Los Limites de La Estetica de La Represe
Los Limites de La Estetica de La Represe
Los Limites de La Estetica de La Represe
Bogot
2006
Introduccin
I. La rbita del espacio-sensacin / imagen-tiempo
1. Jacques Rancire, Profesor de la Universidad de Paris VIII
Existe una esttica deleuziana?
Traduccin: Adolfo Chaparro
2. Fabricio Pineda, Estudiante de la Universidad del Rosario
En busca de la imagen del tiempo
3. Matthias Vollet, Profesor de la Universidad de Mainz
Bergson-Deleuze: la crtica de la representacin
4. Consuelo Pabn, Candidata al Doctorado por la Universidad de Paris VIII
Diferencia y repeticin en el acto de crear.
Prlogo
A pesar de los matices estilsticos y de las particularidades nacionales, para un analista
de la historia del arte es impresionante la coherencia del desarrollo de la pintura europea
despus de la Edad Media. En efecto, a partir del siglo XV, la pintura europea en su
conjunto participa de la gnesis de lo que Foucault llam la episteme de la
representacin, esto es, un modo de conocer segn el cual los signos del lenguaje
corresponden a una descripcin organizada en gneros y especies de las cosas del
mundo. El descubrimiento de la perspectiva entendida como dispositivo visual de esa
distribucin puede ser narrado como una pica del esfuerzo tcnico y artstico por
capturar las leyes fsicas y visuales del mundo en el instante del cuadro. Esa es la
constante que da coherencia a la bsqueda artstica de la poca. A pesar de las lneas de
fuerza, de las escenografas, de los gestos dramticos, la pintura gtica, renacentista y
barroca participa de un principio bsico de composicin espacial que obedece a la
centralidad perspectivstica del cuadro. El dominio del espacio parece ser la clave para
captar el tiempo, sea por medio de la conjuncin congelada de las figuras sobre el fondo
del paisaje y/o por la fijeza inevitable con que la mirada del retrato contempla a sus
contempladores. La perfeccin de los pintores clsicos se afianza en esa interseccin
afortunada de la mirada y el paisaje, del afuera y del adentro, de la fuerza del individuo
y de la obertura del mundo como representacin.
La hiptesis que sugiere este libro, es que a pesar de las rupturas producidas en el arte
europeo durante el siglo XIX en relacin con la pintura representativa, incluso, en
contrava de los movimientos y manifiestos vanguardistas que caracterizan las distintas
corrientes artsticas del arte del siglo XX, por alguna razn la esttica de la
representacin sige teniendo una influencia considerable, no tanto en la expresin
artstica como en la percepcin cotidiana del mundo. El problema, visto de esa manera,
supone que si bien estamos dispuestos a valorar positivamente las innovaciones en la
forma de hacer y concebir el arte, nuestros esquemas perceptivos seguiran siendo
bsicamente representativos.
El libro, por razones de su organizacin como compilacin, no responde
sistemticamente a las preguntas que se derivan de la hiptesis enunciada pero, a
cambio, se instala en la frontera entre la esttica y la epistemologa con el fin de mostrar
las rupturas conceptuales y cognitivas que genera la irrupcin de formas de arte, modos
de vida y paradigmas de pensamiento que exceden los lmites de la esttica de la
representacin a partir del siglo XIX. En ese sentido, la discusin que propone el texto
desborda el arte pictrico, abordando preguntas que surgen del arte cinematogrfico, de
la proliferacin de medios de registro de lo real en tiempo real o de las cuestiones
ticas y estticas que plantea un gnero como el reality, en la televisin.
En el orden del discurso que agrupa los diferentes ensayos, subyace la idea de que la
exploracin de los lmites de la esttica de la representacin es tambin un
cuestionamiento sobre los lmites de la esttica como disciplina ocupada
exclusivamente del problema de la obra de arte.
Es cierto que el leit motiv de muchos de los textos evoca las vanguardias que inaugura
el romanticismo y a partir del cual el propio Kant incorpora a su filosofa la nocin de lo
sublime como una instancia irrepresentable en trminos de una analtica de lo bello;
pero, a partir de all, los autores analizan aspectos como la sensacin, la memoria o la
percepcin, en un terreno esttico y epistemolgico que indica la necesidad de llevar el
problema ms all del juicio del gusto.
En esa perspectiva, la objecin que se hiciera Kant respecto al fundamento del juicio del
gusto y, posteriormente, el cmulo de preguntas que se derivan de la imposibilidad de
establecer un juicio universal y necesario sobre lo bello, resultan fundamentales en el
planteamiento general del problema. Pero lo que, a nuestro juicio, resulta pertinente en
la discusin contempornea es que las respuestas de la filosofa del arte a estas
cuestiones estarn precedidas, desde entonces, de una crtica previa al concepto de
representacin antes de asumir por cuenta propia las posibilidades del juicio
reflexionante, entendido como un caso especial del ejercicio de la crtica del juicio
aplicado a cualquier objeto, artstico o no, pero sobre el cual se quiere establecer una
mirada esttica.
Esa actitud ser decisiva en la ampliacin del espectro de lo esttico ms all las
cuestiones sobre la representacin artstica, para abordar problemas que atienden a los
conceptos fundamentales de la arquitectura kantiana: el espacio y el tiempo, la
sensacin, la percepcin, la imaginacin, lo simblico, lo trascendental, incluso, la idea
misma de la razn como un horizonte en el que finalmente pudieran coincidir la
causalidad de la naturaleza y la causalidad de la libertad lo que, por otra va y en otro
lenguaje, vuelve a poner en primer plano las relaciones entre belleza, conocimiento y
moral . Por eso, si el juicio sobre el gusto no obedece ya a un canon compartido
universalmente, tampoco es suficiente remitir la sensacin que el artista descubre y
que la obra produce como percepto al lenguaje interior. Digamos que esos desarrollos
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siguen vigentes como una exploracin sobre el acto creativo, pero son tan importantes
como los anlisis dialcticos sobre la capacidad crtica del arte para captar
simblicamente el devenir de la totalidad social o como las filosofas del arte que se
ocupan de las formas masivas del espectculo y de la estetizacin general del entorno
social contemporneo.
Para la organizacin de los textos hemos establecido cuatro rbitas que dan cuenta de
corrientes importantes de la filosofa del arte contempornea: (i) la rbita del espaciosensacin/imagen-tiempo, (ii) la rbita arte-mundo, (iii) la rbita de la historia, y (iv) la
rbita poltico-maqunico-virtual.
Al agrupar los autores de esta manera, espero que el lector pueda seguir, al mismo
tiempo, las crticas a la esttica de la representacin, el modo como esas crticas se
inspiran en el paso de lo bello a lo sublime establecido por Kant (rbitas 1 y 2), y las
nuevas investigaciones que se le plantean a la filosofa cuando emprende la tarea de
mirar el mundo y la sociedad como posible objeto de reflexin esttica (rbitas 3 y 4).
Aunque podemos sealar en este giro un gesto tardo en relacin con la investigacin
artstica o una forma inadecuada de sociologizar el problema, en realidad es una salida
a la incapacidad de la esttica concebida como canon del juicio sobre la obra de arte
para definir y, sobretodo, para decidir lo que es una obra de arte.
No sobra advertir que los autores escogidos no utilizan el lenguaje ni la perspectiva
kantianas para plantear sus problemas pero, igual que Kant en su momento, se debaten
alrededor de la pregunta por los lmites de la representacin.
En adelante, la resea de los autores sigue el orden que les corresponde en el libro.
semejanza representativa con el mundo externo, sin embargo, a partir del impresionismo
se rompe esa dependencia mimtica y lo que se rescata de la sensacin del artista frente
al mundo es la posibilidad de concebir a la naturaleza como potencia de obra y ya no
tanto lo natural como modelo de figuracin. Esa potencia no es, entonces, la sntesis
formal de un objeto representado sino todo lo contrario, esto es, la irrupcin del caos
que entraa la sensacin y que pone en catstrofe el espacio figurativo, tratando de traer
al cuadro las fuerzas no humanas, no orgnicas, que parecen atravesar la figura. Para
lograrlo, el artista propone nuevas formas de presentar la materia pictrica, literaria o
musical.
Al captar la verdad de lo sensible como algo opuesto a las ideas heredadas de la esttica
y a las formas transmitidas culturalmente, en el acto de pintar el artista pone en
evidencia el carcter incondicionado de lo sensible, singularizado a travs de la obra.
Rancire insiste en la posibilidad de descubrir en el trabajo del arte sobre lo sensible, un
pathos que estara operando desde el comienzo mismo de la obra en la lgica
organizativa y composicional del cuadro. En otras palabras, el pensamiento pictrico
sera una manera de expresar lo que no piensa, el sin fondo de la vida indiferenciada, lo
no individual, el flujo indiferente de los tomos. En esa antinomia entre la lgica formal
y compositiva de la obra sea pictrica, literaria o musical y esta suerte de antilgica
que surge del caos indiferenciado a travs de la sensacin, en ese punto paradjico,
Rancire establece el presupuesto fundamental de lo que podramos llamar una esttica
deleuziana ocupada en la tarea interminable de imaginar la imagen del pensamiento a
partir de los perceptos y los afectos que comporta la sensacin y que constituiran la
materia ineludible de la obra de arte.
posible por la mediacin del lenguaje, de modo que la evocacin del recuerdo o el
registro de la memoria involuntaria forman parte de un ejercicio de desciframiento que
otorga sentido al presente del personaje y del propio Proust como escritor. Pineda
muestra cmo, finalmente, re-presentacin y retencin resultan constitutivos del
horizonte temporal, de modo que la virtualidad de la memoria resulta indisociable de la
actualidad de la vivencia. A partir de aqu, el autor se apoya en Deleuze para avanzar en
la lectura del recuerdo como signo, esto es, en el aprendizaje que supone la
interpretacin del pasado como un intento de descifrar el tiempo vivido. Finalmente,
para dar el paso de la fenomenologa a la constitucin ontolgica del tiempo, Pineda
sugiere que en lugar de un tiempo lineal o de una pura interioridad del tiempo, se pueda
pensar la Imagen-tiempo el libro segundo sobre cine de Deleuze por analoga con el
mar, esto es, como un ser consistente que contiene en s mismo la posibilidad de
actualizarse en las diversas imgenes que provienen del pasado y del futuro, entendidas
como capas-olas que arriban a la experiencia del presente.
El texto de cierre de la primera rbita recoge buena parte de las investigaciones sobre la
oposicin entre el carcter representativo y el carcter acontecimental del arte, desde un
ngulo nuevo que, en cierto sentido, atraviesa toda la filosofa de Deleuze. En efecto,
tratando de resignificar la nociones de creacin y de concepto, Deleuze critica la
insistencia de la historia de la filosofa en la representacin de lo Mismo, sea por la va
de la semejanza artstica o de la adecuacin del objeto y el concepto filosfico. En su
lugar propone los conceptos de repeticin y diferencia a partir de los cuales se establece
una nueva ontologa inspirada en el eterno retorno (Nietzsche) y una dinmica distinta
en la produccin y reproduccin de conceptos y perceptos.
Es cierto que el lenguaje filosfico y las formas artsticas se repiten pero y esa es la
insistencia de Consuelo Pabn a lo largo de su texto (capt. 4) cada vez la repeticin
sucede como diferencia, esto es, como mquina creadora de nuevos conceptos y de
nuevos simulacros artsticos cuyo motor es la voluntad de potencia, el juego eterno de
mscaras, la afirmacin del devenir [] que implica una trasmutacin interna del ser y
por la cual el ser se diferencia de s mismo. El carcter afirmativo de la diferencia tiene
varios efectos en relacin con el arte y la filosofa, bsicamente, abandonar el mundo de
la representacin, sea pictrica o conceptual, en la cual se supone una centralidad del
logos y una correspondencia previa entre el sujeto que mira, o que piensa, y la cosa
pintada o pensada.
Para argumentar su crtica a la esttica de la representacin Pabn recurre en cada
captulo a ejemplos paradigmticos a los que es plausible aplicar una filosofa de la
diferencia: (i) el furor y el trance de la danza que exige al participante la iniciacin en
los Misterios Eleusinos; (ii) la pintura mental y el arte conceptual inaugurados por
Duchamp; (iii) la riqueza de sentido que surge en el cruce de lo ntimo y lo histrico, y
las mltiples relaciones que se establecen entre lo sonoro, lo literario y lo visual como
posibilidades de reconstruccin de la pelcula Hiroshima mon amour, de Alain Resnais,
inspirada en la novela de Marguerite Duras.
Si bien las consecuencias ontolgicas de esta frmula: diferencia / repeticin no son
exploradas en el texto, su exposicin deja abierta (i) una gama de posibilidades de
aplicacin al anlisis de la obra de arte y (ii) un criterio de seleccin para la
construccin de conceptos capaces, no de juzgar, sino de incorporar la produccin
artstica como un componente esencial que les da singularidad, pertinencia histrica y
consistencia icnica, matrica y procesual.
Yadiko, en vez de escuchar el relato, vemos el mito como una continua superposicin
vertical de formas animales, mscaras, ttems, arquitecturas que exceden el referente
cultural amaznico y nos permiten acceder a la dimensin sagrada de la naturaleza
presente en las mitologas de los pueblos de todo el mundo. Inmerso en esa
experiencia, el anlisis de Chaparro extrae ciertos principios semiticos y estticos
aplicables a otras posibilidades de presentacin directa de la naturaleza como arte, en
cuya lectura es tan importante el rol del artista y del crtico, como el del chamn
indgena o el de los habitantes que participan de la tradicin mtica, a partir de la cual el
paisaje de la selva se revela como una cantera de mundos posibles.
En una lectura renovada de Kant y Freud, Lyotard aborda la (im)posibilidad del arte de
presentar lo impresentable enfocando la atencin no en la obra sino en el acto creador
(capt. 6). La hiptesis fuerte del autor es que la naturaleza del arte es irreductible a la
cultura y a la historia del arte. Sea cual sea el contexto o la tradicin, en la verdadera
obra de arte, dice Lyotard, se produce una relacin privilegiada entre el pintor igual
pasa con el escritor o el msico y lo sensible, que se puede traducir al lenguaje de la
esttica como un despertar del nima por efecto del aistheton, esto es, por la sensacin
que surge del mundo visto pero que no se confunde con l, y por la cual lo visible, tal
como todos lo reconocemos, se traduce en lo visual como algo desconocido. Esa extraa
metafsica del nima que despierta al mundo por efecto del color, de la palabra o del
sonido artstico slo es posible a partir de lo que Lyotard concibe como un espasmo que
suscita en nosotros la admiracin por la obra y, en el creador, una visin indita del
mundo visible. En los dos casos, lo que se produce es un acontecimiento sensible sobre
un sujeto afectado que ya no es el sujeto cognoscente sino lo que Lyotard prefiere
llamar pensamiento-cuerpo.
A travs del gesto pictrico el artista hace visible lo invisible dejando por fuera el
mundo de lo visible para refugiarse en una materia que ya es color pero que slo se
revela como acontecimiento cuando se plasma como lenguaje. La conclusin de Lyotard
es que, al asumir la condicin de la creacin como espasmo y la disposicin del nima
como algo que slo puede ser despertado por lo sensible, los criterios tpicos de la
crtica y la historia del arte no pueden dar una respuesta acerca de la naturaleza del arte.
En esa lnea, anticultural y ahistrica al mismo tiempo, la conclusin es que debemos
volvernos ciegos a lo cultural si queremos tener acceso a lo artstico.
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Para cerrar esta seccin hemos escogido el texto de Jean Maurel (capt. 8), que plantea
una utopa semejante en el intento de resolver un diferendo fundamental en la cultura de
Occidente: hacer coincidir la palabra filosfica y la palabra literaria siendo formas
heterogneas de nombrar el mundo y de vivir la ciudad. Tanto la filosofa como la
novela son discursos urbanos, pero mientras que la primera se mueve por una cierta
voluntad de verdad, la segunda pareciera recoger todo el detritus del habla cotidiana que
la filosofa ignora como insensata, fallida, irrelevante. Frente a la gravedad y la
profundidad del logos filosfico, el lenguaje literario se expone como un flujo
interminable en donde la superficie del sentido no termina de adquirir la profundidad
del pensamiento. La propuesta de Maurel es justamente preguntar hasta dnde se puede
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objetos histrico-culturales; pero queda claro que los dos polos son indisociables en
una filosofa que se ocupe de la experiencia de la modernidad y que tenga como
propsito una critica inmanente al capitalismo.
El aporte de Herrera a la exposicin metdica de Pensky, es establecer una
tipologa en la que al modelo de la imagen dialctica ligada al arte cabra agregar un
segundo tipo de imagen: inmanente, y una tercera, inspirada en la memoria involuntaria
(Proust). En la primera, la tarea de la filosofa es la salvacin del fenmeno y la
representacin de la idea, en la segunda, el rescate del objeto histrico y la verdadera
representacin de la historia. Al introducir la tercera, Herrera radicaliza la tesis segn la
cual la memoria involuntaria al activar la conjuncin de todos los tiempos: el presente,
el pasado y el futuro puede renovar los principios metdicos del materialismo histrico y
enriquecer estticamente las demandas de los oprimidos. Sin embargo, inmediatamente,
reconoce que la memoria involuntaria como modelo de la crtica materialista es
problemtico pues, como lo seala Pensky, los logros de la memoria involuntaria no son
frecuentes, son impredecibles y frgiles. Al final, sin renunciar al papel de la memoria, el
arte y la imaginacin como procedimientos crtico-cognitivos, al punto de suscribir las
sugerencias de Benjamin acerca de que la literatura no es una simple reproduccin de
los objetos reales ni una simple ficcin, sino una manera, tal vez la ms fructfera, de
representar la verdad, an as, Herrera concluye advirtiendo que slo el entendimiento
puede proponer alternativas consistentes al capitalismo.
En esa misma lnea, aunque con otro aparato crtico, Leonardo Ordez (capt. 12) se
ocupa de un fenmeno de moda en la produccin televisiva: el reality show, para
mostrar cmo un determinado dispositivo de produccin de imgenes, como es la
televisin, puede llegar a crear un simulacro de realidad que parece ms real que lo real,
aunque lo nico que haga sea simular las vivencias anodinas y las reacciones
espontneas que los individuos tienen de su vida cotidiana. Ordez analiza cmo,
con el pretexto de transmitir la vida en directo, el reality abandona los procedimientos
de la esttica de la representacin dramtica no es necesario tener actores, ni libreto
dramtico, ni siquiera un director artstico, sino un equipo de produccin de realidadpara inaugurar una esttica de la simulacin.
Desde luego, no es difcil mostrar cmo la realidad simulada del reality recurre a los
comportamientos ms o menos obvios y predecibles de un grupo de personas puestas en
continua observacin, pero no resulta tan fcil explicar cmo millones de espectadores
terminan por aceptar que las imgenes resultantes de esta simulacin sean ms reales
que lo real y, sobretodo, que la supervivencia meditica de los protagonistas del reality
adquiera la trascendencia de un dilema entre la vida y la muerte, como si su eliminacin
o su seleccin tuvieran la capacidad de traerlo a la vida o de hacerlo desaparecer. En
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Para completar este panorama que incluye la simulacin y la proximidad como nuevos
conceptos estticos que estan justo en el lmite entre la esttica y la epistemologa de la
representacin, Eduardo Salcedo Albarn propone una lectura cognitiva de la pelcula
Matrix (capt. 13). La pregunta de Salcedo es hasta dnde es pensable la utopa o
contrautopa, segn la perspectiva de un mundo en el que la experiencia de la
naturaleza, incluso nuestra naturaleza, estuviese mediada totalmente por los avances de
la tecnologa y la informtica. Un mundo tal supone una simulacin total de los
entornos visuales, de modo que el individuo acte dentro de ese mundo como si fuese la
nica realidad. Para ello, se supone, necesitaramos varias generaciones de
computadores y un avance tecnolgico tal que los individuos pudieran ser producidos
como mquinas inteligentes conectados naturalmente a esta nueva realidad.
En esas condiciones, es probable que las formas de organizacin social deriven en una
forma de control total del destino de las personas o, por lo menos, pondran en cuestin
las figuras tradicionales de libre albedro/libertad/autonoma. Lo que se vislumbra en la
pelcula es un mundo en el que la coincidencia de los fines de la naturaleza con los fines
de la libertad por la va del confort y la automatizacin de los procesos sociales en
general, terminaran por convertir la sociedad en una pesadilla o en un sueo logrado
en la que el hombre no se diferenciara de la mquina, ni la realidad de su proyeccin
virtual.
Lo interesante del texto de Salcedo es que, asumiendo los cdigos ficcionales de la
pelcula muestra cmo el drama de Matrix recrea supuestos epistemolgicos bsicos de
la filosofa de la mente y encarna en sus personajes la discusin entre los partidarios de
la inteligencia artificial dbil (IAD) donde el individuo simplemente perfecciona su
capacidad funcional y perceptiva por medio de prtesis tcnicas y los partidarios de la
inteligencia artificial fuerte (IAF), para los cuales la diferencia entre naturaleza orgnica
y naturaleza virtual ya no es pertinente. A mi juicio, la eficacia del anlisis est en dejar
abierta la discusin, igual que la pelcula deja abierta la ambigedad entre las
interpretaciones internalistas y externalistas de lo real.
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Para el cierre, hemos escogido un texto de Jean Baudrillard (capt. 14) que, en varios
sentidos, sintetiza las discusiones desarrolladas en esta rbita y abre un campo de
reflexin adonde concurren lo tcnico, lo cultural, lo poltico y lo antropolgico. La
hiptesis de Baudrillard es que, aunque no se halla llegado a un nivel de organizacin y
control del mundo tal como el de Matrix, la utopa ya est en camino de realizarse en la
medida en que el conjunto social trabaja sistemticamente en la programacin y
modelizacin artificial del mundo.
El problema, dice Baudrillard, es que este proyecto de programacin globalitaria
produce un desecho equivalente a nivel humano y estructural, ms an, habramos
llegado al lmite en que la biosfera, la historia, y nosotros mismos nos estaramos
convirtiendo en una sustancia residual, en un residuo arcaico destinado a parar en las
canecas de la historia. All se van acumulando, como detritos intiles, lo vivo, la
libertad y la idea misma de acontecimiento, que habran sustentado durante siglos
nuestras nociones de naturaleza, de sujeto, y de historia. Por efecto de esta decepcin
surge una indiferencia generalizada sobre los valores tradicionales y aparece una
proliferacin de sentimientos sociales ligados a la indiferencia y el odio.
A medida que se aglomeran las grandes masas urbanas se multiplican los fenmenos de
exclusin, racismo y violencia social derivados de esta suerte de promiscuidad forzada.
Al tiempo que las autopistas de la informacin y la conexin universal de todas las
redes conducen a un estado de instantaneidad universal de la informacin, se produce
una suerte de catstrofe por la cual no slo estamos cada vez ms incomunicados como
individuos, sino que ese cmulo de informacin parece anularse a s mismo, como un
efecto perverso de la sobreinformacin.
Tomando como ejemplo a los jvenes marginales de las urbes parisinas que aparecen en
la pelcula Lhaine, Baudrillard plantea que el odio viene a ser la expresin exacerbada
de la indiferencia, el rechazo del mundo indiferenciado, una suerte de reaccin vital a
esta entropa de la indiferencia. En definitiva, el odio se habra instalado en las
sociedades contemporneas como una reaccin viral a la imposibilidad de dejar de ser
nosotros mismos, por un efecto de sobreidentificacin que nos impide escapar de un
destino programado que parece causado por nuestra libertad. Igualmente, en ese exceso
de informacin el mundo se vive como una pantalla de velocidad en la que slo vemos
a quienes van en la misma direccin que nosotros. Tal vez sta sea la definicin de la
comunicacin. Detrs de esta fachada crece una desafeccin secreta y una denegacin
de cualquier vnculo social. La quema de carros que los jvenes franceses realizan hoy
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***
En cuanto a los criterios generales de la edicin, adems de la pertinencia de las
investigaciones compiladas, quisiera resaltar el inters que me ha producido el hecho de
juntar en un mismo texto profesores y estudiantes de pregrado y maestra con
intelectuales y filsofos ampliamente reconocidos en el mbito acadmico. Si bien, en
algunos casos se nota las diferencias de estilo ms acadmico y farragoso en el primer
caso y ms relajado y desprovisto de citas en el segundo, todos parecen estar de
acuerdo en dar un giro en la investigacin esttica a problemas extra-estticos, sea hacia
los procesos mentales, hacia la vida histrico-social o hacia las zonas de frontera entre
arte, cultura y entretenimiento. En ese plano, a pesar de las diferencias de formacin y
estilo, creo que podemos hablar de una tendencia hacia el afuera de la esttica en los
estudios estticos.
De otra parte, en la seleccin de las imgenes pictricas que acompaan el texto, frente
a la infinidad de artistas posibles, el criterio ha sido el de reproducir exclusivamente las
obras citadas y comentadas en los artculos. Respecto de las imgenes flmicas, como el
lector puede advertir, hemos dejado de lado los fotogramas que corresponden a
pelculas recientes o a fenmenos televisivos que todos conocen de primera mano.
Me queda agradecer tanto a los Maestros como a los profesores y estudiantes por
autorizar la publicacin de su textos, rompiendo prejuicios y prevenciones. Igualmente,
a la Escuela de Ciencias de Humanas por abrir el espacio a este tipo de investigaciones
y al Centro Editorial de la Universidad del Rosario por el cuidado y la paciencia que
exige un texto tan heterogneo en autores y materiales. Finalmente, un agradecimiento
especial a Demetri Efthyvoulos por la generosidad con que ofreci las fotos para ilustrar
el artculo sobre su obra y la cartula del libro.
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