Introducción Nietzsche y La
Introducción Nietzsche y La
Introducción Nietzsche y La
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Es sorprendente ver hasta qu punto la perspectiva del historiador, del socilogo, del politlogo o del experto en literatura no slo no confirman las opiniones de los especialistas filosficos, sino que las desmienten con rotundidad.
Pocos pensadores como Nietzsche han levantado tantas pasiones a lo largo de su
relativa corta historia. Discpulos, aclitos, evangelistas y todo tipo de adolescentes han llevado la palabra de Zaratustra ms all de donde se poda llevar. Determinados acontecimientos histricos han sido pasados por alto como si la realidad del devenir nada tuviera que ver con el devenir humano. Apostar hoy en da
por el desarrollo del superhombre, por la inocencia del devenir, por un aristocratismo antidemocrtico o incluso por un esteticismo apoltico amoral o inmoral,
representa un atentado contra aquella humanidad que en estos momentos muere
de hambre, de sed o de enfermedades que el hombre blanco bienpensante de
Occidente ha erradicado de sus territorios. Nuestra ira se dirige, ms que sobre el
propio Nietzsche, sobre aquellos que son incapaces de mirar ms all de l. Clment Rosset afirma, precisamente en su ensayo sobre Nietzsche, que toda declaracin de humanismo es virtualmente terrorista^, pues bien, toda declaracin
no humanista tambin lo es, pero no de forma virtual. Tambin el relativismo
desmedido y pretendidamente quietista es totalitario. Rosset, como no poda ser
de otra manera, es ms nietzscheano que Nietzsche. Su gay saber y su lgica de lo
peor son demasiado alegres y lgicos para ser aplicados al propio Nietzsche. No
hay en el Nietzsche de Rosset ninguna inquietud, ninguna lucha por ciertos valores establecidos; se olvida que la aprobacin incondicional de lo real en Nietzsche no es siempre incondicional. La crtica (Krin) de Nietzsche no se limita a
ser una mera observacin y discernimiento, y no slo porque el propio acto de
escritura ya signifique el primer paso en la confeccin de una salsa sobre la realidad, sino porque tambin Nietzsche pone en crisis, es decir, elige, ataca, contesta y acusa. La Verdad Absoluta de nuestra poca exige de nosotros algo ms que
un pensamiento acrtico, y el pensamiento de Nietzsche llega a ser tan radicalmente crtico que se convierte en su contrario. Cualquier proyecto de humanidad debe pasar por la desaparicin, entre otras cosas, del llamado Tercer Mundo, y cualquier otra verdad, deja de serlo por contraste.
Sin pretender en una introduccin abarcar todos los aspectos polticos del
pensamiento de Nietzsche, s trataremos brevemente algunos de los ms problemticos y significativos. As, por ejemplo, parece evidente que uno de los asuntos ms conflictivos del pensamiento de Nietzsche es su propensin a utilizar terminologa biolgica, bien sea zoolgica (como cuando habla de la doma y
cra de los seres humanos) o fisiolgica (cuando se refiere a su concepcin fisiolgica de la moral); lo que posibilita conceptos y expresiones tan peligrosos
como raza, casta o bestia rubia. Esto, como ha sealado Ernst Nolte, no es
una mera rareza^, la gran salttd supone una nueva forma de vida basada en algo
ms que en la salud espiritual. La dcadence del hombre europeo a la que Nietzsche se refiere no es tan solo moral:
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Primera proposicin: La gran poltica dice Nietzsche quiere hacer de la fisiologa la seora con respecto a todas las dems cuestiones; quiere crear un poder suficientemente fiterte como para criar a la humanidad como un todo superior, con dureza despiadada contra lo degenerado y parasitario en la vida. [...]
Segunda proposicin: crear un partido le la vida, suficientemente fuerte para la
gran poltica [...] que ponga fin inexorablemente a todo lo degenerado y parasitario.'^
* Fragmentos postumos (diciembre de 1888) tomados del libro de Nolte Nietzsche y el nietzscheanisme. Madrid, Alianza, 1993. p. 211.
^ EH, Por qu soy un destino, 7.
' MBM.251.
HDH, I, 475. Los alemanes deberan crear una casta dominante. Yo reconozco que las facultades
inherentes de los judos son indispensables como ingredientes de una raza que debe aspirar a la poltica. El inters por el dinero pide ser aprendido, heredado y de mi! maneras diferentes heredado. Todava hoy los judos
rivalizan con los americanos (Fragmentos postumos (1885-1888], Archipilago [Nietzsche entre dos milenios], n" 40 / 2000, Febreo-Marzo, 7). Este prejuicio, del que el propio Marx tambin fue vctima, fue rotundamente desmantelado sobre todo por Werner Sombart en Los judosy la vida econmica WM). Ver para
esta cuestin el Whro/$uiaisme et capiulisme de Freddy Raphal, Pars, Puf, 1982.
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del seor? Es cierto que Nietzsche considera que donde se mezclan las razas est
el origen de una gran cultura**, pero recordemos tambin que asociaba el triunfo de los ideales democrticos a la degeneracin de la raza' o a la mezcla de
sangre!". Nietzsche no puede ser considerado un antisemita radical, pero no hay
que olvidar que el judaismo representa para l el origen del cristianismo y de todas aquellas ideas modernas que aborrece (los ideales democrticos e ilustrados).
A pesar de su rotunda crtica al concepto de naturaleza y de su metafsica de la
diferencia, con Nietzsche tenemos la sensacin de que no es antisemita tan slo
por conviccin. El problema judo, por otra parte, est ntimamente ligado en
Nietzsche a la unidad de Europa: estoy llegando a lo que para m es serio, al
'problema europeo' tal como yo lo entiendo, a la seleccin de una nueva casta
que gobierne a Europa". El tratamiento de Nietzsche a este problema es lo suficientemente complejo como para creer que se trata de algo ms que une 'erreur'
de jeunesse'^.
Se ha mantenido que Nietzsche desarroll una filosofa suprapoltica hasta
su ltima etapa, en la que la preocupacin por la formacin del hombre y el dominio de la tierra cambian su perspectiva.'^ Es posible que haya una mayor presencia del pensamiento poltico en el ltimo Nietzsche; no obstante, a nuestro
juicio, el inters por la poltica se manifiesta en distinto grado y en distintas temticas desde el joven Nietzsche y a lo largo de toda su obra, lo que no impide
que su valoracin de la poltica sea a menudo ms que negativa. Es curioso comprobar cmo Nietzsche toma partido por determinados asuntos polticos que en
principio no le ataen por ser considerados precisamente asuntos polticos:
Perdneseme el que tampoco yo, durante una breve y osada estancia en terrenos
muy infestados, haya permanecido completamente inmune a la enfermedad, y el
que a m, como a todo el mundo, hayan empezado ya a ocurrrseme pensamientos sobre cosas que en nada me ataen: primera seal de la infeccin poltica''*.
La consideracin peyorativa que Nietzsche tiene de la actividad poltica no puede desligarse de cmo los alemanes, incluso Goethe, han minusvalorado la socie-
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elad frente a la comunidad, as como a las consideraciones polticas que sta entraa.'' Schopenhauer, Nietzsche, Troeltsch o Thomas Mann mueven sus piezas
dentro de este contexto.'^ Frente a la nocin moderna de soberana nacional,
Alemania permaneci fiel a la de soberana universal encarnada ya por el Sacro
Imperio Romano Germnico. El individualismo germano, el elemento interior
al sujeto, es descrito por el mismo Thomas Mann de la siguiente forma:
La interioridad, la Bildung del hombre alemn es la absorcin en s o introspeccin [VersenkungJ; es una conciencia cultural individualista; es la preocupacin
[Sinn] por el cuidado, por la formacin [Formung], por la projundizacin y por la
realizacin del yo propio, o en trminos religiosos, por la salvacin y justificacin de la
propia vida; es, pues, un subjetivismo espiritual una esfera, si puedo decirlo as, de
cultura pietista, personal gustosa de auto biografa y de confesin, en la que el mundo
de lo objetivo, el mundo poltico, es sentido como profano y rechazado con indiferencia, porque, como dice Lutero, 'este orden exterior no tiene importancia' [nichts gelegen
istan...J.''
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rar lo que siente como autctono, el elemento germnico, y el elemento extranjero no germnico.^" Es desde esta dimensin donde podemos entender textos como el siguiente:
El alemn dice Nietzsche que ha vuelto a encontrarse a s mismo gracias a la
guerra, reconoce que su ser, desde tiempos inmemoriales a la fecha, es pierrero y militar. Y que un mundo traidor y cobarde ha tratado de domesticarle como forma de
quitarle su pasin, le aniquilar su demonio. [...] Porque qu es lo que odian en nosotros? [...] Odian al alemn guerrero, al que est siempre alerta, al sagaz y verdaderol Nosotros, los alemanes, podramos gozar de la paz eterna si renunciramos a
nuestra autenticidad, si hiciramos sacrificio de nuestro germanismo, si nos castrramos anmica y espiritualmente.^^
-" El propio Thomas Mann no se cansa de insistir en el germanismo de Nietzsche. Ver por ejemplo sus
Consideraciones de un apoltico, Barcelona, Grijalbo, 1978, p. 103 y ss.
-' Texto tomado de la obra de Ernst Nolte Elfascismo, Barcelona, Luis de Caralt, 1970, p. 326,
-- Ver de Daniel Jonah Goldhagen Los verdugos voluntarios de Hitler. Los alemanes corrientes y el Holocausto, Madrid, Taurus, 1997, p. 561 y s.; as como S /A/'/JBO mw? de Julio Quesada, Mjico, Universidad
de Guadalajara, 1999, p. 213 y ss.
-' Ver de Bernard-Henri Levy El 'caso Nolte': respuesta a Jean-Franois Revel, El Mundo, Viernes 19
de Mayo de 2000.
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-' GM, Tratado segundo, 17. Para la relacin entre Nietzsche y la concepcin del poltico como
artista, remito al libro de J. P. Stern Hitler: the Fhrer and thepeople, Londres, 1975, Cap. I. El propio Daniel
Bell, en Las contradicciones culturales del capitalismo (Madrid, Alianza, 1989, p. 60), escribe refirindose a
Nietzsche: si slo la experiencia esttica ha de justificar la vida, entonces la moralidad queda en suspenso y el
deseo no tiene lmite.
-' El asalto a la razn, Barcelona, Grijalbo, 1968, p. 252. Ver sobre este particular el Nietzsche de Mazzimo Montinari (Roma, Editori Riuniti, 1996, p. 98).
-' El asalto a la razn, ed. cit., p. 260. La mayora de sus definiciones morales -seala el mismo Lukcs- habrn de cobrar una espantosa reaUdad bajo el rgimen de Hitler y siguen conservando todava hoy su
actualidad como exponente de la moral del siglo norteamericano (op. cit, p. 277).
-' Mi vida en Alemania antes y despus de 1933, Madrid, Visor, 1992, p. 27. Nietzsche dice Lowith
en otro lugar- constituy el fermento de un 'movimiento' al que determin de manera decisiva desde el punto de vista ideolgico. El intento de descargar a Nietzsche de tal 'culpa, o incluso de considerarlo en contra
de aquello que l produjo, es tan infimdado como los esfuerzos inversos, tendentes a convertirlo en abogado
de una causa de la que l mismo era juez {De Hegela Nietzsche, Buenos Aires, Editorial. Sudamericana,
1968, p. 281),
-' Tomado de El asalto a la razn, ed. cit., p. 321.
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cin de s mismo, en que a la voluntad de los hombres filosficos violentos y de los tiranos artistas le sea concedida una duracin milenaria, una especie superior de hombres,
que, en virtud de su preponderancia de su voluntad, de su sabidura, riqueza e influencia, se sirvan de la Europa democrtica como de su ms adecuado y flexible instrumento para poner la mano en los destinos de la tierra, para forjar de entre los artistas al hombre mismo. Basta; ha llegado el tiempo en que se cambie la doctrina sobre
la poltica?''
En otro plano, y como consecuencia, en Nietzsche se produce \xnz funcionaizacin del derecho. El derecho y la ley, lejos de ser un fin en s mismo, son medios tcticos en la lucha por y para el poder.^" Tambin en este plano Nietzsche
mantendr una visin antirracionalista. Frente a una concepcin iusnaturalista e
ilustrada del derecho en la que el Estado puede considerarse como una suma de
individuos ms o menos racionales, para l, el Estado no tiene ninguna justificacin jurdica. El Estado es lo que -por poder ha llegado a ser, y todo derecho
(positivo, claro est) tan slo es la voluntad de eternizar una relacin de poder.
Nietzsche coincide as con una concepcin histrica del derecho tal y como es
entendida por su colega de Basilea Johann Jakob Bachofen: El Estado devora en
s todo. [...] Toda existencia individual se disuelve en esta idea del Estado. [...] La
religin misma eleva a deber sagrado, no que vivamos nuestra propia vida, sino
la de la gran comunidad, de la cual ha de considerarse el individuo como partcula insignificante^'. La crtica que realiza Nietzsche del Estado alemn es la crtica al Estado que desde Bismarck se llamar de bienestar o de benevolencia,
un Estado liberal cuyo intervencionismo econmico, sanitario o educativo es para colmo mnimo si lo comparamos con el intervencionismo de cualquier Estado
europeo actual de marcado signo social. La desacreditacin absoluta del Estado,
incluso como un posible Estado de Derecho, hace peligrar la ftindamentacin
de cualquier norma legal al margen de una ftindamentacin de y por poder. Como seala Ernst Bloch, un derecho que tan slo se entiende como una ideologa
de dominacin, haba sido ya enseada por Maquiavelo, Hugo y todava ms
-' VP, 959. Sobre la utilizacin de la democracia, y ya que Lowith cita a Goebbels, recordemos algunas de las palabras de este liltimo publicadas en Der Angriffntes de obtener uno de los doce escaos que
consiguieron los nazis en las elecciones de 1928: Nos convertiremos en diputados del Reichstag con el fin de
paralizar la democracia de Weimar, con su propia colaboracin. Si la democracia es lo suficientemente esnipida como para concedernos el privilegio de actuar con entera libertad y si encima nos paga dietas por este servicio, eso es asunto suyo. [...] Recurriremos a todos los medios legales para revolucionar la situacin existente. [...] Mussolini tambin se incorpor al Parlamento, y sin embargo, poco tiempo despus marchaba sobre
Roma con sus camisas negras. [...] Que nadie crea que el parlamentarismo es nuestro camino de Damasco.
[...] Llegamos como enemigos! A! igual que el lobo que se oculta bajo el pellejo de una oveja, as es como venimos (tomado del libro de Alan Bullock Hitlery Stalin. Vidas paralelas, Barcelona, Plaza y Janes, 1994, Vol.
I,p. 596).
30 Ye,. Je Jess Conill El poder de la mentira. Nietzsche y la poltica de la transvaloracin, Madrid, Tecnos. Cap. III, 14.
5' Bachofen, El Derecho Natural y el Derecho Histrico, Madrid, Centro de Estudios Constitucionales,
1978, p. 69 y s. ;No era realmente esto lo que Unamuno reprochaba en el fondo a Nietzsche?: a mi parecer
[comenta Unamuno en una carta a J. Chevalier] lo que se est debatiendo es nada menos que el porvenir del
derecho cristiano, el cristianismo amenazado en sus races por el paganismo de esa Realpolitik de la Kultur.
Parece imposible cmo hubo en esa patria de usted, en esa Francia no pocas veces candida y atolondrada,
quienes exaltaran a ese terrible sofista que es Nietzsche, el apstol del nuevo paganismo de la barbarie organizada (tomado de Unamuno y Nietzsche de Pedro Ribas, Cuadernos Hispanoamericanos (nmero dedicado
a Unamuno), Madrid, Febrero-Marzo de 1987, ns. 440-441, p. 257 y s.).
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afirmativamente que por Nietzsche se afirm tambin por el fascismo del Derecho del poder^-. No muy lejos en el tiempo, encontraremos el decisionismo de
Cari Schmitt. El dualismo que constituyen la auctoritas y la potestas, la lex y el
rex-, se disuelve en virtud de la decisin poltica; el soberano (he aqu un Hobbes
fascistizado) no se legitima en cuanto cumple y respeta el derecho y las leyes, sino que el derecho y las leyes quedan legitimados desde el momento en que son
promulgadas por el soberano: Para el pensamiento constitucional normativista
seala Cari Schmitt, sin embargo, era 'jurdicamente evidente' que toda jurisdiccin, como una fiancin 'estrechamente ligada a la norma', debera estar separada de la jefatura. Un modo de pensar jurdico dominado por la contraposicin
entre norma y mandato, lex y rex, no puede comprender en absoluto la idea del
Fhrer. Por ello exige el juramento a la Constitucin, a una norma, en vez de a
un Fhrer^^.
De todos los dardos arrojados por El asalto a la razn al pensador alemn rescatara los siguientes: en primer lugar, Nietzsche separa radicalmente, a conveniencia, el plano social del metafsico; y as, contrapone a la revolucin social 'superficial' y 'puramente externa' otra revolucin 'ms profunda', de carcter
'csmico-biolgico'B^"*. La revolucin a la que Nietzsche alude es sin duda una revolucin intelectual a la que, por definicin, slo unos determinados individuos
tienen acceso. Su conttmdencia filosfica, ms propia del martillo que del diapasn, y su estilo hiperrevolucionario, posibilitan no slo una inmediata seduccin
(a la que el pensamiento juvenil no es en absoluto inmune), sino que tambin
permite decir ms mucho ms de lo que realmente se quiere decir. El plano en
donde se dibujan sus reflexiones polticas es un plano abstracto, un cdigo de la
circuJacin poltica ideal, un ajedrez mental pensado ms all del terreno social
concreto. Ese plano ideal es el que hace pensar a Nietzsche en un modelo griego
de poltica en ms de una ocasin, y en el que posteriormente pensarn Hannah
Arendt, Michel Villey, Leo Strauss o el mismo Martin Heidegger.
Nietzsche, por otra parte, es un completo ignorante en cuestiones econmicas: su identificacin entre liberalismo y socialismo se realiza en la medida en
que se prescinde de sus estructuras econmicas. Existe otro punto de la crtica
lukacsiana que nos interesa sobremanera: la filosofa dentro de la cual Nietzsche
se encuentra se revela ya incapaz de encontrar el entronque dialctico entre el
devenir y el ser, entre la libertad y la necesidad''. Y es que Nietzsche es un pensador radicalmente antidialctico: Cmo podra surgir -se pregunta- una cosa
de su anttesis?^^. Ama la contraposicin, pero huye de toda dialctica: slo se
i' Derecho naturaly dignidad humana, Madrid, Aguilar, 1980, p. 185. El superhombre, dice Heidegger, deja simplemente detrs de s al hombre de los valores vlidos hasta el momento, 'pasa por encima' de l y
traslada la justificacin de todos los derechos y la posicin de todos los valores al ejercicio de poder del puro
poder (Nietzsche, Barcelona, Destino, 2000, Vol. II, p. 40).
^' Sobre tos tres modos de pensar la ciencia jurdica, Madrid, Tecnos, 1996, p. 58. Recordemos al respecto unas palabras de Heidegger pronunciadas en 1933: Ni los dogmas ni las ideas son las reglas de nuestro ser.
El Fhrer mismo y slo l es la realidad alemana actual y futura, y su le>- (Entrevista del Spiegeb, Escritos sobre la Universidad Alemana, Madrid, Tecnos, 1996, p. 56). Para la relacin entre Maquiavelo y Nietzsche remito al Primer Oprulo (Apartado 5) de mi trabajo Baltasar Gradan: forma poltica y contenido tico, Eds.
Universidad Autnoma de Madrid, 1999.
^ El asalto a a razn, ed. cit., p. 256.
'^ Op. cit., p. 309.
MBM, 2.
!8
" CI, Sec. 5, 2. El nudo del proceso de la fbula de Edipo, que para el ojo mortal estaba enredado
de un modo insoluble, es desenredado as lentamente -y de nosotros se apodera la ms honda alegra humana
ante esta rplica divina de la dialctica (NT, 9). Anttesis, contradiccin e incluso dialctica son para
Nietzsche a menudo meros sinnimos. Ver uno de sus fragmentos postumos (invierno 1887-1888) citado
por Snchez Pascual en la nota 70 de EAnticristo (Madrid, Alianza, 1998, p. 148).
MBM,5.
-'' El Herclito intuitivo es el que Nietzsche valora, en ningn caso el Herclito conceptual y lgico,
fro e indiferente, capaz de afirmaciones como todo contiene en s mismo, desde siempre, a su contrario; lo
que hizo que fiera acusado por Aristteles ante el tribunal de la razn del mayor de los crmenes al haber
atentado contra el principio de contradiccin (FETG, 5).
^" MBM, 24. Las profundas intuicionesfilosficashallan su nico medio para expresar lo intuido en la dialctica y la reflexin filosfica. Se trata, ciertamente, de medios de expresin muy pobres; en el
fondo son tambin metafricos: una traduccin infiel realizada a una esfera y a un lenguaje diferentes
(FETG, 3).
" He aqu un ejemplo: La suprema voluntad de poder -lce Nietzsche- consiste en imprimir 3\ devenir
el carcter del ser. [...] El retorno de todo csh mis exnemi aproximacin del mundo M devenir al del ser (tndo por Lukcs, El asalto a la razn, ed. cit., p. 308).
'- Presentacin a la Correspondencia t Nietzsche (Madrid, Aguiiar, 1989, p. 13).
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se da una ilustracin descoyuntada, una ilustracin llevada hasta sus consecuencias ms destructivas y radicales. Su mtodo ilustrado deviene en un abismo difcil de catalogar con etiquetas histricas anteriores a l. Su supuesto racionalismo no slo hace entrar a la razn en crisis, sino que detecta en ella una
enfermedad congnia incurable. Hay algo ms que desconfianza hacia el
normativismo moral, algo ms que una mera limitacin del libre albedro por la
sombra de lo pasional y de lo biolgico. La genealoga nietzscheana pretende
demostrar cmo la razn no slo es pasional, sino biolgica, haciendo imposible que la propia razn sirva a otros intereses que a los propios. A pesar de su
etapa volteriana, Nietzsche reprocha al pensador francs un grave error: la ntima conexin entre moral, saber y felicidad''^. Tuvo que venir la Ilustracin dialctica de Adorno y Horkheimer para hacer de la enfermedad de la razn un
momento, un mbito, un testigo de sus lmites e insuficiencias. Pero aqu tambin debemos recordar que -frente a Horkheimer y Adorno- Nietzsche representa un momento de la dialctica y no a la dialctica en s. Para ellos, el pensamiento de Nietzsche (y Sade) debe de compensarse con lo mejor de la
Ilustracin: Kant (y Marx). No obstante, Adorno y Horkheimer interpretan
dialcticamente un pensamiento que en absoluto lo es. En la Dialctica de la
ilustracin, leemos: como protesta contra la civilizacin, la moral de los seores
representaba, de modo invertido, a los oprimidos^^. A los oprimidos? Realmente Nietzsche estaba pensando de modo invertidi La enfermedad de la razn
no es para Nietzsche tan slo un momento, sino su manifestacin. El pensamiento de Horkheimer, y de manera especial el de Adorno,^^ ^c convierte en
aportico en la medida que no abandona la radical crtica de Nietzsche. Con
gran lucidez Jrgen Habermas dice al respecto:
La comparacin con Nietzsche muestra que la crtica, una vez que se vuelve total no lleva inscrita en su seno su propia direccin. Antes bien, entre los imperturbables tericos del desenmascaramiento es Nietzsche quien radicaliza la contrailustracin. [...] Nietzsche acaba haciendo de Lt crtica algo tan afirmativo, que incluso
pierde su aguijn la negacin determinada. [...] La crtica de Nietzsche acaba consumiendo el impulso crttico.^^
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"* El Herrenmensch, el hombre seor, que finalmenre apareci, era el mismo sofocante pequeo burgus que Nietzsche despreciaba desde el fondo de su alma, con la tnica diferencia de que era ms vulgar y detestable porque estaba desprovisto de todas sus inhibiciones (Erich Kahier, Historia Universal del Hombre,
Mjico, FCE, 1965, p. 507). Nietzsche y Stefan George despreciaban a las masas y las ignoraban; Wagner y
Spengler las despreciaban y las engaaban (op. cit., p. 515). Sigamos jugando con futuribles: ;si Heidegger
hubiese muerto antes de que los nacionalsocialistas subieran al poder, alguien habra pensado que el filsofo
llegara a relacionarse con el rgimen hasta el punto en que lo hizo;
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Es posible, por otra parte, que para el propio Hitler, la idea de nacin o de
raza tan slo fueran ideas puente para algo ms: no quedar ya gran cosa, incluso en nuestra tierra alemana, de lo que todava se llama nacionalismo. Lo que habr ser un acuerdo entre hombres fuertes, de habla distinta, pero todos oriundos de un mismo tronco, todos miembros de la cofrada universal de los amos y
de los seores^". Y es que quien no entiende el nacionalsocialismo ms que como un movimiento poltico -dice Hitler- sabe muy poca cosa. El nacionalsocialismo es ms que una religin: es la voluntad de crear al superhombre5i. Parece
que no es slo Nietzsche quien establece ficciones tiles o ideas regulativas.5^
Y el consiguiente problema es: qu ficciones establecemos como privilegiadas?,
desde qu instancia de verdad?
Es importante subrayar, por otra parte, la influencia que en protagonistas
histricos como Mussolini o Hitler tuvo el propio Nietzsche. En una cultura en
la que el libro y el intelectual llegan a ser para muchos fetiches de culto y adoracin, conviene calcular las posibles consecuencias prcticas de la puesta en juego
de las ideas, y ms tratndose de un pensador como Nietzsche en el que se apela
constantemente a la vida, es decir, a la praxis vital. Lo que se dice, o mejor, lo
que se escribe, da pie a que sea algo ms de lo dicho y hecho: lo que para un autor constituye una desvelacin, es para sus seguidores una revelacin, sobre todo
para aquellos supuestos intelectuales metidos a poltica tan propensos a la idolatracin y evangelizacin. En una cultura en la que el saber est ntimamente relacionado con el poder, nadie como un poltico para ciJminar la labor de un intelectual. El caso de Mussolini es incluso ms claro que el de Hitler. Es curioso, no
obstante, comprobar hasta qu punto Hitler y Mussolini coinciden en un punto
capital:
Nosotros los fascistas -dice Mussolini- hemos manifestado siempre una indiferencia absoluta por todas las teoras. [...] Nosotros los fascistas hemos tenido el valor de
hacer a un lado todas las teoras polticas tradicionales, y somos aristcratas y demcratas, revolucionarios y reaccionarios, proletarios y anti-proletarios, pacifistas y anti-pacifistas. [...] El relativista moderno deduce que todo el mundo tiene libertad para
crearse su ideologa y para intentar ponerla en prctica con toda la energa posible, y lo
*' Hitler me dijo... Confidencias del Fhrer sobre sus planes de dominio del mundo, yn, kx\3S, 1946,
p. 234 y ss. La importancia de estas confidencias reside -tal j como dice el autor- en que Hitler expone a sus
adictos sin tapujos sus ideas verdaderas, ideas que siempre ocult a las masas {op. cit., p. 8).
"> Op. cit., p. 243. La dea de nacin -dice Hitler segn Rauschning- ha quedado vaca de toda sustancia. Deb utilizarla al principio por razones de oportunismo histrico. Dejad la nacin a los demcratas y
a los liberales. [...] Lo sustituiremos por un principio ms nuevo: el de la raza. [...] Naturalmente, yo s tan
bien como vuestros intelectuales y vuestras lumbreras que no hay razas, en el sentido cientfico de la palabra.
Pero (...] necesito un concepto que me permita disolver el orden establecido en el mundo y oponer a la Historia la destruccin de la Historia (op. cit., p. 242). Ver tambin al respecto el anlisis de las obras de
Rauschning La revolucin del nihilismo y La revolucin conservadora realizado por Jean-Pierre Faye en Los lenguajes totalitarios (Madrid, Taurus, 1974, p. 657 y ss.).
' Hitler me dijo... , ed. cit., p. 256.
*- Ver ai respecto de H. Vaihinger La voluntad de ilusin en Nietzsche, Cuadernos Teorema. Valencia, 1980, n 36, nota 34.
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deduce del hecho de que todas las ideologas tienen el mismo valor, que t o d a s las i d e o logas s o n s i m p l e s
ficciones.'^
Como muy bien seala Neumann, toda teora se vuelve para el fascismo y el
nacional-socialismo un arcanum dominationis, una tcnica que se hallaba ms
all del bien y del mal con el nico propsito de conservar el poder, algo que se
relaciona directamente con el pensamiento de Maquiavelo, Hobbes, Cari
Schmitt y evidentemente Nietzsche.'"* En relacin a este problema, muchos autores han recalcado (Kahler, Neumann, Nolte y otros) cmo el fascismo no puede ser considerado una ideologa: no hubo ideologa -dice Erich Kahler-, inters, sea individual, de clase o profesional, que no desnaturalizase hasta
convertirlo en un mero instrumento. [...] El nacional-socialismo no tiene substratum intelectual de ninguna clase''^.
Sin embargo, pocos como Nietzsche han recalcado el poder y el peligro del
platonismo. La idea o el ideal, en la medida que se absolutizan, subordinan todo
aquello que se sita en su campo de accin, incluso al hombre que crea y piensa
dicho ideal. Nietzsche nos record que el nombre de Dios puede tener diversos
apellidos: Estado, Nacin, Poder, Dinero, Ciencia, etc. Nietzsche es un anarquista heterodoxo, un anarquista sin partido y partidarios. Aunque la filosofa
de Nietzsche -seala Neumann- y la ideologa nacional-socialista contienen
muchas semejanzas, hay entre ambas un abismo infranqueable, ya que el individualismo de aqul transciende la pauta de todo orden autoritario^^. No obstante, cuando el pensamiento desemboca en el nihilismo, toda salida es realmente
una salida en falso. Nietzsche, tras diagnosticar el fin y la conclusin de una enfermedad terminal, sigue prescribiendo recetas. Pero haba otras salidas, otros
diagnsticos, y es que no necesariamente la modernidad deba desembocar en el
nihilismo. No es el Nietzsche que diagnostica al que ponemos en tela de juicio
independientemente de que confirmemos o no dichos diagnsticos-; a quien
cuestionamos es al Nietzsche que prescribe. Nietzsche siguiendo una distincin
' ' Relativismo e fascismo, en Diuturna, Miln, 1924, p. 376 y s., aunque tomado del excelente libro
de Franz Neumann Behemoth. Pensamiento y accin en el Nacional-socialismo, Madrid, FCE, 1983, p- 511. [El
subrayado es nuestro]. En el artculo que escribe Werner J. Dannhauser sobre Nietzsche, dentro de la Historia de U Filosofa Poltica (Madrid, FCE, 1987, p. 797) compilada por l^o Strauss y Joseph Cropsey, leemos:
queda en pie el hecho de que en varias formas, Nietzsche influy sobre el fascismo. Acaso el fascismo abusara de las palabras de Nietzsche, pero es singularmente fcil abusar de tales palabras. [...] Un hombre que
aconseja a los hombres vivir peligrosamente, debe esperar que hombres peligrosos, como Mussolini, sigan su
consejo; un hombre que ensea que una buena guerra justifica toda causa debe esperar que se abuse de su enseanza que. a medias, haba sido presentada en broma, pero slo a medias.
^i Ver por ejemplo Derecho natural y dignidad humana de Ernst Bloch, ed. cit., p. 185.
^' Historia Universal del Hombre, ed. cit., p. 494. El nacional-socialismo -dice Neumann- es incompatible con cualquier teora poltica racional, es decir, con cualquier doctrina que haga derivar el poder poltico de la voluntad o las necesidades del hombre (Behemoth. Pensamiento y accin en el nacional-socialismo,
ed. cit., p. 511).
"' Behemoth. Pensamiento y accin en el nacional-socialismo, ed. cit., p. 155. La cita contina diciendo:
Pero cualquiera que haya sido el significado ltimo de Nietzsche, su recepcin en Alemania favoreci el desarrollo del nacional-socialismo. Dio al nacionalsocialismo un padre intelectual. [.,.] El movimiento de la juventud libre, que dio a los nacional-socialistas buena parte de sus lderes, no consigui elaborar ninguna nueva filosofa, con excepcin de un nihilismo moral y religioso que, como todo movimiento nihilista, conduce
en definitiva a la aceptacin de cualquier poder suficientemente fuerte para aplastar a todos los adversarios
(op. cit., p. 155 y s.).
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de Richard Rorty57 puede ser considerado filsofo o intelectual. Sin duda nos
quedamos con este ltimo, no con el que responde, sino con el que pregunta e
interroga. Es en este punto en donde debemos hacer una confesin: es precisamente nuestra admiracin hacia l quien toma la iniciativa, o ms bien, nuestra
admiracin por su honestidad intelectual. No obstante, es tambin necesario, al
menos de vez en cuando, hablar en contra de Nietzsche.
^' Un filsofo pragmtico., Revisu de Occidente (Nietzsche de nuevo), n 226, Marzo del 2000, p. 142
yss.
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