El Polvo Del Santuario-Alejandro Soltonovich
El Polvo Del Santuario-Alejandro Soltonovich
El Polvo Del Santuario-Alejandro Soltonovich
Entalpa
Soltonovich, Alejandro
El polvo del santuario: un ensayo sobre la experiencia sionista y su influencia en el judasmo. - 1a ed. - Buenos Aires: Entalpa, 2010.
CD-ROM.
ISBN 978-987-26257-0-2
1. Sociologa. 2. Judasmo. 3. Sionismo. I. Ttulo
CDD 306
Alejandro Soltonovich
Entalpa
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(1407) Ciudad autnoma de Buenos Aires
Tel. 6380-1373
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Nota editorial
Se llama entalpa a la cantidad de energa que un sistema puede intercambiar con su entorno.
Como emprendimiento editorial, Entalpa nace para brindar un espacio
de publicacin a ensayos y monografas de autores que estn o no vinculados con espacios acadmicos o profesionales de la manera ms accesible posible, utilizando soportes fsicos efectivos y econmicos, asegurando a los autores la conservacin de todos sus derechos y dndoles la oportunidad de difundir su produccin.
Aunque sin duda el libro impreso no ha perdido su encanto singular, re-
sulta ya evidente que con el avance de las nuevas tecnologas los soportes
tradicionales de publicacin grfica han visto crecer sus costos relativos,
dificultando el acceso de los autores a la publicacin de su trabajo y de los
lectores a la amplia produccin bibliogrfica existente. Como consecuencia, muchos autores renuncian a publicar o lo hacen debiendo fraccionar
su trabajo o mutilarlo considerablemente.
Atendiendo a esta situacin, la edicin en disco compacto es una respuesta que solventa, al menos parcialmente, este obstculo en la vinculacin entre el autor y el lector, abriendo la posibilidad de dinamizar los
contenidos, sin que la utilizacin de imgenes encarezca la edicin y sin
que sea necesario renunciar a la calidad de la produccin.
Intercambiar la energa y el esfuerzo del autor con su entorno de potenciales lectores es, as, el objetivo principal de Entalpa.
Alejandro Soltonovich
El Autor:
Es natural de Buenos Aires, ciudad en la cual reside.
Inmanuel Levinas
NDICE
PALABRAS PREVIAS
Deberes asumidos por una comunidad en relacin con los sujetos que la
componen y con los sujetos y comunidades ajenas. En esta perspectiva se
supone que el estado realiza su tarea ejecutando los procedimientos previstos en cada caso para las faltas e injusticias cometidas. Sin embargo,
ningn estado posee los medios para juzgar su propio pasado como conjunto de prcticas organizadas, pues esa es una tarea que no corresponde a
las oficinas burocrticas, ni a los operadores polticos, sino a la reunin de
las conciencias, que resulta difcil de lograr en la gran extensin y complejidad de las sociedades modernas. Los talmudistas antiguos, filsofos
adems de legisladores, intuiran la ineficacia del estado en este aspecto
pues, decan, no es posible la justicia sin amor. Y el estado no ama lo
que juzga sino que, literalmente, lo procesa. Esto equivale a decir que hay
un espacio ocupado por cada conciencia que es indelegable e intransferible, que opera slo en comunin con otras conciencias, en el mbito de la
vida cotidiana.
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CAPTULO I
EL SIONISMO EN EL CONTEXTO DEL FIN DEL SIGLO XIX
A_ Condiciones y tensiones bsicas en el sionismo
1_ La creacin del judo universal a partir del judasmo europeo occidental
17
vimientos anteriores de repoblacin juda en Palestina, en ese tiempo parte del imperio otomano, no alcanzaron jams el grado de organizacin y
efectividad del movimiento sionista. Su fracaso se debi principalmente a
que estos intentos no fueron organizados teniendo en cuenta las variables
geopolticas implicadas, pues era el judasmo como condicin social y no
el estado el centro de sus reflexiones y objetivos2.
18
ejemplo de la voluntad poltica de reconstruir las identidades. Esta tendencia es muy propia de la modernidad, pero no necesariamente es acertada como estrategia de supervivencia cultural.
Sin embargo, cuando se observan en trminos comparativos dos espacios culturales las diferencias deben ser tenidas en cuenta al menos tanto
como las similitudes, pues de otro modo se corre el riesgo de diluir cualquier capacidad descriptiva que el trmino cultura pudiera tener. No obstante, ello no quiere decir que no existiera un substrato social y cultural,
aunque en ningn caso tnico o racial, que pudiera reconocerse como judo, en tanto heredero de una tradicin comn3. Por el contrario, el concepgeneral del judasmo a la reconstruccin de un hogar nacional, como parecen inferir
los autores.
3
En su trabajo El sionismo contra Israel, (Fontanella, 1970. Pg.80 y sstes.) Weinstock sugiere que, en cierta medida, el sionismo incorpora al pensamiento judo estas
categoras, al proclamar la alteridad esencial del judo frente a las dems naciones.
Aqu, ms bien, sealaremos que esta diferencia es relativa, pues Weinstock no llega a
considerar el carcter homogneo de las experiencias culturales cuando stas se vinculan a las caractersticas centrales de las sociedades de masas modernas.
to de lo judo se hallaba presente y exista la conciencia de unas presuntas particularidades, aunque dicho concepto era ms bien abstracto. De
diferentes modos, esa sustancia de lo judo se hallaba mezclada con
otras formas sociales y culturales, o haba adquirido caractersticas propias y especficas, irreductibles en muchos casos al concepto genrico con
que se defina esta presunta sustancia. Tal circunstancia conduce a realizar la distincin conceptual entre el Judasmo como religin y, s se quiere, como matriz histrica y cultural, y la Judeidad, como representacin
del conjunto de circunstancias particulares y especficas mediante las cuales el judasmo primitivo lleg a desarrollarse. Por otro lado, aunque asumimos en plenitud el carcter impuro, mixturado, de cualquier tradicin
colectiva, no por ello asumimos la posibilidad de intercambiar pacficamente una tradicin por otra. En otras palabras, que una cultura no sea
19
pura no significa, segn nuestro entender, que esa cultura no sea ella
misma, capaz de generar principios de identidad propios y no intercambiables por los de otra cultura.
En otras palabras, en trminos histricos ms que estrictamente constitutivos, Judasmo sera el mnimo comn denominador y Judeidad la
mxima ampliacin posible del reconocimiento de lo judo como parte de
la identidad de comunidades e individuos. Incluso los lmites de uno y
otro concepto son imprecisos: segn el primer concepto, los Caratas (ancestral tendencia anti-rabnica) no seran judos pero, qu otra cosa podran ser? Ellos mismos se consideran como tales; es ms, se consideran los
autnticos judos; segn el segundo concepto el Islam y, menos claramente, el cristianismo seran sendas expresiones de la Judeidad, cuando
evidentemente han seguido su propio camino y desarrollado su propia riqueza cultural interna, adems de haberse nutrido de otras experiencias
culturales. Ocurre que la materia histrico-social se resiste a ser encasillada en conceptos cerrados y acabados y cierta incertidumbre e indeter-
minacin son parte inseparable de sus contenidos. Esta ltima observacin debe conjugarse con la constante verificacin de que, como sealara
Geertz, el anlisis cultural es intrnsecamente incompleto.
En cualquier caso, cuando el sionismo aparece lo hace en un contexto
especfico y, por lo tanto, es formulado originalmente para responder a las
necesidades y expectativas de un colectivo judo concreto y no a las de
todas las formas existentes de judasmo. El judo abstracto, cuyos problemas el sionismo vino a tratar, era en la historia efectiva el judo concreto de algunas comunidades urbanas de Europa occidental; esto es, un
judo que, pese a tratar de integrarse en la sociedad, era rechazado y segregado por sta, precisamente por su condicin definida de judo. As,
cuando el fundador del movimiento sionista, Teodoro Herzl, impulsa la
idea de la creacin de un estado nacional judo y para alcanzarla contribu-
20
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22
Marx intent responder a esta necesidad con un alegato por una emancipacin universal de las clases trabajadoras que fuera el camino para la emancipacin particular
de los judos. No obstante, la crtica de Marx comprende principalmente a la judera
aburguesada, que ciertamente reclamaba por sus derechos civiles y polticos en tanto
parte del ideal burgus de persona poltica. Sera completamente inadecuado extender
esta misma crtica a todos los judos europeos de la poca.
23
Cfr. Ben Ami, Israel, entre la Guerra y la Paz, Punto de Lectura, 1996.
24
25
26
Cfr. Ahad Haam, Jewish State and Jewish Problem, JPSA, 1912.
27
nal pues es tambin la poca de Darwin y Spencer e incluso el pensamiento jurdico no dejaba de reflejar esta tendencia.
Conscientes de su pluralismo interno, los judos no necesariamente
asumieron en aquella poca esta distincin racial. Pero, dado que la definicin externa tena una importancia capital por ser el ambiente mismo de
desarrollo de la ideologa juda moderna, no pudo dejar de influir en el
movimiento. Porque las estrategias polticas, debido a su naturaleza antagnica, no pueden hacer exclusin del discurso del otro.
La interpretacin del judo individual como miembro de un pueblo,
no de una raza, es absolutamente predominante. La nocin de raza juda no se encuentra presente en los autores judos, sionistas o no, pero s,
y con gran profusin, en los autores no-judos, an en aquellos que no
mostraban ninguna animosidad contra este colectivo. Entre los judos, la
auto-apelacin colectiva predominante es la de Ham-Israel (Pueblo de
Israel), lo cual explica tambin la crnica referencia a Palestina como
Eretz Israel (Tierra de Israel) sin que ello implique en forma necesaria
28
tir del continuum biolgico de la especie humana, la aparicin de las razas, la jerarqua entre razas, la calificacin de unas razas como buenas y
otras como inferiores...10.
En la etapa de expansin de los imperios europeos, este tipo de razonamiento funcionaba de manera extendida y completamente legitimada,
desplazando a modos pretritos de establecer la jerarqua social. De
hecho, la jerarqua racial slo parece haberse vuelto completamente mala cuando se volvi contra las propias potencias europeas, que la haban
utilizado ampliamente para legitimar la esclavitud y el expansionismo
imperialista hacia lo que posteriormente se denomin tercer mundo y
que luego se rebautizarn como economas emergentes. En este ltimo
sentido, dado que actualmente nos hallamos racialmente igualados por la
9
Por otra parte, es incorrecto suponer que el racismo cientfico involucraba slo al
nazismo alemn, pues se hallaba igualmente presente en Italia, Francia e Inglaterra.
10
En Genealoga del Racismo, (La Piqueta, 1992). Se trata de una definicin que tiene
diversos usos: lo que debe vivir y lo que debe morir, no se trata slo de sujetos biolgicos, sino tambin de sujetos sociales y culturales comprendidos histricamente.
legislacin internacional, la jerarqua social adopta un carcter economicista, en especial en materia de relaciones internacionales (esto es, la distincin entre desarrollo y subdesarrollo), menos inadecuado, pero no necesariamente menos perverso11. No falta tampoco el discurso que tiende a
jerarquizar las culturas o las civilizaciones entre superiores e inferiores.
La jerarqua ideolgica de los tipos humanos puede rastrearse hasta
filsofos clsicos como Platn y Aristteles, pero slo con el racismo
moderno se reviste de un discurso con apariencia de cientificidad.
Durante siglos fue la adherencia a determinadas concepciones religiosas el mecanismo de integracin social preferido para marcar las diferencias: por entonces, ser monotesta (en general) era mejor que ser pagano; ser cristiano mejor que judo o musulmn; ser catlico (por ejemplo)
mejor que protestante y ser feligrs de una parroquia, tambin mejor que
29
No obstante, la Declaracin Universal de los Derechos Humanos no est rigurosamente actualizada al respecto, pues se sigue mencionando en ella a la Raza, como si
existiera la posibilidad de verificar entre las poblaciones humanas las distinciones
biolgicas que el trmino implica.
30
31
El sionismo surge como un intento de responder a esta forma discriminatoria a travs del mecanismo de la liberacin nacional. Paradjicamente, su triunfo se debe a largo plazo al buen uso de las herramientas jurdico-polticas existentes en el propio espacio cultural europeo y a un ajustado conocimiento del balance de las relaciones de poder, negociando las
condiciones para el establecimiento del Hogar Nacional para el pueblo
judo. En este sentido, el sionismo se adapta perfectamente a la transicin
ideolgica que marca el decaimiento de la distincin racial y el predominio de la particularizacin nacional. As, los judos dejan paulatinamente
y por su propia eleccin ideolgica de ser considerados una raza para ser
percibidos como una nacin. Es una calificacin tan inadecuada, en
trminos socio-histricos, como la anterior, pero ms sencilla de vincular
a los mecanismos ideolgicos existentes. Dicho de otra forma, el naciona14
En El Sionismo contra Israel, (Op. Cit., Pg. 79) Weinstock dice que la historia del
judasmo como pueblo-clase explica parcialmente esta situacin. Acertadamente,
este autor rene la condicin tnica con la econmica, aunque sin recordar que existe
una categora sociolgica para dicha situacin, es decir, la de casta.
32
cin de la condicin de ciudadano con ms facilidad al judo que al nojudo15. Esto no es un modelo exclusivo, sino que reproduce la poltica
migratoria de la mayor parte de los estados, especialmente de aquellos
concentrados en el norte opulento.
El sistema parlamentario israel protege a las minoras no judas garantizando sus derechos civiles y polticos, pero ello es, ciertamente, con la
condicin tcita de que los partidos judos, laicos y religiosos, conserven siempre la mayora parlamentaria y ejecutiva, pues de otra manera se
disolvera por completo el carcter de hogar nacional que ostenta hoy
en da el estado.
Puede sugerirse al respecto que el problema subyace en la propia naturaleza poltica de los estados nacionales modernos. Son estructuras que
pueden integrar eficazmente extensas fuerzas productivas, con una amplia
divisin del trabajo en sociedades masivas y complejas pero, pese a ello,
15
Cfr. Ben Ami, Israel, entre la guerra y la paz. Op. Cit. Dnde se destacan las diferencias de adaptacin incluso entre los diferentes colectivos judos.
33
rencia entre izquierda y derecha, se sumaba la tensin ciudadcampo, que no alcanzaba a desprenderse totalmente de un contraste socioeconmico. Siguiendo las tendencias de la poblacin en general, y
aunque exista una considerable proporcin de pobreza juda urbana, los
estratos altos judos tendan a concentrarse en las ciudades.
Tambin existan conflictos entre las tendencias laicas, que slo pretendan resolver la cuestin juda como un problema poltico, y aquellas
derivadas e influidas por el pensamiento religioso tradicional. ste ltimo
vea en la reconstruccin del estado judo no slo una institucionalizacin capaz de dar respuesta a algunos de sus problemas, sino tambin una
revitalizacin de antiguas promesas mticas ligadas a sta reconstruccin.
La percepcin de estos tres pares conflictivos interrelacionados (Liberalismo-Socialismo, Ciudad-Campo y Laicismo-Religin), que no son los
34
35
36
Herzl, The Jewish State (1896), Edicin informtica del original editado en 1946,
TAZEC.
18
Slo en 1889 comienzan a asentarse colonias judas rurales de importancia, en las
provincias argentinas de Entre Ros y Santa Fe.
37
Se trata de una propuesta del gobierno britnico de crear una autonoma juda en
Uganda, que se debata todava en 1903.
38
20
Pinsker, Auto-emancipation. Op. Cit. La emancipacin individual mediante la posesin de un estado que se revela aqu est en perfecta consonancia con el desarrollo del
pensamiento liberal moderno.
39
tito es un sntoma muy serio. No siempre es posible curarlo de su ominosa prdida de apetito. Y aunque su apetito se restablezca, queda todava
la cuestin de s es capaz de digerir la comida, an cuando la desee. Los
judos se encuentran en la infeliz condicin de esta clase de paciente21.
De esta forma, la falta de apetito nacional es presuntamente un
sntoma de una enfermedad grave, pues ira contra la naturaleza del ser
social racional, que es el de constituirse en torno al modelo occidental de
estado-nacin. Por supuesto, esta concepcin organicista est fuertemente
relacionada con el corporativismo propio de muchos movimientos sociales de la primera mitad del siglo XX, de modo que su influencia no se
agot en el suministro de metforas aptas para el consumo tcnico o retrico. El fragmento que consideramos aqu muestra tambin hasta qu
punto el sionismo poltico no era hegemnico y buscaba con ahnco tal
grado extremo de legitimidad pues existan elementos que negaban patolgicamente la autenticidad de la nacionalidad juda.
21
Como contrapartida, el sionismo poltico no slo reprodujo el nacionalismo como estrategia, camino y necesidad, sino que no ces de ejercitar
una activa propaganda interna es decir, entre la propia opinin pblica
juda para posicionarse frente a otras tendencias sociales y polticas en
las comunidades judas. El organicismo era una parte importante de la
ideologa hegemnica, al punto tal que la sociedad como conjunto lleg a
ser considerada segn parmetros biolgicos22. De cualquier manera, no
debe sorprender que en este ambiente ideolgico tambin el sionismo
haya nacido con algunas de estas nociones incorporadas. Las metforas
biologicistas nacimiento, incorporacin continan utilizndose sin
mayores inconvenientes semnticos en las ciencias sociales y en la lengua
coloquial.
Pero lo que resulta importante aqu es denotar que esta manera de
40
22
En Arqueologa del saber (Siglo XXI, 1988. Pg. 286), Foucault nos dice que: En
un cuarto de siglo, de 1790 a 1815, el discurso mdico se modific ms profundamente que desde el siglo XVII, que desde la edad media, y quiz incluso desde la medicina
griega. De modo que no sorprende que tal revolucin haya afectado a todo el conocimiento disponible.
41
23
Entre los siglos VIII y XI, los gaonim eran los directivos principales de las escuelas
jurdico-religiosas en Babilonia, en especial de las academias de Sura y Pumbedita.
Eran nombrados por el exilarca, regente de las comunidades judas en el exilio y
cumplieron un importante papel en la conservacin y desarrollo de la ley juda postalmdica.
24
Cfr. Touraine, Qu'est-ce que la dmocratie?, Fayard, 1994.
42
25
CAPTULO II
GNESIS DEL SIONISMO COMO FENMENO POLTICO
El sionismo aparece en momentos en que el sistema econmico y poltico mundial se encontraba en un momento de inflexin. Nuevas potencias (Alemania, Italia, Rusia) se apresuraban a mover los ejes del poder
mundial, apoyadas en una revolucin econmica tarda en relacin con
los centros industriales europeos, pero que habran de basarse en nuevos
sistemas organizativos que derivaran en una completa transformacin de
los sistemas productivos. El nuevo complejo tecnolgico se apresuraba a
descomponer buena parte de los sistemas productivos tradicionales, tanto
en las bolsas preindustriales remanentes en Europa en los Estados Uni-
43
Cfr. Mendelsson, From the First Zionist Congress (1897) to the Twelfth (1921),
JAI, 2000.
fronteras europeas, con el objeto de mantener el sistema colonial, fundamental en esta etapa para el proceso de reproduccin ampliada de las inversiones de capital27.
De ninguna de estas condiciones dej de nutrirse el Sionismo, y con
ninguna pudo evitar medirse e incluso enfrentarse. Pronto fue evidente
que slo Palestina reuna las condiciones ideolgicas para constituirse en
el objeto de la lucha colectiva por un territorio especfico, gracias a la
permanencia de las antiguas tradiciones religiosas28. Si de all poda derivarse un Derecho a la tierra a ese territorio en particular es como poco
dudoso, pero en cualquier caso no era menor al de quienes ostentaban el
poder poltico en el lugar.
Palestina era todava, formalmente, parte integrante del imperio turco.
Pero las potencias imperiales europeas, en particular Francia e Inglaterra,
44
45
Weinstock (El Sionismo contra Israel, Op. Cit.) describe la mala situacin de los
campesinos rabes antes del advenimiento de los colonos judos sionistas.
nizacin fue efectiva se produjo un completo repliegue de la cultura occidental. Aunque ya no gobernaran enviados de potencias extranjeras, los
cambios sociales y econmicos introducidos, que haban desarticulado y
desplazado a los sistemas tradicionales de cada regin, dejaron una impronta estructural que termin por traducirse tambin en cambios polticos profundos. Estos cambios se podan percibir antes incluso de que finalizara formalmente el perodo de dominacin imperial31.
Dos son los legados principales, profundamente interconectados, de
este perodo: la extensin a escala global del estado-nacin como expresin poltica y la mundializacin de las sociedades que organizaron sus
economas en funcin de la produccin de excedentes para el consumo
interno o la exportacin: estas son las caractersticas generales que en materia de economa comparten el estado liberal y el socialista burocratiza-
46
del judo de las tradicionales desventajas devenidas de su condicin sociocultural. Ello se aplicaba igualmente al judo pequeo-burgus y al
empobrecido artesano o trabajador judo de Europa oriental.
Dado que no existan los instrumentos jurdicos para administrar un
reclamo de stas caractersticas el desarrollo del caso sigui el camino
habitual de la lucha poltica y social, que es el camino mediante el cual
los instrumentos jurdicos terminan por ser creados. Y ello pese a que
Herzl, Pinsker y otros idelogos sionistas aluden repetidamente a la Ley
de las Naciones, comprendida as como una suerte de extensin de la
Ley Natural aplicada a unos derechos colectivos todava indefinidos32.
Tanto las relaciones con los representantes de la potencia imperial como
con los habitantes no judos de la regin terminaron siendo resueltas mediante acciones polticas, sociales y militares claramente no jurdicas, al
47
Cfr. Pinsker, Auto-emancipation, Op. Cit.; Herzl, The Jewish State. Op. Cit.; Ahad
Haam (A. Ginsberg), Jewish State and Jewish Problem. (1897), Op. Cit.
48
33
car los derechos civiles y religiosos de las comunidades no-judas existentes en Palestina o los derechos y estatus polticos de los que disfrutan
los judos en cualquier otro pas38.
Weizmann haba colaborado con los ingleses en su carcter de qumico en la Primera Guerra Mundial y Rothschild era un importante financiero dedicado al armamentismo39. Pero esto no debe velar que la colonizacin territorial sionista de Palestina ya haba comenzado de hecho, en
especial por la corriente migratoria del este europeo, en donde haba predominado el Sionismo poltico-religioso de Hibat Zion40 y donde los problemas de la poblacin juda eran materiales e inmediatos. Como nos describe Ahad Haam41: En los pases orientales el problema (de los judos)
es material: ellos deben luchar constantemente por satisfacer sus necesidades fsicas ms elementales, para ganar un mendrugo de pan o un so-
49
plo de aire, cosas que les son negadas porque son judos. En el Oeste, en
las tierras de la emancipacin, su condicin material no es particular38
Los problemas ocasionados por la situacin de los judos a los imperios y los intentos de resolverlos son de larga data, as: Tiberio Claudio Csar Augusto Germnico,
sumo pontfice, investido del poder tribunicio, proclama:... Desde ahora es tambin
derecho de los Judos, quienes estn en todo el mundo bajo nuestro poder, que podrn
mantener sus costumbres ancestrales sin impedimento alguno, y as tambin les ordeno que usen de mi bondad de la manera ms razonable, sin despreciar los ritos religiosos de otras naciones, aunque observando sus propias leyes. Edicto de Claudio
sobre los derechos de los judos. 41 e. C. Internet Ancient History Sourcebook. Diecinueve siglos para que la historia termine por imitarse a s misma.
39
Cfr. Weizmann, Historia de la Declaracin Balfour. Op. Cit. y Lorch, Las Guerras
de Israel, Plaza & Janes, 1979.
40
Amor de Zion. Movimiento en donde confluyeron diversas tendencias religiosas
en contra del mayoritario rechazo de los Rabinos al Sionismo; en particular, la fuerte
relacin establecida por los Hassidim movimiento renovador religioso surgido en
el siglo XVII entre Ley Juda y Trabajo, result fundamental para el establecimiento
de las primeras comunidades agrcolas en Palestina. Cfr. Ruppin, A Picture in 1907.
Ha-aretz Press, 1936.
41
Clebre intelectual sionista ruso, cuyo seudnimo significa, en hebreo, Uno es el
Pueblo y que form parte de la oposicin al proyecto del sionismo poltico planteado
por Herzl y su sucesor Max Nordau.
mente mala, pero el problema moral es serio: quieren tomar plena ventaja de sus derechos, pero no pueden hacerlo42.
Lo que est recusando Ahad Haam del sionismo poltico es su fuerte
tendencia a la desproteccin del judasmo en tanto cultura, religin y tradicin. Y ello debido precisamente a la identificacin de los Judos del
Oeste con la cultura europea, su ethos, y su modus vivendi ms que con
lo que l considera importante rescatar con la creacin de un estado judo:
El Judo Occidental, despus de dejar el Ghetto y buscando unirse al
pueblo del pas en el que vive, es infeliz porque su esperanza de una cordial bienvenida es desengaada. l retorna, reluctante, a su propio pueblo, y trata de encontrar dentro de la comunidad Juda esa vida por la
cual suspira, pero en vano. La vida y los problemas comunales ya no lo
satisfacen. El ya se ha acostumbrado a una ms amplia vida social y pol-
50
ms destacable por cuanto lo ha realizado sobre el terreno, sin las considerables ventajas que la perspectiva histrica nos ofrece. Si algunas de
sus advertencias no fueron dichas en vano el sionismo poltico termin
por comprender la necesidad ideolgica de contar con los exponentes de
Hibat Zion otras nos sirven para completar el carcter ambivalente del
sionismo como movimiento de emancipacin, ambivalencia resultante de
la presencia inextirpable de las formas ideolgicas occidentales en su
conformacin y desarrollo. Tambin nos ayuda a visualizar el carcter
ambiguo de los comienzos de la colonizacin juda en Palestina: Esta es
la base del Sionismo Occidental y el secreto de su atractivo. Pero el
Hibat Zion Oriental tiene un diferente origen y otro desarrollo. Originalmente, como el Sionismo, era un movimiento poltico; pero, siendo
el resultado de dificultades materiales, no pudo descansar satisfecho con
51
una actividad consistente slo en la expresin del sentimiento y delicada fraseologa. Esas cosas pueden satisfacer al corazn, pero no al
estmago. Entonces, Hibat Zion comenz a expresarse en actividades
concretas: en el establecimiento de colonias en Palestina44. No es sorprendente as que este intelectual se haya sentido decepcionado por el
desarrollo de la colonizacin juda en Palestina45.
La tensin entre ambas tendencias no alcanz una clara resolucin,
aunque en el largo plazo vemos un relativo triunfo del sionismo occidental, en lo que a la organizacin del estado de Israel se refiere, dejando finalmente al colectivismo agrcola relegado a un papel secundario, an
cuando ste jugara un papel determinante en el largo proceso de instalacin y organizacin material de las bases del futuro estado. Esta organizacin material se basaba, sobre todo, en la adquisicin de tierras en Palestina, bajo el compromiso de no volver a venderlas y destinarlas al
44
45
dem.
Cfr. Weinstock, El Sionismo Contra Israel, Op. Cit.
52
53
54
accin de la poblacin rabe que haba sido prevista por algunos de los
principales actores y algunos episodios de violencia en Jerusaln que
motivaron la creacin de las fuerzas paramilitares judas: El Vaad Hatzirim50 encarg a Zeev (Vladimir) Jabotinsky la tarea de organizar la auto-defensa juda. Jabotinsky fue uno de los fundadores de los batallones
judos que haban servido en el ejrcito britnico durante la Primera
Guerra Mundial y haba participado en la conquista de Palestina a los
Turcos51.
As, se hace evidente que la colaboracin entre el movimiento sionista
en la forma de los batallones judos y el imperio britnico no era una
novedad, como no lo fue tampoco la existencia de regimientos judos en
el ejrcito rojo durante la segunda guerra mundial. De hecho, conforma49
ban una alianza tctica de considerable valor para ambos, aunque las actitudes posteriores del gobierno britnico demostraran que una alianza
tctica no tiene valor una vez superado el objetivo inmediato por el cual
es pactada. Este hecho no pudo dejar de tener importantes consecuencias,
en vista del inminente establecimiento del mandato britnico sobre Palestina y Transjordania. La ms evidente de estas consecuencias es de carcter poltico, pues automticamente los judos quedaron mejor posicionados que la poblacin rabe frente a la potencia mandataria. Una segunda
consecuencia importante fue la formacin del primer cuerpo militarizado
autnomo judo de defensa, conocido como la Hagan, literalmente, Defensa.
Los conflictos tambin se desplazaron al interior de las colonias judas, pues el propio Jabotinsky promovi la formacin de un movimiento
55
llamado Revisionista al interior del sionismo, cuyas posiciones se acercaran bastante al modelo corporativo-militarista de la Italia fascista. La
reaccin de las cooperativas agrcolas de tendencia socialista, que conformaban el segmento principal de la colonizacin sionista, consigui
contener esta revisin, que se mantuvo, sin embargo, en la tradicin
corporativa del movimiento Betar52, en donde puede observarse una nueva influencia de las corrientes ideolgicas predominantes en occidente
dentro de las mltiples lneas de pensamiento sionistas.
Desde que el mandato britnico se hizo efectivo, pareca claro que los
pasos siguientes deban tender a efectivizar materialmente el contenido
de la Declaracin Balfour. No obstante, un cuarto de siglo mediara entre
la conferencia de San Remo y el proyecto de particin de Palestina propuesto primero por la potencia mandataria y, luego de que sta decidiera
abandonar su mandato, por la Organizacin de las Naciones Unidas en
52
Este apelativo recuerda al ltimo reducto en caer ante los ejrcitos del emperador
Adriano durante la ltima guerra romano-juda (132-135 EC.).
1947. En este interregno, la faz geopoltica del mundo cambiara radicalmente, sin que ninguno de los sectores participantes pudiera dejar de ser
afectado por estos cambios.
El fin de la Primera Guerra Mundial trajo consigo la novedad del establecimiento de la primera sociedad sostenida polticamente por la ideologa socialista. Esto signific, en vista de que esta sociedad era una considerable potencia militar, una polarizacin de los conflictos en otras sociedades europeas53. Marc, adems, un gradual pero sostenido giro a la
derecha de muchos gobiernos occidentales, tendencia a su vez contenida
por la necesidad de intentar controlar, con las herramientas de la economa poltica de las que disponan los estados, la emergente crisis econmica54. De esta combinacin surge la posibilidad (acaso la necesidad) de
mantener y empujar al capitalismo industrial mediante un estado fuerte,
56
dades represivas que no consiguieron ms que dejar a las sociedades colonizadas en un estado deplorable para reconstituirse en sus aspectos sociales y econmicos. Las regiones que no tuvieron la suerte de encontrarse flotando en petrleo e incluso algunas que s lo estn continan, ms
de medio siglo despus, pagando el costo de ese proceso.
El ala socialista juda no-sionista organizada en torno al Movimiento
Socialista de Trabajadores Judos (BUND), despus de una actuacin
destacadsima en los sucesos revolucionarios rusos de principios de siglo,
termin por fundirse en la estructura partidaria bolchevique, campeona de
la Revolucin de Octubre y victoriosa tambin o, al menos, sobreviviente de la guerra con los Blancos, conservadores y reaccionarios. La
participacin del BUND en este proceso es incuestionable pues: Cmo
olvidar que el manifiesto del congreso constitutivo del POSDR55 fue edi-
57
tado en la imprenta clandestina del BUND y que los militantes del BUND
participaron masivamente en las huelgas de 1903-190456.
Los EUA y otros pases con buen futuro eran todava el objetivo de
buena parte de los emigrantes, aunque el flujo se contrajo para finalmente
detenerse a medida que la crisis tomaba tambin las grandes ciudades industriales norteamericanas57. El gobierno norteamericano lleg a imponer
cuotas a la inmigracin que redundaron en un crecimiento del atractivo
de Palestina como destino migratorio de numerosos judos.
En Palestina, la relativa paz existente luego de los ltimos disturbios
de 1921, ya bajo la jurisdiccin britnica, se quebr con los enfrentamientos de 1929, y que se iniciaron en Hebrn, un lugar sagrado para
judos y musulmanes58. Pero ya en 1921, desde el inicio mismo de su
mandato efectivo, comenz a perfilarse (o ms bien: a desdibujarse) la
55
poltica britnica respecto a la situacin en Palestina, en una ambivalencia irritante para todas las partes y que se mantendra hasta el final del
mandato, lo cual desembocara directamente en el establecimiento del
estado Judo sin que pudiera acordarse la situacin del estado Palestino
y en la llamada Guerra de la Independencia (desde el punto de vista de
los israeles) de 1947-49. Esta ambivalente poltica britnica tena sus
races tanto en el temor que causaba la posible expansin de la revolucin
rusa como la endeble situacin econmica de casi todas las economas
occidentales, que no haban, sin embargo, tocado fondo: En sus conversaciones con los lderes judos, Churchill59, a la vez que reafirmaba el
principio reconocido en la Declaracin Balfour, tambin hacia hincapi
sobre la importancia de impedir la inmigracin de gentes sospechosas de
<traer consigo doctrinas bolcheviques>. La sensibilidad britnica sobre
58
este punto contribuy sin duda al estallido de los disturbios rabes que
se produjeron de nuevo tras el desfile del 1 de mayo de 1921, en Jaffa60.
La escalada de violencia y la tensin existente deriv en la emisin, a
instancias del propio Churchill, del llamado Documento Blanco, que obstaculizaba la inmigracin juda vinculndola a la capacidad de absorcin
econmica que tuviera el pas61, y que a largo plazo extinguira de hecho
la vigencia de la Declaracin Balfour. Sin embargo, la presin migratoria
de la poblacin juda del este europeo continuaba arreciando y, a mediados de la dcada del 20, recibi un nuevo empujn por la conjugacin de
las cuotas impuestas a la inmigracin por el gobierno norteamericano y al
crecimiento de polticas anti-judas en el este europeo.
59
Winston Churchill, a la sazn Secretario de Estado para las Colonias, visit Palestina en marzo de 1921.
60
Lorch, Las Guerras de Israel. Op. Cit. Pg. 35.
61
dem. Pg. 40.
Pero, con o sin Documento Blanco, los acontecimientos polticos europeos daban constantes alientos a la emigracin juda hacia Palestina. El
prestigio del ideal sionista creci a medida que se haca ms evidente que
el racismo del nacionalsocialismo alemn tena al judasmo sea como
fuere que ste fuera concebido como un objetivo (y un medio) de su
propaganda poltica, desarrollada desde finales de la dcada del 20 de un
modo tan desgraciado como eficiente. El resultado de la constante presin migratoria juda haca que la Yishuv62 creciera a la vista hasta casi
triplicarse en el quinquenio 1931-35 a pesar de las restricciones establecidas. Como no poda ser de otra forma esto contribua, junto con la ya
citada ambivalencia gubernativa, a irritar a los lderes y a la poblacin de
origen rabe. La violencia se convirti en una actitud cotidiana en ambas
partes, en un espacio en el cual las fuerzas del orden las fuerzas de segu-
59
60
taa. Trgicamente, lleg en el momento en que fue mucho mayor la necesidad de que los judos emigrasen de Europa63.
Finalmente estall la Segunda Guerra Mundial, cuyas consecuencias
vinieron a alterar definitivamente el esquema geopoltico de la zona. El
genocidio nazi, que redujo en un tercio, aproximadamente, la poblacin
juda mundial, termin por exaltar al sionismo como principal esperanza
para muchos judos, tanto supervivientes de Europa como miembros de
otras comunidades, especialmente en Amrica64. Las fuerzas de la
Hagan y de sus fuerzas especiales el Palmaj se reforzaron en nmero
y en experiencia y ni el mantenimiento de las polticas restrictivas britnicas consigui detener el enfrentamiento, que ya no slo opona a judos
con rabes, sino tambin a judos contra britnicos, quienes ya no podan
controlar lo que haban contribuido a crear.
61
62
Con la firma del armisticio con Siria el ideal sionista qued definitivamente establecido.
A partir de la independencia del estado, el sionismo se encontr en
posicin de estimular su propio crecimiento a partir de ese logro indiscutible y aparentemente benfico para los intereses de toda la Judeidad.
Cualquier judo contaba a partir de entonces con una referencia poltica
legtima y reconocida a nivel internacional Se trataba de un logro de tales
proporciones que ni siquiera el estado de guerra casi permanente consigui opacarlo.
65
CAPTULO III
EL SIONISMO REALIZADOR: DEL FENMENO MIGRATORIO AL CONFLICTO
INTERNACIONAL
63
fenmeno migratorio, debemos ocuparnos con brevedad del desplazamiento de poblaciones como objeto de estudio en general, para comprender sus condiciones de aparicin, razones y variedades posibles, antes de
indagar con qu tipo particular de migracin humana estamos tratando.
En primer lugar, una migracin humana implica el desplazamiento de
fracciones considerables de una poblacin determinada, de modo tal que
puedan rastrearse las causas sociales de dicho desplazamiento. No es suficiente, ni conceptualmente considerable, el desplazamiento de unos pocos individuos, pues en ese caso los motivos de la migracin estarn referidos a situaciones no generalizables, remitiendo el hecho a un mbito
distinto al de nuestro marco de estudio.
En segundo lugar, cabe distinguir entre las migraciones sistmicas y
las migraciones coyunturales. La primera clase de migraciones identifica
a los desplazamientos que forman parte de la vida cotidiana de una comunidad humana, como es el caso de los pastores trashumantes y las poblaciones nmadas en general, que hacen del desplazamiento una forma y
un medio de vida. La segunda clase de migraciones, en cambio, se verifica cuando una poblacin se ve impulsada a desplazarse por razones excepcionales, que no se vinculan con su modo anterior de subsistencia.
Desde los albores de las grandes civilizaciones, vale decir, desde la creacin de los grandes estados, es este segundo tipo de desplazamiento el
que atrae la atencin, tanto por la paulatina desaparicin de las poblaciones nmades como por el carcter invariablemente traumtico de la experiencia migratoria de carcter coyuntural. Porque la migracin sistmica
puede poner en contacto pacfico e incluso fructfero a diferentes formaciones sociales, pero la migracin coyuntural, al poner en contacto a sociedades no preparadas para el encuentro, supone siempre un cierto grado
de conflictividad, que puede incluso resultar catastrfica para alguna de
las partes implicadas.
64
rada por otro grupo social. Estos dos ltimos aspectos del fenmeno migratorio son particularmente importantes en los desplazamientos de las
poblaciones durante el ltimo siglo y medio. En cualquier caso, los efectos de la migracin coyuntural son inevitablemente traumticos, como se
ha dicho, e implican cambios importantes para las poblaciones desplazadas, generndose modificaciones en sus pautas sociales y culturales y
dando lugar a sucesos inesperados en la historia de las culturas. Evidentemente, los resultados son traumticos tambin para las poblaciones receptoras de la migracin coyuntural. Todo ello no niega que pueda existir
enriquecimiento cultural en el intercambio verificado pero, lgicamente,
se busca aqu comprender los problemas sociales, y ello supone concentrar la mirada en los aspectos desfavorables de los procesos implicados.
Queda todava una modalidad particular de migracin: la colonizado-
65
66
66
67
68
tradicional68, alimentado por la constante presencia de la Tierra Prometida como elemento central en la mitologa juda y tambin en elementos
de carcter escatolgico, como interpretacin del cumplimiento de las
promesas permanentes que eran interpretadas de las Sagradas Escrituras: nos referimos aqu, particularmente, a la renovacin del Reino Davdico como acto y smbolo de la redencin del Pueblo Judo69. El advenimiento del Reino Renovado contaba, adems, con una promesa esperada
y temida por los creyentes de las tres religiones monotestas: El Fin del
Mundo, el Juicio Final y la Consagracin del ltimo estado de Perfeccin
67
Ali (pl. Aliot): ste trmino es sumamente significativo, pues su traduccin literal
es ascensin, la elevacin fsica y espiritual a la Tierra de Sion. El emigrante a
Israel es un Ol, un ascendente, de modo que el sustantivo mismo adjetiva la accin
social, asignndole un valor moral positivo. Como Aliot son designadas las sucesivas
corrientes migratorias intensas, como se desarrolla ms adelante.
68
Cfr. Weber, Economa y Sociedad, FCE, 1992.
69
Jeremas y Ezequiel son, quiz, los libros cannicos hebreos en los cuales este tema
es abordado de manera ms extensa.
69
con algn detalle las cifras de los contingentes migratorios y los contextos
histricos de las principales fuentes geogrficas de cada caso, puede observarse como el contexto social original de cada colectivo emigrante explica los motivos de una decisin siempre difcil para una poblacin ajena
al nomadismo como modo de vida, impulsada a un proceso dificultoso de
migracin coyuntural.
En el caso de los inmigrantes judos a Palestina, dos son los elementos
principales que influyeron en la decisin: el antisemitismo ideolgico y la
pobreza. Porque, exceptuando casos extremos de convencimiento ideolgico, la enorme mayora de los emigrantes que se radicaron en Palestina
se enfrentaban en sus pases de origen a uno de estos elementos, y en ocasiones a ambos, como ya lo destacaba Ahad Haam. Los componentes
axiolgicos de la decisin influan en el destino elegido, pero era la
bsqueda de mejores condiciones sociales y econmicas lo que empujaba
la migracin, convirtindola de una posibilidad en una accin.
70
son diferentes entre s, tanto por el lugar de origen como por su conformacin. Por otra parte, la mayora de los inmigrantes de esta poca terminaron por dedicarse a las labores agrcolas. Estas labores tenan el doble
objetivo de mantener a la Yishuv y de fijar la tierra como medio de
apropiacin territorial previo a la creacin del estado.
71
importante como antecedente prctico para el sionismo poltico y realizador, pues sus comunidades rurales, conocidas como moshavot71, sirvieron de ejemplo para los asentamientos posteriores, que llevaban ya el signo del sionismo poltico.
Aproximadamente al mismo tiempo que el millonario Edmond de
Rothschild brind apoyo econmico a esta iniciativa, otro filntropo judo, el barn de Hirsch, prefera ayudar a los emigrantes judos europeos
para asentarse, por ejemplo, en las amplias zonas rurales de Argentina.
Pese a la indudable importancia de esta Primera Ali, los esfuerzos (financieros, se entiende) de Hirsch, dieron mejor resultado que los de
70
Tanto la denominacin de las olas migratorias judas hacia Palestina como los guarismos aproximados que ofrecemos para ellas pueden encontrarse en diversas fuentes,
que aparecern en la bibliografa.
71
El rgimen de la Moshav es diferente al del Kibutz. Este ltimo responde a la influencia del socialismo, mientras que el modelo de la Moshav es heredero de las comunidades-aldea de Europa oriental, los Shtetls, y se caracterizan por un cooperativismo rural o manufacturero combinado con propiedad privada.
72
oriental de la poblacin juda en Palestina, con el desarrollo del nacionalismo rabe, violentamente anti-judo en muchos casos, se increment
notablemente hasta el momento de la creacin del estado74.
73
Cfr. Ben Ami y Medin, Historia del estado de Israel Op. Cit.
De Jalutz, pionero. El movimiento jalutziano es, en general, la fase prctica del sionismo poltico.
75
sas no eran obstculo para la formacin de estas particulares explotaciones colectivas, que en estos primeros tiempos eran de carcter netamente
agropecuario y en conjunto desempearon un papel clave en el desarrollo
de la colonizacin juda de Palestina.
En esta etapa comenzarn a desarrollarse las ciudades pobladas casi
exclusivamente por judos, como TelAviv, pues en el resto de la regin,
incluyendo Jerusaln, la poblacin, slo con minoras judas (o carecan
completamente de judos). Este elemento contribuir a la larga a la conformacin demogrfica y por lo tanto incidir en un aspecto clave para la
distribucin del territorio, como es el factor de las mayoras relativas de
poblacin. Consecuentemente, este factor fue considerado fundamental en
los posteriores intentos polticos de particin del territorio. Tambin para
esta poca comienza a utilizarse el hebreo, modernizado durante el siglo
74
75
Para esta etapa, la fuente de los guarismos que indican las poblaciones parciales y el
incremento debido a la inmigracin ha sido The Emergence of the Palestinian-Arab
National Movement, 1918-1929. Frank Cass, 1996, pp. 17-18, 39. Citado por Bard,
British Restrictions on Jewish Immigration. Una fuente ms fiable, aunque menos
detallada, que confirma estos datos es: Statistical Abstract of Israel, CBS, 1998.
76
que en las dos dcadas anteriores), estableci cuotas para la Ali, esto
slo sirvi para fomentar la inmigracin ilegal. Los guarismos se dispararn de todas formas los aos subsiguientes, y con ellos la excitacin
poltica, producindose importantes enfrentamientos judeo-rabes en
1921, que prefigurarn los graves conflictos de 1929. No obstante esto, la
poblacin rabe continuaba siendo la absoluta mayora en el territorio:
para 1922 el censo contabiliz 84.000 judos y 643.000 rabes (incluidos
los rabes cristianos)80.
En el plano interno de la colonia juda, las instituciones polticas del
futuro estado comienzan a prefigurarse: se crea la poderosa central obrera
juda, la Histadrut, y emergen el Consejo Nacional y la Asamblea de Representantes. Las estructuras econmicas comenzarn a perfilar alternativas al trabajo rural, que continuar siendo la actividad predominante, al
conformarse las primeras manufacturas industriales sustitutivas. Este de79
80
Ben Ami, Israel, entre la guerra y la paz. Op. Cit. Pg. 99.
Bard, British Restrictions on Jewish Immigration. Op. Cit.
77
te a los anteriores: empujado por una crisis econmica mundial sin precedentes. La razn es que el desplazamiento alcanz a comunidades urbanas, en especial de Alemania.
En slo tres aos a partir de 1924, ingresaron cerca de 60.000 personas
y, consecuentemente, muchas lo hicieron en forma clandestina. Ya no se
trataba slo de trabajadores rurales, sino tambin de profesionales y tcnicos que contribuyeron a darle un nuevo impulso econmico a la colonia
juda. Al mismo tiempo, volvan ms palpable su presin demogrfica,
pues un crecimiento tan brusco de una poblacin que ya resultaba conflictiva no poda dejar de tener graves consecuencias, en la forma de una reaccin violenta de los lderes rabes. No parece, en realidad, que stos
ltimos tuvieran otros medios de influir sobre la poltica britnica, que no
obstante mantuvo en vigor el Documento Blanco. Nuevamente, el etnocentrismo occidental, al negar polticamente a una parte importantsima
de la poblacin, se muestra como uno de los puntos de partida de los conflictos crnicos posteriores.
Adems, este brusco crecimiento puso seriamente en duda la capacidad de absorcin de la tierra, pese a las importantes mejoras ya realizadas,
y de hecho una cuarta parte de los inmigrantes de esta Ali abandonaron
el pas. Como resultado, en 1927, dos aos despus del pico ms alto de
inmigracin, la cantidad de emigrantes super a la de nuevos inmigrantes,
que apenas pas la exigua suma de 3000 personas, si se consideran las
ms de 34.000 ingresadas dos aos atrs. Esta etapa termin con los violentos enfrentamientos de 1929, lo cual supuso el estrangulamiento de la
paciencia imperial y el incremento de la actividad represiva en ambos
frentes el judo y el rabe. No obstante, los acontecimientos europeos,
por completo irrefrenables, pronto volveran intiles estos esfuerzos.
78
En este perodo de casi una dcada se concentran momentos cruciales
marcados por el profundo deterioro de todas las relaciones polticas intertnicas e internacionales. En lo que hace al fenmeno migratorio en s,
pueden observarse dos etapas bien definidas: la primera de ellas abarca el
trienio 1930-32, en el cual la inmigracin juda se vio contenida por la
poltica britnica y por la propia falta de impulso del movimiento sionista.
Pero con la ascensin al poder del partido nacionalsocialista en Alemania, que hizo del antisemitismo una parte central de su programa poltico, las cifras de inmigracin volvieron a superar los ndices conocidos.
Si en 1932 ya se not un fuerte incremento con respecto al quinquenio
anterior, a partir de 1933 los picos se suceden hasta alcanzar la mxima
expresin en 1935, con ms de 66.000 inmigrantes en un slo ao. En total, desde la llegada de Hitler al poder hasta 1939, ingresaron a la regin
unas 235.000 personas. De este modo, para 1940 la poblacin juda en
S fuera necesario marcar un perodo para el inicio del conflicto rabepalestino-israel ste debe indicarse en el perodo comprendido entre la
segunda ola migratoria y el comienzo de la quinta. Es durante este lapso
que el sionismo poltico desarrolla su estrategia de ocupacin territorial,
79
datos producidos por organismos internacionales, presuntamente neutrales. Como consecuencia, es en el anlisis cualitativo en donde se encuentran mejores respuestas.
En primer lugar, el sionismo no representa un modo tpico de colonizacin pues puede decirse de sus activistas que Se trataba de colonizadores y no de colonialistas. Su objetivo no fue el de aprovechar las materias primas para enriquecerse fcilmente, sino que se dedicaron a desecar pantanos y a luchar contra la inclemencia de los desiertos. Tampoco
llegaron para explotar la mano de obra de los rabes, sino que elevaron
el principio del propio trabajo a fe religiosa y vieron en el mismo el medio esencial para la redencin de los judos81. Ciertamente, este modo
de expresar la cuestin no carece de contenido ideolgico, pero no deja de
describir adecuadamente el funcionamiento de las colonias judas pione-
80
Cfr. Ben Ami y Medin, Historia del estado de Israel, Op. Cit. Pg. 34.
y objetivo ante la situacin social con la que se enfrentaba el emprendimiento. Parece bastante claro, considerando los discursos de los principales lderes sionistas, que el aprovechamiento de la poltica expansionista
francesa y britnica es conciente, y ms todava despus de haber fracasado los intentos de negociar con el imperio otomano. Este aprovechamiento supona obtener una posicin ventajosa frente a poblaciones autctonas
relativamente indefensas. Porque era tambin evidente que en el territorio
deseado exista una poblacin autctona no juda que no poda ser neutral
ante la idea de vivir en un estado con una vocacin etnocntrica tan marcada como la que pretenda el ideal sionista: Observamos que Borokhov
menciona en ciertos escritos a los Fellahs de Palestina. Esta evocacin
de los habitantes del pas es bastante ocasional en la literatura sionista
de la poca, cuya caracterstica precisamente es ignorar deliberadamente
81
libre de las garras del sionismo. Ambas imgenes son igualmente falsas.
La realidad es ms similar a la de muchos pueblos que, con la llegada de
los conquistadores europeos, se vieron liberados de una forma de dominacin para terminar en otra forma de opresin. La ceguera de esta situacin
no era total en las filas del sionismo poltico, sin embargo: [Martn] Buber record hasta qu punto el lugarteniente de Herzl, Max Nordau, fue
trastornado por el descubrimiento (!) de que Palestina estaba poblada de
rabes y que los sionistas cometan, de hecho, una injusticia respecto a
ellos83.
Sin embargo, de esta conciencia y de esta conmocin no se siguieron
unos pasos polticos destinados al dilogo con la poblacin autctona. Esta falta de dilogo slo puede atribuirse a la evidencia del antagonismo de
intereses, pues no poda esperarse que la poblacin rabe (cristiana o mu-
82
83
84
perio colonial y por la ascendente capacidad militar de Alemania y tambin de la Unin Sovitica84. Los disturbios de 1936 y el fracaso rotundo
de la propuesta de la Comisin Peel para la particin de Palestina, que
daba a su vez por terminada la utilidad del rgimen mandatario, agotaron
los mecanismos polticos en este aspecto. Por otra parte, el dubitativo alineamiento de los lderes rabes frente a la inminente guerra europea no
les ayud a mantener sus posiciones polticas, pues al menos Gran Bretaa no poda dudar de la posicin que tomara cualquier colectivo judo al
respecto y, de hecho, varios batallones judos sirvieron para el Imperio en
diferentes frentes.
Pese a ello, las relaciones eran sumamente speras en este lado tambin, principalmente debido al mantenimiento del Documento Blanco y la
liquidacin prctica de la Declaracin Balfour. Demasiado tarde los agentes del imperio britnico decidieron darse cuenta que la poblacin rabe
84
85
86
por la animadversin del rgimen estalinista contra las diferencias internas de todo tipo. En particular, los intelectuales judos en la URSS fueron
vctimas de una caza de brujas, una suerte de Macartismo en versin comunista85.
De todo ello result que el brusco descenso en el recuento de la poblacin juda mundial fortaleciera relativamente a la poblacin juda en Palestina, pues los que haban podido refugiarse en Palestina se haban salvado del exterminio, cumpliendo las profecas auto-realizadoras sionistas
al pie de la letra: Los supervivientes de los guetos y de los campos, aquellos que haban salido con vida de la pesadilla de la total desesperanza y
abandono como si el mundo fuera una jungla en la que a ellos les correspondiera el papel de presa inerme, tan solo tenan un deseo, el deseo de ir all donde jams volvieran a ver un rostro no judo. Necesitaban
la presencia de los emisarios del pueblo judo de Palestina, a fin de saber
85
que podan ir all, legal o ilegalmente, de cualquier modo, y que all seran bienvenidos. No, no era preciso que los emisarios los convencieran86. Eso signific el triunfo definitivo del Sionismo como instrumento
ideolgico de salvacin para todo lo que se pudiera denominar judo. Slo
quedaba por ver si el cuasi-estado judo sera capaz de resistir la inminente guerra.
2_ Hacia la Guerra
La victoria israel en la guerra de 1947-48 tuvo dos partes. Primero,
sobre la poblacin rabe de Palestina, que sufri el temido desplazamiento con el que se vea amenazada desde haca una dcada, que aun cuando
no fuera forzado manu militari como sostiene parte de la historiografa
87
israel fue, como no podra ser de otra forma, igualmente terrible para la
vida de estas poblaciones. Despus, conteniendo el avance de las tropas
de los pases rabes vecinos sobre sus fronteras, que resultaron ms
amplias si se compara con el plan de particin presentado por la ONU en
194787.
De all result esta consagracin final de un circuito ideolgico autoafirmado: a la mayor concentracin relativa de judos en Palestina-Israel,
corresponda una mayor legitimidad del sionismo, que a su vez contaba
con ms poder para estimular la colonizacin. Ahora, adems, se sum el
reconocimiento de la ONU, en noviembre de 1947, de las aspiraciones
sionistas, y la posterior declaracin formal de independencia, el 14 de
mayo de 1948, da en que termin definitivamente el mandato britnico88.
86
88
podemos aqu hacer ms que resumirlo en unas pocas lneas: con los desplazamientos forzados, la emigracin, el exterminio sistemtico y la opresin cultural, formas culturales particulares quedaron reducidas a su
mnima expresin, en especial en el centro y el sur de Europa. De ello se
deriv una homogeneizacin forzada de las poblaciones judas, acelerndose la transformacin hacia formas ms modernas, pero tambin menos
reconocibles, de organizacin comunitaria y cultural. El problema del judasmo como cuestin biolgica desapareci de todas las agendas y de
casi todos los discursos occidentales, deseosos de separarse, no siempre
con completa buena fe, de cualquier relacin con la experiencia nazi.
Se reunieron en el triunfo sionista, por un lado, la falta de pericia u opciones de los lderes rabes en materia poltica, producto de su desventajosa situacin: muchos de sus pases haban sido creados tanto o ms
que Israel por las potencias imperiales89; y, por otro lado, la intrincada
maraa estratgica extendida a escala mundial por la inminente Guerra
Fra. As fue como el estado de Israel se convirti en un aliado estratgico
de los EUA, la nueva gran potencia occidental. En condiciones bien distintas a las previstas por Herzl, realmente este pequeo pas se convirti
en una avanzada de occidente frente a la barbarie del este. La marcada
hegemona del partido laborista (MAPAI) y de su lder, David Ben Gurin, y el poder de la central obrera juda, no representaron obstculos serios para esta alianza, porque las necesidades polticas y econmicas predominaron por sobre los valores y las ideologas, ya que la debilidad relativa del estado de Israel no dejaba mucho margen de maniobra a sus dirigentes. Debe apreciarse en este sentido el gran peso poltico de la poblacin juda norteamericana, que se constituy en un importante grupo de
89
presin poltica.
Pese a la voluntad de dilogo de algunos dirigentes judos, la poltica
israel fue intransigente con sus vecinos rabes90. Esta poltica fue incentivada por las actitudes soviticas y norteamericanas, que se apresuraban a
convertir al mundo en un enorme tablero de ajedrez, en donde Israel y sus
vecinos pronto no fueron ms que una casilla ms para dominar o atacar
la posicin del rival91. La actitud furiosamente anti-juda de los pases
rabes no colabor para abrir nuevos caminos diplomticos: Este argumento de la defensa [de Otto Adolf Eichmann durante su juicio en Israel
(1961)] estaba peligrosamente emparentado con la ms reciente teora
antisemtica referente a los Padres de Sin, expuesta pocas semanas an89
90
disputa, en un silencio que delata tambin la ineficacia, e incluso la complicidad, de las resoluciones internacionales posteriores. La regin de Cisjordania, reducida por la intrusin de las tropas judas hasta Jerusaln,
qued en manos de Jordania, quien la anexion en 1950 para renunciar a
ella ms tarde; algo similar ocurri con la Franja de Gaza (considerablemente ms extensa en el mapa de la ONU que en su formulacin posterior), que qued durante aos bajo control del ejrcito egipcio.
Los cambios de autoridad militar de estos ltimos territorios (y en los
Altos del Goln) durante la guerra de los Seis Das en 1967, no hicieron
92
91
dar malos frutos, como la matanza producida en Jordania en 1971, conocida como el Septiembre Negro. Las resoluciones de la ONU y sus organismos en especial la nmero 242 no fueron eficientes. Porque la
anexin de tierras se produjo igualmente y no se resolvi sino por va militar, como es el caso de la Galilea y de Cisjordania. La excepcin ha sido
la cuestin de la pennsula del Sina.
Como consecuencia del constante conflicto dos fenmenos migratorios
se superpusieron, uno centrfugo, el desplazamiento de la poblacin rabe
de Palestina, y otro centrpeto, la llegada de nuevos contingentes judos
incentivados por la poltica poblacional sionista, que continuaba siendo
uno de los ejes fundamentales del estado de Israel. As, con las guerras se
consolid un esquema de reemplazo poblacional que termin fijando territorialmente un orden poltico conflictivo. Pero junto con un tipo de poblacin, de cultura, de gobierno y de estado se fue creando una conciencia
social en la que la militarizacin y la violencia inter-tnica formaron parte
de la vida cotidiana.
92
Las fechas oficiales del Sefer Ha-Jukim (el Libro Oficial de las Leyes del estado,
que pese a su nombre hebreo recoge buena parte de la legislacin britnica del Mandato), se inscriben segn el calendario hebreo. As, la Ley del Retorno se sanciona el 20
de Tamuz de 5710. Aqu se han preferido, sin embargo, las fechas en el calendario
comn.
grafas. Que el judasmo y, ms todava, la judeidad sean fenmenos colectivos de carcter religioso es por lo menos tan opinable como la calificacin de raza para cualquier colectivo judo. De hecho, la incertidumbre es preservada por la propia actitud del estado frente a grandes contingentes migratorios, como ha sido el caso de la gran inmigracin desde las
repblicas soviticas, en las cuales el elemento religioso fue omitido escrupulosamente.
La inmigracin contina siendo una cuestin prioritaria para Israel
luego de la fundacin del estado, tanto por sus necesidades de crecimiento
econmico y defensa como por la necesidad de responder al menor crecimiento vegetativo relativo de la poblacin juda secularizada respecto
de las familias palestinas. Contaba, adems, con estimulacin financiera
suficiente que se dilapidara si no se inverta en forma productiva, y con
93
jos picos quinquenales, no se produjeron ya esos enormes saltos poblacionales por efecto de la inmigracin que caracterizaron a la primera mitad del siglo XX.
La poltica de estado en materia de inmigracin no fue pasiva. En las
grandes comunidades el sionismo continuaba operando en su aspecto ideolgico con particular xito en Latinoamrica, por ejemplo, que desde la
dcada del 60 aport regularmente contingentes importantes de Ali
ideolgica, es decir, de migrantes convencidos de la centralidad de Israel
en la vida juda. Se consigui reemplazar en la educacin al Yiddisch por
el hebreo en buena parte de las comunidades y se hizo de la historia del
sionismo parte central de la historia juda, intentando generar, y consiguindose en gran parte, una hegemona consistente en muchas comunidades.
94
La cuestin del judasmo se cerr en torno del estado nacional, centralidad que no todos aceptaron, pero que pocos combatieron. Porque el recuerdo de la desproteccin absoluta frente al nazismo estaba todava demasiado fresco como para rechazar esa coraza de seis puntas en la bandera del estado judo95. Adems, se implementaron polticas de atraccin y a
veces de importacin de comunidades enteras de pases prximos, amenazadas. Este ha sido el caso de los judos iraques, sirios, yemenitas, etopes, marroques y tunecinos, cuya incorporacin al cuerpo social, bsicamente eslavo, aport una variedad que no fue apropiadamente respetada, pues la consigna de la igualdad en tanto que judos, reflejada en una
encomiable igualdad y progresividad de derechos, no procur sino tangencialmente la defensa de las particularidades de cada colectivo96.
95
La estrella de Seis Puntas (o los dos tringulos superpuestos) es conocida popularmente como Magun David, y se dice que era el blasn del escudo del rey David.
96
Cfr. Ben Ami y Medin Historia del estado de Israel, Op. Cit.
95
Blgica), por un lado, y Europa oriental (Rusia, Ucrania, Hungra y Bielorrusia) por otro. Encontramos tambin otro 6% repartido entre las restantes comunidades de ms de 100.000 personas: Canad, Surfrica, Brasil,
Australia y Argentina; todas ellas formadas entre fines del XIX y principios del pasado siglo. Tal es la magnitud de los movimientos migratorios
y las consecuencias demogrficas de la combinacin entre anti-judasmo
y pobreza en el lado de la emigracin, y del sionismo poltico y realizador
en el lado de la inmigracin.
En una fecha tan tarda como 1968 luego de la Guerra de los Seis
Das los intereses del sionismo no haban cambiado demasiado, exceptuando, claro est, el objetivo ya alcanzado de la creacin del estado:
97
Las metas del Sionismo son: La unidad del pueblo Judo y la centralidad de [el estado de] Israel en su vida; la concentracin del pueblo Judo
en su Hogar Nacional histrico, Eretz [la Tierra de] Israel, por medio de
la Ali desde todas las tierras; el fortalecimiento del Estado de Israel
fundado sobre los principios profticos de Justicia y Paz; la preservacin
de la identidad del pueblo Judo a travs del fomento de la educacin juda y hebrea y de los valores espirituales y culturales Judos; la proteccin
de los derechos de los judos en cualquier lugar98.
Es posible apreciar, no obstante, giros novedosos en el discurso respecto de los principios sionistas pre-estatales: la centralidad poltica del
estado de Israel y lo que resulta ms sorprendente: su centralidad cultural y la recuperacin de valores religiosos que permanecan alejados de
los principales discursos del sionismo poltico. Pero lo que interesa en
96
este aspecto es que permanece intacta la vocacin centralizadora y promotora de la inmigracin que caracterizara al movimiento en la etapa realizadora, ya superada. El discurso nacionalista haba calado tan profundamente reforzado por las enormes proporciones de patriotismo y solidaridad interna necesarias para soportar un estado de guerra casi permanente que no slo se supona posible reunir a toda la poblacin juda en
el Hogar Nacional Histrico (Cmo s la idea de hogar nacional tuviera milenios de edad y no menos de un siglo!); esa era, en realidad, la
directiva para las polticas de estado.
Desde la disolucin de la Unin Sovitica, Israel impuls una nueva y
fuerte corriente de inmigrantes desde estos pases99, alcanzando en la
98
De la Enmienda del 27 Congreso Sionista (Jerusaln, 1968) al Programa de Jerusaln de 1951, que resuma los objetivos del movimiento.
99
Aunque no es posible asegurarlo, esta poltica se vincul probablemente a la intencin de compensar la mayor tasa de natalidad de la poblacin palestina o de reemplazar, siquiera parcialmente y con escaso xito la creciente necesidad de mano de
obra palestina.
97
fue, por su momento y modo de insercin prctica, una variante tarda del
colonialismo que no pudo conciliar su desarrollo con un tratamiento adecuado de los contactos con la poblacin autctona. De hecho, como en
toda relacin colonial (aunque fuera colonizadora y no colonialista),
yaca en la base misma de la prctica sionista un conflicto tnico, cultural
y poltico latente que no poda resolverse sin un enfrentamiento que result a la vez largo y doloroso, gravoso para todas las partes y, en definitiva, causa constante de grandes injusticias. De la combinacin de estos
elementos debe entenderse el relativo xito (tambin el relativo fracaso)
del movimiento sionista.
CAPTULO IV
EL
CIONES INTERNACIONALES
99
100
Ello no debe, por otra parte, sorprendernos. Porque son las instituciones jurdicas y polticas de los estados, y no los individuos, las unidades
de sentido en las que el contenido material de la Declaracin Universal de
los Derechos Humanos se dispuso para intentar hacerse efectivo. Asumiendo esta caracterstica s pueden valer estos instrumentos como parmetros para evaluar los comportamientos de las partes implicadas, an los
desarrollados antes de que el catlogo de los derechos humanos tuviera
consistencia poltica.
En este aspecto tiene mucha importancia la comprensin del movimiento sionista como fenmeno directamente vinculado con las tendencias ideolgicas imperantes en su contexto de aparicin, que conllevaban
una prctica poltica determinada: el ambiente del Imperialismo. S se
permite esa mirada retrospectiva, multitud de consecuencias adversas en
101
relacin con el catlogo de derechos: la opresin, la explotacin, la expoliacin y la discriminacin son elementos centrales en el marco de las relaciones coloniales, que en muchos sitios consiguieron sobrevivir incluso
a la cada de los imperios que les daban sustento y legitimidad, en manos
de agentes locales en las esferas de la produccin y del gobierno.
Desde esta perspectiva parece posible comprender al sionismo como
una modalidad de este movimiento ideolgico-prctico general. Pero es
necesario sealar que no hubiera alcanzado sus objetivos sin el apoyo,
siquiera tctico y circunstancial, de la potencia dominante con la que tena
mayor contacto, pues era en sus orgenes un movimiento extremadamente
dbil en trminos de capacidad de accin poltica: sin verdadera influencia en el gobierno, sin ejrcito propio, sin medios de financiacin suficientes. An s el colonialismo sionista evit mantener las perniciosas relaciones coloniales, lo hizo en una situacin particular de expansin imperialista, porque estas relaciones son tambin variables y tienen dimensiones singulares.
102
Oriente...101.
El sionismo poltico y realizador recoge esta tensin casi en estos
mismos trminos y en su propio territorio, como viramos al analizar el
discurso de Herzl, y estas relaciones confusas no dejaron de influir en las
relaciones con la poblacin rabe. As, an cuando no lo quisiera su discurso, sus propias prcticas se hallaban marcadas, si no por el abierto
desprecio, al menos s por un acusado desinters por las consecuencias de
sus propios actos sobre los otros colectivos humanos presentes en la regin. En trminos de derechos humanos no cabe disculpar las consecuencias, sin importar lo imperiosas que le parecieran sus propias necesidades
culturales y por muy justificables que les parecieran los medios empleados para la supervivencia nacional. Porque la caracterstica fundamental
de la categora de Derechos Humanos es su alcance universal y toda afirmacin particular de los mismos no puede (en teora) suponer la vulneracin de otros derechos de la misma categora.
101
103
proceso histrico extenso y que abarca varias generaciones. Ideolgicamente, y como resultado de la aplicacin del principio de responsabilidad
individual y de dao individual (que son dbiles e insuficientes para tratar este tipo de casos), el proceso es contemplado como una fatalidad, en
donde lo histrico y lo sociolgico no parecen tener sentido.
Las situaciones estructurales de vulneracin de derechos resultantes
de procesos sociales e histricos continan siendo un lado ciego a la hora
de tratar los casos concretos. En realidad, esta debilidad es una condicin
necesaria para el mantenimiento del conjunto de las situaciones globales,
pues poco y nada de lo que hoy existe en las relaciones internacionales
terminara sin ser pesado en la balanza, y encontrado falto de peso102.
Considerar al sionismo en stos trminos histricos, juzgndolo como un
modo de colonialismo e imperialismo, con los que sin duda est relacio-
104
nado, implicara la necesidad de extender el juicio al conjunto de las situaciones anlogas y ninguna potencia de la tierra parece dispuesta a encarar semejante empresa. Se trata, en ltima instancia, de la comprensin
de un estado de relaciones de fuerza, donde los vencedores que propugnan la universalidad de los derechos humanos se niegan a aplicar esta
universalidad cuando es su propia prctica la que debe ser juzgada.
A diferencia del sistema de derechos existente, la percepcin juda religiosa tradicional y tambin el derecho musulmn103 s atenda a la
posibilidad de comprender las situaciones trans-generacionales como objeto de juicio moral. An ms, para justificar la colonizacin de Palestina
esta memoria fue ampliamente utilizada e incluso aceptada en su momento por los propios organismos internacionales: En vista de que se ha
dado reconocimiento a la conexin histrica del pueblo judo con Pales-
102
103
105
Prlogo en: Resolucin del consejo de la Liga de las Naciones sobre el Mandato
de Palestina, del 24 de julio de 1922.
secucin poltica, sino a una alta tasa de aculturacin (reconocida generalmente como asimilacin cultural o prdida de la identidad). Conjugando ambos datos, parece claro que la creacin del estado de Israel slo ha
cumplido a medias con su misin de salvar a la cultura juda. La medida
en que el sionismo sea causa de este estancamiento demogrfico no debe
impedir observar otras causas que deben estar influyendo en este aspecto.
Es probable que la tremenda presin que ejercen las ideologas dominantes, a escala global, estn mermando las fuerzas de las identidades tradicionales y para ello, no hay duda, ni el sionismo en su aspecto poltico ni
el estado de Israel pueden ofrecer respuestas, precisamente porque desde
su matriz son representantes de esa misma ideologa dominante. Sobre
estas cuestiones trataremos ms adelante con algo ms de profundidad.
As vuelven a reunirse e integrarse los elementos conflictivos que lla-
106
man nuestra atencin: sionismo, relaciones internacionales y globalizacin, pues ya no pueden considerarse aisladamente ni reducirse los conflictos a su expresin ms inmediata, sino que deben ser articulados con el
contexto general en que se desarrollan.
El movimiento sionista y, posteriormente, el estado de Israel, dependieron en sus orgenes de la evolucin de las relaciones polticas internacionales para su propio desarrollo. Debe atenderse a su relativa debilidad
como movimiento poltico, en el primer caso, y como nuevo estado en el
segundo, siempre en relacin con las estructuras polticas y administrativas nacionales e imperiales relevantes en la poca. En buena medida,
adems, su evolucin o, mejor dicho, la evolucin de sus circunstancias,
sirve de contraste para esas mismas relaciones internacionales, como piedra de toque para la evaluacin preliminar de su constitucin, evolucin e
importancia relativa frente a otros factores, ya sean econmicos, polticos, culturales e incluso militares.
En primer trmino, el perodo de desarrollo del sionismo como movimiento poltico y el establecimiento del estado judo coinciden en
forma no totalmente casual ni causal con la evolucin de importantes
organismos e instituciones tendientes a regular y controlar, si bien no
siempre con buenos resultados, las relaciones internacionales, entre los
cuales destacan la Liga de las Naciones, la Organizacin de las Naciones
Unidas y, en el marco de sta ltima organizacin, el Consejo de Seguridad. En segundo trmino, la situacin conflictiva planteada desde el inicio por la intencin y posterior concrecin de la actividad colonizadora
sionista permite observar y evaluar las sucesivas acciones internacionales, la vocacin y calidad negociadora de las instituciones y las relaciones
de fuerza entre los bloques enfrentados en este caso concreto.
La ubicacin espacial y temporal del conflicto no es casual. Se trata,
107
por una parte, de una poca (hablamos del fin del siglo XIX) en la que
los estados con capacidad de dominacin imperial basada en relaciones
capitalistas de produccin avanzadas se encontraban en posicin, antes
de enfrentar sus propias crisis, de expandir su influencia, compitiendo
con oponentes sumidos en un estancamiento crnico y una paulatina declinacin: los imperios de Europa central y el oriente prximo y lejano.
Por otra parte, la tierra de Palestina en disputa se encuentra en uno de los
lmites de la lucha, hasta convertirse en una trinchera ms de la enorme
guerra de posiciones polticas desarrollada por estos aos y hasta el fin de
la primera guerra mundial105. As, ambos contextos, el local y el internacional, deben ser tenidos en cuenta.
Para facilitar el anlisis del largo perodo histrico en el que el sionismo y el estado de Israel se comunican e interactan con las instituciones internacionales y su contexto conflictivo, hemos dispuesto el recorrido en cuatro etapas: la primera de ellas abarca el perodo de gestacin del
105
108
mucho menos. Por el contrario, estar acotado a los aspectos relacionados con nuestro tema.
Es un uso comn hablar de Imperios y de intenciones y prcticas imperialistas. Si nos atenemos a la etimologa latina del trmino, verificamos que el Imperio denota un rea geogrfica bajo control militar cuya
cabeza era el emperador. Las fronteras de los imperios son habitualmente
difusas y menos precisas que las del moderno Estado-nacin, pues estn
ligadas a la capacidad de control militar y administrativo, pero no es tan
claro el alcance de la jurisdiccin jurdica y poltica. En cualquier caso, lo
que define al sistema imperial es su vocacin expansionista, pues no es
109
caracterstica de sociedades amplias y complejas, este sistema no ha dejado de cumplir un papel importante en la evolucin histrica de la
humanidad. Este hecho, debe ser tenido en cuenta porque la evolucin de
los imperios ha marcado el desarrollo de occidente. La causa de esta influencia no es un secreto, pues la vocacin expansionista que caracteriza
a los imperios se explica a partir de sus necesidades estructurales.
Todo imperio debe mantener un elevado nivel de gasto interno en materia de manutencin de las clases dominantes y de vastos contingentes
militares, que son, en primera instancia y desde un punto de vista econmico, consumidores improductivos. En el caso de los imperios antiguos,
la constante necesidad de nuevos contingentes tributarios, en dinero, especias o mano de obra, supona el incremento de ambos factores de consumo, lo cual abra las puertas para una futura y necesaria etapa de ex-
110
pansin imperial.
A diferencia de este modelo, que puede calificarse como tradicional, el imperialismo moderno, basado econmicamente en la produccin
masiva e industrializada, no tiene en la base de sus necesidades expansionistas una relativa debilidad interna en materia de capacidad de produccin de excedentes. Por el contrario, muestra la urgente necesidad de
encontrar vlvulas de escape y desarrollo para sus fuerzas productivas,
que son extraordinariamente dinmicas. En cualquier caso, ambos modelos tienen en comn unas marcadas tendencias expansionistas cuyo principal motor se encuentra en las necesidades materiales objetivas de sus
clases y sectores dominantes. Estos sectores se ven peridicamente obligados a romper el statu quo de las relaciones sociales internas o externas
a fin de conseguir los medios para su reproduccin social. En el caso de
los imperios apoyados en relaciones capitalistas de produccin es tambin una reproduccin necesariamente ampliada y no, como en el caso de
los imperios tradicionales, una ampliacin de las propias clases dominantes o de sus contingentes armados.
Hemos apuntado ya que toda organizacin estatal ligada a un sistema
imperial debe desarrollarse en una sociedad compleja. En relacin proporcional a esta complejidad, dichos estados deben poseer una estructura
jurdica en dnde representan un papel sustancial la jerarqua de las personas jurdicas vinculadas recprocamente por contrato y la expresin
legal de las relaciones productivas (las condiciones de propiedad que
hacen a la apropiacin de la riqueza producida socialmente). As, cada
imperio configura un particular estado administrativo de las regiones y
espacios sociales bajo su mandato, articulados en una jerarqua especfica. Por otra parte, las caractersticas del sistema imperial implicaban que,
dados dos imperios, las aspiraciones expansionistas de uno y otro casi
111
siempre concluan con un enfrentamiento por el control de las zonas limtrofes o, eventualmente, por el conjunto del territorio.
Esta caracterizacin que hemos esbozado servir para ubicarnos en el
problema especfico que debemos tratar para comprender la particular situacin del sionismo en el momento de su aparicin como agente poltico.
Cuando esto ocurre, ya asomndose en el horizonte el siglo XX, el imperialismo se encuentra en su apogeo, pues casi cualquier fraccin del planeta se hallaba afectada por sus relaciones con un estado imperial o por su
pertenencia a algn imperio106.
El rgimen de mandato, que tantas complicaciones traera para el caso
de Palestina, fue ampliamente utilizado en este perodo. El estado actual
de buena parte de frica, por ejemplo, es una prueba ms de la inoperancia de los organismos internacionales de la poca, pues esta regin fue la
ms afectada por las malas prcticas de los imperios modernos. Tambin
es ejemplo de la perversin existente en todos los casos de dominacin
106
112
nacin imperial que tuviera futuro, sta sera la del imperio basado en poderosas fuerzas productivas internas, dndose por terminada la era de los
imperios tradicionales tributarios, esclavistas o semi-feudales. Al terminar la guerra los imperios centrales fueron divididos y privados de buena parte de sus colonias y su organizacin interna se vio forzada a la semejanza respecto de las potencias centrales.
La Rusia zarista se haba convertido en el ncleo de la Unin Sovitica, ejemplo de una nueva forma de imperialismo burocrtico, pero sustentada por una productividad promedio muy superior a la de los imperios
tradicionales, ya que termin por incorporar con facilidad los principios
de racionalizacin instrumental de la produccin. Finalmente, en el aspecto que ms interesa aqu, el Imperio Otomano fue desmembrado y su rea
de influencia en oriente medio se reparti entre Francia e Inglaterra, aparentemente los grandes vencedores de la guerra. En esta reparticin de
oriente medio las potencias imperiales europeas terminaron con una larga
107
113
Colonizacin y descolonizacin no son, como podra parecer, dos procesos sucesivos, dos etapas que implicaran modos distintos de regulacin
114
poltica para la etapa expansiva del capitalismo, aunque esta segunda caracterizacin se encuentra ms cerca de captar el fenmeno. S mediante
la colonizacin se procura un modo extensivo de acumulacin de capital,
el proceso de descolonizacin marca el agotamiento del modelo, que pasa
a centrarse en la intensificacin de la acumulacin por otros medios.
Pero no se trata de dos etapas diferenciadas por completo en la historia
efectiva. Porque mientras en algunos lugares del mundo se retroceda en
la vocacin colonialista, en otras regiones la colonizacin misma comenz en forma tarda. Cada regin del mundo no-europeo ha seguido un
ritmo distinto en sus procesos de colonizacin y descolonizacin. El colonialismo es un modelo poltico general y un modo de valorizacin del capital, pero ha presentado numerosas variantes dependiendo de las caractersticas de la poblacin local y de los colonos e incluso de los recursos
y medios de produccin que se pretendan extraer de cada regin, y tambin del momento histrico, lgicamente.
115
116
en una raza extra-europea. En 1814 haba menos de 20.000.000 de personas nacidas en Europa o de sangre predominantemente europea del
otro lado de los mares. Hacia 1914, el total se haba multiplicado diez
veces, hasta sumar cerca de 200.000.000. Este incremento y dispersin
de los europeos durante el siglo XIX fue un reflejo fiel de su espritu imperial. Hacia 1914 haba tantas personas de ascendencia europea fuera
de Europa, como habitantes haba tenido este continente el siglo anterior112.
Lo que nos interesa de estos datos demogrficos es constatar que el
proceso de colonizacin sionista de Palestina se encuentra, en este sentido, completamente integrado al proceso general de colonizacin como
exportacin de la poblacin europea. No obstante, se trata tambin de
un caso especfico y que presenta importantes singularidades.
117
Si puede considerarse a la colonizacin como un tipo particular de migracin, sustentado en un sistema imperialista, inmediatamente debemos
decir que se trata, sobre todo, de un mecanismo idneo para la transformacin estructural de las reas afectadas. A diferencia de una fuerza militar de ocupacin, cuya tarea es mantener un territorio bajo el control jurisdiccional de un estado (sean o no imperialistas o expansionistas sus intenciones), la poblacin colonizadora tiene por objeto general transformar
una estructura econmica, ya sea importando a una regin determinadas
poblaciones socializadas en un contexto especfico de relaciones sociales
o transformando las relaciones preexistentes en la regin. En estas condiciones, la relacin con la poblacin autctona de una regin, implicar su
dominacin, su expulsin e incluso un eventual exterminio.
Porque la colonizacin es, ante todo, un tejido de relaciones intersociales e inter-culturales que persigue un fin especfico que est relacionado con la estructura social de la que parte el colonizador: no es simple112
118
Sartre, Prlogo en Memmi, Retrato del Colonizado. Op. Cit. Pg. 14.
119
vistas a crear y obtener nuevos mercados y fuentes de ganancias o materias primas. Por ello no es sorprendente que el imperialismo britnico y el
francs se retiraran slo despus de crear una serie de estados nacionales
cuya poblacin se encontraba sometida a los designios de las clases dominantes a menudo en forma de clanes poderosos apoyadas por los imperios salientes.
Uno de los grandes xitos del capitalismo como sistema social es su
tendencia a la clonacin poltica. Porque, a diferencia de las sociedades
estamentales, se basa en la liberalizacin de las individualidades econmicas (sea cual fuere la posicin en el mercado de cada individuo) y en la
expansin continua de sus mercados. Con ello, al enfrentarse con otras
formaciones sociales complejas, le basta con destruir el tejido social existente en las tierras invadidas, mediante el uso de la violencia imperial,
120
una Europa occidental a las puertas de la paralizacin econmica que frenaba cualquier fluidez en los intercambios. El estado no haba desarrollado todava toda su capacidad de intervencin interna en el manejo de la
economa114, que slo sera desarrollada por el Fascismo y el Nazismo
(como se haca ya en la Rusia Sovitica) y, posteriormente, por el Keynesianismo prctico. Esta relacin entre el estado fascista y el estado de
bienestar no debe sorprender: se trata en ambos casos de un modelo corporativista de estado intervencionista, y es en este sentido en el que debe
realizarse la equiparacin, no en cuanto a las formas polticas y los discursos implicados.
Frente a este estado de cosas, el sionismo vino a resolver parcialmente
este problema para Gran Bretaa en lo que a la colonizacin de Palestina
se refera, ofreciendo una masa colonizadora importante, motivada y que
121
122
Como hemos visto, la poltica imperial europea de fines del siglo XIX
y comienzos del siglo XX, a diferencia del viejo imperialismo, no se basaba en la anexin territorial directa sino en el control colonial. Esta poltica encontr su sancin jurdica, tambin tarda, en el rgimen de Mandato, segn el cual se otorgaba a una potencia imperial el control jurisdiccional de un territorio, refrendado por el envo de tropas y funcionarios115.
El cambio en las relaciones internacionales que sigui a la Primera
Guerra Mundial produjo una rearticulacin de este sistema. Mientras que
antes de 1914 la conquista imperial se basaba en el dominio militar, con
la consiguiente posibilidad de desatar conflictos de inters con otros conquistadores, con la creacin de la Liga de las Naciones se incorporaron, al
menos en apariencia, los marcos jurdicos para administrar mejor esos
conflictos. La guerra haba puesto en evidencia que la ausencia de un
marco de regulacin para las relaciones internacionales y, ms precisamente, inter-imperiales poda acarrear serios problemas de supervivencia
115
123
te pues: Para quienes se haban hecho adultos antes de 1914, el contraste era tan brutal que muchos de ellos, incluida la generacin de los padres de este historiador o, en cualquier caso, aquellos de sus miembros
que vivan en Europa Central, rechazaban cualquier continuidad con el
pasado. <Paz> significaba <antes de 1914>, y cuanto vena despus de
esa fecha no mereca ese nombre (...) en la Primera Guerra Mundial participaron todas las grandes potencias y todos los estados europeos excepto Espaa, los Pases Bajos, los tres pases escandinavos y Suiza116. La
primera guerra mundial abre tambin la era de los genocidios, con la matanza de 1.500.000 armenios por parte del imperio turco. La virtual ruina
econmica que result para los pases vencedores del conflicto acentu
la sensacin de brutalidad del conflicto, y sin duda contribuy a acelerar
la desintegracin de los sistemas imperiales. Esto, como se ha dicho, no
fue obstculo para que resultara en una conquista para el capitalismo, en
la forma de la globalizacin del modelo de estado-nacin.
116
No obstante, el organismo creado para de contener el conflicto mediante el dilogo multilateral, la Liga de las Naciones, en ningn momento tuvo una capacidad poltica efectiva, e incluso se transform en un medio cuasi-legal para la aplicacin de polticas imperialistas. De esta forma,
cuando en 1922 se promulg el mandato de Palestina, que daba la concesin poltica de la zona al imperio britnico: La mayora rabe objet
que el mandato inconstitucionalmente violaba el Convenio, frustrando la
independencia nacional que el artculo 22 haba reconocido provisionalmente para aquellos que fueran habitantes indgenas de Palestina desde
antes de 1919. Pero la perspectiva inglesa del Mandato no puso un nfasis semejante en el rol legal del artculo 22 o, ciertamente, de la Liga de
las Naciones en general117. As se seala la improcedencia legal del
mandato en relacin con las atribuciones britnicas, y destaca su contra-
124
117
Ott, Public International Law in the Modern World, Pitman, 1987. Pg. 61.
fue hecho por la Liga, ni puede, en sustancia, ser alterado por la Liga>118.
Semejante postura excluye toda consideracin sobre la capacidad de
la Liga de las Naciones no ya de regular, sino siquiera de condicionar las
acciones de los estados imperiales. De todas formas, repasando el texto
mismo del Mandato, nos encontramos con que ste ha sido redactado para mayor gloria de la potencia mandataria, de modo que en la prctica la
Liga de las Naciones funcion, en este sentido, como un instrumento internacional de legitimacin de la poltica imperial, sin importar lo que
dijeran sus estatutos fundacionales. Es un antecedente que debe tenerse
en consideracin para el futuro desarrollo de las relaciones internacionales por medio de organismos multinacionales.
De la misma forma que el Mandato establece en su artculo primero la
125
118
bidem.
126
nistrativa. Lo que se considerara desarrollo o no desarrollo quedaba tambin bajo la jurisdiccin britnica hasta nuevo aviso, pues el mandato tiene fecha de inicio pero no de terminacin.
Muy pobre es el aporte efectivo de la Liga de las Naciones a la situacin regional que nos ocupa, como pobre era en realidad el dilogo entre
las potencias. Los EUA se encontraban ms preocupados por su propio
desarrollo que por los problemas europeos, y su inmenso territorio le
permita por el momento esquivar la necesidad de expansin colonial. De
hecho, Hobsbawm seala que esa es una de las causas por las que los
EUA no pudieron tomar el relevo de Gran Bretaa como impulsores del
capitalismo internacional119.
En realidad, ya haba desarrollado tal experiencia contra la poblacin
indgena norteamericana, Mxico y Espaa durante el siglo XIX. A su
vez, las potencias derrotadas de Europa central fueron tratadas con una
impiedad y un rigor que no poda dejar de sentar las bases para un futuro
119
conflicto regional. Los veinte aos que mediaron entre el fin de la primera Guerra Mundial y el comienzo de la segunda no resultaron ms que
una larga espera en materia de accin blica internacional.
Sin embargo, esta espera poltica no era posible en trminos socioeconmicos ya que, luego de terminada la guerra: la mundializacin de
la economa pareca haberse interrumpido. Segn todos los parmetros,
la integracin de la economa mundial se estanc o retrocedi. En los
aos anteriores a la guerra se haba registrado la migracin ms masiva
de la historia, pero esos flujos migratorios haban cesado, o ms bien
haban sido restringidos por las guerras y las restricciones polticas120.
De hecho, entre mediados de la dcada de 1920 y mediados de la siguiente el sistema econmico mundial se derrumb y con l, por largo tiempo,
el ideal liberal de funcionamiento de la economa domstica de los pases
127
nismo subsidiario que pudiera siquiera ocuparse del problema econmico, pues el sistema mundial se haba desarrollado sin ninguna direccin
que no fuera la constante persecucin de nuevas ganancias.
Uno de los motivos principales de la desarticulacin del mercado
mundial consista en que el sistema imperial no prevea que las colonias
o los pases dependientes de las economas centrales se convirtieran en
demandantes de produccin, reactivando la economa desde el eslabn
dbil de la cadena. No obstante, fue necesario que la Segunda Guerra
Mundial desplegara toda su capacidad destructiva para que se comprendiese que la era de los imperios coloniales, y con ella la de los Mandatos,
haba llegado a su fin.
128
Una de las consecuencias de la Primera Guerra Mundial fue el intento
fallido de humanizar los conflictos armados, intento que tuviera por
herramienta principal a la convencin de Ginebra (1925)121. El recuerdo
de los horribles efectos del gas txico en realidad, apenas un comentario
acerca de los horrores vividos condujeron a la prohibicin de este tipo de
armamento, por lo dems bastante ineficaz como elemento de destruccin
masiva, aunque algunas potencias imperiales no dudaran en utilizarlos
contra colonias poco sumisas122.
Todava ms terrible, ms extensa e inhumana que la primera, la Segunda Guerra Mundial hizo comprender que lo que deban humanizarse
121
Cfr. Ott, Public International Law in the Modern World. Op. Cit.
Lo cual constituy la verdadera razn de su abandono. El desarrollo de los autnticos gases letales debi esperar a la guerra fra, con su alucinante repertorio de armamento no convencional y su uso en guerras sucias, como Vietnam. Cfr. Hobsbawm, Historia del Siglo XX, Op. Cit.
122
129
123
130
131
132
pese a que los captulos XI, XII y XIII de la Carta intentan resolver la
situacin de los territorios no autnomos o fideicometidos. Eso supuso
una psima solucin del conflicto y una grave auto-atribucin de jurisdiccin que sentaba un pasmoso precedente. La ONU, sin competencias ni
atribuciones legtimas y sin ms apoyo que las convicciones ideolgicas
imperantes, continu la poltica de sus predecesores polticos en la regin,
e impuls la constitucin de dos estados, mediante la resolucin 181 de la
Asamblea General: En 1947, la Liga rabe propuso referir el caso Palestina a la Corte Internacional de Justicia (...) pero la Asamblea General
se neg a hacer tal cosa, decidiendo entonces (en un acto que trasgreda
su poder de acuerdo con la Carta de las NU) la particin del pas en un
estado judo y otro rabe124.
La causa de esta decisin es, evidentemente, poltica: se haba acorda-
133
124
Ott, Public International Law in the Modern World. Op. Cit. Pg. 61.
As, la ceguera sociolgica y la incapacidad poltica de la ONU hundieron a la poblacin autctona de Palestina en el limbo de la indeterminacin jurisdiccional, pues la oblig a tomar por un camino que no haba
elegido, y para el cual no se encontraba preparada ideolgica, econmica
ni polticamente, porque las sociedades no se articulan automticamente
siguiendo las instrucciones de una resolucin. El resultado de esta psima
estrategia fue una guerra inmediata precisamente lo que la ONU haban
querido a evitar y la sbita creacin de un inmenso nmero de refugiados cuya desgracia se transformara en un problema crnico y que ha trascendido las generaciones. Sin resolver el problema heredado del Mandato
Britnico y conformando un eslabn ms, y no el ltimo, en una triste cadena de desinteligencias (o excesos de malintencionada astucia) la particin de Palestina signa un gran fracaso de la nueva organizacin.
134
Desde entonces, en lo que a la Asamblea General se refiere, el problema Palestina continu apareciendo peridicamente en las resoluciones y preocupaciones generales de sus sesiones. Pero a medida que el
tiempo pasaba este organismo pas a ocuparse del tema preferentemente
desde el punto de vista del asistencialismo humanitario. El conflicto rabe-israel, que producira al menos tres guerras abiertas, sumadas a una
pacificacin intermedia siempre inestable, sigui el mismo camino frente
a la organizacin.
Sin embargo, las causas de la permanencia del conflicto no se encuentran en este caso en una mala poltica de la ONU, sino en la articulacin
del conflicto con la situacin global, cuyo epicentro institucional no era la
Asamblea General de la ONU, sino su Consejo de Seguridad.
Resulta sumamente ilustrativo repasar el principal documento emitido
por la ONU respecto al intento de Particin de Palestina y contrastar sus
objetivos y mecanismos con lo que efectivamente ocurri, de modo que
pueda medirse, siquiera aproximadamente, el alcance del fracaso de la
135
136
Una pregunta clave al respecto gira en torno a la sinceridad institucional de la Resolucin 181. Realmente se crey que el plan era viable en
las condiciones que se presentaban? Poda ignorarse el inminente enfrentamiento? No parece haber una respuesta clara para esta ceguera, no ya
ideolgica, sino poltica. Sin embargo, el poder mandatario saliente pareca prever el conflicto, hasta el punto de presuponer un resultado desfavorable a Israel que finalmente no se dio125.
En este punto, nuevamente, las fuentes histricas no se ponen de
acuerdo por razones ideolgicas: para unos, las potencias y organismos
internacionales favorecieron a Israel claramente, para otros, actuaron a
favor de las fuerzas rabes con la misma claridad. Ms probablemente, en
el aspecto diplomtico fueron incapaces de encontrar una solucin institucional acertada; en el aspecto poltico, fueron observando interesadamente
137
138
mico y Social y tambin frente a la Corte Internacional de Justicia incluan la posibilidad de vetar el tratamiento de asuntos que a cada uno de
los miembros permanentes le resultara inmediatamente molesto poner
sobre la mesa de discusiones. De este modo, los asuntos tratados en forma
efectiva por el Consejo y, por extensin, por la ONU en su conjunto, invariablemente se desentendan de los aspectos que afectaran directamente
a alguna de las potencias principales. Los conflictos polticos tratados se
desplazaban entonces hacia los mrgenes de este sistema126.
Esta situacin, por una parte, contribuy a alejar el peligro de un enfrentamiento directo entre los dos grandes bloques y, por otra parte, supuso que vastas regiones terminaran incluidas en la pugna maniquea esteoeste, en general para su propio perjuicio. As, cada potencia poda realizar las acciones que considerara pertinentes en su mbito de influencia,
139
Huntington, en su obra Choque de Civilizaciones (Paidos, 1997), esboza una hiptesis similar, aunque consideramos insostenible la lnea ideolgica que defiende este
autor, orientada a la construccin de enemigos polticos ms que a una interpretacin
socio-histrica equilibrada.
140
141
142
necesariamente vaga, como resultado de la necesidad de conseguir tanto el apoyo de los Estados Unidos como el de la Unin Sovitica129.
Cuarenta aos ms tarde, de los conflictos existentes al final de la
Guerra de 1967, slo la cuestin del Sina ha sido resuelta satisfactoriamente y se ha agregado, como contrapartida, la cuestin del Lbano,
producto de la decisin de Egipto de abandonar la poltica nacionalista
seguida por Nasser. Pero la resolucin tampoco se acercaba, siquiera remotamente, al problema humanitario con el que deban lidiar los palestinos desde haca al menos 20 aos. Una nueva generacin haba nacido y
crecido entre la ineficacia de la Resolucin 181 y la ambigedad paralizante de la Resolucin 242. En estas condiciones, no es sorprendente que
se hayan desarrollado movimientos insurreccionales que recurriran a la
violencia inmediata de acuerdo con los medios de los que dispusieran.
143
bidem.
144
militares (como termin por ocurrir) implic que slo recibieran alguna
ayuda econmica en forma de donativos.
Tanto como las resoluciones de la Asamblea General, las del Consejo
de Seguridad tienden a obtener escasos resultados cuando las potencias no
se deciden a imponer realmente sus determinaciones. Esto denota un dficit en la mxima organizacin internacional, y marca una profunda distancia respecto del estado-nacin. Porque este ltimo modelo, que se ha
ido modificando pero que, en esencia, sigue siendo la base del sistema
poltico en casi todo el planeta, cuenta siempre con los medios ms o
menos limitados para imponer su voluntad poltica y legislativa, mientras que en el mbito de la ONU eso depende todava de los intereses particulares de las potencias implicadas.
145
E_ En el nuevo orden
Lgicamente, la causa principal por las que las resoluciones de los diferentes rganos de la ONU no han tenido el efecto que declaraba su contenido, es necesario sealar en primer lugar la falta de decisin poltica
de las potencias implicadas de hacer valer ese contenido. El hecho de que
ms sesenta aos despus de emitida la resolucin del Consejo 242
(1948) las resoluciones siguientes de este rgano respecto de la situacin
de los territorios ocupados por Israel no hayan cambiado demasiado en
su contenido, es prueba suficiente de ello.
S resulta sorprendente que las instituciones destinadas a proteger los
Derechos Humanos no hagan demasiados esfuerzos por hacer acatar sus
resoluciones y que la legitimidad de este sistema, por no hablar de su utilidad, no sea puesta en duda por quienes tienen el poder para alterarlo, es
forzoso concluir que esos poderes se encuentran satisfechos con el fun-
146
obligaciones internacionales, que acta unilateralmente, que se abre paso violentamente Estados Unidos es el estado ilegal, por ser de lejos
el pas ms poderoso y extremo en la violacin de la ley internacional,
en su rechazo de las resoluciones del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. La posicin oficial es que Estados Unidos no est limitado por convenciones internacionales. (...) El Departamento de Estado
dijo que antes podamos contar con que la mayor parte del mundo estara de acuerdo con nosotros, si no sufriran las consecuencias. Cuando
lleg la descolonizacin el mundo se diversific y no podamos esperar
ms que todos estuviesen de acuerdo. En consecuencia nos reservamos
el derecho de decidir lo que est dentro de nuestra jurisdiccin130.
De esta forma puede profundizarse el mal funcionamiento del sistema
universal de proteccin de los derechos, incluyndolo como parte en un
147
poltica israel y redunda en un continuo deterioro de su imagen internacional, que no deja de reflejarse, a su vez, en la reaparicin crnica de
prejuicios anti-judos cuyo origen es, no obstante, parcialmente independiente de la situacin en el oriente medio, porque los prejuicios tnicos
muestran una notable resistencia a la desaparicin.
Considerando el grado de mundializacin de la poltica actual, este
rgimen no puede ser pasado por alto al intentar analizar el estado de la
cuestin en Israel-Palestina. Porque no es razonable intentar describir y
menos an prescribir la poltica que sigue o debera seguir un estado en
un asunto que implica problemas de derechos humanos si no se atiende al
peso especfico del contexto. Por ello, cuando se juzguen los procedimientos polticos del estado de Israel, no puede hacerse abstraccin de
las condiciones globales que contribuyen a determinarlos. La relativa in-
148
eficacia de la Derechos Humanos no es exclusiva de la cuestin Palestina, sino que afecta a la mayor parte de la poblacin mundial.
Este proceso de acumulacin y concentracin de la riqueza, confirmado por los datos oficiales de los organismos internacionales, no habla
precisamente en favor del xito de estos mismos organismos, as como
tampoco pueden presumir de haber conseguido atenuar otras formas de
conflictividad. Las relaciones econmicas entre el estado de Israel y los
territorios palestinos que ocup desde 1967 si bien con diferentes grados de intervencin no son slo estrechas, sino que marcan un grado de
integracin de hecho notable, aunque bien distinta que la prevista por
la Resolucin 181 de la Asamblea General de la ONU en 1947. Estas relaciones deben ser comprendidas tambin dentro de los movimientos generales de la economa mundial.
En este sentido, el enfrentamiento palestino-israel se entrelaza con las
condiciones de la globalizacin como fenmeno, con marcados y trascendentales efectos sobre los derechos humanos y sobre la condicin de
149
hallan encargados de introducir las polticas pblicas que faciliten la ruptura de las condiciones sociopolticas preexistentes para reemplazarlas
por otras ms convenientes al rgimen de acumulacin que pretende imponerse a escala mundial, lo que en buena medida se ha conseguido ya,
conducindose al ya indicado incremento de la desigualdad: La globalizacin, por supuesto, no est evolucionando equitativamente, y de ninguna manera es totalmente benigna en sus consecuencias. Muchas personas que viven fuera de Europa y Norteamrica la consideran, y les
desagrada, una occidentalizacin () La mayora de las multinacionales
gigantes estn tambin instaladas en EUA y las que no, vienen de los
pases ricos, no de las zonas ms pobres del mundo. Una visin pesimista de la globalizacin la tendra mayormente por un asunto del norte industrial, en el que las sociedades en desarrollo del sur tienen poco o
150
ningn peso. La vera destrozando culturas locales, ampliando las desigualdades mundiales y empeorando la suerte de los marginados. La
globalizacin, razonan algunos, crea un mundo de ganadores y perdedores, unos pocos en el camino rpido hacia la prosperidad, la mayora
condenada a una vida de miseria y desesperacin. En efecto, las estadsticas son angustiosas () En lugar de una aldea global, alguien podra
decir, esto parece ms el saqueo global. Junto al riesgo ecolgico, con el
que est relacionado, la creciente desigualdad es el mayor problema que
afronta la sociedad mundial133.
En consecuencia, en este contexto de globalizacin corresponde analizar el estado actual del conflicto en Palestina, porque es el contexto en
el que se desarrollan las restantes variables. No obstante, esto no implica
de ninguna manera que el estado desaparezca como agente poltico, aunque hayan cambiado sus funciones.
133
CAPTULO V
EL CONFLICTO LOCAL Y SU INSERCIN EN EL MBITO GLOBAL
A_ la globalizacin como contexto de la situacin local
Aunque el sionismo como experiencia general es nuestro objeto de estudio y no el conflicto palestino-israel, resulta imposible no dedicarle una
mirada atenta a la persistente lucha regional. Porque esta lucha crnica es
ya parte constitutiva no slo de la historia, sino tambin de las instituciones del estado de Israel y, a la vez, afecta todos los aspectos comunitarios
y culturales en la judeidad en su conjunto. No obstante, es fcil perderse
en las complicaciones del problema sin llegar a conclusiones tiles, debi-
151
152
principalmente, de un fenmeno econmico, ya que en l las tradiciones tienen que explicarse, abrirse a preguntas y a debates137, es indudable que sus alcances econmicos son enormes. Muchas interpretaciones que le dan forma giran en torno a las condiciones de vida que se generan en su seno o que son alteradas por l y en las que el componente
econmico es inextirpable y fundamental. Por ejemplo, la definicin que
propone Castells postula que la globalizacin: En sentido estricto es el
proceso resultante de la capacidad de ciertas actividades de funcionar
como unidad en tiempo real a escala planetaria, lo cual supone un
hecho de fundamental importancia pues la economa global no es, en
trminos de empleo, sino una pequea parte de la economa mundial.
Pero es la parte decisiva 138.
Por un lado, se verifica un continuo y acelerado proceso de transna-
153
cionalizacin de los factores econmicos, ya sean productivos, financieros e incluso polticos, en lo que respecta todava a las polticas econmicas nacionales y regionales que ya no pueden, en general, abstraerse del
contexto global. No obstante, por otro lado, deben apreciarse las profundas diferencias y yuxtaposiciones que se presentan en el sistema globalizado en cuanto a formas y polticas econmicas que se superponen, complementan y contraponen en la enorme complejidad del sistema.
Esto hace de la globalizacin un sistema no slo complejo, sino que
opera en diversas secuencias simultneas y no en un nico sentido: as,
por ejemplo, una compaa multinacional puede funcionar dentro de un
conjunto de referencias jurdico-econmicas en su pas-sede, mientras
que al mismo tiempo lo hace en otras coordenadas jurdicas en un pas
137
154
en diferentes secuencias que se entrecruzan e interactan a distintos niveles. De este modo, la explicacin de un caso particular puede servir como
punto de partida para otro anlisis, pero no como parmetro explicativo
de situaciones similares, porque la pluralidad de los contextos es lo que
caracteriza a este momento histrico.
Lo cierto es que, s se comparan las condiciones mundiales desde
1945 hasta comienzos de la dcada de 1970 con la actualidad, podremos
verificar que dichas condiciones no slo se mantienen sino que incluso se
han fortalecido. Es posible destacar al respecto algunos elementos sustanciales.
a) El estado-nacin, pese a la crtica y la presin econmica de otras
corporaciones, no ha sido eliminado ni superado como modelo de organizacin de las sociedades. En la actualidad no existe un autntico sistema jurdico supranacional eficiente, ni los estados han cedido sus principales atribuciones ni abandonado sus principales funciones, aunque est
139
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La guerra rabe-israel de 1948 y los conflictos que le sucedieron extinguieron toda posibilidad de creacin de un estado palestino hasta el
140
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La versin original de este texto fue redactada antes de las Hojas de ruta, los
preacuerdos de Madrid y la desocupacin de la Franja de Gaza. Pero cuando llegamos
a revisarlo se han perdido de vista las soluciones pacficas y se ha retornado a un momento anterior, luego de sostenerse los ataques en el Lbano y de desestabilizarse la
situacin interna entre las facciones polticas palestinas. Los constantes cambios polticos hacen imposible por el momento fijar un periodo de paz lo bastante largo como
para abrigar autnticas esperanzas al respecto, a pesar de lo que aparenta ser un giro
en la poltica exterior estadounidense a partir de comienzos del ao 2009.
quedaron prcticamente aislados frente a la realidad de un pas inexistente y la ocupacin militar de sus tierras es decir, de las tierras en las que
finalmente se les permiti vivir por parte de una potencia extranjera:
El debilitamiento de la OLP, delimitado por los cambios en la escena
internacional, la llev a aceptar que el 60% de la Franja de Gaza junto
con las reservas de las tierras agrcolas permanecieran en manos de
cuatro mil colonos israeles142. Pero ni siquiera la retirada unilateral de
Israel de la franja, que altera lo que parece ser el contenido central de esta
noticia, ha cambiado el panorama d manera significativa. Entre los procesos histricos que se desarrollaron deben destacarse a) la guerra del
Lbano, que se extendera por muchos aos siguiendo el modelo de la
guerra fra, es decir, evitando el enfrentamiento directo entre tropas israeles y sirias; b) el acuerdo egipcio-israel, que cerrara ese frente, hasta
158
Ben Ami, Israel, entre la guerra y la paz, Op. Cit. Pg. 118.
159
Este discurso es falaz pero, por su parte, durante mucho tiempo la retrica palestina y rabe en general se revisti de un fuerte carcter antijudo en general y anti-sionista en particular, lo cual no puede ser visto
por la poblacin israel sino como una amenaza constante a su existencia.
La poblacin israel tambin ha cambiado de generacin en este perodo,
lo cual nos hace retroceder a un problema que hemos tratado con anterioridad: la completa ineficacia de la legislacin internacional para tratar
cuestiones que se extienden histricamente, afectando no slo a grandes
poblaciones sino tambin a diferentes generaciones de cada poblacin.
Por otra parte, la prolongacin del problema poltico original ha dado
como resultado complicaciones extremas en otros aspectos, habida cuenta del particular tipo de relaciones establecidas entre uno y otro colectivo.
A los problemas especficos de la ocupacin militar y la batalla por la
legitimidad de las respectivas actividades polticas se suma la forzada
integracin econmica y, singularmente observables, los grandes pro-
160
slida, basada en la produccin agro-intensiva pero tambin en la aplicacin y desarrollo de alta tecnologa en diversos campos. Sus nmeros macroeconmicos nos muestran una sociedad muy similar en sus parmetros
principales a los de muchas naciones de Europa Occidental. Para fines del
siglo pasado, por ejemplo, Israel tena un Producto Nacional Bruto per
cpita de 18.648 dlares, es decir, levemente superior al de Espaa y bastante superior al de las naciones del este europeo, aunque inferior al de las
economas principales en materia de produccin industrial y tecnolgica143. Su tasa de desocupacin ha seguido una tendencia creciente pero es
tambin similar a los valores que se registran en Europa occidental y es
inferior al de buena parte de las economas emergentes, al menos hasta
la etapa previa a la ltima gran crisis mundial. Segn todos los parmetros
considerados a escala, la economa israel es mucho ms dinmica y
slida que la de todos los pases de la regin que no son productores de
petrleo, lo cual incluye a Egipto, Turqua, Siria, Lbano y Jordania. Estos
143
161
cado seriamente desde el estallido de la Segunda Intifada (Septiembreoctubre de 2000) y la ltima dcada no ha visto mejoras tan significativas
en este rubro que permitan hablar de un cambio en los parmetros generales. No obstante este desequilibrio regional y las diferencias polticas, que
pareciera mostrar dos mundos distintos, la economa israel y la palestina
se encuentran fuertemente interrelacionadas. De hecho, si se considera el
rgimen de intercambios recprocos la economa palestina aparece como
una bolsa de atraso empotrada en el sistema productivo israel, tal como
existen bolsas de miseria en muchas economas desarrolladas.
Para mantener los bajos estndares de vida palestinos un alto porcentaje de los trabajadores necesitaban trabajar dentro de las fronteras israeles, en especial en los sectores de la construccin y en la agricultura.
Haciendo una retrospectiva de los ltimos lustros, para 1994 ms de 38
mil habitantes del Judea y Samaria (Cisjordania), la Franja de Gaza y el
sur del Lbano, cruzaban la frontera para trabajar en Israel, en total cerca
de un 15% de la poblacin econmica activa palestina. Por supuesto que
esta situacin no deja de afectar a la propia economa israel pues resultabacada vez ms difcil sostener la creciente dependencia de la barata
mano de obra palestina144.
No debe descartarse ni afirmarse sin ms que el descenso de esta
ocupacin 26.600 en 1996 haya motivado parcialmente el levantamiento palestino, pues la Autoridad Palestina no contaba (ni cuenta) con autnticas posibilidades de manejar grandes y bruscos cambios en la situacin
laboral de los territorios que controla nominalmente, porque carece de
medios para establecer una poltica econmica o social autnoma. Pese a
la recuperacin de estos nmeros 35.000 de promedio entre 1997 y
1999 precisamente en el ao 2000 se verific un nuevo descenso en este
singular trfico de servicios en forma de mano de obra barata. La poltica
de cierres fronterizos intermitentes se transform en una poltica de pre-
162
sin del gobierno israel, pues resultaba en una inmediata amenaza para la
economa domstica palestina, ya que repercuta rpidamente en un buen
nmero de hogares, lo cual lo convierte en un sistema represivo de estado de sitio particularmente odioso. La debilidad econmica de los pases
rabes de la regin, por su parte, estimul naturalmente esta relacin desigual. Ni Siria, ni Jordania, ni mucho menos el Lbano, se hallaron nunca
en condiciones de absorber y compartir las necesidades de la poblacin
palestina radicada en los territorios ocupados. Al mismo tiempo, son algunos de los principales centros de absorcin de refugiados palestinos
(Para el ao 2000, en Jordania se contabilizaron 1.570.192 refugiados palestinos, 383.199 en Siria y 376.472 en el Lbano, el 56% de ellos menor
de 25 aos)145.
144
Ben Ami, Israel, entre la guerra y la paz. Op. Cit. Pg. 117.
Informe de la UNRWA sobre la situacin de los refugiados palestinos, datos hasta
el ao 2000.
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164
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en la prctica signific que la Autoridad Palestina seguira en forma automtica la poltica israel en la materia153.
En consecuencia, una autntica resolucin del conflicto no pasar slo
por la rearticulacin poltica, sino tambin por la reubicacin de los factores econmicos, lo cual implicara una reestructuracin profunda que resultara ya difcil para un estado sin conflictos tnicos tan marcados. Pero
este aspecto se agrava porque la regin en su conjunto se encuentra ligada
a un sistema transnacional de relaciones econmicas y polticas que no
puede ser omitido, y sobre el cual las partes implicadas no tienen control
alguno.
Siendo como es el conflicto rabe-israel en general y el problema palestino en particular uno de los campos de batalla ms persistentes ante la
opinin pblica mundial, y alrededor del cual se han tejido tantas con-
166
tiendas con buena y con mala fe, nos llegan desde esta pequea porcin
del mundo, peridicamente, malas nuevas para recordarnos y asombrarnos de lo que somos capaces los seres humanos. Sin embargo, pese a todo, sin intentar minimizar en ningn grado sus efectos, las bombas, el
tanque y los helicpteros artillados no son sino sntomas, medios o resultados; rara vez son en s mismos causas para el anlisis y nunca son, en
cualquier caso, los procesos sociales de los que participan. Considerndolos en perspectiva, los Hombres-bomba y los tanques han tenido muchas
formas a lo largo de la historia y, as, es fcil caer en el maniquesmo y la
demonizacin. Ms arduo y menos compensatorio es intentar comprender
por qu algunos hombres se ven en la situacin de convertirse en homicidas u ocupantes, en qu contexto se instalan unas actuaciones moralmente
reprobables porque la violencia revolucionaria no necesit tener xito
para ser eficaz. Slo fue necesario que produjera divisiones sustanciales
153
167
como ciudad capital, que guarda tambin importantes elementos religiosos para el islamismo, el judasmo y el cristianismo.
Ben Ami, Israel, entre la guerra y la paz. Op. Cit. Pg. 116. Esto es parcialmente
aplicable tambin a la segunda Intifada, aunque la Guerra contra el Terror desatada
por los EUA desde el ao 2001 con la invasin de Afganistn e Irak, que ser recordadas, tal vez, como uno de los mayores engaos de la historia en razn de las excusas
que intentaron legitimarlas.
tituan a fines del siglo pasado cerca de un 18% del total de los refugiados
contabilizados en el mundo. Este organismo tiene registrados cerca de
3.740.000 refugiados palestinos y considera que esta cifra representa tres
cuartas partes del total de refugiados palestinos existentes, alrededor de 5
millones de personas.
La categora de refugiado es muchas veces confusa en la prctica, y
mucho ms en circunstancias en las que no exista, como en este caso, un
punto de partida jurisdiccionalmente adecuado para situar a la poblacin.
Segn el uso convencional del trmino un refugiado es aquella persona
que debido a fundados temores de ser perseguida por motivos de raza,
religin, nacionalidad, pertenencia a determinado grupo social u opiniones polticas, se encuentre fuera del pas de su nacionalidad y no pueda
o, a causa de dichos temores, no quiera acogerse a la proteccin de tal
168
pas; o que, careciendo de nacionalidad y hallndose fuera del pas donde antes tuviera su residencia habitual, no pueda, o a causa de dichos
temores, no quiera regresar a l155.
Dado que no existe un estado palestino, no deja de ser refugiado y
aptrida cada palestino que sea reconocido como tal. El problema que se
plantea aqu mezcla a las poblaciones distribuidas dentro de los territorios
ocupados, que desde la resolucin 242 del Consejo de Seguridad es motivo de reclamo contra Israel. Existen campos de refugiados de la UNRWA
de un total de 59 para junio del 2000 dentro de los territorios ocupados
(19 en el Banco Occidental y 8 en la franja de Gaza) y fuera de ellos (10
en Jordania, 12 en el Lbano y 10 en Siria). Ms de 1.200.000 personas,
un 32% del total de los refugiados registrados, soportan esta situacin,
dependiendo en buena medida de la ayuda internacional y en partes simi-
155
169
migratoria israel orientada hacia los judos residentes en la ex URSS. Esta poltica migratoria ha resultado fundamental para equilibrar la balanza
demogrfica.
As se ha constituido un mecanismo de lucha de poblaciones de tipo
demogrfico, pero que tiene profundas connotaciones polticas y culturales adems de sociales. El reclamo del retorno de sta poblacin a su tierra original implica un grave problema poltico, dado que ello determinara el fin de Israel como Estado Judo, pues su carcter tnico est
asegurado, en un sistema de mayoras democrtico como el que sustenta,
en la mayora absoluta de judos frente a otras minoras tnicas. El reclamo incluye, entonces, un dilema vital: Israel ha adquirido sus derechos
sobre el territorio de Palestina con todo el apoyo de la legalidad internacional, aunque esta misma legalidad pueda ser puesta en duda, pero sobre
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un cuarto de milln de colonos). Pero cabe tambin la posibilidad de incorporarlos como minora, en un futuro estado palestino. No parece probable, por otra parte, que esta segunda solucin, ms racional, sea aceptada por estos mismos colonos, que consideran la tierra que ocupan como
parte integrante de la tierra sagrada en su conjunto. La retirada de los
asentamientos de la Franja de Gaza no ha sido sino una solucin mnima
para este problema, porque el grueso de los asentamientos, y los ms slidamente establecidos, se encuentran en Cisjordania.
c_ La cuestin de Jerusaln.
173
tancia simblica y cultural tanto para las partes rabe y juda como para
los cristianos (catlicos, ortodoxos y protestantes, es decir, sectores importantes en muchas de las grandes potencias). Aquella intencin de internacionalizar la ciudad termin, como todo el proyecto, con la guerra de
1948. El estado Judo elev a categora de ley su ancestral anhelo de retorno a la ciudad proclamndola su Capital, sede del Parlamento y de la
Suprema Corte de Justicia, aunque hasta 1967 slo control de manera
efectiva su parte occidental, es decir, la Jerusaln nueva. Pero al plantearse nuevamente el conflicto con el pueblo palestino relegado durante la
ocupacin Jordana de la ciudad vieja no existe la menor intencin de
retomar el camino de la internacionalizacin de la ciudad que contiene
tantos smbolos sagrados. No debemos olvidar al respecto que smbolo,
mito, imagen, pertenecen a la sustancia de la vida espiritual; que pueden
camuflarse, mutilarse, degradarse, pero jams extinguirse (...) El lengua-
174
problema de Jerusaln, a pesar de su peso simblico, pareciera ser el menos arduo de resolver. Pero ello no es motivo de alegra, pues esto slo
quiere decir que sera ms fcil de resolver si se resolvieran tambin los
otros puntos conflictivos. El problema de Jerusaln se enlaza con el de los
asentamientos pues se han construido algunos particularmente importantes en especial Maale Adumim al oriente de la ciudad vieja (es decir,
en la direccin opuesta al pasillo), cuyo mantenimiento parece incompatible con una divisin apropiada o de la coparticipacin de la soberana de
la ciudad161.
A estos tres elementos conflictivos debe sumarse una constante regional: la problemtica relativa a la administracin y distribucin de los
escasos recursos hdricos. Podemos concentrarnos despus en los fenmenos ms inmediatos que son los detonantes de la observacin pero que
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sa de ste han sido condiciones importantes, aunque no siempre necesarias, para acceder a la jefatura del gobierno163.
Aunque la autoconciencia de estas fuerzas armadas se expresa sobre
todo como fuerzas defensivas del estado, basadas en la propia ciudadana,
lo cierto es que un poder militar es siempre, bsicamente, un poder de
destruccin o de control. Pero ello da lugar a interesantes paradojas: slo
en Israel una parte considerable de los reservistas militarmente capacitados pueden considerarse a s mismos pacifistas sin que ello suponga un
estado de esquizofrenia. La defensa del pas es un valor en s que no se
contrapone con opiniones polticas no belicistas164. No obstante, toda
fuerza armada es utilizada con un fin poltico, incluso cuando no se encuentra operativa, y en este caso lo es de la manera ms concreta posible,
es decir, como fuerza de ocupacin destinada a imponer el imperio de un
176
estado.
La cesin de parte de la soberana efectiva a la polica de la Autoridad
Palestina termin con encontrarse con la realidad de que estas fuerzas policiales acababan por representar el oponente militar ms visible de las
fuerzas de ocupacin. Los tanques israeles rodeando u ocupando las ciudades palestinas no son sino la culminacin, amplificada por su impacto
visual inmediato, de la red militar montada en los territorios bajo la excusa de proteger a los colonos judos asentados en ellos, de modo que su
163
Segn la Ley Bsica Israel el primer ministro debe pertenecer, adems, al parlamento unicameral israel (Knesset) y suele formar su gabinete siguiendo la relacin de
fuerzas polticas existentes, en donde cada partido lucha por el control de una cartera
de su inters. De este modo, cada primer ministro se encuentra refrendado por un cierto caudal de votos. Esto quiere decir que el prestigio militar suele representar un capital poltico importante.
164
En abril-mayo de 2002 un grupo de oficiales israeles firm un comunicado mediante el cual declaraba que no estaban dispuestos a seguir la poltica beligerante de su
gobierno en lo que a la ocupacin y el control del territorio palestino se refera. Dicha
actitud no conllevaba una renuncia a la participacin en la defensa del territorio israel.
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178
La lucha que se establece sobre el terreno es acompaada de una considerable lucha simblica que fluye mucho ms all de las fronteras del
oriente medio. As, los conceptos <judos> de expulsin, exilio, Dispora y Holocausto son en la actualidad parte de la ideologa nacionalista
palestina168. Uno de los principales valores que sustentaron la creacin
del estado judo fue el reconocimiento de algn mecanismo de proteccin
de los colectivos judos histricamente despreciados y perseguidos en Europa, sensacin que se volvi perentoria con el genocidio nazi. Pero el
reconocimiento de un derecho de proteccin ante un genocidio o la destruccin cultural excluye la posibilidad de realizar estos actos en perjuicio
de un tercer colectivo. No obstante esto, el mantenimiento de las psimas
condiciones de vida para los palestinos acercan peridicamente esta acusacin al propio estado de Israel. Ello despierta viejos odios y prejuicios
166
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ciada por la historia local quien tiene mayores probabilidades de recordar con menos rencor las acciones pasadas.
El carcter local del conflicto se diluye no slo por la difusin meditica de sus acontecimientos sino tambin porque ha estado histricamente
situado en el centro de problemas de algunas situaciones fundamentales.
La descolonizacin, la lucha entre bloques ideolgico-polticos y el choque de culturas son factores que pesan en la balanza de esta pequea regin y que han colocado a una poblacin que representa a bastante menos
del 0,2% de la humanidad en el centro de debates enconados. Se trata de
un caso testigo que, si no habilita analogas directas, al menos resulta un
episodio que nos permiten acercarnos a nuevas alternativas analticas. Dicho de otra forma, este proceso relativamente acotado est ligado a tantos
180
181
Existe una importante comunidad juda en los EUA que tiene vas
cin del enemigo poltico, que se combina con una separacin cultural: la
determinacin del factor islmico como amenaza. Los intentos de cambiar esta percepcin no han dado hasta ahora resultados apreciables.
d)
182
183
en ocasiones, distribuidora, a escala local. Incluso las mayores corporaciones transnacionales necesitan que el estado mantenga esta funcin,
pues conseguir beneficios en una poblacin sin control estatal es inviable
en las actuales condiciones de comportamiento capitalista. De hecho, las
entidades financieras internacionales no conocen otro interlocutor que el
estado y los propios integrantes de esas corporaciones viven en entornos
signados por el imperio jurisdiccional de un estado que garantiza en menor o mayor medida sus derechos. La segunda funcin irrenunciable del
estado consiste en mantener el control coactivo de las poblaciones, en especial de aquellos sectores que se oponen al propio poder del estado: el
crimen y la insurreccin popular son dos formas diferentes del conflicto.
El estado moderno puede adoptar todas las formas posibles mientras
estas dos necesidades funcionales se encuentren cubiertas. En este senti-
184
do, el estado en Israel las cumple ampliamente y para su poblacin es tanto estado-distribuidor como estado-polica. Pero desde 1967 estas tareas
se ejercen en forma diferenciada en dos sub-regiones, pues el mismo aparato estatal acta de forma desigual con la poblacin israel que con la
poblacin de los territorios ocupados, e incluso en ocasiones en los pases
limtrofes, como es el caso del Lbano. El estado, que es todava de un
relativo bienestar en Israel, garantizando educacin y justicia al menos, es
de un decisivo malestar en los territorios ocupados y tambin para los
trabajadores palestinos en Israel, pues la distincin es administrativa; la
Ley Bsica de Dignidad Humana y Libertad169 no tiene una autntica
aplicacin en la sub-regin ms desfavorecida, y an cuando la Autoridad
Palestina ha ganado algunas funciones, stas no excluyen en la prctica la
intervencin del estado israel en asuntos esenciales.
En estas circunstancias considrese si,es posible hablar de debilidad
del aparato estatal. La dislocacin poltica israel es, en este sentido, su169
mamente aguda: un kilmetro ms ac es un modelo de estado democrtico de derecho, tolerante, que impulsa la renovacin cientfica y tecnolgica; un kilmetro ms all y se ha transformado en un monstruo de prepotencia y discriminacin, que mantiene unas condiciones que impiden a las
personas salir de la marginacin y la pobreza.
Pero la inmediatez del cambio no debe confundirnos: este sistema se
encuentra funcionando ampliamente a escala mundial y ni siquiera la independencia de un estado palestino supone necesariamente un cambio
radical en la situacin de su poblacin aunque parezca deseable, de todas
formas. Ya que un estado palestino reforzado frente a Israel puede ser,
con todo, un estado muy dbil frente a poderes econmicos que exceden
largamente la pequeez del estado judo. La inmediatez del conflicto
oculta a la propia poblacin israel este riesgo cierto.
185
La mercantilizacin y colonizacin de la vida privada no es un fenmeno que predomine entre las poblaciones ms pobres sino en los estratos
medios y altos, y a veces redunda incluso en la pauperizacin de amplias
capas de clases medias170. Integrndose con el sistema local de dominacin subregional, el sistema global de control acta sobre ambas poblaciones a niveles diferentes pero interconectados. En este sentido el problema local es tambin problema global, pues sus caractersticas particulares terminan por confluir por la poderosa dinmica de las relaciones
econmicas internacionales. Lo que por un lado se hace transnacional implica por otro una desintegracin y recomposicin de identidades, que no
por ello desaparecen y que resultan a veces en perjuicios y peligros inesperados.
La conclusin que podemos proponer respecto a estos problemas es
que la globalizacin tal como se presenta no constituye un agente eficaz
para alcanzar el cosmopolitismo suponiendo que se lo valore positiva170
Cfr. Habermas, Autonomy and solidarity, Verso (New Left Books), 1992.
186
CAPTULO VI
EL SIONISMO Y EL PROCESO DE ADAPTACIN CULTURAL DE LA JUDEIDAD
A_ Los elementos bsicos del fenmeno cultural
187
nalista.
El trmino cultura no slo tiene diversos significados, sino que en
ninguna de sus posibles acepciones se encuentra un sentido unvoco como instrumento de reconocimiento analtico. No obstante, el fenmeno
cultural existe y es relevante, pues no todo cabe en el anlisis poltico o
econmico de un hecho social, no obstante lo cual los estudios culturales
no pueden ni deben omitir las categoras relativas a estos campos:
Siempre est el peligro de que el anlisis cultural (...) pierda el contacto con las duras superficies de la vida, con las realidades polticas y
econmicas dentro de las cuales los hombres estn contenidos siempre, y
pierda contacto con las necesidades fsicas en que se basan esas duras
superficies. La nica defensa contra ese peligro (...) es realizar el anlisis de esas realidades y de esas necesidades en primer trmino171. As,
puede observarse que la extensin de la indeterminacin se extiende has171
188
se encuentran afectados, en forma diferenciada, por el proceso de globalizacin, que modifica algunas de sus caractersticas culturales en la medida que modifica la estructura social en la que stas necesariamente se
sitan. A pesar de estas dificultades, la cuestin cultural contina presente. Tenindola en cuenta, se debe expresar como punto de partida qu
concepcin del fenmeno cultural se utilizar en relacin con los problemas referidos al sionismo y a la judeidad. A describir la aproximacin
utilizada aqu nos dedicaremos a continuacin.
En el contexto de nuestro universo biolgico los seres humanos no
somos, en trminos orgnicos, demasiado diferentes de otras especies
animales. Pero slo nosotros reunimos en una nica especie modos de
vida muy diferentes sin renunciar a ninguna de las actividades necesarias
para mantenernos con vida y sin que se diferencien biolgicamente unos
colectivos humanos de otros. Debemos preguntarnos para empezar acerca
del por qu de esta variedad en los modos humanos de asociacin, es de172
189
Pero pese a la persistencia de nuestras necesidades fisiolgicas en esta nueva situacin, con el despegue cultural se ha abierto una posibilidad
no biolgica para que se multiplique el nmero de adaptaciones posibles
a las circunstancias en que dichas necesidades deben satisfacerse, no slo
adaptando la cultura al medio ambiente sino tambin cambiando el medio
ambiente mediante los recursos culturalmente generados. Esto significa
que los seres humanos son capaces de crear alternativas de adaptacin
independientes de nuestras capacidades individuales estrictamente biolgicas. Pero la importancia de la identificacin de las necesidades radica
en que sobre ellas se abre no slo la posibilidad de identificar el origen de
las similitudes y diferencias culturales entre sociedades diferentes, sino
tambin las razones por las cuales llegan a producirse enfrentamientos y
disputas.
190
El proceso de adaptacin cultural no slo contribuye a la supervivencia de la especie humana, sino que tambin genera los rasgos ms caractersticos de la concepcin del mundo en la que un ser humano particular
es introducido y de la que pasar a formar parte en el futuro. En este sentido, el espacio cultural es tambin un espacio tico, al que corresponden
unas apreciaciones morales particulares y dinmicas. En conjunto, el sistema funciona de acuerdo no slo a las condiciones materiales, sino tambin en estrecho vnculo con las relaciones simblicas caractersticas de
una comunidad humana, relaciones que suelen sobrevivir y cambiar an
cuando el espacio de relaciones materiales en el que ha surgido se haya
desintegrado o desaparecido173.
Esto hace posible que pueda rastrearse una continuidad histrica extensa, aunque el resultado de un proceso particular sea una organizacin
social completamente diferente a su fuente social ms antigua identificada. Los cambios sern tanto ms significativos en cuanto los bienes
173
191
192
las culturas en forma abstracta, como si se tratara de elementos de sociedades aisladas. Pero la realidad es que las sociedades se relacionan entre
s, provocando fusiones, contradicciones e incluso yuxtaposiciones entre
los elementos que componan su estructura cultural original, que se
contamina tambin, pues puede ser el fruto histrico de fusiones, contradicciones y yuxtaposiciones precedentes. Este proceso de sedimentacin
cultural se encuentra particularmente presente en la judeidad, con su experiencia adaptativa de constante re-sedimentacin de la experiencia
histrica175. Es en las relaciones entre miembros de sociedades diferentes
donde la identificacin de un rasgo cultural cobra importancia poltica, al
convertirse en objeto de antagonismo, pues dicho rasgo aflora desde la
estructura en donde resultaba funcional para instalarse en otro universo
social, en donde puede resultar un rasgo conflictivo, como vimos que
ocurra en el caso de las migraciones.
175
193
194
195
Cfr. Soltonovich, Judea despus de la destruccin del templo. Estrategias de supervivencia y fragmentacin cultural, mimeo, 1999.
que afectaban con mucha ms intensidad a los sectores sociales subordinados. De modo que incluso las prcticas jurdicas propias podan volverse, en estas circunstancias, instrumentos de opresin. Porque los sectores
dominantes locales, como en toda sociedad estratificada verticalmente,
tendan a utilizarlas para proteger sus propios intereses inmediatos, ms
que para solventar problemas culturales o desigualdades sociales.
Debido a la dispersin de las escuelas jurdicas judas, stas ya contaban con caractersticas singulares que las diferenciaban unas de otras, si
no en la fuente legal, al menos s en la interpretacin de las mismas. Cada
comunidad deba adaptarse a las circunstancias de la regin en la que estuvieren asentadas. As, no era lo mismo lo que la comunidad juda de
Alejandra deba cambiar o re-evolucionar para pervivir que la de Roma o
la de Persia, tanto en sus rasgos folklricos como en sus costumbres jur-
196
Sin embargo, consideradas individualmente, no todas las adaptaciones culturales judas corrieron la misma suerte, ni resultaron ser igualmente efectivas. Por ejemplo, la tctica del encriptamiento, el ocultamiento de las caractersticas culturales judas, bajo la aparente aceptacin
de elementos culturales impuestos por la cultura dominante, fue la estrategia adoptada por una parte de las familias sefardes durante las persecuciones religiosas de la inquisicin a finales de la edad media. Pero esta
estrategia result a largo plazo un fracaso tanto en Europa como en Amrica, pues estas comunidades terminaron por ser asimiladas en trminos
culturales. En cambio, para este mismo colectivo original result efectiva
la tctica de la dispersin territorial, que a su vez contribuy al enriquecimiento de la propia cultura sefard177.
Pero en un marco de relaciones culturales mltiples y muchas veces
197
177
198
del religioso, al noble del plebeyo, al cristiano del infiel, el orden feudal
sencillamente no habra existido. Con respecto a la ltima distincin, los
judos ocupaban un lugar particular. Se trataba de uno de los colectivos
que, siendo considerados infieles y ser por ende repudiados y abominados, cumpla, sin embargo, funciones sociales importantes y caractersticas. Es de hecho este desprecio radical la base que hizo posible construir
el modelo de judo apto, en trminos estamentales, para funcionar en el
mundo feudal cristiano178. S nos extendemos sobre este punto, tan anterior a nuestro tema, es porque el reconocimiento simblico del judasmo
en la modernidad y en particular respecto de los prejuicios que afectaron a
sus comunidades tomaron forma en esta etapa previa.
Analizando brevemente la estructura del orden feudal cristiano podremos comprender mejor en qu consista la funcin de los judos,
aunque la generalizacin es ciertamente inadecuada. Dicho orden social
se sustentaba en una base econmica que era predominantemente no mer178
199
El sistema, por otra parte, careca de medios institucionales para administrar las necesidades y la distribucin de estos bienes, y era particularmente sensible a las carencias de dinero en efectivo para cubrir necesidades urgentes. Los propios estamentos feudales y religiosos no se provean a s mismos de un sistema eficaz para subsanar estas deficiencias porque las tareas necesarias para solventarlas eran, por una parte, indignas
desde el punto de vista de los estamentos ideolgicos, militares y administrativos dominantes y, por otra parte, requeran de una capacidad para
el despliegue geogrfico y ciertos conocimientos especficos de los que
carecan.
Dos elementos correlacionados, originalmente independientes de esta
evolucin histrica, determinaron que a los judos les fuera reservada,
aunque no en forma exclusiva, la responsabilidad y la obligacin de per179
mitir el funcionamiento de este subsistema econmico de gran importancia. En primer lugar, la prohibicin de que este colectivo tuviera tierras en
propiedad o sirvientes cristianos restringan sus oportunidades de integrarse al escalafn social en forma plena y, en segundo lugar, el desprecio
religioso los converta en los factores sociales ideales para desarrollar tareas consideradas indignas. Sin ser los nicos ni los principales poseedores de conocimientos comerciales que obligaban a veces a construir
complejas redes de trfico interregionales o de dinero metlico acumulado, sirvieron de enlace para las tareas que los estamentos superiores delegaron en ellos o mejor dicho en el subsector de la poblacin juda que
contaba con los medios para desarrollar estas actividades. Aunque no
existen estadsticas para saber qu proporcin de la poblacin juda existente se dedicaba a estas actividades, las restricciones de la poca en ma-
200
180
Cfr. Weber, La tica protestante y el espritu del capitalismo en Ensayos para una
sociologa de la religin, Taurus, 1988.
201
202
plemente de sealar la importancia de los comerciantes judos en las relaciones entre sociedades, ms an tratndose de civilizaciones crnicamente enfrentadas, entre las que el monotesmo y la existencia de comunidades judas constituan los ms destacados rasgos culturales comunes. Hay
que sealar esta situacin para destacar a la ley mosaica y rabnica como
norma vlida para el tejido comercial judo en el mediterrneo medieval.
En buena medida, entonces, esta tradicin jurdica se transform en una
lex mercatoria de la poca en buena parte de la cuenca mediterrnea.
183
203
186
204
205
indeleble de los judos en la historia de occidente y en su herencia cultural ahora mundializada; la amplitud de su dispersin geogrfica; por
ltimo, la multitud de reacciones que sobre el judasmo se han generado;
todos estos son hechos que parecen probar la existencia de un colectivo
singular. A este colectivo deben estar ligadas determinadas pautas culturales y definen a sus integrantes, conocidos con el nombre genrico de
judos. Sin embargo, la pluralidad de las formas y costumbres que caracterizan a este colectivo convierten a menudo en una tarea difcil identificar s un individuo en el que estn presentes algunos de estos rasgos
culturales puede separarse de su entorno social especfico sin que queden
anuladas no slo las caractersticas de este entorno, sino la propia manera
de ser judo.
La definicin de Levinas encierra precisamente este secreto: que lo
206
Pero las innovaciones ideolgicas tradas por las revoluciones burguesas, que incluyen el intento de considerar al hombre como un ser abstracto, susceptible de ser considerado genrico o universal, han tocado la
lnea de flotacin del mecanismo de cultura mixta. Porque tiende a privar
a los sujetos de toda determinacin previa para subsumirlo luego en la
categora general de ciudadano. S el judo acepta esa carta de ciudadana, debe hacerlo sin reservas, porque es una imposicin poltica y no
una materia sujeta a la eleccin comunitaria o individual, quedando sujeto a los derechos y deberes generales y a la jurisdiccin de la nacin a la
que est ligado. Esto es as porque la modernidad termina con el pluralismo jurdico medieval en donde la ley no era igual para todos, para sustituirlo por otro pluralismo ligado a la funcionalidad de la justicia ms
que a la situacin social del material humano considerado administrati-
207
vamente.
Pero, justamente, lo que permita al judo mantenerse slo a medias
en relacin con el entorno era la separacin parcial que significaba poseer
una ley y una historia, propias de su comunidad particular. Lo que distingua al judo era su adscripcin a la ley de Moiss, los talmudistas y los
rabinos, y el respeto de sus instituciones. No obstante, el poder avasallador de las sociedades occidentales ha configurado una situacin en la que
todo sistema jurdico que difiera de sus principios funcionales es automticamente invalidado, considerado inferior y apto para ser destruido188. La
Declaracin Universal de los Derechos Humanos es el punto culminante
de este proceso, y por eso es declarada Humana y Universal, es decir,
que abarca a la mayor cantidad de individuos en el espacio jurisdiccional
ms amplio posible.
Con todo, el sistema jurdico extendido entre las comunidades judas
se vio slo parcialmente afectado por este sistema impuesto, s se lo
188
compara con los de otras sociedades, y ello por una razn muy sencilla:
los valores subyacentes en esta declaracin general de derechos representan parte de la herencia que el judasmo pretrito legara a las culturas que
pasaron a predominar en el mundo desde el siglo XVI, a travs del ejercicio continuado de la iglesia cristiana como fuente moral y legal ms importante. Sin embargo, la exigencia inmediata para cualquier ciudadano
es que renuncie a cualquier sistema jurdico incompatible con el del estado nacional, y no slo a los contenidos normativos incompatibles con los
propios, borrando as la diferencia en trminos legales entre estos individuos y el resto de la poblacin. Por su propia lgica jurdica estructural,
que se manifiesta en efectos sociopolticos concretos, los mecanismos
legales de los estados nacionales tienden a extinguir la posibilidad de que
existan exiliados en su sistema, donde ilegal, irregular o indocu-
208
sin de los sistemas administrativos nacionales, al menos desde el modlico Cdigo Napolenico, para borrar las diferencias jurdicas, incluan la
necesidad sistmica de desarticular la identidad jurdica de los colectivos minoritarios, en particular de la ley juda189. Se sumaba a esta presin
la persistencia de las ideologas anti-judas que no slo no desaparecieron
con la modernidad, sino que se adaptaron las percepciones de lo judo para convertirlo no ya en enemigos de la cristiandad, sino en enemigos de la
nacin, como qued retratado en el famoso caso Dreyfuss; algo ms tarde,
el judo termin siendo clasificado como enemigos de la propia raza
humana, y no slo por los idelogos del nazismo alemn. Ya se ha tratado en los primeros captulos de la organizacin poltica y las condiciones
sociales de aparicin de este fenmeno, de modo que slo pretendemos
articularlo aqu con las consideraciones que hemos venido realizando so-
209
La dispersin comunitaria resistente de tipo multi-cultural y el nacionalismo sionista constituyen entonces las dos principales estrategias culturales de supervivencia que pueden encontrarse hoy en la judeidad. Pero,
a su vez, no debe olvidarse que existen en ambos espacios mltiples posibilidades: la pertenencia a diferentes comunidades religiosas o la existencia de diferentes ideologas polticas conducen a la existencia de diferentes tipos de instituciones y organizaciones.
189
En el primer caso, aunque cada comunidad juda se revista con caractersticas especficas, incorporando un localismo o adaptndolo a las
prcticas tradicionales, queda abierta la posibilidad de hallar otros muchos
cruces culturales en cada sector. Los diferentes sectores pueden optar por
continuar con las tradiciones religiosas de manera ortodoxa, conservadora
o reformista, pueden participar de la vida poltica de su comunidad o de la
sociedad que acta como entorno, o pueden sentirse ms ligados en forma
emocional o ideolgica a una corriente poltica. Las alternativas de reconfiguracin cultural son prcticamente ilimitadas, de modo que nos
hallamos frente a una gran variedad de posibilidades para ese Ser que
no es posible analizar rpidamente. Ni siquiera el anlisis de cada caso
dara una idea de las combinaciones posibles y cualquier sntesis representara as una simplificacin inaceptable. Pero s puede apreciarse co-
210
mo, en conjunto, diversas comunidades han optado por mantener sus relaciones con las sociedades en las que se encuentran instaladas sin renunciar por ello a su identidad judaica, an cuando esa identidad no sea
homognea.
Esta estrategia se opone en la prctica a la concentracin territorial
propuesta por el sionismo, que ser en la misma medida cultural, y hemos
visto a su vez como se producen tensiones entre este esquema y la lgica
del estado-nacin moderno, que tiende a borrar toda caracterstica tnica
de sus integrantes, aunque casi siempre en forma incompleta. No obstante, la oposicin conceptual no impide que exista un determinado grado de
negociacin entre ambas tendencias, que compiten frente al mismo auditorio, gracias a que las condiciones globales de comunicacin intercultural se han modificado profundamente durante el ltimo siglo. Bsicamente, se trata de presentarse como opciones vitales, que implican diferentes
renuncias y alternativas para los individuos que opten por una u otra. Porque es posible elegir entre vivir en una comunidad instalada en otra socie-
211
cesiva concentracin le restara apoyos externos, al margen de la insuficiencia territorial del estado judo existente para absorber una cantidad
ilimitada de judos.
As, se ha alcanzado en las ltimas dcadas un delicado equilibrio entre ambas estrategias. La segunda mitad del siglo XX ha visto como el
sionismo ha ganado una inmensa fuerza relativa en funcin de la concentracin territorial y la extensin de la ideologa sionista, o al menos prosionista, en muchas comunidades. A esto se ha sumado el estado de Israel
como va de escape para muchos judos que se encontraron en situaciones
sociales o polticas peligrosas en sus pases de origen. Por otro lado, la
capacidad de absorcin demogrfica del estado judo muestra ya claramente sus lmites, de modo que no debe esperarse un xito completo en
este objetivo, a menos que se considere como un xito la desaparicin de
212
213
214
CAPTULO VII
PROYECCIONES: EL
MUNDIAL
Para la observacin de objetos inanimados, existir significa simplemente que permanezcan en una continuidad espacio-temporal; para los
animales y plantas, no dotados de auto-conciencia, consiste en verificar la
satisfaccin mecnica de necesidades orgnicas predeterminadas. Para los
seres humanos, en cambio, existir significa ms que eso, pues existir
215
216
reconocible por otra segn las funciones que realiza para alcanzar su propia continuidad, en la forma de analogas funcionales, para responder de
diversas formas a la satisfaccin de sus necesidades vitales. La percepcin
de estas analogas abre el espacio del dilogo intercultural, para que exista
la posibilidad de articularlas en una estrategia comn, aunque esto no dice
nada del mantenimiento de las relaciones sociales preexistentes ni de la
justicia o bondad de las relaciones pretritas o de las resultantes, reflejadas en sus respectivas estructuras jurdico-polticas.
En este contexto, para una cultura existir significa que sus integrantes se reconozcan, en menor o en mayor medida, dentro de los lmites de
una determinada estrategia de supervivencia, lo cual no significa que sean
necesariamente conscientes de ella como tal. Significa tambin que se esfuercen, en el medio natural o social en el que se encuentran (o en los que
190
217
madamente: cambiando, persistiendo y, en definitiva, luchando por sobrevivir. Y sobreviven precisamente porque los individuos socialmente
integrados que las componen consideran, sean cuales fueren las fuentes de
sus creencias ticas e ideolgicas o las consecuencias de aplicarlas en la
vida cotidiana, que esa es una forma adecuada de vivir. An as, el mero
conocimiento de la existencia de otras culturas puede conllevar el replanteo de la propia en ciertos aspectos de su desarrollo.
Prcticamente toda cultura a menos que se encuentre en una fase
prxima a la extincin dar respuesta a las necesidades bsicas de sus
integrantes y se organizar en torno a un conjunto de reglas de comportamiento para intentar garantizar la reproduccin de las instituciones destinadas a ello. Esto explica por qu, para muchas culturas, dichas instituciones suponen la vida misma de la comunidad, y que sean consideradas
muchas veces ms importantes que los propios individuos, que son casi
siempre reemplazables en sus funciones sociales.
218
2_ Judeidad y modernidad
219
gicos, no hay posibilidad de afirmar la existencia de una nica o verdadera cultura juda, ni mucho menos de identificar sus elementos puros,
esenciales permanentes o eternos. Para la cultura juda existe, apenas, la posibilidad de identificar elementos que han evolucionado, dado
que la consistencia de las culturas es material, social e histrica, no metafsica.
El resultado, sin embargo, no es que no exista la judeidad como cultura sino que, al contrario, existen y persisten numerosas formas culturales dentro de la judeidad. Todas ellas se hallaban ligadas en alguna medida, hasta el advenimiento del sionismo al menos, a la atencin en la vida
comunitaria de los relatos y preceptos localmente reinterpretados de las
Escrituras Cannicas y de sus interpretaciones admitidas. Esta centralidad
conduce inevitablemente a la existencia de instituciones propias y caractersticas en donde se desarrollen sus efectos prcticos, como la sinagoga,
el rabinato, el centro de estudios judaicos, los tribunales rabnicos, etc. La
220
221
Cfr. Garca Canclini, Las culturas populares en el capitalismo, Casa de las Amricas, 1982.
222
sistemas econmicos sin que se pueda constituir una reaccin eficaz que
permita equilibrar las relaciones sociales, econmicas y culturales. De
este modo, se descubre un profundo inters, ajeno a los valores humanitarios, en las acciones que supusieron y suponen la expansin de la ideologa dominante.
En el caso de la judeidad, es el proceso de debilitamiento de la religin como discurso de legitimacin institucional lo que posibilita la conmocin de sus propios sistemas de supervivencia multi-culturales, y lo
que abri la posibilidad de que una nueva ideologa, signada por el predominio del nacionalismo, se abriera paso en sus estructuras culturales.
Por ello el sionismo result una opcin ideolgica tan eficaz. Por un lado,
ofreci una alternativa a una identidad religiosa amenazada por las tendencias imperantes en la modernidad; por otro lado, encontr las vas
223
224
los correligionarios o compatriotas entre s. Tienen as una capacidad importante para determinar los tipos de comportamiento considerados lcitos
o ilcitos, enmarcados dentro de determinados marcos ticos, que consisten en una juridicidad determinada, an cuando no se encuentre en normas legales, y dan sensibilidad al tejido social. Esta sensibilidad lo hace
comprensible para sus integrantes y les permite organizar sus discursos y
acciones relativos a la posicin y funcin que cada cual ocupa en las estructuras sociales. Aunque la identidad religiosa, por supuesto, puede volcarse en formas de reconocimiento ms amplias que las fronteras polticas
nacionales, esta capacidad tambin se encuentra enmarcada en las condiciones histricas de auge, conflicto y preeminencia efectiva entre ambas
formas discursivas.
Histricamente, y en occidente, slo en tiempos modernos se ha dado
una contradiccin poltica radical entre estos dos trminos de identidad y
legitimacin de las instituciones sociales, debido al retraso de las religiones dominantes para adaptarse a las reglas de juego capitalistas en parte,
225
limit y redujo el campo de aplicacin de los discursos religiosos tradicionales como organizadores de la vida social, relegndolos a aspectos
relativos a la privacidad de los individuos o, como mucho, de algunos
grupos minoritarios. Pero, no obstante el enfrentamiento, el nacionalismo
se asemeja a algunos fenmenos religiosos, en especial en lo que hace a la
organizacin jurdica de los estados burocratizados. Esto hace posible
que, en muchos casos, ambos discursos aparentemente escindidos de
manera definitiva por la modernidad vuelvan a reunirse, cuando aparecen intereses confluentes o cuando no se encuentran mejores vas discursivas de legitimacin para una estrategia poltica.
Las identidades nacionales, al igual que las religiones, tambin precisan para su confirmacin de la existencia de momentos fundacionales y
figuras heroicas, y no parece haber un obstculo serio para que una identidad de matriz religiosa derive en una nacional. Este es parcialmente el
caso del sionismo, siempre y cuando se verifiquen las dems condiciones
que definiran la existencia de una identidad nacional en trminos moder-
226
Atender al discurso religioso como dador de sentido y en algunos casos como organizador legtimo de las relaciones sociales nos habla de
formas histricas de organizacin del estado, no necesariamente de diferencias de grado entre aquel discurso y los discursos polticos que organizan el estado moderno. Estos discursos polticos, adems, nacen tambin
de la observacin de los cambios que ocurren en los sistemas anteriores,
de la necesidad de dar sentido a las nuevas realidades sociales. Como en
todos los discursos tendientes a organizar sociedades y grupos humanos,
ms que la veracidad tcnica importa comprender la plausibilidad social,
la capacidad del discurso de dar sentido de manera coherente y comprensiva a las realidades sociales a las que se enfrente.
El estado moderno es el que ha resultado del proceso de ascensin y
asentamiento del capitalismo como forma productiva dominante. Sobre
227
l, entonces, debieron concentrarse los discursos para darle forma, legalidad y legitimidad, aspectos que los discursos de tipo religioso (lo que se
entenda entonces por religioso) no podan satisfacer, precisamente por
estar ligados a las viejas formas de organizacin social. Una vez asentada
en las potencias dominantes, ya desde los primeros momentos de la expansin colonial, los estados centralizados europeos slo reconocieron
como organizaciones sociales precisamente a aquellas que presentaban un
estado centralizado. Extendido el modelo en forma global por su propia
lgica material, todo grupo o comunidad que pretendiera regirse autnomamente frente a las potencias dominantes (las nuevas potencias imperialistas) debi manejarse en el marco de esta rbita discursiva.
Esto es lo que ocurri con el sionismo, con la variante de que las premisas religiosas que sustentaban a la ideologa juda tradicional y plural
no haban estado ligadas a las formas polticas medievales dominantes.
Por el contrario, haban estado ligadas a las formaciones sociales subordinadas, por lo que pudieron acoplarse sin tantas fricciones con el nuevo
modelo. No obstante, el contenido poltico de la religin juda, que se expresa en sus normas jurdicas, result sumamente restringido, como
hemos visto, en el desarrollo del sionismo poltico y en el perodo fundacional del estado de Israel: la ideologa nacionalista secular result ampliamente vencedora en el reparto del poder legtimo, principalmente porque los contingentes pioneros ms poderosos y activos eran seculares. De
otro modo, la creacin del estado habra resultado inviable. Esto ubic al
conflicto en el seno mismo del planteo ideolgico sionista en particular y
judo en general.
El conflicto nacin-religin instalado es de difcil solucin, dado que
la ideologa juda nacionalista no poda en ningn caso prescindir del todo
de los elementos religiosos si se pretenda lograr la permanencia de la
identidad nacional tnica. An los judos ms afectos al laicismo tendan
228
a mantener, aunque fuera en forma de tradiciones y costumbres, elementos simblicos y religiosos relatos, rituales, mitos, arquetipos, ceremonias que constituan el marco en el cual se desplegaran las formas tradicionales de estudio y comprensin del mundo desde el judasmo, al menos entre la compilacin de la Mishn hasta la modernidad: una mltiple
herencia de ms de 1500 aos de edad.
Segn la manera moderna de comprender el estado, el profesar una religin no es un elemento vlido para pretender tener un estado propio,
pues el estado abarca funciones especficas y enfticamente no-religiosas.
As lo entendieron tambin muchos judos ortodoxos, que prefirieron la
acentuacin de sus modalidades religiosas y culturales para enfrentar el
riesgo de la asimilacin cultural en vez de la lucha por la creacin de un
estado propio.
Los sectores judos ms secularizados tambin podan entenderlo as,
pero la particular situacin de discriminacin y persecucin los obligaba a
plantear el problema y buscar una solucin, que slo pudo darse poltica-
229
230
Ben Ami, Israel, entre la guerra y la paz, Op. Cit. Pg. 69.
231
sensible, con todas las caractersticas de un mito fundacional que es reconfigurado para ser un mito de fundacin nacional.
En su libro El Pas de las ltimas Cosas el novelista norteamericano Paul Auster hizo notar que cada generacin de judos se considera a s
misma la ltima. Una esperanza mesinica, un deseo de conocer el final,
sea terrible o dichoso, puede esconderse detrs de esta sensacin ntima.
No obstante, est claro que, en cuanto a la identidad cultural al menos,
las estrategias de las poblaciones judas han resultado, hasta el presente,
eficaces. Puede sostenerse esa afirmacin porque existe todava un cierto
nmero de personas que se identifican con esta condicin aunque, indu194
Ibdem. Ben Am no lo anota, pero la propia expresin holocausto remite a contenidos de orden religioso: al sacrificio ritual y al castigo divino. Por eso en el texto
preferimos utilizar sistemticamente la idea de genocidio.
232
considerarse que los judos sobrevivieron como cultura a las ciudadesestado griegas, a los imperios persa y romano, a la expansin del Islam y
al feudalismo, todas ellas formaciones sociales slidas y muchsimo ms
extensas que los reinos judos o las comunidades dispersas. El precio de
esta permanencia ha sido el de la adaptacin constante, pero con la condicin de preservar un conjunto de contenidos mnimos reconocibles. Por
otra parte, si han sobrevivido varias formaciones culturales judas, muchas otras se han extinguido tambin, al punto que las transformaciones
existentes dificultan la apreciacin del pasado, pues ste se recicla y es
reinterpretado constantemente, de modo que hay elementos que parecen
haber desaparecido pero perviven en nuevas formas y otros elementos
que, por el contrario, parecen subsistir, aunque en realidad han perdido su
contenido social y cultural.
El precio que reclaman las actuales condiciones para la adaptacin
puede resultar, con todo, demasiado alto, y el sionismo, en especial en su
aspecto realizador y en su estructuracin estatal, se muestra dispuesto a
233
menos no sin caer en una contradiccin con los trminos de anlisis propuestos. La incomodidad ante la desaparicin de formas culturales no
puede ser, en este sentido, ms que esttica, pues no hay derecho positivo
que defienda a las culturas como valores en s mismos. En el mejor de los
casos, se las trata como valores y bienes de individuos dignos de recibir
proteccin.
El problema moral aparece, de todas formas, cuando esta tendencia a
la homogeneizacin de las prcticas sociales a escala mundial viola y corrompe constantemente y de forma sistemtica los propios valores en los
que reclama apoyarse y que se encuentra lista a defender en la forma del
poder militar de sus formaciones polticas predominantes. Al crear un estado moderno para el pueblo judo, el sionismo ha abierto una puerta que
parece conducir a un tipo de adaptacin cultural en la cual los elementos
que se pretenda defender no sern ms que un recuerdo ocasional. En las
actuales condiciones de conflicto crnico, dicha eleccin es objeto de
crticas no slo culturales, sino tambin morales. En la actualidad, mien-
tras aparentemente se refuerzan Israel y la comunidad juda norteamericana, el resto de la judeidad mundial languidece y tiende a desaparecer, despojada de sus singularidades y disminuida en su capacidad de reproducirse, principalmente porque cada generacin de sujetos que la componen
renuncia crecientemente a identificarse con las estrategias de supervivencia propiamente judas que perviven, incluyendo la sionista.
Cuando se crea el sionismo como movimiento poltico, la judeidad europea careca de un centro de poder desde el cual se establecieran directivas hacia todas las comunidades. Coincidentemente, las masivas migraciones hacia Amrica diversificaban an ms la distribucin demogrfica
juda. No exista una institucin que tuviera poder suficiente para imponer
una identidad legtima absoluta, frente a la cual disciplinar o expulsar
disidentes. Esta ausencia de un modelo central, entonces, elimin la disi-
234
impuestas por la modernidad es la sensacin de que las formas precedentes de comprender la vida social, basadas en discursos religiosos o tradicionales, carecan de un autntico sentido.
El nuevo judasmo propuesto por el sionismo brindaba as, en esta
lnea de ideas, la oportunidad de revalidar la propia condicin juda. Sin
embargo, esta es una postura puramente ideolgica, ni ms ni menos racional que otras, y su pretensin de centralidad deriv en un empobrecimiento de las opciones de lucha por la supervivencia cultural entre las
comunidades judas en donde el sionismo result ser influyente.
Durante el extenso perodo de dispersin de las comunidades, la ley
de Moiss, extendida y complementada con el Talmud y sucesivos intentos de re-codificacin de la ley haljica, haba permitido no slo establecer una base para el reconocimiento colectivo. La elaboracin de una juri-
235
dicidad amplia y autnoma haba permitido el establecimiento de una poderosa red comercial, cuyo funcionamiento se rega precisamente en ese
marco legal, unido en forma indistinguible a una religin, pues el ambiente ideolgico de la poca no exiga su separacin sino su integracin. En
la baja edad media y la modernidad esos lazos se deshicieron por la lucha
y los procesos de cambio social y ahora, en la modernidad, deban comprenderse nuevamente. Pero, precisamente, la ruptura de la modernidad
con las formas tradicionales religiosas de articulacin social, se instalaba
ahora en el seno mismo de la judeidad.
Se establecieron as los principios para una lucha, a veces casi imperceptible y manifiesta en otras ocasiones, por crear una historia legtima,
un relato oficial que expresara las nuevas ideologas e intereses de los
grupos involucrados. Los defensores de la fe no necesitaban ms que los
relatos comprendidos en los ya antiqusimos textos y los cdices jurdicos
que pautaban sus vidas. Pero los precursores del estado necesitaban ms
que eso: necesitaban una historia, un relato que validara los derechos so-
236
Lgicamente, el conservadurismo y la ortodoxia en materia religiosa tampoco provean un discurso que permitiera una mejor comprensin recproca. S el distanciamiento no deriv en una ruptura, ello se debi principalmente a que las diferentes tendencias no estuvieron nunca lo bastante
integradas como para tener un espacio poltico comn en el cual desarrollar la lucha.
Para los judos no involucrados en el proyecto sionista este desarrollo
intelectual no resultaba necesario ni evidente, pues su pertenencia e identidad seguan definidas por cnones religiosos o tradicionales en relaciones multi-culturales histricamente eficientes. Estas posturas no eran indiferentes para el discurso sionista. Por el contrario, resultaban necesariamente peligrosas para el activismo sionista, porque le restaban a la vez
legitimidad y fuerza poltica frente a los estados nacionales que cada vez
ms admitan la libertad de culto dentro de los marcos jurdicos impuestos
por sus organismos legislativos en el mbito de lo privado. La desaparicin, aun gradual e incompleta, de la discriminacin con motivos religio-
sos no jugaba a favor del ideal sionista, sino ms bien lo contrario. Esto se
verifica en la decadencia de la emigracin ideolgica hacia Israel en las
ltimas dcadas.
Por supuesto, el acceso a la igualdad ante la ley burguesa equivala a
la renuncia parcial a las propias leyes (y a su subordinacin efectiva) y
por lo tanto a la autonoma relativa que haba sido una caracterstica central del judasmo en occidente. No obstante esto, los procesos de asimilacin, iniciados con la propia modernidad, haban dejado su profunda huella, y no fue por el mantenimiento de la autonoma jurdica que los judos
sionistas se pusieron en marcha. Lgicamente, una nacin nacida de europeos precisaba para ser reconocida por Europa y Norteamrica de la existencia de una ley que le permitiera tratar en trminos compatibles con las
potencias centrales, an con todas sus restricciones y particularidades.
237
Los derechos del Hombre, su Vida, su Propiedad, su Capacidad Individual de Desarrollo Econmico, las Posibilidades de Asociacin Con Fines
de Lucro, la Permeabilidad a los Mercados Externos, deban presentarse
de una forma moderna para ser legtima. Y ni la ley antigua, ni la talmdica o la haljica respondan a estos cnones. Y no slo por su antigedad
y posible falta de actualizacin, sino, fundamentalmente, por los problemas ticos que acarreara su incorporacin a las reglas modernas de las
relaciones sociales. Cualquier estado judo viable debera necesariamente
responder a las condiciones impuestas por las relaciones internacionales y
el mercado mundial y todo aquello que implicara entorpecer esta respuesta, por muy importante que fuera, deba ser relegado a un segundo plano
para mantener la viabilidad del proyecto nacionalista.
Como discurso que debe organizar al menos una parte del pensamiento social, la religin no puede abstraerse de los cambios que ocurren con
el paso del tiempo. S la religin no consigue adaptarse a esos cambios, o
adaptarlos a sus propias formas, difcilmente podr seguir cumpliendo su
funcin como mecanismo de integracin social. Con el advenimiento de
la modernidad y el predominio de la economa de mercado la religin
perdi espacios en dnde dar sentido a la vida cotidiana. Sin embargo,
importantes segmentos de las relaciones humanas siguieron ligadas a ella,
en especial en lo que se refiere a las relaciones consideradas correctas en-
238
tre las personas, que es nada menos que la base sobre la que se asienta
toda estructura jurdica o moral.
La religin juda, que desde fines de la Edad Media sostuvo normas
de comportamiento muy rgidas en sus expresiones ms conservadoras y
muy permeables en otras, no es ajena a los cambios ocurridos en Europa y
Amrica. Pero an mantena, hacia mediados del siglo XIX, gran influencia tica entre sus seguidores y tambin una relativa autonoma frente a
los estados nacionales. Pero slo con la creacin del estado de Israel el
judasmo como religin tuvo oportunidad de ser religin del estado. No
obstante, como se ha dicho, las fuerzas predominantes en la formacin del
estado fueron las tendencias polticas seculares y los sectores religiosos
lograron consolidarse como fuerza poltica bastante despus de la independencia y slo gracias a un fuerte proceso de reorientacin de sus discursos (especialmente hacia un nacionalismo-teolgico fundamentalista),
lo cual ha dado como resultado situaciones pasmosas: la televisin israel
239
Los creadores del estado judo, en donde predominaron polticos modernistas de inspiracin socialista o liberal-corporativista, tuvieron mucho
inters y cuidado en no fundar una nacin basada en una religin que no
era capaz de dar por s sola respuestas a las condiciones sociales de un
estado nacional moderno. Las necesidades ideolgicas del sionismo tendieron infructuosamente a intentar negar o atenuar las diferencias tnicas con respecto al que consideraban judasmo verdadero, encarnado
por el ideal sionista que tenda a coincidir con los relatos y creencias religiosas, destacando la importancia de los textos recopilados durante la experiencia nacional pre-cristiana, que muy poco poda parecerse a la estructura de los estados nacionales modernos. Sin querer ser religioso, entonces, el sionismo tom para s la religin, en una relacin debida a la
necesidad que tena de sus matrices discursivas. Pero a la vez la relacin
implicaba el rechazo, por lo que lo religioso representaba de arcaico y
perimido para su matriz moderna, racional y occidental.
195
Ben Ami, Israel, entre la Guerra y la paz. Op. Cit. Pg. 22.
La religin juda, que no haba tenido estado, se transform, modificada a conveniencia, en religin para el estado, aportando principalmente
su capacidad discursiva de consolidar identidades partiendo de componentes dispersos, lo cual se consigue sacralizando determinados aspectos
de la vida social o, como ocurre en este caso, diversos smbolos y rituales
ligados a lo nacional: la bandera, el himno, el servicio militar son ejemplos de esta renovacin ideolgica. Persista igualmente en el mundo el
judasmo como religin sin estado, como expresin de la fe y la conciencia de diversos grupos humanos. Otros grupos de la misma fe optaron por
aceptar ese estado pero no lo eligieron como propio, prefiriendo continuar
sus vidas en los espacios que ocupaban de la forma en que lo haban
hecho hasta el momento. Otros consideraron que esos actos humanos provenan del plan de Dios para la redencin del pueblo de Israel. Sin embar-
240
go, ninguna de estas posturas puede investirse como oposicin al nacionalismo secular representado por el sionismo poltico, que es la fuerza que
emerge con la capacidad de orientar realmente el contenido de la ideologa juda respecto del estado de Israel. La antigua religin, ya fragmentada,
se dividi todava ms con el proyecto de estado primero y con el estado
ya creado luego. Y le quedaba todava una forma ms para adoptar.
El sionismo sigue la tradicin nacionalista porque establece para los
ciudadanos una relacin fuertemente emotiva y trascendente con el estado
judo. Se vuelve indispensable el amor a la patria para que tenga sentido
dar la vida por defenderla tanto como deba darse para los creyentes por la
ley y la fe de Moiss. Esta situacin se acentu por el alto grado de militarizacin de la sociedad israel, que implicaba una profunda conciencia
del adentro y del afuera para identificar con rapidez y eficacia a los
enemigos y a los aliados. Por supuesto, cuanto ms alto sea el grado de
esta cohesin, ms cerca estaremos de hablar de aquello que se conoce
por integrismo,
mo poltico. Las etapas de colonizacin, fundacin y lucha por la supervivencia del estado de Israel estuvieron ciertamente marcadas por estas caractersticas, y todava ms lo estn los discursos contemporneos para
justificar o defender las polticas desarrolladas por el estado en materia
interior o exterior.
De otra forma, los objetivos no hubieran podido ser llevados a cabo,
tanto en lo que se refiere a la organizacin productiva de las colonias o la
organizacin militar de las fuerzas de autodefensa o las fuerzas armadas
israeles. Vale la pena recordar que casi todos los movimientos revolucionarios socialistas del siglo XX, y tambin el corporativismo de Europa y
los EUA, estuvieron marcados fuertemente por esta condicin de religin del estado implcita en todos los discursos patriticos nacionalistas.
En ella los destinos del estado nacional estaban indisolublemente ligados
241
con los de la revolucin o el destino del pueblo, y que requeran la aceptacin de los principios establecidos. De modo que al sionismo no le toc
innovar nada en este sentido, sino colorear con su tinta el dibujo ya trazado por la historia.
El estado judo, sacralizado de esta manera, tena, sin embargo, una
caracterstica particular: la mayor parte de las personas y comunidades
capaces de sentirse, al menos potencialmente, vinculadas a esta forma sacra vivan todava fuera de sus fronteras. An ms, durante las primeras
dcadas de existencia de este estado, estas comunidades fueron importantes para el mantenimiento y renovacin del cuerpo social del mismo, que
consuma recursos en mantener su impulso migratorio a la vez que buscaba constantemente apoyo financiero: se solicitaba de las comunidades o
los judos pobres que aportaran inmigrantes y, de los sectores ms favorecidos, recursos.
Para el sionismo extremo, el judo no sionista era tan sospechoso como para el ortodoxo lo era el judo ateo o reformista, y por lo tanto lo era
todo aquel que se sintiera ligado a su pas de origen o al que sus padres
hubieran decidido emigrar. Se repudi incluso al yiddisch o al ladino como formas impuras o arcaicas de la vida juda, remanentes de un triste
pasado o sntomas de la adulteracin del judasmo nacionalista autntico. Pero, al margen de casos lmite, sta fe del estado, que en muchos
casos menospreciara a la antigua religin, se oblig a fundar sus propios
centros de absorcin ideolgica y a influir fuertemente en el desarrollo de
las comunidades dispersas. A partir de entonces estas comunidades fueron
concebidas principalmente como dispora y exilio, y no como unidades socioculturales valiosas por s mismas.
Este es probablemente el problema ms importante que la aparicin
del sionismo introdujo en la judeidad porque obstruye y dificulta mucho
el mantenimiento de las comunidades judas y, tal vez sin quererlo, con-
242
tribuye a la desaparicin gradual de muchas formas culturalmente apreciables y a debilitar sus propios recursos simblicos (y, a la larga, prcticos) para mantener la cohesin de Israel como un estado diferente, dedicado a la condicin juda.
243
244
de cada comunidad196. Al mismo tiempo, la debilidad de esas comunidades oblig a encontrar dispositivos de adaptacin y supervivencia que impriman nuevas formas de multiplicidad.
Este desarrollo fue posible dentro de sociedades que desconocan los
derechos individuales y que se apoyaban en excluyentes discursos religiosos y polticas de coaccin directa. Paradjicamente, las posibilidades de
desarrollo cultural se ven trabadas en un sistema mucho ms dinmico y
persuasivo, con discursos ms abiertos a la pluralidad y con respeto formal por las formas de vida individuales, como es el modelo imperante en
la modernidad occidental. Su dinmica constantemente expansiva tiende a
construir un mundo a su imagen y semejanza, dado que la esencia natural de los hombres se confunde entre su carcter de productores de bienes tangibles e intangibles con su condicin de consumidores compulsi196
Lo cual est lejos de significar que no existieran sanciones para lo que se consideraran excesos de resignificacin. All est, para recordarlo, la figura y la vida del
filsofo Baruj Spinoza.
vos, conductores de necesidades nuevas dentro de un sistema todava basado en la desigualdad econmica y social.
La aceptacin tolerante de las diferencias individuales y culturales se
sofoca en la contradiccin que supone un deber excluyente: el de comportarse de acuerdo a las relaciones de mercado que dominan la vida social.
Y como las culturas no son estructuras ajenas a las formas productivas en
la vida social, el cambio de las formas productivas implica la mutacin o
destruccin de esas culturas, en el caso extremo de que no consigan adaptarse. El fenmeno, en general, no guarda demasiados secretos: la expansin de la economa de mercado requiere la eliminacin de las formas no
capitalistas de produccin, proceso que prcticamente ya ha alcanzado a
todo el planeta. Quiz es verdad que actualmente cualquier religin o cultura es dejada en paz. Pero eso es siempre y cuando su concepcin del
245
dominante y sus formas legtimas de actuar en trminos polticos. La contradiccin radica en que, siendo un movimiento iniciado para asegurar la
existencia del judasmo, slo puede alcanzar su objetivo renunciando a
buena parte l, abandonando sus seas de identidad, negando otras y exagerando otras ms, pero no necesariamente superndolas.
El precio de la eficacia poltica es alto (en el futuro sabremos si no es
quiz demasiado alto), porque implica la renuncia a la autonoma de una
manera tan profunda como sutil. Pero tambin se paga con horror, porque
con el estado judo parte de la judeidad se vuelve capaz de materializar
horrores que en el pasado slo la haban tenido como vctima: la posibilidad cierta de oprimir a poblaciones enteras mediante el ejercicio de la violencia estatal.
El judasmo asiste a una modernizacin forzada de sus expresiones
246
que al da de hoy se manifiesta en muchos pases en relacin con sus respectivas minoras culturales.
Independientemente de las influencias y presiones ejercidas sobre cada sector y comunidad juda, el sionismo se transform, sin proponrselo,
en el principal agente ideolgico del pensamiento dominante al interior de
la judeidad, dado que propenda a la institucionalizacin de sus prcticas
en el conjunto de las comunidades y ejercer su representacin legtima
frente a organizaciones ms amplias e influyentes.
247
calendario litrgico a costumbres milenarias. El idioma hebreo se transform en la lengua oficial juda no slo en Israel sino en todas las comunidades con fuerte presencia del ideario sionista. Las lenguas que haban
crecido con el judasmo fueron expuestas como lenguas muertas por el
sionismo ideolgico: El gran logro del Sionismo, la rehabilitacin de la
lengua hebrea, estaba tambin aparentemente ligado a la principal idea
nacional europea del siglo XIX. El renacimiento lingstico y literario del
idioma nacional era un prerrequisito ideolgico para la existencia de una
nacin segn el modelo europeo197. La historia en el exilio, convertida
en un extenso martirologio por la ideologa sionista, encontraba su redencin en la aparicin del estado.
Reconstruida la historia, no poda dejar de reconstruirse la identidad y
un supuesto judo eternamente sufriente y errante tena la oportunidad de
248
Ben Ami, Israel, entre la guerra y la paz, Op. Cit. Pg. 14.
yemenitas repatriadas desde sus lugares de origen y a su vez amenazadas en ellos precisamente por la existencia del estado judo, dado que
existe tambin el fracaso del socialismo israel en su intento de incorporar a los judos orientales en el sistema social198. Se increment de esta
manera la visin dominante del judasmo occidental y moderno frente a
las arcaicas formas de expresin orientales, ligadas culturalmente al
mundo rabe y musulmn. Esta divisin no dej de tener importantes
consecuencias en la distribucin de la riqueza social generada dentro de
las fronteras israeles.
El sionismo expansivo se expres en una poltica de centralidad del
estado, frente al pasivo desorden de la judeidad como conjunto, para establecer los cnones de lealtad al exterior de las fronteras de Israel. Las
polticas sionistas hacia las comunidades dispersas, empapadas de una
249
vocacin de liderazgo con matices culturales ligados a la ideologa norteamericana, no slo impulsaban dudosas definiciones de identidad. Forzaban tambin una divisin taxativa de la autoridad que result repelente
e impermeable a formas de relacin ms flexibles y horizontales, si bien
el poder real que el estado judo tena para imponerse en las comunidades
estaba limitado por su propia falta de recursos ideolgicos y materiales.
Su vocacin de predominio ideolgico choc con la posibilidad poltica
de ste, en funcin de su debilidad y del peso especfico de los localismos, lo cual fue notable incluso dentro de las fronteras de Israel durante
las primeras dcadas de su existencia.
Al intentar modernizar y unificar al judasmo el sionismo abri una
brecha por donde ingresaron las fuertes corrientes de desintegracin cultural de la modernidad occidental. La autonoma religiosa y la jurdica no
slo dejaron de ser caractersticas centrales en la ideologa juda, sino que
paulatinamente dejaron de ser pensadas como categoras relevantes, dado
198
250
razn principal de todo este trabajo, es necesario ordenar las consideraciones ya expuestas.
En primer lugar se encuentra el avance de la globalizacin, en cuyo
contexto la modernidad no represent una solucin para los problemas
medievales judos de segregacin, sino slo una mutacin en sus formas y
acaso la salvacin de unos pocos y la prdida de la mayora. En segundo
lugar, derivado directamente de la primera cuestin, se encuentra el triunfo ideolgico del sionismo al interior de la judeidad, provisto de las
herramientas discursivas y prcticas de lo ms dinmico de las ideologas
dominantes. En tercer lugar, la pasividad en la judeidad no sionista derivada de la conexin ntima, emocional, que prevalece frente a la lucha
sionista, aunque no se compartieran sus objetivos, y la ignorancia frente a
las implicancias de la expansin ideolgica del nacionalismo judo. La
251
razn es que dicha expansin fue entendida en general como una modernizacin del judasmo, no como la intromisin de una cultura dominante
al interior de los propios contenidos populares. Ciertamente, slo el anlisis sociolgico revela esta situacin. El predominio poltico de los sectores econmicamente ms poderosos al interior de las principales comunidades judas, expresados incluso en movimientos sociales de cierta importancia, es una muestra tangible de este proceso de absorcin y sumisin
del judasmo.
La judeidad no sionista debi enfrentarse al capitalismo de la misma
manera que todos los pueblos sometidos debieron enfrentarse a l. Como
en otros, aparecieron fracciones que, con las mejores intenciones, tomaron
lo que en l hay de progreso, de desenvolvimiento de las potencialidades,
interiorizando esa dominacin sutil que el discurso libertario e igualitario
oculta del capital. Obviamente, no son muchas las opciones dejadas a las
culturas dominadas, porque la resistencia es interpretada como bestialidad, fanatismo o arcasmo, tres formas modernas, siguiendo a Foucault,
Para comenzar hay que decir que el sistema judicial del estado de Israel, instituido mediante una Ley Bsica, no es demasiado diferente del de
otros pases occidentales199, en el sentido de que se trata de una organiza-
252
cin profesionalizada y burocratizada, en donde los herederos de la legalidad judaica tradicional, basada en los textos rabnicos ms importantes y
en los comentarios innumerables acumulados durante ms de un milenio,
tienen, con todo, dos vas de entrada. Una es por la va legislativa, en
donde pueden proponer leyes de acuerdo con su interpretacin tradicional
de la legalidad hebrea. La otra es por intermedio de los tribunales rabnicos existen tambin tribunales musulmanes, de diez comunidades cristianas, Bahai y druzos que constituyen una instancia optativa, funcionando as como las cortes rabnicas de las comunidades del largo periplo
europeo preestatal. Estas instancias judiciales estn supeditadas a los
estamentos superiores del sistema judicial (lo cual es una exigencia para
la estabilidad de cualquier estado nacional), en dnde existe una Corte
Suprema que puede actuar por propia resolucin en los casos graves o
199
urgentes que se le presenten y que acta asimismo como Tribunal Superior y de ltima instancia. Este tribunal se asienta en Jerusaln al igual
que el Knesset (parlamento legislativo unicameral), y por debajo de l se
encuentran las Cortes de Distrito y las Magistraturas; en el ltimo escaln, lgicamente, se encuentran los tribunales administrativos y laborales de primera instancia, y tambin los tribunales religiosos, que no tienen
en realidad ms atribuciones que las de resolver en casos de derecho de
familia. Existen tambin tribunales militares, de gran importancia relativa
debido a la casi constante movilizacin militar de una parte proporcionalmente elevada de la poblacin adulta. No por casualidad, la herencia
multicultural en materia de cortes de justicia, no es herencia del mandato britnico, sino que constituye un legado del anterior dominio otomano,
que el Mandato de 1922 de la Liga de las Naciones recoge en forma
253
254
255
s mismas expliquen o inciten el enfrentamiento, cuyas causas son fundamentalmente polticas y econmicas. Los elementos que pudieran provenir del mbito religioso son los que menos tendran que importar en una
relacin judeo-musulmana: ninguna de las dos formaciones culturales
(ambas plurales y multi-tnicas) contiene elementos que supongan la eliminacin ideolgica o fsica de los representantes del otro colectivo.
El judasmo ha tenido histricamente una escasa vocacin ecumnica,
mientras que para el Islam, con mltiples vicisitudes, el judasmo ha tenido casi siempre un status privilegiado respecto de otros infieles, pues si
bien los judos no han aceptado al Sello de la Profeca que es el Corn y
la Doctrina del Profeta, al menos se los considera como precedentes importantes en el monotesmo y, al fin y al cabo, el mito bblico mantiene
una estrecha relacin de parentesco entre los colectivos tnicos presuntamente originales de ambas religiones, en las figuras ancestrales de los
hermanos Ismael e Isaac, hijos de Abraham, el ancestro mtico comn. No
obstante ello, en la actualidad los ms activos referentes del enfrentamiento local son integristas religiosos de uno y otro bando, pues mientras son
los Mrtires de Al-Aqsa, los integrantes de Hamas o de la Jihad Islmica
(grupos que responden a diferentes tradiciones internas) los sindicados
como terroristas por excelencia del lado palestino, son los integristas
judos de Gush Emunim (Cuerpo de los Creyentes) y otros colonos religiosos los principales referentes de la ocupacin civil de los territorios
que ha adoptado la forma del Asentamiento y la ocupacin en nombre del
Israel bblico. Sin embargo, el elemento religioso se ha convertido ms
bien en un instrumento de la lucha poltica que en su causa efectiva, y esto debe tenerse en cuenta pues a menudo los observadores externos no
han sabido o no han querido evaluar correctamente estos elementos.
En verdad no debera sorprender que los fanatismos religiosos ocupen
256
de la duda, como lo demuestra la existencia de amplios movimientos israeles pacifistas y resistentes a la ocupacin, si no a la intervencin constante de las fuerzas armadas israeles en los territorios ocupados.
Cualquiera sea la evaluacin del fenmeno sionista, y no hemos ahorrado crticas al respecto, la actual situacin no ha sido buscada por la
ideologa sionista en s, pues la sujecin de otro pueblo no era un componente de su ideologa original. S alguna crtica puede hacerse es al excesivo apego a ciertos valores occidentales comprendidos como autnticos
rasgos civilizados que mostraron los fundadores del movimiento poltico
y tambin la excesiva condescendencia con las polticas de las potencias
occidentales en las relaciones ulteriores con los pases vecinos desarrollada por la mayor parte de los lderes del estado judo, fueran de una u otra
faccin poltica.
257
258
integradas polticamente al cuerpo de la sociedad israel, lo cual no significa que estn exentas de discriminacin negativa. Discriminar al judo
del no judo es una premisa administrativa de Israel en tanto estado tnico, como lo es, por otra parte en la mayora de los pases democrticos
occidentales especialmente en materia de inmigracin. En trminos culturales, esto ha dado lugar a fuertes contrasentidos: muchos inmigrantes de
pobre e incluso dudosa cultura juda son beneficiados por su presuncin
de judeidad, mientras que la poblacin rabe, mucho ms integrada y
afn al universo cultural israel, sufre la condicin de ciudadana de segunda clase.
Por ltimo, el conflicto no deja de poner en evidencia procesos de otro
tipo, que comprenden a las relaciones entre las comunidades judas asentadas en otros pases: en Francia, por ejemplo, la opresin del pueblo pa-
259
Pero, pese a los conflictos, hoy Israel es uno ms entre los pases del
mundo. A todos los efectos prcticos, su condicin tnica no representa
ninguna diferencia. Esto es especialmente cierto en el plano estructural y
econmico, pues no slo posee las caractersticas polticas que se esperan
de las naciones modernas, sino que tambin posee una economa basada
en relaciones mercantiles y una notable insercin en el mercado mundial,
pese a su pequeez relativa. Evidentemente, en trminos culturales tambin se han introducido cambios significativos, pues justamente no se trata de un estado tnico combinado con un distanciamiento del mercado
mundial de bienes y servicios. Sin ninguna duda, se trata de uno de esos
pases serios y previsibles con los que el mercado prefiere tratar, pues esa
seriedad, reflejada en la estabilidad econmica o, al menos, en la coincidencia con las vicisitudes del capitalismo central en tiempos revueltos.
260
Tambin en este sentido se presenta Israel como una experiencia exitosa, pues ha superado los temores que para el mercado mundial estaban
implcitos en el peso de sus organizaciones sindicales y sus partidos de
izquierda, pues incluso las coaliciones de centro-izquierda de la ltima
dcada y media no dejan de representar a esa variante moderada que se
acerca a la tercera va, bien conocida aunque en la prctica bastante
indefinida en Europa; sin embargo: El concepto de la sociedad israel
como solidaria y preocupada por el bienestar pblico se ha ido deteriorando; las empresas colectivas de la experiencia sionista histadrut, kibutz, moshav y la poltica de partidos como instrumentos de socializacin y movilizacin se encuentran en estado de descomposicin total; el
debate pblico ha perdido las agendas coherentes del pasado202. En este
sentido, la organizacin poltica israel es mucho ms europea que americana, aunque siempre est marcada por toques particulares. La conexin
simbitica entre la poltica sionista y la herencia europea aparece como
202
Ben Ami, Israel, entre la guerra y la paz, Op. Cit. Pg. 114.
261
dem. Pg. 13
262
Indudablemente, poco ms de un siglo ha sido suficiente para que Israel se convirtiera en una comunidad juda sumamente importante tal
como se desprende de los procesos demogrficos retratados en el captulo
III, en donde imperan, adems, condiciones novedosas para un colectivo
derivado de la judeidad. En principio, este hecho afecta al conjunto de las
comunidades existentes, influenciadas en forma simblica y poltica por
el ejercicio del sionismo poltico. Pero una de las caractersticas de esta
nueva comunidad consiste en encontrarse perfectamente adaptada al
modelo socio-poltico dominante y, como se dijo al analizar la dinmica
general de las culturas en un ambiente determinado, esto conduce necesa-
263
264
israel no puede sino basarse en estas leyes bsicas con preferencia sobre
las leyes utilizadas, por ejemplo, por los tribunales rabnicos.
S bien los valores que se imponen desde el estado no son una novedad para las comunidades judas, en este caso la perspectiva cambia porque se trata de un estado legitimado en trminos tnicos y culturales, pese
a que sus mecanismos generales de accin sean idnticos a los de muchos
otros estados disolviendo, en este sentido, toda particularidad de la comunidad juda israel. El estado pasa a ser parte de la propia tradicin cultural, que es a su vez re-significada para incorporar las novedades sociopolticas. As, por ejemplo, ha surgido un nuevo tipo de religiosidad
nacionalista juda, diferente del nacionalismo religioso decimonnico,
cuyos exponentes ms radicales, como hemos dicho, conforman el cuerpo
principal de los asentamientos judos en los territorios ocupados. Este mecanismo particular sera casi anecdtico dentro de la multitud de circunstancias particulares de las diferentes comunidades judas, si no fuera por
las proporciones que ha alcanzado el fenmeno sionista en stas, proporciones que redundan en efectos sumamente significativos.
265
estado judo, han terminado por incorporarse al cuerpo del estado judo
hasta disolverse en l. Casi todas las comunidades importantes cuentan
con sistemas ya sea de divulgacin del ideal centralizador sionista o de
apoyo incondicional y activo al estado de Israel, cuyo caso ms significativo es el de los grupos de presin norteamericanos204. Tambin en ellas
existen consecuencias derivadas del xito del ideal sionista, lo cual se ha
sumado a la destruccin o desaparicin de muchas comunidades europeas
y orientales durante el ltimo siglo.
As, el estado se ha integrado culturalmente a tradiciones muy variadas, y este proceso ha sido estimulado por la aceptacin internacional de
esta forma de judasmo. A su vez, el marcado y creciente debilitamiento
de la ley juda tradicional como mecanismo de integracin social en comparacin con los sistemas jurdicos estatales de matriz liberal ha determi204
nado la posibilidad de que el nacionalismo judo representado por el sionismo se transforme en el cuerpo de valores preferido para sectores importantes de cada comunidad, producindose un reemplazo de los ejes de
la vida juda: los relatos bblicos, la ley Haljica, las tradiciones particulares de cada comunidad, ceden espacios simblicos de legitimacin e integracin a la centralidad ideolgica y simblica del estado judo. Sin embargo, este carcter central no refleja una capacidad paralela de integracin y reproduccin social y, por esta razn, las comunidades tienden a
empobrecerse en lo simblico y en lo cultural, facilitando los procesos de
asimilacin y aculturacin que se derivan de las condiciones sociales existentes.
En un perodo muy corto de tiempo, entonces, la diversidad cultural
de la judeidad, como ha ocurrido con la diversidad cultural de la humani-
266
267
268
judo, an cuando se juzgue innecesaria o incluso deplorable y contraproducente la oposicin al viejo. Es sin duda alguna, por otra parte, una
forma legtima del ser y no podemos imponer un juicio a este fenmeno
por consecuencias que nadie supo prever, y mucho ms cuando no se trata
sino de un ejemplo de lo que ha ocurrido con buena parte de la humanidad, debido a la imposicin de mecanismos mucho ms amplios y dinmicos a los que debe responder de una u otra manera.
Aunque consideramos necesaria la evaluacin moral y poltica de estas consecuencias y la reaccin ante los daos causados, y no hemos ahorrado al respecto crtica alguna, en especial cuando se ven afectadas personas y poblaciones, en lo que a los efectos que causa el empuje ideolgico sionista en el propio tejido social de la judeidad no presentamos objeciones de tipo moral, pues ya nos hemos desviado tanto del mtico camino
original que la desviacin nos impide incluso saber de qu nos estamos
desviando. Nos preocupa, eso s, lo que el ideario sionista deja por el
camino, lo que intenta abandonar en el pasado como una carga intil, esas
experiencias que atraviesan siglos de aprendizaje, a las que seguimos ligados parcialmente, por motivos culturales, sentimentales y acaso estticos.
La ciencia puede penetrar profundamente en el tejido social y psicolgico de esta condicin, pero no sin desagregar y debilitar estas mismas sensaciones, pues los discursos que se hacen sobre el mundo no son
el mundo ni mucho menos la percepcin sensible del mundo, al punto
que podemos intuir pero no exactamente saber que deshacernos de
ellas, desbrozndolas con la observacin metdica y la prctica analtica,
u olvidndolas definitivamente en favor de otras opciones culturales, es
una de las peores cosas que pudieran ocurrirnos si no pudiramos recuperar el aspecto sensible de esa forma de ser, an cuando comprendamos
269
ras las motivaciones para intentar comprender este fenmeno. Puede ocurrir tambin, y tal vez sea pronto para saberlo, que alcanzar el Polvo del
Santuario por el camino de la Independencia Nacional no sea el destino
que buscan los corazones puestos en Oriente y stos debern decidir alguna vez si pueden entre seguir andando o atravesar las puertas del eterno
olvido.
Pero mientras nos quede mundo bajo los pies, hayamos elegido o no
ese camino, debemos respetar nuestro sentido del bien, sin rendirnos ni
cerrar los ojos ante la injusticia, en especial aquella que se cometa en
nuestro nombre y en nuestro presunto beneficio. Te has comportado
justicieramente con tus semejantes?, es la primera pregunta que se nos
hara a los judos al morir y, quiz, es una pena que no exista dios para
formularla. En cualquier caso, esa es la pregunta que debemos hacernos
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