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El Orden de los Poderes

ndice, Debates, Crditos, Reconocimientos, Bibliografa y Directorio

A las generaciones de estudiantes que identificar,


pues este libro no es ms que el testamento que les debo.

El Orden de los Poderes: Historias Constituyentes de la Trinidad Constitucional, Madrid: Editorial


Trotta, 2006, con el patrocinio de la Fundacin El Monte. Colabora en esta parte Geneva Crenshaw.
Debates, crditos, reconocimientos y bibliografa tan slo se editan en este soporte, pues, as ya ms
fcilmente disponibles, no se imprimen en el libro. Por ste debo agradecimiento muy especial, puesto
que ambos prestaron apoyo antes incluso de ver el producto acabado, a Alejandro Sierra en la editorial y a
ngel Lpez en la fundacin.

NDICE
I
A MODO

DE

PRESENTACIN.

1. ndice de Constitucin: legislativo, ejecutivo y judicial.


2. Acerca del esquema trino y su aparente lgica.
3. Entre religin, derecho y mtodo.
II
ARRANQUES

DE

PODERES.

1. En el principio fue Inglaterra?


2. Separacin de poderes y anatoma de personas.
3. Poderes constituidos frente a separacin constituyente.
4. Mensaje en Amrica: de la representacin poltica a la garanta judicial.
5. Y viceversa: la justicia en lugar prioritario de orden constitucional.
6. 1776: Virginidad del emparejamiento entre derechos y poderes.
7. Sujetos de constitucionalismo y canon de constitucionalidad.
8. En el principio era Amrica: Europa y los poderes de derecho de familia y de gentes.
9. La frontera colonial como cuna de los poderes constituyentes.
10. 1787: Poderes por orden y en desorden.
11. 1789: Promiscuidad de una pareja de poderes entre los derechos y ante la justicia.
12. Modulacin del orden: poderes representativos, electivos y coloniales.
13. Entre jurisdiccionalismo y constitucionalismo: caso de Cdiz.
14. Radicacin de poderes entre Amrica y Europa, Mxico y Espaa.
15. Posibilidades fallidas: Constitucin de Europa y Derecho Internacional.
III
DILATACIONES

DE

PODERES.

1. Dominio domstico: Constitucin y esclavitud.


2. Dominio normativo: Constitucin y cdigo.
3. Dominio gubernativo: Constitucin y monarqua.
4. Dominio social: Constitucin y ciudadana.
5. Dominio doctrinal: Constitucin y derechos.

IV
RECONSTITUCIONES

DE

PODERES.

1. Gran Bretaa, 1832.


2. Francia, 1848.
3. Portugal, 1852.
4. Mxico, 1856.
5. Repblica Romana, 1849, versus Iglesia Catlica, 1864.
6. Estado Unidos, 1865-1871.
7. Virginia, Texas y otros Estados.
8. Repblica Cherokee, Din Bikey y otras Naciones.
9. Canad, 1867.
10. Espaa, 1869.
11. Revirginizacin en Amrica.
12. Preconstitucin en Francia y Espaa.
13. Frmulas ternarias y contraste colonial.
14. Constitucin y reconstitucin en el Ecuador.
15. Ecuador en frica bajo Europa (Bioko, 1868).
16. frica en Amrica bajo Europa (Cuba, 1870).
17. Planteamiento de autonoma colonial (Puerto Rico, 1870).
18. Reconstitucin del poder colonial.
19. Poderes entre familia y propiedad, Estado e Imperio.
20. Reconstitucin de derechos mediante poderes?
V
A GUISA

DE

CONCLUSIONES.

V.I. El poder y los poderes.


1. Cuerpo y sombra de la trinidad de poderes.
2. Poderes supernumerarios, los novatos, los veteranos y los arcaicos.
3. La secuencia y el orden de poder constituyente y poderes constituidos.
V.II. Constitucin, derechos, reconstitucin.
1. Poder como signo de Constitucin.
2. Los derechos y los poderes.
3. Desagravio, reparacin, apoderamiento, constituyencia.

V.III. En fin, la lgica.


1. De poderes.
2. De constituyencias.
3. De derechos.
VI
OFF

THE RECORD
LECTURAS Y DEBATES

VI.I. Lecturas de derecho y de ficcin.


1. Contrapunto de poder, el colonial.
2. Contratiempo de derecho, el jurisdiccional.
3. Contrafuerte de mtodo, el literario.
VI.II. Relecturas de historia y de historiografa.
1. Representacin a contramano
2. Revolucin en entredicho.
3. Y curso a mano.
Indicaciones e instrucciones sobre factura y manejo
Crditos y reconocimientos (o cmo es que se ha escrito este libro)
Bibliografa de base y contraste
Directorio ulterior en internet
ndice de materias y fuentes constitucionales

VI
OFF THE RECORD:
LECTURAS Y DEBATES.

Ah, con mis conclusiones en la parte impresa del libro, realmente he concluido.
Ni mis conocimientos ni mis experiencias dan por s solos para ms. Ya he rogado al
lector o la lectora que, para remediar deficiencias o paliar insuficiencias, sume los suyos
y las suyas, conocimientos y experiencias. Ahora viene una ayuda. Geneva Crenshaw ha
aguardado pacientemente hasta el final para entrar en liza. Digo esto porque es un gesto
que aprecio confiando adems en que la lectura haga suyo el agradecimiento. Soy
prototipo ideal del sujeto dominante a lo largo de la historia constitucional (europeo de
rostro plido, varn heterosexual, propietario, funcionario de Estado, pues lo es el
profesor universitario en Espaa...). Que alguien que no comparte prcticamente
ninguna de dichas seas de identidad haya aguantado hasta aqu el soliloquio tiene
realmente mrito. Le cedo ahora la palabra no tanto por corresponderle, pues no acabo
de aprender a callarme, como por pensar que la ltima palabra nunca debiera tenerla,
por mucho que se resista a guardar silencio, un prototipo tan crecido de sujeto como el
que sin remedio represento. A Geneva comienza por no sonarle tan extrao un derecho
bien clamoroso como el ltimamente visto que encadena reparacin, apoderamiento y
constituyencia. Lo digo por si a la lectura que comparta ms rasgos conmigo que con
ella le ha sorprendido su relevancia.
Paso el testigo a la colaboradora. Procedamos ante todo a las presentaciones, ya
que he cometido el imperdonable descuido de no hacerlas al principio. Perdn, Geneva.
Helas. Imaginemos que en algn paraje de otra galaxia, en algn paradero terrestre pero
no avistable ni tal vez reconocible desde Europa, habitara una persona que estuviese
deseosa de conocer nuestro hemisferio y ms particularmente su encarnadura de
instituciones y nervadura de libertades. Hace el viaje desde frica, es acogida por una
familia descendiente de la esclavitud en Amrica y recibe el nombre adoptivo de
Geneva Crenshaw 1 , pues el suyo de origen resulta impronunciable para gentes de
cultura hecha a la limitacin del espectro de los sonidos comunicativos. El
genuinamente africano suena irreconocible en gargantas europeas y euroamericanas.
Poco menos as que aliengena, puede que pareciera de entrada ingenua, pero contaba de
antemano sobre todo con la ventaja del sentido comn nada estragado, sino que muy
agudizado, por la digestin de adversidades. Y tiene dotes para las lenguas, no digo que
don pues no llega desde luego a ciencia infusa. Es humana. Ya que sta de ahora no es
la primera ocasin ni mucho menos en la que se desplaza entre las distancias ms largas,
las que no slo son geogrficas, sabe tanto de los caminos como de las encrucijadas 2 .
Para que no vaya a confundir su aspecto de adaptacin al medio, insistir en que,
por su estancia primera en nuestro mundo de matriz europea, se siente y es por ello
1

Estoy rindiendo el homenaje cruzado de parafrasear a Pedro CRUZ, La curiosidad del jurista persa, y de
tomar en prstamo el nombre del personaje, Geneva Crenshaw, de Derrick BELL, And We Are Not Saved:
The Elusive Quest for Racial Justice, ambos ya citados. El apellido puede que tenga una procedencia
explicable, la de Kimberl Crenshaw (vase K.W. CRENSHAW, Neil GOTANDA, Gary PELLER y Kendall
THOMAS, eds., Critical Race Theory: The Key Writings that Formed the Movement, New York 1996).

Para su primersima comparecencia, no hace tanto, Harvard Law Review, 99, 1985, pp. 13-17.

afroamericana en sentido fuerte, descendiente por adopcin de esclavos de no hace


muchas generaciones. Su familia adoptiva le ayud a hacerse una formacin
profesional, concretamente, dadas las inquietudes que trajera desde la otra galaxia
terrestre, jurdica. Se gradu en derecho. Tuvo como profesor en materia constitucional
a Derrick Bell. Guardando la relacin, fue abogada comprometida con los derechos
civiles. Digo todo esto en pasado porque atraves una crisis que afect incluso a su
salud y la distanci finalmente del ejercicio de la profesin, aunque sin llegar por ello a
desentenderse del compromiso de los derechos. Su ansia de conocimiento y experiencia
le condujo a un estado de saciedad sin haber atravesado el de satisfaccin. Anda de
vuelta y sabe de lo que habla. Y no ha perdido su sentido comn. Ya no se siente gente
de derecho, aunque siga al tanto. Lo mira desde fuera con todo el desencanto de su
periplo personal. Geneva, aliengena persistente por determinacin propia tanto en
Europa como en Amrica, est en efecto entre nosotros de vuelta. La otra galaxia se
habr advertido sin duda que, con globalizacin y todo, se sita en el frica
subsahariana, en estas cercanas. Geneva padece reunidas dos memorias, la colonialista
y la esclavista. Mejor sera decir que las sustenta con determinacin, aguante y orgullo 3 .
Le paso finalmente la palabra para que no se diga que falto a la ma al agregar
ahora una coda que se deja de insinuaciones, rodeos e indirectas para involucrarse de
cabeza con el tiempo presente, el nuestro, tanto constitucionalista como historiogrfico,
tanto de derecho como de historia y, sobre todo, de la interseccin operativa. Paso a
cederle de inmediato el estrado a Geneva. Si el modo de expresin se asemeja en
momentos al mo es porque me encargo ahora de trascripcin y, de nuevo, de anotacin,
adems de por permitirme intromisiones en busca del dilogo cuando Geneva deja que
se meta baza. No siempre me identifico, pero seguro que a estas alturas quien est
leyendo conoce mi tono y estilo.
Dejmosle a Geneva con sus dudas, pues se las guarda, sobre el grado de
discernimiento que cabe alcanzar acerca de unas corrientes vivas y dinmicas slo
porque nos remontemos entre los desages de sus fuentes y adentremos por los
recovecos de sus narrativas, y tan slo con las herramientas que tenemos entre manos.
Alguna duda ma me la guardo 4 . Evitemos impertinencias probablemente injustas.
3

Se anuncia Geneva ahora mediante mensaje electrnico, D. BELL, And We Are Not Saved: The Elusive
Quest for Racial Justice, p. 22, y en Harvard Law Review, 99, 1985, pp. 15: Dearest friend, I have
folded my wings and returned to this world. Derrick Bell presenta a Geneva Crenshaw como colega
hemisfrica, de nuestra galaxia, con experiencia en otras, hasta en cortes celestiales, pero el periplo es
ms bien inverso, pues los parasos tan slo los conoce en los delirios de la enfermedad que le deprimiera.
Ello puede que se deba al propsito de comprometerla superiormente con la causa afroamericana o ms
concretamente afroestadounidense, pues del resto, inclusive del asunto indgena o del colonial en general,
la obra de Derrick Bell se ocupa poco, si algo, pese a ser su motivo the elusive quest for racial justice.
Para introducirse en ella, Richard DELGADO y Jean STEFANCIC (eds.), The Derrick Bell Reader, New
York 2005.
4

Ensimimar the quest for racial justice en el caso afroestadounidense como si fuera todo un paradigma
no es desde luego ocurrencia personal de nadie, sino tnica hoy bien sentada en el conjunto del
constitucionalismo no slo por Amrica, latina como anglo, menos por la Amrica indgena. Slo por
abogarse, se extrema sensibilidad en causa propia y se mantienen distancias con la ajena. Un ttulo tan
general como el del maestro de Geneva, D. BELL, Race, Racism, and American Law, Boston 1973, que
adems marc sin gnero de duda un hito, dedicaba, entre ms de mil pginas, apenas un par de decenas a
un mismo apartado para gentes indgenas americanas e inmigrantes no europeas bajo el epgrafe de other
Nonwhites (hay ediciones posteriores con este apartado algo ms desarrollado y enfatizando la
mescolanza: other Nonwhiteness). No se tomara como racista un libro sobre el primer caso, el
indgena, que tratara de este modo a quienes descienden del trfico de la esclavitud sin mucho as en
comn con la inmigracin voluntaria? Cabe compararse, pues intenta considerar al mismo tiempo uno y
otro racismo en el seno del derecho estadounidense, de su doctrina constitucional en particular, R.

Suspendamos los juicios propios. Sintonicemos y atendamos. De alguna postura de


Geneva ya tenemos noticia, bien que muy sumaria. Ampliemos y aprovechemos 5 . Para
hacerlo a fondo o al menos procurarlo, a partir de ahora no andaremos for the record,
sino off the record y adems a la contra.

WILLIAMS, Like a Loaded Weapon. Aunque suela pasar desapercibido e incluso tomarse por su contrario,
el sesgo es similar y nada raro entre quienes abogan por otras justas causas como la de gnero, la de
trabajo o la de pueblo, no exclusive, desde luego, la misma indgena. No me atrevo a decir que, como
varn, europeo, propietario, etctera, cuento con la ventaja de no tener causa que me ciegue, porque
podra en riesgo esta seccin. Geneva se ofendera con toda la razn ante presuncin tamaa. Es ah
precisamente donde anida la ceguera contagiosa y ella bien que lo sabe. El resto ya digo que me lo
guardo.
5

Para lo que he indicado al final del apartado anterior, en el libro impreso, respecto al derecho de
reparacin, D. BELL, And We Are Not Saved: The Elusive Quest for Racial Justice, pp. 123-139. Este
debate sobre la compensacin de la esclavitud entre Geneva Crenshaw y Derrick Bell concluye
recordndose el episodio fallido, cuando la abolicin, de forty acres and a mule, la parcela y la mula, y
entonndose un espiritual: Nobody knows the troubles Ive seen, sin especificarse la versin. Hay dos con
diferencias sustantivas de ritmo y letra (tradicional gospel: Nobody knows the troubles Ive seen /
Nobody knows but Jesus...; variante blues: Nobody knows the troubles Ive seen / Nobody knows my
sorrow...). Para interpretacin cercana a la original, a la difcilmente documentable de los mismos
tiempos de la esclavitud, escchese el primer corte en el disco de LEADBELLY que lleva por nombre el
propio ttulo de la cancin, Nobody knows the troubles Ive seen, ed. CD 1994. Recomiendo que se siga
por la audicin de Billie HOLIDAY, Strange Fruit, ed. CD 1999, ttulo igualmente del disco y de la
cancin, segundo corte, el extrao fruto de los rboles por algunas latitudes, el de cadveres humanos
mediante la tcnica de cultivo conocida como linchamiento, por cuya prctica, entre otras razones, los
Estados Unidos tardaron en ratificar hasta 1988 la Convencin para la Prevencin y Sancin del Delito de
Genocidio de 1948 (Lawrence J. LEBLANC, The United States and the Genocide Convention, Durham
1991).

VI.I
Lecturas de derecho y de ficcin.

Leer suele ser hoy un acto solitario, pero durante bastante tiempo no fue as al
menos por medios europeos y quizs no slo. La lectura se comparta. Consista en una
actividad en comn entre autor o autora ausente, lector o lectora presente y audiencia
interactiva. No saber leer no exclua de la comunidad que lea, como ignorar la escritura
no apartaba de la comunicacin escrita. Existan y operaban la mediacin y el
intercambio. Hasta leer a solas sola hacerse a viva voz o al menos movindose los
labios, como acusndose la falta de una compaa necesaria. Y cambiar la forma de
lectura distorsiona. Ya se sabe que el Quijote se convirti en obra sesuda cuando
comenz a lersele en soledad, mientras lo era de risa, lo que no es menos digno,
cuando se lea en compaa. Ya sabemos que incluso el derecho pudo pasar de lectura
colectiva a la individual.
Las Constituciones no son textos que se hagan precisamente para leerse en
solitario. No debiera. Tampoco tendra por qu destinarse a tal forma de lectura la
literatura de todo gnero que pueda interesar a la materia constitucional, esto es
primariamente a los derechos de libertad de todas y todos. No me refiero as a la
participacin de un alumnado en una clase, sino de la humanidad en una ciudadana, si
se me permiten las grandes palabras. Ahora, para unas lecturas de cierre, Geneva puede
que ms modestamente remedie la deficiencia de comunidad al menos lectiva por
cuenta propia. Espero que sea buena representante de una audiencia de momento,
mientras trascribo, ausente o en suspenso. Esto espero.

VI.I.1
Contrapunto de poder, el colonial.
Constitucionalismo clsico y colonialismo clsico, uno y otro clasicismo,
comprueba de entrada Geneva que coinciden en el tiempo. No tiene objecin de partida.
Parecen en efecto un mismo e idntico clasicismo. Es toda una evidencia histrica de la
que no suele tomarse cuenta jurdica. Y hay ms. No slo se trata de que un par de
fenmenos resulten coetneos. Los agentes colonialistas son los agentes
constitucionalistas, unos mismos e idnticos Estados. Geneva asiente. Puede que no se
trate tan slo de suspensin perifrica del constitucionalismo por el colonialismo, sino
incluso de repercusin nuclear del segundo en el primero, en su determinacin de
poderes concretamente. A Geneva, americana y africana al cabo, le impresiona tanto la
cuna de Amrica como el laboratorio de frica. No siente inclinacin ninguna a pasar
por alto esas dimensiones. Comienza por admirarse de la capacidad probada de la
historiografa constitucional para silenciar historia y generar imaginacin 6 . Y la historia
imaginaria ya ha aprendido que puede ser constituyente. Al tanto de este efecto, la
historiografa de persuasin constitucionalista parece especialmente esmerarse en
producir ficcin 7 .
Geneva no es que quiera llevar la contra y menos por defender lo indefendible,
pero concede que haya cierta lgica para que la constancia del hecho no se tome
usualmente como problema de derecho por parte de una historiografa, ya no digamos
de un constitucionalismo ms distante todava. No cabe decir que unas posiciones sean
inconsistentes y punto. Geneva tambin es comprensiva. No se llama desde luego a
engao sobre la historia constitucional ni se hace ilusiones sobre la historiografa
constitucionalista o sobre el constitucionalismo proyectado en el pasado y por doquier,
mas reconoce que existe tal lgica de apariencia persuasiva para desconectrsele del
colonialismo y que la misma goza de fuerza en los medios acadmicos o en aquellos
que se tienen a s mismos distintivamente por cultos. Ah est la presuncin. El empeo
constitucional se cifra en libertad y garanta. La empresa colonial consiste en poder y
dominio. Cmo puede una cosa guardar relacin con la otra? Hay coincidencias en la
historia y esquizofrenias en la vida, eso es todo? Sabe Geneva que puede haber
tambin psicoanlisis haciendo emerger nexos, propsitos y hasta repertorios enteros
6

Geneva comienza por no despreciar el marcado contraste de otro gnero nada jurdico de lecturas, como
la de Michel Rolph TROUILLOT, Global Transformations: Anthropology and the Modern World, New
York 2003, p. 36: If the reduction of North Atlantic universals also has to do with their power to silence
their own history, then we need to unearth those silences, those conceptual and theoretical missing links
that make them so attractive, desconexin empeada del colonialismo real y atraccin falaz del
universalismo presunto, continente del constitucionalismo de entre Amrica y Europa, que constituyen su
leitmotiv, de M.R. TROUILLOT, desde Silencing the Past: Power and the Production of History, Boston
1995.
7

Para muestra elocuente de ficcin redonda respecto al mismo arranque del constitucionalismo, Horst
DIPPEL, Human Rights in America, 1776-1849: Rediscovering the States Constitutions, en Albany Law
Review, 67, 2004, pp. 713-761. El autor dirige un ambicioso proyecto sobre History of Modern
Constitutionalism: http://www.modern-constitutions.de. No tuvo xito la sugerencia de Clavero de que no
dejara de programarse la inclusin de Constituciones y Tratados constitucionales de las Naciones
indgenas de Amrica en H. DIPPEL (ed.), Constitutions of the World 1850 to the Present / Verfassungen
der Welt 1850 bis zur Gegenwart, cuya edicin en microficha ha arrancado con la seccin de Europe /
Europa, Munich 2002. Le cuenta a Geneva que el editor tuvo la amabilidad de tomarse la molestia de
explicarle mediante mensajes electrnicos que a su juicio no son ni Constituciones ni Tratados ni
Naciones. El comentario de Geneva puede imaginarse.

ocultos de manas y complejos, servidumbres y dependencias. Hay lgica, pero es


delirio. Comprensiva y todo, no cabe otra para Geneva 8 .
Si recibe el debido tratamiento, que no es el facultativo, sino uno profano por
ingenuo y mejor incluso si aliengena, el constitucionalismo clsico de derechos se
revela como sistema de poderes excedentes a la propia funcin de garanta, quizs
incluso ajenos a ella. En la excedencia puede que resida la clave de la misma
concepcin y puesta en prctica de unas necesidades constitucionales en la forma de
poderes institucionalizados y no de otro modo ms funcional a los derechos de libertad.
La primaca de una pareja de hecho, la formada por legislativo y ejecutivo en
connivencia entre s con efecto de postergacin de la funcin judicial, puede tener la
explicacin de un designio de poder colonial sin ms cortapisas ni controles que las
posibilidades del propio uso de la violencia as como de la discrecin del propio sentido
de la prudencia, tambin esto indudablemente. Tal es la evidencia para Geneva.
He ah la historia de unos orgenes coloniales del constitucionalismo en
Amrica, concretamente en los Estados Unidos. La historiografa constitucional en
cambio asume para el mismo caso estadounidense la imagen agraciada de un pedigr
anticolonial tomando por tal la ruptura poltica, ni siquiera jurdica, del cordn
umbilical de ese constitucionalismo americano con la matriz europea y cometiendo el
genocidio virtual de hacer sin ms desaparecer la presencia indgena y afroamericana a
los concretos efectos de la formacin del propio sistema 9 . Se figura para toda Amrica
un escenario donde el eclipse prcticamente resulta, a fuerza de sumarse parcialidades,
total, pues lo es incluso para el asunto ms a la vista del compromiso constituyente con
la esclavitud 10 . El propio constitucionalismo estadounidense, bien que muy consciente
8

A veces, comprensiva y todo, pierde Geneva la paciencia con el mismo Clavero. Cmo pueden citarse
cosas del tipo de los Cambridge Companions to pensadores visceralmente colonialistas como si no lo
fueran tan convictos? Es que no se ha ledo cmo se presenta, sin ir ms lejos, la categora de civilisation
en John Stuart Mill? No es caso de simpata ni indulgencia, sino de falsedad y fraude, remata Geneva.
Seala especialmente a John ROBSON, Civilization and Culture as Moral Concepts, en J. SKORUPSKI
(ed.), The Cambridge Companion to Mill, pp. 338-371. El registro en nota de estos Companions se dice
expresamente que es para que se confrontaran. Ni por esas. O es que se citan, para contraste, obras
racistas cuando se trata de segregacin o escritos denegacionistas en captulo de genocidio? Por favor,
Geneva, no la tomes con los Companions, al fin y al cabo meros tiles. El problema es entonces de las
bibliotecas enteras a las que remiten y de las que se nutren. Que por m no quede. Te prometo que no
imcluir esos Companions en las recomendaciones de la Bibliografa.
9

Comprese a dichos efectos, recomienda Geneva, la Constitutional History of the American Revolution
de J.P. REID, sin presencia indgena, con alguna monografa anterior del propio autor: A Better Kind of
Hatchet: Law, Trade, and Diplomacy in the Cherokee Nation during the Early Years of European
Contact, University Park 1976, o tambin reciente: Patterns of Vengeance: Crosscultural homicide in the
North American Fur Trade, Pasadena 1999. Respecto a la esclavitud, P. FINKELMAN, Slavery and the
Founders: Race and Liberty in the Age of Jefferson, pp. 105 y 227, acusa lo mismo en Stanley ELKINS y
Eric MCKITRICK, The Age of Federalism. The Early American Republic, 1788-1800, New York 1993, por
relacin a sus respectivos S. ELKINS, Slavery: A problem in American institutional and intellectual life,
Chicago 1959, y E. MCKITRICK, Slavery Defended: The Views of the Old South, Englewood Cliffs 1963.
10

A estas alturas no falta ni siquiera, para admiracin no slo de Geneva, la contribucin de una
historiografa de impronta antropolgica: Rhys ISAAC, The Transformation of Virginia, 1740-1790, 1982,
con adenda en forma de prefacio, Chapel Hill 1999, tratando de explicar un acomodamiento de la
esclavitud en sociedades patriarcales de forma poco menos que natural o explcitamente tal (p. 309:
Slavery did not pose a problem within such a system. Differences in kinds of social being and the state
of social subjection itself were part of the nature of things), con el corolario sintomtico de contemplarse
su decadencia nada menos que desde los finales del siglo XVIII como efecto igualmente natural del
advenimiento de la sociedad que ya se tiene por individualista y que as queda despejada para una
prosecucin de la historia sin tales engorros, en torno a cuyos extremos se produjo justamente debate:
Jean-Christophe AGNEW, History and Anthropology: Scenes from a Marriage, versus R. ISAAC, On

10

de este episodio, se funda y desarrolla sobre la abstraccin de sus dependencias


genticas. Geneva comprueba que elipsis y abstraccin tampoco resulta nada
excepcional all donde, por simple solvencia profesional, debieran estar ms presentes,
esto es en el terreno de toda una historiografa, de la jurdica y an ms de la
constitucional, cuyo mismo paradigma profesional parece repudiar la mera advertencia
de tan incmodas dependencias en trminos propios de derecho 11 . Se pregunta Geneva
si esto no basta para situar al constitucionalismo en un escenario ya de entrada, no
digamos de avance, no slo ilusorio, sino tambin fraudulento. Ella es quien lo piensa y
yo ahora la acompao 12 .
El factor colonial se encuentra igualmente en el resto de los casos que se han
contemplado, salvo naturalmente en el cherokee, el quechua y otros que donde se sitan
es en la parte de padecimiento del colonialismo, no de su agencia en tiempo
constitucional. Resulta una constante en el constitucionalismo clsico de Estados y en el
internacionalismo entre ellos, pues no estrictamente entre Naciones. La cherokee, la
quechua y otras indgenas han quedado excluidas como sujetos del derecho
internacional. Son su objeto, igual que del orden constitucional. Es la exclusin que
incluye. Esto le resulta convincente a Geneva. La cuestin que se plantea es la de si el
factor colonial, adems de elemento, lo que resulta es clave para el constitucionalismo
que se predica de derechos y compone de poderes. Para el caso inicial espaol y para la
prosecucin por Latinoamrica, la evidencia se tiene. Tampoco es que ande oculta para
los Estados Unidos. Y para otras Constituciones espaolas y americanas? Y para el
caso britnico? Y para el francs? Aunque la historiografa constitucional no suela
contemplarlo, el elemento est ah, pero hasta qu punto es clave? Para llegar a una
Explanation, Text, and Terrifying Power in Ethnographic History, en Yale Journal of Criticism, 3, 1990,
pp. 29-50, y 6, 1993, pp. 217-236, respectivamente.
11

Algo le queda a Geneva de jurista positiva cuando considera la operacin ms insidiosa la idealizacin
histrica que se presenta como derecho puro: J.R. STONER, Common-Law Liberty: Rethinking American
Constitutionalism, Lawrence 2003, arrancando en efecto con una delatora excusa no pedida, p. 6: I do
not mean to revive lapsed ethnic privilege, aunque I suppose the eclipse of common law in recent years
owes something to the rise of a multiethnic America. Y Geneva ironiza ante la exageracin. Al fin y al
cabo, sin necesidad de andarlo vociferando, la Constitutional History of the American Revolution de J.P.
REID le rinde mejor servicio al common law, pues es en su mundo donde se encierra su planteamiento, no
concibiendo fuera del mismo libertad alguna, la raiz misma de la Authority of Rights en ningn otro lugar.
12

Si se trata de comparar para elegir entre lo que hay, Geneva manifiesta su preferencia por la historia
constitucional de A.R. AMAR, Americas Constitution, recin aparecida a finales de 2005. Como el autor
ya se teme (p. 468: Doubtless, some sophisticated readers may be tempted to dismiss my general account
as Whig history, esto es historia que proyecta ilusamente libertades), la encuentra Geneva un tanto ilusa,
pero no por eso la desestima. Realmente la aprecia por su competente atencin a las claves de la
esclavitud y del sexismo. Ahora soy yo quien se pone picajoso. Estoy de acuerdo en que estamos ante la
mejor exposicin existente de la historia del orden normativo del constitucionalismo federal de los
Estados Unidos de Amrica, pero hace aguas precisamente en la cuestin primaria del derecho indgena.
De entrada lo ignora; en su momento asegura que desde 1868 acceden a la ciudadana cuantos nacen en el
territorio estadounidense (p. 351); despus se acuerda de la salvedad indgena y la despacha como gesto
de respeto a gobierno extranjero, pues la asimila con perfecta seriedad, sin asomo de irona, al caso de
criatura de diplomtico nacida en embajada (p. 381). Menuda broma, pues as debera haber sido,
apostilla Geneva ahora, ya que no haba reparado antes. Si lo es, observo que se remata, pues luego dicha
exclusin resulta un gap remediable con la extensin de la ciudadana y el mantenimiento de reservas
indias como entities of distinctly diminished constitutional status (pp. 430 y 439). Con Geneva me
admiro de que tamao fraude pueda todava cometerse por la que ambos consideramos la mejor historia
actual del constitucionalismo estadounidense. Y no digamos a lo que se sigue dando pie. A.R. AMAR se
reafirma en que, pese a todo, la Constitucin de 1787 ya era de espritu genuinamente democrtico. En la
misma lnea whig, G.S. WOOD puede researle apreciativamente (New York Review of Books, 53-3, 2006)
tratando todava de negar, en base a tales mismas presunciones, que esclavismo y sexismo fueran claves.

11

respuesta, conviene no perderse de vista otro factor igualmente constante del


constitucionalismo clsico, uno interno. Hay ms evidencias a la vista de miradas
profanas e ingenuas, no de las interesadas y resabiadas por supuesto. Nuestra lectora en
voz alta es afortunadamente Geneva Crenshaw.
He ah la circunstancia patente, si quiere observrsele, de que el sistema de
poderes que caracteriza al constitucionalismo ha sido criatura histrica de una minora
social dilatada o exigua segn los casos, pero minora siempre al cabo. La mayor parte
de la propia sociedad no quedaba exactamente excluida del planteamiento
constitucional, pues se tena como destinataria de sus determinaciones. La minora se
hace con derechos para s y con poderes respecto a la mayora, uno y lo mismo lo
primero y lo segundo. El constitucionalismo abriga un proyecto de transformacin que
alcanza a la sociedad prcticamente entera, abarcando un ancho campo entre la cultura
inmaterial y la material con fuerte peso de una economa de propiedad y mercado. Todo
un mundo rural y laboral puede ser considerado entonces tan carente de civilizacin y
tan precario por ende, mientras que no la alcance, en derechos, casi tan expuesto
entonces a poderes como en el caso de las sociedades no europeas para el propio
europeismo constitucional. Aunque no se sienta naturalmente muy solidaria con Europa,
a Geneva no ha dejado de impresionarle cmo John Stuart Mill teorizara el poder
civilizatorio, un poder colonial no slo exterior, sino antes que nada interior, como el de
Inglaterra sobre galeses, escoceses e irlandeses o el de Francia sobre bretones y
vascos 13 .
La primaca del binomio formado por ley y gobierno como pareja de poderes
internos de determinacin poltica, lo que en Gran Bretaa llegara casi al grado de
fundirse, tiene una base histrica que no se identifica ntegramente con el colonialismo,
pero que guarda una fuerte relacin con el mismo en trminos sobre todo de mentalidad
y, algo menos, incluso de prctica. La vertiente del constitucionalismo en su integridad
de poderes y, ms an, de libertades es la interna, aunque muy restringida en principio
para lo segundo que es en teora primero. La poblacin propia cuenta ms o menos
desigualmente con unas posibilidades de acceso a remedios constitucionales
impensables por aquel constitucionalismo para la humanidad colonizada, la externa. El
poder colonial y los poderes constitucionales son vasos comunicantes y, como tales,
recipientes distintos, pero de contenido fluido que circula entre ellos 14 .
El eclipse del poder exterior, dijrase ya federativo, ya de derecho de gentes o
internacional, como elemento de la trinidad de poderes ha resultado providencial para el
13

Eugen J. WEBER, Peasants into Frenchmen: The Modernization of Rural France, 1870-1914, Stanford
1976, pp. 3-22, captulo cuya misma prosecucin le parece a Geneva Crenshaw que resultara ms
elocuente de no prejuzgarse resultados en trminos adems que se entienden positivos de nacionalizacin
del campesinado. Se pregunta por qu el punto de vista de la historiografa no es el de la mayora, cuando
no se pertenece a ella y an tambin con la procedencia, ni siquiera por venir a contemplrsele. Qu
paradigma rige la profesin cuando impone de tal modo perspectivas?, interroga, ingenua, Geneva.
14

Contrasta Geneva los registros citados por Clavero sobre accin colonial britnica, no slo los
referentes a las Indias Occidentales, sino tambin a la India, con las evidencias de juego interno de
derechos en investigaciones reeditadas y traducidas de E.P. THOMPSON, The Making of the English
Working Class, 1963; Whigs and Hunters: The Origin of the Black Act, 1975; Customs in Common:
Studies in Traditional Popular Culture, 1991, quien representa la posicin excepcional de punto de vista
de mayora social, una interna, the English working class en sentido amplificado, y no de minora tenida
por ilustrada, revolucionaria, liberal o constitucional, as esto en cuanto interesa a Gran Bretaa, pues no
aplica E.P. Thompson a ultramar y en especial a la India una perspectiva que entonces habra de ser, si
guardamos consecuencia, de humanidad colonizada. El nombre de E.P. Thompson es icono para una
izquierda radical en Europa, pero no precisamente en la India. Geneva lo ha sabido sobre el terreno.

12

solapamiento del dominio colonial en tiempo constitucional. Resulta desviacin o


constituye desarrollo el hecho de que pueda a nuestras alturas defenderse y practicarse
un poder al margen de poderes por no funcional a derechos ni sujeto a contrapeso ni
chequeo? Se hace incluso abiertamente por los Estados Unidos en base a las
competencias presidenciales de poltica exterior, a aquellas que tempranamente dejaron
de considerarse poder entre poderes 15 . La sombra de Jefferson es alargada. Geneva
advierte que, cuando se acusan estos detalles de colonialismo potenciado por
competencia ejecutiva en poltica exterior, opera todava la tendencia a tomarlos en
cambio como desarrollos al margen o incluso a espaldas de los planteamientos
constitucionales 16 . Parece ste un entendimiento tan comn que a menudo ni se hace
explcito. La historiografa constitucional y el propio constitucionalismo pueden por lo
comn permitirse el lujo redondo de la ignorancia supina. Si hay excepcin que importe
a la vinculacin con el colonialismo, viene ahora por la orientacin que se identifica
como postcolonial y que, por la propia fuerza del prefijo, suele entender el nexo ms
como gravamen pretrito que como hipoteca no saldada todava en el presente 17 .
Muy al contrario en definitiva de la presuncin predominante, sin tomarse en
cuenta el colonialismo no parece que quepa entenderse la gnesis del constitucionalismo
como sistema de poderes ni tampoco buena parte de su recorrido en el tiempo con
derechos de libertad y todo, no sabra Geneva decir con seguridad si incluso hasta hoy.
Comprende que tampoco es que sean fenmenos que se confundan. No se reduce ni
mucho menos por supuesto lo uno a lo otro. Pone el constitucionalismo la letra de los
derechos mientras que el colonialismo lo que ha puesto es el espritu de los poderes? La
observadora aliengena se queda con la duda de si, entre el uno y el otro, lo que
prevalece en definitiva es la distincin de recipientes o la comunicacin entre vasos.

15

Geneva Crenshaw se hace la pregunta ante testimonios como el de Mark DANNER, Torture and Truth:
America, Abu Ghraib, and the War on Terror, New York 2004, pp. 75-213 para documentacin oficial
con argumentos constitucionales prestando cobertura a dicha construccin de poder fuera de Constitucin
(ampliada en http://www.aclu.org/International/International.cfm?ID=13962&c=36%0D%0D, sitio de la
American Civil Liberties Union), o como el de casos respecto al campo de detencin de Guantnamo de
los que se informa por el Center for Constitutional Rights (http://www.ccr-ny.org). Adase, entre los
informes de Amnista Internacional, Guantnamo and beyond: The continuing pursuit of unchecked
executive power (http://web.amnesty.org/library/Index/ENGAMR510632005), con la clave constitucional
en el subttulo. Preocupada siempre tambin con los poderes, Geneva no deja de sealar que, cuando
vienen a detectrseles como ejecutivos aadidos a la trinidad tradicional, se detectan egoistamente en el
interior y no hacia el exterior: Henry J. MERRY, Five-Branch Government: The Full Measure of
Constitutional Checks and Balances, Urbana 1980, o el mismo M.J.C. VILE, Constitutionalism and the
Separation of Powers. Pero vase ahora la fuerte reaccin de B. ACKERMAN, The Failure of the Founding
Fathers. En el sitio al que me refer de la American Constitution Society for Law and Change se tiene
foro abierto sobre Separations of Powers con preocupacin por ambas vertientes, aun en mayor grado por
la interior que por la exterior: http://www.acslaw.org/c21/seppowers.
16

Lo confirma Geneva en una poderosa visin de historia constitucional no slo italiana pese a la
modestia del ttulo: Umberto ALLEGRETTI, Profilo di storia costituzionale italiana. Individualismo e
assolutismo nello stato liberale, Bolonia 1989, pp. 120-130: La agiuridicit della politica estera liberale:
guerra, imperialismo, colonialismo.
17

A Geneva tambin le parece bien como introduccin, si slo es como tal y sobre todo porque se centra
en el derecho con visiones ms pluralistas que las que asumen los propios editores, la colectnea ya citada
por Clavero: E. DARIAN-SMITH y P. FITZPATRICK (eds.), Laws of the Postcolonial, cuyos materiales se
publicaran primeramente en Law and Critic, 6-1, 1995, y Social and Legal Studies, 5-3, 1996. Se incluye
un captulo sobre el ilusionismo del postcolonialismo solapando todava mentalidades y prcticas
colonialistas, pp. 203-229: Jeannine PURDY, Postcolonialism: The Emperors New Clothes?.

13

Geneva, estando ya en liza tras la prueba y hasta alarde de paciencia con el


silencio que ha guardado a lo largo del desarrollo del libro, no sin cierta desconfianza
hacia Clavero pese al trato ya largo y cmplice, tiene que decir siempre la ltima
palabra. Es costumbre ni buena ni mala cuando se le conoce 18 . He aqu nuestro dilogo:
No caigas en la ilusin de que por redondear una frase redondeamos el
razonamiento.
Lo mismo digo. No abuses del fraseo. Y no te precipites. Todava no
hemos concluido. Dame un respiro.
No te basta con lo callada que me has tenido? Se ve donde quieres ir y
conducirnos. Ahora es mi turno y te calo. Pretendes dejarnos a medias.
Te empeas en seguir haciendo historia constitucional, una historia tan
lastrada como tendenciosa.
Lo que intento es todo lo contrario. Tan mal me explico?
Djame redondear el argumento. El caso es que no sabes salir de la senda
constitucional cuando lo que estamos necesitando no es ms de lo
mismo, constitucionalismo, sino postconstitucionalismo, otra cosa sin ser
distinta, pues lo mejor no lo es respecto a lo bueno ni a lo regular. Te lo
ilustro en la parte negativa que interesa a la historia. Basta con seguir
comenzando en mil-setecientos-setenta-y-seis y en mil-setecientosochenta-y-nueve entre Amrica-colonial y Europa-imperial, como te
empeas, para reproducirse la imagen, por mucho que quiera luego
matizarse, de un origen universal de la libertad humana en sociedad tan
engaoso para su momento, por no decir falsario, como ofuscado para los
restos y, a efectos prcticos, depredador siempre. Hele.

18

Escarment en una primera comparecencia, cuando al marcharse escuch cmo alguien le largaba: By
what right have you come here, taken our time, and had the effrontery to try to teach us anything?
(Harvard Law Review, 99, 1985, p. 83). La imprecacin se le qued grabada imaginndose que, dejndole
con la palabra en la boca, eso mismo le espetaran los founding fathers de conseguir ella colarse en la
Convencin de Filadelfia que en 1787 debati y acord a puerta cerrada la Constitucin de los Estados
Unidos para tratar de explicarles las terribles consecuencias que iba a acarrear a lo largo de los siglos,
incluso tras la abolicin, su compromiso de mantenimiento de la esclavitud: Quin eres t, mujer, negra
encima, y con qu derecho interrumpes nuestras tareas con nfulas de ensearnos algo a nosotros?, nada
menos que los padres fundadores, varones blancos propietarios, entre otras cosas, de esclavos (D. BELL,
And We Are Not Saved: The Elusive Quest for Racial Justice, pp. 26-50). Geneva, en sus discusiones con
Derrick Bell, tambin se queda en ocasiones con el resquemor de que ste se valga ms o menos
inconscientemente de la posicin universitaria y de la condicin de gnero para llevar la voz cantante.
Nunca le ha confesado cunto le irrita que tenga que ser l quien d por concluida la conversacin con
ella. Puede que ahora tienda a aprovecharse de estar departiendo con uno, si no se concede que nada
imbuido de autoridad de academia ni prepotencia de gnero, ms bien agotado a estas alturas.

14

VI.I.2
Contratiempo de derecho, el jurisdiccional.
No todo es colonialismo. Hay constitucionalismo de entidad propia. Alguien lo
pone en duda? No seamos suicidas. Debe por supuesto tomarse cuenta de las bondades
reales de la regla de separacin. Resulta lo justo y saludable. Geneva sin embargo lo que
pregunta acto seguido es si ha de ser de poderes. Ha de tratarse del despliegue de poder
constituyente en poderes constituidos, esa trinidad de cuatro? La necesidad fcilmente
apreciable de separar y contrapesar instituciones y competencias para que se atengan a
objetivos y cometidos, aboga realmente por la conveniencia de que tales elementos
sean poderes o ms bien lo que postula es lo contrario? Resultaran en otro caso
funciones jurisdiccionales, sujetas siempre y eficazmente a derecho. No habra de ser
jurisdiccional, como declarativo, el mismo ejercicio constituyente? Y no digamos del
legislativo. Mas tambin se constata cmo la posibilidad de transicin entre
jurisdiccionalismos distintos, el de derecho de tradicin y el de derechos de libertad,
resulta interceptada por los poderes, el constituyente y los constituibles, inclusive el de
reforma constitucional, lo mismo que pudo tambin desviarse, en la medida que
resistiera, una prctica jurisdiccionalista. No parece escenario fcil de captar ni sencillo
de trazar. Es slo una ilusin? Puede 19 . Cabe en otro caso hoy, a nuestras alturas,
cambio de direccin en plena contramano y sin control eficiente del trfico?
Cabe un giro del constitucionalismo que recupere jurisdiccionalismo? No se
tratara tan slo ni mucho menos de controles jurisdiccionales del ejercicio de los
poderes, lo cual presenta la contrapartida de crear a su vez el problema de un tipo nuevo
de poder aun en forma de control de los mismos, sino de que sea jurisdiccional la propia
actividad regular de todos ellos, motivndose constitucionalmente cualquier paso del
legislativo en medida no inferior a la motivacin normativa requerible del judicial,
como tambin debera serlo de cualquier accin del ejecutivo, todo ello para
posibilitarse un control ms de raz. El requerimiento habra de alcanzar por supuesto a
la poltica exterior como ejercicio jurisdiccional en relacin muy especial al orden
internacional actual de los derechos humanos, de estos derechos que tambin han de
regir el desempeo interno de los poderes, inclusive el de un poder constituyente que ya
con todo lo sera menos, bastante menos si todava algo. La humanidad entera est
constituida por los derechos de todas las personas que incluyen desde luego el derecho a
la propia vida comunitaria comoquiera que la comunidad misma se defina. Todo poder
constituyente ya habr de ser entonces derivado o, dicho de otra forma, jurisdiccional y,
por tanto, motivado. Y no digamos de la trinidad.
El jurisdiccionalismo no fue en la historia mera cobertura legitimadora. Menos
todava tendra que serlo, debindose a derechos de libertad, el de carcter
constitucional. Habra de cobrar operatividad. Motivacin por ejemplo significa de
entrada transparencia, lo contrario a la prctica de deliberaciones en secreto que an
19

Geneva observa que autores cercanos a Clavero, aparte de personalmente, por lo que toca a la
percepcin del jurisdiccionalismo preconstitucional no aprecian en el mismo grado ni mucho menos, con
sentido aparentemente ms realista, la posibilidad de un congnere, por igualmente jurisdiccionalista, de
ndole constitucional, con lo que, tanto para momentos constituyentes como reconstituyentes, resulta que
rebajan bastante el perfil del signo de los derechos, tal y como si no pudieran ser en absoluto premisas de
jurisdicciones separadas, la legislativa, la ejecutiva, la judicial y algunas otras en su caso. Est pensando
Geneva concretamente en A.M. HESPANHA, Guiando a mo invisvel, para el momento portugus
metropolitano de 1852, y C. PETIT, Detrimentum Rei Publicae, para el guineano colonial de 1868.

15

persisten, ya de consejos de ministros, ya de cortes judiciales, ya de otras instancias


convenientemente colegiadas. La motivacin efectiva, confesable y cumplida de todo
acto de poder reducira sin detrimento de su funcin el margen de discrecionalidad entre
opciones plausibles tanto como facilitara los controles mutuos sin haberse de correr el
riesgo de creacin de nuevos poderes. Estaramos ante determinaciones jurisdiccionales
con sus eventuales componentes polticos y no ante decisiones polticas con la
eventualidad de control jurisdiccional. Es esto factible? No es incluso imperativo? Y
no se aprecia la diferencia? Comprense prcticas de ejercicio de poder a puerta cerrada,
afectndose o desprecindose motivacin, aquellas que se afianzaron en unos primeros
tiempos constitucionales, sobre todo si monrquicos, y no se revisaron con
reconstituciones, para apreciarse hasta qu punto ha podido perderse el propio
jurisdiccionalismo all incluso donde se daba una apariencia de continuidad. Entre sus
virtudes no estaba la transparencia desde luego, pero figuraba la conveniencia del
razonamiento aunque fuera tpico sobre motivos tradicionales. Cmo habra
evolucionado de mantenerse en tiempos de predicacin y prctica de libertades?
Todo esto Geneva se lo escucha a Clavero, pero ella lo que ve son los
problemas. Hay en efecto confusin y no poca. Existe respecto al paradigma
jurisdiccional en s mismo por entenderse al final como propio de un pasado tan
irremisible como felizmente perdido. As, cuando se le considera y mira, se le toma en
efecto como nefasto de parte constitucionalista. Su reclamacin no sera entonces, para
mentalidades que se tienen por evolucionadas, sino puro tradicionalismo. El
constitucionalismo suele valorarse a s mismo como avance neto sin relacin y en
contraposicin con el propio pasado, sea jurisdiccionalista o absolutista como se le
concepte. No parece para su perspectiva que pudiera haber con anterioridad elemento
hoy aprovechable, sino puro lastre. Absolutismo poltico, estamentalismo social y
secretismo gremial, arbitrariedad, jerarqua y opacidad, la historia representara el
contramodelo. Caera en bloque del lado no slo preconstitucional, sino incluso
contraconstitucional. No hace falta ilustrar lo que se encuentra a la vista en estanteras
rebosantes de bibliotecas nutridsimas. Cmo contrarrestar? Qu sentido tiene
propugnar jurisdiccionalismo en tal escenario constitucionalista?
El terreno anda minado. Guindose por las citas de Clavero, Geneva observa la
defensa en clave histrica del jurisdiccionalismo para tiempo constitucional desde
Constitutionalism Ancient and Modern de Charles Howard McIlwain hasta Mitologie
giuridiche della modernit de Paolo Grossi, entre aquel Constitucionalismo Antiguo y
Moderno y stas Mitologas jurdicas de la modernidad en contraste por lo visto con
unas antiguallas. Advierte que presenta tal defensa, con la carga y el arrastre de la
historia, flancos que se prestan al equvoco de que el asunto resulta siempre de poderes
de institucin y nunca, aunque se pretenda, de derechos de libertad. Iurisdictio puede
arrastrar ordo, un orden de tradicin y hasta de religin 20 . Geneva adems ha aprendido
20

Vase un fuerte encuentro crtico en Franco BOLGIANI, Vincenzo FERRONE y Francesco MARGIOTTA
BROGLIO (eds.), Chiesa cattolica e modernit, Bolonia 2004. Paolo Grossi da pie, pero Clavero intenta
despejar las dudas de Geneva sobre su alienamiento de fondo. El equvoco al que se presta su obra, le
explica, cree que procede de que excepta de la historicidad del jurisdiccionalismo al derecho cannico,
el de la iglesia catlica, la del Syllabus, al tiempo que subraya lo primero, el factor historicista, de un
modo que desconecta drsticamente el paradigma jurisdiccionalista de la historia constitucional y as de
cualquier posibilidad constitucionalista. Pues Geneva, aun aliengena, es sensible a vergenza ajena,
guarda silencio discreto sobre apoyos reducidos a lecturas oportunistas y reacciones agotadas en puro
desahogo, a la contra o en pro, que bien conoce. Como evidencia de que cabe y hay jurisdiccionalismo
netamente constitucionalista al menos en el terreno historiogrfico, para esto Geneva aprecia tambin,
igual que Clavero, la obra de J.P. REID, The Ancient Constitution and the Origins of Anglo-American

16

que el naufragio del jurisdiccionalismo, de todo jurisdiccionalismo, inclusive el de


derechos, tiene un nombre en el mbito religioso de confesin catlica, el Syllabus, uno
de los manifiestos ms militantemente anticonstitucionales de tiempos contemporneos.
En general le consta a Geneva que jurisdiccionalismo arrastra historicismo
reproduciendo con ello toda suerte de desigualdad bajo los argumentos jurdicos ms
exquisitos 21 . Las dificultades en suma son de rdago. Cabe que se superen ni siquiera
en el terreno de la teora para venirse a supuestos constitucionales, los de libertad?
Mal lo tiene. La misma historiografa de unos orgenes, cuando parte justamente
del escenario jurisdiccional de los derechos, desdibuja la problemtica de los poderes, la
que ni se toman en cuenta por las exposiciones habituales desde dicha perspectiva 22 .
Las mejores obras historiogrficas acerca del jurisdiccionalismo se atienen con lujo de
detalle a su formacin de tiempo medieval no adentrndose con atencin equivalente en
desenvolvimientos posteriores, los que ms pudieran, de merecerlo, interesarnos 23 . En
definitiva, en el da de hoy, ante el fuerte ascenso y pronunciada crisis del
constitucionalismo de poderes, pues ambos fenmenos tenemos, cuesta ciertamente
concebir la alternativa singularizada del jurisdiccionalismo de derechos. La hay
realmente en otra direccin a las alturas del mismo reto de las libertades?
Ha gozado ltimamente de notable predicamento, impulsada desde el campo
historiogrfico, la propuesta que se dice republicana como alternativa a la liberal, al
liberalismo en el sentido de constitucionalismo de derechos de libertad 24 . A Geneva le
Liberty, DeKalb 2005, ltimamente, aunque estemos en las mismas, pues el anacronismo de este ttulo
abunda en la confusin entre clases de jurisdiccionalismos.
21

Para bajar humos y extinguir rescoldos, Renta UITZ, Constitutions, Courts and History: Historical
Narratives in Constitutional Adjudication, Budapest 2005, es una lectura que Geneva recomienda
encarecidamente no slo por supuesto a Clavero, sino a cuantas y cuantos sientan an el atractivo encanto
del jurisdiccionalismo.
22

Geneva comprueba que, pese a la predileccin mostrada por Pipo Clavero (ya es amiga y le tutea), la
clave de los poderes se desdibuja o incluso extrava en el caso significado, frente a la historiografa
constitucional reducida a fenomenologa de instituciones, de la secuencia en efecto sustancialmente
jurisdiccional del trayecto del mismo J.P. REID, Constitutional History of the American Revolution: I, The
Authority of Rights; II, The Authority of Tax; III, The Authority to Legislate; IV, The Authority of Law,
arrancando como ya sabemos por The Authority of the Constitution en la versin abreviada, pero sin que
se altere por ello el abordaje. La historiografa constitucional francesa, a juzgar por la serie de Robert
BADINTER y Didier MAUSS (eds.), Histoire des Constitutions de la France, a la que pertenecen los
volmenes citados de F. FURET y R. HALVI, 1791, P. ROSANVALLON, 1814/1830, y F. LUCHAIRE, 1848,
anda en comparacin retardada. En Gran Bretaa, historiografa constitucional estricta o al menos
homologable, que no es lo mismo que constitucionalismo en clave de historia como tampoco la viceversa,
piensa Geneva que apenas existe, quizs por resultado de no tenerse en rigor Constitucin. Como ha
hecho migas con Clavero y es de natural discreta, aunque a veces se aventure en sus juicios sin nimo de
provocacin por supuesto, acerca de la historiografa constitucional espaola Geneva se reserva, pues la
tiene y bien formada, su opinin.
23

Se refiere Geneva obviamente a las obras citadas de P. COSTA, Iurisdictio, y J. VALLEJO, Ruda
Equidad, Ley Consumada. En la reedicin de la primera, la de 2002, observa que el protocolo citado de
Clavero plantea lo de la prosecucin hasta tiempo constitucional inclusive. Por Italia, pues tambin viaja
por Europa, se ha enterado adems Geneva de la existencia de una indagacin singular que sigue a travs
de la historia hasta tiempo contemporneo un hilo interesante al jurisdiccionalismo: Luigi LOMBARDI,
Saggio sul Diritto Giurisprudenziale, Miln 1969, as como de una excursin incisiva en sus
posibilidades ms estrictamente constitucionales: Gustavo ZAGREBELSKY, Il diritto mite. Legge, diritti,
giustuzia, Turn 1992; en traduccin de Marina GASCN: El derecho dctil. Ley, derechos, justicia,
Madrid 1992.
24

Obra en la red un manifiesto elocuente del paradigma liberal, anacrnicamente personificado en John
Locke, y epicedio prematuro del republicano, sobre el que ahora digo, adems de testimonio

17

consta que adquiere fuerza intelectual y arrastra polmica tras la aparicin del
Machiavellian Moment, el Momento Maquiaveliano, no exactamente maquiavlico,
de J.G.A. Pocock, el cual conecta el constitucionalismo estadounidense con una
tradicin republicana de comunidad civil generada siglos atrs por ciudades de Italia y
postergando al tiempo el motivo estricto de los derechos de libertad de sujeto
individual, el ser humano 25 . Tal republicanismo intenta recuperar, proyectndose en la
historia, una virt ciudadana sustentada por otros tiempos en libert de estado social
para fortalecer en los nuestros comunidad poltica frente a los efectos, que se perciben
como deletreos, de la elevacin constitucional de libertades individuales a principio
constituyente 26 . Llega a efectuar el llamativo descubrimiento nada menos que de liberty
before liberalism, de libertad anterior al constitucionalismo o al menos al formulado con
el compromiso de la escritura, pues la misma delimitacin de la historia constitucional
queda entonces difusa 27 . Es ste un horizonte para el presente? La pregunta por parte

representativo y reciente, de 2002, cuyo mismo maniquesmo le hace tirar poco menos que a la basura un
buen cuerpo de historiografa de inters constitucional de estas ltimas dcadas: Luigi Marco BASSANI,
The Bankruptcy of the Republican School (http://www.mises.org/asc/2002/asc8-bassani.pdf). Abunda el
mismo, Life, Liberty...: And Jefferson on Property Rights en Journal of Libertarian Studies, 18, 2004,
pp. 31-87; con mayor espacio para su desenvoltura, Il pensiero politico di Thomas Jefferson. Libert,
propriet e autogoverno, Miln 2002. Me encarece Geneva que no deje de indicar que libertarian no
representa polticamente lo mismo, sino ms bien lo contrario, que libertario. A Geneva le divierte
escuchar las conferencias de L.M. Bassani que se ofrecen en la red por el sitio citado mises.org, esto es, el
Instituto Ludwig von Mises de Alabama (http://www.mises.org/studyguide.aspx?action=author&Id=281,
para las entradas), con prdica de doctrina historiogrfica como si fuera ciencia histrica y con gafes
como el de olvidos de ttulos de obras de lo ms clsicas en cuanto que no lo sean en ingls o en italiano.
25

Melvin RICHTER, The History of Political and Social Concepts: A Critical Introduction, Oxford 1995,
pp. 124-142. La obra principal de referencia ya est tambin citada por Clavero en la versin italiana
junto con el protocolo del autor distancindose de la implicacin poltica del motivo republicano en
Estados Unidos, no tanto, como es tambin usual entre quienes le emulan, en general, constata Geneva
(original revisado, J.G.A. POCOCK, The Machiavellian Moment revisited: A Study in History and
Ideology, en Journal of Modern History, 53, 1981, pp. 49-72; tambin introduce Afterword en reedicin
reciente, 2003, pp. 553-583). Geneva comprueba que, como en el caso del jurisdiccionalismo, hay
quienes tan slo dan pie y quienes, tomndolo, se lanzan a fondo al equvoco del republicanismo de
tiempos igualmente preconstitucionales y, con ello, ya no solamente desconsiderado, sino por completo
ajeno a derechos de libertad. Est ella de acuerdo en que huelga abundar en cita de literatura
constitucionalmente inconsistente por fuerte que sea su consistencia historiogrfica.
26

Geneva observa que no perciben matices quienes rechazan sin ms, cual algo ajeno a la historia, la
contraposicin entre republicanism y liberalism, como sea el caso significado del nuevo captulo de la
edicin ampliada de W.P. ADAMS, The First American Constitutions: Republican Ideology and the
Making of the State Constitutions in the Revolutionary Era, pp. 301-314 (original, Die Verbindung von
Republikanismus, Demokratie und Liberalismus in der amerikanischen Aufklrung, en Thomas
ANGERER, Brigitta BADER-ZAAR y Margarete GRANDNER, eds., Geschichte und Recht. Festschrift fr
Gerald Stourzh zum 70. Geburstag, Viena 1999, pp. 77-97).
27

Quentin SKINNER, Liberty before Liberalism, Cambridge (Inglaterra) 1998, con el respaldo, advierte
Geneva, de la evidencia creada por su propia obra: The Foundations of Modern Political Thought, I, The
Renaissance, II, The Age of Reformation, Cambridge (Inglaterra) 1978, aun afrontando controversia de
mtodo: J. TULLY (ed.), Meaning and Context: Quentin Skinner and his Critics, Princeton 1988, con
trabajos metodolgicos suyos que ahora revierten a Q. SKINNER, Visions of Politics, I, Regarding Method,
Cambridge (Inglaterra) 2002, pero con revisiones y actualizaciones que dificultan la conveniente
evaluacin conforme al momento cuando se produjeron. Tambin comprueba Geneva que es la rbita
donde se sita la serie de Ideas in Context a la que se ha referido, como no siempre esmerada con la
propia consigna de por s preciosa, Clavero. Geneva constata que ste, Clavero, parece ms de acuerdo
que el propio autor con el manifiesto de Q. SKINNER, Meaning and Understanding in the History of Ideas,
en History and Theory, 8, 1969, pp. 3-53, reproducido en J. TULLY (ed.), Meaning and Context, pp. 2967; con variantes, Visions of Politics, I, pp. 57-89. Al sentir su obra descalificada por este manifiesto,

18

de Geneva es desde luego retrica, pues no anda muy dispuesta a admitir la posibilidad
de duda en algo que le parece bien patente 28 . Cmo cabe entenderse otra cosa?
Difcilmente puede marcarse con ese republicanismo el horizonte ante la vista,
pues no slo falsea historia, sino que tambin deprime derecho, pero es cierto que toca
fibra sensible, lo cual resulta desde luego otro asunto. Geneva lo aprecia. Los motivos
republicanos interesan a la necesidad de comunidades que reconozcan y garanticen
derechos conforme a aspiraciones efectivamente individuales, sean o no Estados tales
colectivos, dganse o no Naciones, ni tengan tampoco por qu ser lo que se entiende
comnmente por una cosa ni por la otra. Lo propio podra incluso decirse de intentos
todava ms inverosmiles de figuracin histrica de liberty before liberalism como los
que ahora protagonizan en beneficio de la imagen propia historiografas cristianas de
confesionalidad ms o menos solapada, ya protestantes, ya catlicas, aun con Syllabus y
similares en este caso de por medio 29 . Existe hasta una potente construccin
historiogrfica que hace radicar la libertad humana, hoy como ayer, ayer como hoy, en
una divisin previa a la de los poderes constitucionales, la que mediara entre religin y
poltica en una tradicin tenida por larga y entendida como especficamente cristiana 30 .
La dificultad generada por este tipo de proyecciones confesionales y manipulaciones
historiogrficas no es otra que la que aqueja al jurisdiccionalismo, pues lo incluye. Aun
con extraeza ante el confesionalismo catlico que ahora pretende nada menos que
arrogarse el legado de la libertad constitucional a la humanidad entera 31 , Geneva
alcanza a comprender todo eso. El asunto no es simple en absoluto. A los efectos
actuales que son los que al cabo importan, cmo encarecer comunidad e incluso
tradicin, todo lo inventada y afectada que se quiera, sin deprimir al tiempo libertad?
A partir de las libertades, la cuestin sera hoy no de confesionalismo ninguno
desde luego como tampoco de ningn escepticismo, sino de procedimiento que pudiera
compartirse. La conjugacin necesaria entre individuo y comunidad es algo que podra
precisamente componerse por el jurisdiccionalismo de derechos y que en cambio el
versin 1969 por supuesto, estima Geneva que est indudablemente en lo cierto M.J.C. VILE,
Constitutionalism and the Separation of Powers, pp. 386-387, de las adicionadas de 1998.
28

The republicanism of late medieval Italy was the ideology of an exclusively male, property-based
oligarchy, ruling a small, culturally homogenous state, and committed to external aggression against
unoffending neighbors. It is hard to believe that it can offer inspiration to the huge, democratic, genderneutral, culturally diverse, and, allegedly, peace-loving states of the twenty-first century, son palabras de
Keith THOMAS, Politics: Looking for Liberty, p. 53, en New York Review of Books, 2005, pp. 47-53,
comentando precisamente obras de Quentin Skinner.
29

Da cuenta crtica no slo de la catlica, pero desde posicin constitucionalista, illuminista o ilustrada
en su lenguaje, nada autocrtica ni siquiera de cara a la historia, V. FERRONE, Chiesa cattolica e
modernit: La scoperta dei diritti delluomo dopo lesperienza dei totalitarismi, en F. BOLGIANI, el
mismo V. FERRONE y F. MARGIOTTA BROGLIO (eds.), Chiesa cattolica e modernit, pp. 17-131. Geneva
conoce otras pginas: B. CLAVERO, De la religin en el derecho historia mediante, en Quaderni
Fiorentini per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno, 15, 1986, pp. 531-549.
30

Paolo PRODI, Il sacramento del poetere. Il giuramento politico nella storia costituzionale
delOccidente, Bolonia 1992, y Una storia della giustizia. Dal pluralismo dei fori al moderno dualismo
tra coscienza e diritto, Bolonia 2000.

31

En el debate citado sobre Chiesa catlica e modernit, que es parte sustancial de la publicacin, P.
PRODI (pp. 135-147 y 205-207) se reafirma en despropsitos como el de los orgenes cannicos y hasta
inquisitoriales de procedimientos garantes de libertad (Clavero ya registr la obra de R.H. HELMHOLZ,
The Spirit of Classical Canon Law), encontrando las respuestas ms eficaces, a juicio de Geneva que
aprecia su tono emotivo, no de parte catlica recalcitrantemente autocomplaciente, sino juda (Corrado
VIVANTI, pp. 186-195) o incluso calvinista, la valdese (Giorgio BOUCHARD, pp. 182-186).

19

constitucionalismo de poderes est ms que comprobado que descompone y hostiga. Lo


primero tambin ofrece mejores vas de comunicacin y organizacin entre
comunidades a escala ampliada mediante Tratados que lo segundo bajo Constituciones.
Son cosas comprobadas en la historia 32 . El requerimiento consiguiente de admisin de
responsabilidades mediante reparaciones morales y econmicas para sentarse las bases
de reconstitucin de un sistema efectivo de libertades individuales entre todas las
comunidades humanas, las perjudicadas y beneficiadas, lo que parece que reclama ante
todo, antes que cualquier otro ejercicio de poder, es sustanciacin y control de carcter
jurisdiccional 33 . El fondo del argumento estara Geneva dispuesta a admitirlo mejor que
la forma, pero no cree que sean dimensiones netamente distinguibles. Si cupiera la
diferenciacin, puede que el jurisdiccionalismo de derechos mereciese el mismo
calificativo que se entiende positivo de constitucional en superior medida que el propio
constitucionalismo de poderes. Hay ms, algn tercer gnero, entre ellos?
Si imaginarse el giro de constitucionalismo de poderes a jurisdiccionalismo de
derechos resulta realmente arduo, activarlo parece poco menos que imposible a estas
alturas de la historia. Es iluso el jurisdiccionalismo sin alguna base comunitaria aunque
slo fuera de consenso sobre procedimiento con lo que esto supone de reconocimiento
recproco de derechos. No cabe sin tal elemento. Geneva se siente ms cmoda con el
motivo comunitario que con el jurisdiccional. Para que las funciones constitucionales
satisfagan cometidos sin instituirse como poderes o sin convertirse en tales, hace falta
comunidad. No ha de afrontarse la problemtica constituyente de comunidades
humanas proverbialmente ignorada por posiciones constitucionalistas que dan por
buenas y exportables sus propias formaciones polticas, las que proceden, todo lo
remotamente que se quiera, de unos orgenes discriminatorios y hasta excluyentes?
32

A un efecto quizs clave, al menos por lo que Clavero reflexiona al final de sus conclusiones, Geneva
admira la facilidad con la que puede sortearse un nudo de lenguaje evitndose la innecesaria y nada
inocente ecuacin exclusiva de Estado con Nacin en cuanto que sujeto de Constitucin para identificarse
sin ms como nacin la comunidad humana con consistencia cultural de significacin poltica, pretenda o
no la misma constituir Estado: Janna THOMPSON, Taking Responsibility for the Past: Reparation and
Historical Justice, Cambridge (Inglaterra) 2002, p. 155, n. 6. La autora, australiana que se maneja en el
mbito anglosajn, parece no sospechar cmo algo tan sencillo en apariencia, y ms todava por contarse
con el respaldo de un uso tan arraigado como el que hemos visto para el caso de pueblo indgena, puede
antojarse poco menos que imposible en un espacio tan cargado de lenguaje estatalista como el continental
europeo, con el francs en cabeza y el espaol chupando rueda. Hoy para apreciarlo le bastara con que
ojease el proyecto problemtico de Tratado-Constitucin para la Unin Europea, el que comienza por
descubrir el mediterrneo de lo primero, el Tratado, como va para lo segundo, la Constitucin, a tal punto
llega la amnesia del men de las experiencias histricas. A Geneva, aliengena y todo, bien que le consta.
Para la culpa efectiva de Estados: Elazar Barkan, The Guilt of Nations: Restitution and Negotiating
Historical Injustices, Baltimore 2000.
33

A Geneva le parece de lo ms apasionante que una autora haya podido venir de la problemtica de la
identidad de ndole individual a la de cultura colectiva en un mundo de diferencias dadas y
discriminaciones aadidas a travs de la ponderacin del requerimiento de reparacin tras lesiones
masivas de derechos: Martha MINOW, Making All the Difference: Inclusion, Exclusion, and American
Law, Ithaca 1990; Gary BELLOW y M. MINOW, Law Stories: Law, Meaning, and Violence, Ann Arbor
1996; M. MINOW, Not Only for Myself: Identity, Politics, and the Law, New York 1997; M. MINOW,
Between Vengeance and Forgiveness: Facing History after Genocide and Mass Violence, Boston 1999;
M. MINOW y Nancy L. ROSENBLUM (eds.), Breaking the Cycles of Hatred: Memory, Law, and Repair,
Princeton 2002; Antonia CHAYES y M. MINOW, Imagine Coexistence: Restoring Humanity after Violent
Ethnic Conflict, San Francisco 2003; Richard A. SHWEDER, M. MINOW y Hazel Rose MARKUS (eds.),
Engaging Cultural Differences: The Multicultural Challenge in Liberal Democracies, New York 2004.
Ya se le nota a Geneva Crenshaw la simpata por Martha Minow. Y no es ella, Geneva, quien va a
olvidarse de otras voces, las principales: Anne C. BAILEY, African Voices of the Atlantic Slave Trade:
Beyond the Silence and the Shame, Boston 2005, pp. 217-231, para el asunto de la reparacin.

20

As suele presumirse la neutralidad de los poderes establecidos sin base


comunitaria para un amparo de libertades y no cuestionarse en cambio hasta qu
extremo dicha misma desconexin resulta desmentida por la propia historia, cuando no
tambin por el propio presente, el de la parte de la humanidad hoy militantemente
constitucionalista y ayer mismo, sin ir ms lejos, abiertamente colonialista, cuando no
esclavista, adems de agresivamente confesional hasta cuando lo negaba 34 . No
olvidemos. Geneva no olvida. Quienes se muestran insensibles a requerimientos
comunitarios ajenos se empean en el espejismo de la neutralidad de los poderes de
Estados para la cobertura de libertades no slo de individuos, sino tambin de otros
conjuntos humanos de cara a los que no se tiene mejor concepto que el enervante de
minora elevando resultados de historia a premisas de derecho 35 . La persuasin
tpicamente constitucional presenta el rasgo definitorio de considerar que libertades
constituyentes y poderes constituidos pueden ser categoras coextensivas sin mediacin
de comunidad, poco menos que por postulacin derivativa directa entre lo segundo y lo
primero, entre poderes que se separan y libertades que se garantizan 36 . No hay ms ni
tenemos otra? Es eso lo nico concebible desde la perspectiva constituyente de libertad
humana?
34

Con bastante menos prejuicios que Clavero, Geneva se interesa en superior medida por la religin
como factor comunitario acudiendo a ms literatura de carcter no estrictamente jurdico que sera
entonces pertinente para la problemtica constitucional, as como Talal ASAD, Formations of the Secular:
Christianity, Islam, Modernity, Stanford 2003, con oportuna aplicacin significndose en el contexto
ilusorio de una historiografa oportunista: Muslims and European Identity: Can Europe Represent Islam?,
en Anthony PAGDEN (ed.), The Idea of Europe: From Antiquity to the European Union, Cambridge
(Mass.) 2002, pp. 209-227.
35

Will KYMLICKA, Multicultural Citizeship: A Liberal Theory of Minority Rights, Oxford 1995; el mismo
(ed.), The Rights of Minority Cultures, Oxford 1995, representando una posicin que a Geneva le parece
especialmente mezquina para un caso como el de Amrica caracterizado por la presencia relevante,
aunque desigual, de humanidad indgena junto a ausencia absoluta de Estado indgena. No conviene
seguirle ms a Geneva en esta direccin, no porque, entre Europa y ms que Amrica, no sea interesante
por supuesto, sino porque nos conduce a terrenos que Clavero tuvo la mala ocurrencia de excluir al
principio, aunque luego se lo haya venido a topar de frente al considerar el dominio colonial entre
naciones o, en los trminos vistos de John Stuart MILL, nationalities, o tambin, menos frontalmente, al
concluir con el derecho a la identidad, la pertenencia y la propia cultura. Si se recuerda, Clavero, en los
inicios, se content con remitirnos a sendos readers: J. HUTCHINSON y A. D. SMITH (eds.), Nationalism y
Ethnicity. Geneva le reprocha que, por no haber incluido en su encuesta la cuestin del nacionalismo, no
le ha sacado suficiente jugo al mismo apartado dedicado a Mill. Por favor, Geneva, confa en la
inteligencia de la lectura.
36

Geneva no deja de observar lo ilustrativa que sigue resultando la monografa de M.J.C. VILE,
Constitutionalism and the Separation of Powers, con su empeo en rehabilitar el canon de la separacin
frente a un fenmeno de hipertrofia del ejecutivo, el que llama del Administrative State, sin sospechar en
ningn momento que la deformidad pudiera ya existir, de modo tampoco muy solapado, en los propios
orgenes coloniales del constitucionalismo dando cuenta adems de la posicin cerrada del mismo
ejecutivo junto al legislativo, y sin imaginarse tampoco que la problemtica constitucional de la que se
ocupa l y tanta doctrina constitucionalista, la de superacin de una crisis en la relacin entre los poderes,
pudiera resultar poco ms que ficcin derivada de la idealizacin y preconstitucin del principio de
separacin trinitaria. Y a Geneva le parece sangrante que pueda debatirse sobre tirana y libertad
tomndose como referencia arbitral la obra de los Founding Fathers de los Estados Unidos: M.J.C. VILE,
Constitutionalism and the Separation of Powers, pp. 323-345, ms toda la alegre compaa no slo
estadounidense en tamao abuso. Para contraste de posiciones ms polticas de lo que confiesan, Geneva
recomienda la lectura de Cass R. SUNSTEIN, Constitutionalism after de New Deal, en Harvard Law
Review, 101, 1987, pp.421-510. Del autor de Constitutionalism and the Separation of Powers no hay que
decir cuenta con el reconocimiento de la especialialidad como el experto en la materia: M.J.C. Vile,
Separation of Powers, en Leonard W. LEVY, Kenneth L. KARST y Dennis J. MAHONEY (eds.),
Encyclopedia of the American Constitution, New York 1986, vol. IV, pp. 1659-1664.

21

En el mismo momento gentico de Constitucin, en 1776, declara Virginia que,


como todo poder procede del pueblo, todos los cargos pblicos son sus fiduciarios y
sirvientes, trustees and servants. Son expresiones fuertes sta de mandatarios y
servidores para tocos cuantos reciben la investidura de poderes. En 1780 y, pues sigue
vigente, hoy, la Constitucin de Massachusetts suaviza el lenguaje manteniendo la idea:
All power residing originally in the people, and being derived from them, the several
magistrates and officers of government vested with authority, whether legislative,
executive, or judicial, are the substitutes and agents, residiendo todo poder en el
pueblo y procediendo del pueblo, todas la autoridades, sean del legislativo, del ejecutivo
que del judicial, son agentes de reemplazo. Geneva tambin lee y compara
Constituciones. La explicacin de la aparente contradiccin entre poder y dependencia
observa que est exponindose por estos mismos pronunciamientos. La investidura se
tiene y se retiene no exactamente por individuos, sino por the people, el pueblo, que
constituye the commonwealth, la repblica, el colectivo que funda la comunidad, esto es
una minora que se apropia de poder constituyente y poderes constituidos sobre la
mayora neta, la de forced founders, los fundadores y fundadoras por la fuerza como de
sobra sabemos. La relacin de agencia que as se plantea entre pueblo y representantes
no es jurisdiccional, en trminos de derecho, sino poltica, en clave de poderes, de un
apoderamiento de minora dominante, lo que ms se resiste todava la historia
constitucional y el mismo constitucionalismo a tomar en cuenta y en serio como origen
propio 37 . Con la advertencia que le rinden los textos, la mirada ingenua de parte
aliengena ve con facilidad la razn del planteamiento de hace ya ms de dos siglos 38 .
Visin, perspectiva y, sobre todo, lgica, cul hay hoy?
Habra forma de recobrarla si comenzamos por situarnos en la historia para
lograrlo en el presente. No todo es poder constitucional o ni siquiera poder sin ms,
como no todo se reduce para el derecho mismo a establecimiento normativo por
determinacin poltica o tampoco judicial 39 . El jurisdiccionalismo puede interesar al
37

En palabras de una acreditada liberal cuya obra tambin, pese a todo, le cae simptica a Geneva, Joyce
APPLEBY, Liberalism and Republicanism in the Historical Imagination, Cambridge (Mass.) 1998, p. 11:
Not only did liberal theory contain a reductionist concept of the human personality, it also mandated the
exclusion of much of the colonial record. Where historical events unassimilable to the liberal story were
originally ignored, with the passing of the revolutionary generation they were forgotten all together. La
generacin revolucionaria de referencia es la fundacional del constitucionalismo, y no, irnicamente,
como quiere suponer con sus razones Geneva, la de los sesenta acomodada a la que pertenece Pipo
Clavero.

38

Para Geneva Crenshaw, la primera experiencia de deficiencia constituyente es la afroamericana en los


Estados Unidos (D. BELL, And We Are Not Saved: The Elusive Quest for Racial Justice), pero, frente a lo
usual hoy en el campo constitucionalista, no reduce todos los supuestos a una misma horma, encima de
minora, y sabe adems sumar. Le consta que en origen, no es mayora ninguna la que constituye poderes
y que el mismo modelo de minora es ms que problemtico para el propio caso (D. BELL, Silent
Covenants: Brown v. Board of Education and the unfulfilled hopes for racial reform, Oxford 2004).
Quizs su sensibilidad tiene que ver con la suerte de encarnarse entre nosotros como mujer, adems de
afroamericana, y con encontrarse as cotidianamente en el propio espejo la imagen de toda una mitad
social no constituyente, pero abundan hoy constitucionalistas profesionales de su mismo sexo creyndose
a pie juntillas lo de la trinidad de poderes y no prestando atencin alguna al poder domstico, ya no digo
al colonial ni siquiera si doblado de esclavista, el ms hipertrfico a todas luces entre los poderes
histricamente constitucionales.
39

P. MACKLEM, Indigenous Difference and the Constitution of Canada, pp. 11-43, metodolgicas,
apreciando particularmente Geneva su capacidad para retorsionar la posicin positivista de atenerse a las
normas establecidas por haberse adems de atender en toda su magnitud cuanto las mismas dan
deliberadamente por presupuesto o, ms todava, lo asumen inconscientemente, para lo cual, para un
extremo neurlgico del entero sistema constitucional segn el autor insiste, la temtica del derecho

22

constitucionalismo actual como debiera hacerlo a la historiografa constitucional.


Ignorando dicho escenario pretrito, la segunda eleva al primero, con toda su carga de
poderes, a la posicin de premisa en el tiempo redoblando y as reforzando su primaca
en el derecho, su preeminencia en el orden establecido. El principio jurdico se dobla en
principio histrico. El colonialismo desaparece como factor generativo de poderes
constitucionales. Recobrndose el escenario pretrito, puede en cambio percibirse la
evolucin marcada durante el siglo XIX desde un jurisdiccionalismo colonial hasta un
normativismo ya imperial, cual el britnico, ya estatal, cual el estadounidense, no menos
colonialista en todo caso, como proceso todo l a cuyo travs se conformaron los
poderes constitucionales, el legislativo, el ejecutivo y tambin, en cuanto que poder, el
judicial. La consideracin del pasado jurisdiccional pudiera definitivamente ayudar a
comprender el presente constitucional 40 . El resto ya sabe bien Geneva que se nos dar
por aadidura, pero no hay modo de cobrarlo o en su caso, de ser cierta una pujanza
histrica an latente, recobrarlo de un modo ms plausible a estas alturas?
En este punto Geneva tiene un par de fuertes reproches para Clavero que no se
calla desde luego. Uno es ms bien historiogrfico, el menos importante al cabo aun con
todas sus implicaciones y todos sus pesares. Cmo es, interroga impaciente, que no
hay jurisdiccionalismo incontaminado de algn pasado que pesa? Por algo ser, agrega.
Mira la misma Historia Constitucional de la Revolucin Americana de Reid con su
primer volumen sobre la Autoridad de los Derechos. Es que no se ve que esos rights,
tales derechos, no son las libertades que hoy llamaramos constitucionales, sino los
particulares del common law, los de un ordenamiento que comienza por excluir a la
mayor parte de la humanidad del campo estrictamente constitucional? Y qu decir del
tan cacareado jurisdiccionalismo de McIlwain entre Constitucionalismo Antiguo y
Moderno? Antes de venir a la historia constitucional, arranc dicho autor ignorando
olmpicamente todo derecho que no fuese el colonial britnico aun teniendo otros ante
las mismsimas narices 41 . Y no digamos, dice Geneva, de la carga religiosa patente en el
jurisdiccionalismo de Grossi. Lo hay sin hipoteca?
El otro reproche es ms de presente. Si el jurisdiccionalismo resulta tan
importante no slo para un pasado, sino incluso para un futuro, si puede ser ahora poco
menos que la panacea, cmo es que no se ha extendido su trabajo, el de Clavero, al
acontecimiento de la recuperacin, ya en el siglo XX, de un jurisdiccionalismo de
libertades gracias a las cortes de constitucionalidad o similares, inclusive las supremas
que recobran o se hacen con la facultad, viniendo precisamente a remarcar la
funcionalidad entre derechos y poderes? Ah estn, aunque no es que Geneva tenga
indgena, con todo lo que implica, puede resultar clave. Para Geneva, no digo que para Clavero o an
menos para Macklem, este ejercicio de doctrina jurdica est dejando justamente en evidencia, por no
decir que descalificando, a la doctrina jurdica sin ms con toda su pretensin de ciencia. No reproduzco
este dilogo pues resultara demasiado fuerte, con todo lo que viene, para el lector o la lectora jurista.
40

P.G. MCHUGH, Aboriginal Societies and the Common Law: A History of Sovereignty, Status, and Selfdetermination, pp. 45-48, 67-70, 98-109 y 203-213, apreciando especialmente Geneva su insistencia en
desautorizar a toda una historiografa en materia indgena que ignora el punto de partida jurisdiccionalista
del derecho colonial por cuanto que ella misma, Geneva, entiende que la desautorizacin resulta
extensible a toda una literatura sobre pasado y sobre presente en materia constitucional, a la producida
como historia y como doctrina por parte de juristas muy en particular, comportndose de tal modo.
Clavero nunca se permitira juicios tan indiscriminados.

41

Cree Clavero que Geneva se refiere a la edicin e introduccin que hizo C.H. MCILWAIN de Peter
WRAXALL, An Abridgment of the Indian Affairs Contained in Four Folio Volumes, Transacted in the
Colony of New York, from the Year 1678 to the Year 1751, Cambridge 1915, pp. IX-CXVIII.

23

mucha fe en su eficacia 42 . Clavero se siente dispuesto a conceder, mas no sin cierta


inseguridad como ya ha podido translucirse en sus conclusiones. No slo por la cesura
histrica que media, sino por el modo usual de insercin de la novedad como
jurisdiccin concentrada y no como competencia judicial, o por evolucin de signo
anlogo en otros casos, se teme que tales tribunales puedan venir a aadir poder a
poderes, el propio que as resulta, ms que a anteponer derechos. Estos mismos pueden
ahora quedar a la determinacin no slo de las instancias clsicas de la trinidad, sino
tambin del pequeo colegio de individuos con la investidura de una jurisdiccin
constitucional. Aunque tiendan a esmerarse en el despliegue de motivaciones y aunque
algunos, no todos, practiquen audiencias pblicas, heredan con toda naturalidad el estilo
tradicional de deliberar y resolver sin publicidad ni transparencia 43 . Qu ms signo se
quiere del lugar entre poderes donde vienen a situarse?
Con todo su efecto preconstituyente, la parbola de la experiencia de un siglo, de
1776 a 1876, sigue perfilando el cuadro y trazando la red de los poderes. Contina de
este modo mermando las mismas posibilidades del constitucionalismo de derechos.
Clavero ha recuperado la seguridad, pero Geneva no acaba de quedar muy convencida.
Y no ceja. Sigue discutiendo:
(Con gesto adusto) Han ocurrido demasiadas cosas en el siglo veinte,
para lo bueno y para lo malo, desde los derechos humanos y la
democracia poltica hasta los genocidios brutales con tantas dictaduras de
toda laya de por medio, como para saltrselo tan lindamente.
(A la defensiva) Algo dije al hablar de desagravio y reparacin.
(Rauda al ataque) Con tan poco basta?
(Tomndose un respiro y acentuando la calma) Espera. Ten en cuenta
que aqu no se cubre la historia de los poderes, de sus vicios y de sus
virtudes, de sus excesos y de sus frenos. Tampoco se trata del poder en
bruto. El libro de lo que se ocupa es del efecto constituyente de la
historia constitucional respecto a un determinado organigrama
42

Sabe Geneva que hay buenos estudios para la entrada histrica en cuestin (P. CRUZ VILLALN, La
formacin del sistema europeo de control de constitucionalidad, 1918-1939, Madrid 1987; B. SORDI, Tra
Weimar e Vienna. Amministrazione pubblica e teoria giuridica nel primo dopoguerra, Miln 1987; Peter
C. CALDWELL, Popular Sovereignty and the Crisis of German Constitutional Law: The Theory and
Practice of Weimar Constitutionalism, Durham 1997...) y desde la segunda dopoguerra, durante la
segunda mitad del siglo pasado, una literatura jurdica que no ha dejado de crecer al paso mismo de la
experiencia a su vez articulada por normas constitucionales y orgnicas, por lo que Clavero se hubiera
encontrado con todas las facilidades para abordar el asunto. La falta de fe de Geneva se manifiesta
particularmente, en sus discusiones recurrentes con Derrick Bell, respecto al caso de la Suprema Corte
Federal de los Estadios Unidos en relacin a los derechos civiles del sector afroamericano, su caso.
43

Tambin sabe Geneva que Clavero podra contar a travs de relaciones personales con informacin
privilegiada sobre el funcionamiento interno de la jurisdiccin constitucional espaola, pero no le gustan
los accesos que no sean pblicos y contrastables. Por tales mismas vas tiene informacin reservada, de la
que no hace uso, sobre el estilo de deliberar y decidir de los gobiernos espaoles de su generacin. No
entiende Clavero que la discrecin sea complicidad, aunque comprende que haya quien lo piense. Geneva
al menos aprecia que su preocupacin por los poderes no es ni erudita ni gratuita. Por su parte, las
deformidades parlamentarias estn ms a la vista, tanto que menos se observan, segn la regla de
percepcin que va a ensearnos a continuacin un literato, Edgar Allan Poe. En el apartado de Crditos y
Reconocimientos agrega Clavero noticia de alguna otra experiencia, por Amrica sta, que Geneva ya
conoce y que puede hacerse pblica porque la misma informacin privilegiada sobre el ejercicio de
poderes se produjo a los efectos de una operacin pblica de supervisin, la de observacin de unas
elecciones. Lo de Taking Powers Seriously no iba de broma.

24

formalizado de poderes, y esto es algo que se consuma con anterioridad


en el espacio de un siglo. Lo que al principio sospecho y al final constato
es que dicho efecto llega hasta hoy. Las dictaduras sern vueltas de
tuerca en Estados que ponen ms a la cabeza los poderes polticos y ms
en cola a la justicia. Si algo distingue a las del siglo veinte, adems de la
capacidad letal, es que se hace el Estado mismo con un poder
constituyente permanente. Las reconstituciones ulteriores tampoco es que
replanteen de la manera radical que hiciera falta el orden de los poderes.
La misma democracia poltica, ese efectivo gran cambio en la
determinacin de la ciudadana por latitudes sobre todo europeas y
americanas durante la segunda mitad del siglo XX, viene a introducir
controles medulares de cara al Estado, esto es, a poderes preconstituidos.
Y he dicho algo sobre democracia. O no? He indicado su
incompatibilidad de fondo con el constitucionalismo de poderes.
(Calentndose con la expresin ms bien escptica de Geneva) Es
ingrediente esencial del de libertades. Quin lo pone en duda? Bueno,
de hecho lo hacen quienes reparten alegremente el nombre de
democracia entre sistemas de poderes con algn componente de sufragio.
(Acelerada) Est bien, est bien. Pero entonces la cuestin no es la de
que llegue el efecto hasta hoy, sino el grado y la forma como lo haga con
toda la diferencia en el tiempo y tambin entre casos. Y ah entra por
medio la evidencia del exceso mximo, el de los genocidios y los
terrorismos, y el remedio del derecho superior, el de los derechos
humanos en el orden ms general, el internacional. (Reposndose) Por
esto vienen las jurisdicciones constitucionales, el jurisdiccionalismo
constitucional como t diras, a la escala ante todo de los Estados. Algo y
hasta mucho de nuevo hay. Y no te parece escandaloso que hayas dicho
tan poco, casi nada, sobre la democracia? Cunto nuevo no representa y
cunto virtual no promete?
(Tras nueva pausa, evidentemente tocado) Nada de eso est claro, no
digo que por s, sino por lo que se entiende. Por qu se considera que se
trata de novedades? Los genocidios se venan cometiendo en las colonias
y los derechos humanos resultan en sustancia, al cabo, los mismos
derechos constitucionales, aquellos a los que se deben los poderes,
tambin ahora se entiende justamente que los internacionales. Mira
tambin el terrorismo. Los primeros ensayos de poltica terrorista por
medio en concreto de bombardeo indiscriminado de poblacin civil fue
obra del colonialismo britnico en Irak tras la primera guerra mundial, no
hace tanto como para no acordarse. Y no digamos que es novedad en el
otro extremo la jurisdiccin constitucional. Por qu se le tiene por algo
tan nuevo? No nos llamamos as a engao? Y es que hay democracias
constituyentes? No siguen las ciudadanas configurando, mediante
poderes, humanidad? No lo hacen sin responder a la efectiva
conformacin, mediante libertades, de comunidades culturales? No
sigue ejercindose el poder constituyente o siguen reproducindose los
poderes constituidos sin las premisas debidas de derechos de libertad
comenzndose por los ms personajes de identificacin cultural y
autonoma individual, ambas libres? Soy redundante porque hace falta.
Entre constitucionalistas abundan quienes entienden que autonoma

25

individual e identificacin cultural son polos refractarios, absolutamente


lesiva la segunda para la primera, como si el individuo, el animal ms
incapaz de nacimiento, se humanizase y socializase en una civilidad
universal y no en alguna cultura concreta o como si tampoco pudiera
tener capacidad para hacerse libremente con otras. Somos quienes somos,
no quienes nos creemos. Tommonos los derechos realmente humanos a
conciencia y en serio.
(Rpida de nuevo) Pues esas son las cosas que habran de explicarse,
porque tampoco es que sean a su vez tan evidentes. No estn tan a la
vista. No resultan tan sabidas. No puedes dar por entendidas cuestiones
de esa envergadura. Y ten siempre en cuenta que las explicaciones
cumplidas son las que traen los matices decisivos. Ante los problemas y
las posibilidades de hoy, perdona que te lo diga, tu jurisdiccionalismo
suena a chchara y adems caduca. Abandona los ensueos del pasado.
Mira los retos del presente. Sabes que es lo peor del jurisdiccionalismo?
Tal vez lo mismo que del constitucionalismo. Te bloquean en una
tradicin de cultura cuando hay tantas otras tradiciones culturales que no
toman al derecho como clave para la libertad y la convivencia.
(Con tono extremoso de gravedad) Puede que tengas razn, ms razn
incluso de la que te crees. Sabes hacer de abogada de parte contraria al
ataque, andes o no convencida. No creo que discutas porque creas lo que
me dices, sino porque no crees lo que te digo. T no te obnubilas desde
luego con la trinidad.
(Cortante) Eso es un adis por la tangente?
(Relajndose) Te estoy reconociendo la razn de veras, slo que todo lo
que dices requiere otro libro. No cabe en ste. Gracias de verdad por la
idea. Pensar en meterle el diente a fondo. Como anuncio, comenzar por
subtitular este de ahora volumen primero, mil seiscientos setenta y seis,
guin, mil ochocientos setenta y seis. Y dejar expresamente las
conclusiones en suspenso. Contar contigo para revisarlas y discutirlas.
(Risuea) Si no te sumerges en la segunda parte de cabeza ahora mismo
que ests todava en forma, mal lo veo. No sera el primer proyecto que
se quedase en primer volumen porque el segundo no se deja reducir a
prosecucin y se dej pendiente en realidad por no saberse. As que no te
te recomiendo lo de fechar este volumen y suspender tus conclusiones si
no quieres acabar quedando en evidencia, por no decir en pelotas. Y ya
has comenzado el acercamiento a la jubilacin. Estars ms cerca cuando
aparezca este libro como primer volumen enfrentndote al compromiso
del segundo. Porque envejecieras de joven, no vas a rejuvenecer de viejo.
(Con pose exagerada de resignacin ahora) Bueno, qu le vamos a hacer.
Me dedicar entonces al saneado negocio de la novela histrica con
religin, mucha religin, de por medio.
(A carcajadas) Te har falta un negro.
(Desconcertado) No tiene gracia.
(Todava extraamente risuea) Desde luego. No la tiene que se
mantenga la imagen de la esclavitud en los modismos del lenguaje. El

26

negro como quien hace el trabajo sin poder reivindicar el resultado. Eso
es lo que tiene maldita la gracia.
(Recuperando la pose por intentar vanamente hacerse con la iniciativa)
Har literatura de ficcin con reparto abigarrado y variopinto de seres a
veces monstruosos y criaturas no siempre inocentes. Y espero que luego
hagan la pelcula. Es la vida.
(Seca nuevamente de golpe) El camino y la verdad, redondea la trinidad.

27

VI.I.3
Contrafuerte de mtodo, el literario.
Permtasele a Geneva Crenshaw, la aliengena a su modo, que se haga lo que de
entrada puede que parezca, la ingenua, pues al mtodo le viene que ni pintiparado. No
ha seguido esta vez otro camino que el que le ha marcado el libro, el de la lectura
jalonada de textos relevantes y literatura pertinente. Algunos recelos acaba por su parte
abrigando pese a todas las conformidades. Tal y como caba sospecharse, la aritmtica
sencilla de derechos resulta una cbala compleja de poderes que no acaba de cuadrar en
absoluto el saldo de cuentas. Como tambin poda temerse, en el terreno constitucional
se confirma la ley de la relatividad por transformacin en su caso de la materia de
derechos en la energa de poderes, del derecho de libertad en poder de institucin. De lo
uno nace lo otro sin guardar fiel ni exactamente filiacin. No constituye esto paradoja,
sino evidencia. Como tal, no es quizs tan difcil de observar, slo que habra que
desprenderse de paradigmas gremiales que pasan por cientficos y adoptar la mirada
virgen de quien observa desde otra galaxia a la vuelta de la esquina. Pues se encuentra
en las mejores condiciones, por distantes y comprometidas a un tiempo, Geneva ensaya
el experimento. Sigmosla.
Hay literatura de ficcin, una literatura fuera del derecho y con metodologa al
margen de cualquier academia entre las que se presumen cientficas. Un mero cuento
nos habla de una investigacin que se conduce en toda regla sin resultado ninguno por
un exceso de mtodo. La pieza de conviccin se encuentra tan a la vista que la pericia
ms avezada no tiene modo humano de descubrir. They consider only their own ideas
of ingenuity, tan slo toman en cuenta sus propias ideas de lo que sea inteligente. La
profesin superpone su cultivada formacin a la desnuda evidencia. Es historia que
narra y conclusin a la que llega Edgar Allan Poe en The Purloined Letter, la carta
robada y prueba sustrada. Conviene ante todo mirarse lo evidente y sobre todo
atenerse a la evidencia misma 44 .
He aqu la leccin ms sensata de mtodo que pueda impartirse a una
historiografa tan ciega por dogma o al menos tan miope por doctrina como la
constitucional 45 . Para el mundo del derecho en general y del constitucionalismo en
44

Edgar Allan POE, Tales, 1845, pp. 200-218, The Purloined Letter; p. 210, aparecido en 1844 e incluido
en sus Works ya pstumas, 1850, pp. 262-280 (http://www.eapoe.org/works/tales/index.htm). Pueden
tambin encontrarse en el Project Gutenberg: http://www.gutenberg.org. En castellano hay traduccin de
Julio CORTZAR (E.A. POE, Obras en Prosa, I, Cuentos, 1956, La carta robada), pero poco atinada para
la frase que nos interesa: Slo tienen en cuenta sus propias ideas ingeniosas. Para Geneva, rendira
mejor el sentido sus propias nociones de lo que sea lo inteligente o, forzando casi nada, su propia
inteligencia artificial.

45

El chispazo de arranque de estas pginas salt en sede docente, en curso de licenciatura de Historia del
Derecho Pblico. Tras la explicacin del papel del jurado en el primer constitucionalismo
estadounidense, una alumna le espet a Clavero la siguiente pregunta a la salida de clase: Y por qu
entonces el judicial viene a la cola?. Es su Poe particular. Hay caso reciente parecido en forma, inclusive
el anonimato, tanto como en fondo, por lo de los mitos: Matthew RESTALL, Seven Myths of the Spanish
Conquest, Oxford 2003 (hay traduccin al castellano, Barcelona 2004, que Geneva no ha visto), arranque:
There seem to be a lot of myths in this class, said the student. Thus was the seed for this book planted,
one spring afternoon in a Pennsylvania classroom. A ella le parece fatal que Clavero no retuviese ni se
sepa el nombre de la alumna. Ni siquiera le respondi personalmente sobre la marcha, invitndola, para
tomarse su tiempo, a que formulara la pregunta en el aula. No ha querido contarle si lo hizo. De hecho,
Clavero comenz la clase autointerrogndose dejando la respuesta en el aire en plan torpemente socrtico.

28

particular, no consiste la especialidad cientfica en la asuncin personal de los


prejuicios que caracterizan a la profesin? Edgar Allan Poe nos podra haber guiado 46 .
Tambin hay literatura narrativa capaz incluso de haber deparado conclusin, si alguna
es que cabe. No os podrais haber ahorrado todo vuestro penoso recorrido
constitucional de haber andado con menos prejuicios y actuado de forma menos
autista?, nos pregunta ingenuamente Geneva Crenshaw. Continuemos acompandola
en sus lecturas finalmente ms indiscriminadas.
Poder es derecho, he aqu un dicho que puede rastrearse en lo ms diversos
idiomas y tiempos de esta galaxia, pero que cobra significativa fuerza por sus latitudes
constitucionales. Momento elocuente es el de la antologa de pasajes sobre las grandes y
poderosas criaturas con la que Herman Melville introduce Moby Dick or the Whale, o
el Cetceo, otra narracin de inters ms que metodolgico 47 . En compaas tales
como la Biblia con el Gnesis y Libro de Job entre otros, el Leviathan de Hobbes y los
Commentaries de Blackstone, surge la expresin, tomada de una cancin de balleneros:
Might makes Right, el Poder hace al Derecho, la fuerza es lo que determina la justicia.
Al argumento acude Melville en un captulo bajo el epgrafe de Fast-Fish and LooseFish, pez atrapado o pez suelto, que aparentemente versa sobre derecho venatorio en
mar abierto, mas que diserta en el fondo sobre poder colonial y orden jurdico 48 . For
might makes right, como es el poder lo que produce el derecho, confiemos en la fuerza
bruta y de paso as liquidamos el asunto mismo de los poderes till somebody we like
can be elected, hasta alguien que nos guste pueda ser elegido 49 .
46

Geneva no deja pasar la ocasin para sealar que la moraleja de The Purloined Letter tambin puede
aplicarse y se ha aplicado al propio Poe por rasgos personales tan a la vista que parecieran invisibles tal y
como, sin ir ms lejos, el racismo: J. Gerald KENNEDY y Liliane WEISSBERG (eds.), Romancing the
Shadow: Poe and Race, Oxford 2001.
47

Herman MELVILLE , Moby Dick, or the Whale, 1851, que tampoco falta en internet, as en un sitio de
American Literature: http://www.americanliterature.com/MD/MDINDEX.HTML, o tambin, adems de
en el en una Digiteca ya hemos visitado: http://etext.lib.virginia.edu/toc/modeng/public/Mel2Mob.html, o
en el Project Gutenberg; no ofrece en cambio ni dicha obra completa el sitio de Life and Works of
Herman Melville (http://www.melville.org/melville.htm#Writings). El captulo al que enseguida hago
referencia es el LXXXIX, Fast-Fish and Loose-Fish. Las citas del ltimo prrafo son del Epilogue.
Escribo Moby Dick sin guin porque ste parece que fue errata en la portada de la primera edicin. El
epgrafe de la antologa reza Extracts Supplied by a Sub-Sub-Librarian, lo cual a Geneva le parece que en
trminos comparativos, por lo visto en sus lecturas ms acadmicas, cumple de forma sobrada el requisito
cientfico de registro de fuentes. Clavero no dira tanto.
48

Edward W. SAID, Culture and Imperialism, New York 1993, le ha interesado a Geneva tanto como
sabido a muy poco sus referencias a Moby Dick, pero se tiene la reposicin de C.L.R. JAMES, Mariners,
Renegades, and Castaways: The Story of Herman Melville and the World We Live In, ed. ampliada,
Hanover (New Hampshire) 2001. A Geneva le ha sido til Anna CRIMSHAW (ed.), The C.L.R. James
Reader, Oxford 1992, interesando desde luego a colonialismo. Y concede que, dentro de lo que cabe,
Melville era ms sensible que Poe: Lucy MADDOX, Removals: Nineteenth-Century American Literature
and the Politics of Indian Affairs, New York 1991, pp. 51-87; Samuel OTTER, Melvilles Anatomies,
Berkeley 1999, pp. 101-172.
49

No slo como prueba de que el dicho es popular, cito un verso de otra copla, ya no de balleneros, sino
del maestro, pues tal era su profesin adems de su apellido, Tom LEHRER, That Was the Year That Was,
disco de 1965 que se tiene ahora en el CD The Remains of Tom Lehrer, 2000, de la cancin, satrica por
supuesto, Send the Marines: We'll send them all we've got / John Wayne and Randolph Scott /
Remember those exciting fighting scenes? / To the shores of Tripoli / But not to Mississippoli / What do
we do? We send the Marines! / For might makes right / And till they've seen the light / They've got to be
protected / All their rights respected / Till somebody we like can be elected (...). La letra tambin podra
haber ilustrado el asunto del poder exterior polticamente a la vista y constitucionalmente solapado, pues
no a cubierto.

29

Melville, justificando el singular epgrafe, que no anuncia ciertamente ni


derecho ni poderes o ni siquiera colonialismo, explica la distincin marinera entre fastfish, la pieza que ya anda marcada por tentativa de apresamiento, y loose-fish, la que
todava corre mostrenca y as resulta fair game for anybody, caza al alcance
legtimamente de cualquiera pues no se aprecia desgarro de rejn ni de anzuelo,
hendidura de pendn ni de bandera. Con esta regla colonial, what are the Rights of
Man and the Liberties of the World but Loose-Fish?, qu son los derechos del
hombre y las libertades del mundo sino pez suelto, pieza destinada a convertirse antes
o despus, como fair game, caza legtima, en fast-fish, criatura atrapada. Concluye el
razonamiento: And what are you, reader, but a Loose-Fish and a Fast-Fish, too?, Y
qu eres t, quien me lee, sino, todo a la vez, tipo suelto y tipo atrapado, pez libre y pez
marcado?, sujeto de libertad y objeto de poder en fin a un tiempo, agente de historia y
paciente de dogma cuando se trata de derecho, lector o lectora.
La historia de los poderes est consumada. The drama's done y slo one did
survive the wreck, consumado el drama, hay un nico superviviente del naufragio.
Hay persona redimida que pudiera ser redentora. Segn se dice en el encabezamiento
del eplogo de Moby Dick como por boca de los mensajeros de desgracias al sufrido
Job: And I only am escaped alone to tell thee, slo yo escap para contarte, el
vocativo definitivamente con la minscula tuya, lector o lectora que que te pones en su
lugar. Para Melville no hay escapatoria, salvo la individual, pero Moby Dick,
representando a toda una especie, the Whale, viene con su resistencia a desmentirle.
Leviathan maketh a path to shine after him, marcando Leviatn camino brillante
como monstruo, pese a todo, de bondad, dej dicho el Libro de Job segn la lectura que
encabeza Moby Dick. Tanto el profeta como el narrador, y no slo desde luego esta
pareja, saben que el engendro de maldad es otro, Behemot, el poder de la guerra, la
destruccin y la masacre, del desarraigo, la hambruna y el exterminio, conductas y
sucesos que tambin ya se cometen, ya se propician, ya se encubren en este planeta
nuestro 50 . No se necesitan entonces poderes no menos monstruosos a efectos
defensivos o incluso preventivos en manos igualmente de Leviatn como paladn del
bien frente a todos los ejes del mal habidos y por haber, Behemot en suma? And thus
there seems a reason in all things, even in law, y as parece que hay razn en todo,
inclusive en el derecho 51 .
Es sta as la razn que faltaba? Lo es la lgica de poder frente a terror y no la
de derechos ante poderes? Cabe tal contraposicin maniquea? No cuenta el Leviatn
constitucional desde sus orgenes con los poderes que caracterizan a Behemot? Son
monstruos de igual especie 52 . No puede que sean incluso dos caras de una idntica
50

Thomas HOBBES, Leviathan, or the Matter, Form, and Power of a Commonwealth, Ecclesiastical and
Civil, 1651; Behemoth: The History of the Causes of the Civil Wars of England, and of the Counsels and
Artifices by which they were carried on from the Year 1640 to the Year 1660, hacia 1668, de edicin
pstuma en 1682, que pueden tambin encontrarse en internet, en The Online Library of Liberty, otra
presunta biblioteca de libertad: http://oll.libertyfund.org/ToC/0051.php. Geneva observa que en este sitio
se ofrece completa la mejor monografa al fin y al cabo existente, tan maltratada por Clavero como
hipervalorada al hospedrsele con todo su volumen en toda una Biblioteca de la Libertad: M.J.C. VILE,
Constitutionalism and the Separation of Powers (http://oll.libertyfund.org/Texts/ToC/0024_ToC.html).
51

Herman MELVILLE, Moby Dick, or the Whale, frase conclusiva del captulo XC, Heads or Tails, que
sigue discutiendo de derecho, figurando a very learned and most Christian and charitable gentleman,
with a copy of Blackstone under his arm, as a matter of course como apostilla Geneva.

52

Geneva sabe lo que dice. Es consciente de lo que insina. No afirma tal cosa desde luego porque el
Libro de Job, como enseguida veremos, d pie. Buena lectora, le ha consternado, aun con toda su
experiencia afroamericana, el captulo acerca del colonialismo belga en el Congo del libro sobre

30

quimera? No son uno mismo Behemot y Leviatn, el que debe con todos sus poderes
reconocer libertades garantizando derechos? Y no media en todo caso la ley de la
relatividad transformando continuamente un elemento en otro, derecho en poder y poder
en derecho? La mirada aliengena es ahora cuando realmente repara y se percata 53 .
Sumida en la perplejidad, pierde todo rastro de ingenuidad. Todo mtodo, incluso el
literario, resulta que tiene un lmite marcado. Al final ni siquiera la conciencia del
enigma depara, aunque fuera, algn consuelo, mucho menos algn esclarecimiento 54 .
A Geneva le parece que Clavero ha experimentado el vrtigo de ese lmite del
propio mtodo literario, pues lo es al cabo ms que jurdico, cuando detecta la existencia
en las colonias de una especie de derecho consuetudinario, no el consabido de los
pueblos colonizados a los que el colonialismo no les permite otra cosa, sino el
inconfesable del poder colonial, el que no se deja sujetar a regla. Era en efecto un
derecho venatorio en mar abierto. Hay que documentarlo? Realmente cabra? Y
hacia dnde habra de dirigirse entonces la mirada y la lectura o de dnde esperarse la
voz y el testimonio? As las cosas, es todo un contrasentido no comenzar por literatura
indgena 55 .
En fin y a la postre, Geneva, aliengena de otra galaxia, se pregunta qu viene
aportando la gente de derecho, la profesional y confesional, aunque slo sea a la
metahistoria del derecho citado por Clavero, M.A. HASIAN, Jr., Colonial Legacies in Postcolonial
Contexts: A Critical Rhetorical Examination of Legal Histories, pp. 89-111, lo cual ya es legal history de
la entrada del siglo XX, ayer mismo como quien dice.
53

En el Libro de Job, Leviatn y Behemot comparecen en trminos no tan prototpicos ni contrapuestos,


compartiendo especie, entre los captulos XL y XLI: http://atrevete.com/biblia/rv/job, en castellano;
http://www.vatican.va/archive/bible/nova_vulgata/documents/nova-vulgata_vt_iob_lt.html, para el Liber
Iob de la vulgata oficial catlica, tampoco el original o quizs especie de tal. El anuncio de desgracias por
parte de mensajeros finalizando con la expresin que encabeza el eplogo de Moby Dick (Et effugi ego
solo, tu nuntiarem tibi) se encuentra en el primer captulo. Hobbes y Melville informan mejor a Geneva,
aunque por aliengena tampoco deja de apreciar el valor del intenso lenguaje crptico de esa literatura
asitica, la del Libro de Job, quedndose tambin con la duda (Geneva Crenshaw, no Pipo Clavero, que es
individuo de convicciones firmes, casi maniqueas) de si las respuestas no pueden todava, pese a todos los
equvocos, sacarse de ah donde definitivamente no estn, de tradicin religiosa. In die illa visitabit
Dominus in gladio suo duro et forti et grandi super Leviathan serpentem fugacem et super Leviathan
serpentem tortuosum et occidet draconem, qui in mari est (Liber Isaiae, XXVII.1); en sendas versiones
de la New American Bible de dicho mismo sitio oficial del Estado Vaticano (no figura an en castellano):
On that day, the Lord will punish with his sword that is cruel, great, and strong, Leviathan the fleeing
serpent, Leviathan the coiled serpent; and he will slay the dragon that is in the sea; In quel giorno il
Signore punir con la spada dura, grande e forte, il Leviatn serpente guizzante, il Leviatn serpente
tortuoso, e uccider il drago che sta nel mare (http://www.vatican.va/archive/ENG0839/_INDEX.HTM).
En el aparato de este sitio oficial vaticano Behemoth se reduce a hipoptamo y Leviatn a cocodrilo.
54

Eyal PERETZ, Literature, Disaster, and the Enigma of Power: A Reading of Moby Dick, Stanford
2003, para lectura, a juicio de Geneva, no lo suficientemente perpleja al no agotar el espectculo de
despliegue de poder hasta el extremo inhumano de la pura omnipotencia (pp. 115 y 164: The thought of
power for the novel is exactly the thought of whiteness But there is another language of power in the
novel, associated with the tyrannical and the authoritarian hunt for the stable land. This language of
power, the stabilizing and violent one, is to be understood as constituting itself in relation to, originating
from, and collapsing in the encounter with, the white language of power, trying to mimic it and destroy
it There is also a third language of power in the novel, which I have not dealt with at all, and it mainly
has to do with the various fantasies of omnipotence entertained in relation to the whale/wail).

55

No hubieran faltado guas: Gordon BROTHERSTON, Book of the Fourth World: Reading the Native
Americas through their Literature, Cambridge (Mass.) 1992; Suzanne Evertsen LUNDQUIST, Native
American Literatures: An Introduction, New York 2004; Susan CASTILLO y Ivy SCHWEITZER (eds.), A
Companion to the Literatures of Colonial America, Oxford 2005, colonial en el sentido propio.

31

literatura, salvo confusin y encubrimiento. Dicho en otros trminos, en unos que no


son suyos, se pregunta no tanto si la religin resulte poltica como si la poltica sea
religin. Porque lo primero parezca evidente, lo segundo no queda descartado. Puede la
doctrina jurdica ejercer un sacerdocio sin necesidad de sacramento y constituir as
poder por ella misma de comportamiento adems irresponsable e impune. Geneva
Crenshaw ya advert que est de vuelta del derecho. Se anda desde luego con bastantes
menos contemplaciones que quien transcribe y suscribe, Pipo Clavero. Geneva remata:
Eres, sigues siendo, no sabes dejar de ser gente de derecho al fin y al
cabo.

32

VI.II
Relecturas de historia y de historiografa.

Entre tanta lectura en compaa, Geneva apostilla. Esta vez la ltima palabra
hago el intento de que sea la ma, pero ni por esas:
Indudablemente, es leer lo que ensea a leer, como vivir ensea a vivir.
Pero no nos confundamos. Igual que vivir no ensea a leer, tampoco leer
ensea a vivir.
Ni tampoco a escribir, si nos ponemos as.
Exacto. Como Gandhi dijo, facts are after all opinions. En definitivas
cuentas, los hechos histricos no son ms que opiniones encima
inconscientes, incontroladas e inimputables de quienes escriben la
historia.
Los hechos existen.
Pero son las opiniones que pasan por hechos las que predominan y de tal
modo operan como si fueran, sin ms, hechos. As se escribe y as se
hace la historia. No hay otra.

33

VI.II.1
Representacin a contramano.
No slo gente-de-derecho-al-fin-y-al-cabo se ocupa de historia constitucional.
Pueden hacerlo tambin publicistas de otra ralea, de quienes miran al derecho, pero
desde fuera. A Geneva le consta 56 . Hay un caso bien sonado ayer y apenas recordado
hoy salvo, y tampoco mucho a estas alturas, en los Estados Unidos. Se trata de la obra
de Charles Austin Beard, autor que contaba con una formacin de historia
constitucional y ciencia poltica, as como con cierta notoriedad como profesor y
escritor sensible hacia problemas sociales, econmicos y polticos, cuando se descuelga
en 1913 con la publicacin de An Economic Interpretation of the Constitution of the
United States, Interpretacin econmica de la Constitucin de los Estados Unidos. Se
trataba de un serio libro de historia acerca de la formacin de la norma constitucional de
1787 bajo una inspiracin y con un objetivo que desbordaban el campo de especialidad
de la indagacin sobre tiempo pretrito. Miraban al presente de aquellos aos, los
caracterizados por un movimiento reformista, dicho por entonces progressive o
progresista, donde vena a situarse y cobrar sentido la obra. Le seguiran otras suyas, del
mismo C.A. Beard, con similares miras: Economic Origins of Jeffersonian Democracy
y The Economic Basis of Politics, Orgenes econmicos de la democracia
jeffersoniana y Bases econmicas de la poltica, de 1915 y 1922 respectivamente 57 .
Tras haber venido constituyendo piedra de escndalo y hasta proyectil arrojadizo entre
constitucionalistas con divisin drstica de apreciaciones, y an cirnindose todava su
sombra como un fantasma, hoy al menos se cuenta con acercamientos templados 58 .
An Economic Interpretation of the Constitution of the United States resulta, ms
all incluso de la intencin del autor, la ms dura requisitoria contra quienes produjeron
56

Transcribiendo palabras de Geneva, D. BELL, And We Are Not Saved: The Elusive Quest for Racial
Justice, p. 31, para el argumento, y 274, para la referencia.
57

Charles A. BEARD, An Economic Interpretation of the Constitution of the United States, 1913, New
Brunswick 1998, con introduccin de Louis FILLER, pp. VII-XVI, y varias ediciones por medio, a partir
de 1935, incorporando nuevo prlogo del autor, ms reprint vivo, Union 2001; la de New York 1986 con
introduccin crticamente valorativa de Forrest MCDONALD, pp. VII-XL. Hay traduccin al castellano,
Una interpretacin econmica de la Constitucin de los Estados Unidos, Buenos Aires 1953. Tanto de
Economic Origins of Jeffersonian Democracy como de The Economic Basis of Politics ha habido
reediciones, del segundo ttulo incluso viva, New Brunswick 2002, con introduccin de Clyde W.
BARROW.
58

Puede confrontarse Allan BLOOM, The Closing of the American Mind: How Higher Education Has
Failed Democracy and Impoverished the Souls of Todays Students, New York 1987 (p. 30, achacando a
C.A. Beard el levantamiento de la veda de los Founding Fathers como representatives of class interest
aparte de racist (and) murderers of Indians), con C.W. BARROW, More Than a Historian: The Political
and Economic Thought of Charles A. Beard, New Brunswick 2000 (p. XVI, presentndose justamente
como un estudio sobre su obra a la par que sobre su doble, el straw man constructed explicitly for
ideological purposes during the 1950s and 1960s y que todava, como se ve, colea). Robert A.
MCGUIRE, To Form a More Perfect Union: A New Economic Interpretation of the United States
Constitution, Oxford 2003, p. 4, arranca asegurando que este constitucionalismo se equivoca al pensar
que has been rightly exorcised of the ghost of Charles A. Beard. Para comprobacin de la presencia del
fantasma, Shlomo SLONIM, Framers Construction / Beardian Deconstruction: Essays on the
Constitutional Design of 1787, New York 2001, pp. 1-9 y 52-103 particularmente. J. APPLEBY,
Liberalism and Republicanism in the Historical Imagination, p. 223: That Beards interpretation held
sway for but a generation in the two hundred years of writing on the Constitution indicates just how
powerful is the appeal of a single American tradition.

34

aquella Constitucin y consagraran as la concepcin de poderes que llegara a alcanzar


un efecto no slo constituyente de los Estados Unidos, sino tambin, segn lo ve no slo
Clavero, preconstituyente poco menos adems finalmente por doquier. No sin protestas
por parte del propio Beard, tal lectura fue inmediata en mbitos polticos y corporativos
universitarios, armndose bastante escndalo, mientras que la obra segua el curso
ordinario de acogida abierta y atenta en espacios especializados, provocando de hecho
un largo y notable debate 59 . Aunque Beard no apoyase luego ese giro e incluso lo
repudiase, An Economic Interpretation jug un papel relevante en un cambio
constitucional, el del llamado New Deal en lnea de poltica social por impulso del
ejecutivo federal, que se efectu sin enmienda formal. Clavero no deja pasar la ocasin
de insistir en este extremo porque refleja la interactividad que le interesa destacar entre
historiografa y constitucionalismo 60 .
En cuanto que obra de historiografa, la requisitoria de An Economic
Interpretation of the Constitution of the United States consista en lo previsible a la luz
del ttulo. La obra mostraba hasta qu punto aquellas primeras opciones constituyentes
respondieron no a ideales sociales de libertad, sino a intereses personales de economa.
La Constitucin de Estados Unidos de 1787 como cobra mayor sentido es con una
lectura exactamente tal, de motivaciones econmicas y no de principios jurdicos, de
propiedad y no de libertad. C.A. Beard se ocupaba en particular de unos intereses
vinculados a ttulos de la deuda pblica y a expectativas sobre tierras de colonizacin,
los Territorios que sabemos, pues a ambos les convena el sistema de poderes
establecido por dicha Constitucin, la federal 61 .
No se preocupaba particularmente ni por la privacin de libertad de la esclavitud
ni, an menos, por la propiedad de los pueblos indgenas, por este derecho que resultaba
tambin afectado de forma negativa. Su preocupacin se centraba en la incidencia del
derecho de propiedad de la propia parte constituyente sobre la estructura constitucional
de poderes entendindola de tal modo como influencia primaria de intereses. En todo
caso, el extremo era bien sensible y responda a una razn de fondo ms all en efecto
del inters historiogrfico. Estamos todava, cuando el libro se concibe y realiza, en la
coyuntura resultante de la abolicin de la esclavitud, esto es, como vimos, tras que el
59

Richard HOFSTADTER, The Progressive Historians: Turner, Beard, Parrington, New York 1968, y su
introduccin a The Progressive movement, 1900-1915, Englewood Cliffs 1963, con reediciones ambos (al
Turner que figura entre los progressive historians ya tenemos el gusto de conocerle, pues no es otro que
Frederick Jackson TURNER, el de unas fronteras con pioneros activos y sin indgenas vivos); Michael
MCGERR, A Fierce Discontent: The Rise and Fall of the Progressive Movement in America, 1870-1920,
New York, 2003.
60

Maxwell BLOOMFIELD, Peaceful Revolution: Constitutional Change and American Culture from
Progressivism to the New Deal, Cambridge (Mass.) 2000, p. 22, respecto al papel de la obra de C.A.
Beard. Geneva tampoco deja pasar la ocasin de recordarle que quien ms se est significando en destacar
mutaciones constitucionales sin enmiendas formales, con el caso del New Deal en primera fila, es B.
ACKERMAN, We the People, II, Transformations, con miras al planteamiento actual de reformas de fondo
sin respetarse previsiones de forma, por ejemplo mediante referndum, sin mucho xito de momento en el
mismo campo constitucionalista poco proclive desde luego a saltarse los procedimientos. Geneva dice
que tampoco le entusiasma la idea, pero por otro gnero de razones. La encuentra engaosamente
democrtica. Con un cuerpo constituyente directo de la envergadura de toda la ciudadana
estadounidense, las que resultan entonces minoras privadas de capacidad constitucional propia, como la
suya, la afroamericana, correran el riesgo de quedar definitiva y completamente desahuciadas. Es opinin
de Geneva.
61

C.A. BEARD, An Economic Interpretation of the Constitution of the United States, caps. V, The
Economic Interests of the Members of the Convention, y VI, The Constitution as an Economic
Document.

35

Congreso federal defraudara el mandato constitucional de reconocimiento y garanta de


otros derechos distintos al de propiedad, los afectados por la esclavitud, y cuando la
Suprema Corte haba tomado el testigo cambiando sobre la marcha el espacio de
cobertura, viniendo precisamente a entronizar, como valor esencial merecedor de
amparo, el derecho de propiedad con el de privacidad consiguiente. Geneva, con su
raigambre afroamericana, conoce bien esta historia. El movimiento reformista, el dicho
progressive de aquellos aos de la publicacin del libro, no se mostraba especialmente
sensible para con los derechos de quienes haban sufrido la esclavitud, pues algunos y
algunas todava vivan, o fueran sus descendientes sufriendo no slo las secuelas, sino
tambin de presente tal derivacin de poderes; pero dicho mismo movimiento
consideraba toda una perversin constitucional dicho apoderamiento judicial federal a
costa del legislativo, representativo ste y no aquel, tanto en s como por la aplicacin
concreta que entronizaba el derecho de propiedad al punto de estar prcticamente
bloqueando la posibilidad de reformas sociales y econmicas 62 .
Ah se sita el libro escandaloso de C.A. Beard. El ambiente andaba caldeado,
por no decir que al rojo vivo. No ser el nico episodio de fuerte debate historiogrfico
sobre la posicin de la Corte Suprema en el sistema estadounidense de poderes, la que
le concede a una magistratura de escasos individuos un poder constituyente nada menos
que sobre libertades, pero aquella le interesa a Geneva pues es la que, tocando a derecho
de propiedad, podra haberse interesado en la institucin de la esclavitud, as como en el
episodio de una emancipacin que no vena equivaliendo exactamente a libertad, a unas
mismas libertades entre propietarios, fueran o no ex-esclavistas, tambin unos nuevos si
hubiera habido indemnizacin por la servidumbre sufrida. La coyuntura era neurlgica,
pero el debate se ci a cuestiones de idealismo o pragmatismo de los founding fathers,
de aquellos padres constituyentes de las postrimeras del XVIII, todos varones, no
acercndose precisamente a la implicacin constitucional de los derechos de libertad en
un presente. Hoy todava, cuando quiere seguir figurndose, con todos los forzamientos
del caso, un origen de espritu genuinamente democrtico del constitucionalismo
estadounidense, es fcil descalificar como maniqueo a C.A. Beard saltndose no slo
evidencias histricas, sino tambin debates historiogrficos 63 . Ante la ocasin perdida,
62

R. HOFSTADTER, The Progressive Historians, p. 202, recuerda una serie significativa de publicaciones
de por entonces, inmediatamente anteriores a la Economic Interpretation of the Constitution of the United
States, entre ellas: Frank Johnson GOODNOW, Social Reform and the Constitution, New York 1911;
William L. RANSOM, Majority Rule and the Judiciary: An Examination of Current Proposals for
Constitutional Change Affecting the Relation of Courts to Legislation, New York 1912; Gustavus MYERS,
History of the Supreme Court of the United States, Chicago 1912, y el mismo C.A. BEARD, The Supreme
Court and the Constitution, New York 1912, reedicion, Englewood Cliffs 1962, con introduccin, pp. 134, de Alan F. WESTIN, Charles Beard and the American Debate Over Judicial Review, 1790-1961. He
podido ver dicha serie de obras gracias al abono de las Universidades de Arizona y de California,
Berkeley, a la biblioteca virtual, a la que ya he hecho alguna referencia, The Making of Modern Law:
Legal Treatises, 1800-1926 (http://www.galeuk.com/trials/moml). Para una visin bastante crtica y
revisin poco comprensiva del alcance prctico de aquella literatura, Richard E. EPSTEIN, How
Progressives Rewrote the Constitution, Washington 2006, aplicndose a fondo en particular contra el giro
jurisprudencial por el que fuera factible el New Deal. Reflexin que contrarreste ya est citada por
Geneva: C.R. SUNSTEIN, Constitutionalism after de New Deal. Si quiere incrementarse la dosis del
antdoto y adems en cuerpo presente, puede ahora aadirse del mismo C.R. SUNSTEIN, Radicals in
Robes: Why Extreme Right-Wing Courts are Wrong for America, New York 2005.
63

A.R. AMAR, Americas Constitution, pp. 279-280, la nota en la que se detiene a trazar el perfil del
maniqueo que le sirve de cmodo contraste en ms momentos, C.A. Beard y no otro. Ya hemos visto la
excusatio non petita del autor en el sentido de negar que est haciendo whig history, historiografa que,
por optimismo de presente, proyecta ilusamente democracia y libertades a los momentos incluso menos
democrticos y menos libertarios, como al reconocidamente esclavistocrtico (traduzco literalmente su

36

Geneva se siente defraudada. Contempla con desnimo cmo el mismo derecho de


propiedad se recupera en la historiografa constitucional cual signo de libertad sin
relacin entonces con esclavitud afroamericana ni, an menos, con privacin indgena 64 .
Clavero le insiste en que el asunto, pese a todo, sigue guardando un inters.
Conforme se plantearon las cosas, el cambio constitucional que se defenda por aquel
movimiento progresista parece que pasaba por la historia o, ms bien a tales alturas, por
la representacin que de la misma se tuviera, esto es por la historiografa. Por ella
tambin haba de pasar la oposicin al cambio. El debate historiogrfico, aquel mismo
en trance de olvido, resulta clave constitucional 65 . Tal le parece a Clavero. A Geneva se
le antoja todo esto como una antigualla. Puestos a resucitar reliquias, preferira que se
viera el proceso historiogrfico de deterioro de la figura ms celebrada de unos
orgenes, no otra que la de Thomas Jefferson, quien en los ltimo aos ha pasado de
orculo constitucional para la humanidad toda a dspota redomado para con la mayora
de ella, como bien lo demostraron sus acciones contra la que tuvo a su alcance, ya
femenina, ya afroamericana, ya indgena americana, ya tambin europea por Amrica
cuando no era de su clase, la terrateniente patriarcal y, por si fuera poco, esclavista 66 .
Geneva, un autor tiene sus lmites y un libro debe tenerlos.

expresin) de la fundacin constitucional estadounidense. Dicha misma excusa espontnea es signo del
desprestigio de tal gnero de historiografa, pero la verdad es que anda realmente viva eludiendo el
apellido. El hecho es que la habitual historiografa constitucional se conduce por s de forma tan
caracterizadamente whig que, como mejor lo resulta, es no estando en el secreto. Cuando se tiene la
acuacin, puede existir la conciencia, con lo que viene a ser sintomtico que no se tenga traduccin,
pues historia liberal carece de la capacidad caracterizadora de whig history. De su periplo clsico hay
algn buen repaso: P.B.M. BLAAS, Continuity and Anachronism: Parliamentary and Constitutional
Development in Whig Historiography and in the Anti-Whig Reaction between 1890 and 1930, La Haya
1978; J. VERNON, Politics and the People, pp. 295-339, con nueva visita: Narrating the constitution: the
discourse of the real and the fantasies of nineteenth-century constitutuional history, en el mismo (ed.),
Re-reading the Constitution: New narratives in the political history of England long nineteenth century,
Cambridge (Inglaterra) 1996, pp. 204-229.
64

Seala de nuevo Geneva el caso tan encarecido por Clavero de la Constitutional History of the
American Revolution de J.P. REID, en cuyo primer volumen, The Authority of Rights, cap. 3, el derecho de
propiedad comparece de tal forma en cuanto que pilar constitucional conforme al common law ingls y no
a imperativo de libertad, dependiendo adems del mismo un right to government, como si todo el debate
anterior de la propia historiografa del constitucionalismo estadounidense se hubiera evaporado. Clavero
le hace la observacin de que ah est exponindose el concepto de la propiedad que abrigaba la parte
constituyente, pero a Geneva no se le quita la suya de que la implicacin del silencio es la cancelacin del
problema. Sobre la obra de tal historiador y frente a la apreciacin de Clavero insistir todava Geneva.
65

Se quiere un equivalente, a nuestras alturas, de An Economic Interpretation? Helo: G.B. NASH, The
Unknown American Revolution: The Unruly Birth of Democracy and the Struggle to Create America,
New York, 2005, tambin con polmica que en parte ya le ha precedido: el mismo G.B. NASH, Charlotte
CRABTREE y Ross E. DUNN, History on Trial: Culture Wars and the Teaching of the Past, New York,
1997. Geneva piensa que este debate debiera interesarle aqu a Clavero ms que aquel otro no slo por
actual, sino sobre todo por haberse provocado en el terreno de la enseanza, alrededor de sus directrices
oficiales para formacin ciudadana, los National Standards for United States History en los propios
Estados Unidos por supuesto.
66

Conor Cruise OBRIEN, The Long Affair: Thomas Jefferson and the French Revolution, 1785-1800,
Chicago 1996; Garry WILLS, Negro President: Jefferson and the Slave Power, New York 2003. Lo de
Negro President es expresin de la poca achacndole a Jefferson el haber accedido a la presidencia
respaldado por intereses esclavistas a los que adems no defraud. Geneva recomienda que se vea el mal
pie con el que el personaje encabeza la coleccin de S.T. JOSHI (ed.), Documents of American Prejudice:
An Anthology of Writing on Race from Thomas Jefferson to David Duke, New York 1999. Bien desde
luego le consta que, en base a las pretensiones del propio Jefferson, hay toda una tradicin historiogrfica,
permeando y hasta inundando multitud de bibliografa, que presenta aquella hipotecada y apurada

37

La historia misma o, dicho mejor y en plural, las historiografas puede que en


efecto tengan alcance constituyente, as como virtud reveladora las visiones alternativas.
Geneva sigue sin ver tan claro tal motivo de inters. Pone en cuestin premisas y
conclusiones 67 . Y no es que se quede pensativa. Argumenta directamente sus dudas:
Si el asunto es de poder y encima constituyente, el relato de la historia se
cambia sobre la marcha segn convenga. No se ha visto desaparecer
toda una narrativa histrica y aparecer en su lugar otra radicalmente
distinta de la noche a la maana en tantas y tantas ocasiones? Mira cmo
ha pasado recientemente, en un solo verano como quien dice, entre
Yugoslavia y Croacia. Y que pas antes con las narraciones histricas
de Grecia y de Turqua? Y no digamos si entran en liza toda Armenia y
todo el Kurdistn por encima de fronteras estatales. O sin ir tan lejos,
qu me dices de la historias de la historia entre Espaa y algunas
Comunidades como Catalua o el Pas Vasco? Abre los ojos.
No est tan claro. Cosas que emergen en apariencia de golpe pueden
haber estado latentes o incubndose. Tambin puede que no las hayamos
visto por no haber estado mirando y pendientes. En todo caso, la
historiografa constituyente no es slo historia escrita y publicada, sino
tambin historia imaginada y creda. Todos y todas no escriben, pero
todas y todos piensan. Y la mente opera. Entre poder e imaginacin las
influencias e incidencias se producen en ambas direcciones. Puede haber
interactividad.
Desde luego, quin lo niega? Pero cul es la lnea de fuerza?
No tengo respuesta segura, pero hay un encadenamiento de mltiples
eslabones desde el origen y sus figuraciones. Mira la suerte misma de
Jefferson. Se le mitifica mantenindose la hegemona de quienes se
identifican con su imagen.
Dale. Cundo acabars de enterarte de que el problema no reside en las
imgenes de ayer sino en las realidades de hoy!

eleccin presidencial como una revolucin libertaria. Vasele ahora predimonante todava en James
HORN, Jan Ellen LEWIS y P.S. ONUF (eds.), The Revolution of 1800: Democracy, Race, and the New
Republic, Charlottesville 2002. Los Economic Origins of Jeffersonian Democracy de C.A. Beard no
escapaban a su modo a una tendencia que al fin y al cabo encajaba por contraste con su representacin
ms negativa del momento constituyente.
67

Como Clavero no oculta su aprecio por la obra de historia constitucional de J.P. REID, Geneva no
pierde la ocasin para sealarle el desprecio que ste demuestra por la aportacin de C.A. BEARD. En la
edicin abreviada de la Constitutional History of the American Revolution del primero, pp. IX-XI, que es
un Historiographical Preface, el mismo desautoriza por completo el acercamiento que representa el
segundo sin ni siquiera molestarse en mencionarlo (pp. X-XI y XV). Geneva abunda en el trasfondo
conservador de la obra de J.P. REID. Clavero no lo niega, pues particularmente lo detecta en su otra lnea
de investigacin dedicada a la historia del derecho indgena, en s misma y por mantenerla al margen de la
problemtica constitucional segn ya ha acusado la misma Geneva, pero le advierte enseguida que no
sigue para nada a dicho historiador en el ejemplo de desautorizar por motivaciones de fondo poltico.
Recomienda a su vez a Geneva que contraste la diversidad de apreciaciones de los artculos que se ocupan
de la obra de J.P. REID, de toda ella, en H. HARTOG y W.E. NELSON (eds.), Law as Culture and Culture
as Law (pp. 10-37: R.B. BERSTEIN, Legal Historys Pathfinder: The Quest of John Phillip Reid; pp. 3847: Laura KALMAN, In a Defiant Stance; pp. 48-57: J.P. GREENE, John Phillip Reid and the Interpretation
of the American Revolution; pp. 443-451: Martin S. FLAHERTY, From a Reidian Perspective), donde
tambin se encuentra su bibliografa hasta 1999, pp. 452-466. Geneva ya sabemos que en esto no cede.

38

No hay distinciones tan fciles, ni entre ayer y hoy, ni entre imgenes y


realidades.
Pero tampoco tenemos por qu resignarnos a la confusin.

39

VI.II.2
Revolucin en entredicho.
Geneva no da crdito a sus ojos ni a sus odos. No sale de su asombro. No
entiende cmo puede resistir por la literatura constitucional y la cultura poltica de
Europa continental y Amrica Latina el mito de la Revolucin Francesa, con mayscula,
como la partera de los derechos de libertad, del poder constituyente, de las garantas de
ley y justicia ms, por si fuera poco, del corolario completo de la separacin tripartita de
los poderes a ser constituidos debidamente. No se trata tan slo de la empecinada
ignorancia acerca de que todo ello, absolutamente todo, ya se estaba experimentando
por Amrica, ah donde mejor se explica el propio invento, sino tambin de la empeada
presuncin sobre el legado de dicha revolucin en tales trminos constitucionales y no
en otros bastante, por no decir que mucho, ms problemticos, ah donde todo esto, o
poco menos, del escenario y la materia del constitucionalismo acaba por enmascararse y
confundirse. La sorpresa no le haba asaltado a Geneva en los Estados Unidos pues esa
mitologa constitucional francesa ah, si no brilla por su ausencia, es porque, aun con
todos sus ecos tanto polticos como acadmicos, ha sido siempre marginal para la
cultura del derecho, pues no desde luego para la historiografa 68 .
Puede informarse Geneva sobre la marcha, pues las evidencias se tienen a la
mano y a la vista en bibliotecas y por internet. Sin esperarse a la celebracin de un
segundo centenario, con un volumen apabullante de publicaciones que ha incidido
seriamente en un proceso de desmitificacin dentro de la magnificacin, ya vena
ponindose en cuestin el legado de la Revolucin por medios de la misma Francia, por
unos sectores de sensibilidad constitucional, aunque no todava inicialmente de una
especialidad constitucionalista. Si hay una obra historiogrfica que destaque al
propsito, ya anda camino de cumplir el cuarto de siglo. Se trata de la los ttulos de
Franois Furet, particularmente de su Penser la Rvolution Franaise y en especial de
su captulo Le catchisme rvolutionnaire, con la consigna que lanza de repensar el
catn de la historiografa doblemente revolucionaria, por ocuparse de revolucin
burguesa de pasado y por aspirar a revolucin socialista de futuro. Una cosa vena
alimentndose de la otra. Hay aqu una vinculacin que no llega al extremo de que, por
abandonarse lo segundo, lo del ensueo poltico, desaparezca lo primero, lo del mito
histrico. En los terrenos de la historiografa francesa todava predominante alcanzando
a las posiciones del constitucionalismo, a su imagen de tiempo pretrito y para el
porvenir, la mitologa de la revolucin se muestra realmente porfiada y persistente 69 .
Se ha producido en todo caso el arranque de toda una revisin en profundidad de
aquella revolucin francesa, pongmosla ya con minscula, que no ha dejado de afectar
a la historiografa ms especializada. Aunque sobre todo en manuales de historia y de
derecho constitucionales sigue reproducindose la imagen revolucionaria del gnesis
68

Gary KATES (ed.), The French Revolution: Recent Debates and New Controversies, New York 1998.

69

F. FURET, Penser la Rvolution franaise, Pars 1978, pp. 113-172 para el referido captulo (versin
ampliada de una primera edicin como artculo en 1971), con traducciones y una reedicin, 1983, que se
presenta como revisada y corregida. Pueden aadirse, con edicin de textos, del mismo F. FURET, La
gauche et la Rvolution franaise au milieu du XIXe sicle : Edgar Quinet et la question du jacobinisme,
1865-1870, Pars 1986; Marx et la Rvolution franaise, Pars 1986. Hay edicin en DVD de un coloquio
de televisin de 1988, dirigido por Bernard PIVOT, Franois Furet ou la rvolution franaise, con
participacin de Mona OZOUF, Christine FAURE, Jean-Denis BREDIN y Franois BLANCHOT, adems del
propio autor.

40

francs de la concepcin y puesta en prctica del poder constituyente de un carcter


extraordinario que reconoce y garantiza derechos de libertad as como procede a dicho
mismo propsito a la separacin entre poderes ordinarios, una historiografa jurdica
tiene la sensibilidad de responder al reto de la revisin. Es especialidad que se ha
formado como elemento integrante de la misma historia que ha generado un sistema
desequilibrado de poderes, la que ha tenido este alcance constituyente, por lo cual le
resulta bien ardua una operacin que pone as adems en juego su propia identidad
como actividad intelectual y profesional 70 .
Sobre todo y con todo se ha tratado de la percepcin del desequilibrio entre
poderes no slo durante el curso, sino desde el mismo arranque de la revolucin. No fue
un efecto sobrevenido, sino genuino. La fase notoria que la revolucin atravesara de
terrorismo de Estado ya no se tiene por una desviacin, pues se ve como
desenvolvimiento de una posicin de partida, la de una concentracin tal de poder en un
legislativo singular, sin contrapeso interno ni cameral ni federal, pudiendo conducir al
extremo, como de hecho ocurri, de hacerse con el ejecutivo y con el judicial o con las
claves para dirigirlos. La propia postergacin de la justicia ya no es una ancdota ni fue
un descuido. El desequilibro procedera de la superioridad de un poder entre poderes o,
dicho de otra forma, con la jerga del gremio de juristas, de la centralidad casi
monopolista de la ley entre las fuentes del derecho, lo que ahora puede hacerse
contrastar fuertemente tanto con el sistema britnico como con el estadounidense.
Anglosajona sera la virtud constitucional como francesa su perversin. Trasladndose
as la mitologa, no sabindose renunciar a ella, son cosas que ahora se reconocen sin
mayor escndalo. Geneva sabe que Clavero ha atravesado ambas fases, la del mito
francs y la del mito britnico 71 . Para ella huelga otra cita con este testimonio vivo tan a
mano, pero no dejemos pasar la oportunidad de seala cun engaoso resulta, a los
efectos estrictamente constitucionales, el paralelismo historiogrfico entre revoluciones
a un lado y otro del atlntico 72 . Basta con reintroducir por medio y por encima la

70

Para algunas apreciaciones bibliogrficas al hilo del bicentenario, B. CLAVERO, De un derecho, la


Constitucin, y de un revs, la Historia, en Anuario de Historia del Derecho Espaol, 60, 1990, pp. 607632. La ocasin motiv una actividad febril de Franois Furet, como la de participar en el impulso de una
revisin ya citada: K. BAKER, F. FURET, C. LUCAS y M. OZOUF (eds.), The French Revolution and the
Creation of Modern Political Culture, la cual puede resultar significativa por mantener, para la propia
perspectiva historiografca, la materia especficamente constitucional como vertiente secundaria de la
cultura poltica en relacin a la Revolucin Francesa.

71

Para el momento de inflexin dejando uno y otro mito a las espaldas o resolvindose al menos ya al
intento, Happy Constitution. Cultura y lengua constitucionales, 1997, con la informacin bibliogrfica
que aqu no se repite.
72

Puede apreciarse ahora en Mark HULLIUNG, Citizens and Citoyens: Republicans and Liberals in
America and France, Cambridge (Mass.) 2002. Y no faltan ttulos bien expresivos: Patrice HIGONNET,
Sister Republics: The Origins of French and American Republicanism, Cambridge (Mass.) 1988; Susan
DUNN, Sister Revolutions: French Lightening, American Light, New York 1999, con Bill of Rights y
Dclaration des Droits haciendo migas en apndice. Aparte comparaciones ms miscelneas, colaciones
ms celebrativas o confrontaciones ms saltuarias, ya hay casi todo un gnero: Rett R. LUDWIKOWSKI y
William F. FOX, The Beginning of the Constitutional Era: A Bicentennial Comparative Analysis of the
First Modern Constitutions, Washington 1993, colacionando a Polonia; John A. ROHR, Founding
Republics in France and America: A Study in Constitutional Governance, Lawrence 1995, llegando al
golismo. Para sitio que se entiende educativo inspirado por el paralelismo: Liberty, Equality, Fraternity:
Exploring the French Revolution, with 12 topical essays, 250 images, 350 text documents, 12 songs, 13
maps, a timeline, and a glossary (http://chnm.gmu.edu/revolution).

41

revolucin de Hait para que se descomponga la apariencia recta de ambas lneas


paralelas 73 .
Andaba por medio de esclavitud con su particular sentido del domino sobre
personas al tiempo que sobre cosas. El derecho de propiedad se encuentra as por
supuesto comprometido con todas sus ambiguas implicaciones respecto a derechos de
libertad en uno como en otro caso, en el americano como en el europeo. La revolucin
francesa tambin ofrece con facilidad una imagen emancipatoria en materia de
propiedad porque, igual que otras ulteriores por la Europa continental, an hubo de
enfrentarse a unos derechos feudales y seoriales, corporativos y eclesisticos, como
privilegios propios de status superiores. Sin embargo se da incluso la circunstancia de
que dicha revolucin, la francesa, tampoco se enfrent de entrada con tal situacin
como su mitologa presume. La Dclaration des Droits de 1789 presenta de hecho la
peculiaridad no slo de distinguir nicamente dos poderes, desentendindose
precisamente del judicial, el ms necesario para los derechos, inclusive o ante todo los
de libertad, sino tambin de que, en su forma de garantizar propiedades en plural, lo que
aseguraba era tal serie o buena parte de dichos privilegios, unos poderes sociales ajenos
a cualquier signo constitucional de libertades 74 . No se top en vano aquella revolucin
con contrarrevoluciones de base popular. De entrada, sumaba poderes nuevos a poderes
antiguos, multiplicndolos y no reducindolos. Aunque tal funcin ya sabemos que se
asignaba a ley por la Dclaration des Droits, pues no a justicia, cmo poda caber
entonces que poder alguno se concibiese y, an menos, practicase en relacin a libertad?
La revisin no ha llegado en Francia todava el extremo de acusar tamaas
peculiaridades en la que ha vuelto ah a ser la Dclaration des Droits en vigor, aquella
de 1789, bien que con alguna manipulacin de texto y bastante de concepto 75 . Tampoco
es as que Francia tenga Dclaration des Droits, como no tienen Bill of Rights los
Estados Unidos, a las alturas de los tiempos. Estados con ambiciones de liderar la
marcha poco menos que mundial del constitucionalismo cuentan con los instrumentos
constitucionales ms obsoletos y deficientes, ms necesitados de interpretacin creativa
en las manos menos representativas y tambin menos controlables de una judicatura o
incluso de una doctrina. Cmo van a tener una historiografa constitucional fiable? No
es ningn consuelo para Geneva hacer este gnero de comprobaciones y comparaciones.
Por lo que a Francia respecta, la evidencia es elocuente. Un acontecimiento
revolucionario constituye poderes y una historiografa revolucionaria los encubre. Est
crecida y sigue creciendo. Como la literatura sobre la revolucin francesa es poco

73

John D. GARRIGUS, White Jacobins / Black Jacobins: Bringing the Haitian and French Revolution
Together in the Classroom, en French Historical Studies, 23, 2000, pp. 259-275, con bibliografa
adicional a la que ya nos consta y con la indicacin de entrada de que la historiografa clsica sobre la
llamada revolucin atlntica entre Amrica y Europa se olvid prcticamente, y no por casualidad, del
caso de Hait. Adase a lo ya registrado en su captulo David P. GEGGUS (ed.), The Impact of the Haitian
Revolution in the Atlantic World, Columbia 2001.

74

Dclaration des Droits, 1789, art. 17: La proprit tant un droit inviolable et sacr, nul ne peut en tre
priv, si ce n'est lorsque la ncessit publique, lgalement constate, l'exige videmment, et sous la
condition d'une juste et pralable indemnit, siendo el singular de la propiedad, pues se propuso y
aprob en un plural comprensivo de derechos feudales y seoriales, una primera manipulacin que ya por
entonces, sobre la marcha, se cometi.

75

Sobre todo ello, B. CLAVERO, Les domaines de la proprit, 1789-1814: Propiedades y propiedad en el
laboratorio revolucionario, en Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero Giudico Moderno, 27,
1998, pp. 269-378. Y eso que ese estudio no se ocupa de la esclavitud.

42

menos que interminable 76 , se ofrece la impresin de que los inicios de la historia


constitucional en Francia se encuentran ms que suficientemente atendidos. La
impresin es engaosa. No hay nada comparable con la historiografa constitucional de
los Estados Unidos, con todos los problemas inclusive que hemos podido detectar en
sta. La historiografa constitucional francesa es todava un captulo servil de la funcin
preconstituyente de la bibliografa revolucionaria. Bien encastrada en este nicho, lo
resulta a estas alturas incluso cuando viene a situarse a la contra. En 1989, el
bicentenario ha sido ms que elocuente pues, cuando menos y aun con todas las
resistencias, deja tocada la imagen constitucionalmente agraciada de tal revolucin 77 .
Por lo que nos importa, la revolucin constituye poderes y la literatura los
encubre. Distingamos y maticemos, por favor, Geneva. Es la historia acontecida la que
alcanza el efecto preconstituyente y una figuracin de la misma, la historiografa, la que
lo reproduce. Quienes relatan o imaginan el pasado tienen un poder que no llega por
supuesto a ser preconstitutivo de poderes, como tampoco lo consiguen quienes se
ocupan profesionalmente de exponer y manejar el constitucionalismo. Eso es producto
de la historia misma. La literatura historiogrfica y la constitucional, porque lleguen a
forjarse ilusiones, no inciden en mayor medida. Para el constitucionalismo de poderes,
es importante que encubran, pero lo es ms por supuesto lo encubierto. Lo segundo por
supuesto que se refuerza con lo primero mediante la persistencia misma del mito 78 .
Entre revisiones historiogrficas y manipulaciones constitucionales, todo el
juego que se contempla y debate por historiografa y constitucionalismo parece en
momentos agotarse en una cuestin tcnica de autoridad entre normas, lo del sistema de
fuentes, o en la poltica realista del encaje entre unos poderes inevitables. He ah el
encubrimiento. En el caso de Francia, Geneva advierte que una nueva historiografa
constitucional de lo que no viene a ocuparse es de los derechos de libertad cual cuestin
primera y decisiva para toda la problemtica, ayer como hoy, del constitucionalismo. La
apreciacin del desequilibrio entre los poderes resulta que as viene llamativamente
aparejada a la depreciacin de los derechos al menos en el terreno de la historiografa
constitucional. Aprovechndose el baldeo, la criatura viva se arroja con el agua sucia 79 .
76

Editada desde 1924 por la Socit dtudes Robespierristes, existe una revista, los Annales Historiques
de la Rvolution Franaise (http://ahrf.revues.org), que constituye la mejor va de acceso al verdadero
gnero literario que es tal historiografa por s sola.
77

Olivier BETOURNE y Aglaia I. HARTIG, Penser lhistoire de la Rvolution. Deux sicles de passion
franaise, Pars 1989; Steven Laurence KAPLAN, Farewell, Revolution: Disputed Legacies France
1789/1989, y Farewell, Revolution: The Historians Feud France 1789/1989, ambos Ithaca 1995;
Patrick GARCIA, Le Bicentenaire de la Rvolution Franaise. Pratiques sociales dune commmoration,
Pars 2000; Annie JOURDAN, La Rvolution, une exception franaise?, Pars 2004.
78

Hay un testimonio muy expresivo reciente ya citado, el de la ponencia y el debate de F. BOLGIANI, V.


FERRONE y F. MARGIOTTA BROGLIO (eds.), Chiesa cattolica e modernit, entendindose la modernidad
en los trminos exactos de un legado revolucionario francs de libertades cuya misma idea ya se enfatiza
a lo largo de la discusin, ya slo se pone en cuestin por el episodio terrorista de aquella revolucin, y
no, en momento alguno, por problemas constituyentes de exposicin de derechos y entidad de poderes.
Tambin intervienen en ese debate constitucionalistas positivos que, como para salirse del paso,
relativizan la significacin de la problemtica de los orgenes constitucionales, franceses, americanos o
incluso cristianos que fueran, a los mismos efectos constituyentes de garantas o de poderes, cuando est
discutindose un material historiogrfico que, segn parece, toca fibras sensibles y elocuentes del mismo
origen francs trascendente a buena parte de Europa y Amrica: B. CLAVERO, La Paix et la Loi
Absolutismo constitucional?, en Anuario de Historia del Derecho Espaol, 69, 1999, pp. 603-645.
79

Para muestra palmaria de evolucin tan desgraciada, Stphane RIALS, La dclaration des droits de
lhomme et du citoyen, Pars 1988. Para el nexo con un remonte historiogrfico de la misma posicin
devaluadora de los derechos de libertad, Michael VILLEY, La formation de la pense juridique moderne,

43

Geneva naturalmente se alarma. Ya le pareca que notaba algo sospechoso en el libro de


Furet al mostrarse ms apreciativo con historiadores de derechas que con los de
izquierdas por mucho que el criterio poltico de distincin no parece desde luego que
sea de primera importancia. Habra que comenzar especificndose qu izquierda y qu
derecha conforme a criterios tambin morales 80 .
Por sentirse igualmente alarmado, no comparte Clavero el razonamiento entero
para el caso definitivamente peculiar de Francia. Aunque exista una evidente secuencia
en el tiempo, no acaba de ver la conexin necesaria entre revisin historiogrfica, la que
sita revolucin, y representacin jurdica, la que devala libertad. La segunda puede
aprovecharse efectivamente de la primera, pero sta le parece tan positiva que habra
por necesidad de excluir una secuela tan negativa. La mejor historiografa debera
relacionarse con el mejor derecho. Es un sentimiento que tal vez derive de un orgullo de
profesin, pues la especialidad acadmica de Clavero ya se sabe que es la historia
jurdica. Es gente-de-historia-del-derecho-al-fin-y-al-cabo. Nadie salta sobre su propia
sombra desde luego para lo malo, pero tampoco para lo bueno, quiere creer Clavero.
Geneva, sensible para con los derechos y distanciada del derecho, se encuentra
ms libre y se siente menos comprometida para diagnosticar perversiones en las
relaciones entre la historiografa jurdica y el orden jurdico, entre una forma y otra de
aparente disciplina y presunta ciencia del derecho. Tampoco es que acabe de tenerlas
todas consigo.
No acabo de entender del todo qu se traen entre la gente de historia y la
de derecho ni siquiera por los Estados Unidos.
Tal vez la explicacin es fcil. Puede que alguna onda se transmitan entre
s, pero no suelen ni leerse mutuamente o no lo hacen con la atencin que
se aplica entre colegas. As funcionan las especialidades. Ponen cara de
entenderse cuando se ignoran. O tal vez se entiendan a su modo,
compadreando. Ya sabes. El constitucionalismo y la historia jurdica son
cosas de gentes-de-derecho-al-fin-y-al-cabo.
Vaya escabullida definitiva por toda la tangente. As no hay forma.
Ni modo, dicen en Mxico. No way.
Volvemos a los modismos y ahora sin venir a cuento? Lo que digo. Ya
se ve que como andas es con ganas finalmente de escabullirte. Digamos
que ests cansado y quieres librar, o plegar como dicen en Catalua.
No me das cuartel ni con las palabras. Volvemos a la revolucin?
No te esfuerces. Vuelve a casa.

edicin de S. RIALS, Pars 2003. Sobre el trmino de referencia, B. CLAVERO, De los dudosos orgenes de
los derechos humanos, en Quaderni Fiorentini per la Storia del Pensiero Giuridico Moderno, 17, 1988,
pp. 499-505.
80

Antes que como investigador de la revolucin francesa, Geneva ha conocido a este autor como cronista
del totalitarismo poltico y el terrorismo de Estado de persuasin comunista: F. FURET, Le Pass d'une
illusion. Essai sur lide communiste au XXe sicle, Pars 1995, con traducciones.

44

VI.II.3
Y curso a mano.
Geneva Crenshaw visita a Pipo Clavero en Sevilla por incrementar cooperacin
adems de por disfrutar una temporadita de descanso. Sin embargo, lejos ya la
depresin, de vuelta y todo, nunca ceja. Acude ahora algn que otro da a la Facultad de
Derecho donde Clavero profesa, en la Universidad de Sevilla, interesndose, cmo no,
por la enseanza del constitucionalismo, pues la historia ya sabemos lo que le importa.
Hay otras Universidades en la ciudad y por las cercanas, pero ninguna de la entidad de
sa. Basta con visitar sus bibliotecas 81 . Geneva se encuentra con que dicha Universidad
de Sevilla, la Hispalense, acaba de celebrar nada menos que el quinto centenario de su
fundacin, lo cual, a la salida y a la cada de bicentenarios ms o menos
constitucionales, ya sabe que no conviene tomar al pie estricto de la letra ni tampoco
demasiado en serio, ms an si la celebracin se acompaa, como a Geneva no se le
escapa, con parafernalia hasta religiosa, catlica por ms seas. En todo caso, lo que en
particular le importa, el derecho constitucional, no est por aqu entre las cosas
longevas. Se forma su opinin y no se muerde la lengua. Menos mal que seguimos off
the record.
Se entera Geneva de la existencia de un voluminoso Curso de Derecho
Constitucional que se presenta como destilacin de la experiencia colectiva de esta
docencia en la Universidad de Sevilla por parte de una nutrida plyade de profesores y
profesoras. Apareci en 1994. Suscribe Javier Prez Royo, reconocida autoridad
constitucionalista en medios que van ms all de los especializados segn va
averiguando Geneva por su cuenta. Versa este Curso sevillano sobre el derecho
constitucional espaol, pues todava no se integra el europeo como quizs debiera, por
lo que ella tiene la precaucin de dar ante todo un repaso a la Constitucin Espaola, la
vigente, que data de 1978, al tiempo que se siente aliviada de no tener que hacer lo
propio con un texto tan enrevesado como el del Tratado por el que se establece una
Constitucin para Europa en proceso por entonces de problemtica ratificacin.
Interesndose desde luego en el captulo de los poderes, ojea los otros dos textos
desiguales, el constitucional y el manualstico. De ste ha tenido Javier Prez Royo la
deferencia de obsequiarle un ejemplar. El otro ya haba sido presente de Clavero.
Comienza por constatar Geneva algo evidente que, como la carta expuesta a la
vista en la narracin de Poe, suele pasar inadvertido. El lenguaje constitucional de
potestades ms que de poderes, el que hemos visto entre las Constituciones de 1812,
1837, 1845 y 1876, ha arraigado en Espaa o al menos lo ha hecho en el estilo de la
norma constituyente. En el texto estricto de la Constitucin, al parlamento le
corresponde la potestad legislativa (art. 66.2); al gobierno, la funcin ejecutiva y la
potestad reglamentaria (art. 97), mientras que es la justicia la que constituye
literalmente poder, el poder judicial (tt. VI). Busca y no encuentra en la exgesis
constitucional consecuencias, como las que pudieran derivarse de que funcin no sea
81

Descubre Geneva que la primera edicin de M.J.C. VILE, Constitutionalism and the Separation of
Powers, la de 1967, se tiene en la Biblioteca de la Facultad de Derecho gracias a la donacin de la que
reuniera en Sevilla la Casa de Amrica, el servicio exterior cultural de los Estados Unidos que fuera
desmantelado a finales de los aos sesenta del pasado siglo tras denuncias de manipulacin poltica a
favor de dictaduras incluso, como en el mismo caso por entonces de Espaa. Hay que escucharla. Trato
de desconcertarla sealndole que entre los fondos procedentes de la Casa de Amrica tambin figura An
Economic Interpretation de C.A. BEARD.

45

exactamente poder o tambin de que unas actuaciones normativas, no slo el


reglamento sino incluso la mismsima ley, sean producto de potestad, facultad de
posicin ms subordinada en rigor que la del poder. Advierte as que ocurre ahora
prcticamente lo mismo que en Cdiz: la lectura constitucionalista proyecta sin ms,
como si fuera el propio de la Constitucin, el lenguaje de poderes y no de todos ellos,
sino de los de la trinidad, el legislativo, el ejecutivo y el judicial. Hoy como entonces
opera el dogma con las implicaciones sabidas de maquillaje de los que as saltan a la
vista y disfraz de todo un resto. La enseanza constitucionalista puede todava guardar
algo o tal vez mucho de catequesis.
En el Curso sevillano, observa Geneva que La Teora de la Separacin de
Poderes da la entrada a la seccin de Los rganos Constitucionales del Estado
introducindose en historia con este determinado arranque:
Es que no es posible ni definir la Constitucin sin mencionar la
separacin de poderes, como ya enfatiz en su da el art. 16 DDHC, ni hay
forma de abordar los derechos fundamentales sin tomar en consideracin la
posicin que cada uno de los poderes del Estado ocupa en relacin con los
mismos.
La referencia histrica, esa que resulta por lo visto constituyente de un modelo
de valor universal, es a Francia (DDHC es naturalmente Dclaration des Droits de
lHomme et du Citoyen, la de 1789, y su artculo 16, el consabido de poderes
innominados que se dan por evidentes), pero pronto le sigue la inglesa:
La primera formulacin reconocible de la teora de la separacin
de poderes aparece a finales del siglo XVII en Inglaterra con el Segundo
Tratado sobre el Gobierno Civil (1690) de John Locke. Siendo Inglaterra el
primer pas del mundo en el que se inicia la aventura del Estado
Constitucional, es lgico que as fuera.
Los apstrofes son del Curso. No cree Geneva que interese ahora ponerse a
discutir signos, gnesis, crditos ni fechas, ni tampoco a discernir gnero ni nmero del
homme ni del citoyen, del hombre ni del ciudadano, con todo lo que esto como aquello
afecte al carcter de los poderes en cuestin. Piensa que es momento mejor de reparar
en el dispositivo lgico. He ah una lgica de efecto nada menos que constituyente de
todo un Estado Constitucional en singular, con maysculas y con sus poderes, cual
sujeto de la historia que alcanza y comprende al constitucionalismo actual espaol. As
parece todo constitucionalismo reducirse a mera epifana de esa teologa poltica de
unidad engendrando trinidades. La historia constitucional puede alcanzar un efecto
constituyente incluso cuando resulta ficticia o quizs sobre todo en este caso. El xtasis
del constitucionalismo tambin pasa por ella, por la historia o, mejor dicho, por su
imaginacin especular como historiografa. As opera la doctrina jurdica, inclusive o
ante todo la constitucional. De ese modo se impone, como derecho, una lgica sesgada.
La Separacin de Poderes se aborda en un momento avanzado del Curso. Han
precedido secciones cumplidas tanto sobre Garantas Constitucionales como acerca de
Derechos Fundamentales, por este orden pues el Estado se presenta no slo como
garante, sino tambin como habilitante de todo derecho. Los derechos tienen cabida por
supuesto, pero advirtase la lgica de la historia mediante la que los poderes y su dogma
trinitario se introducen y asientan. Se ha dicho: N(o) hay forma de abordar los
derechos fundamentales sin tomar en consideracin la posicin (...) de los poderes del
Estado, los tres consabidos por supuesto. Sin ellos y todo su efecto de apoderamiento
del Estado as ocurre que nada es posible, ni garantas institucionales ni derechos
46

constitucionales. Ya sabemos del juego que se abre y de las resultas que se producen
por algo supuestamente tan simple e incluso aparentemente tan lgico como la
anteposicin del Estado y sus poderes.
Dnde queda entonces la determinacin constituyente? Dnde la norma
constitucional? Dnde la premisa constitutiva, para la una tanto como para la otra, de
las libertades? Los poderes y no los derechos constituyen porque se preconstituyen por
la historia. Es historia que se imagina a beneficio nada gratuito del orden constituido, la
historia-ficcin que se origina por la clonacin entre principios, los vigentes en el
derecho y los contingentes en el tiempo, privados as los unos de temporalidad y los
otros de su entidad misma, la contingencia. Ojal por supuesto que los derechos de
libertad estuvieran garantizados por naturaleza o fueran en otro caso confiables siempre
al Estado para que nunca resultasen contingentes.
Desplegamos velas en Sevilla y las plegamos en Sevilla. Tambin hemos
comenzado por la enseanza y concluido con ella. El autor, como el superviviente de
Moby Dick, ha navegado mucho, pero al final encuentra el universo en casa.
Agradezcamos visita y colaboracin a Geneva Crenshaw, afroamericana de adopcin,
africana de origen, aliengena de otra galaxia 82 . Aqu, en la Universidad Hispalense,
como profesor, permanezco y atiendo: [email protected].
Nobody knows the trouble Ive seen. Nobody knows but Jesus...
Nadie sabe las penalidades que he presenciado; nadie lo sabe salvo Jess. Es
Geneva canturreando. Ya advert que tiene que decir siempre la ltima palabra. Me
limito a traducirla. No nos imaginamos las tribulaciones que les hacemos todava, en
tiempo presente, atravesar 83 . Strange fruit en fin, extraa fruta en definitiva de un
constitucionalismo, el de poderes. Este libro no es ms que un intento truncado de
someter a anlisis de salubridad la antropofagia.
Nos falta una trada.
Por favor, Geneva, ya hemos terminado.

82

Ya he reconocido que no es criatura ma, pero puede que lo sean los personajes de casa, los sevillanos,
comenzndose por el clrigo que vea en la Constitucin lo que no estaba, como la divisin de poderes, y
no vea lo que estaba, como la esclavitud. Cmo saber que no es invento mo? De ser el lector o la
lectora, no dejara de comprobar mis referencias, inclusive las de un curso colectivo igualmente sevillano.
83

Nobody knows the trouble Ive seen fue frase recurrente en los testimonios personales de quienes
haban sufrido esclavitud (A.C. BAILEY, African Voices of the Atlantic Slave Trade, p. 103). He de
confesar por mi parte desconcierto al escucharle a Geneva la versin religiosa de la letra, pues hay otra
mucho ms usual hoy en da, como ya he recordado en nota del apartado en el que la presentaba, donde
tambin me refera a Strange Fruit. Confieso ms y esto es que me desarma Geneva con su sentido del
humor como cuando se rea abiertamente al acusar la reminiscencia esclavista de lo de negro literario o
como puede que est ocurriendo ahora con la letra religiosa. Tambin pudiera ser que fuera sta la que se
conserva en la memoria de generaciones de su familia afroamericana. Investigador como soy, no s de
donde me viene el pudor de no preguntarle sobre estas cosas. Igual me pasa con indgenas en Amrica o
inmigrantes en Europa o en Estados Unidos. Siento vergenza, por decirlo suave, ante la antropologa, la
poltica, la religin y el humanitarismo que no tienen la costumbre de anunciar llegada y esperar
respuesta. Aprovecha en todo caso Geneva su experiencia en ms mundos que el tuyo para hacerte sentir
tu limitacin. Y nunca sabes con todo esto hasta qu punto te toma en serio o el pelo. Para broma final,
vase la descripcin de lo que considera Geneva una prdida suicida de tiempo: ... seeking theories of
liberation from white legal philosophers who are not oppressed (and) who do not perceive themselves as
oppressors (D. BELL, And We Are Not Saved: The Elusive Quest for Racial Justice, p. 253). Ya dije y
repet que soy blanco etctera. S al menos de quin habla la fbula.

47

Es una trada fundamental: el poder sobre las personas, el poder sobre los
animales, el poder sobre la naturaleza.
No es trada constitucional, salvo lo primero, que est tratado.
Sobre los animales y sobre la naturaleza, como poderes de verdad, son
tambin de tiempo constitucional. Tiene que haber relacin.
Pues para el prximo libro.
T sabes que no lo habr. No debera.
Por qu ests tan segura?
Porque no hay ltima palabra. Al final no habr otro verbo que el hecho
carne.

48

Crditos y reconocimientos
(o cmo es que se ha escrito este libro).
Dominus enim iudex noster, Dominus legifer
noster, Dominus rex noster: ipse salvabit nos.
El Seor es nuestro juez, el Seor es nuestro
legislador, el Seor es nuestro rey. l nos
salvar 84 .
Este libro es una suma. Con l llega a su trmino un trabajo de ms de una dcada
jalonado por diversos ttulos desde el que publiqu en Mxico en 1994, Cultura Constitucional
y Derecho Indgena, el punto de partida de una serie en cadena de libros a la postre 85 . El hilo
rojo de continuidad no radica en el objeto estricto, sino en la problemtica atendida, la de una
ndole constitucional que, por tomarse en serio los derechos de libertad dentro de un mundo de
diversidad de culturas en un trance adems que no acaba de ser postcolonial, se sorprende a la
contra de planteamientos predominantes, poco menos que intocables, en el seno del
constitucionalismo y de su historiografa despus de haberlos asumido con el entusiasmo propio
de quien ha padecido durante la juventud dictadura en ms vertientes, bastantes ms, que la
poltica. Espero que, para evitarse sorpresas por parte ahora de la lectura, sepa la localizacin
comprenderse. Tengo la sensacin de que le debo todava explicaciones. Me apresto a darlas.
Parte creo que estn dadas con antelacin al presente libro. Obran en protocolos de
publicaciones anteriores de esta ltima docena larga de aos. En sus ndices adems figuran
cuestiones aqu abordadas. Puedo remitirme? La exposicin de ahora no la arrastro en
momento alguno de esas otras, aun habiendo ciertamente con ellas puntos comunes, lneas
tangentes y espacios secantes. Si voy a proseguir con un registro, un tanto reiterativo por lo
dems respecto a citas ya realizadas, no es slo for the record de unos crditos, sino tambin por
invitacin, en este trmite de cierre, a tratamientos ms pormenorizados y circunstanciados. Un
84

Entre la nutridsima exgesis de cualquier pasaje bblico (ste, como ya sabemos, Isaas, 33,22; para el
texto ahora, como tambin nos consta, http://www.vatican.va/archive/bible), permtaseme registrar tan
slo la que puede entenderse contenida en el dcimo o dcimo cuarto, segn ediciones, de los Holy
Sonnets de John Donne (1609 al menos ste), con potencia trinitaria en trance de hacerse capacidad
humana viniendo a radicarse la salvacin religiosa en esta especie de rapto y en su satisfaccin ntima:
Batter my heart, three-persond God, for you / As yet but knock, breathe, shine, and seek to mend; / That
I may rise, and stand, o'erthrow mee, and bend / Your force to break, blow, burn, and make mee new. / I,
like an usurpt towne, toanother due, / Labour toadmit you, but Oh, to no end. / Reason, your viceroy in
mee, mee should defend, / But is captivd, and proves weake or untrue. / Yet dearlyI love you, and would
be loved faine, / But am betrothd unto your enemie, / Divorce mee, untie or break that knot againe, /
Take mee to you, imprison mee, for I, / Except youenthral mee, never shall be free, / Nor ever chast,
except you ravish mee (http://www.sonnets.org/donne.htm#top). De la mano del Leviathan vendra a
poco la formulacin de este mismo rapto en trminos ya estatales, pues no todava constitucionales, o
quizs esto tambin, pues Hobbes no conceba la separacin de poderes, pero s la premisa de los
derechos funcional a apoderamientos, lo definitorio del constitucionalismo habido en definitiva.
85

Derecho indgena y cultura constitucional en Amrica, Mxico, Siglo XXI, 1994; Diritto della Societ
Internazionale, Miln, Jaca Book, 1995 (traduccin de Maria Grazia Branca); Happy Constitution.
Cultura y lengua constitucionales, Madrid, Trotta, 1997; Ama llunku, Abya Yala. Constituyencia indgena
y cdigo ladino por Amrica, Madrid, Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, 2000; Genocidio y
Justicia. La Destruccin de Las Indias, Ayer y Hoy, Madrid, Marcial Pons, 2002; Tratados con otros
Pueblos y Derechos de otras Gentes en la Constitucin de Estados por Amrica, Madrid, Centro de
Estudios Polticos y Constitucionales, 2005; Freedoms Law and Indigenous Rights: From Europes
Oeconomy to the Constitutionalism of the Americas, Berkeley, The Robbins Collection, 2005 (versin
inglesa asistida por Moira Bryson, Marina Hadjioannou y Max Withers).

49

libro no tiene por qu encerrarse en la horma de sus pginas ni ensimismarse entre portada y
contraportada. Ah, como tambin desde luego y ms que nada a travs de las remisiones a obra
ajena diseminadas, conclusiones aparte, a casi todo lo largo de estas pginas se tienen vas y
cauces de prolongacin y ensanche a mano de la lectura que se suelte definitivamente de la ma
si es que la ha mantenido asida hasta ahora. De obra, respondo de la ma y de mi apreciacin de
la ajena. Al efecto que digo remisivo para apertura de mi propio libro, es por lo que luego
todava agrego una Bibliografa de base y contraste, un registro no de todo lo citado, sino de lo
que me parece ms pertinente o juzgo ms valioso, sea en pro o a la contra.
En la confeccin de esta suma, ante la tesitura del solapamiento con exposiciones
anteriores de la serie que conduce a ella, he preferido la simple nota de envo a otras pginas
propias cuando el recurso no afecta a continuidad ni progresin del argumento. Aun con esta
preocupacin por no perder el hilo, extremo el cuidado en evitar la repeticin ni siquiera con
otro giro de palabras ahora que el soporte informtico facilita la copia tentando continuamente
al autoplagio ms o menos retocado o maquillado. Hay tambin documentos histricos a los que
vuelvo y que revuelvo, no porque sean inagotables, pues tal gnero de material grfico no creo
que exista, sino porque resultan neurlgicos para la historia y para el derecho que me ocupa. No
creo que en s la Constitucin de Massachusetts tenga por qu importar allende de aquella baha.
Algo sin embargo de los trabajos anteriores debiera repetir sin ms aqu, aunque
tampoco vaya a hacerlo por entero, y esto es lo que a estas alturas resultara una retahla, todava
ms estirada de la que ahora viene, de agradecimientos y reconocimientos, inclusive entre ellos
los del elenco cumplido de los foros no slo ni principalmente acadmicos que me han venido
brindando cancha durante esta sucesin de aos para exposicin y contraste, a menudo tan slo
en la fase oral siempre preciosa, de lo que al fin, aun no habindose previsto siempre, se reduce
a etapas de avance de este trabajo. Dado que hay gracias y constancias que ya obran por escrito,
puedo ahorrar parte ahora. Consignar tan slo aquello que se sita por los recodos del trayecto
o los remansos del caudal que desemboca y rinde en la destilacin final de este libro, en el
orden de los poderes que, historia constituyente mediante, resulta ms, bastante ms, que la
secuencia de la trinidad constitucional de legislativo, ejecutivo y judicial. Ya sabemos.
De poderes trato porque en los derechos me intereso. De los derechos a los poderes, de
los derechos de libertad a los poderes que habran de promocionarla y garantizarla, entindase
bien la especificacin, he ah el posible trazado del ltimo tramo del largo recorrido no s si de
una generacin, pero al menos mo como estudioso. He venido durante aos concentrndome en
los primeros, en los derechos, pero, conforme avanzaba, llegu a la conviccin de que a los
efectos constitucionales, para las libertades mismas, la clave radica en los segundos, en los
poderes. Historiador y jurista, gente-de-derecho-al-fin-y-al-cabo como me reprocha Geneva,
quiero dejar tambin constancia de que fue a travs del estudio del pasado como he venido a
situarme en el escenario jurdico de la pluralidad entre culturas para el propio presente 86 . Haba
86

Tantas Personas como Estados. Por una antropologa poltica de la historia europea, Madrid 1986;
Antidora. Antropologa catlica de la economa moderna, Miln 1991, con traduccin francesa, debida a
Jean Frdric Schaub, cuya editorial, frente al propio espritu del trabajo, se neg en redondo al uso de un
ttulo actualmente, pues lo fue en el pasado, no francs, como algo, segn adujo, extemporneo y hasta
inconcebible en Francia: La grce du don. Anthropologie catholique de lconomie moderne, Pars 1996,
con presentacin de Jacques Le Goff y debate en Annales. Histoire, Sciences Sociales, 59-6, 2001, pp.
1109-1175; Razn de estado, razn de individuo, razn de historia, Madrid 1991; Beati dictum. Derecho
de linaje, economa de familia y cultura de orden, en Anuario de Historia del Derecho Espaol, 63-64,
1993-1994, pp. 7-148 (vase la nota de los anexos para el momento de inflexin; hay versin resumida en
italiano mediante traduccin de Michele Sampaolo: Dictum Beati: A proposito della cultura del linaggio,
en Quaderni Storici, 86, 1994, pp. 335-363). Fue un espaldarazo desde luego para el avance hacia el
presente que Derecho indgena y cultura constitucional en Amrica recibiese un premio de la UNESCO al
Encuentro entre Culturas en la Feria del Libro de Buenos Aires de 1995. A la contra, ya haba operado
el detonante de las nefastas celebraciones del Noventa-y-Dos en Sevilla, con la de invitaciones que hube
de rechazar, a riesgo incluso de amistades, sin saber explicar convincentemente mis motivaciones a
quienes, en pleno vrtigo de la piata, tampoco es que quisieran escucharlas.

50

entrado incautamente en historia constitucional no slo espaola, sino incluso ya comparada, sin
mayores miramientos para con unas coordenadas de diversidad cultural que desbordan y
superan al constitucionalismo conocido y experimentado. Los derechos literalmente me
encandilaban 87 .
Al fin ahora me centro en poderes, en cuantas cuestiones creo que se encierran en el
enunciado de su orden y por supuesto en la que entiendo principal de todas, la que resulta
neurlgica si miramos seriamente a derechos en pie de igualdad al tiempo que a culturas sobre
posaderas de desigualdad. No hablo de civilizaciones pues las palabras rimbombantes y
desproporcionadas excluyen y discriminan. Hay una cultura que se entendi a s misma, en
singular, civilizacin y que hoy anda seleccionando y cooptando compaeras entre congneres.
Aqu me refiero a ella y a todas las otras culturas aunque en su absoluta mayor parte las
desconozca por completo. Son tantas de las que no tengo ni noticia de su existencia. Procedo as
por ocuparme de la batera del poder y los poderes que se arroga aquella sola de entre las
culturas en concurrencia no slo adems respecto a s misma, sino incluso, por no decir que ante
todo, de cara a la totalidad restante. Es lo que resulta precisamente caracterstico del
constitucionalismo habido pese a sus principios de libertad o ms bien por efecto de la forma
como histricamente los concibe y pone en prctica. Y es de lo que no parece que acabe de
desprenderse. No slo son poderes polticos, sino tambin poderes domsticos, inclusive entre
stos, aunque parezca de entrada extrao, el colonial y el esclavista, todos ellos histricamente
constitucionales, bien que la nmina se pretendiera y pretenda, por parte constitucionalista,
bastante ms restringida. En el curso de la indagacin, pronto se hizo evidente que la trinidad
canonizada de poderes, la que se forma por legislativo, ejecutivo y judicial, funge de hoja de
higo. Helo, no tan secreto, bien que en efecto vergonzoso, el puro asunto.
Conviene afrontarlo a vergenza descubierta, a cara y cruz expuestas a la luz y a las
tinieblas. No hay derechos sin poderes reducidos a funciones estrictas de promocin y garanta,
lo cual quiere decir, aquilatando el lenguaje, que no hay derechos con poderes. Poderes, ni del
pueblo, ya sabemos. Derechos, de todas y todos. Unos y otros, derechos y poderes, parecen
complementarios y resultan refractarios. Entiendo ahora que encandilarse con el recorrido y el
imperativo de las libertades lo que dispone a hacer es historia inconsciente, filosofa ilusa y
poltica lesiva para ellas mismas. Con slo concentrarse en los derechos, por muy en serio que
se haga, se corre el riesgo del ensueo vano para perjuicio adems, no de quienes disertan y
divagan en sedes institucionales o acomodamientos acadmicos, sino de cuantos y cuantas se
87

Los derechos y los jueces, Madrid 1988, con traduccin parcial al italiano a cargo de Sandra Mucci: Lo
spazio dei diritti e la posizione dei giudici tra costituzione e codice, en Materiali per una Storia della
Cultura Giuridica, 19, 1989, pp. 95-129; Manual de Historia Constitucional de Espaa, Madrid 1989
(original de esta parte en X Jornadas de Estudio de la Direccin General del Servicio Jurdico del
Estado, Madrid 1988, I, pp. 52-79). Hubo iniciativas que me empujaban, tan prematura como
provechosamente para m, al terreno comparado de tiempo constitucional: Cdigo y Jueces: Las puertas y
los porteros de la Ley, en Jornadas sobre el Poder Judicial en el bicentenario de la Revolucin Francesa,
Madrid 1990, pp. 67-89; Origen constitucional de la Codificacin civil en Espaa, en Carlos Petit (ed.),
Derecho privado y revolucin burguesa, Madrid 1990, pp. 53-85, entre otras espaolas de esos aos;
Vocacin catlica y advocacin siciliana de la Constitucin espaola de 1812, en Andrea Romano (ed.),
Alle origini del costituzionalismo europeo, Messina 1991, pp. 11-56; La gran innovacin: Justicia de
Estado y derecho de Constitucin, en Johannes-Michael Sholz (ed.), El tercer poder: Hacia una
comprensin histrica de la justicia contempornea en Espaa, Frankfurt a.M. 1992, pp. 169-188;
Garantie des droits: Emplazamiento histrico del enunciado constitucional, en A. Romano (ed.),
Enunciazione e giustiziabilit dei diritti fondamentali nelle carte costituzionali europee, Miln 1994, pp.
19-39; Nativism and Transnationalism: Spanish Law after the Civil Code, en Claes Peterson (ed.),
Juristische Theoriebildung und Rechtliche Einheit, Lund 1993, pp. 25-35; Der Code Napolon und die
Konzeption des Rechts in Spanien, en Reiner Schulze (ed.), Franzsiches Zivilrecht in Europa wrend
des 19. Jahrhunderts, Berln 1994, pp. 271-286, traduccin editorial. En el terreno comparado de tiempo
anterior ya me haba adentrado a travs de la historia del ius commune europeo sin las ensoaciones
continuistas del derecho romano, dgase tambin de la cultura jurdica en Europa, gracias al magisterio
adoptivo de Paolo Grossi.

51

encuentran a la descubierta del constitucionalismo establecido. Mas no se piense que he


asumido como tarea defender causas, sino que procuro identificarlas, ubicarlas, comprenderlas y
explicarlas. Profesin obliga. Soy profesor universitario retribuido por las arcas pblicas.
Como planeta invisible cuya fuerza de gravedad se hiciera notar sobre el rumbo de la
rbita de otros cuerpos en otro caso inexplicable, es ste un libro de objeto ms fcil de detectar
y ubicar en el espacio que de identificar y abordar en el tiempo. Se trata de derecho
constituyencial. El calificativo ya dije que me lo he inventado para indicar una materia que est
ah bien vivita y coleando aunque no suela recibir tratamiento jurdico ni historiogrfico. Se
detecta y ubica como si no fuese problemtica ni contingente. Y eso que es asunto serio de
posibilidades y condiciones, crditos y deudas del poder de los poderes, el poder constituyente
de los poderes constitucionales, determinndolos y configurndolos. Hela, con sus agentes
humanos o, si se prefiere, sociales, la constituyencia. Me he tenido que resistir a la tentacin de
estampar en el ttulo el sintagma ms expresivo del objeto de libro, el que ya dije de derecho
constituyencial, porque no se tome por crptico lo que quiere ser transparente.
Ya dije que tambin me resist con xito a la tentacin de presentar el libro como proles
sine matre creata, criatura sin progenitora conocida ni por conocer, producto de partenognesis,
pues la presuncin, por antecedentes incluso ilustres que tenga, sera flagrante. No hay obra de
autora individual por mucho que un nombre saboree el orgullo y cometa la impertinencia de
suscribirla en solitario. No slo me acompaa Geneva. Todo trabajo es interactivo. Un libro
dialoga con bibliotecas y archivos, documentales e informticos, muertos y vivos. Se hace entre
mltiples intercambios de diversa suerte, incluso personales. A veces se gesta o tambin madura
en las aulas. Es el caso. Como anda desatada tanta queja plaidera o coartada lastimosa de la
profesin docente sobre la carga que supone la enseanza en detrimento de la investigacin y
como se tiene parte de razn incluso creciente pues cunden controles burocrticos entorpeciendo
la relacin sin mejorar el servicio, me enorgullezco en proclamar que la interactividad cabe.
Aparte el grupo de trabajo HICOES, del que enseguida dir alguna cosa ms que la traduccin
debida de la sigla, las clases es lo ms cercano que en los ltimos aos he tenido a la comunidad
de lectura a la que me refera en el momento cabal cuando Geneva acab por entrar en liza. Una
pea generacional de tiempos jvenes se disolvi sin ms, en el fondo por diferencias de
concepto y prctica entre dedicaciones poltica y profesional cuando las respectivas
retribuciones se descompensaron a favor de la primera.
Corre al frente de un tratado, que fuera producto de clases y que versa sobre la cultura
jurdica europea y euroamericana tenida por moderna y universal, un famoso agradecimiento
achacando hipocresa y demagogia a quien se lo dirija a estudiantes incluso en los casos
acreditados de tal gestacin docente 88 . No tengo personalmente la sensacin de que la
sinceridad de mi brindis ande necesitada de especial encarecimiento ni de particular
justificacin. Ya he registrado en nota mi reconocimiento a la alumna de cuyo nombre siento no
acordarme, para vergenza ma, por el impulso de su pregunta incisiva: Y por qu entonces el
judicial viene a la cola?. Mi deuda se extiende a la sucesin entre generaciones de estudiantes,
toda una mayora ms que absoluta en el anonimato para mi bochorno sin excusa. Vino
regalndome con su asistencia a clase de carcter voluntario, ya que les ofreca alternativas, el
mejor laboratorio para ensayos de explicacin y para pruebas de comprensin durante los aos
en los que he impartido en la Universidad de Sevilla, desde 1988 hasta 2005, la Historia del
Derecho Pblico de un plan de estudios ya extinto, no dir que obsoleto. Ha sido asignatura de
un ciclo de especialidad en Derecho Pblico del que desapareci, por escandaloso que parezca y
que lo sea, la materia de derecho constitucional. Si lo recuerdo, es por el toque adicional de
suplencia de constitucionalismo que le imprim a la historia constitucional y que ha redundado a
88

Tarello Giovanni o la historia como imprudencia, en Anuario de Historia del Derecho Espaol, 58,
1988, pp. 561-572, pues a Giovanni Tarello es a quien me refiero. Ya lo he hecho en el grueso del libro:
Storia della cultura giuridica moderna: Assolutismo e codificazione del diritto, Bolonia 1976, p. 10:
Quella del ringraziamento mi sembra una civile consuetudine, ma solo penna di hipocrita o di demagogo
pu indirizzarlo a studenti.

52

la postre en beneficio de este libro, no s sinceramente si del alumnado en la sucesin de los


cursos. En la dedicatoria lo que promet es que identificara a las generaciones, no a los
individuos.
Conforme me dispona a adentrarme en la recta final de articulacin y redaccin, la
docencia sigui prestando su preciosa ayuda. Afront ms monogrficamente el planteamiento
del asunto en sesiones de doctorado del programa de Derecho Constitucional de dicha
Universidad, la Hispalense, junto a la de Huelva, curso 2004-2005, resultando un trailer,
Constitucin europea e historia constitucional: El rapto de los poderes, que he publicado en
Crnica Jurdica Hispalense, 3, 2005, y en la Revista Electrnica de Historia Constitucional, 6,
2005, seccin modesta de Notas: http://hc.rediris.es. Conocen mi agradecimiento sus
respectivos directores, Manuel Ramn Alarcn, ste a la sazn como decano de la Facultad de
Derecho, y Joaqun Varela.
Para la apreciacin de la problemtica de los poderes sobre el terreno reconozco que he
contado con una experiencia privilegiada gracias a la Comisin Europea, a su dependencia de
ayuda exterior que ha pasado a adoptar la denominacin sinttica de EuropeAid, por confiarme
en 2001 la organizacin de la observacin de unas elecciones generales en el proceso de salida
de un rgimen de corrupcin y masacre en el Per. Las credenciales diplomticas me
permitieron no slo una libertad de movimientos entre instituciones constitucionales en trance
de recuperacin, sino tambin asomarme al vientre de la bestia de un poder militar orgulloso de
haber derrotado a una guerrilla despiadada mediante mtodos antiterroristas contaminados de
terrorismo y sin sensacin visible de que su posicin y funcionamiento hubieran de revisarse a
fondo por el mismo imperativo de la recuperacin constitucional, de este ensimo caso de
reconstitucin. Salvo alguna entidad menos apoderada como la Defensora del Pueblo, tampoco
las instituciones constitucionales daban muestras de sensibilidad sobre los requerimientos
palpables de la diversidad de culturas, comenzndose por las indgenas, a los propios efectos de
la recuperacin constitucional. No entendan que esto en s interesara a dicho estricto propsito.
Se trataba nuevamente por lo visto de la reconstitucin de poderes. He de decir que la
Organizacin de Estados Americanos se mostraba ms complaciente, por no decir cmplice, que
la Unin Europea. No s si, aparte el consuelo, la comparacin basta para redimir en algo 89 .
Una experiencia ms limitada de este tipo, como personal de a pie, ya haba tenido en
Guatemala. En pocos aos se aprecian cambios. Entonces, a mediados de los noventa, el
informe de la observacin europea no quiso saber nada de la pluralidad de culturas, como si una
criolla, la que ah se dice ladina, no estuviera adems en posicin de minora para el caso
guatemalteco. El pulso en el Per fue duro y de resultado un tanto incierto 90 . Las agendas las
89

http://europa.eu.int/comm/europeaid/projects/eidhr/index_en.htm es el sitio competente de la Comisin


mientras que Europa se encuentre en el dominio genrico int, de internacional, y no cuente con el
especfico eu. Slo conserva a estas alturas muy fragmentariamente la informacin de dicha concreta
operacin, pero el informe final se guarda entre otra documentacin por el sitio Peruvirtual:
http://www.peruvirtual.net/moeue. La propuesta de la direccin operativa de esta observacin se la debo a
propuesta de Eva Zetterberg, su dirigente poltica con base en Europa la mayor parte del tiempo. El
equipo directivo que encabec sobre el terreno lo completaron Ulrich Fanger, Adolfo Cayuso, Andrea
Malnati y Scipion du Chatenet. Nuestro informe oficial, que fue obra en efecto colectiva, se muestra
obligadamente bastante ms discreto que mis publicaciones ulteriores, tampoco en rigor indiscretas, que
ahora luego citar. Diplomacia obliga, de modo que no se sabe si lo que existe en definitiva es
complicidad, como ya me expliqu, o hice el intento al menos.
90

Por ejemplo, no consegu que el presupuesto europeo se hiciera cargo de los costos modestos de un
encuentro con representantes amaznicos, teniendo que recurrir a respaldos domsticos, obtenidos gracias
particularmente a la asociacin Transparencia (http://www.transparencia.org.pe). Una jornada similar
sobre el voto femenino con participacin exclusiva del gnero no afront en cambio tal problema. Tuvo el
de su sesgo criollo, pues lo que no consegu en ella es que se aceptase al menos, aunque fuera, una voz
indgena. Y el perfil de la operacin en Per se ha mantenido bastante irregularmente en observaciones
electorales posteriores. No se aprecia bien en el sitio referido de la Comisin Europea pues no se guardan
en lnea los informes sucesivos de operaciones concretas, sino tan slo, y tampoco sistemticamente,
documentos ms generales, no siempre, por mor de la imagen, reflexivos o, aunque fuese, recapitulativos.

53

cargan los prejuicios y las descargan las personas. Por propia experiencia s que existen cosas
de lo ms bsicas ni siquiera perceptibles, ya no digo asimilables, en los ambientes aspticos o
al menos acondicionados de los centros de academia y gobierno de por Europa y Amrica. He
tenido tambin el incentivo de impartir enseanza en la Universidad de La Cordillera de Bolivia
sobre derecho internacional de los pueblos indgenas, comprendido un seminario con
autoridades tales, quiero decir electas e investidas conforme a derecho de comunidades,
quechuas y aymaras en la zona, contando adems con traduccin viva para potenciar la
intercomunicacin. Con Ricardo Calla, como primer rector de La Cordillera, y con Esteban
Ticona, como antroplogo ducho en lenguas vivas no europeas, guardo deuda. En Bolivia tengo
contrados otros dbitos tanto institucionales como personales 91 . No me he abstrado del
presente por mantener hasta ahora la dedicacin profesional, como profesor de historia, al
pasado, sino al contrario. Aunque la profesin obligue, mi inters final por poderes a costa de
derechos no es definitivamente slo acadmico. Mas la academia, como la diplomacia, arropa y
anima 92 .
El planteamiento del libro tiene sus deudas con el grupo de investigacin que desde
hace ms de un lustro vengo dirigiendo, HICOES, esto es, Historia Cultural e Institucional del
Constitucionalismo en Espaa, y con su actual proyecto, el tercero de su trayectoria, Cultura
jurisdiccional y orden constitucional en Espaa y Amrica, siglos XVIII-XIX (SEJ2004-06696C02-01), de formulacin ste consecuente con la conciencia cobrada de que habamos cometido
el error de partida de entender que podamos reducir el asunto a Espaa o, en definitiva, a
Europa, como si no hubiera ms referencias que la francesa y la britnica. Estamos rectificando
colectivamente 93 . La cultura jurisdiccional, aun todava sin todo su alcance de contrapunto con
el constitucionalismo, la tenamos a la vista desde un inicio, como no poda ser menos dada
nuestra trayectoria previa al mismo proyecto en comn 94 . Hay un mtodo de historia
constitucional que hemos aprendido autnomamente en el grupo, el de un textualismo que ha de
91

Doble minora: Adopciones internacionales y culturas indgenas, en Genocido y Justicia, pp. 111-132,
es resultado de una invitacin de UNICEF a iniciativa de Sonia Noriega, que obra tambin en la red gracias
a la hospitalidad de Tinkazos Virtual (http://www.pieb.org/indice.asp), revista que dirige Rossana
Barragn. Derecho agrario indgena entre Cdigo francs y Constitucin boliviana, Sucre 2004, es
folleto resultante de una invitacin del Tribunal Agrario Nacional (http://tan.poderjudicial.gov.bo), para la
que cont con la asistencia de la Agencia Espaola de Cooperacin Internacional y ms personalmente de
Martha Campuzano. Y no todas las visitas dejan constancia mediante escritos. He procurado irlas
reconociendo siempre, como ya he dicho, en las publicaciones ms cercanas. Para informacin de la
Universidad de la Cordillera, su propio sitio: http://www.ucordillera.edu.bo.
92

Detrs de bastantes captulos hay impulsos e incentivos acadmicos de lo ms preciosos. Aparte lo ya


registrado y, en relacin especialmente con Amrica, lo que habr todava de aadir, no quiero dejar de
mencionar un par de casos, el de la historia constitucional de Portugal y el de la trayectoria
inconstitucional de la iglesia catlica. Para lo primero, me han resultado incitantes las convocatorias de
Antnio Manuel Hespanha en la Universidade Nova de Lisboa sobre asuntos referentes a la pluralidad de
culturas no slo histricas en el mundo del derecho. Para lo segundo, el captulo que se ocupa de la
repblica remana y la iglesia catlica no podra haberlo ultimado sin la iniciativa de Ren Kuppe de una
visita en 2004 al Institut fr Rechtsphilosophie, Religions- und Kulturrecht de la Universidad de Viena.
Acud para tratar de los pueblos indgenas en Amrica dentro de la seccin de Rechtsanthropologie, pero
no dej de aprovechar la estancia en la buena biblioteca para Religionsrecht de este Instituto, el cual,
como la Robbins Collection de la que luego digo, ha sabido pasar de la estrechez de miras del derecho
cannico a la amplitud de campo del multiculturalismo jurdico. En Espaa abunda todava la doctrina del
derecho, incluso la ms militantemente constitucional, alrgica sin ms a la multiculturalidad.
93

Nmero monogrfico sobre Historia del Derecho, dirigido por Carlos Garriga, de Istor. Revista de
Historia Internacional, 16, 2004; B. Clavero, Jos Mara Portillo y Marta Lorente, Pueblos, Nacin,
Constitucin (en torno a 1812), Vitoria 2004.
94

Jess Vallejo, Ruda Equidad, Ley Consumada. Concepcin de la potestad normativa (1250-1350).
Madrid 1992; B. Clavero, Beati dictum. Derecho de linaje, economa de familia y cultura de orden;
ltimamente, con base tambin a su experiencia previa, C. Garriga, Orden jurdico y poder poltico en el
Antiguo Rgimen, en el citado nmero de Istor, 16, 2004, pp. 13-44.

54

ir ms all de los textos a travs, ante todo y sobre todo, del propio contexto de cultura
comenzando por la jurdica 95 . Se trata sustancialmente, como ya he dicho, de una comunidad de
lectura. Gracias a su dinmica, en particular me beneficio del intercambio con doctores y
doctoras juristas del grupo (Alejandro Agero, Paz Alonso, Carlos Garriga, Marta Lorente,
Fernando Martnez, Carmen Muoz de Bustillo, Carmen Servn, Jess Vallejo,... por el orden
no s si neutro del abecedario, ms el refuerzo de Jos Mara Portillo, doctor en historia de rara
sensibilidad jurdica no slo adems respecto al tiempo pasado) 96 .
La expresin renovada de hospitalidad en los Quaderni Fiorentini para el resultado
previsible de la investigacin, ante la vista del trailer por el curso doctoral que he referido, me
prest un fuerte aliciente para proseguir en plan intensivo con el asunto, aunque enseguida el
desarrollo desbordara completamente previsiones, cobrando el trabajo una dimensin impropia
de un artculo de revista hasta con la medida proverbial de generosidad del Centro per la Storia
del Pensiero Giuridico Moderno, el promotor de la misma. Es ste el hogar intelectual para
proyectos de historia de cultura jurdica no recluidos dentro de las fronteras que se dicen
nacionales y son estatales. Y es sta, la estatal, la dependencia que, se confiese o no, sigue
caracterizando por nuestros lares, los europeos y euroamericanos, a una especialidad acadmica,
la de historia del derecho. Rige la razn constituyente de Estado que presidi la formacin de
esta profesin en Europa durante el siglo XIX. Cuando lo propio se hace ahora el amago de
replicar para ella misma como Unin de cimiento constitucional incluso mediante escritura, el
Centro florentino sigue representando el empeo de liberarse de tamaa servidumbre de
parmetros presentes, lo consigamos en medida mayor, menor o nfima. En los Quaderni
Fiorentini, bajo la direccin fundacional de Paolo Grossi durante tres dcadas y la actual de
Pietro Costa, he editado como artculos toda una serie de trabajos de la lnea que, entre derechos
y poderes, acaba confluyendo en este libro 97 . Procuro no andar dispersando resultados aunque
95

Carmen Muoz de Bustillo, Cdiz como texto, en Constitucin de la Monarqua espaola, Sevilla
2000, Estudios, II, pp. 7-73; J. Vallejo (ed.), Duque de Almodvar, Constitucin de Inglaterra, Madrid
2000, pp. XI-CXXVIII; M. Lorente, La voz del Estado. La publicacin de las normas, 1812-1889,
Madrid 2001; Carmen Servn, Laboratorio constitucional en Espaa. El individuo y el ordenamiento,
1868-1873, Madrid 2005, a efectos progresivamente sustantivos; o tambin B. Clavero, Freedoms Law
(pueden verse las remisiones de la voz Method en el ndice de materias de la edicin en libro, pues
precede la de artculo que pronto cito). Digo lo de autnomamente por marcar distancias respecto a un
textualismo ms afamado, al menos esto en la historiografa del pensamiento poltico, al que ya me refer
y del que Geveva se ha ocupado, el de los Texts in Context de Cambridge, la de Inglaterra, el que a veces
resulta de Texts out of Contexts.
96

Se ha incorporado a la tercera fase otra doctora en historia, Margarita Gmez. Y sera injusto no
completar la nmina de HICOES aun tambin con el orden poco justo del abecedario: Carmen Alcal,
Pablo Gutirrez Vega, Julia Solla, Mara del Mar Tizn y Laura Beck Varela.
97

Ley del Cdigo: Transplantes y rechazos constitucionales por Espaa y por Amrica (23, 1994, pp. 81194); Tutela administrativa o dilogos con Tocqueville (24, 1995, pp. 417-468); Imperio de la ley y rule
of law: lxico jurdico y tpica constitucional (25, 1996, pp. 285-346); Derechos indgenas versus
derechos humanos (26, 1997, pp. 549-569); Les domaines de la proprit, 1789-1814: Propiedades y
propiedad en el laboratorio revolucionario (27, 1998, pp. 269-378); Positive Morality: la incgnita
decimonnica del derecho internacional (28-2, 1999, pp. 1127-1140); Constituyencia de Derechos entre
Amrica y Europa (29, 2000, pp. 87-171); Freedoms Law and Oeconomical Status: The Euroamerican
Constitutional Moment in the 18th Century (30, 2001, pp. 81-135); Virtual Citizenship, Electoral
Observation, Indigenous Peoples, and Human Rights between Europe and America, Sweden and Peru
(31, 2002, pp. 663-779); Minority-Making: Indigenous people and non-indigenous law between Mexico
and the United States (32, 2003, pp. 175-290); El Comn y no su doble. A propsito de pasado y presente
de los comunales y de lo comunitario (32, 2003, pp. 899-915); Europa hoy entre la historia y el derecho o
bien entre postcolonial y preconstitucional (33-34, 2004-2005, pp. 509-607); Bioko, 1837-1876.
Constitucionalismo de Europa en frica, Derecho Consuetudinario Internacional del Trabajo mediante
(36, 2006, pendiente). Freedoms Law y Minority-Making componen ahora el libro Freedoms Law and
Indigenous Rights; adaptados, Imperio de la ley y Ley del Cdigo se integran en Happy Constitution y
Ama Llunku, Abya Yala respectivamente. De otras iniciativas del mismo crculo florentino: Cdigo como
fuente de derecho y desage de constitucin, en Paolo Cappellini y Bernardo Sordi (eds.), Codici. Una

55

tampoco desprecio desde luego ocasiones de diseminarlos sobre todo si la materia es de inters
constitucional o no slo histrico 98 .
Me he beneficiado de otros variados impulsos exteriores, como los de simposios en
sendos Institutos mexicanos, el de Investigaciones Jurdicas de la Universidad Nacional
Autnoma y el entonces Nacional Indigenista, en el Instituto de Historia del Derecho de Buenos
Aires, Argentina, en el Museo de Etnologa de La Paz, Bolivia, o en el Colegio de Michoacn
en Mxico, o tambin por iniciativas del Instituto Interamericano de Derechos Humanos 99 . Con
ocasin de la primera de stas ltimas, Magdalena Gmez, cual Geneva, me introduce y
relaciona tanto intra como, sobre todo, extramuros del claustro acadmico. Algunas iniciativas
de ms amplio radio internacional o, si puedo decir, intercultural, bien que siempre
riflessione di fine millennio, Miln 2002, pp. 69-147; Stato di diritto, diritti collettivi e presenza indigena
in America, en Pietro Costa y Danilo Zolo (eds.), Lo Stato di diritto: Storia, teoria, critica, Miln 2002,
pp. 537-565.
98

Adems de lo que voy y seguir citando, como tambin de lo que no ha tenido versin escrita,
Territorios forales. Pgina espaola del palimpsesto europeo, en Pierangelo Schiera (ed.), Le
autonomie e lEuropa, Bolonia 1993, pp. 15-45 (con anticipo en Espaa que citar); Ttulo de derecho y
funcin de estado. Espaa, siglo XIX, en Aldo Mazzacane y Cristina Vano (eds.), Universit e professioni
giuridiche nellet liberale, Npoles 1994, pp. 235-251 (pero versin ampliada en Quaderni Fiorentini,
21, 1992, pp. 37-87); Tejido de sueos: la historiografa jurdica espaola y el problema del Estado, en
Historia Contempornea, 12, 1995, pp. 25-47 (originalmente conferencia en la Universidad de San
Marino); Amministrazione e costituzione: Storiografie a confronto. La lettura spagnola, en Storia
Amministrazione - Costituzione. Annale dellIstituto per la Scienza dellAmministrazione Pubblica, 5,
1997, pp. 263-293; Razn de estado, razn de individuo, en P. Schiera (ed.), Ragion di Stato e ragioni
dello Stato, secoli XV-XVII, Npoles 1996, pp. 246-284; Voz de Nacin por Constitucin. Espaa, 18081811, en Giornale di Storia Costituzionale, 4, 2002, pp. 81-104; Derecho liberal y laboral entre cdigo y
cultura, en Mario Ascheri y otros (eds.), Ins Wasser geworfen und Ozeane durchquert. Festshrift fr
Knut Wolfgang Nrr, Colonia 2003, pp. 83-103.
99

Espacio colonial y vaco constitucional de los derechos indgenas, en Anuario Mexicano de Historia
del Derecho, 6, 1994, pp. 61-86; Teorema de OReilly: Incgnita constituyente de Indoamrica, en Sonia
Picado, Antnio A. Canado Trindade y Roberto Cullar (eds.), Estudios Bsicos de Derechos Humanos,
San Jos 1996, pp. 463-516 (con edicin luego en francs, Dsolation de la Chimre au Mexique, en Juan
Carlos Caravaglia y Jean-Frdric Schaub, eds., Lois, Justice, Coutume. Amrique et Europe latines, 16e19e sicle, Pars 2005, pp. 227-248, traduccin editorial, y tambin al tiempo, como citar, en la Revista
Espaola de Derecho Constitucional); Multiculturalismo y monoconstitucionalismo y Proyecto de
declaracin internacional, en Magdalena Gmez Rivera (ed.), Derecho Indgena, Mxico 1997, pp. 65112 y 184-213; Legislacin Universal para Pueblos Modernos (1868-1914): Un programa de textos para
una comunidad de naciones, en Vctor Tau Anzotegui (ed.), La revista jurdica en la cultura
contempornea, Buenos Aires 1997, pp. 31-55; Orden Constitucional y Derecho Indgena, en XIV
Reunin Anual de Etnologa, Aportes Indgenas: Estados y Democracias, La Paz 2000, vol. II, pp. 289298; Estado pluricultural, orden internacional, ciudadana poscolonial, en Marco A. Caldern, Willem
Assies y Ton Salman (eds.), Ciudadana, Cultura, Poltica y Reforma del Estado en Amrica Latina,
Zamora de Michoacn 2002, pp. 361-384; El derecho indgena entre el derecho constitucional y el
derecho interamericano, Venezuela y Awas Tingni, en Revista IIDH (Instituto Interamericano de
Derechos Humanos), 39, 2004, pp. 257-292. A veces refundo resultados de ms de una iniciativa:
Multiculturalismo constitucional, con perdn, de veras y en fro, en Revista Internacional de Estudios
Vascos, 47-1, 2002, pp. 35-62; Claiming for History: An American Hard Case, en Rechtsgeschichte, 4,
2004, pp. 28-37; The Indigenous Rights of Participation and International Development Policies, en
Arizona Journal of International and Comparative Law, 22, 2005, pp. 41-51; Antropologas normativas y
derechos humanos: Multiculturalismo constituyente en el Ecuador?, a publicarse en la Revista Vasca de
Administracin Pblica, 74, 2006; tambin los anexos de Genocidio y Justicia. Me estimula adems el
aliciente de la colaboracin con jvenes formaciones, como la Asociacin de Investigadores sobre
Derechos de los Pueblos Indgenas y la Red Latinoamericana de Antropologa Jurdica, o no tan jvenes,
como unos Congresos seriados, el Latinoamericano de Derecho Constitucional y el Internacional de
Americanistas, ste con mucho el ms veterano. Mencin especial merece Alertanet, la Red
Latinoamericana de Derecho y Sociedad: Raquel Yrigoyen (ed.), http://www.alertanet.org. Sobre las
limitaciones que me impongo, remito a la nota final de la seccin anterior, ltima del libro en rigor.

56

limitadamente, me animaban a dilatar el escenario del trabajo desbordando definitivamente el


hispano sin necesidad, por supuesto, de abandonarlo ni reducirlo. La Robbins Collection de la
Universidad de California en Berkeley celebr unas jornadas sobre construccin de la
ciudadana en cuya agenda introduje el derecho indgena 100 . En el Instituto Universitario
Europeo con sede en Fiesole, Toscana, Italia, impart un seminario que dediqu a la
configuracin de los sujetos de libertades entre constitucionalismos britnico y
estadounidense 101 . Para el Programa de Derecho y Poltica de los Pueblos Indgenas de la
Facultad de Derecho de la Universidad de Arizona en Tucson lo realic acerca de relaciones
entre ordenamientos constitucional e internacional de una parte y derechos indgenas de otra por
unas fronteras americanas 102 .
Hay Universidades espaolas que han abierto espacios docentes sobre derecho indgena
con sus implicaciones tanto constitucionales como internacionales que tambin han ayudado,
mediante la invitacin del caso, al desenvolvimiento del trabajo que desemboca en este libro.
Adems de la Hispalense, se trata de Deusto, Carlos III y las Internacionales Menndez y
Pelayo y de Andaluca, con resultados ms a la vista en el ltimo caso 103 . Mi base de trabajo es
Sevilla. Tengo a mano sobre todo las bibliotecas de la Facultad de Derecho de la Hispalense y
de la Escuela de Estudios Hispanoamericanos del Consejo Superior de Investigaciones
Cientficas. Una buena biblioteca no la hace tan slo el buen material. El factor humano es por
supuesto esencial. Ruego a las respectivas directoras de estos aos, Hilda Monar e Isabel Real,
que reciban mi agradecimiento y lo transmitan al personal.
Ha habido iniciativas especialmente entraables, como alguna sealada de Francisco
Toms y Valiente y, tras su asesinato en 1996, de sendas jornadas, tanto espaola como
internacional, en su memoria 104 . La guardamos. Puedo decirlo en plural porque buena parte del
100

Cultures versus Rights: Indian Law and Derecho Indiano, en Julius Kirshner y Laurent Mayali
(eds.), Privileges and Rights of Citizenship: Law and the Juridical Construction of Civil Society, Berkeley
2002, pp. 277-297. Una primera versin la expuse y se debati en el Center for Legal History de la
Universidad de Chicago dirigido por J. Kirshner.

101

Es el trabajo ya citado Freedoms Law and Oeconomical Status: The Euroamerican Constitutional
Moment in the 18th Century, en cuya primera edicin, en la de artculo de revista, no en la de captulo de
libro, relato las circunstancias peculiares de aquel seminario, que fue prueba de un ejercicio en concurso
para contrato luego anulado, lo cual, si puede interesar todava, es por cuanto acuse respecto a
funcionamiento, no ajeno desde luego a poderes, de instituciones europeas.
102

Se trata de Minority-Making: Indigenous people and non-indigenous law between Mexico and the
United States, que tambin es captulo de Freedoms Law and Indigenous Rights. Abunda, sin ser
traduccin, Tratados con otros Pueblos y Derechos de otras Gentes, producto a su vez de un curso en el
Centro de Estudios Polticos y Constitucionales de Madrid.
103

B. Clavero, Pablo Gutirrez Vega y Luis Rodrguez Piero (eds.), Indigenous Peoples, Constitutional
States and Treaties or others Constructive Arrangements between Indigenous Peoples and States, en Law
and Anthropology: International Yearbook for Legal Anthropology, 12, 2005; P. Gutirrez Vega (ed.),
Multiculturalidad y derechos indgenas en Amrica, Huelva, en prensa. A la Universidad Internacional de
Andaluca, junto a la sensibilidad de Alejandro Sierra como editor al frente de Trotta, tambin se debe la
publicacin de S. James Anaya, Los pueblos indgenas en el derecho internacional, Madrid 2005,
traduccin de L. Rodrguez Piero con colaboracin de los otros citados, inclusive el autor, Jim Anaya. A
Ren Kuppe se le debe la edicin en Law and Anthopology de dichos trabajos sobre Tratados y le debo la
de alguno ms (Lovelace versus Canada: Indigenous Rights versus Constitutional Culture, 10, 1999, pp.
1-13). Hablando de editores sensibles, quiero dejar tambin constancia de Carlos Pascual al frente de la
serie de historia de Marcial Pons. Ya me he permitido alusin velada a editorial, no casualmente francesa,
de tan buena disposicin como baja sensibilidad. El legado de la revolucin llega hasta la intolerancia de
vocablos que, como Antidora, pudo en tiempos entenderse de lengua europea.
104

Cdiz entre indgenas: Lecturas y lecciones de la Constitucin y su cultura en tierra de los mayas, en
Anuario de Historia del Derecho Espaol, 65, 1995, pp. 931-992; Libraos de Ultramaria! El fruto
podrido de Cdiz, en J.M. Iurritegui y J.M. Portillo (eds.), Constitucin en Espaa. Orgenes y Destinos,
Madrid 1998, pp. 109-137; Giurati come in Inghilterra: Justicia de Iguales entre Norteamrica y Sicilia,
en A. Romano (ed.), Il modelo costituzionale inglese e la sua recezione nellarea mediterranea tra la fine

57

grupo de investigacin HICOES se integra entre quienes lo tienen, dicho justamente en presente,
por maestro. Suced a Toms y Valiente durante un curso de historia en segundo ciclo de
ciencias polticas de la Universidad Autnoma de Madrid que result decisivo pare avances en
la temtica de este libro. De mano suya haba entrado en responsabilidades editoriales del
Centro de Estudios Constitucionales o, luego, Polticos y Constitucionales, donde he gozado de
la confianza del director de entonces y de los sucesivos, Francisco Laporta, Luis Aguiar,
Carmen Iglesias y Jos lvarez Junco 105 . Las revistas del centro, particularmente la de Estudios
Polticos y la Espaola de Derecho Constitucional, tambin han publicado anticipos en el
trayecto que al final donde conduce es a este libro 106 .
Mi agradecimiento al actual director de este Centro de Estudios Constitucionales lo
reitero porque, junto a Javier Moreno como subdirector responsable de publicaciones, alienta un
consejo editorial donde la idea de este libro experiment un empuje decisivo. Joaqun Varela
presenta la propuesta de traduccin de la obra de M.J.C. Vile, Constitutionalism and the
Separation of Powers, y Francisco Rubio Llorente manifiesta su juicio de que se trata de todo
un clsico, lo que no discuto, y adems vivo, lo que tambin concedo sin significarnos por esto
ninguno, pero todo lo cual en cambio deploro. Se entender lo del empuje si se ha ido reparando
o va a repararse en las correspondientes notas al recorrerse este otro Orden de los Poderes, no
exactamente el contemplado por tal obra. Puede tambin rastrearse una distancia mediante la
voz del ndice, pues tengo el detalle de incluir a Vile, M.J.C. entre las fuentes constitucionales.
No quedamos en que se trata de todo un clsico?

del 700 e la prima met dell800, Miln 1998, pp. 233-284. Y no quiero dejar de consignar una
colaboracin con los maestros adoptivos, el espaol y el italiano, pues su materia llega al tiempo
constitucional: B. Clavero, P. Grossi y F. Toms y Valiente (eds.), Hispania. Entre Derechos Propios y
Derechos Nacionales, Miln 1990. Lo de iniciativa sealada lo he dicho porque es testimonio del empeo
de Toms y Valiente en una recuperacin de la que no estaba ausente la clave constitucional, la del
Anuario de Historia del Derecho Espaol que diriga y cuyo nivel ha cado ms tarde en picado. Por lo
que me toca, ya he confesado que hay asuntos sensibles, aun a veces menores como ste, respecto a los
que me siento inseguro sobre la lnea de separacin entre discrecin y complicidad.
105

Ofrezco testimonio: Toms y Valiente: una biografa intelectual, Miln 1996, con anticipos,
principalmente Prlogo a una obra incompleta, en Francisco Toms y Valiente, Constitucin: Escritos de
introduccin histrica, Madrid 1996, pp. 9-28, y tambin con adendas: Obras completas e incompletas de
Toms y Valiente, en Revista Espaola de Derecho Constitucional, 52, 1998, pp. 287-294, presentacin
de sus Obras Completas, Madrid 1997, en el Centro de Estudios Polticos y Constitucionales, y Toms y
Valiente, jurista en tiempo de tribulacin y transicin, en Salustiano de Dios, Javier Infante y Eugenia
Torijano (eds.), El Derecho y los Juristas en Salamanca (siglos XVI-XX). En Memoria de Francisco
Toms y Valiente, Salamanca 2004, pp. 15-39, sta por iniciativa de discpulos suyos de ms de una
generacin acadmica.
106

Adelantos tambin a veces, tampoco siempre, de pginas ya citadas que en casos a su vez amplan:
Territorios forales. Pgina espaola del palimpsesto europeo (REDC, 37, 1993, pp. 13-35); Garantie
des droits: Emplazamiento histrico del enunciado constitucional (REP, 83, 1993, pp. 7-22); Derecho
dbil: Manifiesto sencillamente federal (REDC, 42, 1994, pp. 27-52, con edicin en italiano mediante
traduccin de Felice Gambin: Diritto debole: Un manifesto moderatamente federale, en Filosofia
Politica, 8, 1994, pp. 3-23); Teorema de OReilly: incgnita constituyente de Indoamrica (REDC, 49,
1997, pp. 35-77, con edicin en francs como ya he citado); Libraos de Ultramaria! El fruto podrido de
Cdiz (REP, 97, 1997, pp. 45-69); Ley nacional y costumbre indgena: enseanza de Costa Rica (REP,
102, 1998, pp. 181-192); Cdigo como fuente de Derecho y achique de Constitucin en Europa (REDC,
60, 2000, pp. 11-43); Estado pluricultural, orden internacional, ciudadana postcolonial: elecciones
constitucionales en el Per (REP, 114, 2001, pp. 11-39); Qu Historia, para qu Constitucin, de qu
Europa? (REP, 123, 2004, pp. 101-127); Derecho Agrario entre Cdigo Francs, Costumbre Aymara,
Orden Internacional y Constitucin Boliviana (REP, 125, 2004, pp. 79-108); Novedades constitucionales
y continuidades constituyentes: Ecuador, Venezuela, Mxico, Bolivia, 1998-2004 (REDC, 74, 2005, pp.
195-211). Estos dos ltimos trabajos los he reunidos con otros ya citados en un libro virtual, quiero decir
de edicin electrnica: Retablo Constitucional de Derecho Indgena: Ecuador, Venezuela, Bolivia,
Mxico (http://www.centro.us.es/derecho/clavero/index.htl).

58

Hablando de constitucionalistas, si no suena demasiado instrumentalizador de la


relacin de amistad, dir que a Pedro Cruz le tengo siempre disponible para satisfacer mis
abundantes dudas constitucionales de derecho comparado, europeo, espaol y hasta andaluz, no
por desdicha quechua, cherokee o din. Me apresuro a declarar acto seguido con mano en pecho
que las ocurrencias aventuradas con las que se enhebra este libro son absolutamente todas, con
la pequea ayuda de la amistad, de mi exclusiva responsabilidad. Nuestra posicin no creo que
sea la mejor. Pertenecemos a una generacin que, por las urgencias del trnsito de salida de una
dictadura hace dcadas, tiende todava a confundir informacin y enseanza con manipulacin y
propaganda. El manejo poltico, meditico y acadmico del refrendo espaol del proyecto de
Tratado por el que se establece una Constitucin para Europa a principios del 2005 no ha sido
sino un penltimo episodio 107 . Otros tantos suceden a diario en las aulas con el ejercicio
inconfeso de ese poder solapado que viene a ser, nada necesariamente, la enseanza. Se
permitir este desahogo de conciencia de un profesor en un libro que trata de poderes.
Para cuadrar y redondear el libro, solicit y obtuve de mi Universidad, la Hispalense, un
ao sabtico o, en leguaje actualizado por neutralidad religiosa, licencia septenal (un decir en
cualquier caso, pues en el mo se trata en total de uno entre ms de siete multiplicado por cinco,
a los que encima habrn de aadirse los diez que, si vivo, me quedan de docente sin otra
posibilidad previsible de respiro). Disponiendo as de tiempo y mundo, he sentido la fuerte
tentacin de extenderme por latitudes y con captulos que enriqueceran el panorama sin ampliar
ya la problemtica. Prefiero mantener la concisin al menos en el relato histrico. Un libro no es
mejor por ser mayor, quiero decir ms grueso. Durante el curso de la licencia, regreso, con la
obra en el horno entre manos, a las Universidades de Arizona en Tucson y de California en
Berkeley, al Programa de Derecho y Poltica de los Pueblos Indgenas y a la Robbins Collection
respectivamente 108 . A mediados de octubre de 2005, participo en un seminario sobre derechos
indgenas organizado en Tucson por dicha Universidad y el Alto Comisionado de Naciones
Unidas para los Derechos Humanos donde no deja de haber presencia alerta y activa de
representantes de pueblos. Se suma a eventos similares y desafos parejos de estos aos sin los
cuales este libro no hubiera sencillamente existido o ni siquiera se hubiese concebido. Entre
plticas sabticas, desist de una propuesta por las reticencias detectadas: Why the American
Constitutional History is not Written. Con tanta publicacin como se le consagra 109 , cul es la
107

Para testimonios previos al contratiempo de otros referenda y con ttulos que as se recargan no tan
inopinadamente de sentido, P. Cruz, La Constitucin indita. Estudios ante la constitucionalizacin de
Europa, Madrid 2004; B. Clavero, Europa hoy entre la historia y el derecho o bien entre postcolonial y
preconstitucional.

108

Aunque hoy lo mire con distanciamiento, ante todo por ms consciente de la diversidad cultural, a una
persona que ha vivido en carne propia el parteaguas de la revolucin americano-europea de costumbres de
la segunda mitad de los sesenta del siglo pasado no le resulta indiferente o le es incluso emocionante dar
en Berkeley, el lugar donde la misma se originara, el repaso prcticamente final a este libro contra, ms
que sobre, los poderes, por qu no confesarlo. Viene pensando los ltimos detalles mientras que pasea por
la Telegraph Avenue y se encuentra, cerca del Peoples Park, con el mural callejero de sha Neumann y
OBrien Thiele que es ahora objeto de conservacin. Representa, entre otros momentos de la historia
local, una escena del primero de octubre de 1964. Mario Savio, alzado sobre el coche de polica en cuyo
interior se mantena detenido a Jack Weinberg, se dirige a la multitud de estudiantes en pacfica sentada
por toda la Plaza Sproul para impedir que el vehculo arrancara,: There is a time when the operation of
the machine..., etctera. La cita confieso que no la recordaba, pero figura transcrita en el mural. La
misma parece que pertenece a otra ocasin de pocas semanas despus, pero ya se sabe la verdad que se
encierra en las licencias del arte (bsquese por el nombre de Mario Savio en internet para ulterior
informacin y resolucin del etctera, lo que tambin puede lograrse por la visin del documental de
Martin Scorsese, No Direction Home, Paramount, 2005, centrado en la obra de Bob Dylan de aquellos
aos sesenta, pues, para caracterizar el momento, reproduce la grabacin de aquellas palabras de Mario
Savio). Y ya s que, lo mismo que para los orgenes del constitucionalismo, hay quien piensa que todo
empez en Francia pocos aos ms tarde, en mayo del 68.

109

A mediados de abril de 2006, si se hace una bsqueda en el catlogo electrnico conjunto de las
bibliotecas de los diez campuses de la Universidad de California junto a otras varias acadmicas y
pblicas del mismo Estado (http://melvyl.cdlib.org) por United States Constitutional History y

59

misteriosa razn para que no exista historia constitucional de los Estados Unidos? Con este libro
en las manos, huelga la explicacin de la pregunta, ya no digo la respuesta. Hay misterios que se
vaporan cuando se miran de frente y sin complejos 110 .
De vuelta por Sevilla, un compaero constitucionalista tiene la ocurrencia de
preguntarme con sorna si todava ando con derechos de indgenas. No me molesto en replicarle
pues tendra que contarle el libro y ya se ve, por la broma, que no le interesa. Ante los prejuicios
flagrantes no tengo respuesta o prefiero, por no ofender, guardrmela. Una cosa es el
escepticismo y otra la voluntad de ignorancia. Qu otro comentario ni otra actitud cabe? S que
es injusto no sentir desprecio, sino compasin. Se trata de gentes que viven y se jubilarn a
costa del presupuesto pblico. A tan confortable academia vuelvo rendido el sabtico 111 .
Con la Universidad de Sevilla, reconozco mi deuda no slo por la experiencia docente
de una vida de profesin o poco menos y por el sabath mal calculado, la licencia septenal
elevada a bastante ms del cubo, sino adems por todo el espacio de aprendizaje mediante
trabajo que me viene prestando desde los aos de estudiante, aun con interrupciones debidas a

aparece un listado de 735 publicaciones; de invertirse sintagmas, quiero decir si se busca por
Constitutional History United States, hacen acto de comparecencia, sin redondeo de guarismo, 25.150
ttulos. Hoy, a la hora de la lectura, sern ms por supuesto. Y seguir acrecentndose. La razn por la
que el orden de los factores altera tanto el producto es para m, como tantas cosas de la informtica, un
cierto misterio. En cualquier caso, la cifra significativa pudiera situarse ms cerca de la primera que de la
segunda, pues en sta probablemente se ha producido una agregacin de los resultados de cada sintagma
por separado, lo que a su vez no quita que en ella quepan espigarse entradas adicionales de inters para la
historia constitucional de los Estados Unidos. Y no se descarte que an se escapen publicaciones incluso
de lo ms incisivas. El monumental registro de Kermit L. Hall (ed.), A Comprehensive Bibliography of
American Constitutional and Legal History, 1896-1979, Millwood 1984, conteniendo 68.063 entradas, y
con un suplemento hasta ahora, de 1991, aadiendo 16.455, supera con creces todas las cifras, pero no es
slo constitucional e incluye artculos de revista, lo que ms nutre y, con sus buenos ndices, le hace ms
til.
110

Con la pregunta Why the American Constitutional History is not Written remedo obviamente el ttulo
de la conferencia de F.W. Maitland, Why the History of English Law is not Written, 1888 (H.A.L. Fisher,
ed., The Collected Papers of Frederic William Maitland, Cambridge, Inglaterra, 1911, vol. I, pp. 480497), famosa por s y porque ha sido objeto del homenaje de ms de una parfrasis a cada cual ms
interesada (as, Charles Donahue Jr., Why the History of Canon Law is not Written, Londres 1986; Harold
J. Berman, Why the History of Western Law is not Written, captulo de su Faith and Order: The
Reconciliation of Law and Religion, Atlanta 1993, pp. 23-33, anticipado como introduccin a un
Symposium on Legal History en la University of Illinois Law Review, 1984, pp. 511-520). Aunque no
estoy muy seguro de que percibiesen el guio quienes no acogieron con favor la propuesta (gente del
derecho constitucional que se apropia de la historia al fin y al cabo; el caso aclaro que no ocurri ni en
Arizona ni en Berkeley), no hay que decir que en uno como en otro caso, en el ingls como en el cannico
y como en el atlantista, no era bibliografa histrico-jurdica lo que se echaba en falta para diagnosticarse
la carencia ni se trataba tampoco de mis razones. Y podra desde luego aplicar el interrogante a otras
historias constitucionales de Estados, la espaola comprendida, con Cdiz y todo, desde el puro arranque,
por no hablar de la historia del derecho internacional. Si vuelvo a publicar despus de este libro, regresar
a la pregunta y ofrecer el resultado a la hospitalidad de los Quaderni Fiorentini per la Storia del
Pensiero Giuridico Moderno. Me repetira, pero es lo que me queda. Si hay repeticin que tenga sentido,
es la de evidencias cegadas por la cultura establecida.

111

En los meses de marzo y abril de 2006, entre California y Arizona, el Pas Vasco y Andaluca, doy el
ultimsimo repaso. En el Programa de Derecho y Poltica de los Pueblos Indgenas en Tucson y en el
Departamento de Literatura del campus californiano de San Diego, imparto sendos seminarios sobre
Indigenous Peoples between Mexican and American Constitutions para pblicos de formacin distinta,
juridica en una plaza, literaria y de ciencias sociales en la otra; en Bilbao participo en unas jornadas sobre
Historia e Identidades Nacionales organizadas por Aldaketa (http://www.aldaketa.org). Entre
recurrencias nunca redondas, todo toca todava al libro, tambin desde luego la interactividad de las
respectivas audiencias que puede siempre marcar la diferencia, por no recordar los momentos ms
decisivos que han sido los menos acadmicos, como ya expliqu. En casa suscribo, agradezco y pliego.

60

mi paso por otras Universidades 112 . Al director del Departamento de Ciencias Jurdicas Bsicas
de la Hispalense cuando gestion el sabtico y actual decano de la Facultad, Antonio Merchn,
y dems miembros docentes actualmente del rea de Historia del Derecho (Pablo Gutirrez
Vega, C. Muoz de Bustillo, Lus Rodrguez-Piero, Raquel Rico, C. Servn, M del Mar
Tizn, J. Vallejo), les agradezco su disponibilidad a descargarme de tareas ajenas a la estrictas
de docencia e investigacin. La segunda y el ltimo en nmina segn el orden impasible del
abecedario, Carmen y Jess, han sido interlocutores cotidianos acerca de ciencia y docencia
entre conciencia e intendencia, entre qu se debe y qu se puede hacer en un trabajo como el
acadmico.
Siento que sea annimamente de nuevo, teniendo nombres en las mientes, como
expreso al personal de administracin y servicios mi agradecimiento por el trabajo del que me
libran al hacerse el debido cargo. A la limpieza de mi despacho nunca he tenido que dedicar
tiempo, aunque a veces la necesitase. Oigo hablar de profesores y limpiadoras, aun habiendo
profesoras y limpiadores, por gentes prontas a asegurar que el uso de los gneros gramaticales
no es sexista ni clasista. No me disculpo por recargar mi estilo con el empleo repetitivo de
gnero femenino y masculino.
Existen muchas formas de sustentar e impulsar, animar y fomentar. Algunas son nuevas
o ya no tanto. Ms que nunca hoy, con el acceso extendido a internet, un libro no tiene por qu
encerrarse en el recinto de sus pginas ni agotarse entre portada y contraportada o dentro de la
camisa y del forro que todava se le aada. Este mismo, si no lo hace, es tambin por gracias
recibidas y reconocidas. Hay Universidades y otros centros por Amrica que me han ofrecido
hospitalidad electrnica para materiales de trabajo en el camino finalmente hacia esta obra 113 .
Por apreciarlo, no desprecio por supuesto los soportes clsicos ni los medios a mano. Conoc
personalmente a Geneva en la biblioteca ms cercana, la de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Sevilla, ms concretamente en una de sus piezas, un nmero de revista. Fue Jim

112

Particularmente la Universidad de Cdiz de 1980 a 1988, con lo que pude andar pisndole los pasos al
clrigo sevillano de nuestro arranque entre Jerez de la Frontera y Cazalla de la Sierra, dado que la
Facultad de Derecho gaditana se encuentra en la primera localidad y la segunda es mi pueblo de infancia,
descanso y retiro. Fueron los de Jerez tiempos absortos por el estudio de la antropologa histrica sobre
fuentes jurdicas (Usura. Del uso econmico de la religin en la historia, Madrid 1984; Tantas Personas
como Estados; Antidora..., tambin la adenda a la segunda edicin de Mayorazgo. Propiedad feudal en
Castilla, 1369-1836, Madrid 1989, pp. 435-473, y en Lloyd Bonfield, ed., Marriage, Property,
Succession, Berln 1992, pp. 215-254; reflexiones historiogrficas como Religin y Capitalismo, en
reas. Revista de Ciencias Sociales, 10, 1989, pp. 17-24, excursiones sustantivas cuales Almas y
Cuerpos. Sujetos del derecho en la edad moderna, en Studi in Memoria di Giovanni Tarello, vol. I, Miln
1990, pp. 153-171, o Delito y pecado. Nocin y escala de transgresiones, en F. Toms y Valiente y otros,
Sexo barroco y otras transgresiones premodernas, Madrid 1990, pp. 57-89, con parte traducida al
portugus: Textos antigos em tempos modernos: a determinao das transgresses, en Penlope. Fazer e
desfazer a histria, 6, 1991, pp. 41-46; u otras adendas, adems de Beati dictum, a la misma Antidora,
como Entre ocio y negocio de banco: Pecunia depositada bajo rgimen catlico, en Vito Piergiovanni,
ed., The Growth of the Bank as Institution and the Development of Money-Business Law, Berlin 1993, pp.
191-224; Blasn de Bartolo y baldn de Valla (a propsito de una gramtica de signos), en Quaderni
Fiorentini, 25, 1996, pp. 573-616), la antropologa histrica que acab reconducindome, no tan
extraamente si bien se piensa, al presente. Interesa dicha fase a este libro ms directamente de lo que yo
mismo supona antes de proceder a esta recapitulacin de crditos y reconocimientos.

113

http://www.jhfc.duke.edu/wko/dossiers/1.1/ClaveroB.pdf
http://geocities.com/alertanet2/pe-BClavero.htm
http://www.alertanet.org/constitucion-indigenas.htm
http://palestra.pucp.edu.pe/?file=derechos/clavero.htm
http://www.uasb.edu.ec/padh/boletin2/articulos/bartolomeclavero.htm
http://www.uasb.edu.ec/padh/boletin5/articulos/bartolomeclavero.htm
http://www.pieb.org/indice.asp
http://www.istor.cide.edu/archivos/num_16/dossier7.pdf

61

Anaya quien me recomend la lectura dndome as a conocer a Derrick Bell 114 . Para animar a
que se pruebe suerte, aado todava la Bibliografa anunciada.
Con tal cmulo de deudas, las arrastradas desde antes y las contradas para ahora, si no
estoy en bancarrota o ni siquiera agobiado, es por la generosidad del crdito en concurso. Puedo
parecer muy arropado, pero un ltimo tramo, salvo por la compaa fiel y cmplice de Geneva,
lo he cubierto en solitario, tal y como debe ser para la maduracin final de un trabajo de
destilacin de aos. Por qu al final he confiado parte del libro a Geneva? Supongo que el
lector o la lectora, si ya lo ha sido, sospecha o incluso puede que sepa a ciencia cierta, mejor que
yo, la respuesta. Si algn da asumo sus posiciones ntegras, las de Geneva Crenshaw, no cabra
que escribiera nada de factura cumplidamente acadmica. No s si en parte, la off the record, y
aunque la profesin obligue, ya ocurre con este libro. La lectura dir 115 .
Corresponde a ella, a la lectura, todo el resto, lo que no parece nimio. Cabe que resulte
ms, tal vez mucho ms, que la escritura pues puede que no toque solamente a un orden del
pensamiento, a la tarea de identificar, ubicar, comprender y explicar. Constituye sin gnero de
duda competencia de la lectura rasa el juicio sobre el mrito del producto. Ha merecido mi
dedicacin y merece ahora la suya? Nos afecta y nos importa? Pasamos o asumimos la
responsabilidad que nos toca? En todo caso, mi agradecimiento lo tiene quien me lea.
No es ficcin que este libro se haya producido en compaa. As se ha hecho conforme a
todos los sentidos humanos de la palabra, desde partir el pan a compartir la vida. Qu mejor
nombre de compaera entonces que Mercedes, es decir Antidora?
Pipo Clavero, Antidora, Cazalla de la Sierra, Uno de Mayo, 2006.

114

Me recomend And We Are Not Saved pero la nica pieza de la saga de Geneva Crenshaw segn la
crnica de Derrick Bell existente entonces en la Biblioteca de la Facultad de Derecho de la Universidad
de Sevilla era el nmero 99, de 1985, de la Harvard Law Review, la primera entrega como ya sabemos. El
cronista comenz a ensearme que es preferible, incluso a efectos de comunicacin mnimamente
persuasiva ms all del mundo profesional del derecho, confesar incertidumbre personal que afectar
conviccin doctrinal. A la contra, agudiz mi sensibilidad frente a la exclusiva de punto de vista, como el
afroestadounidense en el suyo o como el indgena en otros. Geneva se ha permitido conmigo la irona de
llamar al primero el monotema, lo que yo no hubiera podido ni con ella ni con nadie. En cuanto a su
colaboracin, he de confesar que tuve alguna duda antes de decidirme a formalizarla, pero no por el
derecho de propiedad intelectual del autor, sino por el derecho a la propia imagen del personaje, pues
existe. Hay prueba tan decisiva como la de que se publican libros suyos: D. Bell, Afrolantica Legacies (A
Geneva Crenshaw Book), Chicago 1997. Haba alternativas una vez que me decida a compartir la
responsabilidad? Por razn de alteridad no poda ser ni de Europa ni de mi sexo. Alguna otra posibilidad
se me ofreca, como por ejemplo la de Elisabeth Costello, personaje creado por J.M. Coetzee que se
granjeara crdito literario apoderndose del de una congnere, Marion o Molly Bloom de James Joyce
(Ulysses, 1922), y remodelndolo a fondo (The House on Eccles Street, 1969), con cuya sustraccin
flagrante de ambos derechos, tanto a propiedad como a imagen, se encontraba Elisabeth ciertamente ms
disponible, pero, australiana de origen irlands y descreda, si no de la humanidad, de s misma como
persona en comunidad humana, de vuelta sin haber estado de ida (Elisabeth Costello, 1999, lecciones II,
The Novel in Africa, y VIII, At the Gate, sta parsita a su vez de Franz Kafka), restaba y no sumaba, al
contrario que Geneva. Podra por supuesto haberme inventado un personaje, lo que no me he decidido a
hacer no por falta de imaginacin, sino porque no fuera criatura ma, simple doble.

115

No ha sido mi intencin apabullarla con el despliegue de crditos. En todo caso, a efectos prcticos, al
final me quedo con la sensacin de haber escrito tan slo tres libros, resultando el resto preparativos y
secuelas. Con lo de tal trinidad, otra al cabo, me refiero a Mayorazgo, Antidora y a la criatura presente, El
Orden de los Poderes. No digo que el resto es prescindible por no defraudar a revistas ni editoriales.

62

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