Historia Del Nacionalismo Vasco
Historia Del Nacionalismo Vasco
Historia Del Nacionalismo Vasco
PROLOGO
Al abrirse el decenio que llevar a la humanidad a las puertas del siglo XXI, el
empuje y la agresividad del nacionalismo rebosan la crnica de la centuria y definen mejor
que ningn otro movimiento lo que ha sido esa secuencia de la historia del mundo. Nacido
en una poca feraz en ideologas y emociones, el credo nacionalista vino a aquietar la
angustia del hombre occidental en una sociedad cada da ms despegada de las certezas
religiosas. En pocos aos transform el planeta y en menos tiempo dej ver su capacidad
reclutadora y su fuerza de crispacin. Conflictos, guerras, revanchismos tribales han
entretejido la trama negra del principio de la soberana nacional y su exaltacin populista.
La lealtad suprema debida a la nacionalidad que proclama el nacionalismo enseguida
abandon las tertulias culturalistas de los refinados romnticos para incrustarse en el
corazn de la protesta y reivindicacin de lmites y fronteras.
Mientras el liberalismo a hombros de la revolucin burguesa pertrechaba a la
persona de argumentos individuales de felicidad y libertad, el nacionalismo, no menos
burgus, sacralizaba las patrias, determinando comunidades o pueblos. Muchas veces
entraron en disputa y su tensin alimenta la biografa de la sociedad contempornea.
Como religin encubierta el nacionalismo ha mostrado una especial querencia a
absolutizar principios abstractos, (pueblo, patria y nacin), y a exigir fidelidades ms all
del propio y real entorno social. Porque dnde poner las fronteras de esas comunidades
discrepancias.
Para
ello
los
nacionalismos,
rebosantes
de
rasgos
Captulo I
EL MUNDO ROMANTICO
Hasta hace bien poco la bsqueda de los antecedentes del nacionalismo vasco se
centraba en la exploracin del tinglado foral y su porcin de autonoma. Todas las
pesquisas trataron de rastrear los fondos de incipiente nacionalidad que la organizacin
poltico- administrativa peculiar del Pas Vasco pudiera haber escondido. Meritorios
de los Fueros, rematada con su abolicin definitiva, daran entrada a uno de los perodos
ms alborotados de la historia del Pas, que se volvera con sobresalto e inquietud en
busca de las seas de identidad que siempre se cree permanecen en el fondo del pasado.
Este movimiento emocional era correspondiente a una oleada de simpata que el
pensamiento de Herder haba suscitado en Alemania y que airado por Europa contribua a
la exaltacin de culturas regionales y tradiciones populares. La pervivencia y la arcaica
estructura del idioma vasco vena ofreciendo suficientes dosis de originalidad como para
atraer a distintos estudiosos que visitaron el Pas Vasco en diversas ocasiones de los
siglos XVIII y XIX. Entre ellos, Humboldt, discpulo de Herder, dio fe de las primeras
inquietudes de los vascos por disecar las races de una identidad colectiva, que tras la
guerra de la Convencin se dilua con celeridad.
Contagiado de sentimentalismo y exaltacin popular, el Romanticismo, mejor que
ningn otro movimiento literario, prendi en la mancomunidad vasca mucho ms dada a
los efluvios y descargas emocionales que al rigor y complejidad de la filosofa. Varios
escritores se sintieron identificados con los postulados romnticos, aportando sus
defensas y apologas a favor de la lengua y costumbres vascas. Toda esta tramoya
sostendr durante largo tiempo el friso de la filologa romntica con su veneracin
religiosa a la lengua original y su naturaleza sempiterna.
El nacionalismo vasco fue concebido entre delirios romnticos y pseudoteoras de
raza, pueblo y lengua, con la huella inequvoca, arcaica y reaccionaria del movimiento
que lo inspir. En la cabeza de Sabino Arana, ese combinado estallara cuajando en una
ideologa
enconada salvaguardia.
La diferencia que es excelsitud y preeminencia no se la inventaron los entusiastas
romnticos; desde el siglo XVI exista un nutrido repertorio de bienaventuranzas vascas,
divinas predilecciones y antigedades insondables. En un libro publicado en 1587 el
poca, sobre la significacin natural de las letras en la lengua vasca. Segn ella, la a es
sinnimo de fuerza varonil mientras que la e lo es de feminidad, ejemplarizndose esta
fantasa en el llanto de los nios, emisor de sonidos de una u otra vocal, acorde con su
sexo.
Por muy grotescas que puedan parecer hoy semejantes elucubraciones es
indudable que tuvieron un buen nmero de seguidores y que contribuyeron a enriquecer
el bagaje ideolgico sustentador de la originalidad vasca y de la grandeza de su linaje. El
desarrollo de la narrativa romntica en el Pas Vasco sirvi, asimismo, para amortiguar el
vaco y la desorientacin iniciales que haba provocado
la crisis de la historiografa
foralista, puesta en entredicho por el cannigo riojano Juan Antonio Llorente en sus
corrosivas Noticias Histricas de las Tres Provincias Vascongadas (1806-1808). Sin
apartarse de la mitologa tradicional relativa a los vascos, los historiadores fueristas
haban llegado al siglo XIX repitiendo, entre otros, los viejos sonsonetes de la nobleza de
sangre que el jesuita Manuel Larramendi (1690-1766) atribuyera a los guipuzcoanos:
Tan pura y tan tersa que no la habido mayor y fue el principio de toda la limpieza
de sangre espaola. Los actuales nacionalistas gustan de presentara Larramendi como
el primer independentista vasco y antecesor del nacionalismo de Sabino Arana, cuando
en realidad se trata de un antiabsolutista radical y un no menos apasionado foralista. Bien
es verdad que aunque recoge y ampla la ideologa regionalista de los siglos anteriores, el
vasquismo cultural adquiere en la obra de Larramendi una dimensin distinta a la que
pudo tener en la sociedad medieval. Sus alegatos se dirigen por primera vez contra la
burguesa y el estamento nobiliar, acercando su lenguaje y sus intenciones a las clases
populares y separndose de los componentes de la Ilustracin vasca, especialmente de la
Vascongada a la que mira con escepticismo e indiferencia.
LA TIERRA APACIBLE
Guernica y del significado de los Fueros y en un caf madrileo lo cantara por vez
primera en 1853. Naca as el Guernicaco Arbola, la Marsellesa de los vascos, que los
fueristas vizcanos se daran prisa en difundir mientras su autor lo cantaba en Guipzcoa.
Miles de voces interpretaran pronto el himno de Iparraguirre y, de esta forma, la
msica entraba de lleno en la historia vasca como vehculo de expresin poltica. No
exageraba el senador Egaa cuando en su discurso de junio de 1864 sobre los Fueros
recordaba el arrebato que suscitaba el bardo con su canto foral.
La multitud se mova apiada y loca de entusiasmo y en un momento de la
cancin hincaba la rodilla en la tierra y se postergaban las seis mil boinas como si fueran
movidas por un resorte o heridas por una impresin magntica y se descubran la cabeza,
mientras que en otra parte del himno levantaban al aire sus nervudos brazos para jurar,
como los antiguos cntabros, morir por las santas leyes de sus padres.
Aos ms tarde, el Guernicaco arbola sera duramente criticado por Sabino Arana,
que conden su sentido universalista y calific su letra de antipatriota ; sin embargo, a
medida que pasaba el tiempo cada vez se identificaba ms con el Pas Vasco,
convirtindose en su mejor conocida representacin musical. Por encima de los himnos
nacionalistas, el zortzico de Iparraguirre dio rienda suelta a las emociones de multitud de
vascos, cuyos sentimientos telricos les ataban a su tierra y a sus tradiciones idealizadas,
con tanta mayor fuerza cuanto ms empeo se pona desde fuera en recortar su
singularidad.
Captulo II
LA DERROTA DE LA TRADICION
Se doblaba la primera mitad del siglo cuando tienen lugar cambios importantes en
el orden econmico y poltico. Europa vive inmersa en una era de plena pujanza y
creacin, olvidada ya de la agitacin napolenica. Sobresalientes descubrimientos
cientficos y otras tantas innovaciones tcnicas le acercaban al punto culminante de su
poder. Duermen an los futuros gigantes, Estados Unidos y Rusia, cuando el crecimiento
extraordinario de la poblacin europea y el monopolio de las fuerzas producidas por la
revolucin industrial permiten hablar de una verdadera hegemona del viejo continente.
Es cierto que esta superioridad la monopolizan unos pocos, Inglaterra, Alemania,
Francia... y que los dems europeos apenas consiguen asemejrseles. No menos verdad
es que en lugares como Irlanda se muere literalmente de hambre y que miles de
irlandeses, italiano, griegos... atraviesan el Atlntico, buscando remedio a una situacin
trgica. Pero en esta Europa que desborda habitantes por sus cuatros costados se funden
por vez primera en la historia de la humanidad la ciencia, el capital y el ingenio innovador.
El resultado habra de ser un aumento de la produccin como nunca se diera hasta
entonces.
Nada simboliza mejor esta poca que el desarrollo de los medios de transporte. La
revolucin ferroviaria, la sustitucin de los viejos buques de madera y vela y la apertura de
un sinnmero de vas de comunicacin no pueden entenderse sin esa formidable
explosin universal de la vitalidad europea que sobreviene en estos aos.
El msico Verdi no ha escrito todava la pera que solemnizar ante las cabezas
coronadas de Europa la inauguracin en Suez del canal que acortar el camino hacia
Asia, pero ya el concepto de mercado mundial circula velozmente entre los hombres de
negocios. Es an un concepto un tanto optimista, ms ideal que real, extrado de
movimientos e intercambios comerciales entre todas las regiones del globo pero simboliza
mejor que nada la ambicin y la necesidad que hay detrs de la expansin econmica de
Europa. Poco despus, las teoras de Marx y Darwin, entre otros, van a dar un sentido
liberalismo que se debata entre dos opciones vacilantes contempl el paso de las
dcadas con timorata precaucin, slo rasgada en contadas ocasiones; lo que a la postre
le llev a su defeccin histrica. Moderados y radicales, cada uno en su oportunidad,
dieron lustre algn tiempo al mejor reformismo hispano. Pero aquellos por exceso de
confianza en dirigentes ilustrados y stos ahogados en su minoridad o paralizados por el
pnico al radicalismo popular, terminaron dejando en peores manos la tarea de
modernizar y liberalizar al pas.
Cuando el Pas Vasco se salv por unos aos, como Espaa entera, de la
amenaza carlista, con su doctrina extempornea y su anquilosamiento social, la burguesa
liberal rectora de las principales ciudades vascas comenz su carrera en pro del
desarrollo industrial de su tierra. Al amparo de la Constitucin de 1876, amplios sectores
de la sociedad vasca se integraron en el sistema poltico de la Restauracin y hasta los
fueristas no radicales terminaron por aceptar los dos grandes partidos del rgimen. Con
todos sus defectos, la prctica canovista tuvo en el Pas Vasco positivos efectos de
liberalizacin poltica e ideolgica, que vinieron acompaados de una mayor tolerancia y
flexibilidad.
Todo un conjunto de sucesos econmicos, conocidos bajo la denominacin
genrica de industrializacin, fueron los que dieron al Pas Vasco su actual significado
constituyendo sin duda el fenmeno histrico de mayores proporciones en toda la era
moderna. La secuencia de efectos que provocara superaron el mbito de lo econmico,
al desbordarse ampliamente en los campos demogrfico, urbanstico, sociolgico y
impulso de la transformacin del producto suministrado por las fbricas de raz bilbana.
Entre los promotores de la moderna siderurgia podemos hallar, desde antes de
mediados del siglo XIX, a comerciantes enriquecidos y a los principales apellidos
relacionados con la exportacin de hierro. La emulacin capitalista y el deseo de obtener
mayores beneficios siguiendo el ejemplo de la prspera clase industrial europea fueron
los motores del cambio de actitud de la burguesa vizcana. De este modo, la ambicin
econmica de un reducido grupo de burgueses comerciantes y mineros se converta, a
finales del siglo XIX, en el eje primordial de los cambios sociales modernos en el Pas
Vasco. Estas transformaciones llevadas a cabo por unas pocas familias incluyeron
alteraciones tan radicales en las bases productivas y sociales que es imposible reconocer
hoy en la sociedad vasca actual los elementos principales que caracterizaban al perodo
preindustrial.
A las puertas del nuevo siglo todo empezaba a ser diferente en un Pas Vasco,
cada da ms poblado y rico. Un mundo de iniciativas, ideas y proyectos mercantiles dan
su carcter a Bilbao, que ya ha saltado sobre su ensanche natural en direccin al Abra. La
villa se expande buscando por su ra la salida al mar comercial y poniendo atraques en los
desembarcaderos del mineral y en las mismas puertas de las fbricas siderrgicas. Pronto
la industrializacin dejar arrumbados los modos de vida tradicionales y la imaginera
romntica y aldeana, al tiempo que una sociedad nueva ms heterognea y plural
converta en puro anacronismo cualquier apao ideolgico que pretendiera para el reloj de
la historia.
Las tierras vascas, que haban sido terreno proverbial de emigracin al no poder
Incubadas en la humedad del clima y en las estrecheces del hbitat humano, las
enfermedades industriales marcaron tambin la divergencia entre indgenas y forneos.
Los accidentes laborales menudearon, asimismo, en estos emigrantes que sin
preparacin profesional alguna pasaron a desempear trabajos arriesgados que
precisaban de una mayor cualificacin. Los hospitales mineros, en principio, y los
consultorios de fbrica, luego, abrieron el camino a iniciativas de mayor aliento, como los
grandes hospitales de Bilbao o los sanatorios antituberculosos, que manifestaron los
cambios en la salud del territorio vasco.
El pas agrcola y pastoril que se haba despedido del viejo orden con un trauma
nada piadoso, como fueron las guerras carlistas, pas casi sin solucin de continuidad a
una acelerada modernizacin. La carga fabril que tuvo que soportar aquella sociedad,
todava de creencias, estilos y hbitos semimedievales, combinada con la resaca de la
abolicin foral y la irrupcin forzada de los emigrantes produjo inmediatas y preocupantes
actitudes de defensa tnica y racial. La conmocin social se sum entonces a la crisis
poltica.
Sabino Arana, miembro de la clase media urbana bilbana, desde una atalaya
privilegiada tuvo a su alcance los medios culturales y polticos para realizar la integracin
doctrinaria de todos estos elementos. Partiendo de la profunda alteracin que los modos
de vida tradicionales y la cultura estaban acusando desde el siglo anterior, y temiendo
hallarse ante el ltimo acto de una agresin extraa sobre su pueblo, formul en la
dcada de los noventa los primeros elementos de lo que llamara conciencia nacional
vasca.
La identificacin de la situacin regresiva de la lengua vasca y de otros elementos
culturales y modos de vida con la amenaza de los recin llegados, si bien corresponda
a una equivocada y exaltada visin de la realidad servira para crear un sentimiento de
recelo, cuando no de odio, entre oriundos y forneos. El empuje del doctrinarismo de
Arana y el poder movilizador de los smbolos que cre o difundi le proporcionaron el
liderazgo indiscutible de una corriente ideolgica que predicaba el desprecio a los de
fuera. Sin embargo y aunque pueda parecer paradjico, su brazo ms activo y tenaz fue
durante mucho tiempo la clase media bilbana ms proclive al mantenimiento del proceso
de desarrollo econmico que a la regresin arcaica que defendera el fundador del
nacionalismo.
En el corazn del Bilbao actual, en la casa que su familia tena junto a la iglesia de
San Vicente, naca Sabino Arana y Goiri el 26 de enero de 1865. En esa poca su padre
Santiago Arana y Ansotgui posea diversos astilleros que hacan de l uno de los ms
importantes armadores y constructores de buques de la ra bilbana. Carlista a
machamartillo particip activamente en el levantamiento de 1872, viajando a Londres para
comprar armas destinadas a los sublevados. En vsperas de la entrada de los liberales en
Bilbao, Santiago Arana consigui pasar a Francia y se estableci con los suyos en
Bayona, donde resida la Junta Suprema Carlista. Hasta octubre de 1876 la familia Arana
no regres a Bilbao, una vez derrotado el carlismo y terminadas las operaciones militares.
Con el negocio familiar arruinado pero manteniendo propiedades y dinero
suficientes para vivir sin estrecheces, los Arana ingresaron a sus hijos Luis y Sabino en el
internado que los jesuitas tenan en la localidad vizcana de Ordua, con el fin de que
estudiaran el bachillerato. En un ambiente de intransigencia catlica y fuerismo guerrillero,
las predisposiciones personales y familiares de Sabino cristalizarn definitivamente en
obsesiones que le acompaarn toda la vida. A esta militancia poltico-religiosa y
exclusivismo catlico hay que atribuir el fuerte contenido antiliberal y el talante integrista
que el nacionalismo vasco tendra.
Una tisis galopante estuvo a punto de acabar con la vida de Sabino Arana poco
antes del trmino de su bachillerato, obligndole a una larga convalecencia de dos aos
en su casa de Bilbao. Lee con glotonera y obstinacin toda la prosa fuerista y se empapa
de los mitos y dogmas de los apologetas vizcanos que haban ensalzado las
bienaventuranzas del pasado de Vizcaya. En junio de 1883 muere su padre y comienza la
carrera de Derecho en Barcelona a donde se traslada con toda su familia: La empec
con bien poco provecho. En los cinco aos que transcurrieron hasta que definitivamente la
dej, estudi pocas asignaturas y me examin slo de la mitad de ellas. Segua siendo el
de siempre: no me gustaban los programas, ni los profesores; mucho menos me llenaban
los autores.
No obstante su paso por la Universidad, Sabino Arana tuvo la formacin intelectual
de un autodidacta, embebido en lecturas monotemticas y slo seguidor del magisterio de
su hermano Luis, tres aos mayor. Fue ste, quien a raz de su estancia en el centro de
estudios que los jesuitas tenan en La Guardia (Pontevedra), insufl a Sabino la
inspiracin de la nacionalidad vizcana y le hizo apartarse del carlismo que hasta entonces
a su modo profesaba: el ao ochenta y dos (bendito el da en que conoc a mi Patria y
eterna gratitud a quien me sac de las tinieblas extranjeristas!).
Tampoco los cinco aos (1883-1888) de estancia en Catalua dejaron huella
alguna en su elaboracin nacionalista, a pesar de coincidir con las primeras formulaciones
del catalanismo burgus y su inicial expansin. A Sabino Arana no le interesa nada todo
ese movimiento y jams se referir ni a Catalua ni a Galicia como naciones sino como
regiones de Espaa. Su monomana fue durante toda su vida la bsqueda de races,
identidades y diferencias de vizcanos y dems vascos con las que fundamentar un
proyecto poltico secesionista. Volcado sobre s mismo y sus pesadillas, Sabino Arana
slo se interes por aquellas lecturas y sugestiones que podan apuntalar su idea fija de
que Vizcaya haba sido independiente.
Desconoca por completo el vascuence pero se entreg decidido a su estudio, en el
que logr notables progresos que le animaron a opositar en 1888 a la ctedra de lengua
vasca que la Diputacin de Vizcaya haba creado en el Instituto de Bilbao. La plaza fue
para Resurreccin Mara de Azcue que aventaj a Miguel de Unamuno y al esforzado
Arana, que no consigui voto alguno del tribunal calificador.
En 1886, antes de retornar a Bilbao, Sabino Arana se haba estrenado como
El primer comit ejecutivo (el Bizkai Buru Batzar), embrin del futuro Partido
Nacionalista Vasco, ya est formado el 31 de julio de 1895, bajo la presidencia de Sabino
Arana y a la espera de las bendiciones del poco nacionalista san Ignacio de Loyola, el
nico componente del santoral vasco y antiguo gentilhombre en la corte de Castilla. En
sintona con el chovinismo de su fundador, el nuevo rgano de gobierno de los
bizkaitarras, declaraba que el objetivo final de su organizacin consista en descubrir las
ideologas y organizaciones extranjeras en cuanto a su proyeccin en tierra vasca as
como tambin proceder a la conquista de los rganos pblicos de poder en tierra vasca,
expulsando de ellos a los poderes extranjeros. Es la fase de mayor exaltacin
antiespaolista de Arana, con violentos y descarnados ataques a los invasores maketos,
que termina con su encarcelamiento a raz de un proceso por injurias.
Durante estos aos la proyeccin del nacionalismo es insignificante, siendo de
hecho ignorado por otros movimientos o grupos polticos, como la burguesa industrial o
financiera y las asociaciones obreras. Asimismo, no es difcil, en esa poca, equiparar
nacionalismo con bilbainismo ni tampoco es extrao que ante el escaso eco que su
doctrina tena en las dems provincias vascas, Arana se determinara inicialmente por un
vizcainismo, aunque ya en 1894 se conocen sus primeras propuestas para un
independentismo vasco integral de las siete provincias, espaolas y francesas.
La casa de Arana es apedreada en 1898, en medio de la oleada patritica desatada
por la guerra de Cuba, y en vivas a Espaa y mueras al separatismo. Pese a ello, ese
mismo ao gana en las elecciones provinciales un puesto en la Diputacin de Vizcaya,
desde donde denunci machaconamente el retroceso del vascuence y la quiebra de la
moralidad tradicional. Nuevas aventuras periodsticas se saldan con fracasos pero sirven
a Sabino para darle vueltas a su invencin patritica, desahogar su odio a Espaa y
alimentar su racismo.
En febrero de 1900 y despus de prepararse espiritualmente durante tres das con
los jesuitas de Loyola, Sabino Arana contrajo matrimonio con la campesina Nicolasa
Achicallende, cuya condicin social suscit algunos comentarios desfavorables de los
propios nacionalistas, que pensaban desprestigiaba al partido con tal enlace. Hacindose
eco de ellos, Arana se desahogaba con su amigo Aranzadi: todos los vascos
descendemos de aldeanos, de caseros; nuestras doctrinas son esencialmente
democrticas y se fundan en el amor al pueblo y mi casamiento ser un ejemplo en vez
de mengua. Como viaje de luna de miel, los Arana hicieron una peregrinacin a Lourdes,
donde por culpa de una enfermedad no pudieron realizar del todo su propsito de
inaugurar su vida matrimonial con una novena.
Una inoportuna felicitacin a Roosevelt por la actuacin norteamericana a favor de
la liberacin de Cuba de la esclavitud espaola, le vali otra temporada en la crcel
bilbana de Larrinaga. Para evitar futuros acosos de las autoridades locales y con un
inusitado realismo poltico, Sabino Arana propondr en 1902 la creacin de una Liga de
Vascos Espaolistas que trabajase por la autonoma regional dentro de la unidad
espaola. Era un novedoso programa poltico, pero no una interpretacin distinta de la
historia de los vascos en el periodo foral. La muerte de Sabino Arana en noviembre de
1903 dej abierto el interrogante de su perseverancia en esa prctica poltica.
Captulo III
LA MAGIA DE LA NACION
Por mucho que el integrismo religioso y la nostalgia rural le hicieran a Sabino Arana
marchar contracorriente, su desaparicin dejaba la herencia nacionalista en manos ms
pragmticas que trataran de subirse al tren de la industrializacin y el poder econmico
con la tradicin a cuestas. El triunfo social y la voz de las urnas habran de soltar el nudo
gordiano de las contradicciones de los nacionalistas, quienes llegaran a un ambiguo
sincretismo,
mezcla
de
campanario
de
aldea
consejo
de
administracin.
Encomendndose a Sabino a quien, por supuesto, nunca arrojarn del santoral, las
nuevas generaciones de bizkaitarras se echarn en brazos del demonio industrial y del
proteccionismo de un Estado que ya les haba preparado un mercado espaol. A punto de
cumplir los cien aos, el peneuvismo no ha enterrado an el cadver ideolgico de Arana;
sin embargo, la praxis poltica viene realizando una medrosa labor de expurgo y el
nacimiento de un nacionalismo de izquierdas tambin conspira en esa direccin.
Los vasquistas saban como nadie que con el dinero no se juega, de ah que el
maximalismo patritico de su ideologa no fuera trasplantado al campo de las actividades
econmicas. Antes al contrario, los dineros nacionalistas ayudaron a empujar las
iniciativas de la gran burguesa vizcana, que consideraba ineludible el recurso al mercado
espaol como soporte de la industria vasca. El ejemplo ms claro de esta paradoja
nacionalista lo constituye Ramn de la Sota, miembro de la gran burguesa y convertido al
bizkaitarrismo en 1898, despus de militar en las filas del fuerismo liberal.
Rompiendo el tono mesocrtico del partido de Arana, el empresario Sota se
sacudi el ruralismo campesino de sus correligionarios y se puso al frente de la aventura
industrializadora, sin abjurar de su religin nacionalista. De esta forma, la confluencia de
intereses industriales, navieros y financieros con la reivindicacin tnica y cultural del
vasqusimo de Arana tuvo como consecuencia la aparicin de una suerte del nacionalismo
sensato pronto abrazado por amplios sectores de las clases medias y pequeos
burgueses de la zona bilbana. Este nacionalismo, sin llegar al pragmatismo espaolista
de los catalanes de Camb, supona un giro importante en las opciones anteriores
independentistas, que en ocasiones se juzgaron equivocadas. Bajo su amparo se
desarrollan nuevos contenidos autonomistas, menos montaraces y ms tolerantes,
JANO NACIONALISTA.
RICOS Y HONRADOS
geogrficos o histricos.
La gran hora del autonomismo posibilista de los nacionalistas vascos en 1918, en
que animados por los buenos resultados electorales de las municipales y con el alcalde
de Bilbao y el presidente de la Diputacin vizcana en su bando, deciden acabar con el
absentismo tradicional de su partido en los comicios generales. Aplicando el modelo
cataln con que la Lliga de Camb se presentara en 1901, los vasquistas se anunciaron
como los polticos honestos que iban a terminar con el caciquismo corruptor y la pandilla
de oligarcas que lo sustentaba. Se deslizaban de este modo por los cauces del
populismo, cuando ya en sus filas militaba un nutrido contingente de clases medias
urbanas, con centro en Bilbao, y se dejaba notar la influencia del sector econmico, a
cuyo frente estaba la familia Sota.
El independentismo radical de la ortodoxia sabiniana tambin se entrecruz en el
discurso electoral a travs de los mensajes
EL NACIONAL-LINGISMO
Sin embargo, Sabino Arana juzgaba errneamente que la lengua castellana haba
sido instrumento de una dominacin poltica extranjera, encaminada a desterrar el
vascuence. Nada ms falso: el castellano no lo impuso en tierras vascas ningn poder
forastero, sino que se habl en ellas como algo propio desde el primer momento de su
aparicin en los confines de Alava, Burgos y Vizcaya, conviviendo en armona con el
vascuence. Mucho antes de la descomposicin del sistema foral en el siglo XIX y con
anterioridad a la implantacin de la enseanza obligatoria en castellano, esta lengua se
haba convertido sin imposicin alguna en la habitual de gran parte del Pas Vasco.
Adems, la aparicin del vascuence en la palestra literaria fue tarda porque los vascos
prefirieron escribir en su otra lengua, en la que se expresaban con naturalidad y en la que
hasta el advenimiento de Sabino Arana nadie vio en ella contradiccin alguna con la
condicin vasca.
A partir de entonces, el vascuence o euskera, repleto de connotaciones patriticas
y pasto de las ideologas polticas, no ha hecho sino crear desasosiego, hasta el momento
actual en el que la coaccin de su aprendizaje grava pesadamente la actividad de muchos
vascos. El ao 1901 es una fecha fuerte del conflicto de lealtades lingsticas pues fue
entonces cuando, a raz de unas declaraciones de Unamuno abogando por el abandono y
entierro solemne del euskera, arreciaron los artculos a favor y en contra de su tesis. En
lneas generales, los vascos del 98 y quienes decan hablar en nombre del progreso se
alinearon con Unamuno mientras que Sabino Arana y todo el naciente nacionalismo vasco
lo atacaron con virulencia.
Aun cuando, como ya se ha dicho, Arana escribi la mayor y ms importante parte
de su obra en castellano, aplic al vascuence el mismo concepto de pureza que
cimentaba la nacionalidad vasca. De esta forma, su xenofobia lingstica le llev a intentar
depurar el euskera de sus ingredientes romnticos, que errneamente atribua al
castellano, y a introducir distintas palabras de origen asimismo latino. Mayor dao hizo al
idioma con su mana de acuar neologismos tomando como base presuntas races
autctonas, que nada tenan que ver con el habla popular.
Entre las aportaciones de Arana ms infectadas por ese singular purismo ninguna
se ha hecho tan popular como su santoral, en el que se esfuerza por ofrecer la presunta
traduccin vasca de todos los nombres del calendario. El nomenclator de Arana provoc
el varapalo de Resurreccin Mara de Azcue, el gran euskerlogo, convertido en 1918 en
primer director de la Academia de la Lengua Vasca.
Cuando Sabino Arana invadi el terreno del idioma fueron muchos los carlistas que
abandonaron el cultivo del euskera porque pensaron que era cuestin de separatismo.
Desde entonces siempre sobrevol este fantasma los estudios de la lengua vasca. Como
excepcin ilustre destaca el diputado carlista Julio de Urquijo e Ibarra, miembro de la gran
burguesa bilbana, fundador de la Revista Internacional de Estudios Vascos en 1907.
EL NACIONALISMO ESPAOL
El triunfo electoral de los nacionalistas vascos fue fugaz y dur lo que resisti la
versin regionalista del movimiento; aun as les dio tiempo de repetir triunfos en los
comicios de 1919, en los que el socialista Prieto repiti en el escao de Bilbao. A partir de
entonces la burguesa vasca que conoce el percal abandona sus veleidades autonomistas
y sin titubeos se sita enfrente de los hijos de Arana. Dando a stos la importancia que
tenan e intuyendo la que podan alcanzar, los burgueses bilbanos se mostraban ms
perspicaces que hombres como Azaa que obsequi a los vasquistas con una de sus
frases: Esto del nacionalismo vasco es como el domin en Valladolid, un fruto del
aburrimiento provincial.
Manos a la obra, la burguesa vasca busc la forma de organizarse polticamente y
la encontr en la Liga de Accin Monrquica, cuya estrategia y objetivos apostaron por
imprecisas y globales, sin datos estadsticos reales y que partan de la comparacin con
otras provincias que se consideraban con un nivel econmico parecido. La negociacin de
los conciertos, el regateo con el Estado, siempre trajo consigo un torbellino de emociones
autonomistas
que,
prendidas
en
el
fuego
del
nacionalismo
vasco,
acabaron
DE ESPALDAS A LA TORMENTA
Comunin Nacionalista. Tambin se marchaba el hermano del fundador, Luis Arana, bien
conocido por su talante intransigente y su obstinado independentismo.
El novel P.N.V. era sobre todo bilbano y vizcano y en l se manifestaba la
importancia que en la sociedad vasca iban adquiriendo tanto la mesocracia urbana y el
proletariado como el movimiento democrtico y socialista espaol. Recuperando a Luis
Arana el partido garantizaba su ortodoxia sabiniana y su beligerancia a favor del
independentismo y contra el nacionalismo descafeinado de los comunionistas.
As las cosas en la familia nacionalista, el general Primo de Rivera se haca con las
riendas del poder en 1923, despus de un golpe de Estado de guante blanco y regia
complicidad. Apenas si se oy rechistar ante el cuartelazo de un ejrcito cada vez menos
romntico y ya nada liberal. No haba cumplido una semana el rgimen de excepcin
cuando un decreto contra el separatismo indicaba a los nacionalistas vascos el camino
de los palacios de invierno. Mientras tanto los militares patriotas, con el santo y sea de la
unidad de Espaa, precintaron decenas de batzokis y cerraron peridicos. Qued en pie
el diario Euzkadi pero rigurosamente vigilado por la censura militar.
La intolerancia poltica de la dictadura militar trat de equilibrarse con una manga
ms ancha en el terreno de las manifestaciones culturales. A stas se agarraron los
nacionalistas vascos, buscando refugio y camuflaje de sus objetivos polticos. Cierto que
la represin gubernamental envi a las catacumbas a la militancia partidista, pero no
menos verdad es que aquellos aos supusieron mucho para el todava flaco nacionalismo
vasco. Con un modelo defensivo que reportara sabrosos dividendos, los hombres de
Arana desplegaron toda una batera de smbolos culturales, amuletos patriticos y rasgos
de identidades, enormemente operativos en su pretensin de convertir al nacionalismo
vasco en la nica forma de ser vasco.
En sintona con el ms extremoso ruralismo y abjurando de proyectos culturales de
mayor pluralidad e integracin como el de la revista Hermes, los nacionalistas vascos se
Sagarmnaga, cuando les adjudicaba dicho papel en la propagacin del carlismo: sin la
Captulo IV
LA PATRIA CLERICAL
Cuando los liberales radicales del siglo XIX acuaron la expresin conminatoria la
iglesia en la sacrista estaban manifestando el anhelo de laicidad que recorra Europa y
que se consideraba conquista irrenunciable del espritu moderno. La historia haba llegado
a un punto en el que se presentaba la ocasin de cumplir la encomienda evanglica de
dar al Csar lo que le corresponde y a Dios su porcin. Pero en ese panorama liberal de
esclarecimiento de mbitos y esferas irrumpieron con vehemencia los nacionalismos y
unos ms que otros confundieron lealtades, mezclando smbolos y liturgias, e
intercambiaron amores de religiones y patrias. Todava no se ha arreglado tamao
desaguisado y, como la imagen de nacin ha devenido ms popular que la de religin, se
ha entregado sta con armas y bagaje a la sacra tarea de alumbrar patriotas.
En el mbito espaol puede afirmarse que la beligerancia eclesistica, desplegada
a lo largo de la llamada Guerra de la Independencia, contribuy al robustecimiento de los
lazos que unan a la religin con la emergente idea de nacin. De esta forma, en la lnea
EN EL MUNDANAL RUIDO
EL DEMONIO NACIONALISTA
tentacin, en una catequesis que hace del hombre objeto de persecucin y acecho.
Distintos demonios han rondado tambin a la Iglesia pero ninguno de ellos ha conseguido
seducirla tanto como el oportunismo puro y duro, aunque siempre disfrazado. El Luzbel
nacionalista hace tiempo que en el Pas Vasco la tiene embelesada y por lo que las urnas
auguran no parece que quiera a corto plazo desengancharse.
La tentacin nacionalista es la gran prueba de la Iglesia vasca en la presente
centuria y su gran derrota, la que le priva de su capacidad relativizadora de las ideologas
y le arrebata su oficio de contestacin al sistema. Es entonces cuando el poder crtico de
la Iglesia degenera en simple y obsequioso colaboracionismo. Si las dos guerras carlistas
sirvieron para sellar, una vez ms, el entendimiento entre el campesinado y el clero vasco,
el tinglado nacionalista habra de consagrar la consonancia de la fe catlica con aquella
nueva patria del neologismo de Arana. Desde entonces, el destino de la Iglesia no podra
separarse de la suerte de un movimiento el nacionalismo vasco, que ms que nadie
haba ayudado a parir y criar.
El apego de los eclesisticos a la substancia nacionalista y el fervor desplegado en
su propagacin encuentra una explicacin en la naturaleza dinmica del sentimiento
religioso y en su facultad de sublimacin y mitificacin de la realidad. Por otra parte, el
populismo nacionalista pregonero de una moral colectiva capaz de lograr la epifana de la
patria vasca se emparejaba cmodamente con el populismo cristiano, que con la
redencin alcanzara la patria celestial y la resurreccin.
Ya se ha dicho que la doctrina del inventor del nacionalismo vasco tena, como el
cambio de siglo, todos los ingredientes para espolear el integrismo religioso de la clereca
vasca. Cmo no iban a escuchar con deleite los sacerdotes vascos los dogmas
sabinianos de subordinacin de lo civil a lo religioso si adems constituan las bases
fundamentales para la constitucin del pueblo vasco?. De repente se deshacan de la
pesadilla de esos aos, en los que el Estado liberal reivindicaba el carcter emancipado
EL LENGUAJE RELIGIOSO
nacionalistas Hemos ofrendado nuestra vida y nuestra sangre toda, se lee en el diario
Euzkadi.
Es Sabino Arana el Maestro no slo porque en su palabra se contiene la doctrina
verdadera, sino tambin porque la verdad que hay en su enseanza tiene poder redentor.
Convertida en mensaje salvfico, la doctrina sabiniana exigir del buen vasco su
asentimiento intelectual y su apego, pero asimismo la sumisin de su voluntad a sus
exigencias. Slo por este medio se podr seguir el camino recto, que en su da trazara el
Maestro, la nica va que lleva a la restauracin de la patria vasca, a la aurora de la
resurreccin de la nacionalidad, La Pasin y Resurreccin de Jesucristo sirven de
alegora inmutable de la peregrinacin del pueblo vasco, cuyo Aberri- eguna (da de la
patria) se festejar deliberadamente el Domingo de Pascua.
Pero no se reducen a stos los remedos del lenguaje bblico; los enemigos del
nacionalismo sern comparados a las turbas que pedan la muerte de Jess, mientras la
otra gran muchedumbre segua el hosanna de las legiones patriticas y su viril clamor a
favor de Euskadi y sus defensores. Por ello el apostolado nacional debe ser un
sentimiento profundo, una obligacin imperiosa de los vasquistas que cuentan con el
ejemplo de sus primeros correligionarios, cuyo patriotismo les hizo inflamar en el fuego
de Pentecosts.
Es claro que el paradigma del lenguaje religioso resultaba tan familiar a los
nacionalistas como a su promotor Sabino Arana. La iconografa vasquista, sacralizadora
de la ikurria o el rbol de Guernica, tambin sirve para recordar las fuentes cristianas
en las que con exclusividad bebieron los propagandistas del nacionalismo. No puede
negar su origen bizkaitarra el converso socialista Toms Meabe, antiguo amigo de
Arana, cuando despliega una panoplia de smbolos religiosos para cantar la gesta del
proletariado vasco y condenar a la Iglesia.
Por mucho que unos cuantos sacerdotes vascos se sintieran tentados por el
nacionalismo, la jerarqua no hizo esfuerzo alguno por comprender un movimiento que
hablaba de una patria bien distinta de la que haba sido enseada a respetar. El rgimen
de la Restauracin mediante un cuidadoso mecanismo de seleccin les haba hecho
obispos y no suelen abundar los prelados revolucionarios cuando existe un Concordato
por medio. En verdad, las prelacas sentan tanta repugnancia como su clero frente a los
principios del liberalismo pero con la mitra se sentan ms componedores y pactistas.
Estaba claro que, de la noche a la maana, los obispos no iban a renunciar a su modelo
tradicionalista de vnculo religin-sociedad pero siempre podra esperarse el que supieran
armonizar hbilmente la fidelidad ideolgica con el posibilismo prctico. Y es lo que
sucedi. Adems, la nusea que a la Iglesia le produca el liberalismo se la haca olvidar
la otra cara del orden burgus, con su defensa de la familia, la propiedad privada y la
autoridad.
Tambin la burguesa en el poder estaba predispuesta al entendimiento prctico
con la Iglesia, cuya moral pareca destinada a convertirse en el soporte perfecto del
liberalismo establecido. A los obispos vascos la burguesa de la industrializacin, la
nobleza siderrgica, le encandilaba y, devocin por devocin, no echaban de menos a sus
parroquianos del carlointegrismo, tan llenos de piedad como intransigencia. Primos
hermanos de ellos, los nacionalistas vascos rebosantes de buenos deseos para con la
Iglesia pronto se dieron cuenta de que no se poda esperar apoyo alguno de los obispos.
Antes al contrario, no haba muerto Arana cuando la jerarqua ya estaba situada respecto
de su movimiento y se preparaba a combatirlo. Tambin el propio Sabino Arana conoci
la reprimenda episcopal por escribir ciertas reflexiones xenfobas sobre nuestro clero y el
advenedizo.
Las malas relaciones del nacionalismo vasco con los distintos obispos que
pastoreaban el Pas Vasco saltan a la calle por obra de Jos Cadena y Eleta, que desde
su sede vitoriana se opuso a las innovaciones lingsticas de los bizkaitarras en el
registro parroquial. Al verse frustrados en su deseo de inscribir en vascuence los nombres
de sus hijos despus del bautizo, los nacionalistas arremetieron en sus publicaciones
contra la normativa eclesistica. Tampoco se amilan el prelado que se defendi con una
pastoral en la que peda a sus diocesanos que no se dejaran arrastrar por las ideas
nacionalistas que si por el momento sirven para halagar la imaginacin de la juventud, a
la larga han de entenebrecer su inteligencia y corromper su corazn.
Las congregaciones religiosas tambin fueron prevenidas, en 1913, contra la nueva
poltica, mediante una nota del Nuncio que los vasquistas, cada da ms beligerantes,
hicieron pblica con el sano propsito de mostrar las persecuciones que sufran por la
patria.
Vigilen el bizkaitarrismo de algunos religiosos vascongados, los cuales con esa
actitud separatista no slo pierden el espritu de la Orden sino que se hacen odiosos al
Gobierno y a la Nacin. Conviene que vigilen el catalanismo, aun cuando en este ltimo
parece notarse menos falta de prudencia y moderacin.
La parroquia est ya muy alborotada en 1917 al llegar a la dicesis de Vitoria el
gallego Leopoldo Eijo y Garay. Sus continuos llamamientos a la concordia de las
voluntades y a la uniformidad en la accin hacen pensar en una clereca sumida en la
polmica y recorrida por la divisin. Saba muy bien el refinado prelado que su cruzada
pacificadora no poda tener xito en aquel gallinero en el que curas, de uno u otro jaez, se
resistan a actuar de apaciguadores. Pero fue a los sacerdotes nacionalistas a quienes
ms fustig, inculpndoles de agitadores y agentes de divisin.
Gran revuelo provoc en mayo de 1923 la excomunin lanzada por Eijo contra el
catlico director del no menos catlico diario Euzkadi. La culpa la tuvo un artculo del
CAMBIO DE SOTANA
Si bien es cierto que el nacionalismo vasco cont desde su nacimiento con buenos
propagandistas en las filas de la clereca, no lo es menos que hubieron de pasar
bastantes aos hasta que se detect una clara orientacin nacionalista en un nutrido
grupo de ella. Fueron los curas vizcanos los primeros a incorporarse a la familia
sabiniana, que ms tarde se ampliara con jvenes presbteros guipuzcoanos. En los
treinta aos anteriores a la llegada de la Repblica se ordenaron sacerdotes cerca de
1600 aspirantes de la dicesis de Vitoria, siendo este sector el que con mayor celeridad
reflej la impronta vasquista.
No obstante, hubo de ser la acometida electoral de los nacionalistas y su
apabullante victoria de 1918 en Vizcaya las que dieron el empujn definitivo a un buen
nmero de catecmenos del clero.
sugestivos. El gobierno muy poco sensible a las peculiaridades vascas pareca como si se
esforzase en dar argumentos a la disidencia de un clero, que llevaba muchos aos y bajo
distintas banderas procurando mantener despierta la conciencia de la propia identidad de
su gente.
A la llegada de la dictadura de Primo de Rivera la suerte est echada para la Iglesia
vasca. Con nimo de combatirlo o propagarlo, siempre ser el nacionalismo vasco su
compaero inseparable y su aguijn. La historia dar vuelcos pero nunca tan grandes
como para apartar del horizonte de la Iglesia la presencia del nacionalismo vasco y del
binomio Dios-Euskadi que ya Sabino Arana patentara. La jerarqua eclesistica ser en
muchas ocasiones lo que quiera el poder civil; el clero vasco, poco acostumbrado a
respetar los compromisos polticos de sus prelados jams renunciar a compartir un
sentimiento casi telrico, mezcla de religin y patria, con el hechizo de la independencia al
fondo. En su emparentamiento con la clereca radicara la buena fortuna del nacionalismo
que a partir de entonces podra capitalizar el seguidsimo de los vascos a sus curas y la
combatividad poltica de stos.
Captulo V
LA PRIMAVERA NACIONALISTA
La cada de Primo de Rivera produjo en el Pas Vasco reacciones de entusiasmo y
movilizaciones populares que sirvieron para que muchas actitudes y vocaciones polticas
antes contenidas encontraran un cauce apropiado. El nacionalismo vasco en sus dos
vertientes, poltica y sindical, aprovech la bonanza para ampliar sus instalaciones y
reforzar su organizacin.
Un acontecimiento de notables consecuencias tendra como marco la sede social
eclesistico impediran una mayor popularidad y aceptacin entre los vascos, pero al
mismo tiempo le sealan como indiscutible precursor del posterior nacionalismo de
izquierda, desarrollado durante la dictadura franquista.
Como una esperanza de primavera la Repblica espaola llegaba en abril de 1931,
y cinco aos ms tarde se despeda envuelta en el horror de la guerra civil. Con las
primeras hojas de los chopos y las ltimas flores de los almendros, la primavera traa a
nuestra Repblica de la mano, haba escrito Machado cantando la esperanza ciudadana.
Tambin la de los nacionalistas vascos, que en la primera semana del nuevo rgimen
suscriban un Manifiesto de Ayuntamientos de Vizcaya, pidiendo el reconocimiento de la
Repblica vasca y la incorporacin de Vizcaya a ella en virtud del inalienable derecho de
los pueblos a regirse por su libre determinacin.
La Repblica realiz una importante tarea de secularizacin del Partido
Nacionalista Vasco, cuyos lderes poco tenan que ver con el integrismo ruralista de
pocas anteriores, ni con la intransigencia religiosa de sus bases. Una mayor
preocupacin por la prctica democrtica dirigi la actuacin de hombres como Irujo,
Leizaola o Jos Antonio Aguirre, cuyo contacto con el catolicismo social les haba
suministrado una primera apertura ideolgica. No obstante ser catlicos a machamartillo,
los burukides (jerarqua nacionalista) en seguida hicieron ver que la autonoma vasca no
deba sacrificarse a los planteamientos confesionales de la derecha espaola. Mientras la
Repblica dejara abierto el portillo del reconocimiento de un rgimen autonmico, por muy
atea que fuese, no convendra darle la espalda.
Desde los primeros das de la Repblica, un movimiento de alcaldes vascos, bajo
la batuta del de Guecho, Jos Antonio Aguirre, intentaba arrebatar a la izquierda el
liderazgo que haba alcanzado en la poltica vasca tras su triunfo en las elecciones
municipales. El proyecto de una Repblica vasca federada en una repblica espaola se
plasm en la forma jurdica de un Estatuto de Autonoma que haba sido redactado por la
manifestada
por
la
prensa
confesional
del
pas.
La
beligerancia
LA DERECHA SE DIVORCIA
proceso autonmico con un procedimiento que difera sustancialmente del adelantado por
los ayuntamientos. Por medio de un decreto se facult a las diputaciones provinciales,
gobernadas por gestoras provisionales, para la redaccin de un nuevo anteproyecto. Esta
normativa supona dejar en manos de los miembros de la conjuncin republicanosocialista, mayoritarios en las gestoras, la iniciativa autonmica, al tiempo que se
intentaba marginar al nacionalismo.
El domingo de Resurreccin de 1932, los nacionalistas vascos celebran con
folklrica ostentacin el primer Aberri-eguna de su historia, conmemorando as el
cincuenta aniversario del mensaje patritico confiado a Sabino Arana por su hermano
Luis. A pesar del xito de la convocatoria 65000 manifestantes segn el PNV, el diario
Euzkadi critic con acritud el desinters de la burguesa bilbana: "os barrios
aristocrticamente catlicos que es el
permanecieron, sin embargo, mudos, huraos, ciegos. Y no poda ser de otra maneraya
que esa gran burguesa vasca, que cerraba sus balcones al paso del desfile vasquista,
apretaba filas en el nacionalismo espaol y a travs de algn que otro representante
inverta ms dinero que nadie en los primeros intentos de configuracin de un movimiento
fascista.
Reforzado el gobierno republicano tras el fracaso del golpe de Sanjurjo, en agosto
de 1932, pudo acelerar la aprobacin de la autonoma catalana, y por medio del perspicaz
Prieto intent ganarse las simpatas de los vasquistas y privarles de su capacidad de
contestacin. Convencera a las izquierdas de la necesidad de acabar con los recelos
mutuos ante el enemigo comn, confiando en que la aprobacin de un estatuto
democrtico y nada cicatero, adems de fortalecer al joven rgimen, iba a desarmar el
programa y el discurso independentista del PNV.
Sin embargo, el Estatuto de Gestoras, elaborado en medio de creciente
desasosiego y agitacin, conseguira menos
salida de los stocks espaoles fue considerado como una injerencia en el Concierto
Econmico vigente. La aplicacin del estatuto del vino supona la renuncia de las
Diputaciones a unos ingresos que habran de ser sustituidos por nuevas cargas sobre el
contribuyente vasco. Pero el asunto era emocionalmente ms grave, pues el Concierto
ejemplarizaba en la conciencia colectiva el ltimo bastin de libertad, y cualquier agresin
a l poda desencadenar una imparable cascada de reivindicacin nacional.
Y, en efecto, esto ocurri cuando los ayuntamientos reunidos en asamblea
denunciaron el atropello del Gobierno, que invada la autonoma fiscal vasca, valindose
de unas gestoras provinciales de su cuerda. Monrquicos, tradicionalistas, socialistas,
comunistas y sobre todo nacionalistas vascos, cada uno por motivos diferentes, cerraron
filas en torno al ltimo resto foral. El Gobierno, en lugar de dialogar, trat de atajar la
desobediencia mediante prohibicin de reuniones, encarcelamiento de concejales,
desalojos... En ese ro revuelto dejaron pronto de nadar los navarros, cuyos mentores
ms derechistas empezaron a desconfiar del tono radical y de los ribetes separatistas de
la protesta. Los nacionalistas vascos de acuerdo con el socialista Indalecio Prieto
convertido en menor de sus enemigos de siempre fueron los adalides y protagonistas de
una accidentada asamblea reunida en la localidad guipuzcoana de Zumrraga, que
servira para expresar la solidaridad con los ayuntamientos reprimidos y la fobia al
centralismo.
Sin embargo, el oportunismo de Prieto y los nacionalistas vascos, y la
radicalizacin del conflicto, separ a personalidades como Manuel Azaa, diputado por
Bilbao, cuya aversin a las manifestaciones multitudinarias era notable, a los catlicos
que por boca de Jos Maria Urquijo prevenan ante alianzas contra natura que iban a
traer la revolucin social, y a los tradicionalistas navarros y alaveses que slo vean en
la maniobra hostigamiento contra el Gobierno radical cedista.
De todos modos, aquella experiencia compartida entre nacionalistas y socialistas
denostados por las derechas como cmplices de la revolucin. Al obispo de Vitoria, que
consider lcito el voto de los catlicos a los peneuvistas, pronto habran de pasarle
factura los militares sublevados el 18 de julio.
Con un programa de reformas que inclua promesas autonmicas, un arrollador
Frente Popular, conglomerado de izquierdas y progresistas, se alz con la victoria,
dejando consternada a media Espaa. La divisin electoral en el espectro de centroderecha tuvo como resultado la prdida de cinco escaos por los nacionalistas. Los
ganadores respetaran sus ofrecimientos autonomistas y procuraran afianzar las buenas
relaciones con el nacionalismo, siguiendo el camino abierto por Indalecio Prieto. En abril
de 1936 los diputados vascos (frentepopulistas y nacionalistas) vuelven a presentar el
Estatuto de autonoma en las Cortes, crendose una comisin con Prieto como presidente
y Aguirre de secretario. Se convalida el resultado del plebiscito de 1933 y su extensin a
las tres provincias. La voluntad estatutaria pareca imparable.
Los nacionalistas vascos
PAZ EN LA GUERRA
pasado que pretenden justificar ambiciones y desvaros polticos actuales. La guerra civil
espaola tan prdiga en canonizaciones y satanizaciones est tambin en el origen de
una mitologa nacionalista vasca que como en el caso espaol afecta a los gudaris
(soldados) y a la Iglesia. Nuevos mitos de resistencia y herosmo en torno a estos
combatientes y de fidelidad y servicio al pueblo respecto de la clereca vasquista vienen a
convivir con los ms periclitados de la raza y soberana. Porque no deja de tener algn
fundamento la afirmacin de Treitschkke que ve en la guerra lo que convierte a un pueblo
en una nacin.
Hoy se aborda la guerra en el Pas Vasco desde una ptica y sentimiento
pertinazmente nacionalistas. Pero no slo entre vascos; abundan tambin las lecturas
diferenciales realizadas desde la meseta o de otros lugares de la periferia. Buscando
disparidades, las ms de las veces confunden la parte por el todo e, insistiendo en el
reconocimiento adems de crear ilusin de homogeneidad, han hecho surgir unidos el
estereotipo y el tpico.
En 1981, la llegada a Espaa del cuadro Guernica de Picasso y su ubicacin en
Madrid constituyo para el PNV uno de tantos pretextos para crear zozobras al poder
central y azuzar a su irritable militancia. Al protestar por la arribada a la capital de Espaa
de dicho alegato pictrico contra la violencia, un gerifalte nacionalista manifestaba, en una
lastimosa frase su miopa tribal respecto de la guerra; Nosotros ponemos los muertos y
ellos disfrutan del cuadro. Que ellos, los espaoles, no somos nosotros, los vascos,
estaba claro en el mensaje bizkaitarra, desde que Arana inventara aquel ofensivo
antagonismo entre ambos: la bondad, el honor, el sacrificio y el coraje se alineaban de un
solo lado; del otro nicamente haba maldad. Pero ahora resulta que tambin los muertos
son distintos y los propios pesan ms que los ajenos.
En el Pas Vasco murieron monrquicos y carlistas, peneuvistas y socialistas,
catlicos sin partido y anarquistas. Cayeron vascos y catalanes, castellanos, andaluces,
extremeos y gallegos..... Entre los eclesisticos vascos asesinados tambin los hubo
espaolistas (stos en mayor nmero) y vasquistas.
A pesar de tanto cado y tanto gudari (se sigue celebrando cada ao el da del
soldado vasco y menudean las esquelas en los peridicos con ese blico epitafio), la
retrica nacionalista ha conseguido articular el tinglado de un pas en guerra que
paradjicamente encarna la paz. Como observa el historiador Antonio Elorza, es muy
grande el rendimiento ideolgico que los nacionalistas vascos han podido sacar a una
guerra perdida. De tal forma que a partir de la masacre de Guernica las aspiraciones
vascas se cuelan en la historia, recibiendo una impronta de universalidad y racionalidad
que nunca soaron alcanzar. La afirmacin nacional vasca pasa ya por una Guernica
aniquilada, que presta al mismo tiempo el smbolo inequvoco de la voluntad de
supervivencia de un pueblo y de la obstinacin depredadora de otro.
esperaba pudiera llevar adelante una cruzada de regeneracin espiritual. Para los
peneuvistas vizcanos y guipuzcoanos no fue fcil decidirse por la Repblica, y muchos en
un principio pensaron que el partido se decantara por Franco y contra el Frente Popular.
Algunos ms ideologizados preferan mantenerse al margen del conflicto, ya que en
palabras de Luis Arana la guerra que apuntaba no es nuestra, no es de nuestra raza, no
es de nuestra ideologa. Sin embargo, una vez superadas las resistencias de quienes
fantaseaban con una imposible neutralidad, la ejecutiva nacionalista se declaraba a favor
del orden establecido en consecuencia con el rgimen demcrata y republicano que fue
privativo de nuestro pueblo en sus siglos de libertad.
A la gran masa conservadora, soporte del PNV, la decisin de sus lderes le
produjo desasosiego y perplejidad, sobre todo cuando empez a correr la sangre, y
medio centenar de personas de ideologa derechista cayeron muertas en Vizcaya a
manos de las patrullas del Frente Popular, en las primeras horas de la insurreccin.
Muchos nacionalistas desconcertados pensaron entonces que la autonoma prometida por
la Repblica no vala el alto precio de la alianza con los que mataban sacerdotes,
quemaban conventos y subvertan el orden social. Los asesinatos de destacadas
personalidades de la derecha vasca escriba Jos Antonio Aguirre tuvieron un efecto
desastroso sobre la moral nacionalista.
En Guipzcoa las jornadas posteriores al 18 de julio fueron an ms movidas que
en Vizcaya y el poder republicano, a impulso de la ira popular suscitada por el
levantamiento, tard poco en acentuar su izquierdismo frentepopulista. La espontaneidad
revolucionaria de cenetistas y comunistas desbord fcilmente al PNV, a pesar de ser la
primera fuerza poltica de la provincia. No obstante su proclamacin de fidelidad
republicana, los nacionalistas guipuzcoanos renquearon en su defensa callejera del
rgimen, pero fueron los primeros en volcarse en tareas humanitarias y en preservar los
edificios del culto y sus ministros. El frustrado alzamiento de San Sebastin se liquid con
a sus
franquistas. Como buen catlico y burgus, era el candidato ideal para convencer a los
detractores de la Repblica, y el ms tranquilizador para el nacionalismo conservador y
recalcitrante. Olvidndose de la guerra, una liturgia nacionalista bajo el roble de Guernica
le dio el mando el 7 de octubre de 1936, mientras un grupo de vasquistas descontentos
vociferaba su protesta Estatuto, no; independencia, s. Las dos caras de la misma
vocacin nacional, el maximalismo independentista y el posibilismo democrtico, frente a
frente.
El primer gobierno vasco de la historia qued constituido con el concurso de tres
peneuvistas, aparte del presidente, tres socialistas, dos republicanos de izquierdas, un
miembro de ANV y otro del partido comunista. Aunque gabinete de concentracin, desde
su primera proclama qued bien patente la impronta del PNV: garanta de libertades
democrticas, incluida expresamente la religiosa, mantenimiento del orden social y
contundente afirmacin de la identidad vasca y del autogobierno de Euzkadi.
VIZCAYA, SOBERANA
Que el estatuto
quedara claro, a los pocos das de constitucin del gabinete, cuando un decreto de su
presidencia delimitaba el territorio de Euzkadi, previendo la incorporacin de Navarra.
Nada ms sorprendente en aquella azarosa oportunidad. Poco importaba que la guerra
hubiera circunscrito a slo Vizcaya la jurisdiccin del estatuto, ni que ste dejara de lado a
Navarra; segn deseo expresado cuatro aos antes, el nacionalismo vasco segua
apostando por sus emblemas y smbolos. Siendo muy otra la realidad poltica y militar de
aquel octubre de 1936, la utopa nacionalista oficializaba la ensea sabiniana de Euzkadi,
con un escudo que inclua las cadenas de Navarra.
En los ocho meses que los nacionalistas ejercieron el poder en Vizcaya se dieron
prisa por construir
coyuntura blica. Slo lo alcanz en parte pero, en ese tiempo, no hubo ni huelgas ni
conflictos extraordinarios. Las autoridades vascas racionaron en lo posible los mtines y
las grandes muchedumbres que tanto gustaban a los comunistas del gobierno. Pero en
punto a honores, guardias, protocolos, himnos y otras ostentaciones escribira Azaa
fueron menos austeros, deseosos como estaban de reflejar en su ceremonial el aparato
de un verdadero Estado soberano. El escandaloso desarrollo de la burocracia del
gobierno regional sera criticado por Indalecio Prieto, que no aceptara la peregrina
propuesta del Lendakari Aguirre de agregar consejeros vascos a las embajadas
espaolas en el extranjero. Una vez cada Vizcaya en manos de Franco y tratando de
llevar a Valencia al personal burocrtico del gabinete vasco, las autoridades republicanas
descubrieron con asombro que la presidencia del gobiernito tena ms funcionarios que
su correspondiente en la Repblica espaola.
MARTIRES Y PATRIOTAS
nacionalista
fue
acentuando
su
dimensin
religiosa,
pero
siempre
desmarcndose del que empleaba, esos mismos das, la derecha espaola, mucho ms
triunfalista, mstica y combativa. Mientras los franquistas pasean a sus Vrgenes o
entronizan al Corazn de Jess, en liturgias patriticas de reparacin, los nacionalistas
vascos tienen que contentarse con no ver cerrados sus templos y asegurarse de que el
culto no sufra detrimento en la Vizcaya autnoma. Desaparecieron, eso s, bastantes
sotanas de la calle, las de los sacerdotes con fama de carlistas o derechistas, pero el
gobierno autnomo tuvo mucho cuidado en demostrar que tambin, en cuanto a
religiosidad, el Pas Vasco era singular en la Espaa republicana.
La respetuosa actitud del gobierno de Euzkadi para con la Iglesia fue el mejor
ments a la propaganda franquista que no se cansaba de meter en el mismo saco a los
piadosos vasquistas y a los rojos, incendiarios de templos y asesinos de curas. No
obstante el cuidado de los nacionalistas, el clero y los inmuebles eclesisticos tambin
fueron objeto en el Pas Vasco de algunas violencias. Hasta setenta y cuatro se eleva la
lista de sacerdotes y religiosos que perecieron en el Pas Vasco, vctimas de la violencia
de ambos bandos. De todas las muertes, las que ms conmovieron la entraa
nacionalista fueron las de aquellos sacerdotes que, denunciados como separatistas,
cayeron ante los pelotones del general Mola, el 7 de octubre de 1936 al mismo da del
mes siguiente. Aun siendo su nmero ms exiguo, trece en Guipzcoa y uno en Vizcaya
en mayo del 1937, su sangre sirvi para apuntalar el particularismo de la Iglesia vasca y
desmitificar las intenciones religiosas de la nueva Espaa.
La religin vasquista, asimismo, engrosaba su martirologio con esos clrigos,
SEPARATISTAS Y SEPARADORES
En la tarde del 19 de junio de 1937, Bilbao cae en manos de las brigadas navarras,
poco despus de que el gobierno vasco haya tomado la direccin de Santander, todava
en poder de la Repblica. Soldados nacionalistas protegen las instalaciones industriales
de la ra, enfrentndose a milicianos izquierdistas, partidarios de una estrategia de tierra
quemada. Perdida Euzkadi, su tierra, para la mayora de los dirigentes del PNV la guerra
ya no tena sentido alguno, como lo haban demostrado, dejando intacta la villa bilbana
con todos sus recursos.
En plena retirada surge la necesidad de encontrar una frmula que permita los
batallones nacionalistas dejar de luchar por la Repblica. Esta les dio el estatuto pero as
se quejaban no los medios suficientes para defenderlo. La salida honorable deba
buscarla Juan Ajuriaguerra, negociando la rendicin con diplomticos y militares italianos.
En la confianza de un mejor trato y traicionando a la Repblica, los batallones peneuvistas
del ejrcito vasco se entregan a las tropas de Mussolini, en Laredo y Santoa, mediante
una capitulacin pactada que, al punto, los militares de Franco convierten en papel
mojado.
Comenzaba el xodo del nacionalismo sabiniano o su exilio interior mientras el
pleito vasco los catlicos que no apoyaron la insurreccin sigue suscitando opiniones
encontradas y engrasa sin cesar la maquinaria propagandista de uno y otro bando.
Pensando precisamente en la ira de los franquistas bombardeando Durango y Guernica,
el filsofo catlico Maritain escribe: La guerra santa odia ms ardientemente que al infiel
a los creyentes que no la sirven. Ah est la raz del furibundo antinacionalismo vasco
que se aduea de media Espaa, y que es responsable de las infinitas barbaridades que
se hacen o escriben. Todo eclesistico vasco se convierte en sospechoso de ideas
nacionalistas y hasta el cardenal Gom recibe crticas de indulgencia con los vasquistas.
Como avanzadilla de la torpeza poltica del rgimen de Franco, una de las primeras
disposiciones de las nuevas autoridades fue derogar el Concierto Econmico para las
provincias que haban correspondido con la traicin a aquella generosidad excepcional.
En su pasin punitiva, olvidaba el general a los otros vascos, devotos y colaboradores en
los territorios castigados, y aceptaba sin pretenderlo la filosofa del nacionalismo
reprimido. A partir de entonces, Guipzcoa y Vizcaya entraron a formar parte del sistema
fiscal del Estado, tras casi sesenta aos de autonoma tributaria y administrativa, mientras
Alava y Navarra mantenan la frmula concertada.
Unidos en la represin, laicos y curas acentuaron el carcter agnico y defensivo
del nacionalismo vasco, al tiempo que en una transposicin del xodo bblico caminaron
empujados por un futuro de confusa liberacin. La oposicin al rgimen de Franco se
ofreca desde esa hora como el lugar de encuentro de patria, religin y democracia,
mientras el gobierno vasco guardaba en el exilio el fuego de la restauracin.
Captulo VI
ESTOMAGOS AGRADECIDOS
Una guerra civil nunca termina el da que se firma el ltimo parte de la contienda.
En Espaa, la paz fue la aplicacin durante largos aos de lo que el propio rgimen
llamara la victoria. Cientos de miles de personas, despus de abril de 1939, se vieron
obligados a reorganizar drsticamente su comportamiento y vida en funcin de las
exigencias sociales y polticas del nuevo Estado. Los exiliados hubieron de adaptarse a
los pases de acogida en una situacin nada favorable y con la segunda guerra mundial
encima. Los que permaneciendo en el interior haban sido miembros o simpatizantes de
las organizaciones polticas derrotadas padecieron una constante proscripcin social. Y
las generaciones ms jvenes sin haber participado en la guerra, nacieron en un mundo
de rencores y carencias elementales.
Como cualquier otro rgimen, el franquismo tratara de hacer bueno aquello de que
la historia la escriben los vencedores y pondra todos los medios necesarios para
conseguirlo. Universidades, institutos, escuelas de profesores y en especial el cuerpo de
maestros nacionales fueron objeto de dursimos procesos de depuracin. Tras de los
cuales, la cultura se impondra al servicio integral de los ideales del nuevo Estado y
marginara importantes parcelas de la historia. Espaa perda para siempre cientficos,
investigadores, historiadores, poetas, pintores. Un derroche de sabidura se iba detrs del
ltimo parte de guerra.
Dos sentimientos invadan a los espaoles de esos aos: un desnimo que haca
presa en los vencidos y una exaltacin que mantena unidos a los vencedores. Muy malos
ingredientes para cualquier acuerdo. Pero unos y otros, tarde o temprano, empezaran a
buscarse y con dilogo o encontronazos dibujaran el proceso sociopoltico, largo pero no
aburrido, del franquismo. Al cabo de casi cuatro dcadas, el creador del rgimen mora en
una cama de un hospital madrileo. Slo le mataron sus propios aos y no la ira
organizada de la oposicin a su poltica.
Frecuentemente se habla, sin embargo, de un abrumador antifranquismo. Algo que
no se compadece con la real tolerancia con que amplias capas de la sociedad
soportaron el rigor de esos cuarenta aos. Sin un reparto sociolgico de los beneficios y
poderes del sistema, difcilmente Franco hubiera podido sobrevivir a las crisis, a las
presiones exteriores, a la oposicin poltica, a las protestas obreras y a la soledad del
poder duradero. Cabe ms bien creer que, aparte los apoyos fcticos de los vencedores
de la guerra, el general sostuvo su rgimen con el concurso de las clases medias y de
numerosos obreros, que en el lenguaje de la oposicin no pasaban de ser estmagos
agradecidos.
Todos estos grupos estuvieron bien representados en el Pas Vasco, donde el
desarrollismo econmico trajo pequeas burguesas enriquecidas gracias al orden social
y generaciones de empresarios jvenes beneficiados de la poltica industrial del rgimen y
su autoritarismo. Bien es verdad que los mecanismos de represin funcionaron desde la
primera hora y que el poder mantuvo a los espaoles en la ms absoluta indigencia
poltica y cultural durante largo tiempo.
Por su parte, la gran burguesa vasca no slo pudo recuperar con el franquismo el
poder poltico provincial, perdido durante la Repblica, sino que consigui adems que el
Estado contase decididamente con ella, llegando a tener en Madrid una representacin
muy superior a la que haba alcanzado en otras pocas. Sobre todo, Vizcaya se distingui
como vivero de los cuadros dirigentes del rgimen y lugar de origen de una elite poltica
que contribuy a elaborar y difundir los principios ideolgicos del rgimen. Gracias a este
sector, el nacionalismo espaol se encontr cmodo en el Pas Vasco, participando
espontneamente en el hostigamiento y clandestinidad de su adversario vasquista.
Cuando, muerto el dictador, d la vuelta la tortilla, el nacionalismo vasco dejar ver la
huella de la hostilidad en su poltica de reaccin; de tal forma que nada pudo influir tanto
en su acogida como el patriotismo franquista.
cultural. El miedo a la disociacin llev al Estado del 18 de julio a eliminar del concepto de
nacin el sentido romntico de comunidad espontneamente vivida para sustituirlo por el
falangista de unidad histrica, a la que se atribuye una finalidad, una unidad de
destino. El Estado franquista se apoder del ideario joseantoniano en su vertiente ms
nacionalista para rescatar un conglomerado de regeneracionismo y providencialismo
histrico, que asignaba a Espaa nada menos que la responsabilidad universal de
salvaguardar los valores cristianos de Occidente.
Pero como los vascos resultaban sospechosos de separatismo, la voluntad de
unidad del nuevo Estado espaol le llev a tratar de anular los elementos diferenciadores
de su regin, convirtiendo el problema poltico en una cuestin policial. Todo movimiento
autoritario es centralizador y la Falange y los militares vencedores eran an ms
susceptibles, por cuanto la Repblica contra la que se levantaron haba accedido a las
reclamaciones autonomistas de vascos y catalanes.
El Estado franquista monopoliz los sentimientos nacionales, construyendo un
nuevo tipo de nacionalismo que, como siempre ocurre con stos, habra de ser empleado
para buscar adherencias inquebrantables y fidelidades acrticas. Sin embargo, esa ficticia
uniformizacin de la ciudadana en el ente abstracto llamado comunidad nacional o
simplemente nacin con el natural ocultamiento de los conflictos reales no hizo sino
promover una crecida coaccin y violencia.
En la misma dinmica de todos los nacionalismos, la proclamacin de los valores
considerados propios, la defensa a ultranza de lo espaol, acab exigiendo la
destruccin y aniquilamiento de cualquier otra ajenidad. Esa es la causa de los infortunios
del Pas Vasco durante la dictadura franquista. El nacionalismo estatal siempre
centralizador y burocrtico trat de corregir la trayectoria singular de esa regin y acabar
con las defensas emocionales levantadas por el vasquismo.
Como cualquier nacionalismo, la teora patritica de los del 18 de julio haca una
central, fueron fruta madura de la torpe poltica de los separadores de los gabinetes
franquistas.
LO PEOR DE LA GUERRA
alimentos existentes. Sin embargo, fueron la ley del mercado negro con precios
escandalosos, la corrupcin administrativa y la desigualdad ante el mercado los
elementos que prevalecieron frente a las tericas propuestas de justicia social del
rgimen. La postguerra fue en verdad lo peor de la guerra.
Los primeros aos del exilio vasco tuvieron la aadidura de la pesadilla dramtica
de la invasin alemana, en tierra francesa que por tradicin y vecindad haba sido siempre
buena receptora. Apenas se estaba consolidando la presencia de nacionalistas y
socialistas vascos en el sur galo cuando los nazis atacaron las fronteras de Francia. El
PNV haba utilizado los abundantes medios y recursos que posea para organizar su
estancia en la zona vascofrancesa con la generosa tolerancia del gobierno del pas
vecino. En Bayona se cre un Consulado de Euskadi, en Biarritz un hospital, y colonias
y residencias infantiles en otras localidades.
La aproximacin nazi provoc la huida o el paso a la clandestinidad de muchos
nacionalistas que haban sufrido en su propia carne las buenas relaciones del rgimen
espaol con el III Reich durante la pasada contienda. No anduvieron descaminados los
que as obraban, puesto que en mayo de 1940 comenzaban las deportaciones, eran
clausurados los locales del gobierno vasco y suspendido el peridico Euzko Deya.
Muchos militantes nacionalistas participaron en actividades de la resistencia
francesa, bien a ttulo personal, bien secundando las recomendaciones del partido. Los
peneuvistas alcanzaron justa fama con su red clandestina de ayuda a los perseguidos por
el nazismo y a los aviadores ingleses derribados, a los que paradjicamente lograron
hacer entrar en territorio espaol. Suele ser recordada tambin la participacin
nacionalista en la Brigada Vasca que, integrada en el ejrcito francs, intervino en los
combates finales por la liberacin del pas.
A pesar de algn punto oscuro o de unas cuantas actuaciones individuales de
colaboracionismo, debe afirmarse que los nacionalistas mantuvieron una actitud
enfrentada y hasta activa contra los alemanes. Nada quedo, pues, del filonazismo que
como una costra totalitaria y militarista se haba incrustado en algunos cenculos del
nacionalismo. El periplo personal de dirigentes o propagandistas, como Irujo u Onainda o
el propio Aguirre, y el acercamiento a los Estados Unidos corroboran esa actitud general
antifascista de los miembros del PNV en el exilio.
Lejos de su tierra vasca, pero con mejor instalacin y sin sobresalto, numerosos
nacionalistas, asimismo, pudieron gozar de la hospitalidad de distintos pases de
Sudamrica y de su generosa disposicin para con el exilio republicano. En Mxico,
Venezuela, Argentina y Uruguay principalmente, reforzaron con su dinamismo empresarial
colonias vascas ya prsperas y, al conservadurismo de stas, aadieron la nostalgia y el
toque de distincin de sus declaraciones de soberana. El reloj de la historia vasca qued
parado para ellos en el verano de 1937.
LA ERA AGUIRRE
vasco. Su
fascinacin USA impidi ver al animoso Lendakari las componendas entre franquistas y
norteamericanos, que siempre existieron, aun en los momentos de mayor aislamiento del
rgimen.
En cambio, los nacionalistas vascos, encandilados por el optimismo de Aguirre,
parecan no estar al tanto de la situacin y estuvieron confiando en la ayuda americana a
la Repblica hasta lmites inimaginables. Como obsequio al amigo americano se plegaron
a concesiones no solicitadas pero exigidas por el ambiente creado en la Europa de la
guerra fra con la denuncia y expulsin de los comunistas del gobierno vasco, en mayo de
1948. No estuvieron solos los nacionalistas en este cambio de agujas respecto del
comunismo, tambin el PSOE de Prieto asumi la necesidad de arrinconar al PC, si se
quera que los USA se convencieran de que sin Franco no habra tampoco revolucin en
Espaa.
La guerra de Corea en 1950 agiganta las convicciones antisoviticas de los
dirigentes nacionalistas y, sin obtener contrapartidas de ayuda material o moral del bloque
occidental, se foguearon en rotundas condenas al totalitarismo ruso. Una paranoia
proamericana y antiizquierdista digna del maccarthismo se instal en los cerebros de
algunos dirigentes nacionalistas, que trabajaron en los servicios de informacin de los
USA. La suerte est echada en 1953, cuando se firman los acuerdos militares entre
Espaa y los Estados Unidos. La conmocin y desesperanza son grandes en los
concilibulos nacionalistas, que ven diluirse como un azucarillo toda la trayectoria de su
gobierno y partido, basada en la estrategia de la ayuda americana. La magnitud del
fracaso y la incontestable realidad vasca que mejoraba en el interior, habran de relegar el
protagonismo del exilio en los decenios siguientes.
La que se denomina poltica de prestigio del primer gobierno vasco tendra un
digno colofn en la reunin del primer Congreso Mundial Vasco, realizado, sin embargo,
en las precarias condiciones del exilio parisino en 1956. Fue diseada como altavoz
agnico de una de las ltimas llamadas de socorro del pueblo y la cultura vascas a un
entorno cada vez ms indiferente por la suerte que pudieran correr. Cuatro aos despus,
en marzo de 1960, al final de la dcada triste, mora en Pars Jos Antonio Aguirre, de
optimismo segn un diagnstico ironizante o de dolor por darse cuenta finalmente del
abandono de los americanos, segn otros. El primer Lendakari muri conociendo,
aunque no adivinando ni el alcance ni las posibilidades de una reciente escisin en las
filas de su partido: la de los jvenes comunistas, fanfarrones y contrabandistas, como los
llam el tambin nacionalista Ajuriaguerra del grupo Ekin, luego transformado en la
primera ETA.
REBELION EN LA RIA
Amrica difunden un entusiasta documento, firmado por todo el gabinete, en el que llaman
a la unidad de todos los vascos del mundo en esta hora decisiva. Pero si en el exilio es
Aguirre, sin duda alguna, el que lleva el peso de la oposicin nacionalista, en la
clandestinidad del interior el hombre del PNV es el ingeniero vizcano Juan Ajuriaguerra,
no siempre identificado con la estrategia y simpatas con el Lendakari, hasta hacerse
sospechoso a los servicios de informacin norteamericanos.
Con el pretexto de denunciar la caresta de vida, el 23 de abril de 1951
la
Resistencia vasca lanza una huelga que triunfa en los centros industriales de Vizcaya y
Guipzcoa para extenderse ms tarde y sin tanto empuje a Navarra y Alava. Como es
tiempo de guerra fra, los informes nacionalistas ponen el mismo acento en ponderar su
xito antifranquista y el fracaso de los comunistas, que no participaron en la protesta.
Pero es el canto del cisne de la creencia en la articulacin de una conspiracin
internacional, capitaneada por los Estados Unidos, contra el rgimen de Franco. Algunos
nacionalistas pensaron en aquella hora que su partido haba sido utilizado por los
americanos no tanto para la liberacin de Euskadi cuanto para sustentar su hegemona en
el mundo. En el colmo de la desesperanza, los amigos franceses despojaban al gobierno
vasco de su sede parisina de la avenida Marceau y se la entregaban a las autoridades de
Franco.
EL EUSKERA Y LA CUADRILLA
empleados por Sabino Arana para designar a los vascos, haban entrado en bancarrota.
La misma que vena arrastrando el euskera desde haca cien aos, cuando la burguesa
le dio la espalda. Sin embargo, desplazados los otros definidores de identidad, la lengua
ocup todo aquel espacio desamparado.
La habilidad policial y la torpeza poltica del rgimen de Franco fueron el baln de
oxgeno que el vascuence necesitaba. Convertido en esperanza y signo democrticos, el
aprendizaje y uso del idioma abandonaron su reducto popular y aldeano para identificarse
con la defensa de los derechos humanos pisoteados por el poder central. Sali de las
sacristas y de la moralina de los eclesisticos, sus casi exclusivos cultivadores con
pretensiones literarias, y se incrust en el corazn laico de la protesta y la radicalidad.
Pero para ser ms operativo en poltica, el idioma debi superar su fragmentacin
dialectal y construir una unidad, el euskera batua, que se convertira en la base del
programa educativo de las escuelas.
Frente al pluralismo de la sociedad vasca, el euskera y la llamada cultura
euskaldn funcionaron como elementos cohesionadores y definidores de identidad de la
comunidad nacionalista. Hubo adems otros instrumentos que aseguraron los vnculos
de la familia sabiniana durante el franquismo. Ser nacionalista del PNV, desde Arana
hasta hoy, es mucho ms que tener una afiliacin poltica. Consiste, lo apunta Juan
Aranzadi, en participar en todo un entramado de condicionamientos y prejuicios sociales,
que atan a los miembros del grupo y les hacen vivir su comunidad como una presunta
restauracin del anterior nacionalismo.
De ah que los ambientes nacionalistas pudieran ser las mejores academias de
socializacin poltica bajo la dictadura de Franco. Porque si es verdad que los duelos con
pan son menos, los nacionalistas vascos aliviaron sus penas con un bienestar econmico
muy superior al del conjunto espaol. Pero nunca quiso entender el cotarro peneuvista
que su privilegiada situacin dependa estrechamente del proteccionismo arancelario del
anmica. De ah el rechazo del alma vasca al vaco que diluye y aniquila su entidad, el
horror vacui de las fantasas de Oteiza.
LA CRUZ Y LA IKURRIA
Pas Vasco haban desperdigado por el mundo a sus curas nacionalistas para evitarse
problemas con la gente de Franco, algunos recalaron en Roma y se introdujeron en los
despachos de la Curia Vaticana. El propio gobierno vasco en el exilio, como confesaba
Jess Mara de Leizaola, su presidente a la muerte de Aguirre, mantena un estrecho
contacto con la realidad vasca a travs de esos confidentes eclesisticos, que le hacan
sentirse en Roma en un ambiente nuestro. As no es de extraar que la cpula
eclesistica estuviera siempre tan enterada y que la diplomacia de Franco encontrara
resistencias y resabios en los monseores romanos.
Especial resonancia tuvo un documento firmado por 339 sacerdotes, con amplia
mayora de guipuzcoanos y vizcanos, que presentaron a sus obispos, al nuncio y a la
Secretara de Estado del Vaticano en mayo de 1960. Los signatarios condenaban la
persecucin de las caractersticas tnicas, lingsticas y sociales que nos dio Dios a los
vascos. Los nombramientos episcopales y la situacin poltica vigente. No hay un solo
alegato de los eclesisticos vascos contra el rgimen en el que la represin franquista de
la singularidad vasca no constituya el centro de la protesta. Cualquier otra denuncia
poltica o social qued diluida ante sus apocalpticas condenas del uniformismo franquista,
al que, en sus efectos en el Pas Vasco, tildaron de genocidio, inquietante palabra pronto
consagrada en la literatura episcopal.
Publicaciones clandestinas de curas vascos las hubo en gran nmero a lo largo de
la vida del dictador; la mayora de ellas confirma el protagonismo clerical en el
mantenimiento y promocin de la filosofa y el vocabulario del nacionalismo vasco. Un
folleto ciclostilado de nombre Egiz vio la luz en marzo de 1950, cuando la Santa Sede
presionada por el gobierno espaol separ de la dicesis de Vitoria las provincias de
Vizcaya y Guipzcoa para erigir dos nuevas sedes. Durante su corta vida de dieciocho
nmeros fue objeto de dos decretos episcopales de prohibicin por reivindicar los
derechos del pueblo vasco y defender la autonoma de la Iglesia.
cristalizar el descontento
cristiano ante una Iglesia a la que se pide mayor sensibilidad respecto de las
particularidades tnicas y culturales de su grey. De este modo, la Iglesia comenz a
desarrollar en el terreno de la izquierda la funcin parapoltica que vena desempeando
entre las derechas, pero con distinto personal y distintas ofertas religiosas. Para muchos
catlicos vascos el salto desde el mundillo eclesistico esotrico y artificial al mundo
comprometido y real signific su apertura al nacionalismo vasco, a remolque de una
Captulo VII
EL NACIONALISMO DE LA IRA
sectores del pueblo vasco. En el carnaval trgico del Pas Vasco dicha organizacin
consigui vincular la conciencia vasca, el ser vasco, al sentimiento antirrepresivo y al
rechazo a las Fuerzas de Orden Pblico. En efecto, toda la comunidad nacionalista
acept con facilidad, como seales de identidad diferenciadoras, la interiorizacin del
hecho represivo aunque a buena parte de ella no le afectara y la repulsa a los agentes de
la represin.
Es ETA una conciencia nacionalista interclasista, que se hace presente con
distintas manifestaciones en diversos sectores sociales. Si el nacionalismo vasco, ms
que una ideologa, es una conciencia social, ETA, que brot de ella naci tambin de su
conciencia; asumi sta, en vez de combatirla. Por ello, cualquier nacionalista vasco
podr condenar los mtodos de ETA, pero lo que nunca podr hacer sin traicionar su
conciencia nacionalista es rechazar el propsito final de la organizacin: la independencia
de Euskadi. Por el resbaladizo terreno de los fines y medios, con Maquiavelo al fondo, se
ha movido el nacionalismo vasco tradicional acompasando sus apoyos y condenas a ETA
al ritmo de oposiciones, transferencias e intereses en una historia de amor y desamor
que es, como veremos, la crnica del postfranquismo.
En el nimo de los espaoles que sufrieron la cuarentena franquista hay dos ETA
bien distintas. Una, la que golpe con contundencia los aparatos de la dictadura y se dej
sentir como una esperanza; la otra, la que asesta cornadas a la democracia y se percibe
como una pesadilla. Ambas son hijas del nacionalismo vasco y es su entraa radical y su
sentimiento airado los que alimentan su engranaje.
de sus
este teorizador populariza entre los etarras los principios de la guerra revolucionaria que
habra de liberar el Pas Vasco.
La actitud equvoca de Krutwig con la clase obrera, en especial los emigrantes, va
a ser superada por el intento de identificacin entre liberacin nacional y revolucin
social, realizado por otro de los idelogos de esta primera fase. El abogado bilbano Jos
Etxebarrieta se inspira en la incorporacin maoista del nacionalismo a la lucha de clases
en la China de los aos cuarenta, en la que coincidieron el enfrentamiento entre
burguesa china y campesinado con la guerra contra los ocupantes japoneses.
A partir de la aplicacin de este esquema a la imagen de una Euskadi ocupada y en
permanente conflicto de clases, se desarrollar en ETA un ala izquierdista, que ya en el
verano de 1963 mantiene contactos con el movimiento obrero de la margen izquierda
bilbana, aunque no sea hasta la segunda parte de la V Asamblea que se pueda tener en
estima una definicin del obrerismo etarra. As y todo, cuando la organizacin edita un
opsculo titulado La insurreccin en Euskadi, en el que expone los principios y tcnicas
de la lucha armada es clara la influencia maoista de las aportaciones de Etxebarrieta.
Nota: Sobre Krutwig**. Una vez instaurada la Constitucin Espaola de 1978, en el
Hotel Ercilla, todos los aos, durante veinticinco, hemos asistido el da 6 de diciembre,
diversas personalidades tanto de la cultura como de la poltica, exceptuando partidos
nacionalistas. Nos invitaba el abogado bilbano Juan Moreno Lombardero a asistir a dicha
reunin. All he coincidido muchos aos (hasta su muerte), y comentbamos la actualidad
poltica y cultural (conoca muchos idiomas entre ellos el Griego). Le coment como
siendo el idelogo de ETA anticonstitucionalista, el asista a apoyar la Constitucin
Espaola). Nunca me lo dijo.
Le conoc a Moreno Lombardero 1 Como uno de los abogados defensores de los
etarras que estaban procesados y tenan penas de muerte en el famoso proceso de
Burgos
EL GRAN LEVIATAN
en el Pas Vasco de padres a hijos y era reeditado con cada intervencin represiva del
rgimen.
Otro hecho de gran transcendencia y duracin haba sido la profunda
transformacin socioeconmica de los vascos y el afianzamiento del ideario socialista, sin
que el nacionalismo peneuvista supiera acertar en su adecuacin programtica a esos
cambios. La escisin de ANV al comienzo de los aos treinta constituy un autntico
sntoma de la necesidad de pluralismo poltico en la familia nacionalista. Advertencia cuyo
sentido pas desapercibido hasta que la radicalizacin y profundizacin en las estructuras
sociales y polticas tras la guerra desemboc en una disidencia de entidad ideolgica y
repercusiones mucho mayores.
A pesar de los titubeos y las adherencias aranistas, la evolucin de ETA iba a tener
en cuenta necesariamente el protagonismo del socialismo obrero, verdadero motor de la
historia vasca en pie de igualdad con el nacionalismo, desde su aparicin simultnea.
Pruebas de esta evolucin pueden ser rastreadas desde 1964 y antes, pero empiezan a
sonar con fuerza en la III Asamblea (abril-mayo de 1964) en la que se ataca por primera
vez sin rodeos al PNV, que es calificado de burgus al mismo tiempo que se proclama un
nacionalismo anticapitalista.
No es desdeable, ni mucho menos, la aportacin que el joven movimiento recibira
del sector catlico de base y de los curas jvenes, cuya beligerancia nacionalista ya
conocemos. Desde el arranque de los sesenta entorno a la agitacin producida por el
Concilio Vaticano II se constata una intensa toma de conciencia social por parte de
muchos cristianos que se preocupan vivamente de los problemas que afectan a las clases
populares. La vehemencia participativa de seminaristas, clrigos y trabajadores catlicos
encontrar un excelente cauce en la radicalizacin terica y prctica de la nueva
organizacin.
Cuando en 1965 se convoca la IV Asamblea, el binomio socialismo-nacionalismo
EL FETICHISMO DE LA SANGRE
segunda opcin. Despus de un proceso de lucha interna, saldado con una disidencia y la
separacin de una parte importante de la directiva histrica, la organizacin que surge de
esta Asamblea desencadenar una serie de acciones violentas en el marco de un
franquismo incapaz de evolucionar.
Los espaolistas separados de ETA forman otra organizacin ETA berri (nueva)
que tomar el nombre de Movimiento Comunista de Espaa de orientacin prochina.
Los culturalistas son derrotados en la segunda parte de la Asamblea y poco ms tarde
Txillardegui, Benito del Valla y Aguirre abandonan ETA por considerar que el marxismoleninismo se haba convertido en la ideologa oficial de la organizacin y por desacuerdo
con la ofensiva que se preparaba.
Bajo la presidencia de Etxebarrieta, la Asamblea adopta los postulados del
nacionalismo revolucionario y estructura la organizacin en cuatro frentes: poltico, militar,
obrero y cultural. Corrige su anterior autodefinicin como: movimiento socialista vasco
de liberacin nacional, lema en el que aparece el trmino socialista, ausente en su
primera enunciacin de 1962. En junio de 1968, la muerte del propio Etxebarrieta por
disparos de la guardia civil precipitar los acontecimientos y empujar a ETA
definitivamente a la lucha armada, sobre cuya licitud se haba solicitado antes
asesoramiento sacerdotal.
La nueva estrategia adoptada se lanza mediante la intensificacin de acciones
violentas (bombas, atracos...) que contribuyen a popularizar a ETA y sus objetivos y a
preparar la base sociolgica que asegure el buen resultado de la espiral. En este sentido
la muerte, en agosto de 1968, del cruel polica Melitn Manzanas, seguida de una
escalada espectacular de la represin produjo la reaccin esperada de incremento de la
lucha social y aumento de la conciencia antifranquista, adems de la sensacin de
vulnerabilidad del aparato del Estado.
El Frente Obrero de ETA se puso en marcha en medio de la estrategia de espiral
con efecto de doble filo, ya que mientras la accin armada contra el Estado puede
contribuir a la afirmacin de la popularidad de los etarras, el mismo radicalismo les
perjudicar entre la mayora de obreros proclives a la moderacin. En 1967 el Frente
Obrero de ETA apenas cuenta con una veintena de militantes, aunque su presencia ya se
nota en las grandes fbricas vizcanas (Babckok, La Naval, Altos Hornos, General
Elctrica) y en algunos centros fabriles guipuzcoanos (Mondragn, Hernani; Beasain).
Menudean los contactos con dirigentes comunistas y finalmente, en ese mismo ao, el
Frente entra a formar parte de CCOO.
Tambin ETA con su radicalismo nacionalista ha conseguido ganar a unos cuantos
curas que difunden el movimiento entre su clientela, ofreciendo modelos de resistencia
cristiana al genocidio franquista. La polica est convencida del apoyo sacerdotal a ETA
y proliferan los registros y las detenciones. En agosto de 1968, una cuarentena de
sacerdotes ocupa las oficinas del obispado bilbano para denunciar la actitud
contemporizadora del Obispo con la polica. Es la primera vez en la historia de la Iglesia
espaola que un edificio religioso es tomado por sacerdotes. Surge un colectivo de curas
bautizado con el nombre de Gogor (fortaleza) que canaliza la protesta ms radical de la
Iglesia contra el rgimen, llevndola muy en sintona con los objetivos y estrategia de
ETA.
A partir de 1968 las secularizaciones sacerdotales se hacen, de da en da, ms
frecuentes, manifestando su conexin con el radicalismo de ETA y con los
enfrentamientos de clero y jerarqua. Inmersa en una abierta lucha poltica contra el
rgimen
la Iglesia vasca tuvo que pagar un precio bien alto por su beligerancia. El
abandono del sacerdocio y la religin por cientos de curas y catlicos militantes fue el
saldo ltimo de esta tentacin radical del nacionalismo eclesistico. De esta forma naca
una nueva categora social (los excuras, exreligiosos, exseminaristas), que tanto juego
dara en los partidos polticos vascos a la muerte de Franco.
compaginar la lucha armada con la accin de masas, ETA (m) rechazaba la estructuracin
poltico-militar y como tal grupo armado no consideraba procedente participar en
operaciones de masas.
Los meses anteriores a la muerte de Franco fueron de una actividad intensa para
las dos ETA, que vean en cualquier miembro de las Fuerzas de Seguridad un buen
objetivo. El gobierno tambin atac y, con el teln de fondo del estado de excepcin de
abril de 1975 y de la Ley Antiterrorista de agosto, cayeron muertos o presos destacados
dirigentes poltico-militares. Poco antes de morir, Franco ejecutaba a dos etarras en
medio de un mar de manifestaciones y protestas contra su persona y contra su rgimen.
Captulo VIII
LA DEMOCRACIA NACIONAL
Cuando en noviembre de 1975 se permita morir por fin a Franco, en el Pas Vasco
ya se haban hecho perseverantes dos palabras, amnista y autonoma, que dejaran
escrita la historia de los aos posteriores. Si muerto el dictador muchos creyeron haber
matado al padre y con l sus demonios familiares, pronto se daran cuenta de que la
liberacin de la vida privada y pblica tendra que aceptar la ortopedia de algn tipo de
ordenanza, constitucin o reglamento que pusiera banderrillas al nefito del desmadre
espaol. Ms que en ninguna otra parte de Espaa, en el Pas Vasco el poder poltico,
fuera ste cual fuere, perdi siempre la carrera ante la iniciativa popular que no se par en
barras ante lo que se llamaba la legalidad vigente.
En marzo de 1976 haba en Espaa cerca de seiscientos presos polticos,
nacionalistas vascos en su mayora. Grandes campaas y nutridas manifestaciones los
fueron arrancando de las crceles con distintas coartadas jurdicas. Multitudinarios
EL CAJON DE SASTRE
Esta notoria disfuncin estaba siendo capitalizada por una coalicin desde los
ltimos meses de 1978. La trayectoria de Herri Batasuna en el mbito electoral iba a
tener resultados imprevistos al servir de cauce a esta diferenciacin poltica del
nacionalismo. La primera confrontacin electoral a la que acudira le proporcionaba ya
150.000 votos y cuatro escaos parlamentarios nunca ocupados.
Entre esa fecha y la actualidad, HB ha polarizado su actividad poltica en torno al
rechazo de la legalidad estatutaria, la solidaridad con los presos etarras, la lucha por el
euskera o los intentos de cobertura de las acciones de ETA. Como prolongacin de sta,
ha abanderado las frustraciones que la implantacin del sistema parlamentario estaba
ocasionando en la generacin de antiguos nacionalistas radicales. Pero adems ha sido
el punto de apoyo electoral y movilizador de trabajadores y parados que rechazaban el
reformismo sindicalista de UGT o CCOO, de jvenes a los que el sistema no ofreca
aliciente alguno, de elementos anarquistas dispersos, de militantes ecologistas y sectores
antipoliciales, simpatizantes de la lucha radical. La valoracin revolucionaria de lo
marginal ha hecho de los batasuneros los grandes defensores de todas las causas
perdidas y todos los motivos de rebelin.
Pese a su independentismo radical Herri Batasuna ha sido tambin refugio de
algunas capas de la inmigracin. Castellanos, gallegos, andaluces y extremeos han
buscado en la coalicin nacionalista el remedio a los conflictos generados por la
marginacin y el desarraigo. Cuanto ms xenfobo y agresivo resulte el nacionalismo
receptor de emigracin sugiere Andrs de Blas ms suelen ser los casos de frenticos y
fanticos intentos de arraigo mediante la apropiacin de las ms extremosas
proposiciones de esa ideologa nacionalista. Ah tiene que estar una de las claves de la
militancia patritica de tantos emigrantes, que para hacerse perdonar, obsequian al
LA NEGOCIACION VIOLENTA
mantenimiento
de
la
cadena
de
atentados
de
las
provocadoras
nacionalismo
democrtico
pareci
encontrar
motivos
de
disgusto
rondan la cuarentena anual entre 1981 y 1986, con abultadas masacres posteriores en
Zaragoza y Barcelona, extendiendo entre los polticos vascos la conveniencia de aceptar
el mal menor del dilogo-negociacin con ETA. Mientras tanto, y desde la llegada del
PSOE al gobierno, el Estado ha mantenido todas las alternativas. De un lado ha
establecido contactos con ETA, muchas veces negados en pblico, cuando no aireados
como las conversaciones de Argel. De otro, ha sofisticado y discriminado la accin
policial, insistiendo en un crculo menos abierto de sospechosos y en el entorno de
familiares y amigos de militantes. Y tambin ha encontrado una eficaz colaboracin en el
Estado francs, que desde 1986 viene poniendo un mayor empeo en el control,
detencin y extradicin de los etarras, explotadores de su hospitalidad.
En su intento de ganar la partida a ETA, el gobierno ha tratado de crear fisuras en
la organizacin mediante el ofrecimiento de la reinsercin social a algunos de sus
miembros, en determinados supuestos penales. Con esta poltica han podido abandonar
la crcel decenas de etarras, creando intranquilidad a su direccin, que en septiembre de
1986 asesin a Mara Dolores Gonzlez, alias Yoyes, una antigua dirigente que se haba
reinsertado. El sndrome de Yoyes convencera a ms de un etarra a rehusar la
reinsercin por lo que el gobierno, a partir de 1989, dispersara progresivamente estos
presos entre las distintas crceles de Espaa, tratando de evitar la coaccin ejercida en
los colectivos ms amplios por los duros de la organizacin.
Una vez que ETA se afianza en la decisin de imponer violentamente las
conversaciones con el gobierno, los atentados terroristas cambian de sesgo al tiempo que
la macabra extorsin conocida frvolamente con el nombre de impuesto revolucionario
hace posible abandonar otras fuentes de ingresos ms complicadas y aleatorias, como los
atracos a entidades bancarias. Pero no los suculentos secuestros de generosidad
millonaria. Se desconoce el verdadero alcance que las exacciones econmicas han tenido
entre el empresariado vasco, pero viene siendo habitual referirse a ellas como principal
su
independencia
poltica,
pactada
en
el
perodo
preelectoral.
Los
Mientras que los principios ideolgicos diferenciadores de los militantes del PNV
respecto a los de EA son difciles de precisar, Euzkadiko Ezkerra (EE) representa, al
menos en su programa, posiciones de izquierda, que tienen poco en comn con el
conservadurismo exclusivista del nacionalismo tradicional. En sus orgenes, como en
tantos acontecimientos del Pas Vasco, est ETA, en su sector escindido poltico-militar.
El antecedente ms inmediato, Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, defensor de la idea
de construir un partido que interviniera en la lucha poltica y social de los obreros vascos.
Su misteriosa desaparicin y muerte, probablemente a manos de sus compaeros ms
violentos, no conseguira detener, en el verano de 1976, el proceso de desdoblamiento de
ETA (p-m) en una organizacin armada ilegal y en otra poltica legal, que dara origen al
nacimiento de EIA, antecedente inmediato de Euzkadiko Ezkerra.
A partir del desdoblamiento, los poli-milis iran acomodndose mal que bien a la
rpida evolucin de Euzkadiko Ezkerra. De tal modo que mientras los milis tras la muerte
de Argala en fecha y con procedimientos que recordaban necesariamente el atentado de
Carrero abandonaban todo intento de teorizacin, los poli-milis se entregaban a la
complicada tarea de inventar argumentos que hicieran compatibles sus matanzas y
extorsiones con la defensa del Estatuto de Autonoma y las instituciones democrticas
vascas. De ah que el maridaje ETA (p-m)-Euzkadiko Ezkerra se fuera enfriando hasta
llegar a un manifiesto alejamiento, tras la brutal campaa etarra contra UCD, otoo de
1980, rematada con la muerte del profesor universitario y dirigente centrista, Juan de Dios
Doval,
que
provocara
verdadera
indignacin
popular,
ostensible
en
distintas
una llamada sin respuesta pidiendo a las dos ramas de ETA un alto el fuego.
La intentona golpista del 23-F sirvi para que ETA (p-m) anunciara una tregua
indefinida e invitara a ETA militar a cesar en sus acciones violentas, dejando a las fuerzas
polticas la resolucin de los problemas que la lucha armada no haca sino agravar. Tal
sugerencia no tuvo efecto alguna entre los milis, que en seguida se embarcaban en una
nueva oleada de violencia. La principal renovacin de Euzkadiko Ezkerra vino de la mano
de un importante sector del PC vasco que en 1981 pidi su ingreso en el partido,
enriquecindolo con su talante pacifista y democrtico. El desembarco comunista aceler
el firme posicionamiento de Euzkadiko Ezkerra frente a la violencia y despoj al partido de
la ganga irracional de raz nacionalista, inyectndole principios marxistas.
De todos los partidos socialistas, que surgieron por distintas regiones de Espaa al
comienzo de la transicin, casi slo queda Euzkadiko Ezkerra. Con una presencia
parlamentaria estable pero reducida, EE ha gozado de una honorabilidad y un prestigio
que no se compadecen con sus orgenes tan poco democrticos. Durante largo tiempo ha
fascinado a los intelectuales vascos, que ven en la doble fidelidad nacionalista y marxista
la substancia imprescindible para fundamentar una militancia respetable en Euzkadi. As
mismo ningn partido ha tenido, fuera del Pas Vasco, tan buena prensa como Euzkadiko
Ezkerra, cuyos lderes siempre han disfrutado de alta aceptacin en toda Espaa.
No obstante su disponibilidad para la racionalizacin de la vida poltica en el Pas
Vasco, EE tiene que luchar con los ingredientes antagnicos que lo constituyen.
Nacionalismo y socialismo se enfrentan para conseguir la ltima definicin del partido en
el congreso que, a comienzos del 1991, trata de poner orden en la casa, despus del
preocupante retroceso experimentado en las elecciones al parlamento vasco. La victoria
prrica de las corrientes socialistas tal vez no sirva para enderezar la cada del partido,
cuya direccin anterior, en su ansia de tocar poder, haba subrayado el nacionalismo de
su programa.
COMPAEROS DE AUTODETERMINACION
que tambin ste vale ms que mil palabras. Ninguna autoridad autnoma sali a recibir a
la Reina de Espaa, cuando lleg al Pas Vasco en viaje humanitario a raz de una
catstrofe en una escuela. El Presidente Surez tambin sufri su dosis de desaire en su
visita oficial al Pas Vasco; por no hablar de los trgalas que aguantan los delegados del
gobierno central en el desempeo de su funcin. La negativa a utilizar las formalidades
legales en la investidura del Lendakari pertenece as mismo, al vademcum de liturgias
y gestos que con tanto ahnco y destreza manejan los nacionalistas.
Ms que un smbolo y rozando la deslealtad constitucional, el derecho de
autodeterminacin, gracias al maridaje de las fuerzas nacionalistas, triunfaba en el
parlamento vasco, el 16 de febrero de 1990. Como tantas otras veces rompi el fuego
Herri Batasuna en un intento de capitalizar la marejada popular provocada por el
desplome comunista de la Europa del Este y las noticias que se reciban de la
radicalizacin de los nacionalismos soviticos. Ya el 17 de diciembre de 1989 congrega
en Bilbao una muchedumbre con lemas de autodeterminacin y negociacin con ETA. El
PNV, socio del PSOE en el gobierno, se mueve con cautela y aconseja a los suyos
prudencia a la hora de secundar las movilizaciones. Pero an a riesgo de enfrentarse con
los socialistas de su gabinete, sigue adelante hasta llegar a un acuerdo con EE y EA, que
ms resolutivos haban manifestado sin ambages su deseo de autodeterminacin. Al
aprobar este derecho, el parlamento vasco se convierte en la primera asamblea regional
de un pas de la Comunidad Europea que adopta tal decisin.
Aunque la entidad jurdica de la proposicin no permita su puesta en prctica, la
votacin ganadora de los nacionalistas sirve para afirmar testimonialmente la soberana
del Pas Vasco y ganar un pulso a Madrid. Luego vendran los galimatas explicatorios del
alcance real de la aprobacin y el gastado recurso a ETA PARA JUSTIFICAR LA
PIRUETA. Se trataba, una vez ms, en boca del PNV, de arrebatar a la organizacin
terrorista su principal bandera y de confirmar que toda reivindicacin poda ser
Captulo IX
EL MALESTAR DE LA CULTURA
demostrar que se quiere ser vasco. Con la ventaja para los que tienen estas
preocupaciones de identidad que la voluntad de ser vasco aparece en el sentir
estadstico como la nica condicin para serlo de verdad. Ah est la raz de tanto gesto y
tanto testimonialismo que sofocan la vida social en el Pas Vasco.
Ms que en ninguna otra regin de Espaa, la poltica ha tratado en el Pas Vasco
de engullirse a la sociedad civil, y sta ha tenido que soportar tanta mediacin ramplona
de los partidos que en ocasiones le fue imposible digerir las embestidas de sus
maquiavelismos y de sus maquinaciones domsticas. Porque adems sta poltica se ha
movido con demasiada frecuencia entre ancdotas, gritos, historietas pintadas y sangre.
Pero por mucho que el escepticismo y la abstencin amenacen el modelo democrtico,
aunque el poder del pueblo sea slo una mueca de la realidad dictada por un partido, la
sociedad civil sigue sin sacudirse el yugo de la poltica y no acaba de poner a los polticos
en su sitio.
Demasiado marcada por el combate poltico, la vida cultural en el Pas Vasco
refleja la misma tensin en la que se mueve el nacionalismo dominante. Suele repetirse
que la historia la hacen los vencedores, y algo de esto ocurre en el Pas Vasco. En algn
libro reciente se lee que cuando los castellanos ( y tambin guipuzcoanos y alaveses!)
invadieron Navarra en 1512 se encontraron con muchedumbres que gritaban Gora
Euzkadi. Podra ser sta una ancdota graciosa si no retratara una cierta anacrnica
querencia a transportar muy lejos el sentimiento nacionalista. El mismo que confundi al
Lendakari Ardanza cuando al trmino de la celebracin religiosa inauguratoria del V
centenario de San Ignacio dijo de este que era uno de los grandes vascos singulares del
siglo XV que llevaron el nombre de Euzkadi a muchos lugares del mundo.
La mitologa, en verdad, ha tratado de desplazar a la ciencia contando con la
subvencin y aplauso del poder, pero no ha podido rematar del todo su labor. En
ocasiones se ha tenido que contentar con el cambio de nombre de calles y no es
particularismos. Frente a la triste situacin del rgimen anterior, en la que lo cultural era
izado para justificar toda una gama de actos que iban de lo estrambtico a lo
extravagante, el concepto en manos del nacionalismo vasco no ha sido an recuperado
para la lucidez y el bienestar intelectuales. Culpables de este desaguisado son tambin la
ignorancia y la demagogia, el oportunismo de los partidos y el miedo a los violentos del
nacionalismo. Porque tambin en este terreno la dialctica de los puos y las pistolas
jugaba a favor de la propagacin del modo cultural nacionalista.
Desde la constitucin de la autonoma en 1980 con las siglas del PNV, la prctica
del nacionalismo fue el principal elemento en la planificacin cultural del Pas Vasco. El
sustento de este nacionalismo-cultura es, y de forma agobiante, el euskera, repleto ms
que ningn otro factor de honda significacin nacional. Pero si en el franquismo esta
lengua tuvo un valor poltico de afirmacin democrtica y resistente ahora, pasados los
tiempos de persecucin lingstica, se manifiesta con otra trascendencia ms pragmtica
de colaboracionismo e instrumentalizad. En el Pas Vasco el idioma es fuente inagotable
de conflictos y enfrentamientos y, paradjicamente, lo que debiera ser instrumento de
comunicacin y enriquecimiento cultural ha devenido elemento de discriminacin y
desavenencia.
La lucha por el euskera como factor de identidad tnica de los vascos tiene una
larga trayectoria, cuyo final est muy lejos de vislumbrarse. La escalada del nacionalismo
ha venido acompaada de un movimiento culturalista, cuyo eje principal se sita en la
afirmacin del idioma vasco, como fundamento irrenunciable de la ideologa sabiniana.
Durante estoa aos el gobierno y las dems instituciones vascas han hecho esfuerzos
agobiantes y dispendios difciles de justificar bajo una ptica racional, por conseguir que
LA SUMISION Y LA PROFECIA
que se han resistido al idioma. De este modo la Iglesia vasca reproduce la batalla
lingstica que divide a su parroquia, y renuncia a constituirse en lugar de encuentro de lo
culturalmente diverso.
A lo largo de estos ltimos aos, la Iglesia vasca viene perdiendo de modo
progresivo su antigua influencia como elemento de integracin de la sociedad vasca. La
hemorragia clerical pasaron los tiempos en que el Pas Vasco era la gran cantera
vocacional de Espaa, las tensiones internas de la propia Iglesia y el proceso de
secularizacin ideolgica estn erosionando el viejo protagonismo de la institucin
eclesistica. Quedan muchsimos rasgos propios de un pueblo de tradicin y costumbres
catlicas, la sociedad rezuma smbolos religiosos por todas partes, pero la Iglesia como
tal ha perdido terreno. Sabemos por las investigaciones del socilogo Javier Elzo que el
descenso de la prctica religiosa es mucho ms acentuado en la poblacin autctona que
en la inmigrante. Asimismo el nivel de creencias de los vascos es, en conjunto, inferior al
de la poblacin espaola y similar a la media europea.
La Iglesia vasca ni siquiera pudo jugar en la transicin poltica entre 1975 y 1978 el
papel que la Iglesia espaola acert a desempear, apoyando al sector reformista del
franquismo, alentando a la oposicin democrtica y contribuyendo, como ninguna otra
institucin, al reblandecimiento de la agresividad de la derecha conservadora contra el
nuevo rgimen democrtico. En el Pas Vasco el protagonismo y la iniciativa los tuvieron
siempre la violencia y ETA, y la Iglesia hubo de bailar al son que stas tocaban. Desde su
apoyo a la amnista, a la salida del rgimen de Franco, hasta su apuesta por la
negociacin con el grupo terrorista jams la Iglesia dej de estar a remolque de las
decisiones de la violencia.
Inmersa en las manas y frustraciones del nacionalismo, la jerarqua vasca no
consigui introducir racionalidad y tolerancia en el laberinto vasco. Antes al contrario, la
religin y sus ministros han bajado con demasiada frecuencia a la arena poltica partidista
poniendo no escasa dosis de fanatismo. Los propios obispos, haciendo gala de manifiesta
inoportunidad, han contribuido en distintas ocasiones a exacerbar los nimos con
exhortaciones muy poco pastorales.
La coincidencia de la Iglesia con el poder nacionalista ha hecho que se hable de un
nacionalcatolicismo vasco, en el que se reproducan todas las formas y tics del viejo
nacionalcatolicismo franquista. Utilizando un lenguaje religioso, la Iglesia vasca particip
en el juego simblico ritual solicitado por el nacionalismo moderado, contribuyendo a la
revalidacin de un proyecto sociopoltico concreto. La afinidad entre la Iglesia oficial y el
nacionalismo dominante les hara coincidir en un cierto moralismo abstracto y genrico,
en su vocabulario poltico, en la dificultad de llegar a afirmaciones precisas y de llamar a
las cosas por su nombre o por sus siglas, y a partir de 1980 en un cambio simultneo de
actitudes. En sus relaciones con el poder poltico la jerarqua vasca es muy selectiva, y
prefiere siempre a los nacionalistas vascos del gabinete de Vitoria antes que al gobierno
central. As se les pasan por alto a los obispos vascos ciertas conductas de las
autoridades de la autonoma y caen en la cuenta para reprobarlas cuando provienen de
Madrid.
Desde la carta colectiva de 1937 difcilmente se encontrarn en la Iglesia espaola
textos tan temporalistas como las pastorales que los prelados vascos, bajo el liderazgo
intelectual de Jos Mara Setin, obispo de San Sebastin han dado a conocer a la
opinin pblica. Siempre con el leitmotif de la defensa de la autonoma o del rechazo
matizado de la violencia poltica, los escritos de la jerarqua vasca firmados
conjuntamente desde 1977 vienen suscitando polmicas y sentimientos muy encontrados.
En distintas ocasiones con motivo de la situacin creada en su jurisdiccin y en toda
Espaa a raz del fallido golpe de Estado; a propsito de la LOAPA o sobre la negociacin
con ETA, desde diversas instancias se pidieron cuentas a los prelados por el uso
temporalista que hacan de la auctoritas episcopal en asuntos claramente polticos.
pornografa entre las causas de ella. Tambin era cierto que los obispos, que en seguida
perdieron el miedo a usar palabras como torturas, represin institucional o polica
rehusaron siempre emplear trminos como terrorismo o ETA, que hasta abril de 1981 no
fue condenada por su nombre. Para entender esta actitud de los jerarcas vascos hay que
recordar que son sectores nacionalistas y cristianos los que durante ms tiempo han visto
con simpata a ETA, y a los que ms cuesta despegarse afectivamente de ella.
Es verdad que la jerarqua vasca ha ido acentuando la contundencia de sus
condenas a ETA pero no es menos que las ha hecho acompaar casi siempre con el
reproche de la actuacin de los cuerpos policiales o con el intencionado recordatorio del
respeto a los derechos humanos. En momentos en los que el terrorismo etarra golpe con
especial inhumanidad la masacre de Zaragoza, por ejemplo semejante condena bipolar
pareci a muchos un cruel sarcasmo o una malvola inoportunidad. Porque leyendo la
cartilla la polica o al Estado, al socaire de la condena a ETA, pareca como si se buscara
una equiparacin de violencias y maldades, de intransigencia y deslegitimidad. Intencin
que no se puede excluir de la voluntad de los obispos, cuyo discurso ideolgico
coincidente con el del nacionalismo plantea la revisin de la legitimidad del Estado dentro
del territorio vasco.
Si la acusacin de cerrar los ojos a la violencia etarra es injusta en el caso de los
obispos vascos, no se puede decir lo mismo de algn sector fanatizado de su clero. El
lenguaje y los smbolos religiosos son para el patriotismo radical eclesistico el mejor
soporte de lo que bien pudiera llamarse justificacin cristiana de la violencia. Casi como
un anacronismo, de vez en cuando se hace notar una coordinadora de sacerdotes, poco
representativa pero inmune al desaliento, cuya manipulacin del lenguaje religioso se
actualiza trgicamente en los funerales de los etarras. Envueltas en una retrica emotiva
que apela al compromiso y a la generosidad, las homilas de muchas de esas ceremonias
fnebres tienen como rasgos comunes los siguientes: asignacin de la categora
TEXTOS Y DOCUMENTOS
EL FUNDADOR
El pueblo vasco tena vigor sobrado y sobrada energa para ascender con paso
firme la escalada tendida desde su personalidad histrica, a travs del lmpido ter de su
innata libertad hacia el cielo de un perfeccionamiento que haba sido la admiracin de
muchos pueblos cultos. Pero, absorbido y arrastrado por Castilla y sus hermanas,
descendi en vez de subir, cay en vez de levantarse y va aceleradamente
derrumbndose hacia su total ruina en vez de haberse encumbrado hasta lo ms alto de
la social felicidad.
Est rico, ciertamente. Ms sus riquezas no son legadas por Castilla y sus
hermanas. Quin nada tiene, nada puede dar. Envuelto en la capa o manta y tumbado al
sol, no se produce. La laya vasca, manejada a un tiempo por el hombre y la mujer, levanta
y vuelca la dura corteza de estas montaas. Estril es el suelo; pero el sudor del vasco lo
fecunda, germina la simiente del trabajo; fructifica, y gran parte de este fruto pasa el Ebro
para servir de alimento al hidalgo castellano que envuelto en su capa, sigue tumbado al
sol, bajo la bveda del zafreo cielo. Y cuando el hidalgo se ha cansado de tomar el sol y
quiere refrescar su rostro, pardo como su capa, su suelo y su vivienda, en las brisas del
mar de los vascos, aqu halla amparo, hogar y trabajo; siempre tanta proteccin como el
vasco mismo; muchas veces, ms.
Est rico el vasco. Pero gran parte de su dinero pasa el Ebro. Preguntdselo al
Ministerio de Hacienda. Otra gran parte se emplea aqu mismo en tratar bien el forastero.
Lo que de bueno tiene el vasco no se lo debe a Castilla y hermanas. De lo malo,
casi todo lo tiene de ellas recibido.
No hablemos de la navaja, ni de la blasfemia, ni de los cantares, ni de las danzas,
ni de las ideas librepensadoras Todo eso hiede.
Los etngrafos extranjeros admirasen de la sociedad de las costumbres vascas; los
obispos de dicesis extraas se hacen lenguas ponderando la religiosidad del vasco,
ferviente y seria y declaran no conocer semejante en pas alguno del universo mundo.
Pero procedentes del lado de all del Ebro penetran otras costumbres que van
sustituyendo a las vascas, y para reemplazar a la religiosidad indgena invaden por un
lado la indiferencia, por otro el fanatismo. Lo de fuera ocupar el lugar de lo de dentro. La
descomposicin del organismo vasco se har general; despus, todo tejido muerto da
vida a inmunda larva.
Verdaderamente, es mucho lo que el vasco ha recibido de Castilla y sus hermanas.
Pero tambin tiene an el vasco cosas propias.
Ved abiertas y arrancadas las entraas de la tierra, taladrados los montes,
refrenados los violentos mpetus de la mar, surcadas las aguas por sinnmero de navos,
velada por el humo la azul atmsfera, convertida en luz y en fuera el salto de las fuentes,
perforadas las montaas, agitndose en las mallas blancas y negras de una tupida red de
vas ingente multitud de viviendas que producen y almacenan y transportan y vuelven a
producir,
podido conservar lo que no pudo recibir de rabes y germanos, cuyo yugo no conoci.
Pero Bilbao tiene cabeza bien organizada, corazn animoso y caja bien repleta: sola la
influencia de Salamanca, que no puede dar lo que no tiene, le impide caminar hacia el
arte y hacia toda cultura intelectual.
La mujer vasca, en la poblacin, es hacendosa y honrada como en el campo. Sus
virtudes se revelan en su vestir: elegante en el gusto, modesto en el precio, sobrio en los
adornos. Ciertamente: la genuina mujer bilbana va siendo cada vez ms rara: ya en
muchas la prdida de aquellas virtudes se revela en su vestir. Pero esto tambin es fruto
de la influencia extica ().
Muchas cosas como las citadas ha recibido de Castilla y sus hermanas el pueblo
vasco. Otras tantas han recibido ellas de los vascos. En tiempos pasados les ayudaron a
conquistar sus tierras contra los moros, a explorar el ocano, a someter las Indias, a
pelear contra turcos y europeos; hoy les muestran las riquezas de las entraas de su
suelo, instruyndolos en la manera de explotarlas, y dondequiera que en Espaa se
inicien empresas de desarrollo de vida y de progreso., as se ve el vasco, dndolas
impulso su espritu prctico, su certero golpe de vista y su energa ().
El vasco en todas partes se encuentra como el pez en el agua: toda la tierra y
todos los mares son su elemento; todos los climas le reciben como suyo. As tambin
races del euskera se hallan en todas las lenguas ms antiguas del universo. Dirase que
en la raza vasca se han perpetuado los caracteres propios de la familia generadora de
todos los pueblos ().
Pero el pueblo vasco no cumple con la ley de la armona universal, porque carece
de personalidad. Oprimido su espritu por el extrao, su cuerpo se extena, se extingue,
perece. La raza vasca, si as contina, se va. Desaparecer en el pilago de las otras
razas, como el arroyo en el mar, y ya entonces ningn pueblo podr servirse de la
intrepidez, de la actividad y de la energa del vasco ().
C.)
que
las
instituciones
polticas,
jurdicas,
econmicas,
etc.,
E.)
EL SINDICATO NACIONALISTA
razas, sin pretender destruir aquellas, ni suplantarlas por las de otros pueblos, aqu, se
convierte en arma de exotismo y desvasquizacin.
El socialismo pretende ser sinnimo de universalismo, de internacionalismo.
Obtenida la igualdad de todas las clases sociales, stas deben hermanarse tan ntima y
estrechamente, que bajo el imperio del socialismo desapareceran para siempre,
eternamente, las fronteras de los Estados y los lmites de las nacionalidades.
Este ideal concibi y esa finalidad persigui con empeo infatigable, la Segunda
Internacional Socialista: Probar
EL NACIONALISMO LIBERAL
PROGRAMA DE EUSKO ABERTZALE EKINTZA
(ACCION NACIONAALISTA VASCA)
a)
b)
c)
JUSTICIA SOCIAL
ORGANIZACIN POLITICA
Defendemos la unidad nacional vasca porque nuestro pueblo es uno e
indivisible, debiendo constituirse un organismo de gobierno de extensin nacional
que sea el que fije los fines polticos, econmicos y sociales del pueblo vasco y el
que los dirija soberanamente hacia la realizacin de esos fines.
Sin embargo, haciendo la distincin debida entre los conceptos de unidad y
uniformidad, se cuidar queden siempre a salvo aquellas caractersticas que no se
opongan a la solidez del Estado, y de una manera muy especial las de matiz
administrativo, manteniendo en lo posible la ms amplia autonoma de las regiones
y de los municipios.
Accin Nacionalista Vasca considera indispensable la forma de gobierno
republicano como garanta de normal desenvolvimiento de la democracia,
reconociendo en la voluntad popular la nica fuente de derecho y el origen legtimo
e inmediato del poder. As, los organismos representativos de los municipios, las
regiones y la nacin sern elegidos en sufragio universal.
es
repudiable
el
empleo
de
la
violencia,
que
condenamos
terminantemente.
INICIATIVA PARTICULAR
PROPIEDAD PRIVADA
TRABAJO
PNV DE VIZCAYA
PNV DE GUIPUZCOA
PNV DE ALAVA
PNV DE NAVARRA
EL FIN DE LA AUTONOMA
EL ANTIFRANQUISMO
LA NOSTALGIA
El Pueblo Vasco ha hecho mucho ms que sufrir, porque las penas pasadas
y las que en el presente aquejan a sus hijos tienen una razn, una motivacin,
basada en la defensa de altos ideales, el primero de los cuales es la defensa de la
libertad.
No somos los nicos que en el mundo han pasado por trances semejantes,
ni seremos tampoco los que cerremos este captulo de desdichas humanas. Al
levantar nuestras banderas de l9ibertad y justicia, en defensa contra una agresin
que no poda tener justificacin moral, continuamos la historia de nuestro Pueblo,
poco propicio a soportar el yugo que impone la violencia.
As fueron nuestros padres, y en nuestros das no hemos hecho otra cosa
que seguir su ejemplo. Hubiese sido un contrasentido del que jams podramos
perdonarnos el haber roto, por adoptar una actitud de cobarda o de simple
aquiescencia, el hilo de nuestra historia. Al contrario, la historia contina y se
perfecciona, porque nuestro Pueblo, con su conducta contempornea, ha
incorporado definitivamente al acervo cultural de toda la Humanidad, unos
elementos positivos de pensamiento y accin, una manera de reaccionar ante los
problemas de la vida, que nos ha dado una peculiaridad definida que ha llamado la
atencin en amplios sectores humanos y muy principalmente cerca de los hombres
ETA
PRINCIPIOS
(poltico,
religioso, social
econmico),
vasco
extranjero.
Las
manifestaciones
culturales
se
hallan
tambin
sometidas
un
indiscriminado control.
La Iglesia, para anunciar y hacer presente la salvacin de Cristo, en esta
situacin concreta de la dicesis, tiene que exhortar y estimular para que se
modifiquen convenientemente, conforme a los principios indicados en los
documentos pontificios y conciliares, las situaciones en nuestro pueblo ().
LA ALTERNATIVA KAS
programa, as como el organismo Unitario constituido sobre su base, han de ser sin
duda unos eficaces cauces de aglutinacin de las clases populares vascas para
obligar a la oligarqua, con los medios que proporciona una lucha de masas
combativa y radicalizada como la que existe en Euskadi, a ceder en sus posiciones
actuales de tolerancia y permisibilidad para unos e ilegalidad y represin para
otros.
Dicho programa de alternativa consta de los siguientes puntos:
1.- Establecimiento de las libertades democrticas sin restriccin alguna.
2.- Amnista total: libertad para todos los presos polticos y sindicales;
regreso inmediato de todos los exiliados.
3.- Disolucin de cuerpos represivos (BPS, PA, GC), as como de las
jurisdicciones especiales, y exigencia de responsabilidad a quienes ms se han
destacado en su labor represiva y criminal sobre nuestro pueblo.
4.- Adopcin de medidas para mejorar las condiciones de vida y trabajo de
las masas populares- especialmente de la clase obrera-. Satisfaccin de sus
aspiraciones sociales y econmicas inmediatas expresadas por sus organismos
representativos.
5.- Reconocimiento de la soberana nacional de Euskadi, lo que conlleva su
derecho, su deber y su poder para determinar con entera libertad su futuro
nacional, incluida la opcin a constituir un estado propio.
6.- Establecimiento inmediato, y a ttulo provisional, de un rgimen de
autonoma para Euskadi Sur. Este estatuto ser elaborado en el seno del
organismo unitario de alternativa que se propugna en este documento y recoger
cuantas iniciativas proponga nuestro pueblo. Aunque no olvidamos los estatutos del
perodo republicano creemos que tal estatuto debe responder a la realidad actual
de Euskadi y a los avances logrados en nuestra lucha nacional, y, por tanto, debe,
7.
integrado por las fuerzas democrticas vascas que deseen participar en l y que
respeten las libertades y principios aqu expuestos. Este Gobierno estar presente
en nombre de Euskadi Sur en el seno de los rganos del Poder Central que surjan
tras la derrota del fascismo y triunfo de la democracia. Euskadi Sur reconocer al
Gobierno Provisional Central y a la nueva Constitucin que se promulgue a nivel
estatal, siempre y cuando estos garanticen el respeto de los principios y libertades
aqu expuestos, as como los que exijan el resto de las nacionalidades bajo el
estado espaol.
8.
EL PATRIOTISMO CLERICAL
el hombre. Dios es el mejor padre y la mejor madre que hayan podido pasar
por el mundo. Yo estoy totalmente convencido de que Dios ha recibido
perfectamente a Jos Miguel y le ha aceptado sin ninguna reserva.
Para m es un consuelo saber que Jos Miguel ha hecho de una
forma privilegiada historia de Euskadi y ha influido decisivamente en la
historia de nuestro Pueblo. El ya es un captulo de la historia vasca. Su paso
por esta vida no ha sido vaco, intil. Ha dejado en nuestra comunidad
nacional una huella importante, por su gran inteligencia, por su enorme
lucidez mental, por la llamativa limpieza de su vida.
Jos Miguel ha sido sin duda uno de los vascos ms importantes de
estos ltimos aos y esto, en medio de la dramtica tragedia de estos
momentos, es un consuelo y es un estmulo.
Incluso la lucha armada, con sus enormes contradicciones como toda
obra humana, no es ajena a Dios y al Evangelio de Jess. Jess mismo vivi
personalmente esta cuestin. El perteneci a un pueblo pequeo de una
enorme conciencia nacional, pueblo de larga historia de nacionalismo,
siempre a la defensa desesperada de su identidad nacional, de su soberana
siempre en peligro. Jess vivi la ocupacin de su pueblo por el romano
extranjero y fue testigo y actor de los esfuerzos de liberacin nacional,
tenaces y frecuentes de la nacionalidad hebrea.
Junto al problema nacional Jess vivi a fondo la cuestin social.
Tom partido por los pobres, los excluidos, los enfermos, los muertos, las
viudas, los nios, los pecadores pblicos. Es decir, por aquellos que tenan
absoluta necesidad de liberacin. Qu estupendo que Dios mismo haya
asumido en Jess los mismos problemas nacionales y sociales en que se
debate nuestro pueblo. Aparentemente Jos Miguel no tena nada que ver
EL PNV Y LA CONSTITUCION
ABSTENCION
Centralista. Slo aquellos partidos que han defendido los derechos propios de
Alava, Guipzcoa, Navarra y Vizcaya en la Constitucin, estn capacitados, ahora,
para dar su juicio sobre qu tenemos que hacer en el referndum cuantos vivimos
en el Pas Vasco.
Aquellos partidos del Estado que, en el momento de discutir la Constitucin,
han negado nuestros derechos, que no vengan ahora al Pas Vasco a decirnos qu
debemos hacer.
El PNV en todo momento defendi el punto de vista de cuantos habitamos
en el Pas Vasco. Y exigi el reconocimiento expreso y terminante de los derechos
de autogobierno, propios y originarios de las cuatro regiones vascas, sin los cuales
se dificulta grandemente la solucin de las cuestiones polticas, econmicas y
sociales de cuantos vivimos en Euskalerra.
Exigi un marco autonmico amplio con devolucin de los Conciertos
Econmicos arrebatados a Guipzcoa y Vizcaya en 1937.
EL TECHO DE 1979
la tradicin jacobina del siglo XIX que la tradicin verdaderamente federal que
represent la Monarqua espaola en los siglos de su grandeza.
Aqu se ha hablado (no hubiera querido tratar de estas cosas porque el tema
es demasiado grande para entrar en detalles) de la actuacin de ETA para
fundamentar el voto contrario al Estatuto vasco. Tengo que recordar que ETA lleva
diecisiete aos funcionando; catorce bajo el rgimen del General Franco y tres bajo
el rgimen actual, y que todava no se ha aprobado el Estatuto de Autonoma ni se
ha formado el Gobierno Vasco. El da que se elija el Parlamento Vasco, y se
nombre el Gobierno Autnomo Vasco, a partir de ese momento se podrn poner en
el debe de los vascos esas y otras actuaciones; pero antes, no. ETA no ha
necesitado de la Autonoma para actuar. En un Estado unitario, centralizado al
mximo, es cuando ha desarrollado toda su accin.
Hemos pedido en el Estatuto vasco el mximo de funciones y facultades que
creemos que seala la Constitucin. Hemos llegado al techo. No s si en algunas
controversias o discusiones en algunos puntos nos hemos quedado en el tico,
pero por nuestro deseo creo que hemos llegado al techo.
Seores, estamos hablando de un Estatuto de Autonoma dentro de la
Constitucin, dentro de la unidad del Estado; no estamos hablando de una guerra
de independencia, porque para eso no vendramos a este Parlamento. Estamos y
es tradicional en el Grupo del Partido Nacionalista Vasco luchando y defendiendo
una autonoma. Todos los hombres evolucionan y todos los pueblos evolucionan
con el tiempo. Y por qu no han de evolucionar los vascos si se encuentran a
gusto en una nueva estructura del Estado? Quin puede decir a priori que no
hay posibilidad de evolucin?.
Nosotros tenemos desde la poca de Sabino Arana un objetivo poltico en el
que hemos trabajado sin descanso. Sabino Arana seal en 1902 como objetivo
EL CASTIGO DE LA DISIDENCIA
LA CONVERGENCIA NACIONALISTA
2.
lo
largo
de
su
historia
atendiendo
los
EL POSTNACIONALISMO
(JON JUARISTI)
EPLOGO
Entre la lengua y la nacin la relacin existente es tan arbitraria como la que existe
entre un signo lingstico y su referente. A ello hay que aadir que salvo en el caso de
Islandia, no existen comunidades nacionales lingsticamente homogneas. Hablar de
lengua nacional es, en el mejor de los supuestos, un abuso evidente del lenguaje. La
lealtad lingstica a que todo nacionalismo invita, podr ser a menudo un sentimiento
encomiable, pero con no menor frecuencia suele tratarse de un empecinamiento suicida.
Checoslovaquia y Hungra produjeron antes de 1939 excelentes obras literarias en
alemn. La diabolizacin de la lengua alemana despus de 1944, y la erradicacin por
decreto de aquella que si fue la lengua de Hitler fue tambin la de Goethe y la de Thoms
Mann provoc un empobrecimiento sin precedentes de la vida cultural y acadmica de
estos pases. La deslealtad lingstica, la extraterritorialidad, puede ser a veces la
0opcin ms aconsejable para un escritor, e incluso para una comunidad tnica en su
conjunto. La misma bsqueda de un orden universal subyacente a la diversidad aparente
de las instituciones, que gua a los cientficos sociales, es lo que ha animado desde los
tiempos de Goethe a los estudios de literatura comparada. Si resulta absurdo el concepto
de lengua nacional, lo es ms el de literatura nacional, que el nacionalismo exalt
como una suerte de utopa de la lengua.
Pero es ms importante que todo esto, para la superacin de los nacionalismos
culturales la difusin de los nuevos medios de comunicacin audiovisual. McLuhan
pronostic la disolucin de los nacionalismos en una aldea global a causa del impacto
de los medios electrnicos. Lo cierto es que estos desempean una funcin anloga en la
formacin del postnacionalismo a la que cumpli la imprenta en la poca de emergencia
de los nacionalismos. La televisin, la radio, los ordenadores, etc, han favorecido la
aparicin de culturas trasnacionales neocorporativas. Las comunidades cientficas,
literarias, la cultura del deporte, del rock, etc, se sustentan en afinidades y solidaridades
que rebasan toda frontera nacional. Estas nuevas formas de socializacin tienen sus
aspectos positivos y negativos, pero no es el momento de entrar en ello ()
BIBLIOGRAFIA
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J. Manuel Azcona
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Lus Arana Anasagasti
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Jess Mara Alday