San Juan de La Cruz - Llama de Amor Viva A PDF

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SAN JUAN DE LA CRUZ

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LLAMA DE AMOR VIVA A

Introduccin

Prlogo

Canciones

Cancin 1. Oh llama de amor viva!


Cancin 2. Oh cauterio suave!
Cancin 3. Oh lmparas de fuego!
Cancin 4. Cun manso y amoroso!

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Declaracin de las canciones que tratan de la muy ntima y


calificada unin y transformacin del alma en Dios, a peticin de la
seora Doa Ana de Pealosa, por el mismo que las compuso.

Prlogo

1. Alguna repugnancia he tenido, muy noble y devota seora, en


declarar estas cuatro canciones que Vuestra Merced me ha pedido,
por ser de cosas tan interiores y espirituales, para las cuales
comnmente falta lenguaje (porque lo espiritual excede al sentido),
con dificultad se dice algo de la substancia; porque tambin se
habla mal en las entraas del espritu, si no es con entraable
espritu. Y, por el poco que hay en m, lo he diferido hasta ahora.
Pero ahora que el Seor parece que ha abierto un poco la noticia y
dado algn calor (debe ser por el santo deseo que Vuestra Merced
tiene) que quiz, como se hicieron para Vuestra Merced, querr Su
Majestad que para Vuestra Merced se declaren, me he animado
sabiendo cierto que de mi cosecha nada que haga al caso dir en
nada, cunto ms en cosas tan subidas y sustanciales. Por eso no
ser mo sino lo malo y errado que en ello hubiere; y por eso lo
sujeto todo a mejor parecer y al juicio de nuestra Madre la Iglesia
Catlica Romana, con cuya regla nadie yerra. Y con este
presupuesto, arrimndome a la Escritura divina, y como se lleve
entendido que todo lo que se dijere es tanto menos de lo que all
hay como lo es lo pintado que lo vivo, me atrever a decir lo que
supiere.
2. Y no hay que maravillar que haga Dios tan altas y extraas
mercedes a las almas que l da en regalar; porque si consideramos
que es Dios, y que se las hace como Dios y con infinito amor y
bondad, no nos parecer fuera de razn; pues l dijo (Jn. 14, 23)
que en el que le amase vendran el Padre, Hijo y Espritu Santo y
haran morada en l; lo cual habra de ser haciendole a l vivir y
morar en el Padre, Hijo y Espritu Santo en vida de Dios, como da a
entender el alma en estas canciones.

3. Porque, aunque en las canciones que arriba declaramos,


hablamos del ms perfecto grado de perfeccin a que en esta vida
se puede llegar, que es la transformacin en Dios, todava estas
canciones tratan del amor ya ms calificado y perfeccionado en ese
mismo estado de transformacin. Porque, aunque es verdad que lo
que stas y aqullas dicen todo es un estado de transformacin, y
no se puede pasar de all en cuanto tal, pero puede con el tiempo y
ejercicio calificarse, como digo, y sustanciarse mucho ms en el
amor; bien as como, aunque, habiendo entrado el fuego en el
madero, le tenga transformado en s y est ya unido con l, todava,
afervorndose ms el fuego y dando ms tiempo en l, se pone
mucho ms candente e inflamado hasta centellear fuego de s y
llamear.

4. Y en este encendido grado se ha de entender que habla el alma


aqu, ya transformada y calificada interiormente en fuego de amor,
que no slo est unida en este fuego, sino que hace ya viva llama
en ella. Y ella as lo siente y as lo dice en estas canciones con
ntima y delicada dulzura de amor, ardiendo en su llama,
encareciendo en estas canciones algunos efectos que hace en ella.
Las cuales ir declarando por el orden que las dems: que las
pondr primero juntas y luego, poniendo cada cancin, la declarar
brevemente; y despus, poniendo cada verso, le declarar de por
s.

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Canciones que hace el alma


en la ntima unin con Dios

1. Oh llama de amor viva,


que tiernamente hieres
de mi alma en el ms profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya, si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro!

2. Oh cauterio suave!
Oh regalada llaga!
Oh mano blanda! Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida las has trocado.

3. Oh lmparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido,
que estaba oscuro y ciego,
con extraos primores
calor y luz dan junto a su querido!

4. Cun manso y amoroso


recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras
y en tu aspirar sabroso,
de vida y gloria lleno,
cun delicadamente me enamoras!

La compostura de estas liras son como aquellas que en Boscn


estn vueltas a lo divino, que dicen:

La soledad siguiendo,
llorando mi fortuna,
me voy por los caminos que se ofrecen, etc.,

en las cuales hay seis pies; el cuarto suena con el primero, y el


quinto con el segundo, y el sexto con el tercero.

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Cancin 1

CANCIONES QUE HACE EL ALMA EN LA NTIMA UNIN CON


DIOS
CANCIN 1

Oh llama de amor viva,


que tiernamente hieres
de mi alma en el ms profundo centro!
Pues ya no eres esquiva,
acaba ya si quieres;
rompe la tela de este dulce encuentro!

DECLARACIN

1. Sintindose ya el alma toda inflamada en la divina unin, ya su


paladar todo baado en gloria y amor, y que hasta lo ntimo de su
sustancia est revertiendo no menos que ros de gloria, abundando
en deleites, sintiendo correr de su vientre los ros de agua viva que
dijo el Hijo de Dios (Jn. 7, 38) que saldran en semejantes almas,
parcele que, pues con tanta fuerza est transformada en Dios y
tan altamente de l poseda, y con tan ricas riquezas de dones y
virtudes arreada, que est tan cerca de la bienaventuranza, que no
la divide sino en una leve tela.

Y como ve que aquella llama delicada de amor que en ella arde,


cada vez que la est embistiendo, la est como glorificando con
suave y fuerte gloria, tanto que, cada vez que la absorbe y embiste,
le parece que le va a dar la vida eterna, y que va a romper la tela de
la vida mortal, y que falta muy poco, y que por eso poco no acaba
de ser glorificada esencialmente, dice con gran deseo a la llama,
que es el Espritu Santo, que rompa ya la vida mortal por aquel
dulce encuentro, en que de veras la acabe de comunicar lo que
cada vez parece que la va a dar y cuando la encuentra, que es
glorificarla entera y perfectamente. Y as, dice:

Oh llama de amor viva!

2. Para encarecer el alma el sentimiento y aprecio con que habla en


estas cuatro canciones, pone en todas ellas estos trminos: "oh!" y
"cuan" que significan encarecimiento afectuoso; los cuales, cada
vez que se dicen, dan a entender del interior ms de lo que se dice
por la lengua. Y sirve el "oh!" para mucho desear y para mucho
rogar persuadiendo, y para entrambos efectos usa el alma de l en
esta cancin, porque en ella encarece e intima el gran deseo,
persuadiendo al amor que la desate.
3. Esta llama de amor es el espritu de su Esposo, que es el Espritu
Santo, el cual siente ya el alma en s, no slo, como fuego que la
tiene consumida y transformada en suave amor, sino como fuego
que, dems de eso, arde en ella y echa llama, como dije; y aquella
llama baa al alma en gloria y la refresca en temple de vida divina.

Y sta es la operacin del Espritu Santo en el alma transformada


en amor, que los actos que hace interiores es llamear, que son
inflamaciones de amor, en que unida la voluntad del alma, ama
subidsimamente, hecha un amor con aquella llama. Y as, estos
actos de amor del alma son preciossimos, y merece ms en uno y
vale ms que cuanto habr hecho toda su vida sin esta
transformacin, por ms que ello fuese, etc. Y la diferencia que hay
entre el hbito y el acto, hay entre la transformacin en amor y la
llama de amor, que es la que hay entre el madero inflamado y la
llama de l: que la llama es efecto del fuego que all est.

4. De donde, el alma que est en estado de transformacin de


amor, podemos decir que su ordinario hbito es como el madero
que siempre est embestido en fuego; y los actos de esta alma son
la llama que nace del fuego de amor, que tan vehemente sale
cuanto es ms intenso el fuego de la unin: en la cual llama se
unen y suben los actos de la voluntad arrebatada y absorta en la
llama del Espritu Santo, que es como el ngel que subi a Dios en
la llama del sacrificio de Manu (Jc. 13, 20). Y as, en este estado
no puede el alma hacer actos, que el Espritu Santo la mueve a
ellos; y por eso, todos los actos de ella son divinos, pues es hecha y
movida por Dios. De donde al alma le parece que cada vez que
llamea esta llama, hacindola amar con sabor y temple divino, la
est dando vida eterna, pues la levanta a operacin de Dios en
Dios.

5. Y ste es el lenguaje y palabras que habla y trata Dios en las


almas purgadas y limpias, que son palabras todas encendidas,
como dijo David (Sal. 118, 140): Tu palabra es encendida
vehementemente; y el profeta (Jr. 23, 29): Por ventura mis
palabras no son como fuego? Las cuales palabras, como l mismo
dice por san Juan (6, 64), son espritu y vida; la cual sienten las
almas que tienen odos para orla, que, como digo, son las almas
limpias y enamoradas; que los que no tienen el paladar sano, sino
que gustan otras cosas, no pueden gustar el espritu y vida de ellas.
Y por eso, cuanto ms altas palabras deca el Hijo de Dios, tanto
ms algunos se desabran por su impureza, como fue cuando
predic aquella sabrosa y amorosa doctrina de la Sagrada
Eucarista, que muchos de ellos volvieron atrs (Jn. 6, 60-61, 67).

6. Y no porque los tales no gusten este lenguaje de Dios que habla


de dentro, han de pensar que no le gustarn otros como aqu se
dice, como las gust san Pedro (Jn. 6, 69) en el alma cuando dijo a
Cristo: Dnde iremos, Seor, que tienes palabras de vida eterna?
Y la Samaritana olvid el agua y el cntaro por la dulzura de las
palabras de Dios (Jn. 4, 28).

Y as, estando esta alma tan cerca de Dios, que est transformada
en llama de amor, en que se le comunica el Padre, Hijo y Espritu
Santo, qu increble cosa se dice que guste un rastro de vida
eterna, aunque no perfectamente, porque no lo lleva la condicin de
esta vida? Mas es tan subido el deleite que aquel llamear del
Espritu Santo hace en ella, que la hace saber a qu sabe la vida
eterna. Que por eso llama a la llama "viva"; no porque no sea
siempre viva, sino porque le hace tal efecto, que le hace vivir en
Dios espiritualmente y sentir vida de Dios, al modo que dice David
(Sal. 83, 3): Mi corazn y mi carne se gozaron en Dios vivo. No
porque sea menester decir que sea vivo, pues siempre lo est, sino
para dar a entender que el espritu y sentido vivamente gustaban a
Dios, hechos en Dios, lo cual es gustar a Dios vivo, esto es, vida de
Dios y vida eterna. Ni dijera David all "Dios vivo", sino porque
vivamente le gustaba, aunque no perfectamente, sino como un viso
de vida eterna. Y as, en esta llama siente el alma tan vivamente a
Dios y le gusta con tanto sabor y suavidad, que dice: Oh llama de
amor viva!

que tiernamente hieres.

7. esto es: que con tu amor tiernamente me tocas. Que, por cuanto
esta llama es llama de vida divina, hiere al alma con ternura de vida
de Dios; y tanto y tan entraablemente la hiere y enternece que la
derrite en amor, porque se cumpla en ella lo que en la Esposa de
los Cantares (5, 6), que se enterneci tanto, que se derriti, y as
dice ella all: Luego que el Esposo habl, se derriti mi alma; porque
la habla de Dios es el efecto que hace en el alma.

8. Mas cmo se puede decir que la hiere, pues en el alma no hay


cosa ya por herir, estando ya el alma toda cauterizada con fuego de
amor? Es cosa maravillosa que, como el amor nunca est ocioso,
sino un continuo movimiento como la llama, est echando siempre
llamaradas ac y all; y el amor, cuyo oficio es herir para enamorar
y deleitar, como en la tal alma est en viva llama, estle arrojando
sus heridas como llamaradas ternsimas de delicado amor,
ejercitando jocunda y festivalmente las artes y juegos del amor,
como en el palacio de sus bodas, como Asuero con la esposa Ester
(Est. 2, 17ss.), mostrando all sus gracias, descubrindola sus
riquezas y la gloria de su grandeza, porque se cumpla en esta alma
lo que l dijo en los Proverbios (8, 30-31), diciendo: Deleitbame yo
por todos los das jugando delante de l todo el tiempo, jugando en
la redondez de las tierras, y mis deleites estar con los hijos de los
hombres; es a saber, dndoselos a ellos. Por lo cual estas heridas,
que son sus juegos, son llamaradas de tiernos toques que al alma
tocan por momentos de partes del fuego de amor, que no esta
ocioso. Los cuales dice acaecen y hieren,

de mi alma en el ms profundo centro.

9. Porque en la sustancia del alma donde ni el centro del sentido ni


el demonio pueden llegar pasa esta fiesta del Espritu Santo; y, por
tanto, tanto ms segura, sustancial y deleitable es, es ms pura; y
cuanta hay ms de pureza, tanto ms abundante y frecuente y
generalmente se comunica Dios. Y as, es tanto ms el deleite y el
gozar del alma y del espritu, porque es Dios el obrero de todo, sin
que el alma haga de suyo nada. Que, por cuanto el alma no puede
obrar de suyo nada si no es por el sentido corporal, ayudada de l,
del cual en este caso est ella muy libre y muy lejos su negocio es
ya slo recibir de Dios el cual solo puede en el fondo del alma sin
ayuda de los sentidos hacer obra y mover el alma en ella en la obra.
Y as, todos los movimientos de la tal alma son divinos; y aunque
son suyos de l, de ella lo son tambin, porque los hace Dios en
ella con ella, que da su voluntad y consentimiento. Y, porque decir
que hiere en el ms profundo centro de su alma da a entender que
tiene el alma otros centros no tan profundos, conviene advertir
cmo sea esto.

10. Y, cuanto a lo primero, es de saber que el alma, en cuanto


espritu, no tiene alto y bajo y ms profundo y menos profundo en
su ser, como tienen los cuerpos cuantitativos; que, pues en ella no
hay partes, no tiene ms diferencia dentro que fuera, que toda es
de una manera y no tiene centro de hondo, y menos hondo
cuantitativo; porque no puede estar en una parte ms ilustrada que
en otra, como los cuerpos fsicos, sino toda de una manera, en ms
o en menos como el aire, que todo esto de una manera ilustrado y
no ilustrado, en ms o en menos.

11. En las cosas, aquello llamamos centro muy profundo que es a lo


que ms puede llegar su ser y virtud y la fuerza de su operacin y
movimiento, y no puede pasar de all; as como el fuego o la piedra,
que tienen virtud y movimiento natural y fuerza para llegar al centro
de su esfera y no pueden pasar de all, ni dejar de estar all, si no es
por algn impedimento contrario. Segn esto, diremos que la
piedra, cuando est dentro de la tierra, est en su centro, porque
est dentro en la esfera de su actividad y movimiento, que es el
elemento de la tierra; pero no est en lo ms profundo de ella, que
es el medio de la tierra, porque todava la queda virtud y fuerza para
bajar y llegar hasta all si se le quita el impedimento de delante; y,
cuando llegare y no tuviere de suyo ms virtud para ms
movimiento, diremos que est en el ms profundo centro.

12. El centro del alma Dios es, al cual habiendo ella llegado segn
toda la capacidad de su ser y segn la fuerza de su operacin,
habr llegado al ltimo y profundo centro del alma, que ser cuando
con todas sus fuerzas ame y entienda y goce a Dios. Y cuando no
llegue a tanto como esto, aunque est en Dios, que es su centro por
gracia y por la comunicacin suya, si todava tiene movimiento para
ms y fuerza para ms, y no est satisfecha, aunque est en el
centro, no en el ms profundo, pues puede ir a ms.

13. El amor une al alma con Dios; y cuantos ms grados de amor


tuviere, ms profundamente entra en Dios y se concentra con l; y
as podemos decir que cuantos grados hay de amor de Dios, tantos
centros, uno ms que otro, hay del alma en Dios, que son las
muchas mansiones que dijo l (Jn. 14, 2) que haba en la casa de
su Padre.

Y as, si tiene un grado de amor, ya est en su centro de Dios;


porque un grado de amor basta para estar en Dios por gracia. Si
tuviere dos grados, habr concentrdose con Dios otro centro ms
adentro; y si llegare a tres, concentrarse ha como tres; y si llegare
hasta el ltimo grado, llegar a herir el amor de Dios hasta el ms
profundo centro del alma, que ser transformarla y esclarecerla
segn todo el ser y potencia y virtud del alma, como es capaz de
recibir, hasta ponerla que parezca Dios. Bien as como en el cristal
que est limpio y puro, que, cuantos ms grados de luz va
recibiendo, tanto ms se va en l reconcentrando, hasta llegar a
tanto que se concentre en l tan copiosamente la luz, que venga l
a parecer todo luz, y no se divise entre la luz, estando l esclarecido
en ella todo lo que puede, que es parecer como ella.

14. Y as, en decir el alma que la llama hiere en el ms profundo


centro, es decir que, cuando alcanza la sustancia y virtud y fuerza
del alma, la hiere. Lo cual dice para dar a entender la copiosidad y
abundancia de su gloria y deleite: que es tanto mayor y ms tierno,
cuanto ms fuerte y sustancialmente est transformada y
reconcentrada en Dios. Lo cual es mucho ms que en la comn
unin de amor pasa, segn el mayor afervoramiento del fuego, que
aqu, como decimos, echa llama viva. Porque esta alma, estando ya
tan en gloria suave, y la alma que goza de la sola y comn unin de
amor, son en cierta manera comparadas al fuego de Dios, que dice
Isaas (31, 9) que est en Sin, que significa la Iglesia militante; y al
horno de Dios que estaba en Jerusaln, que significa visin de paz.
Porque aqu est esta alma como un horno encendido con visin
tanto ms pacfica y gloriosa y tierna, como decimos, cuanto ms
encendida es la llama de este horno que el comn fuego.

Y as, sintiendo el alma que esta viva llama vivamente la est


comunicando todos los bienes, porque este divino amor todo lo trae
consigo, dice: Oh llama de amor viva, que tiernamente hieres!; lo
cual es como si dijera: oh encendido amor, que tiernamente ests
glorificndome con tus amorosos movimientos en la mayor
capacidad y fuerza de mi alma, es a saber, dndome inteligencia
divina segn toda la habilidad de mi entendimiento, y
comunicndome el amor segn la mayor fuerza de mi voluntad, y
deleitndome en la sustancia del alma con la afluencia y copiosidad
de la suavidad de tu divino contacto y junta sustancial, segn la
mayor pureza de ella y la capacidad de mi memoria y anchura! Y
esto acaece as, ms de lo que se puede y alcanza a decir, al
tiempo que se levanta esta llama en el alma.

15. Que, por cuanto el alma segn sus potencias y su sustancia


est purgada y pursima, profunda y sutil y subidamente la absorbe
en s la Sabidura con su llama; la cual Sabidura toca desde un fin
hasta otro fin por su limpieza (Sab. 7, 24), y en aquel absorbimiento
de Sabidura el Espritu Santo ejercita los vibramientos gloriosos de
su llama, que habemos dicho. La cual, por ser tan suave, dice el
alma luego:

Pues ya no eres esquiva,


es a saber pues ya no afliges ni aprietas ni fatigas como antes
hacas; porque conviene saber que esta llama, cuando el alma
estaba en estado de purgacin espiritual que es cuando va
entrando en contemplacin no le era tan amigable y suave como
ahora lo es en este estado de unin. Y en declarar como esto sea
nos habremos de detener un poquito.

16. En lo cual es de saber que antes que este divino fuego de amor
se introduzca y una en la sustancia del alma por acabada y perfecta
purgacin y pureza esta llama est hiriendo en el alma gastndole y
consumindole las imperfecciones de sus malos hbitos y sta es la
operacin del Espritu Santo en la cual la dispone para la divina
unin y transformacin sustancial en Dios por amor.

Porque el mismo fuego de amor que despus se une con ella


glorificando es el que antes la embiste purgando; bien as como el
mismo fuego que entra en el madero es el que primero le est
embistiendo e hiriendo con su llama enjugndole y desnudndole
de sus feos accidentes hasta disponerle con su calor tanto que
pueda entrar en l y transformarle en s.

En el cual ejercicio el alma padece mucho detrimento y siente


graves penas en el espritu y a veces redundan en l sentido
sindole esta llama muy esquiva. Porque en esta disposicin de
purgacin no le es esta llama clara sino oscura; ni le es suave sino
penosa que aunque algunas veces pega calor de amor es con
tormento y aprieto; y no le es deleitable sino seca; ni le es
reficionadora y pacfica sino consumidora y argidora ni le es
gloriosa sino antes la pone miserable y amarga en luz espiritual que
la da de propio conocimiento enviando Dios fuego, como dice
Jeremas (Lm. 1, 13) en sus huesos y examinndola en fuego como
dice tambin David (Sal. 16, 3).

17. Y as, en esta sazn padece el alma en el entendimiento


grandes tinieblas; en la voluntad, muchas sequedades y aprietos; y
en la memoria, grave noticia de sus miserias, porque est el ojo del
conocimiento espiritual propio muy claro. Y en la sustancia del alma
padece profunda pobreza y desamparo, seca y fra y a veces
caliente, no hallando en nada alivio, ni aun pensamiento que la
consuele, ni poder levantar el corazn a Dios, habindosele puesto
esta llama tan esquivamente como dice Job (30, 21) que en este
ejercicio hizo Dios con l, diciendo: Muddoteme has en cruel.
Porque, cuando estas cosas juntas padece el alma, es de manera
el purgatorio que todo encarecimiento se queda corto; porque es a
veces muy poco menos que el purgatorio.

Y no sabra yo ahora cmo dar a entender esta esquivez y lo que


en ella pasa y siente el alma, sino con lo que a este propsito dice
Jeremas (Lm. 3, 1-9) por estas palabras: Yo varn que veo mi
pobreza en la vara de su indignacin; hame amenazado y trjome a
las tinieblas y no a la luz: tanto ha vuelto y convertido su mano
contra m. Hizo envejecer mi piel y mi carne y desmenuz mis
huesos; hizo cerco de muro en derredor de m y rodeme de hiel y
trabajo; en tenebrosidades me coloc, como a muertos
sempiternos; edific en mi derredor, porque no salga; agravme las
prisiones; y, dems de esto, cuando hubiere dado voces y rogado,
ha excluido mi oracin; cercme mis caminos con piedras
cuadradas y trastorn mis pisadas y sendas.

18. Todo esto dice Jeremas, y va all diciendo mucho ms. Que,
porque sta es cura y medicina que Dios hace al alma de sus
muchas enfermedades para darle salud, por fuerza ha de penar
segn su dolencia en la purga y cura. Porque aqu la ponen el
corazn sobre las brasas, para que en l se extrique todo gnero de
demonio (Tb. 6, 8); y aqu va saliendo a luz sus enfermedades, y se
las ponen delante los ojos a sentir, y las ponen en cura. Y lo que
antes el alma tena asentado y encubierto, ya lo ve y lo siente en la
luz y calor del fuego, lo cual antes no vea; as como en el agua y
humo que hace salir del madero el fuego se ve la humedad y
frialdad que tena, la cual antes no se conoca; mas ahora, cerca de
esta llama ve y siente el alma claramente sus miserias.

Porque, oh, cosa admirable!, levntanse en el alma contrarios


contra contrarios, y unos relucen cerca de los otros, como dicen los
filsofos, y hacen la guerra en el sujeto del alma, procurando los
unos expeler a los otros para reinar ellos en ella. Porque, como esta
llama es de extremada luz y embiste en el alma, su luz luce en las
tinieblas (Jn. 1, 5) del alma, que tambin son extremadas, y el alma
entonces siente sus tinieblas naturales que se oponen contra la
sobrenatural luz, y no siente la luz sobrenatural, porque las tinieblas
no la comprehenden (Jn. 1, 5). Y as, estas tinieblas naturales
suyas sentir en tanto que la luz las embistiere, porque no pueden
las almas ver sus tinieblas sino cerca de la divina luz, hasta que,
expelindolas, quede ilustrada y vea la luz, habindola ya limpiado
y fortalecido el ojo; porque inmensa luz en vista flaca y no limpia,
totalmente era tinieblas, privando el excelente sensible la potencia;
y as, rale esta llama esquiva en la vista del entendimiento.

19. La cual, como tambin es amorosa y tierna, y tierna y


amorosamente embiste en la voluntad, y lo duro se siente cerca de
lo tierno, y la sequedad cerca del amor, siente la voluntad su natural
dureza y sequedad para con Dios y no siente el amor y ternura;
porque dureza y sequedad no pueden comprehender estotros
contrarios, hasta que, siendo expelidos por ellos, reine en la
voluntad amor y ternura de Dios, pues no pueden caber dos
contrarios en un sujeto.

Y, por el semejante, porque esta llama es amplsima, cerca de ella


siente la voluntad su estrechura, y as padece grandes aprietos,
hasta que, dando en ella, la dilate y haga capaz; y de esta manera
le era esquiva segn la voluntad, sindole desabrido el dulce
manjar de amor, por no tener el paladar curado de otras aficiones.

Y, finalmente, porque esta llama es de inmensas riquezas y bondad


y deleites, el alma, que de suyo es pobrsima y no tiene bien
ninguno ni de qu satisfacer, siente claramente su pobreza y
miseria y malicia cerca de estas riquezas y bondad y deleites de la
llama, porque la malicia no comprehende la bondad, etc., hasta
tanto que esta llama acabe de purificar el alma, y con su
transformacin la enriquezca, glorifique y deleite. De esta manera le
era antes esquiva, y de esta manera suele ser el sumo padecer en
la sustancia y potencias del alma, en aprietos y angustia grande,
peleando all unos contrarios contra otros en un sujeto paciente:
Dios, que es todas las perfecciones, contra todos los hbitos
imperfectos del alma, y curtiendo en ardores al alma, para que,
desarraigndolos de ella y disponindola entre l en ella y se una
con ella por amor suave, pacfico y glorioso as como el fuego
cuando ha entrado en el madero.

20. Esta purgacin tan fuerte en pocas almas acaece; slo en


aquellas que l quiere levantar por contemplacin a algn grado de
unin; y a las que al ms subido grado, ms fuertemente las purga.
Lo cual acaece de esta manera, y es, que queriendo Dios sacar al
alma del estado comn de va y operacin natural a vida espiritual,
y de meditacin a contemplacin, que es ms estado celestial que
terreno (en que l mismo se comunica por unin de amor),
comenzndose l desde luego a comunicar al espritu (el cual est
todava impuro e imperfecto, con malos hbitos), padece cada uno
al modo de su imperfeccin; y a veces le es tan grave en cierta
manera esta purgacin al que dispone para que le reciba ac por
perfecta unin, como es la del purgatorio en que se purgan para
verle all.

21. Y la intensin de esta purgacin, y como es en mas y cmo en


menos, y cundo segn la voluntad, y cuando segn el
entendimiento, y cmo segn la memoria, y cundo y cmo tambin
segn la sustancia del alma, y tambin cundo segn todo, y la de
la parte sensitiva, y cmo se conocer cuando es, porque lo
tratamos en la noche oscura de la Subida del Monte Carmelo, y no
hace ahora a nuestro propsito, no digo ms. Basta saber ahora
que el mismo Dios, que quiere entrar en el alma por unin y
transformacin de amor, es el que antes est embistiendo en ella y
purgndola con la luz y calor de su divina llama; as como el mismo
fuego que entra en el madero es el que le dispone antes que entre;
y as la misma que ahora le es suave, le era antes esquiva.

Y, por tanto, es como si dijera: Pues ya no solamente no me eres


oscura como antes, pero eres mi divina lumbre de mi entendimiento,
con que te puedo mirar; y no solamente no haces ya desfallecer mi
flaqueza, mas antes eres la fortaleza de mi voluntad con que te
puedo amar y gozar, estando toda convertida en divino amor; y ya
no eres pesadumbre y aprieto para la sustancia de mi alma, mas
antes la gloria y deleites y anchura de ella, pues que de m se
puede decir lo que se canta en los divinos Cantares (8, 5), diciendo:
Quin es sta que sube del desierto, abundante en deleites,
estribando sobre su Amado, ac y all vertiendo amor?

acaba ya, si quieres!

22. Es a saber: acaba ya de consumar conmigo perfectamente el


matrimonio espiritual con tu vista beatfica. Que, aunque es verdad
que en este estado tan alto est el alma tanto ms conforme cuanto
ms transformada, porque para s ninguna cosa sabe, ni acierta a
pedir, sino todo para su Amado, porque la caridad no pretende sus
cosas (1 Cor. 13, 5), sino las del amado todava, porque an vive en
esperanza, en que no se puede dejar de sentir vaco, tiene tanto de
gemido, aunque suave y regalado, cuanto le falta para la acabada
posesin de la adopcin de hijo de Dios, donde consumndose su
gloria se quietar su apetito. El cual, aunque ac ms juntura tenga
con Dios, nunca se hartar hasta que parezca esta gloria (Sal. 16,
15), mayormente teniendo ya el sabor y la golosina de ella, como
aqu se tiene. Que es tal, que, si Dios no tuviese aqu tambin
favorecida la carne, amparando el natural con su diestra, como hizo
con Moiss en la piedra, para que sin morirse pudiese ver su gloria
(Ex. 33, 22), con la cual diestra antes el natural recibe refeccin y
deleite que detrimento, a cada llamarada de stas morira y se
corrompera el natural, no teniendo la parte inferior vaso para sufrir
tanto fuego y tan subido.

23. Y por eso, este apetito y la peticin de l no es aqu con pena,


pues no est aqu el alma capaz de ella, sino con gran suavidad y
deleite y conformidad racional y sensitiva lo pide. Que por eso dice:
si quieres, porque la voluntad y apetito est tan hecho uno con
Dios, que tiene por gloria que se cumpla lo que Dios quiere. Pero
son tales las asomadas de gloria y el amor que se trasluce quedar
por entrar a la puerta, no cabiendo por la angostura de la casa
terrestre, que antes sera poco amor no pedir entrada en aquella
perfeccin y cumplimiento de amor.

Porque, dems de esto, ve all el alma que en aquella fuerza de


deleitable comunicacin la est el Espritu Santo provocando y
convidando con maravillosos modos y afectos suaves a aquella
inmensa gloria que la est proponiendo delante sus ojos, diciendo
lo que en los Cantares (2, 10-14) a la Esposa, conviene saber:
Mirad -dice ella- lo que me est diciendo mi Esposo; levntate y
date priesa, amiga ma, paloma ma, hermosa ma, y ven; pues que
ha pasado ya el invierno, y la lluvia pas y se desvi y las flores han
parecido en nuestra tierra, y ha llegado el tiempo de podar, y la voz
de la tortolilla se ha odo en nuestra tierra, y la higuera ha echado
sus higos, y las floridas vias han dado su olor. Levntate, amiga
ma, graciosa ma, y ven, paloma ma, en los horados de la piedra,
en la caverna de la cerca; mustrame tu rostro, suene tu voz en mis
odos, porque tu voz es dulce, y tu cara hermosa. Todas estas
cosas siente el alma distintsimamente que la est diciendo el
Espritu Santo en aquel suave y tierno llamear. Y por eso ella aqu
responde: Acaba ya, si quieres. En lo cual le pide aquellas dos
peticiones que l mand pedir por san Mateo (6, 10): Adveniat
regnum tuum; fiat voluntas tua; como si dijera: Acbame de dar ese
reino como t lo quieres. Y, para que as sea,

rompe la tela de este dulce encuentro.

24. que es la que impide este tan grande negocio. Porque es fcil
cosa llegar a Dios, quitados los impedimentos y telas que dividen.
Las cuales se reducen en tres telas, que se han de romper para
poseer a Dios perfectamente, conviene saber: temporal, en que se
comprehende toda criatura; natural, en que se comprehenden las
operaciones e inclinaciones puramente naturales; y sensitiva, en
que slo se comprehende la unin del alma en el cuerpo, que es
vida sensitiva y animal, de que dice san Pablo (2 Cor. 5, 1):
Sabemos que si esta nuestra casa terrestre se desata, tenemos
habitacin de Dios en los cielos. Las dos primeras telas de
necesidad se han de haber rompido para llegar a esta posesin de
unin de Dios por amor, en que todas las cosas del mundo estn
negadas y renunciadas, y todos los apetitos y afectos naturales
mortificados, y las operaciones del alma hechas divinas.

Todo lo cual se rompi por los encuentros de esta llama cuando era
esquiva; porque en la purgacin espiritual, como habemos dicho
arriba acaba el alma de romper con estas dos telas y unirse como
aqu est, y no queda por romper ms que la tercera de la vida
sensitiva. Que por eso dice aqu "tela", y no "telas"; porque no hay
ms de sta, la cual por estar ya tan sutil y delgada y espiritualizada
con esta unin, no la encuentra la llama rigurosa y esquivamente,
como a las otras haca sino sabrosa y dulcemente.

Y as, la muerte de las semejantes almas siempre es ms suave y


dulce, ms que les fue toda la vida; porque mueren con mpetus y
encuentros sabrosos de amor, como el cisne que canta ms
dulcemente cuando se quiere morir y se muere. Que por eso dijo
David (Sal. 115, 15) que la muerte de los justos es preciosa, porque
all van a entrar los ros del amor del alma en la mar, y estn all tan
anchos y represados, que parecen ya mares; juntndose all lo
primero y lo postrero, para acompaar al justo que va y parte a su
reino, oyndose las alabanzas de los fines de la tierra, que son
gloria del justo (Is. 24, 16).

25. Y, sintindose el alma, en esta sazn, en estos gloriosos


encuentros, tan al canto de salir en abundancias a poseer el reino
acabadamente (porque se ve pura y rica y dispuesta para ello,
porque en este estado djales Dios ver su hermosura, y fales los
dones y virtudes que les ha dado, porque todo se les vuelve en
amor y alabanzas, no habiendo ya levadura que corrompa la masa),
y como ve que no le falla ms que romper la tela flaca de esta
humana condicin de vida natural en que se siente enredada y
presa, impedida su libertad con deseo de ser desatada y verse con
Cristo (Fil. 1, 23), deshacindose ya esta urdimbre de espritu y
carne, que son de muy diferente ser, y recibiendo cada una de por
s su suerte: que la carne se quede en su tierra y el espritu vuelva a
Dios que le dio (Ecle. 12, 7), pues la carne no aprovechaba nada,
como dice san Juan (6, 64), antes estorbaba este bien de espritu;
hacindole lstima que una vida tan baja la impida otra tan alta,
pide que se rompa.

26. Y llmala "tela" por tres cosas: la primera, por la trabazn que
hay entre el espritu y la carne; la segunda, porque divide entre Dios
y el alma; la tercera, porque as como la tela no es tan opaca y
condensa que no se pueda traslucir lo claro por ella, as en este
estado parece esta trabazn tan delgada tela, por estar ya muy
espiritualizada e ilustrada y adelgazada, que no se deja de traslucir
la Divinidad en ella. Y como siente el alma la fortaleza de la otra
vida, echa de ver tela de araa como la llama David (Sal. 89, 9),
diciendo: Nuestros aos como la araa meditarn. Y aun es mucho
menos delante la flaqueza de estotra, y parcele mucho delgada
tela, y aun del alma que as est engrandecida; porque, como est
puesta en el sentir de Dios, siente las cosas como Dios, delante del
cual, como tambin dice David (Sal. 8, 4), mil aos son como el da
de ayer que pas, y segn Isaas (40, 17), todas las gentes son
como si no fuesen. Y ese mismo tomo tienen delante del alma, que
todas las cosas le son nada, y ella es para sus ojos nada. Slo su
Dios para ella es el todo.

27. Pero hay aqu que notar: por qu razn pide ms que "rompa"
la tela, que la "corte". o que la "acabe", pues todo parece una cosa?
Podemos decir que por cuatro cosas.

La primera, por hablar con ms propiedad; porque ms propio es


del encuentro romper, que cortar y que acabar.

La segunda, porque el amor es amigo de fuerza de amor y de toque


fuerte e impetuoso, lo cual se ejercita ms en el romper que en
cortar y acabar.

La tercera, porque el amor apetece que el acto sea brevsimo,


porque se cumple ms presto, y tiene tanta ms fuerza y valor
cuanto es ms breve y ms espiritual, porque la virtud unida, ms
fuerte es que esparcida; e introdcese amor al modo que la forma
en la materia, que se introduce en un instante, y hasta entonces no
haba acto sino disposiciones para l: y as, los actos espirituales
como en un instante se hacen; lo dems son disposiciones de
deseos y afectos sucesivos, que muy pocos llegan a ser actos. Por
lo cual dijo el Sabio (Ecli. 7, 9) que es mejor el fin de la oracin que
el principio. Mas los que llegan, en un punto se forman en Dios, por
lo cual se dice que la oracin breve penetra los cielos. De donde el
alma dispuesta muchos ms actos y ms intensos puede hacer en
breve tiempo que la no dispuesta en mucho; porque a sta todo se
le va en disponer el espritu, y an despus se suele quedar el
fuego por entrar en el madero: mas en la dispuesta, por momentos
entra el amor, que la centella prende al primer toque en la seca
yesca. Y as, el alma enamorada ms quiere la brevedad del romper
que el espacio del cortar y del esperar a acabar.

La cuarta es, por que se acabe ms presto la tela de la vida; porque


el cortar y acabar hcese de ms acuerdo cuando la cosa est ya
ms sazonada, y parece que pide ms espacio y madurez, y el
romper no espera madurez ni nada de eso.

28. Y esta alma eso quiere, que no se espere a que se acabe la


vida naturalmente, ni acuerdo de que se corte; porque la fuerza del
amor y la disposicin que en s ve, la hace querer y pedir que se
rompa con algn encuentro e mpetu sobrenatural de amor. Porque
sabe all muy bien el alma que es condicin de Dios llevar a las
tales almas antes de tiempo, por darles los bienes y sacarlas de
males, consumndolas l en breve tiempo por medio de aquel amor
lo que en mucho tiempo pudieran ir ganando, como dice el Sabio
(Sab. 4, 10-14) por estas palabras: El que agrada a Dios es hecho
amado, y, viviendo entre los pecadores, fue trasladado y
arrebatado, porque la malicia no mudara su entendimiento, o la
ficcin no engaara su alma. Consumado en breve, cumpli
muchos tiempos; porque era su alma agradable a Dios, y por eso se
apresur a sacarle de en medio, etc. Por eso es grande negocio
ejercitar mucho el amor, porque, consumndose aqu el alma, no se
detenga mucho ac o all sin verle cara a cara.

29. Pero veamos ahora por qu a este embestimiento interior del


Espritu Santo llama el alma encuentro ms que otro nombre
alguno. Y es porque siente el alma en Dios, como habemos dicho,
infinita gana de que se le acabe la vida para consumarla en gloria;
sino que, como no ha llegado el tiempo, no se hace; y as, para la
ms consumar y elevar de la carne, hace l en ella unos
embestimientos divinos y gloriosos a manera de encuentros, que
verdaderamente son encuentros, con que siempre penetra
endiosando la sustancia del alma y hacindola divina.
En lo cual absorbe al alma sobre todo ser a ser de Dios porque la
encontr Dios y la traspas vivamente en el Espritu Santo, cuyas
comunicaciones son impetuosas cuando son afervoradas, como
sta lo es. En el cual, porque el alma vivamente gusta de Dios, le
llama dulce; no porque otros muchos toques y encuentros que en
este estado recibe dejan de ser dulces y sabrosos, sino por
eminencia que tiene sobre todos los dems; porque le hace Dios,
como habemos dicho, a fin de desatarla y glorificarla. De donde a
ella le nacen alas para decir: Rompe la tela, etc.

30. Y as toda la cancin es como si dijera: Oh llama del Espritu


Santo, que tan ntima y tiernamente traspasas la sustancia de mi
alma y la cauterizas con tu ardor! Pues ya ests tan amigable que
te muestras con gana de drteme en vida eterna cumplida, si antes
mis peticiones no llegaban a tus odos, cuando con ansias y fatigas
de amor, en que penaba la flaqueza de mi sentido y espritu por la
mucha flaqueza e impureza y poca fuerza de amor que tenan, te
rogaba me desatases, porque con deseo te deseaba mi alma
cuando el amor impaciente no me dejaba conformar tanto con esta
condicin de vida que t queras que viviese, y los pasados mpetus
de amor no eran bastantes delante de ti, porque no eran de tanta
sustancia; ahora que estoy tan fortalecida en amor, que no slo no
desfallece mi sentido y espritu a ti, mas antes, fortalecidos de ti, mi
corazn y mi carne se gozan en Dios vivo (Sal. 83, 2), con grande
conformidad de las partes, donde lo que t quieres que pida, pido, y
lo que no quieres, no lo quiero, ni aun puedo, ni pasa por
pensamiento pedir: y, pues son ya delante de tus ojos ms vlidas y
razonables mis peticiones, pues salen de ti y t las quieres, y con
sabor y gozo en el Espritu Santo te lo pido, saliendo ya mi juicio de
tu rostro (Sal. 16, 2), que es cuando los ruegos precias y oyes,
rompe la tela delgada de esta vida, y no la dejes llegar a que la
edad y aos naturalmente la corten, para que te pueda amar desde
luego con la plenitud y hartura que desea mi alma, sin trmino ni fin.

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Cancin 2

Oh cauterio suave!
Oh regalada llaga!
Oh mano blanda! Oh toque delicado,
que a vida eterna sabe,
y toda deuda paga!
Matando, muerte en vida la has trocado.

DECLARACIN

1. En esta cancin da a entender el alma cmo las tres personas de


la Santsima Trinidad, Padre, Hijo y Espritu Santo, son los que
hacen en ella esta divina obra de unin. Y as la mano y el cauterio
y el toque, en sustancia, son una misma cosa; y pnelos estos
nombres, por cuanto, por el efecto que, hace cada una, les
conviene. El cauterio es el Espritu Santo, la mano es el Padre, y el
toque es el Hijo. Y as engrandece aqu el alma al Padre, Hijo y
Espritu Santo, encareciendo tres grandes mercedes y bienes que
en ella hacen, por haberla trocado su muerte en vida,
transformndola en s.

La primera es llaga regalada, y sta atribuye al Espritu Santo; y por


eso la llama cauterio. La segunda es gusto de vida eterna, y sta
atribuye al Hijo, y por eso le llama toque delicado. La tercera es
ddiva con que queda muy bien pagada el alma, y sta atribuye al
Padre, y por eso le llama mano blanda.

Y aunque aqu nombra los tres, por causa de las propiedades de los
efectos, slo con una habla, diciendo: En vida la has trocado,
porque todos ellos obran en uno, y todo lo atribuye a uno, y todo a
todos. Sguese el verso:

Oh cauterio suave!

2. En el libro del Deuteronomio (4, 24) dice Moiss que nuestro


Seor Dios es fuego consumidor, es a saber, fuego de amor; el
cual, como sea de infinita fuerza, inestimablemente puede
consumir, y con grande fuerza abrasando transformar en s lo que
tocare. Pero a cada uno abrasa como le halla dispuesto: a unos
ms, a otros menos; y tambin cuanto l quiere y cmo y cuando
quiere. Y, como l sea infinito fuego de amor, cuando l quiere tocar
al alma algo apretadamente, es el ardor del alma en tan sumo
grado que le parece al alma que est ardiendo sobre todos los
ardores del mundo. Que por eso a este toque llama cauterio,
porque es donde el fuego est ms intenso y reconcentrado y hace
mayor efecto de ardor que los dems ignitos. Y, comoquiera que
este fuego divino tenga transformada en s la sustancia del alma no
solamente siente cauterio, mas toda ella est hecha un cauterio de
vehemente fuego.

3. Y es cosa admirable y digna de contar que, con ser este fuego de


Dios tan vehemente y consumidor, que con mayor facilidad
consumira mil mundos que el fuego una raspa de lino, no consuma
y acabe los espritus en que arde; sino que a la medida de su fuerza
y ardor los deleite y endiose, ardiendo en ellos suavemente por la
pureza de sus espritus, como acaeci en los Actos de los
Apstoles (2, 3), donde viniendo este fuego con grande vehemencia
abras a los discpulos: y ellos, como dice san Gregorio,
interiormente ardieron con suavidad. Y eso es lo que dice la Iglesia,
diciendo: Vino fuego del cielo, no quemando, sino resplandeciendo;
no consumiendo, sino alumbrando. Porque en estas
comunicaciones, como su fin es engrandecer al alma, no la aprieta,
sino ensnchala; no la fatiga, sino delitala y clarifcala y
enriqucela; que por eso le llama suave.

4. Y as, la dichosa alma que por grande ventura a este cauterio


llega, todo lo sabe, todo lo gusta, todo lo que quiere hace y se
prospera, y ninguno prevalece delante de ella, ni le toca. Porque
sta es de quien dice el Apstol (1 Cor. 2, 15): El espiritual todo lo
juzga, y l de ninguno es juzgado. Et iterum (1 Cor. 2, 10): El
espritu todo lo rastrea, hasta los profundos de Dios.

5. Oh gran gloria de almas que merecis llegar a este sumo fuego,


en el cual, pues hay infinita fuerza para os consumir y aniquilar, no
os consumiendo, inmensamente os consuma en gloria! No os
maravillis que algunas almas las llegue Dios hasta aqu, pues que
el sol en algunas cosas se singulariza en hacer maravillosos
efectos; el cual, como dice el Espritu Santo, de tres maneras
abrasa a los montes de los justos. Siendo, pues, este cauterio tan
suave como aqu se ha dado a entender, cun regalada creeremos
que ser la que de tal fuego fuere tocada! Que, querindolo decir el
alma, no lo dice, sino qudase con el encarecimiento y estimacin
por este trmino "oh!", diciendo:

Oh regalada llaga!

6. La cual llaga, el mismo cauterio que la cura la hace, y,


hacindola, la sana; que es en alguna manera semejante al cauterio
del fuego natural, que, cuando le ponen sobre la llaga, hace mayor
llaga y hace que la que antes era llaga causada por hierro o por otra
alguna manera, ya venga a ser llaga de fuego; y si ms veces
asentase sobre ella el cauterio, mayor llaga de fuego hara hasta
venir a resolver el sujeto. Y as, este cauterio divino del amor, la
llaga que l hizo, como decimos, de amor en el alma l mismo la
cura, y cada vez que asienta hace mayor llaga de amor; que la cura
del amor es llagar y herir sobre lo llagado y herido, hasta tanto que
venga el alma a resolverse toda en llaga de amor. Y de esta
manera, ya toda hecha una llaga de amor, est toda sana
transformada en amor y llagada en amor. Porque en este caso, el
que est ms llagado est ms sano; y el que todo llagado, todo
sano. Y no por eso, porque est el alma ya toda llagada y toda
sana, deja el cauterio de hacer su oficio que es herir de amor; pero
entonces ya es regalar la llaga sana, de la manera que est dicho.
Y por eso dice: Oh regalada llaga!; y tanto ms regalada, cuanto
ella es hecha por ms alto y subido fuego de amor; porque
habindola hecho el Espritu Santo a fin de regalar, y como su
deseo y voluntad de regalar sea grande, grande es la llaga, por que
grandemente sea regalada.

7. Oh dichosa llaga, hecha por quien no sabe sino sanar! Oh


venturosa y mucho dichosa llaga, pues no fuiste hecha sino para
regalo y deleite del alma. Grande es la llaga, porque grande es el
que la hizo; y grande es su regalo, pues el fuego de amor es infinito,
y se mide segn su capacidad. Oh, pues, regalada llaga!, y tanto
ms subidamente regalada, cuanto ms en el centro ntimo de la
sustancia toc el cauterio de amor, abrasando todo lo que se pudo
abrasar, para regalar todo lo que se pudo regalar.

Este cauterio y esta llaga es, a mi ver, en el ms alto grado que en


este estado puede ser; mas hay otras muchas maneras, que ni
llegan aqu ni son como sta; porque esto es de toque de Divinidad
en el alma, sin forma ni figura alguna formal ni imaginaria.

8. Mas otra manera de cauterizar el alma suele haber tambin muy


subida, y es en esta manera: acaecer que, estando el alma
inflamada en este amor, aunque no est tan calificada como aqu
habemos dicho (aunque harto conviene que lo est para lo que aqu
quiero decir), y es que acaecer que el alma sienta embestir en ella
un serafn con un dardo herbolado de amor encendidsimo,
traspasando esta ascua encendida del alma, o, por mejor decir,
aquella llama, y cauterizarla subidamente; y entonces, en este
cauterizar traspasndola, apresrase la llama y sube de punto con
vehemencia, al modo que un encendido horno o fragua cuando le
hornaguean y trabucan el fuego se afervora la llama y se aviva el
fuego. Y entonces siente esta llaga el alma en deleite sobre todo
encarecimiento; porque, dems de ser toda removida al
trabucamiento y mocin impetuosa de su fuego, en que es grande
el ardor y derretimiento de amor, la herida fina y la yerba, con que
vivamente iba templado el hierro, siente el alma en la sustancia del
espritu como en el corazn del alma traspasado.

9. Y en este grano de mostaza que parece entonces quedar en


mitad del corazn del espritu, que es el punto de la herida y lo fino
del deleite, quin podr hablar como conviene? Siente el alma all
como un grano de mostaza que se qued muy mnimo, vivsimo y
encendidsimo: vivo tambin y encendido en circunferencia enviada
de la sustancia y virtud de aquel punto de la herida, donde est la
sustancia y virtud de la yerba, y difundirse sutilmente por todas las
espirituales y sustanciales venas del alma, segn su potencia y
fuerza del ardor. Y siente crecer tanto y convalecer y afinarse el
amor, que parecen en ella mares de fuego que llegan a lo alto y
bajo de las mquinas, llenndolo todo el amor.

10. Y lo que aqu goza el alma no hay ms decir sino que all siente
cun bien comparado est el reino de los cielos al grano de
mostaza en el Evangelio (Mt. 13, 31), que, por su gran calor, siendo
tan pequeo, crece en rbol grande; porque el alma se ve hecha
como un inmenso fuego de amor, y el punto de la virtud de ello en
el corazn del espritu.

11. Pocas almas llegan a esto, mas algunas han llegado,


mayormente las de aquellos cuya virtud y espritu se haba de
difundir en la sucesin de sus hijos, dando Dios la riqueza y valor a
la cabeza, segn haba de ser la sucesin de la casa en las
primicias del espritu.

12. Volvamos, pues, a la obra que hace aquel serafn, que


verdaderamente es llagar y herir. Y as, si alguna vez se da licencia
para que salga algn efecto afuera al sentido corporal al modo que
hiri dentro, sale fuera la herida y llaga, como acaeci cuando el
serafn llag al santo Francisco, que llagandole en el alma de amor,
en aquella manera sali el efecto de las llagas afuera. Porque Dios
ninguna merced hace al cuerpo que principalmente no la haga
primero en el alma. Y entonces, cuanto mayor es el deleite y fuerza
de amor que causa la llaga de dentro, tanto mayor es el dolor de la
llaga de fuera; y, creciendo lo uno, crece lo otro. Lo cual acaece as,
que, por estar estas almas purgadas y fuertes en Dios, esles deleite
en el espritu fuerte y sano lo fuerte y dulce de Dios, que a su flaca
y corruptible carne causa dolor y tormento; y as, es cosa
maravillosa sentir crecer el dolor con el sabor. La cual maravilla
ech bien de ver Job (10, 16) en sus llagas, cuando dijo a Dios:
Volvindote a m, maravillosamente me atormentas. Porque
maravilla grande es y cosa digna de la abundancia de Dios y de la
dulzura que tiene escondida para los que le temen (Sal. 30, 20),
hacer tanto ms sabor y deleite cuanto ms dolor y tormento se
siente.

13. Oh grandeza inmensa que en todo te muestras omnipotente!


Quin pudiera, Seor, hacer dulzura en medio de lo amargo, y en
el tormento sabor! Oh, pues, regalada llaga!, pues tanto ms te
regalan cuanto ms crece tu herida.

Pero cuando el llagar es en el alma, sin que se comunique fuera,


puede ser muy ms intenso y ms subido; porque, como quiera que
la carne sea freno del espritu, cuando los bienes de l se
comunican a ella, tira la rienda ella, y enfrena la boca a este ligero
caballo, y apgale su gran bro; porque el cuerpo como entonces se
corrompe, agrava al alma, y el uso de vida en l oprime el sentido
espiritual cuando comprehende muchas cosas (Sab. 9, 15). Por
tanto, el que se quiere arrimar mucho al sentido corporal, no ser
muy espiritual.

14. Esto digo para los que piensan que a pura fuerza y operacin
del sentido, que es bajo, pueden venir a llegar a las fuerzas y a la
alteza del espritu, a que no se llega sino el sentido corporal
quedndose afuera.

Porque otra cosa es cuando del espritu se deriva efecto de


sentimiento en el sentido, porque en esto puede haber mucho
espritu, como en san Pablo, que, del gran sentimiento que tena a
los dolores de Cristo, le redundaba en el cuerpo, como l da a
entender a los de Galacia (6, 17), diciendo: Yo en mi cuerpo traigo
las heridas del Seor Jess.

Luego, pues que tal es la llaga y el cauterio. cul ser la mano que
entiende en esta obra, y cul el toque que la causa? El alma lo
muestra, exagerndolo y no declarndolo, en el verso siguiente,
diciendo:
Oh mano blanda! Oh toque delicado!

15. Oh mano, que, siendo t tan generosa cuanto poderosa y rica,


rica y poderosamente me das las ddivas! Oh mano blanda, tanto
ms blanda para esta alma, asentndola blandamente, cuanto si
asentases algo pesadamente hundira todo el mundo; pues de slo
tu mirar la tierra se estremece (Sal. 103, 32), y las gentes se
desatan y los montes se desmenuzan! (Hab. 3, 6). Oh, pues, otra
vez blanda mano, pues as como fuiste dura y rigurosa para Job
(19, 21), porque le tocaste tan mala vez speramente, asentando t
sobre mi alma muy asiento amigable y suave que fuiste para l
dura, cuanto ms de asiento me tocas con amor dulce que a l le
tocaste con rigor! Porque t matas y t das vida, y no hay quien
huya de tu mano (Dt. 32, 39). Mas t, Oh divina vida!, nunca matas
si no es para dar vida, as como nunca llagas si no es para sanar.
Llagsteme para sanarme, Oh divina mano!, y mataste en mi lo
que me tena muerta sin la vida de Dios, en que ahora me veo vivir.
Y esto hiciste t con la liberalidad de tu general gracia para conmigo
en el toque con que me tocaste del resplandor de tu gloria y figura
de tu sustancia (Hb. 1, 3), que es tu Unignito Hijo; en el cual,
siendo l tu Sabidura, tocas fuertemente desde un fin hasta otro fin
por su limpieza (Sab. 7, 24).

16. Oh, pues, t, toque delicado, Verbo Hijo de Dios, que por la
delicadez de tu ser divino penetras sutilmente la sustancia de mi
alma, y, tocndola toda delicadamente, la absorbes toda a ti en
divinos modos de suavidades nunca odas en la tierra de Canan,
ni vistas en Temn (Bar. 3, 22)! Oh, pues, mucho y en grande
manera mucho delicado toque del Verbo para m, cuanto, habiendo
transtornado los montes y quebrantado las piedras en el monte
Horeb con la sobra de su poder y fuerza que iba adelante, te diste a
sentir al profeta en silbo de aire delgado (3 Re. 19, 11-12)! Oh aire
delgado!; como eres aire delgado y delicado, di, cmo tocas
delgada y delicadamente, siendo tan terrible y poderoso?

17. Oh dichosa y mucho dichosa el alma a quien tocares


delgadamente, siendo tan terrible y poderoso! Dilo al mundo, mas
no lo digas al mundo, porque no sabe de aire delgado el mundo, y
no te sentir, porque no te puede recibir ni te puede ver (Jn. 14, 17),
Oh, Dios mo y vida ma!, sino aquellos te sentirn y vern en tu
toque que se pusieren en delgado, con viniendo delgado con
delgado; a quien tanto ms delgadamente tocas, cuanto estando t
escondido en la ya adelgazada y pulida sustancia de su alma,
enajenados ellos de toda criatura y de todo rastro de ella, los
escondes a ellos en el escondrijo de tu rostro, que es tu divino Hijo,
escondidos, de la conturbacin de los hombres (Sal. 30, 21).

Oh, pues, otra vez y muchas veces delicado toque, pues que con
la fuerza de tu delicadez deshaces al alma y apartas de todos los
dems toques y la adjudicas slo para en ti, y tan delicado efecto y
dejo dejas en el alma, que todo otro toque de todas las dems
cosas altas y bajas le parezca grosero y bastardo si al alma toca, y
la ofenda aun el mirarle y le sea pena y grave tormento tratarle y
tocarle!

18. Tanto ms ancha y capaz es la cosa, cuanto ms delgada; y


tanto ms difusiva y comunicativa es, cuanto es ms delicada. Oh,
pues, toque delicado, que tanto ms te infundes cuanto t eres ms
delicado, y el vaso de mi alma ya por tu toque tiene ms de sencillo,
puro, delgado y capaz! Oh, pues, toque delicado, y tan delicado
que no sintindose en el toque bulto alguno, tocas tanto ms al
alma, y tanto mis adentro tocndola la endivinas, cuanto tu divino
ser con que tocas est ajeno de modo y manera y libre de toda
corteza de forma y figura! Oh, pues, finalmente, toque delicado y
muy delicado!, pues no le haces en el alma sino con tu simplicsimo
y sencillsimo ser, que, como es infinito, infinitamente es delicado: y
por eso

que a vida eterna sabe.

19. Que, aunque no en perfecto grado, es en efecto cierto sabor de


vida eterna, como arriba queda dicho, que se gusta en este toque
de Dios. Y no es increble que sea as, creyendo, como se ha de
creer, que este toque es toque de sustancia de Dios en sustancia
del alma, al cual en esta vida han llegado muchos santos. De donde
la delicadez del deleite que en este toque se siente es posible
decirse; ni yo querra hablar en ello, porque no se entienda que
aquello no es ms de lo que se dice, que no hay vocablos para
declarar y nombrar cosas tan subidas de Dios, como en estas almas
pasan; de las cuales el propio lenguaje es entenderlo para s y
sentirlo y gozarlo y callarlo el que lo tiene. Porque echa de ver el
alma aqu en cierta manera ser estas cosas como el clculo que
dice san Juan (Ap. 2, 17) que se dara al que venciese, y en el
clculo un nombre escrito, que ninguno le sabe sino el que le
recibe; y as slo se puede decir y con verdad, que a vida eterna
sabe.
Que, aunque en esta vida no se goza perfectamente como en la
gloria, con todo eso, este toque, por ser toque de Dios, a vida
eterna sabe. Y as, gusta el alma aqu de todas las cosas de Dios,
comunicndosele fortaleza, sabidura y amor, hermosura y gracia y
bondad, etc. Que, como Dios sea todas estas cosas, gstalas el
alma en un solo toque de Dios, y as el alma segn sus potencia y
su sustancia goza.

20. Y de este bien del alma a veces redunda en el cuerpo por la


unin del espritu, y goza toda la sustancia sensitiva y todos los
miembros y huesos y mdulas, no tan remisamente como
comnmente suele acaecer, sino con sentimiento de grande deleite
y gloria, que se siente hasta los ltimos artejos de pies y manos. Y
siente el cuerpo tanta gloria en la del alma, que en su manera
engrandece a Dios, sintindole en sus huesos, conforme aquello
que David dice (Sal. 34, 10): Todos mis huesos dirn: Dios, quien
habr semejante a ti?

Y porque todo lo que de esto se puede decir es menos, por esto


baste decir, as de lo corporal, como de lo espiritual: que a vida
eterna sabe,

y toda deuda paga.

21. En lo cual nos conviene aqu declarar qu deudas son stas de


que el alma aqu se siente pagada. Y es de saber que las almas
que a este alto reino llegan, comnmente han pasado por muchos
trabajos y tribulaciones; porque por muchas tribulaciones conviene
entrar en el reino de los cielos (Act. 14, 21); las cuales ya son
pasadas en este estado, porque de aqu adelante no padece.

Lo que padecen los que a unin de Dios han de llegar, son trabajos
y tentaciones de muchas maneras en el sentido, y trabajos y
tribulaciones y tentaciones y tinieblas y aprietos en el espritu, para
que se haga la purgacin de entrambas estas dos partes, segn lo
dijimos en la declaracin del cuarto verso de la primera cancin.

Y la razn de estos trabajos es porque los deleites y noticia de Dios


no pueden asentar bien en el alma si no es el sentido y el espritu
bien purgado y macizado y adelgazado. Y, porque los trabajos y
penitencias purifican y adelgazan el sentido y las tribulaciones y
tentaciones y tinieblas y aprietos adelgazan y disponen el espritu,
por ello conviene pasar para transformarse en Dios, como a los que
all le han de ver, por el purgatorio, unos ms intensamente, otros
menos; unos ms tiempo, otros menos, segn los grados de unin
a que Dios los quisiere levantar y lo que ellos tuvieren que purgar.

22. Por estos trabajos, en que Dios al alma y sentido pone, va ella
cobrando virtudes y fuerza y perfeccin con amargura, porque la
virtud en la flaqueza se perfecciona (2 Cor. 12, 9), y en el ejercicio
de pasiones se labra. Porque no puede servir el hierro en la
inteligencia del artfice si no es por fuego y martillo, en lo cual el
hierro padece detrimento acerca de lo que antes era. Que de esa
manera dice Jeremas (Lm, 1, 13) que le ense Dios, diciendo:
Envi fuego en mis huesos y enseme. Y tambin dice (Jr. 31, 18)
del martillo: Castigsteme, Seor, y qued enseado y docto. Por lo
cual dice el Eclesistico (Ec. 34, 9, 11): El que no es tentado, qu
sabe y qu cosa puede conocer?

23. Y aqu nos conviene notar por qu son tan pocos los que llegan
a este alto estado. En lo cual es de saber, que no es porque Dios
quiere que haya pocos de estos espritus levantados, que antes
querra que todos los fuesen, sino que halla pocos vasos en quien
hacer tan alta y subida obra; que, como los prueba en lo menos y
los halla flacos, de suerte que luego huyen de la labor, no queriendo
sujetarse al menor desconsuelo ni mortificacin, obrando con
maciza paciencia, de aqu es que, no hallndolos fuertes en la
merced que les haca en comenzar a desbastarlos, no vaya
adelante en purificarlos y levantarlos del polvo de la tierra, para lo
cual era menester mayor fortaleza y constancia.

Y as, a estos que querran pasar ms adelante, no pudiendo sufrir


lo que es menos ni sujetarse a ellos, se les puede responder lo que
dice Jeremas (12, 5), diciendo: Si, corriendo t con los que iban a
pie, trabajaste, cmo podrs atener con los caballos? Y, como
hayas tenido quietud en la tierra de paz, qu hars en la soberbia
del Jordn? Lo cual es como si dijera: Si con los trabajos que a pie
llano, ordin`ria y sumamente acaecen a todos los vivientes, tenas t
tan corto paso que corras y lo tuviste por trabajo, cmo podrs
igualar con el paso de caballo, que es ya de salir de ordinarios
trabajos y comunes a otros de mayor fuerza y ligereza? Y si t no
has querido armar guerra contra la paz y gusto de tu tierra, que es
tu sensualidad sino que te quieres estar quieto y consolado en ella,
qu hars en la soberbia del Jordn; esto es, cmo llevaras las
impetuosas aguas de tribulaciones y trabajos del espritu, que son
de ms adentro?

24. Oh almas que os queris andar seguras y consoladas! Si


supisedes cunto os conviene padecer sufriendo para venir a eso,
y de cunto provecho es el padecer y la mortificacin para venir a
altos bienes, en ninguna manera buscarades consuelo ni de Dios ni
de las criaturas: mas antes llevarades la cruz en hiel y vinagre
puro, y lo habrades a gran dicha, viendo que muriendo as al
mundo y a vosotros mismos, vivirades a Dios en deleites de
espritu y, sufriendo con paciencia lo exterior, merecerades que
pusiese Dios los ojos en vosotros para purgaros y limpiaros ms
adentro por algunos trabajos espirituales ms de adentro.

Porque muchos servicios han de haber hecho a Dios, y mucha


paciencia han de haber tenido por l y constancia, y muy aceptos
han de ser delante de l en su vida a los que l ha de hacer tan
sealada merced de tentarlos ms adentro, como leemos del santo
Tobas (Tob. 12, 13), a quien dijo san Rafael: Que, porque haba
sido acepto a Dios, le haba hecho aquella merced de enviarle la
tentacin que le probase ms, para darle ms. Y as, todo lo que le
qued de vida despus de ella, dice la Escritura (14, 4), que lo tuvo
en gozo. Y ni ms ni menos vemos en Job que, en aceptndole que
le acept delante los espritus buenos y malos por siervo suyo,
luego le hizo merced de enviarle aquellos duros trabajos para
engrandecerle despus, como lo hizo mucho ms que antes, en lo
espiritual y temporal (Job 1, 2; 42, 12).

25. As hace Dios a los que quiere aventajar segn la ventaja ms


principal, que los hace tentar hasta donde se puede llegar, para
endiosarlos todo lo que se pueden endiosar, dndoles la unin en
su Sabidura, que es el ms alto estado, y purgndolos primero en
esta Sabidura todo lo que se pueden purgar segn lo nota David
(Sal. 11, 7), diciendo que la sabidura del Seor es plata examinada
con fuego, probada en la tierra de nuestra carne, y purgada siete
veces, que es lo ms que puede ser. Y no hay aqu para qu
detenernos ms diciendo cmo es en cada purgacin de estas siete
para venir a este eloquio de Dios, que todava ac nos es como
plata aunque ms sea, mas all nos ser como oro.

26. Pero convinele al alma mucho estar con grande constancia y


paciencia en estas tribulaciones y trabajos de afuera y de dentro,
espirituales y corporales, mayores y menores, tomndolo todo como
de mano de Dios para su bien y remedio, no huyendo de ellos, pues
son sanidad para el alma, como se lo aconseja el Sabio (Ecle. 10,
4), diciendo: Si el espritu del que es poderoso descendiere sobre ti,
no dejes tu lugar (esto es, el lugar y puesto de tu curacin, que es
aquel trabajo); porque la curacin, dice, har cesar grandes
pecados, esto es, cortarte ha el hilo de tus pecados e
imperfecciones, que es el mal hbito, para que no vayan adelante.
Y as, los aprietos interiores y trabajos apagan y purifican los
hbitos imperfectos y malos del alma. Por lo cual, lo ha de entender
en mucho cuando el Seor enviare trabajos interiores, entendiendo
que son pocos los que merecen padecer por este fin de tan alto
estado de venir a ser consumados por pasiones.

27. Pues como el alma aqu se acuerda que se le pagan aqu muy
bien todos sus pasados trabajos, porque ya sicut tenebrae eius, ita
et lumen eius (Sal. 138, 12), y que, como fue participante de las
tribulaciones, lo es ahora de las consolaciones; y que a todos los
trabajos interiores y exteriores la hace muy bien respondido con
bienes divinos del alma y del cuerpo, sin haber trabajo que no tenga
su correspondencia de grande galardn, confisalo como ya bien
satisfecha en este su verso diciendo: Y toda deuda paga. Como
hizo tambin David en el suyo (Sal. 70, 20-21), diciendo: Cuntas
tribulaciones me mostraste muchas y malas, y de todas ellas me
libraste, y de los abismos de la tierra otra vez me sacaste;
multiplicaste tu magnificencia, y volvindote a m me consolaste!

Y as esta alma, que antes estaba fuera a las puertas del palacio,
como Mardoqueo (Ester passim), llorando en las plazas de Susn el
peligro de su vida, vestida de la reina Esther, ni habiendo recibido
ninguna merced ni galardn por sus servicios que haba hecho al
rey, y la fe que haba tenido en mirar por la honra y vida del rey, en
un da le pagan sus trabajos y servicios, hacindola no solamente
entrar en el palacio y que est delante del rey vestida con
vestiduras reales, sino que tambin se le ponga la corona y el cetro
y silla real con posesin del anillo del rey, para que todo lo que
quisiere haga, y lo que no quisiere no haga en el reino de su
Esposo; porque los de este estado todo lo que quieren alcanzan.
De toda deuda queda muy bien pagada, muertos ya sus enemigos
de los apetitos que le andaban queriendo quitar la vida, y ya
viviendo en Dios. Que por eso dice ella luego:

Matando, muerte en vida la has trocado.


28. La muerte no es otra cosa sino privacin de la vida, porque en
viniendo la vida, no queda rastro de muerte. Acerca de lo espiritual,
dos maneras hay de vida: una es beatfica, que consiste en ver a
Dios, y esta se ha de alcanzar por muerte natural y corporal, como
dice san Pablo (2 Cor. 5, 1), diciendo: Sabemos que, si esta nuestra
casa de barro se desatare, tenemos morada de Dios en los cielos.
La otra es vida espiritual perfecta, que es posesin de Dios por
unin de amor, y sta se alcanza por la mortificacin de todos los
vicios y apetitos y, de su misma naturaleza, totalmente; y hasta
tanto que esto se haga, no se puede llegar a la perfeccin de esta
vida espiritual de unin con Dios, segn tambin lo dice el Apstol
(Rom. 8, 13) por estas palabras, diciendo: Si viviredes segn la
carne, moriris; pero si con el espritu mortificredes los hechos de
la carne, viviris.

29. De donde es de saber que lo que aqu el alma llama muerte es


todo el hombre viejo, que es el uso de las potencias, memoria,
entendimiento y voluntad, ocupado y empleado en cosas del siglo, y
los apetitos en gustos de criaturas. Todo lo cual es ejercicio de vida
vieja, la cual es muerte de la nueva, que es la espiritual. En la cual
podr vivir el alma perfectamente si no muriere tambin
perfectamente al hombre viejo, como el Apstol lo amonesta (Ef. 4,
22-24), diciendo que desnuden al hombre viejo y se vistan el
hombre nuevo, que segn Dios es criado en justicia y santidad. En
la cual vida, cuando ha llegado a la perfeccin de unin con Dios,
como aqu vamos tratando, todos los apetitos del alma y sus
potencias y las operaciones de ellas, que eran de suyo operaciones
de muerte y privacin de la vida espiritual, se truecan en divina.

30. Y, como quiera que cada viviente viva por su operacin, como
dicen los filsofos, teniendo sus operaciones en Dios, por la unin
que tiene con Dios, el alma vive vida de Dios y se ha trocado su
muerte en vida.

Porque el entendimiento, que antes de esta unin naturalmente


entenda con la fuerza y vigor de su lumbre natural, ya es movido e
informado de otro principio de lumbre sobrenatural de Dios y se ha
trocado en divino, porque su entendimiento y el de Dios es todo
uno.

Y la voluntad, que antes amaba muertamente, slo con su afecto


natural bajamente, ahora ya se ha trocado en vida de amor divino,
porque ama altamente con afecto divino, movida del Espritu Santo,
en que ya vive, porque la de l y la de ella solamente es una
voluntad.

Y la memoria que de suyo perciba slo las formas y figuras de


criaturas, es trocada en tener en la mente los aos eternos (Sal. 76,
6).

Y el apetito, que solo gustaba el majar de criatura que obraba


muerte, ahora es trocado en gusto y sabor de manjar divino, movida
ya de otro principio donde est ms a lo vivo, que es el deleite de
Dios, y ya slo es apetito de Dios.

Y finalmente, todos los movimientos y operaciones que antes tena


el alma del principio de su vida natural, ya en esta unin son
trocados en movimientos de Dios. Porque el alma en todo, como ya
verdadera hija de Dios, es movida del espritu de Dios, como dice
san Pablo (Rom. 8, 14), que los que son movidos por el espritu de
Dios, son hijos de Dios.

De manera que ya el entendimiento del alma es el entendimiento de


Dios; y la voluntad es voluntad de Dios; y la memoria, memoria de
Dios; y el deleite es deleite de Dios; y la sustancia de su alma,
aunque no es sustancia de Dios, porque no puede convertirse en l,
pero, estando unida con l y absorta en l, es Dios por participacin
de Dios; lo cual acaece en este estado perfecto de vida espiritual,
aunque no tan perfectamente como en la otra. Y de esta manera:
matando, muerte en vida la has trocado.

Y por eso puede aqu decir el alma con mucha razn con san Pablo
(Gl. 2, 20): Vivo, ya no yo, mas vive en m Cristo. Y as, se trueca la
muerte de esta alma en vida de Dios, absorbida el alma en la vida,
porque en ella se cumpla el dicho tambin del Apstol (1 Cor. 15,
54): Absorta est la muerte en victoria. Y tambin el de Oseas
profeta (13, 14), que dice: Oh muerte! yo ser tu muerte, dice Dios.

31. De esta manera est absorta el alma en vida, ajenada de todo


lo que es secular y temporal, y libre de lo natural desordenado,
introducida en las celdas del Rey, donde se goza y alegra en su
Amado, acordndose de sus pechos sobre el vino y diciendo:
Morena soy, mas hermosa, hijas de Jerusaln (Ct. 1, 3-4); porque
mi negrura natural se troc en hermosura del rey celestial.
Oh, pues, cauterio de fuego, que abrasas infinitamente sobre todos
los fuegos; y cuanto ms me abrasas ms suave me eres! Y oh
regalada llaga, ms regalada salud para m que todas las saludes y
deleites del mundo! Y oh mano blanda, infinitamente sobre todas
las blanduras blanda, tanto para m ms blanda, cuanto ms
asientas y aprietas! Y oh toque delicado, cuya delicadeza es ms
sutil y ms curiosa que todas las sutilezas y hermosuras de las
criaturas con infinito exceso, y ms dulce y sabroso que la miel y
que el panal, pues que sabes a vida eterna, que tanto me la das a
gustar cuanto ms ntimamente me tocas, y ms precioso
infinitamente que el oro y las piedras preciosas, pues pagas deudas
que con todo el resto no se pagaran, porque t vuelves la muerte en
vida admirablemente!

32. En este estado de vida tan perfecta siempre el alma anda como
de fiesta, y trae en su paladar un jbilo de Dios grande y como un
cantar nuevo siempre nuevo, envuelto en alegra y amor, y en
conocimiento de su alto estado. A veces anda con gozo, diciendo
en su espritu aquellas palabras de Job (Jb. 29, 20) que dicen: Mi
gloria siempre se innovar y como palma multiplicar los das, que
es como decir: Dios, que, permaneciendo en s siempre de una
manera, todas las cosas innova, como dice el Sabio (Sab. 7, 27)
estando ya siempre unido en mi gloria, siempre innovar mi gloria,
esto es, no la dejar volver a vieja, como antes lo era; y multiplicar
los das, esto es, mis merecimientos hacia el cielo, como la palma
sus enhiestas.

Y todo lo que David dice en el Salmo 29 anda cantando a Dios


entre s, particularmente aquellos dos versos postreros (12-13) que
dicen: Convertiste mi llanto en gozo para m, rompiste mi saco, y
cercsteme de alegra para que te cante mi gloria y ya no sea
compungida (porque aqu ninguna pena le llega). Seor Dios mo,
para siempre te alabar. Porque el alma siente a Dios aqu tan
solcito en regalarla, y con tan preciosas y delicadas y encarecidas
palabras engrandecindola, hacindola unas y otras mercedes, que
la parece que no tiene otra en el mundo a quien regalar, ni otra
cosa en que se emplear, sino que l todo es para ella sola. Y
sintindolo as, as lo confiesa en los Cantares (2, 16), diciendo: Mi
Amado para m, y yo para l.

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Cancin 3
Oh lmparas de fuego,
en cuyos resplandores
las profundas cavernas del sentido
que estaba oscuro y ciego,
con extraos primores
calor y luz dan junto a su Querido!

DECLARACIN

1. Dios sea servido de dar aqu su favor, que cierto es menester


mucho, para declarar la profundidad de esta cancin, y aun harta
advertencia del que la fuere leyendo, que, si no tiene experiencia,
quizs le ser algo oscuro, como si por ventura la tuviere, le sera
claro y gustoso.

En esta cancin ntima el alma agradece a su esposo las grandes


mercedes que de la unin con l recibe, dndole por medio de ella
grandes y muchas noticias de s mismo, con las cuales alumbradas
y enamoradas las potencias y sentido de su alma, que antes de
esta unin estaba oscuro y ciego de otros amores, puedan ya estar
esclarecidas, como lo estn y con calor de amor para poder dar luz
y amor al que las encendi y enamor, infundiendo en ellas dones
tan divinos. Porque el amante verdadero entonces est contento,
cuando todo lo que l es y vale puede valer, y lo que tiene y puede
tener, lo emplea en el amado; y cuando ello ms es, ms gusto
recibe en darlo. Cuanto a lo primero, es de saber que las lmparas
tienen dos propiedades, que son lucir y arder. Sguese el verso:

Oh lmparas de fuego!

2. Para entender este verso es de saber que Dios, en su nico y


simple ser, es todas las virtudes y grandezas de sus atributos:
porque es omnipotente, es sabio, es bueno, es misericordioso, es
justo, es fuerte, es amoroso y otros infinitos atributos y virtudes que
de l no conocemos ac. Y, siendo l todas estas cosas, estando l
unido con el alma, cuando l tiene por bien de abrirle la noticia,
echa ella de ver en l todas estas virtudes y grandezas clara y
distintamente, conviene saber: omnipotencia, bondad, sabidura,
justicia, misericordia, etc., todas en nico y simple ser. Y como cada
una de estas cosas sea el mismo ser de Dios en un solo supuesto
suyo, que es el Padre, o el Hijo, o el Espritu Santo, siendo cada
atributo de stos el mismo Dios, siendo Dios infinita luz infinito
fuego divino, como arriba queda dicho, de aqu es que en cada uno
de esos atributos (que, como decimos, son innumerables) y virtudes
suyas luzca y arda como Dios.

3. Y as, segn estas noticias que el alma tiene all de Dios,


distintas en un solo acto actualmente, le es al alma el mismo Dios
muchas lmparas, que distintamente le lucen a alma pues de cada
una tiene noticia y le dan calor de amor, cada una en su manera y
todas ellas en un simple ser, como decimos. Y todas ellas son una
lmpara, que es el Verbo, el cual, como dice san Pablo (Hb. 1, 3) es
resplandor de la gloria del Padre; a cual lmpara es todas estas
lmparas, porque luce y arde de todas estas maneras. Lo cual echa
de ver el alma, que le es muchas lmparas esta sola lmpara;
porque, como ella sea una, todas las cosas puede, y todas las
virtudes tiene, y todos los espritus coge, etc. (Sab. 7, 27). Y as, en
un acto luce y arde segn todas sus grandezas y virtudes, podemos
decir, de muchas maneras en una manera: porque luce y arde
como omnipotente, y luce y arde como sabio, y luce y arde como
bueno, y luce y arde como fuerte, como justo, como verdadero y
como las dems virtudes y condiciones divinas que hay en l,
dando al alma inteligencia y amor de s, segn todas ellas
distintamente y segn cada una. Porque, comunicndose l, siendo
l todas ellas, y cada una de ellas, da al alma luz y amor divino
segn todas ellas, y segn cada una de ellas; porque el fuego
dondequiera que se aplique y en cualquier efecto que haga, de su
calor y resplandor, pues siempre as es de una manera.

Porque el resplandor que le da esta lmpara en cuanto


omnipotencia, le hace al alma luz y calor de amor de Dios en cuanto
es omnipotente, y, segn esto, ya Dios le es lmpara de
omnipotencia que le luce y arde segn este atributo. Y el resplandor
que le da esta lmpara en cuanto es sabidura, le hace calor de
amor de Dios en cuanto es sabio, y, segn esto, ya Dios le es
lmpara de sabidura. Y el resplandor que le da esta lmpara de
Dios en cuanto es bondad, le hace calor de amor de Dios en cuanto
es bueno, y, segn esto, ya le es Dios lmpara de bondad. Y, ni
ms ni menos, le es lmpara de justicia y de fortaleza y de
misericordia, porque la luz que le da de cada uno de estos atributos
y de todos los dems, hace al alma juntamente calor de amor de
Dios en cuanto es tal. Y as, Dios le es al alma en esta alta
comunicacin y muestras que, a mi ver, es la mayor que se le
puede hacer en esta vida, innumerables lmparas que la dan luz y
amor.
4. Estas lmparas le lucieron bien a Moiss (Ex. 34, 6-7) en el
monte Sina, donde, pasando Dios delante de l, apresuradamente
se postr en la tierra y dijo algunas grandezas de las que en l vio;
y amndole segn aquellas cosas que haba visto, las dijo
distintamente, diciendo: Emperador, Seor, Dios, misericordioso,
clemente, paciente, de mucha miseracin, verdadero, que guardas
misericordia en millares, que quitas los pecados y maldades y
delitos, que eres tan justo que ninguno hay inocente de suyo
delante de ti. En lo cual se ve que Moiss, los ms atributos y
virtudes que all conoci y am fueron los de la omnipotencia,
seoro, deidad y misericordia y justicia y verdad y rectitud de Dios,
que fue altsimo conocimiento y subidsimo deleite de amor.

5. De donde es de notar que el deleite y robamiento de amor que el


alma recibe en el fuego de la luz de estas lmparas es admirable,
es inmenso, es tan copioso como de muchas lmparas, que cada
una quema de amor, ayudando el ardor de la una al ardor de la
otra, y la llama de una a la llama de la otra; as como la luz de la
una da luz de la otra, y todas hechas una luz y fuego, y cada una un
fuego, y el alma inmensamente absorta en delicadas llamas,
llagada sutilmente en cada una de ellas, y en todas ellas ms
llagada y ms sutilmente llagada, en amor de vida, echando ella
muy bien de ver que aquel amor es de vida eterna, la cual es
juntura de todos los bienes, conociendo bien all el alma la verdad
del dicho del Esposo en los Cantares (8, 6) que dijo que las
lmparas del amor eran lmparas de fuego y de llamas. Hermosa
eres en tus pisadas y calzado, oh hija del prncipe! (Ct. 7, 1).
Quin podr contar la magnificencia y extraez de tu deleite en el
amor de tus lmparas y admirable resplandor? Porque si una sola
lmpara de stas que pas delante de Abraham le caus grande
horror tenebroso, pasando Dios por una noticia de justicia rigurosa
que haba de hacer de los cananeos (Gn. 15, 12-17), toda estas
lmparas de noticias de Dios que amigable y amorosamente te
lucen a ti, cunta ms luz y deleite de amor te causarn que caus
aquella sola de horror y tiniebla en Abraham? Y cunto y cun
aventajado, y de cuntas maneras ser tu luz y deleite, pues en
todas y de todas stas sientes que te da su fruicin y amor,
amndote segn sus virtudes y atributos y condiciones?

6. Porque el que ama y hace bien a otro, segn su condicin y sus


propiedades le ama y le hace bien; y as tu Esposo en ti, siendo
omnipotente, date y mate con omnipotencia; y, siendo sabio,
sientes que te ama con sabidura; siendo l bueno, sientes que te
alma con bondad; siendo santo, sientes que te ama con santidad;
siendo l justo, sientes que te ama justamente; siendo l
misericordioso, sientes que te ama con misericordia siendo el
piadoso y clemente, sientes que te ama con mansedumbre y
clemencia; siendo l fuerte y subido y delicado ser, sientes que te
ama fuerte y subida y delicadamente; y como l sea limpio y puro,
sientes que con pureza y limpieza te ama; y como l sea verdadero,
sientes que te ama de veras; y como l sea liberal, sientes tambin
que te ama con liberalidad, sin algn inters, no ms de por hacerte
bien; y como l sea la virtud de la suma humildad, con suma
humildad te ama y con suma estimacin, igualndose contigo, e
igualndote consigo, mostrndote en estas vas alegremente con
esto su rostro lleno de gracias, y dicindote: Yo soy tuyo y para ti, y
gusto de ser tal cual soy para darme a ti, y por ser tuyo.

7. Quin dir, pues, lo que t sientes, oh dichosa alma!, vindote


as amada y con tal estimacin engrandecida? Tu vientre, que es tu
voluntad, diremos que es como el montn de trigo que est cubierto
y cercado de lirios (Ct. 7, 2), porque en esos granos de pan de vida
que t juntamente estas gustando los lirios de las virtudes que te
cercan, te estn deleitando. Porque estas hijas del rey, que son
estas virtudes, de la fragancia de sus especies aromticas, que son
las noticias que te da, te estn deleitando admirablemente (Sal. 44,
9-10), y en ellas ests t tan engolfada e infundida, que eres
tambin el pozo de las aguas vivas que corren con mpetu del
monte Lbano (Ct. 4, 15), que es Dios. En lo cual eres
maravillosamente letificada segn toda la armona de tu alma y aun
de tu cuerpo, porque se cumpla tambin en ti el dicho del salmo
(45, 5) que dice: El mpetu del ro letifica la ciudad de Dios.

8. Oh admirable cosa, que a este tiempo est el alma rebosando


aguas divinas, que en ella l las reverta como una abundosa fuente
que por todas partes rebosa aguas! Porque aunque es verdad que
esta comunicacin es luz y fuego de estas lmparas de Dios, es
este fuego aqu, como habemos dicho, tan suave, que, con ser
fuego inmenso, es como aguas de vida que hartan la sed del
espritu con el mpetu que desea. Y as, aunque son lmparas de
fuego, son aguas vivas del espritu, como tambin las que vinieron
sobre los Apstoles (Act. 2, 3), que, aunque eran lmparas de
fuego, tambin eran aguas puras y limpias, porque as las llam el
profeta Ezequiel (36, 25-26) cuando profetiz aquella venida del
Espritu Santo, diciendo: Infundir, dice all Dios, sobre vosotros
agua limpia, y pondr mi espritu en medio de vosotros.

Y as, aunque es fuego, tambin es agua; porque es figurado por el


fuego que escondi Jeremas, que era del sacrificio, el cual en
cuanto estuvo escondido era agua, y cuando de fuera serva de
sacrificar era fuego (2 Mac. 1, 20-22; 2, 1-2). Y as, este espritu de
Dios, en cuanto est escondido en las venas del alma, est como
agua suave y deleitable, hartando la sed del espritu en la sustancia
del alma; y en cuanto se ejercita en sacrificio de amar, es llamas
vivas de fuego, que son las lmparas del acto de la dileccin que
decamos que dice el Esposo en los Cantares (8, 6), diciendo: Sus
lmparas son lmparas de fuego y de llamas. Las cuales el alma
aqu as las llama, porque no slo las gusta como aguas de
sabidura en s, sino tambin como fuego de amor, en acto de,
amor, diciendo: Oh lmparas de fuego!

Y todo lo que se puede en este caso decir es menos de lo que hay;


si se advierte que el alma est transformada en Dios, se entender
en alguna manera cmo es verdad que est hecha fuente de aguas
vivas, ardientes y fervientes en fuego de amor, que es Dios.

En cuyos resplandores.

9. Ya queda dado a entender que estos resplandores son las


comunicaciones de estas divinas lmparas, en las cuales el alma
unida resplandece con sus potencias, memoria, entendimiento y
voluntad, ya esclarecidas y unidas en estas noticias amorosas. Lo
cual se ha de entender que esta ilustracin de resplandores no es
como hace la llama material cuando con sus llamaradas alumbra y
calienta las cosas que estn fuera de ella, sino como las que estn
dentro de ella, como lo est aqu el alma. Que por eso dice: En
cuyos resplandores, que es decir, dentro, no cerca, sino dentro de
sus resplandores, en las llamas de las lmparas, transformada el
alma en llama. Y as, diremos que es como el aire que est dentro
de la llama encendido y transformado en fuego, porque la llama no
es otra cosa sino aire inflamado, y los movimientos que hace
aquella llama ni son slo de aire, ni son slo de fuego, sino junto de
aire y fuego, y el fuego hace arder al aire que en s tiene inflamado.

10. Y a este talle entenderemos que el alma con sus potencias est
esclarecida dentro de los resplandores de Dios. Y los movimientos
de esta llama que son vibramientos y llamear que habemos arriba
dicho, no los hace slo el alma que est transformada en la llama
del Espritu Santo, ni los hace slo l, sino l y el alma juntos,
moviendo l al alma, como hace el fuego al aire inflamado. Y as,
estos movimientos de Dios y el alma juntos, no slo son
resplandores sino glorificaciones de Dios que hace al alma. Porque
estos movimientos o vibramientos son los juegos y fiestas alegres
que en el segundo verso de la primera cancin decamos que hacia
el Espritu Santo en el alma, en los cuales parece que siempre la
est queriendo acabar de dar la vida eterna; y as, aquellos
movimientos y llamaradas son como provocamientos que est
haciendo al alma para acabarla de trasladar a su perfecta gloria,
entrndola ya de veras en s. Porque todos los bienes primeros y
postreros, menores y mayores, que Dios hace al alma, siempre se
los hace con este motivo suyo y de ella, de llevarla a vida eterna;
bien as como el fuego, que todos los movimientos y meneos que
hace en el aire que en s tiene inflamado, son a fin de llevarle al
centro de su esfera, y todos aquellos vibramientos es porfiar por
llevarlo, mas porque el aire est en su esfera no se hace. Y as,
aunque estos motivos del Espritu Santo son aqu encendidsimos y
eficacsimos en absorber al alma en mucha gloria, todava no acaba
hasta que llegue el tiempo en que salga de la esfera del aire de esta
vida de carne y pueda entrar en el centro de su espritu de la vida
perfecta en Cristo.

11. Pero es de saber que estos movimientos ms son movimientos


del alma que movimientos de Dios, porque estos visos que al alma
se dan de gloria en Dios no son estables, perfectos y continuos, lo
cual sern en el alma despus sin alteracin de ms y menos, y sin
interpolacin de movimientos. Y entonces ver el alma claro cmo,
aunque ac pareca que se mova Dios en ella, en s no se mueve,
como el fuego no se mueve en su esfera.

12. Pero estos resplandores son inestimables mercedes y favores


que Dios hace al alma, porque stas se llaman por otro nombre
obumbraciones, y stas aqu, a mi ver, son de las ms altas que
ac pueden ser en va de transformacin. Para inteligencia de lo
cual es de advertir que obumbramiento quiere decir hacimiento de
sombra, y hacer sombra es tanto como amparar y hacer favores;
porque, llegando a tocar la sombra, es seal que la persona cuya
es est cerca para favorecer y amparar. Y por eso se le dijo a la
Virgen (Lc. 1, 35) que la virtud del Altsimo la hara sombra, porque
haba de llegar tan cerca de ella el Espritu Santo que haba de
venir sobre ella.
En lo cual es de notar que cada cosa tiene y hace la sombra como
tiene la propiedad y el talle. Si la cosa es condensa y opaca, har
sombra oscura y condensa. y si es ms rara y clara, har sombra
ms clara, como es de ver en el madero y en el cristal, que, porque
el uno es opaco, la hace oscura, y, porque el otro es claro, la hace
clara.

13. Tambin en las cosas espirituales la muerte es privacin de


todas las cosas. Ser, pues, la sombra de la muerte tinieblas que
tambin privan en alguna manera de todas las cosas -as la llama el
Salmista (106, 10) diciendo: Sedentes in tenebris et in umbra
mortis- ahora sean espirituales de muerte espiritual, ahora
corporales de muerte corporal. La sombra de la vida ser luz: si
divina, luz divina; si humana, luz natural. Segn esto, la sombra de
la hermosura cul ser? Ser otra hermosura al talle y propiedad
de aquella hermosura, y la sombra de la fortaleza ser otra fortaleza
al talle y condicin de aquella fortaleza; y la sombra de la sabidura
ser otra sabidura; o, por mejor decir, ser la misma hermosura y la
misma fortaleza y la misma sabidura en sombra, en la cual se
conoce el talle y propiedad cuya es la sombra.

14. Segn esto, cules sern las sombras que har el Espritu
Santo al alma de todas las grandezas de sus virtudes y atributos,
estando tan cerca de ella, que no slo la toca en sombra, mas est
unida con ellas en sombra, gustndolas en sombra, entendiendo y
gustandoel talle y las propiedades de Dios en sombra de Dios, es a
saber: entendiendo y gustando la propiedad de la potencia divina en
sombra de omnipotencia, y entendiendo y gustando la sabidura
divina en sombra de sabidura divina, entendiendo y gustando la
bondad infinita en sombra que le cerca de bondad infinita,
entendiendo y gustando el deleite de Dios infundido en sombra de
deleite de Dios, y, finalmente, gustando la gloria de Dios en sombra
de gloria, que hace saber y gustar la propiedad y talle de la gloria
de Dios, pasando todo esto en claras y encendidas sombras, pues
los atributos de Dios y sus virtudes son lmparas, que, como quiera
que sean resplandecientes y encendidas, a su talle y propiedad han
de hacer sombras resplandecientes y encendidas y multitud de ellas
en un solo ser?

15. Oh, qu ser de ver aqu el alma experimentando la virtud de


aquella figura que vio Ezequiel en aquel animal de cuatro formas y
en aquella rueda de cuatro ruedas, viendo cmo el aspecto suyo
era como el aspecto de carbones encendidos y como aspecto de
lmparas, y viendo la rueda, que es la sabidura, llena de ojos de
dentro y de fuera, que son admirables noticias de sabidura, y
sintiendo aquel sonido que hacan a su paso, que era como sonido
de multitud y de ejrcitos, que significan muchas cosas en un
nmero distintas de Dios, que aqu el alma en un solo sonido de un
paso de Dios por ella comprehende; y, finalmente, gustando aquel
sonido del batir de sus alas, que dice era como sonido de muchas
aguas, como sonido del Altsimo Dios, que significan el mpetu de
las aguas divinas, que al alear del Espritu Santo en la llama del
amor al alma letificando embiste, gozando aqu la gloria de Dios en
su amparo y favor de su sombra, como tambin all dice este
profeta, diciendo que aquella visin era semejanza de la gloria del
Seor (Ez. 1, 1-28).

Y cun elevada se siente aqu esta dichosa alma, cun


engrandecida se conozca, cun admirada se vea en hermosura
santa, quin lo podr decir, vindose ya infundida con tanta
copiosidad en las aguas de estos divinos resplandores, que echa de
ver que el Padre Eterno da con larga mano el regado superior e
inferior, como a Axa dio su padre cuando suspiraba (Js. 15, 18-19),
pues estas aguas alma y cuerpo regando penetran.

16. Oh admirable cosa, que, con ser todas estas lmparas de los
atributos divinos un simple ser y en l solo se gusten, se vea y
guste la distincin de ellas, tan encendida la una como la otra,
siendo la una sustancialmente la otra! Oh abismo de deleites, tanto
ms abundantes, cuanto estn tus riquezas ms recogidas en
unidad y simplicidad infinita, donde de tal manera se conozca y
guste lo uno, que no se impida el conocimiento y gusto perfecto de
lo otro, antes cada cosa en ti es luz de la otra, que por tu limpieza,
oh Sabidura divina, muchas cosas se ven en ti vindose una,
porque t eres el depsito de los tesoros del Eterno Padre!

Porque en tus resplandores

las profundas cavernas del sentido.

17. que son las potencia del alma, memoria, entendimiento y


voluntad, las cuales son tan profundas cuanto de grandes bienes
son capaces, pues no se llenan con menos que infinito. Las cuales,
por lo que padecen cuando estn vacas, echaremos en alguna
manera de ver lo que se gozan y deleitan cuando de su Dios estn
llenas, pues que por un contrario se da luz del otro.

Cuanto a lo primero, es de notar que estas cavernas de las


potencias, cuando no estn vacas y purgadas y limpias de toda
afeccin de criatura, no sienten el vaco grande de su profunda
capacidad; porque en esta vida cualquiera cosilla que a ellas se
pegue basta para tenerlas tan embarazadas y embelesadas que no
sientan su dao, ni echen menos sus inmensos bienes, ni conozcan
su capacidad. Y es cosa admirable que, con ser capaces de
infinitos bienes, baste el menor de ellos a embarazarlas de manera
que no los puedan recibir hasta de todo punto vaciarse, como luego
diremos.

Pero cuando estn vacas y limpias, es intolerable la sed y hambre


y ansia del sentido espiritual; porque, como son profundos los
estmagos de estas cavernas, profundamente penan, porque el
manjar que echan menos tambin es profundo, que, como digo, es
Dios.

Y este tan grande sentimiento comnmente acaece hacia los fines


de la iluminacin y purificacin del alma, antes que llegue a unin,
donde ya se satisfacen. Porque, como el apetito espiritual est
vaco y purgado de toda criatura y afeccin de ella, y, perdido el
temple natural, est templado a lo divino y tiene ya el vaco
dispuesto y como todava no se le comunica lo divino en unin de
Dios, llega el penar de este vaco y sed ms que a morir,
mayormente cuando por algunos visos o resquicios se le trasluce
algn rayo divino y no se le comunican. Y stos son los que penan
con amor impaciente, que no pueden estar mucho sin recibir o
morir.

18. Cuanto a la primera caverna que aqu ponemos, que es el


entendimiento, su vaco es sed de Dios, y sta es tan grande que la
compara David (Sal. 41, 1) a la del ciervo, no hallando otra mayor a
qu compararla, que dicen es vehementsima, diciendo: As como
desea el ciervo las fuentes de las aguas, as mi alma desea a ti,
Dios. Y esta sed es de las aguas de la sabidura de Dios, que es el
objeto del entendimiento.

19. La segunda caverna es la voluntad, y el vaco de sta es


hambre de Dios tan grande que hace desfallecer al alma, segn lo
dice tambin David (Sal. 83, 3) diciendo: Codicia y desfallece mi
alma en los tabernculos del Seor. Y esta hambre es de la
perfeccin de amor que el alma pretende.

20. La tercera caverna es la memoria, y el vaco de sta es


deshacimiento y derretimiento del alma por la posesin de Dios,
como lo nota Jeremas (Lm. 3, 20), diciendo. Memoria memor ero et
tabescet in me anima mea, esto es: Con memoria me acordar (id
est: mucho me acordar) y derretirse ha mi alma en m; revolviendo
estas cosas en mi corazn, vivir en esperanza de Dios.

21. Es, pues, profunda la capacidad de estas cavernas, porque lo


que en ellas puede caber, que es Dios, es profundo e infinito; y as
ser en cierta manera su capacidad infinita, y as su sed, sed
infinita, su hambre tambin infinita y profunda, su deshacimiento y
pena es muerte infinita. Que, aunque no se padece tan
intensamente como en la otra vida, pero padcese una viva imagen
de aquella privacin infinita, por estar el alma en cierta disposicin
para recibir su lleno. Aunque este penar es otro temple, porque es
en los senos del amor de la voluntad, que no es el que alivia la
pena, pues, cuanto mayor es, es tanto ms impaciente por la
posesin de su Dios, a quien espera por momentos de intensa
codicia.

22. Pero, vlgame Dios!, pues que es verdad que, cuando el alma
desea a Dios con entera verdad, tiene ya el que ama, como dice
san Gregorio sobre san Juan, cmo pena por lo que ya tiene?
Porque en el deseo que dice san Pedro (1 Pe. 1, 12) que tienen los
ngeles de ver al Hijo de Dios, no hay alguna pena ni ansia, porque
ya le poseen; y as le parece que, si el alma cuanto ms desea a
Dios ms le posee, y la posesin de Dios da deleite y hartura al
alma, como en los ngeles, que estando cumpliendo su deseo, en
la posesin se deleitan, estando siempre hartando su espiritual con
el apetito, sin fastidio de hartura; por lo cual, porque ni hay fastidio,
siempre desean, y porque hay posesin, no penan. Tanto ms de
hartura y deleite haba el alma de sentir aqu en este deseo cuanto
mayor es el deseo, pues tanto ms tiene a Dios, y no de dolor y
pena.

23. En esta cuestin viene bien notar la diferencia que hay en tener
a Dios por gracia en s solamente, y en tenerle tambin por unin:
que lo uno es bien quererse, y lo otro es tambin comunicarse, que
es tanta la diferencia como hay entre el desposorio y el matrimonio.
Porque en el desposorio slo hay un igualado s y una sola voluntad
de ambas partes y joyas y ornato de desposada, que se las da
graciosamente el desposado; mas en el matrimonio hay tambin
comunicacin de las personas y unin. Y en el desposorio, aunque
algunas veces hay vistas del esposo a la esposa y las ddivas,
como decimos, pero no hay unin de las personas, que es el fin del
desposorio.

24. Ni ms ni menos, cuando el alma ha llegado a tanta pureza en


s y en sus potencias que la voluntad est muy purgada de otros
gustos y apetitos extraos, segn la parte inferior y superior, y
enteramente dado el s acerca de todo esto en Dios, siendo ya la
voluntad de Dios y del alma una en un consentimiento pronto y
libre, ha llegado a tener a Dios por gracia de voluntad, todo lo que
puede por va de voluntad y gracia. Y esto es haberle, Dios dado en
el s de ella su verdadero s y entero de su gracia.

Y ste es un alto estado de desposorio espiritual del alma con el


Verbo, en el cual el Esposo la hace grandes mercedes y la visita
amorossimamente muchas veces, en que ella recibe grandes
favores y deleites. Pero no tienen que ver con los del matrimonio,
porque todos son disposiciones para la unin del matrimonio; que,
aunque es verdad que esto pasa en el alma que est purgadsima
de toda afeccin de criatura (porque no se hace el desposorio
espiritual, como decimos, hasta esto), todava ha menester el alma
otras disposiciones positivas de Dios, de sus visitas y dones, en que
la va ms purificando y hermoseando y adelgazando para estar
decentemente dispuesta para tan alta unin. Y en esto pasa tiempo,
en unas ms y en otras menos, porque lo va Dios haciendo al modo
del alma. Y esto es figurado por aquellas doncellas que fueron
escogidas para el rey Asuero (Et. 2, 24; 12, 4), que, aunque las
haban sacado de sus tierras y de la casa de sus padres, todava
antes que llegasen al lecho del rey las tenan un ao (aunque en el
palacio) encerradas, de manera que el medio ao se estaban
disponiendo con ciertos ungentos de mirra y otras especias, y el
otro medio ao con otros ungentos ms subidos; y, despus de
esto iban al lecho del rey.

25. En el tiempo, pues, de este desposorio y espera del matrimonio


en las unciones del Espritu Santo, cuando son ya ms altos
ungentos de disposiciones para la unin de Dios suelen ser las
ansias de las cavernas del alma extremadas y delicadas. Porque
como aquellos ungentos son ya ms prximamente dispositivos
para la unin de Dios, porque son ms allegados a Dios, y por esto
saborean al alma y la engolosinan ms delicadamente de Dios, es
el deseo ms delicado y profundo, porque el deseo de Dios es
disposicin para unirse con Dios.

26. Oh qu buen lugar era ste para avisar a las almas que Dios
llega a estas delicadas unciones, que miren lo que hacen y en
cuyas manos se ponen, porque no vuelvan atrs!, sino que es fuera
del propsito a que vamos hablando.

Mas es tanta la mancilla y lstima que cae en mi corazn ver volver


las almas atrs, no solamente no se dejando ungir de manera que
pase la uncin adelante, sino an perdiendo los efectos de la
uncin, que no tengo de dejar de avisarles aqu acerca de esto lo
que deben hacer para evitar tanto dao, aunque nos detengamos
un poco en volver al propsito (que yo volver luego a l), aunque
todo hace a la inteligencia de la propiedad de estas cavernas. Y por
ser muy necesario no slo para estas almas que van tan prsperas,
sino tambin para todas las dems que buscan a su Amado, lo
quiero decir.

27. Cuanto a lo primero, es de saber que, si el alma busca a Dios,


mucho ms la busca su Amado a ella; y si ella le enva a l sus
amorosos deseos, que fe son a l tan olorosos como la virgulica del
humo que sale de las especias aromticas de la mirra y del incienso
(Ct. 3, 6), l a ella le enva el olor de sus ungentos, con que la trae
y hace correr hacia l (Ct. 1, 3), que son sus divinas inspiraciones y
toques; los cuales, siempre que son suyos, van ceidos y regulados
con motivo de la perfeccin de la ley de Dios y de la fe, por cuya
perfeccin ha de ir el alma siempre llegndose ms a Dios. Y as ha
de entender el alma que el deseo de Dios en todas las mercedes
que le hace en las unciones y olores de sus ungentos, es
disponerla para otros ms subidos y delicados ungentos ms al
temple de Dios, hasta que venga en tan delicada y pura disposicin
que merezca la unin de Dios y transformacin sustancial en todas
sus potencias.

28. Advirtiendo, pues, el alma que en este negocio es Dios el


principal agente y el mozo de ciego que la ha de guiar por la mano
a donde ella no sabra ir, que es a las cosas sobrenaturales que no
puede su entendimiento ni voluntad ni memoria saber cmo son:
todo su principal cuidado ha de ser mirar que no ponga obstculo a
la gua, que es el Espritu Santo, segn el camino por donde la lleva
Dios, ordenado en ley de Dios y fe, como decimos. Y este
impedimento le puede venir si se deja llevar de otro ciego. Y los
ciegos que la podran sacar del camino son tres, conviene a saber:
el maestro espiritual, y el demonio, y ella misma.

29. Cuanto a lo primero, convinele grandemente al alma que


quiere aprovechar y no volver atrs, mirar en cuyas manos se pone,
porque, cual fuera el maestro, tal ser el discpulo, y cual el padre,
tal el hijo. Y para este camino, a lo menos para el ms subido de l,
y aun para lo mediano, apenas hallar una gua cabal segn todas
las partes que ha menester, porque ha menester ser sabio y
discreto y experimentado. Porque, para guiar el espiritu, aunque el
fundamento es el saber y la discrecin, si no hay experiencia de lo
ms subido, no atinar a encaminar al alma en ello, cuando Dios se
lo da.

Y podranla hacer harto dao, porque, no entendiendo ellos la va


del espritu, muchas veces hacen perder a las almas la uncin de
estos delicados ungentos con que el Espritu Santo las va
disponiendo para s, por otros modos rateros que ellos han ledo por
ah, que no sirven sino para principiantes. Que, no sabiendo ellos
ms que para principiantes, y aun eso plegue a Dios, no quieren
dejar a las almas pasar, aunque Dios las quiera llevar, a ms de
aquellos principios y modos discursivos e imaginarios, para que
nunca excedan y salgan de la capacidad natural, con que ellos
pueden hacer muy poca hacienda.

30. Y, para que mejor entendamos esto, es de saber que el estado


de principiantes es meditar y hacer actos discursivos. En este
estado necesario le es al alma que se le d materia para que
discurra, y que de suyo haga actos interiores y se aproveche del
fuego y hervor espiritual sensitivo, porque as le conviene para
habituar los sentidos y apetitos a cosas buenas, y, cebndolos con
este sabor, se desarraiguen del siglo. Mas, cuando esto ya en
alguna manera est hecho, luego los comienza Dios a poner en
estado de contemplacin, lo cual suele ser muy en breve,
mayormente en gente religiosa, porque ms en breve, negadas las
cosas del siglo, acomodan a Dios el sentido y el apetito. Y luego no
hay que hacer sino pasar de meditacin a contemplacin, lo cual es
ya cuando cesan los actos discursivos y meditacin de la propia
alma y los jugos y hervores primeros sensitivos, no pudiendo ya
discurrir como antes, ni hallar nada de arrimo por el sentido, este
sentido quedando en sequedad, por cuanto le mudan el caudal al
espritu, que no cae en sentido.

Y, como quiera que naturalmente todas las operaciones que puede


de suyo hacer el alma no sea sino por el sentido, de aqu es que ya
Dios en este estado es el agente y el alma es la paciente; porque
ella slo se ha como el que recibe y como en quien se hace, y Dios
como el que da y como el que en ella hace, dndole los bienes
espirituales en la contemplacin, que es noticia y amor divino junto,
esto es, noticia amorosa, sin que el alma use de sus actos y
discursos naturales, porque an no puede ya entrar en ellos como
antes.

31. De donde en este tiempo totalmente se ha de llevar el alma por


modo contrario del primero. Que si antes daban materia para
meditar y meditaba, que ahora antes se la quiten y que no medite,
porque, como digo, no podr aunque quiera, y distraerse ha. Y si
antes buscaba jugo y hervor y le hallaba, ya no le quiera ni le
busque, porque no slo no le hallar por su diligencia mas antes
sacar sequedad, porque se divierte del bien pacfico y quieto que
secretamente le estn dando en el espritu, por la obra que l quiere
hacer por el sentido; y as, perdiendo lo uno, no hace lo otro, pues
ya los bienes no se los dan por el sentido como antes. Y por eso en
este estado en ninguna manera le han de imponer en que medite y
se ejercite en actos, ni procure sabor ni hervor, porque sera poner
obstculo al principal agente, que, como digo, es Dios, el cual
oculta y quietamente anda poniendo en el alma sabidura y noticia
amorosa sin especificacin de actos, aunque algunas veces los
hace especificar en el alma con alguna duracin. Y as, entonces el
alma se ha de andar slo con advertencia amorosa a Dios, sin
especificar actos, habindose, como habemos dicho, pasivamente,
sin hacer de suyo diligencias, con la advertencia amorosa siempre y
sencilla, como quien abre los ojos con advertencia de amor.

32. Que, pues Dios entonces en modo de dar trata con ella con
noticia sencilla amorosa, tambin el alma trate con l el modo de
recibir con noticia o advertencia sencilla o amorosa, para que as se
junte noticia con noticia y amor con amor. Porque conviene que el
que recibe se haya al modo de lo que recibe, y no de otro, para
poderlo recibir y retener como se lo dan, porque, como dicen los
filsofos, cualquiera cosa que se recibe, est en el recipiente al
modo que se ha el recipiente.
De donde est claro que, si el alma entonces no dejase su modo
activo natural, no recibira aquel bien sino a modo natural, y as no
lo recibir, sino quedarse ha solamente con acto natural; porque lo
sobrenatural no cabe en el modo natural ni tiene que ver con ello. Y
as totalmente, si el alma quiere entonces obrar de suyo,
habindose de otra manera ms que con la advertencia pasiva
amorosa que habemos dicho, muy pasiva y tranquilamente, sin
hacer acto natural sino es cuando Dios la uniese en algn acto,
pondra impedimento a los bienes que la est Dios comunicando
sobrenaturalmente en la noticia amorosa. Lo cual es el principio en
ejercicio de purgacin, como habemos dicho arriba, y despus, en
ms suavidad de amor.

Lo cual si, como digo, y es as la verdad, se anda recibiendo en el


alma pasivamente y al modo de Dios sobrenatural, y no al modo del
alma natural, sguese que para recibirla ha de estar esta alma muy
desembarazada, ociosa, pacfica y serena, al modo de Dios; como
el aire, que, cuanto ms lmpio est y sencillo y quieto, ms le
ilustra y calienta el sol. Y as no ha de estar asida a nada: ni a cosa
de meditacin ni sabor, ahora sensitivo, ahora espiritual; porque
requiere el espritu tan libre y aniquilado, que cualquier cosa que el
alma entonces quisiese hacer de pensamiento o discurso o gusto a
que se quiera arrimar, le impedira e inquietara y hara ruido en el
profundo silencio que conviene que haya en el alma, segn el
sentido y el espritu para tan profunda y delicada audicin de Dios,
que habla al corazn en esta soledad que dijo por Oseas (2, 14), en
suma paz y tranquilidad, escuchando y oyendo el alma, como David
(Sal. 84, 9), lo que habla Dios, porque habla esta paz en su alma.

Lo cual cuando as acaeciere, que se sienta el alma poner en


silencio y escucha, aun la advertencia amorosa que dije ha de
olvidar porque el alma se quede libre para lo que entonces la
quieren; porque aquella advertencia slo ha de usar de ella cuando
no se siente poner en soledad u ociosidad u olvido o escucha
espiritual, lo cual siempre viene con algn absorbimiento interior.

33. Por tanto, en ninguna sazn y tiempo, ya que el alma ha


comenzado a entrar en este sencillo y ocioso estado de
contemplacin, no ha el alma de querer traer delante de s
meditaciones, ni querer arrimarse a jugos ni sabores espirituales,
sino estar desarrimada en pie sobre todo eso, el espritu desasido,
como dijo el profeta Habacub (2, 1) que haba l de hacer, diciendo:
Estar en pie sobre la guarda de mis sentidos, esto es, dejndolos
abajo, y afirmar el paso sobre la municin de mis potencias, esto
es, no dejndolas dar paso de pensamiento, y contemplar lo que
se me dijere, esto es, recibir lo que se me comunicare.

Porque ya habemos dicho que la contemplacin es recibir, y no es


posible que esta altsima sabidura y linaje de contemplacin se
pueda recibir sino en espritu callado y desarrimado de jugos y
noticias, porque as lo dice Isaas (28, 9), diciendo: A quin
ensear la ciencia y a quin har or lo odo? A los destetados de
leche, esto es, de los jugos y gustos, y a los desarraigados de los
pechos, esto es, de los arrimos de noticias y actos particulares.

34. Quita la niebla, y la mota, y los pelos, y limpia el ojo, y lucirte el


sol claro, y vers. Pon el alma en libertad de paz, y scala del yugo
y servidumbre de su operacin, que es el cautiverio de Egipto, que
todo es poco ms que juntar pajas para cocer tierra, y llvala a la
tierra de promisin que mana leche y miel (Ex.1,14). Oh maestro
espiritual!, mira que a esa libertad y ociosidad santa de hijos la
llama Dios al desierto, en que ande vestida de fiesta y con joyas de
oro y plata, habiendo ya despojado a Egipto y tomdoles sus
riquezas (Ex. 12, 35-36), y no slo eso, sino aun ahogdoles (Ex.
14, 27-28) en la mar de la contemplacin, donde el gitano del
sentido no halla pie ni arrimo y deja libre al hijo de Dios, que es el
espritu salido de los lmites y quicios angostos de la operacin
natural, que es su bajo entender, su tosco sentir, su pobre gustar,
para que Dios le d el suave man (Ex. 16, 14ss), cuyo sabor,
aunque tiene todos esos sabores y gustos en que t quieres traer
trabajando el alma, con todo eso, por ser tan delicado que se
deshace en la boca, no se sentir si otro gusto u otra cosa quisiere
sentir, porque no le recibir. Procura desarrimar al alma de todas
las codicias de jugos, gustos y meditaciones, y no la desquietes con
cuidado y solicitud alguna de arriba y menos de abajo, ponindola
en toda enajenacin y soledad posible; porque, cuanto ms esto
alcanzare y ms presto llagare a esta ociosa tranquilidad, con tanta
ms abundancia se le va infundiendo el espritu de la divina
sabidura, amoroso, tranquilo, solitario, pacfico, suave, robador del
espritu, sintindose a veces robado y llagado serena y
blandamente, sin saber de quin, ni de dnde, ni cmo, porque se
comunic sin operacin propia.

35. Y un poquito de esto que Dios obra en el alma en este santo


ocio y soledad es inestimable bien, ms que el alma puede pensar
ni el que la trata, y no se echa de ver, lo cual lucir en su tiempo. A
lo menos lo que de presente el alma podr alcanzar asentir, es un
enajenamiento y extraez, unas veces ms que otras, acerca de
todas las cosas, con respiro suave del amor y vida del espritu y con
inclinacin a soledad y tedio en las criaturas y el siglo; porque como
se gusta el espritu, desabrido es todo lo que es de carne.

36. Pero los bienes interiores que esta callada contemplacin deja
impresos en el alma, sin ella sentirlo, como digo, son inestimables,
porque, en fin, son unciones secretsimas y delicadsimas del
Espritu Santo, en que secretamente llena al alma de riquezas y
dones y gracias, porque, en fin, siendo Dios, hace Dios.

Estos bienes, pues, y estas grandes riquezas, estas subidas y


delicadas unciones y matices del Espritu Santo, que por su
delicadez y sutil pureza ni el alma ni el que las trata las entiende,
sino slo el que las pone para agradarse ms del alma, con
grandsima facilidad, no ms que con tantica obra que el alma
quiera hacer de aplicar sentido o apetito de querer asir alguna
noticia, o jugo, o gusto, se deturban e impiden, lo cual es grave
dao y gran dolor y lstima.

37. Oh grave caso y mucho ms para admirar, que, no pareciendo


el dao ni casi nada lo que se interpuso, es entonces mayor dao y
de mayor dolor y mancilla que deturbar y echar a perder muchas
almas de estotras comunes que no estn en aquel puesto de tan
subido esmalte y matiz! Como si en un rostro de extremada pintura
tocase una mano muy tosca con extraos y bajos colores, sera el
dao mayor y ms notable, que si borrase muchas ms comunes y
de ms lstima y dolor; porque aquella mano tan delicada que aqul
deturb quin la acertar a poner?

38. Y, con ser este dao tan grande, ms que se puede encarecer,
es tan comn que apenas se hallar un maestro espritual que no te
haga en las almas que de esta manera comienza Dios a recoger en
contemplacin. Porque cuntas veces est Dios ungiendo al alma
con alguna uncin muy delgada de noticia amorosa, serena,
pacfica, solitaria y muy ajena del sentido y de lo que se puede
pensar; no pudiendo meditar ni gustar de cosa de arriba ni de abajo,
ni de noticias, porque la trae Dios ocupada en aquella uncin
solitaria, inclinada a soledad y ocio, y vendr uno que no sabe sino
martillar y macear como herrero, y porque l no ensea ms que
aquello, dir: "And, dejaos de eso que es perder el tiempo, y
ociosidad, sino tomad y meditad y haced actos, que es menester
que hagis de vuestra parte actos y diligencias, que son esotros
alumbramientos y cosas de bausanes".

39. Y as, no entendiendo estos los grados de oracin ni vas del


espritu, no echan de ver que aquellos actos que ellos dicen que
haga el alma, y aquel caminar con discurso est ya hecho, pues ya
aquella alma ha llegado a la negacin sensitiva; y que, cuando ya
se ha llegado al trmino y est andado el camino, ya no hay
caminar, porque sera volver a alejarse del trmino. Y as, no
entendiendo que aquella alma est ya en la va del espritu, en el
cual no hay discurso y que ya el discurso cesa y es de Dios el
agente y el que habla secretamente al alma solitaria, callando ella,
sobrepone otro ungento en el alma de groseras noticias y jugos en
que las imponen y deshcenle la soledad y recogimiento, y por el
consiguiente, la subida obra que en ella Dios pintaba. Y as el alma
ni hace lo uno, ni aprovecha en lo otro, y as todo es dar golpe en la
herradura.

40. Adviertan estos tales y consideren que el Espritu Santo es el


principal agente y movedor de las almas que nunca pierde cuidado
de ellas, y que ellos no son los agentes, sino instrumentos solos
para enderezar las almas para la regla de la fe y ley de Dios, segn
el espritu que Dios va dando a cada uno. Y as, todo cuidado sea
no acomodar al alma a su modo y condicin propia de ellos, sino
mirando si saben por dnde Dios las lleva y, sino lo saben, djenlas
y no las perturben. Y, conforme a esto procuren enderezar al alma
en mayor soledad y libertad y tranquilidad, dndoles anchura a que
no aten el sentido espiritual y corporal a nada cuando Dios las lleva
por aqu, y no se penen ni soliciten pensando que no se hace nada;
que, como el alma est desasida de toda noticia propia y de todo
apetito y afecciones de la parte sensitiva y en negacin pura de
pobreza de espritu, en vaco de toda niebla de jugo, despegada de
todo pecho y leche, que es lo que el alma ha de tener cuidado de ir
haciendo de su parte y ellos en ello ayudndola a negarse segn
todo esto, es imposible que no haga Dios lo que es de la suya. Ms
imposible que dejar de dar el rayo del sol en lugar sereno y
descombrado, pues que, as como el sol est madrugando y da en
tu casa para entrar si le destapas el agujero, as Dios, que
guardando a Israel no dormita (Sal. 120, 4), ni menos duerme,
entrar en el alma vaca y la llenar de bienes.

41. Dios est como el sol sobre las almas para entrar; contntense
con disponerla segn la perfeccin evanglica, que consiste en la
desnudez y vaco de sentido y espritu, y no quieran pasar adelante
en el edificar, que ese oficio slo es del Seor, de donde desciende
todo dado excelente (Sant. 1, 17). Porque si el Seor no edificare la
casa, en vano trabaja el que la edifica (Sal. 126, 1); edificar en
cada alma como l quisiere, edificio sobrenatural. Dispn t ese
natural, aniquilando sus operaciones, pues que antes estorban que
ayudan. Eso es tu oficio; y el de Dios, como dice el Sabio (Pv. 16, 9)
es enderezarle a los bienes sobrenaturales por modos y maneras
que t ni el alma no sabis. Y as, no digas: "Oh, que no va
delante, que no hace nada!" Porque, si el entendimiento del alma
entonces no gusta de otras inteligencias ms que antes, adelante
va el entendimiento caminando a lo sobrenatural.

"Oh que no entiende nada distintamente!". Antes, si entendiese


distintamente, no ira delante, porque Dios es incomprehensible y
excede al entendimiento; y as cuanto ms, se ha de ir alejando de
s mismo caminando en fe, creyendo y no entendiendo que
entiendo. Y, por tanto, no tengas de eso pena, que si el
entendimiento no vuelve atrs, queriendo emplearse en noticias
distintas y otros entenderes de por ac adelante va, porque, en este
caso, el no volver atrs es ir adelante, y en ir adelante es ir ms en
fe, que el entendimiento, como no sabe ni puede saber cmo es
Dios, camina a l no entendiendo. Y as antes, para bien ser, le
conviene eso que t le condenas, que no se embarace con
inteligencias distintas.

42. "Oh, - dirs -, que la voluntad, si el entendimiento no entiende


distintamente, la voluntad a lo menos estar ociosa y no amar,
porque no se puede amar sino lo que se entiende!". Verdad es esto,
mayormente en las operaciones y actos naturales del alma, que la
voluntad no ama sino lo que distintamente conoce el entendimiento.
Pero en la contemplacin de que vamos hablando, en que Dios,
como habemos dicho, infunde en el alma, no es menester que haya
noticia distinta, ni que el alma haga actos; porque en un acto le est
Dios comunicando noticia amorosa, que es juntamente como luz
caliente sin distincin alguna; y entonces, al modo que es la
inteligencia, es tambin el amor en la voluntad. Que como la noticia
es general y oscura, no acabando el entendimiento de entender
distintamente lo que entiende, tambin la voluntad ama en general
sin distincin alguna. Que, como quiera que Dios sea luz y amor, en
esta comunicacin delicada, igualmente informa estas dos
potencias, aunque algunas veces hiere ms en la una que en la
otra. Y as algunas veces se siente ms inteligencia que el amor, y
otras ms amor que inteligencia, y a veces tambin todo
inteligencia, casi sin ningn amor, y a veces, todo amor sin
inteligencia alguna. Y as, en lo que es actos que el alma de suyo
hace, no puede amar sin entender; mas en lo que Dios hace en ella
es diferente, porque se puede comunicar en una potencia sin la
otra; y as, puede inflamar la voluntad con el toque del calor de su
amor, aunque no entienda el entendimiento, como puede uno recibir
calor del fuego aunque no le vea, si est cerca el fuego.

Y de esta manera muchas veces se sentir la voluntad inflamada o


enternecida y enamorada sin saber ni entender cosa ms particular
que antes, ordenando Dios en ella el amor, como lo dice la Esposa
en los Cantares (2, 4), diciendo: Introdjome el Rey en la celda
vinaria y orden en m la caridad.

43. Donde no hay que temer de la ociosidad de la voluntad en este


puesto: que, si cesa de hacer actos en particulares noticias cuanto
eran de su parte, hcelos Dios en ella, embriagndola en amor
infuso por medio de la noticia de contemplacin, o sin ella, como
acabamos de decir; y son tanto mejores que los que ella hiciera, y
tanto ms meritorios y sabrosos, cuanto es mejor el movedor e
infusor de este amor, que es Dios, el cual le pega al alma porque la
voluntad est cerca de Dios y desasida de otros gustos.

Por eso tngase cuidado que la voluntad est vaca y desasida de


sus afecciones, que, sino vuelve atrs, queriendo gustar algn jugo
o gusto, aunque particularmente no le sienta en Dios, adelante va,
subiendo sobre todas las cosas a Dios, pues de ninguna cosa
gusta. Y a Dios, aunque no le guste muy particular y distintamente,
ni le ame con tan distinto acto, gstale en aquella infusin general
oscura y secretamente, ms que a todas las cosas distintas, pues
entonces ve ella claro que ninguna le dan tanto gusto como aquella
quietud solitaria; y male sobre todas las cosas amables, pues que
todos los otros jugos y gustos de todas ellas tiene desechados y le
son desabridos.

Y as, no hay que tener pena, que, si la voluntad no puede reparar


en jugos y gustos de actos particulares, adelante va; pues el no
volver atrs, abrazando algo sensible, es ir adelante a lo
inaccesible, que es Dios, y as no es maravilla que no le sienta. Y
as, la voluntad para ir a Dios ms ha de ser desarrimndose de
toda cosa deleitosa y sabrosa, que arrimndose; que as cumple
bien el precepto de amor, que es amarle sobre todas las cosas, lo
cual no puede ser sin desnudez y vaco espiritual en todas ellas.

44. Tampoco hay que temer en que la memoria vaya vaca de sus
formas y figuras, que, pues Dios no tiene forma ni figura, segura va
vaca de forma y figura y ms acercndose a Dios; porque, cuanto
ms se arrimare a la imaginacin, ms se aleja de Dios y en ms
peligro va, pues que Dios, siendo como es incogitable, no cae en la
imaginacin.

45. No entendiendo, pues, stos las almas que van ya en esta


contemplacin quieta y solitaria, por no haber ellos pasado ni aun
quiz llegado, de un modo ordinario de discursos y actos,
pensando, como he dicho, que estn ociosas, porque el hombre
animal, esto es, que no pasa del sentido animal de la parte
sensitiva, no percibe las cosas que son de Dios, dice san Pablo (1
Cor. 2, 14), les turban la paz de la contemplacin sosegada y quieta
que de suyo les daba Dios, los hacen meditar y discurrir y hacer
actos, no sin grande desgana y repugnancia y sequedad y
distraccin de las mismas almas, que se querran estar en su quieto
y pacfico recogimiento, y persudenlas a que procuren jugos y
hervores, como quiera que los haban de aconsejar lo contrario. Lo
cual no pudiendo ellas hacer ni entrar en ello como antes (porque
ya pas ese tiempo, y no es se su camino) desasosiganse
doblado, pensando que van perdidas, aun ellos se lo ayudan a
creer, y scanlas el espritu y qutanles las unciones preciosas que
en la soledad y tranquilidad Dios las pona, que, como dije, es
grande dao, y pnenlas del duelo y del lodo, pues lo uno pierden y
en lo otro sin provecho penan.

46. No saben stos qu cosa es espritu, hacen a Dios grande


injuria y desacato metiendo su tosca mano donde Dios obra.
Porque le ha costado mucho a Dios llegar estas almas hasta aqu, y
precia mucho haberlas llegado a esta soledad y vaco de sus
potencias y operaciones para poderles hablar al corazn, que es lo
que l siempre desea, tomando l ya la mano, siendo ya l el que
en el alma reina con abundancia de paz y sosiego, haciendo
desfallecer los actos naturales de las potencias, con que,
trabajando toda la noche, no haca nada, apacentndolas ya el
espritu sin operacin de sentido, porque el sentido, ni su obra, no
es capaz del espritu.
47. Y cunto l precie esta tranquilidad y adormecimiento o
aniquilacin de sentido, chase bien de ver en aquella conjuracin
tan notable y eficaz que hizo en los Cantares (3, 5), diciendo:
Conjroos, hijas de Jerusaln, por las cabras y ciervos campesinos,
que no recordis ni hagis velar a la amada hasta que ella quiera.
En lo cual da a entender cunto ama el adormecimiento y olvido
solitario, pues interpone estos animales solitarios y retirados. Pero
estos espirituales no quieren que el alma repose ni quiete, sino que
siempre trabaje y obre, de manera que no d lugar a que Dios obre,
y que lo que el va obrando se deshaga y borre con la operacin del
alma, hechos las raposillas que demuelen la florida via del alma
(Ct. 2, 15). Y por eso se queja por Isaas (3, 14), diciendo: Vosotros,
habis depacido mi via.

48. Pero stos por ventura yerran con buen celo, porque no llega a
ms su saber. Pero no por eso quedan excusados en los consejos
que temerariamente dan sin entender primero el camino y espritu
que lleva el alma, y, si no la entiende, entremeter su tosca mano en
cosa que no entiende, no dejndola para quien mejor la entienda.
Que no es cosa de pequeo peso y culpa hacer a un alma perder
inestimables bienes por consejo fuera de camino y dejarla bien por
el suelo. Y as, el que temerariamente yerra, estando obligado a
acertar, como cada uno lo est en su oficio, no pasar sin castigo,
segn el dao que hizo. Porque los negocios de Dios con mucho
tiento y muy a ojos abiertos se han de tratar mayormente en cosa
tan delicada y subida como en estas almas, como se aventura casi
infinita ganancia en acertar y casi infinita prdida en errar.

49. Pero ya que quieras decir que todava tiene alguna excusa,
aunque yo no la veo, a lo menos no me podrs decir que la tiene el
que, tratando un alma, jams la deja salir de su poder, all por los
respetos e intentos vanos que l se sabe, que no quedarn sin
castigo. Pues que est cierto que, habiendo de ir aquella alma
adelante, aprovechando en el camino espiritual, a que siempre Dios
la ayuda, ha de mudar estilo y modo de oracin y ha de tener
necesidad de otra doctrina ya ms alta que la suya y otro espritu.
Porque no todos saben para todos los sucesos y trminos que hay
en el camino espiritual, ni tienen espritu tan cabal que conozcan
cmo en cualquiera estado de la vida espiritual ha de ser el alma
llevada y regida; a lo menos, no ha de pensar que lo tiene l todo, ni
que Dios querr dejar de llevar aquella alma ms adelante. No
cualquiera que sabe desbastar el madero, sabe entallar la imagen,
ni cualquiera que sabe entallarla, sabe perfilarla y pulirla, y no
cualquiera que la sabe pulir, sabe pintarla, ni cualquiera que sepa
pintarla, sabr poner la ltima mano y perfeccin. Porque cada uno
de stos no puede en la imagen hacer ms de lo que sabe, y, si
quisiese pasar adelante, sera echarla a perder.

50. Pues veamos si t, siendo solamente desbastador, quieres


poner el alma en el desprecio del mundo y mortificacin de sus
apetitos, o, cuando mucho, entallador, que ser en ponerla en
santas meditaciones, y no sabes ms, cmo llegars esa alma
hasta la ltima perfeccin de delicada pintura, que ya ni consiste en
desbastar, ni entallar, ni aun en perfilar, sino en la obra que Dios ha
de ir en ella haciendo? Y as, cierto est que si en tu doctrina, que
siempre es de una manera, la haces siempre estar atada, que o ha
de volver atrs, o, a lo menos, no ir adelante. Porque en qu
para, te ruego, la imagen si siempre has de ejercitar en ella no ms
que el martillar y desbastar, que en el alma es el ejercicio de las
potencias? Cundo se ha de acabar esta imagen? cundo o
cmo se ha de dejar a que la pinte Dios? Es posible que t tienes
todos estos oficios y que te tienes por tan consumado, que nunca
esa alma habr menester ms que a ti?

51. Y, dado caso que tengas para alguna alma (porque quiz no
tendr talento para pasar ms adelante), es como imposible que t
tengas para todas las que no dejas salir de tus manos; porque a
cada una lleva Dios por diferentes caminos, que apenas se hallar
un espritu que en la mitad del modo que lleva convenga con el
modo del otro. Porque quin habr, como san Pablo (1 Cor. 9, 22),
que tenga para hacerse todo a todos, para ganarlos a todos? Y t
de tal manera tiranizas las almas y de suerte las quitas la libertad y
adjudicas para ti la anchura y libertad de la doctrina evanglica, que
no slo procuras que no te dejen, mas lo que peor es, que, si acaso
alguna vez que alguna fue a pedir algn consejo a otro, o a tratar
alguna cosa que no convendra tratar contigo (o la llevara Dios
para que la ensease lo que t no enseas), te hayas con ella (que
no lo digo sin vergenza) con las contiendas de celos que hay entre
los casados, los cuales no son celos que tienes de honra de Dios,
sino celos de tu soberbia y presuncin. Porque cmo puedes tu
saber que aquella alma no tuvo necesidad de ir a otro? Indgnase
Dios de stos grandemente, y promtelos castigo por el profeta
Ezequiel (34, 3, 10): diciendo: No apacentbades m ganado, sino
cubrades os con la lana y comades os su leche; yo pedir mi
ganado de vuestra mano.
52. Deben, pues, estos tales dar libertad a estas almas, y estn
obligados a dejarlas ir a otros y mostrarles buen rostro, que no
saben ellos por dnde aquella alma la quiera Dios aprovechar,
mayormente cuando ya no gusta de su doctrina, que es seal que
la lleva Dios adelante por otro camino y que ha menester otro
maestro, y ellos mismos se lo han de aconsejar, y lo dems nace de
necia soberbia y presuncin.

53. Pero dejemos ahora esta manera, y digamos ahora otra


pestfera que stos, u otros peores que ellos, usan. Porque
acaecer que anda Dios ungiendo algunas almas con santos
deseos y motivos de dejar el mundo y mudarlas vida y estado y
servir a Dios, despreciando el siglo (lo cual tiene Dios en mucho
haber llegado hasta all, porque las cosas del siglo no son del
corazn de Dios), y ellos all con unas razones humanas o respetos
harto contrarios a la doctrina de Cristo y su mortificacin y desprecio
de todas las cosas, estribando en su inters o en su gusto, o por
temer donde no haba que temer, se lo dilatan o se lo dificultan, o,
lo que peor es, por quitrselo del corazn trabajan. Que, teniendo
ellos mal espritu, y poco devoto, y muy vestido de mundo, y poco
ablandado en Cristo, como ellos no entran, no dejan entrar a otros,
como dice Nuestro Salvador (Lc. 11, 52): Ay de vosotros, que
tomasteis la llave de la ciencia y no entris ni dejis entrar a otros!
Porque stos, a la verdad, estn puestos como tropiezo y tranca a
la puerta del cielo, no advirtiendo que los tiene Dios all para que
compelan a entrar a los que Dios llama, como se lo tiene mandado
(Lc. 14, 24), y ellos, por el contrario, estn compeliendo que no
entren por la puerta angosta que gua a la vida (Mt. 7, 14).

De esta manera es l un ciego que puede estorbar la gua del


Espritu Santo con el alma, lo cual acaece de muchas maneras, que
aqu queda dicho, unos sabiendo y otros no sabiendo. Mas los unos
y los otros no quedarn sin castigo, pues, tenindolo por oficio,
estn obligados a saber y mirar lo que hacen.

54. El otro ciego que dijimos que poda empachar el alma en este
gnero de recogimiento es el demonio, que quiere que, como l es
ciego, tambin el alma lo sea. El cual en estas altsimas soledades
en que se infunden las delicadas unciones del Espritu Santo (en lo
cual l tiene grande pesar y envidia, porque se le va el alma de
vuelo y no la puede coger en nada y ve que se enriquece mucho),
procrale poner en esta desnudez y enajenamiento algunas
cataratas de noticias y nieblas de jugos sensibles, a veces buenos,
por cebar ms el alma y hacerla volver as al trato del sentido, y que
mire en aquello y lo abrace, a fin de ir a Dios, arrimada a aquellas
noticias buenas y jugos. Y en esto las distrae y saca
facilsimamente de aquella soledad y recogimiento en que, como
habemos dicho, el Espritu Santo est obrando aquellas grandezas
secretamente. Y entonces el alma, como es inclinada a sentir y
gustar, mayormente si lo anda pretendiendo, facilsimamente se
pega a aquellas noticias y jugos, y se quita de la soledad en que
Dios obra. Porque, como ella no haca nada, parcele estotro mejor,
pues ah es algo. Y aqu es grande lstima que, no entendindose,
por comer ella un bocadillo se quita que la coma Dios a ella toda,
absorbindola en unciones de su paladar espirituales y solitarias.

55. Y de esta manera hace el demonio, por poco ms que nada,


grandsimos daos, haciendo al alma perder grandes riquezas,
sacndola con un poquito de cebo, como al pez, del golfo de las
aguas sencillas del espritu, donde estaba engolfada y anegada en
Dios sin hallar pie ni arrimo. Y en esto la saca a la orilla, dndola
estribo y arrimo, y que halle pie, y que se vaya por su pie y por tierra
y con trabajo, y no nade por las aguas de Silo, que van con
silencio (Is. 8, 6), baando en las unciones de Dios.

Y hace el demonio tanto de esto, que es para admirar; que, con ser
mayor un poco de dao en esta parte que hacer mucho en otras
almas muchas, como habemos dicho, apenas hay alma, que vaya
por este camino que no la haga grandes daos y haga caer en
grandes prdidas. Porque este maligno se pone aqu con grande
aviso en el paso que hay del sentido al espritu, engaando y
cebando al alma con el mismo sentido, atravesando, como
habemos dicho, cosas sensibles, porque se detenga en ellas y no
se le escape. Y el alma en grandsima facilidad luego se detiene,
como no sabe ms que aquello, y no piensa que hay en aquello
prdida, antes lo tiene a buena dicha y lo toma de buena gana,
pensando que la viene Dios a ver; as deja de entrar en lo interior
del Esposo, quedndose a la puerta a ver lo que pasa.

Todo lo alto ve el demonio, dice Job (41, 25), es a saber, de las


almas para impugnarlo; y, si acaso alguna se le entra en el
recogimiento, con honores, temores o dolores corporales o con
sonidos y ruidos exteriores trabaja por perderla, hacindola divertir
al sentido para sacarla afuera y divertirla del interior espritu, hasta
que, no pudiendo ms, la deja.
Y con tanta facilidad estorba tantas riquezas y estraga estas
preciosas almas, que, con preciarlo l ms que derribar muchas de
otras, no lo tiene en mucho por la facilidad con que lo hace y poco
que le cuesta. Porque a este propsito podemos entender lo que de
l dijo Dios al mismo Job (40, 18), es a saber: Absorber un ri y no
se maravillar, y tiene confianza que el Jordn caer en su boca,
que se entiende por lo ms alto de la perfeccin. En sus mismos
ojos le cazar como con anzuelo, y con aleznas le horadar las
narices; esto es, con las puntas de las noticias con que le est
hiriendo, le divierta el espritu, porque el aire, que por las narices
sale recogido, estando horadadas, se divierte por muchas partes. Y
adelante (41, 21) dice: Debajo de l estarn los rayos del sol, y
derramar el oro debajo de s como el lodo; porque admirables
rayos de divinas noticias hace perder a las almas ilustradas, y
precioso oro de matices divinos quita y derrama a las almas ricas.

56. Oh, pues, almas! Cuando Dios os va haciendo tan soberanas


mercedes que os lleva por estado de soledad y recogimiento,
apartndoos de vuestro trabajoso sentido, no os volvis al sentido.
Dejad vuestras operaciones, que, si antes os ayudaban para negar
el mundo y a vosotros mismos cuando rades principiantes, ahora
que os hace Dios merced de ser el obrero os sern obstculo
grande y embarazo. Que, como tengis cuidado de no poner
vuestras potencias en cosa ninguna, desasindolas de todo y no
embarazndolas, que es lo que de vuestra parte habis de hacer en
este estado solamente, junto con la advertencia amorosa, sencilla,
que dije arriba, de la manera que all lo dije, que es cuando no os
hiciredes gana el tenerla, porque no habis de hacer ninguna
fuerza al alma, si no fuere en desasirla de todo y libertarla, porque
no la turbis y alteris la paz o tranquilidad, Dios os la cebar de
refeccin celestial, pues que no se la embarazis.

57. El tercer ciego es la misma alma, la cual, no entendindose,


como habemos dicho, ella misma se perturba y se hace el dao.
Porque, como ella no sabe sino obrar por el sentido, cuando Dios la
quiere poner en aquel vaco y soledad, donde no puede usar de las
potencias ni hacer actos, como ve que ella no hace nada, procura
hacerlo, y as se distrae y llena de sequedad y disgusto el alma, la
cual estaba gozando la ociosidad de la paz y silencio espiritual en
que Dios estaba de secreto poniendo a gesto. Y acaecer que est
Dios porfiando por tenerla en aquella quietud callada, y ella
porfiando por vocear con aquella imaginacin y por caminar con el
entendimiento; como a los muchachos, que, llevndolos sus madres
en brazos sin que ellos den pasos, ellos van pateando y gritando
por irse por sus pies, y as ni andan ellos ni dejan andar a las
madres; o como cuando el pintor est pintando una imagen, que, si
ella se est meneando, no le deja hacer nada.

58. Ha de advertir el alma que entonces, aunque ella no se siente


caminar, mucho ms camina que por su pie, porque la lleva Dios en
sus brazos, y as ella no siente el paso. Y, aunque ella no hace
nada, mucho ms se hace que si ella lo hiciera, porque es Dios el
obrero. Y si ella no lo echa de ver, no es maravilla, porque lo que
Dios obra en el alma no lo alcanza el sentido. Djese en las manos
de Dios y fese de l, y no se ponga en otras manos ni en obras
suyas; que, como esto sea, segura ir, que no hay peligro sino
cuando ella quiera poner las potencias en algo.

59. Volvamos, pues, al propsito de estas cavernas profundas de


las potencias en que decamos que el padecer del alma suele ser
grande cuando le anda Dios ungiendo y disponiendo para unirla
consigo con estos sutiles ungentos. Los cuales a veces son tan
sutiles y subidos, y, penetrando ellos la ntima sustancia del
profundo del alma, la disponen y saborean de manera que el
padecer y desfallecer en deseo con inmenso vaco de estas
cavernas es inmenso.

Donde habemos de notar que, si los ungentos que disponan estas


cavernas para la unin del matrimonio espiritual son tan subidos,
como habemos dicho, cul ser la posesin que ahora tienen?
Cierto, que conforme a la sed y hambre y pasin de las cavernas
ser ahora la satisfaccin y hartura y deleite de ellas, y conforme a
la delicadez de las disposiciones ser el primor de la posesin y
fruicin del sentido, el cual es el vigor y virtud que tiene la sustancia
del alma para sentir y gozar los objetos de las potencias.

60. A estas potencias llama aqu el alma cavernas harto


propiamente, porque, como sienten que caben en ellas las
profundas inteligencias y resplandores de estas lmparas, echa de
ver claramente que tienen tanta profundidad, cuanto es profunda la
inteligencia y el amor, etc.; y que tiene tanta capacidad y senos
cuantas cosas distintas reciben de inteligencias, de sabores y de
gozos; todas las cuales cosas se asientan y reciben en esta
caverna del sentido del alma, que es la virtud capaz que tiene para
poseerlo todo, sentirlo y gustarlo, como digo, as como el sentido
comn de la fantasa es receptculo de todos los objetos de los
sentidos exteriores. Y as, este sentido comn del alma est
ilustrado y rico con tan alta y esclarecida posesin.

Que estaba oscuro y ciego.

61. Por dos cosas puede el ojo dejar de ver: o porque est a
oscuras, o porque est ciego.

Dios es la luz y el objeto del alma. Cuando est no le alumbra, a


oscuras est, aunque la vista tenga muy subida. Cuando est en
pecado o emplea el apetito en otra cosa, entonces est ciega; y,
aunque entonces la embiste la luz de Dios, como est ciega, no la
ve. La oscuridad del alma es la ignorancia del alma; la cual, antes
que Dios la alumbre por esta transformacin, estaba oscura e
ignorante de tantos bienes de Dios, como dice el Sabio (Ecli. 51,
26) que lo estaba l antes que Dios le alumbrase, diciendo: Mis
ignorancias alumbr.

62. Hablando espiritualmente, una cosa es estar a oscuras, otra es


estar en tinieblas. Porque estar en tinieblas es estar ciego, como
habemos dicho, en pecado; pero estar a oscuras, pudelo estar sin
pecado. Y esto de dos maneras, conviene a saber: acerca de lo
natural, no teniendo luz de algunas cosas naturales; y acerca de lo
sobrenatural, no teniendo luz de las cosas sobrenaturales. Y acerca
de estas dos cosas dice aqu el alma que estaba oscuro su
entendimiento antes de esta preciosa unin.

Porque, hasta que el Seor dijo: Fiat lux (Gn. 1, 3), estaban las
tinieblas sobre la faz del abismo (1, 2) de la caverna del sentido. El
cual, cuanto es ms abisal y de ms profundas cavernas cuando
Dios, que es lumbre, no le alumbra, tanto ms abismales y
profundas tinieblas hay en l; y as, esle imposible alzar los ojos a la
divina luz, ni caer en su pensamiento, porque no sabe cmo es,
nunca habindolo visto. Por eso, ni lo podr apetecer, antes
apetecer tinieblas, porque ni sabe cmo es, e ir de una tiniebla en
otra, guiado por aquella tiniebla. Porque no puede guiar una tiniebla
sino a otra tiniebla, pues, como dice David (Sal. 18, 2) el da rebosa
en el da, y la noche ensea su noche a la noche. Y as un abismo
llama otro abismo (Sal. 41, 8): un abismo de tinieblas a otro abismo
de tinieblas, y un abismo de luz a otro abismo de luz, llamando cada
semejante a su semejante e infundiendo en l. Y as, la luz de la
gracia que Dios haba dado a esta alma antes, con que la haba
abierto el ojo de su abismo a la divina luz y hchola en esto
agradable, llam otro abismo de gracia, que es esta transformacin
divina del alma en Dios, con que el ojo del sentido queda tan
esclarecido y agradable que la luz y la voluntad toda es una, unida
la luz natural con la sobrenatural, y luciendo ya la sobrenatural
solamente; as como la luz que Dios cri se uni con la del sol, y
luce la del sol solamente sin faltar la otra (Gn. 1, 14-18).

63. Y tambin estaba ciega en tanto que gustaba de otra cosa.


Porque la ceguedad del sentido racional y superior es el apetito
que, como catarata y nube, se atraviesa y pone sobre el ojo de la
razn para que no vea las cosas que estn delante. Y as, en tanto
que propona en el sentido algn gusto, estaba ciego para ver las
grandezas de riquezas y hermosuras divinas que estaban detrs.
Porque as como, poniendo sobre el ojo una cosa, por pequea que
sea, basta para tapar la vista que no vea otras cosas que estn
delante, por grandes que sean, as un leve apetito y ocioso acto que
tenga el alma, basta para impedirla todas estas grandezas divinas
que estn despus de los gustos y apetitos que el alma quiere.

64. Oh, quin pudiera decir aqu cun imposible le es al alma que
tiene apetitos juzgar de las cosas de Dios como ellas son! Porque
para acertar a juzgar las cosas de Dios, totalmente se ha de echar
el apetito y el gusto afuera y no las ha de juzgar con l, porque
infaliblemente vendr a tener las cosas de Dios por no de Dios, y
las no de Dios, por de Dios. Porque, estando aquella catarata y
nube sobre el ojo del juicio, no ve sino catarata, unas veces de un
color, otras de otro, como ellas se ponen; y piensan que la catarata
es Dios, porque no ve, como habemos dicho, ms que catarata, que
est sobre el sentido, y Dios no cae en sentido. Y as el apetito y
gustos impiden el conocimiento de las cosas altas, como lo da a
entender el Sabio (Sab. 4, 12), diciendo: El hechizo de la vanidad
oscurece los bienes, y la inconstancia delapetito trastrueca el
sentido que aun no sabe de malicia.

65. Por lo cual, los que no son tan espirituales que estn purgados
de los apetitos y gustos, sino que todava estn algo animales en
ellos crean que las cosas viles y bajas del espritu, que son las que
ms se llegan al sentido en que ellos todava viven las tendrn por
gran cosa; y las que fueren altas del espritu, que son las que mas
se apartan del sentido, las tendrn en poco y no las estimarn, y
an las tendrn por locura, como dice san Pablo (1 Cor. 2 14)
diciendo: El hombre animal no percibe las cosas de Dios; sonle a l
como locura y no les puede entender. Y hombre animal es aquel
que todava vive con apetitos y gustos de su naturaleza, que,
aunque algunos vengan y nazcan de espritu, si se quiere asir a
ellos con su natural apetito, ya son apetitos naturales; que poco
hace al caso que el objeto sea sobrenatural si el apetito sale de s
mismo y tiene raz y fuerza en el natural, pues tiene la misma
sustancia y naturaleza que si fuera acerca de materia y objeto
natural.

66. Dirsme: pues cuando se apetece Dios, no es sobrenatural?


Digo que no siempre, sino cuando Dios le infunde, dando l la
fuerza del apetito, y esto es muy diferente; mas cuando t, de tuyo,
t le quieres tener, no es ms que natural, y lo ser siempre si Dios
no le informare. Y as, cuando t, de tuyo, te quieres pegar a los
gustos espirituales y ejercitas el apetito tuyo y natural, catarata
pones, y eres animal y no podrs entender ni juzgar lo espiritual,
que es sobre todo sentido y apetito natural. Y si tienes ms duda,
no s qu te diga, sino que lo vuelvas a leery quizs no la tendrs,
que dicha est la sustancia de la verdad, y no se sufre aqu en esto
alargarme ms.

Este sentido, pues, que antes estaba oscuro sin esta divina luz de
Dios, y ciego con sus apetitos, ya est de manera que sus
profundas cavernas, por medio de esta divina unin,

con extraos primores


calor y luz dan junto a su Querido.

67. Porque, estando estas cavernas de las potencias ya tan mirfica


y maravillosamente infundidas en los admirables resplandores de
aquellas lmparas, como habemos dicho, que en ellas estn
ardiendo, estn ellas enviando a Dios en Dios, de ms de la entrega
que hacen a Dios, estando clarificadas y encendidas en Dios, esos
mismos resplandores que tiene recibidos con amorosa gloria,
inclinadas ellas a Dios en Dios, hechas tambin ellas lmparas
divinas, dando al Amado de la misma luz v calor de amor que
recibe. Porque aqu, de la misma manera que lo reciben, lo estn
dando al que lo da, con los mismos primores que l se lo da, como
el vidrio hace cuando le embiste el sol; aunque estotro es en ms
subida manera, por intervenir en ello el ejercicio de la voluntad.

68. Con extraos primores, es a saber: extraos y ajenos de todo


comn pensar y de todo encarecimiento y de todo modo y manera.
Porque, conforme al primor con que el entendimiento recibe a la
sabidura divina, hecho un entendimiento con el de Dios, es el
primor con que lo da el alma, porque no lo puede dar sino al modo
que se lo dan. Y conforme al primor con que la voluntad est unida
en la bondad, es el primor con que ella da a Dios en Dios la misma
bondad, porque no lo recibe sino para darlo. Ni ms ni menos,
segn el primor con que en la grandeza de Dios conoce, estando
unida en ella, luce y da calor de amor. Segn los primores de los
dems atributos divinos que comunica all el alma de fortaleza,
hermosura, justicia, etc., son los primores con que el sentido,
gozando, est dando a su Querido en su Querido esa misma luz y
calor que est recibiendo de su Querido. Porque, estando ella aqu
hecha una misma cosa con l, en cierta manera es ella Dios por
participacin; que, aunque no tan perfectamente como en la otra
vida, es, como dijimos, como sombra de Dios.

Y, a este talle, siendo ella por medio de esta sustancial


transformacin sombra de Dios, hace ella en Dios por Dios lo que l
hace en ella por s mismo, al modo que l lo hace; porque la
voluntad de los dos es una, y, as como Dios se la est dando con
libre y graciosa voluntad, as ella tambin, teniendo la voluntad
tanto ms libre y generosa cuanto ms unida en Dios, en Dios est
dando a Dios al mismo Dios, y es verdadera y entera ddiva del
alma a Dios.

Porque all verdaderamente el alma ve que Dios es suyo, y que ella


le posee con posesin hereditaria, como hijo adoptivo de Dios con
propiedad de derecho, por la gracia que Dios de s mismo le hizo, y
que como cosa suya le puede dar y comunicar a quien ella quiere; y
as dale a su Querido, que es el mismo Dios, que se le dio a ella. Y
en esto paga todo lo que debe, porque de voluntad le da otro tanto
con deleite y gozo inestimable, dando al Espritu Santo como cosa
suya con entrega voluntaria, porque se ame como l merece.

69. Y en esto est el inestimable deleite del alma, de ver que ella da
a Dios cosa suya que le cuadre a Dios segn su infinito ser. Que,
aunque es verdad que el alma no puede dar de nuevo al mismo
Dios a s mismo, pues l en s siempre es el mismo, pero el alma de
suyo perfecta y verdaderamente lo hace, dando todo lo que le haba
dado, para pagar el amor, que es dar tanto como le dan. Y Dios se
paga con aquella ddiva del alma (que con menos no se pagara), y
lo toma con agradecimiento, como cosa suya del alma que de
nuevo se le da, y en eso mismo la ama y de nuevo libremente se
entrega al alma, y en esto ama al alma.
Y as, estn actualmente Dios y el alma en un amor recproco en la
conformidad de la unin y entrega matrimonial, en que los bienes
de entrambos, que son la divina esencia, poseyndolos cada uno
libremente, los poseen entrambos juntos en la entrega voluntaria
del uno al otro, diciendo el uno al otro lo que el Hijo de Dios dijo al
Padre por san Juan (17, 10), es a saber: Omnia mea tua sunt, et tua
mea sunt et clarificatus sum in eis, esto es: Todas mis cosas son
tuyas, y tus cosas son mas, y clarificado estoy en ellas. Lo cual en
la otra vida es sin intermisin en la fruicin; y en este estado de
unin, cuando se pone en acto y en ejercicio de amor la
comunicacin del alma y Dios. Que puede hacer el alma aquella
ddiva, es de ms entidad que su capacidad y su ser, est claro;
porque claro est que el que tiene muchos reinos y gentes por
suyas, aunque son de ms mucha entidad que l, las puede dar
muy bien a quien quisiere.

70. Esta es la gran satisfaccin y contento del alma, ver que da a


Dios ms que ella en s vale, dando con tanta liberalidad a Dios a s
mismo como cosa suya, con aquella luz divina y calor de amor que
se lo dan. En la otra vida es por medio de la lumbre de gloria, y en
sta, por medio de la fe ilustradsima. Y de esta manera, las
profundas cavernas del sentido, con extraos primores, calor y luz
dan junto a su Querido. Junto, porque junta es la comunicacin del
Padre y del Hijo y del Espritu Santo en el alma, que son luz y fuego
de amor.

71. Pero los primores con que el alma hace esta entrega, habemos
aqu de notar brevemente. Acerca de lo cual es de advertir que en
el acto de esta unin, como quiera que el alma goce cierta imagen
de fruicin que se causa de la unin del entendimiento y del afecto
en Dios, deleitada ella en s y obligada, hace a Dios la entrega de
Dios y de s misma en Dios con maravillosos modos. Porque acerca
del amor se ha el alma acerca de Dios con extraos primores y
acerca de este rastro de fruicin, ni ms ni menos, y acerca de la
alabanza tambin, y por el semejante acerca del agradecimiento.

72. Cuanto a lo primero, que es el amor, tiene tres primores


principales de amor. El primero es, que aqu ama el alma a Dios, no
por s, sino por el mismo Dios, lo cual es admirable primor, porque
ama por el Espritu Santo, como el Padre ama al Hijo, segn se dice
por san Juan (17, 26): La dileccin con que me amaste, dice el Hijo
al Padre, est en ellos y yo en ellos. El segundo primor es amar a
Dios en Dios, porque en esta vehemente unin se absorbe el alma
en amor de Dios, y Dios con grande vehemencia se entrega al
alma. El tercer primor de amor principal es amarle all por quien l
es, porque no te ama slo porque para s misma es largo bien y
gloria, etc., sino mucho ms fuertemente, porque en s es todo esto
esencialmente.

73. Y acerca de esta imagen de fruicin tiene otros tres primores


principales maravillosos. El primero, que el alma goza all a Dios por
el mismo Dios, porque, como el alma aqu une el entendimiento en
la sabidura y bondad, etc., aunque no claramente como ser en la
otra vida, grandemente se deleita en todas estas cosas entendidas
distintamente, como arriba dijimos. El segundo primor principal de
esta dileccin es deleitarse ordenadamente slo en Dios, sin otra
ninguna mezcla de criatura. El tercer deleite es gozarle solo por
quien l es, sin otra mezcla de gusto propio.

74. Y acerca de la alabanza que el alma tiene a Dios en esta unin,


hay otros tres primores de alabanza. El primero, hcelo de oficio,
porque ve el alma que para su alabanza la cri Dios, como dice por
Isaas (43, 21): Este pueblo form para m, cantar mis alabanzas.
El segundo primor de alabanza es por los bienes que recibe y
deleite que tiene en alabar. El tercero es por lo que Dios es en s,
porque, aunque el alma no recibiese ningn deleite, le alabara por
quien l es.

75. Acerca del agradecimiento tiene otros tres primores principales.


El primero, agradecer los bienes naturales y espirituales que ha
recibido y los beneficios. El segundo es la delectacin grande que
tiene en alabar a Dios, porque con gran vehemencia se absorbe en
esta alabanza. El tercero es alabanza slo por lo que Dios es, lo
cual es mucho ms fuerte y deleitable.
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Cancin 4

Cun manso y amoroso


recuerdas en mi seno,
donde secretamente solo moras,
y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cun delicadamente me enamoras!
DECLARACIN

1. Convirtese el alma aqu a su Esposo con mucho amor,


estimndole y agradecindole dos efectos admirables que a veces
en ella hace por medio de esta uncin, notando tambin el modo
con que hace cada uno y tambin el efecto que en ella redunda
este caso.

2. El primer efecto es recuerdo de Dios en el alma, y el modo con


que ste se hace es de mansedumbre y de amor. El segundo es
aspiracin de Dios en el alma, y el modo de este es de bien y gloria
que se le comunica en la aspiracin. Y lo que de aqu en el alma
redunda es enamorarla delicada y tiernamente.

3. Y as, es como si dijera: El recuerdo que haces, Oh Verbo


Esposo!, en el centro y fondo de mi alma, que es la pura e ntima
sustancia de ella, en que secreta y calladamente solo, como Seor
de ella, moras, no slo como en tu casa, ni slo como en tu mismo
lecho, sino tambin como en mi propio seno, ntima y
estrechamente unido, cun mansa y amorosamente le haces!, esto
es, grandemente manso y amoroso. Y en la sabrosa aspiracin en
que en ese recuerdo tuyo haces sabrosa para m, que est llena de
bien y gloria, con cunta delicadez me enamoras y aficionas a ti!
En el cual toma el alma la semejanza del que cuando recuerda de
su sueo respira, porque, a la verdad, ella as lo siente. Sguese el
verso:

Cun manso y amoroso


recuerdas en mi seno!

4. Muchas maneras de recuerdos hace Dios al alma, tantas, que, si


las hubisemos de contar, nunca acabaramos. Pero este recuerdo,
que aqu quiere dar a entender el alma que hace el Hijo de Dios, es,
a mi ver, de los ms levantados y que ms bien hace al alma.
Porque este recuerdo es un movimiento que hace el Verbo en la
sustancia del alma, de tanta grandeza y seoro y gloria y de tan
ntima suavidad, que le parece al alma que todos los blsamos y
especies odorferas y flores del mundo se trabucan y menean,
revolvindose, para dar suavidad, y que todos los reinos y seoros
del mundo, y todas las potestades y virtudes del cielo se mueven; y,
no slo eso, sino que tambin todas las virtudes y sustancias y
perfecciones y gracias de todas las cosas criadas relucen y hacen
el mismo movimiento, todo a una y en uno.
Que, por cuanto como dice san Juan (1, 3), todas las cosas en l
son vida y en l viven y son y se mueven, como tambin dice el
Apstol (Act. 17, 28), de aqu es que, movindose este gran
Emperador en el alma, cuyo principado, como dice Isaas (9, 6), trae
sobre sus hombros, que son las tres mquinas: celeste, terrestre e
infernal (Fil. 2, 10), y las cosas que hay en ellas, sustentndolas
todas, como dice san Pablo (Hb. 1, 3), en el Verbo de su virtud,
todas a una parezcan moverse, al modo que al movimiento de la
tierra se mueven todas las cosas naturales que hay en ella, como si
no fuesen nada; as es cuando se mueve este Prncipe, que trae
sobre s su corte, y no la corte a l.

5. Aunque esta comparacin harto impropia es, porque ac no slo


parecen moverse, sino que tambin descubren las bellezas de su
ser, virtud y hermosura y gracias, y la raz de su duracin y vida.
Porque echa all de ver el alma cmo todas las criaturas de arriba y
abajo tienen su vida y duracin en l, y ve claro lo que dice en el
libro de la Sabidura (Pv. 8, 15-16), diciendo: Por m reinan los
reyes, por m gobiernan los prncipes y los poderosos ejercitan
justicia y la entienden. Y, aunque es verdad que echa all de ver el
alma que estas cosas son distintas de Dios, en cuanto tienen ser
criado, y las ve all con l con su fuerza, raz y vigor, es tanto lo que
conoce ser Dios en su ser con infinita eminencia todas estas cosas,
que las conoce mejor en su ser que en ellas mismas. Y ste es el
deleite grande de este recuerdo: conocer por Dios las criaturas, y
no por las criaturas a Dios; que es conocer los efectos por su causa,
y no la causa por los efectos, que es conocimiento trasero, y esotro
es esencial.

6. Y cmo sea este conocimiento en el alma, como quiera que Dios


sea inmovible, es cosa maravillosa, porque, aunque entonces Dios
no se mueve realmente, al alma le parece que en verdad se mueve.
Porque, como ella es innovada y movida por Dios para que vea esta
sobrenatural vista, y se le descubre con tanta novedad aquella
divina vida y el ser y armona de toda criatura en ella con sus
movimientos en Dios parcele que Dios es el que se mueve y que
tome la causa el nombre del efecto que hace, segn el cual efecto
se puede decir que Dios se mueve, segn el Sabio (Sab. 7, 24)
dice: Que la sabidura es ms movible que todas las cosas
movibles. Y es no porque ella se mueva, sino porque es el principio
y raz de todo movimiento; permaneciendo en s estable, como dice
luego, todas las cosas innova. Y as, lo que all quiere decir, es que
la sabidura es ms activa que todas las cosas activas. As
debemos aqu decir que el alma en este movimiento es la movida y
la recordada del sueo de vista natural a vista sobrenatural, y por
eso la pone bien propiamente nombre de recuerdo.

7. Pero Dios siempre se est as como el alma lo ech de ver,


moviendo, rigiendo y dando ser y virtud y gracias y dones a todas
las criaturas, tenindolas todas en s virtual, presencial y
sustancialmente, viendo el alma lo que Dios es en s y lo que es en
las criaturas en una sola vista, as como quien, abrindole un
palacio, ve en un acto la eminencia de la persona que est dentro, y
ve juntamente lo que est haciendo. Y as, lo que yo entiendo cmo
se haga este recuerdo y vista del alma es que, estando el alma en
Dios sustancialmente, como lo est toda criatura, qutale delante
algunos de los muchos velos y cortinas que ella tiene antepuestos
para poderle ver como l es, y entonces traslcese y visase algo
oscuramente (porque no se quitan todos los velos) a aquel rostro
suyo lleno de gracias; el cual, como todas las cosas est moviendo
con su virtud, parcese juntamente con l lo que est haciendo, y
parece l moverse con ellas y ellas en l con movimiento continuo,
y por eso le parece al alma que l se movi y record, siendo ella la
movida y recordada.

8. Que sta es la bajeza de esta nuestra condicin de vida, que,


como nosotros estamos, pensamos que estn los otros y como
somos, juzgamos a los dems, comenzando de nosotros mismos el
juicio y no de fuera. Y as, el ladrn piensa que los otros tambin
hurtan; y el lujurioso, que los otros lo son; y el malicioso, que los
otros son maliciosos, saliendo ya aquel juicio de su malicia; y el
bueno piensa bien de los dems, saliendo aquel juicio de bondad
que tiene en s concebida; el que es descuidado y dormido, parece
que los otros lo son. Y de aqu es que, cuando nosotros estamos
descuidados y dormidos delante de Dios, nos parezca que Dios es
el que est dormido y descuidado de nosotros, como se ve en el
Salmo 43 (v. 23), donde David dice a Dios. Levntate, Seor!, por
qu duermes?, poniendo en Dios lo que haba en los hombres, que,
siendo ellos los cados y dormidos, dice a Dios que l sea el que se
levanta y se despierte, como quiera que nunca duerme el que
guarda a Israel (Sal. 120, 4).

9. Pero, a la verdad, como quiera que todo el bien del hombre


venga de Dios (Sant. 1, 16), y el hombre de suyo ninguna cosa
pueda que sea buena, con verdad se dice que nuestro recuerdo es
recuerdo de Dios, y nuestro levantamiento es levantamiento de
Dios. Y as, es como si dijera David: Levntanos dos veces y
recurdanos, porque estamos dormidos y cados de dos maneras.
De donde, porque el alma estaba dormida en sueo, de que ella
jams no pudiera por s misma recordar, y slo Dios es el que la
pudo abrir los ojos y hacer este recuerdo, muy propiamente le llama
recuerdo de Dios, diciendo:

Recuerdas en mi seno.

Recurdanos t y almbranos, Seor mo, para que conozcamos y


amemos los bienes que siempre nos tienes propuestos, y
conoceremos que te moviste a hacernos las mercedes y que te
acordaste de nosotros!

10. Totalmente es indecible lo que el alma conoce y siente en este


recuerdo de la excelencia de Dios porque siendo comunicacin de
la excelencia de Dios en la sustancia del alma, que es el seno que
aqu dice, suena en el alma una potencia inmensa en voz de
multitud de excelencias de millares de millares de virtudes. En stas
el alma estancando, queda terrible como haces de ejrcitos (Ct. 6,
3), y suavizada y agraciada en todas las suavidades y gracias de
las criaturas.

11. Pero ser la duda: cmo puede sufrir el alma tan fuerte
comunicacin en la carne, que en efecto no hay sujeto y fuerza en
ella para sufrir tanto para no desfallecer? Pues que, de solamente
de ver la reina Ester al rey Asuero en su trono con vestiduras reales
y resplandeciendo el oro y perlas preciosas temi tanto de verle tan
terrible en su aspecto que desfalleci como ella lo confiesa all (Est.
15, 16), diciendo, que por el temor que le hizo su gran gloria,
porque le pareci como un ngel y su rostro lleno de gracias,
desfalleci; porque la gloria oprime al que la mira, cuando no
glorifica. Pues, cunto ms haba el alma de desfallecer aqu,
pues no es ngel el que echa de ver, sino Dios con su rostro lleno
de gracias de todas las criaturas y de terrible poder y gloria y voz de
multitud de excelencias? De la cual dice Job (26, 14) que, cuando
oyremos tan mala vez una partecita, quin podr sufrir la
grandeza de su trueno?; y en otra parte (23, 6) dice: No quiero que
entienda y trate conmigo con mucha fortaleza, porque por ventura
no me oprima con el peso de su grandeza.
12. Pero la causa por que el alma no desfallece y teme en aqueste
recuerdo tan poderoso y glorioso, es por dos cosas.

La primera porque, estando ya el alma en estado de perfeccin,


como aqu est, en el cual est la parte inferior muy purgada y
conforme con el espritu, no tiene el detrimento y pena que en las
comunicaciones espirituales suele tener el espritu y sentido no
purgado y dispuesto para recibirlas. Aunque no basta sta para
dejar de recibir detrimento delante de tanta grandeza y gloria, por
cuanto, aunque est el natural muy puro, todava, porque excede al
natural, le corromper, como hace el excelente sensible a la
potencia; que a este propsito se entiende lo que alegamos de Job.

La segunda causa es lo que hace al caso, que es la que el primer


verso le dice aqu el alma, que es mostrarse manso y amoroso.
Porque as como Dios muestra al alma esta grandeza y gloria para
regalarla y engrandecerla, as la favorece para que no reciba
detrimento, amparando al natural, mostrando al espritu su
grandeza con blandura y amor a excusa del natural, no sabiendo el
alma si pasa en el cuerpo o fuera de l (2 Cor. 12, 2). Lo cual puede
muy bien hacer el que con su diestra ampar a Moiss (Ex. 33, 22)
para que viese su gloria. Y as, tanta mansedumbre y amor siente el
alma en l, cuanto poder y seoro y grandeza, porque en Dios todo
es una misma cosa; y as es el deleite fuerte, y el amparo fuerte en
mansedumbre y amor, para sufrir fuerte deleite; y as, antes el alma
queda poderosa y fuerte que desfallecida. Que, si Ester se
desmay, fue porque el rey se le mostr al principio no favorable,
sino, como all dice (Est. 15, 10), los ojos ardientes, le mostr el
furor de su pecho. Pero, luego que la favoreci, extendi su cetro, y,
tocndola con l y abrazndola, volvi sobre s, habindola dicho
que l era su hermano, que no temiese (Ester 15, 12-15).

13. Y as, habindose aqu el Rey del cielo desde luego con el alma
amigablemente, como su igual y hermano, desde luego no teme el
alma: porque, mostrndole en mansedumbre y no en furor la
fortaleza de poder y el amor de su bondad, la comunica la fortaleza
y amor de su pecho, saliendo a ella de su trono del alma como
esposo de su tlamo (Sal. 18, 6), donde estaba escondido, o
inclinado a ella, tocndola como hermano. Y all las vestiduras
reales y fragancia de ellas, que son las virtudes admirables de Dios;
all el resplandor de oro, que es la caridad; all lucir las piedras
preciosas de las noticias de las sustancias superiores e inferiores;
all el rostro del Verbo lleno de gracias, que embisten y visten a la
reina del alma, de manera que, transformada ella en estas virtudes
del Rey del cielo, se ve hecha reina, y que se puede en verdad
decir de ella lo que dice David en el salmo 44 (v. 10), es a saber: La
reina estuvo a tu diestra en vestiduras de oro y cercada de
variedad. Y, porque todo esto pasa en la ntima sustancia del alma,
dice luego ella:

Donde secretamente solo moras.

14. Dice que en su seno mora secretamente, porque, como


habemos dicho, en el fondo de la sustancia del alma es hecho este
dulce abrazo. Es de saber que Dios en todas las almas mora
secreto y encubierto en la sustancia de ellas, porque, si esto no
fuese, no podran ellas durar. Pero hay diferencia en este morar, y
mucha: porque en unas mora solo, y en otras no mora solo; en unas
mora agradado, y en otras mora desagradado; en unas mora como
en su casa, mandando y rigindolo todo, y en otras mora como
extrao en casa ajena, donde no le dejan mandar nada ni hacer
nada.

El alma donde menos apetitos y gustos propios moran, es donde l


ms solo y ms agradado y ms como en casa propia, rigindola y
gobernndola mora, y mora tanto ms secreto, cuanto ms solo. Y
as, en esta alma, en que ya ningn apetito mora ni otras imgenes
ni formas de alguna cosa criada, secretsimamente mora, con tanto
ms ntimo interior y estrecho abrazo, cuanto ella, como decimos,
est ms pura y sola de otra cosa que Dios. Y as est secreto,
porque a este puesto y abrazo no puede llegar el demonio, ni
entendimiento alguno a saber cmo es. Pero a la misma alma en
esta perfeccin no le est secreto, que siempre le siente en s, sino
en estos recuerdos; que, cuando los hace, le parece al alma que
recuerda el que estaba dormido antes en sueo; que, aunque le
senta y gustaba, era como el amado dormido en el seno, que no se
comunican las inteligencias y amores de entrambos hasta que
entrambos estn recordados.

15. Oh, cun dichosa es esta alma que siempre siente estar a Dios
reposando y descansando en su seno! Oh, cunto le conviene
apartarse de cosas, huir de negocios, vivir con inmensa
tranquilidad, porque con una motica no inquiete ni remueva el seno
del Amado! Est l all de ordinario como dormido en este abrazo
con la sustancia del alma, la cual ella muy bien siente y de ordinario
muy bien goza. Porque, si estuviese en ella siempre recordado, que
sera comunicndose las noticias y los amores, sera estar en gloria.
Porque, si una vez que recuerda, tan mala vez!, abriendo el ojo,
pone tal al alma, como vemos, qu sera si de ordinario estuviese
en ella bien despierto?

16. En otras almas que no han llegado a esta unin, aunque no est
desagradado, por cuanto aun no estn bien dispuestas para ella,
mora secreto en su alma; porque no le sienten de ordinario sino es
cuando l les hace algunos recuerdos sabrosos, aunque no son del
gnero de ste, ni tienen que ver con l. Pero al demonio y al
entendimiento no les est tan secreto como estotro, porque todava
podra entender algo por los movimientos del sentido, por cuanto
hasta la unin no est bien aniquilado, que todava tiene algunas
acciones acerca de lo espiritual, por no ser ello totalmente espiritual.

Mas en este recuerdo que el Esposo hace en esta alma perfecta,


todo es perfecto, porque l lo hace todo. Y entonces en aquel
excitar y recordar, que es al modo de como cuando uno recuerda y
respira, siente el alma la aspiracin de Dios, y por eso dice:

Y en tu aspirar sabroso,
de bien y gloria lleno,
cun delicadamente me enamoras!

17. En aquel aspirar de Dios yo no querra hablar, ni aun quiero:


porque veo claro que no lo tengo de saber decir, y parecera menos
si lo dijese. Porque es una aspiracin que Dios hace, en que, en
aquel recuerdo del alto conocimiento de la Deidad, la aspira el
Espritu Santo con la misma proporcin que es la noticia en que la
absorbe profundsimamente en el Espritu Santo, enamorndola
delicadsimamente segn aquello que vio. Porque, siendo llena de
bien y gloria, la llen de bondad y gloria del Espritu Santo, en que
la enamor de s sobre toda lengua y sentido en los profundos de
Dios.

Y por eso, aqu lo dejo.

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FIN DE LA LLAMA DE AMOR A

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