La Nacion Fingida
La Nacion Fingida
La Nacion Fingida
permanente del pas. No slo artificial, sino ms bien artificial todos los das. La poltica petrolera del
actual rgimen, cuyo efecto ms visible es la inflacin interior, no ha hecho sino agudizar el carcter
artificial de la vida econmica venezolana. El actual rgimen con su poltica econmica y administrativa
ha sido el ms eficaz de la nacin fingida. Para poner a la vista la condicin artificial de nuestra vida
actual bastan pocos rasgos. Pocos rasgos que es fcil advertir y que yo quisiera grabar en la mente de
todos los venezolanos. El primero es que nuestra capacidad productiva propia, que es la nica riqueza
estable sobre la que se puede fundar una nacin slida y verdadera, no ha aumentado sensiblemente
desde la poca en que no tenamos petrleo. El segundo es que la riqueza petrolera y la poltica
financiera del gobierno combinados han creado en Venezuela un fenmeno peculiar que se refleja en el
siguiente hecho: inflacin interior con altos precios y bajo poder adquisitivo de la moneda, y abundancia
de divisas baratas con alto poder adquisitivo exterior. Es decir un plano inclinado que lleva a no producir
nada y a comprar en el exterior con petrleo todo lo que necesitamos para mantener un nivel de vida
artificial. El tercero de los hechos es que el petrleo no es una riqueza permanente y reproductiva, sino
un capital que estamos consumiendo sin reproducir. Una riqueza transitoria. Un bienestar prestado y
fugitivo. Amenazado no slo por la segura posibilidad de su extincin en un futuro, sino tambin por la
probable ocurrencia de que nuestros crecientes costos hagan antieconmica la produccin de los dems
bienes; o de que se lleve a cabo el ya anunciado plan de producir petrleo sinttico del carbn en gran
escala en los Estados Unidos, o por ltimo, de que se comienza a utilizar con fines industriales la energa
atmica, lo que las mayores autoridades cientficas creen posible en un lapso no mayor de veinticinco
aos. El hecho final, que quiero destacar y que los resume a todos, es que el petrleo sustenta hoy la casi
totalidad de la vida venezolana. Ha enterrado bajo apariencias de riqueza la Venezuela verdadera. Y
dependemos de l de la manera ms absoluta y trgica. Un solo hecho servir para pintar la magnitud de
esta dependencia. En el sentido ms material de la palabra vivimos de la importacin. Importamos casi
todo lo que necesitamos para vivir. Si la importacin se detuviese no tendramos ni con qu vestirnos, ni
con qu comer, ni con qu transportarnos, ni con qu curarnos. Pues bien, el ao de 1947 Venezuela gast
464 millones de dlares para pagar principalmente importaciones. Esos 464 millones de dlares
provenan de 442 millones de dlares aportados al mercado por las compaas petroleras y 22 millones
producidos por la exportacin propia y todas las dems actividades econmicas venezolanas. Nuestra
vida se financi en 1947 en un noventa y cinco por ciento con la exigua riqueza permanente de la
verdadera Venezuela. Podramos decir, sobre la base de 1947, que en una proporcin del noventicinco
por ciento ramos una nacin artificial, un pas que vive de una regala. Y esta verdad sera lo
suficientemente dantesca para conmover a los ms alegres participantes de ese festn de Baltasar que
pagado con petrleo est tendido a todo lo largo de Venezuela.
Pero es que la realidad es todava peor. No slo somos en un noventicinco por ciento de nuestra actividad
una nacin fingida. Tambin ese restante cinco por ciento de la verdadera Venezuela, de la pobre
Venezuela, est desnaturalizado. No es una nacin artificial que se ha superpuesto a una nacin real, es
una actividad transitoria absorbente que ha hecho artificial la existencia toda de la nacin. Basta pasar
revista a los hechos ms salientes para comprenderlo. Toda nuestra agricultura es hoy artificial. Las
caraotas y el maz son tan artificiales como los aviones de la Lnea Aeropostal. Son artificiales porque
sus costos son artificiales. No estn determinados por los costos mundiales. Suben por el capricho de
quienes controlan el dispendio de la riqueza petrolera convertida en bolvares. No puede ser maz lo que
se vende a cuarenta bolvares. Nadie en el mundo compra maz a ese precio. Es un producto artificial
hecho para un mercado artificial, sostenido, como la bola de un prestidigitador, sobre un chorro de
petrleo. La industria es tambin artificial. Nuestros costos crecientes sobrepasan como torres los costos
mundiales. Son industrias artificiales, que a precios artificiales que nada tienen que ver con el mecanismo
de la economa mundial, venden para un mercado artificial cuyo poder adquisitivo no se deriva de su
capacidad propia de trabajo y produccin sino del dinero petrolero que pone en manos de los
consumidores un Estado prdigo. La poblacin es tambin tan artificial como su poder adquisitivo. En
artificiales actividades de importacin o de servicios crece una poblacin que est en desequilibrio
creciente con la capacidad efectiva de produccin y de sustentacin de la tierra venezolana. El Estado es
tambin artificial. Toda esa densa y costosa burocracia, todos esos mltiples y aparatosos servicios, no
dependen ni de una riqueza fiscal slida ni de necesidades efectivas de la nacin. La verdadera capacidad
de producir riquezas de la nacin no da para mucho ms de un presupuesto de gastos como el que
tenamos en 1906. Un presupuesto a lo sumo de ciento cincuenta millones de bolvares. Lo que gastamos
hoy en cualquier Ministerio. Esos dos mil millones de bolvares que el Estado despilfarra hoy son
artificiales. Es un chorro transitorio de bolvares que pasa sin detenerse, como un inmenso chorro de
petrleo que estuviese abierto sobre el territorio venezolano corriendo torrentosamente hacia el mar.
Somos cada da ms una nacin fingida. Nada de lo que tenemos tiene existencia y asiento real. Esta es la
gran cuestin, la nica cuestin, la cuestin de vida o muerte que el destino ha planteado a los
venezolanos de hoy. Hacer con el petrleo una nacin real.
No disputar de bizantinismos, no embriagarnos de palabras vacas entre las bambalinas y los telones de
esta nacin fingida que estamos levantando. Junto a sto, qu mezquino, qu pequeo, qu trgicamente
descaminado, resulta el pintoresco debate poltico en que los hombres de la hora tienen engolfado el pas.
Cuando la hora sera del despertar, del destruir mentiras, de la unidad de accin y de una bolivariana
salvacin de la nacin.