Derecho SOCIEDADESCOMERCIALES - 01

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Curso on-line

Sistema integral e integrado de atencin social


y sanitaria a la dependencia de las drogas
desde la atencin primaria

El derecho a la salud
y a la integridad de
los usuarios de
sustancias
psicoactivas

Lic. Graciela Touz

COPOLAD. Programa de Cooperacin entre Amrica Latina y la Unin Europea en Polticas sobre Drogas

Los contenidos originales de este curso han sido elaborados en el marco del Programa de Cooperacin entre
Amrica Latina y la unin Europea en Polticas Sobre Drogas COPOLAD y son propiedad del Consorcio
COPOLAD, quien ha autorizado el uso no comercial de los mismos a la Comisin Nacional para el Desarrollo y Vida
sin Drogas, DEVIDA (Per)

COPOLAD es un Programa financiado por la Unin Europea

COPOLAD. Programa de Cooperacin entre Amrica Latina y la Unin Europea en Polticas sobre Drogas

Lic. Graciela Touz


Trabajadora Social, Docente e investigadora de la Facultad de Ciencias Sociales
Universidad de Buenos Aires, Argentina
Directora de Intercambios Asociacin Civil, Argentina

COPOLAD. Programa de Cooperacin entre Amrica Latina y la Unin Europea en Polticas sobre Drogas

NDICE
1.

Resumen y palabras clave ................................................................................................................ 5

2.

Lectura inicial ...................................................................................................................................... 6

3.

Desarrollo del tema ............................................................................................................................ 7

4.

Futuro .................................................................................................................................................21

5.

Lecturas recomendadas ..................................................................................................................22

6.

Referencias bibliogrficas ...............................................................................................................25

COPOLAD. Programa de Cooperacin entre Amrica Latina y la Unin Europea en Polticas sobre Drogas

1.
1.1.

Resumen y palabras clave


Resumen

Esta clase tiene como propsito resaltar el derecho a la salud como derecho humano universal. Ello
implica que debe ser respetado y protegido con independencia de cualquier condicin, incluido el hecho
de que una persona consuma sustancias psicoactivas. Sin embargo, los usuarios de drogas con
frecuencia ven violentado este y otros derechos. Contrariamente a lo que cabra suponer, gran parte de
la sociedad incluidos algunos profesionales de la salud- no slo no se opone sino que justifica estas
violaciones como un intento para lograr un entorno libre de drogas.
Creemos que esta situacin es producto de un proceso que se desarroll a lo largo del siglo XX, y que
transform los modos de percibir y de responder a los usos y a los usuarios de algunas sustancias
psicoactivas que fueron puestas en el campo de la ilegalidad.
Algunos conceptos que resultan tiles para comprender este proceso son el de representaciones
sociales, que nos permite identificar una serie de imgenes que se asocian con significados que
modelan nuestras prcticas, y el de estigma, entendido como un atributo negativo que da lugar a
actitudes y prcticas de discriminacin, modelando la relacin entre quienes se encuentran dentro de
la norma social y los estigmatizados.
Nos interesa poner de relevancia la situacin de vulnerabilidad de las personas que consumen
sustancias psicoactivas, entendiendo este concepto como una condicin estructural que entra en
tensin al despliegue de la autonoma y la posibilidad de control sobre los recursos materiales,
simblicos e intelectuales. Un aspecto clave a tener en cuenta en un anlisis estructural de la
vulnerabilidad de estas poblaciones lo constituye el actual sistema de fiscalizacin de drogas que se ha
centrado casi exclusivamente en la aplicacin de polticas de ejecucin de la ley y sanciones penales,
alejndose de los principios de derechos humanos. La necesidad de hacer converger ambos sistemas
(el de fiscalizacin de drogas y el de derechos humanos) viene siendo identificada por diversos
organismos internacionales, lo cual no ha logrado aun detener numerosas situaciones de abuso.
Respetar, proteger y cumplir los derechos humanos son en primera instancia obligaciones de los
Estados. El modo en que esos principios se encarnan en polticas, programas, dispositivos
institucionales y prcticas profesionales tensiona las respuestas clsicas y debera impulsarnos a
nuevos campos de intervencin, donde posiblemente convivan formas tradicionales de respuestas
sanitarias con perspectivas y acciones ms integrales y ms inclusivas.

1.2.

Palabras Clave

Derecho a la salud; Estigma; Discriminacin; Vulnerabilidad; Sistema de fiscalizacin de drogas;


Criterios de disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y calidad.

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2.

Lectura inicial

Sabemos que las polticas de control de las drogas expresan tensiones, contradicciones y conflictos
acerca de la manera de regular su produccin y consumo. En el contexto latinoamericano definido por
la desigualdad social, las disparidades de ingresos y la pobreza, producidas por una cada vez mayor
concentracin de la riqueza la vulnerabilidad de los usuarios de drogas se vincula adems con el
encarcelamiento frecuente, la violencia, la estigmatizacin y la falta de acceso a los recursos sociales y
de salud. Factores de orden social, cultural, econmico y poltico afectan el acceso de los usuarios de
drogas al tratamiento de los consumos problemticos, a los tratamientos antirretrovirales de alta
eficacia, al cuidado general de la salud y a otros servicios sociales de asistencia y educativos.
Las polticas de control que la regin lleva adelante incluyen medidas como la erradicacin de los
cultivos de hoja de coca, la detencin y el castigo de, en la mayora de los casos, los eslabones ms
dbiles en la cadena del trfico, y la interceptacin de cargamentos de drogas ilcitas. Hay muchas
evidencias que sugieren que estos esfuerzos han tenido escaso impacto en la reduccin de la oferta en
el hemisferio y, por el contrario, han generado inestabilidad social y poltica en algunas reas, con
consecuencias como el aislamiento y encarcelamiento desproporcionado de usuarios de drogas y
mulas, la persecucin y empobrecimiento de poblaciones campesinas sometidas a la erradicacin
forzada de cultivos sin alternativas sustentables, la violencia social y la violacin de derechos humanos
bsicos.
Hasta ahora, la mayora de las leyes de drogas en Amrica Latina se han centrado en el castigo de los
usuarios de drogas, en tanto que las polticas de reduccin de daos permanecen en estadios iniciales
de desarrollo en muchos pases. No obstante, han surgido diferentes iniciativas que han dado como
resultado cambios en las legislaciones y en las prcticas, desarrollando propuestas ms inclusivas e
integrales para mejorar la atencin de los problemas vinculados con las drogas. No es un dato menor el
hecho de que en algunos casos como el uso de las hojas de coca, la proporcionalidad de las penas y
la desincriminacin de la posesin de drogas para consumo personal estas reformas hayan generado
tensiones a nivel internacional (Touz y Goltzman, 2011:12)

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3.

Desarrollo del tema

En mayo de 2010 durante su 47mo. perodo ordinario de sesiones, la Comisin Interamericana para el
Control del Abuso de Drogas (CICAD) adopt la nueva Estrategia Hemisfrica sobre Drogas, que fue
aprobada por la Asamblea General de la Organizacin de los Estados Americanos en Lima, Per, el 8
de junio de 2010. Entre los principios en los que se basa, la nueva Estrategia seala en primer lugar:
El pleno respeto al Derecho Internacional y a la Declaracin Universal de los Derechos Humanos,
observando los principios de soberana e integridad territorial de los Estados, la no intervencin en los
asuntos internos de los Estados, las libertades fundamentales y la dignidad inherente a las personas y
de igualdad de derechos y respeto mutuo entre Estados (OEA, 2010).
Por su parte en setiembre de 2010, el 50mo. Consejo Directivo de la Organizacin Panamericana de la
Salud (OPS) respald la Estrategia sobre el Consumo de Sustancias Psicoactivas y la Salud Pblica,
instando a los Estados miembros a que continen fortaleciendo su marco jurdico con miras a proteger
los derechos humanos de las personas con trastornos debidos al consumo de sustancias y hacer
cumplir eficazmente las leyes sin que ello tenga efectos negativos en la salud pblica (OPS, 2010).
Estas explcitas menciones al respeto y la proteccin de los derechos humanos se fundamentan en el
hecho de que, en pases de todo el mundo, las personas que usan drogas ilcitas enfrentan a menudo
situaciones de discriminacin, rechazo y violencia que conducen a violaciones de sus derechos. Muchos
de estos incidentes se ocultan o se justifican, bajo el argumento de la peligrosidad o la incapacidad
de los usuarios de drogas, culpndolos as de los abusos a los que son sometidos.
Latinoamrica presenta un panorama dismil y complejo en relacin con las respuestas estatales y de la
sociedad en su conjunto a los problemas asociados con las drogas, as como respecto del estado del
debate sobre el tema. En sus diversos contextos, algunas leyes y polticas son violatorias de derechos o
crean las condiciones para que ocurran estas violaciones. Los abordajes tradicionales en materia de
control de las drogas an incluyen en distintos pases el encarcelamiento por delitos menores
vinculados al uso y la posesin de sustancias ilcitas, la violencia fsica y/o psicolgica por parte de las
fuerzas policiales, los tratamientos coercitivos, los programas de rehabilitacin en establecimientos
cuasi carcelarios sin ninguna racionalidad teraputica, los anlisis compulsivos de VIH, y los
impedimentos explcitos o encubiertos para el acceso a los servicios de salud, a oportunidades de
empleo y a otros beneficios sociales.
En esta clase abordaremos la atencin de los usuarios de sustancias psicoactivas
desde el marco del respeto a los derechos fundamentales de las personas, en especial
el derecho a la salud, con una perspectiva de universalidad y equidad. Analizaremos la
condicin de vulnerabilidad de los usuarios de drogas y algunos factores que limitan su
acceso a los servicios de salud, tales como la estigmatizacin y la discriminacin.
Relacionaremos el sistema internacional de fiscalizacin de drogas con el enfoque de
derechos, ejemplificaremos situaciones que comportan abusos y violaciones de
derechos y estableceremos correspondencias con los criterios de disponibilidad,
accesibilidad, aceptabilidad y calidad de los establecimientos, bienes y servicios de
salud.

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La complejidad del fenmeno y sus mltiples facetas imponen ciertos lmites al abordaje del tema.
Aspectos como la produccin y el trfico de drogas, el papel de las fuerzas armadas, la corrupcin
poltica, entre otros, si bien ntimamente relacionados, exceden los objetivos de esta clase; no obstante
deben tenerse presentes como teln de fondo del anlisis. Asimismo, es menester encuadrar el impacto
de las polticas de drogas en un escenario ms amplio que tome en consideracin aspectos
estructurales de las sociedades latinoamericanas, caracterizadas por condiciones de pobreza e
inequidad, y que contemple la interaccin con las polticas sociales y econmicas llevadas adelante en
la regin.

3.1.

Salud y derechos humanos

Este apartado presenta una sucinta sntesis acerca del concepto de derechos humanos as como del
marco normativo y el sistema internacional que vela por su cumplimiento. Se presta especial atencin al
derecho a la salud y a los criterios que permiten valorar su desempeo.

3.1.1. Los derechos humanos y el derecho internacional


Los derechos humanos son garantas jurdicas universales que protegen a los
individuos y los grupos contra acciones y omisiones que interfieren con las libertades y
los derechos fundamentales y con la dignidad humana (Oficina del Alto Comisionado
de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, 2006:1).

Todos los derechos humanos tienen carcter comn al ser universales (inherentes a la naturaleza
humana independientemente del sexo, raza, credo, religin o cualquier otra condicin), indivisibles
(ninguno es ms importante que otro, por lo que todos deben ser respetados por igual) e
interdependientes (la vulneracin o incumplimiento de uno afecta la realizacin de los dems; del
mismo modo cuando se implementa un derecho hay que tener en consideracin todos los dems). Los
derechos humanos son inalienables; no deben suprimirse, salvo en determinadas situaciones y segn
las debidas garantas procesales. Por ejemplo, se puede restringir el derecho a la libertad si un tribunal
de justicia dictamina que una persona es culpable de haber cometido un delito.
Los derechos humanos abarcan lo que se conoce como derechos civiles, culturales, econmicos,
polticos y sociales. Los derechos humanos incumben principalmente a la relacin entre las personas y
el Estado; no obstante ms recientemente se ha reconocido que el Estado tambin tiene la
responsabilidad de intervenir cuando los individuos actan de forma que afecta los derechos de otros.
Las obligaciones de los gobiernos con respecto a los derechos humanos guardan relacin en un sentido
amplio con los principios de respetar (abstenerse de obstaculizar el goce del derecho), proteger
(prevenir violaciones a estos derechos por parte de terceros) y cumplir (adoptar las medidas
legislativas, administrativas, presupuestarias y de otra ndole adecuadas para lograr su plena
efectividad).
El concepto de derechos humanos precede en el tiempo a las Naciones Unidas pero con la fundacin
de este organismo, obtuvieron reconocimiento formal. El 10 de diciembre de 1948 la Declaracin
Universal de los Derechos Humanos fue adoptada y proclamada por la Asamblea General de las
Naciones Unidas en su Resolucin 217 A (III). Aunque las declaraciones no son vinculantes, la
Declaracin Universal de los Derechos Humanos goza de una aceptacin universal; muchos pases la

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citan o incluyen disposiciones de sta en su legislacin fundamental o en sus constituciones. S son


vinculantes para los gobiernos que los ratifican, los tratados internacionales. Tal es el caso del Pacto
Internacional de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales y el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Polticos, ambos aprobados en 1966. Desde entonces se han adoptado
numerosos tratados, declaraciones e instrumentos jurdicos de otro tipo, en los que se recogen los
derechos humanos.
El cumplimiento de los compromisos contrados en virtud de tratados internacionales de derechos
humanos es vigilado por comits de expertos independientes denominados rganos creados en virtud
de los tratados, que llevan a cabo esta labor mediante recomendaciones dirigidas a Estados concretos
cuando examinan el cumplimiento por stos de sus obligaciones en relacin con los tratados, y
mediante observaciones generales sobre el significado de derechos concretos. Ese significado
tambin es elaborado por personas y rganos de expertos designados por la Comisin de Derechos
Humanos de las Naciones Unidas (rgano con sede en Ginebra, compuesto por 53 Estados Miembros
de las Naciones Unidas), en lo que se conoce como procedimientos especiales.

3.1.2. El derecho a la salud


El derecho al grado mximo de salud que se pueda lograr (denominado derecho a la salud) se
consagr por primera vez en la Constitucin de la Organizacin Mundial de la Salud (1946) y ms
adelante se reiter en la Declaracin de Alma-Ata de 1978 y en la Declaracin Mundial de la Salud
adoptada por la Asamblea Mundial de la Salud en 1998.
Este derecho ha sido reafirmado en toda una serie de instrumentos internacionales y regionales de
derechos humanos. En el prrafo 1 del artculo 25 de la Declaracin Universal de los Derechos
Humanos se afirma que toda persona tiene derecho a un nivel de vida adecuado que le asegure, as
como a su familia, la salud y el bienestar, y en especial la alimentacin, el vestido, la vivienda, la
asistencia mdica y los servicios sociales necesarios. El Pacto Internacional de Derechos Econmicos,
Sociales y Culturales contiene el artculo ms completo sobre el derecho a la salud de toda la
legislacin internacional relativa a los derechos humanos. En el prrafo 1 de su artculo 12, los Estados
Partes reconocen el derecho de toda persona al disfrute del ms alto nivel posible de salud fsica y
mental, mientras que en el prrafo 2 de ese mismo artculo se enumeran, a ttulo de ejemplo, diversas
medidas que debern adoptar los Estados Partes [...] a fin de asegurar la plena efectividad de este
derecho. Adems, el derecho a la salud se reconoce, entre otros instrumentos, en la Convencin
Internacional sobre la Eliminacin de todas las Formas de Discriminacin Racial de 1963, la Convencin
sobre la Eliminacin de todas las Formas de Discriminacin contra la Mujer de 1979 y la Convencin
sobre los Derechos del Nio de 1989, y en diversos instrumentos regionales de derechos humanos,
como el Protocolo Adicional a la Convencin Americana sobre Derechos Humanos en Materia de
Derechos Econmicos, Sociales y Culturales de 1988 (el Protocolo entr en vigor en 1999). Asimismo,
el derecho a la salud ha sido proclamado por la Comisin de Derechos Humanos y tratado ms a fondo
en la Declaracin y Programa de Accin de Viena de 1993 y otros instrumentos internacionales.
El derecho al goce del grado mximo de salud que se pueda lograr, previsto en el
derecho internacional relativo a los derechos humanos, entraa la reivindicacin de que
mediante un conjunto de mecanismos sociales - normas, instituciones, leyes y un
entorno propicio - se pueda garantizar de la mejor manera el disfrute de ese derecho.

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3.1.3. Disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y calidad de los establecimientos, bienes y servicios


de salud
En mayo de 2000, el Comit de Derechos Econmicos, Sociales y Culturales, encargado de supervisar
la aplicacin del Pacto, adopt la Observacin general N 14: El derecho al disfrute del ms alto nivel
posible de salud (artculo 12). Las observaciones generales sirven para aclarar la naturaleza y el
contenido de los derechos individuales y las obligaciones de los Estados Partes (de aquellos que han
ratificado los instrumentos correspondientes). En la Observacin 14 se reconoce que el derecho a la
salud est estrechamente vinculado con otros derechos - y depende de su realizacin -, en particular el
derecho a la alimentacin, a la vivienda, al trabajo, a la educacin, a la participacin, al disfrute de los
beneficios del progreso cientfico y sus aplicaciones, a la vida, a la no discriminacin, a la igualdad, a no
ser sometido a torturas, a la vida privada, al acceso a la informacin y a la libertad de asociacin,
reunin y circulacin.
Adems, el Comit interpreta el derecho a la salud como un derecho inclusivo, que no slo abarca la
atencin de salud oportuna y apropiada, sino tambin abarca una amplia gama de factores
socioeconmicos que promueven las condiciones merced a las cuales las personas pueden llevar una
vida sana.
En la observacin general se establecen cuatro elementos esenciales e
interrelacionados, cuya aplicacin depender de las condiciones prevalecientes en un
determinado Estado Parte, y que constituyen criterios con respecto a los cuales se
puede evaluar el respeto del derecho a la salud.
-

Disponibilidad. Deber haber un nmero suficiente de establecimientos, bienes y


servicios pblicos de salud y centros de atencin de la salud, as como de
programas. Esos servicios debern incluir los factores determinantes bsicos de la
salud, como agua limpia potable y condiciones sanitarias adecuadas, hospitales,
clnicas y dems establecimientos relacionados con la salud, personal mdico y
profesional capacitado y bien remunerado habida cuenta de las condiciones que
existan en el pas, as como los medicamentos esenciales definidos en el Programa
de Accin sobre Medicamentos Esenciales de la Organizacin Mundial de la Salud.

Accesibilidad. Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben ser


accesibles a todos, sin discriminacin alguna, dentro de la jurisdiccin del Estado
Parte. La accesibilidad presenta cuatro dimensiones superpuestas:
o

No discriminacin. Los establecimientos, bienes y servicios de salud deben


ser accesibles a todas las personas, de hecho y de derecho, sin
discriminacin alguna por cualquiera de los motivos prohibidos.

Accesibilidad fsica. Los establecimientos, bienes y servicios de salud


debern estar al alcance geogrfico de todos los sectores de la poblacin,
en especial los grupos vulnerables o marginados, como las minoras tnicas
y poblaciones indgenas, las mujeres, los nios, los adolescentes, las
personas mayores, las personas con discapacidades y las personas con
VIH/SIDA, inclusive en las zonas rurales.

Accesibilidad econmica (asequibilidad). Los establecimientos, bienes y


servicios de salud debern estar al alcance de todos. Los pagos por

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servicios de atencin de la salud y servicios relacionados con los factores


determinantes bsicos de la salud debern basarse en el principio de la
equidad, a fin de asegurar que esos servicios, sean pblicos o privados,
estn al alcance de todos.
o

3.2.

Acceso a la informacin. El acceso a la informacin comprende el derecho


de solicitar, recibir y difundir informacin e ideas acerca de las cuestiones
relacionadas con la salud. Con todo, el acceso a la informacin no debe
menoscabar el derecho de que los datos personales relativos a la salud
sean tratados con confidencialidad.

Aceptabilidad. Todos los establecimientos, bienes y servicios de salud debern ser


respetuosos de la tica mdica, culturalmente apropiados y sensibles a los
requisitos del gnero y el ciclo de vida, y debern estar concebidos para respetar la
confidencialidad y mejorar el estado de salud de las personas de que se trate.

Calidad. Los establecimientos, bienes y servicios de salud debern ser apropiados


desde el personal mdico capacitado, medicamentos y equipo hospitalario
cientficamente aprobados y en buen estado, agua limpia potable y condiciones
sanitarias adecuadas.

F actores que limitan el acceso a la salud de los usuarios de drogas

Este apartado analiza algunos factores que dificultan la atencin integral de los usuarios de drogas. Sin
desconocer la compleja interaccin entre las cuestiones de salud, la dimensin legal y las condiciones
socioeconmicas y polticas, nos centraremos en las representaciones sociales sobre el uso y los
usuarios de sustancias ilegales, fuente de procesos de estigmatizacin y discriminacin social y
abordaremos la particular situacin de vulnerabilidad de los usuarios de drogas, que impacta
negativamente en el reconocimiento y ejercicio de sus derechos.

3.2.1. Representaciones sociales sobre el uso y los usuarios de sustancias ilcitas


A finales de los aos sesenta, Berger y Luckmann (1968) marcaron un hito en el desarrollo de las
corrientes simblicas al mostrar que toda la realidad social es una construccin de la misma sociedad.
Los significados que una sociedad da a una cierta cosa repercuten en el modo mismo de ser de esa
cosa, en las formas en que nos comportamos en relacin a ella, y tambin en las maneras en que la
cosa se comporta. De ah que hechos que consideramos objetivos verdaderos y eternos, son
producto de procesos sociales generados por circunstancias histricas especficas.
Desde esta perspectiva nos resulta til el concepto de representaciones sociales para
interpretar la construccin social del problema droga. Este concepto que permite
articular aspectos de lo psicolgico y lo social, refiere a imgenes que condensan un
conjunto de significados; sistemas de referencia que nos permiten interpretar lo que
nos sucede, categoras que sirven para clasificar las circunstancias, los fenmenos y a
los individuos con quienes tenemos algo que ver; teoras que permiten establecer
hechos sobre ellos (Jodelet, 1986:472-473).

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Las representaciones sociales no se corresponden necesariamente con las caractersticas objetivas del
fenmeno en s. Pero, en los fenmenos sociales, es tan importante lo que la gente cree que pasa como
lo que en realidad pasa. Para la gran mayora de la poblacin -incluidos los propios usuarios de drogasel problema droga se define y se disean respuestas al mismo, a partir de una serie de preconceptos y
estereotipos. Alessandro Baratta (1994) reconoce al menos cuatro elementos que caracterizan la
construccin de la realidad sobre el tema drogas:

Establecer un vnculo necesario entre consumo y dependencia.


Suponer la vinculacin de los usuarios de drogas con una subcultura con un sentido diferente de la
realidad al de la mayora normal.
Asociar el uso de drogas con el comportamiento delictivo que separa de la vida productiva e
introduce en carreras criminales.
Considerar a los adictos en estado de enfermedad psico-fsica y a la dependencia como
irreversible.
Esta construccin del problema droga est conformada por estereotipos, es decir
imgenes mentales muy simplificadas y con pocos detalles.

Carlos Gonzlez Zorrilla (1987) seala que el propio concepto de droga es una nocin que no
responde a la lgica cientfica. Para la representacin social, la droga siempre es un producto
mortalmente daino, lo que justificara la prohibicin de su uso. Por ello, considera drogas a algunas
sustancias (cocana, cannabis, opiceos) y no reconoce como tales a las sustancias permitidas (alcohol,
tabaco, psicofrmacos) o, en todo caso, estima que su nocividad es mucho menor.
Como correlato de la distorsin del concepto de droga, se instala lo que se ha llamado el fetichismo de
la sustancia. La droga no es un objeto de comunicacin plana, sin relieve, est animada por la cultura.
Desde esta perspectiva los objetos no son slo cosas, resultan producto de la complejidad humana, de
representaciones simblicas y relaciones sociales. Los objetos como la droga se encuentran
revestidos de totetismos y fetiche (Bialakowsk y Cattani, 2001:11).
La droga se identifica con un ente mgico, se le asignan poderes y capacidades contaminantes, se la
explica como algo externo a la sociedad que amenaza a la poblacin sana.
Otro contenido presente en las representaciones sociales de la droga la identifica
como expresin de una actitud individual o colectiva de oposicin a la sociedad, de no
aceptacin de las normas sociales; a su vez se asocia a los jvenes con esta postura.
Por ltimo, la imagen del usuario de drogas constituye otro estereotipo. Debido a las distorsiones en
las representaciones sociales, en el caso de las sustancias ilegales no se admiten diferencias en los
patrones de consumo. Esto es, al consumidor cualquiera sea la dosis, frecuencia y circunstancias del
uso se lo asocia con un patrn nico de uso de drogas y con escasos vnculos sociales e institucionales.
Se lo considera un adicto, lo que deriva en identificarlo necesariamente como alguien peligroso para
s o para otros, violento, con una personalidad autodestructiva y una actitud despreocupada respecto
de su salud.

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3.2.2. Estigma y discriminacin


Como resultado de los estereotipos anteriormente descriptos, muchos usos de drogas constituyen
estigmas. En relacin a este concepto, introducido en los aos sesenta al anlisis sociolgico, Erving
Goffman seala: Los griegos, que aparentemente saban mucho de medios visuales, crearon el trmino
estigma para referirse a signos corporales con los cuales se intentaba exhibir algo malo y poco habitual
en el status moral de quien los presentaba. Los signos consistan en cortes o quemaduras en el cuerpo,
y advertan que el portador era un esclavo, un criminal o un traidor una persona corrupta, ritualmente
deshonrada, a quien deba evitarse, especialmente en lugares pblicos-. Ms tarde, durante el
cristianismo, se agregaron al trmino dos significados metafricos: el primero haca alusin a signos
corporales de la gracia divina, que tomaban la forma de brotes eruptivos en la piel; el segundo,
referencia mdica indirecta de esta alusin religiosa, a los signos corporales de perturbacin fsica. En
la actualidad, la palabra es ampliamente utilizada con un sentido bastante parecido al original, pero con
ella se designa preferentemente al mal en s mismo y no a sus manifestaciones corporales. Adems, los
tipos de males que despiertan preocupacin han cambiado (Goffman, 1986:11).
Goffman describe el estigma como un proceso de devaluacin que desacredita significativamente a
un individuo ante los ojos de los dems. Los atributos que justifican el estigma pueden ser totalmente
arbitrarios; por ejemplo, color de la piel, manera de hablar o preferencias sexuales. Dentro de culturas o
contextos particulares, ciertos atributos se magnifican y son definidos por los dems como deshonrosos
o indignos.
Este autor argumenta que al individuo estigmatizado se lo ve como una persona con
una diferencia indeseable. Seala tambin que la sociedad concepta el estigma en
funcin de lo que constituye la diferencia o desviacin, y aplica reglas o castigos que
conducen a una suerte de identidad deteriorada en el individuo en cuestin. De este
modo, la etiqueta del estigma -entendido como un atributo negativo- se les coloca a las
personas, quienes a su vez y en virtud de su diferencia, son valoradas negativamente
por la sociedad.
Estudios antropolgicos ms recientes sealan las limitaciones de este enfoque en torno al estigma,
caracterizndolo como individualista e indicando que reduce el problema al estudio de atributos
desacreditadores, considerados como culturalmente construidos en el marco de las interacciones entre
individuos o grupos, y sobre todo, de relaciones didicas o microgrupales.
Parker y Aggleton (2003) han indicado como parte sustancial de las limitaciones que, si bien se
reconoce la complejidad y diversidad cultural de la estigmatizacin y discriminacin, las aproximaciones
conceptuales tienden a considerar la estigmatizacin en trminos estticos y a enfatizar su construccin
cultural, independizando estos fenmenos de las condiciones estructurales y los contextos de
desigualdad y poder en los que anclan la construccin de estos estereotipos. Como correlato,
reproduciendo las definiciones de sentido comn, la discriminacin queda reducida a una cuestin de
trato injusto, dependiente de voluntades individuales o grupales.
Cuando el estigma se instala, el resultado es la discriminacin.
La discriminacin hace referencia a cualquier forma de distincin, exclusin o
restriccin arbitrarias que afecte a una persona, generalmente pero no exclusivamente,

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por motivo de una caracterstica personal inherente o por su presunta pertenencia a un


grupo concreto, con independencia de que exista o no alguna justificacin para tales
medidas.
La discriminacin consta de tres componentes: las actitudes discriminatorias (tambin conocidas
como prejuicios), el comportamiento discriminatorio y la discriminacin. Los dos primeros (las
actitudes y el comportamiento discriminatorios) se aplican a las personas que estn dentro de la norma
social; en cambio, el ltimo (la discriminacin) se aplica a la relacin entre los que estn dentro de la
norma social y los estigmatizados. El estigma y la discriminacin existen en un crculo vicioso. El
estigma facilita o promueve las actitudes discriminatorias. Estas actitudes a menudo se reflejan en el
comportamiento que da lugar a actos de discriminacin. Los actos de discriminacin acentan o
favorecen el estigma (Foreman et al, 2003:12)
El siguiente ejemplo da cuenta de hasta qu punto los usuarios de drogas son vctimas del estigma y la
discriminacin. En uno de los pocos informes que ha examinado la discriminacin contra los
consumidores de drogas inyectables (...) se lleg a la conclusin de que cierta proporcin de los 300
consumidores de drogas inyectables en Nueva Gales del Sur, Australia, haba sido maltratada` por la
polica (80%), el personal del hospital (60%), los mdicos (57%), los farmacuticos (57%), los
empleadores (47%), los dentistas (33%), los proveedores de metadona (33%), los servicios de
tratamiento de abuso de sustancias (33%) y los trabajadores de salud de la comunidad (7%). Segn el
informe: Las experiencias de discriminacin son tan comunes e implacables que muchos usuarios no
se dan cuenta que los discriminan. Parece normal ser tratado mal y vilipendiado si se es usuario`
(Burrows, citado en Foreman et al, 2003:16).

3.2.3. Vulnerabilidad social y uso de drogas


La investigacin internacional en materia de VIH ha realizado importantes aportes para comprender la
particular situacin de vulnerabilidad de individuos y grupos, entre ellos los usuarios de drogas. Autores
como Parker, Easton y Klein (2000) indican que existe en la actualidad un importante corpus que ha
desplazado su enfoque desde los comportamientos individuales hacia el examen de las fuerzas
estructurales y los contextos socioculturales.
Algunos estudios tienden a encuadrar las discusiones en trminos de economa poltica y buscan
subrayar las formas en las que procesos histricos generales en la economa y la sociedad han
contribuido a desigualdades en la estructura social (tales como clase, raza, etnia y gnero) que a su vez
condicionan la vulnerabilidad de diferentes individuos y grupos.
Otras investigaciones se enmarcan en trminos de factores estructurales y del entorno, incluyendo las
desigualdades sociales estructurales as como las polticas y las prcticas institucionales, que influyen el
contexto de las conductas de riesgo y de cuidado. Estos estudios se han focalizado en los efectos
interactivos o sinrgicos de factores sociales tales como la pobreza y la explotacin econmica, el poder
de gnero, la opresin sexual y el racismo, que crean lo que puede describirse como violencia
estructural que determina directamente la vulnerabilidad social de grupos e individuos. Tambin se ha
vinculado esto con las formas en que tal violencia estructural se sita en sistemas polticos y
econmicos histricamente constituidos, sistemas en los cuales diversos procesos y polticas
(relacionados al desarrollo econmico, la vivienda, el trabajo, las migraciones, la salud, la educacin y el
bienestar social) afectan las situaciones de vulnerabilidad.

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A su vez, el estigma y la discriminacin constituyen tambin otros factores estructurales que aumentan
la vulnerabilidad.
Entendemos entonces a la vulnerabilidad como una condicin estructural que expresa
el dao potencial a la salud en personas sin poder social, al que se puede asociar la
violacin de derechos humanos como resultado de la carencia de recursos
econmicos, sociales y legales, de la condena social a conductas consideradas
reprochables, del estigma y la discriminacin.

Como han indicado Hernndez-Rosete Martnez et al (2005), la vulnerabilidad es un fenmeno que se


produce histricamente y se puede conceptualizar como el conjunto de factores econmicos, polticos y
socioculturales que, ligados a la identidad e historia de vida de las personas (sexo, edad, escolaridad,
condicin tnica, nivel socioeconmico), colocan a los individuos en situaciones que pueden limitar su
capacidad para evitar o reducir riesgos y daos. Por eso, la vulnerabilidad es una condicin que se
adquiere en el proceso de interaccin entre los sujetos y los contextos por los que transitan, y que
depende de las condiciones estructurales en que se desenvuelven las poblaciones.
Podemos entonces relacionar la vulnerabilidad de los usuarios de drogas con al menos los siguientes
indicadores:

Las altas tasas de inequidad social

La pobreza

La situacin legal de las sustancias ilcitas

El encarcelamiento frecuente

El estigma asociado al uso de drogas ilcitas

Las polticas de drogas

Las prcticas institucionales

El rol social definido por el sexo y la edad

3.3.

El derecho a la salud y la fiscalizacin de drogas

En este apartado se relacionan los principios de derechos humanos y los criterios para valorar el
cumplimiento del derecho a la salud con las medidas emanadas del sistema de fiscalizacin de drogas.
La presentacin de algunos ejemplos reales de abusos y violaciones nos permitir corroborar la
necesidad de una activa defensa de los derechos humanos como horizonte poltico que debe orientar
las diversas respuestas sociales que se instrumentan en relacin con el uso y los usuarios de
sustancias psicoactivas.

3.3.1. Divergencias entre el sistema de fiscalizacin de drogas y los principios de derechos humanos
El sistema actual de fiscalizacin de drogas en todo el mundo se basa en dos convenciones y un
convenio internacionales: la Convencin nica de Estupefacientes de 1961, enmendada por el

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Protocolo de 1972; el Convenio sobre Sustancias Psicotrpicas de 1971; y la Convencin contra el


Trfico Ilcito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrpicas de 1988.
Las tres convenciones sobre el control de drogas de las Naciones Unidas se fundan en
la prohibicin de una serie de sustancias y en el establecimiento de medidas para
eliminar su produccin, distribucin y consumo.
La nocin de prohibicin, construida a lo largo del siglo XX, resulta clave para la gnesis de los
estereotipos anteriormente descriptos y alimenta los procesos de estigmatizacin social. Sobre este
concepto se construye socialmente el problema de las drogas -en tanto sustancias prohibidas-, y de su
uso, en tanto desvo. La prohibicin se constituye en una encrucijada en la que se reencuentran dos
lgicas: la sanitaria, de cura, y la punitiva, de control (Touz, 2006).
El sistema internacional de fiscalizacin de drogas se desarroll sobre la premisa de que la reduccin
del mercado de drogas ilcitas puede lograrse con medidas prohibicionistas de control de la oferta. A
pesar de que las convenciones relativas a las drogas mencionan la preocupacin por la salud y el
bienestar de la humanidad, esto no se refleja en forma proporcional en las convenciones, que se
enfocan principalmente en la criminalizacin y contienen limitadas previsiones para el tratamiento y la
rehabilitacin de las personas que usan drogas (Barret et al, 2008). Por su parte, el sistema
internacional de derechos humanos, adems de las protecciones especficas y las libertades
establecidas en cada tratado de derechos humanos, sostiene una serie de principios claves que son de
considerable relevancia para el control internacional de drogas.

El principio de no discriminacin
Este principio se encuentra en todos los tratados de derechos humanos y establece para los estados
dos obligaciones separadas pero relacionadas. Una es la obligacin negativa de evitar discriminar a
individuos o grupos en base a una serie de motivos como raza, color, sexo, idioma, religin, opinin
poltica, etc., o por otras condiciones, lo que se interpreta que incluye condiciones de salud. El
segundo aspecto es la obligacin positiva de identificar a individuos o grupos que requieren medidas
especiales para disminuir o eliminar las condiciones que causan discriminacin.
A pesar de estas obligaciones positivas y negativas, existen ejemplos de la aplicacin desproporcionada
de las leyes penales relacionadas con el control de drogas en indgenas, minoras tnicas y poblaciones
en situacin de pobreza. Por ejemplo, un estudio de Human Rights Watch (2000) muestra que en
Estados Unidos los hombres afroamericanos son encarcelados en causas por drogas, 13,4 veces ms
que los hombres blancos, a pesar de que hay 5 veces ms usuarios de drogas blancos que negros. En
Nueva York, el 94% de los sentenciados por delitos de drogas son afroamericanos o hispanos.
El principio de proteccin a los ms vulnerables
Este principio permea todo el sistema de derechos humanos. No obstante, las personas que usan
drogas (a menudo las ms marginalizadas en una comunidad) son criminalizadas y estigmatizadas.
Estudios realizados en Argentina y Brasil, por ejemplo, sealan que el mayor nmero de procesados por
infraccin a las leyes de drogas, son personas (en general hombres jvenes) que fueron detenidas en la
va pblica, con escasa cantidad de drogas y sin estar cometiendo otro delito (Metaal y Youngers, ed.,
2010).

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A su vez, las comunidades campesinas en pases en desarrollo enfrentan la peor parte de los esfuerzos
de control de la oferta. La erradicacin de cultivos y, en particular las fumigaciones areas, son un claro
ejemplo. En su informe sobre Colombia, el Comit de los Derechos del Nio sealaba su preocupacin
por los problemas de salud ambientales por el uso de la sustancia glifosato en las campaas de
fumigacin area de las plantaciones de coca (que forman parte del Plan Colombia), ya que afectan la
salud de grupos vulnerables, incluidos nios (Comit de los Derechos del Nio, 2006:14).
El principio de empoderamiento
Este principio se refleja en los tratados de derechos humanos en cuestiones como la autodeterminacin
de las personas, los derechos a la libertad de expresin, religin, a la intimidad y a la asociacin, el
derecho a la participacin poltica, el derecho de los nios a ser escuchados, etc. Estrechamente
conectada a este principio est la necesidad de involucrar a la sociedad civil y de consultar y escuchar a
las comunidades afectadas en la toma de decisiones que las afectan. Una de las formulaciones ms
importantes de este principio es la Mayor Participacin de las Personas que Viven con o estn
Afectadas por el VIH/SIDA, conocido como el principio GIPA (ONUSIDA, 1999). Al respecto, el sistema
de control de drogas se mantiene muy rezagado.

3.3.2. Fiscalizacin de drogas y violaciones de derechos


En agosto de 2010, el Relator Especial sobre el derecho de toda persona al disfrute del ms alto nivel
posible de salud fsica y mental present a la Asamblea General de Naciones Unidas un informe
examinando las medidas que ataen fundamentalmente al consumo y la tenencia de sustancias
psicoactivas, y sus diversos efectos en el derecho a la salud.
El informe seala: La penalizacin del consumo y la tenencia de drogas constituye una
violacin de varios derechos humanos, incluido el derecho a la salud. Otras
infracciones del derecho a la salud son menos directas, pero se derivan del desvirtuado
objetivo del rgimen internacional de fiscalizacin de drogas: por ejemplo, el acceso
insuficiente a medicamentos esenciales. El Relator Especial considera que cada una
de esas violaciones tiene su origen en ltima instancia en la atencin desproporcionada
que se da a la penalizacin y las prcticas de aplicacin de la ley a expensas del
disfrute del derecho a la salud y la reduccin de los daos asociados a las drogas
(Grover, 2010:9).
Atencin a usuarios de drogas y criterios de disponibilidad, accesibilidad, aceptabilidad y calidad de los
servicios
Como seala Diana Rossi, en Amrica Latina y el Caribe la mayor parte de los tratamientos para
usuarios de drogas contemplados dentro de las polticas pblicas estn orientados al abandono del
consumo (Rossi, 2009:36). Otros expertos indican que la investigacin sobre patrones de utilizacin de
servicios, efectividad y eficacia de los tratamientos virtualmente no existe en Amrica Latina (Aguilar et
al, 2006:S89). Lo que es evidente es que, en muchos pases de la regin, resulta insuficiente el nmero
de servicios de atencin para los usuarios de drogas.
Esta falta de disponibilidad no solamente impide satisfacer la demanda de tratamiento sino que puede
traer aparejadas otras consecuencias. Por ejemplo, en la Provincia de Mendoza, Argentina, una mujer

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fue condenada a la pena de 6 meses de prisin, condena que se dej supeditada a la realizacin de una
medida de seguridad curativa. El tiempo pas y la mujer no realiz el tratamiento. Ante esta situacin
los jueces consideraron que la falta de cumplimiento, aun cuando en esa regin de la Argentina no
existan organismos pblicos para realizarlo -circunstancia que se menciona en el voto en disidenciadeba sancionarse con el cumplimiento efectivo de esa pena (Tribunal Oral Criminal Federal N 1 de
Mendoza, 1998).
Con respecto a los programas de reduccin de daos, han sido poco sistemticos, han tenido escasa
cobertura y no se han replicado en la medida de lo necesario (Rossi, 2009:37). Segn releva la
International Harm Reduction Association, la mayora de los programas de intercambio de jeringas
operan en Brasil y Argentina, aunque hay pequeos proyectos en otros pases. Mxico y Colombia, con
ms usuarios de herona que otros pases latinoamericanos, son los nicos estados que prescriben
tratamiento de sustitucin por opiceos y la cobertura es baja. El desarrollo de intervenciones de
reduccin de daos para cocana y sus derivados es incipiente (Cook, 2010:44).
A la escasa disponibilidad se suman los problemas de accesibilidad a los servicios de atencin, en
buena medida provocados por la criminalizacin y estigmatizacin que sufren los usuarios de drogas.
Como indica el Relator Especial en su informe: Las personas que consumen drogas tal vez eviten
solicitar atencin mdica por temor a que la informacin sobre su consumo de drogas sea compartida
con las autoridades, lo cual podra conducir a su detencin, encarcelamiento o tratamiento contra su
voluntad (Grover, 2010:9). Al respecto resulta interesante un fallo de la Corte Suprema de Justicia de
Argentina que absolvi a una persona que haba sido acusada del delito de transporte de
estupefacientes tras haber sido intervenido quirrgicamente en un hospital pblico por una obstruccin
intestinal producida por la presencia de cpsulas que ms tarde se determin contenan clorhidrato de
cocana-, lo cual fue puesto en conocimiento de personal policial por los profesionales mdicos. Entre
otros argumentos, los jueces de la Corte priorizaron el derecho a la vida por sobre el derecho del Estado
a perseguir al responsable de un delito, argumentando que el principio republicano de gobierno impide
que el Estado persiga delitos valindose de medios inmorales, como sera aprovecharse del inminente
peligro de muerte que pesa sobre el procesado que acude a la atencin mdica, mediante la imposicin
de un deber al mdico que lo convierta en un agente de la persecucin penal del Estado (Corte
Suprema de Justicia de Argentina, 2010:454).
Tambin los usuarios de drogas suelen sufrir discriminacin cuando concurren a los servicios de salud.
Un estudio realizado en las ciudades de Buenos Aires y Rosario, Argentina, indag las representaciones
de los trabajadores de salud respecto de las barreras de acceso. Al referirse a todos los pacientes que
llegan a sus servicios, los trabajadores de salud ofrecieron una mirada crtica hacia el sistema de salud
en el que estn insertos, al sealar como obstculos los problemas organizacionales, la atencin
hospitalaria y la falta de recursos en los hospitales. Pero al especificar sobre los usuarios de drogas
individualizaron el problema del acceso o lo redujeron a problemas del propio sujeto, mientras que las
cuestiones de tipo organizacional no aparecan como una barrera importante. Estas interpretaciones
ponen de manifiesto las representaciones sociales de los trabajadores sobre los usuarios de drogas,
argumentando que la barrera de acceso de tipo cultural se relacionaba con el estilo de vida del sujeto,
la no preocupacin por su salud y/o el olvido de las citas pautadas aduciendo, por ejemplo, que no
concurran a las consultas por estar drogados (Rossi et al, 2007:38).
Las desigualdades estructurales y la discriminacin se observan tambin en el acceso de los usuarios
de drogas que viven con VIH. Investigadores brasileos encontraron que aunque los UDIs (usuarios de
drogas inyectables) no diferan en trminos del nmero promedio de consultas y mostraban perodos
ms largos de atencin, tenan significativamente menores oportunidades de recibir prescripciones de

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ARV (antirretrovirales), y solicitudes de recuento de CD4 y carga viral (de Melo et al, 2006). Otro
estudio hall que, pese a la poltica brasilea de acceso universal y gratuito al tratamiento para
VIH/sida, el riesgo de muerte para los usuarios de drogas inyectables es dos veces ms alto que para
los hombres que tienen sexo con otros hombres (Malta et al, 2009).
El acceso a la informacin tambin suele ser objeto de restricciones, pudiendo llegar a penalizar al
personal que realiza trabajo de campo con usuarios de drogas. En 2004, un particular efectu una
denuncia contra una organizacin no gubernamental argentina que desarrollaba actividades de
reduccin de daos, por la presunta comisin del delito de apologa del consumo de drogas. El juez
interviniente desestim la denuncia, basado en el dictamen del fiscal quien indic que las instrucciones
dadas no intentan fomentar o instruir a las personas para el consumo de estupefacientes, sino que,
partiendo de la base que es una realidad que la gente consume estupefacientes, se debe procurar que
no daen an ms la salud a causa de droga adulterada y combinndola con elementos que produzcan
mayor perjuicio (Tribunal Oral Federal de Buenos Aires, Secretara 7, 2004). Si bien la situacin se
resolvi en el mbito judicial, es indicativa de los obstculos que pueden enfrentar intervenciones
orientados a reducir la exposicin a mayores riesgos en el consumo de drogas.
La aceptabilidad y calidad de los servicios para usuarios de drogas en muchas ocasiones tampoco
alcanzan estndares mnimos. En su informe, el Relator Especial aborda los programas de tratamiento
obligatorio que utilizan principalmente intervenciones disciplinarias, sin tener en cuenta las pruebas
mdicas. En esos programas no suele haber acceso a un personal mdico capacitado para atender los
trastornos relacionados con la drogodependencia como enfermedades. El trabajo forzoso, la reclusin
en rgimen de aislamiento y los tratamientos experimentales administrados sin consentimiento del
paciente violan las normas internacionales de derechos humanos y son sucedneos ilegtimos de
medidas fundamentadas en pruebas, como la terapia de sustitucin, las intervenciones psicolgicas y
otras formas de tratamiento administrado con el consentimiento pleno e informado del paciente
(Grover, 2010:12). En enero de 2012, un incendio en un centro de rehabilitacin para drogadictos y
alcohlicos en Lima, Per, dej un saldo de 27 muertos; los internos no pudieron escapar pues
estaban encerrados. Testimonios recogidos por medios periodsticos dan cuenta de las caractersticas
de los servicios que el centro ofreca: Solo cuando nos portbamos mal, recibamos un correctivo. Nos
ponan a meditar, sin ver tele, todo el da con tu biblia o sin dormir. Correctivos suaves, no ms () En
un cuarto entraban tres camarotes de tres pisos, cada uno dorma en un camarote. En la sala dorman
los que no tenan cama, haba colchonetas, eran las personas mayores (ElComercio.pe, 2012).

Un enfoque de la fiscalizacin de las drogas basado en los derechos humanos


Como indicbamos en la introduccin, las Estrategias aprobadas por la CICAD y la OPS han incluido
explcitamente el tema de los derechos humanos en el tratamiento de los problemas vinculados a las
sustancias psicoactivas, hacindose eco de la Resolucin 51/12 de la Comisin de Estupefacientes que
reafirm que la lucha contra el problema mundial de las drogas es una responsabilidad comn y
compartida a la que se ha de hacer frente en un contexto multilateral, que exige un planteamiento
integral y equilibrado y que ha de llevarse a cabo en plena conformidad con los objetivos y principios de
la Carta de las Naciones Unidas y otras disposiciones del derecho internacional, en particular, con pleno
respeto de () todos los derechos humanos y las libertades fundamentales (Comisin de
Estupefacientes, 2008).
Estos nfasis deben leerse en clave de la falta de coordinacin y de debate que todava existe entre los
organismos que se ocupan de la lucha contra las drogas y los que se ocupan de los derechos humanos.

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Un camino posible para iniciar su superacin son las recomendaciones formuladas a los Estados
Miembros por el Relator Especial sobre el derecho de toda persona al disfrute del ms alto nivel posible
de salud fsica y mental:
- Garantizar que todas las medidas encaminadas a reducir los daos ocasionados por
las drogas (conforme los detalla el ONUSIDA) y los servicios destinados a tratar la
dependencia de las drogas, en especial, la terapia de sustitucin de opiceos, estn a
disposicin de los consumidores de drogas, sobre todo entre la poblacin penitenciaria.
- Destipificar como delito o despenalizar la posesin y el uso de drogas.
- Derogar o reformar de manera importante la legislacin y las normas que coartan la
prestacin de servicios de salud esenciales a los consumidores de drogas, y examinar
las iniciativas relativas a la imposicin de la ley en materia de fiscalizacin de drogas
para garantizar que se cumplan las obligaciones ligadas a los derechos humanos.
- Enmendar las leyes, las regulaciones y las normas para aumentar el acceso a los
medicamentos esenciales sujetos a fiscalizacin (Grover, 2010:27).

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4.

Futuro

Durante demasiado tiempo hemos visto cmo los prejuicios, los dogmas y el engaoso sentido comn
han hecho que la investigacin rigurosa no sea siempre tenida en cuenta en el diseo y la aplicacin de
las polticas. Hemos constatado que las polticas de drogas potenciaron una construccin
estigmatizante, centrndose en las categoras de delito y enfermedad, ocultando as las profundas
races sociales del problema y consolidando procesos de criminalizacin y medicalizacin que acarrean
tanto sufrimiento.
Creemos llegado el momento de fortalecer una agenda de trabajo que contemple varios aspectos:
-

Ampliar los puntos de vista del anlisis en una perspectiva interdisciplinaria, reconocer la
complejidad del problema en los mltiples contextos, y redefinir las terminologas, los argumentos y
las intervenciones.

Instar al trabajo multisectorial entre distintas reas de gobierno con la participacin de la academia,
la sociedad civil y los propios usuarios de drogas.

Teniendo en cuenta las barreras producto del deterioro de las condiciones de supervivencia y
desamparo de los mnimos derechos de los usuarios que viven en condiciones de pobreza, articular
propuestas que combinen la despenalizacin del uso y la posesin de drogas con sistemas de
proteccin social, dada la superposicin entre criminalizacin de usuarios de drogas y de sectores
empobrecidos y vulnerables en contextos de crisis.

Entendiendo que la salud es una cuestin indisociable del respeto de los derechos humanos
fundamentales, desarrollar polticas y programas para la atencin integral de los usuarios de
drogas, as como la diversificacin de la oferta de cuidados. Esto necesariamente debe conllevar el
incremento de los recursos y las prioridades para la reduccin de la demanda, incluyendo una
amplia gama de acciones que abarquen prevencin, tratamiento, rehabilitacin, reduccin de daos
e integracin social, en el marco de programas de inclusin social que reduzcan la pobreza y la
marginacin que se enlazan al problema de las drogas.

Tenemos la certeza de que debemos continuar con los esfuerzos en el control de las drogas, pero es
necesario preguntarnos qu clase de esfuerzos y en qu combinacin tendrn el mayor impacto positivo
en su uso problemtico, y en el tipo, gravedad, y distribucin de los daos. La persecucin a los
usuarios de drogas, que por otra parte se aplica en forma desigual recayendo sobre los sectores
pobres, dificulta su acceso al cuidado de la salud y los somete a intolerables situaciones de
discriminacin. El desafo es repensar los modelos regulatorios e identificar polticas que protejan
simultneamente la salud pblica, los derechos humanos y el orden pblico.

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5.

Lecturas recomendadas

Reproducimos a continuacin algunas citas bibliogrficas, invitando a la lectura del material completo
disponible en la web.

1. El filsofo chileno Martn Hopenhayn deconstruye el problema de la droga utilizando la nocin de


fantasma, que le sirve para sealar la brecha entre la percepcin del problema y la magnitud del mismo,
develar su uso poltico con fines de control social y tambin de hegemona global, y que opera
estigmatizando grupos de poblacin.
La droga es un fantasma en la medida que su incidencia estadstica no guarda proporcin con su
resonancia simblica. Hay algo de signo, de seal y de sntoma en la droga, o ms bien en la proyeccin
significante que la sociedad hace sobre la sustancia-droga, que hace que su impacto desborde ampliamente
su efecto o su dao medible. Importa, entonces, deconstruir el fantasma, vale decir, desmontar el
prejuicio comn respecto del dao efectivo de la droga en la sociedad (dao estadsticamente acordado por
la tasa de prevalencia de consumo/mes) y reconstruir, desde all, las zonas de transferencia que explican el
fantasma. Definir aqu tales zonas de transferencia como los desplazamientos imaginarios desde un mbito
de problemas a otro mbito, en el entendido que la sobrecarga simblica de la droga viene dada por la
proyeccin desde otros problemas sociales, ms o menos difusos, hacia esta sustancia que concentra
temores y aprehensiones que tienen otro origen.
Dicho de otro modo, lo propio del fantasma, en este caso, es su condicin de punta de iceberg y de caballo
de Troya. Lo primero, porque la aprehensin frente al consumo de drogas revela temores y vulnerabilidades
respecto de dinmicas societales que trascienden largamente la droga misma, pero que a la vez se
condensan imaginariamente en el uso de drogas. Lo segundo el caballo de Troya- porque la lucha contra el
consumo de drogas enmascara un cmulo de agresiones, ms o menos indefinidas en sus motivaciones y
objetos reales, y que se escudan tras la cruzada por una sociedad libre de drogas.
Hopenhayn, Martn (2002) Droga y Violencia: Fantasmas de la Nueva Metrpoli Latinoamericana. En: Polis.
Revista Acadmica de la Universidad Bolivariana, Volumen I, N 3. Santiago, Chile.
Disponible en: http://redalyc.uaemex.mx/pdf/305/30510304.pdf

2. La antroploga argentina Mabel Grimberg desarrolla un enfoque antropolgico poltico de la


estigmatizacin y la discriminacin, indicando su arraigo en el mbito del poder, la dominacin y las
desigualdades sociales, que a su vez refuerzan.
Como he propuesto en otro trabajo, los estereotipos estigmatizantes y las prcticas discriminatorias se
producen y mantienen desde modos de relacin y prcticas entre conjuntos sociales en desiguales
relaciones de poder, contribuyen, a la vez, a legitimar y reforzar esas desigualdades (Grimberg, 2002, 2003).
Por eso, ms que de estigma`, que induce a una visin individual y esttica, resulta adecuado entender
estos fenmenos como un proceso social e histrico en constante cambio, en el que nuevos y viejos sentidos
y prcticas sociales son producidos, reactualizados y frecuentemente resistidos (Parker y Aggleton, 2003).
En este marco, me interesa subrayar que los procesos de estigmatizacin no pueden comprenderse fuera de
su entramado a prcticas de discriminacin social que impactan la vida y las identidades de vastos conjuntos

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sociales. Estas prcticas de discriminacin articulan dispositivos de dominacin y opresin entre categoras
de clase, gnero, edad, tnicas etc., que se traducen en diversas formas de sufrimiento social, persecucin y
violencias contra sujetos y grupos. De ah la necesidad de un enfoque antropolgico poltico que entienda la
estigmatizacin y la discriminacin social como un proceso histrico social, que opera en estructuras de
desigualdades sociales y polticas, resistencias y negociaciones en el marco de un campo societal de disputa
por la hegemona y la legitimacin del poder.
Grimberg, M. (2003) Estigmatizacin y discriminacin social relacionada al VIH en pases de Amrica Latina:
sexualidad y uso de drogas en jvenes en contextos de precarizacin social urbana. En: Estigma y
discriminacin por el VIH/sida: un enfoque antropolgico, Estudios e Informes, Serie Especial, Nmero 20.
Divisin de Polticas Culturales y Dilogo Intercultural, UNESCO. 11-22.
Disponible en: http://unesdoc.unesco.org/images/0013/001307/130756s.pdf

3. Un grupo de expertos internacionales presenta un anlisis crtico de los sistemas de la ONU sobre
fiscalizacin de drogas y derechos humanos y su relacin relativa con el gobierno general de la ONU, y
explica los fundamentos de la primaca de los derechos humanos.
El derecho internacional de los derechos humanos basado en la Carta de las Naciones Unidas, la
Declaracin Universal y numerosos tratados internacionales brinda una va para abordar las deficiencias
histricas y sistmicas, y las insuficiencias e inequidades del sistema internacional de fiscalizacin de
drogas, y para trabajar con el objeto de evitar nuevas violaciones y la aplicacin de medidas
desproporcionadas como las descritas previamente. Ms que un mero contrapeso respecto a los tratados
sobre fiscalizacin de drogas, las normas sobre derechos humanos ocupan una posicin de mucha mayor
autoridad legal. En realidad, para que el sistema de fiscalizacin de drogas de las Naciones Unidas sea
compatible con las obligaciones de la organizacin establecidas en la Carta, los derechos humanos no deben
ser considerados solamente como una herramienta para corregir abusos especficos, sino como un tamiz a
travs del cual deben filtrarse todas las iniciativas de fiscalizacin de drogas. Por lo tanto, lo que se necesita,
si la ONU desea crear la base para la fiscalizacin de drogas y si se piensa en prevenir abusos especficos
de los derechos humanos, es un enfoque de las polticas y actividades de fiscalizacin de drogas que est
basado en los derechos humanos.
Barret, D.; Lines, R.; Schleifer, R.; Elliot, R.; Bewley-Taylor, D. (2008) Reajustar el Rgimen: la necesidad de
una poltica internacional de drogas basada en derechos humanos fundamentales. Londres: Beckley
Foundation.
Disponible en: http://www.ihra.net/files/2010/06/16/BarrettRecalibratingTheRegimeSpanish.pdf

4. La Comisin Global de Polticas de Drogas, conformada por 19 personalidades reconocidas del mundo
acadmico y poltico, acord en cuatro principios fundamentales que debieran guiar las estrategias y las
polticas de drogas nacionales e internacionales. Una de ellos se desarrolla en la siguiente cita:
Las polticas de drogas deben llevarse a cabo de una manera integral, involucrando a las familias,
las escuelas, los especialistas de salud pblica, los profesionales del desarrollo y los lderes de la
sociedad civil, en colaboracin con las agencias de orden pblico y otros organismos
gubernamentales relevantes.

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Con su fuerte foco en la aplicacin de la ley y el castigo, no es sorprendente que las instituciones principales
en la implementacin del sistema de control de drogas hayan sido la polica, y las autoridades de control de
fronteras y militares dirigidas por los Ministerios de Justicia, Seguridad o Interior. En el nivel multilateral, las
estructuras regionales o de las Naciones Unidas tambin estn dominadas por estos intereses. Aunque los
gobiernos han reconocido cada vez ms que las estrategias de aplicacin de la ley para el control de drogas
necesitan integrarse en un enfoque ms amplio con programas sociales y de salud pblica, las estructuras
para el diseo de polticas, la asignacin presupuestaria, y la implementacin, no se han modernizado al
mismo ritmo.
Esta dinmica institucional obstaculiza el diseo objetivo y basado en evidencia de las polticas. Esto es ms
que un problema terico reiterados estudios han demostrado que los gobiernos logran beneficios
financieros y sociales mucho mayores para sus comunidades invirtiendo en programas sociales y de salud,
antes que invirtiendo en actividades de reduccin de la oferta y aplicacin de la ley. Sin embargo, en la
mayor parte de los pases, la enorme mayora de recursos disponibles se gastan en el cumplimiento de las
leyes de drogas y en el castigo de las personas que usan drogas.
La falta de coherencia es an ms notoria en las Naciones Unidas. El desarrollo del rgimen global de
fiscalizacin de drogas involucr la creacin de tres cuerpos para supervisar la implementacin de las
convenciones la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (ONUDD), la Junta
Internacional de Fiscalizacin de Estupefacientes (JIFE), y la Comisin de Estupefacientes (CND). Esta
estructura se asienta en la premisa de que el control internacional de drogas es ante todo una lucha contra el
crimen y los delincuentes. Como es de esperar, hay un intrnseco inters personal en mantener el foco en la
aplicacin de la ley y los funcionarios de alto rango en estos cuerpos tradicionalmente han estado ms
familiarizados con este marco.
Ahora que la naturaleza del desafo de la poltica de drogas ha cambiado, las instituciones deben acompaar
este cambio. La poltica de drogas global debera crearse a partir de las estrategias compartidas de todas las
agencias multilaterales interesadas ONUDD por supuesto, pero tambin ONUSIDA, OMS, PNUD, UNICEF,
ONU Mujeres, el Banco Mundial, y la Oficina del Alto Comisionado para los Derechos Humanos. La
marginacin de la Organizacin Mundial de la Salud es especialmente preocupante dado el hecho que a la
OMS se le ha dado un mandato especfico bajo los tratados de fiscalizacin de drogas.
Comisin Global sobre Polticas de Drogas (2011) Informe de la Comisin Global sobre Polticas de Drogas.
Disponible en:
http://www.globalcommissionondrugs.org/wpcontent/themes/gcdp_v1/pdf/Global_Commission_Report_Spanish.pdf

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6.

Referencias bibliogrficas

Aguilar-Gaxiola, S., Medina-Mora, M.E., Magana, C.G., Vega, W.A., Alejo-Garcia, C., Quintanar, T.R., et
al. (2006) Illicit drug use research in Latin America: Epidemiology, service use, and HIV. En: Drug and
Alcohol Dependence. 84, Suppl. 1, S85-S93.
Baratta, A. (1994) Introduo a uma sociologia da droga (Introduccin a uma sociologia de la droga). En F.
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