3
3
3
sobre las relaciones entre tecnologa y cultura y atenta a las aportaciones de la teora
crtica y cultural, la esttica contempornea, la teora sociolgica de los medios de
comunicacin, siempre reconociendo, como decamos ms arriba, que nuestro punto
de partida es la literatura y la preocupacin bsica por conocer y describir las nuevas
trayectorias emergentes y los reajustes producidos en el sistema literario a partir de y
en el seno de la llamada revolucin digital.
Abordar, siquiera tentativamente, la vigencia del humanismo en la cibercultura
implica repasar, aun con brevedad, algunos de sus hitos ms recientes y constatar
ciertas observaciones relevantes:
1 La dificultad de seguir identificando el concepto y conjunto de disciplinas
y estudios agrupados bajo el rtulo administrativo de Humanidades con los studia
humanitatis clsicos, y ni siquiera con la renovada versin que quiso otorgarles la
pedagoga germana en el siglo XIX. Maestras como Aurora Egido dan prcticamente
por liquidada la proyeccin tica y poltica del proyecto de formacin integral del
humanismo clsico2. Fuera de los crculos acadmicos de Estudios clsicos y de
algunos departamentos universitarios que conservan un ncleo duro de fillogos en
sentido tradicional, el trmino humanismo parece haberse ido vaciando de
significados y entrando en una deriva en la que cabe tanto el descubrimiento del
sentido de la historia a travs de los clsicos como la resistencia o rebelin contra
dicho sentido en la misma vindicacin de los clsicos, proyectando una imagen ora
popular, ora aristocrtica; ora creadora, ora erudita 3. El permanente debate sobre la
relevancia contempornea de estos saberes y la dificultad para proyectar sus valores
y metodologas interpretativas sobre el presente parecen atenazar esta tradicin
mediante una suerte de esquizofrenia donde ni la defensa exclusiva y numantina del
pasado ni el abrazo desesperado y amnsico del presente parecen abrir perspectiva
alguna de futuro. Cierto academicismo o enclaustramiento de los debates humanistas
en los muros universitarios e intelectuales a partir del ltimo tercio del siglo XX
habra redundado en esta situacin de aislamiento y decadencia.
2 La necesidad de reivindicar el aspecto crtico de la tradicin humanista,
hoy ms necesario que nunca, toda vez que los grandes valores de los textos del
pasado parecen anestesiados o simplemente borrados de la discusin intelectual y
la enseanza en las aulas.
3 La tradicin humanista siempre prest especial atencin a las cuestiones
relacionadas con el lenguaje, materia prima de la literatura y del discurso filosfico e
intelectual en general. El fenmeno de la comunicacin del saber y de los contenidos
y valores de los textos clsicos siempre estuvo, ms o menos explcitamente, en el
centro del debate. Si hoy, las innovaciones tecnolgicas informticas proporcionan
herramientas insospechadas al fillogo y los nuevos entornos electrnicos de
interaccin social y produccin y consumo cultural han revolucionado el acceso a la
informacin y a las mismas versiones digitales de los textos clsicos, cmo obviar la
importancia del anlisis y la crtica de dichos entornos para los intereses de la
tradicin humanista?4
Schwartz, Entre dos siglos y dos continentes: Los antiqui auctores y las literaturas hispnicas, en
nsula. Las Humanidades y el Hispanismo, n. 725, mayo, p. 13.
6
Jaime A. Rodrguez, Trece motivos para hablar de cibercultura, Bogot, Universidad Javeriana,
2004, pp. 73-74.
7
Domingo Snchez-Mesa, Interpretando a Bajtn: literatura y cultura de la responsabilidad. En B.
Vauthier y P.M. Ctedra (eds.), Mijal Bajtn en la encrucijada de la hermenutica y las ciencias
humanas. Salamanca, SEMYR, 2003, pp. 141-166.
8
Mark Poster teoriz dicho concepto a partir del modo de produccin del materialismo histrico de
Marx, en The Mode of Information. Poststructuralism and Social Context, Chicago U. P., 1990.
tecnolgico9. Esta actitud general frente a la tecnologa seala a las mquinas, que son
resultado de las decisiones y proyectos tecnolgicos, como las responsables de la
configuracin de las culturas y las sociedades10. Ya sea por va del pesimismo o del
optimismo tecnolgico, el debate social y pblico sobre la tecnologa suele
escamotearse, presentndose dicha dimensin de la vida cultural como una suerte de
destino o manipulacin perversa desde los poderes invisibles de gobiernos y
multinacionales.
Por otro lado, siguiendo con el captulo de desmontaje de mitologas, cabe citar
como sintomtico el hecho de que, en su acercamiento a la comprensin de los
fundamentos y el funcionamiento antropolgico de la ficcin (cuestin central para
los estudios humansticos), Jean-Marie Schaeffer se ocupara de los videojuegos en
tanto ficciones digitales, dotadas de un estatuto ontolgico no distinto al de ficciones
tradicionales (en su relacin con la realidad)11, o que Marie-Laure Ryan considere
tambin a este tipo de cibertextos como el gnero donde se juega el futuro del arte
narrativo digital12. En el debate sobre la cibercultura se aprendera en verdad no slo o
no tanto sobre la revolucin digital como sobre el estado de la cuestin sobre la
ficcin. Dicha revolucin, en s misma, no tiene nada que ver, segn Schaeffer, con
la cuestin de la apariencia y en consecuencia con la ficcin. Desde esta premisa,
no slo se puede iluminar a los videojuegos desde la ficcin, sino viceversa, el
fingimiento ldico o la simulacin imaginativa que estn en la base de los juegos de
rol o de las ensoaciones de la infancia seran fundamentales, segn Schaeffer, para
comprender qu es la ficcin. Puede que, al fin y al cabo, parte del miedo al futuro
ciberntico tenga que ver con las tradicionales acusaciones a la ficcin como gnero
de escapismo irresponsable.
A pesar de las sospechas vertidas sobre ellas, categoras como imitacin,
semejanza, simulacro o ilusin son centrales en la reflexin sobre las artes.
Schaeffer volver a colocar la nocin de mmesis en el centro de la discusin. Si
hay una diferencia fundamental entre las ficciones digitales y las tradicionales,
aparte de su complejidad o capacidad para combinar las tcnicas antes distribuidas
entre distintos dispositivos o medios ficcionales (relatos verbales, pintura, fotografa,
cine) es precisamente la naturaleza ldica de esas ficciones que, como Schaeffer se
encarga de aclarar, acaba suponiendo una reconciliacin entre la ficcin y sus
orgenes ldicos13. La oscilacin terica y pragmtica entre lo ldico y los mundos de
ficcin en los videojuegos, protagonizada por posturas como la del dans Jesper
Juul14, es un anticipo, en medio del debate en torno a la especificidad de este nuevo
medio cultural y artstico, del vasto territorio de estudio que se abre ante aquellos
As lo seala Fernando Broncano en Entre ingenieros y ciudadanos. Filosofa de la tcnica para das
de democracia, Barcelona, Montesinos, 2006, p. 45.
10
Lewis Mumford, uno de los representantes de este pesimismo tecnolgico y pionero del ecologismo,
distingui entre tecnologas autoritarias y tecnologas democrticas (Tcnica y civilizacin, Madrid,
Alianza, 1971).
11
Jean-Marie Schaeffer, Por qu la ficcin?, trad. de J.L. Snchez Silva, Madrid, Lengua de trapo,
2002.
12
Marie-Laure Ryan, La narracin como realidad virtual. La inmersin y la interactividad en la
literatura y los medios electrnicos, trad. de M Fernndez, Barcelona, Paids, 2004.
13
Ibid., p. 301.
14
Jesper Juul, Half-Real, Video Games between Real Worlds and Fictional Rules, Cambridge (Mass.)
MIT Press, 2005.
ALGUNAS
REFLEXIONES
SOBRE
LA
Sin pretender trazar aqu la historia del desarrollo de Internet, como tecnologa y
medio clave en la emergencia de la cibercultura, s que conviene al menos recordar
sus orgenes especficamente acadmicos y norteamericanos (inicialmente financiados
por el departamento de defensa de aquel gobierno), su expansin social de la mano de
la actividad empresarial y comercial y su desarrollo y transformacin de la mano de
sectores contraculturales como el de los hackers. La realidad o estado cultural a que
responde este nuevo paradigma es resumido as por Manuel Castells:
Internet es el corazn de un nuevo paradigma sociotcnico que constituye en realidad la base
material de nuestras vidas y de nuestras formas de relacin, de trabajo y de comunicacin. Lo
que hace Internet es procesar la virtualidad y transformarla en nuestra realidad, constituyendo
la sociedad red, que es la sociedad en que vivimos17 .
Para una introduccin al debate sobre la especificidad emergente de los videojuegos se recomiendan
los primeros nmeros de la revista digital GameStudies, http://www.gamestudies.org/0101/ [consulta
del 8-1-2008].
16
Ernesto M. Geraldes de Mello e Castro, On Visual and Concrete Poetry,
http://www.ociocriativo.com.br/guests/meloecastro/frames_textos.htm [consulta del 8-1-2008].
17
Manuel Castells (2001), Internet y la sociedad red, en Letra Internacional, 71 (2001), p. 16.
18
Ignacio Echeverra, Los seores del aire. Telpolis y el tercer entorno, Barcelona, Destino, 1999.
19
Jos Luis Lpez Brea, El tercer umbral. Estatuto de las prcticas artsticas en la era del capitalismo
cultural, Murcia, CendeC, 2004.
Vid. Pierre Bourdieu, Las reglas del arte. Gnesis y estructura del campo literario, trad. de Thomas
Kauf, Barcelona, Anagrama, 1995.
21
Raymond Williams, Keywords. A Vocabulary of Culture and Society, Fontana/Oxford U. P.,
Londres/Nueva York, 1983, ed. rev., pp. 270-271.
22
Para una valoracin de tipo sistmico del impacto de las tics y las redes digitales sobre la literatura
sigue siendo muy ilustrativo el planteamiento, necesitado ahora de actualizacin, que haca Joaqun
Hay quien sostiene, como Jos Luis Molinuevo, que somos testigos ya de la
crisis de las utopas digitales, sealando que es precisamente el fin del sueo de la
revolucin digital lo que puede permitirnos pensar hoy cmo es posible la vida en
tiempo real23. Abordando la primera de las cuestiones planteadas, lo primero que
tenemos que constatar es que el auge de las telecomunicaciones y la generalizacin o
familiarizacin progresiva de Internet viene a coincidir con el desarrollo de la
creencia de que las tecnologas digitales cambiaran de una manera decisiva nuestros
modos de vida y el mismo mundo que habitamos.
Para crticos de la cibercultura como Molinuevo queda muy poco de aqullo, o si
acaso muy poco realmente revolucionario, porque lo que de hecho sucedi es que la
revolucin digital tuvo un componente sobre todo de publicidad, cuyo producto vena
a ser la misma economa del libre mercado y una suerte de tecnolibertarismo
fuertemente utpico, ideologa que sigue impregnando la accin de muchas
comunidades virtuales y no pocos movimientos de resistencia esttica en la red. Este
libertarismo tecnolgico se ofreca como una amalgama de principios y promesas
capaz de unir el anarquismo libertario de la Nueva Izquierda (movimientos antisistema y anti-globalizacin, sectores ecologistas radicales) con el neoliberalismo del
nuevo mercado de la Nueva Derecha24.
Mark Dery caracterizaba ya a principios de los 90 esa contracultura fuertemente
tecnologizada recurriendo a un principio fsico, la velocidad de escape, que es la
velocidad en la que un cuerpo vence la atraccin de otro cuerpo, como sucede en el
despegue de una nave espacial cuando abandona la tierra. As ve Dery la trayectoria
de la cibercultura al filo del nuevo milenio, dando la razn a las profecas de
McLuhan de hace ya treinta aos. Existe la posibilidad, por tanto, de que la
cibercultura alcance esa velocidad de escape tanto en el sentido filosfico como
tecnolgico. La conjuncin de todas las visiones escapistas y ultratecnolgicas, ya
sean de orientacin misticista, ya claramente capitalistas, contribuyen a crear esa
escatologa que Dery agudamente llama la teologa del asiento eyectable25.
Frente al escapismo implcito en este mito de la velocidad de escape, Dery,
apoyndose en Donna Haraway y su llamada a una conciencia de nuestra fragilidad,
de la fragilidad de la Tierra, afirma:
La retrica de la velocidad de escape es un hbrido entre ciencia ficcin ciberpunk y la
creencia pentecostalista en un xtasis apocalptico que termina con la historia y en el que los
creyentes se renen en los cielos. Las visiones de un ciberxtasis son una seduccin mortal
que aleja nuestra atencin de la destruccin de la naturaleza, de la descomposicin del tejido
social y del abismo cada vez mayor entre la lite tecnocrtica y las masas con salario mnimo.
El peso de los prolemas sociales, polticos y ecolgicos har que el despegue post-humano
que deje atrs la biologa, la gravedad y el siglo XX acabe estrellndose de nuevo contra la
Tierra26 .
27
Manuel Castells, La galaxia Internet. Reflexiones sobre Internet, Empresa y Sociedad, Barcelona,
Debolsillo, 2003.
28
Marshall McLuhan, Comprender los medios de comunicacin. Las extensiones del ser humano, trad.
de Patrick Ducher, Barcelona, Paids, 1996.
29
David J. Bolter y Richard Grusin, Remediation. Understanding New Media, Cambridge (Mass.),
MIT Press, 1999.
30
William J.T. Mitchell, Me + + The Cyborg Self and the Network City, Cambridge (Mass.), MIT
Press, 2003.
31
David Lodge, El mundo es un pauelo, trad. de E. Riambau, Barcelona, Anagrama, 1984.
32
Nstor Garca Canclini, Diferentes, desiguales, desconectados. Mapas de la interculturalidad,
Barcelona, Gedisa, p. 164.
aos hay miles de ingenieros indios o rusos trabajando on-line desde sus
depauperadas ciudades para las grandes empresas norteamericanas de informtica33.
Si convenimos con Molinuevo en la identificacin de la cibercultura como la
sociedad del tiempo real, comprobaremos tambin la relatividad del cumplimiento
de las visiones utpicas sobre la vida en dicho tiempo. Aquella anunciada visin
auguraba, casi en trminos spinozistas, la experiencia de un tiempo instantneo,
ubicuo, simultneo, casi como si de la perspectiva de un dios se tratara, como
ficcionalizara genialmente Philip K. Dick en Ubik. Pero la realidad, si uno observa y
percibe lo que pasa realmente, es que el tiempo real no tiene esas caractersticas, a
pesar de los altsimos grados y niveles de movilidad y de aceleracin, ya que la
percepcin humana es necesariamente sucesiva. Fuera de las metforas borgianas la
experiencia del tiempo, como la del espacio, no puede ser simultnea. Por mucha
instantaneidad que produzcan las tics34, nunca hay una simultaneidad total. Esto no
quiere decir que no se estn modificando profundamente nuestras percepciones y
conceptos del espacio y el tiempo, tan slo que dudamos de que esas
transformaciones puedan considerarse autnticamente revolucionarias.
Adems, en contra tambin de aquellas profecas de la infinita perfectibilidad de
un estado posthumano gracias al progreso tecnolgico, la realidad ha venido a
demostrar que este tiempo real del que habla Molinuevo no es el tiempo eterno
anunciado, sino ms bien el de la mxima caducidad u obsolescencia35. A pesar de las
visiones de los grandes gurs de ese posthumanismo, como Stelarc36 o Hans
Moravec37, los soportes tecnolgicos de la cibercultura no son los soportes de la
inmortalidad con que suean los transhumanistas sino, por el contrario, los ms
efmeros que han existido. Todos tenemos una experiencia cotidiana de esto, con sus
consiguientes cargas econmicas. Vivimos entre ruinas tecnolgicas, presionados por
la compatibilidad y la portabilidad de la informacin de nuestros ordenadores cada
poco tiempo. Bien es cierto que otra lectura es posible, desde el entendimiento
funcional de lo tecnolgico en la memoria cultural humana, y que descansa en la
defensa de la conservacin de los artefactos, precisamente por esa obsolescencia que
les acerca a lo humano38.
33
Rei Chow, Media, materia migraciones, en Eutopas, 2 poca. Documentos de trabajo, Valencia,
Centro de Semitica y Teora del espectculo, Universidad de Valencia y Asociacin Vasca de
Semitica, 1994.
34
Tecnologas de la informacin y la comunicacin.
35
Ibid., p. 110.
36
El australiano Stelarc es uno de los puntos de referencia para el body-art ciberntico. Macluhaniano
confeso, sus performances de suspensiones y amplificaciones cibernticas de su cuerpo son ilustradas
por ensayos tericos donde sus tesis postevolucionistas definen una idea del cuerpo en tanto estructura
por controlar y modificar, no ya como receptculo del espritu o del vnculo social, no como objeto
del deseo, sino como objeto de diseo (Prosthetics, Robotics and Remote Existance:
Postevolutionary strategies, Leonardo 24, n. 5, 1991, p. 591).
37
En Minds Children. The Future of Robots and Human Intelligence (Cambridge (Mass.), Harvard U.
P., 1988) Moravec identifica lo humano ms con patrones informacionales que con presencias
corporales, hasta el punto de plantear la posibilidad de que una conciencia pueda ser cargada en un
ordenador.
38
Fernando Broncano, Mundos artificiales: Una cultura de la novedad permanente es paradjicamente
una cultura que necesita de la memoria para mantener la variedad. Llegados a un cierto grado la
preservacin de los artefactos pasados es la garanta de los artefactos y soluciones del futuro. Ob. cit,
p. 302.
La tradicin de reflexin sobre las relaciones entre cultura y tecnologa dentro del
humanismo es amplia y bastante conocida. Sin embargo hace falta una ms intensa y
profunda labor de teorizacin sobre la tecnologa y es sta una de las tareas
fundamentales que le caben a las nuevas humanidades en su responsabilidad de
comprender y dar cuenta de las grandes cuestiones propias de nuestro tiempo, a la luz
del pasado y con vistas a la construccin del futuro.
Ms all de la actitud escptica y pesimista que, como veremos enseguida, ha
predominado en las interpretaciones filosficas, estticas y crticas respecto de la
tcnica, sta puede plantearse alternativamente, siguiendo precisamente la lnea
abierta por Ortega y Gasset en Meditacin de la tcnica40, como parte de la
circunstancia humana, en tanto la tcnica del tcnico, fundamento posible de un
humanismo tecnolgico que, segn Jos Luis Molinuevo, conduzca a asumir la
naturaleza y las cosas no como res sino como pragmata, conjunto de posibilidades y
dificultades que no vienen dadas sin ms, sino que se estn haciendo, que estn en
marcha41. El mundo de la posibilidad viene as a ser el mundo de lo virtual, el
territorio de la metfora, del ser como existir en continua metamorfosis. En una lnea
paralela, ms no ya dentro del paradigma de la esttica sino de la filosofa de la
tcnica, Fernando Broncano invita a plantearse la tcnica como el campo de ejercicio
de la racionalidad tecnolgica en tanto capacidad para descubrir y aprovechar las
oportunidades de transformacin colectiva de la realidad42. La pregunta por la
tecnologa es la pregunta por la polis, por la praxis, y el empeo en escapar de los
determinismos pasa igualmente por entender que la capacidad de control, que ocupa
el centro del diseo y el debate sobre la tecnologa, no debiera disociarse en sus
aspectos tcnicos por un lado y reflexivos por otro. El kibernetes o timonel controla
la navegacin a travs de una serie de artefactos en un proceso en el que sus
39
Katherine N. Hayles, La Evolucin del Caos: El Orden dentro del desorden en las ciencias
contemporneas, Barcelona, Gedisa, 1993, pp. 219-220.
40
Jos Ortega y Gasset (1939), Meditacin de la tcnica y otros ensayos sobre ciencia y filosofa,
Madrid, Alianza, 1982.
41
Jos Luis Molinuevo, Ortega y la posibilidad de un humanismo tecnolgico, en Revista de
Occidente, n. 228, pp. 5-18; vase tambin su libro Humanismo y nuevas tecnologas, Madrid Alianza,
2004.
42
Fernando Broncano, Mundos artificiales. Filosofa del cambio tecnolgico, Mxico, Paids, 2000, p.
79.
10
11
12
53
13
14
Para una importante coleccin de ensayos donde se argumenta convincentemente que el modo en que
la gente entiende y usa la tecnologa es crucial para conducir el cambio tecnolgico, vase Merritt Roe
Smith y Leo Marx (eds.), Does Technology Drives History? The Dilemma of Technological
Determinism, Cambridge (Ma.) MIT Press, 1994.
63
K.N. Hayles, The Materiality of Informatics, Configurations, vol.1, N 1, Invierno, 1993, pgs.
147-170.
64
Jean-Marie Schaeffer, Por qu la ficcin? Trad. de J.L. Snchez-Silva. Madrid, Lengua de trapo,
2002.
65
William Gibson, Neuromante, Trad. de J. Arconada y J Ferreiro. Barcelona, Minotauro 1989.
66
Mary-Laure Ryan, El ciberespacio, la virtualidad y el texto. En D. Snchez-Mesa (ed.), Literatura
y cibercultura, ob. cit., pp. 73-116.
15
16
Manuel Castells, Internet, libertad y sociedad. Una perspectiva analtica (leccin inaugural del
curso acadmico 2001-2002 de la UOC), en http://www.uoc.edu/web/esp/launiversidad/
inaugural01/intro_conc.html [consulta del 3-1-2008] .
71
S. Zizek, Lacrimae rerum, ob. cit., p. 58.
72
sta es la pregunta clave que invita a contestar Jenaro Talens en Escritura contra simulacro. El lugar
de la literatura en la era electrnica. En Eutopas, 2 poca, Valencia, Centro de semitica y Teora
del espectculo (Universidad de Valencia) / Asociacin Vasca de Semitica / Episteme, vol. 56, 1995.
73
Mark Poster, La ciberdemocracia. Internet y la esfera pblica, en D. Snchez-Mesa, Literatura y
cibercultura, ob. cit., pp. 177-198.
17
74
18
19
Chartier, Les usages de l`imprime. XVe-XIXe sicle, Pars, Fayard, 1987 y El orden de los libros:
lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIV y XVIII, Barcelona Gedisa, 1994; G.
Nunberg (comp.), El futuro del libro. Esto matar eso?, trad. de Irene Nez, Barcelona, Paids,
1998; Carla Hesse, Los libros en el tiempo, en G. Nunberg, ob. cit., pp. 25-40.
83
A. Rodrguez de las Heras, El libro digital, en Revista digital dHumanitats (UOC), n 1 (1999),
http://www.uoc.edu/humfil/digithum/ digithum2/catala/Art_Heras/heras_5.htm [consulta del 1-3-2008]
84
A. Rodrguez de las Heras, Los estilitas de la sociedad tecnolgica, Madrid, Fundacin Telefnica
(libro electrnico) http://www.campusred.net/intercampus/rod4.htm
[consulta del 3-1-2008];
Nuevas tecnologas y saber humanstico, en D. Snchez-Mesa (ed.), Literatura y cibercultura, ob.
cit, pp. 147-173.
85
El Memex de V. Bush, concebido con la tecnologa de la poca, no pas del papel del artculo "As
We May Think", publicado por la revista The Atlantic Monthly, n 176 (1945), pp. 101-108.
86
A. Rodrguez de las Heras, Nuevas tecnologas y saber humanstico, ob. cit., p. 151.
87
En palabras de J.L. Borges: De los diversos instrumentos del hombre, el ms asombroso es, sin
duda, el libro. Los dems son extensiones de su cuerpo. [] Pero el libro es otra cosa: el libro es una
extensin de la memoria y de la imaginacin. En Borges oral, Madrid, Alianza, 1998, p. 9.
88
Nos referimos a la clebre polmica entre el periodista de Wired, Kevin Nelly, y el novelista John
Updike, suscitada por la reaccin de ste ltimo en defensa del libro tras el anuncio de digitalizacin
20
21
al cine o tomar unas copas. La pregunta ms bien es: Cmo se articulan ambos
mundos? Cmo se producen las transiciones de uno al otro? Qu cambia en la
identidad de lo sujetos, en su forma de percibirse a s mismos y de relacionarse con
los dems dependiendo de que se acte en una u otra esfera? Qu relaciones de poder
estn en juego en uno u otro mbito?
El tiempo real no es tanto una sustitucin del tiempo o el espacio fsicos
como una invitacin de los mismos. En las identidades ciberespaciales la ideologa
virtualizadora o idealista suele disociar mente y cuerpo, como si de entidades
platnicas se tratara, pero el tiempo real lo es tanto de la mente como del cuerpo.
De este modo, la que podemos llamar generacin del cibespacio (aos 80) es una
generacin, como la del 14 del mismo siglo pasado, fascinada por lo inmediato, si
bien, a diferencia de su antecesora, tiene mucha prisa por expresarlo y funcionan ms
bien, siguiendo el cronotopo de la cibercultura, como nmadas errantes a lo largo de
una frontera sin final 91. Si la generacin de Ortega y Gasset utilizaba el ensayo para
expresar la vida concebida ella misma como ensayo, la de los jvenes del cambio de
siglo parece ser la de la abreviatura en una vida entendida como abreviatura. De
esta fascinacin por la inmediatez y por las posibilidades de las tecnologas digitales
para expresarla se han desarrollado nuevos gneros narrativos como los blogs,
fenmeno caracterstico de la web social, que est invitando a revisar formas y estilos
del nuevo periodismo, de la crtica literaria y artstica en general, al tiempo que
presiona sobre las instancias legitimadoras de los valores literarios y culturales.
Las audiencias en tiempo real, fenmeno de impacto notable en las
dinmicas de realizacin de los medios audiovisuales o en el periodismo, son otro
ejemplo de vida en tiempo real. Como lo es el uso de los SMS, que, aparte de su
espectacular xito como tecnologa de comunicacin microepistolar frente a los antes
unidireccionales medios de masas, transforma tambin las formas en que
experimentamos los acontecimientos, que ya no son tanto narrados como hechos
pasados en el presente del relato, como en cuanto hechos que estn teniendo lugar en
un tipo de relato orientado inequvocamente hacia el futuro o en marcha.
Las nuevas formas de escritura ensayadas en los blogs, a medio camino entre el
periodismo y la literatura, combinan este efecto de tiempo real con el arte de las
multitudes. Cmo responder literariamente a estos desplazamientos en la vivencia de
las coordenadas clsicas de la subjetividad humana, el espacio y el tiempo? Y cmo
puede afectar esto a la literatura? Ah est el fenmeno, no muy atendido por la teora
o la crtica literaria, de la escritura de libros o de relatos en tiempo real, las llamadas
wikinovelas o novelas interactivas que van respondiendo, como si de un reality
show se tratara, a las reacciones de sus lectores. Este tipo de libro en directo podra
adquirir la forma de un diario, pero lleno de discontinuidades, como es la experiencia
de la temporalidad contempornea, segn afirma Vivian Sobchack92.
2.3. Por una ciudadana esttica o sobre las posibilidades de una modernidad
digital
Ya vimos cmo, en la dcada de los 20 del siglo pasado, Bertholt Brecht y Walter
Benjamin establecan algunas de las bases de una esttica materialista de los medios
de comunicacin y creacin artstica en la, entonces emergente, sociedad de masas.
Considerbamos entonces que dichos textos inauguraban una tradicin dentro de la
91
22
23
cyberpunk que, ms que crticos de una sociedad existente, son artistas que la
describen tratando de sobrevivir en su brillo crepuscular, a modo de dandys
posmodernos pasados por el filtro de la novela negra y de los ecos de la novela
gtica97.
En su defensa de una modernidad digital, que reconoce como aparente
oxmoron, Molinuevo sugiere empezar estudiando tanto las transformaciones estticas
que han hecho posible la modernidad digital como, tambin, las transformaciones
estticas que la modernidad digital hace posible a su vez. Y recomienda, en la lnea de
la educacin esttica schilleriana, evitar la confusin de los juicios ticos con los
estticos. Si nos mantenemos en el paradigma de la esttica o de la teora de la
literatura es porque asumimos una serie de metamorfosis: en el mbito creador, en el
de la existencia de la obra misma, en el de la recepcin, del cuerpo, de la experiencia
del espacio y del tiempo, del concepto de la realidad y de la ficcin. Las notas
ms definitorias en el fenmeno de comunicacin esttica pasan a ser ahora el nfasis
en el proceso (antes lo estaba en la produccin o la lectura, o en la obra misma), en el
acceso y en el acontecimiento mismo de la comunicacin98.
Cabe decir, eso s, que la descripcin crtica de Molinuevo de la desconstruccin
posmoderna del sujeto moderno resulta simplificadora. No creo, como suele suceder
cuando se critica a los padres de la teora posmoderna, que los conceptos
principales de la desconstruccin, de la filosofa de Deleuze y Guattari (concepto
rizomtico de sujeto) o de los cuestionamientos del yo cartesiano y del concepto
tradicional de autora en Barthes o Foucault puedan ser responsabilizados de todos los
desvaros de algunos de los discursos posthumanistas o transhumanistas. Aquel
pensamiento posmoderno no renuncia al conocimiento del yo, salvo que ste slo es
tomado como posible a partir del desmontaje del yo construido, heredado de la
modernidad filosfica racionalista, empirista y tambin idealista, con sus derivaciones
polticas, econmicas y estticas. La conciencia del ser dialgico de la existencia
(psicolgica, lingstica, social, esttica) no implica la prdida de la responsabilidad.
Heterogeneidad, hibridez, movilidad no clausuran la vida del sentido, sino que ms
bien taladran la teora de que sta se suponga sostenida en el desenvolvimiento de
instancias ideales que funcionen de forma fundante y totalizadora para la pluralidad y
movilidad de lo vivo. Lo que s es cierto, y aqu hay que darle la razn a Molinuevo,
es que es preciso recuperar la nocin de lo nuevo y tambin de poder construir un
presente para el futuro.
Siguiendo el modelo de Schiller, hace falta una educacin esttica para el nuevo
tiempo que permita recuperar algunos valores perdidos de la cultura moderna: lo
nuevo y la belleza. En sus Cartas para la educacin esttica del hombre99, Schiller
se convierte en uno de los modelos ms actuales de una esttica poltica de la
resistencia, basada en el proyecto de educar al propio siglo con sus propias armas y en
contra de su gusto dominante.
A pesar de que la obra de Schiller es incomprensible sin Kant y Fichte, lo cierto
es que se separa del primero en cuanto haca coincidir los imperativos ticos y
estticos, mientras que del segundo se distancia al reivindicar la unin entre esttica y
conocimiento, y por tanto los derechos del sentimiento. Su respeto al orden
97
Para comprender las races, evolucin y sentidos de la literatura cyberpunk, vanse G. Slusser y T.
Shippey (eds.). Fiction 2000. Cyberpunk and the Future of Narrative, Athens, Univ. of Georgia Press,
1991; y Dani Cavallaro, Cyberpunk and Cyberculture, Londres / New Brunswick , 2000.
98
Molinuevo, ob. cit., p. 139.
99
F. Schiller (1795), Kalias. Cartas para la educacin esttica del hombre, trad. de Jaime Feijo
y Jorge Seca, Barcelona, Anthropos, 1990.
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Zeit y traducido en Revista de Occidente entre Harald Welzer y Martin Seel, titulado:
Las paradojas de la utilidad. Un debate sobre las humanidades114, as como los
artculos publicados por Stanley Fish en The New York Times, Will the Humanities
Save Us? y The Uses of Humanities, Part Two115. A pesar de las limitaciones con
que se establece la discusin a menudo116, la polmica puede considerarse sintomtica
de la coyuntura en que nos hallamos, ya que no cesa la revisin de la relevancia de
estos estudios, no directamente demandados por los sectores sociales ms
preponderantes desde el punto de vista econmico y profesional. Todo ello sin olvidar
la situacin de incertidumbre que rodea a los departamentos correspondientes ante la
crisis de alumnos matriculados en los ltimos cursos acadmicos.
Sea como fuere, la llamada crisis de las Humanidades tiene que ver bastante con
la falta de un programa de investigacin y docencia propio del nuevo humanismo. Las
disciplinas humansticas dentro de las cuales se incluyeron las que hoy
denominamos ciencias sociales son las que siempre buscaron y ejercieron las
interpretaciones de cada poca y, al hacerlo, definieron y tematizaron sus ncleos
normativos117. Hoy da, desde la conciencia de que no existe ya un discurso nico de
interpretacin general vlido (como lo pudo ser el positivismo, el idealismo estilstico,
el estructuralismo, el marxismo o incluso el psicoanlisis), ninguna disciplina, ni
siquiera la filosofa, puede arrogarse el papel de definitoria de los temas y el lenguaje
de esta investigacin. Esa falta de un lenguaje o discurso comn y de un proyecto o
ncleo temtico colectivo, hace difuminarse el lugar de las Humanidades en el nuevo
reajuste disciplinar y cientfico del cambio de siglo, situacin agudizada en el
contexto europeo por las reformas emprendidas para la efectiva constitucin de un
espacio educativo comn para la enseanza superior en el marco de la UE.
En este nuevo contexto acadmico con que se corresponde el tercer entorno o
cibercultura, la nocin de responsabilidad, ante el presente y el futuro, es planteada
por Carlos Thiebaut como una nocin normativa, en el sentido de un tipo de
responsabilidades cosmopolitas, bsicas en la formacin de los nuevos ciudadanos de
este entorno, tarea en la que cabe proyectar los esfuerzos de las nuevas
humanidades118. En efecto, siguiendo el modelo del modo dialgico de comunicacin
digital, lo que llamamos acto responsable, puede convertirse en el campo de ensayo
para suturar la herida entre razn terica y prctica propia de la razn moderna.
114
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Mieke Bal, Travelling Concepts in the Humanities. Toronto, University of Toronto Press.
Departamentos y programas como los de la Amsterdam School for Cultural Analysis (ASCA)
http://www.hum.uva.nl/asca/ de la Universidad de msterdam, o el de Humanistic Informatics, de la
Universidad de Bergen (Noruega) [http://huminf.uib.no/?page_id=69], son dos ejemplos del modelo de
nuevas Humanidades preconizado aqu.
121
George Steiner (2004), Lecciones de los maestros, trad. de M. Cndor, Madrid, Siruela, p. 169.
122
Laura Borrs, Pero hay realmente un cambio de paradigma? Un anlisis apresurado mientras la
literatura pierde los papeles, en D. Romero y A. Sez (eds.), Literaturas: del Texto al Hipertexto,
Barcelona, Anthropos, 2008.
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aunque capaz de elegir al mismo tiempo que se hace a s mismo126. Esa visin
emanada desde el ncleo seminal de la tradicin humanstica no ha perdido vigencia
en el transcurso de los siglos, si bien resulta ya imposible asumir otras ideas
deslumbrantes de aquel texto, como la clebre imagen del hombre como microcosmos
del universo. Hablamos de los seres humanos como seres inacabados, errantes,
proteicos y en metamorfosis permanente, al mismo tiempo que ejercen su
responsabilidad y se construyen s mismos. Este es el zoon tejnikon del que nos
hablaba Ortega, el cborg que ha de protagonizar la hoy compleja tarea de recuperar el
futuro, de construir nuevos campos de investigacin que respondan al presente y de
seguir poniendo a prueba las viejas preguntas del pasado, con sus correspondientes
respuestas, enriqueciendo as la noble herencia del humanismo con los conceptos y
herramientas crticas e interpretativas de las Nuevas Humanidades, ahora apenas
emergentes, en unos tiempos de confusin e incertidumbre que exigen de nosotros
una accin responsable, un nuevo proyecto.
126
Giovanni Pico della Mirandola (1486), Discurso sobre la dignidad del hombre, ed. de Pedro
Quetglas, Barcelona, PPU, 1988.
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