Herrera - Narrativa Testimonial
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DOI: 10.7203/KAM.6.7384
ISSN: 2340-1869
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Congreso de la Repblica de Colombia. Ley 1448 de 2011. Por la cual se dictan medidas de atencin, asistencia y
reparacin integral a las vctimas del conflicto armado interno y se dictan otras disposiciones. s. d., 10 de junio de 2011.
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Ver: http://www.centrodememoriahistorica.gov.co/
En el caso de las negociaciones con las FARC las dos partes anunciaron el 23 de septiembre de 2015 la factibilidad de firmar
un acuerdo definitivo que lleve a la dejacin de las armas de esta organizacin y su reinsercin a la vida civil en marzo de 2016.
Uno de los aspectos que ms ha complejizado las negociaciones se refiere a las vctimas.
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si bien, varios de sus miembros participan en la actualidad en la esfera poltica desde otras afiliaciones o pugnan por el reposicionamiento de la Unin Patritica.
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Existen algunos relatos sobre el M-19 referidos a trayectorias de militantes de esta organizacin,
dentro de los cuales se destacan trabajos autobiogrficos como el de Mara Eugenia Vzquez Escrito para
no morir (2000) y el de Vera Grabe, Razones de vida (2000). Tambin, Siembra vientos y recogers
tempestades: La historia del M-19, sus protagonistas y sus destinos de Patricia Lara (1982); y, Mi guerra
es la paz, de Juan Carlos Iragorri sobre Antonio Navarro Wolff, (2004, reeditado 2009). Por su parte
Andrs Peralta Gmez, desmovilizado del M-19, ha publicado varios libros en torno a narrativas de
reinsertados: Vali la Pena? Testimonios de excombatientes en la vida civil (2004), elaborado en
conjunto con Otty Patio; La guerra para qu (2008); y, La Vida no da Tregua (2011). Estos trabajos
han sido mediados por iniciativas de ONG y/o organismos estatales que han convocado a personas que
militaron en organizaciones armadas y que en la actualidad se encuentran reinsertados a la vida civil para
que a travs de talleres de escritura conversen, compartan sus experiencias y escriban en torno a ellas. En
el libro Vali la Pena? Peralta y Patio editan y publican testimonios de ex combatientes del M-19,
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La figura del subversivo emerge en las narrativas llena de ambigedades y de zonas oscuras al ser
desplegada por los aparatos represivos para imponer el disciplinamiento en torno a lo que el orden social
establecido consideraba el sujeto permitido, legitimado. Vera Grabe (2000) dirigente del M-19, alude a
los desbordamientos de esta figura al conjunto de la sociedad y las tecnologas represivas puestas en
marcha, en especial, durante la presidencia de Turbay Ayala (1978-1982) para conjurar su presencia en
el espacio social:
El ejrcito detena no slo a reales o supuestos miembros del M-19, sino a todo el mundo. En
una cacera de brujas sin precedentes fueron a parar a la Escuela de Caballera de Usaqun
poetas, periodistas, sindicalistas, activistas, socilogos, demcratas, estudiantes, dirigentes
campesinos, y un montn de gente que nada tena que ver con la insurgencia. Todo lo que oliera
a izquierda, a derechos humanos, a inconformismo o crtica, era tachado de subversivo [...] Los
abusos, retenciones irregulares, interrogatorios, amenazas, eran contundentes [...] Por primera
vez se hablaba con fuerza de la existencia de presos polticos (Grabe, 2000: 95).
En este relato podemos ver desplegarse adems de la figura del sujeto/subversivo impuesta desde
la represin, la figura del sujeto/preso poltico puesta en circulacin por las organizaciones polticas y
por los organismos de derechos humanos. Esta figura del sujeto/preso poltico arroja luces sobre el perfil
del militante ya no visto como subversivo sino como un individuo con un ideario poltico en franca
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La figura del desaparecido recorre tambin la escena poltica colombiana por lo general de la mano
de relatos de madres, esposas, amantes e hijos/as de quienes fueron alcanzados por la violencia estatal y
paraestatal, pero tambin contrainsurgente. En Mujeres de Fuego, de Alonso Salazar (1993), uno de los
relatos pertenece a la madre de un joven militante de las juventudes comunistas que desapareci en el
ao 1984, despus de haber sido detenido por el ejrcito. En l se recrea la bsqueda de su hijo y las
innumerables diligencias hechas por ella ante autoridades nacionales, as como sus denuncias ante la
Comisin Interamericana de Derechos Humanos, constituyndose en una de las primeras vctimas de
desaparicin forzada reconocidas en Colombia10. Frente a la figura de su hijo como desaparecido Fabiola
dice:
Es un drama desgarrador: Qu sentido tiene seguir esperando indefinidamente un reencuentro?
Mantener vivo el recuerdo es echarle sal a la herida. Pero, si est en algn lugar y lo dejo de
buscar qu? Me piden resignacin, pero para resignarme necesito la evidencia: Este es Luis
Fernando, ya s que est muerto, le voy a dar cristiana sepultura. No lo puedo enterrar sin
encontrarlo, ni siquiera en los sueos lo hemos visto muerto (193).
Las Horas Secretas de Ana Mara Jaramillo (1990), una narrativa que gira en torno a la Toma del
Palacio de Justicia, tiene como protagonista a la amante de Alfonso Jacquin, un dirigente del M-19 que
particip en la Toma y cuyo cuerpo nunca pudo ser encontrado. Esta novela testimonial se acerca a los
hechos desde otro lugar para posicionar, por un lado, el tema de los desaparecidos del Palacio no solo
los trabajadores de la cafetera y visitantes ocasionales y, por el otro, recrear la vida cotidiana a travs
de un relato que deja al descubierto la pasin y el erotismo como dimensin de las subjetividades y el
En 1992 un juez penal militar orden la exhumacin de los restos de un cuerpo que permitieron identificar al hijo de
Fabiola, quien a lo largo de su bsqueda y de la lucha porque se hiciese justicia sobre los responsables fue acopiando pruebas
documentales que, en ms de una ocasin, corrieron peligro de desaparicin. Fabiola llam a su bsqueda operacin Sirir en
alusin a un pjaro que defiende con firmeza sus cras de los depredadores. Finalmente, los archivos acopiados por Fabiola a
lo largo de treinta aos fueron donados al Centro de Memoria Histrica y acaban de ser declarados por la UNESCO
patrimonio de la humanidad (Serralde, 2015, 29 de octubre).
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El sometimiento a la tortura pone a prueba a los sujetos y, en ocasiones, puede ser procesada como
una vivencia de la cual reemerge el sujeto, bien sea quebrado o no, pero en cualquiera de los casos, como
un sujeto diferente, como un sujeto marcado: Si descenda a los infiernos y no me quebraba, si sala
libre y fortalecida, renacera limpia, generosa, renovada. Si me quebraba que es peor que morir,
tardara en poder volver a mirarme al espejo. Pero en todo caso nada iba a ser como antes (Grabe:
98-99). Pero no todos los relatos podan narrar el no haber cantado, no haberse quebrado en las
sesiones de tortura, las sombras sobre lo que pasaba en aquellos parajes y lo que habran podido decir o
hacer los sujetos en estas condiciones lmites en la bsqueda de la sobrevivencia, permanecan como una
incgnita. En el texto Operacin Ballena Azul. Las armas del Cantn Norte, Hollman Morris (2011)
alude al sometimiento a la tortura del que fue vctima un militante, dirigente, del M-19, en las caballerizas
del ejrcito:
Isidro: Llegamos a algo fro y hmedo con una resonancia especial que pareca una caverna.
All me desnudaron, me vendaron los ojos, me subieron encima de una mesa, me ataron las
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LenValencia fue un lder del grupo guerrillero ELN durante los aos 80 y propici en los 90 una
disidencia llamada Corriente de Renovacin Socialista, la cual dirigi hasta la firma de un acuerdo de paz
en 1994. En la actualidad es experto en Derechos Humanos y en estudios sobre el conflicto armado
colombiano. Valencia public, en 2008, el libro Mis aos de Guerra, mientras se encontraba en el exilio;
en el prlogo del texto menciona el propsito de controvertir, a travs de sus memorias, a quienes le
acusan de no tener autoridad moral para hablar de estos temas en el escenario pblico por sus
actuaciones anteriores como guerrillero y seala la estela de muertes que ha cobrado el conflicto e indica
su decisin de abandonar el camino de las armas por las experiencias dolorosas vividas bajo la acechanza
permanente de la muerte, as como el cambio que hizo en su escala de valores para distanciarse de esta
opcin:
Haba dejado las filas guerrilleras porque haba comprendido, mediante el dolor de saber a mis
amigos muertos, mediante la angustia que trae la prdida de seres entraables, que la vida, la que
nos ha tocado trasegar o presenciar, est por encima de todos los dems valores. Fue un cambio
en la escala de valores lo que me llev a la paz (19-20).
Len Valencia se refiere tambin a la figura de la traicin como una impronta que marca a quienes
como l se reinsertaron a la vida civil. Al abandonar el camino de las armas, los reinsertados suscitan la
suspicacia en antiguos compaeros de militancia. Al mismo tiempo, se interroga por cmo evaluar sus
acciones pasadas como sujeto: Este libro atiende al eco que an deja en mi interior la palabra traidor,
pero sobre todo est dedicado a la palabra vergenza. Debo avergonzarme de mi pasado? De qu parte
de l debo hacerlo y de qu parte no? (18-21).
Otra veta de la narrativa testimonial se ha referido a la violencia estatal y paraestatal llevada a cabo
en contra de La Unin Patritica, un partido poltico constituido en 1985 como parte de los procesos de
negociacin con las FARC para su inclusin en la vida civil, la dejacin de las armas y la participacin
poltica. Este partido fue conformado por diversas fuerzas de oposicin provenientes de la izquierda y de
otros sectores democrticos que le apostaron a acuerdos civilistas y a la participacin poltica por la va
legal. La UP gan fuerza en diversas partes del pas, en especial en las regiones rurales, alcanzando
escaos en alcaldas, gobernaciones y otros cargos pblicos. No obstante, se inici un proceso de
exterminio que llev, a travs de muertes selectivas y numerosas masacres y desplazamientos, a la
liquidacin, segn algunas de las fuentes, de ms de 4.000 militantes y el asesinato de dos candidatos
presidenciales, as como al exilio de muchos de los sobrevivientes de esta organizacin. La memoria de la
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Por su parte, Patricia Nieto escribe en Los Escogidos una crnica de viaje a Puerto Berro. Desde
all, con las voces de los vivos, sus rituales y sus prcticas reconstruye las trayectorias de muerte de los
desaparecidos en el ro Magdalena. All estar tambin su experiencia de paso por el Pabelln de los
Olvidados, el lugar del cementerio de Puerto Berro donde se encuentran los muertos sin nombre
rescatados del ro por los habitantes:
Quin yace en la primera bveda de este albergue de los olvidados. De cul linaje se desgran
sin dejar huella. Cmo se llama el que aqu se deshace mientras pasa el tiempo. Cules palabras
susurr o quiz grit mientras le quitaban la vida. Quin lo busca. Por dnde vagan los que lo
lloran. Cmo lleg a este puerto de cuerpos sin nombre? Es un muerto del agua, dice alguien al
pasar (Nieto, 2012: 17).
Nieto cuenta, adems, la prctica de adopcin de ene enes a travs de la cual hombres y mujeres
reconfortan sus vidas sitiadas por la pobreza y por la violencia (Alarcn en Nieto: 13). En Los
escogidos el ritual an el del cientfico y la mstica de los creyentes que se convierten en dolientes y en
beneficiarios de las nimas, se resisten al robo de la identidad a travs de intentos por reconstruir las
pistas de las ltimas horas y de prcticas como asignar nombres y dotar de vida la entidad del muerto para
volverlo parte de la cotidianidad. Patricia Nieto refiere en varias oportunidades los procedimientos
llevados a cabo por los forenses de Medicina Legal, tal vez por la importancia que representan para el
registro legal de las vctimas y para la labor de reconstruccin como de un rompecabezas de las piezas
que conforman las caractersticas de hombres y mujeres desaparecidos y que permiten visibilizar los
crmenes al tiempo que vislumbrar sus dimensiones. Del cuidado de los procedimientos y de los datos
que cuentan los huesos, depende la posibilidad de las familias de encontrar a sus muertos. El papel
primordial que juega Medicina Legal en procesos de verdad, justicia y reparacin fue puesto en la
palestra pblica nuevamente de forma reciente, cuando la guerrilla de las FARC y el Gobierno Nacional,
en el marco de las negociaciones de paz, acordaron la disposicin de todos los elementos necesarios para
revelar el paradero de los desaparecidos. Los Escogidos muestra, en ltimas, la gran carga de significado
que lleva el acto de nombrar para entregarle al muerto la dignidad de la existencia; y, la relacin entablada
con los olvidados como resistencia y como forma de lidiar con la dureza de la realidad.
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En el brazo del ro (Sandoval), Los muertos no se cuentan as (Daza) y Los escogidos (Nieto) con
los textos y las propuestas estticas que lo acompaan, como es el caso del prlogo de Alfredo Molano de
la edicin del 2015 y la serie fotogrfica Ro Abajo de Erika Diettes comparten la recreacin de una
imagen que resulta determinante en el conflicto armado colombiano: los muertos del agua. Una de las
imgenes ms estremecedoras es la presentada por Marbel Sandoval, a travs de las angustias de Sierva
Mara respecto a la desaparicin de Paulina:
El cuerpo de Paulina Lazcarro nunca fue encontrado. Yo pienso que qued en el buche de los
gallinazos o, por qu no, que se enterr en el fondo del ro y que aliment a los coroncoros ()
Antes le deca a mi mam que los bagres y los conroncoros me saban a petrleo y ella me
regaaba. Ahora, con los aos, he optado por callarme, a nadie parece importarle, y a m se me
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De otra parte, en su Prlogo de Los Escogidos, Molano reflexiona en torno al ro como depositario
continuo de muerte, paradoja del agua como condicin para la vida, desde los inicios de la violencia en el
pas, partiendo de la imagen de apertura del libro de Nieto en la que describe su llegada al Pabelln de los
Olvidados, -En el pabelln de caridad las araas tensan sus hilos de seda y solo gorjea un
pajarito (Nieto, 2012: 17)-:
Las araas tejiendo sus atrapamoscas digo yo como los pescadores del Magdalena sus redes
para pescar cadveres. El ro madre convertido en ro de cadveres los alberga en su fondo, los
bota a las orillas, los desbarata con sus aguas arenosas; ro de muertos, ro de muerte. Hace
sesenta y tres aos que el ro es un cementerio de los asesinados en pueblos como Aipe y en
ciudades como Neiva. Y en los mil pueblos de las riberas de toda la cuenca. Los matan. Es lo
nico seguro porque pasan muertos. Pero nadie sabe quines son, qu nombre tuvieron, cmo
los asesinaron, cmo los destrozaron, cul fue el ltimo pensamiento antes del gemido final
(Molano, 2015: xiii).
La recurrencia de esta mencin, llama la atencin en torno a un hecho que se configur como
parte de la cotidianidad de las poblaciones rivereas: el ro Magdalena, el ms extenso de Colombia,
como la gran canal por la que fluyen cuerpos asesinados con sevicia. Nieto enuncia las lgicas de esta
operacin de terror, el ro puede ser un lugar de ocultamiento o de exhibicin y funcionar como emisario
del horror:
Una vez palpados o vistos, los pepes no se olvidan. Si van entre las aguas y se quedan en la red es
porque les han cambiado vsceras por piedras para que viajen a ras del fondo y nadie sepa que van
por ah. Si flotan, aunque sea en pedazos, es porque llevan un mensaje que anticipa el horror que
sobrevendr a quienes no obedezcan las rdenes de los amos de la guerra (Nieto, 2012: 27).
En estos relatos las (os) autoras (es) logran simbolizar las resistencias hacia el olvido y los intentos
por dignificar la muerte; asimismo, hacen pensar que los muertos tienen lugar en la memoria pblica
siempre y cuando se les dote, de una u otra forma, de algn signo de vida, referencia que se torna
significativa en la relacin vida/muerte que entraa el ro y en los claro-oscuros con los que se arma el
recuerdo. Este regreso a la vida a travs de la palabra es explicado por Molano en los siguientes trminos:
Aunque Patricia no lo quiera, ella presta su voz para que los muertos del agua manifiesten sus
penas; da sus manos para que escriban por qu sufren; ofrece su cuerpo para que cuenten
cmo andan las cosas por all del otro lado del mundo. As, al ritmo de las aguas lentas y
poderosas del Magdalena. Patricia va sacando personas que cuentan la historia, su historia o la
ajena, y hasta la de ella, la de la escritora que tiene tanto de Rulfo que habla de la vida de los
muertos como si estuvieran vivos (Molano, 2015: xvi).
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Tambin trabajos artsticos como el de Magdalenas por el Cauca, de Posada y Ruz, (2008) que
rinde homenaje a los desaparecidos y a sus madres en poblaciones rivereas del ro Cauca, a travs de
talleres con la comunidad en donde se definen temas e imgenes que a travs de actos simblicos se
colocan en balsas que se ponen a navegar en el ro, como expresiones de arte efmero inscritas en
trminos del Land Art que se proponen intervenir el paisaje (Sotto, 2012). Esta obra fugaz e irrepetible
pretende producir en el espectador una experiencia que conmueva sus estructuras de comportamiento y
concepcin del ro, aprovechando la religiosidad de la gente y la energa purificadora y de redencin que
se manifiesta el 2 de noviembre, Da de las nimas del Purgatorio o Da de los Muertos (Centro
Nacional de Memoria Histrica, s.f.).
3. Las tramas narrativas sobre la violencia poltica y sus entrecruzamientos en la construccin de la
memoria pblica
Uno de los eventos que logra condensar las tensiones que hemos venido mostrando en las
narrativas en torno a qu fue lo que pas, como pas y quienes fueron sus responsables, tiene que ver con
la Toma del Palacio de Justicia, uno de los acontecimientos emblemticos de la historia reciente, un
fenmeno-sntesis, presente, adems, en la memoria nacional, pues muchos de los acontecimientos de
violencia al transcurrir en circuitos locales no logran trascender para llegar al conocimiento de la opinin
pblica, para no mencionar el hecho simblico de ver arder en llamas el recinto de la justicia en
Colombia. En el Palacio de Justicia confluyeron aos de conflictos sociopolticos colombianos: el
proceso de guerrillas, sus relaciones con el Estado y con las Fuerzas Armadas y las diversas tentativas de
negociaciones de paz; las tensiones entre la direccin civil del Estado y las Fuerzas Militares con su
histrica oposicin a las polticas de paz; las vctimas inocentes de los enfrentamientos entre guerrillas,
Ejrcito y paramilitares; el accionar sistemtico de las Fuerzas Armadas en contrava de los derechos
humanos; la expresin de un Estado en crisis y todava en proceso de conformacin en buena parte del
territorio nacional (Pertuz, 2014); e, incluso segn el informe presentado por la Comisin de la Verdad
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La lucha librada en el campo jurdico por los familiares de las vctimas tuvo eco en los juzgados casi
veintids aos despus. En 2007 se dict orden de captura contra el Coronel (r) Luis Alfonso Plazas
Vega al tiempo que en julio de ese mismo ao se da inici a las audiencias en torno al caso. Plazas Vega,
el mismo que muchos catalogaron como el hroe de la jornada en la retoma fue el primer condenado por
la desaparicin de los empleados de la cafetera y visitantes ocasionales del Palacio. Con la condena de
treinta aos proferida a Plazas Vega en el 2010, veinticinco aos despus de los sucesos, el pas
confirm que el 6 y 7 de noviembre de 1985 se cometi, entre otros crmenes de lesa humanidad, el de
desaparicin forzada. No obstante, la absolucin de Plazas Vega se encuentra en discusin.
En Colombia an observamos fuertes tensiones en el plano jurdico frente al reconocimiento del
estatus de vctima a los diferentes actores. Si bien, como mencionamos en la primera parte, en la Ley
1448 de 2011 es claro que los militantes de grupos subversivos no cuentan con estatus de vctimas, el
caso de Irma Franco, un guerrillera del M-19 que sali con vida del Palacio y luego fue desaparecida por
las Fuerzas Armadas, es reconocido por la Justicia Colombiana y el Estado fue condenado por la Corte
Interamericana de Derechos Humanos en 2014. Incluso, este es el nico caso de desaparicin
reconocido por los militares respecto al Palacio, si bien ninguno de los miembros de las Fuerzas Armadas
ha asumido culpabilidad.
Esta negacin del conflicto y su reduccin a un asunto de delincuencia y terrorismo que deba ser
combatido y exterminado con las armas implic un desconocimiento de subjetividades polticas y con
ello, se neg toda posibilidad de interlocucin. En trminos de Jelin, al excluir a la oposicin de la
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