La Comedia Humana
La Comedia Humana
La Comedia Humana
LA COMEDIA
HUMANA
E D IC IO N
PREPARADA
POR
AUGUSTO ESCARPIZO
om o
XI
EDITORIAL LORENZANA
BARCELONA
Distribucin Exclusiva de
SELECCIONES EDITORIALES
Muntaner, 467 - Barcelona-6 (Espaa)
L it. H ijos
de
S. D u ra , S. A., A
4.552 - 1969
ngel
uim era ,
29, V alencia
Las rivalidades:
1)
La solterona.
2)
El gabinete de antigedades.
Ilusiones perdidas:
1)
LAS RIVALIDADES
1. La Solterona
LA SOLTERONA
I
LA CASTA SUSANA Y SUS DOS ANCIANOS
Muchas personas han debido encontrar en ciertas pro
vincias de Francia un nmero ms o menos grande de
caballeros de Valois, porque haba uno en Normanda, otro
en Bourges, otro floreca en 1816 en la ciudad de Alengon
y quiz tambin el Medioda posea el suyo. Pero aqu ca
rece de importancia todo ello. Estos caballeros, entre los
cuales hubo sin duda algunos que eran Valois como
Luis XV era Borbn, se conocan tan poco, que haba nece
sidad de hablar de los unos a los otros. Por otra parte,
todos ellos dejaban en completa tranquilidad a los Bor
bones en el trono, de Francia, porque es cosa segura que
Enrique IV lleg a ser rey a falta de un heredero varn
en la primera rama de Orlens-, llamada de Valois. Si exis
ten Valois, proceden de Carlos de Valois, duque de Angu
lema, hijo de Carlos IX y de Mara Touchet, y cuya poste
ridad masculina se extingui, salvo que se demuestre lo
contrario, en la persona del abate de Rothelin; y los ValoisSaint-Remy, que proceden de Enrique II, se extinguieron
a su vez en la famosa Lamothe-Valois, envuelta en el asun
to del Collar de la Reina.
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II
LA SEORITA CORMON
En Francia, en casi todas las prefecturas de segundo
orden, hay un saln en el que se renen personas conside
rables y consideradas que, sin embargo, no constituyen
an la flor y nata de la sociedad. El dueo y la duea de
la casa figuran entre los personajes ms conspicuos de la
ciudad y son bien recibidos dondequiera que quieran ir;
no se da en la ciudad una fiesta o un banquete diplomtico
a los que no sean invitados; pero la gente de castillo, los
pares que poseen hermosas tierras, la gran compaa del
departamento no va a su casa, y permanece en relacin
con ellos en los lmites de una visita hecha de una parte
y de otra, de una comida o de una velada aceptadas y de
vueltas. Este saln mixto, en el que se encuentran la pequela nobleza de cargo fijo, el clero y la magistratura, ejerce
una gran influencia. La razn y la inteligencia de la comar
ca residen en esta sociedad slida y sin fausto, en la que
cada cual conoce los ingresos del vecino, en la que se pro
lesa una completa indiferencia "en lo que se refiere al lujo
y a la toilette, juzgados como nieras en comparacin con
un campo de diez o doce arapendes cuya adquisicin fue
incubada durante aos y que dio lugar a inmensas com
binaciones diplomticas. Inquebrantable en sus prejuicios,
buenos o malos, este cenculo sigue un mismo camino sin
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miad; despus de desayunar quera un hombre de cuai cola aos, un buen propietario, bien conservado, casi
inven.
El abate de Sponde era completamente incapaz de ayud.ir a su sobrina en sus maniobras matrimoniales. Aquel
buen hombre, de unos setenta aos de edad, atribua los
desastres de la Revolucin francesa a algn designio de la
Providencia, afanosa de herir a una Iglesia disoluta. El
abale de Sponde habase lanzado, pues, al sendero mucho
tiempo abandonado que antiguamente practicaban los soliIarios para ir al cielo: llevaba una vida asctica, sin nfasis,
triunfo exterior. Ocultaba al mundo sus obras de cari
dad, sus continuas oraciones y sus mortificaciones; pensaba
que todos los sacerdotes deban obrar de tal modo dulante la tormenta, y predicaba con el ejemplo. Mientras
ni reca al mundo un semblante tranquilo y risueo, haba
terminado por desairarse completamente de los intereses
mundanos; pensaba exclusivamente en los desgraciados, en
Lis necesidades de la Iglesia y en su propia salvacin. Ha
lda dejado la administracin de sus bienes en manos de
sobrina, la cual le entregaba las rentas, y l le pagaba
ma mdica pensin, con objeto de emplear el sobrante
en limosnas secretas y en dones a la Iglesia. Todo el cario
del abate habase concentrado en su sobrina, la cual le
consideraba como a un padre; pero era un padre distrado,
que no conceba las agitaciones de la carne y daba gracias
,i Dios de que mantuviera a su querida hija en el celibato;
porque, desde su juventud, haba adoptado el sistema de
San Juan Crisstomo, que escribi que el estado de virgi
nidad estaba tan por encima del estado de matrimonio como
el ngel era superior al hombre. Acostumbrada a respetar
a su to, la seorita Cormon no se atreva a iniciarle en los
deseos que le inspiraba un cambio de estado. El buen hom
bre, acostumbrado a su vez al rumbo de la casa, habra
visto, por otra parte, con malos ojos la introduccin de un
dueo en ella. Preocupado por las miserias que aliviaba,
perdido en los abismos de la oracin, el abate de Sponde
lena muchas distracciones; poco hablador, posea un si
lencio afable y benvolo. Era un hombre de estatura eleva
da, flaco, de maneras graves, solemnes, cuyo rostro expre
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males daba el sol, cuyos rayos coman los colores del mue
ble, todas estas grandes cositas suscitaban graves querellas
en las que la clera de la seorita se desataba. Todo cam
biaba, pues, exclamaba; ya no reconoca a sus servidores
de otros tiempos; se echaban a perder, porque ella era de
masiado buena. Un da Joseta le dio la Jornada del cristiano
en vez de la Quincena de Pascua. Toda la ciudad se enter
aquella noche de tal desgracia. La seorita viose obligada
a regresar a su casa desde San Leonardo, y su salida pre
cipitada de la iglesia, donde haba desordenado todas las
sillas, hizo suponer una enorme catstrofe. Viose, pues, obli
gada a decirles a sus amigos la causa de aquel incidente.
Joseta le dijo con mansedumbre, que no vuelva a
suceder semejante cosa.
Sin darse cuenta, la seorita Cormon era feliz con estas
pequeas querellas que le servan de vlvula de escape a
su malhumor. La mente tiene sus exigencias; posee, como el
cuerpo, su gimnasia. Estas desigualdades de humor fueron
aceptadas por Joseta y Jacquelin como las intemperies de
la atmsfera son aceptadas por el labrador. Aquella buena
gente deca Hace buen tiempo" o "Est lloviendo sin
acusar al cielo. A veces, al levantarse por la maana, pre
guntbanse con qu humor se levantara la seorita, tal
como un granjero consulta las brumas de la aurora. En fin,
necesariamente, la seorita Cormon haba terminado por
contemplarse a s misma en las insignificancias de su vida.
Ella y Dios, su confesor y sus coladas, sus confituras que
hacer y sus oficios que or, su to que cuidar, haban absor
bido su dbil inteligencia. Para ella, los tomos de la vida
aumentaban de tamao en virtud de una ptica particular
a las personas egostas por naturaleza o por casualidad. Su
salud tan perfecta confera un valor espantoso al menor tras
torno sobrevenido a los tubos digestivos. Viva, por otra
parte, bajo la frula de la medicina de nuestros abuelos, y
tomaba al ao cuatro medicinas de precaucin que habran
hecho reventar a Penlope, pero que a ella la reanimaban.
Si Joseta, al vestirla, descubra un granito en los omoplatos
an satinados de la seorita, era objeto de minuciosos cui
dados en los diferentes platos de la semana. Qu triunfo
si Joseta recordaba a su duea cierta liebre demasiado ar
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diente, que sin duda haba hecho surgir aquel maldito gra
no! Con gran alegra decan ambas:
No hay duda, es la liebre.
Marieta le puso demasiadas especies aada la se
orita; siempre le digo que haga dulce para mi to y
para m; pero, por lo visto, Marieta no tiene ms memoria
que...
Que la liebre deca Josela.
Es verdad responda la seorita, no tiene ms me
moria que la liebre, t lo has dicho.
Cuatro veces al ao, al empezar cada estacin, la seori
ta Cormon iba a pasar cierto nmero de das, a susr tierras
del Prbaudet. Era entonces mediados de mayo, poca en
la que la seorita Cormon quera ver si sus manzanos ha
ban nevado bien, palabra con que en la regin se expresa
el efecto producido bajo esos rboles por la cada de sus
llores. Cuando el montn circular de los ptalos cados se
parece a una capa de nieve, el propietario puede esperar
una buena cosecha de sidra. Al propio tiempo que de este
modo aforaba sus toneles, la seorita Cormon vigilaba las
reparaciones que el invierno haba requerido; dictaba dis
posiciones relativas al jardn y al huerto, del que sacaba
numerosas provisiones. Cada estacin tena su propia clase
de asuntos. La seorita ofreca antes de partir una comida
de despedida a sus fieles, aunque hubiera de volver a encon
trarlos tres semanas ms tarde. La partida de la seorita
Cormon era siempre una noticia que resonaba en todo
Alengon. Sus contertulios iban entonces a verla; su sala de
recepcin estaba entonces abarrotada; todos le deseaban
un feliz viaje, como si se dispusiera a partir para Calcuta.
Luego, a la maana siguiente, los comerciantes estaban jun
to a la puerta de sus establecimientos. Pequeos y mayo
res contemplaban el paso de la tartana, y pareca como si se
comunicasen una noticia al repetirse unos a otros:
La seorita Cormon se va al Prbaudet.
En esto, uno deca:
Esa s que tiene la vida asegurada!
Eh!, t responda el vecino, es una buena persona;
si el bien cayera siempre en manos semejantes, la regin no
vera ni un solo mendigo...
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Otro deca:
Toma! No me extraa que nuestros viedos estn en
tlor, puesto que la seorita Coraron parte para el Prbaudet. Es que va a casarse?
Yo me casara con ella responda un bromista. La
boda est hecha a medias; hay una parte que consiente,
pero la otra no quiere. Bah!, es para el seor Du Bousquier
liara quien se est calentando el horno.
El seor Du Bousquier?... Pero si ella le ha dado ca
labazas.
Por la noche, en todas las reuniones, la gente deca gra
vemente:
La seorita Cormon ha partido.
O bien:
Entonces, habis dejado partir a la seorita Cormon?
El mircoles elegido por Susana para dar su escndalo
ora, por un efecto del azar, aquel mircoles de despedida,
da en que la seorita Cormon tena preocupada a loseta
por los paquetes que tena que llevarse. Durante aquella
maana habanse dicho y haban sucedido en la ciudad
c osas que prestaban el ms vivo inters a aquella reunin
de despedida. La seora Granson haba ido a llamar a la
puerta de diez casas mientras la solterona deliberaba sobre
los asuntos concernientes a su viaje, y el malicioso caballero
de Valois efectuaba una partida de naipes en casa de la se
orita Armanda de Gordes, hermana del anciano marqus
de Gordes y reina del saln aristocrtico. Si no era indife
rente para nadie el ver qu cara pondra el seductor durante
la velada, era importante para el caballero y para la seora
Granson saber cmo tomara la noticia la seorita Cormon
en su doble calidad de mujer nbil y de presidenta de la
Sociedad maternal. En cuanto al inocente Du Bousquier,
estaba paseando y empezaba a creer que Susana se haba
burlado de l: esta sospecha le confirmaba en sus principios
con relacin a las mujeres.
En aquellos das de gala, la mesa ya se encontraba pues
ta en casa de la seorita hacia las tres y media. En aquel
tiempo, la gente de moda de Alenqon coma, como cosa
extraordinaria, a las cuatro de la tarde. En tiempo del Im
perio se coma an, como antao, a las dos de la tarde, pero
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cas frases para poder discurrir; pero crea cumplir con ello
uno de los deberes sociales prescritos por la religin, que
nos manda ser agradables a nuestro prjimo. Esta obliga
cin le costaba tanto esfuerzo, que haba consultado a su
director, el abate Couturier, sobre este punto de civilidad
pueril y honesta. A pesar de la humilde observacin de su
penitente, que le confes la rudeza del trabajo interior al
que se entregaba su espritu para hallar algo que decir,
aquel anciano sacerdote, tan firme en la disciplina, habale
ledo todo un pasaje de San Francisco de Sales sobre los
deberes de la mujer, sobre la decente alegra de las piado
sas cristianas, que deban reservar su severidad para ellas
mismas y mostrarse amables en su casa y hacer que el pr
jimo no se aburriese. De tal modo penetrada de sus deberes,
y queriendo a toda costa obedecer a su director, quien le
haba dicho que haba de conservar con amenidad, cuando
la pobre muchacha vea languidecer la conversacin sudaba
dentro de su cors, tanto era lo que pareca al tratar de emi
tir ideas para reanimar las discusiones apagadas. Entonces
soltaba proposiciones peregrinas como sta: Nadie puede
hallarse en dos sitios a la vez, a menos de que sea un pajarillo, por la cual un da suscit, no sin xito, una discusin
en la que ella no entendi nada. Estos lances le merecieron
en su sociedad el apodo de la buena seorita Cormon. En
la boca de los listos que componan la sociedad, esta expre
sin indicaba que ella era ignorante como una carpa y un
poco animal; pero muchas personas tomaban el epteto en
su verdadero significado y respondan:
Oh!, s, la seorita Cormon es excelente.
A veces haca preguntas tan absurdas, siempre para re
sultar agradable a sus huspedes y cumplir sus deberes para
con la gente, que la gente soltaba la carcajada. Preguntaba,
por ejemplo, qu haca el gobierno con los impuestos que
cobraba desde haca tanto tiempo; por qu la Biblia no se
haba impreso en la poca de Jesucristo, siendo as que
databa de tiempos de Moiss. Era de la clase de aquel country gentleman que, oyendo hablar siempre de la posteridad
en la Cmara de los Comunes, se levant para pronunciar
aquel speech que se hizo clebre: "Caballeros, siempre oigo
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III
LAS DECEPCIONES
Al da siguiente de su llegada al Prbaudet, la seorita
Cormon se halla muy inocentemente ocupada, hacia las nue
ve de la maana, escuchando los diversos informes de su
guarda y de su jardinero, cuando Jacquelin efectu una
vigorosa irrupcin en el comedor.
Seorita dijo jadeante, vuestro seor to os manda
un propio, el hijo de la ta Grosmort, con una carta. El
muchacho ha salido de Alengon antes de que amaneciese
y acaba de llegar. Ha corrido casi tanto como Penlope.
Hemos de darle un vaso de vino?
Qu habr podido suceder, Joseta? Acaso mi to...
No escribira dijo la doncella, adivinando los temo
res que senta su duea.
Aprisa, aprisa! exclam, la seorita Cormon des
pus de haber ledo las primeras lneas, que Jacquelin
enganche a Penlope a la tartana. Arrglatelas, hija ma,
para que todo vuelva a estar empaquetado dentro de me
dia hora dijo a Joseta. Regresamos a la ciudad...
Jacquelin! grit Joseta, alarmada por el sentimiento
que expres el rostro de la seorita Cormon.
Jacquelin, informado por Joseta, lleg diciendo:
Pero, seorita, es que Penlope est comiendo su avena.
Y eso qu me importa? Quiero partir inmediatamente.
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con aire burln; las hermosas cosas que ella admiraba desde
su infancia incurrieron en sospecha, fueron acusadas de ve
jez. Finalmente, tuvo aquel temor que se apodera de casi
lodos los autores en el momento en que leen una obra,
que ellos creen perfecta, a algn crtico exigente o fatuo; las
situaciones nuevas parecen gastadas; las frases mejor tor
neadas, las ms cuidadas, aparecen bizcas o cojas; las im
genes hacen muecas o se contraran, lo falso salta a la vista.
Al mismo tiempo, la pobre mujer temblaba al ver en los
labios del seor de Troisville una sonrisa de desprecio ha
cia aquel saln de obispo; temi verle arrojar una mirada
fra hacia aquel antiguo comedor; en fin, ella tema que el
marco hiciera viejo el cuadro. Todas aquellas antigedades
no proyectaran quizs un reflejo de vejez sobre ella mis
ma? Esta reflexin le puso carne de gallina. En aquellos
momentos habra entregado la cuarta parte de sus econo
mas para poder restaurar su casa en un instante por medio
de una varita mgica. Cul es el general que no se ha es
tremecido la vspera de una batalla? La pobre mujer se
encontraba entre un Austerlitz y un Waterloo.
La seora vizcondesa de Troisville decase a s mis
ma, qu hermoso apellido! Por lo menos nuestros bienes
iran a parar a una buena casa.
Hallbase presa de una irritacin que haca estremecer
sus ms finas ramificaciones nerviosas y sus papilas desde
liaca tanto tiempo anegadas en la gordura. Toda su san
gre, azotada por la esperanza, estaba en movimiento. Sen
tase con fuerzas para conversar, si preciso fuera, con el
seor de Troisville. Es intil hablar de la actividad con
que funcionaron Joseta, Jacquelin, Marieta, Moreau y sus
mozos. Era el apresuramiento de unas hormigas ocupadas
en sus huevos. Todo aquello que un esmero cotidiano haca
tan limpio, fue repasado, cepillado, lavado, frotado. Las por
celanas de los grandes das vieron la luz. Las servilletas
numeradas A, B, C, y D fueron sacadas de las profundida
des en que yacan bajo una triple guardia de envolturas
defendidas por formidables agujas. Los ms preciosos es
tantes de l biblioteca fueron interrogados. En fin, la se
orita sacrific tres botellas de los famosos licores de ma
dame Amphoux, la ms ilustre de las destiladoras de ultra-
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hacer ruido, y fue muy poco el que hizo. Cuando, hacia las
nueve y media, la seora Granson volvi a su casa, su
criada no le habl de Atanasio, pero le entreg una carta;
la seora Granson la abri y ley estas pocas palabras:
Mi buena madre, he partido; no me guardes rencor."
Buena la he hecho! exclam. Y su ropa blanca?
Y el dinero? Me escribir, y yo ir a reunirme con l. Es
tos pobres hijos se creen siempre ms listos que su padre
y que su madre.
Y se acost tranquila.
El Sarthe haba sufrido la maana anterior una crecida
prevista por los pescadores. Estas crecidas de aguas turbias
aportan anguilas arrastradas desde sus riachuelos. Ahora
bien, un pescador haba tendido sus redes en el lugar donde
se haba arrojado el pobre Atanasio creyendo que nunca
ms sera encontrado su cadver. Hacia las seis de la ma
ana, el pescador se llev de all aquel cuerpo joven. Las
dos o tres amigas que tena la pobre viuda emplearon mil
precauciones para prepararla a recibir aquellos despojos.
La nueva de este suicidio tuvo, como es fcil comprender,
una gran resonancia en Alengon. El da antes, aquel pobre
hombre de talento no tena ni un solo protector: al da
siguiente de su muerte, mil voces exclamaron: "Yo habra
podido ayudarle tanto!" Resulta tan cmodo asumir gra
tuitamente una actitud caritativa! Aquel suicidio fue expli
cado por el caballero de Valois. El gentilhombre refiri, con
un espritu de venganza, el ingenuo, sincero, hermoso amor
de Atanasio por la seorita Connon. La seora Granson,
iluminada por el caballero, record mil pequeas circuns
tancias y confirm los relatos del seor de Valois. La his
toria result conmovedora, y algunas mujeres lloraron. La
seora Granson tuvo un dolor concentrado, mudo, que fue
poco comprendido. Hay para las madres en luto dos clases
de dolor. A menudo, la gente est en el secreto de su pr
dida; su hijo, apreciado, admirado, joven o guapo, con her
mosas perspectivas y bogando hacia la fortuna o ya glorio
so, suscita universales nostalgias; la gente se asocia al luto
y lo mitiga al aumentarlo. Pero hay el dolor de las madres,
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<|iie son las nicas que saben lo que era su hijo, las nicas
que recibieron sus sonrisas, que observaron los tesoros de
aquella vida prematuramente malograda; aquel dolor es
conde sus negros crespones cuyo color hace palidecer el
de los otros lutos; pero este dolor no se describe, y afortu
nadamente hay pocas mujeres que sepan cul ha sido la
cuerda del corazn que se ha roto para siempre. Antes de
que la seora Du Bousquier regresara a la ciudad, la pre
sidenta Du Ronceret, una de sus buenas amigas, haba ido
ya a arrojar aquel cadver sobre las rosas de su alegra, a
comunicarle el amor que se haba negado a s misma; de
rram suavemente mil gotas de amargo ajenjo sobre la
dulce miel de su primer mes de matrimonio. Cuando la
seora Du Bousquier regres a Alengon encontr casual
mente a la seora Granson en la esquina de Val-Noble...
1.a mirada de la madre, agonizante de tristeza, lleg al
Ibndo del corazn de la ex solterona. Fueron a la vez mil
maldiciones en una sola. La seora Du Bousquier se asus
t; aquella mirada le haba predicho, le haba deseado la
desgracia. La misma tarde del desastre, la seora Granson,
una de las personas ms contrarias al prroco al pensar en
la inflexibilidad de las doctrinas catlicas profesadas por
su propio partido. Despus de haber envuelto ella misma a
su hijo en una mortaja, pensando en la madre del Salva
dor, la seora Granson dirigise con el alma agitada por
terrible angustia a la casa del cura juramentado. Encon
tr al modesto sacerdote ocupado en almacenar los ca
mos y los linos que daba a hilar a todas las mujeres, a
todas las jvenes pobres de la ciudad, con objeto de que
las obreras no careciesen nunca de trabajo, caridad bien
entendida que salv a ms de un hogar incapaz de mendi
gar. El cura abandon su camo y se apresur a llevar
a la seora Granson a la sala, donde la madre desolada
reconoci, al ver la cena del cura, la frugalidad de su pro
pio hogar.
Seor abate le dijo, vengo a rogaros...
Y se ech a llorar, sin poder continuar.
S lo que os trae respondi el santo varn; pero
confo en vos, seora, y en vuestra parienta, la seora Du
Bousquier, para aplacar al seor obispo.
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LAS RIVALIDADES
2 . -E L gabinete de antigedades
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Al seor barn
D e H a m m e r P u rg stall
ISO
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III
VICTURNIANO
Una tendencia natural al espritu humano, que a menudo
convierte en libertina a la hija de una devota, y en devota
a la hija de una mujer ligera; la ley de los contrarios, que
sin duda es la resultante de la ley de los similares, arrastra
ba a Victurniano hacia Pars por un deseo al cual habra
sucumbido, rodeado de caras dulces y tranquilas que le
sonrean, de excelentes sirvientes encariados con sus due
os y en consonancia con el tono antiguo de aquella man
sin, aquel nio no haba visto ms que a amigos respeta
bles, Con excepcin del caballero secular, todos los que le
rodeaban eran de manera afectadas, palabras decentes y sen
tenciosas. Habase visto acariciado por aquellas mujeres
de vestido gris y mitones bordados que os ha descrito
Blondet. El interior de la casa paterna estaba decorado con
un viejo lujo que no inspiraba ms que los pensamientos
menos locos. En fin, instruido por un abate sin falsa reli
gin, lleno de la amenidad de los ancianos a caballo sobre
estos dos siglos que traen al maestro las rosas secas de
su experiencia y la flor marchita de costumbres de su ju
ventud, Victurniano, al que todo debiera haber modelado
conforme a costumbres serias, a quien todo aconsejaba que
continuase la gloria de una casa histrica, tomando su vida
como algo grande y hermoso, daba odo a las ms peligro
sas ideas. Vea en su nobleza un estribo apto para elevarle
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IV
LA BELLA MAUFRIGNEUSE
Contento con la aprobacin de su familia, el joven conde
entr vigorosamente en el sendero peligroso y dispendioso
del dandismo. Tuvo cinco caballos; fue moderado: De Mar
say tena catorce. Devolvi al vidamo, a De Marsay, a Ras
tignac e incluso a Blondet la comida recibida. Esta comida
cost quinientos francos. El provinciano fue festejado por
aquellos seores en el mismo nivel que ellos, a lo grande.
Jug mucho, y desgraciadamente, al whist, el juego de moda.
Organiz su ociosidad de un modo que estuviera siempre
ocupado. Victurniano fue todas las maanas, de las doce
a las tres de la tarde, a casa de la duquesa; despus volva
a encontrarla en el bosque de Bolonia, l a caballo, ella
en coche. Si esta encantadora pareja haca algunas parti
das a caballo, se efectuaban durante algunas maanas en
que haca buen tiempo. Por la noche, la gente, los bailes,
las fiestas y los espectculos se repartan las horas del
joven conde. Victurniano brillaba en todas partes, en todas
partes arrojaba las pellas de su ingenio, juzgaba con pala
bras profundas a los hombres, las cosas, los acontecimien
tos: habrais dicho que era un rbol frutal que slo daba
flores. Llev esa vida fatigosa en la que se disipa ms alma
an que dinero, en que se entierran los ms bellos talentos,
en que fenecen las probidades ms incorruptibles, en que
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VI
UN TRIBUNAL DE PROVINCIAS
Los jueces y la gente del rey, obligados a iniciar su ca
rrera en provincias, donde se agitan las ambiciones judi
ciales, van todos a Pars en sus comienzos; todos aspiran
a brillar en este vasto teatro en el que se tratan las gran
des causas polticas y dnde la magistratura est vincu
lada a los intereses palpitantes de la sociedad. Pero este
paraso de gente de justicia admite pocos escogidos, y las
nueve dcimas partes de los magistrados deben, tarde o
temprano, quedarse para siempre en las provincias. As,
todo tribunal provinciano ofrece dos partidos bien defini
dos: el de las ambiciones cansadas de esperar, contentas
con la excesiva consideracin concedida en provincias al
papel que en ellas desempean los magistrados, o sea, el
de las ambiciones dormidas por una vida tranquila, y el de
los jvenes y verdaderos taletos, a los cuales el deseo
de subir, deseo no atemperado por decepcin alguna, o
espoleado de continuo por el afn de subir, confiere una
especie de fanatismo para con su sacerdocio.
En esa poca, el realismo animaba a los jvenes magis
trados contra los enemigos de los Borbones. El menor de
los sustitutos soaba con todas las fuerzas de su alma
con esos procesos polticos que ponan el celo de manifiesto,
llamaban la atencin del ministerio y promovan el ascenso
de las gentes del rey. Quin, de entre los magistrados, no
senta celos de la corte en cuya jurisdiccin estallaba
una conspiracin bonapartista? Quin no ansiaba encon-
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VII
EL JUEZ DE INSTRUCCIN
Ahora, al explicar la vida del juez de instruccin Camusot, quiz comprender el lector las razones que permitan
a Chesnel considerar a aquel joven magistrado como adicto
a los De Esgrignon, as como haber tenido la audacia de
sobornarle en plena calle. Camusot, hijo de la primera
mujer de un ilustre comerciante de sedas de la calle de
Bourdonnais, objeto de la ambicin de su padre, haba
sido destinado a la magistratura.
Al casarse con su mujer, habase casado con la protec
cin de un ujier del gabinete del rey, proteccin sorda,
pero eficaz, que ya le haba valido su nombramiento de
juez y ms tarde la de juez de instruccin. Al casarle, su
padre no le haba dado ms que seis mil francos de renta,
la fortuna de su difunta madre; la seorita Thirion no le
haba aportado ms de veinte mil francos de dote. Este
hogar conoca las desgracias de una pobreza oculta, porque
los honorarios de un juez de provincias no se elevan ms
all de mil quinientos francos; sin embargo, los jueces de
instruccin tienen un suplemento de unos mil francos por
los gastos y los trabajos extraordinarios de sus funciones.
A pesar de las fatigas que dan, estas plazas son bastante
codiciadas, pero son revocables; por ello la seora Camu
sot acababa de reprender a su marido por haber descubier
to su pensamiento al presidente.
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V II I
BATALLA JUDICIAL
Chesnel no durmi ni apaciblemente ni mucho rato,
porque, antes de que amaneciera, su ama le despert para
presentarle al personaje ms seductor de esta historia, la
criatura ms adorable del mundo, la seora duquesa de
Maufrigneuse, que lleg sola en calesa y vestida de hombre.
Lleg para salvarle o morir con l le dijo al nota
rio, que crea estar soando. Traigo cien mil francos que
el rey me ha dado para comprar la inocencia de Victurniano si su adversario es corruptible. Si fracasamos, tengo
veneno para sustraerlo a todo, incluso a la acusacin. Pero
no fracasaremos. El procurador del rey, al que he hecho
advertir de lo que sucede, me sigue; no ha podido ir con
migo; ha querido acatar las rdenes del guardasellos.
Chesnel correspondi con otro efecto dramtico a la
dramtica escena que le ofreca la duquesa: envolvise en
su bata y cay a sus pies, que bes, no sin pedirle perdn
por el olvido en que la alegra hacale incurrir.
. Estamos salvados! exclam dando rdenes a Br
gida para que preparase aquello de que pudiese tener
necesidad la duquesa despus de una noche pasada via
jando.
Apel al valor de la hermosa Diana, demostrndole la
necesidad de ir a ver al juez de instruccin cuando ama-
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IX
EL CASAMIENTO DESIGUAL
Al da siguiente, a medioda, con un tiempo magnfico,
toda la poblacin se hallaba, formando grupos, dispersa
por la calle que cruzaba la ciudad, y no se hablaba ms que
de aquel asunto importante. El joven conde estaba o no
en la crcel? En aquel momento vieron el tlburi bien co
nocido del conde De Esgrignon que bajaba por la calle de
San Blas y vena de la prefectura. El trburi iba conducido
por el conde, acompaado de un encantador joven desco
nocido, los dos alegres, risueos, conversando, luciendo
rosas de Bengala en el ojal. Fue ste uno de esos golpes
teatrales que resultan imposibles de describir. A las diez,
un juicio de sobreseimiento, perfectamente motivado, haba
devuelto la libertad al joven conde. Du Croisier qued ful
minado por la declaracin de que el conde De Esgrignon
tena ahora derecho a demandarle por calumnia. El viejo
Chesnel suba, como por casualidad, la Calle Mayor, y deca
a todo aquel que quera orle que Du Croisier haba tendido
la ms infame de las trampas al honor de la casa De Es
grignon, y que si no era demandado como calumniador de
ba esta condescendencia a la nobleza de sentimientos que
animaba a los De Esgrignon. En la noche de aquella dichosa
jornada, cuando el marqus De Esgrignon ya haba ido a
acostarse, el joven conde, la seorita Armanda y el lindo
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de la muerte de su anciano padre, acept a la seorita Duval por esposa; ella tena tres millones de dote. Du Croisier
y su mujer aseguraban su fortuna a la seorita Duval en
el contrato. Durante la ceremonia de la boda dijo Du Croi
sier que la casa De Esgrignon era la ms honorable de to
das las casas notables de Francia. Todos los inviernos puede
vers al marqus De Esgrignon, que un da deber reunir
ms de cien mil escudos de renta, en Pars, donde lleva
la vida alegre de los solteros, no conservando de los gran
des seores de antao ms que su indiferencia por su mu
jer, de la cual no se preocupa en absoluto.
En cuanto a la seorita De Esgrignon deca Emilio
Blondet, al que debemos los detalles de esta aventura,
si ya no se parece a la figura celestial que yo vislumbr
en mi infancia, es ciertamente, a los sesenta y siete aos
de edad, la figura ms dolorosa y ms interesante del Gabi
nete de Antigedades, en donde an sigue presidiendo. La
vi durante el ltimo viaje que hice a mi regin, donde fui
a buscar los documentos necesarios para mi boda. Cuando
mi padre se enter de quien era la mujer con quien me
casaba, quedse estupefacto y no recobr el habla hasta
el momento en que le dije que yo era prefecto.
"T naciste prefecto! ipe respondi sonriendo.
"Al dar una vuelta por la ciudad encontr a la seorita
Armanda, que me pareci ms grande que nunca. Pareci
como si viese a Mario en las ruinas de Cartago. Acaso esa
mujer no sobrevive a sus religiones, a sus creencias destrui
das? Ya no cree ms que en Dios. Generalmente triste, si
lenciosa, no conserva de su antigua belleza ms que unos
ojos de fulgor sobrenatural. Cuando la vi que se diriga a
la iglesia, con el libro en la mano, no pude por menos de
pensar que est pidiendo a Dios que la saque cuanto antes
de este mundo.
Jardies, julio 1837.
ILUSIONES PERDIDAS
1. Los dos poetas
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Pero las personas que viven, como viva el seor de Bargeton, en un silencio impuesto por la estrechez de su inteli
gencia y por su escaso alcance, tienen en las grandes cir
cunstancias de la vida una completa solemnidad. Hablando
poco, se les escapan, naturalmente, pocas tonteras; adems,
al reflexionar mucho sobre lo que deben decir, su extrema
desconfianza de s mismos les lleva a estudiar tan bien sus
discursos, que se expresan a maravilla por un fenmeno
semejante al que dest la lengua de la burra de Balaam.
As, el seor de Bargeton se port como un hombre supe
rior. Justific la opinin de aquellos que le consideraban
como un filsofo de la escuela de Pitgoras. Entr en casa
de Estanislao a las once de la noche, y encontr en ella
numerosa compaa. Fue a saludar silenciosamente a Ame
lia, y ofreci a todos su estpida sonrisa, que en las cir
cunstancias presentes pareci profundamente irnica. Hzose
entonces un gran silencio, como en la naturaleza cuando se
aproxima una tormenta. Du Chtelet, que haba regresado,
mir sucesivamente de un modo muy significativo al seor
de Bargeton y a Estanislao, a quien el marido ofendido
abord con cortesa.
Du Chtelet comprendi el sentido de una visita hecha
a una hora en la que aquel anciano estaba siempre acos
tado: era evidente que Nais agitaba aquel brazo dbil; y
como su posicin cerca de Amelia le daba derecho a inmis
cuirse en los asuntos de la casa, se levant, rog al seor de
Bargeton que le acompaara a varios pasos de distancia,
y le dijo:
Querais hablar con Estanislao?
S dijo el hombre, contento de encontrar un entre
metido que quiz se encargara de hablar por l.
Bien, id al dormitorio de Amelia respondile el direc
tor de las contribuciones, satisfecho de aquel duelo que
poda volver viuda a la seora de Bargeton impidindole al
mismo tiempo que se casara con Luciano, la causa del duelo.
Estanislao dijo Du Chtelet al seor de Chandour,
Bargeton viene sin duda a pediros cuenta de lo que andis
hablando sobre Nas. Venid a la habitacin de vuestra mu
jer, y portaos los dos como hidalgos. No hagis ruido, afee-
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INDICE
LAS RIVALIDADES
1)
I.
II.
III.
L a S olterona
11
47
95
2) E l g a b in e t e d e a n t i g e d a d e s ............................... 149
I. Los dos salones.........................................................151
II. Una mala edu ca cin ................................................ 173
III. V ictu rn ia n o .............................................................. 195
IV. La bella M aufrigneuse............................................ 211
V. Chesnel en ayuda de los deEsgrignon . . . .
239
VI. Un tribunal de provincias....................................... 255
VII. El juez de in stru ccin ............................................269
VIII. Batalla ju d ic ia l.........................................................275
IX. El casamiento desigual............................................ 293
ILUSIONES PERDIDAS
1) Los DOS
Los dos poetas
POETAS
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