El Pensamiento Renacentista
El Pensamiento Renacentista
El Pensamiento Renacentista
El pensamiento renacentista
Hablar del Renacimiento implica entrar en complicadas disquisiciones
sobre el carcter de ste momento histrico y su relacin con la Edad
Media y con la Modernidad.
Contamos con dos realizaciones intelectuales con una elevada solidez
de estilo: la resultante del renacimiento del siglo XII que dio cabida a
la escolstica, y la revolucin cientfica y cultural del siglo XVII; y en
el medio, el Renacimiento...
Un perodo que hoy se reconoce como complejo, oscuro y
contradictorio; en el que confluyen corrientes de pensamiento hasta
religin bblica con filosofa griega, fue ste platonismo el que aport
los elementos doctrinales que lo hicieron posible.
Se sientan as las beses para lo que sera el resurgimiento del
platonismo filosfico que Amonio Sacas y su gran discpulo Plotino
llevaron a cabo en el siglo III d.C. Estos pensadores pretenden
realizar una sntesis totalizadora del pensamiento griego.
En este sentido asocian el motivo fundamental del pensamiento
platnico y del aristotlico. La combinacin de la categora platnica
de la trascendencia con la aristotlica del desarrollo engendra el
concepto bastardo de la emanacin. Lo absoluto que es entendido
como lo suprafinito, como lo suprauno y supraser, permanece as
puro en si mismo, pero no obstante, y en virtud de la surabundancia
que el l existe, se desborda y derrama engendrando en esa su
profusin desde la diversidad de los mundos hasta la materia
informe, que es el lmite ltimo del no ser. (Cassirer, 1951: 34)
Durante la Edad Media la tradicin platnica parece haber seguido
tres lneas de desarrollo (Kristeller, 1993): el oriente bizantino en el
que siempre se dispuso de las obras originales de Platn y los
neoplatnicos, y por ende en sus sntesis del pensamiento griego
prevaleci Platn sobre Aristteles. Dentro de esta lnea, en el siglo
XI Miguel Psello combin la filosofa platnica con los Orculos
Caldeos de Zoroastro y el Corpus Hermticum.
Este hecho es de suma importancia dado que pone de manifiesto un
error histrico que estar presente durante todo el Renacimiento y
que lo caracteriza. La glorificacin de lo antiguo estar directamente
relacionado con la datacin cada vez ms remota de los textos
atribuidos a Hermes Trismegisto, a Zoroastro, a Orfeo y a Pitgoras.
Se iguala su edad y contenido a las escrituras hebreas y cristianas,
en algunas casos se llega incluso a confundir a Hermes con Abraham
o Moiss. Cuanto ms antiguos se los ve, ms profunda, secreta e
importante se vuelve su sabidura. En este marco, se identifica a
Platn y a los neoplatnicos como seguidores de una teologa pagana
muy vieja, en la que se oculta la verdad del mundo.
Este error histrico es an sostenido por algunos msticos actuales
como se evidencia en la cita siguiente: Ningn conocimiento oculto
ha sido tan celosamente guardado como los fragmentos de las
enseanzas hermticas, los que han llegado hasta nosotros a travs
de las centurias transcurridas desde los tiempos del Gran Fundador,
Hermes Trismegisto, el elegido de los dioses, quien muri en el
antiguo Egipto, cuando la raza actual estaba en su infancia.
Contemporneo de Abraham, y, si la leyenda no miente, instructor de
aquel venerable sabio, Hermes fue y es el Gran Sol Central del
Ocultismo, cuyos rayos han iluminado todos los conocimientos que
han sido impartidos desde entonces (Tres Iniciados, 1997: 8).
Hoy se sabe que los escritos hermticos pertenecen a distintos
autores (probablemente todos griegos exiliados) no comprometidos
con las escuelas establecidas, que se reunan en torno a algn orador
o profeta. Las enseanzas debieron ser orales, pero segn supone
La metafsica de Giordano
Bruno
La causa eficiente se propone un fin hacia el cual tiende, ste fin es la perfeccin
del universo, perfeccin que consiste en que en las distintas partes de la materia la
totalidad de la forma tenga existencia actual (Bruno, 1941: 68).
Para Bruno, as como para los alquimistas y los magos, la materia en tanto
potencia, tiene ya presente la forma a la que extrae de sus propias entraas, y se
constituye como el sustrato inmutable en torno al cual acontece el cambio. Y
siguiendo a Anaxgoras, afirma que todo est en todo, pero luego aclara que no
todo est en su totalidad y omnmodamente en cada cosa (Bruno, 1941: 139),
puesto que es imposible para el mismo sustrato manifestar en acto todos los modos
y los accidentes de la sustancia sin entrar en contradiccin.
Sin embargo, es a esta actualidad pura a la que aspira tanto el mago y el
alquimista, como el filsofo que pretende hacer de su filosofar una accin
teraputica, religiosa y tica sobre el mundo. Bruno es uno de los pensadores
renacentistas que responde a esta tradicin.
En cuanto a los principios, la forma, al igual que la causa eficiente, se ve vinculada
al alma del mundo. No obstante, Bruno se vuelve ambiguo al determinar el carcter
de este principio. Afirma que la forma es producida por el alma y que luego se une
al cuerpo para volverlo bello (Bruno, 1941: 71); y luego establece que en s misma
el alma del mundo es el principio formal constitutivo del universo (Bruno, 1941:
76).
A pesar de esta ambivalencia, lo que cabe recalcar es que todas las cosas estn
animadas y que el mundo es entonces una sustancia espiritual perpetua que
simplemente aparece en diferentes formas. Dice Bruno al respecto: por pequea e
nfima que se conciba una cosa [en tanto compuesta de materia y forma, es decir,
como ser natural], tiene en s una parte de sustancia espiritual [puesto que] el alma
del mundo est toda en todo el mundo y entera en cualquier parte de l (Bruno,
1941: 72 y 73).
Se sigue de esto que la forma es una, eterna y subsistente, al igual que la materia.
La multiplicidad y el cambio son condiciones de los compuestos particulares, a los
cuales no les corresponde el status de sustancia, como sostena Aristteles, sino el
de accidentes, circunstancias de las sustancias, o cmo dice en algunas
oportunidades, accidentes de los accidentes (Bruno, 1941: 61).
Con esto Bruno invierte la nocin tradicional de sustancia, segn la cual se aplicaba
el trmino a objetos particulares de los sentidos, mientras se identificaba por
accidentes a sus atributos permanentes o pasajeros. De tal modo que, lo que para
Aristteles era sustancia, para Bruno es accidente.
Con esto, el Nolano se adelanta a Spinoza. Para referirse al principio material,
Bruno compara la naturaleza con el arte, en tanto ambos precisan de materia para
sus operaciones. Sin embargo dice Bruno: la materia de que hablamos por si
misma y por su esencia no tiene ninguna forma natural, mas todas las puede
adquirir por la operacin del agente activo, principio de la naturaleza.
Esta materia natural no es tan visible como la materia artificial, porque la materia
de la naturaleza no tiene absolutamente ninguna forma, en tanto que la materia del
arte es una cosa ya formada por la naturaleza, toda vez que el arte no puede
actuar sino en la superficie de las cosas formadas por la naturaleza [...]; mientras
que la naturaleza acta desde el centro, por decirlo as, de su sustrato o materia,
que por si es de todo punto informe.
Por tanto, muchas son las materias de las artes, y uno solo el sustrato de la
naturaleza (Bruno, 1941: 91 y 92) Bruno analiza el principio material de dos
maneras, vindolo como potencia o como sustancia. Es interesante detenerse en
esta ltima forma de pensar la materia porque permite vincular a Bruno con el
materialismo.
De hecho, l mismo reconoce haber adherido a esta lnea de pensamiento (Bruno,
1941: 89). Y Mondolfo dice estar convencido de que el momento crtico y decisivo
del pensamiento bruniano, y el impulso de todo su desarrollo sucesivo, debe
buscarse en la superacin del materialismo, iniciada en la primera estancia en pars
y cumplida en Inglaterra, y en su tendencia al neoplatonismo (Mondolfo, 1954: 52).
Es esta corriente la que, mediante la intuicin de la unidad (monismo), le ofrece el
medio para conciliar la multiplicidad infinita y afirmar la coincidencia de contrarios.
Mientras el materialismo ve a la materia como el sustrato inmutable en torno al cual
se suceden las formas, a las que piensa como meras disposiciones accidentales, y
mientras niega que la materia tenga un carcter potencial y la llaman fuente de la
actualidad (Bruno, 1941: 131);
Bruno, sin perder este perfil materialista, reconoce el valor de la forma: despus
de considerarlo maduramente, teniendo en cuenta muchas cosas, hallamos que es
necesario concebir en la naturaleza dos especies de sustancia, una que es forma y
otra que es materia (Bruno, 1941: 89). Cabe observar que la reivindicacin de la
materia va de la mano con la reivindicacin de la mujer, ambas dirigidas a
reaccionar contra el aristotelismo.
En este sentido, Polimonio (personaje que representa la posicin aristotlica y
tambin, por momentos, a los humanistas de Oxford) inicia el cuarto dilogo en De
la causa, principio y uno identificando a la mujer como espejo de la materia primera
y como causa del error y del mal.
Dnde estaba ya en potencia la destruccin de Troya? En una mujer. Quin fue el
instrumento de la destruccin de la fuerza de Sansn [...]? Una mujer. Quin tom
en Capua el mpetu de la fuerza de Anbal, el gran capitn y enemigo perpetuo de la
Repblica Romana? Una mujer! [...] sexo, digo, caprichoso, frgil, inconstante,
muelle, pueril, infame, innoble, vil, abyecto, despreciable, indigno, rprobo,
siniestro, vituperable, fro, deforme, vacuo, vanidoso, indiscreto, insano, prfido,
desidioso, ftido, sucio, ingrato, trunco, mutilado, imperfecto, bosquejado,
deficiente, menguado, amputado, disminuido, moho, oruga, cizaa, peste
enfermedad, muerte (Bruno, 1941, 112 y 113).
Bruno parte de esta exposicin de Polimonio para luego refutarla a lo largo del
dilogo y realzar, finalmente, el valor de la materia y con ella el valor de la mujer:
Aquella materia [...] ha de ser llamada cosa divina y excelente progenitora,
generatriz y madre de las cosas naturales(Bruno, 1941: 129).
Ni la materia ni la forma en su pureza pueden vincularse al mal y a la
monstruosidad, estos se originan en los compuestos a causa de una confusin en el
cambio de un modo de ser a otro (Bruno, 1941: 106). Por otra parte, al considerar
a la materia como potencia, Bruno establece una distincin entre el primer
principio, Dios, el cual es todo lo que puede ser y, por tanto, en l acto y potencia
coinciden; y las cosas particulares y contingentes que, aunque son lo que pueden
ser, podran no ser o ser otra cosa, y que se caracterizan porque jams llegarn a
ser todo lo que pueden ser.
Lo que es todo lo que puede ser es uno que en su ser contiene a todo ser (Bruno,
1941: 105). El Universo, como totalidad de los seres particulares y como imagen de
Dios, adquiere un carcter intermedio entre la unidad y la multiplicidad. Es tambin
todo lo que puede ser, pero, como ya explicamos antes, el universo es totalidad
dispersa, desarrollada, expandida (Explicatio), es Dios en las cosas del mundo, y
esto, hasta cierto punto, lo distancia de la divinidad trascendente, incomprensible y
absoluta de la formula todo- uno.
Antes de adentrarnos en el carcter del uno y de referirnos a la confluencia de
contrarios, temas a los que se refiere en el quinto dilogo, vale citar la sntesis que
formula el propio Bruno respecto a lo expuesto hasta aqu: hay: un intelecto que
da el ser a todas las cosas, llamado por los pitagricos y Timeo dador de las
formas; un alma y principio formal que se hace todas las cosas y las informa, y
que aquellos mismos llaman fuente de las formas; y una materia de la que todas
las cosas estn hechas y formadas, por todos llamada receptculo de las formas
(Bruno, 1941: 98)
El quinto dilogo en De la causa, principio y uno, se inaugura con un verdadero
himno a la unidad del todo: El universo, pues, es uno, infinito, inmvil. Una es,
digo, la absoluta posibilidad, uno el acto, una la forma o el alma, una la materia o el
cuerpo, una la cosa, uno el ser, uno el mximo y optimo (Bruno, 1941: 135).
Este uno es infinito y, en consecuencia, no puede moverse, porque no tiene ya
lugar alguno adonde dirigirse (las cosas particulares se mueven en relacin a
alguna otra cosa, pero el universo como totalidad tiene un carcter absoluto ya que
no existe nada ms all de l); no nace ni se corrompe, porque no hay, fuera de l,
nada de lo cual pueda hacerse o en lo cual pueda resolverse; no disminuye ni
aumenta, porque nada se le puede quitar o aadir al que es infinito; no se altera en
ningn sentido, porque nada externo lo puede afectar; no es materia, porque no
tiene ni puede tener figura o lmite; no es forma, porque no confiere a otro forma y
figura, ya que es todo, uno, universo; no es medible ni es medida; no comprende ni
es comprendido en otro, porque no tiene mayor ni menor que l; tampoco es igual
a si mismo, porque es uno y el mismo y carece de trmino de comparacin; no
tiene partes y no es compuesto, porque es uno e idntico; es tiempo infinito y
espacio infinito (inmensidad).
Y es de fundamental importancia tomar conciencia del salto cualitativo que se da
entre los seres particulares y la infinitud, puesto que: A la correlacin, semejanza,
adecuacin, e identidad con el infinito no te acercas ms con ser hombre que con
ser hormiga, con ser estrella en vez de hombre; no te acercas ms a ese ser siendo
sol o luna que hombre u hormiga; y por tanto en el infinito todas estas cosas son
indistintas (Bruno, 1941: 137)
El punto es que en el universo todo es indistinto, ya que comprende la totalidad y
no admite alteridad o contradiccin. No hay cabida aqu para los tres principios de
la lgica aristotlica: no hay identidad porque no hay diferencia ni supresin y, por
lo tanto, no hay contradiccin ni tercero excluido.
Los opuestos coinciden porque es la misma la escala o el proceso por el que la
naturaleza desciende a la produccin de los seres particulares y por la que el
intelecto asciende hacia la unidad primordial. Los objetos opuestos ocultan un
principio nico.
Tomar conciencia de esto y aproximarse a la unidad agazapada tras la multiplicidad
es el objetivo del filsofo. En esta vorgine de indistincin en la que la razn pierde
Conclusin.
Para concluir, identificamos al Renacimiento como un perodo de cambio y
fermentacin, a partir del cual la historia se precipita hacia la modernidad.
No obstante, si bien vemos a este momento histrico como bisagra, y a los
hombres de este tiempo como sujetos ambivalentes, dudosos entre resistirse al
cambio o incitarlo; creemos que en este pliegue se desarrolla toda una filosofa con
carcter propio, que merece ser identificada como un paradigma en si mismo, que,
an dependiendo tanto a la Edad Media como a la Modernidad, no se explica por
ninguna de estas realizaciones intelectuales.
La conjuncin de corrientes filosficas de variadsimos estilos, la vorgine social,
poltica y religiosa, y la consecuente confusin psicolgica y moral; configuran un
ambiente muy apto para el desarrollo de la creatividad humana.
Los hombres del Renacimiento no carecan de lneas a partir de las cuales
desarrollar su pensamiento, pero ninguna de estas lneas presentaba solidez de
estilo, ni posea un consenso generalizado.
En el Renacimiento la verdad indiscutida pierde pi y los pensadores se animan a
revelarse. La Filosofa de Bruno es una manifestacin de este nuevo modo de
concebir el mundo.
Y hay en ella un hecho curioso: a pesar de las ambivalencias y las contradicciones
que se observan en sus planteos, su conviccin respecto a la verdad de lo que
afirma lo llevan a preferir la muerte antes que la falsedad.
La verdad para Bruno parece entonces estar en la contradiccin, o ms bien, en la
lucha y fusin de los opuestos. Su metafsica se estructura como un monismo
pluralista en el que se acepta tanto la trascendencia como la inmanencia, y en la
que de la absoluta unidad (que todo lo abarca y que es infinita, eterna e inmvil) se
deriva un dualismo de forma y materia a partir del cual se genera la multiplicidad
infinita del mundo.
La unidad primordial (Complicatio) y la pluralidad de individuos compuestos de
materia y forma (Explicatio), son los dos opuestos que conviven en la metafsica y
en la cosmologa bruniana. Bruno es un pensador que vive, como dice Burke, con
un pie en cada orilla. Es enftico en su rechazo al aristotelismo y en la formulacin
de una nueva fsica que anticipa a Newton.
Pero a pesar de su rechazo, la dependencia respecto de Aristteles es notoria.
Todos sus dilogos son conversaciones con el aristotelismo en los que intenta
convencer al mundo, y convencerse, de que la verdad est en otro lado. Sin
embargo, sus mtodos siguen siendo aristotlicos, o griegos si se quiere.
Bruno hace fsica a partir de la especulacin y la argumentacin y no desde de la
experimentacin y la prctica. Adems, Bruno es ante todo un mstico que adhiere
a la magia simptica y al hermetismo, antes que a la ciencia.
En l la filosofa no se divorcia de la religiosidad ni de la tica, y es por esto que sus
planteos se vuelven expresin suma del Renacimiento, tan diferente de la
Modernidad como de la Edad Media.
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En la Web:
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http://homepage.mac.com/eeskenazi/giordano.html