Prometeo Encadenado
Prometeo Encadenado
Prometeo Encadenado
La obra que aqu presentamos, es una de las siete tragedias del magno dramaturgo griego
creador del gnero literario de la tragedia, que han sobrevivido al paso del tiempo. En efecto,
no obstante que los investigadores hayan llegado a la conclusin de que Esquilo (525-456 a.C.)
escribi alrededor de setenta y nueve tragedias, slo siete se conocen en la actualidad (Las
suplicantes, Las persas, Los siete contra Tebas, Agamenn, Las coforas, Las eumnides y
Prometeo encadenado). Igualmente, los investigadores de su obra han concluido que escriba
sus tragedias para que fuesen representadas a manera de triloga, es decir en tres actos. Y, de
todas las trilogas que escribi, slo una se conoce de manera ntegra en la actualidad: La
Orestiada, compuesta por las tragedias, Agamenn, Las coforas y Las Eumnides. En cuanto
a la que aqu digitalizamos, Prometeo encadenado, supnese constitua parte de una triloga,
denominada por algunos estudiosos de Esquilo como triloga prometica, la cual completaran
las tragedias Prometeo desencadenado y Prometeo, el que trae el anillo.
Ahora bien, el mtico personaje central de esta tragedia, Prometeo, es un dios particular en la
mitologa griega, ya que es el que guarda una estrecha relacin con la especie humana.
Cuenta la leyenda que Prometeo, cuyo nombre ms o menos significa el que prevee, fue
comisionado, junto con su hermano, Epimeteo, nombre que significa el irreflexivo, para crear la
vida en la Tierra. Dcese que el irreflexivo le entr con ganas al asunto y psose a obsequiar a
los animales, grandes e importantes atributos, a tal grado que cuando le toc otorgar a la
especie humana los atributos que deberan diferenciarla de las otras especies animales, simple
y sencillamente ya no supo que hacer, por lo que se vi obligado a solicitar el auxilio de su
hermano, el que prevee.
As las cosas, a Prometeo tocle otorgar a la especie humana sus particulares atributos como
lo fueron el hacer que caminara erguida, que pensase, hablase, utilizase sus manos para tomar
cosas ... pero, tambin, ocurrisele obsequiarle el fuego, el cual rob a Hefestos (personaje
mtico que en la mitologa romana se convertira en Vulcano), y, por si todo esto fuese poco,
Prometeo se aventur incluso a engaar al mismsimo Zeus, cuando otorg a la especie
humana el atributo de alimentarse con carne.
Cuntase que Prometeo coloc la carne y las vsceras de un buey, en el interior de un
estmago de este animal, y, paralelamente, separ los huesos cubrindolos de grasa. A
continuacin suplic a Zeus que escogiese entre los dos alimentos cul debera quedar
destinado a los dioses y cul a la especie humana. El glotn de Zeus, como era natural, se
inclin por la grasa, suponiendo que ah encontrbase, de hecho, toda la carne del buey pero ...
cul sera su sorpresa al descubrir que debajo de la grasa slo haba huesos! El enojo de Zeus
fue enorme, pero como dios que era, hubo de conformarse por tener como dieta el tragar grasa
y chupar huesitos ... sin embargo, la muina que hizo se convertira en la base del eterno odio
que el mero mero de los dioses tendra para con el personaje central de esta tragedia.
Dcese tambin que Zeus, despus de haber destronado a su padre Cronos, tena en mente
hacer desaparecer a la especie humana desatando un diluvio, a lo cual, por supuesto,
Prometeo opsose de manera terminante. Finalmente el mero mero de los dioses, Zeus,
ordenara a su squito celestial que aprehendiese a Prometeo y le encadenase como punicin
por haber robado el fuego a Hefestos entregndoselo a los
cima. Pero ... es necesario tener coraje para eso, ya que es muy grave no cumplir con las
rdenes de un padre.
(Dirijindose a Prometeo): Magnnimo hijo de la consejera Temis, contra tu voluntad y la ma
voy a clavarte con fuertes lazos de bronce en esta inhspita roca, donde no volvers a
escuchar la voz ni podrs ver la figura de un mortal, ya que, quemado por la resplandeciente
llama del Sol, tu piel se estremecer. Con alegra, dars la bienvenida a la noche que con su
manto estrellado atenuar los sufrientes efectos de la potentsima llama del Sol; pero el
amanecer se convertir de nuevo en el inicio de tu angustia y sufrimiento y siempre te
alumbrar la carga del mal presente, pues todava no ha nacido tu libertador.
Esto es lo que has ganado con tus humanitarios sentimientos! T, un dios que no temes la
clera de los dioses, has otorgado incomprensibles honores a los mortales! He aqu, pues, la
causa por la que habrs de permanecer atado a esta roca, montando ingrata guardia,
eternamente de pie, sin poder incarte, ni sentarte, sin dormir. Mucho habrs de lamentarte,
mucho habrs de gemir, pero todo ser intil, porque el corazn de mi padre Zeus es inflexible.
FUERZA: Basta! Basta de vana palabreria! Hefestos, no te demores ms! Acaso no eres
capaz de aborrecer a este dios que ha entregado el fuego a los mortales?
HEFESTOS: Mucho me confunde el parentesco que tengo y la amistad que tuve con este
insolente.
FUERZA: Eso es entendible pero ... es posible que no obedezcas las rdenes de tu padre?
No crees que eso es muy peligroso?
HEFESTOS: Siempre resplandece tu crueldad y tu audacia!
FUERZA: Basta! Basta de lloriqueos y de pretextos! Nada ganars compadecindote por se
miserable!
HEFESTOS: Oh, qu miseria tan grande he de arrastrar con mi repugnante oficio!
FUERZA: Pero ... a qu vienen esos lamentos? Tu oficio no tiene culpa de nada.
HEFESTOS: Pues hubiera preferido que esta tarea le hubiese tocado a otro desempearla.
FUERZA: Todo oficio y toda tarea tienen su grado de molestia, pero lo que es imposible es
mandar sobre los dioses, porque nadie, salvo Zeus, es libre.
HEFESTOS: Lo s, lo s! Eso es indiscutible!
FUERZA: Entonces? Qu esperas para encadenarlo! No vaya a ser que tu padre se percate
de tus dudas ...
HEFESTOS: Que no ves que ya le he sujetado las muecas?
FUERZA: S, si ... pero eso no es suficiente. Amrralo bien, sujtalo a la roca, que quede
inmovilizado
ferozmente con insolubles cadenas, de tal suerte que ni un dios ni nadie se regocijara de ello!
Pero, heme aqu, como un vil juguete de los vientos, sufriendo de manera miserable para
escarnio de mis enemigos.
CORO: Quin de los dioses tendr un corazn tan duro para recrearse y regocijarse con tus
padecimientos? Quin, adems de Zeus, no es susceptible de compartir tus pesares? Porque
Zeus, en su eterna ira somete la estirpe celestial, y bien sabemos que no habr de cejar hasta
haber saciado su pasin. (Mirando a Prometeo) Y pensar que tu nica oportunidad sera que
otro dios tomase el lugar de Zeus ... pero ... eso es, y lo sabes, imposible.
PROMETEO: Es verdad, mas sin embargo y no obstante estar aqu cargado de cadenas, an
tendr necesidad de m el prncipe de los Felices, pues habr de advertirle el nuevo designio
que terminar despojndole de su cetro y de sus honores. Y no ser capaz de ablandarme con
los dulces sortilegios de la persuasin, ni tampoco yo, incluso bajo duras amenazas, revelar
este secreto, antes de que me libre de estas cadenas y consienta en pagar la pena de este
ultraje.
CORO: Eres osado y en vez de ceder por tus amargos sufrimientos, hablas con excesiva
libertad. Pero abrigamos temor y nos estremecemos por la suerte que te espera. A qu lmite
habrn de llegar tus desdichas para que tengan fin? Pues el hijo de Cronos tiene un carcter
inaccesible y un corazn inflexible.
PROMETEO: S que es severo y que tiene en su poder la justicia; sin embargo, creo que
llegara el da en que su corazn se ablande cuando sea sacudido por la desdicha. Entonces,
aplacando esa rgida e inflexible clera, se acercar a m para concertar una alianza y una
amistad.
CORO: Explcanos qu culpa cargas para que Zeus haya ordenado ultrajarte de una manera
tan infame y cruel.
PROMETEO: Duleme hablar de ello, pero tambin duleme ms no hacerlo. Los dioses
empezaron a enfadarse y producindose entre ellos la discordia; unos querian arrojar a Cronos
de su trono, para que Zeus desde entonces reinara; otros, por el contrario, esforzronse en que
Zeus no mandara jams sobre los dioses; y yo fui incapaz de persuadir con mis mejores
consejos a los titanes, hijos de la Tierra y del Cielo. Despreciando las arteras trazas, creyeron,
en su brutal presuncin, que sin fatiga se haran dueos slo por la violencia. Mi madre, Temis
y Tierra, quienes son, como lo sabis, un slo ser bajo nombres diversos, habanme profetizado
-y no una sola vez- cmo se cumplira el futuro: que no por la fuerza o por la violencia, sino con
engao debera vencerse a los poderosos. Mientras yo les explicaba estas cosas con mis
palabras, nunca se dignaron a dirigirme la mirada. Lo mejor en aquellas circunstancias me
pareci que era, haciendo caso a mi madre, ponerme del lado de Zeus que recibi, agradecido,
a un voluntario. Por mis consejos, el antro negro y profundo del Trtaro encierra hoy al antiguo
Cronos y a sus aliados. Tales fueron los beneficios que recibio de m el tirano de los dioses y
que me ha pagado con esta cruel recompensa. Sin duda, es un vicio inherente a la tirana, no
confiar en los amigos.
Ahora, me preguntis por qu causa me ha aprisionado y os lo aclarar. En cuanto se sent en
el trono paterno, enseguida distribuy entre los dioses sus privilegios, a cada uno diferentes, y
organiz su imperio; pero no se preocup en lo absoluto de los mseros mortales sino que,
aniquilando toda raza, deseaba crear otra nueva. A este proyecto slo yo me opuse. Yo me
atrev; libr a los mortales de ser precipitados al Hades. Por ello ahora estoy padeciendo este
agnico penar, sufrimiento doloroso muy
dificil de soportar y bastante lamentable de presenciar. Por haber tenido ante todo piedad de los
mortales, no fui juzgado digno de conseguir la comprasin sino que implacablemente soy
tratado. Espectculo infamante para Zeus!
CORO: De corazn de roca y tallado en piedra es el que no se indigna, Prometeo, por tus
penurias. Por nuestra parte hubisemos deseado no verlas, y ahora que las vemos sentimos el
corazn dolido.
PROMETEO: S, no hay duda de que para los amigos es muy doloroso verme.
CORO: Pero no habr sido, Prometeo, que tu accin fue, tal vez, ms grave que lo que nos
relatas?
PROMETEO: S, es probable, ya que logr que los mortales dejaran de pensar en la muerte
antes de tiempo.
CORO: Ser? Pero, dinos, qu hiciste para ello.
PROMETEO: Sencillo: hice habitar entre ellos la ciega esperanza.
CORO: Gran favor otorgaste con eso a los mortales!
PROMETEO: Pero, adems de esto, yo les regal el fuego.
CORO: Y ahora los seres efmeros tienen el fuego resplandeciente?
PROMETEO: S! Y por l aprendern muchas artes.
CORO: Entendemos. Es, pues, por tales culpas, que Zeus te ...
PROMETEO: ... me ultraja negndose a disminuir mis males.
CORO: Pero ... acaso no ha fijado un trmino para tu pena?
PROMETEO: No, ninguno, solo cuando le plazca a l.
CORO: -Y cundo ser eso? Hay alguna esperanza de que pronto ponga trmino a tus
sufrimientos? Pero, bueno, ya te has convencido de tus errores, as que tu aceptacin de haber
delinquido conlleva implcita una pena de profundo sufrimiento en ti. Mas ... dejemos esto y
busquemos la manera de que pronto te libres de estas cadenas.
PROMETEO: Fcil resulta al que tiene el pie fuera de las desgracias aconsejar y amonestar al
infortunado. Pero todo esto yo ya lo saba. A conciencia comet la falta, no lo niego!; por ayudar
a los mortales he encontrado este castigo. Sin embargo nunca supuse que mi falta me
conducira a consumirme en unas rocas abruptas, en una cima desierta alejada de todo y de
todos. Pero ahora, sin que os lamentis por estos sufrimientos, bajad a tierra firme, escuchad
mi suerte futura, para que lo sepis todo hasta el fin. Creedme, creedme! Compadeced al que
sufre; la afliccin vuela sin cesar, y se posa en uno, y a veces, en otro.
CORO: T urges a una tropa dispuesta a obedecerte, Prometeo. Ahora, dejando con pie ligero
este raudo asiento y el ter, ruta sagrada de las aves, nos acercaremos a este suelo
escabroso, porque deseamos escuchar hasta el final tus padecimientos.
(A la vez que las Ocenidas descienden, aparece, ascendiendo, Ocano en un carro tirado por
un caballo alado)
OCANO: Por fin he llegado al final de un largo viaje en mi recorrido hacia ti, Prometeo. Slo
con mi mente y sin bridas, conduje este alado monstruo. De tus desgracias me conduelo. El
parentesco, creo, me obliga y, adems de la sangre, no hay a quien d mayor amistad que a ti.
Vers que digo la verdad y que no se halla en m adular en vano. Venga, pues, dime en qu he
de ayudarte, porque nunca dirs que tienes un amigo ms seguro que Ocano.
PROMETEO: Qu es esto? T tambin quieres ser testigo de mis males? Cmo te
atreviste a venir a la Tierra, madre del hierro, abandonando la corriente que lleva tu nombre y
las grutas naturales? O acaso has venido para contemplar mi suerte e indignarte con mis
males? Mira este espectculo: yo, el amigo de Zeus, que lo ayud a establecer su tirana,
ahora bajo que sufrimientos me abato.
OCANO: Lo veo, Prometeo, y me gustaria aconsejarte lo mejor, y aunque s que eres sagaz,
seria bueno que reconsideraras y adoptaras nuevas actitudes, ya que tambin hay un nuevo
tirano entre los dioses. Pero si continuas lanzando palabras tan duras y aceradas, quiz tus
insultos lleguen a los oidos de Zeus, que est, nunca lo olvides, sentado mucho ms alto que
t, y puede ser que el enojo de tus presentes males termine parecindote un juego frente a lo
que Zeus, en su furia, pudiera desatar. As, desgraciado, deja a un lado tu arrogancia y busca la
liberacin de estos males. Tal vez te parecer que digo cosas viejas; sin embargo, tal es,
Prometeo, el premio que obtiene una lengua demasiado altiva. No tienes la virtud de la
humildad ni cedes a los males, y a los presentes, quieres aadir otros. Tmame, pues, por
maestro y no la emprendas contra el aguijn; ahora reina un monarca duro que a nadie debe
rendir cuentas. Ya me marcho e intentar, si puedo, librarte de estas penas. T tranquilzate y
trata de dominar tu lengua. O, acaso tu sabidura no te alcanza para comprender lo peligroso
de tener una lengua tan suelta?
PROMETEO: Te envidio porque te encuentras fuera de culpa aunque participaste en todo y te
asociaste a mi osada. Ahora deja a Zeus y no te preocupes. De todos modos no le
convencers; no es fcil de convencer. Pero ten cuidado de que tu actitud no termine
perjudicndote.
OCANO: Eres mucho mejor para inspirar prudencia al prjimo que a ti mismo; juzga por
hechos, no por palabras. Pero en mi afn, no me retengas. Porque me ufano, s, me ufano de
que Zeus me conceder la gracia de librarte de estos males.
PROMETEO: Te alabo por tu generosidad y no cesar de hacerlo; en buena voluntad nadie se
asemeja. Pero no te esfuerces en vano, sin provecho para m; si es que quieres hacerlo.
Permanece tranquilo y mantente apartado. Porque ya que soy desdichado, no por ello quisiera
que a los otros alcanzaran las desgracias. No, en verdad, pues ya me consume la suerte de mi
hermano Atlas, que en las regiones de Occidente, de pie, sostiene sobre sus espaldas la
columna del Cielo y de la Tierra, peso nada ligero para el brazo. Tambin he compadecido, al
verlo, al hijo de la Tierra, habitante de las cuevas de Cilicia, gran gigante de cien cabezas
domado por la fuerza, el impetuoso Tifn. Se enfrent a todos los dioses, silbando miedo por
sus atroces fauces; en sus ojos brillaba horrible esplendor, como si fuera a aniquilar
violentamente
la tirana de Zeus. Pero le alcanz el dardo que no duerme, el rayo de Zeus que desciende
respirando fuego, y lo derrot en sus altivas fanfarronadas. Pues herido en el mismo corazn,
qued reducido a cenizas, y su fuerza disipada por el rayo. Y ahora, su cuerpo intil y
arrinconado, yace cerca del estrecho marino, oprimido bajo las races del Etna, mientras
Hefestos, instalado en las altas cimas, forja el hierro ardiente. De all un da irrumpirn torrentes
de fuego que, con feroces fauces, devorarn las vastas llanuras de la fecunda Sicilia. Tal ira
exhalar Tifn con los ardientes dardos de una insaciable tormenta de fuego, aunque
carbonizado por el rayo de Zeus. Pero t no eres un inexperto y no necesitas mi gua; slvate,
como sabes. Yo apurar ste, mi destino, hasta que Zeus aplaque su ira.
OCANO: No sabes, Prometeo, que las palabras son mdicos de la clera, cruel
enfermedad?
PROMETEO: S, si uno ablanda el corazn en el momento preciso, y no reduce por la fuerza
una pasin virulenta.
OCANO: Pero, si uno muestra solcito esfuerzo y valor para la accin, qu dao ves t que
haya en ello?
PROMETEO: Trabajo intil y simplicidad irreflexiva.
OCANO: Djame que sufra esta enfermedad. Es provechoso parecer insensato cuando uno
es cuerdo.
PROMETEO: Esta falta ms bien parecer la ma.
OCANO: Sin duda, tus palabras me envan de nuevo a casa.
PROMETEO: Temo que tus lamentos por m te originen una enemistad.
OCANO: Con el que acaba de sentarse en un todopoderoso asiento?
PROMETEO: Vigila que no se agre tu corazn.
OCANO: Tu infortunio, Prometeo, es maestro.
PROMETEO: Vete, aljate, salva tu actual buen sentido.
OCANO: Dices esas palabras a quien las anhela. Mi cuadrpeda ave acaricia ya con sus alas
el dilatado camino del ter y gozoso doblar la rodilla en su establo.
(Ocano y su monstruo alado se retiran, y tras un breve silencio aparecen las Ocenidas sobre
una roca y cantan)
CORO: Lloramos por un fatal destino, Prometeo, y vertiendo de nuestros delicados ojos una
corriente de lgrimas, mojamos nuestras mejillas con hmedas fuentes.
Hostil, gobernando con leyes propias, Zeus manifiesta a los dioses de antao su lanza
soberbia.
Ya todo el pas ha lanzado un grito lastimero; los pueblos lloran por tu grandeza y tu antiguo
prestigio y el de tus hermanos. Y todos los mortales que habitan la tierra vecina de la sagrada
Asia sufren ante el gran gemido de tus penas.
Y las vrgenes que habitan en Clquide, valientes luchadoras, y la turba de Escitia, que ocupa
el lugar ms remoto de la tierra alrededor del lago de Meotis.
Y la flor guerrera de Arabia, los que viven en una ciudadela escarpada cerca del Cucaso,
hostil ejrcito que brama entre lanzas de acerada proa.
Antes, slo a otro dios titn hemos visto sufrir, vencido en la ignominia de unos lazos de acero:
Atlas, que gime cargando siempre en la espalda, con fuerza inflexible, la Tierra y la bveda
celeste. Brama la ola marina cayendo ola sobre ola, llora el abismo, ruge el tenebroso Hades
en las profundidades de la tierra y las fuentes de los sagrados ros exhalan su dolor
quejumbroso.
PROMETEO: (TRAS UN SILENCIO) No creis que callo por arrogancia o altanera; un
pensamiento me devora el corazn al verme as tan vilipendiado. En verdad, a estos dioses
nuevos, qu otro sino yo les reparti exactamente sus privilegios? Pero sobre esto callo, pues
ya sabis vosotras cuanto podra deciros. Escuchad, en cambio, los males de los hombres. De
nios que eran antes, he hecho unos seres inteligentes, dotados de razn. Os lo dir, no para
censurar a los hombres sino para mostraros con qu buena voluntad regal mis dones. Ellos, al
principio, miraban sin ver. Y escuchaban sin or, y semejantes a los fantasmas de los sueos, al
cabo de siglos an no haba cosa que por ventura no confundiesen. No conocan las casas de
ladrillos secados al sol, ni el trabajo de la madera; sumergidos vivan como giles hormigas en
el fondo de cuevas a donde jams llega la luz. No tenan signo alguno seguro ni del invierno ni
de la floreciente primavera ni del fructfero esto, sino que todo lo hacan sin razn, hasta que
yo les mostr las salidas y los ocasos de los astros, difciles de conocer.
Despus descubr tambin para ellos la ciencia del nmero, la ms excelsa de todas, y las
uniones de las letras, memoria de todo, laboriosa madre de las Musas. Y unc al yugo las
bestias esclavizadas, que ahora doblan la cerviz, a fin de que tomaran el lugar de los mortales
en las fatigas mayores; y llev hasta el carro a los cabaIlos, dciles a las riendas, orgullo del
fasto opulento. Luego invent el vehculo de los marinos, que surca el mar con sus alas de lino.
Y, msero de m, yo, que he encontrado estos artificios para los mortales, no tengo artimaa
que pueda librarme de la actual desgracia!
CORO: Padeces un castigo indigno; privado de razn divagas, y como un mal mdico que a su
vez ha enfermado, te desanimas y no puedes encontrar para ti mismo los remedios curativos.
PROMETEO: Escuchen el resto y se sorprendern ms: las artes y recursos que ide. Lo ms
importante: si uno caa enfermo, no haba ninguna defensa, ni alimento, ni pcima ni blsamo
sino que, faItos de medicina, moran, antes de haberles enseado las mezclas de los remedios
con los que ahuyentan todas las enfermedades. Clasifiqu muchos procedimientos de
adivinacin y fui el primero en distinguir los sueos verdaderos y les di a conocer los sonidos
de oscuro presagio y las seales que a veces salen al encuentro en el camino. Determin
exactamente el vuelo de las aves rapaces, los que son naturalmente favorables y los siniestros,
los hbitos de cada especie, los odios y amores mutuos, sus compaas, y qu color y lisura
necesitan las entraas para agradar a los dioses, y los matices favorables de la bilis y del
lbulo del
hgado. Haciendo quemar los miembros cubiertos de grasa y el ancho lomo, encamin a los
mortales a un arte difcil de entender y les revel los signos de la llama, que antes eran
oscuros. Tal fue mi obra y las preciosidades ocultas a los hombres: bronce, hierro, plata, oro,
quin podra preciarse de haberlas descubierto antes que yo? Nadie, lo s bien, a menos que
quiera hablar en vano. En pocas palabras: los mortales tienen todas las artes gracias a
Prometeo.
CORO: No ayudes a los mortales ms all de lo necesario descuidando, de esa manera, tu
propia desgracia. Tenemos buenas esperanzas de que un da, cuando ests librado de estas
cadenas, no sers menos poderoso que Zeus.
PROMETEO: No tiene decretado todava la Moira, que todo lo lleva a trmino, que esto se
cumpla; cuando est abrumado por mil dolores y desgracias, escapar de estas cadenas. El
arte es, por cierto, ms dbil que el Hado.
CORO: Y quin es el timonel del Hado?
PROMETEO: La triforme Parca y las memoriosas Erinias.
CORO: Zeus, pues, es ms dbil que ellas?
PROMETEO: No puede escapar a su destino.
CORO: Y cul es el destino de Zeus sino reinar por siempre?
PROMETEO: Sobre esto no pregunten ms, no insistan.
CORO: Es, sin duda, un augusto secreto lo que ocultas.
PROMETEO: Hablad de otra cosa; no es ahora el momento de revelar este secreto sino ms
bien de esconderlo lo ms posible, pues guardndolo oculto, escapar de estas humillantes
cadenas y de estos sufrimientos.
CORO: Que nunca Zeus, el que todo gobierna, coloque frente a nuestra voluntad su fuerza.
Que jams nos acerque a los dioses con sagrados festines de hecatombes junto al inagotable
curso del Padre Ocano, ni los ofenda con nuestras palabras. Antes permanezca firme en
nosotras este propsito y no se borre jams.
Es dulce pasar una larga vida en confiadas esperanzas alimentando el corazn. Pero nos
estremecemos cuando te vemos desgarrado por tantos sufrimientos. Pues sin temer a Zeus,
por propio impulso, Prometeo, piadoso fuiste en exceso para con los mortales.
Vamos, amigo, dinos, qu recompensa te aporta tu favor? Quin de entre los seres efmeros
te dar su ayuda? No sabas de la flaqueza que se apodera como el sueo, de la ciega raza
humana? Nunca la voluntad de los mortales quebrantar el orden establecido por Zeus.
Esto he aprendido observando tu funesto destino, Prometeo. Cun diferente nos suena este
canto a aquel de himeneo que un da, en torno a tu bao y a tu lecho de bodas entonamos,
cuando llevaste a nuestra hermana Hesone, persuadida por tus presentes, a compartir contigo
el tlamo como esposa.
(ENTRA IO, QUIEN TIENE EN SU FRENTE DOS CUERNOS DE VACA. DESPUS DE SUS
PRIMERAS PALABRAS, SIENTESE SACUDIDA POR EL AGUIJN DEL TBANO)
I0: Qu tierra es sta? Qu raza? A quin dir que miro atormentado con ptrea brida?
Qu falta expiras en esta agona? Dime a qu parte de la Tierra he llegado, msera, en mi
extravo.
Ay, ay! Ah, ah! Desdichada de m! Vuelve nuevamente a picarme un tbano, fantasma de
Argos, hijo de la Tierra. Aprtalo, Tierra, porque tiemblo al ver al boyero de mil ojos. Se acerca
con su prfida mirada. Ni muerto la Tierra lo oculta sino que, saliendo de las sombras, me da
caza a m, infortunada, y me hace errar, entre errante y hambrienta, por la arenosa playa.
Detrs de m, la sonora caa encerada deja or la cancin de cuna. Ay, ay, dioses! A qu
lejanas tierras me llevan estas carreras sin trmino? Hijo de Cronos, en qu falta me has
sorprendido para haberme uncido a estos tormentos. Ay, ay!, extenuar as a una desgraciada
alocada por el temor del tbano que la persigue. Abrsame en el fuego, escndeme bajo tierra,
dame por aliento a los monstruos marinos. No rechaces mis ruegos, seor. Mis carreras
infinitas me han ejercitado sobradamente. No puedo saber cmo escapar de los padecimientos.
CORO: Oyes el clamor de la bicorne doncella?
PROMETEO: Cmo no or a la hija de Inaco, la muchacha hostigada por el tbano? Ella
abrasa de amor el corazn de Zeus y ahora, odiada de Hera, se ejercita por fuerza en esas
infinitas carreras.
IO: Cmo es que has pronunciado el nombre de mi padre? Responde: quin eres t,
miserable, que a esta desdichada recibes con palabras tan ciertas y nombraste el mal de divina
procedencia que me consume al morderme con certeros aguijones?
Empujada con violencia por el hambriento ultraje de mis saltos, he llegado vctima de la ira de
Hera. Quin entre los desdichados, sufre, ay, ay!, como yo? Dime con claridad lo que voy a
padecer. Qu remedio hay para mi mal? Dmelo, si lo sabes. Habla, da a conocer esto a la
pobre virgen errante.
PROMETEO: Te dir claramente todo lo que quieras saber, no entretejiendo enigmas sino en
lenguaje simple, como es justo abrir la boca a amigos. Ests viendo a Prometeo, quien le dio el
fuego a los mortales.
IO: Oh, si te mostraste tan beneficioso a la comunidad de los mortales, paciente Prometeo,
por qu razn sufres esto?
PROMETEO: Acabo justamente de quejarme por mis desventuras.
IO: Entonces, no vas a otorgarme ese favor?
PROMETEO: Di qu pides; de m puedes saberlo todo.
IO: Indica quin te at en esa escarpada roca.
PROMETEO: La decisin fue de Zeus, pero de Hefestos fue la mano.
sucedido, y si puedes decirme qu penas me faltan, dmelo, pues digo que no hay enfermedad
ms vergonzosa que las frases adornadas.
CORO: Deja, deja, calla. Ay! Nunca, nunca pensamos que unas palabras tan extraas llegaran
a nuestros odos, que unos sufrimientos, unas miserias, unos espantos tan penosos de ver, tan
penosos de sufrir, helaran nuestra alma con aguijn de doble filo. Ay, destino, destino, nos
estremecemos al contemplar la suerte de lo!
PROMETEO: Demasiado pronto gimes y llena ests de temor. Aguarda hasta que sepas el
resto.
CORO: Habla, explcate; es un alivio para los enfermos conocer exactamente de antemano el
dolor que les falta.
PROMETEO: La anterior peticin la lograsteis fcilmente gracias a m; deseabais primero saber
por ella misma el relato de sus desgracias; ahora od lo que queda, qu sufrimientos ha de
padecer esta joven, por orden de Hera. Y t, semilla de Inaco, guarda mis palabras en tu
corazn, si quieres conocer el final de tu camino.
Primero, partiendo de aqu, vulvete hacia el sol naciente y ve hacia los campos sin arar.
Llegars ante los escitas, los nmadas que habitan chozas de mimbre trenzado sobre carros
de hermosas ruedas y que llevan consigo flechas de largo alcance. No te aproximes a ellos
sino que, poniendo el pie en los acantilados donde resuena el mar, atraviesa el pas. A mano
izquierda viven los que trabajan el hierro, los clibes: gurdate de ellos, pues son feroces,
inaccesibles a los extranjeros. Llegars al ro Hibristes, que no se desdice de su nombre; no lo
atravieses, no es fcil de cruzar antes de que alcances el mismo Cucaso, el ms alto de los
montes, donde este ro impetuoso brota de sus sienes. Debes pasar por encima de sus
cumbres amigas de los astros, para tomar el camino que lleva al medioda, en donde hallars la
hueste de las amazonas enemigas de los hombres, que un da se asentarn en Temiscira, a
orillas del Thedemonte, donde avanza la mandbula spera del Ponto, husped cruel para los
marinos, madrastra de las naves. Ellas te guiarn muy gustosamente. Entonces llegars al
istmo de Cimera, junto a las mismas puertas estrechas del lago Meotis. Con corazn intrpido
debes dejarlo y atravesar el peligroso estrecho.
Entre los mortales siempre vivir el glorioso relato de tus pasos y Bsforo recibir de
sobrenombre. Dejando el suelo de Europa, llegars al continente asitico. No os parece que
el tirano de los dioses es en todo igualmente violento? Dios como es, deseando unirse a esta
mortal, lanz contra ella este destino errante. Amargo pretendiente de tu boda has encontrado,
doncella! El relato que acabas de or, piensa, no es siquiera el preludio de tus desventuras.
IO: Ay, ay de m! Ah, ah!
PROMETEO: De nuevo gritas y suspiras; qu hars, pues, cuando sepas los sufrimientos que
te restan?
CORO: Tienes otros sufrimientos para contar?
PROMETEO: Si, un mar de fatales calamidades.
IO: Qu gano entonces con vivir? Por qu no me arrojo al instante desde esta roca
escarpada, para que, aplastndome en el suelo, me libere de todos estos males? Mejor es
morir de una vez que sufrir miserablemente todos los das.
CORO: De estas ddivas, concede una a sta y otra a nosotras, y no desprecies nuestras
palabras. A ella cuntale el trmino de esta errtica carrera, y a nosotras, quin ser tu
libertador. Pues esto es lo que deseamos saber.
PROMETEO: Puesto que ste es vuestro deseo, no me negar a narrar todo. A ti, lo, te
revelar el curso de tu agitada carrera; grbala en las fieles tablillas de tu memoria.
Cuando hayas atravesado la corriente, frontera de los dos continentes, sigue adelante hacia los
encendidos amaneceres por donde asoma el Sol, cruzando el rugiente mar, hasta que alcances
la llanura de Cstenes, donde viven las Frcides, tres viejas doncellas de figura de cisne, que
tienen un ojo comn, un solo diente, y a las que nunca alcanza el Sol con sus rayos ni la
nocturna Luna. Cerca de ellas se hallan tres hermanas aladas, con cabellera de serpiente: las
Gorgonas, aborrecidas de los hombres, a las que ningn mortal puede ver sin expirar. Tal es la
advertencia que te hago. Pero escucha otro peligroso espectculo: gurdate de los grifos de
pico corvo, los mudos perros de Zeus, de dientes afilados. Huye tambin del ejrcito Arimaspo,
gente de un solo ojo, montada a caballo, que vive junto a las aguas del aurfero ro Plutn; t no
te acerques a ellos. Llegars a una tierra lejana, de un pueblo de tez oscura, establecido junto
a las fuentes del Sol, donde est el ro Etope. Baja por las riberas de ste hasta la catarata,
por donde el Nilo precipita sus aguas augustas y saludables. ste te conducir hasta el pas
triangular, donde el destino os reserva, lo, a ti y a tus hijos, fundar una gran colonia. Si algo de
esto es confuso y difcil de comprender, pregunta de nuevo y entrate con precisin. Dispongo
de ms tiempo del que quiero.
CORO: Si tienes algo nuevo u olvidado que contar acerca de tu triste historia, dilo; pero si lo
has dicho todo, concdenos ahora el favor que pedimos. Lo recuerdas, sin duda.
PROMETEO: Es todo cuanto tengo para decir sobre su viaje. Pero, a fin de que sepa que no
me escucha vanamente, le dir qu trabajos ha sufrido antes de venir aqu, dndole con ello la
prueba de mi relato. Con todo, omitir la mayor parte de las fatigas e ir al trmino mismo de
sus viajes.
En cuanto llegaste al escarpado dorso de Dodona, donde est la proftica sede de Zeus,
Thesprocio, oh prodigio increble!, las encinas que hablan te saludaron claramente y sin
enigmas como a la que haba de ser la ilustre esposa de Zeus. Luego, punzada por el tbano,
te lanzaste por el camino de la costa hasta el gran golfo de Rea, donde la tormenta te hizo
retroceder. Este golfo marino, con el tiempo, ser llamado jonio, recuerdo de tu paso para todos
los mortales. sta es la prueba de que mi mente ve ms de lo que es manifiesto.
Hay una ciudad, Cnobo, en el extremo del pas, junto a la misma boca del Nilo y las arenas
que acarrean sus aguas. En ella, Zeus, imponindote su mano serena, al simple contacto, te
devolver el juicio. All dars a luz un hijo, phalo, que recoger el fruto de todo el pas que
riega el Nilo de ancha corriente. La quinta generacin despus de l, formada por cincuenta
doncellas, volver de nuevo a Argos no de buen grado, huyendo de unas bodas consanguneas
con sus primos; stos, en el frenes de su deseo -halcones que van a la caza de palomas- las
acosarn, codiciosos de unas bodas prohibidas. Mas un dios les negar lo que desean, y el
pas pelasgo los recibir, vencidos por los golpes de un Ares femenino. Audaz matanza
nocturna se arrojar sobre ellos, pues cada esposa quitar la vida a su esposo, tiendo en el
degello una espada de doble filo. De este modo venga Cepria a mis enemigos! El encanto del
amor no le deja, a una sola de las desposadas, dar muerte al compaero de lecho sino
que titubear en su resolucin; de dos cosas preferir una, ser llamada cobarde antes que
asesina. Y de ella ver la luz, en Argos, real linaje. Exponerlo claramente requerira un largo
relato; sabed, al menos, que de esta siembra nacer el hombre valiente, famoso por su arco,
que me librar de estos tormentos. ste es el orculo que me cont mi madre. Mas cmo y de
qu manera lo har, requiere mucho tiempo para contarlo, y tu no ganaras nada con saberlo.
IO: Ah, ah! Una convulsin, un delirio que turba mi mente vuelve a abrasarme; el dardo sin
forjar del tbano me hiere. Mi corazn horrorizado palpita en mi pecho y mis ojos giran en sus
rbitas. Un viento me arrastra fuera del camino y no gobierno mi lengua; los confusos
pensamientos chocan al azar contra las olas de la odiosa Ate.
(IO se retira)
CORO: Sabio, s, sabio era el primero que concibi en su espritu y formul con la lengua que
casarse segn su rango es con mucho lo mejor, y cuando se es artesano no ambicionar unas
bodas con gente mimada por las riquezas o envanecida por el linaje.
Ojal que nunca, oh, Moiras inmortales, nos veis aproximarnos como esposas al lecho de
Zeus ni conseguir por marido a alguien de los dioses! Pues ver a la doncella lo, hostil al varn,
nos estremece. Vemos cmo se consume en la fatigosa carrera de sufrimientos.
A nosotras, una boda con un igual, no nos asusta. la que tememos es que el amor de los
dioses nos mire con sus inevitables ojos. Pues es una lucha inevitable, sin ms esperanza que
la desesperanza, y no sabemos qu sera de nosotras. Porque no vemos cmo se podra
escapar a la voluntad de Zeus.
PROMETEO: En verdad, todava Zeus, por altivo que sea de corazn, ser humilde segn la
boda que se dispone a contraer, que lo arrojar, aniquilado, de su tirana y de su trono.
Entonces se cumplir del todo la maldicin que su padre Cronos pronunci al caer de su trono.
De estos trabajos, ningn dios, salvo yo, podra mostrarle claramente la solucin. Yo lo s y de
qu forma. Despus de esto, que est sentado, animoso y confiado en los ruidos con que llena
los aires, blandiendo en sus manos un dardo flamgero. Nada de esto le bastar para no ser
desplazado ignominiosamente; tal es el adversario que se est preparando contra s mismo,
prodigio invencible, que encontrar una llama ms poderosa que el rayo y un ruido ms
ensordecedor que el trueno; y dispersar el azote marino que sacude la Tierra, el tridente,
lanza de Poseidn. Cuando choque con este mal, aprender qu diferencia hay entre mandar y
obedecer.
CORO: Conviertes tus deseos en predicciones para con Zeus.
PROMETEO: Digo lo que se cumplir y adems lo que deseo.
CORO: Hay que esperar que alguien venza a Zeus?
PROMETEO: Y tendr que soportar fatigas ms pesadas que las mas.
CORO: Cmo no tienes miedo de pronunciar palabras como stas?
PROMETEO: Y qu puede temer aquel que est decretado que no muera?
PROMETEO: Que un enemigo sea maltratado por enemigos, no es deshonroso. As pues, que
lance contra m el rizo de fuego de doble filo, que el ter sea agitado por el trueno y que la furia
de los salvajes vientos sacuda la tierra y la arranque de sus fundamentos con sus races, que la
ola del mar con su ardiente rugido confunda las rutas de los astros celestes, que caiga mi
cuerpo al negro Trtaro en los implacables torbeIlinos de la Necesidad. Sin embargo, l nunca
me har morir!
HERMES: Tales son los pensamientos y las palabras que es posible or de seres sin juicio.
Qu falta a tu suplicio para ser un delirio? Si te trataran mejor se calmaran tus furores? Pero
en todo caso, vosotras que comparts sus sufrimientos, retiraos aceleradamente de estos
lugares, no sea que el rugido implacable del trueno aturda vuestros sentidos.
CORO: Hblanos de otras maneras y exhrtanos en trminos que nos convenzan, pues no se
puede tolerar la palabra que acabas de soltar. Cmo puedes obligarnos a practicar villanas?
Con ste queremos sufrir lo que sea preciso, pues hemos aprendido a odiar a los traidores, y
no hay ruindad que aborrezcamos ms que sta.
HERMES: Bien, pues, no olvidis lo que ahora os prevengo. Cuando seis botn de la
calamidad no reprochis a la fortuna y nunca digis que Zeus os lanz a un padecimiento
imprevisible sino, en verdad, vosotras a vosotras mismas. Porque sabindolo y sin sorpresas ni
engao os encontraris por vuestra locura, prendidas en la red inextricable de Ate.
(Se retira HERMES, los vientos se huracanan y la tierra se estremece)
PROMETEO: No se trata ya de palabras sino de hechos: la tierra tiembla. En sus
zigzagueantes profundidades ruge el eco del trueno y los relmpagos fulguran encendidos. Los
torbellinos agitan tolvaneras y los vientos saltan unos contra otros, anunciando una lucha de
hostil aliento. El cielo con el mar se mezclan confundidos. Tal es el mpetu de Zeus que,
intentando asustarme, avanza claramente contra m. Oh majestad de mi madre!, oh ter que
haces girar la luz comn a todos! Ya veis de qu manera tan injusta padezco!
(PROMETEO y LAS OCENIDAS QUEDAN A LA MERCED DE TTRICOS RAYOS Y
TRUENOS)