La República Conservadora de Andrés Bello
La República Conservadora de Andrés Bello
La República Conservadora de Andrés Bello
Lo que ocurra en el Santiago de Chile de la primera mitad del siglo XX era que la
estatua de Bello, en su silln de mrmol, en actitud pensativa, frente a la puerta
principal de la Universidad de Chile, una de las tantas creaciones suyas, dominaba el
centro antiguo de la ciudad. En piedra, en mrmol, en efigie, en placas
conmemorativas, Bello estaba en todas partes. Era el inspirador de la Constitucin
Poltica de 1833, texto conservador que puso fin a largos aos de anarqua, el
redactor del Cdigo Civil, que sirvi de ejemplo a muchos otros pases de
Hispanoamrica, el primer rector de la universidad, el organizador y primer Oficial
Mayor del ministerio de Relaciones Exteriores, el autor de la Gramtica de la lengua
castellana, el poeta y traductor de clsicos de la poesa europea. Su presencia era tan
fuerte, tan constante, tan evidente, que mi generacin, marcada por la vanguardia
esttica de los aos veinte, por los intelectuales rupturistas de los treinta y cuarenta,
por el existencialismo francs, trat de evitarla, de ignorarla a toda costa. Andrs Bello
era una estatua y un nombre de calle. Era tema de disertaciones acadmicas, de
seminarios y cursillos que tenan ecos en toda la regin, y sobre todo en su Caracas
de origen. Rechazar a don Andrs, a la vasta constelacin bellista, era rechazar el
oficialismo, el lugar comn, la sabidura obligatoria, impuesta desde el exterior. Por el
impuso su criterio y mand una expedicin martima al mando del almirante Manuel
Blanco Encalada, que haba alcanzado a intervenir en las luchas de la independencia.
El general triunfador en Yungay, en el interior de la sierra del Per, fue Manuel Bulnes,
quien asumira poco despus el segundo perodo presidencial chileno, de acuerdo con
la Constitucin de 1833, que fijaba perodos de cinco aos de duracin y con la
posibilidad de una reeleccin, los primeros quinquenios, cuyos plazos se cumplan en
forma rigurosa. Al conocer en su destierro de Boulogne-sur-mer, en el norte de
Francia, las noticias del traspaso de poderes entre Prieto y Bulnes, efectuado en
forma enteramente pacfica en 1841, el general argentino Jos de San Martn escribi
que Chile era el nico pas que saba ser repblica hablando en espaol. Cita la
carta de San Martn, en sus Recuerdos literarios, publicados por primera vez en 1878
y donde el ataque a las ideas de Andrs Bello es uno de los temas centrales, Jos
Victorino Lastarria. Bello haba sido profesor de Lastarria en la dcada de los treinta y
la relacin respetuosa entre ambos se mantuvo, a pesar de las diferencias
ideolgicas, durante toda la vida.
En los abundantes ensayos, estudios, biografas de Andrs Bello, se intenta pocas
veces mostrarlo en su unidad de pensamiento, en su extraordinaria coherencia
intelectual. En una notable biografa reciente,Andrs Bello: la pasin por el
orden (Editorial Universitaria, Santiago, Chile, 2001), el profesor chileno Ivn Jaksic se
empea en explicar este carcter unitario de la obra de Bello y llega lejos en su
anlisis. Se plantea en forma interesante, necesaria, la relacin entre el Andrs Bello
poeta, gramtico, estudioso de la literatura de la lengua desde sus orgenes
medievales, filsofo, hasta el Bello jurista y legislador. Como ya dije, la estrecha
confianza entre hombres tan diferentes como Bello y Portales es un enigma histrico.
Ahora pienso que el salvaje asesinato del ministro Portales por un nfimo grupo de
amotinados militares, en 1837, produjo el efecto contrario al que buscaban sus
autores: una admiracin popular del ministro asesinado y un fortalecimiento del
Estado de Derecho que l haba estado creando en fiel sintona con Bello.
En sus primeros pasos en la diplomacia sudamericana en Inglaterra, Bello encontr
tiempo para escribir poemas y para estudiar los orgenes de la lengua espaola. Su
examen detenido, minucioso, delCantar de Mo Cid, lo llev a conocer a fondo el paso
del latn al espaol de los primeros tiempos. Bello era un lector eximio de Virgilio, de
Horacio, de Cicern, de Sneca. Ahora bien, esas lecturas haban sido paralelas con
el estudio de los primeros juristas romanos. En sus discusiones sobre los programas
de derecho de la Universidad de Chile, insiste en forma brillante en la conveniencia de
incluir buenos estudios de derecho romano. Bello conoce el derecho romano desde
sus orgenes republicanos y tambin conoce su influjo en el derecho espaol, que se
manifiesta con claridad, a su juicio, en Las Siete Partidas. Pues bien, su lectura atenta
del Cantar de Mo Cid lo lleva a la conclusin de que el Cantar Tercero, donde se
narra la afrenta inferida por los Infantes de Carrin a las hijas del Cid y se describe la
corte convocado por el rey Alfonso VI (Alfonso el castellano) a pedido del Cid para
hacer justicia, tiene una relacin directa con los principios romanos del derecho y con
los procedimientos jurdicos que se aplican en Espaa.
En otras palabras, Andrs Bello ve una relacin inspiradora para l, importante para
su nocin de lo que deberan ser las repblicas hispanoamericanas, entre la lengua
de los orgenes y el derecho de los orgenes: el latn, el espaol, el derecho romano y
Es una historia antigua, pasada, y tiene, sin embargo, una vigencia extraordinaria. No
creo que perdamos nada con recordarla. Quiz, en los tiempos confusos y
relativamente brbaros que corren, sea una evocacin saludable y hasta necesaria. El
sectarismo de muchas regiones de la Amrica Latina de hoy, que suele ir
acompaado de altos niveles de ingenuidad y de ignorancia, tendra mucho que
aprender del ejemplo de don Andrs. La vastedad de su erudicin, de su visin de
humanista, de su trabajo legislativo, constituyen un contraste con la situacin de estos
das y una enseanza extraordinaria para todos nosotros. Andrs Bello perteneci a
una especie humana escasa de hispanoamericanos tranquilos, reflexivos, de
sabidura superior. El hecho de que Chile lo haya adoptado, le haya dado su
nacionalidad y haya tenido un respeto profundo por su trabajo, a pesar de las
ardientes polmicas que despertaba, merece una reflexin de las generaciones
actuales. Fue un hombre de progreso, de conocimientos clsicos y modernos, poeta y
hombre de ciencias, adems de constitucionalista, civilista, internacionalista. El amor
por el mundo sudamericano, por su naturaleza, por sus formas de convivencia; su
esfuerzo por mantener una identidad propia, nueva en su tiempo, tambin son
esenciales para definirlo. Los que lo acusaron con virulencia, con expresiones de odio,
aprovechando para hacerlo las libertades pblicas que l mismo haba contribuido a
instalar en el Chile del siglo XIX, cometen un error parecido al de muchos exaltados
de hoy. Es una historia que se repite. Pero todo indica que Bello es un contemporneo
nuestro, un maestro y a la vez un compaero de ruta.
Madrid, marzo de 2015