América Latina, de La Década Ganada A La Década Disputada

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Amrica latina, de la dcada ganada a la dcada disputada

Centro Estratgico Latinoamericano Geopoltico (CELAG)


Alfredo Serrano Mancilla1, Iigo Errejn2, Auxiliadora Honorato3, Esteban De Gori4,
Sergio Pascual5, Sergio Martn Carrillo6
Anlisis de la fase geopoltica
Las transformaciones geopolticas (y geoeconmicas) en curso, sin precedentes en el
pasado, apuntan hacia una transicin sistmica en busca de una reordenacin de los
equilibrios de fuerza, con nuevas configuraciones institucionales, econmicas,
militares, cultural-ideolgicas y comerciales. En el momento actual, inicios de la
segunda dcada del siglo XXI, la primaca estadounidense est en parsimonioso
declive y con ella el orden interestatal y la economa-mundo que se derivaron de ella.
En este contexto, se abre un escenario incierto, marcado por la emergencia de nuevas
potencias y bloques regionales, que si bien no asumen el rol de liderazgo global, s
producen un tambaleante equilibrio multipolar.
La crisis capitalista que sacude a los pases centrales de la economa-mundo convertida en crisis orgnica por ejemplo en muchos estados del sur de la Unin
Europea- abre espacio para cambios polticos inditos, y reconfiguraciones de bloques
hoy difcilmente predecibles. El rol que jueguen China y, de forma relativamente
subsidiaria, las economas del sudeste asitico, puede ser decisivo en el nuevo ajedrez
global. Los pases (mal) llamados emergentes, representados por los BRICS (ms
Argentina), siguen jugando un papel protagnico en este reordenamiento mundial.
Todo se mueve a gran velocidad; los recientes anlisis ya quedan caducos. La
celeridad en esta metamorfosis geopoltica exige actualizar la mirada global, y ms
para el caso de Amrica Latina como nueva regin proactiva en este proceso de
reconfiguracin.
De hecho, Amrica Latina, en estos aos, encara este cambio de poca, global y
regional, con deseos de una propuesta convergente de integracin regional en plena

1

Doctor en Ciencias Econmicas.


Doctor en Ciencias Polticas.
3
Licenciada en Derecho.
4
Doctor en Ciencias Sociales.
5
Master en Antropologa, Candidato a Doctor.
6
Master en Ciencias Econmicas, Candidato a Doctor.
2

disputa, pero a la vez, con iniciativas opuestas, que oscilan desde cambios
estructurales contrahegemnicos, pasando por propuesta posneoliberales moderadas,
hasta otras formuladas ya conocidas, conservadoras del orden establecido, contra
progresistas.
En los ltimos aos, la regin ha sufrido innumerables cambios en cuanto a nuevos
gobiernos, nuevas polticas econmicas, y fundamentalmente, nuevos espacios de
articulacin de las relaciones econmicas entre pases. La ltima dcada, una dcada
ganada para buena parte de Amrica Latina en trminos de desarrollo social y
expansin democrtica, se ha caracterizado por un desplazamiento vigoroso de las
relaciones comerciales/productivas/sociales/culturales/polticas. En poco tiempo, los
acuerdos comerciales han ido variando de condiciones, de pases, de bloques. El
inters creciente por estructuras productivas ms slidas ha conllevado a repensar las
diferentes formas de interactuar econmicamente con el mundo, y muy
particularmente, desde el propio seno de la misma regin. La elevada inflacin
integracional es justamente resultado de eso, de la indefinicin propia de mltiples
objetivos, de muchas corrientes, de intentos de conciliar los diversos modelos de
desarrollo y de acumulacin existentes a da de hoy dentro de la regin. Adems, de
fondo, la tensin entre polticas de corte nacional-popular y la arquitectura
transnacional (regional) es siempre un hecho que ha de estar presente en cualquier
anlisis prospectivo.
Amrica Latina ya no es, por supuesto, la de las dcadas prdidas, en la que las
polticas neoliberales eran implementadas a travs de Programas de (des)Ajuste
Estructural y Planes de (des)Estabilizacin. Hacia mediados de la dcada de los aos
setenta, la economa-mundo hace un giro importante en relacin al modelo de
acumulacin capitalista, abandonando el rol protagnico que haba tenido el Estado y
transitando a un modelo donde (eso que mal llaman) el mercado jugara un papel
central. Esta nueva etapa neoliberal logra que el Estado se reduzca pero nunca sin
desaparecer; es de hecho el nuevo Estado corporativo y privatizador- quien facilita la
entrada de Amrica latina a las lgicas de la OMC (Organizacin Mundial del
Comercio), de los Tratados Bilaterales de Inversin, y de sometimiento al CIADI
(Centro Internacional de Arreglo de Diferencias Relativas a Inversiones), juez y parte
dependiente del Banco Mundial.
La expansin de los mercados financieros -motorizados por la rpida circulacin de
dlares- y la crisis del petrleo contribuyeron en gran medida al cambio del patrn de

acumulacin. La produccin comienza a ponerse al servicio del capital financiero. La


tendencia observada desde la dcada de los setenta indica una mayor movilidad
geogrfica del capital, producto de los cambios en la organizacin de los procesos de
produccin e intercambio. Y Latinoamrica no fue ajena a este proceso: la crisis de la
deuda y la hiperinflacin fueron las excusas perfectas para el desembarco de las
polticas econmicas neoliberales ya lideradas en el centro de los pases centrales por
Ronald Reagan en Estados Unidos, y Margaret Thatcher en Reino Unido. No
obstante, la dictadura de Pinochet en Chile, y tambin la de Videla en Argentina,
fueron de facto un fiel adelanto del neoliberalismo econmico que vendra despus.
El sistema mundo impona nuevas condiciones a la periferia. Esta vez, era el turno de
la apertura obedeciendo a las necesidades del gran capital financiero internacional.
Durante estas dcadas, las polticas econmicas neoliberales fueron encaminadas a
destruir al Estado como productor, como controlador de los sectores estratgicos, y a
dejarlo (s) como un regulador a favor de una asignacin con mera lgica capitalista.
Durante esos aos, se implementaron todas las polticas necesarias para que se
produjera una transferencia de valor de unos a otros, de una mayora popular
(empobrecindose) a una minora (enriquecindose). La soberana era as extirpada a
favor de otros intereses ajenos, a favor de insercin subordinada y desigual en el
mundo. El modelo productivo, en esos aos, haba sido elegido para responder a las
exigencias mundiales. El patrn primario exportador era fortalecido en los pases de la
periferia, y como tal, en Amrica Latina; la desindustrializacin fue un hecho. La
demanda interna era satisfecha en gran medida por una significativa poltica de
importaciones que gener una fuerte dependencia de la satisfaccin de necesidades
respecto a las empresas transnacionales. Eran stas las que sustituan cualquier intento
de produccin interna. As la transferencia de valor hacia el exterior estaba asegurada;
las relaciones de intercambio eran absolutamente inequitativas; y el patrn productivo
nacional, en tanto a productos y productores, estaba en fuerte grado de dependencia
con los patrones productivos internacionales. El Consenso de Washington consigui
conformar una regin que produca aquello que los pases centrales requeran. El
intercambio desigual entre centro y periferia era reforzado por la hegemona de las
polticas econmicas neoliberales, y por sus instituciones internacionales (Fondo
Monetario Internacional (FMI), Banco Mundial (BM), Banco Interamericano de
Desarrollo (BID)). Esto, a su vez, generaba un intercambio ecolgicamente desigual,
donde los recursos naturales de los pases perifricos estaban dispuestos para la
expoliacin de las multinacionales de los pases centrales a cambio bajos salarios y

una multitud de pasivos ambientales. Amrica Latina reforzaba as su


especializacin en perder, resultado de sus grandes dotaciones en recursos naturales
que eran requeridos desde los pases centrales del sistema-mundo capitalista. El
capitalismo (neoliberal) por desposesin, como dice Harvey, fue puesto en prctica.
En este periodo, la regin nunca mir hacia s misma, los escasos espacios de
integracin estaban diseados desde el centro del sistema-mundo, atendiendo
estrictamente a una ptica comercial, dejando de lado absolutamente el aspecto
productivo, el financiero, el social y el cultural. Slo y exclusivamente la integracin
comercial, ms centrada en facilitar las reglas para que el comercio fuera
asimtricamente libre, y creciera sin facilitar las mejoras estructurales requeridas en
las economas nacionales para garantizar un cambio real en el patrn de acumulacin
a favor de las mayoras excluidas.
Las polticas econmicas neoliberales tuvieron un alto impacto en la desintegracin
social y econmica en todos los pases de la regin: incremento de pobreza, exclusin
econmica-social-poltica-cultural, desigualdades, desempleo, precarizacin de las
condiciones de trabajo, erosin de la naturaleza y agudizacin de las exclusiones
colonial y patriarcal. Ante este panorama, y con un creciente desgaste de los partidos
polticos tradicionales, gran parte de la poblacin respondi con fuertes
movilizaciones originando un nuevo tejido social ms organizado demandantes de
cambios y transformaciones en el terreno poltico, econmico, social y cultural. El
ncleo comn de todos los reclamos fue poner punto final a las polticas de corte
neoliberal que resultaron fructferas slo para unos pocos a cambio del sometimiento
de muchos. La regin fue cambiando de signo poltico. Las acciones colectivas en
algunos pases de Latinoamrica han llevado a la eleccin de gobiernos denominados
progresistas, que propusieron plataformas polticas alternativas al paradigma
econmico dominante. Son muchos los pases que se han embarcado en este difcil
pero necesario camino de construir una nueva organizacin econmica, poltica,
social y cultural, de fuerte profundizacin democrtica, en medio de un mundo
globalizado, que a pesar de su transicin sistmica, an conserva de fuerzas
econmicas y polticas que no permiten grandes disonancias respecto al orden
econmico constituido en el sistema capitalista mundial.
En este giro poltico en marcha, en medio de esta transicin sistmica geoeconmica
mundial, uno de los principales asuntos a destacar es que la regin comenz un largo
camino para construirse a s misma con mayor independencia de los poderes

econmicos dominantes a escala global. Fueron apareciendo espacios novedosos de


integracin, que no slo atendan al deseo de un mayor intercambio comercial entre
pases vecinos (en el marco de la regin), sino que comenzaron a plantear otros
estadios de relacionamiento ms equitativos y justos. Entre estos nuevos intentos, la
Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra Amrica-Tratado de Comercio de los
Pueblos (ALBA-TCP) ha sido sin lugar a dudas el nuevo lugar de encuentro para que
algunos pases de la regin comiencen a construir supranacionalmente un nuevo
paradigma econmico que establezca principios de justicia a la hora de relacionarse,
ya sea en el mbito comercial, en el cultural, en el social, en el financiero, y a pesar de
haber llegado tarde, ahora acertadamente tambin con el mbito productivo. No puede
haber integracin plena y virtuosa si no existe integracin productiva en base a la
complementariedad. Slo as, con esa estrategia, se podr llevar a cabo planes
nacionales de desarrollo que sean sostenibles, soberanos, emancipadores y que logren
verdaderamente intervenir en las razones estructurales de las asimetras econmicas.
Amrica Latina ha aprendido en esta nueva poca que no existe cambio interno sin
atender a los cambios en la relacin con el exterior; el proceso de sustitucin
adecuado en estos ltimos aos es aquel que ha dejado de tener una relacin en
condicin monopolstica con las economas centrales para transitar a una nueva
estrategia de mayor afinidad con los nuevos polos econmicos, pero muy
especialmente, con la nueva regin. Un mayor intercambio con complementariedad
en la regin es la nica manera de emanciparse al menos parcialmente- de las
relaciones desiguales con el centro econmico mundial. En este sentido, cabe dejar
constancia que este requisito de mayor intercambio con complementariedad no puede
ser satisfecho en exclusividad por el exceso de procesos de integracin (inflacin
integracional) que se ha venido sucediendo en Amrica Latina en los ltimos aos.
No se trata de asimilar este desafo a partir de los mltiples procesos de integracin
regional, en los que existen solapamiento y superposicin de mbitos de integracin
(comercial/productiva/financiera); se tratara de ordenar virtuosamente Amrica
Latina, en forma inteligente, en un marco de integracin que logre equilibrios entre
soberana nacional y arquitectura supranacional. Lo que tambin supondra, una
poltica estatal que limite los intereses particulares de las empresas y las reinserte en
nuevas relaciones econmicas complementarias con empresas y emprendimientos
estatales de la regin, inclusive habra que pensar en la posibilidad que las nuevas
integraciones establezcan actores econmicos (privados, pblicos o mixtos) que
puedan sostener, viabilizar y defender dicha articulacin regional.

Hasta hace pocos aos, la regin tena dos grandes espacios de integracin,
mutuamente excluyente entre s, la Comunidad Andina de Naciones (CAN) y
Mercado Comn del Sur (Mercosur). Quien perteneca a un lugar, no estaba en el
otro. Pero desde la irrupcin del proyecto bolivariano poltico, el ALBA-TCP, todo
esto ha cambiado. Este nuevo espacio ha congregado a algunos pases de Sudamrica,
a otros de Centroamrica y el Caribe. El gran salto cualitativo de este proyecto es sin
duda superar los criterios injustos para intercambios comerciales. Por primera vez en
la regin, nace un sistema de compensacin que pretende evitar el intercambio
desigual, con precios justos, a partir de un sistema de cuentas propias (va Sistema
Unitario de Compensacin Regional (SUCRE)). Este hecho, unido al movimiento
estratgico de Venezuela, dejando la Comunidad Andina de naciones (CAN)
definitivamente en el ao 2011- para incorporarse a Mercosur, han sido determinantes
para tener una regin muy diferente en trminos de integracin. Por otro lado, la CAN
despus de la arremetida de la UE en relacin a su propuesta de acuerdo de libre
comercio, tambin ha quedado parcialmente desintegrada. La CAN se qued sin
Venezuela (hace dcadas, en 1976, en la era pinochetista, ya se haba quedado sin
Chile), pero adems se qued con dos pases (Per y Colombia) atrapados en el bobo
aperturismo por la firma de un Tratado de Libre Comercio (TLC) con Europa,
complicando as las condiciones de convivencia con otros pases que no han aceptado
esas asimtricas reglas del juego. Por otro lado, est un nuevo Mercosur; la llegada de
Venezuela le hace ser la quinta economa del mundo, y se constituye as en un espacio
muy atractivo por su potencial econmico; Bolivia tambin acept entrar; y en la
actualidad Ecuador an sigue pensando formar parte; Paraguay vuelve a ser miembro
de pleno despus de las ltimas elecciones (con la asuncin presidencial ya ocurrida)
pero an con muchas cuestiones por dilucidar por nuevas preferencias neoliberales en
su poltica exterior. Mercosur, sin duda alguna, se convierte en el nuevo protagonista
del siglo XXI en cuanto a espacio integracional, en lo comercial, financiero y en lo
productivo; pero a la misma vez, es un espacio caracterizado por las grandes
disparidades de economas participantes. Brasil siendo parte de las nuevas economas
emergidas; Argentina tambin forma parte del G20 y en tendencia creciente; y ahora
Venezuela como otra gran potencia. A su lado, otras economas ms pequeas que
peligran si no establecen condiciones que eviten intercambios desiguales, y lo que es
ms importante, una integracin productiva desigual que de lugar a encadenamientos
productivos con generacin desigual de valor para unos y otros. Situacin que puede
empujar a estos pases a percibir atractivos los tratados de libre comercio.

Por otro lado, no hemos de olvidar el papel geoestratgico de los pases del Caribe,
que han sido considerados por EEUU su frontera natural durante todo el s. XX, un
trmino usado por el propio G. W. Bush, que la calific de su tercera frontera Por
razones obvias de geoestrategia regional, Washington siempre anhel mantener su
influencia diplomtica, poltica y econmica en la regin. Para ello, ha lanzado
proyectos econmicos y estratgicos dirigidos a crear y mantener los nexos de
interdependencia con el Caribe y Latinoamrica. La Caricom (Comunidad de Estados
del Caribe) ha sido el soporte natural de las polticas de Washington desde su
creacin. Sin embargo, esta influencia exclusiva queda actualmente cuestionada
debido a la importancia creciente de la iniciativa, Petrocaribe, una alianza en materia
petrolera entre algunos pases del Caribe con Venezuela. basado fundamentalmente en
que este pas petrolero entrega crudo a los otros miembros en condiciones ventajosas,
(con un financiamiento que llega a 40% cuando el precio del petrleo supera los 50
dlares; a 50% si sobrepasa los 80 dlares y a 60% cuando la barrera se sita en 100
dlares). Con todo ello, Centroamrica se constituye en s mismo como otro espacio
en disputa, donde Estados Unidos sigue teniendo amplia capacidad de influencia,
China muestra su lado expansionista tambin sobre este territorio, y Venezuela ha
logrado ser un aliado privilegiado en trminos econmicos, y a su vez, polticos.
Tampoco debemos olvidar la apuesta que realiza lentamente Brasil justamente en esa
rea geopoltico por disputar el liderazgo de los Estados Unidos.
En este mismo sentido, el primer escenario de combate ha sido Honduras, con su
reciente contienda electoral, en el que -contra pronstico- los datos oficiales reflejan
como ganador al candidato conservador del Partido Nacional frente a la lideresa
progresista (Xiomara Castro; esposa del presidente derrocado Zelaya). Este pas fue
laboratorio de golpe militar hace pocos aos (2009); y ahora, con una densa e
indisimulada participacin de la embajadora estadounidense (en el proceso electoral,
en la formacin tcnica y despus en calidad de observador internacional), vuelve a
constituirse en un espacio de lucha de una amplia mayora popular que resiste la
hegemona interna liderada desde afuera. Estados Unidos ha querido dejar claro que
Centroamrica no era un espacio negociable. A pesar de las palabras de John Kerry,
secretario de Estado de los Estados Unidos, la doctrina Monroe sigue actualizada.
Por otro lado, no se puede olvidar otro hecho determinante en esta nueva
configuracin de integracin regional: la aparicin de la Alianza del Pacfico (AP),
donde Per, Colombia, Mxico y Chile (y Costa Rica previsiblemente en un futuro

muy cercano), todos con acuerdos de libre comercio con EEUU y UE, se articulan
entre s, con slidas afinidades en cuanto al modelo econmico propuesto. De hecho,
esta AP no puede ser vista ni mucho menos como un mero acuerdo comercial como
remake del rea de Libre Comercio de las Amricas (ALCA)-, sino ha de ser
calificada como un proceso de integracin neoliberal en busca de acabar con la
Dcada Ganada lograda en muchos pases de la regin gracias a las polticas de
transformacin a favor de las mayoras.
Cada vez es ms difano el deseo de Estados Unidos (y de Unin Europea): una
Amrica Latina divida en dos, desgajada en -al menos- dos grandes mitades para que
as deje de ser el bloque monoltico que vena conformndose en el nuevo mundo
multipolar. Recientes informes de think tanks conservadores ya constatan la
madurez de Latinoamrica y su mayor peso global, y abogan por un espacio
geopoltico trilateral Unin Europea-Estados Unidos-Amrica Latina, en base a sus
comunes races occidentales, en trminos estrictamente liberales: derechos
individuales y mercados abiertos. Esta es la pretensin, tambin, de buena parte de
la oligarqua financiera, del poder concentrado meditico, del capital transnacional y
de los grandes caciques nacionales: una regin dividida en dos mitades que disipe
cualquier posibilidad de levantar y consolidar una alternativa global de avance en
sentido posneoliberal, en paz, sin guerras, con redistribucin, mejoras sociales y
profundizacin democrtica.
Es por ello, que en los ltimos meses se han acelerado los mltiples movimientos de
ajedrez en el actual juego de tronos que supone el curso geopoltico en Amrica
Latina; la tensin est servida entre procesos reformistas, revolucionarios y
contrarrevolucionarios. Han sido muchos los intentos fallidos del poder hegemnico
mundial para destronar a las propuestas progresistas: golpes a la democracia en
Venezuela (2002), Bolivia (2008) y Ecuador (2010). Sin embargo, otros s que fueron
exitosos: Honduras (2009) y Paraguay (2012). Desde el rechazo al ALCA (2005),
Estados Unidos a la cabeza (con la UE a su lado) no descansa hasta lograr, en una
primera instancia, una Amrica Latina dividida y partida en dos, con un bloque afn,
representado en la Alianza del Pacfico, para luego, poder colonizar al resto,
logrando as el deseo de antao: un patio trasero que vaya desde Mxico hasta
Ushuaia. Esta Alianza del Pacfico es justamente la punta de lanza para asentar las
bases del nuevo mapa geoeconmico codiciado por los intereses de los grandes
capitales. Liderada por Colombia, atrayendo a pases claves en Centroamrica (Costa

Rica est muy cerca de ser nuevo miembro; El Salvador acaba de confirmar que se
piensa su entrada en dicho bloque), la Alianza del Pacfico sigue construyndose
aceleradamente como bloque poltico regional de gran fortaleza.
Es por eso que los prximos aos, despus de esta dcada ganada que ha puesto final
a las dcadas perdidas neoliberales, supondrn un nuevo periodo de contienda, una
suerte de dcada decisiva-dcada disputada, que determinar el rumbo de este nuevo
polo poltico y econmico. Amrica latina no slo est en disputa interna, sino
tambin externamente como bien se explicita segn la nueva estrategia marcada en el
documento del Consejo Atlntico: The Trilateral Bond: Mapping a New Era for Latin
America, The United States, and Europe' ('El Vnculo Trilateral: Inspeccionando una
Nueva Era para Amrica Latina, EE.UU. y Europa'). Este informe es contundente en
cuanto a la importancia de Amrica latina a nivel mundial; y por ello, se retoma as el
deseo de incorporar a este bloque al redil atlntico, constituyndose as en una
prioridad en la poltica exterior de los EEUU y UE. Amrica Latina no es ya slo una
regin en disputa interna, sino un continente con mayor influencia en el sistema
interestatal y que ver enfrentarse proyectos geopolticos diferentes e incluso
antagnicos para su nueva ubicacin en el espacio global.
Por tanto, todo est en juego, en disputa, en movimiento: el ALBA, la UNASUR, el
Mercosur, la Alianza del Pacfico, incluso la CAN, tambin la Organizacin de los
Estados Americanos (OEA), y por supuesto, la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeos (CELAC).
La desaparicin de Chvez, Kichner y Lula del escenario poltico de una Amrica
Latina en la que los modelos polticos presidencialistas maximizan el peso del
personalismo, sin duda pesar en detrimento del campo poltico progresista,
construido en torno a la imprescindible retrica y relato de la transformacin y la
movilizacin de las masas, muy vinculado por otro lado a la capacidad tractora de
estos liderazgos. La derecha continental por el contrario, instalada en la mediocridad
poltica y el halo tradicional de credibilidad de sus propuestas tecnocrticas se vera
beneficiada por, en ausencia de grandes liderazgos, un retorno de la no poltica.
La muerte de Chvez y la ofensiva nacional e internacional contra el chavismo
liderado por Maduro; los resultados de la segunda vuelta en las elecciones de Chile
que podran beneficiar a Bachelet, empujada a llevar una agenda ms progresista que
en su anterior mandato e incluso a hablar de cambiar la constitucin

postpinochetista- por los desplazamientos operados en la sociedad civil por los


movimientos sociales; las otras elecciones en pases estratgicos de Centroamrica,
Costa Rica y El Salvador; la nueva apuesta de Paraguay al Pacfico; la vuelta del
moderado Tabar a Uruguay en sustitucin del progresista Mjica salvo que
Constanza Moreira lo impidiera-; la nuevas elecciones en Argentina sin Cristina
Fernndez de Kirchner despus del avance de la nueva apuesta de la derecha
posneoliberal con Massa; el cada ms vez slido no aislamiento de Cuba (incluso
presidiendo la CELAC); los enigmas del todopoderoso Brasil con una nueva poltica
que deber atender ms adentro que fuera; las elecciones del 2014 en Bolivia que
podran seguir consolidando esta propuesta de cambio; los aos de Correa en su
ltimo (o no) mandato con el objetivo de seguir con las transformaciones
estructurales; Mxico que vuelve a mirar hacia al Sur sin dejar de mirar al Norte; el
modelo peruano tendr que responder cun sostenible es si sigue queriendo satisfacer
a todos sin cuestionar a las injustas estructuras; la sucesin de Santos en una
Colombia que vive la pugna en la propia derecha, as como un particular proceso de
paz al mismo tiempo que ha ido consolidando los lazos con la OTAN; las elecciones
irregulares en Honduras con un desenlace poltico y social an incierto; y, adems, el
acuerdo comercial entre la Unin Europea y los Estados Unidos de fondo.

Algunas caractersticas del cambio de poca latinoamericano


Si se puede afirmar que Latinoamrica est viviendo un cambio de poca es por la
convergencia de grandes lneas de transformacin que no cierran el horizonte de
posibilidades futuras ni aseguran ningn destino, pero s descartan la mera
restauracin del orden anterior.
Realizar un anlisis, exposicin crtica y discusin de los componentes de este nuevo
tiempo poltico en la regin excede con mucho la voluntad de este documento. No
obstante, una somera enumeracin, con ms pretensin de mapeo que de
exhaustividad, puede ser de utilidad para caracterizar mnimamente el escenario
geopoltico en la regin.
En primer lugar, uno de los rasgos ms evidentes del nuevo tiempo poltico es la
coincidencia, no casual, de gobiernos de signo democrtico-progresista en la regin.
Pese a los diferentes ritmos, horizontes y acentos, nunca antes coincidieron en
Latinoamrica y el Caribe tantos ejecutivos comandando procesos de redistribucin,

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construccin de soberana y ampliacin del campo democrtico. Adems, estos


gobiernos estn liderando, como ya se ha explicado, procesos de integracin y
construccin regional que han superado los lmites declarativos y apuntan en un
sentido de transformacin geopoltica. Este fenmeno, llamado del giro a la
izquierda, as como las condiciones geopolticas que lo han hecho posible, cuando en
el pasado fue tantas veces truncado, merecen una atencin prioritaria por las
posibilidades de avance histrico y por su implicacin global. Es bueno recordar que
Amrica Latina, en un momento global de violencia, desestructuracin y desencanto,
se ha convertido en un espacio poltico y cultural privilegiado para la mejora colectiva
de la vida, y por tanto en una referencia mundial para las personas y los pueblos
progresistas.
En segundo lugar, el panorama intelectual y cultural latinoamericano se encuentra
marcado por un cierto repliegue defensivo que no desaparicin- de las ideas
conservadoras-liberales y de los proyectos de las lites histricas, que estn
experimentando importantes mutaciones para adaptarse a los nuevos consensos en
despliegue, anudados a partir de la crisis del modelo neoliberal y basados en una
nueva centralidad poltica de las masas como sujeto poltico. Estos nuevos
consensos en formacin deben ser investigados, analizados y problematizadas sus
dificultades, sus ngulos muertos y sus tensiones internas.
No obstante, este repliegue o necesidad de adaptacin a un campo discursivo marcado
por la centralidad de algunos de los trminos, los valores y las propuestas
progresistas, est considerablemente limitada al menos por dos elementos, que
condicionan el alcance relativo de la hegemona del relato posneoliberal y
obstaculizan su sedimentacin en una sociedad civil y una estatalidad que consoliden
los cambios progresistas.
Por una parte, la escasez general de una nueva intelectualidad orgnica para la
transicin estatal, capaz de conjugar la movilizacin poltica con la gestin en clave
transformadora y eficaz. La necesidad de ocupar posiciones para la disputa al interior
del Estado, la ampliacin de lo pblico y el carcter abrupto de las rupturas populares
ha consumido las mejores energas de una primera hornada de militantes polticos que
han tenido as muy poco tiempo para formar a sus sucesores en trminos tericos,
ideolgicos y polticos. Slo esta formacin es un antdoto contra las inercias de unas
administraciones y sociedades civiles mayoritariamente hegemonizadas por la vieja
poltica, el clasismo y el conservadurismo. Los procesos de cambio poltico de signo

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popular tienen entre una de sus principales dificultades la de producir, en un tiempo


poltico marcado por la urgencia, los cuadros polticos para la construccin del nuevo
Estado y los cuadros intelectuales para la renovacin de la primaca cultural, moral y
esttica de las fuerzas emancipadoras. Adems, estas dos tareas, en lo posible, deben
irse entrelazando y entremezclando. Este aspecto requiere un trabajo prolongado de ir
construyendo tanto las bases materiales centros de estudio y anlisis, publicaciones,
becas, programas de formacin, medios de difusin del pensamiento, premios
literarios y cientficos, estmulo a la cultura transformadora, etc.- como los mimbres
conceptuales, gramaticales y simblicos para un relanzamiento de la capacidad de las
ideas del bloque popular para determinar el horizonte y los cdigos de su tiempo.
Por otro lado, los hbitus culturales de las sociedades latinoamericanas, tambin
aquellas atravesadas por procesos de acceso popular al Estado, siguen estando
mayoritariamente marcados por prcticas sociales, horizontes estticos y aspiraciones
que responden a la mayor capacidad de seduccin de los mitos, ficciones orientadoras
y valores del capitalismo: violencia, machismo, consumismo, cultura de la
indisciplina y la inmediatez, ineficacia, irresponsabilidad, etc. Esto constituye un
considerable y poderoso freno especialmente por su carcter invisible- a los
procesos que buscan, partiendo de las comunidades de las clases populares, fundar
una esfera pblica socialista para el buen vivir, el vivir bien, el socialismo del siglo
XXI o cualquier concepcin cuya principal meta sea la expansin de la igualdad y de
la libertad. Se trata aqu de afrontar una lenta modificacin antropolgica sin la cual
las modificaciones jurdico-institucionales corren siempre el riesgo de quedar como
trincheras desguarnecidas.
Al mismo tiempo, es importante recuperar un anlisis sobre las derechas
latinoamericanas y sobre las acciones de los grupos econmicos y financieros. La
mirada de las ltimas dcadas, colocada principalmente- en los movimientos sociales
y en el Estado nos ha hecho relegar en anlisis sobre los contrincantes centrales que
tienen estos gobiernos a la hora de la introduccin de cambios econmicos y polticos.
Se hace necesario construir un mapa de los actores que desde el campo conservador
son productores de anlisis, propuestas, interpretaciones o expresiones que despus se
convierten en municin de primer orden para la batalla poltica. Este anlisis no debe
quedarse en identificar centros o instituciones, sino en diagnosticar sus principales
estrategias en la disputa por el sentido, la interpretacin y la proyeccin del presente.
En tercer lugar, el Estado vuelve a estar en el centro de la discusin poltica y social,

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ya no como problema, sino como espacio privilegiado aunque no nico- de la


poltica y la vida en comn. Su retorno reabre gran parte de las cuestiones histricas
de los procesos emancipadores: su relacin con la construccin de comunidad, con la
democracia, la representacin y la libertad, su articulacin territorial y con la
diversidad tnica, su transformacin, la institucionalidad y los equilibrios de fuerzas,
su autonoma relativa o sus inercias. Su condicin de mquina, sistema de aparatos
y dispositivos o campo de disputa. La cuestin del Estado es en Latinoamrica,
especialmente en sus procesos de avanzada, la cuestin de la transicin, que obliga al
pensamiento crtico a trabajar por articular la poltica como conflicto y ruptura con la
poltica como gestin y construccin de orden; el tringulo del que habla Rafael
Correa para referirse a la necesaria conciliacin de libertad, igualdad y eficacia.
En cuarto y ltimo lugar, el socialismo o la propuesta de construccin de un gobierno
popular, cobra una cierta importancia poltica no tanto como programa acabado sino
como horizonte, como tensin emancipadora. Pero esta funcin da muestras de
relativo agotamiento por cuanto los procesos de cambio y gobiernos populares se
topan con dificultades que no estn en los viejos manuales, mientras que, bajo la
excusa de no adelantar o imponer paradigmas, la reflexin crtica no parece haber
trascendido el momento de la ruptura ni haberse atrevido a sugerir lneas de
desarrollo, que han sido sustituidas por la constatacin de las contradicciones y la
celebracin del inmediatismo. La consolidacin de este tiempo histrico de
transformaciones exige pensar las condiciones de la irreversibilidad relativa pues
en condiciones de libertad nunca puede ser absoluta- los anclajes econmicos,
culturales e institucionales que pueden fortificar las posiciones conquistadas sin
esclerotizar las posibilidades de conquista de nuevas y ms ambiciosas plazas. Esto
pasa, necesariamente, por la construccin de instituciones eficaces que conviertan en
cotidianidad los avances realizados, que no exijan la movilizacin permanente y que
construyan una estatalidad que responda a la emergencia de los sectores subalternos.
Un tiempo histrico tan rico, tan atravesado de desafos, tan frtil, tan sometido a una
guerra por su lectura, exige anlisis, estudios e interpretaciones audaces. Es necesario
aggiornar la agenda de la ruptura en la regin, librar la batalla intelectual por fijar los
trminos de las confrontaciones por venir entre ellas, una ya indisimulada
contraofensiva conservadora regional- y atreverse a proponer rumbos estratgicos
para el avance popular. Ni la academia ni quienes se dedican al trabajo intelectual
pueden quedar al margen de este esfuerzo, a riesgo de convertirse en convidados de

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piedra de un proceso histrico, tomadores de notas, guardianes de la verdad de los


textos clsicos u opinadores de ocasin.

La dcada decisiva-dcada disputada en Amrica latina


Caracterizada la dcada ganada y apuntados los rasgos de este cambio de poca, se
evidencia la disputa que llega, la que se libra ya y que hace decisivos los aos
venideros, situando como primera tarea la bsqueda de esas condiciones de
irreversibilidad relativa que puedan fortalecer, profundizar este cambio de poca
regional hacia la el mayor peso de las voluntades y el buen vivir de las mayoras.
Hace ms de diez aos sealbamos cmo la regin reacciona en contra de la
progresin de empobrecimiento de las mayoras y en contra igualmente de la renuncia
a la soberana nacional, iniciando un cambio de rumbo en el que ahora nos
encontramos, en el que se consigue implementar polticas de redistribucin de la
riqueza, mejorar las condiciones de vida populares, recuperar la soberana
secuestrada, o incorporar a la realidad poltica amplias capas de poblacin
invisibilizadas.
Pero lo que est en juego ahora es la direccin de esta tangente de cambio: ms all de
estas conquistas, de la dcada ganada, toca ahora hacer propia la dcada venidera,
escribirla con nombres propios, con lenguaje propio, con retos propios, con placeres
propios, dibujar la escena y elegir la arena de disputa. Adelantarse a los peligros y
evitar enconarse en neocapitalismos amables.
Los procesos de cambio y gobiernos populares se topan con dificultades que no estn
en los viejos manuales, estamos en los momentos de innovar y emanciparnos de
proyectos caducos. Es momento de revitalizar la reflexin y el pensamiento
latinoamericano, con este deseo de seguir siendo parte del semillero de ideas
progresistas, populares y democrticas para el cambio social con sentido
emancipador.

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