacin de diversidad especfica de la Argenti
na se encuentre actualmente en plena transformacin. Si
as fuera, tendern a surgir o resurgir categoras de
identificacin y se producirn modificaciones clave en
las caractersticas histricas del campo de interlocucin.
No slo se consolidarn clivajes tnicos o culturales,
sino que formas de fundamentalismo cultural (Stolcke,
1999) pueden devenir la base de fuertes proyectos de
discriminacin y segregacin.
Aquello que habitualmente se considera culturas
nacionales puede serconceptualizado, no como un con
junto de rasgos -4a comida, la msica, los valores-, si
no como un campo de interlocucin, como un conjunto
de principios implcitos que los actores sociales incorpo
ran como sentido comn. Para que haya algo as como
una cultura no es necesario que todos los "argentinos
sean peronistas o todos los estadounidenses w asp ,
sino que la oposicin poltica aqu, la tnica all, el
divaje social en Brasil, operen complementariamente

53
A l e ja n d r o G r i m s o n

constituyendo efectivamente un campo de dilogo. Pa


ra que existan disputas debe existir algo compartido, al
mismo tiempo que aquello que es compartido se forja
a travs del mismo conflicto.

54
C a ptulo 2
D im e n s io n e s d e la c o m u n ic a c i n

Si comunicar es poner en comn, cualquier proceso


comunicativo presupone, simultneamente, la existen
cia y la produccin de un cdigo compartido y de una
diferencia. Para que cualquier elemento que pueda ser
imaginado pueda devenir efectivamente un significante
es imprescindible que haga sentido en el interior de una
determinada estructura de significacin. Es decir, hay
cosas, digamos as, que hacen sentido para determinadas
culturas y ni siquiera se constituyen como significantes
para otras. Y, evidentemente, hay signos que hacen sen
tido en diferentes grupos y sociedades, pero de maneras
distintas cuando no opuestas. Un ejemplo de lo primero
es la escritura alfabtica que no tiene una significacin
ms all de la extraeza para las sociedades que no
conocen esa tecnologa de la palabra. Un ejemplo t
pico de lo segundo son los sacrificios humanos que,
mientras constituyen prcticas vinculadas a ciertas cos
mologas y tambin a sistemas de autorregulacin de la
poblacin en comunidades con recursos limitados, se
presentaron muchas veces para los occidentales como
asesinatos que justificaban y legitimaban los suyos pro
pios (a travs de la conquista o la represin). Un ejemplo

55
A l e ja n d r o G r i m s o n

menos tpico, pero fuertemente contemporneo, son los


olores humanos que, mientras para ciertas culturas de
ben restringirse a travs de una higiene cotidiana, para
otras son ms 'libres" (estereotpicamente, la francesa).
El contacto entre culturas" es justamente un contac
to entre olores, sabores, sonidos, palabras, colores, cor
poralidades, espacialidades. El horror (o no) de una
muchacha argentina frente al verdaderamente amistoso
abrazo y beso estridente de su nuevo amigo carioca
es relativamente equivalente al espanto experimentado
por un muchacho brasileo cuando, al ser presentado a
un joven porteo, ste le encaja un beso en la mejilla.
Porque si en Buenos Aires, entre amigos de sexos distin
tos, la relacin corporal es aproximadamente intermedia
entre la (para nosotros) obsesiva distancia anglosajona
y la expresividad carioca, entre amigos varones en Brasil
el beso est prohibido (como entre nosotros hace menos
de dos dcadas atrs). Situaciones similares ocurren
diariamente con los rubros musicales o gastronmicos,
para no hablar de los falsos cognados de las lenguas.
A travs de una configuracin asistemtica y hete
rognea de esos elementos devenidos en significantes
especficos, las personas construyen histrica y cotidia
namente cdigos comunicativos, estructuras de significa
cin. Qu ocurre cuando dos personas o grupos que
producen cdigos distintos se encuentran e interac-
tan? Ponen algo en comn, comparten signos, se
comunican? En esa escena intercultural, generalmente,
algunos significantes de cada persona o de cada grupo
resaltan como especialmente diferentes del otro. Es
lo que comnmente se llama rasgos diacrticos y que
dependen de situaciones especficas: entre un porteo

56
Interculturalidad y comunicacin

y un neoyorquino puede resaltar -entre otras cosas- la


diferencia idiomtica, que se presentar de otro modo
(a travs del acento) entre un neoyorquino afroame
ricano y un neoyorquino w asp . Es decir, ningn grupo
tiene rasgos que lo caracterizan, sino en una situacin
de contraste especfica.

Las personas, los grupos y las sociedades que interac-


tan perciben, significan, construyen y usan el tiempo,
el espacio, el medio ambiente, las relaciones humanas,
las tecnologas, de los modos ms diversos. Incluir la
dimensin de gnero como una dimensin productora
de esa diversidad implica, por ejemplo, que las concep
ciones diferentes no son homologables a sociedades o te
rritorios distintos. Algo similar sucede con la categora
de clase, ya que en una misma ciudad y establecimiento
encontraremos estructuras de significacin distintas.
Ahora bien, si en una fbrica u oficina las personas se
ponen de acuerdo en cmo realizar sus tareas, es porque,
ms all de la multiplicidad de variables sociolgicas,
pueden construirse pautas de significacin y accin co
munes. Esas pautas, en sociedades estructuralmente
desiguales, generalmente son impuestas por unos y
aceptadas por otros o desigualmente negociadas.
Cuando una empresa inaugura una sucursal en un
pas con pautas laborales muy distintas, abre, en una pri
mera instancia, un espacio de comunicacin intercultu
ral, incluso si sus empleados terminan adecundose
(aunque no es siempre el Caso) a las pautas que vienen
del pas de origen. Los migrantes internacionales se en
cuentran constantemente ante desafos de este tipo, ya
que para tener un xito mnimo en la sociedad a la que

57
A l e ja n d r o G r i m s o n

se dirigen deben aprender una enorme cantidad de cosas


nuevas. Sin embargo, las sociedades a las que llegan
esos migrantes no siempre tienen predisposicin para
recibirlos. Ms bien, crecientemente pueden observarse
situaciones de discriminacin y exclusin. Por lo tanto,
las personas y los grupos no siempre se ponen de acuer
do. Puede que no necesiten, no quieran o no sepan c
mo hacerlo.
Entre los tericos de la comunicacin intercultural,
el criterio predilecto para establecer tipos de percepcin,
uso y significacin del espacio, el tiempo, los olores, el
tacto y otras dimensiones ha sido la nacionalidad. Asi,
puede leerse que en un mbito laboral un norteame
ricano (por estadounidense] est disponible en el mo
mento en que su puerta est abierta. Se supone que no va
a encerrarse, sino, al contrario, a estar constantemente a
disposicin de los dems. Se cierran las puertas solamen
te para las conferencias o las conversaciones privadas.
[...] En Alemania, la puerta cerrada no significa por
ello que quien est detrs desee la tranquilidad o haga
alguna cosa secreta. Simplemente, para los alemanes
las puertas abiertas producen un efecto de desorden y
desalio (Hall, 1990b: 131-138). Esta jerarquizacin
de la nacionalidad es caracterstica de los continuado*
res de la escuela de cultura y personalidad de los Esta
dos Unidos. Tal como se coment en el capitulo anterior,
esas generalizaciones tienden a producir cristalizaciones
homogneas que no siempre se corresponden con las
diversidades internas de los pases. Ser igual la percep
cin del tiempo y el espacio entre la clase alta blanca
de Nueva York que entre los grupos de afroamericanos
o los campesinos o los pueblos indgenas que habitan

58
Interculturalidad y comunicacin

ese pas? O ser que la frase los estadounidenses no


incluye a alguno de estos grupos?
El problema es que en el plano de las sociedades y
las culturas no hay unidades discretas clasificables como
si fueran especies biolgicas. Las unidades sociocultu-
rales son complejas, diversas, cambiantes. De ah que
algunos autores hayan elegido el camino de renunciar
a toda clasificacin. La cuestin, sin embargo, es que
cuando dos personas con experiencias histricas y rutinas
de la vida diaria diferentes interactan, una gran parte de
estas asimetras de sentido, caractersticas de la comuni
cacin intercultural o intersocietal, se plantean de mane
ra aguda. Este libro no pretende resolver la discusin de
cmo se constituyen esas culturas, pero si parte del
presupuesto de que esas diferencias se procesan en si
tuaciones de interaccin. Las diferencias culturales no
son directamente homologles a entidades jurdicas co
mo Estados nacionales, provincias o ciudades y, sin
embargo, todas esas entidades -as como otros procesos
histricos como la colonizacin- han intervenido en las
conformacin de esas distinciones.
Cotidianamente y en las ms diversas instancias co-
municacionales (la calle, el trabajo, la escuela, la tele
visin, Internet), personas y grupos con percepciones,
concepciones y significaciones diversas entran en con
tacto, dialogan, discuten, se entienden o no, negocian
o no, se ponen de acuerdo o no. Los malentendidos de
la comunicacin intercultural son la versin extrema
de los problemas generales de toda la comunicacin

5 Aunque Hall no siempre utiliza estas generalizaciones, es impor


tante advertir al lector sobre este problema.

59
A l e ja n d r o G r im s o n

humana. All donde una palabra significa otra, una in


vitacin amable se entiende como de mala educacin y
un gesto de complicidad se interpreta como belicosidad,
tenemos situaciones en las que es ms fcil percibir una
disimetra de cdigos que, en rigor, es inherente al acto
comunicativo. La conmensurabilidad total es ms bien
la excepcin en los asuntos humanos.
Dos cuestiones deben ser subrayadas. Primero: como
estas concepciones son culturales, todos los seres huma
nos cambian o pueden cambiar sus concepciones a lo
largo de su vida, en parte como resultado de la interaccin
con otras personas, grupos y sociedades con concep
ciones diferentes. Segundo: esas concepciones cultura
les son internalizadas e incorporadas como un sentido
comn, autoevidente, sumamente poderoso.

La cultura comunica
Durante la Segunda Guerra Mundial y en los aos de
la posguerra comenz a delinearse en los Estados Uni
dos una nueva perspectiva para los estudios de comu
nicacin. A diferencia de los modelos emisor-receptor
que suponen el envo y decodificacin de un mensaje
de modo lineal, investigadores como Bateson, Goffman,
Edward Hall y Birdwhistell proponen un modelo circu
lar y mu tridimensional. Como seala Winkin (1984),
al modelo mecnico del telgrafo, se contrapone un
modelo orquestal, procesual y contextual. Orquestal por
que el ser humano comunica a travs de un conjunto
de instrumentos (la palabra, los gestos, la vestimenta,
el tono, la posicin corporal, etc ). La comunicacin es un
todo integrado. De ah, la mxima de que todo comuni
ca o es imposible no comunicarse. Los seres humanos

CO
Interculturalidad y comunicacin

utilizan mltiples canales para comunicarse, uno de los


cuales es el lenguaje verbal. Cuando alguien no responde
a una pregunta, en realidad est ofreciendo una respues
ta. Cuando una persona permanece en silencio tambin
est emitiendo un mensaje. El desafio para la comunica
cin intercultural es que as como en el lenguaje verbal
existen mltiples lenguas, tantas otras se podrn encon
trar en el lenguaje del silencio, de los gestos, del espacio.
Si Babel se restringiera al lenguaje verbal, viviramos en
un mundo de comprensin mucho ms sencilla.
Los lenguajes agrupados negativamente como no
verbales abarcan lo kinsico, proxmico, ctonmico,
paralingstico, olfativo y tctil. Lo kinsico alude a la
gestualidad y los movimientos corporales. La proxmica
refiere al uso del espacio, organizacin o disposicin que
generalmente da cuenta de expresiones de intimidad y de
poder. A travs del uso del tiempo, la gente comunica in
ters, compromiso, status o jerarqua, entre otros aspec
tos. Lo paralingstico se refiere a los usos de la voz, el
timbre, el tono, el volumen, la velocidad con la que se ha
bla, los silencios, y se comunican estados emocionales,
veracidad, sinceridad. Los olores y el tacto, al igual que
las otras dimensiones, tienen codificaciones culturales.
Vale la pena apresurarse a realizar dos aclaraciones.
Por una parte, que esta enumeracin de canales o len
guajes tiene relacin con la desagregacin propia de la
mirada analtica. Las personas no perciben cada di
mensin por separado. La comunicacin surge de la
totalidad. Los significados de un mensaje no son com
prendidos por el lenguaje verbal al cual le adosamos
como complemento las dimensiones no verbales. stas
pueden modificar completamente el significado de una

61
A l e ja n d r o G r i m s o n

frase. Por otra parte, cuando hablamos de lenguajes


kinsicos o proxmicos o de otro tipo, utilizamos len
guaje en un sentido metafrico. No puede recons
truirse para la gestualidad una gramtica equivalente al
lenguaje verbal.
La nocin de que la comunicacin se produce en con
textos especficos implica jerarquizar el estudio de es
tosframes en Goffman o marcos metacomunicativos en
Bateson, antes que el anlisis de contenido que favorece
el modelo de Shannon. Las mismas palabras o gestos
cambian completamente el sentido entre uno y otro
contexto social o cultural. Los ejemplos son infinitos:
abarcan desde la risa hasta el eructo, desde la mirada a
los ojos hasta el chiste y la irona. Entre culturas y dentro
de cada cultura los significados de esos actos variarn de
un contexto o marco a otro.
Entre los autores de esta universidad invisible (la
expresin es de Winkin) interesa aqu especialmente el
trabajo de Edward Hall, que consideraba a la cultura
como una forma de comunicacin*. Por lo tanto, el
problema surge del hecho del contacto y relacin de
personas que pertenecen a culturas diferentes. La segu
ridad relativa y las expectativas de respuesta del actor
en su propia cultura hacen crisis en una situacin de
contacto. Por esta va, Hall es uno de los autores que

6 Hall se inscribe en la tradicin culturalista mencionada en el


capitulo anterior y, en ese sentido, su trabajo puede ser objeto d
muchas de las criticas apuntadas (vase Neiburg y Goldman, 1998).
Aqu interesar recuperar una serie de aportes conceptuales de Hall
y otros autores, ligados a las cuestiones del espacio y el tiempo en
la comunicacin, para situarlos -e n nuestro caso- en un enfoque
conflictivo y poltico del proceso comunicativo.

62
Interculturalidad y comunicacin

presta especial atencin a las situaciones de incom


prensin... de incomunicacin?
Al adentrarse en los terrenos confusos de la comu
nicacin intercultural, comienzan a esbozarse desafos
tambin al modelo orquestal. En oposicin al mecni
co modelo telegrfico, se haba recuperado una idea
ms antigua de la comunicacin: ya no se define como
transmisin de informacin, sino como poner en co
mn, participar en, comunin. Cuando dos personas
de culturas diferentes consideran autoevidentes sus pro
pios cdigos comunicativos e intercambian una serie de
gestos, estn realmente poniendo algo en comn entre
ellas? Esto exige sofisticar la idea de que todo comuni
ca, ya que a veces dos personas o grupos sienten que
es difcil comunicarse y muchos no consiguen ni desean
una comunin. As, la idea de una sociedad transparen
te en la cual el aumento de la comunicacin resulta en
una lucha contra la entropa y el desorden (vase Bretn,
1992), idea ligada tambin a la utopa de la aldea glo
bal, es desmentida cotidianamente por los malentendi
dos y los conflictos simblicos. No se trata de caer en la
idea fcil de tipificar situaciones de incomunicacin,
sino de sofisticar la idea de la comunicacin ligndola
tambin a una teora del conflicto. Para que dos perso
nas o grupos disputen bienes materiales y simblicos
desde estructuras distintas de significacin es necesario
tambin que existan ciertos principios compartidos.
Esos malentendidos y esos conflictos sern analizados
a continuacin a travs de algunas de las dimensiones
de la comunicacin. Aunque los sentidos del contacto
intercultural surgen de la combinacin de todos los
elementos, el primer paso analtico es considerar la
A l e ja n d r o G r i m s o n

especificidad de cada uno de ellos. Por razones de es


pacio, nos limitaremos a considerar el lenguaje verbal,
el espacio, el tiempo, la kinsica y el tacto, sealando
aspectos puntuales de otros canales. Debe tenerse en
cuenta que, segn el marco especfico y los interlocu
tores, algunos elementos resultarn ms relevantes que
otros en una situacin de interaccin.

La palabra
La importancia del lenguaje verbal para la comunica
cin, en general, y la comunicacin intercultural, en par
tcula#, difcilmente pueda ser exagerada (siempre que no
se la considere la nica dimensin relevante). La lengua
primera de una persona implica un sentido inicial de
pertenencia a una cierta comunidad de hablantes y se
encuentra imbricada con los procesos de pensamiento
y cognicin. En 1929 Edward Sapir plante la hipte
sis de que la lengua de una cultura particular influye
directamente en el modo en que la gente piensa: La
red de los modelos culturales de una civilizacin se ha
lla en la lengua en la que se expresa esa civilizacin
La lengua es una gua de la realidad social, 1...] Los se
res humanos no viven slo en el mundo objetivo [...]
pero se encuentran en gran medida a merced de la
lengua particular que se ha convertido en el medio de
expresin de su sociedad (1929:209).
Sapir sostena que los modos en que las personas
perciben el mundo estn determinados por su lengua.
Es decir, los hablantes de diferentes lenguas ven mundos
diferentes. Su alumno, Benjamn Whorf continuaba la
argumentacin diciendo que: el sistema lingstico que
sirve de fondo (en otras palabras, la gramtica) a cada

64
Interculturalidad y comunicacin

lengua no es un mero instrumento reproductor que sirve


para dar voz a las ideas, sino ms bien es en s mismo un
moldeador de ideas. [...] Examinamos las tendencias de
la naturaleza por medio de nuestras lenguas nativas
(1940:231).
Estas ideas, conocidas como la hiptesis Sapir-Whorf,
implican un principio de determinismo lingstico que
sostiene que los modos en que la gente piensa estn
determinados por la lengua que habla y un principio
de relatividad lingstica que sostiene que las diferencias
entre lenguas deben ser reflejadas en diferencias entre
cosmovisiones entre los hablantes.
Diversos lingistas consideran actualmente algo exa
gerada esta visin (vase, por ejemplo, Salzmann, 1993),
Sin embargo, la idea de una relacin ntima entre len
guaje y pensamiento perdura. La existencia de ms de
cinco mil lenguas en uso plantea un panorama complejo,
al que pueden sumarse sus variaciones locales, de clase,
grupo tnico, etc. La posibilidad de traductibilidad, en
ltima instancia, de todas las lenguas se ha demostrado
tan factible como problemtica, sobre todo en los planos
semntico y pragmtico. Los diferentes nfasis, concep
tos y modos de expresar sentimientos no son triviales
para los seres humanos.
En esta dimensin lingistica se plantea un riesgosi-
milar a cualquier tipo de anlisis intercultural: considerar
a los grupos de hablantes como comunidades homog
neas. Nuevamente, las clasificaciones de qu es una
lengua y dialecto no se derivan automticamente de la
realidad, sino que exigen criterios. Los criterios son ha
bitualmente polticos. En general se considera lengua a
aquella que es idioma oficiar y dialecto, a todo sistema
A l e ja n d r o G r i m s o n

lingstico que no es reconocido legalmente por un Es


tado. Nuevamente, se percibe la tendencia a homologar
cultura a las entidades jurdico-polticas existentes. Sin
embargo, las lenguas no son homogneas. Las variacio
nes muestran estilos diversificados a travs de regiones,
edades, clases, gnero. Aquello que se construye como
pronunciacin legtima, es decir, como norma, en ge
neral no tiene ningn grupo de hablantes que la encar
ne plenamente. Esas variaciones y las valoraciones que
cada sociedad les adjudica dan cuenta de que no es ne
cesario ir muy lejos de casa para que se inicie la co
municacin intercultural. Lo que sucede es que las
personas aprenden a lidiar de diferentes modos con
las diversidades culturales con las que conviven: las
aceptan, las disfrutan, las clasifican, estigmatizan, dis
criminan, las detestan y hacen muchas otras cosas con
ellas. El shock cultural no es producido por la diferen
cia cultural en s (ya que sta en una de sus manifestacio
nes es cotidiana), sino con la diferencia desconocida, no
esperada, no clasificada.
Una persona puede aprender a hablar otra lengua.
Si la aprende en instituciones educativas, en general
aprende la norma. De hecho, es muy cmico hablar
con un extranjero que ha aprendido nuestra lengua en
laboratorio. Parece la encamacin de la Real Acade
mia. Por el contrario, si la aprende en uso, es notable
que aprende una variedad especfica. Susan Barrantes,
la madre de Sarah Ferguson, que hablaba un ingls muy
culto -es decir, una variedad sumamente valorada den
tro de las comunidades angloparlantes- aprendi a ha
blar castellano con los peones del campo de su marido
argentino. Por ello, era sorprendente escucharla en un

66
Interculturalidad y comunicacin

reportaje: hablaba una variedad de castellano suma


mente estigmatizada en nuestra sociedad, usando, por
ejemplo, pa en lugar de para)7.
Sin embargo, quiz sea ms difcil an aprender el
estilo especfico de interaccin peculiar de un grupo.
Gudykunst y Ting-Toomey (1988) sealan algunas con
traposiciones de estilos de comunicacin verbal identi
ficados por los tericos de la comunicacin intercultural.
El contraste entre estilos directo e indirecto se refiere al
grado en el cual los hablantes explicitan sus intencio
nes a travs de una expresin verbal precisa y cndida
sobre sus deseos y necesidades. El estilo directo (del tipo
just thefacts) puede ser interpretado como brutalidad
por aquellos que usan el estilo indirecto, mientras que
este ltimo puede ser concebido como sumamente
enredado y misterioso por aquellos que van directo
al grano. Otra contraposicin se refiere a estilos per
sonales y contextales. Mientras en los primeros es re
saltada la identidad personal del hablante, en el segundo
se acenta ms el rol y status que la persona. Las di
ferencias entre patrones culturales pueden manifestar
se tambin en la fuerte presencia o total ausencia de
componentes afectivos en relaciones relativamente
impersonales. As, cuando un hablante con estilo afec
tivo se encuentra con un interlocutor del tipo to speak
is time and time is money probablemente uno de los
dos o ambos quedar desorientado. Estas contraposi
ciones resultan tan esquemticas como la mayora
de las clasificaciones, pero a veces pueden ser tiles
para el anlisis. Los autores reconocen que en toda

7 Fabiola Ferro, comunicacin personal


A l e ja n d r o G r im s o n

cultura existen todos estos estilos, pero sealan que


generalmente uno de los polos domina el otro.
En el contacto entre culturas que hablan lenguas
diferentes -e incluso variedades de una misma lengua-
se producen fuertes disputas y negociaciones lingsticas.
Un resultado posible es la tendencia a travs de las gene
raciones a la desaparicin de una de las lenguas. Otra po
sibilidad es el bilingismo. Tanto los pueblos indgenas
como las migraciones internacionales ofrecen ejemplos
de ambos casos. Mientras el quechua y el guaran con
tinan siendo hablados, otras lenguas aborgenes han
desaparecido (a veces por genocidio, otras por motivos
sociales que impulsaron a los padres a no enserselas a
sus hijos). Mientras el idish se fue perdiendo a travs de
las generaciones de judos en la Argentina, es difcil que
algo similar ocurra con el castellano en los Estados Uni
dos. stos son ejemplos de bilingismo con diglosia, es
decir, situaciones en la cual las funciones para las que se
usa la lengua A son ms prestigiosas que las asociadas a
la lengua B (o la variedad A y B de una misma lengua).
Si en un contexto especfico dos lenguas que conviven
nunca tienen valores sociales idnticos, incluso aun
que ambas sean oficiales, esto plantea un conflicto que
podr derivar en diferentes situaciones. El Estado tiene
un papel relevante en cmo se desarrolle ese proceso.
Por ejemplo, en Per, el quechua y el aymara son
coociales (sic] del castellano, el idioma oficial, pero las
120 lenguas de la selva que se hablan en Per no tienen
estatuto oficial alguno y, de hecho, estn desapareciendo
porque sus hablantes se han visto forzados a un bilin
gismo con el castellano que ha hecho que desvaloricen
su propia lengua y entonces traten de no transmitrsela

68
Interculturalidad y comunicacin

a sus hijos. En el caso del idish en Argentina, se trata


de una lengua que lleg de la mano de hablantes que
provenan de una situacin de diglosia: en Europa, el
idish era considerado un dialecto, una lengua menor,
y ese imaginario europeo se traslad a Argentina y de
hecho repercuti en el hecho de que se fuera perdiendo,
en la medida en la que, adems, no tena un Estado que
se hubiese apropiado de ella. En cambio, el castellano
en los Estados Unidos es una lengua considerada inter
nacional y que es oficial en numerosos pases. Este aspec
to del castellano hace que sus valoraciones, aunque en
Estados Unidos est en situacin diglsica de lengua B
frente al ingls, que sera la lengua A, no puedan ser
comparables con las de, por ejemplo, las lenguas de los
grupos originarios del territorio de Estados Unidos.
Otro resultado posible del contacto son las mezclas':
desde las variantes del pidgin Engtish, pasando por el por-
tuol hasta el yopar (mezcla de guaran y espaol).
Cuando la combinacin es del tipo pidgin, estamos fren
te a una variante que no tiene ninguna comunidad de
hablantes. Es una lengua que se utiliza para ciertas acti
vidades sociales, por ejemplo, el comercio o el trabajo.
Algunos pidgin pueden transformarse en creol, es decir,
una lengua que es lengua primera de algn grupo de
hablantes. Esto es, el pidgin puede, en un extremo, de
saparecer y, en el otro, extenderse desde una actividad
concreta al conjunto o mayora de las esferas sociales. Por
otro lado, no todo creol ha sido necesariamente pidgin.
En frica Central, entre fines del siglo xix y princi
pios del xx, los administradores, comerciantes, viajeros,

8 Fabiola Ferro, comunicacin personal.

69
A l e ja n d r o G r i m s o n

soldados y misionarios europeos usaron el swahili (la len


gua local) como modo de extender su dominacin sobre
el territorio y los pueblos de la regin. La apropiacin del
swahili, en el anlisis de Fabian (1986) es considerada
como constantemente disputada, tanto en un plano
micropoltico como de las relaciones internacionales.
Tal como Fabian afirma entre las precondiciones para
establecer regmenes de poder colonial se encuentra
(...) la comunicacin con el colonizado (1986:3). El
shaba swahili (una de las variedades) se convirti en
tre 1870 y 1960 en una lengua franca, el principal y a
veces el nico medio de comunicacin verbal en esta
zona de Africa. En ese proceso pas de ser una lengua
hablada slo por algunos centenares de personas a ser
utilizada por varios millones en Zaire.
Tanto en los casos del creol como en los casos de
apropiacin de una lengua por otra cultura, hay ciertos
contextos sociales especialmente dinmicos en el proceso
de cambio. Esos contextos son los escenarios clave de in
teraccin entre los grupos sociales. Por ejemplo, las rutas
comerciales (de ah la expresin "lenguas comerciales) o
los mbitos misionales pueden ser lugares de avanzada en
el cambio. Es all donde la necesidad imperiosa de com
prenderse mutuamente se hace patente y donde los acto
res negocian, disputan y eventualmente establecen cmo
han de comunicarse. As, en situaciones de bilingismo
es comn que se utilice la lengua vehicular en contex
tos pblicos y la lengua primera en situaciones priva
das o exclusivas del grupo. Por ello, una caracterstica de
algunas lenguas criollas es que slo permiten decir cosas
ligadas a estos espacios. Por ejemplo, Fabian seala que
el pidgin swahili serva para tres propsitos: el trabajo,

70
Interculturalidad y comunicacin

la enseanza religiosa y una efectiva barrera protectora


contra la comunicacin libre [no era peligrosa! (136).
Un ltimo aspecto de la comunicacin verbal inter
cultural que interesa remarcar aqu se refiere a los fal
sos cognados. Es decir, aquellos sonidos en una lengua
cuyo significado el extranjero considera obvio y que,
sin embargo, contradicen la expectativa. A diferencia de
los sonidos que no tienen ningn significado en la otra
lengua (y que exigen un esfuerzo de traduccin), los fal
sos cognados tienen sentido o, al menos, recuerdan una
palabra con sonidos similares. Por ejemplo, en portugus
engrasado significa gracioso, torcida significa hin
chada (de ftbol). Del mismo modo, en ingls uactuaBy
significa en realidad, contest remite a discutir o dis
putar. Una ancdota: una argentina en Nueva York en
cuentra un catlogo mensual en una tienda de ropa; le
pregunta a la empleada si la tienda distribuye el folleto
por correo; la empleada, muy amable, responde que si
vive en Amrica se lo enviarn a su casa; esto alegra a la
dienta, que pasa a darle la direccin, hasta que ve un ges
to anonadado en la cara de la empleada. Butyou dont
Uve n America, dice, ayou Uve in South America

El espacio
Tanto el tiempo como el espacio constituyen cate
goras del pensamiento que han concentrado la atencin
y el estudio de los antroplogos desde hace dcadas. El
tiempo y el espacio son universales en el sentido de
que todas las sociedades conocidas los conceptualizan,
significan y utilizan, a la vez que son particulares, ya
que el modo en que cada grupo hace estas cosas es
muy diverso.

71
A l e ja n d r o G r im s o n

En el marco de una crtica a los presupuestos filo


sficos de principios de siglo, acerca de que los proce
dimientos de clasificacin seran innatos, Durkheim y
Mauss desarrollan su trabajo mostrando que las clasifi
caciones tienen una historia y varan enormemente de
una sociedad a otra justamente porque tienen un origen
social. En ese contexto plantean la tesis de que la clasi
ficacin de las cosas reproduce esa clasificacin de los
seres humanos (1996:33). As, sostendrn que la dis
tribucin de los mundos (en el espacio} es exactamente la
misma que la de los clanes en el interior del pueblo (63).
Entonces, en ciertos grupos las relaciones entre los espa
cios se establecen en referencia a las relaciones espacia
les que los humanos sostenan entre s en el interior de la
sociedad (84). Por ello, para muchos pueblos, las regio
nes se diferencian por un valor afectivo (101). Si actual
mente el concepto de reproduccin espacial de las
relaciones sociales es discutible, debe reinterpretarse
la tesis de Durkheim y Mauss en trminos de estrecha
relacin o imbricacin entre divisiones sociales y signi
ficaciones del espacio.
Varias dcadas despus, Evans-Pritchard desarrollara
la distincin entre distancia fsica y distancia estructural.
La distancia fsica entre personas y grupos puede ser
fcilmente aprehensible por un extranjero. Las pregun
tas acerca de en qu lugar de la ciudad estn las clases
ms altas o ms bajas as como los diferentes grupos t
nicos pueden ser rpidamente respondidas por un na
tivo. Pero, tal como observ Evans-Pritchard entre los
nuer, la distancia fsica nada nos dice respecto de su cer
cana o distancia cultural, social o poltica. La distancia
estructural significa la distancia entre grupos de personas

72
Interculturalidad y comunicacin

en un sistema social, expresada en funcin de sus valo


res. [...} los valores limitan y definen la distribucin [de
las aldeasl en trminos estructurales y proporcionan un
conjunto diferente de distancias (1997:127). As, un gru
po tnico ubicado en dos barrios diferentes de una
ciudad o dividido por una frontera poltica puede es
tar estructuralmente ms prximo entre s que con los
grupos fsicamente ms cercanos. Puede observarse una
relacin con los conceptos de espacio social y geogr
fico en Bourdieu (1987).
El espacio comunica, produce sentido. Hall propuso
denominar proxmica al estudio de la percepcin, uso
y significacin del espacio por el ser humano (vanse
1990a: 158 y ss. y 1990b:91 y ss.). Para Hall no hay li
bertad plena para comunicar, ya que cada persona se
encuentra inmersa -parafraseando a Sapir- en un cdigo
secreto que no est escrito y que nadie conoce pero todos
comprenden. Por lo tanto, los pueblos de culturas dife
rentes viven en mundos sensoriales diferentes. No slo es
tructuran el espacio de una manera diferente, sino que lo
experimentan de distinto modo porque su sensorium est
programado de un modo diferente (1984:202). Para
Hall el espacio no slo comunica en el sentido ms
bsico, sino que tambin organiza virtualmente todo en
la vida (1990a:viii).
La percepcin, uso y organizacin sociocultural del
espacio puede ser estudiada tanto en una escala macro-
social como microsocial. Los territorios nacionales y urba
nos, su disposicin y jerarquizacin producen sentido.
Por otra pane, la organizacin de las distancias y posicio
nes interpersonales en mbitos acotados (una casa, una
oficina, una escuela) tambin son altamente significativas.

73
A l e ja n d r o G r im s o n

Las historias sociales y polticas de las sociedades de


vienen patrones culturales autoevidentes tanto en uno
como en otro plano.
En las ciudades tambin es variable la organizacin
del espacio en relacin con las clases sociales y(o a los
grupos tnicos. Existen ciudades en las cuales el espa
cio geogrfico fue construido histricamente a partir de
los lincamientos del espacio social, mientras en otras
no existe coincidencia entre el espacio real y el espacio
simblico. Por ejemplo, Buenos Aires es una ciudad que
tiende a imponer una gradiente desde los sectores ms
altos a los ms bajos desde el ro y el norte hacia el sur
y el Riachuelo: cuando uno cruza una de las avenidas
paralelas al ro (Libertador, Santa Fe, paradigmtica
mente Rivadavia, y las paralelas hacia el sur) se va pro
duciendo un descenso de sectores sociales que, si bien
no es automtico y homogneo, produce sentido en la
vida social. Esto puede ser ms claro en el contraste
con Ro de Janeiro y otras ciudades brasileas en las
cuales desde los edificios ms caros pueden observarse
las favelas. En Buenos Aires, el empleado o profesional
de clase media puede pasar meses y aos sin ver las villas
miseria que se ubican fuera de sus circuitos cotidianos.
En Ro de Janeiro, las favelas estn al lado y en frente,
as que para no verlas habra que cerrar los ojos.
Del mismo modo, la convivencia cotidiana en las
Villas Miseria de Buenos Ares entre personas y gru
pos de diferentes pases y provincias contrasta con los
guetos negros de Estados Unidos. Esta relacin entre
territorialidad y etnicidad plantea marcos de sentido
para el ingreso de personas blancas a espacios negros y
conflictos sobre derechos, los cuales han sido tematizados

74
Interculturalidad y comunicacin

en diversas pelculas. La existencia de barrios chinos o


coreanos es relativamente nueva en Buenos Aires, donde
el modelo de convivencia y de conflicto fue justamente el
conventillo, espacio compartido por migrantes de los
pases ms diversos.
La percepcin y el uso del espacio es diferente entre
habitantes de distintas zonas de la ciudad y de diversos
grupos sociales. Sin embargo, hay significados clave
que son compartidos y, por lo tanto, disputados, por
los diferentes sectores como puede ser el centro de la
ciudad, lugar del poder econmico y poltico en el
marco de luchas sociales.

La oposicin entre pblico y privado ha organizado


el espacio en la mayora -si no en todas- de las ciudades
modernas durante siglos: de un lado, la casa; de otro,
la calle, la plaza, el mercado. Entre uno y otro se insti
tuyen lugares semipblicos a los cuales puede acceder
cualquiera que pague: desde un restaurante o bar has
ta el cine o el teatro. Hay actividades que se realizan
exclusivamente dentro de la casa y otras slo fuera. En
la casa, en la familia, no se debe comprar o vender. Gimo
dice DaMatta para Brasil, el comercio est excluido de la
casa como el diablo se excluye del buen Dios (1997:27).
La relacin del espacio privado de la casa con el pblico
de la calle depende de contextos sociales y culturales.
El lmite puede ser abrupto, remarcado por rejas y por
tones, alarmas y varias llaves, o puede ser algo ms di
fuso con las puertas de la casa abiertas de par en par
hasta bien entrada la noche. Cuando habitantes de las
grandes ciudades visitan pueblos pequeos y tranquilos
suelen asombrarse de que las puertas estn permanen

75
A l e ja n d r o G r im s o n

temente abiertas y que, desde la calle, pueda observarse


el interior de los hogares. Se sorprenden de una forma
de lmite difuso entre lo pblico y lo privado. La organi
zacin del hogar tambin presenta variaciones culturales.
Mientras en algunas sociedades las casas tienen un ni
co ambiente, en otras hay una sucesin de divisiones que
establecen distinciones entre espacios ms pblicos y
otros ms ntimos. Del living-room hasta el dormito
rio, pasando por la cocina, se suceden una serie de cla
sificaciones que estipulan qu tipo de persona puede
ingresar en uno y otro.
Los parmetros espaciales estn siendo redefinidos
en la actualidad, tanto por el ingreso de los medios de
comunicacin en el hogar, como por la privatizacin de
espacios pblicos y el desarrollo de la agorafobia (pnico
al espacio pblico). El hecho de que suijan nuevos pa
trones culturales del uso y significacin de los espacios
da cuenta nuevamente de su historicidad.
En sus anlisis de los diferentes usos del espacio en
tre culturas, Hall apunta una diferencia importante entre
cmo los estadounidenses organizan sus oficinas y el
modo en que lo hacen los franceses. Los primeros tien
den a dividir el espacio disponible en partes iguales,
reproduciendo la ideologa igualitarista de la sociedad.
Cuando una persona nueva ingresa en la oficina, todos
debern mover su escritorio un poco para que haya un
espacio igual para el nuevo empleado. Hasta que esto
no se haya hecho, el jefe estar seguro de que la nueva
persona no ha sido integrada en el grupo. En cambio,
segn Hall, los franceses no dividirn el espacio con un
nuevo colega. Le darn un pequeo escritorio en un lugar
oscuro con vsta a la pared. Cuando los estadounidenses

76
Interculturalidad y comunicacin

van a trabajar a Francia quedan desconcertados, dado que


al no darles lugar se remarca una diferencia de status.
Otra diferencia notoria sera que, mientras los estadou
nidenses tienden a colocar sus escritorios cerca de las
paredes y ventanas, y dejan el centro como espacio com
partido (si es que tienen lugar para hacerlo), en las ofi
cinas francesas el centro sera generalmente ocupado por
la persona ms importante, que ejerce un control centra
lizado (vase Hall, 1990a: 171-172).
Del mismo modo, la distancia interpersonal de dos
interlocutores depende, para Hall, de un conjunto de
seales sensoriales codificadas. As, los blancos esta
dounidenses de clase media establecen visualmente la
mayor parte de sus distancias interpersonales. En cam
bio, el sentido olfativo de los rabes contribuye activa
mente a establecer y mantener entre ellos el contacto.
Tienden a permanecer en el interior de la burbuja olfati
va de su interlocutor. En cambio, los norteamericanos
permanecen distanciados (Hall, 1984:226-227).
Esa distancia de los estadounidenses ha producido,
en diferentes situaciones de contacto intercultural, que
se vean obligados a retroceder cuando perciban que
su interlocutor -desde su punto de vista- se acercaba
demasiado. En contrapartida, estos interlocutores tien
den a considerarlos fros, distantes, encerrados en s mis
mos (1984:200). Las distancias interpersonales son
muy variables no slo entre sociedades, sino tambin
segn la edad y el gnero de los interlocutores, as co
mo el tipo de relacin que tienen entre ellos y el lugar
en el que se encuentran. Por ejemplo, en diversas cul
turas se establece una relacin entre mayor edad de los
interlocutores y mayor distancia intrpersonal.

77
A l e ja n d r o G r im s o n

El tiempo
El tiempo, su organizacin y utilizacin, comunica
en planos mltiples. Hall afirma: El tiempo habla. Habla
ms plenamente que las palabras. [...] Como es manipu
lado menos conscientemente, est sujeto a menos dis
torsin que el lenguaje verbal. Puede gritar la verdad
all donde las palabras mienten (1990a:l).
La relacin entre el pasado, el presente y el futuro
es especfica en cada sociedad. Neiburg (1997) seala
que jos mitos nacionales afirman que, para comprender
cada nuevo captulo de la historia, las claves deben bus
carse en el pasado, al mismo tiempo que cada momento
presente exige la formulacin de proyectos para la na
cin. Esa relacin paradoja! con el tiempo produce la
naturalizacin de la nacin como entidad a la vez nueva
y ancestral. Sin embargo, en cada pas la relacin entre
las tres dimensiones es diferente: La centralidad de la
nocin de crisis en los relatos sobre la nacin argentina
y su historia parece colocar esa narrativa a mitad de ca
mino entre dos posibilidades extremas: de un lado, los
mitos nacionales de los Estados Unidos y sus relatos so
bre la realizacin progresiva de un destino de grandeza;
de otro lado, los mitos fundadores del Estado balins y
sus relatos sobre la gradual degradacin de un modelo de
perfeccin situado en un pasado irremediablemente per
dido. Los relatos sobre la crisis argentina tratan como una
anomala la permanencia de una situacin de desintegra-
cin. Escritos generalmente en un tono dramtico, hablan
no slo de la dificultad, sino de la imposibilidad, de
realizar un destino grandioso (Neiburg, 1997:88).
Esta percepcin de la propia realidad nacional como
crisis se vincul a la propia historia poltica y econmica

78
Interculturalidad y comunicacin

de la Argentina. Una economa cuyo crecimiento los


economistas describieron como stop and go (es decir,
avances e interrupciones) vinculada a sucesivos golpes
militares, represin poltica y, posteriormente, a la tam
bin traumtica experiencia de la hiperinflacin, se im
bric con una concepcin temporal cortoplacista. Esta
temporalidad, que concibe las acciones en funcin de
la resolucin inmediata de una situacin que se perci
be permanentemente en crisis, contrasta con otras con
cepciones del tiempo que prevalecen en otros pases.
Para no realizar comparaciones con Europa o Estados
Unidos (que el lector podra reducir a temporalidades
desarrolladas" o subdesarrolladas) sealemos que en
el Brasil la economa y la poltica se piensan en tiempos
ms largos que en la Argentina. As, puede notarse en
la proyeccin diplomtica de ambos pases, donde la
continuidad estatal brasilea contrasta con los vaivenes
gubernamentales y hasta oportunistas que son posibles
en la Argentina. Estas concepciones del tiempo se expre
san en prcticas polticas, econmicas y de diversos cam
pos institucionales.
Segn el anlisis del Hall, los rabes estn tan obse
sionados con el pasado como los estadounidenses con
el futuro. Para remitirse a sus orgenes un rabe hace
referencia a un lapso que puede ir de dos a seis mil
aos atrs. uLa historia es utilizada como base para ca
si toda accin moderna. Lo ms probable es que los
rabes no quieran iniciar una conversacin o analizar
un problema sin desarrollar primero los aspectos his
tricos del asunto. [...] Los estadounidenses rara vez
cuestionan que el tiempo debe ser planificado y los even
tos futuros colocados en una agenda" (Hall, 1990a: 144).

79
A l e ja n d r o G r im s o n

Adems, los estadounidenses especifican cunto tiempo


requiere hacer cualquier cosa (estar all en diez mi
nutos, terminar esto en dos semanas).
En un plano ms general, la organizacin del calen
dario, la divisin en das, semanas, meses, aos, siglos,
milenios, no es universal. Adems, hay das o aos o
cambios de milenio que presentan especial significacin,
tanto en trminos religiosos como nacionales. Para algu
nos pueblos el tiempo no constituye una duracin cuan-
tificable. Los Hopi observan el paso del tiempo cuando el
trigo madura o las ovejas crecen (Hall, 1990a: 143).
En cada contexto cultural una prctica determinada
se asocia a un momento del da. As, para los habitan
tes de Buenos Aires, el horario en que habitualmente
cenan los neoyorquinos (entre las seis y media y ocho)
es asombrosamente temprano. En la ciudad de Buenos
Aires, llamar por telfono a una casa despus de las doce
de la noche (a veces a las once) o antes de las ocho o
nueve de la maana puede ser interpretado como una
situacin de urgencia o para transmitir una mala noticia.
Como ninguna sociedad es homognea, los horarios
de los jvenes difieren de stos, as como hay otras va
riaciones vinculadas a clases sociales. Pero cuando un
telfono suena a las tres de la maana en una casa, la
mayora de las personas probablemente pensarn que
alguien se muri o est muy grave. No son las palabras,
sino la hora en que se realiza una accin la que remite
a ese significado.
El concepto de puntualidad slo existe all donde el
tiempo es cuantificable y agendable, e incluso en esas
sociedades es muy variable. Es conocida la frase estadou
nidense time is money y su impacto en la organizacin

E0
Interculturalidad y comunicacin

del tiempo cotidiano en ese pas. La puntualidad cons


tituye un supuesto de las relaciones humanas, especial
mente las laborales, y la impuntualidad se vincula a
falta de respeto o a actitudes poco civilizadas. El surgi
miento de la puntualidad como norma social, como
moral, se vincula a lo que Hall denomina culturas mo-
nocrnicas, culturas de agenda y reloj, de produccin
estructurada. Hall establece toda una gradacin del mo
do de disculparse comn y corriente en Estados Unidos
cuando alguien llega tarde. En una sociedad extrema
damente puntual, el pedido de disculpas comienza a los
cinco minutos (exactos) y las explicaciones aumentan
cuanto mayor sea el tiempo de demora. A los cuatro mi
nutos (superado el lmite de tres pero antes de los cinco)
la persona esbozar una disculpa pero rara vez termina
r la frase (Hall, 1990a: 147). Esta costumbre lleva a los
estadounidenses a interpretar equivocadamente en el
extranjero las llegadas tarde de sus interlocutores. Por
ejemplo, en varios pases los embajadores de Estados
Unidos deben aguardar casi una hora la llegada de los
diplomticos locales. Estos ltimos, segn su propia
nocin del tiempo, sienten que no pueden llegar exac
tamente en hora; esa puntualidad puede ser interpretada
localmente como un acto de abandono de su libertad
de accin hacia los Estados Unidos. Pero no desean ser
insultantes -una hora tarde sera demasiado- as que
llegan cincuenta minutos tarde (dem: 147-148).
En muchas sociedades, puede haber encuentros de
negocios o amorosos en los cuales uno de los interlocu
tores considere que lo ms conveniente para su propia
posicin es hacerse esperar. En cada sociedad la pun
tualidad cambia segn los contextos y las personas.

81
A l e ja n d r o G r im s o n

Depende del tipo de encuentro (negocios, trabajo, una


cena, una fiesta), el lugar (una oficina, una casa, la calle)
y la relacin y status de los individuos. Pero en muchas
sociedades existe algn criterio para cada situacin,
que establece que alguien llega demasiado tarde. Al
igual que sucede con el espacio, el uso culturalmente
incorrecto del tiempo puede ofender al interlocutor.
En la Argentina existen expresiones espaciales como
dejar clavado y plantar, que dan cuenta de la inmo
vilidad de quien espera y que aluden a situaciones de
ofensa temporal.
Tambin, hay sociedades en las cuales llegar puntual*
mente a ciertas situaciones constituye un error. En listas
de recomendaciones para empresarios estadounidenses
que hacen negocios en Brasil se les sugiere llegar por l
menos media hora tarde a cualquier tiesta o encuentro
nocturno al cual lo inviten. Es que no pocas personas
llegaron exactamente a la hora sealada y encontraron al
anfitrin envuelto en una toalla, saliendo del bao. Pero
en otras sociedades, comqf ntre los Sioux, no existen
palabras que signifiquen llegar tarde o esperar.
Otra dimensin relevante, se refiere al ritmo o veloci
dad de la vida social. En algunas sociedades las urgencias
se relacionan con graves estados de salud o peligros
para una cosecha, mientras en otras constituyen el mo
do cotidiano de trabajo en una oficina. De ese modo,
mientras hay sociedades en las que sus miembros rara
vez se encuentran apurados, hay otras en las que parecie
ra que todos estn permanente a las corridas. Cun
lenta" o cun vertiginosa sea la vida de una sociedad
depende del punto de vista desde el que se la mire.
De todos modos, esta cuestin del ritmo constituye

82
Interculturalidad y comunicacin

Un tpico malentendido en interacciones comerciales,


polticas o de otro tipo entre personas de grandes y pe
queas ciudades.

Kinsica
La kinsica se refiere al conjunto de los movimientos
corporales: gestos, posturas, movimientos de brazos,
manos y piernas, expresiones faciales. La preocupacin
sobre el cuerpo tiene una larga historia en el pensa
miento social que no es posible abarcar aqu. En 1936,
Marcel Mauss publica el ensayo Concepto de la tcnica
corporal, en el que busca mostrar que el andar, que el
nadar como las dems cosas de ese tipo, son especficas
de determinadas sociedades. El cuerpo es el objeto y
medio tcnico ms normal del hombre y las tcnicas cor
porales son a la vez tradicionales y eficaces (1991:342).
Mauss enumera algunos principios de clasificacin de
estas tcnicas (segn el sexo, la edad, el rendimiento)
y propone algunas biografas de tcnicas ligadas al ciclo
vital. Durante la Primera Guerra, ejemplifica, cuando una
divisin francesa sustitua a una inglesa o viceversa de
ban cambiar todas las layas (pala de hierro para remover
la tierra) ya que ningn grupo conoca la tcnica para usar
la herramienta del otro. Algo similar sucedi cuando un
regimiento ingls se dispuso a marchar con una banda
francesa y ambas tcnicas se revelaron incompatibles.
Mauss presta especial atencin a la forma de andar de
las mujeres y apunta que tas mujeres maores educan
sus hijas para realizar el onioi, un descuidado balan
ceo del cuerpo. Tambin seala que, a travs del cine,
las mujeres francesas de su poca imitaban el modo de
andar de las mujeres estadounidenses.

83
A l e ja n d r o G r im s o n

A fines de los aos treinta, Norbert Elias dedicaba uno


de los dos volmenes de El proceso civilizatorio al an
lisis de la transformacin histrica del comportamiento
humano. En su historia de las maneras (cuyo captulo
sobre el comportamiento en el dormitorio tambin po
dra incluirse, en parte, en la proxmica), Elias presta
atencin al modo de sonarse la nariz, la compostura
en la mesa y el modo de escupir, entre otros modales en
transformacin entre los siglos xvi y xvm. Aunque el
vasto y detallado trabajo de Elias no puede resumirse
aqu, vale la pena remarcar dos elementos. Por una par
te, constituye una de las obras que analiza la transforma
cin de los comportamientos histricamente, revelando
los procesos a travs de los cuales las personas tienden
a incorporar ciertas reglas sociales. Por otra parte, Elias
da cuenta de cmo estos modos de comportamiento
presentan variaciones fundamentales dentro de una mis
ma sociedad y, de ese modo, permite mostrar cmo la
nacionalidad o etnicidad es slo un factor que tiene in
fluencia en el estilo de vida.
El desarrollo de una perspectiva de investigacin del
cuerpo ligada a la comunicacin corresponde a la univer
sidad invisible". En primer lugar, el estudio de Bateson y
Mead sobre el carcter balins puso de manifiesto la
relevancia del cuerpo en la inculcacin de los modelos
culturales. Es a travs de los contactos con la madre,
as como de la marcha y la danza, como el nio balins
deviene un miembro de su cultura. En rigor, el concepto
batesoniano de doble vnculo surge de la combinacin
de proxmica y kinsica (adems de la aplicacin de
los tipos lgicos): la madre se retira, por lo tanto el hi
jo se aleja; frente a esto la madre simula acercarse y, en

84
nterculturalidad y comunicacin

consecuencia, el hijo se acerca. Acercarse y alejarse puede


ser tanto una cuestin espacial como kinsica y tctil9.
En segundo lugar, la obra de Birdwhistell se con
centra especficamente sobre el cuerpo. Uno de sus
primeros descubrimientos es que, cuando una persona
que habla dos lenguas diferentes pasa de hablar una a
hablar otra, al mismo tiempo cambia su lenguaje corpo
ral. Cada cultura y cada contexto dentro de ella elabora
movimientos corporales y significaciones especficas.
En ese marco, el proyecto de Birdwhistell fue descifrar
el cdigo -anlogo al lenguaje verbal- de la kinsica:
sus unidades y su gramtica. Sin embargo, finalmente se
declar incapaz de descubrir algo semejante. De ah que
dej de ser concebible estudiar aisladamente el lenguaje
o la gestualidad, ya que ambos forman parte del proceso
comunicativo. No existe algo as como una significacin
de un gesto, sino que el gesto se integra en un sistema
interaccional de mltiples canales, que se confirman
o se invalidan mutuamente (Winkin, 1984:75; vase
Birdwhistell, 1984).
Otros autores recogieron estas preocupaciones y
desarrollaron nuevos conceptos. Ekman propuso dis
tinguir una serie de operaciones kinsicas. Por ejemplo,
denomin emblemas a los gestos realizados con las ma
nos que tienen una traduccin verbal literal: la imitacin
de una pistola con la mano con el ndice estirado y el
pulgar hacia arriba, la flexin del brazo con la mano

9 La hiptesis del doble vinculo" se relaciona, inicialmente, con


situaciones familiares en las cuales sucesivos mensajes de la madre
dejan apresado al hijo en una situacin de "doble coaccin que
puede derivaren el desarrollo de sntomas esquizofrnicos (vanse
Bateson, 1976c; Winkin, 1984:39-44)

85
A l e ja n d r o G r im s o n

cerrada hacia arriba y la otra mano apoyada en el con


tracodo que suele traducirse de ac, el dedo mayor
estirado con la mano cerrada invertida (fuckyou), entre
centenares de emblemas. En cambio, los ilustradores
son aquellos movimientos de las manos y los brazos que
acompaan al lenguaje verbal para acentuar o comple
mentar lo que se est diciendo. Por ejemplo, realizar
una imploracin y colocar las manos en posicin de rezo,
entregar un conjunto de instrucciones o argumentos
moviendo la mano de arriba hacia abajo sucesivamente
con el ndice estirado, golpear el puo cerrado contra la
mesa para acentuar una protesta, abrir ambas manos ha
da ios costados y levantar los hombfos para acentuar no
entiendo o ni idea, entre muchos otros.
Todas los seres humanos utilizan cierta cantidad
de emblemas e ilustradores, aunque los gestos y sus
significados varan enormemente entre culturas. Mu
chas culturas tienen gestos especficos para insultar a
los otros y para comunicar obscenidades. Sin embargo,
segn Archer, no existen gestos obscenos nativos de
los Pases Bajos.
La forma de decir ok o tuda bem en diversas cul
turas es colocar el pulgar hacia arriba y la mano ce
rrada. En otros lugares, como Estados Unidos, ok se
dice creando un crculo entre el pulgar y el ndice con
el resto de la mano abierta. En Colombia, si ese circul
es colocado alrededor de la nariz constituye un signo
de homosexualidad. En Estados Unidos, cruzar el n
dice y el mayor de la misma mano significa cercana o
amistad, mientras en Argentina se realiza para pedir
suerte o para solicitar la interrupcin de un juego de
nios (pido).

86
Interculturalidad y comunicacin

Una dimensin clave de la kinsica se refiere a las


expresiones faciales. Aunque todos los seres humanos
ren, lloran, se asustan, se alegran, las expresiones pre
sentan ciertas variaciones, as como la intensidad y el
contexto en el que esas expresiones pueden manifes
tarse. Birdwhistell sealaba que asi como no hay palabras
universales, tampoco hay movimientos corporales, expre
siones faciales o gestos que provoquen respuestas idnti
cas a lo largo del mundo. (Neuliep, 2000:242, n. 31).
Adems de que los gestos que expresan temor, congoja,
alegra, en s mismos presentan variaciones, en cada cul
tura las personas tienden a regular esas expresiones de
emocin de modo diferente en presencia de otros.
Mientras en muchas culturas cuando dos interlocu
tores dialogan en copresencia se miran a los ojos, en
sociedades asiticas (como Corea del Sur y Vietnam)
est prohibido que dos personas de diferentes status se
miren directamente a los ojos. Ms bien, la persona
de status inferior debe evitar la mirada a los ojos ya
que ese gesto sera interpretado como falta de respeto
o desao. Del mismo modo, debe recibir cualquier co
sa que la otra persona le entregue con ambas manos y
realizando un gesto con la cabeza.
Si ninguna cultura es verdaderamente homognea (y
esa sensacin equivocada slo se produce cuando uno
mira desde lejos y sin comprender su lgica), tampoco
ninguna cultura o grupo es una suma de individuali
dades diferentes. Por lo tanto, debemos aprender a
percibir que si los japoneses ren de manera diversa,
esas diferencias estn hasta cierto punto organizadas por
ciertos padrones culturales (y esa organizacin se reve
la por comparacin). Si esos padrones no existieran,

87
A l e ja n d r o G r im s o n

no habra nada de especfico en la confusin y el es


tigma intercultural. Y si el lector duda de que exista esa
especificidad, podemos pasar de la risa al beso: una ac
tividad que justamente, por implicar el contacto de dos
cuerpos, se encuentra altamente normatizada y organi
zada en cada cultura.

El tacto
Tocar a otra persona es una forma de comunicacin.
Quin puede tocar a quin, en qu lugar del cuerpo y en
qu contexto varia mucho entre culturas y en el interior
de stas segn la edad, el sexo, la relacin. Se ha pro
puesto que hay culturas de contacto y sin contacto. Esta
divisin, por cierto esquemtica, alude al hecho de que,
mientras tocar a otro (abrazar, besar, dar palmadas o
caricias en la cabeza) es comn en algunas sociedades,
es fuertemente desalentado en otras. Si en algunas cul
turas asiticas existen normas que prohben muestras
pblicas de afecto e intimidad que incluyan el tacto,
para un latinoamericano es difcil aceptar que Estados
Unidos sea una cultura de contacto moderado -como
lo pretenden tericos de la comunicacin de ese pas-
(Neuliep, 2000:249). La mayora de las culturas prohben
tocar a otros en ciertos zonas del cuerpo en contextos
pblicos. Por ejemplo, en Sri Lanka la cabeza es consi
derada sagrada y no debe ser tocada por otros. Por lo
tanto, cuando un extranjero acaricia la cabeza de un ni-
flo como gesto de afecto est violando seriamente una
regla de etiqueta (dem:250).
En ninguna de las culturas que conocemos, un in
dividuo puede besar a quien quiere cuando quiera y
como quiera. En la mayora de las sociedades, hasta la

88
Interculturalidad y comunicacin

mxima autoridad tiene restringida su libertad de besar.


Y si pasamos a las personas comunes y corrientes, en
contramos que tienen muy claro e incorporado el ins
tructivo de a quin besar, cundo, dnde y cmo. As,
hay regiones y pases donde dos mujeres conocidas o un
hombre y una mujer conocidos se besan en la mejilla
una, dos o tres veces.
En otras zonas y pases, el beso es un bien suma
mente escaso, restringido para ocasiones de intimidad
muy peculiar, y esto provoca, en situaciones de contacto,
las ms diversas coniusiones. Los migrantes, despus de
una cantidad de errores y frustraciones, pueden volverse
muy rgidos en tomo al respeto de las normas locales.
Del mismo modo que una persona que jams prohibi
ra fumar en su casa en Buenos Aires puede hacerlo en
Nueva York., un argentino puede negarse a besar a una
amiga de la infancia en su trabajo en Londres por el te
mor a que sus colegas consideren una falta de civilidad"
estar besando a otra persona en el pasillo. As, muchos
prefieren limitarse a un "hi distante o, a lo sumo, es
trechar la mano. El problema de una mxima como
siempre ser mejor esperar a ser besado que besar
consiste en que podra terminarse en una escasez gene
ralizada, adoptando como padrn de comunicacin inter
cultural el de una sola cultura. Creer que es ms violento
besar a alguien en la mejilla que renunciar a hacerlo (o
ser rechazado por intentarlo) puede ser un prejuicio
cultural con bases etnocntricas reconocibles.
La importancia de no convertir padrones culturales
en estereotipos se refiere justamente al hecho mismo
del conocimiento de una cultura y al concepto mismo de
cultura. Una frase como los argentinos besan de tal o

89
A l e ja n d r o Gr jm s o n

cual manera tiene, al menos, dos problemas. El primero


es que presupone una identidad entre la cultura y la
nacionalidad, sentido comn muy extendido pero fa
laz. Justamente, en el caso de la Argentina no hay un
padrn homogneo de besos. En Buenos Aires, los co
nocidos se dan un beso en la mejilla, mientras que en
Misiones se dan dos, alternando las mejillas. En ese
sentido, averiguar si en un pas hay un padrn estable
cido homogneo del beso puede informarnos sobre
otras cuestiones vinculadas al grado de uniformizacin
de sus prcticas culturales. En el caso de la Argentina,
as como no hay un modo nico de besar, tampoco hay
una msica nica.
El segundo problema es que las culturas cambian a lo
largo de la historia. El modo en que se besa actualmen
te en un lugar es, necesariamente, un modo histrico,
contingente. En Buenos Aires, por ejemplo, a mediados
de los aos ochenta se introdujo un nuevo modo: se
habilit y promovi espontneamente que los hombres
que mantuvieran una relacin de amistad se besaran
entre s. As se inaugur el beso entre hombres que
anteriormente se encontraba restringido a la relacin
padre-hijo en ciertos sectores y, antes que eso, comple
tamente prohibida. Testigos de aquel momento de trans
formacin, al ver repentinamente que dos hombres vio
laban una regla y se comportaban como si uno o los
dos fuera una mujer (porque slo haba beso si haba
al menos una mujer en el escenario), reconocen su
inicial azoramiento y sospecha. Esa sensacin de ex-
traeza, compartida por muchos, se mantuvo hasta el
momento en que cada uno adopt el nuevo padrn y co
menz a besar a sus amigos. Unos quince aos despus,

O
Interculturalidad y comunicacin

cuando el beso entre hombres era el ms elemental


sentido comn, los problemas se plantean cuando se
viaja fuera del pas. As, un argentino que migra a Brasil
se enfrenta con reacciones de espanto si intenta besar
en la mejilla a sus amigos varones y se ver obligado a
regresar al (para l) antiguo hbito de estrecharse las
manos. Como estrecharse las manos, en ambos pases,
es una prctica asociada a situaciones de formalidad,
las personas suelen apelar al recurso de estrechrselas
de un modo que se diferencie de la tpica situacin de
oficina: en vez de colocar el brazo recto hacia adelante y
hacia abajo y tomar la palma del otro manteniendo el
pulgar en posicin superior, el brazo se dobla tomando
la mano del otro a la altura de los hombros y donde ca
da palma toma la parte inferior del pulgar del otro.
El carcter histrico del modo de besarse, as como
de toda la comunicacin tctil, implica que puede ser
mejor decir los porteos se estn besando de tal o cual
modo antes que decir los argentinos se besan as.
Anlisis similares podran desarrollarse sobre las varia
ciones de besos en la boca, los diferentes abrazos, los
bailes en que las personas se tocan y la diversidad de
relaciones sexuales.

Otros canales de la comunicacin no verbal


Incluso cuando una persona habla y su cuerpo re
sulta invisible para el interlocutor (por ejemplo, en el
telfono o en la radio o con una pared de por medio),
slo una parte del sentido surge de las palabras. El dis
positivo paralingstico es al menos tan importante co
mo el lenguaje verbal. El tono, el ritmo, la velocidad,
la articulacin y la resonancia de la voz son elementos
A l e ja n d r o G r im s o n

fundamentales. Las vocalizaciones paralingsticas inclu


yen el grito, el llanto, la risa, el eructo, tragar, suspirar.
El silencio es un elemento paralingstico de gran im
portancia que presenta grandes variantes de significacin
entre las culturas. Por ejemplo, en China el silencio
puede significar mantener el control social en una si
tuacin y, en ese marco, las habilidades verbales no son
especialmente valoradas y pueden ser consideradas in
morales (Neuliep, 2000:217). A los nios se les ense
a a ser cuidadosos en el uso de las palabras. Y suelen
decir que es ms conveniente usar los odos y los ojos
ant&que la boca. Muchas de las diferencias aparen
temente lingsticas entre idiomas on paralingsticas:
sonidos que existen en una lengua y no en otra, inflexio
nes, o el significado de los tonos.
Los olores y sus significados son muy diversos. En
muchas culturas occidentales (aunque no en todas por
igual) los olores naturales del cuerpo humano se consi
deran poco correctos y placenteros. De hecho, existe un
amplio dispositivo de civilizacin de los olores del cuer
po. Los olores pueden tener un papel significativo en la
construccin de relaciones de poder en diferentes socie
dades. En el lenguaje se edifican metforas que hacen
alusin al menosprecio o la desconfianza hacia grupos
diferentes en relacin al olor10. Classen ha comparado
la gran conciencia olfativa de las sociedades no occi
dentales con la tendencia a la desodorizacin que se
manifiesta en Occidente (1993). Su inters radica en el
uso de los olores como modos de categorizacin de

10 Una revisin bibliogrfica de estudios sociales de los olores


puede encontrarse en Larrea Killinger (1997:27-54).

92
Interculturalidad y comunicacin

identidades y alteridades. En la construccin de barreras


sociales se despliega un simbolismo olfativo y la clase
dominante establece y se reserva el buen olor mientras
atribuye et mal olor a las clases subalternas (vase
Synnott, 1996). De hecho, la posicin de subalternidad
ser ratificada simblicamente cuando los sectores po
pulares tengan normas diferentes o no puedan cumplir
las normas hegemnicas. Georg Simmel escribi que
parecera imposible que un negro fuera alguna vez a
ser aceptado en la clase alta en Estados Unidos debido
a su olor corporal y conclua que la idea moral de ar
mona e igualdad entre las diferentes clases y razas se
da de bruces contra el muro de repugnancia insupera
ble que crea el sentido del olfato (Simmel, 1912, citado
en Neuliep, 2000:253).
Burke (1996) ha escrito una notable etnografa his
trica mostrando el entrelazamiento entre la penetra
cin colonial en Zimbawe y la poltica explcita para la
transformacin de los hbitos corporales. El colonialis
mo y la introduccin del uso del jabn (y una variedad
de cremas) fueron parte del mismo proceso que impli
c a su vez desterrar prcticas tradicionales como el
uso de ciertas tierras u otras sustancias para el cuerpo.
As, los procesos de incorporacin y los proyectos de
civilizacin y colonizacin son, en una dimensin,
polticas de higiene, limpieza y olor.
En estas y otras dimensiones de la comunicacin (la
vestimenta, los sabores, etc), conocer y comprender los
modos de proceder de una sociedad implica estudiar y
contrastar tres dimensiones fundamentales: la norma, el
discurso y la prctica. Las reglas pueden encontrarse
escritas o ser oralmente enunciadas como prescripciones.

93
A l e ja n d r o G r im s o n

Este deber hacer no siempre se corresponde ni con lo


que los individuos dicen que hacen ni con lo que efecti
vamente hacen. A esta ltima dimensin slo puede ac-
cederse a travs de la observacin directa en campo.
Las personas pueden considerar que deberan proceder
de tal modo -o saber que as se establece en su grupo
social- pero no poder o querer actuar de ese mismo
modo. Antes de establecer generalizaciones, es conve
niente tener presente que lo que las personas dicen y lo
que las personas hacen no siempre coincide. Para reco
nocer esas fisuras habr que saber cmo actan las per
sonas frente a los imponderables de la vida real (para
usadla clebre expresin de Malinowski). En ello con
siste el desafo de comprender una cultura diversa, un
cdigo que pareca misterioso e inaccesible.
C a ptulo 3
P o s ib il id a d e s y d if ic u l t a d e s
ANALTICAS

Este captulo se dedica a considerar los problemas


y posibilidades de aplicacin de una perspectiva inter
cultural en los procesos comunicativos. En primer lugar,
se discutirn marcos y dificultades conceptuales en la
definicin de campos y unidades analticas, asi como
de dimensiones comunicacionales. En segundo lugar, se
proponen algunos ejemplos de estudios desarrollados
en diversas reas.
El primer inconveniente para una aplicacin emp
rica se refiere justamente a cmo definir una escena in
tercultural. Cules son los criterios que nos permiten
establecer que dos personas o grupos se constituyen
como diferentes en una situacin de interlocucin? Esta
cuestin se relaciona a su vez con la variedad de escena
rios, virtualmente ilimitados, en los que pueden analizar
se los problemas del contacto intercultural. Personas
y grupos con historias sociales y rutinas incorporadas
diferentes interactan en lo? procesos migratorios, en los
proyectos de coordinacin entre empresas, en el turismo,
en mbitos diplomticos, en las fronteras, en procesos
de colonizacin y descolonizacin, y muchos otros pro
cesos socioculturales. Las dificultades de comprensin,

95
A l e ja n d r o C r im s o n

la produccin de estereotipos, las manifestaciones etno-


cntricas y xenfobas, los conflictos materiales y sim
blicos se procesan, simultneamente, en espacios de
comunicacin directa, cara a cara, como en espacios
tecnolgicamente mediatizados. Es decir, el contacto en
tre personas y grupos que perciben como naturales usos
y significados diferentes del espacio, el cuerpo, la palabra,
el tacto y otros elementos de la comunicacin, se produ
ce tanto en situaciones de copresencia fsica como en
marcos de distancia espacio-temporal.
As, podemos concebir cuatro campos de investiga
cin utilizando dos criterios: el tipo de comunicacin
-directa o mediatizada tecnolgicamente- y la escena
comunicativa -dentro del espacio del grupo sociocul
tural o con otros grupos sociales y culturales-. De los
cruces entre ambos criterios surgen cuatro tipos ideales
de mbitos de investigacin para estos procesos: los de
comunicacin directa intra e intercultural, y los de co
municacin tecnolgicamente mediatizada intra e in
tercultural.

Upo de comunicacin

Directa Meditica

Intracultural A) Territorios grupa- B) Canales de tele


te (barrios, dubes), visin, emisoras
| festividades y radiales y publica
actividades rituales, ciones destinadas a
organizaciones grupos Identitarios
5
E
S Intercultural Q Trabajo, escuela. D) Televisin, radio,
espacios pblicos Internet otros
urbanos, lugares medios
1 tursticos, transpor
tes pblicos

96
Interculturalidad y comunicacin

A estos cuatro mbitos los denominaremos campos


analticos. Con la finalidad de facilitar la comprensin
de este captulo, y sin pretensin alguna de crear un vo
cabulario, llamaremos unidades analticas a los grupos
que interactan (migrantes peruanos y empresarios co
reanos, mxico-americanos y mexicanos, empleados
japoneses y ejecutivos estadounidenses, etctera).
Un cuadro similar a ste fue propuesto por el autor
en el estudio sobre la migracin boliviana en Buenos
Aires (Grimson, 1999). Aqu se desarrollan elementos
ms abarcativos y se explicitan criterios para su utiliza
cin. Especialmente, se procurar evitar los riesgos que
implicarla considerar a las unidades analticas como
objetivas, dadas de una vez y para siempre, esencializan-
do relaciones social e histricamente situadas. Guber
ha planteado que esta clasificacin de tipos ideales pre
supone que todas las instancias de comunicacin de los
bolivianos en Buenos Aires son intra e interculturales
(1999:668). As, la peculiaridad de las relaciones que
mantienen estos migrantes con la sociedad receptora
residira en la bolivianidad y se corre el riesgo de jerar
quizar excesivamente lo tnico en detrimento de otras
pertenencias como la clase, las zonas de residencia, etc.
La pretensin de tipologizar el conjunto de las interac
ciones con bordes precisos y estables a partir de una
variable cultural puede terminar esencializando las re
laciones sociales y los procesos de identificacin. Esta
crtica es til para sealar una serie de advertencias sobre
posibles errores conceptuales en el uso de un marco
analtico de este tipo.
En primer lugar, ningn esquema puede abarcar la to
talidad de las interacciones de ninguna persona o grupo

97
A l e ja n d r o G r i m s o n

humano. Este esquema puede ser productivo cuando las


preocupaciones del observador se dirijan a comprender
malentendidos y conflictos (campo intercultural), as
como procesos de reafirmacin e invencin de identi
ficaciones (campo intracultural). En segundo lugar, este
cuadro debe comprenderse como un esquema construido
por el analista. En los procesos sociales, en la vida cotidia
na estos cuatro modos se encuentran profundamente
interrelacionados. La inclusin de una prctica cultural
en uno de estos campos se vincula a un anlisis de la
prevalencia de un tipo sobre los otros y no a relaciones
de exclusin.
El problema ms importante a tener en cuenta es
cul es el criterio para establecer la distincin entre lo
inter y lo intracultural. El riesgo que advierte Guber
es que el observador establezca tipologas de unidades
humanas con culturas diferentes y grupos homog
neos cuyo contacto se derivara mecnicamente en co
municacin interculturar y cuya ausencia de contacto
deriva en comunicacin intracultural. Esto supondra
un grave error terico (y eventualmente poltico).
Cul sera, acaso, el criterio objetivo para definir
esas unidades discretas? En los captulos 1 y 2 el lec
tor habr encontrado suficientes argumentos para
descartar la hiptesis de que una nacionalidad cons
tituye una cultura. Esto implica que no podremos
presuponer que los argentinos que viven en Estados
Unidos se comportarn de la misma manera y se encon
trarn siempre que salgan de sus casas en situaciones
de interculturalidad. Hemos dicho tambin que las
generalizaciones del tipo los estadounidenses en Bra
sil cometen tal error de comunicacin se refieren a un

98
Interculturalidad y comunicacin

cierto tipo de estadounidense: generalmente, los varones


blancos de clases medias altas.
Por lo tanto, el criterio para establecer la relacin
entre lo inter y lo intracultural debe ser constructivis-
ta. Slo en algunas circunstancias histricas, sociales y
polticas un conjunto de personas que migr a otro
pas o que fue excluida de los modelos de nacionaliza
cin (como muchas poblaciones indgenas), decide or
ganizarse y manifestarse pblicamente en trminos
identitarios. Es cierto que muchas personas que nacie
ron en la Aigentina y migraron a Estados Unidos toman
mate y suelen comer un promedio de carne mayor que
otras personas. Tambin es cierto que concurren, por
ejemplo, a un concierto de Marta Argerich o a espectcu
los musicales o teatrales de argentinos. Sin embargo, es
notable que no existan asociaciones civiles permanentes
y relativamente poderosas de inmigrantes argentinos
en casi ningn pas (algunas existieron durante el exi
lio poltico de finales de los aos setenta pero tuvieron
corta duracin). Algo similar sucede con muchos mi
grantes que tienden a no desarrollar una reivindicacin
pblica y peridica de sus afiliaciones tnico-nacionales.
Por ejemplo, en la Argentina hay una migracin lim
trofe constante desde el siglo xix y, sin embargo, slo
en la segunda mitad del siglo xx comenzaron a realizar
grandes festividades pblicas. Las organizaciones y sus
actividades pblicas slo en algunas circunstancias
asumen como principal criterio la nacionalidad. Si los
espaoles en la Argentina se oiganizaron en gran medida
en funcin de las regiones (como vascos, asturianos, ga
llegos), en algunos lugares de Estados Unidos hay barrios
y organizaciones de latinos (es decir, latinoamericanos).

99
A l e ja n d r o G r im s o n

La existencia o no de esos rituales y organizaciones,


as como sus caractersticas, da cuenta a la vez de la re
lacin entre ese grupo y la sociedad en la que viven y
de la relacin entre ese grupo y la gente que se qued
en su zona de origen. As, la nacionalidad (y la etnici-
dad) es una entre otras posibilidades de identificacin,
si es que ha de haber alguna que los diferencie de la
sociedad mayor.
En trminos ms amplios, debemos insistir en que
la conmensurabilidad absoluta -si es posible- es ms
una excepcin que una caracterstica de la comunica
cin humana. Sin embargo, las personas no tienden a
identificar todas las dificultades de comunicacin con
cuestiones de cultura, historia e identidad. Por otra
parte, es muy comn que personas que hablan idiomas
distintos y que tienen hbitos diferentes, puedan com
prenderse rpidamente (al menos de modo parcial) si
tienen ciertos objetivos comunes. Por qu algunos se
entienden y otros no? Por qu no se comprenden? A
qu lo adjudican? Los propios actores de la interaccin
pueden explicitar la existencia de conflictos o pueden
tender a agruparse e identificarse con otros que ocupan
posiciones similares en un escenario comunicativo. A
travs de discursos y de prcticas, los actores sociales
definen una escena como endo o intergrupal. Una gran
cantidad de esas definiciones en la sociedad contem
pornea se constituyen como intra o interculturales,
utilizando variables tnicas, nacionales, de clase, gene
racionales o de gnero.
Por lo tanto, no siempre que dos personas o grupos
de nacionalidades o etnicidades u otras afiliaciones
contrastantes se encuentran e interactan se plantean

100
Interculturalidad y comunicacin ' #/vk

problemas interculturales. Hay infinidad iie



mv O
st^
r
j& er Jv?

en las cuales los interlocutores ponen toap ay empeo J;
y logran superar los escollos de asimetras designifica-
cin. En otros contextos, sin embargo, estos esfuerzos
fracasan y los participantes de la escena comienzan a
manifestar esas dificultades, explcita o implcitamente.
En otras situaciones, muy diferentes de estos fracasos,
uno o ambos participantes no realizan ningn esfuerzo
por comprender al otro y, ms bien, desarrollan estra
tegias de distincin y segregacin.
A pesar del carcter analtico del cuadro, las perso
nas tienden a distinguir - a veces explcitamente- el
marco comunicativo en el cual se encuentran. Un mi
grante se comunica y comporta de un modo diferente
cuando est en presencia exclusiva de otras personas
que considera parte de su grupo, que cuando est in-
teractuando con personas de la sociedad receptora,
especialmente si stas lo tratan como si fuera inferior o
si tuviera menos derechos. Del mismo modo, muchos
habitantes fronterizos actuarn de distinta manera en
su pas que si cruzan la frontera. Un ejecutivo tambin
se desenvuelve de un modo diferente en su pas que
cuando viaja a una sociedad de la que no conoce sus
pautas culturales. De ese modo, las definiciones y ac
ciones de los actores son fundamentales para precisar
cmo ellos mismos conciben una escena comunicati
va como intercultural.
Otra cuestin importante se refiere a cmo defi
nir cules son las dimensiones comunicacionals
que conviene considerar. Las dimensiones comuni-
cacionales se refieren al idioma, el espacio, el tiempo y
otros aspectos sealados en el captulo 2, habitualmen-

101
A l e ja n d r o G r im s o n

te denominados canales de comunicacin. La multi-


dimensionalidad de la comunicacin hace virtual-
mente infinitos los aspectos analizables. Nuevamente,
la solucin a estos dilemas se encuentra en los propios
actores. Cuando se generan malentendidos o conflic
tos, los actores involucrados a travs de sus discursos
y prcticas definen los rasgos diacrticos", esto es,
aquellos elementos que, en ese contexto relacional
especfico, aparecen como mutuamente contrastantes.
Es decir, el observador nunca debe proceder desde
una supuesta compilacin objetiva" de una y otra
cultura", por otra parte inacabable, sino que debe
concentrarse en la relacin especifica y en los ele
mentos (lingsticos, espaciales, kiijsicos y de otro
tipo) que son resaltados por los propios participan
tes. Esto se vincula a que ningn elemento es propio o
caracterstico de una cultura en trminos objetivos,
sino que un aspecto aparece como diferenciador en
una relacin especfica de contraste. Por ejemplo,
los argentinos pueden utilizar el mate para distin
guirse de cualquier sociedad europea. Sin embargo,
no servir en s mismo para distinguirse de Uruguay,
Paraguay o del sur de Brasil. Aunque en estas zonas
tambin se realiza el ritual del mate, si un grupo de
personas nacidas en la Argentina pretende distin
guirse, tambin encontrar el modo de hacerlo: se
utilizar el contraste mate amargo/mate dulce, se ha
r referencia al tamao del recipiente, a la tempera
tura del agua o al tipo de yerba. Siempre que un
grupo de personas quiera, encontrar algn aspecto
para diferenciarse de otro grupo y, cuando el rasgo"
sea ms difcil de encontrar en la vida cotidiana, lo

102
Interculturalidad y comunicacin

inventar". Del mismo modo, un investigador que


presuponga que no habr conflictos culturales o ma
lentendidos entre dos poblaciones ya que comparten
la lengua y la tradicin" comete el pecado de presupo
ner algo que debe observar en los actores mismos, El
acento y otros elementos paralingsticos, as como
otras dimensiones, pueden ser rasgos centrales y siste
mticos de distincin y segregacin o resultar irrelevan
tes. Son circunstancias sociales y polticas, y el modo
en que los actores viven esas circunstancias en el
marco de contextos relacinales especficos, los que
definen si una dimensin resulta diferenciadora o
aglutinadora de personas y grupos.
En la medida en que los recursos de investigacin
son limitados, es imprescindible focalizar de manera
especfica en algunos de los campos analticos o bien
en algunas de las prcticas comunicativas incluidas en
cada una de ellas. Esta ltima opcin permite construir
una visin ms abarcativa de las diversas instancias en
que se procesan las identidades. El observador puede

11 La invencin de rasgos tpicos e incluso de categoras iden-


titarias, tal como se usa aqu, pretende subrayar el carcter contingen
te de los procesos sociales y culturales. En algunos trabajos recientes
puede percibirse un uso de conceptos como construccin" o inven
cin* que parecen implcitamente denunciar* el carcter falso de ios
esencialismos. Desde nuestra perspectiva, el carcter ficcional de
los imagnanos sociales no refiere a cuestiones de verdad/falsedad,
sino a gnesis histrico sociales. Por otra parte, cabe sealar que -en
la medida en que se articulan con tas necesidades sociales de su propia
poca- esos inventos culturales adquieren una vida social significati
va y un poder de modulacin de acciones individuales y colectivas. Si
pueden ser ubicados, con pretensin taxonmica, en una dimensin
simblica es porque no hay una separacin ontolgica y real en
tre esas categoras identitarias y la materialidad de la vida social.

103
A l e ja n d r o G r im s o n

predefinir un conjunto de elementos en los cuales focali


zar, a partir de preocupaciones tericas o presupuestos
empricos. Sin embargo, el punto crucial es que esas
definiciones previas deben ser abiertas, modificadas y
validadas a partir de las situaciones especficas. En sn
tesis, la definicin de campos de aplicacin y unidades
analticas se relaciona directamente con los usos y de
finiciones de los actores sociales.
Por ltimo, este cuadro ofrece otras posibilidades pa
ra la problemtica que estamos considerando. De hecho,
se pueden imaginar terceras dimensiones que lo enri
quezcan. Mencionemos dos: la historia y el carcter
personal o grupal del escenario. Ca^a uno de los cua
tro campos tiene su propia histori. En primer lugar
porque todo grupo tiene un proceso de constitucin
como tal. Ningn grupo ha existido siempre ni existir
para siempre. Ningn conjunto de personas es homo
gneo. Ya sealamos que los contingentes migratorios
devienen grupos sociales que apelan a identificaciones
culturales slo en ciertos contextos histricos. Las fronte
ras polticas slo se convierten en fronteras culturales
en ciertas condiciones sociales y polticas. Las provincias
o regiones de los Estados nacionales pueden constituirse
como movimientos sociales y culturales en el marco de
ciertas relaciones conflictivas con los centros polticos.
Es decir, un cuadro que analice las relaciones intercul
turales entre los migrantes paraguayos y la sociedad
portea, entre los habitantes fronterizos de Chile y Ar
gentina o entre los gauchos del sur de Brasil y los habi
tantes de otros Estados es necesariamente un cuadro
que es posible y analticamente productivo en cierto
contexto y cuyas cuatro dimensiones estn sujetas a

104
Interculturaldad y comunicacin

cambios, rupturas y continuidades. Por lo tanto, el cua


dro no pretende (ni podra) abarcar todas las relaciones
entre personas ni entre sociedades. El cuadro Fue dise
ado para el anlisis de las relaciones entre personas y
entre sociedades que, en ciertos contextos especficos,
se presentan como relaciones entre culturas.
Otra tercera dimensin relevante se refiere al carcter
personal o grupal del escenario comunicativo. Tanto en
un plano inter como intracultural puede haber uno o
ms participantes. Si esa relacin es cara a cara e inter
personal, podremos tener desde la convivencia familiar
o el encuentro con amigos del mismo grupo hasta las
relaciones laborales, escolares, urbanas (generalmente
interculturales). En cambio, cuando se trata de relaciones
grupales, tendremos desde grandes rituales intracultu-
rales hasta guerras entre sociedades que se presentan
como guerras entre culturas. En el plano tecnolgicamen
te mediatizado tendremos desde el telfono y el correo
electrnico en las relaciones interpersonales hasta la te
levisin y la radio en actividades (al menos imaginaria
mente) grupales.

Ejemplos
Los estudios sobre contacto intetcultural, identidades,
movimientos culturales, abarcan una variedad de proce
sos. En funcin del modo en que los analistas construyen
sus objetos pueden presentarse variaciones significativas
en el cuadro de campos, as como ciertos campos pueden
ser especialmente relevantes y otros pasar a un segundo
plano. En el estudio de la migracin boliviana focali
zamos en ciertas prcticas especficas de cada uno de
los campos analticos: el transporte y las comisaras, las

105
A l e ja n d r o G r i m s o n

fiestas patronales y las ferias, las radios tnicas y la re


cepcin de la televisin de aire (Grimson, 1999).
Sin embargo, al desplazarse a las fronteras polticas,
la televisin de aire puede constituir parte del campo
intercultural. Al constituir zonas perifricas durante
dcadas lleg dbilmente slo una seal de televisin
abierta desde las capitales y, a veces, varias seales de los
pases vecinos. Por lo tanto, la televisin abierta era en
gran parte del pas vecino, mientras que el primer impac
to del cable es posibilitar e incentivar el acceso a varios
canales nacionales'* de aire, restringiendo las seales
vecinas. Este proceso se combina de manera compleja
con el nuevo acceso a otros canales extranjeros. En una
ciudad de la frontera franco-alemara durante dcadas
los habitantes compartan la iglesia y la escuela hasta
que los Estados avanzaron en el dispositivo de nacio
nalizacin (Lask, 2000). As, esas instituciones que ha
ban sido mbitos interculturales" -en la medida en que
los habitantes se perciban como mutuamente diferentes-
se transformaron en espacios intraculturales. Algo simi
lar puede suceder con cementerios y hospitales, as como
con rituales y mercados. De ese modo, los campos anal
ticos siempre dependen de un contexto especfico y su
historizacin puede ser una clave analtica para com
prender procesos de fronterizacin" y de etnicizacin.
Los estudios sobre contacto intercultural, identida
des, movimientos culturales y otros procesos anlogos
se han multiplicado en los ltimos aos. Por razones
de espacio, sealaremos unos pocos ejemplos sobre el
uso de los medios por movimientos culturales, inter
pretaciones diversas de textos globales, la publicidad y
los empresarios.

106
Interculturalidad y comunicacin

Movimientos culturales y medios


Los procesos de centralizacin poltica de los Estados
nacionales, con sus correlatos econmicos y culturales,
as como los procesos econmicos y culturales asociados
a la globalizacin, encuentran una de sus contracaras
en la construccin de movimientos sociales y cultura
les de reafirmacin de la localidad y la regin. Entre
esos movimientos, estn los movimientos regionales,
identificados con una provincia o Estado dentro de un
Estado nacin.
Esos movimientos pueden ser estudiados a partir
de un enfoque intercultural. Todos ellos desarrollan un
conjunto de rituales. Al mismo tiempo, en el campo de
la comunicacin directa, es muy comn que esa produc
cin de identificaciones sea parte de dilogos, produccin
de estigmas y contraestigmas en las relaciones intercul
turales (por ejemplo, collas y cambas en Bolivia; vascos,
catalanes o andaluces en Espaa; bahianos y gauchos en
Brasil, entre muchos otros). Aunque los medios de co
municacin en ningn caso podran ser los creadores
o la causa de estos movimientos, es importante desta
car que casi todos los movimientos sociales y culturales
conocidos apelan en distinto grado y de diversa manera
a los medios como parte del engranaje de produccin
y reproduccin simblica de cultura regional".
Es el caso de Rio Grande do Sul, Brasil, y el movimien
to gaucho. Rio Grande do Sul es un Estado heterogneo
en trminos geogrficos, econmicos y socioculturales.
A pesar de esa diversidad interna es frecuentemente
contrapuesto como un todo al resto del pas y mu
chas veces se lo denomina jocosamente ese pas ve
cino y amigo del sur (Oliven, 1999:49). A lo largo de su

107
A l e ja n d r o G r i m s o n

historia se construy al gaucho como smbolo de iden


tidad regional y gentilicio de Rio Grande do Sul (fdem A9
y ss.). Desde los aos ochenta, despus de cincuenta aos
de nacionalizacin y centralizacin, se abre una nueva
etapa conflictiva en la relacin Estado central/regin, ya
que Rio Grande do Sul se considera injustamente tratado
y se expande un sentimiento de marginacin. Los aos
ochenta muestran una expansin cultural y poltica de
diversas variantes regionalistas, incluso con algunas ame
nazas separatistas que evocan la Revolucin Farroupilha,
un enfrentamiento entre el gobierno de Rio Grande do
Sul y el Imperio entre 1835 y 1845, cuando se declar
la Repblica Piratin.
Oliven (1999) reconstruye el surgimiento y desarro
llo del movimiento tradicionalista gaucho que es un mo
vimiento urbano que busca recuperar los valores rurales
del pasado". Frente al crecimiento vertiginoso de Porto
Alegre, la llegada masiva de la industria cultural esta
dounidense y el centralismo del Estado Novo, un grupo
de jvenes que nacieron en el interior del Estado crea en
1948 el primer Centro de Tradiciones Gachas ( c t g ) y
se apega al campo y al pasado como aquello que es se
guro y claro. El segundo c t g , sorpresivamente, se crea
pocos meses despus en un rea de colonizacin ale
mana. En una regin con las ms variadas influencias
culturales, la hegemona de la cultura gaucha se extien
de mucho ms all del rea de pecuaria latifundista pa
ra alcanzar reas de minufundio y poblacin alemana
e italiana en la que nunca hubo ganado. Los centros se
multiplican, se realizan encuentros y congresos y el
tradicionalismo comienza a obtener reconocimientos,
legislacin e instituciones del Estado que promueven el

108
Intercultura lidad y comunicacin

movimiento. Dentro de las reglamentaciones se declara


feriado el 20 de septiembre (aniversario de la Revolucin
Farroupilha), se establece la enseanza de folklore en
las escuelas y se oficializan las pilchas (la vestimenta
tpica de los antiguos gauchos que incluye bombacha,
botas, pauelo y sombrero) como traje de honor y de
uso preferencial" en el Estado. En 1971 se crea en Uru-
guayana el festival musical California de la Cancin
Nativa, que tambin se multiplica por las ciudades al
canzando cuarenta festivales en la actualidad.
El renacimiento" del gauchismo en la dcada del
ochenta se vincula a la industria cultural (Jacks, 1998).
En este proceso, los medios cumplen un papel relevante.
La Rede Brasil Sul de Comunicago (rbs), que controla
el 80% del mercado regional, es un agente movilizador
y reforzador de la identidad cultural" en Rio Grande do
Sul. La televisin es parte de un conjunto de mediaciones
institucionales, como el Estado, la escuela, la familia y
organizaciones de la sociedad civil. As, la msica, las
historias y los discursos gauchos entran a la televisin
mientras la gente reorganiza prcticas sedimentadas
para sentarse a ver la pantalla chica: si en la estancia los
peones se reunan al anochecer para tomar mate y contar
historias, en las ciudades la gente se rene con el chima-
rro a ver los cuentos electrnicos (Jacks, 1999:254).
La rbs lanza slogans publicitarios como rbs tv, aqu Rio
Grande se ve o, en el ciento cincuenta aniversario de la
Revolucin Farroupilha, Vamos a construir el Rio Gran
de de los Farroupilhas. La publicidad y gran parte de la
programacin se encuentra marcada por la simbologa
gauchesca (Jacks, 1998:94-103). Algunos programas
ligados al Tradicionalismo son el concurso de La prenda

10?
A l e ja n d r o G r im s o n

ms bella de Rio Grande do Sul y Galpn Criollo.


Tambin los diarios y las radios incorporan columnas
permanentes sobre Regionalismo, suplementos espe
ciales sobre las fechas regionales y programas musica
les y culturales. De ese modo se desarrolla un amplio
mercado de bienes culturales y simblicos de productos
gauchos que, adems, abarca editoriales, discos (unos
dos millones por ao), restaurantes tpicos con shows
musicales y de danzas, vestimenta, entre otros (Oliven,
1998:11).
De ese modo, en el marco de la construccin de un
movimiento de reivindicacin regional ambos campos
intraculturales (el directo y el mediatizado) cumplen
un papel clave. En la medida en que la defensa de lo
que se concibe como la cultura y la identidad del
Estado s hace en contraste con los modelos que se
pretenden nacionales, debe trabajarse no slo en esce
narios intraculturales, sino tambin (comparativamen
te) interculturales. Para evitar cualquier interpretacin
esencialista, conviene insistir en que la definicin de
qu es inter e intracukural depende de la situacin
especfica y de la autopercepcin de los actores. Una
identidad pnovincial/estadual puede aparecer como fuer
temente contrastante dentro de un pas en ciertos marcos
y convertirse en irrelevante en otras situaciones, especial
mente (pero no slo) fuera del pas. La distincin entre
inter e intra contina siendo importante en la medi
da en que ciertos productos ingresan en sistemas de
circulacin (medios, festivales, etc.) regionales o naciona
les y los actores distinguen claramente un marco de otro,
La existencia de un dispositivo ritual y meditico articula
do con un mercado de bienes materiales y simblico de

110
Interculturalidad y comunicacin

dimensiones muy significativas (Oliven, 1998) es una


parte decisiva de un proceso de invencin de identidades.

Productos televisivos transculturales


y polisemia
Hemos dado suficientes argumentos acerca de que
las sociedades complejas (paradigmticamente, los Es
tados nacionales) difcilmente sean reductibles o iden-
tificables con una cultura. Por lo tanto, los discursos
mediticos -sean globales o nacionales- siempre se
inscriben en un panorama intercultural. Y ese panorama
no es modificado mecnicamente por los medios. Los
medios pueden ser parte de un proceso de transforma
cin en el que cumplen un papel otras instituciones
que actan en el plano de la comunicacin cara a cara:
por ejemplo, la dinmica nacionalizadora argentina de
las primeras dcadas del siglo en la cual la escuela tu
vo un papel decisivo. Los medios coadyuvan a fabricar
imaginarios de consumo, pero eso slo es posible en el
marco de ciertos procesos sociales ms amplios que
apunten en esa direccin.
Las investigaciones sobre medios han mostrado, Hace
ya mucho tiempo, que su poder es ms limitado de lo
que suele suponerse y que su capacidad de direccio-
nar agendas, valores o acciones se inscribe en proce
sos sociales ms amplios (vanse Wolf, 1987; Morley,
1996). Entre esos procesos diversos se encuentra la
interculturalidad. Todo producto que pretenda ser
masivo se someter a un conjunto de interpretacio
nes posibles. Aunque exista la pretensin de crear
una cultura global, esa posibilidad no depende de una
decisin de los productores mediticos y, ms de una

111
A l e ja n d r o G r jm s o n

vez, pueden encontrarse con lo que Mattelart ha lla


mado la revancha de las culturas (1993).
Aqu sealaremos algunos ejemplos sobre la diver
sidad de interpretaciones que surgen de un mismo texto,
procurando mostrar cmo los contextos polticos, los
valores morales o la definicin de culturas regionales
influyen de modo decisivo en los sentidos que un grupo
de personas le adjudica a una imagen, una noticia, un
personaje, una trama narrativa.

Culturas del desciframiento y desciframientos


de la cultura global
En contextos polticos que implican un rgido con
trol de los medios masivos de comunicacin -ligados a
la censura estatal y la autocensura-, los lectores y espec
tadores interesados en la informacin poltica maximizan
capacidades de lectura entre lneas. As, para la Argen
tina, Landi analiz las gramticas de desciframiento
que se ponen en juego en la lectura de la informacin
poltica, especficamente la lectura bajo los perodos po
lticos autoritarios y las lecturas sectoriales de la palabra
pblica en el marco de la crisis poltica (Landi, 1987).
Es interesante considerar cmo en el contexto poltico
chino, con fuerte control estatal de la televisin, el me
dio se ha convertido tambin en agente central de la resis
tencia popular (Lull, 1992:76). Aunque una televisin
gubernamental presenta un punto de vista monoltico
dominante hay estrategias que abren el abanico de signi
ficados. As, los televidentes de noticias con frecuencia
prestan ms atencin a las escenas de calles en ciudades
extranjeras, que a los mensajes polticos que acompaan
las imgenes (90).

112
Interculturalidad y comunicacin

Por otra parte, una misma imagen puede producir


diferentes interpretaciones en funcin de posiciona-
mientos polticos. En el contexto de las movilizaciones
de la Plaza de Tiananmen una imagen recorri el mundo:
un hombre solitario parado frente a una lnea de tanques
que se mueven a lo largo de una avenida. Esa imagen
fue celebrada en Occidente como representacin defini
tiva de valenta y desafo -la personificacin de la resis
tencia a la represin poltica y militar-" (Lull, 1993:91).
Esa misma imagen, sin embargo, se exhibi en programas
propagandsticos de la televisin china, pero con un mar
co interpretativo opuesto: Si los soldados no hubieran
sido prudentes, cmo podra este hombre, aclamado
como un hroe en algunos medios occidentales, haber
fanfarroneado ante esos tanques?. Es decir, aquello que
simbolizaba la valenta frente a la violencia estatal, evi
denciaba la supuesta moderacin" del ejrcito en otro
contexto. Las imgenes emitidas de manifestaciones
populares en las que se arrojan piedras y se incendian
vehculos pueden ser interpretadas tanto como actos
de irresponsabilidad o como acciones heroicas, ms
all de que el narrador busque direccionar la interpre
tacin de acuerdo con lo primero. Como dice Lull, la
manera en que los televidentes llegan a interpretar
mensajes como stos depende significativamente de las
condiciones econmicas y polticas que afectan sus
mundos (dem:92). Es decir, que las estructuras de
significacin de la informacin poltica se imbrican
con relaciones de clase, procesos macrosociales y posi-
cionamientos polticos. Cuando los medios oficiales
tergiversan constantemente la informacin poltica, los
televidentes pueden hacerse expertos en imaginar la

113
A l e ja n d r o G r im s o n

verdadera situacin (dem:93). En ese sentido, en cier


tos contextos sectores subalternos pueden desarrollar
una cultura del desciframiento" como parte de una
cultura popular que se define relacionalmente por
oposicin a la cultura oficial o hegemnica en un
sentido gramsciano.

Una cuestin diferente se refiere a cmo es interpre


tado un texto televisivo por diferentes grupos y personas.
Cuestiones de gnero, clase, generacin, intervienen de
modo decisivo, tanto en los modos de uso como en las
lectura^ realizadas (vase Morley, 1996). Aqu interesa
resaltar que la mayor parte de los programas de la te
levisin estn destinados y son mirados por personas y
grupos diferentes. As, suigen los enlatados, programas
generalmente estadounidenses que son exportados a los
distintos continentes. Produce esto un efecto unifor
mizante? No caben dudas de que existen polticas de
homogeneizacin (expresadas, por ejemplo, en declara
ciones de un gerente de McDonald's en Rusia: Vamos a
macdonalizarlos) 12. Sin embargo, no debe perderse de
vista que el xito de pogramas globales muchas veces
se debe, antes que a la existencia de una comunidad
hermenutica global, a la polisemia. Es el caso de Dallas.
El estudio de los mensajes y significados que captan los
espectadores extranjeros en estos programas de ficcin
se realiz a travs del anlisis de cuatro comunidades
habitantes de la zona de Jerusaln (rabes, inmigrantes
judos recientes de la ex Unin Sovitica, judos de origen

12 Para una temprana critica a la mitologa de la globalizacin,


vase Ferguson, 1992.

114
Interculturalidad y comunicacin

marroqu y miembros del kibbutz) y de un grupo esta


dounidense de Los ngeles. Katz y Liebes (1992) mos
traron que, aunque todos los grupos entendieron la
historia de un modo reconocible para los otros grupos
y para los productores, hubo diferencias en cuanto a
la importancia atribuida a sus distintos aspectos. Mien
tras unos hacan hincapi en las relaciones familiares,
otros lo hacan en las relaciones de negocios, del mis
mo modo que, mientras unos vean como principal la
competencia entre los varones, para otros las mujeres
ocupaban el lugar central. As, por ejemplo, los proble
mas que viva un personaje y los motivos de esos in
convenientes fueron interpretados de modo diferente
por cada grupo: los rabes y marroques los adjudica
ban a la rivalidad entre hermanos, el mayorazgo y otras
normas de herencia; los rusos crean que la causa era el
capitalismo despiadado en el que mujeres y nios se com
pran y venden; algunos miembros del kibbutz plantearon
que los problemas se deban al hecho de que muchas
personas vivan bajo un mismo techo.
Un problema recurrente de algunas investigaciones
sobre audiencias de programas globales es considerar
la nacionalidad como gran variable de las interpreta
ciones o lecturas. Es importante tener en cuenta que
los medios nacionales tambin se encuentran sujetos a
una variedad de interpretaciones ligadas a la diversi
dad interna de cada formacin nacional. As, aunque
los medios nacionales tienden a plantear un marco de
informacin, ficcin y entretenimiento, esa programa*
cin no es homogneamente interpretada en todo el
pas. Esto no slo ocurre con las noticias (por ejemplo,
cmo son reinterpretadas noticias locales aparecidas en

115
A l e ja n d r o G r im s o n

medios nacionales, as como noticias nacionales apareci


das en cadenas globales como la cnn), sino tambin con
las telenovelas.
Nilda Jacks ha analizado los modos en que la cul
tura gaucha" interviene como mediacin simblica de
la recepcin de una telenovela brasilea. Es sabido que
el anlisis de una telenovela permite tomar el pulso,
desde un producto concreto, a las relaciones entre cultu
ra, comunicacin y sociedad" (Martn Barbero, 1987:48).
La telenovela brasilea, en particular, "consigui temati-
zar, en varias escalas, los problemas y transformaciones
de la sociedad" (Jacks, 1999:176). Aunque muchas ve
ces se supone que los medios nacionales uniformizan
la cultura, Jacks analiza una telenovela, (Pedra sobre pedra)
que se localiza en el interior de Baha con personajes
de varias regiones de Brasil. Incluso, los autores y pro
ductores mostraron una multiplicidad de acentos y ex
presiones regionales, a pesar del predominio nordestino.
Esa variedad de acentos, que una consulta de los pro
ductores haba establecido que sera muy bien recibida
por el pblico, fue -segn los diarios y el propio estudio
de Jacks- criticada por las audiencia que no recono
can su propio modo de hablar. En cualquier caso, los
productores construyeron un microcosmos donde viva
todo el pas y abordaron diversas cuestiones sociales.
Jacks muestra a travs de mltiples ejemplos cmo la co
munidad de referencia tiene un peso decisivo en la
interpretacin" (ldem.2+5). Por ejemplo, cuando los
entrevistados sealan que el nico personaje gaucho de
la telenovela no representa en nada al gacho" y reali
zan crticas vehementes que dan cuenta del rechazo
que les produce el modo en que los medios nacionales

116
Interculturalidad y comunicacin

(y muchos sectores de la sociedad nacional) representan


al gaucho. Jacks no postula una teora general, sino que
enfatiza la relevancia local de la variable cultura regional
en un contexto de fuerte institucionalizacin identitaria
que puede implicar la conformacin de audiencias ms
preparadas para la negociacin con los contenidos na
cionales y transnacionales" (dem:256).

Publicidad
La publicidad constituye un discurso que busca per
suadir a su destinatario a que realice una accin, especial
mente comprar un producto. La retrica argumentativa
debe ser relativamente sofisticada e innovadora para
alcanzar su objetivo. Paradjicamente, cuanto ms se
aleja un mensaje del prototipo compre x" para ahondar
en el plano de lo imaginario, ms riesgo corre de ser
mal interpretado. Mal interpretado", desde el punto
de vista del publicista y de la empresa, significa que el
mensaje es ineficaz o incluso contraproducente. En rigor,
no se trata de un error del pblico, sino del diseador
del mensaje. Esos errores de codificacin dan cuenta de
marcos de significacin distintos en los dos polos del
proceso comunicativo. Para los creativos publicitarios es
fundamental que el mensaje se construya con elementos
lingsticos, visuales, sonoros y otros que pertenezcan
a un cdigo comn con la audiencia potencial.
Una empresa de productos lcteos desarrolla una
estrategia para ligar su producto a la naturaleza y para
ello construye un paisaje campestre en el que se destacan
el verde, las vacas y bellas cascadas de agua. Las ventas
comienzan a caer a partir de la publicidad y los publi
cistas recurren a estudios de audiencia. Los estudios de

117
A l e ja n d r o G r im s o n

audiencia de este tipo, generalmente, utilizan la tcnica


de grupos focales o grupos de discusin a partir de
diferentes criterios. Esos grupos permiten profundizar
en los niveles de significado otorgados u otorgables a
un cierto mensaje. En el caso de la empresa de lcteos
no fue muy difcil identificar la fuente del problema: una
parte importante del pblico identific las cascadas de
agua del paisaje con la posibilidad de que la leche es
tuviera aguada.
Si estos malentendidos son posibles dentro de una
sociedad e incluso dentro de un mismo grupo cultural,
no es difcil imaginar lo que sucede cuando una em
presa extranjera pretende imponer un producto en un
pas que desconoce en trminos culturales. De hecho,
el proceso llamado globalizacin n tiene un correlato
automtico en la publicidad. En La internacional publici
taria, Armand Mattelart (1989) plantea que la necesidad
de mercados globales ha originado productos, marcas y
corporaciones globales. Esto ha provocado, en un princi
pio, una estrategia comunicativa global acompaada por
una creciente globalizacin de los medios. Pero las
campaas homogneas han chocado con la diversidad
cultural que se traduce, por ejemplo, en los diversos
usos de un mismo producto. Distintas empresas, co
mo Coca-Cola, combinan campaas internacionales
con polticas publicitarias locales. Lo local y lo glo
bal se complementan en las polticas publicitarias.
Por eso, aunque se ha creado una cultura comn de
la publicidad y del consumo por medio de las tv co
merciales (dem:84), dice Mattelart, en las polticas
de marca de las firmas, todo dista mucho de ser homo
gneo (dem: 81).

118
Interculturalidad y comunicacin

Los errores de codificacin en la publicidad son re


lativamente comunes, sobre todo cuando no existen
estudios de los cdigos locales. Por ejemplo, una publi
cidad de bicicletas produjo una fuerte cada de las ventas
en Zimbawe. El aviso grfico muestra a un hombre que
corre en una bicicleta delante de un len. Los creativos
buscaban que el pblico interpretara: con la bicicleta
de esta marca irs ms rpido que un len. En otros
pases, de hecho, publicidades de automviles apelan
permanentemente a la comparacin con los felinos.
Sin embargo, la audiencia africana interpret el men
saje de otro modo: si subes a una bicicleta sers per
seguido por un len. El significado del len (y de la
bicicleta) no parece ser el mismo en Zimbawe y en Eu
ropa (Burke, 1996).
En el marco de procesos de regionalizacin, como
la Unin Europea o el Mercosur, las facilidades para el
comercio entre los pases pueden potenciar la publici
dad de productos de empresas los pases miembros.
Esto plantea para los publicistas un desafo doble: las
diferencias existen no slo en las pautas de consumo y
los usos, sino tambin en la esttica publicitaria. Sle-
menson (1996) analiz las dificultades y desafos que
el Mercosur plantea para el desarrollo de publicidades
conjuntas en Argentina y Brasil. Por una parte, los pro
pios publicistas argentinos sealaban caractersticas
especficas de estilos de avisos audiovisuales en ambos
pases, colocando elementos retricos racionales en la
Argentina y emotivos en el Brasil. Aunque estos pro
cesos cambian en muy poco tiempo, el ejemplo es v
lido para el momento de la investigacin y a ttulo
ilustrativo. La primera, ms conservadora y formalizada,

119
A l e ja n d r o G r im s o n

contrastara con el vrtigo, el punch y el swng con que


se califica a la publicidad del segundo que ataca y apela
a los sentidos y sentimientos de modo ms directo. Tam
bin hay grandes diferencias en las pautas de consumo.
Para tomar slo la alimentacin hay mltiples contrastes:
en un pas el arroz es cotidiano, el otro es ms quese
ro; en uno la carne ms comn es el pollo, en la otra,
la vacuna. Mientras en la Argentina la moda light ordena
gran parte de la publicidad sobre alimentos y gaseosas,
en Brasil -al menos en aquel momento- la preocupacin
por lo diet era menor y sin azcar puede entenderse co
mo algo mediocre, sin swing.
En trminos de los campos analticos del cuadro pro
puesto en la pgina 96, aparecen do problemas de los
textos mediticos (informativos, ficcionales y publici
tarios). Por un lado, todo texto disertado para una cir
culacin intracultural puede, eventualmente, entrar
en circuitos interculturales. Por otro lado, el conocimien
to de las diversas culturas e interpretaciones que puede
encontrar un texto constituye un desafo significativo
para los productores. En la medida en que los progra
mas y las publicidades pretenden expandirse a nuevas
zonas, las dificultades se incrementan y plantean la ne
cesidad de estudios de audiencias potenciales o reales.
La pretensin de los productores no consiste en lograr
una misma interpretacin del texto, sino diversas inter
pretaciones positivas o convenientes.

Empresarios
Los estudios sobre empresas y empresarios revelan
la importancia del sentido comn y las rutinas incorpo
radas en la imaginacin y la accin de las personas que

120
Interculturalidad y comunicacin

se encuentran crecientemente en situaciones de intercul


turalidad. Supuestamente, los empresarios pretenden
realizar inversiones con el menor riesgo posible para
obtener ganancias. En tanto acciones instrumentales,
cabra esperar que todos los empresarios en circuns
tancias similares optaran por medios parecidos para
alcanzar un objetivo determinado. Sin embargo, cuando
dos grupos de empresarios de pases diferentes encaran
un proyecto comn, puede potenciarse una autntica
frontera, en que la convivencia de identidades (el ob
jetivo es la ganancia) y de diferencias (hay ms de una
manera de entender y conducir estrategias para obtener
la) puede producir un campo permanente de prcticas
y lenguajes en competencia, o sea, pretendidamente
inconmensurables (Rubn, 1996:12).
Un proyecto de negocios que trasciende fronteras
culturales exige comprender los cdigos verbales, no
verbales y presupuestos culturales de la contraparte ex
tranjera. Se percibe una diferencia tanto con los proce
sos migratorios en los cuales son los migrantes quienes
se ven compelidos a aprender (y eventualmente los
empresarios nativos que contratan a esos migrantes),
as como con las fronteras, en las que son los sectores
que concentran el contacto quienes desarrollan cdigos
compartidos. En el caso de los empresarios que desean
aventurarse en sociedades diferentes, las dos partes tienen
inters en entenderse, dado que hay un proyecto en co
mn. Mientras en algunos casos puede haber conflictos
de intereses detrs de problemas comunicacionales y
culturales, en muchos proyectos compartidos -situacio
nes en las que se realiza una sociedad simtrica-, los
malentendidos derivan principalmente de experiencias

121
A l e ja n d r o G r im s o n

histricas y rutinas contrastantes que resultan difciles


de comprender, as como de cuestiones como la confian
za, el honor y la dignidad.
Rubn (1996) analiz durante cuatro aos los en
cuentros entre empresarios argentinos y brasileos pa
ra instalar una empresa en Brasil. Ambos grupos eran
internamente heterogneos y las trayectorias indivi
duales diferan entre s. Sin embargo, algunas de las
principales divergencias que surgan en las reuniones
de trabajo constituan perspectivas diferentes que eran
parte de la tradicin o de la cultura nacional de cada
uno de los pases involucrados (dem: 15). Ambos grupos
conocan la rivalidad clsica entre brasileos y argenti
nos e intuan que deban superar sa tradicional des
confianza. l problema principal no se encontraba en
los estereotipos nacionales, sino en las representaciones
inconscientes de los conceptos elementales de la vida
cotidiana de toda empresa: valor, trabajo, entreteni
miento, tiempo, espacio, trabajo femenino, sindicato,
trabajador, gobierno, sociedad. Esos conceptos son
diferentes para el conjunto de argentinos, de un lado,
y para el conjunto de brasileos, de otro. No hay una
personalidad nacional ni nada de ese tipo, pero s
existen caleidoscopios diferentes que llevan a ambos
grupos a considerar las diferencias como radicales e
irreversibles (dem: 16).
En ese marco, Rubn resalta diferentes nociones d
espacio. Durante cuatro aos se debati la organiza
cin espacial de la empresa sin llegar a un acuerdo. Los
brasileos, en su mayora antiguos empleados, consi
deraban inconcebible la idea de trabajar en el mismo
lugar que los obreros y supervisores. Ellos queran a

122
lnterculturalidad y comunicacin

cualquier precio tener una espacio privado y lejos de la


fbrica y, para eso, queran conservar la sede central
de la firma en la ciudad (dem: 18). Argumentaban que de
ese modo el establecimiento mostrara su poder y faci
litara el acceso de los clientes. Para los argentinos, no
haba divisin de espacios: la fbrica y las oficinas se
reunan en el mismo inmueble. Argumentaban que el
patrn deba estar cerca de las actividades cotidianas
de la fbrica, como modo de evitar problemas y tener
un mayor control. Adems -y aqu cuestiones de na
cionalidad parecen entremezcladas con cuestiones de
clase-, siendo los capitalistas, pretendan economizar.
Ms all de que despus de discutir durante cuatro
aos se asumiera la opcin argentina, lo importante es
que los actores en ningn momento fueron conscientes
de la representacin simblica del espacio para cada
grupo, y siempre adjudicaron los problemas a los plan
teos o estilos de una u otra persona.
La nica alternativa, sostiene Rubn, es que en el pro
ceso de encuentros se constituya una comunidad de
argumentacin como resultado de procesos de mutua
comprensin. Sin embargo, la nacionalidad no es la
nica variable que dificulta la creacin de ese tipo de
comunidad. Como seala Rubn, la interculturalidad
abarca tambin regiones y religiones, clases y ciudades,
familia y educacin, gnero y raza (dem: 15).

Los ejemplos considerados en este captulo, que po


dran ampliarse ad in/imtum, dan cuenta de la diversi
dad de situaciones y contextos en los que cuestiones
como cultura, identidad, comprensin y poder se en
cuentran en el centro de las relaciones humanas. Pen

123
A l e ja n d r o G r im s o n

sar en trminos de los cuatro campos analticos permite


situarse en una primera definicin del escenario y el tipo
de comunicacin. A partir de ello, los anlisis parten de
ciertas preguntas, modos de abordajes y metodologas
especficas. En general, puede percibirse una distincin
entre las situaciones en que los malentendidos superan
las intenciones de comprensin de los interlocutores,
de aquellas en que la incomprensin cultural es la mo
dalidad especfica que asume un conflicto social y po
ltico ms amplio. Por ello, tanto la dimensin de la his
toria como el carcter personal o grupal de los campos
analticos (sealados como posibles terceras dimensiones
del ciiadro propuesto inicialmente) cobran una gran
relevancia para precisar las caractersticas del objeto.

124
R e f l e x io n e s f in a l e s

La diversidad aparece a la vez como dificultad y


condicin de la comunicacin. La conjuncin de un
nos/otros localizado implica, necesariamente, que esa
configuracin de distinciones de olores, sabores, soni
dos, palabras, se active para producir similitudes y,
fundamentalmente, diferencias. Es ms comn perci
bir y comentar que alguien no pronuncia bien" que
percibir que hablamos el mismo idioma. En nuestra
sociedad, que concibe como normal la heterosexua-
lidad, slo la homosexualidad y transexualidad mere
cen comentarios y hasta obsesin discriminatoria de
algunos actores. Porque la similitud es sentido comn y,
en las situaciones comunes", slo resalta la diferencia.
Y cuanto ms marcada se presente la diferencia para
los actores, ms difcil es que su reconocimiento sea
puramente descriptivo. Ms bien, la descripcin de la
diferencia puede tender a implicar dimensiones nor
mativas (pronuncia mal) que construyan a la vez una
frontera simblica y ratifiquen a sus enunciadores que
su particularidad es la nica va hacia lo universal. Re
conocer al otro, a la vez, como diferente y como igual,
como diverso y como actor de un dilogo, es ms un

125
A l e ja n d r o G r i m s o n

desafo que una constatacin. La historia social de la


percepcin de alteridades, por el contrario, ofrece ma
yormente ejemplos en los que el reconocimiento de la
diferencia se articula con la definicin de desigualdad
(el modo en que Colon define a los primeros indios
que encuentra: como seres sin lenguaje), as como la
percepcin de igualdad se articula con la definicin
de identidad (el modo en que se relacionaba con los
indios Las Casas: como cristianos) (vase Todorov,
1995).
La diferencia cultural, constitutiva del gnero hu
man,..provoca la imaginacin social. Las personas y
los grupos pueden apropiarse y resignificar elementos
inicialmente percibidos como ajenos; pueden retra-
bajarlos desde otras estructuras de significacin; pue
den sufrir la imposicin y pueden tambin estereotipar
esos elementos como absolutamente extraos. En cual
quiera de estos casos entra en juego la articulacin en
tre la produccin de diferencias y las relaciones de de
sigualdad.
Las relaciones entre grupos sociales y entre culturas
presentan diferentes niveles en los que los signos y el
poder en juego varan enormemente. Puede pensarse
una gradacin que d cuenta de modos en los que in
terviene crecientemente el poder, desde procesos alea
torios (aunque reiterados) y otros ms sedimentados
histricamente. Es decir, las confusiones de un gesto o
un beso tienen que ver con el sentido comn y el des
conocimiento, pero no dan cuenta necesariamente de
relaciones de poder estructuradas. Esas relaciones apa
recen no en la confusin, sino por la confusin si los
actores elaboran la situacin a partir de posicionarse

126
Interculturalidad y comunicacin

en identidades distintivas con pretensin de establecer


jerarquas. Esto sucede cuando, por ejemplo, uno de
los participantes en la confusin es el nico extranjero
frente a un grupo mayor y este grupo elabora la confu
sin explicando que su proceder no es normal, no
es correcto, es bruto". Esos niveles y otros pueden ser
separados slo para fines analticos. En la realidad, evi
dentemente, se encuentran entrelazados.
a) En el plano de la vida cotidiana, el contacto in
tercultural implica un sinnmero de malentendidos en
los cuales no entran a jugar de manera determinante
relaciones estructurales de poder. En este plano, el et-
nocentrismo no trabaja en una dinmica de segrega
cin sino como elemento constitutivo de una situacin
de confusin, en la que participantes que pretenden
comunicarse se equivocan. En otras palabras, la falta
de conocimiento de la cultura del interlocutor y la pre
suposicin de que los padrones culturales propios tie
nen o deberan tener proyeccin universal, lleva a fra
casos o momentos crticos de interacciones.
Al menos en el primer contacto, hay ciertas cos
tumbres de cualquier cultura diversa de la nuestra que
nos provocan cierto escozor. Esa sensacin de incomo
didad y rechazo, obviamente, vara enormemente se
gn las historias culturales de las personas o los grupos
en interaccin. Puede suceder que sean sencillamente
ciertos olores o sonidos prevalecientes en un espacio
dado, que sea el modo en <|ue las personas nos hablan,
nos miran o las cosas que nos proponen. Ms all de
cul sea el motivo de ese rechazo inicial, si ste no tien
de a revertirse sino a confirmarse, se producir un pro
ceso de creciente diferenciacin que, lejos de ser natu

127
A l e ja n d r o G r im s o n

ral, est vinculado a los posicionamientos de los acto


res. El rechazo hace que el extranjero se aleje de cier
tos mbitos o que rechace ciertas proposiciones y la
percepcin de esa situacin puede producir actitudes
crecientes de marginalizacin o separacin del grupo
mayor. Cuando estas posiciones tienden a sedimentar
se pasamos de un nivel de malentendido, de confusin,
a la produccin de posiciones relativamente fijas y re
lativamente en disputa.
En consecuencia, aparece en escena con toda su
fuerza la cuestin del poder, que requiere otro tipo de
anlisis. Aunque en la instancia del malentendido hay
circulacin de poder como en cualquier relacin so
cial, es un poder cambiante y sumamente mvil. En
cambio, la sedimentacin de esa instancia estructuran
te deviene en poder de las identificaciones y la consti
tucin de una asimetra estructural.
b) Entonces, una situacin muy diferente aparece
cuando, en la propia vida cotidiana, encontramos for
mas especficas de aparicin de prejuicios estructura
dos de un grupo social como si se tratara de un grupo
cultural, moral, intelectual y hasta fsicamente inferior.
Aqu no hay ninguna pretensin de conocer o comuni
carse simtricamente con el otro, sino ms bien de lo
grar influir en las acciones del otro a partir de modelos
etnocntricos o sociocntricos histricamente estruc
turados. Las interacciones entre migrantes pertenecientes
a grupos desvalorizados y miembros de la sociedad re
ceptora presentan caractersticas de este tipo. Aqu, la
eventual confusin es un elemento subsidiario y refor
zador de dispositivos constitutivos de produccin de
segregacin.

128
Interculturalidad y comunicacin

c) Cuando se pasa del plano de interacciones entre


individuos o grupos acotados a un plano en el que in
tervienen las instituciones de esos grupos, se produce
otro cambio de nivel. Porque ya no se trata slo de ac
tualizaciones y reproducciones de sentidos comunes
asimtricos, sino de polticas de identidad y alteridad.
Estamos en el plano del orientalismo, en el plano de las
relaciones interestatales como si fueran jerrquicamen
te internacionales, las relaciones entre Estados y gru
pos tnicos, etc. La incomprensin" puede constituirse
en poltica de Estado y las diferencias culturales apare
cen como argumentos instrumentales de proyectos de
nacin. En este nivel, las relaciones de poder se articu
lan con cuestiones de derechos y ciudadana, acceso y
flujos de informacin, soberana y autonoma.

Los conflictos socioculturales contemporneos son


parte de disputas de poder y de intereses que se articu
lan con sentimientos e imaginarios, productos de rela
ciones sociales localizadas constituidas histricamente.
Es decir, aquello que se nos presenta (en la cotidiani
dad, en los diarios) como producto de situaciones de
incomprensin entre grupos culturales, como situacio
nes de incomunicacin, son muchas veces exactamen
te lo contrario. Para que dos contendientes desarrollen
una batalla tiene que haber algo en disputa, tiene que
haber un cuerpo de significacin compartida, tiene
que haber intereses contrapuestos sobre algo que im
plcitamente los une. Cuando la incomprensin es ab
soluta -si tal situacin fuera imaginable- no se confor
ma un terreno comn donde construir el escenario de
la batalla. Moctezuma no responde a Corts hasta que

129
A l e ja n d r o G r i m s o n

significa su accin. Y cuando los aztecas comprenden


los objetivos de Corts y deciden enfrentarlo, compar
ten mucho ms simblicamente con los espaoles que
al principio. Si, como dice Todorov (1995), las socie
dades que enfrentaron ms resueltamente a los espao
les fueron justamente las ms cercanas a la escritura,
fue porque eran quienes mejor comprendan sus accio
nes, ya que contaban con herramientas simblicas ms
parecidas a las de ellos que los otros grupos. O, tam
bin, si como mostraba la pelcula Antes de la lluvia, en
el curso de la guerra las personas que haban ido a la
misma escuela dejaban de comprender el idioma que
hablaban los otros es porque es el conflicto mismo
el que produce la diferencia, antes que la diferencia el
conflicto.
Ese contacto de culturas, al provocar la imagina
cin social, impulsa la invencin de tradiciones e iden
tidades para nosotros y para los otros. La alteridad
resulta entonces, antes que de un reconocimiento de
un afuera dado, de una produccin activa y estrat
gica del otro. Occidente, dice Said (1990), para cons
truirse a s mismo, necesit inventar Oriente, fabricar
un mundo homogneo y radicalmente contrastante que
le sirviera como espejo. Oriente fue ms una imagen
slida en Occidente que un dato cultural de alguna
relevancia en la diversidad asitica. Y lo mismo ocurre
entre los porteos y lo que habitualmente se llama el in
terior. Cmo fabricar una identidad de Buenos Aires
sin producir una imag *n de arraso .co'.mico, cultu
ral y poltico en todo lo que no es el centro industrial y
modernizador? Cmo inventar la argentinidad sin
construir un imaginario sobre Paraguay, Bolivia, Chile o
Interculturalidad y comunicacin

Brasil? Esos procesos histricos conformaron matrices


que trabajan actualmente cuando desde el interior o
los pases vecinos llegan migrantes a la Capital, as como
cuando se plantean tensiones polticas entre la nacin
y las "provincias. La cuestin es reponer la historicidad
de esa produccin identitaria, su articulacin con proce
sos sociales y polticos, as como analizar los procesos
comunicativos que escenifican los contactos intercultu
rales contemporneos. Ms que entender la diferencia
como incomunicacin, se trata de comprender la co
municacin como vivencia subjetivizadora de la dife
rencia y la igualdad.

FacuUi.ir', "-tr-
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Pac. de icias. Pol; y jocotes U.N.Cuycr


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