Daninos, Pierre - Vacaciones A Toda Costa
Daninos, Pierre - Vacaciones A Toda Costa
Daninos, Pierre - Vacaciones A Toda Costa
Pierre Daninos
Ttulo original:
VACANCES A TOUT PRIX
Traduccin de
JUAN G. DE LUACES
Pierre Daninos
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como los meses de enero (fiestas de Ao Nuevo), febrero (carnaval y los snobs), marzo
(los ventarrones), abril (las Pascuas), noviembre (brumas y humedades), y diciembre
(Navidad). Se ha de notar que en mayo muchos puertos de numerosas carreteras estn cerrados al trfico en virtud del deshielo, y que en junio los establecimientos hoteleros no
funcionan ms que a medias. Fuera de eso se puede estar casi seguro, el resto del tiempo,
de gozar de tranquilidad en los hoteles, a lo menos por la noche. Por el da se podr gozar
de innumerables martillazos, ruidos de sierra y otros diversos provocados por la presencia
de carpinteros, fontaneros y albailes. Pero no puede reprocharse a los hoteleros que
aprovechen esos perodos de poco movimiento para ejecutar los trabajos que se imponen a
s mismos. Ntese, de otra parte, que el silencio total es el medio ms seguro de que nos
moleste el menor ruido. El tintineo irregular, pero frecuente, de la esquila de una vaca, al
amanecer, en mayo, exaspera mucho ms al cliente de un hotel de montaa aislado, a
setecientos metros de altura, que el paso de una locomotora. Mas si ese tintineo se sumase
a otros cincuenta y al estruendo del mar, nos pasara inadvertido, o se le prestara menos
atencin. La mejor manera de obtener tranquilidad no consiste en buscar el silencio, sino
en aportar a los ruidos uno mismo su propio ruido (que puede ser un pequeo motor
auxiliar, la radio, un perro, etc.) para que en l se fundan todos los dems estrpitos.
B) PARTICULARIDADES
LLEGADA (al hotel). Se le haba prometido a usted la habitacin 32 y tiene la 406. No
obstante, es posible que el cliente del 32 se vaya. Sobre todo, y como principio, no tenga
usted nunca hechas las maletas. Desembale, disemine, instlese como en su casa, cuelgue o
cambie incluso algunos cuadros, y d cosas a lavar, a teir, etc. Cuando usted ha montado a
su gusto la habitacin y no desea dejarla, el 32 se va y, en todo caso, resulta que alguien
debe ocupar la que usted tiene.
Usted, por supuesto, haba pedido una habitacin tranquila, con vistas al lago. Pero eso
es un error. Ms vale pedir de antemano una habitacin ruidosa, con ventanas a los centros
de embotellamiento de trfico, porque entonces es seguro que se tendr una cosa diferente
cuando se llegue.
COMPRAS. Anda usted, en Barcelona por ejemplo, a la busca de un sensacional
chaleco de ante que haba usted visto hace poco tiempo. Al fin encuentra usted el
establecimiento. Pero ya no queda el sobredicho artculo. Recorre usted otras cuatro
tiendas. En vano. En la quinta no hay por qu titubear en comprar una cosa parecida, aunque no nos sirva para nada. Sigue uno andando. Dos minutos despus, cuando uno ha
quedado muy escaso de divisas, el chaleco aparece en otro escaparate. Veis qu sencillo
es? Basta no pensar en lo que queris para encontrarlo.
AUTOMVILES (Ver Accidentes, ms adelante.)
CMARA. Aparato maravilloso al que se hace ver el pas antes que uno mismo lo
examina. Generalmente, la cmara no tiene carrete cuando hay algn paisaje excepcional
que fotografiar.
CALZADOS (claveteados). Es lo que yo ms temo en las vacaciones en la montaa.
No es que me aprieten el pie, sino que me dan dolor de cabeza. En efecto, basta que yo me
proponga pasar una buena noche de reposo en un hotel de la montaa para que mi deseo
obre como un reloj despertador y produzca antes del amanecer, en la habitacin que en el
piso superior coincide con la ma, un gran fragor de zapatos claveteados. Ha sonado la hora
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de las cumbres. Ser, pues, conveniente, pedir una habitacin en el ltimo piso para poder
andar sobre las cabezas de los otros.
PARTIDA (del hotel). Sirven las mismas recomendaciones que para la llegada. Tiene
usted mucha prisa. Puede usted perder el autobs y quiere que le bajen los equipajes. Hay
personas a quienes basta tocar el timbre para que acuda en el acto el maletero y desaloje la
habitacin. Yo no estoy en ese caso. En mi opinin, lo mejor, si se encuentra uno en el mo,
y quiere hacer las cosas como se deben, y tiene verdadera prisa, es desvestirse, y entrar en
el cuarto de bao, y empezar a afeitarse. En el momento en que uno logra la abundante
jabonadura de que haba el tubo de crema, resulta que oye llamar a la puerta.
ADUANA. Formalidad indispensable que permite:
1. Que un seor que usted no conoce introduzca la mano en su ropa sucia, dejndole
el trabajo de ponerla en orden delante de cincuenta personas.
2. Que las viajeras demasiado volubles atrasen el turno de los dems que esperan,
explicando: Mire, seor, no llevo nada de pago... Nada, absolutamente... Slo efectos
personales... No hemos comprado nada, verdad, Enrique? No es que no sintiramos
deseos de hacerlo, pero no tenamos dinero bastante. Eso del cambio...
No os extraa esa actitud cuando sera tan sencillo decir si se tiene o no se tiene algo
que declarar?
ESPAA. Pas del que el turista habla comparndolo con Italia.
ITALIA. Pas del que el turista habla comparndolo con Espaa.
GASTOS IMPREVISTOS. Nunca perdis de vista, al establecer el presupuesto de
vuestras vacaciones, que los gastos imprevistos son iguales al tercio de los verdaderos
multiplicados por dos. En los pases de cambio elevado (especialmente en Suiza) los gastos
imprevistos pueden, en menos de noventa minutos, desequilibrar un presupuesto hecho con
ligereza. En los pases de cambio bajo, los gastos imprevistos resultan todava mayores,
porque no se presta atencin a ellos.
CAMARERA. Mentira si escribiera que no he encontrado una habitacin tranquila,
pero esa calma resulta en seguida echada a perder por la proximidad del desalojamiento y
del cambio de ropas, en virtud d lo cual todas las camareras de hotel, desde Vladivostok a
Zanzbar, se preguntan unas a otras cundo va a marcharse el 413, y formulan reflexiones
sobre el pijama del 422, mientras piensan que el 415 puede tocar el timbre de un momento
a otro. En ese momento es cuando hay que llamarlas y no cuando se las necesita, porque
entonces, dando por terminada la conversacin, ya no tienen nada que hacer en el piso. Si
uno quiere demostrar su agradecimiento a una camarera que os ha servido siempre
puntualmente, recurdese que el da que os marchis es el que tiene libre. Entregad la
importante propina a una compaera suya a quien nunca habis visto y esperad al ao
siguiente para saber, segn la cara que os ponga la camarera al volver a veros, si el encargo
que hicisteis a la otra fue cumplido.
GARAJES. Establecimiento ante los que pasa el automovilista a toda velocidad, y que
siempre se hallan lejos cuando sufre una avera. Ntese al respecto:
1. Que el ruido sospechoso que os ha perseguido durante todo el camino cesa en el
mismo instante en que queris hacrselo comprobar a un garajista. Ha de creerse que existe
un pacto secreto entre los ruidos y los empleados de garaje, quienes, tras deciros: No oigo
nada, comienzan por miraros con aire de molestia y terminan, siguiendo el ejemplo de los
mdicos, por percibir algo que vosotros no habais percibido nunca.
2. Que los garajistas disponen de una gran cantidad de relucientes piezas de recambio,
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colocadas, como elementos de batera de cocina, en las paredes de su taller, salvo que les
faltan aquellas de que uno tiene necesidad. O bien estn esperando que llegue la que
necesitis, u otro se ha llevado la ltima que les quedaba. Por eso hay que atenerse a las
reparaciones de fortuna, que aseguran la de los garajistas.
GARAJES (Hombres de). Gente ociosa, que se pasa la vida en los garajes y que debe
de vivir de las averas ajenas, porque parece no tener otra cosa que hacer que examinar el
motor de uno y escuchar, con una mueca, la explicacin que da uno al encargado del
garaje.
GENTE DEL PAS. En Francia, ciudadanos franceses que consideran a sus
compatriotas como extranjeros desde el 1 de julio al 30 de setiembre, fecha en la que, no
teniendo ya necesidad de hablar argot para desconcertar al invasor, comienzan a expresarse
como todo el mundo.
GENTES CONOCIDAS. Personas cuya direccin y nmero de telfono se pide el
ltimo da de viaje en su compaa con la previa seguridad de no llamarlas ni buscarlas. Se
aadir siempre: Sobre todo, mantengmonos siempre en contacto. Si hubiese que
permanecer en contacto con toda la gente a la que se ha conocido un par de semanas en
agosto, no dispondra uno de un minuto para estar a solas. Cierto que, en general, en cuanto
uno dispone de un minuto a solas, tiene que compartirlo con algn otro individuo.
HOTELES. Habitaciones cuyas ventajas se hacen sentir particularmente al cabo de tres
das de residir en una villa.
VILLAS. Habitaciones cuyo encanto se os hace sentir al cabo de tres das de vivir en
un hotel.
MARCHA. Nunca podr recomendarse suficientemente el uso de las largas marchas
como un ejercicio sano. En primer lugar, producen el saludable efecto de vaciar los hoteles
de personas que, si no, al quedarse all, los haran inhabitables. Ha de ponerse, pues, inters
en estimular las marchas o paseos prolongados abstenindose uno mismo de ellos, desde
luego.
MDICO. (nombre sustantivo que siempre se emplea precedido del adjetivo bueno,
como buen profesor o buen pedicuro). Una de las primeras preguntas que se hacen al
llegar a la casa que se ha alquilado para pasar las vacaciones, es: Hay un buen mdico
cerca? En general, no. Hay un mdico cerca, s, pero no es recomendable. El buen mdico
est, por definicin, situado lejos del lugar en que uno reside. La distancia tranquiliza al
veraneante. Hallar al lado un buen mdico es demasiado grato para no ser inquietador. Esto
dura hasta que uno averigua que hay personas que hacen viajes de cincuenta y ochenta
kilmetros para consultar al mdico del lugar en que usted vive. Son, en resumen, personas
como uno mismo, pero que no tienen la desventaja de habitar donde habita uno.
MANUALES DE CONVERSACIN. Breves obritas, muy bien hechas, y que, desde
los que nos reciben en agosto hasta los que nos despiden cuando empiezan los vientos (no
sin pasar por los mecnicos), os ofrecen un previo sabor de lo que es el turismo. Antes de
dar un paseo por mar, en Santander, le la pgina 23 de mi Manual de Conversacin franco-espaola. Y vena a decir esto: El mar est agitado. El mar est en calma. Hay mucho
oleaje. Temo empezar a marearme. Esto no va bien; necesito bajar a mi camarote.
Trigame una palangana (o un saco de papel, o bolsa). Ruegue al mdico que venga.
Trigame un cordial (frasco de sales). Ah, ya se divisa la tierra! No estando muy
adiestrado, renunci a embarcar en buque alguno, pero me mare yendo en el coche. Valor
de las informaciones... Para los aficionados al montaismo, mi manual de bolsillo en cinco
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lenguas no es menos evocador. Comienza diciendo: Cree usted que la visita de las
morenas laterales (intermedias) necesita los servicios de un gua profesional? Y termina:
Socorro! (Prstenme ayuda.) Estoy en el fondo de un helero. Ntese que el hecho de
poder decir lo ltimo indica que el excursionista ha cado correctamente y no se encuentra
muy grave, a menos que se trate de un sujeto excepcional que, siguiendo el manual al pie
de la letra, haya de morir en las ltimas pginas en la clnica quirrgica (Vase esqu,
pginas siguientes.)
PAN, VINO. NO se pierda de vista que fuera de Francia, el pan no se consume ms que
con discrecin (pan no comprendido se puede leer tristemente en ciertas minutas de
cubiertos helvticos) y que los vinos franceses, sujetos a derechos de importacin, son un
lujo. Cuando el jefe de comedor lleve la carta de vinos usted har bien en decir,
particularmente si va con invitados: Creo que tienen ustedes un vinillo de la tierra muy
bueno. Eso le da a uno fama de entendido y le evita pagar dos mil francos por una botella
de borgoa.
PESCADORES. Individuos a quienes los veraneantes toman por barmetros y se
obstinan en preguntarles qu tiempo les parece que va a hacer.
BOTIQUN. Saquito de viaje que contiene todo lo indispensable, excepto lo necesario.
Meditando ante las botellas y frasquitos de pldoras que contiene su botiqun de viaje,
usted dice, en el momento de salir de vacaciones: Ya se ve que no puedo cargar con
todo... Y dara usted algo por saber lo qu, entre cuanto tiene ante los ojos, le ser
necesario a fines de agosto en Calabria. Pero eso es muy sencillo. Cargue con el mximo
de frascos de nuevas pldoras o polvos. Deje los dos o tres antiguos frascos de
medicamento de los que no se ha servido hace dieciocho meses, y parta tranquilo. Los que
deja son los que necesitaba.
MERIENDAS A ESCOTE. Refacciones sobre la verde hierba, compartidas por los
insectos, dispersadas por los vientos y recogidas por los pintores. El lugar ideal para las
meriendas est generalmente situado un poco ms all. Siempre hay en el coche que nos
transporta alguien que conoce un lugar excelente situado un poco ms all. La hora de la
merienda se pasa, pues, alejndose del lugar en qu se habra podido merendar cmodamente. Al fin llega usted y, en cuanto se sienta, se levanta el viento. Es un hecho bien
conocido de los meteorlogos que basta abrir una bolsita de sal para recibir el contenido en
la cara de esa manera directa y sencilla que constituye el encanto de la vida al aire libre.
Nunca se han de dejar en la hierba papeles manchados como los que uno encontr al llegar
all. Despus de pensar un instante en ponerlos en el coche, se depositan en un lugar algo
apartado, para que otros digan al encontrarlos: No hay modo de acabar con esos tipos
puercos que dejan papeles grasientos donde meriendan.
PROSPECTOS O FOLLETOS. Desconfese de los prospectos destinados a la
propaganda. Hay siempre una diferencia considerable entre los hoteles de la realidad y los
de la publicidad. Si se dice, por ejemplo: Hotel idealmente situado, a igual distancia de la
playa y de la estacin, la verdad ser que de donde est cerca el edificio vendr a ser de
los trenes que pasen por all. Los grabados son ms engaadores todava. Gracias a un
efecto de perspectiva que no existe ms que sobre el papel, todas las construcciones
quedan borradas y el hotel, admirablemente aislado, domina con su masa cuanto le
circunda. Bastar llegar para cerciorarse de que no es se el caso.
RESERVAS DE HABITACIN. Expresiones brbaras forjadas por las agencias de
viajes. Hablando en el lenguaje de estos seores, usted tendr el mayor inters en llenar
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en que uno logra cerrar la maleta, consolidndola con la cuerda susodicha, descubre que ha
olvidado en el cuarto de bao sus utensilios de limpieza. As, conviene llevar en los viajes
una maleta grande y una pequea, dos grandes, dos pequeas y una grande, o tres
medianas? Es difcil dar a este respecto un consejo preciso. En definitiva, cmo encontrar
la maleta ideal? En los equipajes ajenos. O sea, exactamente, lo que vuestra mujer os
mostrar en el muelle, o en el andn, sealando a un viajero con un saco de viaje de piel de
camello y un saquito verde de piel de tejn, que por lo flojos, indicarn que sobra sitio en
ellos. Vuestra esposa no dejara de deciros:
Ves? Eso es lo que te conviene. Ah puede caberte todo.
WEEK-ENDS (en casa ajena). Agradable temporada de descanso en que se olvidarn
los cuidados cotidianos ayudando a los anfitriones a comprar la carne en el pueblo, lavar la
vajilla, sacar agua de la bomba, reparar las caeras, taponar los escapes de gas, arrancar
las malas hierbas del jardn, sacar las sillas extensibles, llevar la mesa de ping-pong, el
equipo de croquet y los cojines, volver a entrar todo ello cuando llueve, etctera.
YATES. Buques de placer posedos por amigos ricos que os hablan a menudo de
convidaros a un crucero en ellos. El mal tiempo puede permitir escapar a ese gnero de
invitaciones. Pero, a menudo, l mal tiempo no sobreviene ms que una vez que se
encuentra uno en alta mar, y entonces es difcil escapar a lo que suceda. (Segn los propietarios de yates, los invitados deben ejercer un influjo nefasto sobre las condiciones de
navegacin, puesto que stas mejoran cuando no se invita a nadie.) Ntese, por otra parte,
que, si el mar est en calma, los propietarios de yates se arreglan siempre para ir en busca
de la nica ola que puede perjudicar la navegacin. De tiempo en tiempo dicen. Voy a
correr bordadas para ceirme al mar lo ms que pueda. Y es que nada les agrada ms que
abrumar al profano bajo la masa de su jerga tcnica, esperando que podrn ahogarle de
cualquier manera. Pseme el cabo (puede ser el cable), piden a los nefitos, sabiendo
de sobra que nadie podra hacerlo sin saber cmo.
CLASE TURSTICA
EXAMEN DE TURISTAS EN 1970
El examinador de la Agencia Superglobo (obligado, en vista de la afluencia de
clientes, a proceder por eliminacin): Qu quiere usted? Turista de segundo ao:
Italia, circuito 32-B; Venecia, Roma, Florencia, los lagos, 198.954 francos de Pars a
Pars, vino no comprendido.
Qu le gusta a usted? Los panoramas nicos. Qu quiere descubrir?
Lugares de ensueo.
Por qu debe usted empezar para ello? Por un Eptome de Historia Romana.
Cteme algunas nociones de ella. Rmulo y Remo, lictores y pretores, los gansos del
Capitolio, Dura lex, sed lex, las horcas caudinas, las delicias de Capua, de Scila a
Caribdis, Jpiter Tonante, la Pitonisa...
Basta. El forfait 32-B no comprende Grecia. Bien. Se acerca usted al fin del examen.
De qu desconfa usted?
Del relente de las noches, de los excesos de chianti, de los lazzaroni, de los
bandidos... De qu ms?
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saber entender las cosas. Un antiguo palacio del Renacimiento convertido en hotel sin
parecerlo y con unas vistas... Slo haba un matrimonio francs, muy poco importante, y
aparte de eso varios suecos, americanos, holandeses y dos inglesas viejas. Casi dira que
era una suerte que no hubiese franceses. Naturalmente, yo aprecio a los franceses, pero
encontrarlos viajando es horrible. Hablan a voces, se sienten seguros de s mismos. (El
viajero del rincn apretuja nerviosamente su peridico.) Si te digo, Genoveva, que en Florencia un francs pidi Botticelli en un restaurante pensando que era una clase de vino.
EL SEOR. (Nada contrariado). El nacimiento de Baco...
LA JOVENCITA. Je, je!
LA DAMA. Edgar y yo evitamos el trato de los franceses en el extranjero todo lo
posible. No queremos que esa gente nos separe de los autctonos. (El tren se adentra en un
tnel.)
LA DAMA. Menos mal que no hay muchos tneles en esta lnea. Yo he viajado
mucho, pero no acabo de acostumbrarme a los tneles.
EL SEOR. Tanto, que incluso has tenido que visitar a un mdico.
LA JOVENCITA. A causa de los tneles?
LA DAMA. S, y me dijo que padeca de claustrofobia. Verdad es que fue cuando
volvamos de Lucerna y habamos pasado el tnel del San Gotardo.
EL SEOR. S, uno de los ms largos.
LA DAMA. Te repito que es el ms largo. Pero ya sabes, hija, la testarudez de tu to.
Quince kilmetros de longitud y helicoidal. Por extraordinario que te parezca, Genoveva,
la peor de las lneas es la de las Cvennes: 117 tneles. En fin. (Suspira.)
(Pasa el revisor. La dama-cocodrilo le mira de pies a la cabeza. El revisor se va.)
LA DAMA. No hay de qu quejarse. Ese hombre ha estado corts. Pero no se puede
comparar con los suizos. Si los vieses, Genoveva... Parece que se bruen cada hora todos
los cueros de su uniforme. Cmo brillan! En fin... Ya conocers todo eso algn da. Slo
se trata de elegir un buen lugar y saber... Teniendo probabilidades... Por ejemplo, llegamos
a Siena a tiempo justo para asistir a las fiestas de Palio, donde la gente figura con atuendos
de la Edad Media, solamente dos veces por ao. Cuando vi llegar a aquella gente por la
maana, la compadec. Pero qu queris? Es la suerte.
LA JOVENCITA. Qu hermoso debe de ser todo eso!
LA DAMA. Un cuento de hadas!
(Coche-restaurante.
El departamento respira.
Regreso.)
EL SEOR. No se puede uno quejar de nada. La comida ha sido abundante y bien
servida. El pollo era excelente.
LA DAMA. S, pero eso no vala nada comparado con el pollo transatlntico.
LA JOVENCITA. El pollo transatlntico?
LA DAMA. S, lo prob en el Ile-de-France yendo a Nueva York. Una maravilla!
En fin, la comida de hoy estaba bien, pero sera el colmo que no hubiera buena cocina en
Francia.
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en viajes en Rolls de lujo. Recuerda la ltima vez en Npoles. No, de ningn modo. Pero
te advierto una cosa: soy yo quien pagar el importe del taxi.
EL SEOR. ...?
LA DAMA. Yo, s! Afortunadamente he conservado ciento cincuenta pesetas del
ltimo viaje y las guardo en un sobre. Voy a darte un consejo, Genoveva: cuando vuelvas
del extranjero, no prescindas nunca de llevar alguna moneda suelta. Siempre nos prestar
servicios en el prximo viaje. Por ejemplo...
(Sin duda exasperado por el decisivo golpe de la Legin de Honor, el viajero del asiento que comunica con el pasillo, ha cambiado de departamento. Silencio. Despus la dama,
decididamente inquieta, ha vuelto a hablar de los ferrocarriles espaoles.
Por desgracia no pude asistir al transbordo en Irn, al menos al de la dama-cocodrilo
que debe de valer su peso en billetes de tren , porque yo, humilde viajero de cercanas, hube de apearme en Bayona.)
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El ltimo verano, uno de mis amigos, que contemplaba desde la altura de la Acrpolis
la majestad de lo que le rodeaba y gozaba de un instante de soledad entre un aflujo y otro
de turistas, sinti de pronto una palmadita en la espalda. Volvise y reconoci a su
fontanero.
De modo que tambin sale usted de viaje, seor Martineau? La Acrpolis es
formidable, no? Hombre, a propsito, ya que le encuentro, procure no olvidar aquella
facturilla que me debe. No es que corra prisa, ya lo sabe, pero con esto de las vacaciones
uno se olvida de todo. Ea, le dejo! Que siga divirtindose, y hasta la vista.
Mi amigo me confes que su visin de la Acrpolis le haba parecido echada a perder.
Experimentaba una sensacin semejante a cuando empieza a sonar el sifn de un
desaguadero. Entre las caritides y l se erguan, anacrnicas, las instalaciones de un cuarto
de aseo. El mundo vive con demasiada inquietud me escriba. Ya no se est tranquilo
en parte alguna.
Evocaba yo aquel recuerdo una tarde de setiembre, en una colina de Agrigento,
mientras admiraba la vasta baha que los antiguos eligieron para celebrar a sus dioses. Y,
bajo los rayos del sol poniente, que doraban las piedras ambarinas de los templos, yo
soaba en los encantos de la ciudad celebrada por Pndaro, Dionisio el Viejo y los cartagineses, y en aquella va de estupro y de lucro que le impresiona tanto a uno a los
diecisis aos, con aquellas disoluciones tan apasionantes cuando no se puede hacer lo
mismo. Con los ojos semicerrados sentame transportado al mundo de las vestales, de los
arspices y de los lictores...
De pronto, arrancme a mis sueos una voz que sala de los propileos:
Jojo, ponte el chaleco!
La orden, aunque emanada con tono poco fuerte, me desgarr los odos y su extrao
son me hizo en un instante volver a la realidad de nuestros das. Haba surgido el mandato
de una seora turista, baja, tocada con la obligatoria gorrita marrn de visera, y se diriga a
su marido, que llevaba igual tocado en la cabeza, usaba calzones cortos y dejaba colgar
sobre su abdomen el inevitable mecanismo de clulas fotoelctricas. Ha de decirse que, a
pesar del fresco de la tarde, Jojo no evidenciaba intencin alguna de taparse con nada.
Jojo, ponte el chaleco repiti la seora con voz autoritaria.
Y, dirigindose a una compaera que, olisqueando la disputa, se mantena a prudente
distancia, aadi:
Ya ver como no se pone el chaleco. Cuando se le mete una cosa en la cabeza, se le
mete a machamartillo. Y t ganars mucho cogiendo unas anginas y pegndomelas, eh?
Y en Sicilia! Lo que nos faltaba! Sera muy cmodo. Jojo, ponte el chaleco!
Ante tal ensaamiento, y quizs ante la perspectiva de contraer unas anginas sicilianas,
Jojo abdic y se puso el chaleco. Era un adorable jersey de color gris de acero, con una
flecha verde en la espalda sealando con la punta el cccix.
Ya est. Te parece bien? dijo, rezongn. Y luego, mirando el templo, agreg,
como si le moviese un impulso vengativo: Bueno, a qu esperas? Coge la gua y leme
lo que hay aqu.
La seora dijo:
Vamos a ver.
Y ley:
Templo de Hrcules... Debe de ser se... El ms antiguo de los templos
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acragantinos (finales del siglo vi a. C). Forma un perptero hexstilo de 38 columnas de 615, con un hipetro con pronaos y opitodomo en antis y...
Te burlas de m? dijo Jojo.
Si quieres, lee t mismo(1) Y continu: Aqu abajo se ve esto: El templo de
Juno Laciniana se llama as porque fue confundido con el templo de Hera, en el templo
laciniano, de Crotona.
No veo qu relacin puede haber en eso repuso Jojo, visiblemente contrariado.
Al Este prosigui la seora se encuentra el altar de los sacrificios.
Aqu surgi una discusin. Primero: cmo se sabe dnde est el Este? Y, despus,
qu sacrificaban en ese altar?
Corderos dijo Jojo.
U ovejas. Quin sabe? O quiz cabritillos recin nacidos aleg la seora, que
quiz tuviera mezcla de sangre inca.
Verdaderamente no haces ms que pensar en las bestias menores replic Jojo. Y,
apuntando con el dedo hacia otro templo, pregunt: Qu es eso?
La seora volvi a abrir la gua.
Templo de la Concordia... Se le atribuy ese nombre a causa de una inscripcin
latina que se encontr en l, pero que no tiene relacin alguna con el templo.
Verdaderamente no la tiene observ Jojo. Contina.
...Hay un permetro hexstilo drico de 34 columnas, con pronaos y opistodomo. El
techo est derrumbado...
Que se derrumbe dijo Jojo. Todo esto me harta. Por qu no escribirn esos
tipos como todo el mundo? Mira, vamonos. Tengo demasiado calor aqu.
Y Jojo desapareci con su mujer y su chaleco, mientras yo permaneca, pensativo, bajo
las primeras estrellas que titilaban en el cielo.
EL TURISTA-EXPRS
Haca poco que los Botticelli empezaban a tener menos pblico. El nacimiento de
Venus haba encontrado aguas tranquilas.
Paseando por la galera o detenindose a veces, un soador, con la barbilla sobre la
mano, pareca entregado a un secreto coloquio con la diosa, como si dijera:
Verdaderamente, existe entre ella y mi alma algo que slo yo puedo comprender. Que nos
dejen tranquilos, por encima de todo... Yo tengo en mucho aprecio a esa clase de exaltados y acabo por examinarlos tanto como a la obra de arte que ellos examinan. (A no ser
que, ante mis ojos, la arrebaten, para llevrsela a su casa, como sucede a veces. Si hemos
de confesar la verdad, los mismos cambios de lugar tenemos en la mente cuando pensamos
que nuestro Fragonard estara mejor en el saln. Ests loco dira Sonia. Tambin
podramos ponerlo en el dormitorio. Pero, mientras esa idea no hace ms que pasar un
momento por nuestra cabeza, permanece fija en la de los que realizan en serio traslados de
pintura sin consulta ajena.)
Siendo demasiado voluminosa para partir con aquel seor, Venus qued en su sitio,
(1)
El autor no inventa nada. Me he procurado la gua, de la que slo conoca la cubierta, y he copiado
fielmente lo ledo por la seora del relato. Hay que confesar que, para turistas de primer ao, la cosa resulta
un poco difcil de comprender. Y los dems dirn lo mismo, si son sinceros.
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pero no sin que se perturbase en seguida la calma. Desembocando a gran velocidad desde
las salas de los primitivos, lleg un organizado equipo de turistas, totalitariamente unidos
por una cuota conjunta de 78.700 francos, sin inclusin de vino, y se engolf en la galera.
Yo habra debido tomar un apartadero para dejar libre el paso a aquella especie de gran
convoy que segua evidentemente la lnea troncal. Porque los expresos tursticos no paran
ms que en las estaciones principales Botticelli, Rafael, Rubens, mientras el viajero
aislado puede a lo mejor detenerse ante un Retrato de maestro modesto, pintado por l
mismo, lugar generalmente desdeado por las colectividades ambulantes.
Mis instrumentos de seguridad deban de haber funcionado mal, porque no tuve tiempo
de maniobrar. En un abrir y cerrar de ojos el tren turstico estuvo sobre m, con un violento
choque. Me sent absorbido por su locomotora (un turista de gran estilo, precedido de un
fogonazo de magnesio, y a su vez integrado en la fuerza de su convoy).
Maravilloso! Prodigioso! Wunderbar! Wonderful! Pero dgame, seorita Lentulle,
este caballero no pertenece al grupo?
Me sent culpable, como si fuera una especie de guerrillero en aquel avance. El gua me
miraba con aire suspicaz, cual si temiese que yo fuera a robarle sus explicaciones.
Con su permiso, seoras y seores... Please, ladies and gentlemen... Bitte, meine
Herrn... deca el mentor, cuya nacionalidad no me era fcil de discernir, y que supongo
que por la noche soaba en tres idiomas . Deben ustedes admirar aqu los lnguidos ojos
que...
Mir, como deba, los ojos de la adorable Venus que, en su casta desnudez, pareca
desagradablemente sorprendida de ver tanta gente en la playa. Pero ya el tren haba
reanudado la ruta. Me apear pens en la siguiente estacin La cual result ser un
retrato de hombre.
Hay que observar indicaba el gua la expresin del rostro.
El grupo, dcilmente, la observ. Me pregunt qu es lo que puede observarse en un
retrato ajeno, pero la recomendacin era sin duda necesaria. En efecto, un arco iris no
previsto en el programa de la expedicin y que se cerna sobre el Arno, sin cobrar
suplemento, distrajo la atencin de parte de la columna, as que muchos de sus componentes se dirigieron a las ventanas. El gua consult su reloj y esboz un movimiento de mal
humor. Aunque haba pasado a gran velocidad sobre los primitivos, su tren llevaba treinta
minutos de retraso respecto a los Rafael y la correspondencia con los Bargello se
encontraba comprometida.
Arco iris, seoras y seores exclam, pueden encontrarlos en todas partes.
Porque los arco iris, seores y caballeros...
Tan, severamente llamados al cumplimiento de sus obligaciones, los orgisticos
admiradores del arco iris regresaron, en debida obediencia. En verdad nunca se hace
bastante justicia a los guas, y es difcil incorporarse a su mundo. Esa mana de los clientes
de pasar ms tiempo contemplando el trabajo de los copistas que los originales... (1). Ms
(1)
Los nios no son los nicos que contemplan en los museos cosas distintas a las obras de arte. Cualquier
copista-miniaturista es contemplada con ms atencin que La Gioconda. Un da realic un corto trabajo
estadstico en la sala donde se exhibe la clebre Pieta de Villeneuve-ls-Avignon. En la sala no haba ms
cuadro que aqul, y en el muro un barmetro. De treinta visitantes, veintids pasaron ms tiempo mirando el
barmetro que el cuadro colocado en el muro.
Otro da, en Versalles, me encontraba en la sala de los Retratos. Faltaban cierto nmero de lienzos. Slo
quedaban sus marcos y un letrero indicativo de que las obras no estaban presentes por motivo de
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entrada la tarde, vi al turista-exprs detenido ante una piedra. Una de esas piedras que no
tienen aspecto de nada en concreto, porque nada se sabe de ellas salvo que las guas
conocen todo lo que se refiere a su historia secreta, desde Savonarola hasta la ltima
paloma que acaba de posarse all. Contemplando a esos forzados del viaje, a los que se
hace tragar Florencia antes de inhalar las humaredas del Vesubio, yo pensaba en la
definicin del turista tal como ha sido aprobada por la Academia Turstica Internacional:
Toda persona que, viajando voluntariamente, se aleja ms de veinticuatro horas de su
domicilio. Si la definicin parece discutible, no carece de humorismo. En primer lugar
dispone que no se haga uno turista sino al cabo del transcurso de un da y una noche. Pero,
sobre todo, se entiende implcitamente en ella que, al ritmo que se mueve el turista del
siglo XX, podra acometerle la idea de regresar a su casa al cabo de veintitrs horas y marchando en cuarta.
POR QU ESPERAMOS...
(La escena, registrada en un magnetfono de bolsillo, se desarrolla en una agencia de
viajes de Pars.)
Perdn, seor, yo estaba antes que usted. Esta seora es testigo... Cmo que no ha
visto nada, seora? Usted estaba ah y yo aqu. Naturalmente! Cuando hay que demostrar
valenta, no hay nadie como yo... Pasar primero porque tengo derecho. No estaba la
primera? Basura de individuo! Buenos das, seor. Es sta la cola, seor, para pedir
billetes para Espaa? Gracias... El caso es que mi marido y yo hemos decidido ir all este
verano... No me ha costado poco decidirle. Pero ahora ya est resuelto. El ao pasado visitamos la Italia septentrional... Y conviene cambiar. Ea, vamos al grano. Es verdad que
hace un calor insoportable en las tierras de ustedes, en el Sur? S, comprendo... No,
evidentemente no... Pero quiero decir si es un calor canicular. Ms vale conocer las cosas
de antemano. Fjese en que la cosa no se refiere mucho a m... Pero mi marido padece tanto
con el calor... No valdra ms que esta primera vez slo estuviramos en el Norte?
Cmo? S... Claro, ya s que no es usted quien hace el viaje, pero usted est aqu para
darme informes. No es igual ir a Mlaga que a Deauville, ni mucho menos. Yo deseo
visitar el pas de ustedes, pero, en fin, tampoco est a la puerta y, adems, una vez que se
llegue all puede ser demasiado tarde para volver... Sobre todo, si la frontera est
cerrada... Y si hay complicaciones... A propsito, la revolucin... Una amiga ma dice
que no ira all por nada del mundo, porque puede que la revolucin... Qu hay de verdad
en eso?
No, comprendo, no... Pero, de todos modos, usted ha de estar bien informado,
verdad? Claro que se
dicen tantas cosas... En fin, cree usted que podr
sostenerse otros tres meses? Quin va a ser, hombre, quin va a ser! Cmo? Yo? No,
hombre, no, nunca en la vida... Nunca me permitira... Lo que quisiera, comprende?, es no
quedar aislada all. S, aislada de mis hijos, que llegarn de La Baule cuando nosotros
reparaciones, exposiciones, etc. Los cuadros expuestos parecan interesar muy poco al pblico. En cambio, la
gente se hacinaba y apretujaba para leer los rtulos explicativos de la ausencia de los otros cuadros.
No siempre los adultos son personas mayores. Pero no patinemos, ya que no estoy seguro de que no haya
quien no visite el Louvre slo por pisar su pavimento.
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agua fra entre las piernas cuando esperaba una suave lluvia tibia sobre la cabeza, estimo
que tengo tanto derecho al ttulo de explorador como el seor que, buscando un cud en el
Chari, encuentra un zuk. Slo se trata de establecer la categora del mrito.
Para m la aventura comienza en cualquier parte de cualquier pas, cuando un aldeano
al que me dirijo, me dice: Toma usted la primera a la derecha, etc. Al cabo de dos
minutos me he extraviado, por la simple razn de que nada me molesta tanto como que me
proporcionen la orientacin que yo mismo he pedido. En la primera encrucijada ya no sigo
las instrucciones que poco antes me dieron. Eso explica que sienta tanta admiracin por la
gente que sabe encontrar su rumbo viajando sola en pleno Pacfico, si bien juzgo eso ms
fcil que lo otro, puesto que no hay que preguntar a nadie. Claro que me faltan tambin
sextante y brjula. Por lo dems, siempre he sido una nulidad en la comprensin de los
puntos cardinales y sus correspondencias. Muy recientemente lo he notado cuando,
llegando a una capital de provincia que no conoca, pregunt al sereno de noche del hotel
el camino del garaje (no sin la esperanza de que l me acompaara).
Tome usted la primera calle a la derecha dijo, vuelva a mano izquierda y
encontrar el garaje en la primera calle a la derecha despus del puente.
Nada hay que confunda tanto como la derecha y la izquierda a las dos de la madrugada.
Y, sobre todo, nada que yo tenga menos deseos de distinguir.
Mire respond al hombre , el caso es que no conozco la poblacin...
A lo que l me replic, con ese tono amable que adoptan los serenos de noche cuando
se espera encontrarlos despiertos:
No veo qu necesidad hay de conocer un lugar para tomar la primera a la derecha y
la primera a la izquierda. Eso es igual en todos los sitios del mundo.
Y me dej a solas con la noche.
Lejos de m la intencin de quebrantar el prestigio de los exploradores. Lo nico que
me disgusta en los grandes viajeros es que nunca se los puede llevar a parte alguna en la
esperanza de darles una sorpresa. Me encontraba una vez en Ro de Janeiro cuando lleg
uno de mis amigos. Era un hombre-India. Perteneca a esa clase de personas opulentas a
quienes invitan durante todo el ao los maharajs, mientras la gente sin medios se arruina
con los gastos de estancia en los pases que visita. Como aquel hombre no haba estado
nunca en Ro, me apresur a conducirle aquella misma tarde a una altura desde donde se
dominan como en una colosal cabalgada, los montes y las olas. Los cocoteros se
doblegaban suavemente bajo la brisa del crepsculo y se recortaba el perfil de sus hojas
bajo un cielo de esmeralda. Aquella maravilla de color no pareci asombrar a mi viajero.
Estos verdores son magnficos dijo , mas en Padang, en las Indias orientales,
los he visto mucho ms intensos.
Al da siguiente le mostr una avenida de palmeras gigantescas, que parecan flechas
proyectadas hacia los cielos.
Soberbias concedi , pero en los jardines del maharaj de Bhavnagar...
Das ms tarde, despus de una partida de tenis, mientras disfrutbamos en la caseta de
los placeres de la ducha, le grit, desde donde me hallaba:
Verdaderamente, nada hay como una ducha en Ro despus de un buen intercambio
de pelotas!
Sin duda contest mi amigo, slo que en Bombay, despus de los monzones...
El resto de sus palabras se perdi en el fragor de mi ducha, que hice correr a todo
escape. Por el momento, el vapor de agua nos impidi distinguirnos. Y desde entonces no
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ES LA PRIMERA VEZ...
Habiendo tomado un superavin directo de Nueva York a Pars, habamos pasado a
toda velocidad la estacin de Montlimar, en el Mistral, cuando el inspector de la S. N.
C. F., entrando en el departamento, pregunt a la azafata de nuestro avin dnde estaban
las gentes de Abidjan. A primera vista puede pensarse que yo me haba vuelto loco. Y ello
es exacto en la medida en que los viajes de hoy pueden volver loco al hombre ms
razonable. Pero no se trataba de una alucinacin. Habamos tomado el avin directo de
Nueva York a Pars, llegando a Orly a la hora prevista, mas no con tiempo suficiente para
aterrizar, ya qu lo impeda una denssima bruma. Reims, Tours, Lyon y Burdeos
respondieron a nuestras llamadas manifestando que sus aeropuertos estaban cerrados.
Slo Marsella poda acogernos, en espera de que se levantase el techo de nubes que cubra
Orly. Pero en todo aquel da no se levant y fuimos encaminados a la capital en el Mistral, en compaa de otros viajeros procedentes de Abidjan y de nuestra azafata. Pregunt
a aquella encantadora persona si nuestro caso era frecuente.
Es la primera vez en seis aos de vuelos transatlnticos, lo que significa unas
doscientas travesas me respondi la joven , en que dejo de llegar puntualmente con
mi aparato.
Muy raro. Porque yo, que no he atravesado el Atlntico ms que tres o cuatro veces en
avin, he sufrido las mismas tres o cuatro veces un incidente idntico (la ltima vez
hubimos de aterrizar en Bruselas, porque el personal del aeropuerto de Orly se hallaba en
huelga).
Hay momentos en que me pregunto si no ser yo el hombre en quien se ceban siempre
esas primeras veces.
Una vez, en Tejas, en vista de lo mucho que llova en Dallas (Es la primera vez que
esto ocurre en nueve meses me aseguraron; aqu hace siempre un tiempo
esplndido), uno de mis anfitriones americanos me acompa a un rancho. Iba yo, al fin,
a ver directamente lo que hasta entonces nunca viera ms que en pelcula: treinta y cinco
mil cabezas de ganado en un rancho perteneciente a un solo propietario y grande como dos
departamentos franceses. Mas lo malo de los ranchos americanos es que son tan grandes,
que , el ganado est siempre en otro sitio. En un recorrido de cien kilmetros en automvil
pude contar treinta y cinco caballos y doce vacas. stas eran, francamente, soberbias, pero,
al fin y al cabo, slo doce. Haba motivos para sentirse perdidos en una vasta soledad.
Es la primera vez, desde la gran sequa del 34, que esta zona aparece tan despoblada
nos dijo el hombre del rancho . De haber venido ustedes la semana pasada, habran
podido ver seis rail toros.
Y dnde estn ahora?
Han partido hacia el Sur, donde pasarn el invierno.
Y los vaqueros?
Se han ido al Norte, a la feria de Dallas.
Ello me record las rosas, esas rosas que en todos los jardines del mundo no he
conseguido nunca ver una flor, no sin que mis amigos se lamenten siempre diciendo: Si
hubiera usted venido cuando florecan los rosales!
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Cuando volv, fui a buscar mi coche al garaje. La reparacin estaba terminada (era la
primera vez que no me decan que la reparacin no se hallara lista hasta tres horas
despus) y el encargado me interpel:
No s cmo se las arregla usted. Es la primera vez que he de cambiar los
amortiguadores en un coche que slo ha recorrido tres mil kilmetros.
Curioso, decididamente curioso... Cuando indico a la patrona de un hospedaje que una
persiana cierra mal o un armario no se cierra de ninguna manera, resulta que es la primera
vez que le sealan esa anomala. Sin duda hay muchas gentes que no ven nada, no oyen
nada ni reclaman por nada.
Me ha sucedido, por ejemplo, ver una mesa de noche desplazarse sola, seguida de mi
lecho. En todo caso es una cesa de cierta importancia, aunque se explique el fenmeno por
la inclinacin del pavimento o las vibraciones de los trenes del contiguo ferrocarril
elevado. Pero, segn manifestacin de la patrona, yo era el primero de darme cuenta de
ello.
Lo mismo acontece con los mosquitos. En verano, rara vez me hospedo en un hotel sin
preguntar primero si hay mosquitos.
Aqu, seor? Nunca.
Y cuando a la maana siguiente informo que toda la noche me han utilizado los
mosquitos como estacin de repuesto, siempre resulta que son los primeros que aparecen
en la temporada.
Para qu aadir que en los restaurantes he sido sometido a la misma ley? Hace poco,
en un establecimiento bastante reputado, tuve ocasin de decir al propietario que, si no
tena mejor pastel de alondra que el que me haba servido, poda irse a frer esprragos. Y
l, muy amoscado, replic:
Es la primera vez, seor, que se me hace un reproche a propsito de mi pastel de
alondra.
Sin embargo, me he encontrado siempre con la primera vez? No. En Londres, en el
escaparate de un almacn de Mayfair, pude contemplar un ejemplar gigantesco de un tipo
de zapatos impermeables. El calzado de muestra, sumergido en un recipiente de agua, se
aseguraba que estaba all desde 1907. No poda darse ms garanta de impermeabilidad. Un
da no pude resistir la tentacin y compr un par de zapatos de aquel estilo. Hice mis
primeros ensayos en Sologne, atravesando sin obstculo charcos y cenegales. Al principio
los zapatos permanecan perfectamente secos. Pero a los ocho das el agua entraba en ellos
como en unas zapatillas. Fui a devolverlos. El vendedor los examin con desconfianza.
Very strange, sir. Este artculo es muy bueno.
Despus, tras procurar recordar otros zapatos como aquellos, y con el amor que los
ingleses muestran a los precedentes, aadi:
Realmente, seor, ste es el segundo par que se nos devuelve en los ltimos
veintisis aos. Y el otro perteneca tambin a un francs.
Cosas, sin duda, del agua del continente...
Aquel hombre, al menos, era sincero.
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Mr. Goldenfern is kindly requested to report to the telegraph office... Mr. Goldenfern,
please...
Por cuarta vez los viajeros levantaron la cabeza para distinguir la de Goldenfern, pero
sin xito. Todos miraban a todos y nadie vea a nadie levantarse. Porque los altavoces de
los aerdromos suelen llamar siempre a personas que no estn en ningn sitio.
:
Constituamos una abigarrada muestra de todo lo que una espesa bruma atlntica puede
dejar bloqueado en Gander a partir de las cinco: pasajeros de la Air France, de las
Lneas Areas Escandinavas, de la T. W. A., de la K. L. M., de las Pnamerican
Aairways... No faltaba el inevitable clrigo, ni la hind vestida con un sari que yo
sospecho que las compaas areas transportan gratuitamente en cada viaje para dar a sus
lneas el sabor de un ambiente universal.
De modo que all pareca estar presente todo el universo. Pero no el seor Goldenfern.
Haba yo cado en un semisueo cuando el nombre del seor Goldenfern, pronunciado
por quinta vez, me sac de mi momentnea modorra. No s qu reflejo inconsciente me
hizo mirar la pequea etiqueta oval suspendida de mi maleta para viendo mi nombre,
cerciorarme de que no era yo el seor Goldenfern, movimiento parecido al que uno hace
instintivamente cuando se palpa los bolsillos al or afirmar que se ha perdido una cartera.
De modo igual, si el altavoz anuncia un nombre dos o tres veces y al final acaba uno dicindose: Palabra de que ese nombre me parece el mo. Una cosa muy extraa.
Me dorm. Y si yo era Goldenfern? Good morning, Mr. Goldenfern... Acaso se tratara
de un multimillonario norteamericano, de uno de esos self-made men que comienzan
saliendo de la nada y terminan con todo un rascacielos para ellos solos, y acaso con un
trust o un holding... Goldenfern... Con tal nombre, prenda de oro y de tenacidad, todo debe
doblegarse ante uno. Sin duda llamaban desde Nueva York para dar alguna noticia grave.
Poda haberse suicidado el socio de aquel hombre y deba ste volver sin demora. O se
haba interpretado mal su orden respecto a las minas de uranio y se hallaba arruinado o
haba multiplicado su fortuna dos o tres veces. Se ruega encarecidamente al seor
Goldenfern... Pero podra ser tambin un agente secreto. Quizs el Pentgono quisiera
comprobar su pasaporte...
Y se imprimiran titulares como stos:
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En aquel rincn perdido del continente americano, que no tena apenas nombre ni era
ms que maleza veinticinco aos atrs, los destinos de los hombres, inmovilizados por un
momento, reanudaban su curso.
Attention, please...
La voz hollywoodiana, suave, pero firme; sensual, pero correcta; cantarina, pero no en
exceso, como la voz de la diosa protectora de los viajes areos, circulaba a guisa del soplo
de la brisa de la aurora, sobre el universo entumecido. Otra vez el mundo se pona en
movimiento y se abra en abanico hacia las anchas puertas del cielo.
En esos instantes siempre experimento el deseo, de dar un paso ms y tomar el avin de
Singapur en vez del de Pars. Una conversin de cincuenta centmetros a la izquierda y se
cambia de destino.
Mr. Goldenfern is kindly requested...
Pero yo no sabra nunca lo que le sucedi a Mr. Goldenfern... Nunca si unos segundos
despus, a seis mil metros sobre el nivel del ocano, no hubiera yo odo cmo nuestra
sonriente azafata anunciaba a un hombrecillo calvo en el que yo no haba reparado antes, a
quien el mundo entero haba olvidado y que, por hallarse mareado, no haba salido del
avin en Gander...
It's a boy, Mr. Goldenfern...
As que era un nio... Nada ms.
LA ERA DE LO SUPER
Mi vecino en el avin que, partiendo de Amsterdam, volaba hacia Roma, perteneca a
esa categora de gente gruesa que, durmindose cinco minutos despus de la partida, se
despiertan tres minutos antes de la llegada, advertidos por no se sabe qu mecanismo de
relojera ntima. Para las personas que, como yo, encuentran tan difcil conciliar el sueo
como despertarse, eso llega a ser exasperante de veras.
Aquel hombre era alemn. Haba tomado el avin en Francfort y se diriga a
Johannesburgo. La primera escala en la ruta hacia frica era Roma; pero, por razones
mecnicas, nuestro aparato, antes de cernerse sobre los Alpes, describi en el cielo un
vasto semicrculo y regres a su base de Amsterdam. El durmiente despert, apese,
penetr en la cantina del aeropuerto holands y, llamando a un camarero, exclam, en un
italiano germanizado que no debiera volver a lanzarse al aire despus de lo del Eje:
Cameriere! Per piacere, ein gelati!
Crea haber llegado a Roma. El camarero, juzgndole loco, llam al jefe de la cantina,
quien, con ayuda de un intrprete y dos pasajeros, puso las cosas en su punto.
Incidentes as son hoy corrientes en las rutas del cielo. A diario, en virtud de
perturbaciones atmosfricas o de incidentes tcnicos, un seor que se cree descender en las
Azores, se posa en Guinea. Antes uno se equivocaba de estacin. Hoy se equivoca de
continente.
Nuestro avin no tard en volver a ponerse en marcha. Mientras, en la noche,
saltbamos de un extremo del mundo al otro, yo pensaba en mi abuela, que, para apearse
en la parisiense estacin de Lyon, cuando volvamos de vacaciones, se preparaba en
Laroche, se acomodaba el velo en Sens y, ya en Fontainebleau, haca llevar a la plataforma
delantera del carruaje su maleta japonesa, que seguramente pertenece a un tipo que no se
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IMPRESIONES EN EL CABO
No estando catalogado oficialmente como idiota ni como imbcil, me fue dable partir
rumbo a la Unin Sudafricana. En efecto, la condicin inicial para dirigirse a ese lejano
pas, es hacer que un mdico atestige que no es uno:
a) idiota (idiot).
b) imbcil (imbesiel).
Si hay dos palabras que siempre me hayan parecido estrechamente relacionadas, son
esas dos, al punto de que acuden a mis labios con tanta frecuencia una como otra en el
mismo sentido. La primera cosa que me ense, pues, la Unin de frica del Sur es que se
puede ser imbcil sin ser idiota, o idiota sin ser imbcil. La frmula estipula, adems, que
no se debe ser:
c) dbil de espritu.
d) loco.
e) epilptico.
f) neurpata.
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g) alcohlico, etctera.
En resumen, para penetrar en la Unin Sudafricana hace falta ser tan equilibrado, que
nunca me habra atrevido yo a firmar un certificado semejante. Pero mi mdico, despus de
unos cuantos tanteos con el mazo, lo extendi con la mayor sangre fra, lo que me hizo
experimentar de pronto una agradable sensacin de seguridad interna.
Esa clase de cuestionarios, tan gratos a las cancilleras y en el que se os pregunta, a lo
mejor, si tiene uno la intencin de tomar el poder por la fuerza en Nicaragua (en lo que no
haba nunca pensado y siente de pronto la intencin de hacerlo) o si ha estado internado
por enajenacin mental, termin por volverme loco. Ped, pues, explicaciones. El agente
consular se molest. De esta manera, y muy a menudo, mis viajes a los trpicos han
terminado en la avenida Klber o en la avenida Hoche. No obstante, yo tena muchos
deseos de conocer el pas de aquellas gentes que tanto se preocupaban de distinguir entre
los imbciles y los idiotas. As, pues, fui all, inaugurando, con una docena de periodistas
europeos, un nuevo enlace de las Reales Lneas Areas Neerlandesas, a bordo de un
Super Constellation que realizaba en una sola jornada un viaje que los antepasados del
piloto, colonos bers, tardaban cuatro meses en efectuar. Para aumentar mi riqueza de
conocimientos, ese viaje no hizo sino ensearme una vez ms cuan insondables son los
designios de los autctonos que nos hacen visitar sus respectivos pases. Hace algunos aos
me preparaba a descubrir las bellezas de la capital de una repblica hispanoamericana,
cuando un habitante de ella me persuadi de que me dejara conducir por l.
Voy a mostrarle dijo una cosa verdaderamente extraordinaria.
Y, pasando a gran velocidad ante los antiguos palacios espaoles, fren el coche ante un
inmenso cubo de cemento.
El nuevo edificio de las P. P. T. me anunci.
Magnfico repuse, aunque me recuerda mucho nuestros edificios corrientes de
correos. No habra medio de...?
Espere ataj mi invitante, que pronto voy a mostrarle cosas mejores.
Y me hizo contemplar un gasmetro que, segn sus noticias, era el mayor de toda la
Amrica espaola, lo que no obstaba a que no pudiera dejar de parecerse .
desesperadamente a cualquier otro gasmetro. Conoc, empero, una aventura anloga en
Italia del Sur, donde en vez de llevarme a ver ruinas grecorromanas y bosques de naranjos,
los concejales del municipio me hicieron absorber en dos das seis pantanos y tres centrales
hidroelctricas.
Complejos? Temor de ser considerados como retrgrados? No lo s a punto fijo. Pero
esta vez, camino de frica del Sur, yo pensaba, de acuerdo con lo que se dice en las clases
de geografa, conocer el pas del oro y de los diamantes. Mas yo era un pobre nio,
engaado por Schrader y Galloudec, porque, de hecho, el frica del Sur es el pas del
vino y del jabn. El programa establecido por los servicios oficiales no comprenda una
sola visita a las minas. (Por lo tanto, qu habra sido de m, ante los ojos de Sonia y de
mis amigos si no llevase yo una muestra de tierra azul en la maleta?) Prolongu, pues,
mi estancia all para conocer lo que todava no me haban enseado.
Me compensaron mostrndome una fbrica de jabn en Durban y los viedos de El
Cabo. El Cabo de Buena Esperanza! El fin del mundo. El punto de reunin de dos
ocanos. El pas de los rarsimos zafiros y amarantos triangulares que tanto hacen soar
a los nios... Y, sin embargo, voy a deciros lo que nos ensearon con orgullo en la Ciudad
del Cabo. Un tonel! Un tonel muy viejo y muy histrico, pero, al fin y al cabo, un tonel. Y
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para ello habamos recorrido diez mil kilmetros a vuelo de pjaro. Un tonel embodegado,
a veinte kilmetros de la ciudad, y cuyas caractersticas ignoramos an.
Al da siguiente, para visitar a mi sabor el barrio malayo y el Monte de la Tabla, hube
de abandonar el grupo. Amenazado de nuevas cepas, me separ de los dems a tiempo de
no quedar hundido en las vias del Cabo hasta el cuello. Con todo me qued tiempo para
preguntar a uno de nuestros amables mentores lo que pensara si llevndole a Pars le
condujramos, a tambor batiente, ante las escaleras del metro, junto al pabelln de
Breteuil.
No obstante, yo, que me quejaba de ser privado de color local, no tard en quedar bien
servido de l. Debo, en verdad, decir que una de las pocas cosas que me han divertido en
frica del Sur aparte del desopilante aspecto serio de la gente, y hablo de la gente
blanca es precisamente una historia de color local.
Hay, sin duda, en el mundo pases que carecen de color local. Eso debe de ser muy
interesante. Desconfo de los otros, sobre todo de los que tienen gran cantidad de ese color
y vuelcan el excedente en las agencias de viajes en forma de excursiones en grupo y
exploraciones todo comprendido. Siempre he tenido mis sospechas respecto a las cosas
del color local desde el da que examinando el machete de un indio guaran, advert, con
penoso estupor, que llevaba la marca de la fbrica de armas y bicicletas de Saint-tienne.
Se trata de descubrimientos que slo un valor ejemplar puede hacer a los viajeros
revelarlos a su regreso. El verdadero valor en los exploradores consiste en cuando han ido
demasiado lejos, contar lo que han visto acercndose tanto como puedan a la verdad.
Convidronme un da a asistir a la ceremonia de un casamiento zul, en el valle de las
Mil Colinas, que est en el corazn de Natal. Al fin encontraba yo el color local. En un
claro de tierra rojiza, rodeado de altas pendientes verdeantes y de rocas abruptas, los
guerreros zules, revestidos de pieles de ganado bovino y de colas de gatos salvajes,
emplumada la cabeza y con escudo y jabalina en la mano, se alineaban junto a las matronas
y las vrgenes que, con collares y placas de perlas multicolores, formaban, en conjunto, lo
que pareca la deslumbrante paleta de un pintor.
Todo aquello era verdadero: el anciano jefe, de rostro asctico, que interrogaba a la
novia para saber si estaba dispuesta a aceptar el desposorio, luego de que las diez cabezas
de ganado previstas haban sido entregadas a su familia; el hechicero que exorcizaba los
malos espritus golpendose la cabeza contra el suelo; los danzarines empenachados que
caan en trance... Exceptuando la polvareda, todo era casi igual que en las pelculas en
colores de Fitzpatrik. De todos modos, yo haba tenido mucha suerte al pasar por la
comarca precisamente aquel da.
La prometida titubeaba en dar su asentimiento. El novio danz entonces una
desesperada zarabanda, rodando por el suelo y blandiendo su lanza contra un enemigo
imaginario, para hacer notar sus cualidades de guerrero intrpido. Todo se arregl.
Inolvidable recuerdo!
Inolvidable tambin la confidencia del funcionario de Asuntos Indgenas que se
hallaba all para acogernos y me manifest, despus de darme algunos pormenores sobre la
significacin de los ritos:
Of course, all that is a mock wedding.
Con lo que quera darme a entender que se trataba de una ceremonia fingida. El
verdadero casamiento se haba celebrado varios aos antes. Se trataba de una exhibicin
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Ya encontradas mis cosas y reunidos mis papeles, haba llegado el momento de cerrarlo
todo. Pero... convena cerrarlo o convena no cerrarlo? That is the question, segn dira el
comandante Thompson, que podra encontrar para la cerradura una de las mejores llaves
del francs. Y era muy posible que tradujese su. desconfianza cerrndolo todo con doble
vuelta y su credulidad dejando la llave debajo del colchn (cuando no bajo la alfombrilla
de la escalera, en el tercer piso a la izquierda, segn se sube). La verdad es que se
encuentran partidarios de los dos mtodos, y la cosa depende del que se elija. Podis
cerrarlo todo, porque encontraris experimentados que lo dejan todo abierto y os recuerdan
que slo los cajones cerrados con llave atraen la atencin de los fracturadores. No cerris
nada, y un centenar de personas subrayarn vuestra ligereza. Yo he titubeado respecto a
este punto. Mi abuelo, hombre amigo de cerraduras y cerrojos, era un partidario
convencido del primer sistema. Una noche de verano entraron ladrones y robaron todo lo
que estaba cerrado. Entonces l decidi no cerrar nunca nada. Un ao despus, otros
ladrones, o los mismos, se llevaron lo que le quedaba.
En vista de ello, me encontraba pensativo. Y entonces Sonia me llam desde la orilla
del mar.
Ya que vas a venir, querido, treme un cesto de costura que encontrars debajo de
mis chales, en mi anaquel de la izquierda, en la parte alta, a la derecha. Quieres mirar?
Despus de varias bsquedas encontr el estuche de costura en el armario, a la derecha,
bajo unas velas, en la parte inferior, y no a la izquierda.
Ya lo he encontrado dije, feliz, a Sonia, que pareca impacientarse.
Ya ves lo sencillo que es todo dijo ella cuando se sabe colocar bien las cosas.
Aconsejado por mi larga experiencia, me guard muy bien de decir nada. Lo que
prueba que hay momentos en que s, si me atrevo a expresarme as, cerrar o abrir una caja.
EL SUPLICIO DE LA HORA
Esta vez todo est en calma en nuestro piso. Sonia y los nios han salido de vacaciones.
Tambin se ha ido mi vecino, que se dedica a dar martillazos cada domingo y que no
volver antes de que concluyan las vacaciones. El aspirador guarda silencio. Czerny, mi
enemigo personal nmero uno, duerme en su lugar, en vista de que no tiene a mano dedos
para procurar desarticularlos. La cocinera est en el mercado. Por fin me va a ser dable
trabajar en la paz veraniega de Pars, que tantos sabios celebran todos los aos. As escribir, con tranquilidad, un texto que he ofrecido a propsito de los juguetes. Me siento a
la mesa y me froto las manos.
Con gusto cortara la comunicacin telefnica, pero con los nios nunca se sabe... Y
adems espero una conferencia con Ginebra. En este momento me llaman. Debe de ser eso.
Pero no. Es el redactor de una revista literaria que practica la entrevista telefnica. Se trata
simplemente de saber si he sido influido por los surrealistas. Digo que no. Mas parece que
eso no satisface del todo al preguntante.
Mire me dice con tono que me demuestra que me conoce mejor que yo a m
mismo, no ir usted a asegurarme que no ha sido influido por Kafka en su trabajo...
Recib tal impresin de que iba a ser considerado como menos que un nadie por el
entrevistado que hube de aceptar:
Desde luego... Como todo el mundo...
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Bueno bueno, veamos. Claro que hay mucho de Kafka dentro de usted.
Instintivamente mir a mi alrededor. Creo poder afirmar que no he sufrido nunca la
influencia de Kafka, pero en esto de los surrealistas, quin sabe? No tuve tiempo de
reflexionar. Mi examinador, sin duda especializado en las K, haba pasado a hablarme, no
s por qu, de Kant.
S, claro, Kant... dije pensativo.
Debo confesarlo? S: tengo profundas lagunas en mi cultura. A veces caigo dentro de
ellas y necesito toda la indulgencia de mis contemporneos para ayudarme a salir del
trance. Entre las simas ms importantes, con la de Kant (inexplorado despus d mis
primeros estudios filosficos), puedo citar la guerra de los Treinta Aos (durante cuya
lectura siempre contraigo la gripe), Hornero, El Romance de Renart, las leyes de Faraday y
los calcsicos jursicos, que eternamente tuve inclinacin a confundir con los esquistos
cristalinos.
Y despus de todo esto, el entrevistador dej el telfono.
Comenc mi crnica: Lo que prefiero en la panoplia de un marciano es...
Son el telfono. Ginebra sin duda. Pero no. Era una voz que yo conoca bien e incluso
demasiado.
Hola, querido! Espero no molestarte. No te entretendr mucho. No quiero abusar de
tu tiempo. Ya s que lo tienes contado. Debes de sentirte envenenado con este maldito
telfono. En mi casa pasa lo mismo. En fin, voy a ser breve, y a no meterme en rodeos.
Yo siempre desconfo de la gente que asegura que no quiere andar con rodeos.
Generalmente toman otro, que suele ser el ms largo.
Vamos al grano. Tengo una amiga que ha escrito una novela. Ms bien una narracin.
O, exactamente, un cuento, o quizs un reportaje novelado. Consta de unas doscientas
pginas y creo que te gustar, porque lo merece. Querras darle un repaso? No est
copiado a mquina, pero el manuscrito es muy legible...
...Decididamente no estoy hecho a la imagen de los grandes hombres que, como
Edison, cuentan: Buscaba un medio de acrecer la velocidad de la voz a travs de los hilos
cuando me llam un importuno. Y de eso sali el fongrafo. Pero yo no soy as. Necesito
sucesin en las ideas, y mis ideas nunca tienen sucesin. En fin, a la tarea.
Lo que prefiero en la panoplia de un mar...
Otra vez el maldito telfono. Est vez s era Ginebra.
Trocadero 58-59? Le llaman de Ginebra... Hable... Lyon, 224, con el 7. Aqu, cabina
22. Ests dormida, dijoncita? Trocadero 58-59? Puede retirarse. Ya se le llamar.
No haba comunicacin con Ginebra. El seor se haba retirado. El llamado era el 5958 y yo soy el 58-59. Conozco a quien me llama y s que le duele sinceramente no poder
comunicar. La culpa no es suya, sino de su reloj. Los das de lluvia la cosa se hace casi
automtica. Incluso partiendo del 58-59 para obtener el 59-58 con la mejor, desde luego,
de las intenciones no por eso deja de llamar a mi casa, molestndome en el deseo de no
molestarme. De todos modos l suele pedir excusas, pero hay gentes la mayora que,
sin excusarse, dicen furiosamente: Si el nmero est equivocado, por qu responde
usted? Tendr algn da que escribir una crnica acerca del telfono. Si, un da que me
encuentre tranquilo.
Lo que prefiero en... Pero no. Todo esto es malo. Corto. Vale ms abandonar la tarea.
No antes de tener que contestar una vez ms al telfono. Ahora es un amigo.
Oye, muchacho, qu te pasa esta maana? Hace hora y media que intento
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comunicar contigo. Verdad que no te molesto? Slo quera saludarte. Cmo va eso? Yo,
como siempre; y t? Bien, bien. Entonces llmame cuando quieras, o ya te llamar yo. En
fin, nos llamaremos. A propsito, dnde tienes, si lo tienes por casualidad, el nmero de
telfono de M.? Porque t debes de tenerlo.
Dnde he puesto ese nmero? Desde luego ha estado quince das seguidos encima de
mi mesa. Comienza la caza del papel. Paf! Cae todo lo que tengo a mano. Y si estuviese,
en fin de cuentas, en la gua? M... Ma... Mar... Mau... Ah, ya est aqu!
Le he encontrado en la gua digo a mi amigo.
Es inaudito.
Por extrao que parezca, la gua telefnica es el lugar donde menos a menudo se
encuentra un nmero de telfono.
Ante el comportamiento de ciertas personas, muchas veces me pregunto para qu sirven
los listines de telfonos. Cuando le telefonean a uno, es para decirle:
Tenemos que vernos. Es difcil explicarse por telfono.
Uno piensa que la lnea est jalonada de agentes secretos. Y cuando esas personas le
ven a uno, suelen concluir: Ya te telefonear. As, hay personas a quienes trato hace
veinte aos sin conocer a punto fijo lo que quieren decirme. Yo no estoy en el mismo caso.
Siempre lamentar, en el fondo, no haber vivido una poca de velocidad. Es evidente que
en la poca en que el mariscal Molitor y su valeroso contemporneo Botzaris no haban
conquistado an sus seguras posiciones de indicativo, y cuando las gentes no
experimentaban la necesidad de hablarse antes de verse a fin de verse para hablarse, las
cosas transcurran a doble velocidad.
En nuestra casa, cuando el telfono no le sirve a Sonia para entablar una conversacin
con una amiga, despus de haberle dicho tres veces: Adis, cario, ahora no tengo ms
remedio que dejarte, el aparato tiene por misin principal darnos la hora. Y no porque nos
falten relojes, que tenemos en abundancia. Puede parecer paradjico, cuando se tienen
cinco relojes, preguntar la hora a un sexto reloj. Sin embargo, es lgico. Como el pndulo
del saln adelanta veinte minutos sobre el reloj del dormitorio, que retrasa media hora
respecto al despertador de la cocina, es necesario contar con un arbitraje. Figuramos, pues,
entre los 38.319 usuarios cotidianos del reloj parlante, vidos de la hora exacta. De hecho
parece que slo los pndulos de las relojeras pueden sealar justamente la misma hora.
Pero en cuanto salen del establecimiento se toman con el tiempo toda clase de libertades.
Desde que nac he visto a la gente afanarse en poner su reloj segn la hora de otro.
La hora ha producido siempre para m mltiples enigmas. Cuando iba al colegio, sobre
todo en el ltimo trimestre, tena la impresin de que las manecillas del reloj iban ms de
prisa al descender de las tres hasta las tres y media que al subir de la media hasta las
cuatro. Recuerdo a un to mo que deba su reputacin al observatorio. No haca nada, sino
pasar delante de l. Pero cuando llegaba a casa los domingos y sacaba su reloj del chaleco,
toda la familia, casi ritualmente, se pona en la hora del observatorio. Disponamos tambin
de una ta que llevaba puntualmente la hora de la estacin de circunvalacin, mas esto no
tena el mismo peso que lo otro.
Hoy, con los nuevos relojes que indican las fases de la luna, los das pares y los signos
del Zodaco, aunque exigen buscar la hora en los ms alejados rincones, conozco otros
cuidados. A decir verdad, una de las cosas que envidio en los solteros es que nadie, en su
casa, va a discutirles la hora que tienen. Esos hombres no saben lo que es vivir con cinco
personas que tienen cada una su hora y estn seguras de marchar bien. Tampoco conocen
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ese permanente estado de alerta que precede a los das de la marcha de vacaciones. Un
primer despertador desgarra la noche, luego otro, y ya todo el mundo est archidesvelado,
incluso los vecinos, cuando de pronto suena el aviso de la hora dado por telfono, seguido
de una serie de menudas soneras correspondientes a los relojes de los nios (excepto el
relojito del pequeo, que sonar dentro de una maleta mientras estemos entre Angulema y
Poitiers).
Cuando estoy solo, como en este momento, puedo respirar un poco. Incluso demasiado.
La otra maana, cuando tena que tomar el tren para la costa vasca, me despert el
telfono. Pero, no habindose producido ninguno de los dems ruidos familiares, volv a
dormirme. Chesterton me ha enseado que la nica manera de tomar un tren es perder el
que le precede.
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en mucha parte, gracias a l. Y la mam seala el retrato del padre, bajo un cristal. El
artista ha logrado una creacin alucinante, porque la cabeza que ha diseado, o bosquejado,
con multitud de trazos cortos, como transmitida por belinograma, puede ser la de cualquier
persona. Mirndola, he credo ver la ma. Los seguros han ganado la partida.
Si he de decir la verdad, siempre he sido partidario de las compaas de seguros. A
veces mi luna de miel con ellas dura seis meses. Hasta he llegado a tener durante ao y
medio un seguro de vida. Luego, notando que no me haba muerto, juzgu que efectuaba
un gasto intil. Pero luego me atrajo otra empresa, que presentaba igual prima que la
anterior. O bien hubo algo que me sedujo ms que lo que representaba mi pago mensual. Y
dej el seguro. Slo hasta el momento en que un representante vino a desplegar ante m su
tabla automtica de mortalidad. En tres minutos me hizo vivir hasta los sesenta y cinco
aos, conseguir veinte millones, gustar la euforia de un retiro en la opulencia y ofrecerme
un fin bajo un aspecto tan atrayente para los dems, que me quit todo deseo de seguir
adelante, para ver lo que hara con mis millones. Sucedi, firm. Y despus el ciclo se
renov.
Esta ltima vez, sin embargo, me siento conquistado. Porque cuando se firma un
contrato con una de esas sociedades de 850 millones de capital (enteramente
desembolsado), con inmuebles en Pars, Ro de Janeiro y Sidney, ya no se es el mismo
hombre, sino que, por osmosis sin duda, se siente uno como de piedra. Cmo no dormir y
hasta morir tranquilos teniendo por compaera esa compaa que slida como una roca
segn reza su historial ha sufrido sin daos una revolucin (1830), otra revolucin
(1848), un golpe de Estado (1851), la guerra (1870), la Gran Guerra (1914) y la Guerra
Mundial (1939)? Eso sin hablar de las crisis, no obstante lo cual la empresa siempre ha
hecho frente a todo y siempre ha pagado. No es se el secreto de los secretos? Para
atravesar los perodos de turbacin y vivir hasta llegar a bicentenarios, es preciso, a la
imagen de esos self made men que comienzan sin tener donde dormir y terminan siendo
propietarios de un rascacielos, incorporarse a una compaa de seguros.
Me apresur, pues, a firmar una de esas plizas de seguro de vida que tienen como
ventaja principal la de cerciorarme de mi estado de salud, ya que el primer cuidado de las
compaas es cerciorarse de ello mediante cuestionarios confidenciales. Por ejemplo:
Es el cuello del solicitante corto o largo? Tiene predileccin por los licores
espiritosos?
La cosa es garantizarse de que uno no les gane por la mano. Despus, y siempre como
se me indicaba, entregu a Sonia la direccin financiera del hogar. Prepare a ser viuda
a su mujer, deca el prospecto. Confieso que yo haba pensado en preparar a mi mujer a
muchascosas, pero hasta entonces haba dejado aquella en la penumbra. Sin embargo, no
deban tergiversarse las cosas: No tiene usted un minuto que perder para preparar a su
mujer a la viudedad. No espere a que sus articulaciones crujan para pensar en ello. Yo haba notado en mis articulaciones ciertos crujidos, y ya les haba prestado bastante atencin.
Decid, pues, seguir al pie de la letra aquella escuela de preparacin que, como es normal,
no entraa laguna alguna.
Como en aquel momento tena que marcharme, dije a Sonia:
Supn que yo no volviera ms...
Qu te pasa, con eso de no volver ms? dijo Sonia. T volvers, no? Y
agreg: No me vengas con artimaas de esa clase.
Sin embargo, los peritos hablaban seriamente. No era momento oportuno para
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enternecerse. Prtate como un hombre, me dije, mientras senta que una lgrima me
acuda a los ojos.
Es una cosa rara que siempre que los hombres se sienten nios, como cuando salen para
el cuartel, la guerra o el gran viaje, suelen decirse: Prtate como un hombre.
Hice, pues, penetrar a Sonia en aquella floresta de papeles, facturas, volantes y recibos.
Hostil selva, por cierto, donde las personas fsicas, seducidas por la boa cedulr y el tercio
provisional, buscan el usufructo de los bienes parafernales. Le ense lo que es la sobretasa
progresiva y el compromiso a trmino acordado, y como yo tampoco saba nada de
aquello, aprenderlo poda servirnos a los dos, a ella para el porvenir, a m para lo que
consideraba ya como el pasado. Hubiera querido poderle decir tambin dnde se
guardaban esos napoleones que las familias se transmiten de padres a hijos por si llega un
mal momento, y que en el mal momento vuelven, a guardarse por si llega un momento
peor, pero yo los haba escondido tan bien el esto anterior, antes de salir de vacaciones,
que me hubiera sido preciso un profesional de la ganza para sacarlos de donde los tena a
salvo.
No obstante, cuando volv de viaje, no slo Sonia haba encontrado los napoleones,
sino que, parecindole una antigualla tener el dinero escondido, habalos invertido en
acciones de Petrleos Consolidados.
Parece dijo que por ahora es el mejor papel que hay. Y tiende al alza.
Por qu no? Despus de m, todo subir. Entretanto todo marcha como quieren los
entendidos. Tan bien, que yo me pregunto a veces qu hago siguiendo todava aqu. En el
fondo (si se me permite decirlo) nunca he vivido tan tranquilo como desde el da en que me
han enseado a morir.
EL LTIMO CCTEL
Profeso mucho amor a los enemigos, porque son las personas con quienes menos
probabilidades se tiene de reir. No slo hablo de la vida profesional, donde tantas veces
las cosas seran mucho ms sencillas si no se contase con un amigo en la casa. Porque
esos amigos suelen ser susceptibles y os fuerzan a tomar precauciones tanto ms intiles
cuanto que, de todas maneras, ellos imaginarn que uno ha querido pisarles el terreno. No
voy a hablar ya de los amigos que os deben dinero o un empleo (dos cosas que no se
perdonan ni perdonan nunca). Consideremos, por ejemplo, los amigos a quienes se convida
a un cctel como el que Sonia tiene metido en la cabeza organizar antes de las
vacaciones y aquellos, amigos tambin, a quienes, por omisin, no se invita.
Si pensis en invitar a alguno y le invitis, lo olvidar pronto. Si no le invitis, lo
recordar toda la vida. Generalmente es la noche que precede al festival aquella en que
recordis los nombres de los que habis olvidado. Es evidentemente demasiado tarde para
enviarles una tarjeta. Claro que est el telfono; pero, cuando se invita a alguien en el
ltimo momento, la gente suele no sentirse propicia, aunque no sea ms que porque se encuentra en un momento de mal humor.
Con todo, yo haba examinado todos los nombres de mi cuaderno de notas, desde
Aarn a Zografos, pasando por los Lentisque y los Pochet (por qu habr tanta gente cuyo
apellido comienza con L y tan poca con T?). Pero haca tiempo que yo haba dejado de
llevar mi agenda al da, sobre todo quitando los cuidadosamente anotados en 1957, para
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aadir aquellos que se eliminaran en 61. Es intil, adems, explicar los olvidos en virtud
de una distraccin. Se tiene por evidente que eran olvidos calculados. Las cartas recibidas,
los encuentros de pocos das ms tarde, lo demuestran. Existe el camarada de instituto que
os escribe para deciros que se ve que las cosas han cambiado mucho y que cuando l os
pasaba bajo la mesa las tablas del paraleleppedo, todo suceda de otra manera, y no
estbamos tan distantes uno de otro. Hay tambin el compaero cuyo rostro, contrado,
indica que no se pierde nada por esperar. Asimismo est la ta de Vesinet, a cuya casa se iba
en la poca en que se frecuentaban las casas de las tas y que procura ponerse mitones en
las manos cuando escribe:
Parece que vives ya en el gran mundo, al que sin duda nosotros no pertenecemos. T
has progresado mucho, hijo, lo que no quiere decir que sigas el camino acertado. Ten
cuidado con los cambios de tiempo. Tu to, que ya est viejo, y yo, celebramos mucho
tener noticias tuyas a travs de los Puiseux, a quienes no tenemos nunca inconveniente en
invitar. Mas, para demostrarte que no te guardamos rencor alguno, has de saber, hijo mo,
que el pabelln d la calle Alta tiene siempre sus puertas abiertas para ti. Quin sabe si
algn da te satisfar poder encontrarlo disponible?
Mi querida ta debe de imaginar que ese algn da, yo, escritor perseguido por mis
acreedores, ir a la calle Alta para llamar a su puerta, con un maltrecho maletn en la mano.
Horrorosa! s que magnfica jornada! Verdad es que no estoy seguro de que esa puerta est
abierta para m. Creo que no.
En realidad, los mejores amigos son aquellos a los que no se ha olvidado, a los que no
se ha invitado y que tienen, como yo, un sagrado horror a las reuniones para beber
ccteles. Porque yo siempre, despus de la batalla, mirando mi hermosa alfombra
(etimologa: tapiz del que se burlan los invitados), la hallo perforada por distintos crteres
amarillentos. Llega a trminos de locura la cantidad de quemaduras de cigarrillos que la
gente puede dejar en las alfombras de uno, sin duda para vengarse de lo que no pueden
hacer en su casa. Hay tambin quienes, para ver si es autntica, dan una uarada en la
decoracin. Y existen los que miran los peridicos de la mesa (lo que me recuerda que yo
quedara muy obligado a la persona que me devolviese unas notas indescifrables puestas en
mi mesa propia, y que, adems, no interesan a esa persona nada, porque slo dicen: Hab.
discret.).
No se lamente, seor dijo el encargado del servicio, al despedirse , de lo que vea
despus en las alfombras. Todo es un efecto de la luz lunar. Si usted lo permite, yo le
aconsejara poner, otra vez, muchos ms ceniceros. Si el cenicero est a una distancia de
tres metros, las colillas van al suelo. Claro que, aqu se vean personas que saban
contenerse. Todos haban bebido y bebido bien, lo que sobra decir, pero no lo bastante para
comer, porque ha quedado cerca de la mitad de todo. Lo menos cinco bandejas de croquetas y hasta dos kilos de cerezas en almbar, sin hablar de las frutas escarchadas.
Es lstima que no sea lo contrario, pero la indicacin que acompaa a la cuenta es muy
seria: Slo se rembolsarn los lquidos no consumidos. Ya se sabe lo que eso significa. A
m me gusta hablar con los encargados de hoteles, porque le ensean a uno muchas cosas.
Hay que explicar que, al parecer, los das en que se come ms son los martes, mircoles y
jueves. El sbado me dijo un entendido es cuando se come menos, salvo por parte
de quienes hayan estado sometidos a ayuno, ya que entonces lo devoran todo.
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NUESTRO HOTELITO
A) A LA VERA DEL MAR
En este hotelito (que se llama grande y presume de ser de Albin) hay...
Hay un seor que, al fin de cada comida marca con un lpiz previamente humedecido
con los labios, el nivel a que se halla el vino que queda en su botella. Luego se lleva el
agua mineral a su alcoba y deja a su mujer en el saln. Por la tarde se le ha visto incluso
practicando incisiones en los tapones.
Hay, por supuesto, muchos nios insoportables y un soltero que, soportndolos
maravillosamente, ensea a los padres la forma de tratarlos. Eso da la mejor prueba de que
los solteros conocen mucho mejor a los nios (y a las mujeres) que los padres de familia.
Por eso no se casan nunca. No por eso dejan los padres de expresar en voz alta su
autoridad, ni detestan explicar las gracias de sus cachorruelos, que estn demasiado
adelantados para su edad. Y se cita como una hazaa la ltima ocurrencia de Jeromn,
quien, privado de postre, se avituall de coles a la crema con la complicidad del cocinero.
S, fue un espectculo! , dice la mam, furiosa contra el principio y satisfecha por lo
que la cosa tiene de gracioso. Si todos los nios cuyos padres dijeran que haban dado un
espectculo lo diesen, el mundo estara poblado de espectculos. Por eso, sin duda, se
encuentran tan pocas excepciones.
Hay una dama blanca (blusa blanca y sombrilla blanca), que dista bastante d nosotros
(la mesa prxima) y que no sale sin llevar un ejemplar de Nietzsche. Almuerza, come, se
pasea y debe dormir con Zaratustra. Nunca lee peridicos. Por lo menos, se es el comn
criterio. Pero ayer Miguel, el hijo del profesor Letoupin, dijo que la haba visto en el Paseo
Martimo devorando el Paris-Turf. Su cotizacin ha bajado mucho en el hotel.
Nitchevo!, ha concluido el bromista de este lugar, porque siempre hay en estos sitios
hombres temibles que, en efecto, son verdaderos bromistas.
Hay un matrimonio que se levanta siempre muy temprano y a la hora del desayuno
proclama en voz alta que ha visto cosas extraordinarias, para que los dems lamenten no
haberlas visto. Qu bella estaba la mar hoy a las seis de la maana! Verdad, Gastn?
Pareca verdaderamente inflamada. Un incendio pareca. Bien mereca la pena verlo.
Encontramos al profesor Letoupin, que sabe casi todas las cosas, desde los orgenes de
la plegazn herciniana hasta el tipo de dulce que tendremos el domingo para el postre. A la
manera de cuantos lo conocen todo, siempre empieza sus frases as: Ustedes saben que...
o Ustedes saben por qu... El objeto es conseguir que le respondan no y, en
consecuencia, colocar adecuadamente lo que se propone decir. Es un tipo que pertenece a
la clase de los que siempre dicen: No quisiera molestarlos, pero... Y eso es odioso, porque obliga al molestado a decir que no le molesta... El profesor es uno de esos
sexagenarios que, habiendo aprendido demasiado para un hombre solo, experimenta la
incesante necesidad de transmitirlo a los dems, para librarse de su exceso de sabidura. En
la playa incmoda a los mayores dndoles noticias (generalmente pesimistas) sobre la
situacin atmosfrica, y a los nios empendose en decirles el nombre de los crustceos.
Hasta ri con el pobre Guy, a quien pregunt:
Sabes lo que tienes en la mano? Y le aclar : Un paguro, llamado tambin
ermitao.
Guy le respondi que no quera saberlo.
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Aunque es un hombre muy sabio, el profesor quiere saber ms, y para ello se dirige a la
gente que l llama del pas. Pero nunca obtiene ms que nociones muy vagas. Confieso que
me satisfizo tanto como verme vengado de algo, or que ayer un marinero le dej, como
quien dice, parado. El pescador, sorprendido por un temporal, tuvo que volver, despus de
tres das de ausencia, con su barca desmantelada. Interrogado vehementemente por todos,
explic que los vientos contrarios le haban empujado hacia el Sur. Y lejos, muy lejos...
No podamos hacer ms que achicar el agua. Era lo nico posible.
El profesor quiso obtener datos precisos.
Puesto que fueron impelidos hacia el Sur, llegaran al golfo de Gascua y a las costas
de Espaa, no?
El pescador mir, con ceo, a aquel curioso entendedor de mar.
El golfo de Gascua? Las costas de Espaa? Haca mucho, seor, que estbamos
fuera de toda geografa.
El otro da un seor fue arrastrado por la corriente. Vmosle con ansiedad desaparecer
en alta mar. Era un buen nadador; pero en el mar, como en la tierra, los buenos son los que
lo pasan peor. Al otro extremo del comedor haba otro seor, que se precipit en socorro
del nadador y que, para evitar que se debatiera, le asest un gran golpe en la nuca. Era por
su bien, porque un cuerpo inerte es ms fcil de llevar que un ser vivo. Pero el interesado,
aunque encaj el golpe muy bien, lo tom muy a mal. En vez de permanecer inerte
respondi con un puntapi en el vientre del otro, aadiendo que no haba llamado a nadie
para que le auxiliara. Deba de ser uno de esos campeones que se hacen llevar por una
corriente y recoger por otra. El salvador, sintiendo en esto un gran calambre, estuvo a
punto de ahogarse. Los dos hombres estn de malas. Y cada uno, para s, desea que al otro
le lleve el diablo cuando sobrevenga una gran marejada. Lo que prueba lo difcil que es
vivir, y hasta morir tranquilo, durante las vacaciones.
Hay una seora que, todas las tardes, llora cuando le presentan la fruta. Padecer de
alergia? Recordar algo? No se sabe por qu, pero la fruta la hace llorar. El espectculo es
curioso y hace que converjan en ella todas las miradas. Incluso se ha sospechado que la
seora Pintard hizo colocar a sus invitados de ayer cerca de la mesa de la llorosa para que
pudiesen verla mejor. Y se me creer si digo que esa dama que llora siempre no llor
entonces?
Siempre pasa lo mismo cuchiche la seora Pintard a su marido . Cuando
invitamos a los Ducreaux para que vieran a nuestro loro antes de irnos de viaje, Abdul no
hizo la menor alusin a la fiesta.
Hay un mdico de edad que ya no ejerce su profesin, pero siempre lo requieren en el
hotel. Nadie quiere molestarle, desde luego, slo que todo el mundo suele ir a buscarle para
pedirle un sencillo consejo. Probablemente ello tiene por fundamento el querer saber si
merece la pena consultar a un mdico autntico, que no se encuentre de vacaciones y que
cobre sus honorarios. Slo hay un punto inquietante: la hojita de la seguridad social
referente a las prestaciones de servicios mdicos. Pero no puede tener todo a la vez.
Hay un matrimonio muy serio, con su hijita Sofa. Son sederos muy ricos, de Lyon. A
uno le extraa que no residan en el Carlton. Ellos, incluso molestos por lo mismo, han
explicado que estaban en Capri. Volvieron por causa de la pequea, que necesitaba yodo.
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El famoso latigazo yodado, como suele decirse, de las aguas marinas de la Mancha.
Todo estaba lleno y tuvieron que tomar lo nico que encontraron. Pero se vengan:
a) con suplemento de pollo servido en su mesa en todos los almuerzos. Como suelen
llegar tarde, hay tiempo a ir a buscarlo. Y los domingos, da de pollo, toman langosta.
b) con Italia. No dejan nunca hablar de su palacio de Capri, del encanto de Capri, de los
precios de Capri.
Al principio hablaban con los dems huspedes. Luego stos se sintieron hartos. Ahora
slo hablan consigo mismos. Se los ha puesto en cuarentena. Sobre todo desde la historia
de la mesa junto a la ventana que los Lherbieux achechaban hace dieciocho das y que los
sederos les han pisado. La seora Luneaud, la institutriz, dijo que eso era por la pequea,
porque el aire del mar, el yodo... Cuntas cosas se hacen en tu nombre, yodo! Pero los
Lherbieux, no pensndolo as, comentaron:
Nada de yodo. Son los suplementos. Los suplementos que pagan, los hacen ms
interesantes que nosotros.
Los Lherbieux y otros tuvieron su desquite el da en que los Santal-Lemoine llegaron
de Espaa y de otros sitios. Tambin queran dejarse azotar por el aire fresco de la Mancha
despus de exponerse a una insolacin. A la hora del caf el seor Santal-Lemoine dijo a la
camarera, mostrndole su dinero (los cigarrillos se pagan al contado):
No puedo pagarle ahora con esto. Son bolvares.
Todo el hotel se pregunt dnde podan circular los bolvares. La seorita Tierce dijo:
Dnde va a ser ms que en Solivia?
Pero el profesor Letoupin corrigi:
Eso sera muy cmodo. Los bolivianos viven y circulan en Bolivia. Los bolvares son
de Venezuela.
Y el profesor qued por encima de los sederos, relegados a la categora de viajeros de
cercanas.
Por la tarde, en el saln, se forman grupos que se dedican principalmente a discutir de
los dems. Hay cierta distincin entre los que alternan unos con otros y los que no alternan
con ninguno. Los que alternan discuten de todo, particularmente del tiempo. Cuando
llueve, hay quien dice:
Llueve en todas partes.
Y otro interpone:
Menos en la Riviera.
S aade un tercero, pero aqu hay yodo.
Cada uno se consuela con lo que puede. La seora Pintard dice que en sus tiempos los
veranos eran verdaderos veranos y los inviernos verdaderos inviernos.
Y eso ha cambiado mucho agrega . Como lo dems.
Pregntase entonces el profesor si cree que las explosiones atmicas pueden o no,
trastornar las condiciones atmosfricas. Y, si se me permite, de ah se pasa a tratar de los
W.C. En este hotel, fiel todava al sistema de los conmutadores que no encienden la luz del
lavabo ms que extinguiendo la del techo, las comodidades privadas son excepcionales.
Por la maana, cada piso es el escenario de mltiples luchas secretas para la anexin del
reducto. All, como en todas partes, hay gentes afortunadas y tambin quienes acuden sin
xito cinco veces al mismo sitio. Por la tarde, pues, se transmiten opiniones, vituperando a
los lentos, o los clnicos, o los desahogados y, sobre todo, a los que leen en el retrete.
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Yo dijo ayer la seora Pintard siempre bajo al del primer piso, donde suele
haber menos gente. Pero la seorita Tierce le dio nuevas ideas indicndole en voz baja:
Yo procuro ir siempre despus del 26, que por lo menos, fuma cigarrillos ingleses.
B) A LA VERA DE LA MONTAA
En este Schweizerhof de montaa hay...
Hay primero los reyes del hotel, que son los que estuvieron presentes cuando se
produjo el gran, drama de los Alpes y lo vieron todo por cincuenta cntimos (suizos) a
travs de un anteojo. Todo, en efecto; la cada, el hombre suspendido de la cuerda sobre el
vaco, el cuerpo balancendose durante dos das y dos noches al borde de la escarpada
pared de roca... Y cada da se cuenta la tragedia a los que llegan despus. Algunos insisten
en los pormenores macabros.
Not usted alguna diferencia en l cuando muri? Antes de ello se debata y
forcejeaba?
Luego dan respetuosamente las gracias a los que testifican lo que sucedi. Ellos, al
menos, han tenido unas vacaciones memorables. Una dama reprocha a su marido:
Oyes, Arturo? Si no hubisemos ido a la Jungfrau cuando llova, lo habramos visto
todo.
Prefiero no haberlo visto responde Arturo.
Tras de lo cual, y observando a lo lejos otra cuerda, se apresura a monopolizar el
anteojo. Nunca se sabe...
En las paredes de los cuartos de bao hay cajas de caudales, cuyas llaves puede uno
tomar y...en las que se lee Compaa Suiza de Ahorros. Junto a la entrada de los
principales sitios, un Reglamento de Polica anuncia: De acuerdo con los reglamentos
concernientes a las costumbres, la polica invita a nuestros visitantes a recorrer las calles
prximas a la estacin con atavos correctos y apropiados. Y en los lavabos del piso bajo,
en el lado correspondientes a los Herrn, se distingue una soberbia placa de esmalte
negro y blanco. En un medalln se avista el retrato del Protector Ferdinand Cari
Hertzog, rodeado de las Auszeichnungen (Recompenses, Awards, Premiati) que el
distinguido fontanero (G. Helbiling, Zurich) obtuvo en las exposiciones de Basilea,
Innsbruck, Ginebra y otros lugares. Y alrededor, desplegados en abanico, y escritas en cuatro idiomas, estas recomendaciones, que empiezo por traducir en nuestro idioma propio:
Levanten la tabla si usan el retrete como urinario. Lo que es una traduccin bastante fiel
de Bitte den Sitz Bentzung ais Pisoir, aunque suena mucho ms musicalmente en italiano:
Si prega di levare il seggio usndola comme pisciatojo (1).
Regularmente inscritos en la minuta se encuentran los inevitables Potage Garbure y
Fera du Lac, que hizo a un nio francs preguntar a su padre:
Qu es esto?
Una especie de trucha respondi el padre.
Pero de qu lago?
(1)
Los letreros esmaltados me han fascinado siempre. En el Hotel Saint-Laurent, de Troyes, he visto un rtulo
del mismo estilo: "Se prohbe subirse sobre la tabla del retrete con los zapatos puestos. Hay retretes sin tabla
en el stano."
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AMBIENTE
Muchas veces me he preguntado qu es eso a lo que llamamos ambiente. Acaso se
fabrica utilizando serpentinas, confeti, petardos y esos sombreros multicolores y
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puntiagudos bajo los cuales Sonia me culpa de que adquiero un aspecto siniestro? Tengo
yo la culpa de eso? Si se me pone un gorro cnico en la cabeza y un matasuegras entre los
dientes, me convierto en el acto en el hombre ms triste del mundo. Y para no expresar
cmo me siento, me esfuerzo en rer. Pero nada hay ms penoso que la contraccin forzosa
de los msculos cigomticos. Entonces tengo un rictus espantoso para cualquiera que lo
vea. No he sido nunca un buen elemento de cotilln. Acaso el ambiente ser otra cosa? O
lo ser ese fondo de ruido continuo sobre el que tantos de mis contemporneos gustan de
vivir?
Hace poco yo me encontraba en Londres, en un encantador y pequeo restaurante de
Elizabeth Street, donde un francs recibe en camisa, a estilo Lacoste, a los seores y
seoras, dndoles, con la ilusin de que entran en un bistro, la certeza de que les ofrecer
una buena cocina. Como nadie escuchaba la radio y sta obligaba a todos a hablar a voces,
pregunt al patrn si no poda quitarla.
Con mucho gusto dijo, pero ya ver...
Cort la corriente. El diapasn de las voces baj. Se segua hablando, pero en tono
normal.
Ve usted me hizo notar el francs como ya no hay ambiente? Mientras que
ver ahora...
Puso el receptor en marcha.
Ve? No tienen ms remedio que ponerse a tono.
Pareci como si antes se hubiese vivido un momento en el mundo de los mudos. Y el
conjunto de las cosas, por un momento a punto de vuelco, rectific la mala posicin en que
se encontraba.
Por lo tanto, yo considero que la primera condicin del ambiente son las personas que
lo forman. Atenindome a los almirantes a quienes trato los fines de semana, a los boyscouts adultos, con sombreritos blancos, segn el estilo Tour de France, y con zapatos
calados de color habano claro, y a todo lo dems que se desploma de las telesillas, y a las
que llevan zapatillas de tacones altos, suelo descubrir un mundo de sherpas de fantasa y de
cuentahistorias de los ms sobresalientes.
En las mesas del comedor hay globulargol, acelergol, regulargol y otros estimuloreeducadores del estmago y de los glbulos rojos.
Hay una dama (la del acelergol) que, todas las tardes, se envuelve en una manta de
cuadros y busca efectos de calma dirigida en la ladera de la montaa.
Qu silencio reina aqu! exclama, al perturbarlo.
Junto a m hay unos suizos franceses llenos de sabor ambiental. Habiendo tenido ayer
dificultades con la electricidad, la seora llam a la camarera.
Entre y mire dijo. No puedo encender. La bombilla no se enciende. Enciendo el
conmutador y no funciona.
Hay tambin presente un grupo norteamericano: se trata de college girls vestidas con
Bermuda shorts y medias de lana negra, as como de atletas rubios con chalecos azules
ornados con letras blancas (Lambda-Chi-Alpha), que hacen pasar sobre el lugar el hlito
californiano y tambin el de los grandes parques gratos a los coqueteos universitarios. Al
volver de paseo se arrojan sobre enormes montones de Air Mail, cuyo contenido leen en
voz alta, extendidos sobre los grossen schafsofas de la sala de escritura y de reposo.
Asimismo se encuentra en todos los hoteles suizos el libro de ingls bsico, grueso
volumen de cubierta encarnada encuadernado en tela barata.
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Tambin hay jvenes sudamericanos que procuran aprender buenos modales al estilo de
Ouchy y aun ms all.
Existen franceses que pasan el tiempo calculando si ese viaje sale ms o menos caro
que en Francia y se preocupan mucho de los famosos recargos suizos a las cuentas.
Hay una docena de nios de nacionalidades diversas, que, no pudiendo entenderse en la
misma lengua, se limitan a procurar gritar cada uno con ms fuerza que el otro.
Hay una jovencita muy gentil que recolecta flores en la montaa y las coloca, en
secreto, sobre las mesas de los enamorados. Es una de esas personas que conocen todas las
cosas por su nombre: plantas, rboles, glaciares... De noche, en la terraza, recita el nombre
de las estrellas: Casiopea, Antares, la Lira... As instruye a personas como yo que, ms all
de la Osa Mayor, empezamos a navegar en el firmamento. Porque los nombres... Lo que ha
perdido siempre a Pochet son los nombres. Tiene la obsesin de querer saber cmo se
llama cada pico. Y su mujer responde: No s qu vas a ganar con saber que se de enfrente se llama el Grindschelhorn y el otro el Strumpfelspitze, ya que, diez minutos
despus, no sabrs distinguir el Strumpfelhorn del Grindschelpitze. Y es verdad: si Pochet
no conoce los nombres, se siente perdido. Y si los conoce, se pierde.
Hay igualmente en el hotel un bruselense anciano, que subi al Cervino en 1904 y que;
parece seguir viviendo all arriba.
Hay una familia de Zurich a la que se mira con mucha curiosidad, por lo raro que es ver
suizos en su pas.
Hay tambin una joven de piel transparente que padece de algo en el pulmn y que;
permanece all todo el ao. Sus grandes ojos plidos se levantan a veces de sobre las hojas
de un noveln donde debe de haber muchachas como ella, y suelen fijarse en algn nio.
No te aproximes mucho recomienda al nio la mam. Y volvindose al marido, le
cuchichea: No se sabe nunca...
Y el nio, inquieto, mira, con ceo a la joven plida a cuyo alrededor gira la muerte.
Seguramente sacudiendo con fuerza todo ese mundo, por la noche, en el saln de baile,
apretndolo mesa contra mesa, y ensordecindolo para obligarle a romper en gritos, ser
como se obtenga esa cosa milagrosa que llaman el ambiente.
En todo caso, la mejor definicin del ambiente que algunos llaman atmsfera
me la dio un americano una vez un club nocturno:
El ambiente me dijo, mientras pagaba consiste en que la luz disminuye y los
precios aumentan.
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Se ve que has avanzado mucho, eh? grita, sarcstico, sacando por la portezuela
la cabeza, cubierta con el inevitable gorro de visera.
Y arranca, encantado, no sin hacer un desagradable ruido con la boca. Y toda su familia
parte en medio de un estallido de risa. Creo que la humanidad, en este instante, no tendra
muchos ejemplos que dar a un marciano que aterrizase entre nosotros sbitamente.
Sigue un pesado silencio, interrumpido por las observaciones macabras del reparador.
Es extra que estos especialistas hablen siempre de los vehculos como de seres vivientes.
Y, en general, para afirmar que estn muertos. Mis frenos silban, mi motor canta, tengo al
parecer ruiseores en las ballestas, y mi nodriza est muerta. Si se aade que el magneto
sopla, que la carrocera no puede ms, que mi carburador tose y que mi batera est seca, se
tendr una penosa impresin de conjunto. Qu quiere usted? Mucha gente, el mismo da
que ha comprado un automvil, est pensando ya en revenderlo. Pero yo me he apegado a
mi glorioso torpedo. Qu culpa tengo de que l empiece a mostrarme desvo? Ya s que he
debido venderlo hace tiempo. Se dej una biela en Miln, un muelle en Suiza y un tornillo
en el Galibier, pero yo creo, de todos modos, que tiene alma, y le he dado el nombre de
Astart. No deploro nada. Esas grandes aflicciones en un coche son las que proporcionan
alimento y placer a los garajistas. De todos modos, rara es la vez que concluyo un viaje en
el mismo coche en que lo comenc. No es que exteriormente su aspecto se modifique, no.
Poco ms o menos sigue siendo lo mismo. Pero, interiormente, los garajistas de Francia,
Italia y Suiza han cambiado tantas cosas (que adems habr que volver a cambiar, y esa
vez de manera definitiva, cuando vuelva usted a su casa, si no quiere tener ms
complicaciones), que realmente no me parece viajar en el mismo vehculo. Yo no me
creera el mismo hombre si hubiese dejado mis amgdalas en Chambry, mi vescula biliar
en Turn y mi coldoco en Venecia.
Por el momento veo al hombre poner una cadena en contacto con el coche, quejndose
de que no es nada fcil de remolcar. Los reparadores de vehculos buscan siempre, para
enganchar su cadena, algo que deben tener todos los automviles, menos el de uno mismo.
Nada ms humillante que un coche averiado, excepcin hecha del artilugio que lo arrastra.
Esos monstruos antediluvianos, que llegan precedidos de un ruido infernal, y que parecen a
punto de desintegrarse de un momento a otro, levantan un Cadillac como si fuera una
pluma. Entre mis manos, ese montn de tintineante chatarra se desintegrara en unos
segundos, mientras entre las del especialista y entre los dos vehculos es el mo el que
pronto quedar reducido a un montn de fragmentos inconexos. Siempre me ha admirado
que un mecanismo tan complejo como el de un automvil, que a medioda os lleva por la
carretera a cien kilmetros por hora, pueda, a las doce y cinco, ser desmontado por un
tcnico en el momento en que ya no sirve para funcionar. Nada menos que esa cosa minscula que extrae el mecnico de las entraas de la mquina, y que os ensea en el hueco
de la mano y os parece una nfima bolita, es el negrusco corpsculo que calienta el
magneto y pone en movimiento el regulador.
No es sorprendente que, con esto as, haya usted tenido una averadice el
mecnico.
Y uno asiente, como si comprendiera.
Tengo que entenderme con un artista del oficio. Lejos de intimidarle, la dificultad le
estimula.
Al asunto! exclama, levantando la cubierta del motor con salvaje fiereza.
Inquieto al ver el interior de mi coche esparcido de un lado a otro del taller, interrogo
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de vez en cuando:
Cree usted que saldremos del apuro?
En el 17 yo estaba en Casa Aries. Le dice eso algo? Figrese si conocer el
comps! Slo le digo esto: sabe quin fue Panhard? Pues se soy yo.
Veo surgir del pasado teoras de automovilistas bigotudos. Y surgen tambin la Gran
Rueda, el cancn francs, la Bella Otero y los Lon Bolle. Todo eso, en suma, es mi
mecnico. Guermantes-Garage.
Al finalizar el da penetro por trigsima vez en el garaje, luego de haber realizado el
habitual recorrido exterior de un centenar de pasos.
Ya est arreglado dice el garajista. Puede usted partir.
En efecto, todo parece a punto. Sin embargo, el cajn donde el mecnico arroj bolas,
tornillos, clavijas y otros accesorios parece estar muy repleto todava.
No va usted digo, inquieto a poner eso dentro?
Bah! responde el hombre. Cuando se repara un motor, se ve que tiene dentro
un centenar de cosas que no sirven para nada.
Parto al fin con una bocina nueva, sin contar dos magnficos tambores de freno. Hay
una cosa rara, que parece emparentar a los garajistas con los mdicos. Va usted a que le
examinen la garganta y vuelve con un tratamiento para el hgado. Llega usted por culpa de
un delco en malas condiciones, y vuelve usted con una batera nueva. El efecto es curioso.
No obstante, en los dos casos uno se siente tranquilizado. En todo esto debe de intervenir
una gran parte de autosugestin. De todos modos, la costumbre de los garajistas de examinar el eje posterior cuando se les habla del cambio de velocidades, y la complementaria
de convertir en grave lo que os parece insignificante y tratar con desprecio lo que os parece
esencial, me hacen sentir el deseo de llamarlos doctores en medicina.
De todos modos, al volver a ponerme en marcha en el camino, dejando una parte del
carruaje detrs de m, no deja de trastornarme un poco. Espero lo peor. Y lo peor tiene
horror a ser examinado. Por lo tanto, no se produce. Poco tiempo despus pude comprobar
con cunta justicia hablaba aquel reparador. No slo haba quitado mucho innecesario, sino
que haba dejado un exceso de cosas intiles.
Cierto medioda, mientras corra por el camino, percib de repente un gran estrpito.
Me detuve, me ape y levant la tapa del motor. Una masa negra se haba separado de la
parte superior del mecanismo y cado en las profundidades. Tom la cosa con tranquilidad
y, despus de un prolongado instante de duda, decid poner aquel cuerpo en el interior del
carruaje. Luego, sin responder a Sonia, que, por supuesto, quera averiguar lo que aquello
era, arriesgu el todo por el todo y puse el coche en marcha. Pude comprobar que el motor
marchaba muy bien. No obstante, resolv parar en el primer garaje y saqu el objeto ante el
garajista, quien, siempre grun, manifest:
Es el filtro de aire de su coche.
Como un alumno cogido en falta, casi no me atrev a explicarle que haba recorrido
diez kilmetros sin el tal filtro. Pero l contest:
En realidad, para lo que eso sirve, bien puede prescindir de ello.
Resueltamente hay muchas cosas de las que los garajistas creen que se puede prescindir
y que yo me pregunto por qu utilizamos.
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sealar el camino, pero hay que decirles primero dnde est lo que uno busca.
Exploramos los alrededores del otro lado de la carretera nacional.
Ms vale que telefonees a los Pochet dijo Sonia. Ahora estn en Aixles-Bains, lo
que no queda lejos. Ellos sabrn seguramente la direccin, porque son los que me la han
recordado.
Me detuvo en la primera aldea, que se llamaba Le Poulet, para telefonear. El telfono
de Le Poulet era una de esas casetas de madera amarilla y receptor negro que todava
quedan y en las que se lee: Propiedad del Estado. Fecha de adjudicacin: 1916. Modelo
combinado de 1910. De esos aparatos puede esperarse todo menos una comunicacin. Al
menos, la que uno solicita. Despus de algunas vueltas de manivela (con repercusin
inmediata en el tmpano) o perfectamente a la empleada de correos, a la panadera local y
hasta a un seor Massenavette, pastelero de Belley, que, creyendo tener an comunicacin
con la panadera, me pregunt:
Es usted a la que le sirvo los pasteles?
Es una locura intentar entenderse con el mundo a travs de un telfono combinado de
1910. Pero se oye a mucha gente. Slo que la que me interesaba no era sa precisamente.
Ha terminado? me pregunt una seorita telefonista.
Recib una nueva descarga en el odo y la sesin se reanud.
Para el 3 de Le Poulet el 210-34 de Aix... 264 al 9... Hablo con Chambry? Retrate,
hija, que hay un marsells que ha pedido lnea antes... El seor Massenavette? Bueno,
anda, ponlos en comunicacin.
Muy lejos est de m intencin de vituperar esos gloriosos aparatos, de los que siempre
espera uno or brotar la voz de Joffre o de Gallieni. Al contrario: incluso siento gran
atraccin por ellos. No slo constituyen una indicacin de que est uno en vacaciones, sino
que representan lo nico que puede hacerle medir a uno lo que son las distancias y el
progreso. Desde Londres o Nueva York se pide comunicacin con Pars y se obtiene en
seguida. Pero intentad conseguirla con Aix-les-Bains desde Le Poulet, y ya me lo diris de
misas. Aunque en realidad no podris decirme nada. Lo que no obsta a que yo sienta la
mayor admiracin por esas seoritas telefonistas de todas La Fert y todos los SaintLonard, que, acostumbradas a las apacibles comunicaciones de las panaderas con los
seores Massenavette, se ven sometidas, desde el primero de julio al treinta de setiembre, a
las vociferaciones de veraneantes que aseguran estar acostumbrados en un momento a
comunicar con Roma o con Zanzbar, y son por principio refractarios al aparato combinado
tipo 1910, y a otras instalaciones murales de las que, sin embargo, descienden todas las
dems.
Declinaba el da, as como uno de los neumticos delanteros, cuando tras explorar no
corta parte del Ain y del Isre, y recorrido un centenar de kilmetros, llegamos al fin a
Saint-Andr-le-Gaz. All no se encontraba la Mansin de las Hadas, pero s, por lo menos,
un hostal tranquilo. Y no era una ocasin nica para personas parisienses poder dormir en
Sain-Andr-le Gaz? (1).
(1)
No consegu, por entonces, concretar cmo aquel santo haba podido ser gasificado en la carretera nacional
nmero 6 (y me apresuro a aadir que ninguno de los nombres le lugares o personas que aqu cito ha sido
inventado). Pero despus, habiendo aludido a esa aventura en un artculo, he recibido no menos de diecisis
cartas de amables corresponsales explicndome el origen del apelativo. Lo que prueba, adems, lo sabio y
apasionado por la etimologa, que es el pblico de este pas. La misteriosa gasificacin se oper por obra de
un cartgrafo que, no familiarizado con las formas dialectales del Delfinado, aderez a su manera, hace un
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Con todo, la situacin no pareci del agrado de Sonia. Y eso que muchas veces me
haba dicho en Pars: Cunto dara por pasar aunque no fuese ms que una noche en un
rincn perdido de la campia! Muy bien, s, pero cuando llegamos... Porque, claro, ya
estamos en un rinconcito, aislados de todos... Mas, as como lo primero que Sonia busca en
unas habitaciones escogidas porque tienen vistas al parque, son los carteles, la primera
necesidad que parece experimentar en el desierto de sus sueos es un almacn de telas. Y
entonces me doy cuenta (lo que quiere decir que no me la doy), de que resulta que no hay
nada... En fin, nada de nada. Y no se puede, en cualquier sentido, tener necesidad de algo?
Yo soy verdaderamente formidable (lo que quiere decir que no lo soy). Ya estamos en el
rinconcito, en l puerco rinconcito. Y el agua caliente sale fra.
Lo cual es la caracterstica estival del agua caliente en los rinconcitos aislados. La
patraa lo explica muy bien.
Qu quiere usted? Siempre pasa lo mismo. En el mes de agosto todo el mundo abre
a la vez el grifo del agua caliente.
En fin... De todos modos, hemos dormido en Saint-Andr-le-Gaz...
Ah! Me olvidaba de advertir que la Gatonnire est en el Jura, la Mansin de las
Hadas cerca de Annecy y los Pochet que no haban estado nunca en Aix, ni parado en la
Mansin, ya que los que estuvieron en la Mansin fueron los Taupin en Italia.
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SAHARA-SUR-LOIRE
El incidente me sucedi de noche, en pleno Sahara, a 48 grados de latitud norte, es
decir, a doscientos kilmetros de Pars, en una de nuestras excelentes carreteras nacionales,
junto a un lugar que llaman Le Fessard. Mis frecuentes viajes por frica me han puesto en
condiciones de saber lo que es el desierto. Y puedo asegurar que el Kalahari representa
poco en comparacin con ciertas regiones de la cuenca parisiense. En la jungla del
Transvaal, por la noche, siempre hay un chacal o una hiena que le hagan compaa a uno.
Pero aquella noche, en Le Fessard, no haba ni un gato. Si nada es ms normal que no
encontrar a nadie all donde los mapas indican desierto, resulta obviamente alucinante
errar a las once, en una localidad petrificada por la noche, combatiendo con la hostilidad de
mltiples persianas obstinadamente cerradas, tras las que adivina que el enemigo acecha en
la sombra.
Por qu detenerse en Le Fessard? Esto se preguntara cualquiera con justa razn. No
cabe duda que en lugares ornados con nombres siniestros, como La Horca, Hoyo de
Hambre o El Degolladero los automovilistas tienen la costumbre de cruzar a ciento por
hora, preguntndose cmo hay quien pueda pasarse all la vida. A veces se frena por
curiosidad. Mas lo frecuente es poner el pie en el acelerador. Slo que yo no pude apretar
nada parecido, en aquel caso. Mi coche, recin comprado, se haba detenido despus de
hacer or en la noche un ruido de resortes que se desgarran.
Nada ms difcil de creer que un coche deje de caminar cuando uno ha sido durante seis
meses el esclavo de l. La cosa me pareca tan inverosmil qu yo no dejaba de aplicar el
odo al motor, creyendo reconocer uno de esos chirridos o silbidos familiares que anuncian
la avera. Para or mejor, ech los frenos. En fin, perd tanto tiempo con el nuevo motor
como sola perder con el precedente, y esta vez sin motivo, lo que acaso resulte ms
exasperante, A tuerza de aplicar el odo, como a fuerza de prever la guerra, se acaba por
tener razn, ya que al final sobreviene una cosa u otra. No me sent, pues, sorprendido de
que lo me sorprendiera lo que suceda.
Telefonea. Haz algo dijo Sonia, despus de verme desaparecer bajo el motor sin
resultado alguno.
Telefonear? Dnde crea Sonia que estaba? Ni siquiera exista hilo telefnico en
aquel paraje.
Entonces da voces y llama.
Llam. Mi voz se perdi, sin ecos, en la desabrida noche. Otra vez nos envolvi el
silencio. Luego o el chasquido seco de una puerta que cerraban con doble vuelta de llave.
Ms vala ir a pie, lo que hice hasta llegar a la prxima aglomeracin de casas,
aglomeracin en verdad hasta el punto que me pareci una masa de hielo compacto. Era
aqul uno de esos sorprendentes pueblecillos perennemente sorprendidos de todo y de tal
modo acostumbrado a ver pasar a la gente sin detenerse, que nada les asombra ms que
advertir que alguien se detiene al pasar por ellos. No obstante, la fonda en que al fin nos
alojamos, reciba principalmente viajeros, segn nos informaron.
Apenas me haba despertado a la maana siguiente, el garajista me telefone para
decirme:
De buena se ha librado usted! (frase ritual que el hombre de oficio hace
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EL HOMBRE AL VOLANTE
(Visto por Sonia)
El seor conduce. El seor no puede hacerlo todo. El seor se enfrenta con la carretera.
Tengo que escribir yo en su lugar.
Con el pie sobre el acelerador, cmo, en efecto, se puede pensar en escribir? Otras
aspiraciones hay, y una preocupacin que se sobrepone a todas. Su mujer? Sus hijos?
Su profesin?
No.
Su velocidad media. Tiene que recorrer mil kilmetros. Ha de cubrirlos a una velocidad
media. Una de esas buenas medias de verano de las que l har su agosto y que, frente a
Pochet, le permitir sentirse en su centro. En la cara de Pochet piensa y no en la ma, y, si
piensa en la ma, ser pensando en la que pondr delante de Pochet. Se comprende que el
momento sea muy grave. Todo debe concurrir al xito de la empresa.
Y yo formo parte de ese todo. Hombre, coche, mujer, hijos. Los nios han de hacer
cuantas diligencias tengan que evacuar antes de partir. Nada de altos superfluos. Han de ser
paradas sincronizadas con las necesidades de repuesto de carburante.
Y nada ms. Y se requiere silencio. En cuanto a m, para qu estoy sino para
satisfacer las menores exigencias del dueo del volante y cumplir mil tareas secundaras
que, si no, le abrumaran?
Dame los guantes.
Y, para quedar por debajo de la media, he de encajar los guantes entre los dedos del
conquistador de la ruta.
Scame los cristales de las gafas y procura no apretar mucho.
Y, aunque parezca mentira, los seco sin apretar.
Qutame una cosa que tengo en la espalda.
Estrictamente hablando, no tiene en la espalda nada. Pero finjo quitrselo y l parece
sentirse mejor. El seor debe sentirse cmodo ante todo. Yo estoy para velar por sus
requerimientos. Chocolate? Cigarrillos? Mantequilla? Es eso todo? Si lo fuera... Pero
no. Hay que ocuparse de los mapas. Esto es precisamente lo principal, Transformada en
mquina calculadora, he de permanecer insensible a las bellezas del paisaje, manteniendo
los mapas entre las manos y respondiendo casi instantneamente: 179 a Cunto falta
para Poitiers?, o 795 a Qu distancia hemos de recorrer todava? Y, si eso no es en
el acto, si yo no soy una Inaudi del automvil, el seor se enfada, se agita en el asiento y
piensa que cambiara de mujer con mucho gusto.
No se me diga que hay dos cosas que permanecern siempre ajenas a las mujeres en
general y a m en particular: la puntuacin y la lectura de los mapas de carreteras. Acaso
la mujer ha sido puesta en el mundo para descifrar itinerarios en los mapas? Los hombres
parecen complacerse en el examen de esas cintas encarnadas llenas de cifras, de asteriscos,
de casitas, de castillos en miniatura, de franjas anunciadoras de albndigas de pescado y de
sopa de cangrejo. Ellos encuentran todo eso muy sencillo. Pero yo no. Y cuando se me
pregunta: Cunto falta para Chateauroux? Hay ah una cinta indicadora?, ocurre que
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cifras y siglas se ponen a danzar una zarabanda en mi cabeza. El rojo se mezcla al azul, el
amarillo a los otros dos colores, y el resultado es inslito por completo.
Hay una cinta en forma de macarrn, s o no?
No, pero s dos tenedores cruzados.
No se me quiere atender. El seor quiere su macarrn. Sera capaz de comrselo.
Bruscamente el seor frena con nerviosidad. Se detiene. l mismo va a comprobar el
mapa. Y l mismo har las sumas.
Era una cosa tan sencilla: 48 ms 27...
El camin que habamos tardado veinte minutos en adelantar, nos adelanta ahora. El
seor se siente fuera de s. Le he echado a perder su media horaria. Est realmente echando
chispas.
Esto es verdaderamente gracioso silba, airado.
Hace chirriar los neumticos en las viradas y libera el complejo de inferioridad que le
produce un Bentley que nos ha absorbido encarnizndose con un humilde 4 CV que
se mantiene en el centro de la carretera. A juzgar por los cabellos y la prudencia de la
marcha, el conductor debe de ser una mujer. S, lo es.
Te apuesto lo que quieras dice el seor a que es una mujer.
Lo sabe hace rato, pero parece que ese modo de apostar sobre lo indiscutible me pone a
m en la misma categora que esa seora. La cual se aparta. Pero noto que hay algo que
preocupa a mi conductor. Fallos, irregularidades del motor? Ms vale, en todo caso, no
preguntar. Porque si arriesgo un tmido Pasa algo?, emplea a propsito, para
responderme, palabras que yo no comprendo (ni l en realidad comprende tampoco):
Perdone. No quiero molestarle, pero est usted verdaderamente contento de su
coche?
He aqu las diversas respuestas que he recogido y transmito fielmente:
Debo de tener una induccin estropeada.
O:
El encendido debe de funcionar demasiado de prisa.
Se comprende que ese exceso de prisa va a retrasarnos. Porque no es cuestin de seguir
rodando con un vehculo que no marcha como debe. Y as, de batera en batera y de
induccin en induccin llegamos......a un garaje.
Ah, los garajes!
Hace tiempo rodbamos a loca velocidad como los escritores de relatos
novelescos dicen de los automovilistas a quienes van a hacer volcar en la lnea siguiente
cuando, por una razn que se me escap en aquel momento (y en los sucesivos), el volante
comenz a humear. Yo he visto a menudo coches echar humo y a personas echar humo en
los coches, pero es una cosa extraordinaria, incluso en un pas volcnico como el que recorramos, que los volantes humeen. Pero aquel fenmeno de autoincandescencia, tan
extrao a mis ojos, no pareci sorprender al garajista. Tan risueo como doctoral, el perito
se content con decir:
Se trata del comodn.
Y es cosa grave?
No, slo que...
Qu?
Que nos hara falta tener una pieza de recambio.
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Y no ha tenido molestias?
Ninguna. Acabo de recorrer cinco mil kilmetros y ni una vez he tenido que...
Es maravilloso. Hay en Francia 38.000 Ayuntamientos y en ellos 33.666 garajistas que,
unnimemente, tienen demasiado que hacer para atendernos en el momento. En cuanto a
los automovilistas, cuando se les interroga, jams han tenido dificultades con su coche.
Volvemos, pensativos, al taller y encontramos nuestro extrao vehculo, cuya cubierta de
motor se ha levantado tan a menudo.
Ya en la carretera, yo volva a pensar en esas personas que nunca tienen que levantar la
tapa de su motor. Y en aquel momento distingu, inclinado sobre su motor, abierto, uno de
esos seores a quienes he visto sometidos a entrevista.
Necesita algo? le preguntamos, frenando.
Se mostr desconcertado, como sorprendido en flagrante delito de avera.
No, gracias repuso. Examinaba sencillamente las bujas.
Y, con un rabioso golpe, cerr y nos volvi la espalda.
Yo no soy entendida en mecnica, pero creo que lo que deca aquel seor no es una de
las cosas necesarias de hacer precisamente en el camino.
Unos segundos ms tarde me volv y vi al automovilista volviendo a abrir el cap.
Acabar por creer que los hombres ponen en su coche tanto amor propio como
gasolina.
GENIO Y FIGURA...
por Sonia
Cuando l entr para el almuerzo el otro da, comprend que algo marchaba mal. Los
hombres tienen cierta manera de callar mucho ms elocuente que todo lo que puedan decir.
Y tambin cierto modo de dejar su peridico, sus llaves, sus guantes... Y lo que mi marido
arroj nerviosamente era una publicacin de automovilismo. Contacto. Chispa.
Comprend. La causa de su disgusto era, una vez ms, el coche. En una revista
especializada haba visto el modelo del automvil que ltimamente haba comprado, pero
con el cigeal del ao anterior.
Me cambiarn mi cigeal! ruga mi marido.
Si se le hubiese dicho que iba a romperle los cartlagos de la nariz, no hubiera ofrecido
un aspecto semejante. Tena el automvil incrustado en la epidermis. Haba dicho mi
cigeal como si tuviese las mejillas de acero cromado. De aquella excepcional maravilla,
de la que hay unos 350.900 modelos en circulacin, habla siempre en primera persona.
Yo hago ciento cuarenta... Yo consumo diez litros cada cien kilmetros. Desembrago
que da gusto... etctera.
A fuerza de cortinillas venecianas, adornos, encajaduras y yo no s cuntas
extravagancias ms, los vendedores de accesorios le han demostrado que no tiene el coche
que debe tener todo el mundo, y lo malo es que l lo cree. Si la mujer vara a menudo, el
automvil tiene que variar todos los das. En setiembre del 57 adquiri un Chenonceaux
modelo 58. Y tres semanas ms tarde se le meti en la mismsima nariz adquirir un SuperChenonceaux modelo 59. La idea de haber comprado cada ao un coche del ao. prximo
que pareca del ao pasado, le agolpaba la sangre al corazn en una brusca virada, a una
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UN SUPERBOY
Yo desconfo de mi hijo en general, pero particularmente el da que compra su
semanario en colores. Sus metamorfosis entonces son tan sbitas como temibles. En ese
momento, por ejemplo, abandona los juegos atmicos y pasa a ser el capitn Hornblower.
Su vocabulario huele a galeones y filibusteros.
Rayos y truenos! grita. Quin me ha robado mi cubrecabeza?
Encuentra al fin su gormand (1), se siente formidable y se cree jefe de todo. Este aspecto
fanfarrn suscita las burlas de su hermana. Y en este nuevo lenguaje cuyo sentido se me
escapa, exclama:
Este tonto se cree lo menos la mitad de una mandarina.
Pero el nio en la noche, cuando suea, se torna mucho ms aterrador. Ayer mismo
despert a toda la casa profiriendo gritos salvajes.
Listos para virar! Al abordaje!
Estaba en pijama y blanda un sable de abordaje consistente en un edredn. Mi primer
(1)
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hunda en ella y una alfombra superficial lo bastante blanda para que pueda uno caer sin
hacerse dao. Al esqu de invierno, que convierte la nieve en hielo inmediatamente y limita
los riesgos al limitar el da, prefiero el esqu de primavera, si bien conviene que sea una
primavera lo bastante inverniza para que la nieve no se transforme en una solucin blanda
y pastosa, y lo bastante? caliente para que no se sienta fro. Del mismo modo agradezco
una lluvia tenaz o una serie de chubascos que me dejan quedarme en el cuarto sin dar
explicaciones. Si no tengo ms remedio que esquiar para hacer lo que hace todo el mundo,
me gusta hacerlo bajo un cielo azul, no demasiado claro, en el que algunas nubculas
oculten el sol por algunos instantes para atenuar sus efectos.
Me complace esquiar sobre la nieve virgen;! pero, sabedor de que sus suavidades son
traidoras, prefiero una pista bien trazada, jalonada de balizas lo bastante visibles para poder
distinguirlas desde lejos y lo bastante poco prominentes para no engancharse en ellas al
hacer la virada. No me gusta hallarme solo a la hora del crepsculo, a 2.800 metros de
altitud, frente a una pista vertiginosa, que las sombras comienzan a invadir. En cambio, me
horroriza sentir detrs de mis pantalones una hilera de esquiadores que parecen a punto de
caer sobre m entre un gran tumulto de nieve proyectada al aire, de crujidos secos, de
ruidos que parecen los de una aguja de ferrocarril puesta en accin. Siempre me absorben
entonces como una tromba, hacindome trepidar como la estacin de Noisyle-Sec al paso
del Orient-Express.
Mis preferencias se dirigen a una pista poco frecuentada, si no es por esos serenos
esquiadores lo suficientemente rpidos para poder venir a levantarme si me caigo, pero no
lo suficiente para poder (o querer) detenerse y ayudarme. Paso entonces a principiantes que
se hallan en dificultades y, a los cuales grito, mientras me deslizo:
Sin novedad? No hay nada roto?
Y espero en mi fuero intern que no me respondan:
S. Prsteme su anorak, porque estoy helado, y vaya a buscar socorro.
Al arrancar de una estacin de telesfrico no me complace el espectculo de la fila de
trineos de socorro esperando, al sol, el momento de ser utilizados. Sin embargo, su
ausencia total tampoco me tranquiliza. Lo deseable es un mnimo de dispositivos de
seguridad. Por ejemplo, un cartelera que me confirme de vez en cuando que voy por, buen
camino me satisface siempre. Pero la presencia de rtulos demasiado numerosos anunciando Pista peligrosa Pasillo de aludes, Cada de rboles; peligro de muerte, me incitan
a volverme a casa ms que a otra cosa.
Respecto a los esqus, cuya importancia no se acapara a nadie, cabe elegir entre los
largos y os cortos. Despus de haber vacilado largo tiempo, he acabado no decidindome
por ninguno.
Amo la soledad en la inmensidad alpestre y el silencio de las cumbres, pero,
obedeciendo las reglas estipuladas, sigo la primera, que decide que nunca debe subir uno
solo a las alturas. De otra manera pareca que mis compaeros se mantienen a distancia de
m, lo que es molesto, o que yo los abandono en el camino. As, es esencial que se sepa
elegir un buen compaero. Me inclino a optar por un esquiador experto, pero no tanto que
su superioridad excite mis complejos ntimos. A ser posible, me convienen dos
compaeros: uno que salga antes que yo, para ver si llego, y otro que parta detrs para
comprobar que no me quedo en el camino. Me complace que mis compaeros no hablen
demasiado, pero el tipo de montaero callado no me dice nada, naturalmente. Recibo con
gusto de esos peritos sugestiones que me permitan progresar. Pero detesto el tipo doctoral
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el cccix prendido entre los dos esqus en sentido vertical, como entre dos admiraciones de
socarrona madera. Y entonces me pregunto cunto me hara yo pagar en la vida ordinaria
para aceptar el padecer tanto ridculo sintiendo a la vez tanto dolor.
Pero es intil tergiversar las cosas. Nevaba, haba que esquiar y se esquiara. Realmente
no haba cado bastante nieve para poder esquiar bien, pero s la suficiente para que no se
renunciase a hacerlo.
A medioda la familia contaba con dos esqus partidos, una torcedura y una ligera
distensin muscular. Se haba salvado el honor. Con gusto me habra quedado yo all, pero
aquella misma noche un grupo de jvenes a los que se rode y festej como a hroes del
Anapurna volvieron, triunfantes, de las alturas superiores, diciendo que a dos mil
trescientos metros, en el Hornberghtte, haban encontrado una nieve maravillosa. Desde la
estacin se iba en trineo al punto de arranque de las pistas.
Vayamos dijo Sonia. se ser nuestro objetivo de maana.
Hay mucha gente as, que, de costumbre, parece pasar muy bien su jornada sin un
objetivo preciso y, en cuanto est de vacaciones, no piensa ms que en objetivos que
buscar. Adems no hay ms que hablar de trineos a Sonia (y sobre todo si los arrastran
caballos con campanillas) para que s sienta inmediatamente transportada a una tundra de
ensueo, donde no hay ms que dejarse deslizar, bajo cmodas pieles, como Ana Karenina.
Llegamos, pues, al Hornberghtte, tan frecuentado aquel da como el Himalaya antes de la
siega. Esperando el trineo de caballos de sonoros cascabeles, lo que nos sonaban a nosotros
eran los dientes, entrechocando de fro.
Tuvimos tiempo de advertir que se estaba bastante cmodamente ms abajo, y
emprendimos el regreso. La nieve caa en gruesos copos sobre diestra aldea suiza, que al
fin lo pareca de verdad. Todos los entendidos coincidan en calcular, el da que nos
marchamos, que dentro de quince das la nieve, demasiado blanda entonces, estara en
condiciones ptimas.
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de esqu para liberar el pie. Ya estaba, al fin, erguido sobre un piel y el esqu en la mano
cuando, por un falso movimiento, el maldito esqu, provisto de mi calzado, se alej de mi
mano temblorosa. Los vi descender la pendiente como nunca hubieran osado hacerlo
conmigo. Siendo as que el descenso sobre un solo esqu planteaba problema de una
gravedad desmesurada, lo cog con la mano y puse el pie en mi anorak, confiando en que
sucediera lo mejor. Pasar (y tan de prisa como no pude pasar entonces) sobre las
consecuencias de aquel incidente y mi llegada al Draggenschneehtte, con el anorak al pie
y el esqu a la espalda, bajo las atentas miradas de los esquiadores.
Todas mis desgracias en el esqu provienen de que muy a menudo dejo de seguir las
pistas trilladas, por las que se precipitan los blidos humanos, para aventurarme sobre la
nieve, ms profunda, de los linderos. Slo al fin, sobre un suelo inmaculado... Embriaguez
del descubrimiento, emocin de saberse el primer hombre que pasa por all hace diez
aos... Algo de esto es lo que siento desde ayer, y pronto se extingue el recordar las punzadas de la nieve virgen donde, cayendo de espaldas, vine a poco menos que desarticularme.
Extendido y dolorido sobre mi lecho, pienso una vez ms en los maratones, en los
atuendos raros y en los martirios que uno se impone durante las vacaciones, mientras en
Pars se da uno a los demonios si tiene que recorrer cinco metros a pie por terreno llano.
Con la pierna reumtica, dolorido el cccix, hurfano de esqu y zapato, en vsperas de
un amenazador Grosser Maskenbali (entindase baile de mscaras o cotilln), he aqu
que me encuentro por unos das impedido y condenado al reposo.
Pero de qu quejarse? No me encuentro, una vez ms, en un centro invernal
idealmente situado, rodeado por un crculo de cumbres lo suficientemente elevadas para
asegurar una proteccin absoluta contra el viento, garantizndose a la vez un aire seco y
puro siempre renovado? No puedo decir de todas maneras que este sitio me satisfaga
enormemente, ni tampoco su reverso, si puedo calificar as el otro lado de la montaa, por
el que me desplom.
Pero la culpa no es del pas. Es ms bien de los forasteros, sin los cuales, sin embargo,
Suiza no sera una autntica Suiza. Dnde est la tranquilidad ideal prometida por los
prospectos? Ha sido arrasada por los vndalos de nuestro tiempo, que son los peores. Los
brbaros tenan destructores de estatuas. Nosotros tenemos destructores de silencio. Por
curioso que parezca, mis vecinos de piso no se hablan una palabra cuando estn en la mesa.
Pero apenas cierran la puerta de su dormitorio empiezan a contarse su vida como si no se
hubiesen visto hace largos aos. Oigo crujir sus lechos. Han debido de extenderse en ellos
para leer. l, un peridico; ella, un libro. Podran limitarse a leer, pero no lo hacen, sino
que se comunican sus lecturas en voz alta. Cada tres minutos ella pregunta qu novedades
hay:
Han cogido ya al asesino que llaman de la Luna Llena?
l responde que no y que, como haba previsto, la cosa va para largo.
Y t dnde ests? . En el momento en que la condesa llega a San Petersburgo.
Ah encontrars una escena que...
No me la cuentes, no me la cuentes.
Extraa mezcla. Yo quisiera vivir los sueos que probablemente tienen los dos: Nasser
errando por Hyde Park con una pistola de 7,65 y sorprendiendo a la condesa con el seor
Dulles... Pero el hombre se queja:
Me duele aqu. Es decir, no, aqu... Figrate que esta maana, cuando yo descenda
bastante de prisa, un idiota vir bruscamente ante m. Poco me falt para romperme la
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pierna.
Qu suceder cuando se la rompa de veras? Porque si recogi el calzado, sin saberlo
yo, no dormir tranquilo en toda la noche.
En la esperanza de encontrar mi pieza de calzado aislado, doy un golpe con la otra en el
babique que separa las habitaciones. Sonia se apresura a atajarme.
Crees que no los molestas t con tus hijos? Seras t quien pagar los vidrios rotos.
Me callo. Si siquiera esa gente y mis hijos hicieran ruido al mismo tiempo... Pero:
mientras la pareja lee en voz alta, los nios duermen, y cuando los nios me despiertan, la
pareja se quedar durmiendo hasta muy tarde. Buenas noches!
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Cree usted que nevar (llover), se desencadenar una tempestad (una borrasca de
nieve), una tormenta (un huracn)? Cul era el estado de la nieve esta maana? Est
helada (costrosa, endurecida)? Puedo acometer sin inconveniente el descenso de X hacia
Z? Hay peligro de aludes por el pasillo Norte (Sur)? Puedo pasar sin peligro debajo de ese
glaciar suspendido (esa roca movediza, esa cornisa glacial?)
Se ve que es un hombre audaz. Pero todava le quedan cosa que aprender, puesto que
seala:
Quisiera tomar una leccin particular (colectiva).
Al parecer, los lectores de manuales no saben nunca a punto fijo lo que quieren.
Aade:
Y un buen profesor.
Por lo tanto, resulta evidente que los hay malos. Verdad es que la palabra profesor
como la de mdico se emplea siempre precedida del adjetivo bueno.
Cundo estar disponible? No puede ser antes?
(Se ve que el que se informa es un hombre de mundo.)
Enseme la telemarca, el salto-virada, el de tijeras a la noruega.
(Se ve que estas guas llevan siempre diez reimpresiones de retraso.)
Provisto de los informes generales, nuestro protagonista se pone en camino. Ha
debido de perder el telesfrico, porque pregunta: Cundo saldr el prximo? Dnde est
la fila para tomar el turno? Esprenme. He perdido un bastn (el billete, los guantes).
Ah, esa gente que siempre pierde algo con el fin de hacer retrasarse a los otros! En fin,
el hombre sube al telesfrico y ya est en la pista.
Pero...
La reverberacin de las nieves es cegadora... Temo sufrir la ceguera de las nieves...
No valdra ms volver al refugio (el albergue, la estacin)?
No. Se le entregan unas gafas de alpinista (antisolares). Y, arrastrado por la oleada
de los temerarios esquiadores, conoce a su vez la embriaguez del descenso. Mas no tarda
en extraviarse.
Dnde est la pista? No hay algn atajo? Ceder bajo mis pies esa zona de nieve?
Estoy fatigado (rendido).
Se masca la inminencia del accidente. Y ya ha llegado! Resulta difcil saber a punto
fijo si se ha fracturado el cuerpo de una manera total o puede ello someterse a discusin
mdica.
Tengo una fractura de la tibia (del peron, de la clavcula, del hueso ilaco, del
cccix)... Debo de haberme roto la rtula (la rodilla)... Padezco diversos hematomas...
(Se notar que el lenguaje de ese hombre se mantiene correcto hasta en las situaciones
ms dramticas.)
Ya cierra la noche... Llamad a los equipos de socorro! Auxilio! (socorro). Es
necesario hacer una cura de urgencia (primeros auxilios)... Quisiera un colchn para
tenderme...
Va, pues, a pasar la noche all? No. Le bajan al poblado. All sus fuerzas le permiten
preguntar, an ms correctamente:
Existe en la poblacin un buen especialista? Necesito una (dos) radiografas de las
vrtebras lumbares (de la columna vertebral)... Puede practicrseme una anestesia parcial
(total)?
Y con una nota de cruel incertidumbre se abandona al esquiador a su suerte, siendo sus
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ltimas palabras:
Avisen a mi familia por telgrafo (telfono).
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A qu? Un anemmetro es un aparato que sirve para medir la velocidad del viento,
en lneas generales. Ms all de una velocidad de sesenta kilmetros por hora, las
estaciones intermedias suprimen el trfico. Pero ya estamos eh marcha y... Si tienen un
freno Aza...
El conductor telefoneaba a la estacin.
Tienen ustedes, por lo menos, un freno Aza? exclam.
El mecnico hizo un gesto de impaciencia, en el que le secundaron algunos viajeros. Ya
es bastante desagradable quedar inmovilizados a 2.400 metros de altura entre una enorme
columna y una pared de piedra. Pero con individuos como aquellos, el mismo cielo se
convierte en un infierno.
El freno Aza... comenz aquel seor a explicar a su mujer.
Un esquiador, nervioso, le rog que se callara. Se daba un fenmeno raro, y era que,
cuanto ms se prolongaba la espera, menos a gusto se senta nuestro compaero tcnico.
Quiz la perspectiva del viento... En cambio, su mujer pareca muy serena. Ya que la
cabina no se haba desplomado...
Me dijiste, querido, que lo haban calculado todo multiplicado por siete.
Esta vez querido call. Poco falt para que ella tuviese que consolarle. Volvi la
corriente. Se puso en marcha el telesfrico. Hasta llegar, el perito en aquellas materias se
mantuvo discreto.
Hubo tambin el espectculo de un accidentado, plido como la muerte, al que unos
hombres de la Cruz Roja conducan en una camilla; el de un esquiador levantado por la
parte posterior del esqu y dando un salto en el aire encima de un obstculo de nieve; y al
fin el encuentro (inevitable, desde luego) de otra clase, de gente molesta que, juzgando mis
esqus demasiado cortos, y mal ajustados me hablaron a voces:
Va a bajar con eso? Muy valiente es usted.
Todas estas contingencias, aunque tpicas, me hubiesen puesto perfectamente en
situacin, s, desde que arranc el telesfrico, yo no hubiera sentido que las piernas me
temblaban. Y, en verdad, habra vuelto a bajar por el telesfrico, a riesgo de una nueva
avera y de nuevas molestias, si los nios, ya lejos, con los esqus en los pies, prestos al
Schuss, no me hubiesen dado el golpe de gracia gritndome:
Pap, es que te rajas?
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Los msicos que se juzguen competentes quedan invitados para ocupar los siguientes
empleos, vacantes en esta orquesta:
a) Primer contrabajo, una vacante Contrabajo segundo, una vacante
Sueldo: Libras 864 x24 Libras 960 (Incluidos los piases por caresta de vida)
b) Contrabajo a viento y cuerda, una vacante Solista de tuba, una vacante
Sueldo: Libras 948 x 24 Libras 1044 (Incluidos los pluses por caresta de vida)
Confieso que hay pocos artculos de fondo que atraigan tanto mi atencin como los
anuncios susodichos u otros que ofrecen a la venta:
Buque Almirante Rodrguez Luis, de 11.120 toneladas y 7 m 95 de calado, se
encuentra a la venta en el puerto de Montevideo.
Se necesitan granuladores trituradores en Alus Chalmers, Mkwaya (Tanganika).
Tambin en los anuncios por palabras mi vista suele caer sobre lneas de este gnero:
Se necesita mayordomo para casa importante en Karachi. Ha de ser capaz de organizar
recepciones y preparar minutas. Dirigirse a la Embajada del Pakistn. Pars.
Y entonces pienso, al menos por un minuto, en preparar una fiesta con elefantes
cubiertos de gualdrapas. Se comprender, pues, que despus de ir de compras con la
emperatriz Soraya, galopado con el capitn de grupo Townsend hecho una gira con Gina
Lollobrigida, viajado en el yate del seor Onassis y cruzado todos los das el Atlntico
atendido por una azafata del aire, me haya olvidado de volver a entrar en el Kremlin y no
est informado de la situacin internacional.
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exigente.
No puedo darte costillas en las comidas.
Pues cambia. Nunca se me sirve caza:
Hace ocho das que Josefina no encuentra una perdiz en casa de Grosselier.
S, mam, perdiz, perdiz!
Cllate. A tu edad yo no coma perdiz. Quita los codos de encima de la mesa y
termina lo que tienes en el plato.
Es el gordo de la carne.
Lo mejor de todo.
Pap, es siempre lo malo lo mejor?
Come y calla.
Muy bien, jefe.
Haz el favor de hablar en francs corriente. Por cierto, que estos arenques son
incomibles. Y la manteca huele a rancia. No lo has olido?
La ma no huele nada. T siempre das con el lado malo de la carne o con un nervio.
Es verdad, pap. Mi manteca no huele.
Quieres que te d una bofetada? Yo invierto bastante dinero en esta casa para poder
tomar manteca fresca, no?
(Aparece el guisado con salsa blanca. El seor se repantiga en su asiento.)
Esto est nadando literalmente en salsa. Y adems hay para diez, Esperabas
invitados?
T no piensas ms que en ti. Estn los nios y la cocina.
Bien, bien. Supongo que, por lo menos, habr arroz. Vaya a buscarlo, Clarisa, y no
est ah como una boba, mirando la salsa blanca.
(Se trae el arroz.)
Esto es una masa! Es verdaderamente formidable que no puedan hacerme arroz sin
que los granos se peguen. En China...
Muy bien! Ya te crees en China. Pero Josefina no es china.
(Suena el telfono.)
Es fantstico. Parece que la gente espera a que uno se siente a la mesa para
telefonear. He pedido cien mil veces que se ponga un cordn ms largo, pero eso debe de
ser dificilsimo. No estoy para nadie. Entendidos? Para nadie.
Clarisa, di que el seor llamar luego.
No he dicho eso. Pregunte quin llama. Puede ser algo importante.
(La doncella anuncia):
Llaman a la seorita.
Habr que instalarle una lnea particular.
Oye, djate de esas cosas. Dime, aparte del hammam, has visto a Saulnier?
Ah, s, he estado con l! Me gustara que hubieses visto lo que pas. Le he dicho:
Esto se toma, o se deja. Y se puso suave como un guante.
As que piensa firmar?
Figrate! (Una pausa.) Traedme agua. Quiero agua. Es que est prohibido
darme agua? No, no de la garrafa que, entre parntesis, est muy sucia. No s cundo vais
a limpiarla. Traedme agua de vian.
(Le traen agua de vian.)
Naturalmente, no est fresca. Quisiera saber para qu sirve la refrigeradora. Cuando
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se saca una botella de la nevera, no se sabe poner otra. Yo puse una ayer. Quisiera saber
dnde est.
La han bebido los nios.
Pues haba que poner otra. No se trata de un trabajo de hechicera. Vamos, vamos,
vamos, vamos... Y la ensalada? Es que acaso no hay ensalada? S, y, naturalmente, es
escarola. La escarola me da asco. Slo me gusta la lechuga.
En esta poca no las hay.
Nunca hay temporadas de lechuga. Y, a propsito, dnde est el cogollo? Yo no
pido mucho. Slo quiero que se me deje el cogollo en la ensaladera. No creo que sea pedir
el Per. Pero, claro, no puede hacerse. Y, naturalmente, todo est nadando en vinagre. No
me des fruta, Hay queso?
Queso?
Por qu no?
Nunca lo tomas en el almuerzo.
Pero hoy me apetece.
(Se sirve el queso.)
No queda nada del Pontlvque de anoche? Era muy bueno y dej tres cuartas
partes.
Lo han terminado en la cocina.
Es una locura terminar con las cosas en la cocina. Ms valdra empezar por ella y as
veramos las cosas ms claras. Apuesto a que no queda ms manteca. Verdad que no,
Clarisa?
La han terminado los nios.
Est bien. Se me presenta manteca, tomo una cucharada y desaparece para siempre.
Dadme el caf, que me voy.
(Se trae el caf. El seor lo prueba con el borde de los labios.)
Este caf es bueno. Acaso mi mujer se haya decidido a cambiar de marca. Clarisa,
pregunte en la cocina si es el mismo de siempre.
(Vuelve Clarisa. Es el mismo.)
As que aqu se sabe hacer buen caf cuando se quiere. Me agrada siempre beber un
buen caf.
(Suena el telfono.)
Es increble! No tiene uno ni un momento de tranquilidad! Pero voy a quitar el
telfono. Eso parar los pies a los nios.
Ya contesto yo.
(La seora contesta y vuelve.)
Era Saulnier. Dice que, despus de pensarlo bien, no le interesa tu proposicin.
Cmo? Qu cosa tan rara! Clarisa, trigame los cigarros. He dicho la caja de la
derecha. Creo que hablo claro, no? No s qu habr abierto por ah. Seguramente es la
puerta de la cocina, o la de la habitacin de la seora. Lo real es que siento una corriente de
aire entre las piernas. Cerrad las puertas, demonio! Adems, Clarisa, haga el favor de no
poner las manos en el respaldo de las sillas. Bueno, ser usted o sern los nios. Pero mire
esas manchas. Yo no puedo comer manteca, porque toda se ha puesto en el respaldo de las
sillas, Vamos, vamos, vamos, vamos... Quisiera saber cmo puede arreglarse uno para
almorzar en su casa sin molestias. Dnde est la revista que empec a leer ayer?
Tambin la ha terminado otro en mi nombre? Veo que acabar teniendo que ir a comer al
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restaurante.
De todos modos, hoy tendremos que ir. Es el da que tiene libre Josefina.
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os aseguran que habr lluvia, con la seguridad de esos meteorologistas que aseguran,
barmetro en mano, que las perturbaciones pluvio-borrascosas prximas afectarn a
Francia y a Irlanda. A veces tienen razn y os lo recuerdan al da siguiente. Por regla
general se engaan, y olvidan recordroslo. Siempre he sentido admiracin por la gente
que, tendiendo al cielo el dedo ndice, asegura: El viento sopla del nornordeste. Eso me
parece bien. Quiero imitar a esos seores, pero mi dedo no me dice nada. Sin duda no
tengo el mismo temple de los hombres de julio, como mi vecino que, habiendo
comprobado la direccin del viento, manda a su familia:
Desnudaos. Hoy no va a llover.
Una hora despus estalla la tormenta. Pero el hombre de julio, al volver al hotel bajo
trombas de agua, no deja de proclamar su victoria sobre la gente de agosto y de setiembre.
En primer lugar dice , para los nios el aire es el mismo. Tampoco puede
decirse a punto fijo si va a llover o no va a llover. Prefiero la lluvia al bochorno del 15 de
agosto. Vamos. A casa!
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LA FRANCE-SNACK
La ltima vez que vi a Pochet fue el invierno ltimo. Medio agazapado en la ladera de
una montaa, un profesor de esqu le increpaba:
He dicho que levante los esqus. Es bien claro. Un nio de cinco aos lo
comprendera. Me pone usted malo.
No tanto como me siento yo jade Pochet, aferrndose a la rampa con una
irresistible tendencia a volver al punto de arranque.
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Ahora el decorado ha cambiado. El Pochet-Sherpa se ha convertido en Pochetalmirante, pero el dilogo sigue siendo el mismo. En el agua, es amonestado por un seor
casi desconocido.
He dicho el brazo izquierdo. No sabe usted dnde tiene el brazo izquierdo?
(Lo curioso es que Pochet parece ignorarlo.)
Distindase! Si tiene usted miedo a su edad! No es usted casi un nio? Ea,
vuelva a hacer ese movimiento! Extindase. Como si estuviera en la cama. Vaya una
postura! Si le viera su mujer! Qu aspecto! Vaya a vestirse.
Pochet poda haber aprovechado la ocasin. Y no lo hizo. l, que en la oficina no
admite ni la menor ligereza de lengua de sus subalternos, se encuentra dominado por un
profesor de bao.
Es usted muy duro! murmura.
Pero se queda. Sufre, pero se queda. Todo sea por el arte de aprender a nadar de lado.
En nombre de ello sufre esas sorprendentes humillaciones y azota con los pies el mar, que
se venga llenndole la boca de agua. Que Pochet haya resuelto aprender la nueva tcnica,
me parece aprobable. Hasta ahora nadaba con una braza burguesa y prudente,
transformable con el tiempo en braza india (que se llama as porque es desconocida de los
indios). Mas Pochet ha abandonado su estilo natatorio, porque la seora Pochet le ha dicho:
Tu braza, Gastn, es verdaderamente burda. Recuerda la de un cualquiera. Mira a los
dems.
Picado hasta lo vivo por ese cualquiera, que parece estigmatizarle con un algo
provinciano, o bien de cosa fuera de lugar, Pochet ha resuelto aprender el nuevo estilo. Y
hele aqu en manos de profesores que no slo le reprenden, sino que le hacen pagar a peso
de oro sus reprensiones. La seora Pochet encuentra que su marido no adelanta lo bastante
de prisa y le compara sin cesar con los otros. Preciso es confesar que Pochet no parece
tener la menor probabilidad de hacer nada. En el momento en que empieza a debatirse con
el mar, un genio maligno se encargar de hacer arrancar de la orilla un montn de tritones,
enterados, enmascarados y hechos a las armas, que le pasan bajo el vientre con una
ligereza propia de escualos. Ayer, la seora Pochet hizo varias comparaciones y dijo a su
marido, al salir del agua:
No s cundo vas a aprender a hacer eso. En fin, dame ocho mil cuatro francos para
los profesores de los nios, y cuando vuelvas a casa no olvides llevar el pescado y el hielo.
Te di diez mil ayer aventur Pochet tmidamente.
Y en el acto se le ataj:
Gastn, pierde la costumbre de hacer clculos, sobre todo le ataj en vacaciones.
Pochet, dcil, sac los ocho mil cuatro, que en realidad hubieron de ser diez mil,
porque su seora realmente no puede estar en la playa sin dinero. Y, aunque Pochet se
horroriza de meter en su coche nuevo cosas viscosas o chorreantes, subi a la casa, el
pescado y el hielo.
Empezaba yo a regocijarme con el buen almuerzo de Pochet, cuando me dijo:
Querido amigo, no puede usted almorzar conmigo, porque tengo leccin de tenis a
las cuatro y, si como demasiado, no hay modo de que devuelva las pelotas con el brazo
derecho.
Nunca se me haba ocurrido la idea de asociar el drive en el tenis con l estmago.
Pero y el pescado? dije.
Es para la tarde.
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Pierre Daninos
INVENTARIO
(Llueve. Llueve hace diez das y uno tiene la sensacin de que se estara mejor en cualquier parte y sobre todo en casa antes que en esta villa encaramada sobre un acantilado, batida por el viento, y donde el agua penetra por el techo, por los cristales rotos,
por las chimeneas y por las puertas vidrieras... Pero todo ha de arrostrarse, hasta el
riesgo de una congestin, antes que ceder un solo da de alquiler al enemigo (en este caso
la seora representante de la agencia, que nos prometi una instalacin en perfectas
condiciones y luego se neg a rembolsar los gastos de reparacin de la caldera, del
telfono y de la instalacin elctrica). El cielo de setiembre est cargado de nubes negras.
En el csped humedecido yace la gigantesca foca de goma que fue reina de la playa. Se la
regal a Cristian el da de su cumpleaos despus de arrancarle mil promesas de ser
bueno y prudente. Ahora el juguete, ya desgarrado, ofrece a la lluvia su vientre, cubierto
de verdn. Abandonada en el jardn, una silla-divn con un brazo roto suerte comn de
todos los muebles de su especie desafa al cielo con su tela sucia y rada. Muge el viento
en las chimeneas. Una rechinante persiana golpea el muro con un ruido que parece
sealar la hora, final de las vacaciones. Las maletas, ya hechas, esperan al mozo, y
encima de ellas hay diversidad d lo que debe recordarnos nuestra estancia en la costa
vasca. Un traje de bao, hmedo an, gotea a travs de una de las cerraduras de las
maletas. Los nios se han puesto el calzado que deben llevar en Pars. Acaba el esto. Hay
que regresar. Y surge la hora maldita del inventario. La seora de la agencia llega.
Comienza el inventario.)
Dos alfombrillas metlicas para limpiarse los pies. Hay una muy desgastada.
Ya lo estaba cuando llegamos.
Lo siento, seora, pero ahora est desgastadsima. Tengo que facturarles la
reparacin.
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(La cosa empieza bien. En realidad, esas alfombrillas no fueron usadas, porque todos,
incluso los invitados, se limpiaban los pies en cualquier sitio menos en ellas... Acaso los
chiquillos las pusieron verticales y se colocaron encima para ver si podan sostenerlos.)
Una alfombra tejida. Un candelabro de piedra, dos sillas plegables, un farol chino
(sin bombilla), cuatro sillas-divanes... Veo una en el jardn y no creo que sea la lluvia la
que pueda arreglarla.
bamos a entrarla ya. Tiene un brazo roto.
Apunto: Un brazo roto. (Pasamos al saln.)
Seis sillones de chinz-glac, cuatro estampas inglesas representando escenas de
montera. Una concha de tortuga. Y la concha de tortuga?
La concha d tortuga se pasea por la estancia.
Los nios han aadido una tortuga autntica al caparazn. Gracioso, verdad? dice
Sonia.
Seora, tengo que visitar otras villas y mi horario es muy estricto. Diga a sus nios
que pongan el caparazn en su lugar y saquen del saln la tortuga... Una colcha de Siberia
(deteriorada)... cinco pufs de color rosa salmn, seis sillones bajos, un sof Voltire nuevo,
tres pieles de mono en los sillones... Veo dos, pero no la tercera.
Debi llevarla mi hijo al baile del Casino.
Los objetos inventariados no deben salir de la casa. Sobre todo, esas pieles. Su
propietaria las estima porque su marido las trajo de frica.
Cristian, dnde pusiste la piel de mono?
Segn Cristian, la piel pudo quedarse en el Casino o acaso en la playa.
Habr que presentarla.
No le sentar mal tomar un poco el aire. Estaba llena de polvo.
La propietaria le da mucho valor.
(Es extrao que los objetos en los que los nios se encarnizan en las casas amuebladas,
sean a las que sus propietarios atribuyen mucho valor.)
Una librera sin cristales, incluyendo 274 volmenes encuadernados, en perfecto
estado, con las Obras Completas de La Harpe (uno de esos autores a los que se encuaderna
ms que se lee) y la coleccin ntegra del Journal des Demoiselles.
Oh, los das en que la lluvia bata en continuas rfagas los vidrios del saln mientras
yo lea melanclico en el Journal des Demoiselles. El Rescate de dos Viajeras del Irkutsk
a Odesa en 1858:
Querida Zulnia: Bogamos a bordo del Astrolabe entre las riberas de Valaquia y
Bulgaria...
No se encontraron 274 volmenes, sino 280. Sin duda, libros que nos han prestado en
otras villas.
Puede quedarse con ellos dice Sonia.
Pasemos a la Cmara de Pinturas Maestras dice la dama del horario estricto .
Dos acuarelas. El Pico del Medioda, de Chatoulet.
Aqu est.
No, seora. se es El circo de Gavarnie, por Tapuzot.
Lo habr quitado mi hija. Florencia, Florencia! Has quitado de aqu El pico del
Medioda")
No lo he tocado, mam.
Haz memoria. Tu padre no poda ver ese cuadro ni en pintura, y te dijo que lo
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El desorbitado atan por desplazarse durante las vacaciones ha sido siempre tema preterido
de los humoristas, que, con frecuencia, han ridiculizado las desazones e infortunios de los
excursionistas de todas clases. La ola turstica de nuestros das acrecienta los
inconvenientes, dado el superior nmero de viajeros, y ello sirve de base a estas divertidas
narraciones. Con sus insuperables dotes humorsticas, Pierre Daninos abarca el tema en
todas sus fases. Las variadas y graciosas situaciones que el autor plantea y sus sagaces
comentarios hacen de este libro un modelo de amenidad, rebosante de gracia y agudeza.
Libros Tauro
http://www.LibrosTauro.com.ar
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