Montes Graciela - El Golpe

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En 2006, el diario Pgina/12 public el fascculo El golpe, preparado por Graciela

Montes e ilustrado por Rep. En una entrevista realizada por Karina Micheletto, la autora
seala: Respeto las posiciones, pero creo que los chicos estn sometidos a la
historia y a la crueldad de la historia. De lo que tendramos que protegerlos es de
que no vivan estas cosas, no de que no sepan. El conocimiento siempre es bueno,
nos hace ms libres y ms fuertes. El no saber nunca nos protege, ms bien nos
condena.

EL GOLPE por Graciela Montes

Algunas personas piensan que de las cosas malas y tristes es mejor olvidarse.
Otras personas creemos que recordar es bueno; que hay cosas malas y tristes
que no van a volver a suceder precisamente por eso, porque nos acordamos de
ellas, porque no las echamos fuera de nuestra memoria.

Es el caso de la historia que vamos a contar aqu El 24 de marzo


de 1976 hubo un golpe de estado.
Un golpe de estado es eso: una trompada a la democracia. Un
grupo de personas, que tienen el poder de las armas, ocupan por la
fuerza el gobierno de un pas. Toman presos a todos: al Presidente,
a los diputados, a los senadores, a los gobernadores, a los
representantes que el pueblo haba elegido con su voto, y ocupan

su lugar. Se convierten en dictadores. A los amigos los nombran


intendentes, jueces, ministros, secretarios as todo queda en
familia. Se sienten poderosos y gobiernan sin rendirle cuentas a
nadie.
Aunque, por supuesto, como no les gusta que los vean como a
ogros, siempre explican por qu dieron en golpe. Por lo general
dicen que es para poner orden en un pas desordenado. Dicen
que hace falta mano dura para poner las cosas en su lugar. Slo
que ponen las cosas donde a ellos les conviene. Como no creen en
la democracia, tampoco creen en la opinin de las personas. Son
tan soberbios que consideran que los nicos que saben lo que le
hace falta al pas son ellos nadie ms que ellos.
Pero como en realidad no saben, y tampoco tienen costumbre de
reflexionar ni pensar demasiado, terminan haciendo estropicios y
siempre pero siempre dejan al pas mucho peor de cmo estaba.
En estos casos, las Fuerzas Armadas, que recibieron las armas
para defender a los ciudadanos en caso de ataques extranjeros, las
usan para golpear la democracia. Y ciertos grupos de civiles -los
que no tienen ningn inters en los gobiernos democrticos- los
incitan, los apoyan y los aplauden.
En la Argentina hubo varios golpes de estado antes del que vamos
a contar aqu:
En 1930, cuando un general del Ejrcito, Uriburu, derroc al
presidente Irigoyen;
En 1943, cuando un grupo de oficiales derroc al presidente
Castillo y nombr en su lugar al general Ramrez;
En 1955, cuando la Marina y parte del Ejrcito, con el general
Lonardi a la cabeza, derroc al presidente Pern;
En 1962, cuando derrocaron al presidente Frondizi;
En 1966, cuando el general Ongana usurp el lugar del
presidente Illia
Cinco golpes en 36 aos! No fueron todos iguales, ni se produjeron
en iguales circunstancias, pero todos desconocieron la Constitucin,
todos fueron un mazazo a la democracia. Y los argentinos,
atontados con tanto golpe, terminamos pensando que era ms o

menos normal que cada tanto llegaran unos tipos con tanques y
ametralladoras y se instalaran en la Casa Rosada.
Pero ninguno de esos golpes puede compararse con el que
recordamos hoy, aunque la mala costumbre de los golpes ayud
mucho a que los golpistas se instalasen con tanta facilidad en el
gobierno. Lo de 1976 y lo que sucedi despus fue lo peor que nos
haya pasado jams en toda nuestra historia.
El 24 de marzo los argentinos que encendimos la radio nos
enteramos de que las emisoras haban suspendido su
programacin habitual para entrar en cadena: eso quera decir
que, en lugar de tangos, rock o boleros, bamos a escuchar
marchas militares, partes de guerra y discursos.
Lo de la cadena radial era algo muy comn en los golpes de
Estado, los golpistas siempre tuvieron buen cuidado de, como
primera medida, amordazar a los argentinos. Una cadena radial no
espantaba a nadie: a menudo los cmicos y los humoristas hacan
chistes con ese asunto.
Sin embargo, esta vez iba a ser diferente. Para empezar, no haba
sido un golpe del Ejrcito, o de la Marina y parte del Ejrcito, como
otras veces, sino algo mucho ms grande.
Esta vez las Fuerzas Armadas en su conjunto se haban puesto de
acuerdo para cortar de un hachazo el sistema constitucional. El
Organo Supremo que se hizo cargo del gobierno (a los golpistas
les encantan las palabras altisonantes) era una Junta: estaba
integrada por un general -Jorge Rafael Videla-, un almirante
-Eduardo Emilio Massera- y un brigadier -Orlando Ramn Agosti-.
Los tres de perfecto acuerdo, los tres detrs de un nico objetivo -o
al menos era eso lo que decan en los discursos- derrotar a la
subversin, aniquilar la guerrilla.
A ro revuelto
Ese asunto de la subversin fue lo que usaron siempre para
justificar lo que sigui, todos los horrores a los que vamos a tener
que referirnos. Era un buen argumento en esa poca porque el
ltimo ao y medio haba sido catico y violento y la gente andaba
bastante desorientada. Los precios haban estado subiendo da a

da. Los diarios traan todos los das noticias de enfrentamientos


feroces entre distintos grupos, huelgas, asesinatos Isabel Pern

-vicepresidenta y heredera de la presidencia despus de la muerte


de su esposo, Juan Domingo Pern- no consegua tomar las
riendas de ese pas tan convulsionado, y, ms que gobierno, los
argentinos sentan que tenan un no-gobierno o un desgobierno.
Eran das en los que todo pareca estar fuera de control. Eso hizo
que una gran parte de la poblacin, los que confan siempre en que
las manos duras arreglen las cosas, le diera la bienvenida al
golpe. Fueron muy pocos los que levantaron la voz de protesta.
Que los golpistas hablaran de aniquilar no sorprenda mucho a
nadie, porque era una poca en la que la gente estaba
acostumbrada a la intolerancia. Haba muchos grupos enfrentados,
y muchas patotas.
La Triple A, por ejemplo. La Triple A (Alianza Anticomunista
Argentina) era una organizacin clandestina, secreta e ilegal que
haba formado el hombre de confianza de Isabel Pern, Jos Lpez
Rega, para aniquilar a sus enemigos polticos y, en general, a todos
los comunistas. Ese trmino de comunista serva para
deshacerse de cualquier adversario. Comunistas eran los
sacerdotes que trabajaban en las villas, los alfabetizadotes, los
intelectuales, los socialistas, los estudiantes, los obreros, los
dirigentes barriales, los polticos, los sindicalistas que no se dejaban
manejar, cualquiera que criticara o reclamara mereca la etiqueta
fatal Fue una palabra que sirvi para sealar al diferente, al que
no pensaba como ellos, y la Triple A, como luego los golpistas,
opinaba que a los diferentes haba que aniquilarlos.
Tolerar al que piensa diferente, al que tiene otro modo de vivir o de
ver las cosas, siempre es difcil. Mucho ms fcil es formar un grupo
de gente como uno, gente con la que uno se identifica, y atacar a
muerte a todos los que queden afuera, los que no estn dispuestos
a incluirse. Los facciosos opinan que al enemigo hay que
aniquilarlo.
Pero las sociedades son grupos muy complejos, donde conviven
muchas ideas, muchas costumbres y muchas tendencias. Algunos
argentinos esperan ciertas cosas de la vida, y otros, otras. Algunos
creen que las cosas se arreglaran de este modo, y otros, de este
otro. Lo que a algunos beneficia a otros, a veces, los perjudica. Vivir
en democracia significa vivir con el otro, a veces con el adversario,
con el que est parado en otro lado, y tolerarlo. Pelear, discutir,
enfrentarse, pero tolerarlo.

Claro que, para discutir y tolerar, es necesaria cierta calma,


determinado estado de nimo, y sas eran pocas muy agitadas,
donde pocos parecan dispuestos a detenerse a pensar o a
negociar soluciones. Todas las peleas eran peleas a muerte.
La guerrilla tambin era intolerante.
La guerrilla haba comenzado a tomar fuerza despus del golpe de
Ongana, en 1966. Eran grupos armados clandestinos (secretos)
que aspiraban a tomar el poder. Estaban integrados por hombres y
mujeres jvenes por lo general (a veces adolescentes) que queran
hacer la revolucin, que se sentan indignados por las injusticias
de la sociedad y crean en la posibilidad de dar vueltas las cosas.
No eran los nicos. Por esos aos haba un gran deseo de cambio
en todo el mundo. En Francia, en Alemania, en los Estados Unidos,
en muchos pases de Amrica Latina, los jvenes se cuestionaban
el modo en que estaba organizado el mundo y haca grandes
huelgas y manifestaciones gigantescas de protesta, que muchas
veces terminaban en duros enfrentamientos con la polica. En
nuestro pas se produjo uno muy famoso en 1969: El Cordobazo.
Muchos hombres y mujeres haban tomado conciencia de vivir en
un mundo injusto y lo cuestionaban todo: la distribucin de la
riqueza, el que hubiera ricos muy ricos y pobres muy pobres, el
hecho de que algunos pases dominaran a otros y los manejaran a
su antojo, y, en general, el autoritarismo de los que manejaban el
poder.
Haba grandes grupos que opinaban que haba llegado el momento
de cambiar. Y que trabajaban para que ese cambio por fin se
produjera.
Pero el sistema, por supuesto, resista. Y algunos se convencieron
de que el nico modo de cambiar las cosas que funcionaban mal
era mediante la fuerza: se hicieron guerrilleros, tomaron las armas.
Los guerrilleros ansiaban la revolucin y no crean en los polticos.
Decan que slo con la violencia de abajo se poda derrotar la
violencia de arriba, la del sistema.
Hubo varios grupos guerrilleros en la Argentina de esos aos, pero
los dos ms importantes fueron el ERP (Ejrcito Revolucionario del
Pueblo) y los Montoneros. El hroe de los guerrilleros del ERP era
el Che Guevara, muerto en 1967. Los Montoneros, que eran

peronistas, admiraban sobre todo a Eva Pern, la apasionada


segunda esposa del general Pern, muerta muchos aos atrs, en
1952.
Las organizaciones guerrilleras no duraron mucho, apenas unos
diez aos. Pero a comienzos de la dcada del 70, cuando estaba
por terminar la dictadura que haba inaugurado Ongana, se hacan
notar bastante: asaltaban regimientos, colocaban bombas,
secuestraban personajes importantes para pedir rescate y as
hacerse fondos con que seguir adelante con los proyectos
revolucionarios.
Para comienzos de 1976, la poca del golpe, los guerrilleros ya
estaban muy debilitados. Siempre haban soado con conseguir el
apoyo de la poblacin, de los ms pobres sobre todo, pero en
general no lo haban logrado. Durante la dictadura, mientras el pas
sigui en manos de los militares golpistas, s tuvieron bastante
apoyo, porque muchos pensaban que no haba otro camino ms
que el de la fuerza. Pero en 1973 haba habido elecciones y la
gente senta que ya no tenan razn de ser los mtodos violentos.
Por otra parte, los guerrilleros haban sufrido muchas derrotas; las
Fuerzas Armadas, y tambin esos grupos clandestinos como la
Triple A, haban matado a muchos de ellos. En 1975 haban vuelto a
intentar asaltar algunos cuarteles, pero haban fracasado. La
poblacin tena la sensacin general de que la guerrilla se estaba
disolviendo.
Y, sin embargo, los golpistas nunca se sacaron la palabra guerrilla
de la boca, hicieron lo que hicieron hablando siempre de guerra y
de guerrilla, como si, del otro lado, hubiese habido un ejrcito
poderoso y equivalente. Pero en realidad no era as. Del mismo
modo en que Lpez Rega llamaba comunista a todo el que
quedara fuera de su manada, los golpistas llamaron guerrillero y
subversivo a todo el que no les pareciese dispuesto a plegarse a
ese plan oficial y terrible que se llam el Proceso de Reorganizacin
Nacional. Todos los que, por alguna razn, les parecas diferentes,
o crticos sencillamente, pasaban a ser guerrilleros y
subversivos, es decir, enemigos que deban ser aniquilados.
Cambio pas a ser sinnimo de subversin. Todos los que
haban criticado el orden establecido, todos lo que haban
cuestionado, levantado la voz, pretendido cambiar las cosas, eran
considerados enemigos. El golpe del 24 de marzo de 1976 fue el

triunfo del NO-CAMBIO. Y, por lo tanto, tuvo el apoyo de todos los


que aspiraban a que las cosas siguieran como estaban.
Para aniquilar a los enemigos y poner la casa en orden los
golpistas tenan un estilo: el del cuartel, y un mtodo: el del terror.
Como militares que eran, lo militarizaron todo e hicieron que los
civiles nos sintiramos reclutas. El pas entero se convirti en un
gran cuartel, y en los cuarteles, ya se sabe, hay mucho grito y poca
oreja: rdenes, consignas, y la sociedad, calladita, obediente y sin
poder hacerse or. Ms que gobernar, mandaban, decretaban,
vigilaban, censuraban, acallaban, recortaban, uniformaban todo.
Eso no era del todo nuevo: los golpes suelen aplicar el estilo del
cuartel, que es el nico que conocen. Pero no todos deciden, como
ste, aterrorizar a muerte a los ciudadanos.
En el pozo del terror.
El terrorismo siempre es atroz, paraliza, destruye la vida y las
esperanzas de las personas. Estalla una bomba en un
supermercado, vuela por el aire un edificio, matan al hijo de cierto
personaje Los terroristas son el peor modelo de intolerante y de
faccioso. Pero lo habitual es que los terroristas lancen sus ataques
contra el poder. En este caso fue al revs: desde el poder, desde el
gobierno, se organiz cuidadosamente un plan para dominar por el
terror, para paralizar de miedo a la poblacin y obligarla a marcar el
paso.
El maldito plan consisti en secuestrar, torturar y asesinar en forma
clandestina a ms de 30.000 argentinos y extranjeros entre los que
haba mdicos, estudiantes, gremialistas, monjas, sacerdotes,
obispos, escritores, polticos, jueces, agricultores, obreros,
maestros, conscriptos, cientficos, artistas, periodistas, bebs, nios
y guerrilleros.
Todo se haca en forma secreta, por lo general durante la noche y
de manera muy violenta. Los Grupos de Tareas, como se llamaban
a los que se ocupaban del trabajo sucio, entraban por la fuerza en
las casas y se llevaban (chupaban decan ellos) a uno, a varios, o
a todos los miembros de la familia. Y de paso, robaban lo que
podan, un televisor, ropa, cuadros, dineroIban armados hasta los
dientes, aunque slo fuese para desbaratar a una familia que
estaba viendo televisin. Para asustar, solan anunciarse antes con
un gran corte de luz o con una explosin, o arrancando una puerta

de cuajo. Golpeaban a los secuestrados, los maniataban y les


vendaban los ojos antes de llevrselos (ellos, con esa jerga de
oficio que tenan, decan que los tabicaban). A veces los vecinos
los oan entrar y hasta habr habido muchos que, por la mirilla de la
puerta o por entre las tablitas de las persianas, hayan visto meter a
los secuestrados a los empujones adentro de un auto (los favoritos
eran en esos tiempos los Ford Falcon verdes), pero por regla
general esos vecinos no contaron nada; el terror cumpla con su
funcin y ellos estaban aterrados.
Los secuestrados eran trasladados luego a los centros de tortura,
que tambin eran secretos. Funcionaban en el sector ms apartado
de un cuartel, en una fbrica abandonada, en el stano de una
comisara, en los fondos de un hospital, en un viejo casco de
estancia, en un chalet apartadoHasta all los llevaban y ah
quedaban hundidos. A partir de ese momento esos secuestrados
pasaban a ser desaparecidos. Nadie daba cuenta de ellos, nadie
saba adonde estaban. La familia o los amigos comenzaban a
buscarlos desesperadamente. Y, si daban con algn juez no
demasiado aterrorizado y dispuesto a hacer justicia (un juez
valiente), presentaban un hbeas corpus, que es como se llama la
reclamacin legal por alguien que se supone detenido y no aparece.
Pero nunca conseguan averiguar nada. Recurran a la Iglesia, a los
obispos; trataban de que los recibieran las personas ms
influyentes de la sociedad Pero nada. Como si se los hubiera
tragado la tierra. La polica deca que no saba nada. Las Fuerzas
Armadas decan que no saban nada. Los desdichados haban
cado en el pozo del terror, se los haba devorado el gobierno del
Proceso.
Hoy todos sabemos lo que suceda en esos lugares y hasta se ha
logrado identificar muy bien dnde estaban ubicados y cmo
estaban organizados. La CONADEP, una comisin de notables que
se reuni en cuanto el pas regres a la democracia, se ocup de
recoger los testimonios en torno a los desaparecidos y de reunirlos
en un libro que todos tendramos que leer alguna vez, el Nunca
Ms.
Los propios secuestradores hablaban en clave de esos lugares de
horror y les ponan terribles nombres de fantasa: El Vesubio, El
Olimpo, La Cacha, La Perla, El Atltico, La Escuelita, el
Sheraton... En algunos casos, estaban ubicados en medio de la
ciudad, y los vecinos de los alrededores podan or los gritos

desgarradores de los torturados, los sollozos y los tiros (y tambin


la msica estridente con la que trataban de taparlo todo), y a veces
vean sacar fretros o grandes bolsas de polietileno con restos
mutilados.
Algunos secuestrados que fueron luego liberados o que lograron
escapar pudieron contar los horrores que all se vivan. All era
donde se los torturaba para que diesen los nombres de otros
disidentes que, a su vez, seran chupados y torturados. Se los
colocaba sobre una mesa o parrilla y se los golpeaba, se los
picaneaba, se los mutilaba, a la vez que se les hacan preguntas
que para muchos eran incomprensibles. Nunca estaba claro qu
queran de ellos. Primero torturaban y despus pensaban; o tal vez
ni siquiera hayan llegado a pensar nunca. A un grupo de
adolescentes de la ciudad de La Plata los secuestraron en una triste
noche que se recuerda como La Noche de los Lpices, los
torturaron y los asesinaron simplemente porque haban tomado
parte en una campaa a favor del boleto estudiantil. Muchos
murieron nada ms que porque sus datos estaban en alguna
agenda que a ellos les pareca comprometedora.
La mayor parte de los que soportaron esos tormentos murieron o
fueron asesinados. Pero no aparecieron jams. A veces se los
guardaba ah adentro durante un tiempo y despus se los fusilaba y
se los enterraba secretamente, para que nunca ms fuesen
encontrados o se los arrojaba desde aviones o helicpteros al ro,
porque los torturadores estaban ansiosos por deshacerse de esos
cuerpos que los molestaban demasiado. Todava siguen
apareciendo huesos, restos de desaparecidos enterrados como
N.N., como desconocidos. Algunas mujeres que haban sido
secuestradas cuando estaban embarazadas tenan sus hijos en
esos centros de detencin. A veces paran en un pasillo, o en la
mesa de torturas, entre las risas y burlas de sus secuestradores, y
luego se las obligaba a limpiar el lugar de rodillas.
Por lo general no volvan a ver a sus hijos: los torturadores se los
robaban, se quedaban con ellos.
Es difcil entender lo que puede pasar por la cabeza de un
torturador, de alguien que hace sufrir a otro cuando el otro no puede
defenderse, que lo golpea, lo mutila, le aplica descargas elctricas,
lo asfixia, lo viola, le arranca al hijo sin compadecerse, sin que le de
pena y vergenza el sufrimiento de esa persona que tiene adelante.
Tambin es difcil entender cmo pudo haber habido mdicos que

se hayan ocupado de vigilar el punto justo, para que los torturados


no se muriesen en las mesas de tortura antes de haber entregado la
informacin deseada, cmo hubo enfermeras y sacerdotes
dispuestos a colaborar con ellos. Pero lo cierto es que hubo muchos
argentinos que hicieron ese trabajo. Tal vez consideraban que esas
vctimas eran enemigos y que, por lo tanto, no merecan ni piedad ni
justicia. O tal vez, por atroz que nos parezca a nosotros, lo
consideraban sencillamente un deber de subordinados, una tarea, y
hasta un modo de ganarse la vida. Porque lo cierto es que
obedecan rdenes muy precisas, no eran locos que se ponan a
torturar por su cuenta; torturaban por que los haban mandado
torturar y porque eran demasiado cobardes para negarse a cometer
un crimen. Haba horarios de trabajo, formularios, expedientes,
jefes, sueldos, burocracia.
Por algo ser!.
Esas cosas sucedan todos los das mientras la poblacin segua
adelante con su vida. Iba a trabajar, a la cancha, al mercado, los
chicos iban al colegio, se hacan pelculas cmicas y mucha gente
iba a verlas, se hablaba de los ovnis, se seguan da a da los
teleteatros. A veces, cada tanto, apareca en algn diario alguna
noticia macabra acerca de un grupo de cadveres encontrado a
orillas del ro, en algn baldo, en una playa, en los basurales, a un
costado de la ruta, en una calle apartada. Fusilados, carbonizados,
baados en cal viva, dinamitados, comidos por los peces. Pero no
era lo ms comn; los diarios, en general, callaban, tenan miedo de
irritar al gobierno.
Muchos argentinos preferan mirar para otro lado: Por algo ser!
sentenciaban cuando se enteraban del caso de algn desaparecido
o vean cmo alguien era introducido con violencia en un auto. Se
decan que eran cosas de subversivos, es decir, repetan la
leccin que les haban enseado los golpistas asesinos, estaban
convencidos de que deban desentenderse, de que todo eso no
tena nada que ver con ellos. Preferan entretenerse, ir a bailar,
entusiasmarse con el ftbol, que, por supuesto, no es malo. Slo
que, en circunstancias como sta, hasta el ftbol les vino de perillas
a los golpistas. La Argentina gan el Mundial en 1978 y muchos,
muchsimos, no tuvieron mejora idea que ir corriendo a vivar al
general Videla, que era el presidente de la Junta. Y esas vivas a
Videla, aunque no parezca, tambin sirvieron para reforzar el
sistema de terror.

La plata dulce que se volvi amarga.


Pero el terrorismo de Estado no fue la nica mquina del terror
que aplicaron los golpistas. La otra fue la demolicin de la
economa. De eso se ocup el ministro de Videla, Jos Alfredo
Martnez de Hoz.
Cuando un pas tiene sus fbricas abiertas, cuando produce y est
activo, es natural que haya conflictos. Los empresarios y los obreros
discuten por los sueldos, hay huelgas, quejas, intereses
contrapuestos. Pero el golpe del 24 de marzo estaba decidido a
paralizarlo todo, a dejar a todo el mundo bien quietito y en posicin
de firmes. Pretenda decretar el fin de los conflictos, con lo que
decretaba, adems, el fin de la economa.
Al principio a algunos les pareci una especie de fiesta porque
Martnez de Hoz se las ingeni para que empezara a fluir el dinero.
Para eso internacionaliz: pidi dinero prestado al exterior y
levant las barreras de la Aduana. De golpe y porrazo el pas se
llen de productos importados: desde un reloj a una licuadora, de
un paraguas a un auto, todo vena de afuera, y muchos argentinos
se entusiasmaban con la novedad, que les pareci divertida.
Tambin entr dinero, pero los capitalistas que lo trajeron no lo
traan para producir, para construir nuevas fbricas, emplear
obreros y hacer crecer el pas, sino para especular en las llamadas
mesas de dinero, donde se jugaba con la plata como se juega en
una ruleta. La Argentina se convirti en el paraso de los financistas,
se compraban y se vendan dlares a la salida del mercado, en
cada esquina: algunos estaban convencidos de que se iban a
enriquecer con los plazos fijos de los bancos, y otros ponan el
sueldo a plazo fijo para que no se les hiciera humo antes de llegar a
fin de mes.
Como el dlar era barato, muchos viajaban al exterior y volvan
cargados de televisores, equipos de audio, filmadoras, calculadoras
y hasta heladeras. Era la poca de la plata dulce, como se le
llamaba entonces: otro modo ms de mirarse el ombligo.
En esos primeros aos de la dictadura no se poda decir que no
hubiese dinero. El dinero circulaba copiosamente y a gran
velocidad, pero termin acumulado en unos pocos bolsillos. Y nunca

sirvi para poner en marcha la economa, para crear riqueza, sino,


justamente, para aniquilarla.
Poco despus se vio que toda esa aparente abundancia no era sino
cartn pintado. La plata dulce se esfum. Vinieron los tiempos
duros. Muchos empresarios cerraron sus fbricas porque no podan
competir con los artculos importados. Y los argentinos tomamos
conciencia, de pronto, de que debamos tanto pero tanto dinero a
los bancos extranjeros que casi ni podamos decirnos dueos de lo
que era nuestro.
Fueron pocas muy tristes. La mayor parte de la gente se
encerraba en su casa y trataba de desentenderse de todo. No se
reunan con otros, no participaban, no daban opiniones. Entre
aterrados y desilusionados, hacan de cuenta que el pas no era
cuestin de ellos. Estaba prohibido hacer poltica, adems la
censura mandaba. No haba protestas, ni arengas, ni huelgas. Todo
pareca muerto, quieto.
La gesta de los pauelos blancos.
Pero muy pronto algo empez a moverse.
Los primeros en reaccionar fueron los que se animaron a hablar en
voz alta del terror secreto, y a exigir que los desaparecidos
volvieran a aparecer, y vivos, como se los haban llevado de las
casas. En primer lugar, las madres de los secuestrados. Durante
todos esos aos haban peregrinado de un lado a otro en busca de
sus hijos y ahora cambiaban de estrategia, hacan pblico su
reclamo, se mostraban, pedan cuentas, manifestaban, algo que
pareca olvidado en la Argentina. Jueves a jueves, cubierta la
cabeza con un pauelo blanco, daban vueltas a la pirmide que hay
en Plaza de Mayo, para exigir la atencin de los asesinos.
Simplemente estaban all, no faltaban nunca, y su presencia era
una terrible forma de denuncia.
Fueron muy valientes -reclamar era peligrossimo en esos tiempos-,
pero su valenta fue recompensada ampliamente: no slo la
Argentina sino en el mundo entero los pauelos blancos de las
Madres de Plaza de Mayo terminaron siendo un smbolo, la seal
de que, las que estaban debajo de ellos, iban a defender
fervorosamente los derechos humanos, esos derechos que todos
tenemos por el solo hecho de ser personas y que nadie, ningn

golpista, ningn torturador, ningn asesino, tiene derecho a


quitarnos.
Hubo, adems de las Madres, otras organizaciones, algunas
antiguas y otras nuevas, que se hicieron or. En especial, la
Asamblea Permanente por los Derechos Humanos (A.P.D.H), de la
que formaron parte muchos de los abogados que tenan a su cargo
esos famosos hbeas corpus, algunos polticos, intelectuales
Pero tambin el Movimiento Ecumnico por los Derechos Humanos
(M.E.D.H), el Centro de Estudios Legales y Sociales (C.E.L.S), el
Servicio Paz y Justicia, la Liga Argentina por los Derechos del
Hombre, y otras dos organizaciones que, como las de Madres de
Plaza de Mayo, estaban vinculadas con la desaparicin de
personas: Familiares de Detenidos-Desaparecidos y Abuelas de
Plaza de Mayo, que reclamaban y siguen reclamando
especialmente por la restitucin de los nios nacidos en los campos
de detencin y tortura.
Por ese entonces ya se comenzaba a hablar en todo el mundo del
terror argentino. En Francia hubo varias marchas por los
desaparecidos. Y para colmo, en 1980, la Academia Sueca le dio el
Premio Nobel de la Paz a Adolfo Prez Esquivel, un argentino
cristiano miembro del Servicio Paz y Justicia y defensor de los
derechos humanos.
Todo eso perjudicaba mucho al gobierno, que contraatacaba
diciendo que eran puras mentiras y propaganda antiargentina.
Cmo se atrevan esos extranjeros a criticarnos, a pedirnos
cuentas? Incluso mand imprimir unos cartelitos que decan los
argentinos somos derechos y humanos. Les pareca un buen
chiste, y muchos se sintieron patriotas pegndolos en las vidrieras
y los parabrisas de sus autos, como quien pega los colores del club.
De manera que se poda decir que, hacia 1981, cinco aos despus
del golpe, los golpistas ya no estaban pasando por sus mejores
momentos. Los defensores de los derechos humanos los acosaban
implacablemente. El mundo comenzaba a mirarlos con sospecha.
Muchos de los empresarios que los haban apoyado en los primeros
aos, o que al menos los haban dejado hacer a su antojo, estaban
atravesando tiempos difciles y comenzaban a pasarse al bando de
los cuestionadores.
La Iglesia, antes muy callada, salvo por unos pocos obispos y
algunos sacerdotes y religiosos, tambin comenzaron a pedir

cuentas. Y la gente iba saliendo poco a poco de su parlisis y senta


nuevos deseos de participar. La poltica iba dejando de ser mala
palabra: por ese entonces muri Ricardo Balbn, un viejo poltico
radical, y su entierro termin siendo una gran manifestacin popular,
la primera despus de muchos aos.
La ltima baraja.
Los asuntos no andaban bien para la patota gobernante. La
sociedad empezaba a mostrarse, y a demostrar, de paso, que no
era un cuartel sino otra cosa, bastante diferente. Se empez a
pensar entonces, en cul poda ser el modo de devolverles el
gobierno a los civiles sin dar marcha atrs ni deshacer el modelo de
pas domesticado que haban construido en esos aos. Pero la
salida no les resultaba fcil. Se hablaba incluso de una huelga
general de protesta.
Hubo algunos cambios en la Junta Militar; al general Videla lo
reemplaz el general Viola, al poco tiempo, otro general; Galtieri. Y
Galtieri fue el que, con su disparatado plan de invadir las Malvinas,
ayud a derrumbar, muy a su pesar, por supuesto, todo el edificio
de esa monstruosa dictadura.
Las islas Malvinas eran, y siguen siendo, legtimamente nuestras,
pero ahora, despus de la triste aventura de Galtieri, estamos ms
lejos que antes de recuperarlas. Como quien juega a la guerra,
mand un ejrcito de muchachos, soldados de 18 aos, mal
pertrechados y mal entrenados, para luchar contra un ejrcito
poderoso, profesional y bien equipado. Y fue mandarlos a la muerte.
Ni siquiera se ocup de que tuvieran el abrigo necesario para hacer
frente al fro y a la lluvia.
Pero al comienzo todo pareci funcionarle bien. Las tropas
desembarcaron y el general Menndez se hizo cargo del gobierno
de un puerto que se llamara, a partir de entonces, ya no ms
Stanley sino Argentino. Hubo algunas victorias. El entusiasmo
belicista se contagi a toda la poblacin. Polticos, artistas,
gremialistas, intelectuales, empresarios, deportistas, muchsimos
argentinos declaraban su apoyo a la causa, e incluso hubo grandes
grupos que se concentraron en Plaza de Mayo para vivar al general
Galtieri. El gobierno, entretanto, se ocupaba de alimentar el
triunfalismo con partes de guerra exaltados y muchas veces
mentirosos.

Hasta que ya no pudo disimular ms la realidad: los ingleses


triunfaban y las tropas argentinas haban tenido que rendirse.
Quedaban, otra vez, muchos muertos, soldados, muchachos. Ms
muertos para cerrar esta etapa negra de nuestra historia.
Esa derrota fue el final para los golpistas. Galtieri tuvo que renunciar
de inmediato y se hizo cargo del gobierno otro general, Bignone.
Frente a ese poder ya quebrado, la ciudadana fue ganando ms y
ms confianza. Se complicaron las manifestaciones, algunas
realmente gigantescas, como la Marcha por la Vida que convocaron
las organizaciones de derechos humanos en octubre de 1982 y la
Marcha por la Democracia un par de meses ms tarde.
Y lo que era an ms grave para el gobierno, lo oculto empezaba a
salir a la luz. Se daban a conocer los horrores secretos. Las revistas
y los peridicos se haban quitado por fin la mordaza y hacan
revelaciones tan espantosas que ya nadie poda seguir hacindose
el desentendido.
Cara a cara y en voz alta.
Y recomenz la democracia. Se convoc a elecciones, hubo otra
vez campaas polticas, pancartas, pintadas. Tuvimos que hacer
memoria para recordar lo que era una urna, cmo se elega un
diputado, un senador, un presidente
Volvamos a ser nosotros mismos, a disentir, a pensar de maneras
diferentes. A pelear, a discutir. Volvamos a ser una sociedad viva y
comenzbamos el largo aprendizaje de convivir con el adversario,
de tolerar las diferencias.
Ral Alfonsn, el presidente electo, hizo lo que los golpistas tanto
haban temido que se hiciera: mand revisar el pasado.
La CONADEP se ocup de recoger testimonios de ex
desaparecidos y de muchas otras personas que algo haban visto u
odo y podan ayudar a develar esos horribles secretos. Y el propio
Poder Ejecutivo, en nombre de la comunidad, les hizo juicio a los
comandantes del Proceso, acusndolos de haber secuestrado,
torturado y asesinado a miles de personas. Como en cualquier
juicio, los fiscales presentaron las pruebas, los testigos contaron sus
historias y los defensores trataron de justificar a sus defendidos.

El lunes 9 de diciembre de 1985, despus de siete meses y medio,


el juez Len Arslanin ley la sentencia. Fue un gran da, uno de los
pocos casos en que la ciudadana sinti que poda castigar a sus
verdugos.
Pero los comandantes no haban sido los nicos; estaban adems
los cientos y cientos de secuestradores y torturadores. Cada uno de
ellos haba hecho lo suyo para que la gran mquina del terror
funcionase con eficiencia. Sin embargo, ellos -los subordinados- se
defendan diciendo que slo haban obedecido rdenes, que slo se
los poda acusar de buenos trabajadores, muy obedientes. Y
presionaban al gobierno para que los protegiese de los juicios que
se les venan encima.
El mismo Alfonsn que haba hecho juicio a los comandantes
termin cediendo a esas presiones. Consider que, para
reconciliarse con las Fuerzas Armadas, convena aliviar la situacin
de todos estos criminales obedientes, y dict dos leyes para
protegerlos: la del Punto Final, en 1986, y la de Obediencia Debida,
en 1987.
Tres aos despus, en 1990, el sucesor de Alfonsn en el gobierno,
Carlos Menem, hizo algo an peor: indult a los comandantes, les
perdon la pena.
Pero est claro que ninguna ley injusta, ningn indulto, poda borrar
la memoria. De un modo u otro el pasado vuelve. Ningn decreto
puede cerrar la historia. La cuestin segua abierta. Aparecan
nuevos testigos. Se conocan nuevos datos. Se reconstrua con
ms precisin el funcionamiento de un campo de tortura. Se
identificaban los huesos de un N.N. Un criminal arrepentido se
mostraba dispuesto a confesar su participacin en los vuelos de la
muerte sobre el ro. Un torturador, radicado en Mxico, era
reconocido por los torturados
Se encontraron nuevos caminos legales para procesar a los
culpables y se abrieron juicios en Espaa, en Italia, en Alemania
Se multiplicaron los pedidos internacionales de captura.
Dentro del pas tambin se reabrieron los juicios de la verdad, a
pesar de las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, que
finalmente el 21 de agosto de 2003 y bajo el gobierno de Nstor
Kirchner, fueron derogadas por el Congreso. Videla y Massera,
liberados por el indulto de Menem, volvieron a la crcel, acusados

del secuestro sistemtico de los nios nacidos en cautiverio.


Tambin cayeron presos Surez Mason y Acosta. Las Abuelas de
Plaza de Mayo recuperaron 82 de sus nietos, hijos de
desaparecidos, que haban sido despojados de su identidad al
nacer y que ahora, dcadas despus, pudieron volver a encontrarse
con su gente. El juicio a Pinochet en Chile sirvi para aclarar
muchos secretos del Plan Cndor y de la oscura complicidad entre
gobiernos que permiti la instalacin del terrorismo de Estado en los
pases latinoamericanos.
Muchas son las cosas que se fueron sabiendo, y muchas las que se
irn sabiendo con el correr de los das La historia no se borra.
Una y otra vez reaparece. Y una y otra vez volveremos a contarla
para evitar que se repita, para que el pozo del terror no vuelva a
tragarnos.
Seguiremos teniendo problemas, seguramente. Los tenemos. La
deuda externa. La pobreza. Los poderosos que no quieren perder
poder aunque para eso haya que aplastar a otros. Los violentos que
hablan de aniquilar a cualquiera que opine diferente. Los que se
miran el ombligo. Los obsecuentes. Los corruptos que slo piensan
en llenarse los bolsillos Todo sigue ah, pero estamos vivos, y
podemos discutir lo que nos pasa cara a cara y en voz alta.

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