Cartas de Amor en Grecia
Cartas de Amor en Grecia
Cartas de Amor en Grecia
DE AMOR DE FILSTRATO
Y ARISTNET01
EMILIO SUREZ DE LA TORRE
Universidad de Valladolid
SUMMARY
The autoho puts forward a classification of the different motives and
themes of these two epistolary corpora, in order to study the survival of
some literaly topics and to value the peculiar adaptation made by their
authors, according to the literal)/ taste of their times.
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y no me avergenzo de amarte, pues no es vergonzoso amar la distincin. Y si alguno me censurara en general por amar, a su vez me elogiara por aspirar a una mujer hermosa..
En un intento de superar este modelo, algunos cdices aaden otro ms explcito y
elaborado:
Hay un amor caporal, pero tambin uno espiritual. Sin duda puedes calcular la fiserza
del espiritual a partir del caporal, pues si ste con frecuencia desprecia mares, Juego, fieras,
golpes, afrentas y riesgos de todo tipo con tal de alcanzar al ser amado de qu clase crees que es
el espiritual? Con exactitud lo caracteriza el sapientsimo Salomn en El Cantar de los Cantares con palabras amorosas de naturaleza caporal. Por ello, queridsima alma ma, al manifestarte la ardientz'sima disposicin amorosa que tengo hacia ti, ms que avergonzarme me
enorgullezco de ello. Te amo. S, sinceramente: amo tu angelical naturaleza, amo tu discreta y
dulcsima mirada, amo tu voz delicada, que brota de tus inmaculados labios con ms dulzura
que la miel; y prefiero arrojarme sobre tus sagradas huellas a gozar de una vida regid>.
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ms tardas de Teofilacto de Simocata 4 . Pensamos que los corpora seleccionados presentan una mayor homogeneidad para los fines previstos,
sin que ello excluya la existencia de numerosas relaciones con los que
ahora no tratamos.
Filstrato.- Las cartas de Filstrato, ms breves en general que las de
Aristneto, recogen en rpidas pinceladas la manifestacin de sentimientos amorosos, protestas, consejos, elogios, etc., entre enamorados. El elemento narrativo est prcticamente ausente; tan slo aparecen algunas
descripciones de los rasgos de la persona amada. Son artificiosos ejercicios retricos, muy propios del gusto de la segunda sofstica, que ilustran en miniatura algunas de las ms importantes reglas de la preceptiva retrica, tanto de tipo general (respecto a las clases y la estructura del
discurso), como especficas de la teora epistolar, (sobre todo las que se
refieren a la brevedad y claridad) 5 , en un claro alarde de habilidad y concisin. Adems de estos rasgos, se caracterizan por la abundante utilizacin de modelos mticos para ilustrar las afirmaciones, normalmente en
series un tanto recargadas.
Teniendo en cuenta, pues, la naturaleza de estas cartas, consideramos
procedente dar una descripcin de las mismas basada en los motivos que
aparecen en ellas, reunidos de la forma ms econmica, pero tambin
ms precisa posible.
En primer lugar mencionaremos aquellos que estn presentes en las
cartas dirigidas a jvenes de uno y otro sexo, destacando en su caso algunas diferencias en razn de ste.
Las rosas (1, 2, 3, 9, 17, 21, 51, 54, 5563) 6.- Se trata de uno de los
tpicos ms abundantes en esta coleccin . La rosa sirve normalmente
4 Puede obtenerse una visin de conjunto con la consulta de la traduccin comentada de B. KyrzLER, Erotische Briefe der griechischen Antike, Mnchen 1967 (no tiene introduccin, pero s un eplogo que puede servir al efecto, pp. 277 ss.).
5 Cf. nuestro trabajo Ars epistolica. La preceptiva epistologrfica y sus relaciones
con la retrica, en Estudios de drama y retrica en Grecia y Roma (coord. por G. Morocho
Gayo), Universidad de Len, 1987, pp. 177-204.
6 La numeracin corresponde a la de la edicin de E. HERCHER, Epistolographi
Graeci, Pars 1873, tanto para Filstrato como para Aristneto. Ofrecemos en su mayora
los textos traducidos, con el fin de que este trabajo pueda reportar alguna utilidad a los estudiosos de la literatura en general y (last, but not least) para facilitar la impresin de este
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Defensa del extranjero (8,28).- Tal motivo se presta al catlogo de modelos histricos y mticos, lo que nuestro autor aprovecha con profusin.
Tales ejemplos refuerzan, a modo de pruebas, en el caso de la carta dirigida a un joven, la afirmacin inicial de que 4 los ojos no se les puede condenar por ekva pues, sean de un extranjero o no, prenden en ellos por
igual la belleza y el fuego. Branco no rechaz a Apolo por extranjero, ni
Patroclo a Aquiles, ni Crisipo a Layo; Polcrates se enamor de Esmerdis,
Agesilao de un persa; UvoL(en el doble sentido griego de extranjero y
husped) son las lluvias de la tierra, los ros del mar, Asclepio de los
Atenienses, Zeus de los griegos, el Nilo de los egipcios y el Sol de todos;
el alma del cuerpo, el ruiseor de la primavera, la golondrina de la casa,
etc (8). Ella no debe rechazarle por extranjero, cuando no lo hizo Hipodama con Plope ni Andrmeda con Perseo. El propio enamorado ha
acogido como husped al amor, y la amada a la belleza, pues ambos han
venido a alojarse en ellos. Ella, por tanto, no deber comportarse como
un espartano, ni imitar a Licurgo: el amor es ajeno a la ekv7)lacra(28).
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Defensa de la pobreza (7,23).- Para conseguir el amor de un joven encontramos en la carta 7 una ardorosa defensa del pobre, que se abre con
la habitual relacin de modelos mticos, aqu colocada en cabeza: la desnudez de Eros y de las Gracias, Heracles vestido con la piel de len y durmiendo en el suelo o el propio Apolo, cubierto con ligera indumentaria
abren la argumentacin. La abundancia del afjpos- de origen humilde en
los teatros, en los tribunales y su conducta en las guerras (no cometen,
dice, Auframra) apoya la misma idea. A diferencia del rico, el pobre no
utiliza intermediarios en asuntos amorosos; no llama al amado jpafir
vos;, sino- Kptos- ; no le trata como a un bn-Epr'irris- sino como a un dios.
Su riqueza, en fin, es espiritual: llegara a dar la vida por el amado. Tratndose de una mujer, se busca otro medio de persuasin: a diferencia de
la hetera, la mujer libre no debe atender a la riqueza de quien la pretende,
sino a sus cualidades y honradez. Ah est entonces el pobre, dispuesto
incluso a caminar sobre el fuego si ella se lo pide (23).
De dnde procedes? (5,47). La explicacin de la insensibilidad de
la persona requerida de amores se busca en su origen en dos cartas, de similares caractersticas y dirigidas, una vez ms, cada una de ellas a una
persona de distinto sexo. En el primer caso (5) se rechazan las posibles
procedencias helnicas, pues los modelos mticos que las representan demuestran una conducta muy distinta por parte de sus naturales: Jacinto
en Esparta, Aquiles en Tesalia, Harmodio y Aristogitn en Atenas, Branco y Claros en Jonia y el propio Eros en Creta (todos ellos modelos de
amores homosexuales cannicos) obligan a pensar en un origen brbaro: sin duda es Escita el muchacho que tan duro se muestra. En el caso de
la mujer (47), el enamorado llega a la conclusin de que est intentando
persuadir a una autntica Danaide, por lo que se ofrece para que ella lo
ejecute y se comporte como una de aquellas vapcnbvot vapOvot.
Junto a estos tpicos compartidos por las cartas dirigidas a destinatarios de ambos sexos encontramos otros exclusivos de uno de los dos, siendo ms variados los que aparecen en cartas dirigidas a mujeres. En las que
se dirigen a muchachos aparece el siguiente:
El vello (13, 15).- En el primero de los ejemplos el motivo del crecimiento del towlos- se utiliza, como ocurra con el de la rosa, para sustentar el tema del carpe diem: Si el joven deja pasar el tiempo, se le ensombrecer el rostro pues el vello se convertir en barba cerrada: ser como
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cuando el sol queda oculto por las nubes. El enamorado ruega, pues, que
el joven ceda a sus deseos cuanto antes. En la carta 15 se consuela al amado por la aparicin del vello: si Homero elogia al hombre barbado es porque l haba acariciado y besado un rostro tal. Los imberbes eunucos
sienten ms vergenza por la falta de barba que por el otro defecto,
pues aqulla no puede ocultarse.
Por su parte, propios de las cartas a mujeres son stos:
Rechazo del maquillaje y de los postizos (22,40), El argumento fundamental que se utiliza para la defensa de lo natural es que todos los Tecursos usados para embellecer fueron creados para quien los necesitara:
por tanto, la mujer hermosa por naturaleza no tiene por qu recurrir a
aditamento alguno (7-.3 K-69-kt77 roi, kieris- Kailv, 22). Por otra parte,
los polvos y tinturas de los labios y de las mejillas son un estorbo para los
besos y, en cualquier caso, delatan la vejez disimulada (40).
Descripcin de la belleza femenina (32, 33, 34).- Un contenido fundamental de algunas de las cartas de Filstrato (y tambin de Aristneto)
es la descripcin de la mujer amada, que se convierte en un autntico
ejercicio demostrativo de los recursos del escritor. Dos de las cartas con
este contenido comparten una misma imagen: la comparacin de la mujer (o de sus atributos) con una copa y su contenido. Sus ojos son ms
transparentes que una copa y a travs de ellos se ve el alma; pero tambin
parece que brota de sus fuentes agua, de modo que se asemeja a una de
las Ninfas: En cuanto te veo, siento sed y, sin querer, me quedo de pie sujetando mi copa; no la llevo a mis labios, pero s que estoy bebiendo de ti (32).
El enamorado tambin pide a la amada que beba a su salud slo con los
ojos o que, si no quiere desperdiciar el vino, llene la copa de agua, la cubra de besos y la entregue a quien lo necesite; pues no puede haber nadie,
se dice, que siga deseando el don de Dionisio despus de haber probado
las vias de Afrodita (33). Por ltimo, la carta 34 es un breve elogio del
rostro de la amada en el siguiente tono: No s qu elogiar ms de t Tu
cabeza? Pero... ay, qu ojos! Tus ojos? Pero... ay, qu mejillas! Tus mejillas?
Sin embargo, tus labios me atraen y me abrasan terriblemente: cerrados, por
su belleza; abiertos, por su buen olor.
La idealizacin de la prostituta y de la tabernera (19, 38, 60), herencia de la Comedia Nueva, el tratamiento afectuoso y comprensivo de la
figura de la hetera est presente, como ya hemos indicado, en la tradicin
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de cartas erticas griegas. Segn indican los encabezamientos, van dirigidas a heteras la mayora de las cartas con destinatario femenino. Sin embargo, nos referimos ahora a aqullas en las que se defiende la vida y actividades de la prostituta de una forma que tiende a la idealizacin. Para
ello se recurre de nuevo a las comparaciones, mediante construcciones bimembres o trimembres, que van limando el valor de las crticas que reciben. As, contra el reproche de que la prostituta se vende a s misma, se
esgrime el paralelo de los mercenarios y de los pilotos. Frente a la censura
por la libre disposicin, se la compara con los ros y las rosas. La prostituta debe enorgullecerse de su facilidad: tambin el agua, el fuego y el sol
estn a la disposicin de todos. En un condensado clmax, la carta 19
concluye: Tu casa es acrpolis de belleza, los que en ella entran sacerdotes,
los coronados teoros y el dinero tributos. Reina con dulzura sobre tus sbditos
y que incluso te adoren! En la carta 38 se utiliza una argumentacin muy
similar, con la diferencia de que aqu se aade una serie de modelos mticos: Dnae sucumbi al oro, igual que ella acepta dinero; Artemis tambin se cubri con coronas; y si ella se entrega a los campesinos, tambin
Helena hizo lo propio con pastores y citaredos; los esclavos se sentirn libres al unirse a ella, y los marinos emularn a Jasn.
No menos divinizada queda la tabernera en la carta 60. Su tnica de
lino es como la de Isis, su taberna, templo de Afrodita y sus copas, como
los ojos de Hera. Despus de alabar la forma en que sujeta la copa, el elogio llega a un extremo casi morboso: Y si alguna vez bebes de ella, todo lo
que queda se torna con tu aliento ms clido y ms dulce que el nctar. En
verdad desciende hasta la garganta por caminos expeditos, como si la mezcla
no estuviera hecha con vino, sino con besos.
La expresin de amor (39, 59).- Aunque la manifestacin de sentimientos, ms o menos velada, se encuentra en muchas de las cartas, se
dan algunos ejemplos que merece la pena considerar aparte, debido a la
formalizacin que adquiere. El primer ejemplo seleccionado describe el
amor rechazado mediante la equiparacin del despecho amoroso con el
exilio. De esta forma el autor dispone inmediatamente de una serie de
ejemplos a los que recurrir: Aristides (que regres), Temstodes (que se'
gan la estima de los brbaros), Alcibades y Demstenes son los seleccionados. Se suman a ellos los ejemplos de la naturaleza: el mar, el sol, el invierno, etc., se retiran cuando otro fenmeno natural obliga 'a ello. No
falta, una vez ms, la serie mtica: los atenienses acogieron a Demter en
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vez, motivos), ya que afectan al contenido general de la carta. No es verdaderamente muy fcil reducir este conjunto a unos pocos epgrafes, pero
s pueden seleccionarse unos cuantos de mayor importancia que agrupen
los textos ms significativos del corpus, sin descuidar por ello la referencia
a los antecedentes literarios.
El elogio de la mujer amada (11, 12, 26; 111, 4).- Es probable que la
carta que encabeza esta coleccin sea una de las ms conocidas. Con alguna excepcin en sus antecedentes, estamos ante una de las ms detalladas y elaboradas descripciones en lengua griega de la belleza femenina.
La lectura de algunos prrafos dar idea de la multitud de tpicos que se
agolpan en estas lneas:
La naturaleza fabric a la pelfeccin a mi amada Lais, Afrodita la dot
de los adornos ms bellos entre todas las cosas y ella se sum al coro de las
Gracias. El dorado Eros ense a mi deseada a disparar certeramente con los
dardos de sus ojos. Oh, t, la ms bella obra de arte de la naturaleza! ;T,
fama de las mujeres e imagen viva de Afrodita en todas partes! Sus mejillas,
en efecto (para describir con palabras en la medida de lo posible su seductora
belleza) poseen una mezcla de blancura y tenue rubor, y as reproducen el esplendor de las rosas; sus labios son finos, ligeramente entreabiertos y ms rojos
que sus mejillas. Sus cejas son negras, de puro negro, separadas por un moderado entrecejo. La nariz es recta, adecuada a la finura de sus labios. Los ojos
grandes y radiantes, resplandecientes de luz pura. Lo negro de ellos, muy negro y lo blanco que rodea a aquello, muy blanco: lo uno y lo otro hacen ostentacin entre s de superioridad y su fiterte contraste resalta por la proximidad
Por poco se me ha pasado decir que sus pechos empujan su vestido
hacia afuera con violencia. Sin embargo, son tan armoniosos y delicados los
miembros de Lais, que cuando la abrazas parece que sus huesos se pliegan
dctilmente....
Lo ms frecuente, sin embargo, es que la descripcin de la mujer se incluya en una carta con otra finalidad. As, en 114, al narrar la entrevista
con la amada en el callejn, describe el aspecto que ella tena cuando se
asom a la ventana: cabello, cejas, mejillas, cuello y ojos aparecen una vez
ms acompaados de encendidos elogios. En 112 se une la descripcin al
motivo ya sealado de la idealizacin de la hetera, pues tal es el oficio de
Pitade, la mujer alabada. Con encendida admiracin por ella, se invita al
comienzo de la carta a que acudan enamorados de todo el mundo a com-
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de este epgrafe. Se trata de un joven enamorado de la uct/Uweri del padre, de forma tal que, entre la fuerza de su pasin y la necesidad de mantenerla oculta, cae enfermo. En toda esta historia la figura del mdico (de
nombre, por cierto, Panaceo) es fundamental. Cuando est intentando
hacer un diagnstico que se presenta difcil, acierta a pasar delante del
joven la susodicha, provocando la turbacin de su mirada y la aceleracin
del pulso; por el contrario, cuando aqulla desaparece retorna aqul a la
postracin habitual. La astucia del mdico, convertido en un autntico
pacrrpon-s- solucionar el problema. Le explica al padre que los padecimientos del hijo se deben nada menos que al amor que siente por la esposa de aqul. Ante su gran desconsuelo, le pregunta si aceptara que su
hijo tuviera relaciones con la Tra/Uaierl en vez de con la esposa; y, al asentir el padre, le revela lo que sucede. Policles (pues tal era el nombre del
progenitor) accede finalmente, tras hacerse esta sensata reflexin: Duro
es lo que se me pide: mas, si hay que elegir entre dos males, se debe escoger el
ms leve.
Mal de amores padece tambin Partnide, la protagonista de 115,
quien describe sus sntomas en trminos con claras evocaciones
sficas. La joven comienza por elogiar el canto del muchacho, luego su
mirada y exclama: Ojal me deseara y estuviera yo contemplando a quien
corresponde a mi amor. Segn escribe la carta, se le manifiestan los sntomas de su pasin: siente que se aceleran los latidos del corazn, que casi
se le sale del pecho y parece inflamarse; la cabeza se me cae unas veces so-
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cal Ktii8vvcio
(Kal r/leov myi.trya rj
n-c9lcrat frvxrly 81. ' c'Abv,yov jpttd-vv).
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EzU7s71/
7rpocta-
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mago, que ofrece sus supuestas artes al joven para atraerse el amor de la
susodicha. Claro que, cada vez que se produce la unin entre ambos, el
intermediario cobra tales sumas que acaban dejando al buen Pnfilo ms
desnudo que un clavo, segn dice Aristneto. Cuando ya le han arruinado,
ambos se marchan (sin dejar de fingir por un momento), abandonndolo
compuesto y sin novia, adems de inmerso en la ms absoluta pobreza.
La mala suerte acompaa, por ltimo al remitente de 123, a quien ha
arruinado tanto la pasin amorosa como su aficin a los dados. Su gran
problema es que el amor le distrae en el juego y pierde siempre; y, como
consecuencia, sus rivales en el juego tienen ms medios para obsequiar a
la joven, con lo que el buen hombre queda postergado.
El mundo del engao y de la infidelidad.- Es ste un apartado amplio,
con una variedad notable de ejemplos que intentaremos presentar de forma abreviada. Su abundancia y diversidad se comprenden fcilmente si
se tiene en cuenta su arraigada tradicin literaria, e incluso popular, en la
cultura griega. Son especialmente perceptibles los antecedentes teatrales
de algunas de estas narraciones, sin excluir la influencia de gneros como
la novela. Tambin es cierto que, dado lo comn del tema, tradiciones literarias no griegas recogen situaciones semejantes.
Tal es el caso del motivo de la malmaridata (malmarie), unida a un
cnyuge vetusto, que a la menor ocasin lo engaa. En 15 se nos cuenta
cmo con ocasin de una 77-awlyvpcs un tal Caridemo logra pescar (gr.
rao--rpfbet) a una mujer y llevrsela a una fiesta; mas resulta que al
convite es invitado tambin su anciano marido, que reconoce el vestido
que ella se ha quitado antes de entrar; al percatarse la mujer, escapa sin
que l la haya visto y urde la siguiente estratagema: coge el vestido, se lo
da a una vecina y, cuando llega el esposo a casa lleno de ira y pidiendo
una espada para acabar con la adltera, aparece aqulla a devolver la
prenda con la que ha ido a la fiesta; con lo cual el vejestorio se deshace en
perdones.
No menos recursos para burlar al cnyuge muestra la mujer de la carta 19, quien, paseando por el gora con aqul encuentra al amante y finge
una cada con el fin de que ste le d la mano para levantarse (llegando a
besarse primero la suya, fingiendo dolor, para transmitirle as un sculo
indirectamente).
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Este es, pues, el panorama que nos ofrece este erudito y refinado autor de las postrimeras del mundo antiguo. No podemos decir que sea el
ltimo representante del gnero epistolar amoroso en lengua griega (ah
estn las cartas de Teofilacto de Simocata), pero su obra, poco conocida
y estudiada, es posiblemente el mejor colofn, el ms rico y elegante, para completar una visin de la ertica antigua y para pasar el testigo de estos anlisis a los especialistas de otras tradiciones posteriores.