Gaucho Cubillos Leyenda Al Teatro Navarrete 2004
Gaucho Cubillos Leyenda Al Teatro Navarrete 2004
Gaucho Cubillos Leyenda Al Teatro Navarrete 2004
El Gaucho Cubillos:
de la leyenda
al teatro
Realidad, mito e identidad cultural
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MITIFICACIN
DEL PERSONAJE
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peligro y de la muerte, y una vez muerto, por la atribucin de circunstancias y elementos sobrenaturales
que continuaba engrandeciendo la memoria del hroe.
Ya no estaba entre nosotros pero desde algn plano
csmico continuara protegiendo a los desposedos.
Incluso en esta unificacin de la muerte con los valores
trascendentes de la religiosidad persisten las notas
romnticas 3.
Prontamente se fueron aadiendo algunas connotaciones y circunstancias que el azar o la visin parcializada de la realidad hacan sumamente significativas
para aqullos que en su interior necesitaban engrandecer la figura an despus de la muerte: los ojos abiertos
y serenos del cadver como detenidos en una inmovilizacin anterior al hecho del balazo (cfr.s.), la coincidencia sugestiva de las iniciales de su nombre tatuadas en
el brazo derecho y las del matador Juan Carrizo,
el hecho de que el cuerpo no revelara muestras de descomposicin a los tres das de su muerte, etc. La fama
del hombre vivo comenzaba a transformarse en leyenda despus de la muerte. Leyenda discutida, con adeptos y detractores, pero, indudablemente, conocida por
toda la poblacin cualquiera fuera su adhesin o rechazo o descreimiento.
Si bien podemos suponer que todo mito fue alimentado por una leyenda anterior que sostena el imaginario colectivo, del mismo modo podramos asegurar
que toda leyenda no llega, fatalmente, a constituir un
mito. Aunque si nos atenemos a la simplificada pero
abarcadora clasificacin de Angel Mara Garibay K.,
quien establece tres categoras: mitos divinos, mitos
heroicos y mitos novelescos, podramos incluir a
Cubillos en la ltima, puesto que las suyas son historias de personas de poca monta (es decir, comunes) que en
sus aventuras fantsticas adquieren inters para la comunidad (p. XII). Juan Francisco Cubillos fue una persona comn, de existencia real, y sus aventuras novelescas crecieron en la fantasa de la comunidad es decir,
otros hombres comunes hasta convertirse en leyenda con un hroe como eje; despus de muerto se lo
ti de elementos sobrenaturales que llev a una casi
deificacin de su recuerdo 4; pero debemos preguntarnos, esta leyenda constituye un verdadero mito?
REVALORACIN LITERARIA Y CRTICA A LA
ACEPTACIN POPULAR DE LA LEYENDA
Todava resulta frecuente encontrar en los ranchos campesinos una estampa de Cubillos o que, en
los asados rurales, alguna voz se alce para brindar por
las eternas memorias del Gaucho Cubillos. A ms de
cien aos de su muerte, el templete que antecede a su
tumba en el cementerio de la ciudad de Mendoza, est
siempre colmado de flores, de placas de agradecimiento por los favores concedidos y de velas que, hasta no
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hace mucho tiempo, llevaban la marca Gaucho Cubillos. A l se le reza y se le piden milagros que, segn
sus devotos, suelen cumplirse.
sa es tambin la imagen de apertura de la pieza
teatral El Gaucho Cubillos, a la que su autor calific de
Comentarios populares sobre el denominado Gaucho Santo, en un prlogo y siete cuadros 5.
En las almas se filtra la fe
como un suave perfume de vida.
Cree en algo la flor dolorida
y jams averigua por qu.
Es as que a su bculo magro
une el tiempo una nueva ficcin:
se consagra por cierto un milagro
y se alienta del vulgo el zurrn.
Creaciones de la humana ansiedad,
espejismo o ntimo anhelo.
Signos borrosos de incierta piedad
curan las almas como un santo velo.
__________
por el pblico y lleg a las cinco funciones. En el cuadro final, que se desarrolla en el cementerio, frente a
la devocin de mujeres y hombres que acuden a la
tumba de Cubillos, resulta interesante y demostrador
de la postura de los intelectuales que abordaron el
tema, un dilogo entre dos personajes que atacan y
defienden a la vez los motivos que originaron la
supersticin popular. Uno es un mdico, aferrado a
las teoras cientficas y positivas, mientras el otro
opone su fe, su creencia irracional.
Y la crtica, coincidiendo con la visin de rechazo a la leyenda del propio Antonio de Tomaso, expres:
El Santo Gaucho Cubillos es una fantasa dramtica sobre el divulgado personaje del ttulo, cuya memoria es honrada, como se sabe, por cortos sectores del
pueblo.
En el concepto del autor, la leyenda que
aureola a Cubillos, ms que un fruto de la simple
ingenuidad popular, es la resultante de un sentimiento religioso y del medio econmico-social, sin
excluir el factor de la cultura 11 (El subrayado es
nuestro).
La duda que nos planteamos es la de cmo
podan resultar un xito de pblico estas versiones de
la leyenda si, segn el periodismo y los propios
autores la memoria de Cubillos era honrada por
cortos sectores del pueblo sin mayor cultura, como
un dolo que en su extravo suele levantar la exaltada
imaginacin del vulgo (cfr. S).
Sin embargo, el inters artstico por el personaje sigui tentando a otros escritores y teatristas del
medio. En 1939, Julio Fernndez Pelez historiador, legislador y literato dio a conocer la novela El
Gaucho Cubillos, cuya edicin agotada no permite
abrir juicio sobre su contenido, pero s sobre el xito
que hall entre los lectores.
Ms tarde, el 19/11/41, se present un hecho
curioso para el tema que nos ocupa as como para el
teatro mendocino: el estreno simultneo de dos versiones distintas de El Gaucho Cubillos. En efecto, en el
Teatro Palace la Compaa Argentina de Dramas
Criollos, con la direccin de Antonio Manzur, ofreci
la pieza de Petra Sierralta en una nica funcin por
problemas de programacin de la sala; mientras que
Luis Bertolini, al frente de la Compaa Artistas
Unidos, estrenaba en el Teatro Municipal la adaptacin teatral de la novela de Julio Fernndez Pelez con
gran asistencia de pblico en las quince funciones.
Adems, constituy un hecho inusual el que una compaa mendocina ofreciera sus funciones en las tres
secciones de matin, familiar y noche.
En los aos 40 y 50 la Compaa de Oscar
Ubriaco Falcn tambin tom la novela de Fernndez
Pelez y la llev al radioteatro con alcance para toda la
zona cuyana 12.
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Acerca de este tema Rowe y Schelling consideran:No es posible hablar de los usos dados a la cultura
popular en la formacin de la Nacin-Estado sin examinar los significados de la palabra identidad, un trmino
cuyos sentidos se superponen con los de la palabra mito y
son igualmente imprecisos. () Pero antes que nada, la
palabra identidad, con su aparentemente transparente
obviedad, debe ser ubicada en una perspectiva crtica e
histrica (p. 194).
Partiendo del invalorable auxilio del diccionario
de la lengua, encontramos que ste da como sinnimos a identidad e igualdad, y de esta ltima da sus
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sinnimos: equivalencia, uniformidad. Del adjetivo idntico ofrece, adems de su sinonimia con
igual y equivalente, los significados de muy parecido y dcese de lo que en substancia y accidentes es
lo mismo que otra cosa con que se compara.
De todas estas significaciones surge ese sentido
comparativo de la ltima definicin; es decir, entonces,
que en un principio estaramos buscando la equivalencia, la correspondencia, entre seres y cosas que, comparativamente con otros seres y cosas, los agrupe y los distinga por sus caractersticas a las que el individuo se
sienta pertenecer y frente a las que se reconozca.
Entonces llegamos a una pregunta clave que no
es fcil responder: en nuestro pas hay una identidad
nacional? Ampliando la expresin aristotlica el ser se
dice de muchas maneras, podramos agregar el ser
nacional se dice de muchas maneras; es decir que en
la diversidad, quizs, podramos hallar, paradjicamente, aquellas cosas que mencionamos antes que nos
rena y aglutine.
Ac convendra recordar que los usos y costumbres, las modas e intereses del hombre del ambiente
urbano difieren en mucho de los del hombre de
campo y, aun as, no son los mismos rasgos distintivos
de los de un hombre de la Capital y un hombre de la
ciudad de Crdoba, como tampoco son iguales los de
un campesino de La Rioja y uno de la provincia de
Buenos Aires. Podramos seguir particularizando y
distinguir entre nativo, nativo de varias generaciones y
extranjero inmigrante y, acercando ms el objetivo,
estableceramos los niveles socio-culturales diferenciadores, por ejemplo, de un arriero salteo del 50 y un
hijo de napolitanos de un conventillo porteo de los
aos 20.
Todos estos modos de manifestar realidades diferentes tienen la suficiente autenticidad como para ser
consideradas verdaderamente argentinas. Entonces,
como condicin sine qua non, aceptaremos a la
argentina como una cultura de mezcla en la que tambin tendran lugar las inexorables polmicas en torno
a una cultura primitiva valiosa o no, una inmigracin
progresista o castradora, una geografa privilegiada o
disgregante, una dependencia ideolgica y de todo
tipo o no, un centralismo paternalista o un federalismo responsable, etc. O sea que en esta cultura de
mezcla cabran legtimamente todas aquellas antinomias que desde antes de 1810 nos oponen.
Lo que tambin es evidente es un sentimiento
de desarraigo, consciente o no, en una gran mayora
de la poblacin. Este desarraigo abarca no slo al
inmigrante de hasta dos o tres generaciones, sino tambin a las numerosas y permanentes migraciones internas: los provincianos en la Capital y, dentro de cada
provincia, del campo a las ciudades ms importantes
de la regin; as como los jvenes que aspiran a emigrar buscando nuevas posibilidades, etc. Pensemos en
la poca en la que Juan Cubillos lleg a Mendoza y su
al principio difcil insercin en el medio, poblado de extranjeros, quienes, sin perder la nocin de sus
orgenes, buscaban asimilarse al lugar y encontrar
puntos de contacto con la poblacin criolla. Tal vez
uno de esos puntos se basaba en la adquisicin de historias y personajes de los que intuan una gran aceptacin por parte de la comunidad local.
Con respecto a la enorme afluencia de extranjeros, el gobierno provincial de fines del siglo pasado
implement algunas medidas como la enseanza obligatoria del Himno Nacional y organiz una colecta
popular a fin de dotar de banderas argentinas a los
regimientos. Como vemos, desde el poder se trataba
de afirmar la identidad por medio de la revalorizacin
de los smbolos patrios, que subrayaban su carga
semitica y afectiva durante los desfiles militares y
civiles que se organizaban con frecuencia, como una
forma de profundizar el proceso de argentinizacin.
Sin embargo, y a ms de un siglo, en el Encuentro
Nacional de Pensadores realizado en Buenos Aires en
noviembre/98, el catedrtico Hctor Arena, consultor
de la UNESCO, opin que es una estupidez decir lo
argentino. Segn l no existe lo argentino sino que hay
una suma de idiosincrasias, ya que somos productos de
un pasado pero condicionado por el futuro. Por lo tanto
prefiere hablar de identidad cultural antes que de
identidad nacional y sugiere aceptar el cambio antes
que dejarse dominar por l. La verdadera identidad,
reflexiona, no es encerrarse en uno mismo sino tambin
la aceptacin del otro 13.
Si bien su aseveracin resulta bastante fuerte,
definitiva, coincidimos en que es indispensable aceptar esta alteridad vertebrante y caracterizadora casi
sin discusin hoy, y a la que fatalmente debemos
adscribir. Pero, aadimos, sin perder de vista que la
percepcin de s mismos que tienen los ciudadanos va
conformando, lentamente, una identidad colectiva en
la que se amasan lo propio y lo ajeno. Y un solo hecho,
entonces, no necesariamente ser factor de unificacin
identificatoria.
CONCLUSIONES
Como corolario de todo lo manifestado podemos arriesgar algunas respuestas provisorias ya que,
como dijimos al principio, son dudas ms que certezas las que nos acompaan en el tratamiento del tema.
La figura del Gaucho Cubillos como hombre de existencia real, de alguna manera, seala y comparte las
incertidumbres de muchas personas de su tiempo
sobre los valores que una sociedad convulsionada y en
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Rowe, William y Schelling, Vivian, Memoria y modernidad, p. 14: El llamar popular a algo conlleva
una oposicin explcita: oposicin a qu clase o
grupo, y en qu forma? No basta con decir que dominante es lo contrario de popular, puesto que hacerlo
implica establecer suposiciones acerca de la historia de
la cultura.
Diario Los Andes. Mendoza, 29/11/1895, p. 4.
Somos conscientes de que la utilizacin de trminos como positivismo o romanticismo nos adscribe a categoras culturales del discurso hegemnico, que enjuicia Juan Villegas (p.45). Con todo, y
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por ahora, no dudamos de la efectividad instrumental de su empleo para una comprensin masiva.
Eumero fue un sabio de la poca de Alejandro
Magno que tena por raz de los mitos la deificacin de los hombres. Consideraba que en todos los
casos un hroe famoso pasaba al rango de dios en
la mente popular.
Petra Sierralta, Guillermo: El Gaucho Cubillos.
Mendoza, sin editar. (Gentileza del Dr. Guillermo
Petra Recabarren).
Diario Los Andes. Mendoza, 23/02/26, p. 5.
Diario Los Andes. Mendoza, 2/02/30, p. 4.
Diario Los Andes. Mendoza, 13/02/30, p. 4.
Diario Los Andes. Mendoza, 6/05/31, p. 5.
Ciertamente, Petra Sierralta no se ajust a los hechos comprobados que proporcionaba la biografa.
Prefiri introducir personajes y situaciones de una
supuesta vida afectiva que habla de un rancho, una
esposa y un hijo; un falso amigo de Cubillos lo traiciona para seducir a la mujer de ste, y ella, Marta,
se suicida antes de serle infiel a Cubillos. Es entonces cuando el gaucho se hace delincuente y es perseguido por la justicia que finalmente enva a dos
policas disfrazados de mineros para ultimar a
Cubillos. La cercana a las figuras de Martn Fierro
y Juan Moreira es bastante evidente, y el tratamiento que hace Petra Sierralta de la leyenda apela a
esquemas de xito seguro, aunque no carece de
habilidad para el desarrollo de la intriga.
Diario Los Andes. Mendoza, 14/03/35, p. 4.
Citado en: Seibel, Beatriz: Los artistas trashumantes.
Buenos Aires, De la Pluma, 1985.
Diario Los Andes. Mendoza, 13/12/98, p. 13.
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