San Juan de La Cruz - Llama de Amor Viva A PDF
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es propiedad de la
Introduccin
Prlogo
Canciones
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Prlogo
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2. Oh cauterio suave!
Oh regalada llaga!
Oh mano blanda! Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida las has trocado.
3. Oh lmparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraos primores
calor y luz dan junto a su querido!
La soledad siguiendo,
llorando mi fortuna,
me voy por los caminos que se ofrecen, etc.,
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Cancin 1
DECLARACIN
Y as, estando esta alma tan cerca de Dios, que est transformada
en llama de amor, en que se le comunica el Padre, Hijo y Espritu
Santo, qu increble cosa se dice que guste un rastro de vida
eterna, aunque no perfectamente, porque no lo lleva la condicin de
esta vida? Mas es tan subido el deleite que aquel llamear del
Espritu Santo hace en ella, que la hace saber a qu sabe la vida
eterna. Que por eso llama a la llama "viva"; no porque no sea
siempre viva, sino porque le hace tal efecto, que le hace vivir en
Dios espiritualmente y sentir vida de Dios, al modo que dice David
(Sal. 83, 3): Mi corazn y mi carne se gozaron en Dios vivo. No
porque sea menester decir que sea vivo, pues siempre lo est, sino
para dar a entender que el espritu y sentido vivamente gustaban a
Dios, hechos en Dios, lo cual es gustar a Dios vivo, esto es, vida de
Dios y vida eterna. Ni dijera David all "Dios vivo", sino porque
vivamente le gustaba, aunque no perfectamente, sino como un viso
de vida eterna. Y as, en esta llama siente el alma tan vivamente a
Dios y le gusta con tanto sabor y suavidad, que dice: Oh llama de
amor viva!
7. esto es: que con tu amor tiernamente me tocas. Que, por cuanto
esta llama es llama de vida divina, hiere al alma con ternura de vida
de Dios; y tanto y tan entraablemente la hiere y enternece que la
derrite en amor, porque se cumpla en ella lo que en la Esposa de
los Cantares (5, 6), que se enterneci tanto, que se derriti, y as
dice ella all: Luego que el Esposo habl, se derriti mi alma; porque
la habla de Dios es el efecto que hace en el alma.
12. El centro del alma Dios es, al cual habiendo ella llegado segn
toda la capacidad de su ser y segn la fuerza de su operacin,
habr llegado al ltimo y profundo centro del alma, que ser cuando
con todas sus fuerzas ame y entienda y goce a Dios. Y cuando no
llegue a tanto como esto, aunque est en Dios, que es su centro por
gracia y por la comunicacin suya, si todava tiene movimiento para
ms y fuerza para ms, y no est satisfecha, aunque est en el
centro, no en el ms profundo, pues puede ir a ms.
16. En lo cual es de saber que antes que este divino fuego de amor
se introduzca y una en la sustancia del alma por acabada y perfecta
purgacin y pureza esta llama est hiriendo en el alma gastndole y
consumindole las imperfecciones de sus malos hbitos y sta es la
operacin del Espritu Santo en la cual la dispone para la divina
unin y transformacin sustancial en Dios por amor.
18. Todo esto dice Jeremas, y va all diciendo mucho ms. Que,
porque sta es cura y medicina que Dios hace al alma de sus
muchas enfermedades para darle salud, por fuerza ha de penar
segn su dolencia en la purga y cura. Porque aqu la ponen el
corazn sobre las brasas, para que en l se extrique todo gnero de
demonio (Tb. 6, 8); y aqu va saliendo a luz sus enfermedades, y se
las ponen delante los ojos a sentir, y las ponen en cura. Y lo que
antes el alma tena asentado y encubierto, ya lo ve y lo siente en la
luz y calor del fuego, lo cual antes no vea; as como en el agua y
humo que hace salir del madero el fuego se ve la humedad y
frialdad que tena, la cual antes no se conoca; mas ahora, cerca de
esta llama ve y siente el alma claramente sus miserias.
24. que es la que impide este tan grande negocio. Porque es fcil
cosa llegar a Dios, quitados los impedimentos y telas que dividen.
Las cuales se reducen en tres telas, que se han de romper para
poseer a Dios perfectamente, conviene saber: temporal, en que se
comprehende toda criatura; natural, en que se comprehenden las
operaciones e inclinaciones puramente naturales; y sensitiva, en
que slo se comprehende la unin del alma en el cuerpo, que es
vida sensitiva y animal, de que dice san Pablo (2 Cor. 5, 1):
Sabemos que si esta nuestra casa terrestre se desata, tenemos
habitacin de Dios en los cielos. Las dos primeras telas de
necesidad se han de haber rompido para llegar a esta posesin de
unin de Dios por amor, en que todas las cosas del mundo estn
negadas y renunciadas, y todos los apetitos y afectos naturales
mortificados, y las operaciones del alma hechas divinas.
Todo lo cual se rompi por los encuentros de esta llama cuando era
esquiva; porque en la purgacin espiritual, como habemos dicho
arriba acaba el alma de romper con estas dos telas y unirse como
aqu est, y no queda por romper ms que la tercera de la vida
sensitiva. Que por eso dice aqu "tela", y no "telas"; porque no hay
ms de sta, la cual por estar ya tan sutil y delgada y espiritualizada
con esta unin, no la encuentra la llama rigurosa y esquivamente,
como a las otras haca sino sabrosa y dulcemente.
26. Y llmala "tela" por tres cosas: la primera, por la trabazn que
hay entre el espritu y la carne; la segunda, porque divide entre Dios
y el alma; la tercera, porque as como la tela no es tan opaca y
condensa que no se pueda traslucir lo claro por ella, as en este
estado parece esta trabazn tan delgada tela, por estar ya muy
espiritualizada e ilustrada y adelgazada, que no se deja de traslucir
la Divinidad en ella. Y como siente el alma la fortaleza de la otra
vida, echa de ver tela de araa como la llama David (Sal. 89, 9),
diciendo: Nuestros aos como la araa meditarn. Y aun es mucho
menos delante la flaqueza de estotra, y parcele mucho delgada
tela, y aun del alma que as est engrandecida; porque, como est
puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del
cual, como tambin dice David (Sal. 8, 4), mil aos son como el da
de ayer que pas, y segn Isaas (40, 17), todas las gentes son
como si no fuesen. Y ese mismo tomo tienen delante del alma, que
todas las cosas le son nada, y ella es para sus ojos nada. Slo su
Dios para ella es el todo.
27. Pero hay aqu que notar: por qu razn pide ms que "rompa"
la tela, que la "corte". o que la "acabe", pues todo parece una cosa?
Podemos decir que por cuatro cosas.
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Cancin 2
Oh cauterio suave!
Oh regalada llaga!
Oh mano blanda! Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.
DECLARACIN
Y aunque aqu nombra los tres, por causa de las propiedades de los
efectos, slo con una habla, diciendo: En vida la has trocado,
porque todos ellos obran en uno, y todo lo atribuye a uno, y todo a
todos. Sguese el verso:
Oh cauterio suave!
Oh regalada llaga!
10. Y lo que aqu goza el alma no hay ms decir sino que all siente
cun bien comparado est el reino de los cielos al grano de
mostaza en el Evangelio (Mt. 13, 31), que, por su gran calor, siendo
tan pequeo, crece en rbol grande; porque el alma se ve hecha
como un inmenso fuego de amor, y el punto de la virtud de ello en
el corazn del espritu.
14. Esto digo para los que piensan que a pura fuerza y operacin
del sentido, que es bajo, pueden venir a llegar a las fuerzas y a la
alteza del espritu, a que no se llega sino el sentido corporal
quedndose afuera.
Luego, pues que tal es la llaga y el cauterio. cul ser la mano que
entiende en esta obra, y cul el toque que la causa? El alma lo
muestra, exagerndolo y no declarndolo, en el verso siguiente,
diciendo:
Oh mano blanda! Oh toque delicado!
16. Oh, pues, t, toque delicado, Verbo Hijo de Dios, que por la
delicadez de tu ser divino penetras sutilmente la sustancia de mi
alma, y, tocndola toda delicadamente, la absorbes toda a ti en
divinos modos de suavidades nunca odas en la tierra de Canan,
ni vistas en Temn (Bar. 3, 22)! Oh, pues, mucho y en grande
manera mucho delicado toque del Verbo para m, cuanto, habiendo
transtornado los montes y quebrantado las piedras en el monte
Horeb con la sobra de su poder y fuerza que iba adelante, te diste a
sentir al profeta en silbo de aire delgado (3 Re. 19, 11-12)! Oh aire
delgado!; como eres aire delgado y delicado, di, cmo tocas
delgada y delicadamente, siendo tan terrible y poderoso?
Oh, pues, otra vez y muchas veces delicado toque, pues que con
la fuerza de tu delicadez deshaces al alma y apartas de todos los
dems toques y la adjudicas slo para en ti, y tan delicado efecto y
dejo dejas en el alma, que todo otro toque de todas las dems
cosas altas y bajas le parezca grosero y bastardo si al alma toca, y
la ofenda aun el mirarle y le sea pena y grave tormento tratarle y
tocarle!
Lo que padecen los que a unin de Dios han de llegar, son trabajos
y tentaciones de muchas maneras en el sentido, y trabajos y
tribulaciones y tentaciones y tinieblas y aprietos en el espritu, para
que se haga la purgacin de entrambas estas dos partes, segn lo
dijimos en la declaracin del cuarto verso de la primera cancin.
22. Por estos trabajos, en que Dios al alma y sentido pone, va ella
cobrando virtudes y fuerza y perfeccin con amargura, porque la
virtud en la flaqueza se perfecciona (2 Cor. 12, 9), y en el ejercicio
de pasiones se labra. Porque no puede servir el hierro en la
inteligencia del artfice si no es por fuego y martillo, en lo cual el
hierro padece detrimento acerca de lo que antes era. Que de esa
manera dice Jeremas (Lm, 1, 13) que le ense Dios, diciendo:
Envi fuego en mis huesos y enseme. Y tambin dice (Jr. 31, 18)
del martillo: Castigsteme, Seor, y qued enseado y docto. Por lo
cual dice el Eclesistico (Ec. 34, 9, 11): El que no es tentado, qu
sabe y qu cosa puede conocer?
23. Y aqu nos conviene notar por qu son tan pocos los que llegan
a este alto estado. En lo cual es de saber, que no es porque Dios
quiere que haya pocos de estos espritus levantados, que antes
querra que todos los fuesen, sino que halla pocos vasos en quien
hacer tan alta y subida obra; que, como los prueba en lo menos y
los halla flacos, de suerte que luego huyen de la labor, no queriendo
sujetarse al menor desconsuelo ni mortificacin, obrando con
maciza paciencia, de aqu es que, no hallndolos fuertes en la
merced que les haca en comenzar a desbastarlos, no vaya
adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra, para lo
cual era menester mayor fortaleza y constancia.
27. Pues como el alma aqu se acuerda que se le pagan aqu muy
bien todos sus pasados trabajos, porque ya sicut tenebrae eius, ita
et lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las
tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones; y que a todos los
trabajos interiores y exteriores la hace muy bien respondido con
bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga
su correspondencia de grande galardn, confisalo como ya bien
satisfecha en este su verso diciendo: Y toda deuda paga. Como
hizo tambin David en el suyo (Sal. 70, 20-21), diciendo: Cuntas
tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me
libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste;
multiplicaste tu magnificencia, y volvindote a m me consolaste!
Y as esta alma, que antes estaba fuera a las puertas del palacio,
como Mardoqueo (Ester passim), llorando en las plazas de Susn el
peligro de su vida, vestida de la reina Esther, ni habiendo recibido
ninguna merced ni galardn por sus servicios que haba hecho al
rey, y la fe que haba tenido en mirar por la honra y vida del rey, en
un da le pagan sus trabajos y servicios, hacindola no solamente
entrar en el palacio y que est delante del rey vestida con
vestiduras reales, sino que tambin se le ponga la corona y el cetro
y silla real con posesin del anillo del rey, para que todo lo que
quisiere haga, y lo que no quisiere no haga en el reino de su
Esposo; porque los de este estado todo lo que quieren alcanzan.
De toda deuda queda muy bien pagada, muertos ya sus enemigos
de los apetitos que le andaban queriendo quitar la vida, y ya
viviendo en Dios. Que por eso dice ella luego:
30. Y, como quiera que cada viviente viva por su operacin, como
dicen los filsofos, teniendo sus operaciones en Dios, por la unin
que tiene con Dios, el alma vive vida de Dios y se ha trocado su
muerte en vida.
Y por eso puede aqu decir el alma con mucha razn con san Pablo
(Gl. 2, 20): Vivo, ya no yo, mas vive en m Cristo. Y as, se trueca la
muerte de esta alma en vida de Dios, absorbida el alma en la vida,
porque en ella se cumpla el dicho tambin del Apstol (1 Cor. 15,
54): Absorta est la muerte en victoria. Y tambin el de Oseas
profeta (13, 14), que dice: Oh muerte! yo ser tu muerte, dice Dios.
32. En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda como
de fiesta, y trae en su paladar un jbilo de Dios grande y como un
cantar nuevo siempre nuevo, envuelto en alegra y amor, y en
conocimiento de su alto estado. A veces anda con gozo, diciendo
en su espritu aquellas palabras de Job (Jb. 29, 20) que dicen: Mi
gloria siempre se innovar y como palma multiplicar los das, que
es como decir: Dios, que, permaneciendo en s siempre de una
manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27)
estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovar mi gloria,
esto es, no la dejar volver a vieja, como antes lo era; y multiplicar
los das, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma
sus enhiestas.
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Cancin 3
Oh lmparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego,
con extraos primores
calor y luz dan junto a su Querido!
DECLARACIN
Oh lmparas de fuego!
En cuyos resplandores.
10. Y a este talle entenderemos que el alma con sus potencias est
esclarecida dentro de los resplandores de Dios. Y los movimientos
de esta llama que son vibramientos y llamear que habemos arriba
dicho, no los hace slo el alma que est transformada en la llama
del Espritu Santo, ni los hace slo l, sino l y el alma juntos,
moviendo l al alma, como hace el fuego al aire inflamado. Y as,
estos movimientos de Dios y el alma juntos, no slo son
resplandores sino glorificaciones de Dios que hace al alma. Porque
estos movimientos o vibramientos son los juegos y fiestas alegres
que en el segundo verso de la primera cancin decamos que hacia
el Espritu Santo en el alma, en los cuales parece que siempre la
est queriendo acabar de dar la vida eterna; y as, aquellos
movimientos y llamaradas son como provocamientos que est
haciendo al alma para acabarla de trasladar a su perfecta gloria,
entrndola ya de veras en s. Porque todos los bienes primeros y
postreros, menores y mayores, que Dios hace al alma, siempre se
los hace con este motivo suyo y de ella, de llevarla a vida eterna;
bien as como el fuego, que todos los movimientos y meneos que
hace en el aire que en s tiene inflamado, son a fin de llevarle al
centro de su esfera, y todos aquellos vibramientos es porfiar por
llevarlo, mas porque el aire est en su esfera no se hace. Y as,
aunque estos motivos del Espritu Santo son aqu encendidsimos y
eficacsimos en absorber al alma en mucha gloria, todava no acaba
hasta que llegue el tiempo en que salga de la esfera del aire de esta
vida de carne y pueda entrar en el centro de su espritu de la vida
perfecta en Cristo.
14. Segn esto, cules sern las sombras que har el Espritu
Santo al alma de todas las grandezas de sus virtudes y atributos,
estando tan cerca de ella, que no slo la toca en sombra, mas est
unida con ellas en sombra, gustndolas en sombra, entendiendo y
gustandoel talle y las propiedades de Dios en sombra de Dios, es a
saber: entendiendo y gustando la propiedad de la potencia divina en
sombra de omnipotencia, y entendiendo y gustando la sabidura
divina en sombra de sabidura divina, entendiendo y gustando la
bondad infinita en sombra que le cerca de bondad infinita,
entendiendo y gustando el deleite de Dios infundido en sombra de
deleite de Dios, y, finalmente, gustando la gloria de Dios en sombra
de gloria, que hace saber y gustar la propiedad y talle de la gloria
de Dios, pasando todo esto en claras y encendidas sombras, pues
los atributos de Dios y sus virtudes son lmparas, que, como quiera
que sean resplandecientes y encendidas, a su talle y propiedad han
de hacer sombras resplandecientes y encendidas y multitud de ellas
en un solo ser?
16. Oh admirable cosa, que, con ser todas estas lmparas de los
atributos divinos un simple ser y en l solo se gusten, se vea y
guste la distincin de ellas, tan encendida la una como la otra,
siendo la una sustancialmente la otra! Oh abismo de deleites, tanto
ms abundantes, cuanto estn tus riquezas ms recogidas en
unidad y simplicidad infinita, donde de tal manera se conozca y
guste lo uno, que no se impida el conocimiento y gusto perfecto de
lo otro, antes cada cosa en ti es luz de la otra, que por tu limpieza,
oh Sabidura divina, muchas cosas se ven en ti vindose una,
porque t eres el depsito de los tesoros del Eterno Padre!
22. Pero, vlgame Dios!, pues que es verdad que, cuando el alma
desea a Dios con entera verdad, tiene ya el que ama, como dice
san Gregorio sobre san Juan, cmo pena por lo que ya tiene?
Porque en el deseo que dice san Pedro (1 Pe. 1, 12) que tienen los
ngeles de ver al Hijo de Dios, no hay alguna pena ni ansia, porque
ya le poseen; y as le parece que, si el alma cuanto ms desea a
Dios ms le posee, y la posesin de Dios da deleite y hartura al
alma, como en los ngeles, que estando cumpliendo su deseo, en
la posesin se deleitan, estando siempre hartando su espiritual con
el apetito, sin fastidio de hartura; por lo cual, porque ni hay fastidio,
siempre desean, y porque hay posesin, no penan. Tanto ms de
hartura y deleite haba el alma de sentir aqu en este deseo cuanto
mayor es el deseo, pues tanto ms tiene a Dios, y no de dolor y
pena.
23. En esta cuestin viene bien notar la diferencia que hay en tener
a Dios por gracia en s solamente, y en tenerle tambin por unin:
que lo uno es bien quererse, y lo otro es tambin comunicarse, que
es tanta la diferencia como hay entre el desposorio y el matrimonio.
Porque en el desposorio slo hay un igualado s y una sola voluntad
de ambas partes y joyas y ornato de desposada, que se las da
graciosamente el desposado; mas en el matrimonio hay tambin
comunicacin de las personas y unin. Y en el desposorio, aunque
algunas veces hay vistas del esposo a la esposa y las ddivas,
como decimos, pero no hay unin de las personas, que es el fin del
desposorio.
26. Oh qu buen lugar era ste para avisar a las almas que Dios
llega a estas delicadas unciones, que miren lo que hacen y en
cuyas manos se ponen, porque no vuelvan atrs!, sino que es fuera
del propsito a que vamos hablando.
32. Que, pues Dios entonces en modo de dar trata con ella con
noticia sencilla amorosa, tambin el alma trate con l el modo de
recibir con noticia o advertencia sencilla o amorosa, para que as se
junte noticia con noticia y amor con amor. Porque conviene que el
que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otro, para
poderlo recibir y retener como se lo dan, porque, como dicen los
filsofos, cualquiera cosa que se recibe, est en el recipiente al
modo que se ha el recipiente.
De donde est claro que, si el alma entonces no dejase su modo
activo natural, no recibira aquel bien sino a modo natural, y as no
lo recibir, sino quedarse ha solamente con acto natural; porque lo
sobrenatural no cabe en el modo natural ni tiene que ver con ello. Y
as totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo,
habindose de otra manera ms que con la advertencia pasiva
amorosa que habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin
hacer acto natural sino es cuando Dios la uniese en algn acto,
pondra impedimento a los bienes que la est Dios comunicando
sobrenaturalmente en la noticia amorosa. Lo cual es el principio en
ejercicio de purgacin, como habemos dicho arriba, y despus, en
ms suavidad de amor.
36. Pero los bienes interiores que esta callada contemplacin deja
impresos en el alma, sin ella sentirlo, como digo, son inestimables,
porque, en fin, son unciones secretsimas y delicadsimas del
Espritu Santo, en que secretamente llena al alma de riquezas y
dones y gracias, porque, en fin, siendo Dios, hace Dios.
38. Y, con ser este dao tan grande, ms que se puede encarecer,
es tan comn que apenas se hallar un maestro espritual que no te
haga en las almas que de esta manera comienza Dios a recoger en
contemplacin. Porque cuntas veces est Dios ungiendo al alma
con alguna uncin muy delgada de noticia amorosa, serena,
pacfica, solitaria y muy ajena del sentido y de lo que se puede
pensar; no pudiendo meditar ni gustar de cosa de arriba ni de abajo,
ni de noticias, porque la trae Dios ocupada en aquella uncin
solitaria, inclinada a soledad y ocio, y vendr uno que no sabe sino
martillar y macear como herrero, y porque l no ensea ms que
aquello, dir: "And, dejaos de eso que es perder el tiempo, y
ociosidad, sino tomad y meditad y haced actos, que es menester
que hagis de vuestra parte actos y diligencias, que son esotros
alumbramientos y cosas de bausanes".
41. Dios est como el sol sobre las almas para entrar; contntense
con disponerla segn la perfeccin evanglica, que consiste en la
desnudez y vaco de sentido y espritu, y no quieran pasar adelante
en el edificar, que ese oficio slo es del Seor, de donde desciende
todo dado excelente (Sant. 1, 17). Porque si el Seor no edificare la
casa, en vano trabaja el que la edifica (Sal. 126, 1); edificar en
cada alma como l quisiere, edificio sobrenatural. Dispn t ese
natural, aniquilando sus operaciones, pues que antes estorban que
ayudan. Eso es tu oficio; y el de Dios, como dice el Sabio (Pv. 16, 9)
es enderezarle a los bienes sobrenaturales por modos y maneras
que t ni el alma no sabis. Y as, no digas: "Oh, que no va
delante, que no hace nada!" Porque, si el entendimiento del alma
entonces no gusta de otras inteligencias ms que antes, adelante
va el entendimiento caminando a lo sobrenatural.
44. Tampoco hay que temer en que la memoria vaya vaca de sus
formas y figuras, que, pues Dios no tiene forma ni figura, segura va
vaca de forma y figura y ms acercndose a Dios; porque, cuanto
ms se arrimare a la imaginacin, ms se aleja de Dios y en ms
peligro va, pues que Dios, siendo como es incogitable, no cae en la
imaginacin.
48. Pero stos por ventura yerran con buen celo, porque no llega a
ms su saber. Pero no por eso quedan excusados en los consejos
que temerariamente dan sin entender primero el camino y espritu
que lleva el alma, y, si no la entiende, entremeter su tosca mano en
cosa que no entiende, no dejndola para quien mejor la entienda.
Que no es cosa de pequeo peso y culpa hacer a un alma perder
inestimables bienes por consejo fuera de camino y dejarla bien por
el suelo. Y as, el que temerariamente yerra, estando obligado a
acertar, como cada uno lo est en su oficio, no pasar sin castigo,
segn el dao que hizo. Porque los negocios de Dios con mucho
tiento y muy a ojos abiertos se han de tratar mayormente en cosa
tan delicada y subida como en estas almas, como se aventura casi
infinita ganancia en acertar y casi infinita prdida en errar.
49. Pero ya que quieras decir que todava tiene alguna excusa,
aunque yo no la veo, a lo menos no me podrs decir que la tiene el
que, tratando un alma, jams la deja salir de su poder, all por los
respetos e intentos vanos que l se sabe, que no quedarn sin
castigo. Pues que est cierto que, habiendo de ir aquella alma
adelante, aprovechando en el camino espiritual, a que siempre Dios
la ayuda, ha de mudar estilo y modo de oracin y ha de tener
necesidad de otra doctrina ya ms alta que la suya y otro espritu.
Porque no todos saben para todos los sucesos y trminos que hay
en el camino espiritual, ni tienen espritu tan cabal que conozcan
cmo en cualquiera estado de la vida espiritual ha de ser el alma
llevada y regida; a lo menos, no ha de pensar que lo tiene l todo, ni
que Dios querr dejar de llevar aquella alma ms adelante. No
cualquiera que sabe desbastar el madero, sabe entallar la imagen,
ni cualquiera que sabe entallarla, sabe perfilarla y pulirla, y no
cualquiera que la sabe pulir, sabe pintarla, ni cualquiera que sepa
pintarla, sabr poner la ltima mano y perfeccin. Porque cada uno
de stos no puede en la imagen hacer ms de lo que sabe, y, si
quisiese pasar adelante, sera echarla a perder.
51. Y, dado caso que tengas para alguna alma (porque quiz no
tendr talento para pasar ms adelante), es como imposible que t
tengas para todas las que no dejas salir de tus manos; porque a
cada una lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallar
un espritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el
modo del otro. Porque quin habr, como san Pablo (1 Cor. 9, 22),
que tenga para hacerse todo a todos, para ganarlos a todos? Y t
de tal manera tiranizas las almas y de suerte las quitas la libertad y
adjudicas para ti la anchura y libertad de la doctrina evanglica, que
no slo procuras que no te dejen, mas lo que peor es, que, si acaso
alguna vez que alguna fue a pedir algn consejo a otro, o a tratar
alguna cosa que no convendra tratar contigo (o la llevara Dios
para que la ensease lo que t no enseas), te hayas con ella (que
no lo digo sin vergenza) con las contiendas de celos que hay entre
los casados, los cuales no son celos que tienes de honra de Dios,
sino celos de tu soberbia y presuncin. Porque cmo puedes tu
saber que aquella alma no tuvo necesidad de ir a otro? Indgnase
Dios de stos grandemente, y promtelos castigo por el profeta
Ezequiel (34, 3, 10): diciendo: No apacentbades m ganado, sino
cubrades os con la lana y comades os su leche; yo pedir mi
ganado de vuestra mano.
52. Deben, pues, estos tales dar libertad a estas almas, y estn
obligados a dejarlas ir a otros y mostrarles buen rostro, que no
saben ellos por dnde aquella alma la quiera Dios aprovechar,
mayormente cuando ya no gusta de su doctrina, que es seal que
la lleva Dios adelante por otro camino y que ha menester otro
maestro, y ellos mismos se lo han de aconsejar, y lo dems nace de
necia soberbia y presuncin.
54. El otro ciego que dijimos que poda empachar el alma en este
gnero de recogimiento es el demonio, que quiere que, como l es
ciego, tambin el alma lo sea. El cual en estas altsimas soledades
en que se infunden las delicadas unciones del Espritu Santo (en lo
cual l tiene grande pesar y envidia, porque se le va el alma de
vuelo y no la puede coger en nada y ve que se enriquece mucho),
procrale poner en esta desnudez y enajenamiento algunas
cataratas de noticias y nieblas de jugos sensibles, a veces buenos,
por cebar ms el alma y hacerla volver as al trato del sentido, y que
mire en aquello y lo abrace, a fin de ir a Dios, arrimada a aquellas
noticias buenas y jugos. Y en esto las distrae y saca
facilsimamente de aquella soledad y recogimiento en que, como
habemos dicho, el Espritu Santo est obrando aquellas grandezas
secretamente. Y entonces el alma, como es inclinada a sentir y
gustar, mayormente si lo anda pretendiendo, facilsimamente se
pega a aquellas noticias y jugos, y se quita de la soledad en que
Dios obra. Porque, como ella no haca nada, parcele estotro mejor,
pues ah es algo. Y aqu es grande lstima que, no entendindose,
por comer ella un bocadillo se quita que la coma Dios a ella toda,
absorbindola en unciones de su paladar espirituales y solitarias.
Y hace el demonio tanto de esto, que es para admirar; que, con ser
mayor un poco de dao en esta parte que hacer mucho en otras
almas muchas, como habemos dicho, apenas hay alma, que vaya
por este camino que no la haga grandes daos y haga caer en
grandes prdidas. Porque este maligno se pone aqu con grande
aviso en el paso que hay del sentido al espritu, engaando y
cebando al alma con el mismo sentido, atravesando, como
habemos dicho, cosas sensibles, porque se detenga en ellas y no
se le escape. Y el alma en grandsima facilidad luego se detiene,
como no sabe ms que aquello, y no piensa que hay en aquello
prdida, antes lo tiene a buena dicha y lo toma de buena gana,
pensando que la viene Dios a ver; as deja de entrar en lo interior
del Esposo, quedndose a la puerta a ver lo que pasa.
61. Por dos cosas puede el ojo dejar de ver: o porque est a
oscuras, o porque est ciego.
Porque, hasta que el Seor dijo: Fiat lux (Gn. 1, 3), estaban las
tinieblas sobre la faz del abismo (1, 2) de la caverna del sentido. El
cual, cuanto es ms abisal y de ms profundas cavernas cuando
Dios, que es lumbre, no le alumbra, tanto ms abismales y
profundas tinieblas hay en l; y as, esle imposible alzar los ojos a la
divina luz, ni caer en su pensamiento, porque no sabe cmo es,
nunca habindolo visto. Por eso, ni lo podr apetecer, antes
apetecer tinieblas, porque ni sabe cmo es, e ir de una tiniebla en
otra, guiado por aquella tiniebla. Porque no puede guiar una tiniebla
sino a otra tiniebla, pues, como dice David (Sal. 18, 2) el da rebosa
en el da, y la noche ensea su noche a la noche. Y as un abismo
llama otro abismo (Sal. 41, 8): un abismo de tinieblas a otro abismo
de tinieblas, y un abismo de luz a otro abismo de luz, llamando cada
semejante a su semejante e infundiendo en l. Y as, la luz de la
gracia que Dios haba dado a esta alma antes, con que la haba
abierto el ojo de su abismo a la divina luz y hchola en esto
agradable, llam otro abismo de gracia, que es esta transformacin
divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan
esclarecido y agradable que la luz y la voluntad toda es una, unida
la luz natural con la sobrenatural, y luciendo ya la sobrenatural
solamente; as como la luz que Dios cri se uni con la del sol, y
luce la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14-18).
64. Oh, quin pudiera decir aqu cun imposible le es al alma que
tiene apetitos juzgar de las cosas de Dios como ellas son! Porque
para acertar a juzgar las cosas de Dios, totalmente se ha de echar
el apetito y el gusto afuera y no las ha de juzgar con l, porque
infaliblemente vendr a tener las cosas de Dios por no de Dios, y
las no de Dios, por de Dios. Porque, estando aquella catarata y
nube sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un
color, otras de otro, como ellas se ponen; y piensan que la catarata
es Dios, porque no ve, como habemos dicho, ms que catarata, que
est sobre el sentido, y Dios no cae en sentido. Y as el apetito y
gustos impiden el conocimiento de las cosas altas, como lo da a
entender el Sabio (Sab. 4, 12), diciendo: El hechizo de la vanidad
oscurece los bienes, y la inconstancia delapetito trastrueca el
sentido que aun no sabe de malicia.
65. Por lo cual, los que no son tan espirituales que estn purgados
de los apetitos y gustos, sino que todava estn algo animales en
ellos crean que las cosas viles y bajas del espritu, que son las que
ms se llegan al sentido en que ellos todava viven las tendrn por
gran cosa; y las que fueren altas del espritu, que son las que mas
se apartan del sentido, las tendrn en poco y no las estimarn, y
an las tendrn por locura, como dice san Pablo (1 Cor. 2 14)
diciendo: El hombre animal no percibe las cosas de Dios; sonle a l
como locura y no les puede entender. Y hombre animal es aquel
que todava vive con apetitos y gustos de su naturaleza, que,
aunque algunos vengan y nazcan de espritu, si se quiere asir a
ellos con su natural apetito, ya son apetitos naturales; que poco
hace al caso que el objeto sea sobrenatural si el apetito sale de s
mismo y tiene raz y fuerza en el natural, pues tiene la misma
sustancia y naturaleza que si fuera acerca de materia y objeto
natural.
Este sentido, pues, que antes estaba oscuro sin esta divina luz de
Dios, y ciego con sus apetitos, ya est de manera que sus
profundas cavernas, por medio de esta divina unin,
69. Y en esto est el inestimable deleite del alma, de ver que ella da
a Dios cosa suya que le cuadre a Dios segn su infinito ser. Que,
aunque es verdad que el alma no puede dar de nuevo al mismo
Dios a s mismo, pues l en s siempre es el mismo, pero el alma de
suyo perfecta y verdaderamente lo hace, dando todo lo que le haba
dado, para pagar el amor, que es dar tanto como le dan. Y Dios se
paga con aquella ddiva del alma (que con menos no se pagara), y
lo toma con agradecimiento, como cosa suya del alma que de
nuevo se le da, y en eso mismo la ama y de nuevo libremente se
entrega al alma, y en esto ama al alma.
Y as, estn actualmente Dios y el alma en un amor recproco en la
conformidad de la unin y entrega matrimonial, en que los bienes
de entrambos, que son la divina esencia, poseyndolos cada uno
libremente, los poseen entrambos juntos en la entrega voluntaria
del uno al otro, diciendo el uno al otro lo que el Hijo de Dios dijo al
Padre por san Juan (17, 10), es a saber: Omnia mea tua sunt, et tua
mea sunt et clarificatus sum in eis, esto es: Todas mis cosas son
tuyas, y tus cosas son mas, y clarificado estoy en ellas. Lo cual en
la otra vida es sin intermisin en la fruicin; y en este estado de
unin, cuando se pone en acto y en ejercicio de amor la
comunicacin del alma y Dios. Que puede hacer el alma aquella
ddiva, es de ms entidad que su capacidad y su ser, est claro;
porque claro est que el que tiene muchos reinos y gentes por
suyas, aunque son de ms mucha entidad que l, las puede dar
muy bien a quien quisiere.
71. Pero los primores con que el alma hace esta entrega, habemos
aqu de notar brevemente. Acerca de lo cual es de advertir que en
el acto de esta unin, como quiera que el alma goce cierta imagen
de fruicin que se causa de la unin del entendimiento y del afecto
en Dios, deleitada ella en s y obligada, hace a Dios la entrega de
Dios y de s misma en Dios con maravillosos modos. Porque acerca
del amor se ha el alma acerca de Dios con extraos primores y
acerca de este rastro de fruicin, ni ms ni menos, y acerca de la
alabanza tambin, y por el semejante acerca del agradecimiento.
Cancin 4
Recuerdas en mi seno.
11. Pero ser la duda: cmo puede sufrir el alma tan fuerte
comunicacin en la carne, que en efecto no hay sujeto y fuerza en
ella para sufrir tanto para no desfallecer? Pues que, de solamente
de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales
y resplandeciendo el oro y perlas preciosas temi tanto de verle tan
terrible en su aspecto que desfalleci como ella lo confiesa all (Est.
15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su gran gloria,
porque le pareci como un ngel y su rostro lleno de gracias,
desfalleci; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no
glorifica. Pues, cunto ms haba el alma de desfallecer aqu,
pues no es ngel el que echa de ver, sino Dios con su rostro lleno
de gracias de todas las criaturas y de terrible poder y gloria y voz de
multitud de excelencias? De la cual dice Job (26, 14) que, cuando
oyremos tan mala vez una partecita, quin podr sufrir la
grandeza de su trueno?; y en otra parte (23, 6) dice: No quiero que
entienda y trate conmigo con mucha fortaleza, porque por ventura
no me oprima con el peso de su grandeza.
12. Pero la causa por que el alma no desfallece y teme en aqueste
recuerdo tan poderoso y glorioso, es por dos cosas.
13. Y as, habindose aqu el Rey del cielo desde luego con el alma
amigablemente, como su igual y hermano, desde luego no teme el
alma: porque, mostrndole en mansedumbre y no en furor la
fortaleza de poder y el amor de su bondad, la comunica la fortaleza
y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como
esposo de su tlamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, o
inclinado a ella, tocndola como hermano. Y all las vestiduras
reales y fragancia de ellas, que son las virtudes admirables de Dios;
all el resplandor de oro, que es la caridad; all lucir las piedras
preciosas de las noticias de las sustancias superiores e inferiores;
all el rostro del Verbo lleno de gracias, que embisten y visten a la
reina del alma, de manera que, transformada ella en estas virtudes
del Rey del cielo, se ve hecha reina, y que se puede en verdad
decir de ella lo que dice David en el salmo 44 (v. 10), es a saber: La
reina estuvo a tu diestra en vestiduras de oro y cercada de
variedad. Y, porque todo esto pasa en la ntima sustancia del alma,
dice luego ella:
15. Oh, cun dichosa es esta alma que siempre siente estar a Dios
reposando y descansando en su seno! Oh, cunto le conviene
apartarse de cosas, huir de negocios, vivir con inmensa
tranquilidad, porque con una motica no inquiete ni remueva el seno
del Amado! Est l all de ordinario como dormido en este abrazo
con la sustancia del alma, la cual ella muy bien siente y de ordinario
muy bien goza. Porque, si estuviese en ella siempre recordado, que
sera comunicndose las noticias y los amores, sera estar en gloria.
Porque, si una vez que recuerda, tan mala vez!, abriendo el ojo,
pone tal al alma, como vemos, qu sera si de ordinario estuviese
en ella bien despierto?
16. En otras almas que no han llegado a esta unin, aunque no est
desagradado, por cuanto aun no estn bien dispuestas para ella,
mora secreto en su alma; porque no le sienten de ordinario sino es
cuando l les hace algunos recuerdos sabrosos, aunque no son del
gnero de ste, ni tienen que ver con l. Pero al demonio y al
entendimiento no les est tan secreto como estotro, porque todava
podra entender algo por los movimientos del sentido, por cuanto
hasta la unin no est bien aniquilado, que todava tiene algunas
acciones acerca de lo espiritual, por no ser ello totalmente espiritual.
Y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cun delicadamente me enamoras!
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