KOSELLECK, Reinhart. Los Estratos Del Tiempo
KOSELLECK, Reinhart. Los Estratos Del Tiempo
KOSELLECK, Reinhart. Los Estratos Del Tiempo
sobre la historia
El nombre de Reinhart Kosclleek (G5rlitr., ] 923) se encuentra hoy estreehamente
asociarlo a la escuela dc "historia de los conceptos" (Bewi[f~geschicht('), que l
inici a fin(~s de la d(~(~ada d(~ 1960 junto con sus antiguos maestros -Otto Brunller
y Wcrn(~r COll:r.C- y cristali:r.6 con la c()nf(~c(~i(n de tres grand<~s diccionarios.
A partir (1<:1 an{\isis dc las al1na(.ioll(~s OClllTidas en <'lll.'io y significado di) los
cOllCq,tos, ('sla cscllela S(~ propuso alllmbrar transformaciones histricas ms
vastas ck larga duracin, y (~sf)('cialrnelltc (,1 ';('Iltido (k la lllutacin cultural que
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tic la IJlod"l"Ilidad). Por dd)ajo (k (an Inolllllllclltal ohra sllhyac(~ IIlla kora d(~
la histori" o llis/orih, a la (IU(~ dicho autor ddilH' C01l10 ulla "doctrina Ik las
cOlldi"i()n(~,.; Ik posihilidad Ik historias". Los que aqu SI' pn~sclltan son !t~xt()S
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ha,.;tcl hoy dI' su rJis/oril.-. En dIos retoma Sil proyl~c1o original II(~ IIl1a "crtica de
la 1"<17.(')11 Ili~~/rica' (1111 <l1I,;;ih;., ,;. l.:, ,"prli,it)llt'~ dI' !,osi>ili,L,d di' 1,,<1:1 ('xperip/H:ia
histrica), rtd"ol"llIlllnd o l" fn;;ci::!ml'll\I:.
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introdlJ("("in ha l'Orrido a cargo d(' 1':la~ .lo~(; l'alli, qll(, 1"t"'ihit SIl ttlllo (k
doctorado en la Universidad d(~ California en Bcrkcky. Al'tualnwnte es profesor
dt' la {llIivCI"sidad d(' ()lIilm('s (' illv('~tigador del CONICET. ('11 Argelltina. E~
autor tI(: Giro lzgiis!i("() e III:s/ort in/e[e(,/lIal, Aporas. Tiempo, modernidad,
historia. su;e/o, lzad(ln, ley y 1,(1 ill1wlln de u/la!egi/imidad. Hazny retrica
('/1 el !)('/lsamiell/o mexica/lo del siglo XIX.
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I
66
Pensamiento
contemporneo
66
PENSAMIENTO CONTEMPORNEO
Coleccin dirigida por Manuel Cruz
18. T. W. Adorno, Actualidad de la filosofa
19. T. Negri, Fin de siglo
20. D. Davidson, Mente, mundo y accin
21. E. Husserl, [l1ui{aclI7 Li la !cllolJ!cllologa
22. L. Wittgenstein, Lccciol/cs" COI71!i!I'.wciol7cS sohr" cstie{/, JSicologa )' crccllcia
rcligiosll
23. R Carnal', /11fIobiogl'll(fa il/lc!cetllal
24. N. Bohhio, Igualdad y lihcr{ad
25. G. E. Moore, f',mavos ticos
26. E. Levinas, El Cllipo y elolm
27. W. Benjamn, La I17ctafica de la 1111'011/,,/
28. E . .T unger y M,. Heidegger, I1cerca de/nihilis//lo
29. R. Dworkin, Eliea pril'ilc!il c :gllafital'is//Io po/m
'>0. C. l~lylor, l.tI LrticLi de la {ZU{cl/l/cidlld
31. H. P\1tnl1lll, Las mil cllras del rcalis/llo
32. M. Blanchot, El pilSO (110) /l/11 tlll
33. P. Winch. Cl!/lIpl'el1dcr 111111 socied(/d )ri//lil/vli
14. J\. K"yr. 1)I'/IS"rlll ci{'IIc/;'
3'5. J. Derrida, 1;1 lCI/,~IIi1ic " las ill.llilllC!OI/Cljilosljficils
36. S. Weil, Rc/lexlr!l/cs so/J}'(' li/s Ci//lSilS de la lhcrlad v de la oprcs(J!l social
37. P. F StrawsOll, Uhe/,II/(! v /,CICII!IIIIII!O
.
38. } 1. J\rendl, De la b/.I'lol'll! 1/ fa i/(c/ll
.39. G. Vattil11o, Ms l/Ud de la Il7lcl'prc!acil/
40. \V Benjamin, Personajes al('molles
41. G. Bntaille, Lo que entiel7do por sohcm/l{/
42. M. FOllcault, De lcguaje)' litadtum
43. R Kosclleck y H. G. Gadamer. Historia y herl/lel1utica
44. C. G<:ertz, Los uso.\' de la diversidad
45. J. Habermas y J. Rawls, Dcha/e sobre elliheralismo poltico
46. J. P. Sartre, Verdad V extencia
47. A. Hcller, Una rcvi,\'n de la teora de las l7ecesidades
48. J\. K. Sen, Bienes/m; justicia V mercado
49. 11. J\rendt, (Q/l c.\' la j!o!riL:II.I
50. K. R. Popper, U ella/)() y la /l/ellle
5 L P. E Strawson, l1/1(li.\'is ')! lIletafiea
52. K. Jaspers, El problema 'de la culpa
53. P. K. Feyerabend, Ambigedad y armona
54. D. Gauthier, Egosmo, moralidad y sociedad liberal
55. R Rorty, Prag/J1a tisl/2o y poltica
'56. P. Ricoeur, Historia y narrativzdad
57. B. Russell, Anlisis filosfico
58. H. Blumenberg, Las realidades en que vivimos
59. N. Rescher, Razn y valores en la era cientfico-tecnolgica
60. M. Horkheimer, Teorfa tradicional" leoria crltica
61. TT. ~ _.r.::~~'l;, "('1!lido, siscntic!o)' !0.\' sC116das
62. T. W. Adorno, Sobre la I"".,,"<I
63. M. OakesilOLl, El L:c:Jo curOT)('() moderno
64. M. W"'''c:l', Guerra, poltica y /I1oral
65. W. V. Quine, Acerca del conocimiento cientfico)' otros dogmas
66. R. Koselleck, Los estratos del tiempo: estudios sobre la historia
Reinhart Koselleck
Introduccin
de Elas Palti
Ediciones Paids
LC.E. de la Universidad Autnoma de Barcelona
Barcelona - Buenos Aires - Mxico
SUMARIO
INTRODUCCIN,
La edicin del presente volumen ha contado con la ayuda del Goethe Institut
e lnrer-Natiol1cs, Ronn
Quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorizacin escrita de los titulares del
copyright, bajo las sanciones establecidas en las leyes, la reproduccin total o parcial
de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografa y el
tratamiento informtico, y la distribucin de ejemplares de ella mediante alquiler o
prstamo pblicos.
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43
Espacio e historia . . . . . . . . .
93
.............
115
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13 5
155
INTRODUCCIN
El nombre de Reinhart Koselleck (Grlitz, 1923) se encuentra hoy estrechamente asociado a la escuela de historia de los
conceptos (Begrzff<;geschichte) que l inici a finales de la dcada de los sesenta junto con sus antiguos maestros, Otto Brunner
y Werner Conze, y cristaliza con la confeccin de tres grandes
diccionarios: Gcschicbtliche Gnmdbegnffe. I{z'storisches LcxIl;oll
zur politisch-zocialen Sprache in Deutschland [ConcelJtos bsicos
de historia. Un diccionario sobre los principios del lenguaje poltico-social en AlemaniaJ (Stuttgart, 1972-1997), Historisches
Wortcrbuch der Philosophie [Diccionario de filosofa de principios histricosJ (Basilea, 1971-) Y Handbuch politisch-sozialer
Grundbegriffe in Frankreich) 1680-1820 [Manual de conceptos
poltico-sociales en Francia, 1680-1820J (Munich, 1985-).1 A
partir del anlisis de las alteraciones ocurridas en el uso y significado de los conceptos, esta escuela se propuso alumbrar transformaciones histricas ms vastas de larga duracin, yespecialmente, el sentido de la mutacin cultural que se produjo entre
1750 y 1850 (perodo que Koselleck denomina Sattelzeily marca, para l, la emergencia de]a modernidad).
Como seala dicho autor, por debajo de tan monumental ohra
subyace una teora de la historia o Historik, a ]a que define como
una doctrina de las condiciones de posibilidad de historias (Ces1. En esta misma coleccin se ha publicado Histrica y hermenutica (en
Koselleck y Gadamer, Historia y hermenutica, Barcelona, Paids, 1997, pgs.
65-94). El volumen incluye una excelente introduccin deJos Luis Villacaas
y Faustino Oncna, seguida de una bibliografa actualizada de y sobre Koselleck y
la escuela de historia de los conceptos.
10
des y rupturas en la historia conceptual; permite, en fin, discriminar los diversos niveles de temporalidades relativas de la realidad
social y sus interrelaciones. La misma, por lo tanto, no surge de la
propia historia conceptual, sino que constituye su premisa, su a
priori, y su eficacia reposa exclusivamente en la persuasin y consistencia de sus mismos postulados. Dicha perspectiva llevara a
Koselleck a convertirse en el principal terico de la Bcp.,rzf/l'gcschichtc. En el manifiesto que publica en 1967 estableci las pautas
fundamentales que habran de presidir la confeccin de los diccionarios antes mencionados. 3 A ste siguieron luego una larga serie de artculos, cuyo ncleo fue reunido y publicado en 1979 en
Futuro pasado,4 en los que define cul es el objeto yel sentido de
la historia de conceptos. Los que aqu se presentan son textos tericos ms recientes de este autor, en los que plasma la formulacin
ms sist~n:tica hasta hoy de su Historik. En ellos retoma su proyecto ongl11al de una crtica de la razn histrica, reformulndolo parcialmente. Las pginas que siguen intentan ofrecer al lector el marco conceptual en el que cabe inscribir dichos textos
trazar el horizonte ms general de ideas y problemticas sobre el
que pivota su obra historiogrfica y permiten, en fin, comprender
el sentido y objeto de sus reelaboraciones ltimas.
INTRODUCCIN
11
13
INTRODUCCIN
que tiene que reconstruirlo conceptualmente, esto es, abstractamente (lo que necesariamente conduce a una cosa en s insondable), el orientarse hacia la vivencia indica, por el contrario,
un estar adentro (Innesein), una pura inmanencia.
Lo radicru aqu, pues, es situarse en el plano del fenmeno pri..
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SUjeto resu1tan an if'+~"ci;lhl('s. Este dato inmediato es, !Jara Dilthey, una conexin L:">tructural en la que se combinan conocer, sentir y queru ;
en l convergen la aptitud intelectual, la aptitud sensible y la aptitud
volitiva. En el fenmeno kantiano, en cambio, se ha abstrado ya una
determinada orientacin hacia el objeto, una determinada aptitud
del sujeto, es decir, un cierto modo de relacin entre ambos que no
constituye el dato primario sobre el que se funda la vida histrica.
Segn vemos, el terreno en el que se instala el proyecto de
Dilthey no es realmente el del sujeto trascendental kantiano (la
condicin de posibilidad del objeto de conocimiento), sino, ms
bien, uno anterior a l (que es, en ltima instancia, el del ego husserliano): aquel mbito fenomenolgico trascendental que precede a la escisin entre sujeto y objeto y permite tanto a uno como a
otro constituirse como tales. Sin embargo, hay un punto en que el
concepto de Dilthey se separa del de Husserl. Para el primero,
slo en la historia el sentido se nos presenta inmediatamente a la
conciencia. No ocurre as cuando se quiebra esta identidad ontolgica del sujeto y el objeto de conocimiento, es decir, cuando
ste se dirige hacia el mundo objetuaL Dilthey ve en Husserl un
resabio metafsico que convierte, hegelianamente, a la naturaleza
en una suerte de alienacin del espritu.
Esta distincin entre dos formas opuestas de conocimiento no
slo delimita esferas respectivas de saber, sino que forma, al mismo tiempo, la base en que se sostiene su proyecto de una crtica
de la razn histrica (aunque tambin, como veremos luego, tena implcitas consecuencias tericas potencialmente devastadoras de dicho proyecto). Ella le permite a Dilthey romper con las
tradiciones idealistas que dominaron a lo largo del siglo que 10
precedi. La presencia ineliminable de una Naturaleza externa al
sujeto impide a la historia constituirse como un sistema, en el sentido hegeliano. Del trato del ser con el mundo como un objeto
que lo trasciende y lo condiciona desde afuera (lo que nos lle-
12
Todo ello se halla sostenido en un haz por la fuerza intern,\ y el lmite interno que resulta de la determinacin de la existencia singular
y de la consiguiente persistencia de la conexin adquirida. En todo,
por 10 tanto, acta en su curso el mismo ser. En todo encontramos la
misma limitacin de posibilidad y, sin embargo, la libertad de eleccin
entre ellas [ ... ] Denomino desarrollo a esta conexin en el curso de la
vida, determinada desde dentro, y que condiciona la entrega incesante a los cambios. Este concepto es del todo diferente al de las fantasas
especulativas de una marcha hacia etapas siempre superiores."
El concepto de sujeto asociado a esta idea de desarrollo
es un ser del devenir, el soporte ltimo de la temporalidad. Esto
permite distinguir entre apertura y arbitrariedad. Segn este
concepto, si bien una nueva formacin histrica no se sigue necesariamente de la anterior, siempre se apoya y despliega a partir de
sta. Para Dilthey, en la historia, no puede alguien fijarse como un
fin aquello que no ha experimentado primero como un valor. Por
otra parte, tampoco puede establecer como valor aquello que no
forma ya parte de su universo axiolgico. Se va forjando as una
continuidad de la conexin a travs de los cambios, lo 9J-Je define la temporaJidad del ser (<<La vida -dice- mantiene~na relacin inmediata con la llenazn del tiempo). La conexin estructural resultante no puede considerarse ya como un conjunto
de hechos o cosas, elementos o estados supuestamente
recurrentes, ni tampoco ninguna identidad lgica, sino la circunstancia de una mismidad de orientaciones entre pocas e individuos diversos en tre s. La solidaridad entre pasado, presente y
futuro no implica, en fin, una sustancialidad del devenir.
8. Ibd" pg. 175.
9. Ibd., pg. 170.
INTRODUCCIN
14
15
Ahora bien el carcter creativo de la historia supone ganancias, pero tambin prdidas. Mucho antes que Husserl (quien slo en La crisis de las ciencias europeas'" tematizada el tpico), Dilthey seal la posibilidad del olvido, de quiebras en la me~nor~a
colectiva, es decir, de que los contenidos ideales de la conCienCia
no se encontrasen siempre disponibles a los sujetos. Sin embargo,
para Dilthey, stos podran an reconstruirse a partir de los vestigios materiales ek una cultura. Y aqu encontramos el scgullch? aspecto que distingue el concepto.de Dilthey del de H~sse~l: su Idea
del carcter objetivo de los senudos, en tanto que cnstahzados en
objetos culturale~. De esta idea nace la tra?icin .he:l~enutica
contempornea. Esta se orienta a reconstrUIr los Significados sedimentados en sus propias objetivaciones empricas, remontarse a
partir de sus manifestaciones culturales a ~a conex~n anmica de
base, las experiencias vivencia1es que les dieron ongen.
d proyLlv ~:: ,'0'1 historia d lo:; con(,t'ptos de Koselleck
retoma el pruycct,-, dilthf'y~no; ID aunque tamizado ya por el giro
lingstico que produce uno de sus maestros, Hans:George Gadamer. Como afirma ste en uno de los ensayos que lntegran Verdad y mtodo (su obra fundamental), La ~istori~ del conce~:o
como filosofa (1970), el lenguaje es la pnmera 11lterpretaClon
global del mundo [ .. .J el mundo es siempre un m~ndo interp~e
tado en el lenguaje. 11 Este mismo postulado subuende a la diStincin que establece Koselleck entre h.istoria d~ id.eas o ;<pa!abras e historia de conceptos. Entre Ideas e hlstona habna solo
un vnculo externo. Las ideas, tal como se las entiende tradicio,~ Husserl, La crisis de las ciencias europeas y la fenomenologa trascendental,
Barcelona, Altaya, 2000.
10. La descripcin precedente del mismo, cabe aclarar, resulta inevitablemente parcial y deficiente. Un anlisis algo ms preciso de! mismo escapa, sin
embargo, al alcance de este trabajo. (Para una aproximacin general dell~ensa
miento histrico de Dilthey, vanse Eugenio Imaz, EL pensamiento de Dz!they,
Mxico, F.C.E., 1972, y Rudolf A. Makkreel, Dilthey. P'hilosopher of the Human
Studies, Princeton, Princeton University Press, 1975.)
11. Gadamer, Verdad y mtodo, Salamanca, Sgueme, 2000, II, pg. 83. (Para un anlisis de las repercusiones del giro lingstico en e! mbito anglosajn, vase Palti, Giro lingstico e historia intelectual, Buenos Aires, Universidad
Nacional de Quilmes, 1998.)
16
17
1NTRODUCcm
tambin entre s las diversas vivencias en unidades de sentido, actan de soporte para sus conexiones estructurales. En definitiva,
los conceptos ocupan en Koselleck el lugar de las formas en
George Simmel;111 son, en palabras de Arnold Gehlen (maestro de
Habermas y uno de los principales promotores de la antropologa filosfica que se difunde en Alemania en los aos treinta y
cuarenta), instituciones (sistemas de conducta y estructuras
de pensamiento heredadas) 1') que median entre el estmulo y la
accin 211 (nociones todas que, en ltima instancia, no son sino elaboraciones diversas de la idea de Dilthey de sistemas de organi-
A11 iberar a los conceptos L... J de su contexto situacional y al seguir sus significados a lraVl:s del curso del tiempo para coordinarlos,
los anlisis histricos particulares de un concepto se acumulan en una
historia del concepto. nicamente en este plano se eleva el mtodo histrico-filolgico a historia conceptual, nicamente en este plano la
historia conceptual pierde su carcter subsidiario de la historia
socialY
Si la historia conceptual se recorta de la historia social, adquiere un carcter propio, es porque slo ella puede proveer claves
para reconstruir procesos de largo plazo. Los conceptos, en definitiva, en la medida en que sirven para articular significativamente las diversas experiencias sociales, que forman redes discursivas
que cruzan las pocas y trascienden las esferas de sociabilidad
inmediata, sirven de ndice de las variaciones estructurales. Pero,
por otro lado, si stos actan, retrospectivamente, como ndice
efectivo de las mismas, es porque son, al mismo tiempo, un factor
para su constitucin. Con cada concepto, dice, se establecen
deknulllaJ0::; l:~"'t';7()ntes, pero lambin se establecen lmites para la exper~~~J...:ia posible v para la teora conceLible.l6 De hecho,
los conceptos proveen a los actores sociales las herramienLas pa
ra comprender el sentido de su accionar, elevan la experiencia
cruda (Erfahrung), la pura percepcin de hechos y acontecimientos, en experiencia vivida (Erle/mis). 17 Y de este modo, conectan
14. Koselleck, Futuro pasado, pgs, 112 y 123.
15. Ibd., pg. 113.
16. Ibd., pg. 128.
17. Toda historie -dice- se constituye por la comunicacin oral y escrita de generaciones coexistentes, que se trasmiten mutuamente las experiencias
respectivas (Koselleck, Sozia1geschichte und Begriffsgeschichte, en W.
Schieder y V. Sellin komps.), Sozialgeschichte in Deutchland, Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, 1986,1, pg. 97).
18. Las formas cstudiadas por Simmel (la ley, el arte, la historia, etc.) tcnan para l un doble estatuto, epistemolgico y ontolgico a la vez. Cada \lna
de ellas constituLl un modo de representacin del mundo (o de autocomprensin del hombre). Pero, simultneamente, en la medida en que hacen posible la
experiencia, conforman la estructura bsica de nuestra vida histrica. Segn
Simmel, stas permiten as tambin la comprensin de pocas y culturas pasadas (por entonces, Sill1mel haba descartado ya el concepto de empata), si no
en su especificidad, al menos en lo que hace a cada una de ellas una parte en el
desarrollo de las estructuras bsicas de nuestra vida histrica (vase Georg Simmel, Die Pmbfeme da Geschichtsphilosophie, 19(5).
19. En UrmcJlscb lmil Sprk1/ltllr (Bonn, Atheniium, 1956), Gehlen introduce el trmino tomando su sentido de su raz etimolgica, es decir, como costumbre (institutio) o conductas e ideas habituales, adoptadas acrticamente.
20. Se nota aqu la influencia de otro de los colahoradores en el Ilrchiu }i"ir
BcgriUschichte, Hans Blumenberg, autor de un influyente texto titulado Paradigmen zu einer Metaphorologie [Paradigma hacia una metaforo1ogaMrchiu
lrBcgrzffl"gCIchichtc, 6, 1%0, pgs. 7-142. En An Anthropological Approach
to Rhetoric, Blumenberg aseguraba que los predicados son "instituciones";
tina COS,l concreta es comprendida slo cuando sc la analiza en las relaciones
por las cuales sta se encuadra dentro de tales instituciones. Cuando una cosa
es absorbida en juicios, desaparece como una cosa concreta (Bl\Jl11cnbcrg, I\n
Anthropological Approach to Rhetoric, en Baynes, Bobnan y McCarthy
(c0111pS.), Alter Philosophy. El/el o/" Tl'amfol"matiol7?, Cambridge, Mass., The
MlT Press, 1987, pg. 469). Sobre las ideas de este autor, vase Palti, Hans
Blumenberg (1920-1996). An Unended Quest, joumal o/ tbe Hi_\-/or)' of Ideas,
CVIIlJ, 1997, pgs. 503-524 (trad. cast.: Aporas. Tiempo, !?2odemidad, hls/on, .\"l{/cto, nacin, ley, Buenos Aires, Alianza, 2(01).
18
19
cmo es posible el cambio en la historia conceptual. Esta pregunta conduce, a su vez, a cuestiones que escapan al mbito estricta~ente hist?riogrfico; ella, de hecho, contiene ya implcita una
CIerta teOrla general de la temporalidad histrica, una hiptesis
respecto de los mo?os de interrelacin de las temporalidades relativas correspondIentes a los diversos niveles de la realidad social. L~ Hi~,torik, ase~ura, apunta a la bilateralidad propia de
toda 11stona, entendiendo por tal tanto los nexos entre acontecimientos (Ereigniszusammenh'nge) como su representacin. 24 El
concepto que ocupa centralmente la atencin de Koselleck, el de
<~Era ~,oderna (Neuzeit, cuya emergencia, que desplaza a la deslgnaclOn del p.er~do.contemporneo como neue 2eit -tiempo
nuevo-, es ya IndIcativa del surgimiento de una conciencia de la
ruptura e~ocal ent~~ces producida}, condensa mejor que ningn
otro esta l11terrelaclon entre expenencia y representacin, entre
crga y lo,~oi -y tambin sus inevitables desajustes recprocos.
TIEMPO y MODERNIDAD
, Como se~~lamos, el ~bj~to ms especifico en torno al cual giro la co~fecclOn de los diCCIonarios de historia de los conceptos
era arrOjar nueva luz sobre las mutaciones culturales que se producen entre 1750 y 1850, perodo que Koselleck denomina Sattelzez't. Las mismas, segn afirma, contienen las claves fundamentales para comprender el origen y sentido de la modernidad. sta
supone, para Koselleck, una forma indita de experimentar el decurso del tiempo (que encuentra su expresin conceptuah:TI" las filosofas de la historia del idealismo); marca, en fin, una quiebra
fundamental respecto a los modos premodernos de figuracin
histrica.
24. Segn vimos, ambas instancias, para Koselleck, no seran ajenas entre
s: los acontecimientos que forman la experiencia histrica Jeterminan los modos particul~res de representarse la misma, pero, inversamente, los conceptos
por los ~u~ estos se nos presentan en la conciencia (y que permiten que tales
a~onteClmlentos puedan ser experimentados como tales por los sujetos) no son
ajenos a sus resultados.
20
21
TNTRODUCCl()N
Segn seala en la voz Geschichte (historia) que escribe para el primero de los diccionarios (y luego elabora en la serie de
textos reunidos en Futuro pasado), las narrativas premodernas, articuladas dentro de los marcos del modelo ciceroniano de la histor llIagz'stra vitae, se fundaban en dos premisas. En primer lugar, tal ideal pedaggico de la historia supona necesariamente la
iterabilidad de la misma (es decir, que las mismas situaciones bsicas se repiten), puesto que slo as podran inferirse leyes generales aplicables a toda poca histrica. De sta deriva, a su vez, su
segunda caracterstica. El supuesto de la iterabilidad de los acontecimientos haca imposible la concepcin de la idea de una historia, en singular. Lo que existiran, en el contexto de esta perspectiva, son historias, en plural; es decir, situaciones, hechos y
fenmenos especficos, que son los que eventualmente se repiten
en otros tie111pOS, lugares y circunstancias, conservando, en lo
cscnci;d, Sll misma esl ruClllra y sentido.
I,:1 ,'r:1 de Lts l':-;p!nr;lciu!ll's (qt\(' ;t!)\"l' el hmi/,olltc dc los etlro
peos a la diversidad de las culturas existentes en el planeta) yel
progreso tecnolgico desencadenan la crisis del concepto pedaggico de la historia. Ambos fenmenos combinados proporcionan el sustrato histrico para la gestacin de la idea moderna del
progreso. El tiempo poseera entonces una direccionalidad, lo
que hara imposible la iterabilidad de la historia. El futuro ya no
resultara legible en las experiencias del pasado. Se instalaba, en
fin, una fisura entre espacio de experiencia y horizonte de expectativas. Pero el hecho fundamental que precipit la quiebra
definitiva del concepto de la hz'storia magistra vitae fue el estallido
de la }{cvo1ucin de 1789. ~sta determin la emergencia de una
nueva perspectiva histrica en la medida en que afirm lo que Kosdlcck defini como la idea de constructibilidad de la historia. El
acontecimiento revolucionario gener una nueva conciencia respecto del carcter agencial subjetivo de la historia. La temporaldad devena, de este modo, una dimensin inmanente, algo que los
sujetos desencadenan con su mismo accionar. El concepto moderno de la historia nace, pues, de la combinacin de las ideas de
progreso de la Ilustracin con la del carcter construido, de la misma determinado por el acontecimiento revolucionario. Este se define a partir de cuatro caractersticas fundamentales.
22
INTRODUCCIN
23
[. .. ] En la historia sucede siempre ms o menos de lo que est contenido en los datos previos. Sobre este ms o este menos se encuentran
los hombres. 27
El presupuesto aqu implcito (que es, en ddinitiva, aquel sobre el que pivotean todas las filosofas neokantianas de la historia)
es el de la presencia de un ser subyacente a las estructuras, formas
o sistemas de organizacin, que preexiste a los mismos y sirve de
soporte a la temporalidad. Hay, sin embargo, una diferencia fundamental entre este concepto del ser del sujeto y el propio de la
Ilustracin. La quiebra del pensamiento evolucionista producido
a finales del siglo XIX haba transformado los conceptos de la temporalidad y, con ellos, los modos de comprensin de la subjetividad. ste ya no es un ser inalterable. El ego fenomenolgico-neokantiano ya no es, como en Kant y la Ilustracin) el garante ltimo
del orden en el mundo, sino, por el contrario, la fuente del C<1111bio, el que introduce la contingencia en la historia (ese ms o
menos que, segn Koselleck, separa las consecuencias de sus antecedentes). Se produce aqu una inversin categorial respecto de
la Ilustracin. El mundo de las estructuras o formas sociales es inalterable por naturaleza; stas nicamente tienden a su propia reproduccin. Slo la accin intencional quiebra la repetibilidad de
la historia y da sentido a la expresin hacer la historia.
Este nuevo concepto de la subjetividad provee la matriz de
pensamiento desde la cual Koselleck lee retrospectivamente el
sentido y origen de la modernidad. De todos modos, el punto
que interesa aqu es que, en el marco de las filosofas neokantianas
de la historia, slo la existencia de seres preexistentes a Sl:l8" propias condiciones histricas de posibilidad explicara cmo stos
pueden eventualmente proponerse metas que no formen ya parte
de su universo axiolgico dado. Y esto plantea dos problemas l
Koselleck; uno de orden histrico y otro de ndole epistemolgica. El primero nos conduce al primero de sus escritos, Krzk und
Krisc; el segundo, a los ensayos ms recientes incluidos en esta antologa.
24
J(ritil~
INTRODUCCIN
25
en su origen llevaron a la institucin de la instancia soberana como un terreno neutral, desprovisto de toda ideologa particular,
y al consecuente desdoblamiento entre las esferas de lo pblico y
lo privado. lO Todas las consideraciones morales susta.ntivas quedaran entonces relegadas al mbito del foro interno del individuo. Y esto tendr implicaciones histricas y conceptuales de largo alcance.
Sin embargo, stas slo se haran manifiestas cuando el Estado
absolutista lograse finalmente eliminar la causa que le dio origen
y de la que tom su justificacin ..(las guerras de religin). Entonces el dualismo ilustrado revelara su verdadero sentido: la separacin de la moral respecto de la poltica encarnada en el Est~ldo
vaciara progresivamente a este ltimo de toda legitimidad. Este
deja de aparecer como el garante para convertirse en el enemigo
de la libertad. La crtica ilustrada entra as en la va por la que habra de convertirse cn contracrtica. Pero para ello era nccesario
que se encarnase en fuerzas indirectas que materializasen tal poder
espiritual. Esto ocurre finalmente cuando el mundo burgus comienza a articular un mbito poltico propio (la sociedad civiD, al
que instituye como poder moral opuesto al poder poltico del
Estado. De este modo la crtica adquiere un carcter eminentemente poltico, pero slo en la misma medida en que se desconoce como tal. sta sucumbe entonces a su propia apariencia de
neutralidad y se vuelve hipcrita: la invocacin de la Verdad ({mica y universal) convierte a aqulla en un soberano que impera tan
inexorablemente como la redime de toda responsabilidad decisoria, la descarga de culpabilidad. La mscara ele generalidad sirve
as a la exacerbacin de las polarizaciones implcitas en losffuucos
dualistas de la crtica ilustrada, la que ahora se ofrece como nica
solucin a las contradicciones que ella misma haba producido. De
este modo, legitima la guerra civil. El delirio especfico de la razn filosfica -asegura KoseIleck- es precisamente esperar que
30. En esta tesis Koselleck, de hecho, anticipa un concepto que luego sera
desarrollado por Habermas, aunque ofrece una perspectiva del mismo opuesta
a la de ste (y, en mi opinin, mucho ms compleja y sugerente). Sus versiones
respectivas del surgimiento del pensamiento ilustrado sealan as un contrapunto interesante.
INTRODUCCIN
26
27
28
29
lNTRODUCCTm
interrogacin llevara a recluir la contingencia al mbito meramente emprico, resultante de las limitaciones fcticas de la inteligibilidad humana: para el pequeo demonio de Laplace (capaz
de poseer un conocimiento completo de las condiciones contextuales en que se despliega el accionar del sujeto), el pasado y el futuro se le presentara an enteramente ante su vista.
La respuesta fuerte retoma, en cambio, un motivo heideggeriano, que se encuentra anticipado en Diltb.ey. Como vimos,
Dilthey seal ya la posibilidad del olvido, de quiebras en la memoria colectiva, es decir, de que los contenidos ideales de la conciencia no se encontrasen siempre disponibles a los sujetos. Este
olvido del sentido, tanto paraKoselleck, como para Heidegger,
es una condicin esencial a nuestra existencia, inherente a la historia humana. En l esto se liga a la propia constructibilidad de la
misma. Segn seala, toda ganmcia de experiencia supone al mismo tiempo una prdida: la mutacin de los conceptos (como la
que se produce con la llegada de la modernidad) hace que las experiencias precedentes ya no se encuentren disponibles para nosotros. stas entonces se nos han objetivado y vuelto extrafias, por
10 que slo podemos reconstruirlas a partir de los vestigios materiales que han dejado. Tal orientacin hacia las cristalizaciones
objetivas de los sentidos subjetivamente articulados era, como vimos' lo que separaba a Dilthey de Husserl (y da origen tambin a
la tradicin hermenutica contempornea). Pero tambin, como
anticipamos, lo que terminara por demoler su proyecto histricofilosfico: desde el momento en que introduca un elemento de
trascendencia, de una instancia de sentido que no se encuentra inmediatamente dada a la conciencia intencional (es decir, qpc debe
reconstruirse racional y, por lo tanto, abstractamente), se quebraba la distincin, sobre la que pivotaba todo su concepto histricofilosfico, entre los modos respectivos de aproximacin propios de
las ciencias naturales y las ciencias del espritu. Eso que para
Dilthey era una fisura que corroa su proyecto terico, se convierte, por el contrario, en la premisa de la que parte el concepto histrico de Koselleck. Y esto lo devuelve a cierta ortodoxia kantiana
(y, con ello, a todas las aporas de la cosa-en-s).
Llegamos aqu a los trabajos ms recientes de Koselleck. En
ellos, como dijimos, intenta plasmar una teora general de las fol'-
30
mas de la experiencia histrica. stas ya no se relacionan con ninguna poca singular, sino con condiciones a priori de la inteligibilidad histrica; remiten, por lo tanto, al plano de las determinaciones antropolgicas y, en ltima instancia, biolgicas. Como
afirma en Cambio de experiencia y cambio de mtodo. Un apunte histrico-antropolgico (1988), que se reproduce a continuacin, Lo que hay que detectar son las condiciones antropolgicas
de posibilidad de las experiencias L.. .l.l4 Este enfoque antropolgico-filosfico le permite definir tres metodologas histricas
fundamentales, encarnadas respectivamente en Herdoto, Polibio y Tucdides, y que se repiten en los ms diversos contextos histricos y conceptuales. Cada una de ellas nace de las diversas formas humanas posibles de relacionarse con las estructuras de la
temporalidad, las cuales hunden sus races en condiciones radicadas a lln nivel biolgico de la especie y expresan, a su vez, tres
\llodos diferenciales de adqllisicin (y pb'dida) de conocimiento
(<<El ensayo -Jice- apunta ms bien a las comunidades formales que pueden estar en la base tanto de todas las experiencias y de
su enriquecimiento como de todos los mtodos y sus diferenciaciones).35
En este punto, Koselleck retoma la categorizacin tripartita
elaborada por Braudel entre corto, medio y largo plazo, buscando sus fundamentos antropolgicos ltimos. Estos espacios de
tiempo especficos de una generacin -asegura- se siguen del
hecho biolgico de que toda vida individual est marcada por la
diferencia temporal entre los padres y los hijos.36 El corto plazo
expresa un mODO illiw.:Ji::ltc de experimenf;f la sucesin de los
acontecimientos, propia de lc~; contempodneos, en su singularidad e irrepetibilidad. El medio plazo se liga a la experiencia generacional que permite descubrir patrones y recurrencias entre fenmenos diversos determinadas por condiciones estructurales
ms o menos estables en el tiempo. Slo aqu, cuando referimos
los acontecimientos a secuencias evolutivas de ms largo alcance,
podemos hablar de un proceso de aprendizaje o ganancia de ex34. Vase pg. 49 de este volumen.
35. Vase pg. 49 de este volumen.
36. Vase pg. 51 de este volumen.
31
perie~cia. El largo pl~z?,. ~inalmente, r~mite a las formas intergen:ra~tonales ~e adqUlSIclon de conocImiento, pero tambin de
p~r.dIda del mIsmo, que permite observar cmo las propias cond;c~ones estructurales, a su vez, se modifican. Estos procesos histonc.os de lar,go alcance escapan ya al mbito de la experiencia inmedIata y solo pueden descubrirse mediante un esfuerzo de
abstraccin intelectual.
.Kosellcck de~ine. estos tres mtodos como la historia que se
r~glstra, que cOl11C1de, como dijimos, con la experiencia inme~Iata de los propios actores y constituye la forma bsica yorio-inana de. la con~iencia histrica. La historia que se desarrolla~ que
permite. ~onJugar experiencias dispares a un nivel superior de
agregaCI?n y ?escubnr reglas de sucesin diacrnica. Y, finalment~, la hIstOria que se reescribe, que hace posible descubrir no
solo la yuxtaposicin, sino la imbricacin de factores hctcronneos que dan lugar a l11utaciones epocalcs en las formas de la =xperiencia. Este ltimo mtodo de escritura histrica, cuyo mod~
lo se .encuentra en .la obra de Tucdides, no slo agrupa, sino que
r~artIcula la expenencia originaria revelando as la distancia inevitable que separa los discursos de las acciones, el hiato fundamental qu.e ex~ste entre todos los acontecimientos que constituyen una hIstona y lo que acerca de ello se dice cuando se articula
esta historia.l7
En sntesis, Koselleck disea aqu el esquema fundamental de
su ~oncepto de una Theorie der Geschichte o Historik tratando
de ~ntegrar ambos n!veles que, segn afirma, la constituyen, esto
es, 111t.enta reconstrUir los modos de enlace de los acontecimientos
a partIr de las formas de su representacin e, inversamente, [)licar
las f~rmas de la representacin histrica a partir de los vnculos
efectivos entre los acontecimientos cuyo soporte ltimo se encontrara e~ determinaciones antropolgicas objetivas. JR La Historik
se conVIerte. as ~n una metahistoria. Mediante esta integracin,
Koselleck CrIstalIza su proyecto de crtica de las proyecciones ut\
32
picas. La posibilidad de generalizacin en la historia no presupone ni revela ya para l ningn contenido normativo, sino que representa slo los moldes dentro de los cuales valores, normas y actitudes pueden eventualmente articularse. En definitiva, con este
giro antropolgico, que lo devuelve a cierta ortodoxia kantiana,
slo llevara a su conclusin la empresa diltheyana de una crtica
de la razn histrica, es decir, el proyecto de definir las condiciones trascendentales de posibilidad del discurso histrico como tal,
lo que supone cierta estabilidad formal transhistrica, salvando, al
mismo tiempo, la nocin de contingencia, la posibilidad de lo imprevisible, sin lo cual, para l, no habra propiamente historia.
El intento de conciliar ambas exigencias, en principio, contradictorias (inteligibilidad y contingencia en la historia) organiza el
conjunto de escritos que aqu se presentan. En ellos Koselleck
;lplicI su modelo in(vrprctativn no slo al anlisis de la tradicin
historiugrhca, sino LlmbiC'1l a Ull conjullto variado de fcmmc
nos, que incluye las alteraciones histricas en las concepciones del
espacio geogrfico o en la estatuaria monumental a los cados en
guerra, buscando siempre trazar las condiciones metahistricas
ms generales que se descubren al relacionar las transformaciones
producidas en las formas de la experiencia histrica con los cambios observados en nuestros modos de representacin de las realidades sociales. En lo que sigue el lector encontrar, pues, las derivas ltimas de un proyecto historiogrfico, de largo aliento, que,
aunque como el mismo Koselleck reconoce, formula ms preguntas que las que l mismo puede alcanzar a responder, logra al menos arrancar las cuestiones histrico-epistemolgicas del plano
puramente filosfico y combinar la reflexin histrica con la investigacin emprica, buscando as alumbrar ambas recprocamente.
ELAS Jos PALTI
l";~t()r"
e historiografa, la realidad y su procesamiento consciente estn siempre coimplicados, ,,'-- ;,,~ific::,n recrrnr'lnlt'iltc, cin ser absolutamente derivable
UI'" {le otro (vease p;;. 1S de 'C,te volumen).
SOBRE LA ANTROPOLOGA
DE LAS EXPERIENCIAS
DEL TIEMPO HISTRICO
36
1
El primer dato de experiencia cuando se pregunta ~~r el tiempo en los procesos histricos es, por supuesto, la umcidad. Los
acontecimientos son vividos en un primer momento como sorprendentes e irreversibles, de lo que cualquiera tiene experiencia
en su propia biografa. Pero lo mismo vale para conjuntos de acciones cuyo desarrollo a lo largo de historias polticas o militares,
o en sus implicaciones sociales y econmicas, es experimentado
sin ms como sucesin de constelaciones nicas. Igualmente ocurre en cualquier mbito que sea tematizado histricamente. La
historia de la relio-in conoce el caso ejemplar de la transforma-'
cin de Saulo en Pablo; la historia poltica conoce el cambio de"
,', Koselleck juega aqu con la similitud en alemn de las palabras experimentar (erfabren) y viajar (jabreJl) , (N, del t.)
37
1789 o, ms recientemente, el de 1989. Siempre se trata de cambios nicos que liberan los precedentes estancados. Lo mismo vale ea ipso para aquellas victorias o derrotas militares que han modificado esencialmente su constelacin de partida. Lo mismo vale
para las crisis econmicas y para los descubrimientos de la tcnica o la historia industrial, cuyas innovaciones nicas han producido consecuencias irreversibles. Por eso las sucesiones nicas vinculadas con acontecimientos pueden ser enumeradas linealmente
y sobre dicha lnea cabe registrar todas las innovaciones. El progreso es pensable y posible porque el tiempo, en la medida en que
discurre como sucesin de acontecimientos nicos, tambin libera innovaciones que pueden interpretarse progresivamente.
II
Pero ~sta unicidad es slo la mitad d~ la verdad, ya que toda la
historia descansa al mismo tiempo sobre estructuras de repeticin
que no se agotan en la unicidad. Tomemos el ejemplo banal de un
cartero que viene una maana y nos trae la noticia de la muerte de
un pariente cercano. Puede que uno est afectado o que tal vez se
alegre de ello. En cualquier caso es un suceso nico el que se nos comunica por medio de dicha carta. Pero el hecho de que el cartero
llegue por la marrana a una hora fija es un acontecimiento recurrente, posibilitado cada ao por el presupuesto de la administracin
postal ordinaria. El cartero vuelve a aparecer regularmente cada
maana para llevar noticias nicas. Lo mismo vale para las redes de
trfico y los procedimientos de comunicacin. Tambin el h~cho
de que esteqIos congregados aqu (en el lugar del congreso), leguemos al mismo tiempo o en el momento oportuno, se debe a los horarios de los ferrocarriles que garantizan procesos recurrentes sobre
los rales. Sin retorno de lo mismo -al menos de lo anlogo en la
planificacin- y sin organizacin es imposible realizar acontecimientos nicos (como nuestra reunin). Aparentemente se trata de
procesos evidentes, ordinarios, pero hay todava ms pruebas radicales en favor de la recurrencia como presupuesto de la unicidad.
Tomemos el caso de la relacin entre el hablar y el lenguaje.
Quien quiere expresar algo, para hacerse entender, lo primero
38
)';1
que hace es servirse d~llen~uaje sa?ido, cuyo co~oc~ient? presupone en el oyente; solo aSI es posIble la comUnlCaclOn . E mcluso quien trata de decir algo nu~vo debe hacer comprensl~l~ todo
lo que quiere decir en el lenguaJe da~o. P~ra ~ue.~n .acto UUlCO de
habla sea comprensible, todo el patnmonlo lmgU1~t1~o ha de permanecer a disposicin como algo dado. Los acto~ umcos de habl.a
se apoyan por tanto en la recurrencia del lenguaje, que es a~t~ah
zado una y otra vez en el momento de hablar y que se mO(~lftca a
s mismo lentamente, tambin cuando irrumpe en el lenguaje algo
completamente nuevo.
.
Lo mismo vale, por mencionar otro ejemplo, para la relac1n
de las leyes con la justicia. Las leyes deben ser formuladas. de modo tan general que puedan aplicar.se .repetidament,e. Es posl~l~ que
todos los casos particulares se dIstmgan entre ~I en su uUlcIda~,
mas para la aplicacin de las leyes a los casos partlculare~ ha d~ ex~
girse un mnimo de recurrencia de modo q:lc s.c .garantice la JUSUcia. Esto significa que todas las teoras de la justiC1a d.esca?~an en la
relativa duracin de los textos legales y en su reaphcablhdad. Lo
mismo vale en la teologa y en la iglesia para los .ritos y las no:n:~s,
que solamente ofrecen garantas de verdad graclas a su.repeuclon.
Hasta aqu los ejemplos. Fenmenos de recurrenCla, que aseguran las condiciones de la posible unic~dad, se encuentran en ~~
dos los mbitos de la vida. Pero enseguIda se hace notar una dlflcultad: cuando alguien pregunta si, y cmo, se modifi~~n a su ~~z
dichas estructuras de repeticin. A la luz de esta cuesuon tamb~e~
las estructuras de la repeticin adquieren el carcter de la untCldad: en la medida en que se muestran como modifica~les. Aqu
aparece aquel fenmeno que hace de la histo:ia algo, t~n mteresante: no solamente los acontecimientos repentmos y umcos lleva:: a
cabo modificaciones; tambin las estructuras de larga d,-:r~~lOn
-que parecen estticas pero ~ue tambin ca;nbian-- poslblhtan
las modificaciones. La ganancla de una teona de los estra.tos del
tiempo consiste por tanto en poder m~~ir dist~n~as velocldades,
aceleraciones o demoras, y hacer as vls1bles d1stmtos modos de
cambio que ponen de manifiesto una ~ran complejidad tempor~1.
Un caso que ha sido con frecuenc1a tematlz.ado es el, camblO
de 1989. La Repblica Democrtica Alemana s~ incorporo ~or: relativa rapidez a la vieja Repblica Federal mediante procedlm1en-
tos que fueron polmicos pero que, desde el punto de vista poltico, hicieron de la antigua RDA una parte poltica indisociable de
la nueva Repblica Federal. La historia constitucional-entendida como una historia de los acontecimientos cumplidos- no deja lugar a dudas. Pero esto no vale ciertamente si se pregunta por
las condiciones econmicas y la mentalidad de los antiguos ciudadanos de la Repblica Democrtica. El acto poltico, que en un
ao y con una asombrosa pericia diplomtica result ser irreversible, fue incapaz de modificar inmediatamente las condiciones
econmicas y menos an las actitudes mentales de los que viven
en aquel territorio. Las dificultades de adaptacin socioecon9ica no pueden resolverse directamente mediante la poltica.
Unicamente pueden remediarse por cambios de comportamiento
o aclimataciones o por un acompasamiento de las poblaciones
oriental y occidental, lo que evidentemente requiere un plazo de
tiempo mayor que media generacin. Cualquier investigacin emprica exige aqu, al menos implcitamente, una teora del tiempo
que trabaje con varios estratos.
Hasta ahora hemos hahlado de procesos nicos y de las es- i
tructuras de repeticin, sin las que no son posibles los procesos }
nicos. Los diferentes estratos del tiempo fueron referidos a la ex- \
t
periencia acumulada de individuos o de generaciones contemporneas. ExamineJIlos ms detenidamente esta relacin. La unicidad de una serie de acontecimientos se encuentra empricamente
all donde se vivencia una sorpresa. Experimentar una sorpresa
significa que algo sucede de distinta manera de como se haba
pensado. Las cosas suceden de otra manera y, adems, distinta
de lo que se pensaba (Wilhelm Busch). De repente se est ante
un novum, es decir, ante un minimum temporal que se genera- entre el antes y el despus. El continuo que une la experiencia anterior y la expectativa de lo que vendr se rompe y debe constituirse nuevamente. Es este mnimo temporal del antes y el despus
irreversibles el que introduce las sorpresas en nosotros. Por eso
intentamos una y otra vez interpretarlas. El gremio de los historiadores no pregunta slo por lo que ocurri en su unicidad, sino
tambin cmo pudo suceder. En esta medida busca los motivos,
cuya fuerza probatoria reside en su repetibilidad. La unicidad slo puede ser hecha plausible por motivos cuando stos se repiten.
40
41
III
. ~a fun?a~e~~acin biolgica que acabo de apuntar y su consl~U1ente lUTI1taclOn de las experiencias histricas posibles nos remIte a otro estrato del tiempo. Hay tiempos histricos que sobrepasan la experiencia de individuos y generaciones. En este caso se
trata de dep.sitos de experiencia que estaban disponibles antes de
las generaclOnes contemporneas y que seguirn actuando muy
probablemente tras las generaciones contemporneas. La continua r~~roduccin biolgica es slo un caso especialmente simple
y. clanfIcador que acta ms all de todas las unidades generaclOnal.es .. Se trata de aquel crculo recurrente entre la generacin,
el naClmIento y la muerte, en el que estn incluidas todas las historias de amor y odio, todos los conflictos generacionales. Este
crculo hiolgico se repite en determinados ritmos mientras existe el gnero humano, sin que haya cambiado nada esencial en est,\
perspectiva biolgica desde aproximadamente dos millones de
aos.
Pero en la medida en que pasamos del plano biolgico al cultural, vemos que disminuyen los procesos recursivos. Existen, no
obstante, numerosas posibilidades de repeticin que van ms all
d.e una generacin y alcanzan a la sucesin emprica de las generaClOnes, en la medida en que pueden entenderse oralmente entre s.
Estos fenmenos que rebasan lo cotidiano pueden denominarse
tr/a~cendentes. A ellos pertenecen las verdades religiosas o metafIslcas que se apoyan en expresiones bsicas, que son modificadas una y otra vez a lo largo de los siglos, y a las que el hombre
pu~~e apelar (aunque no todos las compartan). ConocemciS1'a suceslOn.de ~~mportamientos mgicos, diferentes actitudes religiosas o clentIfIcas que van ms all de las generaciones actualmente
c~ntemporneas. Estas concepciones humanas del mundo se repiten :n ritmos ms lentos que el cambio que es directamente
exp~t1mentable en el transcurso de unas generaciones. En esta
me~lda, los presupuestos fundamentales de las explicaciones
pOSibles -de larga duracin, que se repiten y slo cambian de
manera latente- se podran caracterizar como trascendentes respecto de todos los datos empricos. Trascendentes no en el sentido del ms all, sino en el sentido de que rebasan los lmites de las
42
t
~~
'.
generaciones presentes. Todas las unidades de la.exp.eriencia contienen un mnimo de necesidad de trascendencIa: sm ella no habra ninguna explicacin ltima -todo lo pro~isio~al que pueda
ser esto ltimo- y sin ella no podra convertirse nmguna experiencia en ciencia.
Lo que el lenguaje cotidiano su~le defi?ir como .de largo, .m:dio o corto plazo exige una compleja teona de .los tiempos ~Isto
ricos. La oferta de los diferentes estratos del tiempo permIte ~e
matizar distintas velocidades de cambio sin caer en la alternativa
2
ficticia entre cursos temporales lineales o ficticios.
CAMBIO DE EXPERIENCIA
Y CAMBIO DE MTODO.
UN APUNTE HISTRICO-ANTROPOLGICO
Lo que es buscado, encontrado y expuesto como verdad histrica nunca depende slo de las experiencias que hace un historiador y mucho menos de los mtodos que emplea. Por supuesto
que para crear una obra histrica se necesita tanto experiencia como mtodo. Determinar su relacin es, no obstante, algo difcil,
pues, en primer lugar, se ha modificado en el curso de la historia
y, en segundo lugar, no hay hasta ahora ni una historia antropolgicamente fundamentada ni una historia omniabarcante de los
mtodos histricos. I El presente ensayo ha de ser entendido por
tanto como una propuesta que plantea ms preguntas que respuestas puede proporcionar.
1. PRELIMINAR SEMNTICO
44
labra se situaba en las cercanas del griego historein que -adems de la narracin secundaria- inclua reconocer e investigar. Por lo que se refiere al objeto aludido y a su investigacin,
experiencia converga con historia e incluso con el mtodo
histrico, en la medida en que se pensaba al mismo tiempo en el
desarrollo de la investigacin y el examen. De este modo, el experimentado es un pensamiento que se dirige hacia donde debe
investigar.2 Tener experiencia significa investigar. Pero Jacob
Grimm registra tambin para la modernidad un desplazamiento
-por no decir una especificacin- del concepto de experiencia.
Una significacin ms pasiva, receptiva, se abre paso: De la significacin originaria del experimentar se diferencia hoy casi siempre
el mero percibir las cosas, sin que haya precedido un movimiento
y una investigacin. 1 Por eso tambin la experiencia, entendida
como el resultado de la experimentacin activa, poda ser desplazada por la nocin neutralizada de experiencia.
As pues, en el curso de la primera modernidad la experiencia
fue desprovista de su dimensin activa encaminada a la investigacin y desprovista del itinerario metdico de la indagacin.
Aunque Grimm nicamente cita fuentes literarias o teolgicas, en
el lenguaje coloquial se pone de manifiesto un estrechamiento que
limita la experiencia a la percepcin sensible, a la presencia. Lo
experimentado es lo real y est en oposicin a lo meramente pensado.4 Desde el punto de vista de la historia del lenguaje,
se separan dos actividades que antes eran mencionadas con un
solo trmino: la experiencia como experiencia de la realidad vivida y la actividad intelectual en el sentido de la investigacin histr,";ca oremoderna. Lo bueno y lo malo como nos ha correspondid~ -tamL~~il a e:.;to hace referencia desde el siglo XVIII el
cow'''Jto de experieucia, que ya no incluye el proceso de reconocimiento e investigacin, los mtodos como guas del conocimiento-o Grimm lamenta esta especificacin, que en el mbito
de habla germnica prefigura el permanente desafo del histori2. Jacob y Wilhelm Grimm, Deutsches Worterbuch, Leipzig, 1862, reimpresin en Munich, 1984, tomo 3, pg, 789.
3. Ibd., pg. 790.
4. Ibd., pg. 790.
45
I?
46
'
47
a la
2. PRELIMINAR METODOL6GICO
Si aceptamos la separacin semntica entre los pragmata, las
res ge:~tae}.los. ac?~tecimientos, por una parte, y las historiografas
o la CienCIa hlstonca, p0r otra, entonces el influjo que lo uno ejerce sobre!o o~ro puede formularse comenzando por cualquiera de
los dos. Se ofrecen dos posibilidades de analizar <llltnomamentc
en un~ perspectiva te~1poral, el cambio de las experiencias o el d~
I~s metodos y entrol1lzarlo as como factor primario de los cambiOS: Por lo gel:eral, el hist,nria?or est inclinado a conceder la primaCla al cambio de expenenCla y a definirse a s mismo como un
mero narrador o ana~tic~ que regi~tra ..Pero no cabe ninguna duda de que una e~penenC1a de la hlstona metodolgicamente encauzada se convierte en un factor independiente que acta con
grandes c~nse~u~ncias. Sin la interpretacin teolgica del mundo
de l.a IgleSia CrlSUana desde la perspectiva de la historia de la salvaCIn no hubiera sido posible ni la disputa de las investiduras
con todas sus consecuencias polticas, ni las cruzadas, como tam~
poco el descubrimiento de los territorios de ultramar porpntrte
de las ex~e?iciones cristianas o, por supuesto, la historia de las
~uerras .C1v~les religiosas en los orgenes de la modernidad. La
111fluencla directa de Maquiavelo en la historia puede haber sido infravalorada -aunque indirec~ame.nte est presente en todas part~s-, pero ~pen.as se puede discutir que la concepcin metodolgica de la hls:ona .de Marx ha tenido unas consecuencias que sin
Marx no son lmagmables del mismo modo.
De acuerdo con esto cabra formular una historia inmanente
de los mtodos que se alimente principalmente de sus innovaciones y que, a pesar de todos los presupuestos que desembocan en
cada novedad, no son completamente derivables de ellos. Una his-
48
49
.3.
. ~ue las historia~ surgen en primer lugar de las propias expenenClas de los part1cipantes y afectados es el presupuesto de su
8. Como los trabajos de Thomas Luckmann, principalmente Lebensweltli-
che Zeitkategorien. Zeitstrukturen des Alltags und del" 01"1 des historischcl1 Bcwufltsns, Heidelberg, GrundriE der Romanischen Literaturen des Mittelalters, 1986, tomo II, l, pgs. 117-126.
50
,,
,
1 resu uesto para la narrativida? de e~xnarratIvldad, aS1 como e ~1' . P l'na la moderna histortografta,
,
cuyo ana lSIS d om
,
,
'
P eriencIas
ajenas,
'd'Iree'tamente , de expeneneIas,
.,
d' eeta o In
Toda hIstorIa trata, Ir
b
que los modos de contar
.
d
Por eso ca e suponer
.
l.
1 l' icamente pueden refenrse. a
propias
1 . o. e otros.
laborar as metoc o og
. . (' d. d
diEcar expenenClas. Al a a _
las listonas o e ( .
los ~~9S de h~~er, ~~coJ:~aoe~l(~riencia se despliega en el tiemquislelOn y modlfIcaC1f~ r e u! historia. Si atendemos al valor
po, de modo que de a lI s~ .g. es y modificaciones, se plantean
d eu mbral de estas a. d qUlsIcIon
,
tres modos. de expenenCIa.
.
. es tan SI' ngular como irrepe. d eXperIenCla
Un prImerdtIpo
e . , que se I'nstala por sorpresa: Las
1 experIenCIa
e
a
tibIe, Se trata
d d t m'mera y ad ema's , dI'stinta de 10 que se pencosas suce en e o fa (
. ' . ~ la podra denominar expeA
f
a de expenenCIa se (
.
f
" 1 clh no tcndr<llugar ninguna blOgra la
ricnu<1 ongm<111a, pues sil . '.
. est. en condiciones de deni historia. Hace una exen.encla ~~~~~\ ~; imponen, este tipo de
jarse sorprender. ~~an o tienen toda experiencia contiene in nu .
n umcas Por eso
d ... ,
expenencIas so
. h'
.
t' ontenida en la a qUlslcI0n
ce su pro~ia.historia. ~sa a~:to~: ~~: ~orpresa en aquella diferenIP
1 despus o entre el demade conOClm1ento ocaSlOn
1 ,.
entre e antes y e
.
. d o t arde que constituyen retrospeCtlvacia
. dtemporato mInlldma
y e emaSla
d d
SIa o pronh
.
. Se trata de un mo ob e
. duna expenenCIa.,
mente la lstona e. .
f .d de nuevo por cada hom re,
experimentar que es .VIVIdo o su ~ oquiero decir que este tipo de
consciente
. odinconsC1er~temdente'la
b ser aSIgna o a pOerson'l
. , singular, pues normalexpenenCIa ~ a.
. h.
rsonas las que se sorprenden, pero
mente so~ vanas o mU~odoPJe experimentar impresiona a la ~e~
en cualqUier caso este n.
'd
e los enfoques metodologI 1 Por eso tIene sentl o qu
1
sona smgu aro
.
1 experiencias comp etamencos de los historiadores re:ndItan ~ ~s
e no cabe entender sus
te personales que han tem o y SIn as qu
innovaciones.
..
slo en la medida en que ~an
Pero las expe~1enclas no surg1en di da en que se repiten. Esta
'd h h
. o Igualmente en a me
.
SI o ec as, SIn
'b T d d de adquirir experiencIa. Las expeseria la segunda pOSl I I a
1 resultado de un proceso de
.
b"
cogen y son e
.
riencIas tam
re . en que.se confirman o se aSIentan co-.
l . , len1semedIda
acumu
aC10nentre
en as . Como sentencIa
. e1dicho'. Lo que no expen. . 'ndose
rngle
51
mentamos de jvenes lo experimentamos de mayores.9 Un hombre experimentado ya no se deja sorprender tan fcilmente, pues
saba antes -por experiencia-lo que le esperaba 0, al menos, 10
que poda esperar. El espacio temporal mnimo de la primera adquisicin de experiencia se extiende a los perodos que configuranla vida, la modifican o estabilizan en el itinerario que va desde el nacimiento hasta la muerte, pues ninguna experiencia puede
traducirse inmediatamente. Cuando pensamos en el Crculo de personas que son afectadas por tales estabilizaciones de las experiencias a medio plazo, siempre son los hombres individuales los afectados por dichas experiencias. Pero cabe suponer que los espacios
de tiempo de las experiencias son en gran medida especficos de
una generacin,
Estos espacios de tiempo especficos de una generacin se siguen del hecho biolgico de que toda vida individual est marcada por la diferencia temporal entre los padres y los hijos. Existe
una tensin entre educacin y emancipacin, entre experiencia
ofrecida y experiencia propia, que caracteriza a toda historia individual. Las distintas experiencias biolgicamente escalonadas
-condicionadas temporalmente, segn los aos de nacimientoadquieren su carcter comn en el marco de sus unidades sociales. Duran y cambian con las unidades generacionales que nacen y
mueren. Las experiencias almacenadas se quiebran o se acrecientan adems por los acontecimientos polticos padecidos o realizados. Los movimientos de la experiencia poltica son percibidos y
procesados de distinta manera segn la edad o la posicin social.
Pero tambin es cierto que los acontecimientos polticos evocan
en todos algo comn mnimo por encima de las diferenms de
edad, de modo que se puede hablar de unidades generacionales
polticas por encima de la generacin biolgica y social. Esa impronta comn se mantiene hasta que muere la generacin temporalmente escalonada. A diferencia de las sorpresas nicas que, por
supuesto, tambin pueden afectar a muchos al mismo tiempo, la
confirmacin y el fortalecimiento de las experiencias remiten a ex9. Die Deutschen Sprichwdrter, reunidos por Karl Simrock, Francfort del
Meno, 1846, reimpresin en Dortmund, 1978, con un eplogo de Hermann
Bausinger, pg. 97, n" 2.105.
52
53
54
Ejemplos una y otra vez discutidos son la disolucin del Imperio Romano por los pueblos germnicos invasores o la contempornea sustitucin o transformacin de los cultos paganos por la
cristianizacin. A pesar de todas las experiencias originarias de carcter personal o generacional, todo el sistema social se transform, lo que slo metafricamente puede ser experimentado como
derrota o -desde el punto de vista de la historia de la salvacincomo expectativa de una futura redencin. Otro ejemplo es el surgimiento del sistema econmico mundial que, partiendo de Europa, ha ll~gado a abarcar todo el tejido social del globo, tanto desde
el puntu J....: v:::::::: r1 p 1~ !"oltica interior ('omo de la poltica exterior.
Estos pwu:;sos ;l largo plazo, que actan en todo conflicto o contribuyen a provocarlo, permanecen presentes como una experiencia de trasfondo aunque slo seamos conscientes de ellos gracias a
la investigacin histrica.
Siempre se trata -dicho de ulla manera genrica- de un
cambio de sistema que va ms all de una persona y de una generacin y del que slo somos conscientes retrospectivamente gracias a la reflexin histrica, lo que -tal como ha subrayado siempre Karl Ferdinand Werner- desde Orosius ha sido denominado
como un ataque victorioso sobre el futuro. La transmisin oral de
los abuelos a los nietos no alcanza para percibir los cambios a largo plazo. La adquisicin y el cambio de experiencia que hemos
descrito anteriormente eran sincrnicos hasta tal punto que permanecan en las generaciones contemporneas. Este tercer caso
de cambio de sistema a largo plazo es estrictamente diacrnico, se
inscribe en secuencias que rebasan a una sola generacin y escapa
a la experiencia inmediata.
Puede afirmarse que este tipo de experiencia ajena que se
transforma en experiencia es la experiencia histrica en un sentido estricto o especfico. El pasado inmediato se ofrece tanto para explicar la peculiaridad del presente como para extraer la
diferencia especfica de la historia anterior. Desde el punto de vista antropolgico se trata en ambos casos de la incorporacin de
experiencias ajenas al dispositivo de experiencias propias. Un
cambio de sistema semejante, recogido antao en experiencias mticas, slo puede ser captado mediante determinadas tcnicas de
investigacin histrica. Nuestra tercera forma de cambio de expe-
55
~a ~e trate de.hist~rias ~a?anas que aparecen en una perspectiva C~lSt1ana, de hl.stOr1?S cr1~tlanas que son reinterpretadas con las
~edldas ?e la raCIonalIdad ilustrada, de experiencias de lo extrao
mtr?duCldas en la propia comprensin o de que toda la historia
se,a l~terpretada desde la experiencia del condicionamiento eco~om.lco, la participacin de la ciencia histrica sigue siendo constltutlva .para tra?ucir los cambios de experiencia de largo plazo en
la propia cxpenencia.
Pero sera equivocado creer que los cambios de sistema a largo plaz~ slo han si.do tematizados metdicamente a partir de la
modermdad, es deClr, desde el descubrimiento de la Edad Media
ydesde el cambio acelerado de experiencia que tuvo lugar con la
mdustrializaci~n .. Muchas cosas hablan a favor de la hiptesis de
que el. des~ubr1mlento de un pasado completamente distinto es la
ex~enencla p.ec~liar. ?e nuestra propia historia hermenutica y
soCl~1. La per1od~zaclOn de toda la historia en Antigedad, Edad
~edIa y Modermdad fue llevada a cabo por el Humanismo y contmuada por los modernos criterios para clasificar la produccin
de modo que la historia parte de las tribus cazadoras y recolecto:
r~s. ~ara .I;asa:- d:sd~ la agri~ultura y las culturas desarrolla&as a 1a
clv~:zaCI?n tecn:co-1ndustn~l. Tambin es cierto que esta periodizaClon hIpo~t.atlza un espaCIO de experiencia suprageneracional
que se ~stablhza a largo plazo ms all de los siglos y los milenios
y que solo se habra modificado silenciosamente.
Pero .si se atiende a los presupuestos antropolgicos de tales
perspec~lVas a largo plazo cabe afirmar que estas perspectivas han
cara~tenzado a la historiografa desde sus comienzos y no slo a
partlr de la modernidad. Incluso cuando Herdoto abordaba el
gran tema de sus historias -las experiencias nicas y generacionales de la lucha entre los persas y los griegos- como si fueran to-
56
57
4.
El registro de la historia
Lo primero que se plantea es caracterizar el registro mismo como el proceso primario. Por medio de la narracin o la escritura
se constituye una historia de la que pasan a formar parte laS1xperiencas inmediatas de los historiadores. De ah tambin la preponderancia de la llamada historiografa del tiempo reciente o,
por decirlo con Fritz Ernst, la crnica del presente, que mantuvo
una prioridad terica hasta el siglo XVIIL ll La novedad que toda
historia pretende no necesita ninguna justificacin adicional para
11. Fritz Ernst, Zeitgeschehen und Geschichtsschreibung, en Welt als Geschichte 17 (1957), pgs. 137 -189 YReinhart Koselleck, Das achtzehnteJahrhllndert aIs Beginn der Neuzeit, en Reinhart Herzog y Reinhart Koselleck komps.L
Epochen scbwelle und Epochellbewufltsein, Munich, 1987, pgs. 269-282.
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tematizar historiogrficamente lo hasta entonces imprevisto Ysorprendente. Por eso no debe asombrar que desde Herdoto o Tucdides se subraye especialmente el carcter extraordinario de los
acontecimientos sobre los que se informa y que ese tpico pueda
ser invocado con conviccin una Y otra vez. En este sentido, el
axioma historicista de la unicidad pertenece a las experiencias originarias que constituyen todas las historias cuando se las considera dignas de ser recordadas.
La in1posibilidad de recuperar lo experimentado como nico
funda inmediatamente la historiografa. El honor o la vergenza
de los hombres atrapados en sus historias, sus hazaas y sus sufrimientos son conservados en la memoria. El tema fundamental
sigue siendo la adquisicin de la experiencia que ha de ser recordada. Aqu reside el lugar histrico de los mtodos historiogrficos en el sentido general del concepto. Las experiencias pueden
tambin ser transportadas a las narraciones sin hacerse ms preguntas; ste suele ser incluso el caso normal de la vida cotidiana.
nicamente se puede hablar de mtodos cuando las cuestiones
planteadas ponen en marcha procedimientos de investigacin para adquirir conocimientos que no podran obtenerse sin esos procedimientos. Desde la antigua historiografa hay dos preguntas
que -implcita o explcitamente- se plantean: qu ocurri y
cmo se llego a ello? 12 Slo as la experiencia nica sobrevive a su
causa y puede traducirse en conocimiento. Para ello se necesitan
los caminos mnimos de la indagacin, que van ms all de la mera noticia o conocimiento.
Herdoto y Tucdides inauguraron caminos de investigacin
que, sin menoscabo de las nuevas experiencias que desde entonces se han ido introduciendo en la historiografa, han conservado
hasta hoy su fuerza y validez. Hay que mencionar especialmente el
tn 0t f'lrlo que hoy denominamos oral history, sin el que no cabe
transmitir expeflel1L~ 111 ubjctividad alguna. Si las afirmaciones
de lo" ~'.:stigos han de ser yuxupuestas --como gustaba a Herdoto- o si deben ser ponderadas para obtener una mayor credibilidad, si los testimonios escritos -o las inscripciones, como en
Herdoto y Tucdides- son contrastados, si como hizo Robert12. Cicern, De oratore,
n, 15,63.
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acontecimientos obliga a formular hiptesis, la formulacin de hiptesis obliga a explicaciones que confrontan la realidad con su
posibil~ta~i?~ De este modo aparece en el juego de los argumentos la dlst1l1ClOn temporal entre singularidad coyuntural y razones
a largo alcance, sin la que ninguna historia puede ser conocida.
Esta~distinc.in sobrevive a cualquier cambio de paradigma.
l:;,stos dlver..;Qs estratos temporales de las modalidades de la
experiencia encuentran su correspondencia en la elaboracin metodolgica. La imprevisibilidad de todo acontecimiento nico
sol~me~te puede ser representad'l si tambin comparecen las expenenCIas a~umu~adas a medio y largo plazo o las de tipo casi
duradero. Solo aSl puede responderse metodolgicamente a las
preguntas sobre el qu y el cmo pudo suceder. La separacin formulada a partir de Herdoto y Tucdides entre acontecimientos
nicos y SllS condicioncs duradcras constituye una constante ,1l1tropolgica de todo mctodo.
La introduccin de derivaciones causales a lo largo de la cadena de los acontecimientos, de condiciones a largo plazo o context?S d~ sent~d? d~raderos para explicar la singularidad de las expen~ncl~s OrIg1l1a~laS forma parte de una antropologa formal de la
hlstor!a. ~a vaned,a~ de estratos temporales, el hecho de que las
experIenCIaS sean umcas pero que tambin se acumulen se traduce siemp~e en los mtod?s que reconstruyen los hecho~ y se preguntan como fueron pos1bles. Se trata de las condiciones meto dolgica~ m~imas sin las cuales lo novedoso y lo sorprendente de
toda hIstOrIa no pueden traducirse en conocimiento histrico. Por
eso poda Herdoto extraer la justicia inherente en todas sus historias; por eso poda interpretar Tucdides la unicidad de la glerra
del Peloponeso por l descrita como ktema es aiei por haber desvelado la naturaleza humana; por eso puede apelarse desde entonces a las hi~toria~ nica,s como exempla para los casos siguientes.
Se perfIla aSl un metodo que sobrevive al motivo por el que
fue desarrollado. Un mtodo que puede autonomizarse de sus
condiciones de partida, ser formalizado y transmitirse separado
d.e, ellas. Los ~nlisis de casos nicos que se sirven de la interrogaCIO~ a l~s testlgo.s y la exgesis de las fuentes apelan siempre a expenenCIas re~et1bles para justificar el caso particular, para comprenderlo o SImplemente extraer 'su sentido.
62
63
La continuacin de la historia
Esta circunstancia histrico-antropolgica se acredita de distinta manera a lo largo del cambio de experiencia que tiene lugar
en el curso de la historia, Donde ms se manifiesta es all donde se
pregunta por los fundamentos ltimos que fortalecen lo nico y
sorprendente, Entonces aparecen, sobreponindose unas a otras
o separadas ntidamente, instancias que contribuyen a asegurar la
repetibilidad de las experiencias, Sean los dioses o un fatum que
gobierna sobre ellos (Herdoto, Polibio) o el deseo humano de
poder (Tucdides, Maquiavelo, Lord Acton) o la fortuna CPolibio,
Tcito, Otto von Freising, Maquiavelo, Voltaire) o el Dios de los
cristianos, al que se reducen todas las anteriores explicaciones de
la duracin para remitir la continua reproduccin de la finitud
humana a la eternidad 18 (san Agustn, Beda, Otto von Freising);
sean las f\1erzas q\1e actan a largo plazo, C01110 ideas () principios
(llerde!"' 11umboldt, Eanke), potencias estables Oacob Burhardt),
condiciones de la produccin, constantes jurdicas, determinantes
econmicos o institucionales o movimientos coyunturales que se
desarrollan por encima de los hombres (Ferguson, Smith, Marx),
o combinaciones modernas y elaboraciones tericas de datos de
experiencia acumulada: metodolgicamente siempre se trata de interpretar las experiencias primarias de sorpresa nica y novedad
en orden a su posibilitacin a largo plazo,
Aunque las explicaciones ltimas aqu esbozadas se han ido
modificando fundamentalmente segn se tratara de griegos, romanos, cristianos o cientficos modernos que se entendan a s
mismos como investigadores, se mantiene la estructura formal de
procesamiento metodolgico de la experiencia, sta se basa en la
refraccin temporal de toda experiencia primera que -con mayor o menor conciencia- es analizada para comparar lo nico y
lo duradero, Aqu reside el aspecto comn mnimo de toda investigacin histrica y que nos permite hablar tambin de la unidad
de la historia, sea cual sea el modo concreto en que las experiencias se hayan instalado, acumulado, venido abajo o transformado,
~lcn:n,aL1nqL1e
ulm~ullsmo
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vd'0sTil." La subo rdinacin de 1: ~~:
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que se van a representar -una vez representados as,
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g~~~:~~t~epr~~~n~~~~:n:~:~~s:~:~~;e:~:~d~~~:que las-{;~;
1
18, Vase para ello el anlisis textual de la historiografa medieval de Gert
Melville, Der Zugriff auf Geschichte in der Gelehrtenkultur des Mitte1alters,
Vorgaben und Leistungen, en Grundi.G der Romanischen Literaturen, pgs,
157-228.
64
~o
habitual y lo ms intentado en una asombrosa contm:u~ad 2~asta ~10Y es l~ ~omparacin constitucional. En la disputa
SOfls;lca, . I~er,odoto utIlIza argumentos que pueden seguirse desde
Plat?l1 y Anst~teles hasta Polibio y Roscher" en todas las historiograflas qu~ se SIrven de comparaciones. Cabra afirmar directamente que. aqu~ nos encontramos ante el clsico caso de repetibilidad de
expene~Clas una v~z h~~has y de ciertas evoluciones previsibles.
Nuestra detenmnaClon de la diferencia antropolgica -la no~~"c:ad sorpre~d~l1te de toda historia concreta slo puede traducuse en conOCimIento cuando es referida a experiencias a medio o
lar?o plazo- encuentra aqu su aplicacin vlida en la historia
u11lversal hasta hoy. ~os desarrollos mnimos que cabe di\7tSar
cuan.do se recorre la hIstoria posibilitan comparaciones de las que
no dIspondramos de otro modo. Una vez adquiridos, estos resul11leS
65
. 24. Val:l .como e!emplo de la analoga estructural aqu desarrollada consistente en retenr constituciones concretas a experiencias a medio y largo plazo:
:'>V!l~eh~1 Roscher, Urmse zur NaturlelJre des C;armus, Leipzig, 1988, y UmIlH( ZUI Natllrlebl'e del' DCl?lokratt Leipzig 1890 P
M
b 1b d
'1'
"
.
. or eso arx se Uf a a e
e c~)mo \'Vdhel Thukydidcs ~(:sch~r (Das Kapital. tomo 1, Berln, 1955, p,ig.
225, tomo 3, cap. 7, observaoon n' 30 [trad. cast.: El capital Madrl' Alb.
199 0 I D 1:
. d' . ,
, , (,
a,
/.' e JO esta In lcaClOn aH. D. Kittsteiner).
66
67
dimiento que interpreta el sentido plural de una fuente escrita para situar el caso particular en un contexto ms amplio. Ya se trate
del reconocimiento de la providencia divina, de la interpretacin
progresiva de avances concretos o de cambios sociales estructurales, la experiencia es procesada por medio de mtodos analgicos
que iluminan el caso particular sobre la pelcula de contextos a
largo plazo, sin que por ello se anule el caso particular. La historia
se constituye, por el contrario, a partir de esa doble lectura.
En los casos mencionados se trataba de que, con el crecimiento emprico de los tiempos, eran desarrollados mtodos para hacer justicia al creciente entrelazamiento espacial-desde la historia universal hasta la historia mundial- y a su concordancia
temporal. De este modo surgieron -cuasi sincrnicamentecomparaciones, analogas y paralelismos con vistas a las posibles
repeticiones e instrumentos de investigacin que permitieran descubrir regularidades diacrnicas de los procesos concretos o del
curso general de la historia. Es cierto que tales procedimientos estaban muy relacionados con concepciones previas de tipo filosfico, teolgico o con determinadas ideas de filosofa de la historia.
Pero muchos de los procedimientos mencionados han aprobado el
test de la traducibilidad, repetibilidad y fiabilidad. Representan
un verdadero crecimiento cognoscitivo que se evaporara si no
fuera acompaado por una mnima metodologa, gracias a la cual
se dispone para una potencial duracin. Nunca se puede justificar
suficientemente por qu un conocimiento histrico comparece en
un determinado momento pero una vez constituido permanece
a disposicin. Los conocimientos de Tucdides pueden complementarse, pero no se pueden superar. La comparacin constituci'al
de Herdoto fue muchas veces precisada y enriquecida, pero
nunca completamente abandonada. En este sentido est permitido hablar de progreso en el conocimiento, que no podra registrarse sin la aplicacin repetida de conocimientos anteriormente
adquiridos. El progreso en el procesamiento metodolgico de experiencias histricas no consiste en el llamado cambio de para-
que/o de un cuadro histrico de los progresos del espritu humano, Madrid, Editora Nacional, 1980).
68
La reescritura de la historia
La reescritura de la historia es tan nica como la primera escritura de una historia. Es innovadora en tanto que se sita en consciente oposicin frente a la historia hasta entonces transmitida o
escrita. De ello se puede deducir generalmente que corresponde a
un cambio de experiencia simultneo de una nueva experiencia. Y
conforme a nuestra triple clasificacin temporal de adquisiciones
de experiencia a corto, medio o largo plazo (y las prdid~s ~e experiencia correspondientes), cabe esperar que l~s procedlmlel:tos
metodolgicos puedan ser referidos a los tres tipOS de exper~~n
cias. La determinacin de los hechos, as como su fundamentaclOn,
deben articularse nuevamente, o al menos de otro modo; si no, se
tratara de una continuacin de la tradicin anterior.
Ahora bien, no es pensable ni posible una reescritura de la historia sin transcribir o continuar, sin retrotraerse a los estados de
experiencias ya fijados en otro momento. Esto no s~lo v~le pa~a
las crnicas medievales, sino tambin para toda la hlstorlografw
hasta hoy. No todo puede ser revisado. Pero all donde se revisa han de emplearse neces2riamente nuevos mtodos. Con frecuencia se esconden en nuevas expreSIones de las que se deducen
implicaciones metodolgicamente innovadoras (c?mo por ejemplo la historiografa simblica de la Alta Eda~ MedIa). Otras veces
no se lleva a cabo la transcripcin porque el mforme dado procede de libros y no de las ftIentes primarias de un participante, de un
69
testigo ocular, o al menos se apoya en una experiencia que capacita al historiador para plantear las correspondientes cuestiones. 28
El volver a retomar experiencias primarias supuestamente verdaderas forma parte desde la antigedad de las tareas bsicas de la
historia en orden a distinguir la verdad del error. Pero desde el
punto de vista puramente cognoscitivo no se trata aqu de una
reescritura, ya que la bsqueda de unas experiencias primarias autnticamente transmitidas se atiene todava en ltima instancia al
informe de testigos inmediatos -convenientemente interrogados- cuyo relato es digno de ser transcrito. En este planteamiento metodolgico, vlido h~lsta hoy, se contiene, como ya se ha dicho, el mnimo de continuidad del que ningn historiador desde
Herdoto puede prescindir sin perder su credibilidad.
La reescritura de la historia remite, por el contrario, a un cambio de experiencia que. sin su rdlexin terica. se hubiera pcrdid()
para nuestro actual conocimiento. Que los tres modos de experiencia temporal son afectados por ello, o podran serlo, es algo que
ya Tucdides testimonia. Mientras que la serie de historias particulares de las que informa Herdoto est vinculada a un sentido religioso, Tucdides lleva a cabo un riguroso cambio de perspectiva.
En su arqueologa a largo plazo plantea -aparentemente como
Herdoto- una variedad de preguntas de tipo econmico, tcnico' demogrfico, poltico, arqueolgico, semntico y cultural, pero
slo para estructurar -casi se podra decir que de manera procesual- toda la prehistoria helenstica hasta la guerra de los persas.
Tucdides no conceba el pasado aditivamente, como Herdoto, sino como unidad diacrnica en la que se entrelazan los ms d~tin
tos factores. La Ilustracin griega que l representa redujo el sentido religioso mediado por el mito a un sentido que slo es eficaz en
virtud de la creencia de los participantes, en un escenario gobernado por diversos factores histricos. De este modo, el pasado que todava Herdoto conceba religiosamente es liberado para una reconstruccin hipottico-argumentativa de acuerdo con las medidas
de la propia experiencia de Tucdides. En su arqueologa se contienen los presupuestos a largo plazo recin descubiertos, nicamente gracias a los cuales es posible la historia del presente.
28. Polibo, Historia.\', XII; crtica a Timeo.
70
71
29, Vase Christian Meier, Die EntstehzlIlg des Politischcn bei dell Gricchclt,
Francfort del Meno, 1980, especialmente la parte C: Das Politische unddie
Zeit, Tambin del mismo autor: Die Entdeckung der Ereignisgeschichte be
Herodot, en Storia della Storiografia, Rivista Internazionale
(1986), pgs, 5-23,
30, Hermann Strasburger, Die Entdeckung der politischen Geschichte
durch Thukydides, en Hans Herter (comp;), Thukydides, Darmstadt, 1968,
pgs, 412-476,
ro
31. Herdoto, Historia, V, 55-56; VI, 109, 123 Ysig,; TucJides, 1,20; V [,
54,59.
32. Las simpatas y antipatas por la interpretacin que Tucdides hace del tiranicidio son recogidas crticamente por Hans Jrgen Diesner, Peisistratidenexkurs und Peisistratidenbild, en Hans Herter (comp.), op_ cit" pgs, 531-545,
72
73
74
punto de vista de los intereses recin descubiertos y las situaciones sociales que se ocultan bajo las afirmaciones de los autores. 38
Por eso poda Niebuhr interrogar a todas las fuentes acerca de
qu daban a conocer contra la intencin narrativa de su autor desde el punto de vista lingstico o poltico.
En suma: todo el afn moderno de crtica de la ideologa para
escribir tambin nuestra historia est contenido en el p~'esupues
to antropolgico de que el lenguaje y la historia, el discurso y la
accin, no coinciden plenamente. Todo texto dice al mismo tiempo ms y menos, en todo caso algo distinto, de lo que pudo haber
sido efectivamente el caso. En esta incoincidencia descansa la pluralidad de justificaciones posibles. Por eso pudo mostrar Tucddes -contra Herdoto- que escribir la his1:Oria es reescribir.
Ahora bien, sera absurdo pretender adjudicar.a Tucdides toelas las consecuencias metodolgicas de la crtica de las fuentes,
mxime cuando, desde la tabuizacin de los bellos discursos en
favor de las pretensiones modernas de objetividad, se arrincon
su procedimiento dialgico para procesar la experiencia (lo que
no debera entenderse como un progreso cognoscitivo)..39 Habra
que recordar que TucJides no era un relativista escptico, sino
75
38. Julian H. Franklin, Jean Bodin and the 16th Century Revoluton in the
Metbodology'of Lato and Hlstory, Nueva York/Londres 1966 (2' ed.), especialmente las pgs. 137 ysigs.; Erich Hassinger, Empirisch-rationaler Historismus.
Seine AtlSbldung in der Lteratur Westeuropas van Guiccardini bis Saz'nt-Evremond, Berna/Munich, 1.978; Fritz Wagner, Die An/'nge der modernen Cescbicbtsu:issellsrhaft im 17. Jahrhundert, Bayerische Akademie der Wisse~~aften, PhIl.-Kl., 1979,2.
. .
76
que quera hacer notar, en las quiebras del lenguaje, una caracterstica comn del hombreen tanto que ser que acta, y que da lugar
a aporas irresolubles. Pero lo que aqu nos interesa no es el caso
irrepetible de este historiador nico, sino la posibilidad antropolgica de la reinterpretacin de toda historia. Tl~ddides nos seal
un presupuesto metahistrico en la medida en que mantuvo la diferencia entre discurso y accin como eje metodolgico de su obra.
En vistas al procedimiento mismo del manejo de las fuentes, se
ofrecen ahora tres posibilidaes que podran dar lugar a una reescritura. En primer lugar, podran aparecer nuevos testimonios. Con
ello el historiador posterior se ve obligado a elegir, lo que conduce,
nolens volcm, a la reescritura. Es la propia experiencia profesional
del historiador lo que le obliga a la crtca de las fuentes, algo que
desde el Humanismo fue crecientemente refinado y sistematizado.
En segundo lugar, puede ser que nuevas cuestiones contribuyan
a buscar y encontrar nuevos testimonios. En ese caso la tradicin
que haba sido hasta entonces registrada y continuada unilateralmente aparece bajo una nu<,;v.a luz. Apartarse de fuentes puramente narrativas y fijarse en documentos, actas e inscripciones es algo
que las ciencias de la antigedad y la historia del derech040 han llevado a cabo progresivamente desde el Humanismo, lo que supone
un enriquecimiento metodolgico al que ya no se puede renunciar.
Se trata de una conquista que acrecienta los tan invocados criterios
de autenticidad. Aqu descansan aquellos progresos que perviven
en los motivos liberales y polticos de la escuela histrica alemana, y
que han contribuido a inaugurar nuevos. car..1inos cientficos.
En tercer lugar,.1os testimonios de que s~ dispone pueden ser
ledos e interpretados nuevamente, ya sea para volver a descubrir el
sup.u:sto~.eritido originario, ya:sea para ded l1cir?e ellos afirmaciones que los autores no pudieron pretender dedr. Basta con recordar el descubrimiento de las falsificaciones -desde Valla, una continua ocupacin del historiador- para sacar a la luz intenciones
ocultas,41 o las contradicciones en la Sagrad,a Escritura puestas de
manifiesto por Richard SUQl1 para deducir de dIo l: inevitabilidad
40. Notker Hammerstein,]us und Historie, Gotinga, 1972.
41. V anse las prevenciones poltico-teolgicas -todava no acreditadas metodolgicamente- contra el Acta de Constantino por parte de Otto von Freising,
77
78
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SOBRE LA ANTROPOL
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mularlas con ms nitidez y exactitud. Tampoco esta respuesta sera falsa, pero igualmente 'insuficiente.
El presente ensayo apunta a una articulacin antropolgica en
la que no coinciden absolutamente la historia de los mtodos y la
historia de la experiencia, Los modos de la experiencia humana
preceden formalmente a todas las adquisiciones concretas de experiencia, Slo as pueden hacerse experiencias concretas, acumularse y ser modificadas, En la medida en que se reHexiona conscientemente sobre este hecho puede llegarse a mtodos que lo
desarrollen racionalmente, La pretensin formalizable de todos
los mtodos probablemente corresponda a los modos forma1izabIes de la adquisicin de experiencia,
El curso de la historia descansa sobre el hecho de que las experiencias que una vez se hicieron son potencialmente repetibles, no slo por su rec1aboracin metodol()gica, sino porque los
mismo~ m()d()~ de experiencia se repiten estructuralmente -de
otro modo la historia sera inconcebible-, Lo que de hecho
cambia es mucho menos de lo que las sorpresas subjetivas de los
afectados permiten suponer. Son los mtodos los que permiten
repetir las experiencias realizadas en otro momento y es el cambio de mtodo el que elabora las nuevas experiencias y las traduce,
Desde un punto de vista antropolgico hay por tanto estructuras duraderas y a largo plazo en las que estn contenidas y con
servadas las condiciones de posibilidad de las historias particulares. Estas condiciones -los motivos por los que algo pudo
suceder as y no de otro moJo- hay que definirlas en primer lugar tericamente, metahistricamente, para utilizarlas despufen
la prctica, pero pertenecen a la historia real del mismo modo que
las sorpresas nicas desde las que se despliegan las historias concretas, La historia discurre siempre en distintos ritmos temporales, que se repiten o se modifican lentamente; por eso tambin las
experiencias de los hombres se conservan, modifican o quiebran,
Se comprende que la historia baya atendido principalmente a la
unicidad diacrnica de todos los acontecimientos, va que todo
hombre hace sus propias experiencias -tan nica como sea o parezca ser cada persona-, Por qu no ha de ser tambin todo
acontecimiento tan nico como b experiencia individual? Pero
82
I
~:
aqu hay un error igualmente unilateral. Cada historia incuestionablemente nica esconde en s estructuras que la posibilitan,
procesos dentro de espacios de juego limitados que se modifican
con una velocidad distinta de la de los acontecimientos. Si se observa esta pluralidad de estratos temporales, entonces toda historia se manifiesta como el espacio de la posible repeticin; nunca es
slo diacrnica, sino, en funcin de su percepcin y experiencia
temporal, igualmente sincrnica. sta es una leccin de Tucdides
que hay que hacer efectiva con nuestros mtodos especializados.
Por eso voy a plantear finalmente un intento en esa direccin. Muchas de las modificaciones epocales de la experiencia hasta ahora
discutidas que obligan a reescribir la historia precedente fueron
percibidas y elaboradas metodolgicamente por los vencidos. Esto permite suponer que aqu reina una constante antropolgica
cuyo criterio formal consiste en su repeticin sincrnica.
5.
Li\
Hl:;T()]<.TC)(~RAFiA
DE LOS VENCIDOS
83
mclmado a mterpretar los xitos obtenidos a corto plazo mediante una teleologa ex post a largo plazo.
" Ocurre lo contrario en.tre los vencidos. Su primera experienc~cl es que las cosas han salIdo de. manera distinta a lo que pretendIan ~ esp~rab.a~. ~uando reflexlOnan, entran en una situacin de
necesIdad )usu1cauva para explicar por qu todo ha sucedido de
otra manera y no como lo haban pensado. De este modo puede
p~nerse en marcha una bsqueda para comprender, y tal vez expItcar, a largo plazo los motivos de la actual sorpresa. Muchas cosas ~ablan ~n favor de la hiptesis de que precisamente a partir de
sus ImpreSIOnantes experiencias nicas surge una visin a largo
plazo y de mayor fuerza esclarecedora. Puede que la historia -a
corto pl~z(:- sea hecha por los vencedores, pero los avances en
e~ conOCImiento de la historia -a largo plazo- se deben a los venCldos. 46
~a h~ptesis de que las concepciones ms profundas acerca de
la hI.stona proced~n d~ los ve?cedores no permite por supuesto ded~cIr q~e toda hIstOrIa escrIta por los vencidos sea por ello ms
productIva. Tras 1918 los alemanes se indignaron con el pargrafo
231 del Tr.atad?,de Vers~l1es, que les culpabilizaba, y desencadenar~n.~na dlscuslon morahzadora acerca de su inocencia que les impIdI0 hacerse cargo de los motivos ms profundos y a largo plazo
de su derrota. Por comparacin, el anlisis auto crtico que Hip, ,44. Franc;?is Guizot, Histoire rz.nrale de la Civilation en Eump::'1827,
Pa.ns, 1842 (5 ed.) (trad. cast.: Htstorza de la civilizacin en Europa Madrid
AlIanza, 1990).
'
,
45. ~u.stav Droysen, Geschichte der Preutchen Politik, 5 partes en 14 tomos, Lelpzlg 1855-1886.
46. Por l~ ~~e se me alcanza, nicamente los judos y los griegos consiguiero~, ?or oposl.~!On a todas las representaciones oficiales de los xitos alcanzados,
aSimilar tam~len las derrotas y obtener conocimientos ele ellas. Puede que esto
a~ude a explIcar, e~ modo en que la historiografa europu\ ha aprendido a relle
xJOn~r metodolo.glcamente acerca de su historia, un aspecto en el que tambin
habna que menCionar la ~istoriog~afa islmica, la de rhn Khalclun por ejemplo,
que cabe entender a partir de la misma herencia.
84
85
47. Hippolyte Taine, Les origines de la France contemporaine. La Rvoluon, tomo 1: r: anaychie, Pars, 1893 (17 ed.), pg. III (trad. cast.: Los orgenes
de la Francia contempornea, Barcelona, Planeta-De Agostini, 1996).
48. Meier, Ent!tehung des Politchel1 , pg. 434.
49. Herdoto, Historia, 1, 5.
50. Tucdides, V, 26; IV, 102-108.
51. Plutarco alaba ms tarde a Polibio porque Clo haba llevado a plenitud
la obra del autor con ayuda de su destierro. Vase Renate Zopffel, Untersuchungcn zum Geschichwcrk de.\' Philistos von 5yrakus, tesis doctoral, Friburgo,
1965, pg. 65.
52. Luciano, Hist. conscrih., 41.
86
87
88
89
presentantes haban sido incorporados en 1707 al parlamento ingIs. Antes y despus de la sangrienta derrota de los Estuardo en
45-1746 se encontraban en un clima de sospechas jacobitas, al
tIempo que disponan de unas instituciones teolgicas y filosficas
muy desarrolladas, especialmente las universidades, desde donde
pod~a~1 ob~ervars.e estos procesos con la distancia de los que no
partlclpan1l1mechatamente en ellos.
Desde la perspectiva de quienes se quedan atrs, el adelanto de
Inglaterra fue la experiencia primaria de Kames, Hume, Robertson,
~erguson, Smith, Millar, Stewart,de modo que elevaron la diferenCIa temporal a punto de partida metodolgico de sus nuevas historias. En una utili:acin consecuente de todos los innovadores histricos del pasado, agotando viejos y nuevos informes de viaje~,
los escoceses buscaron presupuestos jurdicos, econmicos, religiosos, morales, culturales, en definitiva, sociales para, mediante su
an[lisis, derivar a partir de un mnimo de constantes naturales un
~11ximo de cambio evidente. Dado que es difcil encontrar fuentes
l1mccliats para este tipo de cuestiones -que hacen de la historia
poltica y sus acontecimientos un epifenmeno del cambio estructural-: ~os escoces~s daboraron hiptesis y conjeturas en su argument~1COn. La configuracin de un,1 teora se convirti en postulado del mtodo. De qu otra manera podan verificarse en el
pasado o en el presente hlS experiencias que no son inmediatas ni
originarias sino por medio de la hiptesis terica de una historia
natural de la sociedad burguesa? El recurso a la naturaleza>' de
las moc:ifica~i~nes sociales e institucionales permita tambin procede;- .slstematlca y comparativamente remitiendo la confir1jacin
empmca y de fuentes a una ulterior investigacin cientfica. Desde
entonces .se ha hecho p.osib~e bosquejar escalonadamente y con un
f~tu:o. abIerto toda la hIstorIa con ayuda de teoras econmicas y soclOloglcas, pero tambin polticas e incluso antropolgicas.'7
l?
VOI1
57. Vase Hans Medick, Natlll'zustand l/lid Naturgcsclchte del' hiirgerlichen Geselcha/t. Die Ursprllgc del' brgerlichell Sozialtheorie al:; Gcschicht.rpbilo.wphic IlIld Sozia!wissellscb4t bci Si/mlle! PlIfendOlf, Jo/m Lod:c IIl1d /lc!a JJI
Smith, Gotinga, 1973, YHans Mcdick/Zwi Batscha, Introduccin a Adam
FC,rguson, Ver.lIcb he!' die Gel'chichtc da hr[!,crlichclI Gcscllscbaft, tracIllcClon de Hans Medick, Francfo!'t del Meno, 1956; Michcl FOl!re, l.e Scottish
90
Baste ahora con dejar planteada la cuestin de hasta qu punto la aportacin metodolgica especfica de la escuela histrica
alemana es anloga a la contribucin de los escoceses. Lo que s
puede afirmarse es que Niebuhr y Wilhelm von Humboldt, los
iniciadores tericos y empricos del mtodo filolgico reflexivo,
no pueden ser entendidos sin el ejemplo del precedente britnico
y de la Revolucin francesa. La poltica y la economa que se extienden del oeste hacia el este obligan a la inteligencia alemana a
una reflexin. Cabe dudar de que el recurso nicamente a las
fuentes aseguradas lingsticamente haya sid<?suficiente para
asegurar un conocimiento racional. En todo caso, Niebuhr se entendi a s mismo como vencido, le fue como a Tcito.58 y ambos, Humboldt y Niebuhr, fracasaron -pese a todas sus grandes
aportaciones administrativas y polticas- como hombres de Es-
Bartbold Georg Nicbubrs wisscl15'chaftliche An!dngc, Untcrsuchungen und Mzlteilzmgcn iibcr die Kopcl1hagener Manuscriptc und zur curopchcn Tradition der
lex agraria (loi agraire), Gotinga, 1981, pg. 455; un elocuente ejemplo de cmo
91
92
Queda abierta la cuestin de si Max Weber no pertenece tambin a los existencialmente vencidos. Muchas cosas hablan a favor
de la suposicin de que era un vencido que no pudo intervenir en
la historia real y por ello -casi de manera fatalista- desarroll
teoras que hacen posible un anlisis metodolgico de los cambios
estructurales a largo plazo que van ms all de todas las experiencias particulares.
Basten los ejemplos. Cada historiador podr considerar como
casos nicos a los grandes innovadores en la historia de la comprensin metodolgica de las experiencias histricas. Las innovaciones metodolgicas sern remitidas al texto mismo o a las capacidad es personales de carcter social, psquico o a otras disposiciones.
Tampoco este ensayo ha dejado de poner en juego tales argumentos. Pero la cuestin de los vencidos ha tratado de proporcionar
una interpretacin antropolgica estable. En el hecho de ser un
vencido reside un potencial inagotable de conocimiento.
El cambio histrico se alimenta de los vencidos. En la medida
en que stos sobreviven, han hecho la experiencia insustituible de
todas las historias: que suelen discurrir de manera distinta a como
lo pretenden los afectados. Esta experiencia nica no es elegible
ni se puede repetir. Pero puede elaborarse buscando los motivos
que perduran a medio o largo plazo, es decir, que son repetibles.
Esto es precisamente lo que caracteriza a los mtodos. Se pueden
separar de su motivacin inicial y ser nuevamente aplicados. La
experiencia que una vez adquirieron los vencidos -qu vencedor no pertenece a ellos a largo plazo?- y que convirtieron en
conocimiento est siempre disponible por encima de todo cambio de experiencia. Puede que aqu se cOf?tenga un consuelo, quizs una ganancia. En la prctica consistira en ahorrarnos las victorias. Pero contra ello hablan todas las experiencias.
ESPACIO E HISTORIA
94
1
Comienzo con la primera parte. Desde el siglo XVIII espacio y
tiempo son habitualmente referidos el uno al otro, pero no espacio
e historia. Las ciencias naturales desarrollan sus propias teoras y
procedimientos de medida para analizar el espacio y el tiempo, del
2. Wolf Lepenies, Das Ende der Naturgeschichte und der Beginn der MoJeme. Verzeitlichung une! Enthistorisierung in der Wissenschaftgeschichte des
18. und 19. Jahrhunderts, en R. Koselleck (comp.), Studien zum Beginn der
modernen Welt, Stuttgart, 1977, pgs. 317-351, as como Reinhart Koselleck,
Geschichte, Historie, en Otto Brunner y otros (comps.), Geschichtliche Grundbegrzffe, Stuttgart, 1975, tomo 2, pgs. 678-682: Van der "historia naturalis"
zur "Naturgescchichte".
3. C. F. v. Weizsacker, Die Geschichte der Natuf, Gotinga, 1948, 1964 (6"
ed.); Max J ammer, Das Problem des Raumes. Die Entwicklung del' Raumtheorien, Darmstadt, 1960 (traduccin alemana de la edicin americana, Nueva
York, 1954); Elisabeth Striker, Pbilosophische Untersucbungen zum Raum,
Francfort del Meno, 1965, con una tematizacin de la dimensin antropolgica
del concepto de espacio. Sobre la nocin de espacio vital, hay una breve y clara descripcin psicolgica y poltica de la historia del concepto en A. Lang y]'
Debus, Historisches Wrterbuch der Philosopbie, Basilea, 1980, tomo 5, pgs.
143-147; para la historia filosfico-cientfica del concepto de espacio, vase
el mismo diccionario, Basilea, 1992, tomo 8, pgs. 67 -111; para una historia psicolgica del concepto vanse pgs. 111-121, Ypara una historia del concepto de
espacio poltico por W. Kister, vanse pgs. 122- 131.
95
mismo !ll~do que las ciencias humanas tienen sus propias teoras v
prOCedl1111cntos ?C ,n:cdida para manejar el espacio yel tiempo c~
n~o C?~1Cepto~ h~s:oncos. Esta contraposicin entre las categoras
~le~tIfIC~S e hlstoncas del espacio y el tiempo es moderna. A la vieJa hIstona en tanto que ciencia general de la experiencia perteneca
tant.o el saber acerca de la naturaleza, como la geografa en sentido
est~lcto y la cronologa. Por lo menos hasta Kant y Herder los histonadores ~cclaraban normalmente que su trabajo tena que ver
con el espaCiO y con el tiempo, refirindose as a un espacio histrico y a un tiempo histrico en el horizonte de la propia historizacin.
.La geografa ha entrado desde entonces en una situacin precana, al tcn.er que ser tanto parte de las ciencias de la naturaleza
como tambIn -en tanto que geografa humana, geografa cultural, etc.-< parte de las ciencias sociales y del espritu. De este 1110d? la geografa slo puede ser concebida adecuadamente como
C1e~cia interdisciplinar, aunque haya sido clasificada por una histona arrogante como mera ciencia auxiliar.
Consideremos en primer lugar la declaracin de los historiadore~ se~n ~a cual el espacio y el tiempo son las premisas de su
p.r?pIa CIenCIa. Droysen aparece aqu gracias a su propia definiClon cuando, ~n la tradicin kantiana, define el espacio yel tiempo com~ regIstros de nuestra concepcin y declara que su sistema de SIgnos como tal no descansa en el mundo exterior. As
a?opta la pe:spectiva tras~endental kantiana. Espacio y tiempo,
dIce, ;<se refI~ren correlatIvamente en cuanto que su disyuntiva
echana por tIerra todo aquello de lo que tenemos noticia por la
p.erce~cin [ ... ] Las ,intu:ci~nes absolutamente generales de espaCIO y tIempo son vaClas. TIenen que ser llenadas empricamente.
4. Hermann Overbeck, Kulturlandschaft5jorschung und LandeskundC', Hei-
Graul, cuaderno 14); del mismo autor, Die Eztwicl.?lung de/' Anthropogeograpbic
(mshesondcre Dcutscbland) seit der JabrhundertwcmJe und zhre 13edC'utunf'./r die
[!,C5chIGhtllche Lrmde.\forscbung, en Blatter fr dcutsche Landcsgescbic!Jtc, 91
(1954), pgs. 182-244, reimpreso en Pankraz Fried (comp.), Probleme und Methoden del' Landesgcschichte, Darmstadt, 1978, pgs. 190-271 ..
5. J ohano Gustav Droysen, en Rudolf Hbner (comp.), Histori". Munichl
a
Berln, 1943 (2 ed.), pgs. 8 y sigs., as como las pgs. 406-415 sobre naturaleza e historia.
96
ESPACIO E HISTORIA
.~JI
......
oo'
'"
6. Vase Karl-Georg Paher, \'Vas ist cinc Geschchtslandschaft?, en Festsehrij! Ludwig Petry, WiesbaJen, 1968, pgs. 1-28, y, d.el mism,~ aut~r, Geschichtslandschaft -Egioll historique- Section in Hlstory. Em Bemag zur
vcrglcchcndcn Wisscnschaftsgeschichtc, en 5c1ceululJl 30/1 (1979), pgs. 4-2l.
7. Ernst Bcrnhcim, Lcbrbuch del' H i\'toriscbcll Mc/hodc lid da Gcsd' lehts'
phi!rJW/ihie, Le p7g, 1P>l9 (J" eJ.), 190) (-la etl.). p(g. 46.
97
dologa seria de la historiografa no debe detenerse en tales presupuestos evidentes del pensamiento histrico. Remite esas evidencias l los gegrafos y los estadsticos. ~ La preferencia por el
tiempo frente al espacio es, de entrada, plausible. Primeramente
por un motivo general: el historiador se interesa desde siempre por
las novedades, por el cambio y las modificaciones, en la medida en
que se pregunta cmo se ha llegado a la situacin actual que se
contrapone a la anterior. A esto se aade un motivo especial: la experiencia nica que se ha impuesto en Europa desde aproximadamente 1770 sobre el horizonte del progreso tcnico-industtial y su
vehemente presin de cambio. Dado que desde entonces no slo
los acontecimientos se superan entre s, lo que siempre baba ocurrido, sino que tambin se estn modificando las formaciones sociales -es decir, las condiciones estructurales de los acontecimientos-, toda la historia puede ser tratada como una secuencia
nica bajo el primado de 1<1 cronologa. A este principio de experiencia no corresponde necesariamente un privilegio de la historia
de los acontecimientos y por eso en 1986 el congreso de los historiadores puede organizarse sobre el tema Espacio e historia.
Mi tesis es de entrada la siguiente: tanto el espacio como el
tiempo pertenecen, dicho categorialmente, a las condiciones de
posibilidad de la historia. Pero tambin el espacio mismo tiene
una historia. El espacio es algo que hay que presuponer metahistricamente para toda historia posible y, a la vez, algo historiable porque se modifica social, econmica y polticamente. Este doble uso
de la categora del espacio es lo que ha motivado numerosas ambigedades que voy a tratar en parte de clarificar.'"f""
En primer lugar, la historia de una concepcin del espacio como algo autnomo est bien investigada y no tiene sentido repetirla ahora. El camino desde las cosmogonas mticas hasta las cosmologas empricamente verificadas, el descubrimiento de la
globalidad de una ticrra entendida hasta entonces como una parte posibilit una ruptura con el denominado espacio absoluto de
Newton hasta su relativizacin, que comenz con Leibniz y condujo a Einstein, ya fuera mediante la definicin de ~se espacio re8. Ludwig Rid~, Historik. Ein Orgal?oll gcscbiebtlicbcJl Dcn/:cl7s llJld Foncbcm, Berln/Leip7ig, 1912, pg. 69.
98
.1ii
ESPACIO E HISTORIA
99
100
o ayudar a decidir batallas. La escala de la relacin entre el espacio y la historia se modifica en funcin de que las condiciones espaciales sean consideradas metahistricas o histricas.
Esto me conduce al polo opuesto de los espacios nicamente
humanos e histricos. Con ello designamos aquel espacio que el
hombre se crea, en el que se introduce para cazar animales, del que
se apropia, el que habita, trabaja, configura o el que debe abandonar por culpa de los enemigos. Siempre se trata de espacios distintos, que se limitan entre s o se solapan -especialmente en la modernidad- segn las unidades de accin humana tematizadas y
segn sus radios de accin. Baste con recordar las vas abiertas para la comunicacin y el comercio o las peregrinaciones de la Edad
Media y de comienzos de la modernidad, que atravesaban distintos espacios polticos y jurdicos, o los espacios no organizados del
mar. Tambin quiero recordar la conquista de la tercera dimensin: primero en las minas, luego en las profundidades dclm<lr o en
el espacio areo universal. Cabe tambin mencionar las limitaciones econmicas o militares de los espacios de accin, cuya creciente imbricacin es desafo y tema de nuestra historia universal.
Hay numerosos proyectos cientficos que dosifican de manera
diversa la dependencia de los espacios respecto de la accin humana o la del hombre respecto de sus condiciones geogrficas. Faber nos ha mostrado que en la historia local convergen las cuestiones de los gegrafos y las de los historiadores, ms an: que el
proyecto de la llamada historia social total, desde Ratzel, Turner,
Vidal de la Blache y Henry Berr, ha encontrado su mbito de
experimentacin en la historia locaL 10 Se trata, como ya ha sido
mencionado, de unidades pragmticas de investigacin suficientemente pequeas como para poder tomar en consideracin todos
los factores, desde el clima y la geologa hasta la economa y la poltica. Pero esta limitacin regional slo es fiable cientficamente
mientras puede justificarse el aislamiento de espacios concretos.
Para la modernidad es muy probable que esto ya no valga: aqu todo espacio se ha hecho relativo a la globalidad humana.
F~tn tTie lleva, en tercer lugar, a una observacin acerca de la
llam~::b geopoltica que cada vez es m'l contruvcrtid8. Desde el
10. Vase n. 6.
ESPACIO E HISTORIA
101
punto de vista de la historia de la ciencia, la geopoltica no ha surgido por casualidad, sino ms bien en el horizonte de una interdependencia global de todas las acciones econmicas y polticas.
Permtanme ahorrarme la restriccin ideolgica que llevaron a
cabo los geopolticos alemanes de los aos veinte y treinta, al igual
que la filologa y la historia de la misma poca, para dirigir la mirada al oeste hacia autores de inspiracin naturalista o darwinista
como Homer Lea, Mahan, Mackinder o Goblet. Schller ha reconducido la habitual crtica ideolgica al terreno de los argumentos
cientficos. ll De modo que slo m~ queda mencionar argumentos que introducen las cuestiones espaciales de la geopoltica en el
marco de la historia.
N uestra distincin entre condiciones espaciales metahistricas y espacios histricos de la organizacin humana puede ser
aqu til. Hay condiciones espaciales que se deben a la naturalez:1
y que deben ser tomadas en cuenta como condiciones de posibilidad de la accin en funcin de su disponibilidad tcnica, econmica o poltica. Que Sudfrica no tenga ninguna costa europea
enfrente, como Argelia, modifica fundamentalmente el estatuto
de la guerra civil que amenaza en el sur de frica. La solucin poltica que De GauIle adopt no hubiera sido tan fcil en Sudfrica. La situacin geogrfica pertenece a las condiciones del poder
desesperado de la minora blanca de manera distinta a como sucedi a los franceses en Argelia.
Otro ejemplo: la situacin geogrfica del Canal de la Mancha
forma parte de las condiciones que protegieron la configuracin
del Imperio britnico; fueron eficaces por primera vez durante la
Armada invencible en 1588 y slo fueron superadas por la exitosa
invasin de Guillermo de Orange en 1688. Hoy ya no valen, con
la modificacin de las potencias econmicas y militares, y sus sistemas balsticos y de armamento atmico. Desde el punto de vista
poltico, el canal se ha convertido hoy en un ro. Pero todava en
1940 la imposibilidad de liberar una zona de desembarco de 30
11. Peter SchWcr, Wegc und lrrwege dcr Politischen Geographie und
Geopolitik, 1957, en .Tosef Matznetter (comp.), Politi.l'che Geographie, Darmstadt, 1977, con fuentes y artculos representativos de la historia de la ciencia y
el\.: SIlS cambiantes fases.
102
')" "
1
~"
,-
kilmetros ms all del Canal de la Mancha fue la primera derrota militar de Hitler, y con l de nosotros, los alemanes, lo que co~
dujo a la catstrofe en trminos militares. La condicin metahlstrica del canal se convirti en un factor histrico, porque, yen la
medida en que, se sustrajo a la disposicin de uno de los actores
polticos, en ese caso la aviacin y la ma~i~a alemanas.
Tercer ejemplo: el casquete polar movll sobre el Polo Nor~e es
un factor geogrfico que en el espacio operativo de la estrategia de
los misiles -y aqu se puede arriesgar la expresin- ha ob~enido
rango geopoltico. Los submarin?s atmicos :~sos y amencanos
operan aqu bajo el hielo para salir a la .sul:erf~~le en caso neces~
ro y poder imponer su potencial de arllqUllaclOn desde una POSIcin difcilmente alcanzable.
Cuarto ejemplo: Tucdides explica la larga duracin de la guerra de Troya por el escaso nmero de barcos equipados enl~ pennsula de Grecia que estaban en condiciones de atravesar el L<,geo
para conquistar Troya.
. /.
.
Las condiciones geogrficas metahlstoncas de los espaclOS de
accin humanos modifican su cualidad espacial en funcin de cmo sean dominables econmica, poltica o militarmente. Formulado tericamente: es propio de la perspectiva del historiador la
conversin de las condiciones metahistricas, por utilizar la expresin de Ratzel, en espacios his.tri~os. S~ utilizac~~ implcita
o explcita puede verse en toda hIstonografta. Lo mas Importante no es utilizar o no la palabra <,geopoltica, que sus mentores
han desacreditado, sino que hay asuntos histricos que se deben
conceptualizar tericamente. As por ejemplo, de~a Ranke, co~
razn, que la oposicin Asia/Europa -que Herodoto formulo
por primera vez de un modo que ha durado hasta hoy- no era
una oposicin geog:ofica, sino hist?rica. ~2
/
.
Y una ltima indicacin: Mackmder ll1terpreto en su tenmnologa melodramtica la oposicin entre el mar y la tierra bajo las
condiciones militares y econmicas que en 1919 se daban en Eu-
1"0",,.,'
"
..;
ESPACIO E HISTORIA
103
rop~, cuyos lmites potenciales trazaba desde Lbeck hasta Trieste,. Esta ~era la zona l,mite entre el imperio martimo anglosajn y
el ImperIO ruso por tlerra. 13 Se podra decir que este pronstico
se apoya en e! puro azar o se trata de! diagnstico de cmo una situacin geogrfica metahistrica se transforma en una determinacin histrica de! espacio poltico? Mackinder exiga entonces al
mismo tiempo la evacuacin de todos los prusianos orientales dominados por losjlml~crs prusianos, Esperaba constituir, a costa de
Alemania, una fuerte barrera poltica en Polonia frente a Asia,
concretamente contra la Rusia comunista, movindose en unos escenarios tericos que estaban vedados a los alemanes -con el resultado pronosticado por Mackinder.
Djenme que extraiga dos conclusiones:
l. En e! marco de una historia general, la llamada geopoltica
trnta asuntos que tienen que ver con los determinantes de la liberta? humana, Hay numerosos determinantes de tipo social, econ1:111CO o poltico que amplan y limitan el espacio de accin. Tambin
forman parte de estos determinantes las condiciones extrahistricas, geogrficamente condicionadas, que es necesario incorporar
al canon de. las cuestiones historiogrficas, quizs hoy ms que
nU1~ca .21 la vI~ta de la crisis ecolgica. El fallo cientfico -por no
deCIr sl11sentIdo- de los llamados geopolticos consiste en hacer
de estos determinantes que posibilitan la accin leyes naturalistas
o fijadas ontolgicamente, que supuestamente guan o dominan
la historia. La crtica aqu llevada a cabo se dirige no slo contra la
geopoltica o contra numerosos pasajes ambiguos de la importante obra de Ratze!, sino tambin contra muchos errores analogos
en nue:tro propio gremio histrico, en la medida en que atribuyen
u.n camcter determinante a condiciones de tipo econmico, por
ejemplo, que tampoco son demostrables. Ningn acontecimiento
se ha introducido ms porque se haya definido como necesario.
2. La segunda conclusin es tambin de tipo general. La geopoltica se entendi a s misma como ciencia prctica, como asesoramiento poltico. Aqu slo se puede aadir: la poltica alemana es13, Halford
1919.
J.
104
r... ]
ESPACIO E HISTORIA
tuvo mal asesorada en la poca de Hitl~r. Bajo los cr!te~ios racionales de un anlisis geogrfico e histrIco del espa~lO, Junt? co~
todas sus potencialidades geogrficas, Hit~~r no hubIera debIdo nt
siquiera comenzar la guerra. Si la ~e??oht1ca d~ entonces fue u~
factor decisivo, entonces dicha declslon dependI~ ~e unas premIsas tericas falsas, en la medida en que la geo~olrtI~a. ~e comprometi a poner las condiciones ge~grfi~as a dISposl~lon d~, un~.s
sujetos agentes que ejercan o eJercenan p.ode,r~s mexOlabl~:.
Descubrir este error significa fundamentar Clentlflcamente la C11tica ideolgica. Pero de esto no se sigue. por supuesto, que e! asesoramiento cientfico de la poltica sea falso como tal. La retIra~a
de los gegrafos actuales a la ge,ografa cul~~ral y, a la ~eOgI:a~~a
1 mana para actuar desde aqul en la pla11lbcaCIOn del eS~dclO
1U sea
.,para establecer nuevos 1mites ~(mmIst.ratIvos
..
. o f u,Slon'lr
-ya
'.'
unidades administrativas-, no hace SlllO confIrmar el~ unas dJmensiones m<s rcducid;\s lo que ;\ gran eseda, en el n:;'cl de la
Unin Europea, por ejemplo, sigue siendo nuestro desaho.
En resumen: las cuestiones que la geopoltica forn~u~ errneamente y sus premisas cuasi ontolgicas sealan condl~Iones ~a~u
rales de las posibilidades de accin hu,n:ana qll~ d,el~eran seg:l1,r,L~
corporndose a todo anlisis de condICIOnes l1lStoncas o polmcas.
II
Permtanme, en un segundo paso , ajustar temporalme~}te, n,uestra pregunta relativa a las condiciones metah~s,tric~s e hlstor:ca~.
Es evidente que todo espacio humallo de ~cclOn, pnvado o I?ubh, bl'to de la interaccin
ca, en e1am
. inmedIata o, , en el derlas lnter.,
dependencias globales, tiene SIempre tambIen .una (ImenSIon
Las.contempora1 que 11a de ser captada como tal y dOlTImada.
. d
.
diciones diacrnicas que constituyen el espacIO e ~xpenencIa
pertenecen a l tanto como las expecta~ivas que se le.vI~culan, razonables o inciertas. La cercana y la dIstanCIa, qu~ hmltan un espacio de diversas maneras, ni~ament.e son expe,~lmen:ab,les m?,diante el tiempo, gracias a cuya mmedlata cercama o a la dlstan,~la
mediata pueden ser colonizadas o franqueadas. Llamo la atenclon
105
sobre este dato antropolgico para mencionar la cambiante relacin del espacio yel tiempo como contexto en el que fundamentar ~ualquier interpretacin humana. Los trabajos de Simmel, su
socIOlo~a del espacio, los trabajos de Plessner, Gehlen, Heidegger o Vlktor van Weizs~icker plantean al historiador numerosas
pregu~tas ql~e todava estn por responder. La bella expresin
espaCIO de tIempo no sera slo una metfora de la cronologa o
e
la ~lasificacin por pocas, sino que ofrecera la posibi1ida~i de
lllvestlgar la remisin recproca del espacio y el tiempo en sus concretas articulaciones histricas. Qisiera aqu nicamente dibujar
un boceto que plantea ms preguntas que las respuestas que ofrec,e, Es una perogrullada decir que las relaciones del espacio yel
tIempo se han modificado en el curso de la historia de la humanidad con una aceleracin creciente. Esto se pone de manifiesto en
las tres Cur~iS exponenciales de tiempo, a las que corresponden
ot ros espaCIos completamente distintos.
En primer lugar, la diferenciacin de la especie hum:tna se lleva a cabo en :spaci~s d~ tiempo cada vez ms breves. 14 Comparados con los C111co mIl mIllones de aJos de nuestra corteza terrestre
y con los mil millones de aos de vida orgnica sobre esta tierra
los aproximadamente diez millones de aJos del hombre descen:
diente del. mono significan apenas un corto espacio de tiempo, y
los dos mIllones de aos en los que se encuentran instrumentos
por l creados aparecen por comparacin mucho ms cortos. Las
condiciones geolgicas y geogrficas, las biolgicas y zoolgcas,
todas las condiciones metahistricas de la determnacin del es- '\
pacio humano, actan sin duda en ese tiempo de una manera ms
decisiva que en las fases posteriores de nuestra historia. El hombre sabe aprovechar su medio ambiente sin poder disponer de l.
A esto se corresponde el hecho de que los espacios de accin mnimos para una alimentacin que alcance a las familias o grupos
de cazadores eran mayores -y tenan que serlo- que 10 que hoy
est a disposicin de los grupos humanos concretos en el espacio.
Los prehistoriadores calculan varios kilmetros cuadrados de espacio de alimentacin por persona durlllltc la Fdad de Picdrn II)
106
tigua y media. 15 Los determinantes metahistricos -el crecimiento de las plantas para el recolector o el paso de los animales para
el cazador- establecen no obstante lmites mnimos que deban
ser ms amplios y posibilitar mayores espacios de accin que en la
fase posterior. Hasta nuestro siglo se extiende el proceso por el
cual las culturas de cazadores y recolectores fueron desbancadas
por una densificacin de los espacios humanos asentados por la
agricultura o la industria.
. Esto nos lleva a una segunda fase que podra denominarse (contra Bernheim) como el perodo estructurado de nuestra historia.
Medidas con los dos millones de aos de historia humana comprobable, las producciones del arte diferenci~do y reflexivo, as com_o la
invencin de armas mortales hace aproximadamente 30.000 anos,
tuvieron lugar en un espacio de tiempo comparativamente corto. La
introduccin de la agrCldtura y la ganadera hace aproximadamente 12.000 aos y el consiguiente despliegue de las culturas desarrolladas hace unos 6.000 aos remiten -comparados igualmente con
la prehistoria- a medidas de tiempo que se abrevian todava ms
rpidamente, dentro de las cuales lo nuevo se establece -lo nuevo
que para nosotros se ha convertido en presupuesto estable ~e la
propia vida-o A este espacio de tiempo corresponde la capaclda?
de organizacin humana y de estructuracin espacial, que han ~O.Sl
bilitado cuasi estticamente -es decir, repitindose-las condlclnes de todas nuestras historias hasta la llamada primera modernidad. Aqu se configura un modelo estructural que hipostatiz~ la
unidad espacio-temporal de nuestras culturas avanzadas hasta fmales del siglo XVIII con efectos que se solapan. La disponibilidad de
las condiciones geogrficas y de las metahistricas en general ha aumentado desde entonces enormemente. Se podra decir que las condiciones metahistrcas fueron crecientemente integradas en la historia --con lmites, sin duda, que hasta la primera modernidad no
pudieron ser rebasados-o Los ros fueron regulados., s~ const~uye
ron canales y diques, se planific y realiz el abastecimiento hIdrolgico, se trazaron vas de comunicacin por encima de los mil kilmetros, se hicieron navegables los mares interiores y las costas. La
15. KarlJ. Narr (comp.), Handbuch der Urgeschichte, Berna, 1966, tomo 1,
pg. 236.
ESPACIO E HISTORIA
107
densidad de la organizacin del correo, el transporte y la informacin alcanz su mayor efectividad en los grandes imperios orientales, que ya no fue superada por los romanos o los mongoles bajo el
mandato de Gengis Kan. Con esto no se excluye que haya habido
perfeccionamientos, pero siempre dentro de un espacio de posibilidad finito y limitado. Las velocidades con que eran recorridos los
tramos construidos o mejorados seguan natnralmente condicionadas. Incluso la invencin del carro no poda sobrepasar el mximo
propio de sus caballos o bueyes. Cuando los correos de caballera
alcanzaron los 200 kilmetros por da se lleg a una cumbre que durara hasta la poca preindustrial. Y si Cicern haba de calcular
unas tres semanas para que su carta llegara al destinatario en Atenas,
con clmsmo tiempo tenia que contar un comerciante hansetico
para hacer llegar sus noticias desde Danzig a Brujas o un comprador
florentino para enviar su telegrama a Pars. Las mercaEcias, tambin
las enviadas por mar -un procedimiento ms rpido y seguro,
pero tambin ms arriesgado-, necesitaban el doble, el triple o el
cudruple que las noticias. Ahora bien, podemos aadir que los
hombres de este espacio de tiempo tambin tenan tiempo para s
mismos, y podran as hacerse cargo de este espacio desde el punto
de vista organizativo y jurdico. Las relaciones entre el tiempo y el
espacio se estabilizaban generalmente en un nivel que poda ser destruido por la guerra -entonces se hacan necesarios los rodeos o las
vas de comunicacin eran seccionadas para proporcionar a las tropas un espacio de tiempo anlogamente estructurado-, pero el nivel mismo no fue superado durante aproximadamente 5.000 aos.
Es el tiempo de los grandes imperios que se consideraban a s mi~
mas el centro de la tierra. Ni el comps, ni la imprenta ni la plvora
que los chinos conocan les motiv a abrirse al Pacfico.
Esto nos lleva a una tercera fase. Cuando circunscribimos la
mirada a los aproximadamente 6.000 aos de nuestras culturas
avanzadas, tambin reconocemos una curva de tiempo exponencial. En estos marcos tiene lugar, desde hace unos 200 aos, aquella aceleracin que caracteriza nuestro mundo vital. Ir, El mundo
16. Wolfgang Zorn, Verdichtung une! Beschlcunigung des Verkehrs als
Beitrag zur Entwicklung cler "modernen Welt", en R. Koselteck (comp.), Studien ZUll1 Begintl der modemen Welt, Stuttgart, 1977, pgs. 115-134.
108
ESPACIO E HISTORIA
109
As se pIa.ntea una cuestin que hace referencia a nuestro globo ~n su conjunto. Aunque la vida corriente de los habitantes de
la tl~rra dependa completamente de las organizaciones estatales
-pIenso en los demcratas chilenos, en los sindicalistas polacos
en los palestinos de Israel o en los negros de Sudfrica- en mu'
chos aspectos todos los espacios estatalmente organizad;s se ha~
vuelto mucho ms permeables que antes. Dicho de otra manera:
Estado y soberana ya no coinciden como en la fase de arranque
de nuestra moderna aceleracin.
,'"7"
Para la mayor parte. de los estados una autarqua econmica
-lo que fue antano el Ideal del mercantilismo- sera su ruina.
Un. reto~no a 10 que hemos descrito como segunda fase de la bistona u.nlversal se paga.ra con infinitas catstrofes. Esto significa
que la lI1te~'dependen~la e~onmica est instalada en el globo aun
cuando eXIstan orgal11ZaClones polticas diversas. Lo mismo vale
para otros aspec~os: la unidad del mundo ya se ha producido desd.e, el punto de.vIst: de la tcnica militar en virtud de la colonizaClon del espaCIO aereo por los aviones, misiles y satlites. El aire
es, com? el agua pa:a)ustin~ano, propiedad de todos: esto supone un tIpO de condICIOnamIento para la accin que bien puede
110
ESPACIO E HISTORIA
111
. Con l~ anteriormente dicho he esbozado tres curvas exponenCIales de tIempo a las que co'rresponden espacios de vida y accin
c.o~pletamente distintos. La primera se refera a grandes superfICies donde las condiciones naturales eran dominantes. En la seg~nda fase las condiciones metahistricas fueron ponindose creClentemente a nuestra disposicin, los determinantes naturales de
la libertad humana y los espacios polticos de accin fueron recu-
I~crado.s y transformados histricamente. Sllrgicron ciudades, impenos. y f1D,alr~ente estados con espacios de accin que haba que or-
:~-,n$
CONTINUIDAD Y CAMBIO
EN TODA HISTORIA DEL TIEMPO PRESENTE. ~~
OBSERVACIONES HISTRICO-CONCEPTUALES
~,'
116
....
117
. . '
3. EberhardJ~ckel y Erns Weymat(cQmps.},Begrz!f un#1.mktan der Z,eztgeschicht e : Die Funktiol1 der Geschichte in unserer Zeit) Stuttgart, 1975, pags.
162176.
4. Fritz Erost, ~<Zeitgeschehen und Geschichtsschreibung, en G. G. Wolf
(comp.), Gesammelte Schriftel1, Heidelberg, 1985. pgs. 289-341.
118
119
l~s utopas de la Revolucin francesa, Cuyas esperanzas todava estan presentes). La unicidad se.deriva de la sucesin de los presentes con sus pasados y futuros que se modifican. No hace falta intr.odu~ir m,ls ejemplos para reflejar la relacin entre el tiempo y la
hIst.o~I~. Desde el punto de vista formal, el caleidoscopio de las
pOSIbIlIdades histricas est suficientemente determinado.
,C~n eH? tene~os un primer resultado. Toda histora fue, es y
sera hIs~ona del ~Iem po presente. Duracin, cambio y unicidad
p.ueden IntroducIrse en la correspondiente relacin de las dmensl~nes..temporales. En el nivel de nuestra formulacin terica po~na aftrmarse razonablemente lo siguiente: la llamada historia del
tIe~1po presente no se distingue en modo alguno de las otras histonas que han tenido lugar y que han sido contadas.
" Pero,. cabra ~bjetar, los tiempos mismos se modifican, tambIen los tIempos tIenen su historia. De otro modo no se podra hablar en absoluto de pocas que se distinguieran claramente entre
s. Quisiera hacer frente a esta objecin en un segundo paso en el
que proceder historiogrfica y no formalmente.
II
Qu nos dice la historia del trmino, el concepto y los temas
a los que se ha referido la expresin historia del tiempo present~? El asunto es viejo, por supuesto; la expresin historia del
tIempo presente aparece en Alemania en el siglo XVI[, se afianz.a
:n torno a l~(~O y, segn podemos suponer, el concepto ~1(l h;,~sk
Jado de modIftcarse desde entonces. Nuestro problema forrnal de
qu es la historia del tiempo presente tiene su propia gnesis en la
historia de la lengua y las modificaciones del concepto son aplicables retrospectivamente a los tiempos anteriores a la aparicin de
nuestro trinino.
Li historia de la expresin comienza, segn lo que se sabe, con
el uso que de ella hace el poeta barroco Sigismund von Birken, y
tiene que ver con sus consideraciones tericas acerca de la relacin entre poesa, teologa e historiografa. La historla del tiempo
presente aparece en un himno suyo de 1657 al emperadorMatthias:
Las historias del tiempo presente manifiestan / cmo destacaba
120
I
I
i ... 1
121
122
las disposiciones psicolgicas de los receptores y de sus transmisores, y que por eso mismo resultan eficaces.
La lista podra alargarse para encontrar enfoques comunes,
metodolgicamente ms o menos sofisticados, en todas las historias del propio mundo de experiencia, desde la antigedad hasta
hoy. En este sentido, la historia del tiempo presente era y es
siempre actl1rll, o al menos pensable, a pesar de todas las oscilaciones, restncclones o especificaciones a la~ que se ha visto sometida
a In largo d! tiempo. tn esta medida la hislOliugrfia contempornea se refiere siempre a experiencias y mtodos de procesamiento de acontecimientos contemporneos, propios de una generacin, es decir, a la sincrona. Este hecho fue elevado a la categora
de concepto en Alemania desde el siglo XVlI con la expresin historia del tiempo presente.
Pero con la misma expresin historia del tiempo presente se
delimit una segunda significacin, la diacrona, que tambin en
el siglo XVII se caracterizaba como historia del tiempo presente.
En 1691 Stieler registra en su diccionario 1o ZeitgeschichtelChronologica, o sea, historia del tiempo en un sentido especficamente
diacrnico como doctrina de la sucesin del tiempo, ya sea entendida como ciencia auxiliar o como historia real, que no se deduce
del mero texto.
No es en absoluto casual este doble aspecto de que la expresin, en el momento en que apareci, fuera utilizada tanto sincrnica como diacrnicamente. De acuerdo con nuestras consideraciones iniciales, est claro que no puede haber una pura
historia del tiempo presente en el sentido de mera historia del
presente, que al menos ha de recurrir al presente pasado y a su
pasado: primero la historia y luego su narracin (lo que no excluye que tambin haya historias que nicamente consistan en su narracin).
El recurso a la secuencia temporal-subjetivamente, del hoy
hacia el pasado; desde el punto de vista de la exposicin escrita,
del comienzo hacia hoy- forma igualmente parte del concepto
de historia del tiempo presente, de acuerdo con su sentido ini10. Caspar Stieler, TeutscherSprachschatz, Nuremberg, 1691, Sp. 1747, citado por E. ]iickel, op. cit., pg. 165.
123
cia.1. Como s~ di~e to~ava en el L~x~co de Schwan: 11 Zeitgeschlchte == 1 hlstotre qUt rapporte les evel1cments du temps O /'on
est, o sea, concebida sincrnicamente, pero tambin Zeitbuch
(libro del tiempo) == die Zeitgeschichte; la chronique; l'histoire
dreJSc suivant l' ordre des temps, o sea,. concebida diacrnicamente. La secuencia diacrnica tambin forma parte del. concepto de historia del tiempo presente desde que se form el trmino yes una desidia terica el hecho de que este aspecto haya
sido desatendido.
En el aspecto diacrnico no se trata solamente de la obligacin, aparentemente slo auxiliar, de una datacin exacta o de fijar con exactitud la sucesin temporal, tampoco de la rnica narrativ~ q~e se cuenta una y otra vez, como en los anales, a la que se
va~ anadlendo cosas nuevas. Estas formas simples, por muy neccS~lfl~S .que sean, ya fuer?n ampliamente superadas por Herdoto y
1.LlCldld.es. Herodoto hIZO la aportacin, entonces impensable, de
smcrol1lzar en lo posible los distintos imperios y espacios culturales con sus correspondientes secuencias temporales y situarlos, dicho de una manera ms actual, en un horizonte histrico-temporal comn, para tratat de descubrir los contextos que condujeron
al gran conflicto entre los griegos y los persas. Tucdides escribi
s~ p~~emio diacrnico para poder derivar desde su gnesis la conflIctlvIdad y la constelacin de poder de la guerra del Peloponeso.
Los anlisis sincrnicos y las secuencias diacrnicas pertenecen por tanto con el mismo derecho al concepto de historia del
tiempo presente, segn la denominacin utilizada desde el sierlo
XVII, y que en torno a 1800 hizo confluir ambos aspectos. T1:va
no era la historia del propio tiempo, la de la Revolucin francesa,
sino el acontecer del propio tiempo en general, a lo que se dio forma conceptual. Por eso era posible, por ejemplo, que Gottlieb Jakob Planck, en su historia del papado de 1805, subrayara siempre
que la historia del papado conduce en cada perodo a una peculiar historia del tiempo presente, y de ella procede, refiriendo esta tesis a la Alta Edad Media. Planck tamhin s(' ()(,lIpa ;Hlll del
J
11. Christian :ril:drich Sr I,'JJ;UI, NI)II/>I'/I, I)(( /11)/11/'///1' 11" /1/ /I/III'IU ,//I
mande et fran r;oil e, Ludwjg~l)urg, 1K()(), (otilO L, l',',. (, Ir" ( (ad" I'/J' 1'.. ,j' 1,.,1,
op. cit., pg. 165.
lL'-t
125
12. Gottlieb Jakob Planck, Gc\chichlC dcx P"PXtlIIllIS il/ dell a!}clldl{ifidischen Kirchm, :tlannovcr, 1805, tomo 1, prefacio, cit<ldo por Pctcr Meinhold,
Gcscbicbte da kircblichen Historiographie, Friburgo/Munich, 1967, tomo 2,
cin, progreso o desarrollo. Eran nuevos conceptos dominantes que tenan en comn la conciencia de que todo acontecer
estaba estructurado temporalmente. Aclarar cmo y de qu modo es
lo que condujo a los grandes sistemas del idealismo alemn, desde
Kant a Hegel y Schelling. Pero hay tambin test empricos para el
concepto de tiempo que se haba vuelto as tan difcil de comprender y que describen el lugar histrico en el que la hstoria
del tiempo presente se haba convertido en un nuevo desafo. Todo lo que entonces -aproximadamente desde 1800- tena que
durar o modificarse fue legitimado igualmente con eltiemp: el
tiempo como duracin o el tiempo como ambio se hacan valer,
segn los intereses polticos perseguidos, con1o ttulos incuestionables de legitimacin.
.
El diccionario de Grimm muestra hasta qu punto el tiempo fue ascendido a concepto interpretativo, especficamente histrico, aunque ambivalente. Con todas las reservas, puede deducirse alguna conclusin razonable a partir de las ex.presiones
referidas al tiempo. El diccionario registra 216 expresiortes acerca
del tiempo en lengua alemana anteriores a 1750,15 Se refieren
principalmente a las dimensiones vitales de la existencia humana,
a su interpretacin moral o -siguiendo la Biblia- a su sentido
teolgico. Entre 1750 y 1850 se aaden 342 expresiones, cuyo
centro de gravedad descansa en los mbitos de la poltica y la sociedad. Espritu del tiempo es una de las expresiones ms destacadas de esta serie. Una de las cosas que subraya hasta qu punto
tenamos una necesidad lingstica de conceptualizar experiencias
del tiempo de carcter histrico es el hecho asombroso de que
desde 1850 (hasta 1956) slo se registran 52 nuevas expresiones.
Otro dato emprico nos ilustra sobre por qu el concepto de
historia del tiempo presente se convierte en algo tan actual hacia
1800. El abanico diacrnico de las pocas se modifica radicalmente desde lo que llamamos Renacimiento y Reforma. No podemos
explicar aqu la compleja historia lingstica de nuestros conceptos
epocales. Permtansenos algunas indicaciones sobre la experiencia
pg. 106.
13. Citado por E. Jackel, O[!. cit., pg. 166.
14. Joachim Heinrich Campe, \Vrtcrbucb der dClItIcbclI .~'p/'{/che, Braun~
chweig, 1811, tomo 5, pg. 833, citado por E. Jackel, ibd., que mterpreta l~ pnmera definicin, desde nuestro actual punto de vista, como un malcntenc.jdo.
126
nueva del tiempo que resulta de la trada Antigedad-Edad Media-Modernidad y sus umbrales Renacimiento y Reforma.
En la medida en que el mundo cristiano se diriga hacia el juicio
final, se saba en la ltima poca, en la que no haba que esperar nada radicalmente nuevo. Ya se utilizara la doctrina de los cuatro reinos -sobre todo en Alemania- o la de las tres fases de la historia
cristiana de la salvacin --antes de la ley, bajo la ley, en la era de la
gracia-, se viva fundamentalmente en la ltima poca. En este 1:0rizontc de expectativas tensado teolgicamente, en la expectativa
de la res llovJsima, esdccir, del juicio final, poda escribirse la crnica de lo que iba surgiendo de nuevo. La ordenacin cronolgica
se derivaba de los datos biolgicos de la vida de los prncipes regehtes, sus dinastas o los papas, un esquema de clasificacin que
todava hoy noha quedado completamente fuera de uso. La neutralidad genealgica y biolgica corresponda a una poca igual a s
misma, que habra de terminar con el final ele la historia.
El problema terico difcil de resolver surge en el momento en
que hay una Era moderna, cuyo trmino o final es desconocido,
desde que el futuro es experimentado como abierto, desde que la
historia es experimentada como desarrollo, como proceso, es decir,
desde finales del siglo XVIII. El concepto de una Era moderna como 10 siguiente a la Edad Media slo se fue imponiendo lentamente. Y en cuanto comenz a imponerse, en el siglo XVII, empez
tambin a sentirse la necesidad de aadir el concepto de tiempo
reciente, en el siglo XVIII, o de distinguir, en el XIX, la Era modenia frente a la Era contempornea. La modernidad * como
palabra no fue acuada en Alemania hasta la Revolucin de marLO de l"'; y i'::6i::~1':,r:l~ 1:"11 ellx!co desde fin::l!es elel siglo XIX. La
sucesion 1a~ ~pOC2~ p:lr~ci::l acelerarsE:' en su secuencia Renacimiento, Reforma, Modernidad, Contemporaneidad. Hubo que
encontrar a su vez perodos intermedios para estructurar la llamada historia moderna. 16 La llamada historia del tiempo presente se
ue
127
'-'\_-,\'./1,
J,L<~-,-'- ...... ~
J.l,LU,
\ j l \ , U ....
D~~,~L!:~'HI\fi;nsrt'r, i 982,
pgs. 21-36.
129
nI
Hemos examinado anteriormente qu dificultades surgen cuando la historia del tiempo presente no se refiere a toda la historia,
sino al perodo actual. Hablamos tambin del lugar histrico en el
que la historia del tiempo presente fue concebida diacrnica y sincrnicamente, aunque el asunto mismo sea tan viejo como lifhistoriografa. Se subray tambin la novedad de la historia del ticmpo presente entendida desde la Revolucin francesa como una
actualidad que se va modificando. Desde entonces la historia del
tiempo presente se constituye de manera diferenciada respecto de
tnd:ls bs denls historias. Esta posicin es lo que finalmente quiSie1",l explicitar y poner en cuestin.
El axioma del historicismo de que todo lo nico se da ell la
historia -toda poca se relaciona inmediatamente con Dos~-, de
que la historia no se repite, sino que se encuentra en un co~tmu?
desarrollo, este axioma es el epifenmeno de aquella experIenCIa
130
"
primaria de que pareca que la historia se haba modificado radicalmente desde la Revolucin industrial con una velocidad aceIe. rada: en esta medida, todo era nico e incomparable.
Esta experiencia afectaba retrospectivamente a todo el pasado
en su conjunto. La historia se habra acelerado en los ltimos veinte aos -escribe Humboldt bajo la impresin de la Revolucin
francesa-;IR slo a partir de entonces se estara en condiciones de
reconocer, a partir de la distancia obtenida, las peculiaridades de la
historia antigua y medieval en su alteridad como presupuestos del
propio tiempo. Desde entonces era posible no slo continuar la
historia, sino reescribirla a partir del nuevo punto de vista alcanzado. Que la historia ha de reescribirse continuamente, no slo
porque se descubren nuevas fuentes, sino porque los tiempos mismos cambian, esta observacin de Goethe ha sido cumplida y
confirmada hasta nuestros das. Para Maquiavelo, que apreciaba
su L.ivio metodol6gicamentc, pero no histricamente, la historiografa no significaba una reescritura, sino el redescubrimiento
de algo nuevo en viejas verdades. Para Federico el Grande, que
llevaba su Plutarco en el bolsilhmientras conduca la guerra, esta
nccesidad de reescribir era todava impensable cuando segua escribiendo su propia historia. Siempre se ha reescrito para corregir
lo falso; reescribir porque la perspectiva cambiante del presente
permite descubrir algo nuevo es algo que slo se hace desde el
siglo xvnr. El paso que se da entre 1750 y 1800 se podra caracterizar as: del transcribir y continuar la historia a la reescritura y, finalmente, a la reescritura como imperativo. 19 Desde entonces el
tiempo de la historia, la cualidad histrica del tiempo, su irrepetiblidad, su unicidad, ha obtenido una primaca que tambin caracteriza a la actual historia del tiempo presente.
Muchas cosas parecen hablar en favor de la consideracin de
que la actual historia del tiempo presente es una historia del presente sui generis. Los presupuestos tcnicos e industriales de nuestra propia historia han refinado enormemente los instrumentos de
18. W. v. Humboldt, Das achtzehnte Jahrhundert, en Andreas Flitner y
Klaus Giel (comps.), Werke, Darmstadt, 1960, tomo 1, pgs. 376-505,398.
19. En Cambio de experiencia y cambio de mtodo ya se ha mostrado
que entre Herdoto y Tucdides se registra y efecta un trnsito anlogo.
Ul
132
13.3
20. John Keegan, Die Schlacht, Munich, 1981, pgs. 52, 235 Y331.
Toda persona conoce en su biografa cortes, cesuras que parecen abrir un nuevo perodo de la vida. Se producen modificaciones bruscas de la experiencia que obligan a abandonar el camino
de lo acostumbrado, de lo habitual y a abrir nuevas vas. Las experiencias nuevas exigen tambin que la propia conciencia las asimile. Se cruzan umbrales tras los cuales muchas cosas, quiz todas, parecen completamente diferentes, segn el graclo en que nos
afecten y nos hagan tomar conciencia de ellas. Aunque no tenga
que suceder necesariamente aS, al elaborar nuestras experiencias
cambian tambin los comportamientos, los puntos de vista y nuestra propia conciencia de ellas.
Las dos guerras mundiales trajeron consigo rupturas en la experiencia tanto para los afectados como para quienes participaron
activamente en ellas en una medida que hasta entonces pareca
impensable. Por eso no cabe ninguna duda de que la conciencia
de todos los contemporneos de las guerras mundiales qued de
algn modo afectada por ellas. Y si en algn caso no cambi, entonces se impone la sospecha de que la conciencia heredada del
perodo anterior a cada una de las dos guerras era una fal~ conciencia. Este principio general tambin es incuestionable en 10 que
se refiere a la impresin que produjeron en la conciencia las dos
guerras IY'lmJia!es. Los recuerdos y las narraciones o el silencio y el
enmuu,- 'cr de los supervivientes hablan un elocuente lenguaje.
Si no~ prc;. ':nta111os por la conciencia social, por la conciencia
colectiva, la resl1uesta es ms difcil, pues se presupone una comunidad, una mentalidad colectiva que necesariamente se funda
sobre experiencias y supuestos comunes de la concienca. La
cuestin que surge entonces es hasta dnde llega la comunidad de
los afectados y de los que tomaron parte activa, dnde se marcan
136
137
destruir los hbitos de comportamiento sexual de la sociedad civil, la separacin de las familias, la prdida de parientes, la homosexualidad fomentada en el ejrcito, la invasin del ganador y todo aquello que pueda mencionarse en cuanto a datos sociales y
antropolgicos. Se trata siempre de acontecimientos singulares
ensamblados en una estructura comn y que presentan un modo
comn de influir en la conciencia.
138
139
140
141
Todas las funciones sealadas, que se desempearon especficamente condicionadas por la guerra, influyeron a su vez en las
predisposiciones estructurales del sistema social del cual se derivaban. El sistema social en su conjunto, y con l tambin la formacin de la conciencia, se transform precisamente por medio
de esas funciones, si bien de manera distinta y ms intensa en cada
una de las guerras.
La capacidad de las guerras para influir en la configuracin de
la conciencia radica, en primer lugar, en los acontecimientos concreto,s que cada persona encuentra o que ha contribuido a producir. Unicamente por medio de los sucesos y sus vivencias tiene
lugar esa primera experiencia propia de la guerra.
Esos acontecimientos blicos tienen estructuras comunes que
han dado lugar a experiencias similares o experiencias repetibles,
de tal manera que pudieron producir semejanzas en las mentalidades.
Todos los acontecimientos pudieron convertirse en factores
determinantes de las mentalidades en la medida en que previamente se tom conciencia de ellos de alguna manera. Slo fue posible tener experiencias de la guerra y tomar conciencia de ellas en
la medida en que se apoyaban en experiencias histricas previas.
Como ya se ha dicho, la lengua, la ideologa, la organizacin poltica, la generacin, el sexo y la familia, la pertenencia a una clase o
estrato social constituyen precondiciones de este tipo. Todas estas
predisposiciones han influido en la configuracin de la conciencia
colectiva en la guerra.
Por otra parte, tambin las condiciones sociales se vieron afectadas por los sucesos de la guerra. Por ello, una cuestin fli~da
mental es a qu tipo de factores hay que atribuir un mayor peso: si
fueron los sucesos de la guerra y sus estructuras comunes los que
modificaron la conciencia previa o si fueron ms bien las actitudes
de conciencia heredadas de la tradicin las que determinaron el
carcter especfico de las experiencias blicas. Aunque admitamos
que se trata de una influencia recproca, es posible determinar la
diferencia que existe entre el peso de las experiencias blicas y el
peso de las condiciones sociales. En qu medida la lengua, la ideologa, la organizacin poltica, la generacin, el sexo y la familia,
la clase social han conformado la conciencia de la guerra y en qu
TI:. ;21 tipo de acontecimientos y vivencias anteriormente sealadas y las condiciones de formacin de la conciencia colectiva deben distinguirse claramente de aquellos factores especficos condicionados por la guerra, aquellos que nicamente se han podido
experimentar en la guerra. Las tareas exigidas por la guerra son de
un tipo peculiar y no se identifican con las condiciones estructurales de carcter general en las que se halla inmersa la conciencia.
Por ejemplo, la conciencia se ve afectada de distintas maneras
segn haya estado dominada por funciones de mando o de obediencia. Las mentalidades de los oficiales, de los suboficiales y de
los soldados son diferentes, aunque durante la Primera Guerra
Mundial los lmites entre ellas fueron mucho ms estrictos que
dmante la Seglinda, que en ese aspecto permiti una mayor permeabilidad. Existe tambin una mentalidad propia de los que se
encontraban en centros de planificacin o en la ejecutiva de importantes organizaciones blicas, en la industria de abastecimiento o quienes trabajaban en empresas blicas o en el sector de la
alimentacin, es decir, quienes no se enfrentaban de manera directa a la muerte en el frente. Hay adems otros mbitos de actividad forzada, que en la Segunda Guerra Mundial afectaron a un
mayor nmero de personas que en la Primera: la prisin o la condena a trabajos forzados. Dentro de este tipo de factores hay que
mencionar aquellas funciones que fueron reforzadas de la Primera a la Segunda Guerra debido al carcter total del ataque, como
las policiales, judiciales, o las de la polica poltica que sirvieron
como instrumento del terror y de los crmenes en masa. Se trata de
funciones de carcter puramente negativo que produjeron vctimas sin sentido como, por ejemplo, en los campos de concentracin. Por otra parte surgieron en este contexto otras actividades
que se extendieron e intensificaron enormemente de la Primera a
la Segunda Guerra, como la de los partisanos que luchaban contra el enemigo exterior y los movimientos de resistencia en el propio pas, que obligaron a replantear todas las lealtades anteriores.
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2.
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Millones de cados en la batalla, asesinados, aniquilados, muertos en las cmaras de gas, desaparecidos, fallecidos a causa del
hambre o las epidemias, millones de muertos de todas las edades
y gneros constituyen un hecho crucial en las experiencias originarias de quienes sobrevivieron a l en ambas guerras. Esta circunstancia opera de diferente manera en los distintos pases y en
cada una de las guerras. Pero ef culto a los muertos es una respuesta comn para dotar de significado, en la medida de lo posible, a la muerte masiva.
El que muere, muere solo. Pero la matanza masiva organizada
genera semejanzas y diferencias en la manera en que se elabora la
experiencia y en la capacidad de recuerdo de los supervivientes,
que resear a continuacin.
Se puede dilatar el sufrimiento, se puede aplazar la muerte,
pero la muerte violenta no se puede ir a buscar. La experiencia
originaria central que han tenido todos los supervivientes de la
guerra es que la muerte no es algo voluntario. Por eso se plantea
a la conciencia la cuestin del sentido de la muerte violenta. En
las dos guerras mundiales hubo intentos de dotarla de un sentido
poltico o teolgico. En qu medida lo consiguieron la prensa, la
publicidad y los partidos, el plpito y la ctedra, yen qu medida encontraron apoyo o rechazo es algo que no se puede dilucidar aqu, ya que el eco de esas voces sedeja or de maneras tan
distintas como los sistemas sociales y las naciones de cada utt'b de
los pases.
En general se puede anticipar que la gran euforia de la guerra
de 1914 no se volvi a producir en ningn pas, tampoco en Alemania, con la vuelta a las armas de 1939. Por eso, a pesar de los
nacionalismos, cabe apreciar un profundo cambio en la conciencia a este respecto. Y es que la experiencia de las muertes en masa
afecta de una manera demasiado profunda como para que pudiera dominarse nicamente por medio de respuestas nacionales.
A continuacin es preciso delimitar la cuestin de la funcin
configuradora de la conciencia que ha tenido en Francia y Alemania el culto poltico a los muertos, especialmente en los monu-
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nes, estos monumentos parecen ser slo monumentos conmemorativos de tiempos pasados. Con la desaparicin de las generaciones supervivientes, se extingue tambin el culto a los muertos, con
lo cual los monumentos dan testimonio del pasado, pero ya no
apuntan al futuro.
.
Se encuentran tambin diferentes monumentos conmemoratlvos de la guerra en los campos de batalla de Francia que en cambio
en Alemania no aparecen. En Francia el cuidado de la tradicin
corresponde en parte al Estado y en parte al ejrcito, pero tambin a las antiguas asociaciones de la guerra. Antaine Prost ha realizado un profundo anlisis de la evolucin de la ideologa de dichas asociaciones.
El tipo de monumento conmemorativo de la guerra ms extendido es el monumento municipal. No hay prcticamente ningn municipio en Alemania o en Francia que no haya erigido un
monumento con sus propios recursos tras la Primera Guerra Mundial. Si cabe registrar un cambio profundo de la conciencia que se
haya producido nicamente a causa de la guerra y slo durante
la guerra es en esos monumentos municipales. El culto a los muertos pertenece a la historia de los efectos de la guerra; los muertos
pertenecen a la propia guerra. Es posible obtener algunos resultados empricamente constatables en este nivel inferior de organizacin social y poltica. Prost 10 ha realizado en el caso de Francia,
pero tambin en Alemania existen algunos estudios al respecto
con una aplicabilidad general.
La historia del surgimiento de los monumentos municipales es
bastante similar en ambos pases y las formas que adoptar:J9s monumentos y el culto se asemejan en muchos aspectos. Todos los
municipios tomaron la decisin de sustraer a los cados del olvido
con sus propios recursos. Se fundaron comits y, como la carga financiera era excesiva para comunidades pequeas, se organizaron
cuestaciones en las que por lo general particip principalmente el
ciudadano medio con una opcin poltica de centro-derecha.
Mientras que en Alemania antes de 1933 el Estado no intervino directamente, el gobierno francs se hizo cargo de hasta el 15 % de
los gastos, segn el porcentaje de muertos por poblacin en una
comunidad. Por ello en Francia existe una mayor orientacin estatal que en Alemania.
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Cabe sealar aqu, por supuesto, una diferencia en la mentalidad posterior a la Primera Guerra Mundial. Mie~tras que en
Francia la referencia a la fama, el honor y el her01s~o ap.ar~ce
aproximadamente en el30(X) de los m~numentos, las l11SCr!pClOnes en recuerdo de los hroes se extendIeron en mayor medIda en
Alemania. Tambin aqu, aunque el centro de gravedad de esas
inscripciones pueda apuntar en otra direccin, lo que se ~:etende
es compensar la derrota. En Alemania se nombra tamblen a los
compaeros con tanta frecuencia como a los ?roes, aunque no
en los monumentos municipales. En ellos es mas fuerte la tendencia al reconocimiento de la comunidad de hombres que han S~)
portado la Primera Guerra Mund~al en el frente. E? Alemal11a
aparece la inclusin figurada de mlemb~~s de la famIlIa, aunque
menos que en Francia. Segn lo que mall1flesta~ los monumentos,
el dolor adopt formas distintas. En ambos paIses la .muda d~ses
peracin fue superada por la tristeza, pero en.Franela se refIeren
ms a la paz ganada, mientras que en AlemanIa aluden a la lucha
pasada. Obviamente, este tipo de discrepancias no puede llevar a
realizar arriesgadas afirmaciones de carcter general sobre la mentalidad nacional.
/
Otro rasgo que diferencia el culto a los muertos er: ambos pa~ses radica en el rechazo de la participacin de las IgleSIaS en el CUIdado de la memoria. En Francia qued regulado de una manera
general mediante la ley de separacin entr~ I?lesia y Estado de
1905. No poda aparecer ningn smbolo CrIstlano en los lugares
pblicos y, por tanto, tamp?co e~ ~os m?numento~. ~or tanto, en
Francia nicamente se podlan utilizar slmbolos cnst1an()~,"par~ el
culto a los muertos cuando los monumentos se erig~n en t~rnto
rio de la Iglesia o en los cementerios. Y en esta m~dlda la Iconografa de los monumentos fra.nceses ofrece un reflejO exacto d~ las
estructuras sociales que dommaban en cada una de las comul11dades. Aqu se hace especialmente patente que la historia de la c/onciencia que contiene el nuevo cuIto a los muertos hunde sus .ratces
en las circunstancias sociales que ya se daban antes del estallIdo de
las guerras. Lo mismo puede decirse. de Aler~ania, aunque no por
causa en ltimo trmino de su plurahdad reglOnal y federal. En las
comunidades claramente catlicas los monumentos conmemorativos de la guerra trataban con frecuena de asociarse al culto
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cristiano a los mrtires y con ello a la simbologa de la resurreccin. En las comunidades protestantes, en cambio, sobresalen los
monumentos que renuncian a los motivos cristianos en favor de la
cruz de acero, que, por otro lado, tambin admite un significado
cristiano.
En conjunto s~ puede decir que los monumentos conmemorativos de la guerra contribuyeron a estabilizar las estructuras sociales y polticas que ya se daban en las comunidades. El camino hacia el recuerdo simblico de la muerte en masa se superpone a la
lucha partidista que tena lugar en las comunidades. En Alemania
apenas pueden encontrarse monumentos puramente pacifistas; en
Francia, en cambio, se erigieron con mayor frecuencia, pero tambin all constituyen una minora.
El ascenso al poder del nacionalsocialismo introdujo una cesura en Alemania. Los nazis destrozaron todos aquellos monumentos que consideraban excesivamente pacifistas o derrotistas
y potenciaron monumentos triunfalistas con un pathos heroico.
Como el culto a los muertos fue asumido por el partido, todos
los monumentos pudieron cambiar su funcin en el sentido de la
nueva ideologa, con el fin de generar una conciencia y una actitud militar en la juventud. No hay ningn anlisis sobre la funcin que desempearon los veteranos del frente, cuya mentalidad se asemejaba sin duda a la de los veteranos franceses, aunque
no coincida exactamente. El papel cada vez ms importante de
las jvenes generaciones de la posguerra, especialmente de las
juventudes hitlerianas, no precisa una investigacin ms exacta.
Por sealar un paralelismo, en Francia los monumentos posteriores a la guerra de 1870-1871, que tenan una marcada connotacin revanchista, no fueron erigidos hasta 1890 por la organizacin
privada Souvenir-Frans:ais. El propio Hitler desconfiaba del entusiasmo de los alemanes por la guerra que l mismo quera suscitar mediante la propaganda. Su entusiasmo aument gracias a
las victorias durante la primera mitad de la guerra ms que por el
comienzo de la misma. Pero en general se puede decir que las
mentalidades conservadoras y nacionalistas fomentaron el culto
a los muertos en los monumentos de las comunidades alemanas
ms que en la Francia republicana. que siempre temi por su
victoria.
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liberarse de la carga pasada del rgimen de Ptain. Los monumentos de las comunidades situaron, por tanto, a ambas guerras
en un amLiL,; L!2 -:",..,tinlli<19<1 de l<l mernor:1 y crearon una nueva
base para d futu;.",; ccm 11[1:1 mWV:1 constitucin francesa.
Por lo que se refiere a este aspecto, el culto a los monumentos
no ha seguido derroteros distintos en la RDA. Los soviets mantuvieron los monumentos conmemorativos de la guerra, cultivaronel duelo por sus muertos y destacaron su funcin poltica como liberadores del fascismo. Y los nuevos monumentos que se
construyeron sirvieron para recordar a las vctimas de los campos
de concentracin y a todas las acciones de resistencia que se inscriban en la tradicin del movimiento obrero. Tambin aqu se
trata de un proceso de identificacin dirigido por el gobierno,
que traz nuevas fronteras en el nuevo espacio de la memoria. Se
mantuvo el recuerdo de los muertos de la lucha de clases, de la
guerra civil de 1918 y de la resistencia antinazi. Estos monumentos sirvieron para mantener en el recuerdo un nuevo fragmento
del pasado poltico como garanta de un futuro socialista. Por
ello los monumentos a los muertos estn aqu mucho ms fuertemente politizados que en la Repblica Pederal. Ahora el culto a
los muertos en los nlonumentos de las comunidades ha cado ms
o menos en el olvido; el recuerdo se mant 'ne cada vez ms en
privado.
y si en algn lugar ha permanecido despierto en la conciencia
el sin sent do de la muerte en la guerra, ha sido por vas no institucionales. Con frecuencia se expresa mediante pintadas en los monumentos conmemorativos de la guerra como: Nunca ms otra
guerra. Este tipo de recuerdo de los millones de muertos sin formas culturales obtiene ahora un sentido nuevo: la nica exigencia
es sobrevivir. Los muertos desaparecen.
Zeitschichtcn. Primera edicin en Zet und Wlahrheit. Europ'isches Forum Alphach 1994 (Hcinrich Pfu~tcrschmid -Hardtenstein [comp.]), Viena, lbera-Verlag, 1995, pags. 95-100.
Erfahrungswandel und Methodenwechsel. Eine historisch-
anthropologis~he Skizze. Primera edicin en Hist?n'sche Methade (Christian Meier y Jorn Rsen [comps.]), MU11lch, R. Olbenburg, 1988 (Beitrage zm Histork, vol. 5), pgs. 13-6l.
Raum und Geschichte. Conferencia de clausura de las jornadas de historia de Trveris, 1986, indita hasta la fecha. Las notas se aadieron en algunas publicaciones posteriores.
Stetigkcit aIle \VanJcl aller Zeitgeschichte. Primera edicin,
con el ttulo de Begriffsgeschichtliche Anmerkungen zur "~eit
geschichtc" , en Die Zeit nach 1945 ais Thema kirllchel' Zeztgeschichte (Victor Conzemius, Martn Greschat y Hermann Kocher
[comps.]), Gotinga, Vandenhoeck & Ruprecht, pgs. 17-3l.
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